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SOY POETISA
Autor: Lucila Reyes González
Ciudad de México, México
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Soy poetisa, y no lo lamento toda emoción mi alma siente, y mi espíritu se consciente, al dejar libre el pensamiento.
Si lanzo mi poesía, yo al viento sé que se hará girar la veleta, soñadora soy de alma inquieta, no me detengo en ningún momento.
Y me gusta sentirme completa al bailar y reír con la vida, sonrisas que pondré en una maleta.
No las quiero yo por ahí perdidas y al morir, estará repleta de mil experiencias vividas.
ALEJANDRINOS ¡NO!
Lucila Reyes González, Ciudad de México, México.
Hoy nada quiero saber, es todo un problema, ¿cómo debo de hacer, para poder lograrlo? que, con dos hemistiquios, yo haga un poema debo mucho leer y no quiero ni intentarlo.
No quiero hacer versos, que sean alejandrinos, no entiendo yo de eso, tampoco de suspiros, no me gustan las aves y tampoco sus trinos, ni siquiera las flores, ni joyas, ni zafiros.
Pregunto en concreto, como hacer poesía y es todo un reto, que yo no consigo, olvide las palabras, creo que es amnesia necesito me abras, la cabeza, amigo.
Un amor absoluto
Silvia Aquino
Xochimilco, Ciudad de México
No hay ruidos perturbadores, ni sonidos desfallecidos ni dolientes.
El universo está manso, apacible, el aire y la luz son benignos, alejados de la pena y del mal.
Hay un orden prodigioso e impecable: el amor está en la quietud del gozo.
La vida fluye sin turbación: en pausa, sosiego, silencio, en plena paz.
Es el amor absoluto en un goce de júbilo…
Todo recogido en la profundidad de mi recóndita mente.
Miradas ocultas 1
Silvia Aquino
Xochimilco, Ciudad de México
Cuando el tecolote canta el indio muere… Eran las 12 de la noche…
El caballero, con su tristeza a cuestas, llega al panteón a llorar por su adorada, quien en la caja de cristal tiene su mirada límpida cerrada.
La muchacha, bajo tierra, desea mirar un solo instante a su amado.
El caballero desea mirar los ojos dulcemente inmaculados de su querida niña, la siempre venerada.
Para ambos era imposible cumplir su deseo…
A las 12 y media llega el diablo, al ofrecer al caballero el cumplimiento de ambos deseos.
Él acepta en la espera…
Ella abre con pasión los ojos llenos de amor, él los envuelve en su mirada plena de llanto.
Entre lágrimas y ambas miradas, el diablo lanza su fuego azul.
Ella aún siente la calidad del incendio al cerrar, finalmente, sus bellos ojos ahora sí, para la eternidad…
El caballero se va con el diablo, allá, de donde nadie ha sabido regresar.
Miradas ocultas 2
Silvia Aquino
Xochimilco, Ciudad de México
Las miradas invisibles para otros, son aquéllas que una madre lanza a sus hijos… Es una no-mirada sin palabra, ni sonido, solo una advertencia: serán los pellizcos o bien los azotes, si el crío se atreve a chupetear el pastel…
Otras miradas ocultas son las de la esposa que, frente a su marido, en una fiesta de noche en desfogue lanza fortuita al caballero, el más guapo de la noche, educado, con bella voz… Sin que el marido lo advierta pactan ella y el joven bello una salida al jardín…
Ocultos ante los ojos desagradables y odiosos, aman sus labios, aman sus cuerpos frente al enorme fresno como testigo fiel. Ella regresa a la sala centelleante, liberada por la pasión reprimida a dar el beso de Judas a su esposo para bailar con él la noche entera.
Hay una mirada oculta, la del muerto que mira a la eternidad; aquella que nadie vislumbra pero que angustia a los ojos presentes.
Es la mirada de visión hacia la nada hacia el no ser hacia lo nunca concebido, hacia el más allá que no se comprende. Es la mirada directa a la muerte