La maldicion de alee khine capitulo 1

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cAPITULO 1

テ]gel Mogar Rafael Navarro Garcテュa


Si crees que todas las aventuras son iguales, lo siento mucho amigo, pero estás equivocado. Pablo, Lupas y Cleo, tres amigos del colegio, deciden trazar un plan para pasar una noche en el museo de Historia de su ciudad. Lo que ninguno de ellos podía imaginar es la increíble aventura que allí les está esperando. Un libro lleno de magia, acertijos, misterio, seres asombrosos y, sobre todo, un libro lleno de mucho, mucho humor.


La Maldiciテウn de Alee Khine テ]gel Mogar Rafael Navarro Garcテュa


La Maldiciテウn de Alee Khine Copyright ツゥ 2014 by テ]gel Mogar y Rafael Navarro Garcia Cover by: Rafael Navarro Garcia

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La Maldiciテウn de Alee Khine

テ]gel Mogar Rafael Navarro Garcテュa

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Cleopatra Martinelli es la chica. La mĂĄs lista e intuituiva de los tres y la que siempre acaba sacando a sus amigos de todos los lĂ­os en los que se meten.

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Pablo Dumas. El chico y mรกs gracioso y torpe que puedas echarte a la cara.

Mateo Luppen. Lupas es un chico listo y divertido; el mejor amigo de Pablo Dumas.7


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1 La visita al museo Purines Lasosa

uando la señorita

anunció a sus alumnos que el último viernes del mes visitarían el museo de dinosaurios, más de uno estuvo a punto de caerse de la silla. —¿Al museo de dinosaurios? —se miraron unos a otros poniendo cara de vampiro esmirriao. Aquello tenía pinta de resultar aún más terrorífico que las lentejas con arroz del colegio. Cualquier plan que salía de la desagradable boca de la señorita Lasosa acababa siendo un auténtico plomazo. De hecho, lo único divertido

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que había salido de su boca fue su dentadura postiza el día en el que un ataque de tos la hizo volar por los aires hasta caer sobre la mesa de Manolito Gómez. El pobre Manolito, al ver los babosos dientes de la profesora encima de su mesa,

sintió tanto asco que empezó a

vomitar sobre ellos. Fue todo un espectáculo; un poquito asqueroso, pero divertidísimo. Después de aquél pequeño incidente, nada más interesante volvió a salir de los labios de tan desagradable señorita. Por eso, cuando llegó el día de la visita al museo de dinosaurios,

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veintidós de los veinticinco alumnos de la señorita Purines Lasosa lucían una notable mueca de disgusto en sus caras. Solo Pablo, Lupas y Cleo sonreían de manera misteriosa. ¿Acaso tramaban algún plan? Conociéndolos... ¡seguro que sí! Contra todo pronóstico, aquellas muecas de disgusto desaparecieron en el preciso instante en el que los alumnos pusieron un pie en el impresionante museo. Tal vez aquella visita no fuera a resultar tan plomazo como algunos habían imaginado. El museo de dinosaurios era asombroso, majestuoso, grandioso y todo aquello que acabara en oso y que un muchacho de diez años pudiese imaginar. La clase entera enmudeció al toparse, en el mismo vestíbulo del museo, con una impresionante representación del terrible y todopoderoso Tyrannosaurus Rex. Los muchachos, con ojos como platos, observaron al gran dinosaurio que les daba la bienvenida sin apenas atreverse a respirar. Parecía tan real que ninguno de los alumnos quiso acercarse demasiado por miedo a que, en cualquier momento, el T-Rex se abalanzara sobre ellos y se los comiera de un bocado. Dejar a los niños sueltos en un museo como este era algo muy arriesgado, por eso, el colegio había concertado la visita escolar con el amable guía y vigilante del museo de dinosaurios, el

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señor Bloom. El señor Bloom era un hombre de estatura mediana, pelín flacucho y ligeramente estrecho de hombros. De facciones alegres y algo pasmadas sonreía, acostumbrado a la sorpresa inicial de todos sus visitantes, al lado de la señorita Purines Lasosa, impaciente por comenzar con la visita escolar. Los alumnos seguían admirando el enorme dinosaurio de la entrada sin apenas prestar atención a la figura de quien iba a ser su guía en el recorrido por el museo. El señor Bloom aún esperó unos segundos más, saboreando el delicioso momento en el que los recién llegados observaban boquiabiertos el tamaño del poderoso dinosaurio, pues nada en el mundo le hacía tan feliz como ver las caras de asombro de los niños al encontrarse con la mejor pieza de todo el museo: el increíble e incomparable T-Rex. —¡Bienvenidos muchachos al maravilloso mundo de los dinosaurios! —comenzó el señor Bloom con la habitual cháchara con la que recibía a sus visitantes—. Ante vosotros tenéis a uno de los más temidos y admirados dinosaurios del período Cretácico... y no me estoy refiriendo a la encantadora señorita que tengo a mi lado —sonrió guiñándoles un ojo a los alumnos al tiempo que brindaba un simpático saludo a la señorita

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—, me estoy refiriendo, cómo no, al Tyrannosaurus... ¡Rex! — exclamó entre el estallido de risa de los alumnos. La señorita Lasosa, roja como un tomate, estuvo a punto de refunfuñar con aquél comentario tan insolente del señor Bloom pero, cuando sus ojos se cruzaron con los del simpático guía, un ligero cosquilleo le recorrió todo el cuerpo. Entonces, sucumbiendo a sus encantos, acabó forzando una extraña mueca que nadie supo interpretar si era una sonrisa o un repentino ataque de cagalera. El señor Bloom, advirtiendo el sonrojo de la profesora, volvió a guiñar un ojo a los alumnos y se inclinó a besar muy teatralmente la mano de la señorita Purines Lasosa. Pablo, Lupas y Cleo, partiéndose de risa como el resto de la

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clase, aprovecharon la distracci贸n de su profesora, que miraba con ojos amorosos al gracioso se帽or Bloom, para lanzarse unas significativas y misteriosas miradas. Una c贸mplice e inteligente

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ojeada entre los tres amigos hacía presagiar que, como ya era costumbre en ellos, tenían un plan entre manos. Mientras tanto, el simpático guía del museo continuaba con su alegre presentación. —...el Tyrannosaurus Rex podía llegar a medir hasta 15 metros de longitud y llegaba a tener una altura de 5 metros. El T-Rex ha sido uno de los carnívoros más grandes que han habitado la tierra, y su mordedura ha sido solo comparable a la de... —una mirada de la señorita

Lasosa

le quitó la idea de hacer

más comentarios graciosos, por lo que, tras una pequeña pausa, el señor Bloom continuó diciendo—: …a la de un gran y feroz cocodrilo, quería decir —sonrió haciendo una mueca gamberra que volvió a provocar las risas de los alumnos.

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2 El plan ras la interesante presentación del poderoso T-Rex, el señor Bloom, que pronto se había ganado la simpatía de los muchachos, guió al numeroso grupo a lo largo de las distintas salas que formaban el museo. La visita resultó ser de lo más entretenida, sobre todo cuando Rodolfo Cacaseca, al grito de

soy

Indiana

Jones!, se subió a lomos de un Velociraptor y, como si fuera uno de esos artistas de circo que saltan sobre sus caballos, se puso a galopar sobre el desafortunado dinosaurio. Poco duró la aventura de Rodolfo Cacaseca pues el Velociraptor, hecho de cartón y tela fina, acabó cediendo y convirtiéndose en pura papilla. La señorita

Purines Lasosa,

al borde

del colapso, estuvo a punto de caer desmayada y si no llega a ser porque, en el último momento el señor Bloom la cogió en

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