Antología de cuentos fantásticos

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AntologĂ­a de cuentos fantĂĄsticos

Quinto azul 2015


El espejo mágico Autores: Lara González Arias y Joaquín Doce Lois

Una tarde de verano, una chica llamada Victoria que era rubia, flaca, pálida y tenía 24 años, estaba mirando la feria por que buscaba algo que decore su baño. Vio un espejo antiguo con marco dorado que le gustó mucho. Apenas lo vio se quedó completamente sorprendida de lo lindo que era, como por arte de magia. Se acercó al puesto y le preguntó al señor: -¿Cuánto sale? -500 pesos. -Lo compro- le dijo Victoria. - Está bien señorita pero tenga cuidado, este espejo no es como cualquiera. -Bueno, gracias por la advertencia. -No, gracias a usted, vuelva pronto- y Victoria se fue a su casa. Cuando llegó a su casa lo colgó en la pared de su baño y encontró una nota en el espejo que decía: “ADVERTENCIA, NO TE MIRES MUCHO AL ESPEJO.” - Qué extraño-dijo ella-Seguro que es una broma del vendedor- y se fue al trabajo. Al volver del trabajo, fue al baño a arreglarse el pelo. Se hizo una trenza y accidentalmente con el codo tiró un perfume, se agachó para buscarlo. Cuando lo buscaba se escucharon ecos que decían: ¨Ayúdame¨. Se levantó asustada y de apurada se golpeó la cabeza con el lavamanos y quedó inconsciente por media hora. Al despertarse pensó que los ecos que decían “Ayúdame” se los había imaginado mientras estaba inconsciente, y vio que el perfume estaba en su mano pero roto... Recordó que se tenía que ir a la casa de Penny, su mejor amiga. Cuando volvió de su casa el espejo estaba roto y sin pensarlo culpó al vecino borracho del edificio de enfrente. Se asomó por el balcón y lo


empezó a insultar preguntando cómo se había roto. Al darse vuelta vio que el espejo estaba más roto todavía y ahí empezó la gran discusión: -¡¡¡Pero señora, cómo cree que voy a romper su espejo!!!- dijo el vecino. -Perdón, no sé cómo habrá pasado, justo ayer a la noche escuche ruidos de su departamento, discúlpeme-dijo Victoria avergonzada. -¡¡Así que me toma por ebrio por los ruidos de mi gato, piense un poquito!! -No, perdón es que no pensé, eh... perdón- dijo Victoria tratando de recomponer las cosas. -Bueno, piense antes de hablar. -Sí, señor- contestó con voz temblorosa y se fue a dormir, ya que eran las 10 de la noche. A las 4 de la mañana Victoria se despertó, era un martes 13, fue al baño a hacer pis. Después de hacer sus necesidades fue a lavarse la cara y a peinarse ya que no tenía mas sueño, se miró al espejo para acomodarse el pelo pero su reflejo no aparecía, ella se limpió los ojos para saber si no estaba viendo mal, pero no, no había nada en el espejo. Victoria asustada empezó a moverse rápidamente y lentamente empezó a aparecer el reflejo de un desconocido… El desconocido sacó la mano bruscamente y la metió en el espejo, y al mismo tiempo el señor de adentro del espejo salió y dijo: -Mi trabajo está hecho.


7 x semana Autoras: Violeta Jullier, Vera Chejfec y Lucía Stroppiana

Un día lunes, no muy soleado pero tampoco tan frío, un niño llamado Juan fue a la escuela. Cuando salió de la escuela tenía mucha hambre, entonces se fue a comprar un sándwich a un bar y el vendedor,un anciano canoso y con barba corta lo miró con cara rara y le dijo: -¿No sos un poco joven para salir solo? No suelo tener clientes tan chicos como vos. -Tengo 11 años ¡soy macho, pecho peludo! Juan quería estar al aire libre, así que se fue a comer un sándwich a la plaza . Al rato le dio sed, así que se fue al kiosco a comprar algo para tomar. La heladera del kiosco lo tentó y no pudo evitar acercarse, vio un helado que era diferente a los demás. Después de comprar una Paso de los Toros no resistió más y se compró ese helado que se llamaba “7 por semana” . Juan le pregunto al vendedor: -¿Está bueno este helado?-el señor lo miró nervioso a los ojos y le dijo: -No te va a gustar niño,es muy agrio,¿no quieres alguno de frutilla o algo así? -¡¡No!! ¡¡Yo quiero este!!!! -Yo te lo advertí, niñato. Cuando Juan se iba a su casa comiendo el helado, paró en una esquina porque le dolía la panza. Cuando llego a su casa le dijo a su mamá que le dolía para que lo lleve al médico, pero el médico le dijo: -Señora, no se preocupe que su hijo esta bien, vuelva si vomita. Al día siguiente le dolía la garganta, su madre lo volvió a llevar al médico y le dijo exactamente lo mismo. La madre preocupada fue a


reclamar al kiosquero pero el kiosco estaba clausurado. Fue a preguntarle a un policía que había pasado y el policía le dijo: -Lamentablemente el kiosquero se suicidó, ¿no sabia? El viernes a la noche tenia 3 enfermedades más, fiebre, picazón y gripe. La madre estaba muy preocupada: -¡¡¡NO TE HE DICHO QUE NO TE COMPRES GOLOSINAS!!! Juan llorando le respondió: -No es una golosina, ¡es un helado! El sábado empezó a vomitar como loco, la madre lo quiso llevar al médico pero Juan no se podía mover y además le dolía un dedo. El domingo un dedo le faltaba. Poco a poco empezó a desaparecer su mano derecha. Juan empezó a gritar, pero no podía por que le faltaba la boca. Después de unos segundos pensó “necesito dormir, seguro todo es una alucinación”,pero era imposible ver la cama sin ojos. Después de un rato Juan desapareció por completo y lo único que quedó fue el helado que se regeneró con su empaque en el kiosco al igual que el kiosquero.


Una aventura en China Autores: Uma Bufczyk y Nazareno Monjó

Hace unos años se contó una historia sobre 3 adolescentes, un accidente y una aventura que cambio sus vidas. Se llamaban Ana, Lautaro y Carla. Ana era alta, súper popular, rubia, adinerada y caprichosa. Lautaro era bajo, intelectual, bastante estudioso y muy callado. Y Carla era imaginativa, charlatana, aventurera, morocha y mediana de estatura. Un terrible día de lunes, los chicos de 7º grado A se iban de excursión al museo de Ciencias con su maestro, el Sr. Thompson. Thompson era rígido, bastante alto, calvo, de mal carácter y enojadizo. Ya en el micro, los chicos de 7º estaban aburridos. El museo quedaba a una hora de la escuela y para ellos era una eternidad abrumadora. Pasada la hora de viaje, los chicos bajaron del micro para entrar al museo y comenzar la excursión. Al entrar vieron las cosas más aburridas de la historia de Argentina que se puedan ver como el primer presidente, la política y ropa de otra lejana época. Como siempre, el Sr. Thompson les ordenó que no tocaran ni estropearan nada por quinta vez. Todos por miedo no lo hicieron. El recorrido de la primera habitación había terminado, y todos se fueron a la segunda habitación. Excepto Ana, Lautaro y Carla, que se quedaron jugando con el globo terráqueo. Lo giraban, y giraban hasta que la entusiasmada de Carla lo paró en China para averiguar qué tan grande era el país, cuando... De repente un brillo intenso salió del globo y mágicamente los absorbió dentro. Viajaron por un portal de colores que inesperadamente los transportó a China. Del cielo cayeron dolorosamente al piso. -¡¡Ay!!- gritaron los 3 al mismo tiempo. -¡Iugh! ¡Esto arruinará mi vestido de diseñador!- se quejó Ana. -¡¡Iupi!! ¡¡Qué bueno!!- se emocionó Carla que saltaba de alegría. Lautaro al mismo tiempo solo observaba sin decir ni una palabra. Al principio se asustaron un poco y no supieron cómo reaccionar, hasta que Carla vio como siempre el lado positivo de esta aventura. Carlita empezó a correr y a saltar por todos lados. A Ana los atuendos chinos le


parecían muy fuera de moda, además de horribles. Lautaro se quedó muy callado sin decir una palabra. - ¡Vayamos a ver la Muralla China!- dijo emocionada Carla. -¡¡Noooo!! Nada educativo tiene que pasar. Mejor vayamos al centro comercial.- propuso Ana. Empezaron a discutir como si fuera un asunto de vida o muerte. -¡¡¡Lautaro!!!- gritaron exigiendo las dos. - ¡¡Decile a esta loca que las murallas son para bobas!!- dijo Ana. - ¡¡¿¿Para bobas??!! Boba sos vos.- respondió Carla de la peor forma posible. - Yo sugiero que averigüemos como salir de acá. Hay shoppings en Bs. As. Sobre murallas no tengo idea, pero está el Obelisco, ¿no?- dijo susurrando Lauti. - Está bien. Mejor vayamos a buscar ayuda. - dijeron las chicas. - Deberíamos encontrar la manera de volver a casa.- dijo Carla. Recorrieron toda la ciudad en busca de ayuda, la cual no encontraron a causa de que todos los habitantes de esa zona hablaban un idioma totalmente diferente. Unas cuantas horas habrían pasado hasta que se les ocurrió una verdadera idea. - ¡Vayamos a la Muralla China!- exclamó Carla. - ¿¡Qué?! ¿Para qué? ¿De qué nos va a servir?- preguntó Ana. - ¡Ya te entendí Carla! Debe ser porque va mucha gente de todos lados, no? A ver si alguien habla nuestro idioma.- preguntó con voz cada vez más alta Lautaro. - ¡Si, por fin alguien que me entiende!- exclamó Carla. - Mejor vayámonos yendo, sino va a haber mucha gente a la que hablarle.- dijo apurada Ana. Como no sabían dar las coordenadas para pedir un taxi y no había colectivos, tuvieron la difícil misión de tener que ir... ¡Caminando! Fue muy cansador, horrible, abrumador y caluroso. Luego de un largo rato de viaje, al fin llegaron a la magnífica Muralla China. Era inmenso el número de personas que estaban en ese gran monumento histórico. Los chicos se quedaron impresionados con el trabajo que tendrían que hacer para encontrar a alguien que hablara su idioma. Hablaron con mucha gente y no encontraron a nadie que fuera de su país ni que aunque sea hablara castellano o español. Se desilusionaron y pensaron que ya no iban a poder regresar.


Llegaron a sus oídos unas palabras que literalmente les cambiaron la vida. - ¡Che! ¿Tenés un sandwiche de milanga?- se escuchó de lejos lo que dijo un hombre musculoso, alto, con remera gris, jeans negros, sandalias verdes y un pelo muy negro. - ¡¡Nuestra salvación!!- gritaron los 3 sintiendo un alivio inmenso. - ¡Ey, vos pibe! ¿Nos decís como regresar a casa?- preguntó Carla. - Pero por supuesto que puedo. Con gusto que los ayudaré a llegar a sus casas, pero... ¿dónde viven?- les preguntó el misterioso hombre argentino. - En Buenos Aires, señor.- contestó Lautaro. -Es bastante lejos, pero conozco una manera. No sé si funcionara, pero es la única opción.- dijo el hombre cuyo nombre era Cacho Rodríguez. -¿Son capaces de arriesgarse a algo tan peligroso?- preguntó Cacho. - ¡Pero claro que somos capaces!- dijo muy segura Carla. -¡Entonces vamos!- dijo Cachito. - ¿A dónde?- preguntaron los chicos. - Lo verán cuando lleguemos.- dijo Cacho. Encararon viaje hacia el Museo de Ciencias en China (que era el lugar a donde Cacho y los chicos iban a ir). Era un tanto lejos pero por suerte Cachito (como los chicos lo llamaban) tenía auto. -Esto es mucho más cómodo que caminar 20 km con tacones.dijo relajada Ana. - Concuerdo con vos Ana. Excepto por la parte de los tacones.dijo Carla. -Estoy en parte de acuerdo con Ana y la otra parte con Carla.agregó Lautaro. Las conversaciones siguieron, y siguieron, hasta que llegaron a destino. - ¡¡¿¿El Museo de Ciencias??!!- preguntaron indignados los 3 al mismo tiempo. -¿Quieren volver a casa o no?- los amenazó Cacho. -¡Si!- respondieron vagamente ellos. Entraron y al instante Cacho los agarró del brazo y los llevó a la sala donde se encontraba el globo terráqueo que los llevaría de vuelta a casa. Cacho les explicó que para poder volver a casa tenían que hacer exactamente lo mismo que hicieron para llegar a China, solamente que en vez de parar en China tenían que pararlo en Bs. As.


- ¿Como sabes lo que nos pasó?- preguntó Carla. -¡Solo lo sé y ya!- dijo Cacho con voz misteriosa. - Tengan mucho cuidado porque solo tienen una oportunidad, y si paran en alguna otra ciudad se quedaran ahí para siempre.- les advirtió Cacho. Los chicos estaban muy nerviosos y asustados. Pero tuvieron que correr el riesgo de no poder regresar a casa. Charlaron unos minutos para hacerlo bien coordinado y no fallar. Lautaro les dio a las chicas un consejo que pudo evitar que todo saliera mal. - Imagínenselo como si fuera esta mañana. Jugando, divirtiéndonos, riendo, pasándola bien. Solo hagan eso y no fallaremos, lo prometo.Las chicas se inspiraron y sonrieron. Todos listos empezaron a girar, y a girar. Lautaro y Ana le avisaron a Carla que era su momento de parar el globo y llevarlos a todos a casa de una vez por todas. Carla, muy decidida seguía el movimiento del globo hasta que supiera cuando parar. Llegó el momento preciso, y Carla lo sabía. Se arriesgó muy segura de sí misma y lo paró...El globo los absorbió otra vez dentro y en vez de pasar por el agujero de gusano, cayeron directamente en la sala del globo terráqueo, pero en el Museo de Buenos Aires. Salieron corriendo de la sala a la calle sin dar explicaciones a la gente que no podía comprender lo que ocurría. Llegaron a ver que el micro casi se estaba yendo, pero llegaron a pararlo. Subieron con el mejor alivio posible, la mayor alegría del mundo, y con una anécdota histórica que jamás dejarían de contar.


La pinza Autor: Lucas Galán Un día cualquiera una chica llamada Penny salió de la escuela con una mala nota en el cuaderno de comunicaciones y su papá la retó como siempre. Penny se enojó tanto que fue a esconderse en el sótano donde estaban los experimentos del papá. El papá hacía experimentos con animales, le inyectaba virus de otros animales y esperaba a ver qué pasaba. Los animales enjaulados eran monos, perros, águilas, tortugas caimán y loros. Penny estaba tan enojada que tiró todo al piso y algunos experimentos se mezclaron entre sí, manchando la pinza que estaba arriba de la caja de herramientas con uno de los virus. Poco a poco a la pinza le empezaron a salir los ojos, los dientes, las patas, las orejas, el caparazón, la piel arrugada, los huesos y la cola. La pinza se terminó convirtiendo en una tortuga caimán. Cuando la tortuga caimán se siente amenazada se esconde en su caparazón, y como si fuera poco puede morder más fuerte que un tiburón blanco. Cuando hay un pez cerca se camufla y abre la boca con una lengua en forma de lombriz, cuando el pez está muy cerca de la boca cierra la boca y mata al pez. Penny vio que había una tortuga caimán en el piso caminando lentamente hacia ella, pensó que la iba a matar. A Penny le mordió el tobillo, ella se cayó al piso y le dolió tanto que veía el hueso. Lloró y gritó tan fuerte que el papá la escuchó. La tortuga caimán le soltó el tobillo fue y le mordió el cuello muy fuerte, matándola. El papá bajo rápido las escaleras, vio que Penny estaba muerta, se arrodilló y se distrajo gritando “¡¿Quien fue?!”. La tortuga caimán, que estaba escondida en un rincón de la pared, caminó rápido para saltar y le agarró tan fuerte la cabeza que le rompió el cráneo. La tortuga caimán salió de la casa y cruzó la calle con cuidado hasta llegar al río. Se metió al río, se camuflo y nunca más se supo de ella.


La pinza oscura Autoras: Maia Mociulsky y Muriel Todorovich Una mañana de mucho sol, un hombre llamado Juan José, que era un señor mediano de estatura, con los ojos color celeste, estaba en el auto yendo a su segundo día de trabajo. Él era mecánico y estaba nervioso porque en su trabajo todavía no conocía a nadie. En el medio del camino se le rompió el auto, porque estaba yendo muy rápido pasando la máxima velocidad. Abrió el baúl, agarró una pinza negra, lo arregló y siguió camino. Ya llegando al trabajo se le volvió a romper. De su baúl sacó sus herramientas y agarró su pinza. La sintió suave, le pareció que la punta de la pinza se parecía al pico de un cuervo y la sintió más pesada de lo normal. No le importó y siguió arreglando el auto mientras pensaba en que iba a llegar tarde al trabajo. Mientras estaba moviendo un tornillo del motor, le pareció ver una pluma negra como la de un cuervo en la pinza. Pensó que estaba viendo mal. Cortando un cable del frente del auto, pensó que la punta de la pinza se parecía mucho a un pico... “Qué parecida que es mi pinza a un pájaro, sobre todo ahora que está medio sucia...” La pinza empezó a picotearle la mano a Juan José, se miró la mano y cuando volvió a mirar el cielo, en vez de ver una pinza vio un cuervo. El señor se frotó los ojos sin creer lo que veía y se desmayó, llegó la ambulancia y se lo llevaron. Se despertó en la camilla donde lo llevaban a la sala de emergencias , mientras el trataba de tranquilizarse y pensar en que lo que había visto no era real . Lo atendió un hombre alto, con pelos parados, con una nariz grande y puntiaguda. Vio que se le acercaba con fuerza un filo que detrás tenía un cristal con liquido violeta adentro (era una inyección para dormirlo).Después de una hora despertó cansado sin poder levantarse, se fue a Farmacity a comprar un remedio. Pensó que todo lo que había visto era producto de su imaginación. Cuando estaba pagando vio por la ventana el mismo cuervo del accidente de la pinza.


La lapicera Autores: Luciana López Morales y Luciano De La Peña Unos años atrás, unos hermanos llamados Esteban y Romina estaban disfrutando de un fin de semana largo. Esteban era flaco, alto, con el pelo negro y muy corto, también era gracioso y gritón. Romina era baja, rellena, rubia y muy imaginativa. Ellos estaban en su habitación mirando televisión cuando, les dieron ganas de dibujar. Fueron hacia su armario para buscar sus marcadores, cuando la encontraron... - Es la lapicera más linda que vi en mi vida- dijo Romina. -¡Es verdad!- exclamó Esteban. La lapicera era plateada con lunares dorados y tenía tinta roja. Los niños soltaron los marcadores y Romina se puso a dibujar caramelos. -¡Qué rico!- dijo Esteban. -Cállate, glotón- contestó Romina. Después de que Romina terminara sus caramelos alguien tocó la puerta. Abrieron y era su mamá trayendo caramelos. -Gracias mamá, ¿por qué nos traes esto?- dijo Esteban -Algo me hizo sentir que los querían- contesto la mamá. Felices, los niños se los comieron. Al día siguiente los chicos se despertaron a las 11:30 y a Romina se le ocurrió una idea: ¡dormir más! Pero Esteban le propuso que siguiera dibujando. Romina aceptó pero antes prendió la televisión para ver el partido. -¡Ya sé!- dijo Romina, justo en el momento del gol. -Voy a dibujar una pelota- . Apenas terminó de dibujar la madre ya les había traído una nueva pelota de fútbol. Los niños ya empezaban a sospechar de que algo pasaba, pero no les importó y estrenaron su pelota. Esteban le dijo a Romina que siguiera dibujado pero ella se negó. -¡No quiero seguir dibujando!- dijo Romina -Pero cuando dibujás tengo un buen presentimiento, siento que buenas cosas pasan. -Tenés razón, buenas cosas pasan-. Agarraron sus cartucheras y Romina se puso a dibujar con un marcador rojo. Dibujó unos helados. Pasaron 30 minutos y no sucedía nada. Los niños se dieron cuenta de que


nada bueno pasaba, pensaron que lo que ocurría era solo grandes coincidencias y que la buena suerte era una ilusión. Romina sacó la lapicera y dibujó un bonito pajarito. Al instante un pájaro entró por su ventana. -Che, dibuja a papá disfrazado de pato con la lapicera.- dijo Esteban. -¡¿Por qué?!-contesto Romina -Ya vas a ver- murmuró él. -Está bien-dijo ella. Lo dibujó y el padre entró a su habitación. -Miren lo que encontré- mencionó, mientras actuaba de pato disfrazado. -¡Ja! ¡tenía razón!-gritó Esteban. -¿De que tenés razón?-interrogó Romina y Esteban no dijo nada más. Cuando los niños ya estaban seguros de que la lapicera tenía algo raro, la metieron en su cartuchera y fueron a mostrarle a su mamá. Cuando le dijeron que la lapicera que encontraron era rara, ella no les creyó, pero la convencieron. Abrieron la cartuchera y la lapicera no estaba. Trataron de explicarle a la madre, pero no les hizo caso y Esteban y Romina nunca volvieron a saber sobre la lapicera.


Los tres relojes Autores: Gaia Stambolski Pacheco y Joaquín Barrueco

Había una vez unos científicos llamados Alberto y Uma que fueron a investigar una aldea de una tribu que ya no existía, llamada Hayacas. En ese momento la aldea estaba en ruinas. Las construcciones estaban a punto de derrumbarse, toda llena de moho y con ratas, cucarachas y arañas (a Uma le desagradaba mucho los animales de la alcantarilla). Esa aldea estaba en el Amazonas. Fueron a investigar. Entraron y encontraron tres relojes de arena. Los relojes eran chicos, uno era rojo, otro celeste y el último verde. Los encontraron en lugares diferentes. Cada vez que agarraban uno, se activaba una trampa diferente. La primera trampa fue unas ballestas que empezaron a salir de las paredes. La segunda trampa fue de arenas movedizas y la última, pero no la menos importante, fue una roca con forma de bola, toda rodeaba de fuego, que cayó del techo asustándolos. Uma dijo: -¿En serio? ¿Fuego? -¡Corre Forest!- dijo Alberto. No salieron tan victoriosos de esta situación, por lo que había pasado. Pero se llevaron los tres relojes y salieron de esa tortura del Amazonas. Después, en el laboratorio, Alberto y Uma empezaron a estudiar esos tres relojes tan extraños. De todo lo que averiguaban tomaban apuntes. Luego de tantas horas de estudio con esos relojes, un científico llamado Joaquín (era un científico que trabajaba con Alberto y Uma) sin autorización de tocar los relojes descubrió algo. Algo demasiado bueno para ser cierto. Pero antes de poder explicar lo que había descubierto se esfumó, desapareció frente a los ojos de todos . Cuando volvió estaba traumado de lo que había visto. El solo decía: -El futuro lo vi con mis propios ojos- No paraba de decirlo. Lamentablemente lo tuvieron que encerrar para tranquilizarlo, para ver que había pasado y para ver qué había visto. Como nunca se recuperó del viaje en el tiempo lo tuvieron que encerrar hasta nuevo aviso Mucho tiempo más tarde, los científicos Alberto y Uma tomaron los relojes y apareció un señor del futuro llamado J. Él era alto, flaco, con un


sombrero negro y una armadura que parecía un traje formal. Este hombre les advirtió que no utilizaran los relojes porque podían alterar el futuro muy fácilmente y traer muchos problemas a los habitantes de esa época. Más tarde les dijo que la mejor manera de evitar esto era que le dieran los relojes a él. Alberto y Uma decidieron no entregárselos, ya que no le creían nada a J. J, el visitante del futuro, que tenía un temperamento tan frustrado que parecía un ogro enfadado, enojado e indignado por lo que estaba sucediendo, sacó un arma del futuro (un arma larga, de color violeta y con un circulo que cuando se calentaba se prendía una luz ) y empezó a destrozar el laboratorio. Alberto y Uma, asustados decidieron entregaron, pero le dieron unos relojes falsos. J muy feliz por haber recuperado los relojes, guardo el arma y volvió a su época. Alberto y Uma no se dieron cuenta que esta trampa solo hizo cumplir lo que J les había avisado, y el mundo comenzó a destruirse. Al darse cuenta de lo que sucedía Alberto no pudo contener más su amor por Uma, se arrodilló y decidió pedirle casamiento. En ese mismo momento, Uma abrió su boca para responderle y antes de poder pronunciar palabra, todo explotó y Alberto nunca pudo conocer la respuesta.


La pinza mutante Autor: Fermín Ameijeiras Buenos Aires 24/11/1968 Diario El Pueblo Crónicas Fantásticas En una antigua casa del barrio de Villa Crespo, vivían Carlos, un científico inventor que pasaba muchas horas de su día en el sótano, donde tenía su laboratorio, y Penny Ley, su hija de 10 años. Una tarde, al regresar la niña de la escuela, mientras tomaba la merienda con su padre, Carlos revisó el cuaderno de comunicaciones y encontró una mala nota… El papá se enojó con Penny Ley, la niña le contestó mal y Carlos la castigó dejándola sin jugar con sus amigos por un mes. Y ella decidió tomar venganza y se encaminó sigilosa, hacia el laboratorio. Sobre una de las mesas del laboratorio había una pinza y varios líquidos de colores y sustancias x, que eran experimentos especiales. Penny Ley estaba tan, pero tan enojada que tiró todo al piso. Se rompieron los frascos , mezclándose los líquidos con la sustancia x, cayendo todo sobre la pinza. Una nube blanca envolvió al laboratorio, Penny Ley no lograba ver nada y de repente apareció frente a a sus ojos un extraño objeto que se podría definir como una " pinza mutante". La pinza se había transformado, tenía unos dientes filosos y espantosos ,sus patas se habían alargado y le habían salido dos brazos muy extraños, con puntas de espadas en sus extremos... La pinza enloquecida atacó a la niña y la mató. El padre , desde arriba ,escuchó ruidos fuertes y decidió bajar a ver qué pasaba. En la escalera fue interceptado por la pinza mutante que lo atacó y también lo mató. La pinza agarró una escoba y lo hizo tropezar. Carlos dio vueltas por las escaleras y se torció el cuello y murió. Algunos vecinos que escucharon los gritos de horror del padre y la niña, llamaron a la policía. Los uniformados, al llegar, encontraron la casa en perfectas condiciones, de los cuerpos muertos no había ni rastros y entonces se retiraron.


La casa aĂşn permanece cerrada. Otros vecinos aseguran que todas las maĂąanas, desde la ventana de la cocina de la casa, pueden ver a la pinza preparando el desayuno...


Lila y su diario Autoras: Ramona Ikonicoff y Lucía Ojeda Lila era una chica de 13 años, a ella le gustaba mucho leer, jugar a las cartas y escribir en su diario. Tanto escribía que en dos meses se le acabaron las hojas, así que caminó hacia la librería para comprar uno nuevo, pagó y se fue. Llegó a su casa y rápidamente se fue a su cuarto decidida a empezar a escribir. El diario tenía una flor con diamantes en el medio, incrustada en el centro de la tapa de adelante del diario. Lo abrió y escribió: “Ayer Valentino, un chico de mi grado, se enojó conmigo y me pegó ”.Como no tenía nada más que escribir, cerró el diario, lo guardó en su mochila y se puso a ver la televisión. Al día siguiente, cuando Lila llegó al colegio, se encontró con Valentino. El la miró y le tiró un beso. Lila se asustó tanto que salió corriendo hacia el baño de mujeres, se encerró, sacó el diario y escribió: “ El martes, Martín, el chico que me gusta, me besó ”. Se quedó un rato en el baño, recién cuando escuchó la campana que indicaba que el recreo iba a empezar, decidió salir. Estaba por empezar la segunda hora de clase, entró al aula, y empezó a buscar a Martín, lo vio sentado en su mesa y se acercó para saludarlo, pero cuando Martín la vio, la miró con una cara de decepción y no quiso hablar con ella. ”Qué extraño” pensó. La segunda hora se le hizo muy larga, no solo porque no lograba hablar con Martín, sino que también le preocupaba Valentino que no paraba de mirarla con cara de ternura. El día pasó muy lento, pero por fin estaba terminando la última hora. Salió del colegio, y caminó hasta su casa. Cuando llegó, se puso a leer. Estuvo leyendo hasta que se hizo de noche, cenó y luego se fue a su cama a dormir. Al día siguiente, antes de irse al colegio, sacó el diario y escribió: “Me encantaría tener más hermanos”. Se fue al colegio. Se alegró mucho cuando se enteró de que Valentino había faltado, pero Martín, seguía sin hablarle. El día se pasó lento como el anterior, pero por fin estaba terminando la última hora. Cuando llegó a su casa, vio que había mucha tranquilidad. Le preguntó a su mamá dónde estaba su hermano Santiago. Su mamá la miró con una cara muy rara. -¿¡De quién estás hablando?! ¡Vos no tenés hermanos! -¿Cómo que no? Si lo vi hoy a la mañana.


Lila estaba tan asustada que salió corriendo, subió las escaleras y se fue a su cuarto. No sabía qué hacer, estaba muy preocupada. Empezó a pensar qué podría haber pasado, sospechaba que alguien que estaba en contra suyo, podría había estado leyendo el diario. ¿Pero cómo saberlo? Agarró la mochila y sacó el diario, entonces escribió: "Odio el brócoli". Escuchó un grito que venía de abajo, su mamá la estaba llamando para ir a comer. Lila bajó las escaleras y fue al comedor. Se llevó una sorpresa muy grande al ver que enfrente suyo había un plato lleno de brócoli. Se acercó al plato para ver si el brócoli era real, lo tocó y comprobó que era la misma cosa horrorosa de siempre. A Lila le dio tanto asco que no quiso comer, dio la vuelta y subió a su cuarto. Era temprano para irse a dormir, entonces agarró el diario y escribió: "amo a mi gatito Felini". De repente Felini que estaba a upa de Lila, desapareció. Lila gritó tan fuerte que su mamá entró corriendo a su cuarto y le preguntó si se sentía bien. -Yo estoy bien, pero Felini desapareció. -Es imposible que haya desaparecido Lila. ¿Porqué no dormís un poco? Esta bien respondió Lila, y se recostó en su cama. Al día siguiente, antes de irse al colegio agarró el diario y escribió: "Desearía que hoy nos dejen quedarnos un poco más en la escuela". Cuando llegó al colegio, le avisaron que solo por esa vez la escuela iba a terminar a las 11:00. Fue el mejor día que tuvo en la colegio hasta ese momento, y a diferencia del día anterior y el anterior, el horario de clases se le pasó un poco más rápido. Volvió a su casa, subió corriendo las escalera entró a su cuarto y tiró el diario a la basura. Cuando se despertó al día siguiente para ir al colegio, se asustó mucho, porque el diario estaba encima de su cama. Agarró una tijera, rompió todo el diario y lo volvió a tirar. Se vistió y se fue al colegio. Cuando volvió a su casa, el diario estaba en su cuarto encima de su escritorio. Ella simplemente lo agarró lo escribió todo, lo tiró a la basura por tercera vez, y se puso a jugar a las cartas con su papá. La mañana del jueves, se despertó enferma, iba a faltar al colegio. Por un momento pensó que el diario había desaparecido, pero después de unos segundos vio que había vuelto a aparecer y estaba con las hojas en blanco. Lila agarró el diario y escribió en la primer página: "Amo este diario". Y el diario desapareció para siempre.


Suerte en Los Ángeles Autores: Rita Braun y Joaquín Lemme Bertoglio Un día en Grecia en el siglo XVI Luciano, un niño de once años, estaba con su padre. Querían ver “La guerra de los titanes”.Un espectáculo de teatro. Salieron temprano de su casa para no llegar tarde. Iban por el camino de siempre para llegar a la ciudad de Grecia porque vivían alejados de ella. Estaban llegando bien, de repente en el medio del camino aprecio un gran agujero de unos cincuenta metros o más donde abajo había un lago con pirañas, serpientes, rocas, arañas venenosas. Tuvieron que tomar un atajo, caminaron kilómetros y kilómetros pero no llegaban a ningún lado. Luciano quería llegar, estaba muy ansioso y empezó a correr. Se tropezó con una piedra, y le gritaba a su papá. -¡Papá, papá! -¿Qué pasó, hijo? -Mirá lo que encontré, es algo muy extraño. El “algo” era un aparato con muchísimos botones y botoncitos, letras y letritas y números y numeritos (en otra época lo llamarían control remoto). El padre y el hijo miraban al aparato con cara de confundidos, sin saber que era. Lo miraron, lo miraron....... Hasta que decidieron apretar un botón. El mundo se había parado pero ellos no lo notaban porque tenían el control remoto. Lo volvieron a tocar y el mundo siguió su rumbo. Decidieron no ir a la ciudad de Grecia y volver a su casa a ver qué pensaban sus familiares. Cuando llegaron estaban allí su tío su mamá y su abuelo que les preguntaban que había pasado. Ellos les contaron lo del camino y le mostraron lo que habían encontrado. A ellos también les pareció muy raro, el abuelo Ricardo le pidió el “aparato”. El toco un botón (el que cambia de canal). Lo apretó tan fuerte que todos viajaron cinco siglos hacia el futuro ¡estaban en el siglo XXI! No sabían bien en dónde estaban. Había unas cosas chiquititas que brillaban, eran verdes, blancas, amarillas y de más colores. También unas casas altas que parecían torres, gente con unos aparatitos con una cosa de vidrio que la tocaban, era raro, muy raro.


Paso un señor con una ropa rara, de colores fuertes. Luciano aprovechó y le preguntó: -¿En qué ciudad estamos? El señor los miró con cara rara. Respondió: -Estamos en Los Ángeles, siglo XXI. ¿Qué hacen con esta ropa? ¿Están locos? -No estamos locos, venimos de Grecia siglo XVI, gracias, chau. -Chau locos. El señor le contestó y se fue rápidamente porque le parecían raros, porque tenían ropa sucia y caminaban extraño. No tenían donde pasar la noche. Le preguntaron a una señora que pasaba -¿Sabe donde podemos pasar la noche? -En un hotel. -¿Qué es un hotel? -Un lugar donde la gente va a dormir y paga tanta noches como se quede. Que raro, todo el mundo sabe lo que es un hotel. Ustedes sí que son raros. -¿Donde hay un hotel? -Diez cuadras a la izquierda y tres a la derecha. -Gracias, desconocida señora. -De nada, adiós. La familia empezó a caminar hacia el hotel. Mucha gente los señalaba y los miraba raro. Llegaron al hotel y los atendió un viejo amargo que les dijo: -¿Qué quieren? -Un lugar para dormir. Contestó el abuelo. -¿Habitación para cuantos? -Para cinco, por favor. -¿Cuantos días se van a quedar? -Unos dos días. -Bueno serian 500 pesos con todo incluido. -¿¿¿¿¿¿Qué?????? -Sí, págueme lo que les digo o se van. -Venimos del siglo XVI, y vivimos en Grecia y no tenemos plata para pagarle. -Váyanse, locos mentirosos. No voy a caer en esta trampa.


Antes de irse toda la familia le gritaron al viejo “estafador”. Entonces se tuvieron que ir. Se quedaron sentados en la vereda pensando en el “aparato”. Entonces el padre dijo: -Si no fuera por vos, Ricardo, no estaríamos todos acá. -Si ustedes no lo hubiesen traído a casa, no lo hubiese tocado.contestó el abuelo Ricardo. -Bueno, en fin. -¿El aparato dónde está? -Lo tengo yo-, contesto el tío. -Préstamelo-le dijo Luciano. El tío le dio el aparato. Luciano tocó un botón (el de pausa). Vieron que en la calle todo el mundo se había quedado inmóvil y congelado. A la mamá se le ocurrió una idea: ir al hotel total estaba todo parado, la calle, la gente, todo. Se divirtieron un montón comieron, durmieron y muchas cosas más. Se despertaron al día siguiente y volvieron a tocar el botón y el mundo siguió igual… Después tocaron otro botón (el de apagar) y el mundo se apagó.


La casa de las muertes Autor: Martín Morisse En una casa abandonada de un barrio cerrado hubo muchas muertes inexplicables. La casa estaba muy destruida, despintada y con manchas de sangre por todos lados. Era tenebrosa. Algunos decían que sus ocupantes se habían suicidado sin razón alguna. Otros, en cambio, aseguraban que el que entraba ahí se moría a las cuatro de la tarde en punto. Esa era la hora en la que siempre se escuchaban ruidos en la escalera y detrás de ella; en el piso de arriba y en el de abajo. Un día llegó un hombre del extranjero que desconocía la historia de aquella casa y la compró a bajo precio, a pesar de los rumores que le contaron los vecinos. ¡No podía creer que fueran verdad! Es así que entró a su nuevo hogar. Su casa era grande y no había mucha comida, había mucha sangre. A la hora señalada empezaron los ruidos. El hombre estaba intentando dormir la siesta. Alguien parecía observarlo, pero el hombre no veía nada a su alrededor. Pasó el tiempo y nada más se supo del nuevo habitante. Al parecer después de su desaparición la casa comenzó a moverse de lugar más y más cada día hasta convertirse en un montón de basura. Nada se supo de la casa y sus habitantes.


El lápiz de Tobías Autores: Nathalie Mansilla y Martín Camio En el barrio de Chacabuco vivía un niño llamado Tobías Londreed que le encantaba dibujar y colorear. También soñaba con tener su propio laboratorio, porque a él le encantaba hacer experimentos y soñaba que de grande iba a ser cientifíco. Él era rubio,alto y flaco también tenía dos mejores amigos: Manuel y Facundo. Un día los lápices de tanto uso se le volvieron chiquitos y tuvo que tirarlos. Pensó que tenía que ir comprar más y le gritó a a su papá (que estaba en otra habitación). -¡Papá! ¿Podemos ir a comprar unos lapices a la librería? -¡Sí! Pero vamos a ¿Qué hay en mi utíl?, que es más barata. - ¡No me gusta esa librería! Despues de decir eso Tobias pensó que necesitaba lápices urgente, entonces aceptó ir. Cuando llegaron a la librería, el niño vio que había un señor con cara misteriosa pero intrigante, que lo miraba fijamente. Tobías entro a la librería y el padre se quedó afuera. -Hola, ¿qué necesita?- le preguntó al señor que trabajaba en la librería al niño. -Hola, busco un lápiz negro oscuro. El señor lo miró con cara misteriosa. Disimuladamente, agarró un lápiz de su bolsillo, en lugar de agarrar uno de la vidriera, y se lo dio a Tobías. El niño lo acepto y cuando estaba a punto de salir, el señor le dijo: -¡Suerte en el futuro! El niño sin entenderlo mucho se fue a su casa con su padre. Estaba feliz. A la noche, emocionado estrenó su lápiz dibujando un laboratorio grande y divertido, con muchas cosas, lo que siempre quiso. Se imaginó que este laboratorio estaba en la escuela. Luego de terminar su dibujo sintió un temblor en su mano, él lo ignoró. Al otro día fue a la escuela llevando su lápiz nuevo. Entró, saludó a su maestra y la maestra le dijo: -¿Viste lo que construimos arriba? ¡Seguro que te va a encantar! Tobías le dijo sí, para quedar bien con su maestra, sin saber lo que


habían construido. Fue a verlo con entusiasmo y un poco de intriga, Subió y vio que ¡estaba el laboratorio de sus sueños! Lo miró y vió las pósimas, explosivosy todas las cosas que habia dibujado. ¡Era el laboratorio de sus sueños! Cuando salió, miró el lápiz y dijo sonriendo: - No fue una coincidencia.


Controlando la televisión Autores: Emilia Rubín y Fabrizzio Di Lella Trejo Una mañana de invierno, dos hermanos que se llamaban Lucas y Mateo fueron a esquiar. En la nieve Lucas encontró un control remoto. Lucas lo agarró y se lo fue a su casa junto a su hermano. Llegaron a su casa y prendieron la televisión. Cuando apretaron el botón de encendido del control remoto se teletransportaron a la tv. ¡Fue mágico! Fueron al último canal pero no sabían que estaban en la televisión, hasta que vieron a Antonio Valsilla, un cocinero famoso. Ellos se sintieron raros, no pertenecían ahí, a la television. Cuando Mateo se dio vuelta vio un reloj que decía “Tienen 24 horas para escapar”. Mateo le dijo a su hermano lo que había visto. Agarraron de vuelta el control remoto. Fueron cambiando de canales hasta que llegaron al de noticias. Cuando se dieron cuenta estaban dando las noticias: “Hay un 10% de humedad y un 90% de probabilidades de tornado.” Se volvieron tan locos que preferían que los reten sus padres en vez de quedarse en ese canal. Cambiaron de canal y entraron a un partido de fútbol, tenían que jugar como profesionales. Metieron 13 goles y salvaron 25 pelotazos al arco. Cuando ganaron, se fueron a un canal donde pasaban una película de la segunda guerra mundial. Mateo tuvo miedo de que lo llamaran para pelear contra el ejército alemán. Por eso se escondió en un lugar ultra secreto una guarida que vio por ahí, para no tener que ir a la guerra. Lucas se fue a buscar a su hermano por todo ese canal, no lo encontraba. Lo busco día y noche. Al día siguiente Lucas estaba asustado y nervioso porque no encontraba a su hermano. Estaba buscando a su hermano y al mismo tiempo viendo si venía alguien que lo quisiera asesinar. Se estaba escapando de tres alemanes que lo perseguían y vio una guarida. Entro a la guarida, los alemanes siguieron de largo para asesinarlo. Cuando Lucas entró, miró su reloj, después se dio media vuelta y vio a su hermano. Cuando lo vio se sintió feliz, y le dijo:


-¡Ahora nos quedan 2 minutos para escapar de la televisión!, ¡vamos! Pasaron de vuelta por todos los canales que habían pasado antes. Fueron al primer canal y entonces justo ahí dijo Mateo: -¡Mira Lucas, es el lugar donde estuvimos hoy la mañana, la montaña con nieve! ¡Es nuestra oportunidad para escapar! Lucas respondió:  Tenés razón. Salieron de ahí. Nadie se dio cuenta nunca de que habían desaparecido de su casa.


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