Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres, volumen 3, 2015 Web: http://www2.ual.es/raudem
Directora María Elena Jaime de Pablos (Univ. Almería)
Secretaria Milagro Martín Clavijo (Univ. Salamanca)
Consejo de Redacción Ángeles Arjona Garrido (Univ. Almería) Fátima Ballesteros Sastre (Univ. Sevilla) Paula Blanco-Houston (Univ. Almería) Virginia Carrera Garrosa (Univ. Salamanca) Ana María Díaz Marcos (Univ. Connecticut, Estados Unidos) Beatriz Domínguez García (Univ. Huelva) Concha Fernández Soto (Univ. Almería) Estela González de Sande (Univ. Oviedo) Mercedes González de Sande (Univ. Oviedo) Yaiza González Serrano (Univ. Almería) Yolanda Jover Silvestre (Univ. Almería) Alejandra Moreno Álvarez (Univ. Oviedo) María Isabel Romero Ruiz (Univ. Málaga) Nadia Safi (Univ. Granada) Olga Torres Diaz (Univ. Sevilla) Pilar Villar Argáiz (Univ. Granada) Laura Viñuela Suárez (Univ. Oviedo)
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Comité Científico
María Ángeles Alcedo Rodríguez (Univ.
Tomasa
Oviedo)
Valladolid)
Mercedes Arriaga Flórez (Univ. Sevilla)
María Esther Martínez Quinteiro (Univ.
María
Salamanca)
Caballero
Wanguemert
(Univ.
Luengo
Rodríguez
(Univ.
Sevilla)
Leonor Graciela Natansohn (Univ. Federal
María Montserrat Cabré i Pairet (Univ.
da Bahia-UFBA, Brasil)
Cantabria)
Marceline Naudi (Univ. Malta, Malta)
Antonella Cagnolati (Univ. Foggia, Italia)
Katherine O’Donnell (U.C.D., Irlanda)
Rosa Cid López (Univ. Oviedo)
Cécile Oumhani (Univ. Paris-Est Créteil,
Rosa Cobo Bedía (Univ. Coruña)
Francia)
Pilar Cuder Domínguez (Univ. Huelva)
Joanna Partyka (Univ. Warszawski, Polonia)
Biagio D’Angelo (Pontificia Univ. Católica
Mary Pierse (U.C.C., Irlanda)
do Rio Grande do Sul-PUCRS, Brasil)
Andrés Pociña Pérez (Univ. Granada)
Teresa del Valle (Univ. País Vasco)
María Rosal Nadales (Univ. Córdoba)
Yolanda Fontanil Gómez (Univ. Oviedo)
Ana Rubio Castro (Univ. Granada)
Helen Freear-Papio (College of the Holy
Marta Segarra (Univ. Barcelona)
Cross, Worcester, Massachusetts, Estados
Mª Socorro Suárez Lafuente (Univ. Oviedo)
Unidos)
Susie Tharu (EFL Univ. Hyderabad, India)
Elizabeth Grubgeld (Oklahoma State Univ.
Amelia Valcárcel (UNED)
Estados Unidos) Susana Guerrero Salazar (Univ. Málaga) Ana Iriarte Goñi (Univ. País Vasco)
Gemma Vicente Arregui (Univ. Sevilla) Remedios Zafra Alcaraz (Univ. de Sevilla) Rawdha Zaouchi-Razgallah (Univ.
Aurora López López (Univ. Granada)
Cartagine ISLT, Túnez)
Miguel Lorente Acosta (Univ. Granada)
Zosi Zografidou (Univ. Aristotele de Tesalónica, Grecia)
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Evaluadores/as Externos/as para este volumen
Abdullah Al Amar (Univ. Jordania, Jordania)
Lorena Grigoletto (Univ. Federico II, Italia)
Angela Articoni (Univ. Foggia, Italia)
Karín Guillermina Chirinos Bravo (Univ. degli Studi di Roma Tre, Italia)
Alexandra Astudillo Figueroa (Univ. San Francisco de Quito, Ecuador)
Renia López (Univ. Huddersfield, Reino Unido)
Angelo Azzilonna (Univ. Salamanca)
Isabel López Cirugeda (Univ. Castilla y La Mancha)
Olga Blázquez Sánchez (Univ. Autónoma de Madrid)
Trinis Antonietta Messina Fajardo (Univ. Enna “Kore”, Italia)
Mauro Canova (Univ. Genova, Italia) Rocío Carrasco Carrasco (Univ. Huelva)
Mª Angustias Martos Calabrús (Univ. Almería)
Juan Carlos Checa Olmos (Univ. Almería)
Laura Monrós Gaspar (Univ. Valencia)
Mª Consuelo de Frutos Martínez (Univ. Santiago de Compostela)
Rosa Muñoz Luna (Univ. Málaga)
Delio De Martino (Univ. Bari, Italia)
Matteo Re (Univ. Rey Juan Carlos de Madrid)
Elena Diez Jorge (Univ. Granada) Gloria Espinosa Spinola (Univ. Almería)
Dolores Rodríguez Martínez (Univ. Almería)
Juan Sebastián Fernández Prados (Univ. Almería)
Inés Rodríguez Gómez (Univ. Valencia)
Nicola Florio (Univ. Salamanca)
Mario Rossi (Univer. Viena, Austria)
María del Carmen García Aguilar (Univ. Autónoma de Puebla, Méjico)
Beatriz Saavedra Gastélum (Univ. México D.F, Méjico)
Mónica García Aguilar (Univ. Granada)
Irene Scappuddu (Univ. Sassari, Italia)
Coral García Rodríguez (Univ. Florencia, Italia)
Rosa Mª Soriano Miras (Univ. Granada)
Marina Romero Frías (Univ. Sassari, Italia)
Lidia Taillefer de Haya (Univ. Málaga) Teresa Gil García (Univ. Complutense de Madrid)
Mª Gracia Torres Díaz (Univ. Málaga)
Isabel Esther González Alarcón (Univ. Almería)
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Presentación
Raudem, Revista de la Asociación Universitaria de Estudios de las Mujeres, es una publicación científica que se edita en formato digital con periodicidad anual. Se dirige a la comunidad académica internacional, así como a un público más amplio interesado en los Estudios de las Mujeres, los Estudios Feministas y los Estudios de Género. Dado que pretende ser un foro internacional para la investigación y el desarrollo de estos campos de conocimiento, permite el envío de contribuciones en español, inglés e italiano. Estructurada en cuatro secciones: “Artículos”, “Entrevistas”, “Literatura escrita por Mujeres” y “Reseñas”, Raudem se plantea un doble propósito: difundir trabajos de investigación y análisis crítico vinculados a distintas disciplinas (Antropología, Arte, Derecho, Educación, Filosofía, Historia, Lingüística, Literatura, Nuevas Tecnologías, Psicología, Salud, Sexualidad, Sociología, etc.) y visibilizar las manifestaciones literarias de escritoras, tanto emergentes como consagradas, de diferentes países. La selección de los artículos se efectúa a través de un proceso de revisión de “doble ciego” en el que intervienen dos evaluadores/as externos/as que fundamentan su informe en criterios de originalidad, pertinencia, rigor científico, profundidad en el análisis, actualización de la bibliografía, organización de los contenidos y uso correcto de la lengua. ISSN 2340-9630. Número de depósito legal: AL 1187-2013. © Copyright de todos los artículos. Dirección Técnica: Universidad de Almería, Edf. C de Humanidades (despacho 2. 1. 2), Ctra. Sacramento s/n, La Cañada de San Urbano, 04120 Almería. Teléfono: 950015391.
raudem@ual.es.
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RAUDEM REVISTA DE ESTUDIOS DE LAS MUJERES ISSN: 2340-9630 VOL. 3, 2015
ÍNDICE ARTÍCULOS TERESA DE CEPEDA Y AHUMADA. UNA VIDA DE AMOR Y TRANSGRESIÓN EN UN MUNDO DE VIOLENCIAS María Teresa Arias Bautista 1-23 LEONA ENTRE LAS LEONAS, TRADICIÓN ESCRITURAL FEMENINA: AMOR, LIBERTAD Y PALABRAS Lilia Granillo Vázquez y Liliana Fort Chávez 24-48 LA MOVILIZACIÓN DE LAS MUJERES PALESTINAS: DE LOS ANALES A LA “REBELIÓN DE LAS PIEDRAS” Alberto Benjamín López 49-58 ENTRE ROMANTICISMO, ANTIESCLAVISMO Y ESPIRITUALIDAD: LOS ECOS FEMINISTAS TRANSCULTURALES DE SAB DE GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA EN THE BONDWOMAN’S NARRATIVE DE HANNAH CRAFTS Vicent Cucarella Ramon 59-86 THE RECEPTION OF MONTAGU’S AND BARBAULD’S WORKS IN THE WESTMINSTER MAGAZINE Mónica Amenedo Costa 87-100 LAND DREAMING: IDENTIDADES Y ARRAIGO EN LA ESCRITURA DE SHARON BLACKIE Y PAT MORA Carmen García Navarro 101-116 EDUCATIONAL ATTAINMENT IN THE SOUTH ASIAN DIASPORA: REPRESENTATION OF GENDER CONFLICTS IN GURINDER CHADHA AND MIRA NAIR’S FILMS Jorge Diego Sánchez 117-135
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ANIME ADAPTANDO (Y COMPLEMENTANDO) ALTA SUFRIMIENTO DE “LA DAMA DE LA SEXTA AVENIDA” Antonio Míguez Santa Cruz
LITERATURA.
EL
136-156
LOCURAS DETECTIVESCAS EN LA DETECTIVE MIOPE DE ROSA RIBÁS Marina Bettaglio 157-170 NAHUI OLIN: UNA MIRADA LÚCIDA Rocío Luque
171-182
LA EDUCACIÓN DE NIÑAS AMUZGOS EN EL ESTADO DE OAXACA (MÉXICO) Anita Gramigna 183-204 A SCUOLA DI PARI OPPORTUNITÀ. IL SISTEMA SCOLASTICO: UN CIRCUITO DECISIVO –MA TRASCURATO– PER EDUCARE AL RISPETTO DELL’IDENTITÀ E DELLA DIFFERENZA DI GENERE Elisabetta Musi 205-231 SORELLE DI QUERELLE. POETESSE DELL’ AL-ANDALUS, TROBAIRITZ E POETESSE ITALIANE DEL DUECENTO E TRECENTO Daniele Cerrato 232-251 ROMPERE IL TABÙ: IL TEMA DELL’ABBANDONO DEI FIGLI IN UNA DONNA DI SIBILLA ALERAMO E LA FIGLIA OSCURA DI ELENA FERRANTE Sanja Kobilj Cuic 252-267 LA NARRATIVA DE ELENA FERRANTE: EL DESEQUILIBRIO DE OLGA, UNA MEDEA MODERNA María Reyes Ferrer 268-282 LAS CIRCUNSTANCIAS QUE AFECTAN AL REPARTO DEL DOMÉSTICO EN ESPAÑA DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO María José González Moreno
CONSUMO 283-316
LAS PUBLICACIONES Y LA INVESTIGACIÓN SOBRE MUJERES ARTISTAS EN ESPAÑA Pilar Muñoz López 317-338
ENTREVISTAS: ENTREVISTA A ROSSANA CAMPO Pablo García Valdés
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339-344
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LITERATURA ESCRITA POR MUJERES POESÍA POEMAS DE BEATRIZ SAAVEDRA GASTÉLUM Beatriz Saavedra Gastélum
345-351
RELATO CORTO AMANTE VAMPIRO Cecilia Colón
352-355
LA CONFERENZA Ester Aparo
356-367
RESEÑAS RESEÑA: CONSTANCE DE SALM Y LA MODERNIDAD DE SU DISCURSO FEMINISTA. EPÍSTOLAS Y OTROS ESCRITOS (1767-1845). ÁNGELA MAGDALENA ROMERA PINTOR Milagro Martín Clavijo 368-373 RESEÑA: EL GANSO DE HERMÓGENES. ITHELL COLQUHOUN. EDICIÓN DE VERÓNICA PACHECO. Mª Rocío Cobo Piñero 374-377 RESEÑA: MARISA MADIERI. ESCRITORAS DEL ÉXODO Y DEL EXILIO. PEDRO LUIS LADRÓN DE GUEVARA, M. BELÉN HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, ZOSI ZOGRAFIDOU (EDS.) Fuensanta María Piqueras Casado 378-382 RESEÑA: LA MELA PROIBITA. SAGGI E PENSIERI DI SCRITTRICI DEL NOVECENTO. MARÍA BELÉN HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Y MARÍA GLORIA RÍOS GUARDIOLA (EDS.) Angelo Azzilonna 383-385 RESEÑA: CUATRO OBRAS POLÍTICAMENTE YNCORRECTAS. JUANA ESCABIAS Santiago Ruiz Omeñaca 386-389 RESEÑA: LA RIVA VERDE. ADRIANA ASSINI Sandra Rossetti
390-393
RESEÑA: EL OTOÑO DEL MAR. ESTER APARO. TRAD. MILAGRO MARTÍN CLAVIJO Roberto Trovato 394-399
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TERESA DE CEPEDA Y AHUMADA. UNA VIDA DE AMOR Y TRANSGRESIÓN EN UN MUNDO DE VIOLENCIAS1 María Teresa Arias Bautista2 Teresa de Cepeda y Ahumada. Una vida de amor y transgresión en un tiempo de violencias Resumen: Teresa de Cepeda y Ahumada fue una mujer peculiar y extraordinaria. Su vida y su obra literaria y fundacional ha hecho correr tinta desde su propio tiempo hasta el presente. Mi aportación se centra en tres cuestiones sugerentes y ligadas entre sí: el amor con el que amó, ese sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser, según define la RAE y que ella centró en Dios. En la transgresión, o su capacidad para romper las normas, y, finalmente, en la violencia que la rodeó. Palabras clave: Mujeres, historia, santidad femenina, Santa Teresa, Inquisición, mujeres escritoras. Teresa de Cepeda y Ahumada. A Life of Love and Transgression in a Time of Violence Abstract: Teresa de Cepeda y Ahumada was a peculiar and extraordinary woman. Her life and her literary and foundational work have run ink from her own time to the present. My contribution focuses on three suggestive questions and bound together: the love with which she loved, that intense feeling of the human being, from her own inadequacy, needs and seeks contact and union with another being, as defined by the RAE, and which she focused on God. In the transgression, or her ability to break rules, and finally, in the violence that surrounded her. Key words: Women, history, female holiness, Santa Teresa, Inquisition, women writers.
1. Una vida de amor
En el hervidero de comienzos del siglo XVI, nació Teresa. Corría el 28 de marzo de 1515. Era una etapa dorada en muchos aspectos y oscura en otros; convulsa y contradictoria, donde convivían estrechamente Dios y el demonio (Santa Teresa 2015: 965). El panorama intelectual bullía de nuevas ideas y los más diversos personajes daban cuerpo a una sociedad dinámica y singular. La familia de Teresa era de origen judeo-converso y sobre su abuelo había caído el peso inquisitorial por judaizar. Tuvo que desfilar con los reconciliados durante siete viernes por las iglesias de Toledo, vestido con el sambenito. Sin hundirse por tal
Fecha de recepción: 08/11/2015. Fecha de aceptación: 21/12/2015. Presidenta de la Agrupación Ateneísta de estudios sobre las mujeres “Clara Campoamor”, Madrid; ogigias@hotmail.com. 1 2
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vergüenza y con los medios suficientes para enderezar su vida, obtuvo un favorable pleito de hidalguía en Ciudad Real y la ansiada “limpieza de sangre” con la que comenzó una nueva vida en Ávila (Javierre 2015: 60, 61). Teresa tenía un hermano y una hermana del primer matrimonio de su padre Alonso de Cepeda con Catalina del Peso y Henao, y otras dos hermanas y ocho hermanos del que le unió a su madre, Beatriz Dávila y Ahumada. A todos mostró Teresa un gran amor y resaltó sus cualidades morales y religiosidad, tal vez para ahuyentar el estigma antes señalado. Mercedes Rivera hace hincapié en el amor que Teresa sentía por su madre (Rivera 2015: 17). Ello es cierto, pero no lo es menos que sentía una especial inclinación por su padre (Santa Teresa 2015: 34) y que él le correspondía, siendo su hija favorita (Santa Teresa 2015: 34,38). La relación afectiva entre ambos resulta conmovedora. La hija condujo al padre por el camino de oración que a su juicio era el único y verdadero para llegar a Dios. Alonso se esforzó cuanto pudo en seguirla (Santa Teresa 2015: 55). De su madre, a la que perdió a los doce años, dijo que poseía numerosas virtudes, que le enseñó el amor a los libros y que murió cristianamente (Santa Teresa 2015: 34,36). También que la educó como convenía a una jovencita de su época mostrándole que debía evitar comprometer su honra (Santa Teresa 2015: 37). Tanto su padre como su madre fueron figuras irremplazables en su vida. En uno de sus éxtasis los vio: “Parecíame estar metida en el cielo, y las primeras personas que allá vi fue a mi padre y madre” (Santa Teresa 2015: 207). De sus palabras se deduce que Teresa fue una niña y adolescente que halló en la vida familiar el amor que la preparó para amar. Cuando se alejó de ella fue a costa de una gran conmoción interior que comparó con la muerte:
Cuando salí de casa de mi padre, no creo será más el sentimiento cuando me muera; porque me parece cada hueso se me apartava por sí, que, como no havía amor de Dios que quitase el amor del padre y los parientes, era todo haciéndome una fuerza
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tan grande que, si el Señor no me ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante. (Santa Teresa 2015: 41)
Igual sentimiento mostró cuando cuidó a su padre enfermo: “En este tiempo dio mi padre la enfermedad... pareciéndome se arrancaba mi alma cuando vía acabar su vida, porque le quería mucho”. (Santa Teresa 2015: 56,57) Un gran amor prodigará a sus hermanas y hermanos, sobrinas y sobrinos (Santa Teresa 2015: 960, 982, 1282), a quienes no solo dedicará tiernas palabras, sino que les ayudará a situarse socialmente recurriendo para lograrlo a sus numerosísimas amistades. Son tan abundantes los testimonios sobre el particular que es imposible enumerarlos (Santa Teresa 2015: 889, 928, 954, 965, 987). Lo cierto es que su inclinación familiar fue de tal magnitud que tuvo dificultades para erradicarla: “No sé yo qué es lo que dejamos del mundo las que decimos que todo lo dejamos por Dios, si no nos apartamos de lo principal, que son los parientes... Yo he sido querida mucho de ellos y yo les quería tanto que no les dejava olvidarme...” (Santa Teresa 2015: 275). Incluso llegó a acusarse de no haber sido capaz de liberarse del mundo por lo apegada que se sentía hacia los suyos (Santa Teresa 2015: 171). El amor a los otros fue igualmente una constante. Muy joven aún, intentó “rescatar del demonio a un fraile que tenía una amante”. Según su relato causó más efecto en él para que se arrepintiera el afecto que le demostró, que el hablarle de Dios (Santa Teresa 2015: 46, 47). Amor sintió en extremos hacia su obra fundacional, hacia sus hijos e hijas espirituales (Santa Teresa 2015: 983, 1410). A estas últimas las quería libres, cultas e inteligentes (Santa Teresa 2015: 875) con independencia de su rango, de su ascendencia y de su peculio (Santa Teresa 2015: 924). Por el contrario, rechazaría a quienes no tuviesen talento y virtud (Santa Teresa 2015: 907-908). Su mayor deseo era que alcanzasen la cima espiritual que ella había logrado. Para ello les allanó el camino con su voz, dictados y experiencias: “deshaciéndome estoy, hermanas, por daros a entender esta operación de amor” (Santa Teresa 2015: 529). Les mostró sabiamente que cada una debía
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seguir el camino en función de sus peculiaridades y con la paciencia que requería cada personalidad (Santa Teresa 2015: 737). Las quería, igualmente, firmes, capaces de amar sin preferencias individuales (Santa Teresa 2015: 254), sin ruindades, sin melindres, sino con la fuerza varonil capaz de trascenderlas genéricamente y otorgarles equivalencia en poder, estimación y potencia con los varones, de tal manera que aquellos se vieran obligados a admirar su esfuerzo y audacia:
¡Oh que bueno y verdadero amor será el de la hermana que pude aprovechar a todas... Mijor amistad será esta que todas las ternuras que se pueden decir, que estas no se usan ni han de usar en esta casa, tal como “mi vida”, “mi alma”, “mi bien” y otras cosas semejantes... Es muy de mujeres, y no querría yo, hijas mías, lo fuésedes en nada, ni lo pareciésedes, sino varones fuertes; que si ellas hacen lo que es en sí, el Señor las hará tan varoniles, que espanten a los hombres... (Santa Teresa 2015: 270-271)
Con ese deseo de equiparación no rechazaba la condición femenina; todo lo contrario, era su forma de gritarle al mundo que las mujeres eran capaces de proponerse y desarrollar virtudes consideradas impropias o negadas a las mujeres. También de desprenderse de los eternos y atávicos prejuicios genéricos vigentes, defendidos por sus contemporáneos, como fray Luis de León. Para él, como para tantos intelectuales la mujer varonil era la mujer de valor:
Lo que aquí decimos mujer de valor, y pudiéramos decir mujer varonil... Quiere decir virtud de ánimo, y fortaleza de corazón, industria y riquezas, y poder y aventajamiento, y, finalmente, un ser perfecto y cabal en aquellas cosas a quien esta palabra se aplica... Porque como la mujer sea de su natural flaca y deleznable más que ningún otro animal, y de su costumbre e ingenio una cosa quebradiza y melindrosa... (León 1953: 57-58)
El amor de Teresa hacia las descalzas era tierno, compasivo y flexible. Prefería la virtud al rigor (Santa Teresa 2015: 1052) pues abominaba el castigo (Santa Teresa 2015:
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1037), tan apreciado por las personas que pretendían acercarse a Dios a través del sufrimiento corporal. Como mujer que había hecho una introspección profunda y no se había alejado del contacto con el mundo era capaz de entender no solo la debilidad, sino la maldad y generosamente perdonarla (Santa Teresa 2015: 1212-1213). El espíritu efervescente y pasional de Teresa se asoma entre los renglones de su obra y en especial en sus cartas. Sus salutaciones, despedidas, recomendaciones; su forma envolvente, locuaz, próxima y contagiosa de comunicar rebosa cariño hacia quienes estimaba o quería. Así hizo con las prioras encargadas de sus fundaciones, con sus amigos y amigas, sus bienhechores y confesores, en especial con Jerónimo Gracián. Su estrecha connivencia levantó insanas murmuraciones e infundios (Santa Teresa 2015: 1123), a pesar de la diferencia de edad y del respeto que destilaban las palabras que ambos se cruzaban. A veces, la vehemencia de Teresa, hija de sus momentos de soledad y angustia, la llevaron a recriminarle su falta de afecto y reciprocidad (Santa Teresa 2015: 1235, 1402). Por miedo a desavenencias o chismorreos innecesarios entre las hermanas, Gracián reprendió las efusiones verbales de Teresa para con él. Ella le respondió, ocurrente, que toda alma, por perfecta que fuera necesitaba un desaguadero y que él era el suyo (Cohen 2006: 76). Los cruzados mensajes entre Teresa y Jerónimo fueron y han sido motivo de malas interpretaciones provenientes de quienes han leído fuera de contexto las palabras de una y otro. Les unía el deseo común de caminar en Dios y sacar a flote la reforma carmelita. De hecho, Gracián declaró que nada hizo de importancia mientras vivió Teresa sin consultarle:
Estuve en Beas muchos días, en los cuales comentábamos todas las cosas de la Orden, así pasadas como presentes, y lo que era menester para prevenir las futuras; y demás desto, de toda la manera de proceder en el espíritu, y cómo se había de sustentar así en frailes como en monjas. Ella me examinó a mí de todo cuanto sabía en esta doctrina así por letras como por experiencia. Me enseñó todo cuanto ella sabía, dándome tantas doctrinas, reglas y consejos, que pudiera escribir un libro muy grande de lo que aquí me enseño... Dióme cuenta de toda su vida y espíritu e intentos. Quedele tan rendido, que desde entonces ninguna cosa hice grave sin su consejo. (Steggink 1987: 107)
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Teresa encontró en Jerónimo a una persona capaz de entenderla y ayudarla dentro de ese mundo misterioso en el que andaba inmersa (Santa Teresa 2015: 1068). Un mundo plagado de incomprensiones como las que le acaecieron con otros confesores, algunos de los cuales habían visto en su misticismo, para su espanto, cosas del demonio (Santa Teresa 2015: 63, 155). Un escenario en el que hubo de lidiar en solitario en demasiadas ocasiones, a pesar de la fuerza espiritual que le imprimía su convencimiento de obrar de acuerdo con los designios de la divinidad. Lucha denodada en el exterior por culminar la reforma y dejar atadas las fundaciones; en lo interior con sus propios dilemas personas, sus dudas, y la ausencia de afectos. Nadie salvo Gracián fue capaz de comprender toda su grandeza y el ansia de libertad con que soñaba para llevar a cabo la misión para la que se creyó predestinada y ante la que encontró numerosas cortapisas por ser mujer. Gracián recibió, que se hayan conservado, noventa y siete cartas de Teresa. En ellas refleja el conflicto de ser tres en aquella dualidad recíproca: por un lado madre de Gracián por edad y como fundadora de la orden descalza, por otro hija por ser él su guía espiritual y más tarde superior de la Orden y, finalmente, por ser maestra espiritual de un epígono que iniciaba el camino que ella había culminado: “Ella me comunicó su espíritu sin encubrirme nada, y yo a ella de la misma suerte declaré todo mi interior, y allí nos concertamos de ser siempre conformes en todos los negocios, y ella, además del voto de religión, hizo particular voto de obedecerme toda la vida por una particular revelación que tuvo” (Andrés 2004: 658). En las épocas de mayor dificultad, especialmente aquellas en que se enconaron las rivalidades de los dirigentes y miembros de la orden calzada hacia ella y su obra, le escribirá de forma críptica. Teresa será Ángela, Gracián será Paulo. Un lenguaje excluyente que no debía ser compartido para evitar malas interpretaciones. De hecho pedirá a Gracián que no las leyese en público (Santa Teresa 2015: 1060). A pesar de todo este amor mundano hacia las personas de su familia, entorno y seguidores incondicionales, con ser profundo y en ocasiones arrebatado, acabará siendo eclipsado por el amor que la ocupó absolutamente hasta desgarrarla física y mentalmente
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(Santa Teresa 2015: 29). Su amor a Dios no tendrá parangón y todo lo demás le sobrará (Santa Teresa 2015: 1074). Ese estado de exclusión de todo lo que no fuese Dios adquirirá gran fuerza en su poesía (Santa Teresa 2015: 616, 654). Poco a poco, hasta llegar a ese punto, irá avanzando en su caminar místico desde que se decidió a iniciarlo. Al principio vivido de forma inexplicable (Santa Teresa 2015: 102), llegará a poder expresarlo con la fuerza necesaria para arrastrar a otras personas a seguir sus huellas (Santa Teresa 2015: 65). Recíprocamente, y según sus revelaciones, Dios la amaba con la fuerza de las tres personas divinas (Santa Teresa 2015: 597). Su desposorio místico la hacía acreedora de cuanto pidiere a quien nada podía ya negarle (Santa Teresa 2015: 607). Su absoluto convencimiento de hallarse en Dios (Santa Teresa 2015: 616) le hará buscar solo la gloria del amado (Santa Teresa 2015: 592). Es más, solo la muerte, capaz de otorgarle la unión definitiva con la divinidad se convirtió en su máxima aspiración que expresó con las famosas frases: “Vivo sin vivir en mi / Y tan alta vida espero / que muero porque no muero” (Santa Teresa 2015: 654).
2. Una vida de transgresiones
El mundo de Teresa lo fue de transgresiones en todos los ámbitos de su experiencia: en el de mujer, en el de hija, en el de monja, en el de cristiana... Parece que no le quedó otro remedio pues las reglas patriarcales se oponían a sus deseos, a su compromiso de fe, a la satisfacción de sus proyectos, a su forma de caminar por el mundo y de comunicarse con sus semejantes y con Dios. No olvidemos que las mujeres seguían siendo para el ideario prevalente personas de segunda categoría, imbéciles, indoctas, incapaces... Los escritos de sus contemporáneos así lo avalan. Fray Luis de León, por ejemplo, aseveraba: “la maldad de la mujer es todas las maldades. Vivir con leones y con dragones es más pasadero que hacer vida con la mujer que es malvada” (León 1953: 46).
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Ser mujer era una auténtica barrera. Como todas las mujeres de su época Teresa aprendió desde muy niña que para ser respetada había de contenerse en sus manifestaciones, en su arreglo, en su forma de estar en el mundo, en la demostración de sus afectos... Pero ella no podía sufrir tal presión: la de los ojos de los otros siempre encima para juzgarla, para domesticarla. Eligió alejarse del mundo, ocultarse a la mirada. El encierro conventual era solo aparente y no supuso para ella sino una liberación, un recinto ajeno al ajetreo donde dejar volar su espíritu inquieto. El claustro no será, a mi juicio, sino el sutil velo que cubrirá una apariencia y que le otorgará lo que más estimaba: la libertad de pensamiento y, más tarde, la libertad de acción por la que suspiraba. La vida de quietud que le ofreció el monasterio la ayudó al recogimiento interior, a la oración para la aspirada unión con Dios. Alcanzada la meta, y como hiciera mucho antes que ella otra mística, Hildegarda de Bingen, sintió un profundo e incontrolable frenesí por manifestar la palabra de Dios, por crear lugares propios donde realizar la transformación del ser humano y, como aquella, se amparará en los designios divinos para conseguir sus objetivos, buscando las mañas y apoyos necesarios para darles cumplimiento (Santa Teresa 2015: 181-182). Según Teresa entendía, la libertad de acción, la libertad de movimientos, se la otorgaba Dios. No obstante, buscó el respaldo de sus confesores para evitar ser enjuiciada como rebelde o desobediente. Fue capaz de andar hábilmente en los límites de lo permitido para superar los peligros que la acechaban. El reconocimiento continuo de la autoridad de la Iglesia, es decir, del conjunto de los varones que la conformaban, hizo difícil a sus enemigos juzgarla fuera de la ortodoxia. Es cierto que el estado religioso en que encontró su lugar tuvo como contrapartida su asexuación, pero ella le proporcionó el medio de sortear las categorías de infravaloración genérica, tema de larga tradición en el cristianismo, como señaló San Ambrosio: “Debe ser llamada mujer la que no cree y sigue aferrada a sus funciones naturales, pero la que crea en Dios y se dedique a su servicio, se convertirá en un hombre perfecto”. O San Jerónimo: “En tanto que la mujer está hecha para el nacimiento y los hijos, es diferente al hombre en cuerpo y alma. Pero si desea servir a Cristo en lugar de al
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mundo, entonces dejará de ser mujer y será llamada hombre” (Pedregal 1998: 271). Palabras similares podemos hallar mucho antes, en el evangelio apócrifo de Santo Tomás: “Cuando Pedro sugiere que María salga del grupo porque las mujeres no son dignas de la vida, Jesús responde que él mismo la guiará para hacerla varón a fin de que ella también llegue a ser espíritu. Porque toda mujer que se haga a sí misma varón entrará en el reino de los cielos” (Bernabé 2007: 37). Teresa no renunció a ser mujer (Santa Teresa 2015: 117), sino que defendió la importancia de las mujeres y de sus obras en numerosas ocasiones otorgándoles el valor que se les negaba (Santa Teresa 2015: 896, 741-742). La virginidad femenina escogida como fórmula de vida no solo rompía con las ataduras del pecado de la carne, con el que se culpabilizaba a las mujeres de la pérdida de la beatitud primigenia, sino que se convertía en matrimonio místico, el mejor que estado que pudiera existir. Este era el mensaje de la iglesia. Cientos de textos así lo expresaban. Fray Luis de León, por ejemplo, aseguraba que el matrimonio era para Dios la imagen de la unión de Cristo con las almas y la de Cristo con su Iglesia (León 1953:33). Teresa fue más allá, rompió ese cliché pues no solo su alma se veía comprometida en la unión, sino también su cuerpo y así lo explicó:
Víale en las manos un dardo de oro largo, y al fin de el hierro me parecía tener un poco de fuego, éste me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegava a las entrañas. Al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. (Santa Teresa 2015: 158)
Ser monja implicaba sometimiento a los dictados de las normas establecidas, pero para Teresa fue solo una palabra. Al declarar que se sujetaba a la iglesia, a los prelados, a sus superiores... enarboló la bandera de la libertad; la que le otorgaba sentirse una con Cristo, el Verbo. Así su palabra fluirá libre, viva, invadiendo un espacio negado, vigilado, dirigido (Santa Teresa 2015: 69).
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Igualmente, su auto-humillación (Santa Teresa 2015: 115), la repetición de su ruindad, de su declararse “mujercilla que nada valía”, no hará sino provocar el efecto contrario a la natural repulsa hacia un ser indigno: admiración, respeto, reconocimiento de valor. Sus consejos adquirirán mayor rotundidad cuando ella les reste mérito: “Mire que para muchas cosas conviene que quizás no las entiende vuestra señoría allá como yo que estoy acá, y que aunque las mujeres no somos buenas para consejo, que alguna vez acertamos” (Santa Teresa 2015: 968). Será capaz de saltar las normas y no confesar aquello que estime inconveniente (Santa Teresa 2015: 169), o de sortear la obediencia debida a las autoridades de su Orden y buscar directamente apoyo en Roma bajo pretexto de mandato divino (Santa Teresa 2015: 183). Estimará necesario comenzar sus fundaciones sin demora y sin “escuchar pareceres” y lo preparará todo en sigilo hasta tenerlo resuelto (Santa Teresa 2015: 184). Cuando le recordaron que las monjas debían permanecer enclaustradas según las disposiciones paulinas, ella opondrá que Dios le había dicho: “Diles que no se sigan por solo una parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos” (Santa Teresa 2015: 601). Más tarde, cuando se le ordenó elegir un monasterio y no salir más, declarará que en lugar de hacerle mal le habían hecho un bien (Santa Teresa 2015: 964). En suma, recurrir al rol de sumisa y obediente no será más que una argucia, lo mismo que sucederá con el ejercicio del poder. Se denunciaba sin él: “una mujercilla tan sin poder como yo”, para otorgárselo a continuación al confesar que hubo de bendecir a un obispo arrodillado a sus pies: “...mire que sentiría cuando viese un tan gran perlado arrodillado delante de esta pobre mujercilla, sin quererse levantar hasta que le echase la bendición en presencia de todas las relisiones y cofradías de Sevilla” (Santa Teresa 2015: 978). Teresa se afirmaba en el poder que le otorgaba Dios, un poder capaz de señorear la tierra (Santa Teresa 2015: 117, 602). Aparte de ese poder Teresa sentirá recibir también de Dios su autoridad (Santa Teresa 2015: 104) y ello la capacitará para disputar con los letrados (Santa Teresa 2015: 191). Una vez conseguido el beneplácito de la jerarquía masculina utilizará dicha
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autoridad para afirmarse en ella sin considerarse incursa en error (Santa Teresa 2015: 882). Usará de ella para dirigir, disponer, reprender e incluso ordenar formas de actuación, tal como hiciera con Jerónimo Gracián (Santa Teresa 2015: 117, 962). Se sentirá igualmente autorizada para des-autorizar a quien presumiera de una autoridad que para ella era ficticia si no emanaba de Dios (Santa Teresa 2015: 119). Teresa transgredirá igualmente los límites impuestos a los conocimientos femeninos:
Porque el hablar nace del entender, y las palabras no son sino como imágenes o señales delo que el ánimo concibe en sí mismo; por donde, así como la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así les limitó el entender, y por consiguiente les tasó las palabas y las razones... (León 1953: 234)
Ella era culta y estimaba enormemente el saber (Santa Teresa 2015: 36). Tras sus lecturas juveniles, que según su juicio la habían conducido a planteamientos equivocados (Santa Teresa 2015: 38), se reconocerá siempre amiga de los buenos libros. Su preparación la llevará a percatarse de la ignorancia de muchos clérigos y confesores inconvenientes (Santa Teresa 2015: 117, 629), incapaces de guiar a sus hijas espirituales tal como pondrá de manifiesto en repetidas ocasiones, pues hubo de sufrirlo en sus carnes (Santa Teresa 2015: 82). El amor de Dios la investirá de un conocimientos para el que no necesitará intermediarios, especialmente para su relación con Él (Santa Teresa 2015: 85). Este conocimiento será inmediato. Tendrá un don especial para entender, para saber con el sabor de las formas, de los colores, de los olores, pues tal y como indica Milagros Rivera:
Teresa tenía una relación carnal con la lengua, para ella la palabra no eran cosas mentales lanzadas para intervenir en otras mentes, sino que también eran cosas materiales, plásticas y tangibles, olorosas y vivas, que le ponían delante escenas, relaciones, consecuencias, maravillas, misterios, desastres cuando las pronunciaba, como si al hablar viera ya existir las cosas. (Rivera 2014: 47-49)
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Declarará que la divinidad había hecho posible en su mente disponer de un conocimiento intuitivo, sin estudio, sin esfuerzo por su parte, pues era fruto del espíritu compartido con la sabiduría divina: “Porque el entendimiento está entonces, de verse cerca de la luz, con grandísima claridad, que aun yo, con ser lo que soy, parezco otra... Y es ansí que me ha acaecido.... no solo entender el verso en romance, sino pasar adelante en regalarme de ver lo que el romance quiere decir” (Santa Teresa 2015: 90). De ahí que aunque aparentemente menospreciase su saber, aunque buscase el refrendo masculino (Santa Teresa 2015: 103), consiguió sagazmente mostrar sus experiencias, presentadas como un libro de vida donde cualquiera podía aprender (Santa Teresa 2015: 116-117), especialmente sus hijas a quienes recomendará avanzar sin miedos y sin dar crédito a quienes negaban a las mujeres el camino de la perfección (Santa Teresa 2015: 323, 325, 327, 329). Como maestra apropiada de la palabra cometió de nuevo una transgresión enorme, ya que a las mujeres ni se les permitía tener ideas propias, ni interpretar las palabras de reputada autoridad máxime las divinas y mucho menos enseñarlas. En el colmo de esa insubordinación llegó a realizar la exégesis del Cantar de los Cantares y contradecir las cultísimas interpretaciones anteriores:
Dirán que soy una necia, que no quiere decir esto, que tiene muchas significaciones, que está claro que no havíamos de decir esta palabra a Dios, que por eso es bien estas cosas no las lean gentes simples. Yo lo confieso que tiene muchos entendimientos; más el alma que está abrasada de amor que la desatina, no quiere ninguno sino decir estas palabras... ¿Que nos espanta? ¿No es de admirar más la obra?... el beso es señal de paz y amistad grande entre dos personas. (Santa Teresa 2015: 427)
En su correspondencia descubriremos a una mujer vital, impetuosa, según su propia declaración: “De mi natural suelo, cuando deseo una cosa, ser impetuosa en desearla” (Santa Teresa 2015: 594), fuerte: “Por grandísimos trabajos que he tenido en esta vida no me acuerdo haverlas dicho, que no soy nada mujer en estas cosas, que tengo recio corazón” (Santa Teresa 2015: 594-595), que se relacionará con su familia, con las prioras
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de los conventos que fundó, con grandes personalidades del momento, que gestionará, administrará, resolverá entuertos, aconsejará... Todo ello con independencia de que, contradictoriamente, pondrá de manifiesto su máxima de no depender de nadie para no perder su libertad. Una libertad que deseará saborear sin cortapisas (Santa Teresa 2015: 1148), sin compromisos que se viera obligada a devolver (Santa Teresa 2015: 893). Una libertad que también obtendrá de Dios (Santa Teresa 2015: 594, 1136) y que expresará por amor (Santa Teresa 2015: 1163), pues la recibió al alcanzar la perfección con independencia de las servidumbres que la obediencia o las situaciones externas le demandaban (Santa Teresa 2015: 690). Teresa será exceso, pasión, vehemencia. Eso no le restará simpatía (Santa Teresa 2015: 1019), alegría, proximidad y locuacidad (Santa Teresa 2015: 104, 954), que en ocasiones darán lugar a situaciones divertidas y jocosas (Santa Teresa 2015: 1013). Nada la contendrá, ni su vida, ni sus experiencias, porque todo su yo se proyectará al infinito. Ella tendrá la convicción suficiente para saltar por encima de los impedimentos, aunque mujer y físicamente más débil que el resto dadas sus gravísimas y continuas enfermedades. Teresa no será amiga de mortificaciones y así lo manifestará en numerosas ocasiones (Santa Teresa 2015: 78), pero exhibirá su cuerpo transido por dolores insoportables, acercándose con ello al padecimiento de Cristo y a su semejanza liberándose de su corporeidad pecadora, resucitando glorificada. Teresa, mujer y enferma, será no solo aceptada y amada por la divinidad, sino exaltada por ella. En definitiva, y en contra de todos los planteamientos de la época, Teresa se escapará al control masculino, será especialmente lúcida e inteligente, con una inteligencia que le hará con-ceder, sin ceder realmente en su objetivo: tras-cender, aunque para ello tuvo que saltarse todas las normas de su época con respecto a las mujeres. De hecho, Felipe Sega, el nuncio del papa en España, la definió en 1578 como: “fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz… andando fuera de la clausura contra el orden del concilio tridentino y los prelados. Enseñando como maestra contra lo que san Pablo enseñó, mandando que las mujeres no enseñaran” (Fernández 1991: 345).
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No le importará tampoco afirmar que Cristo estaba entre los pucheros (Santa Teresa 2015: 690), lugar donde habitualmente vivían y convivían las mujeres y donde más de una rebelde predicó la palabra de Dios, entre ellas la alumbrada María de Cazalla (Giordano 1998: 68).
3. Un tiempo de violencias
La Edad Moderna fue, como la etapa histórica anterior y como las siguientes, una etapa de violencias ya que esta desafortunada mácula va tomando formas diferentes y no nos ha abandonado todavía. La violencia es percibida en función de las categorías morales y la concepción que las sociedades tienen en torno a la realidad y el valor de la vida. En consecuencia, lo que se consideraba violencia en tiempos de Teresa puede no serlo hoy y viceversa. Por ejemplo, dar tormento para obtener la verdad de las personas acusadas sería, teóricamente, en nuestro siglo XXI, una aberración. Sin embargo, en el XVI era algo normalizado dentro del juego judicial y relacionado con las antiguas pruebas: ordalías, duelos judiciales, juicios de Dios... El reo triunfaba aguantando o fracasaba al confesar (Benassar 1984: 97-98). Aparte de las violencias sufridas en general por cualquiera, existía una violencia generalizada que afectaba exclusivamente a las mujeres con independencia de su edad, estado y condición social; una violencia estructural que sustentada por la misoginia patriarcal se hallaba en todos los discursos teóricos y conducía y justificaba el ejercicio de una violencia inferida o directa que, a nivel individual padecía una gran mayoría de mujeres, ya fuera de forma física, psicológica, religiosa, económica, sexual, etc. Teresa recibió dicha violencia estructural como el resto de sus contemporáneas y la asumió (Santa Teresa 2015: 686), al declararse débil físicamente, ruin en sus cualidades morales, necia intelectualmente y sumisa a la autoridad masculina aunque su comportamiento contradijese su palabra. En cuanto a la violencia inferida la recibió de su padre cuando no le autorizó a ingresar en el convento y hubo de escaparse, cuando se la
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obligó a permanecer en la clausura porque al ser mujer y monja no debía seguir realizando fundaciones, etc. Con ser importantes estas violencias fueron otras las que le causaron mayor estremecimiento y preocupación. Llegaron de la mano de instituciones y personas más o menos próximas a ella: la Inquisición, la orden calzada y hombres y mujeres que quisieron perjudicarla tanto a ella como a su obra. La Inquisición vigilaba la ortodoxia y el comportamiento cristiano. Sus métodos causaban pavor pues supo desarrollar una pedagogía del miedo provocada, no tanto por la tortura, que aplicaban también los tribunales civiles, como por el entramado de acciones que la rodeaban; especialmente el secreto en el que eran mantenidas las personas detenidas, la pervivencia durante años de la infamia recaída sobre quienes eran condenados y su descendencia y, finalmente, la miseria más absoluta en que se hundían los condenados por las confiscaciones, exilios, etc. (Benassar 1984: 110-124). La Inquisición espiaba a muchas personas y entre las mujeres a aquellas que se mostraban singulares: beatas, místicas, estigmatizadas, visionarias, etc. Aquellas que llevaban una vida diferente, que se atrevían a adueñarse de la palabra, a convertirse en maestras, a interpretar las escrituras, a otorgarse autoridad, a mostrarse elegidas por la divinidad, etc. También a las que abrazaban planteamientos heterodoxos, ya vinieran de fuera: erasmistas y luteranos, ya procedieran de la propia idiosincrasia peninsular, especialmente del alumbradismo. Teresa y su obra recordaban peligrosamente a personas y obras ya condenadas, por ello levantó recelos y sospechas durante toda su vida. Su obra literaria fue denunciada y puesta en cuestión numerosas veces (Huerga 1978: 615-616), máxime cuando se utilizó como justificación a prácticas que se juzgaron heréticas, como sucedió en el proceso del doctor Bernardino Carleval, rector de la Universidad de Baeza (Alegre 2013:473). De ahí que quedase a buen recaudo durante mucho tiempo y que fuese rigurosamente revisada por los eclesiásticos más radicales. Cuando finalmente se declaró que no había error en ella, Teresa no pudo eludir su gran satisfacción (Santa Teresa 2015: 1089).
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En cuanto a las prácticas piadosas, si bien no rechazó las fórmulas externas del ritual católico, insistía en el recogimiento y la oración mental a las que llegó, según su propia confesión, a través del Tercer Abecedario de fray Francisco de Osuna (Santa Teresa 2015: 42). Bien por su propio sentir, bien consciente del peligro que la rodeaba si incurría en algún desliz, Teresa se separó de las corrientes condenadas. En el Libro de la Vida se declaró contraria a ciertas actitudes femeninas supersticiosas criticadas por la autoridad eclesiástica, seguramente en referencia a beatas y alumbradas (Santa Teresa 2015: 50) e, igualmente de los luteranos de quienes manifestó sentir pena por haberse apartado de la Iglesia (Santa Teresa 2015: 174). Obviamente, debió ser vigilada por ser descendiente de conversos y penitenciados. Por otra parte, debió ser preocupante para sus jueces la relación que Teresa mantenía con el demonio y que salpica toda su obra, como sucedía con muchas mujeres de su época a las que más que venerar era preciso exorcizar. Para Teresa el demonio era absolutamente real y según sus manifestaciones lo sufrió en sus carnes y en su espíritu con intensa violencia empeñado en apartarla del camino de perfección (Santa Teresa 2015: 38, 40, 161, 165). Tentada y abrumada por el maligno, llegó a contemplar incluso el infierno en una de sus visiones. Su descripción responde a la imagen que de él se tenía en la época (Santa Teresa 2015: 173). Por otro lado, en la apertura de los sumarios tuvieron mucho que ver las denuncias cursadas contra ella por personas cargadas de prejuicios, envidiosas de su personalidad arrolladora, de su intensa vida interior, o enemistadas por diferentes motivos. Tal ocurrió con la princesa de Éboli, María del Corro y el confesor de esta entre otros. Estas personas vertieron sobre Teresa diferentes acusaciones: mantener un espíritu visionario, seguir falsa doctrina, proclamar la supremacía de la oración mental... Para que nada faltase fue acusada indignamente de mantener una relación condenable con el Padre Gracián, precisamente ella, que tanto había cuidado porque sus hijas no sostuviesen tratos que pudieran dar lugar a murmuraciones ni en el locutorio, ni parte alguna con frailes que no fuesen sus confesores (Santa Teresa 2015: 974).
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Parece ser que Teresa anduvo durante mucho tiempo ignorante de la vigilancia a que fue sometida. Avisada de ello por el padre Gracián no tuvo miedo. Reposaba en Dios y se encontraba segura (Santa Teresa 2015: 1432), aunque no confiase en la justicia de los hombres (Santa Teresa 2015: 974). Y, de todas formas, no dudaba en abrazar cualquier tipo de sufrimiento si ello significaba servir a sus ideales (Santa Teresa 2015: 78), lo que había soñado desde bien pequeña cuando quiso ir a tierra de moros para que la descabezasen (Santa Teresa 2015: 35). Teresa únicamente temía una cosa: que se anulase su palabra, que se la silenciase (Santa Teresa 2015: 955), que la reforma que había iniciado impulsada por la voz de Dios quedara ahogada en el tiempo, pues se sentía llamada a gritar el rico mundo interior que la penetraba y ella consideraba serviría provechosamente a muchos (Santa Teresa 2015: 1011). Teresa recibió violencias del colectivo calzado desde el momento en que decidió emprender la reforma de un Carmelo donde consideró que se habían relajado demasiado las costumbres, que faltaba la pobreza, la humildad, el recogimiento y en ocasiones la decencia. “Los pardos”, como ella denominaba a los calzados, entendieron a su vez que era una violencia contra ellos conducirles hacía principios que no deseaban. Reaccionaron enfrentándose a aquella mujer rebelde con todas las armas que pudieron, tanto las monjas como los frailes:
Estava muy malquista en todo mi monasterio, porque quería hacer monesterio más encerrado. Decían que las afrentava, que allí podía también servir a Dios, pues havía otras mijores que yo; que no tenía amor a la casa, que mijor era procurar renta para ellas que para otra parte. Unas decían que me echasen en la carcel; otras, bien pocas, tornaban algo de mí. (Santa Teresa 2015: 178)
Teresa se quejaba de la incomprensión, desaires y persecución que recibieron ella y los suyos a veces con dolor, a veces con fastidio o vergüenza (Santa Teresa 2015: 1196), otras con resignación (Santa Teresa 2015: 1195) y en ocasiones con cierta chanza:
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...hánle informado de manera los del paño (al nuncio) y él dádoles tanto crédito, que no sé en qué ha de parar. De mí le dicen que soy una vagamunda y inquieta, y que los monesterios que he hecho ha sido sin licencia del papa ni del general. Mire vuestra merced qué mayor perdición ni mala cristiandad podía ser... Otras muchas cosas que no son para decir tratan de mí esos benditos... le diga que aunque soy ruin mucho, no tanto que me atreviese a lo que dicen. (Santa Teresa 2015: 11821183)
Sus enemigos jamás perdieron ocasión de perderla y echar al traste su obra. A finales de 1575, en Sevilla, una novicia delató a Teresa y a la comunidad a la Inquisición. El proceso fue largo y a él arrojaron lumbre fray Diego de Cárdenas, provincial calzado y visitador vehemente, un confesor hipocondríaco, escrupuloso e ignorante y dos monjas de pocas luces, Beatriz de la Madre de Dios y Margarita de la Concepción (Santa Teresa 2015: 1206). La priora María de San José fue destituida de su cargo y encarcelada. En su lugar se nombró a una de las acusadoras, Beatriz. El cargo principal fue de “ilusas por el demonio con apariencia de perfección espiritual”. Las monjas fueron sometidas a interrogatorio y para obtener su confesión se las amenazó con la excomunión. De este modo, y según el parecer de Teresa, se lograron confesiones indignas y así lo trasladó a Hernando de Pantoja (Santa Teresa 2015: 1200). A dicha carta añadió el Obispo de Osma, Juan de Palafox, una nota en que se refería al modo de forzar falsas confesiones, especialmente si querían obtenerse de “mujeres”:
Para hacer un proceso ageno a lo sucedido, aunque sea buena la intención (y más con mujeres) no es menester más que un poquito de enojo en la pregunta; un poquito de deseo de probar lo que se quiere en el que escribe, y otro poquito de miedo en el que atestigua; y con estos tres poquitos sale después una monstruosidad y horrenda calumnia. (Torres 1864: 504)
Cuando todo acabó, Teresa no solo perdonó a las falsarias sino que pidió al resto de hermanas que fueran indulgentes con ellas (Santa Teresa 2015: 1211-1212). Por otra parte, en 1578, un grupo de monjas de la Encarnación la eligieron por priora, otro grupo escogió a Ana de Toledo. El escándalo fue tremendo, de modo que sus partidarias fueron
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tratadas con máxima dureza y excomulgadas y todo ello empañado por un gran escándalo (Santa Teresa 2015: 1130). Las confabulaciones dieron lugar a numerosos infundios (Santa Teresa 2015: 681, 1182). La tristeza que sintió Teresa no era solo por sí misma, sino por la suerte de la reforma (Santa Teresa 2015: 176), de los monasterios recién fundados y de las personas que los componían. Algunos de sus seguidores, como Fray Juan de la Cruz sufrió cárcel:
Todos nueve meses estuvo en una carcelilla que no cabía bien, con cuan chico es, y en todos ellos no se mudó la túnica, con haver estado a la muerte. Tres días antes de que saliese le dio el suprior una camisa suya y unas disciplinas muy recias, y sin verle nadie. Tengo una envidia grandísima. ¡A usadas que halló nuestro Señor caudal para tal martirio! Y que es bien que se sepa, para que se guarden bien de esta gente. Dios los perdone. (Santa Teresa 2015: 1175)
E incluso se temió por su vida en un momento dado: “No creerá hija la pena que tengo porque a mi padre fray Juan de la Cruz lo han desaparecido, y no hallamos rastro ni luz para saber adónde está, porque estos padres calzados andan con gran diligencia en acabar con esta reforma” (Santa Teresa 2015: 1172-1173). Pero por encima de todos los sufrimientos Teresa confió siempre en que la verdad saldría a la luz (Santa Teresa 2015: 1202), y así resultó. Finalmente, padeció Teresa, como he dicho, violencias por parte de personas que por envidia, por orgullo, rencor, u otros sentimientos mezquinos intentaron hacerle daño. Entre ellas podemos citar a la princesa de Éboli, a determinados miembros del alto clero, como el nuncio de su Santidad Jerónimo Tostado, Fray Alonso de la Fuente, y alguna que otra monja o novicia. La princesa de Éboli no pudo sufrir la rígida norma del monasterio de Pastrana acostumbrada como estaba a los oros y oropeles, al ordeno y mando y a la brillante vida cortesana preñada de halagos y fastos. Despechada la denunció a la Inquisición (González 2015: 17). Por su parte, los individuos del alto clero no podían entender que una mujer se atribuyera tantísimas libertades, menos siendo monja, en cuyo caso había de estar más
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obediente y sujeta a la autoridad de los representantes de la Iglesia y a sus mandatos. Así, por ejemplo, el portugués Jerónimo Tostado nombrado vicario general de la Orden del Carmen por el Capítulo General reunido en Piacenza (Italia), el 21 de mayo de 1575, constituyó un verdadero padecimiento para Teresa pues le prohibió seguir haciendo fundaciones y le ordenó se recluyera en un convento (Acedo 1982: 86). Se quejaba de él en sus cartas por no entenderla y por causar a la nueva Orden tanto perjuicio (Santa Teresa 2015: 1132). Otro agravio le llegó de una viuda llamada María del Corro, que pretendió ser monja en el monasterio sevillano (Torres 1864: 502-503). Como la de Éboli, no encajó en él y terminó por enfrentarse a la fundadora, a pesar de la gran paciencia que derrochó con ella, autorizándole incluso que tuviera un confesor distinto al de las demás monjas. Tuvo que expulsarla. Ella en venganza denunció a Teresa y sus descalzas a la Inquisición, con ayuda de su confesor, de quién se desconoce el nombre (Pacho 2001: 963-964), y de Isabel de San Jerónimo, quien al parecer no era demasiado inteligente (Santa Teresa 2015: 1025). A resultas del proceso, en febrero de 1576, se presentaron los inquisidores a las puertas del convento para realizar los interrogatorios, lo que se estimó más prudente y menos escandaloso que sacar a las monjas y llevarlas a las cárceles secretas. Finalmente el asunto se sobreseyó tras duras pruebas y quebrantos para ellas y para Teresa.
4. Conclusiones
Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Jesús o Teresa de Ávila forma parte de un grupo de mujeres fuera de lo común y rompedoras que abismándose en su creencia en el ser supremo buscaban su realización personal, su gloria, su identidad, la libertad que la desasía del dominio de quienes la coartaban… Ella descubrió hurgando en su interior una verdad que dio razón a su existencia. No lo guardó para sí, sino que la compartió generosamente en la idea de que no solo era importante sentir sino transmitir. Se esforzó en ello, en hacerlo bien, en que se la
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entendiera, en que se siguieran sus pasos puesto que no penaba que hubiera nada más allá de su singular experiencia amorosa. Voluntariosa hasta decir basta, inteligente para manipular situaciones e ideologías y no parecer culpable, incontenible en sus propios moldes y en los externos, no fue como Cristina de Pizán que se lamentaba por la ignominia secular que sufrían las mujeres. Teresa fue más ladina, aceptó su posición genérica y la subvirtió para hacer lo que le vino en gana. Que había que ser sumisa, la que más; que había que respetar las reglas, la que más. Pero todo esto era solo apariencia porque en el fondo, apoyada como Hildegardade Bingen en el principio que el patriarcado mejor entendía y respetaba: la divinidad, consiguió sus objetivos: salir, entrar, dirigirse con autoridad a los grandes personajes de su época, convertirse en intérprete de lo divino, ejercer el magisterio espiritual, etc. Teresa formó parte de esa España del siglo de Oro tan grande en legados y en miserias. Se dijo de ella que estaba loca, endemoniada, poseída... que era una visionaria, una excéntrica, una inconformista, una casquivana, una hereje, una alumbrada.... Después se la ha tildado de esquizofrénica, paranoica, neurótica, víctima de depresiones continuadas o atacada por la epilepsia... Todo ello necesario para poder entender una actitud, una vida, un ideal y un pensamiento que tanto para sus contemporáneos como para muchos de nosotros resulta incomprensible. Su nombre y su figura no ha dejado nunca indiferente en su tiempo y en el presente.
5. Referencias bibliográficas
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LEONA ENTRE LAS LEONAS, TRADICIÓN ESCRITURAL FEMENINA: AMOR, LIBERTAD Y PALABRAS1 Lilia Granillo Vázquez2 y Liliana Fort Chávez3 Leona entre las leonas, tradición escritural femenina: amor, libertad y palabras Resumen: Se destaca la contribución de Leona Vicario, heroína de la Independencia mexicana, creadora de opinión pública y gestora del discurso de las mujeres ante el pensamiento sistémico. Las acciones y manifestaciones expresas de Leona Vicario sugieren la tradición femenina de libertad, de salvaguarda del territorio con intuición ecologista, más allá de proyectos masculinos. Lecturas de otras leonas impulsan el estudio de esta pionera y su atrevida ocupación de la plaza pública con palabras fuertes y conocedoras. Palabras clave: Leona Vicario, Independencia Mexicana, Santa Inquisición, pioneras, prensa decimonónica. Leona among Lionesses, Female Scriptural Tradition: Love, Freedom and Words Abstract: Leona Vicario, heroine of Mexican independence, reveals herself as a creative builder of public opinion and women’s discourse on systemic thinking. Actions and statements of Vicario suggest the female tradition for freedom, for safeguarding the territory with environmental intuition beyond male projects. Readings about other lionesses and the study of this women pioneer reinforces his audacious occupation of public space and public opinion with strong words and knowledge. Key words: Leona Vicario, Mexican Independence, Spanish Inquisition, pioneers, NineteenthCentury Press.
1. Leonas al servicio de la patria Dios sabe si hay o no Dulcinea en el mundo o si es fantástica o no es fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni parí a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama (Cervantes 2006: 800).
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Fecha de recepción: 24/09/2015. Fecha de aceptación: 30/10/2015. Profesora Titular, Departamento de Humanidades, y Responsable del CA UAM 105, Estudios culturales: género, lenguajes y sustentabilidad, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, Ciudad de México, República Mexicana; liliagranillo@gmail.com, clgv@correo.azc.uam.mx. 3 Profesora titular, Departamento de Derecho, Área Filosofía del Derecho, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, Ciudad de México, República Mexicana; lilifort@correo.azc.uam.mx. 2
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Elena Poniatowska, escritora mexicana nacida en París, descendiente de reyes y príncipes polacos, recibió en noviembre de 2013 el Premio Cervantes. Elena, Elenita, lo recibió como máximo reconocimiento –dicho suyo– por su obra literaria, testimonial, comprometida con luchas sociales y con las de las mujeres. En las primeras entrevistas concedidas a la prensa, luego del galardón, habló de las escritoras y su escritura femenina. Sus palabras sirvieron de aliento para esta investigación. “Las mujeres están siempre en la parte de atrás, son siempre las leonas. El león era Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa. Las mujeres siempre acaban de dar a luz, son feas, las leonas son feas, las olvidan, no les hacen caso. Es muy bueno que se empiece a reconocer la literatura de las mujeres” (Montaño 2003). Hablar de felinas feroces explica la condición de las mujeres, de escritoras y abogadasque se afanan por salir de la opresión patrarcal, por ocupar su lugar en la plaza pública: Ana Rosa Domenella antes había establecido la metáfora leonina para el campo mexicano de las letras femeninas. La colección de investigaciones de una docena de críticas literarias reunidas en el taller Diana Morán, de Ciudad de México, ostenta nombre emblemático y de acción afirmativa. La obra se llama Territorio de Leonas: Cartografía de narradoras mexicanas en los noventa. El estudio de mujeres que escriben en el siglo XX traza la ocupación paulatina de la escritura femenina sobre la plaza pública. Revela el proceso de transformación, liberación y avance de la voz de las autoras y sus protagonistas. En las jóvenes escritoras las miradas ya no son las modeladas por el patriarcado, ni la “mirada bizca” que proponía la crítica alemana Sigfrid Weigel, sino otra, desinhibida, sin culpas ni remordimientos y francamente sexuada. El “Territorio de leonas”, desplegado para los muchos o pocos lectores de narrativa mexicana contemporánea, propone la aventura de transitar por esos espacios de los márgenes que los cartógrafos del siglo XV advertían como inexplorados y, en consecuencia, peligrosos para los viajeros. La leyenda de “Aquí hay leones” para referirse al lenguaje de la mujer, “a su cuerpo verbal” que fue utilizado por primera vez por la escritora argentina Luisa Valenzuela en un artículo titulado “The other face of the fallus” y retomado después por la crítica literaria feminista (Domenella 2001: 41).
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Celia del Palacio, leona ella misma –tercera mención– escribió una novela histórica sobre Leona Vicario, para II Centenario de la Independencia Mexicana. La escritura de Leona convalida la tradición leonina en el ambiente literario nacional. Celia, historiadora de la prensa, comunicóloga, profesora de la Universidad Veracruzana, investigadora nacional, mujer de letras, narradora, ni es fea, ni se queda atrás, ni es olvidada. La biografía novelada de esta rica criolla (hija de españoles, nacida en Nueva España), famosa por abandonar la comodidad del palacio y andar por los montes huyendo del ejercito realista, brinda conocimiento de las acciones de mujeres valerosas, rebeldes, inteligentes y estrategas que Celia abona con otra en investigación Adictas a la insurgencia. Armada de documentos históricos y evidencias de archivos de la Inquisición, Celia ubica la vida amorosa y familiar de esta gran mujer y la explica con el amor al territorio; la inquietud espiritual; la defensa de hijos e hijas, biológicos y naturales de la tierra. Celia demuestra que Leona, esposa del abogado insurgente, Padre de la Patria, Andrés Quintana Roo, acometió la lucha por la libertad, incluso a veces con mayor enjundia y compromiso que Don Andrés. Y sin decirlo, nos asegura que muchas otras mexicanas con palabras y argumentos, buscaban liberarse. Los libros de la historia nacional recuerdan a Leona Vicario por haber dado a luz en una cueva, pues seguía a su esposo, Andrés Qunitana Roo, abogado, jurista insurgente, en sus aventuras contra los realistas. En contraste, Celia divulga el razonamiento audaz, las palabras fuertes con que Leona se defiende de la Inquisición y de sus contemporáneos. En 1831, en el periódico Registro Oficial, el notable Lucas Alaman clasificaba las acciones de mujeres independentistas, las Leonas, como resultado de pasiones románticas motivadas por amor a los insurgentes. He aquí la enjundiosa autodefensa de Leona ante la invectiva:
Mi objeto en querer desmentir la impostura de que mi patriotismo tuvo por origen el amor, no es otro que el muy justo de que mi memoria no pase a mis nietos con la fea nota de haber sido yo una atronada que abandoné mi casa por seguir a un amante. Me parece inútil detenerme a probar lo contrario, pues además de que en mi vindicación hay suficientes pruebas, todo México supo que mi fuga fue de una prisión y que ésta no la originó el amor, sino el haberme apresado a un correo que mandaba yo a los antiguos patriotas. En la correspondencia interceptada, no
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apareció ninguna carta amatoria, y el mismo empeño que tuvo el gobierno español para que yo descubriera a los individuos que escribían con nombres fingidos, prueba bastantemente que mi prisión se originó por un servicio que presté a mi patria. Si usted cree que el amor fue el móvil de mis acciones, ¿qué conexión pudo haber tenido éste con la firmeza que manifesté, ocultando, como debía, los nombres de los individuos que escribían por mi conducto, siendo así que ninguno de ellos era mi amante? (Del Palacio Montiel, Leona 2010ª: 342)
¿Interesada en algo más que vestidos y afeites para enamorar varones? ¿Una mujer que en 1810 presta servicio a la patria, lucha por las mujeres, por la justicia social, como la Poniatowska? De Leona Vicario solían mofarse llamándola “El Quijote con faldas”. Como se verá, este memorial vale para trazar el linaje femenino de las dulcineas, la intuición ecologista de las mujeres que amonestan, como la aldeana del Toboso, a quienes maltratan a la Madre Tierra y a quienes maleducan a los seres humanos haciéndolos creer que son los dueños de la Creación y que por ello pueden destruir la naturaleza. En 2015, los líderes y un puñado de lideresas de 195 países discutieron por vigésima primera vez, en París, en la Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático, la crisis ambiental que afecta al planeta, a nuestra Tierra, la Casa de la Humanidad. Se antoja ahora recordar la labor y las palabras de una mexicana ejemplar, una precursora de nosotras y del ecofeminismo. Universalmente desde el poder se discute y se reglamenta disminuir las venenosas emisiones de CO2; regulación que nadie cumple, o no sería esta la Cumbre número 21. Cabe pues conocer y divulgar la escritura de quien se ocupaba ya de cuidar el planeta y regular la vida en estas tierras hace más de 200 años.
2. Una mujer ilustre e ilustrada y el árbol del conocimiento
María de la Soledad Leona Camila nació en la capital de Nueva España el 23 de junio de 1787. Hija de don Gaspar Martín Vicario, quien fuera honrado con el cargo de Regidor vitalicio de la Ciudad de México. Peninsular, español de abolengo, amasó una fortuna y reafirmó nombre y posición en Nueva España al casarse en segundas nupcias con doña Camila Fernández de San Salvador y Montiel. Ella nacida en Toluca, y
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descendiente de la nobleza acolhua (Del Palacio Montiel 2010b: 23), de los pueblos originarios, diríamos ahora. Doña Camila era una de cinco hermanos. Dos de ellos, Gaspar y Fernando, fueron abogados y llegaron a ocupar honrosos cargos en la Real Audiencia y en la Real y Pontificia Universidad. Eruditos, juristas, fueron autores de varias obras novohispanas. La madre de Leona recibió igual educación que sus hermanos, aunque a ella no se le conoce cargo público alguno. Otro notable y erudito fue padrino de Leona, don Agustín Pomposo. Por ello, Leona recibió una educación esmerada. Pero a diferencia de lo que se esperaba de las mujeres de su tiempo, ella decidió cultivar una vida pública. Asistía a tertulias y encuentros culturales, y así conoció a otras hijas de notables con pensamiento independentista. A doña Josefa Ortiz de Domínguez, morisca, y doña Mariana del Toro y Lazarín, intrépida. Recibió instrucción superior a la de otras, limitadas a los cautiverios de esposas, monjas, beatas, madres abnegadas y consumistas –diriamos hoy–. Sus padres, Gaspar y Camila vieron en Leona un talento especial, supieron que la educación desarrolla las virtudes y corrige los vicios de hijos e hijas. Ávida lectora, Leona estudió La idea del universo, del jesuita Lorenzo Hervas y Panduro. Ahí aprendió de la vida de los seres humanos, la cosmografía, la historia de la Tierra. De la Historia natural general y particular, del conde Georges Louis Leclerc Buffon, obtuvo enseñanzas sobre el origen, desarrollo, variaciones y degeneraciones del planeta. Leyó tambien El nuevo Robinson de Campe, una historia moral traducida del alemán por Tomás de Iriarte. Por supuesto, el Don Quijote de la Mancha, y el Teatro crítico universal de Benito Feijóo. Se enteró entonces del amor que sería “el príncipe de las pasiones” y móvil de todas las acciones humanas; cuyo vasto imperio no conoce límites, por lo que revuelve y trastoca imperios. Y de Feijóo aprendió también a combatir las supersticiones que tanto entorpecen y retardan la marcha evolutiva de la humanidad. Con todo, Las aventuras de Telémaco, el viaje del hijo de Ulises en busca de su padre, acompañado de Mentor, el tutor fue lectura favorita, pinturas y frescos adornaban su casona. Fenelón escribió, hacia 1699, esta novela pedagógica, casi manual para un futuro rey. Leona la tradujo del francés al español. Nótese el interés educativo, la intuición humanista y la intención ilustrada para contener la avidez humana:
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[Telémaco] dejábase llevar del apetito propio, sin advertencia alguna. Habíalo, su madre Penélope, a pesar de Mentor, criado con una altivez, y un orgullo, que deslucían todo lo que en él se encontraba de apreciable. Estimábase como de otra naturaleza que el resto de los hombres, y no le parecía que los dioses habían puesto a los otros sobre la tierra sino para darle gusto, para servirle, para prevenir cualquier deseo suyo, y para referir a él todas sus acciones como a una deidad [...]. Era un vivo exemplo de la desgracia de aquellos que nacen en sublime fortuna [...]. Pero, en tanto que Telémaco estaba con Mentor, no crecían estos defectos y, más bien, se iban disminuyendo de día en día.4
Francois Salignac de la Mothe-Fénelon, arzobispo de Cambrai, fue preceptor del heredero al trono francés, el sobrino del rey Luis XIV. Escritor irónico, autor de varios libros sobre la educación de los jóvenes, fue un favorito de Leona, pues describía el proceso civilizatorio y de socialización, de re-ligación, del organismo inteligente que nace con pasiones de dominio y, sin freno socializante, se convierte en tirano. Leona leyó ahí que “el pueblo elegido de Dios” no lo era por raza, ni por la fuerza de algún ídolo o alguna otra característica terrena, sino por la capacidad de exhortar a naciones, pueblos y personas a organizarse en comunidades mediante la comunicación, la voz pública. Leona se convenció que sólo mediante la palabra compartida y pública podría esperarse que todos y todas en el futuro convivieran en paz. Obtuvo el impulso de fundar el futuro de las generaciones del mundo siguiendo la religión natural, la unión de la vida comunitaria. Luchó contra las supersticiones de la religión institucional que manipulaba opiniones de los súbditos –estado inicial de Telémaco–; en cambio se convenció de procurar que cada uno, cada una aprendiese el arte de gobernar cultivando la tierra, manteniendo la paz, reprimiendo la maldad, amando a la niñez, dando pasos ilustrados. Aprendió a compartir la fidelidad entre los seres humanos y el amor a los dioses no sólo por miedo, sino por temor a olvidar lo espiritual, a alejarse de lo trascendente que no es más que el futuro de las generaciones humanas. En palabras de otro biógrafo, su desarrollo intelectual se inclinaba a lograr la cohesión en el pueblo, la constitución social,
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Medalla de François de Salignac de La Mothe-Fénelon. http://mismuseos.net/comunidad/metamuseo/recurso/medalla-de-franois-de-salignac-de-lamothefenelon/e2e84317-d2e9-454a-8b83-d60ea8232783
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haciendo renunciar a cada uno al “vicio engendrado de las necesidades fútiles” (García 1910: 43). Este pensamiento ilustrado de principios del siglo XIX, coincide con las nociones de co-evolución biológica y de la teoría del discurso universal de intelectuales del tercer milenio, como los latinoamericanos Varela y Maturana. Se reconoce en ello el movimiento evolutivo en su organización autopoiética. Cabe recordar que un organismo es autopoiético cuando se diferencia del medio circundante mediante “un conjunto de procesos interrelacionados para mantener constantemente en vida al organismo” (Maturana y Varela 2003: 28). El germen de la vida, la célula es un organismo autopoiético. A partir de las provocaciones o estímulos del medio externo reestructura lo interno, para acoplarse con quienes recursivamente se mueven igual, y así se mantienen constantemente en vida. Así surgen los seres multicelulares. Son organizaciones autopoiéticas que mediante la interrelación con el medio se reestructuran y acoplan, dando lugar a las sociedades instintivas, igualmente organizadas autopoiéticamente. Perecen las especies que no se reestructuran ni se acoplan a la totalidad de procesos interrelacionados.
3. Derecho y religión natural
En la naturaleza, ante una especie que desaparece, surgen otras mejor adaptadas al todo eco-sistémico. En la dinámica de la vida, la especie que tiene más interrelaciones con el medio avanza; es la que enfrenta más problemas y logra resolverlos. Así se desarrolla la inteligencia: capacidad de registrar aquello que se repite y de evolucionar o crear tecnología, innovar. Con todo, la inteligencia puede convertirse en atributo ajeno a la sociabilidad: con el sueño de poder que a veces proviene del conocimiento, el ser humano tiende a individualizarse, a cerrarse en grupos instintivos. Se detiene la marcha evolutiva: se dispersa el acoplamiento y se propicia la autodestrucción. ¿Qué lugar ocupan la justicia, la regulación jurídica, el cuerpo normativo en esta dinámica vital? Reducción simplista es pensar que el derecho –uno de los ejes de análisis– es un mero orden coactivo
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de la conducta. Reduccionismo que menosprecia la fuerza vital del conocimiento comunitario, compartido; simplificación que detiene la evolución de la humanidad. En cambio, Leona Vicario –protagonista de este ensayo– concibió el derecho en su manera compleja: en la constitución del tejido social a partir del debate público de historias y de formación de identidad humana. La inteligencia de Leona tiende hacia la educación de las pasiones y el cultivo de las emociones sociales. Educación y cultivo que fueron criminalizadas por las fuerzas represivas de reyes y virreyes, o bien, por las fuerzas ideológicas de la iglesia institucional. La misión de Leona fue la nueva conformación de identidades hacia la emergencia de un mundo ecológico terreno y de una economía de los hogares nativos. La religión institucional no garantizaba dicha evolución ni progreso histórico: su noción de derecho es simplificada y autoritaria; corrompe el proceso de constitución social e identidad humana. Leona marcó la diferencia: su religión fue natural. Immanuel Kant planteó que el motivo de obediencia a la norma es su universalidad formal; pero el motivo subjetivo de obediencia es la representación que “todo ser racional hace de su existencia como un fin en sí mismo valioso y no meramente como un medio o herramienta” (Kant 1967: 60). El valor de la persona es su dignidad. Éste es el límite al derecho que marca la constitución social. Este valor de la persona se refleja en su honor, reconocimiento merecido por aquellos que sirven a la patria. Morín, humanista actual, dice: “La percepción de la ecología es espiritual o religiosa: se ubica en el orden orgánico del mundo” (Morin 2000: 37). Justamente en esta percepción nuestra heroína se ordena y organiza: a partir de sus intuiciones. El concepto de ecología no alude a una nomenclatura simplista, como aquellos miran por sus terrenos. Aquí se llama a la ecología compleja, profunda, la que reconoce el valor intrínseco de todos los seres vivos y ve a los y las humanas como una de tantas hebras de la trama de la vida. La ecología se define como ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su entorno (Kraus y Pérez Tamayo 2007: 66). El término deriva de la voz griega oikós, casa u hogar. He aquí la más elevada de las ciencias de la vida, pues tiene que ver con la economía de la Gran Casa, que es la naturaleza. Se ocupa de establecer su estructura y función en el espacio-tiempo, y en conocer las interacciones de animales y
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plantas y materiales entre sí; y las relaciones de unos con otras. En la ecología profunda de la insurgente mexicana está la intención de integrarse a la interrelacionalidad de los procesos de la vida orgánica, a la reintegración de las tierras a los nativos y el respeto de la persona humana. Cabe hacer hincapié en la diferencia entre concepciones religiosas. Cada una impulsa diferentes resultados y expresa ideas divergentes sobre el derecho y el orden social. La religión institucional del Virreinato fue autoritaria, delimitada a un espacio geográfico. La religión de Leona Vicario fue organización de la civilización planetaria, con una visión del futuro de las generaciones, a partir de educar las opiniones y creencias ciudadanas. Vista así, la organización planetaria no es un problema metafísico, sino civilizatorio.
4. Vida y amores de Leona
Leona amaba a Dios sobre todas las cosas, pero sabía que Dios era una imagen de identidad para discutir el proyecto humano. Sabía también que las vírgenes son la proyección de la maternidad. No tomó preferencias por la Virgen de los Remedios ni por la Virgen de Guadalupe, como hicieron realistas o insurgentes. De la primera, española, traída por Hernán Cortés, se decía que no hablaba con los indígenas; de la segunda, que se apareció en América para consolar a los nativos, sus hijos más débiles. Leona había oído que la madre de Dios “bajo todas sus advocaciones abre a todos el seno de su misericordia” (García 1910: 32) a semejanza de una madre terrena que a todos provee y perdona a todos. Prometida en matrimonio con Octaviano Obregón, ilustrado de familia rica, Leona abrazó la causa de la independencia y apoyó las quejas de la familia Obregón contra los abusos de virreyes y oficiales. El padre de Octaviano tuvo que desterrarse, el hijo lo siguió a España, y el matrimonio se aplazó. La persecución contra los independentistas había comenzado. Ya el obispo de Puebla hablaba de “ex comunión” para quienes apoyaran a
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los criollos rebeldes (Aguirre 2010: 26). El verdadero amor de Leona llegaría con Andrés Quintana Roo, joven yucateco que estudio leyes. Nacido en 1787, de padres con ideas avanzadas y cierto desahogo pecuniario, para graduarse de abogado, además de hacer “profesión de fe católica y juró obedecer al rey, a los virreyes, a los rectores y defendería la doctrina de nuestra señora concebida sin pecado original” (García 1910: 56), debía practicar jurisprudencia dos años. Andrés eligió el despacho de Agustín Pomposo, padrino y guardián de Leona, jurista que fuera dos veces rector de la universidad. Ahí coincidió con Leona, quien lo aventajaba en su amor a la tierra mexicana y la libertad. Otro biógrafo pone en boca de nuestra heroína estas palabras dichas a su tío Agustín: “Me llamo Leona y quiero vivir libre como una fiera” (Aguirre 2010: 20). La libertad es el bien supremo de la humanidad, una libertad ajena a la fantasía de dar rienda suelta a los instintos. Supo ella que la libertad personal termina cuando comienza la libertad del otro, y que no hay libertad sin la posibilidad de saber y medir las consecuencias de cada acto y decisión tomada, de manera que cada individuo se responsabilice de sus decisiones y acciones. La libertad alcanza concreción en una república, la sede pública donde se debate y argumenta la vida común. Los criollos, hijos de peninsulares nacidos en Nueva España, y los y las mestizas como Leona defendían esta libertad, bajo el ideal de soberanía popular. Se apoyaban en lecturas de Rousseau y otros ilustrados. En 1765, la Inquisición había prohibido por edicto el Discurso sobre la desigualdad entre los hombres, por sus cláusulas que “inducían al deísmo y al ateísmo”. En 1799, el Santo Tribunal recogió ejemplares del Contrato social: “merece especial anatema, porque anima a los vasallos de su magestad a sublevarse” (Villoro 2005). A pesar de las censuras, los y las insurgentes pensaban en cómo conservar la libertad y formar un orden de renuncias e identidades humanas. Rousseau hablaba de la entrega total de los derechos del hombre a la sociedad, bajo la concepción de que el hombre es una persona y la sociedad un cuerpo viviente. El problema estaba en la representación: la delegación del poder político por parte de los ciudadanos a un grupo. Delegar la soberanía o capacidad de decidir a una élite es dañoso, pues la soberanía pertenece al pueblo, su titular legítimo. Lo ideal sería la interrelación, una comunidad sin separación de gobernante y gobernado. Así, intuía la formación de un organismo autopoiético.
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En los salones de Leona se deliberaba que el ser humano es más que voluntad egoísta y ciega; sobre todo es también razón, conciencia y reflexión. Por ello, ve más allá de su perímetro subjetivo. Percibe valores universales, participa en instancias que lo trascienden y a la vez permanece en donde está, pues es su entorno lo que ha de cambiar. Esta capacidad permite escuchar una voluntad que no es la suya propia, sino la voz de la comunidad o voluntad general, que expresa los intereses socialmente modelados. Diego Fusaro lo explica hoy de esta manera: “La voluntad general es la expresión de nosotros mismos, obedeciéndola, la humanidad se obedece a sí misma, es decir, la parte más racional y moral de cada uno. Por eso, una tal obediencia pone en acto la única libertad digna de ese nombre” (Fusaro, s.d.). En el edicto de excomunión contra Miguel Hidalgo y Costilla, el sacerdote que encabezara el movimiento de libertad de los criollos, el 16 de septiembre de 1810, se lee que: “pintó en su estandarte la imagen de nuestra augusta patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, y le puso la inscripción siguiente: Viva la Religión. Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno” (Sierra et al. 1985: LXIII). Esta imagen llegó a manifestar la voluntad general de indios, españoles y castas, hombres y mujeres, ricos y labradores, peones e indígenas, que armados con piedras, palos, hondas y machetes iban a la guerra de independencia detrás del estandarte siguiendo ideas inspiradas en la religión natural. El poder hacia el pueblo, aun dentro de la monarquía, donde el rey sólo sería coordinador del debate de historias y no un emperador:
Sin diferenciar estamentos o clases, Hidalgo puso por soberano al pueblo bajo, sentando con ello nuevos criterios políticos del criollo ilustrado. Al legislar para el pueblo, Hidalgo hizo todo lo posible por cumplir con su voluntad: suprimió los tributos que pesaban sobre él; abolió la distinción de “castas”, que tanta humillación había provocado en la gente del campo; decretó la confiscación de los bienes de los europeos y dictó la primera medida agraria, consistente en la restitución a las comunidades indígenas de las tierras que les pertenecían. Además quedó abolida la esclavitud. (González 1973: 83)
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Un par de años después, los realistas fusilaron a Hidalgo. Hubo quien continuara la causa. Se levantó José María Morelos y Pavón. Andrés atendió el llamado de unirse al cura rural y hubo que suspender los esponsales con Leona. Se fue. A mediados de 1812 comenzó la labor de la prensa independentista, que Leona encabezaría tan bien luego. Desde el Semanario Patriótico Americano se dinfundía el ideario insurgente: “Confirmar a la Nueva España en su heroica resolución de conquistar su libertad, y demostrar a todo mundo la justicia, la necesidad y la conveniencia de la insurrección”. Andrés visualizaba una “nación llena de majestad y grandeza, que camina por el sendero de la gloria a la inmortalidad del vencimiento” (García 1910: 60-61). También armadas con la prensa, las autoridades eclesiásticas combatieron a los insurgentes con injurias. Los hicieron aparecer como bandidos de la peor especie, y ni siquiera exentaban de la pena de muerte a las mujeres. Las y los tildaban de herejes sacrílegos, furias del infierno condenados al fuego eterno. Por miedo a estas supersticiones, muchos mexicanos se apartaron de la guerra. Pero no Leona. Ella fue una de las primeras en contactar jefes insurgentes e impulsar partidarios de la independencia cohibidos por los tremendos edictos eclesiásticos. Convirtió su casa en centro de comunicación para difundir logros y organización. Escribía para alentar a los insurrectos con frases de simpatía; evitó muchos golpes a la insurrección que pudieron haberla sofocado. Mantenía correspondencia con esposas y familias de insurgentes, daba noticias y las tranquilizaba. También le escribía a Andrés sobre la independencia, causa que siempre los unió. El tránsito de la sociedad instintiva e inteligente hacia la sociedad humana del planeta Tierra no es algo que llegará necesariamente, sino que es un evento contingente: depende de que alguien ponga las condiciones para debatir historias y se vean con transparencia los costos sociales que pueden producir nuestras decisiones: “Leona fue el conducto por el cual se comunicaban los patriotas de México” (Aguirre 2010: 85.) En su casa, plaza pública, se gestaba la opinión comunitaria; se debatían historias pasadas y posibles historias futuras. Circulaban periódicos, se formaba la opinión en las nuevas identidades. ¡Sapere aude!, si la ilustración, como decía Kant, es la liberación del hombre de su culpable incapacidad, entonces Leona era una ilustrada: ¡tenía el valor de servirse
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de su propia razón! (Kant 1970: 25). Involucraba a sus amigas, a familiares y ayudas domésticas y campesinas de sus haciendas:
A mi casa llegan todo el tiempo mensajeros de nuestras haciendas de Mañí y Peñol. ¿Quién se va a extrañar? Además, se me ha ocurrido un sistema para disimular nuestras comunicaciones: nos pondremos nombres falsos. Tú –dijo apuntando a su amiga Margarita–, serás “Bárbara Guadalupe” y los paquetes que yo reciba te los mandaré a ti. Usted –se dirigió al prometido de Margarita–, va a ser “Telémaco”; y usted, don Juan Raz, por el parentesco, será mi “tío”; don Benito Guerra será “el compadre” de todos nosotros; don Antonio será “Lavoisier”; don Andrés Quintana Roo será “Mayo” y don Carlos María será “Nemoroso”. (Del Palacio Montiel 2010: 45)
Para ella, la ciudadanía debía participar y pensar orgánicamente: desde la realidad de un Estado cuya constitución social es protegida por las normas y principios de lo que sería la constitución política. Mujer talentosa, planeó la “seducción de los armeros”, para que fueran a Tlalpujahua a fabricar fusiles. Habló con sus mujeres y se convirtió en el sostén económico de sus familias, mientras fueran convencidas de la causa. Gastó gran parte de su fortuna en ayudar a la insurrección; logró atraer hacia la causa a muchos letrados criollos. Muchos propietarios, terratenientes e industriales, junto con la iglesia, siguieron apoyando a los realistas. Poco duró la clandestinidad y el subterfugio de los códigos de personajes de novelas, como Robinson, Telémaco, Lavoisier. Aprehendieron a Mariano Salazar, su correo, con un saco de esquelas para ella, todas en clave. Anastasio Bustamante, de la Junta Real, recibió el caso y lo remitió al virrey. Leona, advertida por quienes la amaban, aunque no la secundaran, al salir de misa decidió que era el momento para unirse con los insurgentes. Sin dinero y a pie, acompañada de mujeres fieles, disfrazada, llegó a Huixquilucan; no alcanzó a llegar ni a Tlalpujahua, ni a Oaxaca, donde la esperaba Andrés. Cuando su padrino Agustín se enteró, mandó cartas a Leona, que le entregó el notable don Antonio del Río: se negó a volver y no aceptó el indulto que el padrino le entregaba: eso sería una traición a su causa. No juraría fidelidad a quienes esclavizaban a su patria. Regresó a su casa engañada, le dijeron que podía salir del
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escondite sin indulto. Ignoraba que al rechazar la gracia, sería irremisiblemente procesada. A los dos días, don Agustín la llevó al Colegio de Belén, como reclusa forzada.
5. El proceso de Leona
Si bien evitó que la llevaran a la cárcel. “La reclusión de Leona en el Colegio produjo mayor sensación que su fuga, y ocupó la atención de la prensa española” (García 1910: 94). En su expediente sólo constaba una carta de Andrés, que un detenido, e indultado después, llevó a Leona. La carta nada decía de amores, hablaba de “la mala” causa de la independencia de la Nueva España. La Junta Real remitió la documentación al juez, quien ordenó ir a la casa de Leona por los relojes y la traducción de Las aventuras de Telémaco. Pero los oficiales sólo encontraron páginas sueltas. Desde el primer día del alzamiento de Hidalgo, don Agustín Pomposo se declaró monárquico. En su código, la soberanía o potestas de legibus soluta se deposita en el rey, cabeza del gobierno, y éste es responsable únicamente delante de Dios. En ese código estaba la iglesia institucional, implacable en sus procedimientos cuando se trataba de defender sus reinos terrenales. Excomulgaba a cualquiera que intentase despojarla de sus propiedades. Privaba a las personas, con esa pena grave de los santos sacramentos y, sobre todo, de la comunicación con los demás. El poder civil también reprimía el delito de traición o difidencia con la muerte y la infamia para los hijos. Pero Leona tenía otro sentido del honor y la dignidad. Recluida, nunca dio un solo dato ni un solo nombre de los insurgentes por los cuales le preguntaban. Aunque la voluntad general no era igual de resistente: “sucedía que los insurgentes, al ser procesados, casi nunca podían salvarse negando que se hubieran alzado contra el monarca porque se les obligaba a jurar, vínculo importante, para su convicción; pues quien juraba falsamente cometía doble pecado: profanaba en nombre de Dios y engañaba a los hombres” (García 1910: 100). Lograban convencer de que Dios castigaba en ésta y en la otra vida; se manipulaba la fe y la opinión de muchos insurgentes. Más que por temor a las prisiones, confesaban
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por estas creencias. No podían esperar imparcialidad, los jueces eran nombrados por el rey. Los insurgentes perdían su entereza, se hablaba de excesos de los insurrectos. Para escarnio y horror, se exponían en las plazas públicas los cuerpos, cabezas y órganos para amedrentar a los simpatizantes e infamar a los alzados. En el interrogatorio, Leona no perdió su carácter. Respondió con aplomo y dijo que se había ausentado porque una mujer le había avisado de que la detendrían. Reconoció sus cartas y documentos, pero nunca dijo el significado de las claves. Nunca delató a nadie. Sólo habló de su primo Manuel y del licenciado Quintana, pues sabía que estaban con los insurgentes y ningún perjuicio les causaría. Para cuando el juez la declaró formalmente presa en el colegio, el 20 de marzo de 1812, ya le habían sido incautados parte de sus bienes. Nunca se retractó. Más que martir, Leona fue heroica: no se ocupó de salvarse ella, pues salvando a los demás se consideraba salvada. Era sincera, dócil, simpática, bonita, educada y generosa, dentro de la escuela todas la querían. Cuando por la cercanía insurgente ya se preparaba su traslado a prisión, fue rescatada con la ayuda de amigas –una que otra monja– que había hecho en la escuela. La escapatoria despertó el interés de todos: Leona se convirtió en leyenda. Muchos comenzaron a admirarla, otros concluyeron que era herética. Fernández de Lizardi la alabó discretamente. La tuvieron escondida, pues todas las garitas fueron avisadas de la orden de arresto. Cuando la vigilancia disminuyó, salió para el sur, disfrazada de negra, con unos arrieros. En los burros llevaba la tinta y letras de molde para la imprenta. Su primo Manuel y Andrés se apuraron para ayudarla. Desde Chilpancingo, Morelos le escribió agradeciéndole tanto los donativos como su labor comunicativa. En 1813, año en que finalmente se casaron Leona y Andrés, Morelos se desprendió del poder a favor del Congreso de Chilpancingo. El matrimonio se ocupó de la prensa de los insurgentes. Tal y como lo anota otra biógrafa, “Para el amor, como para la libertad, la palabra es el mejor alimento” (Balestra 2010: 64). Sin importar la autoría, las ideas comunes iban firmadas por Morelos. Símbolo de la nueva identidad y aun así, generoso y modesto, Morelos delegó el poder al Congreso con la idea de que la nación tuviese un
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cuerpo de hombres sabios que la rigiesen en leyes acertadas, y dieran a la soberanía el aire de majestad que le correspondía. La notoriedad pública tiene dos funciones, explica Habermas: la crítica y la manipuladora. Ambas son claramente distinguibles y actúan socialmente contrapuestas. Cada una conlleva una expectativa diferente sobre la conducta del público: la crítica busca la opinión del público que razona, pues es libre; la manipuladora busca la opinión pública aislada, que es tomada en cuenta selectivamente por el poder. En el sentido de la primera: “La opinión pública es la única base reconocida de la legitimación del dominio político. Por ella, el Estado moderno presupone como principio de su propia verdad a la soberanía popular, y ésta, a su vez, tiene que estar encarnada por la opinión pública” (Habermas 2006: 262). Sin la ficción de la opinión pública como origen de toda autoridad, de las decisiones obligatorias para todos y todas (tomadas por las autoridades que nos representan), falta a la democracia moderna la sustancia de su propia verdad. Leona tenía la intuición de que la religión debe ser el vínculo de unión de todos los organismos inteligentes en una voluntad general; y la noción de la soberanía como el sustento a todos sus hijos y en la organización de los hablantes. En cambio para los realistas, la soberanía aún recaía en manos de una sola persona, el rey, y en un sistema que lo respaldaba manipulando opiniones y creencias, induciendo miedo al castigo de dioses, amos y gobernantes. La pareja Quintana-Vicario se distinguió en el Congreso. Andrés asumió la presidencia y firmó el manifiesto del 6 de noviembre de 1813. En resumen, los congresistas planteaban que los mexicanos indistintamente habían estado condenados a los rigores de la tiranía, excluidos de los empleos y de la menor intervención en los asuntos públicos. Las leyes y el monopolio de la metrópoli mantenían esterilizados los campos, cerrados los puertos, desterradas las artes y cegadas las fuentes de riqueza pública. Por eso, la Nueva España se había organizado para la emancipación y ésta comenzaría en la comunicación pública. En el acta del Congreso se rechazaba la monarquía y se establecía una república, disposiciones que todavía se conservan en la Constitución.
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Ya en los Sentimientos de la Nación, Morelos establecía que “la América es libre e independiente de toda otra nación” y que “la religión católica será la única sin tolerancia de otra”. Siguiendo nuestra línea interpretativa, mencionemos que la libertad, como la posibilidad de conocer los riesgos que produce cada decisión, implica una concepción compleja del derecho. En ese sentido, los intelectuales de la insurgencia entendían que sin la formación de una ciudadanía razonante no habría nación soberana. El pueblo, cada hablante, necesita identificarse como organismo inteligente y digno para tomar el poder, sin importar que el gobernante sea un rey, pues sólo será el organizador y no impondrá decisiones. Contrariamente, los realistas seguían profesando una concepción de derecho simplificada: un orden coactivo de conducta y la identidad social fabricada mediante supersticiones, encabezado por gobernantes que toman decisiones sin organizar al cuerpo social y produciendo descontento social. La guerra se recrudeció y Morelos, ya sin Hidalgo, decidió tomar la ciudad principal de Valladolid. Los realistas, comandadas por Ciriaco del Llano y Agustín de Iturbide se prepararon y hubo una batalla feroz. Los insurgentes no tenían alimentos, ni armas: fueron encarnizadamente perseguidos. Aprendieron a Morelos y lo fusilaron en 1814. Entonces Leona y Andrés huyeron al campo. Mientras, en la capital, Leona había sido convocada mediante numerosos edictos y pregones, pues se decía que se había burlado de la autoridad judicial al declarar lo que quiso y como quiso. En 1815 el virrey dispuso del caudal que el Consulado de Veracruz le reconocía. Leona siguió peregrinando con el Congreso ya disuelto y con su marido. A petición de su familia, aprovechando que el jefe realista, por mando del virrey, estaba ofreciendo indultos a diestra y siniestra, se les otorgó la gracia del indulto, con la condición de separarse de la causa insurgente. “Leona rechazó este ofrecimiento reiterada y categóricamente, [...] ella se había afiliado a la causa precisamente para liberar a la nación de ladrones y asesinos” (Aguirre 2010: 139). Andrés, pensando en tender una emboscada a los realistas, fingió aceptarlo, para tener tiempo de prepararla. Para 1816, se opinaba que el movimiento insurgente estaba en agonía y muchos se habían acogido al indulto. Leona protestaba por la deserción y seguía pensando en cómo conformar la soberanía popular y una voluntad común. Vicente Guerrero se había hecho indestructible,
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por lo que Leona confiaba en que los criollos que habían probado la libertad ya no regresarían a ser parte de España. Huyendo de cueva en cueva y escondiéndose en la sierra, la pareja tuvo a su hija Genoveva en 1817. Sobrevivieron pobremente. Una mañana los sorprendieron y Andrés tuvo que huir, no sin antes escribir una petición de indulto para ellas. “Orgullosa ella no quiso pedir el indulto, por lo que Andrés su marido se entregó para que la liberaran” (Alaniz 2009: 38). Fue indultado. Pero obligado a salir con su familia del país, no se exilió pues Calleja, el virrey, no restituyó los recursos incautados a Leona. La defección de Iturbide del bando realista y la abnegación de Guerrero, que declinó el mando independentista en el antiguo jefe realista, dieron el poder a Iturbide, quien se autoproclamó emperador de México. Andrés fue nombrado subsecretario de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores, a pesar de que siete años antes, Iturbide había perseguido encarnizadamente a la pareja. Leona volvió a gozar del brillo y alta posición social; aunque en lo íntimo nunca estuvieron de acuerdo con Iturbide. Organizaron el trabajo. Él regresó a ser escritor y abogado; ella a estar a cargo de sus hijas: así escribiría para el periódico. Ya era conocida como “la primera mujer periodista en México” (Pascual 2010: 112). Escribió en El Ilustrador Americano de Morelos durante la lucha, y en El Federalista durante la época de independencia. Leona y Andrés miraron que no había otro camino que defender las libertades políticas y religiosas, aunque el emperador no estuviera de acuerdo. Iturbide notó que sus ideas estaban diametralmente opuestas a las adoptadas en las bases constitucionales del 24 febrero de 1822, concretamente que “la religión católica, apostólica, romana sería la única religión de Estado y la monarquía moderada su forma de gobierno” (García 1919: 136). Como los realistas tenían una concepción supersticiosa de la religión, Leona y Andrés pensaron que se justificaba plenamente la apertura a otros credos. Iturbide destituyó a Andrés debido a estas declaraciones, y éste huyó a Toluca para evitar la aprehensión. Antes, dirigió una carta a Iturbide diciendo que “él no había encubierto opiniones, sólo no había tenido oportunidad de decirlas; y que no era un crimen el haber instruido al pueblo en un asunto de tanta trascendencia” (García 1919: 140).
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A su vez, el “emperador” fue desterrado: el soberano Congreso se ocupó de honrar la memoria de los insurgentes muertos y de recompensar a los sobrevivientes. Se ordenó la devolución del capital que el Consulado había confiscado a Leona. Ella no se vio codiciosa y aceptó que le pagaran con dos fincas y dos casas aunque no cubrían el valor de su fortuna legítima. Las insurrecciones se siguieron, con traiciones y cambios de gobiernos y personas, como en toda guerra civil.
6. La voz de Leona: Ni frenillo ni pepita en la lengua
Se conservan pocos documentos con ideas de Leona, pues no firmaba en el Ilustrador de América. Algunos textos conciernen a su proceso y a intervenciones en la vida pública, generalmente defendiendo la nueva República y mostrando a los lectorcómo debería funcionar un Estado de Derecho: el poder es comunicativo y la soberanía la ejercita el pueblo. Eficazmente, Andrés publicaba en El Federalista Mexicano su abierta oposición a Bustamante. Cuando éste mandó cuatro soldados para recoger la imprenta y los periódicos a la casa de los Quintana Roo, se encontraron con Leona. Dos de ellos, estuvieron platicando con ella y los otros dos se apostaron en la puerta para impedir que ésta fuera cerrada. Leona, que al inicio no se dio cuenta de esto, temió que su marido fuera víctima de algún atentado y ese mismo día, al anochecer, fue a pedir la protección de la autoridad pública al presidente Bustamante. Le relató el allanamiento de morada del que había sido víctima y expresó su temor, puntualizando que “si su marido se excedía con sus escritos, debía ser reprimido con otros escritos y no con medios violentos” (Carta de Leona, en García 1919: 179). Madre, esposa, hacendada, la sostenía el poder de sus convicciones: el debate público era necesario por ser el inicio del derecho y la instancia de formar la identidad humana al interno de una nación. Pero Bustamante y su séquito concebían al derecho simplificado en el poder coactivo. Así que mandó llamar a Codallos, jefe del ejército, para que explicara las cosas. Éste dijo que había sido atacado por Quintana Roo en El
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Federalista, por lo que se había hecho indispensable contestar a palos a los escritores, y que él no sabía dar otra respuesta puesto que no sabía escribir. Asombrada por tal concepción y por el descaro de un empleado público delante del primer magistrado de una república libre, Leona contestó que la conducta impune de cuatro hombres armados que asaltaban las casas para vengarse de un ciudadano, sólo probaba que “debía considerarse disuelta la sociedad y restituida a cada uno la obligación de defenderse por sí mismo” (Carta de Leona, en García 1919: 152). Extrañada estaba, de que hubieran aparecido tales desfacedores de entuertos, que en lugar de sacar las espadas en pro de los desvalidos y doncellas menesterosas, 5 no trataban sino de vindicar a garrotazos el honor de unos individuos, que bien podían pedir satisfacción personalmente. Pero la ignorancia de Codallos y la falta de honor de Bustamante quedaron impasibles ante la ironía. Leona dijo a Bustamante que “no siendo sultán de Constantinopla, sino jefe de una República libre, no debía permitir que en su presencia se hiciera aquella burla de las leyes, por un funcionario como Codallos” (García 1910: 180). Indignada, puso fin a la audiencia, no sin antes manifestar que había ido allí para saber si podía contar con la protección de la autoridad, o si debía defenderse ella sola, como en el estado de naturaleza. Bustamante dijo que dentro de su casa podía contar con la protección, pero no fuera. Y, desde entonces en México, bajo el amparo del concepto simplificado de derecho como “orden coactivo de la conducta’, se han venido legitimando las autodefensas, a veces ante la ignorancia del pueblo, que sigue siendo excluido del debate de historias. Mucho se habló de esta entrevista. El Sol, periódico gobiernista, trató de ridiculizar a Leona. Publicó que la apoderada y esposa de Quintana Roo, había solicitado escandalosamente al presidente el castigo de unos oficiales, a quienes ningún cargo se podía hacer, “a menos que se castiguen las intenciones”. Ni tarda ni perezosa, al otro día Leona dirigió un comunicado a los editores de ese diario, en el cual negaba que hubiese pedido con escándalo que fuesen castigados los oficiales Merino y Antepara; que no lo hubiera solicitado ni en el caso de que los referidos señores hubieran cometido un crimen,
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Leona y Bustamante parafrasearon los términos de Don Quijote de la Mancha.
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pues su ideas y sentimientos no estaban para pedir venganza de los agravios que le hacían. Tampoco era cierto, afirmaba, que su marido la hubiese nombrado su apoderada porque “no teniendo ni frenillo, ni pepita en la lengua, que le impidiese defenderse, lo hará mejor que yo cuando le parezca oportuno, y a mí no me gusta defender a quien está en posibilidad de poder hacerlo por sí mismo” (Carta de Leona, en García 1919: 140). Pero El Sol no lo publicó, pues estaba muy ocupado burlándose de ella, presentándola como “Quijote con enaguas”. Leona escribió una nota para El Federalista Mexicano. Mostró que el presidente y Codallos veían fraguar crímenes sin dictar ninguna medida oportuna. Tal fue la orden de fusilar a Guerrero, por tratar de recuperar el poder que Bustamante le había arrebatado. Como el Registro Oficial, órgano del Supremo Gobierno, dijo que había atendido a Leona y recomendado a Codallos que tomara medidas oportunas, Leona aclaró: “nadie me ha conocido como deslenguada y atrevida, no podrá discernir un solo lineamiento del original en el injurioso retrato que de mí hace el editor del Registro Oficial, convertido liberista con desdoro de la dignidad del Gobierno, en cuyo nombre habla” (Carta de Leona, en García, 1910: 142). De pronto, el Registro Oficial no se atrevió a replicar a Leona. Pero un mes después, el editor de El Sol, al contestar un artículo que El Federalista había publicado en contra del Ministro de Relaciones, don Lucas Alamán, aprovechó la oportunidad para decir que Leona: “había recibido casas y haciendas en pago de unos créditos, merced a cierto heroísmo romancesco, que el que sepa algo del influjo de las pasiones, sobre todo en el bello sexo, aunque no haya leído a Madame Stäel, podrá atribuir a otro principio menos patriótico” (Carta de Leona, en García, 1910: 142). Ya no la llamaron “Quijote con enaguas”, pues podría parecer más un cumplido que una burla. Ahora, profesando un discurso simplista, se la comparaba con una “mujer de partido”, con aquellas que Cervantes pintó yéndose con el primero que les pasa por enfrente, para ayudar a tal hombre y secundar cualquiera causa que él siga. Leona, ofendida porque un compatriota, Lucas Alamán, manchara su reputación y buen nombre de insurgente abnegada y dama honorable. Por esto, replicó con esta nota:
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[…] ya otra persona había querido ver un efecto de amor en sus servicios a la patria y que entonces ella imprimió una vindicación con documentos intachables que destruían por completo semejante impostura, por la cual esa persona tuvo que desdecirse públicamente; que, a pesar que Alamán no ignoraba esto, le remitía un ejemplar de dicha reivindicación en caso de que lo hubiera olvidado. [Advertía Leona que] no aspiraba a granjearse el laurel de heroína, pues sus servicios habían sido”comunes y cortos”, sino sencillamente a impedir que su memoria pasara con fea nota a sus nietos. (Carta de Leona, en García, 1910: 143)
En relación a sus bienes, Leona aclaró que las casas que la nación le cedió, las había tomado por su valor íntegro, cuando nadie quería dar por ellas ni las dos terceras partes de su valor, y que no obstante que rendían 1 500 pesos, o sea los réditos de un capital de 30 000, ella las había aceptado en pago de 112 000, que era lo que le habían incautado ilegalmente. Alamán no lo publicó, pero El Federalista Mexicano sí. La opinión pública se pronunció a favor de Leona, pues sus detractores no volvieron a combatirla. En cambio, Andrés no dejó de ser perseguido, sin respeto a su fuero de diputado obtenido por representar, precisamente, a la opinión pública. Vencido Bustamante a fines de 1832, por una revuelta que provocó su tiranía, el matrimonio Quintana Roo gozó de una vida, relativamente, más tranquila. Hubo incidentes, como el robo que en 1838 sufrió su hacienda ubicada en el Estado de México. En esa ocasión les hurtaron ovejas con el valor de 700 pesos. Leona presentó su queja al gobernador, don Valentín Canalizo y, en una primera carta, pidió la devolución de su ganado. Argumentó los 25 años de sacrificios pecuniarios y personales; y que en ese momento, debido a las persecuciones y venganzas injustas de sus “ingratos paisanos”, se hallaba bastante atrasada en sus negociaciones e intereses. Debía ser atendida porque pedía justicia; agregó que aun cuando solicitara una gracia como ésta, con objeto de impedir que se repartieran sus ovejas cuatro zaragates que ya le habían saqueado mucho, esperaría que el señor gobernador le guardara las consideraciones a que era acreedora por sus servicios a la patria. Canalizo respondió que ya pediría información a los responsables del atropello. Leona comprendió que el gobernador estaba dando tiempo para que vendieran las ovejas, para imposibilitar que se recuperaran. Justamente resentida, escribió otra carta a Canalizo, haciéndole saber que “nada quería ya de justicia ni de gracia, que
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se conformaba ya con el robo, y, para que le fuese menos sensible, haría cuenta de que existía una guerra extranjera, y que había sido saqueada por los enemigos de la nación” (García 1910: 144). Hubo quien dijera que ella estaba cobrando sus servicios y, por lo tanto, los cuatreros hacían lo mismo con ella. Pero otros comprendieron que ella diferenciaba entre gente con honor que lucha por el ideal de república libre, y la gente sin honor, que aprovecha para robar bienes bajo el amparo de gobernantes que no sólo no distribuyen justicia, sino que permiten delinquir. Leona fue buena madre y esposa, ciudadana intachable y creyente sincera. Se dedicó a su hogar y a sus negocios, pero siguió siendo una mujer generosa y desprendida de los bienes materiales. Murió en 1842, a los 53 años de edad. Su entonces ya amigo nuevamente, Carlos María Bustamante, la llamó: “el ornamento de su sexo y la gloria de su patria”. Mujeres como Leona hicieron temblar a las autoridades con sus comunicados. Ya lo dijo el oidor Josué Bersueta: un solo escrito que hable en contra de la conquista de la Nueva España, “podría llevar a la religión y al Estado a su total ruina” (García 1910: 34). Pero sólo la educación de los ciudadanos hará recobrar el tránsito hacia la evolución planetaria y el progreso de la historia. Esto no llegará en manera necesaria, sino que es contingente y depende de que surjan personas con la intuición de la organicidad y de su futuro, como Leona, que intuyó la organización autopoiética. Se requiere no una inteligencia mecánica para hacer leyes, sino una inteligencia emotiva para educar opiniones. Ella la tuvo, en su religión laica, en su educación ecológica que privilegió la formación de creencias desde la intuición de la vida futura. En esto consiste la notoriedad de las personas honorables. Hoy día, cimentadas en nuestro linaje de leonas, las mujeres, con nuestros estudios y escrituras, hemos de acometer nuestros horizontes de libertad y nuestra defensa de la Tierra.
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LA MOVILIZACIÓN DE LAS MUJERES PALESTINAS: DE LOS ANALES A LA “REBELIÓN DE LAS PIEDRAS”1 Alberto Benjamín López2 La movilización de las mujeres palestinas: de los anales a la “Rebelión de las piedras” Resumen: El movimiento asociativo de mujeres palestinas tuvo su origen a finales del siglo XIX. Desde su configuración, su principal propósito ha sido el empoderamiento de la mujer palestina y la lucha contra la colonización sionista. En el siguiente artículo recogeremos sus principales exponentes así como la evolución de sus actividades. Palabras clave: Palestina, asociaciones, mujeres, resistencia. The Mobilization of Palestinian Women: From the Beginning to the “Stones War” Abstract: The mobilization of Palestinian women originated in the late 19th century. The main objective of this movement was the empowerment of Palestinian women and the fight against Zionist colonization. This paper examines the driving forces behind their motivations and activities. Key words: Palestine, association, women, resistance.
1. Introducción
A comienzos de la primera Intifāḍa en diciembre de 1987 3 los medios de comunicación se centraron por primera vez en el papel político de la mujer palestina (Del Val y Muhiar 2012: 134) contra la violencia estatal sionista desempeñando “un papel muy activo en manifestaciones no violentas, huelgas, elaboración de panfletos y, sobretodo, en la estabilidad de su hogar. Cuando los líderes de la sublevación fueron detenidos o exiliados, asumiendo un papel de liderazgo” (García y Ortiz 2004: 195). Sin embargo, este fenómeno no es algo novedoso ya que desde finales del siglo XIX se consta una verdadera lucha organizada por diversos grupos de mujeres como protagonistas. Sólo en
Fecha de recepción: 30/11/2015. Fecha de aceptación: 14/12/2015. Estudiante del Máster Culturas Árabe y Hebrea, Universidad de Granada; albertobenjamin@hotmail.es. 3 También conocida como la “Rebelión de las piedras”, iniciada en los Territorios Ocupados contra el acoso del ejército israelí. Si en un principio la naturaleza de esta sublevación era espontánea, protagonizada mayoritariamente por los niños palestinos, su prolongación se extendió hasta la celebración de la Conferencia de Madrid (1991) y la víspera de los Acuerdos de Oslo (1993) causando la muerte de 160 israelíes y 1.162 palestinos. 1 2
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el periodo comprendido entre 1900 y 1948 se numeran hasta doscientas entidades de mujeres palestinas. La participación de sus agrupaciones concurre en paralelo al auge del sionismo, el nacionalismo palestino y las tendencias feministas propiamente dichas. A continuación mencionamos diversos ejemplos de mujeres que han destacado en la resistencia durante los acontecimientos más significativos de la historia palestina hasta el comienzo de la Nakba o la también denominada Guerra árabe-israelí (1948).
2. Los movimientos asociativos bajo el Mandato Británico
En 1884 se produce la primera acción política registrada y organizada por mujeres palestinas contra el el establecimiento de uno de los primeros asentamientos sionistas en la colonia de al-Afūla y, en general, contra el robo de tierras (García y Ortiz 2004: 193). Durante el establecimiento del Mandato Británico (1917-1948), la actividad revolucionaria aumenta con el fomento de nuevas conferencias y comités populares, llamadas a la desobediencia civil y asistencia a los heridos durante las protestas y enfrentamientos con la policía británica y las bandas terroristas de afiliación sionista. La actividad principal durante la primera época del movimiento feminista se centra en la actividad divulgativa y organizativa de conferencias, comités y la prestación de diversas ayudas enfocadas en la beneficencia. Así, de los ejemplos que se reseñan en este período inicial encontramos la organización de mujeres de tendencia ortodoxa de ayuda a los pobres en Acre registrada en 1903. A comienzo de los años veinte el movimiento sionista, ya reconocido como interlocutor por la potencia administradora, comienza a contar con auténticos partidos políticos o instituciones financieras propias como el Anglo-Palestine Bank o el Jewish National Found (Rocamora 2011: 84). Una evolución de los hechos que marca el cambio político-armado de las primeras asociaciones destinadas originalmente a la asistencia social de la población:
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Las mujeres de la clase alta urbana, normalmente parientes de personalidades políticas prominentes, organizaron asociaciones de caridad y organizaciones de mujeres para asistir o ayudar en el esfuerzo nacional. Sus objetivos y actividades estaban orientados a alcanzar la independencia nacional y el desarrollo social. Las demandas para avanzar en la posición de las mujeres era insignificantes, ampliamente ensombrecida por la inmediata presión de la Lucha Nacional. Las mujeres palestinas conocían los lazos orgánicos que vinculaban su movimiento con el Movimiento Nacional e hizo pequeños intentos para extraer sus propios problemas y perspectivas del gran cuerpo social. (Del Val y Muhiar 2012: 135)
Además de los asesinatos y las detenciones, encontramos otros episodios turbulentos como la serie de interrogatorios propiciados por la policía británica a las madres de los asesinados en las mismas morgues. Mientras que en otros países árabes las reclamaciones de las mujeres eran de carácter propiamente sociopolítico (la abolición de la poligamia, el divorcio breve o el derecho al voto), en Palestina las mujeres demandaban o reclamaban que la Declaración Balfour 4 fuera abolida, que se restringiera la inmigración judía a Palestina y que los prisioneros políticos recibiesen un trato más favorable (Hiltermann 1991: 128). En 1921 ‘Imīlīā al-Sakākīnī (mujer del ensayista y político Jalīl al-Sakākīnī) y Zilayja al-Ŝihābī crearon la primera Unión de Mujeres Árabes Palestinas, una asociación de mujeres de distinta pertenencia confesional, de clase social elevada y de alto nivel educativo posicionadas políticamente en contra de toda discriminación. Gracias a su relación con el campesinado, son ellas las primeras en alertar de la compra y expropiación de tierras:
En estas organizaciones femeninas todas sus miembros vivían en las ciudades, ninguna de ellas en las zonas rurales; sin embargo, a la vez, hubo una gran colaboración entre las mujeres rurales y las mujeres urbanas a la hora de trasladar armas, intercambiar información y formar un cuerpo móvil de alarma para proteger a los revolucionarios, vigilando y controlando las carreteras e, incluso, combatieron 4
El 2 de noviembre de 1917 el ministro de Asuntos Exteriores británico, Balfour, presentaba al mandatario Lord Rothschild una carta denominada Declaración Balfour en la cual se declaraba la creación de un Hogar Nacional judío durante el Mandato. En esta documento que hizo en nombre de su gobierno, Balfour prometía que se respetarían los derechos de la comunidad no judía, es decir, la basta mayoría de población palestina.
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contra los soldados británicos para liberar a los revolucionarios palestinos arrestados. (Duha 2015: 143)
Sus objetivos pasaron nuevamente a acompasarse con los acontecimientos vividos: el anticolonialismo, el auge del nacionalismo árabe y las primeras demandas de autodeterminación. Son varias las opiniones que sostienen que la acción de estas mujeres fue más eficaz que la de los hombres por no temer a las represiones políticas. Entre sus actividades encontramos: la elevación del estatus de la mujer y la lucha codo con codo con el nacionalismo, la creación de comités y reuniones en diferentes ciudades y la recaudación de fondos para que una delegación pudiera desplazarse a Londres para criticar las acciones derivadas de la Declaración Balfour. Este congreso sobrevivió sólo dos años debido a la escasez de fondos y otros problemas organizativos. Sin embargo, sirvió como modelo institucional para las sucesivas iniciativas organizacionales (Cave 1994: 64). Según diversos autores, la Revuelta de al-Burāq5 en agosto de 1929 marca un punto de inflexión en el activismo femenino con la creación de la primera Conferencia de las Mujeres Árabes Palestinas6 (26-29 de octubre de 1929) con más de doscientas mujeres participantes. Estas mujeres salieron a las calles de Palestina, se enfrentaron a la policía británica y ayudaron a los heridos de la revuelta. De los 116 mártires, nueve fueron mujeres. Entre las acciones acometidas una de las más distinguidas fue la petición de una manifestación al Alto Comisionado británico. Tras una primera negativa, el Alto Comisionado acepto la celebración de la manifestación con la condición de que no saliesen de sus vehículos. Las asistentes, acatando la condición impuesta, recorrieron todas las calles en unos cien coches haciendo sonar sus cláxones y gritando por las zonas del gobierno en contra de la Declaración Balfour.
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Episodio también conocido como la Sublevación del Muro de las Lamentaciones que hace referencia a las manifestaciones y altercados entre judíos y musulmanes que se produjeron en agosto de 1929 por el acceso al Muro. 6 Diez años más tarde, la Asociación de Mujeres Árabes de Palestina (Arab Women’s Association of Palestine, AWAP) se subdividiría en: La Asociación de Mujeres Árabes (Arab Women’s Association, AWA) y la Unión de Mujeres Palestinas (General Union of Palestinian Women, GUPW) (Karine 2010: 9).
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Finalmente, esta primera conferencia decidió instituir diversas sociedad de mujeres árabes en las ciudades más importantes de Palestina siendo la primera Jerusalén seguida de otras como Ḥayfā, Yāfā, Nāblus, Ṭūlkarm, Jenīn o Acre. El segundo artículo de la constitución de estas sociedades estipulaba lo siguiente:
to work for the development of the social and economic affairs of the Arab women in Palestine, to endeavour to secure the extension of educational facilities for girls, to use every possible and lawful means to elevate the standing of women, to promote national industries, to assist national institutions, and support any national body in any enterprise which may be beneficial to the country, whether economically, socially or politically. (Cave 1994: 71)
3. La militarización del movimiento
En los años treinta se produjeron nuevas tensiones con el incremento de la expropiación de sus tierras, la masiva inmigración y el armamento de los judíos. A todos estos sucesos se le suma el descubrimiento de un cargamento de armas en Ḥayfā. Antes de desencadenarse la gran Revuelta Árabe (1936-1939), ante la masiva llegada de judíos de toda Europa, dos mujeres, Matīl Mugannam 7 y Tarab Abdel Hādaī –cristiana y musulmana respectivamente– advirtieron en 1933 desde el Santo Sepulcro y la Cúpula de la Roca del peligro sionista y de la traición británica (Alhelsi 2012). Durante el estallido de la revolución y su correlativa Huelga General (1936) surge el grupo de Las Compañeras del Qassām8, las cuales participaron en la lucha contra los británicos con el líder de la revuelta del que reciben su nombre. Tras la Revolución se incrementa la militancia de las mujeres que se dedican, entre otras actividades ya citadas, a esconder y transportar armas así como a elaborar cartas que exigían a las autoridades la libertad de los detenidos. Quizás otro de los ejemplos más insignes y patrióticos de este período es
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Autora de The Arab Woman and the Palestine Problem en el cual se trata información referente al movimiento feminista palestino de esta época. 8 Nombre con el que también se denominan a los cohetes producidos por Hamás.
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el de Fātima Gazāl, también procedente de la clase campesina, y su participación activa en la lucha armada antes de ser arrestada y asesinada por posesión de armas. La implicación de estas mujeres en la primera línea de batalla hizo que el estatus de la mujer palestina aumentase sustancialmente en el ámbito político frente al de otras mujeres en el resto del mundo árabe a la vez que produjo una serie de cambios de valores y costumbres sociales. A principio de los años cuarenta, el movimiento revolucionario maduró gracias a la experiencia de las décadas anteriores con una mayor organización y formalización. En el ámbito cultural se destaca con gran importancia la incursión de la mujer en el mundo de la información escuchándose por vez primera su voz en Radio Jerusalén, en la cual participaron autoras tales como Fadwà Ṭūqān, la Gran Dama de la poesía palestina, cantantes como Umm Kulṯum, así como las publicaciones de poemas y cuentos en los periódicos Filistin y Yihad. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la presencia norteamericana empezó a aparecer en el destino del problema palestino. La importancia de la inclusión del lobby judío en la política americana y su apoyo a la candidatura de Harry Truman hicieron intervenir directamente a dicho presidente en la propuesta impulsada por la ONU (Resolución 181) para dividir el territorio. La postura americana respecto a la partición se puede sintetizar de manera escueta con la declaración del entonces presidente norteamericano: “Lo siento señores, pero tengo que satisfacer a cientos de miles que están ansiosos de ver el éxito del sionismo. No tengo cientos de miles de árabes entre mis electores” (Effarah 2012: 255).
4. La proclamación de Israel
En 1948, con la proclamación sionista del Estado Judío, o la Nakba –catástrofe– según denominaron los palestinos, se desmorona toda una sociedad. Más de la mitad de la población es expulsada en búsqueda de su propia identidad:
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Los choques con las milicias palestinas locales proporcionaron el contexto y el pretexto perfectos para implementar la visión ideológica de una Palestina étnicamente limpia. La política sionista, en febrero de 1947 se basaba en las represalias por una los ataques palestinos, se transformó en una iniciativa para la completa limpieza étnica del país en marzo de 1948. Una vez que la decisión fue tomada, se tardó seis meses en completar la misión. Cuando estuvo terminada, se había desarraigado a más de la mitad de la población nativa de Palestina (cerca de ochocientas mil personas), destruido 531 aldeas y vaciado once barrios urbanos. (Pappé 2008: 11)
El movimiento femenino palestino, en consecuencia a estos actos, inauguró nuevas asociaciones para prestar servicios de asistencia en la mayoría de las ciudades palestinas e incluso fundaron nuevos hospitales y clínicas sanitarias para los afligidos por la guerra (Duha 2015: 145). La destitución de muchos de los refugiados forzó a la mujer a buscar otros empleos en cualquier lugar en el que se pudiese. Las mujeres que encabezaban este movimiento fueron participantes en la primera conferencia de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) y formaron la Unión General de la Mujer Palestina. Aḥmad al-Ŝuqaīrī, presidente de la OLP, llega a afirmar: “La OLP ha cumplido su compromiso con su otra mitad (las mujeres)” (Duha 2015: 146):
La nueva realidad política, junto con la gran importancia concedida a la educación (incluyendo la de la mujer) y la difícil situación económica, que hizo que la supervivencia de muchas familias dependiera del trabajo de la mujer fuera de casa, facilitaron el desarrollo de la conciencia política de ésta e inspiraron nuevas formas de resistencia. Para miles de mujeres de las clases medias, fue la primera oportunidad de desarrollar unas actividades hasta entonces reservadas para los hombres. (García y Ortiz 2004: 194)
El trabajo femenino se intensificó en los campos de refugiados palestinos y su participación fue notable en el mismo Movimiento Nacional de Resistencia contra la ocupación israelí, sobre todo después de la colonización del resto de la denominada Palestina histórica (Cisjordania y la Franja de Gaza) en 1967. Es precisamente en este período comprendido entre 1948 y 1967 cuando la tasa de desempleo alcanza un fuerte
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aumento en Cisjordania con la diáspora de muchos palestinos que dejan este área para buscar cualquier empleo, mayoritariamente en Transjordania y en los estados del Golfo Pérsico (Hiltermann 1991: 18). En el campo educativo también se impulsaron diversas medidas como el fomento de cursos para erradicar el analfabetismo y la creación de jardines de infancia, además de la apertura de clubes sociales para los jóvenes y los servicios de asistencia para los presos y sus respectivas familias.
5. Conclusión
Las mujeres palestinas han tenido un papel esencial en la lucha por la liberación nacional desde los tiempos los del Mandato Británico. Sus primeras acciones caritativas fueron evolucionando a medida que la colonización les despojaba de su tierra y sus propios derechos. A la luz de estos acontecimientos las mujeres empezaron a contribuir formal e informalmente a través de las entidades nacionales, tales como la OLP y los diferentes partidos y organizaciones civiles. Esta “participación ha legitimizado su papel en la esfera pública y hasta cierto punto ha cambiado los estereotipos culturales relacionados con sus roles tradicionales” (Kuttab 2007). La participación política, así como sus actividades preliminares relacionadas con el ámbito social (alfabetización, impulse de los centros educativos y promoción de las costumbres y tradiciones), han sido vitales para mantener el tejido social del pueblo palestino y la conservación de su propia identidad nacional. Si la desafortunada historia de Palestina ha conseguido una lucha de iguales contra la colonización, la situación actual ha hecho que las mujeres palestinas tengan que enfrentarse además al auge de los fundamentalismos en la región que van acotando paulatinamente su integración en los ámbitos políticos-sociales. Las organizaciones y movimientos de mujeres trabajan en la educación de las mujeres en el entorno imperativamente patriarcal así como en la recuperación del empoderamiento en el ámbito político. El conocimiento del aporte que lleva haciendo el movimiento femenino desde
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sus orígenes hasta la denominada “Intifāḍa de los cuchillos” 9 es fundamental para recobrar una unidad social ya de por sí fracturada.
6. Referencias bibliográficas
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Iniciada según los palestinos en reacción a las bombas incendiarias de finales de julio que acabó con la vida de un niño de un año y medio en Nablús.
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Pappé, Ilan. 2008. La limpieza étnica de Palestina. Barcelona: Crítica Barcelona. Rocamora, José Antonio. 2011. “Nacionalismos en Palestina durante la era otomana y el Mandato Británico”. Investigaciones geográficas. 54: 71-100. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3966502. [20 feb. 2015].
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ENTRE ROMANTICISMO, ANTIESCLAVISMO Y ESPIRITUALIDAD: LOS ECOS FEMINISTAS TRANSCULTURALES DE SAB DE GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA EN THE BONDWOMAN’S NARRATIVE DE HANNAH CRAFTS1 Vicent Cucarella Ramón2 Entre Romanticismo, Antiesclavismo y Espiritualidad: Los ecos feministas transculturales de Sab de Gertrudis Gómez de Avellaneda en The Bondwoman’s Narrative de Hannah Crafts Resumen: El siguiente artículo se centra en las novelas Sab (1841) de la escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda y en la recientemente descubierta novela The Bondwoman’s Narrative (1857) de la esclava afroamericana Hannah Crafts pues ambas son excelsas en el manejo de una serie de recursos románticos y góticos que encuadran las historias en un contexto decimonónico específicamente femenino. El poder de la pasión, el desbordante y sugestivo marco natural que abriga o arrumba el destino de los personajes y la exaltación de los sentimientos como paradigma epistemológico son los rasgos que las autoras desarrollan siguiendo los cánones establecidos de la época. A través de una intertextualidad transcultural indirecta que moldea los tropos del romanticismo, el uso de la esclavitud y la creación de una espiritualidad redentora, las novelas de Gómez de Avellaneda y de Hannah Crafts se entrelazan entre sí y contribuyen no sólo a perpetuar un género literario que enciende la mecha de la reivindicación femenina sino que, además, demuestran que las mujeres utilizaron también la literatura para participar en los debates nacionales empleando sus propias armas culturales y, por tanto, plantando la semilla de una literatura genuina que florecerá a lo largo del siglo XIX con más precisión y fuerza. Palabras clave: Romanticismo, antiesclavismo, espiritualidad, feminismo, decimonónico. Between Romanticism, Anti-Slavery and Spirituality: The transcultural feminist echoes of Gertrudis Gómez de Avellaneda’s Sab in Hannah Crafts’s The Bondwoman’s Narrative Abstract: This article links the novels Sab (1841) by Cuban writer Gertrudis Gómez de Avellaneda and the recently discovered The Bondwoman’s Narrative (1857) by African American female writer Hannah Crafts since both deal with romantic and gothic tenets that position their stories in openly feminine nineteenth century. The power of passion, the exuberant and alluring natural framework that can either protect or wash away the destiny of the characters alongside the exaltation of feelings as an epistemological paradigm are the traits that both writers unfold following the established canon of the nineteenth century. Through an indirect transcultural intertextuality that reshape the tropes of romanticism, the use of slavery and the creation of a redeeming spirituality, the novels by Gómez de Avellaneda and Crafts intermesh with each other and contribute not only to perpetuate a literary genre that represents the first steps of a path for a feminine vindication but also they demonstrate that women used literature to participate in the Fecha de recepción: 13/12/2015. Fecha de aceptación: 20/12/2015. Profesor Asociado, Departamento de Filología Anglesa i Alemanya, Universidad de València; vicent.cucarella@uv.es. 1 2
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national debates employing their own cultural outlets and, therefore, planted the seed of a genuine type of literature that will bloom steadily throughout the nineteenth century. Key words: Romanticism, anti-slavery, spirituality, feminism, Nineteenth Century.
Pertenezco a aquella raza desventurada sin derechos de hombres...soy mulato y esclavo Gertrudis Gómez de Avellaneda, Sab I had not lived fourteen years in slavery for nothing. I had felt, seen, and heard enough, to read the characters, and question the motives, of those around me. The war of my life had begun; and though one of God’s most powerless creatures, I resolved never to be conquered. Harriet Jacobs, Incidents in the Life of a Slave Girl
1. Introducción
La historia de la esclavitud y el consiguiente régimen de opresión y transculturación es la herida histórica más sangrante del continente Americano. Los africanos que fueron capturados y trasladados al llamado “Nuevo Mundo” alteraron, forzosamente, el mapa racial de América y contribuyeron a forjar, muy a su pesar, sociedades multiétnicas cuyo contrato social distó mucho de la justicia a la que las nuevas sociedades aludían. En un primer lugar, los ingleses, holandeses, franceses y españoles que colonizaron las fértiles tierras americanas recurrieron a la esclavitud indígena, después de haber aniquilado a gran parte de su población, como mano de obra para el cultivo de las ricas tierras y las provechosas minas. No obstante, a medida que la conquista avanzaba se hizo patente que se precisaba de más mano de obra barata para poder rentabilizar las expugnaciones. Así fue como, desde principios del siglo XVI, los primeros esclavos africanos son forzosamente desplazados a América. Y con ellos, se funda la novela antiesclavista que configura una “cultura afroatlántica”, en palabras de John Thorton, que fomenta “culturas híbridas e identidades nacionales a ambos lados del Atlántico” (Benítez-Rojo 2005: 47). El discurso afroatlántico circunda “no sólo lo referente a los cambios provocados por la
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plantación esclavista en la naturaleza y en las sociedades de África y América sino, además, un haz de discursos metropolitanos, imperiales si se quiere” que resaltan “las diferencias sociales” (Benítez-Rojo 2005: 47). Un hecho verdaderamente relevante es el que señala el propio Antonio BenítezRojo al afirmar que “al conectar las novelas abolicionistas del Gran Caribe al sistema de la novela afroatlántica” se observa que “las primeras novelas abolicionistas escritas dentro de las literaturas en lengua inglesa, francesa y española no fueron escritas por hombres sino por mujeres” (2005: 47). Benítez-Rojo constata, pues, que el “hecho de que las primeras novelas antiesclavistas fueran escritas por mujeres, habla de una temprana solidaridad de la mujer con el esclavo” además de contribuir a “la formación de retóricas tanto abolicionistas como antipatriarcales” (48). Siguiendo el postulado del novelista y ensayista cubano y tomando la cultura afroatlántica como punto de partida, el siguiente artículo pretende centrarse en las novelas Sab (1841) de la escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda y en la recientemente descubierta novela The Bondwoman’s Narrative (1857) de la esclava afroamericana Hannah Crafts –siendo ambas creaciones nombradas por Benítez-Rojo en su listado cronológico de obras antiesclavistas escritas por mujeres– para ver las intersecciones literarias y la intertextualidad transnacional que acontecen entre ambas. Entendiendo la intertextualidad tal y como Genette, siguiendo la senda de Kristeva, definió el término: “una relación de copresencia entre dos o más textos, es decir, eidéticamente y frecuentemente, como la presencia efectiva de un texto en otro” (Genette 1989: 10), los ecos de Sab son fácilmente escuchados en The Bondwoman’s Narrative. Los escasos dieciséis años que separan su creación dan cuenta de las similitudes temáticas, estilísticas y culturales que las dos escritoras plasmaron en un intento de situar el contexto de esclavitud en sus respectivos países. Sin embargo, como veremos, ambas autoras convergen, también, en la creación de numerosos episodios ambiguos, liminales e incluso conservadores desde el punto de vista sociocultural, hecho este que les ha granjeado una serie de críticas y desconfianzas intelectuales. A pesar de ello, las dos novelas son excelsas en el manejo de una serie de recursos románticos y góticos que encuadran las historias en un contexto decimonónico específicamente femenino. Así, el poder de la pasión, el desbordante y sugestivo marco
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natural que abriga o arrumba el destino de los personajes y la exaltación de los sentimientos como paradigma epistemológico son los rasgos que las autoras desarrollan siguiendo los cánones establecidos de la época. En cuanto a la denuncia de la esclavitud, ambas creaciones presentan algunas limitaciones que tienen que ver con el manejo de la figura del esclavo y la esclava negra que tanto Gómez de Avellaneda como Crafts intentan abordar respectivamente. Como se verá, la crítica ha afeado el modo en que ambas autoras, si bien siguiendo tradiciones distintas, anteponen el romanticismo, en el caso de Sab, y la persecución de un estatus social y de una identidad nacional, en el caso de The Bondwoman’s Narrative, relegando el tema del antiesclavismo a un segundo plano que solo sirve como excusa para enmarcar los avatares personales de los respectivos protagonistas a favor de una redención nacional. Por último se verá como en ambas novelas el tema de la religión y la espiritualidad desempeña un papel sociopolítico importante pues les sirve a los protagonistas y demás personajes para reivindicar su subjectividad. El estilo literario de Sab dialoga, en el sentido bajtiniano del término, con The Bondwoman’s Narrative, demostrándose así como la escritura femenina de mediados del siglo XIX puede, también, llegar a entenderse mediante una intertextualidad transcultural que enhebra las preocupaciones de dos culturas a las que une la mancha de la esclavitud. De ello se colige, al mismo tiempo, cómo las mujeres norteamericanas eran plenamente conscientes de que la lucha contra el sistema esclavista pendía del mismo hilo que la lucha por la emancipación femenina. Con sus dos novelas, tanto Gertrudis Gómez de Avellaneda como Hannah Crafts constataron que las preocupaciones sociopolíticas de desigualdad y racismo fueron, también, un tema femenino.
2. Romance gótico y sentimentalismo político
Cualquier lector/a avezado en la literatura producida por mujeres en el siglo XIX será capaz de discernir el legado de la literatura sentimental tanto en Sab como en The
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Bondwoman’s Narrative. Esto es así porque durante dicho período la sentimentalidad era el reducto sociocultural que podía adscribirse a la experiencia femenina de una manera directa y nada sospechosa. La literatura sentimental fue, también, la expresión literaria que gozó de más popularidad en la América decimonónica permitiendo a las mujeres participar en el terreno sociocultural y político para ensalzar, y promover, el cultivo de la sensibilidad, la glorificación de la virtud, la defensa de la vida familiar, el resurgir de la espiritualidad y la religión o la búsqueda, en gran medida quimérica, de una sociedad utópica. Es, pues, en este contexto y este marco cultural en el que nuestras dos escritoras se enfrentan a la creación literaria de un tipo de literatura específicamente femenina. Tanto Gertrudis Gómez de Avellaneda como Hannah Crafts heredaron y se apropiaron de los modelos literarios sentimentales de dicho metagénero para crear una historia que diera cuenta de las realidades que sus respectivas sociedades vivían. Siguiendo las técnicas temáticas y los tropos literarios de las novelas precursoras del género sentimental, como Pamela o la virtud premiada (1740) de Samuel Richardson, La nueva Heloísa (1761) de Jean-Jacques Rousseau, Los sufrimientos del joven Werther (1774) de Johanne Wolfang von Goethe o Atala (1801) de François René de Chateaubriand, Gómez de Avellaneda y Crafts dan una vuelta de tuerca al sentimentalismo para recrear una historia que se ajuste a sus querencias nacionales. Tal y como apunta Ramiro Esteban, “el metagénero sentimental fue un reflejo de la realidad social latinoamericana del momento, es decir la búsqueda de independencia de las naciones hispanoamericanas” (2007: 84). No es esta una cuestión baladí puesto que uno de los escollos que las dos escritoras han encontrado ha sido el de la pertenencia o no a un género nacional y, por tanto, a la participación directa en sus respectivas sociedades. El caso de Gertrudis Gómez de Avellaneda, o Tula como se la conoció familiarmente, es verdaderamente significativo y encuentra, como veremos, ecos en la experiencia de la verificación de Hannah Crafts. Del mismo modo que Esteban une la tradición sentimental con un modo específico de entender la nación, Núria Girona Fibla afirma que el “debate sobre la cubanidad o la
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hispanidad de Avellaneda se inscribe en un contexto que va más allá del estricto criterio literario y que en este momento coincide con las ideologías independentistas” (Girona Fibla 2008: 164). El juego perverso referente a la hibridez de Avellaneda, nacida en Cuba pero con una experiencia vital mayoritariamente española, no fue sino una añagaza para poner en duda sus dotes literarias e incluso su feminidad. Famoso es ya el lacerante exabrupto con el que Bretón de los Herreros se refirió a la escritora cubana: “¡¡¡ Es mucho hombre esta mujer!!!”. Y es que, como señala Girona Fibla, “(e)n este juicio, la ‘gallardía’ sobrepasada de lo femenino redunda en la falta de cubanidad” (2008: 165). Sin embargo, Avellaneda se esfuerza en crear una novela de corte sentimental con un gran aroma a Cuba. Aunque escrita en España, Sab se configura como una novela sentimental en un contexto que rezuma la influencia de ambientes cubanos y que pretende tomar parte no sólo en el modelo de independencia de la isla sino en el debate social que debía configurar una sociedad igualitaria una vez superado el colonialismo. El cuestionamiento que sufrió Avellaneda tras la publicación de Sab resuena en la sospecha autorial que pende sobre Hannah Crafts desde que en 2002 el reputado profesor Henry Louis Gates Jr. descubriera el manuscrito de su obra y la editara un año después. Las pesquisas por demostrar que la novela fue realmente escrita por una esclava negra a mediados del siglo XIX han sido arduas y harto sospechosas para algunos críticos como Nina Baym o Thomas C. Parramore. Katherine E. Flynn defiende, sin embargo, que el cuestionamiento de la autoría de Crafts responde al hecho de que fuera una esclava negra –y, por tanto, mujer– la artífice de una historia literariamente impecable. A pesar del enorme empeño del reputado experto, The Bondwoman’s Narrative sigue siendo una obra difícil de calificar y clasificar –entre una novela o una narración de esclava– y cuya autoría –¿pudo una esclava afroamericana alcanzar semejante destreza literaria imitando e interiorizando las lecturas de sus amas?– es más que discutible 3 . Ahora bien, tal y como se ha apuntado, lo que no deja lugar dudas es la adscripción de sendas novelas al género sentimental. Al igual que en Sab, la novela de Crafts sigue los 3
En septiembre de 2013 el rotativo The New York Times llevaba en primera página un artículo que explicaba como el profesor Gregg Hecimovich había encontrado suficientes datos para cerciorar que, efectivamente, Hannah Crafts había existido y era la autora real de The Bondwoman’s Narrative. Los hallazgos y pruebas definitivas aparecerán en un volumen que, en principio, se titulará The Life and Times of Hannah Crafts y que verá la luz en 2017.
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pasos románticos del sentimentalismo decimonónico para dar cuenta de un proyecto nacional en el que las mujeres –en este caso, además, las mujeres negras– puedan (re)construir la historia con los elementos culturales a su merced. Más allá de la hibridación, la negociación identitaria y las contradicciones de sus autoras, las dos novelas pueden ser categorizadas como románticas. Se demuestra así como, aunque Sab se escribió en 1841 y The Bondwoman’s Narrative, en principio, en 1857, los ecos e interferencias
transculturales
y
transnacionales
son
más
que
evidentes.
De entre los elementos románticos que se acentúan en las dos obras cabe destacar, en primer lugar, el papel de la naturaleza. Concebida, en ciertas ocasiones y como corresponde al metagénero sentimental, como un elemento gótico, la naturaleza no solo enmarca la historia en un contexto propio sino que sirve para amenizar, y a menudo prefigurar, el hilo argumental de la narración. En ambas historias la naturaleza es algo más que un elemento estético por donde acontecen los avatares de los protagonistas sino que, muy a menudo, adquiere connotaciones epistemológicas con el fin de exponer al lector a un determinado contexto pensado tanto en contexto nacional como personal. Así, Sab abre la narración con una detallada descripción de los campos cubanos por donde avanza Enrique Otway en dirección a las tierras de Bellavista. La descripción de la naturaleza es típica del tratamiento romántico en el que “la escenografía exótica, para un lector europeo, ocupa un destacado lugar” (Servera 2013: 80):
El sol terrible de la zona tórrida se acercaba a su ocaso entre ondeantes nubes de púrpura y plata...Bandadas de golondrinas se cruzaban en todas las direcciones buscando su albergue nocturno y el verde papagayo con sus franjas de oro y grana, el cao de un negro nítido y brillante, el carpintero real de férrea lengua y matizado plumaje, la alegre guacamaya, el ligero tomeguín, la tornasolada mariposa y otra infinidad de aves indígenas, posadas en las ramas del tamarindo y del mango aromático, rizando sus variadas plumas como para recoger en ellas el soplo consolador del aura. (Avellaneda 2013: 102-103)
Un paisaje romántico por antonomasia descrito a base de extremos y en el que destaca la exuberancia autóctona de ciertas especies vegetales y animales que pretende exhibir una cosmovisión cubana que, como apunta acertadamente José Servera, “parece
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anticipar la técnica modernista de la novela de tema americano” (2013: 81). Como ya hemos advertido, la naturaleza romántica que puebla las páginas de la novela también se erige en elemento catalizador de las emociones y estados de ánimo de los protagonistas y deviene, de este modo, en el paradigma psicológico que presagia la tragedia. Por ello, cuando Sab descubre los verdaderos y espúreos intereses de Enrique por Carlota, la naturaleza revela las intenciones del antihéroe romántico a través de símbolos inequívocos:
Hacía un calor sofocante que ninguna brisa temperaba; la atmósfera cargada de electricidad pesaba sobre los cuerpos como una capa de plomo: las nubes...eran de un pardo oscuro con bandas de color de fuego. Ninguna hoja se estremecía, ningún sonido interrumpía el silencio pavoroso de la naturaleza...Dos relámpagos brillaron con cortísimo intervalo seguidos por la detonación de dos truenos espantosos... (Avellaneda 2013: 131-132).
Asímismo, en Cubitas, donde se respira el aroma de perfidia que atenaza los sentimientos entre Enrique y Carlota, el romanticismo de la naturaleza autóctona se tiñe de tintes góticos para, de nuevo, señalar los estados de ánimo de la pareja así como la denuncia del genocidio indígena en boca de Martina: “A medida que se aproximaban a Cubitas el aspecto de la naturaleza era más sombrío: bien pronto desapareció la vigorosa y variada vegetación de la tierra prieta, y la roja no ofreció nada más que desparramados yuruguanos, y algún ingrato jagüey” (Avellaneda 2013: 165). El uso de la naturaleza como elemento romántico a través del tapiz gótico es una de los recursos que también utiliza Hannah Crafts para moldear su historia. En este caso, y al igual que ocurre en Sab, la protagonista recrea paisajes que atrapan o liberan tanto psicológica como socialmente. Si en Cubitas la naturaleza demostraba el advenimiento de un sufrimiento sentimental, en The Bondwoman’s Narrative la plantación Lindendale, donde reside la esclava afroamericana que narra la –¿su?– historia describe el ambiente tétrico de la Norteamérica decimonónica ya que se encuentra entre “sombras que se mueven” por “ramas sin hojas” mecidas por un “viento impetuoso” que guarda un “tono
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ominoso en su zumbido” (Crafts 2002: 20)4. Al igual que en la novela de Avellaneda, el cielo irrumpe en la historia para traer malas noticias a la plantación. Así, a la llegada del Sr. Trappe, el villano romántico de la narración, los malos augurios son precedidos por un “viento ascendente” que “gemía con fuerza entre el tilo” y al que acompaña una lluvia que golpea con fuerza el “tejado con el temido y embotado chirrido que presagiaba infortunio a la casa” (Crafts 2002: 29). Como se puede colegir, los tonos góticos que describen la naturaleza son mucho más que un elemento romántico. En ambas novelas se erigen como conciencia social que guía al lector a un estado anímico concreto: de denuncia, de queja, de desazón y, por ende, exhorta a un despertar de conciencia colectivo. En este sentido, tal y como afirma Kari Winter, tanto Avellaneda como Crafts “representan la naturaleza no como un objeto inane que puede ser aprehendido sino como una fuerza trascendental que se alza más allá de los designios del hombre” (1992: 131). El mal presagio y la decadencia material de una sociedad corrompida económicamente se depositan a través del tropo del rayo que destroza el árbol. En la novela de Avellaneda, cuando Enrique y Sab viajan hacía Puerto Príncipe son sorprendidos por un rayo que golpea el árbol donde se refugia el antihéroe de la historia. El árbol se parte rompiendo el freno con el que Enrique intentaba detener a su caballo. El desenlace se torna en tragedia y el resultado es que el joven “perdió la silla y fue a caer ensangrentado y sin sentido en lo más espeso del bosque” (Avellaneda 2013: 136). Igualmente en The Bondwoman’s Narrative Crafts deposita el maleficio de Rose, la vieja esclava torturada por desobedecer al Sr. Clifford, y proyectado en el tilo que ha sido partido en dos por un rayo y donde ella es colgada hasta morir. La grieta que parte el árbol, señal romántica de vida, desencadena la tragedia y ejemplifica como es “el salvajismo del blanco” el que se esconde detrás de la “maldición fundacional de la nación” (Cutter 2013: 124). En Sab, el salvajismo económico de Enrique es inversamente proporcional a la bondad romántica del esclavo mulato que lo salva de una muerte casi segura con el único objetivo de satisfacer a su amada y sentirse apreciado por ella. El árbol agrietado, en cuanto elemento de connotaciones fálicas quebrado, se convierte en
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Mientras no se indique lo contrario las traducciones del inglés al español de las citas son responsabilidad del autor del artículo.
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ambas narraciones en un subversivo ataque a las sociedades patriarcales a las que las dos autoras pretenden hacer llegar sus historias. Las sociedades esclavistas se sustentan a través del dominio de los esclavos y de las mujeres y, a través de la deconstrucción de un elemento fálico que vaticina un cataclismo, Avellaneda y Crafts medran deliberadamente sobre un proyecto nacional específico. Ahora bien, la adhesión de Sab y The Bondwoman’s Narrative al género sentimental tiene que ver, mayoritariamente, con las relaciones interpersonales de los personajes y que las autoras crean para proyectar una emociones que puedan atraer a los lectores a discernir los afectos y defectos de una sociedad esclavista y, sobre todo, machista. El principal triángulo amoroso en Sab es el que reúne el amor y el desamor entre el esclavo mulato, Carlota y Enrique Otway. Más que tratarse de una novela antiesclavista, ya que, como veremos más adelante, la esclavitud de Sab es la excusa primigenia para dejar entrever las desigualdades sociales y de género de la América decimonónica, Sab es primordialmente una novela sobre (des)amor. Tal y como explica José Servera “(l) a fuerza motriz de la obra es poseer un alma sensible, ideal romántico, ya que las pasiones enaltecen al ser humano” (2013: 49). Sab idolatra a Carlota que no lo ama sino que está enamorada de Enrique quien, a su vez, no ama a Carlota sino a su supuesta fortuna. Se cierra así un triángulo de pasión, amor y desamor a través del cual Avellaneda presenta las distintas subjectividades de una sociedad compleja y en continuo cambio. La pasión sentimental es la que mueve a los personajes a actuar de una u otra forma y, por tanto, configura su rol como agentes sociales. En palabras de Núria Girona Fibla la experiencia del amor se presenta “como debilidad y como fuerza, como enaltecimiento y postración, como una vivencia individual por encima de los convencionalismos, las alianzas de clase o privilegios de una formación pero a la vez como una experiencia en el límite de lo social” (2008: 187). No es este proceder otra cosa que “contar el amor y contar la nación” (Girona Fibla 2013: 133). Carlota, mujer criolla que se enamora de la figura –antihéroe romántico– del colonizador europeo padece los estragos de amar tan intensamente, esto es, tan románticamente: “¡Ah! si no es general esta terrible facultad de amar y padecer, ¡cuán cruel privilegio me has concedido!...Porque es una desgracia, es una gran desgracia sentir
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de esta manera” (Avellaneda 2013: 133). La virtud que se presupone en Carlota como hija criolla de la isla se contrapone a la frialdad y materialismo –que desembocarán en el liberalismo económico que sojuzgará a la isla en años posteriores– de Enrique. La manipulación sentimental de Enrique para con Carlota se equipara con la manipulación y exterminio cultural que los europeos perpetraron en América. Así lo expresa una sentimental Carlota en un exordio que amalgama la admisión de la esclavitud, la voz de los criollos que fueron testigos de la extirpación cultural a la que las y los indígenas cubanos fueron sometidos a manos de los precursores de Enrique y la reivindicación y reconocimiento de dichos indígenas que poblaron Cuba en primer lugar:
lloro sí al recordar una raza desventurada que habitó una tierra que habitamos, que vio por primera vez el mismo sol que alumbró nuestra cuna, y que ha desaparecido de esta tierra de la que fue pacífica poseedora. Aquí vivían felices e inocentes aquellos hijos de la naturaleza: este suelo virgen no necesitaba ser regado con el sudor de los esclavos para producirles: ofrecíales por todas partes sombras y frutos, aguas y flores, y sus entrañas no habían sido despedazadas para arrancarle con mano avara sus escondidos tesoros. (Avellaneda 2013: 169)
Así pues, a través del sentimentalismo, Avellaneda vehicula una denuncia social que dista mucho de ser ingenua. Aunque Carlota, y su desmesurado amor por Enrique, representa el paradigma romántico por antonomasia, Avellaneda traza una diferencia moral y ética entre amor y conveniencia que sirve para dibujar, entre líneas, su ideal social. Del mismo modo, se representa a Sab, un esclavo mulato, digno de las más excelsas cualidades éticas, morales y, por supuesto, sentimentales. Su amor por Carlota no solo demuestra que Sab puede amar sino que, además, es digno de ser amado, tal y como reconoce Teresa: “No...no debías haber nacido esclavo...el corazón que sabe amar así no es un corazón vulgar” (Avellaneda 2013: 224). Gómez de Avellaneda perfila un esclavo con sentimientos, verdadero héroe romántico de la novela que sacrifica su amor por ver a Carlota plenamente feliz con su amado. Además, Sab, un subalterno en téminos de Spivak, en una sociedad esclavista, es el responsable de desenmascarar la fatuidad romántica que ciega a Carlota y se demuestra así mismo como el verdadero héroe y valedor social. La pasión irracional que jalona los discursos románticos sirve, esta vez,
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para poner en la palestra el error social que conllevan unos sentimientos abocados al fracaso: “Ese ser no tiene nombre, no tiene casi una forma positiva, pero se le halla en todo lo que presenta grande y bello la naturaleza...Las ilusiones de un corazón ardiente son como las flores del estío: su perfume es más penetrante pero su existencia más pasajera” (Avellaneda 2013: 122). En The Bondwoman’s Narrative Hannah Crafts presenta un red de relaciones sentimentales que, como ocurre en Sab, atestiguan la sentimentalidad como elemento catalizador de una conciencia social emergente. Cuando se revela que la señora Clifford es realmente mulata –pues, pese a su desconocimiento, es hija de una esclava mulata– la narradora de la historia la impele a abandonar la plantación para evitar que sea transformada en esclava. Sin embrago ella solo atiende a musitar: “Mi marido...¿cómo podría permitirme decepcionarlo tanto?” (Crafts 49). Sin embargo es ese marido por el que ella sufre el que, siendo el dueño de la plantación, la incluiría en su lista de esclavas. De nuevo aquí, la virtud sentimental femenina trasciende un sistema esclavista inmisericorde con cualquier atisbo de hibridez. Además, el interés espúreo también aparece en la novela de Crafts en la figura, como ocurre en Sab, del antihéroe Sr. Trappe. Consciente de que su amor con la Sra. Clifford es imposible porque ella no lo ama, no solo se encarga de revelar el pasado racial de la dueña de Hannah Crafts sino que, además, se erige en la figura de su destructor psíquico y físico. Es, pues, el reverso de Sab tal y como atestiguan las palabras cargadas de rencor e ira que le espeta a la Sra. Clifford: “Pero yo deseaba verla humillada a mis pies que yo había estado a los suyos. Deseaba que se sintiera al borde del precipicio, y saber que mi mano podía empujarla hacia la destrucción o brindarle la salvación” (Crafts 2002: 99). El chantaje evidente demuestra las intenciones reales de Trappe que, en la antítesis del amor de Sab por Carlota, no aceptando que su deseo no sea correspondido aboga por la destrucción, y no por la felicidad del ser amado. El tristemente clásico: mía o de nadie. El interés espúreo se torna en desastre y muerte en The Bondwoman’s Narrative y, de nuevo, ofrece al lector la posibilidad de apercibir la parte oscura y perversa que contorna la ideología de un sistema que desmenuza la igualdad y se sustenta en el patriarcado.
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Aunque a la literatura de corte sentimental producida por mujeres en el siglo XIX se le ha atribuido una cierta validez como exponente de una determinada realidad histórica, lo cierto es que la crítica ha acusado a dichas escritoras de crear una “cultura de los sentimientos” que las convierte en “manipuladoras de una realidad que convirtieron en amasijo onírico digerible para el público lector” aunque, al mismo tiempo, emergen “como agentes de una inevitable racionalización de un injusto orden económico imperante” (Manuel 1997: 76). A estas consideraciones cabe añadir que mediante el recurso del sentimentalismo tanto Avellaneda como Crafts también intervienen en el debate público a la hora de construir una nueva sociedad independiente, justa y democrática. La sentimentalidad interpela a la conciencia social y crítica del lector/a y demuestra así la aseveración de Ramiro Esteban cuando estima que “las obras sentimentales serían catalizadores sociales de la conducta de los individuos en el marco de un programa político nacional” (2007: 88).
3. La esclavitud como excusa
Una de las cuestiones más espinosas tanto en Sab como en The Bondwoman’s Narrative es la política racial que las gobierna. Más concretamente la noción del esclavo/a que ambas novelas presentan. Aunque la novela de Avellaneda fue considerada como abolicionista desde el momento de su publicación y el relato de Crafts se erige en la primera manifestación literaria contra la esclavitud escrita directamente por una esclava afroamericana, la figura del esclavo se perfila como excusa para exponer las desigualdades sociales y de género en detrimento, en ambos casos, de las étnicas. Esto en un momento turbulento en el que la esclavitud centraba los debates sociopolíticos a los dos lados del Atlántico. Inglaterra prohibía la esclavitud en 1833 con la Slavery Abolition Act y ese mismo año la norteamericana Lydia Maria Child publicaba su folleto antiesclavista An Appeal for that Class of Americans Called Africans. En 1836 John H. Eastburn publicó la que, seguramente, es la primera novela estadounidense contra la esclavitud llamada The Slave: or Memoirs of Archy Moore, narración dictada por Richard
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Hildreth. Por tanto, aunque Cuba recibiera la friolera cantidad de 467.288 esclavos africanos entre 1790 y 1865, era un hecho fehaciente que el régimen esclavista en occidente se tambaleaba. Con una gran influencia del movimiento abolicionista norteamericano, las novelas antiesclavistas y las narraciones de esclavos entraban al mercado literario por la puerta grande. Es en este contexto en el que Gertrudis Gómez de Avellaneda escribe Sab y en el que Hannah Crafts empuña la pluma como arma arrojadiza contra la esclavitud en Estados Unidos. Debido a su supuesta falta de cubanidad, como ya hemos apuntado, Avellaneda no formó parte del grupo de Domingo Belmonte5 quien, siendo un acérrimo defensor del abolicionismo, vehiculó a través de la literatura su crítica contra la esclavitud. Sin embargo, tal y como afirma José Servera, la crítica señala a Sab como “la primera novela en español en la que se denunciaba esta práctica [la esclavitud] y se adelantaba a La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe, publicada en 1851” (2013: 50). En efecto, las concomitancias entre la novela de Avellaneda y La cabaña del tío Tom, hito literario indiscutible en la historia cultural de los Estados Unidos, son más que evidentes teniendo en cuenta la configuración sentimental que hacen del esclavo negro. Si ser un “tío Tom” es un insulto a la masculinidad afroamericana contemporánea debido al tratamiento pasivo y excesivamente sentimental con el que Beecher Stowe moldeó al esclavo negro, Sab sigue la misma senda de supeditación a la bondad femenina caucásica y termina, como el viejo Tom, muriendo como redentor y valedor de la mujer blanca. Una lectura atenta de ambas creaciones manifiesta, pues, un clara defenestración de las categorías raciales frente a las de género. Igualmente, en The Bondwoman’s Narrative, la esclavitud es la excusa perfecta para abogar por el ascenso social de las mujeres y, en segundo plano,
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En torno al crítico literario Domingo del Monte surgieron en Cuba una pléyade de escritores antiesclavistas que abordaron el tema de la esclavitud con un corte realista, aunque pro-liberal, que distaba bastante de la pátina romántica que presenta del tema Gómez de Avellaneda. Entre los autores del grupo de del Monte se puede citar a Anselmo Suárez, Antonio Zambrana, Félix Tanco, Cirilo Villaverde o Juan Francisco Manzano. De hecho, el propio del Monte fue quien convenció al esclavo mulato Manzano para que redactara su autobiografía, Juan Francisco Manzano: Autobiografía de un esclavo, que se publicaría años más tarde en Inglaterra.
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por la inclusión de los afroamericanos en la vida pública. La esclavitud queda relegada a una sombra que sólo bordea el texto. Aunque ambas novelas presentan una estructura que se asemeja a las de las narraciones de esclavos: un prefacio de justificación dirigido directamente al lector/a y un epílogo final (o conclusión para Avellaneda) que encuadran el texto, lo cierto es que tanto la historia que cuenta Avellaneda como la narración de Crafts distan mucho del proceder de los esclavos al abordar el tema del racismo esclavista en sus testimonios literarios. En Sab, la esclavitud aparece denunciada directamente por boca de Carlota y con un tono paternalista y de conmiseración que pretende ensalzar la virtud y la moral femenina más que exponer lo pernicioso del sistema:
–¡Pobres infelices!– exclamó–. Se juzgan afortunados porque no se les prodigan palos e injurias, y comen tranquilamente el pan de la esclavitud. Se juzgan afortunados y son esclavos sus hijos antes de salir del vientre de sus madres, y los ven vender luego como a bestias irracionales...¡A sus hijos, carne y sangre suya! Cuando yo sea la esposa de Enrique...ningún infeliz respirará a mi lado el aire emponzoñado de la esclavitud. Daremos libertad a todos nuestros negros. (Avellaneda 2013: 146)
Aunque entre esos infelices está Sab, lo cierto es que Avellaneda presenta a un esclavo refinado, leído, empático, atento...emocional. Es precisamente por sus emociones por Carlota por lo que Sab se acerca al mundo blanco aunque será por sus sentimientos por los que también, como buen héroe romántico, acabe muriendo. Como comenta, acertadamente, Servera “(l)a igualdad que propugna Avellaneda es por medio de los sentimientos” (2013: 51). Una sentimentalidad que termina por sepultar el antiesclavismo pues aunque Sab es liberado dos veces, tanto por Carlota como por su padre –el verdadero dueño del mulato– el héroe de la novela rehúsa su libertad por permanecer cerca de su amada. Este mismo episodio se vive en la novela de Hannah Crafts. Cuando se ha resuelto el misterio que revela que la Sra. Clifford es en realidad una mujer mulata, decide escapar de la plantación con Crafts a su lado e nforma a la protagonista: “Ya no me llames ama. Desde ahora serás como mi hermana” (Crafts 2002: 48). Sin embargo, Hannah Crafts
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seguirá llamándola ama y rindiéndole lealtad hasta el momento de su muerte. Más adelante en la historia, cuando viaja en carro con su nuevo amo Saddler, sufre un accidente en el que ella es la única superviviente. Al ser encontrada por una familia blanca deshecha la posibilidad de presentarse como una negra libre con el fin de ser parte de la corte de esclavos de la tal señora Henry, quien se muestra excesivamente cariñosa con Crafts y hace gala de una solidaridad femenina que la esclava necesita. De nuevo, como en Sab, el esclavo/a supedita el amor y el cariño a la libertad. Esta idealización de la esclavitud, que responde a las necesidades románticas en ambas novelas, demuestra que para Avellaneda y para Crafts la esclavitud es la excusa a través de la cual tejer una historia donde las reivindicaciones de género sean las protagonistas. Otra de las características que une a las dos novelas es la percepción que tanto Sab como la protagonista de The Bondwoman’s Narrative tienen de los esclavos negros. Caracterizados como seres superiores a sus hermanos y hermanas de raza, Sab y Crafts admiten los postulados racistas que sus sociedades cultivan y los proyectan en sus observaciones sobre la realidad que los envuelve. De este modo, si Enrique Otway describe al mulato en términos que se alejan de las características del esclavo negro, pues según él Sab “(n)o tiene nada de la abyección y grosería que es común en gentes de su especie; por el contrario, tiene aire y modales muy finos y aún me atrevería a decir nobles” (Avellaneda 2013: 128), el propio esclavo se lamenta a Teresa y culpa a su naturaleza étnica de la imposibilidad de ser correspondido por Carlota: “¡Entonces recordé que era vástago de una raza envilecida!” (Avellaneda 2013: 206). Más adelante y totalmente abatido por la tristeza del rechazo, Sab asume las teorías eugenistas que postulan el salvajismo de los hombres negros o, más acertadamente en este caso, de los cimarrones:
Si al menos los hombres blancos, que desechan de sus sociedades al que nació teñida la tez de un color diferente, le dejasen tranquilo en sus bosques, allá tendría patria y amores...porque amaría a una mujer de su color, salvaje como él, y que como él no hubiera visto jamás otros climas ni otros hombres, ni conocido la ambición, ni admirado los talentos. Pero ¡ah!, al negro se rehúsa lo que es concedido a las bestias feroces. A quienes le igualan; porque a ellas se las deja vivir entre los montes donde nacieron y al negro se le arranca de los suyos. (Avellaneda 2013: 219)
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Como vemos, Sab acepta el arquetipo social y literario del esclavo negro como un escollo social que no puede equiparase al hombre blanco. Pero su queja no se centra en los motivos sociopolíticos que cercenan las oportunidades a los negros sino en el obstáculo que ello supone para que su amor pudiera ser correspondido por Carlota. Se produce así lo que el poeta y crítico afrocanadiense Wayde Compton ha acuñado como fenetización en su colección de ensayos After Canaan: Essays on Race, Writing, and Region. En dicho proceso el foco racial transmuta del observado al observador que tiene que discernir las cualidades étnicas por si solo en base a las similitudes o diferencias. El lector no debe solo leerse a sí mismo a través del texto, como decía Barthes, sino que, mediante el cambio de percepción racial debe participar en la construcción específica de un tipo de sociedad concreta. En este caso, la fenetización con la que se lee a Sab lo sitúa fuera del espectro del esclavo negro y borra, así, cualquier resquicio de reivindicación étnica. Incluso la voz narradora exhorta al lector a componer su visión étnica del esclavo y para ello se reconoce incapaz de categorizarle: “No parecía un criollo blanco, tampoco era negro ni podía creérsele descendiente de los primeros habitadores de las Antillas. Su rostro presentaba un compuesto singular en que se descubría el cruzamiento de dos razas diversas...los rasgos de la casta africana con los de la europea...” (Avellaneda 2013: 194). La indefinición racial no juega a favor de la denuncia contra la esclavitud, más bien describe de forma romántico-trágica el destino de los esclavos mulatos. En Sab, la liminalidad étnica y nacional conlleva pues a la tragedia. En la novela de Hannah Crafts se observa el mismo comportamiento por parte de la protagonista. A pesar de ser –supuestamente– una esclava fugitiva, presenta unas dotes intelectuales y unos modales superiores a los de cualquier esclava afroamericana en sus mismas condiciones. Sabe leer y escribir y, a menudo, intercede por sus amas al poseer mayor inteligencia que ellas. Cuando su segunda ama, la Sra. Wheeler, la envía a comprar polvos para la cara, Crafts se equivoca –¿o es un acto deliberado?– y le suministra unos polvos que le ennegrecen el rostro. Humillada por semejante ultraje social, pues todos asumen que se trata de una mujer negra, la Sra. Wheeler castiga a Hannah. La fenetización es perfecta pues, en unos instantes una mujer pasa de ser blanca a ser negra según la
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percepción ajena. Igualmente, en el momento en que es castigada a casarse con un esclavo negro de la plantación, Crafts decide escapar ya que nunca piensa vivir con los esclavos de la plantación a los que describe, al igual que hace Sab, como seres salvajes e inferiores: “lo más terrible de toda esta condena fue asociarme con los infames, repugnantes y sucios habitantes de las cabañas, y ser condenada a recibir a uno de ellos como esposo hizo a mi alma revolverse con un horror inenarrable” (Crafts 2002: 205). De nuevo, es el lector quien, mediante el recurso de la fenetización, hilvana las diferencias entre Crafts y los demás esclavos. Como ya vimos con Sab, ella misma se excluye de la solidaridad que puede engendrar una reivindicación étnica para el progreso. Aunque la esclavitud late en los relatos de las dos autoras no se presenta como un espejo cuyo reflejo debe ser denunciado sino más bien adquiere una textualidad que configura una estrategia narrativa para alcanzar un tipo de meta social y nacional específico. Si bien Sab muere al final, Carlota consigue casarse con Enrique Otway y su feminidad se ve reconfortada a expensas de la bondad del esclavo. Hannah Crafts consigue también escapar gracias, en parte, a la ayuda de dos hermanos esclavos fugitivos y también consigue casarse y vivir en Nueva Jersey libre de la esclavitud y consagrada al cultivo familiar en un proceso completo de su feminidad y americanidad. Tal y como han señalado algunos críticos, como Albin (2002) o Pastor (2002), en Sab la situación de esclavitud se engarza con la situación de la mujer en el siglo XIX para demostrar las desigualdades de género en el discurso y en el ámbito social6 y en The Bondwoman’s Narrative, la adhesión a un proyecto nacional concreto es el único fin de la esclava, como señalan Baym (2004) o Bloom (2002). La condena de la esclavitud en ambas novelas es, simplemente, un telón de fondo.
4. Epistemología espiritual y redentora
La religión y la espiritualidad son agentes decisivos en la creación de los personajes
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Si bien es cierto que en Sab Gómez de Avellaneda centra más su atención en la desigualdad de la mujer que en la denuncia de la esclavitud, será en su segunda novela, Dos mujeres (1842-1843), donde la denuncia social de la situación de la mujer se haga más explícita y sea más elaborada.
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principales tanto de Sab como de The Bondwoman’s Narrative. El componente espiritual del sufrimiento cristiano moldea el discurso de redención y triunfo que encierran ambas novelas. Si bien desde una perspectiva diferente, ya que en la novela de Avellaneda el sufrimiento cristiano se entiende desde un prisma católico –y por ello termina en desastre– mientras que la obra de la esclava afroamericana presenta el cristianismo desde una ética nacional protestante y adopta los ecos de superación epistemológica –y, como tal, termina con un mensaje de superación y de forma positiva. Sab aparece desde el inicio del relato como el mártir católico dispuesto a perecer por satisfacer las pretensiones de su ser querido. El amor –desmesurado– que siente por Carlota se reviste de trascendencia espiritual de tal manera que, al final de la obra, Teresa equipara la figura de Sab con la de Cristo: “Tú has poseído sin conocerla una de esas almas grandes, ardientes, nacidas para los sublimes sacrificios, una de aquellas almas excepcionales que pasan como exhalaciones de Dios sobre la tierra” (Avellaneda 2013: 261). En efecto, su pasión desbordante lo convierte en mártir por amor e incluso le lleva a sacrificar sus bienes –renuncia al premio de la lotería– en pos de la felicidad de su amada. Como contrapunto, la familia Otway, con el patriarca al frente y descrito como “católico, apostólico, romano y educado a su hijo en los ritos de la misma iglesia” (Avellaneda 2013: 122) aparece como un materialista sin trascendencia espiritual que, al final, no alcanza la gloria de reconocimiento puesto que su mujer se desenamora de él y la novela termina sin ofrecer ninguna noticia de su paradero. En cambio Sab, el héroe romántico, excede su importancia vital para convertirse en el modelo de virtud espiritual y de redención pura puesto que “(e)l amor y el dolor elevan el alma, y Dios se revela a los mártires de todo culto puro y noble” (Avellaneda 2013: 269). A través del amor por Carlota Sab adquiere una virtud espiritual que le confiere un estatus de héroe que trasciende la vida pues ve reflejado en su amada su altitud moral. Tal y como detalla Carlos Alberto Cacciavillani (2015: 161) “(e)lla es para Sab una criatura de espíritu superior a través de la cual, Sab cree acercarse a Dios, rehusando los intermediarios oficiales”. Así, Avellaneda recurre a un episodio bíblico para dotar el martirio de Sab de una eternidad que planeará en la vida de Carlota: “los hombres llevarán un sello divino, y el ángel de la poesía radiará sus rayos sobre el nuevo reinado de la inteligencia”
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(Avellaneda 2013: 272). La inteligencia le llega a Carlota entonces pues, al final del relato, descubre quién es realmente su marido y decide dejar de amarlo. El sacrificio de Sab, como el de Cristo, no ha sido en balde. La figura del mártir espiritual que muere en un ejercicio de redención resuena de un modo similar en el relato de Hannah Crafts. Cuando la Sra. Clifford se reconoce como negra y acepta que ella misma es víctima del sistema esclavista que su marido ha enaltecido, su misión se cumple y ella se prepara para la muerte. Como Sab, su figura es equiparada al martirio de Cristo y así lo atestiguan las últimas palabras que le dedica a la heroína del relato: “Que el señor os bendiga y os ayude” (Crafts 2002: 100). Son, sin duda, palabras que tienen un eco directo con las que espeta Jesús para lamentar su desdicha antes de morir, tal y como se recogen en Lucas 23:34. El hecho de que la esposa del dueño de la plantación pase a ser una mujer negra y muera a favor de la denuncia del trato dispensado a los afroamericanos es, sin duda, la misión redentora que define a la Sra. Clifford. Ahora bien, tanto en Sab como en The Bondwoman’s Narrative la religión también sirve como fuente de apoderamiento. En este sentido, Teresa y Hannah Crafts son el ejemplo de cómo la religión y la espiritualidad configuran una epistemología de autoafirmación que se manifiesta en una autonomía femenina dirigida a la superación personal. Siendo la figura femenina que se mueve a la sombra de Carlota y que representa la derrota por antonomasia –carece de familia, es menos atractiva que su amiga, se enamora de Enrique y éste elige a Carlota y llega hasta ser rechazada por el esclavo mulato– Teresa encuentra en la religión su fuente de poder. Hacia el final de la narración ingresa en un convento donde realmente se autodescubre y se manifiesta, por primera vez, fuerte y segura. A través de su espiritualidad Teresa se posiciona al frente del relato para abrir los ojos de Carlota. Esto es así ya que:
Teresa había alcanzado aquella felicidad tranquila y solemne que da la virtud. Su alma altiva y fuerte había dominado su destino y sus pasiones, y su elevado carácter, firme y decidido, la había permitido alcanzar esa alta resignación que es tan difícil a las almas apasionadas como a los caracteres débiles. (Avellaneda 2013: 258)
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Nunca antes en el relato se había mostrado a Teresa “fuerte y altiva” ni con un “elevado carácter, firme y decidido”. La religión la redefine justo en el momento en el que debe esclarecer la verdad para poder morir en paz. La redención cristiana se cumple con precisión y permite a Teresa responder a las preguntas que habían quedado suspendidas al final del capítulo segundo: “¿Merecía Enrique una pasión tan hermosa? ¿Participaba de aquel divino entusiasmo que hace soñar un cielo en la tierra?” (Avellaneda 2013: 118). Con ecos divergentes, como hemos advertido y debido a que el cristianismo en Estados Unidos va ligado a la ética calvinista de superación, la religión que empodera a Hannah Crafts le ayuda a conseguir su meta de llegar a ser una ciudadana negra libre. En un contexto en el que el renacimiento evangelista rebrotaba en Estados Unidos en lo que se ha conocido como el Segundo Gran Despertar, la trascendencia espiritual de Hannah se reviste de gran importancia ya que, al igual que ocurre con Teresa, le abre los ojos en el momento final de su escapatoria. Rehuyendo un matrimonio forzado, y falso a los ojos de Cristo, Crafts huye de la plantación en dirección al Norte, donde se encuentra, milagrosamente y en referencia a la Providencia cristiana, con su madre y donde se casará y será feliz. La estricta moral cristiana de la esclava hace que su decisión sea compensada al final del relato. Así pues, la religión no solo empodera sino que premia a aquellos que la profesan desde una moralidad que hace gala del excepcionalismo norteamericano que define la idiosincrasia del país. La novela de Crafts pasa a engordar el canon literario que detenta un nacionalismo estadounidense que emerge de la experiencia primigenia puritana. Esto es así porque durante la era de la Revolución de las Trece Colonias (American Revolution) la literatura devino un recurso primordial para la promoción del nacionalismo. De este modo, textos canónicos que habían sentado las bases de la futura nación se convirtieron en referencia al ser puestos al servicio de la causa nacional fagocitando un cambio del canon literario norteamericano con el fin de adecuarlo a la ideología excepcionalista que definiría el carácter estadounidense y que St. John de Crèvecoeur acuñaría como la idiosincrasia nacional por antonomasia. La experiencia colonial puritana germinó, con el icónico “A Model of Christian Charity” del primer gobernador de la Colonia de la Bahía de Massachusetts John Winthrop, en el arquetipo
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de un americanismo genuino y catapultó dicho sermón como texto paradigmático de los orígenes excepcionales del país dejando para el imaginario colectivo la idea de que América se equiparaba a la bíblica Ciudad sobre la Colina (City upon a Hill). La protagonista afroamericana de The Bondwoman’s Narrative se adhiere a esta idea nacional feminizándola y por ello, cuando confiesa que ya en Nueva Jersey, con su madre, su esposo y amigos tiene una “felicidad constante” (Crafts 2002: 239) está admitiendo que el código moral y religioso que ha seguido como acto de superación y empoderamiento personal y nacional ha sido fructuoso. En este caso el sueño americano envuelto en la religión ha demostrado ser otro triunfo. Por último, un aspecto que también aparece en ambas novelas y que es típico de los relatos que ahondan en la esclavitud es el tropo del mestizaje. Este hecho también tiene connotaciones bíblicas que lo relegan a una deficiencia social que tiene que ver con la violación de los amos blancos a las esclavas negras. Por ello, y conocido como “el pecado de los padres” en alusión a Deuteronomio 24:16, el mestizaje se equipara a un ultraje social que altera la igualdad y perpetúa la catástrofe nacional. Tanto Gómez de Avellaneda como Crafts presentan el mestizaje como un acto antinatural, contrario a la moral religiosa que salvaguarda la conciencia del país. Tal y como preconizan Enrique y Carlota, Sab parece ser el hijo no reconocido de don Luis, hermano de don Carlos. Así pues, se infiere que el esclavo mulato es hijo de una aventura –aunque tampoco se descarta en ningún momento la violación– extramatrimonial entre un amo y una esclava negra. Sorprende la naturalidad con la que tanto Enrique como Carlota aceptan el estatus del héroe mestizo: “Según cierta relación que me hizo de su nacimiento, sospecho que tiene ese mozo, con mucho fundamento, la lisonjera presunción de ser de la misma sangre que sus amos...” (Avellaneda 2013: 128). Sin embargo, Sab sabe que su “tez negra” (Avellaneda 2013: 169) resultado de su naturaleza mestiza es la desgracia social que le ha condenado al fracaso desde su nacimiento. Así se lo expresa a Carlota en un lamento que se asemeja a la jeremiada bíblica que también desarrollará de forma magistral Hannah Crafts en su relato: “Tu que comprendes la vida y la felicidad de los salvajes, ¿por qué no naciste conmigo en los abrasados desiertos del África o en un confín desconocido de la América?” (Avellaneda
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2013: 169-170). El mestizaje es un pecado que solo puede verse redimido a través de la muerte. Aunque, como afirma Núria Girona Fibla, “(l)a muerte de Sab puede ser leída como un gesto de negación del mestizaje corrupto” (2013: 136), Avellaneda no lo castiga directamente, pues al crear un héroe mestizo no hace otra cosa que poner en valor las deficiencias sociales de un sistema esclavista que viola cualquier atisbo de igualdad. De igual manera, Hannah Crafts presenta una heroína mulata que, en sí misma, es la excusa para denunciar la perversión moral del sistema. A lo largo del relato Crafts reniega a hacerse pasar por blanca –algo que puede hacer debido al color de su piel– y acepta su destino como mulata. Su férrea convicción espiritual en un cristianismo redentor la alienta a ser consecuente, como le sucede a Sab, y a seguir la senda de las buenas intenciones. El mestizaje es también aquí entendido como un pecado que se deriva de la esclavitud y, por ello, Crafts reniega de él siempre en términos religiosos: “(e)l esclavo, si él o ella desea ser consecuente, debería siempre mantenerse en el celibato” (Crafts 2002: 131). El acto sexual fuera del matrimonio –como institución religiosa– se equipara a las relaciones forzosas entre amos y esclavas que son el origen del mestizaje. Como sucede en Sab, la rectitud moral del individuo es el que lo convierte en héroe y figura nacional de referencia. Cualquier proyecto de nación no puede teñirse de identidades en conflicto. Tanto es así que la Sra. Clifford, quien no acepta su condición de afroamericana e intenta hacerse pasar por blanca, termina muriendo. Crafts parece indicar que el mestizaje y la confusión identitaria equivalen a la muerte. Por el contrario, Crafts se acepta como mestiza y delega en su fe su salvación terrenal y social. Si el mestizaje es producto de un pecado original, la salvación debe encontrarse en la adscripción espiritual a un discurso religioso que permita el reconocimiento. A través del recurso bíblico de la jeremiada, la esclava negra aparece como heroína íntegramente norteamericana. Si en Sab la jeremiada apunta a un lamento de desamor que excluye al esclavo mestizo en términos nacionales, en The Bondwoman’s Narrative la jeremiada afroamericana se dirige a una nación que debe reconocer a sus habitantes negros y, por el contrario, se enmarca en un discurso de inclusión. En contraposición al discurso del lamento en Sab, la adscripción de la novela de Crafts al discurso religioso que sigue la retórica de la jeremiada bíblica se encuadra en la reivindicación del pueblo afroamericano para reclamar “su completa aceptación e incorporación al credo cultural y nacional que se desprende de la fe que acompaña la
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promesa de América” (Howard-Pitney 1990: 13). De este modo, y preconizando la democratización del sueño americano, Crafts remasteriza el discurso religioso con el fin de conseguir una redención nacional para la comunidad negra poniendo un especial énfasis en la situación de la mujer afroamericana. En ambas novelas, la ley de Dios emerge por encima de la ley del hombre como proceso de legitimación nacional y de género. La trascendencia espiritual de base cristiana, o “poder pastoral” en palabras de Foucault, de ambos protagonistas les permite dibujar un horizonte nacional en el que las relaciones sociales deban interactuar de forma igualitaria y por eso rechazan taxativamente cualquier conato de exclusión. Tanto Sab como Hannah Crafts se desvelan como seres espirituales cuyo ánimo es la redención personal puesto que ésta derivará, como su rol de héroes expone, en una redención nacional que abogue por la igualdad. Esto es, el triunfo de la “civilización de la cultura espiritual vs. la barbarie de la civilización monetarista” (Lasarte 1999: 71).
5. Conclusión
Si en su ambicioso –e influyente– ensayo La isla que se repite: el Caribe y la perspectiva posmoderna (1998) Antonio Benítez Rojo afirma que el estudio de la cultura afroatlántica conecta de manera asimétrica el Caribe con Norteamérica, este axioma puede ser textualmente aprehendido a través de una lectura transcultural de estas dos novelas decimonónicas que se escuchan y se comprenden entre sí. Sab y The Bondwoman’s Narrative poseen unas características textuales y culturales que las asemejan en tono y forma demostrando que si bien asimétricamente, pues las realidades nacionales de Cuba y Estados Unidos tienen connotaciones específicas que separan a los dos países, ambos textos revelan los paralelismos narrativos que las autoras hicieron servir para moldear la sociedad que deseaban. Esta intertextualidad transcultural indirecta, como forma específica de paraliterariedad, demuestra el empeño que las
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mujeres del siglo XIX, sin tener en cuenta su estatus social o su etnia, profesaron al tomar parte en el discurso nacional que hasta el momento había sido galvanizado por los hombres. En concreto, a través de la sentimentalidad del discurso romántico, de la pasión que el antiesclavismo desataba y de una visión espiritual de la epistemología heroica, tanto Gómez de Avellaneda como Crafts proyectan una historia que dibuja un proyecto nacional específico que responde a sus inquietudes vitales sin escapar del ideal del “culto de la feminidad”. El amor es la fuerza vital que empuja a los personajes de Sab hasta el abismo de sus posibilidades. La concepción del héroe romántico cuyas vicisitudes amorosas desvelan la pureza del alma y se erigen en paradigma nacional a seguir también se ve en la novela de Crafts en la figura de la propia Hannah, que espera a ser libre para contraer matrimonio y no perpetuar el pecado de la esclavitud. El amor como concepto excelso, inmaculado, que va más allá del contacto carnal. Así pues, en ambas novelas la esclavitud es simplemente un telón de fondo que sirve para catapultar las aspiraciones nacionales que las autoras visualizan. La libertad nacional se edifica a través de la esclavitud y no por la esclavitud, una estrategia narrativa que ya adivinó Toni Morrison en su estudio Playing in the Dark al pergeñar: “nada enaltece la libertad –si en realidad no la crea– como la esclavitud” (1992: 38). La visión romántica de la esclavitud en la que los avatares personales de los protagonistas subyace al sufrimiento general es la marca que define a ambas novelas y que las encuadra con pleno derecho en la literatura sentimental escrita por mujeres en el siglo XIX. De hecho, la esclavitud es, en ambas historias, equiparada a la desigualdad de género que impera en las respectivas sociedades, convirtiéndose éste en el hecho relevante al final de las historias. Se produce así, como ya advertimos al principio del artículo, la conexión femenina de las novelas antiesclavistas del Caribe con el sistema de la novela afroatlántica donde la mujer, “subyugada por el poder patriarcal de la época, establece una alianza afectiva con el esclavo y reclama tanto la libertad de éste como su propia liberación” (Benítez-Rojo 2005: 53). Sab y The Bondwoman’s Narrative se presentan como cartas al mundo cuyo énfasis es la regeneración moral, casi incluso mesiánica, de Cuba y Estados Unidos. Una regeneración utópica en la que los héroes y heroínas poseen una trascendencia espiritual
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que les acerca a Dios y que hace de su empeño una cruzada de reforma moral y ética. Las autoras intentan promulgar que, como indica Javier Lasarte, “(l)a utopía tendrá lugar, no sólo cuando desaparezca el sistema esclavista...sino cuando el espacio admita un principio diferenciador y jerarquizador distinto de la clase, la raza o el sexo” (1999: 70). Por ello, tanto Sab como Hannah Crafts, así como otros personajes de las historias con connotaciones positivas (Teresa, Carlota, la Sra. Clifford) presentan una espiritualidad patente que les ofrece la salvación y les convierte en modelos sociales para los lectores decimonónicos. Los relatos se asemejan incluso en el abrupto final con el que ambas creadoras enjaretan sus historias en un nuevo giro romántico que desencadena tanto desencanto como esperanza. A través del romanticismo, el uso de la esclavitud y la creación de una espiritualidad redentora, las novelas de Gertrudis Gómez de Avellaneda y de Hannah Crafts se entrelazan entre sí y contribuyen no sólo a perpetuar un género literario que enciende la mecha de la reivindicación femenina sino que, además, demuestran que las mujeres utilizaron también la literatura para participar en los debates nacionales empleando sus propias armas culturales y, por tanto, plantando la semilla de una literatura genuina que florecerá a lo largo del siglo XIX con más precisión y fuerza. Ambas novelas se anticipan, así, a la crítica postcolonial pues participan de la idea de Homi Bhabha al preocuparse primordialmente por “la formación de la nación, es decir, cómo se escribe sobre todo a través de la novela” (1990: 2-3).
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THE RECEPTION OF MONTAGU’S AND BARBAULD’S WORKS IN THE WESTMINSTER MAGAZINE1 Mónica Amenedo Costa2 The Reception of Montagu’s and Barbauld’s Works in The Westminster Magazine Abstract: Eighteenth-century women took an active role in the field of British cultural production. At that time, periodicals were of value in providing information about literary figures and their works. This paper examines the representation of Elizabeth Montagu and Anna Letitia Barbauld in The Westminster Magazine. The main emphasis is on how these female authors were perceived and presented to the public and on how their contribution to the literary sphere was covered in the magazine. A further aim of the study is to establish the importance of periodical publications as a powerful influence on reader’s opinions and perceptions. Key words: Great Britain, eighteenth century, periodical publications, gender studies. La recepción de Montagu y Barbauld en The Westminster Magazine Resumen: Las mujeres del siglo XVIII desempeñaron un papel activo en la producción cultural británica. En aquel momento, algunas publicaciones periódicas eran de gran valor, especialmente a la hora de proporcionar información sobre autores y sus obras. Este documento examina la representación de Elizabeth Montagu y de Anna Letitia Barbauld en The Westminster Magazine. El énfasis principal recae en cómo se percibieron y presentaron al público estas dos autoras y en cómo se dio cobertura a su contribución al ámbito literario. Además, se hace hincapié en la influencia de este tipo de publicaciones en las opiniones y percepciones del lector. Palabras clave: Gran Bretaña, siglo dieciocho, publicaciones periódicas, estudios de género.
In the eighteenth century, the British press was an important medium of mass communication. It attracted many readers who had immediate access to a wealth of knowledge and experience through its content. According to John Feather, at that time “[...], the printing house was outstandingly significant as a place of cultural and literary transmission” (1997: 51). As sources of a wide variety of information, periodical publications were addressed to a diversified audience which highlights “their determination to serve all markets” (Black 2001: 52). They were available at coffeehouses, which “were one of the most characteristic social institutions of eighteenthcentury London, and have long been associated with the city’s intellectual culture” (Ellis
Date of reception: 06/09/2015. Date of acceptance: 03/10/2015. Technical Researcher for the Proyect “Rede de Lingua e Literatura Inglesa e Identidade II”, Departamento de Filología Inglesa,Universidade da Coruña; mamenedo@udc.es. 1 2
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2009: 3). Coffee-houses were open to anyone who paid a penny (Ellis 1956: 45). This facilitated a redistribution of the printed content from the cultural, political and religious elite to a broader segment of the population. Access to varied topics permitted the general public to construct arguments and make informed and evaluative judgements on a broad range of discussion topics. This wide availability of the papers favoured debate and critical conversation which, undoubtedly, fostered social development together with cultural awareness and understanding. Political news, international affairs, conflict and war dominated the English press in the eighteenth century (Black 1987: 26). There were, however, non-political items which focused on economic matters such as shipping news, commerce, trade, and grain prices. Space was also devoted to crime as “[a]ccounts of the actions of criminals not only seemed to excite readers, but also provided warning to people fearful of attack, while those who might break the law, either deliberately or inadvertently, could be warned of the consequences” (Black 2001: 54). Sports and other instructive material which included topics related to science, health and social matters were also published in the papers. Interestingly enough, periodicals were of value in providing information about literary issues, which can be regarded as a positive contribution to cultural learning. The British Magazine; or, Monthly Repository for Gentlemen and Ladies (1760-1767) showed great interest in literary issues. The Rambler, a periodical founded by Samuel Johnson (17091784) in 1750, and The Covent Garden Journal (1752), whose editor was the English novelist and dramatist Henry Fielding (1707-1754), 3 also devoted space to subjects related to literature.4 Essays, poems, fictitious and genuine letters as well as serialised fiction and “other matter intended to divert or enlighten” (Wiles 1965: 306) attracted considerable press coverage in British publications. The serialisation of eighteenth century literature, especially prose fiction, can be seen in The London Post, which printed Daniel Defoe’s Moll Flanders in 1722 and 1723 (Black 2001: 53), or in The British Magazine, which He wrote “under the pseudonym of Sir Alexander Drawcansir, Kt., Censor of Great Britain” (Marr 1971: 113). 4 A list of the periodical publications mentioned in this work can be found in the appendix at the end of the document. 3
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published the novel The Adventures of Sir Launcelot Greaves by Tobias George Smollett (1721-1771) during 1760 and 1761. Like other major literary figures of the time, Defoe (ca. 1660-1731) and Smollett wrote for the press, helping to determine its nature and character. In 1704, Defoe had founded his journal The Review in which he “provided commentary on the events of the day”, especially to the urban middle class in London, to whom it was designed to appeal (Hannis 2007: 15). Smollett was also editor of The British Magazine and of The Critical Review. In addition, the press offered readers book reviews which evaluated and described literary works. Periodicals such as The Monthly Review (1749-1844), The Critical Review (1756-1817), The London Review of English and Foreign Literature (1776-1780), The Literary Magazine and British Review (1788-1794) and The Analytical Review (17881799) gave coverage to critical evaluations of publications written both by male and female authors. Their commitment to literary studies had a significant effect on women’s literature as their works attracted a good deal of attention. Interestingly enough, and despite the fact that women were still positioned as mothers and wives, they were not only perceived as being exclusively confined to the domestic realm. Their descriptions as actively building their lives and careers elevated them to more visible positions than their traditional roles in the family. Therefore, periodical sources helped to create a clearer picture of women’s participation in the literary public sphere and to show that they managed to express their concerns and views on topics that affected them. By way of example, it is worth noting that, in 1792, The Literary Magazine and British Review (8, February 1792: 133-139) and The Critical Review (4, April 1792: 389-398; 5, June 1792: 132-141) provided an analysis of A Vindication of the Rights of Woman: with Strictures on Political and Moral Subjects (1792) by Mary Wollstonecraft (1759-1797). The vital role played by women in society, and specifically in the newspaper press, is also evidenced in their involvement as reviewers and editors. This is particularly evident in Mary Wollstonecraft, who wrote reviews for The Analytical Review, and in Charlotte Lennox (ca.1730-1804), who edited The Lady’s Museum (1760-1761). As a matter of fact, their relevance in the culture of print is also reflected in their classification as readers. At the beginning of the century, Richard Steele (1672-1729), founder of The
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Tatler (1709-1711), launched the first number of this publication “for a readership he defined as ‘publick spirited men’ and ‘the Fair Sex, […]” (Beetham 1996: 17). The association between women and readers is also found in The Friendly Writer and Register of Truth, created in 1732, which was “a monthly magazine written for women by a woman” (Cranfield 1978: 52), in The Female Spectator (1744-1746), in The Lady’s Magazine; or, Entertaining Companion for the Fair Sex, Appropriated Solely to their Use and Amusement (1770-1847), or in The Lady’s Monthly Museum; or, Polite Repository of Amusement and Instruction (1798-1832), which “was launched by ‘A Society of Ladies’” (Beetham 1996: 17). It is clear, then, that female readers were part of the audience of the periodical press. As can be seen, women became involved in the world of reviewing, editing and writing. This multiplicity of female experiences and positions as agents in the cultural production of their time reinforces the idea that they were actively engaged in a range of creative fields connected with the press. Elizabeth Carter (1717-1806), English poet and translator, contributed to the periodical section of The Gentleman’s Magazine, a publication founded by Edward Cave (1691-1754) in 1731. Her first book of poems and her translation of Crousaz’s Examen de l’essay de Monsieur Pope sur l’homme [An Examination of Mr. Pope’s Essay on Man (1739)] were issued from Cave’s press (Carlson 1938: 24). Other female authors also had their literary pieces published in The Gentleman’s Magazine. This can be seen in Mary Barber (ca. 1690-1757), Jane Brereton (1685-1740) and Mary Masters (ca. 1694-1759), whose poems “helped swell the columns” of this publication (Carlson 1938: 16). In Kairoff’s words, these and other female poets who also published there, such as Mary Whateley Darwell (1738-1825), Anna Seward (1742-1809), Mary Scott (ca. 1752-1793) and Catherine Jemmat (ca. 17201766), “were indebted to the encouragement and sponsorship of Edward Cave, who thus played a critical role in assisting women’s emergence in the literary marketplace (2001: 168). Anna Letitia Barbauld (1743-1825) also had some of her works published in magazines, as can be seen in several poems that “appeared in two journals edited by her brother (five in the Monthly Magazine between 1797-1800, and one in the Annual
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Register in 1819): [...]” (Levy 2014: 55). This shows that the press provided space for female writers and their works. Periodicals published very diverse material which often focused on political and economic news, stories, poems, songs, scientific discoveries, serialised fiction and extracts taken from other publications. Issues related to literature were among the varied topics printed in the press. Through their content, periodicals evaluated women’s literary abilities and careers, which was a useful way not only to provide data about books and authors but also to engage people in the cultural life of their community and to make visible women’s cultural presence in eighteenth-century Britain. By placing female writers in the public realm, the production and exchange of information about ladies and their reputation in cultural circles were significantly enhanced. Editors exposed them to an open arena which was especially valuable for the debate and discussion of their literary activity and for drawing attention to their work. In The Westminster Magazine; or, the Pantheon of Taste (1773-1785) of June 1776, an article, entitled “Observations on Female Literature in General, Including some Particulars Relating to Mrs. Montagu and Mrs. Barbauld,” offered a representation in the public sphere of these two learned women, Elizabeth Montagu (1720-1800) and Anna Letitia Barbauld. In the introductory lines, the article stresses the importance of the issues attached to tradition and female education, an idea which is captured in the following statement: “Happily we do not live in thoſe days when prejudice condemned our women to ignorance to be deplored” (June 1776: 283).5 It also explicitly praises those women who had freed themselves from the “slavery of custom” (June 1776: 283) and tyranny of habit, and opted for a life of learning, venturing “to think, to ſpeak, and to write with propriety; [...] (June 1776: 283). This assertion clearly celebrates women’s achievements and progress as the security of knowledge and skills enabled them to explore new possibilities for selfimprovement and to become full participants in society. Education has a clear role to play here. Changes in the position of women in the community are reflected in the notable fact that many of them excelled men. To confirm 5
The spelling, punctuation and capitalisation have been reproduced as in the original text.
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this, it is explained that “[...] there are many Ladies at this time in England who do not bluſh –who have no reaſon to be asſhamed to diſcover that they are better inſtructed than the majority of the ſmart fellows of the age” (June 1776: 283). The article shows an interest in widening women’s intellectual and offers readers a fragment of the long poem The Feminead or, Female Genius (1754), in which its “ingenious Author” (June 1776: 283), the English poet and clergyman, John Duncombe (1729-1786), gave recognition to female British writers. It is explicitly stated that the lines quoted from this poem “muſt be read by every Lady who thinks the ‘enlargement of her mind, as well as the expanſion of her head,’ worth her attention, with particular pleaſure: [...]” (June 1776: 283). From this, it can be inferred that the intention was that it would serve as a reading text for those women who turned their attention to the formation of the mind. Immediately following this quotation, it is detailed that Elizabeth Montagu and Anna Letitia Barbauld were two representative figures of the period. The criteria for their inclusion in the public sphere were based on their literary activity, which is recognised as being of great significance: “In the number of ingenious Female Writers who have diſtinguiſhed themselves in ſeveral branches of polite literature, the two Ladies whom we have ſelected for the embelliſment of our preſent Magazine make a very brilliant appearance” (June 1776: 284). While highlighting their acknowledged status as professional writers, it is pointed out that the author could not, “for obvious reaſons, expatiate on their reſpective merits in a manner agreeable to his inclination; [...]” (June 1776: 284). Certainly, his writing is neither a biographical article nor a comprehensive study on their works but a brief general account of their careers and character. Readers are told that the author hopes his sketches of their literary characters would not cause these women any annoyance or displeasure. On the contrary, he wishes they would bring them contentment (June 1776: 284). “Pleaſing perſon,” “liberal mind,” “benevolent heart” and “large fortune” are some of the phrases used in the article to describe the personality and attributes of Elizabeth Montagu, who is also reported to possess a solidity of understanding and elegance of taste (June 1776: 284). These qualities, says the author, are very noticeable both in her life and
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in her writings (June 1776: 284).6 To these representations were added two short pieces of writing extracted from contemporary works with which the author continues to develop his portrayal of this female writer. The first quotation was written by Elizabeth Carter7 and the second by Alexander Pope (1688-1744), whose names were rendered in the article. Carter’s phrase comes from one of her works included in her Poems on Several Ocassions (1762). It reads: “By fortune follow’d, and by Virtue led” (Carter 1766: 14). The second poetic line is taken from Pope’s “Epistle to Mrs. Blount, with the Works of Voiture” (1712). It says: “With wit well-natur’d and with books well bred” (Pope 1903: 80). The article implies a description of Montagu as an intelligent character with several remarks concerning her literary works. Her richly cultivated and highly polished mind is indicated to have had a significant influence on her productions which are perceived to be “truly claſſical, and which may be frequently read with renewed ſatisfaction” (June 1776: 284). Reference is made to two of her works, the three sections in George Lyttleton’s Dialogues of the Dead (1760) and An Essay on the Writings and Genius of Shakespear, Compared with the Greek and French Dramatic Poets: with some Remarks upon the Misrepresentations of Mons. de Voltaire (1769). Readers are informed that her three dialogues “abound with good ſenſe, ſprightly ſentimentſ, and ſound morality” (June 1776: 284). The first dialogue, between Cadmus and Hercules, “acknowledges the threat of luxury and effeminacy” and also “affirms the importance of ‘the united strength of civil community’ against the Herculean preference for military issues” (Mee 2011: 108). It favours intelligence and learning over strength as is “calculated to ſet forth the uſe and excellence of learning” (The Westminster Magazine, June 1776: 284). The second dialogue, between Mercury and a modern fine Lady, satirises the fashionable women of the period and is considered to be “a pleaſant ridicule on the trifling, diſſipated manner in which our modiſh fair ones miſpend their time” (The Westminster Magazine, June 1776: 284). In the third dialogue, between Plutarch, Charon and a modern bookseller, Montagu parodies the bookseller’s vacuity (Mee 2011: 108). This dialogue was written to be “a
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Her husband, Edward Montagu, had died in 1775, leaving her an immense fortune. Carter was a close friend of Montagu’s.
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lively ſatire on the literary taſte of the preſent age, which, to the great diſgrace of letters, delights in fabulous, obſcene, and immoral romances” (The Westminster Magazine, June 1776: 284). According to the magazine writer, these three dialogues and An Essay on the Writings and Genius of Shakespear, in particular, display Montagu’s judgment and taste (June 1776: 284). An Essay on the Writings and Genius of Shakespear defends English playwright and poet William Shakespeare (1564-1616) against the published attacks by the French author Voltaire (1694-1778). In this work, Montagu compares Shakespeare favourably with both modern French and ancient Greek poet-playwright and criticises Voltaire indicating that there were some obvious mistakes in his translation of Julius Caesar into French due to significant misinterpretations of the meaning of several words and phrases. In the eighteenth century, both periodical publications and notable contemporary figures contributed to the rise of Shakespeare’s reputation. The Monthly Review, The London Magazine and The Universal Magazine together with Horace Walpole (1717-1797), Samuel Johnson and Elizabeth Montagu were “among those who responded directly to Voltaire’s aspersions, [...]” (Prince 2012: 277). The validity and truth of Montagu’s response to Voltaire’s translation of Julius Caesar is stressed in the article under discussion with the following words: “The charge againſt Voltaire of miſrepresentations, of not underſtanding the Engliſh language, and of his being guilty of the greateſt abſurdities in his tranſlation of the firſt act of Shakeſpeare’s Julius Cæſar, are abundantly proved” (June 1776: 284). Yet, the merits of this essay are indicated not to be confined “to a mere defence of Shakeſpeare, or to the obſervations on Voltaire’s criticiſms” (June 1776: 284) as it also “abounds with curious diſquiſitions, [...]” (June 1776: 284). The “parallel drawn between the conduct of the two Poets, in reſpect to the Ghoſt of Darius, in the Perſeus of Eſchylus, and that of Hamlet” (June 1776: 284) together with the comparisons made between Shakespeare and the French dramatist writers are said to have been “attended with a great number of the moſt judicious and beautiful obſervations” (June 1776: 284). According to the author, Montagu’s essay “will undoubtedly hold a high rank among the moſt claſſical pieces of the ſame nature in the English language” (June 1776: 284).
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The portrait of Anna Letitia Barbauld reveals a woman of letters who had just entered the literary world and “charmed all thoſe who have a true reliſh for the effuſions of the genius under the immediate inſpiration of the Muses, [...]” (The Westminster Magazine, June 1776: 284). Indeed, her first poems had been published just a few years before, in 1772. They had appeared in Essays on Song-Writing, a book by her brother, John Aikin (1747-1822). The next year saw the publication of a collection of her Poems. This major work enjoyed immediate success, reaching five editions by 1777 (Levy 2014: 45). Following the brief account of the beginnings of Barbauld’s poetic career, the article proceeds to represent her character and intellectual formation. Her attractiveness is worthy of the following comment: “[t]his Lady is not only poetically enchanting, but perſonally attractive” (June 1776: 284). Her intellectual powers are particularly noticeable both when having a conversation with her, “as ſhe ſeems not to be conſcious of an underſtanding ſuperior to the greateſt part of her ſex [...]” (June 1776: 285), and when she is silent as “[h]er eye ſpeaks ſenſe diſtinct and clear” (June 1776: 285). Her behaviour is carefully considered to ensure that she is worthy for admiration as “ſhe never opens her lips to deliver her thoughts with an oracular ſententiouſneſs; nor does ſhe ever converſe with an oracular duplicity” (June 1776: 285). Furthermore, it is indicated that she always behaves with decorum, is discreet in her public displays and never uses conversation to gain admiration nor says things that do not need to be said (June 1776: 285). In addition to that, readers learn that Barbauld shows the same manner with her lettered friends, with whom she acts with honesty and openness and with the least affectation (Westminster Magazine, June 1776: 285). She also proves to be especially cautious with the illiterate in order “to ſhade her talents with the veil of diſſidence, that ſhe may not force them to feel their inferiority” (June 1776: 285). This phrase seems to be warning against pedantry and implies that Barbauld had an objection to any ostentatious display of her own knowledge and cultural level. Her gentleness and propriety of conduct, which is described to be “uncommonly pleaſing” (June 1776: 285), as well as the “mildneſs of her manners, and her affability to all kinds of people, throw an inexpreſſible charm over her whole perſon, and induce us to venerate the beauties of her mind” (June 1776: 285).
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References to her literary work are more specifically addressed in the last part of the article. Here, it is maintained that she writes with a perfectly Horatian and cultivated style and that her poetical compositions have a masculine force, “which the moſt-vigorous of our poets has not excelled: [...]” (June 1776: 285). It is further explained that there is “nothing, indeed, feminine belonging to them, but a certain gracefulneſs of expreſſion (in which dignity and beauty are both included) that marks them for the productions of a Female Hand” (June 1776: 285). Finally, the description is extended to the quality of her prose, which is praised for its elegance and brilliance.8 According to the author, these pieces in prose “in point of elegance, are as much ſuperior to the laboured Eſſays of our ſturdy Moralist as the eaſy motions of a fine Gentleman are, in point of grace, to the stiff attitudes of a Dancing-maſter” (June 1776: 285). Montagu’s and Barbauld’s identities are mainly defined by their character and literary activity. The references made in the magazine article regarding their personalities and minds include adjectives and expressions such as “pleasing,” “liberal,” “benevolent,” “solidity,” “elegance,” “richly cultivated,” “highly polished,” “personally attractive,” “intellectual powers,” “understanding superior,” “distinct,” “clear,” “least affectation,” “doubly cautious,” “delicacy,” “propriety,” “mildness of her manners,” “affability,” “charm,” and “beauties of her mind” (June 1776: 284-285). These statements express a personal opinion which highlights these women’s intellectual capacity and potential. Other comments are used in reference to their work. They also consist of positive representations such as “truly classical,” good sense,” “sprightly sentiments,” “sound morality,” “pleasant ridicule,” “lively satire,” “curious disquisitions,” “high rank,” “judicious and beautiful observations,” “poetically enchanting,” “masculine force,” “gracefulness of expression,” “dignity,” “beauty,” “elegantly polished,” “harmoniously easy,” “beautiful poems,” “elegance” and “superior” (June 1776: 284-285). In the assessment of these women’s cultural activity, their portrayals are a clear indication that the author acknowledged their recognised position in the literary world with favourable
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William McCarthy suggests the enormous impact and popularity of her books for children, which continued to be reprinted for decades after her death (2014: 19).
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comments which evidenced that both writers were reckoned to deserve a place in the British literary sphere. The representation of female voices in the media helps to give an indication of how periodical publications made a contribution to raising awareness of women’s position in cultural life. Production and publication of their writings increased readers’ understanding of female’s cultural activity. Circulation of literary descriptions through the printing press enabled ordinary people to extend their view of women’s reputation in the literary world as well as to build and enhance their knowledge of this specific area of study. In this respect, the press engaged in the social culture of the period and displayed messages that provided an opportunity to frame discussion of gender in literature. Accordingly, it served a social purpose by providing coverage of different literary forms, not only fiction but also poetry, which helped readers to form a judgment and express their opinion on issues of current concern such as the literary talent of women and the literary respectability achieved by them. The presence of Elizabeth Montagu and Anna Letitia Barbauld in The Westminster Magazine contributed to foster a public appreciation of these writers and to better understand their role in the literary culture of eighteenthcentury Britain.
References
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Carmen García Navarro
Land Breaking 101-116
LAND DREAMING: IDENTIDADES Y ARRAIGO EN LA ESCRITURA DE SHARON BLACKIE Y PAT MORA1 Carmen García Navarro2 Land dreaming: identidades y arraigo en la escritura de Sharon Blackie y Part Mora Resumen: Las obras de Sharon Blackie y Pat Mora enfatizan la necesidad de una mayor conexión de los individuos con el medio natural. Desde la necesidad personal de fortalecer los vínculos de pertenencia a un lugar y una comunidad, las dos autoras exploran sus raíces y el entramado de la historia personal. De la respuesta artística a esa necesidad surgen narrativas y poéticas que reconocen representaciones antiguas y actuales sobre el cuidado del planeta, y el de tradiciones, relatos y mitos de los lugares que habitamos. Palabras clave: Construcción de identidades, tránsitos, arraigo, pertenencia, econarrativa, ecopoética. Land Dreaming: Identities and Belonging in Sharon Blackie’s and Pat Mora’s writing Abstract: The works of Sharon Blackie and Pat Mora emphasize the need for connection with the natural environment. Given the need to strengthen bonds of belonging to the community as key for the construction of identities, both writers explore their roots to produce narratives and poetics that name former and current representations of what unites us to this planet. Similarly, they argue about the relevancy of old and current representations, traditions, stories and myths of the places we inhabit. Key words: Identity construction, transitions, settling, belonging, econarrative, ecopoetry.
1. Introducción
Me gustaría comenzar diciendo que al hablar de las escritoras Sharon Blackie (1958) y Pat Mora (1942) lo haré sobre una práctica repetida mil y una veces en la historia de la humanidad y en la historia particular de cada uno y cada una de nosotros: la exploración del sueño del arraigo y la formación de las identidades como fruto del diálogo entre culturas. Las dos autoras, Blackie y Mora, exploran sus raíces y el relato de la construcción del sí, buscando lo que une a la tierra y permite, además, nombrar
Fecha de recepción: 20/11/2015. Fecha de aceptación: 04/12/2015. Profesora Asociada, Departamento de Filología, Área de Filología Inglesa, Universidad de Almería; mgn024@ual.es. 1 2
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representaciones antiguas y actuales sobre el cuidado del planeta, el conocimiento de las tradiciones, los paisajes, los relatos y los mitos de los lugares que habitamos. Esta historia común, que me parece adecuada como punto de partida para mostrar las líneas maestras de la literatura de Blackie y sus conexiones con la obra de otras autoras, como Mora, refleja la preocupación por la deriva que ha tomado en distintas zonas del planeta el modo en que los individuos tratan y maltratan el medio natural 3. No podemos dudar de que vivimos en mundo donde se imponen los usos de las tecnologías como mito, es decir, tomadas como referentes principales desde el punto de vista de la socialización, y donde, al mismo tiempo, las identidades se van reconstruyendo como procesos vivos en los que caben experiencias creativas que trascienden lo puramente individual para sentirse parte de la comunidad. Lo dicho se expresa en las obras de ficción de estas autoras mediante la construcción de un sí en procesos de tránsito, no sólo desde el punto de vista físico sino también emocional y social, que permite al sujeto situarse en una plataforma para contemplar lo que ha sido su vida y en lo que se ha transformado esa vida en el momento presente.
2. Mujeres en tránsito
Conocí a Sharon Blackie en 2012 y un año después pudimos reunirnos en su casa de la isla de Lewis, en las Hébridas Exteriores escocesas. El título de este trabajo nace de la entrevista que realicé a Blackie en 2012, tras haber conocido su trayectoria y parte de su obra. Consideré importante tener en cuenta la influencia de la poeta chicana Mora en su escritura, influencia reconocida y expresada por la propia Blackie en distintas oportunidades4. La autora, inglesa descendiente de escoceses por parte de padre y de irlandeses por línea materna, viajera incansable y siempre en búsqueda de un lugar que
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Por ejemplo, Charlotte DuCann, Jay Griffiths, Mandy Haggith, Jane Hirschfield, Sara Maitland, Marylin Nelson, o Terry Tempest Williams, entre otras. 4 A lo largo de estas páginas mostraré ejemplos de dicha influencia, así como la cita donde Blackie reconoce abiertamente esta influencia (véase nota 17).
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pudiera llamar propio, se había trasladado a la isla de Lewis con su marido. Allí continuaron dando vida a su proyecto editorial, Two Ravens Press, creado conjuntamente en 2006 y fundaron la revista EarthLines. A estos proyectos de trabajo se sumó el que mantiene la autora desde su página en internet. Su propósito era encontrar arraigo, como ciudadana y como escritora, y su deseo de involucrarse en la comunidad la llevó a hacerse copropietaria de una pequeña granja para cultivar la tierra y cuidar unos pocos animales5. En ningún caso era esto un intento de separarse de la comunidad. Muy al contrario, su propósito era formar parte de dicha comunidad e acogida asumiendo lo que tradicionalmente ha sido la principal actividad económica de los habitantes de la isla de Lewis. Participaría así, de manera sostenible, del cuidado de un medio natural como el de esas islas, sobre las que actualmente penden amenazas de destrucción del ecosistema y el paisaje6. Me referiré primero a la experiencia personal y literaria de Blackie, quien, tras cinco años en la isla de Lewis, se trasladaría en 2014 a Donegal, en Irlanda. En los años vividos en Lewis, la escritura de Blackie se iba ensanchando, como un espacio acogedor de la necesidad de hallarse, para hallar sustrato que luego es creación y obra creativa. Como investigadora, surgían distintas preguntas al situarme ante la obra de Blackie, siendo una de ellas: ¿dónde estaba/está, entonces, el lugar llamado propio, la casa, el hogar, home, el signo que ilumina la señal de pertenencia? Según la autora, en los sucesivos desplazamientos a lo largo de su vida, su objetivo no ha sido buscar el lugar perfecto:
rather, at each of those different stages in my life it has seemed as if different places have been needed. And each of those different places –the purely physical aspects of these places, as well as the various and varying human cultures that I’ve found in them– have had different things to teach me. And so in each place I’ve lived, (...) I’ve found myself for the duration of that stay digging as deeply into it as I can. Because this is the only way in which I can learn the lessons of place, whether I’m inclined to a permanent rootedness or not. And so in my own life, as in my writing, I’ve come to believe that different landscapes produce different psychological states and so different transformations. For example, living in the bleak, wild, rocky 5
En Escocia, croft es una pequeña parcela con fines de explotación familiar cuya propiedad se comparte con la comunidad. 6 Proyectos, por ejemplo, como los del magnate Donald Trump de convertir un tercio de la isla en el mayor campo de golf de Europa (véase EarthLines, 2012).
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landscape of the Outer Hebrides taught me about extremity. About how far we can push ourselves, about resilience, about taking a stand. Moving to Donegal is in some way a return from that extremity, a need to reconnect with green and growing things again, and with community. (Blackie 2013)7
3. Land dreaming: el sueño de un lugar propio
Las palabras de Blackie reflejaban el enigma sobre el arraigo y la pertenencia, vivo como un organismo en proceso continuo de creación y evolución. Según Tim Ingold (2012), tal enigma es parte de la esencia de lo que significa habitar nuestro planeta, que significa “to be embarked upon a movement along a way of life”8. Blackie no se siente inglesa ni escocesa, o se siente de diferentes lugares y de ninguno particular. La autora afirma, citando a Stuart Hall, que “That’s exactly the diasporic experience, far away enough to experience the sense of exile and loss, close enough to understand the enigma of an always postponed ‘arrival’” (Blackie 2013)9. Llegados aquí, surgía otra pregunta, creo que lógica: ¿quedará todo esto simplemente silenciado, callado, como tantas veces han quedado en el silencio o en la invisibilidad las voces de otras autoras? Porque, una vez más, el texto creativo se presentaba como espacio-mediación entre la creación y la vida, en este caso de mujeres que viven a diario su realidad como mujeres y escritoras, recreando un orden desde el deseo de poner claridad en las coordenadas que las vinculan a una autoridad que las coloca en condiciones para dirigir su trayectoria vital hacia un horizonte de libertad creativa, personal y colectiva, incorporando las dudas o las “Al contrario, en cada etapa de mi vida he necesitado un lugar distinto. Y cada uno de esos lugares -los aspectos puramente físicos, así como la variedad de personas y culturas que he encontrado en ellos- me han enseñado cosas diferentes. En cada uno de los lugares en los que he vivido me he involucrado a fondo mientras he vivido allí. Porque esa es la única manera en la que puedo aprender de lo que un lugar tiene que enseñarme, tanto si me he sentido arraigada a él de manera permanente como si no. Y así, como sucede en mi vida, y en mi escritura, creo que los lugares y los paisajes producen estados psicológicos distintos y distintas transformaciones. Por ejemplo, vivir en un medio desolado, rocoso y salvaje como el de las islas Hébridas Exteriores me enseñó sobre lo extremo. Sobre hasta dónde somos capaces de llegar, sobre la resiliencia y la resistencia. Mudarnos a Donegal es, de alguna manera, un regreso desde lo extremo, una necesidad de reconectar con lo fértil, y con la comunidad.” La traducción de esta cita y las siguientes es mía y debe entenderse como una traducción libre y no especializada. 8 “Estar inmerso en el movimiento a lo largo de la vida.” 9 “Esa es exactamente la experiencia de la diáspora, suficientemente lejos de la vivencia del exilio y la pérdida, pero cercana como para entender el misterio de una “llegada” siempre postpuesta”. 7
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contradicciones como algo consustancial a la vida de las personas, una escritura desde donde se indaga en el reconocimiento del origen, acción que exige abrirse a lo otro que hay más allá de sí, para lo cual ha de asumirse la práctica de la relación en el espacio público pero también con y desde el medio natural, tantas veces humanizado, espacios ambos abiertos, diversos, plurales, y donde se manifiestan el desorden y lo imprevisible. La ausencia de neutralidad, pues, alimenta el sustrato sobre el que se asienta al menos una parte, si bien una parte significativa, de la producción literaria de autoras como Blackie, al igual que sucede con Mora, de la que hablaré un poco más adelante. Entonces, hablamos de un espacio en el que arraigarse, donde hay un yo que se aquieta en tierra, y un espacio para la comunidad y para el otro o la otra. En la ficción de Blackie, Cat, la protagonista de la novela The Long Delirious Burning Blue (2008) se expone al hallarse a uno y otro lado de un espacio fronterizo, del límite, del margen. Con cuarenta años recién cumplidos, el proceso de creación de su identidad se ve condicionado por una infancia con un padre ausente, una madre alcohólica y una tía-abuela que la ayuda a pisar tierra firme cuando Cat decide transitar la senda del reconocimiento de sí, su historia propia. El arraigo no puede darse en ninguno de los lugares donde ha vivido. Esa imposibilidad es también home: el lugar de donde hay que irse para que se den otros comienzos, por ejemplo darse voz a sí misma. Quizá más tarde el sujeto pueda regresar. Ese lugar-noción adquiere un máximo sentido cuando se transforma en pérdida y en desconexión, en algo que ha quedado atrás y que el individuo desea y reclama, como la propia identidad. La frontera se disuelve en el reconocimiento de que el anonimato es suplantado por la identidad reconocida en la esfera pública, en el conocimiento del habla local, las tradiciones, los relatos del lugar. El sujeto ha perdido la casa, el hogar, el sitio donde sentirse arraigado. Lleva consigo el cansancio de verse entre espacios físicos y simbólicos limítrofes, obligada a desplazar la mirada a un lugar y a otro continuamente (Augé 1996: 97), a reencontrarse a diario en la necesidad de una toma de postura que permite el movimiento de desplazamiento hacia el encuentro con el origen:
It has always seemed to her that shorelines are magical places: anything can happen here in this border land between water and earth -this fluid border that shifts with
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the tides, in perpetual motion and flow. At places like this you can cross into the Other world-or Fairyland, as they call it in some stories. […] All of them thresholds between one world and another. (Blackie 2008: 126-127)10
Home, pues, es también la intimidad de una tierra que recibe y permite conocerla o reconocerla, una identidad en movimiento que ya es. Es el sueño sobre el lugar, sobre la tierra como hogar propio. Y ahí adquiere máximo valor el cuidado de ese lugar, pues el lugar nos conforma, como dice Blackie, nos permite identificarnos con él, un individuo que lleva tras de sí un conjunto de formas de ser dispersas que ahora quieren hacerse identidad propia. Desde luego, Cat debe vivir determinadas vivencias una vez llegada a la ciudad de Phoenix, bajo la luz del desierto de Sonora en Arizona, a donde se ha trasladado por trabajo. Entonces, el recuerdo, las voces de las mujeres de su vida, el divorcio de su primer marido y la experiencia de nuevas relaciones con distintas personas, la hacen cuestionarse si home es un espacio físico, una lengua, un espacio emocional, o un espacio histórico. Estas preguntas de Cat contienen, a mi modo de ver, una intención política. Están formuladas por un sujeto femenino en una posición de vaivén entre la dependencia y la independencia, la actividad y la pasividad que históricamente ha caracterizado a los modos y posibilidades de estar en el mundo para muchas mujeres, y de este movimiento de ida y vuelta del ser mujeres forma parte una necesidad que no es posible traducir única ni completamente mediante las estructuras del lenguaje ni mediante estructuras de representación y significación científica y teórica, debido a la unicidad y la singularidad de la persona, singularidad que conlleva la formación de la identidad propia.
4. Habitar la frontera y su espacio
Llegada a este punto, Cat ya no es una viajera, sino la habitante de una realidad de tránsito y también de una intersección, donde pesa mucho la pregunta sobre qué es estar “Siempre le ha parecido que las orillas son lugares mágicos: en esta tierra fronteriza puede ocurrir cualquier cosa -esta frontera fluida que se cambia con las mares, en perpetua fluidez y movimiento. En lugares como estos puedes cruzar al Otro mundo o al País de las Hadas, como lo llaman en algunos cuentos. (…) Todos son umbrales entre un mundo y otro.” 10
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en casa. Incluso la lengua limita o expande las posibilidades de los significados, sentirse en casa o no, aunque se trate de la lengua inglesa hablada a uno y otro lado del Atlántico. Sabemos que las fronteras están habitadas por migrantes, desplazados que, según dónde nos coloquemos, visibilizan el límite, el espacio fronterizo. La lengua común no puede impedir ocasiones de visibilización de la existencia de fronteras. Así, dialogando con un compañero de trabajo, Cat se ve nuevamente confrontada:
–“One of these days I”m going to teach you to speak the language properly. If you say “mad” over here it means “angry”. You mean “crazy.” I roll my eyes. ‘Americans. After ten years I still can’t understand you.’” (Blackie: 2008: 100)11
Esta disociación está también presente en la poesía de una de las autoras de referencia de Blackie, Pat Mora: “I love Pat Mora’s work, and yes, she’s always been a big influence on me. There is something in her writing which is more than just writing about place –it’s about an intense identification with place, expressing all of the ways in which place can make us what we are” (Blackie 2013)12. Desde su infancia, Mora ha experimentado la condición de fronteriza al ser oriunda de El Paso, enclavado en el desierto mexicano, en el sur rural de Texas. La lengua española fue la lengua de su educación familiar y la lengua inglesa la su educación formal. Este hecho ha marcado su trayectoria como mujer y como creadora, llena de desafíos y no exenta de contradicciones13. Una parte de la producción poética de Mora está escrita en español y otra en inglés. En los poemarios Chants (1984), Borders (1986) y Communion (1991) la autora explota al máximo las posibilidades de esa mezcla, utilizando términos en castellano y en inglés, así como introduciendo palabras del argot latino, del afroamericano
“Un día te voy a enseñar a hablar bien. Si dices ‘mad’ aquí significa ‘enfadada’. Lo que quieres decir es ‘loca’. Aparto la mirada. ‘Americanos. Después de diez años aquí todavía no os entiendo.’” 12 “Me interesa la obra de Pat Mora, y sí, siempre me ha influido mucho. Hay algo en su escritura que va más allá de la narración sobre un lugar: es una profunda identificación con el lugar, que habla de todas las maneras en las que el lugar puede hacernos ser quienes somos.” 13 Por ejemplo, la necesidad de publicar en inglés. En otro lugar he tratado este asunto de manera más extensa, véase García Navarro 2007. 11
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y del Spanglish. Diversas escuelas han enfatizado la lectura de textos de ficción escritos por mujeres como forma de oponer resistencia a la ideologización (Suárez Briones, Martín Lucas y Fariña Busto 2000: 10). Dichos textos habrían suplantado la representación del margen, yendo más allá del mero encasillamiento en hipotéticos grupos o subgrupos, para hacerse voz de mujeres que representan a sujetos complejos, no uniformes, que aprenden, desaprenden y acogen sus peripecias vitales desde una óptica imposible de ceñir a un único patrón. La lengua es lugar de encuentro, puente que da sentido estético y ético a la propuesta artística. Es canal entre el espacio interior y el espacio público, llevando el deseo de las creadoras de nombrar el mundo a partir de sí y de la llamada a la relación. Cualquiera que sea su procedencia y su punto de destino, estas autoras migrantes tratan continuamente de negociar el valor adquirido de la pertenencia a un ámbito distinto al de su procedencia.
5. La práctica de la mezcla entre culturas
Desde lo dicho anteriormente, comparto igualmente las afirmaciones de Carol Gilligan recogidas por Joe L. Kinchloe y Shirley R. Steinberg sobre la reducción a la que se someten actuaciones y razonamientos de numerosas mujeres por el hecho de que en sus experiencias intervengan valores y creencias en los que la subjetividad ocupa un espacio propio (Kinchloe y Steinberg 1999: 188). Lo digo porque la poesía de Mora no oculta la fascinación que produce en los sentidos y en la cognición del sujeto femenino el deseo de sentirse parte del medio natural. Mora alude repetidamente en sus obras a las mujeres que recurren a saberes no exclusivamente racionales para ayudarse o inspirarse en distintas situaciones de peligro, enfermedad y sufrimiento padecidos por ellas o por miembros de la comunidad, o a la forma de entender la sexualidad y la relación con el ser amado. El poema “Love Ritual” es un ejemplo de lo anterior. La primera parte cuenta la manera en que los mexicanos celebran el rito fúnebre: se llevan a la mesa velas, mole picante cocinado por las mujeres, tequila, pan dulce y mangos para convocar a quien acaba de fallecer. En la segunda parte de la composición, el yo lírico irrumpe
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anteponiendo el ansia de realización de un deseo propio mediante la consecución de otros rituales: “Outside my door I’ll sprinkle yellow/ flower petals. Carefully I’ll place/ my picture, the poem I wrote you,/ a sketch of two lovers removing/ each other’s clothes. I’ll light/ green votives, and you’ll be pulled/ back too. And maybe stay” (Mora 1984: 27)14. El recurso a este conocimiento subordinado de las mujeres 15 centra la atención en la capacidad de las mujeres para relacionarse con su cuerpo, con el medio natural del que se sienten parte, y en la manera de entender la afectividad. Aquí, la ausencia de neutralidad alimenta el sustrato sobre el que se asienta una parte de la producción literaria de Mora. El diálogo y la mezcla entre culturas permite un desmantelamiento del canon literario e ideológico, da frutos jugosos por cuanto que posibilita un acercamiento a múltiples perspectivas, formas diversas de mirar el mundo, con ojos que nos hacen progresivamente “conscientes de nuestros puntos ciegos, de la presencia de los diferentes otros y de la dificultad de ver su perspectiva particular” (Carrera Suárez, en Suárez Briones, Martín Lucas y Fariña Busto 2000: 79). La tierra y sus criaturas, y la necesidad de atención y cuidado que estas requieren, un cuidado vigilante que ha formado parte de los procesos de vida de generaciones y que habla hoy de un vínculo necesario, así como de una autoridad moral y espiritual de los habitantes de esos lugares. En este sentido, la presión ejercida por el ser humano sobre el medio natural es un componente esencial de la narrativa de Blackie. La modernidad ha hecho esfuerzos por crear un mundo mejor que el conocido hasta ahora por otras generaciones anteriores a las nuestras, pero esa misma modernidad ha abusado y abusa del medio natural hasta un extremo que muy pocos de nuestros antepasados hubieran podido imaginar. La sobreexplotación de los recursos y el descuido del medio ambiente, así como el abandono de diversas áreas naturales de nuestros entornos, no es sino una forma más de violencia, que se traduce como violencia contra nuestro planeta y, al fin, contra el propio ser humano. Todo ello ha conducido al ser humano a un desarraigo de tipo íntimo que evidencia la existencia de pérdidas de valor ecológico pero también
“Esparciré pétalos/amarillos en la puerta de mi casa./Colocaré con cuidado mi foto/y el poema que te escribí,/el dibujo de dos amantes desnudándose./Haré una ofrenda/con velas de color verde y así te haré volver/a ti también. Y quizás te quedes.” 15 Estoy empleando aquí el término de Kinchloe y Steinberg 1999: 203. 14
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personal. Cuidar el medio natural es reconocer como parte de sí la tierra que acoge al individuo, que le proporciona alimento y cobijo. En este sentido, Sir John Lister-Kaye habla de una necesidad de encuentro, el del individuo con el medio natural, como una noción que en lengua inglesa queda recogida en el término wild: “wild the notion, wild the unruly concept has always been with us, dogging our heels ever since we were truly wild ourselves” (Lister-Kaye 2013: 5)16. Se trata de un término que evoca mucho más que nuestros orígenes, pues se diría compuesto por multitud de caras y aspectos: sentimientos, impulsos, sueños, emociones, deseos, miedos. Hace referencia a la vida y la muerte, a los ciclos eternos de la naturaleza. Nombra lo que se tiene por excéntrico, con un matiz que alude al gusto por el riesgo. Igualmente, se asocia con todo lo que no podemos controlar: wildlife, wildcat, por citar sólo unos ejemplos. Y añade Lister-Kaye: “Wild is (…) the adjective that has mapped our wrench away from nature’s grip, and the word we fall back on when something or someone doesn’t quite fit the manageable and domesticated, manseparated-from-nature mould” (Lester-Kay 2013: 5)17. Llegados aquí, recordamos que Henry David Thoreau se refirió a esta noción aludiendo, principalmente, al sentido de no domesticación de la voluntad de un ser sobre otro. Para Thoreau, wildness18 se refiere a una cualidad o un estado, y wilderness 19 a un espacio natural. De manera similar a Thoreau, otros autores han escrito sobre la necesidad de pensar y repensar nuestros orígenes con relación al medio en que habitamos, respetar los ritmos de la naturaleza, integrándolos como parte esencial de la vida en este planeta, no como fuerzas que hay que conquistar y explotar eternamente. Así se expresan John Clare 20 , John Muir (en Lister-Kaye 2013:7)21 o Jay Griffiths (2012) cuando habla de que wild o wildness existe como “a peculiar tilt of the will”22.
“Salvaje, como noción, como concepto de lo rebelde, ha estado siempre entre nosotros, persiguiéndonos los talones desde que éramos realmente salvajes.” 17 “Salvaje es el original ellos y nosotros. Es el adjetivo que ha marcado el modo en que hemos dado la espalda a nuestra comprensión de la naturaleza, y es la palabra a la que recurrimos cuando algo o alguien no encaja dentro del molde de lo manipulable, de lo domesticado, del-hombre-separado-de-la-naturaleza.” 18 Estado salvaje; asilvestrado. El diccionario Collins contempla también el sentido de extravagante. 19 Tierra salvaje, naturaleza. El diccionario Collins se refiere, además, al sentido figurado del término: estar al margen. 20 Véase Acroyd 2012: 42 y Canton 2012: 13. 21 Véase Acroyd 2012: 42 y Canton 2012:13. 22 “Una inclinación especial de la voluntad.” 16
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Todo lo anterior, junto con su compromiso personal por vivir de manera coherente con los ritmos de la tierra y la naturaleza, dedicando para ello una parte significativa de su tiempo a la explotación de los recursos únicamente a la escala de una economía de subsistencia de tipo familiar, y con el uso muy racionalizado de la tecnología, ha estimulado la mirada crítica de Blackie hacia la realidad de un mundo como el nuestro, donde convergen alicientes de corte ultramoderno con valores distintos en los usos del tiempo, los bienes de consumo y las tecnologías o la relación con el medio natural. Con una escritura permeable a las mezclas de la vida real y lo ficticio, Blackie busca alternativas discursivas para expresar sus intereses narrativos, aprovechando el legado de escritores y escritoras como los mencionados. Para Blackie, wild es reconocer nuestra humanidad en sus más básicas necesidades, sin aderezarlas con creencias o prácticas que se nos ofrecen, hoy en día, como mito, como por ejemplo la utilización de las tecnologías como señas de identidad de las sociedades occidentales en la actualidad. La suya es una vinculación cuidadosa con el entorno, coincidiendo así con otras voces contemporáneas, como la de Griffiths, cuando afirman que “it is part of our very humanity to care about wildness, animals, landscapes and freedom” (Griffiths 2012a:26)23. Home es el deseo y es también el rechazo, como se desea el núcleo materno del cual provenimos y se rechaza la parte de impostura para ser uno mismo. El deseo de ser y ser en un lugar al que se pueda llamar home se experimenta también en el cuerpo toda vez que ha sido reconocido como el depositario de la parte de sí que acepta, que reconoce el origen y todo lo que uno ha sido. Así sucede con Cat en Arizona. Cat llega a la ciudad de Phoenix después de haber vivido en Europa, América y Japón, siguiendo siempre el impulso de huir de las dificultades y miedos que la han traído desde su niñez y su juventud hasta esta ciudad surgida en pleno desierto. Según cuenta Blackie a lo largo de nuestra entrevista, los lugares y los paisajes tienen una cualidad arquetípica que, en este caso, sirve a la autora para hacerlos parte activa y protagonista de su escritura. Y algunos lugares ofrecen una cualidad distintiva que posibilita el que se produzcan cambios o el comienzo de algunos cambios, “Una parte de nuestra humanidad consiste en cuidar del medio natural, de los animales, de los paisajes y de la libertad.” 23
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transformaciones que nos abren a la sorpresa. Los lugares reflejan lo que ocurre en las vidas y en los pensamientos de los personajes y aquellos con los que se relacionan e identifican. Suministran información sobre la naturaleza del personaje y de su propia peripecia vital. Aportan pistas sobre ciertas actitudes y decisiones de los personajes, como sucede a Cat con el desierto. Así lo explica Blackie: “in some way the stark openness of the desert, when [Cat] finally emerges from the safety of the city of Phoenix (...) allows herself to confront it, requires those changes of her” (Blackie 2013)24. Y seguidamente dejamos hablar a Cat: “this desert provides no such respite. Out there, there is nowhere to hide. The sun shines down on you fiercely, illuminating all your hollowed-out emptiness, casting far too much light on your daily fumblings for adequacy” (Blackie 2008: 241)25. A mi modo de ver, Cat se ve impelida a desmontar el edificio de su pasado para poder narrar el relato de ese pasado de otra manera. Sacar lo que no sirve. Y el desierto es un medio que la coloca en esa disposición porque es pura claridad, y simplicidad: “the vast and arid emptiness cuts through the clutter of your tiny, everyday thoughts” (Blackie 2008: 241)26. Si en Escocia encontró a las ancianas contadoras de relatos sobre el lugar y sus habitantes, en el desierto conocerá a otra mujer de avanzada edad, María Mercedes, a la que escuchará contar otros relatos, los de este lado, el del desierto, y de formas nuevas de hacerse cargo de uno mismo y del medio que habita. Poco a poco, Cat va reconociendo por sí misma el valor de la sencillez en los encuentros con distintas personas, el afrontamiento de distintas realidades de su vida, contribuyen a ese nuevo encuentro consigo y con lo que le rodea. El desierto tiene aquí su papel para enseñar sobre la inteligencia de sus pobladores, el canto del fuego, de la luz y del agua. En la puerta de la casa de María Mercedes, un conjunto de altos saguaros27 la “Un espacio completamente abierto como el desierto, de alguna manera permite a Cat, cuando esta finalmente sale de una ciudad como Phoenix, que percibe como un medio seguro, confrontar esa seguridad; aquel medio demanda de ella esa transformación.” 25 “Este desierto no da tregua. No hay donde esconderse. El sol brilla sobre ti con furia, iluminando todo tu vacío, arrojando luz sobre el torpe intento diario de sentirte adecuada.” 26 “El enorme y árido vacío se cuela hasta el desorden de tus diminutos pensamientos.” 27 El saguaro (Carnegiea gigantea) es el cactus más abundante y típico del desierto de Sonora, Arizona. Puede llegar a medir hasta 12 metros de altura. Necesita condiciones óptimas de luz y sequedad para alcanzar su característico porte. Crece en compañía de pequeños árboles y arbustos, cuyas raíces protegen 24
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reciben: “This magic of the desert: elemental. Stripping you down to the very essentials. Stripping you bare. All the way down to the bones” (Blackie 2008: 329)28. Y en la voz de Blackie, “the places where [the characters] find themselves reflect the psychological processes of these characters. They’re moving on not just physically, but psychologically. Finding not just places that they can relate to, but the places that will create the necessary transformations in them” (Blackie 2013)29. En algunos lugares, el cambio vivido por el individuo está, de alguna manera, facilitado, o propiciado, por las características de ese lugar. En este sentido, la vida de Blackie como mujer y escritora en las Hébridas Exteriores ha sido como la vida en el desierto. Esto puede resultar paradójico porque en las islas escocesas el clima es muy húmedo y el del desierto es seco, pero ambos medios comparten aspectos de desolación y simplicidad, “a quality of ‘no frills’ … and for sure I believe that places like that, where the landscape is extreme, lacking in softness, throw you back on your own internal resources in a way that other landscapes don’t. You let them change you, you move with them, or you break yourself against them” (Blackie 2013)30. Lo anterior queda recogido también en los versos de un poema de Mora como “Desert Women”, del que Blackie se hace eco al hablar de la huella de la autora chicana en su escritura: “Desert women know/ about survival. Fierce heat/ and cold have burned our skin./ Like cactus, we’ve learned/ to pull in tender leaves. [...] But when we flower, we stun” (Mora, en Blackie, 2013)31. Desde luego, diferentes autoras han escrito sobre esto antes que Blackie y otras lo hacen hoy en día, decididas a poner en valor la ligazon possible del ser humano con el medio natural y el medio ambiente, y han centrado una
a las del saguaro cuando éste es muy joven para evitar que sean devoradas por roedores y otros animales. Sus flores, frutos y semillas son comestibles. Es una planta muy sensible a los cambios climáticos y al daño ambiental en general. 28 “La magia del desierto: elemental. Te deja con lo esencial. Te desnuda. Te deja en los huesos.” 29 “Los lugares donde se encuentran estos personajes reflejan los procesos psicológicos que están viviendo. Son personas en movimiento, no sólo física sino psicológicamente. Desean encontrar lugares con los que identificarse y donde puedan crear las condiciones necesarias para su transformación personal.” 30 “Una cualidad que no admite florituras. Y creo que paisajes extremos y duros como esos, te hacen mirar hacia tus propios recursos de un modo distinto al de otros. Les permites que te transformen, te mueves con ellos o te estrellas contra ellos.” 31 “Las mujeres del desierto saben/de supervivencia. El calor/y el frío intensos han quemado nuestra piel./Como los cactus, hemos aprendido/ a llevar hacia dentro las hojas tiernas … Pero cuando florecemos, asombramos.”
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parte de su producción literaria en el desierto también, 32 aunque, no duda en añadir: “When I look at writing by women which falls into the general category of “nature writing”, what I see in the best of those writers is precisely this kind of intense identification with the landscape. You rarely see that kind of direct, deep, sensory connection in the writing of men” (Blackie 2013)33.
6. Comentarios finales
La escritura de Blackie indaga en nuevas formas narrativas, frutos de la observación, que expresan la subjetividad, especialmente la de las mujeres creadoras, y que superan el extremo puramente emocional, para centrarse en una aceptación de lo que es natural y no idealizado en lo que sucede alrededor. El texto es un espacio de diálogo donde la mezcla y el tránsito entre los espacios fronterizos permiten un desmantelamiento del canon literario e ideológico porque propician un acercamiento a múltiples voces y perspectivas. A su vez, podríamos hablar de un rico tejido elaborado por escritoras con orientaciones diferenciadas pero que comparten trazos para cartografiar los espacios intermedios, los lugares-entre, los dos lados de las fronteras. Autoras como Blackie y Mora hacen suyo un espacio como el desierto de Arizona, que les sirve como fuerza inspiradora y nutritiva para los sentidos y se refleja en la dirección y evolución de sus narrativas. La escritura es, pues, instrumento mediante el cual se reclama un territorio propio. A través de ella se recrea el lugar home donde sentirse arraigado y prenda el proceso de evolución de las identidades. Donde sólo había anomia y desafección de sí y del medio, hay desarrollos de formas de conexión, de conocimiento para mujeres que no necesariamente sostienen el orden cultural dominante y que, sea cual sea el modo en que 32
Véase nota 1. Sin duda, contamos también con la aportación de autores como Mark Cocker, Jeremy Hooker, Robert MacFarlane o Martin Shaw. 33 “Cuando leo narrativa de mujeres conocida como ´ecoliteratura´ lo que observo en lo mejor de esa escritura es, precisamente, este tipo de gran identificación con el medio natural. Raras veces vemos este tipo de conexión directa, profunda, sensorial, en los escritores.”
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eligen vivir, eligen hacerlo de un modo particular: proporcionándose una fuerte conexión con la tierra y con los seres vivos que la habitan, conociendo el lugar donde viven (conoce sus características geográficas, su ecología, su historia, sus tradiciones), y viviendo ese arraigo desde la responsabilidad por el medio y el hábitat. Conforman trayectorias personalísimas, que no dejan de ser colaborativas en proyectos de índole no sólo personal sino también comunitaria. Todo ello nos comunica la creación de discursos en los que la acción de recordar, la de conocer el presente y la de poner palabras a los hechos que acontecen, convierte esos discursos narrativos en acontecimientos y no en actividades apegadas a modas diversas o en meras anécdotas.
7. Referencias bibliográficas
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EDUCATIONAL ATTAINMENT IN THE SOUTH ASIAN DIASPORA: REPRESENTATION OF GENDER CONFLICTS IN GURINDER CHADHA AND MIRA NAIR’S FILMS1 Jorge Diego Sánchez2 Educational Attainment in the South Asian Diaspora: Representation of Gender Conflicts in Gurinder Chadha and Mira Nair’s Films Abstract: This article studies the representations that Mira Nair and Gurinder Chadha, film directors from the South Asian diaspora, offer to portray and denounce the educational attainment inequality suffered by women from the diaspora in the United Kingdom and the United States. The paper analyses how Chadha and Nair’s depictions challenge the socioeconomic structures that limit these characters both in their homelands and in the welcoming countries and how they disrupt the limiting structures imposed on them for being women. Key words: Gurinder Chadha, Mira Nair, diaspora, South Asian Subcontinent. Logros educativos en la diáspora del Subcontinente Surasiático: La representación de los conflictos de género en las películas de Gurinder Chadha y Mira Nair Resumen: Este artículo estudia las representaciones que las directoras de cine de la diáspora del Subcontinente surasiático Gurinder Chadha y Mira Nair realizan para presentar y denunciar la desigualdad que sufren las mujeres de esta diáspora en Reino Unido y Estados Unidos a la hora de acceder y elegir qué estudios realizar. Analizando algunos de sus personajes se demuestra que Chadha y Nair desafían el orden socioeconómico que limita a sus personajes tanto en sus comunidades como en el país que las recibe presentando mujeres transgresoras que rompen con las estructuras limitantes impuestas sobre ellas por el hecho de ser mujer. Palabras clave: Gurinder Chadha, Mira Nair, diáspora, Subcontinente Surasiático.
1. Introduction
Educational attainment is a gender conflict and so Augusto López-Claros and Saadia Zahidi (2005) define it as “the main framework for capturing the magnitude and scope of the gender-based disparities” (3). Equally, The United Nations’ The Millennium Development Goals Report 2009 recognised the “urgency” and “commitment” (18) that was required to guarantee equal access to academic education by 2015, an objective that Date of reception: 10/10/2015. Date of acceptance: 24/10/2015. Associate Professor, Departamento de Filología Inglesa, Universidad de Salamanca; jorgediegosanchez@usal.es. 1 2
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failed to be completed. Correspondingly, touchstone studies on the South Asian diaspora in the United Kingdom and the United States3 also reflect how the access, refusal and imposition of an academic education acts as an artistic and creative evaluator of the contact among cultures and the subaltern position played by the migrant woman in its socioeconomic reality. This article studies the gender conflicts that in terms of unequal educational attainment define the educational and professional opportunities of women in the South Asian diaspora as illustrated in a selection of films by South Asian female film directors. By conflicts, I refer to those situations in which women occupy a subaltern position in the homelands and in the diaspora in relation to the male population. The scope of cultural and artistic representations of the topic may seem proliferous, as there have been a certain number of novels that have enjoyed public and editorial recognition and that deal with this issue. Titles such as Bharati Mukherjee’s Yasmin (1988), Monica Ali’s Brick Lane (2002), Meera Syal’s The House of Hidden Mothers (2015) or Jhumpa Lahiri’s The Lowland (2014), The Namesake (2004) and Interpreter of Maladies (1999) are illustrative of this trend. Nevertheless, I will focus on the movies by filmmakers from the South Asian Diaspora Gurinder Chadha (1960-) and Mira Nair (1957-) because I consider that their trajectories of diaspora (respectively second and first generation in diaspora) and their commitment to break with the gender inequalities in cinema have been pioneering in the history of gender, postcolonial and cultural studies.4 Accordingly, I analyse in this paper how both filmmakers offer a representation of South Asian women in the diaspora (characters from first, second and third generation of South Asian women in the diaspora) not as mere victims but as promoters of social transformation and consciousness-raising about the unequal access to academic education. I will evaluate the characters of Mina and Kinnu in Mira Nair’s Mississippi Masala (1991), Asha and Hashida in Gurinder Chadha’s Bhaji on the Beach (1993), Ria in Nair’s Monsoon Wedding (2001), Jess in Chadha’s Bend It like Beckham (2002) and 3
Works of reference in the study of historical and political variables include Rangaswamy 2000; Raghuram et al. 2003; Ali et al. 2004; Bhati 2007; Lal 2007; Safran; Sahoo and Lal 2009; Jayaram 2011; Sahoo 2012; Kumar 2015. 4 For further information on Gurinder Chadha and Mira Nair see Diego Sánchez 2015.
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Ashima in Nair’s The Namesake (2006) because they are clear exponents of the gendered nature of academic inequality in the access experienced by South Asian Women in diaspora. And they belong to different generations of the diaspora in the UK. Hereby, it is my intention to show the complex experience of Nair and Chadha’s characters (no matter their economic or educational background because they are all under the same structures of patriarchal control that affect the three generations of women in the diaspora) as alternatives to the contemporary and reductionist stereotypes of the high skilled female IT workers in Manhattan and Silicon Valley in the US, the Muslim Bangladeshi woman dressed with a hijab or the perfect Hindu wife cooking chapattis and daily visiting the Mandir in the North of London.
2. “A Mixed Masala”: Mina in Mira Nair’s Mississippi Masala
Let me start by analysing the character of Mina in Mira Nair’s Mississippi Masala (1991). Mina was born in Uganda but, as the beginning of the movie shows, her family moves firstly to the UK and then later to Mississippi (US). Mina is the daughter of Jay, an Indian barrister who feels Ugandan at his heart, where he was employed as a British officer following the Indenture system already explained in Chapter I. Nevertheless, the whole South Asian Community must leave after the new Ugandan president Idi Amin’s Indictment against Indians (1972) and her father Jay, reluctant to abandon his “home” and “the country he was born in” (2’24’’-2’29’’, 17’43’’), must cope with the idea that his Law education might be of no use beyond the Ugandan frontiers for, as Anil mentions, Jay was “the champion defendant in Uganda” (37’15’’).5 For that reason, and after having enjoyed a privileged socioeconomic background in East Africa, the family moves to the UK and then to Mississippi in the US. In Mississippi, Mina and Jay work as clerks for their cousin’s motel business. Here, Jay’s academic expertise is useless and Mina must be employed as receptionist until she can afford a proper academic education, as she From here on, I will use the symbol (h) to refer to the hour, (‘) to denote to the minute and (‘‘) to point to the second of the movie from where the quotation is taken. 5
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explains to Jay in the lunch scene at the Chinese Restaurant (44’11’’-44’57’’). Thence, in the US it is only Kinnu, Mina’s mother, who has a business of her own: she runs a Likker Legger, a sort of traditional dukawalla (a shop selling South Asian products) and offLicense which, ironically, advertises the cheapness of American alcohol as opposed to the excellence of expensive British spirits (1h05’09’’). The paradox of the situation trespasses this description because Jay represents the paradigm of a highly skilled migrant in the US who does not get an appropriate job, unlike Kinnu, who is academically uneducated but, in the diaspora, feeds her family while she is subdued under Jay and his family’s will. Accordingly, Mina is expected to marry an Indian migrant as her friend Namita does in the movie, as she is about to marry Anil (Mina’s cousin). However, Mina will afterwards defy this burden imposed by her family and community by falling in love with African American Demetrius (starred by Denzel Washington in his first role on screen), illustrating that there is another possibility beyond the endogenous limitations imposed by the South Asian community. The community’s reaction to Mina’s affair can be summarised in the scene where Mira Nair and Sooni Taraporevala (screenplay writer of Salaam Bombay and Mississippi Masala) themselves star as the two gossipers talking on the phone about Mina dating Demetrius: “[Can] you imagine dumping Harry Patel for a black? . . . These modern ideas spread like a disease. Better send her back to India, get some ideas and be back to find a decent suitor” (1h17’21’’-1h18’18’’). Moreover, Mina suffers from a white-normative yoke because, for instance, she is insulted by two white policemen who scream at her “you bitch” and she answer with “you motherfucker” (1h14’36’’) when she is discovered by the police and her Indian cousins in the hotel room with Demetrius. It is straight after this scene when Mina tells her father that she needs to “pursue an academic education” (44’11’’) to be free because, in Jay’s own words: “They [referring to US white men] can take everything out of you but they can’t take your education” (44’12’’-44’16’’). At this moment, she is denouncing the double submission she suffers both as a migrant and as a woman, as she suffers the yoke of both the US pro-male and pro-white norms in the early nineties (have they changed?) and the South Asian community pro-male organisation.
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Mina is, as Sinijita Bhatia6 remarks, an “emigrant twice displaced” (qtd. in Binita Mehta 1996: 187) who challenges the limitations that, in terms of educational attainment, are imposed on her for, as previously said, being both migrant and woman. Illustrative of the first statement is Tyrone’s lines (Demetrius’ brother) at Demetrius’ grandfather’s birthday party: “You cannot be dark and have money, no matter whether you are black, brown or yellow, we are not white” (41’31’’). Likewise, Kinnu’s words to Mina that “you are a girl and so must accept your responsibility [with the family]” (1h16’51’’’) are representative of the second. Bearing in mind this subaltern context, it is also noteworthy that none of the female characters portrayed in the film have access to a university education, probably under the dictation that they must stick together around the family’s motel and keep the good Indian customs, as I previously quoted the characters of the gossipers. Nonetheless, this statement is subverted by Mina, who fights against her imposed fate in order to challenge that unequal traditional system, as represented by her call at the end of the movie, when she tells her parents that she is running away with Demetrius to pursue a future for herself. In her own words: “If I don’t leave now I will never leave” (1h40’49’’). In my opinion, this is Mina’s opposition against the double gender burden imposed on her as, and paraphrasing the previously referred scene, she does not want to “spend [her] whole life working at a liquor store . . . [because she thinks that she] can change the world” (1h41’58’’). This beautiful image (alongside the whole interracial relationship that will be analysed in next section) clearly represents Mina’s desire to break the gender norm imposed on her educational future. Furthermore, Mina’s economic unfeasibility to access university education may be subverted if she realises about the professional possibilities within the diaspora space I consider that Bhatia’s essay is not an accurate reading of the stimulating essay by Parvinder Bachu’s “Twice-Born Migrants” (1985). On the one hand, Bhatia only acknowledges “the particular idiosyncrasy of the twice, thrice, and quadrant migrant experiences of the South Asian diasporas around the Asian, African, Caribbean and British/American shores” (183) and defines Mississippi Masala as a mere “story of emigrants twice displaced by issues of race, colour and identity which never trespasses the idea of integrating Mina and Demetrius’ families within the prospects of a common future beyond [Mina’s] motel and [Demetrius’] cleaning enterprise” (187). On the other hand, Bhachu recognised the connivance of the four cultures (South Asian, African American, Latino and WASPs) and the possible formation of a hybrid identity. 6
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beyond the limits placed by her community. Here, the fact that the US occupies the fortieth position (out of one hundred and forty-five) on the World Economic Forum’s Gender Gap Global Report of 20157 in terms of educational attainment and the seventy fouth (out of one hundred forty five) in terms of equality of wage proves that Missississpi Masala (1991) is still very relevant today. If Mina represents a change towards progressive subversion as compared to Kinnu, so do Asha and Hashida in Gurinder Chadha’s Bhaji on the Beach (1993).
3. “Duty. Honour. Sacrifice”: Asha and Hashida in Gurinder Chadha’s Bhaji on the Beach
Bhaji on the Beach opens showing the display windows of a street in Birmingham with Nazi graffiti, hybrid supermarkets (as the baskets of a grocery store exhibit “coriander and mangoes from India” alongside British pomegranates and French apples, 20’’-23’’) and the typical South Asian video rental shop with formulaic Hindi Popular cinema billboards. The camera vision enters into the shop and the action switches to display Asha’s nightmares. Asha is a woman in her forties and the assistant at the video rental shop. Rama, the Hindu god who killed Sita, the paradigm of the good-wife to be imitated by Hindu female believers, scolds Asha. In these nightmares that are repeated throughout the whole movie and that feminist critic Geetha Ramanathan refers to as “Asha’s extradiegetic visions” (2006: 67), Hindu god Rama always reminds Asha that she “must be a proper Indian wife and follow [her] traditional education, what it is expected from [her]” (6’). The film will later reveal that Asha’s true aspirations were not those of working at her husband’s video shop but being a Bollywood8 actress, as Asha
An earlier version of this research was gathered in the MPhil dissertation “Hybrid Cinemas and Gender Representations in the South Asian Diaspora: The Films of Gurinder Chadha and Mira Nair” (Diego Sánchez 2010). The research in this study analysed figures from 2009 and, in terms of educational attainment, they were better as they positioned the US in the twenty-seventh position. 8 The 1990s congratulated the so-called Bollywood (a retake of Bombay and Hollywood) as a popular manifestation of Indian colourful saris and Ancient grandiosity. Nevertheless, the label Bollywood normally involves a certain Orientalist and simplistic reading of the Indian culture, in the fashion of 7
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herself tells the English gentleman in Blackpool: “I wanted to become a Bollywood actress but, after getting married, I quitted my singing and acting” (78’). It is at this moment that Asha realises that, as Kinnu in Nair’s Mississipi Masala, she is the one feeding her family because her husband is never over the counter at the video-rental shop, as it is hinted in the third nightmare (58’), where her husband gives orders about how to work at the shop and cook warm chapattis while he socialises at the bar. When she says goodbye to Ambrose Waddington, the English man she meets in Blackpool, she grumbles: “Maybe I should resume my singing lessons” (43’59’’). It is at this moment that Asha comes to terms with the gender restriction that she herself, as one of the community’s aunties, is also imposing on characters like Hashida, a character who faces a triple yoke. Firstly, Hashida cannot study an Arts degree because her family and her community have already decided that she must become a doctor. Secondly, she has a secret interracial relationship with Oliver, a black man who studies Arts and that, obviously, will not be welcomed by her South Asian family. And, thirdly, she has found out that she is pregnant scarcely before starting the trip to Blackpool, something that will be discovered by the rest of the women in the trip, who will refuse Hashida after they discover that she is pregnant, as they call her “besharam” (41’34’’), which means prostitute or woman without honour. I hereby consider that the parallel created by both Gurinder Chadha and the screenplay writer Meera Syal in the character of Hashida is very important to understand how education is interwoven in the triple axis that illustrates Hashida’s unequal position as a migrant woman in terms of economic participation, social opportunity and political empowerment.
exoticism (such as the Selfridge’s exhibition in the summer of 2000) and propagandistic cultural simplification. Thence, the Bollywood label normally involves the description of the Hindi movies that, from the British introduction of cinema in India in 1930s, continue to write stereotypes of Hindutva conservativism (which aim at fostering extreme Hindu politics for the whole secular society of India). The popular Hindi movies still continue to present classic melodramatic stories in which India is depicted as a society split in castes (not varnas) inheritor of the Aryan grandiosity where women are to be victimised. Films like Sanjay Leela Bhansali’s Devdas (2004), Ashutosh Gowariker’s Lagaan (2005) and Jodhaa Akbar (2008) or Kabir Khan’s Bajrangi Bhaijaan (2015) are perfect instances of the Bollywood film that must be comprehended from the stereotypical gaze expected from Bollywood. The songs and dances are a key part of the movie, normally with propagandistic purposes (both political and economic).
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In this sense, it is remarkable that out of all the women in the trip to Blackpool, it is only Manjit, who is in charge of the Non-Governmental Organisation that arranges the trip, and Hashida, who has prospects for education attainment,9 who have a potential future in terms of professional freedom. At this juncture, it is proven that the choice of academic education of the South Asian woman in the diaspora is very much dependent on her family’s hopes, especially her father’s, as Hashida will study because her father has determined her to do so and go to university to study Medicine, despite the fact that she wants to study Arts (9’58’’).10 In this regard, Gurinder Chadha recognises the genderdesigned barriers in both education and subsequent access to employment to promote the integration of Hashida within the possibilities of the diaspora space, where both women and men, migrant or not, can be economically active and politically participative. It is now important to remember this challenge because the United Kingdom is placed the forty-eighth country in equal wage in the World Economic Forum’s Gender Gap global Report of 2015 in terms of educational attainment. Also, it is under the subversive terms of the film that, after the final scene at the male striptease club (when they all discover that Ginder has been mistreated by her husband and so the aunties had all been wrong accusing her of just leaving her husband), Asha changes her mind and enhances the construction of a collaborative space with the rest of the women so that Hashida and Ginder can find empathy and spiritual comfort. It is in this nurturing space of collaboration where Asha defends Ginder for the first time and states to Ginder’s husband: “Put that boy down [referring to Ginder and his son] and leave her alone” (1h29’’51). The scene is very moving because the rest of the women smile with a knowing smile first at Ginder and then to Hashida when they see her from 9
It is very important to note that both Manjit and Hashida are the only women in the trip who support Ginder who, having left her husband because he abused her, is rejected by the rest of the South Asian community. 10 The following academic references illustrate this statement referring to both the UK and the US: Jonathan Beaverstock’s “Rethinking Skilled Labour Migration: World Cities and Baking Organisations” (1994), Fauzia Ahmad et al.’s South Asian Women and Employment in Britain: The Interaction of Gender and Ethnicity (2003), Ernst Spaan et. al’s Asian Migrants and European Labour Market (2005), Tariq Modood et al.’s Ethnicity, Social Mobility, and Public Policy: Comparing the USA and UK (2005), Joel Kuortti’s Writing Imagined Diasporas: South Asian Women Reshaping North American Identity (2007), Yasmin Hussain’s Moving on Up: South Asian Women and Higher Education (2007), Barnita Bagchi, Eckardt Fuchs and Kate Rousmaniere’s Connecting Histories of Education. Transnational and Cross-Cultural Exchanges in (Post-)Colonial Education (2014).
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the bus with Olivier when the bus resumes its journey back to their daily routines in Birmingham (1h32’39’’). Once they are back on the bus to return home, they talk about how Hashida is a modern woman that will help the rest of the women of the community, either becoming a doctor or an artist. They all trust the subversive opportunities that Hashida has ahead of herself in the diaspora space, a space from where the South Asian women on the trip have constructed a parallel mutual alliance against patriarchal and social limitations. Now, Hashida has a future of her own by being able to choose the Arts Degree she longs for and so Ginder or Asha recognise themselves as common inhabitants of the subversive hope inherent to the diaspora space. Hope is here defined following Henry A. Giroux’s article “When Hope Is Subversive” (2004), where he defines hope as follows:
[Hope] is more than a politics, it is also a pedagogical and performative practice that provides the foundation for enabling human beings to learn about their potential as moral and civic agents . . . Hope is anticipatory and mobilizing[,] is a subversive force [that] pluralizes politics by opening up a space for dissent, making authority accountable, and becoming an activating presence in promoting social transformation. . . . Hope [is] a subversive force, a defiant practice that provides a link, however transient, provisional and contextual, between vision and critique on the one hand, and engagement and transformation on the other. (38-39)
Accordingly, the character of Ria in Mira Nair’s Monsoon Wedding (2001) is a further illustration of this confrontation that, in terms of educational choice, appears between what is expected from a woman and what she truly desires.
4. “I want to be free”: Ria in Mira Nair’s Monsoon Wedding and Ashima in Mira Nair’s The Namesake
In Monsoon Wedding, Ria is the only female character in the Verma family that decides to undertake an academic education and so she challenges the schemes dictated
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by her aunt-mother (Ria is an orphan), who constantly tells Ria and her cousin-sister Aditi that “there will be a time when all of you will fly out when your wedding is arranged” (12’). Nevertheless, Ria decides to oppose this fixed idea in between the preparations for Aditi’s arranged wedding. At this stage, and considering how Aditi must choose between the affair she is having with a married man and her own arranged marriage, Ria decides to speak out and inform all the family that she wants to study Creative Writing in the US “to make sense of all her life” (44’). Soon all the men in the family gather to decide what to do. The decision made is that Ria can go to the US under the patronage of her uncle Tej, the most economically successful man in the family who has flown to Delhi from the US for Aditi’s wedding. However, Ria’s expression of disgust is clear. She keeps silent until right before the ceremony, when she decides to talk back and denounce her uncle Tej for having abused her when she was a teenager, something that she fears he is probably doing now to the little cousin Aliya (1h33’11’’). Ria asserts that, at a moment when she has decided to fight for a future of her own, she needed to take all her conflicts out and break all the decisions that for her future have been laid upon her (1h33’22’’). At this moment, all the family members grumble back at her and complain about how being a spinster has definitely troubled her mind (1h34’24’’). Right afterwards, when they are settled to take the family snapshot before the wedding’s ceremony, Lalit Verma (Aditi’s father and Ria’s uncle-father) decides to reject uncle Tej in the photograph arguing that “Ria is [his] daughter . . . [he] support her and [he believes] in her. You [to uncle Tej] go out” (1h42’26’’). It is then that, under the prospects of starting academic education, Ria subverts the assigned gender-expectations sketched by her family as she will be the first woman in the family to follow an academic education, as compared to the interest that Lalit (Ria’s uncle/father) has always imposed on his son Varum’s educational expectations for the fact of being a man, and specifically the man of the family (1h12’10’’). Consequently, Ria’s educational attainment would subvert what was expected from her as an orphan and economically dependent woman because she will finally manage to gather the necessary family, social and economic support that she needs
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to start her studies in Creative Writing. So, she will become a writer of the world who will be able to show the path to freedom and equality to other women. This situation mirrors the opening of Mira Nair’s The Namesake (2006) when Ashima first encounters, on the threshold of her Kolkata’s home, a pair of sparkling shoes made in the US while she listens to her own mother stating: “[Ashima] loves to cook. She knits very well. Kids are crazy about her. She has been learning classical music since she was a kid. She goes to college and her best subject at is English poetry” (9’12’’). Ashima tries Ashok’s shoes on and listens to Ashok’s mother stating: “My son has been living abroad for the last two years. He is in New York. He is doing his PhD in the field of Fibre Optics” (9’26’’). Ashima ushers into the room, meets Ashok and recites a poem by Alfred Tennyson. Immediately, Ashok’s mother asks Ashima: “My child, have you ever flown in a plane? Will you be able to live in the other half of the world? Live in a cold city with freezing winters? Leave your house, far from your parents?” (9’30’’). Ashima answers: “But he’ll be with me, no?” (9’31’’), therefore illustrating her expectations about an Indian arranged marriage of staying at home subduing her life to her husband’s necessities. However, as the action moves to New York, Ashima gives birth to her son Gogol and realises that she is to wait every afternoon for Ashok to come back from work, taking into account the fact that she is not able to do anything in the US because Ashok is used to doing everything by himself. It is in this context that Ashima realises how she gave up her education back in India after getting married and how she lost her possibility to become an active part in the economic dynamics of the diaspora space. Nevertheless, once her children Gogol and Sonia leave for college, she starts to work at a local library and enriches her private life talking with other women, turning to the idea of resuming her education as a singer,11 as she herself claims to her colleague Sally and later to her family” (1h38’23’’, 1h49’27’’). This space that both Ashima and Sally have created at the library soon emerges as an alternative place to the assumed family and social expectations previously sketched for 11
It is interesting to point out that the characters of Ashima, Asha, Ria and Hashida all want to become artists despite their husband’s or the family’s opposition. These four women who struggle to become free women and who fully participate in the dynamics of the diaspora space could prove by further academic studies how to open new creative spaces that empower other women.
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Ashima, who now shares confidences and personal stories outside her home. It is out of the strength of this collaborative friendship that Ashima reveals to Sally that she has been thinking about leaving the US (1h38’23’’). Mira Nair’s “Director’s Commentary” in the British DVD edition for The Namesake illustrates this remark. In Nair’s own words: “This is the first moment where Ashima clearly has an opportunity to express and act as herself” (12’). Thus, the next decision taken by Ashima would be that of selling her house in the US because her children do not live with her any longer, they do not depend on her any longer and so she can live six months in India and six in the US. In India, she will go back to her family home in Kolkata, where she will go back to her music lessons and artistic education. In the US, she will live with her children and keep on with her singing (1h41’10’’). The scene clearly illustrates the cycle Ashima unveils to embrace the nature of her own name and her own existence, as she explains to her children: “I want to go back to where I belong [that’s why] . . . I have decided to sell the house. I am going to do what your father and I had always planned. Six months in India and six months in the US. Then I can go and sing in Calcutta. That is if any guru wants a forty-five year old student. I want to be free” (1h40’37’’-1h40’55’’). At this moment, I consider that Ashima embraces the transformative dynamics of the diaspora space and a corresponding life dependant only on her own choices.12 Once Ashima is able to be part of the economic system, she resumes her education and enjoys a much wider social opportunity that grants her with the possibility of living as she truly desires.
12
I consider significant to point out that the film starts and finishes with an image of Saraswati, the Hindu goddess of the Arts who, as explained in the Upanishads, destroys Vritasura, the God who had stolen all the water and knowledge of the world. Here, Saraswati is represented with four attributes, a dish with holy water (as exponent of the power to purify and give life), a mala (a necklace representative of the meditative power), a book (which is an anachronism explained by the fact that print books only arrived at the Subcontinent under British Empire occupancy) and the Sitar (illustrative of the search for perfection and the constant transformation of every artist in the quest for freedom-moksha). Consequently, it is not a matter of coincidence that Nair chose that Ashima trains as a sitar singer and that her name means without frontiers. Ashima is then the exponent of a woman in constant transformation who benefits from the power of art along her path towards moksha.
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5. “The answer to England’s pressing needs”: Jess in Chadha’s Bend It like Beckham
Similarly, the character of Jess in Gurinder Chadha’s Bend It like Beckham (2002) serves as the perfect corollary to illustrate and summarise the interconnection among educational attainment, economic participation and social opportunity opened by the theoretical recognition of the diaspora space. Gurinder Chadha herself asserts: “Bend It like Beckham illustrates how women need to acknowledge their own role in the dynamics of the world, bend the world to them, as we wanted to transmit by the title of the feature” (2006: 2). Chadha’s words clearly connect with Amartya Sen’s previously referred statement, where Sen proclaims: “[Societies] need to see women less as passive recipients of help, and more as dynamic promoters of social transformation . . . suggesting that the education, employment and ownership rights of women have a powerful influence on their ability to control their environment and contribute to economic development” (qtd. in Lopez-Claros and Zahidi, 3). Here, the fact that Jess, together with white British Jules, finally accomplishes the same opportunity of education and economic participation as that given to male football players clearly proves the necessary commitment that must be taken towards the performance of gender equality. Once again, the subversive hope of the role of the migrant woman in the diaspora space is implicit, since the opening scene of the film when, in Jess’s dream, Mrs Bhamra is interviewed on TV and asked: “Could Jess be the answer for England’s pressing needs?” (1’23’’). And, in fact, Jess establishes herself as the paradigmatic figure from where to review the cultural and racist reasons that generate the gender inequality of women in the diaspora space. Jess is a second generation Punjabi born in the UK, a seventeen-year-old girl who dreams about becoming as famous as footballer David Beckham. Jess sneaks out daily to play football with some of the male South Asians in her neighbourhood and then works hard to pass her A Levels (equivalent to the High School Leaving Certificate necessary to enrol in a university degree) to fulfil her family’s hopes. In this sense, Jess will probably go to college as her father exclaims when she gets the A Levels results (1h12’). The fact that Jess may study a serious degree such as Medicine or Law would illustrate, for her father’s opinion, a certain progress and a social acknowledgement for the Bhamra
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family because her father works at Heathrow Airport and her sister Pinky at Lutton (probably as members of the crew and the handling company respectively), meanwhile her mother is always, as she herself exclaims, “too busy trying to keep the Indian values over my girls” (8’40’’). This objective is partly fulfilled by Pinky’s marriage because, although it is a love marriage, the groom’s family is decent (8’40’’), However, Jess’ feelings towards her sister’s wedding stand on the opposite: “I am sick of this wedding and it hasn’t started” (8’54’’). After this remark, it is significant to point out how the action changes to show Jess running to the park to meet Jules (starred by Keira Knightley), who invites Jess to join her all-girls football team. Jess answers: “I didn’t even know that there were girls’ teams” to which Jules replies by exclaiming that her dream is, in her own words, “[to] play professional in America. You know, they have got a pro-league, stadiums, money, respect and they provide an academic education at the same time [sic]” (18’08’’). Jess accepts the invitation and tells her parents. Mrs Bhamra’s reaction unveils as follows:
Jessminder, I don’t want shame on my family . . . You have to start behaving as a proper woman, ok? I don’t want you running around people half-naked in front of men, look how dark you have become playing under the sun. No family will want a daughter in law who plays football non-stop. You can go and play round football but you can’t make round chapattis. Once your exams are over you are starting to learn how to cook a proper Punjabi dinner. (21’14’’-21’49’’)
In this sense, Jess’s educational attainment is corroborated as a family expectation, something that she cannot choose for herself as already explained when describing the character of Hashida in Gurinder Chadha’s Bhaji on the Beach (1993). Afterwards, Jess tells Jules that she is “ready to surrender to her culture and quit football” to which Jules reacts: “That’s bollocks; my mother does neither want me to play [sic]. You can’t take a no for an answer. There is an American scout coming over to see us playing Jess, you can’t turn an opportunity for a future of your own. Tell your mum you are working at HMV” (22’54’’-23’08’’). At this moment, Jess decides to embrace a fate of her own and defy all those patriarchal, cultural and racial expectations placed on her. Chadha
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paradigmatically decides to underscore the moment when they travel to Germany and British singer (former Spice Girls member) Mel C’s song “This is my Independence Day” is played. The song, from which I later quote the chorus, clearly illustrates how Jess challenges the gender limitations imposed on them by her family: “I know I make mistakes/I will have to live and learn. . . I’ve got to find my way and my independence day” (31’20’’-31’50’’). By so doing, Jess has decided to reject the family expectations placed on her as the means to choose what she really wants. Further in the film, and by finally being selected by the American scout alongside Jules, Jess performs a social transformation. She will be the first South Asian woman in a Professional Football League, as opposed to her father, who had to quit playing cricket once he arrived in England because, in her own words, “I did not want to challenge my racist mates and my conservative father so I just did what my father told me to do . . . There were no visible Indians boys out there in the limelight” (1h35’4’’). Jess suffered the same problem when insulted “Paki bitch” in the middle of a match (1h03’-1h04’’50’), but she will act in response and, although overreacting, spit back at her rival. This is what she also does at the end of the film, when she talks back to her community and family to inform them that she is going to America to study and play football. In Jess’s own words:
I played the best and I was happy because I wasn’t lying to you. . . . I didn’t ask to be good at football, Nanak would have blessed me. . . . There was a scout from America and he has offered me a place at a top university with a full scholarship and a chance to play football professionally. And I really want to go. If I can’t tell you what I will like to do now I won’t ever be happy. (1h34’56’’)
Thus, Jess opens an opportunity for herself and, by so doing, she challenges the whole interlocking systems that were placed on her as both being a woman and a migrant. Accordingly, Jess is a character that promotes awareness and fosters the challenge inherent to the transformative power of the diaspora that Nair and Chadha draw for their female characters.
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6. Conclusion
The previous pages have illustrated how both Gurinder Chadha and Mira Nair offer a representation of the subaltern position of the migrant woman by focusing on the topic of access and choice of academic education and so I have analysed the characters of Mina, Asha, Hashida, Ria, Ashima and Jess as illustrators of Chadha and Nair’s denouncement on the gender limitations that are still placed on the migrant woman. Likewise, this study has proved how Chadha and Nair recognise the subversive possibility inherent in the diaspora as a true impulse from where to contest gender discrimination inherent both to the South Asian community and to the UK and the US normative expectations. Therefore, and strictly derived from the previous point, both Nair and Chadha portray characters who share a collaborative space where migrant women meet together so as to finally negotiate the subversive power of their hybrid, diasporic identities. This is the point of departure for future studies that should study the gender conflicts associated with the arranged marriages and the interracial love relationships described by Chadha and Nair as a way to show the transcultural possibilities of the South Asian women in the diaspora space.
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ANIME ADAPTANDO (Y COMPLEMENTANDO) ALTA LITERATURA. EL SUFRIMIENTO DE “LA DAMA DE LA SEXTA AVENIDA”1 Antonio Míguez Santa Cruz2 Anime adaptando (y complementando) alta literatura. El sufrimiento de “La dama de la sexta avenida” Resumen: Aunque sea paulatinamente, la animación japonesa se está despojando de su connotación negativa. Autores como Hayao Miyazaki han elevado el Anime por encima de muchos perjuicios, y algunas de sus obras incluso consiguen alcanzar una profundidad psicológica y artística más allá de las películas “live”. Este es el caso de Gisaburo Sugii y Osamu Dezaki, dos autores que, adaptando el Genji Monogatari respectivamente, completan la visión de un personaje vital para comprender tanto lo fantasmático como el papel de la mujer en la cultura japonesa: Rokujō no Miyasudokoro. Palabras clave: Literatura, anime, adaptación, ampliación, feminismo. Anime Adapting (and Complementing) High Literature. The Suffering of “The Lady from the Sixth Avenue” Abstract: Japanese animation, although gradually, divests itself of its negative connotation. Authors like Hayao Miyazaki have upgraded Anime beyond many prejudices, and some of their works even achieve a psychological and artistic profundity aside from “live” films/movies. This is the case of Gisaburo Sugii and Osamu Dezaki, two authors that, adapting Genji Monogatari respectively, have achieved a broad and complete vision of a vital character to understand the ghostly thing in Japanese culture: Rokujō no Miyasudokoro. Key words: Literature, anime, adaptation, enlargement, feminism.
1. Introducción
Al igual que sucede con Don Quijote de la Mancha, ningún film ha llegado a recrear plenamente la magnificencia del Genji Monogatari. Las causas pueden ser varias, pero quizá las más concluyentes sean la extrema dificultad para plasmar la sensibilidad de la obra y su prolijidad narrativa. Con todo y ello, hablamos de uno de los relatos con más versiones “cinematográficas” en toda la historia del celuloide nipón, aunque es justo
1
Fecha de recepción: 14/12/2015. Fecha de aceptación: 20/12/2015. Profesor Colaborador Honorario, Departamento de Historia Moderna, Contemporánea y de América, Universidad de Córdoba; l42misaa@gmail.com. 2
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apuntar que la enorme mayoría de estas adaptaciones corresponden al primer cuarto del siglo XX. En consecuencia, la inherente teatralización de la época alejaría de tal forma a los primeros genjis de las películas actuales que sería complicado hablar de Cine y no de teatro filmado, pero eso nunca podremos llegar a debatirlo abiertamente debido a la pérdida de las copias en el catastrófico terremoto de Kanto de 1923 (Ritchie 2005:45). Así las cosas, habríamos de esperar veintiocho años a que Kōzaburō Yoshimura dirigiese The Tale of Genji (Genji Monogatari, 1951) la primera adaptación de la obra de Murasaki con un lenguaje cinematográfico moderno. Pero lo verdaderamente desalentador es la ausencia de trabajos reseñables más allá de mediocres doramas3 o films menores como La historia de Hikaru Genji (Sennen no koi- Hikaru Genji Monogatari, 2001) o El cuento de Genji (Genji Monogatari: Sennen no mazo, 2011). Respecto a los pros de tales producciones podemos apuntar que, al menos, albergan la voluntad de acercarse de la mayor forma posible al texto escrito. En este sentido deberíamos encuadrar dos películas de ciento cuarenta minutos de metraje, detalle que posibilita indagar en aspectos poco más que anecdóticos, como por ejemplo la mención de amantes hasta ahora desaparecidas en anteriores y futuras producciones –la hija del príncipe Hitachi con su prominente nariz (Shikibu 2006: 219)– o el esfuerzo por recrear el periodo Heian y sus costumbres convenientemente –importancia de la poesía y el paso de las estaciones, el juego del kemari…4. De cualquier forma, la más o menos esforzada recreación de un contexto histórico para nada asegura evocar la complejísima atmósfera del original literario. Sin embargo, en el país del Manga y el Anime, una obra de la notabilidad del Genji necesariamente tendría cabida en estos soportes, si bien es cierto que ambas versiones tardaron mucho en aparecer. La primera de ellas la dirigió Gisaburo Sugii y se llamó The Tale of Genji (Murasaki Shikibu: Genji Monogatari, 1987), obra clave tanto por adaptar óptimamente
3
Series de poco presupuesto de perfil telenovelesco rodadas en la industria asiática. Popular juego entre la nobleza cortesana que consistía en no dejar que una pelota cayese al suelo dándole patadas entre varios participantes. 4
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una de las mayores obras literarias de la historia como por proceder de uno de los padres de la animación japonesa. Nacido en Shizuoka durante plena Segunda Guerra Mundial, Sugii llegaría a colaborar con monstruos como Osamu Tezuka y Rintaro5 en la dirección de la pionera Astroboy (Tetsuwan Atom, 1963). Ya en plena madurez, y tras alcanzar el éxito con series de animación míticas como el chambara de corte fantástico Dororo (Dororo to Hyakimaru, 1969) o el aclamadísimo spokon Bateadores (Tatchi, 1985), adaptó el cuento de Murasaki por medio de una película de extensión media, pero que plasma a la perfección el carácter melancólico del universo de Murasaki. Por otra parte, es fácil imaginarse cómo las solemnes características y la naturaleza adulta de una novela tan compleja dificultarían su adaptación en formatos presuntamente orientados hacia los jóvenes. No obstante, entre la enorme diversidad de géneros dentro del manga, hay algunos en los que la historia de Hikaru se podría ejecutar sin ningún tipo de trauma; así el josei (女性) y el shōjo (少女), cuyos significados son respectivamente femenino y mujer joven, desarrollan historias específicamente para ellas, y he aquí el lienzo perfecto para llevar nuestro relato al mundo del cómic. Tiempo después de que Waki Yamato6 triunfara con su manga surgió un proyecto de Fuji Television para llevarlo al anime, pero el encargado de la dirección, Osamu Dezaki,7 decidiría finalmente apoyarse en la obra original y no en el cómic. Así nació años más tarde la serie de animación The Tale of Genji (Genji Monogatari Sennenki, 2009), bajo nuestro punto de vista la traslación más completa de entre las existentes junto a la de Gisaburo Sugii.
5
Ambos forman parte esencial de la primera generación de animación japonesa. De hecho, a Osamu Tezuka, autor de Buda o Adolf, se le conoce popularmente como el padre del manga. 6 Artista mangaka reconocida por trabajos como Mon Cherie CoCo (1971). 7 Curiosamente colaborador en Astroboy con Gisaburo Sugii, director de la película de animación de 1987.
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Fig. I. Portada del Manga de Yamato.
El objetivo de nuestro estudio será poner en valor las posibilidades artísticas del hasta hace poco vilipendiado anime, demostrando cómo dos de sus muestras han llegado mucho más lejos que sus contrapartidas live en la recreación y plasmación de, quizá, la primera gran Novela de la Historia de la Literatura. Para ello utilizaremos como hilo conductor un personaje especialmente relevante para Shikibu, la Dama de la Sexta Avenida, Rokujō no Miyasudokoro. La cuestión ha de ponerse de relieve porque en el caso del ya fallecido Osamu Dezaki se llega a cubrir un vacío narrativo de la obra original: el momento en que Genji y Rokujō se conocieron.
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2. Sugii
Fig. II. Sugii consigue realzar el otoño como un hito fundamental para entender el “Genji”.
La excelente animación que consiguió imprimir el equipo de Sugii a su film es un vehículo para conseguir recrear ambientes bellos y lúgubres a un tiempo, casi siempre valiéndose de la noche y el crepúsculo como vías para el desarrollo de la acción, y aplicando una paleta de bellos colores fríos u ocres que imbuían de una solemne decadencia el entorno de los personajes –a esto los japoneses lo llaman Yūgen8–. Por otra parte, la cortedad del metraje de la película no impide que se recojan episodios icónicos e incluso ausentes en otras adaptaciones. En este sentido podríamos nombrar el coloquio de los señores sobre la idealidad de la mujer durante la noche
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La traducción literal del concepto Yugen (幽玄) es muy difícil. En algunos casos se trata de toda la complejidad que puede acarrear un concepto usado en poesía, mientras que en el teatro Noh es aplicado a la elegancia del movimiento de las mujeres y a la beldad en los estampados de sus vestidos. Sin embargo, en el Genji Monogatari se refiere a un hondo y complejo sentido de la belleza que hay detrás del abatimiento y congoja propios del género humano.
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tormentosa, el rapto de Murasaki9 y, sobre todo, el incidente de los carruajes entre Aoi y Rokujō, sin duda uno de los episodios más recordados de la novela (Shikibu 2006:280). Yendo a lo que nos interesa, la Rokujō de la película es prácticamente un fiel reflejo de su contrapartida literaria, una mujer atormentada tanto por el amor imposible sentido hacia Hikaru como por sus complejos sociales10. Debemos recordar que el caso de este personaje es especial porque soportó un fuerte desequilibrio entre su honne y tatemae. El honne (本音) atañe a todo el conjunto de sentimientos y anhelos perseguidos por alguien según la compleja cultura japonesa. La princesa de la Sexta Avenida ansiaba el amor de Genji por encima de todas las cosas, y, una vez dado por perdido, proyectó la venganza como método para paliar sus angustiosos celos. No obstante, su tatemae (建前), literalmente superficie o imagen proyectada en público, había de ser intachable dada su pertenencia al tercer rango. Así, las pasiones y la imagen pública iban por separado hasta un límite incomprensible para la mentalidad occidental, y debido a esta descompensada confrontación, junto al hecho de que el ímpetu y los celos fuesen un pecado central para el budismo (Yusa 2002: 43), nació el ikiryō en el seno de Rokujō, una fuerza esencialmente maligna escindida del cuerpo en forma de fantasma o espíritu, salvo con la particularidad de que surgió de alguien muerto en vida. Respecto al resto de recreaciones fílmicas del personaje, destaca la moderación de Sugii al recrear el aparato fantasmático, que prácticamente se diluye en el profundo tono onírico y psicológico de la cinta. De no conocer previamente la historia, el ikiryō sería difícil de discernir entre una manifestación sobrenatural o una de las varias ensoñaciones del protagonista. De hecho, Genji se ve acosado por dos ilusiones recurrentemente; la de un haori11 rosáceo suspendido en el aire del que se desprenden hojas de cerezo y otra donde aparece un cerezo mismo de enormes proporciones.
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Estamos ante la única adaptación que lo muestra. En la primera escena junto a Genji se lamenta de no haber conocido a Hikaru unos años antes. 11 Prenda típicamente japonesa mezcla entre kimono y capa que se lleva por encima del kimono convencional. Sus estampados normalmente son más simples o bien no existen. 10
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Fig. III. Haori rosáceo, evocación figurada del tormento femenino.
Como el lector conocerá sobradamente, Yugao12 fue la primera víctima del espíritu de Rokujō, pero en la escena planteada por Sugii la dama muere cuando Genji percibe la aparición del haori. En este sentido ¿la prenda sería la forma en que se presenta el ikiryō? Es difícil afirmarlo con rotundidad, máxime cuando Rokujō sí que poseyó convencionalmente a Aoi. El recurso utilizado por el director aquí fue muy elegante; de presentar el escenario del parto de la esposa de Genji se pasó al palacio de la Sexta Avenida, donde Rokujō escribía un poema. Al “sentir” que el nacimiento de Yugiri13 era inminente su trazó descarriló hasta delinear una lengua de tinta corrida que invitaba a pensar que su consciencia la abandonaba. Es muy interesante este concepto, pues el ser social y artístico de Rokujō se quiebra durante el ejercicio pleno de sus facultades caligráficas para dejarse dominar por su otro yo, el ikiryō, su parte instintiva y asocial. A continuación se sucede un plano entero con la dama de pie e inmóvil en medio de su habitación, que se alterna con un bonzo rezando en el palacio de Sanjo; finalmente volvemos a la casa de la Sexta Avenida mostrando exactamente la misma imagen aunque esta vez sin Miyasudokoro. La soledad del 12 13
Joven amante de Genji y objeto de los celos de Lady Rokujō. Hijo de Genji y su esposa oficial Aoi.
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encuadre sugiere que, de alguna manera, su propietaria abandonó el aposento para ofuscar a su rival, algo que se concreta más tarde, cuando el reflejo de Rokujō aparece en el agua14 de un pequeño balde usado en el parto, para a continuación torturar a Aoi tirándole de su cabellera. Aquí la forma del fantasma es exacta a la del personaje, sin denotar ningún tipo de deformación más allá de la semi-transparencia insustancial15. Esta será la última vez que Rokujō se aparezca de una forma tan explícita, ya que, si bien en la película no se muestra la muerte de Murasaki16, sí que ésta se deja entrever por medio de un pétalo de sakura que le cae a la joven dama mientras duerme17. Es muy interesante poner en relación el trauma de Genji con las mujeres y el complejo de Rokujō, que parecen fusionarse mediante el recurso de los pétalos de cerezo y el árbol. Ello evoca una persecución de la belleza personificada en el ideal femenino del príncipe, rastreador de sombras que le proporcionasen el afecto que su madre nunca le dio, y deseando amar a Fujitsubo18, o, en su defecto, a mujeres que se le parecieren por encima de cualquier cosa. Aquí es muy importante el papel de la copia, y de la frustración inherente a amar algo parecido al original pero que en realidad es tan sólo un reflejo. Tales sentimientos provocan un auto-compadecimiento del individuo, que cae preso de una profunda afectación e inestabilidad emocional, inoculadora de euforia coyuntural y momentos de colapso. Hasta cierto punto lo anterior se puede comparar con la caída de la flor del cerezo, imagen explotadísima en la poesía japonesa y que en esencia se reduce a un concepto muy simple: la mayor belleza es la efímera, aquella que se desborda durante un breve lapso y se acaba:
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Ya incidiremos sobre la importancia del agua y los espejos para el más allá en el folklore japonés. Sin embargo luce a plena consciencia un cabello muy encrespado y descuidado. Sobre esto volveremos más tarde. 16 Compañera de Genji que adoptó siendo una niña. En la novela Rokujō la posee al igual que sus otras contirncantes, pero en la película de Sugii como apuntamos tan sólo se sugiere 17 La película acaba con el exilio de Genji en Suma. 18 Como el lector recordará, madrastra del protagonista Genji, y primer objeto de pasión femenina. 15
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Las flores de cerezo ya caen como la nieve qué más puede pedirles el viento… Oshikouchi no Mitsune 19
Ante esto sólo queda la búsqueda irracional de lo transitorio –irrepetible en tanto en cuanto la experiencia nunca se percibirá igual– o bien el culto a un recuerdo constante. Según lo anterior Fujitsubo20 representaría ese corto momento de perfección semejante a la caída de una flor de cerezo; pero el padecimiento derivado lo sufrió no sólo Genji, sino todas las mujeres que fueron juguete de amor en sus brazos, de las cuales Rokujō fue sin duda la más perjudicada. Por ello es coherente que el ikiryō se manifestase adoptando la figura que tanto afligiría al protagonista hasta el final de su vida y que, finalmente, fue también el motivo de su descenso a los infiernos: un kimono rosáceo, prenda femenina por excelencia, y que se descompone en pequeños símbolos de belleza fugaz, los pétalos. Por su parte, el gran cerezo actuaría como reformulación del mismo patrón. Árbol, y por ende símbolo de fertilidad y regeneración, que es inaccesible al príncipe cuando éste intenta adentrarse en él por una cavidad que recuerda mucho a la vagina. Durante la película se suceden varias escenas en las que Genji danza alrededor del árbol cortejándolo figuradamente, en una frustrada liturgia de acercamiento a la matriz eterna de la mujer.
3. Dezaki
Al igual que sucede con la adaptación de Sugii, la serie de Dezaki finaliza con el exilio de Genji en Suma, lo cual para nada implica que la gran mayoría de sucesos 19
Compositor de waka y miembro de los llamados treinta y seis poetas inmortales. Mitsune fue además de creador literario gobernador de las provincias de Kai, Izumi, y Awaji hacia finales del siglo IX y comienzos del X. Una vez regresó a la capital fue instado a participar en la célebre compilación Kokinshū. Sus poemas llegaron a implantarse de tal forma en la cultura popular que muchos biombos fueron adornados con escenas derivadas de su literatura. Finalmente, uno de sus poemas fue incluido en la famosa antología japonesa hyakunin isshu. Para saber más, véase Miner 1985: 215. 20 Recordemos que Genji llegó a consumar su amor “forzando” a Fujitsubo tan sólo en una ocasión. Fruto de ese encuentro esporádico fue el emperador Reizei. Merece la pena destacar esta escena en la película de Gisaburo Sugii, sin duda recreada con un gusto y fidelidad sublimes.
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anteriores no se respeten casi con total fidelidad. Y decimos casi porque es cierto que el director opta por evitar algunos puntos escabrosos como puede ser el rapto de Murasaki –no lo olvidemos– una niña por la que, según el libro, Genji siente deseo a la prematura edad de diez años, pero que aquí es “adoptada” altruistamente al morir su abuela. Al fin y al cabo este Hikaru es el héroe de una adaptación dirigida a un público de perfil medio y que difícilmente llegaría a empatizar con un protagonista de gusto “tan amplio” por las mujeres. Lo anterior es tan sólo un ejemplo, pero sirve para imaginarse cómo actúa el tamiz desmineralizador de la serie. En cuanto a la estética del anime, llama la atención tanto el colorido como el brillo visual de sus planos, que contrastan largamente con el tono tenue característico de Sugii. Si a esto le añadimos imágenes levemente difusas y emborronadas, como si la vista las percibiera justo después de un deslumbramiento, obtenemos una imaginería imbuida por la ensoñación y tendente al preciosismo. Sería natural cuestionarse si Dezaki cae en el prurito de dotar al trabajo de un excesivo recargamiento, aunque a diferencia de la película de Tsuruhashi (2011) pensamos que tal voluptuosidad estética no es extraña, sino más bien natural si nos remitimos al canon del shōjo clásico. Quizá por ello este Genji sea el que mejor plasme el papel de galán mostrado en el libro, noble bellísimo, y cuya apostura arrebataba el corazón de cualquier dama con un mínimo de sentido común (Morris 2007:227). Al hilo de lo anterior, merece la pena destacar el momento en que Genji conoce a Murasaki no Ue; durante el episodio cuatro21 la pequeña damita lloraba desconsolada debido a que uno de sus compañeros de juego había dejado escapar a su gorrión. Ofuscada, Murasaki escudriñaba el cielo intentando hallar el pájaro para terminar discerniéndolo entre las nubes. Corrió varias decenas de metros persiguiendo al pajarillo, cuando de pronto observó cómo se posaba en el dedo de Genji, el resplandeciente, que miraba junto a Koremitsu la escena desde lejos.
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Llamado Fujitsubo.
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Aún siendo una chiquilla que no ha dispuesto de tiempo fáctico para adquirir el gusto por los hombres o la estética, se quedó anonadada mirando a El Príncipe como si fuera un Dios de luz. Este recurso de mostrar un enamoramiento prelógico entre un hombre y una niña de apenas diez años sirve para hacernos una idea de la infalibilidad del protagonista en cuestiones amatorias, lo cual sin duda ayudará a entender mejor el sufrimiento que Genji le dispensó a Rokujō. Por cierto, una Miyasudokoro con un trasfondo psicológico profundísimo y no sólo superior al mostrado por el resto de rokujōs fílmicas, sino que incluso dibuja aristas ausentes en una novela de miles de páginas. Para empezar, ya comentamos anteriormente que en el libro no se recoge el episodio donde Genji y Rokujō se conocen. Las teorías para explicarlo son varias, pero las más asentadas defienden una pérdida del rollo original o bien directamente una omisión por parte de la autora22. Procurando remediar el problema, algunos literatos subsanaron el vacío narrativo escribiendo este episodio perdido como fue el caso de Motoori Norinaga 23 y su Reposabrazos (Murasaki 2006:149). Pues bien, Osamu Dezaki realiza algo parecido presentando un capítulo dos donde aborda sin complejos la manera en que Genji y Rokujō se vieron por vez primera: el episodio se llama Sexta Avenida y a nuestro juicio su valor es inestimable para terminar de configurar un personaje tan importante para nuestro estudio. Desde el inicio de la serie ya se deja claro el amor sentido por Genji hacia Fujitsubo, y es llamativo cómo uno de los motivos más influyentes –aparte del parecido que guardaba con su fallecida madre– es el hecho de que lo instruyese en caligrafía, medida básica para calcular el valor moral de una persona en el Japón de Heian.
22
Esto lo apunta Xavier Roca-Ferrer en la nota 86 de su traducción correspondiente al episodio Yugao. Intelectual de mediados del siglo XVIII. Defensor del tradicionalismo japonés respecto al budismo y otras tendencias foráneas, está considerado como uno de los grandes expertos en literatura japonesa de la historia. 23
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Así fue elevándose la fascinación por Fujitsubo hasta un nivel insano, al tiempo que se iba concretando el consabido fracaso en su relación. Lo que siguió fue una búsqueda de consuelo insatisfactoria en forma de amantes eventuales. Ninguna de ellas lo saciaba plenamente, pero cierto día, mientras consultaba rollos en la biblioteca imperial, su ahora instructor de caligrafía le mostró cierto poema ganador en un reciente certamen firmado por una mujer llamada Rokujō no Miyasudokoro. Los trazos firmes y elegantes de la dama invitaban a imaginarla sin defecto alguno, y consecuentemente Genji se propuso conquistarla aún a sabiendas de su recio temperamento y de la conocida negativa a citarse con hombres desde que enviudara24.
Fig. IV. Rokujō instruyendo a Genji en el episodio inventado por Dezaki.
Al cuñado de Genji y compañero de aventuras To no Chujo le fueron denegadas varias citas con Rokujō, ya famosa en la capital por su belleza y cultura. 24
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Amparado en el anonimato que proporciona una tarde de tormenta, Genji acude al palacio de la Sexta Avenida y consigue contactar con Rokujō desde el jardín exterior. La dama le hace notar lo inapropiado de una visita en tales circunstancias, pero Genji contesta que la tormenta le ha obligado a acudir a visitarla porque le incita a componer y que no existía nadie mejor en la capital para instruirlo. Si bien a priori Rokujō se mostró hosca y renuente, al final le hizo a Genji una oferta: sería su maestra de poesía durante una sola noche, tiempo más que suficiente para comprobar si el famoso príncipe Hikaru era digno de su maestría continuada. La poesía en Heian no sólo se ceñía a un universo cerrado de escritura y lectura, sino que también se usaba en ciertos tipos de conversaciones cultas donde los interlocutores se replicaban creativamente con el fin de demostrar su grado de sensibilidad y capacidad de improvisación artística (uta-awase). Este sería el formato que Rokujō puso en práctica con Genji y que reproduciremos e iremos comentando a continuación: El estruendo de la tempestad junto al resplandor de la luna que brilla… (Rokujō). La dama inicia la sesión genéricamente describiendo el clima del momento, y otorgando de esta forma a Genji una gran diversidad de posibles réplicas: Su voz apagada en medio de la mortecina luz del astro, silencia también el viento… (Genji). El príncipe no se anda con rodeos y empieza alabando a Rokujō al elevar su voz por encima de la belleza de las manifestaciones naturales, principal centro de inspiración para la poética nipona: En un mundo silencioso el viento baila y el agua travesea… (Rokujō). Miyasudokoro evade el primer agasajo, pues si bien Genji piensa que la voz de la dama es capaz de silenciar el viento, ésta le recuerda que su fuerza, así como la de otros elementos que el príncipe omitió, sigue intacta. Luego, ¿de qué serviría silenciarlo?: Y en la paz me contemplan, como tú lo haces ahora… (Genji).
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Hikaru persiste en el cortejo haciéndose centro de una atención universal, tanto de parte de la naturaleza, como, según adivina por su forma de mirar y comportarse, de la Rokujō misma. En este punto Genji ya sabe que es objeto de deseo de la Dama de la Sexta Avenida: ¿Y sobre qué me detengo? En un pasado inflexible al que no puedo volver nunca… (Rokujō). La viuda recoge el testigo y reconoce de alguna manera su interés por Genji, pero se compadece al recordar que es viuda y que no debería mantener contacto con hombres. De ahí su encierro en la mansión y su rechazo a muchos pretendientes, entre los que según Dezaki también se encontraba To no Chujo, el cuñado del protagonista: He renunciado a un sueño en vigilia, cual nieve que se funde en lo alto del monte… Consternada, sugiéreme todo lo que pudo ser y achaca lo que no es a la inexperiencia propia del joven… (Genji). El príncipe parece mostrarse contrariado por la contestación de Rokujō, aunque no podemos afirmar “si su sueño en vigilia” se refiere al frustrado amor por Fujitsubo o a un desánimo dramatizado por la frialdad de su tutora. En la segunda parte sí parece que Genji insta a Rokujō a imaginar cómo sería una relación con él, y achaca una eventual negativa a su excesiva juventud. Recordemos que la diferencia de edad entre los dos personajes es de siete años: Hasta los hombres que cumplen mil años pueden perder su gallardía… (Rokujō). Cada vez más vulnerable ante los encantos del que resplandece, Miyasudokoro resta importancia a la corta edad de Genji: Entonces el que viva diez mil veces ¿no estará tan perdido como el joven huérfano? (Genji). Abandonando la táctica de parecer inseguro, Hikaru le da la razón abiertamente a su compañera. El juego de seducción sigue:
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Hablar del tiempo inexorable y la pérdida de juventud… ¿Y qué hay de la infancia? (Rokujō). Es muy relevante percibir cómo Rokujō –quizá inconscientemente– hiciese suyo el problema de la edad, acomplejada al pensar que su mejor época ya había pasado. Sin embargo, decide dejar a un lado este factor y abordar otro de vital importancia: la problemática infancia de Genji, de la que sin duda le habrían llegado muchas habladurías. ¿Sería Rokujō conocedora de la afinidad que sintió y siente hacia su madrastra? ¿Quizá hace referencia a una educación moral dispersa que derivó en un comportamiento libertino?: Angustia, pasión, vergüenza… los rubores sobrevienen con el recuerdo. ¡Qué desorientación creer que los niños son inocentes y no sienten…¡ (Genji). Genji parece aceptar la puya y pretende hacer ver que ha cambiado. De cualquier forma, también se justifica argumentando que los niños, a pesar de que a veces se pueda olvidar, pueden llegar a ser sensibles a los elementos de su entorno. Recordemos aquí cómo en la serie el pequeño príncipe besa a Fujitsubo con apenas nueve años25: Conozco que Su Excelencia sintió hondamente durante su vívida infancia… (Rokujō). En efecto, parece que Rokujō es conocedora de todas las circunstancias que rodearon la infancia y juventud de Genji: Entonces el capullo quebrado por el frío y maltratado por la lluvia será la única flor bella que llegue a crecer… (Genji). Genji defiende con este bellísimo fragmento que, a pesar de su difícil infancia y de todas las frustraciones amorosas ulteriores, llegará a convertirse en un hombre recto y equilibrado. Rokujō pareció estar esperando escuchar esto:
25
Esto sucede durante el episodio uno llamado Hikaru no Kimi.
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Cruel el mundo que no permite a las flores ser bellas por siempre a voluntad… (Rokujō). Mediante esta metáfora la dama admite por un lado el hecho de que Genji es en efecto una flor hermosa, y, por el otro, lamenta no estar a su altura por ser mayor que él. Nótese cómo en apenas unas segundos la actitud de Miyasudokoro cambia de un tímido amago de rechazo a no sólo disculpar la “mala fama” de Genji, a no sólo creer en todas las promesas de cambio, sino a limitar la diferencia de edad y todos los complejos inherentes como único problema para iniciar una hipotética relación sentimental: Pues heme aquí delante de esa flor que amo… (Genji)26. Aquí el príncipe se preocupa de conjurar cualquier tipo de duda en Rokujō y admite frontalmente que la ama más allá de impedimentos menores. Después de este encuentro otros empezaron a sucederse y la pasión de la mujer se acrecentó cada vez más. En una de las citas, el muchacho decidió hacer una propuesta de amor oficial mediante un papel doblado por debajo del kicho27. Rokujō comprobó que no había nada escrito en él, a lo que Genji replicó que le fue imposible hallar las palabras adecuadas para declarar su amor desmedido. El cortejo siguió su curso cuando el príncipe manifestó el deseo de mostrarle un retrato que preparó para ella imaginando su rostro. A tal respecto debemos recordar que las reuniones entre la pareja se hacían siempre con cortinajes de por medio y a una distancia de protocolo, por lo cual los rasgos sólo se podían entrever más allá de la oscuridad de la noche y la semilimpidez de los visillos. En el momento que la viuda se acercó a la cortina para recoger el dibujo de la mano de Hikaru éste la sujetó por la muñeca sometiéndola y haciéndola suya. Hasta aquí el vacío narrativo cubierto valiosamente por Dezaki. A comienzos del episodio tres –llamado Yugao– Miyasudokoro ya aparecía consumida por el amor en los brazos de Genji. Tal vez fue una vulnerabilidad
26
Traducción propia. De función similar al más conocido biombo, se trata de unan cortina normalmente estampada y sujetada por una estructura de madera que servía para separar partes de una misma instancia. Su uso se extendió durante el periodo Heian. 27
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momentánea, pero la amante pronunció unas palabras que a la postre resultarían desacertadas: El amor alberga muchos misterios. Hasta hace poco, deambulábamos por distintos senderos… sin embargo, nuestros corazones se han buscado el uno al otro. Y ahora (…) después de pasar varias noches en tus brazos, siento como si hubiese atravesado esta vereda solitaria porque mi destino era encontrarte… Eso es lo que siento… ¿No me dirás “yo también siento lo mismo”…? Incluso si es mentira… por favor, dilo. A lo que el príncipe contestó: Yo también… quizá sienta lo mismo28. Durante este fragmento destaca un contrapicado donde Rokujō se aferra a la espalda de Genji, que parece un gigante enfermo de frialdad e indiferencia. El abismo comenzaba a mediar entre ambos, y tras el decaimiento en la pasión del amante sobrevino el interés por Yugao, a la sazón elemento sustitutivo o mero complemento emocional.
Fig. V. Lady Rokujō, enferma de amor, abraza a Genji. 28
Traducción propia.
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Mientras tanto, en el palacio de la Sexta Avenida, la servidumbre comenzaba a especular sobre la retrocesión en las visitas del príncipe. Una de las noches, mientras Rokujō paseaba por los pasillos, escuchó a una asistente pronunciar lo siguiente: nuestra señora no puede competir con una mujer más joven. Aquí se dio el estímulo definitivo para la aparición del ikiryō en la serie de Dezaki, que a partir de ahora empezaría sus archiconocidas tropelías. Como aportaciones principales destacan algunos diálogos breves en la línea de lo que llevamos visto. En el caso de Yugao, el ikiryō le transmite a Genji un mensaje antes de acabar con la muchacha: una bella flor está condenada a marchitarse, al igual que una luna llena mengua29. Se observa muy claro uno de los grandes quistes que fueron capaces de pervertir la moral de una persona recta: el complejo de creerse caduca y en conjetural desventaja con Yugao. Incapaz de resistir una comparación en la que apriorísticamente Rokujō vencía en todo pero que sin embargo acabó perdiendo, decidió erradicar, ilusa, el presunto origen del conflicto. Más tarde, cuando le llegó el turno a Aoi, el fantasma se presentó en su recámara afirmando que era una mensajera de ella misma, en clara alusión a la separación en dos partes diferentes de un todo anterior, pero que finalmente albergaban anhelos similares30. Por otro lado, la importancia del sueño como vía de escape del ikiryō cobra aquí una vital importancia. En el libro este hecho se deja entrever en varias ocasiones, pero no sabíamos cómo afectaba a la salud de Rokujō. Con Dezaki el personaje se muestra somnoliento por mucho que duerma, como si de alguna manera el espíritu la incitase a descansar para poder ser libre de su cáscara de vida. De este modo, si el fantasma arremete cuando sus víctimas son más vulnerables –durante el sueño– ¿por qué no iba a despertar en circunstancias parecidas? Al fin y al cabo al ser el ikiryō una manifestación pura del inconsciente tabú es coherente que surja mientras el contenedor duerme y desestructura su moral social. Apréciese aquí la relación con el psicoanálisis de Freud y sobre todo con su obra Interpretación de los sueños. Al fin y al cabo el sueño siempre ha sido reconocido
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Traducción propia. Recordemos aquí la influencia taoísta.
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como el “deseo del otro yo”: Los sueños son un reflejo alucinatorio de los deseos y por ende una vía privilegiada de acceso al subconsciente (Freud 2012: 82).
Fig. VI. El ikiryō sometiendo a Yugao.
4. Conclusiones. La tendencia de la Sexta Avenida
Rokujō no Miyasudokoro es trascendental en el concepto de fantasma japonés, pues configura el primer personaje sobrenatural complejo de la mitografía nipona. Lejos de los cuentecillos adoctrinantes que intentaban impedir a los niños acercarse a un rio al llegar la noche, el mensaje que trasciende a Rokujō es de un calado inmenso. Detrás de ella se esconde un frontal alegato pro-feminista, así como una crítica abierta al obtuso sistema de castas de Heian. Y es que, como hemos visto, a la mujer de nada le servía alcanzar una plenitud cívica o moral, disfrutar de la excelencia artística, o ser admirada por todo el mundo si ésta caía en los brazos del hombre equivocado. Cuan terrible podría ser vivir en un mundo hecho por y para hombres.
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La respuesta de Murasaki Shikibu a este contexto hostil fue escribir una obra magna donde quedase patente el desequilibrio de género. Su obsesión fue crear decenas de mujeres distintas pero patéticas a su modo, albergando cada una de ellas un conato de sí misma –Murasaki– en su caracterización. Rokujō, el paradigma de la desventaja hecho mujer, no soportó la situación como sí hicieron otras, quizá porque precisamente su mayor preparación la hacía más consciente del mundo que la rodeaba. Así, a la luz de los muchos agravios que Hikaru le dispensó creció el ente vindicador, aquel que se iría cobrando la deuda por tanto sufrimiento inoculado. Nótese la inviolabilidad de la estructura patriarcal por medio de la figura de Genji, que, en vez de ser el foco de las iras del fantasma, seguía constituyendo un objeto de deseo inalcanzable. Cuanto menos resulta paradójico. Con el paso de los siglos Rokujō se fue convirtiendo en un rasgo folclórico nacional, en una tendencia observable tanto a escala narrativa como en lo que respecta a la imaginería del fantasma –a partir de ahora el 90% de los espectros serían femeninos (Kalat 2007: 13) –. Pero reincidimos, su principal valor es que reivindica por medio de su situación y actos un contexto crítico para la mujer, un papel que el fantasma japonés irá ejerciendo según la consciencia que la sociedad demuestre de la problemática. Y esto no tiene mayor misterio; cuando una colectividad persigue un objetivo es normal que éste se reclame por medio de las distintas expresiones artísticas, pero para ello es requisito sine qua non tener consciencia de grupo. Es muy sugerente cómo tan sólo cuando la mujer japonesa vuelve a adquirir una posición social relativamente igualitaria, surgen soportes artísticos donde la profundidad de Rokujō se despliega en todo su esplendor. El Manga y el Anime son dos de los más potentes, y quizá por medio de su estudio se entienda mejor la forma en que el cuento de fantasmas japonés, ya sea literario o cinematográfico, ha tomado a este personaje como referencia –e influencia– para el aluvión de films J-Horror que han ido goteando desde la irrupción de Ringu en 1998. Si nos detenemos a reflexionar, casi en su totalidad usan fantasmas femeninos de largas cabelleras (Olivares 2005: 69) como demandantes de un cambio: el de una sociedad japonesa que al fin reconozca su histórico machismo y por fin impulse sus parciales intentos para revocarlo.
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5. Referencias bibliográficas
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Locuras detectivescas 157-170
LOCURAS DETECTIVESCAS EN LA DETECTIVE MIOPE DE ROSA RIBÁS1 Marina Bettaglio2 Locuras detectivescas en La detective miope de Rosa Ribás Resumen: En La detective miope la escritora española Rosa Ribás lleva a cabo una inversión paródica de las normas de la literatura detectivesca al crear una investigadora privada recién salida de una institución psiquiátrica. A diferencia de los métodos deductivos empleados por eminentes detectives del siglo XIX, Irene Ricart subvierte las leyes de la lógica al resolver el enigma del brutal asesinato del que fueron víctimas su esposo y su hija. Mientras su vista se va deteriorando progresivamente, esta detective tan peculiar logra desenmascarar a los culpables del doble asesinato y acabar con los asesinos en una trama circular marcada por la locura. Palabras claves: Rosa Ribás, literatura detectivesca, novela negra, locura, parodia. Questioning Rationality in Rosa Ribas’ La detective miope Abstract: In La detective miope, Spanish writer Rosa Ribás carries out a parodic inversion of the norms of detective fiction by giving voice to a private investigator, who has been recently released from a mental institution. Contrary to the deductive methods employed by eminent 19th century detectives, Ribás nearsighted private eye Irene Ricart subverts every law of logic to solve the enigma of her daughter and husband’s brutal killing. As her eyesight deteriorates, this unconventional detective unmasks a network of criminal activities, kills the killers and ends full circle in the same clinic where she originally was at the beginning of the novel. Key words: Rosa Ribás, detective fiction, noir fiction, madness, parody.
El racionalismo, la lógica, la observación, la investigación basada en un análisis frío y racional han sido elementos básicos del relato detectivesco. Desde su origen, es decir, desde que el escritor americano Edgar Allan Poe creara su famoso detective, Auguste Dupin, la literatura de género se ha caracterizado por la presencia de un astuto investigador cuya perspicacia y capacidad de observación le permiten percibir indicios clave para descifrar el misterio del crimen. Como ya señaló Jorge Luis Borges en los años cuarenta, el relato policíaco se rige por unas “leyes esenciales” es decir “el crimen enigmático y, a primera vista, insoluble, un investigador sedentario que lo descifra por medio de la imaginación y de la lógica, el caso referido por un amigo impersonal y un tanto borroso del investigador” (Borges 1975: 47). En palabras del autor argentino es
1
Fecha de recepción: 08/10/2015. Fecha de aceptación: 12/11/2015. Profesora Asociada, Departament of Hispanic and Italian Studies, University of Victoria, Victoria, Canadá; bettagli@uvic.ca. 2
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gracias a las facultades intelectuales del investigador, un hombre en general poco dado a la acción, pero gran observador, que lo que parece insondable logra ser entendido y, finalmente, explicado. Figura emblemática de detective que responde a las características evidenciadas por Borges es sin duda Sherlock Holmes, personaje creado por la pluma de Arthur Conan Doyle a finales del siglo XIX. Observador atento, dotado de capacidades deductivas fuera de lo común, el investigador londinense confía en la racionalidad y la lógica para desvelar la dinámica del delito y restablecer el orden violado por el acto criminal. Es luego su fiel ayudante, el doctor Watson, quien relata los informes y los publica. Desvelar un crimen y descubrir la verdad han sido el objetivo de la novela detectivesca clásica, un género que, según Gubern “nace precisamente durante el período industrial” (Gubern 1979: 9), es decir en una época de transformación de la sociedad en la que a los cambios productivos corresponden cambios sociales e institucionales. Se trata de años en los que se estructura un organismo policial que vela por la seguridad del cuerpo social, en un entorno urbano que va adquiriendo algunas de las características hodiernas. Fruto del positivismo, el género detectivesco se vale del método científico y de los últimos avances médicos y tecnológicos para desvelar la verdad. En palabras de Juan Paredes Núñez: “En su primera fase, la novela policiaca se basa fundamentalmente en la noción de razón. Se trata, en definitiva, de un juego intelectual a través de la interacción de esquemas del doble enfrentamiento, enigma-razón, crimen-justicia, ya sea la Justica, con mayúsculas, o el concepto que tiene de ella la ideología jurídica burguesa” (Paredes Núñez 1989:10). En la llamada “novela enigma” la resolución del misterio ocupa un lugar privilegiado, implicando al lector en un juego intelectual que lleva inevitablemente al descubrimiento del culpable que, tras una minuciosa investigación, en la mayoría de los casos es entregado a la justicia. En esta fórmula, el orden inicial, turbado por el evento delictivo, se restablece gracias a la inteligencia y la capacidad de observación del detective3. En este sentido, como ha señalado Ernest Mandel, el relato policial clásico No en balde en el contexto norteamericano el investigador privado se denomina “private eye”, utilizando un apodo que revela la preeminencia de la mirada en el proceso investigativo. 3
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tiene una clara función consolatoria, finalizada a la preservación del orden social burgués: “The detective story becomes the opium of the ‘new’ middle classes in the real sense of Marx’s orginal formula: as a psychological drug that distracts from the intolerable drudgery of daily life” (Mandel 1984: 70-71). Joan Ramón Resina en su estudio El cadáver en la cocina se hace eco de las ideas de Mandel afirmando que: “la novela policiaca despliega, junto a la ideología del grupo social que domina el espacio público, una función represiva que, a través de la conexión burguesa entre la ley y la opinión pública, deriva en última instancia del estado” (Resina 1997: 38). Sin embargo, el efecto reconfortante y narcotizante de dicha narrativa de género pronto será puesto en duda por escritores que desde diferentes perspectivas filosóficas cuestionan tanto la posibilidad de acceder a la verdad (Borges, Eco), como la probabilidad de que, debido al imperante clima de corrupción generalizada, pueda triunfar la justicia (Sciascia).
Aparecen así figuras
de “antidetectives” cuya tarea investigativa lleva a una “nonsolution” que refleja “the ambiguous perception of reality from the point of view of the detective” (Tani 1984: 112). Asímismo las complejas condiciones políticas y sociales exploradas en los relatos detectivescos derivan hacia un tipo de novela negra que se aleja de la “literatura de género y entretenimiento” (Vázquez Montalbán en Colmeiro: 9). Coincidiendo con el final de la dictadura y el principio de la Transición la literatura criminal se enriquece con tramas y escenarios más inquietantes que ponen en duda la fórmula tradicional, adquiriendo “la pluridimensionalidad de una obra abierta” (Vázquez Montalbán en Colmeiro: 9). Si bien en España, debido al pasado franquista, el auge del relato detectivesco es más tardío que en otros países, a partir de los años setenta se asiste a un inusitado boom de la literatura de género, con una serie de relatos que cuestionan las premisas fundamentales de dicho género al tiempo que reflejan las derivas criminales de la sociedad contemporánea desde una perspectiva comprometida o desde un prisma lúdico4. Alejándose de los esquemas convencionales, los relatos detectivescos y policiacos, desde la novela de misterio a la
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Mucho se ha escrito sobre los orígenes de la novela detectivesca en España, tratando de aclarar las responsabilidades del pasado franquista en la escasa valoración de dicho género y su auge a partir de los años setenta y ochenta. En particular se señalan las declaraciones de un veterano del género, Manuel Vázquez Montalbán (1989) y los estudios de Patricia Hart (1987), José Colmeiro (1994), Joan Ramón Resina (1997). Para abordar el tema desde una perspectiva de género resulta fundamental el estudio de Shelley Godsland (2007).
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novela negra, muestran una enorme variedad de situaciones, víctimas e investigadores denunciando actividades delictivas y corrupción institucional y policial. La literatura detectivesca se impone como testimonio postmoderno de los cambios sociales, políticos y culturales de un país en rápida transformación y “desvela los entresijos de una sociedad basada en la explotación, el consumo y en la marginalidad, como antaño la novela policiaca clásica se dedicaba a desvelar al asesino” (Madrid 1989: 20).5 Dentro de ambientes urbanos y postindustriales como la Barcelona postolímpica retratada por Manuel Vázquez Montalbán, se abren camino una serie de detectives que indagan eventos criminales al tiempo que revelan problemas candentes de la sociedad catalana y española. Uniendo aspectos costumbristas a una deformación paródica no exenta de ironía y cinismo, las novelas de género con frecuencia presentan situaciones esperpénticas en las que el detective, aunque se empeñe en un intento quijotesco de “enderezar entuertos”, no puede garantizar en absoluto el restablecimiento del orden social. En estos casos, en la trama de la novela negra “las aguas del crimen se encrespan al retratar las turbulencias de una sociedad corrompida, falta de justicia/moral parcialmente recuperada tras la intervención del detective” (López Martínez 2010: 253). Siguiendo tendencias tomadas de los países vecinos, Francia e Italia en particular, se desarrollan narraciones protagonizadas por un tipo de detective que “se ve siempre envuelto en la ambigüedad, representa un permanente conflicto entre la ley, es un ser marginal y con frecuencia apicarado que contempla la sociedad desde una postura crítica y amargada” (Colmeiro 1994: 265). Desde que Eduardo Mendoza en El misterio de la cripta embrujada (1979) presentara el estrambótico detective recién salido de una institución psiquiátrica, el género ha adquirido nuevos e interesantes matices, al tiempo que ha puesto en entredicho uno de los pilares de este tipo de narración, es decir la presencia de “una racionalidad totalizante, encarnada en el detective o en un personaje equivalente” (Resina 1997: 109). Haciendo balance del auge de la novela de género el comisario de “Barcelona Negra” afirma: “La llegada de la democracia a la calle supuso la llegada de novela negra a los bolsillos de los españoles” (Camarasa 2008: 12). 5
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Si la presencia de una mente lúcida y racional ha sido considerada esencial para el desarrollo de una investigación, la narradora protagonista de La detective miope de Rosa Ribás, así como el innombrado detective creado por Mendoza, representan una inversión paródica de dicho postulado.6 Con un guiño al camaleónico, esperpéntico y picaresco detective mendocino, Ribás crea una parodia camp de la novela negra al presentar las estrambóticas investigaciones de una detective cuya característica más sobresaliente, además de su paso por una institución psiquiátrica, es la falta de vista y la tendencia a resolver los casos a partir de referencias literarias. Con un amplia dosis de humor negro, la escritora barcelonesa afincada en Alemania, tras el éxito de sus novelas policiacas y multiculturales protagonizadas por una inspectora de policía hispano-alemana, da voz a una detective privada marcada por un trastorno de la vista7. Según indica el título, la narradora protagonista, Irene Ricart, “viuda de un policía. Y detective privada” (Ribás 2014: 13) es un personaje atípico dentro de la literatura de este género, en el que la inteligencia y suspicacia del investigador se apoyan en la capacidad de observación que emana de su mirada atenta, casi voyerística. En oposición a los detectives privados americanos, conocidos como privates eyes, Irene sufre de una debilitante miopía progresiva, efecto del estrés postraumático causado por el asesinato en circunstancias misteriosas de su esposo Víctor, agente de Mossos d’Esquadra, y de la hija de ambos, Alicia, de siete años de edad. Enloquecida por el dolor de la pérdida de su familia, Irene, tras agredir a una amiga que trataba de consolarla, es internada en una clínica psiquiátrica. Sin perder su habitual sentido del humor, la protagonista empieza entonces un dudoso proceso de curación que finalizará al encontrar a los autores del doble homicidio.
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La primera edición de La detective miope data de 2010; todas las citas provienen de la edición Debolsillo publicada en 2014. 7 Rosa Ribás, conocida sobre todo por sus novelas policiacas, ha obtenido gran éxito de público y de crítica por la trilogía Entre dos aguas, Con anuncio y En caída libre protagonizadas por la inspectora de la policía de Francfurt Cornelia Weber-Tejedor, de madre gallega y padre alemán. Sus novelas Don de lenguas y El gran frío, escritas a cuatro manos con Sabine Hofmann, invstigan hechos criminales en el asfixiante clima de la España de los años cincuenta a partir de las investigaciones de la periodista barcelonesa. Es asimismo autora de novelas históricas como El pintor de Flandes y de intriga como Pensión Leonardo, y de la hilarante Miss Fifty, en la que la superviviente de un cáncer de pecho se transforma en heroína urbana gracias a sus superpoderes.
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Según narra, su personal investigación arranca casualmente el día en que durante una pausa en un banco del jardín de la institución psiquiátrica, encuentra fortuitamente una revista en la que aparece un titular llamativo “¿Sabes que entre tú y cualquier persona en el mundo hay como mucho seis grados de separación?” (Ribás 2014: 24). Impresionada por esta idea, la detective privada elabora un plan simple y eficaz para encontrar a los asesinos de sus seres queridos, convencida de que:
Si entre cualquiera de los 6500 millones de seres humanos que pueblan el planeta –con un aumento de 80 millones anuales, más o menos la población de Alemania— se puede establecer una relación que no tiene más de cinco intermediarios, es decir un máximo de seis grados incluidas la persona de partida y la de llegada, también entre los casos de investigación, que no son más que productos humanos, tiene que ser igual. (Ribás 2014: 42)
Esperanzada por el inusual descubrimiento, finge una conducta ejemplar y al cabo de cuatro meses logra convencer al personal médico de su total recuperación. Guiada por la teoría de los seis grados de separación elaborada por el norteamericano Duncan Watts, al salir de la clínica Irene encuentra trabajo en una agencia investigativa del Poble Sec, Detectives Marín, con la intención de:
averiguar quién mató a mi marido y a mi hija, quién les disparó en ese terraplén en la Carretera de las Aguas cuando volvían de la casa de los padres de Victor. Quién le dejó a él muerto en el suelo al lado del coche en el que Alicia, nuestra hija, quedó malherida en el asiento del copiloto. No estaba muerta. Murió una semana después en el hospital. (Ribás 2014: 37)
Dado que en siete meses las fuerzas del estado no han logrado identificar a los autores del homicidio, Irene decide dejarse guiar por el azar. A partir de una serie de premisas tragicómicas, la narración se orienta hacia el humor negro, en una trama paradójica que no deja espacio al sentimentalismo ni a la indagación psicológica. Personaje poco dado a la introspección, Irene rehúye las relaciones interpersonales, las
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amistades y la intimidad. Blindada en su dolor, se convierte en un ser marginado que se empeña en aparentar una estudiada normalidad para llevar a cabo su personal tarea investigativa. Gracias a su intuición, logra cerrar en tiempo record todos los casos que se le encargan, mientras trata de desentrañar la maraña de indicios que cree que la llevarán a desvelar la identidad de los asesinos de su esposo y de su hija. Acuciada por el tiempo y una vista que no deja de deteriorarse, mientras su mirada se hace más borrosa, se dedica a resolver cinco casos no exentos de elementos estrambóticos en los que, obviamente, nada es como parece o como Irene quisiera que fuera. Se trata de investigaciones que se originan en el entorno familiar o profesional de las personas indagadas, en las que cada personaje esconde una doble vida bajo las apariencias de una anodina normalidad. A medida que va avanzando en sus pesquisas, Irene entra en contacto con un inframundo de personajes pintorescos. El seguimiento de un anodino contable, Jaume Peyró, la pone en contacto con su pareja, una ex actriz porno aquejada de alopecia, Aurora Claramont, cuyo mayor anhelo es ser cantante, y con el ex productor de esta, Roque Reina, conocido traficante de droga. El caso del director de una filial bancaria, Màrius Rovira, que sospecha ser hijo ilegítimo de un padre de origen africano, ofrece la posibilidad de analizar los cambios acontecidos en los establecimientos del casco antiguo del Prat, donde los negocios familiares van desapareciendo. La droga vuelve a cruzar el camino de Irene cuando un ocularista llamado Jordi Gasull, preocupado por la desaparición de su cliente Federico Sotelo, “un abogado con un solo ojo” (Ribás 2014:10), pide ayuda a Detectives Marín para investigar su paradero. El mundo del travestismo hace también su aparición a raíz de un caso de absentismo laboral, cuando el dueño de una hamburguesería encarga el seguimiento de un empleado, Kono Berger, que se disfraza de una antepasada suya, la princesa hawaiana Lili’Uokalani, en un club nocturno. Finalmente, la desaparición de unas arañas venenosas de un laboratorio revela la doble la traición, elemento fundamental de la novela. Sin tener que merodear por los barrios bajos de Barcelona o mezclarse con el mundo del hampa, Irene se sumerge en un submundo que se esconde prudentemente detrás de la normalidad pequeño burguesa, mientras ella va construyendo su propia trama investigativa. Juntando pistas e indicios aparentemente insignificantes, la detective miope
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intenta vincular entre sí todos los casos mientras asiste impotente al progresivo deterioro de su vista. Desde el principio se dedica a “busca[r] las señales que me indicaran qué tenía que ver ese caso con el mío” (Ribás 2014: 41). Con gran empeño construye su propia tela de araña, enriqueciéndola con particulares fantasiosos para lograr que cada detalle encaje en su imaginario rompecabezas. Si bien los casos que le toca investigar nada tienen que ver con la desaparición de sus seres queridos, este personaje algo quijotesco logra dotarlos de sentido hasta dar con los verdaderos autores de dicho delito. A petición de un “mayorista catalán de tejidos” (Ribás 2014: 38), muy preocupado por los errores de contabilidad del hijo, al que hace vigilar, sospechando “que se haya metido en drogas” (Ribás 2014: 39), Irene se mueve por las calles de la ciudad catalana y sus alrededores, enfrentándose a personajes y situaciones paradójicas que reflejan, a través de una deformación grotesca, la realidad urbana de la España de los primeros años de la crisis. Desde la ironía la novela envuelve al lector en una serie de enigmas que evidencian el perdurar de ciertas actitudes machistas de la burguesía mercantil catalana, dando fe de la trasformación del tejido social y productivo, y mostrando el aspecto multicultural de la ciudad, así como la corrupción policial. La actividad investigativa realizada por el servicio de Detectives Marín pone en evidencia una sociedad cambiante dentro de un ámbito pequeño burgués que Irene se empeña en relacionar con la desaparición violenta de sus seres queridos. Aún sabiendo que los detectives privados no investigan casos de homicidio, confía en la teoría de los seis grados de separación para dar con el paradero de los asesinos. Por eso se implica personalmente en cada investigación, continuando su indagación en el pasado de los protagonistas aun cuando todos sus misterios parecen haberse aclarado. Como suele ocurrir en las novelas negras, en las que debido a la corrupción generalizada los detectives actúan al margen de la ley guiados por sus propios criterios de justicia, Irene se reserva la facultad de intervenir personalmente en los casos y obrar según sus criterios personales, aun en contra de los intereses de sus clientes. Empujada por la venganza y por su propio código de honor, va más allá de lo que las investigaciones propiamente dichas requieren. Cuando lo considera necesario, rompe las reglas más elementales del seguimiento y se familiariza con las personas que está vigilando,
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reservándose siempre la facultad de entregar el mínimo de información a sus clientes con el fin de no dañarlos o perjudicar a la persona objeto de la investigación. Haciendo alarde de cinismo, declara su absoluta falta de empatía, solidaridad y compasión hacia el próximo, lo cual crea un efecto irónico, ya que en más de una ocasión sus acciones desmienten sus afirmaciones. Mientras observa la actitud de justiciero de su “noble compañero” Rodrigo Carrasco, subraya su extrañeza por sus causas, reivindicando con autoironía su propia falta de altruismo (Ribás 2014: 30). Así, por ejemplo, explica que la denuncia de un vecino por violencia doméstica no fue dictada por razones humanitarias, sino por puro interés personal:
si envié fotos a la policía en las que se veía cómo el vecino de un bloque contiguo golpeaba a su mujer, no fue por defenderla –eso debería haberlo hecho ella misma– sino porque los gritos no me dejaban dormir y me molestaban en las horas del día que dedicaba a leer biografías de actores muertos. (Ribás 2014: 52-53)
Descartando cualquier reivindicación de género, la protagonista hace alarde de gran cinismo al tiempo que trata de sobrellevar el inmenso dolor de la pérdida y el sentimiento de culpa que la acompaña como madre, viuda y en definitiva, como superviviente. A través de interjecciones y comentarios metanarrativos, despoja su actividad investigativa del glamour de los detectives de ficción, mostrando en cambio los aspectos más prosaicos de su profesión. En su narración aparecen frecuentes alusiones a la cultura popular, al mundo de los superhéroes y del cine de acción, desmarcarndo con ello la conducta de la protagonista de comportamientos arquetípicos y rompiendo así las espectativas creadas por la cultura de masas. Asímismo las referencias literarias, tanto a textos de literatura juvenil, como la serie del corsario negro de Salgari, o a obras del teatro del absurdo como La cantante calva de Ionescu, o los cuentos de Cortázar juegan un papel importante dentro de la novela, ofreciendo pistas significativas para la resolución de enigmas o añadiendo un comentario irónico sobre las situaciones investigadas.
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El primer caso, el seguimiento de un joven de veinticinco años, Jaume Peyró, el hereu, heredero de un mayorista de tejidos, la lleva a intimar con la pareja de éste, Aurora Claramont, una actriz de porno alopécica –conocida en el ambiente artístico con el alusivo seudónimo de Honey Horney– deseosa de transformarse en cantante, que el joven contable esconde en su casa, al amparo de la indiscreción paterna. Con clara alusión a la pieza de Ionescu, la trama detectivesca incorpora elementos más propios del teatro del absurdo que de una novela policiaca propiamente dicha. Cuando este caso se resuelve sin mayor complejidad, desvelando que los errores del joven Peyró pueden ser atribuidos a sus desvaríos sentimentales, su padre, quien encargó la investigación, se declara satisfecho de comprobar la hombría de su hijo, afirmando: “Todo empresario catalán que se precie ha tenido una querida a la que le ha puesto un piso. En estos tiempos ya se sabe que la crisis no da para más y hay que tenerla en casa, pero la tradición sigue viva” (Ribás 2010: 59). Dicha explicación, que demuestra el perdurar de ciertas actitudes machistas de la pequeña burguesía catalana, pone de manifiesto la ingenuidad del padre, dispuesto a dejarse engañar por las someras explicaciones de Irene que, una vez entregado su escueto informe, sigue indagando en la vida de este personaje, en apariencia tan anodino, para encontrar algo que lo relacione con la muerte de su esposo y de su hija. Su atención entonces se centra en asuntos de droga, ya que el apuesto contable, como tantos estimados profesionales, encubría una desarrollada afición por la cocaína, y el esposo de Irene, Victor, trabajaba “en la unidad de estupefacientes de los Mossos d’Esquadra” (Ribás 2014: 83). Debido al hecho que cada pieza tiene que encajar en el ilusorio rompecabezas que va armando, Irene hace malabarismos mentales para sustentar su teoría, y en su afán investigativo pone inadvertidamente sobre aviso a los verdaderos autores materiales del crimen, los colegas de su marido, a los que recurre para pedir información sobre potenciales delincuentes. Para aclarar la situación legal de Roque Reina, el rocambolesco proveedor de droga de Peyró y ex productor de películas porno protagonizadas por Aurora, se dirige a los que considera fieles compañeros de trabajo de su difunto marido: Ramón Ferret y Valentín Juárez, dos agentes de la sesión narcóticos de los Mossos d’Esquadra, que durante años compartieron despacho y calle con Victor.
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Mientras tanto, agudizando sobremanera su deteriorada vista y su instinto, se dispone a disipar las dudas del director de una filial bancaria del Prat de Llobregat, un hombre con cara de Axolotl, muy preocupado por su origen. Otra vez la detective miope encuentra rápidamente la solución del misterio ya que:
la miopía degenerativa causada por el shock de la muerte de Victor y Alicia no agudizó mis sentidos por separado, sino que configuró un sistema de percepción más complejo, más inteligente al integrar una percepción extremadamente veloz de las relaciones causales y las redes que éstas entretejen. (Ribás 2014:119)
Gracias a estas renovadas habilidades investigativas, en poco tiempo deduce que la extrañeza de los rasgos somáticos de Màrius Rovira se debe a un trastorno endocrino progresivo, es decir, un caso de acromegalia, la misma enfermedad que padeció Cortázar. En el mismo momento en que se desmienten las sospechas de su cliente, preocupado por “lo que parecía considerer el peor de los destinos imaginables, haber sido mulato toda su vida sin saberlo” (Ribás 2014: 129), se confirma su ilegitimidad, ya que durante un falso reportaje Irene, disfrazada de reportera, entiende que Rovira es hijo del droguero, Quimet Camps, con el que su madre solía bailar en las verbenas. Irónicamente, por tanto, las sospechas del director bancario resultan ser en parte ciertas, detalle que Irene prefiere no revelar, atendiendo a una máxima de su invención según la cual “no hay respuesta más inútil que la de la pregunta que no se ha puesto” (Ribás 2014: 127). En la ironía de la relación entre preguntas y respuestas, entre falsos indicios y pistas que se interpretan como verdaderas se desenvuelve una novela caracterizada por un juego de espejos tras el que se ocultan indicios desconcertantes. Confiando en su renovado instinto investigativo, la detective miope se pregunta al resolver cada caso: “qué tenía que ver conmigo” (Ribás 2014: 119). A falta de indicios concretos que puedan relacionar los asuntos familiares y laborales de sus clientes con el asesinato de sus familiares, recurre a una interpretación deformada de la realidad. Constantemente “en busca de una señal” (Ribás 2014: 128), vincula el tercer caso, la extraña desparición de un abogado mujeriego enganchado a la cocaína, Federico Sotelo,
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con el seguimiento de Peyró, ya que gracias a la complicidad del director de la filial bancaria descubre sospechosas coincidencias en sus cuentas. Al encontrar pruebas inequívocas del fallecimiento del abogado, en este caso, su ojo de vidrio, Irene no tiene más remedio que informar a la policía y así revela al jefe del marido Ramón Ferret su teoría investigativa. Aunque este último no duda en desconfiar de sus elucubraciones afirmando: “Lo que cuentas no tiene ni pies ni cabeza” (Ribás 2014: 171), Irene no se deja desanimar ya que, según explica “no dudaba de mi capacidad de juicio, ni de mis dotes de análisis, dudaba de lo que veía. Por la miopía” (Ribás 2014: 175). Cuando descubre que la están siguiendo, extrema las precauciones y en el siguiente caso, su imaginación se dispara, distorsionando su percepción de los hechos. Mientras se encarga de averiguar los motivos del absentismo laboral de un vendedor de hamburguesas, Kono Berger, artista con doble vida que por la noche interpreta el rol de una reina hawaiana en un club de transformistas, Irene llega a creer que está siendo vigilada por agentes de la CIA. Su locura detectivesca la pone finalmente en contacto con los verdaderos asesinos de Victor y Alicia, en el momento en que ya se “había dado cuenta de que se trataba de un delirio” (Ribás 2014: 277). Gracias a una serie de circunstancias fortuitas, Irene logra salvarse de las dos emboscadas urdidas por los compañeros de trabajo del marido que, preocupados por los documentos incriminadores que este último había conseguido, quieren eliminar un potencial testigo. La intervención providencial de su compañero Rodrigo Carrasco le permite llevar a cabo su venganza. Cegada por el dolor, se toma la justicia por su mano apretando el gatillo para eliminar a uno de los autores materiales de los homicidios, Ferret. Al terminar la investigación de su propio caso, Irene, que se había lanzado quijotescamente a toda una serie de aventuras rocambolescas, demuestra la falacia de su método investigativo, al tiempo que confirma la teoría de los seis grados de separación. Si bien es verdad que los casos que va resolviendo nada tienen que ver con la muerte de sus familiares, es indudable que Irene ya conocía a los asesinos, habiendo entre ellos menos de seis grados de separación. Aunque el móvil del crimen no se termina de aclarar, el último caso, la desaparición de unas arañas venenosas de un laboratorio, revela que “Sólo te puede traicionar quien te está cerca” (Ribás 2014: 281).
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En un contexto social en el que no es posible contar con la “imparcial objetividad de la justicia” (Savater 1983: 11) Irene descarga su ira contra el traidor, aunque el precio a pagar será el retorno a la institución psiquiátrica. Aunque logra vislumbrar las actividades delictivas que su esposo trató de contrarrestar, no puede sin embargo averiguar el alcance de la trama criminal ni asegurar forma alguna de justicia. Su vendetta privada no pone fin a la corrupción institucional. Al acabar con la vida del autor material del doble asesinato, es devuelta a la institución psiquiátrica desde la que relata sus pesquisas. Si, como hemos visto, en las novelas detectivescas tradicionales la resolución de un caso se configura como una partida de ajedrez en la que el acumen del investigador, junto a su capacidad de observación, le permiten reconstruir la dinámica del crimen, en la novela de Ribás la justicia y la lógica no están destinadas a triunfar. La exploración de la realidad social pone al desnudo un microcosmo camp que se oculta tras la pátina de normalidad de la clase media catalana. Mientras tanto, amparada por algunos integrantes de los Mossos d’Esquadra, se desarrolla una potente actividad/trama delictiva de proporciones internacionales dedicada al tráfico de estupefacientes y a la trata de menores con fines de explotación sexual, trama relacionada con el asesinato del marido y la hija de Irene. A diferencia del relato detectivesco clásico que ve el triunfo de la lógica y la justicia, en la paradójica trama circular de La detective miope la protagonista, tras recuperar la vista y la cordura es devuelta a la institución psiquiátrica donde cumple su condena.
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NAHUI OLIN: UNA MIRADA LÚCIDA1 Rocío Luque2 Nahui Olin: Una mirada lúcida Resumen: Nahui Olin, una de las artistas más versátiles y más bellas del México de los años veinte, tras un periodo fecundo de producción poética y pictórica, sufrió una progresiva etapa de marginación, en la que acabó por ser tildada simplemente como “loca”. En este estudio, a través del análisis de la palabra “locura” en el sentido filosófico del término, observamos cómo Nahui compartió en efecto todos los aspectos de este fenómeno, mostrando en realidad, sobre todo en Óptica cerebral, una mirada acerca de la concepción de sí misma, de la condición femenina y de la creación intelectual, sumamente lúcida. Palabras clave: Nahui Olin, Óptica cerebral, locura, poesía, mujer. Nahui Olin: A lucid gaze Abstract: Nahui Olin, one of the most versatile and beautiful artists of Mexico’s twenties, after a fruitful period of poetic and pictorial production, suffered a progressive stage of marginalization, in which she will be branded simply as “crazy”. In this study, through the analysis of the word “madness” in the philosophical sense, we see how Nahui indeed shared all aspects of this phenomenon, showing reality, especially in Óptica cerebral, a gaze about the conception of oneself, the status of women and intellectual creation, extremely lucid. Key words: Nahui Olin, Óptica cerebral, madness, poetry, woman.
1. Nahui Olin: varia locura
Según Platón, la locura buena, es decir, la que no es una enfermedad o una perdición, se ha concebido de dos maneras distintas: como inspiración o don divino; o como amor hacia la vida y la tendencia a vivirla de manera simple. El primer significado es el que le atribuyó Platón en el Fedro, afirmando que los mayores bienes fueron dones divinos recibidos por medio de una locura. Esta se manifiesta de cuatro maneras: la locura profética, la locura purificatoria, la locura poética y la locura amorosa. Esta última se conecta con el segundo significado de la palabra, en base al cual la locura es el amor hacia
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Fecha de recepción: 1/12/2015. Fecha de aceptación: 19/12/2015. Profesora Contratada, Dipartimento di Lingue e letterature, comunicazione, formazione e società, Università degli Studi di Udine, Udine, Italia; rocio.luque@uniud.it. 2
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la vida en su simplicidad, de manera contrapuesta a la sabiduría artificiosa y a la ciencia de quien sabe hacer todo menos vivir y amar (Abbagnano 2011: 798)3. Nahui Olin4 (1893-1978), una de las artistas más versátiles y una de las mujeres más bellas de México, que vivió los mejores años de este país latinoamericano, los veinte5, posee todos los aspectos de la locura en el sentido filosófico del término. Y no es una casualidad si Elena Poniatowska, en su colección de ensayos Las siete cabritas (2006), la coloca junto con otras grandes mujeres que comparten con ella el signo que acarrea la locución española “estar como una cabra”: Frida Kahlo, Pita Amor, Nahui Olin, María Izquierdo, Elena Garro, Rosario Castellanos y Nellie Campobello. Si la locura profética se concibe como la capacidad divinatoria, Nahui la manifestó desde temprana edad. Su maestra del Colegio Francés de San Cosme, Marie Louise Crescence, una monja que conservaba Las flores del mal de Baudelaire en su devocionario y era conocedora de Voltaire, Lamartine y Rousseau, afirmó: “Esta niña es extraordinaria. Todo lo comprende, todo lo adivina, su intuición es pasmosa. A los diez años habló el francés como yo que soy francesa, y escribía las cosas más extrañas del mundo, algunas completamente fuera de nuestra disciplina religiosa” (Poniatowska 2006: 63). Nahui, de hecho, desde su pupitre escolar escribió unos textos sorprendentes para su edad, que fueron publicados bajo el título A dix ans sur mon pupitre 6 (1924) por la editorial Cultura. En ellos manifiesta una extraordinaria precocidad intelectual y una sed
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El Elogio de la locura (1511) de Erasmo de Rotterdam es la mayor defensa de este segundo significado del término. 4 María del Carmen Mondragón Valseca, conocida como Nahui Olin, fue una mujer y una artista que transgredió los valores opresivos de la sociedad mexicana de las primeras décadas del siglo XX. Hija del general Manuel Mondragón y de Mercedes Valesco, una mujer sensible que inculcó en sus hijos el amor a la pintura y a la música, nace el 8 de julio de 1893 en Tacubaya, Ciudad de México. Su infancia y su juventud transcurrieron entre México, París y San Sebastián, a causa de los acontecimientos políticos que involucran al padre, educándose en los mejores colegios. Desde muy pequeña, Carmen se rebeló en contra de los preceptos y la disciplina tradicionales impuestos por su madre (Rosas Lopátegui 2010: 87). 5 Son los años en los que el escritor y político José Vasconcelos, junto con todos los artistas de la época, concibe un país que se levanta de las cenizas de la Revolución Mexicana gracias al acto de la creación y a la convicción de que el arte es de todos. 6 Esta obra, así como Câlinement je suis dedans, fue traducida por mí al español bajo el título A los diez años en mi pupitre y publicada, de manera parcial en las ediciones de Patricia Rosas Lopátegui Feminine Transgression. Transgresión Femenina (2010) y Óyeme con los ojos. De Sor Juana al siglo XXI. 21 Escritoras mexicanas revolucionarias, vol. 1, ( 2010); y de manera íntegra en Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención (2011).
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insaciable de conocimiento, plantea sus deseos de independencia, libertad y anhelos creadores, y pone en tela de juicio la opresión del ser femenino en la sociedad patriarcal7. La locura purificatoria es la que permite alejarse del mal por medio de una iniciación, que en Nahui pasa por los ojos, puesto que son estos órganos los que le permiten iniciarse al mundo y los que permiten que los demás se inicien a ella. Sus ojos, de un verde que se intuye hasta en las fotografías en blanco y negro, son de un erotismo brutal, casi violento, y son capaces de capturar la atención de cualquiera que se cruce con su mirada:
¿Qué tienen esos ojos? La atrapan. Adriana vuelve a mirar. Los ojos se apoderan de ella, diabólicos, igual que años atrás le ocurrió a Tomás Zurián y antes todavía al Dr. Atl, a Diego Rivera, a Carlos Chávez, a Edward Weston, a Raoul Fournier, a Antonio Garduño, a Matías Santoyo, a Eugenio Agacino, el capitán de navío, y ¿por qué no?, a Manuel Rodríguez Lozano. Entre todos, sin embargo, el general Manuel Mondragón fue el primero; a él, antes que a nadie, sedujo el resplandor de ese par de soles, de incendios, de infiernos. Esa niña impredecible, de bucles rubios, berrinches y pataletas, esa criatura suya, encarnación de Luzbel, el ángel caído. ¿Qué tienen esos ojos? En medio del pasmo, Adriana Malvido tarda en encontrar la respuesta. Un hecho resulta ya innegable: Adriana es víctima de Nahui Olin. “Estás enahuizada”, le dice Carlos Payán. (Poniatowska 2006: 61)
La locura poética es la que está inspirada por las musas, pero, en el caso de Nahui, la musa es ella. Posó para los fotógrafos Edward Weston8 y Antonio Garduño, quien en 1927 realizó una Exposición de Desnudos con las fotografías que le tomó en la azotea de su vivienda. Diego Rivera la retrató como la musa de la poesía erótica, Erato, en su mural La creación (1922), en la Escuela Nacional Preparatoria; la puso con uno de sus ojos enormes y con tupidas pestañas bajo un sombrero de fieltro en el fresco Día de muertos (1923), en la Secretaría de Educación Pública; y la volvió a representar con un collar de
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En este sentido, nos recuerda a otra gran escritora mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz, que, más de tres siglos antes, en Primero sueño (1692), manifestó las mismas inquietudes. 8 Edward Weston, que ya había fotografiado a Tina Modotti, afirmó, acerca de los retratos que le realizó a Nahui Olin entre 1923 y 1926, que eran los mejores que había hecho en México (The Metropolitan Museum of Art, web).
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perlas en medio de unos personajes de la burguesía porfiriana en Historia del teatro en México (1953), en el Teatro de los Insurgentes. El Dr. Atl, alias del vulcanólogo Gerardo Murillo, no solo la amó, sino que la retrató en una serie de pinturas que celebran el ardor de sus ojos. Y también Gabriel Fernández Ledesma, Roberto Montenegro, Ignacio Rosas, Antonio Ruiz “el Corzo”, se desempeñaron en ella. La locura amorosa es propia de quien aspira al recuerdo de la belleza ideal y del ser auténtico y al amor libre de prejuicios. En este sentido, cabe señalar que Nahui, pese a encontrarse en un país con tantos tapujos como México, se asumió sexualmente y todo lo remitió a su cuerpo, del que admiraba las nalgas y la boquita de corazón, y a sus ardores, convirtiéndose en una maestra de la insinuación. Inicialmente contrajo nupcias con el cadete y aprendiz diplomático Manuel Rodríguez Lozano9, pero el matrimonio fue un fracaso por la definida actitud homosexual de él y porque Nahui decidió ir al encuentro del amor y del arte con el Dr. Atl, tras el regreso del matrimonio a México. El pintor la bautizó con el nombre con el que se la conoce, Nahui Olin, que alude a una fecha mágica en el calendario náhuatl: el cuarto movimiento del Sol. Junto con el Dr. Atl, vive su periodo más fecundo: en el convento de La Merced pintan, escriben, fotografían, crean, bailan, conviven con la comunidad artística y asisten a las reuniones de intelectuales10. Nahui recibía a los amigos desnuda, con una bandeja bajo sus senos y servía así sus copas de elíxires fecundantes. Lola Álvarez Bravo afirma que “Nahui siempre decía que tenía sus bebedizos para tener a todos los hombres embrujados y a todo el mundo a sus pies y que sus menjurjes y sus hierbas eran infalibles” (Poniatowska 2006: 76). La tormentosa relación se interrumpe en 1925. En 1933 se enamora del capitán Eugenio Agacino, quien inspira muchísimas obras de estilo naif de la artista, pero que muere tempranamente tras un año a causa de unos mariscos en mal estado. A partir de su muerte, Nahui entra en una progresiva etapa de aislamiento 11 y, aunque participa en varias exposiciones, su actividad se vuelve más esporádica. Su 9
Es singular la manera en la que Nahui escogió a su esposo: lo vio desfilar y le pidió a su papá que se lo regalara (Poniatowska 2006: 65). 10 El espíritu libre de Nahui quedó registrado en las cartas que le escribió al Dr. Atl y que este recogió en el libro Gentes profanas en el convento (1950). 11 El sentimiento de soledad se acrecentó conforme fueron muriendo todos sus amigos: Tina Modotti en1942, José Clemente Orozco en 1949, Isabel Villaseñor en 1953, Frida Kahlo en 1954, María Izquierdo
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posición irreverente provocó que su producción literaria y artística fuera marginada y ella estigmatizada por las buenas conciencias. Como señala Rosas Lopátegui, “A partir de entonces, los actos de Nahui se encasillan en ‘la locura’. Su libertad resulta incómoda. Su sinceridad hiere. Provoca un colapso de valores. Su sexualidad se enfrenta a la hipocresía. ‘Está loca’, dicen, es más fácil ver así a la mujer que decide su propia vida” (2010: 88). A Nahui, así como a Platón, lo que le interesaba era lo que el alma consigue y no consigue decir, y donde el decir no es suficiente, se abre la oscuridad del presagio y del enigma. La sexualidad pertenece al enigma y el enigma a la locura.
2. Óptica cerebral: varia lucidez
Nahui Olin publicó en total, a lo largo de su vida, cuatro libros: Óptica cerebral. Poemas dinámicos (1922), Câlinement je suis dedans (1923), A dix ans sur mon pupitre (1924) y Energía cósmica (1937), pero en esta ocasión y en defensa de su locura, hemos decidido ocuparnos de la primera, ya que no solo constituye, a nuestro parecer, una evolución adulta de la obra que compuso a los diez años, A dix ans sur mon pupitre12, sino que en ella la autora muestra una mirada sumamente lúcida de sí misma, de la mujer y de la humanidad. Nahui Olin, con esta antología de poemas y textos de prosa poética, es capaz de transformar, tal y como se comenta en el siguiente fragmento que apareció en ocasión de la publicación de la obra, la óptica cerebral en una pictórica cerebración:
Ofrecemos a nuestros lectores las primicias de un libro extraño y bello –un libro rutilante, pasional, escrito con violencia– en el que las cosas de la vida están vistas cósmicamente, un libro que desde su título, Óptica cerebral, es sugestivo, acusa la característica esencial de la obra –pictórica cerebración. Las apocalípticas visiones. Producto de una sensibilidad exquisita. Nace a la vida del arte con una obra muy personal. (Sin autor 1922: 26)
en 1955, Diego Rivera en 1957, el Dr. Atl en 1964, David Alfaro Siqueiros en 1974 y Rosario Cabrera en 1975. 12 Véase el artículo de nuestra autoría Luque 2011: 569-575.
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Nahui Olin, en esta obra, se coloca a sí misma en una posición intermedia entre el alma y el cuerpo. Según una óptica estructuralista, la cultura es como una gran estructura morfosintáctica, por lo que podemos considerar el cuerpo, bajo todos los sentidos, un signo tanto lingüístico como antropológico. En un conocido pasaje platónico del Crátilo, de hecho, se atribuye precisamente esta índole significativa al cuerpo, si bien la traducción más inmediata de la palabra (soma) con que se le define, ha llevado a la idea de que el cuerpo es prisión y tumba (sema) del alma (Platón 2000: 129). Como podemos observar en los siguientes versos, Nahui considera la materia del cuerpo, en todas sus declinaciones culturales (escultura, pintura y música) como una verdadera prisión del espíritu:
Encontrando garabatos mezquinos las artes como modo de expresión que son partos del espíritu encerrando su dolor de inexpresión en contorsionados monos que llaman esculturas, en colores que son el exterior de las cosas, sin ser ellas, sin ser la expansibilidad del espíritu que busca la expresión de esos colores, que llaman cuadros, de esos sonidos que llaman música y que son rugidos de fiera domesticada en la jaula de la materia que encierra la expansibilidad del espíritu. (Expansibilidad, 66)13
Según Michel Foucault, además, el cuerpo ha ido constituyéndose cada vez más, a lo largo de los siglos, como un nudo de relaciones de poder y de saberes paradójicos entre la inflación discursiva y la esencia de la sustancia, tanto que un cuerpo ya no es sólo un cuerpo, sino una multiplicidad de estratos, prácticas y discursividades corpóreas (Foucault 2001: 150). Nahui, de hecho, considera el cuerpo no solo la tumba del alma, sino y sobre todo, de la mujer, como podemos apreciar a continuación, en donde el cuerpo llega a transformarse en una cárcel, una mortaja de nieve o un cáncer:
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Las referencias a los poemas de Nahui están sacadas de la antología Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención de Patricia Rosas Lopátegui, por lo que en cada caso, citaremos, entre paréntesis, el título del poema y la página correspondiente.
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El crimen macho de las generaciones es engendrar el espíritu y la carne, y dentro de la carne el espíritu, y de la carne y el espíritu a la humanidad, que es la vergüenza de una impotencia, en su forma más humillante. […] El crimen de la ola roja de las generaciones es la rebeldía del espíritu encarcelado en la impotencia de la materia. (Las generaciones en bestiales crímenes, 61) Bajo la mortaja de leyes humanas, duerme la masa mundial de mujeres, en silencio eterno, en inercia de muerte, y bajo la mortaja de nieve […] pondrán en actividad su alma encerrada, en nieves perpetuas, en leyes humanas de feroz tiranía. (Bajo la mortaja de nieve duerme la Iztatzihuatl en su inercia de muerte, 63-64) El cáncer de nuestra carne oprime nuestro espíritu sin restarle fuerza, es el cáncer famoso con que nacemos –estigma de mujer– ese microbio que nos roba vida proviene de leyes prostituidas de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos. (El cáncer que nos roba vida, 70)
Como afirma Nahui en toda su producción, cuerpo y alma son entidades incompatibles, y es que en la base de dicha inconmensurabilidad subyace un oxímoron que constituye el fulcro de toda literatura epistemológica, es decir, entre el finito y el infinito. En sus poemas, el espíritu es un infinito que determina el centro de un sistema solar que se alimenta gracias a la fuerza cerebral:
No hay nada más interesante que el mundo que llevamos dentro –no hay nada más ilimitado que nuestro espíritu, y no debemos buscar ninguna otra fuerza o potencia para vivir o para producir: hay que fecundar en sus propias entrañas y dar a luz. (Supremo egoísmo, 61) Es imposible traducir en términos, en palabras, los fenómenos maravillosos de nuestro espíritu, porque son concepciones enormes que sólo tienen vida en nuestro mismo infinito –y son concepciones infinitas concebidas únicamente para el infinito de nuestro espíritu. (Las ondas etéreas, 66) El infinito que es la evolución asombrosa e imprecisable del espíritu, es un misterio de fuerza creadora […] y cada espíritu es un sistema solar mayor o menor, que vive en el único infinito: su evolución continua y creadora, cada vez multiplicada en fuerza, en comprensión y en óptica cerebral. (El misterio de lo infinito en la evolución del espíritu, 67)
Dado que el cuerpo no puede contener el alma, la única manera para aprehenderla es comprenderla: “Y es indiscreción encantadora la comprensión que nos revela todo, que
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no permite dueño de cosa alguna porque todo es únicamente del que lo comprenda y nuestro mismo espíritu poseerá y será poseído de lo que comprende y de los que lo comprendan, y es la posesión derecho único de la comprensión de todo” (Posesión, derecho único de la comprensión de todo, 69). Como podemos observar, la posesión se transforma en una correspondencia biunívoca. En las Láminas órficas, procedentes de tumbas de Grecia, se dice del iniciado que se muere de sed, que solo el agua fría que sale de los pantanos de la memoria pueden aliviársela. Es así como la memoria devuelve el alma a su naturaleza divina de la que el cuerpo la tenía separada (Galimberti 2007: 27). Y si la memoria, como principio primero del conocimiento, está a la base de la cultura, asistiremos al espectáculo de un alma, la de Nahui, que se muere de la sed de saber y de crear:
Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed / de esos mundos nuevos / que voy creando sin cesar, / y de las cosas / y de los elementos, / y de los seres, / que tienen siempre nuevas fases / bajo la influencia / de mi espíritu y mi cuerpo que tienen siempre loca / sed; inagotable sed, de inquietud creadora, / que juega con los mundos nuevos / que voy creando sin cesar / y con las cosas que son una, y que son mil. // […] Y de esa sed admirable nace el poder creador – / y es fuego que no resiste mi cuerpo, que en continua renovación de juventud de carne y de espíritu, es único y es mil, pues es insaciable sed. // Y mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed… (Insaciable sed, 56-57)
Si la vista es el órgano generalmente asociado al conocimiento, la “loca sed” que siente Nahui pasa también por los ojos, que para ella son “el elemento máximo, el sol de todos los sistemas solares” (Ojo, elemento humano, 65). Los ojos de Nahui ven y son vistos continuamente, como los de una pintora y los de un retrato, pero si cuando realiza la acción alivia su sed, cuando la recibe es víctima de la corporeidad, pues no la miran, solo la ven:
El verde de oblicuos agujeros, que de un rostro es lo que todos miran –y los que los miran no saben por qué se extrañan y miran dentro con el solo deseo de mirar, y sólo ven, y sólo saben, y sólo creen que son Verdes Agujeros Oblicuos que se
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ven sin mirar el rostro y que recuerdan piedras verdes […] y sólo miran su belleza, su apariencia, y en su intenso color verde de enigmática fuerza, no penetran la potencia de expresión, la vibratoria inquietud, la constante rebeldía de un espíritu, de un cerebro en acción dotado de millares de fibras microscópicas, sensibles al contacto de todo átomo viviente, en toda su materia, en toda su esencia, tal cual es él mismo en su sustancia y, sobre todo, y con mayor interés a través de su interpretación cerebral, viviendo en segundos, eternidades, […] el espíritu de un ser; encerrado en sus complejidades en densidades de verdes de oblicuos agujeros. (El verde de oblicuos agujeros, 59-60)
La vista solo es posible, además, gracias a la luz, que, en base a la alegoría platónica de la caverna, se asocia generalmente al conocimiento. En Nahui, la luz que emana su espíritu se convierte en ‘luz-idez’ mental 14 : “[…] y es esa luz de amor cerebral que envuelve todo en belleza, de esa luz producida por el fuego del motor de dinámica inextinguible que parece en su monumental fuerza encarnar el humano espíritu” (La dinámica inextinguible del motor de fuego que produce luz-el sol, 65). Los valores del cuerpo son impedimentos de los que hay que liberarse porque la esencia del hombre se realiza verdaderamente cuando el cuerpo duerme (gracias al onirismo) o está por morir. Gracias al cerebro, la materia se consume (“[…] la fuerza asombrosa del dinamismo cerebral que consume la materia y obtiene mayor desarrollo en lo llamado inteligencia o más bien fuerza equilibrada maravillosamente”, Amargura, 58) y la carne se electriza (“[…] descarga eléctrica de nuestro cerebro que como rayo, fulmina, electriza la misma carne para que sufra la acción de la emoción cerebral que es la posesión de felicidad indecible porque entra en lo ilimitado, en lo eterno que es el propio espíritu”, Posesión, derecho único de la comprensión de todo, 69). Podemos, por consiguiente, injertar la figura de Nahui en la larga tradición occidental que, desde Pablo de Tarso hasta Martín Heidegger, cuenta la historia de un espíritu que se alimenta y vive de la muerte de todo aquello que es corpóreo, natural, empírico, transeúnte, por lo que la condición de su vida es que cada uno de nosotros mire seriamente a la cara a la muerte (Galimberti 2006: 195). Solamente en este “ser para la
No es una casualidad si la palabra “lucidez”, del latín lucidus, significa ‘cualidad de lúcido’, es decir, ‘claro en el razonamiento’ (DRAE, 2014: web). 14
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muerte”, pues, se halla la realización del espíritu y, al final de la obra, Nahui llega a escribir su lápida: “Independiente fui, para no permitir pudrirme sin renovarme; hoy, independiente, pudriéndome me renuevo para vivir” (Sobre mi lápida, 72)15.
3. Conclusiones
Cuando Nahui murió en 1978 por una insuficiencia respiratoria, no hubo una sola esquela ni un obituario, nadie la recordó. Ya en los setenta Nahui era conocida como “la Polveada”, “la Loca”, “el Fantasma del Correo” porque transitaba por Tacuba y San Juan de Letrán o “la Dama de los Gatos”, porque solía darles de comer a los gatos en la Alameda. También la llamaban “la Perra”, “la Mano Larga” y “la Violadora”, porque siempre fue, según los decires, ninfomaníaca y todavía a los ochenta y cinco años, cuando lograba subirse a un autobús o a un tranvía, les metía mano a los jóvenes pasajeros (Poniatowska 2006: 88). Nadie sospechaba que detrás de esa mujer, que pasaba sus días sentada en la Alameda, con la cara pintada a rayones y las medias caídas, vendiendo sus fotografías de desnudos de cuando era joven16, se escondía una leyenda. Solo algunos lograron verla verdaderamente, como el poeta Homero Aradijis que, cuando la conoció en la Alameda, se dijo: “Este es un personaje literario, un personaje poético. Ya desde la actividad que estaba haciendo en la Alameda, no era una loca común que me inspiraba miedo: era una loca poética. [...] Nahui es el tipo de personaje que la sociedad destruye porque es de una inocencia totalmente desinhibida, sin compromisos, sincera” (Poniatowska 2006: 82-83). O como Tomás Zurián Ugarte, quien, a partir de 1993, cuando organizó la exposición Nahui Olin, una mujer de los tiempos modernos, empezó, gracias a su labor, a rescatarla del olvido:
Junto a la imagen de putrefacción del cuerpo, se da también la de la marchitación: “El inmenso dolor que reside en el corazón, marchita el cuerpo sin ablandar el espíritu en su intenso deseo” (Dolor que marchita el cuerpo, 71). 16 La novela Nahui (2005) de Pino Cacucci empieza precisamente con la escena de ella que vende sus fotos fuera del Palacio de Bellas Artes. 15
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Abriste el camino a mujeres como Frida Kahlo, Isabel Villaseñor, María Izquierdo, Benita Galeana, Aurora Reyes, María Asúnsolo, Magda Donato y tantas otras que caminaron con dignidad y talento por los campos que tú roturaste, a costa de la maldición que sobre ti cayó y que despiadada te persiguió aún más allá de la muerte, propiciando un cruel olvido. Pero tu paso seguro, pleno de convicciones, no permitió que te dieran alcance la ignominia, el desprecio y la incomprensión, y saltaste a otra dimensión donde creaste la cultura del aislamiento y del silencio, la introspección, el diálogo contigo misma; entraste en una seductora intimidad con tu desbordante mundo interior. (Zurián 1993: 48)
El enajenado no es el que vive fuera del mundo, sino aquel que en la enajenación ha encontrado la única manera posible de estar en el mundo (Galimberti 2006: 75). Nahui no solo estuvo fuera del mundo racional, sino que ella misma, gracias a su mirada, fue el centro de un mundo interior mucho más lúcido, al que los que no saben mirar, sino solo ver, no tienen acceso.
4. Referencias bibliográficas
Abbagnano, Nicola. 20117. Dizionario di filosofia. Torino: UTET. Cacucci, Pino. 2005. Nahui. Bologna: Feltrinelli. Foucault, Michel. 2001. “Potere e corpo”. Il discorso, la storia, la verità. Interventi 19691984. Ed. Mauro Bertani. Torino: Einaudi. 149-155. Galimberti, Umberto. 2006. Parole nomadi. Milano: Feltrinelli. __________. 2007. Il gioco delle opinioni. Milano: Feltrinelli. Luque, Rocío. 2011. “Entre cuerpo y alma fluyen las palabras: A los diez años, en mi pupitre de Nahui Olin”. Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención. Ed. Patricia Rosas Lopátegui. Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León. 569-575. Platón. 2000. Crátilo. Milano: Rizzoli.
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Poniatowska, Elena. 20064. “Nahui Olin: la que hizo olas”. Las siete cabritas. México: Era. RAE, Diccionario de la Real Academia Española. www.rae.es. [4 dic. 2015]. Rosas Lopátegui, Patricia. 2010. Feminine Transgression. Transgresión Femenina. California: Berkeley Press. __________. 2010. “Nahui Olin”. Óyeme con los ojos. De Sor Juana al siglo XXI. 21 Escritoras mexicanas revolucionarias. Ed. Patricia Rosas Lopátegui. Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León, vol. 1. 84-111. __________. (ed.). 2011. Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención. Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León. Sin autor. 1922. “Óptica cerebral (Poemas dinámicos) de Nahui Olin (Carmen Mondragón)”. Azulejos: 26-27. The Metropolitan Museum of Art. http://metmuseum.org/collection/the-collectiononline/search/283281. [4 dic. 2015]. Zurián, Tomás. 1993. “Evocación”. Memoranda 23: 48.
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La educación de niñas amuzgos 183-204
LA EDUCACIÓN DE NIÑAS AMUZGOS EN EL ESTADO DE OAXACA (MÉXICO)1 Anita Gramigna2 La educación de niñas amuzgos en el estado de Oaxaca (México) Resumen: Este trabajo es un resumen de la investigación realizada durante los años 2010-14 entre el pueblo Amuzgo de San Pedro de Oaxaca 3 . El escrito, para el que se utilizan instrumentos etnográficos, se propone como objetivo reflexionar acerca de la formación, los procesos de construcción del conocimiento y sobre el valor cognitivo y epistemológico de la relación (LéviStraus 1978: 48). Proponemos una obra de autohermeneusis, de análisis de la direccionalidad de los puntos de vista, de descubrimiento de los presupuestos implícitos, de verificación de los procesos científicos en la investigación. Por esta razón la nuestra es una aproximación de tipo hermenéutico. Palabras clave: Epistemología, formación, relación, hermenéutica, etnografía, conocimiento. The Education of Amusgos Girls in the State of Oxaca (Mexico) Abstract: This essay presents the results of the research we carried out on the Amusgo people of San Pedro, in Oxaca, between 2010 and 2014. This work, for which we use ethnographic instruments, aims to reflect on the formation, on the processes of building knowledge, and on the cognitive and epistemological value of the relationship (Lévi-Straus 1978: 48). We suggest a written piece of auto-interpretation, by analysing the points of view, the implicit premises and the scientific processes of research. For this reason, our study perspective is hermeneutic. Key words: Epistemology, formation, relation, hermeneutics, ethnography, knowledge.
1. Introducción
Son ya algunos años, en diversos viajes y estancias de estudio o académicos, que transito por estos paisajes culturales. Estuve un largo período sabático en Oaxaca, antes, después y durante el cual pude realizar muchas y repetidas visitas al mundo indígena, y en particular al pueblo amuzgo, entre los Tzjon Non, el pueblo de los tejidos. Fueron estancias académicas sucesivas durante las cuales conviví con algunas comunidades
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Fecha de recepción: 10/09/2015. Fecha de aceptación: 05/10/2015. Profesora Titular de Pedagogía General, Departamento de Humanidades, Universidad de Ferrara, Ferrara, Italia; grt@unife.it. 3 El estado de Oaxaca está situado al sureste de México. Colinda al norte con Veracruz y Puebla, al este con Chiapas, al oeste con Guerrero y al sur con el océano pacífico. 2
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indígenas del estado de Oaxaca. Por ello el trabajo consiste en un análisis de la educación que adquieren las niñas amuzgo mientras aprenden a tejer sus huipiles, símbolo de su identidad lingüística y cultural. Se trata de un saber abstracto que se construye en la práctica concreta y en un conocimiento sistemático que artísticamente representa una visión del mundo. Los huipiles son formas de conocimiento organizados según una precisa visión del mundo y de acuerdo a una estructura compleja que requiere de saberes geométricos, matemáticos, religiosos. Un pensamiento que es místico, y también social, abstracto, lírico y ritual, y que está en estrecha relación con la naturaleza. Se sabe 4 que este pueblo llegó procedente de las islas más alejadas del Pacífico buscando una tierra donde establecerse. Nn `anncue, que es el nombre con el que se les conoce, significa “en medio del mar”. Los Nn `anncue llegaron a la costa del hoy estado mexicano de Oaxaca y empezaron a desplazarse para llegar al lugar que sería su patria, pero lo hicieron acosados, perseguidos y amenazados por un águila con dos cabezas5. El mito del águila bicéfala constituye un claro ejemplo de conservación y reproducción de su tradición histórica y cultural a través del tejido. En éste se narra el mito de los orígenes a través de la escritura no alfabética. Su escritura originaria, de la que los tejidos son una huella, era jeroglífica. Desde siempre estas comunidades son famosas por la calidad artística de sus tejidos y la finura de las imágenes que los decoran. Los habitantes del poblado de San Pedro Amuzgos, quizás la municipalidad amuzga más grande de Oaxaca, se llaman a sí mismos Tzjon Non, que significa “pueblo de tejidos, hilo delicado, ovillo”. Hoy esta actividad es la más importante fuente de ingresos de las familias que, hasta hace pocos años, vivían una economía basada solamente en la agricultura. Normalmente es la mujer la que teje y que se dedica a todas las labores domésticas, además del cuidado de los hijos, mientras que el hombre se ocupa de la agricultura; pero dado que el comercio de los tejidos representa una fuente cada vez más importante de ingresos, desde hace algunos años muchos hombres dedican también parte de su tiempo a tejer. La práctica del tejido se
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Este relato lo escuché, con variaciones poco significativas, de diferentes personas, incluido Odilón. El águila bicéfala representa uno de los motivos menos claros entre el artesanado indígena en el estado de Oaxaca, pero lo encontramos también en el pueblo amuzgo del estado de Guerrero y en Guatemala. Se trata de una figura difícil de ejecutar que requiere cierto nivel formativo. 5
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inicia a temprana edad; vi a niñas de cuatro años jugar con su pequeño telar y tejer pañuelos más o menos regulares con el algodón de desperdicio. Pero la educación formal empieza hacia los seis años y se vuelve más exigente y estructurada a los ocho años de edad. Al principio la niña debe aprender a colocar los bastones que formarán su pequeño telar con la cintura que correrá en torno a sus flancos; luego a ampliar el tejido, a preparar la trama, y finalmente a tejer figuras simples. Suele ser la madre la encargada de enseñar a las pequeñas el difícil arte del tejido, luego de una explícita solicitud, pero con frecuencia es la abuela quien a lo largo del tiempo ha adquirido las técnicas más finas y que recuerdan el significado de los símbolos ancestrales. Es a través de este conocimiento complejo que las mujeres muestran en sus propias indumentarias la identidad individual, su pertenencia étnica, la adhesión cultural a los valores de su comunidad. Lo tejidos de los Tzjon Non son construcciones simbólicas de la vida social, espiritual, educativa. Son una técnica de conservación de su cultura, testimonio de un conocimiento integral que comprende las instancias históricas, biológicas, artísticas, matemáticas, geométricas, filosóficas. La trama de estos tejidos es lógica y refleja una manera de vivir. El gobierno de cada comunidad se deposita en un consejo de ancianos; cada autoridad se ocupa de una tarea precisa que va desde la seguridad hasta el juicio sobre algunas disputas, y al mantenimiento de los espacios públicos. Otro grupo de personas importantes, principales, son los mayordomos, quienes se ocupan de cuidar, cada uno, una imagen sagrada, un Cristo, una Virgen, o un Santo, llevándoles velas y flores, y cuidando de sus vestimentas. Estos mayordomos organizan las fiestas religiosas del patrón del que se ocupan llevando, con frecuencia, la carga económica que implica. Existen orgaizaciones espontáneas de ayuda mutua entre parientes y amigos que permite a todos los miembros de la comunidad atender los problemas más urgentes y organizar la festividad del santo que está bajo su cuidado. Las más comunes enfermedades se atienden en casa con la farmacopea tradicional y de acuerdo a los principios de la medicina ancestral. Algunos padecimientos, por ejemplo el espanto6, requieren de la intervención especializada de un experto, el curandero, quien es un sabio y médico tradicional, al que
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Se trata de una especie de choc producido por un susto que bloquea al alma de la persona en el mismo sitio en que sucedió el choc.
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llaman tzan t’ì o tzan kalwa, que se sirve de ritos especiales. Asistimos a una ceremonia de curación de un espanto: la curandera recitaba fórmulas especiales y quemaba hierbas purificadoras exactamente en el lugar donde la señora afectada por el espanto había encontrado una serpiente muy venenosa. Al término de la ceremonia ofrecieron comida y bebida tradicionales. Las ceremonias fúnebres duran 80 días, al término de los cuales se piensa que el difunto ya llegó al lugar donde reposan los muertos: el Mictlán. Las mujeres son sepultadas con todos sus huipiles7 y sus joyas. Las muchachas se casan entre los 15 y los 17 años, los chicos un par de años mayores. Son familias que, aconsejadas por el sacerdote, concertan los matrimonios, pero esta costumbre está cambiando hacia una cierta libertad de parte de los jóvenes que, no obstante, deben contar con la aprobación de sus padres. La religión recoge creencias prehispánicas en un profundo sincretismo con el cristianismo del cual se exhaltan los valores que sostienen todas las prácticas cotidianas. Las ceremonias tienen un carácter propiciatorio y siguen el ritmo de la agricultura, o el de la caza, o del ganado. Todo está permeado por un gran sentido de trascendencia que representa solamente el escenario en el que se “teje” la relación con lo espiritual8. Oaxaca es uno de los estados más ricos del mundo en cuanto a diferencia cultural: son 16 los grupos entolingüísticos (cfr. Anaya 1987). Las comunidades indígenas son famosas por la calidad de sus productos artísticos y por una artesanía que dentro de su extraordinaria variedad es considerada por algunos como la más bella del mundo. Las culturas indígenas de Mesoamérica, particularmente la Amuzga, son muy delicadas, ricas y complejas que no pueden ser valoradas ni medidas en términos de “civilidad” o “progreso”, porque éstas son categorías de lectura inadecuadas para captar su peculiaridad; tampoco se pueden definir por los índices de escolaridad, ni en general, con nuestros parámetros socioculturales.
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Son trajes tradicionales elaborados en el telar de cintura en tres piezas unidas con un delicado bordado a mano. La parte principal, llamada pechera, es la que lleva los adornos más elaborados. 8 Numerosos testimonios de lo que suscintamente hemos descrito se pueden encontrar en el Museo Comunitario Amuzgo di Xochistlahuaca, en el estado de Guerrero.
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He estudiado la educación “tradicional” que reciben las niñas en la comunidad y que se compara con la instrucción formal otorgada por el Estado en las escuelas primarias bilingües. Éstas deberían enseñar la lengua indígena de la comunidad en la que reside la escuela y también el español. Para esto, en el año 2000 se instituyó en Oaxaca la Escuela Normal Bilingüe e Intercultural con la intención de formar maestras y maestros capaces de trabajar tanto en una de las 16 lenguas indígenas –la lengua madre del docente–, como en español. En el estado de Oaxaca son dos millones los habitantes que hablan una lengua indígena (Blancas 2010). He analizado también las prácticas educativas que determinan la cotidianeidad y el desarrollo formativo de las niñas, para obtener un concepto acerca del conocimiento y de la formación de carácter holístico que pretende ser una sabiduría marcada por un rasgo espiritual. La educación de las pequeñas se considera mucho más importante que la de los varoncitos porque se piensa que las mujeres están más cerca que los hombres de “la fuente del espíritu” que es Dios. Son las mujeres, de hecho, quienes dan la vida, quienes hacen nacer a los niños, los guían en sus primeros momentos formativos y quienes se ocupan de su educación. “Por esto, porque está más cerca de la fuente de energía divina –nos asegura una joven madre– la educación de las niñas es mucho más severa y vigilada, porque las mujeres deben tener un conocimiento mayor, deben saber más cosas”. Existe un Dios único, que es el gran espíritu, El Taa, que anima, con su propia energía vital, Zatzrom, a todas las cosas y seres del mundo. La caracterización epistémica de esta educación, me parece que está dada por su altísima densidad relacional. Es ésta la característica de la gnoseología amuzga. El saber, para los amuzgos9, es sabiduría, o bien una relación interactiva de compenetración con el mundo, mediante un conocimiento profundo de la energía divina que lo anima y que anima, sin solución de continuidad, a todos los seres vivientes, los elementos del mundo natural, los objetos. Este pueblo practica ritos prehispánicos en honor de las fuerzas de la naturaleza, como en tiempos de la agricultura original. Las imágenes y los símbolos de tales ritos son representados en los tejidos, que fungen como texto escrito, conservación y divulgación cultural (Frutiger
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El pueblo amuzgo vive en los estados de Guerrero y de Oaxaca. En este último, la población se concentra en las comunidades de San Pedro Amuzgo y de Santa María Ipalpa.
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1981). Con esta práctica, las niñas aprenden la matemática en forma aplicada, pero a partir de la cosmovisión de su pueblo. La manera de contar, clasificar, medir, está estrechamente vinculada con el contexto natural y cultural. No existe una enseñanza abstracta ni mecánica de los números, de las formas y de su relación con el espacio. El tejido, arte entre los más antiguos del México precolombino, es la actividad educativa principal para las niñas amuzgos, porque involucra contenidos, prácticas y valores de su identidad cultural y –ésta es mi tesis– condiciona y forma su cognición específica.
2. La perspectiva epistemológica y la metodología
Estas páginas son el resultado de una búsqueda de la epistemología que se sirve, entre otros, de los instrumentos de búsqueda de la etnografía y que nos impone una mirada “cualitativa” sobre un mundo, en todos sentidos, muy lejano de nosotros, de nuestra lógica y de nuestras tradiciones educativas. Las micronarraciones que recogí a lo largo de numerosas entrevistas estructuradas y semiestructuradas representan un hermeneuin, un anuncio que debe ser interpretado, para llegar al proceso cognitivo (cfr. Vattimo 1989, 1994). Por tanto, el fondo epistemológico (cfr. Gadamer 1972, 1973) es hermenéutico. He tratado de establecer una relación dialógica con la realidad que estábamos indagando, una interacción entre preguntas, a veces también calladas o sólo sugeridas, y respuestas: un diálogo vuelto hacia la integración de los respectivos horizontes de significado 10. Por este motivo la aproximación adoptada valora una estética de tinte etnográfico, porque ha buscado precisar el valor heurístico de la diferencia, de lo cotidiano, de lo cercano, así como de la familiaridad, de lo extraordinario, de lo lejano (cfr. Valleriani 2003). Estudiar el fenómeno educativo en este sentido implica necesariamente identificar la diversidad y la naturaleza de las relaciones entre ellos, en la determinación trans-formativa de los eventos que tienen relevancia formativa, de las situaciones, de los sujetos, de las comunidades … Una epistemología que interpreta la formación, lato sensu, en tanto que
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Aquí vemos clara la lección de Gadamer, que sirve de trasfondo a nuestra reflexión.
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relación entre diferencias, a la luz del paradigma intercultural, como su principal instrumento de trabajo. O sea, para una reflexión pedagógica que tiene grandes repercusiones sobre lo pragmático de la acción y del proyecto educativo, en un desarrollo circular teoría-práctica sin solución de continuidad. Se trata de una hermenéutica epistemológica, o bien (cfr. Escolano Benito y Gramigna 2004), de una lectura de la procesualidad dinámica que es la relación y que subyace a la educación. La muestra de entrevistados estuvo compuesta de alrededor de 40 personas de las cuales 35 tejedoras (5 ancianas y 10 niñas, 20 adultas) y 5 personas que desempeñan roles diversos en la comunidad de San Pedro Amuzgos. Los entrevistados fueron escogidos en base al perfil que nos interesaba para fines de investigación o para la comprensión de ese particular contexto educativo. Entrevisté a tejedoras con sus hijos, con sus maridos y sus familiares. Las interrogué sobre el significado de aquellas bellísimas figuras que, en su lengua, significan “símbolo”. Conversé con maestras y maestros, así como con los coordinadores de los maestros indígenas, a los que agradecemos, con las autoridades académicas y colegas antropólogos que nos abrieron muchas puertas. Particularmente tuvimos el apoyo, la mediación y la ayuda de Odilón Merinos, joven experto de tejidos amuzgos, al que previamente tuve como estudiante y que nos introdujo en los secretos, en la lengua (cfr. Stewart y Stewart 2000) y en la cultura amuzga de la comunidad de San Pedro. Los amuzgos pertenecen al grupo lingüístico Savizaa, emparentada con el Meteco, el Cuicatero y el Trique. Se trata de una lengua tonal; esto significa que palabras semejantes tienen significados diferentes según el nivel, o tono de la voz. Los sonidos son menos importantes que la melodía. Es en la melodía que se distingue el sentido de un discurso, de una frase o de una simple palabra11. Para los europeos la lengua presenta 11
El artículo 2, par. A. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, modificada en abril del 2001 reconoce el derecho de los pueblos indígenas a la propia autoeterminación y, en consecuencia, a preservar y enriquecer su lengua, junto a todos los elementos que caracterizan su riqueza cultural. Específicamente, la Ley General de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (marzo 2003) fue promulgada para “proteger” y “promover” las lenguas indígenas consideradas como patrimonio cultural de la Nación. Según el artículo 8 de dicha Ley, ninguna persona podrá ser discriminada a causa de la lengua que habla. Cfr. INALI: 2008. Base de datos. México: Dirección de Tecnologías de la Información, Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. http://www.inegi.gob.mx (Consulta: Marzo 2008); http://www.iadb.org/sds/ind/ley/leyn/datamap.cfm (Consulta: Mayo 2008).
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muchas dificultades de pronunciación, entre otras cosas porque con frecuencia las palabras empiezan con consonantes diferentes de lo que sigue. Muchos indígenas –gran parte de los adultos– no hablan ninguna de las lenguas europeas, en el mejor de los casos, los niños que van a la escuela primaria bilingüe conocen un poco el español. La traducción al español que nos hizo Odilón fue, por tanto, esencial. Existen cuatro variantes de la lengua Amuzgo: septentrional, meridional, bajo y alto oriental. Las personas entrevistadas pertenecen a este último grupo linguístico que se ubica territorialmente en el estado de Oaxaca. Recogimos muchos documentos que fueron catalogados y estudiados a la luz de su contexto cultural y de las implicaciones educativas que nos podían sugerir. Fueron entrevistas estructuradas y semiestructuradas de autonarraciones, historias de vida, figuras, tejidos, vestidos, rebozos e instrumentos para el tejido y para hilar y dardar el algodón; en fin, materiales, pigmentos e insectos para dar color a los hilos de algodón. La atención al detalle específico, a lo singular y peculiar de los datos es quizás la nota importante de esta primera fase de la investigación, que se basó en un andamiaje de tipo inductivo orientado a formular y reformular por aproximaciones sucesivas las interpretaciones. El levantamiento de datos consistió en: observaciones y anotaciones sistemáticas, el volver a los lugares investigados para controlar las interpretaciones y para sucesivas profundizaciones que, poco a poco, se hacían necesarias. Las tecnologías adoptadas fueron: diario de campo, rejillas de observación de las manufacturas, indicios para las entrevistas, fichas para el análisis de los documentos y las informaciones obtenidas. Los datos fueron estudiados tanto en su singularidad simbólica y fenomenológica, como en la perspectiva sistémica socio-antropológica de su pertenencia cultural e histórica. Con frecuencia me di cuenta que aún en la diversidad de los hallazgos y documentos, existían recurrencias que parecían significativas. Creímos que tales recurrencias podrían constituir principios narrativos de explicación de los fenómenos que estábamos estudiando. Los detalles se han examinado en su valor cualitativo, lo que significa que privilegié las relaciones de significado que podían sugerir esos datos. Poner atención a las cualidades de los fenómenos implica concentrarse en las relaciones de sentido que unen los datos en un conjunto significante. Estoy consciente de que la
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operación que definimos como “hermenéutica aplicada” es artificial, que representa una construcción tecnológica (cfr. Geertz 1987, 1995, 2001). He tratado de recoger el sentido de las representaciones compartidas por los miembros de la comunidad amuzga de los Tzjon Non, la cual nos ha hecho partícipes de su saber, al menos hasta donde nuestra extranjería lo permitió.
3. El saber maravilloso
No existe una escuela o un centro artesanal donde se enseñe institucionalmente el tejido de cintura. El aprendizaje se da en casa, de acuerdo a la práctica del aprender haciendo; las indicaciones y los ejemplos se transmiten oralmente porque no existen escritos o diseños de procedimientos a reproducir. El proceso requiere la adquisición técnico-teórica de diferentes niveles de complejidad. Al principio la niña aprende a tejer figuras pequeñas (ljeii cach’uu) que se caracterizan, además de sus dimensiones, por la sencillez de su ejecución. Estas figuras son normalmente: la luciérnaga (cat’cuee) compuesta de seis triángulos dispuestos de tal manera que dejan en el centro un espacio de tejido-fondo de la misma dimensión y forma. Luego está el pedazo de jabón (ta xapo), la piedra (tatsjo’), el sapo (tyosaa), el escarabajo de agua (ljeii catsua’ ndaa), por citar los más comunes. La niña debe aprender ante todo el valor simbólico de lo que representa, y el proceso de abstracción que exige su representación sobre el tejido, lo que significa aprender nociones matemáticas esenciales, específicamente geométricas, a distribuirlas en el espacio conforme a un orden preciso, para dar vida a secuencias significativas en el plano del contenido, o bien en el plano propiamente estético. Pero dado que no toma apuntes ni ejecuta diseños previos, la niñita aprende a memorizar antes que a representar las figuras, a partir, obviamente, de las más simples; es decir, las llamadas primeras figuras (ljeii na yolcuch’ uu). La primera figura que la niñita aprende a tejer es casi siempre una especie de escarabajo de agua (catsua’ ndaa) compuesto de dos triángulos. La serie numérica de la composición prevé una pauta relativamente fácil de hacer que va del uno al cinco (primer triángulo) y viceversa, del
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cinco al uno (segundo triángulo). La pequeña empieza tejiendo en la trama uniforme un hilo colorado, luego dos, tres, y luego vuelve a comenzar la serie dejando un espacio en el tejido. Esto se da, normalmente, hacia los seis años, pero todavía antes ya debió aprender a tejer una trama de color uniforme. No todas las niñas llegan, a través de los años, a tejer los símbolos más complejos, esto depende de su capacidad cognitiva. De hecho, de acuerdo a lo que nos dijo Odilón acerca de las tejedoras ancianas que trabajan con él, ellas aprendieron, tejiendo, a contar, a medir, a hacer operaciones matemáticas complejas y diseños mentales geométricos admirables. Las tejedoras ancianas, consideradas como verdaderas artistas, con frecuencia no conocen ni la escritura –menos la de los números– ni la lectura. El aprendizaje se da por imitación y bajo la tutela de tejedoras más expertas, luego de los primeros “juegos” que la niña realiza junto a la madre o a una hermanita un poco más grande. Mat’iaa na mawa jnom ndaa quiaa nts’aa (veo cómo tejen, luego lo hago), es una de las respuestas más comunes, cuando se pregunta a las niñas cómo es que aprenden. La enseñanza de la técnica va acompañada por las estrategias para componer las figuras-símbolo. El conocimiento, de inmediato es practico–simbólico, concreto y abstracto. Este aspecto totalmente peculiar de la educación amuzga nos parece de gran interés porque pensamos que puede ser una de las razones que explican las extraordinarias competencias matemáticas y geométricas en sujetos que no tienen escolaridad y que nosotros, con no poca arrogancia, frecuentemente los definimos como analfabetas. Otro aspecto peculiar de esta educación es la espontaneidad. No existe un momento preciso en el que se decide que la pequeña deba aprender a tejer. Se empieza a tejer como jugando, imitando a la mamá. Lo que interesa destacar es que se trata de una educación formal que empieza como juego y surge de la misma niña cuando pide aprender más y mejor. Pero también es cierto que a las niñas se les deja muy libres y que prevalece el proceso de autoaprendizaje. La pequeña, desde los dos o tres años, juega con los hilos, con las madejas, imagina tejer con pedacitos de madera que transforma en pequeños telares, hasta cuando ya no pide explicaciones y no acepta que le preparen su proprio telarcito. El momento inicial no equivale a nuestro “primer día de escuela”, porque es espontáneo y lúdico aún cuando se inscribe en un proceso formativo que podemos ver como formalizado, en cuanto se prevé para todas las niñas e implica la adquisición normalizadora de símbolos, instrumentos y estrategias
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mentales. Más aún, requiere de la interiorización de un universo cultural, de una espiritualidad y de un conjunto de saberes concretos. Las pequeñas tejedoras deben conocer el valor cultural e identitario que el tejido tiene para el pueblo nomndaa; el pueblo que proviene de las islas de medio del océano, el pueblo que dice palabras de agua12 y que posee un pensamiento geométrico. Tejer significa llegar a ser, poco a poco, conscientes del papel social y cultural, además de económico, que esta práctica posee. En resumen, la niña que se dispone a tejer debe ser ya consciente de que se adentra en un complejo sistema de valores, de acciones y comportamientos que la vinculan con su comunidad. Por ejemplo, no puede tomar ciertos alimentos que según las creencias de los amuzgos, podrían comprometer la calidad del trabajo. Más iportante es pedir la inspiración a la Virgen o a Jesús, antes de iniciar un trabajo complicado, porque el conocimiento perfecto de los procedimientos no garantiza la calidad del resultado. Sucede que esté ahí duende, ese impulso creativo que teje “arte” cuando las manos de las tejedoras se hacen “soñadoras”, y que hace que los colores no se peleen y que los hilos se dejen tejer. Entre los Tzjon Non, nos explica Odilón, el negro casi no se usa, porque una mirada feliz raramente busca una tonalidad tan oscura. El blanco simboliza la pureza, el azul lo infinito del cielo, el verde la naturaleza de los bosques en las cañadas de la sierra. El amarillo es el sol, el púrpura de la cochinilla del caracol la nobleza, el rojo significa protección, el color del café recuerda el color de la “madre tierra”. Es así que se plasman las emociones. Pude constatar que las madres y las abuelas dan a las niñas pequeños regalos para estimularlas a aprender el tejido, pero jamás se trata de una solicitud expresa, ni menos de imposición, porque en tal caso el trabajo se resentiría. La madre muestra a la niña cómo se puede crear un pequeño tejido para vestir a la muñeca, mientras le ofrece un regalo. Luego le indica la posición, cómo debe sentarse en tierra sobre su petate (estera) de fibras vegetales. Y le habla de las pequeñas figuras –las más simples–, de cuántos hilos necesita, cómo organizarlos, cuántos números deberá tener en mente. Siempre es la niña la que pide poder crear las figuras e insiste para que le enseñen este arte: “kee ts’o” (mi corazón desea tejer), dice la niña a la madre o a la abuela, antes de comenzar. Si la niñita no quiere 12
Nomndaa significa “palabras de agua”.
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aprender el tejido, buscará realizarse en otra tarea, trabajará en el campo o irá a la ciudad a buscar otro trabajo, aunque esto sucede raramente; sólo quien quiere, en suma, y lo escoge como vocación, será encaminada hacia el tejido. Esta práctica ayuda a las niñas a hacerse responsables de sus propias decisiones y a escoger o experimentar instrumentos y estrategias de autoaprendizaje. De aquí la posibilidad de reconocer, desde sus primeros años de práctica un cierta diferencia de estilo. Con mucha frecuencia las tejedoras adultas piden ayuda e inspiración de lo alto y a veces son las madres quienes invocan fuerzas sobrenaturales, cuando la niña se muestra renuente a introducirse en el tejido. Con frecuencia las abuelas se lamentan de que la escuela las aleja de este arte que para ellas es la única formación verdadera; pero también es cierto que este trabajo permite a las niñas cubrir los gastos de la escuela. En fin, es la pequeña tejedora la que busca su proprio estilo de aprendizaje; la madre la apoya y la acompaña, pero desde el inicio, me asegura Odilón, se notan diferentes formas de aprender. Normalmente sólo las niñas que empiezan a tejer alrededor de los seis años o antes, llegan a ser expertas tejedoras, mientras que las que empiezan en torno a la adolescencia tendrán dificultad para crear las figuras más complejas. Es también necesario afinar ciertas capacidades físicas, adquirir una posición que permita cierta resistencia y ejercitar una determinada fuerza con los brazos poniendo correctamente, además, los pies en el suelo. Esto es fundamental para estirar bien la urdimbre, para que el tejido mantenga los lados alineados y uniformes. Para esto los métodos y las estrategias son diversos. No debemos olvidar, de hecho, que la figura no es simplemente la representación inerte de un objeto o de un animal: es un símbolo que contiene la energía vital. Y es justamente la niña quien al ejecutarlo le da vida. No existe un ejercicio orientado al aprendizaje. El hacer tiene como fin hacer cualquier cosa, y esta cosa es el objeto y también la acción. Es una educación activa, colaboradora y concreta, y también densamente simbólica. Se trata de una operación cotidiana, normal, pero al mismo tiempo mágica y extraordinaria. Aquí lo cotidiano y lo extraordinario se confunden, lo maravilloso y lo normal son dos formas de observar la realidad. Dar vida a una figura es un acto creativo maravilloso y normal. Una vez creada, la figura no nos pertenece, porque tiene su propia carga vital que entra en comunicación con toda la energía del mundo. De aquí surge una actitud que no obstante su fuerza poética, es humilde. La figura es algo vivo, se pertenece a sí misma y nosotros simplemente debemos
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cuidarla, como cuidamos de todas las cosas hechas por el Creador; pero las figuras están vivas, participan de lo divino. La energía vital envuelve a la niña, deviene el vehículo para que fluya en los tejidos que aprenderá a elaborar. Habilidad, inteligencia, creatividad, fantasía, humildad y responsabilidad son los valores que la educación amuzga trata de promover mientras se teje. En suma, quien quiere devenir o llegar a ser tejedora experta, y por tanto diseñar, sobre el telaje, figuras complejas, necesariamente deberá pasar por esta sabiduría. El aprendizaje del tejido implica un refinamiento gradual, no sólo técnico, sino también estético y espiritual. Luego de aprender a ejecutar las figuras pequeñas, viene el segundo nivel que consiste en la composición de las figuras-símbolo que representan a las flores (liaa’) y a las mariposas (candaa), para alcanzar, hacia los 12 ó 15 años el tercer nivel: el de las grandes figuras (ljeii t’ma), lo que implica, para cada una, la unión concertada de diversas partes y que, comúnmente, son ricas en detalles. Son las que Odilón define como grecas, aún cuando a nuestros ojos no tienen nada que ver con el imaginario iconográfico de la antigua Grecia. Se trata de ramos organizados de manera muy compleja, de hojas y flores que simbolizan el agua y las montañas (nttee’ ljeii ljaa’ ntscwi’) y que normalmente van representadas en la parte superior del huipil, a la altura del seno, llamadas en español pecheras, pectorales. Tales figuras-símbolo decoran normalmente los vestidos de fiesta y de ceremonias. Se componen de la unión de pequeños detalles asimétricos que requieren contar y memorizar los hilos de los diversos colores destinados a las numerosas y pequeñas formas que, a su vez, difieren tanto por su dimensión como por su tonalidad, posición y, naturalmente, su significado simbólico. La elección de los colores en la ejecución de las figuras requiere del contexto natural, pero se da también una clara intencionalidad estética. Escuchando las explicaciones de las tejedoras nos dimos cuenta de que existen, sustancialmente, dos grandes categorías de colores: los fuertes y los tenues. Cada tono tiene luego diversas tonalidades que la niña debe saber reconocer. La elección y la combinación responde, sin embargo, más a criterios de elección autónomos que a reglas precisas socioculturales, aún cuando en las comunidades de los Tzjon Non llevar un huipil con flores de vivos colores es señal clara de intenciones seductivas. El resultado deberá ser un huipil que: “waando’ ts’ o”, que está vivo en el corazón tanto de quien lo tejió, como en aquel de quien lo observa. Las tejedoras acostumbran aproximarse a las madejas de hilo antes de decidir el tipo de
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ejecución que llevarán a cabo para ver si combinan ciertos colores: Xjee nc’iaa “son compañeros”, es decir, van de acuerdo cuando al juntarse se ven bien. Hay grupos de colores que son amigos entre ellos. Son ellos los que debe juntar la tejedora. En fin, al interior del mismo grupo de “colores amigos”, hay algunos que “se unen” más que otros, hay tonalidades que, unas junto a otras se “despiertan”, mientras otras permanecen “adormecidas”. Se da el caso que un color encendido “alimenta” a otro más tenue, pero puede suceder lo contrario, que “peleen” uno con otro. La convivencia de los colores en un tejido habla de las personas que los eligieron y los juntaron: es muy importante que resalte la alegría de la tejedora, porque como reza un dicho amuzgo, “se empieza a tejer cuando el corazón canta de felicidad”. Con el tejido, la niña aprende a medir las distancias, a contar los hilos y tener presente el número de acuerdo al color, mientras que une en un conjunto armónico y significativo a los diversos símbolos que compondrán a una única figura. La estrutura de tal decoración es compuesta, desde el momento que implica la ejecución de pequeñas partes, que sólo sucesivamente irán dando vida al significado último. Se trata de un aprendizaje complejo porque requiere el ejercicio de diferentes tipos de inteligencia al mismo tiempo y de aproximaciones al conocimiento que nosotros consideraríamos lejano desde un punto vista epistemológico: matemática, estética, espiritualidad, moral, mitología…. La construcción de una figura grande requiere de la conciencia que las pequeñas partes ya poseen, con la estructura geométrica y con una proporción aritmética, un valor simbólico que debe ser coherente, según la cosmogonía amuzgo, con el sentido general de la figura completa, que es otra respecto a los significados de sus partes, aunque las contenga. Se trata de una educación integral que mientras afina técnicas y habilidades, profundiza en la filosofía y la religión amuzgo. Es conocimiento práctico, y al mismo tiempo, abstracto que impone, poco a poco, una profundización espiritual en torno a las relaciones que marcan la trama de lo humano. Pero también es conocimiento histórico porque narra la llegada de la población nomndaa –como ellos mismos se difinen– desde lejanas islas dispersas en el corazón del océano (ndyuaa xenncue). Es raro, y como con frecuencia sucede en el México profundo, surrealista, que las palabras de agua utilicen símbolos y diseñen figuras (ljeii) que conforman un “lenguaje geométrico”. Ljeii significa, al mismo tiempo, figura y símbolo, porque es un término que alcanza a la totalidad, a la unidad espiritual de todas las cosas,
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a su conexión sagrada. Por tanto, si lo real es unidad sagrada, el lenguaje que lo designa tiende preferentemente a organizarse en torno a las conexiones entre significados, más que en torno a sus distinciones. Las “palabras de agua” siguen a “geometrías de la mente” porque aquí la contradicción es sólo un punto de vista temporal e instrumental que fija la mirada en un fragmento de tiempo. Pero el tiempo no tiene fragmentos. “Los fragmentos son un engaño de la lógica europea, el tiempo es circular, cíclico, infinito, porque acompaña la respiración de Dios”, me dice el coordinador de los maestros indígenas de Oaxaca, el maestro Aurelio.
4. El tiempo se teje en forma de espiral
Entre los Tzjon Non, lo que cuenta no es la fragmentación especializada del saber, sino la totalidad que implica, para cada acción y cada símbolo, una exigencia de complejidad de ese universo cultural. “Los símbolos son sagrados –nos explica una joven madre inclinada sobre el pequeño telar de su niña– porque poseen energía”. Le pregunto si se refiere a las figuras o a las palabras que designan. “A ambas, me responde, porque el símbolo expresado en forma de figura tejida o en forma de palabra vive gracias a su fuerza vital”. Le pido que me explique el significado de los símbolos más usados. “El aro representa el cielo y simboliza el infinito. En la figura del caracol el arco designa, al mismo tiempo, el infinito, el tiempo que se mueve y el universo. Las flores representan el sentimiento del amor y de la gracia femenina, y es por este motivo que se tejen en los trajes de las esposas. El símbolo del agua, que se traduce en forma de zigzag, es muy importante porque se refiere al origen de los amuzgo y a su lengua nomdaa que significa palabras de agua. Luego están muchas figuras de animales que hablan de los nahuales, los espíritus que se refieren a los hombres”… pero de esto no hablan nuestras tejedoras porque pertenece ya al terreno prohibido de lo sagrado. Llegué a la conclusión de que el arte del tejido representa, al mismo tiempo, un método educativo y una técnica. Entendemos por método educativo un conjunto coherente de procedimientos y de estrategias regidas por normas que, a su vez, están regidas por principios. Se trata, por
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tanto, de un sistema conceptual. Por técnica entendemos una competencia artística o artesanal transmisible de generación en generación que se sirve de instrumentos conceptuales o bien de modelos de ejecución, pero también de soportes materiales, propiamente técnicos, como lo es el telar de cintura. El modelo de ejecución es el procedimiento con el que se teje en el telar un huipil. Pero el procedimiento pertenece al método de aprendizaje de la técnica. Y sin embargo, este arte sutil es también tecnología, o bien reflexión sobre la técnica, porque implica un amplio campo de relaciones tanto con el mundo simbólico como con el ambiente natural y el contexto social. Por otra parte, presupone una práctica compleja de cuentas aritméticas y de medidas geométricas. Por esto sostenemos que el procedimiento determina la recíproca dependencia entre método y técnica. El tejido representa un tipo de lenguaje visual porque las figuras-símbolo se colocan en una estructura –especie de gramática– que organiza la posición de las formas y da un orden lógico y narrativo a sus elementos. La educación de las niñas amuzgo ve más a la sabiduría que a la adquisición de un saber pragmático, que sin embargo contiene. Es importante que las niñas Tzjon Non aprendan a tejer porque tienen necesidad de vestirse, porque en el telar aprenden a “tejer” su propia e individual personalidad dentro de una filosofía de vida que es compleja y ancestral. La belleza de sus hechuras hablará de su misma belleza que es signo de elegancia e interpretación profunda de valores morales, sociales, religiosos, y de creatividad, fantasía y buen gusto. Elegancia, fertilidad, belleza y conocimiento son los fundamentos éticos de la formación de las niñas entre los Tzjon Non. “Un huipil es hermoso cuando expresa una gran riqueza espiritual, cuanto contiene muchos símbolos cuyos colores son, al mismo tiempo, coherentes en el significado y en la combinación cromática”, me explica Odilón. Las niñas se visten de belleza y de espiritualidad. La precisión del procedimiento, la regularidad de las tramas y la estabilidad de los códices no ocultan su creatividad, sino que representan instrumentos de expresión –y también de construcción– identitaria no sólo en el sentido comunitario y cultural, sino sobre todo individual. El tejido es un fenómeno estético no sólo porque es bello o porque logra expresar un objeto artístico, sino sobre todo porque contiene y alimenta una gran densidad relacional (cfr. Lévi-Strauss 2008). Y dado que es relación
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con lo creado, alcanza lo sagrado (cfr. Bateson y Bateson 1987). La naturaleza es un todo con las personas, no existe ninguna relación de dominio, de goce o de protección. No existe la alteridad: El ser humano es naturaleza. La misma energía vital que fluye en la mente y en el corazón del hombre, hace correr a los ciervos en el bosque, mueve la savia de las hojas, endereza las ramas de los árboles hacia el cielo, brota en el trino de los pájaros y hace parir a las mujeres. Éste es el saber que se construye con el tejido; un saber que comprende un conocimiento pragmático y cotidiano, pero que trasciende y alcanza a lo lírico. Así, su conocimiento asume poco a poco un camino circular y una naturaleza holística, total, porque se refiere a todo el espacio social y cultural que habitan los Tzjon Non y que es continuación del espacio natural, que a su vez, vibra de energía espiritual. Cuando la niña, en sus primeros lances aprende a diseñar flores, viento, maíz y tortillas, no representa sólo a los elementos que llenan su vida diaria, sino a la misteriosa y sutil energía espiritual que de ellas se difunde. Todo esto tiene que ver con la forma educativa y con el proceso de construcción del conocimiento Tzjon Non. En este sentido, el nuestro es un experimento epistemológico: recogimos información de acuerdo a criterios y métodos de investigación etnográfica, a la luz de una epistemología de la formación que ve, en la educación, un proceso relacional, multifactorial, multidireccional que, como lo hemos escrito reiteradamente, inicia la responsabilidad última de quien la recibe. Los amuzgos en general, y los Tzjon Non en particular, tienen su proprio sistema para contar definido “luaatsa to”, por parejas y nodos. Es un sistema de pensamiento matemático que no se basa en la unidad, es decir, no considera, en el esquema de procedimiento de la preparación previsto para el tejido, a los hilos singulares o aislados. Así, contando y alternando pares y dispares en relación a los nodos, se llega a un proceso de abstracción complejo. Las niñas empiezan a contar de dos en dos, y cuando ya tejieron cinco veces dos hilos, se hace un nudo pequeño. Cinco nudos pequeños componen un nudo grande. Para hacer un huipil de adulta (lienzo de ocho o nueve metros de largo y de cuarenta centímetros de ancho) se requieren seis nudos grandes y sólo dos para uno de niña. Esto significa que la trama será de seis vueltas veinticinco parejas de hilos. Esto sucede para “tsei’ jda’ ndyu jnom”, o sea para ordenar en el telar su trama. Sobre la base de multiplicar cinco pares de hilos se prepara la trama de un huipil grande o chico,
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variando, desde luego, la cantidad de nudos, pero conservando el esquema numérico de las proporciones. Es claro que preparar el mismo número de nudos sobre un telar pequeño, de niña, significa obtener un tejido muy denso y rígido. Es importante, por tanto, obtener la blandura justa, pero también sin rigidez. Si en la preparación de la trama los hilos se enlazan entre pares y dispares por medio del bastón horizontal que se usa luego de haber distribuido los hilos de los nudos en pares y dispares, en la composición de las figuras, las tejedoras cuentan los pares y los hilos escogidos. Cada figura responde a una precisa construcción lógica que se basa en un particular sistema matemático de cuentas aritméticas y de construcción geométrica. Deduje, por ello, que la unidad básica de esta forma de contar es el par, que se sostiene con el nudo pequeño, y sucesivamente, con el grande. Se trata de una secuencia lógica progresiva y unidireccional que construye la numeración por agrupación de los hilos que se van sumando a los pequeños añadidos de cinco pares hasta llegar al grupo de veinticinco pares. La niñita debe aprender a pensar, no sólo en los diseños que está tejiendo en aquel momento, sino en su posterior integración con los que se tejerán o ya se tejieron, en fin, con la reunión de diferentes telas con las que se teje un huipil. Una vez más, aunque de manera diferente, aparece la integración armónica de la parte con el todo, como si fuera un trasfondo hologramático inconsciente; esa “información global” que permite conectar la parte con el todo de manera significativa. Una sola parte representaría un holograma del todo, porque posee el signo característico del universo global al que pertenece13. Se ha dicho que es una integración geométrica, pero también aritmética y con fuertes consecuencias religiosas. No es un ejemplo claro el símbolo que representa un animal: un águila, un ciervo, un jaguar o sólo su huella: son signos del nahualismo14. Las figuras tejidas en los huipiles dan una interpretación de la realidad espacial que circunda
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Ken Wilber, estudioso estadounidense y editor de la revista ReVision, coordinó, al inicio de los años ochenta, la publicación de: The Holografic Paradigm and other Paradoxes: Exploring the Leading Edge of Science. Ahì se presentan las principales aportaciones de D. Bohm, K. H. Pribram, F. Capra. Si Bohm ha insistido en el holograma como nuevo modelo de descripción de la realidad, Pribram le proporcionó el elemento central de estudio del cerebro, particularmente del conocimiento humano en sus múltiples manifestaciones: del aprendizaje a la percepción, de la intuición a los “desórdenes” cognitivos, sin descuidar las “paradojas” del pensamiento. 14 He abordado este tema en mi relato Nahual, que recoge, de forma narrativa, testimoios directos de lo que sucedió.
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a la pequeña tejedora, así como de las relaciones matemáticas y de las filosóficas, o más ampliamente culturales, que la caracteriza. Pero dado que en la filosofía amuzga las figuras están animadas por una energía vital, las representaciones mentales no sustituyen a la realidad, como sucede en nuestra geometría, la reproducen concretamente y con ello amplían los movimientos espirituales. La conceptualización del espacio que se traduce en bellísimas decoraciones de los tejidos amuzgos, es una forma de organización, expresión y construcción del conocimiento. La figura ljeii es un símbolo y un concepto, sentimiento y emoción. El conocimiento que se obtiene tejiendo es holístico porque alcanza múltiples saberes conectados entre ellos: de la representación de objetos cotidianos a su utilización, hasta las construcciones simbólicas relacionadas con las costumbres sociales, con la naturaleza, la espiritualidad, la cosmogonía.
5. Conclusiones
Una característica original de esta educación especial reservada para las niñas es la relación estrecha entre el hacer y el pensar; podríamos decir que el tejido es pensamiento en acción, abstracción concreta. Aquí lo cotidiano llega a ser extraordinario porque está invadido de sacralidad: la norma es extranorma, en el sentido que existe en sí, pero al mismo tiempo, fuera de sí, es natural y por tanto, paradójicamente, sobrenatural. Pero el conocimiento holístico que se desarrolla al tejer constituye un todo con la filosofía educativa que forma a estas niñas. Como el arte de los huipiles, la educación debe y sólo puede ser integral, referirse a la totalidad de la experiencia existencial, no puede tener sólo fines pragmáticos porque el resultado de las acciones siempre tiene un lado simbólico: Cha’tso ne quii’ ljeii” (todo es símbolo), dicen con frecuencia las mujeres amuzgas. Más aún, es comunicación con lo sagrado: son muchas las figuras que reflejan una estrecha relación simbólica con la naturaleza y con el concepto de tiempo, de Dios, de vida. Los símbolos más antiguos (lijeii t’quiee) conservan un significado mitológico y cosmogónico, “tienen alas” –comenta Odilón–
expresan el deseo de conservar y
transmitir el conocimiento ancestral. Representan verdaderos documentos de la historia y
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los orígenes del pueblo nomndaa. Pero esta función práctica no está separada de la dimensión de la sacralidad porque ljeii”, como símbolo, no designa sólo al objeto al que se refiere o al mito o la historia, sino que es expresión de la energía divina que dio vida al objeto, al mito, a la historia. Tejer significa participar en este flujo que es espiritualidad y vida. Es reproducirlo mientras se lo representa. Es acompañar el fluir del tiempo, dándole significados. Tejer bien es mucho más importante que producir algo bien hecho del tejido normal y de las figuras precisas cuyas partes coinciden en los puntos exactos según la escala de colores previstos y de los cálculos hechos; porque el tejido no es sólo una técnica, sino la expresión de una sabiduría. Los dedos finos de las niñas Tzjon Non deben aprender a moverse de acuerdo a la cadencia sagrada de un tiempo ancestral. Es dialogar con el infinito. El tejido de las figuras antiguas “lo hace quien de verdad sabe”, afirma odilón. La niña utiliza sus competencias intelectuales y culturales para incorporar en un antiguo universo de significados nuevos contenidos a través de imágenes nuevas. Pero la cosa más interesante es que tal adquisición no es pasiva, ni imitadora o simplemente decorativa. Es estructural, se trata de una reestructuración del cosmos tradicional que prevé la asimilación de nuevos símbolos dentro de rutas de significado que dialogan con los antiguos. El mundo está cambiando, pero no cambia su cosmogonía. El encuentro con las diferencias se interpreta, comprende y se ajusta en un universo de símbolos coherente, que es el antiguo. He llegado a la conclusión de que el tejido es una formidable mnemotécnica que tiene una función cognitiva y metacognitiva. De hecho, la mente de las niñas amuzgas se educa para concebir la construcción del saber como un ir en busca de las relaciones que unen las diferentes unidades de una estructura. Mediante el tejido la niña adopta y pone en práctica un principio de contextualización según el cual la creación de una figura no puede realizarse sino concibiéndola como parte de un contexto. El procedimiento mental es geométrico, pero la estructura que conecta es espiritual. Cada figura es un símbolo, vibra de energía vital, participa de lo divino y comunica lo cotidiano con lo trascendente. La construcción de las figuras, sobre todo de las más complejas, implica la mentalización preventiva de las estructuras conectivas –que, repetimos, son geométricas– y que las determinan. Esto significa que la tejedora aprende a distinguir los nudos que hacen
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interdependientes las partes de una imagen, y la imagen misma en relación con otras imágenes. Pero las relaciones de significado, que se expresan geométricamente, tienen consecuencias simbólicas de gran complejidad. La relación estructural que arregla geométricamente la figura sobre la trama se compone de simbiosis con otros nexos que, a su vez, se mezclan con el tejido cultural de ese pueblo. La relacionalidad es constitutiva de la identidad antropológica de la comunidad amuzga. La formación respeta, sin que haya continuidad, a la naturaleza de esa cultura: no existen dicotomías, ni mensajes ambiguos o contradictorios, porque todo es símbolo. Todos los valores van en la misma dirección: producir bienes materiales es, al mismo tiempo un acto sumamente espiritual, sumergirse en lo contingente es elevarse hacia lo trascendente, la mano es la mente, la técnica es una forma de pensamiento. Las pequeñas tejedoras adquieren y perfeccionan sus propias habilidades culturales, mnemotécnicas, sensoriales y cognitivas mientras tejen; o bien aparentemente lo hacen en una sola práctica. La matemática, y en su interior, la geometría, representan claves de lectura del mundo, construcciones culturales, sistematizaciones simbólicas. La matemática amuzga se basa en un sistema aritmético diferente, del que la escuela bilingüe, presente en las comunidades indígenas, debería tomar cuenta para no imponer un sistema simbólico que pertenece a otras claves de lectura, otras construcciones culturales, otros ordenamientos simbólicos. Porque la escuela es escuela cuando, antes de plantearse el problema de lo que ha de enseñar, se pone ante el problema –y lo resuelve– de cómo y qué cosa aprender. De no ser así, la intercultura es sólo una ficción que esconde un colonialismo inconsciente.
6. Referencias bibliográficas
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Blancas, Elsa M. 2010. “La comunicación en el aula: niños indígenas bilingües y maestro monolingüe en español”. Lengua y cultura en procesos educativos: investigaciones en Oaxaca. Coords. Marcela Coronado Malagón y Patricia Mena Ledesma. Oaxaca: UPN. 29-47. Escolano Benito, Agustín y Anita Gramigna (coords.). 2004. Formazione e Interpretazione. Itinerari ermeneutici nella Pedagogia Sociale. Milano: Angeli. Frutiger, Adrian. 1981. Signos, símbolos, marcas, señales. México: GG. Gadamer, Hans Georg. 1972. Verità emetodo. Milano: Vompiani. __________. 1973. Ermeneutica e metodica universale, a cura di U. Margiotta. Genova: Marietti. Geertz, Clifford. 1987. Interpretazione di culture. Bologna: Il Mulino. __________. 1995. Oltre i fatti. Bologna: Il Mulino. __________. 2001. Antropologia e filosofia. Bologna: Il Mulino. Gramigna, Anita. 2013. Nahual. Ferrara: Editrice Voltacarta. Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. 2001. Censo General de Población y Vivienda 2000. México. Lévi-Strauss, Claude. 2008. Cristi di oscure speranze. Roma: Gransasso nottetempo. __________. 1978 [1973]. Anthropologie structurale II, Paris: Plon. Trad. it. Antropologia strutturale due. Milano: Il Saggiatore. Stewart, Cloyd y Ruth Stewart. 2000. Diccionario Amuzgo de San Pedro Amuzgos Oaxaca. México: Istituto Linguistico de Verano en Coyocàn. Valleriani Antonio. 2003. Trame dell’alterità. Studi di pedagogia interculturale nel mondo globalizzato. Teramo: Edigrafital. Vattimo, Gianni. 1989. Ética dell’interpretazione. Torino: Rosemberg & Sellier. __________. 1994. Oltre l’interpretazione. Roma-Bari: Laterza. Wilber, Ken (coord.). 1993. The Holografic Paradigm and other Paradoxes: Exploring the Leading Edge of Science. Boston: Shambhala Pubns.
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A SCUOLA DI PARI OPPORTUNITÀ. IL SISTEMA SCOLASTICO: UN CIRCUITO DECISIVO –MA TRASCURATO– PER EDUCARE AL RISPETTO DELL’IDENTITÀ E DELLA DIFFERENZA DI GENERE1 Elisabetta Musi2 A scuola di pari opportunità. Il sistema scolastico: un circuito decisivo -ma trascuratoper educare al rispetto dell’identità e della differenza di genere Riassunto: La scuola può promuovere un profondo rinnovamento culturale, rivolgendosi a intere generazioni di bambini e bambine, ragazzi e ragazze e alle loro famiglie. E tuttavia, a fronte di un diffuso bisogno di superamento di modelli dominanti nell’ordine simbolico e nell’organizzazione sociale, evidenziati dalle disarmonie in famiglia, dalle tensioni che sfociano in violenze, dalle vessazioni e dalle iniquità sul lavoro, le politiche di un’istruzione attenta ai generi e di promozione di una cultura non discriminante non ricevono l’attenzione che meritano. Nell’argomentare queste posizioni, l’intervento riepiloga per sommi capi l’orientamento delle politiche italiane e del nord Europa in relazione al binomio educazione scolastica e differenza di genere. Al contempo tenta di problematizzare alcune condizioni imprescindibili perché l’attenzione al genere possa promuovere un percorso di civiltà, di maturità e responsabilizzazione di un Paese. Parole-chiave: Scuola, educazione, pari opportunità, discriminazioni. An Equal Opportunities School. The School System: A Decisive Circuit –But Neglected– to Educate to Respect the Difference and Gender Identity Abstract: School can foster a deep cultural renewal by addressing whole generations of children and teenagers, along with their families. However, despite a widespread need to overcome prevailing patterns in symbolic order and social organization, revealed by lack of harmony at home, tensions resulting in violence, harassment and iniquities in the workplace… education policies and objectives aimed at teaching about gender citizenship and fostering nondiscrimination culture do not get the deserved attention. By sustaining these positions, the present paper summarizes the stance of Italian and northern European policies with regard to the binomial school education and gender difference. Meanwhile, the article tries to problematize some unavoidable conditions for attention on gender to foster a path of civilization, maturity and assumption of responsibilities on the part of a country. Key words: School, education, equal opportunities, discriminations.
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Data di ricezione: 24/10/2015. Data di accettazione: 20/11/2015. Ricercatrice, Dipartimento di Pedagogia, Università Cattolica del Sacro Cuore, Milano, Italia; elisabetta.musi@unicatt.it. 2
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1. La disattenzione alle differenze produce squilibri3
Nel dicembre 2009 è stato pubblicato dalla rete europea Eurydice uno studio dal titolo Differenze di genere nei risultati educativi, in cui si illustrano le disuguaglianze di genere in ambito scolastico e le politiche nazionali a contrasto di stereotipi e pregiudizi4. Lo studio contiene una rassegna delle ricerche in tema di genere e istruzione e riassume i principali risultati di studi internazionali condotti sulle differenze di genere in ambito educativo. In estrema sintesi emerge la persistenza di un forte squilibrio tra le preferenze espresse da ragazzi e ragazze riguardo alle materie di studio (in cui i maschi scelgono la matematica e le discipline scientifiche mentre le ragazze la lettura e i percorsi umanistici). Si evidenzia inoltre l’importanza della percezione degli/delle insegnanti nel sottolineare le peculiarità maschili e femminili e l’incidenza di stereotipi e precomprensioni nei rapporti con allievi e allieve: convinzioni e credenze possono rappresentare un fattore importante –per quanto non esclusivo– per indurre disparità o promuovere equità tra i generi nella scuola; in altre parole le opinioni delle/degli insegnanti, l’eventuale reiterazione di luoghi comuni e pregiudizi, l’utilizzo di sussidi discriminanti o critici risultano decisivi nelle relazioni con alunni e alunne, ne legittimano l’accesso ai saperi e di conseguenza alle professioni, con tutto ciò che questo implica in termini di possibilità di autodeterminazione, libertà di scelta e di carriera, nonché di profitto per gli uni e le altre in professioni non tradizionalmente maschili o femminili (sia detto per inciso: ancora fortemente minoritaria è la presenza delle donne in professioni prestigiose, in posizioni apicali e ben remunerate). Un item di ricerca assunto dalla rilevazione Eurydice è la trasmissione degli stereotipi sessisti nei libri di testo adottati presso le scuole primarie. Una significativa
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I paragrafi 1 e 2 sono stati oggetto di confronto e discussione con la studentessa Giulia Casarola, che ringrazio, in occasione della sua tesi di laurea in Scienze della formazione presso l’Università Cattolica del Sacro Cuore, sede di Piacenza. 4 http://eacea.ec.europa.eu/education/eurydice/documents/thematic_reports/120it.pdf
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indagine statistica è stata elaborata da Irene Biemmi nel 2009 sui libri di lettura per la classe quarta di scuola primaria di dieci importanti case editrici italiane. I risultati della ricerca rivelano che nel 59,1% delle storie si hanno protagonisti di genere maschile e nel 37% protagoniste femminili. Facendo un semplice rapporto (59,1/ 37) si ottiene un numero (1,6) che indica come per ogni 10 protagoniste femmine siano rappresentati 16 protagonisti maschi. Nei risultati differenziati per ogni singola casa editrice emerge come in nessuno dei dieci libri esaminati si raggiunga una perfetta parità numerica tra maschi e femmine: in tutti i libri i protagonisti maschili prevalgono numericamente su quelli femminili; solo in tre casi la percentuale dei due sessi è pressoché uguale, mentre in uno i protagonisti maschili sono il doppio di quelli femminili e in tre la relazione è di 1 a 3. Anche tra gli attori secondari delle storie prevale il genere maschile (301 personaggi maschili, 53,1%, e 181 personaggi femminili, 31,9%). Facendo un paragone con i protagonisti, si arriva curiosamente a un risultato quasi identico a quello precedente. Il rapporto tra personaggi maschili e femminili (301/181) è di 1,7. Se ne conclude che la discrepanza numerica tra i personaggi è addirittura, anche se leggermente, superiore a quella rilevata tra i protagonisti (1,6). Donne e bambine risultano sottorappresentate sia nel ruolo di protagoniste che di personaggi secondari della vicenda (Biemmi 2009: 88). Biemmi analizza inoltre gli ambienti in cui sono raffigurati i protagonisti prendendo in considerazione le immagini che accompagnano i testi. Su 156 immagini di spazi chiusi, 64 hanno protagonisti maschili (41%) e 58 protagoniste femmine (37,2%); ma su 177 immagini di spazi aperti, 89 hanno protagonisti maschili (50,3%) e 34 protagoniste femminili (19,2%) (Biemmi 2009: 108-109). Per quanto riguarda invece il ruolo professionale coperto dai protagonisti, le tipologie professionali attribuite agli uomini nei testi scolastici sono ampiamente superiori a quelle attribuite alle donne (ed è verosimile che queste rappresentazioni incidano sulle aspirazioni professionali dei bambini e delle bambine che leggono quei testi). E’ evidente che se la maggior parte delle professioni (e in particolare quelle maggiormente prestigiose e appetibili) sono attribuite al genere maschile, sarà improbabile che una bambina possa aspirare a farle proprie. D’altra parte se non è mai valorizzata una figura maschile impegnata nei compiti di cura (in casa o nelle professioni) difficilmente i bambini troveranno conferma di una possibilità
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realizzativa anche per loro in quegli ambiti. In generale emerge che il 70% degli uomini lavora, contro il 56% delle donne. Più specificatamente si contano 50 diverse professioni per il genere maschile (re, cavaliere, maestro, mago, scudiero, scrittore, dottore e poeta), mentre i lavori attribuiti alle donne sono solo 15 (maestra, strega, maga, Befana, fata, indovina, scrittrice, nobile, principessa, pittrice, attrice, castellana, nutrice, bibliotecaria, casalinga). E’ evidente che i testi analizzati non forniscono pari opportunità agli alunni dei due sessi di definire i propri sogni professionali: i maschi hanno un’ampia gamma di professioni da cui attingere, alcune delle quali particolarmente gratificanti e qualificate (Biemmi 2009: 91-92). Le femmine invece hanno un numero ristretto di possibilità. Questo dimostra che le asimmetrie di genere nella rappresentazione del mondo professionale non si limitano al dato quantitativo, ma sono anche, e soprattutto, di tipo qualitativo. I bambini lettori vengono incentivati a “puntare in alto”, attraverso rappresentazioni che offrono loro un’ampia possibilità di scelta e modelli particolarmente gratificanti a cui ispirarsi, mentre per le bambine vale l’esatto contrario (Biemmi 2009: 94). Nel complesso, le case editrici dimostrano uno scarso impegno nell’affrontare il tema della parità tra i generi, mostrando di non equilibrare nemmeno numericamente i protagonisti dei due sessi (Biemmi 2009: 118). Ponendo in ideale continuità questa ricerca con l’analisi compiuta dal Ministero dell’Istruzione, dell’Università e della Ricerca (Miur Ufficio di Statistica) relativa alle iscrizioni al primo anno delle scuole primarie, secondarie di primo e secondo grado del sistema educativo di istruzione e formazione italiano 5 , si evince che le studentesse frequentanti le scuole secondarie di secondo grado nell’anno scolastico 2014-2015, sembrano optare preferibilmente verso gli indirizzi liceali (scelti dal 68% delle studentesse contro il 32% degli studenti) con una particolare propensione ad imparare le scienze umane e le lingue, sia moderne sia classiche. Gli studenti preferiscono dotarsi di competenze tecnologiche e conoscenze scientifiche e informatiche, e pertanto aspirano a frequentare maggiormente gli istituti tecnici per il settore tecnologico (83,9% contro 16,1% delle studentesse). Nel caso scelgano un liceo questo è scientifico e, più
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Analisi Miur- Ufficio di Statistica, Le iscrizioni al primo anno delle scuole primarie, secondarie di primo e secondo grado del sistema educativo di istruzione e formazione, www.miur.it, aprile 2014: 5, 9.
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precisamente, con l’opzione “scienze applicate” e “sezione sportiva”. Anche gli istituti professionali sono oggetto di un maggior numero di scelte da parte dei ragazzi, in particolare la presenza maschile è maggiore nel settore Industria e Artigianato (75% contro il 25% delle studentesse).
Indirizzi di studio
Femmine
Maschi
Totale
Totale Licei
68,0
32,0
100,0
Liceo Classico
68,0
32,0
100,0
Liceo linguistico
81,1
18,9
100,0
Liceo Scienze Umane
89,7
10,3
100,0
Totale Istituti Tecnici
32,2
67,8
100,0
Istituti
professionale-
25,0
75,0
100,0
Settore
Industria
48,6
51,4
100,0
e
Artigianato Totale iscritti
Il quadro complessivo indica una segregazione formativa che conduce gli alunni dei due sessi a orientarsi gli uni verso indirizzi scientifico-tecnologici e le altre verso indirizzi umanistico-letterari. Questo dato è confermato su base europea anche dalla studio Eurydice. Sebbene non esistano barriere formali all’ingresso femminile nei vari campi del sapere, le studentesse continuano a limitare i propri interessi all’interno degli ambiti considerati tradizionalmente di pertinenza femminile quali l’educazione e la cura, ambiti ai quali i ragazzi preferiscono sottrarsi. Le scelte delle ragazze e dei ragazzi sembrano dunque condizionate dal permanere di secolari stereotipi sessisti impressi dalla famiglia e confermati dalla scuola.
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2. Un curriculum nascosto più forte di quello dichiarato
È come se a scuola agissero simultaneamente due curricoli, in contrasto tra loro: un primo esplicito, visibile e identico per maschi e femmine che convivono in classi miste, e un secondo nascosto, tacito, inconsapevole, nel quale si collocano per ragazzi e ragazze le immagini di sé come studenti e studentesse e le attese delle famiglie sul futuro dei propri figli e figlie (Biemmi 2009: 36-39). Sembra dunque che l’educazione al genere passi attraverso esperienze e interazioni irriflesse: gli/le insegnanti non sono immuni dall’assumere visioni precostituite della realtà, rischiando di veicolare, per lo più inconsciamente, stereotipi di genere che influenzano in modo significativo la pratica professionale e i processi di apprendimento. È necessario perciò porre l’attenzione sul curriculum nascosto, e non solo sull’imprescindibile lavoro di revisione dei curricoli scolastici e dei programmi universitari che insegnanti e ricercatrici impegnate nella didattica degli studi di genere portano avanti. La trasmissione del sapere fa leva su metamessaggi e relazioni interpersonali che inevitabilmente condizionano l’apprendimento dei contenuti e che se rimangono invisibili, ignorate o trascurate continuano a inficiare, a contrastare, smentire i messaggi espliciti, reiterando discriminazioni e disuguaglianze. A questo proposito la sociologa Graziella Priulla ha preso in considerazione i racconti narrati nella scuola dell’infanzia, dai quali bambini e bambine attingono gli archetipi millenari e le metafore della condizione umana. Gli archetipi custodiscono significati universali che trascendono la loro storicità. Le fiabe popolari tradizionali, però, riflettono anche il sistema patriarcale in cui sono state concepite, che sancisce una netta corrispondenza tra differenze di genere, ruoli, compiti e possibilità lecite o negate (Priulla 2013: 222-223). In altre parole proprio perché il curriculum nascosto trasmette a ragazzi e ragazze un insieme di messaggi che spesso rafforzano la stereotipizzazione di genere nel processo sociale di istruzione, la domanda deve essere sia “cosa si insegna?” (cioè quali argomenti, stimoli o riflessioni sottoporre), sia “come lo si insegna?”, al fine di cercare le modalità
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didattiche più adeguate per trasmettere saperi e conoscenze. Se educare al genere significa educare a una relazione trasformativa nei confronti di se stessi e del mondo, evidentemente le prassi pedagogiche tradizionali non si configurano come le più adeguate per raggiungere questo obiettivo (Gamberi, Maio, Selmi 2011: 133). Ripensare la relazione educativa è dunque un passaggio indispensabile per progettare e realizzare attività didattiche che affrontino in modo esplicito le tematiche di genere secondo una logica multidisciplinare e di attivo coinvolgimento di alunne e alunni. Rivedere la relazione educativa in ottica di genere significa saper adottare un approccio trasversale al tema del genere che può essere assunto in tutti i campi disciplinari e da docenti di tutti gli ordini scolastici, tanto più che l’insegnamento sensibile al genere rappresenta uno strumento importante per la gestione della classe, uno strumento che può avere forti ripercussioni sia sul rapporto fra allievi/e e insegnanti sia sul rapporto fra gli/le allievi/e stessi/e. Articolare in modo più complesso l’interrogativo “come si insegna?” significa dedicare spazio e attenzione a: l’autoriflessione; il linguaggio che si usa; la supervisione pedagogica in ottica di genere; l’utilizzo di metodologie attive che permettano alle identità dei soggetti in formazione di esprimersi trovando le vie più consone per costruire il proprio stile di apprendimento e relazionale. Il momento dell’autoriflessione si attua sul piano individuale e accompagna la pratica dell’insegnamento prima, durante e dopo la presenza in classe. L’autoriflessione permette di indagare gli atteggiamenti, i valori, le teorie e le supposizioni riguardo all’insegnamento e all’apprendimento che gli insegnanti si costruiscono nel tempo e che portano con sé in classe (Sapegno 2014: 16-17). Il primo passo è quindi quello di sottrarsi alla neutralità esplicitando il proprio posizionamento (Gamberi, Maio, Selmi
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Liberarsi dall’illusione della neutralità significa rigettare l’idea che sia possibile cancellare il proprio genere per proporsi come modello di un apprendimento neutro. Il rischio dell’aspirazione alla neutralità è infatti quello di rendere inconsapevolmente secondari i saperi di genere, riportandoli esclusivamente a una dimensione privata dell’esistenza, continuando a trasmettere messaggi educativi che rispecchiano valori tradizionali, luoghi comuni e pensiero dominante. Un secondo passo derivante dall’autoriflessione è riconoscere il proprio essere situati nella storia e nella cultura: diventare donna o uomo è stato nel tempo un processo di trasgressione, negoziazione o omologazione rispetto ai codici imperanti e la dimensione dell’identità di genere ha plasmato, inciso, rivoluzionato l’essere nel mondo. Riflettere sul proprio posizionamento in termini di genere significa anche saper costruire la propria relazione con i bambini, le bambine e gli/le adolescenti esplicitando il proprio percorso di formazione e condividendo quegli aspetti della propria biografia che sono stati significativi sotto il profilo del genere, come per esempio le letture, gli incontri, i problemi, i successi ecc. Ragionare sul proprio ruolo di docenti significa avviare un’analisi interiore dei valori, degli atteggiamenti, degli stereotipi rispetto all’identità di genere di cui si può essere portatori e portatrici inconsapevoli (Sapegno 2014: 18). Un’ulteriore caratteristica da tenere sotto controllo nella relazione educativa è il linguaggio che si utilizza. Come ricorda la filosofa Luce Irigaray, “parlare non è mai neutro” (Irigaray 1991), e porre attenzione alla differenza di genere nel linguaggio significa svelarne la natura intimamente androcentrica mettendo in risalto il rapporto che esiste tra parola, valori e costruzione della realtà. La diversità deve essere riconosciuta come luogo particolare che implica per uomini e donne modalità diverse di esperienze, percorsi non simmetrici e non riducibili gli uni agli altri (Gamberi, Maio, Selmi 2011: 134). Declinare al maschile e al femminile è ad esempio una “buona prassi” che dà visibilità linguistica anche alle donne. Un terzo passaggio importante per rispondere all’interrogativo “come si insegna?” deriva dalla supervisione pedagogica in un’ottica di genere. È per contrastare il rischio
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di perpetrare l’educazione sessista che può rivelarsi utile intraprendere una supervisione pedagogica (Oggionni 2013), uno spazio in cui l’autoriflessione del singolo insegnante si apre al confronto altrui con l’appoggio e il monitoraggio di una figura esperta sui temi del genere. La supervisione pedagogica è uno strumento che può rivelarsi importante per affrontare in modo collaborativo e costruttivo un percorso di pedagogia di genere nella scuola, perché ha come principale finalità quella di stimolare il personale educativo a una più profonda comprensione del campo in cui si trova a operare, nonché di incidere sulla riduzione dei nodi problematici, a livello sia organizzativo sia relazionale, mediante il potenziamento di competenze individuali e collettive. La supervisione, promuovendo una riflessività (auto)critica e un monitoraggio periodico dei risultati ottenuti, consente ai docenti di rilevare personalmente i progressi conseguiti nell’incremento sia della qualità percepita in relazione alle proprie competenze sia dell’efficacia di ciò che si fa. Questo aiuta a creare e a consolidare uno spazio di autoriflessione con l’ulteriore vantaggio di farne una pratica di dialogo e cooperazione tra colleghi/e. La quarta macro area attraverso cui è possibile migliorare il modus operandi riguarda le metodologie con cui si insegnano determinati contenuti. Si tratta di un ambito decisamente operativo, che si intreccia direttamente con la didattica e con la presenza in classe (Sapegno 2014: 18-20). Ciò che favorisce la trasmissione dei saperi sottoposti al vaglio della critica di genere sono metodologie di didattica attiva e partecipata, in grado di sollecitare un apprendimento emotivo oltre che intellettivo (Gamberi, Maio, Selmi 2011: 135). Per esempio nell’attività ludica il bambino non proietta solo le identificazioni con le figure parentali, ma anche identificazioni con personaggi immaginari. Fin dalla scuola dell’infanzia, dunque, è utile saper proporre sollecitazioni e interazioni, pratiche di ascolto e riflessività, saper incoraggiare la partecipazione di tutti e stimolare la franchezza e la diversità di opinioni (Gamberi, Maio, Selmi 2011: 135-136). Si tratta di proposte di
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lavoro che sviluppano la capacità di mettersi in gioco perché interpellano il corpo, la mente e la parola (Sapegno 2014: 20-21).
3. Destrutturare il sapere piuttosto che compensarne le lacune
Ammettendo di superare la sterile contrapposizione tra educazione e istruzione nella sintesi secondo cui “insegnare” è ad un tempo “educare” e “istruire” (Bertolini 1996), nei processi di formazione disciplinare degli insegnanti non disgiunta da quella didattica, dove si colloca la preparazione alla lettura critica dei saperi che non sono mai neutri ma sempre esprimono un radicamento di genere, quando non addirittura un invisibile fondamento sessista? E l’insegnante che volesse agire come ricercatore sul campo e intendesse procedere con rigore e metodo in questo lavoro di svelamento, quali strumenti dovrebbe avere a disposizione? E ancora, se il sapere legato alla storia delle culture di genere avesse un peso nei processi di comprensione tra uomini e donne, se l’incidenza di stereotipi e pregiudizi nei processi di rappresentazione e comunicazione tra i sessi contribuisse a quel fenomeno drammaticamente in crescita che è la violenza alle donne, sarebbe accettabile che l’educazione alla differenza fosse discrezionale, lasciata all’intraprendenza personale, sottratta al confronto sistematico, alla valutazione rigorosa e documentata? (perché, sia detto per inciso, non c’è un obbligo a questo tipo di formazione a nessun livello di ordine e grado scolastico, per quanto in ogni contesto una dimensione sia imprescindibile: che ci si rapporta sempre a bambini e bambine, ragazzi e ragazze, uomini e donne condizionati dal pensiero dominante della cultura in cui sono immersi). Per sensibilizzare al rispetto verso la differenza di genere sono stati realizzati progetti, pubblicazioni, attivate collaborazioni e lavoro di rete tra istituzioni, enti, centri di ricerca. Tutto questo di certo ha modificato le percezioni, aumentato l’attenzione, affinato il senso critico di bambini e bambine, ragazzi e ragazze. Una rapida ricerca online permette di trovare una quantità sterminata di esperienze, sperimentazioni, percorsi formativi e didattici che hanno per oggetto la differenza di genere a scuola, i saperi,
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l’identità maschile e femminile. E tuttavia, come si è visto nel primo paragrafo, l’affermazione di pari opportunità di accesso ai saperi nella scuola è solo parzialmente riuscita. Perché? Una delle ragioni è riconducibile al modo con cui è stato costruito il sapere. La cultura occidentale si è edificata sul pensiero della totalità o pensiero dell’Uno. Modello, misura e riferimento per l’organizzazione sociale è stato il soggetto maschile. In un parallelismo tra potere culturale e potere politico-sociale l’approccio maschile alla conoscenza si è configurato come dominio e possesso (Ciccone 2009; Bourdieu 2014); attraverso il quale il soggetto maschile ha strutturato l’ordine simbolico e materiale a proprio vantaggio. La critica a questo modello di pensiero, sostenuta anche dalle politiche scolastiche di parità, si è concretizzata in percorsi disciplinari tesi a mostrare “l’altra metà del cielo”: portando cioè alla luce versioni nascoste e complementari della storia, della letteratura, e in generale dei saperi ufficiali, rileggendo segmenti di programmi ministeriali secondo una “prospettiva di genere” (Biemmi 2011). La storia è stata scritta dagli uomini, la donna sembra non essere mai realmente vissuta. Questo ha privato le donne del diritto al ricordo, relegandole nella desolazione del silenzio (Ulivieri, Cambi 1994; Ulivieri 1997; Ead. 1999). Non solo; quando esse hanno realizzato qualcosa di memorabile, l’hanno fatto adeguandosi a modelli maschili. Riportare alla luce la presenza delle donne nella storia e affermare un modo differente di essere nel mondo, è stato un passaggio decisivo e necessario, ma forse ancora pericolosamente interno ad una logica binaria, dicotomica e oppositiva, che attraverso un’operazione addizionale ha ampliato il modello rappresentazionale –dall’uno, all’uno più uno– senza troppo preoccuparsi di educare a destrutturare e ristrutturare, ad assumere responsabilmente la propria diversità, senza insegnare a concepire la propria identità come combinazione dinamica delle diverse appartenenze, evitando di esaltare l’appartenenza rigida ad un modello e agirla come strumento di esclusione. Un’eccessiva enfasi nel tendere a riequilibrare le rappresentazioni maschili e femminili ha diffuso la convinzione che quello fosse l’obiettivo a cui tendere, mentre un guadagno di maggior rilevanza sarebbe stata la competenza a leggere criticamente e dinamicamente i processi con cui uomini e donne si sono inseriti e si inseriscono nella
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vita di una società, vi partecipano attivamente, ne determinano evoluzioni e cambiamenti, accedono alle opportunità che offre, cosa sono in grado di fare e di essere 6, quale libertà sono in grado di agire (Sen 1997), come costruiscono e ricostruiscono la propria identità in quel gioco di censure e riconoscimenti che ricevono continue sollecitazioni dalla presenza dell’altro/a. Questo è ciò a cui tendono gli studi di genere, ai quali spesso le politiche di pari opportunità nella scuola si sono appellate ma in modo discontinuo e non sistematico; studi che non rappresentano un particolare settore disciplinare né rispondono ad una mera logica compensatoria riguardo alla cultura dominante, ma riguardano, piuttosto, un modo di porsi, un’ottica interdisciplinare da cui guardare alle scienze a partire dallo studio dell’identità di genere, della sua contestualizzazione storica, della costruzione sociale e culturale di entrambi i generi, e delle relazioni che intercorrono tra loro7. Ciò infatti su cui anzitutto si sono attestati i Gender Studies sono alcuni assunti fondamentali: l’essere umano è sempre un essere situato (prima di tutto in un corpo, poi in una storia, una cultura, un territorio); il preteso universalismo delle culture e delle regole sociali è un’astrazione, che, prescindendo dalla realtà, la mortifica. Le definizioni in cui periodicamente si incaglia la riflessione sul genere vanno intese come espressione del desiderio di semplificare la complessità dell’esistenza, non certo per darne ragione. Nella realtà i confini netti non esistono, ma esistono continuità e contiguità, sovrapposizioni,
contaminazioni,
ambivalenze,
intrecci…
sui
quali
operiamo
segmentazioni, definizioni, in ragione delle quali più stabiliamo corrispondenze con le parole, più abbiamo la convinzione di conoscere. E tuttavia, così facendo, si è consolidata una pericolosa corrispondenza tra essere un genere e poter fare cose (Di Cori 2000: 1770; Bimbi 2012: 50-91). Tralasciando le criticità che questo collegamento ha determinato (per cui ora che la stessa categoria di genere si apre a nuove interpretazioni, sta crollando tutto il sistema che su di lei è stato costruito), l’emancipazione a cui per lo più i percorsi scolastici sulla parità hanno puntato si è limitata ad un aggiustamento del modello di base, con l’aggiunta di alcune specificazioni: “la donna può fare/essere anche…” e “l’uomo
Si fa esplicito riferimento qui all “approccio basato sulle capacità” secondo una prospettiva di genere proposto da Martha Nussbaum (cfr. Nussbaum 2001). 7 Cfr. a titolo esemplificativo, nella molteplicità di pubblicazioni dedicate a quest’ambito di studio: Di Cori, Barazzetti 2001, Sapegno 2011, Jaunait 2008, Scott 2008, Bergqvist 1999, Griffin 2005, Davis & Evans 2006. 6
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può essere/fare anche…” (il che ha prodotto come corollario problematizzazioni di rinforzo: “essere/fare così non significa essere meno donne/uomini” e interrogativi più articolati, del tipo: “è possibile accedere a universi tradizionalmente maschili/femminili senza snaturarsi, cioè senza scimmiottare, omologarsi all’altro/a ma conservando un’originalità identitaria, pur legittimandosi a mettere in atto modi di essere differenti di quelli indicati dalla tradizione?”). In realtà, tutte queste posizioni cadono in un errore epistemologico, facendo coincidere astrazione e universalismo, ed evidenziano la difficoltà di rapportarsi con l’alterità concreta, a cui viene di fatto negata la dignità della differenza: si tratta di una forma di discriminazione violenta contro la concretezza del reale, rimosso in nome di una normatività astratta. Una più feconda e rispettosa concettualizzazione dell’identità non disgiunta dalla differenza è quella che si discosta o addirittura punta a destrutturare quel paradigma identitario essenzialista che l’attuale dibattito sul Gender (o meglio il suo intenzionale travisamento strumentale8) mostra in tutti i suoi limiti: ciò che comunemente intendiamo per identità, e che colleghiamo a quella persistenza nel tempo garantita dal nome e cognome, non è la rappresentazione stabile e statica di un soggetto, ma un processo di continuo mutamento, una successione ininterrotta di nuove versioni di sé tra loro collegate, somiglianti ma non identiche, che non rinviano ad un “originale” precostituito, ad un “essenziale” vero e autentico (Remotti 2010). La pluralità e la specificità degli umani è la condizione della loro esistenza, e questo ben riassume l’inestricabile commistione di versioni del soggetto che costituiscono il suo essere, che compongono il sistema mobile e complesso della sua identità. La cui struttura è relazionale, cioè frutto delle trasformazioni che il soggetto attua o subisce nel corso degli incontri e delle esperienze che realizza. Ogni individuo nasce dal rapporto fisico di due soggetti differenti, per questo ha inscritta in sé la differenza; egli cambia e si evolve attraverso un continuo “differenziamento” dalla versione precedente (a cui quella successiva somiglia), si struttura nell’interazione con altri e altre in carne e ossa, quindi in un movimento di apertura e scoperta che rappresenta la sola libertà possibile:
8
La questione sollevata è seria e merita la massima attenzione, a partire dal quesito di fondo: quale rapporto vogliamo coltivare con la nostra dimensione biologica, in un tempo in cui i confini di ciò che è “naturale” si sono profondamente ridefiniti? (cfr. Haraway 1995). La fatica di mantenersi in ricerca, con un’apertura al dialogo pacato e sereno tra differenti posizioni, ha determinato da parte di alcuni gruppi sociali irrigidimenti e chiusure, accuse violente e irragionevoli contrapposizioni.
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soggetta ai condizionamenti culturali eppure in grado di non esserne completamente succube. A questo processo, che dura tutta la vita, contribuiscono la storia, la cultura, la religione, l’educazione, i modelli, le vicende personali, l’essere situati in un tempo, uno spazio, un corpo. In ogni caso, non c’è mai un’aderenza totale e predefinita (prevedibile, prescrivibile) tra la dimensione biologica e quella umana (che è innanzitutto simbolica, relazionale, affettiva, spirituale). Ma è proprio nell’interpretazione creativa di questa eccedenza di senso che trova spazio e si realizza l’originalità di ognuno/a.
4. Ripartire dalla scuola per contrastare le discriminazioni sessiste
Il sistema scolastico rappresenta un reticolo istituzionale tra i più capillari e potenti nella cultura di un Paese. Uno dei codici con cui si esprime, interpreta lo spirito del tempo, ne fornisce supporti e correttivi sono le disposizioni legislative, che costituiscono il cuore delle politiche scolastiche. Ma quale contributo può fornire la scuola nel contrastare stereotipi e pregiudizi identitari se nei percorsi formativi dei suoi insegnanti e di conseguenza nell’educazione impartita a bambini e bambine, ragazzi e ragazze l’attenzione al genere non è oggetto di formazione istituzionale e programmatica di base, di apprendimento e considerazione specifica? Le politiche di pari opportunità nella scuola risultano ancora inefficaci per l’assenza di una riforma decisiva che prepari tutti gli/le insegnanti ad un uso non sessista della lingua italiana, ad una lettura critica del sapere, ad un’adeguata conoscenza dei processi di costruzione dell’identità/differenza personale in bambini e bambine, ragazzi e ragazze. Le politiche scolastiche risultano inoltre latitanti nel mettere a disposizione di tutte le scuole, di ogni ordine e grado, strumenti e sussidi didattici per educare al rispetto delle differenze; strumenti diversificati per età con cui promuovere competenze relazionali e una adeguata rappresentazione di uomini e donne nella storia e nei saperi. Non si prevedono infine efficaci dispositivi di collegamento della scuola con gli istituti di ricerca, per avviare sperimentazioni didattiche e percorsi di valutazione e documentazione della loro efficacia.
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Processi di svelamento dell’egemonia di un ordine simbolico neutro-universalemaschile hanno determinato cambiamenti minimi rispetto agli sforzi profusi. L’esiguità dei finanziamenti riservati alle ricerche, l’assenza di studi longitudinali, la carenza di interventi coordinati, sistemici e sistematici in ambito pedagogico non hanno consentito di cogliere nelle questioni di genere un processo di trasformazione attraverso il quale le persone possono costruire nuove forme di relazione e di condivisione. Permane un silenzio complice della scuola che, tacendo su questi temi, finisce col legittimare l’esistente. A fronte di una pedagogia del saper fare che sembra aver conquistato luoghi e prassi scolastiche, è venuta meno una concezione della scuola come luogo di elaborazione di un saper essere, “luogo morale” in cui i cambiamenti sociali e culturali diventano discorso colto a supporto della crescita individuale. Come già notava decenni fa Adrianne Rich (Rich 1991), la scuola è un luogo di donne, eppure vi è nelle stesse insegnanti una resistenza ad affrontare i temi e i compiti di una pedagogia sessuata, poiché essa costringe a metaletture impopolari e a ripercorrere la propria storia personale: non molte si sentono di fare questo percorso, forse la maggior parte lo considera poco interessante e inessenziale. Abbiamo bisogno perciò di culture di autoriflessività, di reciprocità e relazione, di grammatiche con cui leggere intrecci e contaminazioni, che abbassino il livello di tensione e alzino quello del rispetto. Come scrive Barbara Mapelli: “Divenire donna o uomo in una stessa vita cambia molte volte direzione, assume significati differenti, differenti tonalità emotive, è un processo non lineare in cui la stessa persona, in momenti diversi, può identificarsi con i modelli sessuali proposti o ritrovare la propria identificazione nel rifiuto di stereotipi imposti, ma quel che è certo è che la tessitura del progetto di sé donna o uomo è un lavoro quotidiano, che raccoglie nelle proprie maglie ogni minuzia, ogni piccola scelta, ogni resa o conflitto, ribellione o complicità” (Mapelli 2008: 27). Imparare a comprendere le possibilità e i limiti del proprio divenire è l’apprendimento di fondo per darsi nuove nascite: evoluzione di un progetto esistenziale
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che intreccia autonomia-intimità e dipendenza-riconoscimento dell’altro e di sé nell’altro (Mapelli 2008: 32).
4.1. Per un’educazione critica
L’apprendimento necessario riguardo all’identità e alla differenza, è quello di offrire a ognuno le risorse per comprendersi nella propria complessità, perché ciascuno apprenda ad accettare, a condividere intimamente le proprie fragilità, senza la necessità di fare riferimento a modelli forti o comunque preconfezionati. La storia insegna se non diventa trappola, risucchio del passato o ipoteca sul futuro. Servono quindi modalità di formazione situazionale continua, che partano dalla decostruzione critica delle forme irrigidite attraverso cui le identità di genere sono culturalmente e socialmente plasmate. Una formazione che alleni nel mettere in relazione l’immateriale –condizionamenti, retaggi del passato, pressioni e precarietà che inquinano il clima culturale generale– con la concretezza dell’esistere, la pedagogia del ciclo di vita con la pedagogia della famiglia, così da comprendere come i vissuti familiari costituiscano un calco imprescindibile nella costruzione di sé, la pedagogia sociale con la pedagogia scolastica, per comprendere come ciò che alimenta le relazioni tra soggetti siano ambienti apparentemente lontani o esterni ai contesti quotidiani –come i messaggi mediatici–, eppure direttamente incisivi. Affinché il cambiamento attecchisca nella realtà quotidiana, nei comportamenti interpersonali e in tutti gli ambiti dell’esistenza, è necessario operare con più radicalità nelle forme rappresentazionali (rete, media) –che dall’esterno rimbalzano a scuola e lì non di rado vengono ratificate–, che più di qualsiasi altre intervengono nell’immaginario inducendo pensieri e comportamenti. Non è solo la scuola responsabile del perpetuarsi di ruoli e stereotipi sessuali, ma nel momento in cui non li sottopone a critica e semplicemente li ignora, legittima quella che potrebbe essere definita l’evidenza invisibile. Attraverso la finzione (mediatica, virtuale) della neutralità si affermano norme di genere tanto più potenti quanto più restano nel non detto. Occorre operare allora una torsione di sguardo con cui la didattica non solo rilegge criticamente i contenuti disciplinari soppesandone
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tacite autorizzazioni e censure –ad esempio, come si è visto, la quantità di donne e uomini rappresentati nei libri di testo, le attività a cui sono associati…– ma sa seguire percorsi imprevedibili e complessi che si snodano tra le vicende di ogni bambino e bambina, la ricerca di forme e mezzi con cui esprimere il potenziale evolutivo originale e proprio di ognuno.
5. Modelli di politiche di parità a confronto
Dalla conferenza mondiale delle donne che si è tenuta a Pechino nel 1995, nonostante uno dei primi obiettivi strategici fosse proprio la riforma del sistema educativo e la verifica della sua efficacia, gli interventi di attenzione al genere nell’ambito dell’istruzione sono rimasti decisamente in secondo piano rispetto alle politiche per le pari opportunità nel mondo del lavoro e nella rappresentanza politica istituzionale. In Italia come in Europa, infatti, il focus prevalente è sull’economia, sul lavoro e sul bisogno di incentivare l’occupazione femminile nei settori per lo sviluppo economico: delle scienze e delle tecnologie. Le azioni intraprese si sono orientate all’inclusione delle donne negli organi dirigenziali, negli ambiti decisionali, finanziari e di potere esistenti, piuttosto che a una trasformazione più profonda degli stessi. L’accezione con cui sono state intese le politiche di genere nell’istruzione si è appiattita sull’interpretazione che vede il ruolo del mondo educativo funzionale alla competitività economica e le politiche di genere in campo scolastico promotrici dell’accesso delle ragazze alle professioni scientifiche e tecnologiche. Dal trattato di Lisbona 9 in poi, le tematiche di genere sono entrate sì nell’agenda della Commissione per il Consiglio europeo, ma in modo discontinuo ed eterogeneo, senza che siano previste modalità di rilevazione dell’impatto e dei risultati. La Road Map europea 2006-2010, una sorta di tabella di marcia per le pari opportunità, denunciava come il cammino per l’acquisizione dei diritti civili per le donne
9
Trattato approvato nel 2007 ed entrato in vigore nel 2009, che istituisce la Costituzione Europea, rafforza il principio democratico e la tutela dei diritti fondamentali.
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anche nella moderna e democratica Europa fosse ancora lontano dall’essere terminato e invitava gli Stati ad attivare concretamente una serie di progetti finalizzati alla effettiva parità. Questo documento costituiva una sorta di manifesto non solo per le istituzioni, ma anche per tutte quelle agenzie educative (scuola, associazioni, comunità civile) deputate a contribuire alla costruzione di una cultura democratica e solidale, promuovendo una presenza più significativa delle donne nei processi economici e politici. In particolare la Road Map individuava due linee di lavoro per il superamento degli stereotipi di genere: una rivolta agli studenti e una agli/alle insegnanti, facendo riferimento ad azioni di formazione dei docenti e all’orientamento di ragazzi e ragazze. Nella relazione del 2008 ma soprattutto nei documenti successivi
della Commissione europea sulla
sensibilizzazione al genere attraverso il sistema scolastico, venivano particolarmente marcati i temi della conciliazione e del coinvolgimento degli uomini: di nuovo l’attività culturale veniva subordinata a questi obiettivi. Alla necessità di integrare politiche di genere e politiche per l’istruzione non è stato riconosciuto un peso centrale. Ciò non significa che singoli Paesi non abbiano operato in questo senso. È stato probabilmente il crescente fenomeno di violenza alle donne a riportare all’attenzione generale l’importanza della formazione e della scuola dal momento che il Parlamento europeo ha approvato il 12 marzo 2013 una Risoluzione sull’eliminazione degli stereotipi di genere nell’Unione europea, un documento che indica azioni concrete da intraprendere nei mezzi di informazione e nella cultura, nell’istruzione e nella formazione, nel mercato del lavoro, nel processo decisionale economico e politico. Nella parte riguardante la formazione è stata affermata la rilevanza dei programmi scolastici nel perpetuare discriminazioni di genere laddove non correttamente orientati al superamento di stereotipi sessisti. Agli Stati membri è stato perciò richiesto di valutare programmi di studi e contenuti dei libri di testo nell’ottica di una riforma complessiva che conduca all’integrazione delle questioni di genere, quale tematica trasversale, in tutti i materiali didattici, sia in termini di eliminazione degli stereotipi di genere, sia in termini di maggiore visibilità del contributo e del ruolo delle donne nella storia, nella letteratura e nell’arte, già a partire dai primi livelli dell’istruzione. Gli Stati membri sono stati altresì sollecitati a predisporre specifici corsi di orientamento, nelle scuole primarie e secondarie
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e negli istituti di istruzione superiore, finalizzati a informare i giovani in merito alle conseguenze negative degli stereotipi di genere, nonché a incoraggiarli a intraprendere percorsi di studi e professionali superando visioni tradizionali che tendano a individuarli come tipicamente “maschili” o “femminili”.
5.1. L’Italia e il nord Europa
Esperienze significative e avanzate di politica scolastica si trovano nel nord Europa, in cui la ricerca compiuta dai Gender Studies contribuisce a guidare la formazione degli/delle insegnanti e la sperimentazione didattica. In Danimarca ad esempio gli studi di genere vantano una forte e lunga tradizione, un elevato standard di qualità della ricerca in centri specifici e all’interno dell’università, in contesti disciplinari e interdisciplinari. Come in altri Paesi, la ricerca si riferisce principalmente alle scienze sociali e alle discipline umanistiche. Sono state sviluppate –con l’importante supporto dello Stato– reti e coordinamenti nazionali di centri di ricerca e associazioni che hanno dato vita a studi nazionali e internazionali, sono stati istituiti organi e strumenti di diffusioni dei risultati conseguiti, realizzati importanti archivi e database nazionali, pubblicazioni regolari e periodiche diffuse in tutto il Paese. Nonostante i finanziamenti statali non vi è stata una “istituzionalizzazione” degli studi di genere all’interno dell’Università, per cui la Danimarca non ha un programma completo di studi di genere nelle scienze sociali o in ambito umanistico né all’interno delle diverse facoltà ai diversi livelli accademici. Ugualmente il rilevante investimento sugli studi di genere ha fatto sì che crescesse un generale interesse nel Paese per questo ambito di ricerca, per quanto molti ragazzi e ragazze che si appassionano a questo tema proseguano poi i loro studi all’estero. Va aggiunto che negli ultimi tempi in Danimarca il dibattito sull’uguaglianza si è sensibilmente affievolito e con l’indebolirsi dei movimenti femministi anche la ricerca ha assunto un carattere maggiormente teoretico, mentre sono stati fatti grandi progressi in Svezia, dove l’attuale governo e cinque dei maggiori partiti politici si definiscono femministi. In Svezia infatti dal 1980 i Centres for Gender Research (inaugurati alla fine
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degli anni Settanta da un gruppo di studio formato da studiosi delle maggiori università del Paese), hanno ricevuto un importante sostegno dallo Stato, ponendosi come punto di riferimento autorevole e importante per stimolare la ricerca interdisciplinare e sul campo. Oltre a questi centri interdisciplinari, la ricerca sulle tematiche di genere si è sviluppata nella maggior parte delle università all’interno dei dipartimenti tradizionali, come parte integrante dei diversi settori disciplinari (Bencivenga 2015: 236). Questo ha determinato l’alto livello di organizzazione della ricerca sul genere e il consolidamento degli studi di genere come disciplina a sé. La ricerca di genere si è sviluppata dunque sia come disciplina autonoma sia come settore multidisciplinare 10 . Negli anni Novanta questo ambito di ricerca, che ha assunto il nome di “Gender Science”, si è strutturato all’interno dell’offerta universitaria e oggi corsi di laurea, master e programmi di dottorato di ricerca sulle questioni del genere sono presenti in quasi tutte le università e college del Paese. Lo Stato ha continuato a sostenere gli studi di genere perché ne ha visto l’importanza nel promuovere la parità nell’istruzione superiore, così come nella società in generale. Inoltre gli/le studiosi/e di genere hanno fondato una loro associazione, l’Associazione Nazionale dei Ricercatori di genere, con adesione individuale. Questa associazione rafforza la cooperazione tra i ricercatori di genere e facilita l’attivazione di ricerche e azioni congiunte qualora se ne ravvisi l’opportunità. Si può concludere pertanto come sia stato della massima importanza che i consigli di ricerca e le autorità svedesi abbiano perseguito strategie a lungo termine per lo sviluppo della ricerca di genere. Va detto tuttavia che nell’ultimo piano di ricerca da parte del governo, il tema del genere è stato poco menzionato, nonostante l’unione europea chieda espressamente che la prospettiva di genere sia inclusa in tutte le ricerche. L’esperienza norvegese ha evidenziato come i percorsi formativi per educatori e insegnanti debbano sviluppare specifici programmi di didattica e sostenere la formazione di competenze relazionali attente al genere (Stoltz, Jacobsen, Gemzöe and M. Fahlgren 2015: 233) , promuovendo la ricerca e la diffusione di conoscenze, metodologie e strumenti di insegnamento/apprendimento in grado di
10
La ricerca di genere ha influenzato significativamente lo sviluppo delle conoscenze in molti campi di ricerca. Per fare alcuni esempi: il canone letterario è cambiato quando è stato esaminato da una prospettiva di genere. La ricerca di genere ha anche cambiato il modo in cui viene condotta una ricerca storica e la ricerca nel campo della medicina e biologia ha beneficiato di prospettive di genere che hanno rivelato pregiudizi sessisti nella comprensione dei risultati della ricerca.
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prestare attenzione alle differenze di genere e a quelle personali. Anche in Norvegia il supporto dello Stato ha significativamente contribuito allo sviluppo dei Gender Studies che a loro volta hanno positivamente influenzato politiche sociali più eque11. Complessivamente si può dire che vi sia un modello nordico di studi di genere del tipo “bottom-up”, con ricerche e progetti avviate dal basso (Danimarca), mentre i modelli svedesi e norvegesi sono basati su un alto grado di istituzionalizzazione degli studi sulla parità di genere (modello “top down”). La crisi economica globale, tuttavia, ha indotto dei tagli alla ricerca in questi ultimi anni. Anche il programma quadro europeo Horizon 2020 ha ridotto drasticamente i finanziamenti riservati alla ricerca nelle Scienze Sociali e Umanistiche (SSH) dirottandoli verso la ricerca scientifica e tecnologica. Questo lascia pensare che la prospettiva di genere susciti ancora resistenza. Probabilmente a causa del fatto che essa sfida le norme sociali e la distribuzione del potere, rispetto ad altri ambiti di studio. È dunque importante prendere in considerazione questa resistenza nei confronti della ricerca di genere, che attesta ovunque la necessità di cambiamenti sociali. Cosa c’è di così “destabilizzante” nei progetti di educazione alle differenze da scatenare una tale opposizione? Probabilmente la libertà e la rinegoziazione del potere –a vari livelli– che essa presuppone12. Una ricerca comparativa condotta in 11 Paesi europei ha dimostrato infatti che il livello di istituzionalizzazione degli studi di genere di un Paese –Centri di ricerca specifici, alte scuole e Università– è direttamente proporzionale all’incisività delle politiche di pari opportunità di quel Paese (Griffin 2005), ovvero al livello di democrazia e alla gestione critica del potere. L’analisi sull’organizzazione sessuale della società e sull’impatto delle
“In Norway, state feminism has been an important dimension of the national political context for the development of gender studies. The concept of state feminism was introduced by Hernes (1987) to refer to how the Scandinavian welfare states have furthered feminism "from above" through womenfriendly welfare and gender equality policies in conjunction with "feminization from below" and feminization of the welfare state professions (Holst 2005). State feminism has created a structure of possibilities for women’s and gender studies to develop and be institutionalized in the academia, while gender research has importantly influenced state politics in areas such as childcare, education and politics” (Bencivenga 2015: 234). 12 I rapporti di genere, in quanto densi di tensioni attorno alle forme simboliche del potere, possono esser considerati come un campo sociale totale (cfr. Moi 1991: 1017-1049), che interseca tutti gli altri campi di ricerca. È necessario quindi aumentare le ricerche gender oriented, interrogandosi sulla riproduzione delle gerarchie sociali sessuate e sulle politiche della sessualità. 11
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politiche sessuali, permette di combattere le disuguaglianze che ancora pesano prevalentemente sulle donne.
5.2. Politiche scolastiche di parità in Italia: uno scenario confuso
In Italia la fisionomia degli studi di genere è tutt’altro che ben definita. A fronte di importanti risultati di ricerca relativi ai Gender Studies, il bilancio sul piano della trasmissione e della formazione è segnato dalla discontinuità. Da un lato si contano momenti alti di intenso coinvolgimento tra generazioni diverse (riviste e pubblicazioni di qualità, seminari, scuole estive, convegni, dottorati); dall’altro si segnala una irregolare presenza e programmazione di corsi e gruppi di ricerca in molti importanti atenei nazionali, e scarse occasioni per le donne giovani di ricoprire ruoli di primo piano13. Una ricognizione nelle pagine web di atenei sparsi lungo il Paese conferma il fatto che essi sono diffusi un po’ ovunque, e ricevono vivo apprezzamento da studenti e studentesse, come attestano le iscrizioni e la vivacità di proposte didattiche; segno evidente che nel periodo più recente sono stati fatti grandi sforzi per costruire percorsi di studio assai seri, che poco hanno da invidiare a quelli di altri Paesi. La loro diffusione però è merito per lo più di studiose e studiosi sensibili e non di un impegno istituzionale e politico sistematico e regolarmente finanziato. Probabilmente l’inconfessato scetticismo che accompagna gli studi di genere è da collegare alla crisi profonda dell’intero apparato politico, istituzionale e culturale che sembra congelare ogni possibilità di cambiamento. Verso la metà degli anni Novanta, il dibattito ha provato a distinguere tra assimilazione, integrazione o autonomia degli studi di genere all’interno dell’organizzazione curricolare. A distanza di anni, dopo diversi
Cfr. P. Di Cori nella relazione presentata al convegno “On ne naît pas… on le devient”. I gender studies e il caso italiano, dagli anni Settanta a oggi, tra liberazione sessuale e nuovi tabù, Université StendhalGrenoble 3, 25-26 novembre 2010, poi sintetizzata nell’articolo online di Paola Di Cori, “Sotto mentite spoglie. Gender studies in Italia” (2013). 13
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tentativi falliti di riformare la “macchina didattica”, tutte e tre queste opzioni hanno continuato a rimanere questioni irrisolte. Le politiche scolastiche di parità dovrebbero essere sostenute e promosse dal Dipartimento per le pari opportunità (di concerto con quello preposto all’istruzione e all’educazione), che tuttavia non ha fondi per promuovere ricerche di rilevanza scientifica con impatto di sistema14, in grado di imprimere un cambio di paradigma culturale nel sistema formativo scolastico, a partire dalla formazione del personale di ogni ordine e grado15. Attualmente è fermo al Senato un Disegno di Legge (n. 1680) presentato il 18 novembre 2014 che propone l’”Introduzione dell’educazione di genere e della prospettiva di genere nelle attività e nei materiali didattici delle scuole del sistema nazionale di istruzione e nelle università”. Il Disegno punta a “integrare l’offerta formativa dei curricoli scolastici di ogni ordine e grado con l’insegnamento a carattere interdisciplinare dell’educazione di genere, a eliminare stereotipi, pregiudizi, costumi, tradizioni e altre pratiche socio-culturali fondati sulla differenziazione delle persone in base al sesso di appartenenza e a sopprimere gli ostacoli che limitano di fatto la complementarità tra i sessi nella società” (art. 1). Prevede “l’istituzione di corsi di formazione obbligatoria o che integrano i programmi di quelli esistenti, per il personale docente e scolastico” (art. 3) e, riprendendo il progetto “POLITE” (vd. infra, nota 43) dispone che le istituzioni scolastiche di ogni ordine e grado adottino libri di testo e materiali didattici corredati
Uno dei pochi, significativi sforzi in questo senso è stato il progetto “POLITE: Pari Opportunità nei Libri di Testo”, promosso nel 1996 dalla Presidenza del Consiglio dei Ministri - Dipartimento per i diritti e le pari opportunità con l’Associazione Italiana Editori, e collocato nel IV Programma d’azione comunitaria a medio termine per le pari opportunità fra le donne e gli uomini 1996-2000. Polite è un progetto europeo di autoregolamentazione per l’editoria scolastica nato con l’obiettivo di promuovere una riflessione culturale, didattica ed editoriale il cui esito fosse quello di ripensare i libri di testo in modo tale che donne e uomini, protagonisti della cultura, della storia, della politica e della scienza fossero presenti sui libri di testo senza discriminazioni di sesso. Il progetto ha prodotto un Codice di “autoregolamentazione” e due vademecum, con l’obiettivo di riqualificare i materiali didattici in vista di una maggiore attenzione all’identità di genere. (cfr. www.retepariopportunita.it e http://www.ub.es/geocrit/-xcol/163.htm; Progetto Polite. Saperi e libertà: maschile e femminile nei libri, nella scuola, nella vita. Vademecum I e II. Milano, Associazione Italiana Editori, 2000/2001). Tuttavia il Codice di Autoregolamentazione non ha mai trovato attuazione e la situazione dei libri di testo è rimasta invariata. 15 Cfr.: http://www.pariopportunita.gov.it/index.php/istituzione-e-competenze 14
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dall’autodichiarazione delle case editrici impegnate a rispettare le indicazioni contenute nel codice di autoregolamentazione “Pari opportunità nei libri di testo” (Art. 5). Il raggiungimento della parità e il superamento delle discriminazioni sessuali, nonché delle varie forme di violenza di cui le donne e le ragazze sono vittime, è in primo luogo da costruirsi attraverso un cambiamento culturale, che punti a sradicare stereotipi e rappresentazioni statiche della realtà. L’intervento educativo è l’unico strumento in grado di restituire alla rappresentazione del mondo e dei generi profondità e complessità, uguaglianza e differenza, e l’educazione, ancor più se attenta a superare stereotipi e ad usare un linguaggio rispettoso di identità e differenze, è il mezzo più potente per cambiare il mondo e per produrre una società più giusta e meno violenta.
6. Attrezzarsi per affrontare le resistenze
Il ruolo degli/delle insegnanti è sicuramente centrale nelle pratiche educative scolastiche che facciano proprie le questioni delle differenze di genere. Ma è possibile educare al rispetto della differenza, alla decodifica di stereotipi e pregiudizi se gli/le insegnanti non hanno affrontato un percorso specifico nella formazione di base e continua? Se non dispongono di sussidi e strumenti didattici utili a svelare la finta neutralità dei saperi? Se non sanno rassicurare e anzi coinvolgere i genitori nell’utilità di questo investimento? È possibile avviare pratiche di formazione situazionale per sperimentare nuovi modelli più rispettosi delle differenze se la formazione di base è per lo più distante da una pedagogia critica sul genere, si propone come impersonale, assai poco sperimentale, verificata e aperta al dialogo con le diverse storie di ragazzi e ragazze, con le diverse biografie, attraverso un approccio narrativo e autobiografico? Educare al riconoscimento della differenza di genere nella sua vicenda storica e come pratica dei diritti, quali competenze richiede? E quale può essere il ruolo dell’Università in questa formazione degli/delle insegnanti? Quanto può essere decisiva l’attivazione di ricerche che raccordino i diversi saperi disciplinari, spazi e soggetti intra
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ed extrascolastici; che si incentrino sugli agenti di mutamento dentro la scuola –ad esempio riguardo alla femminilizzazione di tanta parte dei percorsi scolastici– e fuori, in relazione alle professioni, alla cooperazione in famiglia, al contrasto di iniquità e violenze? La sensazione è che su questi temi si inizi sempre da capo. Di certo la forza di stereotipi e pregiudizi come coesivo sociale contrasta la fragilità di pensieri e pratiche nascenti, ma forse conviene prendere atto che la posta censurata è più alta di quella esplicita e che –come ha ricordato M. Grazia Contini in un libro di alcuni anni fa– dietro l’ostentato desiderio di alleanze, si cela una ben più ferrea volontà di disalleanze (Contini 2012). Da cui, forse, occorre ripartire.
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SORELLE DI QUERELLE. POETESSE DELL’ AL-ANDALUS, TROBAIRITZ E POETESSE ITALIANE DEL DUECENTO E DEL TRECENTO1 Daniele Cerrato2 Sorelle di Querelle. Poetesse dell’al-Andalus, trobairitz e poetesse italiane del Duecento e Trecento Riassunto: Il dibattito della Querelle des Femmes in Italia si sviluppa soprattutto durante il XV e XVI secolo attraverso vari trattati di autori ed autrici. In realtà l’inizio della Querelle des Femmes si potrebbe far concidere con le poetesse italiane del Duecento e del Trecento. L’articolo analizza come alcuni dei temi presenti nei testi di queste autrici si possono far risalire ad una tradizione di poesia femminile che comprende le poetesse dell’al-Andalus e le trobairitz. Parole chiave: Querelle des Femmes, poetesse italiane, poetesse al-Andalus, trobairitz, genealogia. Sisters of Querelle. Al-Andalus Women Poets, Trobairitz and Italian Women Poets in the 13th and 14th Centuries Abstract: The debate on the Querelle des Femmes during the 16th and 17th centuries in Italy is based on different male and female authors’ dissertations. This Querelle des Femmes can be traced back to Italian women poets in the 13th and 14th centuries. This paper analyses some topics dealt with by these Italian women poets and studies the features they share with preceding al-Andalusian women poets and trobairitz. Key words: Querelle des Femmes, Italian women poets, al-Andalusian women poets, trobairitz, genealogy.
In Italia, la Querelle des Femmes, il dibattito/polemica legato ai meriti e alla dignità delle donne, trova ampio spazio durante i secoli XV e XVI, in una serie di trattati composti da Mario Equicola, Galeazzo Capra, Torquato Tasso, ai quali si affiancano i testi di autrici quali Isotta Nogarola, Arcangela Tarabotti, Moderata Fonte, Cassandra Fedele, Lucrezia Marinella. Si tratta di un confronto letterario che si sviluppa soprattutto
1
Data di ricezione: 02/12/2015. Data di accettazione: 20/12/2015. “Contrato Puente Posdoctoral VPPI-US”, Departamento de Filologias Integradas, Universidad de Sevilla; dcerrato@us.es. Il presente studio rientra all’interno del piano di attività e ricerche derivate dal “Contrato Puente Posdoctoral del VPPI-US”. 2
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attraverso la prosa, ma vi prenderanno parte anche poetesse tra cui Laura Terracina, Laura Battiferri, Veronica Gambara e Veronica Franco3. In realtà, come già sottolineato da Mercedes Arriaga (2008), l’inizio della Querelle in Italia si potrebbe anticipare di un paio di secoli e far risalire ai testi di poetesse italiane del Duecento e del Trecento quali Monna Nina, Compiuta Donzella, il gruppo di petrarchiste marchigiane (comprendenti Ortensia da Guglielmo, Giustina Levi Perotti, Livia del Chiavello, Leonora della Genga, Elisabetta Trebbiani) e le bolognesi Giovanna Bianchetti Bonsignori e Bartolomea Mattugliani4. Il presente articolo si propone di dimostrare come la produzione delle poetesse italiane del Duecento e del Trecento affondi le proprie radici in una tradizione anteriore, che si può far risalire alle poetesse dell’al-Andalus e alle trobairitz. Pur consapevoli del differente o culturale e sociale nel quale queste autrici vivono e scrivono, crediamo che le tre generazioni di poetesse possano essere accomunate, dal momento che i loro testi sviluppano alcuni dei temi che caratterizzeranno la Querelle de femmes come l’intraprendenza amorosa femminile, la difesa del ruolo della donna nella cultura, il confronto con gli uomini sul terreno letterario5. Per tutte, la scrittura costituisce uno strumento decisivo per una presa di coscienza della condizione femminile e una rivendicazione dei propri diritti, che però non si manifesta solo attraverso le composizioni poetiche, ma anche attraverso la condivisione di spazi di creazione con i colleghi uomini. La corte e la città si presentano come luoghi di convivenza ideali per facilitare lo scambio poetico e l’affermazione di testi in lingua volgare.
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Per un approfondimento riguardo alla Querelle des femmes in Italia si rimanda a Ramirez Almazán, Martín Clavijo, Aguilar González, Cerrato 2011, Cerrato 2013, Gonzalez de Sande & Gonzalez de Sande 2013, Gonzalez de Sande 2013. 4 Sul contributo delle poetesse del Duecento e Trecento all’interno della Querelle des Femmes in Italia si veda Arriaga Flórez, Cerrato, Rosal Nadales 2012. 5 Rosamaría Aguadé Benet nel suo articolo “Cristine de Pizan y las trobairitz” sottolineava il legame tra Christine De Pizan e le stesse trobairitz dal momento che l’autrice de la Cité des dames nei suoi testi riprendeva e ampliava il discorso riguardante la posizione e il ruolo delle donne nel mondo aristocratico dei secoli XII e XIII che quest’ultime avevano già trattato nei loro componimenti.
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Sebbene il contesto culturale in cui le poetesse italiane del Duecento e Trecento compongono i loro testi, non sia mai stato oggetto di studi approfonditi e manchino documenti e testimonianze in grado di permettere una ricostruzione esaustiva, è possibile ipotizzare che abbiano potuto leggere e consultare alcuni dei poemi provenienti dalle tradizioni precedenti. In ogni caso, queste autrici sembrano essere certamente a conoscenza di molte strutture e topoi della tradizione provenzale e arabo-andalusa che trasferiscono e reinterpretano nei loro componimenti. Un altro elemento che, fin dalle poetesse dell’al-Andalus 6 , contraddistingue questi gruppi di autrici, è il fatto che le informazioni che le riguardano ci siano giunte per citazioni di poeti a loro contemporanei, o con i quali entrarono in relazione. Lo stesso dicasi per molti dei loro poemi che vengono tramandati perché costituiscono la risposta a poesie maschili, all’interno di scambi poetici o semplicemente attraverso citazioni. Anche presso le trobairitz e le poetesse italiane dei primi secoli, troviamo autrici che vengono ricordate per corrispondenze con altri poeti, si pensi ad esempio a Monna Nina e Dante Da Maiano, o citate da altri scrittori come nel caso di Compiuta Donzella, ricordata da Mastro Torrigiano e Guittone d’Arezzo7. Nella tradizione dell’al-Andalus, vari testi con voce femminile, inoltre, si presentano in forma anonima attraverso il genere poetico della “moaxaja”, che si conclude con una “jarcha”, glossa che rimanda ad un ambito popolare ricollegabile al genere dei frauenlieder8. Questo genere letterario sembra trovare affinità con molti dei brevi testi che, come nel caso del sonetto anonimo “Pàrtite amore adeo” 9 , erano contenuti nei Memoriali Con poetesse dell’al-Andalus ci si riferisce al gruppo di autrici che composero versi durante il periodo in cui la penisola Iberica era sotto la giurisdizione araba, dal secolo VIII fino al XV. 7 Si vedano ad esempio le composizioni di Mastro Torrigiano “Esser donzella di trovare dotta” e “S’una donzella di trovar s’ingegna” e la lettera V contenuta nell’epistolario di Guittone. 8 Si tratta di uno schema, che, come osserva Elvira Gangutia in “Poesía griega de amigo y poesía arábigoespañola” (Emerita 40, 1972. 329-396), si può far risalire già alla poesia greca arcaica e al culto mesopotamico di Inanna/Istar/Astarté. Per quanto riguarda la tradizione dei frauenlieder si veda Muñoz Saavedra, Búa Carballo 2007 e Millet 2006. 9 Il sonetto che Angelo Gianni attribuisce a Nina Siciliana descrive la separazione di due amanti al sopraggiungere dell’alba ed è scandito da una voce di donna e anche il personaggio maschile viene descritto e determinato dalle parole dell’amata come avviene nel sonetto “Tapina me che amava uno sparviero” della stessa autrice. Cfr. Gianni 1997. Anch’esse quasi simili a Dio. Le donne nella storia della letteratura 6
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dell’Archivio notarile di Bologna, dove a partire dal 1265 si iniziarono a trascrivere i vari atti del Comune e, tra gli spazi bianchi, i notari bolognesi inserirono molti componimenti in lingua volgare. Tra i testi anonimi della tradizione dell’al-Andalus, si trovano le cosiddette canzoni di richiesta d’amore, in cui la donna si rivolge direttamente all’amato e in cui il desiderio femminile viene espresso liberamente, senza nessun tipo di finzione retorica, limitazione o censura. Anche in questo caso abbiamo esempi nella tradizione italiana, basti ricordare il testo anonimo “Oi bona gente oditi ed intenditi” dove due cognate si lamentano delle poche attenzioni dei mariti nei loro confroni, ma una tranquillizza l’altra dicendole di non preoccuparsi perchè ha invitato a pranzo un giovane che potrà soddisfare i loro desideri10. Un altro tipo di componimento è quello della canzone di protesta, dove la donna si lamenta del trattamento ricevuto dall’amante. Questo genere troverà ampio sviluppo nella lirica trovadorica e anche nella tradizione italiana, all’interno della tenzone, come avviene nel caso del sonetto di Monna Nina “Qual sète voi, che cara profferenza”11, che appartiene alla scambio poetico con Dante da Maiano, e sembra testimoniare il raggiungimento di
italiana, in gran parte ignote o misconosciute dalle Origini alla fine dell’Ottocento, Lucca, Mario Barone: 14. /Partite, amore, adeo;/ché tropo çe se’stato./ Lo maytino è sonato,/ çorno me par che sia/ Partite, amore, adeo;/ che non fossi trovato/ in sí fina celata/como nui semo stati./ Or me bassa, oclo meo;/ tosto sia l’andata,/ tenendo la tornata/ como d’inamorati,/ sí che per spesso usato/ nostra çoglia renovi:/ nostro stato non trovi/ la mala çelosia./Pàrtite, amore, adeo/ e vane tostamente;/ ch’one toa cosa t’aço/ pareclata in presente./ “Il sonetto Tapina me che amava uno sparviero” si trova citato in Trucchi, Francesco. 1846. Poesie italiane inedite di dugento autori. Dall’origine della lingua infino al secolo decimosettimo, raccolte ed illustrate, Ranieri Guasti, Prato, II, vol.: 53. /Tapina me che amava uno sparviero;/ Amaval tanto ch’io me morìa;/ a lo richiamo ben m’era maniero,/ ed unque troppo pascer nol dovìa./ Or è montato e salito sì altero,/ assai più altero che far non solìa;/ ed è assiso dentro a un verziero,/ e un’altra donna l’averà in balìa./ Isparvier mio, ch’io t’avea nodrito;/ sonaglio d’oro ti facea portare,/ perché nell’uccellar fossi più ardito;/ or sei salito siccome lo mare,/ ed hai rotti li geti e sei fuggito/ quando eri fermo nel tuo uccellare./ 10 “Oi bona gente, oditi et intenditi/ la vita che fa questa mia cognata./ La vita ch’ela fa vui l’odirite, /e se ve place voilave contare. / A lato se ne te sette gallette/ pur del meglior per poter ben conçare,/ e tutora dice che mor de sete/ensin ch’a lato non se ‘l po a acostare:/né vin ne agua no la po saçare/ se’ella non pon la boch’a la stagnata/ […] Cognata mia ched eo t’ò ditto,/ eo saço ben ch’ed ell’è mal a dire. Ma menarot’a casa un fanteletto/ e lui daremo ben mançar e bere/ e tu recherai del to vin bruschetto/e recheró del meo plen un barile./Quando gl’avremo dà mançar e bere,/çaschuna faça la soa cavalcata/”. 11 Qual sète voi, che cara profferenza/Qual sète voi, che cara profferenza/sì fate a me, senza pur voi mostrare?/Molto m’agenzeria vostra parvenza,/perchè ‘l meo cor potessi dichiarare./Vostro mandato aggrada a mia intenza,/ in gioia mi conteìa d’udir nomare/lo vostro nome che fa profferenza/d’essere sottoposto a me innorare./Lo core meo pensar non si savrìa/Alcuna cosa che sturbasse amanza,/Così affermo e voglio ognor che sia./L’udire a voi parlare è voglia mia,/Se vostra penna ha buona consonanza/Col vostro core, od è tra lor resìa./
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quell’equilibrio e quella reciprocità poetica presente nei testi delle poetesse del alAndalus e delle trobairitz. In questo testo Monna Nina si posiziona sullo stesso livello del suo interlocutore, già a partire dalla domanda diretta che gli rivolge in apertura di sonetto (“Qual sete voi, che cara profferenza / sí fate a me, senza pur voi mostrare?”). La sicurezza della poetessa sempre crescere con l’avanzare dei versi e oltre all’intraprendenza amorosa (“Molto m’agenzeria vostra parvenza”) aumentano anche la decisione e l’autorevolezza di Nina (“Così affermo e voglio ognor che sia”). L’ultima terzina del sonetto (“L’udire a voi parlare è voglia mia/ se vostra penna ha buona consonanza/ col vostro cuore od è tra lor resia”) che ironizza sul fatto che l’amore proclamato da Dante faccia parte solo di una finzione poetica, permette a Nina di incalzare il suo interlocutore e al tempo stesso distanziarsene, per poterlo osservare e giudicare. Altro tema comune è quello dell’assenza dell’amante che ricorre in molte liriche anonime dell’al-Andalus, ed è presente anche in alcune liriche italiane, come ad esempio “Il lamento della sposa padovana”12. Tra le varie autrici dell’al-Andalus si distinse, ad esempio, A’isa Al-Qurtubiyya che visse intorno al secolo X, ed apparteneva ad una nobile famiglia cordovese. I suoi biografi raccontano che non vi fosse nessuna donna tra le nobili dell’al-Andalus che potesse competere con lei “per quanto riguarda la capacità di comprensione in doti poetiche e retoriche, in virtù, eloquenza e buon giudizio” (Garulo 1986: 57). Tra i suoi poemi si è conservata la sua risposta orgogliosa ad un poeta che la chiedeva in matrimonio:
Sono una leonessa e non mi sono mai piaciute le tane altrui, e se dovessi scegliermi qualcuno, non risponderei mai a un cane, io che tante volte non ho voluto ascoltare i leoni. (Garulo 1986: 58)13
12
A proposito di questo componimento, si veda ad esempio Massagrande, Matteo. 1995. Lamento della sposa padovana: quattro testi poetici e quattro incisioni, Belluno, Proposte d’arte Colophon. 13 Tutte le traduzioni in italiano sono personali.
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Il richiamo alla natura e al mondo animale, che tradizionalmente viene accostato alle donne in maniera spregiativa e degradante, viene in questo caso completamente stravolto. A’isa se ne serve per autodeterminarsi e rinforzare il suo messaggio. La leonessa che rifiuta i “corteggiatori cani” diventa, quindi, un’efficace metafora della donna autorevole e che si distingue per la sua fierezza. La stessa struttura e lo stesso ribaltamento di prospettiva si riscontrà nella lirica del XIII secolo di Monna Nina “Tapina me che amava uno sparviero” 14 , dove si offre un’immagine non convenzionale della relazione uomo/donna e l’autrice raffigura l’amante come un rapace che ha saputo addomesticare. Sempre nel secolo X, ad Almeria, visse Al-Gassaniyya. Si sono conservati solo sei versi di un suo panegirico amoroso, dove ricorda i momenti lieti trascorsi abbracciata al suo amante.
Ti rattristi che dicano: partiranno tutte le belle? Come potrai resistere se andranno via da te? La sua partenza è la morte, e se hai dubbi, Vivi, raccoglierai le tristezze del loro allontanameno. Con loro mi incontravo e alla loro ombra vivere era delizia, e il giardino della vita, radiante e profumato. Notti felici nelle quali non temevo i rimproveri quando amavo, né mi spaventava l’abbandono quando eravamo insieme, quando il piacere ci assaltava e i desideri abbracciavamo come i rami che si abbracciano spinti dal vento. Ah magari sapessi, ora che arriva la separazione, se mi amerai, dopo che siamo separati, come prima. (Garulo 1986: 67)
La stessa immagine dell’abbraccio e del giacere con l’amato è presente anche nei versi de “Estat ai en greu cossirier” della Contessa de Dia e “Tapina me che amava uno
Lo stesso argomento si trova sviluppato anche nella lirica germanica, conosciuta come la “Canzone del falcone” del poeta del secolo XII Der Von Kuremberger. Si tratta di una composizione scritta in voce femminile che rappresenta certamente un modello di riferimento per Monna Nina quando compone il suo sonetto “Allevai un falcone per un anno/ormai domestico come io volevo/adorno di piume di oro,/volò fuggendo il falcone in altro cielo/Vidi allora volare il bel falcone:/lacci di seta brillavano alle zampe,/tutte le piume eran rosse e d’oro:/unisca Dio chi si vuole amare!/ 14
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sparviero” di Monna Nina. Si tratta di immagini che rompono con lo stereotipo di passività femminile e raffigurano donne che si dimostrano risolute ed intraprendenti. La figura che meglio incarna questo ideale di libertà ed indipendenza è certamente Wallada Bint Al Mustakfi o Wallada Almostacfi, conosciuta semplicemente con il nome di Wallada, la poetessa più nota del gruppo delle autrici dell’al-Andalus che visse a Cordoba tra il finire del secolo X e gli inizi del secolo XI, ricoprendo un ruolo di primo piano nella cultura e letteratura della città andalusa. Intorno al suo personaggio si sono costruiti vari aneddoti che hanno contribuito a creare il suo mito, come la leggenda che afferma che avesse fatto ricamare sul suo vestito alcuni versi che lei stessa aveva composto. Sul lato sinistro compariva “Allah mi ha creato per la gloria, e seguo orgogliosa il mio cammino”, mentre sul lato destro “Offro al mio amante la mia guancia e do i miei baci a chi li desidera” (Rubiera Mata 1990: 103). Della vasta produzione di Wallada, si conservano solamente nove poemi. Molti di questi sono riconducibili al suo legame con il poema Ibn Zaydun. I suoi versi scandiscono le varie fasi della relazione, tra passione, gelosie, tradimenti, fino al distacco e all’abbandono. Si trova ad esempio il topos dell’appuntamento notturno, che caratterizza anche altre liriche della produzione al-Andalus:
Quando cala la notte, aspetta la mia visita, vedo che l’oscurità è chi meglio copre i segreti. Sento un amore per te che se lo sentissero gli astri, non brillerebbe il sole, non apparirebbe la luna e le stelle non inizierebbero. (Rubiera Mata 1990: 103)
A questi versi di amore, fanno da contraltare le parole che Wallada fa giungere all’amante, in seguito ad un tradimento. La dolcezza e l’armonia lasciano spazio alle accuse e alle minacce:
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Se fossi stato giusto per l’amore che c’è tra di noi, non ameresti, né avresti preferito, una mia schiava. Hai lasciato i rami dove fiorisce la bellezza E hai scelto rami che non danno frutti. Sai che sono la luna dei cieli, ma hai scelto, per mia disgrazia, un pianeta oscuro. (Rubiera Mata 1990: 104)
La delusione di Wallada si trasforma in risentimento e rabbia, come ben racchiude la celebre satira dedicata sempre a Ibn Zaydun:
Il tuo soprannome è l’esagono, un epiteto che non ti abbandonerà neppure quando sarai morto: pederasta, puttaniere, adultero, bastardo, cornuto e ladro oscuro. (Rubiera Mata 1990: 104)
Un’altra poetessa molto nota fu certamente Hafsa Bint Al-Hayy Ar- Rakuniyya. Visse, probabilmente, durante la metà del XII secolo e apparteneneva ad una famiglia di Granada. Molti dei suoi versi conservatisi, fanno riferimento al tormentato amore con il poeta Abu Ya’far, conclusosi con la morte di quest’ultimo. Poemi in cui esprime il desiderio di poter incontrare l’amato, sono seguiti da componimenti dove lo rimprovera di interessarsi ad altre donne. Hafsa, in più occasioni, pone l’accento sulle mancanze e difetti dell’amante, esigendo un rapporto di reciprocità: “Smettila di enumerare le mie mancanze, ogni volta che ci vediamo, io non terrò conto delle tue, non tener conto tu delle mie” (Rubiera Mata 1990: 78). In altri casi, i versi di amore brillano per la bellezza delle metafore, anche quando gli inviti sessuali si fanno più espliciti. Hafsa si dimostra, dunque, libera non solo nella sua maniera di vivere la vita, ma anche per come utilizza e interpreta il linguaggio in tutte le sue possibilità di espressione:
Vengo io da te o verrai tu a farmi visita?
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Il mio cuore sempre si curva verso i tuoi desideri. Troverai rimedio alla sete e all’ardore del sole quando mi darai la benvenuta: le mie labbra sono acqua dolce e fresca, e i rami delle mie treccie offrono un’ ombra generosa. Rispondimi in fretta, non è bello, oh, mio Yamil, far aspettare la tua Butayna15. (Rubiera Mata 1990: 83)
Anche Mut’a, schiava del celebre Ziryab, nel suo unico poema conservatosi, si rivolge nella stessa maniera all’amato:
Tu che nascondi la tua passione, chi può nascondere il giorno? Avevo un cuore, ma mi sono innamorata ed è volato lontano da me, era mio o in prestito? Amo un Qurasí e per lui ho perso la timidezza. (Rubiera Mata 1990: 109)
L’amore non è però l’unico tema che caratterizza la produzione delle poetesse dell’al-Andalus e frequenti sono le rivendicazioni del proprio stato di donne e poetesse, come nel caso di Hafsa Al-Hiyariyya, vissuta nella stessa epoca e originaria di Guadalajara. Tra i suoi quattro poemi conservatisi, un chiaro esempio è rappresentato da questi versi:
Ho un amante a cui non piacciono i rimproveri e quando lo lasciai, di orgoglio si riempì e mi disse: “Hai visto qualcuno che mi assomigli?” E anche io gli ho domandato: “E tu hai incontrato chi mi faccia ombra?” (Garulo 1986: 67)
15
Yamil era un celebre poeta arabo e Butayna la sua amata, si vuole dunque fare riferimento alla coppia di amanti perfetti per antonomasia.
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Infine, una poesia che insiste sull’importanza della cultura e della formazione femminile, è quella di Umm Al-Hasan Bint:
La bella lettera non serve alla scienza è solamente un adorno nella carta; lo studio è la mia meta e non desidero altra cosa, poiché in base al suo sapere, il giovane si eleva sui mortali. (Rubiera Mata 1990: 132)
Con i suoi versi Umm Al-Hasan Bint e, attraverso la metafora della bella calligrafia, prende le distanze dal ruolo di passività ed adorno attribuito alle donne e sottolinea l’importanza dello studio e della cultura come mezzo di emancipazione e potere. Si tratta di un tema che trova corrispondenza nei sonetti di Giustina Levi Perotti “Io vorrei pur drizzar queeste mie piume”16 e di Leonora Della Genga “Tacete o maschi a dir che la natura”17. Nel suo sonetto Giustina Levi Perotti introduce il tema della fama, associandolo alla donna, e rivendica uno spazio femminile nella cultura, affermando il diritto alla scrittura, ad essere poeta al pari degli uomini, rompendo con lo stereotipo che vuole la donna relegata e confinata all’ambito domestico (“all’ago e al fuso”) e l’uomo destinato agli onori della vita pubblica (“al lauro o al mirto”). Sulla stessa linea si colloca Leonora Della Genga che in “Tacete o maschi a dir che la natura”, non solo sfida gli uomini, ma afferma una superiorità femminile. Il suo sonetto riassume il nucleo della Querelle des femme intesa come dibattito filosofico che cerca di
Io vorrei pur drizzar queste mie piume/ colà, Signor, dove il desìo m’invita,/ e dopo la morte rimanere in vita/ col chiaro di virtute inclito lume;/ ma il volgo inerte, che, dal rio costume vinto,/ ha d’ogni suo ben la via smarrita,/come degna di biasimo ognor m’addita,/ ch’ir tenti d’Elicona al sacro fiume./All’ago, al fuso, più ch’al lauro o al mirto/ (come se qui non sia la gloria mia),/ vuol ch’abbia sempre questa mente intesa./ Dimmi tu ormai che, per più dritta via/ a Parnaso te’n vai, nobile spirto,/dovrò dunque lasciar sì degna impresa?/ 17 Tacete, o maschi, a dir che la Natura/ a far il maschio solamente intenda,/ e per formar la femmina non prenda/ se non contra sua voglia alcuna cura./ Qual invidia per tal, qual nube oscura/ fa che la mente vostra non comprenda/ com’ella in farle ogni sua forza spenda,/ onde la gloria lor la vostra oscura?/ Sanno le donne maneggiar le spade,/ sanno regger gl’imperi, e sanno ancora/trovar il cammin dritto in Elicona./ In ogni cosa il valor vostro cade,/ uomini, appresso a loro./ Uomo non fôra/ mai per tôrne di man pregio o corona./ 16
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dimostrare che l’inferiorità femminile è una fallacia. Il testo di Leonora Della Genga inizia con l’invito degli uomini a tacere, invertendo la regola che da sempre imponeva alla donna il silenzio e contrasta l’arbitrarietà che a partire da Aristotele sosteneva una superiorità naturale dell’uomo. Leonora Della Genga mette in evidenza le capacità femminili, attraverso elementi tradizionalmente associati agli uomini (la spada, la corona) e attraverso tutti gli ambiti da cui le donne vengono escluse, come la politica, la cultura e la guerra. Il testo anticipa inoltre il topico della eccellenza femminile che si troverà in autrici come Lucrezia Marinella, Moderata Fonte e Arcangela Tarabotti. La relazione uomo-donna, nelle sue varie declinazioni è il tema centrale di molte delle composizioni delle poetesse trobairitz. Frequenti sono le tenzoni e i partimen, composizioni costruite sul dialogo tra due donne o una donna ed un uomo che disquisiscono su temi e questioni, spesso legate alle tematiche d’amore. Come sottolinea Rosamaría Aguadé Benet:
quella delle trobairitz era una voce distinta, che si esprimeva da un piano nel quale dominava l’osservazione dei loro sentimenti, l’esplorazione di certe emozioni che, al momento di cantarle, sembravano ancora più certe. E quasi potremmo dire che suggeriscono che la loro e quella dei trovatori è una poesia che si muoveva in mondi paralleli, nonostante formalmente il mondo fosse lo stesso, e che giocava con un vocabolario e con concetti simili. (Aguadé Benet 2011: 26)
Marirí Martinengo (1996) distingueva all’interno della produzione delle trobairitz due macrotematiche: quella legata all’amore declinato in tutte le sue fasi (innamoramento, lamento, perorazione, lite, etica amorosa) e quella sociale e politica che è dove si trovano maggiori spunti riconducibili alla Querelle. Nella maggiorparte dei casi si tratta di dialoghi e scambi poetici che si muovono nell’ambito dell’aristocrazia colta, come si può ricavare anche da alcuni riferimenti dei testi pervenutici e dalle vite delle trobairitz, dove spesso si dà risalto alla loro formazione letteraria. Il corpus di poesie di queste autrici non
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è molto vasto e presenta all’incirca venticinque testi, alcuni dei quali frammentati, mentre l’elenco di poetesse riconosciute e delle quali si hanno dati biografici è molto più ampio18. Un altro aspetto che si ricollega alla Querelle des Femmes è il ruolo ricoperto da varie trobairitz nel favorire l’attività di altre poetesse, permettendo che questa tradizione poetica femminile potesse diffondersi e tramandarsi. Si tratta di un particolare che le accomuna anche al gruppo di petrarchiste marchigiane che lavorano a stretto contatto, appoggiandosi vicendevolmente19. La prima figura nota è quella di Tibors de Sarenom, dal nome del castello di cui si pensa fosse signora. Visse presumibilmente tra la metà e la fine del XII secolo. C’è giunta una sua breve biografia in lingua occitana, dove si dice che fu cortese, raffinata, graziosa, molto colta, amata ed onorata dai suoi contemporanei. Costituì, insieme al suo primo marito Bertrand de Les Baux, un centro importante di cultura trovatoresca e si dice fosse divenuta la tutrice di Rimbaud D’Orange, che l’iniziò alla cultura cortese presso il suo centro. Le sue opere erano conosciute ancora nel secolo XVII, ma resta, solamente, un frammento di una sua canzone dal titolo “Bels dous amic, ben vos posc en ver dir”:
Bel dolce amico, ben posso in verità che non mi mancò il desiderio un solo istante da quando voleste che vi avessi come amante neppure accade bello e dolce amico, che io non avessi voglia di vedervi spesso né ci fu stagione nella quale mi pentissi, 18
Tra le autrici di cui si sono conservati testi e notizie biografiche si possono ricordare Tibors, La Contessa de Dia, Almucs de Castelnau, Iseut de Capio, Azalais de Porcairagues, Maria de Ventadorn, Alamanda, Garsenda, Isabel, Lombarda, Castelloza, Clara de Anduza, Azalais de Altier, Bieiris de Roman, Guillerma de Rosers, Germunda de Montpellier. A questo elenco vanno aggiunti i nomi di Alais, Iselda e Carenza, Dama H, la Genovese e Bona Domna, di cui si hanno testi, ma non notizie biografiche. Vi sono poi altri nomi che vengono citati da autori e studiosi come ad esempio Blanceman, domna N’Agnes, Caudairenga, Lisa di Londra, Guiscarda, Blankaflour, Huguette des Baulx, Marcabruna, Lauretta de Sade, Phanetta de Gantelmes, la moglie di Bertrand de Pezars, Margarida, Elionors, Sancha e Beatrice, la figlia di Ramon Berenguers. Inoltre, vanno tenuti presenti un buon numero di testi anonimi con voce femminile, che sono stati generalmente attribuiti a trovatori e invece, come sostengono vari studi, come ad esempio quelli di Angelica Rieger, potrebbero essere attribuiti a trobairitz. 19 La trobairitz Tibors, ad esempio, accolse molte altre poetesse presso la corte di Le Baux, lo stesso fecero Ermengarda di Narbona a cui si rivolge Azalais de Porcairagues, e Maria di Ventadorm. Per quanto riguarda il contesto italiano va ricordato il ruolo di mecenate svolto da Livia del Chiavello che ospitò presso la sua corte e sostenne l’attività di Giovanna d’Arcangelo di Fiore.
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né mai capitò, che partiste irato. che provassi gioia prima che foste tornato. (Martinengo 1996: 47)
Nel testo di Tibors, come in molti altri delle trobairitz, la voce femminile emerge con forza e la protagonista non si affida a stratagemmi retorici, nascondendosi dietro a finzioni poetiche, per esprimere i propri sentimenti. Si tratta di un passaggio fondamentale nel percorso di affermazione di un io femminile, perché la donna cessa di essere personaggio narrato, oggetto dedicatorio di poemi, icona vagheggiata ed assume il ruolo di creatrice e costruttrice di una nuova dimensione, dove con le parole riempie il silenzio a cui l’aveva destinata la letteratura maschile. Tra le trobairitz, una delle più note è certamente la Contessa de Dia. Nella vita giunta fino a noi si dice che fu moglie di Guillermo di Poitiers e che poi si legò a Rimbaud di Orange, al quale dedicò molte belle canzoni20. Nelle poche note biografiche non si fa cenno al suo nome, ma, se si accetta la tradizione, si sarebbe chiamata Beatrice. Presso il centro di Les Baux, non lontano da Dia, probabilmente conobbe Rimbaud D’Orange. Delle numerose canzoni composte da Beatriz Contessa de Dia, un unicum è costituito da “A chantar m’er de so quieu non volria”, la sola canzone di una trobadoritz comprensiva di notazione musicale. La Contessa di Dia non canta l’amore coniugale/tradizionale, ma quello guidato dal desiderio e dalla passione. La massima espressione di questo sentimento si può ritrovare nella sua canzone forse più nota, “Estat ai en greu cossirier”. In questo testo, l’autrice celebra l’amore più sensuale, che si distacca dalla ragione, per farsi corpo e carne:
Sono stata in grande affanno per un cavaliere che ho avuto come l’ho amato a dismisura e voglio che sia sempre risaputo 20
A distanza di oltre sei secoli, anche il poeta italiano Francesco Clodoveo Pentolini la celebra nei suoi Canti di donne illustri, (Livorno 1776: 199) dove compaiono anche le poetesse italiane medievali. “Ma non tacerà mai la Poesia/ la bellezza, l’ingegno, ed il valore/ della Contessa gloriosa Dia,/ cui spinse a morte un fiero aspro dolore./ Amò Guglielmo, ma l’iniqua e ria/ Sorte giunger lo fece all’ultim’ore./Perciò mai più non vide ora serena,/ e la vita lascio d’affanno piena/” .
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ora comprendo di essermi sbagliata perché non gli ho donato il mio amore per cui ho vissuto nell’errore sia nel letto sia vestita. Come vorrei una sera tenere il mio cavaliere nudo tra le braccia ch’egli si considerasse felice se solo gli facessi da guanciale che mi lascia più incantata di quanto Fiorio di Biancofiore io gli dono il mio cuore e il mio amore la mia ragione, i miei occhi e la mia vita. Bell’amico amabile e buono quando vi terrò in mio potere potessi giacere al vostro fianco una sera e potessi darvi un bacio appassionato: Sapete di cosa avrei gran desiderio di avervi al posto del marito purchè mi concediate in pegno di fare ciò che voglio. (Martinengo 1996: 52)
Da un punto di vista linguistico e contenutistico è interessante notare come la costruzione utilizzata dalla Contessa “sono stata in grande errore (“don ai estat en gran error”) ritorni nel sonetto di Compiuta Donzella “Alla stagion che il mondo foglia e fiora”21 dove la poetessa sembra riprende questa costruzione quando accusa il padre di volerla dare in sposa ad un uomo che non ama (“Chè lo mio padre m’ha messa in errore,/ e tienemi sovente in forte doglia:/donar mi vole, a mia forza, signore). Il tema del dolore, dell’affanno e dell’errore che Compiuta Donzella affronta nel suo testo trova un antecedente anche nella canzone di Clara D’Anduza, “En greu esmai et en greu pessamen” che inizia, infatti, con questi versi: “In grande angustia e grande tormento/han messo il mio cuore e in grande errore/”. Una costruzione similare, sempre per quanto riguarda l’incipit è quella della composizione anonima intitolata “Amics en gran cossirier” (“Amico in grave tormento e in grande pena/ mi trovo per causa vostra/ e 21
/Alla stagion che il mondo foglia e fiora,/accresce gioia a tutti i fini amanti:/ vanno insïeme alli giardini/ allora che gli augelletti fanno nuovi canti:/ la franca gente tutta s’innamora,/ ed in servir ciascun traggesi avanti,/ ed ogni damigella in gioi’ dimora,/ a me n’abbondan smarrimenti e pianti./Chè lo mio padre m’ha messa in errore,/ e tienemi sovente in forte doglia:/ donar mi vole, a mia forza, signore./ Ed io di ciò non ho disio né voglia,/ e in gran tormento vivo a tutte l’ore:/ però non mi rallegra fior né foglia./
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del male che soffro/ non credo vi rendiate conto”). Le poetesse, in tutti e tre i casi, denunciano le difficoltà di poter essere libere e autonome nelle loro scelte e comportamenti, poiché la società patriarcale in cui vivono le opprime ed aspira a controllarle, esigendole determinati comportamenti. L’amore non corrisposto è invece il tema di “A chantar m’er de so quieu non volria”. Anche in questo testo, la Contessa de Dia utilizza un linguaggio diretto e traccia un bilancio della propria relazione amorosa, mettendo l’amante di fronte a tutte le sue manchevolezze, domandandogli le ragioni di un comportamento tanto crudele nei suoi confronti. Si tratta di una canzone in cui si possono rintracciare affinità e punti di contatto con il già citato sonetto di Monna Nina “Tapina me che amava uno sparviero”. A proposito di questo testo, già Paola Malpezzi Price (1988), segnalava i molti punti di contatto, anche da un punto di vista lessicale, con la poesia delle trobairitz. In particolare, osservava come la poetessa Alamanda nella sua tenzone con Guiraut de Bonelh, avesse già utilizzato il termine “mainieira” con l’accezione di docile, come lo userà anche Monna Nina (“a lo richiamo ben m’era maniero”). La poetessa italiana a differenza di Alamanda che con questa parola sottolineava come la fanciulla di cui parlava Guiraut non fosse affatto “docile”, se ne serve per definire lo stato del suo amante/sparviero che si lascia governare/guidare. La descrizione di un amore in modo consapevole e razionale, costituisce una novità importante che ribalta la prospettiva tradizionale della lirica maschile e relega l’uomo, a oggetto descritto. Un’altra composizione particolarmente significativa perché mostra un esempio di dialogo e complicità femminile è lo scambio poetico tra Almucs ed Iseo De Capio. Nella razó si racconta come Iseo De Capio preghi Almucs de Castelnau di perdonare Gigo de Tornen22, colpevole di un grave torto nei confronti di Almucs. Non è l’unico caso di corrispondenza tra poetesse per quanto riguarda la lirica trovadorica, si pensi, ad esempio, alla tenzone a tre voci tra Alais, Iselda e Carenza, intitolata “Na Carenza al bel cors avinen”, che costituisce un antecedente importante per quanto riguarda le poetesse italiane, in particolare per le petrarchiste marchigiane che, sempre attraverso la poesia, 22
Gigo de Tornen potrebbe identificarsi con Guigo de Tournel e sarebbe stato l’amante di Almucs.
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creano un dialogo e un gioco poetico a distanza, si pensi al componimento che Elisabetta Trebbiani dirige a Livia Di Chiavello intitolato Trunto mio che le falde avvien che bacie23, dove il legame tra le due poetesse è rappresentato metaforicamente dall’immaginario incontro dei fiumi delle loro città, il Giano e il Tronto. Queste sentimento di sorellanza è presente anche nel testo “Coprite o muse”24 che Leonora della Genga dedica ad Ortensia da Guglielmo in occasione della sua morte. Di Azalais de Porcairagues, del distretto di Montpellier, si conserva un unico componimento “Ar em al freg temps vengut”. In questo testo vi sono alcuni riferimenti biografici importanti, come quello alla possibile morte di Raimbaut d’Orange, avvenuta nel 1173, e il saluto finale rivolto ad Ermengarda di Narbona, mecenate trobadorica che protesse ed aiutò anche Azalais. Nelle prime due stanze della canzone, l’autrice utilizza la descrizione del paesaggio per introdurre il tema doloroso che si andrà a trattare e per esprimere il suo stato d’animo. L’amore perduto l’ha svuotata lasciandola senza parole. La natura muta diventa lo specchio della sua anima e, attraverso le parole, riesce a sublimare il dolore e, quindi, a sopravvivergli:
Il tempo freddo è arrivato con neve e ghiaccio e fango e l’uccellino resta muto: nessuno ha il coraggio di cantare Trunto mio, che le falde avvien che bacie/A la città de Pico, e più de Marte,/S’in mar, dove ogni fiume amistà facie,/T’incontrassi col Ian, diglie en disparte,/Ch’annunzi en nome mio salute, e pacie/a la mia Livia perita d’onn’arte:/La qual si à l’orecchi, ed occhi piacie,/o se veggia en persona, o scriva en carte./La carta bianca di più tu gl’accenna/Che del suo bel Paese ella me mandi/Per scrivervi sue gesta inclite, e sole./Ma più, che la sua carta, la sua penna/Vorrei, mentr’a laudar soi merti grandi/Sol la sua penna eloquente ce vole. 24 Coprite o Muse di color funebre /Tutto Parnaso, e ogni luogo appesso,/Suelto il Lauro, piantate ivi il Cipresso./Sien le vostre querele ogn’hor più crebre./Il pianto, ch’uscirà da le palpebre/Empia Aganippe, e non si trovi in esso/Altro liquor, che quel che vi sia messo/Da gli occhi vostri, e da altrui tenebre./E poi c’harete con dolenti segni/Mostrati i danni sempiterni vostri/Per Ortensia gentile a tondo, a tondo./Direte a tutti i pellegrini ingegni;/Che spendano in lodare i sacri inchiostri/Questo spirto gentil si raro al mondo./ Il testo si trova citato ad esempio in Bergalli Gozzi, Luisa. 1726. Componimenti poetici delle più illustri rimatrici d’ogni secolo. Venezia: Antonio Mora. pt. 1: 5. 23
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e i rami degli alberi son secchi fiori e foglie non germogliano nessun usignuolo canta, lui che a maggio ogni anno ci chiama. Tanto disillusionato ho il mio cuore che da tutto mi sento distante sapendo che ho perso molto di più di quello che ho ottenuto; se le parole mi mancano è da Orange che proviene la mia pena e per la quale sono turbata e per cui vivo nella sofferenza. (Martinengo 1996: 57)
Un preludio che rimanda alla tradizione classica ma, che si ritrova anche nel testo di Compiuta Donzella “A la stagion che il mondo foglia e fiora”, dove la poetessa si serve della descrizione della natura in fiore, con gli uccelli che cantano, per creare un forte contrasto con il suo stato d’animo di dolore. Anche nel caso di Azalais, ritorna il tema della corrispondenza tra donne, dal momento che il testo si dirige ad Ermengarda, donna mecenate che aiuta e protegge altre poetesse ed, ancora una volta, emerge il tentativo di costruzione di una linea genealogica al femminile, tra donne che scrivono e donne che le sostengono. Un altro partimen che può, in un certo senso, anticipare altre tematiche relative alle Querelle des femmes, è quello di Maria di Ventadorn, figura molto importante, anche per la sua attività culturale presso la corte di Ventadorn, una delle più note del tempo. Nel suo testo “Gui d’Uissel, be-m pesa de vos”, la poetessa tratta con il poeta Gui d’Uissel delle differenze che intercorrono nelle relazioni amorose tra uomini e donne e insiste sulla reciprocità di diritti e doveri. Anche un’altra poetessa, Castelloza, che visse probabilmente in Alvernia, nella sua canzone “Amics, s’ie.us trobes avinen” non esita a condannare le ipocrisie e gli inganni maschili, (“vi trovo malvagio, falso e vile”) e nei suoi versi, abbandona l’idealizzazione dell’amore, scegliendo un linguaggio che rompa con le convenzioni e sfidi le norme sociali (“io so bene che a me piace così,/mentre tutti dicono sia sconveniente/ che una dama corteggi un cavaliere/”). Sempre Castelloza in “Mout avetz faich long estatge” diventa ancora più esplicita, dichiarando all’amante che desidera fare l’amore con lui (“vi
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chiedo di venire da me,/ dopo aver ascoltato/ questa canzone che vi garantisce/ che qui troverete una buona accoglienza”) (Martinengo 1995: 84). Infine, “Na Maria, pretz e fina valors” di Bieiris De Romans costituisce un caso abbastanza peculiare perché ha come destinataria un’altra donna e non fa in nessun momento riferimento ad un interlocutore maschile. Bieiris De Romans celebra l’amica Maria e la elegge a modello di donna ideale, capace di racchiudere in sè tutte le virtù, i meriti e gli onori, come accadrà per i già citati testi che Elisabetta Trebbiani e Leonora Della Genga indirizzano, rispettivamente a Livia Del Chiavello e Ortensia Da Guglielmo. A distanza di secoli, i versi delle poetesse dell’al-Andalus e delle trobairitz colpiscono ancora per la loro immediatezza e per la capacità di superare i limiti dell’espressione femminile ed affrontare gli uomini sul terreno letterario, senza risparmiare critiche e senza il timore di uscirne sconfitte dialetticamente. L’esperienza di queste autrici può allora essere letta ed interpretata come una pratica attiva, che rompe con la condizione di estraneità alla cultura da parte delle donne. Le poetesse italiane del Duecento e del Trecento ereditano formule e soggetti delle poetesse che le hanno precedute e, attraverso nuovi versi, continuano la Querelle des Femmes.
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ROMPERE IL TABÙ: IL TEMA DELL’ABBANDONO DEI FIGLI IN UNA DONNA DI SIBILLA ALERAMO E LA FIGLIA OSCURA DI ELENA FERRANTE1 Sanja Kobilj Cuic2 Rompere il tabù: Il tema dell’abbandono dei figli in Una donna di Sibilla Aleramo e La filgia oscura di Elena Ferrante Riassunto: Questo articolo esamina la maternità rappresentata in due testi, Una donna di Sibilla Aleramo e La figlia osura di Elena Ferrante. L’accento è sul tema dell’ambivalenza materna e sul tema dell’abbandono dei figli da parte delle madri considerato tuttora uno dei tabù nella società e nella letteratura italiane. Attraverso l’analisi di questi due romanzi, si cerca di capire quali siano i motivi emotivi e sociali che portano le madri protagoniste a cercare i propri spazi. Il metodo teorico si basa sul lavoro del gruppo Diotima sull’ambivalenza della maternità. Parole chiave: Scrittrici italiane, maternità, abbandono dei figli, ambivalenza materna, Sibilla Aleramo, Elena Ferrante. Breaking the Taboo: The Theme of Abandonment of Children Abstract: This article examines motherhood represented in some of the most important novels of Italian female literature. The focus is on the topic of maternal ambivalence and the on theme of abandonment of a child considered one of the taboos in Italian literature and society. Through a close reading of novels Una donna written by Sibilla Aleremo and La figlia oscura and I giorni dell’abbandono by Elena Ferrante, the article analyses the emotional and social motives that bring the women to search for their own freedom and re-establish their own identity. The search for a non-patriarchal motherhood is made possible through the work of Italian theorist gathered around the Italian feminist group of Diotima that through different seminars discuss the exception of a mother and explore the ambivalence of the maternal. Although the changes in better are visible, the narrative of women needs more exploring of the voice of the mother but also a larger autonomy in expressing the dark sides of maternity that still lack of presentation. Key words: Italian women writers, motherhood, abandonment of a child, maternal ambivalence, Sibilla Aleramo, Elena Ferrante.
1. Premessa
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Data di ricezione: 2/08/2015. Data di accettazione: 20/09/2015. Docente, Filološki fakultet, Dipartimento di Italianistica, Università di Banja Luka, Banja Luka, Bosnia ed Erzegovina; sanja.zeno@gmail.com. 2
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L’abbandono dei figli da parte della madre rappresenta tutt’oggi uno dei temi letterari considerati tabù largamente presenti sia nella letteratura che nella società italiana. Da quando Ibsen pubblicò Casa di bambola, (un evento letterario che ha suscitato un forte disagio e scandalo nella società) in cui la protagonista Nora abbandona i propri figli per ricostruire la propria identità. Ancora oggi, di questo tema si parla poco, anche perché si tende a non riflettere sulle motivazioni che spingono le protagoniste madri a compiere una scelta così radicale. Nonostante la maternità sia uno dei temi apparentemente più affrontati dal punto di vista editoriale e narrativo, le questioni legate alle sue ambivalenze come depressione, isolamento sociale, economico e emotivo delle madri sono poco affrontati. Le poche madri letterarie che osano ribellarsi a queste condizioni non hanno scelta o alternativa; essendo le voci femminili molto soffocate, esse finiscono la propria “ribellione” oppresse dai sensi di colpa, ma soprattutto dai giudizi esterni, quelli della società o quelli dei propri figli o altri membri della famiglia. Invece, la presenza delle madri letterarie che combattono il proprio senso di inadeguattezza prendendo spazio per sé e non limitandosi esclusivamente al ruolo di madre, è importante: raccontandosi e affrontando le vie delle viscere della maternità è possibile rimuovere barriere sociali che definiscono la maternità . Lo scopo di questo intervento è dimostrare come sia stata affrontata l’ambivalenza della maternità in due testi narrativi che ruotano intorno al tema dell’abbandono dei figli da parte delle madri. Il tentativo è quello di riflettere sui motivi che spingono le madri letterarie a cercare spazi propri. L’arco del tempo dei testi analizzati è molto ampio: il romanzo ormai leggendario di Sibilla Aleramo Una donna è pubblicato nel 1906, mentre I giorni dell’abbandono e La figlia oscura di Elena Ferrante 3 sono stati pubblicati rispettivamente nel 2002 e 2006. In questo articolo cercherò di analizzare quanto sia cambiata la situazione sociale ed emotiva delle madri letterarie, quanto cioè la loro voce è riuscita a liberarsi dalle costrizioni sociali a cui è stata tradizionalmente esposta.
Elena Ferrante, dopo il grande successo dei suoi romanzi, L’amore molesto (1992), I giorni dell’abbandono (2002), La figlia oscura (2006) e soprattutto della tetralogia L’amica geniale (L’amica geniale del 2011, Storia del nuovo cognome del 2012, Storia di chi fugge e di chi resta del 2013 e Storia della bambina perduta del 2014) rimane tuttora un fenomeno editoriale perché dell’identità della scrittrice non si sa niente. Esistono diverse ipotesi su chi si nasconde dietro lo pseudonimo di Elena Ferrante, di cui nessuna finora ha avuto la conferma. 3
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Il mio approccio intende essere inter-disciplinare. Saranno presi in considerazione cambiamenti sociali avvenuti nell’arco di un secolo insieme al lavoro teorico sull’ambivalenza materna svolto dalle teoriche legate al gruppo Diotima 4 che hanno proseguito la ricerca francese e americana sul campo5.
2. Una donna di Sibilla Aleramo
Una donna è un romanzo difficilmente classificabile, perché “non è un romanzo tradizionale, non è un’autobiografia, non è un diario intimo, ma attraversa tutti questi generi” (Chemotti 2009: 31). Sibilla Aleramo, pseudonimo di Rina Faccio, usa diverse tecniche narrative per raccontare la storia di un matrimonio fallito e di un processo di crescita personale, che raggiunge il climax nella scelta di lasciare la casa, il marito e il figlio per guadagnare in tal modo la tanto desiderata libertà individuale. Il romanzo scritto in prima persona segue la formazione della protagonista, che evolve da un’adolescente per la quale il centro dell’esistenza è rappresentato dal padre, attraverso il matrimonio con un ragazzo che la violenta, e la maternità vissuta come una “potenzialità naturale”, fino alla presa di coscienza di sé ma anche della posizione della donna in una società maschilista. Quest’ultima porta la protagonista a mettere in dubbio il significato della maternità, ma anche a comprendere l’ipocrisia della società che depriva la donna della possibilità di ragionare da sé. La maternità viene comunemente rappresentata come un estremo sacrificio, che dovrà passare da madre in figlia, per creare una catena di donne schiave delle proprie emozioni:
Diotima, la comunità filosofica italiana nasce presso l’università di Verona nel 1983, con l’intento di “essere donne e pensare filosoficamente”. Le studiose di questo gruppo hanno organizzato nel passato “grandi seminari annuali” su diversi temi che riguardano l’essere donna, da cui sono nati i loro libri: Il pensiero della differenza sessuale, Mettere al mondo il mondo, Il cielo stellato dentro di noi, Oltre l’uguaglianza, La sapienza di partire da sé, Il profumo della maestra, Approfittare dell’assenza, L’ombra della madre. 5 Le studiose di Diotima si sono accostate soprattutto al pensiero di Luce Irigaray, ma anche a quello di Helene Cixous, Nancy Chodorow, Adrienne Rich e molte altre. È importante nominare anche le studiose italiane che hanno fatto un enorme contributo sul tema del materno: Luisa Muraro, Silvia Vegetti Finzi, Marina Zancan. 4
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Perché nella maternità adoriamo il sacrificio? Donde è scesa a noi questa inumana idea dell’immolazione materna? Di madre in figlia, da secoli, si tramanda il servaggio. È una mostruosa catena. Tutte abbiamo, a un certo punto della vita, la coscienza di quel che fece pel nostro bene chi ci generò: e con la coscienza il rimorso di non aver compensato adeguatamente l’olocausto della persona diletta. Allora riversiamo sui nostri figli quanto non demmo alle madri, rinnegando noi stesse e offrendo un nuovo esempio di mortificazione, di annientamento. Se una buona volta la fatale catena si spezzasse, e una madre non sopprimesse in sé la donna, e un figlio apprendesse dalla vita di lei un esempio di dignità? Per quello che siamo, per la volontà di tramandare più nobile e più bella in essi la vita, devono esserci grati i figli, non perché, dopo averli ciecamente suscitati dal nulla, rinunziamo all’essere noi stessi. (Aleramo 2007: 145)
Dunque, solo spezzando la catena delle donne che passano ai figli lo spirito del sacrificio a loro volta ereditato dalle proprie madri, potrebbe cambiare il modo di vivere la maternità. La protagonista decide di lasciare il marito quando capisce che potrebbe perdere la propria identità tra persone con le quali non riesce a parlare di quello che prova:
Certe sere, tutti se n’andavano lasciandomi sola: portavo il bimbo a letto e poi mi affondavo in un seggiolone di paglia nel giardino. La cupa volta cosparsa di mondi silenziosi attraeva il mio sguardo magneticamente; ma il mistero dell’universo non mi tentava in quell’ore: un’angoscia umana, precisa, incalzante, mi possedeva intera; l’amarezza senza nome della mia solitudine, il vago timore di una morte possibile, prossima, lì tra quella gente ostile e straniera, senza aver lasciato traccia della mia anima […]. Tanto spazio di cielo, ed io incatenata, curva sotto un giogo spietato, non capace più che di un lento pianto. (Aleramo 2007: 142) 6
Insieme a queste scoperte, esiti di letture e riflessioni registrate nei primi scritti della protagonista, s’impossessa di lei una nuova forza rigenerativa dovuta anche alla maternità.
Si noti “il raddoppiamento” della personalità, la scissione dell’io che la protagonista, come tante sue amiche letterarie, che la protagonista riconosce in sé e che esprime scrivendo. 6
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La protagonista ad un certo punto rievoca uno spettacolo teatrale, un drama che la fece piangere anche se “non aveva mai pianto per le finzioni d’arte” (Aleramo 2007: 118). Si tratta della già ricordata opera di Ibsen che ella definisce un “possente genio nordico” (Aleramo 2007: 118). Le impressioni della protagonista sottolineano il momento in cui avviene in lei l’immedesimazione con Nora, “una povera bambola di sangue e di nervi che si rendeva ragione della propria inconsistenza, e si proponeva di diventar una creatura umana, partendosene dal marito e dai figli, per cui la sua presenza non era che un gioco e un diletto” (Aleramo 2007: 118). La reazione del pubblico è sorprendente per Sibilla. L’atto che Nora compie per liberarsi e ricostruirsi è vissuto con disapprovazione dal pubblico che “ammirando per tre atti, protestava con candido zelo all’ultima scena” (Aleramo 2007: 118). Lasciare il proprio figlio anche solo in un’opera d’arte è visto come una profonda infrazione della moralità borghese. Esistono dunque due scelte possibili per la donna: quella di obbedire a questa moralità nonostante il proprio disagio o quella di ribellarsi e contemporaneamente essere isolata dagli altri e condannata alla solitudine. Proprio perché vuole dare un esempio dignitoso a suo figlio, la protagonista sceglie la seconda via, anche quando capisce che il marito non le permetterà mai di prendere con sé anche il bambino. Il momento dell’abbandono suscita in lei il desiderio di morire o di tornare nella prigione di prima, ma la voglia di vivere è più forte. Il libro che scrive diventa una specie di manifesto ma anche di un momento di confessione che dovrebbe arrivare al figlio cui vuole far capire le proprie motivazioni. E c’è di più: questo manifesto dovrebbe indurre gli uomini e le donne a comportarsi diversamente nei confronti delle proprie madri e dei propri figli per costruire un nuovo ordine sociale. L’idea e l’esempio di Sibilla Aleramo hanno suscitato, più ancora della pièce di Ibsen, uno scandalo e una serie di giudizi negativi nei confronti della scrittrice:
Mi sedevo al tavolino per scrivere delle pagine in cui rinnovavo gli appelli già lanciati alla società da ben altri ingegni, ma che io improntavo di lagrime e di sangue. I miei gridi erano ben atroci, poiché le riviste che prima mi sollecitavano, ora mi respingono (!), ma la giustizia non può essere soffocata perché arde. Io non domando fama, domando ascolto.
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E tutto si sovrappone, si confonde, e una cosa sola, su tutto splende: la pace mia interiore, la mia sensazione costante di essere nell’ordine, di potere in qualunque istante chiudere senza rimorso gli occhi per l’ultima volta. In pace con me stessa. Spero qualcosa? No. Forse domani può giungermi una nuova ragione di esistenza, posso conoscere altri aspetti della vita, e provare l’impressione di una rinascita, d’un sorriso nuovo su tutte le cose. Ma non attendo nulla. Domani potrei anche morire… E l’ultimo spasimo di questa mia vita sarà stato quello di scrivere queste pagine. Per lui. Ed è per questo che scrissi. Le mie parole lo raggiungeranno. (Aleramo 2007: 203)
Il giudizio degli altri pesa fortemente, la pressione pure, ma la pace interiore fa capire che la protagonista non avrebbe potuto scegliere diversamente. Assistiamo quindi al compiersi di un processo di ricostruzione dell’io, che finalmente riesce a sentirsi libero dalle costrizioni sociali. È un io equilibrato, in armonia con il mondo. Anche se sente aprirsi in sé “una ferita mai rimarginata perché aggravata dalla rinuncia a ogni contatto con lui così come imponeva la legge disumana di quel periodo che non riconosceva alla donna nessun diritto di possesso di beni o di cura dei figli che restavano patrimonio inalienabile dei padri” (Chemotti 2009: 47), la forza che prova in questo nuovo stato, la fa andare avanti.
3. L’ambivalenza materna
Il romanzo e l’esperienza personale di Sibilla Aleramo sono un esempio davvero unico nella letteratura italiana. Il suo concetto della maternità fortemente originale rieccheggerà anni dopo negli scritti di Simone de Beauvoir. Nel Secondo sesso, pubblicato nel 1949, tra vari temi legati all’esistenza femminile, Simone de Beauvoir individua la maternità come la fonte sbagliata della formazione dell’identità delle donne che, una volta diventate madri, si credono realizzate:
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La fusione cercata nelle braccia del maschio e che è rifiutata non appena accordata, è realizzata dalla madre quando sente il bambino nel suo ventre pesante o quando lo preme contro i seni gonfi. Non è più un oggetto sottomesso a un soggetto; non è più un soggetto angosciato per la sua libertà, è questa realtà equivoca: la vita. Il suo corpo è finalmente suo perché è del bambino che le appartiene. La società gliene riconosce il possesso e lo riveste inoltre di un carattere sacro […]. Alienata nel corpo e nella sua dignità sociale, la madre ha l’illusione pacificante di sentirsi un essere in sé, un valore. Ma è solo un’illusione. Perché ella non fa veramente il figlio: questo si fa in lei; la sua carne genera soltanto dalla carne: è incapace di fondare un’esistenza che dovrà fondarsi da sola; le creazioni che emanano dalla libertà pongono l’oggetto come valore e lo rivestono di una necessità: nel seno materno, il bambino è ingiustificato, non è una proliferazione gratuita, una cosa greggia la cui contingenza è simmetrica a quella della morte. La madre può avere le sue ragioni di volere un figlio, ma non potrà dare a questo altro che esisterà domani le proprie ragioni di essere; lo genera nella generalità del suo corpo, non nella singolarità della sua esistenza. (de Beauvoir 2008: 494)
Per accorgersene, correggerla e vivere fino in fondo la propria scelta, Sibilla Aleramo ha avuto bisogno di un enorme coraggio. La sua voce letteraria si diffondeva tra chi la sosteneva e tra chi la considerava una madre snaturata. Mentre all’epoca in cui uscì il romanzo di Aleramo, la sua esperienza era considerata pioniera, il Novecento italiano è stato testimone del lavoro teorico svolto sul tema del male materno, dei lati oscuri, ambigui e ben nascosti della maternità 7 . Il primo passo dopo l’iniziale distacco dalle madri degli anni ‘70 è stato quello di amare la madre8 e accettarne l’ordine simbolico. L’ulteriore passo, svolto dalle teoriche legate al gruppo Diotima è stato quello di esplorare l’ombra della madre, cioè “affrontare l’oscuro materno come ciò che crea un cono d’ombra in cui c’è confusione tra l’io e il tu” (Gandini Baraldi 2007: 78). Il nuovo ordine simbolico a cui invitano le teoriche legate al gruppo Diotima è in contrapposizione con l’ordine patriarcale e invita le donne ad accettare la madre, amarla dal punto di vista simbolico e reale, ma anche di narrare la propria maternità e il proprio rapporto con la madre. Per compiere questo atto le madri hanno bisogno di prendere distanza dalle figlie/dai figli, per appropriarsi della propria identità e soprattutto per la paura di una Per un ulteriore approfondimento vedere: Diotima, L’ombra della madre. Luisa Muraro nel libro fondamentale L’ordine simbolico delle madri sostiene che solo la dimostrazione di gratitudine verso la donna che le ha messe al mondo, può dare alle donne un autentico senso di sé. 7 8
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madre onnipotente che ogni madre porta dentro di sé e che finisce per inglobare i figli se non si tiene sotto controllo. Affrontare l’oscuro materno e creare con esso l’alleanza significa esplorare anche la creatività della figlia.9 Nella letteratura degli ultimi anni si avvertono le conseguenze di quest’apertura insieme a tutte le sue contraddizioni che comporta. Le scrittrici analizzano il complesso rapporto delle donne con il materno, ma cercano anche di ridare alle madri quella possibilità di esprimersi di cui sono state private. Anche se ancora non possiamo parlare della voce delle madri, sono piuttosto le figlie a raccontarne le storie– la varietà delle sfaccettature del materno si è estesa. L’intera opera letteraria di Elsa Morante si basa sull’oscuro materno, osservato da un punto di vista maschile che priva la donna della sua identità e della sua dignità per aver infranto le leggi patriarcali. Ricordiamo un esempio offerto dal racconto di Morante, Lo scialle andaluso in cui la protagonista, la madre, lascia i propri figli per dedicarsi alla danza. Il suo tentativo di realizzarsi crolla in una performance derisa dal pubblico, osservata dagli occhi di suo figlio che giudica la madre e non riesce a perdonarle il desiderio di affermarsi in un altro modo che nella maternità. Tra tante madri “snaturate” ricordiamo la protagonista del romanzo Come prima delle madri di Simona Vinci, che deve molto al lavoro letterario di Elsa Morante, ma anche l’esempio di Lalla Romano. Si tratta del romanzo Le parole tra noi leggere, un libro autobiografico in cui la scrittrice sottopone a vivisezione il proprio rapporto con il figlio, ma anche con la maternità che la scrittrice rifiuta di vedere come espressione di sacrifio da parte della madre. Tuttavia, le scrittrici che cercano di cambiare il modo di vivere la maternità sono ancora poche. Ancora oggi, dopo che è stato scritto molto sull’argomento, esiste un certo timore nell’affrontare l’oscuro materno e perfino nell’ammetterlo. Nonostante il concetto dell’ambivalenza materna sia ben radicato nella psicoanalisi, le aspettative culturali presumono e richiedono alla madre di amare il proprio figlio in maniere incondizionata.
Nel articolo In gioco di Wanda Tommasi Turrini, nell’edizione di Diotima, L’ombra della madre, la studiosa analizza il rapporto di Marguerite Duras con la follia di sua madre: la straordinaria forza della madre si traduce in vena creativa di Duras. L’alleanza con l’oscuro materno fa nascere la scrittura in cui viene data la voce alla madre. 9
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Nonostante i problemi legati al tentativo di affrontare il male materno, la studiosa Marianne Hirsch nel libro The mother/daughter plot. Narrative, Psychoanalysis, Feminism insiste affinché le donne continuino a mettere in discussione l’errata visione del materno presente nella società che vede nella madre una figura del sacrificio. La studiosa sottolinea che nei testi letterari che raccontano il rapporto materno è importante far parlare le madri, perché “feminist analysis is still written from the child’s primary process perspective: permeated with desires for the mother’s approval, with fear of her power, and with anger and resentment at her powerlessness” (Hirsch 1989: 169).
4. La situazione attuale in Italia
Anche la letteratura italiana dimostra negli ultimi decenni un’apertura verso la voce materna che, a sua volta, racconta questo rapporto non più in maniera idealizzata, ma conflittuale e ambigua; tuttavia, la maggioranza dei testi è ancora scritta dal punto di vista della figlia che tende o a idealizzare la madre o ad annientarla. Quando le scrittrici italiane trattano l’ambivalenza materna, le deviazioni nel comportamento delle madri e delle figlie, parlano di amore e di odio, delle frustrazioni mischiate con la tenerezza, seguendo l’esempio di teoriche come Adrienne Rich, una di tante donne che ha trovato il coraggio di dare voce all’ambiguità del materno, parlando della propria esperienza del materno e decostruendone la glorificazione:
I miei figli mi danno le più squisite sofferenze che mai abbia conosciuto. È la tortura dell’ambivalenza: il dilaniante alternarsi di amaro risentimento ed esasperazione, e gioiosa gratificazione e tenerezza. A volte, nei miei sentimenti verso questi piccoli esseri innocenti, mi vedo come un mostro di egoismo e di intolleranza. Le loro voci mi logorano i nervi, le loro continue necessità, soprattutto il loro bisogno di semplicità e di pazienza, mi riempiono di disperazione per le mie inadeguatezze, e anche per il mio destino che mi impone di assolvere un compito per il quale non sono adatta. E talvolta mi sento sfibrata dalla rabbia soffocata. Ci sono momenti in cui ho l’impressione che solo la morte ci libererà l’uno dall’altro, momenti in cui invidio la donna sterile che si può permettere il lusso dei rimpianti ma vive una vita autonoma e libera. (Rich 1977: 19)
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Raccontando i propri disagi legati alla maternità, Rich invita le donne ad esprimersi, a raccontarsi e a parlare soprattutto della rabbia soffocata perché essa “becomes a dominant theme in exploration of maternal subjectivity” (Hirsch 1989: 169). Per arrivare alla costruzione della soggettività materna, bisogna affrontare violenza nascosta, ma anche quello che viene chiamato la “prepotenza della funzione materna” (Ferrante 2003: 290). Questo termine significa che la donna, una volta diventata madre, è legata per sempre al figlio, nonostante le altre funzioni che possa svolgere nella società. Si trova “intrappolata” nel suo istinto materno e questo fatto non dipende soltanto dalla sua condizione sociale o dal suo rapporto con il padre del figlio, ma è una condizione interiore da cui, come dice Rich solo la morte potrà liberarla. Questa condizione intima e spaventosa è descritta nella sua essenza da Natalia Ginzburg:
Il femminismo afferma che i lavori di casa, e la cura dei figli, dovrebbero essere equamente divisi fra donne e uomini. Questo, come ogni altra richiesta pratica e concreta dei movimenti femminili, mi sembra giustizia. Nel femminismo esiste però l’idea falsa che i lavori di casa, e la cura dei figli, siano un’umiliazione. Non è vero che i lavori di casa, e la cura dei figli, debbano essere divisi con gli uomini perché umilianti. Devono essere divisi con gli uomini perché, fra uomo e donna, tutto dovrebbe essere equamente diviso, come tutto deve essere diviso fra uguali. Poiché sono le donne a generare i figli, il peso di accudirli e crescerli tocca soprattutto alle donne. Esiste fra le madri e i figli un rapporto a cui non si sfugge perché attraversa e confonde insieme le vie delle viscere e le vie dello spirito. Una donna all’uomo può chiedere aiuto, ma il peso dei figli rimane comunque sulle sue spalle. Essa si sente tenuta ad accudire ai figli. Quando non lo fa, si sente in colpa, e quando lo fa, si sente ansiosa e irrequieta e traduce allora l’ansietà e l’irrequietudine in un senso di umiliazione e frustrazione. Le sembra che non avrà mai più pace e non sarà mai più libera. Si dibatte nei grovigli dell’affetto, come una bestia presa in trappola, e poiché l’affetto materno è un sentimento che non rassomiglia a nessun altro, i legami oscuri e viscerali che tengono una donna stretta al figlio le sembrano il contrario della chiarezza e della libertà. Ma contro una simile sensazione, non esistono difese possibili, essendo una sensazione d’angoscia che non ha nulla da fare con le colpe della società. Un errore è credere che una simile sensazione, essendo oscura e viscerale, sia umiliante. Come la condizione femminile, così anche la maternità non è in se stessa né una ragione d’umiliazione, né una ragione d’orgoglio. Come la condizione femminile, non è nulla in se stessa. Essenziale è soltanto riconoscerne e amarne insieme la felicità e il dolore, essendo negli affetti la felicità e il dolore indivisibili l’uno dall’altra. (Ginzburg 1987: 651-652)
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Notiamo che Natalia Ginzburg è una delle prime donne che abbiano definito il rapporto con il figlio come “un rapporto che confonde le vie delle viscere e le vie dello spirito”. Vi leggiamo ciò che Elena Ferrante tanti anni dopo chiamerà la già menzionata “prepotenza della funzione materna”.
5. La figlia oscura di Elena Ferrante
Un esempio letterario che sembra incarnare quanto detto nel paragafo precedente è il romanzo della stessa Ferrante, La figlia oscura, pubblicato nel 2006. Quest’opera segue il processo d’introspezione dell’io narrante Leda, una madre di due figlie che cerca di venire a capo del suo rapporto complicato e ambiguo con le figlie e con la propria madre, ma prima di tutto con se stessa. Le figlie sono ormai cresciute e si sono trasferite dal padre per intraprendere una carriera universitaria. Leda parte per una vacanza che diventa il viaggio d’introspezione e del confrontarsi con i propri sensi di colpa e gli altri modelli della maternità incarnati nei personaggi femminili incontrati in spiaggia. I sensi di colpa rotolano intorno all’abbandono delle figlie, ricordato dall’io-narrante, quando le figlie erano ancora piccole e concluso tre anni dopo, quando Leda torna ad occuparsi delle figlie. Rispetto al romanzo di Sibilla Aleramo, possiamo trovare dei punti in comune. In entrambi i casi si tratta di madri giovani, che si sentono non realizzate e piene di angoscia esistenziale, di donne a cui manca lo spazio per esprimersi. Le condizioni sociali sembrano essere però completamente diverse. Mentre la protagonista di Una donna deve lasciare il figlio al marito, perché all’epoca tutti i diritti appartenevano al padre, Leda, l’io narrante del romanzo è una donna che lavora all’università, che ha la libertà legale di lasciare le figlie con il marito e di tornare a prenderle. Il diritto al lavoro e alla realizzazione personale è acquisito. Tuttavia, questa uguaglianza è solo apparente perché Leda si trova socialmente e intellettualmente isolata nel ruolo di madre. Mentre si occupa di figlie e di casa, cerca di studiare e scrivere invano. L’angoscia e la rabbia crescienti la portano a compiere il distacco e quello che
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inizia come un viaggio breve per partecipare a un convegno in Canada, diventa un soggiorno lungo tre anni. La protagonista di Una donna se ne va per dare un esempio non solo al figlio, ma anche ad altre persone in cerca della libertà dello spirito. La sua lotta consiste nel tentativo di migliorare la società, di far diventare le madri non più povere creature di sacrificio, ma individui veri che decidono da soli il proprio modo di crescere e di essere. La protagonista di La figlia oscura, Leda, non ha questo dovere terrificante addosso, ma agisce secondo la sua voglia individuale, in possesso di quella libertà a cui Sibilla aspirava. Anche lei, e siamo stavolta all’inizio del XXI secolo, deve affrontare l’incomprensione e i pregiudizi degli altri, incarnati però da persone a lei estranee, e non dalla sua famiglia che l’appoggia per quanto sia possibile date le circostanze. Leda va in Canada perché vuole finalmente “realizzarsi”, appropriarsi della lingua che insegna, studiare, scrivere, esplorare la propria vena creativa. La maternità in lei dopo l’iniziale annullamento della donna diventa l’esplorazione dei propri limiti e potenzialità. Nella sua assenza, è il marito ad occuparsi delle figlie. Il rapporto tra i due coniugi crolla, ma la comprensione della famiglia non viene meno. Il viaggio introspettivo di Leda comincia a distanza di venticinque anni dopo il ritorno alle figlie, nel momento in cui si trova da sola in vacanza e conosce Nina, giovane madre napoletana, accompagnata dalla figlia e dalla rumorosa famiglia del marito. Simbolicamente, l’incontro che avviene tra le due donne provenienti dallo stesso background, cioè la città di Napoli, ma che hanno intrapreso due strade diverse di formazione, Leda l’indipendenza e Nina la dipendenza dal marito e la maternità, porta alla presa di coscienza di entrambe. Leda, incatenata dall’oscuro materno in sé riesce a liberarsi dei propri sensi di colpa solo mettendosi di fronte alla ragazza, narrando la propria esperienza. La ragazza, a sua volta, ascoltando la narrazione di Leda, giunge all’accettazione dell’angoscia costante che le provoca la maternità, la sensazione quando “ti si sfrantuma il cuore: non riesci a sopportare di stare insieme a te stessa e hai certi pensieri che non puoi dire” (Ferrante 2006: 127). La condizione di Nina ricorda quella della protagonista del romanzo Una donna prima della scoperta dei libri e delle letture che l’hanno resa più forte. Anche se non ne è cosciente, anche a lei è data la possibilità di aprire i propri orizzonti. Il contatto con Leda, donna in carriera che ha avuto il coraggio
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di lasciare le proprie figlie per tre anni, tutte cose che in una ragazza semplice suscitano ammirazione e rispetto, muovono qualcosa dentro di Nina. L’importanza di questo contatto non sta nelle conseguenze dirette dell’incontro tra due mondi femminili opposti, quanto nel fatto che le due donne possono parlare liberamente della loro condizione. Solo affrontando le proprie angosce, si arriva alla liberazione. Il tabù viene infranto e così si oltrepassa un varco sociale, individuale ed emotivo. Proprio questa libertà di agire, di cercarsi e di permettersi la libertà di esplorare le proprie potenzialità creative, permette a Leda di scegliere una via di mezzo, un compromesso tra se stessa, la carriera e la famiglia:
Tornare a casa, dalle figlie, per Leda significa mettere al centro della sua ricerca non il puro e semplice fatto di averle partorite, ma la pienezza della maternità. Prima, con la fuga, ha cercato un’emancipazione e un confronto paritario col mondo maschile. Dopo, col ritorno, la sua vita pubblica, il lavoro, i pensieri, gli amori fanno centro su quella che io definirei la prepotenza della funzione materna. (Ferrante 2003: 290)
Elena Ferrante esplora proprio questi punti deboli del materno nel momento in cui le vecchie costrizioni sociali sono ormai il passato e la donna è libera per quanto sia possibile di scegliere la propria strada. Il ritorno alle figlie significa accettare la maternità ma non annientarsi. Alla domanda di Nina, su quale sia il possibile modo di vivere la maternità, Leda risponde che ha imparato a “vivere poco per se e molto per le due bambine” (Ferrante 2006: 117). Quello che i romanzi di Elena Ferrante mettono in discussione è la figura materna con, appunto, i propri bisogni che vengono soffocati nella maternità così come è concepita dall’ordine patriarcale. Un altro personaggio ferrantiano che mette in discussione il ruolo della donna è quello di Olga, ne I giorni dell’abbandono. Si tratta di un romanzo in cui viene affrontato il percorso interiore di una donna, madre di due figli, che è stata abbandonata dal marito. Anche in questo romanzo è analizzato “che dopo essersi annientata nella madre/moglie, si ritrova sola e confrontata al ‘vuoto di senso’” (Marchais 2006: 56): “Non avevo più lavoro, nessun lavoro, nemmeno lo scrivere, da almeno cinque
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anni. […] Facevo la spesa, cucinavo, rassettavo, mi trascinavo i due bambini di via, in via, di stanza in stanza, stremata, esasperata” (Ferrante 2002: 101). Olga cade in depressione, in uno stato di completa perdita di identità. Capisce che deve combattere le imposizioni sociali che vedono in lei una madre e non più una donna sessuata. La presenza dei bambini non riesce a riempire il vuoto esistenziale. I figli rappresentano solo l’ostacolo che si crea tra lei e il marito, perché la deprivano della femminilità. È tormentata dal ricordo di una donna napoletana chiamata “poverella”:
L’odore acido del vomito mi ricordò il tempo delle poppate, delle pappine, i rigurgiti improvvisi. Pensai, mentre cancellavo da pavimento con mosse lente la traccia del malessere di mio figlio, alla donna di Napoli con quei suoi bambini lagnosi, tacitati a forza di caramelle. Da un certo punto in poi lei, la moglie abbandonata, aveva cominciato a prenderesela con loro. Diceva che le avevano lasciato l’odore di mamma addosso, e questo l’aveva rovinata, colpa loro se il marito se n’era andato. Prima ti gonfiano la pancia, prima ti appessantiscono le mammelle, e poi non hanno pazienza. Parole così mi ricordai. Mia madre le ripeteva a bassa voce per non farmele sentire, gravemente, consentendo (Ferrante 2002: 101).
Olga come Leda capirà che i figli hanno bisogno di lei e che per essere buona madre, la donna deve costruire se stessa come un soggetto, deve rispettare la propria essenza. Il percorso che fa per riconquistare la propria identità persa l’aiuta a diventare una madre serena e piena d’affetto.
6. Conclusioni I romanzi di Elena Ferrante invitano a “riflettere anche su una società, la nostra, che pur riconoscendo alle donne autonomia e uguaglianza, quantomeno formale, non permette loro di conciliare vita professionale e vita familiare, di far coesistere la donna e la madre” (Marchais 2006: 54).
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Questi romanzi “riconoscono la violenza della maternità patriarcale” (Rich 1977: 266) e finalmente affrontano la figura materna con tutte le sue ambiguità e ombre. La condizione delle donne sembra ancora riconducibile a “un ruolo fisso e delimitato, in cui l’identità materna finisce per inglobare le altre” (Marchais 2006: 57). Perciò la richiesta di Sibilla Aleramo, il suo postulato di cercare in ogni madre una donna, risulta attuale nonostante i cambiamenti sociali avvenuti nell’arco di un secolo. Il dialogo intertestuale che ho cercato di stabilire tra i testi di Aleramo e Ferrante, continua a guadagnare nuove/i parlanti nelle voci narranti che raccontano l’esperienza della maternità. Queste voci rifiutano nella maternità esclusivamente il sacrificio, esplorano fino in fondo il male oscuro della maternità e ne trovano potenzialità creative sempre più potenti, in grado di rompere i tabù e di creare una società più umana.
7. Riferimenti bibliografici
Bibliografia primaria
Aleramo, Sibilla. 2007. Una donna. Milano: Feltrinelli. Ferrante, Elena. 2002. I giorni dell’abbandono. Roma: Edizioni e\o. __________. 2006. La figlia oscura. Roma: Edizioni e\o. Ginzburg, Natalia. 1987. Opere, 2 vol. Milano: Mondadori. Ibsen, Henrik. 2002. La casa di bambola. Milano: Mondadori. Morante, Elsa. 2001. Opere. Milano: Mondadori. Romano, Lalla 1996. Le parole tra noi leggere. Torino: Einaudi.
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Bibliografia secondaria
Chemotti, Saveria. 2009. L’inchiostro bianco. Madri e figlie nella narrativa italiana contemporanea. Padova: Il Poligrafo. De Beauvoir, Simone. 2008. Il secondo sesso. Milano: Il Saggiatore. Ferrante, Elena 2003. La frantumaglia. Roma: Edizioni e\o. Gandini Baraldi, Sara 2007. “La luna e le lunine”. L’ombra della madre. Eds. Diotima. Napoli: Linguori. 77-85. Hirsch, Marianne. 1989. The mother/daughter plot. Narrative, Psychoanalysis, Feminism. Indianapolis: Indiana University Press. Marchais, Nathalie. 2006. “Madre o donna? Figure femminili in conflitto nei romanzi di Elena Ferrante”. Écritures, 2: 45-59. Rich, Adrienne. 1977. Nato di donna. Milano: Garzanti. Tommasi Turrini, Wanda 2007. “In gioco”. L’ombra della madre. Napoli: Diotima. 163175.
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LA NARRATIVA DE ELENA FERRANTE: EL DESEQUILIBRIO DE OLGA, UNA MEDEA MODERNA1 María Reyes Ferrer2 La narrativa de Elena Ferrante: El desequilibrio de Olga, una Medea moderna Resumen: El presente trabajo pretende acercarse a la figura de la enigmática escritora Elena Ferrante y analizar algunas de las características más destacables de su narrativa. Para ello, nos centraremos en una obra en concreto, I giorni dell’abbandono, y las vivencias de Olga, su protagonista, que guiará al lector por los entresijos de su agonía personal tras ser abandonada y traicionada por su marido. Palaras clave: Elena Ferrante, Olga, abandono, maternidad, existencia. Elena Ferrante’s Narrative: Olga’s Instability, a Modern Medea Abstract: The present work aims to approach the image of the enigmatic writer Elena Ferrante and analyze some of the most distinctive features of her narrative. To do so, we will focus on a particular work Il giorni dell ‘abbandono and Olga’s –its protagonist– experiences, which will guide the reader through the in and outs of her own agony after being dumped and betrayed by her husband. Key words: Elena Ferrante, Olga, abandonment, maternity, existence.
1. Introducción
La escritora italiana Elena Ferrante ha revolucionado el panorama literario contemporáneo desde una doble vertiente: por un lado, sorprende con una ficción realista centrada en distintos aspectos del universo femenino y, por otro, desconcierta con su identidad, desconocida hasta la fecha, y se esconde tras un falso apelativo. Tomando como punto de partida este último argumento, el éxito literario de la escritora italiana, o quizás escritor3, radica en buena parte en el misterio que se ha creado alrededor de su persona, principalmente debido a su anonimato y al distanciamiento voluntario de los 1
Fecha de recepción: 04/11/2015. Fecha de aceptación: 21/12/2015. Profesora Asociada, Departamento de Filología Francesa, Italiana, Románica y Árabe, Área de Filología Italiana, Universidad de Murcia; maria.reyes1@um.es. 3 Las especulaciones acerca del sexo de Elena Ferrante, sobre todo a través de la prensa italiana, han desatado ciertas polémicas y son muchas las estudiosas que, tras analizar su escritura y acercarse al texto, rechazan unánimemente que Ferrante sea en realidad un hombre: “it’s not that male writers haven’t created dynamic women since time began, but rare is such exquisite attention paid to a woman’s relationship with other women, or their children who both connect and distract them from the world” (Valby 2014). 2
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círculos mediáticos y literarios4. Ferrante trata de huir de la corriente mediática y del proceso de personalización de las obras a través del cual escritores y libros se convierten en mercancía que vende. La escritora reconoce no querer entrar en el juego editorial y evita establecer cualquier tipo de relación entre el libro y el autor ya que considera los dos elementos autónomos, distintos y de los que mantenerse distante. Se cuestiona hasta qué punto es importante conocer al escritor una vez leída la obra –”io penso che la buona novella sia sempre: è uscito un libro che vale la pena di leggere”5 (Ferrante 2003: 20)– y prefiere tener la libertad de escribir sin ser reconocida, desde el espacio privado e íntimo que le permite afrontar la escritura sin normas ni convenciones. Cuanto más se aleja de su obra y más la priva de una identidad o de un cuerpo, más autonomía tiene el texto para convertirse en lo que pretende ser, una “invenzione romanzesca”, y la cercanía a él sólo implicaría llenar el texto de realidad, de ella misma, perdiendo su condición de “romanzo”: “Voglio, perciò, che il mio romanzo se ne vada il più lontano possibile proprio possa dare la sua verità romanzesca e non gli scampoli accidentali, che pure contiene, di autobiografia” (Ferrante 2003: 63). Elena Ferrante replantea desde otra perspectiva y desde otro tiempo una preocupación similar a la ya planteada por Alessandro Manzoni acerca de los efectos que puede tener la presencia del autor en el texto y la contaminación de la obra con su creador. Siente, por lo tanto, la necesidad de liberarse de su creación una vez que el estricto trabajo del escritor ha finalizado, y considera oportuno dejarla ir hacía a un público que tendrá total libertad de interpretación del texto, emitiendo juicios independientes sobre la historia y su creadora. La negación del autor se refleja también en las portadas de sus libros donde aparecen mujeres sin rostros o con rostros parcialmente velados.
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Este es un aspecto que ha llamado la atención notablemente e incluso ha despertado el interés fuera de las fronteras italianas. Basta leer La Frantumaglia (2003, Roma: E/O) –una obra que recoge un considerable número de entrevistas que ha realizado por escrito–, para observar como una de las preguntas que más se repite es el porqué de su anonimato y la insistencia de permanecer en la sombra. Sin embargo, este aspecto no siempre ha sido bien acogido y la escritora ha recibido duras críticas, especialmente la de Sebastiano Vassalli con motivo de su nominación al Premio Strega: “Ci augureremo che vinca, come al solito, un peggiore: un essere umano” (Vassalli 2015: 33). 5 Ferrante, en su carta de respuesta a Francesco Erbani se cuestiona unas cuantas preguntas “retóricas” acerca de lo verdaderamente importante para un libro, como el hecho de conocer al escritor o, como ella misma define, al personaje del escritor: “la risonanza dell’autore, o per dire meglio del personaggio d’autore che va in scena grazie ai media, è un supporto fondamentale per il libro?” (Ferrante 2003: 23).
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No obstante, la crítica literaria Laura Buffoni ve ciertas contradicciones entre la intención de mantener su identidad velada y las posibles referencias autobiográficas que se encuentran en el texto literario. Concretamente Buffoni menciona la ciudad de Nápoles, “descritta come solo chi ci è cresciuto potrebbe fare” (Buffoni 2014), y la voz narrativa que va asumiendo rasgos más concretos hasta llegar a lo que denomina un “Io da autofiction”. Es probable que la autora, en su necesidad de escritura, deje pequeñas huellas de sí misma en el texto y su anonimato sea la forma de protegerse de su propia creación 6 , “di proteggermi dai suoi effetti”, como afirma. Ferrante ha declarado en numerosas ocasiones su cercanía con el texto, con los personajes que crea y el mundo que recrea. Es más, paradójicamente, la escritora no esconde que la trama de sus narrativas nace de las experiencias vividas, de recuerdos, de gente conocida, que le servirán de empuje para dar rienda suelta a su creatividad:
[…] real events don’t count much when one writes; at most they are like getting shoved while out on the street. Rather, a story is a deep chasm of very different experiences that have accumulated over the course of a lifetime, and that miraculously nourish events and characters in the story. There are some experiences that are difficult to use, that are elusive, embarrassing, at times unsayable, because they belong to us so intimately. I am in favor of stories that are fed by these kinds of experience. (Ferrante en Valby 2014)
El hecho de publicar un libro supone, para la escritora, un acto que implica romper con el anonimato al ceder partes íntimas de uno mismo: “decidere di offrire ad altri, nella forma che ci sembra la più adeguata, ciò che intimamente ci appartiene” (Ferrante 2003: 26). Publicar puede significar mostrar una faceta propia e íntima, pero también se destaca la alteridad que sufre el escritor cuando se encuentra en pleno proceso creativo, aunque hasta la fecha no se conocen sus influencias o inspiraciones literarias7: “I vecchi miti 6
El hecho de ocultar su identidad no sirve únicamente para no entrar en el juego mediático o protegerse del texto sino que el ser anónima le reporta, en cierto sentido, un beneficio creativo: “Chiudo con questo tema dicendo per ultimo che scrivere sapendo di non dover apparire genera uno spazio di libertà creativa assoluta. È un angolo mio che intendo difendere, ora che l’ho sperimentato. Se ne fossi privata, mi sentirei bruscamente impoverita” (Ferrante 2003: 63). 7 A pesar de advertir influencias de otros durante el proceso creativo, Ferrante huye de filiaciones literarias concretas, con Elsa Morante o con Anna Maria Ortese, aunque admite ser ávida lectora de ambas.
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sull’ispirazione forse dicevano almeno una verità: quando si fa un lavoro creativo si è abitati da altro, in qualche misura si diventa altro. Ma quando si smette di scrivere si ridiventa se stessi, la persona che comunemente si è, nelle occupazioni, nei pensieri, nel linguaggio” (Ferrante 2003: 38). Ferrante hace una neta distinción entre el momento en el que se convierte escritora y se deja habitar por otros, y cuando vuelve a su mundo real, a una rutina común. La parte de escritora parece fragmentarse en diversos pensamientos y se llena de conceptos que giran en torno al artificio literario, algo que no tiene cabida en su cotidianidad. Es precisamente la cotidianidad de la que se sirve para crear y recrear sus historias y sus personajes, enriqueciendo su narrativa con estilo muy personal y directo.
2. Aspectos relevantes de la narrativa de Elena Ferrante
Elena Ferrante explora, a través de la escritura, todos los aspectos de la experiencia femenina –maternidad, amistad, femineidad, sexualidad– que conducirán a una serie de reflexiones existenciales formuladas a través de los pensamientos de los personajes, quienes tratan de ahondar en sus problemas y reconducir sus vidas. La existencia de estas mujeres está ligada a un profundo malestar, al inconformismo y a la inadecuación social. Son mujeres que sufren fuertes desequilibrios emocionales y comienzan una ardua andadura hacia su reconstrucción personal, cuestionando los roles femeninos y los diferentes vínculos que se crean entre las mujeres. Respecto a este punto, la escritora propone diferentes dimensiones en lo que respecta a las posibles relaciones que se establecen entre mujeres: madre-hija, amigas, mujer-mujer, mujer-espejo. Su narrativa está centrada en el análisis psicológico y en la construcción o búsqueda de la identidad de las protagonistas que, tras verse envueltas en cruciales circunstancias psicológicas y emotivas, se ven obligadas a dar un giro brusco de personalidad o buscar reminiscencias de un pasado que les guíen hacía una posición estable en el presente. Para ello, Ferrante hace un profundo estudio del interior de las mujeres, “[le] loro inquiete e
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sconcertanti vite interiori –fatte di sentimenti esasperati, pensieri confusi, ansie e dubbi” (Rooy 2007: 159) con una notable carga emotiva. Las vivencias que experimentan sus personajes están contextualizadas en un doble espacio: uno más superficial y lleno de lugares comunes para el lector, como son los ambientes de clase media y las ciudades conocidas como Nápoles, que adquiere un significado complejo en la obra, y un contexto más profundo y trascendental que tiene lugar en el espacio doméstico donde se “rasga la piel de lo habitual” (Wood 2013) y deja entrever las entrañas de las mujeres, sus pensamientos y sus sensaciones, sin artificio alguno. El impacto que ocasiona la lectura se debe, en buena parte, al estilo narrativo que la escritora cultiva en cada una de sus novelas. A pesar de utilizar una prosa relativamente sencilla, directa y escasa en descripciones físicas, Badami (2015) señala que en su narrativa abundan los elementos viscerales, sensuales o táctiles que sirven para expresar sentimientos que, en ocasiones, son difíciles de admitir, y se materializan físicamente y a través de la fusión entre lo interno y lo externo. Existe un continuo movimiento entre los hechos externos que acontecen y el fluir de los pensamientos y emociones de las protagonistas, utilizando para ello la técnica del stream of consciousness que permitirá la construcción de la realidad desde una doble óptica, pública y privada. A continuación, pasaremos a analizar estos elementos en I giorni dell’abbandono, una novela con una fuerte carga emocional que narra la agonía de su protagonista tras ser abandonada por su marido.
3. I giorni dell’abbandono: la agonía de Olga
Desde el inicio de la novela, ya en las primeras líneas, es posible advertir la urgencia que siente Olga, la protagonista, por narrar su historia: “Un pomeriggio d’aprile, subito dopo pranzo, mio marito mi annunciò che volveva lasciarmi. Lo fece mentre sparecchiavamo la tavola, i bambini litigavano come al solito nell’altra stanza, il cane
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sognava brontolando accanto al termosifone” (Ferrante 2002: 7). Estas líneas, entre las que se puede leer una crueldad implícita por el fuerte contraste que se establece entre la noticia y la escena familiar, dan paso a I giorni dell’abbandono, la historia de una mujer de 38 años, casada y con dos hijos, Ilaria y Gianni, cuya vida familiar acaba de romperse y, junto a ella, su propia vida. Olga narra en primera persona el sufrimiento causado por el abandono y la traición de Mario, su marido, y cómo la ausencia de este en el hogar desfragmentará su identidad, y se verá forzada a arrastrar como un peso insoportable su condición de mujer, la maternidad, la soledad y su propia existencia. A pesar de lo que pueda parecer a simple vista, y como Martine Bovo-Romoeuf (2006) sostiene, la trama de la novela no trata tanto de una historia basada en la experiencia del abandono sino de una situación de desgaste sentimental y emocional que le provocará una fuerte sacudida de sus convicciones, de su forma de ser, y todo ello repercutirá en el agotamiento de su cuerpo y de su mente. La propia Ferrante afirma que la novela se escribió con el objetivo de profundizar en lo que denomina “una storia di destrutturazione” (Ferrante 2003: 61), y no en el fatídico hecho conyugal. La escritora considera que una de las consecuencias del desamor es la fuerte desestabilización de los parámetros culturales por los que se trabaja a lo largo de la vida y las consecuencias que esto tiene en las personas:
Gli esseri umani danno il peggio di sé quando i loro abiti culturali si lacerano ed essi si trovano di fronte alla nudità dei loro organismi, ne sentono la vergogna. In un certo senso la sottrazione dell’amore è l’esperienza comune più vicina al mito della cacciata dal paradiso terrestre, è la fine violenta dell’illusione di avere un corpo celeste, è la scoperta della propria inessenzialità e deperibilità. (Ferrante 2003: 61-62)
Utilizando una técnica introspectiva, Olga se va desnudando poco a poco frente al lector. Comienza su monólogo narrativo con un notable sosiego ante la inesperada noticia, una actitud que se distancia de la rabia, la turbación y la incomprensión que traerán los
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días venideros8. Observando sus cambios, es posible individualizar tres períodos por los que atraviesa la protagonista tras la marcha de Mario: uno de confusión e incertidumbre, otro de ira y abandono físico y personal y, finalmente, un último de reconstrucción personal y mayor control emocional.
3.1 Olga, una Medea moderna
Olga es una Medea moderna que trata de reaccionar contra el abandono, es una Monique 9 de Beauvoir, aunque con mayores posibilidades de éxito al huir de la victimización, como Stefania Lucamante señala: “Ferrante empathizes with her, avoiding victimization and condemnation and pragmatically looking for a position in society for her” (2008: 85). Olga rozará la locura pero su voluntad por distanciarse del personajefantasma la “poverella” y de las mujeres de La femme rompue, a quienes califica como “donne stupide” que se dejan romper por hombres, le salvará de caer definitivamente en el abismo. Las reiteradas preguntas acerca de su identidad y los soliloquios que mantiene con ella misma para calmarse, tratar de razonar, evitar descuidos o realizar pequeñas rutinas a fin de no perder la cabeza ayudarán a la protagonista a salir de su agonía personal. A simple vista, y tras la noticia de Mario, Olga se mostrará en actitud controlada y en aparente calma en un primer momento. Sin embargo, en una lectura más profunda, su muestra de serenidad está estrechamente relacionada con una fuerte represión como consecuencia, en parte, de la educación recibida y de su entorno natal, factores que obstaculizarán la libre expresión de los sentimientos, mermados por los límites expresivos que se ha autoimpuesto para evitar dar una imagen alterada de sí misma: “Anche per tenere sotto controllo l’angoscia dei mutamenti mi ero definitivamente abituata ad
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En las novelas de Elena Ferrante es recurrente la pérdida del autocontrol por parte del narradorprotagonista y en el estilo del texto, ambos alejándose de la aparente calma inicial, como Elizabeth Alsop propone en su análisis de I giorni dell’abbandono y L’amore molesto: “In fact, both novels betray a marked fascination with the theme of collapse – with the moments in which such systems of surveillance falter, or even fail. At the same time, however, they consistently underscore the importance of such surveillance in the struggle for survival” (2014: 466-467) 9 Cfr. Beauvoir 1967.
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aspettare con pazienza che ogni emozione implodesse e prendesse la via della voce pacata, custodita in gola per non dare spettacolo di me” (Ferrante 2002: 11). Con la palabra “mutamenti”, Olga se refiere a los continuos cambios de vida por los que atravesaba la pareja debido al trabajo de Mario que, con frecuencia, era destinado a diversos lugares que implicaban un continuo cambio de rutina. Olga deja su trabajo y su vida, dedicándose por completo a seguir a su marido en su andadura profesional, algo que tras su marcha lamentará A esta disciplina autoimpuesta Ferrante la llama “la sorveglianza”, una vigilancia psicológica que controla los sentimientos y la aleja de su esencia personal, de su infancia napolitana que pretende olvidar mostrando un comportamiento poco impulsivo y complaciente. Olga alude a su infancia y al núcleo familiar, y la recuerda como un período caracterizado por “sentimenti rumorosi, esibiti” (10), con gestos alborotados y reacciones incontroladas, algo que pretenderá evitar autodisciplinándose en un control excesivo de sus formas y los tonos de voz. Además, el control no sólo se ejerce en el plano psicológico sino también corporal, tratando de gobernar cada movimiento, especialmente en su segunda fase del abandono, donde su cuerpo se presenta fuera de control. En estos primeros días de calma forzada, Olga comienza a analizar su condición de “prisionera” del hogar en la que se había convertido durante sus años de matrimonio, en parte inducida por el marido y en parte por voluntad propia, cediendo cada una de sus ambiciones, entre ellas la escritura, al cuidado del hogar y de la familia. Hasta la fecha, Olga no se había planteado la dirección que su vida había tomado, si era un deseo personal, y únicamente se dedicaba a cubrir las necesidades familiares. No obstante, la sensación de angustia comienza a crecer cuando la protagonista concluye que, sin Mario, la dedicación al hogar ya no es una elección sino es una obligación: “I bambini, il cane, la spesa, il pranzo e la cena, il danaro. Tutto mi segnalava le conseguenze pratiche dell’abbandono” (20). La resignación de Olga a su condición de madre y esposa es inmediata. La protagonista asume que, tras el abandono, las responsabilidades del hogar están implícitas
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en su condición de mujer, y no se cuestiona una posible división de tareas con Mario 10, quien desaparece dejando todo atrás y anulando cualquier tiempo y espacio de reflexión para Olga, sin la intromisión de los hijos o las múltiples ocupaciones a las que se ve obligada atender. El hecho de ser abandonada, por lo tanto, le exige arrastrar el peso de la rutina y del hogar, que parece convertirse en el núcleo fundamental de su condición de mujer. El análisis de sus años de matrimonio y la lenta aceptación del peso que supone el abandono le traerán a la mente una imagen de su infancia napolitana, la de una mujer abandonada conocida como la “poverella”: “La donna perse tutto, anche il nome (forse si chiamava Emilia), diventò per tutti “la poverella”, cominciammo a parlarne chiamandola così” (15). La figura de la “poverella” estará presente a lo largo de toda la novela como una sombra negra que planea sobre Olga, un fantasma de un pasado que marcó la infancia de la protagonista hasta tal punto que parte de su represión y control sentimental es consecuencia de su traumático recuerdo, como Lucamante (2008) señala. A partir de este momento comienza la segunda fase de transición en la vida de Olga, la más larga y la más áspera, en la que trata de reaccionar constantemente contra el malestar del abandono, huyendo de la imagen de la “poverella”, siempre envuelta en lágrimas, y de la propia Monique, por su falta de control y debilidad. En este período, la vida de Olga está marcada por la ira y el abandono, como se apuntó anteriormente.
3.2. La ira de Olga: reflexiones sobre la maternidad.
Respecto a la ira, la escritora logra transmitir la violencia del sentimiento especialmente a través del lenguaje:
Elena Ferrante justifica en cierta medida la actitud de Mario, de quien dice: “è solo un uomo che ha smesso di amare la donna con cui vive e si scontra con l’impossibilità di spezzare quel legame senza umiliarla, senza farle del male. I suoi comportamenti sono quelli di un essere umano che priva un altro essere umano del suo amore” (Ferrante 2003: 69). Sin embargo, a pesar de ser una situación fuera de control por pertenecer al campo de los sentimientos, Ferrante no hace referencia a la carga que supone el abandono para Olga, al espacio que Mario se permite tomarse, sin hijos y sin la carga del hogar, mientras la protagonista se ahoga en un sufrimiento que está obligada a compaginar con las obligaciones maternales. 10
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Cominciai a cambiare. Nel giro di un mese persi l’abitudine di truccarmi con cura, passai da un linguaggio elegante, attento a non urtare il prossimo, a un modo di esprimermi sempre sarcástico, interrotto da risate un po’ sguaiate. Piano piano, malgrado la mia resistenza, cedetti anche al linguaggio osceno. L’oscenità mi veniva alla labbra con naturalezza, mi pareva che servisse a comunicare ai pochi conoscenti che ancora cercavano frígidamente di consolarmi che non ero una che si fa abbindolare con le belle parole. Appena aprivo la bocca sentivo la voglia di irriddere, macchiare, insozzare Mario e la sua troia. (Ferrante 2002:27)
Poco a poco Olga, en su decadencia, se acerca a la figura de la “poverella”, descuidada, deslenguada y triste. Comienza a utilizar un lenguaje ordinario y abrupto en el trato con las personas no solo como un sistema de protección ante las adversidades sino también como una herramienta de empoderamiento al sentirse capaz de superar los límites de las normas de socialización y romper con las barreras de la auto-contención, dos hechos que apuntan a su entrada en un abismo de que será difícil salir. Especialmente remarcable es el uso del lenguaje obsceno –un registro por el que Olga confiesa haberse sentido atraída desde pequeña por identificarse con una libertad masculina–, sobre todo cuando imagina a Mario y a su amante, Carla, manteniendo relaciones. Los pensamientos y los soliloquios de Olga, detallados minuciosamente con un lenguaje erótico, obsceno y gráfico, muy directo, son sin duda uno de los aspectos narrativos más logrados de la novela al aportar una gran intensidad y ser el elemento más fiable para identificar los cambios que sufre Olga, aportando además veracidad a la historia. El uso del lenguaje obsceno, las palabras malsonantes, van sucedidas también de imágenes de repulsa hacia su propio cuerpo. Imagina el cuerpo joven de Carla, su delicada piel, sus senos firmes y, en definitiva, un cuerpo que todavía no ha experimentado la maternidad, y lo compara con su propia situación. Olga comienza a concebir la maternidad no solo como una carga diaria de un sinfín de tareas para atender a los hijos, sino como la causa del desgaste del cuerpo de la madre. La madre cede de su tiempo y también de su propio espacio, un espacio corporal que se sacrifica para dar vida a los hijos. Cuando alude explícitamente a la maternidad, la figura de Olga y la “poverella” se acercan creándose un paralelismo entre ellas: las dos emanan un “malodore di mamma”
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(101). Olga ahonda en las raíces profundas de la maternidad y le produce repulsión el hecho de amamantar a los hijos como lo hacen los animales o manchar su cuerpo con grumos o vómitos. A través de la maternidad, se pone de manifiesto una de las mayores contradicciones entre las que se mueve la vida de Olga: al inicio de la novela, la protagonista se presenta como una madre entregada a su obligación, que son sus hijos y, sin embargo, se observa un fuerte desequilibrio entre la imagen social proyectada y sus reflexiones existenciales, un hecho que se exteriorizará cuando pierde el interés por la proyección social tras el abandono de Mario. La fase inicial de su maternidad es traumática y prueba de ello es el testimonio que deja a través de la escritura. Resulta interesante analizar la función que tiene la escritura para Olga, quien pone por escrito pensamientos y reflexiones que jamás verbalizaría por un exceso de autocontrol como se comentó con anterioridad:
Scrivevo anche, a tratti, tra le cifre, come mi sentivo: un grumo di cibo che i miei figli masticavano in continuazione; un bolo fatto di materia viva che amalgamava e ammorbidiva continuamente la sua sostanza vivente per permettere a due sanguisughe voraci di nutrirsi lasciandomi addosso l’odore e il sapore dei loro succhi gastrici […] Per quanto mi lavassi, quel malodore di mamma non se ne andava. (101)
Para Olga, existe un fuerte desencuentro entre la maternidad y la feminidad; los hijos destruyen el cuerpo de la madre y aniquilan al sujeto privándole de lo femenino y, por tanto, de sí misma, convirtiendo su cuerpo en el “corpo di un incesto” (102). Lejos de asimilar la maternidad como un proceso creador de vida, la maternidad se convierte para nuestra protagonista en dolor corporal, humillación y la muerte del sujeto femenino. Olga se define como “la madre da violare, non un’amante” (102), y llega a empatizar con Mario, a quien achaca la búsqueda de un cuerpo joven como el de Carla, libre de cargas y con quien explorar fantasías, para poder librarse de la culpabilidad de corromper sexualmente un cuerpo ya corrompido por los hijos, un cuerpo no femenino.
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El concepto que Olga tiene de su cuerpo, de la maternidad, está íntimamente ligado al concepto kristevano de lo abyecto, que se define como: “algo rechazado del que uno no se separa, del que uno no se protege de la misma manera que de un objeto. Extrañeza imaginaria y amenaza real, nos llama y termina por sumergirnos” (Kristeva 1989: 11). Kristeva sostiene que lo que vuelve abyecto al cuerpo son los elementos que trastornan “una identidad, un sistema, un orden” (Íbidem). Olga experimenta la abyección física, tangible, a través de los residuos de comida que sus hijos le dejan sobre el cuerpo, y en un plano psicoanalítico, basada en la “pérdida inaugural fundante de su propio ser” (Kristeva 1989: 12). Obsesionada con la imagen sexual de Mario y Carla, y su rechazo/desconcierto sobre ella misma, Olga decide seducir a Carrano, su misterioso vecino, para reconocerse a sí misma a través del deseo de éste, del deseo del otro en términos lacantianos. La mujer busca ser reconocida por Carrano para afirmarse en el deseo ajeno y alejarse de cualquier forma de posesión del cuerpo, buscando “el reconocimiento de la propia subjetividad” (Zadra 2006). Olga no siente ningún tipo de atracción por su vecino y, sin embargo, está dispuesta a mantener relaciones con él para volver a sentirse deseada, para confirmar que aún puede ser una mujer –(madre)– atractiva: “Dissi aspetta, lo respinsi, mi sollevai, mi tolsi la camicetta, mi slacciai il reggiseno. Chiesi stupidamente: ti piacciono, era un’ansia che mi stava crescendo, volevo che mi ripetesse il suo consenso” (Ferrante 2002: 90). Para sentirse deseada, Olga está dispuesta a ceder, a su vez, a todos los deseos de Carrano, entregándole su cuerpo y materializando cualquier fantasía que este tenga para conseguir su objetivo: “dappertutto ti devo piacere” (94). Según Lacan, el acto sexual está más relacionado con la construcción de fantasías, con el ego, que con el plano material, el cuerpo, un aspecto que puede llegar a suscitar repugnancia. Olga construye una fantasía en torno a Carrano para sentirse deseada, aunque después sentirá rechazo hacía él al volver a tomar conciencia sobre su propio cuerpo. La “poverella” vuelve a entrar en escena y, tras abandonar la casa de Carrano, oye la voz de la mujer napolitana que con actitud desaprobatoria dice: “Io sono pulita sono vera gioco a carte scoperte” (96). La aparición vuelve a recrear la abyección de Olga hacia el cuerpo sucio, deshabitado y abatido por la situación.
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El día después de su encuentro con Carrano será el día más agónico tras el abandono, pero será el día en el que inicie su recuperación. Olga se verá obligada a hacer frente a dos situaciones complicadas: la enfermedad de su hijo y la muerte del perro, Otto, que logrará superar y que le ayudarán a recomponer los fragmentos de sí misma: “[…] fossi solo un insieme sconnesso di lati, una foresta di gure cubiste ignota a me stessa […]” (145). La construcción de Olga había sido modelada por Mario y su cuerpo había quedado habitado por lo que llama “un abbaglio di fine adolescenza, una mia illusione di stabilità”. Detrás de la imagen de Olga existe una infinidad de mujeres abandonadas que pierden la cabeza. Como Lucamante (2008) argumenta, Olga arrastra una personalidad desconocida durante años, construyendo una existencia donde lo real y lo ficticio se yuxtaponen en escasa harmonía para beneficiar a otros.
4. Conclusión
En todas sus novelas, Elena Ferrante hace un extraordinario estudio de la mujer y del universo femenino, dos facetas que no dejan indiferente al lector por la inmediatez del texto y la veracidad que aporta a la historia a través del lenguaje, unas características necesarias para poder narrar a la mujer desde lo más profundo. En una narrativa compleja por la temática existencial, el personaje de Olga es tangible, posible en la vida real, y capaz de transmitir visiones de la vida y sentimientos cercanos al público que los lee. Olga sucumbe a las consecuencias del abandono y lo proyecta a través de la dicotomía del amor/odio materno, y del cuerpo maternal, factores que son más determinantes para la abyección que el abandono en sí mismo por parte de Mario. Atravesar momentos sórdidos y poco gratificantes como la relación sexual con Carrano o la convivencia con la omnimpresente –y casi obsesiva– imagen de la “poverella” son necesarios para la reconstrucción del “yo” tras la completa desfragmentación del mismo. La identificación total y parcial con la “poverella”, como mujer y como madre, hará que Olga se cuestione su imagen y afronte sus temores, dos hechos que le permitirán iniciar una nueva etapa de
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su vida poniéndose como sujeto principal, y no como objetvo, de sus actuaciones y sus decisiones.
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LAS CIRCUNSTANCIAS QUE AFECTAN AL REPARTO DEL CONSUMO DOMÉSTICO EN ESPAÑA DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO1 María José González Moreno2 Las circunstancias que afecta al reparto del consumo doméstico en España desde una perspectiva de género Resumen: El objetivo de esta investigación es interpretar las diferencias que afectan a los hombres y mujeres encargados de la compra doméstica, entendiendo que son las propias circunstancias socio-demográficas, socio-laborales, los modelos de reparto de roles y las sensaciones subjetivas del consumo (satisfacción y felicidad) las que influyen de forma distinta para ambos sexos. Los resultados muestran que el consumo doméstico es una responsabilidad desigualitaria entre hombres y mujeres, pero más compartida que otras labores domésticas. Este mal reparto se justifica en base a estereotipos de familia tradicional. Se constata, a través de la comparativa de dos análisis de regresión lineal para hombres y mujeres, que las circunstancias que afectan a que la mujer realice las compras son más numerosas que en el caso masculino. Palabras claves: Consumo doméstico, roles de género, tareas del hogar. Circumstances that affect domestic consumption in Spain from a gender perspective Abstract: This work aims at analysing the differences affecting men and women in charge of the shopping, taking into account that socio-demographic and socio-laboral circunstances, the roles and the subjective appreciation of consumption (satisfaction and happiness) affect both sexes in different ways. The results show that domestic consumption is not the same for men and women, but it is more shared than other domestics chores. This non-equal distribution of responsibilities regarding domestic consumption is grounded on traditional family stereotypes. By comparing two lineal regression analyses, one for men and the other for women, we prove that the circumstances pushing women to do the shopping are more numerous that those pushing men to do so. Key words: Domestic consume, gender roles, domestic chores.
1. Introducción
Algunos de los grandes temas de investigación social reclaman y conciben la perspectiva de género como imprescindible, entre ellos se encuentra el estudio del consumo. Son varios los autores que afirman que los primeros estudios sobre el consumo
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Fecha de recepción: 30/11/2015. Fecha de aceptación: 13/12/2015. Profesora Ayudante Doctora, Departamento de Geografía, Historia y Humanidades, Área de Sociología, Universidad de Almería; mgm302@ual.es. 2
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habrían sido ignorados por la investigación social ya se supone femenino, por lo tanto, es frívolo e indigno de la atención académica (Ortner, Lamphere y Rosaldo 1974). Las feministas señalan que las cosas relacionadas con las mujeres suelen tener una categoría social más baja que las asociadas con los hombres, tanto los pasatiempos como las preocupaciones femeninas son trivializadas y ridiculizadas (Radway 1984; Ang 1985; Modleski 1986). Así pues, durante siglos, se habría asociado a la mujer con la inconstancia de la moda, el exhibicionismo banal y el indulgente narcisismo (Entwistle 2002). De esta forma, el consumo es ignorado en las investigaciones sociales, en base a tres razones; primero, por la hegemonía de la teoría política y económica y su sesgo productivo; segundo, por el desprecio de las élites culturales hacia los actos mundanos y masivos como el consumo; y tercero, por la asociación del consumo con el mundo femenino (Nava 2000). A esto se añaden las dificultades para obtener unas fuentes de investigación que respondan a las cuestiones planteadas sobre el consumo y género. Como afirma Dema (2007) emprender una investigación, desde una perspectiva de género, no sólo se tiene que cambiar el enfoque; sino que hay que tener en cuenta las limitaciones de las fuentes secundarias. Es frecuente que muchos datos sobre el comportamiento de compra de varones y mujeres se encuentren sin desagregar por sexos. Los instrumentos de recogida de datos están sesgados o ignoran las relaciones entre hombres y mujeres. Ejemplo de ello es que la unidad básica para estudiar el consumo queda referida al hogar. Las encuestas (españolas y europeas) que tienen el objetivo de estudiar el comportamiento de consumo, obvian las dinámicas y diferencias individuales dentro de los hogares. En el año 2014, Dema y Díaz insisten en cómo la Encuesta de Condiciones de Vida o la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares ofrecen una información muy detallada sobre las pautas de consumo pero utilizan el hogar como unidad de análisis, y no ofrecen información desagregada por sexo. Se parte de la premisa errónea de que cada hogar se comporta como una unidad, obteniendo un único dato de estimación del gasto y consumo familiar en conjunto (Dema y Diaz 2014). Esta investigación parte de la premisa de que el consumo doméstico, entendido como las compras que se producen en el hogar, podría ser una de esas labores domésticas
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con una mejor distribución sexual. El objetivo de esta investigación es interpretar las diferencias que afectan a los hombres y mujeres encargados de la compra doméstica, entendiendo que son las propias circunstancias socio-demográficas, socio-laborales, los modelos de reparto de roles y la sensaciones subjetivas del consumo (satisfacción y felicidad) las que influyen de forma distinta para ambos sexos. Las hipótesis de esta investigación son, en primer lugar, que las diferencias en el reparto de las compras domésticas pueden ir asociadas a un modelo de familia más tradicional. En segundo lugar, se analiza si el consumo doméstico se puede interpretar como una obligación doméstica poco satisfactoria, que produce insatisfacción e infelicidad. Y en tercer lugar, se plantea si el consumo familiar es una tarea femenina compartida por el sexo masculino. En este sentido, se espera que las circunstancias que afectan a que la mujer haga la compra sean más numerosas que las relacionadas con el sexo masculino. La estrategia empírica llevada a cabo se realiza a través de la comparación un modelo explicativo de regresión lineal para dos subconjuntos de población (hombres y mujeres) con similar variable independiente y cuatro modelos de variables dependientes. La correlación bivariada proporciona información sobre las principales variables que afectan a la acción de realizar la compra y la descripción porcentual sobrerrepresentada para cada uno de los ítems nos ayuda a realizar perfiles descriptivos de los compradores/as habituales en el hogar. Los resultados muestran que las creencias en las diferencias sexuales con respecto a las compras domésticas quedan especialmente comprobadas en el caso masculino, a través de un modelo de familia tradicional. Los hombres que más participan en las tareas domésticas son más tendentes a hacer las compras en el hogar. De igual forma, en los centros urbanos, los modelos de masculinidad y feminidad son menos tradicionales y conllevan un mejor reparto. En cualquier caso, se constata que las circunstancias que afectan a que la mujer realice las compras son más numerosas que en el caso masculino. El consumo doméstico también se convierte en una acción satisfactoria en el caso de realizarse conjuntamente, lo cual implica un sentido de diversión y ocio para ambos sexos. El consumo doméstico muestra un sentido ambivalente como responsabilidad pesada y
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como tiempo de ocio divertido. Ambas interpretaciones aparecen en los resultados de esta investigación.
2. Marco teórico
Desde la década de 1950, se reconoce la importancia del consumo en los procesos que transforman a una mujer en lo que se considera una mujer socialmente adecuada. La investigación feminista identifica la cultura consumista como una fuerza especial de totalización y explotación, a la que las mujeres son más vulnerables que los hombres por causa de su posición subordinada en los social, económico y cultural. Aunque también, el consumo otorga a la mujer la posibilidad de gestionar los procesos de cambio social, a través de sus elecciones y relaciones en las compras. Partimos de que la separación de espacios entre hombres y mujeres se incrementa cuando las mujeres regresan a sus hogares después de la revolución industrial inglesa, y tras las dos guerras mundiales en EEUU. Friedan (1963) se pregunta por qué las mujeres que habían tenido un desempeño laboral fuera del ámbito doméstico y estudian en las universidades; vuelven a sus hogares para reencarnarse en la perfecta ama de casa. Esta autora afirma que el pensamiento psicoanalítico es utilizado por las investigaciones de mercado para manipular a las mujeres, con una intención de obtener beneficios económicos (Friedan 2009). De vuelta al ámbito doméstico, sin independencia económica, el modo de vida del ama de casa, en ese nuevo hogar tecnificado, produce soledad, depresión y otros diagnósticos médicos calificados como dolencias “típicamente femeninas”. El consumo es uno de los deberes de estas amas de casa. La búsqueda de novedades se impone como un escape y una obligación. Friedan analiza el sistema económico donde se vende una identidad femenina acorde con la unidad familiar de consumo; necesaria para la continuidad del sistema capitalista. El ama de casa es la gran consumidora y su insatisfacción vital se convierte en el acicate necesario para la economía capitalista. En contraposición a Friedan, Nickles (2002) defiende la valía e importancia de esas amas de casa de la posguerra, como agente de cambio social. Y lo consiguen a
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través del consumo y nuevas formas de relación social. Nickles crea el concepto “blue collar consumers” en referencia a la categoría social de las clases obreras consumidoras, las cuales imponen sus gustos y estilo. La prosperidad de “la esposa del obrero”, después de la Segunda Guerra Mundial, consigue incitar y asumir la producción masiva. Los resultados de las actitudes de estas mujeres son el cambio en la estructura social, el nacimiento de sociedad de masas y la expansión del mercado. La transformación de la cultura material se fomenta a través de estas mujeres consumidoras. Este cambio consigue nuevas especializaciones laborales y el interés científico de la Sociología (Nickles 2002). Las mujeres utilizan el consumo como herramienta para reformular sus relaciones sociales. Partiendo de la ambivalencia del consumo como una acción más femenina que opera entre la responsabilidad y la diversión, entre la manipulación o la participación social, las investigaciones previas, afirman que el sexo es por sí mismo la principal razón de desigualdad en el reparto de las compras domésticas. En general, los estudios en la distribución de las funciones del hogar han demostrado que el sexo es lo más significativo para la segregación en las tareas domésticas (Blair y Lichter 1991). El sexo es la variable más importante en la distribución del uso del tiempo, hasta el punto de que puede afirmarse que es la que determina la realización del trabajo doméstico (Page 1996). Otros enfoques, como puede ser la teoría de la interseccionalidad mantienen que es necesario una estrategia vinculante, donde las bases de la discriminación como el sexo, deban ser relacionadas con el entorno social, económico, político y legal para establecer diferentes texturas en la desigualdad (Raj 2002). De esta forma, otras variables sociodemográficas indican que, por ejemplo, la educación de los hombres no juega un papel significativo en el reparto de las tareas del hogar, excepto para el caso de “ir de compras”; los hombres con un nivel educativo más alto se encargan en mayor medida del consumo doméstico (Stier y Lewis-Epstein 2000). Las variables socioeconómicas también influyen en los modelos de consumo de hombres y mujeres. Por ejemplo, los estudios afirman que los gastos controlados por las madres tienen un impacto beneficioso sobre las probabilidades de supervivencia de los hijos. Ellas proporcionan los alimentos. Las madres utilizan el dinero para mejorar la salud de la familia; la supervivencia infantil es veinte veces mayor
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en relación al gasto de la madre frente al padre, y de cuatro a siete veces mayor para la ingesta de alimentos (Thomas 1989). Phipps (1992) evidencia que los ingresos de hombres y mujeres no ejercen la misma influencia en los gastos de los hogares. Los gastos compartidos del hogar reflejan las diferentes esferas de responsabilidad sexual. De esta forma, un dólar adicional en los ingresos femeninos, probablemente, se gaste en el cuidado de los niños. Un dólar adicional en los ingresos masculinos será utilizado para productos de consumo de transporte (Phipps 1992). Utilizando los datos británicos, Lundberg y Pollak (1993) de acuerdo con Browning (1995), difieren en presentar un único modelo de consumo familiar para ambos sexos. En la mayoría de los casos, las mujeres son las encargadas de la compra y la gestión del hogar. Lo ejemplifican con el caso político del Reino Unido en 1977, cuando el subsidio familiar es entregado directamente a la madre (Lundberg y Pollak 1993). La madre tiene más peso en la toma de decisiones sobre el consumo en el hogar y mayor responsabilidad sobre el bienestar familiar. Katz (1995) afirma que en determinadas compras, el análisis sugiere que los esposos tienden a la financiación de material agrícola, reparación de la vivienda y la confección de prendas masculinas, mientras que las esposas realizan compras en relación a la atención de la salud. Estos hábitos de compra también están claramente relacionados con las esferas de responsabilidad en el hogar por género (Katz 1995). De igual forma, Kirchler (1999) corrobora que las mujeres tienen mayor poder de decisión en compras relacionadas con equipos de cocina, mientras que los hombres mandan sobre las elecciones de consumo en equipos técnicos o sobre los destinos de vacaciones que realizará la familia (Kirchler 1999). En el análisis de veinte países del África Subsahariana, Morrison y Linskins (2000) encuentran que las madres son las compradoras de alimentos para los niños, aunque también tienen importancia la educación y la salud. Este patrón de consumo no se corresponde con los padres varones. De nuevo, se comprueba que la madre tiene diferentes responsabilidades en el ámbito doméstico. Utilizando datos de los hogares de Sudáfrica, Maitra y Ray (2003) comprueban que los patrones de gasto en la familia son
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influenciados por las características económicas, sociales e históricas. Estos autores señalan que los hogares encabezados por hombres tienden a gastar menos en entretenimiento, ropa y cuidado de los niños, pero más en alimentos o combustible (Maitra y Ray 2003). Davies (2011) muestra las diferencias entre el consumo en el hogar, según quede referidos a las mujeres o los hombres, que están influenciados tanto por los ingresos como por la educación (Davies 2011). Comprender, dentro del hogar, las relaciones puede ser importante para entender la responsabilidad de las compras. Con respecto a las circunstancias sociofamiliares, los principales estudios enfatizan sobre las diferencias de roles para ambos sexos (Davis 1970; Munsinger, Weber y Hansen 1975). Del microsistema familiar se exponen trabajos sobre quién tiene la responsabilidad de las compras del hogar, quién toma las decisiones sobre el consumo, o con qué frecuencia realizan las compras de la casa. Durán (1986, 1988) describe el consumo femenino como la compra de alimentos y calzado, mientras que los hombres se dedican al pago de las viviendas y a la gestión del patrimonio. Las mujeres desempeñan un papel crucial en el consumo familiar, ya que por lo general son responsables de la esfera doméstica, como encargadas de las compras de la familia (Heize 1991). DeVault (1991) entiende que el consumo en las mujeres forma parte de sus tareas domésticas, ya que les permite cuidar y mantener a los miembros de su hogar. También son responsables del consumo festivo para cualquier reunión familiar o evento social. Esta autora se documenta el gran esfuerzo-trabajo en el que participan las mujeres como consumidoras. La actividad del consumo está directamente relacionada con la familia (DeVault 1991). En la década de los años 90, se asume las compras diarias como parte de las tareas domésticas de las mujeres. Si ellas trabajan fuera de casa, se contrata a otras mujeres para que realice esas labores domésticas. Hochschild (2003) describe cómo las mujeres están obligadas a mantener un equilibrio con las exigencias del trabajo remunerado y el cuidado familiar. Coincidiendo con De Vault, insiste en que ellas acuden a servicios especializados para que ayuden en las tareas domésticas. La incorporación de las mujeres al mercado laboral implica la subcontratación y la gestión del trabajo doméstico, que a su
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vez, también es realizado en su mayoría por mujeres, lo cual supone una perpetuación de la ideología dominante (Hochschild 2003). Sin embargo, las compras domésticas es la actividad que menos realiza el servicio doméstico, ya que las mujeres trabajadoras optan por realizar esta tarea los fines de semana (Tobio 2002). En el caso de España, el Instituto Nacional de Estadística (INE) recoge los principales resultados de la Encuesta de Empleo del Tiempo que se realizó dos veces, en los años 2002-03 y 2009-10. Esta investigación estadística permite obtener información sobre el porcentaje de personas que realizan una actividad en el transcurso del día y se constata que las mujeres dedican más tiempo a las tareas de hogar. Una de esas tareas del hogar es “hacer la compra”. Las mujeres dedican casi 3 horas más de su tiempo diario a las tareas del hogar en el 2002-03 y 2 horas más en el 2009-10, en comparación con los hombres. Dentro de las propias “tareas del hogar”, las mujeres son las “encargadas de cocinar” (1h 24 min), “mantenimiento del hogar” (49 min) y “realizar las compras” (31 min). En el caso de los hombres, primero se dedican a “cocinar” (26 min), a las “compras” (20 min) y al “cuidado de los niños” o a la “jardinería” (18 min). Ambos sexos realizan algunas tareas domésticas como son “las compras” para el hogar. Parece por tanto, que el acto de consumir puede ser mayormente asumido por los hombres que otras tareas del hogar. Para Herranz et al. (2006) los hombres participan, en mayor medida, con las compras del hogar que con otras tareas domésticas. Las mujeres son bastante más tendentes a afirmar que el consumo de la familia es una tarea femenina, pudiéndose dar la opción de compartirla. El INE (2010) revela que las mujeres invierten más del doble de su tiempo en el hogar comparándolo con los hombres. En compras y servicios; las diferencias entre sexos son de 11 min. Las compras es una tarea desigualitaria, pero compartida. Otras perspectivas relacionan el consumo doméstico como forma de ocio, asumiendo que se puede tratar como una acción divertida y altruista frente a la obligatoriedad. Estas investigaciones comienzan en la década de 1970, cuando los estudios culturales británicos conciben el consumo como una parte de la cultura popular, lo cual se opone al elitismo tradicional (Turner 1996; Hall 1997). Surge entonces la disyuntiva entre la interpretación cultural del consumo como diversión y la realidad
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mundana de las compras. Por una parte se mantiene que el trabajo de las mujeres en “hacer las compras” es una realidad compleja y dura de la existencia cotidiana (Rubin 1976; Harris et al. 1978; Charles & Kerr 1988; DeVault 1991; Jackson & Shawn 1995). Con el supuesto ocio en el consumo, las mujeres proporcionan una actividad que es imprescindible para el capitalismo de forma gratuita (Duffy 1977). La consideración del consumo como ocio femenino no tiene valor económico ni prestigio porque se corresponde con las tareas subsidiarias de las mujeres (Gardiner 1979). Butler y Paisley (1980) añaden la contradicción entre el discurso acusador de las mujeres como consumistas y la necesidad real de la economía de ese mismo consumo, lo cual envía mensajes contradictorios. En opinión de Dagenais (1980), la manipulación de las mujeres por el capitalismo, la explotación de la insatisfacción y el aburrimiento, las convencen de que el tiempo de las compras es divertido. Shaw (1985) mantiene que las diferencias de estatus entre hombres y mujeres conduce a la desigualdad en el acceso al tiempo libre, que a su vez se manifiesta por la expectativa social de que las mujeres deben estar al cargo del consumo material y cultural en el hogar (Collins 1988). Las mujeres aprovechan su tiempo de ocio en las funciones del cuidado de la familia (Hochschild & Machung 1989; Pasero 1994). Para Phipps y Burtonter (1992) la doble jornada que padecen las mujeres trabajadoras en el hogar propicia conflictos familiares. Miller (1996) hace un esfuerzo por entender las compras o “el ir de tiendas” desde la etnografía y las emociones. En la mayoría de las sociedades occidentales, el consumo es relacionado con el materialismo o el egoísmo. Miller devela que por encima de este discurso moral se encuentra la verdadera contingencia que tiene el consumo en la vida; como una tecnología de devoción hacia los otros y de reproducción de los vínculos sociales. Este autor aborda un estudio sobre las compras diarias, entendiéndolas como la experiencia vital, una manera alternativa de enfocar las relaciones sociales contemporáneas, con el propósito de entender su naturaleza y de esta manera establecer si existe una interpretación generalizable que guíe los actos de consumo3. En primer lugar, las compras no son un acto individualista, sino que en realidad se piensa en los demás, estableciendo un vínculo con las personas. El consumo se convierte en un acto de cuidado y preocupación. El amor promueve el
3
En “Consumption and identity: An ethnography of two North London shopping centres” (1996).
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consumo de las amas de casa y no solamente la obligación. En segundo lugar, las decisiones diarias de consumo son evaluadas constantemente, de forma que se aplauden o sancionan. Las decisiones en la compra pueden simbolizar el afecto entre las personas o los familiares. En tercer lugar, las compras pueden ser un vínculo de cortejo o una prueba de compatibilidad. También el consumo, como parte de la cultura de masas, convierte a la mujer en protagonista de una vida independiente de las responsabilidades domésticas (Radway 1984; Ang 1985; Brunsdon 1986; McRobbie 1991), aunque este se conciba como una obligación del hogar. El consumo también consigue hacer a las mujeres más visibles, por la emergencia de estudios relacionados con el consumo de la moda, el cuerpo, el ir de compras y la propia administración del hogar (McRobbie et al. 1984). Esta última postura es criticada por algunos autores ya que el consumo entra en la agenda académica cuando los hombres se convierten en los grandes compradores (Bowlby 2001). Otras autoras mantienen que el consumo suplanta la producción como la fuente primaria de autodefinición, tanto para los hombres como las mujeres, y por lo tanto, se elimina la feminización histórica del consumo (Firat 1994). Sin embargo, prevalecen los estereotipos sexuales del consumo; las mujeres y las niñas son compradoras hedonistas, avergonzadas de su impulsividad. Los hombres y los niños no van de compras, y cuando lo hacen, adquieren cosas útiles o tecnológicas (Wilska 2002). En síntesis, las diferentes perspectivas teóricas muestran como el consumo se presupone femenino, tanto en un modelo doméstico de obligatoriedad como en un modelo de ocio y tiempo libre. Las críticas al consumo se analizan desde la manipulación y control social, hasta la posibilidad de participación y activismo social. Asimismo, el consumo doméstico se relaciona con las diferentes responsabilidades domésticas en base al sexo, la educación, los ingresos y el reparto de roles. Una última interpretación manifiesta que el consumo puede ser una acción de preocupación e interés hacia los demás. El consumo doméstico muestra un sentido ambivalente de responsabilidad pesada y de tiempo de ocio divertido. Ambas interpretaciones aparecen en los resultados de esta investigación.
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3. Datos
En este estudio se quiere analizar los aspectos que pueden influir en el consumo en el hogar, desde una perspectiva de género. Esto significa identificar los elementos que afectan a la acción de comprar para hombres y mujeres. Se estudia la relación de la tarea doméstica de “hacer la compra” con las circunstancias sociodemográficas y socioeconómicas, el reparto de roles y la percepción subjetiva del mismo. Por lo tanto, la intención de esta investigación es establecer un modelo explicativo sobre cuáles son las variables que influyen en la tarea “hacer la compra” en el hogar, tanto en hombres como mujeres. Para ello utilizamos; la encuesta “Familia y Género” del CIS, tanto en el año 2003 como en el 2012, con una muestra total de 5066 personas. La técnica empleada para analizar los datos es, en primer lugar, un estudio descriptivo de la aceptación de los estereotipos de género, el reparto de las tareas domésticas y los perfiles de compradores/as en el ámbito doméstico. En segundo lugar, se realiza un estudio correlacional de la tarea “hacer las compras” con el modelo sociodemográfico, socio-laboral, estereotipos de género y reparto de tareas domésticas, y las percepciones subjetivas que implica el consumo doméstico, tanto para hombres como mujeres. En tercer lugar, creamos dos análisis de regresión lineal múltiple, para cada uno de los sexos, en su relación con la variable dependiente “hacer la compra”. En los dos análisis de regresión múltiple, las variables independientes son las mismas (véase tabla I). Este método comparativo del modelo explicativo para dos muestras de población diferenciada es utilizado en la investigación social (López Torrecillas et al. 2003; Trujillo et al. 2007). Utilizamos el programa SPSS versión 22, y escogemos el análisis de regresión lineal múltiple. Mientras creamos el modelo a través del criterio “intro”, optamos por la variable de selección “sexo” (igual a hombre o mujer) para que limite el análisis a un subconjunto de casos.
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Tabla I: Variables utilizadas en el modelo explicativo de la tarea “hacer las compras” por sexo
Variable
Nombre
Tipo
Categorías
“Hacer la compra”
Continua
1. Compra él/ella misma
dependiente
2. Ambos 3. Compra pareja u otro Edad
Escala
1. Menos de 30 años 2. De 30 a 44 años 3. De 45 a 64 años 4. Más de 65 años
Nivel de estudios
Escala
1. Baja 2. Media
Ideología política
Escala
1. Izquierda 2. Centro 3. Derecha
Modelo 1
Variables independientes personales
3. Alta
Práctica Religiosa
Escala
1. Habitual 2. A veces 3. Nunca
Número personas en el hogar
Escala
1. Dos personas 2. Tres personas 3. Cuatro personas 4. Más de cuatro personas
Tamaño municipio
Escala
1. Rural 2. Urbano 3. Metropolitano
Escala
1. Menos de 900 euros 2. De 901 a 1800 euros
Modelo 2
Variables independientes socioeconómicas
Ingresos hogar
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3. De 1801 a 3000 euros 4. Más de 3000 euros Ingresos propios
Escala
1. Menos de 900 euros
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2. De 901 a 1800 euros 3. De 1801 a 3000 euros 4. Más de 3000 euros Clase social subjetiva
Escala
1. Clase baja 2. Clase media 3 .Clase alta
Quién aporta más ingresos
Escala
1. El entrevistado 2. El entrevistado y otro a partes iguales 3. Otra persona/pareja
Quién toma decisiones importantes de compra
Continua
1. Principalmente yo 2. Ambos 3. Principalmente mi pareja
La mayoría de las mujeres quieren un hogar y tener hijos
Escala
1. De acuerdo 2. Ni acuerdo ni desacuerdo 3. Desacuerdo
Mujer trabajadora, vida familiar se resiente
Escala
1. De acuerdo 2. Ni acuerdo ni desacuerdo
Ser ama de casa es gratificante
Escala
1. De acuerdo 2. Ni acuerdo ni desacuerdo
Modelo 3
Variables sociofamiliares. Reparto de roles
3. Desacuerdo
3. Desacuerdo Deber de un hombre tener ingresos, mujer cuidar casa y familia
Escala
1. De acuerdo 2. Ni acuerdo ni desacuerdo 3. Desacuerdo
Tanto el hombre como la mujer deberían contribuir a los ingresos del hogar
Escala
1. De acuerdo 2. Ni acuerdo ni desacuerdo 3. Desacuerdo
Cuando hay un hijo menor, la mujer debe trabajar
Escala
1. Jornada completa 2. Jornada parcial 3. No trabajar
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Las personas casadas son más felices que las no casadas
Escala
1. De acuerdo 2. Ni acuerdo ni desacuerdo 3. Desacuerdo
Un solo progenitor capaz de criar a los hijos
Escala
1. De acuerdo 2. Ni acuerdo ni desacuerdo 3. Desacuerdo
Horas tareas domésticas
Escala
1. De 1 a 10 horas 2. De 11 a 20 horas 3. De 21 a 30 horas 4. Más de 30 horas
Horas tareas domésticas pareja
Escala
1. De 1 a 10 horas 2. De 11 a 20 horas 3. De 21 a 30 horas 4. Más de 30 horas
Hacer colada
Continua
1. Siempre y habitualmente yo 2. Ambos 3. Siempre y habitualmente la pareja
Hacer reparaciones
Continua
1. Siempre y habitualmente yo 2. Ambos 3. Siempre y habitualmente la pareja
Cuidar miembros
Continua
1. Siempre y habitualmente yo 2. Ambos 3. Siempre y habitualmente la pareja
Hacer limpieza
Continua
1. Siempre y habitualmente yo 2. Ambos 3. Siempre y habitualmente la pareja
Preparar comida
Continua
1. Siempre y habitualmente yo 2. Ambos 3. Siempre y habitualmente la pareja
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Sensación reparto
Escala
1. Hago mucho más de lo que me corresponde 5. Hago mucho menos de lo que me corresponde
Discusión reparto tareas
Escala
1. Varias veces a la semana 2. Varias veces al mes 3. Varias veces al año 4. Casi nunca 5. Nunca
Felicidad
Escala
1. Completamente feliz 2. Muy feliz 3. Bastante feliz 4. Ni feliz ni desdichado/a 5. Bastante desdichado/a 6. Muy desdichado/a 7. Completamente desdichado/a
Escala
1. Me siento completamente satisfecho/a 2. Muy satisfecho/a 3. Bastante satisfecho/a 4. Ni satisfecho/a ni insatisfecho/a
Modelo 4
Variables independientes percepción subjetiva
Satisfacción
5. Bastante insatisfecho/a 6. Muy insatisfecho/a 7. Completamente insatisfecho/a Cansancio para realizar tareas
Escala
1. Varias veces a la semana 4. Nunca
Dificultades responsabilidades domésticas por trabajo
Escala
1. Varias veces a la semana 4. Nunca
Cansancio para trabajar
Escala
1. Varias veces a la semana 4. Nunca
Cansancio para concentrarse
Escala
1. Varias veces a la semana 4. Nunca
Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
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4. Resultados
En primer lugar, partimos de la premisa que asumir ciertos estereotipos de género en el ámbito doméstico implicaría justificar un menor reparto de las tareas del hogar, y por lo tanto, el consumo doméstico también sería afectado por esta mala distribución. De esta forma, observamos en la tabla II como persisten algunos estereotipos de género, observando la población sobrerrepresentada, según sexo. Por ejemplo, los hombres están más “de acuerdo” con los ítems que manifiestan el deseo de las mujeres por tener una familia, incluso por encima de su trabajo. Ellas no están conformes con ese proyecto vital. El modelo de familia tradicional, en la visión masculina, se completa con la imagen de la ama de casa como “trabajo gratificante”. Los hombres mantienen que el deber masculino es “ganar dinero” y el femenino “cuidar a la familia”, e incluso, que es preferible estar casado aunque el matrimonio vaya mal. Las mujeres se muestran más “de acuerdo” con que el bienestar familiar se puede resentir por el desempeño laboral de la mujer.
Tabla II: Estereotipos de género en la familia por sexo. sexo
Bien pensado, cuando la mujer tiene un trabajo a jornada completa, la vida familiar se resiente
Trabajar está bien, pero lo que la mayoría de las mujeres realmente quiere es crear un hogar y tener hijos
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% Total
% Hombre
% Mujer
De acuerdo
57,2
59,3
58,3
Ni de acuerdo ni desacuerdo
21,8
20,8
21,2
Desacuerdo
21
19,9
20,4
De acuerdo
43,2
37,4
40,1
Ni de acuerdo ni desacuerdo
27,3
28,9
28,2
Desacuerdo
29,5
33,7
31,8
De acuerdo
49,6
40,5
44,7
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Ser ama de casa es tan gratificante como trabajar por un salario
El deber de un hombre es ganar dinero; el deber de una mujer es cuidar de su casa y familia
Ni de acuerdo ni desacuerdo
21,7
24,4
23,2
Desacuerdo
28,7
35
32,1
De acuerdo
24,6
18,9
21,6
Ni de acuerdo ni desacuerdo
25,3
21,6
23,4
Desacuerdo
50,1
59,4
55,0
Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
En segundo lugar, con respecto al reparto de las tareas del hogar, las diferencias entre hombres y mujeres son significativas, tanto en el número de horas invertidas como en quién recae la responsabilidad de esas tareas (chi-cuadrado 0.00). Las funciones domésticas que realizan las mujeres “habitualmente” y “siempre” son; “hacer la colada” (85,4%), “preparar las comidas” (76,3%) y “hacer la limpieza” (75,5%). Los hombres realizan “habitualmente” y “siempre”; las pequeñas reparaciones del hogar (82,2%). El consumo doméstico lo realizan principalmente las mujeres, tanto en la opinión de los hombres como de las mujeres, sin embargo, ambos sexos están dispuestos a compartirla. En la tabla III observamos que las compras es una tarea desigualitaria, pero compartida.
Tabla III: Quién se encarga de la tarea de las compras domésticas, según sexo COMPRA
sexo
Total
Total
Siempre y habitualmente yo
Ambos
Siempre y habitualmente la pareja
Hombre
19,2%
51,6%
82,8%
47,9%
Mujer
80,8%
48,4%
17,2%
52,1%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
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En tercer lugar, se realizan dos tablas resúmenes del perfil de compradores habituales para ambos sexos (véase tabla IV y V). Las mujeres que hacen la compra doméstica habitualmente pertenecen a estratos sociales más bajos (clase media-baja), nivel educativo bajo (sin estudios o primarios) e ingresos menores de 900 euros. Las mujeres que pueden delegar esta tarea en sus parejas son; más jóvenes, clase alta, en un ambiente urbano-metropolitano y con amplias ganancias económicas (a partir de 1801 hasta más de 3.000 euros). Los hombres que realizan la compra son de clase alta, maduros en edad (más de 65 años), ideología centro-derecha, nivel educativo alto (estudios superiores), viven en áreas metropolitanas y tienen ingresos superiores a los 3.000 euros. Sin embargo, el sexo masculino que no realiza la compra se caracteriza por pertenecer a una clase media-baja, de ideología política de centro, hogares numerosos (más de 4 miembros), nivel educativo bajo (sin estudios o primario), ambiente rural (menos de 10.000 habitantes) e ingresos poco cuantiosos (menos de 900 euros). Para cuando son los dos sexos los que realizan la compra conjuntamente, el perfil socio-demográfico se caracteriza por; ser más jóvenes, clase media-alta, ideología de izquierdas, hogares reducidos (de dos a tres personas), nivel educativo alto, hábitat urbano-metropolitano e ingresos medios (de 1.801 a 3.000 euros).
Tabla IV: Perfil de la mujer en relación a la tarea de las compras domésticas Las mujeres que siempre y habitualmente
Las mujeres que siempre y habitualmente compra la pareja
compran ellas mismas
Más edad
Menos edad
Clase baja-media
Clase alta
Ideología Centro-derecha
Ideología izquierda
Hogares de cuatro personas
Hogares de dos personas
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Nivel educativo bajo
Nivel educativo alto
Práctica religiosa habitual
Práctica religiosa habitual
Ambiente rural
Ambiente urbano-metropolitano
Menos de 900 euros
Más de 3.000 euros
Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
Tabla V: Perfil del hombre en relación a la tarea de las compras domésticas Las hombres que siempre y habitualmente compran
Los hombres que siempre y habitualmente compra la pareja
Más edad
Más edad
Clase alta
Clase baja-media
Ideología centro-derecha
Ideología centro
Hogares de dos personas
Hogares de cuatro personas o más
Nivel educativo alto
Nivel educativo bajo
Práctica religiosa esporádica
Práctica religiosa esporádica
Ambiente metropolitano
Ambiente rural
Menos de 1801 a 3000 euros
Menos de 900 euros
Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
En cuarto lugar, la felicidad y satisfacción familiar en el sexo masculino es mayor cuando realizan las compras de forma conjunta. Que sólo compre su cónyuge o pareja es asociado a un grado mayor de infelicidad e insatisfacción. Pero si tienen que hacer el consumo familiar solos, el nivel de satisfacción y felicidad también es menor. Las compras compartidas son objeto de buenas sensaciones.
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Las circunstancias que afectan al reparto del consumo doméstico 283-316
Sin embargo, el mal reparto de las tareas del hogar se percibe como fuente de discusiones y desavenencias familiares, en especial, en su relación con las compras familiares masculinas (véase gráfico 1). Cuando la mujer es la compradora en solitario, las discusiones entre la pareja no suelen sucederse. En caso contrario, cuando el hombre es el encargado principal de las compras, entonces las peleas se dan varias veces a la semana. La tendencia es que cuando ellas se van encargando en mayor media de las compras familiares, las peleas conyugales por el reparto de tareas familiares disminuyen. Se puede constatar cómo los hombres optan por compartir la tarea del consumo, pero si la responsabilidad recae exclusivamente en su persona, las discusiones se suceden de forma continua.
Gráfico 1: Frecuencia de discusiones en su relación con “hacer las compras” por sexo.
Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
A continuación se realiza una correlación bivariada para entender el grado y signo de asociación entre la variable “hacer la compra” y cuatro modelos de variables independientes; sociodemográficas, socioeconómicas, estereotipos de género y reparto de las tareas del hogar, y por último, sensación de felicidad, satisfacción y cansancio para realizar las tareas en el hogar.
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En primer lugar, recordamos que la variable dependiente “hace la compra” es una variable continua donde el valor inferior es “siempre y habitualmente” hace la compra la persona entrevistada, y el valor superior es “siempre y habitualmente” hace la compra la pareja de la persona entrevistada. En segundo lugar, teniendo en cuenta las variables sociodemográficas, encontramos que los hombres compran menos cuando tienen más edad, menos estudios y el hábitat se caracteriza por ser poblaciones con un menor número de habitantes (menos de 10.000 habitantes). Asimismo, también recae la responsabilidad del consumo en la pareja conforme se es menos practicante religioso (asistencia a oficios religiosos “nunca” o “casi nunca”). Las mujeres compran menos cuanto son más jóvenes, políticamente de izquierdas, con un alto nivel educativo y viven en grandes centros urbanos.
Tabla VI: Correlación “hacer las compras” con variables sociodemográficas, según sexo COMPRA
COMPRA
EDAD
IDEOLOGIA
PRACTICA RELIGIOSA
EDUCACIÓN
IDEOLOGIA
PRACTICA
MIEMBROS
RELIGIOSA
HOGAR
1
,098**
-,149**
,012
,084**
,042
-,104**
Mujer
1
-,123**
,184**
-,069*
-,022
-,117**
,122**
1
-,354**
,099**
-,177**
-,300**
-,040*
Mujer
-,471**
,113**
-,267**
-,347**
-,012
Hombre
1
-,018
,000
,124**
,146**
Mujer
-,070**
,020
,113**
,126**
Hombre
1
-,099**
-,013
-,020
Mujer
-,100**
,020
-,063**
Hombre
1
,050*
,060**
,129**
,082**
Mujer
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HABITAT
Hombre
Hombre
EDUCACIÓN
EDAD
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MIEMBROS
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Hombre
HOGAR
1
-,004
Mujer
-,022
HABITAT
1
* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral). ** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral). Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
En el caso de las variables socioeconómicas, para el sexo masculino, se observa que cuanto menos ingresos propios tengan, más compra su pareja. También si pertenecen a una clase social alta, la responsable de las compras es la pareja. Si los ingresos que aporto yo al hogar son mayores, el consumo doméstico pertenece a la pareja. Sin embargo, cuanto más decide el hombre lo que se debe comprar, más compra él mismo. Las mujeres tienen menos relación con las variables socioeconómicas, aunque conforme ganan más dinero, también optan por delegar las compras en la pareja.
Tabla VII: Correlación “hacer las compras” con variables socioeconómicas, según sexo COMPRA
Aporta más
Decisión
ingresos al
comprar
INGRESOS
INGRESOS
CLASE
HOGAR
PROPIOS
SOCIAL
,046
-,132**
,052*
-,141**
,061*
Mujer
-,042
-,016
-,041
-,179**
,043
INGRESOS
Hombre
1
,387**
,215**
,128**
,010
HOGAR
Mujer
,673**
,221**
,183**
,029
INGRESOS
Hombre
1
,095**
,264**
,003
,151**
,103**
,026
COMPRA
Hombre
1
hogar
PROPIOS Mujer
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CLASE
Hombre
SOCIAL
Quien aporta más
Las circunstancias que afectan al reparto del consumo doméstico 283-316
1
,053**
,011
Mujer
,033
,035
Hombre
1
-,020
ingresos
Decisión comprar
Mujer
,021
Hombre
1
Mujer
1
* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral). ** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral). Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
La tercera correlación gira en torno a los ítems que ya describimos como estereotipos de género y el reparto de las tareas del hogar. Los hombres que no compran, y delegan en sus parejas, se relacionan con un mayor acuerdo en las frases; “las mujeres en realidad quieren un hogar”, “ser ama de casa es gratificante” y “el deber de un hombre es ganar dinero”. Ellos también muestran mayor desacuerdo con los enunciados como “la mujer también debe contribuir a los ingresos” y “la mujer debe trabajar cuando tiene niños menores” y “un progenitor se puede encargar tan bien, como un padre y una madre juntos”. El sexo masculino que no compra, tampoco tiene relación con otras tareas como hacer la colada, cocinar o cuidar de los miembros del hogar. Las mujeres que no compran también delegan el resto de las tareas domésticas en la pareja y se muestran en desacuerdo con los ítems estereotipados de género. Las mujeres que no compran tienen mayor frecuencia de discusiones familiares, al contrario que los hombres, que no suelen tener peleas en relación a su falta de colaboración familiar.
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Tabla VIII: Correlación “hacer las compras” con variables estereotipos familiares de género, según sexo COMPRA hombre
COMPRA mujer
COMPRA
1
1
Bien pensado, cuando la mujer tiene un trabajo a jornada completa, la vida familiar se resiente
-,039
,056*
Trabajar está bien, pero lo que la mayoría de las mujeres realmente quiere es crear un hogar y tener hijos
-,085**
,084**
Ser ama de casa es tan gratificante como trabajar por un salario
-,089**
,020
Tanto el hombre como la mujer deberían contribuir a los ingresos familiares
,112**
-,075**
El deber de un hombre es ganar dinero; el deber de una mujer es cuidar de su casa y familia
-,133**
,129**
Cuando hay un hijo que no tiene edad para ir a la escuela
,166**
-,183**
Las personas casadas son por lo general más felices que las no casadas
-,032
,073**
Aunque el matrimonio funcione mal es preferible estar casado a no estarlo
,016
,024
Un solo progenitor puede criar a un hijo tan bien como el padre y la madre juntos
,071**
-,125**
Horas invertidas en la casa
,114**
-,207**
Horas invertidas en la casa por la pareja
,229**
-,192**
Hacer la colada
,366**
,321**
Hacer las reparaciones
,085**
,128**
Tener cuidado familiares
,472**
,467**
Hacer la limpieza
,470**
,441**
Hacer la comida
,469**
,446**
Sensación del reparto tareas domésticas
,268**
,257**
Frecuencia en las discusión por las tareas domésticas
,081**
-,152**
* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral). ** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral). Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
Los hombres y las mujeres no compradores tampoco pueden realizar sus tareas domésticas por cuestiones laborales, y por lo tanto, delegan esa responsabilidad en las parejas. Las mujeres además son más felices y están más satisfechas cuando no hacen la
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compra doméstica. También ellas vuelven a casa demasiado cansadas como para poder encargarse de las compras.
Tabla IX: Correlación “hacer las compras” con variables sensación felicidad, satisfacción y cansancio, según sexo COMPRA hombre
COMPRA mujer
COMPRA
1
1
sensación felicidad
-,022
-,083**
sensación satisfacción
,011
-,127**
Ha vuelto del trabajo demasiado cansada/o para hacer las tareas de la casa
-,013
-,077*
Le ha resultado difícil cumplir con sus responsabilidades familiares, debido al tiempo que había dedicado a su trabajo
-,066*
-,075*
Ha llegado al trabajo demasiado cansada/o por haber tenido que hacer las tareas de la casa
,061
,029
Ha tenido dificultades para concentrarse en su trabajo, debido a sus responsabilidades familiares
-,004
,042
* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral). ** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral). Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
En tercer lugar, realizamos un análisis de regresión lineal para los dos subconjuntos definidos por el sexo. Este modelo explicativo reduce las variables independientes que explican el consumo en el ámbito doméstico (véase tabla X). El coeficiente de correlación fue del 0,41 para los hombres y del 0,32 para las mujeres, por lo que las variables expuestas tienen, para ambos casos, un aceptable poder explicativo en el reparto de hacer las compras en el hogar. Es importante reseñar que son más las variables que afectan a que los hombres no hagan la compra, que en el caso de las mujeres. Esto podría ser indicio de que las mujeres tienen mayor número de circunstancias sociales que afectan a su comportamiento, que en el caso masculino. Una comparativa entre hombres y mujeres nos muestra que: - Para el modelo sociodemográfico, los hombres que no compran están definidos por un bajo nivel de estudios, poblaciones poco numerosas y escasa o ninguna práctica
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religiosa. Las mujeres que no compran quedan influenciadas por ser jóvenes y estar en ambientes metropolitanos. - Para el modelo socioeconómico, encontramos en los hombres una relación positiva en la decisión de consumo de objetos importantes y la propia acción de comprar. Cuanto más decide el hombre que quiere consumir, más lo compra el mismo. - Con relación al reparto de tareas podemos decir que; cuanto más hacen los hombres las tareas de cuidar miembros de la familia, preparar las comidas, hacer la limpieza y hacer reparaciones, más realizan la compra doméstica. El caso de las mujeres es similar, exceptuando las reparaciones domésticas que no muestran relación con el consumo en el hogar. Por otra parte, los hombres que están más de acuerdo con el ítem “el deber de un hombres es tener ingresos y el de una mujer es cuidar de casa y familia” más delegan la tarea de las compras en la pareja. - El cuarto modelo sólo muestra la tendencia femenina de que cuanto más compra ella misma, más veces a la semana “tiene dificultades para concentrarse en el trabajo, debido a sus responsabilidades domésticas”.
Tabla X: Modelo de regresión “hacer las compras” con variables sociodemográficas, socioeconómicas, reparto de roles domésticos y sensación felicidad, satisfacción y cansancio, para hombres y mujeres Modelo 1 Hombre Edad
Modelo 2 Mujer
Hombre
-,194***
Modelo 3 Mujer
Hombre
Modelo 4 Mujer
Hombre
-,197***
Educación (ref. Universitaria)
-,192*
-,179**
-,103*
-,102*
Práctica Religiosa (ref. Siempre)
,153***
,149**
,114*
,103*
Tamaño municipio (ref. metropolitano)
-,161**
Quién toma decisiones importantes de compra
Raudem
,138**
Mujer
-,144**
,140**
,156*
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Las circunstancias que afectan al reparto del consumo doméstico 283-316
(ref. mi pareja)
Cuidar miembros
,296***
,245***
,294***
,224**
Preparar comida
,195***
,130**
,186***
,126*
Hacer limpieza
,159*
,177*
,157**
,149*
Hacer reparaciones
,107*
,107*
Deber de un hombre tener ingresos, el de la mujer es cuidar de su casa y familia
-,095*
-,094*
Ha tenido dificultades para concentrarse en el trabajo, debido a sus responsabilidades familiares
R cuadrado de Nagelkerke
,106*
,100
,098
,124
,100
,409
,287
,414
,32
* La correlación es significante al nivel 0,05 ** La correlación es significativa al nivel 0,01 *** La correlación es significativa al nivel 0,00 Fuente: Elaboración propia basado en estudio 2529 y 2942 del CIS (2003-12)
5. Conclusiones
En primer lugar, asumimos las limitaciones que se encuentran en esta investigación se corresponden a la falta de cuestiones relacionadas con el consumo específicamente (lugares de compra, criterios de elección), aunque el análisis que se deriva de la relación entre responsabilidades domésticas y el consumo familiar está acorde con los planteamientos teóricos previos. Entendemos pues, que la primera hipótesis de nuestra investigación, que relacionaba la responsabilidad del consumo doméstico con un modelo de familia más tradicional, queda aceptada para el caso masculino. Las creencias en las diferencias sexuales con respecto a las compras en el hogar son sostenidas por la imagen del hombre
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como proveedor principal. Los hombres que más participan en las tareas domésticas son más tendentes a hacer las compras en el hogar. La cercanía con las labores domésticas incentiva un mejor reparto del consumo doméstico. En cuestiones sociodemográficas, el sexo masculino no realiza las compras del hogar; cuantos menos estudios hayan realizado y vivan en habitas poco poblados. Tal vez se pueda argumentar que en los grandes centros urbanos los modelos de masculinidad y feminidad son menos tradicionales y conllevan un mejor reparto. La segunda hipótesis que planteábamos, con respecto a la insatisfacción que provoca la responsabilidad del consumo familiar, queda refutada al no aparecer como influyente en el modelo de regresión elaborado, tanto para hombres como para mujeres. Para Meil (2005) durante la última década ha aumentado la conflictividad conyugal en torno al reparto del trabajo doméstico. Sin embargo, los cambios en los modelos de rol femenino, su incorporación al trabajo remunerado y la mayor participación de los varones en el trabajo doméstico, no han generado, por el contrario, una menor satisfacción conyugal por parte de los hombres. En el caso específico del consumo doméstico, los datos demuestran que las desavenencias conyugales son mayores cuando los hombres realizan esa tarea con exclusividad. Esta tendencia no se observa en el caso femenino, lo cual implica que las mujeres asumen esas tareas con una conformidad mayor. Cuando las compras son compartidas se abre la posibilidad de explicar el consumo como una actividad satisfactoria para ambos sexos. En oposición a la perspectiva de Bauman de que al individuo le gusta consumir en solitario o con una compañía adecuada para no distraerle de su verdadero empeño (Bauman 2003), nuestra investigación insiste en la satisfacción y felicidad que producen las compran en pareja. Ello puede significar que el consumo doméstico compartido está más cercano a los supuestos culturales que lo califican como expansión o diversión, que a las interpretaciones feministas que lo acusaban exclusivamente de manipulador y alienante para las mujeres. El trabajo de las mujeres en “hacer las compras” puede ser una realidad compleja y dura de la existencia cotidiana (Rubin 1976; Harris et al. 1978; Charles et al. 1988; DeVault 1991; Jackson et al. 1995) que pierde sentido cuando se realiza en compañía de las parejas. Tenemos en cuenta que hablamos de la misma
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actividad, pero acompañados/as. En ese momento, cobra importancia la perspectiva de Fromm que manifestaba como el consumo se caracterizaba por ser divertido y haberse convertido en la principal actividad del tiempo de ocio. Si el consumo organiza y gestiona el tiempo libre (Fromm 1992), esto no parece ser motivo de insatisfacción entre las familias. Las compras podrían ser un vínculo de cortejo o una prueba de compatibilidad (Miller 1996). Al realizar las compras de forma conjunta se muestra satisfacción y felicidad, pero también se pone a prueba el futuro de las parejas. Debe ser la mayoría de las veces un acto conciliador, bien resuelto, por las sensaciones positivas que se desprenden. Las compras es la única tarea que no se considera específica de un sexo con exclusividad y se realiza por ambos cónyuges con agrado (van Berkel 1997), aunque lo realicen en mayor medida las mujeres. La tercera hipótesis de nuestro estudio, que argumentaba cómo las circunstancias sociales, que afectan a que la mujer sea la encargada de las compras, son más numerosas que en el caso masculino es comprobada. Para ello hemos utilizado nuestro modelo explicativo que nos demuestra como ellas realizan más las compras en el hogar, pero tienen una R cuadrado de Nagelkerke inferior que en el caso de los hombres (.32 frente a .41). Esto supone la necesidad de seguir investigando sobre las diferencias en el consumo entre hombres y mujeres, y cuáles son las circunstancias principales que afectan a este reparto de tareas. Desde un prisma teórico, la práctica del consumo está sujeta a los estilos de vida (Bourdieu 2006). La estilización de la vida resulta un compendio entre las condiciones materiales y sociales. El hábitus bourdiano se describía como la forma inconsciente en el que los individuos interiorizan las estructuras sociales a través de diversos mecanismos. Los hombres que han adquirido ese hábitus (influenciado por el estilo de vida y clase social) desempeñan la labor del consumo doméstico. En el sentido simbólico, Baudrillard (2009) afirmaba que el consumo se corresponde inequívocamente con el sistema de signos, no con la materialidad del objeto en sí, pues es la idea de la relación lo que se consume. Por eso, hay que analizar la esfera de consumo como una prolongación de los propios proyectos de vida de los/as ciudadanos/as. El sistema de creencias de los hombres y las mujeres mantiene las diferencias en la tarea de “hacer las compras”.
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También la comparativa del modelo explicativo utilizado describe a los hombres compradores con un perfil más moderno (entendido como urbano, poco religioso y cooperativo en las tareas del hogar). Sin embargo, las mujeres que se encargan exclusivamente del consumo doméstico se caracterizan por un perfil más tradicionalista (mayores, ambiente rural y realizan más las tareas domésticas). De igual forma, un criterio importante en los hombres para realizar las compras, viene referido a la capacidad de decisión sobre qué comprar, de forma que; sí ellos piensan lo que hay que adquirir, ellos también lo compran. Recordamos que Borrás estudia el consumo por género (2007) y recurría a Presvelou (1968) para explicar los dos poderes principales en la familia; uno es el que decide el gasto, y dos, es el que distribuye los recursos. Esta diferencia no parece tener sentido en el 2012, ya que el que decide los gastos es que el realiza la compra. La antigua figura de hombre decisor y la mujer gestora no está acorde con los datos expuestos. Para terminar, entendemos que estudiar las diferencias y semejanzas en el consumo, tanto para hombres como mujeres, es beneficioso a la hora de describir e incentivar un panorama social más igualitario y responsable. En general, las consecuencias positivas de esta investigación se circunscriben a la posibilidad de conocer la realidad cotidiana de las personas en base al sexo y el consumo, establecer diferencias y semejanzas, y realizar una prospección futura donde se incentive un mejor reparto de las tareas domésticas y del tiempo de ocio. Esta investigación trata de solventar la falta de investigaciones sobre consumo con el enfoque de género en España y renunciar a los estereotipos sexuales que califican a las mujeres de consumistas y a los hombres de profanos en el consumo. Se busca por tanto establecer un modelo de consumo que explique las diferencias entre hombres y mujeres, según sus propias circunstancias sociales.
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LAS PUBLICACIONES Y LA INVESTIGACIÓN SOBRE MUJERES ARTISTAS EN ESPAÑA 1 Pilar Muñoz López2 Las publicaciones y la investigación sobre mujeres artistas en España Resumen: El tema de las mujeres artistas ha sido escasamente tratado en la abundante bibliografía de Historia del Arte. La mayor parte de las publicaciones que se han editado en los últimos años son fundamentalmente de carácter divulgatorio de la actividad de las artistas en el contexto internacional y en nuestro país. En el artículo se revisan los libros y artículos publicados y, finalmente, se exponen los contenidos de mi obra Artistas españolas en la dictadura de Franco. 1939-1975, que, desde una perspectiva histórica, trata de dar a conocer la actividad creativa de muchas artistas españolas en este periodo histórico. Palabras clave: Publicaciones, investigación, mujeres artistas en España. Publications and Research about Women Artists in Spain Abstract: The topic of Women Artists has been hardly presented in abundant bibliography of Art History. The majority of publications issued in latest years are popular science books about the activity of artists in an international context and in our country. In this paper I revise books and articles, and finally, I thoroughly explain thoroughly the contents of my book Artistas españolas en la dictadura de Franco. 1939-1975, which from an historic perspective, attempts to show the prominence of creative activity from many Spanish women artists in this historic period. Key words: Publications, research, women artists in Spain.
El tema de las mujeres artistas en el arte ha sido escasamente tratado en la abundante bibliografía de Historia del Arte. La mayor parte de las publicaciones relacionadas con esta cuestión que se han editado en los últimos años son fundamentalmente de carácter divulgatorio de la actividad de las artistas en el contexto internacional y en nuestro país. En el contexto internacional comenzaron a surgir obras que planteaban el tema a partir de los años 70, especialmente en Estados Unidos e Inglaterra. Esto fue una consecuencia del movimiento feminista que en esta década surgió en Estados Unidos, a partir del cual se dieron a conocer muchas artistas del pasado y las que trabajaban a partir de las ideas feministas.
Fecha de recepción: 13/12/2014. Fecha de aceptación: 20/12/2015. Profesora Contratada Doctora, Departamento de Educación artística, plástica y visual, Universidad Autónoma de Madrid; pilarmunozlopez@gmail.com. 1 2
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Generalmente, en las publicaciones especializadas se ha ignorado o minusvalorado cualquier trabajo de creación realizado por mujeres, o se ha relegado al ámbito de la artesanía (es decir, no arte) o de otros géneros considerados menores; o simplemente, se ha ocultado o atribuido a artistas varones, pues la ideología hegemónica consideraba que la instrucción de las mujeres debía orientarse exclusivamente a los aspectos prácticos de la vida doméstica y a las funciones de esposa y madre, y que cualquier actividad de creación en la mujer, constituía un signo de inadecuación biológica o psicológica para sus funciones tradicionales. Por otra parte, la producción artística de las mujeres se vinculaba desde el siglo XVIII con la educación “de adorno” de las damas de las clases sociales privilegiadas, y se toleraba como una manera adecuada de llenar unos tiempos excesivos de ocio (De Diego 1987). Sin embargo, desde finales del siglo XIX y comienzos del XX comienzan a aparecer publicaciones sobre artistas españolas, debido a la gran popularidad que la práctica de la pintura había alcanzado entre las señoras y señoritas de las clases hegemónicas. Durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX la práctica de la pintura constituía un entretenimiento adecuado a las mujeres de las clases superiores, asegurándoles valores morales que podían transmitir a los hijos, como exponen diferentes textos. En este punto, encontramos una cuestión característica de las escasas bibliografías que se han ocupado de mujeres artistas, y que consiste en la valoración de su biografía y de su obra en función de la valoración social y moral de su actividad y su conducta. Es significativa la idea presente en la sociedad y en la mayoría de los casos, corroborada por las propias escritoras e incluso artistas, de la incapacidad de la mujer para la creación que incluso podemos constatar en muchos escritos de hombres y mujeres hasta bien entrado el siglo XX. Podemos considerar pioneras en el interés por las artistas españolas a algunas publicaciones de finales del XIX y principios del XX: En 1903, se publica la obra de José Parada y Santín Las pintoras españolas. El autor dice, como expresión del sentir general de la época: “Es condición de la mujer que, aunque en alguna ocasión con su talento se levanta hasta el nivel de la inteligencia masculina, le está vedado alcanzar la sublime a que han llegado los grandes genios con
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su potencia creadora, acaso por la insuficiencia de sus estudios” (Parada y Santín 1903: 80). Sin embargo, la práctica de la pintura es beneficiosa para las damas: “[…] pues su cultivo, que además constituye una distracción útil y hasta higiénica, podría contribuir a llenar los huecos que deja la deficiente educación que se da a la mujer española, ocios que hoy ocupa el coquetismo y la frivolidad” (1903: 80). Sin embargo, según este autor, “[…] una mujer estudiando leyes y tratando de ejercer ciertas profesiones, nos parece un absurdo moral, [...] porque esta actividad sin objeto se convierte en un elemento pernicioso para el cerebro y la organización que la abriga” (77-78). No obstante estas ideas presentes en la ideología de la época, el hecho de que la obra trate exclusivamente de “pintoras españolas” indica posiblemente que existía un gran número de mujeres que llevaban a cabo actividades artísticas en la época, y a quienes interesaba el tema tratado por el autor. Las fuentes posiblemente estén en la obra de Ceán Bermúdez Diccionario de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España, publicado en 1800, aunque incluye a algunas monjas pintoras que realizaban obras religiosas para los conventos en los que vivían con escasa proyección al exterior. Se trata, pues de una relación de artistas desde el siglo XVIII. También encontramos algunas obras de escritoras en las primeras décadas del siglo XX. Entre 1900 y 1918 el feminismo hizo su aparición en Europa reivindicando los derechos civiles, sociales y políticos y la emancipación de las mujeres. En España este movimiento tuvo eco especialmente en Cataluña, a través de publicaciones y revistas como Feminal (1907-1917), fundada por Carme Karr y Dolores Monserdà, y que desde planteamientos conservadores y cristianos, reivindicaba mejoras en la calidad de la educación de las mujeres, la elevación de su nivel intelectual y un espacio para la mujer en los círculos culturales y sociales, lo cual representaba una trasgresión de los códigos sociales de género vigentes en la época. La influencia de las ideas feministas tuvo repercusión en las obras y los comportamientos sociales y profesionales de las mujeres que polemizaron con sus escritos o su actividad artística en estos años en España. Al igual que en la pintura, en la literatura decimonónica surgen en nuestro país algunas escritoras que adquieren prestigio
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y fama, como en los casos de Emilia Pardo Bazán, Fernán Caballero, seudónimo masculino que esconde a Cecilia Bölh de Faber, o Rosalía de Castro. Emilia Pardo Bazán (1851-1921) trata el tema de las actividades artísticas de las damas en un artículo en el que reivindica mejoras educativas para las mujeres:
[...] la filosofía y las lenguas clásicas serían una prevaricación; en cambio, transigen y hasta gustan de los idiomas, la geografía, la música y el dibujo, siempre que no rebasen del límite de aficiones y no se conviertan en vocación seria y real. Pintar platos, decorar tacitas, emborronar un “efecto de luna”, bueno; frecuentar los museos, estudiar la naturaleza, copiar del modelo vivo, malo, malo. (Pardo Bazán 1890 [1976]: 124-125).
Surgen también periodistas vinculadas generalmente a las revistas femeninas. Y algunas de ellas, como Concepción Gimeno de Flaquer (1852-1919), activa feminista, editora, periodista y novelista, que alcanzó gran prestigio en su época, trataron en sus escritos de favorecer el reconocimiento de las mujeres artistas. En 1877 escribió en su obra La mujer española. Estudios acerca de su educación y sus facultades intelectuales:
Cuando la mujer reciba en toda su amplitud la ilustración a que es acreedora, cuando se ocupen de facilitarle los conocimientos artísticos de que carece, podrá descollar en las nobles artes. La mujer posee en su alma el sagrado fuego de la inspiración, en su frente la divina chispa que todo lo anima, y en su inteligencia el numen creador e inagotable. […] La mujer nace artista como nace artista el ruiseñor. Si no se han distinguido todas las mujeres dedicadas al arte de Murillo, es porque no se ha tratado de hacerles adquirir conocimientos, sino de enseñarles habilidades con objeto de hacer vano y ostentoso alarde. La educación pictórica de la mujer ha estado hasta hoy notablemente desatendida: limitada a empíricas instrucciones, difícilmente ha conseguido salir de copista, y muchas han visto morir sus ilusiones sin poder realizar el ideal de los sacerdotes del arte, o sea la composición. (Gimeno de Flaquer 1877: 37-66-67)
En relación a la infanta Paz de Borbón escribe en 1915:
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Antiguamente creían algunas mujeres que el título de artista o escritora las autorizaba para romper con las tradiciones anexas al sexo femenino y con las preocupaciones que cada época impone. Con tales prejuicios el título de escritora o artista asustaba a la gente medrosa; en opinión de ésta ser artista o literata era poseer una patente que permitía cometer las mayores rarezas, extravagancias y ridículas excentricidades. Entonces la escritora o artista no tenía lugar definido en la sociedad, mientras que ahora es reconocida como miembro de una clase inteligente que marcha a la vanguardia del progreso. La “bas blue” ha desaparecido; la artista o literata de nuestros días quiere ser ante todo mujer, y a este fin hace frecuentemente el doloroso sacrificio de nivelarse con inteligencias inferiores para no levantar a su paso tempestades de odio. La literata o artista de alta clase en nuestros días, es completamente femenina en su vida privada; habla como todas las damas cultas, recibe de igual modo, educa a sus hijos y se viste con arreglo al último figurín. La literata de la época moderna conoce que es más sensato doblegarse a la opinión, que desafiarla, y por eso se somete a ella. (Gimeno de Flaquer 1915: 200-201)
Se refleja muy bien en este texto la inquietud de las “artistas y literatas” por no llamar la atención en relación a un posible comportamiento escandaloso o extravagante asociado a su actividad artística. Nos está hablando, pues, de mujeres de clase alta (quizá su propio caso), que no pretenden transgredir las normas sociales asociadas a su condición. Las mujeres de clase social elevada que podían practicar estas actividades debían, al mismo tiempo, desarrollar estrategias para no levantar sospechas en su medio social, con un comportamiento adecuado a su rango y “plegarse a inteligencias inferiores para no despertar tempestades de odio”. Se trata de justificar las actividades artísticas y literarias para no levantar sospechas en un mundo que negaba a las mujeres la posibilidad de ejercer actividades reconocidas y mostrarlas en la esfera pública. La preocupación de muchas mujeres por acceder, a través de los estudios artísticos, a un desarrollo personal mayor, así como a la posibilidad de conseguir medios de vida a través de su trabajo, especialmente identificable en la clase media, se expresa en algunos textos, como el de la escritora Carmela Eulate Sanjurjo (1871-1961), quien, aún defendiendo el modelo tradicional de mujer, dice en 1917:
Existe una enorme producción moderna en las Exposiciones anuales, cuyo movimiento vertiginoso no es posible seguir, y cuyos nombres acumulados en los
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catálogos junto a los de los hombres, dicen mucho y no dicen nada. Dicen mucho en cuanto afirman la posibilidad de la mujer de hallar en el arte lo que puede llamarse un “metier” y vivir de sus pinceles, y vender cuadros y retratos que adornen las galerías modernas: no dicen nada en cuanto recapacitemos que ninguno de esos nombres está orlado con el nimbo del Genio, y sus pequeñas victorias personales equivalen a una gran derrota colectiva, frente a la magnitud de las obras del “Hombre”. (Eulate Sanjurjo 1917: 317)
La cita de Carmela Eulate nos ofrece una visión bastante precisa de la situación de las mujeres creadoras en las artes plásticas en aquellos años. No olvidemos que los espectadores de las obras, valoraban no sólo la calidad de la misma, sino si se correspondían con las expectativas sociales en relación a las obras de “señoras” y “señoritas” en las que se juzgan también sus cualidades morales, y otros valores asociados a los estereotipos dominantes sobre la vida de las mujeres, como el aspecto físico o su adscripción de clase. También se adhiere a las ideas dominantes sobre la incapacidad creativa de las mujeres así como a la superioridad “natural” del hombre, mostrando la interiorización social general de la inferioridad de las mujeres en la creación artística; un complejo de inferioridad que se manifiesta claramente incluso en este grupo de mujeres, periodistas o escritoras, que habían roto con los condicionamientos de la época escribiendo en .publicaciones periódicas o literarias que en ocasiones lograron un gran éxito. Sin embargo, Carmela Eulate Sanjurjo constituye un ejemplo de mujer creadora con su destacada actividad como traductora de escritores árabes, hindúes, franceses e ingleses, escritora de novelas y ensayos y feminista en obras como La muñeca (1895), La familia Robredo (1907) o El asombroso doctor Jover (1930) entre otras, en las que el tema de la mujer es el asunto fundamental. En La mujer en el arte: inspiradoras (1915) presenta una galería de mujeres que inspiraron y colaboraron con los hombres más destacados en el Renacimiento y en La mujer en el arte: creadoras (1915) aboga por la necesidad de la educación de la mujer para que ésta pueda desarrollarse plenamente en todos los terrenos, incluido el artístico. En 1927 Carmen de Burgos, “Colombine” (1878-1932), publicó La mujer moderna y sus derechos, uno de los más importantes ensayos feministas de la época. Carmen de Burgos Segui fue una de las más destacadas defensoras de la mujer desde comienzos del
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siglo hasta los años 30. A lo largo de estos años escribió numerosos artículos de prensa, ensayos y novelas, además de un gran número de conferencias, en los que manifestó su preocupación por la situación de la mujer contribuyendo a la difusión del feminismo. Los temas que le preocupan fundamentalmente son la educación, el divorcio, el voto, el trabajo femenino o la prostitución. Además de su numerosa producción literaria y ensayística, su pensamiento feminista queda también reflejado en sus escritos artísticos, en los que podemos calificarla como precursora de la crítica feminista de arte. Entre los temas que desarrolla en esta faceta de su obra, destaca su preocupación por la mujer como creadora y como musa, la iconografía femenina presente en las obras de arte de todos los tiempos, y su deseo de reivindicar las prácticas femeninas en la costura y la artesanía como “Arte”, rechazando el menosprecio de la visión masculina de estas actividades. Adopta una precursora postura ante las actividades manuales y artesanales realizadas tradicionalmente por la mujer, como las labores de aguja, el bordado y el encaje, a las que equipara a las artes mayores, especialmente a la pintura, contribuyendo así a subvertir las tradicionales jerarquías artísticas, que, como analizan Parker y Pollock (1981: 51), se relacionan con la categorización de hombres y mujeres en la sociedad. A pesar de ser autodidacta, sentía un vivo interés por el arte llegando a ser nombrada en 1911 profesora de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid en la asignatura de Historia del Arte (Núñez Rey 2005: 283). Sus artículos de crítica artística e historia del arte aparecieron en prensa o revistas no especializadas, como Heraldo de Madrid, ABC, La Correspondencia de España, Prometeo, etc. Expuso sus ideas sobre la mujer como creadora artística en muchas de las conferencias que impartió, además de en sus obras. En La mujer moderna y sus derechos dice:
Se argumenta que no hemos producido obras de arte y de ciencia tan admirables como las de los hombres, es cierto. Pero oíd lo que a propósito de esto dice Taine: “Todos los descubrimientos de verdades, todos los inventos de utilidad han sido conquistados por los hombres libres, los esclavos no inventaron nada” y añade: “Los ciudadanos libres deben su superioridad a las ventajas de su situación no a la superioridad de la raza”. Esto puede aplicarse a la mujer que no pudo desarrollar
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sus facultades en la esclavitud a la que se le sometía. Y, sin embargo, aún así, hemos tenido una gloria indisputable. La de inspiradoras. ¿A qué sentimiento se deben las estrofas de Dante, las armonías de Beethoven, las imágenes de Rafael y las estatuas de Miguel Ángel? (Burgos 1927: 256)
Aunque apenas hace referencia en sus escritos a la mujer como creadora y artista, uno de los temas recurrentes de Carmen de Burgos fue el de la mujer como musa e inspiradora de las obras de arte masculinas. En un artículo de María Zambrano aparecido en 1947 en la revista Sur, y que reflejaba los contenidos expuestos en sus conferencias sobre la historia de la mujer, que impartió en La Habana y Puerto Rico en 1940, 1942 y 1943, y en el que comentaba el libro de su amigo Gustavo Pittaluga (1946), dice al final:
[…] Y es que hay un problema pavoroso que el autor ha soslayado: ¿puede la mujer ser individuo” en la medida en que lo es el hombre? ¿Puede tener una vocación además de la vocación genérica sin contradecirla? ¿Puede una mujer, en suma, realizar la suprema y sagrada vocación de la Mujer siendo además una mujer atraída por una vocación determinada? ¿Puede unir en su ser la vocación de la Mujer con una de esas vocaciones que han absorbido y hecho la grandeza de algunos hombres: Filosofía, Poesía, Ciencia, es decir, puede crear la mujer sin dejar de serlo? El precio de la creación del hombre ha sido muy alto y sus condiciones muy rigurosas: soledad, angustia, sacrificio. La mujer ha ofrecido su sacrificio permanente sin traspasar el lindero de la “creación”. ¿Le será permitido hacerlo, podrá arriesgarse en un nuevo sacrificio sin arriesgar la continuidad de la especie, sin dejar de ser la gran educadora y guía del hombre? (Zambrano 1947:69)
Vemos como a través de esta reflexión se sitúa cercana a la ideología de su época, que arrastra tras sí la ancestral ideología sobre el ser de “la mujer”, situando éste en su tradicional papel de madre y continuadora de la especie, o en los aspectos educativos del hombre. Sus dudas sobre la posibilidad de que las mujeres puedan llevar a cabo una vocación o una profesión laboral sin poner en peligro “la continuidad de la especie”, olvidando su propio caso, nos sitúan en las coordenadas de una situación histórica e ideológica concreta en la que se enmarca su biografía, y que denota la interiorización de
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unos valores y criterios sobre “la mujer” profundamente enraizados en la sociedad de la que forma parte. Vemos como en las obras comentadas hasta ahora, el problema principal es si las mujeres están capacitadas para la actividad creativa, y, también, los escritos de algunas autoras se convierten en una reivindicación sobre la existencia y legitimidad de mujeres artistas, tanto en España como en otros lugares del mundo occidental. Estas ideas y la justificación de las causas que motivan a las mujeres a crear obras artísticas, pervivirá en muchos escritos de autoras del siglo XX. Como podemos intuir, estas formas de justificar la realización de obras artísticas por las mujeres, constituye una reacción y una defensa ante el gran número de autores masculinos que cuestionan esta presencia y capacidad creativa de las mujeres artistas, y especialmente se aprecia que en todas las obras sobre artistas femeninas y en otros escritos se reivindica una mejor educación para las mujeres. Así, en 1938, Mª Pilar Oñate, en una obra que reivindica la literatura “femenina” y la ampliación de profesiones y actividades laborales para las mujeres, aún encontramos las mismas ideas sobre la incapacidad de genio artístico en las mujeres:
La capacidad intelectual femenina, núcleo de la contienda feminista desde el Renacimiento, se acepta en la actualidad con la salvedad de la aptitud de la mujer para el trabajo creador y original propio del genio. La Biología actual niega a la mujer la capacidad genial, y la Historia no nos ofrece todavía ejemplos que oponer a esta teoría. Reconocida la aptitud de la mujer para las actividades no geniales que son casi todas, le queda abierto el acceso para las profesiones liberales, que hasta hace poco monopolizaba el hombre. Sin embargo, el cuidado del hogar y, sobre todo, la maternidad imponen en el ejercicio de las actividades femeninas limitaciones y diferencias que los más decididos feministas no pueden menos de reconocer. (Oñate 1938: 238)
De nuevo, las convenciones ideológicas establecidas, como en escritos anteriores, sobre la inexistencia del genio creador en la mujer, y la biología y la ciencia avalando estas ideas, a pesar de la reivindicación del ejercicio de nuevas actividades y profesiones para las mujeres.
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En los años 40 surgen también algunas monografías que reivindican el nombre y el trabajo de algunas artistas españolas. En Méjico, en el exilio tras la Guerra Civil, se publica la lujosa monografía publicada por la Editorial Losada sobre la figura y la obra de Maruja Mallo, que entre 1942 y 1945 gozó de un extraordinario prestigio y popularidad. Con textos de Ramón Gómez de la Serna, se recogían asimismo sus conferencias de 1937 Proceso histórico de la forma en las artes plásticas y Lo popular en la plástica a través de mi obra. Los escritos y artículos periodísticos de Maruja Mallo se encuentran intrínsecamente vinculados a su producción creadora en las artes plásticas y constituyen el entramado teórico e ideológico que nos desvela las claves de su pensamiento y de la actividad intelectual que la impulsaron a la realización de sus obras, en unos momentos históricos en los que una mujer no debía ser activa, creadora, En España, a pesar de las consignas del régimen franquista sobre la mujer, que la relegaban a un papel menor y dependiente del hombre, dirigiéndola a las actividades domésticas y a las labores del hogar y la costura como en el siglo XIX, María Lafitte, Condesa de Campo Alange, publicó en 1944 una monografía sobre María Blanchard (1881-1932), una de las más importantes artistas españolas, que realizó su obra artística fundamentalmente en París, donde falleció en 1932. María Laffitte (1902-1986) no sólo publicó el libro María Blanchard, ahondando en la creación plástica de una pintora y haciéndola visible en España, sino que en 1948 publicó La secreta guerra de los sexos (Laffite 1948), obra pionera del feminismo intelectual y filosófico y anterior a El segundo sexo de Simone de Beauvoir. También publico numerosos libros y ensayos en las que trataba el tema de la mujer. Fundó, dirigió y patrocinó el Seminario de Estudios de la Mujer (SESM) que durante veinte años reunió a profesionales, profesoras universitarias e investigadoras, siendo el pionero de otros centros similares posteriores. A partir de los años 60 se comienzan a publicar diversas obras que reivindican el papel de las mujeres en las artes. Así la obra de Carmen Pérez Neus, pintora ella misma, Galería Universal de Pintoras (Pérez-Neus 1964), que constituye un compendio a modo de catálogo de las pintoras conocidas en los diferentes países, y que, en el caso de España, toma sus datos en gran medida de la obra de Parada y Santín. En esta obra proporcionaba
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información sobre las biografías y obras de pintoras europeas y americanas, especialmente del siglo XIX, tratando de reivindicar la creación artística de las mujeres. También esta reivindicación se encontraba tras el establecimiento del Salón Femenino de Arte Actual, en el que muchas artistas se unieron para dar a conocer su trabajo de creación. Se llevó a cabo en la Sala Municipal de Exposiciones y la Capilla del Hospital de la Santa Cruz de la ciudad de Barcelona desde 1962 a 1971, a raíz de la iniciativa de varias artistas (Gloria Morera, María Asunción Raventós, Mercedes de Prat y María Calvet en Madrid), con el objetivo de que el trabajo de creación plástica de las mujeres consiguiese un mayor apoyo institucional y una mayor repercusión social que evitase su “invisibilidad” en el mundo artístico. En el prólogo, Mª Aurelia Capmany analiza los temas y las dificultades que en aquellos momentos (1969) encontraban las mujeres en la sociedad, y en los ámbitos específicos del arte, para hacer valer su presencia y el fruto de su trabajo de creación plástica, en el contexto de la sociedad española del momento. Los catálogos son el testimonio de la obra creativa de muchas artistas españolas de aquel momento que trataban de mostrar sus obras al público y encontrar el reconocimiento en el contexto del arte español. En 1975, en el que se celebró el “Año Internacional de la Mujer”, y con ocasión del catálogo de la exposición celebrada con este motivo La mujer actual en la cultura, Isabel Cajide, crítica de arte y organizadora de la exposición, realizaba en el prólogo un balance sobre la situación de las mujeres en la cultura y en el arte en esos momentos. El texto es, por una parte, una amarga queja de la escasa entidad y valoración del trabajo artístico de las mujeres tanto en el pasado como en el momento en que escribe, y por otro, una justificación de la escasa presencia de las mujeres en el campo del arte, como en otros ámbitos académicos o artísticos, debido al papel que le fue asignado en la sociedad:
El talento necesita comprobar hallazgos, integrarse en el ambiente que le sirve de estímulo y levadura. No es justo afirmar que la mujer está incapacitada para toda función creadora. Mas bien sería sensato pensar que sin estas oportunidades, incapacitada para prosperar fuera de las funciones que se le habían asignado, haya conseguido, –¡y a qué velocidad!– recobrarse de una paralización de siglos; que su talento, los dones naturales que Dios otorgó al género humano, no se abotargase y adquiriese irremediablemente hábitos impropios de su función “hombre” con su
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noble destino de ser portador de valores eternos. [...] Porque a finales del siglo XX, cuando se ha llegado a la luna, en los organismos internacionales se da el mismo valor a los papúes y a los ciudadanos franceses y se plantea en serio la todavía utopía del ocio, la mujer sigue encontrando dificultades, como lo demuestra la proclamación de este Año Internacional de la Mujer. (Cajide 1975: Prólogo)
En 1976 Raul Chavarri escribe Artistas Contemporáneas en España, que, como en casos anteriores, es una relación de artistas que tienen prestigio y notoriedad en aquellos momentos. En el prólogo, las palabras del autor, entre condescendientes y galantes, nos retrotraen a las posturas masculinas con las pintoras del siglo XIX. No podemos olvidar las memorias de Amalia Avia (1930-2010), una destacadísima pintora contemporánea, que en su obra refleja tanto la situación general como los problemas y dificultades a que debían enfrentarse las mujeres que decidían ser artistas durante los años del franquismo. A través de sus páginas, podemos rememorar hechos de nuestro pasado reciente, a través de las vivencias personales de la autora que reflejan, de nuevo, la lucha de las mujeres por acceder a los ámbitos artísticos como creadoras:
En una inmensa clase de suelo de madera polvorienta, con los banquillos de dibujar puestos en círculo alrededor de la tarima de la modelo, nos sentábamos los alumnos. Los había de todos los géneros: estudiantes de la Escuela de San Fernando, pintores viejos, estudiantes de arquitectura, dibujantes..., pero aparte de nosotras, casi ninguna mujer. (Avia 2004: 200)
Un artículo de la periodista Enriqueta Antolín nos aporta información sobre lo que opinan algunas de las artistas más relevantes de la actualidad: “Somos poquísimas. En las muestras colectivas las mujeres no pasamos nunca de un 6%. En Europa y en América se está haciendo un poco mejor, aunque todavía hay mucho que reivindicar. Hay muestras internacionales en las que entre un montón de varones aparece una sola mujer, y en España todavía peor” (Antolín 1998:34). A pesar de los avances en la situación de las mujeres en estos dos siglos, y de las conquistas realizadas a partir del establecimiento de la democracia en España, el texto
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resume algunas de las cuestiones fundamentales del presente artículo: la lucha de las mujeres por hacer visible su trabajo de creación plástica y por que su voz sea escuchada en la sociedad, sus dificultades de todo tipo, incluidas las de la propia aceptación e interiorización de su papel secundario y menor, a partir de la ideología que se ha inculcado a las mujeres desde tiempos remotos y que sigue aún presente en la sociedad de nuestros días, el tratamiento de los temas establecidos, a través de una visión y una percepción de género diferente a la mostrada por artistas varones, y, finalmente, a pesar de los profundos cambios acaecidos en la sociedad, como consecuencia de la propia dinámica de la evolución histórica, y que han permito a la mujer acceder a una mejor situación en la mayor parte de los ámbitos (educativo, económico, etc.), la permanencia de obstáculos y prejuicios, en la España de nuestros días, que aún impiden una total asimilación con respecto a los varones. A partir de los años 70 del siglo XX las corrientes feministas en el arte comenzaron a cuestionar los presupuestos iconográficos presentes en la cultura de todas las épocas, tratando de ofrecer alternativas desde la identidad femenina. Muchas artistas tratan de presentar una nueva lectura del cuerpo femenino, incorporando lo biológico y la experiencia del cuerpo específica de las mujeres en ocasiones con desgarro y dolor, pero también con ironía, distanciamiento y humor. El objetivo de sus imágenes “intentaba ensalzar la diferencia sexual y afirmar la otredad de la mujer, sustituyendo las connotaciones de la inferioridad femenina por la de un orgullo respecto al cuerpo y la mente de la mujer” (Chadwick 1992: 322). También se desarrollaron estrategias políticas de carácter reivindicativo, como las acciones de Guerrilla Girls en los años 80 en Estados Unidos. Se trataba de un grupo de artistas, escritoras y directoras de cine que con ocasión de la exposición en el Museum of Modern Art de Nueva York, titulada “An Internacional Survey of Painting and Sculpture”, en la que de los 169 participantes tan sólo 13 eran mujeres, se manifestaron delante del museo contra esta desigualdad. A partir de esta experiencia, el grupo comenzó a poner en evidencia al mercado del arte, anunciando con carteles en las calles de la ciudad la forma en que se había utilizado el cuerpo femenino en la historia del arte, y la exclusión de las artistas del círculo del arte. Otras artistas denunciaron los estereotipos y
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convenciones sobre la mujer en la historia, como en el caso de Cindy Sherman, que realiza fotografías de sí misma con los diferentes disfraces que ha asumido la imagen de la mujer en la historia del arte, o Ana Mendieta, cuya obra se convierte en una metáfora de la experiencia femenina, en la que relaciona a la mujer con la tierra. Algunos de sus trabajos muestran la violencia contra el cuerpo de la mujer, perfilando en la tierra con materiales diversos, cuerpos que nos hablan de mujeres con pequeñas vidas, o de vidas maltratadas y torturadas, y que nos recuerdan a rituales ancestrales. De entre las muchas artistas que desde los años 70 han producido una obra en la que han tratado de denunciar la violencia implícita o explícita en la vida de las mujeres, sus miedos y sus sentimientos de culpa, destacamos tan sólo a tres: Louise Bourgeois (1911), Nancy Spero (1926) o la española Eulalia Valldosera (1963) entre otras. También mujeres procedentes de otros contextos culturales nos muestran a través de su trabajo su reflexión artística sobre la mujer, el colonialismo y sus implicaciones de género, o la discriminación por raza, género o clase social. El surgimiento del movimiento feminista ha tenido un enorme impacto no sólo en el arte de las mujeres sino también en un gran número de publicaciones que, en el campo artístico, reivindicaban el trabajo creativo de muchas mujeres a lo largo de la historia, que ha sido ignorado y ninguneado en las publicaciones académicas hasta el presente. De entre las publicaciones surgidas fundamentalmente en el ámbito anglosajón, destacamos algunos libros y artículos: Women Artists (Bachmann y Piland 1982), “Women’s Performance Art: Feminism and Postmodernism” (Forte 1988), Women Artists, 15501950 (Harris y Nochlin 1978), Women Artists and the Pre-Raaphaelite Movement (Mars y Nunn 1989), Old Mistresses. Women, Art and Ideology (Parker y Pollock 1981), Imagining Women (Bonner 1992), Feminism and Art History. Questioning the Litany (Broude y Garrard 1982) o The Aesthetics of Power. Essays in Critical Art History, (Duncan 1993) entre otras valiosas obras que se han publicado en los últimos años. De entre las traducidas y editadas en español, Mujer, arte y sociedad (Chadwick 1992), Nueva crítica feminista de arte (Deepwell 1998), Estética feminista (Ecker 1986), Mujeres Artistas. National Museum of Women in the Arts (Fisher Sterling 1995), La
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carrera de obstáculos (Greer 2005 [1979]), Mujeres artistas de los siglos XX y XXI, Colonia (Grosenick 2005), El desnudo femenino (Nead 1998) o las obras de estética Feminista como Nueva crítica feminista de arte (Deepwell 1998) o Estética feminista (Ecker 1986) entre otras. En España también se han publicado muchas obras en las que se investigan y analizan las producciones y la situación social de las artistas españolas. De entre ellas destacamos La mujer y la pintura del XIX español. (Cuatrocientas olvidadas y algunas más) (1987) de Estrella de Diego, en el que, como el título indica, se sacan a la luz los nombres y las obras de muchas artistas del siglo XIX, y en el que también se desvelan las condiciones de su trabajo creativo, los temas, formatos y tamaños de muchas artistas olvidadas, y otros aspectos del trabajo creativo de las mujeres en el siglo XIX. Se trata de un valioso trabajo pionero en la investigación histórica sobre artistas españolas, que ofrece importantes sugerencias para la investigación en la metodología y las cuestiones y temas tratados. También con el objetivo de mostrar los nombres y las obras que crearon muchas artistas del XIX, el libro de I. Coll, Diccionario de mujeres pintoras en la España del siglo XIX (2001), en el que se hace una relación de biografías de artistas y obras, olvidadas por la historiografía del arte. Dentro de una reivindicación general de la creación artística de las mujeres y de divulgación, las obras de Mª Teresa Alario Trigueros Arte y feminismo (2008), la de Marián F. Cao (coord.) Creación artística y mujeres. Recuperar la memoria, (Madrid, 2000), la de Bea Porqueres Reconstruir una tradición (Las artistas en el mundo occidental) (1994), o la de Amparo Serrano de Haro Mujeres en el arte. Espejo y realidad, (2000). Con abundante información biográfica y visual, la obra de Victoria Combalia Amazonas con pincel. Vida y obra de las grandes artistas del siglo XVI al siglo XXI (2006). Igualmente encontramos la obra de Patricia Mayayo Historias de mujeres, historias del arte (2007), un ensayo en la línea de los trabajos de las escritoras e investigadoras norteamericanas e inglesas, en el que reflexiona sobre cuestiones como la indagación de las mujeres artistas en la historia, las diferencias iconológicas entre hombres y mujeres, los modelos femeninos en el imaginario artístico, cómo mirar un cuadro con una mirada crítica desde la perspectiva de mujer, o la mujer y las nuevas
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tecnologías. Y en una línea de indagación sobre las artistas españolas más actuales, la obra de Juan Vicente Aliaga y Patricia Mayayo (ed.) Genealogías feministas en el arte español: 1960-2010 (2013), que nos ofrece abundante información sobre exposiciones y artistas españolas de las últimas décadas, así como de las bibliografías que se han ocupado en los últimos tiempos del arte de las mujeres. Es una obra de máxima actualidad que nos permiten conocer los últimos desarrollos del tema. Y con el objetivo de reivindicar y divulgar las obras de mujeres existentes en los museos, la obra de Vicente Ibiza i Osca, Obra de mujeres artistas en los museos españoles (2006), que, como su nombre indica, expone una relación de obras y de autoras en museos españoles, pero que previamente lleva a cabo una muy interesante aportación histórica sobre la presencia de mujeres artistas en la historia del arte y la situación de las diferentes artistas en sus contextos de referencia. También la obra de Marián López Fernández Cao, Antonia Fernández Valencia y Asunción Bernárdez Rodal (eds.) El protagonismo de las mujeres en los museos (2012). Se han publicado también un gran número de monografías sobre artistas españolas, como, entre otros muchos, los dedicados a las cuatro artistas más importantes del primer tercio del siglo XX, María Blanchard, como el de la exposición dedicada a la artista en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2012), y otros de importantes exposiciones dedicadas a esta artista, el dedicado a Maruja Mallo (2009), a Remedios Varo , con la importante monografía editada en Méjico, tras la salida hacia en exilio. En Méjico alcanzó un gran éxito desde su primera exposición en 1954, y allí es considerada una pintora mejicana (1998). La última gran artista es Ángeles Santos, sobre la cual existe una importante publicación de Vinyet Panyella (1992). Del mismo modo, se han publicado diversos catálogos de exposiciones que tratan el tema de las mujeres artistas, desde un punto de vista general, como el de la exposición Amazonas del Arte Nuevo (29 enero/30 marzo de 2008, Madrid 2008), a específicos sobre artistas españolas, como la celebrada en el Centro Cultural del Conde Duque del Ayuntamiento de Madrid, que dirigía Enrique Tierno Galván, Mujeres en el Arte Español (1900-1984) (Madrid, 1984), o el de Fuera de Orden. Mujeres de la Vanguardia
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Española (10 febrero/18 abril 1999) (Madrid, 1999). Éstas son tan sólo una muestra del gran número de publicaciones que han tratado el tema de las mujeres en el Arte, tanto en el contexto internacional, como en el de nuestro país, en el que, aunque de forma no tan numerosa, también se han publicado un gran número de artículos y otras obras que no he considerado en esta comunicación. Quiero ahora comentar las aportaciones que yo misma he hecho al tema. En 2003 publiqué Mujeres españolas en las Artes Plásticas, una obra de divulgación sobre la obra de creación plástica de muchas artistas españolas desde la Edad Media hasta 1990, y que ha tenido muy buena acogida en los medios académicos. Mi última publicación es Artistas españolas en la dictadura de Franco. 1939-1975, una obra de investigación en la que analizo la situación de las mujeres en los distintos periodos cronológicos de la dictadura, e indago sobre la situación y expectativas de las artistas. No se trata, sin embargo, de una relación pormenorizada de las artistas del periodo, sino de una investigación histórica. Con esta modesta aportación me sumo a las autoras e investigadoras que han tratado de dar visibilidad y reivindicar las creaciones artísticas de las mujeres de todas las épocas históricas. Pero, ¿cuál es la línea argumental e ideológica que han seguido todas estas publicaciones hasta el momento presente? En los primeros escritos las autoras se rebelaban contra la ideología hegemónica que negaba la existencia de mujeres artistas y la capacidad creadora de las mujeres. Esto se inscribía en un malestar provocado por las ideas de autores varones que, dentro de una atávica tradición, situaba a la naturaleza femenina fuera de los campos de la creación artística e intelectual. Algunas autoras desde finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX reivindicaron especialmente mejoras educativas para las mujeres y manifestaron cómo la posición de las mujeres en la estructura social había impedido un mayor desarrollo en los campos del arte y la cultura. Sin embargo, se advierte en algunas de sus obras la influencia de las ideas ambiente que consideraba la imposibilidad de genio artístico en la mujer. Y desde comienzos del siglo XX comienzan a aparecer en España libros que realizan una relación de mujeres artistas en los siglos pasados, como el de José Parada y Santín en 1903, impulsados,
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seguramente, por el deseo de reivindicar su actividad dentro de una tradición y una genealogía de mujeres artistas, por parte de las pintoras que asistían a las academias de arte, como la del mismo Parada y Santín. A partir del movimiento feminista surgido fundamentalmente en el ámbito anglosajón, especialmente desde los años 60 del siglo XX, diversas autoras e investigadoras han rescatado del olvido los nombres y las obras de mujeres artistas desde la Edad Media, contextualizándolas en las diversas épocas históricas y poniendo en evidencia el discurso patriarcal que subyacía y subyace en la mayoría de autores de las bibliografías especializadas y consagradas de la historia del arte. Esto ha permitido que se incrementase notablemente el número de artistas y el reconocimiento de su presencia en la actividad artística a lo largo del tiempo, así como de un mayor conocimiento de las condiciones en las que tuvieron que desarrollar su vida y su trabajo. Pero esta búsqueda de la integración de las mujeres en los parámetros establecidos de la historiografía artística no parecía suficiente a autoras como Rozsika Parker y Griselda Pollock, en el panorama internacional, o como Patricia Mayayo, en el ámbito nacional, que han contribuido a poner en entredicho la jerarquía de valores del canon establecido por la literatura artística de todos los tiempos, incluida la época actual, y que requiere, por parte de las/los investigadores, un
exhaustivo análisis que permita
desentrañar los discursos y prácticas de la historia del arte y en lo que muchas de las obras citadas inciden de forma penetrante.
Referencias bibliográficas
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ENTREVISTA A ROSSANA CAMPO1 Pablo García Valdés2
Rossana Campo nació en Génova, en 1963, en el seno de una familia napolitana que emigra al norte en los años del boom económico. Estudió Letras en la Universidad de Génova, donde entra en contacto con el profesor Edoardo Sanguineti, poeta, crítico y teórico literario, máximo exponente del Gruppo 63, un literato que ha sido el abanderado de la Neoavanguardia italiana. El influjo de este autor en sus libros se aprecia sobretodo en las primeras novelas, de índole más experimental. Estas influencias se hacen visibles en el abandono de las formas tradicionales del lenguaje, sustituyéndolas por nuevas estructuras y temáticas renovadas. Con ello, Rossana Campo pretende desarrollar una literatura fresca e innovadora que pudiese estar al nivel de otras literaturas europeas, abandonando la literatura italiana anclada en formas y temáticas del pasado. Además de los miembros de este movimiento literario, la italiana se ha visto influenciada por la obra de Henry Miller y de Gertrude Stein, siendo autores capitales en la configuración de sus temáticas y de su estilo. El exordio literario de Rossana Campo tiene lugar en 1992, aunque previamente ya había realizado pequeñas publicaciones conjuntas. La autora ha publicado las siguientes novelas: In principio erano le mutande (1992), Il pieno di super (1993), Mai sentita così bene (1995), L’attore americano (1997), Il matrimonio di María (1998), Mentre la mia bella dorme (1999), Sono pazza di te (2001), L’uomo che non ho sposato (2003), Duro come l’amore (2005), Più forte di me (2007), Lezioni di arabo (2010), Felice per quello che sei. Confessioni di una buddista emotiva (2012), Il posto delle donne (2013), Fare l’amore (2014) y, más recientemente, Dove troverete un altro padre come il mio (2015). Fecha de recepción: 01/07/2015. Fecha de aceptación: 16/07/2015. Doctorando, Departamento de Filología Clásica y Románica, Universidad de Oviedo; pablogarvaldes@gmail.com. 1 2
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Además, ha publicado dos libros infantiles: La gemella buona e la gemella cattiva (2000) y Piccoli Budda (2013), y un libro de pintura: L’arte soppianta tutti gli altri enzimi (2012). Rossana Campo propone la escritura y la literatura como un medio de evasión mediante el cual las personas tienen el derecho de crear un espacio propio para poder expresarse con total libertad, porque, según relata en uno de sus libros, cuando una lee un libro quiere alejarse de las cosas feas de la vida. Por este motivo, la autora analiza y describe a través de sus heroinas una determinada realidad social. A partir de los temas predilectos de la literatura femenina, como son el amor, el erotismo y las relaciones personales, Rossana Campo pretende romper el modelo tradicional de feminidad establecido por la sociedad patriarcal. Sus heroínas constituyen un caleidoscopio de personalidades que constituyen un reflejo del pensamiento y de los problemas que afligen a las mujeres en las diversas etapas de la vida: desde el descubrimeinto del amor, hasta el miedo a la soledad en la edad adulta. El concepto de amor y de erotismo se ve en la obra de Rossana Campo desde una óptica contemporánea y feminista. La escritora habla abiertamente en sus libros del amor sin compromiso, sin dependencia; también propone una concepción libre del sexo y manifiesta su rechazo hacia la insatisfacción sexual de las mujeres, defendiendo la libertad en el matrimonio, el amor homosexual, etc. Temáticas que, pocos años antes, habían sido tabú para las mujeres. Es aquí donde encontramos la importancia de tipo de estudios, donde se da luz y se pone de relieve los valores que Rossana Campo pretende transmitir con su obra. A modo de resumen, sobre el tema del amor, la escritora habla del enamoramiento, de la felicidad, pero también de la falta de amor, de la soledad; sobre el erotismo se puede afirmar que aún falta una cultura sobre la sexualidad femenina, puesto que en sus libros intenta conseguir un cambio en la concepción tradicional de la sociedad. Según los textos de la escritora, existe un fuerte mecanismo cultural por el cual no se ve la importancia del intercambio, sino de la posesión, y, por tanto, rechaza el campromiso como fórmula para obtener una mayor independencia y libertad para la mujer. Como podemos comprobar,
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todas estas temáticas tienen como nexo en común la libertad de las mujeres en todos los campos (en el amor, en las relaciones de pareja y en su sexualidad). Por todo ello, los libros de Rossana Campo pueden considerarse un punto de referencia para los estudios de género, puesto que hacen un crítica voraz a la visión tradicional de la sociedad patriarcal hacia las mujeres. Gracias a la amabilidad y colaboración de la escritora se ha podido realizar la siguiente entrevista, que, sin lugar a duda, es de gran ayuda para aclarar algunos puntos esenciales de la vita, de los influjos y de las temáticas abordadas en la obra de la escritora y, así, comprender la importancia que estas tienen en sus libros.
Da dove viene la sua vocazione per la scrittura? Cosa significa per Lei dedicarsi alla scrittura al giorno d’oggi? Ho sempre scritto, fin da ragazzina. Per quanto mi possa ricordare, nella mia vita ci sono stati sempre libri da leggere e da scrivere. Da dove nasce una passione? Difficile da dire, io non sono nata in una famiglia di intellettuali, i miei non hanno mai letto granché, per me invece, fin da bambina, il mondo delle favole era un posto che mi attirava come una calamita, un luogo che mi sembrava più interessante, più emozionante e più vero della realtà quotidiana. Così ho continuato a farlo e oggi che ho cinquant’anni continuo ogni giorno con la stessa passione a leggere e scrivere. Quindi non so ‘cosa significa oggi scrivere’, è qualcosa di naturale per me, un po’ come respirare.
Essendo stata allieva di Sanguineti all’Università di Genova, in che modo ha influenzato questo autore la Sua opera? Conoscere i romanzi e le poesie di Sanguineti e di tutti gli altri scrittori della cosiddetta Neoavanguardia letteraria italiana (cioè del Gruppo ‘63) è stata un’esperienza straordinaria, ho scoperto che anche con la lingua italiana si potevano sperimentare linguaggi e strutture nuove, è stata la scoperta che la letteratura italiana poteva essere
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interessante quanto quella inglese o americana o francese, per dire, mentre prima gli scrittori italiani che avevo letto mi sembrava che avessero sempre come un odore di muffa, che deriva dal cattolicesimo, forse, o dall’ipocrisia scolastica. Nei loro libri erano sempre un po’ ingessati, fasulli, sempre poco liberi e poco avventurosi. Nella lingua usata come nelle storie raccontate. Come mi ha insegnato Sanguineti, il linguaggio è già ideologia, e quindi ad una lingua vecchia e conformista corrisponde un immaginario simile!
Cosa ne pensa della situazione della narrativa femminile in Italia? Ma non saprei dire, so che ci sono scrittrici interessanti e altre che mi evocano quello che dicevo sopra a proposito di alcuni scrittori italiani, le trovo poco libere, poco avventurose. Come se scrivessero esattamente quello che ci si aspetta che scrivano.
È difficile per una donna parlare in Italia dell’amore libero o di sesso? Per me non lo è, dato che scrivere è un lavoro di conoscenza di se stessi e del mondo, delle relazioni eccetera, se si fa un percorso di sincerità dentro di sé credo non si posso fingere quando poi si comincia a scrivere.
Quasi tutte le protagoniste dei Suoi libri hanno una particolare visione dell’amore, dell’erotismo e delle relazioni umane. Cos’è per Rossana Campo l’amore? L’amore può essere un grande inganno, una perdita di energia, perdita di libertà e di consapevolezza. specie per noi donne che siamo state educate nei secoli a mettere tutte le nostre aspettative in un marito, può essere una fregatura se si vive come attesa dell’uomo che ti renderà felice. C’è poi un altro tipo di amore che è fatto di libertà e di scoperta di sè in una relazione che è molto più interessante.
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Il racconto dettagliato delle relazioni intime è un punto fondamentale di opere come Duro come l’amore o Lezioni di arabo. Come si deve interpretare l’erotismo nei Suoi romanzi? Ognuno lo interpreti come crede! a me interessa seguire le mie eroine anche in camera da letto, mi piace sentire cosa provano quando fanno l’amore, quando si lasciano andare o hanno un orgasmo. Trovo interessanti gli scrittori che si addentrano anche nella vita erotica dei loro personaggi. Non capisco perché sappiamo tutto di come un personaggio mangia, si veste, cammina, lavora, e poi ci si debba fermare fuori dalla camera da letto.
Secondo Lei, qual è o quale deve essere il rapporto tra amore e sesso? Ah non lo so. Credo sia interessante esplorare tutto quanto, è ciò che rende interessante il fatto di essere vivi, dunque a me personalmente interessa vivere e raccontare tutto, l’amore, il sesso con chi ami, il sesso da soli, il sesso vissuto solo per godimento carnale, tutto è interessante se vissuto con consapevolezza.
Dalla lettura dei Suoi romanzi si vede chiaramente che tra l’amante e il marito, Lei preferisce l’amante. Che ruolo avrebbe per Lei questi? Crede che sia fallita l’istituzione del matrimonio? Non ho opinioni al riguardo, ripeto, tutto è interessante quando è vissuto e narrato in modo consapevole, quando non ci aspettiamo da fuori la soluzione ai nostri problemi, o che la felicità ci arrivi da qualcosa o qualcuno di esterno. Abbiamo bisogno di sperimentare, così nelle diverse fasi della vita proviamo: matrimoni, amanti, amici, persone dello stesso sesso, di sesso diverso... tutto è interessante!
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Le protagoniste vengono a volte concepite come eroine oppure antieroine. Come sono state create? Cosa c’è di Rossana Campo in tutte quante? In ogni personaggio c’è la vita come io la sento. Io sento ciò che le mie eroine sentono, questo non significa ovviamente che ciò che racconto è la cronaca della mia vita!
Il conflitto interno, l’abbandono, il disadattamento… sono caratteristiche proprie delle protagoniste, come si deve combattere contro questi sentimenti? Si può arrivare alla felicità? La felicità è lo scopo della vita. L’ho sempre pensato, e quando vent’anni fa ho incontrato il pensiero buddista ho scoperto che lo pensava anche un certo signor Siddharta, in India, circa 2500 anni fa. Noi possiamo diventare felici abbracciando tutto quello che sentiamo, che proviamo, anche le nostre parti più fragili, disadattate, sofferenti. Abbracciando le nostre parti randagie. E pian piano facendo così, imparando ad amarci davvero, impariamo a prenderci cura sinceramente anche di tutti gli altri esseri. Non nel senso di sacrificarci per gli altri, ma cercando l’armonia. Non è un caso se ho scritto un libro che s’intitola: Felice per quello che sei. Confessioni di una buddista emotiva.
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POEMAS DE BEATRIZ SAAVEDRA GASTÉLUM1 Beatriz Saavedra Gastélum2
Otras caras
I Es tan fácil lo real abrir los rostros como una rama seca disfraz involuntario
Hay que ser cauteloso en las irradiaciones del espejo reinventar la palabra hundirse en ese manantial de humo
Apenas sinuosa la noche derrama páginas para salvarme soy mujer habitada por la luna hierro ácido en mis huesos
II El ojo aprende la música terrible que el azar desvanece Fecha de recepción: 05/12/2015. Fecha de aceptación: 20/12/2015. Escritora mejicana, asentada en la Ciudad de México, que ha publicado dos libros de poesía: Sueño obscuro que somos y Luz de otra sombra y ha sacado a la luz muchos poemas en diversas antologías: Disímbolos. Antología poética, XXI encuentro internacional de mujeres poetas, Segunda palabra. Antología literaria, La república en la voz de sus poetas, La poesía del encuentro.., y revistas: Revista de literatura Baquiana Miami, Revista de literatura Letralia, Revista literaria La Guillotina, Revista literaria Poemaria… Sus poemas se han traducido a distintas lenguas -francés, inglés, holandés, alemán y lenguas indígenas- y se han incluido en la Fonoteca Nacional como acervo del patrimonio cultural de la nación; beatrizsaavedra@yahoo.com.mx. 1 2
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desemboca bajo el sol detenido ausencia súbita que nace en la garganta gota de luz huella de escombro en los parajes filtrada al centro de la muerte
Antes de irte
Puede ser que esté cansada y los hilos del viento me desnuden susurrando la llovizna de espectros
Acostumbrada al silencio intimido al azar bajo la mesa y me tumbo sobre tu sombra para amortiguar mis golpes de incertidumbre sobre la almohada quieta de los años
Realidad vacía
I Arrojo el tiempo que sobre mi sombra habita Demasiado fuerte mi existencia oscura Nadie conoce la mirada las preguntas que importan con su carga de espectros
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Poemas 345-351
Sospechosa de la grandeza cotidiana me he retirado al Incendio voraz de angustia verdadera a mi cuerpo de niña pálida en las hendiduras secretas para tocar la nada los silencios de mi vientre en la noche de humo
II Entreabierta en tus brazos fríos mis muslos se desmayan Este mendigar en los umbrales y el miedo de lanzarme al vuelo
Tu propia luz sigue siendo llamarada cerrando la boca de mi herida involuntaria prófuga de este infierno en agonía
Cosas Vivas
Dejo que en mi cuerpo todo se ilumine Tacto de la memoria Juventud inocente que busca la vida experiencia y palabra Disfraz del tiempo y sus apariciones
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la esencia intacta el hundimiento de uno mismo
Fondo de un mundo desconocido que no tiene rostro Voz encantada idéntica a mi piel Y en su metamorfosis me reinvento
Guerrera
I Temporal de pensamiento me vuelve quebrantable Tu voz de pájaros anuda cada gota de la noche Quiero abrirte el corazón que mi fiebre de huracán avance entre tus labios con tu nombre espectral en el espejo
II Mujer en la humedad de la tierra piedra caída sol en el pecho gota tenaz que llena mis ojos de aguas y de mieles ojos siempre despiertos para liberar vida con la conciencia y el candor del mundo
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No me reconocieron los espejos
I
Tocamos feroces la sombra de un rostro En vano su goce perdido piel traslúcida de viento que se tiende inacabada
Los dioses son formas quiméricas con manos desnudas tocan el vacío La verdadera vida atenta contra la noche
Es golfo de luz piel vulnerable de mujer apenas
Más allá de la infancia Tras vidrieras pesadas de silencios enfrentamos a la muerte
II La noche se agota en polvo de sangre ficticias contusiones péndulo de fantasía Hay que soñar para saberse vivo sufrir caídas insondables
ser realidad de otros nombres aire en la frente labios de hilo último
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grietas del primer pecado
Las palabras son apariciones a punto de nombrar la vida el árbol el tiempo A veces última puerta A voces de incendio Erosiones de tierra infértil
III
Soy la circunstancia Sostengo la vida Fuera de mí no veo sino esta realidad
No hay hora en que amanezca a un mar infinito
Tendemos las redes los cuerpos intangibles para hundir el sonido hálito en las manos donde la puerta impasible me abrace a puño cerrado
IV
Miro la noche prematura de mi propio cuerpo
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Punto inerte de presencias vanas oscila la eternidad en los laberintos nublados de mi ceguera
Existir en otra parte los universos son murmullo aliento nuevo abismo silencio congelado donde empieza el día gira el espacio sobre nuestros cuerpos
El límite olvida tu presencia busco mi centro en el túnel de sombras para inventar el estallido de palabras donde el aire esgrime y renazco.
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AMANTE VAMPIRO1 Cecilia Colón1
I
Aquí estoy, a tu lado. Sientes el escalofrío que recorre despacio tu piel y te preguntas qué sucede. Desde hace tiempo observo tus noches, noto tus inquietudes y me mezclo en tus sueños. ¿No me sientes? Vivo en ti, me llamas a cada instante y no lo puedes evitar. Desde lo más hondo de tu piel y de tu ser me deseas; lo supe desde que leíste por primera vez acerca de mí y poco a poco me fui apoderando de tus pensamientos. Primero fue esporádico, después dos o tres veces por semana, luego diario y ahora no duermes si no me llamas. Disfruto dominarte, me encanta ver tu piel temblorosa, los vellos de tus brazos levantarse con mi sola presencia; respiro cerca de tu cuello y te mueves, el deseo se te pega a la piel y gimes un momento. ¿Qué pasará si te beso? Algunas noches he jugado con tus sensaciones y paso poco a poco mi mano sobre tu cuerpo pero sin tocarte y tu piel responde… ¡eres mía aunque no lo quieras! Jamás podrás separarte de mí, firmaste el pacto conmigo y así será por toda la eternidad. La blanca luz de la luna te da un aspecto de palidez único, me recuerdas a las damas decimonónicas, ¡aah, tan dulces e inocentes! Pero te prefiero a ti, ellas eran un trofeo muy
Fecha de recepción: 05/10/2015. Fecha de aceptación: 25/10/2015. Cecilia Colón, afincada en la Ciudad de México, es Profesora e Investigadora del Departamento de Humanidades de la UAM Azcapotzalco, México, y autora de numerosos libros: Citlali y otros relatos (2000), La bailarina del Astoria y otras leyendas (2002), con el que gana el concurso de Bibliotecas de Aulas convocado por la Secretaría de Educación Pública en 2005, Desayunos literarios (2009), Caminando por esas calles de Luis González Obregón (2009). Cala-Véritas (2010), Dos siglos, una novela: Monja y casada, virgen y mártir (2012) y De libros y otras obsesiones (2013); cecicolon@prodigy.net.mx 1 1
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fácil de obtener, en cambio tú… eres diferente, debo admitir que las cosas ya no son como antes. Por eso estoy aquí, dispuesto a satisfacer todas las fantasías que has tenido conmigo, todo lo que te gustaría vivir a mi lado, ¿estás dispuesta a soportarlo?
II
Siento tu fascinación y me gusta, ¿Hasta dónde podrás llegar conmigo… por mí? Anoche te induje al sueño y me acosté a tu lado. La cama es estrecha y estábamos muy juntos… tu oreja tenía un aroma tan sensual que no pude evitar tocarla con mi lengua. Abriste los ojos por un momento, te permití verme por un segundo, quisiste besarme pero nuevamente caíste en un sopor. Es mejor así. Al día siguiente sentiste que algo había pasado en la noche, pero no supiste descifrarlo. Cada día te acercas más a mí. Esa noche me lo imploraste: ¡ámame! ¡muérdeme! ¡destrózame! Tus deseos son órdenes. Me acerco despacio. Abres los ojos y me ves. Me miras sorprendida pero anhelante. ¿Estabas feliz? No lo sé, te observé y tú te levantaste para venir a mi encuentro. Ahora sí pude saborear tu boca, tu lengua dulce, pero más dulce fue tu sangre fresca, tu impaciente palidez se fue apoderando de tu piel y tus ojos se cerraron. Ahora eres mía, estás entrando a la eternidad, estás dando el paso a la inmortalidad y ya no hay forma de retroceder, ¿no era eso lo que querías? No entiendo tu sorpresa cuando a la mañana siguiente no te pudiste ver al espejo. Algún precio tenías que pagar, ¿no?
III
El espejo fue sólo un sueño al que te induje, yo estaba junto a ti y quise jugar un rato contigo, fue muy divertido ver tu cara de asombro y miedo cuando lo viste vacío. Sin
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embargo, cuando te incorporaste en la cama y corriste a verte al espejo, allí estabas. ¡Qué suspiro! Tocaste tu rostro en el espejo y la superficie plateada te devolvió tus mismos movimientos. Yo estaba junto a ti, observándote. ¡Aah, los humanos! Son fascinantes por sus miedos y debilidades, se sienten los amos del universo, pero cualquier anomalía, por pequeña que sea, los hace temblar y caerse. Se creen malos y la verdad es que se sorprenden de lo que sus maldades provocan y después ya no saben cómo remediarlas. ¿Eso es maldad? Eso es una inocencia que apenas descubre su lado obscuro, se asusta y huye. ¡Aah, los humanos! Pero tú me gustas y sé que harías cualquier cosa por pertenecerme, lo veo en tu mirada, en el diario que escribes y que yo leo detrás de tu hombro. Allí he descubierto que me sientes, que me deseas, pero no te atreves. A veces de tu brazo, a veces de tu cuello y a veces de tus labios bebo unas gotas de tu sangre y mientras yo las saboreo y me fortalezco tú disfrutas el placer de mi mordida y yo disfruto el irte poseyendo poco a poco.
IV Te sobresaltas al sentir mi presencia, pero aún no estás preparada para verme, para tocarme, para asomarte a la realidad más allá de la realidad, más allá de lo que puedes ver e imaginar. ¿Algún día tus sueños se han hecho realidad? Lo has creído y qué descanso cuando abres los ojos y ves que todo fue una fantasía, te sientes segura, nuevamente dominas tu entorno, pero ¿qué pasaría si algún día no ocurriera así, si tus sueños fueran la verdad y lo que vives, tu fantasía? Me encantan las debilidades humanas, pues me hacen sentir más fuerte y poderoso. Cierra los ojos, duerme y húndete en tus sueños, mientras yo vivo tu realidad. V Las gotas de sangre que estaban sobre la colcha pasaron inadvertidas para los padres de Fabiola, estaban enloquecidos ante la inesperada muerte de su hija, quien ya no despertó a la vida que se le ofrecía con intensidad esa mañana. La primera decisión de los
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padres fue incinerarla después del velorio, sin embargo, gracias a la curiosidad de una tía, se encontró la nota donde Fabiola pedía que si moría no se le cremara, ella quería que sus restos descansaran en un panteón y que el tiempo y la naturaleza siguieran su curso natural hasta que el polvo en que se convirtiera la regresara a su Creador. Con mucho dolor, sus padres acataron su última voluntad, sorprendidos ante lo que ellos llamaron una corazonada nefasta, no se explicaban que su joven hija hubiera presentido su propia muerte; pero no había duda, la nota estaba escrita de su puño y letra. Lo único que nunca advirtieron por el dolor tan grande que los embargaba era esa extraña tinta de la hoja, pues conforme pasaban las horas, adquiría un color cada vez más rojo y más intenso.
7 de febrero-21 de julio, 2010. Leído durante el 7º. Festival Erótico en el Museo Regional de Azcapotzalco, 11-12 de febrero del 2011.
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LA CONFERENZA1 Ester Aparo2
Il professore attendeva pazientemente che passasse il “quarto d’ora accademico”. Era d’obbligo. Intanto restava in piedi, accanto alla pedana al cui centro un bel tavolo in noce, che ne occupava gran parte della lunghezza, profumava ancora di cera. La sala era imponente, affrescata e illuminata da grandi vetrate ai lati delle quali cadevano pesanti tende di velluto. Non voleva confessarlo ma si sentiva un po’ intimidito. Non che non fosse abituato a parlare in pubblico o nelle sedi di prestigio, ma quella era una serata particolare. Il pensionamento lo aveva colto impreparato. Aveva sempre rinviato il pensiero di quel momento, confortato dalle voci di chi lo conosceva che teneva a rassicurarlo, forse proprio capendo, senza esprimerlo, come quella data sarebbe stata per lui un momento penoso. Gli dicevano che lui –anzi dicevano: “Una persona come lui”, così colta, piena di interessi, ancora giovanile e vivace per le sue curiosità intellettuali– non avrebbe certo avuto difficoltà a colmare il vuoto che avrebbe lasciato nella sua vita l’insegnamento. Invece, la proposta di presentare un ciclo di conferenze era arrivata ad allietare un’estate che, priva della consapevolezza dell’impegno autunnale, sarebbe altrimenti stata per lui incurabilmente desolata.
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Data di ricezione: 04/11/2015. Data di accettazione: 14/11/2015. Ester Aparo è nata in Sicilia e vive a Ferrara. Ha pubblicato il suo primo libro, “Càlata”, nel 2007; nel 2009 “L’Autunno del mare” e nel 2014 “Il cacciatore di albe”. Ha ricevuto diversi premi per i suoi romanzi, tra i quali il Premio Erice Anteka, 2008, e il Premio “Il Delfino”, 2011. Ha scritto e pubblicato numerosi racconti in antologie diverse, tra le quali evidenziamo “L’impegno narrativo” curato da L. Bronzi e A. Manuali. È presente nel “Dizionario bio-bibliografico dei poeti e dei narratori italiani dal secondo novecento ad oggi”; ester.aparo@tin.it 2
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Restava in piedi accanto alla pedana e si limitava di tanto in tanto ad appoggiarvi un piede, subito correggendosi, come se quel gesto fosse troppo sbarazzino o giovanile per un anziano pensionato, chiamato lì forse solo per un gesto di cortesia di un amico o per occupare uno spazio lasciato vuoto da altri programmi più importanti, incidentalmente andati in fumo. Il sospetto, infatti, lo assillava. La proposta era venuta da un amico, presentata come un’improvvisa illuminazione e da lui accolta prontamente e persino con un sospiro di sollievo. Aveva avuto dei ripensamenti, però, nati dal dubbio che altri potessero provare una certa commiserazione per il vecchio professore rimasto disoccupato per raggiunti limiti d’età. Ritto, con le mani incrociate dietro la schiena, girava attorno lo sguardo per la grande sala, augurandosi che si rimpicciolisse adesso, subito, davanti ai suoi occhi per non evidenziare le troppe file di sedie vuote davanti a lui. In realtà non erano tutte vuote. In fondo, nelle ultime file, all’ora esatta in cui era stata annunciata la conferenza, puntuali, si erano seduti tre uomini. Per l’esattezza tre anziani –come si chiamano oggi che la parola vecchiaia è considerata decisamente offensiva– anch’essi pensionati che, pensò il professore, non avendo nulla da fare avevano deciso di riposarsi su quelle comode poltrone, in attesa di ricominciare la passeggiata abituale. Dopo poco due signore –di mezz’età– si erano sedute nella terza fila di destra. Subito dopo un’altra signora –più giovanile, forse più giovane– era entrata e, dopo essersi guardata attorno, fatto un breve cenno di saluto al conferenziere, si era seduta in seconda fila, a sinistra. Un giovanotto con dei libri in mano arrivò, si sedette al centro di una fila e subito guardò l’orologio. Anche il professore guardò l’orologio, cercando di non mostrarsi impaziente; come invocati da quel gesto, arrivarono prima una coppia di giovani, che sedette in prima fila –ah! meno male! sospirò tra sé il professore–, poi due giovani ragazze dall’aspetto di studentesse che sedettero in fondo a ravvivare con la loro gioventù colorata la vista dei pensionati grigi rimasti immobili sullo sfondo in attesa. La sala era calda ed accogliente e la sera, fuori, era già fresca e umida. Chi entrava si attardava ad alleggerirsi chi di una
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giacca, chi di un soprabito, a terra scivolava una sciarpa, le signore portavano già i guanti, il giovanotto con i libri aveva una sacca pesante che adagiò per terra e si tolse il berretto di maglia. Portava scarpe come quelle che una volta si usavano solo nelle palestre e per lo sport e si chiamavano genericamente “scarpe da tennis” e ora invece le portavano tutti, erano più colorate e nessuno le chiamava più così. “Chissà come si chiamano adesso”, pensò il professore, ozioso, e si ripromise di chiederlo al figlio al ritorno a casa. Sapeva che in famiglia avrebbero riso di lui e gli avrebbero ricordato che da un po’ di tempo faceva strane domande. “Come se venissi da un altro mondo, ma dove sei vissuto sinora?” gli avrebbe chiesto suo figlio e, forse, anche sua moglie. Si sforzò di ricordare quell’altra cosa che avrebbe voluto chiedere, qualcosa che aveva notato per la strada, ma non riuscì a ricordare. Si augurò che la sua memoria reggesse ancora per qualche anno. Questo era un problema che lo preoccupava da un po’ di tempo ma di cui non voleva parlare con nessuno. Ripassò mentalmente le preoccupazioni che lo avevano assediato negli ultimi mesi, chiedendosi se anche agli altri succedeva la stessa cosa dal momento in cui erano andati in pensione e se anche loro lo nascondevano. Ad esempio, quei tre seduti nelle ultime file. Cercò di osservarli senza farsi notare. No, quelli dovevano aver oltrepassato da tempo quella soglia ed essere approdati felicemente in una sponda di serenità distaccata, fatta di che? Di nulla? Di rassegnazione? È così che si comincia a morire? Il professore agitò i piedi, mosse due passi in avanti e altrettanti indietro per cercare sollievo ad un formicolio che lo aveva colto al piede sinistro, agitò le carte –gli appunti– che aveva appoggiato sul tavolo all’arrivo, con fare che sperò disinvolto, poi ebbe un piccolo colpo di tosse che soffocò proteggendo la bocca con la mano chiusa a pugno. Non era possibile! Lo aveva fatto anche lui! Si innervosì, non aveva mai sopportato l’abitudine –il vezzo, come lo chiamava– di alcuni oratori di schiarirsi la voce prima di cominciare a parlare. Era un vezzo, appunto; un disdicevole vezzo da conferenziere professionista: non dovevano certo lanciarsi in gorgheggi come cantanti d’opera! Non era certo la voce la cosa più importante come ritenevano certi suoi colleghi che salivano in cattedra come attori gigioni! No, lui era un professore serio ed i contenuti sarebbero stati i suoi punti di forza! Con la sua preparazione non avrebbe avuto necessità di approfondire ulteriormente, si era ripetuto per tutta l’estate, mentre si accorgeva che il pensiero di quel primo
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appuntamento lo agitava e lo costringeva a rivedere mentalmente le sue conoscenze, come uno studentello qualsiasi prima di un esame. Così, pochi giorni prima si era arreso all’ansia e, quasi furtivamente, aveva ripreso in mano vecchi testi in cui cercare approfondimenti, particolari che potevano essere sfuggiti alla sua memoria. Avrebbero visto! Intanto la sua stessa ansia lo aveva messo a disagio e aveva allertato gli aspiranti uditori che ora si agitavano sulle sedie. Si accorse che un gruppetto –cinque o sei– era entrato e prendeva posto, mentre un’altra coppia si era seduta nella prima fila a destra. Il quarto d’ora era passato. Il professore era un professore di storia, giustamente stimato per la sua competenza e la chiarezza delle sue esposizioni e la conferenza ebbe un discreto successo. Mentre parlava qualche altro ascoltatore si era aggiunto ai presenti, entrando in religioso silenzio. Il pubblico era serio e attento e, dopo averlo ascoltato, due o tre dei presenti avevano posto domande intelligenti, confermando la loro attenzione. Il professore era soddisfatto. Uscì dalla sala con un sorriso di sereno compiacimento sulle labbra. La serata si era conclusa con il saluto e le congratulazioni del direttore dell’associazione che lo aveva ospitato e che si era levato dalle ultime file dove era rimasto “affascinato” –come volle pubblicamente dichiarare– ad ascoltarlo. Il professore non lo aveva visto arrivare e dubitava che avesse ascoltato tutta la conferenza ma accolse i complimenti con un sincero piacere che stupì sé stesso per primo. Anche l’amico che si era fatto promotore dell’iniziativa gli si era avvicinato per salutarlo, vantando il merito di aver avuto quella “brillante e splendida idea che aveva portato il caro, vecchio amico ad uscire dal riserbo che gli era abituale ed a concedersi finalmente”. Il professore aveva gradito un po’ meno quest’ultimo intervento e non ricordava un’amicizia tanto “cara e vecchia” con quell’uomo che ora gli appariva un po’ fastidioso ma accettò anche questa manifestazione con cortesia per una strana inaspettata gratitudine che sentiva, con sorpresa, nascergli dentro. Uscì con un sorriso di serena soddisfazione mentre la sera si annunciava con un crepuscolo gentile e un’arietta fresca, che era un sollievo dopo l’aria che ora ricordava troppo calda della grande sala. Si avviò con passo dapprima un po’ incerto poi più deciso verso le vie del centro; non voleva tornare subito a casa: avrebbe camminato un po’ per godere di quell’inizio di sera autunnale che appariva così dolce e
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vivace, piena di luci e di gente che come lui andava a spasso senza scopo, solo per il piacere di farlo. Non gli succedeva da tempo di passeggiare così, da solo e senza una meta per le vie principali, tra le sfilate delle vetrine e del passeggio, non ci avrebbe mai pensato prima, in quell’altra sua vita da professore, e si scoprì grato a quell’occasione. Pensò per un momento che avrebbe dovuto telefonare alla moglie per avvisare, ma no, di cosa? Del buon esito della conferenza? Avrebbe dovuto comportarsi come uno qualsiasi dei suoi studenti che, appena superato un esame, chiamava la mamma? Come un povero vecchio che sente il bisogno di raccontare ogni piccolo avvenimento della sua noiosa giornata? Intanto, rispondeva al saluto di due giovani ragazze che si erano subitaneamente fatte serie per salutarlo, interrompendo una conversazione animata da gesti e risate. Due sue studentesse, pensò. Due ex sue studentesse, si corresse. Due studentesse. Automaticamente anche lui si era ricomposto nel saluto, improvvisamente consapevole del sorriso che ancora gli aleggiava in bocca. Tornò al pensiero della moglie, da cui l’incontro lo aveva momentaneamente distolto. Sapeva che lo aspettava impaziente di sapere come era andata. Improvvisamente capì quanto fosse stata preoccupata per lui in quell’estate tanto lunga che per lei non avrebbe avuto nulla d’insolito se quel nuovo pensiero non l’avesse cambiata rendendola diversa, come era stata per lui. Erano una coppia solida, una solida vecchia coppia come quelle di un tempo, come ormai non ce n’erano più, così pareva. Avevano visto vecchie coppie di amici sfaldarsi, distruggersi e con esse spesso svanire anche vecchie amicizie e si erano sempre sentiti più uniti, più forti degli altri, così almeno credeva. Non che ne avessero mai parlato, non di loro come coppia, non serviva, parlavano solo degli altri, del dispiacere per gli amici. A loro andava tutto bene. Il loro era un accordo segreto, un patto silenzioso che non ammetteva cedimenti, così aveva sempre pensato e così aveva sempre creduto che pensasse anche la moglie; ma ora per la prima volta dopo tanto tempo ripensava al proprio matrimonio e si chiedeva come potesse apparire alla moglie. Non sempre era andato tutto bene, anche loro avevano avuto momenti di difficoltà, come capita a tutti, ma erano stati buoni compagni e complici; da studenti innamorati che erano stati all’inizio erano diventati una buona coppia, e lui non si era mai chiesto quanto era costato alla moglie rinunciare al lavoro – anche lei a quell’insegnamento verso il quale si era sempre sentita portata– per la malattia
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del figlio, che da bambino li aveva tanto preoccupati, anche se poi era andato tutto bene – e poi lei avrebbe avuto un incarico in una città vicina e sarebbe stata costretta ad una vita da pendolare con gravi sacrifici per tutti, per sé stessa e per la famiglia. Non era necessario che si sacrificasse perché lui, col suo stipendio, era in grado di mantenere la famiglia ed avevano anche la bella casa, che era stata della sua famiglia da sempre. Così l’aveva convinta che il suo sacrificio non sarebbe stato necessario e lei avrebbe fatto meglio a restare a casa, a pensare alla famiglia. Chissà se aveva rimpianto la sua decisione. Non ci aveva più pensato. Lui aveva insegnato nella stessa Università dove aveva studiato, aveva viaggiato per convegni, si era immerso nelle sue ricerche e quando tornava a casa tra le lezioni, gli impegni, i suoi studi, era felice di sapere che tutto andava bene. Il ragazzo cresceva bene, la sua casa era bella e ben curata, sempre. Tutto andava bene. Già tutto bene sino a quella maledetta faccenda, ormai di tanto tempo fa, che lo aveva reso ridicolo. No, non agli occhi degli altri che non si erano accorti di nulla, almeno così sperava, tranne qualche studente –e sua moglie, forse, chissà– ma ai suoi stessi occhi, sì, e questo era stato molto più grave. Una debolezza da poco, un cedimento della mezz’età, non grave tutto sommato, almeno non tanto quanto lo erano state altre storie che aveva sentito da certi suoi colleghi e sopratutto non quanto avrebbe potuto esserlo. La colpa era dell’età, di un momento di euforia, di fragilità senile che, dopo, tra sé e sé aveva chiamato anche demenza, ma questo soltanto dopo, molto dopo. Si era innamorato. Sì; passata ormai la soglia dei cinquanta, rassegnato ad una leggera pancetta, arreso alla calvizie, affermato in una carriera non eccezionale ma che gli dava una certa notorietà nella piccola cittadina, senza preoccupazioni e senza entusiasmi, aveva incontrato uno sguardo giovane e ammirato. Un’intelligenza fresca e aperta, pronta a cogliere dalle sue labbra ogni goccia di sapere, un sorriso timido e –così gli era sembrato– devoto, un corpo che frenava a fatica la propria vitalità per bloccarsi immobile ad ascoltarlo: La Studentessa Perfetta. Ma Gloria Benetti era stata più che una brava studentessa: era la vita che gli si ricordava, la gioia di vivere che ritornava a lui che l’aveva abbandonata per quella placida serenità senza scosse che era diventata quella che lui chiamava la sua vita.
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Si rendeva conto di ritornare con un pizzico di nostalgia a quei primi momenti della sua scoperta, quando tra i volti spesso inespressivi degli studenti chini sugli appunti aveva brillato solo per lui il viso luminoso di Gloria e il suo sguardo lo aveva ferito. Erano stati attimi di calda euforia, era rinato, ringiovanito e in alcuni giorni in cui la luce di quello sguardo lo aveva seguito sino a sera, aveva rovesciato quella sua nuova giovanile baldanza sulla moglie – che aveva accolto i suoi trasporti con la solita calma tranquillità. Il risveglio era stato amaro. Non aveva colto per tempo i sorrisi cauti degli studenti, le conversazioni interrotte con risatine imbarazzate al suo passaggio: troppo occupato a cogliere dei segnali in quel bel viso che gli si offriva sempre più spesso in prima fila, in quel corpo che pareva volergli parlare di un’età perduta, di sogni ancora possibili, di occasioni non rinviabili. L’esame fu un facile successo per Gloria –ora lo riconosceva– che era esitante per timidezza ed emozionata dalla sua presenza che sempre la turbava, offuscandole la memoria, e che fu così previdente da avvertirlo per tempo della propria insicurezza, appena prima dell’esame. Lo superò con onore, nonostante le tante incertezze ed inesattezze dovute certo a quella soggezione che la ragazza nutriva per il tanto ammirato professore. Il severo, incorruttibile professore, il terrore dei furbi e dei lavativi, il severo e colto professore non ricordava più quelle date che tanto aveva raccomandato ai suoi studenti di ricordare ed anche gli avvenimenti di quella storia –che era per lui tutta la sua vita– gli si erano confusi nella povera testa un po’ pelata, troppo impegnata con gli occhi a bearsi, col naso ad ubriacarsi, coi piedi, sotto la cattedra, a sfiorare e sfuggire con delizioso terrore quegli altri piedini calzati in sandali inesistenti, mentre la Benetti –Gloria, la sua Gloria– sorrideva, profumava, balbettava con grazia, guardava con adorante preoccupazione il suo ammiratissimo professore. Questo, accalorato e nervoso sulla sedia cigolante era presto diventato sordo e pensava solo a cosa dire per trattenere più a lungo davanti a sé quel dolce tormento che lo faceva così euforicamente soffrire. Non seppe mai cosa aveva chiesto e cosa e se la bella Gloria avesse risposto e, sotto lo sguardo malizioso e complice dell’assistente, la lasciò andare via con un trenta e un cuore che rischiava l’infarto per cantarne le lodi. L’assistente, solitamente parco di commenti, si era lasciato sfuggire un sospiro allungando lo sguardo sulle belle gambe che si allontanavano e aveva
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mormorato: “Tanto bella quanto furba!”. Urtato, il professore aveva tentato di riacquistare il suo compromesso equilibrio e la sua nota severità e i successivi esaminandi ne avevano fatto le spese. Fu la prima nota discordante in un’armonia che aveva cullato per un trimestre il professore, pago di godere di quella sua primavera rinata dall’ammirazione di una bella e brava studentessa. Perché la Benetti era brava e non aveva certo bisogno di sfoderare la sua bellezza per sedurre vecchi professori anche perché quella bellezza era così naturale ed evidente che non avrebbe potuto certo nasconderla, se anche avesse voluto. Se lo ripeteva da tempo: la ragazza era indubbiamente sincera nel suo amore per lo studio e nella sua devozione per il professore che con tutta evidenza ammirava. E lui che era consapevole di quanto le sue lezioni fossero seguite con interesse anche dagli altri studenti, perché avrebbe dovuto pensare che proprio lei potesse fingere? Era forse il solo, lui, per la sua naturale modestia e –diciamolo pure, forse scarsa autostima– a pensare che una ragazza così giovane e bella non potesse interessarsi ad un uomo più grande di lei, ma che lei stimava e ammirava, se non per averne un qualche vantaggio? Ma Gloria non aveva certo bisogno dell’aiuto del suo professore perché già brava, sempre presente e attenta alle sue lezioni. E perché non pensare che lei potesse vedere, dietro il professore stimato, anche l’uomo? Come lui non poteva ignorare, dietro la studentessa modello, la giovane donna? Ricordava l’esaltante delirio di quel periodo, la propria convulsa eccitazione che gli faceva attendere il momento della lezione ogni giorno come se potesse segnare la fine o l’inizio della sua vita. La moglie non aveva mostrato alcun segno di riconoscere quel suo nuovo stato d’animo: nessuno stupore per quel foulard che improvvisamente era apparso nel suo abbigliamento, sotto il collo aperto della camicia, per il giubbotto in pelle così giovanile, per quello stile nuovo così differente dal suo – lui, che si era sempre limitato ad indossare il solito completo grigio o marrone, le solite camicie, spesso bianche, che la moglie gli faceva trovare pronti, senza mai notare alcuna differenza. Poi, un giorno, l’ultimo giorno degli esami, uscito il candidato, aveva deciso un’improvvisa pausa, insolita per lui, per prendere un caffè nel piccolo bar del cortile dell’università nella speranza, inconfessata a sé stesso, di rivedere la sua Gloria che sapeva frequentatrice di quella saletta dove gli studenti sostavano per commentare gli esami. Nel bar c’era confusione e un andirivieni di giovani che si urtavano con i loro zaini, borse, libri sulle braccia. L’aveva vista al centro di un gruppo molto animato e s’era
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avvicinato con naturalezza – almeno così sperava. S’era avvicinato al bar, dietro le ampie spalle di uno di quei ragazzi che non s’accorsero della sua presenza. “Furba, Benetti, eh? Sei riuscita a far andare fuori di testa il vecchio e mantenere la media! Ma lo sa il vecchio cretino che te la fai col Parisi? E che per questo non hai avuto il tempo di prepararti? Anche se col Parisi ti sei assicurata anche la lode! Certo che lui però non s’è accontentato solo dei sorrisi!” “Sta’ zitto, Mantovani! Non farti sentire! Non ho fatto niente, neanche col Parisi, che ti credi? Vuoi mettere però il Parisi con quello lì? Anche se devo ammettere che col vecchio mi sono proprio divertita a fargli fare la figura dell’idiota, se lo merita: è sempre così stronzo, così sulle sue!”. Nel gruppo, oltre Gloria, a ridere di lui c’erano quattro o cinque dei suoi amici, li aveva visti spesso insieme. Era riuscito ad allontanarsi senza farsi notare. Era uscito. Aveva varcato il solenne portone dell’ingresso e si era diretto come un automa cieco verso casa, come un cane che trova la strada di casa per puro istinto, per atavica premonizione, dopo una lunga serie di disgrazie e peripezie che lo avevano allontanato. Come un corpo di ghiaccio che cammina sfaldandosi, liquefacendosi al sole di quella che era stata una bella giornata di primavera. Lo aveva riscosso il suono del cellulare dalla tasca del suo giubbotto di pelle ancora nuovo. Lo cercavano. Lo aspettavano. I suoi doveri, gli esami, la sua borsa sulla cattedra, la segretaria, gli studenti. La sua vita. La sua vita a pezzi. Avrebbe voluto ricostruire la propria immagine che vedeva ormai distrutta, ai suoi occhi finita. Aveva invidiato le donne che hanno sempre uno specchio nelle loro borse. Avrebbe voluto vedere il proprio viso per correggere un’espressione che sospettava ma non riusciva ad immaginare. Mentre ritornava sui suoi passi, provò a distendere i lineamenti, a raddrizzare le spalle, ad affrettare il passo. Non riuscì a trovare una spiegazione al proprio insolito comportamento. Non ne diede. Riuscì a terminare la giornata, come sempre –almeno così sperava– seppure raggelato dentro. Nell’uscire incontrò il Parisi, il collega che sapeva amato dalle studentesse. Alto, più giovane di lui –forse di poco– in testa tanti capelli dalle striature d’argento, atletico, il tipo che dichiarava a tutti ad ogni buongiorno di aver già fatto la sua corsetta giornaliera di cui non poteva fare a meno per
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mantenersi in forma, cordiale con tutti, ci teneva ad apparire alla mano con gli studenti e soprattutto con le studentesse. Parisi era il collega che non avrebbe mai voluto avere, l’uomo che non avrebbe mai voluto essere. Lo considerava un otre colmo d’aria, un odioso, fatuo pallone gonfiato. Quello che in quel momento avrebbe voluto essere, quello che in quell’istante aveva invidiato con tutte le sue forze. L’esperienza non riuscì a smorzare in lui quella ventata di primavera che aveva suscitato ma la compresse all’interno del suo corpo, la trasformò in un uragano, una bufera che gli sconvolse le viscere. Non indebolì la carica di energia che lo aveva inondato negli ultimi tempi ma la convogliò al suo interno, sconvolgendone gli organi e il disciplinato, abitudinario ordine interno della sua vita. Nonostante il suggerimento del medico, che era anche un amico di vecchia data e della moglie, preoccupata, non volle interrompere la sessione. E gli esami continuarono. Per gli studenti e per lui. Non volle cedere a quella violenza che sentiva che gli era stata fatta. Doveva dimostrare a sé stesso di non essere stato abbattuto. E di non essere vile, né vendicativo. Per questo il Mantovani si ritrovò un ventotto che sapeva di non aver meritato e che lo sbalordì, ed altri, che si trovavano con lui o che il professore credeva di aver visto in sua compagnia rimasero altrettanto stupiti ed entusiasti di una fortuna di cui non chiesero spiegazioni. Tanto tempo fa. Ora le luci illuminavano la città, come se la sera fosse arrivata all’improvviso col suo carico d’umidità, col rimpianto di altre sere più stanche e più felici. Era stato felice a modo suo, felice senza scosse, soddisfatto, sereno, come un uomo buono perché lui questo si riteneva: un uomo buono. Quel periodo della sua vita, quell’unico momento di follia, si distaccava dal resto come un’anomalia col suo carico di rimpianti e sofferenza, era trascorso lasciandogli uno strascico di sconvolgimenti viscerali e sussulti interni che erano stati utili schermi alla propria vergognosa umiliazione. Perché il dolore, quello grande, sconvolgente, insopportabile, quello più forte di ogni colica, di ogni perdita, più della stessa dignità perduta, dell’umiliazione; quel dolore lo aveva nascosto tra le viscere sconvolte, sepolto sotto quell’altro dolore fisico che era una punizione, un monito alla sua vanità. Quel dolore era un grumo pesante, un rombo sordo, un lampo che trapassava ogni
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momento della sua vita e che lui aveva tenuto dentro di sé, sperando nel tempo. Questa era stata l’unica cura al suo dolore che non aveva cura: aveva sperato che il tempo lo cancellasse a poco a poco come una macchia d’inchiostro di quelle che capitava di fare quando si usavano le penne stilografiche, che lui aveva tanto amato e poi anche lui tradito per il computer. Allora c’erano le macchie d’inchiostro e le gomme per cancellarle e tutte le mamme avevano i loro segreti per cancellare le macchie sui vestiti. E con le gomme bisognava fare attenzione per non strappare il foglio di carta e provare a cancellare piano ma con insistenza, ancora un po’, piano per non rompere la carta e fare il buco, piano, con pazienza e tempo. Lui aveva sperato così di cancellare quella macchia: piano, con pazienza e tempo. Ma ancora il ricordo di quel dolore faceva male come il dolore stesso e c’era il rimpianto di quel periodo di felice euforia che ancora tornava. Intanto la sera scivolava leggera sui suoi pensieri a rinfrescarli con aliti di nebbia. Un saluto, un sorriso e un viso noto. Si fermò a stringere la mano alla povera Franceschini, che non vedeva da tanto tempo. La povera Franceschini era tutt’altro che povera, anzi: più che benestante. Vedova giovanissima di un illustre professionista, era stata sua collega sino a due o tre anni prima. Quel “povera” che nella sua mente sempre la ricordava era dovuto proprio alla scelta del pensionamento che la Franceschini aveva anticipato di qualche anno rispetto alla scadenza naturale, dichiarando di voler lasciare il posto ai giovani. Il professore aveva però capito che si trattava di una resa alla vecchiaia, un anticipo di quella lunga agonia che, secondo lui, sarebbe stato il pensionamento. In effetti, la collega aveva confessato qualche problema di salute. Era stata una bella donna, molto attenta al suo aspetto e dedita al suo lavoro con impegno e passione, una collega simpatica e preparata, una la cui conversazione non stancava mai, anzi si era intrattenuto spesso con lei e tra loro c’era stata quasi un’amicizia, una delle poche che aveva avuto con dei colleghi. Pensò che era improvvisamente invecchiata. È vero, non la vedeva da quando? Due o tre anni? Ed era stata così anche allora, quando l’aveva vista per quella cena d’addio che i colleghi avevano organizzato per il suo pensionamento? Perché non era così che la ricordava? E lei, come lo vedeva? Era anche per lei lo stesso? Lo vedeva
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invecchiato? Ora le appariva penosa quella figura incerta sui tacchi a spillo, l’enorme fiocco della camicetta a nascondere il collo, gli orecchini pesanti che allungavano i lobi delle orecchie, l’ombra azzurrina sulle palpebre avvizzite, il disegno sottile delle sopracciglia. Ma era stata così anche prima? Perché non ricordava quella vecchia ingioiellata, abbigliata in modo così ridicolo, ma solo la bella, intelligente collega che era stata? Intanto, l’amica parlava, parlava e lui si accorse che si stava sforzando di mostrare un’allegria, una vivacità che non sentiva, non poteva sentirla, come lui non avrebbe più sentito quella pazza, travolgente felicità che aveva avvertito quando la vita aveva voluto ricordarsi a lui e ora di quei momenti poteva solo ricordare le ombre sbiadite. “Non siamo più giovani, non è vero? Ma tu sei ancora un bell’uomo, hai conservato il tuo fascino, sei sempre stato un uomo interessante.”. Lo stava forse corteggiando? Lei, la povera Franceschini? Il professore si affrettò a guardare l’orologio e mormorare delle scuse, ignorando un accenno ad un caffè, un aperitivo “ora che entrambi siamo liberi da impegni” da parte della povera Franceschini. Doveva rientrare, tornare a casa dove la moglie aspettava con ansia il resoconto della prima di una serie di conferenze che avrebbe continuato a svolgere con un entusiasmo per lui inaspettato, doveva tornare a casa e raccontarlo alla moglie che l’aspettava. Non lo disse alla Franceschini, non avrebbe capito. Fu una fuga goffa e precipitosa, svoltando al primo incrocio in cerca della via più breve per tornare a casa e fuggire dal passeggio delle strade principali, inseguito dal proprio imbarazzo, dalla consapevolezza della propria goffaggine, da quell’immagine di decadenza che l’amica di un tempo aveva presentato e dal rimpianto di un lontano momento in cui era stato stupidamente, follemente felice. E giovane.
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RESEÑA: CONSTANCE DE SALM Y LA MODERNIDAD DE SU DISCURSO FEMINISTA. EPÍSTOLAS Y OTROS ESCRITOS (17671845). ÁNGELA MAGDALENA ROMERA PINTOR 1 Milagro Martín Clavijo2
Ángela Magdalena Romera Pintor, Constance de Salm y la modernidad de su discurso feminista. Epístolas y otros escritos (1767-1845). Valencia: PUV, 2015. ISBN: 9788437096469.
Constance de Salm, poetisa y moralista que se dio a conocer en la época de la Revolución francesa y que alcanzaría su mayor gloria literaria en tiempos del imperio napoleónico, regentaba su propio salón literario en París y fue la primera mujer en ser admitida en el Liceo de las Artes, en 1795. La que fuera conocida como “ciudadana Pipelet” había gozado en vida de una celebridad que permitía augurar la pervivencia de su legado literario para las futuras generaciones de los siglos venideros:
Su nombre se recogió en las grandes obras enciclopédicas del momento, como La biografía de los hombres vivos […], la monumental Biografía universal antigua y moderna […] de Michaud, o bien aún La Francia literaria […] de Quérard. También los artículos en revistas y periódicos de la época se ocupan con regularidad de las distintas publicaciones de Constance y abundan noticias biográficas dedicadas a su persona ya en vida de la autora y que proliferarán con renovado interés inmediatamente después de su muerte. (Romera 2015: 259)
A diferencia de Madame de Staël, la postura de Constance de Salm, abiertamente favorable a Napoleón, permitió sin duda “que sus escritos prosperaran sin obstáculos en 1
Fecha de recepción: 01/07/2015. Fecha de aceptación: 30/07/2015. Profesora Titular, Departamento de Filología Moderna, Área de Filología Italiana, Universidad de Salamanca; mclavijo@usal.es. 2
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la Francia imperial” (Romera 2015: 264). Y sin embargo, a los pocos años de su muerte1, el nombre de la princesa de Salm caería en un olvido casi absoluto, y ello a pesar de que había procurado “facilitar la tarea de su supervivencia literaria” (Romera 2015: 255) mediante la compilación de la totalidad de sus obras en dos ocasiones, la primera en 1835, la segunda y más completa en 1842, así como esforzándose en transcribir su abundante correspondencia con objeto de publicarla2. Tras quedar sepultada en el olvido durante siglo y medio, pocos críticos en nuestros días se han ocupado de esta escritora. Si hasta 2007 apenas algunos estudiosos le habían otorgado una atención ocasional, a partir de ese año, la reedición de la única novela epistolar de Constance de Salm desencadenó en el seno del mundo académico francés una atención renovada hacia esta olvidada mujer de letras. El detonante del interés crítico por su obra serían las Jornadas de estudio celebradas en Toulouse en 20093, dedicadas por entero a la que fuera conocida como la “Musa de la razón”. Y es que la reedición de 2007 de Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible 4 obtuvo en Francia un éxito insospechado hasta el punto de que no sólo se reeditaría sucesivamente, sino que también sería traducida de inmediato tanto en Alemania, como en Italia y España. Y así en los últimos años, desde Francia hasta Nueva York, algunas tesis doctorales, entre otras publicaciones, se han venido a ocupar de la princesa de Salm de forma más detenida. En España, sin embargo, la obra de la princesa de Salm permanecía inexplorada hasta la publicación del libro Constance de Salm y la modernidad de su discurso feminista. Epístolas y otros escritos (1767-1845), de 2015, en el que Ángela Magdalena Romera Pintor estudia el discurso feminista de la princesa, nacida Constance de Théis,
1
Constance de Salm murió el 13 de abril de 1845 en París. Romera Pintor señala en su libro la existencia de un volumen titulado Quelques lettres extraites de la Correspondance générale de 1805 à 1810, que Constance habría publicado en 1841, pero que no llegaría a salir a la venta, según recoge Michaud en su Biografía universal, de 1843 (Romera 2015: 255). 3 Fruto de estas Jornadas de estudio, “La Muse de la raison, Constance de Salm (1767-1845): poétesse, moraliste et bas-bleu”, fue la publicación de todas las intervenciones en el número 29 de los Cahiers Roucher-André Chénier, número monográfico titulado La muse de la raison: Constance de Salm, 2010. 4 Vingt-quatre heures d’une femme sensible. 2
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conocida también como ciudadana Pipelet, condesa de Salm y finalmente princesa de Salm5. En la primera parte de su libro, Romera Pintor reconstruye la carrera literaria y la vida de Constance de Salm, su personalidad, las relaciones con su círculo intelectual y con la corte imperial, las circunstancias de la publicación de sus obras, el conjunto de su producción, así como el ambiente histórico, todo ello reconstruido a partir de los escritos de sus contemporáneos, de sus biógrafos, de las publicaciones y comentarios de la propia Constance, de su correspondencia, y de la prensa del momento: “Existen, por tanto, numerosos documentos y referencias de la época que nos permiten trazar la vida y obra de este ilustre personaje femenino, poeta y moralista, cuya juventud se desarrolla durante la Revolución francesa y que alcanzaría su mayor gloria literaria durante el Imperio” (Romera 2015: 17). Romera Pintor explora en su libro las vicisitudes de una mujer segura de su talento y al mismo tiempo atormentada por la ansiedad que le procuraba la recepción de su obra, movida por su amor propio, firme en sus convicciones, que ambicionaba la gloria literaria y que emprendió, con entusiasmo, la defensa de su sexo6 en una época en la que el debate sobre los derechos de las mujeres autoras se había reavivado con virulencia. La primera obra de envergadura de la ciudadana Pipelet fue Sapho, de 1794, tragedia lírica en tres actos y en verso que alcanzó más de cien representaciones y que le procuraría una celebridad inmediata. Por su parte, con la Epístola a las mujeres7, uno de los escritos más aplaudidos de Madame Pipelet en el que aborda el derecho de las mujeres a la gloria literaria, alcanzó su mayor éxito en la materia y la consagraría como “Musa de la Razón”. Animada por estos triunfos, Constance desarrollará su discurso feminista en buena parte de sus composiciones, incidiendo en la reivindicación de los derechos de la 5
En 1789 Constance de Théis se casa con Jean-Baptiste Pipelet de Leury y firma entonces sus escritos como ciudadana Pipelet. Tras divorciarse de su primer marido, un segundo matrimonio la convertirá en condesa de Salm-Dyck. Más tarde, su segundo esposo obtendrá el título de príncipe del rey de Prusia. Será entonces cuando se la conocerá como princesa de Salm, nombre con el que firmará la segunda edición de sus Obras completas, de 1842. 6 Se trata de la expresión que utilizaba la propia Constance en sus escritos (Romera 2015: 124): “satisfaite d’avoir plaidé la cause de mon sexe en général” (“satisfecha de haber defendido en general la causa de mi sexo”). 7 Épître aux femmes, 1797.
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mujer en el campo de las letras y de las artes frente al dominio masculino. Y lo hará principalmente a través de sus epístolas, por cuanto el fracaso de su tragedia Camille, de 1800, la empujaría a tomar la decisión de abandonar la composición de obras teatrales para dedicarse de lleno al género epistolar, en el que había sabido desplegar su talento y que le había granjeado el aprecio de la crítica y de los lectores. Este tipo de poesía, bien acogida por el público, le pareció por lo mismo más favorable a su ambicionada celebridad literaria que las obras de teatro, según confiesa de forma elocuente la propia Constance en el Avant-Propos de sus Obras completas (Romera 2015: 29): “[…] por cuanto la acogida que el público brindaba a mis epístolas me había decidido a dedicarme a este tipo de poesía, que me pareció más favorable aún para la celebridad que una obra de teatro”. El estudio de la obra de la princesa de Salm se aborda en la segunda parte del libro, donde Romera Pintor analiza el discurso feminista de Constance de Salm no sólo en la Epístola a las mujeres, sino también –entre otras– en las seis Epístolas a Sofía8, así como en la Epístola al Emperador Napoleón9, donde la escritora refutará enérgicamente los artículos 324 y 339 del código penal, que discriminaban a las mujeres: “La epístola a Napoleón no tuvo consecuencias en el código penal pero obtuvo el reconocimiento por parte del emperador, una pequeña satisfacción que en términos de Constance ‘fue la única que me valió mi epístola’” (Romera 2015: 83). El tema feminista será desarrollado en otros textos poéticos de la princesa (Consejos a las mujeres, Boutade sobre las mujeres autoras y Sobre las mujeres políticas10), así como en algunos escritos en prosa: en su Informe sobre la condición de las mujeres en una República 11 Constance aborda los argumentos de un opúsculo de Théremin para apoyar la causa feminista; en su libro inacabado De los alemanes comparados con los franceses 12 , que sólo consta de tres capítulos, la escritora presenta sus observaciones sobre la vida de los matrimonios en Alemania, y en particular sobre las mujeres alemanas, 8
Épîtres à Sophie, 1801. Épître adressée à l’empereur Napoléon, 1810. 10 Conseil aux femmes, Boutade sur les femmes auteurs (1798) y Sur les femmes politiques (1817). 11 Rapport sur un ouvrage intitulé: De la condition des femmes dans une République, 1799. 12 Des Allemands comparés aux Français, dans leurs mœurs, leurs usages, leur vie intérieure et sociale, 1826. 9
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comparándolas con sus compatriotas, e incide en su defensa del derecho de la mujer a la educación y a su acceso a la vida literaria; finalmente, en sus Pensamientos13, un volumen en tres partes, Constance recoge sus meditaciones sobre numerosos temas a través de reflexiones vitales, incluso de observaciones filosóficas o morales, y condensa en ellas sus reivindicaciones feministas. Todos estos textos son analizados por Romera Pintor, que estudia tanto las circunstancias de su composición y publicación, como las apreciaciones de toda índole relativas a estas obras que proporcionaron en sus escritos y en la prensa del momento los contemporáneos de la escritora. En su análisis sobre las reivindicaciones feministas defendidas por la princesa de Salm a lo largo de sus obras, Romera Pintor lleva a cabo el estudio comparado entre los razonamientos de Constance en la materia y los de sus contemporáneas, Germaine de Staël y Olympe de Gouges, con objeto de determinar las divergencias y analogías de sus respectivos discursos feministas. Finalmente, antes del capítulo dedicado a las conclusiones, capítulo rico y denso que analiza los resultados de la investigación, una última parte del libro se ocupa de los textos poéticos, vertidos al español por primera vez, y donde se ofrece la transcripción de las dos versiones en paralelo. En su versión española, Romera Pintor reproduce hábilmente tanto el fondo, el sentido y el contenido del discurso poético de la princesa de Salm, como el estilo, la rima y la forma del original. Y lo que es más meritorio, la cuidada versión española de Romera Pintor consigue rendir la retórica apasionada de Constance, el espíritu y el tono de sus versos, así como su sabor histórico. Por su parte, la concluyente notación que acompaña las dos versiones completa de forma efectiva el estudio analítico del volumen. En definitiva, el libro Constance de Salm y la modernidad de su discurso feminista. Epístolas y otros escritos (1767-1845) viene a ser una obra de referencia ineludible para todos los investigadores y especialistas de la princesa de Salm, y de indudable interés para todos los estudiosos de la literatura de género y de la literatura feminista. Por lo
13
Pensées, publicado en tres partes: la primera en 1829, la segunda (junto con la primera) en 1835 y la tercera en 1846, edición póstuma que también incluye las dos primeras partes.
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demás, los amantes de las letras podrán saborear la lectura de una investigación bien llevada, de un estudio crítico consistente y riguroso, y al mismo tiempo cautivante y de fácil lectura, sobre una mujer de letras de la literatura francesa, apasionada defensora de los derechos de su sexo, rescatada al fin de un olvido casi absoluto. Otras obras de la princesa de Salm, como sus memorias, Mis sesenta años14, y su novela epistolar, Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible15, también han sido analizadas por Romera Pintor en dos artículos publicados respectivamente en la revista Çédille (2015) y en la revista Anales de Filología Francesa (2014), artículos que vienen a completar la investigación llevada a cabo con éxito en este volumen dedicado al estudio del discurso feminista de Constance de Salm.
14 15
Mes soixante ans, ou mes souvenirs politiques et littéraires, 1833. Vingt-quatre heures d’une femme sensible, 1824.
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RESEÑA: EL GANSO DE HERMÓGENES. ITHELL COLQUHOUN1. EDICIÓN DE VERÓNICA PACHECO. Mª Rocío Cobo Piñero2
Ithell Colquhoun. El Ganso de Hermógenes. Edición de Verónica Pacheco. Sevilla: ArciBel, 2015. ISBN: 978-84-15335-53-5.
1. Ithell Colquhoun: cuando el surrealismo se traduce en palabra de mujer Verónica Pacheco asume con pericia la difícil tarea de traducir por primera vez del inglés al castellano El Ganso de Hermógenes (The Goose of Hermogenes), la primera novela que se publica en España de la artista británica Ithell Colquhoun (1906-1988). Para ello, nos introduce en el fascinante y misterioso universo de Colquhoun, “pintora, escritora, poeta, surrealista y ocultista” (5). Pacheco desgrana en su completa introducción a la novela cada una de las facetas de esta alquimista del arte, haciendo referencia a sus cuadros y escritos más representativos, así como a la importancia que adquirieron en su obra lo esotérico y lo mítico. La traductora recurre también a los escasos estudios que se han publicado hasta la fecha sobre Colquhoun y otras artistas surrealistas. Tal y como esgrimió la propia Colquhoun en una carta a los editores de la revista Women in Art, a propósito del artículo que publicó Dawn Ades en 1980 acerca de su obra, la mujer había estado relegada a los márgenes en el movimiento surrealista. Si bien el artífice del “Manifiesto Surrealista” (1924), André Breton, proclamara que “la mujer es libre y adorada”, Colquhoun recalca en su carta que la premisa de los surrealistas varones
Fecha de recepción: 08/07/2015. Fecha de aceptación: 30/07/2015. Profesora Sustituta Interina, Departamento de Filología Francesa e Inglesa, Universidad de Cádiz; rociocobo@gmail.com. 1 2
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en torno a las mujeres no fue otra que “las toleramos, pero no las necesitamos” (1981: 65).1 Pese a los obstáculos y la falta de reconocimiento, Victoria Ferentinou afirma que en el surrealismo hubo más presencia femenina que en otros movimientos artísticos de vanguardia y, a partir de 1935, las mujeres participaron con mayor frecuencia en exposiciones y publicaciones. Destacan la mexicana Frida Kahlo, la española Remedios Varo, la argentina Leonor Fini, la francesa Valentine Penrose, la británica Leonora Carrington, la checa Toyen, la estadounidense Kay Sage y, por supuesto, Ithell Colquhoun, entre muchas otras. Ellas se sintieron atraídas hacia este movimiento porque se alejaba del paradigma binario de la cultura occidental y cuestionaba verdades absolutas. Las artistas buscaron respuestas en las culturas precristianas y en los mitos clásicos, reinterpretándolos. El esoterismo y el ocultismo también formaron parte esencial de esta búsqueda y revisión de “determinadas verdades patriarcales” (Pacheco 2015: 21). De las noventa contribuciones escritas por Colquhoun, entre ensayos, traducciones, una obra de teatro, libros de viaje y tres novelas, la última de ellas, I Saw Water, publicada en 2014, destaca The Goose of Hermogenes (1961). Incluso el investigador Eric Ratcliffe aseguró que se trata del mejor texto surrealista en lengua inglesa (2004: 119). La traducción de Pacheco, El Ganso de Hermógenes, no solo logra salvar los escollos lingüísticos, sobre todo los relacionados con las minuciosas descripciones del entorno natural en el que se sitúa la trama, sino también la temática, en la que se alían el surrealismo y el ocultismo como espacios femeninos y feministas. Al igual que las pintoras surrealistas se decantaron por el autorretrato, para así desdeñar la imagen que como objeto se tenía de ellas, Colquhoun también hace del sujeto femenino su eje vertebrador. El texto, jalonado de referencias filosóficas, míticas y literarias, se adentra en la íntima transformación alquímica y espiritual de la protagonista, una mujer anónima que viaja a una isla recóndita. Como nos aclara Pacheco, cada uno de los doce capítulos de la novela representa uno de los niveles del complejo proceso de transmutación en la 1
Traducción libre del original “que la femme soit libre et adorée”; “permitted not required”.
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alquimia. Asimismo, las treinta y cuatro notas a pie de página de la traductora nos ayudan a seguir el viaje onírico de la heroína, aportando referencias etimológicas, bibliográficas e históricas. La apasionante lectura de El Ganso de Hermógenes fluye y nos atrapa en la isla atemporal a la que arriba la protagonista buscando a su tío, un alquimista que habita en las profundidades más escarpadas. En el primer capítulo, “Calcinación”, se dibuja ante nuestros ojos un paisaje tenebroso que nos trae reminiscencias de Wuthering Heights (Cumbres borrascosas); Colquoun también se nutre de la novela gótica para crear un entorno fantasmagórico y siniestro. En esta ocasión, la protagonista no encontrará el amor romántico, como lo hiciera Catherine en la obra de Emily Brontë, sino más bien el conocimiento de la alquimia. Además, la artista surrealista se refiere en el capítulo “Conjunción” (46-53) a la diferencia entre la idea de amor romántico occidental y el amor entre dos seres, que Platón asemejó con “una única esfera formando un todo hermafrodita, el huevo andrógino” (47) y su relación con Oriente. El tema de la androginia gana especial relevancia en el feminismo de la década de los sesenta del siglo pasado como ideal de igualdad y, según Pacheco, “en el caso de Ithell, más que una propuesta política era una manera de romper con las barreras de lo binario creando un tercer sexo” (19). Como sucedió con otras artistas surrealistas, las diosas clásicas adquieren gran relevancia. El capítulo “Cibación” (71-76) describe las visiones de la viajera al arrullo del mar, donde se le aparecen esculturas y cuadros que representan a las heroínas, madres y guerreras míticas, como Vellanserga: “Ella derribó a los escandinavos, acabó con los romanos. Fue la que guió a su gente. Luchó en la colina de las piedras, llevó la túnica de la batalla, empuñó la espada, cabalgó sobre las olas” (75). Esta traducción, tan necesaria, de la relectura de los mitos clásicos desde el punto de vista femenino en forma de mitopoesía, nos traslada fragmentos de historias y ensoñaciones que conforman un collage. La mujer se erige en alquimista, heroína y protagonista de su propio crecimiento espiritual. Pacheco también nos desvela la simbología del ganso que da título a la novela, pero para ello hemos de leerla; tarea que recomiendo encarecidamente.
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2. Referencias bibliográficas
Brontë, Emily. 1995. Wuthering Heights. London: Penguin. Colquhoun, Ithell. 2014. I Saw Water: An Occult Novel and Other Selected Writings. Philadelphia: Penn State University Press. __________. 1981. “Letter to the Editors”. Oxford Art Journal, vol. 4: 65. Ferentinou, Victoria. 2013. “Surrealism, Occulture and Gender: Women Artists, Power and Occultism”. ARIES, vol. 13: 103-130. Ratcliffe, Eric. 2007. Ithell Colquhoun: Pioneer, Surrealist, Artist, Occultist, Writer and Poet. Mandrake: Oxford.
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Marisa Madieri. Escritoras del éxodo y del exilio 378-382
RESEÑA: MARISA MADIERI. ESCRITORAS DEL ÉXODO Y DEL EXILIO. PEDRO LUIS LADRÓN DE GUEVARA, Mª BELÉN HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, ZOSI ZOGRAFIDOU (EDS.) 1 Fuensanta María Piqueras Casado2
Pedro Luis Ladrón de Guevara, Mª Belén Hernández González, Zosi Zografidou (eds.), Marisa Madieri. Escritoras del éxodo y del exilio. Murcia: Editum, 2015. ISBN: 978-84-16551-22-4
Marisa Madieri es una escritora italiana de trayectoria insólita en el ámbito de las letras y la vida. Nacida en la ciudad de Fiume en 1938, sufrió en carne propia la persecución y el exilio cuando Tito anexionó este territorio a la antigua Yugoslavia, en 1949. Junto a su familia y muchos otros desterrados, Madieri se instaló en la ciudad fronteriza de Trieste, en un almacén de grano provisionalmente destinado a los refugiados, llamado Silos. Sin embargo, los años pasaron y la condición de refugiados se prolongó para los suyos durante casi una década. De las condiciones de vida de estos prófugos, italianos pero extranjeros en Italia, versa principalmente la obra narrativa de Marisa Madieri, analizada junto a otras escritoras exiliadas en este libro, publicado recientemente por Editum en la Universidad de Murcia. El volumen consta de 370 páginas divididas en dos partes, que a continuación se reseñarán, y está prologado por Claudio Magris, cónyuge de Marisa y albacea de la autora, fallecida en 1996. Magris escribe al inicio:
Fecha de recepción: 30/08/2015. Fecha de aceptación: 07/09/2015. Profesora Asociada, Departamento de Filología Francesa, Románica, Italiana y Árabe, Universidad de Murcia; fuensantamaria.piqueras@um.es. 1 2
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He visto nacer los libros de Marisa, que contienen mi vida más que los que he escrito yo. […] Creo que conozco a fondo su obra; he escrito sobre ella muchas veces, y ampliamente. […] Pero esta vez, con este volumen, el viaje es para mí una travesía grande y reveladora. Leyendo estos ensayos me adentro en un mundo que a menudo es nuevo incluso para mí; descubro dimensiones, temas, músicas y ritmos, detalles por los que había pasado cerca con pasión pero a veces sin captar su claridad. (9)
Claudio Magris siempre ha agradecido el interés precoz de los lectores españoles por la obra de Marisa Madieri; aunque la autora con el paso de los años ya no es vista sólo como compañera del gran escritor triestino, pues por sí misma se ha consolidado como un valor de las letras contemporáneas, tanto en italiano como en otras literaturas a las que ha sido traducida (francés, inglés, alemán, húngaro, esloveno, griego). Los ensayos recopilados aquí son una selección de los presentados en un congreso internacional homenaje a Marisa Madieri, presidido por Pedro Luis Ladrón de Guevara en la Universidad de Murcia en 2015 con la presencia del propio Magris, y dedicado también a otras narradoras de exilios y éxodos de distintos países o épocas. Junto a los trece ensayos sobre Madieri, se leen estudios de otras trece escritoras tan arrinconadas por la historia de la literatura como merecedoras de sobresalir en ella. Siguiendo el índice del libro, en la primera parte, se encuentran agrupados los ensayos sobre la obra y la figura de Marisa Madieri. Repasando las contribuciones brevemente, destaca la de Elvio Guagnini, catedrático de literatura de la Universidad de Trieste, amén de amigo personal de la autora, a la cual dedica una profunda reflexión titulada Piccole gocce dell’oceano vissuto; páginas que evocan la particular capacidad de condensar experiencias de la memoria en momentos armónicos del presente: Marisa, para Guagnini, narra una gran página de la historia italiana, pero lo hace de forma privada, esencial, destacando la belleza de lo vivido y la aspiración por una verdad esencial. Mercedes Montmany, crítica literaria, destaca en Marisa Madieri: mi Fiume, el ambiente de la infancia de la escritora y el impacto de la tragedia de la guerra con la inseguridad por el territorio y la desaparición de personajes queridos. M. Belén Hernández, de la Universidad de Murcia, en Notas sobre la idea de novela de Marisa Madieri realiza un análisis sobre la poética narrativa de Marisa, relacionándola por su esencialidad y
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concepción espacio-temporal con sus autores predilectos: el mar de Ibsen, Michelstaedter, Stuparich y el propio Magris. Paulino Matas, catedrático de la Universidad de Salamanca, recientemente desaparecido, en una de sus últimas intervenciones, nos deja un texto titulado Verde acqua de Marisa Madieri: la construcción narrativa de un dramático éxodo, donde describe con realismo el coro de personajes femeninos de Verde Acqua y su capacidad para escenificar la tragedia de la fuga. Mercedes Arriaga, catedrática de la Universidad de Sevilla, en Senza luoghi e senza alivi. La scrittura di Marisa Madieri describe los escenarios narrativos de Madieri, denominados no lugares, pues se encuentran solamente en el espacio interior de la autora y paralelamente se dan en un tiempo que se dilata o se contrae en dependencia de las sensaciones. En el capítulo seis, titulado: Marisa Madieri: las resplandecientes palabras de una escritora en la sombra, Pérette-Cécile Buffaria polemiza sobre la intromisión de Magris en la obra de Madieri, cuya consecuencia ha sido la injusta etiqueta de escritora en la sombra, mientras ella posee luz propia, como el tiempo ha demostrado. Encarna Esteban Bernabé, profesora de la Universidad de Murcia, presenta propuestas para utilizar el relato La Radura en la clase de italiano para niveles desde A1 a B2, en el trabajo titulado: La Radura de Marisa Madieri. Un texto literario en el aula de ILS. María Reyes Ferrer, también de la Universidad de Murcia, analiza un insólito ensayo de Madieri, en realidad su tesina de licenciatura sobre la obra de Lehmann, en el capítulo titulado: Marisa Madieri y su estudio literario: un acercamiento a la obra de Rosamond Lehamann. Julia Benavent, de la Universidad de Valencia, compara dos autoras de distinta índole, la escritora italiana y una de sus críticas españolas (que también vivió el exilio), en el ensayo Palabras del exilio: Marisa Madieri y Teresa Gracia. Siguen algunos capítulos sobre la fortuna de la obra de Madieri en distintas culturas: Pedro Luis Ladrón de Guevara en Presenza di Marisa Madieri in Spagna, describe con detalle las intervenciones críticas sobre la autora por orden cronológico, mostrando la creciente aceptación de su obra en nuestro país. Leonor Sáez Méndez en el capítulo La acogida de Verde Acqua-Wassergrün en lengua alemana, repasa la recepción de la autora en dicha lengua y el interés suscitado por su obra en el ámbito germánico, tan cercano a la familia Magris. Andrea Ladrón de Guevara Quintela muestra el impacto de la obra de Madieri en francés y compara variantes en distintas traducciones, en Marisa Madieri en Francia: sus traducciones. Concluyendo
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esta parte, Zosi Zografidou, traductora al griego de Madieri y profesora de la Universidad de Salónica, describe los estilemas más originales de los relatos de Marisa y el momento de su presentación al público griego a través de sus traducciones. En el meridiano del volumen los editores han incluido un interesantísimo apéndice con algunos materiales que constituyen una primicia incluso para el lector italiano y serán imprescindibles para los futuros estudiosos de Madieri. Se trata de unos apuntes redactados por la autora con motivo de entrevistas de radio y otras notas autógrafas sobre su propia obra, presentados en versión bilingüe italiano-español. Asimismo el apéndice comprende una biografía realizada por Ladrón de Guevara y una bibliografía actualizada, elaborada por Zografidou, donde se refieren también las distintas traducciones, declaraciones de prensa de la autora y una completa bibliografía crítica. La segunda parte del libro, dedicado a éxodos y exilios de otras escritoras, reúne otros tantos capítulos ordenados según la cronología de las autoras. En el capítulo 14, Mercedes Tormo-Ortiz desarrolla el éxodo bíblico a partir a de la Peregrinatio Egeriae; Egeria a finales del S. IV escribía un tratado sobre el éxodo del pueblo de Israel, se ha estudiado como un relato de viajes, que junto a información arqueológica y paleográfica, aporta rasgos de la autora sorprendentes para la época. Antonia Viñez Sánchez presenta Contextualización y exilios de las Trobairitz, trovadoras occitanas del S. XIII cuyas vidas proporcionan datos sobre sus composiciones poéticas y formación. Milagro Martín Clavijo en el capítulo titulado El doble exilio de las patriotas jacobinas, describe la situación de las mujeres ilustradas durante el Trienio jacobino en Italia y aporta datos sobre las condiciones del exilio de algunas de las figuras femeninas más destacadas del momento. Eva M. Moreno Lago relata la fundación del Lyceum Club de Madrid y su auge con más de 500 asociadas en 1929; tras la guerra muchas de las socias tuvieron que exiliarse y relataron dicha experiencia en sus escritos autobiográficos. Sobre esta misma época y una de sus figuras más emblemáticas trata el capítulo 18, de M. Teresa Arias Bautista: A flor de piel, sentimientos en el exilio. El caso de Victoria Kent. Anna Mellado García presenta María Teresa León, embajadora de la República española en su exilio italiano; el texto recrea el ambiente intelectual de la Roma de las décadas 50 y 60, así como la actitud ideológica y luchadora de León como referente para otros escritores.
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Francesco Ghera aporta un texto sobre Maria Giacobbe, autora sarda instalada en Dinamarca, cuya obra está dedicada a la memoria de sus raíces en busca de una identidad perdida. En el capítulo siguiente (21), Victoriano Peña propone un análisis de la vida y la obra de Marina Jarre, nacida en Letonia de madre italiana y padre judío; en su obra autobiográfica I padri lontani la autora relata la herida del exilio y la fragmentación de su propia identidad. Abdullah al-Amar es autor del Estudio estilístico y analítico del exilio en la poesía de Dunia Mikhail; se trata de una poetisa iraquí, nacida en 1965 y huída a EE.UU en 1996 tras años de amenazas. Juan de Dios Torralbo presenta en el capítulo siguiente la obra poética de Elizabeth Bishop y en concreto analiza el poema The Map, interpretándolo como el símbolo del exilio interior. Juana Castaño Ruiz en el ensayo titulado: Éxodo y exilios. Inmigrantes literarios de Ana Lydia Vega, Edwidge Danticat, Julia Álvarez y Zoé Valdés realiza un estudio intercultural sobre dichas autoras en el contexto de la inmigración de origen caribeño. Leonor Sáez ofrece otro texto sobre el exilio de la Viena de entreguerras, en el capítulo 25, dedicado a Herminya Zur Mühlen. Finalmente, cierra el mosaico de escritoras del éxodo el estudio de Viviana Cinquemani, con una lectura según estas claves de Mare al mattino de Margaret Mazzantini, novela que denuncia la actual situación de los inmigrantes que desembarcan en las costas mediterráneas. En conjunto, este libro representa una contribución muy valiosa para la crítica internacional sobre la obra de Marisa Madieri, así como para el estudio de otras trece escritoras de culturas distintas, cuya sensibilidad y talento han logrado testimoniar para la posteridad múltiples éxodos y exilios. Lamentablemente estas situaciones continúan hoy lacerando comunidades en todo el mundo; las mujeres demuestran a través de estos ejemplos, una extraordinaria capacidad para resistir y guardar las memorias de culturas minoritarias en riesgo.
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RESEÑA: LA MELA PROIBITA. SAGGI E PENSIERI DI SCRITTRICI DEL NOVECENTO. MARÍA BELÉN HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Y MARÍA GLORIA RÍOS GUARDIOLA (EDS.)1 Angelo Azzilonna2
María Belén Hernández González y María Gloria Ríos Guardiola (eds.), La mela proibita. Saggi e pensieri di Scrittrici del Novecento. Roma: Aracne, 2015. ISBN: 978-88-548-8070-2.
La colección Donne del Novecento de la editorial Aracne acoge este volumen que pretende mostrar el compromiso intelectual de muchas pensadoras del siglo XX, transmisoras de un valioso legado. Las coordinadoras de este libro exponen en su prefacio la intención de contribuir a la reivindicación de estas filósofas y literatas que han entrado por mérito propio en la historia de la cultura occidental con sus manzanas prohibidas (frutos ensayísticos). El motivo del ocultamiento del pensamiento crítico femenino tiene su lejano origen en la exclusión de las mujeres del mundo de la ciencia y de la filosofía, para ellas los frutos verdaderos del árbol del saber. Este libro pretende asimismo mostrar la labor de las autoras tratadas en el campo del ensayo, género trascendental en el transcurso del siglo pasado y expresión de nuestra cultura desde distintos ámbitos del pensamiento. Cada uno de los capítulos nos ofrece la visión particular de una autora, una parte de un mosaico que se va construyendo a medida que avanza la lectura. Distintas miradas de una misma realidad que posibilitan la
Fecha de recepción: 30/09/2015. Fecha de aceptación: 10/10/2015. Doctorando de Filología Italiana, Departamento de Filología Moderna, Universidad de Salamanca; angeloazzilonna@hotmail.com. 1 2
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Reseña: La mela proibita. Saggi e pensieri di scrittrict del novecento 383-385
comprensión del siglo XX y que ayudan a mostrar la pluralidad y la singularidad de los asuntos humanos. Está organizado en torno a cuatro secciones temáticas que, a su vez, se disponen de forma cronológica en función de la fecha de nacimiento de las autoras tratadas: 1. Ensayos críticos y filosóficos; 2. Discursos sobre el poder y sobre el espíritu; 3. Mujeres editoras y en la revistas literarias; 4. Contar la historia. En la selección de autoras observamos la combinación de nombres más conocidos como Simone Weil, María Zambrano, Hannah Arendt, Elena Croce, Iris Murdoch, Elsa Morante, Elena Poniatowska o Rosa Chacel, con otros menos recordados como Marthe Robert, Bertha von Suttner, Amelia Pincherli Rosselli, Gina Ferrero Lombroso, Marguerite Caetani, Marta Larnaudie de Klinger, Cristina Campo o Anna Maria Ortese. Una relación en la que, según las editoras del volumen, faltan nombres relevantes pero que pretende ser una primera contribución a la historia de la ensayística moderna y a la memoria de un siglo aún por reinterpretar. Los distintos autores que aportan su destilado trabajo y su perspectiva particular sobre estas mujeres nos invitan a entrar en el mundo de cada una de ellas, abriéndonos una ventana para comprender nuestra genética cultural: Andrea Baldi, Vicente Cervera Salinas, Giuseppe Gatti, Alejandro del Río Herrman, María Belén Hernández González, Mauricio Jalón, Antonio Lastra, Elena Laurenzi, Alejandro Patat, Juan Pérez Andrés, María del Carmen Piñas Saura, Alicia Poza, Adele Ricciotti, María Gloria Ríos Guardiola y Leonor Sáez Méndez. Es interesante subrayar que en este libro no se habla de lo femenino sino que desde lo femenino nos ofrece una perspectiva diferente sobre la historia del pensamiento del siglo XX. Podemos observar que sus voces conforman una red sutil en la que descubrimos distintas confluencias entre ellas, como puede ser la labor de traducción que algunas de ellas ejercieron –invitándonos a jugar con el papel del ensayo en la traducción de la realidad– o las relaciones e influencias que entre ellas se dieron.
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Reseña: La mela proibita. Saggi e pensieri di scrittrict del novecento 383-385
Este estudio constituye, por todos los aspectos mencionados, una valiosa contribución tanto a la historia del pensamiento y del ensayo como a la reivindicación de la mujer en estos ámbitos.
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RESEÑA: CUATRO OBRAS POLÍTICAMENTE YNCORRECTAS. JUANA ESCABIAS1 Santiago Ruiz Omeñaca2
Juana Escabias, Cuatro obras políticamente yncorrectas, con prólogo de Eduardo Pérez Rasilla. Madrid: Esperpento Ediciones Teatrales, 2015. ISBN: 9788494402937.
Bajo el título de Cuatro obras políticamente yncorrectas, publica Juana Escabias cuatro piezas teatrales de muy diferente índole, vinculadas solamente por el denominador común de estar protagonizadas por mujeres. Cautivas, No le cuentes a mi marido que sueño con otro hombre… cualquiera, WhatsApp y Crimen imperfecto son los cuatro textos que conforman este libro publicado por Esperpento Ediciones Teatrales, editorial surgida recientemente con un explícito lema: Una editorial de Teatro para el Teatro. El volumen se inicia con un excelente prólogo de Eduardo Pérez Rasilla en el que se manifiesta el calado y el vigor de su dominio sobre el hecho escénico y su certera y brillante capacidad de indagación en el teatro como fenómeno social y literario. Desde las primeras líneas ya destaca el prologuista que los cuatro textos, formalmente, presentan rasgos muy distintos entre sí. Sobre la autora, dice: “La mirada desde la que están escritos parece revelar un objetivo de análisis, un deseo de hurgar en las heridas sociales para procurar un remedio a esas dolencias, una voluntad de denuncia. Es decir, han sido pensados desde una implicación con lo social y desde un compromiso con lo político”. La presentación de Pérez Rasilla continúa con un análisis individualizado de cada una de las obras sobre el que se entrecruzan de forma permanente diversos planos de Fecha de recepción: 05/06/2015. Fecha de aceptación: 20/06/2015. Profesor en el CIDAM, Centro de Información, Documentación y Atención a la Mujer, Madrid; iagoruiz@gmail.com 1 2
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Reseña: Cuatro obras políticamente yncorrectas 386-389
exploración. Los textos se suceden acto seguido: Cautivas (un texto reivindicativo de la “memoria histórica española” protagonizado por un grupo de presas políticas hacinadas en las cárceles franquistas), No le cuentes a mi marido que sueño con otro hombre… cualquiera (un violento enfrentamiento entre un fracasado matrimonio), WhatsApp (historia de adolescentes contada a golpe de mensaje telefónico) y Crimen Imperfecto (monólogo en el que Luci, víctima de un sutil maltrato difícil de detectar, pasa de la ignorancia al conocimiento sobre su propia realidad experimentando un auténtico proceso de metabolé). Diferentes
estructuras,
diferentes
protagonistas,
diferentes
perspectivas
existenciales, diferentes lenguajes, diferentes manera de plasmar el conflicto existencial que palpita en cada una de las obras… pero una misma y única temática (la violencia), una misma y única protagonista (la mujer). El libro es un ex profeso ejercicio de habilidad estructural, cualidad que la caracteriza como escritora y ha sido señalado en diversas ocasiones por la crítica. Ya en 1997, cuando Escabias publicó su primer libro, la extraordinaria maestra del teatro que fue Carla Matteini (lamentablemente ya fallecida), celebraba la valentía de la nobel escritora que buscaba el riesgo y trabajaba sin red:
Y se muestra tan segura de su osadía al meterse en semejantes embrollos, desdeñando, o más bien buscando, más y más riesgo, tan convencida de haber escrito lo que quería escribir –lo que es un lujo de libertad de opción y de indiferencia hacia los dictados de “lo que conviene”, afortunadamente sacrificado a lo que ella cree que hay que hacer– que te rindes ante su valor, su espíritu profundamente libre e independiente de influencias y normas. (1997: 44-45)
A propósito de ese mismo trabajo, el riguroso crítico Luis de la Peña mostraba su satisfacción por el rigor asumido por la autora:
La escritura de Escabias se fundamenta en un texto dominado por la ironía de manera distanciadora y crítica, y en un trabajo formal fragmentario de cuya pirueta estructural la autora sale sobradamente airosa. Pero la asunción de ese riesgo en la construcción formal tendría poco interés si no se tradujese en un auténtico mundo
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Reseña: Cuatro obras políticamente yncorrectas 386-389
novelesco. El acierto de Escabias reside en encontrar el modo preciso para contar la historia de unos seres cuya identidad decae en los abismos de la vulgaridad, historia que se sigue a través de una intriga cuyos elementos forman parte de lo cotidiano”. (1997: 10)
Respecto a la voluntad de Juana Escabias de convertir su teatro en un escaparate desde el que hurgar en las heridas más profundas de nuestra sociedad, apuntada por Pérez Rasilla en el prólogo del libro, otros autores e investigadores coinciden en ese aspecto, destacado como peculiaridad de la autora. Francisco Gutiérrez Carbajo, afirmaba en el prólogo a Historia de un Imbécil e Interiores que “el compromiso con la realidad, con el texto y con la representación constituye el rasgo más singular del teatro de Juana Escabias”. Jerónimo López Mozo, en el prólogo de Voracidad de los parques y Deseo manifestaba que “Escabias es, pues, una autora interesada en cuanto afecta al hombre de nuestro tiempo en su doble condición de individuo y ser social”. Juan Ignacio García Garzón, por su parte, insistía en esa particularidad extendiéndola al terreno de la acción dramática. La autora conoce muy bien el terreno que pisa, domina los secretos de eso que en la jerga de los escenarios se llama carpintería teatral y dibuja con pulso certero a sus personajes, que son seres que uno puede imaginar de carne y hueso, creíbles, llenos de verdad escénica. Cuatro obras políticamente yncorrectas es un cuarteto de textos de perspicaz planteamiento elaborados por la reputada dramaturga Juana Escabias, que en su doble condición de autora y directora escénica los ha sabido crear desde la escena y para la escena, un libro que por sí solo ya se ha creado un lugar en la historia del teatro español contemporáneo.
Referencias bibliográficas
De la Peña, Luis. 1997. El País, 22 de marzo de 1997, Suplemento Babelia: 10.
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Reseña: Cuatro obras políticamente yncorrectas 386-389
Gutiérrez Carbajo, Francisco. 2010. “La realidad y la representación en Juana Escabias”, prólogo a Historia de un Imbécil e Interiores. Juana Escabias. Madrid: Huerga y Fierro Editores. 7-10. López Mozo, Jerónimo. 2013. “Radiografías de seres humanos”, prólogo a Voracidad de los parques y Deseo. Juana Escabias. Madrid: Huerga y Fierro Editores. 7-15. Pérez Rasilla, Eduardo. 2015. “Prólogo”. Cuatro obras políticamente yncorrectas. Juana Escabias. Madrid: Esperpento Ediciones Teatrales. Matteini, Carla. 1997. Página Abierta, nº 71/abril 1997: 44-45.
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RESEÑA: LA RIVA VERDE. ADRIANA ASSINI 1 Sandra Rossetti2
Adriana Assini, La Riva Verde. Napoli: Scrittura & Scritture, 2014. ISBN: 97888-89682-64-7.
La Riva Verde, ultimo libro di Adriana Assini, è un’opera che fornisce continuità al filone letterario in cui l’autrice da alcuni anni si è specializzata, il romanzo storico, genere al quale sono stati dedicati anche gli altri sui più importanti lavori: Le rose di Cordova del 2007, Un sorso di arsenico del 2009, Il mercante di zucchero del 2011. Di vere fatiche si tratta, perché nel proliferare odierno della scrittura “facile”, centrata sulla espressione di emozioni e stati d’animo soggettivi, così come è precipuo di un’epoca, la nostra, in cui il narcisismo sembra non risparmiare più nessuno, la scrittrice o lo scrittore di romanzi storici che sceglie di dedicarsi con responsabilità al proprio mestiere è ancora costretta/o ad un confronto reale con le vicende del mondo. Un confronto realizzato spesso attraverso lunghe ricerche di archivio, attraverso l’impegno nel reperimento di documenti che, sovente assenti dalle biblioteche o dagli archivi, sono rinvenibili soltanto nei meandri del mercato antiquario con le sue difficoltà e contraddizioni. Ne La Riva Verde, con queste fatiche si è confrontata Assini che, così come avviene negli altri libri da lei scritti, non si è accontenta di reperire le sue fonti entro quelle prodotte dalla storiografia accreditata dei manuali e delle enciclopedie, ma è andata alla ricerca degli eventi nascosti nelle crepe e negli interstizi della storia ufficiale, si è messa sulle tracce di ciò che è stato omesso o cancellato perché scomodo alla tradizione vincente. I fatti storici del lontano passato non sono, infatti, per l’autrice soltanto la”ornice’ già data entro la quale ambientare le sue narrazioni; suo obiettivo è invece quello benjaminiano di “spazzolare la storia
Data di ricezione: 01/07/2015. Data di accettazione: 20/07/2015. Docente di scuola secondaria di secondo grado e collaboratrice del Dipartimento di Studi Umanistici, Università di Ferrara, Ferrara, Italia; sandra.rossetti@unife.it. 1 2
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contropelo” alla ricerca di un discorso storico alternativo che dia fiato ad un progetto politico di resistenza nei confronti del dominio e dell’oppressione. Così strutturato, il romanzo storico di Assini prende distanza dalla recente ondata internazionale di successo di questo genere letterario che, invece di rapportarsi in termini critici alla perdita di prospettiva storica tipica della nostra epoca postmoderna, utilizza la narrazione storica come strumento di evasione, come una sorta di fuga dalla realtà a favore di un lontano passato mitico e idealizzato. Se questa è la vulgata prevalente di riaffermazione, nel presente, di questo genere letterario, esiste però al suo interno un filone minoritario che, pur critico verso la storia e verso i processi evolutivi della civiltà rendicontati dalla storiografia ufficiale, non utilizza la ricostruzione storica come intrattenimento fantastico, ma come rimedio all’azione distruttiva del potere contro la memoria. Il romanzo di Adriana Assini, La riva verde, appartiene a questo secondo filone di rinascita del genere storico. Leggendolo si ha infatti l’impressione che l’intento dell’autrice non sia solo quello di dilettarci e di intrattenerci ‒ anche se la sua lettura risulta comunque molto piacevole ‒ ma di narrare il passato al fine di suscitare un rapporto più responsabile nei confronti del presente; nei confronti delle ingiustizie che ne inaridiscono le trame e che ne bruciano le linee di fuga verso il futuro. Il libro è ambientato nelle Fiandre della seconda metà del XIV, e narra le vicende attraverso cui sono venute alla luce e hanno preso forma due nuove soggettività politiche, destinate ad imporsi nella storia degli ultimi due secoli: il movimento operaio e il movimento di emancipazione delle donne. Del primo Assini rendiconta le gesta dando testimonianza di eventi in cui i lavoratori delle gilde medievali sono riusciti a superare le divisioni interne per dare origine ad un fronte comune di lotta contro i potenti che governavano la Regione; iniziativa che ha trovato, però, in breve tempo la propria sconfitta a causa del riemergere degli interessi corporativi. Nel narrare questi eventi, quasi sempre elusi dai manuali di storia, l’autrice sembra che ci stia mettendo in guardia contro i pericoli insiti nel nostro presente, tempo in cui le importanti conquiste in termini di uguaglianza, di giustizia e di libertà ottenute dal movimento otto-novecentesco del lavoro sono seriamente minacciate dai potenti di turno che stanno usando il vecchio e collaudato strumento della divisione tra i lavoratori e le lavoratrici per accrescere il proprio dominio.
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In questa ardita operazione che scompiglia la storiografia ufficiale perché individua non nell’epoca moderna ma negli ultimi secoli del Medioevo la matrice sociale e politica dell’età contemporanea, Adriana Assini non si occupa solo del movimento del lavoro. Con più audacia ancora, tratta del secondo soggetto che ha contribuito, tra Otto e Novecento, a scuotere con forza tutta l’impalcatura della storia Occidentale: il femminismo, di cui l’autrice rinviene le fondamenta nelle reti solidaristiche delle donne che iniziano ad affermarsi negli ultimi secoli del Medioevo per fare fronte comune contro la misoginia del patriarcato imperante. La Riva verde narra infatti le vicende della Compagnia della Conocchia (la conocchia è uno strumento che serve a filare), un’associazione di donne, realmente esistita, che si riuniva in gran segreto nel buio della notte per sfuggire alla tirannia degli uomini e per mettere a punto un proprio sapere, una propria tradizione alternativa a quella patriarcale. Un’operazione questa che, sembra dirci Assini evocandola, deve continuare ad essere il cuore pulsante delle azioni e dei saperi delle donne. Solo attraverso le reti solidaristiche del mutuo soccorso le donne possono infatti gettare ponti verso il futuro e far fronte alle involuzioni che, al pari di quelle relative al fronte del lavoro, minacciano oggi di mettere in discussione le conquiste che il femminismo ha messo a punto nei due secoli precedenti. Una bella metafora del progetto a favore della libertà e dell’autonomia delle donne ci è fornita da Assini nel finale del suo libro in cui narra del viaggio che le donne della Compagnia della Conocchia si stanno apprestando a fare a conclusione delle avventurose vicende da loro vissute; un viaggio in una terra lontana, assente dalle mappe conosciute, dove “ognuna di noi potrà essere ciò che vuole” (p. 181) e in cui il succedersi del tempo non sarà più scandito dalle “campane del prete” perché “a governare, senza scettri ne altari [saranno] le figlie di Eva” (p. 182). Un ruolo decisivo nella traduzione in una conquista reale di questo metaforico viaggio ‒di cui troviamo una significativa rappresentazione anche nella copertina de La Riva Verde illustrata dalla stessa Assini che, oltre ad essere una scrittrice, è una abile acquerellista‒ è esercitato dalla storiografia femminista, con il suo compito di svelamento della sofferenza patita dalle donne nella lunga storia del patriarcato e con il suo altrettanto decisivo obiettivo di ricerca e valutazione di ciò che esse hanno saputo fare nonostante e contro la volontà maschile. Il
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libro di Adriana Assini fornisce un nuovo tassello a questo paradigma storiografico che si auspica possa contaminare, dai dipartimenti ed istituti universitari di gender studies dove sta maturando e crescendo, la storiografia ufficiale, ancora quasi interamente sovrastata dai modelli e dalle narrazioni al maschile.
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RESEÑA: EL OTOÑO DEL MAR. ESTER APARO. TRAD. MILAGRO MARTÍN CLAVIJO1 Roberto Trovato2
Ester Aparo, El otoño del mar, trad. Milagro Martín Clavijo. Sevilla: Asociación Cultural Benilde, 2015. ISBN-13: 978-8416390052.
La lettura del racconto lungo o romanzo breve di Ester Aparo, scrittrice siciliana, che da più di quarant’anni vive a Ferrara, è stata per me una assoluta e piacevole rivelazione. I diciassette capitoli in cui è diviso il libro affascinano per varie ragioni. In primo luogo per la scrittura antica e nel contempo moderna, caratterizzata com’è da uno stile asciutto e fine, che elimina il superfluo. Del resto la scrittrice, che viene registrata nel Dizionario bio-bibliografico dei poeti e narratori italiani dal secondo Novecento ad oggi, a cura di L. Bronzi e A. Manuali (editore Bastogi), ama sottolineare che il suo obiettivo costante è quello di raccontare storie intense “libere da ogni artificio letterario”. In secondo luogo colpisce la capacità dell’autrice di costruire con grande sapienza e nitore una vicenda avvincente fondata su molti flashback e continui ricordi. E ancora, la coralità di personaggi proposti in maniera magistrale, costituisce uno degli elementi fondamentali di questo bel libro che rievoca con misurato calore una vicenda complessa e dolorosa. La lettura del racconto lungo o romanzo breve di Ester Aparo, scrittrice siciliana, che da più di quarant’anni vive a Ferrara, è stata per me una assoluta e piacevole rivelazione. I diciassette capitoli in cui è diviso il libro affascinano per varie ragioni. In primo luogo per la scrittura antica e nel contempo moderna, caratterizzata com’è da uno stile asciutto e fine, che elimina il superfluo. Del resto la scrittrice, che viene registrata
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Data di ricezione: 03/05/2015. Data di accettazione: 02/06/2015. Professore Associato di Drammaturgia, Facoltà di Lettere e Filosofia, Università di Genova, Genova, Italia; roberto.trovato5@tin.it. 2
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nel Dizionario bio-bibliografico dei poeti e narratori italiani dal secondo Novecento ad oggi, a cura di L. Bronzi e A. Manuali (editore Bastogi), ama sottolineare che il suo obiettivo costante è quello di raccontare storie intense “libere da ogni artificio letterario”. In secondo luogo colpisce la capacità dell’autrice di costruire con grande sapienza e nitore una vicenda avvincente fondata su molti flashback e continui ricordi. E ancora, la coralità di personaggi proposti in maniera magistrale, costituisce uno degli elementi fondamentali di questo bel libro che rievoca con misurato calore una vicenda complessa e dolorosa. Le pagine della scrittrice trasmettono con mezzi sostanzialmente semplici una commossa energia, innervata anche da riferimenti alle sofferenze dei nostri emigranti all’estero e quelle di quanti da altri paesi arrivano nel nostro per trovare lavoro e serenità. Queste persone vengono presentate con grande nobiltà riconoscendo i loro meriti per la crescita del nostro paese. Significativamente si osserva nel sesto capitolo “quelli erano principi, marinai e soldati, gente istruita e ricca, che sapeva di scienza e poesia”; ad essi si deve tra l’altro la piantagione degli aranceti. La Aparo è autrice sinora di tre di romanzi, Càlata (2007), L’autunno del mare e I cacciatore di albe (2014), nonché di favole e racconti premiati in varie manifestazioni culturali di prestigio. Alcuni dei suoi racconti si leggono nelle antologie che periodicamente vengono pubblicate dall’editore foggiano Bastogi: Malincuore (2011), Nicu Sciagura (2015) e Morta di gioia, che è uscita sulla rivista “La nuova tribuna letteraria” (2008). La scrittrice, donna colta, trae molti spunti non solo da solide letture, ma anche dall’aver prestato il suo lavoro ai Servizi Sociali, conoscendo così da vicino realtà molto dure e tragiche che in parte vengono trasferite in queste pagine, rivelando sempre una grande misura e discrezione. Come nel primo volume di cui queste pagine costituiscono una sorta di felice seconda parte, la Aparo si rivela capace, per riprendere le intelligenti notazioni di Patrizia Purpura relative al romanzo dell’esordio, di offrire al lettore “un affresco di emozioni dal gusto tipicamente siciliano descritte, tuttavia, con una tecnica nuova, di immediata suggestione”. I profumi, i suoni e i sapori della natura siciliana sono presenti in ogni pagina di questo agile e splendido libro. A quanto so, di questo testo hanno sinora parlato con intelligenza tre intellettuali: Franchino Falsetti, la docente e saggista di rara finezza,
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Antonella Cagnolati e la studiosa spagnola, Milagro Martin Clavijo. Il primo ha notato che questo romanzo “dà un segno di continuità al precedente Càlata”, richiamando “storie già narrate, ma inesauribili, come gli amori descritti da Pirandello e da Verga”, la seconda sottolinea che la narrazione della Aparo “colpisce mente e sensi” lasciando ogni volta il lettore turbato “per la profondità dei sentimenti, per la complessità di un intreccio che scorre lento ma inesorabile verso un finale che ha il sapore dell’antica tragedia greca”. La terza poi, a cui si deve, oltre alla bella traduzione spagnola dell’opera, in una densa e acuta prefazione, osserva: “il continuo cambio di prospettiva che la scrittrice utilizza per far arrivare al lettore la storia che ci racconta”, alternando con abilità “distinti punti di vista: quello di Fifì Tarantola, di don Angelo, per molti anni parroco del paese in cui la vicenda si dipana, del dottor Montera, della di lui serva Crocefissa, di Croce, di Lia, ecc.”, passando nella narrazione, in maniera del tutto funzionale, dalla prima alla terza persona. Nelle pagine dell’opera, il cui titolo deriva dalla lapidaria frase finale del capitolo sesto: “Il silenzio era l’autunno del mare”, la Aparo testimonia la propria fiducia in un futuro migliore, come viene comprovato, oltre che nella dedica ai nipoti “per le gioie” che le loro vite le danno, da alcuni passi del libro. Significativamente nelle righe conclusive del volume si legge: “Un vento timido, incerto, che sa d’autunno e preannuncia la primavera, passa sul paese e lo accarezza: è umido, porta l’odore del mare e il sapore salato del silenzio”. Il mare così fortemente presente nel volume è inteso in senso metaforico. Ciò mi ha fatto pensare non solo al Moby Dick di Melville, ma anche alla poesia Mare mattutino di Kavafis. Nel primo capitolo del romanzo dello scrittore americano dell’Ottocento sta scritto:”Sì, come tutti sanno, meditazione e acqua sono sposati per sempre. […] Perché i vecchi Persiani consideravano sacro il mare? Perché i Greci gli assegnarono una divinità separata ch’era fratello di Giove? Certamente tutto ciò non è privo di significato. E ancora più profondo è il significato di quella storia di Narciso, il quale non potendo afferrare con le mani la tormentosa, gentile immagine ch’egli vedeva nella fonte, vi si tuffò e annegò. Ma quella stessa immagine noi la vediamo in tutti i fiumi e in tutti gli oceani. È l’immagine dell’inafferrabile fantasma della vita; e questa è la chiave di tutto” (Melville 1982: 40-41). Per parte sua il maggiore poeta greco moderno scrive: “Fermarmi qui!
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Mirare anch’io questa natura un poco.// Del mare mattutino e del limpido cielo // smaglianti azzurri, e gialla riva: tutto // s’abbella nella grande luce effusa.// Fermarmi qui. Illuso di mirare // ciò che vidi davvero l’attimo che ristetti, // e non le mie fantasime, anche qui, le memorie, le forme del piacere” (Kavafis 1978: 161). Mare sacro dunque, mare in cui proiettare quelle che Kavafis definisce le mie fantasime e che Melville considerava immagine dell’inafferrabile fantasma della vita. Con L’autunno del mare anche Ester Aparo va a caccia dell’inafferrabile fantasima della vita. Il volume si apre con il ritorno a Càlata, dopo vent’anni trascorsi in Germania, di Onofrio Ventura (Fifì), ex pastore fuggito dalla natia Sicilia per avere i soldi necessari per rimettere in sesto la cadente casa del padre e soprattutto per riprendere Lia, la donna amata, distrutta nel fisico e nella psiche per lo stupro subito, poco prima della sua partenza, ad opera dal parroco, padre Angelo, che riesce a” sfogare la propria lussuria”, proprio lui le cui prediche erano folte di “visioni tetre e minacciose” con cui terrorizzava i fedeli. La sua ignobile azione non viene punita per la complicità del medico e di Crocefissa in nome della rispettabilità del prete e del paese, evitando così “scandali e sospetti, per il bene di tutti”. Onofrio Ventura spera di assicurare alla donna che ha amato in gioventù un tetto e il suo mantenimento. A quanto mi ha puntualizzato l’autrice stessa in una lucida testimonianza: “Fifì non capisce subito ciò che è accaduto alla donna. Solo nella lontananza la memoria gli restituisce il vero senso del suo malore. Emigra, come sempre fanno tutti i migranti, per costruire un futuro migliore per sé e per Lia, che crede solo malata, perché si crede sempre alle parole del dottore e del prete in un piccolo paese di povera gente ignorante”. La violenza subita da Lia lo indurisce guidandolo alla vendetta verso coloro che l’hanno ridotta ad una bambola di pezza. Significativo è ciò che si legge sul finire del secondo capitolo: “Aveva trovato una creatura spenta, rannicchiata su una poltrona, quasi incapace di muoversi, di parlare, una fotografia sbiadita dal tempo: i capelli corti, lisciati a liberare il viso inespressivo, i movimenti ripetitivi delle mani che s’incrociavano e si scioglievano senza posa, lo sguardo muto. La pelle scolorita nell’ombrosa quiete non aveva più memoria dei colori del sole, inflaccidita,
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ricopriva un corpo abbandonato, senza vita. Solo le mani, scarnite e venate d’azzurro, ricordavano l’irrequietezza d’un tempo”. La vendetta tuttavia verrà realizzata unicamente nei confronti del sacerdote, che viene gettato in mare mentre prendeva il sole seduto su una sedia nelle vicinanze del pensionato in cui trascorreva i suoi giorni. Il medico invece verrà inopinatamente trovato morto. Nel paese di poche anime, trasformato profondamente nei vent’anni passati nella fredda Germania assieme ad altri emigranti, l’unica a riconoscerlo immediatamente è un’anziana donna, Margherita, cieca e sciancata. Fifì, inizia un percorso doloroso che gli fa ricordare un passato degno di essere raccontato. Oltre al mare le altre parole chiave del libro sono vento, ricordo e memoria. A proposito di questi ultimi termini riprendo un’altra testimonianza della Aparo, scrittrice che sa raccontare storie udite dai suoi personaggi che le si presentano così come si era presentato Fifì dopo essersi mostrato solo sullo sfondo nel libro dell’esordio. Emblematicamente la scrittrice mi ha scritto: “La memoria è rappresentata soprattutto da un’anziana, donna Margherita, o forse da qualche altra che l’ha sostituita nel tempo perché è comunque sempre la vecchiaia a conservare memorie e storie in ogni comunità”. In effetti il suo commento laconico alla notizia della morte dell’anziano prete è: “La ruota del tempo ha ripreso a girare!”. Altri elementi importanti del libro sono pure l’efficacia con cui vengono descritti i paesaggi e la capacità della scrittrice di far annusare al lettore l’aroma profumato dei fiori di gelsomino, della citronella, del rosmarino e delle erbe selvatiche l’odore del mare e di fargli assaporare la fragranza di piatti come la “parmigiana, ricca di melanzane e profumata di basilico, rossa di sugo di pomodoro e bianca filante di mozzarella, con sopra gli occhi bianchi e gialli delle uova a decorarla”. Usando una prosa armoniosa e di austera nudità, che non disdegna il ricorso all’utilizzo nei capitoli terzo, quarto, sesto e sedicesimo dei versi di popolari cantilene dolenti, la Aparo ci aiuta a svolgere nella vita il ruolo che ci è permesso, recuperando tramite la sua tavolozza di colori fascinosi quei frammenti che costituiscono il mosaico della sua storia, narrata con singolare finezza e insieme forza.
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Riferimenti bibliografici
Kavafis, Costantino. 1978. Poesie. Traduzione è di F. M. Pontani. Milano, Mondadori. Melville, Herman. 1982. Moby Dick. Traduzione è di Renato Ferrari. Novara, Istituto Geografico De Agostini, vol. I.
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