Cuando un amigo y hermano se va para no volver

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CUANDO UN AMIGO Y HERMANO, SE VA PARA NO VOLVER Pastillita para el Alma 05 -09- 13 Don Pablo Mori Meza, mi amigo, mi compadre, mi hermano, escogió el día del cumpleaños de Chachapoyas, el 05 de setiembre, para iniciar su viaje sin retorno. El fue un hombre a carta cabal. Un Guardia Civil como pocos, verdadero soldado de la abnegación, que supo sacar lustre a su uniforme, en todos los aspectos, del que hacer humano, en que se desempeñó, con entereza, con honestidad y con decencia. Fue un padre ejemplar, que legó su tributo a la sociedad, dando hijos profesionales de primera clase, nacidos en la Fidelísima ciudad de Chachapoyas, que ahora, brillan en el Perú y en el extranjero. Un esposo amoroso, enamorado toda su vida, de su compañera ideal, a quien le regaló sus mejores momentos, idealizando sus sueños, haciendo realidad sus ilusiones, prodigándole su comprensión y su amor a toda prueba. Amigo del grande, del chico, del rico, del pobre. Jamás escatimó esfuerzo para ayudar al desamparado. Nadie que tocó, sinceramente, su puerta, en busca de un mendrugo de pan, se fue sin recibir algo, que calme su hambre o mitigue su sed. Trabajó como autoridad en el sur de nuestro territorio nacional, luego regresó al departamento de Amazonas para recorrer los pueblitos y caseríos más alejados y olvidados de nuestro terruño, caminando a lomo de mulo, sorteando pantanos, llenos de lodo, durmiendo en pascanas y comiendo, como fiambre, la pobreza de nuestra gente, a la cual sirvió con denuedo, demostrando imparcialidad absoluta, ante sus problemas, ayudándoles sin acondicionamientos, a aquellos que sólo poseen, la misericordia divina, como escudo a sus desgracias. Al final de su actividad institucional, fue Lima, la que lo acogió hasta su muerte, donde llegó velando por el porvenir de tus hijos y gozando de la benevolencia de tus superiores, que más que sus jefes, fueron personas que sentían satisfacción por gozar de su amistad. Yo te conocí, compadre Pablo, allá en nuestra tierra natal,…

hora, como amigo

inseparable…, hora, como el intachable guardián de la Ley, o compartiendo nuestro uniforme que la Patria nos dio. Fuimos algunas veces rivales en la cancha de básquet en el colegio San Juan de la Libertad…, tú defendiendo, por obligación, la casaquilla de tu Institución, pero, llevando bajo la piel, el uniforme de tu Club Higos Urco, por cual te fajaste como los mejores. Casi desde su fundación perteneciste a nuestra Hermandad Los Caballeros de Higos Urco, departiendo por más de treinta años con todos nosotros, tu alegría y don de gente. Jamás olvidaremos tu devoción a nuestro Santo Patrón, El Señor de Burgos, que cuando llegaba a tu casa era todo un acontecimiento, mostrándonos la algarabía de tu Fe inquebrantable, que quizás,

brotó como torbellino, en la plazuela de la

Independencia, del barrio de La Laguna, donde todos los jueves, acudías a su


santuario, para bañarte del humo de las velas de Castilla, el aroma del incienso y las oraciones y letanías de sus fieles. Queridos hermanos y amigos, en estas breves frases de despedida a mi compadre, colega de Ia Guardia Civil del Perú, amigo y hermano, don Pablo Morí Meza, les ruego me permitan hacer una pequeña reflexión sobre el Dolor de la Muerte. La muerte duele y es aún, más dolorosa para la familia, los deudos y los amigos en general, que el “dolor” mismo que ocasiona la presencia de la muerte en el lecho de enfermo, porque, para el que fallece, se acaban sus penurias y dolores, en cambio para los que quedamos, estarán vivos sus recuerdos, que solo el paso del tiempo, nos dará la Paz y el consuelo, que todos anhelamos, sin embargo, la muerte, en determinadas personas escogidas, produce heridas que nunca cicatrizarán y en este caso en particular, allí en un rincón de su casa, asomada a su ventana, mirando sin ver, trémula y taciturna, rodeada del amor de sus hijos y familiares, quedara mi comadre Dominguita, en dulce y agobiante espera. Ella, su Dominguita querida, envuelta en las sombras de su enfermedad, buscara con sus ojos nublados por el llanto, la imagen de su compañero que ya no está, tal vez querrá sentir en sus oídos la voz inconfundible de su esposo, en ese lenguaje que solo ellos se entendían, o quizás, la ternura del apretón de sus manos, que ya nunca llegará y en un susurro de las almas elegidas, sin palabras, sin gestos, sin señales, como en una oración silente, elevará sus ojos a Nuestro Santo Patrón El Señor de Burgos, le pedirá suplicante que cuide a su esposo, mientras ella llega y en sus ojos se dibujará una lágrima y sus labios temblorosos, pronunciarán: Adorado Pablo espérame en el cielo, que allí te alcanzaré. COMPADRE Y HERMANO “CABALLERO DE HIGOS URCO” DON PABLO MORI MEZA, DESCANSA EN PAZ. Jorge REINA Noriega *AYÚDAME A AYUDAR*


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