Autoras de la nación latinoamericana

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CARLOS VELÁZQUEZ

FRANCISCO HINOJOSA

FRËIMS

BESTIARIO POLÍTICO MEXICANO

NAIEF YEHYA

PANTERA NEGRA

El Cultural N Ú M . 1 4 0

S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

Flora Tristán.

Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Juana Manuela Gorriti.

AUTORAS DE LA NACIÓN LATINOAMERICANA CARMEN BOULLOSA Dolores Veintimilla.

Laura Méndez de Cuenca.

Marietta de Veintemilla.

Clorinda Matto de Turner.

Dolores Jiménez y Muro.

GERARDO DE LA TORRE “DEJEMOS LOS HOMENAJES PARA LOS PRÓCERES” GERARDO DE LA CRUZ


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A partir de una conferencia reciente, Carmen Boullosa elabora y nos comparte una genealogía de lo que llama la Nación latinoamericana. Ocho escritoras clave de nuestro idioma, pioneras que hicieron suyo el lenguaje y la escritura para afirmarse en el mundo y afrontar no sólo su momento histórico sino también su personal temperamento y vocación. Fundadoras de un continente literario que llega a nuestra actualidad, todavía, como un desafío de género que la tradición o la inercia han intentado borrar —en vano—: por el contrario, perduran con la fuerza que distingue su expresión original.

AUTORAS DE LA NACIÓN L ATINOA MER ICA NA CARMEN BOULLOSA

A

gradezco la invitación a hablar aquí en la Suprema Corte de la Justicia de la Nación. Es un honor por dos motivos: por el papel de este recinto en nuestra historia, porque aquí fueron ministros Altamirano, Ignacio Ramírez, El Nigromante, Riva Palacio, y por la invitación a las celebraciones del Día de la Mujer, como es sabido instituido por las socialistas y sufragistas de distintas clases sociales, unidas en una causa común: que la Ley se aplique por igual a hombres y a mujeres de todas las razas, contra prejucios y costumbres. Considerados estos dos motivos, iré directo a un tema que se relaciona con el bien colectivo y la Ley, y con la igualdad de derechos para todos los humanos. Iré a la “Zona de Contacto” (así la llama Thomas Ward), el espacio común de ocho escritoras latinoamericanas que participaron activamente en la creación de la identidad moderna de Hispanoamérica. Quiero subrayar que las escritoras de nuestra lengua no han sido entes de

excepción y marginales, confinadas a la cocina, los niños y la iglesia (lo que los alemanes llaman las tres kas de la mujer: kuche, kinder, kirche), recluidas en el hogar o el convento a la caza de sus demonios o enemigos personales, sino verdaderas hacedoras de nuestras naciones, protagonistas de la vida civil —y por supuesto toreras de sus demonios, como todo buen escritor. Recuperar la centralidad de las escritoras es subrayar lo mejor de nosotros mismos. No es que hagamos así una súplica para que sus voces “se inserten en la Nación” —como se ha escrito—, sino hacer evidente que ellas son nuestra Nación. No mencionarlas es borrarnos.

POR CRITERIO CRONOLÓGICO, la primera es la peruana (socialista y feminista) Flora Tristán (1803-1844). En 1834 publica sus memorias, Peregrinaciones de una paria, que dedica a “los peruanos”, y en la que claramente habla de una identidad continental:

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“El porvenir es de América. Los prejuicios no pueden adherirse en ella como en nuestra vieja Europa.” Utiliza su narración como un espacio de lucha política y exige los mismos derechos para todos los seres humanos. Flora Tristán, de madre francesa y padre peruano, es un personaje complejo y magnético. Lucha activamente por el derecho al divorcio —presenta ante el parlamento francés, en 1837, una petición para el reestablecimiento del divorcio—, critica “esta organización social que, opuesta a la Providencia, sustituye con la cadena del forzado el lazo del amor y divide la sociedad en siervos y en amos”, lucha con su pluma por la igualdad legal de todos los hombres para que no haya parias en ninguna latitud, para borrar la inequidad laboral, por el derecho a la educación. Critica a las mujeres que firman con nombre de varón —específicamente George Sand, pero pudo haber pensado en otras. Nos hace saber su disgusto por las ficciones literarias, descree del poder de la novela o el cuento: Las ficciones agradan, ocupan un instante del pensamiento; pero jamás son los móviles de las acciones de los hombres, y en esto se distancia de la “Zona de Contacto” con las otras siete autoras que aquí vendrán. Flora pretende lo directo y lo utilitario en los escritos, aunque sus espléndidas y eficaces memorias sean bastante noveladas, trastocando verdades por ficciones más convenientes a su persona. De cualquier manera, no sería justo decir que sus memorias son una novela. Son memorias que ella no usa para explorarse (como es en parte el caso de las de Teresa de Ávila), sino para que el mundo la vea, para que su voz resuene defendiendo las causas que le interesan y para salvarse a ella misma de embrollos personales y financieros, poniendo a su persona a salvo de habladurías y escritos de otros, ganando un territorio para su honor personal que solía andar muy abollado. Sus memorias son argucia en defensa propia y, como dije, un arma política. (Cabe agregar, por si alguien no lo sabe, y a modo de paréntesis, que es la abuela de Paul Gauguin.)

LA SEGUNDA es Gertrudis Gómez de

Avellaneda (1814-1873). En 1841 publica una novela que carga bajo el brazo desde hace más de tres años, y que será la primera novela antiesclavista escrita en nuestro continente (La cabaña del Tío Tom es de 1852), Sab, un

éxito entre los lectores de su época, aún en prensa y en el gusto de un lector contemporáneo. Lectora de Walter Scott, de Chateaubriand, de Madame de Stäel, de Rousseau, Avellaneda nació en la Cuba española, tierra de azúcar y por lo tanto de esclavos de origen africano, en una familia enriquecida precisamente con el azúcar. Conocemos detalles de su vida por su autobiografía (es posible leerla en las páginas virtuales del Instituto Cervantes); su familia materna muy acomodada, el papá un capitán de navío español al que la hija adora. Como a Flora Tristán, a la Avellaneda le disgusta la idea de los matrimonios arreglados por los padres: Mamá no fue dichosa con él; acaso porque no puede haber dicha en una unión forzosa, acaso porque siendo demasiado joven y mi papá más maduro, no pudieron tener simpatías. Sabemos de la muerte temprana del papá, del nuevo e infeliz marido de su mamá. En la península ibérica, la escritora fue adorada por su poesía, sus continuos estrenos de obras de teatro —Baltazar mi predilecta con mucho—, algunos con más éxito que

“FLORA “ TRISTÁN CRITICA ‘ESTA ORGANIZACIÓN SOCIAL QUE, OPUESTA A LA PROVIDENCIA, SUSTITUYE CON LA CADENA DEL FORZADO EL LAZO DEL AMOR Y DIVIDE LA SOCIEDAD EN SIERVOS Y EN AMOS’.”

Flora Tristán.

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otros. En 1860 publica su ensayo La mujer, en el que argumenta, no ya la igualdad intelectual de los géneros, sino “la superioridad del nuestro”. De temperamento torrencial, sus aventuras amorosas fueron (y son) célebres. Rompe compromisos de matrimonio; tan quiere al que no la quiere mientras desprecia al que la idolatra, como se entrega a amores recíprocos; queda viuda tres veces (la segunda del gobernador civil de Madrid, la tercera del coronel Verdugo, muerto por las secuelas de una estocada recibida cuando reta a un hombre para vengarse porque, en marzo del 58, el día del estreno de Los tres amores, lanzó un gato al escenario del teatro, provocando el fracaso de la obra.) Entre una viudez y otra, da a luz a una hija fuera del matrimonio, muerta aún siendo de cuna. Avellaneda estaba en la cúspide literaria cuando sus amigos (Juan Valera) la propusieron para la Academia Española. Sería la primer mujer en ingresar a la institución. Sus amigas (Emilia Pardo Bazán) la apoyaron también. No fue aceptada por un solo motivo: porque era mujer (lo mismo ocurriría con Emilia Pardo Bazán poco después, y con nuestra Rosario Castellanos en México, en una institución similar, un siglo más tarde.) El rechazo le fue insoportable a Avellaneda. La quebró. Puesto que no la aceptaban sus pares, ya que nunca iba a ser considerada un igual, así ella se supiese superior, buscó refugio en territorio enemigo: en el seno de la iglesia católica más reaccionaria, renunciando a su espíritu libertario, enterrando sus pasiones de este mundo y, por último, con un gesto que a nosotros sus admiradores nos sigue dejando alelados: heredando su copiosa fortuna a la Iglesia.

TRES NACIONES están imbricadas en la vida de la escritora Juana Manuela Gorriti (1818-1892): Argentina (nace en el norte de ese país), Perú (vive en Arequipa y Lima largo tiempo y funda un salón literario), y Bolivia (muy joven se casa enamorada de un militar boliviano, Belzú). Belzú y Gorriti forman un matrimonio que a poco deja ver sus incompatibilidades; ella se instala con sus hijos en Perú, donde se gana la vida como maestra; Belzú da un golpe de Estado en su país, obtiene la silla presidencial, y muere asesinado en su propio despacho por el general del ejército. La versión de Juana Manuela en una carta, es que Belzú había llegado al poder por el pueblo y contra el ejército, que lo mató el ejército, y que ella se unió al pueblo a levantar barricadas. Tómese con pinzas esta trama —aunque puede ser exacta—, porque la informante es novelista romántica, y hace en ésta de ella misma su propio personaje heroico. Lo cierto es que aunque hubieran sido un matrimonio infeliz, Gorriti fue una viuda ejemplar: escribió la biografía de Belzú y defendió su memoria. En 1845, Gorriti publica La quena que, según algunos críticos, es la primer novela argentina, y sin duda también peruana. Juana Manuela es una autora en esencia latinoamericana.


La quena es una novela de aventuras con mucho sabor local, costumbrista y sentimental, no necesariamente para el gusto contemporáneo, pero sin duda con inteligencia en su armado y la construcción de los personajes. Aborda el tema indio y denuncia el racismo de nuestro continente y lo pernicioso de anular la libertad de las mujeres. En su salón limeño varias de estas escritoras se dieron cita: Clorinda Mattos de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera, Teresa González de Fanning —que argumentó por la “Zona de Contacto” en su Trabajo para la mujer en la séptima de las Veladas literarias de Lima (1892). Gorriti creó en su salón literario y en su labor como editora una comunidad inclusiva, capaz de fomentar la admiración entre las colegas. Podríamos hablar de un factor Gorriti, contrarrestando la inercia envidiosa de La Colonia. Es autora de la primera narración fantástica argentina, buena parte de sus cuentos aún seducen al lector contemporáneo. Flora Tristán no tenía razón al decir que la novela, como género, carece de valor político. La novela es dominio, reflexión, ejercicio crítico, laboratorio de la vida civil y espacio de la consolidación del universo sentimental. Escribir novelas, publicar, ser autoras leídas son muestra de independencia y poder de las mujeres. Gorriti las escribe realistas y fantásticas. Con las segundas defiende el derecho de las mujeres a la imaginación —y hace parábolas políticas que han sido analizadas. Hay algo más, y no menos importante: en las novelas cabe la ambigüedad. Además de exponer críticas explícitas, provocan la duda y la necesaria meditación para evitar la intolerancia. Por otra parte, los poemas, por su práctica inutilidad, en muchos casos, como panfletos políticos o como armas de un filo certero, también son imprescindibles: son el silencio y la soledad. ¿Puede existir la vida colectiva respetuosa en una Nación sin el silencio y la intimidad, sin la libertad de la vida privada —y qué más privado que lo que es indecible conquistaron naciones con su genio en estos géneros literarios? Nuestras escritoras también nos dieron nación cuando sus obras no hablaron cuando hablaban, cuando abrieron espacio a lo ambiguo, introduciendo en nuestra vida civil la flexibilidad obligada para la reflexión y el trato inteligente. La vida de Gorriti es larga y muy productiva. En la vejez, Juana Manuela se encuentra sin recursos económicos. Sus amigas, a lo largo y ancho del continente, se solidarizan y reúnen sus recetas en un volumen, Cocina ecléctica, para recopilar fondos. Con esto hacen también un homenaje a una faceta de su persona: la cocina. De ella fue el cortísimo prólogo y la autoría atribuida en la portada del libro. Se puede leer en la red (es una joya, a veces de humor involuntario, como la receta que recomienda atar a la burra antes de la madrugada para que gire llevando el balde que contiene los ingredientes de un buen helado de limón).

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Gertrudis Gómez de Avellaneda, retrato de Federico Madrazo. Óleo sobre lienzo, 1857.

LA cUARTA escritora, la ecuatoriana Dolores Veintimilla (1829-1857), también fundó un salón literario, en su caso en Cuenca. Nace en Quito de familia acomodada (pero no opulenta como la de Avellaneda) cuando Simón Bolívar aún gobierna la Gran Colombia —hay un retrato de ella niña, en las piernas del padre, pintado por el artista que solía retratar a Bolívar (Antonio Salas)—. Un año después, Ecuador se desprende de la república bolivariana, al mismo tiempo que lo hace Venezuela. Los padres de Dolores Veintimilla inscriben a sus tres hijas en la primer escuela para mujeres de Ecuador, fundada por el presidente (liberal) Rocafuerte. A la salida del presidente Rocafuerte, las hermanas Veintimilla dejan la escuela lancasteriana (el director había sido expulsado por “luterano”), y la educación de las niñas queda en manos de las monjas (consiste sobre todo en preparar mermeladas y otras labores quesque femeniles). El ambiente doméstico continúa siendo liberal, en casa de los Veintimilla se reúnen animadas tertulias literarias. La inestabilidad de los gobiernos ecuatorianos no priva a Dolores de una infancia feliz y una juventud también dichosa. Escribe poemas que circulan y son celebrados. Se casa con quien ella elige, a los dieciocho. Con el marido, y ya un hijo en los brazos, se muda al puerto de Guayaquil, y de ahí (dos años más

tarde) a Cuenca, una ciudad considerablemente más tradicional que Quito y el puerto. En Cuenca, la figura influyente es el conservador y prolífico intelectual (escritor y editor) Padre Solano. Dolores se convierte en el centro de la vida liberal y literaria de la ciudad fundando una tertulia. El marido de Dolores (se dice que enamorado de otra mujer), viaja a Panamá, donde se establece; la casera echa a Dolores a la calle con todas sus pertenencias, y se instala en otro lugar donde no se le permite recibir visitas. En esta situación, conversando con un amigo en la calle, Dolores ve pasar un cortejo rumbo al patíbulo. Escribe y da a publicación un panfleto defendiendo al condenado, un indio, y oponiéndose a la pena de muerte. Fechada antes del 5 de mayo de 1857, la Necrología: No es sobre la tumba de un grande, no es sobre la tumba de un poderoso, no sobre la de un aristócrata, que derramo mis lágrimas. ¡No! Las vierto sobre la de un hombre, sobre las de un esposo, sobre la de un padre de cinco hijos, que no tenía para éstos más patrimonio que el trabajo de sus brazos... ¡Lucero!... mártir de la opinión de los hombres... valiente y magnífico como Sócrates, apuraste a grandes tragos la copa envenenada que te ofrecían tus paisanos y bajaste tranquilo a la tumba.

“JUANA “ MANUELA ES UNA AUTORA EN ESENCIA LATINOAMERICANA. ABORDA EL TEMA INDIO Y DENUNCIA EL RACISMO DE NUESTRO CONTINENTE Y LO PERNICIOSO DE ANULAR LA LIBERTAD DE LAS MUJERES.”


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LA

QUINTA ES LA MEXICANA Laura

Méndez de Cuenca (1853-1928), también poeta, así como autora de una novela, periodista, ensayista, editora y educadora. Hasta aquí he respetado un orden cronológico de las obras claves de las autoras. 1834, Memorias de una paria de Flora Tristán; 1841, Sab de Avellaneda; 1845, La quena de Gorriti; 1857, Necrología de Dolores Ventimilla. Rompo con el criterio al enumerar aquí aquí a Laura Méndez de Cuenca, por su obra más representativa debiera mencionarla más adelante (cuando sus poemas aparecen en la serie de Riva Palacio, El parnaso mexicano (1885-1901) o cuando publica su única novela, El espejo de Amarilis, en 1902). La enumero aquí porque fue en 1872 cuando ella apareció como poeta en el rico ambiente literario de la Ciudad de México tras la entrada de Benito Juárez. Los espacios públicos acogieron importantes tertulias literarias en la ciudad de 80 mil habitantes, generadas por el ambiente de los intelectuales liberales (Justo Sierra, Guillermo Prieto, entres otros) y circundadas por muchos como el joven Juan José Tablada —años después, fundaría la primera librería en español en Nueva York. Manuel Altamirano escribió: “Las veladas literarias son el apostolado del porvenir.” En ese ambiente maduró la personalidad de Laura Méndez, se inscribió en el recién inaugurado Conservatorio de Música muy frecuentado por los liberales, abierto al teatro y a la poesía. En 1872, además, vivió un tórrido

“FUE “ EN 1872 CUANDO LAURA MÉNDEZ DE CUENCA APARECIÓ COMO POETA EN EL RICO AMBIENTE LITERARIO DE LA CIUDAD DE MÉXICO TRAS LA ENTRADA DE BENITO JUÁREZ. LOS ESPACIOS PÚBLICOS ACOGIERON IMPORTANTES TERTULIAS LITERARIAS.” romance con Manuel Acuña, el poeta romántico del célebre poema a Rosario: ¡Pues bien!, yo necesito decirte [que te adoro, decirte que te quiero con todo el [corazón; que es mucho lo que sufro, que [es mucho lo que lloro El romance entre Acuña y Méndez fue tórrido y desigual: el romántico terminó por huirle a la romántica, no sin que antes engendraran un hijo. Acuña le escribió un poema: Sí, Laura... que tu espíritu despierte para cumplir con su misión [sublime y que hallemos en ti a la mujer [fuerte que del oscurantismo se redime. Acuña le escribió un adiós, un mes antes de que naciera su hijo: es necesario que tú también te alejes Laura contestó a Manuel Acuña con un seudónimo, L., en El Imparcial el 29 de marzo de 1874: Adiós: es necesario que deje yo tu nido; Foto > Especial

El impreso de Dolores Veintimilla desata un escándalo. Desde el púlpito y en la prensa, recibe fieros ataques. Dolores contesta. Respondiéndole, la injurian en impresos que circulan firmados por un tal Fray Escoba (seudónimo del Padre Solano). Uno de sus biógrafos dice que le arrojan piedras a su ventana, y en una ocasión también un recipiente conteniendo arsénico. Cuenca le da la espalda. Los vendedores locales le niegan la venta de los básicos. Dolores Veintimilla se suicida —escribe en una nota: “Me he suicidado”—. Su hijo tenía ocho años (estaba en el mismo departamento donde ella ingiere el veneno, como haría casi un siglo después, en 1963, Sylvia Plath.) La saña contra la persona de Dolores no se detiene con su muerte: su cuerpo es sometido a riguroso escrutinio —parte de las murmuraciones en su contra decían estaba embarazada de alguien que no era el marido, el médico que practicó la autopsia explicitó que no lo estaba—. Queman sus manuscritos y, según algunas versiones, la turba arrastra su cadáver por las calles. Le niegan sepultura cristiana. El marido (aquel doctor que se había ido a Panamá) lucha para que la exculpen, consigue la exhumación años después, con ésta la absolución de Dolores, y la reubicación de su cuerpo en el cementerio católico. Sobreviven de Dolores de Veintemilla sólo una docena de cuartillas, entre las que están, además de su “Necrología”, poemas formidables.

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Dolores Veintimilla.

Laura Méndez —quien se casará con un amigo de Nervo, también poeta, Cuenca, enviudará, se consolidará como autora y editora— publicará años después sus obras más significativas. Aquí la nombro para hacer evidente que ella creció en el ambiente liberal de Ignacio Ramírez, El Nigromante, y Altamirano, y para subrayar el silencio en que se la ha tenido, muy posiblemente por su género. Borrada está, y borrado este capítulo que le valdría la entrada como un personaje importante de nuestro romanticismo. A menos que nosotros hagamos la batalla por verla de nuevo como un personaje central, como lo fue.

LA sexta escritora publicó en 1890 un

formidable volumen de 410 páginas sin desperdicio, Páginas del Ecuador, también olvidado. Cuando apareció, tuvo enorme repercusión en la prensa de varios países, tanto de críticas favorables como en su contra; doce libros o folletines, dos de los cuales se pueden leer en las páginas de la Biblioteca Virtual Cervantes, la atacaron virulentos. No así su libro, imposible de conseguir y de nula distribución afuera del Ecuador. Marietta de Veintemilla (1829-1857) nace en alta mar, a bordo de un barco que se dirige a Guayaquil. El padre pide al capitán declare ecuatoriana a la recién nacida. Su mamá (La Marconi), cantante de ópera italiana de gira, estrella de la Compañía Lírica Ferreti que se presentaba en Lima, y su papá, el general José Veintemilla, en negocios con la compañía de gas de esa ciudad, habían engendrado a la niña por pasión fuera del matrimonio. Al llegar al Ecuador, celebran una boda con toda pompa. La diva Marconi muere cuando Marietta Veintemilla tiene cinco años, el padre la deja en un internado administrado por religiosas, y regresa a la vida militar. El general Veintemilla se alza en armas contra la presidencia, ocupada por el teócrata y tirano García Moreno —que había dejado en manos del Vaticano el control de la educación, la banca y los bienes raíces de su país (escribió Montalvo que al romperse la gran Colombia de Bolívar, Venezuela fue el cuartel, Ecuador el convento y Colombia la universidad)—, quien lo manda asesinar, y quien envía al exilio al hermano del general, el también militar Ignacio (tío de Marietta) y también al hermano de Marietta, un niño de sólo seis años. Cuando Ignacio de Veintemilla regresa al Ecuador, promueve y participa en un alzamiento armado contra el teócrata García Moreno, y poco después derroca también al siguiente presidente, ocupando el cargo.


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Clorinda Matto de Turner.

Marieta de Veintemilla, que sigue como toda su infancia, en Quito, se muda, con sus dos tías (solteronas y muy devotas), al Carondelet, el palacio presidencial. Pasan de las pobrezas a la opulencia, y en breve será Marietta quien ejerce el papel de primera dama del Ecuador. Ella promueve y consigue la construcción y habilitación del Teatro Sucre —el Vaticano tenía prohibido el teatro—, la construcción de la Alameda de la ciudad, y el cambio de costumbres —las mujeres se liberarán del velo, que había sido obligatorio, y podrán salir de casa sin necesidad de chaperones—. La educación deja de estar en manos de la Iglesia, y el Concordato que el teócrata había firmado con el Vaticano se suspende. Durante la tormenta liberal, Marietta de Veintemilla sostiene un romance con un hombre casado (el médico de Palacio), interrumpido por la ira presidencial; después se casa con un buen partido, el señor Lapierre, hijo del ministro francés en Ecuador. En menos de un año, Lapierre es desplazado a Guayaquil por el tío para auxiliarlo con el control de la rica aduana, y estando ahí muere. Así que Marietta enviuda, casi de inmediato pierde al hijo recién nacido que las malas lenguas atribuyen al romance con el doctor; las peores lenguas dicen que Lapierre fue asesinado por el tío, y las más viperinas que Marietta y el tío son amantes. Al poco tiempo, la liberal Marietta es quien prácticamente lleva el poder

ejecutivo de Ecuador, y también el militar: cuando Ignacio de Veintemilla se declara “dictador” desde Guayaquil, donde continúa resguardando la aduana, la oposición se alza en armas, y es la sobrina y primera dama quien toma las riendas, impide un golpe de Estado al confrontar frente a las tropas al general subversivo, y toma el mando. Entonces, se corean vivas a “La Generalita”. Tras su derrota, Marietta de Veintemilla es tomada prisionera; ocho meses después, liberada, se exilia en Perú, sobrevive los primeros años cantando donde los contratan (a ella y al hermano, ella en la voz, él en el piano), se hace de amigos y tal vez de algún querido, no ingresa a la tertulia selecta que años atrás había fundado Gorriti (tal vez faltó el que llamé el “factor Gorriti”, la argentina ha regresado a su país), y desde Lima escribe el ya mencionado libro de más de 400 folios, Páginas del Ecuador, relato histórico del país, autobiografía, memorias (defensa, como en el caso de Flora Tristán, de su agenda y su persona) y ensayo, pues ella enfoca la problemática latinoamericana de una manera diferente que Sarmiento. Marietta de Veintemilla colabora frecuentemente en la prensa escrita, tanto de Perú como de Ecuador, y dicta conferencias. Después de casi dos décadas de exilio, mientras su tía Rafaela funda en Perú una orden religiosa (que aún existe), puede regresar a Ecuador (de nuevo rige un liberal), reclama las propiedades de la familia, y se aboca a administrarlas y regresarles el lustre, sin dejar de lado su labor intelectual.

“MARIETTA “ DE VEINTEMILLA DESDE LIMA ESCRIBE EL YA MENCIONADO LIBRO DE MÁS DE 400 FOLIOS, PÁGINAS DEL ECUADOR, RELATO HISTÓRICO DEL PAÍS, AUTOBIOGRAFÍA, MEMORIAS Y ENSAYO.”

En la Universidad Central de Quito, dicta una conferencia sobre psicología moderna, y una vez más regresa a hacer una interpretación distinta de la historia patria y latinoamericana. Porque ella, con su primer libro, había contestado a Sarmiento, formulando en su momento que el conflicto nuestro no era la barbarie contra la civilización, sino la iglesia contra el poder civil; había reinterpretado la historia y la definición de Ecuador, y enlazado a su manera a América Latina, bajo la tutela de la memoria de Sucre, el Libertador (se hace retratar por uno de los herederos de Antonio Salas, el pintor de Bolívar —y de Dolores Veintimilla, con quien no tiene Marietta lazo familiar alguno— como una María Magdalena con el cráneo de Sucre, de quien acababan de exhumar sus huesos, y un aura de gloria y pureza heroica). Muere al corto tiempo, antes de cumplir los cincuenta, de una fiebre palúdica cerebral, contraída, según se cuenta, mientras viajaba por Ecuador organizando un alzamiento contra el presidente en turno, para restituir al viejo tío en la presidencia —y volver ella a gobernar el país.

A la séptima escritora la menciono sólo al vuelo: Clorinda Matto de Turner, peruana, en su novela Aves sin nido de 1899, señala y condena los abusos de un cura de pueblo contra una comunidad rural. La reacción contra su novela fue brutal: la chusma, alborotada por los curas, tomó su casa por asalto, incendiándola; y perdió el empleo —había sido editora de la revista más leída de su tiempo en Perú. Poco antes había enviudado. Reparó su situación y recuperó el patrimonio perdido con el negocio de un molino. LA OCTAVA ES OTRA MEXICANA: el 11 de septiembre de 1910, la periodista y poeta Dolores Jiménez y Muro (18481925), presidenta del Club Femenil Hijas de Cuauhtémoc, encabeza en la Glorieta de Colón de la Ciudad de México la manifestación por el fraude en las elecciones. “Es tiempo —dijo— de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar”. Por protestar, la entambaron en la Cárcel de Belén y la confinaron al aislamiento, después en la Penitenciaría, desde donde exigía la liberación de sus compañeras Julia Nava y Mercedes A. de Arvide. Supe de ella por José Revueltas, en su guión sobre Emiliano Zapata. Cito aquí las palabras que Revueltas pone en boca de Zapata: Quiero que sepa una cosa: le tengo ley de la buena; la quiero... la quiero mucho, pues. Y puede estar segura de que hasta ahora sentí eso de verdad por una mujer. Ella es Dolores Jiménez y Muro (18481925), la mujer cuya cara asoma entre Zapata y Villa cuando son fotografiados en la silla presidencial. Hablando de ella (en el guión de Revueltas) Zapata la llama “héroa” y “Mucha mujer se ve que es esta


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cuando los zapatistas tuvieron bajo su control la fábrica de papel San Rafael, ella misma imprimía la propaganda revolucionaria y los diarios perseguidos... era la tarea más peligrosa de entonces, los periodistas eran reprimidos sin miramiento alguno (escribe Oresta López, del Colegio de San Luis), y fue cómplice e ideóloga del primer Vasconcelos. Dolores escribe en carta a su hermana Pepita (esposa de Manuel José Othón): Mi vida... demasiado accidentada y penosa, siempre perseguida o encerrada en alguna prisión hasta 1911 en que, con el triunfo, terminó el primer periodo de nuestra revolución actual; poco después, desde 1913 a 1914, es decir, hasta que cayó Huerta, estuve un año, un mes y un día en la penitenciaría y cincuenta días en Belén, y por último, a

consecuencia de la rebelión del señor Carranza contra la convención que le depuso del alto puesto de Primer Jefe, mi albergue ha sido lo más abrupto de las montañas del sur, en los estados de Morelos y de Guerrero, o lo más intrincado de sus selvas, donde he llevado la existencia amarga y llena de peligros del proscrito. A Pepita, por cierto, Dolores, que gozó “de autonomía económica”, solía enviarle dinero para auxiliar con los gastos domésticos. Cito más a Revueltas: Una mujer como debiera haber sido mi esposa. El hombre y la mujer están hechos para luchar juntos por las mismas ideas; eso le quita al matrimonio todo el carácter humillante y despreciativo que tiene para la mujer. Creo entender, en carta de un contemporáneo, que Dolores murió por su propia decisión —si fuera el caso, sería una de las autoras latinoamericanas que optaron por su muerte voluntaria, su derecho a decidir cuándo dejar la vida; la otra en que pienso es Alfonsina Storni, enferma de un cáncer incurable que, aún siendo joven, ya habían desahuciado. En cambio, la admirable Silvina Ocampo vivió sus últimos años perdida sin memoria, atada al lecho. La oí un mediodía llorar sin control, cuando fui a visitar a Bioy Casares (a quien buscaba yo era a Silvina). Él me contó que ya no comprendía o reconocía nada. Acababa de salir algún libro de cuentos de Silvina al alemán, Bioy le enseñó la portada para alegrarla, pero fue inútil. Por último, de Dolores, unos versos de su “Rayo de luz”: Pronto voy a morir; lo sé, lo siento [...] mas no me aterra el pensamiento de perder la vida: Foto > Especial

señorita”. Si fuera verdad que Zapata se enamoró de ella, y que le confesó su amor, como escribe Revueltas, y que Dolores le hizo saber su reciprocidad, hay que anotarle otro gol a Emiliano, porque no le avergonzó rendir su corazón ante una mujer de muchos pantalones, que ya no se cocía al primer hervor, una sesentona que le llevaba treinta y un años (Zapata nació en 1879) y que había sido su guía intelectual. Zapata adoptó sus escritos como ideario. ¡No cualquiera se atreve! Se necesita ser muy hombre para atreverse a romper tantas convenciones de un plumazo. Los hechos: Dolores Jiménez de Muro fue cabeza y pluma del Plan de Tacubaya, redactora del prólogo del Plan de Ayala, apoyó a Madero y se rebeló en su contra (en sus propias palabras: “Contra Madero, porque éste faltó a sus promesas, y apostató de sus propias doctrinas”), se unió al ejército zapatista,

Dolores Jiménez y Muro.

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“DOLORES “ JIMÉNEZ DE MURO FUE CABEZA Y PLUMA DEL PLAN DE TACUBAYA, REDACTORA DEL PRÓLOGO DEL PLAN DE AYALA, APOYÓ A MADERO Y SE REBELÓ EN SU CONTRA, SE UNIÓ AL EJÉRCITO ZAPATISTA.” mi alma está desprendida de la [tierra y espera hasta con ansia la partida. [...] ¡Venga la muerte, pues! Oresta López, quien ha investigado su vida y obra, encontró sus restos, “su nombre ha desaparecido hasta de su tumba”. Otra escritora en el injusto olvido.

HE LLEGADO A MI CUENTA, y me quedo sin mencionar otras, pero debo cerrar recordando a la premio Nobel Gabriela Mistral. Genial poeta, habría mucho que hablar de ella, en lo que se distancia con las mencionadas y en lo que se les acerca. De todo lo que comparte en la “Zona de Contacto” con las arriba mencionadas escojo un punto: su labor como educadora, lo que Flora Tristán formuló: “Estableced escuelas hasta en las aldeas más humildes: esto es lo urgente en la actualidad”. Vasconcelos la invitó a México, para colaborar en la idea de resolver el problema de la educación en los medios rurales. La extraordinaria poeta Mistral recorrió el territorio mexicano, y trabajó en el trazo de las normales rurales. Con ello entra legítimamente en la “Zona de Contacto”, y con ello la debemos recordar como una exploradora. Estas escritoras construyeron Nación y naciones. En sus obras inclinaron el gobierno hacia el poder civil, exigieron cambiar leyes injustas: Flora Tristán pugnó por la igualdad para hombres y mujeres, la de todos los humanos, el derecho al divorcio. Avellaneda se opuso a la esclavitud, Gorriti fomentó el latinoamericanismo y el derecho de las mujeres a imaginar, a la fantasía y a la profesionalización de la escritura. Veintimilla se opuso a la pena de muerte. Laura Méndez de Cuenca fue “la mujer fuerte”, cruzó fronteras y géneros, vivió una vida sola, por años acompañada de una amiga que le ayudara con la maternidad. Marietta de Veintemilla la primera dama liberal que arrebata al Vaticano el control de la educación y los poderes de su país. Clorinda Matto, quien condena los abusos de los curas y las inequidades del mundo rural. Dolores Jiménez y Muro que imprimió panfletos, precisando la frase de “La tierra es de quien la trabaja”. ¿Podríamos esperar algo menos de nuestras escritoras, si Juana de Asbaje en el XVII, con sus poemas negrillos y sus tocotines y textos diversos celebró una idea de Nación que arropara distintas razas y culturas con equidad, exigiendo además el mismo trato para las mujeres? C


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El pasado martes 13 de marzo tuvo lugar una celebración en el Palacio de Bellas Artes por los ochenta años de Gerardo de la Torre, narrador que a través de cinco décadas es un ejemplo —acaso involuntario— de tenacidad y convicción. El aniversario motiva también una selección personal de sus cuentos, La vida rápida, que comienza a circular en librerías. Aquí el autor responde a un cuestionario y recorre el trayecto de “una sólida obra —anotan estas páginas— construida desde la grandeza de la derrota”.

Gerardo de la Torre

“DE J EMOS LOS HOM ENA J ES PA R A LOS PRÓCER ES” GERARDO DE LA CRUZ

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erardo de la Torre (Oaxaca, 15 de marzo de 1938) se ha resistido sistemáticamente a los homenajes, “una palabra excesiva”, explica. Desde que cumplió sesenta años, cada lustro recibe una invitación del Instituto Nacional de Bellas Artes con la intención de festejar su obra; cada lustro la tentativa se diluye en el hilo telefónico: “He aceptado y seguiré aceptando premios, becas, güisquis; todo eso sin lo que resulta difícil vivir. Dejemos los homenajes para los próceres”. A los ochenta años, al fin ha accedido a participar en el ciclo Protagonistas de la Literatura, probablemente porque, a sabiendas de la intrascendencia del asunto, el reconocimiento se ha convertido en justa celebración de su literatura con la presentación de un nuevo libro de cuentos, La vida rápida —título que desemboca en Jorge Manrique y la fugacidad del vivir, aunque también evoca a Charlie Brown en el montículo, “el lugar más solitario del mundo”. Bajo el sello de la editorial Lectorum, La vida rápida es una muestra diversa, exhaustiva y feliz de lo que ha sido De la Torre en más de cincuenta años de trabajo literario. Selección personalísima de su narrativa breve (relato, cuento, minificciones) que representa todas sus etapas: “La primera, muy breve, en el taller de Arreola, donde escribí malas imitaciones del maestro. Luego la etapa del petróleo, de alguna manera siguiendo los pasos de escritores estadunidenses que cultivaban la novela social (Theodore Dreiser, Sinclair Lewis, John Steinbeck, Upton Sinclair, Dos Passos) y entre nosotros los de Pepe Revueltas. Luego, sin abandonar la cuestión social, una tercera etapa más diversa, con mayores preocupaciones formales”. En efecto, no ha quedado fuera ninguno de los Gerardo de la Torre que ha sido desde que comenzó a escribir. Allí se advierte al fabulador bajo la guía de Juan José Arreola: el rabioso autor que denuncia las bajezas de la política entre la clase obrera; el drama cotidiano de los trabajadores del petróleo; el resentimiento de clase; el enamorado que de una u otra forma pierde ante la mujer; el que se ríe

constantemente de su condenada suerte; el hábil tejedor de misterios y, sobre todo, al autor comprometido con una escritura que explora la condición humana, y siembra bombas de tiempo esperando cosechar... nadie sabe qué. Una sólida obra construida desde la grandeza de la derrota. Su primer libro de cuentos lo publicó el Instituto Nacional de la Juventud a principios de 1968; El otro diluvio, a finales de 1967, tal vez principios del 68. Luego vinieron Ensayo general (Joaquín Mortiz, 1970), que lo etiquetó como “narrador social”, La línea dura (FEM, 1971), hilarante y sarcástica narración sobre las causas perdidas que por cuestiones de embargos editoriales quedó como mera referencia hasta que, en el 2008, la rescató y volvió a circular en formato electrónico e impreso. Además, un excelente libro de cuentos, El vengador (Joaquín Mortiz, 1973), que contiene algunos de sus relatos más distintivos, como el que da título al conjunto. Más adelante, muy a pesar suyo, vino la consagración —si se le puede llamar así—, su afirmación como uno de los grandes narradores mexicanos: Muertes de Aurora (Cultura Popular, 1980), cuya temática es el movimiento estudiantil desde el ángulo de los trabajadores; Los muchachos locos de aquel verano (Joaquín Mortiz, 1994), sobre el desencanto de una generación que vio sus ilusiones de un mundo mejor desmoronadas; De amor la llama (UNAM, 2001), una variada colección de relatos, amorosos la mayoría, y La muerte me pertenece (2015), sobre la eutanasia, por citar algunos títulos relevantes. Sobre su vida, su formación literaria y cómo se percibe a los ochenta años, él mismo lo relata a partir de un largo cuestionario que, con la generosidad que lo caracteriza, ha respondido puntualmente. Sólo optó por dejar al margen un tema de carácter personal que permea su literatura —el conflicto amoroso—, y se quedó perplejo ante la posibilidad de un encuentro borgiano entre el joven Gerardo y el viejo De la Torre: no tiene idea de qué podrían decirse el uno al otro. A continuación nos comparte un breviario autobiográfico.

1. EL SIGNO DEL PETRÓLEO. De no ser porque en 1938 se libraba la batalla del petróleo mexicano y había mucha turbulencia en las regiones productoras del aceite, yo hubiera nacido en Minatitlán, donde mi padre trabajaba en la petrolera inglesa El Águila. Mi madre, oaxaqueña, decidió dar a luz en la ciudad de Oaxaca y allí nací en marzo de 1938, a tres días de que se decretara la expropiación. A los dos meses volvimos a Minatitlán, donde viví hasta los siete años. Luego, la Ciudad de México. El petróleo ha signado mi vida. Mi padre fue trabajador petrolero, como ya dije, y yo trabajé casi dieciocho años en la refinería de Azcapotzalco; después del 68 y de que en 1969 hicimos un periodiquito, los amigos comenzaron a distanciarse de mí, por temor a los líderes, y en una de ésas dije adiós a la refinería. De allí salieron muchas historias, muchos incidentes, muchos personajes, un gran telón de fondo. Por otra parte, he vivido cerca de cincuenta años en Narvarte (“el Brooklyn de México”, decía Parménides García Saldaña) y he frecuentado la Roma y la Doctores. Trato de aprovechar esos territorios que conozco muy bien, ámbitos reales en los que puedo desplegar la imaginación. Lo curioso es que los personajes de Ensayo general, mi primera novela, crecen en Tepito. En el medio literario comenzaron a decirme “obrerito mundial”. Algunos con cariño, digamos, condescendientes otros, con sorna los más. Percibí el desprecio, era yo una anomalía, el mono vestido de seda. Sólo un crítico (Sergio Gómez Montero) señaló con seriedad, en las páginas del suplemento cultural de Siempre!, los grandes defectos y las pequeñas virtudes de la novela. 2. BEISBOL. Nació con nuestros prime-

ros antepasados. Lanzaban piedras y se valían de palos para defenderse de los depredadores. Picheo y bateo, ¿no crees? En Minatitlán, donde transcurrió mi primera infancia, poco se practicaba que no fuera beisbol. A los cinco años ya sabía lanzar y usar el guante y el


Foto > Especial

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Gerardo de la Torre.

bate. En 1949, ya en la colonia Narvarte, a unas calles del parque Delta, vi jugar a grandes estrellas del beisbol latinoamericano y de las ligas negras. En 1955 derribaron el maderamen del viejo Delta y levantaron el parque del Seguro Social; allí, hacia 1956-1957, jugué los domingos por la tarde en una liga llamada de nuevos valores. En 1980, tras la huelga de los peloteros que posteriormente fueron despedidos, dejé de ir al beisbol.

3. LA militancia. Ingresé al Partido Co-

munista Mexicano (PCM) en 1959, sin duda bajo la influencia de la Revolución Cubana. Como muchos otros seres humanos de buena voluntad, soñaba con un mundo mejor (con menos miseria y más solidaridad) y pensaba que la vía para edificarlo era una revolución encabezada por la clase obrera. Hoy, aparte de que la clase obrera ya no me parece factor, creo que en este mundo globalizado una revolución socialista es imposible. Juzgo más viable una evolución que desemboque, con la participación de amplios sectores sociales, en la instauración de sociedades equitativas como la sueca y la noruega. Un buen comienzo sería desterrar o fusilar a todos los profesionales de la política.

4. TOLSTOIEVSKI. Leí mucho a Heming way y Faulkner. Luego me diversifiqué, leí españoles y franceses, Baroja, Juan Goytisolo, Camus, Sartre, Aragon... Y no sé en qué momento leí a Twain, Dickens, Stevenson, Chéjov, Tolstoi, Dostoievski. Y en qué otro momento me sumergí en la literatura latinoamericana: Carpentier, Rulfo, Asturias, Cortázar, Borges, Arreola, Onetti, Fuentes. Luego aparecieron Günter Grass y Heinrich Böll. Don Quijote lo frecuenté desde muy pequeño gracias a un hermoso ejemplar que tenía mi madre, de esos ilustrados por Gustavo Doré. En fin. ¿Lecturas formativas? Todas. Pero el libro que sin duda más ha influido en mi formación es Tolstoi o Dostoievski, de George Steiner. Siempre le dije a los alumnos: “No me interesa literatura alguna que no esté cruzada por un viento épico o por un aliento trágico”. Desde hace cincuenta años leo y releo el ensayo de Steiner, cuya clara conclusión es Tolstoi y Dostoievski (Tolstoievski). 5. ARREOLA y el cme. Considero a Juan José Arreola mi maestro. En su taller no me prestó especial atención, pero su prédica sobre el amor a las palabras

era una lección permanente que además él llevaba a la práctica mediante el discurso. Por el taller pasé sin pena ni gloria y publiqué en la revista Mester un par de cuentos mediocres de inspiración arreoliana. El Centro Mexicano de Escritores fue otra cosa. Aparte de que Arreola, Rulfo y el doctor Francisco Monterde eran los sinodales, la generación de becarios 1967-1968 la formaba gente talentosa y dura: Nancy Cárdenas, Monsiváis, José Carlos Becerra, Miguel Capistrán, Roberto Páramo, el peruano Edmundo de los Ríos. Me sentía intimidado y me exprimía los sesos y revisaba y pulía mis textos una y otra vez. No me fue tan mal. Salí con un libro: El vengador, y en ese lapso escribí buena parte de mi primera novela.

6. LIBROS ESCOGIDOS Y REJANO. La librería de Polo Duarte (Libros Escogidos) estaba en avenida Hidalgo casi esquina con Soto. Todos los edificios de esa zona fueron luego demolidos (y la calle de Soto fue borrada) para construir el edificio de la Secretaría de Hacienda. La librería ocupaba un local estrecho, alargado, los muros cubiertos de piso a techo con anaqueles atestados de libros polvorientos. Y entre los dos muros se levantaban, en madera tosca, otros dos grupos altos de estanterías que apenas dejaban sitio para los pasillos donde sólo podía circular un cliente a la vez. A la entrada, tras un pequeño mostrador que contenía las novedades, despachaba Polo. La tertulia (esto sucedía hacia 1969, 1970) transcurría los sábados de doce a dos de la tarde. Se hablaba de libros, de música, de cine y, sobradamente, de la guerra de España. Simón Otaola, el alma de la reunión, llegaba temprano y recibía a los demás chisporroteando. “Mira qué título: La gallina de los huevos de zurcir calcetines... Es bueno, ¿verdad? O este otro: El jardín de los gerundios”. O nos distraía con los refranes que distorsionaba. “No hay peor sordo que el que no puede ver... ¿Qué te parece? Y este otro: Es mejor ser saludable y rico que enfermo y pobre”. Cada sábado veinte o treinta amigos nos apretujábamos en Libros Escogidos. Entre otros José de la Colina, Emilio García Riera, Francisco Hernández y el amargo Francisco Cervantes, Óscar Oliva, Jaime Turrent... A las dos de la tarde Polo bajaba la cortina metálica y buena parte de los tertulianos partíamos a la cantina El Golfo de México, en avenida Hidalgo y Soto, donde llovía y relampagueaba y hacía sol y soplaba el viento hasta las diez de la noche, cuando nos echaban. Juan Rejano, además de conducir el suplemento cultural de El Nacional, era dirigente de los comunistas españoles del exilio en México. Rejano, poeta y crítico de arte, era un tipo moreno y vigoroso, con el porte altivo de un gitano. Durante dos etapas dirigió

“COMO “ STENDHAL, ME CONSIDERO NADA MÁS UN OBSERVADOR DEL COMPORTAMIENTO HUMANO. Y ESCRIBO LO QUE QUIERO, NO LO QUE QUIERE EL MERCADO.”

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la Revista Mexicana de Cultura y en la segunda acogió en esas páginas a la multitud de jóvenes aprendices periodistas que nos acercamos. Ocasionalmente Juan se tomaba una cerveza con nosotros y hablábamos más de política que de arte y cultura.

7. EL OFICIO DE ESCRIBIR. Desde que tenía quince o dieciséis años comencé a escribir cuentitos y versitos muy malos. Era un juego, lo hacía para entretenerme, sin intención de publicar. Creo que en el taller de Arreola comencé a imaginar que podría ser escritor. Era un sueño jabonoso, nada más. Reuní una docena de cuentos, me puse a trabajar en una novela (hice cinco versiones) y de pronto la beca del CME y Mortiz publica la novela. La locura de escribir, asumo, consiste en insistir, en perseverar. Como Stendhal, me considero nada más un observador del comportamiento humano. Y escribo lo que quiero, no lo que quiere el mercado, aunque no desdeño ningún tema. 8. MAESTRO. Como profesor, nunca me

guardé secretos, dije todo lo que sabía en todos los temas y materias que abordamos. Otra cosa fue mi eterno y en general inútil discurso sobre la verticalidad, la integridad, vivir con apego a los valores éticos, etcétera. Por último, elegí comportarme como un amigo y un confidente de los alumnos. Y, bueno, conversábamos todo el tiempo de libros y autores, jugábamos dominó, compartíamos un par de cervezas (a veces más), cantábamos en el karaoke, asistíamos a ferias del libro y otras actividades artísticas y literarias. La pasábamos bien. La mayor parte de mis amigos, por mucho, son mis exalumnos.

9. EL BALANCE DE LA VIDA RÁPIDA. Como cualquier cuentista, tengo cuentos buenos, regulares y malos. Los elegí sencillamente porque me gustan, me dicen o me dijeron algo en su momento. Eso sí, hay presencia, mínima en un caso, de los nueve libros de cuentos que he publicado. Y además añadí un puñado de inéditos. 10. LA AVENTURA DE LO INESPERADO. En repetidas ocasiones he mencionado que aprendí a hacer novelas viendo cine. Puede que esto sea exagerado, pero sí es verdad que en un principio mis modelos para escribir una novela fueron cinematográficos. Dos películas en particular: Ocho y medio y Salvatore Giuliano, ambas estrenadas en México a mediados de los años sesenta. Se trata de filmes de personajes, no de historias; rompen el orden cronológico y en el discurso realista irrumpen fantasías, delirios, remembranzas; ofrecen diversos puntos de vista. Me gusta eso de colocar bombas de tiempo. Y juro que no hago nada con mala intención. Quizá lo que pasa es que soy de gustos retorcidos. Me gustan filmes como los mencionados. Me gustan esos cuadros de Picasso donde los ojos van por un lado y la nariz por otro. Me gusta la realidad deformada de Van Gogh. Me gustan los seres voladores y las arbitrarias banderas rojas de Chagall. Las aventuras de lo inesperado, en fin. C


10 LA N OTA NEGRA

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Por

FRANCISCO HINOJOSA

BESTIARIO POLÍTICO MEXICANO

@panchohinojosah

M

uchos animales permean la cultura política de nuestro país, empezando por la palabra política, que aquí se traduce como grilla y a sus ejecutantes como grillos. La define así Héctor Manjarrez en su diccionario: “Actividad y sonido de los políticos que se reúnen para hablar sin cesar, como los grillos en la noche”. Nada tienen que ver con el Pepe Grillo de Pinocho ni con Cri-Crí. En cambio, los chapulines sí guardan con ellos algún parentesco: son los funcionarios públicos que saltan de cargo en cargo sin dejar, por lo general, ningún recuerdo de su paso por las cámaras y las instituciones de gobierno. Muchos de ellos caen en blandito sobre el colchón de la plurinominalidad, que los exime de ser elegidos por el pueblo. Aunque de otro reino animal, los delfines también son familiares de estos insectos: son aquellos que heredan puestos o nominaciones por obra y gracia de un dedo poderoso que los señala como cómplices y hermanos. Rubén Figueroa, el Tigre de Huitzuco, acuñó la frase “la caballada está flaca” al referirse a la pobreza de los candidatos del PRI a suceder a Luis Echeverría. Al fin quedó como único candidato en las democráticas boletas el nombre de José López Portillo, que prometió, hacia el final de su mandato, defender “el peso como un perro”, y sólo logró confirmar el dicho de “perro que ladra no muerde”.

ENTRE LOS MÁS PELIGROSOS Y PROLÍFICOS ANIMALES QUE PUEBLAN LA POLÍTICA MEXICANA ESTÁN LOS ROEDORES, EN ESPECIAL LAS RATAS, QUE SON DIFÍCILES DE EXTERMINAR.

La Canción # 6

Y si hubo un Tigre en la política, también hubo una Tigresa en el Senado: Irma Serrano. “¡Cállate, chachalaca!”, le gritó en un mitin López Obrador al presidente Vicente Fox, que por cierto no le hizo caso entonces, y sigue sin dejar de chachalaquear a la primera oportunidad. Al político moreno le llaman Pejelagarto o, de forma más cariñosa, Peje, por su procedencia tabasqueña. Hubo también en el pasado reciente una Gaviota que metió en líos a su marido por comprar una oscura casa blanca. Entre los más peligrosos y prolíficos animales que pueblan la política mexicana están los roedores, en especial las ratas, que son difíciles de exterminar y salen de cualquier cloaca con las patas llenas de dinero. Hasta en el Monopoly son capaces de robarles a sus propios hijos los billetes ganados. Suelen tener muchas propiedades a nombre de otras personas, caballos de pura sangre y relojes parecidos a los que usan los narcos. Sienten que merecen abundancia y que la vida ha sido justa con ellas: un karma que el resto de la población ignora. Aunque insuficientes, algunas cuantas ratas están tras las rejas, y no precisamente de un zoológico. Tan finas son que a veces son importadas de algún país en el que se daban la gran vida, de Italia a Guatemala. Tienen un pariente que hace lo propio: el ratón loco, que en realidad

es un juego que consiste en acarrear ciudadanos con credencial del INE a las urnas para que voten por el candidato que les señalan, a cambio de un tamal o una torta, un refresco y, a veces, hasta una película. Son buenos conductores. Llevan a los ciudadanos en camiones. Por su parte, los mapaches constituyen una gran cantidad de pandillas de ladrones. Están entrenadas para hacer todo lo que sea necesario con tal de robar una elección: manipular, obligar, extorsionar, falsificar y lo que sea necesario para que un candidato gane la elecciones. No lo sé, pero lo adivino: algunos cobran por sus servicios, otros lo hacen por convicción y quizás otros para luego chapulinear. Toman su nombre del mamífero que parece tener un antifaz, con el que se identifica el estereotipo de los ladrones. El humorista Marco A. Almazán publicó en 1976 El zoológico de la política mexicana, un libro que sigue vigente. Reunió imágenes de animales y les puso un pie fuera de contexto. En una de ellas hay unos huacales llenos de pollos: “¿Y ahora a qué acto electoral irán a llevarnos?”. En otra una multitud de cocodrilos: “Antesala del PRI, en víspera de designar candidatos.” Sean cuales sean los ganadores de la próximas elecciones en México, quienes resulten beneficiados por el voto popular tendrán un pesado pasado bestial. C

Por ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

Zacatecas, acordes de narrativa y música EL SEXTO ENCUENTRO Regional de Narrativa Centro Occidente Zacatecas, Acordes de Narrativa y Música, organizado por el Instituto Zacatecano de Cultura, se realizó a finales de febrero. El show estuvo a cargo de los escritores Carlos Velázquez y Juan Gerardo Aguilar, Blues Brothers rifados que mantuvieron el ritmo en el Centro Cultural Ciudadela del Arte. Para ser justos se merecen una medalla, porque organizar estos eventos suele ser una monserga, pero se requiere una logística espacial de la NASA para coordinar a una treintena de escritoras y escritores, periodistas y periodistos, músicas y músicos que viajaron desde otros estados de la mente para abordar la literatura, el periodismo y la música, así como las relaciones entre los lenguajes y los géneros. Fueron cuatro luminosos días llenos de actividades en la ciudad colonial más chingona y deslumbrante que mis ojos hayan visto.

La conferencia magistral de arranque estuvo a cargo del escritor Roberto Pliego, Satánica Majestad Etílica y conocedor del laberinto literario nacional que expuso un panorama de la narrativa actual en México. Durante las mañanas se dieron el taller de novela, impartido por Antonio Ramos Revillas; de cuento, por Gabriela Torres Olivares; de musicalización de textos narrativos, por Chema Arreola; y de periodismo musical, que tuve la fortuna de dar. Por las tardes se presentaron los libros Perro de ataque de Darío Zalapa, La Monalilia y sus estrellas colombianas de Nazul Aramayo, la novela Scab Vendor de Jonathan Shaw, y Figuras humanas de Luis Jorge Boone. También se dieron varios conversatorios interesantes sobre letras y música: Mujeres cuentistas en México, con Gabriela Torres, Claudina Domingo y Lola Ancira; Cómo narrar la música, con Daniel Herrera, Joselo Rangel y Bef;

Música y periodismo en México, con el escritor Iván Ríos Gascón y Felipe Rosete; Música, narrativa y medios, con el periodista Enrique Blanc y Mariana H; y un emotivo homenaje al escritor y rockero Sergio González Rodríguez, encabezado por Velázquez y Pliego. La conferencia de cierre, El oficio de narrar, la dio el escritor Alberto Ruy Sánchez. Por las noches Zacatecas era una fiesta, diría Hemingway, o desfilamos en la otra Marcha de Zacatecas. Los bares en la zona centro cierran a las tres de la mañana, pasamos muy buenos momentos bebiendo cerveza y ese maravilloso mezcal zacatecano, antes de zigzaguear por los callejones lisérgicos y subir a la casa del contrabajista y saxofonista Eduardo Ismael Dávalos, quien madrugada tras madrugada nos abrió generosamente las puertas de la percepción para continuar la fiesta en paz. Un encuentro memorable como canción de los Rolling Stones. C

SE REQUIERE UNA LOGÍSTICA ESPACIAL DE LA NASA PARA COORDINAR A UNA TREINTENA DE ESCRITORAS Y ESCRITORES, PERIODISTAS Y PERIODISTOS, MÚSICAS Y MÚSICOS.


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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

FRËIMS

11 Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

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escubrí Frëims por azar. Como soy adicto al dátil, apenas descubrí su ensalada de dátiles me volví un incondicional. También por azar en una de mis incursiones conocí a Marcos Galante, uno de los propietarios. “Freïms surgió de la casualidad y la buena suerte”, me confesó. Existen personas que ante las crisis deciden abrazar la sobriedad o practicar el budismo, Marcos decidió abrir una cafetería que ofreciera sandwiches en pan de waffle en la colonia Roma. Cómo pasó del negocio familiar de textiles a los sandwiches cuadriculados fue obra de su esposa Sara, escritora. Como el pulso de la cultura era fuerte, en 2016 se asociaron con Carlos Metta, músico de la Klesmerzon y abrieron una sucursal en la Condesa, en Ámsterdam 62 b. Donde además de la cafetería venden vinilos, Marcos es un melómano incurable, libros de editoriales indies entre las indies y cuentan con un amplio patio con un escenario en el que se ofrecen esporádicas presentaciones de artistas. La signatura del local surgió por un juego lúdico. Su personalidad obedece tanto al ingenio de su propietario como a la incursión en el waffle. “El nombre ha sido mi apodo desde los 17 años. Un amigo y yo jugábamos a traducir los nombres a otros idiomas. Mi nombre Marcos se traduce en Frames. En ese entonces, cuando decidimos lo de los sandwiches en waffle, el mercadólogo nos pidió que pensáramos en nombres que evoquen lo waffleado. Le contamos de mi apodo y así salió el nombre del restaurante. Decidimos cambiarlo

LA SIGNATURA DEL LOCAL SURGIÓ POR UN JUEGO LÚDICO. SU PERSONALIDAD OBEDECE TANTO AL INGENIO DE SU PROPIETARIO COMO A LA INCURSIÓN EN EL WAFFLE.

El sino del escorpión

a Frëims para que fuera menos evidente.” No hay duda de que fue un gran acierto. Ya que Marcos habría sido nombre propicio para una pizzería, una cerrajería o un puesto de jugos, pero no para un lugar especializado en el waffleado. Una oferta que no es común. Nada despierta el ingenio como las limitaciones. Y fue el espacio reducido del local de la Roma lo que hizo que idearan un menú en base al waffle. “No podíamos tener cocina a base de gas ni extracción de humo y calor. Tuvimos que encontrar soluciones. Los sandwiches waffleados fueron una alternativa sencilla y práctica en ese momento que funcionó mejor de lo que esperábamos. Hemos tratado de romper con eso pero la gente nos sigue asociando con los waffles. El platillo que más vendemos se llama Grand Slam: dos huevos al gusto + waffles de frutos rojos + tocino.” Pero no todo ha sido fácil. Como muchos negocios en la CDMX sufrió un revés por culpa del sismo. “La diferencia entre la mañana del 19S y la tarde en la que volvimos fue abrumadora. Donde antes teníamos un proyecto lleno de vecinos, clientes recurrentes y extranjeros, ahora estaba cubierto de escombros, y así nos sentíamos. Derrumbados emocional y financieramente. Una de las partes más duras fue tener que hablar con nuestro personal, con el cual habíamos logrado una rotación casi nula en los últimos meses, algo muy complicado en la industria de los restaurantes. “A partir de ese día vinieron meses de mucha incertidumbre. No podíamos reabrir si no demolían, al menos, el edificio

de Sonora 149 que nos cayó encima. Una vez que nos cayó el veinte de esto hablé con Daniel Ovadia, amigo y socio en un proyecto que abriremos este año, para pedirle ayuda. Nos ofreció reubicar a parte de nuestro personal con ellos. En esos mismos días hablé con las cuatro cabezas que dirigen: chef, subchef, jefe de barra y gerente. Les expliqué la situación y les sugerí que buscaran trabajo. Frëims, para mí, estaba moribundo y tomaría mucho tiempo reabrirlo. Esa misma tarde recibí un correo firmado por los cuatro: no buscarían trabajo, seguirían trabajando para nosotros y estaban dispuestos a sacrificar sus ingresos. Tres meses nos tomó reabrir el salón, un mes después de abrir el salón abrimos el patio. Actualmente seguimos trabajando con horario reducido pero en abril retomaremos el horario nocturno. El proyecto sigue vivo gracias al personal que trabaja acá, gracias a amigos y vecinos, también. Antes del sismo trabajaban veinticinco personas en Frëims, hoy trabajan dieciséis y todas eran parte del staff que estaba con nosotros antes del sismo. “No hemos recibido ninguna ayuda de ninguna empresa o institución gubernamental. Al contrario. El banco nos tiene de los huevos por un crédito que dejamos de pagar en los meses que estuvimos cerrados, la compañía de seguros ha hecho todo lo posible por pagar lo menos posible y la delegación y el gobierno nunca se han acercado a nosotros.” Pero Frëims continúa respirando. Es uno de mis lugares favoritos en la CDMX. Visítenlo. Se los recomiendo. C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

El tigre, el sesgo y Verificado El tigre. El alacrán recuerda la analogía del pueblo bronco como tigre en voz de Jesús Reyes Heroles, instrumentador, operador y reformador del “sistema político mexicano”, como lo llaman en el Colmex y el Cide, mientras a ras de tierra se le padeció como el “sistema político priista”. Al funcionario y teórico le gustaba la frase de “no despertar al tigre”. El escorpión también revive el “Zócalo Rojo”, aquella protesta del Frente Democrático Nacional en 1988, luego de las dudosas elecciones y la “caída del sistema”. El venenoso atestiguó la indignación colectiva y la presión sobre la dirigencia del Frente para, ahí mismo, desde la panza hambrienta del tigre, tomar el Palacio por asalto. La transformación de la energía de ese tigre derivó en la formación del PRD. En 2006, el tigre despertó ante otras dudosas elecciones y el uso de un algoritmo (se dijo, y entonces pocos enten-

dían el término) para modificar el conteo computarizado de los resultados preliminares. En el plantón de Reforma se adormeció y amarró otra vez al tigre. Los tiempos han cambiado y las elecciones del 2018 serán diferentes, se repite el artrópodo, a pesar de la abrumadora evidencia en contrario: guerra sucia, insultos, canalladas y bajezas disfrazadas de “lucha electoral y política”. El sesgo. De los muchos temas a discutir del libro de Esteban Illades, Fake News (Grijalbo, 2018), al venenoso le llama la atención el llamado “sesgo informativo” o “razonamiento motivado”, por medio del cual los lectores sólo leen y creen las notas y columnas coincidentes con su punto de vista y sus ideas sobre tal o cual asunto y punto. Cada quien en su burbuja. El alacrán observa lo mismo en muchas columnas periodísticas: ya sólo se creen y se hablan a sí mismas, no hay diálogo, información, discusión pública ni

debate periodístico; imperan el encono patológico y las fobias reiteradas, la cerrazón, las acusaciones y las advertencias de catástrofe. Verificado 2018. Esta semana surgió este instrumento para detectar discursos mentirosos y noticias falsas durante el proceso electoral. En la iniciativa participan más de sesenta medios, organizaciones civiles y universidades, además de Facebook, Google News Lab y Twitter. La participación de corporativos multimediáticos recuerda aquel fallido “acuerdo para no difundir noticias violentas”, propuesto por las mismas empresas hace unos años. Aquí los regulados se van a regular. Ojalá, pero la iniciativa en la cual se inspira, Verificado19S, fue una respuesta de la gente de a pie ante la ineficiencia del gobierno y las fake news tras de los sismos de septiembre pasado, y fue ajena a los contradictorios intereses involucrados ahora. C

VERIFICADO 2018 ES UN INSTRUMENTO PARA DETECTAR DISCURSOS MENTIROSOS Y NOTICIAS FALSAS DURANTE EL PROCESO ELECTORAL.


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AFROFUTURISMO, AISLACIONISMO Y PROTECCIONISMO PANTERA NEGRA, DE RYAN COOGLER FILO LUMINOSO

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uidado con los spoilers, hay muchos.) Desde su nombre, el personaje de la Pantera Negra, creado por Jack Kirby y Stan Lee en 1966, presentaba una ambigüedad cultural. La causa eran las connotaciones y resonancia políticas que tenía ese nombre con el partido Black Panther for Self Defense, fundado ese mismo año por Bobby Seale y Huey Newton, en Oakland, California. Esta organización intentaba proteger a los afroamericanos de los abusos policiacos, al armar a sus comunidades y organizar brigadas de autodefensa. Pero también crearon programas sociales para la comunidad negra. El director del FBI, J. Edgar Hoover denominó a las Panteras Negras como “La mayor amenaza para la seguridad interna del país”. Por eso desde que la Pantera Negra apareció en las páginas de Fantastic Four, número 52, fue un héroe altamente politizado que causaba malestar no por su violencia, sino por su color de piel y por venir de Wakanda, un pequeño reino secreto en África central con un desarrollo tecnológico muy superior al del resto de mundo. El secreto de Wakanda es su vibranium, un material que es fuente de energía, salud, fuerza y que se usa para fabricar armas y vehículos voladores. Wakanda es una utopía paradójica y extraña, a la vez fabulosamente avanzada y atada a sus tradiciones, una tierra que se salvó de la devastación colonialista, la esclavitud y el imperialismo al esconderse a plena vista y al no confrontar a las potencias europeas, haciéndose pasar por el país más pobre de África. Algo semejante a una Suiza neutral que hace caso omiso de los crímenes nazis, mientras se oculta tras sus bancos y alpes. Lo que realmente hacía rabiar a los racistas era imaginar a un pueblo africano inteligente, libre y poderoso. Pantera Negra, de Ryan Coogler, aparece en un tiempo de alto cinismo, denuncias de apropiación cultural, enfebrecido e hipercrítico red-socialismo (esa especie de ideología de la superioridad moral y del latente linchamiento mediático), #Black_lives_matter y de un presidente estadunidense con fuertes inclinaciones hacia el “nacionalismo blanco”, “las buenas personas” de la extrema derecha, la alt right [derecha alternativa] y el evangelismo racista. Coogler realizó la formidable Fruitvale Station (2013) en la que muestra con ojo clínico una desgarradora historia

Por

NAIEF YEHYA

demasiado común: un hombre negro inocente es asesinado sin motivo ni provocación por un policía; y Creed (2015), que es una emotiva y realista extensión del universo de Rocky Balboa. La Pantera Negra es más la representación de un ideal de justicia que un personaje fantástico, un título que se hereda de generación en generación (junto con una poción que le da poderes) al protector de su pueblo, que no el defensor de una raza ni de un continente. En cierta forma la protección de la nación hace indiferente al monarca ante el sufrimiento y la opresión de otros individuos con sangre africana. Al inicio se nos revela lo que será el pecado patriarcal que dará sentido a la trama: en 1992, el padre de T’Challa (un articulado y sobrio Chadwick Boseman), T’Chaka (Atandwa Kani), viaja a Oakland en busca de su hermano N’Jobu (Sterling K. Brown), quien se ha exiliado en protesta por la política no intervencionista de Wakanda y ha robado vibranium con la intención de armar a grupos de activistas afroamericanos. Su hermano le exige regresar, hay una confrontación y el rey asesina a su hermano, abandonando el cadáver y a su hijo pre adolescente, quien cargado de resentimiento, se convertirá en militar de élite, asesino y populista, al que apodarán Killmonger (Michael B. Jordan). El verdadero conflicto no es la aparatosa pelea con el mercenario racista Ulysses Klaue (Andy Serkis), sino con Killmonger, quien viaja al país de su padre a desafiar a T’Challa por el trono. El auténtico dilema radica en que Wakanda es la imagen en el espejo de los países desarrollados que temen a la inmigración porque “podrían perder su forma de vida, ya que los refugiados traen consigo sus problemas”, y si se abrieran fronteras, “Wakanda se convertiría en un lugar como todos los otros”. Al poner en boca de sus personajes estas afirmaciones paranoicas, xenofóbicas y despojadas de empatía, Coogler actualiza la historia del cómic y la emplea como una metáfora para reflexionar en torno a dilemas contemporáneos, incluso con críticas a Trump y su fantasía idiota de un gran muro, pero también con la llegada de Killmonger al poder de manera legítima, lo cual pone en evidencia que un déspota puede aprovecharse de la fragilidad de las instituciones y tradiciones. El rey aislacionista y conservador, amado por

PANTERA NEGRA, DE RYAN COOGLER, APARECE EN UN TIEMPO DE ALTO CINISMO, DENUNCIAS DE APROPIACIÓN CULTURAL, ENFEBRECIDO E HIPERCRÍTICO RED-SOCIALISMO. ”

el pueblo, debe impedir que su primo lance con poderosas armas una revolución racial mundial. Sin embargo, Killmonger no tiene ideología ni un plan más allá de armar a los desposeídos, resentidos y victimizados. Coogler cuida su trama pero sucumbe a un incómodo y viejo tic del cine estadunidense: insertar personajes con los que el público se pueda identificar, nada menos que un agente de la CIA, Everett Ross (Martin Freeman). El cineasta Ryan Coogler demuestra su talento para la acción con un par de secuencias en Busan, Corea del Sur, donde la Pantera Negra trata de recuperar una reliquia de vibranium que ha sido robada de un museo británico. Las peleas fueron filmadas con un mínimo de cortes y un notable virtuosismo coreográfico que juega con varias confrontaciones sucediendo al mismo tiempo y la cámara desplazándose frenética de una a otra. Asimismo, las persecuciones están filmadas con destreza, imaginación y humor notables. Muchos elementos de este filme son importantes, desde la reivindicación de una estética afrocéntrica y neoafricana, tanto en la moda y los peinados, como en la celebración de la diversidad de expresiones de la cultura negra, en el continente y el éxodo. Pero lo mejor de esta cinta es la manera en que presenta a sus personajes femeninos. Esta es sin duda una de las expresiones más acabadas de ese fenómeno que el crítico cultural Mark Dery definió en 1993 como Afrofuturismo. Pantera Negra es un filme transgresor, a la vez controvertido y comercial, pero sobre todo visualmente alucinante.


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