MEMORIA HISTÓRICA QUERETARO

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QUERÉTARO

El Centro Histórico desde las voces de sus protagonistas Coordinador Sergio Rivera Magos



E L C E N T R O H I S T Ó R I C O C O N TA D O P O R S U S V O C E S



CO O R D I N A D O R S E R G I O R I V E R A M A G O S


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A Este libro fue producido gracias al apoyo de:

Presidente Municipal de Querétaro Lic. Roberto Loyola Vera Delegado Estatal de la SEDATU en Querétaro Lic. José Hugo Cabrera Ruíz Secretario de Desarrollo Social del Municipio de Querétaro Lic. Erik Ricardo Osornio Medina Subdelegada de Desarrollo Urbano y Vivienda Lic. Shantall Valdez Cabrera Coordinación editorial Sergio Rivera Magos Corrección de estilo María Fernanda Rodríguez Rubio Michelle Rivas Neri Concepto de diseño Valentina Fernández Diez Martínez

Diseño y desarrollo de e-book Uriel Geovanni Gómez Herrera Investigación y redacción María Fernanda Rodríguez Rubio Michelle Rivas Neri Kenia Carolina Peralta Castillo Sebastián Viadest Lara Ana Lucía Muñoz Robles Laura Morales Salazar Arturo Espinosa Arias Valentina Fernández Diez Martínez Sergio Rivera Magos Fotografía Valentina Fernández Diez Martínez Ana Lucía Muñoz Robles Michelle Rivas Neri Ana Cristina Sánchez Santillana Kenia Carolina Peralta Castillo Uriel Geovanni Gómez Herrera

Diseño editorial Valentina Fernández Diez Martínez Ana Cristina Sánchez Santillana Miguel Ángel García Ramírez Uriel Geovanni Gómez Herrera

Ilustraciones Jacob Israel Viadest Lara

Diseño de portada Valentina Fernández Diez Martínez

Impreso por COMEBA COLORS Villa Corregidora No. 7 Col. Reforma Agraria Querétaro, Qro. C.P. 76086 Tels.: 01 (442) 455-44-06 y 390-45-42 comebacolor@hotmail.com

Fotografía de portada Ana Lucía Muñoz Robles

Coordinador programa Habitat José Emmanuel Bravo Torres

QUERÉTARO MEMORIA HISTÓRICA QUERÉTARO, MÉXICO. ENERO 2015 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS QUEDA PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL DE LA OBRA POR CUALQUIER MEDIO, SIN PREVIA AUTORIZACIÓN DE LOS TITULARES DE LOS DERECHOS CORRESPONDIENTES.


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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


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Fotografía por Uriel Geovanni Gómez Herrera


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agradecimientos La importancia de este libro radica en las voces que le dieron vida. Sin el apoyo de todas estas personas, el proyecto no contendría las valiosas memorias que se encuentran entre sus páginas. Agradecemos infinitamente su tiempo, sus palabras y sus anécdotas. Arreola Sotelo Baltazar Azarcoya Ricardo Ballesteros Negrete José Barrera Sánchez Agustín Cisneros Septién Teresa Cornejo Soto Carlos Cortés Héctor De la Isla Serrano Leonor De la Llata Eduardo De la Vega Rivera Pablo García Fabián María Paula García Vargas Alfredo González Quiróz Pedro González Sánchez Benjamín Gutiérrez Núñez María Lourdes Hartasánchez Mariana Hörner García Gabriel Izquierdo Jorge “Chito” Juárez Abraham Ledesma Rosa María López Larrondo Ignacio Loyola Vera José Antonio Loyola Vera Rodolfo Maciel Landaverde Cecilia Márquez Edgar

Morales Elizondo Ma. Del Rosario Morales Francisco Moreno Pérez Edgardo Olvera Montaño Aurelio Oseguera Frías Dolores Pacheco Hilario Padilla Sosa José Paulín Gómez Gustavo Perea Cabrera Gloria Pérez Maximiliano Pérez Pilar Juan Rabell Urbiola Eduardo Rabell Fernando Rabell Davalos Ricardo Ramírez Hernán Lucía Reado Roberto Robles Hernández Carlos Ignacio Roda Pera Gloria Saavedra Vega David Sánchez Pliego José Luis Santamarina Hernández Ulises Septién Muriel María Luisa Servín Muñoz Roberto Zúñiga Burgos Jaime


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Fotografía por Uriel Geovanni Gómez Herrera


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El Municipio de Querétaro ha desarrollado la app “Querétaro en el Mapa”, la cual puede descargarse e instalarse a dispositivos móviles con sistema operativo iOS o Android.

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l uso de las Nuevas Tecnologías en el campo del Patrimonio Cultural representa actualmente una novedosa y eficiente herramienta para su conocimiento y para el desarrollo de proyectos encaminados a la promoción, protección y difusión del patrimonio histórico. Esta es la premisa inicial que da nacimiento a la iniciativa “Querétaro en el Mapa”, cuyo principal objetivo es la promoción de los monumentos históricos existentes dentro del Municipio de Querétaro. Una de las nuevas tecnologías empleadas en la iniciativa es la Realidad Aumentada, la cual que se caracteriza por mostrar objetos e información adicional al entorno real cuando éste es visualizado a través de un dispositivo, ya sea fijo o móvil, como un celular o una tableta.

Dentro de la publicación QUERÉTARO MEMORIA HISTÓRICA se han colocado diversas marcas que a través de la app QUERÉTARO EN EL MAPA permitirán al lector visualizar los modelos en 3D de los edificios, sitios y monumentos mencionados en el libro. Además, con esta aplicación el usuario encontrará información adicional sobre los principales monumentos y sitios históricos del Centro Histórico de la ciudad. Las marcas de realidad aumentada deben ser leídas con la cámara del dispositivo para visualizar el modelo tridimencional de los monumentos seleccionados. Las marcas de realidad aumentada también fueron colocadas en diversos medios impresos, para que los usuarios puedan encontrarlas en distintos sitios del Centro Histórico y con ello obtener mayor información sobre el patrimonio existente.


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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iNDICE 107

Comercios emblemáticos

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El Pasaje de la Llata

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La Universidad de la vida

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Entre recuerdos, ¡De todo como en botica!

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Paco Rabell

142

Casonas

154

Portales

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La Zona Roja

El corazón queretano dentro de sus comercios emblemáticos Más que una historia, un legado

PAG. INTRODUCCIÓN

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Plaza de Armas

2

Donde confluyen la tradición y la cultura

Carlos Cornejo 11

El retrato de una vida

Jardín Zenea 16

Un jardín, una ciudad

Aurelio Olvera 25

Lecciones de un alma musical

La famosa Mariposa 31

Una vida en escena

Donde el pasado cobra vida Guardianes de las plazas Donde la moral se distrae

168 De bares y cantinas

Arriba, abajo, al centro y pa’dentro

Plaza Constitución 38

176

El Jardín de los Platitos

Rosario Morales 48

182

La Estación del Tren

Suspiros del Guerrero 54

189

La Fiesta Brava

194

La Alameda

De los escombros nació su historia La última escribana

Frente a la pantalla grande 64 Iglesias 74

Mis raíces, mi fe y mi religión

Barrio de la Cruz

82

El sagremal: entre la leyenda y la fe

Fiestas y tradiciones 90

Un baile al son de mitos y tradiciones

Lucía Ramírez 99

Una vida llena de tradición

Piezas de música y porcelana El trayecto del tren

Fiesta brava queretana, la nostalgia del pasado y la ilusión del presente Paseos que se guardan en el recuerdo

200 Héroes anónimos del Centro Histórico 209 Personajes queretanos De las calles a la memoria

215

El Centro Histórico

242

Referencias

Eje cutural


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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A manera de Introducción Este libro pretende ser el registro de los recuerdos y añoranzas de aquellos para los que el Centro Histórico forma parte de su biografía. Las voces que aquí concurren pertenecen a hombres y mujeres que vivieron o trabajaron en él, por lo menos tres décadas y que han sido actores relevantes en la conformación de su historia, tradiciones o dinámica social. Querétaro Memoria Histórica forma parte de la iniciativa “Querétaro en el Mapa”, impulsada por el Gobierno Municipal a través de la Secretaría de Desarrollo Social, con el apoyo de la Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) del Gobierno Federal, dentro del marco de actuación del Programa Hábitat, Vertiente Centro Histórico, que tiene como objetivo preservar y divulgar el patrimonio tangible e intangible del Centro Histórico. La colección de textos que aquí se copila es el resultado de una investigación basada en entrevistas con habitantes y personajes del Centro Histórico; es un esfuerzo por recopilar recuerdos, anécdotas y trazos de memoria de quienes vivieron en él de la segunda mitad del siglo XX a la fecha. Sus testimonios permiten conocer de viva voz aquellas nostalgias y relatos que de no ser capturados se perderían irremisiblemente en el olvido. Querétaro Memoria Histórica constituye un proyecto innovador, pues es resultado de la cooperación entre el Gobierno Municipal y jóvenes universitarios de las carreras de Comunicación y Periodismo de diferentes instituciones de educación superior de Querétaro. Bajo la dirección del coordinador del proyecto, estudiantes y recién egresados de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), Liceo Estudios Superiores, Universidad de Estudios Avanzados (UNEA) y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) investigaron, redactaron y generaron los elementos visuales y de diseño del libro impreso y de la edición digital.

A lo largo de un año, los miembros del equipo realizaron investigación documental y trabajo de campo, realizando más de cincuenta entrevistas con vecinos, cronistas, comerciantes y personajes populares del Centro Histórico. En este lapso también se generó un importante acervo fotográfico, con más de 400 fotografías realizadas para el registro visual de edificios, calles e historias de vida. El trabajo realizado no sólo puso a los jóvenes en contacto con el Centro Histórico y con sus principales actores, sino que les permitió implementar las competencias profesionales propias de un comunicólogo: desde la redacción y el diseño gráfico hasta la fotografía y la corrección de estilo. El proyecto Querétaro Memoria Histórica generó esta propuesta editorial, que tiene como aspiración contar a través de las voces de los queretanos, anécdotas y recuerdos hasta ahora no consignados en otros trabajos académicos o periodísticos. Pretendemos a través de una prosa directa y asequible llegar tanto a lectores adultos como a jóvenes curiosos por conocer lo que el Centro Histórico ha sido para sus habitantes en las últimas décadas. Si bien es cierto Querétaro cuenta con una amplia tradición de publicaciones sobre historia local, creemos que éste es el primer esfuerzo de investigación en donde el Centro Histórico es el leitmotiv que permite a su gente expresarse sobre el espacio público, la vida cotidiana y las tradiciones propias de esta geografía. Lo narrado aquí nace de la voluntad de los entrevistados por acudir a la memoria en busca de imágenes y anécdotas; es también de alguna manera la crónica emocional de un Querétaro que tenía en el Centro el núcleo de su dinámica provincial. Querétaro Memoria Histórica es un proyecto en curso que arroja en este libro sus primeros resultados; su potencial invita a la continuidad, a persistir en el relato de lo que el Centro Histórico representa para la identidad y la memoria colectiva de los queretanos.

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Por María Fernanda Rodríguez Rubio

D O N D E CO N F LU Y E N L A T R A DI C I Ó N Y L A C U LT U R A

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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n el corazón del Centro Histórico descansa un espacio que ha sido testigo de la historia de la ciudad de Querétaro, una plaza rodeada de importantes casonas de la época virreinal y que ha visto transitar por ella a cientos de personas que disfrutan de su privilegiada ubicación. Se trata de Plaza de Armas. Tras su construcción en el siglo XIX este espacio fue nombrado coloquialmente como Plaza de Arriba, Plaza Mayor o Plaza de la Independencia, y adquirió importancia para la sociedad queretana luego de la edificación de las Casas Consistoriales. Como dan cuenta algunos vecinos del Centro Histórico, es en este pequeño cuadro de la ciudad donde se encontraban concentradas las familias más influyentes y los poderes del Estado. María Luisa Septién cuenta un poco de la historia de este emblemático lugar:

“La Plaza de Armas lleva este nombre porque era el lugar donde estaba el ejército para el cuidado de la ciudad, ahí en las Casas Consistoriales, Casas de Gobierno y hoy el Palacio de Gobierno. Alrededor había familias muy conocidas y en una Plaza Mayor siempre están el Palacio, la Casa de los Nobles y la Iglesia; curiosamente a nosotros nos falta la Iglesia en Plaza de Armas, pero ahí sí tenemos casas de familias conocidas.”

Con su estilo clásico y sencillo pero rodeada de las ostentosas casonas de las familias criollas, Plaza de Armas ha perdurado en la memoria de los queretanos a través del tiempo como un espacio de reunión familiar, de recreación y de estudio. Jaime Zúñiga Burgos, historiador y vecino del Centro, menciona:

“La Plaza de Armas era el jardín más bello que tenía Querétaro, era un jardín donde se llevaban a cabo las reuniones pero no era permanente, es decir, eran de los vecinos que vivíamos por el rumbo.” Por su parte, el dueño de la librería Sancho Panza, Ricardo Rabell, recuerda que a finales de los setentas el entretenimiento de los jóvenes era muy distinto a los de ahora, y en ese entonces las plazas públicas y los espacios abiertos jugaban un papel muy importante para la recreación:

“Nosotros jugábamos mucho en bicicleta, sin ningún problema, el tráfico era mucho menor; llegábamos de la escuela y hacíamos la tarea y a la calle, así vivíamos, andar toda la palomilla en bola y sobre todo en Plaza de Armas ahí andábamos en bici.”

En 1820 la plaza fue decorada por primera vez con un monumento dedicado a la Constitución de Cádiz, construido por el escultor queretano Don Mariano Arce. Posteriormente en 1843 se colocó el monumento que hoy corona a la famosa “Fuente de los Perritos” dedicada al Marqués de la Villa del Villar del Águila, responsable de la construcción del acueducto de este estado.

Plaza de Armas no sólo se prestaba para los paseos dominicales; en los ochentas los niños y jóvenes acudían a jugar con sus amigos o utilizaban sus jardineras como áreas de estudio. Así lo platica Gloria Roda Pera, ex alumna de la Preparatoria Centro y vecina de la calle Independencia, quien se recuerda a sí misma en un Querétaro más pequeño y más tranquilo, en donde podías reconocer a quien te cruzaras en la plaza:

“En mi niñez no se frecuentaba, pero cuando estaba en prepa ahí estudiábamos. No había ruido, nos juntábamos en el suelo; nos reuníamos ahí, en una jardinera. Éramos un grupo de vecinos, todos nos conocíamos, era típico para estudiar, no había casi nada de comercio. Eran los ochentas.”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

DE CaRCEL GENERAL DEL ESTADO A PALACIO DE GOBIERNO Uno de los edificios que flanquean a esta importante plaza es el Palacio de Gobierno, construcción que también es conocida como la Casa de la Corregidora por ser ahí donde vivió Doña Josefa Ortíz de Domínguez. La construcción que hoy es santuario nacional data de 1770 y fue edificada gracias a la donación de Don Martín José de la Roa, quien a cambio de ser nombrado Corregidor Perpetuo proporcionó los recursos necesarios para su conclusión. Desde entonces personajes como Tomás Mejía y José María Arteaga recorrieron sus pasillos y escribieron pasajes de la historia nacional. Esta antigua casona ha sido testigo de acontecimientos cruciales en la vida de México y guarda historias que los queretanos aún cuentan con nostalgia. De 1963 a 1981 fue sede de la Presidencia Municipal de Querétaro y la planta baja funcionaban como la comandancia

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de la policía y la cárcel de la capital. Dicha cárcel, además de alojar a notables delincuentes como “Chucho el Roto” y a la popular “Carambada”, fue testigo de un trágico accidente en el que la mayoría de las celdas se incendiaron. El 24 de febrero de 1970 casi la totalidad de las celdas fueron presas del fuego, ya que estaban construidas principalmente de cartón y madera. Todos los reos lucharon velozmente por controlar el incendio, pero no les fue posible detenerlo. Fue hasta la llegada de los bomberos y tras una gran movilización de elementos de seguridad que el accidente fue controlado. Los angustiados reclusos sólo contemplaban cómo las llamas arrasaban con sus “casas”, como ellos les llamaban, y nada quedó de las celdas que se incendiaron en la cárcel general del Estado. El historiador Jaime Zúñiga recuerda que la sociedad queretana se mantenía a raya cuando veían al soldado que resguardaba la entrada a la prisión:


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

“…era la cárcel grande para los presos peligrosos, la cárcel chica para las infracciones administrativas y la cárcel de mujeres. Siempre había un soldado con un rifle haciendo guardia, lo que no sabía la gente es que nunca tuvo balas, ni una sola. El ejército les prestaba las armas pero era nada más para tenerlas ahí, no les daban balas, era parte ornamental.” 7


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A Algunos vecinos también recuerdan que los presos colaboraban en la limpieza y remodelación de la plaza, tal y como cuenta Fernando Rabell.

“…la cárcel era la casa de la Corregidora, trajeron a los presos de delitos menores; a los peligrosos ahí los dejaron, a quitar el empedrado y a poner el piso. Ahí estaba un gendarme con su fusil cuidando a 10 a 15 presos, otro gendarme mas allá cuidando a los presos.” Este edificio histórico fue rescatado y volvió a ser utilizado como casa de gobierno luego de que don Rafael Camacho Guzmán lo hiciera restaurar con motivo del 450 aniversario de la fundación de la ciudad. Por este motivo, los presos se trasladaron a un moderno penal construido en San José el Alto.

Escenario de las tradiciones Plaza de Armas también ha sido escenario de importantes celebraciones queretanas como las del día de Todos los Santos cada noviembre o la conmemoración del Grito de la Independencia, por lo que este espacio también es asociado a las manifestaciones de la cultura y la tradición.

8Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

Año con año los rituales con motivo del Día de Muertos toman las coloridas calles del Centro de Querétaro y envuelven a quienes lo visitan en un ambiente de celebración y convivencia. La fiesta de Todos los Santos, que se lleva a cabo el 1 de noviembre, es una de las verbenas populares más recordadas por los vecinos del Centro. Aunque actualmente el mercadito de juguetes de madera y cartón, de los muertos hechos de papel maché y de los tradicionales dulces de azúcar se coloca en el Jardín Guerrero, aún se recuerda con nostalgia su antigua cede en Plaza de Armas. Tere Cisneros y Benjamín González, habitantes del Centro, recuerdan con nostalgia aquella plaza rodeada de calles empedradas, y con nada más que un arbolito en cada esquina, donde celebraban esta tradición: “Siempre íbamos a ver los carros alegóricos, en aquel tiempo nos daban una enchilada o un cacahuate, muy contentos porque aunque sea de cacahuates nos llenábamos. Era la fiesta de Todos los Santos, la hacían ahí en Plaza de Armas, era una muy bonita tradición.”


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S Querétaro también se distingue por sus festejos patrios. La ciudad es considerada la “Cuna de la Independencia” debido a que el movimiento insurgente se gestó en la “Casa de la Corregidora”. Por ello, la explanada de ésta plaza es el lugar ideal para el festejo del tradicional “Grito”. Esta celebración se llena de significado y toda la plaza se inunda del espíritu de fiesta nacional cada 16 de septiembre. Eduardo Rabell recuerda cómo se vivían estas festividades a principios de los noventa.

Es así como este espacio ha cumplido su función de Plaza Mayor, albergando no sólo a las instituciones y referentes de poder sino también resguardando tradiciones y festividades. Ha sido cómplice de los queretanos que caminan por ella al ser un espacio de convivencia y recreación. Se trata de un lugar que alberga cafeterías y restaurantes en los que cualquier persona puede sentarse a admirar cómo pasado y presente confluyen en ésta Plaza de Armas.

“Era distinto el festejo porque todo el mundo podía asistir al “Grito” en Plaza de Armas, se podía gozar de esa festividad: habían danzantes, vendían el vasito de ponche con piquete, todos los ponches tenían que prender una flama azul muy bonita.”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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FotografĂ­a por Michelle Rivas Neri


Por María Fernanda Rodríguez Rubio

EL RETRATO DE UNA VIDA

Carlos 11


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

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omo cada fin de semana, el señor Carlos Cornejo observa a la gente que camina de un lado a otro: tal vez se dirigen a la plaza o quizá al andador. Así pasa los fines de semana don Carlos, así espera a sus clientes. Personaje de Plaza de Armas y de su ya compañero Andador Libertad, es difícil no encontrarlo en aquella esquina justo dentro de los portales, junto a sus caballetes y sus pinturas. Caricaturista y amante del arte desde pequeño, llegó a Querétaro hace 18 años con ganas de encontrar en este bello estado un lugar propicio para hacer lo que más le gusta: retratar. Originario del Estado de México, el señor Cornejo recuerda que desde su niñez comenzó a interesarse por el arte. Este gusto lo llevó a estudiar en la Academia de San Carlos, donde se formó como artista y perfeccionó el arte de la pintura, sin imaginar que eso lo convertiría en uno de los representantes más importantes de la cultura en el Centro Histórico.

12 Fotografía por Michelle Rivas Neri

“Desde pequeño me gustaba manejar barro, plastilina, todo ese tipo de cosas; inclusive fabricaba mis trenecitos, mis aviones, y todo lo hacía yo con barro. Entonces me llamó la atención, y casi todo lo que he hecho es sobre el arte.” Aunque en sus inicios en este oficio su labor se enfocó en otras actividades, nunca descuidó la línea artística. Para los años sesenta formó parte del área creativa de una importante televisora en donde se desarrolló como escenógrafo y diseñador de programas, sumándole a su carrera una importante experiencia creativa: “En el año 62 fui iniciador de Tele Sistema Mexicano, ahí en Chapultepec (…) El trabajo era crear foros, telones grandes, o diseñar escenarios.” Luego de esto y con la decisión de su familia de trasladarse a Querétaro, el señor Cornejo llegó con la inquietud de buscar un área para seguir trabajando en el ambiente cultural.


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S Enfrentarse a los retos de una ciudad desconocida y en ese entonces con una oferta cultural limitada redujo las posibilidades de que trabajara en proyectos relacionados con el arte. Fue ocho años después de establecerse que encontró en el Andador Libertad las posibilidades de integrarse a los expositores que ya mostraban sus pinturas y esculturas en ese lugar. Él mismo cuenta cómo vivió esos años:

El Querétaro de esos años era distinto. Carlos recuerda que el mercado era más espontáneo, sin una organización precisa como la que se tiene ahora para designar un área para la oferta cultural y otra para la comercial. Todo esto comenzó a darle forma a muchos de los lugares que actualmente son representativos para el Centro y paso obligatorio para quienes quieran adquirir artesanías típicas o alguna obra de arte como las que él y sus compañeros realizan.

“Tengo como 10 años aquí en el corredor, pero en Querétaro tengo 18 años. Dos de mis hijos nacieron aquí. Cuando yo llegué a Querétaro me llamó la atención lo que se hacía en el corredor porque era un detalle muy espontáneo, muy del momento, sobre todo haciendo retrato o pintura por encargo. Había compañeros que ya estaban aquí, pero era un área muy pequeña. Tratábamos de darle al público algo agradable, sobre todo al visitante, darles algo de lo que se puede hacer con el arte al aire libre.”

Mostrar sus piezas pictóricas de manera más informal en este histórico corredor o en Plaza de Armas es un orgullo para el señor Cornejo, y representa el interés de una ciudad por mostrar a través de sus artistas su cultura y tradición. Para él retratar en el andador implica no sólo hacer lo que ama, también significa la labor constante y el apoyo entre compañeros. A pesar de las inclemencias del clima y otras desventajas de trabajar al aire libre, el señor Cornejo y otros veinte artistas se reúnen los fines de semana para darle vida al andador.

Fotografía por Michelle Rivas Neri

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De pie junto a sus coloridos retratos, reconoce la importancia de que existan espacios como esta galería al aire libre en el centro de la ciudad y hace referencia a las personas que, sin saberlo, se acercan a la cultura. “El Centro Histórico es lo más importante de una ciudad, que va reflejando a los alrededores cómo debe de funcionar un organismo cultural; es el reflejo de su historia. El andador es parte de la historia que trata uno de dejar aquí, es el inicio de los pintores espontáneos de Querétaro que van dejando su huella conforme van pasando. La gente a veces se cohíbe de entrar a una galería, pero aquí va caminando en la calle, pasa y es normal que vayan viendo las cosas, esto es público, y ya vieron una galería sin saberlo. Las galerías tienen otro enfoque, pero esto es un poco más público y más social a todos los niveles.” Aunque cualquier persona que visite esta zona puede apreciar las obras de arte que expone, reconoce que quienes más se acercan a su trabajo son las mujeres, quienes buscan retratarse para poder reconocerse en sus obras. “Las personas que llegan son variables, pero la mayoría son chicas. Es como el ego, les llama la atención el cómo se ven. Para mí el hacer un retrato implica captar la imagen de una persona y que esa persona al verse sienta un ‘¡sí me parezco, sí soy yo!’, independientemente de que es un momento que la persona va a recordar con cariño. Me gusta captar la imagen de las personas, su sentimiento y su belleza”. Don Carlos es el claro ejemplo de un artista plástico completo que comenzó experimentando con las pequeñas figurillas de barro de su niñez, recorrió los pasillos del diseño televisivo en su juventud y trabajó arduamente hasta llegar a trazar los retratos de personas y paisajes que sin duda dejan una huella en él. Por todo esto Carlos Cornejo es reconocido con cariño como el retratista del Andador Libertad. Es difícil que quienes recorren Plaza de Armas, o el andador no se detengan a apreciar las pinturas de mujeres engalanadas, niños sonrientes y paisajes melancólicos que se acomodan junto a su caballete; muestra

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Fotografía por Michelle Rivas Neri

del cariño puesto en cada pincelada y de la calidad de su trabajo. Siempre sonriente, el señor Cornejo desea trabajar mientras pueda haciendo arte para Querétaro. Es en esta labor donde demuestra que no importa el lugar o las condiciones, siempre que se trate de arte debe hacerse con esmero y pasión para llegar al corazón de la gente.


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15 FotografĂ­a por Michelle Rivas Neri


U N J A R D Í N , U N A C I U DA D

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Po r S e r g i o R i v e r a M a g o s


Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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l Jardín Zenea es el espacio público que ha servido a generaciones como lugar de encuentro, protesta, celebración o simple esparcimiento. A él llegan personas de todas las edades y condiciones sociales para realizar actividades diversas: los adolescentes practican patineta o cumplen con los rituales del noviazgo, los adultos mayores rejuvenecen a través del danzón, los que están de paso toman un respiro y las familias gastan sus tardes de domingo. El Jardín Zenea es al mismo tiempo referente geográfico y simbólico, pues a pesar de sus diversas trasformaciones se mantiene como testigo de la historia y escenario privilegiado de la vida cotidiana y las fiestas populares. El Jardín Zenea fue originalmente parte del atrio del Templo de San Francisco. Como resultado del derribo a cañonazos de templos y conventos por parte de las fuerzas liberales en 1861, el espacio en el que actualmente se encuentra fue llamado Plaza de los Escombros, pues los restos de antiguas edificaciones dieron lugar a tal denominación. El Jardín Zenea debe su nombre al que fuera gobernador del Estado, Benito S. Zenea, quien en 1874 comenzó su construcción. A raíz del asesinato del general Álvaro Obregón en 1928 fue nombrado Jardín Obregón, pero recuperó su nombre original décadas después, manteniéndolo hasta la fecha.

Historia por los cuatro costados El Jardín Zenea está flanqueado por importantes edificios y calles conocidas por todos los queretanos: por la calle Madero colinda con el Gran Hotel, característico del Centro Histórico por su magnificencia y por situarse en medio de dos de sus más importantes plazas: el Jardín Zenea y la Plaza Constitución. Por la calle Corregidora se encuentra el Templo de San Francisco y los andadores 16 de Septiembre y 5 de Mayo, por lo que el recorrido natural del jardín lleva a los transeúntes a tomar alguno de éstos con destino a Plaza de Armas o al Templo de la Cruz. Sobre la calle Juárez lo acompañan locales comerciales y casonas habilitadas como hoteles y oficinas de gobierno. Los peatones disfrutan de su privilegiada ubicación al caminar los domingos por calles cerradas que favorecen el juego de los niños, los espectáculos públicos y la vendimia de antojitos mexicanos.

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Este importante espacio cuenta con elementos característicos que han definido su imagen, como sus bancas forjadas en 1868 con hierro de las campanas de los viejos templos. Además, el kiosco de estilo porfiriano forma parte esencial de la memoria del Centro Histórico; para anteriores generaciones resulta imposible recordar los paseos por el Jardín Zenea sin evocar la serenatas ofrecidas por la tradicional Banda del Estado, que musicalizó durante décadas sus paseos por el lugar. José Sosa Padilla, habitante del Centro, recuerda:

“En los años cincuenta el entretenimiento era por supuesto las típicas serenatas en el Jardín Obregón. Eran en jueves y domingo. En esa época era Aurelio Rivas el director de la banda, no sé si se murió o se jubiló, pero después entró Aurelio Olvera y ahora está Luis Olvera, su hermano. Empezaban a las siete treinta de la noche y acababa a las nueve de la noche, sonando el reloj de San Francisco. Se decía que en Querétaro soltaban el león porque a las nueve todo mundo se iba a sus casas y estaba vacío Querétaro.” El domingo era el día destinado para el entretenimiento. Representaba el momento para el encuentro con amigos, las idas al cine y la escucha de la banda siempre dirigida por músicos ilustres y cercanos. Así lo recuerda Roberto Servín Muñoz, queretano del Centro Histórico. “La gente por lo general iba los domingos al cine, y era el día de ir a la serenata del Jardín Zenea con la Banda del Estado que dirigía el maestro ‘Yeyo’. La Mariposa, que estaba a un lado del jardín, era la manera de tomarse la nieve, café, malteada; llegabas y te ponías a platicar. Era un Querétaro en que a las nueve de la noche ya no encontrabas a nadie fuera, sonaba el reloj de San Francisco y cada quien en su casa. Más antes, a principios del siglo pasado, me platicaba uno de mis maestros que llegó a principios de siglo aquí en Querétaro, que a las ocho de la noche estaba toda la gente encerrada porque era la hora que pasaban las ánimas del purgatorio y todos se ponían a rezar.”


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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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El Jardín Zenea de aquellos años era un espacio para la vida estudiantil y el final de la jornada escolar. Los puntos de entreteniemiento y reunión podían ser escasos pero no por ello menos apreciados por una juventud que vivía con intensidad, sin necesitar de mayores recursos o prácticas de ocio. José Luis Sánchez Pliego recuerda momentos de su juventud en el Centro: “Nos reuníamos en el Jardín Zenea, sobre todo antes del año 1972 cuando iniciaron las actividades del Centro Universitario, donde hoy lo conocemos en el Cerro de las Campanas, pero antes todas las facultades y escuelas estaban aquí en donde ahora se le llama la Prepa Centro en 16 de Septiembre. Por ese tiempo bajaban todos los muchachos y nos reuníamos en La Mariposa a tomar algún helado o café. Al que tenía más dinero le alcanzaba para una torta. Era bonito porque estábamos ahí conviviendo la juventud muy sanamente como ahora que los veo en Plaza del Parque.”

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Así como el kiosko y su actividad musical o las bancas de hierro forjado, otro elemento distintivo del Jardín Zenea es la fuente que se encuentra en su parte central. La versión actual sustituyó a la original dedicada al dios Neptuno, misma que fue utilizada en 1867 para fabricar cañones durante el sitio de la ciudad. La fuente que hoy vemos incluye la estatua de Hebes, la diosa griega de la juventud. Remodelada en el 2014, es literalmente el punto central del jardín y de lo que en él sucede: en torno a ella paseantes locales y extranjeros disfrutan de una experiencia provincial, como lo hicieran pasadas generaciones de queretanos.

Los códigos del cortejo Muchas anécdotas se han acumulado a propósito del Jardín Zenea. Los vecinos del Centro rememoran todo tipo de experiencias en donde este lugar era el escenario. De los años cincuenta se recuerdan las serenatas con la


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Banda del Estado, que además de brindar un momento de esparcimiento eran el fondo musical de una singular práctica de socialización y cortejo de los jóvenes de la época. José Sosa, habitante del Centro Histórico, comparte trozos de su memoria:

“Las serenatas tenían una particularidad, todos los jóvenes daban vueltas al jardín. Los jóvenes del lado de afuera y las muchachas del lado de adentro y circulaban por la derecha. Las muchachas daban la vuelta en sentido de las manecillas del reloj de tal manera que los muchachos se encontrarán con ellas y si alguien les correspondía formaban la parejita, era la tradición de todos.”

Esta estrategia de aproximación romántica continuó en los sesenta y setenta, años en que las muchachas conocían en el jardín a los que probablemente iban a ser sus futuros maridos. Más que un espacio público, el Zenea era un lugar para comunicarse a través de códigos de socialización sencillos y efectivos. María Luisa Septién, historiadora y vecina del Centro, también recuerda la dinámica de las parejas en este lugar: “Como iban en sentido contrario, en la primera vuelta ellas se encontraban con ellos, en la segunda se saludaban, en la tercera él ya le hacía compañía a ella, pero eso sí, a las nueve de la noche las muchachas decentes se iban a sus casas.”

21 Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

Querétaro en los años setenta era muy pequeñito, una ciudad donde prácticamente no había vida nocturna. Los vecinos coinciden en que a las nueve de la noche al acabar la serenata ya no quedaba ni un alma en el Centro. La señora Lolita Oseguera, vecina de la calle Guerrero, narra que a esa hora todo mundo corría para sus casas y que la mayoría de los que andaban por el Centro vivían no más allá de ocho o diez cuadras del jardín principal. Las nueve de la noche marcaban el punto final de la vida en las calles y la convivencia con amigos: los queretanos se retiraban a sus casas, en una ciudad que no imaginaba la prolongada intensidad de las noches de hoy en día. Al correr de los años los vecinos se sorprenden por la candidez de las prácticas de socialización y cortejo de sus días de juventud, pero revaloran a la sociedad de entonces y la sensación de comunidad que en el Jardín Zenea se percibía. Para muchas generaciones fue prácticamente la única opción de entretenimiento, todo el mundo iba a dar vueltas y a juntarse con amigos y conocidos; ahí se reafirmaban vínculos vecinales y se consolidaban las relaciones de pareja. Jaime Zúñiga, vecino de la zona, reflexiona en torno a los límites de la vida social del antiguo Querétaro:

Fotografías tomadas del Archivo Histórico de Querétaro

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“Los hombres caminábamos para un lado y las mujeres para el otro; los queretanos nos casábamos con queretanas simplemente porque no conocíamos a otras”. Los habitantes del Centro Histórico se conocían por ser del mismo barrio, por pertenecer a familias tradicionales de Querétaro, porque coincidían en el Zenea domingo a domingo. Más que sucesos extraordinarios, los queretanos de aquellas décadas añoran lo cotidiano, el día a día. Así lo recuerda el señor José Ballesteros, habitante del centro: “Me levantaba y me iba a clases de la universidad, generalmente regresaban todos a pie y a veces pasaba enfrente del Mercado Escobedo, donde estaba un puesto de nieve que se llamaba ‘Nevería Nicos’, que creo que todavía existe pero ahora en Independencia. Después iba para mi casa y luego a la escuela, porque tomaba clases de mañana y tarde. Ya después de que salíamos todos nos íbamos para el Jardín Obregón para platicar y jugar lo que fuera, íbamos después a la Flor de Querétaro o a La Mariposa.”


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

Los recuerdos de juventud están hechos de sabores, rostros, presencias propias de lo irrepetible, de tiempos que necesariamente fueron mejores y felices. La rutina juvenil no es en la memoria la negación de lo espontáneo o la sorpresa sino una crónica emocional, un mapa de identidad inapelable.La nostalgia está irremisiblemente presente en los vecinos de esta zona; se piensa en una ciudad distinta a la actual, tal vez más idílica y tranquila, con otro tipo de valores e interacción entre sus habitantes. La señora Lolita Oseguera reflexiona sobre el Querétaro de su juventud y el de ahora: “Fue otro Querétaro completamente diferente, muy bonito, no porque ahora no lo sea, pero nos tocó con muchas tradiciones. Había pocos eventos culturales, tenías que ir a eventos a México, pero sí una ciudad muy culta, muy cuidada, muy limpia, no sólo ahora que nos barren, sino que todas las personas barríamos y limpiábamos, no solamente nuestro pedazo de banqueta sino hasta la mitad de la calle. Nos tocó el sereno de ‘-buenas noches… todo cerrado’, las puertas abiertas de par en par y los amigos se pasaban y decían ‘-¡ya llegué, vengo por ti!’ o usaban el cordoncito para abrir la puerta.” Las voces de los que dan su testimonio revelan que lo que más extrañan es el sentido de comunidad, las relaciones vecinales marcadas por la civilidad y la camaradería. Un Querétaro de proporciones pequeñas permitía relaciones estrechas, vínculos afectivos entre vecinos y paisanos: la cordialidad sobre el individualismo y la prisa. Un jardín es un espacio emocional; en él se reflexiona, se socializa, se baila. Cosas simples y extraordinarias suceden a los ojos del que sabe mirarlas. El Jardín Zenea habita en las historias particulares y en la memoria colectiva de los queretanos, todos tienen su versión y hay una construida por todos. Cada vez más vigente, sigue cumpliendo la importante función de ser un espacio para la cultura y la preservación de la identidad queretana.

Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


Po r M ic he l le R iv as N e r i

LECCIONES DE UN ALMA MUSICAL

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón. Magdalena Martínez

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a música es material sonoro transformado en melodías que, con suerte, se quedarán pendiendo del corazón de quien las escuche. El maestro Aurelio Olvera Montaño ha aprendido a través de los años como profesor de música que lo más importante es encontrar en las notas sentimientos escondidos. El amor a las melodías le fue inculcado desde niño, aunque tal vez nació con un oído inclinado a la acústica desde aquel 25 de septiembre de 1939, cuando el barrio de Santa Rosa lo vio nacer. Su camino hacia la música y la enseñanza inició en la Escuela del Padre Cirilo Conejo Roldán, el actual conservatorio José Guadalupe Velázquez. En esta escuela el maestro Aurelio se enfocó en el estudio de la música coral religiosa y pianística. Recuerda que cuando estudió, alrededor de los años setentas, la Escuela de Música Diocesana se encontraba ubicada en la calle de Ocampo y las melodías religiosas llenaban cada rincón del recinto, trazando caminos que lo llevarían a formar parte del coro escolar.

“Íbamos a las fiestas tradicionales de todos los templos, a las fiestas patronales, y conocíamos cómo era toda esa festividad religiosa y también la que se generaba fuera del templo en las distintas festividades; que la Fiesta de Santa Ana en julio, que la fiesta de San Francisco en octubre, la de San Agustín en agosto, la de Santa Rosa de Viterbo en septiembre.” Aurelio Olvera fue alumno del profesor Eduardo Loarca, quien también fue un ilustre músico queretano, cronista de la ciudad, director del Conservatorio Libre de Música y del Museo Regional. El profesor Loarca amaba Querétaro y lo que inspiraba: para él, era una ciudad que cantaba. Y el maestro Olvera se dedicó a que el Centro Histórico continuara cantando desde sus iglesias, sus plazas y sus calles.

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Fo to g r a f í a p o r A n a Lu c í a M u ñ oz Ro b le s


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

El maestro está orgulloso de su formación en la centenaria institución del Conservatorio, pues Querétaro ha marcado pauta a nivel nacional en cuestión de música coral y organística a través de ella. De ahí han emanado grandes músicos en la historia de la ciudad como el padre José Guadalupe Velázquez, quien ejerció como director del Conservatorio Nacional de Música. En su recuento no puede olvidar a Cirilo Conejo Roldan, un sacerdote que marcó la base fundamental de grandes músicos como Julián Zúñiga, Guillermo Sánchez y Felipe Ramírez. Al inicio de los años sesenta, la escena cultural en Querétaro comenzó a transformarse. La aparición del grupo de los Cómicos de la Lengua en 1959 supone una propuesta popular invaluable para la ciudad, pero fue hasta 1963 cuando el maestro Aurelio ve concretizado su talento y amor por la música con la fundación de la Estudiantina de la Universidad Autónoma de Querétaro. La inquietud por ofrecer a las personas espectáculos de calidad lo llevó también a formar parte de la Banda de Música del Estado de Querétaro a partir de los setentas. Aquel cambio de la música religiosa a la música popular le permitió trabajar en el quiosco del Jardín Zenea, bajo la mirada de los curiosos espectadores. Los espacios donde la escena musical cobra vida han ido aumentando con el tiempo. El señor Aurelio recuerda que en los años cincuenta se encontraba únicamente el Auditorio de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, y en 1954 se arregló el Teatro de la República por el centenario del Himno Nacional. Entre los años de 1973 a 1979, época de gobierno de Antonio Calzada, se hizo la primera propuesta del Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez. Ahora se cuentan con esos espacios y otros de igual importancia como el Teatro de la Ciudad y el Teatro Metropolitano, que sirven como escenarios para el quehacer musical local y nacional.

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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No obstante, es en las iglesias donde esta historia musical inició. Siempre están presentes los templos con su bella música: Santa Rosa, San Antonio, Santiago, Santa Clara.


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

Sus coros retumban en las paredes adornadas y llenan los oídos de los fieles, pero también de las personas que acuden a conciertos en estas iglesias. Setenta y cuatro años han transcurrido y el maestro aún habita en la misma casa de su infancia, un hogar del barrio de Santa Rosa ubicado en la calle de Francisco Faguagua. Años de vivencias le han hecho percatarse del cambio radical que ha sufrido el Centro Histórico; en sus palabras, la vocación de ciudad pequeña que tiene Querétaro se ha visto alterada por los ideales de modernización, de convertirla en una metrópoli. La vida del maestro Aurelio está conformada de notas musicales en forma de historias detrás de cada institución en la que ha enseñado. Entre ellas se encuentran la Secundaria Uno, la Escuela Normal del Estado, el Instituto Queretano, el Instituto 5 de Mayo y Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro. Por medio de sus enseñanzas ha contribuido para que en la ciudad se viva una propuesta musical que resuene en las plazas, las calles, las casas. El pasado es el cimiento del futuro pero, para poder avanzar, es esencial no permanecer atrapado en glorias ya ocurridas. El maestro lo sabe bien. “Actualmente se está trabajando para que se mantenga en Querétaro esa bella tradición de los valores que se han generado aquí, y todos los jóvenes que van surgiendo como artistas de este tiempo, de este siglo XXI tendrán que marcar una época y tendrán que dejar huella; si no viviremos del recuerdo. Y no podemos vivir del recuerdo.“

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

Recordar es esencial para nuestra existencia, pero es imposible caminar hacia un futuro si se vive únicamente de recuerdos. La importancia de un profesor radica, precisamente, en sentar las bases de la ciencia que enseña para que su alumno descubra nuevas posibilidades. El maestro Aurelio forma parte de esa generación de docentes que invitan a sus jóvenes aprendices a inmiscuirse en el mundo melódico de los instrumentos y el canto.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


LA

Por Kenia Peralta

famosa

mariposa

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

...para todo era La Mariposa, y sigue siendo La Mariposa José Sosa Padilla, dueño de la Sombrerería La Popular.

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uando se le preguntó al señor Ignacio López Larrondo si conocía cierto restaurante famoso en la ciudad, respondió con una sonrisa: “La famosa Mariposa…sí, yo conocí La Mariposa”. Aunque pocas fueron sus palabras acerca de este memorable lugar, su risa tan semejante a un suspiro fue suficiente para dejar ver los sentimientos que aún se encuentran ligados al recordar este peculiar restaurante. Si ahora, 73 años después, el señor Don José de la Vega Basaldúa y su esposa María Teresa Burgos Vizcaya echaran un vistazo a su negocio, seguramente también en sus rostros se dibujaría una gran sonrisa llena de orgullo y satisfacción al contemplar el éxito que ha alcanzado. Sonreirían al ver cómo después de poco más de siete décadas, ese sencillo merendero que se inauguraba en 1940 en un modesto lugar de la calle 5 de Mayo no solo continúa de pie, sino que se ha convertido en un referente emblemático de la historia de Querétaro. Quizá la historia de La Mariposa es parecida a la metamorfosis que juega con el significado de su nombre: de la misma forma que para llegar a ser una mariposa anteceden significativas transformaciones, el restaurante ha tenido distintos sitios desde su lugar de origen. En 1942 encontró un nuevo local en Juárez número 61 y tres años después se trasladó a Juárez Norte número 71; posteriormente vendrían otros más. Estos cambios se fueron dando en el momento apropiado, denotando una de las cualidades y tal vez secretos del establecimiento: la transformación y adaptación. La Mariposa ha sabido crecer en sincronía con el tiempo y las necesidades de cada época. Quién mejor para saberlo que el señor Pablo de la Vega Rivera, gerente actual del lugar:

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E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

Fotografía por Kenia Peralta

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

“La Mariposa empezó en el Andador 5 de Mayo…Después hubo la oportunidad de tomar un local mucho más grande, pero ahí sí ya empezó una cocina más formal, hubo algunos otros menús pero no muchos porque no era el tiempo en que acostumbraban las familias salir a comer. Ahora puede decir un sábado o domingo ‘hoy no cocino’, pero en ese entonces no había la costumbre, no había dinero y mejor cocinaban en casa. Las personas que trabajaban tenían el tiempo de regresar a sus casas a comer y había quien cocinara en las familias.” En torno a la misma idea, el señor Pablo comenta cómo por ahí de los años cincuenta las cafeterías representaban también un lugar para poder realizar la actividad culposa de fumar un cigarro, lo que ahora es un placer que no representa mayor pecado.

“La cafetería en ese entonces era un lugar para tomar café pero también para ir a fumar, era para fumadores...La Mariposa empezó como merendero, entonces lo único que se vendía muy al principio era una merienda, y ya después fue aumentando pero hubo una parte del negocio en la que teníamos dos locales, uno donde se vendían platillos y otra muy parecida a las cafeterías actuales, pero nada muy elaborado de cocina.” En 1958 sucede uno de los cambios más importantes del merendero al establecerse en la calle Juárez esquina con 16 de septiembre. Ahí este establecimiento dio en el punto exacto de reunión de la juventud queretana, época en donde más se encuentra emotivo el corazón y por ello los recuerdos permanecen más en el tiempo. Por si fuera poco, la energía comenzaba a cambiar: los famosos sesentas se acercaban. Todos estos factores incidieron en que dicha sede se volviera irremediablemente inolvidable.

34 Fotografía por Kenia Peralta


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

La Mariposa de los jueves La Prepa Centro ha abierto sus puertas, esta vez las actividades del día acabaron y los chicos no tardan en huir. Es jueves por la tarde y todos saben a dónde dirigirse. Por suerte 16 de septiembre no es una calle demasiado larga, pero el tiempo pasa muy lento cuando se ha aguardado desde el jueves de la semana anterior. Un joven espera volver a encontrarse con aquella chica que le ha lanzado miradas coquetas desde el otro lado del Jardín Obregón, y que con el mismo pestañeo han sellado la promesa casi innegable de volverse a ver. Al final de la calle el lugar de siempre aguarda con ansias, cómplice de este singular ritual. Los chicos darán vueltas hacia un lado del jardín y las muchachas lo harán en dirección contraria. Cierto es que la vuelta le daba emoción al momento del encuentro. La Mariposa será testigo de una historia más. Esta anécdota fue recurrente en muchos relatos de los queretanos. En muchas ocasiones, después de la escuela, los estudiantes se reunían a tomar algún helado o café con sus compañeros. A los más pudientes les alcanzaba para una torta. Si querían ‘pegarse la pinta’ La Mariposa era la opción más delatadora, pues como comenta la señora Lolita Oseguera, más tardaban en llegar que en que los papás descubrieran que estaban ahí. A La Mariposa asistían todo tipo de personas, clases y grupos sociales. Eduardo Rabell Urbiola, cronista y auxiliar de la ciudad, lo platica como una característica curiosa: “Ésos eran los sitios en La Mariposa, había gente muy definida: estaba la mesa de los estudiantes, de los internacionales, abogados, profesores, y ya se sabía. También existía gente grande porque le gustaba mucho el café y era agradable. Al fondo, junto a la cascada, estaban las mesas color rosita, eran para una comida más formal; enfrente en el mostrador corrido estaba la nieve, en todo el pasillo tenían todos los dulces confitados, chocolates, era siempre la entrada y en la caja doña Lupita...”

Fotografía por Kenia Peralta

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

Fotografía por Kenia Peralta

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E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

Gracias a las transformaciones que ha sufrido La Mariposa sucede una interesante ironía, como bien lo expresa el señor De la Vega: “Cuando estaba el lugar en la esquina de Juárez era el centro más moderno de Querétaro; en el año 63 se volvió el centro de reunión por excelencia y ahora, después de 40 años, sigue siendo centro de reunión pero ahora por ser el más antiguo, son los contrastes...” Y aunque en estos tiempos el abuelo no sea nuestro acompañante principal a la hora de pasar un buen rato con nuestra pareja, en La Mariposa todo podía ocurrir. “Para los estudiantes era muy fácil bajar y llegar a la cafetería. Era el centro de reunión para ir con los amigos, para conocer muchachas, para terminar noviazgos, para pedir matrimonio; donde muchas veces los clientes de más edad, desde su mesa, estaban vigilando a los nietos. Era una relación muy especial, ahora si a uno le dijeran que fuera a un lugar donde supieras que a tres mesas va a estar tu abuelito, francamente no creo que tuviera mucho éxito…pero en aquel entonces había esa confianza y esa mansedumbre de los jóvenes.” En 1975 La Mariposa se dividiría por dos años, teniendo su segundo sucursal en Ángela Peralta número 7. Finalmente, después de 19 años de ser vecina del Jardín Obregón, se despide centrando toda su atención en la calle de Ángela Peralta, que actualmente es su única sede y quizá no la última. La Mariposa es una de las memorias que aún se mantiene con vida y que a pesar de los años continúa como consentida de los queretanos. Para quien tenga duda de cómo es que lo ha logrado durante 73 años, quizá su secreto no se encuentra tan oculto como pensamos… aún podemos ir a alguna de sus mesas y degustar unas enchiladas o tomar una malteada, para así poder descubrir esta incógnita en el primer bocado. Fotografía por Kenia Peralta Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Po r M a r í a F e r n a n d a Ro dr í g u e z R u b i o

D E LO S E S CO M B R O S N A C I Ó S U H I S TO R I A

ESTE CAPÍTULO TIENE CONTENIDO DIGITAL

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

ESTE CAPÍTULO TIENE CONTENIDO DIGITAL EL GRAN HOTEL Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

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omo en la mayoría de las ciudades del mundo, algunos de los lugares más importantes para el desarrollo de la sociedad queretana fueron sus espacios comerciales: aquellos pequeños tianguis o mercados en los que más allá de acontecimientos históricos, uno se podía encontrar con la cotidianidad, con las historias y las anécdotas de sus trabajadores y visitantes.

Entre el mercado y la plaza Ubicada entre las calles de Corregidora y Juárez, la Plaza de la Constitución fue construida en 1967 en el sitio que ocupara en un primer momento el huerto y algunas dependencias del Convento Grande de San Francisco. Dicho huerto fue por casi dos décadas un solar de escombros, pues en él quedaron regados los restos de algunas capillas que fueron destruidas en 1863. María Luisa Septién, vecina del Centro Histórico, narra un poco sobre este pasaje de la historia: “En 1863 fueron derribadas cuatro capillas a consecuencia de la Guerra de Reforma. Tres estaban enfrente de San Francisco, y sobre la Plaza Constitución estaba la capilla a Nuestra Señora Madre de Loreto; todas fueron destruidas, quedaron hechas escombros.” Serían los restos de aquellos recintos religiosos lo que daría en 1882 el nombre al Tianguis de los Escombros, como se conocía coloquialmente a uno de los espacios más importantes para el comercio queretano: el antiguo Mercado Escobedo.

Para finales de ese siglo, en 1895, este importante lugar fue nombrado en memoria del doctor Pedro Escobedo, reconocido queretano que fundó la Escuela Nacional de Medicina. Así, bajo su techo de lámina y su sencilla construcción de mampostería, albergaría uno de los espacios comerciales más importantes que ha perdurado en la memoria de los queretanos. José Pliego, vecino de la calle Felipe Luna, recuerda:

“El mercado Escobedo estaba entre Corregidora y Juárez, exactamente en la parte trasera de lo que es el Gran Hotel. Era un mercado muy tradicional, sin embargo a su alrededor también existía el tianguis que inundaba la calle de Corregidora y subía por la calle de Libertad y estaba hasta los portales de Independencia.” El historiador Jaime Zúñiga Burgos, quien también habita en el Centro, narra con entusiasmo cómo poco a poco estos lugares donde la gente compraba lo necesario para su día a día fueron modificándose y se convirtieron en jardines y plazas públicas. “Me ha tocado ver la evolución de los jardines, de las plazas públicas, he visto como ha cambiado todo. El Mercado Escobedo estaba aquí atrás del hotel, se puede decir que fue el primer mercado formal porque el primero que hubo más o menos formal fue el de San Antonio, que era donde estaba la fuente Neptuno. Ese mercado fue el primero pero no reunía las características, era una construcción perimetral, la fuente de Neptuno, unos tejados y una explanada que era la huerta de San Antonio.”

Fotografías tomadas del Archivo Histórico de Querétaro

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

El mercado funcionaría ahí hasta mediados del siglo XX, pues tras algunas quejas sobre las condiciones de insalubridad que generaba fue trasladado al sur de la ciudad. Esto marcaría también un parteaguas en la percepción que tenían algunas personas sobre esta área de la ciudad. Edgardo Moreno, quien vive en la calle de Hidalgo, mantiene en su memoria los recuerdos de este lugar. “Si uno ve los planos coloniales de los años sesentas del siglo pasado era la misma ciudad; conforme ibas creciendo Querétaro también iba cambiando, ese Querétaro del Centro Histórico en el que también había un mercado Pedro Escobedo. En la Plaza Constitución había un mercado y se llamaba Pedro Escobedo, hasta que los vecinos del Centro Histórico se quejaron. Actualmente ya no lleva el nombre de Pedro Escobedo, sino como Mariano Escobedo.”

42 Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

Al regresar a su infancia algunos de los vecinos de esta zona nos cuentan cómo se dio la transición que daría paso a la construcción de la actual Plaza de la Constitución. Uno de ellos es Eduardo Rabell Urbiola, quien atesora los momentos familiares que se generaron en los pasillos del mercado y vivió de cerca la remodelación que lo convertiría en plaza. “Me acuerdo de haber ido con mi abuela y con mi madre a hacer el mandado, y de repente pues ya no había mercado. Vi cómo lo fueron derrumbando poco a poco, abrieron Corregidora en ese tramo de Independencia a Zaragoza y posteriormente de Ángela Peralta a Avenida Universidad.” Es hasta 1966 cuando comienza a difuminarse la historia entre el mercado y la plaza, pues para el 5 de febrero de ese año se elegiría como el espacio que conmemoraría el 50 aniversario de la promulgación de nuestra Carta Magna: la Plaza de la Constitución. Jaime Zúñiga recuerda la transformación del mercado a la plaza.


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

“Vi la desaparición del Mercado Pedro Escobedo, y vi cuando se transformó en la Plaza Constitución. En la parte de abajo había un estacionamiento para treinta carros, era un estacionamiento de un solo nivel, bajabas una rampa y ahí estaba el estacionamiento, lo hicieron cuando hicieron la plaza, porque no había muchos carros”. Dicha plaza, que hasta nuestros días mantiene el nombre, siempre ha tenido una decoración sencilla con monumentos que han perdurado en la memoria colectiva. El más conocido fue un monumento dedicado a Don Venustiano Carranza localizado al sur de la plaza; actualmente tiene en su centro una gran fuente que simboliza el ojo de agua de cuando pertenecía al antiguo mercado de la ciudad. Los queretanos que vivieron esta transformación mantienen gratos recuerdos de la nueva plaza, como Edgardo Moreno:

“Me acuerdo de los actos niños, me acuerdo de los coincidía precisamente con de la Constitución de 1917, Constitución.”

cívicos a los que íbamos de festejos de la inauguración, los años de la promulgación por eso se llamó Plaza de la

Gloria Perea, vecina de la calle Independencia, recuerda que en su infancia la plaza era más como un parque de diversiones en el que coincidían la mayoría de las personas que vivían en el Centro: “Estaba circundada por una balaustrada de cantera y nosotros usábamos de resbaladillas los adornos. Ese era nuestro juego.”

43 Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

El Gran compaNero Antes de terminar el siglo XX, la Plaza de la Constitución vio surgir en uno de sus costados una de las construcciones arquitectónicas de gran importancia para Querétaro, no solo por hospedar cálidamente a quienes visitan la ciudad sino por su valor histórico. La plaza ya no estaría sola, junto a ella se erigiría El Gran Hotel. La historia de este hotel comienza en la época del virreinato ya que su terreno pertenecía, al igual que la plaza, al área que conformaba el Convento Grande de San Francisco. Durante algún tiempo se propuso establecer ahí un nuevo Palacio de Gobierno, pero el proyecto no se llevó a cabo y el predio fue vendido a Don Cipriano Bueno. Este hombre de nacionalidad española construyó entre 1890 y 1893 el lujoso hotel que aún se encuentra, majestuoso, en el centro de la ciudad. María Luisa Septién recuerda sobre este establecimiento:

“Lo que es hoy El Gran Hotel primero se llamaba Portal Bueno porque era de un español, y después se empezó a construir el hotel”. Desde entonces El Gran Hotel ha sido testigo de importantes etapas de la historia de México y en la vida cotidiana de los queretanos. Los jóvenes solían reunirse en la cafetería que se encontraba en su parte inferior, como recuerda José Antonio Loyola. “Pues había para los jóvenes la cafetería La Mariposa y El Gran Hotel, ese también tenía una cafetería donde nos reuníamos los domingos a platicar con la novia y los amigos”. Este edificio que con su elegancia combina a la perfección con la Plaza de la Constitución abrió sus puertas con el nombre que aún conserva en la actualidad el 12 de junio del 2006, hospedando a quienes se interesan por conocer la historia y la cultura de la ciudad.

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


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El corredor artesanal La Plaza Constitución no fue el único espacio que albergó importantes establecimientos comerciales. Existe un histórico corredor que desde la época colonial funcionó como paso comercial para los queretanos y que alberga muchas historias y leyendas en sus muros: el Andador Libertad. Conocido antes como el Callejón de El Ciego, el andador era un lugar de recogimiento espiritual franciscano en el Querétaro del siglo XVIII. En esa época el comercio florecía, los telares se instalaban en los barrios y los caminos eran recorridos por recuas con tesoros de las minas de Zacatecas y Guanajuato. Entonces el callejón estaba cerrado pues iniciaba en la calle de Las Posadas y terminaba en el huerto de los franciscanos. Por la misma época también se le conocía como el Callejón de los Fierreros, ya que ahí se podían encontrar a las personas que venían de diferentes lugares a vender monedas extranjeras, hachas de piedra, retablos religiosos y artículos diversos. Así lo menciona el Dr. José Ballesteros. “La calle de Libertad, que ahora es andador, antes era una calle en la que vendían cosas ya usadas, le llamaban el Callejón de los Fierreros porque ahí vendían todo tipo de herramienta vieja o cosas usadas.” Posteriormente este corredor era conocido como Callejón Cabrera en honor del coronel Encarnación Cabrera, queretano que murió acribillado durante el sitio de Puebla. Con el derrumbamiento de la pared que lo dividía comenzó la historia del Andador Libertad. Andador con historia, anécdotas y leyendas, hoy es reconocido por su oferta de artesanías dentro y fuera de sus bellos edificios, que son las mismas construcciones en las que funcionó el convento. Queretanos como Benjamín González recuerdan aún su paso por el emblemático corredor:

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S “En todo eso donde es Cabrera y Libertad, hacia abajo eran puras fondas y vendían en ese tiempo jarrones y macetas-”

En el año de 1957 la Universidad Autónoma de Querétaro recibió ese edificio y estableció ahí el Instituto de Bellas Artes, cuyas clases aún recuerda la señora Lolita Oseguera:

Hoy en día en este andador que comunica dos de las más importantes plazas de Querétaro, Plaza de Armas y Plaza de la Constitución, se pueden encontrar obras de arte de escultores, pintores, artesanos, retratistas y muchos artistas en su mayoría queretanos que muestran su talento en una especie de galería al aire libre.

”Íbamos mucho a la biblioteca, que en mis tiempos era la Biblioteca Central donde está la Casa de Cala... las tareas las hacías en grupo, porque a mítodavía me tocó estudiar en libros de mi papá. Nos tocaban muchas clases en Bellas Artes: ibas a pintura, y actividades relacionadas. Era otro movimiento.”

La Escuela de las Bellas Artes Justo frente a la Plaza de la Constitución, en el lado opuesto de El Gran Hotel, se localiza una importante obra arquitectónica cuyos muros han sido testigos de acontecimientos que marcaron la historia de México. En la esquina de la calles Independencia y Juárez se encuentra el Instituto de Bellas Artes, parte importante del conjunto arquitectónico de esa área. El 8 de marzo de 1788 Fray Manuel Agustín Gutiérrez, lector del convento de San Francisco, anunció que abriría una escuela gratuita de primeras letras para los niños pobres. Aunque su nombre era Escuela Gratuita de Primeras Letras de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, fue conocida en su tiempo como “La Escuela”. Tras la insuficiencia del inmueble se comenzaría la construcción del edificio en su ubicación actual. Se inauguró en 1804 y para 1808 Don Juan Antonio del Castillo y Llata, oficial del Real Regimiento de Dragones Provinciales de la Sierra Gorda, fundó ahí la Academia de Dibujo de San Fernando. Además de recinto de las bellas artes, este edificio también fue testigo de varios acontecimientos cruciales en la historia de México. En 1848 se instaló en su auditorio el Congreso Nacional para discutir el Tratado de Paz en la Villa de Guadalupe, el cual se daría fin a la Guerra de Intervención entre México y Estados Unidos.

“La Escuela” es ahora un edificio rojo al fondo de la Plaza de la Constitución, cuyo interior fue reconstruido con un estilo funcional. Sin embargo la fachada que da a la calle es idéntica a la que vio pasar por su por su puerta a tantos personajes importantes de la historia y la cultura de nuestro país. Es así como a través de los años los queretanos han visto surgir en esta pequeña zona del Centro Histórico un conjunto arquitectónico de gran importancia histórica y cultural. La reciente Plaza Constitución, su majestuoso Gran Hotel, el transitado Andador Libertad y su histórica Escuela de Bellas Artes son íconos de la evolución comercial y cultural de los queretanos, y son un claro ejemplo de los cambios de uso que han sufrido muchos de los espacios del centro de la ciudad. En ellos perduran las historias de quienes los han recorrido por más de 130 años. La Plaza Constitución habla de un pasado curioso: es un montón de escombros transformado en espacio público, es un pasillo de verduras y frutas que se convirtió en una elegante plaza. Se trata del antiguo terreno de San Francisco que encontró un destino mejor; uno que aún pasa de boca en boca entre quienes vivieron cada etapa de esta plaza. En la memoria colectiva se conserva la nostalgia de aquellas experiencias y anécdotas de vecinos, familiares y amigos que encontraban en estos espacios un lugar de convivencia y recreación.

A principios del siglo XX ya se impartían ahí clases de arte, pero fue hasta septiembre de 1910 que se fundó la Academia de Bellas Artes, la cual albergaría a 400 alumnos de dibujo, pintura, escultura, música y declamación.

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LA ÚLTIMA ESCRIBANA

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Po r Ke n i a Pe r a l t a


Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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omo bien diría el señor David, guardia del Museo de la Ciudad, todas las ciudades tienen sus estrellas. Algunas nacieron con la “torta bajo el brazo”, de apellidos que resuenan y han hecho eco por generaciones, que abren paso al porvenir y se mantienen en la memoria. Quizás sean élite, pero antecede una historia de arduo trabajo familiar. Otros se han ganado su fama gracias a alguna particularidad o locura que pudieron cometer, a veces con toda la intención y otros tantos sin ni siquiera saber lo que hacían. En cambio algunas estrellas, aunque brillantes, permanecen en lo oculto de la ciudad. Hace poco fue descubierta en el portal de Plaza Constitución, donde ha construido un invaluable espacio de trabajo, y se tuvo el honor deescuchar su historia. Durante su larga travesía se ha enfrentado con grandes bestias, ha derrotado a señores del mal vivir, ha rescatado a damiselas en peligro y caballeros en apuro. Su escudo: la palabra. Su arma: su fiel máquina de escribir. Es la señora María del Rosario Morales Elizondo, última evangelista o escribana de la ciudad. El término evangelista viene desde tiempos de Jesucristo y nace a partir de aquellos hombres que tenían la cualidad y sabiduría para escribir los evangelios. El nombre se continuó designando a las personas que por oficio público estaban autorizadas para dar fe y autorización de los actos que se realizaban ante ellas. Los años han pasado y la tecnología derrota con rapidez a cualquier medio arcaico con facilidad, pero la señora Rosario se dedica a la importante labor de redactar todo tipo de documentos para aquellas personas que no saben escribir, desde escritos oficiales necesarios para librar cualquier batalla hasta cartas para los más necesitados que mueren de amor. Esta historia empieza hace poco más de cincuenta años, cuando Rosario apenas comenzaba a llenar las hojas de sus cuadernos con planas. En su corazón siempre supo que quería ser secretaria. Sus padres se separaron cuando ella apenas llegaba a la pubertad, por lo que rápido su valentía y coraje tuvieron que ponerse a prueba. Desde los trece

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años, terminando la primaria, Rosario comenzó a trabajar para apoyar a su madre con sus estudios en comercio. Por las noches su mente se ocupaba en pasar los exámenes, para que al amanecer partiera a sus labores de trabajo. Sus primeros pasos comenzaron junto a un licenciado que ahora es el Notario uno del estado, Roberto Servín, un hombre que continúa siendo un fiel amigo de Rosario. Éste sería el comienzo de una travesía que le daría mucha satisfacción, pero que también le haría toparse con temibles obstáculos. Desempeñó su labor y se llenó de conocimientos en lugares que iban desde la agencia de ministerio público hasta notarías, procuradurías, iniciativas privadas. Después de adquirir diversos aprendizajes, la vida decidió que estaba preparada para que sus saberes la llevaran a desempeñar la labor de escribana, la cual la haría convertirse en un titán, en la heroína de muchos ciudadanos. Pero como sabemos, a veces a los grandes pasos anteceden oscuros retos que afrontar. Después de dar a luz a su hijo más pequeño, Rosario necesitaba tiempo para dedicarse a él. Aunque se encontraba con un buen trabajo, el tiempo no tenía precio. Cuanto se le presentó la oportunidad de tener un empleo que le permitiría contar con más horas para sus hijos lo tomó sin dudarlo, pero pronto se daría cuenta de que no todo lo que brilla es oro. Un día, la señora Rosario se levantó de su cama, atendió sus labores de madre y bendijo a sus hijos para partir hacia un día más de trabajo. Al llegar fue recibida con una disculpa y sin indemnización: la empresa se había visto en la necesidad de cerrar. Rosario se encontraba desempleada. Sola, necesitaba a alguien que le ayudase a salir adelante. Se alió con su entonces jefe y comenzaron la lucha. Acudieron a muchos lugares, platicaron con buenas y malas personas, visitaron casas y pequeños castillos. Sin miedo, se pusieron cara a cara con dirigentes y empleados de grandes imperios en busca de justicia. Pero no recibían respuesta. El hambre comenzaba a hacer ruido en el estómago cuando, un buen día, un caballero de grandiosas ideas y entrañable clemencia se apareció en su auxilio, diciendo:


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

”Rosario, tienes los conocimientos habilidades ¿Por qué no lo intentas?.”

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Se trataba de su amigo Roberto Servín. De esta forma llegaría su primera máquina de escribir eléctrica, un regalo de parte de este mismo hombre reconocido por contar historias. Aunque brillante idea y excelente regalo, la modernidad tuvo que esperar pues al no contar con servicio eléctrico no era posible usar dicha máquina. Tuvo que reemplazarse por una máquina de escribir mecánica; ciertamente lo clásico nunca falla. Después de mucho trabajo para cumplir con los requisitos legales, ahora sí bien armada, la futura evangelista comenzaría su labor.

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Siendo Rosario una mujer tan preparada, las envidias y los enemigos no faltarían en presentarse. Se instaló bajo el portal y rápidamente se hizo de abundante clientela, pues su trabajo hablaba por sí mismo. Sin embargo, escribanos menos preparados asechaban desde otras partes del portal, se sentían desplazados y ofendidos por el éxito que tenía. Una mañana, al llegar a su sitio de trabajo, se encontró con un líquido extraño vaciado sobre la pared y el piso de aquel lugar. Los días pasaban y la situación continuaba repitiéndose. ¿Qué era lo que sucedía? Era evidente que la energía negativa abundaba a su alrededor, y pronto las personas de negocios aledaños al portal le hicieron saber lo que habían observado. Como imaginaba, no era un accidente lo que ocurría. Todo apuntaba a que se encontraba luchando contra algo desconocido, al parecer se trataba de brujería. Un día pudo verlo por sus propios ojos: su vecina se regocijaba de vaciar esa extraña pócima sobre


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su lugar de trabajo; en esa ocasión iba mezclado con una especie de granos de lenteja. Al encontrarse con eso, la señora Rosario lo barrió y lo enjuagó con agua bendita ante el mensaje malévolo que indicaban esos granos: “la persona que lo está haciendo quiere verla muerta.” No obstante, la señora Rosario asegura que “sea lo que esa persona haya querido hacer, lo hizo mal y se le va a regresar”. Y así fue. Poco a poco, por el propio peso de sus malas acciones, las personas que le deseaban mal terminaron derrotadas, dejando así su emblemático y reconocido puesto a lo que sería la última escribana de la ciudad. Durante más de veinte años la señora Rosario continuó enfrentando los múltiples obstáculos, siempre de la mano con todas aquellas personas que necesitan de un escrito para hacer valer su trabajo, reclamar sus derechos y plasmar sus necesidades en una hoja de papel. Muchas de ellas no tienen las palabras, no hablan el idioma o no saben utilizar los términos requeridos para hacerlo, pero Rosario está para ayudarlos y asistirlos. Su labor es invaluable.

La diferencia que ella ofrece, en comparación con cualquier otra estrategia contemporánea, es que puede ser mediadora de las personas más humildes y confundidas: comprende su idioma y puede guiarlos a través de los procesos que necesitan para conseguir lo que necesitan. Brinda un servicio que sigue vigente y su popularidad continúa aumentando entre aquellos que se encuentran aún alejados de la tecnología. La vida de una mujer tan popular como la señora Rosario es, descrita en sus propias palabras, agradecida, bonita y bendecida. A pesar de todo y con algunas lágrimas caídas, la señora Rosario siempre sonríe: No deja de disfrutar de las pequeñas alegrías del día a día y no dejará de ganar victorias al lado de todos aquellos que la necesiten hasta que Dios o el gobierno le de licencia para seguir. No dejará de bailar con la vida.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


suspiros del

guerrero

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Po r A n a L u c í a M u ñ oz Ro b le s


Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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l Jardín Guerrero es hoy en día un punto de encuentro que a muchos invita a la nostalgia. Es un lugar que enriquece la historia de Querétaro; recordarlo es motivo suficiente para arrancar suspiros a muchos queretanos. Originalmente se trataba de una plazoleta dedicada al insurgente Vicente Guerrero Saldaña, por tal razón lleva ese nombre. Al inicio este predio formaba parte del Convento de Santa Clara y se proyectó construir en él la Catedral de Querétaro, pero fue un plan que nunca prosperó y finalmente fue convertido en jardín. El 16 de septiembre de 1922, siendo Gobernador el licenciado José María Truchuelo, se inauguró formalmente con el nombre de Jardín Vicente Guerrero. Se colocó en el centro una estatua y también una fuente, uno de sus principales referentes. La fuente original fue sustituida por la obra del arquitecto José Fernández Mendizabal, la cual se aprecia en la actualidad. Frente al jardín se encuentra el que fuera Palacio Municipal, hoy la Delegación Centro Histórico. Este jardín es uno de los espacios recreativos que más ha cambiado su apariencia a lo largo de casi un siglo. Son distintas fuentes, un kiosco, una pista de patinaje, balaustradas, árboles en forma de herradura y una estatua lo que ha adornado en diferentes momentos de la historia local este memorable sitio. Cecilia Landaverde, habitante del centro, considera que los cambios al jardín han sido positivos.

“Lo que le hicieron al Jardín Guerrero últimamente está bien, lo emparejaron, quedó bonito y más o menos se parece a lo que era el jardín en mis tiempos. Recuperaron su fisonomía de siempre, con la diferencia de que en aquellos tiempos íbamos a patinar ahí, pues había una pista de patinaje… serían los cuarentas, los años cincuentas.”

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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Por su parte, José Sosa Padilla recuerda también aquella pista para patinar. Relata que después del 6 de enero el jardín se llenaba de niños con patines nuevos, pues era el regalo de los Reyes Magos. Y para quienes no llegaba regalo existía la opción de rentar los patines, pues en el Jardín Guerrero las personas rentaban aquellos patines que eran de cuatro ruedas y de tenazas, los cuales se podían poner encima de los zapatos. Actualmente ya no se encuentra la pista de patinaje como la mencionaban los vecinos, pero sí se cuenta con un espacio meramente cultural en donde algunos jóvenes expresan sus dotes artísticos y algunas familias se toman el tiempo para relajarse y disfrutar una tarde con sus acompañantes. Edgardo Moreno Pérez, nostálgico oriundo, recuerda: “El Jardín Guerrero estaba a dos cuadras de mi casa, desde niño iba ahí; era como mi parque de diversiones, después hubo una pista de patinaje. Entonces vivimos todos los cambios, desde una bomba de agua que abastecía toda la parte poniente de Querétaro… afuera también había un quiosquito donde vendían bebidas y una fuente casi enfrente del Centro Cívico.” Anteriormente la diversión para los niños era enriquecida simplemente con algunos juguetes como lo cuenta don José, pero se alimentaba principalmente de experiencias vividas de las cuales el Jardín Guerrero ha sido un fiel acompañante. La queretana Tere Cisneros Septién hace referencia a un secreto bien guardado del paradero de la “verdadera” fuente que adorna el jardín.

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

“La fuente original del Jardín Guerrero está en casa de -no te digo quién- pero esa no es la fuente original, la verdadera. Por otro lado, había una pista de patinaje como en los años sesenta o setenta y en la esquina del jardín había un carrito como redondo, de nieve –no era de esos normales, era alargado y redondo- y la señora nada más vendía nieve de fresa, le ponía cajeta o coco, y ya.”

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El Jardín Guerrero ha sido durante muchos años un centro de reunión y diversión para propios y foráneos. A pesar de haber sufrido un sinnúmero de modificaciones a lo largo de su existencia, no cabe duda de que es y será uno de los principales atractivos de la ciudad de Querétaro y seguirá formando parte de los futuros recuerdos que tendrán las nuevas generaciones.


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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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Por Laura Morales Salazar

Sin duda el Guerrero ha sufrido cambios a partir de los años ochenta, como lo mencionan los vecinos que lo frecuentaban. Sin embargo aún se recuerdan con cariño los comercios que había a su alrededor, pues siguen formando parte de las anécdotas que conservarán para toda la vida. Uno de ellos es la librería El Sagrado Corazón, ubicada en Arteaga número 16. La librería y papelería El Sagrado Corazón tiene 107 años de antigüedad y sigue ofreciendo sus servicios. La señorita Leonor de la Isla Serrano, actual propietaria, es conocida por su gran amabilidad, respeto y confianza al cliente. Leonor cuenta que el fundador de este establecimiento fue su tío, Edmundo de la Isla Castro, unos años después de 1903. También comparte que en los primeros tiempos del establecimiento, el envío de libros fuera de la ciudad era una de las principales actividades. Comenzaron a llegar publicaciones de Alemania, Francia, Argentina y España, lo cual convertía a Sagrado Corazón en un punto obligado para seminarios y monasterios interesados en adquirirlos. En la historia de la librería no siempre existieron buenos tiempos. Sagrado Corazón fue testigo de clausuras, saqueos, multas y encarcelamientos durante la época de la Guerra Cristera (1926-1929). Se les pidió a los dueños que quitaran el nombre de la papelería por aludir a aspectos religiosos; por fortuna sobrevivió a estas dificultades y volvió a ser famosa por la venta de libros a seminarios, colegios, conventos, sacerdotes y público en general. A pesar de que los envíos han disminuido debido al surgimiento de librerías nuevas, se sigue acumulando esfuerzo y trabajo para la satisfacción y alegría de la clientela. La librería Sagrado Corazón ha permanecido por 107 años en el Centro Histórico, lo que la convierte en una construcción simbólica y de valor irremplazable.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Po r S e r g i o R i v e r a M a g o s

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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ESTE CAPÍTULO TIENE CONTENIDO DIGITAL EL TEATRO DE LA REPÚBLICA Fotografía tomada de internet. Teatro de la República Querétaro


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ara que no gane el olvido, la memoria tiene diferentes asideros, imágenes que sobreviven al curso de las décadas y que muchas veces están ligadas a momentos simples, pero también gozosos: el descanso en una plaza, una carrera calle abajo, un vecino sonriendo de la nada, la fruta de un mercado, una tarde de cine; cosas mínimas y por lo mismo poderosamente ancladas en el recuerdo de los queretanos. Con el Centro Histórico como su principal geografía, los cines definieron por décadas el entretenimiento de sus vecinos y visitantes. Algunos los recuerdan por su espectacular arquitectura, otros por su propuesta cinematográfica, otros simplemente porque formaban parte de una fórmula para convivir el fin de semana en el centro de la ciudad.

El Cine Goya fue el primer local especialmente concebido para la exhibición cinematográfica. Con él comienza en los años treinta una historia de edificaciones, derribos y reacondicionamientos de los cines del Centro Histórico; aunque muchos saben de su existencia pocos como don Alfredo Vargas -vecino del Centro Histórico- asistieron a sus funciones. “Pues sí iba de vez en cuando, pero no tanto porque a veces no tenía con qué. Para mí sí era muy caro, costaba veinte centavos la gayola y cuarenta la luneta. A donde iba era el cine Goya, el único que había, que estaba ubicado en lo que es ahorita 16 de Septiembre y Juárez. Esa calle no existía y fue abierta si no mal recuerdo en el gobierno de Don Agapito Pozo Balbás; tumbaron el cine Goya y salieron hasta la calle de Allende, y ahí en la calle en la parte posterior había un hotel que se llamaba ‘Hotel del Ferrocarril’. También lo tumbaron para abrir la calle y conectarlo con el Jardín Guerrero, pero esa calle no existía.”

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La demolición del cine Goya a finales de los cuarenta obligó al cine a buscar nuevos espacios y hospedaje. El cine en Querétaro ensaya entonces recintos hoy en día impensables como el teatro Iturbide, hoy Teatro de la República. Aunque a las generaciones recientes cueste creerlo, este teatro no siembre fue dueño de su actual señorío y belleza, alguna vez fue un local más para el entretenimiento popular de la época. El señor Vargas recuerda que: “Cuando tumbaron el cine Goya sí le puedo decir porque me consta, porque yo lo vi y lo viví. El cine lo metieron a lo que era el Teatro de la “República”, ese teatro estaba muy maltratado y destechado, sumamente descuidado, ahí daban películas de cine y cobraban barato y estaba uno ahí en lo que era el Teatro de la República. Muchos no lo cuentan o se hacen disimulados porque les da pena o quien sabe que les pasará. Ahí estaba ubicado también una arena de box a la que yo también fui, de box y de lucha libre por ahí de los años 1946 o tal vez un poquito antes.” Si bien es cierto el cine Goya fue el primero, la memoria más vívida acerca de las salas cinematográficas del Centro Histórico comienza en los cuarenta con los cines Plaza y Alameda; el primero ubicado en Corregidora y 5 de Mayo y el segundo en 16 de Septiembre, a un costado del Jardín Guerrero. Don José Ballesteros, vecino del centro, comparte sus recuerdos acerca de estos cines:

Fotografía tomada del Archivo Histórico. Cine Plaza

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“El Cine Plaza que igual estaba aquí en el Centro tenía su parte alta, fue un cine aquí de mucha época, muy al estilo. Tenía su parte alta una galería, siempre la nombraban ‘la de gayola’ pero eran teatros, tenían su escenario. Me acuerdo que de ese lado tenían dos figuras que aparentaban ser como de mármol, tipo esculturas, eso le daba cierta categoría.” Ambos cines tenían la magnificencia de los viejos teatros. El Plaza en su momento fue el edificio más alto después de las iglesias en Querétaro, en él se llevaron a cabo desde informes gubernamentales hasta la coronación de reinas de fiestas populares. Tenía una ubicación de privilegio, se encontraba donde actualmente está la Tienda Del Sol. Desde ahí parecía presidir todo lo que en el Centro Histórico sucedía. En torno a él comenzaron tradiciones culinarias que hasta hoy sobreviven. Así lo recuerda José Sosa Padilla, habitante del Centro: “De antojos a fines de los cincuenta arrancan Las Tortugas; arrancan con un carrito de tortas afuera del Cine Plaza y ya después se establecieron atrás del mismo cine donde están actualmente. Había un carrito de estas cosas en la esquina de la casa de la Corregidora de un señor llamado Blas Pérez y después se establece por donde está el mercado de la Cruz.” El espectáculo del cine estaba concentrado en una pequeña área. Era tal la cercanía entre el Cine Plaza y el Alameda que podían compartir una copia de la película para programar conjuntamente los grandes estrenos del momento.

Fotografía tomada del Archivo Histórico. Cine Plaza


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Así lo recuerda Jaime Zúñiga, habitante del Centro Histórico por largo tiempo: “Las películas como las de Cantinflas, que eran las que movían mucho a la gente, se alquilaba un solo rollo y empezaba la función en el Cine Plaza y mientras en el Alameda empezaba otra película, de manera que estuviera libre el primer rollo e iniciara cuando terminara la película el segundo. Iba alguien del cine con el rollo en la mano para que se viera la película y regresaba después nuevamente para que se viera la película en el próximo cine.” Para decidir lo que verían, los queretanos consultaban marquesinas, se dejaban guiar por los carteles, o por la promesa de una película imperdible. No había mayor mercadotecnia que la foto de una escena, la fama de los protagonistas o la conveniencia del horario de exhibición.

El público de los cines se diferenciaba por su condición social. Al Cine Alameda acudía el sector popular, pues el Jardín Guerrero era el refugio de los públicos de condición humilde. Jaime Zuñiga recuerda que en la gente con reboso y sobrero, con aspecto indígena era repudiada en el Jardín Obregón, actual Jardín Zenea.

Fotografía tomada del Archivo Histórico. Cine Plaza

Ante esta diferenciación social, el cine Alameda optó por programar películas del cine nacional, producciones locales de charros cantores y comediantes con los que el pueblo se identificaba. En esos años, no exentos de clasismo y en donde el DVD y el Internet no estaban planteados ni siquiera en la más imaginativa ciencia ficción, todo era más doméstico y espontáneo, como lo recuerda bien el señor Zuniga:

“Tú podías llegar al cine con una bolsa de palomitas, generalmente esas bolsas de palomitas eran las del pan de La Vienesa porque eran de papel de estraza. Podías meter refrescos, pero hubo una temporada que uno de los que estaba de espectadores del Cine Plaza en una escena de la selva se emocionó tanto que le tiró un botellazo a un león que iba a atacar a alguien, hizo un gran boquete, estuvo parchada la pantalla durante muchos años.” En ese Querétaro de mitad del siglo XX el cine era un espectáculo sujeto a la moral de una ciudad que se veía a sí misma como provincia, lejos del carácter urbano y multicultural que tiene actualmente. Una sociedad profundamente religiosa exigía al espectáculo cinematográfico mesura y respeto por la tradición y los rituales.

Fotografía tomada del Archivo Histórico. Cine Premier

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

El jueves y viernes de Semana Santa, por ejemplo, se suspendían las funciones. Eduardo Rabell, vecino del Centro, cuenta divertido: “En los años sesentas se estrenó la película Lolita, era muy indecente. En el Cine Plaza entre 5 de Mayo y Corregidora. Pero ¿cómo vas a entrar a ver esas indecencias? se regresaba el boleto y que te regresen el dinero. Sucedió que después cortaron la función porque pocas personas vieron la película y pasaron la película a Celaya, lo curioso es que todos los que estuvieron ahí afuera se fueron a Celaya a ver la película con todo y palomitas. Recuerdo cuando la segunda o tercera ocasión que salí a la Procesión del Silencio, en una casa por 5 de Mayo gritaron ‘-¡bola de hipócritas!-’ y armaron un gran escándalo.” Un claro conservadurismo determinaba el consumo cinematográfico. Tere Cisneros, habitante de la calle José María Pino Suarez, recuerda que sus tías la llevaban al cine, pero primero hablaban para saber qué clasificación tenía la película. Héctor Cortés, por su parte, recuerda:

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“Si usted iba con la novia y le daba un beso, le tocaba el policía y le decía que eso no se podía hacer, yo creo que éramos un Querétaro mocho; ahora ya es muy liberal.” Para finales de los setenta la estricta moralidad y censura perdían terreno, lo que permitió la programación de cine para adultos en salas cinematográficas especializadas en tal clasificación. Una de ellas pertenecía al complejo de cines Alameda que en 1978 abrió dos nuevas salas: el Alameda II, en la esquina de la privada Guadalupe Victoria, y el Alameda III en la de 16 de Septiembre y Allende. Así, el cine Alameda intentaba la transición de las salas de gran aforo a las pequeñas integradas en un complejo cinematográfico como los que ya estaban apareciendo en otras zonas de la ciudad como Plaza de la Américas.


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Fotografía tomada del Archivo Histórico.

Siguiendo su vocación de cambio, el cine Alameda en el año 2000 se convirtió en el Cine-Teatro Rosalío Solano, que junto al Teatro de la Ciudad conforman actualmente un hermoso complejo donde conviven música, cine y danza como principal oferta cultural.

Con el cine a otra parte Aunque el cine Plaza y el Alameda fueron los más representativos del Centro Histórico, se recuerdan otros que también dejaron huella en la memoria de los que pasaron alguna vez por sus salas. El cine Reforma, ubicado en la Calle 16 de Septiembre y donde ahora se encuentran los almacenes Elektra, recibía en los ochenta a cinéfilos que buscaban cine de acción o películas de ficheras. Como en el resto de los cines dejó un anecdotario del que Roberto Reado, vecino del centro, recupera una muestra.

“El Cine Reforma tenía su atractivo, llegaba uno a la gayola, obviamente veía uno de arriba abajo. En la parte de abajo apagan la luz y después como a media película pasaba un señor vendiendo Pepsi Colas con botellas de cristal con una reja de madera. Las butacas tenían lámina de metal, una concha de lámina para la butaca, entonces esa butaca servía para cuando se cortaba la película y se trababa y se empezaba a quemar por el mismo foco, uno le pegaba y un ruidero que se hacía.” Frente a la Plaza Constitución, sobre la calle de Corregidora, se encontraba el Cinema Premier 70, una opción más que el centro ofrecía para los habitantes de la ciudad. Al igual que los demás cines de esta área, en los ochenta vivió su declive ante el embate de las salas instaladas en las plazas comerciales que la ciudad iba generando. El Cinema Premier 70 desapareció sin más para ceder su espacio a locales de comida y bares como los que hoy dominan casi por completo el espacio entre Pino Suarez y el Andador Libertad.

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Para los habitantes del Centro Histórico, los cines eran parte del paisaje cotidiano. Regados por el primer cuadro de la ciudad, representaban una de las principales formas de entretenimiento para un Querétaro que no conocía de malls o multicinemas. El cine tenía a la vez algo de romántico, de popular, de mágico; en él se hallaba una noción de modernidad y expectativa. Lejos de ser un entretenimiento más, era el encuentro de la comunidad en la oscuridad de la sala de proyección. Los extintos cines del Centro Histórico sobreviven en las evocaciones de aquellos que los usaron como práctica de cortejo, conexión con la actualidad, refugio de solitarios o para conocer un poco de lo que existía más allá de la realidad local de un Querétaro mucho menos urbano y diverso. Las salas cinematográficas marcaban la cartografía del Centro Histórico, eran un puente entre los viejos y glamurosos teatros con grandes cortinas y escenarios del siglo XIX y el entretenimiento propio de la cultura popular del siglo XX. La presencia de salas de cine en el Centro era tan natural como la de oficinas de gobierno, hoteles u hospitales. Antes de ser desterrados a la periferia de la ciudad, reinaban como templos audiovisuales que congregaban a gente que se conocía y se saludaba en la taquilla. Todo parecía ser parte de una forma de disfrutar el centro que irremisiblemente se ha ido, para dar paso a otras interpretaciones del encuentro con la pantalla grande.

Fotografía de Archivo Histórico de Querétaro

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Fotografía de Archivo Histórico de Querétaro

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MIS RAÍCES MI FE Y M I R E L IG I Ó N

Por Laura Morales Salazar

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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in importar la zona del Centro Histórico de Querétaro en la que camines, seguramente encontrarás a pocos pasos alguna iglesia; lugares llenos de historia, piedras angulares de la fe religiosa queretana y de la conformación de su sociedad. La arquitectura religiosa es uno de los rasgos más característicos de esta zona, pues en un área pequeña se concentra un gran número de recintos de esta naturaleza. Actualmente existen cerca de 44 iglesias y capillas en el Centro Histórico: 32 en funciones y 12 que tienen un uso distinto al religioso; templos que adornan las esquinas del

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Centro Histórico de la ciudad. Este es un breve recorrido por algunos de los centros religiosos más importantes para la fe de muchas generaciones de queretanos.

EL SANGREMAL EN EL CIELO Una de las iglesias más emblemáticas para los queretanos es el Templo y ex Convento de La Cruz. Desde la calle Ejército Republicano esquina con Felipe Luna, de este templo surge no sólo la leyenda de la fundación de la ciudad, sino también múltiples tradiciones que reflejan la fe y la lucha por conservar las manifestaciones culturales más antiguas.

ESTE CAPÍTULO TIENE CONTENIDO DIGITAL TEMPLO DE LA SANTA CRUZ Fotografía por Ana Cristina Sánchez Santillana


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La famosa Procesión del Silencio o las festividades de La Santa Cruz son sólo algunos ejemplos. Su historia comienza a principios del siglo XVI, en la loma del Sangremal, donde se levantó una cruz de madera. Para custodiar esa santa cruz los religiosos franciscanos levantaron una pequeña ermita y chozas para su alojamiento, hechas con zacate y enramadas. Por muchos años en ese lugar se celebraron misas. El distinguido párroco del Templo de La Cruz, Alfonso Reséndiz, recuerda que el convento comenzó a funcionar como casa de recolección con el nombre de San Buenaventura, y refiere a la conocida historia del árbol de cruces que resguarda tan importante templo.

Fotografía del Archivo Histórico de Querétaro

“La casa de recolección de San Buenaventura fue erigida en el Colegio Apostólico de Propaganda FIDE y éste fue el primer colegio que se fundó en el territorio americano. (…) En uno de los patios del convento se encuentran los llamados Árboles de las Cruces, que tienen espinas en forma de cruz y con los tres clavos de la crucifixión. Fray Antonio de Jesús fue guardián del convento, salió para Guatemala y dejó su báculo clavado en el huerto y ahí el cayado reverdeció y se convirtió en el árbol de las cruces.” Como lo menciona el párroco, actualmente el Templo de la Santa Cruz sigue los lineamientos de sus grandes moradores y alberga a la Facultad de Filosofía para sus seminaristas franciscanos. Alrededor de cuarenta estudiantes se preparan para continuar las gestas evangelizadoras que los frailes han edificado a lo largo de los años. La vida espiritual en la sociedad queretana no tendría cimientos tan fuertes si no fuera por la labor de estos religiosos.

Fotografía del Archivo Histórico de Querétaro

Por su contribución a la fe católica y su papel en la historia de la ciudad, este recinto es conservado con cariño en la memoria queretana. Quienes pertenecen al llamado Barrio de La Cruz o viven en sus alrededores expresan un profundo afecto por lo que representa este lugar y participan en su conservación y en la de sus tradiciones. Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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EL GRAN ARRAIGO GUADALUPANO Otro importante centro religioso es el Templo de la Congregación, ubicado en Pasteur esquina con 16 de Septiembre. La historia de este lugar inició alrededor de 1680 con un donativo para establecer en Querétaro el culto a Nuestra Señora de Guadalupe. La imagen guadalupana fue instalada en la capilla del Hospital Real de la Limpia Concepción, actualmente el Templo de San José de Gracia en la calle de Madero. Los sacerdotes católicos de Querétaro se unieron al culto guadalupano y acordaron fundar la Congregación de Clérigos Seculares de Santa María de Guadalupe en el año de 1669. El padre Reséndiz cuenta la historia de la primera mano de obra de dicho templo: “Con el producto de limosnas piadosas se procedió a la construcción del templo monumental, y mientras se terminaba se levantó una sala de adobe y en ella se expuso para su adoración la sagrada imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Desafortunadamente, por la limitación de fondos económicos las obras de construcción avanzaron lentamente.” El Templo de la Congregación fungió como catedral de Querétaro desde 1911 hasta 1920, cuando fue trasladada a la Iglesia de San Felipe y se multiplicaron las fiestas religiosas, causando un inmenso júbilo popular. En la actualidad, esta hermosa iglesia contempla desde su majestuosa fachada el ir y venir de los fieles que veneran a la imagen guadalupana.

LA CASA DE LAS SANTAS CLARITAS Uno de los templos más bellos es el edificado en honor a Santa Clara, un centro religioso que encontró un sitio para establecerse entre las calles de Madero y Allende. Este lugar fue destinado desde sus inicios como convento y ha alojado a múltiples mujeres que con el tiempo recibieron el título de Religiosas de Santa Clara de Jesús.

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ESTE CAPÍTULO TIENE CONTENIDO DIGITAL TEMPLO DE LA CONGREGACIÓN Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

La construcción de este monumental recinto se llevó a cabo en los terrenos de doña María de Tapia, fundadora del Templo de Santa Clara, quien tenía entonces el título de propietaria. Además de las ocupaciones católicas, las


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labores de las religiosas se extendieron al ámbito educativo, prestando su servicio e instalaciones para la enseñanza de niños de escasos recursos. Alma Reyes, vecina de esta zona desde hace más de 30 años, relata un poco sobre la vocación de quienes han habitado en el convento: “Cada una de las religiosas en vez de celda ocupaba una casita completa, con dormitorio, patio, estaban autorizadas para tener sirvientas que atendieran sus necesidades personales. Además de su vida de oración, se dedicaron a la enseñanza y educaron una gran cantidad de niños principalmente pobres.” Para cubrir los gastos y necesidades del convento, las hermanas se apoyaron en lo que les dejó su fundadora: haciendas de labor y grandes cantidades de ganado mayor y menor. Desde 1921 hasta la actualidad el templo funciona como Parroquia del Sagrado Corazón. En ella se efectúan grandiosas ceremonias y la solemne bendición del Templo de Santa Clara de Jesús. Así, los cansados pasos de las hermanas han encontrado eco en los feligreses que acuden a este glorioso recinto.

LA ALEGÓRICA CATEDRAL Una ciudad tan espiritual como Querétaro no podría imaginarse sin una catedral en alguna de sus calles. La Catedral de Querétaro se encuentra entre Madero y Ocampo, la cual destaca de entre las construcciones del Centro Histórico: quizá su arquitectura es lo que la distingue del resto de las iglesias que se ubican en la zona. La primera piedra de este templo y convento dedicado a San Felipe Neri fue colocada en la entonces Calle Real de la ciudad, allá por el año de 1786. El párroco de la Catedral de Querétaro, el Padre Muñoz, describe con fervor la creación de su coro y muros:

“En el coro del templo de San Felipe Neri se instaló un órgano con más de mil tubos hace muchos años, y recuerdo que con la implantación de las Leyes de Reforma por más de 100 años el edificio fue destinado para usos indebidos y destructivos como cuartel de tropas, vecindad y bodegas, con lo cual quedó en pésimas condiciones.”

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Reconociendo la relevancia de este lugar, el Gobierno del Estado de Querétaro emprendió la tarea de reconstruir el edificio del ex oratorio de San Felipe Neri para destinarlo a su uso original. En julio de 1981 la construcción fue inaugurada con el nombre de Palacio de Conín. Fue así como pese a las dificultades y los distintos usos que se le dieron, este espacio fue restaurado y abrió sus puertas nuevamente para que los queretanos lo visitaran y depositaran en él sus oraciones y su fe. La importancia de la ubicación de todos estos recintos religiosos va más allá de su belleza arquitectónica. Estos lugares representan el punto de partida del desarrollo de una sociedad que hasta hoy encuentra en el Centro Histórico el más importante eje religioso y cultural de Querétaro. En ellos se siguen oficiando misas y celebraciones a las que acuden fieles y visitantes por igual. Las historias de estas edificaciones son muestra fiel de un pasado glorioso lleno de tradiciones religiosas. Han formado parte de la conformación de la zona centro de la ciudad, pero también han ejercido influencia en el desarrollo de la fe cristiana en sus habitantes. Hoy hasta quien no practica el catolicismo puede admirar la belleza de los templos y conventos que vigilan, majestuosos, el Centro Histórico de Querétaro.

ESTE CAPÍTULO TIENE CONTENIDO DIGITAL TEMPLO Y ORATORIO DE SAN FELIPE NERI

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


BARRIO

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E L S A N G R E M A L : E N T R E L A L E Y E N DA Y L A F E Po r A n a L u c í a M u ñ o z R o b l e s


Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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l popular Barrio de La Cruz es uno de los más tradicionales y emblemáticos de la Ciudad de Querétaro. Esta demarcación alberga un sinnúmero de sitios y pasajes históricos que dan cimiento a la gran urbe que se conoce en la actualidad. El místico Templo y Convento de la Santa Cruz está asentado en el Cerro del Sangremal, hoy conocido como Barrio de La Cruz. Es ahí donde tiene su origen la noble capital queretana; la leyenda cuenta que en 1541 emergió en el cielo el signo de la Cruz, acompañado del Apóstol Santiago, luego de que se librara una batalla de conquista entre indios chichimecas y españoles. Tras la victoria de los españoles se fundó la ciudad con el nombre de Santiago de Querétaro. Actualmente se reconoce el 25 de julio de 1531 como fecha de la Fundación de la ciudad de Santiago de Querétaro, designando al apóstol Santiago como Patrono de la ciudad. Roberto Reado, veterano colono de este barrio, nos comparte un poco sobre la leyenda de los inicios de la ciudad: “En la batalla entre chichimecas, zarajos y españoles, sostuvieron que no iban a ocupar armas; sería a puro puñetazo, a mano limpia, incluso a trompadas. Entonces apareció un caballo con un jinete, era el Señor Santiago. Vieron una cruz reluciente en el cielo y de ahí salió La Santa Cruz. Hicieron una cobachita, un techijo de paja y palo para venerar ahí a La Santa Cruz. Después lo hicieron en forma de iglesia, primero fundaron ‘El Cavarito’ y luego siguió ‘La Cruz’, el templo grande.” El pueblo indígena se volcó en la veneración a la cruz de piedra, impresionado y agradecido por los milagros que de inmediato se le reconocieron. Con el tiempo su festividad se fijó para el 14 de septiembre, cuando la iglesia celebra la exaltación, aunque después se extendió del 12 al 15 de septiembre.

Durante estos días se llevan a cabo las festividades patronales más representativas, no sólo del lugar sino de todo el estado: la adoración a La Santa Cruz de los Milagros. A esta celebración acuden miles de personas que forman parte de la centenaria fiesta religiosa; una fiesta resguardada por los

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


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frailes franciscanos que tienen bajo su custodia el Templo de La Cruz, cuya importancia radica en que fue la primer sede del Colegio de Propaganda Católica, desde donde inició su recorrido evangelizador Fray Junípero Serra. Carlos I. Robles Hernández es hijo de ‘Don Chepecito’, el señor José Robles Gutiérrez, fundador de la Farmacia La Cruz. Don Carlos ha continuado el legado de su padre y relata que “la Fiesta de La Cruz es la número uno”. Hace referencia a los danzantes que participan en ella: los concheros chichimecas, quienes portan esplendidos trajes y vistosos penachos para bailar como muestra de su fe. Los numerosos grupos de danzantes realizan preparativos durante todo el año a fin de que el 12 de septiembre pueda comenzar el ritual, mejor conocido como El Día de la Velación. Por la tarde llegan comerciantes de varios mercados, que en el trayecto entonan cantos y plegarias. Más tarde arriba otra peregrinación, en su mayoría mujeres con cirios que posteriormente serán utilizados para mantener encendida la llama frente a la Santa Cruz. Después, a la media noche, se consuma la velación. En la madrugada del día 13 una banda de música visita las sedes de las Mesas o Capitanías de danza. También llega La Flor del Templo, romería de la Danza de Concheros de Querétaro, y se coloca una ofrenda para adornar el altar. Por la tarde la fiesta sale a las calles; una larga fila de concheros desfila por el centro de la ciudad, suben el Cerro del Sangremal y entran al Templo. El día 14 es la Fiesta Grande. El Cerro del Sangremal se transforma en el espacio abierto para que se lleve a cabo el ceremonial. Los actos comienzan a las cinco de la mañana con un saludo inicial a la Santa Cruz de los Milagros; participan bandas, mariachis y estudiantinas. A las ocho en punto se oficia una misa colectiva, donde hacen su Primera Comunión decenas de niños. En el transcurso del día hacen su presentación los grupos de danza. Las Mesas de danzantes concheros van llegando a ocupar el lugar donde año con año hacen el rito que por tradición conlleva a la colocación de reliquias de donde sale el humo perfumado del copal, todo esto se ofrece a los Cuatro Vientos. Después empieza la ofrenda de la música, canto y danza. Y por la noche se finaliza con la quema de juegos pirotécnicos.

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La fiesta termina el 15 de septiembre con la celebración de la Misa de Ánimas a las doce del día, en la que se pide por todos los concheros presentes y por los que han fallecido. En el atrio del Templo los concheros rodean el altar presidido por el Cristo de Esquipulas, cantan alabanzas en el ofertorio y en la consagración sahúman y suenan el caracol. Terminada la misa cada grupo entra al Templo a recoger sus reliquias y a despedirse satisfechos de haber cumplido con su palabra de danzante conchero, honrando a la Santa Cruz y a sus antepasados. Acompañados con sus instrumentos (conchas, caracoles, sonajas) vuelven a pedir clemencia, protección y amparo; solicitan favores; agradecen una vez más las gracias concedidas y renuevan el compromiso para el año próximo. No obstante, Robles Hernández menciona que el 15 de septiembre en la mañana la gente paga sus mandas de acuerdo a lo que cada uno promete, algunos entran al altar de rodillas y otros tienen sus propios rituales:

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“Se trata de promesas que se hacen cada año; son personas normales, participan de jóvenes hasta ancianos, es toda una tradición. Y luego dos días se deja visitar a la Santa Cruz en el camarín, se puede subir y tocarla, sólo se hace dos días por año. La cruz es de cantera y hace años se contaba que iba creciendo, entonces la iban tallando y el polvito que se desprendía lo regalaban los sacerdotes.” Algunos queretanos que hacen sus comprar en el Mercado Josefa Ortiz de Domínguez, popularmente conocido como La Cruz, aún recuerdan su antigua ubicación con apariencia más cercana a un tianguis que a un mercado. Se encontraba en el mismo cuadrante que el Templo, exactamente en lo que hoy es la Plaza de los Fundadores. José Luis Sánchez Pliego, residente de la calle Felipe Luna en la que se encuentra asentada la capilla “El Calvarito”, menciona que donde se encontraba el mercado solía haber fuente, y que luego de ser removida se encontró un “tesoro” debajo del suelo.


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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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Por otro lado, Tere Cisneros Septién señala que más arriba también se encontraba una pileta en la que la gente del mercado iba a lavar pertenencias, como sus canastos. El 12 de noviembre de 1979 el mercado se inauguró en su ubicación vigente, entre las calles Gutiérrez Nájera, Damián Carmona y 15 de Mayo. Actualmente este mercado continúa siendo muy popular y se pueden encontrar en él artículos como comida, ropa, calzado y juguetes; los domingos sus pasillos repletos de gente guardan aún la esencia de aquellos días de tianguis frente al Templo. Atinadamente, durante el sexenio del Gobernador Rafael Camacho Guzmán que comprendió de 1979 a 1985 se decidió destinar el espacio que albergaba al “Mercado de Abajo”, como también era denominado, para construir ahí la Plaza de Los Fundadores. Es así como hace más de cuatro centurias se fundó tan preclara metrópoli colocando la estatua de su fundador: el indígena ‘Conín’, rebautizado como Fernando de Tapia. También se colocaron estatuas de Nicolás de San Luis Montañez y Fray Jacobo Daciano, primer misionero que se dice llegó aquí, y la de D. Juan Sánchez de Alaníz, quien hizo el trazo de la ciudad. En el Barrio de La Cruz también se puede encontrar otro sitio de gran importancia no sólo para Querétaro sino para la historia de México: el Panteón de los Queretanos Ilustres, en el cual descansan los restos de honorables personajes. Esta necrópolis formó parte del amplísimo convento franciscano de La Cruz en 1847. Sin embargo, el Licenciado Gorráez ideó que ahí se colocaran bustos y estatuas de hombres y mujeres ilustres de Querétaro en la historia, entre los cuales podemos encontrar a los insurgentes Epigmenio González e Ignacio Pérez, y las cenizas de Doña Josefa Ortiz de Domínguez. Reconocidos personajes del arte, las letras, la milicia, la educación, el periodismo y la política también son resguardados en este recinto. Finalmente,sería imperdonable no mencionar la “Procesión del Silencio” que tiene lugar durante la Semana Santa. Es otra de las tradiciones ancestrales que guardan los habitantes queretanos y ahora es reconocida en el resto del mundo. Benjamín González

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Sánchez, oriundo de “La Cruz”, narra que junto con varios familiares es orgullosamente de los pocos iniciadores vivos de esta ceremonia.

“Me acuerdo que las cruces que se cargaban en aquel entonces estaban bien pesadas, eran como de unos 45 kilos, y por el contrario, en la actualidad ya no pesan nada.” La fecha para celebrar el conjunto de actividades del ritual litúrgico de Semana Santa es movible y puede variar entre los meses de marzo y abril, pero nunca cambia su significado y origen en el Templo de “La Cruz”, ya que dicha iglesia tiene valor no sólo como centro religioso, sino como recinto cultural y tradicional. La gente todavía acostumbra realizar la visita de las Siete Casas por la tarde del Jueves Santo, una usanza por herencia. Es justamente allá en el cerro del Sangremal, en pleno Centro Histórico, que se encuentra el espacio donde se llevaron a cabo los rituales religiosos de nuestros antepasados. Para concluir, Sánchez Pliego destaca que:

“Vivir en el Centro Histórico es un privilegio, simple y sencillamente por el hecho de poder caminar por calles muy cercanas al hogar en las cuales las mañanas son muy bonitas y los atardeceres muy tranquilos, a pesar de que los alrededores se han convertido en restaurantes, bares y antros, que restan paz. Es en el Centro Histórico donde aún se respira el aire de nuestros ancestros y que acoge un sentimiento de anhelo por las tradiciones que la gente vivió y que dejaron huella, incluso a través de algún libro.” En el Sangremal se encuentra el origen de lo que somos, en él permanecen las evidencias de nuestra cultura y nuestra identidad. Esto es lo que fuimos los queretanos, es lo que siguen siendo los concheros y esto es lo que vamos heredar a las nuevas generaciones.

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


FIESTAS Y TRADICIONES

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UN BAILE AL SON DE MITOS Y TRADICIONES Por Va len ti n a Fern á n d ez D i ez M a rtín ez


Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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i caminas por las calles del Centro Histórico de Querétaro te encontrarás con tradiciones y paisajes que se difuminan entre el presente y el pasado: el Templo de la Cruz es un claro ejemplo de esto. Entre un cielo despejado que se pinta de colores mientras el sol comienza a esconderse, podrás ver que ya se enciende en lo alto de la cúpula del Templo una cruz de neón que parece más letrero de un bar de los ochentas que el sello cúspide de una iglesia: mezcla folclórica del paso del tiempo, convergencia azul y morada de dos eras. Si continúas caminando el olor de elote quemado comenzará a jugar con tu nariz, oirás alejadas las voces, los pasos, las llantas de los autos haciendo gritar de a poco el adoquín. Ahora puedes cerrar los ojos. Todos estos sonidos se desvanecen y de la nada empiezan a tejerse otros nuevos, como un mar que olea salvajemente comienzas a escuchar voces que pelean con el silencio en un idioma desconocido, que bailan, que hacen tronar en sus tobillos las hueseras que imitan a un ejército de serpientes. Sin duda alguna es la Fiesta de La Cruz; el año exacto no viene a tu memoria, quizá es sólo un sueño o un recuerdo que se mete por las plantas de tus pies, memorias impregnadas en estas calles que desde 1852 han sido testigos de esta fiesta. Quizá si continúas caminando sobre la calle de Independencia, por la Plaza de Armas o en el ahora Jardín Zenea logres escuchar el relinchar de los caballos de la Cabalgata Decembrina o ver entre flores la sonrisa de alguna Reina de la Universidad, tal vez incluso pasen a tu lado los vecinos del ayer, todos vestidos de luto para la Procesión del Silencio. Querétaro es una ciudad que esconde en sus calles y su historia un gran número de fiestas y tradiciones, mezcla de las dos grandes culturas que convivieron en su formación como ciudad: la indígena y la católica. Este texto es sólo una pizca de aquellas festividades más recordadas por los vecinos del Centro Histórico.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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TODO EN EL UNIVERSO TIENE RITMO TODO DANZA

La fiesta de la Santa Cruz es sólo una de las muchas tradiciones que han nacido, perdurado o que se han desvanecido en la ciudad de Querétaro. En el caso de esta fiesta resalta el hecho de que sigue llevándose a cabo y es un elemento de identificación de uno de los barrios más importantes de la ciudad. Cada septiembre, del día cinco al día quince, el antiguo Barrio de La Cruz se vuelve un lugar difuso entre presente y pasado, entre culturas dispares que terminaron por conjugarse en lo que hoy es una de las fiestas más emblemáticas para los queretanos. Durante una semana la explanada del Templo de La Cruz sirve como base para la fiesta. Las mujeres son responsables de arreglar la iglesia y los hombres se encargan de atender a los músicos y danzantes. Entre plegarias y música se realizan una serie de ofrendas; cada mercado proporciona una, aunque normalmente la más grande viene del Mercado de La Cruz, antes situado frente al templo. Al séptimo día los concheros comienzan sus danzas. Pueden danzar hasta un día entero. Situado al oriente del Centro Histórico, el Barrio de la Cruz es uno de los más antiguos. Hasta hace algunas décadas era considerado la periferia de la zona conurbada, pero actualmente representa uno de los espacios más concurridos por encontrarse inmerso en el núcleo turístico de la ciudad. Entre sus casonas coloniales, los árboles de espina de cruz y las leyendas de la fundación de la ciudad, este barrio representa el punto de encuentro entre lo tradicional y lo moderno.

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A El Templo de La Cruz es la médula del barrio: ahí se realiza la fiesta de su patronato, el cual tiene sus orígenes en la conquista de los chichimecas y en la fundación de la ciudad. Al hablar con los vecinos del Centro Histórico, nativos o no del barrio, casi todos parecen recordar bien la Fiesta de los Concheros. Algunos la recuerdan vagamente y otros recuerdan cada detalle: sus castillos pirotécnicos (que aseguran no se igualan en la actualidad) o la vendimia en la explanada de la iglesia, pero sobre todo adjudican la relevancia de la fiesta al hecho de que funge como aniversario de la formación de la ciudad. Carlos Ignacio Robles Hernández, vecino del Centro, habla con orgullo de la Fiesta de la Cruz y menciona cómo es la “número uno de Querétaro”, la principal, mientras en sus ojos se percibe el reflejo de algún castillo de luces que lo acompañó en su niñez. En cinco siglos las cosas cambian, las tradiciones se modifican y pese a que algunas conservan su esencia, la historia de voz en voz con frecuencia logra torcerse. La Fiesta de la Cruz parece tener claros sus cimientos: celebrar la fundación de la ciudad. Sin embargo, los vecinos notan cambios en el transcurrir de la fiesta. Jaime Zúñiga, investigador queretano y ex habitante del Centro Histórico, relata un poco acerca de su percepción de los actuales concheros. “Ahorita ves a los danzantes con unos penachos que el de Moctezuma se queda corto, eso es ficción. Hubo un sacerdote, Florencio Rosas, viendo que los indígenas llegan mal vestidos y enseñando sus impudicias; él era una persona sensible, artista y culto, creador de la Escuela de Artes y Oficios, entonces lo que hace es copiar de los códices prehispánicos y empieza a hablar con los indígenas y los empieza a vestir y a cambiar. Entonces ya de repente salen aquí unos guerreros tigres, guerreros águilas, eso es pura ficción, la danza chichimeca era muy diferente. Ahora es un espectáculo para los turistas, salen con un caracol, ¿de dónde sacan caracoles? ”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S De una leyenda a una tradición, de los castillos pirotécnicos a las luces de neón, de las humildes impudicias a los guerreros tigres, del siglo XVI al XXI, la Fiesta de La Cruz sigue logrando convocar a nuevas generaciones ya que forma parte de la cultura queretana y del recuerdo de su gente.

ALGARABiA Y TRADICIÓN, UN DESFILE DE COLORES Antes de que la idea blanquirroja de la navidad fuera taladrada en el imaginario colectivo de los mexicanos y de los queretanos, antes de Liverpool, de Sears, de los muñecos de nieve detrás de la vitrina en un invierno que no baja durante el día de los ocho grados, antes de las esferas rojas y los árboles manchados de espuma, antes de eso los diciembres en Querétaro eran motivo de goce, de compartir, de recordar. El mes de diciembre venía acompañado no sólo de una baja temperatura, sino también de una serie de fiestas que lograban unir a la mayor parte del aquél entonces pueblo de Querétaro. Entre las tradiciones más importantes resaltan las posadas que se hacían en cada barrio cerrando las calles, la coronación de la Reina de la Navidad, el desfile de los Carros Bíblicos y sobretodo la famosa Cabalgata. La navidad y Santa Claus actuales no tenían cabida en estas celebraciones. “Anteriormente no se acostumbraba la cena de Navidad, sino que la gente se iba a pasar la noche en las calles, dado que el último carro hacia su recorrido a las cuatro de la mañana y a las cinco la gente iba a hacer su visita a San Francisco.” La Cabalgata, como es llamada por todos los vecinos se realizaba el 23 de diciembre: “El día 23 los queretanos y visitantes se acomodan desde temprano en las calles, y esperan con expectación el paso de “La Cabalgata”. (Moreno, 2005). El 24 de diciembre, después del Arrullo del Niño Dios en el Nacimiento Monumental del Jardín Zenea, se lleva a cabo el tradicional desfile de Carros Bíblicos. Ambas tradiciones son motivos de sonrisa en los vecinos que las recuerdan.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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Las celebraciones decembrinas iniciaban con la coronación de la Reina de Navidad y su desfile por las calles. El carro de la Reina era seguido de otros que hacían alusión a las fiestas más importantes o que servían como ofrenda para la bendición de los animales. Querétaro se caracterizaba por ser ganadero y también por un “espíritu charro”, que hasta la fecha se mantiene fuerte en las generaciones jóvenes descendientes de queretanos. El Desfile de los Carros Bíblicos y La Cabalgata parecen contagiarse en los recuerdos de los vecinos. Casi sin excepción ambas tradiciones son mencionadas en el discurso de la gente que ha visto al Centro Histórico transformarse. María Luisa Septién, quien vivía en la calle de Madero y actualmente tiene una agencia de viajes dentro de la misma zona, habla del transitar de esas fiestas tradicionales a la Navidad actual: “Claro que todavía existen esas fiestas pero han cambiado porque la gente ha cambiado de mentalidad, lo veo en los Carros Bíblicos del 24 de Diciembre y es una pena. Me acuerdo que antes era de las cosas más bonitas, y era una verbena popular y todo mundo en las calles, hoy en día la Navidad es comprar, comprar y comprar.” Así como María Luisa, otros vecinos relatan la magia que llenaba las calles en esos días de diciembre. Héctor Cortés, queretano de nacimiento y oriundo del Centro Histórico, cuenta su recuerdo de La Cabalgata: “La cabalgata salía de la calle de Allende, se ponían entre 16 de septiembre e Hidalgo y la organizaba un señor Manuelito Castañeda. Sacaba carros alusivos a diferentes etapas de la vida del mundo, por ejemplo, personificaba a Maximiliano con un señor muy guapo que se llamaba Urquiza James, y así como a él sacaba otros con los trajes típicos de esos lugares.” Héctor se remonta a su niñez al contar su experiencia, probablemente el ver a Maximiliano en el rostro del señor James debió de haber sido tan impactante como ver al mismísimo príncipe en persona. Héctor sigue contando con nostalgia cómo ha cambiado todo el ritual.

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Fotografía por Ana Cristina Sánchez Santillana


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S “Pero se perdió todo eso, los Carros Bíblicos pues esos sí siguen siendo iguales, hasta ahorita yo no he visto que hayan cambiado en nada (...) Antes eran jalados por mulas, ahora son por tractores, y salían a las nueve de la noche y terminaban a las cinco de la mañana. Y toda la gente de los barrios aledaños pues dejaban un batidero entre cacahuates y cañas, porque ahí se estaban hasta que terminara. Ya el 25 de diciembre se hacían unos fuegos pirotécnicos muy hermosos en la fachada de San Francisco, incluyendo una cascada de las torres, cosa que ya no he vuelto a ver.” Actualmente el desfile de los Carros Bíblicos sigue realizándose, aunque el crecimiento de la ciudad ha vuelto casi imposible que se viva un ambiente como el de aquéllos días recordados por los vecinos. Roberto Servín Muñoz relata la magnificencia de los recuerdos que atesora con nostalgia. “Lo extraordinario de nuestras fiestas populares siempre ha sido la fiesta de Navidad. No tiene ya la trascendencia, en la actualidad ya no es lo mismo. El día 24 de diciembre se llenaba el Centro de la ciudad, totalmente abarrotado, bajaban de todas las rancherías, de todos lados venían… cenábamos enchiladas en los puestos. Los queretanos que se encontraban a los amigos en las calles y se daban abrazos, apapachos; era verdaderamente una noche de familia.” Se dice con frecuencia que no hay que aferrarse a una época, sino que hay que saber extraer lo bueno de ella. Tal vez las generaciones actuales no cambiarán a Santa Claus por el niño Dios ni comerán enchiladas en vez de pavo, tal vez nunca participen en el Desfile de los Carros Bíblicos, pero de algo servirá que lo recuerden: más vale dejar el recuerdo sembrado. Así como la fiesta de La Cruz, la Cabalgata y los Carros Bíblicos, otras fiestas cruzaban la vida de los queretanos de las décadas de los cincuentas hasta hace unos pocos años. Las fiestas y tradiciones queretanas sirvieron para forjar una identidad que trasciende al tiempo y transmite esa esencia indescriptible que hoy hace del Centro Histórico un lugar tan concurrido, tan misterioso y tan heterogéneo. Se recuerdan con gusto todas las fiestas, todas las risas, todos los ayeres.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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UNA VIDA LLENA DE TRADICIÓN

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ntre tradiciones y muchas festividades siempre hay historias que contar. El tiempo es un factor determinante y en algunos casos es sólo el inicio de una aventura, como lo es en la vida de Lucía Ramírez Hernán “La Pajarita”. Ella inicia su historia en el baile de concheros a los cinco años de edad, sin duda una bella herencia por parte de sus padres. “Mi hermano y yo bailábamos en las escuelas, en eventos particulares de Gobierno. Salíamos a las conquistas con nuestros papás y continuamos la danza.” A los diecinueve años La Pajarita conoce a quien se convertiría en su esposo, un hombre con el que compartió ese gusto por la danza y con quien vivió momentos de su vida que aún conserva en hermosos recuerdos. Fue gracias al apellido de J. Asunción Pájaro Vázquez por el que la gente le puso su sobrenombre.

Sin duda Lucía ha pasado por momentos difíciles. Aunque los problemas de salud que han surgido con el paso de los años le dificultan el camino, ha sido su fe inquebrantable hacia la Santa Cruz lo que le permite seguir adelante. “Nada menos hará como diez años me iban a operar de corazón abierto, ese día me encomendé a ella y al Santo Niño Doctorcito, porque yo sentía que ya no salía. Y no me operaron gracias a Dios y a ella. El doctor me dice: ‘Doña Lucy, ¿A quién le pidió?, que mire qué milagro tan grande le hizo’. -Le digo ah, mi Santa Cruz. -‘Ya ve, como la quiere mucho, ella le ayudó’.” No solo el corazón fue parte de las enfermedades que la han aquejado. Hace veinticinco años tenía que ser dializada ya que se le presentaron problemas con el riñón, pero en esa ocasión la ausencia del anestesiólogo la hizo salir del hospital. “¡Bendito sea Dios!, vámonos y vámonos. Le dije a la trabajadora social ‘deme permiso de salir’. Me vengo desde mi casa preparada, yo lo que quería era salir.”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S Poco después La Pajarita regresó a su cita con el doctor y jamás llegó a imaginar lo que le diría: “Cuando llegué me recibieron, me hicieron el estudio, y dijo el doctor ‘¿Qué te hiciste?’, yo le dije ‘Nada doctor’, ‘Pues ya no tienes los cálculos’.” Parte de estos milagros son los que muchos queretanos agradecen durante las fiestas de La Santa Cruz en el mes de septiembre. La danza que realizan los concheros no es solo una herencia de nuestros ancestros, es sin duda para muchos una forma de vida y una maravillosa representación de nuestra cultura que se puede disfrutar cada año. Estas danzas tienen detrás un gran trabajo y esfuerzo por parte de cada Mesa, grupos conformados por cientos de danzantes. Los rituales que se llevan a cabo antes de salir a bailar se dividen en distintas etapas, como lo cuenta La Pajarita:

“Hago mi fiesta el 12 de septiembre, ahorita pues ya no trabajo pero cuando trabajaba yo sacaba mis préstamos en las cajas para la fiesta de la Santa Cruz. Y sus cortinas, sus manteles, cada año estrena. Tiene su madrina de frutas; le trae fruta, bastante.” Para la señora Lucía el 12 de septiembre es muy importante ya que le realiza su fiesta a la Santa Cruz, nombre que se le da a la velación en donde la veneran. Al principio piden permiso a las ánimas para realizar sus rituales, de ahí seden la palabra a las distintas personas que los acompañan en ese momento. “A uno le damos el cirio central, el cirio derecho, el cirio izquierdo, a otro le damos el permiso de ánimas, que son las velitas que plantan y prenden. De ahí seguimos con el permiso cantado, a un compañero le damos a que cante el permiso en lo que están prendiendo las velitas y el cebo. De ahí seguimos con que el compañero de tal mesa se lleva la palabrita de las alabanzas, la palabrita de vestir las custodias, la palabra de vestir bastones, la palabrita de distribuir el rezo. Y entre los que traen nada más su sonaja, muchos ayudan a limpiar cucharilla y acomodar flor para los bastones, para las custodias. Esa es nuestra velación.”

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Sin duda estos son rituales que implican un gran compromiso y dedicación. Para los danzantes el baile no solo son los pasos que dan sino que implica la entrega y el corazón que le ponen a cada una de sus presentaciones. “Terminamos nuestra velación, entregan sus custodias, sus veladoras, damos gracias a todos los que les dimos las palabritas. Cuando terminamos ellos dan las gracias, nosotros también por haber apoyado, y de ahí distribuimos las palabras para al siguiente día salir a bailar.” Después del ritual que ellos realizan, inicia el recorrido de los danzantes durante la fiesta. Cientos de concheros de distintos estados y municipios bajan desde Los Arcos hasta llegar al Templo de la Cruz. Ahí piden permiso a Dios y a la Virgen para continuar su recorrido. Las danzas continúan durante todo el 14 de septiembre, para dar pie a que el 15 se paguen las mandas y los participantes den gracias. La Pajarita acostumbra a repartir la ofrenda que se le lleva a la Santísima Cruz entre todos los danzantes, así como a regalar reliquias para motivarlos. Actualmente la Santísima Cruz cumplió 61 años y hasta la fecha se conserva esa tradición llena de humildad, fe y devoción por parte de sus fieles creyentes. Además de su devoción por la Santa Cruz, la labor de los danzantes se extiende a distintas partes del país. Entre ellos nos menciona con orgullo su participación en el baile del Señor Santiago, del Señor San Miguel en San Miguelito de Octopan a un lado de Celaya. De ahí continúan recorriendo algunos lugares de la Ciudad de México, Guanajuato, San José Iturbide e Irapuato. También el10 de diciembre se reúnen con sus compañeros de Tacuba para bailar el 11 y el 12 en la Basílica festejando al señor de Chalma, de ahí se dirigen a San Miguel de Allende en donde el 21 hacen la velación y el 22 su respectivo baile.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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Estas presentaciones se realizan con las distintas Mesas que existen dentro de las danzas, conformados por los grupos de danzantes que de los estados, municipios y zonas. La Pajarita actualmente es la Capitana Generala de la Santa Cruz de los Milagros de la Bonanza, cargo que es resultado de su empeño, dedicación y devoción. “Entras como Soldado Raso, y la antigüedad que tengas en esa mesa te va subiendo, si tú dices yo quiero bailar, entonces te recibimos, un año no te vamos a hacer fiesta, pero el siguiente año si tú decides seguir, ah bueno, vas a seguir, entonces ¿Sabes qué? Tu vestuario, tu penacho para recibirte, ahí vas a estar de reserva de cuantos años, antes eran veinte para poder subir de grado, ahorita ya nada más les damos cinco porque ya veinte no los alcanzamos a vivir tampoco.” Luego de mantener el grado de Soldado Raso durante cinco años se levanta un altar y luego una Mesa. Después se nombra un capitán que debe elegir el nombre que quiera tener o a la Virgen que quiera venerar. El siguiente grado que se consigue es con tres elementos más, una Somadora, un Alfériz y una Secretaria, esto como representación del capitán en caso de no poder asistir a algún baile. Incluso cuando se llega a ser Capitán General de Altos y Bajíos es porque ha viajando a los diversos estados de la República Mexicana. “En mi caso levanté mi estandarte hace doce años, apenas. Hace dos años me nombraron Capitana Generala dentro de mi grupo.” Actualmente La Pajarita forma parte del grupo de danza Huitzilopotztli y espera heredar a sus hijos y nietos esta bella tradición por la que ha luchado tanto, en la que piensa seguir hasta los últimos días de su vida con la misma entrega con la que todos los años sale. Sin duda la falta de recursos económicos es un factor que hace cada vez más difícil mantener esta tradición, pero la fe inquebrantable es la que hace que todos los danzantes mantengan encendida la llama de estos bellos bailes año con año.

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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F o t o g r a f í a p o r Va l e n t i n a

106Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

Fe r n á n d e z D i e z M a r t í n e z


E L CO R A Z Ó N Q U E R E TA N O D E N T R O D E S U S CO M E R C I O S E M B L E M Á T I CO S Po r L a u r a M o r a l e s S a l a z a r

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.” J.L Borges.

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lgunos edificios del Centro Histórico aún refieren rastros de sus antiguos usos: ahí se encuentran escondidos recuerdos de fotografías, periódicos y revistas de épocas pasadas. Todavía se pueden ver los aparadores con sus resguardos cilíndricos rematados por una esfera dorada, las lámparas de luna y los nombres de comercios como la Papelería “Paulín”, la sombrerería “La Popular”, la “Farmacia La Cruz” y la “Cenaduría Blas”. A través de los años fue cambiando la arquitectura de dichos comercios para transformar también el Centro Histórico. Sin embargo, en su interior aún conservan la esencia de los productos que originalmente se ofertaban; así podemos darnos una idea de las tiendas, productos, dueños y ubicaciones que reflejan los gustos de los queretanos de antaño. Estos establecimientos recrean nuestra colorida ciudad.

Fotografía por Michelle Rivas Neri

LO QUE ES DEL CeSAR AL CeSAR, Y LO QUE ES DE PAPELERiA... Una papelería muy frecuentada en los años cincuenta y que actualmente sigue atendiendo a su clientela es “Paulín”, que lleva 63 años en el mercado. Es conocida como una papelería familiar porque desde sus inicios era de las mejores surtidas en útiles escolares. También era muy visitada por los padres de familia, que acudían a surtirse de los necesario para sus hijos. Gustavo Paulín es el actual dueño, quien continúa con el legado de su padre, el señor Joaquín Paulín Gómez.

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Fotografía por Michelle Rivas Neri


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

“Él abrió el negocio el 2 de enero de 1950. Inició con una imprenta y papelería, años más tarde se quitó la imprenta. De chico venía yo a la papelería disque a trabajar. Terminé la preparatoria y me fui a estudiar la universidad, pero me regresé porque mi papá tuvo un accidente; se cayó de las escaleras. Entonces me quedé, como que era destino.” El establecimiento ha tenido tres ubicaciones diferentes: primero en la calle Madero, después en la calle Madero esquina con Allende número 38 y actualmente Pino Suárez 43. Don Gustavo relata que este último edificio fue la casa de la esposa del Gobernador Juventino Castro y que fue acondicionada para poner el negocio. Dado que el Instituto Nacional de Antropología e Historia no le permitió hacer cambios drásticos a la construcción, con la ayuda del Arquitecto Carlos Arvizu la acondicionó de forma que si se quitaban las remodelaciones la casa quedara intacta. Con la llegada de establecimientos nuevos que ofrecen también artículos de papelería, Don Gustavo reflexiona y concluye que es un triunfo seguir entre la preferencia de los queretanos porque ya hay demasiada competencia. No obstante, la papelería “Paulín” continúa atendiendo a sus clientes con el mismo entusiasmo de hace cincuenta años.

AL QUE LE QUEDE EL SOMBRERO, QUE SE LO PONGA La sombrerería “La Popular” es un comercio que tiene 106 años atendiendo a sus clientes y en la actualidad conserva la misma esencia para los queretanos. El Contador José Sosa Padilla, propietario de la sombrerería, se caracteriza por su simpatía y gentileza: es una persona que se siente parte del Centro y vive para servir. Don José cuenta sobre los orígenes del establecimiento y de la importancia que tenía llevar sombrero a principios del siglo pasado:

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

“Esta tienda tiene origen en el año de 1907, que se inicia en lo que ahora es Madero número 13 como sucursal de la Sombrerería Tardan de la Ciudad de México. Hay que ubicarnos en el tiempo, en 1907 todo mundo que salía a la calle salía con la cabeza cubierta. El tocado era distintivo de nivel socioeconómico. Entonces se usaba mucho el sombrero. La familia Tardan es francesa, tenían una sombrerería en la ciudad de México desde 1847 y hasta la fecha siguen produciendo sus sombreros.”

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

La familia Tardan contrató a su abuelo, José Sosa Contreras, para abrir una sucursal en la ciudad de Querétaro. Sin embargo, un golpe de suerte cambiaría todo: en 1924 el señor Sosa Contreras ganó un premio de lotería. Con ese dinero compró la sombrerería y la bautizó como “La Popular”. Su abuelo falleció en 1964 y la tienda pasó a manos de su padre, en ese entonces todavía ubicada en la planta baja del Hotel Hidalgo, donde hoy se encuentra el restaurante La Llave. En 1970 su padre pasó a mejor vida y el establecimiento quedó a cargo de su madre, pero era el señor José quien se encargaba de proveedores y demás pendientes. Al año siguiente se instaló la sombrerería en Juárez Norte número 39. En 1981 el establecimiento se movió nuevamente, en esta ocasión a la calle de Independencia número 98. Con el fallecimiento de su madre él quedó a cargo finalmente. “La Popular” sigue conservando su estilo y esencia por el inmobiliario que ha cuidado desde 1907 y que ha acompañado a la sombrerería en su paso por los distintos locales. Don José cuenta que por su establecimiento han pasado muchos personajes y muchas modas, pero no el gusto por los sombreros. En ellos se conserva buena parte de la memoria de queretanos que en el pasado sabían que llevar esta prenda era imprescindible; advertían que usarlo era un acto de identidad y pertenencia. Actualmente se puede correr con la suerte de encontrar a algún señor que porte su sombrero adquirido en “La Popular”.

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

PANZA LLENA, CORAZÓN CONTENTO La Cenaduría “Blas” es donde se han degustado por 73 años deliciosos platillos queretanos. El sabor, olor y sazón vienen de un carrito de comida que estaba ubicado en el portal quemado que actualmente es Plaza de Armas: era el señor don Blas vendiendo sus gorditas y tacos dorados. Con buen sazón y esfuerzo ganó clientela, por lo que decidió abrir su local en la calle de Venustiano Carranza. Con la determinación de darle a su familia una mejor calidad de vida buscó un lugar más grande, ya que era insuficiente por la cantidad de sus clientes, y lo encontró en la calle 5 de Mayo número 106. El actual dueño es su nieto Maximiliano Pérez, quien conserva la cenaduría con la misma esencia, estilo y originalidad que su abuelo. El señor Maximiliano relata la historia de cómo queda al mando:

Y muchos queretanos concuerdan con esta afirmación. La Cenaduría se convirtió en un espacio donde la gente acude en busca de platillos con la sazón característica de la cocina mexicana: un sabor hogareño. Cuando se transita por las céntricas calles y avenidas de la ciudad o son recorridas de acuerdo a las necesidades de consumo, diversión, esparcimiento y ocio, es raro detenerse a pensar en los usos que las generaciones pasadas le dieron a esos espacios. Por ello se rememora a los comercios del Centro Histórico de Querétaro que han proporcionado a la ciudad un ambiente entre el presente y el pasado: establecimientos que llevan dentro de sí historias de varias generaciones.

“La historia inicia en septiembre de 1940, cuando mi abuelo decide darle un futuro a su familia y emprendió con un carrito que actualmente se conserva en sus instalaciones. Cuando fallece mi abuelo toma las riendas del negocio su hija, la señora Antonia Cristina Pérez Franco, llevando al pie de la letra las recetas de sus padres y continuó hasta que se vio gratificado su trabajo: en el año 1998 llegó el reconocimiento con el premio Internacional a la Calidad y Servicio, el cual enorgullece a su propietaria y su familia.” En el año de 2009 fallece la señora Antonia Cristina Pérez Franco, dejando un gran legado en manos de su hijo Maximiliano. Don Maximiliano asegura que en más de 70 años se han abierto y cerrado muchos restaurantes, pero la Cenaduría perdura porque en la preparación de la comida que ofrecen se encuentra el amor y cariño que tienen a sus clientes. Para concluir, asevera que quien no ha estado en Cenaduría Blas no ha estado en Querétaro.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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M Á S Q U E U N A H I S TO R I A , U N L E G A D O

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Po r A r t u r o E s p i n o s a A r i a s


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

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ntre las calles del centro de Querétaro existe un lugar que es el encuentro con el pasado glorioso de la ciudad, el Pasaje de la Llata. Se trata de un edificio ubicado en la antigua calle del Hospital Real, actualmente Madero, construido aproximadamente en 1700, y que se ha convertido en el hogar de los comerciantes que han trabajado ahí por años.

El primero en llegar a Querétaro fue Juan Castillo y Llata, que ayudó en la construcción de Bellas Artes y el templo de Teresitas. Más tarde se asentó en la ciudad su hermano Juan Antonio, ‘Colonizador’ de la Sierra Gorda, quien posteriormente trajo a su sobrino Manuel de la Llata y Sainz, quien se casó con una mujer originaria de Cadereyta, Josefa Barbero y Hernández.

El Pasaje de la Llata fue lugar de recepciones civiles, reuniones, consejos y hasta un centro de ayuda. También funcionó como Hospital de Sangre en 1867 y pasó de ser una residencia para el Emperador Maximiliano a convertirse en una prisión solitaria y marginal. Además, durante los años de 1873 a 1875 se encontraban ahí algunas dependencias de gobierno, donde precisamente el Coronel Benito Santos Zenea dio su último suspiro al morir de un ataque cardiaco, antes de salir para efectuar la ceremonia del Grito de Independencia en el Teatro Iturbide el 15 de septiembre de 1875.

De ese matrimonio nacieron José y Francisco de la Llata y Barbero, este último terminó por contraer nupcias con Guadalupe De la Llata y Alcalde quien era su prima hermana, quien en la dote otorgó la propiedad del pasaje. Eduardo María de la Llata, hijo de este matrimonio, es actualmente uno de los propietarios del histórico lugar y recuerda:

Los cimientos de este lugar cuentan con una gran historia, como los miembros de la familia que se han resguardado en este inmueble tan allegado a la memoria de la ciudad. El linaje ‘De la Llata’ es originario de la ciudad portuaria Santander, en España, y descienden de una familia muy religiosa que llegó a México con sus miembros militares.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles Eduardo de la Llata

“Era para mi gusto más agradable…Osea la primer planta, desde tiempo inmemorable, era como lo que da a la calle. Ahí mi bisabuelo tenía negocios a principios de 1900. En donde está ahora la nevería, era un local comercial muy grande que se llamaba la Corte Utilidad dónde vendían puras cosas extranjeras, de importación, muebles franceses, telas, joyería, todo muy exclusivo. Y del lado derecho, donde está ahora una zapatería, ahí era otra Corte Utilidad pero se vendía material eléctrico. Y luego entras al patio y toda esa área de abajo era oficina de mi bisabuelo y de mi tatarabuelo, que era donde estaba el portero, los de la limpieza, sirvientas y todo, caballerizas y huerta.”


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Fotografía por Kenia Peralta

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

El paso de los años y los diversos usos que se le dieron fueron sumándole importancia, hasta dar como resultado el emblemático corredor que es hoy en día. Su importancia se remonta a 1904, cuando el lugar que hasta entonces era utilizado como casa se convirtió en el primer local público donde exhibían películas. Se trataba del Salón Rojo, inaugurado en mayo de ese mismo año. En ese entonces la propiedad pertenecía a la señora Trinidad de la Llata, quien concedería el permiso para que en el edificio se instalara en octubre de 1865 el Casino Español, el primero que llegó a la ciudad. Eduardo relata qué usos fueron dándole a la propiedad sus familiares: “Luego, durante mucho tiempo mi abuelo rentó a la parte del frente, lo de 16 de septiembre, a unos carros que se llamaban Turismo no se que, unos carrotes grandes que cabían como ocho o nueve personas y hacían viajes a México y todo. Y luego ahí también estuvo la primera agencia de bicicletas que hubo en Querétaro.” El tiempo no sólo ha modificado la estructura y el uso de los edificios en toda la ciudad, sino también las costumbres de los habitantes del Centro Histórico. Antes se acostumbraba dejar las puertas abiertas, para que la gente viera los patios, los helechos y las plantas; sin embargo, esto fue aprovechado por personas de malas intenciones. Eduardo relata una anécdota especial de su padre:

Fotografía por Ana Lucía Muñoz

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“Por ahí por los cincuentas, en la casa de Madero 19, la del negrito, pues estaba la puerta abierta; entraban y salían y pues no, no había llaves. Un día en la tarde estaba él platicando en una banquita que estaba puesta sobre la entrada, con su media hermana. Luego entraron dos señores y decían: con permiso, con permiso, y le decían mi papá y su hermana: pase usted… y subían. Luego volvían a bajar con cosas y salían, y luego regresaban otra vez y pasaban y salían con cosas. Se hicieron como cuatro viajes y se robaron cosas. Pero fue la única ocasión, realmente era muy seguro, y luego ellos se reían de que en sus narices les robaron.”


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

Es así como este pasaje se ha convertido en un lugar emblemático con sus más de 300 años, que se ha llenado de cuentos y anécdotas de las personas que han pasado gran parte de su vida esta vieja casona. El señor Ignacio López, un fotógrafo que pasó más de 30 años en el pasaje, cuenta una anécdota de cuando aparecieron algunos mapas que conducían supuestamente a un tesoro escondido; parecía que indicaban que la fortuna se encontraba debajo del negocio de este fotógrafo: “Un día, nada más de repente, me dicen que me tenía que salir, me llegó la demanda. Yo me imagino que a mí me corrieron porque decían que adentro de mi negocio había un tesoro muy grande. Ya habían empezado abrir y a 60 centímetros más o menos encontraron unos escalones, nada más que llegó don Eduardo el dueño de ahí y les hizo que cerraran. Se dieron cuenta que era ahí por los mapas que traían, unos mapas que creo que tenían los señores Urquiza. Contaron los pasos desde

el centro del Jardín Obregón y coincidía exactamente donde estaba mi negocio. Ahí empezaron a escarbar y fue donde encontraron los primeros escalones; se supone que enterraron mucho dinero.” La vieja casa del Pasaje de la Llata, como se le ha conocido desde hace más de 100 años, ha dejado una huella profunda en la historia del Centro Histórico. Los usos que se dieron con el tiempo tuvieron un gran impacto en la dinámica urbana y económica de los habitantes de esta zona de la ciudad. Es difícil que los queretanos no hayan adquirido alguna mercancía en los locales de este lugar. Todo esto contribuyó al auge de los comerciantes de la zona. Se trata de un edificio repleto de historias que contar de sus habitantes y de sus visitantes. Relatos que se pueden revivir al caminar por este pasaje de gran historia, haciendo el recorrido que hace años dieran nuestros antepasados y dejando rastro para los que vienen detrás de nosotros.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


LA UNIVERSIDAD

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Po r L u i s S e b a s t i รก n V i a d e s t L a r a


Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

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as escuelas en el Centro Histórico han sido pieza fundamental en la formación académica de muchas generaciones de queretanos. Aquellos antiguos alumnos recuerdan con gratitud y respeto a sus maestros y los recintos en donde, además de aprender, se llenaron de anécdotas y recuerdos. Según relata Héctor Cortés, antiguo residente del centro de la ciudad, en el Querétaro de mediados del siglo pasado prácticamente todas las escuelas se ubicaban en esta área. “El colegio La Paz empezó en la calle de Guerrero y Madero, de ahí se pasó a la calle de Arteaga por el Sanatorio Alcocer y luego a donde está. El Alma Muriel empezó en Independencia bajo la dirección de la madre Carmelita Gómez; el Plancarte y el Salesiano donde están actualmente; el Queretano donde siempre ha estado, era para la high life y de ahí se iban muchos de los hermanos maristas. Estaba el Colegio Velasco donde es hoy el Hotel Señorial, era una escuela militarizada de muchachos de Chihuahua, a todas las chicas se les caía la baba con los uniformes, se daban unos buenos agarrones con los del pentatlón.” El señor Cortés también refiere a importantes maestros que dejaron huella en varias generaciones de queretanos, incluyendo a uno de los ex gobernadores más recordados por los estudiantes de la época de los setentas: “La maestra Esperanza McCormick decía que con sangre la letra entra mejor, su escuela Juan Antonio de Urrutia estaba ubicada en dónde hoy es el Obispado. En Independencia y Pasteur estaba la escuela de las señoritas Ballesteros, puras maestras de aquella época. ¡O salía usted bien preparado, o era un vago, o sacerdote, se metía mucho la religión! Estaba el Centro Educativo, le decían el ‘centro educachivos’, cobraban la colegiatura siete pesos mensuales, que me da la impresión que era mucho. Y los que entraban al Colegio Civil eran de niveles también de abajo, no eran nada más los ricos, ahí estudió Camacho Guzmán.”

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El Colegio Civil del Estado, ubicado en la calle 16 de septiembre número 53, se mantuvo de 1868 a 1950. Finalmente, la Universidad de Querétaro nació el 24 de febrero de 1951 bajo la Rectoría del Licenciado Fernando Díaz Ramírez, siendo Gobernador del Estado Octavio S. Mondragón. Con 389 años de fundación y 63 años de vida, ésta es su historia.

Fotografía tomada del Archivo Histórico. Colegio Civil.

La Universidad Autónoma de Querétaro ha sido una de las principales instituciones académicas de la ciudad, la cual ha albergado a varias generaciones que pusieron los cimientos de lo que es hoy la universidad: un exponente a nivel nacional y mundial. Los inicios de tan importante institución se remontan a la orden religiosa de los jesuitas y a los colegios que eran dirigidos por ellos. Así lo comparte el cronista de Querétaro, Andrés Garrido del Toral. La Universidad inició clases formalmente con la escuela Preparatoria ubicada en el primer cuadro de la ciudad y contaba con carreras como Enfermería, Obstetricia, Derecho, Ingeniería Topográfica, e Ingeniería Civil. Ésta última solamente con los dos primeros grados, pues el resto se cursaba en la Facultad de la Universidad Nacional Autónoma de México. El maestro Don Miguel Caviedes Robles recomendó al Rector Fernando Díaz Ramírez formar el primer equipo deportivo de la ciudad con estudiantes y ‘foráneos’ para destacar a la Universidad por medio del deporte. De esta manera a esos estudiantes se les reconoció en el Campeonato Nacional de Atletismo de 1955, celebrado en el Estadio Morelos de la capital michoacana, como el mejor equipo estudiantil de provincia.


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

Otra propuesta estudiantil y artística fue formar una estudiantina, esto a petición del Rector Díaz Ramírez y con el apoyo del Licenciado Juan Servín Muñoz y el maestro Aurelio Olvera Montaño. Se inscribieron alrededor de veinte estudiantes apasionados de la música, quienes el 4 de octubre de 1963 realizaron su primera presentación en la coronación de Elba I, Reina de la Universidad. En 1965 la Estudiantina recibió el Trébol de Oro otorgado por la compañía Musart por las ventas del tema ‘El Bachiller’ del primer disco de larga duración. En 1979 la institución fue convocada, junto a la UNAM, a un certamen por la Universidad de Santiago de Compostela. Allí lograron también una impactante presentación.

Fotografías tomadas del Archivo Histórico. Reconocimiento a la comunidad universitaria 1965.

Antonio Calzada Urquiza, José Guadalupe Ramírez Álvarez y Luis Echeverría Álvarez.

Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

En 1952 el Maestro de América, José Vasconcelos, acuñó el lema “Educo en la Verdad y en el Honor” para la Máxima Casa de Estudios queretana. El maestro Vasconcelos sólo concedió lemas para dos universidades: a la Universidad Nacional Autónoma de México con “Por mi Raza hablará el Espíritu” y a la Universidad Autónoma de Querétaro. Desde entonces es el lema y el símbolo de la Universidad. Ese mismo año empezó a funcionar la Escuela de Ciencias Químicas, en 1953 la Escuela de Música y en 1954 la Escuela de Comercio, hoy Facultad de Contaduría y Administración. El camino para lograr la autonomía universitaria comenzó en 1958, luego de que el entonces mandatario estatal Juan Gorráez designara a José Alcocer Pozo como Rector. Esto provocó la inconformidad de la comunidad estudiantil y se creó el Movimiento de Huelga en apoyo de Fernando Díaz Ramírez. Sin embargo alguien, no se sabe quién, empezó a hablar de autonomía para evitar que los gobernadores en turno se metieran en asuntos universitarios. Lo que había empezado como un movimiento en favor de Díaz Ramírez acabó por convertirse en una lucha por la autonomía. El 16 de enero se llevó a cabo la toma de las instalaciones de la Universidad y en poco más de una semana, el 27 de enero de 1958, se firmó el documento donde se dio por terminado el Movimiento Estudiantil de Huelga. Frente a esto se presentó la renuncia de José Alcocer del Pozo como Rector y se designó nuevamente a Fernando Díaz Ramírez. Fue en 1959 cuando la XXXIX Legislatura del Estado aprobó la creación de la Ley Orgánica de la Universidad, mediante la cual se reconocía la autonomía de la institución. Esta ley entró en vigor el 5 de febrero de ese año, como lo narra el cronista Andrés Garrido Del Toral:

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“En dicho documento se estableció que la Universidad es una ‘corporación autónoma con plena capacidad jurídica’ cuyos fines son: impartir, fomentar y divulgar la educación superior, elevar el nivel moral e intelectual de sus alumnos y formar profesionales, investigadores y técnicos útiles a la colectividad; promover manifestaciones de cultura artística y deportiva y desarrollar en sus educandos las cualidades que tiendan al perfeccionamiento integral del individuo. Se denominará Universidad Autónoma de Querétaro.” De ahí la importancia de la autonomía universitaria para el ejercicio de la docencia, investigación y extensión universitaria. El 8 de diciembre de 1973 la Universidad Autónoma de Querétaro trasladó sus principales instalaciones al actual Centro Universitario del Cerro de las Campanas, dejando el inmueble en la calle 16 de Septiembre para convertirlo en la Preparatoria Centro, además de albergar a las facultades de Psicología y Filosofía. Los hermanos Ricardo y Fernando Rabell, hijos del fundador del Corral de Comedias Eduardo Rabell, hicieron parte de sus estudios en el Queretano y la ex Prepa Centro. Al respecto Ricardo cuenta: “Nosotros estuvimos en el Queretano, en lo que es ahora el Molino, íbamos y veníamos caminando… nuestra escuela tenía la ventaja de contar con un campo al que le llamábamos el ‘Acapulquito’ porque estaba más abajo del nivel de la calle y entonces cuando llovía mucho crecía el río, se llenaba de agua y era nuestra playa. Se quitaron esas canchas cuando se hizo Avenida Universidad. Yo fui de la última generación que nos tocó la ex Prepa Centro y Camacho Guzmán quería sacarnos a los preparatorianos y nos opusimos.” Como en toda universidad, había grupos de estudiantes dedicados al estudio y algunos otros revoltosos. Cecilio Sánchez Garduño, mejor conocido como ‘Don Chilo’, es jubilado desde hace casi 21 años de la Universidad Autónoma de Querétaro y cuenta con el mayor acervo fotográfico y documental de la historia que ha tenido lugar en la institución. Actualmente resguarda ‘La Galería del Recuerdo’, ubicada en lo que fue la Prepa Centro de la Universidad, y nos rememora anécdotas de aquellos días.

Fotografía tomada del Archivo Histórico. Universidad Autónoma de Querétaro.

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

“Las famosas ‘Perradas’, no hombre eran tremendas las perradas. Los pobres muchachitos que venían a primer año siempre se juntaban en bolita porque estaban chiveados (…) entonces agarraban a uno, le cortaban el pelo. El que no quería que lo pelaran y tampoco dar dinero, tomaban un grupo de cinco o seis, los metían al baño de hombres, (…) los desnudaban, les pintaban los labios como mujer, les adornaban los ojos también como si fueran mujer, les ponían un pequeño brassier, unos globitos, les ponían pantaletas de mujer y los amarraban con un mecate en fila y los sacaban de aquí del edificio a desfilar.

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

Total que los pobres muchachos estaban verdes de vergüenza, de coraje o lo que sea, ya regresan al baño nuevamente y los soltaban, y volvían hacerlo con los demás.” En 1976 un incidente dio origen a una confrontación entre la Universidad Autónoma de Querétaro y el Gobierno del Estado: el estudiante Iván Pérez Guzmán, presidente de la Federación de Estudiantes, fue baleado y el asunto terminó con la quema de dos patrullas en la explanada de rectoría. Ricardo Rabell lo recuerda de manera clara:


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

“Iván Pérez Moctezuma llegó a una gasolinera y pidió que le llenaran el tanque, se le hizo fácil irse sin pagar y los gasolineros le hablaron a una patrulla. La patrulla lo sigue y a él se le hizo fácil irse a la UAQ. Él era de Derecho y llegó al estacionamiento, por eso de la autonomía pues se supone que la patrulla no debió de entrar al Centro Universitario…entonces sacó las manos por la ventana y los policías le dispararon. Empezó un movimiento muy fuerte en contra del Procurador, inmediatamente lo destituyeron y pedían ya la cabeza del Gobernador. Las marchas que se hacían empezaban en Rectoría y se venían por todo Hidalgo; yo estaba en la Secundaria Federal número uno, entonces pasaban por afuera de la escuela y se venían a Palacio de Gobierno, que estaba ahí en Madero 70. Fue una época muy difícil en Querétaro los setentas.” Aunque la nostalgia de los días de estudio ha pasado ya a la eternidad, nada borrará el recuerdo de aquellos momentos de felicidad en las aulas. Hoy la Universidad Autónoma de Querétaro juega un papel importante en el escenario educativo, posicionada en el octavo lugar a nivel nacional. Su reputación también ha trascendido mundialmente, y día con día sus docentes y alumnos contribuyen a mantener el prestigio de esta casa de estudios que ha acompañado a tantas generaciones de queretanos. Ahora quedan en la memoria de los queretanos las aulas de los edificios donde aprendieron a ser profesionales y su lucha por defender su Alma Máter.

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Po r A n a L u c í a M u ñ o z R o b l e s y La u r a M o r a le s S a l a z a r

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

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uerétaro es una ciudad con historia, su gente es parte de la invaluable riqueza que guarda. Su Centro Histórico fue hogar de pequeñas boticas en donde trabajaban personas a favor de la atención médica y la salud en general, los cuales aún permanecen en la memoria de muchos queretanos. Gozar de buena salud es uno de los derechos humanos a los que todos deberían tener acceso. Sin embargo, en los años cincuentas vivir en una provincia como Querétaro implicaba desventajas y carencias en este ámbito, entre ellas la existencia de pocos médicos y un número reducido de sanatorios y hospitales. Tampoco se conocían las ambulancias equipadas como las hay ahora y ni hablar de las farmacias especializadas en medicina alópata. Hoy las farmacias se encuentran en cada esquina, pero hace unos años el panorama era distinto. Pese a estas dificultades, en la ciudad existían múltiples boticas en las que la gente encontraba el remedio o la cura de ciertos males. Por medio de fórmulas, menjunjes, ungüentos, remedios caseros y herbolaria, los boticarios y curanderos buscaban los medios terapéuticos para la curación de la clientela. Los doctores que ejercían en aquel entonces eran muy distinguidos, y la mayoría de los queretanos acudía con frecuencia a consulta con ellos ante la falta de especialistas. Algunos queretanos como el señor Eduardo de la Llata recuerdan gratamente a aquellos hombres de bata blanca que tantas veces cumplieron el papel de héroes, curando y salvando vidas. Él les da nombre a algunos de estos doctores y rememora con admiración que en ocasiones aceptaban como pago por sus consultas huevos y gallinas: “El doctor Esteban Paulín, el número uno, tenía su consultorio enfrente del Jardín Guerrero; era pariente de mi papá, pues su esposa era prima hermana de mi papá, era González de Cosío. El doctor Paulín era de los pocos que había y realmente muy atinado. En épocas posteriores mi mamá veía mucho a un doctor Torres Fraga, era buenísimo en diagnóstico y además una persona sumamente ética, cobraba lo que tenía que cobrar y la gente que no tenía para pagar le pagaba con huevos y gallinas. (…) También mis papás llevaban amistad con el doctor Pepe Alcocer. Yo nací en el Sanatorio Margarita con el Dr. Paulín, en 1951, él era el director del sanatorio.”

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El señor Alfredo Vargas, vecino del Centro Histórico, recuerda también a doctores reconocidos de este cuadro de la ciudad como el Dr. Gustavo Camacho Montiel, quien vivía en la calle de Guerrero frente al Hospicio Vergara. Este doctor, junto con su colega Esteban Paulín Gonzáles, perduran en la memoria como parte de una numerosa familia de médicos tradicionales. Cuenta además de quienes fueron quizá los primeros paramédicos de la ciudad: los hermanos Graciano y Margarito Villaseñor López, que a pesar de no contar con el título de doctores se dedicaban a auxiliar a la gente hasta que llegara la ayuda de los médicos.

“Aquí frente al templo de Santa Rosa de Viterbo, antes de que se construyera la plazuela Ignacio Mariano de las Casas, vivían tres hermanos con sus esposas y sus hijos en diferentes casas cada quien. Dos de ellos eran algo así como ahora los paramédicos; se encargaban de atender a los heridos, a los enfermos de aquí del hospital, y ya después llevaban a los médicos a visitarlos. Pero mientras eran peras o manzanas ellos los limpiaban, aseaban, inyectaban y les hacían las curaciones fundamentales hasta que llegaban los médicos. Estos hermanos paramédicos que menciono no eran médicos pero brindaban servicios de asistencia médica (…) su actividad era muy importante.” Por último el señor Alfredo hace mención del Dr.Mena, quien tenía su consultorio en la calle 5 de Mayo, propiedad que después sus hijos cedieron al Municipio para que se estableciera la hoy conocida Casa de la Cultura. Junto a los recuerdo de los doctores, los vecinos también conservan en la memoria las famosas boticas. Cecilia Landaverde, vecina del Centro, recuerda con nostalgia algunos de los negocios más clásicos: “Había una papelería que se llamaba La Pluma de Oro muy bien surtida, luego estaba una zapatería de un señor Mendoza y enseguida una botica hermosísima que se llamaba La Botica del Sagrado Corazón, una muy tradicional. Ya no hay boticas, ahora son farmacias, la única que queda es La Guadalupana.”


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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A Un aspecto fundamental en la identidad de las boticas era cómo estaban adornadas. La señora Cecilia narra cómo en tierras europeas encontró un negocio que le rememoró al establecimiento queretano, una conexión que habla de las influencias que Europa tuvo en nuestra ciudad. “Esa botica tenía una particularidad hermosísima, tenía todos sus estantes de estilo gótico; estaban acomodados todos los frascos y los recipientes para los menjunjes que tenían, pero eran puros frascos de porcelana y de cristal de bohemia. Y una cosa curiosa que me sucedió hace cuarenta y cinco años, la primera vez que fui a Europa: en lo que era la antigua Yugoslavia andaba yo buscando encontrar un frasquito y me quedé electrizada. Allá la apoteca es la botica. Y había una ¡exactamente igual! a la que estaba aquí, con la misma decoración, los mismos frascos, todo, absolutamente todo. Una cosa extraordinaria, pareciera un sueño pero era idéntica.”

Fotografías tomadas del Archivo Histórico

Fotografías tomadas del Archivo Histórico

Por otro lado, el señor José Luis Sánchez Pliego, vecino de la calle 5 de Mayo, anota que una de las farmacias con más antigüedad es la de La Cruz, fundada hace 70 años por José Robles Gutiérrez. Don José Luis apunta que el señor Robles llegó a ser el decano de los farmacéuticos, lo que habla de su importancia en el ámbito queretano de la medicina. Sin embargo, existieron otras boticas a las que acudían los queretanos al primer síntoma de enfermedad. Héctor Cortés, residente del Centro, cuenta de una ubicada en la calle de Corregidora: “Las farmacias eran todo un éxito porque lo curaban de todo. Ahí en el Centro, en la calle de Corregidora, estaba la farmacia del señor Andrade, hacía sus menjunjes y los aliviaba.” Y si de hospitales importantes se trata, el señor Pablo de la Vega Rivera apunta que el Hospital Núñez Lara vio nacer a varias generaciones de queretanos:

Fotografías tomadas del Archivo Histórico

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“El Hospital Núñez Lara era uno de los hospitales más reconocidos aquí, fue lo más moderno en su tiempo, supongo que a principios de los sesentas, y pues ahí nacimos muchísimos queretanos. El Dr. Núñez era un doctor muy reconocido.”


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Por su parte la señora Cecilia Landaverde expresa su admiración por las boticas pero sobre todo por quienes ejercían de boticarios. Era, en esencia, un trabajo que se apegaba a las necesidades de quienes acudían a consultarlos. “En las boticas había cosas fabulosas, los boticarios eran gente que conocía el manejo de sustancias porque habían heredado el oficio, iban adquiriendo destreza y dentro de eso el mismo pueblo les iba pidiendo cosas que no eran de su dominio, por ejemplo, las ‘carmelitanas’ eran alcohol de caña con jarabe de granadina con algunas otras sustancias.”

Un recuerdo de una botica antigua cruza por su relato y apunta que a pesar de que la medicina moderna irrumpió desde hace unos años en la ciudad, aún se pueden encontrar lugares donde adquirir medicamentos al estilo de una botica. “De las boticas más antiguas, era una junto al Conservatorio de Música y desapareció porque empezaron a llegar los productos de patente y desplazaron a los preparados. Todo esto lo siguen preparando en algunas farmacias como La Guadalupana, a pesar del embate de la medicina moderna.”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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LA BOTICA ABIERTA Y EL BOTICARIO EN LA PUERTA Por Laura Morales Salazar

Aquella botica de los años cuarenta poseía olores característicos de los remedios que se preparaban: algunos humectantes, otros almizclados, unos cuantos más ácidos. Estaban también los anuncios de los medicamentos, cremas con bebés regordetes y botellas de la emulsión Scout. En ese establecimiento todavía se preparaba “el pan de puerco”. Muchas personas de las orillas de la ciudad acudían a comprar sus medicinas a aquella botica. Con 70 años de antigüedad, la farmacia La Cruz se ha convertido en un comercio que ha marcado el Centro Histórico de Querétaro. El señor Carlos Robles conserva una antología en la que su padre José Robles Gutiérrez, mejor conocido como ‘Don Chepecito’, relata cómo encontró el lugar en donde abrió sus puertas este tradicional establecimiento. En su búsqueda por el espacio donde ubicaría su boticaria, Don José dio con un pequeño local en renta que se encontraba cerca del Templo de La Cruz. En dicha anécdota, hasta un guiño romántico encuentra lugar: “Anduve buscando y preguntando por allí, por fin encontré un local con dos puertas de madera, de puro adobe, con techo de vigas; era un solo cuarto que daba a la calle. Allí tenían una tiendita los que ahora son mis suegros, don Ernesto y doña Carlota. Cuando llegué, toque la puerta y salió una señorita con un pelo muy largo, hasta las corvas, esa es la que fue mi mujer. Ella era muy jovencita.” Fue así como decidió quedarse en ese lugar, para fortuna de muchos queretanos que en poco tiempo se convirtieron en clientes frecuentes de la farmacia. En 1943 instaló en su querido barrio de La Cruz el negocio, en la calle Venustiano Carranza número 59. El local fue bendecido por su protector, monseñor Eugenio Villafuerte. Es así como de botica pasó a ser Farmacia La Cruz, donde muchos viajeros acudieron para que los curaran de todo tipo de enfermedades. Sus hijos menores Lourdes y Carlos ayudan actualmente a

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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seguir con la ardua tarea de estar al frente de la farmacia, donde se sigue atendiendo con todo cariño, responsabilidad y honradez a la clientela que por varias generaciones ha favorecido al establecimiento con su preferencia. Es a través de estos recuerdos colectivos como se rememora la importancia de la salud y, más aún, a esos doctores o boticarios que trascendieron y salvaron la vida de queretanos que hoy conforman a las generaciones con apellidos de

antaño. Ser médico o boticario en el Querétaro de los cincuentas era una labor complicada pero gratificante. Recorrer los pasillos de las viejas clínicas o pararse frente al mostrador de una botica tradicional es trasladarse a la esencia queretana y conocer el origen de muchas de las familias que hoy hablan con afecto de estos hombres de bata blanca y reconocida profesión.

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


Po r Va l e n t i n a F e r n á n d e z D i e z M a r t í n e z

UNA VIDA EN ESCENA

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sta historia tiene su inicio en la calle Venustiano Carranza, esa que baja desde del Templo de la Cruz hasta la Plaza de Armas y que alguna vez ostentara piedras en vez de adoquín cuidadosamente colocado. Esa calle que solía ser territorio de aquellos vecinos aventureros que vivían en “las afueras” de un Querétaro aún pequeño. En ella, allá por los años cuarenta, se podían divisar por lo menos dos automóviles afuera de las casas: signo inequívoco de progreso, de metrópoli. Hoy, se trata de una calle que ha sido engullida por el Centro y ya no es un punto lejano de la ciudad; hoy late en el mismísimo corazón de Querétaro, salpicada de cafés, de personajes de cobre y plomo. Hoy, al lado de sus banquetas, no cabe un automóvil más. Es en medio de esa calle donde se encuentra el portón de El Corral de Comedias, punto de reunión obligatorio para aquellos amantes del teatro. Más de un queretano ha cruzado ese portón varias veces para sentarse y dejarse envolver en carcajadas y en vino. Algunos menos han llegado hasta el estudio del padre del famoso Corral. Se tiene que atravesar un patio principal, el escenario, una sala de ensayos, un comedor y un segundo patio para llegar al fondo de la casona donde se encuentra el amplio estudio de Francisco Rabell, iluminado solamente por el resplandor que permite dejar entrar la pequeña puerta de madera vieja. Las tres paredes principales no pueden saludar a quien entra ya que se encuentran tapizadas de libros: columnas infinitas de piso a techo en las que de pronto se asoma algún Quijote, un Lope de Vega. Al centro del cuarto un viejo sillón café de pronto se vuelve trono cuando Don Paco Rabell se sienta a contar los secretos de su reinado, de su palacio, de su teatro y de su ciudad. Francisco Rabell Fernández no nació en el centro de Querétaro. Sin embargo, éste sí lo vio nacer: la familia Rabell llegó a Querétaro en 1941. Paco hace uso de su impecable memoria y cuenta sobre el momento en que su padre decide migrar hacia la ciudad.

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“Entonces mi papá llegó con su amigo Don Agustín y le dijo: ahora sí ya me voy a vivir a Querétaro, ya hasta compré casa por el rumbo de la Cruz. La respuesta de su amigo Don Agustín: ¡estás loco, te vas a vivir al cerro!” Durante los años cuarenta el Barrio de la Cruz era la orilla de la ciudad. Fue en esa década en la que el padre de Don Paco compró la casa que actualmente es el Corral de Comedias con el firme propósito de mejorar la calidad de vida de sus hijos, siempre con la visión de que Querétaro sería algo más, algo mejor. “Nos trajo para que hiciéramos una carrera, que tuviéramos un título universitario, que fuéramos alguien en la vida.” Paco desempolva recuerdos, regala anécdotas, revive el pasado para prestarlo aunque sea por unas líneas. Es un Querétaro de los años cuarentas y cincuentas, la infancia de Paco, su adolescencia. Es la calle desierta de Venustiano Carranza, las afueras de la ciudad, los aproximadamente treinta mil habitantes de la autoproclamada ciudad de Querétaro, los seis mil de su natal Cadereyta, los casi un millón de la ciudad de México y los días cotidianos que fueron tejiendo la vida del teatrero. “Querétaro desde hace muchos años era ciudad, pero la realidad es que era un pueblo; había empedrados en la calle, aquí subías en el cerro, culebreando entre mezquites para llegar a lo que es el tanque, era el auténtico cerro, aquí ya estábamos en la civilización porque había empedrado.” Sin pelos en la lengua Don Paco platica de sus años de infancia y admite que jamás le gustó la escuela pues, en sus propias palabras, era buenísimo para reprobar. No obstante,las expectativas de su padre y el hecho de que era más sencillo terminar su educación, lo llevaron a culminar su trayectoria en el Instituto Queretano y posteriormente la Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Querétaro.


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A pesar de estudiar Derecho, el gusto por el teatro comenzaba a colarse en la vida de Rabell. Fue durante su etapa de estudiante que conoció al tapatío Hugo Gutiérrez Vega, también estudiante de leyes y adepto de la oratoria y el teatro. Gutiérrez Vega comenzó a dar clases de Oratoria como parte de las actividades culturales de la Universidad y Rabell no tardó en convertirse en campeón estatal de oratoria. Poco tiempo después fue parte del grupo fundador de los Cómicos de la Legua, un colectivo teatral con el que se mantuvo por dos décadas. Su camino era claro. El teatro se había metido por sus venas y a pesar de que terminó la licenciatura en Derecho, el mismo día que obtuvo su título se lo mostró a su padre: “Ahora sí, aquí está tu título pero yo no voy a ejercer para nada”, a lo cual su padre respondió “¿entonces para qué estudiaste?”. La respuesta de Paco fue “¿Cómo que para qué? Pues si no me dejabas en paz.”

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Estaba decidido: Rabell ya no era el estudiante ni el hijo, ahora era el actor, el dramaturgo, el teatrero. Paco crecía y junto con él la ciudad lo hacía también, comenzaba a desarrollarse la escena cultural y la vida se tornaba más organizada, más ciudad y menos pueblo. También se desarrollaba la escena política justo en el Centro Histórico. Al preguntarle a Don Paco si alguna vez tuvo el deseo de ejercer su profesión o de ocupar un puesto público comienza a relatar lo que era la política en el Querétaro de su juventud: “Veías al Gobernador que se iba a pie y veías un Palacio de Gobierno con veinte empleados y eso contando yo creo que hasta el policía que iba ahí, ahora me dicen que hay hasta tres mil trabajadores en el Centro Cívico ¡Jesús, María y José! Antes había que andar buscando quién aceptara el puesto porque como no había dinero, pues no se robaba… ¡porque no había!,


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S no porque fueran honrados los políticos sino porque no había de donde.” En los años sesenta la oferta teatral de la ciudad era por demás reducida, algunos grupos abrían paso a lo que hoy es una amplia oferta cultural, entre ellos el Grupo Experimental de Teatro de Querétaro, el de la Escuela Normal, el grupo de la Universidad que dirigía Jaime Murúa y los Cómicos de la Legua. Rabell conocía su potencial, el de la ciudad que lo había visto crecer y sobre todo hervían en él las ganas de poder abrir su propio teatro, de vivir de éste y de emprender su propio camino. Veinte años después de haber iniciado con los Cómicos de la Legua, Rabell funda El Corral de Comedias, hoy en día uno de los teatros más representativos de la ciudad en donde él actúa, dirige, vive, duerme, sueña y crea.

Los logros que ha tenido Francisco Rabell son grandes; El Corral de Comedias se caracteriza por sus giras nacionales e internacionales y por ser precursor de toda la escena teatral con la que hoy en día cuenta la ciudad. Don Paco ha sido parte activa de lo que significa el Centro de Querétaro y habla con orgullo de eso. “Es muy bonito ver crecer a una ciudad, ver cómo se va desarrollando, ver cómo se va fortaleciendo, cómo a pesar del modernismo conserva raíces de antes, es muy hermoso.” Así se despide el teatrero desde su sillón café, desde sus paredes tapizadas de libros y su Corral de Comedias.

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Po r A r t u r o E s p i n o s a A r i a s y Ke n i a Pe r a l t a

DONDE EL PASADO COBRA VIDA

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entro del Centro Histórico de la ciudad de Querétaro existen residencias emblemáticas que son testigo del pasado colonial de la ciudad y que nos dejan vestigios del modo en el que se vivía en aquella época, las llamadas Casonas forman parte del recorrido obligatorio para conocer la ciudad. Ya sea por la belleza arquitectónica con las que fueron construidas o las leyendas de las pobres almas que se supone aún penan por los pasillos de estas casas, sin duda son uno de los atractivos turísticos más importantes del Querétaro contemporáneo.

La Casona de los Cinco Patios ubicada en el corazón del Centro Histórico en el Andador 5 de Mayo número treinta y nueve, es admirada como una joya arquitectónica de los siglos XVIII y XIX. La primera persona que la habitó fue Don Pedro Romero de Terrenos, quien heredó la riqueza de un tío que vivía en la ciudad de Querétaro. Además, el negocio de Romero deTerrenos en las minas de Real del Monte de Pachuca acrecentó su fortuna, por lo que se convirtió en uno de los hombres más acaudalados de la ciudad e inclusive del país. Para el año de 1839, Don Cayetano Rubio, fundador de la fábrica textil en Hércules, adquirió esta preciosa casona, la cual comenzó a conocerse como la ‘Casa Rubio’ debido al apellido de la familia que la habitaba. Además, en esta bella obra arquitectónica se hospedaron figuras notables de la historia de México como el Emperador Maximiliano junto con su esposa Carlota y el Presidente Don Porfirio Díaz, quienes llegaron a descansar en las habitaciones del inmueble. Más tarde, en 1920 el lugar se convirtió en la sede de un internado en el que se educaba a las señoritas de Querétaro, por lo que era conocida como la ‘Casa de Enseñanza de Damas Católicas’. Sin embargo, diez años después Don Antonio Espinosa Silis llegó a la casona y junto a su familia ocuparon la planta alta, mientras que la parte baja fue acondicionada como bodega y centro de distribución de la cerveza ‘Corona’, que era el negocio familiar.

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Esta distribución correspondía al uso típico de las casonas durante esa época: los acaudalados dueños vivían con su familia en la parte alta donde se ubicaban la sala, el comedor y las recámaras; en la planta baja vivía la servidumbre y ahí se encontraban las bodegas de los dueños de las haciendas. Cristina Krüger Espinosa, bisnieta del hermano de Don Antonio, recuerda a la Casona de los Cinco Patios como algo encantador, debido a que llegó a asistir a las llamadas ‘espinosadas’, una gran fiesta familiar donde se reunían todos los miembros su familia, los descendientes de Don Antonio y sus cuatro hermanos. “La Casona de los Cinco Patios fue muy importante para toda la familia, ya que era una pieza muy significativa en la historia familiar. Cuando llegué a ir a la casona a estas fiestas era todavía una niña, más o menos hace unos quince años, y recuerdo que esas tardes eran muy divertidas. Éramos muchísimas personas las que íbamos y a todos les llamabas tíos o primos, los adultos se quedaban en las mesas que ponían en el patio más grande, el de hasta el fondo, y todos los niños jugábamos por toda la casona. Había muchísimos lugares a dónde ir”. Asimismo recuerda algunas leyendas que eran compartidas entre la familia, con las cuales entretenían a los niños y fomentaban el ambiente fantástico de este inmueble.

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“Los adultos nos contaban historias de la casa, algunas eran anécdotas y otras leyendas que usaban para asustarnos y que no nos metiéramos a lugares peligrosos, porque nos la pasábamos explorando la casa. Nos contaban que una vez unos reos se escaparon de la Casa de la Corregidora, donde antes era la cárcel aquí en Querétaro, a través de un túnel que hicieron hasta la Casona de los Cinco Patios y que todavía estaban ahí detrás de algunas puertas bloqueadas. También decían que había oro enterrado en la casa y ahí estaban todos los primos jugando a tratar de encontrarlo. Los niños se ponían a jugar fútbol en uno de los patios y los arcos de las grandes puertas servían de portería.” Además, cuenta que la Casona formó parte de la historia de Querétaro, ya que Don Antonio instaló una de las primeras tiendas de auto servicio de la ciudad, que daba hacía el actual andador de 5 de Mayo: “Nos enseñaban fotos de la casona en sus viejos tiempos, aunque sigue conservando toda su belleza. Entre estos recuerdos se encontraba uno de los primeros conceptos de supermercado que hubo aquí en Querétaro, era el super ‘La luz del día’, ahí junto a 5 de Mayo. Vendían abarrotes y fue de los primeros que tenían un carrito de supermercado y había dos cajeras, lo que era toda una novedad para la ciudad. Esta tienda fue muy famosa en aquel tiempo.” A finales de los años setenta Don Antonio Espinosa vendió la Casona y se convirtió en propiedad del Banco Nacional de México. Un poco más tarde, en 1987 la Casona de los Cinco Patios fue adquirida por un consorcio representado por los hermanos Juan Arturo y Juan Germán Torres Landa, además de Juan Alba Bartola, quienes son los actuales propietarios y que instalaron varios negocios. Este bello inmueble ha albergado historias importantes para la ciudad de Querétaro y sin duda es un punto obligado de visita en el Centro Histórico. Cada uno de los patios tiene decenas de historias que contar. Sus visitantes así como los personajes importantes que han dejado su huella en este lugar, hacen de esta casona un lugar histórico extraordinario.

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El misticismo vive: Casa de la Zacatecana Este inmueble ubicado en la calle Independencia número 59 es de las propiedades que le da que le da, además de ese atractivo turístico a la ciudad, un manto de misticismo y leyendas. Esta casa recibe su nombre por el origen de sus dueños en el siglo XVII, que provenían del estado de Zacatecas. La leyenda cuenta que en 1859 la mujer que ahí vivía mandó matar a su marido, y después ella misma mató al asesino, e intentando ocultar el crimen enterró ambos cuerpos en las caballerizas de la casa. ‘La Zacatecana’ poco tiempo después amaneció asesinada, y nunca se conoció al autor de dicho crimen. Los inquilinos que habitaron después la casa no duraban mucho tiempo, pues según la tradición popular había muchos actos sobrenaturales. Es por esto que la casa se convirtió en una imagen de las leyendas de la ciudad de Querétaro, que sin duda da un atractivo mítico a la ciudad. Mariana González, quien trabajó en los recorridos de leyenda que se ofrecen en el Centro Histórico de la ciudad, comenta cómo inmuebles como La Casa de la Zacatecana le dan un extra a la riqueza cultural de la zona centro. “Es un gran orgullo poder compartir las historias de las leyendas del Centro con las personas que nos visitan de todas partes de la República, porque es bonito darle a conocer a la gente historias del lugar donde vives. Además, se van fascinados después del recorrido por las casonas, porque todo el misterio que envuelve a estos lugares es emocionante.”

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Además, resalta la importancia de tener este tipo de atractivos en la ciudad y del esfuerzo que se hace por conservar estas tradiciones, pues a su parecer es una excelente oportunidad para enriquecerse con las historias. “Lugares como La Casa de la Zacatecana son un bonito ejemplo de cómo se busca conservar las tradiciones de Querétaro, por el esfuerzo que se ha hecho por convertirla en un museo y que más gente la conozca. Además, avivar la leyenda de este lugar le da esa magia y misterio que una ciudad colonial como Querétaro necesita al caminar sus calles por la noche.” Este inmueble también ha sido pieza importante en la historia queretana, pues ahí se embalsamó en 1867 el cuerpo del General Miguel Miramón, al término del sitio de Querétaro, así se puede leer en la historia del ahora museo. En 1992 José Antonio Origel adquirió esta propiedad con la intensión de convertirla en un museo y exponer la leyenda a sus visitantes y, aunque murió seis años después, el proyecto se continuó hasta convertirse en una realidad. Actualmente el museo cuenta con once salas donde se presentan distintas colecciones de objetos virreinales y se pueden observar piezas de arte de esa época. La Casa de la Zacatecana es un testigo viviente de la evolución de la ciudad, que dentro de sus muros guarda el recuerdo y la esencia de épocas pasadas, lo que brinda la oportunidad a propios y extraños de conocer un poco más de lo que el Centro Histórico tiene para ofrecer.

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La belleza colonial: Casa del MarquEs La Casa del Marqués, bella construcción ubicada en Hidalgo número 19 esquina con Allende, representa una de las mayores expresiones de la arquitectura civil del centro de Querétaro; se trata de una hermosa fachada llena de líneas que combinan rasgos de los siglos XVII y XIX. En cuanto el edificio fue terminado en los años setenta, un ilustre personaje de la historia queretana llegaría a alojarse en él: el Marqués Don Juan Antonio de Urrutia y Arana, segundo Marqués de la Villa del Villar del Águila. El cronista de la ciudad, Eduardo Rabell, hace referencia al distinguido habitante de ésta edificación, el famoso Marqués. Cuenta que éste personaje financió la introducción de agua potable a la ciudad cuando comenzó la construcción de una alberca en La Cañada para captar el líquido de los manantiales. “Cuando se dio por terminada la construcción de los Arcos en el año de 1970, los cuales proveían de agua a la ciudad, el agua daba servicio a cuatro fuentes públicas: en la plazuela de La Cruz, en la Plaza Mayor, en la Plaza de San Francisco y en el muro exterior del convento de Santa Clara; plazas conmemorables de nuestro Centro Histórico.” En la Casa del Marqués quedó instalada la Casa de Diligencias a partir de los años ochenta, donde llegaban los vehículos que transportaban pasajeros entre México, Querétaro y los estados del norte. La fachada del inmueble es sencilla, de estilo que apunta hacia el neoclásico aunque sin abandonar las formas de cierta influencia francesa. Actualmente el edificio ha pasado por distintos dueños pero no ha perdido su toque excepcional, una casa agradable que adorna una de las calles importantes del Centro Histórico. Estas casonas son el latir del Centro de Querétaro, es por esto que se siente vivo, lleno de historias, leyendas y mitos que están listas para ser descubiertas por las personas que se quieran aventurar. Las casonas son un vivo recuerdo de la magia del pasado y que llenan de misticismo las calles queretanas, que nos remontan a la historias del pasado y nos invita a crear las anécdotas para el futuro.

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GUARDIANES DE LAS PLAZAS

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G UA R DI A N E S D E L A S PLAZAS

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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lgo que distingue al Centro Histórico de Querétaro son sus plazas principales, las cuales día y noche están llenas de vida. Sin embargo, no toda la belleza recae en los jardines principales: los portales, con sus majestuosos arcos y columnas, flanquean las plazas como celosos guardianes que han sobrevivido a través del tiempo. Estos portales eran construidos para resaltar la belleza de los edificios y correspondían al estilo arquitectónico de la época de la Colonia. Las edificaciones construidas de cantera con un estilo barroco entre los siglos XVII y XVIII eran bastante comunes. Estos portales han sido testigos de numerosas historias desde su creación; actualmente se puede disfrutar de una deliciosa bebida en sus cafeterías, probar los platillos culinarios en sus restaurantes, tomarse un respiro en sus hoteles. Uno de ellos alberga la sede del Poder Legislativo en el estado. Los portales forman parte de un todo que sin duda llena de vitalidad a al Centro.

EL PORTAL QUEMADO: CHISPA DE LAS EMOCIONES Este portal está ubicado frente a Plaza de Armas en la calle Pasteur, entre 5 de Mayo y el Andador Libertad. Sus bellas columnas resguardan uno de los flancos de Plaza de Armas y la majestuosidad de sus arcos son el escenario perfecto para que las personas disfruten de un tiempo libre rodeados de serenidad y belleza. Originalmente esta construcción albergó la casa de Don Timoteo Fernández de Jáuregui y adquirió el nombre de Portal Quemado en 1864, después de sufrir un incendio en uno de sus locales. Actualmente estos bellos arcos y columnas son la fachada principal de distintos negocios y del Mesón de Santa Rosa, el primero en existir en la ciudad en el siglo XVII. También forma parte de la sede del Palacio Legislativo del Estado de Querétaro. Para María de los Ángeles Chávez, quién apoyó en el año 2013 en las tareas administrativas del Poder Legislativo, este portal resguarda grandes recuerdos.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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“En esta bella sede disfruté mucho ser parte de los procesos de las leyes; investigar causas, consecuencia, crear escenarios, leer la historia constitucional de Querétaro y dar clases a distintas escuelas acerca de la labor legislativa. Recuerdo la belleza de la oficina, amplia y antigua. Con una vista envidiable del portal y de la plaza, y una hermosa gama de luz entre las ventanas, amenizaban cualquier carga de trabajo. Esto junto el olor de los libros viejos de la biblioteca, algunos escritos en manuscrita, te transportaban por un momento a ese misticismo del pasado.” Este hermoso portal contribuye a que Plaza de Armas sea uno de los lugares favoritos de los visitantes del Centro Histórico. A su alrededor se puede revivir la historia de un Querétaro con miles de anécdotas por contar debajo de sus hermosos arcos y dentro de sus majestuosas construcciones.

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Fotografía del Archivo Histórico de Querétaro

PORTAL DE DOLORES, CÓMPLICE DE LAS NOTAS MUSICALES Al poniente de Plaza de Armas se encuentra el Portal de Dolores, un digno representante de la arquitectura queretana: este monumento al arte enaltece la belleza de la plaza. La música de los eventos culturales se pasea entre sus columnas al ritmo del compás, ofreciendo un deleite inigualable para todos los cómplices que descansan debajo de su arquería. Este portal es un conjunto arquitectónico edificado en el siglo XVIII. Junto a otras dos casas se construyó la Casa de Ecala, destinada a ser la residencia del regidor de la ciudad Don Tomás López de Ecala. Uno de sus vecinos, Domingo Fernández de Iglesias, entró en una disputa arquitectónica


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con Tomás López debido a que no estaba de acuerdo con la construcción de un cuarto al límite de los portales. De esta manera comenzó una competencia para ver quien remodelaba su casa con mayor majestuosidad. Sin embargo, la pelea terminó en una multa para ambos por 54 mil reales por apoderarse de terreno correspondiente a la plaza. Actualmente debajo de este portal se encuentra la entrada a oficinas gubernamentales, tiendas del DIF y algunos negocios. Ocasionalmente es utilizada para montar pequeños escenarios y disfrutar de conciertos y presentaciones culturales. Así lo narra Jorge Luis Hernández, visitante frecuente del lugar:

“Este portal me gusta muchísimo, se me hace el más hermoso y amplio, además de que es de los favoritos

para que las personas tomen un respiro en sus caminatas y me incluyo en ese grupo. Saliendo de la universidad me venía a pasear al centro con mi novia y siempre descansábamos un poco debajo de estos portales, nos gustaba mucho este lugar. Luego había presentaciones de obras culturales o pequeños grupos de música que amenizaban las tardes. También en los tiempos de lluvia recuerdo refugiarnos empapados debajo de estos arcos, es un lugar con buenos recuerdos para mí.” El Portal de Dolores envuelve con su místico cobijo a la plaza y da un espacio inigualable para disfrutar de una tarde de música, baile y emociones. Un lugar con tanta vida merece ser partícipe de la memoria de sus visitantes.

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Portal de pasos: un escenario esplendoroso El Portal de Pasos, ubicado al lado oriente del Jardín Zenea sobre la calle de Corregidora, fue construido aproximadamente en el siglo XVII. Se ha convertido en un paso obligado para las personas debido a su naturaleza comercial. Sus actuales arcos guardan la memoria de sus antecesores, amplios arcos hechos de piedra de cantera que eran un excelente complemento arquitectónico para el jardín. En sus inicios, la primera planta de este edificio era utilizada para cuestiones comerciales y la parte superior contaba con habitaciones. Con el paso del tiempo también se le llegó a conocer como el Portal de las Atoleras, pues las señoras se dedicaban a vender atole y tamales. En el año de 1947 se destruyó la mitad del portal para construir el edificio que albergaría al Cine Plaza. Arturo Ortiz, quien solía visitar este cine, cuenta cómo era la estructura de ese lugar en ese tiempo:

“El Cine Plaza fue de los primeros cines que yo me acuerdo aquí en Querétaro, si no es que el primero. Ya posteriormente estuvo el Cine Alameda. Luego el Obregón, enfrente de la zapatería Candelas que después se cambió de nombre a Cinemas Premiere 1 y 2. Los portales eran muy bonitos, eran unos arcos cuadrados y como de un metro hacía abajo se hacían anchos, era cantera muy bonita de aquellos tiempos. Los que están ahorita ahí enfrente de la tienda ya no son los originales, quisieron hacer lo mismo pero la verdad no quedaron tan bonitos como los que estaban antes.”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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El señor Ortiz relata cómo era la interacción de los visitantes al cine desde su llegada en la entrada de los portales. El boletero resguardaba el acceso en una silla debajo de dichos portales para dar el ingreso a la sala de cine. “Tú llegabas y le dabas el boleto, unos boletos de cartón. La mitad del boleto lo ponía en un depósito y el otro te lo regresaba, era una sola sala. Había que subir como treinta escalones y llegabas a la mitad de la sala y ya tú buscabas el lugar que quisieras. Había dos estatuas iluminadas en ambos lados y había dos columnas tipo grecorromanas, era como un teatro, tu veías al cine y decías qué bonito.” En el año de 1979 los portales originales fueron destruidos cuando se demolió el cine, con el fin de abrir paso a un edificio en el que se situaría un comercio. Los portales que hoy en día se pueden observar son una réplica de los originales. Sin embargo, sus visitantes no parecen notarlo: ellos simplemente caminan entre sus columnas, dirigiéndose a algún destino o acudiendo a los locales comerciales instalados actualmente al interior de ésta construcción. El Portal de Pasos se ha convertido en un punto obligado para el apurado caminante del Centro Histórico. Este conjunto de obras arquitectónicas ha sido parte de paseos familiares, pláticas amenas debajo de sus portales y tardes musicales. El uso comercial que tienen actualmente contribuye a que siempre estén llenos de vida, a que las historias de sus visitantes no se pierdan. Los portales situados alrededor de las principales plazas de Querétaro han sido testigos de la evolución de la ciudad y de su gente, así como cómplices de las historias que se han desarrollado en sus adentros. Todas estas anécdotas se guardan entre sus columnas y las plazas de las que son compañeros, mientras que sus imponentes columnas recuerdan que estos guardianes han acompañado a varias generaciones y seguirán en pie para cobijar a las nuevas.

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D O N D E L A M O R A L S E DI S T R A E Po r Ke n i a Pe r a l t a

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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usto detrás de la emblemática Iglesia de la Merced se esconden los secretos de un pasado de placer y recreación nocturna. Llamada por los más condescendientes ‘Zona de tolerancia’, como popularmente la conocían los queretanos, fue foco de atención y al mismo tiempo de censura a partir de la segunda década del siglo XIX. Sin embargo, para los habitantes del Barrio de la Cruz era simplemente la Zona Roja. Los culpables de que todo comenzara fueron los arrieros, pues al llegar a hacer comercio en la región se hospedaban en mesones y atraían la atención de las muy serviciales ‘mujeres del talón’. Después, con el paso del tiempo, emigrarían calles arriba y los mesones se transformarían en vecindades. La tolerancia de la llamada Zona Roja abarcaba, a grandes rasgos, desde Plaza de Armas hasta el Templo de la Cruz, dando la espalda al templo de la Merced cual si fuera una metáfora del rechazo a la tentación. Dibujaba un rectángulo compuesto por las calles antes llamadas Cornelio (Independencia), Degollada (Progreso) y hacia el sur la calle Contagio (Reforma), como límite tenía la calle de La Rasposa y el callejón del Zumbido (Río de la Loza) principalmente. Zona que todos recuerdan pero de la que pocos queretanos hablan libremente, quizás por lo delicado de la situación o por lo incómodo del tema, cierto es que la mejor manera de abordarlo es con humor. Así lo comenta la señora María del Rosario Morales Elizondo, quien habitaba cerca del lugar: “Pues todos los días, todas las noches, ¡se escuchaba música señorita!” Los llamados “Colorados” continúan ruborizando a los más tímidos. La existencia de burdeles en cualquier ciudad es un tema que termina siendo tan viejo y clásico que la reacción que causa en algunos puede provocar desde una sonrisa hasta la total indiferencia. Estos lugares nocturnos, culpables de engendrar historias de pecado, eran principalmente El Moroco, El Ciro´s, El Mil Noches y El Jacalito; sin olvidar las cantinas como El Cairo, El Dany, El bar Reforma, Manolos, La Vida es Así, Los Ponches Moreno y la cervecería Palmeras, que embriagaban el ambiente de regocijo creando una combinación mortal.

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El que los bares se encontraran en la misma zona de placeres carnales daba pie a que no faltaran enfrentamientos y líos de faldas, en los que algunos se quedaron en el camino sin la posibilidad de contarnos sus buenos momentos. Esta situación fue un trago amargo para muchos queretanos, ya que algunos guardan recuerdos con temor de cuando eran niños y con molestia ya más adultos. La Vida es Así es uno de los bares que aún perdura en la zona, pero que al paso de los años ha cambiado de nombre y ubicación en un par de ocasiones. Ahora es llamado El Bar de Don Amado y se ubica en la calle 5 de Mayo. Al pasar por las calles de esa indecorosa zona, el vapor invadía el paisaje en cada puerta en la que aguardaba una señorita para ofrecer sus servicios. Este vapor parecía el boleto de entrada al paraíso, pues provenía del agua que se calentaba en pequeños anafres en la parte exterior del cuarto que daba hacia la calle.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

Las mujeres hervían agua con la finalidad de asearse después de cada cliente, de esta forma al ver el anafre los hombres sabían que la mujer estaba disponible; después entraban y la moral se distraía por un rato. Dicho ritual permanece en la memoria de doña María Paula García Fabián, queretana con más de ocho décadas de vida, quien no ha olvidado aquellas imágenes que en la curiosidad de la niñez la llevaron a traspasar esas incómodas fronteras: “Cuando uno era niña andaba ahí nomás como borrego y nada más veía como estaban afuera de los cuartos paradas, ahí nomás con unos taconzotes…” Sin embargo, otras casas de citas contaban historias aún más penosas. La señora García y su hija Rosa María Ledesma recuerdan:


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“Ahí había un señor que se encargaba de comprar muchachas, les llamaban ‘Las Poquianchis’, ellas salían de los ranchos, las vestían de monjitas y les decían que les iban a dar trabajo, ya cuando las traían las metían ahí y ya no salían para nada.”

“Llegaban los carros y bajaban bultos, eran mujeres, las traían en sábanas, decían que cambiaban las sábanas viejas por nuevas, y era que cambiaban a las mujeres viejas por muchachas jóvenes.” Los recuerdos inundan la cabeza de la señora Rosa; asiente con la mirada perdida en el recuerdo y con un sentimiento de orgullo y justicia comenta:

Sin embargo, se dice que lo bueno dura poco. Después de 140 años de tolerancia y diversión, en 1964 Manuel Gonzáles Cosío, Gobernador del Estado en ese momento, declaró el cierre de lo que llamó tumor social: la Zona Roja en el Estado de Querétaro. En la actualidad estas calles no se alejan demasiado de aquel pasado lleno de placeres y diversión; ahora esa zona se viste de otro tipo de bares y centros nocturnos en donde aún se puede pasar un buen rato. Cierto es que aunque la melancolía haya invadido a muchos en ese momento, gracias a estos cambios los queretanos pudieron disfrutar de una convivencia más tranquila y amena con sus familias.

“Yo tenía un hermano que sacó a una muchacha de allí… la sacó vestida de hombre y con sombrero. La liberó, la ayudó a salir…”

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


Po r L u i s S e b a s t i á n V i a d e s t L a r a y M i c h e l le R i v a s N e r i

ARRIBA, ABAJO, AL CENTRO Y PA’ DENTRO

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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ugar de refugio para clientes habituales y revelación para los visitantes, las cantinas y bares son un sello distintivo del Centro Histórico de Querétaro. Aunque antaño se les veía como sitios en los que las personas acudían a emborracharse, se han transformado en puntos de encuentro para pasar un buen rato; sin embargo, este cambio también les ha quitado un poco de su sabor tradicional. Emblemáticas, siempre vivas y mostrando su autenticidad, las cantinas del Centro Histórico abren sus puertas a cualquiera para escribir una nueva historia en su interior. Sea hombre o mujer, universitario o trabajador, aquí el cliente encuentra en todo momento una buena oportunidad para decir ¡salud!

pared. La decoración original contaba con gobelinos que representaban una escena selvática, donde leones y árabes cazaban tigres, pero estos tapices han desaparecido con los años.

La historia de las cantinas comienza con matices diferentes, pues en un principio se trataba de pulquerías. A partir del año de 1846 el concepto de cantina comenzó a utilizarse en México como resultado de la pugna entre nuestro país y Estados Unidos: Texas estaba en discordia y los soldados necesitaban de un lugar para beber y relajarse. Al menos por un rato.

Esta cantina convivió con varios expendios de bebidas alcohólicas como La Palanca y La Borrasca, situadas cerca de los Arcos, pero la única que sigue existiendo y funcionando en el mismo lugar es la fundada por Don Carlos.

El sediento visitante del Centro Histórico puede encontrar la cantina que más se acomode a sus necesidades: en El Luchador podrá beber cerveza de barril, y si es más atrevido en La Selva Taurina podrá ordenar el mítico mezcal de víbora. Si lo que busca es una bebida típica, entonces Don Amado es el lugar ideal. Al interior de estos recintos del buen beber conviven todas las clases sociales sin complejos: el rico y el pobre dentro fungen como comensales, aunque afuera ni se ven ni se hablan. Lo que importa es que la bebida no se termine.

Ubicada en el corazón del Barrio de la Cruz, en la esquina de Independencia con Damián Carmona, se encuentra una cantina que desde abril de 1942 atiende a sus comensales. Hablamos por supuesto de La Selva Taurina. Lugar en el que habitan épocas pasadas, su decoración se centra en la tauromaquia mexicana: hay elegantes trajes de toreros, fotografías y cuadros alusivos a las corridas de toros e impresionantes cabezas de toro que sobresalen de la

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El fundador de esta cantina, la cual originalmente se llamaba La Selva, fue Don Carlos Barrón. En la época de los cuarenta se vendían en este establecimiento productos como ropa, combustibles y alimentos perecederos. Tiempo después se le añadiría el concepto de Taurina, llamándose Selva Taurina a partir del año de 1998.

A mediados de los años sesenta este establecimiento fue adquirido por el señor Salvador Arreola, conocido en el Querétaro actual por su bar Chava Invita, ubicado frente de la Antigua Estación del Ferrocarril. En 1972 La Selva Taurina fue comprada por el señor Pedro González Matehuala, adquisición que perduraría hasta la actualidad pues el establecimiento aún es propiedad de la familia González Rivas. Alfredo González Rivas, actual dueño, nos platica un poco de su historia reciente:

“Es ahorita una de las cantinas más populares, es una de las cantinas a la que viene más gente, la más turística y vienen a hacer muchos documentales aquí por el ambiente. Viene gente muy famosa como el mejor torero del mundo, José Tomás. Vienen políticos muy famosos, vienen de todo tipo.” En la carta de La Selva Taurina se pueden encontrar botanas variadas y abundantes: desde el acostumbrado taco de chicharrón en salsa hasta el bacalao a la vizcaína, o los famosos tacos de copete de la casa. Lo que no se encontrará es algún coctel de diseñador o bebida actual; lo que hace


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única a esta cantina es su rockola y el tradicional mezcal de víbora, popular entre los comensales. Alfredo González comparte cómo surgió esté emblemático trago: “Surgió porque la trajo un amigo que le detectaron cáncer, entonces fue a Oaxaca y le dijeron que si se tomaba mezcal con víbora de cascabel se le iba a quitar. Cuando llegó a su casa lo corrió su mujer con todo y víbora, no sabía qué hacer con la víbora. Entonces vino y me la depositó aquí, entonces ya la vieron los muchachos de esas épocas, les empezó a gustar la víbora y se empezó a correr el rumor.” La Selva Taurina es uno de esos lugares en los que se puede vivir la tradición de la tauromaquia del México de ayer mientras se disfruta de un buen momento acompañado de los amigos. Sin duda, visitar este establecimiento es una excelente opción para vivir una noche única en el Centro Histórico de la ciudad.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

asi es la vida: Don Amado La cantina de Don Amado fue fundada en 1941 por el joven Amado Uribe Pichardo. Con tan sólo dieciocho años, este joven decidió poner una cantina en lo que entonces era la zona de tolerancia, entre las calles de Progreso y Altamirano, llamada la Zona Roja. Esta cantina fue nombrada con el título de una canción que sonaba en ese entonces: ‘Así es la vida’. Sin embargo, actualmente es conocida como Don Amado y desde hace más de setenta años sacia la sed de todo aquel que entra. Juan Uribe Farfán, hijo de Don Amado y heredero de la tradición de llevar a sus fieles parroquianos los néctares del alcohol, nos cuenta cómo era el Querétaro de hace algunos ayeres detrás de la barra. “Era una zona en que había cabarets y centros de bailes, cantinas, cervecerías como el Mil Noches, el Farolito, había varios no recuerdo muy bien…eso sí, no se permitía la entrada a niños, mujeres u hombres uniformados, era muy diferente. Esta cantina se ha destacado, ha sido del gusto de muchos


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estudiantes, pintores, poetas, escritores, les gusta el lugar. Hay dos personas que son clientes desde hace más de sesenta años y siguen viniendo, uno de ellos tiene ochenta y cinco años y el otro ochenta y seis años.” La cantina es atendida solamente por familiares: entre hermanos e hijos preparan y atienden a todo aquel que decide entrar. Don Amado alberga obras de jóvenes artistas queretanos, con ilustraciones y cuadros en las paredes. Estas artísticas decoraciones conservan anécdotas que Juan Uribe, como buen cantinero, se guarda. “Muchas cosas que aquí pasan aquí se quedan. Eso no se platica, pues ahora las cosas han cambiado, hay quien viene y hace sus presentaciones de un libro, hay maestros que vienen a hacer sus exámenes a sus alumnos a la cantina, obras de teatro se han presentado, muchas cosas.” Aquí ningún cantinero va a juzgar lo que pidas y a la hora que lo pidas: Don Amado tiene la magia de convertir el día en noche y dejar fuera al sol gracias a la única ventana que da hacia la calle 5 de Mayo. “Lo que les gusta mucho son las micheladas y una bebida que todos la piden cuando vienen que es ‘La Prodigiosa’. La fabrican aquí, bodegas queretanas; es un licor de yerbas, raíces, desde luego con alcohol y aquí la componemos con un poco de anís. Es la bebida que cuando llegan aquí se les olvida el nombre, ya no se acuerdan si es prodigiosa cuando llegan, siempre cambiándole el nombre.” En este lugar impera el sonido de interminables pláticas y, en algunas ocasiones, el de las fichas de dominó. La rockola juega un papel importante para animar a los comensales a cantar canciones de los años setentas y noventas. Sólo hacen falta algunas monedas para que suene la música y los clientes podrán concentrarse en las pláticas o el juego. Porque, hay que aclarar, aquí se discuten los temas más importantes: amor, deportes, política, negocios y todo lo que sólo puede expresarse en una charla de cantina y gritar ¡Mesero, otra ronda!

En esta esquina, el unico, el inigualable, el Luchador Con sus dos puertas de madera abatibles típicas de cantina, dejando ver las piernas de todo aquel valiente que se aventura a perderse en su interior, esta cantina se encuentra cerca del Jardín de los Platitos. El Luchador es un establecimiento ubicado en la antiguamente llamada ‘Otra Banda’ del Río de Querétaro. Con más de 90 años en la calle Filomeno Mata esquina con Avenida Universidad, este Luchador ha visto envejecer su ciudad y a sus seguidores. Adquirida por Víctor Sámano Tovar en el año de 1986, este establecimiento no ha perdido la esencia que lo caracteriza: paredes cubiertas de pósters y fotografías de los grandes de la lucha libre mexicana. Personajes míticos de la cultura popular como El Santo, Blue Demon y Mil Máscaras adornan este recinto que hace honor a la lucha libre. El tamaño del bar es de pocas dimensiones, asemejando un cuadrilátero. Seguramente es la cantina más pequeña de Querétaro. Por su ubicación cercana al Auditorio General José María Arteaga y a la Arena Querétaro, donde frecuentemente se realizan funciones de lucha libre, el establecimiento recibe la visita de luchadores y deportistas que después de cada espectáculo se dan cita para cambiar los golpes por una copa. La especialidad de la casa son las micheladas con cerveza de barril, y como toda buena cantina la botana no puede faltar. En su menú se encuentra el clásico caldo de camarón, los famosos tacos de arrachera y el ‘Quita Máscaras’: chicharrón con salsa picosa. Bajo esta máscara el tiempo no ha pasado, pero sí ha dejado estragos de sus fieles seguidores. La clientela de El Luchador ha dejado en estas cuatro paredes el eco de sus risas y llantos más de una vez. Este luchador seguirá resguardando todas las pequeñas o grandes hazañas, aventuras y sueños que aquí sucedan.

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La ultima y nos vamos En las cantinas de barrio se prohibía la entrada a mujeres, además de a perros o uniformados. Aunque por moral se veía mal el ingreso de las mujeres a las cantinas, en 1982 se le permitió la entrada a la clientela femenina. Esto causó reacciones inmediatas, pues las mujeres que acudían a estos establecimientos eran mal vistas. Un lugar tan terriblemente masculino no podía ser espacio para los tacones y las faldas. Esto, por suerte, ha cambiado con los años. Hoy las tradicionales cantinas queretanas son frecuentadas por público masculino pero también por mujeres, quienes también saben cómo tomar unos buenos tragos de cerveza. Las cantinas del Centro Histórico de Querétaro permanecen con vida, se han vuelto centros de reunión que son visitados por toda clase de personas. Estos antiguos centros de convivencia aún son el espacio ideal para quienes buscan acompañar la noche con algunos tragos; establecimientos tan llenos de tradición y de cultura, como de los vivencias de aquellos que se han sentado en sus barras a tomar una cerveza, o en sus mesas a conversar con amigos. Un tour por cualquier de estos lugares puede regalarle al visitante no sólo un momento agradable, sino también un viaje hacia el pasado, a esos lugares que por sus peculiaridades se han colado en los recuerdos más íntimos de la memoria queretana.

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el jardin de los

platitos PIEZAS DE MĂšSICA Y PORCELANA

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Po r M i c h e l l e Rivas Neri


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l río de Querétaro tuvo, alrededor de los años setentas, una función curiosa: servía de línea territorial entre los habitantes del Centro Histórico y los de la “otra banda”. Aquel barrio suponía un territorio secreto, alejado, un lugar habitado por misterios que los habitantes del Centro no estaban dispuestos a descubrir. Fue en ese “otro lado” del río en el que nació un jardín pequeño y colorido donde hombres con guitarras y trajes adornados establecieron su centro de reunión. Es el Jardín de los Platitos. Un jardín que nace de restos de porcelana rota posee un carácter poético, de ecos artísticos. Es quizá por ello que los mariachis encontraron en ese espacio un lugar para cantar y dedicar canciones. Pero no hay que adelantarse; una historia debe siempre comenzar por el principio, y el principio del Jardín de los Platitos fue en el año de 1972. Entonces aún no había jardín como tal, se trataba de un camino solitario y lleno de piedras por el que pasaban los automóviles de los vecinos de la zona. El destino de tan quieto lugar cambiaría el 15 de junio del mismo año, cuando un grupo de mariachis decidió pararse allí a probar suerte y buscar clientes. Juan Pérez Pilar, un mariachi con más de 50 años de trayectoria, conoce bien la historia de este jardín y del errante camino de los músicos antes de llegar a dicho lugar. Cuenta que no tenían un lugar fijo de trabajo, sino que ofertaban sus servicios de bar en bar, de pulquería en pulquería. Los mariachis daban su recorrido por la ciudad y llegaban a la Estación del Tren. “Entonces en aquella ocasión uno de los componentes del grupo dijo - Pues miren qué vamos a hacer allá (en la Estación), allá no vamos a hacer nada, ¿por qué no nos quedamos en este lugar que es la entrada de todos los carros?-, y bueno pues nos quedamos aquí, en el Jardín de los Platitos aunque aquí fuera de piedra, de tierra, en la feria del río era un callejoncito nada más.” Así nació un jardín que poco a poco se fue adornando con piezas de porcelana rescatadas de un tiradero. Los pedacitos de platos cubrieron incluso las bancas y la fuente, dando la bienvenida a las guitarras y trompetas de los nuevos grupos de mariachis que llegaban a la pequeña plaza.

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Ahora el jardín luce pedazos brillantes en tonos azules y blancos, pero antes de su remodelación estaba adornado por trozos de platos con figuras de animales. Así lo recuerda Baltazar Arreola Sotelo, quien ha tocado música norteña desde hace varios años. “De figuras de los platos que había antes de figuritas de patitos, de conejitos, qué se yo, así de animalitos, así todo eso estaba en las barditas y luego ya cuando lo modificaron pues le quitaron muchas cosas de ahí, inclusive estaban unas palmotas grandes y ya no hay nada de eso ahí.” Para 1974 el Jardín de los Platitos ya era un concurrido centro de reunión para quien se viera en la necesidad de llevar serenata a alguna muchacha. Los jóvenes eran los principales clientes de estos músicos. El mariachi Juan Pérez relata una anécdota curiosa sobre las serenatas, un recuerdo de entre tantos:

“Una vez nos pasó que ahí enfrente de los platitos habían dos chamacas y tenían un novio para cada una, y luego los llevaban a cantarles canciones ahí, y como era el tiempo en el que no querían que estuviéramos tanto ahí el señor del guitarrón les dijo -No ya no podemos cantar aquí, vámonos a otro lado-, -¿Pero a dónde vamos si mi novia está aquí? Cántale que aquí está mi novia-, y nos daba risa porque quería quitar al novio de la ventana para llevárselo a otro lado.”

Muchas historias se relacionan con los mariachis de elegantes trajes, pero el género norteño también tiene historia que contar. Los señores Agustín Barrera y Baltazar Arreola son los iniciadores de música norteña que llegaron al jardín. Compadres de tiempo atrás, en el año de 1975 decidieron dedicarse a la música y comenzaron a trabajar en las cantinas que existían a los lados del Jardín de los Platitos. Algunas de esas cantinas eran La Oficina, Camporales, La Casa Verde, El Centro Rielero y Cuauhtémoc, además del bar Chava Invita. Fue en estos establecimientos donde los músicos buscaban clientes y, de paso, se tomaban algún trago.


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Según cuenta el señor Baltazar, los grupos de más antigüedad son Los Rancheros del Bajío y el Mariachi Santa Rosa, conjuntos que a la fecha siguen tocando pero con elementos jóvenes, hijos de los músicos. Recuerda que en esos tiempos había alrededor de cinco grupos de mariachis y muchos norteños, pero de esos ninguno trabajaba exactamente en el Jardín, sólo ellos y otra agrupación llamada Los Rayos del Árbol. “Éramos como tres grupos norteños; ósea había muchos pero unos estaban de planta en algunos bares, otros se iban a echar cantina y regresaban allá a sus hogares. Y nosotros éramos su grupo de él (Los Rayos del Árbol) y el grupo de nosotros.” Con el paso del tiempo y debido al éxito que tuvieron comenzaron a llegar más músicos a la plaza, transformándola en cantos, guitarras y trompetas que pronto molestaron a los vecinos. Al paso de los años comenzaron a quejarse debido al ruido que hacían y a la aglomeración de gente, por lo que el gobierno comenzó a hacer propuestas para cambiarlos de lugar. Para ese entonces ya existían nueve grupos de mariachi y siete de norteño. En un principio se planteó reubicarlos en La Cruz, donde se construyó una plazuela que actualmente lleva el nombre de Garibaldi. Sin embargo, el señor Juan Pérez asegura que aquel no era un lugar adecuado dado que los músicos no tendrían un lugar específico para tocar. Finalmente en el 2000 se erigió la Plaza de Santa Cecilia, ubicada en la equina de Avenida Universidad con la Avenida 5 de Febrero. Así, después de más de treinta años, los músicos cambiaron de ubicación y se despidieron del Jardín de los Platitos. Ya sin sus músicos, la placita fue remodelada para que las personas pudieran pasear y disfrutar de su peculiar ornamentación. Un poco escondido detrás de río, el Jardín de los Platitos es testigo de la transformación de la ciudad: “la otra banda” ya no es más un territorio alejado poblado de secretos, es un barrio inmerso en el centro de Querétaro con muchas historias aún por contar. Y esta vez sí habrá más de un oído que desee escucharlas.

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LA ESTACIÓN

TREN

DEL

EL TRAYECTO DEL TREN

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Po r M i c h e l l e Rivas Neri


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Entre los fierros del ferrocarril va ferroso el ferrocarrilero, recorriendo de marzo a abril la ruta de Ponferrada a Ponferrero. Trabalenguas popular.

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trapada entre las calles de Héroes de Nacozari e Invierno, la antigua Estación del Ferrocarril conserva en su interior el eco de los pasos apresurados de quienes tomaban el tren para dirigirse a su destino. La estación fue construida a principios del siglo XX y en 1903 corrió la primera línea del ferrocarril: la ruta del tren de pasajeros de San Luis Potosí a Querétaro. A pesar de haber caído en un aparente abandono, en la silenciosa fachada permanece el barullo que se vivía día a día entre los viajeros que visitaban la estación. El 3 de octubre de 1904 fue oficial el servicio para pasajeros. El señor Hilario Pacheco fue el Jefe de la Estación del Tren a partir de 1965. De carácter amigable y plática amena, el antiguo líder de este enigmático lugar se enorgullece de la labor que desempeñó entre transeúntes, vendedores y colegas que recorrieron este lugar durante la época de esplendor de los ferrocarriles en la ciudad. Contaba con el apoyo de tres boleteros, un aseador, nueve vigilantes, un secretario, un peón de carros, un bodeguero, un escapero y otros dos ayudantes en la mesa de carros. Su oficina se ubicaba en la estación de carga, espacio que actualmente considera demasiado descuidado. Trabajaba de las siete de la mañana a las tres de la tarde, aunque debido a la afluencia de pasajeros su horario se recorrió de las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde para atender mejor al público. Él recuerda que las industrias lo contactaban para transportar sus productos.

“Trabajar era tranquilo. Nos hacían muchas llamadas de las industrias, necesitaban furgones para cargar…por ejemplo la Carnation cargaban leche, Nestlé, Kellogs; a fin de mes hasta veinte carros, furgones. Pero los demás días, entre lunes y sábado, cargaban entre seis y ocho furgones diariamente.”

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Entre las vías de descarga que había en la estación, existía una donde llegaban frutas, verduras, ropa y otros productos necesarios para la vida doméstica que tenían como destino las tiendas de La Casa Colorada y Los Escobar, entre otras. Se le conocía como la “vía del comercio” y era visitada por carros jalados por mulas, según refiere Edgar Moreno Pérez. En la estación existió un restaurante que por la cantidad de dos pesos ofrecía almuerzos a los hambrientos pasajeros. El señor Hilario cuenta que lo atendía la señora Carmen Rodríguez, quien daba buen servicio y buena comida: “el almuerzo tradicional constaba de huevos al gusto.” Aquel pequeño restaurante sin nombre, bautizado simplemente como “El Restaurante de la estación”, fue muy concurrido mientras ofreció sus servicios. Las personas que vivían en el Centro Histórico acudían a cenar ahí hasta que el establecimiento cerró sus puertas tras el fallecimiento de la señora Carmen. A la Estación del Tren acudían también vendedores ambulantes que ofertaban sus productos a los pasajeros. Podía encontrarse desde quienes vendían frutas o camotes hasta cobijas y zarapes fabricados en Bernal o Soriano, por si algún despistado pasajero había olvidado el abrigo en casa. El señor Hilario recuerda que, por los años ochenta, el pasaje del tren de segunda clase tenía un costo de 8.65 pesos y en primera de 11.50 pesos. Llegaban distintas clases sociales a tomar el tren, desde distinguidos hombres de negocios que viajaban con sus familias hasta personas humildes. Todas ellas le daban vida al ir y venir del tren. “Y luego aquí en la estación de pasajeros… hubiera visto cuando llegaban los trenes de pasajeros, los comerciantes que vendían las tortas y la fruta. Se llenaba de gente la estación. Ahora es triste, ¿eh? Pues no hay trenes de pasajeros.” Durante el tiempo que trabajó, el señor Hilario asegura que todo transcurría en paz y no había ladrones que asediaran dentro de la estación. Tal era la seguridad que en una ocasión un comandante de la Policía Judicial se adentró al edificio “a la brava”, supuestamente persiguiendo a un bandido, y le llamó la atención: “Aquí se pide permiso”, le dijo.

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Fotografía por tomada del Archivo Histórico de Querétaro


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El asunto no pasó a mayores y se convirtió quizá en la única anécdota donde tuviera lugar una persecución. Cada siete de noviembre, Día del Ferrocarrilero, se realizaba un pequeño festejo. Los trabajadores de la estación celebraban con música, mandaban comprar un puerco y hacían carnitas. Los tragos no faltaban y traían pulque de Hidalgo, además de las tradicionales cervezas y los tequilas. El señor Hilario participó en una o dos ocasiones de aquella celebración, pues el alcohol embriagaba el raciocinio de algunos trabajadores. Tras veinticinco años de laborar en la Estación del Ferrocarril, el señor Hilario se jubiló el 12 de febrero de 1990. Recuerda que cuando él empezó a trabajar había más de mil jefes de estación en el sistema ferroviario nacional. De todas esas personas, él fue el número dos al momento de jubilarse. Y lo hizo con una sonrisa, pues: “trabajé muy contento porque la gente me contestaba también con una sonrisa.” Aquel estrepitoso pasado parece haber ocurrido mucho tiempo atrás. La llamada Vieja Estación del Tren fue perdiendo a sus pasajeros por la llegada de otras formas de transportarse, como los camiones o los automóviles. El ruido se trasladó pronto a las calles, dejando a la estación con sus corredores vacíos. Pero la aparente tranquilidad al interior de este edificio no duraría demasiado tiempo. La construcción se ha convertido ya no en el destino y llegada de ferrocarriles, sino en un recinto dedicado a la cultura. Ahora los visitantes acuden para ver exposiciones, disfrutar de conciertos y obras de teatro, asistir a talleres artísticos o a visitar el Museo del Ferrocarril. Ya no esperan el tren sino que prefieren pasear por un edificio histórico que forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad. La estación continúa siendo el referente de un pasado que vive en los rincones donde los pasajeros esperaban el arribo del tren.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


R L A N O S TA LG I A D E L PA S A D O Y L A I LU S I ร N D E L PRESENTE

Po r L u i s S e b a s t i รก n V i a d e s t La r a

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Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A

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a fiesta taurina es una tradición a nivel mundial que aún con sus 500 años de antigüedad continúa vigente, y en Querétaro tiene una historia particular. En la ciudad se ha escrito gran parte de la historia del toreo mexicano desde sus ganaderías, plazas y escuelas taurinas, lo que la convierte en un exponente de este arte. En cada momento que se vive en el ruedo de la Plaza, entre toro y torero, se crea un universo tan grande como la importancia de la propia anécdota. En Querétaro la primera Plaza de Toros se construyó en 1680 y fue llamada Plaza Grande o de San Francisco, por ubicarse en el espacio que actualmente alberga al Jardín Zenea. Así, esta plaza acogió a la Fiesta Brava y fue testigo por más de 170 años de las corridas de toros que en ella se efectuaban. En 1826, después de más de 140 años, se comenzaría a montar la Plaza de Toros de la Tauromaquia o de la Huaracha, llamada así por ubicarse en la calle del mismo nombre. Dicha calle actualmente es la de Reforma, entre Zaragoza y

190Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

Vergara. Este recinto taurino construido de adobe y madera fue inaugurado hasta 1830. Con una afición apasionada cada vez más numerosa, la Fiesta Brava también llegaría a la famosa Plaza de Occidente: la primera hecha de mampostería por encargo de Don Silvestre Méndez, un apasionado de los toros muy conocido por los amantes de la tauromaquia de aquél entonces; ésta se ubicó en las calles de Quintana Roo y Avenida del 57 hasta 1903, cuando fue desmantelada. La historia de la tauromaquia en Querétaro se escribió en torno a lo que sucedía cada tarde en el ruedo. Toro y torero brindaban espectáculos únicos donde la gloria y el drama paseaban de la mano; historias que alimentan la leyenda de los héroes vestidos de luces. Sin duda, la fiesta taurina no sería fiesta sin los elementos que giran a su alrededor.


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S

La legendaria Plaza de Toros Colón Manuel Valdelamar Tames, un queretano “de los de antes”, nació el 24 de diciembre de 1945. Ese año México recibió la visita de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, ‘Manolete’, considerado uno de los grandes toreros de la España de los años cuarenta; para muchos, el mejor torero de todos los tiempos. Es por ello que lleva su nombre Don Manuel, quien rememora emotivamente la colosal Plaza de Toros Colón en donde pasó gran parte de su juventud en compañía de su padre. Allí vivían cada tarde de domingo la animación, bullicio y alegría del tendido de los aficionados chipén. En la jerga de la fiesta brava se llaman aficionados chipén a quienes animan las gradas; sin embargo, en la época de Don Manuel el término hacía referencia a los aficionados de una clase social baja.

La Plaza de Toros Colón, edificio construido de cal y canto, fue inaugurada el 27 de noviembre de 1894, a unas cuantas cuadras de la Alameda. Así recuerda Don Manuel aquellas tardes de toros en la plaza:

“Una particularidad que a mí me impactó es que separaba mucho las clases sociales: por una avenida que era la Colón entraban los aficionados chipén y por la calle de Damián Carmona entraba la gente que iba a las localidades populares. Lo interesante es que la Colón provocó en Querétaro el famoso convite o la invitación al pueblo, recorriendo un camión con un zarzo de banderilla adornado y una banda de música, recordándole al público el cartel para ir haciendo el ambiente. El convite normalmente terminaba en la Alameda Hidalgo, tocando algunos pases dobles, mientras ya empezaba la afluencia del público a comprar sus localidades.”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


Q U E R É TA R O M E M O R I A H I S T Ó R I C A La Plaza vio pasar a cuantiosas familias, a muchos aficionados habituales. Es el caso de Don Marcelino Valdelamar Flores, padre de Manuel Valdelamar Tames, que toreó en la Colón varios festivales con su elegante traje negro y pulcra corbata. El ruedo de La Plaza de Toros Colón vio desfilar a figuras de la década de 1990 como Mazzantini, Antonio Montes Reverte, Vicente Segura, Mariano Montes, Sánchez Mejía, Victoriano Roger Valencia, Juan Silveti, ‘El Curro’ Martín Vázquez, Rodolfo Gaona, Manuel Jiménez ‘Chicuelo’, Fermín Espinoza ‘Armillita’, entre otros tantos.

Alfonso Ramírez ‘Calesero’ y Manuel Capetillo. El cierre de este festival navideño corrió a cargo del cantante Pedro Vargas, quien formara parte de la Época de Oro del Cine Mexicano y uno de los Zprincipales intérpretes de Agustín Lara. El taurófilo de corazón, Manuel Valdelamar, recuerda aquél día: “Para los que ahí estuvimos es una nostalgia por la Plaza de Toros Colón de Querétaro. Tuvo su época y la cubrió con gloria taurina. Un lugar de historia para la tauromaquia de México.”

Entre los médicos de cabecera que se encargaron de salvaguardar a los toreros, se pueden señalar a los doctores Núñez Lara, López Herrera y Francisco Alcocer Pozo; éste último un médico apasionado de la fiesta de los toros. El doctor Francisco Alcocer tomó la rienda de este servicio con la ayuda de su hermano, José Alcocer Pozo, y en ocasiones auxiliándose con el Doctor Arturo de la Isla. Se encontraban al frente, en el callejón, velando por la salud de los lidiadores como lo cuenta el señor Carlos M. García Alcocer en su libro “Querétaro de Ayer”.

Durante la corrida se enseñó una manta de los aficionados pidiendo una plaza de toros y el licenciado Nicolás González Jáuregui, empresario taurino, ganadero y gran impulsor de la fiesta taurina en el Estado de Querétaro, se comprometió con la afición. Como resultado surgió la magnífica Plaza Santa María de Querétaro, inaugurada el 22 de diciembre de 1963 con la ya tradicional Fiesta Navideña.

Esta plaza llegó a su fin en 1961, después de 64 años; a modo de despedida exhibió en el último cartel la Corrida Navideña, que ofrecía un mano a mano entre el catalán Joaquín Bernadó y Antonio del Olivar con toros de Mimiahuapam. Al año siguiente, en 1962, el lugar fue demolido. Sin embargo, no fue motivo suficiente para que los aficionados se quedaran sin su tradicional Fiesta Brava, por lo que improvisaron una plaza de toros junto a la Parroquia de Santiago en la calle de Próspero C. Vega. En esa ocasión torearon los matadores

El 24 de Julio de 1974 se celebró la primera Pamplonada en Querétaro, bajo la mirada de más de diez mil personas que la disfrutaron por las calles del Centro Histórico. El colorido barrio de Santa Ana cobijó la alegría desbordante del público ante este nuevo acontecimiento, organizado por el Padre José Morales y Don Miguel Sánchez Matías. Con el tiempo, este evento formaría parte del programa de las Fiestas Profanas celebradas en honor de Santa Ana, Patrona de dicho barrio.

192Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

LA SANTA ANA,(PAMPLONADa O CARGAR A LA SUERTE


E L C E N T R O H I S T Ó R I CO CO N TA D O P O R S U S V O C E S La señora Ibarra, habitante del Barrio de Santa Ana, recuerda con pena y pesar esta festividad que se celebraba el último día de julio: “Yo me acuerdo que la quitaron hace seis o siete años, porque soltaban toros de lidia y pues no es pa´ toda la gente, entonces se metía cualquier chamaquillo. A uno de mis hermanos, yo vivía en Morelos ahí entre Ezequiel Montes y Nicolás Campa, la puerta de la casa de mis papás es de Madera, entonces un día llegó un toro y ¡pas!, lo traspasa contra la puerta… se murió. Otro año uno de mis hermanos se mete a la pamplonada y ¡pas!, lo pesca el toro contra la puerta y le da una cornada.” Se podían ver los capotes de todos los tamaños y de todas formas en el ambiente, todo mundo quería torear; algunos se sentían toreros de la época como Manolos Martínez o Eloy Cavazos. De esta forma el Padre Morales dejaría como legado una tradición que en nuestros días ya no se practica. Él buscaba que la gente se acercara a la fe religiosa, con su afición quiso hacer en ese barrio algo que proyectara a su iglesia. La Pamplonada, por iniciativa del Padre, llegó a durar 29 años.

PARAR, TEMPLAR Y MANDAR El buen gusto del público queretano definió los valores estéticos que cada toro representaba, les dio una jerarquía justa y fundada. A través de la crítica propiamente artística de este arte se puede apreciar el valor inquebrantable de las reglas y la disciplina técnica que dan el verdadero valor de torear. El hueco que dejaron estas Plazas de Toros en el Centro Histórico para dar pie a jardines o plazas públicas, comercios o casas, hicieron de Querétaro un lugar único de la Fiesta Brava, conquistando a nacionales y extranjeros amantes de la tauromaquia. Aunque ya no existan estos recintos, algunos locales hacen honor con fotos y trofeos las corridas de esas décadas. La emoción y sentido, el misterio del espectáculo en que parecía recrearse lo mejor y lo peor del hombre, espíritu y materia; inteligencia e instinto; hombre y bestia; luz y sombra; fiesta y drama. La nostalgia del pasado puede combinarse con la ilusión del presente, especialmente en todos aquellos que han sido seguidores incondicionales de la Fiesta Brava.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


LA

ALAMEDA PASEOS QUE SE GUARDAN EN EL RECUERDO

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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a Alameda Hidalgo es uno de los parques más representativos del Centro Histórico de Querétaro, un lugar que ha resistido a la evolución de la urbe. Este parque flanqueado por dos de las avenidas más transitadas de nuestra ciudad es un espacio de tranquilidad y paz para los queretanos, quienes se liberan del ajetreo diario al recorrer sus calzadas, sentarse en sus bancas o al disfrutar de las exposiciones culturales. Sus abundantes árboles cumplen la función de frenar el rugir de los motores y lo convierten en ese ansiado espacio de serenidad. Este bello paseo fue visualizado por el Corregidor Don Ignacio Ruíz Colado a finales del siglo XVIII, quien vislumbró la necesidad de un espacio de recreación para los habitantes de la ciudad en aquel entonces. Fue así como consiguió la autorización del Virrey, el Marqués de Branciforte, para realizar cuarenta corridas de toros y reunir fondos para comenzar con la plantación de árboles y la adquisición de este terreno, el cual antes formaba parte de la Hacienda Casa Blanca. Sin embargo, con el estallido de la lucha independentista el lugar fue abandonado: había senderos de tierra y árboles desperdigados. Llegó a ser utilizado como campamento militar y su flora sirvió de alimento para las caballadas de las tropas durante el sitio de la ciudad de Querétaro en el año de 1867. Fue cerca de la celebración del centenario de la gesta independentista cuando se decidió nombrar al parque ‘Alameda Hidalgo’ en conmemoración al padre de la patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla. En esas fechas también se erigió en el centro de la plaza una estatua en su honor que fue inaugurada el 15 de septiembre de 1897. En la década de 1960, gracias al empeño e iniciativa de la señora Trinidad Septién, esposa del Gobernador del Estado Manuel González Cosío, se construyó un parque infantil en uno de los prados de esta Alameda. Allí se hallaba un gran número de juegos mecánicos. La señora María Lourdes Gutiérrez, vecina del Centro Histórico, platica un poco de cómo era el paisaje de este lugar en aquel entonces:

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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“La Alameda antes era de pura tierra los caminitos… ahí podía andar uno en bici y en juegos como columpios para los niños. Antes se podía pisar el pasto...todo, y ahí por ejemplo me gustaría que volviera a haber juegos para los niños o que dejen sentarse en el pasto.” Aún cuando hubo avances en su remodelación poco a poco el parque se fue deteriorando, ya que solían hacer arreglos aislados para que la Alameda tuviera un mejor aspecto. Eduardo Rabell Urbiola, actual cronista de la ciudad de Querétaro, describe algunos de estos pasajes: “Yo me acuerdo que cuando era niño los caminos eran de tierra, los juegos mecánicos que estaban ahí estaban oxidados, pero pulidos por las manos de los niños. Hubo un espejo de oro que tenía esculturas de mármol alrededor, pero ya habían desparecido las esculturas. Recuerdo que había águilas y ya no había nada de eso (…) Había un arreglo simpático en algún lugar de la Alameda, donde uno de los asientos eran troncos invertidos, de suerte que la raíz eran los respaldos y el corte del tronco era el asiento, donde se podían pasar ratos muy agradables. Recuerdo estar ahí los domingos por la tarde con mi tío abuelo.” Con el paso del tiempo y la llegada de la modernidad a la ciudad, la Alameda fue perdiendo dimensión en la década de los setentas. Las diferentes modificaciones viales como la ampliación de Avenida Zaragoza para el paso del tren y la ampliación de Avenida Constituyentes para la entonces carretera México-San Luis Potosí fueron restándole espacio. Los cortes en su tamaño fueron más drásticos con la construcción de las avenidas Juárez, Colón y la prolongación de Pasteur, hasta que la Alameda quedó reducida a la cuarta parte de su tamaño original.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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Fue hasta el Gobierno de Mariano Palacios Alcocer que se iniciaron los trabajos de restauración y embellecimiento de la Alameda, en un proyecto ambicioso que incluía trabajos de reforestación, empastado y restauración de la estatua del cura Hidalgo y del quiosco. Lo más representativo fue el cercado de toda el área con una reja metálica y columnas de cantera. Finalmente el 5 de febrero de 1988 se llevó a cabo la reinauguración del parque. Justo al año siguiente se colocó un grupo escultórico que representa al músico oaxaqueño José López Álvarez sentado en un tronco y pulsando una guitarra. Con esto la Alameda se volvió un punto imperdible para los habitantes de la ciudad y para aquellos foráneos que la visitaran. Así lo recuerda el vecino de la zona, Alfredo García Vargas: “Todo el mundo iba a la Alameda, era un centro de reunión familiar de la ciudad de Querétaro. Había una agencia de bicicletas, de un señor Álvarez por cierto; ahí las alquilaba de

todos tamaños, alquilaban por una hora, por cuartos de hora, y claro lo que hacía uno era meterse a la Alameda y dar vueltas y vueltas y vueltas, y andar por todos los caminos por la Alameda Hidalgo. Aparte ahí había juegos, estaba el ‘bimbalete’, los patines, los columpios…” La Alameda Hidalgo tiene en cada uno de sus rincones una historia o una anécdota distinta que contar: en las piezas de artillería que fueron remplazadas por juegos mecánicos para niños, en las caballadas militares por un grupo de ardillas amistosas y acostumbradas al trato con la gente, en los senderos de tierra por calzadas adoquinadas dignas de una buena caminata o un paseo en bicicleta. Sus jardines están guardados en la memoria colectiva de los habitantes de Querétaro y aún mantiene sus puertas abiertas para todo aquel que quiera escuchar la historia de este jardín, que es susurrada al oído de cada visitante por el viento que juega entre el follaje y sus calzadas.

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Fotografía tomada del Archivo Histórico. Alameda 1967


heroes DEL CENTRO HISTÓRICO

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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oda ciudad es propensa a sufrir muchas clases de siniestros y Querétaro no es la excepción. Sin embargo, en nuestra ciudad contamos con un grupo de hombres valientes, siempre dispuestos a tender su mano a las personas en apuros. Se trata de héroes anónimos que día a día exponen su vida para salvaguardar el bienestar de los demás: el Heroico Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Querétaro. El inicio de esta corporación se remonta al año de 1947. El Archivo de la Historia de la Fundación de los Bomberos relata que el Presidente de la República en turno, Miguel Alemán Valdez, visitaba la entidad para disfrutar de una cena baile con motivo de la inauguración del entonces Palacio de Gobierno -ubicado en la calle Madero-, actual Palacio Municipal. La celebración fue interrumpida por un llamado de auxilio: “¡Fuego! ¡Se quema el Gran Hotel!”, lugar donde se alojaban los miembros de la comitiva presidencial. El mandatario Miguel Alemán instintivamente preguntó si los bomberos ya habían sido avisados, pero se llevó una gran sorpresa con la respuesta. Agapito Pozo Balbás, el Gobernador del Estado en aquella época, se acercó a comentarle que Querétaro no contaba con bomberos. Fue así como los invitados que habían acudido a la celebración se organizaron para combatir las llamas y sofocar el fuego del siniestro. Este hecho fue noticia nacional, ya que el 3 de octubre el periódico Excélsior plasmó en sus páginas lo sucedido. Motivados por este suceso un grupo de empresarios conformado por César Miravé Alonso, Manuel Pesquera García, José Ma. Hernández Morelos y Roberto Ruiz Obregón, entre otros, tuvo la iniciativa de crear un Cuerpo de Bomberos en el estado, meta que se logró el 30 de agosto de 1949.

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Fotografía tomada del Archivo Histórico. Primera estación de bombreros. Calle Guerrero.


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Al conformarse un grupo de hombres dispuestos a ofrecer sus servicios como bomberos, era evidente que necesitarían un lugar en el cual establecerse. La primera Estación de Bomberos se ubicó en un pequeño cuartel del ejército en la calle de Guerrero, el cual fue facilitado por el Gobierno para que los bomberos pudieran realizar sus labores. Sin embargo, la llegada de nuevas unidades y la demanda del servicio obligó a los bomberos a buscar un nuevo hogar. En 1962, con el apoyo de las autoridades y la iniciativa de los integrantes de Previsión y Protección, sociedad civil que vela por el Cuerpo de Bomberos, se inició la construcción de la Estación de Bomberos que actualmente se encuentra en Avenida Zaragoza esquina con Ocampo, inaugurada el 17 de mayo de 1963. Hoy la estación continúa brindando servicio y ha sido esta ubicación la que le ha permitido ser testigo de siniestros inolvidables para el Centro Histórico. Así lo relata el Mayor José Jesús, un experimentado bombero que ha trabajado como tal desde hace cuarenta años. “Cuando fue el incendio de pinturas aquí en Constituyentes a un lado de la Federal de Caminos, en ese entonces era Gobernador Antonio Calzada, fuimos todo el equipo de bomberos a apagar el incendio porque sí estuvo fuerte. De ahí tuvimos un cabo que salió con quemaduras de segundo y tercer grado. Así de grave nos han tocados varias cosas.” Actualmente la Estación de Bomberos ubicada en Avenida Zaragoza es fácilmente ubicada por las personas que habitan la ciudad; saben que detrás de esas rejas laboran hombres que, ante el primer llamado de auxilio, salen disparados para brindar su ayuda.

El Mayor José Jesús Licea Quintanar, quien lleva más de cuarenta años sirviendo a esta institución, relata cómo desde niño tuvo la inquietud de ser un bombero debido a la cercanía que había entre su casa y la estación de bomberos, donde él vivía en aquel entonces.

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“Cuando yo estaba pequeño vivía en Durango y cerca de la casa había una estación de bomberos, me llamaba mucho la atención cuando salían a servicio: primero salía un jovencito, paraba el tráfico, salía una pipa, la máquina y luego salía el jeep; se subía el chamaco ahí y se iban. Cuando llegué a vivir aquí a Querétaro seguía yo con el gusanito pero no sabía cómo poder entrar.” La oportunidad del Mayor José Jesús llegó por la vía deportiva: pertenecía a un equipo deportivo del Cuerpo de Bomberos. De esta forma lograría quedarse de manera definitiva en la institución, en la cual escribiría muchas historias a lo largo de su servicio. “Yo entré aquí porque jugaba básquetbol, entonces me invitaron a jugar con el equipo que había aquí, era un equipo bueno. De ese equipo nos quedamos dos, el capitán Lujano que ya falleció y tu servidor.” Asimismo recuerda incidentes en donde los bomberos queretanos han brindado su ayuda a entidades vecinas: la inundación en Silao en 1976 donde el equipo de buzos auxilió a las personas afectadas y en el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, en el cual ayudaron a remover escombros y recuperar cuerpos de las personas fallecidas. El Mayor Quintanar aún conserva en la memoria aquel Cuerpo de Bomberos conformado por tan solo 30 elementos, y asegura que la creciente demanda ha contribuido al incremento del personal a 167 personas, de las cuales 62 son de planta, 99 son voluntarios y 6 administrativos. Ricardo Alexis Castaños Murguía, un joven bombero de apenas 18 años, es la prueba de que la vocación por esta labor no conoce de edades. A su temprana edad ya cuenta con tres meses en el Cuerpo de Bomberos, después de haber completado el curso de capacitación de un año. Este joven bombero, para quien su familia fue la principal motivación para lograr su objetivo, ya tiene experiencia con las situaciones de riesgo.


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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“Me decidí porque desde pequeño me la pasaba con mi papá, ya que él es bombero también y siempre dije que de grande quería ser como él y fue así la inspiración para entrar a bomberos. Me ha dejado marcado la experiencia de trabajar con diferentes corporaciones, luchando por apagar una bodega con químicos muy fuertes, porque era un riesgo grande que quizá no regresaría a casa.” La ciudad ha crecido a paso veloz, por lo que cada vez es mayor la demanda de estos servicios de emergencia. Actualmente el Cuerpo de Bomberos cuenta con cuatro estaciones: la central ubicada en Zaragoza y fundada en 1963; la estación dos ubicada en Jurica, construida en 1988; la tercera que funciona en la colonia Vista Alegre desde 1994 y finalmente la estación cuatro en la colonia Ecológica desde el 2005. Durante un año los bomberos llegan a realizar tres mil servicios al año y la satisfacción de apoyar a la sociedad queretana es lo que más llena de orgullo a estos valientes hombres, tal como lo explica Ricardo Alexis:

“Me da mucho orgullo saber que somos reconocidos, ya que estamos dando nuestra vida por personas que no conocemos y con un simple gracias es una gran satisfacción al termino de un servicio.” Inmersos en el corazón del Centro Histórico, estos valientes personajes aguardan el llamado de la sirena en caso de ser necesitados; los camiones y ambulancias se encuentran alineados frente a la puerta para acudir a cualquier eventualidad. Esta estación número uno, la principal del Heroico Cuerpo de Bomberos, coordina los movimientos necesarios al momento de atender un percance: preserva la ciudad desde su médula histórica. Allí dentro se encuentran estos héroes anónimos, quienes saben lo que es luchar en el precipicio de la muerte para resguardar la vida. Sin duda cuando haya problemas el eco de la sirena retumbará en las calles del Centro Histórico para proteger la ciudad que ha visto prosperar a sus habitantes.

Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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DE LAS CALLES A LA MEMORIA

Fotografía por Ana Lucía Muñóz Robles

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oda ciudad que se jacte de serlo es hogar de algunos cuantos personajes interesantes, personas de extraña personalidad y que derrochan energía ahí por donde van. Desde los años ochenta los habitantes del Centro Histórico han contado anécdotas sobre ciertos personajes queretanos, historias que hoy solo quedan en la memoria. Ya fuera por su aspecto físico, vestimenta llamativa o extraña, palabras de protesta o ánimo, cada uno de ellos ha dejado su esencia en las calles, plazas y jardines de la ciudad. ‘Flynn’ fue parte de Querétaro desde la década de los ochentas. Tomó el nombre por el actor hollywoodense de los años treinta, Errol Flynn. Su recorrido cotidiano comenzaba desde muy temprano en el Mercado Hidalgo, desde donde transitaba la calle del mismo nombre hasta llegar a Ezequiel Montes. Deambulaba entre los transeúntes con su peculiar vestimenta: un saco formal, chaleco y pantalón de vestir. Era fácil reconocerlo por su mirada tierna y su forma divertida de hablar.

Su nombre real era Felipe Ramírez Prat. Nació en el Distrito Federal en 1948, hijo de Antonio Mendoza Macías y Dolores del Pilar Prat Biarnau. Sus compañeros de secundaria en el Colegio Salesiano lo recuerdan como estudioso, bueno para la historia y la literatura. Su personalidad lo llevó a aislarse de todo, rechazando la ayuda de sus allegados; decía que quería vivir en libertad y sin compromisos que lo limitaran. A mediodía se le podía ver en el Centro caminando, cargando a Sartén y su cajón de bolero, entrando a cantinas como El Rinconcito en el callejón Matamoros para dar una boleada a cambio de un Don Pedro. Jaime Zúñiga Burgos recuerda con agrado a Felipe y las anécdotas que pasaron juntos: “Tengo varias vivencias de él. Un día en Acapulco, en la costera empecé a oír que gritaban, que México que quién sabe qué, y dije yo aquí también tienen su loquito y que voy viendo pasar a

Son múltiples las anécdotas que envuelven a este singular personaje, una de ellas es mencionada por el cronista queretano Jaime Zúñiga Burgos en su libro ‘Anécdotas y leyendas queretanas’. A finales de 1980 ‘Flynn’ interceptó al entonces Gobernador de Querétaro, Mariano Palacios Alcocer, quien lo reconoció y le preguntó: “-¿Qué pasa ‘Flynn’?, “-Oye Mariano, dame un trabajo”. El Gobernador extendió su mano para saludarlo y le preguntó “-¿De qué lo quieres?” y ‘Flynn’, dicharachero y sin recato, respondió: “-Dámela de algo fácil para ganar dinero, ¡dámela de Licenciado!”. Debido a su carisma y peculiar personalidad los comerciantes del Mercado Hidalgo aún lo recuerdan con cariño, pues llenaba de vida el mercado y hacía reír a todo aquel que se lo topara. Otro personaje recordado por los queretanos es Felipe ‘El Patines’, también llamado ‘La Coyota’. Él le daba vida a las plazas y jardines recorriéndolos en patines, siempre acompañado de su ruidoso perro “Sartén”: un inseparable compañero que llevaba dicho utensilio colgado del pescuezo. Desde las primeras horas del día y hasta el anochecer se podían oír los gritos de protesta característicos de Felipe: “¡Viva Zapata!” y “¡Zapata vive!.”

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El “Flynn” Ilustración: Israel Viadest


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Felipe patinando (…) Luego una muy buena es cuando Enrique Burgos era Gobernador, él era mi sobrino, pasaba Felipe por ahí por debajo del balcón y le gritaba -¡Enrique, no seas flojo, ponte a trabajar!.” Felipe apareció en la película mexicana ‘La Lotería’ filmada en 1993 con Carmen Salinas, Manuel Ojeda, Charlie Valentino y Raúl Padilla alias ‘Chóforo’. Su participación en la cinta fue consecuencia de sus gritos; aquellas exclamaciones interrumpían la grabación en Plaza de Armas y el equipo tuvo que parar en varias ocasiones, por lo que fue invitado a la filmación. Felipe apareció en dos escenas: boleándole los zapatos al actor principal y en el Ministerio Público, a donde asistía para pedir la liberación de los personajes interpretados por Padilla y Charlie Valentino.

‘El Patines’ murió en una bodega en mayo de 2003. Fue encontrado por las autoridades y algunos parientes tres meses después de su fallecimiento, por lo que el cuerpo fue reconocido por su indumentaria característica: casco, lentes oscuros, chaleco como de fotógrafo profesional, pantalón de mezclilla y camisa de franela. Quienes estuvieron presentes cuentan que se encontraba rodeado de perros que no profanaron su cadáver; la creencia popular apunta que ese gesto fue en agradecimiento a que él los alimentaba y cobijaba. Felipe puede considerarse un filósofo urbano del Centro Histórico, un hombre que quedó en la memoria de los queretanos como una ráfaga en patines de libertad y un eco de protesta en las calles.

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


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Aún en la actualidad podemos encontrar a un personaje que da vida a la ciudad, ya sea paseando por sus arterias principales o en los jardines y plazas del Centro. Es fácil ubicarlo por sus chiflidos frenéticos y alaridos motivacionales, que pueden llegar a espantar a más de uno. No se tiene una fecha exacta en la que comenzara a recorrer las calles de la ciudad con su particular actitud, pero al escucharlo cualquiera pensaría que se trata de alguna campaña publicitaria o quizá de un grupo de autoayuda. Tras el paso de los años Pedro González Quiroz, mejor conocido como ‘El Ánimo’, comparte un poco de su historia entre palabras de júbilo. Nació en 1954 en la Casa del Faldón, ubicada en el barrio de San Sebastián del otro lado del Río Querétaro. Fue hace 31 años cuando un viaje a la ciudad de Ensenada, Baja California, cambió su vida. Allí surgiría su personaje de manera fortuita: “Fue algo espontáneo, todavía estaba soltero y un año antes de casarme resulta que pasó una amiga mía y le grité desde el taller donde trabajaba: ‘¡ánimo!...¡yo soy mecánimo, un mecánico con mucho ánimo automotriz!’, y le grité y de ahí como que brincó y se animó. Hubo una reacción en cierto aspecto sorpresiva y en algunos casos negativa, otros como que sí les parecía. Otros me tapaban el paso para que yo no me acercara. Otros me gritaban groserías, maldiciones, y pues yo les decía ‘ánimo’ ¿verdad? Por ejemplo, cuando me recordaban el 10 de mayo les decía pues mira gracias a ella tienes un admirador, pero gracias a la tuya eres un milagro de amor. Dejaba a todo mundo espantado.” El Ánimo fue el protagonista de una historia que involucra al mismo ex Presidente Vicente Fox. Recuerda con mucho humor aquel día en que lo espantó con uno de sus chiflidos y gritos de ánimo. A pesar de aquél incidente, el cual le costó una agresión física, cuenta imitando con mucha emoción el mismo gesto que utilizó aquel día:

Felipe Ramírez “El patines” Ilustración: Israel Viadest

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“Le pegué en la ventanilla de su auto y le dije ‘-¡Ánimo!‘, y gritó ‘-¡Aaay!’ del susto, entonces el jefe de Estado Mayor me dio un golpe en el estómago y dijo ‘-Madrina y métanlo a la


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cárcel’. En ese tiempo el Gobernador Ignacio Loyola Vera dijo ‘-Es amigo’, y dijo el Presidente de la República ‘-Déjenlo ya’, y todos me dejaron, pero después como quedé todo adolorido, fui y le chiflé de nuevo ahí en la Plaza de Armas y entonces me agarraron y me metieron al bote. Me llevaron a la cárcel, pero yo entré con mucho ánimo y salí con más ánimo en dos horas. Me cobraron 3 mil 500 pesos de multa, cosa que el Gobernador tuvo la atención en aquel tiempo de pagarme, de restituirme ese dinero.” A pesar de estos infortunios el señor Pedro González no guarda rencor hacia nadie, prefiere ver la vida con la mejor de las caras y hacer reír a las personas que se encuentra en su andar. La filosofía de ‘El Ánimo’ afirma que la vida de las personas debe ser agradable, siempre hay que tener una buena actitud y entusiasmo para alcanzar las metas. Debido a esto él grita ¡Ánimo! “Ánimo ecuánimo significa alma pacífica, espíritu tranquilo, porque ánimo es vida, alma, espíritu, fuerza y energía, esencia y presencia; ecuánimo es la aplicación de la armonía del ánimo, ecuánimo es tranquilo, justo, equitativo, considerado y bien animado. Sabiduría y armonía. Ánimo ecuánimo, alma pacífica, espíritu tranquilo. Que eso es lo que le recomiendo a todas las personas.”

Orgulloso de su forma de ser y de su filosofía de vida, este simpático personaje cuenta además con un lema que aunque parece trabalenguas lo pronuncia sin errores y con mucha felicidad: “¡Ánimo! Aullido del ánimo unido, unidad, unidad es amistad, en la familia y en la comunidad, amistad. Ánimo ecuánimo, alma pacífica, espíritu tranquilo. La mejor forma de disfrutar la vida y corresponderle a la misma, con alma pacífica, espíritu tranquilo. Ánimo, ecuánimo.” Las plazas y jardines del Centro no serían lo mismo sin estos personajes. Muchos pueden parecer extraños o incomprendidos por la gente, pero cada uno ha logrado perdurar en la memoria de la sociedad queretana por su simpatía, por su peculiaridad o por sus frases populares. Sus historias son muestra de que en las calles del Centro no solo surgen hermosos monumentos; también son testigo del nacimiento de personas que utilizan estos espacios como sus escenarios para dejar en la gente algún mensaje y una sonrisa. La esencia de Querétaro y su Centro Histórico vive en sus habitantes, pero también en sus personajes: esas personas ataviadas en ropa extravagante o que al grito de ánimo lo llenan de vida con sus anécdotas y personalidades simpáticas.

Pedro González “El ánimo” Ilustración: Israel Viadest

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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EL CENTRO HISTÓRICO,

EJE CULTURAL

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El centro histórico, eje cultural Por María Fernanda Rodríguez Rubio

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o sólo ha sido testigo de acontecimientos históricos ni un personaje estelar en la conformación de nuestro país, tampoco es importante sólo por su belleza arquitectónica y el ambiente familiar que invita a recorrer sus calles: el Centro Histórico de Querétaro es mucho más que eso. Escenario de lo cultural y lo artístico, ha visto cómo sus viejas y majestuosas casonas se han llenado nuevamente de vida; ha sido testigo de cómo las plazas fueron tomadas por sus habitantes para mostrar desde lo más tradicional hasta lo más innovador de las artes y la cultura. Sin embargo, hace 40 años el panorama era diferente. A mediados del siglo pasado la oferta cultural en Querétaro era escasa, lo poco que podía apreciarse se encontraba concentrado en su zona centro. Es por ello que este espacio es el que mejor refleja la transformación de las manifestaciones culturales y artísticas de los queretanos. La transición se dio entre los ochentas y los noventas; con la llegada del año 2000 la explosión sería aún más inminente. El Querétaro tradicional con su Cine Plaza, su familiar Alameda y sus acostumbrados paseos dominicales en el Jardín Zenea ha quedado inmortalizado en los lugares que ahora han visto surgir nuevas expresiones pictóricas, escénicas y musicales, aunque conservando lo más puro de sus tradiciones.

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Las transformaciones en todos los niveles en el Centro queretano han sido inminentes, pero quizá ninguna es tan visible como el paso que dio para convertirse en centro cultural, en el eje de todas las manifestaciones de sus habitantes y sus visitantes. Por su ubicación privilegiada y su belleza, así como por su importancia económica y turística, es difícil encontrar una calle del Centro Histórico en la que estos aspectos no estén presentes. Desde los museos históricos hasta los más contemporáneos, pasando por las expresiones teatrales más antiguas y sus puestas en escena experimentales, desde los cafés y los puntos de reunión de los intelectuales, Querétaro y su Centro ofertan una gran variedad de espacios y actividades para los que gusten del arte. Hablar de Querétaro y su cambio en los últimos 40 años implica hablar de todos estos lugares, se necesita dar cuenta de su transformación cultural y lo que ella ha traído consigo. Por eso dedicar unas líneas a estos aspectos permite comprender cómo y porqué se ha pasado del Querétaro conservador, con sus expresiones tradicionales, al Centro Histórico rector de todas las manifestaciones culturales.


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Fotografía por Valentina F o t o gFernández r a f í a pDiez o r AMartínez na Munóz

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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queretaro en la escena teatral Por María Fernanda Rodríguez Rubio

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esde el Museo de la Ciudad hasta la concurrida calle 5 de Mayo, desde el original circo ambulante a los performance al aire libre en el Jardín Zenea, el Centro Histórico está lleno de espectáculos teatrales: hoy sus plazas y viejas casonas albergan alrededor de setenta compañías de teatro cuya finalidad es divertir a chicos y grandes. El ambiente teatral representa uno de los aspectos culturales de mayor transformación en esta zona de la ciudad, ya que se pasó de tener en los años ochentas y noventas un teatro tradicional y clásico a una gran variedad de puestas en escena experimentales, cómicas e independientes. Jorge ‘Chito’ Izquierdo es el fundador de la compañía del Teatrito La Carcajada, junto a Ricardo Ortega ‘Coca’.

Según Jorge, en el Querétaro de antes del nuevo siglo sólo se conocía un tipo de teatro: el de las compañías más antiguas.

“Nosotros pertenecíamos a otras compañías teatrales. En el panorama de aquél entonces yo conocía básicamente a dos compañías que eran los Cómicos de la Legua y el Corral de Comedias, y del Corral de Comedias se hizo un semillero de muchos actores que ahora ya tienen sus propios espacios. Consecutivamente nosotros de esos otros espacios tuvimos nuestro espacio.”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

Poco a poco se fueron estableciendo otras compañías teatrales cuya oferta buscaba satisfacer al público con ganas de ver géneros diferentes, pero éstas tuvieron que trabajar arduamente para abrirse paso y posicionarse en el gusto de la gente. Mariana Hartasánchez, quien formó en Querétaro su compañía Sabandijas de Palacio casi a la par que Jorge Izquierdo, cuenta cómo veía el panorama respecto al teatro a principios del 2000 y la apertura que encontró a comparación del ambiente teatral del Distrito Federal. “Llegué en el 2003 y me topé con un panorama interesante porque vi que se hacía mucho teatro, y sobre todo descubrí la gran posibilidad que había de ingresar a los espacios. Descubrí

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el Museo de la Ciudad donde Gabriel Horner nos dio entrada, de verdad que yo no podía creer que fuera tan fácil conseguir un espacio porque en el Distrito Federal es prácticamente imposible. Un espacio tan plural y abierto como es el Museo de la Ciudad creo que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo.” Así como ellos, en la ciudad han surgido nuevos espacios culturales que se prestan para las representaciones que entretienen a la gente. Pero no son sólo los queretanos quienes pueden disfrutar de la oferta escénica del centro: como relatan los protagonistas de este arte, hay quienes vienen de otras partes de México específicamente a consumir el teatro de provincia, el teatro queretano. ‘Chito’ comenta lo satisfactorio de este hecho:


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

“Empezamos a ver que había reservaciones de otros estado de la República, y como aquí yo me imagino que en otros teatros. Por ejemplo, gente que viene exclusivamente de Monterrey, vienen un fin de semana a ver teatro y se van. Eso es muy padre, no llegan hasta el Distrito Federal, estamos a la mitad del camino nosotros y vienen a ver teatro aquí, eso quiere decir que les está gustando lo que se está haciendo aquí en el estado.” El teatro, así como el resto de las actividades culturales y artísticas que se realizan, representa mucho para el Centro Histórico: significa la manifestación de ideas de grupos que buscan entretener y dejar un mensaje al público. Además, se trata de la apertura de una sociedad que ha sido

señalada por mucho tiempo como conservadora pero que hoy está dispuesta a ver desde las obras experimentales y críticas de Sabandijas de Palacio hasta el humor familiar de La Carcajada, o las tradicionales pastorelas de la compañía universitaria Cómicos de la Legua. Hablar del teatro en Querétaro es hablar de su zona centro, es hablar de sus hermosas casonas acondicionadas para que quien acuda a ellas disfrute de las puestas en escena. También es hablar de sus plazas que sirven de escenario para los nuevos artistas. El teatro le debe mucho al Centro Histórico y tanto Jorge como Mariana expresan el orgullo que sienten de que espacios como los que brinda el Centro sean utilizados como escenarios teatrales.

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles


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memoria:museo del recuerdo Por Michelle Rivas Neri

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a memoria es un museo: con el más mínimo empujón trae al presente fragmentos de recuerdos rotos. Los corredores de un museo se adornan con pinturas de distintas épocas y con objetos valiosos recuperados de tierras lejanas, mientras que los corredores de la memoria están habitados por recuerdos que corren sin ponernos demasiada atención. En este laberinto el señor David Saavedra Vega, actual encargado de la Biblioteca Conventual del Museo Regional de Querétaro, recupera los momentos que ha vivido en un relato donde el museo se vuelve parte fundamental de su vida. Nacido el 22 de noviembre de 1956, su historia asemeja un baile por el tiempo, en sintonía con la fiesta del día de la música que lo vio nacer. La anécdota comienza en un contexto bastante distinto al de la hermosa biblioteca de cuatro salas y con 14 mil volúmenes resguardados en la que hoy trabaja. El señor David comenzó como ayudante de albañil durante el

gobierno de Antonio Calzada, cuando se inició la restauración de algunos edificios. Entre ellos estaba Santa Rosa de Viterbo, que después de ser sede del hospital civil terminó muy dañado. A ese majestuoso edificio llegó a trabajar. Después, en un acto casi involuntario del destino, lo trasladaron al Museo Regional, construcción que se convertiría en su hogar.

“Mi trabajo consistía en ser ayudante de albañil. Incluso aquí muchos en el museo todavía me conocen con el nombre del ‘Chalán’, porque se le llama chalán a la persona que le ayuda al albañil. En ese momento ya está aquí como director el maestro Eduardo Loarca Castillo en el Museo Regional de Querétaro, y se nos envió a nosotros a trabajar lo que fue la Sala del Siglo XIX.”

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

Poco antes de terminar la obra, el señor David le pidió trabajo al maestro Loarca. El maestro respondió en un primer momento que eso no era posible puesto que en un museo debía estar gente ilustrada. Aquello fue quizá un presagio. Debió ver en ese muchacho algo especial, pues a pesar de su rechazo inicial finalmente le permitió quedarse. Su primer trabajo fue barrer la calle, desde el andador Libertad hasta el Templo de San Francisco. Acabada esta tarea lavaba los baños y limpiaba las vitrinas de la sala de arqueología. Como condición para conversar su empleo tenía que seguir estudiando. El maestro lo llevó a la escuela primaria nocturna José María Morelos y Pavón, anexa al Convento de La Cruz. Entonces el director era el maestro Jesús Castillo, quien le permitió entrar a cuarto año. El señor David terminó la primaria a los 23 años.

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Después estudió en la Secundaria Nocturna para Trabajadores, ubicada en la calle Invierno. Ahí concluyó a los 26 años. Para ese entonces, alrededor del año 1982, fue cuando la maestra Yolanda Mercader le pidió hacerse cargo oficialmente de la Biblioteca Conventual. Ella era la directora general de las bibliotecas del Instituto Nacional de Antropología. En aquella época la Biblioteca Conventual del Museo Regional se encontraba en la antigua entrada al museo, en Corregidora número 3. Una manifestación estudiantil que habría podido terminar en tragedia hizo reconsiderar al maestro Loarca la ubicación, y por ello fue reinstalada en el segundo piso.


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

“El maestro señalaba que hubo una manifestación estudiantil y que aventaron una estopa incendiada, y rompieron un vidrio y la estopa con fuego se metió a la biblioteca. Entonces él, para mayor seguridad, mandó subir la biblioteca donde estamos actualmente. Se imaginan transportar 14 mil volúmenes, fue una obra titánica. Se hace la solicitud de este traslado al ejército, a la zona militar número 17.” La actual sala donde se encuentra la biblioteca era una bodega que resguardaba, entre otras cosas, el material arqueológico recuperado de la zona de El Pueblito. El primer trabajo que el señor David realizó fue el de dejar exclusivamente los volúmenes en esa sala, laborioso trabajo que sería solo la antesala para lo que vendría después: la clasificación de los libros. Fue la maestra Cristina Sánchez de Bonfil quien lo asesoró

en esta tarea. Todo el material en su mayoría está en latín, por lo que se dificultaba buscar a los autores. Entonces decidieron trabajarlo por materias: colocaron derecho civil, derecho eclesiástico, teológica, filosófica y ciencias. El señor David asegura con orgullo que ellos fueron los iniciadores en Querétaro del rescate de las bibliotecas conventuales, un rescate que supuso también el resguardo de recuerdos atrapados en los libros cubiertos de polvo. Al terminar la secundaria, el señor David inició sus estudios en la Escuela Normal. Al mismo tiempo que estudiaba le llegó la oferta de trabajar en la Biblioteca Conventual de Yuriria, Guanajuato. Fruto de esta labor, se le hizo un reconocimiento en México en un boletín del INAH como uno de los mejores trabajos realizados. Después apoyó también en Cuitzeo y finalmente en Morelia. En medio de tantos

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Fotografías por Ana Lucía Muñoz Robles

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pendientes terminó la carrera en la Normal y la curiosidad lo llevó a ingresar al Conservatorio para estudiar piano. Al percatarse de su lento progreso, se inscribió en la Licenciatura de Ciencias Sociales en la Escuela Normal de Querétaro y se tituló en el año de 1990. Después ingresó a la maestría en Historia en la Universidad Autónoma de Querétaro.

a la Ciudad de México y le proporcionaron la información a un maestro, con lo cual publicaron un libro sobre las marcas en los libros. Sin el crédito que le correspondía, el señor David consiguió que la Doctora Estela González Cicerón editara su propio libro sobre las Marcas de Fuego que se encontraban en los libros de la Biblioteca Conventual del museo.

Por ese tiempo en México se editó un libro llamado ‘Las Marcas de Fuego’. Esas marcas eran monogramas que se colocaban a los libros en la época de la colonia, lo que permitía la identificación de la orden eclesiástica a la que pertenecían. Una anécdota desafortunada ocurrió respecto a este tema: un grupo de jóvenes estudiantes de idiomas procedentes de la UNAM acudieron a la Biblioteca Conventual del museo para hacer un banco de datos de 70 mil títulos de esa biblioteca, de la de Yuriria y de la del Museo Nacional de Antropología. Aquellos estudiantes regresaron

Esa primera aportación fue publicada en 1994. Cuatro años más tarde realizó una publicación sobre las letras capitulares que adornan las páginas de los libros corales del siglo XVIII. También ha colaborado con artículos en el Heraldo de Navidad, y su más reciente contribución corresponde al siete de noviembre de este año con la publicación de la obra de Germán Patiño, primer director del Museo Regional. De esta forma el señor David le devuelve al museo parte de la cultura a la que tuvo acceso gracias a su estancia en él.


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Son ya treinta y seis años los que ha recorrido junto al Museo Regional, entre los cuales se cuelan fragmentos de memorias que corresponden a la transformación del Centro Histórico: recuerda a las pandillas que se formaban en los distintos barrios, como los de Leona Vicario que se reunían en el Jardín Guerrero y tenían conflictos con los de Santa Rosa de Viterbo y La Merced; recuerda las tardeadas en el Club de Leones y las discos que llegaron al Centro a principios de los ochentas. Vio también, hacia los años noventa, a gente del campo y estudiantes retratarse con los fotógrafos que estaban aún en el Jardín Corregidora. Una pequeña sonrisa surge cuando relata los tiempos del maestro Loarca, cuando en Navidad embellecía el museo con escarcha, faroles y plantas de ornamento porque ahí se llevaba a cabo ‘la cena del recuerdo’, tradición que

inició en 1974 y vio su fin hasta 1995. A esta cena acudían los Cómicos de la Legua y la familia Rabell para realizar la representación de las típicas pastorelas. El señor David asegura que era un evento de renombre, una fiesta donde los colores y la plática amena de quienes acudían llenaban al Museo Regional de historias memorables. Se dice que los museos son espacios para educar, pero el señor David demuestra que un museo también se nutre del conocimiento de las personas. El Museo Regional se ha convertido no solo en un edificio que resguarda el glorioso pasado de nuestro país, sino también la memoria de gente que ha recorrido sus pasillos y salas. Cada recuerdo es parte intangible de la colección de objetos valiosos. El museo, dice con nostalgia el señor David, fue su padre y su madre. Y como padres lo formaron bien.

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cafe, ni agua, ni te Por Valentina Fernández Diez Martínez

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ntorno a una pequeña mesa redonda se alinean varias sillas. Al centro de la misma un cigarro se consume y parece que su humo quisiera recordarle a sus testigos que existe el tiempo. Alguien suelta una palabra y aunque su sonido se desvanece, queda pasmada en el aire la estela de su aliento: es el clima parisino que revive sueños y siembra ideales. El sorbo a la taza de café despierta la mente y derrite los miedos. Alrededor se sientan Dalí, Ernst, Sartre, Carrington, Beauvoir, Picasso, Breton, Hemingway, Capote. Se sientan ellos, otros, todos. No importa si fue en el café de Flore o en el Deux Magot, no importa si fue al mismo tiempo, el año es irrelevante pues Paris y sus cafés ya los han hecho inmortales. Así como en París, en otras partes del mundo los cafés han servido como incubadoras de movimientos sociales y de artistas emergentes. En el caso de Querétaro los cafés del Centro Histórico han comenzado a volverse esenciales en la rutina de jóvenes, artistas, escritores y turistas.

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Si se piensa a Querétaro como un organismo vivo que respira, que palpita y que evoluciona, entonces sus calles se vuelven de inmediato las venas que le mantienen vivo, su centro una especie de corazón que lo impulsa. Es todo lo que ocurre dentro de él lo que le otorga identidad, la gente que se mueve dentro de él su motor. El movimiento en las avenidas de la ciudad, el contacto que hace la gente en los parques, el roce furtivo en las banquetas, las miradas entrelazadas en los museos y las pláticas que resuelven el mundo a la par que se termina una taza de café son el conjunto de acontecimientos que terminan por definir su esencia. La figura del café como punto de reunión ha sido crucial en el desarrollo artístico e intelectual de muchas ciudades, en el caso del Centro de Querétaro han logrado surgir una serie de establecimientos que se han convertido en emblemas de la ciudad y refugio de varios artistas, intelectuales y de cualquiera que busque disfrutar de alguna buena bebida y un buen rato.


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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez

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La situación ha evolucionado bastante, hace apenas quince años había pocos lugares que sirvieran como centro cultural. El pionero fue el Café del Fondo, pero ahora se incluyen a la lista desde La Biznaga hasta Maco, Neblinas, Café del Árbol o La Vieja Varsovia. Uno de los pioneros de los cafés en Querétaro fue el Café del Fondo, el cual nació hace veintiocho años en el Centro Histórico durante la gubernatura de Mariano Palacios Alcocer gracias a un proyecto para crear una Unidad Cultural para el Centro Histórico. En la unidad convivían: La Librería del Fondo de Cultura Económica, la Casa de los Escritores Queretanos , La Casa del Ajedrecista y una pequeña cafetería, popularmente conocida como el café del Fondo de Cultura y que eventualmente se volvería simplemente:

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El cafe del fondo. La fundadora del Café, Elsa Doria Martínez, sigue hoy en día a la cabeza del mismo, que ahora se ubica en la calle de Pino Suárez y ya no en aquella Unidad Cultural de la cual sólo sobrevive la Librería del Fondo de Cultura Económica. Elsa habla con soltura de la época en que se disolvió Unidad Cultural y recuerda sobre todo el día en que se mudaron los cafeteros, los ajedrecistas y los escritores: “El día que nos cambiamos abrimos de manera normal hasta la hora que teníamos que efectuar el cambio y entonces llegó la mudanza, era un camión pequeño donde no cabían todas las mesas. En ese momento nos trajimos todas las mesas y


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Fotografías por Valentina Fernández Diez Martínez

todas las sillas, a excepción de la zona de ajedrez, que siempre estuvo en uno de los lados del pasillo. A la hora que les avisamos a los ajedrecistas que ya teníamos que levantar las mesas, nos pidieron que los dejáramos terminar de jugar. Entonces agarraron su mesa con el tablero puesto y su juego de ajedrez y cargaron su mesa, se vinieron con ella caminando las tres cuadras y se instalaron aquí y siguieron jugando, terminaron un juego allá y continuaron el juego acá.” A pesar del cambio de dirección la comunidad que seguía al Café del Fondo se mantuvo fiel y entre su clientela se han encentrado pintores, actores, estudiantes de arte, los viejos y nuevos ajedrecistas y todos aquellos caminantes que se pierden en el enigmático aroma a café que sale de las puer-

titas del local de Pino Suárez. En sus mesas se han sentado incluso escritores internacionales, cuenta Elsa:

“En alguna ocasión estábamos en el servicio normal y llegó un comensal, de repente llegan a entrevistarlo, llegaron cámaras y resulta que este comensal es un escritor muy destacado Panameño, Enrique Jaramillo. Él venía como comensal de manera continua pero nosotros no sabíamos realmente quien era. Ya después nos dimos cuenta que lo entrevistaron porque había publicado una novela que se desarrollaba en el Café del Fondo.”

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La señora Elsa piensa en el Centro Histórico como un lugar sumamente bello, en constante movimiento y siempre dispuesto a ofrecer más en el ámbito cultural. Por todo ello considera que los jóvenes de la ciudad deberían sentir orgullo, presumirlo y adentrarse al mundo de posibilidades que ofrecen las calles y rincones del Centro. Así como Elsa existen otros personajes que han invertido su esencia en hacer del Centro Histórico un lugar más fértil para la cultura, más amable para los artistas. En la calle Gutiérrez Nájera, pintado por fuera como la bandera reggae, rojo, amarillo y verde, se encuentra : La Biznaga. El lugar encierra un mundo paralelo lleno de fotos, juguetes, cuadros y pensamientos tatuados en sus paredes. Edgar Márquez, cofundador de la cafetería, menciona su sentir acerca del transcurrir de los cafés en Querétaro:

“Desde que yo recuerdo veo a los cafés como puntos de encuentro y de charla, pero aquí en Querétaro básicamente te puedo nombrar como a dos hace quince años, pero sólo recuerdo el nombre de uno, que es el Café del Fondo. Estamos hablando de lugares donde se junta la banda local, donde la comida es más casera, donde vaya, incluso se generan cosas nuevas como movimientos. Para ese tiempo funcionaban como eso las cantinas y aún así el ambiente ahí era más cerrado, fue por eso que empezaron a migrar a los cafés.” Edgar Márquez es parte de una red que poco a poco se ha ido tejiendo entre los dueños de varios cafés de la zona del Centro Histórico. Esta red de colaboración busca el intercambio de productos fabricados por los mismos dueños, fomentando una cultura más sustentable y a su vez impulsando el desarrollo económico de la zona. Poco a poco las calles de Querétaro también se han ido manchando de mesitas redondas, de cigarros a medio consumir, de tazas manchadas de lipstick, de conversaciones que van desde una idea para un libro hasta aquellas que planean salvar al mundo, derrocar al gobierno o simplemente conquistar a una chica. Estos lugares se llenan desde las nueve de la mañana de chicos en bicis, de artistas en proceso, de queretanos cafeteros o de extranjeros que han sido adoptados por una ciudad que cada día produce más arte, más libros, más cultura. Nada mejor que acompañarla con una buena taza de café.

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


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arte hecho en queretaro Por Luis Sebastián Viadest Lara

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l matiz que ha tomado el Centro Histórico de Querétaro es ser eje de encuentro para diversas formas de expresión artísticas: ha sido el escenario para festivales y eventos culturales en sus distintas plazas públicas, teatros, galerías o andadores. Al año, la zona centro de la ciudad alberga más de dos mil eventos culturales.

convoca a artistas de todas las edades a expresar sus ideas en ranas gigantes, las cuales se exponen en plazas y jardines públicos de la ciudad durante el verano. Otros eventos culturales que van tomando protagonismo a nivel internacional son el CutOut Fest y el Photofest, proyectando a Querétaro como una ciudad impulsora de arte.

Uno de ellos es el Festival Internacional de Jazz, llevado a cabo durante el verano, que ofrece a los queretanos y turistas una muestra musical de primer nivel durante ocho días. También está el Festival Internacional Cervantino en Querétaro, considerado el festival más importante de América Latina; otro importante evento es el Aranarte, un concurso que

El CutOut Fest es un festival internacional de animación que surgió por el interés de Miguel del Moral y Bianca Peregrina, director y productora general respectivamente, quienes en el 2008 se dieron cuenta de que hacía falta un evento cultural de animación en el país. De esta inquietud nació, en el año 2009, la primera edición del CutOut Fest.


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

La propuesta de cine de animación en la ciudad se tendría que diferenciar de otros festivales que ya se llevaban a cabo en el país, como el Expresión en Corto de Guanajuato y Creanimax en Guadalajara, entre otros. Ulises Santamaría Hernández, quien fue Director de Medios Digitales de este festival por muchos años, nos cuenta cuáles fueron los retos en la primera edición del festival y como el CutOut Fest se ha convertido en el referente de cine de animación nacional, demostrando que en Querétaro hay visión para emprender proyectos: “Nos llevamos una grata sorpresa porque no sabíamos si la animación era un género que se estaba gestando en el país o se estaba haciendo y resultó que sí. De 170 cortos

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que se inscribieron 90 eran mexicanos y el resto era de otros cuatro países. Esta última edición llegaron más de 500 cortometrajes de 54 países y México está empezando a tener presencia en la competencia del festival, como plataforma de exhibición y promoción de cine de animación CutOut Fest ya está posicionado como festival internacional.” El Centro Histórico también se ha convertido en el gran escenario del arte fotográfico. Como si se tratase de una fotografía en negativo que poco a poco va tomando color y forma, el Festival Internacional de Fotoperiodismo Photofest lleva apenas dos ediciones y ya es un referente entre los visitantes de la ciudad.


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Fotografía por Ana Lucía Muñoz Robles

La primera en el año 2012 tuvo una afluencia de 55 mil visitantes en las exposiciones y más de 2 mil fotografías participantes, dando muestra de que “en Querétaro y México las cosas se pueden hacer mejor cuando sociedad, empresas y gobierno unen esfuerzos” menciona Ricardo Azarcoya, fundador y director de contenidos de Photofest. “Photofest surge a raíz de la necesidad de compartir de forma masiva las mejores fotografías del mundo con muy buenas conferencias y buenos talleres, interactuando con los espacios públicos y cambiando la vista del centro una vez al año. El festival principalmente es la intervención al Centro Histórico partiendo de la fotografía documental y el fotoperiodismo.”

La importancia de tener festivales culturales de talla internacional resalta a Querétaro en el mundo y lo coloca como un exponencial de las artes. Estos festivales que surgieron en Querétaro y son realizados por queretanos hará a futuro una rememoración de lo que vivimos en aquellos espacios públicos. Una ciudad sin cultura es una simple urbanización, el producto de las empresas y no el de los ciudadanos. Querétaro crece, pero sus expresiones culturales también.

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Fotografía por Valentina Fernández Diez Martínez


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el humano arte de vivir Por Valentina Fernández Diez Martínez

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ran los años noventa. Dicen que el mundo se pintaba de colores neón mientras algunos chicos vestían camisas a cuadros y oían grunge, sólo para terminar llorando cuando su líder se quitara la vida. Cuentan que otras chicas oían a Madonna atrapadas en leotardos al ritmo de alguna clase de aerobics. En el mundo se desvanecía el comunismo, los países por arte de magia se multiplicaban como los panes divinos y de ser sólo uno se volvían siete; se clonaban ovejas, se descubrían adulterios, se declaraban guerras, los celulares cada vez se hacían más pequeños. En el mundo morían las princesas y con ellas sus cuentos de hadas, pero sobrevivían otros sueños. En México gobernaba Zedillo, en Querétaro se cambiaba de dinastía. Era el año de 1997, Ingmar Bergman ganaba la palma de palmas en Cannes y un joven llamado Gabriel Horner emprendía un sueño, que después se entrelazaría con el de otros tantos.

Eran los años noventa y resultaron esenciales para la escena cultural en Querétaro. Stout dice que “cada era histórica crea formas de expresión y discursos explicativos característicos que reflejan, y en efecto, construyen la realidad social de cada período”. En lo que se refiere al arte, eso lo es todo. El arte como firme testigo, como voz irreverente, como prueba de una época, como vestigio de una generación. Querétaro tenía mucho que decir, sus artistas y sus jóvenes también, pero tal vez hasta cierto punto les faltaba voz, un espacio en dónde gritarlo, un lugar para comenzar. En 1997 abrió sus puertas el Museo de la Ciudad como parte de un proyecto propuesto por Gabriel Horner a través del Patronato de las Fiestas. Como moneda al aire, el antiguo convento de las capuchinas podría haber albergado cualquier otra cosa. Sin embargo la propuesta de Horner vino como

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oasis en un Querétaro que a pesar de contar con algunos museos carecía de una escena artística contemporánea, pero sobre todo amable con los artistas queretanos, con los jóvenes que iniciaban carrera o con cualquiera que tuviera un genuino interés en nuevas formas de expresión. El Museo de la Ciudad fue planeado desde un principio para todos, de poco importaba si se era queretano de nacimiento o de convicción, si se era artista emergente o consumado:

“El museo está concebido más que nada como un instrumento al servicio de las inquietudes del público, lo que queríamos era no tener

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una colección que no le fuera a decir nada a la gente, que no les fuera a interesar, o que quisiera imponer un punto de vista sobre la cultura. Sino tener un instrumento muy flexible para atender el mayor número de intereses de grupos muy diferentes.” Para lograr satisfacer al mayor número posible de personas se planteó la dinámica de no mantener exposiciones permanentes en las instalaciones. Horner comenta sobre cómo se lleva a cabo esa idea.


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Fotografías por Valentina Fernández Diez Martínez

“Toda la cuestión de que el museo no tenga exposiciones permanentes, sólo temporales, hace que la cosa sea muy divertida porque hay que estar cambiando los contenidos, planeando los bloques, alrededor de qué tópicos o de que técnicas o de inquietudes se van a realizar.” Antes del Museo de la Ciudad, Gabriel ya tenía experiencia en el campo: había llegado a Querétaro trabajando para la Orquesta Filarmónica en el área de relaciones públicas, administró durante algún tiempo el Museo Regional, pero más que nada tenía metido en las venas el gusto por el arte desde chico, en especial el cine. “Desde muy chico empecé con la inquietud del cine, los cines comerciales no ofrecían lo que yo quería ver, entonces desde

muy chico empecé con eso, es la actividad que más he hecho. Te estoy hablando de una época en la que no había ni videos en DVD ni en VHS, te limitabas a lo que ofrecía la cartelera y la televisión abierta.” Horner, como todos aquellos de la generación que tenía que atenerse a la tele abierta, a la cartelera, ansiaba romper la burbuja de lo ya hecho, la de lo cotidiano, la de las pelis que no causan escozor y el arte que no se sale del cuadro de su marco tallado impecablemente, laminado de dorado. Gabriel, el apasionado del arte, el director del Museo de la Ciudad, parece seguir con la misma disposición y energía que hace 16 años. Mantiene su puerta abierta a los artistas que tengan una propuesta y continúa barajeando nuevas exposiciones en las 22 salas con las que cuenta el Museo. No sólo promueve arte: lo hace, pues le da voz.

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