Africa (Silvia Molero)

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ร FRICA, un continente silenciado

Realizado por Silvia Molero Sanjuรกn


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ÍNDICE

– INTRODUCCIÓN – Riqueza y pobreza en África – CONFLICTOS IGNORADOS, las guerras del Congo – ¿Por qué huir de tu tierra, de tu “hogar”? – Ficción y realidad – CONCLUSIÓN: Párate un momento – Bibliografía

INTRODUCCIÓN

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Los hijos malditos de Lampedusa El continente entero se retuerce, se tambalea, se desplaza dando tumbos, moribundo y sin entender. A África le palpitan las sabanas, le arden los desiertos, rompen las olas de la costa contra la costa misma, y lanzan cuerpos desbocados abocados a un sufrido devenir. El lugar primero del hombre ahora es el último hacia el que mira la humanidad, pero el único en tener el valor de encontrar lo humano en lo inhumano. Occidente, que no quiere ser refugio, erige su falsa grandeza sobre el tamaño de sus muros separando la tierra – que es tierra y está unida – de los que son sus hermanos por derecho propio, por pasado ancestral inalienable. Hay papeles inventados que valen más que la vida, y deciden quién puede, o no, vivir, y dónde. Y así la propia vida se difumina del papel sin dejar rastro en los registros, sin haber sido vida sin haberse vivido sin haber vivido siquiera. Las blancas conciencias 4


son pequeñas, diminutas, ilusorias, tanto como altas y largas las vallas que las rodean, infranqueables. Y van dejando que el mar, más que mar sea fosa común, y más que común sea de un solo lado. Y es ahí donde también se hunde nuestra vergüenza, que sustenta y perpetúa diferencias infundadas entre los hijos benditos de la religión y los hijos malditos de la historia. Y entonces a mí, como a tantos otros desmembrados con su tierra, desmembrada con mi tierra me llora el alma y de la sal… … me salen branquias. Sandra Zamora (Reverdece… al desnudarse)

Lampedusa es una isla italiana del mar Mediterráneo a los pies de la cual, en el 3 octubre de 2013, murieron 368 personas ahogadas. Se trataba de emigrantes africanos que viajaban desde Libia, aunque muchos provenían de lugares variados del continente (la mayoría de Ghana, Somalia y Eritrea). Durante días, los buzos trabajaron para recuperar los cuerpos y a medida que se construían ataúdes, 41 de color blanco para los niños, el horror por la tragedia y la vergüenza de Europa se extendían entre la gente. Sin embargo, ¿fue esto un punto de inflexión para obligar a Occidente a plantearse su papel en esta historia? Justo después del suceso, numerosas autoridades europeas se declararon escandalizadas y el Gobierno de Italia puso en marcha la operación Mare Nostrum. Fue un conjunto de acciones navales y aéreas que estaba destinado a ser una operación humanitaria de búsqueda y rescate de inmigrantes en las aguas del Mar Mediterráneo. Italia no tenía suficientes fondos para mantener ella sola esta iniciativa por lo que pidió ayuda económica a la UE, que poco sorprendentemente, nunca llegó. La operación se 5


desmanteló un año más tarde. En 2014 fallecieron 3.000 personas sólo en las aguas del Mediterráneo, en 2015 la tasa de mortalidad aumentó 10 veces más. La respuesta a nuestra anterior pregunta se hace obvia: ¿por qué iba a ser éste un punto de inflexión? Desde el 2000 al 2013 se estima que murieron más de 23.000 emigrantes tratando de alcanzar Europa. A partir de ahí parece que la cifra no ha hecho más que aumentar. Parece que pasó de ser una tragedia que “no sería olvidada” por Europa a una anécdota, una aislada noticia más en el constante flujo de información, una pincelada triste pero irrelevante. Parece que África fuera una enorme mancha oscura en nuestro mapa de prioridades. Al menos en cuanto a la opinión pública. Nos gusta no saber de dónde sacamos los recursos que tanto abundan en Occidente, nos gusta pensar que no existen guerras, que la esclavitud es cosa del pasado y que podemos seguir manteniendo nuestro modo de vida si miramos hacia otro lado. Tal vez deberíamos indagar un poco más en qué ocurre en el mundo más allá de nuestras fronteras, de nuestros periódicos, de la desinformación que arrastra el mundo cada día más seguro de estar bien informado.

Barcaza de inmigrantes. (Imagen de la página de Cáritas Salamanca)

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RIQUEZA Y POBREZA EN ÁFRICA África cuenta con siete de las diez minas de diamantes más grandes del mundo (en Angola, Botsuana y Sudáfrica). El diamante es actualmente el mineral más caro que existe. Ocho de las mayores minas de oro del mundo se sitúan en Ghana, Sudáfrica, la República Democrática del Congo, Mali, Egipto y Tanzania. El ébano, una madera negra que es de las más caras del mundo, es un material nativo de África. Continente productor de coltán (material que utilizamos para la fabricación de casi todos los dispositivos electrónicos), de petróleo (a raíz del cual se deriva el plástico y fuente de energía fósil altamente codiciada). En resumen, África cuenta con una considerable riqueza de recursos naturales y minerales en su subsuelo. Por poner otro ejemplo de un recurso demandado, cuatro de las productoras de cacao más grandes (las siguientes pertenecen a Sudamérica y América Central) “beben” del suelo africano. Estados Unidos, Europa y Australia son consumidores masivos de este producto. Empresas multinacionales (y multimillonarias), como Nestlé, sacan gran parte del cacao que utilizan de Costa de Marfil, Ghana, Nigeria o Camerún. Pero, apunte importante, ¿crees que esto beneficia a los habitantes de estos países? No sólo no lo hace, sino que algunas de estas empresas se aprovechan en ocasiones de la escasa regulación de las condiciones laborales en estas plantaciones para mirar hacia otro lado y no tener que pagar un precio justo a los trabajadores (a veces niños) que se encuentran en condiciones de esclavitud. La solución de estos problemas es en gran medida una responsabilidad de estas empresas. En 2001 las principales multinacionales firmaron un acuerdo internacional o “Protocolo del Cacao” para hacer frente a las peores formas de trabajo infantil y trabajo forzado de adultos. Parecía una promesa de cambio que además lavaría la imagen de las compañías y que les trajo, de hecho, multitud de subvenciones. El protocolo estipulaba que para 2005 el mercado del cacao debería estar regularizado y tener unas normas de certificación y etiquetado de los chocolates. Evidentemente muy pocos, por no decir ninguno, cumplieron los plazos. Los resultados en 2008 no fueron para nada satisfactorios. A partir de entonces han surgido certificados, como el de “Comercio Justo”, que se preocupan de garantizar, supuestamente, la procedencia legítima de los productos. Aún así la mayoría de compañías multinacionales no cuentan con un certificado de “Comercio Justo” en sus productos o sólo lo tienen en escasos de ellos. El debate de la globalización, ventajas y desventajas, suele caminar por los terrenos de que hay una parte que sale muy beneficiada y otra muy perjudicada. Nestlé consigue, efectivamente, reducir mucho el precio de la producción de su chocolate y sacar un mayor beneficio de su venta. Los consumidores siguen pagando un precio reducido. El dueño de la plantación cobra una cantidad sustancial de dinero. Por otro lado los africanos que trabajan más de doce horas al día por apenas nada se llevan la parte negativa. Yo diría que hemos encontrado otro recurso en el que África es rica: la mano de obra barata.

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A pesar de todas las aparentes riquezas que hemos mencionado sabemos que, en general, no hay transferencia de riqueza del poder al pueblo. África es el continente más pobre (aunque también existe mucha pobreza en zonas de Asia y Sudamérica). Tiene concentrado el 13% de la pobreza mundial. Los diez países más pobres del mundo son africanos. Los 48 países del África subsahariana están sumidos, casi en su totalidad, en un estado de precariedad. La realidad es que mucha más riqueza abandona el continente de la que entra en él. Desde luego hay muchas causas de que exista este índice de pobreza. Se están dando conflictos constantemente (que comentaremos más ampliamente en el próximo apartado). Las guerras cuestan dinero, entre otras cosas las armas cuestan dinero. ¿Quién vende armas al continente? Sin irnos muy lejos, España es uno de los mayores exportadores armamentísticos. Aparte de a muchos países africanos, España vende armas a muchos otros clientes: Arabia Saudí, Corea del Norte, Colombia, Venezuela o Filipinas. Dejando esto claro, España vende o ha vendido material bélico a la mayoría de los Estados en conflicto. Otro motivo sería, paradójicamente, que sus numerosos recursos se van agotando. No es de extrañar, teniendo en cuenta que se someten a la explotación continua por parte de muchos países extranjeros. En el África subsahariana hay escasez de viviendas y de alimentos. Sus tierras de cultivo, sólo en el valle del Rift podrían contener cientos de hectáreas de maíz y proporcionar alimento a muchas bocas pero no pertenecen a campesinos que puedan cultivarlas sino que son vendidas a grandes corporaciones chinas e indias para su explotación masiva. Otra obvia razón, la climatología. Las condiciones naturales y el clima no son tampoco de mucha ayuda. Las temperaturas son extremas. Cuenta en su territorio con nueve desiertos, dos de los cuales son de los más grandes del planeta (el Sáhara y el de Kalahari). Asimismo, se contrastan lluvias torrenciales con sequías, lo que desgasta aún más los recursos naturales. Esto incluso se ve agravado por las consecuencias del cambio climático.

Plantación de cacao en Costa de Marfil (Imagen del blog Kurioso) 8


CONFLICTOS IGNORADOS, las guerras del Congo ¿Cuánto has oído hablar de la llamada guerra mundial africana? Entre 1998 y 2004 murieron cerca de 3,8 millones de personas. Muchas de ellas murieron de hambre y de enfermedades fácilmente curables porque la guerra tiene muchas más consecuencias que la muerte directa por una bala. Éste ha sido el conflicto más mortífero desde la Segunda Guerra Mundial. Remontémonos a 1994 en Ruanda. En el transcurso de tres meses (7 de abril – 15 de julio) se asesinó aproximadamente, por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda, al 75% de la población tutsi. Hubo al menos unas 800.000 víctimas y casi todas las mujeres que sobrevivieron fueron violadas. Muchos de los 5.000 niños que nacieron de esas violaciones, fueron también masacrados. Los asesinatos masivos se iniciaron tras el atentado contra el presidente ruandés Juvénal Habyarimana y el presidente de la República de Burundí, que murieron tras ser derribado el avión en el que viajaban por dos misiles. En el siglo XIX, el gobierno colonial belga estableció un sistema social racista organizado por castas en la que, a pesar de que ni siquiera existía entre ellos ningún rasgo étnico o lingüístico distintivo, colocaba a la minoría tutsi (15%) como casta dominante y a la mayoría hutu (85%) como subordinada. Esto exacerbó el odio social y las diferencias entre los habitantes. Como ya puede deducirse los hutus, descontentos, se rebelaron, abolieron la monarquía y habilitaron el predominio hutu. Ese odio alimentado durante años estalló con la muerte de los presidentes hutus y desencadenó el genocidio masivo por el exterminio de los tutsis. El conflicto terminó con la victoria de los rebeldes sobre las fuerzas genocidas. El movimiento rebelde, dirigido por Paul Kagame, formó un gobierno de unidad nacional, pero que enseguida monopolizó el poder político. Después del genocidio de Ruanda ambas castas fueron oficialmente eliminadas pero en la práctica siguieron existiendo y en enfrentamiento, lo que después tendría consecuencias. Durante todo este conflicto las Naciones Unidas permanecieron pasivas durante las matanzas y en el momento de mayor tensión en el país retiraron el escaso apoyo que habían ofrecido. Después de lo ocurrido, la ONU creó el Tribunal Penal Internacional para Ruanda para procesar a algunos de los responsables relevantes del genocidio. El gobierno de Kagame, no obstante, detuvo a más de 100.000 personas sospechosas (teniendo en muchos casos pocas pruebas o ninguna) y los sometió a juicios mediante un sistema de tribunales comunitarios (gacaca). La primera elección democrática en el Congo Belga (1960) dio como resultado la elección de Patrice Lumumba, de tendencias de izquierda. Éste fue derrocado por Mobutu Sese Seko, en un golpe apoyado por Bélgica y la CIA. El nuevo dictador mantuvo el apoyo de los países occidentales gracias a su ayuda en la guerra contra la influencia soviética que arreciaba en Angola. Éste apoyo le hizo rico, mientras el país de Zaire (el Congo) empobrecía y caía en un subdesarrollo insalvable dentro de una 9


economía de subsistencia. El fin de la Guerra Fría significó el abandono de toda el África subsahariana por las grandes potencias, dejando los países a la deriva con sus problemas. Como no podía ser de otro modo, los conflictos internos no tardaron en reclamar espacio. En 1996 comenzó la primera guerra del Congo, que tuvo el objetivo de derrocar al dictador nacionalista. Las fuerzas opositoras a Mobutu fueron conducidas por el líder guerrillero Laurent-Désiré Kabila y apoyadas por Ruanda y Uganda. Kabila se declaró presidente y renombró a Zaire como la República Democrática del Congo. Entre las causas de la guerra estaba la administración dictatorial anticomunista de Mobutu contraria a la democracia y a los movimientos sociales. También fue determinante su apoyo al genocidio de los tutsis. Aparte de apoyar a los hutus desde el principio, acogió a los autores del genocidio que huían de las consecuencias. Por ello las tropas de Kagame entraron en el Congo, derrocaron a Mobutu, colocaron en el poder a Kabila y se dedicaron a la aniquilación de sus exterminadores. La guerra duró nueve meses y acabó en 1997. Pero nada terminó realmente ahí. La segunda guerra del Congo es también conocida como la guerra mundial africana, la gran guerra de África o la guerra del Coltán. Cuando hablamos sobre la riqueza africana mencionamos algunos de sus valiosos recursos naturales, como el demandado coltán. La República del Congo (RDC) cuenta con cerca del 80% de las reservas mundiales de este mineral. El principal exportador, sin embargo, es Ruanda. Entre los destinatarios finales se encuentran Estados Unidos, Alemania, Holanda, Bélgica y Kazajistán. Es un material imprescindible para la fabricación de dispositivos electrónicos. En 1998 dio comienzo la segunda guerra del Congo. Cuatro principales facciones comenzaron a disputarse el control político y económico del territorio congoleño: – Las fuerzas tutsis: querían brindar seguridad a Ruanda y Burundi, defender a los tutsis de la RDC, contrarrestar la influencia de Uganda y explotar los recursos naturales. – Las fuerzas hutus: sus metas eran acabar con los tutsis, derrocar los gobiernos de Ruanda y Burundi y ganar el control de los recursos naturales. – Las fuerzas ugandesas: sus fines eran proteger la frontera de Uganda, evitar el desarrollo de un estado fuerte en el Congo, contrarrestar la influencia de Ruanda y explotar los recursos naturales. – Las fuerzas del gobierno de Kabila: querían crear un estado fuerte que controlase sus fronteras y territorio y, como todos, explotar sus recursos naturales. La guerra étnica entre los hutus y los tutsis se convirtió en el motor central de buena parte del conflicto. Obviamente el control de los recursos fue otro factor de importancia. No existieron grandes batallas y el control territorial se hizo difuso, algo propio de las guerras de cuarta generación. Combatieron, principalmente, grupos de milicias no organizadas, altamente violentas, que llevaron a cabo violaciones masivas, tortura y “limpieza” étnica. Los acuerdos de alto el fuego o de paz que trataron de imponerse en 1999 y 2002 fueron fallidos, en parte, por que estos grupos continuaban actuando sin ningún control. Se pagaba a muchos de los combatientes concediéndoles la extracción de recursos tales como diamantes y madera. Hubo desde luego muchos otros grupos interesados en controlar los yacimientos de coltán. Se caracterizó también, como todos 10


los conflictos en las últimas décadas, por el uso masivo de niños soldado por los diferentes grupos armados. Sólo en el año 2001 en la frontera entre Uganda y RDC había cerca de 20.000 niños siendo usados como soldados. También hubo mucha crudeza en como varios de los conflictos fueron abordados a fuerza de machete, como los linchamientos a los tutsis. Se animaba con discursos de odio por la radio a llevar cuchillos, rastrillos y piedras para acabar con ellos. En 1999 se firmó un alto el fuego que fue ignorado. El Consejo de Seguridad autorizó el despliegue de una fuerza multinacional de 5.537 cascos azules con el fin de hacer que se cumplieran los acuerdos de paz. No lograron detener la crisis. En 2008 los cascos azules en la zona de conflicto se elevaban hasta los 20.000 hombres. Kabila fue asesinado en 2001. Aunque no se sabe quién fue el responsable de ordenar su asesinato se sospecha de sus propios aliados. Su hijo, Joseph Kabila pasó a ser presidente. Se siguió tratando de poner freno a la situación y se siguió fracasando. En diciembre de 2002 los principales bandos de la guerra firmaron el “Acuerdo Global e Inclusivo de Pretoria” que ponía término formal al conflicto de la segunda guerra del Congo. El 18 de julio de 2003 asumió el cargo un nuevo gobierno de transición. Se obligó al desarme, a reunificar el país, a renunciar a las luchas y participar en las elecciones generales planeadas. El cumplimiento de este acuerdo ha sido sumamente difícil, más bien no ha sido posible. Las luchas y tensiones han seguido, aunque a menor escala. Actualmente existen 25 guerras y conflictos armados en curso en África, como la guerra civil de Sudán del Sur. Son problemas que están ocurriendo y que apenas gozan de cobertura en los medios de comunicación occidentales. Mientras que la destrucción de las Torres Gemelas (2001) paralizó el mundo, el mayor conflicto bélico después de la Segunda Guerra Mundial (1998 – 2003) se aferra si acaso a alguna esquinita de periódico. ¿Cómo es posible?

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¿POR QUÉ HUIR DE TU TIERRA, DE TU “HOGAR”? Según el informe anual de ACNUR, en el 2018 hubo alrededor de unos 70,8 millones de desplazados forzados en el mundo; entre apátridas, refugiados y desplazados internos. Unos 25,9 millones eran refugiados. 26,4 millones de las personas desplazadas a causa de la violencia y 590.875 de los refugiados eran africanos. El 78,5% de los refugiados viven en campos y otros asentamientos. En principio, la migración y la permanencia en un campo de refugiados es una circunstancia temporal, pero las personas que viven en estos campos pueden estar años en lista de espera hasta conseguir el permiso de establecerse en un nuevo país, si es que lo consiguen. Según datos de ACNUR, una persona obligada a desplazarse puede pasar una media de 17 años en un campo de refugiados. Las organizaciones que levantan estos lugares han tenido que negociar previamente con las autoridades del país de acogida. Los gobiernos suelen ofrecer terrenos en malas condiciones, ya que no parecen encontrar más espacios disponibles. El reparto de comida también es complicado. Todos los días se reparten miles de kilos de alimento pero no siempre hay para todos. Los servicios sanitarios e higiénicos también son escasos (por ejemplo, con suerte hay una letrina por cada 20 usuarios). Todo esto puede variar entre condiciones aceptables y condiciones penosas. En la página de noticias de la ONU podemos leer esta cita: “Unos 1.800 migrantes de 39 países africanos asentados en Europa afirmaron que volverían a arriesgar sus vidas para llegar a ese continente pese a saber que hacerlo conlleva poner en peligro sus vidas.” ¿Te sorprende? A estas alturas, posiblemente no. La crisis de los refugiados es uno de los problemas globales más graves de los últimos años. Es un tema común en política, en prensa y en nuestra vida cotidiana. Durante los últimos años, los gobiernos europeos han aplicado medidas para frenar la llegada de migrantes que, a menudo, violan los derechos de los desplazados. Éste es un motivo por el que muchos se ven obligados a tomar rutas cada vez más peligrosas. En 2011 comenzó la guerra civil en Siria y esto hizo huir a millones de personas. Las guerras de África empujan a la gente a las costas de España e Italia. Los gobiernos no están preparados y cierran las fronteras “por motivos de seguridad”. El 13 de septiembre de 2019 el Gobierno de Ceuta decidió cerrar la frontera norte de BenzúMarruecos definitivamente. Y se oye, y se sigue oyendo: “Nos quitan el trabajo”, “¿Por qué hay tantos inmigrantes?”, “Carecen de valores y contaminan la convivencia”, “Traen la violencia”. La guerra es violencia. Muchos niños africanos conocen antes las metralletas que los libros. No huyes de tu país por aprovecharte del de al lado. No huyes de tu casa si tienes otra opción. Huyes por miedo a que te maten, a que te violen, a que te 12


esclavicen, a morir de hambre. Huyes por miedo a que le pase eso a aquellos a los que quieres. Y no puedes esperar que gente que viene de un mundo tan crudo, que han vivido una situación tan violenta, se conviertan en simpáticos europeos de a pie de la noche a la mañana. Que aparezcan bien vestidos, hablando un español fluido y que su piel se tiña de blanco. La mayoría ni siquiera pueden vivir legalmente en el país en el que están. Trabajan para las mafias vendiendo en la calle porque es eso o el hambre o regresar a un país en guerra. Los europeos también traemos y llevamos la violencia. Vendemos armas y sometemos países enteros. También robamos, contaminamos la convivencia y la Tierra y, bien mirado, carecemos de valores. Las cosas nunca son tan simples, ni tan absolutas. Las personas somos, a menudo, víctimas y tiranos en nuestra propia ignorancia.

Campo de refugiados más grande del mundo, en Bangladesh. Viven allí más de 600.000 personas. (Imagen del periódico La Vanguardia)

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Una calle de Detroit, USA. Foto de 2013, vivĂ­an en toda la ciudad 680.000 personas. (Imagen del blog RADIOfotoGAFIANDO)

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FICCIÓN Y REALIDAD Se dice que estamos en una era de exceso de información. En internet podemos encontrar noticias sobre todo: “Pruebas de que la Tierra es redonda” o “Pruebas de que la Tierra es plana”. Al final el exceso de información se traduce en confusión y ser bamboleados de un lado para otro mientras diferentes bandos enfrentados tratan de convencernos de que la verdad es la que ellos promulgan. Es una preocupación común el querer estar bien informado. Leer todas las noticias, conocer todos los datos. Pero muchas veces repasarse todos los periódicos nos hace caer en la ilusión de creer que lo sabemos todo. Las noticias pueden presentar datos reales de muchas maneras. El ángulo de una fotografía (aunque sea una imagen real) puede variar enormemente nuestra percepción de un suceso. Hay detalles europeos de los que se habla durante meses y guerras africanas que apenas se mencionan. Los medios de comunicación poseen un gran poder y en contadas ocasiones no se ven influidos por intereses políticos. Querer estar bien informado no es algo malo. Pero no olvidemos que en estos tiempos es necesario ser críticos. Hay obras de ficción que relatan realidades mejor que las noticias. Hay historias que la propia historia nos demuestra reiteradas. Leemos 1984 de George Orwell para darnos cuenta de que las pantallas ya están devorándonos. Leemos El Cuento de la Criada de Margaret Atwood para comprender que nada de lo escrito en ese libro está inventado (palabras de la misma autora) y que en países como Arabia Saudí la mujer es sometida de manera muy similar al relato de Atwood. Leemos y vemos películas y espectáculos y removemos las historias. La película de Hotel Rwanda (2004) de Terry George divulgó bastante el conflicto del genocidio ruandés que comentamos con anterioridad. Aún así no es tan conocido como cabría esperar. Hay tanto terror en las noticias día a día que nos hacemos inmunes y es sencillo ignorarlo. Plantearse las cosas desde fuera, leyendo de pasada datos “objetivos” no es realmente útil si no se aprende a interpretar. Pienso que como personas podemos entender, en cierta medida, cómo se sienten otras personas. En la ficción podemos abandonar la frialdad y meternos en la piel de la gente. En la realidad, deberíamos poder hacerlo. Como ya recalcamos antes, las cosas rara vez son tan sencillas. No creo que debamos vivir en la constante amargura e infelicidad pero sí que, en bastantes aspectos, debamos cambiar como sociedad.

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CONCLUSIÓN: Párate un momento Tan solo párate un momento. Hemos descrito cifras inmensas de muertos, que son difíciles de digerir. Hemos hablado de países enteros del continente africano que a pesar de ser inmensamente ricos cuentan con los habitantes más inmensamente pobres. Hemos reflexionado sobre responsabilidad. Sobre (des)información. África es un continente silenciado en y por Occidente. Es complicado entender como empresas del mundo “desarrollado” y “civilizado” se aprovechan de la explotación de esclavos. Otras de la venta de armas, porque sabemos desde hace mucho que la guerra es un buen negocio. Es difícil asimilar que hayamos levantado tantos muros para África y que sigamos haciéndolo cerrando fronteras. Y es cierto, volver atrás es más que arduo. Tal vez es imposible. Nos acostumbramos a un modo de vida capitalista del que la mayoría de nosotros nos hacemos dependientes. Compramos los productos más baratos, es natural. Tal vez ese no sea el precio que realmente valen pero nosotros no lo sabemos. La globalización nos ha acercado a muchas cosas y no vamos a mentir, nos ha regalada mucho bien; pero también nos ha alejado de dónde y cómo “nacen” los productos que consumimos. En la competitividad del mercado se ha perdido la responsabilidad moral de muchos de los grandes productores porque para tener una oportunidad en el mercado todo vale. Gran parte de Asia, África o Sudamérica y Centroamérica quedan olvidadas para nosotros, puestas en “mute” cuando nos interesa. Esto me hace pensar sobre una de las estrofas del poema de Sandra Zamora que leímos en la introducción: “El lugar primero del hombre ahora es el último hacia el que mira la humanidad, pero el único en tener el valor de encontrar lo humano en lo inhumano.” Hemos visto lo inhumano de las matanzas africanas, de las guerras, la esclavitud y los niños soldado. ¿Cuál es la valentía que tiene África de encontrar lo humano en lo inhumano? Pero creo que ahora lo entiendo. La valentía de cruzar el mar por encontrar la humanidad en la inhumana Europa, que también los ha condenado. Hay mucho por replantearse, mucho que reconstruir y es muy difícil saber por donde empezar. Yo empezaría por compartir noticias, compartir ideas y pensamientos. Por educarnos día a día y no relegar las emociones humanas al último plano de nuestras consideraciones. Porque si hay algo que tiene la capacidad de unir lo roto, es eso. Párate un momento. Yo empezaría por ahí.

BIBLIOGRAFÍA 16


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