¡Por una nueva central de trabajadores!
Compañeras y compañeros: La amenaza de todos tan temida, está a punto de convertirse en terrible realidad. Existen dos poderosas razones que auguran la aprobación de la iniciativa priísta, panista, patronal y del gobierno federal de contrarreforma laboral en el actual periodo de sesiones de la Cámara de Diputados. En primer lugar porque éste es un objetivo trazado desde los grandes centros de poder y financieros a escala global. Iniciativas similares se han aprobado, o están por aprobarse, en España, Portugal, Irlanda y en los mismos Estados Unidos. Todos fuimos testigos de cómo una legislación antisindical en el estado norteamericano de Wisconsin provocó la ocupación del Congreso local en la ciudad de Madison. Fue una acción sin precedentes de los trabajadores norteamericanos en los últimos 80 años, pero aun así dicha legislación les fue impuesta. Para los capitalistas las conquistas alcanzadas por la clase trabajadora en el último siglo son, además de una afrenta al orden burgués, el principal obstáculo para expandir los procesos de acumulación de capital y revertir la curva descendente del ciclo económico. El objetivo de la nueva “economía global” es combinar tecnología de punta, una nueva división internacional del trabajo y la flexibilización laboral, con fuerza de trabajo barata y/o superexplotada. “En efecto, esto representa una combinación de condiciones de trabajo y formas políticas del siglo XIX con tecnología del siglo XXI, o de los aspectos más rentables del desarrollo y el subdesarrollo en una nueva unidad, financiada por la banca global y organizada por corporaciones transnacionales también globales”[1]. O dicho de manera más sencilla: para los trabajadores niveles de vida y condiciones de trabajo del siglo XIX y para los capitalistas todas las ventajas tecnológicas del siglo XXI. Tan importantes les parece este objetivo a los capitalistas, que incluso están dispuestos a asumir los costos derivados de aplicar estas reformas justo en la peor coyuntura económica posible. La consecuencia inmediata de estas reformas laborales, junto con las políticas de austeridad destinadas a enfrentar los problemas de la “deuda pública”, será la reducción de la masa salarial. Esto agravará una recesión que ya está en curso y que puede derivar en una profunda depresión económica. De este hecho podemos sacar una doble conclusión: nuestra lucha para enfrentar la contrarreforma laboral es, en su forma, contra el gobierno federal, el PRI, el PAN y los patrones, pero en el fondo es guerra en contra del capitalismo a escala global; por lo tanto debemos prepararnos para un largo enfrentamiento que requiere un replanteamiento a fondo de nuestras fuerzas y de nuestra estrategia de lucha. Todo lo anterior explica la decisión del PAN de asumir los costos políticos derivados de la aplicación de esta reforma. Anticipamos un escenario en el cual el PRI, para cuidar lo más posible su perfil electoral, tratará de mellar algunos de los aspectos más grotescos de esta iniciativa, pero siempre salvaguardando lo esencial de la misma: hacer de México el paraíso del “outsourcing”; facilitar los despidos eliminando, de hecho, el derecho a la jubilación; extender la jornada laboral y la explotación de los trabajadores y restringir la libertad sindical. Como en otros casos, esta es una reforma a una ley secundaria que contraviene lo establecido en el artículo 123 constitucional y, en caso de aprobarse, tendríamos que recurrir a impugnarla por todos los medios jurídicos a nuestro alcance. Sabemos que una demanda de este tipo tiene pocas posibilidades de prosperar. No obstante obtendríamos un espacio de tiempo valioso para extender nuestra resistencia y capacidad de acción.
Iniciemos la contraofensiva ideológica Lo primero que tenemos que hacer es tener clara conciencia de que no estamos ante un conflicto de índole laboral, es un cambio profundo para redefinir el marco jurídico en el que se desenvolverán las relaciones obrero-patronales en el próximo periodo histórico. Es una batalla para decidir quién va a pagar el costo de la peor crisis del capitalismo en los últimos 80 años, los capitalistas, quienes son los que la causaron, o la clase trabajadora. Tenemos que levantar una contraofensiva ideológica para demostrar que no es destruyendo los derechos y el bienestar de la clase trabajadora la forma como puede resolverse esta crisis, sino mediante un nuevo reparto de la riqueza y asegurando mejores condiciones de vida y de trabajo para toda la población. Es completamente absurdo pretender reducir nuestras condiciones de vida y de trabajo, alcanzadas en una época en que la productividad del trabajo era mucho menor, ahora que la intensa innovación tecnológica, y el alto número de desempleados, hacen posible y necesario la reducción de la semana laboral a 30 o 35 horas de trabajo a la semana, sin reducción del salario. Esta medida, a la par de otras como la anulación de las deudas públicas ilegítimas, significaría la recuperación de la demanda y la reactivación de la economía. La conquista de la jornada de 8 horas de trabajo significó un enorme salto civilizatorio, la reducción a 6 o 7 horas de trabajo, pondría a la humanidad en la cumbre de la civilización. La única barrera que impide el establecimiento de esta salida racional a la crisis es la avaricia patronal. Las necesidades sociales siempre deben de estar por encima del interés egoísta de una minoría privilegiada. Es urgente lanzar una intensa labor de concientización sobre las implicaciones de esta contrarreforma laboral entre la clase trabajadora y, sobre todo, entre los jóvenes (mediante trípticos, foros, conferencias, mítines a puerta de centro de trabajo, etc.), confrontándolas con nuestras propuestas alternativas. Debemos ya de tener listo un plan general de movilizaciones para el momento mismo en que se informe que el dictamen de la Comisión de Trabajo pasa al pleno de la Cámara de Diputados.
La unidad de la clase trabajadora es la clave
Nuestro principal reto es cambiar la correlación de fuerzas mediante la más amplia unidad de la clase trabajadora y la organización de los no organizados. Necesitamos una nueva central de trabajadores que unifique al Frente Sindical Mexicano, a la Unión Nacional de Trabajadores, al Sindicato Minero, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, el sindicalismo universitario, la Federación Nacional de Sindicatos de Trabajadores al Servicio de Estados y Municipios de la República Mexicana, los sindicatos bancarios, huleros, maquiladoras, los sindicatos independientes de toda la república e incluyendo algunas organizaciones del Congreso del Trabajo. Esta nueva central deberá estar estrechamente vinculada y unificada con nuestras hermanas y hermanos sindicalistas de los EEUU y Canadá, de Latinoamérica y el Caribe y con los del resto del mundo. Saludamos la integración de nuestros compañeros del Sindicato Minero al ahora trinacional United Steelworkers (USW- Sindicato de Trabajadores del Acero), como un prometedor ejemplo del surgimiento de un nuevo tipo de sindicalismo global e internacionalista.
Compañeros y compañeras, de nueva cuenta ha llegado el momento --como en aquel histórico 15 de junio de 1935, cuando a convocatoria del Sindicato Mexicano de Electricistas, surgió el Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP)--, de volvernos a convocar a una nueva asamblea para forjar la estructura sindical más poderosa que jamás haya existido en nuestro país. Debemos iniciar los contactos necesarios para elaborar una convocatoria, suscrita por el mayor número de organizaciones posibles, en base a los siguientes ejes de unidad: 1. Rechazo a las propuestas de reforma laboral presentadas por el PRI y el PAN. 2. Renacionalización de los sectores estratégicos de la economía. 3. Por un aumento salarial de emergencia. 4. Por la reducción de la jornada laboral. 5. Abrogación de las reformas, en materia de pensiones, a las leyes del IMSS e ISSSTE. 6. Independencia sindical con respecto al gobierno y los partidos políticos. 7. Democracia y autonomía sindical. Estamos conscientes de que la actual Ley Federal del Trabajo está lejos de ser una panacea y de que es posible perfeccionarla, pero siempre dentro del espíritu del congreso constituyente de 1917. El problema es que la intención de la derecha no es mejorarla, sino de destruir por completo el espíritu de la primera constitución social del siglo XX. ¡NO lo vamos a permitir! La redefinición de una nueva reforma laboral solo será aceptable cuando los trabajadores mexicanos contemos con una auténtica representación que garantice un debate democrático y participativo de todos los sectores de la sociedad y no el resultado de una conspiración de sus sectores más retardatarios. Precisamente una de las primeras tareas de la nueva organización proletaria deberá ser la de impulsar la sindicalización de los trabajadores no organizados. Ellos representan casi el 90 por ciento del total de la clase trabajadora. Debemos combatir y denunciar el sindicalismo blanco, de protección y el corporativo; realizar una propaganda masiva a favor de la sindicalización democrática e independiente; plantar piquetes a puerta de fábricas y centros de trabajo y contar con personal calificado (abogados, asesores sindicales, escuelas de capacitación, etc.), para impulsar la organización de toda la clase trabajadora. Finalmente, compañeros y compañeras, queremos ratificar nuestra confianza en el poder de la clase trabajadora mexicana para alcanzar cualquier objetivo. La increíble y digna capacidad de resistencia de nuestros compañeros mineros, de Mexicana de Aviación y del SME, es apenas un botón de muestra del enorme potencial de resistencia y combatividad de nuestra clase. Lo único que requerimos es de una nueva organización que nos ponga de pie y nos prepare para recuperar nuestra principal arma de lucha, y que tanto necesitamos el día de hoy, la HUELGA GENERAL. México D.F. a 09 de septiembre de 2011
FRATERNALMENTE “Por el derecho y la Justicia del Trabajador”
C. JOSE HUMBERTO MONTES DE OCA LUNA Secretario del Exterior Sindicato Mexicano de Electricistas