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Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad Perros Calientes 22

Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad

Por Wilmary Giménez

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El mes de diciembre culminó con uno de los más grande éxitos que Marvel Studios pudo tener, ya que no solo llevó a la pantalla la película más esperada, sino que superó las expectativas de muchos con su última entrega del superhéroe más aclamado de todos, Spiderman No Way Home fue la cinta más importante del año, Marve l no solo trajo el multiverso a la p antalla grande, también nos regaló la oportunidad de ver a los tres actores que han llevado la máscara del arácnido, juntos en una misma cinta. Y es que los rumores y teorías fueron ve rídicas en el instante en que vimos a Tobey Maguire, Andrew Garfield y Tom Holland portar la máscara y pelear juntos contra los Siniestros.

Esta cinta estuvo rodeada de mucho drama y teorías desde el primer momento en que comenzó el rodaje, junto a la cantidad de filtraciones en las que Tobey y Andrew mostraron su mejor cara del engaño al negar rotundamente su participación en la tercera cinta de Spiderman, llegaron al punto de afirmar que las imágenes que circulaban en redes eran Photoshop, y sin duda engañaron a más de uno, lo que hizo el estreno más polémico de todos.

Dos horas y media de risas, lágrimas y nostalgia, pues ver a estos tres grandes actores juntos fue como unir nuestra infancia, adolescencia y actualidad en un solo momento, gracias a la magia del cine. La historia de Spiderman No Way Home fue perfecta para e l desarro llo del pe rsonaje actualmente interpretado por Tom Holland, ya no vemos un Peter Parker que se divierte siendo Spiderman, sino que podemos apreciar un joven obligado a madurar por la responsabilidad que lleva el traje, al ve rse su identidad descubierta ante todos, una serie de decisiones tomadas a raíz de la opinión publica de los que están a favor y en contra del joven héroe, le enseñarán que ser un superhéroe no es tarea fácil, y que los poderes que posee están atados a una gran responsabilidad

El desenlace de la historia varía desde los momentos más graciosos, hasta los más tristes culminado en el más emocionante de todos, y es que el cine explotó en gritos de júbilo cuando, una vez más, los portales mágicos volvieron a traer esperanza en un momento donde todo estaba perdido, y cuando por ellos salieron los dos Spiderman que marcaron etapas en todos los amantes del personaje, fue cuando el Spiderverse que muchos ansiaban, fue confirmado.

Y ver estos tres héroes juntos luchar e intercambiar experiencias de batalla desde las más victoriosas a las más dolo rosas, fue un momento mágico, y ese mágico instante quedó demostrado en el diálogo del Doctor Octopus y el Spiderman de Tobey, donde el primero le expresa: “¡Que alegría verte, muchacho! ya eres un adulto. ¿Cómo estás? ” una corta frase que se sintió dirigida no solo al personaje, sino a toda una generación cuya infancia estuvo marcada por la primera vez que vimos al amigable Spiderman en la pantalla grande, sin duda se sintió como un saludo a nosotros lo espectadores y un breve momento de salto al pasado. Lo que la convierte en la escena más nostálgica de la película.

Por otro lado, tenemos al Spiderman de Andrew reivindicarse con su pasado y su recuerdo más doloroso, el salvar a MJ era lo que su personaje necesitaba para perdonarse la trágica muerte de Gwen, estos pequeños detalles fueron tan cruciales tanto para los personajes como para los espectadores.

El Spiderman de Tobey se reencontró con sus enemigos del pasado y pudo hacer lo que en su tiempo no, salvarlos. El Spiderman de Andrew se perdonó a si mismo por la pérdida de su amada. El Spiderman de Tom aprendió sobre el verdadero peso que lleva e l traje, hizo sacrificios, perdió a los que amaba, cayó y se levantó como lo que es, un verdadero superhéroe que usa sus poderes para ayudar a los demás porque es lo correcto.

Fue una buena cinta para un cierre de año, ahora con el 2022 apenas comenzando nos queda esperar los grandes estrenos que nos traerá Marvel, con la esperanza de que veremos más seguidos a nuestros amigables Spiderman, con la participación de Tobey y Andrew de nuevo, según los rumores y comentarios de los propios actores.

Wilmary Jimenez Estudiante de Comunicación Social Cine - Arte – Espectáculos Farándula @marygg_09

Por Vanessa Rozo

A Lina le resultaba imposible precisar el momento en el que inició la repulsión hacia su marido. Creyó rastrearla hasta el día de los perritos calientes, unos tres martes atrás, pero siendo sincera le costaba afirmar que antes de eso no hubiese sentido también algo de asco. Él, cínico, engulló esa tarde cinco perritos calientes – los inhaló casi – recordó Lina, reprimiendo una arcada, y encima de todo la había criticado a ella por querer comerse dos, que iba a engordar, dijo, y que a él no le gustaban las gordas. – Gordassss – haciendo mucho énfasis en la palabra y paseando su mirada por el moderado exceso de grasa que con los años Lina había acumulado en su cintura, obligándola a pensar cuándo sería la última vez que él había podido verse el sexo, escondido bajo su protuberante y obscena barriga, redonda y du ra, como de embarazada, en cuyo interior no se gestaba vida, sino, más bien, se fermentaban en fraternidad constante restos de cerveza, parrilla y – ese martes – los cinco perritos calientes que se atragantó sin respirar. No, Lina no podía precisar con la rigurosidad que deseaba el momento en el que sus besos comenzaron a parecerle babosos, invasivos, como si un enorme caracol intentara, cada tanto, treparse por su cuello hasta entrar a su boca y allí, convencerla de querer hacer acrobacias sobre aquella b arriga – siempre arriba – porque a él el peso de la mantequilla y las empanaditas fritas de diario hacía mucho que le habían ralentizado el aliento y la resistencia. Quizás la repulsión había aparecido un sábado, como tantos sábados como este, donde la familia se reunía en pleno, invadiéndoles el césped, los cuartos, la piscina y la vid a. En los viernes como aquel él se desvivía en atenciones, para demostrar sin pudor que su vida era mejor que las de sus hermanos, que su mujer era la más delgada entre las nueras y que él seguía siendo el hijo favorito de mamá. –“Mamiiitaaa” – lo remedó Lina, con el tono de voz melodioso y ridículo que empleaba para dirig irse a ella. Su suegra, una vieja áspera, cuya expectativa de vida hab ía excedido dos maridos, cinco gatos y las miradas incrédulas de sus herederos, no despertaba en Lina ni la más mínima simpatía. Cuando la conoció, Lina, que se h abía esforzado por verse lo más presentable posible, acomodando sus indomables rizos en un moño prolijo y comprando para la ocasión un vestido florar a su parecer hermoso, había sido robada de inmediato de la ilusión de alguna vez llegar a caerle bien – y viceversa – a su suegra.

– Encantada, sra. Del Rey. Lina estiró una mano que quedó suspendida en el aire, sometida a una rigurosa inspección. Tras algunos segundos que se extendieron hasta el inicio de los tiempos, “la vieja esa” como en adelante Lina la llamaría para sus adentros, le dedicó una mirada reprobatoria y dijo: – ¿No habían vestidos de tu talla, querida? Estando tan flaca se pensaría que sí, pero por lo visto la indecencia no sabe de tallas. La recorrió de nuevo de p ies a cabeza y repitió el reproche silencioso reparando las bronceadas piernas que asomaban bajo la falda. Lina suspiró mientras servía té frío y limonada para sus invitados, y una infusión de manzanilla para su suegra que no toleraba el químico del té, por Dios no sé cómo es posible que le sirvas algo tan corriente a tu familia, querida; recordando aquel primer encuentro con amargo arrepentimiento, cuando el enamoramiento le había cegado los ojos ante las banderas rojas que se levantaban alrededor de ese novio y su entorno. Habría encontrado en ese entonces encantadora la forma en que su marido se abalanzab a sobre todo lo que ella le servía, sintiéndose halagada por aquel apetito voraz, por aquella pasión orgásmica que despertaban por igual en él un buen plato de pasta, unas hamburguesas o sus muslos abiertos. Muy lejanos se le hacían esos recuerdos ahora, con los Del Rey en pleno haciendo estragos en su jardín, mientras su marido preparaba nada más y nada menos que perros calientes.

Lina soltó la bandeja que llevaba en la mano, derramando el té a su alrededor y se sostuvo de una silla, visiblemente mareada. El olor de las salchichas mezcladas con salsa de tomate le revolvía una parte de sí misma que no lograba precisar. Escuchó a uno de sus cuñados bromear, preguntando si era que estaba embarazada, y pudo sentir el peso del odio de su suegra ante esa posibilidad. - ¡Dios nos libre! Murmuró con suficiente fuerza para que Lina la escuchara. – Dios nos libre – se repitió Lina, también adversa a la posibilid ad de tener un hijo de él. Se retiró hacia el baño para reagrupar su cordura, aunque no pasó mucho para que tuviera que regresar al patio, corriendo, alertada por un alboroto que podía escucharse desde su casa hasta la estación espacial.

– ¡Se va a morir! ¡Ay, hijo! ¡Se va a morir! – ¡Mamá que solo está ahogado no se va a morir, cálmese! – ¡Cállate y ayúdalo!

La vieja gritaba y llo raba desesperada, d ando vueltas por el jardín como una gallina sin cabeza, mientras su marido, casi azul, boqueaba por aire, atragantado con un pedazo de pan. A su alrededor un remolino de gente inútil, las esposas, los niños que, abandonando sus juegos se habían dispuesto a ver el espectáculo, uno de los cuñados de Lina golpeando de manera vigorosa e infructuosa la espalda de su marido y él, a punto del desmayo. Lina se detuvo ante la imagen como quien llega al cine en el clímax de una película, sin entender nada pero absorta ante la posibilidad de un final feliz. Contempló, en esos escasos segundos en los que el tiempo se detuvo en los pulmones de su marido, la posibilidad de dejarlo así, de no intervenir, de dejar que la naturaleza siguiera su curso. Caminó hasta él, viendo como su piel se tornaba roja, púrpura, sus ojos entornados, su desesperación. Se detuvo a su espalda y apretó sobre su estómago una, dos, tres veces, hasta que un taco de perro caliente seguido de un río de vómito silenció por completo el jardín, el barrio y e l país, devolviendo a la estación espacial su serenidad habitual. – El colesterol lo alcanzará pronto – pensó, mientras su familia política la miraba aún sin poder creer lo sucedido.

Lo soltó, se limpió las manos y se fue a buscarle una cerveza para que pasara el susto.

Vanessa Rozo - @historiasdepenny

Venezuela TURISMO

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