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NOTA A LOS LECTORES

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Al iniciar nuestro tercer año en la p u blicación de MONTHLY REVIEW deseamos desarrollar con mayor amplitud un tópico de la NOTA A LOS LECTORES publicada en u n número anterior. Concret a men te, n os referimos a la participacIón que las inqu iet udes latin o­ americanas deben ten er en n uestras su cesivas ediciones. A nadie escapa, él es ta altur a del siglo, la importancia que asume el desarrollo h istór ico latin oamericano -con manifesta ciones co ncre ta:; cada Ve'!. más vlsibles- en la marcha de la humanidad hacia u na socIedad donde la expl otación sólo pueda verse en I(ls m useos, como recor­ datorio de un triste pal>ado. Los pl'llblemas latinoameri­ canos son los de Africa y Asin, inseparables en sus causas profun das pero cr.m sus propi;:¡~ peculiaridades en las m anifestaciones inmcdi:¡las. De mlme/'s que una publica­ ción qu e enfoca la coyuntu r a internacional en su con­ junto deberá h acer todo 10 posIble por no incurrir en Qmisiones. La edición castella na de MR llene la obligación de contr ibuir al esclarecim iento m ll ndial acerca de los pro­ b lemas q u e aqu ejan a los latin oamericanos en su mar cha hacia el socialIsm o. E s un vehíc ulo de comunicación mun dial, dond e cada revolu cionario asu me su parte de informar a los d emás. A nosotros, los latinoamericano", nos compete este vasto terreno ; de todos nosotros deber.. surgir los ar tículos que reflejen la reali dad de cada p afs : de los latin oa mericanos debe nacer u n equipo de corres­ ponsales y colaboradores perman entes para M ONTHLy rlEVIEW. Las selecciones en Castellano de MONTHLY R E­ VIEW comienzan su t er ce r año de ap arición regular :¡ consecutiva. El ha cerlo ba jo el símbolo de un a mayor participación de las inq uietud es latin oamericanas es una legítima expresión de deseos. El hacerlos Teali dad está en sus manos, amigo lector. HASTA L A PROX IMA

lVIONTHLY REVIE" / -

SELECCIONES EN CASTELLANO

N9 26 Octubre-Noviembre de 1965 Afio III

INDICE EDl'l'ORrAL

l.-La luchn anlicolonialista p.n Estado~ Unidos, por Leo Hu­ ber¡;nan y Pau} M. Sweezy .,.......... ,...........................................

3

LATINOAMERICA 2.-La 'revolw"¡(ín en PerlÍ. concepcio1les y perspectivas, por Luis F. de la Puente U ceda ........................... ................ .........

17

PROBLEMAS DEL SOCIALISMO

3,-Plani!icacióll. me /'rado e incet.tivos, por Maurice Dobb, un especialista y Chnrles Bettelheim ..... ' ....................... .. .".. . 37

4.-León Trot.sky seglÍn Isaac Deutscher. por Marcel Liebman

45

SUSCRIPCIONES EN CHILE Anual 02 n úmeros) ""........ " ........ " ...,.................... EO 14 ,00

Semestral (6 n úmeros) ........................... _......... ,,,.. . 7,50

1,3.0

Ntimeros sueltos ........... .............................. '.............. . 1':.' U·1/\ P tlbllcoelón d e Edltortal P rensa LaUnwm erlcnnll S. A, ( PLA) , RepToduecll\a de ID. edIción nrgen rlnn. Los tmbnjos edlUUlos son d e responsab1Udo.d excIuslvn de lIUF &.\Jtort's Y' no comprome ten la responaabllldad polltlca de PL..'I.. Director : CarIo"

riel.

&la.z&r Unuúia. Correepondenola 1\ nombre de: Prensa Lt\Unoamerlcana. S . A., Ca.. alUa N9 10430 Sa ntiago Distribución: Root N 9 537, Fono 311988. Prohiblda la repro­ du<lC1ón tot al o P4'l'dal

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I


LA LUCHA ANTICOLONIALlSTA EN EE. UU.

a ra u e o

Leo B uberman y PauJ 1\1. Sweezy

EL SOOIAI..l6MO BK OHILB T BN IIL MUNDO

Un disturbio (riot), de acuerdo con ]a definici6n de Webster, una "acción desenfrenada o perversa, alboroto, tumulto". Sin duda hubo mucho de esto en Los Angeles durante los cuatro o :inco días que siguieron al 11 de agosto de 1965. P ero usar el término disturbio para definir la totalidad de 10 que alli ocu rri6. como ha hecho la prensa en general, es desviarse del rumbo por el cual debe buscarse la explicaci6n de los acontecimientos. Porque )0 que importa sobre todo no es la conducta desenfrenada de los residentes del distrito de Watts, en caso de que la hubiera, sino las claras y definidas peculiaridades que entrañó su actitud. Tales rasgos distintivos derivan de causas y motivos subyacentes, y de­ jan entrever lo que vendrá. Esto que podría quizá definirse como la forma clásica del dis­ turbio racial en los Estados Unidos no surgió de la agresión de los blancos contra negros que se hubieran posesionado de los sectores de ocupación y vivienda pretendidamente exclusivos de los blan­ tos. Fue una forma totalmente distinta de conflicto la que surgi ó on la formaci6n de ghettos negros en las grandes ciudades del norte y del oeste. Desde el principio dichos ghettos fueron contro­ lodos desde afuera por gobiernos blancos que actúan principal­ mente a través de la policia, a la manera de un ejército de ocupa­ ción. La analogía con la situación imperante en las colonias de las potencias imperialistas europeas es perfecta. Como lo dice Franz Fanon: ~

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CASILLA

1 04 30

SANTIAGO

En los países colOlrlla.les . .. el policía y el solda'Cio , por su presen­ dn. Inmediata y su acción directa y frecuente mantienen contacto (l1l el nntivo y le aconsejan quedarse quJeto mediante la fuerza per ­ lIunslva de las culatas y el napalm. Es aqui evidente que los agen tes del gobll'I1DO hablan el idioma de la fuerza pura. El in termediario no ulLVl..:/\ la opresión ni trata de disimular el domlnio; anLes bien los xhlbe, con la concIencIa tranquila de un defensor de la paz; pero es J quién 1n~roduce la violencia en el hogar y la mente del n ativo. (The 'Wrct.~hed 01 the Eartb, p. 31>.

Monthly

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Fanon explica de qué manera esta situación genera en el na~ tivo sentimientos int ensos de amargura y odio contra todo el siste­ ma de opresión del cual es víctima, y en especial contr a sus inme­ diatos agentes armados. Las reacciones del nativo son complejas y sufren una evolución típica. En las etapas p r imeras idea formas adecuadas de evasión y sabotaje (que el opresor denne como indo­ lencia, artería, estupidez, desh onestidad, et c.). Descarga sU rabia y su agresividad contra sus pr opios compañeros (según el opresor esto parece demostrar una predisposici6n a la violencia insensata). Gradualmente, en parte como result ado de su p ropia experiencia y en parte inspirado por el ejemplo de oh'os, emprende la lu cha contra los propios opresores y al hacerlo se yC'rgue transformado -para sus ojos y para los de] mundo- en un hombre nuevo. "La descolonizaci6n nunca lrans{!urrc i.nadvcrtida, pues influ­ ye sobre los individuos y los modIfica fundamentalmente. Convier­ t e a espectadores anonadados por su situación marginal en actores privilegiados, sobre los que alumbran lns poderosos reflectores de la historia. Confiere a la existencia un rilmo natural, introducido por hombres nuevos, y eon él un nuevo lenguaje y una nueva cali­ dad humana. La descolonizaCJ.ón entraña en verdad la creaci6n de h ombres nuevos. Pero esta creación no debe nada de su legitimi­ dad a poder sobrenatural alguno; la "cosa" que fue colonizada se t orna hombre a través del mismo proceso p or el {!ual se libera" (I bid., p. 30). Cualquiera que examine con cuidado las informaciones sobre lo qu e ocurrió en Los Angeles se asombrará del grado en que esa lu cha se asemeja a la lucha del nativo contra el colonialismo des~ crita y analizada por Franz Fanon. No hubo choques indiscrimi­ n ados entre negros y blancos (al igual que en los sectores nativos de las ciu dades coloniales, hay pocos resldent es blancos en Watts, y por razones obvias los blancos se mant uvieron alejados durante la lu cha) y n i uno solo entre negros. Una crónica de Walter Ruga­ ber en el New Yor k Times del 17 de agosto hace decir a un traba­ jador negro qu e uhabía tenido miedo - "Sí, señor, miedo"- mien­ tras [los disturbios] se desarrollaban. P ero tuvo miedo de la poli­ cía blanca de Los A ngeles, no de sus camaradas negros de las ca­ lles". Las cifras disponibles sobre bajas, aun muy someras al tiem­ po de escribirse estas lfueas, hablan sobre este rasgo típico que fu e e l miedo. (Según New sweek (30 de agosto). "De 36 muertos, 29 son negros. La mayoría fue ron tiroteados por guardias y policía& e n las acciones pa r a r establecer el or den". Y bay pruebas abruma­ doras de que todos los n egros, n o impor t a cuál fuera su grado de ~

MOIl /hiy RevicTIJ

militancia en la lucha, fueron consider ados como enemigos por la policía. Un incidente relatado por Walter Rugaber, con referencia al trabajador negro ya mencionado, lo dice con elocuencia : "Shorty, que no quiso que su nombre apareciera en los perió­ dicos, demostraba una amar gura muy frecuente en los negros de la z.ona de los disturbios, incluidos los más sobrios y respetables". "Ayer por la mañana, tras uno de los peores incidentes, había salido a comprar le che. E ra para él tan sólo u n domingo más, e iba saludando a los amigos al pasar con su automóvil. " De pronto, dijo, n o menos de seis coches policiales le cerra­ ron el paso. Le hicier on salir del vehículo y cOmenzaron a r egis­ t rarle. Sborty alzó l os brazos en el aire y los apoyó contra una pared para que ruera evidente lo que se le obligaba a hacer. "Agregó que un oficial le insultó y vociferó: "Mejor te m et es en tu casa, o te matar emos antes que termine el día". Tal vez no haya mej or modo de poner en descubierto la natu­ raleza real del conflicto de Los Angeles que f ormular una simple pregunta: ¿Qué habría sucedido si la policía. y más tar de la Guar­ dia Nacional, en vez de movilizarse para restablecer "la Ley y el orden", bubiera11 permanecido totalmente alejadas de Watts? ¿Ha­ bda habido matanza maslva de sus habitantes? ¿Habría sido in­ cendiada basta los cimientos toda la zona? Desde luego que no. Com o ya hemos visto, la mayoría de las bajas derivaron precisamente de la acci6n de la policía y de l a Guardia. Y no hay por qué suponer que las características de la violencia contra la propiedad habrlan sido distintas de las qu e fueron si no hubieran inten tado interferir las fuerzas armadas del estado. Citemos otra vez al NewS1veek del 30 de agosto: Durante el apogeo de los dIsturbIos parecia que se trataba de una depredación indIscriminada. Pero, una vez restablecido el ord en , el testimonio de 1M calles reveló otra cosa. Hubo abundantes pruebas de actos de pillaje sistemá tico y selectivo. Las viviendas de negros y mexicano-norteamericanos adyacentes a las ca.lles comerciales que­ daron intactas y li) rrililmo ocurrió con 10s comercios negros (y chinos, Inclus<» que proclainaron su ldentillcación mediante leyendas phlta­ das a toda prls" ~ "Blood" (sal/lgre o paren tesco), uBlood Brother" (her­ ma!lo de snngrel o "Soul Brotber" (hermano espiritual). Las tiendas de los b1aneos habían sido saqueadas por Lodas partes, pero determi­ nadas empresas parecieron espeCialmente sefialadas para la tea m­ cl'Odlarla. entre ellas un supermercado sospechoso de haber vendido nllmentos en mal eSLado, descartados por 108 comercios de los barrios blancos. MontMy R(;l'ie/l'

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U n relato inédito escrito por un residente de Los Angeles con amigos íntimos el~ el área de Watts, y que nos fue transmitido por un suscriptor de MR, hace la misma observación y añade detalles reveladores: La mayoría de las tiendas destruídas €ran tiendas en cadena o grandes comercios. Sólo las tiendas pe Queñ as cuyos propietarios er841 muy conocidos fueron atacadas. Desde luego. el slogan de la revoJu­ ción era "Bum, baby, burn" (quema, chico, Quema), cantado y gri­ tado por los cientos de personas que se conl{regaron para contemplar cómo se quemaban los edificios, en muchos casos bloqueando el ca­ minoa los carros de incendio, y h aciendo 10 poslble por lmpedides llegar y apag'a r las llamas , para 10 cual les arrojaban ladrUlos, bote­ llas, etc. Muy pocas t1endaS de propiedad de negros fueron tocadas, y ninguna vivienda o calle residencial Unas 200 personas avanzaron por la avenida Wllm.ml{ton, cruzaron frenle n la casa de nuestros amigos, pegaron fuego 0.1 mercado y In Liando de licores, y luego pa­ saron a la otra vereda para hublnr coo la ~ente Que se habia asoma­ do a los "porches", Se mostraron muy cort<!scs. y dijeron: Buenas tardes; queremos Que SCpllD Que no la.stimaremos ni usustaremos a ninguno de ustedes: s610 estamos dándole al Blanco su merecido (we are j ust glvlng Whitey what's comlnl{ te hlmL Parece obvio concluir que habría habido muchas menos bajas, e incluso podría sUpOllé'rSe que no habrían sido destruidas tantas propiedades, si la policía y la Guardia se hubieran mantenido al margen. ¿Por qué, entonces, no lo hicier on así? ¿No es misión de 18 policía proteger la vida y la propiedad? Y si el mejor medio de lograrlo era mantenerse al margen , ¿por qué no lo hicieron ? La respuesta lógica es que la función primaria de ]a pCllicía no es proteger vidas detenninadas o sectores de propiedad espec:­ fle os sino proteger el sistema. de propiedad vigente con su corola­ r io de relaciones sociales. Si el cumplir esta misión fundamental implica sacrificar vidas y hacer peligrar la contextura material de la propiedad, paciencia: el sistema e stá primero, no importa a qué precio. Es exactam ente la misma lógica que impulsa a los Estados Unidos a segu ir en Vietnam una política empleada en proteger la "libertad" de ese país aun cuando la consecuencia sea destruir literalmente l a totalidad de su población y de su riqueza material. Es absolutamen te ob vio que el at aque negro y la incautac.i.ón de la propiedad de los amos blancos (los defensores del orden social existente, desde luego, hab1an de " saqueo") constituyen una au­ téntica amenaza contra el sistema. Si los negros de Watts consi­ guen sali rse con la su ya podrán hacer lo propio l os n egros de otras

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Ul!vicu

ciudades. Y si lo hacen los negros, también podrán hacerlo los blancos pobres. Las erupciones de esta clase encierran siempre una potencial reacción en cadena y es p reciso, por lo tanto, supri­ mirlas con el máximo de rigor por parte de los beneficiarios y sostenedores del sistema. Es este aspecto de amenaza al sistema lo que otorga cierta jus­ t ifi cación a eso de llamar revoluci6n al episodio de Los Angeles (como en el relato citado más arriba). Empero, en otro sentido r e­ sulta equívoco hablar de revolución o siquiera de ensayo de revo­ lución. Por cierto q ue el propósito de los manifestantes no fue ornar el poder, n i aun al nivel local Fue sólo el de "darle al Blan­ co su mereci-do", esto es, tomar represalias por toda la mL<leria, la indigni dad y la humillaci6n impuesta a los h abitantes del ghetto por los blancos y su pútrido sistema Este er a un objetivo f ácil de comprender y, como lo probaron los hechos, plenamente accesi­ ble, No sól o p erdieron l os am os decenas de mi1lones de dólares en propiedades ; lo que es más, los blancos (y negros de clase media) del área de Los A ngeles y aún mucho más allá sintieron peligrar su s vidas. N o fu e vana retórica que N etvsweek hablara de una "n ación a terrada"; millones de blancos hasta ahora complacientes despertaron de pront o a la realidad de que quienes habían venido prediciendo precisamente este tipo de explosi6n hablaban muy en serio. En W atts se hizo r ealidad aquello de "La próxima vez te quemo". Estos h echos no son de poca monta; ellos t ornan ridfculo el aser to, repetido ad nauseam por la prensa y la radio, de que la violen cia estallada en Watts fue irracional y sin sentido. N o sólo sirvió par a poner de r elieve sentimient os perfectamente justifica~ dos de r abia y frustraci6n; al obligar a l a oligarquía blanca de este pros a a preciru' p or lo menos parcialmente el estado d e cosas real, el episodio ha servido par a ayudar él los negros (y blancos) casti­ gados por la miseria, a obtener conquistas significativas, tal vez en medida mayor qu e cualquier protesta n o violenta. Pero el verdadero sentido de la explosión de Los Angeles debe buscarse en otra p arte. Recor demos las palabr as de F r anz Fanon citadas más arriba: "La "cosa" que fue colonizada se torna hombre través del mismo proceso por el cual se libera", Y esto otro : "El hombre colonizado encuentra su liberación en y por la violencia" (TIte W'I"etched of the Ea'l"th, p. 67) , P ese a que los testimonios son aún muy someros, existen poder osos indicios de que el estallido de Los Angeles ha tenido pl'ecisamente este efecto humanizador y li­ ontltlv RClJiC'w

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brador sobre los habitantes del ghetto de esa ciudad. "Hemos sur­ gido a la vida - declara un m ecánico de Watts, citado por W alter Rugaberber- ; no volveremos a la esclavitudll (N ew York Times, 17 de agosto). Y Newsw eek in form a (30 de agosto), con rierta mezcla de admiraci6n y sorpr esa, que " Cuando el tiroteo hubo pasado much os de los mismos bandidos juveniles que h ablan p ar­ ticipado de la depr edación días atrás se dieron ordenadamente a la tarea de distribu ir excedentes alimenticios gubernamentales entre los adultos y niños negros necesitad os". H arry N elson , re­ por t er o del Washington Post, entrevistó a u n psiquiatra negro que dir ige u na clínica de enfermedades m entales en la zona de Watts. He aquí algunos fragmentos de su crónica r eproducidos p !'> r la York Gazette an d Daily del 23 de agosto: "Se sienten moralmente justificados por lo que han hecho -dijo el Dr. H arold W. Jones-¡ 10 consideran como una revuelta m ás b ien que como un disturbio, y por 10 tanto sujeta a un sistema de valores distin to. Juzgan SU insurrecci6n co~o una oportunidad para alcanzar dignidad y respeto. Es como si se dijel'an: "Vale más ser temido que despreciado" ... "Afirmó que es verdad ~ue el disturbio no tuvo lideres, pero que n o es cierto que no tengan lider es los negros de esa comuni­ dad". "El psiquiatra considera el episodio no sólo como una rebelión contra los blancos, sino como una tentativa de dar a la conducción negra una posición negociadora de igualdad -de la cual hoy care­ ce- frente a las autoridades blancas. '<Los manifestantes, según cree, wvieron en sus acciones una motivación común - la deter minación de demostrar su fuerza usando la vio1encia- , y en este sentido el movimiento no careció de una OrIentación. "Dice también q ue la depredación y los incenmos no fueron meras expresiones de pasión incontrolada, sino que fueron contro­ ladas en la medida en que estuvier on dirigidas principalmente contra comerciantes que, en opinión de ]a gente, explotan al VI"­ cindario sin aportar nada al bienestar del negro .. . "El Dr. Jones expresó que los negros tienen ahora más con­ fianza en sí mismos y en su poder, y se mofan de las afirmaciones de que las autoridades de la CiUdad han ganado la batalla" ¿Puede haber más flagrante confi rmaciÓn del aserto de Franz Fonon en el sentido de qu e "el h ombre colonizado encuentra su liberación en y por la violencia? La verdad es q ue no tiene olro

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litO/11M)' Neview

medio de expresar su condición hu man a que oponer su propia violencia a la violencia intrínseca de sus opresores. L a al ternativa es una sola: mayor sometimiento y degradación. L os negros de Wa tts han rechazado tal alternatlva de una vez y para siempre, y el resultado bien podría constituir un hito decisivo en la historia nortea mericana. Todos los otros gh ettos de la nación seguian los episodios de Los Angeles con intenso interés y apasionada simpatía. Un obser­ vador destacó que Harlem era como una bomba lista p ara explo­ tar: hub ier a b astado con que algún policía diera u n pisotón invo­ luntario a un negro. H u bo un estallido serio en Chicago cuando un cami6n de bomberos derribó un poste de alumbrado causando la muerte de una mujer negra; y se produjeron reacciones menor es en lugares tan distantes como Hartford, en Connecticut, y Spring­ field, en Massachusetts. Que no estallara en agosto u n levanta­ lniento negro mucho más amplio se debió, probablemente, al hech de que la nueva fase de "descolonización " de la lucha negra, a mferencia de la lucha tradicional por los derechos civiles, se en­ cuentra todavia en la infancia. A medida que la nueva conduccián se desarrolle, a medida que se abran los canales de comunicación y se establezcan vinculaciones organizativas, cabrá esperar un grado mayor de coordinación en lo que respecta a los actos agre­ sivos del futuro. La cuestión del surgimiento de una nueva conducción es hoy de crucial importancia. Los Angeles probó en forma concluyente que ni los politicos negros adheri 'los a los partidos políticos de la vieja guardia n i los lideres de las organizaciones establecidas pro derechos civiles tienen influencia alguna en los ghettos. "Sobre el papel -destacó Newsweek el 30 dl:'! agosto- los negros están b ien representados en el funcionariado de la ciudad: u n diputado, tres concejales u rbanos (dos años atrás no había ninguno) dos miem­ bros de la Asamblea y un integrante de la Junta de Educación. Pero de entre ellos sólo uno, el asambleísta M ervyn Dymally , vive en Watts " Estos instru mentos de la estructura del poder b lanco n o hicieron esfuerzo alguno por jugar un papel en los sucesos de agos­ in: su fracaso result6 evidente hasta para ellos mismos. Martín Luther King trató de tener alguna participación y descubrió mu y pronto que el prestigio ganado en la luch a estrechamente refor­ mista contra el sistema Jim Crow en el sur no cuenta para narla dentro1el ghetto. LR crónica de Newsweek sobre el ruidoso fra~a50 de King en Los Angeles es h arto ilustrativa. y vale la pena ci­ larla in extenso: I

MOnlMy RélliéUl

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"En toda la historia de la rebeli6n negra ningún líder indivi­ dual ha movilizado más hombres que Martin Luther King para la acción no violenta, disciplinada, en nombre de Dios y por la causa de la igualdad. Y con todo eso, no había acabado King de poner los pies en Los Angeles cuando se le hizo evidente, con la fuerza de una bofetada, la profundidad del abismo que le separ a a él, n o menos que a los norteamerican os blancos, del ghetto negr o en ar­ decido. Se apareció como el mariscal de las victorias negras en el sur, pero cuando se internó en Watts escoltado por fuerte guar dia, un adolescente exclam6 a su p aso: "Ah ... aquí nos mandan otro negro para que nos diga 10 que nos conviene . .." Fue a ofre cer esperanza al ghetto, y alguien le can tu rreó esta bienvenida sar­ cástica : "Un sueño tuve yo, un sueño tuve yo .. . Maldito si nece­ sitamos sueños. Necesitamos empleo. "La conducci6n negra no necesitaba la prueba del per egr inaje de King par a confirmar In realidad concreta que reflejaron los dis­ turbios de Los Angeles: que el movimiento ortodoxo pro derech os civiles n o ha llegado hasta las masas negras en las ciudades del norte. .. "Las organizaciones pro derechos civiles han fracasado - confesó francamente James Farmer. del CORE--¡ ningun a tiene arr aigo en el ghetto de Watts" . . . C uando se produjo el estallido en Watts muy pocos Hd~res negros, aparte de King, pensaron que valiera algo llegarse hasta el lugar. "No me sentirla tranquilo - declaró Whitney Young, de la Liga Nacion al Ur ban a- a menos que pudiera decirles: ''Deténganse, he conseguido unos empleos para ustedes". "También King habría podido quedarse en su casa. Celebró una ent revista con los lIderes n egr os locales, que hablaron durante tres minutos cada uno para explicarle las cosa s que andaban mal en Watts. La síntesis de sus respuestas fue que todo aoadaba mal. Concert6 una r eu nión con el alcalde Sam y orty . " y el jefe de policía William Par ker ... Después de dos horas, King salió decep­ cionado de la sede del municipio: "Realmente n o h e encontrado aquí volunta d alguna de hacer algo", dijo. "L a visita a Watts le r eservab a todavía una desventur a peor . Fue en un l úgu br e sal ón ubicado en u n segundo piso. K ing se vio r ápidamente rodeado por trescientos negros exasper ados. IC_ La gente -dijo uno-- no encuentra malo cuanto ha pasa­ do. N o tenía nada que perder . Carece de empleos y de viviendas decen tes ¿ Qué otra cosa podía hacerse ? "-Bu-rn, baby, burn - intervino otro, y sus palabras fueron salu dadas por aplau sos y risas. 10 Monthly Reviell.l

"U n pelmazo qu e interrumpia constantemente fue sacado del lugar , y King pudo por fin iniciar sU discurso. Comenzó una frase diciendo: "Debemos estrecharnos las manos ..." " ' .. ¡Y quemar!", interru mpi6 alguien , y otr a vez el auditorio estalló en carcajadas, King insisti6: "Todos vosotros sois criaturas de Dios. Habrá un m añana mejor . . ." " ¿Cuándo, demonios, cuándo ?" , le i nter rum­ pieron de nu evo. Por fin logró King que la muchedumbre le escu­ ch ara con atención, pero más tarde cance16 otr as intervenciones q ue tenía previstas en la zon a de los disturbios, por "razones de seguridad". Watts, evidentemen te, babia sido una b atalla perdida. La con­ u cción n egra no podía sino deplorar los desórdenes, ap!,obar el uso de toda la fuerza necesaria para reprim irlos, y aumen tar la presión en busca de soluciones". Difícil sena inventar un epitafio mejor: "N o podla sino apr o­ bar el uso de tnda la fuerza necesaria para reprimirlos". Delante mismo de nuestros ojos, la conducci6n negra del pasado se va ransformando en la conducción anti-negra del futuro. ¿Y la nueva conducción negra del futuro? Aún no ha terminado de emerger a la luz del día, pero h ay multitud de indicios de que evoluciona con rapidez, y de qu e su actitud y sus perspectivas representarán una r u ptura abrupta con el pasado. El informe inédito citado más arriba comenta est~ aspec­ to del caso Los Angeles en los siguientes términos: Hay muchos in cidentes e impresiones que nos

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la que actuó a qui no fue una gentuza ulul ante y sin lider es, como pre­

tende afirmar la est ructura del poder. No hay duda de c)u~ la cosa. empezó espontá,neam en ie, pero el terreno se mostró tan propIc10 Que par ecIó como sI Lodo h u bler'\ sido ensayado y preparado. A los blan­ cos se 1es antojó 00 movimiento sin líc1l:' res, porque los lideres resne­ tables perman ecieron totalmente al m .. rpen . Pero uno podía a dver­ tIr el Uderazgo y la organIzacIón - no cabalmente desarrollados y coordinados, no con programas elaborados de alto vuelo, pero los h a­ bía, de todos modos- o y aunque la comunidad blMIca no distingue aún a los lideres, tendrá que vérselas fI"enle a ellos andando el tIempo. En esta etapa no se puede más que especular acerca de la es­ t.rategia y las tácticas que esta nueva conducción habrá de desa­ rro1lar en el curso de la lucha. Pero una co~a parece absolutamen­ te ('lara: será una conducción agr esiva y no r etrocederá ante el uso de la violencia, que es el arma n atural de los opr imidos. Quizá pueda colegirse un indicio de su naturaleza en el rápido sura i -

Monthly Review

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miento de los Diáconos pro Defensa y J usticia, organizaclOn semi­ secreta sureña dedicada a contrarrestar el terror blanco por todos los medios que sean necesarios. En pr in cipio, los Diáconos no se diferencian del movimiento que encabezó R obert Williams en Monroe , Carolina del Norte, varios años atrás. El hecho de que Williams fracasara y fuer a forzado a huir del país debido a una acusación fraguada de rapto , mientras que los Diáconos se han es­ tablecido sólidamente en una vasta región del extremo sur, de­ muestra sencillamente que los tiempos han cambiado, y que lo que fue prematuro a fines de los años 50 y principios de la década de l 60, hoy fig ura como tema primero de] or den del día. En su edición del 4 de septiembr e, el N Cltiona.l Guardiafl public6 una entrevista de su corresp onsal Wi11iam Price con Crales R. Sims. dirigente Diácono y presidente de la sección BogaJusa (Louisiana) de la organización. He aquí una de las pregwltas y su respuesta: "P. - En vista del reciente estallido de violencia en Los An­ geles y también en Chicago, ¿qué podría comentamos usted sobre su significación o ~obre la medida en que habrían podido variar las cosas, de haber habido Diáconos en Los Angeles y Chicago? "R -Bueno, antes que nada, para ser franco, no veo cómo hubieran podido ser distintas las cosas con la presencia de Diáco­ nos allí. Pero hay algo que tal vez habrfa marcado una diferencia: me refiero a una conducción apropiada. Pienso qu e toda esa gente que ha sido muerta en Los Angeles murió inútilmente. Con una conducción adecuada y una planificación adecuada no ten dríamos tantas muertes. S6lo una cosa puedo pensar: si los D iáconos hu­ bleran iniciado allí la co:;a, y visto cómo ha estado peleando esta gente, habría significado la revolución en California. Porque los Diáconos no ceden un palmo de terreno: lo toman". Se puede estar bastante seguro de que los activistas de Los Angeles advirtieron las deficiencias de liderazgo y planificaci6n de la revuelta con tanta claridad como 10 bizo Charles Sims contem­ plando la escena a miles de kilómetros de distancia. y puede creer se también con bastante certidumbre que aquéllos -lo mis­ mo qu e sus her manos de Chicago, Nueva York, Detroit y otros centenar es de ghettos en todo el pais- se han puesto ya a la tarea de corregir estas deficiencias con un espírItu muy parecido al d~ Charles Sims y los Diáconos del extremo sur. De ahora en adelan­ te los ver emos, con toda seguridad, cada vez menos dispuestos a ceder terreno y más decididos a ganarlo. 12

MOnlhly Rellí

¿ Cuáles serán I. os objetivos de la fase de "descolonización" de la lucha, que hoy se inicia ?

En términos gener ales. la. respuesla es clara: libertad, digni­ dad, respeto para ellos y par a los demás, todo ese complej o que en las colonias p ropiamente dichas constituye el objetivo de la autén­ tica independancia n acional. En este sentido, n o cabe duda de que la lu cha negra en los Esta dos Unidos está en proceso de transfor­ marse en una lucha nacionalista. en la más profunda significación del término. y es igualmente claro que una población oprimi<!a pero concentrada cada vez más en una multitud de ghettos muy disemin ados no puede plantearse el objetivo nacionalista en el sentido cabal con qu e el pueblo vietnamés, por ejemplo, ha venido peleando por la n acionalidad en las últimas dos décadas. La lucha negra en los Estados Unidos será necesariamente más complicada y asumirá fases y caracterlsticas distintivas que surgen de la sin­ gular situación histórica en que se encuentran los negros nortea­ mericanos. No se dispone aún de evidencias para fundamentar el análisis de estas fases y características, pero parece haber en la situación, eso sí, una lógica implícita que los hechos del futuro inmediato se encargarán de confil·mar. La historia toda demuestra que un grupo cualquiera sólo puede alcanzar la libertad, la digni­ dad y el resp eto para sí y para los demás conquistando el poder. Si bien los negros norteamericanos no están en condiciones en esta etapa, de aspirar al poder nacional, no puede decirse lo mismo en cuanto al poder dentr o de los propios ghettos. He aquí un objetivo inmediatamente determinable, por el cual vale la pena luchar y potencialmente accesible. E s probable que se convierta cada vez más en la meta esencial de la nueva conducción negra que comien­ za hoy a tomar forma. No es que la estructura del poder blanco vaya a r enunciar sin lucha a su control sobre el ghetto. E l derecho de explotar al ghetto a voluntad es demasiado precioso, y por lo demás se tornar á evi­ dente para los dir igentes blancos que si los negr os alcanzan el po­ der dentro del ghetto su paso siguiente ser á el de luchar con acre­ cida confianza por conquistar mayor poder fuera del ghetto. Se inicia una verdadera guerra, una guerra que h emos definido hace más de un año como "La guen'a colonial en los Estados Unidos" (MR Selecciones en Castellano, junio de 1964). Será una guerra áspera y larga en la cual ambos bandos sufrirán ingentes bajas. De el1a nacerán un negro totalmente nuevo y u nos Estados Unidos radicalmente distintos.

MontMy R"';,;I/I

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Existen quienes -incluida qu izás la mayoría de la gente de la izquierda norteamericana- creen que el negro está conden ado a perder esta guerra; que los blancos, siendo la inmensa mayor ía y disponiendo de un poder de fueg o infinitamente mayor , no tendrán que hacer otra cosa que movilizarse y suprimir físicamente la re­ vuelta negra. Los líderes serán arrestados o asesin ados; los mili­ tantes, hacinados en cárceles y campos de concen traci6n¡ donde la policía fracase, los ghettos serán ocupados por las tropas como ha sucedido y a en Los Angeles. La conclusión de este punto de vista es que a la postre la vol untad de resistencia será aniquilada . Volverá la paz, que tal vez sea la paz de las tumbas, pero que será la paz, de todos modos. En realidad las cosas no son tan sencillas. Como !o ha proba­ do la experiencia en todo el mundo -yen regiones tan distan tes entre sí como C hin a y Argelia, Cuba y Victnam- una vez qué un pueblo colonizado se embarca a muerte en la lucha por la libera­ ción nacional, ya no puede ser sometido por el castigo o la tortur a. L a aniq uilación ffsi<:8 es teóricamente posible; pero en la práctica n o ofrece salida a la potencia colonizadora, y los hechos dicen que t odos los esfuerzos dirigidos a ese fin acaban, tarde o temprano, crean do más problemas de los que resuelven. En particular la clase dirigente norteameric.ana, que procura sostener y gobernar un imperio mundial compuesto p r edominantemente por p u ebl os de color, no puede permitirse aniquilar a SU propia m inoría n egra. Y d escartada la aniquilación, esta clase dirigente al parecer todopo­ derosa no tiene más alternativa que b uscar algún tipo de arreglo político con sus esclavos sublevados. Como lo ha puntualizado F anon:

rra colonial interna es en esencia un a parte de la reb elión munrlia1 de los pueblos colonizados contra t odas las formas de la explota­ ción y opresión capitalista-imperialista. Durante el apogeo del es­ tallido de Los Angeles la radio reprodu j o una declaración del evangelista Billy Graham, quien decía que si en otras 40 o 50 ciu­ d ades norteamericanas se produ jer an estallidos similares sería necesaria toda la potencia armada de los Estados Unidos para p onerlos bajo control. No sabem os si la cita es exacta, l Ü si la esti­ mación de tip o militar es realista, pero sI sabemos que la observa­ ción encierr a una verdad profunda. La guerra colonial interna es capaz de aumentar enorm emen te - y seguro que así ocurr irá- la presión que ya ejerce, sobre los recursos de los Estados U nidos, principalmente en cu anto a pot encial humano, la guer r a colonial exterior. En última in stancia, poca duda cabe de que esa pr esión acabará por llegar al punto de ruptura.

(10 de sept iembre, 1965)

Hoy los g.oblernos de los paises colonizados saben muy bien Que es sumament e peligroso privar a las masas de sus dirlgentes ; porque enton ces las gentes, sin control alguno, se entregan a la depred.aclón , el pillaje y la carnicería. Las masas dan rienda suelta a su "instinto sanguinario" y obligan al colonialismo a liberar a los dIrigentes .. . Vemos así que todos los par tldos tien en concIencia del poderio tie se­ mejMl.te violencIa y Que la. salida n o siempre consist e en respon der con un a violencia mayor , sino buscar la mallera de a.liviar l a tensIón (The Wreuhed of the Ea rth, p. 57) ,

La violencia y la contraviolencia , la represi6n y la represalia, la negociación y el com pr omiso, t odos estos ser án elem entos inte­ grales y recurr ent es de la guer r a colonial interna que hoy se pone en marcha y cuyo fin no está ni remotamente a la vista. En el entr etanto, es importante no olvidar nun ca que la gue­

11. Monlhly Revic'll!

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LA REVOLUCION EN PERU: .'

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LIBRO$ PARA TODOS

CONCEPCIONES y PERSPECTIVAS

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Dr. Luis F. de la Puente Uceda

EDITORIAL

UNIVERSITARIA

DE

BUENOS

AIRES

SUCo PARA CHILE. HUERFANOS 1 9 8 O - FONo e 28 O4 - SANTIAGO

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Este completo esLudio presenLa la evolución de la astro­ nomia desde Sl.l.!l orígenes reDIotos. arraigados en el mito y la religión prtm1tJva, hasta las mó.s modernas hipót e­ sis astrofísicas y cosmogónicas.

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LA ESCUELA EiV EL TIEMPO UNA VlSION DEL COSMOS - Kees Boeke

¿Cuáles son las dImensiones de nuestro Universo? ¿Cuá­ les son los seres y las cosas más grandes y más pequeñas que podemos encontrar en él? ¿Cuáles son sus proporcio­ nes relativas? He aquí algunos de los interrogan tes a los que el autor en esta obra responde de manera clara, di­ recta, grá!1ca e lnt uitiva,

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LECTORES DE EUDEBA

El siguiente a rticulo, escrito por el secretario general del Movi­ miento d e Izquierda Revolucionarla del Perú (MIR), nos f ue enviado "desde uno de los c am pamentos guerrilleros en los Andes peruanos". MON'IlHLY REVIEW t iene la satisfacción d e pubUcar en sus edicio­ nes inglesa y castella.na este autorIzado Informe sobre el ám bit o, el avance y los ObjetIvos de lo Que aparece en potencia como un o de los movimIentos revolucionarios rolla Importootes de amérIca Latina. El articulo revela que la R evolución Peruana transita ,el mismo camIno inaugurado por los cubanos y más recientemente seguido po.r vene­ zolan os y guat emaltecos. Hoy más Que nunca se levant a ante nues­ tros ojos la apasionante perspectiva de una revolución unItar1a la­ tinoamerIcana, en lucha contra la dominación imperialista y en pr(J de una gr an federacIón de estados socialistas. Aprovechamos la opor­ tunidad para felicitar y dirigir un cálido saludo fra ternal a los va.­ lleu bes revolucionarlos peruan os. Al mismo tiempo, nos parece oportuno destacar un aspecto en el cual no podemos concordar con el análisis del Dr. De la Puente Uce­ da, Este describe a la socied ad peruana como parclalmente "teudal" o "semifeudaI" Su examen de la estructura d e clases del pats subra­ ya, empero, que no existe verdadera división entre los grandes terra­ tenientes del campo y la bUl'guesia urbana lndustrial, finan ciera y comercial -eOSa Que d1ficllmente ocurrIria sI los primeros fu eran d e naturaleza realmente "feudal". La verdad es que los grandes terr a­ tenientes d el perú, lo mismo oue los de todos los demás países lati­ noamerIcanos - por grande que sea la. apa riencia feudal de sus re­ laciones con los lrabajadores-., se orientan en. conjunto hacia los mer­ cados nacionales y mun diales y planifIcan su producción con la mi­ ra puesta exclusivam en te en la "maxlnúzaclón" de sus ganan cias. La sIt uación que ocupan -y el comportam iento que exhiben son en otras palabras. típicamente e,a pltallst as, y nQ puede sino inducir' a confu­ sión el introducir terminas tales como "Ieudal" y "feudalIsmo" en' el a nálisis de su posición de clase y de su función histórica.

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Leo Huberman y Paul M , Sweezy.

EL LIBRO DE LOS DINOSAURIOS - Edwin JI. Cotbert Los dinosaurios vivieron en la era Mesozoica, que duró

un os cient o cuarenta millones de años y terminó hace unos setent a millones. Esos seres, de aparienCia ext·r aña y caSi Irreal, emergen de la bruma fantás tica del pasado geológico para adqUirIr vida nueva en este fascinan te libro.

El Perú es uno de los países con r alees más profundas en la historia de América por los gr andes niveles culturales y d e orga­ nizaci6n económico-social logr ados p or las civilizaciones pre-his­

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pánicas, por haher sido el cen tro del poder colonial E spañol en América Latina y por la supervivenc:ia indiscutible d e estructu­ ras, sistemas, tradiciones y costumbres pe rtenecientes a las etap as de desarrollo autóctono y colonial del paíl". Sobre la base de un sistema colectivista agrario se trasplantó el feudalismo a través de la Conquista du rante el siglo X VI y for­ mas esclavistas puras con la importación de negros durante el si­ glo XVIII. El régimen feudal se consoli da con la Independen cia en las primeras décadas del siglo XIX al r omper los yugos colo­ niales de la metrópoli hispan a. U n capitalismo incipiente comien ­ za a desarrollarse a par tir de la segunda mitad del siglo pasado y la penetración imperialista comie nza en las primeras décadas del presente siglo y continúa hasta nuestros dlas. Así encontramos al Perí¡ actual con sistemas híbridos que po­ drían caber dentr o de la denominaci6n genérica de régimen feu­ dal-burgués-imperialista. sin contar ]ns minorías nacion ales que atraviesan p or estados de salvajismo o de barbarie en la amazo­ nía peruana. Este país, quizá el más contradictorio de América Latina, ha entrado dentro de un proceso insu rreccional, cuya trascendencia es muy grande y cuyas singularidades merecen ser conocidas y analizadas, Para este fíu es indispensqble delinear algunos aspec­ tos esenCIales y resaltan1.es de la realidad nacional. CARACTERISTICAS

~SOC IALES

La Cordil1era de los Andes atraviesa l on gitudinalmente nues­ tr o país constituyéndose en una especie de columna vert ebral, que deja hacia el oeste, a u na inmensa extensión de territorio que va descendien do hasta confundirse con la hilera amazónica conti­ n ental. L a costa es u n a larga faja de territ orio junto al m ar, en u n 95 ~d desér tica, por la falta de lluvias originada por la prese ncia de la corr iente fria de Humbolt frente al litoral, determinando t am­ bién un clim a templado pese a la ubicación geográfica de nuestro país en la zona tórrida. Pequeños valles formados por los ríos que recogen las aguas de las lluv ias en el flanco occiden tal de los Andes, cru zan u 'asvers almente esta fa ja desértica y son el asíen to de las poblacion es. Las principales ciudades del país están en la Costa. L as tierras costeñas que son muy fértiles, están acaparadas, como en el resto del país, y dedi cadas fundamentalment e a la produc­ ción de algodón, caña de azú car y algunos frutos de p an-llevar. 18

MOTllhly Reliiel

La industria íabril peruana est á fundamentalmente en esta regiÓn. y en L ima se concentra apr oximadamente el 80%. Cerca de 4 mi­ llones de personas h abitan en esta zona. La costa p odría ser con­ siderada como la región capitalist a del Perú. La región cordillerana conocida como Sierra, es un laberinto m ontañoso, con cumbr es nevada s y valles profundos, con inmensas planicies llamadas p u nas o jal eas, con zonas de m ínima vegetación en las alturas y con florestas impenetrables en los valles inter andi­ nos, la mayor ía de los cuales se orientan hacia la selva amazón ica, y con climas frlgidos y secos, templados y trop icales, según las al­ titu des y los accidentes t op ográficos. La Sierra es la región más ex ­ t ensa y poblada del país. El latifundio, con relacion es feu dales o semi-feudales, prima. Las com unidades indígenas que son los Ay­ llus primitivos del In cario, sobreviven en una lu cha permanente contra la usurpación gamonalista y contra las influencias individua­ listas en su seno. Dent r o de las comunidades, funda mentalmente y entre el campesinado en general funcionan hasta ahora for mas co­ lectivistas de trabajo y sentimientos de ayuda mutua y colabora­ ción El empirismo , la extensividlld, el atraso, campean en esta re­ gión, con caracteres más agu dos que en ninguna otra. La mayor part e de la tierra está dedicada a la producción alimenticia y a la ganadería. Los más importan tes centros mineros están en esta r e­ gión y ocupan aproximadlUDen te a 200.000 trabaj adores, en su m a­ yoria tempora les, provenien tes del agro. La Sierra tiene una p o­ blación aproximada de 7 millones de habitantes, en su m ayoría in­ dios y mestizos. La Sierra representa al Perú real, al P erú feu dal, al Perú indio. La Selv a es tilla extensa región despoblada, donde los ríos son los caminos de acceso y donde la veg etaci6n es exhuberante. Su pC'blación n o pac;a de los 300.000 habitantes entre blancos, mesti­ zos y salvajes. Las partes a has, es decir la Ceja de Selva, en las estrivaciones de la Cordillera, presenta grandes posibilidades de desarrollo a cor to plazo por la feracidad de las tierras, la topogra­ fía y el clima, y están dedicadas en gran parte a la producción de frutos t ropicales y a ganadería. Las partes bajas. inundadas duran­ te gran parte del año, son inmensas r eservas fores lales, deshabita­ das e m hóspitas. Pequeñ as ciudades se u bican junto a los ríos y vi­ ven del comercio de maderas, hierbas medicin ales, animales salva­ jes, pieles, etc. Las mejor es tierras están también acaparadas por nacionales o extranjeros bajo el amparo de supu estos planes de colonización, como el caso de la empresa norteamer icana L etur­ neau que controla más de 400.000 Hás, MOlltldr Review

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UOLONIALI\SMO y M:lGRACION OAMPESINA

S e podría hablar en el P erú de u n colonialismo interior. Desde la Conquista, la Costa fue el asiento cÍe los explotadOres. Alli se establecieron por benignidad del clima y para poder h uir con facilidad en caso de una sublevación in dígena, que siempre t emie­ ron, temor o presentimiento heredado por sus descendientes. La Sierra y la Selva han sido y siguen siendo consideradas por la oli~ garquía peru ana como territorios colonial es. Las riquezas de estas r egiones, que n o salen al exterior, se concentrRn en la Costa y fun­ damentalmente en Lima. La Sierra provee de peones a las m inas, braceros a las hacien das de la C osta y de obreros 11 las industrias de las ciudades. El 80(;;, del ejército y ele h p olicia están formados p or campesinos serranos arranc<ldos de su medio a través del ser­ vicio militar obli gatorio. y utili7.sdos por la oligarquía contra sus propios hermanos de clal>'C. Los latlfundistns. los grandes burgue­ ses, el p oder centr al y gran parle de su frondosa burocr acia están establecidos en la CQsta, Varios millones· de peruanos };lablan el quechu a, el aymurá y otras lenguas aborígenes, comprendiendo y hablando muy defectuosalDenLe el español. Sin embargo, es bueno an otar que en las últimas décadas se está desarrollando u n proceso de m estizaje y si se quiere, de pe­ ruanizaci6n de las ciudades. Millares de campesinos huyen de l a opresión latifundista serrana, de la miseria y del atraso, y emigran ha cia las ciudades costeñas en busea de nuevas perspectivas. Se diría q ue los jndígenas cansados de tan ta explotaci6n y tantas pro­ m esas, se hacen presente en los r e du elos de los Señores, con su miseria, su Ignorancia, su s idiomas, sus costumbres, su música. Las ciudades costeñas crecen a ritmo aceler ado p or las migrac iones campesinas. La reconquisla de la tierra que no pudieron hacer en su s lugares de origen, los indios campesinos la hacen en los arena­ les qu e circundan las ciudades y van sur giendo, a través de inva­ sion es masivas, las "barriadas marginales" o "barriadas clandes­ tinas" que rodean paulatinamente a las ciu dades. Chozas misera~ bIes oonstr uídas con cañas, esteras, cartones, latas y p apeles, for­ m an estas barriadas, donde habi tan millares de campesinos emi­ grados que vegetan en la desocupaci6n o el sub-empleo debido al incipiente desarr ollo del país: y al aumentar desproporcionada­ m ente la oferta de mano de obra, tiran hacia abajo los salarios de los tr abajadores establecidos. Son verdaderos "cinturones de re­ sentimiento y de miser ia" q ue rodean las ciudades costeñas de l Perú. Para dar una i dea de este fenóm eno, podemos decir que

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Revieu;

Lirna con una población de millón y m edio de habitantes tiene 160 barr ia das marginales con u na p oblación total de 600.000 personas. Los porcentajes varían entI'e el 20 y el 50% en otras importantes ciu dades de la Costa, como Arequipa. Chimbote, Trujillo, Chicla­ yo, P iura. La oligarquía se alarma. El temor a la invasi ón de los desposeídos de las barriadas sobre las zonas r esidenciales de Lima, es pennane~lte" Se ha proyectado establecer una especi e de pasa­ portes para campesinos serr anos que pretendan radicarse en las ciu ­ dades, o por otro lado desviar la corriente migrator ia hacia la selva , pru"a provocar mano de obra a l os latifundistas o concesionarios que tienen a caparadas esas tierras, y como fonnas de conju r ar el mal que comentamos y el peligro que la oligarqu i a vislu mbr a . FISONOMIA SOCIOECONOMICA

Para integrar este delineamiento de una realidad debemos de­ cir que hay más de 6 nullones de campesinos en el país y aproxi­ madamente m edio millón de obreros incluyendo a los braceros agricolas y a los trabajadol'es mine ros. Dada nueslra condición de país oprimido y dependiente, la pequ eña burguesía es numerosa y paup erizada, constituyendo un importante sector social. P or las mismas consideracione s, la burguesía nacion.al es pequeña y está postrada L a Gran burguesía y los latifund istas, constituyen ki oligarquía nacional y controlan las tierras, los capitalel', el comer­ cio de impor tación y expor tación y algunas ramas de la industria y del comercio interior . El i mp~ri a li smo se sustenta en ellos p ara penetrar en nuestro país y controlar la economía especialmente exlractiva, incursionando también en el comer cio, la in dustria, la banca y los servicios. E l a caparamiento de la tierra y de las riquezas en genera l no tiene limites Vea mos el grado de concentración de la tierra p or reglones, de acuerdo a estadísticas oficiales: En la Costa l Oj'c de Jos propietarios poseen el 89j~ del área agrícola ; en la Sierra el 31-, de los propietarios poseen el 93 % del área adjudicada en conce­ siones de coloI lzacióTl. La gran burguesía peruana está íntimamen te ligada con el la­ , tiiundismo y consecu entemente con el régimen semi-fe udal impe­ )1 n mle ~'1 la mayor parte del agro. El cord6n umbilical que los u ne es muy fuerte. Los grandes latifundistas, son a la vez gr andes bu r­ eses, es decir, que incursionan en la indu stria, en el comer cio y las finanzas, Nuestras grandes r iquezas mineras como e l cobre, plomo, h ie­ Monthl'Y Review

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Tro, zinc, petróleo, plata, oro, vanadio, bismuto, tungi5teno, etc., es­ tán en manos de empresas imperialistas norteamericanas, como la Cerro de Paseo Cor pol'ation, Southern Mining Company, Northern Mining Company, Maycona Mining Company, International P etl'o­ leum Company, etc. La principal industria nacional es en la actualidad la harina de pescado, ocupando el Perú el primer lugar en el mundo al ha­ ber superado al Japón, y está controlada por empresas extranjeras en más del 60 %. Los salarios son miserables y fluctú an én la región de la costa y en las minas entre 20 y 40 soles diarios, 10 que equivale a 0,80 y 1,50 dólar. En grandes zonas de la Sierra funciona el trabajo servil gratuito en form a de renta-trabajo por el usufructo de la parcela de tierra de los latifundios. Existen sahlrios de 1 sol al dla. El régi­ men feudal es la fuente de mnno de obra bnrala y funcionan en to­ do el país formas de explotuci6n del trabajo a través de sistemas mixtos de renta-trabajo y salario, para lo l'uallas grandes empresas miner as de la Sierra y las empresas agrícolas de la Costa, poseen latifun dios en la Sierra. para satisfacer sus necesidades de mano de obra bar ata y enfeudada. La mIseria de nuestro pueblo llega a tales linutes, que en algu­ nas regiones las familias campesinas regalan o venden a sus hijos para que no se mueran de hambre en su poder. En algunas barria­ das costeñas es frecuente eOCOD t.rar a mujeres y n iños recogiendo los desperdicios arrojados en los basurales, para poder alimentarse con ellos, disputándolos con los corderos y los perros. Los índices alimenticios de la población están entre los más b ajos del mundo con un promedio de 1.920 calarlas. La mortalidad infantil n os coloca entre los primeros del mundo. La tuberculosis, la silicosis, la parasitosis, el paludismo, la tüoidea y otras enferme­ dades tienen el carácter de endémicas. Podemos deCir que la mayo­ ría de nuestra población se cubre con harapos y no usa zapatos. La vivienda es miserable. El 6270 de la población es analfabeta y más de un millón de niños car ecen de escuelas. La educación secundaria, técnica y su­ perior constituyen privilegio que está fuera del alcance de las mayor ías nacionales. El poder político está en manos de la oligar­ quía feudal-burguesa-imperialista. La oligarquía peruana es muy roerte y avisada. En ninguna época de nuestra historia ha perdido los controles del poder. El actual régimen es un h íbrido. El ejecu­ tivo represen ta a deter minados sectores de la burguesía nacional y de la gran burguesía, mientras que el parlamento r epresenta 22

MClfl lhly R"vit:rv

fun damentalmente a los latifun distas, gran des burgueses y sirvien­ tes del imperialismo. PANORAMA POLITICO

Los partidos de la burguesía y de los latifundistas, APRA-AC­ CION POPULAR y UNION NACIONAL ODRIISTA, controlan a las grandes masas especialmente en la Costa. La izquier da está representada por el PARTIDO COMUNISTA. hoy dividido en dos fracciones; el frente de LIBERACION NACIONAL , di vidido en tres fracciones; el TROTSKISMO representado por 3 pequeños grupos; y, el MOVIMIENTO DE IZQUIERDA R EV OLUCIO­ NARIA. Hay que anotar que la mayoría de la población adulta nacional está fuer a del proceso político electoral, por ser analfabeta. Un ambiente de frustr aci6n y escepticismo impregna la con­ ciencia colectiva. La expresión "Al Perú no lo salva nadie" es ge­ neral y sentida. Las traiciones de que ha sido víctima nuestro pue­ blo por partidos como el APRA o demagogos como Belaúnde Terry, para citar los más recientes, y los fracasos que ha sufrido por falta de una acertada conducción revolucionaria han originado el escep­ ticismo y el temor generalizados. Aunque en apretada síntesis, creemos haber delineado la triste y apasionante realidad de nu estra patria. F rente a esta realidad se plantea el problema de la Reforma o de la Revolución. El imperialismo norteamericano y algunos sectores de la bur­ guesía y del latifundio, ante el temor a la revolución pretenden realizar en América Latina un esfuerzo de transformación, de re­ forma o de revolución pacífica que salvaguarde en 10 fundamental sus intereses. En el documento intitulado NUESTRA P OSICION publicado por el MIR en 1964, se sostiene: "Hasta entonces el imperialismo (nos r eferimos has ta antes de la Revolución Cubana) --qu e en todo esto es el gran componedor- ­ se había apoyado para resguardar sus intereses sobre sus cómpli­ ces más n aturales: la oligarquía latiftmdista y la gran bur guesía. Mas la Revolución Cubana ha revelado hasta qué punto son ya in­ seguros estos sopor tes. Ha puesto en evidencia que, por ser ellos la l!xpresión más escandalosa de la opresión y de la in justicia, incuban una bomba de tiempo que amenaza hacer volar en añicos todo el Monthly Review 23


sistema. El imperialismo se ha alarmado y ha querido cambiar de puntos de apoyo. Este imperialismo alarmado es el "kellnedismo". Este aceptó apoyarse más decididamente en otros sectores también poderosos de la burguesía y en algunos sector es n o latifundistas vinculados a la tierra. Sobre estas bases, el prop6sito era constr uir una democracia representativa capaz de llevar a cabo la soñada revoluci6n pacífica, con abundante crédito del exterior y con sacri­ ficio parcial de la oligarquía, imponiéndole aunque no sea más qu e un remedo de Reforma Agraria" . "El esquema se ofrecía magnífico y dejab a amplio margen a la demagogía. Con él se presentaron ant e las masas y en efecto lograron arrastrar tras de sí m uchas esp eranzas. Ast, con el visto bueno de Kennedy , apoyán dose en pod~rosos sectores de la bur­ guesía, más el sector medio de los terratenientes, respaldado por el equipo de militares en el p(ld(;r y con el voto de una gran parte del electorado, ascendi6 al gobierno el abanderado de esta nueva composición de fuerzas acuñadas en la Alianza A"ción P opular­ Democraci a Cristiana. Fernando Belaú.nde Terry". "Como se desprende fádhnente, el esquema para que siquiera comenzara a m archar necesitaba que se cu mpliera ante todo u n requisito indispen sable~ que la oligarquía entendiera razones y aceptar a dejarse liquidar pacíficamente. Pero, como decíamos an­ teriorm ente y 10 demuestra a cada paso la realidad, en vano es apelar a los sentimientos y a la cordura de las enceguecidas oligar ­ q uías, p or e l contrario, conurmando l as enseñanzas del marxismo, tampoco aquí qu ie1"e ella abandonar la escena de la historia sin antes dal' la última batalla. Desplazada del E jecutivo la oligarquía comenzó a organizar su defensa. No le fue difícil lograrlo alquilan­ do y reconciliando viejos trajdores, ahora la tenemos atrincherada en el Parla men to, dominándolo a través de esa "cópula contra na­ tura" que es la Coalición APRA-UNO. Ahí la tenemos, intransi­ gente, no dejándose tocar uno solo de sus cabellos. "Tal es el pr imer engranaje que no ha querido f uncionar den­ tro del esquema, el más importante a caso pero n o el único . " Estas mismas fuerzas que e n el parlamen to se han erigido en defensor as a muerte del latifundio, han asumido igualmen te la defensa de los i ntereses del imperialismo " no alarma do" o -muy de otra manera alar mado-, r epresentado por el Penhígono Est es el sector del im perialismo -el más fuerte por ser el más conse­ cuente con la naturaleza agresiva del miSmo-, q ue no está dis­ puesto a hacer I!¡ngu na concesi6n ; que le mezquina l os créditos al Plan de la Alianza para el Progreso, que ha asesinado a Kennedy; 1 M.on lhly Remew

que prefiere seguir apoyándose en las antiguas oligarquías; que confIa más en las dictaduras militares y que no acepta, por supues­ to, pasar siquiera un decoroso arreglo sobre el petróle0 de la Brea y Pariñas . De este sector recibe sus consignas el APRA y la UNO. Nada más natural sjendo los r epresentantes de la oligarquía caver­ naria. Como tales colabor an también en privar al gobierno de otra de sus bases fundamentales: los créditos. Para ello no trepidan en hacerlo sospechoso de comunismo". Sin embargo, en el escaso tiempo transcurrido h emos visto que el kelmedismo fue sepultado con su propugnador y que, en forma cada vez más evidente la política norteamericana se orienta por los dictados del P entágono. es decir hacia posiciones más intransigen­ tes en cu anto a la defensa de sus intereses y el sometimiento de nu estr os países y h acia la indiscriminada selección de sus títeres aceptan do y pr opiciando, según sus convenien cias, golpes militares, cuando la democracia representaliva no es garantía plena de sus intereses. Guatemala, Salvador, Honduras, Ecua dor, Brasil y Boli­ via, p odrían servir de ejemplo. Más a ún , la política "Johnson" ha llegado en el caso de la Rep úb lica DominiC'81 ,a a la inter vención armada directa par a detene r u n movimiento que no pasab a de re­ formista. pese a sus indisculibles matices populares y democráticos. EL CAMFNO REVOLUCIONARIO

El saqueo de nu estros pueblos por e1 imperialismo norteame­ ricano y sus aliados y la paupHizaciótl creciente de las mayorías pop ulares, hace inoperantes las reformas dentro del marco, cada vez más estrecho, por ellos establecido, ponien do a nuestros p ue­ blos sobre la única vía que es la revolución. Pero al escoger el camino de la revoluci6n es indispensab le de­ terminar la clase o clases llamadas a dirigirla. El 7 de febrero del año pasado decíamos en la P laza San Mar ­ tín de Lima e n un mitÍD convocado por la izquierda p eruana: "En otras etapas de la hi!>toria del mundo, la burguesía oum­ plió una tarea revolucionaria destruyendo al r égim en feudal. L a bur guesía como clase cumplió sU misión histórica con la revolución liberal Pero e:\ la actual etapa histórica que vive el mu ndo y con las condiciones de países c"omo el nuestro, la burguesla está inca­ pacitada para conducir la lUl.:ha con tra los expl otadores de adent ro y de afuera "Nuestra burguesía, como todas las otras burguesías de países semicoloniales como el Perú, es incapaz de cumplir su misión r eMonthly Review

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volucionaria, porque el desarrollo industrial capitalista exige un mercado nacional e internacional libres, pero 10 que sucede es que lo que queda del mundo capitalista está repartido ent re las gran des potencias imperialistas, que fueran las primeras e n r ealizar su revolución burguesa. El Perú como América Latina h an sido ob jeto de este reparto, y como tal, se encuentra baj o el dominio de los grandes monopolios imperialistas, principalment e los mon opolios yankis. "Por otro lado, nuestro sector terrateniente se encuentra ínti­ mamente vinculado, por sus intereses, con aquellos monopolios, pue s la oligarquía latifundista, sacrificando cualquier otra clase de producción, produce materias primas par a ser exportadas a los países imperialistas. La produ cción y exportnción de materias pri­ mas, como azúcar, algodón , har.ina de pescado y minerales, etc. y la importación de productos manufacturados son las principales fuentes de riqueza de la oligarqufa y de· sus amos imperialistas. Y al mismo tiempo esa relación, ese maridaje entre la oligarquía y los monopolios norteamericanos es el yugo que impide nuestr o desarrollo .independiente y nuestro progreso. La economía de nues­ tro país ha sido deformada para servir mejor a aquellos intereses de la oligarqula y el imperialismo. Lógicamente, estos intereses con tr olan el poder político y el poder militar. "Como consecuencia de lo anterior, cualquier revolución en el Perú tiene necesariamente que atentar contra estos intereses, t ien e que ser al mismo tiempo, antioligárqu ica y antimperialista . "En estas con diciones, la burguesia peruana, incipiente, débil, subdesarrollada, está incapacitada, es impotente para conducir esa revolución antimperialista y antioligárquica; para ello no tendrían más remedio que apelar a las masas y la burguesía sabe que si ape­ la a las masas, éstas terminarán pasando por encima d e ella, hasta alcanzar plenamente todas sus reivindicaciones. Para la burguesía las masas significan un peligro más grande aún que la oligarquía y el imperialismo, para mantenerse en el poder. La burgu esía 110 tiene más remedio que traicionar para sobrevivir. "Ha pasado la hora de la econ omia capitalista perfeccionadora de la ex plotación del h ombre por el hombre. La burguesía peruana llega tarde a la historia. Ella no es dueña ni de su propio mer cado. Tan sólo las masas, que no tienen interés en seguir mantenien do ningún r égimen de explotación serán capaces de enfrentarse a la oligar qu ía y al imperialismo hasta sus últimas consecuencias. E sta es la h ora de los pueblos. esta es la h ora de iniciar el camino h acia el Socialismo". 26

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A un coincidiendo en todo lo anter ior, que ha sido plenamente confirm ado dur ante la actuación gubernativa de Belaúnde Terry, hay quienes llamándose integrant es de partidos de izqu ierda, revo­ 1ucionarios y marxistas, sostienen que las condiciones objetivas y subjetivas n o están dadas en el Perú para iniciar la insurrección, y por ello escogen caminos de transacci6n con la burguesía, adop­ tan esquemas reformistas y llaman provocadores y aventureros a quienes sostenemos que sus puntos de vist a son una aberración. No es necesario hablar de las condiciones objetivas, porque ellas no s6lo están maduras, sino que lo han estado siempre. N o creo que haya u n p aís en América Latina que presente condiciones infra y supra-estructurales, tan injustas, tan carcomidas, t an arcai­ cas como las n uestras. En cuanto a las condiciones subjetivas, partimos de la con cep­ ción de que ellas no están plenamente dadas, pero que el inicio del proceso Insurreccional ser á factor desencaden ante para su perfec­ cionamiento e integración, con caracteres tales que no es posible imaginar. Además, hay que advertir que si esas condiciones subje­ tivas no h an alcanzado la madurez requerida, es, entre otras causas, por la incapacidad de los partidos o grupos de izqllierda para crear ­ las o integrarlas. Para una mejor comprensi6n es bueno anotar algunos aspectos de este problema , que ponen en evidenci.. que la conciencia de lucha de nuestras masas, supera en mucho a la capacidad conductora de quienes han pretendido o pretenden llamarse vanguardia revolu­ cionaria del pueblo. LUCHAS POPULARES

El año 1963, apoyándose en las demagógicas promesas de Be­ laúnde Terty sobr e la enlrega de la tierra a los campesinos a través de una reforma agrarIa radical y acelerada, los campesinos comu ­ neros de la región serrana del Centro del país, iniciaron el 28 de Julio, día de la patria. mientras Belaúnde recibía la banda presi­ dencial entre boat o, loas y burocracia, la reconquista de la tierra por medio de invasiones a las h aciendas vecinas, la mayoría de las cuales son frut o de la usurpación o el robo a las comunidades indí­ genas o a los núcleos campesinos. Esta ola de invasiones que sur­ lera como un movimiento espontáneo se exiendi6 por t odo el país, como un reguero de pólvora, y por doquier, millares de campesinos, hombres, mujeres y niños. con banderas. con tambor es y pututos, march al'on sobre los latifundios en un proceso sin pr ecede ntes en Monthlr Re/Jiew

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toda la historia del país. La falta de una vanguar dia capaz de diri~ir este proceso determinó que Belaúnde, poniendo en juego sus dotes demagógicas, una gran campaña de propaganda y u na represión desalojadora, sangrienta y gigantesca que h a durado hasta el año pasado, pudiera controlar el fenómeno, ha cer retroceder al campe­ sinado y mantenerlo estático por un tiempo, tras vanas esperanzas de recibir por medios legales la tierra que siempre les perteneció y que hoy vivifican con su trabajo en calidad de siervos, Provin cias enteras habían sido invadidas. En el Centro y en el Sur, este fenó­ meno fue arrollador, gigantesco, histórico, anu ncio de lo que ha de señalar la singularidad de nu estr o pr oceso revolucionario en el Continente y quizá en el mundo. La presencia de las Comunidades Indígenas, que exceden de 5.000 pese a que solo 1.600 están reconocidas oficialmente. agrup~­ do aproximadamente a tres rni1lone.s de (~arnpesinos; y, el creciente proceso de sindicalización campesina delltro de los latifundios. es­ pecialmen te en el Sur, son factores de primer orden que dan luces sobre el problema y sus perspectivas, R emos hablado ya de las barriadas clandestinas que surgen co­ mo por encanto alrededor de ' las ciudades, a través de la invasión de tierras eriazas o lotes para construir en las afueras de las ciuda­ des. por obra de los campesinos migrados de la Sierra. Muchos pe­ ruanos ban caldo en estas luchas por conquistar un pedazo de tierra y levantar en él su misera vivienda. Es frecuente, desde hace varios años, ver los desalojos de barriadas enteras surgidas al am­ paro de la noche, embanderadas con el rojo y blanco de nuestr o emblema nacional, en medio del fuego, el tronar de los fusiles po­ liciales, el llanto de mujeres y de niños, y la lucha inerme de todos por mantener aquello que es todo su patrimonio. En cuanto a la clase obrera, en su mayoría está todavía contro­ lada por los partidos burgueses, pero, sin embargo. el proceso de conciencialización avanza v muchos sectores obreros (mineros, azucareros y fabriles) ban producido movimient.s de gran envel'­ gadura que solo han podido ser controlados a sangre y fuego. Vale la pena remarcar que de las 16 universidades que f1m­ clonan en el país, 12 están completamente controladas por la iz­ quierda, y que tanlo los estudiantes universitarios como los secun­ darios, pr otagonizan permanentemente acciones de masas en las ciudades y mantienen en jaque a las fuerzas policiales. Por último, cabe men cionar un acontecimiento que hizo noti­ cia el año pasado cuando se produj o una masacre en la. que murie­ ron más de 1.000 personas en Lima, pese a que los infOl'mes oficia­ 28

les h acían aparecer una tercera parte de esa citra, como consecuen­ cia de algunos desmanes p roducidos en el Estadio N acianal durante un partido interna cional de foot-ball. En esa oportunidad el pueblo limeñ o combatió durante dos cUas contra las fuerzas de policía y ejército, dando escape a su furia contenida y demostrando su indis­ c utible decisión de lucha. En analogía a lo anterior, aunque en me­ nor es proporciones es necesario saber que cualquier reclamo po­ pular o eSÍl.ldiantil en las ciudades. esencialmente en Lima, termi­ nan con incendios de omnibuses, roturas de vitrin as y asaltos ma­ sivos a la propiedad burguesa y ti las fuerzas policiales. Todo 10 anterior configura una realidad subjetiva indiscutible dentro d e las masas y demuestra a las claras que lo que hace falta en nuestro país es la vanguardin revolucionaria capaz de canalizar las ansias reivindicativas de nuestro pueblo, darle forma y organi­ cidad y conducirlas, a través de caminos adecuados y valederos. La afirmación de que las condiciones objetivas y subjetivas no están dadas en el Perú para el inicio de la insurrección. no pasa de ser pretexto para detener la revolución, o la prueba de la incapaci­ dad directriz revolucionaria de la miopía de quienes utilizan la eti­ queta de marxistas-leninistas o de revolucionarios. CONTRAPOSICION DE CONOEPCIONES

Felizmente para el Pel'lL, las tesis anteriores van siendo descar­ tadas y se abre paso el criterio de que la insurrección, la luch a armada, debe estar en la orden del dla, y de que los explotados deben proponerse desde ya la captura del poder Surge, sin embargo, la contraposición de concepciones y de esquemas. Hay todaV'ia quienes sostienen dogmáticamente los es­ quemas tradicionales de la Revolución de Octubre, dirigida mate­ rialmente por el proletariado y teniendo por escenario las ciudades; por Olro lado exisLen sectores del trotskismo, como el F IR (Frente Izquierdista Revolucionario) que dirigiera Rugo Blanco, qu e con­ tienen la tesis del poder dual, creado sobre la. base de organizacio­ nes campesinas que fueran arrebatando lunciones a las autoridades del poder oligárgico y que se fueran extendiendo y desarrollando en federaciones provinciales, departamentales, regionales, para lle­ gar a controlar un gigantesc.o movimiento campesino y popular, y siguiendo un proceso creciente de rarucalización. ir cr eando sus ins­ trumentos armados milicianos, para culminar con el asalto al poder como un fenómeno fundamentalm ente de masas. Por nuestra parte, desde que surgimos a la vida política na­

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cional, el 12 de Octubre de 1959, sostuvimos la necesidad de enca­ rar el ·fenómeno partiendo de la lucha armada en el campo, con la estrategia y tácticas gu errilleras, para arrancar las vendas del en­ gaño, del temor y del escepticismo que cubre n la conciencia de nuestro pueblo; para ir movilizando, organizando, conciencializando e incorporando paulatinamente a la lucha a las grandes masas cam­ pesinas, estudiantiles, pequeño-burguesas y de la clase obrera; para ir constituyendo el Ejército Rebelde; desintegrado con la propa­ ganda y la lucha al Ejército mercenario (integrado, como ya qu eda dicho, en su gran mayoría por campesinos); y, para captur ar e l poder dentro de un proceso militar estrechamente vinculado a las masas, es decir, de guerra del pueblo, que avance de los Andes a la Costa, del campo a las ciudades, de las provincias a la capital. El esquema citadino de la Revoluci6n de Octubre no corres­ ponde a nuestra realidad ya que el poder oligárquico está integro y no en descomposlc16n como en aquella gesta histórica, y sólo es el fruto del dogmatismo de algunos sectores trotskistas ortodoxos y de la generalizada debilidad de realizar trasplantes mecánicos de esquemas extraños. E! esquema del poder dual debi6 quedar descariado con el fracaso de Hugo Blanco, que pese a haber desarrollado un intere­ sante proceso de organizaci6n y de lucha reivindicativa de las ma­ sas, se desmoron6 a la primera embestida de las fu erzas repr esivas. E l esquema insurreccional del MIR, se fundamenta en las con­ cepciones siguientes: - los explotados deben plantearse desde ya la captura del poder por medio de la lucha armada; - ]a estrategia y tácticas guerrilleras, en una primera etapa, y las correspondientes a la guerra de maniobras y, quizá. de posi­ ciones, para las etapas posteriores, deben ser las formas de la lu cha armada; - dada nuestra condición de país predominante campesino y las car acter ísticas geográficas ya anota das, la Insurrección debe iniciar se en la Sierra o en los contraiuertes orientales de la C or­ dillera; - teniendo en cuenta la extensión de nuestro país y su falta de mtegración geográfica, vial, lingüística, racial y cultural. es re­ querible contar con varios focos guerrilleros para el inicio y de­ sarrollo de las acciones; - a tr avés del impa cto de las acciones guerrilleras deberá ir desarrollándose la constru cci ón del partido y en base a éste, la mo­ 30

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vilización, orgamzaclOn, conciencialización e incorporación de las Illasas a la lucha, en el campo y en la chldad; - considerando nuestra condición de p aís sub-desarrollado, que sufre la opl'esión conju nta de latiftU1distas, grandes burgueses e imperialistas, es indispensable la unidad de los sectores progre­ sistas de la burguesía nacional, dentro de u n Frente Unico, con la hegemonía de la alianza obrero-campesina, r epresentada por el P artido Revolucionario marxista-leninista; y, - la revol ución peruana es parte del fenómeno continental y mundial, lo qu e exige formas progresivas de i ntegra ción en todos los asp ectos y etapas, para poder derrotar a las fuerzas oligárquicas e imperialistas continental mente coaligadas. NUES1:1RA POSICION

PartIendo de estas consideraciones fundamentales, el MIR ha venido r ealizando los trabajos previos que consideraba indispensa­ bles para iniciar y garantizar el desarrollo de un proceso hist6rico, como el qu e h oy Vivimos. Cabe hacer mención tam bién de otro punto que ha sido y sigue siendo motivo de controversia, de polémica o de m6vil de actuación dentro de la izqulel'da p eru ana y quizá continental Para algunos sectores, concordando en lo fun damental con las concepciones seña­ ladas en el párrafo anterior, era indispensable contar con un gran partido de masas de estructura leninista, para conducir el pr oceso insurreccion al. Para alcanzar aquella meta había qu e realizar ta­ reas políticas dent ro del concepto tradicional de la política en n ues­ tros países, que deben entenderse como politiqueria, electoralismo, transacci6n con la burguesía, oportunismo, burocratismo, etc., etc. Por otro lado, había que desarrollar tareas de organización de las masas en frfo, sin tener en cuenta su escepti~mo, su temor y el engaño de qu e son víctimas, y además, sin considerar las conse­ cuencias del reformismo, la intensidad y frecuen cia de la r epresión y la h abIlidad indiscu tible de la oligarquía peruana, que en ningún momento de la historia r ep ublicana se h a dejado arrebatar el poder, como puede h aber sucedido en otros países latinoamericanos, du­ l"ante los movimientos "liberales" del siglo pasado o los movimien­ tos burgueses del presente siglo. Nosotros consideramos que partiendo de mínimos indispensa­ bles en cuanto a organización partidaria y a prestigio dentro de las masas, hay que abocar se fu ndamentalmente al trabajo insurreccio­ nal, con la seguridad de que durante la etapa preparatoria concreta Monthly Review

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de las zonas guerrilleras. y con may or intensidad después del inicio de las acciones, será p osible construir el par tido y movilizar, orga­ nizar, con ciencializar e incorp orar a las masas a la lucha a rmada. Lo a nterior implica Comenzar por el nivel más alto de la lucha del pu eb lo, la lu cha armada, y a través de él construir el verdadero partido de la revolu ción e incorporar a las masas a la lucha. La experiencia nos viene demostrando que estábamos en lo justo al plantear el problema con estos criterios. Al establecern os los dirigentes y los p rincipales cu adros del Mm en las zonas qu e llamamos de seguridad, era indispensable m on tar aparatos mínimos de abastecimient o, de información y de enlace con los camp esinos de la zona, que impactados p or la presen cia de grupos armados en la montaña y p or medio de un trabaj o ideol6gico intenso, han ido descartando su escepticismo, su temor y el engaño que tte:naban su ansia cen tenaria de lucha, constituyéndose en células, las mis­ mas que paulatinamente han ido cr eciendo y multiplicándose, for­ taleciéndose desde el punto de vista ideol6gico, y encarando ba jo la direcci6n nuestra. nuevos aspectos del trabajo, como la propa­ ganda clandestina, la organizaci6n de nuevas células y sindicatos campesinos o comunidades y actuando deniro de las organizaciones de masas con el método de trabajo abierto. ACCIONES OUERRU.r.ERAS

Con el comienzo de nuestras acciones, por una de. las guerri­ llas del MIR, la guerrllJa TUPAC AMARU, en la Sierra Central del país, la impactacióri ha crecido a nivel nacional De la propa­ gan da armada secreta, estamos pasando a la propaganda armada p ública y él otras formas de propaganda y difusión , La acción ar­ m ada radicaliza él las masas y la represión consecuente produce los m ismos resultados. En esta forma va desarrollándose el proceso in­ tegralmente, p artiendo del catalizador de la lucha armada. Cuando las guerrillas ATAHUALPA y CESAR VALLEJO en la Sien Nort e, y las guerrillas MANCCO INCA y PACHACUTEC en el Sur , comiencen las acciones, síguiendo una progresión planificada p or el Comando del Mm, los alcances de nuestra impactación y de nuestro traba jo de masas , serán inmensamente mayores. Aunque es muy dillcil prever el rumbo de los acontecimientos, es posible aventurar algunas ideas generales en cuanto a las pers­ pecti vas del proceso que se ha iniciado en el Perú con las acciones guer rilleras del MIR. Creemos que nuestro proceso insurreccional adquirirá formas 32 M onthly Re·view

car acterísticas de una ver dadera revolu ción agraria y que las ae­ iones de las m asas campes in as comenzarán con las invas.iones de los latifun dios u su rpados a l as Comunidades y a los núcleos cam­ p esin os, bajo la dirección de las células y comités clandestin os del p arti do Revolucionario, y con el amparo de grupos guerrillerl)s. Los p r opios campesinos organizar án sus milicias de autodefensa y de a cuerdo a su n ivel i deológi co y entusiasmo revolucionario, irán siendo in corporados a l as guerrillas zonal es o a las colunwas del E jército Rebelde. Las contradiccion es en el campo son en tal grado ant agónicas, que no podrán ser r esueltas con paliativos, con parches o con pro­ m esas, y su carácter centenario y nacional le dan fuerza suficiente para generar u n proceso sin precedentes. La Sierra es la regi6n más poblada del país, como ya hemos visto, y abastece a l os mercados ciLadinos en gran proporción. La mayoría de las carreteras y ferrocarriles son trasandinos, elevm1.­ dose paulatinamente desde el nivel del mar, para trasmontar la cordillera occidental, y algunas de ellas las cordilleras central y oriental de los Andes, cruzando abismos. valles, laderas y planicies en una sucesión impresionante. Las líneas de abastecimiento de las fuerzas militares parten forzosamente de la Costa, mientras que las lineas de a bastecimiento alimenticio de las poblaciones costeñas parten de la Sierra. He allí la ecuación geográfica, económica y militar que debe tenerse en cuenta y resolverse. Hemos visto también que el Ejército y la Policía están integra­ dos en un 80% por campesinos serranos, 10 que hace m uy discuti­ ble su solidez represiva frente a un fen6rneno social agral'ista se­ rrano. N o hay que olvidar que la pequeña burguesía urbana y rural, sufre las consecuencias de la explotación y el s1.1bdesarrollo or igi­ nados por la oligarquia y el imperialismo, lo que hace de ella una clase m uy importante para el desarrollo insurreccional y revolu­ cionario en el país, fundamentalmente a través d e 105 sectores estu­ diantiles, intelectuales, profesionales, técnicos, artesanales y pro­ pietarios de algunos medios de producción. La clase obrern seguirá su proceso de radicalización comen­ zando por los sectores mineros y de braceros agrícolas. Y por ú lti­ mo, la población desocupada o sub-empleada de las barriadas, que sufre la desadaptaci611 y la miseria, y que está en condiciones de compren der las diferencias sociales y económicas existentes en el pais) por el hecho mismo de vivir en las ciudades, como sirvient es de los oligarcas, como obreros expoliados, como comerciantes amM ont!tly Rcview

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bulantes o como simples observadores del boato oligárquico, del lujo de sus residencias, y de la insensibilidad y el desprecio de qu e hacen gala frente al pueblo, se ha de convertir fácilmente, en de­ terminada etapa del proceso, en un alud incontenible. Las guerrillas constituyen, dentro de esta concepción de gue­ r ra del pueblo, catalizadores de la explosión social, gérmenes del E jército Rebelde, fa ctores de propaganda y de organiza ci6n , escue­ las ideológicas y militares. 'CONCLUSIONES

Otro aspecto trascendental que se impone en la perspectiva es la unidad de la izqu ierda. Al r especto sostenemos que ella es indis­ pensable para el desarrollo y cuhn inación de la lucha, estando con­ dicionada a que se produzca en el proceso, en la lucha misma, des­ cartando las formas del parlamentarismo intrascendent e e insin­ cero y además, que la unidad de la izquierda ha de significar todo u n proceso. Tenemos confianza en que todos los verdaderos r evo­ lucionarios, todos los marxistas-leninista s auténticos, tendrán que pasar por las puertas de la historia que el MIR está abriendo en el Perú, si no qu ieren quedar una vez más a la zaga en la historia de América. Consideramos que el partido de la Revoluci6n Peruana se irá constituyendo dentro del proceso insurreccional y que sus cuadr os y dirigentes sll1'girán de la lucha misma. N o usamos la etiqueta d P artido, sino qu e nos llamamos, 10 q ue somos, u n Movimiento que pretende ser un factor de gestaci6n del Partido de la Revolución Peruana. Por otra parte, la revoluci6n peruana es parte de la revoluci6n continental y mundia1 Obedece al imp ulso incontenible de libera­ ción de los p ueblos oprimidos y se dirige contra el mayor enemigo de los pueblos del mundo: el imperialismo norteamericano y sus lacayos oligárquicos. La insurrección en América Latina no es mer­ cancía que se exporta de uno u otro país, sino fruto auténtico de las contradiccion es inherentes al sistema imperante en nuestros pueblos. La insurrecci6n en América Latina, se ha iniciado en Ve­ nezuela, Guatemala, Colombia y Perú y muchos otros países están frente al umbral de las a cciones armadas. Ninguna fuerza será ca­ paz de detener este proceso continental, más cuando está vinculado al fenómeno mundial de la revolución y cuando las contradicciones imperialistas se agudizan y sus fuentes de lucha se multiplican . Consideramos que el imperialismo norteamericano en su de­

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sesperación recurrid a sus ingentes llle üios para detener y sofocar la guerra emancipadora continental. Estamos seguros que la inter­ ven ción armada nor teamericana en nuestro territorio h a de produ­ cirse con mayor celeridad qu e en otros países, porque los capataces del P entágono saben bien de la trascenden cia de una insurrección triunfante o en desarrollo en el corazón de América La tina. Pero así mismo, tenemos confianza en que la guerra nacional de libera­ ción en nuestro país, ser á u n p ositivo factor polarizador de las con­ ciencias contra el explotador e intervencionista extranjero. Los imperialistas n orteamericanos propician desde ya la Fuer­ a I nteramericana de Defensa, dirigida contra los movimientos de liberación de nuestros pueblos; pero asimismo debe comprenderse q ue nuestra lucha nacional revolucionarla se convertirá a la corta o a la larga en lu cha continental revolucionaria, porque a fin de cuentas todos nuestros puebl os participan de la misma ansia de liberación y el proceso de unos irá radicalizando a los otros e in­ corpor ándolos a la lucha, con los métodos y formas correspondien­ tes a sus propias realidades. El proceso insurreccional iniciado por el MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA corresponde a una revolución nacional y p opu lar anti-oligárquica y antimperialista, llamada a es­ tablecer el gobierno democr ático que siente las bases para la instau­ ración del Socialli¡mo en nuestra patria. Tenemos plena confianza en nuestro glorioso pueblo y tenemos fe en ]a revolución. Ello alienta nuestra decisi ón de continuar, a costa de cualquier sacrificio por el camino que hemos escogi do y seguir haciéndonos dignos a la condición de vanguardia revolucio­ naria del pueblo peruano m aree Ch'aska ("Estr ella del Amanecer"), Julio de 1965.

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PLANIFICACION, MERCADO E INCENTIVOS

asia e n la tormenta

EO 10.­ Maurice Dobb

UN EXTRAORDINARIO REPORTAJE OCULAR REALIZADO POR EL PERIODISTA

LillS

CARRERA

"UNA VISJON POLlTlCA y ECONOMICO·SOCIAT.

DE LA REALI DAD CHINA, LA GUERRA D

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Tan de acuerdo estoy con la mayor parte de las exactas y lú­ cidas observaciones del p rofesor Bettelheim sobre la planificación en los paises socialistas (MR Selecciones en Castellano, mayo de 1965) , que me resistí a expresar mi divergencia con ellas en algún punto. Per o el br eve análisis suyo sobre la función del mercado en la planificación r esulta, a mi parecer, malogrado por ciertas acota­ ciones finales negativas a propósito de ]a reciente tendencia hacia un empleo m ayor de "incentivos materiales" en los países socialis­ tas, incluidos los alicien tes empresarios implícitos en el "rédito n eto" o lucratividad de la empresa -acotaciones que los directores de MR subr ayan en su respuesta- oEsta , si se me permite, parece un a pieza de dogmatismo más bien romántico que no concuerda con las necesidades reales de una econonúa socialista planificada ni con la experienCia histórica. Uno se interroga, realmente: ¿se plantearían hoy estas dudas, al menos con la vehemencia con q ue se las plantea, si Pekín no hubiera agregado hace p oco a la actual controversia ideológica cierto ingrediente de infantilismo izquier­ di sta en la crítica contra otros paises socialistas? Me pregunto si el pr ofesor Bettelheim objeta los " incentivos m ateriales" en absoluto, o sólo el aumento de su u tilización. Si es esto ú ltimo, m e parece que se trata de una cosa que hay que deci­ dir empíricamente y nada tiene que ver con l os principios. Si lo que objeta es su uso en absolut o, lo lógico sería que censur ara tam­ bién a cualquier sistema de pago por resultados -y todavía con mayor razón, pues nada hay tan "Individualista" como el salario a destajo. Siendo así, desde luego que la crítica sobre " motivaciones extrañas al socialismo" deben apli carse no sólo a los acontecimien­ tos soviéticos reclente,"" sino también a días muy lejanos de la his­ toría de la revolu ción soviética, cuando Lcnin (enfrentando a los románticos y utopistas que a ctuaban entre los bolcheviques de aquella época) abogaba pr ecisamente por el uso de estas motiva­ flQnthly Review

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ciones e incentivos materiales. Indudablemente, negar el carácter "socialista" de los incentivos materiales, aun sobre una base indi­ vidual y no colectiva o de grupo, equivale a confundir la diferen­ cia entre la etapa de desarrollo socialista y la comunista. A propó­ sito de lo cual cabe traer a colación el aserto de Lenin en el sentido de que "tratar h oy, en la práctica, de anticipar este resultado futu­ ro que consiste en un comunismo plenamente desarrollado, com­ pletamente ~stabilizado y formado, expandido y m adu rado en to­ talidad, sería como quer er enseñar matemática su perior a u n niño de cuatro años" (La enfermedad infantil del izqu.ierdismo en el co­ mu.nismo) . Pero tal vez la objeción real se plantee en la relaci6n entre l os incentivos empresarios y la rentabilidad o r édito neto de la empre­ sa. Supongo que se admit irá que es necesario algún incentivo al nivel de la empresa para armonizar los intereses de l as empresas individuales (como unidades oper acionales del campo econó mico) con el interés social y con la p olítica involucrada en el plan econó­ m ico. (N o veo de qué manera pueda esto ser negado, salvo por quien niegue la posibilidad de las llamadas "contradicciones no an tagónicas" que surgen entre los intereses de una empresa y el todo colectivo, o por quien crea que ellas, cuando sur gen, pu eden ser exorcizadas merced a la propaganda o a la disciplina adminis­ trativa). Si realmente se dan tales in centivos, ¿por qué razón u no de ellos, relacionado con el balance de la actividad empresaria, va a ser m ás objetable que otl'OS tipos de alicientes similares, tales como los qu e dependen del logro de una deter minada m eta de pro­ ducción bruta, o de un conjunto de lo que llamamos índ iees "cual i­ tativos", todos los cuales han revelado graves defectos prác ticos según la experiencia del pasado'? En todo caso n o hay novedad al­ guna (ni " r evision ismo" khruscheviano) en el uso de un incentivo que esté condicionado al b alance o a la lucratividad de la empresa; en este punlo n o puedo sino pensar qu e los Directores han sido confundid os por la corta memoria de los periodistas burgueses o de los periodistas chinos. La idea de la lucr atividad como cri terio operacional de la empresa se remonta a las primeras aiir maciones de K hozraschot en los añ os 20, o sea que se remonta a la época de Lenin; y fue reafirmada como principio rector de la independencia operacional de la empresa en 1929, cu ando se inició el período de la planificación, La introdu cción de un incentivo empresar io ligado a la rentabilidad se produj o en 1936 con la creación del Fondo de Dirección (luego r ebautizado como F ondo de Empresa). Desde entonces hasta la fecha no h a sido éste el único tipo de incentivo, 38

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sino que funcionó combinado con otros como el de las primas por cumplimient o de! plan , 'ji los pagos destinados al Fondo se mantu­ vieron en un nivel bastante bajo con r elación al total de los gastos por salarios. L a innovación implícita en esquemas como los de Li­ b erman y Sil>: consiste sencillamente en convertir a la lucratividad (medida sobre cierto núm ero de años) en base prim ordial de todos los incentivos (colectivos o individuales) y en índi ce "sintético" de los logros empresarios. Casi pare ce inn~cesario subrayar que ]a "lu cratividad" en este sentido -como su perávit económico o rédito neto de ]a empresa socialista, implantada firmem ente dentro de la estr u ctura de una economía planificada y con múltiples instrumentos y palancas pa­ ra ajustar y contr olar por lo meno!'; la estructura macroeconómica­ es por su significación algo completamente distinto de la motiva­ Ción-lucro y de la "rnaximizad6n" de la ganan cia como punto de apoyo de la actividad económica bajo el capitalismo. Toda analogía entre ellas será puramente formal; y el destacarla. pienso, equivale a sembrar la confusión (una de las razones, sin duda, por las qu e los periodistas burgu eses son tan afectos a esta analogía) . Lo que está en cuestión es sencillamente si estos "instrumentos y palancas" para contr olar la economía deben ser compulsorios y "administra­ tivos" (como se dio en el pasado enn graves efectos negativos) o menos directamente " económicos" (al menos en lo que respecta a las decisiones lTIlcroecon6micas), y funcionar a través de los pre­ cios e incentivos. Convengo tot almente con los directores y con el profesor B et­ telheim en que esta estructura planificada necesita incluir el COI:­ trol sobre los pr ecios aplicados por las empresas - ya sea bajo la forma de fija ción de precios en detalle, como hasta abora, o de pre­ cios tope impuestos, por 10 menos, a la mayoría de los produc tos-, así como r equiere también una estructura económicamente correcta (en algún sen ti do) de precios relativos. También tendría qu e admi­ tir que probablemente la economía yugoslava, en u na época, haya llegado demasiado Jejas en este aspecto de " liberar " de controles a la empresa. Pero es inexa cto decir que n o existe actualmente plani­ ficación de precios ell Yugoslavia. Los controles de precios h an sido reimplant::.(":.os y extendidos en los ú lti mos cinco o seis años, y con este fin se in stituyó en 1962 una Junta Federal de Control de Precios. Penn.itaseme concluir citando un lúcido y excelente resumen acerca de esta posición, extraído de ID} articulo reciente del p r oMonthly Review

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fesor Ota Sik, de Praga, con referencia a sus propias ideas (qu e en ciertos aspectos van más allá que las del profesor Liberman) : "En el p eríodo del culto a Stalin, los intereses materiales de las empresas en tanto que comunidades de productor es fueron más y más descuidados. Mientras formalmente se pract icaba la con ta­ bilidad de costos, disminuían los estímulos materiales destinados a reducir los c ostos de produ cción y aumentar las cant idades ~el valor producido y realizado, y su correspondencia con la demanda del consu mo. " Las relacion es socialistas de m ercadería-dinero en las condiciones de la planifica ción socialista presupon en una gran medida de independencia de las empresas no sólo en el trazado de planes sino también , y aun más, en realizarlos, en resolver la m ul­ titud de pr oblemas que surgen dia tr as dfa . .. En la presente etapa de desarrollo de las fuerzas productivas, y debido a la n a turaleza act ual de los procesos de trabajo, los incentivos materiales son in­ cuestionablemente el estímulo principal. La su bordinación del in­ centivo a índices cuantitativos ha sido hasta hoy uno de l os mayo­ loes obstáculos para el aumento de la eficiencia... El nuevo sistema de a dministraclón va dirigido a crear un clima económico en el cual los trab ajadores, al tomar decisiones relativamente autónomas con­ cernientes a su p r ograma de producción, tengan el mayor incentivo material para trabajar por la satisfacción más cabal posible de las necesidades de la sociedad y hagan el uso más efe ctivo tanto de1 trabajo como de los medios de producción ". Acerca de la cuestión más amplia de la relación entre plani­ ficación y m er cado, el autor sintetiza el p r oblema en t érminos ge­ nerales con estas palabras: "Hasta hace poco, la relación entre planificación y mercado era comprenclida incorrectamente, y el concepto de mercado se a plicaba a la economía socialista de m odo casi vergonzante. Se sostenía , erróneamente, que la coordinación sodal planificada, la administr ación planíflcada de la producción, eran las antípodas absolutas de la orien tación a través del mercado, de la utilización del instr umen to del mercado. Se suponía que la planificación era un atributo exclusivo del socialismo, y la producción para el merca­ do u n rasgo exclusivo del capitalismo. La obstinación de las premi­ sas teór icas produ jo mucho daño... La chIerencia no consiste en que la produ cción bajo el capitalismo d ependa necesariamente del m er­ cado mientras bajo el socialismo el mercado no juega rol alguno. La produ cción socialista planifica da debe procurar finnemente sa­ 40

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tisfacer la demanda del mercado.. . Nuestra producción se dife­ rencia del capitalismo, n o en qu e no debe satisfacer exigencias de mercado, sino en qu e es una clase diferente de producción que abas­ tece a una clase diferente de mercado. (Wor Ld Marxist R eview. Londres, 1965, N 9 3, págs. 17-19).

Un especialista

Las últimas reformas económicas en la Uni6n Soviética y Eu­ r opa or iental están lejos de la perfecclón, pero merecen cierta de­ fen sa ante el ataque front.al lanzado por Sweezy y Huberman en MONTHLY REVLEW (MR, Selecciones en castellano, mayo d e 1965) . 1) ¿Por qué utilizar la lucratividad como medida de1 desem­ peño del admmistrador empresario? La razón consiste en los difi­ cilísimos problemas que han sw'gido al aplicar la realización del plan como único índice d e ese desempeño. En primer lugar, los administradores procuran a men udo que se les fijen metas inferio­ res dentro del plan, mediante el recurso de denunciar una capa­ cidad productiva menor que la que su empresa posee. En segwl do lugar, constituye un problema muy serio la baja calidad de las mercaderías, debido a que no se sanciona al administrador por de­ fecto en la ealidad si alcanza la meta fijada en L'Uanto a volumen. Tercero : los administradores tienen pocos deseos de superar hol­ gadamente el plan, porque en tal caso se elevarIan las metas del año sigw1!n t e. C ua.rto: fos administradores muestran poco interés en introducir t ecnologías nuevas porque corren el riesgo de perder bonificaciones durante el período en que se efectúan los cambios, ~ porque las metas habrán de ser elevadas después de que esos cambios se realicen. Quinio: los adminlstradores se cuidan poco de reducir los costos, y a menudo gastan sumas excesivas por la vía del derroche. porque las bonificaciones dependen del cumplimiento de las metas y la deducción pOlO gastos excesivos es insignificante. P odrían mencionarse u1Uchos otros problemas del viejo sis tema, pero ésios bastan para explicar por qué se requerirá a los admin is­ lradores que tiendan primordialmente, en el futuro, a la lucrati­ vidad. 2) Pero la introduccióu de un si.s tema de bonificaciones para obreros y administradores, a base de 1ucrativldad de la empresa, ¿no conducirá a crear una psicología burguesa? Cuesta comprenMonthly R.eview

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der que pueda darse una psicología más burguesa que la que re­ sulta de los métodos enumerados más arriba para obtener bonifi­ caciones dentro del sistema antiguo. 3) ¿Por qué se realiza ahora esa introducción? Porque las economías socialistas avanzan hoy hacia una etapa de desarrollo mucho más avanzada. La pura planificaci6n centralizada es harto más fácil en una economía más sencilla, menos desarrollada. Che­ coslovaquia, por ejemplo, sostiene que la planificación centraliza­ da le permitió un desarrollo rápido en lo que respecta a las tareas obvias del período inmediatamente posterior a la guerra P ero en 1963 el producto nacional de Checoslovaquia (econ6micamente la más avanzada de las naciones de Europa orient al) registró en los hechos un descenso, y los checos atribuyen gran parte de este des­ censo a las inex actitudes de la planificación centr al. Creen que la economía crecerá mucho más r ápido a medida qu e se permita a obreros y administradores adoptar sob re la marcha much as deci­ siones que afectan al tr ab ajo de todos los días, teniendo en cue nta la lu cr a tividad como indicador supremo de su desempeño. 4) ¿Es este paso un acercamiento a la práctica yugoslava ? P or cierto que sí. pero Yugoslavia va a su vez retomando a un control má~ centralizado de ciertas cosas. por ejemplo el control central sob re los precios. Aun en Yugoslavia, nadie obtiene parti­ cipación en los beneficios si no es de acuerdo con el trabajo reali­ zado dentro de la empresa. Y nadie, en los otros paises, pr opone confiar la empresa a consejos obreros, sino mantener el control centralizado a través de la designación de administradores y me­ diante otros dispositivos más in directos. 5) ¿Rabla esto en contra de la planificación central? Al contrario, lo que se sostiene es que los planificador es quedarán liberados de una enorme cantidad de cuestiones de detalle para consagrarse a los planes de largo aliento, especialmente la plani­ fi cación de las inversiones.

Ch ar les Bettelh eim

Los hechos prueban que las formas altamente centralizadas de planificación apropiadas para u na economía relativamente sim­ ple conducen a un derroch e cada vez mayor a medida qu e la eco­ nomía se torna más compleja, El r esultado puede ser un descenso de la tasa de desarrollo y aun el estancamiento económico. Como 42

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ejemplo de ello puede mencionarse a la economía checa en los últimos años. Esto se debe a que no existe un método a través del cual pueda disponerse con rapi dez de inform ación precisa y suficien­ tement e detallada, ni un sistema coordin ador y coherente en la toma de decisiones, cos as ambas que son igualmente necesarias par a tales formas de planificación en una sociedad compleja. En consecuencia, el der r oche de r ecursos es cada vez mayor. Si uno desea mantener intacto el sistema centralizado que resultó eficaz para u na economía más simple, resultará imposible - dadas las técnicas matemáticas hoy disponibles-- reemplazar en escala n acional el sistema burocrático y administrativo que actual­ mente fun ciona en los países socialistas, por un sistema de com­ putadoras electrónicas capaz de procesar con rallidez toda la in­ formación necesaria para alcanzar decisiones centralizadas efica­ ces. Habida cuenta de todo el progreso técnico posible, los espe­ cial1stas estiman que, en el campo de la industria pesada única­ mente, no será antes de 1980 que la Uni6n Soviética pueda llegar a un sistema totalmente automatizado de administración, y aun ésta puede resultar una previsión optimista. En cuanto a las ac­ tu ales normas de centr alización, sabemos que si se mantuvieran junto con los métodos acluales de manejo de la información, se produciría una enorme expansión de los órganos planificador es (cuyo personal debería aumentar dos o tres veces más rápido que el producido social), y todo ello resultaría en una coordinación cada vez más imperfecta de las decisiones. Los hechos dem uestran también que más allá de cierto punto, el derroche de recursos tiene un efecto desmoralizador capaz de conducir al extremo opuesto' a la relajación de t oda disciplina planificadora. En la práctica, esta relajación de la disciphna se introduce en la economía, antes q .te nada, a través del es tablecimiento de un sistem a paralelo de toma de decisiones. Hemos pr esen ciado este fenómeno en varios lugares dentro de los paises socialistas cu ya economfa alcanzó un alto grado de complej idad, y en los cu ales se trata de man lener en vigencia el sistema supercentrallzado de toma de decisiones que funcionó en el pasado. Encontramos, por un lado, ltn sistema explícito de normas centralizadas, que opera más y más lentamente y cada día con eficacia menor; y por el otro. un Sistema subyacente a través del cual aquellos que son realmente r esponsables de la producción toman cada vez más decisiones por su cuenta, y lo bacen, por el momento, violando las Monthly

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n ormas formales. Este reglmen encubierto debe ser tolerado en la práctica porque de 10 contrario la economía caería en u na pa­ rálisis total. Pienso que, cuan do hablamos de una empresa cuyos benefi­ cios son de propiedad colectiva, implica una confusión arbitraria identificar la producción "por la ganancia" con la ganancia como "indicador de la eficiencia de la administración". En tal empresa la ganancia realizada sobre la base de los precios y salarios plani­ ficados es sólo uno de los índices de la calidad de su a dministra­ ción, ya qu e la a ctividad de la empresa -su producción e inver­ siones- está determina da por el plan , y en consecuencia por las prioridades sociales. Por 10 tatlto, no creo que las tendencias a caer en la pr oduc­ ción "por el lucro" sean de la naturaleza y el alcance q ue les at r i­ buye la respu esta de MR. Ellas prueban que es necesario modifi­ car profun damente el sistema de planeamiento y admin istración her eda do de la fase inici:al de la construcción socialista. P or otra parte, ciertos aspectos perturbadores de estas tendencias derivan pr ecisamente de la carencia de UD pensamiento teórico suficien­ temente sólido acerca de la función de la ganancia como Índi ce de la eficiencia empresaria. Esto resulta particularmente cierto cuan­ do no se ha-ce distingo alguno entre un "índice del plan" y un "incentivo". Sí algo prueban las tendencias actuales. es que solo establecien do las distinciones necesarias y realizando el análisis preliminar que éstas implican puede uno evitar el doble peligro: derroche y estancamiento por un lado, o restablecirruen to de la ganancia como objetivo de la producción. Retornamos de esta manera a la necesidad de un an álisis teórico del auténtico contenido social de la p ropiedad del estado, de la na t uraleza de l os problemas económÍcos y legales y de la tran sformación de las relaciones socialistas de producción en con­ sonan cia con el desarrollo de las fu erzas produ ctivas.

LEON TROTSKY SEGUN ISAAC DEUTSCHER

Marcel Liebman

Marcel Liebman es un estudioso belga especlal1zalio en cien cia política. Enseña en la Unlversldad de Bruselas y obtuvo el doctorado con una tesis sobre los orígen es Ideológicos del comunismo ~ Bélgica. Es tambi én Investigador becado en la Fundación Nacional de lnves,... tigación Científica de su país. Este trabajo fue publicado en el suple­ mento artlstlco-llterario NI,) 1 de MONTBLY REVIEW PRESS.

Detrás de los actos y pronu nciamientos del Partido Comunista Chino los líderes soviéticos perciben, y no sin razón, el espectro redivivo del trotskism o. P or su parte los dirigentes chinos, siempre inclinados a equipar ar todo tipo de antistalinismo con el trotskis­ mo, r esponden a las "acusaciones" soviéticas descargando sobre sus adversarios idéntico anatema\. Asi están hoy las cosas, a un cuarto de siglo de la desaparición de Trotsky. Como movimiento organizado el trotskismo es, numéricamente hablando, una fu erza harto exigua. Hoy más que nunca la Cu arta Intern acional p r esenta la aparien cia de una secta. P ero dentro de la crisis ideológica e intelectual que conmueve al mundo comunis­ ta en la actualidad, es el fantasma, del revolucionario -exilado, enlodado y asesinado- el que acosa a los protagonistas principa­ 1 Hay una sorprend en~e simIlitud entre las acusaciones que rusos chinos se dirigen entre sí, y -esto no deja de tener su ironía. As!. en un articulo publicado por Renmin Ribao bajo el título "Sobre el problema de Stalin" (septiembre de 1963) , los comunistas chinos ex­ presan que "los t rotskistas no ocultan su alegría" fren te a los ataques d-e Khruschev contra stalin. Sl.1s10v, por su parte, en su inform e al Comité Central del partido Comunista Soviético, declaró el 14 de fe­ brero de 1964 Que 'len. el momento actu3)l los trotskistas n o oculta su Jú bilo ... ante la conducta de los lideres del PCCR". Este es, por lo menos, un punt~ en que los com unistas ch inos y rusos muestran per­ fecto acuerdo en cuanto a fotma y contenido.

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les del conflicto. En esta crISIS que afecta a la acci6n y ai pensa­ miento de millones de militant es comunistas en todo el mundo, tan involuntario homenaje al trotskismo por quienes se declaran sus enemigos bien p odría producir frutos positivos: podría ser lo que permitiera al mar xismo renovar su ver dadero espíritu redes­ cubriendo - o descubrien do- al hombre que fue u no de sus últi­ mos r epresentant es auténticos. Semejante redescubrimient o -o descubri miento-- debería producirse casi necesar iamente a tr avés de la monumen tal biografía de Tr otsky que Isaac Deutscher a caba de com pletar con la publicación del tercer volu men 2 • Es de esperar qu e los libros tengan el destino que merecen : la admirable obra de Deutsch er aparece, p or lo tanto, r ealzada y señalada por los acontecimientos que enmar can la publicación del último v olumen. Porque ocurre qu e el autor completó su tarea en el momento preciso en que la realidad podía servir más acaba­ damente a las intenciones que le inspiraron. De manera que el historiador marxista se revela a la vez como sabio y como hombre político y alcanza esa combinación de pensamiento y acción que constituye el cimiento de su cometido filosófico. Esta es una de las razones por las que el T'I'otsky de Deuts­ cher debe ser juzgado también como obra polí tica, No podCa ser de otro modo desde el momento en que, resuelto a utilizar la forma biográfica en su más lato sentido, el autor se propuso no s610 es­ cribir un relato de la vida de Trotsky sino t ambién describir la evolución de la U nión Soviética a partir de la Revolución de Octu­ bre. Y por supuesto que tal des cripción se basa en la propia visión de Deutscher sobre lo que es la URSS, lo que fue el stalinismo y los rumbos emprendidos por la socIedad soviética después de Sta­ lin. El valur de la tr ilogía de Deu tscher -aparte de su calidad li­ t eraria que la hace igualmente valiosa como obra artística y como relato histórico-- reside precisamente en la coherencia de esa vi­ sión , la 16gica de las descripciones y la claridad y certeza con que, p ese a navegar entre los remolinos de la p asión y el preju Icio par­ tidista, acomete la exploración de cuar enta años de historia y des­ menuza el fenómeno b olchevique. P ara alcanzar el éxito tu vo que r eprimir sus entusiasmos tanto como su s r epulsiones, sus simpatías 2 The Prophet Outcast. Trotsky: 1929-1940, Ox!ord University PreSoS, 1963, 543-XIV pp . Los volúmenes anteriores son Tbe Propbet Ár ­ med o Tr otsky : 1879-1921, y The P rop het. Unarmed. Trotsky : 1921-1929, editados también por Oxford Universlty P ress en 1954 y 1959.

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y a la vez sus odios. Y la m edi da de su triunfo prueba que el únlCo antídoto contra el odio y el r esen timiento es la voluntad de com­ prender . La simpatía de D eut scher por Trotsky no le impide nun ca ver las fallas y los errores de éste. "Libre de lealtades a culto alguno , he intentado restablecer el balance hist6rico", escribe el autor en la introducción al primer volumen. Al hacerlo así se exponía a con­ citar la hostilidad de los adoradores de éste o aquél ídolo. Y eso es 10 que ha ocurrido. Los qu e se prosternan ante e l altar del anti­ comunismo le acogen con una animosidad en que la furia y la malignidad se dispu tan la primacía, y su cólera no e s más que un a admisión de deb ilidads. Los advenedizos del antitrotskisrno obsesi­ vo - herederos y a veces amantes del viejo stalinismo-- no se han comportado mejor. El 6rgano oficial de los comunistas procbinos de Bélgica, por ejemplo, dem ostraron hace poco que la ignorancia total no impide formular las afirmaciones más dogmáticas. Y por último, aun dentro del movimiento trotskista, o por 10 meDOS en­ tre ciertos trotskistas, la obra de D eutscher ha levantado críticas no precisamente benignas. Per o sostener, como J. P. Cannon, que Deutscher es el "Bernstein del trotskismo", equivale, o bien a admitir las debilidades e incoh erencias de cierto tipo de tr otskis­ mo, o bien a afirmar la necesidad de un determinado "revisionis­ mo", inherente al marxismo y a su desprecio por dogmas y clisés. LOS ORIOENES DE LA "DICTADURA DE STALIN"

Que el trabajo de Deutscher haya provocado cier ta decepción e incluso u na ocasional iracundia en algunos sector es del movi­ miento trotskista es perfectamente comprensible. En pr imer lugar , esto se debe al hecho de que D eut scher considera la fun da ción de ]a Cuarta Internacional, en septiembre de 1938, como un error po­ lítico. Además, el autor trata el desarrollo del movi miento trots­ kista com o un mero tema subor dinado, aunque dice 10 su fi ciente como para que sepamos en qué medida difiere, con respecto a las varias tendencias del movimiento, de aquéllos que 10 comp onen. Pero hay algo todavía más importante; la pintura que Deuts­ cher ofrece de la Unión Soviética y de su historia. P ar a los p ar ti­ darios del trotskismo, "Stalin destruyó la democr acia proletaria q ue existía en los años de Lenin y Trotsky". Incluso fue precisa­ 3 Véase, por ejemplo. el NQ 4 del Survey, dedicado a "The Wesiern lmage 01 the SovIet Uruon 0917-1962)", Londres, abril de 1962.

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mente en estos términos que la Cu arta Internacional descr ibió a la "Rusia stalinista" en su más reciente congreso, realizado en ju­ n io de 1963. Y precisam ente en este punto la b iografía de Deu ts­ cher expone un p unt o de vista que , si no es totalmente incompati­ ble con el del trotskismo ortodoxo, por lo menos disiente conside­ rablemente con él. Al final del primer volumen de la trilogía, y al comienzo del segundo, D eutscher traza un cuadro convincente y preciso de lo q ue era la U R S S en 1921, época en qu e Stalin no había logrado aún el control de l a maquinaria burocrática del P artido Bol chevi­ que. El l en gu aje del autor se muestr a desprovisto de toda ambi­ güeda d. Si es cierto que el Partido B olch evique era en este perlodo "la única fuerza capaz de salvaguardar la revoluci6n ", con la mis­ ma certidumbre afirma Deutscher que "el grueso de la clase tra­ bajadora, par a no hablar del campesinado, se volvi6 inequivoca­ m ente contr a los bolcheviques" . e incluso que "si se permitiera a las clases trabajadoras hablar y votar libremente destruirian la dictadura" (1/504, 506) . Cuando Deutscher se pregunta: u¿A quién r ep resent aba -entonces el Partido Bolchevique?", su respuesta es: "Se representaba sólo a si mismo", y agrega : "el Partido Bolch e­ vique se mantuvo en el poder por la u su rpaci6n" (11/9-10). Y cómo podía haber sido de otr o modo desde que, como 10 muestra el autor, "los Soviets de 1921-1922, a dife rencia de los de 1917, no eran y no podían ser representativos . .. Eran criaturas del Partido Bolchevique" (U/lO) . ¿Cómo podía haber sido de otro modo en las condi ciones económicas y sociales de la Rusia del p eríodo en que los líderes bolcheviques "sabían que estaban circundados p or un vacío"? (ll/ll) . La guerra civil habia diezmado la:os filas de los viejos bolch eviques: "Aqui y allá pequeños grupos de vt!teranos de la luch a de clases se reunían y deliberaban sobre las perspecti­ vas de la revolución. Una vez habían constituido la "vanguardia" real de la clase trabajadora. Ahora no eran más que un pequeño grupo (n/ 6) Pero el proletariado rismo estaba, para usar los mi smos térm inos de Deu~cher, "dispersado", "pulverizado"; la renta n acion al, en 1921, era de no más de un tercio de la de 1913; la producci6n industrial habia descendido en un 80 por ciento con relación a la cifra de preguerra (90 por ciento en las m inas, 97,5 por ciento en la metalurgia); la miseria y la desnutri­ ción e ran espantosas. Y para completar el cuadro "los bolchevi­ ques, después de haber proclamado el socialismo como objetivo, descubrían ahora que no se daban en R usia las bases materiales para el socialismo" (1l/43).

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Todo esto p r ueba suficie ntemente cuán artificial es la con tra­ posición que a menudo se hace entre la "democra cia proletar ia" que se supone que R usia vivió de 1917 a 1923-1924, y la "dictadura bonapartista y b urocrática" de los años posteriores. Tal vez la Unión Soviética sea, como lo p roclamó la Cuarta Inter n a cional en su reciente congreso, un "estado obrero degen erado". P ero esta degeneración es más antigua de 10 que generalmente creen los ene­ migos de Stalin. D espués de todo fu e el propio Lenín quien, y a en 1920, describió a la Rusia revolucionaria como "un estado obrero con una deformación burocrática"4. ¿"Deformación" en 1920? In­ dudablemente. "¿D egeneración" después? Inn egable. Pero estamos todavía muy lejos de poder hablar sobre estrangulación de u na democracia sólidamente establecida, de supresión de una clase tra­ bajadora consciente, milit ante, ardientemente revolucionaria. En este punto D eutsch er está más cerca de Lenin que aquéllos que le acusan en una u otra form a de "revjsionísmo"lI. A despecho de su admir ación por Trotsky, Deu tscher no ocul­ ta que no fue sin o a fines de 1923 que Trotsky se erigió en defensor de la democracia proletar ia. Antes de eso había defendido y p r o­ piciado el sist ema de partido único; y Deutscher declara que " el sistema de partido único implicaba una contradicción ter minológi­ ca: el propio partido 1mico no p uede mantenerse como partido se~ gún el significado corriente d el ténnino" (II/16). Trotsky no que­ da exento de la observación que Deutscher hace con respecto a todos los lideres bolcheviques de 1921: "No se dieron cuenta de fIue no podían prohibir toda controversia fuera de sus filas y man­ tenerla dentro de ella~ : n o podían abolir los derechos democráti cos de la sociedad en su conjunto y preservar esos derechos exclusiva­ mente para ellos" (1I/ 16). Trotsky en particular, admitamos que refiriéndose a las circunstancias de la época, "propiciaba pública­ mente el gobierno por la coerci6n" (1/ 516). Fue Trotsky, en verdad, quien proclamó en el Congreso Bolchevique de 1921: "Es necesario croar entre nosotros la conciencia del derecho histórico-revolucio­ 4 Lenill , Oeuvrl!$ Cedlclón en fra ncés) , Moscú. 1962, vol. 32, p. 4l. Advlértnse ademó.s, la llamativa. similitud enLre la descripcioo que Deutscher da del proletariado ruso en 1921 y este fragmento de Lenin' "Nuestro prOletariado es en su mayor parte desclasado ... las crisIs sin precedentes, el cierre de fábricas, Obligaron a la gente a emigrar a causa. do! hambre; los t rabajadores a bandonaron simple­ mente las Iabricas, han debido radicarse en el cam.po y han dejado de ser obreros" rOeuHes. vol. 32, pp. 207-208). 5

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nario de primogenitura de nuestro partido. El partido está obli­ gado a mantener su dictadura , p or encima de las oscilacion es tem­ porarias en la inclinación de las masas, por encim a de las vacila­ ciones m omentáneas aún dentro de la clase tr abajadora" (1/ 509) E , incluso en 1924, se convirtió en defen sor de los der ech os abso­ lutos del partido al afir mar que "En última in stancia el partido tiene siempre r azón, porque es el único in str1.l:ment o histórico qt

la clase trabajadora posee para la solución de sus tareas fu nda­ mentales" (I1j 139) . N o e s mi intención seguir aquí la evolución de las ideas de Trotsky sobr e la democr acia durante el período en que él se en­ contraba t odavía en la cúspide del poder . Y de todos m odos im­ porta u na mer a pedante ría condenar a los b ol ch eviques -perse­ guidos, débi les , triunfantes y derrotados al mi smo tiempo-- por haber abandonado aquella democracia soviét ica qu e ellos solos habían con struido. LAS CAUSAS DE LA DERROTA DE TROTSKY

Lo que debe ponerse de relieve, contra esta tendencia a fijar un distingo demasiado profundo en tre la "democracia leninista (y tr otskista) y la "dicladura slalinista", es la sutil t eoría que Deut~­ cher ofrece para explicar el duelo qu e u b rar on Trotsky y S talin , y BU desenlace. T ambién aquí, la t rilogía apu nta a pulverizar las i deas y presun cion es aceptadas que h.cl st a ahora muchos de noso­ tros no n os atreveríamos a cuestionar. ¿No nos incli náb amos de­ masiado a creer que la vicioria de Stalm fue después de todo, y quizás exclusivamente. debida a la puesta en mar cha de una má­ q u ina coer citiva que apeló a los métodos más viles e Ilegales, in­ cluso el gangsterismo puro y descarnado? Por cierto que las es­ can dalosas actividades de los burócratas stalinistas y de la policía ju garon su parte en la derrota de Trotsky y de la Oposici6n. Ahora aJ'ece, sin e mbargo, que no fuer on en modo alguno la úni ca cau sa, y ni siquiera la principal. En primer t érmino están los errores tácti cos que Trotsky ac umuló de 1923 a 1926 en la lucha por la "sucesión" de Lenin; en la actilud que asumió cuando, en 1925, se r eveló incapaz de u lilizar en su provecho la disolu ción del triun­ virato Stalin-Zin oviev-Kamenev; y en 1926, cuando, por razones de principio sin du da h onorables, rehusó unirse a B u jarín para comhatir a Stalin Estos errores fuer on tan graves que Deu tscher declara, a propósito de la p olítica segu ida p or Trotsky en 1925 y 1926, que éste "se suicidó políti camente", y que su n egativa a con­ r::0 Monthly R Cllin

certar un acuerdo con los bujarinistas fue un ¡'acto de insen satez suicida" (ll/316, 315) La explicaci6n de esta t r emenda debilidad táctica parece resi­ dir, según Deutscher , en la propia personalidad de Trotsky. E particular su tot al y desastrosa incapacidad para obtener beneficio del "testam en to" de Lenin y, en general de la animosidad qu e Le­ nin demostró hacia Stalin en los últimos meses de su vida, obedeció a la personalidad y el car ácter de Trotsky· la certeza que abrigaba de triurua r sobre un adversario al que despreciaba nacía de un concepto m uy acendr ado de su propia superioridad, sentimient éste qu e, de acuerdo con D eutsch er, rayaba a veces en petulanciao Pero est as fallas tácticas, importantes con todo, no fueron la razón principal de la caída de Trotsky y el triunfo de Stalin; ni 10 fu eron en mayor medida que la falta de escrúpulos de Stalin. En definitiva, la idea que emerge de la 1J.. i1og1a, y especialmente del segundo volum en, es que Trotsky estaba condenado a la de­ rrota, y que la causa de su caída surge de las características de los tiempos que siguieron al p eríodo auténticamente revolucionario en Rusia, y de la naturaleza de la sociedad soviética en la década de 1920. En la medida en que uno pueda arriesgarse a lanzar afir ma­ ción tan categórica, parecer ía q ue el estallido de la revoluci6n cialista en un país atrasado, y el fracaso de la r e volución mundial que condujo al aisla miento del bolchevismo, debían socavar n e­ cesariamente los cimientos de la democracia proletaria. Si L en in y Trotsky, después de 1920 o 1921, tuvieron que volver la espalda a la democracia proletaria, no fue p or propensión hacía la dictadu­ ra burocrfttica a la cual, por el contrario, se oponían implacable­ mente. Deutscher muestra con claridad que en 1921, a los ojos de I!stos bolcheviques. partidarios y fundadores de la democracia soviética -es decir, exceptuando la Comuna de Par ís. p r imera tentativa de fundar una democracia real- el dilema consistía en ln necesidad de escoger en tre la democracia, con el riesgo conside­ I'nble de una restauración capitalista, y la dictadura del partido (e incluso de sus grupos dirigentes), como medio de preser var la herc!l1c1a de Octubre. l':n los años postedores a la mu erte de Lenin, no ocurrió en Rusia Soviética n ada qu e m odificara tal estado de cosas. Esto 1) "No sólo no podia (él) t olerar impasIble n los tontos. sin o Qu e hncin l1cnllr sIempre que eran ton tos ... Rara vez podía resistir la ,lUCIón de recordar a 105 otros sus errores, y de insIstir en su propia uncrlürldf\d y c!túlclFld de visión" (II!34).

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es lo que tornó prácticamente insostenible la ,posición de Trotsky, y lo que condujo a éste a una "impasse" de la que nunca pudo lih<'­ rarse: que cada actitud suya después de 1923-1924 le llevara ti identificarse con las demandas de la democr acia, tanto en el seno del Partido Bolchevique como dentro del sistema de los Soviets. Para detener la veloz caída hacia la dictad ura debió dirigir su ll a­ mamiento a los cuadros partidarios más conscientes, vale decir , a la "Vieja Guardia"; pero por las razones ya apuntadas la Vieja Guardia no se creyó en condiciones de conservar su autoridad por medios democráticos. Y esto que es válido con relaci6n al P artido Bolchevique, o sea a la "élite" proletaria, no fue menos aplicable a la clase trabajadora rusa en su totalidad. Y aún después de la cri­ sis económica y social de 1920-1921, con una situación algo mejor , y cuando la clase trabaj adora "dispersada" y "pulverizada" por la guerra civil comenzaba a reconstituir se, esto no contenía a un el material h umano indispensable para un r enacimiento de la demo­ cracia socialista: "carecía de conciencia polltica, vigor y capaci dad para afirmarse a sí misma" (11/ 261). F altando esta condición e~en­ cial, la lucha librada después de 1926 por Trotsky y la Oposición no podía tr iunfar. A pesar del h eroísmo de los militantes someti­ dos a presión moral y física, a pesar del ex traordinario poder inte­ lectu al y moral que su líder demostr ó durante sus últimos años en Rusia, Stalin y la burocracia h abían ganado la partida: Trotsky "lanzó todos los tr uenos y relámpagos en el vacío" (1l/272). El y sus partidarios tuvieron una patética pr ueba de su aislamiento político cuando intentaron , con motivo de las manifestaciones po­ pulares conmemorativas del décimo aniver sario de la Revolu ción, formular un llamamiento directo a las masas. Su fracaso fue total. En semejantes condiciones, uno comprende por qué D eu tscher , al hablar del Profeta "desarmado" primero y " proscrito" despu és, lo define como un "extraño en la atmósfera pedestre [unheroic (N. del T.) ] de la primera NEP" y, en forma aún más descriptiva, como un hombre "en lucha contra su tiemp o" (1l/ 28, 467). Es de n otar que el autor reiter a esta imagen: "Luchó "contra la historia" en nombre de la historia misma" (li( 468). Tal per spectiva realza la trágica figura de Trotsky, pero ¿no la condena al mismo tiemp a la impotencia política ? SI, sin du da alguna, si con este t ér mino aludimos al dominio sobre los acon tecimientos y sus consecuencias inmediatas. A este respecto Deutscher, adelantándose a la prueba que iba a ap ortar en el segundo volumen, afirmó expresamente en la intr oducción al primero que la derrot a de Tr otsky fue "a la vez posible e inevitable" (l/ vii).

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.~~; In l lUlis constituye uno de los puntos esenciales de la obra, "O eo lK ~ Iluda de que el relato de Deutscher sobre los aconte­ ll, lC ltlns vi vidos por la Rusia Soviética después de la R evolución 'J 1i1 ll cV H/UC lo confirman plenamente. Pero, ¿es esta tesis absolu­ ¡{j ITi OIlI" 1I1Objetable? Salvo qu e u no crea que el curso de la his­ ¡Ortn COincide ipso facto con la necesidad histórica, cabe pregun­ I tu 'Il0 tll lo prueba no hubiera ganado en ver osimilitud de haber uünl odn Deulscher este aspecto decisivo del problema: ¿Fue ine­ vitflblo que la Rusia Soviética permaneciera aislada? ¿ Qué habría rid,; si el proletariado occidental hubiera coronado por fin las Pc.,·ullzas que el marxismo había depositado siempr e en él, in­ IC"' cllldo derribar el bastión capitalista? L a gran crisis que asoló Ihé rica y Europa después de 1929 pudo haber ofr ecido la opor­ "11fI idod, Si esa oportunidad hubiera sido aprovechada, no s6lo no luh !'fn ~Ido inevitable la derrota de Trotsky en Ru sia; existen in­ "luso huenas razones para pensar que hubiera podido evitarse. ! "'¡ I prueba de Deutscher sería perfecta si fuera presentada, plcmáticamente, de la siguien te manera : a p artir de la situa­ GIO" polítiCa y social de la Rusia Soviética, y admitiendo ~e la revulución socialista no podía producirse en el mundo capitalista, i'rúls ky estaba destinado a la derrota y Stalin a ser el ven cedor. Pcm Deutscher no desarrollaba la segunda parte de la pr oposi­ iótl, la referida al mundo capitalista, y es probable que ella n o ,incicla con sus convicciones. Como indicio de esto, no necesita­ IUn!] más que señalar la severidad con que denuncia la poUtica de tl'llin respecto a China, así como su rígida condenación de la Ter­ fnlernadonal y del P artido Comunista Alemán frente 8 la 1I11! nnZa de Hitler y el peligro crecien te del ascenso de los nazis I poder. 1~11 último análisis, la lucha y la derrota del trotskismo resul­ l fi n de IJI1 0 con ca tenación de circunstancias que se dan no s6lo 11 In tu'bita de Rusia sino en el m undo todo. ¡Y quién podrá decir t l(ll e!! rlll'ron las causas del aflojamiento -¿inevitable?- del rit­ mo l'l.!villllcionario, así como de la prolongada resistencia del ca­ Illlu Hlll/IQ internacional! De todos modos, fue en la amplitud de 1,lbit" donde se desarro1l6 la tragedia de Trotsky ,

l.A NA'PURALEZA DE LA R.uSIA STALINI STA

lo!lll vía otro elemento que ayuda a explicar la victoria de lr.t¡ (.} utro factor, tal como aparece en la obr a de Deutscher, íicdad natural del stalinismo, la dificultad que su prinM onthly Revieto 53


cipal adversario tuvo en comprender sus fundamentos y la imposi­ bilidad, en cuanto a este ú lt imo, de desarrollar su actividad propia en la estructura de una Rusia que ya empezaba a a daptarse a los moldes del stalinismo, Como consecuencia, la posición de Tr otsky fue debilitándose a lo largo de sus últimos años en R usia . Se de­ bilitó en dos sentido~: en la determinación de su política frente al p oder y e n su u bicación como líder de la Oposi ción. Durante t oda su vida Trotsky con sideró a la R u sia sovietizada y estalinizada como un "estado obrero" y, hasta en los ú ltimos mom ent os, abo~ó p or su "defensa incondicional" contra el mundo capit alista. Pese al rápido crecimient o de la dictadura stalinist a, pese a las for mas cada vez más corrompi das que ésta iba asumien do, T r otsky p er maneció fiel a esta posición y tuvo que combatir a al­ gunos de sus prosélitos para quien es la R usia stalinista ya no era m ás que un estado en que una nueva burguesía y una nueva for­ ma de capitalismo habían tomado el p oderl . Pero ¿cómo luchar contra un régimen en el cual se r econocía la esencia clasista obrera m ientras se condenaba la superestru ctura política? Y la misma ambigüedad persistió largo tiempo en su actitud hacia el p artido. En 1927 especialmente, Trolsky se sentía acosado por la duda acer­ ca de ]a actitud que debía asumir frente al partido. ¿Era necesario proponer la idea de un nuevo partido o mantenerse a tado al con­ cepto de la unidad? Sus vacilaciones reflejan la incertidumbre de su juicio. Más aún, su honestidad intelectual no le ayudó en nada a tomar una decisión. Porque , por sob r e todo, esta ambigüedad era consecuen cia del c.arácter equívoco del propio stalinismo. Du­ rante las últimas luchas de Trotsky en la URSS, antes del exilio, se quebró la alianza entre Stalin y Bujarín; y en la controversia entre los dos ex camaradas fue Bujarin quien representó el ala derecha. Es más: Stalm, al negarse a prolongar su política de concesiones al campesinado rico y medio, inició lo que ha dado en llamarse la "segunda revolución", esto es, la colectivización de la agricultura y la industrialización acelerada. Ahora bien, si uno se desentiende de los métodos seguidos y del ritmo frenético impuesto a este p ro­ ceso, hay que convenir en que la colectivización y la industriali­ ~a ción eran los puntos principales del programa de la Oposición de izquierda. Este solo hecho - y es un hecho esencial- revela el carácter 7

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Trotsky detinía. a esta iendoocia dentro de su propiO movImien­ "el contorno lunático del antlstalinismo".

COIDO

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ambiguo de la p olítica de Stalin. Enfrentado a la derecha bujari­ n ista, le robó a la Izq uierda la parte fundam ental de su platafor­ ma económica; y mientras tanto, en el nivel de la estr uctura po­ litica, siguió suprimiendo los últimos vestigios de democr acia. so­ ciaJista y persigUIendo a los defensores de ella que aún quedaban. Trotsky fue una víctima de esta situación equívoca. Algunos d e sus acólitos, p erseguidos por Stalin, reclamaron su r eintegra­ ción a los cuadros del estado, de manera de poder in tervenir e n un progr ama cuyos prmClplOS, por lo menos, aprobaban. ¡Cuánt m ás fácil habría sido la lucha conlra el stalinismo en nombre de la Revolución, si la burocracia soviética hubiera vuelto francamen­ te la espalda al socialismol Pero no lo hizo así, y digamos de paso que Trotsky lenía con­ ciencia de ello, aunque no la suficiente, de acuerdo con Deutscher. Trotsky reconocía que la URSS seguía Siendo un "estado obrero" y el'a preciso defenderla. Hasta se sintió obligado a decír según palabras de Deutscher, que "en la Unión Soviética el stalinismo se­ g uía jugando un doble papel, a la vez progresista y retrógr ado", al mismo tIempo que denuncia ba el carácter contrarrevoluclOuario de su actuación en 01 campo mternacional (Ill/ 212). Por otra par­ te Trotsky afirmaba -sobre todo en La revolución traicionada­ que el "Termidor soviético" tuvo su origen en el período 1923-1924, y que "la burocracia soviética Dn cederá sus posicioneS sin lucha". De lo cual deducla la necesidad de una "segilllda revolución su­ plementaria, contra e l absolutismo burocrático", o sea una "revo­ lución política, no social" (III/309). Tocamos aquí otra cuestión en la que Deutscher critica las ideas de Trotsky: el jui cio de Trotsky sobre la Unión Soviética par ece a menu do, a los ojos de su biógrafo, teñido de pesimismo. Fundamentalmenle le reprocha el haber subestimado el carácter r elativamente izquierclbta, es decir, el carácter relativamen te re­ volucionario, de la política desarrollada por Stalin Deutscher es­ cribe, por ejemplo, con respecto a la industrialización y a la co­ lectivización lanzadas a fines de los años 20: "Trotsky todavía afir­ maba que la industrialización y colectivización intensiva er a u na simple fase transit oria de la poHlica de Stalin No percibía, y nun ca llegaría a ?t:!rcibir totalmente, q ue (Stalin) no podría ni detener ~11 su marl!' ta la te' tu ti - , .dus! rL11 ni ü 'alar de h acer la paz ron los kl.laks despu és de haberlos destruído" 93) . "Termidor so­ viéti<. " dala del comi'nzo del reinado de Stalin . Tampoc.o cree ya Deutsc:her, como creía Tl'otsky, que el stalinismo fue una sim­ ple ruptura con la tradici6n bolchevique, y afirma que la sigI1ifi­ I

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cacI(m del dominio de la " máquina partidaria" reside en que " In idea y la tradición bolch eviques, a través de las sucesivas refn mulaciones pragmáticas y eclesiásticas, pervivieron como i¿ t'n rectora y tradición domin ante de la Unión Soviética" (TIj 463) . Y agrega: Esto fue posible sólo porque la idea y la tradición et'll ban firmemente ancladas en la estructura social de la Unión So viética, primordialmente en la economía urbana nacionalizad (TIj 463) . De manera que hay una importante divergencia entre Trolsky y su biógrafo; y Deutscher se toma el cuidado de destacarlo de!!r l el punto de partida al decir que Tr otsky " no explicó ni pudo I'X plicar satisfactoriamente el cambio de clima de la revolución" (l/ vii) . Del mismo modo, Deutscher critica también la imagen dl~ l enemigo creada por Tr otsky en su biografia de Stalin - im agen que ,carece de esa admirable objetividad qu e el líder r€voluciona­ rio reveló por lo general en su p apel de historiador. En ú ltimo aná­ lisis, Deutscher sostiene que "como biógrafo, nO menos q ue como líder de la Oposición, Trotsky subestima a Stalin y a las fuerzas y circunstancias que favor ecieron a éste" (TII(455) . Lo que importa aquí es el juicio que el mismo Deutscher d a sobr e la revolución de la Unión Soviética durante y después del reinado de S talin. Estima que "lo que en definitiva r egía la con­ ducta y la política de la burocracia €ra el hecho de que se encon­ tr aba a cargo de los recursos industriales de propiedad pública d la U nión Soviética. Representaba los intereses del "sector socialis­ ta" frente a los del "sector privado", más bien que los intereses específicos de un a clase social" (Ilj130). y Deutscher con cluye que "la burocracia bolchevique no p odla sin o defender" la "econom(s nacionalizada", esto es, el "cimiento del socialismo" (Il j131) . Pa r.. Tr otsky "la película de la Revolución (bajo Stalin ) se est aulI proyectando en sentido inverso". Pero Ikutscher rechaza esta opi· nión y estima qu la. película no iba proyectándose ... para atrás . . . La peliculn continúa ; y puede que todavía sea muy pron to para hacer sobre ell u una crítica definitiva. En t.eoría, cabe toda via la posibilidad de 1111 termine con un revés para la J:1evolución ... Pero esta posibilidad (/11 rece ser en extremo remota. Cuando T rotsky escribió que la pelku!Cl rodada hacia atrás quiSO decir que m archaba h acia el re s ta bl ec1mil~f1to del capitalismo. En realidad rodaba h acia la economia planillcllda la expansión industrial y la educación masiva; y estas cosas, a d, pecho de toda la distorsión y adul tera.d6n burocrá.tica, fueron rel'(1 nocidas por el mismo Trotsky como requisitos esencia.les del socJallrt. mo ~ (11/464),

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Este juicio acerca de la Ru sia stalinista fluye naturalmente In npinión de Deu tscher sobre la sociedad soviética de hoy. Y 'lItn .-.pini6n, aun con las reservas que la r odean , es incontestable­ IIltllle positiva. E s cierto, según Deutscher, que " todavía es mate­ f'1fl (1" discusión si la burocracia soviética constituye una "nueva hlllO" y SI se necesita una r efo rma o r evolución para acabar con ti lIónlinaci6n arbitr aria". Pero agrega: "Lo incuestionable es que 1(111 reformas de la primera década post-stalinista, no importa cuán Irwdecuadas y contradictorias, h an mor igerado y limitado en gran 'Ií\<iclicla el despotismo burocrático, y que nuevas corrientes de aspi­ ,'nclones populares están trabajando para t r ansformar más toda­ vio. y más radicalmente, la sociedad soviética" (ITI/ 5U ) . Dcutscher cree, entonces, que el dinamismo interno de la Inss. y que en particular la base colectivista de su economía , :ÍL'rran algo más que una posibilidad de evolución relativamen­ ío pndfica hacia un verdadero socialismo. También aquí su " opti­ Itl hllllU" conLrasta con el "pesimismo" de Trotsky y sus prosélitos. y REALIDAD DEL TROTSKISM:O

Hay muchas divergencias entre Trotsky y su biógrafo, pero nUlUel'arlas sistemáticamente podría inducirnos a una visión rJII~da de la obra de Deutscher. Porque, a pesar de los errores Juido y la::; equívocadones tácticas, la figura de Trotsky n o sale IllÍlluida en manera alguna de la prueba a que la someten los toriadores. En cuanto al trotsktsmo. como teoría más que como villlicnto, Deutscher formula una evaluación total que r efuta diversos mitos qu e la propaganda y la falsificación stalinista !Qgt'ilron imponer mucho más allá de aquellos grupos que más o m('I1(,5 conscientemente las aceptaron. J~n primer lugar figura el empeño en hacer aparecer a Trotsky j!1lQ 01 enemIgo declarado de los campesinos. Sin duda que él, "'" marxista. creía en la necesidad de la industrialización, en llPcrillridad de la civilización urbana y en el rol predominante tolelnriado industrjal. Después de 1905 asignó al proletarja­ ti!".. l el papel de "¡:,ocio menor" en la revolución social, agre­ 1f, qlle el éxito de la revolución dependería del grado en que npc,.;inudo diera apoyo real a la acción revoluclOnaria de la tm'bnjndora. En este período afirmó qu e "la ciudad será la ¡rincipal de los hechos revolucionarios", lo que n o le im­ "Islderur que los campesinos representaban " una ingente de energía revolucionaria potencíal". Estableció la con clu MonJ,hly Review

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slOn de que era necesario "lle var la agitación al campo sin demo­ rar u n día más y sin perder una sola oportu nidad" (I/111) . Deuts­ cher r esume fielmente l a posición de T r otsky cuando dice qu e éste no coru;ider aba al campesina do como fuerza revolucionaria independiente, y que correspondía al p roletariado respaldar a l os campesinos merced a su dinam ism o y su volu nt ad revolucionaria : "los débiles son atr aídos por los fue rtes" (1/ 156) . P or 10 demás, n o debemos olvidar que Trotsky criticó la ma­ n era en que Stalin concibió y realizó la colectivizaci6n de la agri­ cultura; y reclamó que, a través de una p olítica de persuasión y otorgamiento de ventajas prácticas a los koljozes, se pusier a tér­ mino al terror que Stalin babia difun dido en el campo. Tales pun­ t os de vista no concuerdan en absoluto con la pintura que algunos han hecho de ~1. Donde la realidad es todavía más distinta del mito es en la confusión del trotskismo con el "aventurerismo", El trotskismo es descrito muchas veces com o un mer o deseo obsesivo de forzar la histo.ria, de precipitar los acontecimientos, de intentar el ataque por sorpresa a <:ualquier precio, de hacer la revolución con pres­ cindencia de las posib ilidades y Cll"cunstancias reales. De tal mo­ do se presenta al trotskism o como una especie de esquizofrenia putschista, a lo sumo identificada con la mentalidad y las frustra­ ciones de la pequeñ a burguesía, pero muchas veces interpretada como prueba de provocaciones fascistas o policiales. La trilogía de Deutscher destruye este mito de una m an era que es prenda del espírHu independiente y la lúcida objetividad del autor. ¿ Cómo p odría nadie presentar como "aventurero" a este Trotsky que, en 1920, se opuso a la invasión de Polonia y r ehusó compartir las ilusiones despertadas por los primeros éxitos milita­ r es de los SOVIets en su guerra contra los polacos? ¿O al Trotsky que, en 1921, previno a la clase trabajadora alemana -o más bien a su vanguardia comunista- contra una acción prematura por el derrocamiento de la república burguesa? ¿ O al que bregó por el P a cto Rappallo y trató de fortalecer las relaciones entre la Rusia Soviética y F rancia? ¿O al que en 1924 y 1925 previno contra la esperanza de presenciar el rápido colapso del capitalismo, tal como var ios años antes había compartido la s ilusiones y la impaciencia de los "izquierdistas" de la Tercera Internacional? Aun en las pos­ trim erías de la década del 20 Trotsky conserv6 su lucidez, aiacando a quienes se inclinaban con dem asiada facilidad a " predecir un "ince!'ante ascenso de la m area revolucionaria", a descubrir "ele­ men tos de guerra civil" en casi toda huelga turbulenta, y a proc1a­ 5ü

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m ar que había llegado el momento de pasar de la acción defensiva a la ofensiva y a la insurre cción armada" (llV 41). ¿Y cómo puede uno presentar hoy seriamente com o "aventuras" l a ofensiva polí­ ica qu e él pr opició contra la amenaza de H itler en Alemania, cuando la indolencia y el sectarismo de los comunistas germ anos contribu yer on al triunfo del nazismo? ¿Cómo podría tUdarse de "aventurer o" el deseo de ir m ás allá de la simple conquis ta de la democracia burguesa en España, y más allá de la versión francesa el Frente Popular, que nunca fue otra cosa que un acuerdo entre los dos grupos de partidos dominantes, desprovisto de todo conte­ nido revoluclonario? En realidad, l o que se ha rotulado como " aventurerismo trots­ kista" no es sino la clara admisión de los limites del programa simplemente "democrático", y el deseo de no rerrenar el movi­ miento de las m asas - precisamente en el m omento en q ue ellas se sienten impulsadas a la acci6n- por motivos que tienen qu e ver más con la especulaci6n diplomática que con la necesidad de pr udencia. La historia nos ha mostrado la naturaleza de la alter­ na tiva propuesta a este "avenlurerismo trotskista": reside en u n msípido batiburrillo de termmología algunas veces revolucionaria, otras veces pa tri ótica, pero siempre oportunista, que disfraza dé­ bilmente una políti ca de morosidad, esclerOSIS e ineficacia trágica, hoy aposentada en el mOVimiento comunista intern.acional. Hay un solo punto en que quizá Trotsky haya dado prueba de imprudencia. Fue cuando abogó por una "revolución política" en la Unión S oviética, aun cuando es cierto que ello ocurrió en el momen to culm inante de la bi5teria stalini,;t.a, Pero aquí señala Deutscher, con razón qlLe "la irrupci.ón Je Tl'o l :ky no consistió en un llamamiento a la acción i nmedi ata... El lanzó la idea, no el slogan de una revolUCIón" (n1l310). .: Qué nos queda entont:~. d.el tro w;k~in o. una vez eliminados los mi tos y las mentiras? R eubicado en sus component es esencia­ les, se pr esent a integrado por tres elementos básicos: la idea de la "revolución permanente", el sentido del internacionalismo y la adscripción a un marxismo serio Intentar un analisÍs en profundidad de estos tres principios implicaría traspasar la órbita de este articul o. El primero en p ar ­ ticular, la "revolución permanente", demanda un estudio cuida~ chso, porqt..e ha sldu r: bjeto d ~ muchas interpretaciones confusas y erróneas. En últIma instancia, la "revoluci ón permanente" e~~­ presa la voluntad de ir más allá de la fase revolucionaria bUJ."guesa para alcanzar la fase sOCIahsta, confiando este tarea al proletariaM orúhly Re-vieu;

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do con el apoyo de los campesinos. El significado real de la doctri­ na de Trotsky ha de en contr arse no sólo en el análisis teórico que él elaboró después de 1905 sino también, y especialmente, en las tácticas y la estrategia qu e propuso tanto para China como para España y Francia: transformar la enervante alianza entre la clase trabajadora y la pequeña bur guesía y adquirir un espíritu diná­ mico mediante la definici6n y defensa de objetivos ver daderamen­ te anticapitalistas. En cuanto a lo demás, es en el internacionalismo de T rotsky donde se expresa su marxismo. Al ubicar deliberadamente su punto de apoyo en 10 que Deutscher llama el "marxismo clásico", lo hizo con el convencimien to de que la suerte de la revolución socialista internacional se resolvería definitivamente en los países industriales avanzados de occidente. Se deducla ere ello que el pro­ letariado ruso s610 podía ser la vanguardia del proletariado inter­ nacional. Por cierto que el movimiento del proletariado interna­ cional sufrió grandes reveses, pero esto no significaba que debiera sacrificárselo en arns de la necesidad de garantía y seguridad de la Rusia Soviética. Semejante orden de prioridad -que en este aspecto resume la estrategia de Stalin- le pareció tan completa­ mente desastroso a Trotsky que éste rechaz6 incondicionalmente la idea del "socialismo en un solo país". La edificación del socia­ lismo en Rusia sólo le parecía posible complementándola con la r evolución en los países occidentales avanzados. Y, mientras tan­ to, lo primordial era afirmar y auspiciar de una manera realista el estallido de esa revolución. A este punto de vista, que era el de odos los líderes bolcheviques durante la revolución de octu bre y los primeros añ os posteriores, Trotsky se mantuvo fiel hasta el fi nal de sus días. Hoy puede uno cuestionar su validez. La experiencia sovié­ tica de entonces y de ahora puede servir como prueba. Dadas las actuales condiciones. es dificil afirmar categóricamente 10 cor recto o equivocado de la idea trotskista de que el éxito de la revolu ci6n socialista dependería en última instancia del destino de la lucha de clases en el mundo occidental. Pero de ahora en más una cosa es cierta , y D eu tscher hace bien en subrayarla: los triunfos que la URSS alcan ce en su esfuerzo por construir el socialismo ya no serán los de un estado obrero aislado, sino los de un estado que, gracias principalmente a la Revolución China, ha emergido de su aislamiento. De este modo es posible - pero por cierto no ha sido proba­ dI)- que Trotsky se haya engañado al definir como lo hizo las 60

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relaciones entre la constr ucción del socialismo en Rusia y el de­ san 'ollo de la r evolución mundial. De otra parte, es evidente flu e sU concepción del internacionalismo proletario no tuvo nada qu e ver con la caricatura que Stalin hizo de ella. Después de 1925, con referencia a la crisis china, Trotsky defendió una posición que Deutscher define así: "la tarea del diplomático era pactar acuer­ dos con los gobiernos burgueses existentes. .; pero la tar ea de los r evolucionarios era derribarlos" (11/323). También aquf puede uno alegar que el sometimiento de la estrat~gia del proletariado internacional a las necesidades de de­ fensa del estado obrero soviético era inevitable, toda vez que era el único estado que podía jactarse de haber derribado al capita­ lismo. De la misma manera puede argumentarse, como hemos vis­ to, que la democracia socialista debía degenerar necesariamente en Rusia a causa de su aislamiento. Sostener estas dos proposicio­ nes tenia que conducir a aceptar igualmente el nacionalismo ruso y la dictadura burocrática, y a consolidar. por la misma razón , ambos fen6menos. E sto es precisamente lo que hizo el stalinismo. Por otra parte, poner en tela de juicio esta inevitabilidad y la de­ generación burocrática y el nacionalismo ruso, y combatirlos, debía por 10 menos contr ibuir a aumentar la posibilidad de mantenerlos dentro de límites r azonables. El internacionalismo stalinista con­ sistió en otorgar a los lider es soviéticos el derecho de extender su dominio despótico sobre los asuntos del movimiento comunista mun<lial en su conjunto y sobre cada uno de los partidos en p ar­ ticular . El internacionalismo de Trotsky consIstia en reconocer a todos los militantes comunistas del mundo iguales derechos con relación a los asuntos del Partido Comunista Soviético. ¿Era utó­ pica tal igualdad? Quizá. Pero el "utopismo" de Trotsky hubiera hecho posible limitar los estragos causados por las verdader as "enfermedades infantiles del comunismo". El "realismo" de S talin las a ceptó e intensIiicó, con esta diferencia: que se convir tió en maestro de estos cánceres y los consideró como SImples "lunares". Y a sí llegamos a la última caracterfstica de la "ideología" de Trotsky: su adhesi6n a una forma seria de marxismo, a un mar­ xismo honesto, es decir, sencillamente, al marxismo. Cualesquiera puedan ser las perspectivas actuales del socialismo ruso - y es licito pensar que ellas son muy favorables hoy en día- hay qu e deCIr que el triunfo de la revolución proletaria en Rusia, y s u posterior aislamiento, han sido causa de los achaques, la degene­ ración y la n egación de lodo lo que el marxismo solía representar como "método de análisis de las relaciones sociales", para usar las Monthly Review 61


mismas palabras de Trotsky (I1154) . Hablar del "culto de la per­ sonalidad" es h oy aceptable. Pero si n o se trata más que de un pálido eufemismo p ara describir la brutalidad y los crímenes del régimen de S talin, resulta un término igu almente ambiguo para hablar de la t ortura del marxismo como método de pensamiento y como disciplina, tortura de la que hemos sido t estigos desde h ace muchos años. Lo que fue una tentativa ex ce pcional de unir y re­ conciliar las necesi dades de la filosofía y la ciencia con los impe­ r ativos de la acción se h a convertido en una extr aña y perversa mélange de hechizos litúrgicos, inventivas demoníacas y dogma­ tismo estéril. Tal es el balance in telectual del stalinismo. En contraste absoluto frente a tanto lodo y t anta perfidia, la obra de Trotsky aparece como el desqu ite del verdadero pensa­ m ien to m arxista sobre sus epígonos y sepultureros. La lucidez de su análisis de la situación alemana a p rincipios de los años 30, por ejemplo. revela cuántas posibilidades ofrece el marxismo serio como guía y fuerza motivadora de la acción política Y los ejem­ plos podrían multiplicarse. Trotsky no era un intelectual en quien la serena observación SIgnificara pasividad política. Se sentía apasionadamente compro­ metido, y su pasión se mantenía viva Su percepción de ciertos problemas resultó desorientada, como en el caso notable del exce­ sivo pesimismo que demostró algunas veces acerca de la Rusia Soviética Pero fue capaz, a despecho de la más t errible ca lumnia y de tma persecución implacable, de mantener el prin cipio de la "defensa incondicional" de la Unión Soviética hasta el último día de su vida, hasta que cayó asesinado por el jefe supremo de ese pals; y en este punto sólo puede decirse qu e su honradez 'ntelec­ tual rayó en el heroísmo. Considerando la persecución de que era objeto, demostró su her oica serenidad al defender el derecho de Stalin a firmar un pacto de no agresión con Hitler en 1939 Pre­ sentó la conquist a de una parte de Paloma por las tropas soviéticas en 1939 como un acto revolucionario y vió la prueba de ello en la transformación de las r elaciones de propiedad que siguió a la inva­ sión del Ejército Rojo. Justificó la guerra librada por Stalin contra Finlandia por la necesidad de Rusia de defender sus fronteras. Tales posiciones provocaron reacciones violentas de parte de algunos de sus seguidores. Burnham, por ejemplo, exclamó: "¿Se hn convertido Trotsky en el panegirista de Stalin?" (1lI/413). Esto suscitó en TroLsky una respuesta que demostró el calibre de su honestidad intelectual mejor que todos los com entarios y todos los homenajes: 62

MUlIlhh Rn.'lcl/'

Lo.'3 camaradas están muy indignados por el pacto stalin -Hitler.

Esto es comprensible. Desean vengarse de StaJlin. Muy b;en. P ero en la actualidad somos débiles, y no podemos derribnr lnme:Uat:!mente

al Kremlin. Algunos camaradas tratan entonces de hallar una S" I ' s­ facción puramoote verbalista: despojan a la URSS del título de Es­ t ado Obrero, lo rnlsmo que Stalin despoja de la Orden de Lenin a un funcionario en desgracia. Esto me parece ... un poco infantil. La so­ clologia marxista y la histeria son absolutamente lrrecondllables. (Ill/475 ).

Allí está el Trotsky mártir, y todos los comunistas sinceros deberian leer el relato del sufrimiento Hsico ' y mor~l f¡ue le impu­ so y mantuvo la élite del movimientu bolchevique, y especialmente SU r epresentante más famo:;o. Tal vez lo leerán con un sentimiento de vergüenza. pero de todos modos será saludable. Está también Trotsky el héroe, quien, al término de una vida qu e no le habia ahorrado ningún sacrificio, ninguna derrota. nin­ guna humillación, escribió (27 de febrero de 1940) Durant e cunroota y tres años de mI vIda consciente he sido Ul1 revolucionarlo, y durante cuarenta y dos he luchado bajo la bandera del marxlsmo. Si debiera empezar de nuevo ... tratarla de evitar éste o aquél error, pero el curso fundrunental de mI vida permanecería invariable. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista. un materialista dlaléct[co, y por consecuencIa un ateo ire.oncillable. Mi fe en el futuro comun18ta de la humanidad no es me.lOS ardien te - incluso es hoy más flrme- de ,lo que era en los días de mi juventud. IU/479).

Pero además del mártir y del héroe, y quizá detrás de ambos. está Trotsky el mar:.w.ista, vale decir. el intelectual y el revolucio­ nario. En el terreno ~e los que se llaman a sí mismos "marxista"· leninistas", la mentira reemplaza muy a menudo al argument o, y demasiadas veces la invectiva sustituye a la prueba. En cambio Trotsky, exilado, perseguido y casi derrotado. se mantuvo no solo en el ataque sino también en el análisis, combaooando y a la ve tratando de comprender. He aqtú por qué en medio de la crisis poUtica y m oral que sacude hoy al comumsmo, Trotsky, aun en sus errores y aun en su.. debilidades. marca el camino, el ún ico camino que debe seguir el ren.acirnlento del marxismo revolucionario; el camino de la seriedad intelectual sin pedantería, el de la honradez en la acción revolucionaria. En ulla palabra, el camino del socialismo científico.

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