FRANCISCO HINOJOSA TEATRO
CARLOS VELÁZQUEZ
LAS TRAMPAS DE AMAZON
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
UNA MIRADA MÉDICA AL MALESTAR SOCIAL
El Cultural N Ú M . 1 5 0
S Á B A D O
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
S O M S I R O F A • S U A R K L R KA RAFAEL PÉREZ GAY UN LADRÓN DE LIBROS ANTONIO SABORIT LA INTACTA NOVEDAD DE UNA NOVELA BRUNO H. PICHÉ EL IMPERIO RECUPERADO Arte digital > Staff > La Razón
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El 26 de mayo de 2013 —hace cinco años— trascendió la penosa noticia de la muerte del escritor, filósofo, maestro, funcionario y diplomático José María Pérez Gay (1943-2013). Lo recordamos en esta edición de El Cultural desde cuatro ángulos fundamentales. De entrada, su extraordinario trabajo como traductor y divulgador en México de autores de lengua alemana. Rescatamos un puñado de aforismos de Karl Kraus (1874-1936), con su látigo y desprecio, parodia y sátira
implacables contra el lenguaje, los valores y costumbres, la hipocresía y decadencia de la sociedad vienesa durante las primeras décadas del siglo XX, entre la vitalidad cultural y el desmoronamiento del imperio austrohúngaro. Dos entregas publicadas en marzo y abril de 1978, en el suplemento La Cultura en México dirigido por Carlos Monsiváis, que fueron una revelación para muchos lectores. Los aforismos que reunimos aquí no han sido recuperados desde entonces.
Aforismos
“L A V IDA ES U N ESFU ER ZO DIGNO DE M E JOR C AUSA” KARL KRAUS TRADUCCIÓN J O S É M A R Í A P É R E Z G AY
E
l erotismo es a la sexualidad lo que la ganancia a la pérdida.
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• • • Amar, ser engañado, sentir celos —he aquí tres escalones que cualquiera conoce. El otro camino es más difícil: sentir celos, ser engañado y amar.
El nacionalismo es el amor que me une a los imbéciles de este país: los que insultan mis costumbres, los que destruyen mi lenguaje. • • • Algunos conservan su madurez prematura hasta llegar a la vejez. • • • No temo a la violencia, sino a la debilidad. En el principio era el plagio.
Muchas cosas que no gustan en la mesa, son un condimento en la cama —y al revés. Los errores más lamentables vienen de no saber distinguir la mesa de la cama. • • •
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La alcoba matrimonial es el espacio donde conviven la estupidez y el martirio.
La mujer toma a uno por todos; el hombre, a todas por una. • • • Yo no me meto en mis asuntos privados —no me importan. • • • Me alimento de escrúpulos que yo mismo condimento. • • • El diagnóstico es una de las enfermedades más extendidas.
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No estoy a favor de las mujeres, sino contra los hombres. • • • En Viena los ceros se ponen antes que el uno. • • • En el lenguaje del erotismo también hay metáforas. Los analfabetas les llaman pasiones, porque odian la poesía. • • • La impotencia, suplicando humildad, paraliza todo trabajo. • • • La sátira que entiende el censor, explicablemente se prohíbe. • • • Los psicólogos son los magos del vacío y los simuladores de la profundidad. • • • Nada más horrible que mi Yo en el espejo de la histeria. • • • Nada más cruel que mi estilo en las manos de los otros. • • • Sólo quien hace de la solución un enigma es un escritor. • • • El bibliómano tiene la misma relación con la literatura que el filatelista con la geografía. • • • El verdadero celoso no quiere sólo la fidelidad, sino la prueba fechaciente de su posibilidad. Al celoso no le basta la fidelidad de su amada. Y precisamente eso es la causa de su ansiedad. Y como no existe una prueba permanente, y porque insiste en tenerla, acaba satisfaciéndose con la prueba de la infidelidad. • • • En el amor, el verdadero señor es quien le cede primero la entrada a los otros. • • • La vida es un esfuerzo digno de mejor causa. • • • Quien ahora exagera es sospechoso de decir la verdad; quien inventa, de estar bien informado. • • • Los ciegos no quieren aceptar que tengo ojos, y los sordos dicen que soy mudo. • • • ¿Tengo yo la culpa de que las alucinaciones vivan y tengan un nombre y se sientan responsables? • • • Los celos son ladridos de perros que atraen a los ladrones. • • • Una mentira piadosa se perdona a veces. Pero el que dice la verdad siempre, no tiene perdón.
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Mis lectores creen que yo escribo para el día, porque escribo desde el día. Así las cosas, debo esperar hasta que mis manuscritos hayan envejecido lo suficiente. Entonces, sólo entonces alcanzarán actualidad.
El aforismo no empalma con la verdad; o es media verdad o verdad y media. • • • En caso de duda, hay que decidirse por la verdad.
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En el principio era el ejemplar para las reseñas. Y alguien lo recibió de parte de un editor. Luego, escribió una larga reseña; poco después, un libro. El editor lo publicó mandando algunos ejemplares para reseñas. Y el próximo que lo recibió hizo lo mismo... Y así nace la literatura moderna. • • • Heine es un Moisés que golpea con una varita las rocas de la lengua alemana. Pero la prisa no es magia, el agua no salió brotando de las rocas. Nuestro Moisés tenía en la otra mano un frasco de Agua de Colonia. • • • Paternoster es el nombre de un elevador. Y Belem es un lugar en Estados Unidos de América donde se encuentra la fábrica de municiones más grande del mundo.
Oskar Kokoschka: Retrato de Karl Kraus. Óleo, 1925.
Si las mujeres que se maquillan son inferiores, entonces los hombres que tienen imaginación son unos imbéciles.
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De ustedes, Oh Dioses, son los mercachifles.
Responsabilidad moral es eso que le falta a un hombre, cuando lo exige de una mujer.
• • • Una amplísima cultura se parece a una buena botica; no hay seguridad alguna, uno piensa curarse de un catarro y toma arsénico. • • • Sobre Hitler no se me ocurre nada. • • • En el trabajo literario encuentro placer y el placer se me convierte en trabajo. Para gozar el libro de otro escritor, debo criticarlo primero, es decir, convertir la lectura en trabajo. Por eso me será siempre más fácil escribir un libro que leerlo. • • • Si uno lee sus ensayos mitológico-políticos, se aprende a odiar a la cultura más de lo necesario. • • • Sólo el lenguaje que tiene cáncer es capaz de nuevas transformaciones. • • • ¿Por qué escribe aquél? Porque no tiene las agallas suficientes para no escribir. • • • El periodista se siente estimulado por el plazo impostergable; cuando tiene tiempo, escribe peor. • • • Política social: la decisión desesperada de lanzarse a operar de los callos a un enfermo de cáncer.
“SI “ HUBIÉRAMOS RECONOCIDO LOS DERECHOS DEL CUERPO DE LA MUJER, SI HUBIÉRAMOS CANCELADO SU ESCLAVITUD GENITAL, LAS MUJERES NUNCA HABRÍAN LLEGADO A LA RIDÍCULA IDEA DE DISFRAZARSE DE HOMBRES, PARA VALER (ASÍ) MÁS COMO MUJERES.”
• • • En el amor se trata de parecer menos imbécil... de lo que a uno lo han hecho. • • • Un mendigo fue sentenciado por haberse sentado en una banca, y quedarse mirando tristemente. En esta sociedad, son igualmente sospechosos el hombre que mira triste y la mujer que vive alegremente. De algún modo, se prefiere siempre al mendigo. Porque las putas son las falsas inválidas, las que sacan ganancia de los defectos corporales de la belleza. • • • Era tan celoso que llegó a sentir el sufrimiento del hombre al que engañaban; y se le fue encima a la mujer. • • • Los remordimientos de conciencia son los impulsos sádicos del cristianismo. • • • Si hubiéramos reconocido los derechos del cuerpo de la mujer, si hubiéramos cancelado su esclavitud genital, las mujeres nunca habrían llegado a la ridícula idea de disfrazarse de hombres, para valer (así) más como mujeres.
• • • No se ha definido exactamente el lugar del padrote en la sociedad burguesa: él es la escoria; aprecia allí donde otros desprecian; brinda protección donde otros persiguen. El padrote puede sacrificarse por convicción. Pero cuando demanda sacrificios, se somete al orden social imperante, el cual no perdona la prostitución femenina,pero sí la completa corrupción masculina. • • • No todo el que recibe dinero de una mujer debe figurarse ser un gran padrote. • • • No hay criatura más infeliz en este mundo que el fetichista: suspira ante las pantaletas de una muchacha, y tiene que darse por satisfecho con toda una mujer. • • • El psicoanálisis convierte a los hombres en lo que son —polvo. • • • Los hijos de los psicoanalistas se marchitan desde muy temprano. Primero deben aceptar que sienten placer cuando cagan; luego, años más tarde, tienen que asociar todo lo que se les ocurre cuando —al regreso de la escuela— han visto a un caballo cagando. Y se puede hablar de buena suerte si — ya adolescentes— no deben describir cómo han soñado que violaban a su madre. • • • Meten la mano en nuestros sueños, como si fuera nuestro bolsillo.
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Desde hace siglos hemos sellado con sangre los derechos de las mujeres. Ahora es tiempo de admitir el libre ejercicio de sus derechos.
Los moralistas se indignan todavía de que el valor de una mujer determine su precio. Entre tanto, el precio determina su valor, y esto no lo entenderán nunca.
• • • El superhombre es un ideal prematuro: supone al hombre. • • • Por gratitud se entiende a menudo la disposición de continuar embarrando de linimento al generoso, todo porque una vez tuvimos piojos. • • • Toda prostitución moral se basa en el principio de la monogamia.
• • • El erotismo no puede separarse ya de la sociología, así como tampoco de la economía. De algún modo, el amor está siempre en relación con el dinero. Está siempre allí, y es igual que uno lo dé o lo tome. • • • Quien pueda escribir aforismos, no debiera hacerse pedazos en los ensayos. C
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Desde el recuerdo fraternal, Rafael Pérez Gay, quien a su vez ha transitado por el periodismo y géneros literarios que van de la crónica al ensayo, el cuento y la novela, evoca los años y la vida intelectual de su hermano José María —Pepe o Chema para muchos de sus allegados. Su interés y esa pasión por ciertos libros y autores que podía ser irresistible —y aun capaz de algunas trapacerías. Una visión no tanto de la obra sino del autor y los caminos que siguió para consumarla.
U N L A DRÓN DE L I BROS
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i hay un ladrón de bicicletas habrá un ladrón de libros. Ése era mi hermano. He conocido grandes ladrones de libros, pero ninguno como él. Si le interesaba un libro ajeno utilizaba todas las estratagemas del mundo para obtenerlo. Recurría al robo vulgar dentro del saco o la chamarra. No miento; también se ayudaba con las trampas de la mentira: escribo un ensayo y te lo devuelvo de inmediato. Era capaz de desaparecer un libro ante tus propios ojos, doblaba un periódico y metía en medio el producto del hurto. Lo ves, no lo ves y adiós a tu ejemplar; no sólo eso, después le ponía, además, como todo gran coleccionista, su nombre y una fecha improbable, digamos así: Alemania, 1989 y su firma. Así perdí mi versión al español de La cartuja de Parma de Stendhal traducida ni más ni menos que por el gran escritor argentino José Bianco. En aquella ocasión lo encaré y le exigí una devolución inmediata: —Esos dos tomos de La cartuja son míos. Los sustrajiste de mis libreros. Me los devuelves. —Te equivocas. Los compré en la librería Zaplana una tarde de junio de 1979, cuando vine a México en un viaje relámpago. Alguna vez pensé que se trataba de una compensación ante las adversidades de la vida. Después del naufragio de su primer matrimonio, mi hermano perdió una biblioteca completa arrastrada por la corriente de un divorcio difícil. Recuerdo que un día mi hermano me preguntó: —¿Leíste Los miserables? —Sí, Victor Hugo se creía Victor Hugo —le respondí. —¿Y El conde de Montecristo? —Te has olvidado de que estudié letras francesas en la UNAM. Dumas lo tienes que leer quieras o no quieras. Mi hermano cargaba con esos dos hoyos franceses. Luego supe por un azar que García Márquez le había reclamado en alguna cena que no hubiera leído la que él consideraba una de las grandes novelas: El conde de Montecristo. Días después desapareció de mis libreros una edición barata y en español de la novela de Dumas. Toda biblioteca está hecha de una vida apasionada por los libros y de pequeños robos realizados a lo largo del tiempo. El gran lector que fue mi hermano hizo así su biblioteca, de pasiones y pequeños hurtos. Aunque nunca los contamos, su amplísimo estudio daba hogar a unos diez mil libros, o más. Yo no tengo biblioteca, tengo libreros
repletos y desordenados. En esos días le regalé a mi hermano una edición de Los miserables. Le dije: —Antes de que me lo robes, te lo regalo. Vi en él una cara de desesperación. Para un ladrón de libros, no hay mayor placer que el despojo y el engaño. Así cumplió en su vejez con esa deuda francesa que le cobraban García Márquez y, según supe después, también Carlos Fuentes. Un día le pregunté: —¿Le has robado algún libro a Fuentes? —Desde luego, pero él lo ignora. —¿Que le robaste? —Una edición en español de La muerte de Virgilio de Broch del año de 1945, inconseguible. Refiero esto para efectos de este breve relato: tiempo atrás, mi amigo Luis Miguel Aguilar y yo habíamos viajado a Londres para entrevistarnos con Fuentes, él se propuso hacer, y lo hizo, un consejo editorial con escritores de talla internacional (cualquier cosa que quiera decir esto) para la revista Nexos. En una cena, mi hermano le dijo a Fuentes con la sangre fría de un gran ladrón de libros: —Carlos, tengo una edición de La muerte de Virgilio del año de 1945, una buena traducción en una editorial argentina. Fuentes interrumpió de inmediato: —¡Chema!: hablas de un libro raro, yo lo tengo. ¿Cómo lo conseguiste? —En una librería de viejo de Donceles, Carlos. Al salir de la cena le dije: —Eres un mago de la mentira. Me contestó como sólo contestan los grandes mentirosos de la historia: —Creo que sí lo compré en Donceles. Ese verano en Londres exhibían en el teatro La barricada, el gran capítulo de Los miserables sobre la insurrección antimonárquica de junio de 1832. Carlos Fuentes quiso invitarnos, pero no encontró boletos y en cambio nos llevó a ver una obra de moda que ocupaba las páginas de todos los periódicos del mundo: Copenhague, la obra de Michael Frayn en la cual Niels Bohr y Werner Heisenberg se reúnen en esa ciudad en 1941 y hablan de la bomba atómica. Recuerdo que le dije a Fuentes: —Carlos, yo no hablo inglés. Y Fuentes me respondió, decisivo: —Hoy en día todos hablamos en inglés. Un suplicio de casi tres horas con un montaje casi beckettiano de dos sillas y tres actores. No entendí una palabra. Pensé en el titular de una página de algún diario londinense: mexicano sufre ataque de pánico
Foto > Archivo familiar
RAFAEL PÉREZ GAY
Los hermanos Pérez Gay.
e interrumpe representación de Copenhague. Vi con claridad cómo mi hermano se dormía en el momento preciso en que los científicos se revelan el uno al otro el descubrimiento de la energía nuclear puesta en el arma nefasta. Al salir al verano londinense le dije a mi hermano: —Te dejo para siempre La cartuja de Parma y todos los libros que me has robado, juro que no le diré a nadie que te dormiste la mitad de la obra de Frayn, pero te suplico que uses todas tus buenas y malas artes para que Fuentes no nos invite otra vez al teatro, por piedad. Fuentes murió sin saber que mi hermano le había robado un libro. Mi hermano murió sin devolverlo. Nuestra vida podría contarse a través de los libros robados. Por cierto, no pudo atender mi súplica. Al día siguiente de Copenhague, Fuentes nos dio la amable noticia de que había comprado boletos para ver el estreno de Baby Doll del gran Tennessee Williams. Le dije a Pepe: —No mames, ¿serio? ¿Es broma? No era broma. Hace cinco años murió mi hermano. Una larga y penosa enfermedad neurológica lo redujo a la nada. No ha pasado un día de estos cinco años en el cual no haya conversado con él: pláticas de familia, letras, política, humor. Nos burlamos de nosotros mismos y del mundo sin parar. Luego de su muerte escribí un relato: El cerebro de mi hermano, un homenaje en el altar de la hermandad. No tengo mucho que agregar, salvo la melancolía y la necesidad de verlo. Hay tardes tristes en que me gustaría regresarlo a la vida. C Una versión de este recuerdo fraternal apareció en Milenio hace tres años. Lo corrijo, le agrego algunos pasajes y lo entrego en este aniversario luctuoso.
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En su vertiente como novelista, José María Pérez Gay publicó dos títulos: La difícil costumbre de estar lejos (1984) y Tu nombre en el silencio (2000). Antonio Saborit vuelve a las páginas de la segunda para señalar, entre otros puntos decisivos, que “se trata de la mejor prosa” del autor, con alcances y registros muy extensos en el compás que define y sacude al siglo XX. Entre la historia y la imaginación, una novela revalorada en su magnitud, su largo itinerario y “portentosa nostalgia de futuro”.
Tu nombre en el silencio
L A IN TACTA NOV EDA D DE U NA NOV EL A ANTONIO SABORIT
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uchas de las mejores páginas de José María Pérez Gay descansan en el nervio ensayístico de los párrafos que solía anteponer a sus traducciones de autores alemanes, como Elias Canetti, y con los cuales se empezaron a familiarizar las comunidades letradas del México de los novecientos setenta y ochenta. Vivía entonces Juan García Ponce, otro conocedor profundo de la expresión literaria alemana, salvo que la voz de Pérez Gay provenía de las mudanzas provocadas por la vida universitaria y de un mundo de círculos de estudio y seminarios tan remotos como el que hasta 1971 había presidido el malogrado Peter Szondi. En cambio, Tu nombre en el silencio, la segunda y última novela de Pérez Gay, publicada en el año 2000, está resuelta en un registro prosístico muy distinto. La novela da inicio así. A finales de marzo de 1990, un coloquio titulado “Los ochenta, la década perdida para América Latina” lleva a Ernesto Cardona al corazón de Berlín. Se trata de la ciudad que proveyó los principales escenarios en la estricta formación universitaria y profesional de Cardona entre 1965 y 1972, misma a la que al regresar a México perdió de vista prácticamente. Al parecer él mismo ha olvidado hasta el rigor del invierno en esa ciudad. Sin embargo, volver a Berlín, reunir los lugares de la memoria en compañía de René Sparr, ex vecino en el dormitorio de estudiantes en la avenida Potsdamer Chausse, es para Cardona el punto de partida en la reconstrucción de su vida junto con otros dos becarios como él en la Universidad Libre de Berlín: Nuno Carneiro Abranches, brasileño, y Alonso Vélez Giraldo, colombiano. “A principios de 1990 habían tirado el Muro, los Estados socialistas se desintegraban, la Unión Soviética parecía eclipsarse poco a poco y, sin duda, la unificación alemana era inevitable”, se apunta por ahí. Unas quinientas páginas más adelante vuelve a aparecer el referido coloquio latinoamericanista sobre la década de los ochenta, lo que provee el cierre a la novela y a las evocaciones requeridas a Cardona por esta visita en el escenario del cementerio de St. Annen.
La difícil costumbre de estar lejos, para bien o para mal, nada más la escuché — lo que entenderá con facilidad quien alguna vez haya estado tan familiarizado con un autor que siente oírlo en su escritura. Tu nombre en el silencio, en cambio, la leí sin identificar una sola inflexión conocida y aún ahora creo que se trata de la mejor prosa de José María Pérez Gay. Tu nombre en el silencio se debe a su amarga raíz insomne, al delgado aire que anima el avance de sus páginas, vive en la asfixia de una evocación en la que infinidad de partes reclaman un espacio propio, concreto, irrenunciable, casi único. Y su trama —como sucede con el mundo de uno de los profesores de Cardona en la Universidad Libre de Berlín— es un territorio extraño donde el hombre es un extranjero permanente que hay que descifrar línea a línea. De ahí el amplio arco de la visión de esta novela, su intacta novedad. El origen, sentido y catástrofe de las disensiones políticas y culturales que hace cincuenta años marcaron la historia de Occidente y que, de nuevo, para bien o para mal, se convino en asociar únicamente al llamado Mayo Francés, tienen uno de los relatos más pertinentes y densos en las páginas de Tu nombre en el silencio. Sin embargo, el testimonio de la experiencia de Cardona, Abranches y Vélez en la Universidad Libre de Berlín va más allá que esto último al engarzarse con la integración de un detallado inventario de las pérdidas en la historia del corto siglo XX. Así que gracias al arco de la imaginación histórica de Pérez Gay y a las sombras conjuradas para el elenco de la novela —como la de la doctora alemana Ida Paveling, por ejemplo—, su trama transita de la visión de las trincheras como purificación catártica en la llamada Gran Guerra hasta las manifestaciones de protesta del grupo Acción Subversiva al inicio de la década de los sesenta —protagonizadas por Rudi Dutschke y la escuela marxista de la Universidad Libre de Berlín—, hasta concluir en la desintegración de los Estados socialistas y el eclipse de la Unión Soviética en los años noventa. El paulatino derrumbe del futuro en Occidente ocurre ante
En París, 1991.
la mirada atónita de los tres becarios latinoamericanos, no obstante lo cual los primeros en registrar la irreversibilidad del acontecimiento como en sublevarse ante la evidencia son Abranches y Vélez, mientras que a Cardona corresponde deambular entre los escombros de las revoluciones del expresionismo alemán, la supremacía nacionalista de la década de los treinta, el Holocausto judío organizado desde los campos de concentración del nacionalsocialismo, la amnesia programada de los sobrevivientes o bien incluso entre los extraños estertores de la Internacional Situacionista, la posvanguardia y la responsabilidad individual. “Te vas a pasar la vida interpretando el mundo”, advierte Vélez a Cardona, a lo que añade que “el mundo no es una fábula, ni mucho menos una narración”. A contracorriente de esta afirmación de Vélez, una de las claves de Tu nombre en el silencio descansa tanto en la perspectiva de una lectura hacia atrás del siglo como en la obligación del regreso, en el corazón mismo del tiempo presente, a los impredecibles sentidos originales de los acontecimientos. Tal es el hallazgo de Cardona en su viaje de vuelta a Berlín, el cual concluye en su repentina inmersión en el subsuelo tocado de una portentosa nostalgia de futuro. C
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Al término de un ciclo histórico, en los albores de un periodo devastador del que surgió un orden diferente, el imperio austrohúngaro llega a la estación terminal en la vida de una ciudad, Viena, que potenció las expresiones del pensamiento, las letras, el arte, la civilización europea, y propició la escritura de El imperio perdido. Como apunta Bruno H. Piché, “una voz cultísima... que logra perfecta combinación de narrativa, ensayo, crónica, historia política, cultural y de las ideas”.
EL IM PER IO R ECU PER A DO BRUNO H. PICHÉ nismo: en el espacio de la economía de los sistemas sociales, en el de la política de las superpotencias o en el espacio cultural de las ideologías. La elección de esos puntos de vista hermenéuticos está determinada por la lucha de ideas que han dominado el siglo.
Para María Pía Soto y Luis Miguel Aguilar
INMERSIÓN EN EL TIEMPO HISTÓRICO DE UN MITO
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s fama que en sus cursos de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, de El Colegio de México y del ITAM, Herr Professor Doktor José María Pérez Gay era inigualable, un verdadero apasionado de la cátedra, de la expresión por vía de la palabra y la extrema y atinada gestualidad: hablo de un conocido histrión, que había hecho sus pininos en pequeñas obras de teatro durante sus años de estudiante de licenciatura en la Ibero e incluso había actuado un papel nada desdeñable en un cortometraje de Antonio Saborit, entonces estudiante de cine, hoy uno de nuestros más prestigiados e imaginativos historiadores de la cultura. En una entrevista que le concedió a Proceso en ocasión de los veinte años de la publicación de El imperio perdido, el doctor Pérez Gay ofreció, cosa no inusual en él, una versión más bien dramática pero comprobada acerca del mítico curso “Literatura y Sociedad en Austria (1880-1938)”: Octavio [Rodríguez Araujo] ha sido muy amigo. Quería un curso sobre Viena y en la División de Estudios de Posgrado de Ciencias Políticas sólo había mujeres, cuatro o cinco mujeres. Entonces yo estaba jodido, jodido en el sentido de fregado, pero en vez de cancelar el curso a mis cuatro amigas, dos son psicoanalistas muy conocidas, empecé a darlo y se me llenó, 72 alumnos tuve al final. (Mayo de 2013).
Entre sus asistentes se encontraba la reconocida y respetada socióloga Gina Zabludovsky Kuper, entonces alumna pero quien mantendría y continuaría, con el paso del tiempo, la pasión por los pensadores y las ideas surgidas de la Mitteleuropa del Maestro en artículos y libros como La dominación patrimonial en la obra de Max Weber (FCEUNAM, 1989), La Escuela de Frankfurt
y la crítica a la modernidad (FCPySUNAM, 1996), Norbert Elias y los problemas actuales de la sociología (FCE,
2007), entre otros. La historia del fin de la Guerra Fría es conocida; sin embargo, en 1991 imperaba la incertidumbre entre intelectuales y en los círculos académicos y diplomáticos. Traducida del alemán por José María Pérez Gay, la conferencia “Nuestro breve siglo”, del filósofo Jürgen Habermas —“sin duda uno de los intelectuales más destacados de nuestro tiempo”, apuntó Pérez Gay en su nota introductoria para la revista Nexos (agosto 1998)—, pronunciada en 2005 en la Universidad de Magdeburgo, indagó entonces en esa grieta universal por la que se filtraban cambios que impactaban de manera directa en la vida de personas, de individuos concretos: Entre los historiadores que todavía están dispuestos a pensar en grandes unidades existe hoy un consenso: al largo siglo XIX (1789-1914) le ha sucedido un “breve” siglo XX (19141989). [...] Esta puntuación deja espacio, sin duda, para tres diferentes interpretaciones, de acuerdo con el mundo donde se sitúe al antago-
Evidentemente, Habermas hace alusión al que fue quizá el primer libro que buscó cifrar, en un apretado pero envolvente fresco histórico, el siglo XX. Me refiero a Eric Hobsbawn y su influyente libro Age Extremes. The Short Twentieth Century. 1941-1991 [La era de los extremos. El corto siglo XX] (1994). Acerca del profundo impacto que tuvo el libro de Hobsbawn, el no menos brillante historiador de las ideas, Enzo Traverso, escribió en La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX (2012): Cualquier nueva interpretación del mundo contemporáneo no podrá escapar a una confrontación con su perspectiva, que se ha vuelto canónica. Esta constatación revela una paradoja: el siglo XX culminó en un clima de restauración intelectual y político, despedido por un estrépito mediático que anunciaba el triunfo definitivo de la sociedad de mercado y del liberalismo [...] Su libro funciona como contrapunto al consenso liberal en torno a una visión del capitalismo como orden natural del mundo. El imperio perdido del doctor Pérez Gay, liberal probado desde sus años en Berlín, antes del actual secuestro de cierto liberalismo a modo, aportó, alejado por naturaleza de la renuencia
“EL “ IMPERIO PERDIDO DEL DOCTOR PÉREZ GAY APORTÓ, ALEJADO POR NATURALEZA DE LA RENUENCIA DE HOBSBAWN DE PONER EN EXAMEN SU MARXISMO DE TODA LA VIDA, EL NECESARIO Y, MUY IMPORTANTE, HETERODOXO CONTRAPESO LIBERAL.”
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Hermann Broch (1886-1951).
de Hobsbawn de poner en examen su marxismo de toda la vida, el necesario y, muy importante, heterodoxo contrapeso liberal. No desde la chocante y miope óptica del long-weekend insular, sino desde la Europa continental, la del diafragma abierto capaz de captar lo lejano, en específico la Mitteleuropa —región antes denominada Donarum, la cuenca del Danubio. Me refiero a la excepcional literatura que registra no sólo el derrumbe del Imperio Austrohúngaro, sino a la serie de mutaciones en lo que Claudio Magris denominó El mito habsbúrgico en la literatura austriaca moderna —título de su tesis de licenciatura y que se volvió un clásico instantáneo de la editorial Einaudi de Turín— y a partir del cual es posible asomarse a la fisura con que termina un ciclo histórico europeo y comienza otro, de naturaleza planetaria. No se trata solamente del fin de un imperio, sino también el de una ciudad, Viena, capital del cosmopolitismo en donde antes de la Gran Guerra, argumenta el historiador William Johnston en El genio austrohúngaro (2009), se daban cita los intelectuales provenientes de toda Europa. “Un centro de atracción”, sin duda el más plural en términos ideológicos, lingüísticos, étnicos y de nacionalidades, de disciplinas y estudios científicos, de literaturas que, sabemos después de leer El imperio perdido, se convirtieron y reconvirtieron en una rica y compleja tradición, en historias, en fragmentos biográficos que a la postre serán parte de un visión del mundo de la cual, regreso a Johnston, “los sucesores somos todos nosotros”.
Nada recuerda tanto al desmoronamiento de Austria-Hungría como la desintegración del imperio soviético. Después de setenta y tres años (1917-1990), las tensiones políticas y conflictos nacionales han destruido la precaria unidad del país. La resistencia de Lituania, Estonia y Letonia, la rebelión de Moldavia y Georgia, revelan una lucha inextinguible contra el poder central y hacen pensar en un futuro conjunto de naciones independientes. La suerte de la Unión Soviética está ligada al destino de las minorías nacionales que alimentan en su entraña la historia de aquellos pueblos impetuosos, rebeldes y altivos. Las claves para ubicar cómo se originó la idea de escribir El imperio perdido se hallan en el que me parece —ya regresaré al tema— el capítulo capital en el cual el doctor Pérez Gay se vio al espejo, un espejo roto, y alcanzó a vislumbrar en la imagen de su propio rostro a uno de sus personajes centrales: Hermann Broch. Y del otro lado del espejo, no menos significante, la historia de su secretaria, Anna Herzog, pues tras una temporada de investigación en Viena para hacerse de materiales, Chema descubrió en las cartas de Broch un dato cardinal para la historia de El imperio perdido. Escapando de la barbarie nazi, Anna Herzog había llegado desde Viena hasta la modesta casa ubicada en la calle de Concepción Béistegui 16-B, en la colonia Del Valle, Ciudad de México: el mismo inmueble donde el doctor Pérez Gay la encontró aún con vida. Amigo cercano de James Joyce, Hermann Broch “habría venido a México entre 1938 o 1940. Ella se viene para México y él decide quedarse.” (Proceso, mayo, 2103). En el caso estricto de la escritura, cuenta Rafael Pérez Gay que su hermano le dedicó aproximadamente cuatro años al Imperio. Tal como me lo dijo, no sin razón, Alejandro Rossi durante una tarde cargada de claroscuros y consonancias: “Me parece que escribir es un acto no-natural en el hombre: sentarse a hacerlo puede ser una pesadilla.” (La Jornada Semanal, junio, 1996). En una versión que confirma por igual Luis Miguel Aguilar, aquellos fueron años de fuego. El doctor Pérez Gay se obsesionó con el tema como quien se enamora
DE CÓMO SE ESCRIBE Y EDITA UN IMPERIO El paralelismo histórico no es mero capricho, es una tarea intelectual que, tras muchas dudas y cavilaciones, José María Perez Gay decide —tras varios conatos de arranque, de retiradas y regresos al frente de batalla— por fin emprender y concluir su libro, a la sombra de dos cambios de época, la fisura que abría el fin de la Guerra Fría y que amenazaba volverse un boquete en el sistema internacional, en correspondencia con la desaparición de la Unión Soviética que lo convocaba. La suya era una voz cultísima, la de un sobreviviente bragado lo mismo en los estrictos seminarios de la Universidad Libre de Berlín durante los años de plena revuelta estudiantil, que en los salones diplomáticos, en los corrillos de la salvaje política que
se practica en nuestra República de las Letras y en los consejos de redacción a los que había pertenecido desde joven. Sin duda, el doctor Pérez Gay entendió pronto la dimensión real del fin de la Unión Soviética; por ello se entregó obsesivamente a una difícil operación: extraer luz de una profunda y tenebrosa grieta. Escribe en las primeras páginas de El imperio perdido:
BRUNO H. PICHÉ acaba de publicar La mala costumbre de la esperanza (Random House) y prepara una biografía intelectual de José María Pérez Gay.
de los personajes de su libro. Experto en la traducción, con una deslumbrante novela publicada un lustro antes, Herr Professor Doktor re-descubrió, a la manera de Nietzsche, su filósofo de cabecera, su destino: Warum ich ein Schicksal bin [“Por qué soy un destino”]. Sobra decir que se trata de historias cruentas, casi todas acaban mal, como mal acabó el Imperio Austrohúngaro, contadas todas ellas en un estilo híbrido, que logra perfecta combinación de narrativa, ensayo, crónica, historia política, cultural y de las ideas. Un estilo, ciertamente, que coincide con uno de los espíritus austro-húngaros de mayor arraigo y contradicción, por ejemplo el que transmite Hugo von Hofmannsthal en una carta datada en 1918 a Richard Strauss: Metamorfosis es vida de la vida, el verdadero misterio de la vida que crea: la constancia es rigidez y muerte. Quien quiere vivir, debe superarse a sí mismo, debe transformarse: debe olvidar. Sin embargo, toda dignidad humana está ligada a la constancia, al deseo de no olvidar, a la fidelidad. Ese fue, precisamente, el ritmo, el tono y el estilo con el que se escribió El imperio perdido. En una crónica memorable —otra más—, Rafael Pérez Gay recuerda lo siguiente (Cargos de conciencia, 1997): El imperio perdido está hecho en buena medida de esto que cuento, de insistencia, vanidad, desencanto e inteligencia. De esto y no de otra cosa se trató la tarde en que estuve convencido de que Pérez Gay, José María, remataba a puerta cerrada su biblioteca. Entré a su estudio y vi montones de libros apilados en el suelo, como si el escritor se hubiera transformado en un librero de viejo. Entonces le dije: —Así que finalmente lo dejas todo, te vas. —No, ¡hombre! —reparó—, estoy buscando la cita de un ensayo de Musil que se me escondió hace como cuatro días. 0tro editor del libro —aquella empresa ameritó un verdadero y esforzado trabajo de equipo—, Luis Miguel Aguilar, recuerda que del estudio del doctor Pérez Gay, una vez metido a la tarea de escribir, salían rollos y rollos de folios, casi a la manera en que, dice el mito, Kerouac escribió En el camino. A ese tren de escritura que no paraba hubo que treparlo sobre sólidos rieles, a manera del ingeniero editorial que diseña estaciones y tiempos de pausa. El propio Luis Miguel me refirió que se dio a la tarea, vaya exactitud verbal la suya, de “parcelar” los ensayos con sugerentes
“SOBRA “ DECIR QUE SE TRATA DE HISTORIAS CRUENTAS, CONTADAS TODAS ELLAS EN UN ESTILO HÍBRIDO, QUE LOGRA PERFECTA COMBINACIÓN DE NARRATIVA, ENSAYO, CRÓNICA, HISTORIA POLÍTICA, CULTURAL Y DE LAS IDEAS.”
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subtítulos que lograron espolear el interés del lector con sólo echar un vistazo al índice, sin importar que jamás en su vida hubiera escuchado leer o hablar siquiera de Robert Musil o de Karl Kraus. De igual manera, Luis Miguel Aguilar destaca que, por su estilo, por el momento literario y político del país y del mundo —estamos hablando de 1991—, El imperio perdido es el tipo de libro que, hazaña no menor, crea y convoca a sus propios lectores. De ello dan cuenta sus diez reimpresiones, a razón, estimo, de dos a tres por año en la editorial Cal y Arena. Su amigo y colaborador en Canal 22, Héctor Orestes Aguilar, fija la recepción del libro en unas páginas dedicadas a Herr Professor Doktor: La privilegiada recepción crítica y el justo éxito de mercado de El imperio perdido fueron todo un episodio en la historia literaria y en la historia editorial de este país para un libro que, de entrada, se anunciaba y era percibido como una compilación de ensayos [...] El imperio perdido se convirtió en una especie de contraseña del momento, lo que los ultramodernos llamarían trend topic [...] La aparición de El imperio perdido fue un acontecimiento fundacional, que mostraba la forma integral de abordar un fenómeno de la cultura, la experiencia moderna en Viena y el Impero Austrohúngaro, y de relatar, con el registro y los recursos ficticios y documentales de una “vida imaginaria”, la intimidad de cinco de sus más representativos creadores literarios: Hermann Broch, Robert Musil, Karl Kraus, Joseph Roth y Elias Canetti.
BROCH: INFLUENCIA, CARÁCTER Y DESTINO La importancia de Hermman Broch en el doctor Pérez Gay no se limita a la anécdota del escritor y su secretaria Anna Herzog antes mencionada. Importa porque es a la vez influencia, y para usar un conocido y popular título de la Viena habsbúrgica, carácter y destino. Es bien conocido el gusto temprano de José María Pérez Gay por la poesía, para no hablar de la proeza de recitar en una sola sentada, sin titubear ni parpadear siquiera, “Piedra de sol”, el poema de Octavio Paz. En un documental producido por TV UNAM, “Consejos de la memoria” (2010), José María Pérez Gay, autor reconocido, funcionario ejemplar, condecorado por los gobiernos alemán y austriaco, muy amigo de sus amigos, confiesa a los cuatro vientos su mayor frustración: no haber sido profesor. Una frustración francamente inexplicable, debida muy seguramente a un traspiés del subconsciente para quien recita de una sola tirada un poema largo, complejo y perfecto en la medida que la poesía, algunos poemas, pueden ser perfectos. Es fama que sólo Hermann Broch fue el único de los personajes de El imperio perdido que no desacreditaba a las primeras las aproximaciones al ello, al súper yo y al yo, como tampoco su autor, quien desde joven cargaba por todas partes las obras completas de Sigmund Freud. Así que profesor —propongo un freudiano disparate informado— no, pero poeta sí. O como se refirió a él con todo el afecto del mundo su íntimo amigo y corresponsal desde los años de Berlín, Luis Miguel Aguilar: un “para-poeta” que había escrito un largo, originalísimo y magnífico poema, “Plagios combinatorios”, que por extraños motivos leyeron Gabriel Zaid y Aurelio Asiain y, creyendo que se trataba de su hermano menor, estuvieron a un pelo de incluirlo en la antología Asamblea de poetas jóvenes de México (Siglo XXI, 1980). Providencialmente, una llamada a Chema resolvió el entuerto: “Gracias, pero es que yo no estoy joven”. En la revista Hispamérica (agosto de 1981), Zaid escribió, quizá todavía pensando en Pérez Gay el mayor: Fotos > Especial
Ignoro si el interés por estos escritores provocó que la UNAM publicara la ya mencionada obra de Magris en su colección Poemas y Ensayos en 1998. Lo cierto es que El imperio perdido ofrecía al gran público lector una obra abierta y una invitación a la lectura, alejada del impecable pero lejano academicismo de A History of the Hapbsburg Empire. 1526-1918 [Una historia del Imperio de los Habsburgo] (1974), el enciclopédico estudio del especialista de origen vienés, emigrado a Nueva Jersey y profesor de Rutgers University, Robert A. Kann; no se diga del interesante, complejo pero alambicado ensayo —casi un homenaje a las rastas de un Bob Marley— del profesor de Estética y Teoría del Arte, Josep Casals, con un título soberbiamente pomposo y de dimensio-
nes disuasorias: Afinidades vienesas. Sujeto, lenguaje y arte, publicado por Anagrama en 2003.
Joseph Roth (1894-1939).
Robert Musil (1880-1942).
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“ES “ BIEN CONOCIDO EL GUSTO TEMPRANO DE JOSÉ MARÍA PÉREZ GAY POR LA POESÍA, PARA NO HABLAR DE LA PROEZA DE RECITAR EN UNA SOLA SENTADA, SIN TITUBEAR NI PARPADEAR SIQUIERA, ‘PIEDRA DE SOL’, EL POEMA DE OCTAVIO PAZ.” Hay una minoría que sí tiene oficio, aunque éste se refleja más en cierta mundanidad literaria que en un sentido artesanal del verso o la metáfora. Se diría que, en conjunto, estos jóvenes han viajado y visto más, pero han estado menos horas con el lápiz en la mano. Sin importar la edad, el doctor Pérez Gay siempre, desde joven, había sido miembro con plenos derechos de esa minoría cuyo sino era el oficio intelectual, la mundanidad literaria y vital exacerbadas, viajes incluidos. El propio José María Pérez Gay se acerca a Broch, quizá desde el inconsciente/ consciente que supone la escritura en cualquiera de sus géneros: [Sus ensayos], columna interior de su literatura, nunca fueron un trazo dogmático o escéptico: la línea ilusoriamente recta para ir de un puerto a otro. Sus ensayos fueron, por el contrario, una brújula oscilante entre el asombro y el descubrimiento. Sin problemas, imagino al doctor Pérez Gay escribiendo Hugo von Hofmannsthal y su tiempo, el libro que Broch dedicó al más nostálgico de los habsbúrgicos, pero asimismo un notable estudio de la imaginación europea entre los años de 1860 y 1920. Hannah Arendt, por su parte, escribió que Hermann Broch fue un ... poeta a pesar de sí mismo. El hecho de haber nacido poeta y no querer serlo fue un rasgo fundamental de su naturaleza [...] sin otra consecuencia que aquello que el mismo Broch, medio irónico medio disgustado, denominó “clamor del alma” [...] En rigor, sólo el conocimiento puede tener un objetivo, y a Broch siempre le preocupó en primer lugar una finalidad altamente práctica, ya fuera ética, religiosa o política. El pensamiento no posee una verdadera finalidad, y a menos que el pensamiento encuentre su significado en sí mismo, no posee ningún significado en absoluto. (Hombres en tiempos de oscuridad, 1991). Viene esto último a cuento por la cercanía intelectual, emocional, de estilo y forma de concebir la escritura, por un lado, y por el otro, la praxis que convoca al auténtico pensamiento —no así el que repite, ad nauseam, fórmulas ajenas— que aproxima a José María Pérez Gay con Broch. Ambos cuentan, cada quien a su peculiar manera, entre quienes apostaron por el clamor del alma, es decir, entre los poquísimos que pusieron todas sus cartas en la sobrevivencia de El imperio perdido. C
10 LA N OTA NEGRA
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Por
FRANCISCO HINOJOSA
T E AT R O
@panchohinojosah
E
l teatro siempre me ha acompañado. De niño, mi madre nos llevaba a mis hermanos y a mí al Centro Cultural del Bosque a ver obras aptas para público infantil. Recuerdo una, seguramente didáctica, en la que los actores representaban bacterias o microbios que salían del escenario y recorrían los pasillos de la sala. También recuerdo que eso me dio miedo. Mientras estuvieran arriba, la pieza funcionaba, pero en cuanto se transformaron en entes que podían acercarse a nosotros, y por lo tanto contagiarnos, se convirtió en un momento de terror. Mi padre fue actor amateur cuando vivimos en Mexicali. Se trataba de obras montadas para beneficencia en su club de rotarios. Yo tenía entonces entre seis y nueve años. Aunque nunca se dedicó a la actuación, no tengo duda de que hubiera sido muy bueno: en la vida real no desperdiciaba ocasión para actuar. A los diecisiete dirigí una obra, escrita por él, con compañeros de la preparatoria. Se llamaba Ensayo general, teatro dentro del teatro, y su tema, las drogas. Hoy ese mundo ha crecido: mi esposa, una hija, un yerno, mi consuegra y una sobrina son actores profesionales. Algunos cuentos míos han sido llevados a escena. La peor señora del mundo se ha representado muchas veces en teatro escolar, profesional, guiñol, cuentacuentos y
La Canción # 6
ME HE DEDICADO GRAN PARTE DE MI VIDA A CREAR PERSONAJES Y A METERLOS MUCHAS VECES EN VERDADEROS APRIETOS. AHORA VOY A SABER LO QUE SE SIENTE.
monólogos. Los niños perdidos, basado en un cuento mío llamado A los pinches chamacos, lleva más de setecientas puestas en escena, dentro y fuera del país, y en noviembre pasado cumplió quince años. Lo actúa como espectáculo unipersonal Esteban Castellanos. También se han montado y/o se siguen montando A golpe de calcetín, Ana, ¿verdad?, Informe negro y El cocodrilo no sirve, es dragón. En el 2017, Marisa Giménez Cacho me invitó a escribir un texto para celebrar el Día Internacional del Teatro para Niños y Jóvenes. Paso de Gato publicó este año esos escritos conmemorativos que datan del 2001. Cuento esto porque recientemente he sido invitado a participar en dos obras, sin mayor experiencia en escenarios que la de acudir con mucha frecuencia a leer textos míos o a dar charlas ante auditorios que van de los quince o veinte asistentes hasta más de mil. La primera se trata de un espectáculo en el que leeré La peor señora, con algunas acotaciones que he añadido, acompañado por un grupo musical. Me reservo aún los nombres de quienes van a intervenir en ella hasta que ya sea un hecho: estamos en los primeros ensayos. La segunda invitación la recibí para actuar en una obra profesional. Su director me dijo que necesitaba a un no actor para interpretar uno de los pa-
peles y que yo llenaba los requisitos. Como no sé decir que no a la primera, acudí a la cita en la que leeríamos el texto dramático. Fui con el convencimiento de que tenía que negarme con dos argumentos: el primero, mi falta de memoria y por lo tanto de entrenamiento en ese aspecto. Y el segundo: mi disponibilidad de tiempo para acudir a los ensayos y cumplir puntualmente con una temporada. Mis razones no fueron convincentes: no tendría que memorizar sino leer y, en caso de no poder asistir a alguna o algunas de las funciones, el propio director me supliría: me quedé sin alternativa razonable y terminé aceptando. Además, la obra, de un gran dramaturgo canadiense, me encantó desde la primera leída que le di. Tampoco doy por ahora más detalles hasta que haya llegado el día en el que sea irreversible la puesta y pise el escenario con público. Me he dedicado gran parte de mi vida a crear personajes y a meterlos muchas veces en verdaderos aprietos. Ahora voy a saber lo que se siente ser uno de ellos, aunque los míos son de papel y los que voy a interpretar respiran y por sus venas corre sangre y no tinta. Tan sólo el monólogo inicial, de una cuartilla, tiene distintos registros: de lo etéreo a lo concreto, del menosprecio a la adoración, de lo descriptivo a lo emotivo. C
Por ROGELIO GARZA @rogeliogarzap
Glenn Branca: 100 guitarras para un funeral LA MÚSICA DE VANGUARDIA hizo fade out el 13 de mayo en un día de luto y silencio. Glenn Branca, el músico favorito del noise que conectó el plug del punk en la consola sinfónica, murió a los 69 años por cáncer de laringe. Compositor, guitarrista, inventor de instrumentos, creador de sonidos y artista multidisciplinario, era un pionero sónico que llevó la guitarra eléctrica a territorios inexplorados. Branca fue un creador experimental. Estudió artes escénicas para desarrollar el taller Bastard Theatre entre la música y el teatro. Incursionó en el rock con el grupo de The Crystal Ship en su natal Pennsylvania, antes de mudarse a Nueva York al iniciar los años setenta. Iba en busca de sus ídolos punk Television, Ramones y Talking Heads, para tocar algunas de sus ideas, pero no lograba aterrizar con ellos porque siempre estaban de gira. Así que empezó a meterse como el gusano de la manzana en el underground neoyorquino, hasta formar The Theoretical Girls
con el artista conceptual Jeffrey Lohn, un grupo de punk y noise que sólo tocó veinte veces entre 1977 y 1981 con algunas grabaciones dispersas. Su primer disco solista, el fascinante Lesson No. 1 (1981), ya planteaba un uso distinto de la guitarra eléctrica. Enseguida apareció The Ascencion (81), zumbidos, monotonía, cacofonía y polifonía. A partir de ahí escribió una veintena de sinfonías experimentales para guitarra eléctrica y percusiones, las más sonadas son la "Symphony No. 13 Hallucination" (2001) y la "Symphony No. 16 Orgasm" (2015), obras escritas para cien guitarras eléctricas y percusiones que se ejecutaron en Nueva York, París y Roma. Junto con Suicide de Alan Vega y Martin Rev, conocidos a través de su mentor Rhys Chatham —autor de la monumental "A Crimson Grail" para cuatrocientas guitarras—, Branca formó parte del movimiento post punk No Wave que confrontaba a la domesticación llamada New
Wave. Inconforme, en 1982 abrió Neutral Records para grabar a la vanguardia. Y presentó a los guitarristas Lee Ranaldo y Thurston Moore, alumnos y colaboradores que concibieron al gran Sonic Youth, el grupo más canijo de noise rock. Sus primeros discos, Sonic Youth (1982) y Confusion Is Sex (1983), aparecieron en Neutral. Después de ellos, prácticamente todas las agrupaciones de noise y shoegaze tienen deuda con él. En su búsqueda de sonidos inventó técnicas e instrumentos eléctricos como el 3rd. Bridge Zither de varias cuerdas y diversos monocordios y cordófonos. Hizo música para orquestas sinfónicas tradicionales, pistas sonoras de cine, teatro y ballet. Además, mantenía una columna musical en el New York Times y ocupaba un lugar en el olimpo del minimalismo sonoro junto a Phillip Glass, Michael Nyman y Steve Reich. Cuarenta años de música de vanguardia retumbarán en un feedback infinito de cien guitarras. C
El 3rd. Bridge Zither.
SU PRIMER DISCO SOLISTA, EL FASCINANTE LESSON NO. 1 (1981), YA PLANTEABA UN USO DISTINTO DE LA GUITARRA ELÉCTRICA.
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
L A S T R A M PA S D E A M A ZO N
11 Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
H
ace unos días The New Yorker dedicó su portada a Amazon. La ilustración muestra a una chica recibiendo un paquete mientras su vecino, el dueño de una librería, abre su negocio. La imagen desató una polémica en redes sociales. Hubo quien satanizó las prácticas corporativas de dicha compañía y aquellos que se mostraron a favor del libre mercado. Lo primero que me vino a la mente fue la diatriba de Jorge Carrión contra Amazon publicada en la revista Jot Down. En su manifiesto, Carrión establece que la reputación de Amazon se conformó alrededor del libro, aunque hoy Amazon te invite hasta a hacer el súper por paquetería. Uno de los usuarios de Amazon explicaba que de no ser por la compañía jamás podría recibir productos en las Islas Canarias a precios razonables. Que los gastos de envíos por librería tradicional rebasaban incluso el monto de las compras. Pero más allá de las bendiciones que pueda representar, Amazon también posee un lado oscuro. Y el lado oscuro no tiene que ver con mi experiencia como comprador, que es amarga, sino con lo que me ha ocurrido mientras redacto este texto. Intento ingresar a mi cuenta y la página no me lo permite. Mi contraseña no funciona. Lo que no me deja dudas de que me están espiando. La competencia desleal radica en la estafa al comprador. Por ejemplo, en los viniles. Un disco que vale seiscientos pesos lo encuentras en ocasiones a trescientos. No dejas pasar la oferta y lo pides. Pero resulta
que cuando llega a tu casa está defectuoso. Entonces lo regresas y te reembolsan. Lo quieres volver a pedir pero vale quinientos. Si lo quieres tienes que pagar doscientos pesos más de lo que originalmente ya habías pagado por un vinilo que ya era (en teoría) tuyo. Otro de los timos es que te ofertan un vinilo pero con la advertencia de que no está disponible, pero que cuando haya existencias te lo enviarán. Pero nunca lo hacen, el título en cuestión aparece luego disponible pero a mayor precio. Y si lo quieres tienes que adquirirlo, también, a un precio mayor al que lo habían ofrecido. Es como el clima en las ciudades extremosas. Llegas y LA ELOCUENCIA hace mucho calor, vas a ponerte tu chor y tus sandalias pero cuando vuelves a salir DE LA PORTADA resulta que ya está lloviendo o haciendo frío. Estos casos son sólo dos fisuras de las DE THE NEW tantas que presenta Amazon. Pero seguro se podrían llenar varias páginas con los YORKER ES sinsabores que se lleva uno todo el tiempo DEVASTADORA. como su cliente. La elocuencia de la portada de The New DICE MUCHÍSIMAS Yorker es devastadora. Dice muchísimas cosas. Entre otras que vivimos en un espeCOSAS. ENTRE jismo. Confiamos en un Primer Mundo que OTRAS QUE no existe. Pero caemos en la trampa por la necesidad de mantenernos informados. La VIVIMOS EN UN imagen de The New Yorker desató una oleada de memes. En todas se burlaban del conESPEJISMO. sumidor, nunca de Amazon. En resumen: pagamos para que nos jodan. Y además hacemos escarnio de aquel que no se deja joder. El capitalismo salvaje ha devenido en una maquinaría cínica que se protege a sí misma de cualquier cuestionamiento. El
El sino del escorpión
juego sucio como estrategia de mercadeo. La globalización, tratándose de la empresa, es una ilusión. Se supondría que Amazon debe ser una compañía que ofrezca sus servicios de manera uniforme para cualquier comprador, sin importar la parte del mundo en la que se encuentre. Pero resulta que no. Que este imperio está conformado por capillitas. Si deseas comprar un libro en Amazon España tienes que pagar un dineral en gastos de envío. Como México no lo tiene en existencia, o inviertes o te quedas con esa sensación de futilidad que produce la experiencia de comprar en Amazon. Por supuesto que existen clientes que están enganchados a las compras en la página, pero algunos otros no están deslumbrados por el Prime, la entrega el mismo día, a algunos de verdad les importa lo que están comprando. En la actualidad Amazon ha conseguido librarse de los servicios de paquetería habituales. Ha diseñado un método de entrega propio. Lo que le garantiza ahorrarse gastos de envíos. La portada de The New Yorker está alienando a los consumidores. La imagen confronta a un tipo de negocio local contra un monstruo que no se conforma con nada. Ahora van por los supermercados. Así como los minisúper aplastaron a las misceláneas. Eso es lo que dice la imagen de la revista. No sólo van a joder a las librerías, a las tiendas de discos, a las tiendas de deportes. Ahora van por el mercado de las amas de casa. Cada día más personas caemos en la trampa de Amazon. Pero no nos simplifica la vida. Al contrario. C
Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
Ehrenberg: ¡La (pen)última y nos vamos! EL ALACRÁN observa una intervención sobre una caja de cereal realizada por Felipe Ehrenberg en 1970, cuando el artista tenía 27 años. Es una pieza para el OROXXO de Kurimanzutto... pero cincuenta años antes. El privilegio de poder apreciarla se lo debe el escorpión a la Galería Metropolitana, a cuya invitación respondió gustoso para conversar sobre la exposición de Ehrenberg, ¡La última y nos vamos!, a inaugurarse el martes 29 de mayo en ese espacio. La muestra reúne 113 piezas de Ehrenberg en una suerte de conmemoración a un año de su fallecimiento, ocurrido el 15 de mayo de 2017, apenas ocho meses después de haber regresado de Brasil junto con su esposa Lourdes Hernández para instalarse en Tepoztlán. Poco después de su muerte, varios de sus amigos organizaron un homenaje a Felipe, cuya papel en el desarrollo del arte contemporáneo mexicano va recobrando, si caso lo perdió alguna vez,
su carácter de imprescindible, y más en momentos en los cuales la escena del arte revalora en todo el mundo las obras de los años sesenta y su conexión con la rebeldía y la inconformidad de aquel tiempo de cambio. Un exhorto del Congreso mexicano pidió entonces al Instituto Nacional de Bellas Artes trabajar en una retrospectiva de Ehrenberg, exposición cuyo destino sería el Museo Carrillo Gil. No obstante, luego de iniciadas las pláticas, el museo y el INBA se desentendieron y el proyecto no avanzó. La retrospectiva será quizá realizada fuera del país, dice Lourdes, por el desinterés de las instituciones de cultura aquí y también por otras razones, pues además del fondo de Ehrenberg resguardado por el universitario MUAC en México, gran parte de los archivos del artista está en museos del extranjero, como la Universidad de Stanford, la Tate Gallery y el Museo Reina Sofía.
Mientras tanto, la Galería Metropolitana organizó esta exposición con la curaduría de la propia Lourdes y de Víctor Muñoz, compañero de viaje de Ehrenberg en el grupo Proceso Pentágono en los años setenta. Felipe vivía una especie de euforia productiva durante sus últimos meses, a pesar de saberse acompañado por una enfermedad terminal y aun contra “la desesperanza y la falta de ilusiones”, en medio de las cuales persistía su vital optimismo creativo. El artrópodo aprecia una de las primeras obras de Ehrenberg, un paisaje pintado a sus 13 años, y le divierte su obra más contemporánea a partir de retomar o intervenir “memes” y crear pequeñas maquetas o representaciones objetuales, todo con un afilado sentido de crítica política y de crítica a políticos de carne y hueso, humor venenoso al cual atribuye el rastrero la graciosa huida del INBA de su responsabilidad para con el artista. C
LA EXPOSICIÓN REÚNE 113 PIEZAS Y SE INAUGURA EL 29 DE MAYO EN LA GALERÍA METROPOLITANA.
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UNA MIRADA MÉDICA AL MALESTAR SOCIAL REDES NEURALES
“E
l médico dedicado a la dimensión psíquica de la salud no puede eludir la confrontación con la historia contemporánea, aun cuando el barullo político, la mendacidad de la propaganda y el griterío estridente de los demagogos le disgusten íntimamente.” Con estas palabras, Carl Gustav Jung presentó sus Consideraciones sobre la historia actual, escritas entre 1936 y 1945. Allí analiza las estructuras simbólicas puestas en escena durante los años del nazismo. Más allá de los procesos militares, el análisis psicológico de la mitología nazi y sus resonancias culturales nos ayuda a entender los movimientos de masas desencadenados por un hábil manipulador necrofílico, a partir de una plataforma democrática. Las reflexiones psicológicas sobre el clima político de las naciones pueden ser reveladoras. Es bien sabido que Einstein y Freud sostuvieron un intercambio epistolar. El físico manifestó sus ideales pacifistas. El médico, con una suerte de resignación melancólica, expresó su escepticismo frente al deseo de erradicar la violencia humana, que tendría una raíz instintiva susceptible de modificarse mediante pactos civilizatorios. Pero su abolición efectiva sería imposible. La correspondencia se publicó en 1933, en un pequeño volumen titulado ¿Por qué la guerra? De alguna manera, anticipaba la vorágine de los años siguientes, que arrasó incluso con la mayoría de los ejemplares del documento. Por fortuna, la correspondencia apareció en un volumen de 1960 titulado Einstein on Peace (con un prólogo de Bertrand Russell). Freud escribió la piedra fundacional de la reflexión psicológica sobre las colectividades: El malestar en la cultura. Penetró en la psicopolítica con su libro sobre el presidente estadunidense Woodrow Wilson, escrito con su paciente William Bullitt (un político norteamericano). Erich Fromm, por su parte, hizo extensas reflexiones en libros como ¿Podrá sobrevivir el hombre?, El humanismo como utopía real, Lo inconsciente social, Sobre la desobediencia, y en Ética y política. La tradición lacaniana del psicoanálisis ha penetrado al fondo de la cultura política mediante críticos como Slavoj Zizek. En una perspectiva contemporánea, alejada del psicoanálisis, hay incursiones atractivas a la psicohistoria política. Nassir Ghaemi aborda la salud mental de líderes políticos en A FirstRate Madness, y plantea las posibles ventajas del espectro bipolar en líderes como Churchill o Gandhi. También
Por
JESÚS RAMÍREZBERMÚDEZ
hay aproximaciones neurocientíficas a la toma de decisiones políticas: me refiero, por ejemplo, al artículo “A Neurology of the Conservative-Liberal Dimension of Political Ideology”, del neurólogo estadunidense Mario F. Mendez, publicado durante el tiempo de debates sobre la candidatura de Donald Trump. Hay pocos escritos de médicos psiquiatras con experiencias de primera mano en la política, o de políticos con una formación en el campo de las ciencias psicológicas, psiquiátricas o neurológicas. Una excepción es La sociedad dolida. El malestar ciudadano (Editorial Grijalbo, 2018) de Juan Ramón de la Fuente. Aunque es conocido por su gestión como secretario de Salud y rector de la UNAM, la mirada política del doctor de la Fuente se distingue por la formación médica, y en particular por su especialización en psiquiatría en la Clínica Mayo de Rochester. Mediante la metáfora médica, La sociedad dolida propone un análisis de las fuentes del malestar ciudadano: una visión diagnóstica del México contemporáneo. Treinta y ocho ensayos breves y de ágil lectura conforman esta anatomía patológica. En las primeras secciones del libro, tituladas Del escenario político y sus trastornos, y De la psicopolítica, leemos que el malestar frente a la gestión política no es solamente un asunto local: aunque adquiere matices propios de cada cultura, el malestar cultural forma parte de esa modernidad que ha transitado hacia “un tiempo líquido... una época de incertidumbre, más flexible, más voluble, en la que las estructuras sociales no perduran el tiempo necesario para consolidarse.” El doctor De la Fuente analiza las expresiones psicosociales de un sistema económico y político global que excluye en forma sistemática a los sujetos calificados por algunos politólogos como “perdedores de la modernidad”: un término arrogante que refleja los excesos del darwinismo social. En tales circunstancias, “la aparición del ciudadano furioso (ante la corrupción, la desigualdad y la injusticia)” es comprensible; puede generar cambios orientados al progreso y el bienestar, pero la movilización popular también puede ser capitalizada por el culto a la personalidad de líderes megalomaniacos, por ideologías xenofóbicas o constelaciones fascistoides. En esta coyuntura surgen movimientos autoritarios en el corazón de las democracias liberales. El escenario latinoamericano es vulne-
rable como resultado de la infestación parasitaria causada por agentes de corrupción y por crimen organizado. En los apartados del libro titulados "De los cuerpos disidentes" y "De los cuerpos enfermos", el autor observa los efectos de la violencia colectiva sobre la salud mental. Por ejemplo, los desenlaces psiquiátricos en cuatro mil quinientos huérfanos y dos mil viudas en la Tierra Caliente de Guerrero. La sociedad dolida discute factores de riesgo para el desarrollo de vioLA SOCIEDAD lencia, que pueden ser el foco de inDOLIDA PROPONE tervenciones: cambios demográficos acelerados, el fanatismo étnico o reliUN ANÁLISIS gioso, la producción y el comercio de DE LAS FUENTES drogas por parte del crimen organizaDEL MALESTAR do, la desigualdad económica y política, la falta de procesos democráticos CIUDADANO... efectivos. Frente a la inversión nacioTREINTA Y nal insuficiente en ciencia, tecnología OCHO ENSAYOS y educación, el libro hace una sólida defensa de los beneficios de la acadeBREVES Y DE mia en la vida democrática. La universidad aparece como un espacio de ÁGIL LECTURA análisis privilegiado para la toma CONFORMAN de decisiones inteligente frente a los ESTA ANATOMÍA problemas colectivos. Los capítulos finales del libro hacen PATOLÓGICA. ” planteamientos orientados a aliviar el dolor social de nuestro país. Por ejemplo, la regulación del uso de drogas, especialmente la marihuana para uso medicinal. La sociedad dolida argumenta con lucidez que el tratamiento carcelario de los poseedores de cantidades mínimas de cannabis resulta una medida nociva desde la perspectiva médica: es la criminalización de las adicciones, que son problemas de salud. Cada vez es más obvio que la guerra trasnacional contra las drogas, a pesar de su retórica, trae más miseria que bienestar. Por otra parte, la criminalización impone un velo ideológico que censura la investigación científica en este campo de la farmacología. El libro aborda temas difíciles, como el siguiente: nuestro país, el principal productor de amapola en América, debe importar medicamentos opioides para atender el dolor de pacientes terminales, pero la importación está muy por debajo de lo necesario. Hay demasiadas personas muriendo de dolor o con dolor. La recta final del libro aborda el tema de la cultura médica frente a la muerte. ¿Cómo podemos impulsar transformaciones a favor del derecho a elegir una muerte digna, y a recibir cuidados paliativos? Se requieren ajustes importantes en la filosofía de la educación médica, reformas legislativas, y condiciones materiales para dar una atención digna a los enfermos terminales. C