Pocoserio 14 feb

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Año 0 Especial 14 de febrero México D.F. MMXIV

Revista semi-literaria de buena familia, trabajadora, guapa, buena gente, amorosa, amable… ¡partidazo!


Colaboradores pocoserios: No parezco “s”, pero ¿a quién le importa?

Editorial

¿Quién te quiere? :3

Anel Alarcón Ángel Cruz Islas Dian Sánchez Fanny Gutiérrez Pancho S. Contreras III

El amor, ¿qué es? ¿Seguimos entendiendo el amor como lo hacían nuestros padres cuando tenían nuestra edad? Seguramente no. El amor es una idea en constante renovación, una idea que se reforma y se deforma dependiendo de los aires de su época. El festejo del 14 de febrero es, a su vez, el hijo que el amor tuvo con uno de sus mejores amigos: el dinero. El festejo de este día no es menor ni se trata de una fecha prescindible, es (nada menos que) el día que nuestra sociedad (claramente capitalista) erigió como el ideal para unir a los pilares de la vida moderna y condensarlos; me refiero al amor, al dinero y al principal compañero de parranda de los anteriores: el sexo.

Maricela Méndez Aguilar Renata Ximena Yil Vieyra y Enrique Cruz

Con un afán romántico, nunca faltan las voces que repudian que el dinero se inmiscuya en sus asuntos amorosos, voces que pugnan por el amor libre de calendarios y de finanzas. Del otro lado están los acólitos; los convencidos de que el día previo a la primera quincena de febrero se enarbolan los sentimientos y de que, efectivamente, el amor está en el aire. En Pocoserio no tomamos partido, pero, al mismo tiempo, tomamos ambos partidos. Tu revista shuffle favorita te presenta, en su primer número del año, textos en los que nuestros colaboradores ven a la cara al amor y al desamor. Porque el amor nunca tiene un solo lado. En Pocoserio esta fecha es el pretexto perfecto para amar u odiar, y a eso te invitamos.

EL EDITOR (febrero, 2014)

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Pocoserio: Revista de amor

Luces...

Enrique Cruz

En las primeras luces del alba está tu nombre escrito (no sé dónde). Siete signos, siete siglos me hablan de un amor cocinado a fuego lento. ¿Dónde estarás tú cuando yo, al baño de tus luces, le recito al cielo?

Apaga esa escritura, (morir he, por lector) apaga los siglos, (humana impaciencia) apaga el cielo (que nadie nos mire)…

En la promesa del nuevo día las horas claras pasan en escena, tras bastidores la noche nunca muere.

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Pocoserio: Revista amante

Undress your eyes, V.

Dian Sánchez

No recuerdo cuándo nos conocimos, tampoco la primera vez que platicamos, ni por qué decidió mudarse a esta ciudad. Pero sí la seguridad con la que se desvestía ante mí. ¡Y esa boca! Tan simple y tan sensual a la vez; tan malhablada que podía llegar a ser.

Por esos tiempos solía reunirme con Martín, Ana, ella y los demás en el bar más barato de Zarco, un langarucho sin nombre pero con cerveza de barril y botana gratis, en donde nos sentíamos como en casa. Ése era el punto más alto de mi día. Un martes cualquiera preguntó si alguien quería acompañarla a comprar baratijas en la tienda de la 33, y, dada mi situación, decidí caminar las varias cuadras que nos separaban del comercio coreano. Pasando la glorieta, el camino se estrechaba, por lo que tuve que caminar detrás suyo. Desde ahí podía ver cómo le sentaba ese ligero vestido azul marino con lunares blancos, caía desde sus hombros hasta sus amplias caderas, pasando por su cintura un tanto voluminosa y llegaba hasta su pantorrilla más bien gruesa. De vez en cuando volteaba para decirme algo y me sonreía con su boca roja. Por el ruido de la calle no podía entenderle muy bien, pero sé que balbuceaba algo acerca del lugar a donde nos dirigíamos. El establecimiento era atendido por un muchacho unos dos años menor que nosotras quien sólo despegaba la vista del celular para saludar con un ademán desdeñoso a los que cruzaban la puerta y hacían sonar las campanillas de viento. Nos dirigimos al área de novedades, donde había un sinfín de relojes de plástico y cuadros de colores eléctricos producidos en serie. La figura ridícula de un gato dorado que pretendía dar buena suerte con su balanceante patita a quien la desease me hizo reír de buena gana, ella lo imitaba mientras me ponía una lámpara de papel a manera de sombrero y cambiaba las cosas de lugar. En el pasillo lateral que intentaba sin total éxito esquivar un pilar, me tomó con su mano tibia para que la siguiera hacia la parte de atrás, dio dos pasos a la izquierda, hasta quedar cerca de un estante con cajas de yerba mate Taragüi y manteles de fiesta. Con una mano me hizo una seña cómplice, mientras con la otra soltaba de alrededor de su cuello el listón que mantenía el vestidito azul marino con lunares blancos sujeto a su cuerpo. Sentí la sangre agolparse en mi cuello y en mis mejillas al ver el pedazo de tela caer lentamente, ella me miraba atenta y su boca entreabierta me invitaba a avanzar la corta distancia que nos separaba. No pude más que dar un paso para inmediatamente después sentarme en el piso frente a ella, cerca de sus piernas de jabón de coco. Mis manos recorrieron sus muslos, la curva de su cadera, subí hasta tocar su abdomen abultado 5


Pocoserio: Revista enamorada dejando que mi cara respirara el olor de su entrepierna. Se recargó en el estante y con la ayuda de sus dedos índice y anular, descubriéndose, me invitó a besarla, primero lentamente y después más rápido. Escribí su nombre con mi lengua en esa superficie tan suave y mullida mientras mis brazos buscaban la mía. Ella miraba hacia arriba y sus manos se aferraban a la orilla del estante, seguí dibujándole figuras y pude ver como un rubor le subía por los senos, el cuello, las mejillas, la frente, hasta que sentí todo su cuerpo tensarse de placer. Sus labios carmín me sonrieron dibujando una elipse en sus mejillas, y, arrodillándose para recoger su vestido, besó mi cuello. Nos pusimos de pie, le ayudé a anudarlo y caminamos hacia la entrada de la tienda. Esta vez, el chico del mostrador no levantó la mirada, sino que solamente espetó algo ininteligible. Estos episodios se repetirían con cierta frecuencia durante unos cuantos meses, la soledad del pasillo lateral en la tienda coreana lo permitió. Tiempo después, sus tres sílabas rondan mi mente a cada instante, me gusta jugar con las letras e inventarle otros nombres. La imagino con ese vestido aquel día y recuerdo su aroma. Respiro.

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Pocoserio: Revista dolida

Deja de alimentar el nudo en el pecho, mejor rompe tu cascarón y despréndete de este traje llamado cuerpo; despréndete de la necesidad y prepara tu espíritu para asimilar el cariño y retenerlo, trabajarlo para expulsarlo en forma de luz y jamás en forma de palabras, ni actos concurridos. Deja de alimentar a un corazón que sólo tiene -arte, dañarte, vaciarte, culparte, acabarte, presionarte, manipularte, manejarte y todas aquellas intensiones, deja de hacerlo porque estés convencido de que no es lo que quieres y que mucho menos lo necesitas y aléjate, pero no porque hayas absorbido todas esta -arte, sino porque nada de ello te doblegó. Deja de luchar contra el hambre, el ansia de ser alimentada, porque toda quedarás saciada con el exterior que no es tu interior.

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Pocoserio:

AMOR

Revista apasionada Maricela Méndez Aguilar

Amor es eso que me hace suspirar y me hace pensar en ti (eso si lo vemos en su forma más cursi posible) pero si hablamos definiéndolo, amor es ese deseo que siento por ti cada noche, es esa admiración y respeto que tengo hacia tu mente, tu trabajo y lo que produces con ello, amor es el contrato que firmamos con cada clausula subrayada, respetando nuestra privacidad y no forzando nada, incluso no forzar a que nos gusten las mismas cosas. Amo cada cosa que sale de tu mente y de tu boca, sobre todo cuando existen argumentos en cada una de tus palabras, amo tus manos y cuando con ellas escribes las cosas más bellas y que me llenan de placer en un segundo, amo tu mente cuando desarrolla cálculos y los plasmas en una bella ecuación. Nuestro negocio es el más egoísta de los que conozco y pocos saben que no vemos mal nuestro intercambio de valores, hemos sabido negociar y el símbolo de un dólar es más significativo que el de un corazón. Claro que somos cursis, como el día en que caminamos por la playa aquella noche o la vez que cenamos pasta y finalizamos con un delicioso vino y orgasmos que no quisiera que se terminaran, sellamos nuestro amor con un beso y el despertar a tu lado rodeada por tus brazos me hizo saber que jamás quería separarme de ti. ¿Qué si amo tus defectos? No, obviamente no los amo… pero tus virtudes son las que hicieron enamorarme cada día, mentiría si te digo que te amo con todos tus defectos y todas tus virtudes, yo no podría hacerlo. ¿Sabes, amor?, eres egoísmo puro y ambos sabemos que “para poder decir “yo te amo” primero hay que saber decir “yo””.

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Pocoserio: Revista decepcionada

Caminas como si él estuviera atrás tuyo. Doblas la esquina mirando a un lado, al otro, para ver si permanece a tu lado. Sonríes sólo para hacerle saber que él es el motivo, y que todo lo demás sirve de pretexto para seguir sonriéndole. Escribes, actúas, piensas por y para él, creyendo que te leerá, te verá y dirá lo valiente que eres. Sigues pensando que él está ahí, en algún lugar del mundo, observándote… Pero te das cuenta, sólo cuando termina el día, y la esperanza se rinde, de que de nuevo hoy. No lo viste. Que al voltear hacia atrás él ya no sigue tus pasos Que si miras a un lado o al otro al doblar la esquina lo único que veras será a ti y a la calle, vacías... Que él nos sabe que sigue siendo tu felicidad. Que ignora lo que escribes, que no sabe cómo actúas y que lo haces para él. Te das cuenta de que él no está en ningún lugar del mundo observándote, que es tu imaginación, sólo tu imaginación.

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Pocoserio: Revista extasiada

¿Experiencia religiosa? A qué idiota se le pudo ocurrir eso. Conozco a un par de religiosas con experiencia, sin embargo, apenas levantaban su habito uno descubría por fin el sentido de las palabras de Dante "¡Cuán dura cosa es decir cuál era esta salvaje selva, áspera y fuerte que me vuelve el temor al pensamiento!”... ”Yo no sé repetir cómo entré en ella pues tan dormido me hallaba...” quizás les pueda parecer gracioso, pero en verdad no lo fue; dicen que las monjas son la concubinas de Dios, entonces Él merece todo mi respeto, creo que nadie haría eso por gusto sino por deber. Mejor dejemos atrás a Dante y a las nada acicaladas odaliscas del señor.

...Me parece jodidamente fastidioso comparar el éxtasis sexual con el éxtasis místico, son casi lo mismo, con decir éxtasis basta, sólo cambia el número de extasiados y el testimonio que dejan. ¿qué cómo lo sé? ¡¿Qué no ves mis canas?! nadie llegaría a la edad que tengo sin haber experimentado el éxtasis sexual al menos un par de veces en su vida. Es como la nalgada que dan los doctores a los niños cuando nacen: si no te nalguean no lloras, si no lloras no respiras, si no respiras te mueres morado por falta de oxígeno. El éxtasis sexual es igual que las nalgadas, si no te extasiaras te quedas chaqueto... y los chaquetos mueren pronto. ¿Cómo es...? has de cuenta que el tiempo se detiene, ves todo el universo en el brillo de los ojos quien te mira y todas esas cursilerias, luego es como si te desinflaras por el pivote y todo eso que eres entrara en la otra persona y son dos en uno y luego parpadeas y todo regresa a la normalidad... Lo han descrito tantas veces, hasta tú ya deberías saberlo, todos los éxtasis son iguales... bueno, en el místico simplemente no hay otra persona en la que puedas ver el brillo del universo en sus ojos, y no te desinflas por el pivote sino por todos lados y no eres dos en uno, sino uno en todas las cosas, escuchas todo, ves todo, sientes todo, percibes los secretos y te sientes absoluto luego parpadeas o estornudas y todo regresa a la normalidad con la excepción de que ya escribiste ”quién-sabe-cómo” dos libros de poesía que dejarían perple... pendejo, dejarían pendejo a Peter. ¿¡qué cómo lo sé!? ¡caramba! qué no estas viendo mi halo místico, en este cuarto no hay focos y es mi halo el que ilumina todo, ¡el Papa me canonizó en vida hace como 2 años! ¡Cuando el Dalai Lama me vio y de inmediato se postro a mis pies! ¡fue la gran noticia! ...Bueno, tampoco te lo tomes tan en serio, sí puede parecer místico, mágico y revelador, pero no es más que una gran y descontrolada reacción química: Dopamina, Serotonina y Oxitocina en cantidades industriales, incluso si llevas una buena dieta rica en vitaminas, carbohidratos, rollos primavera y minerales puede que

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Pocoserio: Revista enloquecida seas más susceptible a enamorarte y caer en éxtasis sexual que si llevaras una dieta rica en potasio, grasa de pollo, sushi del Superama y glutamato monosódico, esos pobres diablos no tienen más que simulacros de éxtasis y bienestar que dura lo que les dura la comida, es como cambiar follar con Zoey Deschanel por jalartela viendo su foto. ¡¿qué como lo sé?! ¡qué no ves mi bata de científico! y mira esto: mi medalla del premio Nobel -el premio Nobel a las ciencias Duras-. Lo gané hace 5 años; hasta ese entonces me la jalaba viendo fotos de Zoey Deschanel, pero nos conocimos en la fiesta de premiación, a ella le gustaban los científicos y a mí me gustaba toda ella, fuimos a París por unas crepas y luego a Amsterdam por algunos accesorios, ya te puedes imaginar el resto. fue un bello romance [suspiro].

...No te preocupes, no todos pueden conocer y follar con Zoey Deschanel, pero también puedes llegar al éxtasis si tienes una bella pareja a quien quieras mucho. Ya que si eres un perro negro, sarnoso y solitario puedes recurrir a las Drogas, hasta hay una que se llama así ”éxtasis”. buscas un lugar donde pongan música electrónica y las luces tengan una programación casi epiléptica, te acercas a alguien -no importa que sea más fea o feo que Cristian en tanguita- le das un chute de éxtasis, te tomas tu dosis de éxtasis, esperas un poco y cuando menos te des cuenta ya estas enamorado y ejerciendo... Aldous Huxley lo aprobaría. Lastima que muchas de nuestras leyes no... ¡¿que cómo lo sé?! ¡que no ves que estamos en la cárcel y estoy cumpliendo condena por ser un mugroso dealer! Vaya que eres despistado, supongo que eres reportero de TV Azteca... Sabías que pese a ser popularmente relacionado con lo puesto, enamorarte y tener una vida sexual activa despabila tu mente. En serio. ¿que cómo lo sé? sabes, creo que es mejor que lo experimentes por ti mismo: Saliendo de esta habitación a mano derecha, pasas una, dos, tres puertas y te metes en la cuarta, son las regaderas... ahora toma este jabón te lo regalo.

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Pocoserio: Revista entregada

Rompecabezas

Angel Cruz Islas

Esa mañana desperté con una sensación distinta a lo normal. Una extraña idea daba vueltas en mi cabeza y rebotaba en mi cráneo una y otra vez como las moscas que intentan pasar a través de una ventana cerrada. La noche previa tuve un sueño, uno que no lograba recordar a pesar de esforzarme. Aun así estaba seguro de que ese sueño era responsable en gran medida de esa extraña sensación. Detuve mis intentos por recordar, alguien me dijo una vez que si fuerzas mucho tu memoria matas neuronas y, la verdad, no es que pueda darme el lujo de andar dejando células cerebrales regadas a mi paso. La que no se detenía era la mosca en mi cabeza, así que abrí las puertas de mi clóset. En el mismo rincón de siempre, del lado izquierdo, al fondo, estaba la vieja mochila. Ya no recordaba cuánto tiempo llevaba abandonada ahí. Al sacarla noté que dejaba en el piso una mancha seca como huella del tiempo que había pasado en ese lugar. Me pregunté si lo que guardaba dentro de ella seguiría ahí, si no se habría hecho polvo o se lo habrían comido los tantos bichos que viven en los rincones de mi cuarto. Luego de una rápida inspección decidí que el piso era el lugar más apropiado para lo que planeaba hacer. Me senté sobre el suelo, coloqué la mochila frente a mí y abrí lentamente el cierre medio oxidado. Un olor como a humedad encerrada brotó del interior haciéndome reconsiderar la idea, pero hacía mucho que no me daban ganas de abrir esa mochila y no iba a dejar que un simple aroma, por rancio que fuera, me las quitara. Abierta por completo la bolsa, la puse de cabeza vaciando su contenido en el suelo. Un montón de pedazos amorfos se regaron por la habitación. Primero me sorprendió que fueran tantos y en seguida me intrigó su apariencia, definitivamente no lucían como los recordaba. Mientras los juntaba todos al lado de la mochila los examinaba detenidamente. Algunos se sentían pegajosos y otros, de plano, estaban secos. Nada qué ver con su consistencia fresca y jugosa de la última vez que los vi. En cuanto a su color también estaba muy alejado de ese tono intenso y brillante de antes. Volví a cuestionar mi propósito: ¿En realidad valía la pena? ¿Aún era posible salvar algo de aquellos fragmentos marchitos? En esos pensamientos estaba cuando me llegó una imagen como un flash, un pequeño instante de ese sueño imposible de recordar. Vino y se fue pero me hizo volver a mi idea original. Observé el montoncito de pedazos. Noté que algunos todavía tenían restos de pegamento, evidencias de un intento previo, y obviamente fallido, de unirlos. Tomé una vieja playera a manera de trapo y limpié los residuos añejos. Luego fui a buscar una aguja y un carrete de hilo, sólo encontré uno negro. Hubiera preferido un color que pudiera camuflarse mejor, pero en fin. Regresé a la pequeña pila y examiné una vez más los pedazos, ahora tratando de descifrar cuál debería ir unido a qué otro. Cuando al fin encontré dos que parecían embonar tomé la aguja con el hilo enhebrado y me dispuse a unirlos como si estuviera remendando un calcetín. Al dar la primer puntada me llevé una sorpresa: sentí el dolor del piquete. Y no sólo la primera, cada vez sentía la aguja picoteando y el hilo pasando a través de la pequeña herida. Me di cuenta, también, de que esas cositas amorfas y casi secas en su superficie, por dentro no lo estaban. La aguja hacía brotar pequeñas gotas de sangre que yo sentía como si brotaran de mí mismo. Lo más extraño fue que en ningún momento pensé en detenerme, y poco a poco el dolor de las puntadas fue disminuyendo hasta volverse casi imperceptible.

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Pocoserio: Revista sangrienta

Así continué, no sé por cuánto tiempo, buscando la pieza adecuada y cociéndola al resto cuidadosamente. Siempre he sido bueno para los rompecabezas, pero la verdad nunca puse atención a mis clases de anatomía ni soy muy hábil en eso de la costura. Quién sabe cuántas horas tardé, de hecho puede que hayan sido días. Pero al final logré armarlo por completo. Al verlo completo de nuevo, después de tanto tiempo, la alegría llenó de lágrimas mis ojos. Incluso me gustó la apariencia que le daban las costuras negras. Pero aún faltaba lo más importante: ¿Funcionaría? ¿Podría regresar a la vida a ese pequeño Frankenstein? Sólo había una forma de saberlo. Lo metí cuidadosamente en mi morral nuevo y lo traje hasta aquí. Toqué tu puerta. Parecías sorprendida al verme. Te dije que tenía algo para ti, abrí el morral, lo saqué y te lo ofrecí para que lo tomaras. Te vi dudar, no estabas segura pero lo sostuviste temerosa sin saber exactamente qué era. Al contacto con tus manos comenzó a pintarse de un rojo intenso y brillante que surgía de su interior mismo al tiempo que se iba calentando. Aunque yo no lo estaba tocando lo supe porque lo sentí, igual que la aguja. Te vi a los ojos. Estabas incrédula y me miraste buscando una explicación. Con nuestras miradas tomadas una de la otra sonreíste. En ese instante recordé cada detalle del sueño de la noche previa. Fue entonces cuando, por fin, después de tanto tiempo, entre tus manos, comenzó a latir.

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Pocoserio: Revista herida

SILENCIO

Yil Vieyra

La única herida profunda no está en el corazón, ni en el mío, ni en el tuyo, está con total seguridad en la boca: en la mía y en la tuya, esperando ser reconstruidas. El único deseo no sale del sexo, ni del mío, ni del tuyo, emerge desde las ganas más profundas

del espíritu:

del mío y del tuyo, esperando reconciliarse. La única esperanza de seguir juntos no es la vida, ni la mía, ni la tuya, nos espera en la inevitable muerte oscura: en la mía y en la tuya, en el absoluto silencio del cosmos.

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Pocoserio: Revista deliciosa

Madrugada

Yil Vieyra

Delicado tu amor, tu calor, tu aroma, brisa de vuelo ardiente de mariposa chocando con la barrera de mi cuello, quemándolo, amándolo, sintiéndonos. Lucha implacable de cuatro torres, apretadas, fuertes, derrotadas en busca del sendero perpetuo... de aquel segundo quedo, fresco. Tu boca granada exquisita con ganas de ser por mí exprimida totalmente hasta dejarla sin vida: dormida, felizmente dormida. Alma entrañablemente leal, tierna, hogareña, con te quieros reservados. Un secreto. Un espacio callado.

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Pocoserio: Revista coqueta

Por la ventana veo caer una a una las gotas, cada una va taladrando lenta y ruidosamente mi corazón. Intento no moverme, como si la inmovilidad fuese a atenuar este dolor que me causa recordarte. Fue justamente hace un año, 365 días marcados en mi calendario con una cruz negra que me recuerda tu ausencia. Era un lejano día de verano, yo estaba sentado a la orilla del río, mojando mis pies en el agua helada cuando la vi llegar con su vestido blanco de flores, ella no se había dado cuenta de que yo estaba ahí; comenzó a tararear una canción que yo no conocía, tampoco tenía la mejor de las voces, pero a mí me hipnotizó. Traía unos huaraches que con la mejor de las paciencias se quito, los dejo a un lado y por unos minutos estuvo jugando con el pasto que quedaba debajo de sus hermosos pies. todo ese tiempo yo había permanecido inmóvil, hasta que vi que estaba dispuesta a quitarse el vestido para meterse al río, justo cuando deslizaba la mano por el primer botón, tome una piedra y la lance al río, la piedra formo varios círculos después de rebotar tres veces, mientras volteaba en dirección a mí con la cara enrojecida, mientras su cabello le cubrió parte del rostro. Me miró por algunos segundos y después me sonrió. No me moví. Ella continuo desabotonando su vestido, de repente me dirigía la mirada, cuando terminó con los botones simplemente dejo caer el vestido. Me di cuenta que traía un traje de baño, pero no de aquellos que se usaban antiguamente, este era de dos piezas y dejaba ver perfectamente su esplendida silueta, sus pechos firmes y sus redondas nalgas. Entonces fui yo quien se sonrojo cuando reparé que me estaba viendo y se volvía a reír. ¡Qué estúpido!, pensé. Entonces se metió al río y yo me quedé por largo rato viéndola nadar y honrarme de vez en cuando con una de sus miradas. Pensé por largo rato si yo también debía meterme al agua con ella, ¿sería muy precipitado? ¿Se iría? Yo solo quería seguir viéndola. Después de un rato, ella decidió salirse del río y se recostó en el pasto. Buscando quedar más cerca de ella tome otra piedra y camine hacia donde estaba, fingiendo que quería lanzarla. Ella me miró de nuevo. Así fue por varias semanas, yo iba a verla y ella me dejaba, pero sin decir nada. A la quinta semana me decidí a conseguir tan siquiera su nombre, así que fui al río cerca del mediodía, ella demoro casi una hora en llegar. Comenzamos nuestro ritual, pero antes de que se metiera al río me acerqué y le pregunté su nombre, mientras intentaba tocar su mano. Ella se quedó callada por varios minutos y finalmente dijo –Ángel, me llamo Ángel. Soltó delicadamente su mano y seguimos nuestro ritual. Al día siguiente pensé en hacerle otra pregunta y llegue al río poco después del amanecer, con ansias de escuchar su angelical voz, pero ella no llegó. Fui toda la semana y ella no volvió 16


Pocoserio: Revista anhelante Yo repetía su nombre como si pudiese llamarla con el pensamiento, Ángel, Ángel, Ángel, pero ella no aparecía. Decidí ir a visitar el pueblo vecino, porque en el mío jamás la había visto. Tampoco era difícil que no la hubiese visto, porque en mi pueblo ya casi no quedaba nadie. Recorrí una a una las calles del pueblo vecino pero nadie me dijo nada, nadie conocía a Ángel, nadie la había visto. Era imposible que viniese a diario de cualquier otro lado, porque ese pueblo y el mío estaban a dos días de distancia de cualquier otro lugar. Tampoco había casas a la redonda fuera de los poblados, Para ese momento estaba histérico ya, volví al río un par de veces más sin mayor resultado. Dejé de comer pensando en ella, dejé de dormir pensando en su paradero, dejé de hacer cualquier cosa, sólo para ir al río por si ella volvía. De vez en cuando regresaba al pueblo vecino a preguntar por Ángel, grabe su nombre en la madera de los árboles alredor del río, para no olvidarlo y para que supiera que la estaba buscando por si algún día volvía. Ángel, Ángel… Los vecinos comenzaron a quejarse de mi insistencia, otros comenzaron a ignorarme, mi familia intento encerrarme para que no volviese al río, pero yo me escapaba al poco rato. Cuando todos optaron por ignorarme, me enfurecí, sabía que me estaban mintiendo, que no me dirían donde estaba Ángel. Una tarde mientras mi padre intentaba detenerme, enloquecí y le clavé el rastrillo con el que limpiaba el sembradío, entonces corrí al río, ese día tampoco la vi. A mi regreso, encontré mi casa vacía, pero no le di la mayor importancia. Esa fue la última vez que recuerdo haber visto a alguien. Decidí quedarme en mis recuerdos, el único lugar donde siempre la encontraba, aunque sea para mirarla. Suena el radio a lo lejos, el locutor después de un interludio musical comienza a relatar las noticias del día… “Esta madrugada a fallecido Lucio Manrique, fue encontrado junto a la ventana de su celda. Famoso y temido por asesinar a su padre y aterrorizar a un pueblo entero, convencido de que había visto un ángel y de que quería casarse con él, no cabe duda queridos radioescuchas, el amor no es para los locos. En otras noticias, seguiremos con lluvias fuertes en todo el estado…”

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Pocoserio: Revista Shuffle #3

Aquí

Enrique Cruz

En la orilla de un beso volvimos a encontrarnos, por dos segundos fuimos dos extraños perfectos (nunca dura mucho esa sensación de no pertenecer). Pero esta fiebre nos llega desde dentro, atora entre sus humos nuestras manos, y encadena tu par de ojos a los míos. La sangre, conocedora interna de nuestro deseo, le ganó terreno a las costas del silencio. Esta sangre tuya, la sangre mía, es una misma que se busca siempre donde estamos. Aquí, en este espacio de vida que hemos tomado como nuestro, no hay más sonido que el de nuestras voces, no hay más tacto que el de nuestra piel, ni más tiempo que el de ambos. Aquí, al calor de una llama doble, fundamos un mundo sin límites.

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“Love is you You and me Love is knowing we can be.” Lennon http://www.youtube.com/watch?v=fG8JxpitqOM

Pocoserio, Año 0 Número Especial 14 de febrero Fecha de publicación: 14 de febrero de 2014. Revista bimestral editada y publicada por sí misma. This work is licensed under the Creative Commons AtribuciónNoComercial-SinDerivadas 2.5 México License. To view a copy of this license, visit http:// creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/mx/ or send a letter to Creative Commons, 444 Castro Street, Suite 900, Mountain View, California, 94041, USA. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Escrita, editada y publicada en México. Los personajes y situaciones representadas en esta publicación, son eso: una representación. Cualquier relación con la realidad es mera coincidencia. No se ponga usted punk. “Pues soy el único tarado que no ve, y soy el único pendejo que te cree y soy el único, el último, el único pendejo que te cree. Y soy el único tarado que no ve, y soy el único pendejo que te cree yo soy el único, el último, el único pendejo que te cree.” Recuerda comer frutas, verduras y Pocoserio.

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