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Una labor, un personaje... Ampliando el negocio familiar

Luis Escobar y su señora comenzaron con un pequeño carrito vendiendo empanadas en la feria: hoy cuentan con un gran carro móvil, gracias al cual han diversificado su oferta gastronómica a sus clientes.

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Hace 25 años que Luis Escobar llegó a Puente Alto, tras contraer matrimonio con Paulina Musso, con quien hasta hoy conforman una pareja no tan solo en el plano amoroso, sino también en el comercial.

“Los dos siempre fuimos comerciantes, y al radicarnos en la comuna nos instalamos con un almacén, un minimarket en donde vendíamos de todo, abarrotes, bebidas, etc. En eso estuvimos como 5 años, en dos lugares distintos, en Marcos Pérez con Covadonga y después en la Chiloé. Posteriormente, la cosa se puso media mala y nos dedicamos a repartir mercadería a diferentes locales de Puente Alto, llevando a los negocios cecinas, quesos, verduras, etc., lo que nos pidieran. Abarcábamos desde Diego Portales, por Santa Rosa hacia arriba, pasando por El Caleuche, Pedro Lira, El Volcán, etc.”, señala Don Luis.

Cuenta que con el tiempo intentaron asaltarlo varias oportunidades, y más que nada por un tema de seguridad, decide con su señora cambiar el rubro, y es así como comienzan a vender berlines, hasta que un día se les ocurre probar con las empanadas.

“Nos pusimos en una feria con el carrito, en la de Salvador

Allende con Arturo Prat. Llevamos 24 empanadas, y las vendimos todas, a la gente le gustaron harto. ¡Ahí nos dimos cuenta que por ahí iba la cosa!”, sostiene.

“De ahí fuimos a la feria de Nocedal y a la Feria Grande, y desde entonces no nos hemos detenido. Antes trabajábamos 4 días a la semana y ahora prácticamente estamos de martes a domingo atendiendo”, agrega.

TRABAJO CONSTANTE QUE RINDE FRUTOS

Por varios años el matrimonio ofrecía sus empanadas -de diversas variedades, como pino, pino merquen, queso, napolitana, champiñón queso, mechada queso, entre otras), en su fiel carrito, hasta que hace unos 4 años atrás deciden ampliar el negocio, adquiriendo un gran carro móvil, gracias al cual han diversificado su oferta gastronómica a los clientes.

“Ahora, además de las empandas también ofrecemos a los vecinos pizzas, completos, así como diversos tipos de sándwichs. Nos ha ido muy bien gracias a Dios, y tenemos todo en regla. Lo otro, es que la pandemia no nos afectó De hecho, no nos quejamos para nada por cómo nos fue en ese tiempo. Creemos que el trabajo con esfuerzo rinde sus frutos: nos hemos ampliado y más personas confían en nuestros productos, pues hay veces que nos encargan pedidos en grandes cantidades (…) Hoy también nos acompaña nuestra hija Francisca, que está más grande, quien también ayuda en la preparación de las empanadas, pues todas son fresquitas, caseras, con buenos ingredientes”, asegura.

Lo que si aún está al debe en este negocio familiar es el bautizar al carro –ahora ya un local- con un nombre distintivo, que sea atractivo para los comensales, claro está. “Hace poco lo pintamos y ahora quiero hacerle algunos dibujos, para que esté más bonito, y ahí yo creo finalmente le pondremos un nombre”, afirma don Luis.

TALLER LITERARIO «LA ROCA»

Dirección: Magdalena Medina Arenas

PLAYA Y FAMILIA

Hoy, sentada en la orilla de la playa, tuve una visión de antaño, pero tan vívida que sentí un escalofrío con gusto a felicidad infantil. Ya, muchos años han pasado de esos veraneos infantiles en las costa central con mis familiares del lado de mi padre. Primas, primos, tías, tíos, mi hermano, mi padre y mi madre, perros, bolsos, choclos, huevos, ensaladas, galletas, jugos y agua y también arena, mucha arena en mi traje de baño, en la toallas, el charlón, baldes, palitas, pelotas, quitasol y tanto mar para mirar y degustar cuando una ola me volteaba hasta tirarme nuevamente a la orilla...toda magullada pero feliz. El mejor recuerdo siempre será cuando mis tíos Jano, Miguel, tía Gaby y mi padre Alberto corriendo, todos tomados de la mano hacia el mar gritando como locos de patio, para lanzarse en picada a las olas que venían una tras de otra a pegar fuerte en la orilla de la playa atestada de nosotros, LA FAMILIA. Que luego de salir de las olas como sirena y sirenos duchos del mar, llegaban donde estábamos todos reunidos y se sacudían el agua encima de nosotros y los más chicos gritábamos y las señoras de la familia lanzaban sus comentarios agudos aleteando para no mojarse. Añoro esos días familiares, llenitos de locuras infantiles, historias de los ancestros y la planificación de las siguientes vacaciones........siempre mirando el lado amable de reunirnos y apapacharnos en FAMILIA. Liuba Contadora--Auditora

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