EL ABRAZO DE DOS GIGANTES

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EL ABRAZO DE DOS GIGANTES 20 años del PRIMER encuentro entre Chávez y Fidel LA HABANA - 1994


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Ministerio del Podel Popular para la Comunicación y la Informción Torre de la Comunicación Final Bulevar Panteón - Caracas Rif: G-20003090-9 Nicolás Maduro Moros Presidente de la República Bolivariana de Venezuela Jacqueline Faria Ministra del Poder Popular para la Comunicación y la Información Rolando Corao Viceministro de Comunicación e Información Felipe Saldivia Viceministro para Medios Impresos Diseño y diagramación Aarón Lares

Impreso en la República Bolivariana de Venezuela Diciembre, 2014

EL ABRAZO

DE DOS GIGANTES 20 años del PRIMER encuentro entre Chávez y Fidel LA HABANA - 1994


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del abrazo al alba

En la tarde del 14 de diciembre, Fidel y Chávez honran al Libertador, en La Habana Vieja.

El 3 de diciembre de 1994 surge primer encuentro entre dos gigantes de Nuestra América y del Mundo, el Comandante Hugo Chávez Frías y el Comandante Fidel Castro Ruz. Quién iba a imaginar que aquel encuentro desencadenaría tantos sucesos tangibles, emancipadores y liberadores. Aquel abrazo que unió a dos hombres con un mismo sueño, nos enseñó que la solidaridad, la complementariedad y la cooperación son las banderas y herramientas de trabajo por la unión y la liberación de nuestros pueblos. El Comandante Eterno identificó años después ese encuentro como el día del inicio de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), cuando fue invitado a Cuba en diciembre de 1994 para dar una conferencia sobre el Padre de la Patria Simón Bolívar y al llegar al aeropuerto fue sorprendido por el recibimiento del líder cubano, Fidel Castro. Hablando del ALBA, en La Habana, el 15 de diciembre de 2009, decía el Comandante Chávez: “Yo creo que el ALBA comenzó con ese abrazo… pero, realmente, cuando llegué aquí, yo estaba terriblemente intimidado… Me llaman de la cabina y cuando voy, aparece Angelito, de protocolo, me saluda y me dice bienvenido a Cuba, lo esperan. Me asomo y veo al Caballo allá parado… les confieso que me entró un frío, viendo a Fidel en la puerta de la escalerilla. Yo cargaba un maletincillo y lo coloco en el suelo para darle un abrazo. Luego estuvimos hasta las dos de la mañana, tres de la mañana, y yo sentía la mirada del águila, haciendo preguntas y tomaba nota… ” La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) cumple con el propósito fundamental de unir las capacidades y fortalezas de los países que la integran, y produce las transformaciones estructurales hacia el desarrollo integral de nuestros pueblos. La ALBA es una alianza política, económica y social en defensa de la independencia, la autodeterminación y la identidad de los pueblos que la integran. 5


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PRIMERA VEZ QUE VENGO FÍSICAMENTE, PORQUE EN SUEÑOS, A CUBA, HE VENIDO MUCHAS VECES Palabras del Teniente Coronel Hugo Chávez, de Venezuela, en el acto efectuado en su honor en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 14 de diciembre de 1994, «Año 36 de la Revolución». (Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)

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Antes de partir, el Presidente cubano le regala a Chávez un álbum de fotos de la visita.

eñor Comandante en Jefe de la Revolución Cubana y Presidente de la República de Cuba; Señor Rector de esta insigne casa de estudios; Señor Presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios; Señor Presidente de la Casa «Simón Bolívar»; Queridos compatriotas, profesores universitarios, estudiantes de Cuba, de esta tierra de Martí y de Bolívar; Compañeros de armas: Reciban, en primer lugar, un caluroso y sentido abrazo bolivariano que viene de esa tierra venezolana, de la cual nos sentimos tan llenos y en la cual tenemos comprometida nuestra vida entera. Anoche, en este viaje a Cuba, fugaz, pero profundo, una compatriota cubana me preguntaba en el avión que si era la primera vez que yo venía a Cuba, le dije que sí; pero, al mismo tiempo, le dije algo que quiero repetir en este momento tan emocionante: primera vez que vengo físicamente, porque en sueños, a Cuba, vinimos muchas veces los jóvenes latinoamericanos; en sueños, a Cuba, vinimos infinidad de veces los soldados bolivarianos del ejército venezolano que desde hace años decidimos entregarle la vida a un proyecto revolucionario, a un proyecto transformador. Así que, de verdad, agradezco este nuevo honor que me hace el presidente Fidel Castro, que me hacen todos ustedes. Y, como les decía, anoche, cuando recibí la inmensa y agradable sorpresa de ser esperado en el aeropuerto internacional 7


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«José Martí» por él mismo en persona, le dije: «Yo no merezco este honor, aspiro a merecerlo algún día en los meses y en los años por venir». Lo mismo les digo a todos ustedes, queridos compatriotas cubano-latinoamericanos: algún día esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano, imbuidos, como estamos, desde siglos hace, en la idea de un continente hispanoamericano, latinoamericano y caribeño, integrado como una sola nación que somos. En ese camino andamos, y como Aquiles Nazoa dijo de José Martí, nos sentimos de todos los tiempos y de todos los lugares, y andamos como el viento tras esa semilla que aquí cayó un día y aquí, en terreno fértil, retoñó y se levanta como lo que siempre hemos dicho –y no lo digo ahora aquí en Cuba, porque esté en Cuba y porque, como dicen en mi tierra, en el llano venezolano, me sienta guapo y apoyado, sino que lo decíamos en el mismo ejército venezolano antes de ser soldados insurrectos; lo decíamos en los salones, en las escuelas militares de Venezuela-: Cuba es un bastión de la dignidad latinoamericana y como tal hay que verla, como tal hay que seguirla y como tal hay que alimentarla. Hay, por supuesto, en este momento, un huracán de emociones, de ideas, de pasiones y de sentimientos cruzando mi mente y anidándose en el alma de soldado, de revolucionario, de latinoamericano. ¡Tantas cosas que se agolpan en la mente, tantos recuerdos, tantas veces soñar con Cuba, estar en Cuba y, al fin, estar aquí! Recordaba, dentro de tanto cúmulo de cosas que me llega ahora en este momento, en esta Aula Magna de esta Universidad de La Habana –donde, por cierto, me decía un ilus-

tre compatriota de esta universidad que aquí estuvo Andrés Eloy Blanco, con sus poemas, con sus sueños–, haber leído en la cárcel, Comandante Castro, Presidente de Cuba; haber releído, en primer lugar, en la cárcel de Yare, aquella encendida defensa, aquella encendida palabra suya en La historia me absolverá, y haber leído también en la cárcel Un grano de maíz, la entrevista hecha en ese tiempo por el Comandante Tomás Borges, y haber comparado, y, dentro de tantas comparaciones de tantas ideas con 40 años casi de diferencia una de la otra, sacar varias conclusiones, como soldado prisionero: una de ellas, que vale la pena, que hay que hacerlo, mantener la bandera de la dignidad y de los principios en alto, aun a riesgo de quedarse solo en cualquier momento; mantener contra vientos desfavorables las velas en alto; mantener posiciones de dignidad. Eso lo releíamos, lo leíamos en la cárcel, y fue para nosotros alimento de prisioneros, y fue para nosotros, y sigue siendo, alimento de rebeldes. Y hablando de rebeldes, subrayo lo dicho por el Presidente de la Federación de Estudiantes y lo dicho por el Comandante en Jefe Fidel Castro acerca de la cumbre de Miami: esa cumbre no se hizo para rebeldes, por lo tanto, no estuvieron allí los cubanos. Nosotros tampoco podemos entrar a territorio norteamericano, nos tienen prohibida la entrada. Lo dije una vez en Colombia y lo vuelvo a decir ahora, en Cuba, con más fuerza y con más vigor: ¡Nos honra como soldados rebeldes que no nos dejen entrar a territorio norteamericano!

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Ahora, sin duda que están ocurriendo cosas interesantes en la América Latina y en el Caribe; sin duda que ese insigne poeta y escritor nuestro, de esta América nuestra, don Pablo Neruda, tiene profunda razón cuando escribió que Bolívar despierta cada 100 años, cuando despierta el pueblo. Sin duda que estamos en una era de despertares, de resurrecciones, de pueblos, de fuerzas y de esperanzas; sin duda, Presidente, que esa ola que usted anuncia o que anunció y sigue anunciando en esa entrevista a la que me he referido, Un grano de maíz, se siente y se palpa por toda la América Latina. Sin duda que estamos en era bicentenaria. Nosotros tuvimos la osadía de fundar un movimiento dentro de las filas del Ejército Nacional de Venezuela, hastiados de tanta corrupción, y nos juramos dedicarle la vida a la construcción de un movimiento revolucionario y a la lucha revolucionaria en Venezuela, y, ahora, en el ámbito latinoamericano. Eso comenzamos a hacerlo el año bicentenario del nacimiento de Bolívar. Pero veamos que este próximo año es el centenario de la muerte de José Martí, veamos que este año que viene es el bicentenario del nacimiento del mariscal Antonio José de Sucre, veamos que este año que viene es el bicentenario de la rebelión y muerte del zambo José Leonardo Chirinos en las costas de Coro, en Venezuela, tierra, por cierto, de los ascendientes del prócer Antonio Maceo. Veamos entonces que como que el tiempo nos llama y nos impulsa, es, sin duda, tiempo de recorrer de nuevo caminos de esperanza y de lucha. En eso andamos nosotros; después de 10 años de trabajo intenso en el seno del ejército venezolano, después de una rebelión y otra rebelión, ahora dedicados al trabajo revolucionario en tres direcciones fundamentales que voy

a permitirme resumir ante ustedes para invitarlos al intercambio, para invitarlos a extender lazos de unión y de trabajo, de construcción concreta. En primer lugar, estamos empeñados en levantar una bandera ideológica pertinente y propicia a nuestra tierra venezolana, a nuestra tierra latinoamericana: la bandera bolivariana. Pero en ese trabajo ideológico de revisión de la historia y de las ideas que nacieron en Venezuela y en este continente hace 200 años, cuando se fue levantando el primer proyecto de nación, no solamente venezolana, sino latinoamericana, aquel proyecto que Francisco de Miranda llamó Colombella y que Bolívar tomó después para llamar Colombia, lo que hoy conocemos como la Gran Colombia, el sueño bolivariano; en ese sumergirnos en la historia buscando nuestras raíces, hemos diseñado y hemos lanzado a la opinión pública nacional e internacional, la idea de la inspiración en un árbol de las tres raíces –llamamos nosotros–: la raíz no solamente del pensamiento bolivariano, aquel Simón Bolívar que llamaba, por ejemplo, a esa unidad latinoamericana para poder oponer una nación desarrollada como contrapeso a la pretensión del Norte que ya se perfilaba con sus garras sobre nuestra tierra latinoamericana; aquel Bolívar que planteaba en Angostura la necesidad de incorporar, además de los tres poderes clásicos de Montesquieu, un cuarto poder, el poder moral; aquel Bolívar, o aquellas ideas de Bolívar que planteaba en la Constitución de Bolivia la necesidad de un quinto poder, el poder electoral; aquel Bolívar que desde su tumba casi, ya en Santa Marta, dijo: «Los militares deben empuñar su espada para defender las garantías sociales»; aquel Bolívar que dijo que el mejor sistema de gobierno es el que le proporciona mayor suma de felicidad a su pueblo, mayor suma de estabilidad política y seguridad social.

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Esa raíz profunda, esa raíz bolivariana, nosotros la hemos unido porque creemos –no es que nosotros la hayamos unido– que está unida por el tiempo, por la historia misma a la raíz robinsoneana, tomando como inspiración el nombre de Samuel Robinson o Simón Rodríguez, a quien conocemos muy poco los latinoamericanos porque nos dijeron desde pequeños, «el maestro de Bolívar», y allí se quedó, como estigmatizado por la historia, el loco estrafalario que murió anciano, deambulando como el viento por los pueblos de la América Latina. Simón Rodríguez, quien inyectó gran parte de las ideas revolucionarias a Simón Bolívar; Simón Rodríguez, el que llamaba a los americanos meridionales a hacer dos revoluciones: la política y la revolución económica. Aquel Simón Rodríguez que llamaba a la construcción de un modelo de economía social y un modelo de economía popular. Aquel Simón Rodríguez que dejó para todos los tiempos de América Latina, como un reto para nosotros, aquello de que la América Latina –en ese tiempo América Meridional, en el término– no podía seguir imitando servilmente, sino que tenía que ser original y llamaba a inventar o errar. Ese viejo loco, para los burgueses de la época, que andaba recogiendo niños, ya anciano y abandonado, y que decía: «Los niños son las piedras del futuro edificio republicano, ¡vengan acá para pulir las piedras para que ese edificio sea sólido y luminoso!»; aquel viejo que ya al borde de la tumba se dedicó a construir velas y cuando alguien le preguntó: «¿Qué hace usted construyendo velas, maestro?», dijo: «Es que no consigo otra forma de darle luces a la América». Esa es otra raíz fundamental, profunda y filosófica dentro de nuestro planteamiento ideológico.

Y una raíz más reciente, la raíz zamorana, tomada del general del pueblo soberano, Ezequiel Zamora; Zamora, líder de la revolución federal en Venezuela; Zamora, el general que usaba doble cubrecabeza, un sombrero de cogollo y un quepis militar sobre el sombrero de cogollo, y lo explicaba en un concepto que después Mao Tse-Tung reflejó de otra manera, en otro tiempo y en otro lugar. Mao señalaba –ustedes lo saben mejor que nosotros– que el pueblo es al ejército como el agua al pez, y ustedes no solamente lo saben, sino que lo han aplicado, y yo aprovecho –y me dis- culpan la disgresión– para darle un inmenso abrazo, un gigantesco abrazo a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba que se han identificado con su pueblo para siempre. En muy pocas horas nos vamos, y digo nos vamos porque conmigo anda el teniente Isea Romero, teniente de paracaidistas y de blindados del ejército venezolano, rebelde y ex prisionero político. Nos vamos, queridos compañeros de armas de Cuba, convencidos, a pesar de lo poco que pudimos ver, de que ustedes sí aplican eso de que están –como el título de una buena obra de un estudioso del tema panameño– como pez en el agua. Nosotros, como militares, andamos tras esa búsqueda, y hoy nos vamos más afianzados en la convicción y en la necesidad de que el ejército de Venezuela tiene que ser de nuevo lo que fue: un ejército del pueblo, un ejército para defender eso que Bolívar llamó las garantías sociales. Ezequiel Zamora, de quien les hablaba como tercer componente del árbol de las tres raíces, decía yo que se adelantó, quizás, en la concepción que después reflejó Mao. Zamora explicaba que el sombrero de cogollo representaba al pueblo

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de Venezuela, y el quepis militar al ejército que debería estar unido a ese pueblo para poder lograr la revolución federal que estaba en boga en Venezuela. Ezequiel Zamora tomó el proyecto bolivariano; lamentablemente murió comenzando la guerra federal, y con él enterraron el sueño de los campesinos pobres de Venezuela, que fueron también traicionados después de la guerra de independencia. Esa vertiente de trabajo nuestra, por supuesto, y por cierto, que tiene su complemento en toda la América Latina. Nosotros, seguramente por venezolanos, tomamos como raíces a tres venezolanos para nuestro proyecto ideológico, empeñados en resistirnos a esa tesis que viene del Norte –alguien me decía hace poco que todo lo malo nos viene del Norte–, esa tesis del fin de la historia, del último hombre, de la era tecnotrónica, de que las ideologías ya no sirven, que están demodé. No, nos resistimos, no lo aceptamos, y hemos tomado esas tres figuras simbólicas. Pero me decía un capitán panameño, que todavía hace cuatro meses andaba escondido –a quien yo le preguntaba en la Universidad de Panamá, por cierto, una noche, que por qué andaba escondido, y me dice: «Yo ando escondido, Comandante, porque ahorqué a un gringo y tengo auto de detención por asesinato»; ahora, ¿dónde están los autos de detención por los miles de muertos que hubo en la invasión a Panamá?–: «Comandante, usted tiene allá a su dios, que es Bolívar; nosotros tenemos nuestro santico, que es Omar Torrijos». De forma tal que hay en toda la América, Martí; más reciente, Omar Torrijos; más reciente, Juan Velasco Alvarado, como símbolo de soldado del pueblo también en el Perú y la experiencia inmensa del plan inca; o en el Cono Sur. Una

madrugada, de Montevideo, hace unos meses, me llegó un emisario secreto con una carta de oficiales activos del ejército de Uruguay, que se llaman los soldados artiguistas, con un regalo sobre el pensamiento político de Artigas. San Martín, Sandino, Mariátegui y tantos otros latinoamericanos –y aprovecho para decir que también me siento muy honrado de haber conocido y haber abrazado hoy al comandante Daniel Ortega, de la Revolución nicaragüense, quien se encuentra acá en La Habana, como ustedes saben, ahí están las raíces de un proyecto de nación, una sola nación que somos todos los latinoamericanos y caribeños. Ahora, esa es una primera vertiente de trabajo bien adecuado, mi Comandante: el próximo año del centenario de la muerte de José Martí, para estrechar ese trabajo ideológico, ese binomio de Bolívar y Martí, como forma de levantar la emoción y el orgullo de los latinoamericanos. La otra vertiente de nuestro trabajo, para la cual también necesitamos estrechar nexos con los pueblos de nuestra América, es el trabajo organizativo. En la cárcel recibíamos muchos documentos de cómo el pueblo cubano se fue organizando después del triunfo de la Revolución, y estamos empeñados en organizar en Venezuela un inmenso movimiento social: el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200; y más allá, estamos convocando para este próximo año a la creación del Frente Nacional Bolivariano, y estamos llamando a los estudiantes, a los campesinos, a los aborígenes, a los militares que están en situación de retiro –porque lamentablemente los militares en los cuarteles en Venezuela siguen amordazados; el sistema político, o los políticos venezolanos, pretenden tener para siempre militares que sean mudos, sordos y ciegos ante la

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tragedia nacional–, a los militares que estamos en la calle, a los intelectuales, a los obreros, a los pescadores, a los soñadores, a todos, a conformar ese frente, un gran frente social que enfrente el reto de la transformación de Venezuela. En Venezuela nadie sabe lo que puede ocurrir en cualquier momento. Nosotros, por ejemplo, que estamos entrando en un año electoral, 1995, dentro de un año, en diciembre, habrá en Venezuela otro proceso electoral, ilegal e ilegítimo, signado por una abstención –ustedes no lo van a creer– del 90% en promedio; es decir, el 90% de los venezolanos no va a las urnas electorales, no cree en mensajes de políticos, no cree en casi ningún partido político. Este año nosotros aspiramos, con el Movimiento Bolivariano, con el Frente Nacional Bolivariano, polarizar a Venezuela. Los que van al proceso electoral –donde hay gente honesta también que respetamos, pero en lo que no creemos es en el proceso electoral–, ese es un polo; y el otro polo que nosotros vamos a alimentar, a empujar y a reforzar es la solicitud en la calle, con el pueblo, del llamado a elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente, para redefinir las bases fundamentales de la República que se vinieron abajo; las bases jurídicas, las bases políticas, las bases económicas, las bases morales, incluso, de Venezuela están en el suelo, y eso no se va a arreglar con pequeños parches. Bolívar lo decía: «Las gangrenas políticas no se curan con paliativos», y en Venezuela hay una gangrena absoluta y total. Alguien me decía hace unos meses atrás que por qué no permitíamos que el sistema democrático –ese que llaman en Venezuela democrático– madure, y aprovechando que he pro- bado unos dulces de mango muy exquisitos aquí en La

Habana, le ponía el ejemplo del mango, que en Venezuela se pierde porque no sabemos aprovecharlo, y le decía: un mango ma- dura cuando está verde, pero un mango podrido jamás va a madurar; de un mango podrido hay que rescatar su semilla y sembrarla para que nazca una nueva planta. Eso pasa en Venezuela hoy. Este sistema no tiene manera de recuperarse a sí mismo. Y lo que voy a decir –voy a utilizar de nuevo la expresión de la gente de mi pueblo, del llano venezolano–, no lo voy a decir porque estoy aquí guapo y apoyado; lo he dicho en Venezuela; lo he dicho en el Ateneo de Caracas, que ustedes conocen muy bien; lo he dicho a la prensa, a la televisión, a los pocos programas en los cuales nos dan cabida; lo dije frente al Palacio de Gobierno en una ocasión, después que salí de la cárcel: nosotros no desechamos la vía de las armas en Venezuela, nosotros seguimos teniendo –y lo dicen las encuestas del mismo gobierno– más del 80% de opinión favorable en los militares venezolanos, en el Ejército, en la Marina, en la Fuerza Aérea y hasta en la Guardia Nacional, que es una fuerza que inventó este sistema y reforzó –es como la guardia pretoriana del régimen, pero ahí también hay gente buena–, en la policía uniformada, en la misma dirección de política interna, en la policía política. Tenemos una fuerza allí y la alimentamos, la atendemos, aunque los muchachos, por supuesto, andan perseguidos por todos lados, y hoy día si un oficial venezolano nombra a Bolívar en un cuartel, en un discurso, es considerado un oficial sospechoso. A pesar de todo eso, ahí tenemos una fuerza y, además de todo eso, tenemos un altísimo porcentaje de los venezolanos, especialmente, queridos amigos, ese 60% de venezolanos –tampoco lo van a creer ustedes– en pobreza crítica.

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Increíble, pero es cierto: en Venezuela se esfumaron 200.000 millones de dólares en 20 años. ¿Y dónde están? -me preguntaba el presidente Castro–, en las cuentas en el exterior de casi todos los que han pasado por el poder en Venezuela, civiles y militares que se enriquecieron al amparo del poder. En esa inmensa mayoría de venezolanos, nosotros tenemos un tremendo impacto positivo y ustedes comprenderán que, al tener esas dos fuerzas, estamos dispuestos a dar el todo por el todo por el cambio necesario en Venezuela. Por eso decimos que no desechamos la vía de utilizar las armas del pueblo que están en los cuarteles, para buscar el camino si este sistema político decide, como parece haber decidido, atornillarse de nuevo y buscar recursos para manipular y engañar. Nosotros estamos pidiendo Constituyente y el año que viene –ya les dije– vamos a empujar esta salida como recurso estratégico de corto plazo. La tercera vertiente en la que estamos trabajando, para ir concluyendo estas palabras, este saludo, esta pasión que me mueve en esta noche, es un proyecto estratégico de largo plazo, en el cual, los cubanos tienen y tendrían mucho que aportar, mucho que discutir con nosotros. Es un proyecto de un horizonte de 20 a 40 años, un modelo económico soberano, no queremos seguir siendo una economía colonial; un modelo económico complementario. Venezuela tiene inmensos recursos energéticos, por ejemplo. Ningún país del Caribe o latinoamericano debería importarle combustible a Europa, ¿por qué? Si Latinoamérica tiene, entre ellos, a Venezuela con inmensos recursos energéticos, ¿por qué Venezuela va a seguir exportándoles a los países desarrollados 2,5 millones de barriles de petróleo crudo al día: igual que hace

500 años se llevaban la materia prima, hoy se la siguen llevando de la misma forma? Es un proyecto que nosotros hemos lanzado ya al mundo venezolano con el nombre de Proyecto Nacional «Simón Bolívar», pero con los brazos extendidos al continente latinoamericano y caribeño, y al respecto hemos entrado ya en contacto con algunos centros de estudio de Panamá, de Colombia, de Ecuador, de Uruguay, de Argentina, de Chile, de Cuba; un proyecto en el cual no es aventurado pensar, desde el punto de vista político, en una asociación de Estados latinoamericanos. ¿Por qué no pensar en eso, que fue el sueño original de nuestros libertadores? ¿Por qué seguir fragmentados? Hasta allí, en el área política, llega la pretensión de ese proyecto que no es nuestro ni es original, tiene 200 años, al menos. Cuántas experiencias positivas en el área cultural, en el área económica –esta economía de guerra que vive Cuba prácticamente–, en el área deportiva, en el área de la salud, de la atención a la gente, de la atención al hombre, que es el primer objeto de la patria, el sujeto de la patria. Así que en esa área o en esa tercera vertiente, en el proyecto político transformador de largo plazo, extendemos la mano a la experiencia, a los hombres y mujeres de Cuba que tienen años pensando y haciendo por ese proyecto continental. Para terminar, por ahora, les invitamos cordialmente como ya lo hemos hecho, a las autoridades, a un encuentro en Santa Marta. Nos hemos convocado en Santa Marta, Colombia, para el 17 de diciembre. Allí aspiramos comenzar la preparación. Esta sería la primera reunión preparatoria del Segundo Congreso Anfictiónico de Panamá, que aspiramos celebrar en Panamá en 1996, cuando se cumplen 170 años de aquel congreso que fue

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saboteado, por cierto, por los norteamericanos. Y aspiramos a un tercer congreso en 1999, cuando el ejército norteamericano debe retirar el último soldado de esa tierra bolivariana, que es el canal de Panamá. Este sería un congreso o una liga permanente donde discutiríamos los latinoamericanos sobre nuestra tragedia, sobre nuestro destino que, al decir de ese gran revolucionario, ese gran escritor uruguayo, Eduardo Galeano, ese destino no puede ser una maldición, es un desafío. El siglo que viene, para nosotros, es el siglo de la esperanza; es nuestro siglo, es el siglo de la resurrección del sueño bolivariano, del sueño de Martí, del sueño latinoamericano. Queridos amigos, ustedes me han honrado con sentarse esta noche a oír estas ideas de un soldado, de un latinoamericano entregado de lleno y para siempre, a la causa de la revolución de esta América nuestra. Un inmenso abrazo bolivariano para todos ustedes.

El 13 de diciembre de 2004, Fidel Castro recibe a Hugo Chávez, en La Habana. Han transcurrido diez años del primer encuentro.

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Las primeras conversaciones en el Palacio de la Revolución, la noche del 13 de diciembre.

Chávez le entrega a Fidel una réplica, en cerámica y madera, del rostro del Libertador.


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NOS SENTIMOS MUY HONRADOS CON SU PRESENCIA, COMANDANTE HUGO CHÁVEZ Palabras pronunciadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto de homenaje al Teniente Coronel (r) venezolano Hugo Chávez, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el día 14 de diciembre de 1994, «Año 36 de la Revolución». (Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)

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dmirado teniente coronel Hugo Chávez: Aquí tenemos una cuestión acerca de cómo llamarlo, por que Leal lo llamaba Comandante. Él contaba que allá en Panamá lo llamaron Comandante, y nadie lo ha degradado, nadie le ha quitado grados: yo creo que le han querido elevar de grado, porque ya no se están refiriendo a un grado militar, sino a un grado político, como pudiera considerarse Comandante de una revolución. Compañeras y compañeros, profesores y estudiantes: Hay muchas cosas simbólicas en esta reunión de hoy. Cuando supimos que el Comandante Hugo Chávez había aceptado la invitación de Eusebio Leal para visitar La Habana y no sabíamos, cuando se hizo, si podría venir o no dado su programa de actividades –la invitación era relativamente reciente– no había ninguna duda de que para una personalidad como Hugo Chávez la aceptación de esa invitación entrañaba un acto de valentía, porque hoy por hoy no son muchos los valientes en este mundo que se atrevan a aceptar una invitación a venir a Cuba; hasta hay muchos que antes venían a Cuba y ahora andan haciendo piruetas para que se olviden de que alguna vez fueron amigos de la Revolución Cubana, o, incluso, para que se olviden de que alguna vez fueron gente de izquierda.

¡Hasta la victoria siempre, Fidel! 24

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En el mero hecho de aceptar la invitación, nosotros veíamos ya un acto de gran valentía. Claro está que desde nuestro punto de vista, si pensáramos que una visita de Hugo Chávez podía perjudicarlo políticamente, nadie habría pensado en hacerle una invitación; pero nosotros partíamos de una convicción –que se ha comprobado plenamente–, de las características personales, de las características políticas, de las características morales de Hugo Chávez, de lo que representa, de lo que significa, de sus objetivos, y que el encuentro con nuestro pueblo sería muy útil para todos, como ha ocurrido con muchos otros revolucionarios, ahora hablo de muchos porque, a pesar de estos tiempos difíciles, y de los que se acobardan, son muchos los que se atreven a venir a Cuba. Ustedes acaban de presenciar la reunión de más de 3.000 personas de todo el mundo que vinieron a expresar su solidaridad a nuestro pueblo. Hay muchos que vienen a Cuba a pesar de los tiempos, porque hay un renacer de la conciencia y de la voluntad revolucionaria. La respuesta de Chávez fue rápida, no estaba todavía organizado el programa, porque no sabíamos siquiera por cuántos días vendría. Se dijo que por dos días, había que hacer un programa rápido, que estuviera en correspondencia con la personalidad que nos visita y se preparó un programa intenso. Como ustedes ven, la juventud del Comandante Hugo Chávez permite cualquier tipo de programa; además, es paracaidista, corre 14 o 15 kilómetros para hacer un poco de ejercicio. Según nos contaba, un día en que le hicieron tremenda crítica, porque le habían pedido una conferencia sobre Bolívar y habló de Bolívar ampliamente, sin embargo, el jefe que le había ordenado dar la conferencia a un regimiento de paracaidistas le hizo una fuerte crítica ulterior diciendo: «Parecías un político», y allí se produjo

tremenda discusión entre el jefe de aquella unidad superior y tres comandantes –y creo que los tres estaban en este Movimiento Bolivariano–, después de la gran discusión, invitó a los otros dos compañeros a correr 15 kilómetros, hasta un lugar histórico que está cerca de su unidad. Preparamos el programa y nos preguntábamos: ¿Dónde podemos organizarle un homenaje digno a nuestro visitante, por lo que él piensa, por lo que él significa, por lo que él es? Al recoger las banderas de las ideas bolivarianas; al visitar la patria de Martí, maestro de nuestros revolucionarios, discípulo de Bolívar; a un país donde se quiere tanto a Bolívar, donde se le conoce tanto y se le admira tanto, ¿cuál será el mejor lugar para expresar un pensamiento político, para que allí se pueda trasmitir a la vez el sentimiento de nuestro pueblo hacia el visitante y hacia lo que sus seguidores significan? Pensamos que no había mejor lugar que la Universidad de La Habana. En la Universidad de La Habana se puede hacer un acto en la escalinata –ustedes lo hacen a cada rato–, o lo pueden hacer en la Plaza Cadenas; pues nosotros pensamos: nos gusta más todavía, por la solemnidad, por la seriedad, el Aula Magna de la Universidad de La Habana, aunque no sea un local de mucho espacio, desde luego, pero con la televisión que multiplica ese espacio no se sabe cuántas veces, los alumnos de las escuelas de Matemática deben saberlo. Por eso escogimos, los que estábamos en la idea de organizar el programa, este lugar, y no para un título de Doctor Honoris Causa, que ustedes han concedido tantas veces a muchos ilustres visitantes, porque este lugar ha sido el escenario donde se ha homenajeado a muchas personalidades que han visitado a nuestro país. No, no le vamos a dar un título de Doctor Honoris

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Causa; no se lo vamos a dar, porque yo creo que él se ha ganado ya ese título hace rato. Hombre modesto, muy modesto, verdaderamente modesto, considera que no es acreedor a ninguna de las atenciones recibidas y que, en todo caso, él espera ganárselas con su conducta en el futuro; pero quien se pasó 10 años educando a oficiales jóvenes, educando a soldados venezolanos en las ideas bolivarianas, podemos decir que es acreedor a estos y a muchos mayores honores, porque ha sido maestro desde las propias filas en conversaciones, conferencias, clases, de cientos, de miles de militares venezolanos. Todas estas cosas nosotros las fuimos captando rápidamente, después de los primeros días de confusión y desinformación, bastante confusión internacional en el ámbito latinoamericano, en el ámbito internacional con muchos medios de prensa, desfigurando el sentido y los objetivos del movimiento. Fueron los días subsiguientes cuando empezaron a llegar noticias de quiénes habían organizado ese movimiento, cómo pensaban, cuál era su conducta, su forma de actuar, y es conocido que el Teniente Coronel en ese momento, y Comandante del movimiento, conmovió al pueblo de Venezuela con la valentía con que se hizo responsable, a cualquier riesgo, de lo que había ocurrido; asumió la responsabilidad él, personalmente, y declaró que solo él era responsable. Llegaron noticias también del comportamiento humano de aquellos oficiales y de aquellos militares; llegaron noticias de sus ideas bolivarianas; llegaron noticias de su acti tud, con posterioridad a los hechos, en las prisiones y en todas partes, que tanto nos recordaba nuestra propia historia, que tanto nos recordaba lo que había ocurrido después del Moncada, en circunstancias, desde

luego, diferentes, porque en el caso nuestro había sido una lucha contra los militares que seguían incondicionalmente al régimen tiránico de Batista, y en este caso había sido el levantamiento de un grupo de militares revolucionarios, habían surgido de las propias filas de las Fuerzas Armadas de Venezuela. Él explicó bien, muy bien, y todo el mundo sabe en Venezuela que en el momento en que ya se iba a producir un derramamiento innecesario de sangre entre los propios solda dos, con un objetivo que ya no podía salvarse, es que él asume las responsabilidades y evita esos derramamientos de sangre, que en ese momento habrían sido inútiles por cuanto las circunstancias en que se habían producido los acontecimientos ya hacían imposible una victoria del movimiento y las acciones, como él declaró, cesaban por ahora. Lo cierto es que se produce en Venezuela una gran conmoción de tipo popular, y creció como la espuma el prestigio y el apoyo a aquel grupo de oficiales y soldados dirigido por Hugo Chávez. Puede decirse que la historia de Venezuela comenzó a cambiar, porque muy importantes acontecimientos ulteriores se producen a partir de aquel intento. Lógicamente, nosotros, cuando llegamos a conocer con precisión los hechos, era imposible que no viésemos con simpatía y con admiración lo que habían hecho y, sobre todo, valorábamos de manera extraordinaria esas ideas bolivarianas que se habían recogido y que constituían las banderas esen ciales de ese movimiento. Como él explicó aquí, ha habido otros movimientos militares. Tuvimos un gran amigo, que fue Omar Torrijos, quien desempeñó un papel histórico al recuperar para su patria el territorio y las instalaciones del canal de Panamá. Ahora sí se podrá llamar canal de Panamá, antes era canal de Estados Unidos.

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Él mencionó también a Velasco Alvarado. Se pueden seguir mencionando otros que hemos conocido. Entre los peruanos conocimos magníficos jefes militares con grandes sentimientos patrióticos y revolucionarios, los ha habido a lo largo de la historia del continente. No podrá olvidarse nunca la heroica conducta del coronel Francisco Caamaño y los jóvenes militares que los siguieron en la República Dominicana. Fueron los militares los que iniciaron las luchas por la independencia en este hemisferio. Pero otro simbolismo es la respuesta de Chávez acerca de su llegada al país el día 13, coincide con que acababa de tener lugar la famosa cumbre de Miami. Nadie lo planificó así, pero quiere el azar de nuevo que se produzca otra cosa realmente simbólica, a 90 millas de Miami: el encuentro del pueblo de Cuba con el movimiento bolivariano revolucionario de Venezuela y de América Latina. No se puede hablar de Bolívar sin pensar en todo un continente, sin pensar en toda la América Latina y en todo el Caribe, del cual somos parte nosotros y otros países de habla española, o de habla francesa, o de habla inglesa. Se iba a producir una cumbre de ideas, de las ideas bolivarianas y de las ideas martianas. Y uno se pregunta si Martí y Bolívar hubieran podido ser testigos de la cumbre de Miami, qué pensarían, qué dirían. Y si escucharan las palabras del presidente de Estados Unidos, mencionadas por Hugo Chávez, en que intenta presentar esa cumbre como la realización de los sueños de Bolívar –nada más faltó decir que era también la realización de los sueños de Martí–, ¿qué pensarían Martí y Bolívar de ese tipo de «sociedad para la prosperidad» –creo que se llama ahora así la cosa– que les están proponiendo?

Veamos ahí, por eso, otro gran simbolismo, esa coincidencia entre aquella cumbre y las ideas de aquella cumbre, y las ideas de Bolívar y las ideas de Martí. Hay otro simbolismo más. Me contaba Hugo Chávez que él había nacido el 28 de julio de 1954 –para que ustedes vean las cosas que tiene la vida, las cosas que tiene la historia, y el significado de su presencia, de su papel y de su visita. Cuando él nace, nosotros llevábamos casi exactamente un año de prisión en la Isla de la Juventud –que ahora se llama así–, después del ataque al cuartel Moncada. Vean cómo las generaciones se suceden, cómo 40 años después nos visita el jefe de un movimiento revolucionario bolivariano –o bolivariano revolucionario que es lo mismo, aquí el orden de los factores multiplica el producto– aquí, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, hablando de sus proyectos patrióticos, de sus proyectos nacionales y hablando de sus proyectos internacionales, de sus proyectos de unidad latinoamericana y caribeña. Y, ¡en qué momento! En el momento en que quizás como nunca hacen falta las ideas de Bolívar y de Martí; en los momentos en que como nunca en este mundo de hegemonismo unipolar nuestros pueblos están amenazados de ser devorados, totalmente devorados por el imperio; en el momento en que se quiere hacer trizas del principio de la independencia y de la soberanía popular, en nombre de esa gran democracia que es la de mocracia norteamericana, donde apenas el treinta y tantos por ciento de la gente vota.

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Ahora mismo acaban de decidir lo que puede ser el destino futuro de ese país, y en una línea tal vez de extrema derecha, un 38% de los electores, porque el resto, es decir, el 62%, ni siquiera se molestó en ir a votar. Y para ponernos la camisa de fuerza de esa democracia y vestirnos a todos igualitos, des de Alaska hasta la Patagonia. Bueno, en el discurso, Clinton mencionó un mercado –hablando indiscutiblemente para la opinión pública in terna de Estados Unidos– de 850 millones de personas. Es una lástima que no hubiera dicho desde Alaska hasta las Malvinas, porque habría incluido a las Malvinas también dentro de este hemisferio y la vieja demanda argentina habría recibido algún grado de satisfacción. Como hay un país que no está uniformado así, entonces ese país tiene que estar fuera; somos los malos de la película y, por lo tanto, bueno, hay que aplicar la democracia universal. ¿Y cómo la van a universalizar con relación a Cuba? ¿Cómo nos van a aplicar su estilo? ¿Cómo pueden imponernos su camisa de fuerza si no queremos, si hemos luchado como han luchado todos los pueblos de América Latina por ser inde pendientes, por ser soberanos? Se habla de que hay que aplicar esa fórmula. Estoy hablando de las intenciones imperialistas, no de las intenciones de los gobernantes reunidos allí en la cumbre, en Miami, porque fue el lugar que escogieron las autoridades norteamericanas, el día que les pareció conveniente, con la agenda que les pareció más conveniente, sin consultar con nadie más, y era lógico que tuvieran que asistir y asistieran, porque tienen muchos intereses vinculados a los recursos y al poderío económico, tecnológico y político de Estados Unidos, y fueron. Hasta nosotros habríamos tenido que ir, si nos invitan. Ya lo dije una vez: Vamos allí encantados de la vida, para que no se vaya a imaginar la mafia fascista de los extremistas de derecha que vamos a tener miedo de ir allá a Miami.

Hasta nosotros hubiéramos tenido que ir, y habría sido, cuando menos, una prueba de pluralismo político, una prueba de democracia política. Cuba excluida; muy bien –como les respondí a algunos periodistas mexicanos–, muy honrados. Dije también que éramos los últimos rebeldes y que aquella no era una cumbre de rebeldes; pero tampoco esto es peyorativo para los gobernantes que estuvieron allí, de muchos de los cuales tenemos noticias que mantuvieron una posición muy digna, porque había algunos –y no quiero mencionar nombre, porque no quiero ni siquiera mancillar la elegancia o la pureza de esta sala– que eran partidarios de que se discutiera lo de Cuba, condenaran a Cuba y fusilaran a Cuba. Sí, porque algunos –al parecer– sueñan con el fusilamiento de Cuba, lo que ocurre es que, si difícil fue fusilar 8 estudiantes de medicina en 1871, difícil va a ser fusilar 80.000 estudiantes o 800.000 estudiantes, y difícil será fusilar 8 millones de cubanos que, además, no estarán desarmados. Alguno dijo por allí que cierta gente pretendía aplicarnos a nosotros la fórmula haitiana. Es como ir a jugar pelota en el polo norte, o allá por el sur, no sé dónde, porque, en realidad, creo que no alcanzan todos los mercenarios del mundo para aplicarnos la fórmula haitiana. Debemos advertir, sin embargo, que anda en boga la filosofía de que la soberanía no es tan importante, que es más importante lo que ellos llaman democracia y derechos humanos, como si pudiera haber democracia o derechos humanos sin independencia y sin soberanía; y elaboran las teorías y se escucha más de una voz hablando en un sentido casi peyorativo de los principios de la soberanía.

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Les decía que, aun dentro de esa atmósfera que quiso crear la mafia fascista y dentro de lo que podía esperarse de una reunión en Miami, tenemos noticias de numerosos presidentes latinoamericanos –esencialmente los de México, Colombia y Brasil– que tuvieron una excelente actitud, oponiéndose resueltamente a todo intento de juzgar a Cuba y condenar a Cuba que estaba, además, ausente; y no solo estos presidentes, sino otros destacados dirigentes latinoamericanos y, como regla, los dirigentes del Caribe tuvieron una actitud firme, valiente, resuelta, y la conspiración de algunos elementos fracasó totalmente, por lo que había gran decepción entre los integrantes de la mafia y por parte de otros. No se habría acabado allí con Cuba, no hay duda de que había más de una gente cuerda en esa reunión. Podríamos añadir, incluso, si se quiere, que la parte norteamericana no puso mucho énfasis en esta cuestión, y no podríamos decir que estuvo allí agitando para que se juzgara y condenara a Cuba, independientemente de la estrategia imperialista, que es muy clara, y esa estrategia se encamina hacia el establecimiento del principio de intervención, principio que aplicó a lo largo de este siglo muchas veces; pero en estas circunstancias pretende aplicar, como un principio institucional, el derecho a intervenir en los países de América Latina para aplicar el régimen político y económico que considere conveniente Estados Unidos, y eso es realmente peligroso para todos los países de América Latina. Eso explica por qué no quieren que militares revolucio narios, como Hugo Chávez, visiten a Estados Unidos; ellos no quieren ni pueden querer oír hablar de eso, por una razón muy sencilla: corrientes militares revolucionarias bolivarianas como la que representa Hugo Chávez, son algo que puede ser verdaderamente preocupante para los intereses imperialistas.

Es también por eso que quieren liquidar los ejércitos nacionales latinoamericanos. Ellos no hablan de liquidar el ejército norteamericano ni de reducir el ejército norteamericano; al contrario, se gastan casi 300.000 millones de dólares anuales, después que dicen que se acabó la guerra fría, en la esfera militar, y cada día fabrican más armas, y más sofisticadas, mientras por otro lado quieren convertir a los ejércitos latinoamericanos en policías para defender sus intereses y resolver los problemas que les preocupan a ellos. Por eso la idea de militares revolucionarios es algo que les choca extraordinariamente. No se trata de militares represivos, no se trata de militares dispuestos a mantener el orden y defender los intereses del imperialismo, se trata de militares revolucionarios, y ese ejemplo les tiene que preocupar mucho y por eso quisieran, incluso, desaparecer los ejércitos en América Latina, para que no haya la menor posibilidad de resistencia o de fuerzas capaces de luchar. Esos ejércitos los utilizaron durante muchos años como instrumento de su dominio y, sin embargo, ahora les temen, porque saben que hay en esos ejércitos un potencial patriótico, un potencial de hombres dispuestos a defender la soberanía de sus países; no todos son iguales, no todos tienen exactamente las mismas tradiciones. Pero cuando se habla entre militares latinoamericanos de revivir las ideas de Bolívar, como de revivir las ideas de Martí –que ellos conocen muy bien–, eso se convierte en un motivo de profunda preocupación; cuando se habla de unidad latinoamericana, de verdadera identidad latinoamericana y del Caribe, y de crear una fuerza o –como decía Hugo Chávez– una nación o un Estado o una federación, una fuerza unida como la que quisieron los fundadores, como la que quisieron Bolívar,

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San Martín y Martí –él mencionaba el movimiento de oficiales artiguistas, mencionaba el ejemplo peruano, mencionaba el ejemplo de Panamá–, esas ideas son realmente la antítesis de las ideas de la cumbre de Miami. Sobre esa cumbre han estado llegando un montón de no ticias y de papeles. Es imposible digerir en 48 horas todos los papeles que han llegado de esa cumbre: está un discurso inicial del presidente de Estados Unidos, que fue para el público norteamericano, indiscutiblemente, no hablaba para América Latina; está un montón de documentos preparados de antemano y bastante edulcorados. Al principio no pensaban incluir algunas cosas como las cuestiones migratorias, la proposición 187, la deuda externa y otros problemas, e incuestionablemente las presiones de los latinoamericanos y caribeños obligaron a incluir algunos de esos temas en los documentos finales de la cumbre de Miami. Hay cierto momento en que uno se queda medio asombrado: ¿Dónde fue esa cumbre, en Miami o en el Leningrado de los tiempos de Lenin y de la Revolución de Octubre? Porque el dulce, de todas maneras, abunda en esos papeles, de modo que no queda ninguna duda de que quienes los redactaron son expertos azucareros; sabor de azúcar, pero nada más sabor de azúcar, creo que de sacarosa ni de glucosa tienen nada, pero sí mucho de sacarina, de esas cosas en que el dulce no constituye más que una ilusión, una sensación, y para no engordar –desde luego, no hay ningún interés de que engorden los caribeños y los latinoamericanos–, mucho dulce o mucho sabor a dulce. Si nosotros hacemos un congreso del Partido, muchos de los temas de la cumbre de Miami estarían ahí.

Empiezan, desde luego, por dos temas políticos, fundamentalmente; hablan de la democracia, de la promoción de la democracia. Hay que aplaudirlo, porque precisamente lo que hay que promover es la democracia –ya Hugo Chávez nos habló de algunos tipos de democracia que él ha conocido y sus opiniones sobre eso–. Pero quien conoce la historia de este siglo, quien conoce la historia de este siglo hasta ahora, hasta hace unos días, pensar en la promoción de la democracia por parte de Estados Unidos es una cosa fabulosa, es de leyenda, cuando ese país ha colmado a este continente de intervenciones; si a los países los intervenían hasta por una deuda de 20 millones de dólares, y eso le pasó a Haití, eso le pasó a Santo Domingo, eso le pasó a Nicaragua, no se sabe a cuán tagente; a Cuba también, pero aquí tenían, además, el derecho constitucional, y lo que quiere establecer Estados Unidos ahora para toda la América Latina es una especie de Enmienda Platt, derecho de intervención institucionalizada. Todos saben lo que ha pasado en Centroamérica, en el Caribe, en Sudamérica, el apoyo de ese país, no en este hemisferio, sino en el mundo, a lo largo de este siglo, a los gobiernos más represivos y más crueles que han existido. Cualquiera que analice la tradición de la conducta de Estados Unidos en este hemisferio puede aplaudir, realmente, que digan que van a promover la democracia, porque apoyaron, mantuvieron y sostuvieron gobiernos de terratenientes, de oligarcas y tiranías feroces, crueles, sangrientas, hasta hoy. ¿Cómo se puede olvidar lo que ocurrió en Guatemala –creo que fue el mismo año en que nació Chávez, nosotros estábamos presos, creo que fue en 1954–, cuando se produce aquel especie de Girón, pero que tiene éxito en Guatemala; derrocan al

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gobierno de Arbenz, aparece un tal Castillo de Armas, un ejército mercenario? ¿Saben que después de eso, durante casi 40 años, en Guatemala no hubo presos políticos? Esa categoría no existía, en Guatemala solo había desaparecidos y muertos, pero principalmente desaparecidos, no presos políticos, y desaparecieron a más de 100.000 personas. Estoy citando un ejemplo de un país muy bien representado en la cumbre de Miami, porque todavía están los revolucionarios luchando allí en Guatemala. Y todo el mundo sabe lo que pasó en Nicaragua, quién puso a los Somoza allí, quién los mantuvo durante tanto tiempo, quién armó a los gobiernos tiránicos en El Salvador y quién apoyó a sus tropas y a los escuadrones de la muerte con un río de armas sofisticadas, de dinero, de entrenamiento, de todo, para aplastar el movimiento revolucionario. Más de 50.000 vidas se perdieron. ¿Quién ignora lo que pasó en Honduras? ¿Quién olvida que ya antes a México le habían quitado más de la mitad del territorio y lo intervinieron más de una vez en los años de la revolución mexicana, la historia del canal de Panamá y de los gobiernos panameños hasta que llegó Torrijos? ¿Quién puede olvidar lo que pasó en todas partes, la alianza de ese país en todas partes con los peores gobiernos del continente? ¿Quién puede olvidar -lo tengo que repetir una vez más– lo que pasó en Chile y sus miles de muertos y desaparecidos, quién apoyó a los militares, quién les dio recursos, quién les dio entrenamiento, armas, todo; lo que pasó en Brasil, lo que pasó en Uruguay, lo que pasó en Argentina? Entre 15.000 y 30.000 desaparecidos en este último país y no hay prácticamente nadie preso en ninguno de los lugares mencionados, por los más atroces crímenes que se han cometido. Y no quiero salirme de la frontera de este hemisferio, para recordar la forma en que promovió la democracia Estados Unidos

en este continente, y ese es uno de los grandes pasteles que allí ofrecían: la promoción de la democracia, y, luego, la promoción de los derechos humanos. Estos fueron los responsables, los entrenadores; fueron precisamente los organismos especializados de Estados Unidos quienes entrenaron a los torturadores en este hemisferio, les enseñaron las técnicas más sofisticadas para hacer sufrir a las personas, y esos métodos de tortura se han aplicado contra millones de personas. En muchos países de nuestra América sabemos la existencia de fenómenos, como los escuadrones de la muerte, los desaparecidos. No sé cuántos países habrá en América Latina sin desaparecidos; lo que nadie podría decir que en Cuba en más de 35 años de Revolución haya habido un solo desaparecido, un solo asesinato político. Y son millones entre torturados, asesinados, desaparecidos, escuadrones de la muerte para combatir dicen que el delito; decenas de millones de niños en las calles, que no tienen familia y pidiendo limosnas, a pesar de la enorme riqueza de estos países de América Latina y que no están bloqueados como estamos nosotros, contra los cuales no hay una guerra económica como la que se aplica contra Cuba. Empezando por ahí y continúa. Los derechos de las poblaciones indígenas, la protección, el apoyo a las poblaciones indígenas. Y allí se habla de los indígenas, se puede decir, casi como de una reliquia. Claro, Estados Unidos se puede comprometer muchísimo a apoyar a los indígenas de Estados Unidos y firmar veinte acuerdos sobre eso, por una sencillísima razón: ya no hay indígenas en Estados Unidos, hace mucho rato que acabaron con ellos y quedan unos cuantos en las reservaciones, que les dan algún dinero para que vivan borrachos o como puedan; lo que han llevado es el vicio, las drogas y todo eso a las reservaciones, una de las cosas más crueles de

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la historia. Y eso pasó en más de un país. Hay otros países de América Latina que sí tienen poblaciones indígenas numerosas y hasta mayoritarias. Pero podemos decir que el indígena no es un subproducto de este hemisferio, tal como lo tratan; el indígena estaba en este hemisferio, y lo que queda de la población indígena y lo que sufre la población indígena es subproducto del colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo. Bueno, puede haber un programa de protección a la población indígena; programa de acción para la protección de la mujer, para que tenga tales derechos y más cuales; programa de lucha contra la corrupción; programa de lucha contra el desempleo, y se habla de lucha, además, contra el analfabetismo, contra la insalubridad, contra el narcotráfico, contra el lavado de dinero producto de las drogas y de otros delitos, porque el dinero que lavan viene de todas partes, desde el que se roban allí en camiones del tesoro público y de los negocios públicos hasta el dinero del narcotráfico. Podían añadir más cosas: la lucha contra el comercio de órganos, la lucha contra la prostitución y la prostitución infantil, la lucha contra el juego, la lucha contra la falta de tierra que sufren los campesinos de este hemisferio. No está todo. Sí mencionan la lucha por el medio ambiente y la defensa del medio ambiente. Pero la pregunta que nosotros nos hacemos es la siguiente: ¿Dónde están las causas de todos esos fenómenos que mencionan y cómo puede hablarse de todo eso sin hablar de las causas que los originan? ¿Cuál es la causa de la pobreza, del desempleo, de las drogas, de la discriminación del indio, de la discriminación del negro, de la discriminación de la mujer, de la discriminación de las minorías? ¿Dónde está la causa de todo eso, de la pobreza, del hambre, del desempleo, de la carencia de

recursos elementales? No hay que descubrir nada, todo el mundo sabe que el capitalismo es la causa de todo eso. Todo el mundo sabe que el colonialismo y el imperialismo es la causa de todo eso. ¿Cómo van a venir con ese dulce disfrazado, o esas teorías disfrazadas de dulce, a convencer a millones, a cientos de millones de hombres y mujeres en este hemisferio de que en tanto exista la explotación capitalista, en tanto exista el neocolonialismo y en tanto exista el imperialismo, esos fenómenos pueden desaparecer? Es un engaño colosal increíble. Y así se trata a nuestros pueblos, de verdad que es tratarlos con absoluto desprecio. Pero el que está detrás de todo esto es el imperio reordenando el mundo, es el imperio reordenando la economía mundial y la economía regional, es el imperio convirtiendo en policías a los ejércitos, es el imperio tratando de destruir los mecanismos de defensa, es el imperio tratando de instituir a nivel continental la Enmienda Platt. Hay muchos gobiernos latinoamericanos de los que estaban allí que tienen conciencia plena de los peligros que significa toda esa política y, además, tienen conciencia plena de las veces que ha sido engañado este hemisferio, de las veces que han sido engañados nuestros pueblos. Pero ahora la intención es más leonina, porque dentro de los planes de acción están una serie de cuestiones que se refieren al campo económico: la lucha por la reducción total de aranceles y de medidas de protección para las economías latinoamericanas, la lucha por la libertad absoluta de inversión sin control ninguno por parte de los Estados, la lucha por los movimientos de capitales en forma absolutamente libre. Sociedad para la prosperidad entre el millonario y los pordioseros, el millonario recibirá lo mejor y los pordioseros van a recibir las sobras –no digo las obras, sino las sobras–; porque, al fin y al cabo, con esa sociedad para

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la prosperidad que se propone, ¿quién va a competir en este hemisferio cuando desaparezcan los aranceles y las medidas de protección para las economías que tradicionalmente han aplicado nuestros países, que han aplicado todos los países del mundo y aplicó Inglaterra, incluso, cuando era campeona del libre cambio, y aplicó Estados Unidos a lo largo de toda su historia mientras se desarrollaban? Ahora les proponen a los pordioseros suprimir todas las barreras, todos los mecanismos de defensa de sus economías. ¿Qué quedará en manos de los latinoamericanos? Son fenómenos, desde luego, nuevos. Ni siquiera los economistas han tenido tiempo de meditar, ni de filosofar, ni de analizar a fondo este tipo de problemas, pero hay que preguntarse muy seriamente cuáles van a ser las consecuencias. Las empresas norteamericanas se van a quedar con todas las actividades económicas fundamentales, y no habrá quien pueda oponerse. Se harán dueñas de las telecomunicaciones, se harán dueñas de las líneas aéreas, se harán dueñas de las líneas portuarias, se harán dueñas de todos los bancos, se harán dueñas de todas las casas de seguros, se harán dueñas de todas las empresas crediticias, de las grandes cadenas de tiendas y el comercio al por mayor; se harán dueñas de la electrónica, de la química y la petroquímica, de la biotecnología, de la industria farmacéutica, de todas las ramas de vanguardia, nadie podrá competir con ellas. Y esto es demasiado trascendente como para que se pueda dejar pasar así, sin meditar siquiera acerca de las terribles consecuencias de todas las medidas que les están proponiendo a los latinoamericanos, porque van a tener que luchar, dentro de esa sociedad para la prosperidad, en condiciones de una desventaja absoluta y total.

Ese es el destino que va a esperar a los latinoamericanos. Y yo exhorto, realmente, a los compañeros investigadores, a los científicos, a que profundicen y mediten sobre las consecuencias de todas estas medidas que les están proponiendo a los latinoamericanos y este plan de acción que piensan llevar adelante. Aun en medio de las inseguridades de la política, el imperio es el mismo, con un partido u otro partido; a veces hay algunos más moderados, otras veces menos moderados, pero el imperio es el mismo y el imperio defiende sus intereses. Dicen que se está creando un mercado para 850 millones de personas, sí, donde van a comer 250 millones y los otros van a pasar hambre. Toda esa mercancía teórica la están vendiendo a bajos precios, en el momento de crisis del movimiento revolucionario mundial, después de la catástrofe del campo socialista y de la desaparición de la Unión Soviética, cuando Estados Unidos ejer ce un poder tremendo y está cocinando el mundo del futuro. Ellos mismos han sido los que han destruido prácticamente la naturaleza, los que han envenenado el medio am biente, ¡ellos!; los que han acabado con los bosques, los que han saturado de bióxido de carbono la atmósfera, han envenenado los ríos y los mares con sus sociedades de consumo. Ellos son los que han creado esos modelos que quieren ahora universalizar, y todo eso que han hecho es incompatible con los más elementales derechos humanos del hombre, y todas esas cosas de que hablan y programas para combatirlas, cons tituyen verdaderos imposibles. Y no hemos mencionado a África, ni hemos mencionado otras partes del mundo; nos limitamos a la situación de América Latina donde, a mi juicio, tenemos que prestar especial atención, fundamentalmente, nuestro país, amenazado por todas esas

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teorías que intentan barrer la soberanía, amenazado por esas teorías que intentan tragarse, devorarse los recur sos materiales y humanos de este hemisferio. Es en este contexto, precisamente, en el que nosotros analizamos la importancia de que haya muchos hombres como Hugo Chávez en nuestros sufridos países. Y estoy seguro de que habrá muchos hombres como Hugo Chávez, porque las ideas surgen de las realidades; sus ideas surgieron de las realidades que estaban viviendo, enraizadas en el pensamiento de los fundadores de la independencia de los países de América Latina, los que nacieron hace 200 años, o los que nacieron cuando nació Martí, hace menos tiempo. Martí nace 23 años después de la muerte de Bolívar, pero se empató; se van empatando las generaciones de revolucionarios, las generaciones de luchadores. Y de estas condiciones, de estas realidades nacerá el vivero de ideas y de combatientes, porque millones de hombres y mujeres no se van a cruzar de brazos; y nosotros sabemos lo que está pasan do en América Latina, porque aquí vienen muchos visitantes y hay muchos congresos y reuniones. Hoy la televisión hablaba de que en febrero habría una reunión de alrededor de 6.000 pedagogos, y cuando aquí se reúnen los pedagogos nosotros escuchamos lo que dice cada uno de ellos, que no tienen recursos, que no tienen material, que no tienen presupuesto. Cuando se reúnen los médicos dicen lo mismo. ¿Quién sino el capitalismo y quién sino el neoliberalismo, han venido a agravar de una manera terrible la situación de la salud y de la educación? y estos nos hablan ahora de salud y educación para el año 2000 o 2005. Una buena prueba de lo que son las cosas es que para el 2005 se proponen lograr los niveles de educación que Cuba

logró hace más de 20 años, y los niveles de salud que no se sabe cuánto tiempo hace que Cuba logró. La desaparición de la discriminación de la mujer en nuestro país no se sabe cuánto tiempo hace que se logró, el tiempo que hemos luchado y cuánto tiempo hace que nosotros le dimos una tremenda batida a esa discriminación que existía contra la mujer, a la discriminación que existía contra el negro; el esfuerzo que hicimos contra el desempleo, contra la pobreza, por mejorar las condiciones de vida del pueblo; cómo en nuestro país no hay problema de lavado de dinero. En nuestro país no hay problemas de drogas, en nuestro país no hay problemas de juego. En nuestro país hay muy pocos de los problemas que mencionan en esos planes de acción. En nuestro país no hay campesinos sin tierra, porque lo que estamos es buscando gen te para que vaya para la tierra, ya que casi todo el mundo se fue para las ciudades. Prácticamente ninguno de los problemas sociales que se mencionan allí existen en Cuba, hace rato que no existen y ni siquiera existen ahora, en período especial. ¿Y a qué país excluyeron? A ese país, un país que, como hemos dicho otras veces, tiene el más alto número de médicos per cápita en el mundo, el más alto número de profesores y maes tros per cápita en el mundo, el más alto número de instructo res de arte en el mundo, el más alto número de instructores de educación física y deportes en el mundo. Si seguimos y analizamos el per cápita que tenemos en profesionales universitarios y en técnicos, la conclusión a que llegaríamos es que tenemos demasiados. Nosotros los retamos, retamos a ese capitalismo y a ese neoliberalismo a que en 30 años logren en América Latina esos niveles de que estoy hablando, porque no los tienen ni siquiera en Estados Unidos. Y me pregunto cómo van a resolver estos problemas,

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el narcotráfico, si el narcotráfico forma parte del neoliberalismo y obedece a las leyes de la oferta y la demanda, a las leyes del mercado, esas leyes sacrosantas del capitalismo; ¿cómo van a evitar los lavados de dinero y cómo van a evitar la corrupción? Son a ellos los que la corrupción va a evitar, es a la inversa; no son ellos los que van a evitar la corrupción, es la corrupción la que los va a seguir evitando a ellos, porque es un fenómeno generalizado e inseparable del capitalismo. Ya ahorita hablarán hasta de una policía anticorruptiva, porque ya hablan de unos acuerdos internacionales para buscar por dónde sale el dinero, por dónde entra, que es como averiguar por dónde le entra el agua al coco; no acabarán jamás ni con la corrupción, ni con el lavado de dinero. Todos esos son sueños, todos esos son dulces para venir, quizás, dentro de 10 años, a hacernos otros cuentos semejantes. Yo les decía que aquí viene mucha gente de América Latina y todos dicen lo mismo, todos, de todos los sectores. El neoliberalismo ha acabado con los recursos sociales, les ha quitado todo; y todo lo han privatizado, todo lo han vendido; y la deuda externa no disminuye, sino que crece; y el dinero que les pagaron por todo lo que vendieron ya lo gastaron, y lo gastaron, en parte, en pagar deudas. El tiempo dirá si dentro de esa concepción y si dentro de ese sistema se pueden resolver los problemas sociales de que se habla y se puede llevar a cabo ese plan de acciones. Y este es un pensamiento casi unánime de los latinoamericanos que vienen aquí, y ustedes tienen muchos contactos con ellos; con los profesionales de todas clases y con los científicos. No hay ningún apoyo a la ciencia y, si yo menciono la ciencia, podríamos decir que nuestro país tiene también un per cápita de científicos entre los más altos del mundo.

Nosotros hablamos con todos esos visitantes y nos dicen lo mismo, tienen las mismas preocupaciones. ¿Qué de extraño tiene que surjan movimientos revolucionarios y movimientos patrióticos en América Latina y que surjan también entre los militares? Bueno, son venezolanos los que han levantado esas banderas, ellos son los que están más cerca de Bolívar y de la historia de Bolívar. Antes no se podía hablar de Marx porque metían preso al que hablara de Marx; ni de Engels ni de Lenin. Me acuerdo cuando me estaban juzgando en el Moncada, me acusaron de una cosa terrible: ¡tenía un libro de Lenin!, y allí el fiscal me sacó: «Usted tenía un libro de Lenin.» Y yo –para no repetir exactamente lo que dije, aunque no dije ninguna mala palabra– le contesté: «Sí, lo tengo y que el que no lo tenga es un imbécil», pero con rabia se lo dije. Un libro se convertía en un delito. Ahora, por lo que cuenta Hugo Chávez, hay lugares en que ya no se puede hablar de Bolívar, y puede llegar un momento en que hablar de Bolívar, de Miranda, de Sucre, de Martí y de Torrijos se convierta en una especie de delito, porque esos son los delitos de esta época, y las ideas que ellos representan es la revolución de esta época. Si aquí hablamos de la cubanía, con motivo de la presencia de Hugo Chávez podemos hablar de la «latinoamericanía», porque son las ideas y los principios que nos corresponde defender hoy más que nunca. Y claro está que si se llevan consecuentemente las ideas de Bolívar y Martí, se concluirá siempre en el fin de la injusticia, en el fin de la explotación; se concluirá siempre en la necesidad desesperada de justicia social que tienen nuestros pueblos; se concluirá siempre en que solo la revolución que ponga fin a todas

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esas injusticias, solo la revolución que ponga fin a esos sistemas, más tarde o más temprano, será la que resuelva los problemas sociales de nuestros pueblos. Cada cual lo llamará de una forma o de otra. Nosotros es bien sabido que lo llamamos socialismo; pero si me dicen: «Eso es bolivarismo», diría: «Estoy to talmente de acuerdo». Si me dicen: «Eso se llama martianismo», diría: «Estoy totalmente de acuerdo». Pero algo más, si me dicen: «Eso se llama cristianismo», yo diría: «¡Estoy totalmente de acuerdo!». Nos sentimos muy honrados con su presencia esta noche, Comandante y Teniente Coronel; Comandante en Jefe del Movimiento Revolucionario Bolivariano que nos habla de tales ideas, que nos habla de reunirse para preparar un congreso anfictiónico, un segundo congreso, un tercer congreso. Esas son las ideas de esta época, ese es el antimperialismo de esta época, y eso nos hace sentir la necesidad de Bolívar y de Martí más que nunca. ¡Vivan las ideas de Bolívar! ¡Vivan las ideas de Martí!

En horas de la tarde del 14 de diciembre de 2004, Fidel impone a Chávez la Orden Carlos Manuel de Céspedes. 48


Durante la firma de la «Declaración Conjunta» y el «Acuerdo entre el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y el Presidente del Consejo de Estado de Cuba, para la aplicación de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA)».

Al momento de despedirse, en la antesala del Aeropuerto Internacional José Martí. Aproximadamente a las 10:00 am.


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Ministerio del Poder Popular para la Comunicaciรณn y la Informaciรณn

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