ENVÍA, SEÑOR, TU ESPÍRITU Desde lo hondo de mi vida tan necesitada de tu fuerza, me atrevo, Señor, a pedirte:
Envía tu Espíritu sobre mi aridez; Envía tu Espíritu sobre mi frialdad; Envía tu Espíritu sobre mi tiniebla; Envía tu Espíritu sobre mi fragilidad; Envía tu Espíritu sobre mis miedos; Envía tu Espíritu sobre mis ansias insaciables. Envía tu Espíritu sobre mi cansancio; Envía tu Espíritu sobre mi pereza y pasividad. Envía tu Espíritu sobre mis contradicciones e incoherencias. Envía tu Espíritu sobre mis luchas y tentaciones; Envía tu Espíritu y su fuego sobre mi falta de compromiso y mi tibieza; Envía tu Espíritu sobre esta dictadura de mis pasiones. Envía tu Espíritu sobre mi falta de FE. Señor, envía, sí, tu Espíritu para que renueve totalmente mis sentimientos y actitudes.
“OS CONVIENE QUE YO ME VAYA…”
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mt 28,19-20)
Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.”
Hch 1,8
Hb 1,11
“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos..”
Ef 1,17-19
“Id y haced discípulos de Mt 28,19-20 todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Es nuestro turno. Jesús ya protagonizó la aventura de su vida realizando la voluntad del Padre. Nacido para amar, -como nosotros-, superó y ganó brillantemente su particular oposición y fue ascendido al cielo. El Padre Dios quiso premiar así la trayectoria de su vida ligada a la suerte del ser humano: a sus anhelos e inquietudes, a sus temores, sufrimientos y tentaciones. Pero al marchar, nos encargó recoger su testigo superando todo fatalismo y pasivismo. Él diseñó el estilo nuevo de sus seguidores y las coordenadas del mundo nuevo que soñaba y por el que dio la vida. Hoy constatamos que las condiciones de nuestra sociedad siguen siendo penosas para una buena parte de la misma. Con todo, hay también más conciencia y más empeño para hacerla más humana. En nuestros ambientes hacen falta testigos cualificados que declaren a favor de la causa de Jesús. Ésta es la tarea que Él nos confió en su ausencia física: hacer discípulos y seguidores. Es decir: sanadores de tantas heridas humanas. Tocar, abrazar, besar, servir, llevar paz, estar cerca del que sufre, animar, liberar de cadenas, sembrar esperanza, tender la mano, perdonar, formar comunidad. En definitiva, hollar con nuestros pies las huellas que dejó a su paso el AMADO, el Maestro. Éstas eran las formas en las que se expresaba la fuerza actuante del Espíritu, y éstas son las acciones con las que tenemos que acreditar nuestra pertenencia a su discipulado. La Ascensión es un toque de alarma anunciador de los retos que nos esperan. No podemos quedarnos de brazos cruzados, y menos aún, dominados por el desencanto, el pesimismo o la resignación. La injusticia, la corrupción y la desconfianza generalizadas nos deben llevar a reaccionar, o como dirían hoy algunos sectores de nuestra sociedad, a “indignarnos” contra todo lo que degrada al ser humano. Es nuestra responsabilidad como personas o como creyentes.
Quien tiene fe en un futuro mejor puede vivir con intensidad el presente. Y sólo quien conoce la grandeza de su destino camina con firmeza hacia el mismo, a pesar de los obstáculos.