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FRANCISCO HINOJOSA PRINCIPIOS Y FINALES

NAIEF YEHYA

CARLOS VELÁZQUEZ

LA FAVORITA

EL PEOR LIBRO DEL 2018

El Cultural N Ú M . 1 8 0

S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

GERMÁN MONTALVO AFORISTA Y FOTÓGRAFO VICENTE ROJO RAFAEL VARGAS

DOS ANIVERSARIOS MI BUEN FIN J. M. SERVÍN

PITA AMOR CARMEN BOULLOSA

SILVINA OCAMPO FEDERICO GUZMÁN RUBIO

Paseo Bravo, 13 Sur, Centro Histórico de la Ciudad de Puebla > Foto > Germán Montalvo (detalle)

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El pasado octubre se presentó en el Palacio de Bellas Artes Guía para detallistas. Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, libro de Germán Montalvo, uno de los diseñadores gráficos mexicanos más reconocidos nacional e internacionalmente. Con ese volumen se reveló también como un fotógrafo minucioso que cultiva con seriedad el don de la vista, la atención a las cosas sutiles y pequeñas. Reunimos de aquella oportunidad las intervenciones del consagrado diseñador y pintor Vicente Rojo y de Rafael Vargas, colaborador asiduo de estas páginas, con una muestra de las imágenes que integran el libro de Montalvo.

GERMÁN MONTALVO, AFORISTA VICENTE ROJO

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egún algunas fuentes consultadas (en particular el libro de Bárbara Jacobs, La buena compañía), un aforismo se define como una frase contundente, o como una “expresión verbal concisa de un conocimiento que alguien ha alcanzado de forma individual y que entonces lleva firma y fecha”. Yo me pregunto, ¿existen aforismos visuales? Por supuesto: quizás el mayor autor de ellos es Germán Montalvo, como recoge en su espléndida Guía para detallistas, en la que nos introduce como caminantes y observadores por las calles y los edificios del Centro Histórico de la Ciudad de Puebla. Pero, para llegar a este libro, Germán Montalvo ha ejercido una extensa labor de aforista, como debe serlo un diseñador gráfico: si su trabajo no es contundente, no cumple su misión. Y Montalvo se ha ocupado del diseño de revistas, carteles, catálogos, con los que ha demostrado siempre gran eficacia. Además, con buen tino, estudió la tipografía con los maestros, los clásicos Bodoni, Baskerville y Garamond, lo que le permitió convertirse en profesor universitario de diseño gráfico y de historia del propio diseño. Y como experto aforista, Montalvo nunca se ha detenido. Como fotógrafo, siguiendo los pasos de Mariana Yampolsky y de su

maestro y amigo Rafael López Castro, ya nos había dado el libro Popo-Pop, con el subtítulo Imágenes de la urbe volcánica, recorrido por la sabiduría popular tan cercana a los volcanes del Popo y el Ixta, con ingenuas pinturas en paredes, tiendas, fachadas, en la misma Ciudad de Puebla, en Cholula y en la Ciudad de México. Pero esto no es todo, pues además, como un admirable artesano, Montalvo creó mesas y sillas con restos de maderas llegadas de Alemania. Diseñó también joyas y telas pintadas. De igual modo creó todo un repertorio de animales (como los que hizo para la cerámica de Talavera de la Reyna), siempre imaginados, convertidos en esculturas (como un lápiz-gato o gato-lápiz que yo contemplo en mi casa), o en dibujos con humor (recordemos que el humor es un elemento por supuesto muy presente en muchos de los aforismos). Igualmente, ilustró con formas audaces el libro La oveja negra y demás fábulas, de Augusto Monterroso (otro maestro del aforismo). Y así, hasta llegar a esta obra maestra que es la Guía para detallistas. Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, otra de las sorpresas que Germán nos venía preparando. Hace un año o dos me mostró una primera

maqueta en tamaño carta, pero ahora que veo la edición definitiva me alegro de que haya reducido el tamaño. Curiosamente, de esta manera me parece que podemos llevar los detalles en el bolsillo, como imágenes íntimas de un viaje por el centro de Puebla, nada menos que en 350 fotografías documentadas, como debe ser en una guía. Toda una hazaña, detenerse en las calles y encontrar los juegos de la luz y de las sombras en ángeles, flores, aldabas, conchas, pájaros y perros, santos y santas y demonios, figuras humanas y sus rostros, torturados o no, llaves, cruces, puertas, balcones y escudos nobiliarios. Y, además, encontrar y destacar las diferencias entre la cerámica, la piedra, las maderas, los bronces, las herrerías, sus distintos colores y texturas en las fachadas de los hermosos edificios barrocos, religiosos o civiles. Termino con todavía otra sorpresa. Como escritor, Montalvo publicó en una edición privada su homenaje en aforismos al cartel. Cito: “Los ángulos del cartel están llenos de sátira”, “El cartel es el ejercicio intelectual del diseño gráfico” y, precisamente, “El cartel es hermano gemelo del aforismo”, que viene a ser sin duda un referente en la totalidad de su tarea artística.

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Foto > Germán Montalvo

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Alhóndiga de Puebla.

REPAR AR EN DETALLES RAFAEL VARGAS Para Germán Montalvo Una lectura de su Guía para detallistas

DE LA PIEDRA brotan uvas aves rostros con ásperos labios corderos y leones dragones y ángeles

El ojo de Germán los capta con la misma sencillez con que el niño levanta caracoles mientras camina por la playa

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entre ventanas y puertas; se ocultan al distraído, al impaciente y al triste, unos ciegos por la prisa y otros por la pena que les hace tan pesada la vista que apenas pueden arrastrarla por el suelo.

Un águila con un farol en el pico guía a quien se lo pida por la noche oscura del alma

Para mirar hay que alzar la cara Para reconciliarse con la tierra hay que contemplar el cielo cuya bondadosa luz nutre y hace fructificar el yeso

Un querube corona un capitel y se yergue desafiante como un opositor desde su escaño

Hay que aprender a mirar en particular aquello que nos rodea

¿Has visto dónde habitan estos seres? Moran en las fachadas de los edificios y las casas que forman [las calles de la ciudad de Puebla

Germán alza su cámara como una lámpara para mostrarnos que lo monumental puede ser pequeño que la minuciosidad

Allí están embozados

le cierra el paso al diablo y se lo abre a la belleza

En el tallo del acero florece el detalle: la reja se vuelve enredadera enramada, ramaje, la materia ensaya el lujo de la forma Aldabas con aspecto de lánguidas manos aguardan ser acariciadas y transmitir a la madera la llamada del amado Y hay pétreas quimeras enquistadas en las cornisas míticos entes que protagonizan historias condensadas en un glifo niños violinistas que se ocultan con su música en el muro Escudos, emblemas, ornamentos, filigrana... Nunca terminamos de ver. Habrá que volver mañana y detenerse a contemplar, a descubrir, por fin, la maravilla oculta a plena vista.

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Preguntarnos por qué preferimos a un autor puede ser un ejercicio crítico. Al analizar cuánto influyen en nuestro gusto elementos paraliterarios damos entrada a factores como el canon del momento histórico y nuestra identificación con determinado concepto sobre qué vale la pena en una obra literaria. A cien años del nacimiento de Pita Amor, la autora de este ensayo plantea cuáles fueron los rasgos que la volvieron atractiva tanto para ella misma como para sus compañeros de generación.

¿EL IMÁN DE PITA AMOR? CARMEN BOULLOSA Las fuentes de lo bello, de lo bueno, de lo agradable, etc., están en nosotros mismos; e investigar esas razones es investigar las causas de los placeres de nuestra alma... Sucede frecuentemente que nuestra alma siente placer cuando tiene un sentimiento que no puede separar de sí misma... El no sé qué... Nos impresiona que una persona nos agrade más de lo que en principio nos parecía que debía agradarnos, y quedamos gustosamente sorprendidos de que haya sabido vencer los defectos que nuestros ojos nos muestran y que el corazón no cree.

Barón de Montesquieu,

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Ensayo sobre el gusto

esde hace quince años, Claudia Norman organiza en Nueva York, contra viento y marea, un festival de cultura mexicana (MEXICO NOW). Me convocó a estar en una mesa sobre Pita Amor; porque es ella y porque admiro el trabajo que ha hecho, acepté. A la hora de prepararme para acompañar a Michael Schuessler y Beatriz Espejo, que la conocieron, gozaron o padecieron, y han escrito sobre ella, me avergoncé de haber aceptado. No soy una experta en Pita Amor, no la traté en persona más allá de que tuve la suerte de oírle (u oírla) decir de memoria sus poemas —en el teatro y en la calle—, y de que un día (una nochecita, para ser precisa), por intervención de Alejandro Aura, papá de mis hijos, compañero mío por más de dos décadas, amigo querido hasta el fin de sus días, la recibiéramos en nuestro antiguo teatro y “Centro Cultu-bar” (como le gustaba a Alejandro llamarlo) El Cuervo, que nos habían traspasado Jesusa, Liliana Felipe y Horacio Acosta al empezar los ochenta. Aquel rincón de vida cultural marginal que tuvo en suerte gozar de la riqueza artística de esa década. Durante los ochenta, quienes ya teníamos treintas capitalizamos a las generaciones anteriores y rechazamos tajantes lo que nos disgustaba o nos resultaba políticamente incorrecto, aunque entonces no lo llamásemos así, porque nosotros éramos los incorrectos, los marginales, sobre todo nosotras, las mujeres, con Jesusa, Magali y Liliana Trece Señoritas o Vacío o Cocinar hombres (mis obras de teatro) y demás. Y como

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perla estaban Maris Bustamante, Rubén Valencia y Melquiades Herrera con el excepcional Pornoshow —que urbi-et-orbi causó grandísimo placer, y que también nos dio grandes dolores de cabeza con la visita de un señor muy educado del Estado Mayor Presidencial, para pedirnos se retirase la escena en que se hacía burla de la víbora de nuestra bandera. Perdonaban que se hicieran bromas de la Primera Dama (aunque en tiempos de López Portillo fue causa de cierres y caídas en cascada, en otro espectáculo y en el suplemento literario del INBA, desde Bremer hasta Gustavo Sainz, quien dirigía Literatura de Bellas Artes). En el Pornoshow (maravilloso de todo punto) vimos por primera vez a ese milagro cómico, Andrés Bustamante, hermano de Maris; entonces no quería ser cómico, era algo que él tenía natural y lo adoramos, porque no se podía hacer menos.

COMO GENERACIÓN fuimos inflexibles contra lo que considerábamos nuestros enemigos. Por ejemplo, un domingo, Jaime López apareció en el monopolio televisivo. Los martes se presentaba con nosotros, invariablemente a teatro lleno. Tras su entrevista en Televisa, la barda de la esquina de nuestro lugar, El Cuervo, amaneció con una pinta, una leyenda en enormes letras: LÓPEZ CAMBIA A PEPSI. La reacción no paró ahí: su público lo castigó, nadie se presentó a oírlo, fue un martes vacío, como lo fue el siguiente. Jaime suspendió esa temporada, en lo que bajó el enojo de los incorrectos. Recuerdo una conversación con Monsiváis, algunos meses después: argumentaba que no había duda, que Jaime López requería, necesitaba a Televisa — lo mismo que ocurría, decía Carlos, con Andrés Bustamante—. Yo, ochentera, dije que no y que no. Estaba equivocada, como lo estaba mi tribu. El radicalismo de nosotros, los incorrectos de los ochenta, permitía (repito), permitía y podía y ejercía con discreción el derecho y el gozo de respetar a las generaciones previas, pero seleccionando con poca liberalidad. Tomo como ejemplo lo que se presentaba en nuestro teatrobar. En las

“RECHAZAMOS “ TAJANTES LO QUE NOS RESULTABA POLÍTICAMENTE INCORRECTO, AUNQUE ENTONCES NO LO LLAMÁSEMOS ASÍ PORQUE NOSOTROS ÉRAMOS LOS INCORRECTOS . lecturas literarias de los miércoles en El Cuervo participaron Arreola, Mutis, Monterroso: eran nuestros maestros. No leyó Octavio Paz —lo lamento, pero Alejandro y él no podían verse ni en pintura, creo que por el factor Efraín Huerta—. Lamento esa ausencia, también por haberme perdido el experimento sociológico: ¿habría ido el público de aquel lugar, que no era poco, a escuchar y adorar a Octavio Paz, o le habrían hecho el vacío? No sé. Prefiero guardar en mi memoria la posibilidad de que hubiésemos tenido, como grupo, la inteligencia elemental para manifestarle nuestra admiración. Y como aún no aparecía en nuestras vidas el factor Cuauhtémoc Cárdenas, como aún no escribía Paz defendiendo la victoria electoral de Salinas, puedo confiar en que el lugar se hubiera llenado y las manifestaciones de admiración hubiesen sido totales. De lo que estoy segura es de que el espíritu de respeto por los grandes maestros literarios no fue el motivo por el que Pita Amor estuvo ahí un miércoles. Los miércoles iban los consagrados e iban también los que nos gustaban. Los consagrados llenaban el salón a reventar; los de nuestro gusto, no siempre. Pita fue por nuestro gusto y tuvo el salón a reventar: gustaba a los nuestros. No la veíamos como una maestra a la manera de Rulfo, Arreola, Monterroso o Mutis. No se imponía como una autoridad literaria. Nada más lejano a ella. Era un asunto, repito, de gusto.

QUIERO, COMO HOMENAJE a Pita Amor, contribuir con una mirada a nuestra

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relación entre su poética y nuestro gusto. Valdrá como intento por descifrar la excepcionalidad de su persona literaria y la también excepcional recepción de que fue objeto. La poesía de Pita Amor era clásica y tradicional en tiempos de ruptura y desafíos formales, de reconstrucción de la idea misma de la poesía. Pita era vieja cuando los menores de treinta coreábamos el Desconfía de los mayores de treinta (habíamos aprendido de nuestros un poco mayores). Se empecinó en retomar, revivir y vitalizar formas que no estaban ni con la moda, ni con el gusto imperante. Y se empecinó en llevar vida de bohemia cuando debería haber sido una viejecita venerable. Por eso necesito contestarme: ¿por qué nuestro gusto levantó, contra toda lógica, a Pita Amor? Porque a primera vista, su obra y persona iban contra nuestra voluntad estética y política, y en contra de la tensión formal en la que habíamos crecido. También contra la sensibilidad educada por el libro de texto gratuito y contra la retórica imperante — para bien y para mal— posrevolucionaria y pos68 (duplaposrevolucionaria). En el momento mexicano de los ochenta, ¿qué quiso decirnos nuestra pasión por Pita, en contraste con el total olvido en el que tuvimos (hasta un extremo criminal) a Nellie Campobello? Como sabemos, Nellie fue secuestrada y asesinada por su secretaria y su abogado para despojarla de los tesoros de arte revolucionario que poseía —las pinturas, los telones que los grandes maestros le habían pintado para la Compañía de Danza—, mientras que nosotros, quienes deberíamos haber sido sus lectores, la habíamos matado antes porque no estaba en nuestros libreros ni conversaciones ni lecturas. La matamos en nuestro presente y un par de pillos (hoy libres, gracias a la desjusticia mexicana) aprovecharon el féretro en que la tendíamos. Nosotros invisibilizamos y deslegitimamos a Nellie Campobello, y dimos a Pita Amor un cetro.

LA FAMILIA DE PITA fue desfavorecida

por la Revolución y su hacienda fue ocupada por las fuerzas de un vaquero que había trabajado para la familia: Zapata. Nellie Campobello, en cambio, adoraba a Francisco Villa, lo conoció personalmente, escribió un libro sobre él y presenció, desde los ojos del pueblo, la revolufia. Nellie tuvo una relación amorosa con una de las puntas de lanza novelísticas de la Revolución Mexicana: Martín Luis Guzmán fue el amor de su vida, mismo que, podemos pensar, no tenía ninguna gana de que ella fuese adorada por nosotros. Cuando tuvo poder, no colaboró a que fuera nuestra, no luchó por darle un asiento en la Academia de la Lengua o en el Colegio Nacional.

Fuente > juansoriano.net

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de abolir imaginariamente la Revolución Mexicana —esa barca donde viajó por décadas todo el país, el artístico, el económico, el imaginario—, dispuso que la sensibilidad, el gusto y las formas de Pita Amor olieran como al pasado. Ella había optado, visceral, por escribir con las formas y el imaginario clásico. De ahí los versos “Dios, invención admirable, hecha de ansiedad humana”. Los suyos son a menudo versos geniales. Tan geniales que, para perdonárselos —porque en México escasea la admiración—, hubo un momento en el que todoméxico se convenció de que no podía ser ésa quien los escribiese. Atribuyeron sus versos a Alfonso Reyes. Es otra historia, en la que tanto juega la misoginia como el ánimo mexicano, tan desadmirador.

CUANDO EN PITA se formaba la persona

Juan Soriano, Retrato de Pita Amor, óleo sobre tela, 1948.

No le peleó un premio importante y merecido, no intervino para que hubiera ediciones de su obra al alcance de todos, no cooperó a hacer la ventana al México nuestro desde la cual debíamos haberla adorado. No hubo nada para Nellie, pero sí todo para él mismo. Hombres necios... Seguían siendo los tiempos en que México veía con desprecio a María Izquierdo, a Frida Kahlo, esas mujeres. Nellie no estaba sola. Después, Martín Luis Guzmán perdió el juego político. Defendió a Díaz Ordaz ante la matanza de estudiantes, lo llamó “ágil, lúcido, esforzado, vigoroso”, y dirigiéndose a él dijo: No dio usted ni un paso más de los estrictamente necesarios para que la paz en México y la vigencia de las instituciones democráticas que nos rigen resistieran la embestida que se les preparaba. Lo felicitamos a usted, señor, y si, efectivamente, en algo fallamos a esa hora, lo lamentamos sin la menor reserva y esto hace que nuestra felicitación resulte aún mayor. El escritor también acusó al movimiento de estudiantes de “avieso, turbio, mendaz, subversivo, enfocado hacia la guerrilla y el terror” —cito a Julio Scherer en ambos casos, en "Los héroes del 68 según Martín Luis Guzmán", Nexos, 1 de enero de 1988—. No fue el error de 68 de Martín Luis Guzmán lo que pesó contra Nellie, porque Nellie Campobello ya no pesaba. Había desaparecido.

REGRESO A PITA AMOR. La necesidad,

por motivos personales, que tuvo Pita

“LOS “ SUYOS SON A MENUDO VERSOS GENIALES. TAN GENIALES QUE, PARA PERDONÁRSELOS, HUBO UN MOMENTO EN EL QUE TODOMÉXICO SE CONVENCIÓ DE QUE NO PODÍA SER ÉSA QUIEN LOS ESCRIBIESE. ATRIBUYERON SUS VERSOS A ALFONSO REYES .

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poética, México iba hacia otro rumbo. El país creador y artístico no deseaba las formas y figuras clásicas, sino reformular la realidad. El oxígeno santificador de la Revolución daría grandes figuras, poetas, pintores, músicos, y también daría muchos raros, raros que deseaban romper, no ser clásicos, crear nuevas formas. Era, pues, por lo menos improbable que adoptásemos a Pita, que nuestro gusto la entronizase. Era un afecto imprevisible —y en verdad parecería un imposible para mi generación—. Pita Amor optaba por las formas clásicas, cuando todos deseábamos las formas nuevas. Y además estaba su imagen. Era la época de ser medio jipiteca pero limpio, mientras Pita aparecía públicamente como una borrachita mendicante, ataviada como un personaje de la corte del rey francés Luis Felipe. Había sido modelo, actriz de pelis, estrella del cabaret, seguía siendo una resonante embriagada en la Zona Rosa, epítome de la libertad imaginaria y sexual. Terminó en el papel de la rancia.

HE VUELTO A VER el cortometraje de Ximena Cuevas y Jesusa Rodríguez, Víctimas del pecado neoliberal, en el que revisitan los crímenes políticos de la época: Colosio, arzobispo Posadas, Ruiz Massieu. En el cortometraje, disponible en YouTube, escuchamos a Zedillo: “Los malosos quieren acabarnos”. Se repite una frase: “Al menos me queda el consuelo de que con su muerte terminará el reino de los gángsters”. Y por si nos queda alguna duda, cada recreación en cabaret de un asesinato político comienza en el Monumento de la Revolución. Mi punto es que Pita Amor resultó adorable para esa generación porque era un punto de regreso anterior a la Revolución, desde el cual nuestro podrido presente podría reconstruirse. Era un festejo hermoso, divertido, nos propulsaba a otra historia. La leíamos como un distinto punto de partida, algo cómico y grotesco, pero formidable. Pronto vendría la oposición masiva a Salinas y al PRI, Cuauhtémoc Cárdenas, el voto que nos robaron. Pita estaba ahí, ya la queríamos y fue, de manera simbólica, punto de encuentro entre la revuelta y el trono conquistado por las políticas neoliberales. Ese tipo de revuelta mexicana tan único, tan especial, que a su manera encarna Pita Amor. Y por eso, me parece, la amamos.

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La menor de las hermanas Ocampo creció a la sombra de la mayor y a veinticinco años de su muerte sigue siendo relegada, si bien su obra destaca por méritos propios en el paisaje de la narrativa hispanoamericana. Además de editora junto con Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Silvina escribió cuentos soberbios y poemas inquietantes que Borges supo apreciar. Por ello urge revalorar su trabajo, en el cual están presentes tanto el acento lírico como la trama cerebral que sellaron la literatura fantástica del Río de la Plata.

VEINTICINCO AÑOS SIN SILVINA OCAMPO FEDERICO GUZMÁN RUBIO

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emasiado importante como para no tomarla en cuenta y demasiado esquiva como para ocupar una posición central, Silvina Ocampo ocupa un lugar singular y paradójico en la literatura argentina: es la más canónica de los escritores raros y la más extraña de los canónicos. Por si fuera poco, y como diversos críticos han repetido una y otra vez, mientras que su escritura parece venir de ninguna parte y es imposible encontrar un precursor evidente, su influencia es notable, tan discreta como decisiva, a tal punto que las literaturas argentina y latinoamericana no serían las mismas sin ella. Nacida en 1903, en Buenos Aires, Silvina Ocampo fue la sexta hermana de una de las familias más ricas y aristocráticas (rara vez ambas características van de la mano en todo su esplendor) de la Argentina de entonces. Este hecho, el de ser la hija menor de unos padres a quienes se les pasaba la vida empacando el equipaje para el viaje a Europa (con vaca incluida, para que las niñas tuvieran leche fresca durante la travesía), hizo que ella misma se denominara como “el etcétera de la familia”. Era una posición no tan distinta de esa a la que intentaron relegarla en la vida literaria, y que ella, parece ser, tanto en la casa paterna como en la historia de la literatura, pareció no sólo asumir con gusto, sino incluso propiciar. De igual forma en que a la niña Silvina le gustaba permanecer en las áreas de la servidumbre en lugar de hacer vida social en los elegantes salones de la familia, su escritura fue a contracorriente de lo que era necesario

escribir para ser aceptada incondicionalmente y sin los reproches que sus mejores lectores —su hermana Victoria o Borges, por ejemplo— se apresuraban a hacerle, tras los elogios, a veces desmesurados, que por la cercanía personal se sospechaban otro compromiso de sociedad. Esta situación fue visible desde el primero y probablemente el más enigmático de sus libros, Viaje olvidado (1937). Durante décadas se ha considerado este libro de cuentos como un portentoso despliegue de imaginación y como la expresión de una sensibilidad única, ajeno, sin embargo, a la lógica con que se ha ido construyendo la literatura argentina. Dicho en otras palabras, Viaje olvidado sería un fenómeno colorido, pero sin la menor trascendencia en el juego de influencias y rechazos en el que finalmente se articulan todas las literaturas. Nada más lejos de la verdad. En Viaje olvidado predominan las imágenes poéticas, la sensibilidad perversa y naïve, el lenguaje lírico y excéntrico, pleno de esa “inocente crueldad”, como Borges caracterizó la pluma de la menor de las Ocampo, pero a la vez constituye el punto fundacional de la literatura fantástica que empezaba a gestarse en el Río de la Plata. Aunque con su espíritu bélico algo decaído, las vanguardias todavía estaban en boga en los treinta, y aún no quedaba en claro lo que vendría después. Los poemarios vanguardistas de Borges se sentían ya lejanos, y por más que la publicación de Historia universal de la infamia (1935) anunciara algo nuevo, estaba lejos de tomar forma. De ahí la importancia de Viaje olvidado, que a través de

“EN “ VIAJE OLVIDADO PREDOMINAN LAS IMÁGENES POÉTICAS, LA SENSIBILIDAD PERVERSA Y NAÏVE, EL LENGUAJE LÍRICO Y EXCÉNTRICO, PLENO DE ESA INOCENTE CRUELDAD , COMO BORGES CARACTERIZÓ LA PLUMA DE LA MENOR DE LAS OCAMPO .

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cuentos breves, a veces de trama tan tenue que se aproximan a la viñeta o al poema en prosa, supo tender un puente entre lo mejor del discurso vanguardista, despojándolo de sus estridencias para conservar sus auténticos hallazgos, y la creación de narraciones inquietantes, como las de “Paisaje de trapecios” o “El caballo muerto”. En ellas, el elemento fantástico es a veces una simple insinuación, una posibilidad de la realidad o una interpretación del lector, y otras, la única lectura posible.

EL PRIMER PÁRRAFO del libro (es de-

cir, el párrafo inaugural de la obra de Ocampo), “Cielo de claraboyas”, no puede resultar más significativo: La reja del ascensor tenía flores con cáliz dorado y follajes rozados de fierro negro, donde se enganchan los ojos cuando uno está triste viendo desenvolverse, hipnotizados por las grandes serpientes, los cables del ascensor. Hay aquí una visible contraposición entre la reja del elevador —tan barroca y art déco— con el mecanismo racional de sus cables. En esta tensión entre la ensoñación de lo poético y la eficacia del mecanismo se desarrollará toda la obra de Silvina, a veces balanceándose hacia un lado (lo poético en Viaje olvidado), hacia el otro (el énfasis en la trama en Autobiografía de Irene) o encontrando un imposible equilibrio en sus libros más celebrados (La furia y otros cuentos y Las invitadas). Abundan en Viaje olvidado las metáforas, a veces auténticas greguerías (“Las almohadas eran caracoles blancos donde se oye de noche el ruido del mar, sin necesidad de estar embarcada”), las metonimias y las sinestesias (“Y pasaron los días de verano con pesadez de mano blanda y sudada, con cantos de mosquitos finos como alfileres”), a tal grado que la anécdota, por perturbadora que resulte, queda relegada a un segundo plano. No obstante, el mal ya estaba hecho: Silvina, en algunos de los cuentos

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más cuentos de Viaje olvidado, había tomado las innovaciones vanguardistas como un recurso y no como un fin en sí mismo, con lo que demostraba que la imaginación más desbordada no tenía nada que envidiarle al catálogo de locuras de la vanguardia pura y dura, no estaba peleada con la creación de una trama lógica en su sinsentido. La primera reseña de Viaje olvidado fue publicada, faltaba más, en Sur, por la pluma más incómoda y más autorizada para hacerlo: la de su hermana Victoria (cuyas siglas, para colmo, eran las mismas que las del libro). Aunque Sur apenas cumplía el sexto de sus cincuenta años de existencia, ya era el centro de la vida literaria, y la reseña marcaría la forma en que Silvina sería leída en adelante. Victoria Ocampo, ya convertida en la generosa dictadora de la élite cultural argentina, resalta el contenido autobiográfico de los cuentos de su hermana, circunstancia que habría pasado desapercibida para cualquier otro lector, y lo hace de una manera simpáticamente soberbia: “Hace mucho tiempo que conozco a Silvina Ocampo. Hasta recuerdo mejor que ella ciertos acontecimientos de su vida: su bautismo, por ejemplo”. Este comentario, no exento de ternura, más si hablamos de Victoria Ocampo, se convertiría en una condena para Silvina: desde entonces y hasta ahora, la lectura autobiográfica ha dominado su obra, a lo que desde luego también contribuye su misteriosa vida. Cada lector lee lo que quiere y como quiere, está de más decirlo, pero cuando la lectura biográfica —la más sugerente y la más pobre de las posibles— se vuelve el único camino de interpretación, cualquier literatura queda reducida a un montón de anécdotas ficcionalizadas. Eso, en buena medida, le ocurrió a Silvina. Por otra parte, Victoria se muestra particularmente severa al juzgar la incorrección lingüística de su hermana, que, combinada con un supuesto y esporádico mal gusto, daría por resultado imágenes “atacadas de tortícolis”. Según Victoria, Silvina cometía fallos gramaticales graves, frutos del descuido y de su formación lectora en lenguas extranjeras. Curiosamente, Silvina aparecería de este modo como una Roberto Arlt de la aristocracia, cuyo español defectuoso produciría, a pesar de las reprimendas de la directora de Sur, una lengua más ancha, más libre, más rica. No obstante, para bien o para mal, el regaño surtió efecto y el estilo de Silvina en sus libros de cuentos posteriores, si bien nunca perdió el sello perverso, marca de la casa, cedió en parte a los llamados

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de atención. Sería hasta sus últimos títulos (Cornelia frente al espejo y Las repeticiones) cuando, de nueva cuenta y ya sin obligación de demostrar nada ni tener que agradarle a nadie, Silvina regresó a ese encantador desorden y rompió todas las convenciones narrativas al mezclar puntos de vista, dejar tramas inconclusas, crear digresiones que se terminan comiendo al cuento y demás fallos que escandalizarían a cualquier maestro de taller literario. Por supuesto, no todo en la reseña eran reproches de hermana mayor que le desea lo mejor a la pequeña, y la primogénita era demasiado buena lectora para pasar por alto la mayor virtud del libro: “esta coalición de una realidad que se ha vuelto irreal y un sueño que se ha vuelto realidad nunca me ha impresionado tanto como en el Viaje olvidado”. Acababa de nacer, oficialmente, la literatura fantástica del Río de la Plata. Tres años más tarde, en 1940, según aparecían los nombres en la edición original, Borges, Silvina y Bioy Casares (con quien se casaría ese mismo año) publicarían la influyentísima Antología de la literatura fantástica. Es imposible saber qué participación tuvo cada uno de ellos, por más que el papel de Silvina Ocampo, no es ninguna sorpresa, haya sido menospreciado por sus compañeros y por críticos de toda clase. Sin embargo, lo que sí sabemos con certeza es que, de la obra publicada hasta entonces por los tres, la que más se asemeja al material seleccionado son las estampas fantásticas de Ocampo, por lo que no es difícil imaginar que su gusto fue determinante. Un año antes, en mayo de 1939, Borges publicaba en Sur su primer cuento borgeanamente fantástico, “Pierre Menard, autor del Quijote”, dedicado, sin mayores explicaciones y por motivos que desconocemos pero presentimos, a Silvina Ocampo. Ese mismo año decisivo de 1940, Bioy Casares publicó La invención de Morel, el último de estos títulos fundacionales, tras los cuales la literatura latinoamericana fue definitivamente otra. En realidad, es imposible explicarse la obra e incluso la vida de cada uno Fuente > diacritik.com

“SILVINA “ APARECERÍA DE ESTE MODO COMO UNA ROBERTO ARLT DE LA ARISTOCRACIA, CUYO ESPAÑOL DEFECTUOSO PRODUCIRÍA UNA LENGUA MÁS ANCHA, MÁS LIBRE, MÁS RICA .

Silvina Ocampo (1903-1993).

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de los antologadores sin los otros dos. Borges siempre prefirió a la Silvina poeta, sobre todo a la de Enumeración de la patria, especie de Suave patria albiceleste —una de las pocas coincidencias literarias de los tres era la devoción a López Velarde—, mientras que sus cuentos, repletos de niños crueles y de adultos infantilizados, lo escandalizaban. Menos se sabe de lo que Silvina opinaba de Borges, a quien invitó a cenar a su casa, diario, durante décadas, lo que lo convierte seguramente en el mayor gorrón de la literatura universal, pues además se daba el lujo, con desparpajo, de criticar la cena y los gustos literarios de su anfitriona. De ese modo se lee en el Borges de Bioy, así como en Los Bioy de Jovita Iglesias, el ama de llaves del matrimonio, y en La hermana menor, biografía que le dedicó Mariana Enriquez a Silvina Ocampo, a la que este artículo debe no sólo muchas de las anécdotas que reproduce, sino una nueva forma de leer a la autora de La furia. Durante los siguientes veinte años se publicaron los principales títulos de la narrativa fantástica rioplatense, varios de los cuales se cuentan entre los mejores de nuestra lengua: Borges recopiló en Ficciones y El Aleph sus cuentos dispersos en revistas; Silvina Ocampo publicó La furia, donde se incluye el inolvidable “La casa de azúcar”; Bioy Casares, además de El sueño de los héroes, escribe sus mejores relatos; Cortázar, quien consideró a Silvina una gran escritora, tras la publicación de “Casa tomada” por Borges en Los anales de Buenos Aires, da a imprenta Bestiario y Final del juego; por último, Felisberto Hernández, quien hereda de Silvina la convicción de que los objetos viven a su manera y se dedican a conspirar contra nosotros, publica en Montevideo El caballo perdido y Las Hortensias. A pesar de esta impresionante lista de obras, no fue sencillo que la literatura fantástica ocupara la posición central que le correspondía, y durante décadas los intelectuales la vieron como una forma escapista y elitista, fría, alejada del compromiso sartreano. Si a sus oponentes no les quedó más remedio que rendirse frente a la incontestable obra de Borges, Silvina sigue siendo relegada del centro del canon argentino, ya sea por “no saber escribir”, por aristócrata, por ser mujer o por ser autora de una literatura personalísima. En todo caso, su influencia está más vigente que nunca: se refleja en los cuentos de Samanta Schweblin y de Mariana Enriquez, y también en las fábulas escabrosas de Mario Bellatin o en los meditados descuidos de César Aira. En lugar de quejarse y de reclamar reconocimiento para la obra de Silvina, sobre todo para la cuentística pero también para la poética, quizás habría que celebrar que la suya es la posteridad más feliz a la que puede aspirar un escritor: la de siempre ser leído —por pocos pero fieles y constantes lectores, fuera de los programas escolares— como quien atesora un secreto que de vez en cuando revela a quien lo merece.

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En esta crónica de la Ciudad de México y su Centro Histórico, el ajetreo del fin de año perfila un escenario de tintes apocalípticos —una especie de sello del autor—, donde confluyen el hacinamiento, la masificación, el estruendo, fritangas y changarros por la calle peatonal de Madero y aledañas. “Nadie en su sano juicio debería internarse ahí un fin de semana”, apunta el relato, pero las multitudes chilangas fluyen sin tregua y depredan su entorno mientras celebran la temporada navideña.

MI BUEN FIN J. M. SERVÍN

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lo alto y a ras de piso de los estruendosos antros y changarros de alimentos y bebidas de Madero, de algunas de sus adyacentes también peatonales, Motolinía y Gante, y de todo el Centro Histórico. Vivimos en la época de las transgresiones globalizadas. El reino del cubetazo, la bisutería, las franquicias y el narcomenudeo bajo el auspicio de la Fundación Centro Histórico y la Inmobiliaria Centro Histórico, pertenecientes a Carlos Slim.

Fuente > imgcop.com

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ecuerdo con emoción y nostalgia por mi infancia Cuando el destino nos alcance, la película estrenada en 1973 en la Ciudad de México y protagonizada por el ícono de la ciencia ficción en pantalla: Charlton Heston. ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! es el título de la novela de Harry Harrison de 1966, en la que se basó el filme. La trama aborda el caos social que provoca la sobrepoblación mundial en el futuro. Hambruna, hacinamiento, desastre ecológico que deriva del calentamiento global y exterminio calculado de la población. En aquellos años, películas como esa hacían exclamar a los cinéfilos mexicanos ¡qué jalados son los gringos! ¿De dónde más si no de Hollywood podría venir nuestra idea del apocalipsis provocado por la indeseable irrupción de las masas en el futuro idílico del progreso tecnológico? Ahora es 2018. El inicio de la temporada navideña con el Buen Fin. Mi amiga y yo caminamos por Madero, calle convertida en andador peatonal en 2010 como parte de la recuperación del Centro Histórico. Acompaño la tarde, diría Balzac en su Teoría del andar, indiferente al viento que sopla, a los golpes y al insultante forraje que el periodismo ofrece eventualmente (en mi caso). Los planificadores pueden presumir el éxito del reordenamiento urbano desde un criterio futurista de afluencia pacífica de muchedumbres que reactivan la actividad turística y comercial en una zona de más de once mil metros cuadrados y casi un kilómetro de longitud en corte transversal de poniente a oriente, desde la Avenida Juárez, a la altura de la calle de López, hasta la Plaza de la Constitución. Sólo que en lugar de galletas de carne humana para paliar el hambre de las masas y videos tanáticos con escenas de la naturaleza preparados para el bien morir de la población privilegiada, como expone la película dirigida por Richard Fleischer, los asiduos al corredor peatonal dan rienda suelta a sus antojos consumiendo fritangas y toda clase de bebidas mientras se topan y esquivan unos a otros, miran sus celulares y a sí mismos a través de una selfie, como hábitos de un futuro subdesarrollado que nos alcanzó hace mucho.

LAS ESTATUAS VIVIENTES y bo-

EL PUNTO NEURÁLGICO es el crucero

con Eje Central, el más concurrido del país, con decenas de miles de personas que van y vienen a lo largo del día y parte de la noche. Es todo un banquete para sociólogos, psiquiatras, urbanistas y apocalípticos. ¿Hasta qué punto es un triunfo más de la masificación en menoscabo del patrimonio histórico de la ciudad? No lo sé y de hecho mi duda sería rebatida por el gobierno de la Ciudad de las Multitudes —hasta para pagar en un OXXO—, que calcula aproximadamente 350 mil transeúntes por día, alrededor de 20 mil por hora y 10 millones y medio por mes, que al año equivalen a la población total del país, estimada en casi 128 millones. "Pisadas que iluminan", una nota de Karla Almaraz publicada en el medio digital Más por más el 12 de junio de 2018, dice que según las investigaciones de tres estudiantes de Ingeniería Ambiental de la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Biotecnología (UPIBI) del Instituto Politécnico Nacional, los pasos de los peatones en el andador serían la materia prima para generar energía alterna para alumbrar Madero: “Si transformáramos los pasos de esas personas en energía eléctrica, nos alcanzaría para abastecer tres mil viviendas”, detalla Marcela Rojas Gutiérrez quien, junto con Viviana Molina Arreola y Selene Gálvez Salazar, forma parte de este proyecto cuyo principal eje son las placas piezoeléctricas. Nadie en su sano juicio debería internarse ahí un fin de semana. La gula y el frenesí colectivo se arrojan como aceite hirviente desde las terrazas en

targas que en Madero y Gante recrean personajes de la cultura popular del cine y de la animación se mimetizan con los enganchadores que ofrecen gangas en las decenas de ópticas y casas de tatuaje a lo largo del andador. Decenas de gritones disfrazados con batas de enfermero y tarjetas de presentación invitan a formar parte de una estética visual masificada desde la pretensión de la singularidad corporal y un complejo de inferioridad sublimado en desfachatez. Me pregunto si de plano los mexicanos estamos tan miopes como para generar una sobreoferta de lentes de aumento y si los tatuajes y las perforaciones son un distintivo corporal en tiempos de crisis de identidad que los futbolistas profesionales y la industria del porno, más que la del rock, han vuelto fashion. Messi, por ejemplo, toma vuelos privados desde Barcelona para tatuarse con un prestigiado artista de San Francisco que cobra fortunas a su exclusiva clientela. Madero es un ajuste de cuentas con las imágenes de los fotógrafos Diane Arbus y Peter Witkin. Con la obra plástica de Daniel Lezama. El cine de Fellini y Buñuel. Con la gráfica de Felipe Posadas. El surrealismo sin Breton. La idea de la multitud que celebra ser parte de la multitud sin distinción de clases, patibularia y de espíritu grotesco, estimula la observación selectiva rogando a los dioses y a la moda no encontrar a nuestro igual tatuado y con anteojos similares embebido en la pantalla de su celular inteligente de última generación. Todo movimiento brusco revela un vicio o una mala educación, asevera

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Balzac en el ensayo mencionado. Cada uno de nuestros gestos, cada prenda que llevamos, cada bocado, líquido, humo y polvo que ingerimos delata, según el autor de La comedia humana, no sólo origen y clase social sino también lo que somos por dentro, nuestros hábitos más íntimos, nuestras costumbres y filosofía de la vida.

“ENTRE “ EL TUMULTO DE PATOLOGÍAS DE TODAS EDADES VESTIDAS CON ROPA DE PACA DE MARCA, LICRAS Y RÉPLICAS FIELES DE ALGUNA RÉPLICA FIEL IMPORTADA DE CHINA, LOGRO LLEGAR AL MIXUP EN LA ESQUINA DE ISABEL LA CATÓLICA .

E L CHILANGO ES SUBVERSIVO por tradición y, paradójicamente, un programa de reordenamiento urbano que invita a ganar espacios a los vehículos motorizados en beneficio del peatón, se convierte en otra manifestación popular de rechazo a la civilidad y a los reglamentos, pues a nadie le interesa aplicarlos. El peatón como depredador de su entorno. Esta muerte del sentimiento y la emoción, como describe Ballard nuestra época en su ensayo El inocente como paranoico, allanó el camino para nuestras perversiones y nos otorgó una libertad moral para poner en práctica todas nuestras enfermedades psíquicas como si fuera un pasatiempo. Lo que nuestros hijos temerán en el futuro, afirma Ballard, no serán los automóviles en las autopistas del porvenir, sino el placer que sentiremos al calcular los ingeniosos parámetros de su muerte. El morbo, más que la piedad, atrae algunas monedas a pedigüeños y vendedores ambulantes desfigurados echados en el piso, que se han vuelto parte del atractivo visual del andador custodiado por un puñado de soberbios edificios históricos cuya prosapia no impone respeto, al contrario, es sacudida por el ruido y la indiferencia. Para los mexicanos, diría José Revueltas, no existe el horror: de tal modo estamos acostumbrados a él. En la presentación que hace a Los muros de agua reflexiona sobre las impresiones que le provocan los habitantes de un leprosario donde lo llevan de visita:

bebida, representa la expansión en franquicias del chilanguismo renovado en su orgullo patronímico. La tienda de audio y video propiedad de Slim promociona estruendosa desde enormes pantallas a un referente de la balada ranchera tipo mirrey: Pepe Aguilar. Canta las de siempre ante decenas de fans en un estudio de televisión acondicionado como foro. Muzak vernáculo. Busco en las atiborradas gavetas una película en blanco y negro: Las diabólicas de 1955, dirigida por Henri-Georges Clouzot. He sido invitado a comentarla en la Cineteca como parte de un ciclo de cine noir clásico. Triángulo amoroso en que dos mujeres planean la muerte del cruel director de un internado donde ambas trabajan como profesoras, el vividor es marido de una y amante de la otra. Lo que parece una emancipación femenina antecedente de Thelma y Louise es una trampa de los amantes para deshacerse de la esposa. Traición entre mujeres. Las dos parecen entenderse. Beben y fuman como el que más. Algo tendría que aprenderle a Simone Signoret la corriente actual de mujeres quejumbrosas. Trama impensable en estos tiempos del #Metoo.

DEAMBULO POR LOS PASILLOS para distraer mi cruda escudriñando anaqueles con cientos de ofertas, pienso luego recuperar brío con un gin en el Tío Pepe antes de regresar a casa y ver la película con otro par de tragos. En eso comienza a sonar una especie de ska tropicaloso a la Chico Trujillo sobrio. El equipo de sonido y audio es de primera. La voz del cantante me dificulta reconocer su nacionalidad: miro una de las pantallas con alta definición y decido que el cantante es un mexicano que habla como chileno o uno de estos que lleva muchos años en esta ciudad. Es un concierto nocturno en un estadio o algo así. Está muy de moda ese tipo de video musical que facilita ignorar a nuestros acompañantes en bares y restaurantes. Me dirijo a la zona de series de

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Fuente > sociedadtrespuntocero.com

Ahora, mirando a todos juntos, me doy cuenta en qué consiste el horror que hay en ellos, el horror que inspiran. Simplemente, se trata de un horror diferido, un horror a punto de ser. Aquí puedo examinar, de un modo progresivo, el proceso de distorsión de las caras, desde el principio, al comienzo de la monstruosidad, hasta la monstruosidad perfecta. Los anormales, los incorregibles y los onanistas que estudió Foucault: individuos peligrosos para el poder disciplinario, de normalización; el biopoder. Entre el tumulto de patologías de todas edades vestidas con ropa de paca de marca, licras y réplicas fieles de alguna réplica fiel importada de China, logro llegar al Mixup en la esquina de Isabel la Católica. Antes pasé por un par de tarros al original Salón Corona de Bolívar, decaído desde la ausencia del legendario mesero Mingo, amigo de todos los asiduos a la cervecería que, como pocos establecimientos populares de comida y

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televisión y trato de pasar por alto lo que se ha convertido en otra de las patologías del chilango: soportar decibeles altísimos de música en lugares públicos para ambientar el vacío solipsista al que nos conduce la adicción al celular. Descubro la segunda temporada de Fargo y me voy directo a la caja olvidándome de la película que buscaba. En eso reconozco los acordes de London Calling: The Clash. Volteo nostálgico a una de las pantallas. Me quedo pasmado, aún me pone el cuero chinito: la clase obrera, el desempleo, el thatcherismo, depresión económica, furia y vitalidad callejera expresadas por un cuarteto de bombarderos. 1982. Gracias Joe Strummer, Mick Jones, Paul Simonon y Topper Headon por ayudarme a encauzar el rumbo de mi juventud entre precariedades en una ciudad más parecida al Londres de Dickens. En fin, uno envejece en un 4x4. De pronto London Calling se ha convertido en la intro de otro ska vernáculo. Creí que era la Santanera con sus hijos. La banda (un vendedor me informa que es Panteón Rococó) brinca y toca con energía desmesurada, más el respaldo orquestal de metales y percusiones de primer nivel. Pura rebeldía buena onda para una multitud juvenil que en pantalla delira de emoción apiñada frente al escenario ocupado por sus ídolos vestidos como chambelanes de quince años: smoking blanco, pantalón negro, zapatos Doc Martens blancos, un guitarrista de elegante sombrero (me quité el mío con pena por su estado). De nuevo los acordes de London Calling. Carajo, ¿qué es esto? —Ya, olvídalo —me dice mi guapa acompañante, habituada a soportar mis berrinches. No es un cover, no sé si llamar homenaje a los acordes que van acompasando la rola para darle brío a la letra y entusiasmo escénico de corte evangélico y populista. El tipo de música ad hoc para una gentrificación de izquierda.

ME SIENTO DESPLAZADO. Casi olvido llevarme la temporada tres de Fargo en DVD , por cierto bastante cara. De Las diabólicas ni sus luces. Afuera hay muchas, seguro, y vengo acompañado de una. Me llevan a la caja tomado del brazo como un senil despojo de lo que fui. Reniego entre dientes de lo que tomo como una ofensa personal auditiva y visual. Mi amiga paga para reafirmar nuestra complicidad mórbida y regresamos al tumulto peatonal dándonos ánimos para llegar cuanto antes a casa. Tío Pepe tendrá que esperar a que me sobre el dinero.

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L A N OTA NEGRA Por

FRANCISCO HINOJOSA @panchohinojosah

PRINCIPIOS Y FINALES LA CANCIÓN # 6 Por

ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

LA MUERTE NO TIENE PIEDAD

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DECÍA HORACIO QUIROGA en su “Decálogo del perfecto cuentista”: “No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas”. El azar y la improvisación quedan excluidos. Esta idea le funcionaba a él muy bien: sus cuentos siempre rozan la perfección. Sin embargo, no es tan fácil de aplicar al cuento postmoderno, aunque sí al clásico de los cuentos de hadas: tan Caperucita Roja y tan Cenicienta son las de Perrault como las de los Hermanos Grimm. Ciertamente provienen de la tradición popular pero las mismas historias no son iguales y es de suponer que sus autores ya sabían al empezar cúales serían sus finales. Salvo un cuento que he escrito en el que desde el principio ya sabía cómo iba a terminar, el resto no se guía por esta norma de Quiroga. Por lo general comienzo construyendo personajes y situaciones y luego ya me pongo a pensar qué hacer con ellos. Con frecuencia se quedan en modo pausa por meses o años en espera de que yo llegue con mi pistola desinmovilizadora. Algunos de esos personajes están congelados desde hace más de veinte años, habitando una ciudad que ya no existe y con la ayuda de una tecnología por demás obsoleta. En dos ocasiones lo único que he tenido son los títulos, sin idea alguna de hacia dónde me iban a llevar. No sé si esta regla funcione con quienes escriben series para la televisión. Hay algo que está por encima de la historia que se quiere contar: si tiene audiencia la primera temporada, adelante; si no, se cancela, aunque esté a la mitad. Y como se va construyendo en el camino, existen decisiones que hay que tomar sin saber totalmente cuál será el destino del argumento. No cabe dentro de lo que Maurice Blanchot hablaba acerca del relato y la novela, en relación con el encuentro de Ulises con las sirenas o de Ahab con Moby Dick: sin esas fortuitas coincidencias no existirían los relatos que conocemos. En las series televisivas no se parte pensando en un punto al que hay que arribar —y si se llega es por casualidad—, sino que se va avanzando según el viento guía al barco. Algunas son series bien llevadas y con un final digno y consecuente (pienso en Breaking Bad), a pesar de tener capítulos flojos e intrascendentes. La muerte de Walter White es consecuente con la trama. Pero otras son infumables: el caso del o los argumentistas-escritores que no supieron qué hacer para concluir un novelón que

DICIEMBRE arrancó tristemente con el infarto que mató a Pete Shelley de los Buzzcocks. Como en la canción del reverendo Gary Davis, “Death Don’t Have No Mercy”, en 2018 la Muerte jaló con el equivalente a una orquesta sinfónica de músicos, productores y personajes musicales. Aquí hemos comentado algunos: Fast Eddie Clarke de Motörhead, el vanguardista Glenn Branca y la Reina del Soul, Aretha Franklin. Pero son más de cincuenta, imposible mencionar a todos. El mes que más enfriamientos registró fue enero, con doce muertos, entre ellos Dolores O’Riordan de los Cranberries, Mark E. Smith de The Fall y Hugh Masekela, trompetista de jazz y afrobeat. La principal causa de muerte fue el ataque cardiaco, con un saldo de diez corazones, la mayoría leyendas como Ray Thomas, vocalista y flautista de Moody Blues; Jim Rodford, bajista de los Kinks y los Zombies; Mickey Jones, baterista de Bob Dylan y Kenny Rogers; Nokie Edwards, guitarrista de los Ventures; Ed King, guitarrista de Lynyrd Skynyrd; Rachid Taha, el rockero de fusión argelino; Marty Balin, cantante de Jefferson Airplane y Starship; y el diyei rapero Lovebug Starski, uno de los que acuñaron el término Hip Hop. Llama la atención la cantidad de metaleros caídos, como Mukio Fujioka, guitarrista de BabyMetal, quien sufría desde 2017; el guitarrista Oli Herbert de All That Remains; el productor Chris Tsangarides —Judas Priest, Black Sabbath, Thin Lizzy—; Dave Holland, baterista de Judas Priest que pasó ocho años en la cárcel; el bajista Caleb Scofield de Cave In, estrelló su coche contra una caseta de cobro; el baterista de Pantera y Damageplan, Vinnie Paul Abbott, cuyo hermano, el

Fuente > nacion321.com

SÁBADO 22.12.2018

VAMOS A ACABAR CON LA CORRUPCIÓN Y LA IMPUNIDAD : DESDE LAS PRIMERAS PÁGINAS YA ESTOY PICADO .

podía mantenerte, con sus altibajos, siempre atento a la narración. En Lost los principales personajes terminan en una especie de limbo: son muertos vivientes que han vuelto a reunirse en paz sin haber resuelto muchas de las dudas que sembraron a lo largo de seis temporadas. El final de Weeds no es menos frustrante: luego de vivir con intensidad los capítulos que preceden el final, terminan todos solos, con una historia compartida por detrás y con un presente en el que fumarse un churro compartido es su única relación. Eso sí, se adelantaron a algo que posiblemente veamos pronto: cajetillas de marihuana que se venden en tiendas de conveniencia. Quisiera aplicar la misma norma de Quiroga a la historia y a la política. Todas las campañas presidenciales tienen muy definidas sus primeras líneas, con las que van a atrapar al lector (perdón: elector) para que siga adelante y deposite su confianza en la narración. Por más voluntad que se tenga, ningún político, hasta donde se ha documentado desde la era jurásica, ha logrado escribir felizmente la palabra FIN con el resultado deseado. La primera frase del actual gobierno del país atrapa de inmediato a los lectores-electores: “¡Hoy inicia la cuarta transformación!”. ¡Bolas! No recuerdo un mejor y más prometedor comienzo. Es un principio que sin duda nos invita a continuar, esperanzados, la lectura de una novela que creemos nos va a llevar de la mano y nos va a incluir como personajes. “Vamos a acabar con la corrupción y la impunidad”: desde las primeras páginas ya estoy picado, aunque sé que falta mucho camino por recorrer para llegar a la ineludible palabra FIN.

Fuente > emmys.com

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El Cultural

EL MES QUE MÁS ENFRIAMIENTOS REGISTRÓ FUE ENERO, CON DOCE MUERTOS, ENTRE ELLOS DOLORES O’RIORDAN .

guitarrista Dimebag Barrel, murió baleado en el escenario en 2004; y la vocalista de Huntress, Jill Janus, quien se suicidó. También la cantidad de raperos muertos por sobredosis de sustancias o plomo, todos veinteañeros como los intoxicados Mac Miller y Freddo Santana, y los baleados XXXTentacion, Jimmy Wopo y Young Greatness. Se fueron personajes como el genial Geoff Emerick, ingeniero de sonido de los Beatles y arquitecto del pop; el creador de Tower Records, Russ Solomon; Jóhann Jóhannsonn, compositor de cine nominado al Oscar; y Bob Dorough, director musical de Schoolhouse Rock. El cáncer se cargó a cuatro, entre ellos al pianista de los Bad Seeds, Conway Savage. La neumonía acabó con tres, como el cantante de country, Roy Clark. Y otro se quitó la vida: el diyei Avicii. La muerte se acerca sin piedad y se va en silencio.

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El Cultural SÁBADO 22.12.2018

2. Aceptémoslo, los últimos libros de Palahniuk no han despertado el entusiasmo propio de un libro suyo. Sin embargo, la legión de fans, entre los que me incluyo, nos hemos abalanzado por sus novedades apenas aterrizan en la mesa de novedades. El principal problema con Chuck es que sus últimas historias, desde Snuff hasta Eres hermosa, son buenas novelas, pero no producen el efecto al que nos tenía acostumbrados. Si fueran malos libros uno podría dejar de leerlo y listo, pero como no lo son seguimos comprando el siguiente y el siguiente a la espera de reencontrarnos con el autor de El club de la pelea. 3. La expectativa despertada por Invéntate algo. Relatos que no podrás sacarte de la cabeza (Literatura Random House, 2018) no es incomprensible. Todos los lectores de Palahniuk tenemos “Tripas” fresco en la memoria. Es un cuento inolvidable. La tentación de volver a él te invade cada tanto. Es por esa nostalgia que Invéntate algo se antojaba como algo más que el nuevo delirio de Palahniuk. Se trataba del libro en el que por fin Chuck abrazaba su faceta de cuentista en pleno. No es un libro de textos sueltos o relatos que conforman una novela, fue anunciado como un cuentario en toda regla. Algo que sus lectores hemos esperado en silencio por décadas. 4. Palahniuk sigue siendo un éxito de ventas. Pero sus tramas, que cada vez se han vuelto más delirantes, no conectan con el lector con la contundencia del pasado. Este no es un fenómeno exclusivo de Palahniuk, le ocurre a otros autores de la Generación X, a Irvine Welsh, por ejemplo. Quien se ha visto menos afectado al respecto es Bret Easton Ellis, y esto quizá se deba a que ha publicado menos en la misma cantidad de años. De 2005 a 2018 ha producido sólo dos novelas, la catedralicia Lunar park y Suites imperiales. Ambas obras a la altura de Menos que cero y American Psycho.

EL ALACRÁN FATIGÓ la lectura de cuanta nota, columna y editorial tuvo a su alcance sobre el presupuesto 2019 del nuevo gobierno. Recorrió también las redes sociales para recabar opiniones y luego escuchó y observó noticieros donde se analizó el documento. Se esforzó a fondo por atestiguar la comparecencia donde el encargado de Hacienda puntualizó el proyecto y, para finalizar, reptó por las 140 páginas del texto de egresos hasta quedar rendido. El venenoso confirmó su predicción sobre los poco más de 12 mil millones de pesos de presupuesto para la cultura. Y aunque la titular del área, Alejandra Frausto, salió al paso en un comunicado para negar la disminución del presupuesto 2019 con respecto al del año anterior, prevalecieron las dudas, pues también confirmó reducciones en algunas áreas. El arácnido observa una disputa, pues hay quienes exigen terminar con los privilegios y lujos de una élite cultural aristocrática, los llamados cultos de caviar o socialité, beneficiarios desde los años ochenta de las instituciones culturales, los apoyos, la promoción y los recursos económicos. Este grupo de poder fáctico es visto como el correlato, en el terreno cultural, de las políticas económicas neoliberales, un producto del “nuevo darwinismo social, cultural y educativo”, según los describe Wendy Brown en El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo (Malpaso, 2016). Por otra parte, hay quienes apoyan la continuidad del mismo proyecto cultural (iniciado por Rafael Tovar), si acaso con algunas reformas para lograr su eficiencia. Entre esas dos posturas, el proyecto gubernamental tiene otro enfoque, busca “generar un programa de cultura más justo, democrático y de alcance nacional para incluir a los sectores históricamente marginados”, y por ello dirige la inversión

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por

NO ES UN LIBRO DE TEXTOS

CONFORMAN UNA NOVELA,

CARLOS VELÁZQUEZ

FUE ANUNCIADO COMO UN

@charfornication

SUELTOS O RELATOS QUE

CUENTARIO EN TODA REGLA . 5. Stories You Can’t Unread es el subtítulo original de Invéntate algo. Desde ahí el libro comienza a incomodar al lector. Es una lápida innecesaria. Como lector de Palahniuk no hacen falta más accesorios. Pero ya sabemos cómo es el criterio editorial gringo. No te permiten deslizarte dentro de la obra sin antes bombardearte con citas y advertencias de todo tipo. Y qué ocurre cuando esto infla el libro, que es la obra la que lo paga. Tal es el caso de Invéntate algo, en el que el Palahniuk de la devoción por la estructura y la historia que conocimos en “Tripas” no aparece por ningún lado. 6. El lomo de Invéntate algo lo conforman 377 páginas. Y lo primero que te viene a la cabeza al ver a semejante monstruo es que se trata de una demostración de músculo. El trabajo de años por fin sacado a la luz para soltar de cachetadas. Pero en su lugar hay una cantidad de textos que conforme avanza el volumen se desdibujan cada vez más. Historias de una flojera tremenda, chistoretes posmo y cero ambición. Qué le ocurrió a Palahniuk, es la pregunta que asalta mientras lees los textos. Y resulta que comienzas a extrañar al novelista. Aquel que se mueve bastante bien por ese terreno, sin llegar a ser entrañable, pero que aquí patina de la manera más garrafal. Te esperabas su caída, y aunque jamás consideraste que se diera en el cambio de género es de lo más comprensible. 7. “El Grandullón de Sultán Rojo” es un cuento emparentado directamente con “Tripas”. Es quizá por esto uno de los mejores textos del libro. Tiene al ano como uno de sus componentes primordiales. Trata de un caballo que es filmado penetrando a un varón blanco. El granjero Randall, sin saber esto, se lo compra a su hija. Ahí comienza a desarrollarse una historia como una olla exprés a punto de ebullición. Pero la solvencia mostrada en “Tripas” aquí se desinfla, dejándote con la añoranza de otros Palahniuk.

Fuente > ssociologos.com

1. DE ACUERDO, PALAHNIUK no se ha distinguido como cuentista. En su dilatada carrera apenas había tocado el género en un par de libros. Error humano de 2004, una colección de textos misceláneos, y Haunted (traducido como Fantasmas) de 2005, una metanovela conformada por 21 historias cortas. Entre las que se incluye “Tripas”, un relato perfecto. El ejemplo apabullante de cómo se debe escribir un cuento. Un texto apabullante. En lo formal es imbatible y en lo temático repugnante. Pese a su escatología no deja de resultar fascinante. Se puede leer aquí: https://www.pagina12.com.ar/diario/ suplementos/radar/subnotas/2350-358-2005-07-03.html

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EL PEOR LIBRO DEL 2018 EL SINO DEL ESCORPIÓN

HAY QUIENES

Por

EXIGEN TERMINAR CON LOS PRIVILEGIOS Y LUJOS DE UNA

ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

ÉLITE CULTURAL ARISTOCRÁTICA, LOS LLAMADOS CULTOS DE CAVIAR O SOCIALITÉ

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hacia las comunidades y la reconstrucción del tejido social para la paz. Entre las cifras sobresale también la reducción de recursos para las universidades, pero el alacrán se pregunta si los defensores de los dineros universitarios cierran los ojos a la corrupción en estas instituciones. En la UNAM, alma mater del venenoso, es aberrante el contraste entre el salario de un profesor de asignatura y el del coordinador de humanidades o el de difusión cultural. En la educación superior también existe una aristocracia académica. ¿Adónde van, si no, los multimillonarios recursos de la Universidad de Guadalajara, la segunda con mayor presupuesto del país? ¿Y los de las universidades de Hidalgo o de Morelos? Instituciones en manos de temibles poderes fácticos de la cultura, y eso sin hablar de las universidades cómplices de la estafa maestra. ¿O acaso no es de cultos hablar de eso?

C U LT U R A , C AV I A R Y FRIJOLES

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Informamos a los lectores de El Cultural que el próximo 29 de diciembre publicaremos una edición especial, sólo en línea: www.razon.com.mx/ediciones-el-cultural/ Volvemos con la edición impresa el 5 de enero de 2019. Feliz año nuevo y hasta entonces.

SÁBADO 22.12.2018

FILO LUMINOSO Por

NAIEF YEHYA

L A FA V O R I TA DE YORGOS LANTHIMOS

“SI “ ALGO HACE INOLVIDABLE ESTA FEROZ TRAGICOMEDIA ES LA HABILIDAD Y GRACIA DEL REPARTO Y SU FENOMENAL AGUDEZA PARA ESCAPAR DE ESTEREOTIPOS”.

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l tercer largometraje filmado en inglés del cineasta griego Yorgos Lanthimos, La favorita (The Favourite) es una película de época suntuosa, delirante, provocadora e irónica, que se desliza del realismo a la ucronía con una serie de detalles estrambóticos y anacronismos desternillantes. Este filme ha sido celebrado como la obra más accesible del director de Colmillo o Dogtooth (2009) y Alpes (2011), lo cual sería usualmente una señal de alarma para un autor complicado e irreverente, sin embargo la pila de virtudes de este trabajo obliga a poner en perspectiva su acercamiento un tanto más convencional al cine en esta obra. En La favorita Lanthimos tiene a tres mujeres en sus estelares: la reina Anna (Olivia Colman); su ministra, amante, manipuladora y consejera Lady Sarah Churchill, Duquesa de Marlborough (Rachel Weisz) y la prima caída en desgracia de esta última, la baronesa de Masham, Abigail (Emma Stone), quien resulta una astuta intrigante que usa su atractivo e ingenio para ascender en la corte. Abigail es contratada como criada después de que su padre pierde su fortuna, propiedades y familia en la mesa de juego. La reina aparece como una mujer frágil, ingenua y achacosa que duerme en una habitación con un pequeño ejército de diecisiete conejos a los que trata como si fueran sus bebés. Lo que se presenta como una caricatura más tarde se revela como una tragedia cuando sabemos que cada uno representa a un hijo, un heredero al trono, muerto en la infancia. “Todo mundo me abandona y muere”, dice la reina. Mientras la monarca se pasea torpemente por el palacio, ridícula, triste, adolorida por la gota y una atormentada digestión, imagina ofensas e indignidades provenientes de la servidumbre. Entretanto Sarah se dedica a manejar los asuntos del estado, en particular la eterna guerra contra Francia que desea financiar subiéndole los impuestos a los terratenientes. Abigail, quien literalmente llega cubierta de mierda al palacio, pasa rápidamente de ser una víctima vulnerable de las trabajadoras de la cocina a convertirse en una ambiciosa especuladora que se vuelve la favorita de la reina. Las conspiraciones y la manipulación en la corte reflejan la arrogancia y ambición personal de quienes rodean el trono y su total desprecio por el auténtico costo de la guerra, el sacrificio del pueblo o incluso los pesares de la burguesía. Esto obviamente es un comentario político a la situación contemporánea de guerra sin fin y depredación de los jerarcas de nuestro tiempo: las grandes corporaciones. El cine de Lanthimos está siempre cargado de un humor punzante, oscuro, cruel y desquiciado; su estrategia es crear universos aparentemente realistas donde tan sólo algunas convenciones insólitas difieren de la realidad y lo transforman todo (lingüísticas en Colmillo, de costumbres en Alpes, legales en La langosta, 2015 y rituales en El sacrificio del ciervo sagrado, 2017). Estas alteraciones enrarecen el ambiente y transforman la aparente normalidad en un excéntrico paisaje moral y social. En esta ocasión, que es la primera en que el director no escribió el guión (Tony McNamara adaptó el guión de Deborah Davis), también la trama coquetea con el absurdo y una variedad de elementos atemporales inyectan al filme una carga crítica que actualiza esta historia de principios del siglo XVIII. El realizador ha mostrado siempre una preocupación por los mecanismos de la autoridad, ya sean los padres, el Estado o la institución médica, así como las formas para transgredirlos. Esta cinta es una oportuna exploración de las políticas de género, que se enfoca en el poder femenino sin el menor atisbo de condescendencia ni maniqueísmo.

Fuente > IMDB

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El Cultural

Nicholas Hoult y James Smith en La favorita.

Los hombres aparecen arrogantes, torpes y sobre todo ignorantes de la astucia femenina y sus consecuencias, demasiado preocupados con actividades como carreras de patos o langostas o con tirarle frutas a un hombre obeso y desnudo. Este periodo de la historia de Inglaterra queda aquí en manos de un triángulo sáfico de mujeres ambiciosas e impredecibles que no sólo desafían el orden patriarcal, sino que lo ignoran. Así se refleja en la libertad sexual de las mujeres y la usurpación de los placeres masculinos, como la práctica de tiro, así como en el vestuario de la genial Sandy Powell, que combina brillantemente elementos tradicionales con plásticos, ornamentos extravagantes y texturas modernas así como indumentarias fetichistas (del look pirata a la parafernalia sadomasoquista). Lanthimos no explota morbosamente la sexualidad de las protagonistas y si bien el descubrimiento del affaire entre la reina y su confidente abre la puerta al complot de Abigail, en realidad no hay juicios homofóbicos. Por el contrario, se concentra en presentar la gama de muestras de cariño, deseo y pasión entre las protagonistas; obviamente sin ignorar las consecuencias, riesgos y privilegios que implican. Lanthimos filma esta intriga palaciega, basada libremente en la historia real, con una abundancia de tomas panorámicas en gran angular y ojo de pescado. La fotografía de Robbie Ryan crea una sensación que va de la claustrofobia a la agorafobia al convertir al palacio en un laberinto o una mole piranesiana; asimismo se vale de la iluminación natural y sugerentes claroscuros para crear un aire de intimidad y agobio. La pista sonora es un deleite que incorpora a Händel, Schubert y Vivaldi con Olivier Messiaen, así como ruido espectral minimalista y estridente que inunda los salones e interminables pasillos, creando una atmósfera de amenaza. Pero si algo hace inolvidable esta feroz tragicomedia es la habilidad y gracia del reparto y su fenomenal agudeza para escapar de estereotipos. Nada parece más difícil que lograr que la reina no se convierta en un esperpento lamentable y Colman crea un personaje digno y vital que le hará justicia a su extraordinaria carrera. Asimismo Weisz, con su agresividad y pasión reprimida, y Stone con su engañosa dulzura malévola, ofrecen actuaciones profundas y repletas de matices que vuelven complejos a sus personajes. Sin duda ésta es la primera vez que Lanthimos nos presenta personajes articulados y pluridimensionales que merecen su respeto. Este es un cambio radical ya que una de las características de los anteriores filmes del director griego era su énfasis en la frialdad emocional, el desapego y la austeridad expresiva de sus actores, mientras que aquí logra que alcancen registros memorables. Si bien no hay duda de que es un filme soberbio, no queda claro qué sucederá con Lanthimos, el perturbador director de culto que aún no hemos terminado de admirar.

21/12/18 17:51


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