CARLOS VELÁZQUEZ CUBA STONE
BRUNO H. PICHÉ
UNA HISTORIA DE SILENCIOS
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ SOBRE LA DEPRESIÓN MAYOR
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
LA INCONSECUENCIA DEL ANONIMATO
RAÚL TREJO DELARBRE
SHAKESPEARE SONETOS APASIONADOS
VERSIONES DE VÍCTOR MANUEL MENDIOLA
VEINTE AÑOS SIN BIOY CASARES ROBERTO ALIFANO
FRANCISCO G. HAGHENBECK UNA ENTREVISTA ROGELIO GARZA
Arte digital > A partir de imágenes en advokatbladet.no y sopitas.com > Staff > La Razón
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La emergencia del movimiento #MeToo en las redes sociodigitales de México ha tenido una evolución vertiginosa. Las expresiones de rechazo entre algunos denunciados y denunciantes pronto alcanzaron los dominios de la irracionalidad, el fanatismo que instala sin contemplaciones su tribunal o paredón. El tema crucial del anonimato, a su vez, ha concentrado gran parte del debate. Nada de esto descalifica en absoluto las denuncias fundadas, pero el fenómeno evidencia también, con fuerza inédita, un malestar cuyo reclamo detonó la conmoción social que atestiguamos en los días recientes.
#MeToo
LA INCONSECUENCIA DEL ANONIMATO RAÚL TREJO DELARBRE
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oda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. ¿Se acuerdan de esa frase? A partir de ella se han construido principios y procedimientos del Derecho moderno. La presunción de inocencia es garantía contra abusos del poder —de cualquier poder—. El debido proceso obliga a que no haya condenas sin pruebas. Un proceso adecuado implica audiencias, evidencias, testimonios y hasta entonces, sentencia. Todo eso se olvida en el instantáneo tribunal de las redes sociodigitales. Cuando una denuncia se vuelve trending topic no hay explicación ni reparo que valga, al menos con la eficacia que adquieren las acusaciones propagadas de manera viral. Si Twitter suena es que algo lleva, dictaminan las mayorías irreflexivas. Pero no siempre, como nos consta a diario, las redes sociodigitales difunden la verdad. La gran ocasión que estas redes ofrecen para hacerse eco de la pluralidad y la realidad sin limitaciones ni censuras es desperdiciada cuando se reproducen versiones que no están apuntaladas en evidencias ni verificaciones. El movimiento MeToo tuvo un enorme éxito gracias a tres factores. Sus denuncias
develaron atropellos inadmisibles y concitaron la legítima indignación de mujeres, y también hombres, que rechazan el abuso de poder para obtener beneficios sexuales. En segundo lugar, aprovechó con eficacia la apertura, así como la capacidad de propagación, de las plataformas sociodigitales. Allí se expresó una gran cantidad de mujeres que tuvieron el valor de señalar a sus agresores. El Me del movimiento, en tercer término, implicó que esas mujeres dieran la cara: tienen nombres, rostros y apellidos. MeToo fue expresión de valor civil reafirmado en el apoyo mutuo: las denuncias de unas propiciaron otras más. Esa solidaridad en cadena se sustentó en hechos documentados. En octubre de 2017, el reportaje de Ronan Farrow en The New Yorker sobre las acusaciones de violencia y abuso sexual contra el productor Harvey Weinstein detonó esa sucesión de revelaciones. Yo También tuitearon entonces millares de mujeres refiriéndose a sus propios agresores. Si las denuncias hubieran sido anónimas, Weinstein y otros acosadores seguirían tan campantes. La sororidad, como las feministas llaman a la fraternidad entre mujeres, no existe sin identidades reconocibles.
SIMPLISMOS, EQUÍVOCOS, FALSEDADES Los movimientos sociales, mientras más amplios son, más contradicciones y tensiones experimentan. Dentro de cada movimiento aparecen concepciones distintas sobre lo que hay que hacer y cómo. Con frecuencia sus participantes caen en inconsecuencias. La noble causa del #MeToo, movimiento tan amplio como los abusos que pretende atajar, se ha enfrentado a intolerancias e inercias machistas, entre otras dificultades. Pero además, tropieza con tres obstáculos que resultan de su propia diversidad. El primero de ellos es la división maniquea entre hombres perversos y mujeres virtuosas. Evidentemente no todos los varones son abusadores e infames, de la misma manera que no a todas las mujeres las definen la magnanimidad y la honestidad. Tan sólo mencionar esas obviedades parece ridículo. Pero entre no pocas adherentes del #MeToo campea la convicción de que basta con que una mujer la diga para que una denuncia sea cierta. Pretender ignorar las agresiones a las mujeres es una tonta obcecación. Pero
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suponer que la verdad es monopolio de un género constituye una expresión de fanatismo. Un segundo escollo entre las acciones del #MeToo y la denuncia de abusos contra las mujeres es la flexibilidad de las transgresiones, reales o supuestas, que se pueden amparar con ese hashtag. Alguno o varios grupos que se asumieron como el #MeToo mexicano abrieron cuentas en Twitter para propagar denuncias anónimas. Allí se difundieron algunas acusaciones muy graves, que ameritarían ir al terreno judicial, sobre hechos, según se dijo, que ocurrieron en el ámbito de la literatura, el teatro, la música o la academia, entre otros. Pero junto con ellas se publicaron episodios baladíes: anécdotas que no llegaban a agresión, equívocos confundidos con asedio, despidos o medidas laborales por causas ajenas al acoso. Así mezclados, los episodios realmente graves se difuminan y trivializan. No todo lo que ocasiona incomodidad es una agresión. No toda insinuación sensual o sexual es acoso. Marta Lamas ha explicado, en un brillante y preciso libro: Hay que dilucidar si toda forma de requerimiento sexual es acoso, si todo acoso es violencia y si la violencia sexual es o no más grave que las demás violencias.1 Un tercer error en el que incurren —no siempre— los grupos y las personas identificados con el #MeToo es la acusación infundada. Los abusos sexuales no en todos los casos dejan huellas y, ciertamente, a veces resulta difícil documentarlos con rigor pericial. Pero sin evidencias el señalamiento depende únicamente de la palabra del acusador —o acusadora— y queda sujeto a la credibilidad que se le quiera conceder o reconocer. Cuando se publican acusaciones de esa índole, sobre todo si se trata de personajes afamados, la sociedad toma partido definida por simpatías y no por hechos. Hay quienes han querido creer que Woody Allen o Kevin Spacey son culpables de las transgresiones que se les adjudican. Otros deciden no creerlas. La persona así señalada queda a merced del jurado popular que transita de las redes sociodigitales a los medios y en el cual las emociones pesan más que los hechos. En algunos casos las pesquisas judiciales comprueban o descartan esas acusaciones. Pase lo que pase queda el veredicto, habitualmente condenatorio, de los implacables tribunales que se habilitan en el espacio mediático. Las mujeres francesas que reaccionaron críticamente al #MeToo señalaron el año pasado: #MeToo ha provocado en la prensa y en las redes sociales una campaña de delaciones y de acusaciones públicas de individuos quienes, sin darles la posibilidad de responder ni defenderse, han sido colocados en el mismo plano que los agresores sexuales. 2
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“SE “ DIFUNDIERON ALGUNAS ACUSACIONES MUY GRAVES, QUE AMERITARÍAN IR AL TERRENO JUDICIAL. PERO JUNTO CON ELLAS SE PUBLICARON EPISODIOS BALADÍES: ANÉCDOTAS QUE NO LLEGABAN A AGRESIÓN, EQUÍVOCOS CONFUNDIDOS CON ASEDIO . EXCESOS DEL #METOOMEX
NI RESENTIMIENTO, NI SILENCIO
Habría que aplaudir al #MeToo mexicano si presentara hechos documentados, si respaldara a las víctimas para presentar denuncias, si no estuviera repleto de acusaciones anónimas. Sin rigor ni verificación, esas cuentas en Twitter se convirtieron en escaparate de miserias personales, incidentes variados, venganzas e imposturas. Es altamente posible que entre los episodios allí relatados haya casos de auténtico asedio contra mujeres. Pero quedan confundidos y en todo caso sujetos al beneficio —o perjuicio, según— de la duda. Las acusaciones así expuestas sólo pueden tener dos efectos: la catarsis para quienes las presentan y la persecución pública contra los denunciados. “Yo sí te creo”, les dicen sus simpatizantes a quienes formulan esas acusaciones. Y uno puede creer o no, pero siempre a partir de un juicio subjetivo, tamizado por las simpatías, los desafectos o el voluntarismo de cada quien. Se pueden recordar las ineficiencias en la impartición de justicia y las dificultades para apuntalar una denuncia por acoso o por violencia sexual. Pero supeditado al ánimo de quienes recorren la tuitósfera para enterarse del infortunio o la ruindad de otros, el conocimiento de esos casos quizá sirva como terapia pero sin duda no es justicia. Esas denuncias pueden afectar a personas que no han cometido transgresión alguna. La presunción de inocencia queda anulada cuando alguien, al amparo de su propia subjetividad, convoca a la condena moral de otros. Si se trata de un verdadero delito, el desprestigio no es la manera de sancionarlo. Si el acusado no cometió la falta que le señalan, se trata de un inocente sometido a una indebida persecución pública.
No hay explicaciones cabales para la decisión del músico y escritor Armando Vega-Gil, quien se suicidó el primero de abril, después de ser acusado en un mensaje anónimo en Twitter. Pero sí debiera haberlas para las reacciones que suscitó. En las cuentas del #MeToo mexicano, y en sus afluentes en las redes, circularon mensajes de incomprensión y odio que no tomaban en cuenta la tragedia ocurrida. La periodista Blanche Petrich advirtió la indigencia emocional de los fundamentalistas que se ensañaron ante ese acontecimiento: #MeToo no supo reconocer el valor del silencio. Sobre el duelo y las lágrimas de la familia y los amigos del botellito de jerez hablaron las juezas ciegas: “Jugar con eso para salvarte de una demanda por pederastia e intentar limpiar tu imagen no sólo es cobarde, es ruin”. Para mí, el #MeToo mexicano se hundió con esas palabras.3 Si el feminismo descansa antes que nada en el humanismo, el que se expresó en aquellos tuits (anónimos y cargados de resentimiento) no es feminismo. El acoso y los abusos no serán erradicados con campañas de odio. No se trata de que las agredidas callen pero sí de que los legítimos derechos y reclamos de las mujeres no sean pretexto para incriminaciones sin sustento. A los derechos de unas no se les defiende violentando los derechos de otros. Notas Acoso. ¿Denuncia legítima o victimización?, FCE, 2018. 2 Defendemos la libertad de importunar, indispensable a la libertad sexual, manifiesto de Sarah Cliche, Catherine Millet y otras, en Le Monde, 9 de enero, 2018. 3 La Jornada de Oriente, 2 de abril. 1
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Al margen de su dramaturgia, los sonetos de Shakespeare ocupan un lugar esencial en su literatura: son tal vez la zona más íntima de su obra, la más reveladora de su temperamento. En ellos, la transgresión cuestiona los valores convencionales desde la libertad de un arte de amar dispuesto a experiencias nuevas o dolientes, en claves eróticas que fusionan su complejidad e intensidad lírica. Las versiones que presentamos aplican el consejo de Pound de actualizar y renovar a los clásicos: una tarea que invita a descubrirlos de otro modo.
LA SUBVERSIÓN SHAKESPEARE NOTA Y VERSIONES VÍCTOR MANUEL MENDIOLA
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odo ha sido dicho con exactitud y todo ha sido vuelto a decir colmado de dudas y enigmas sobre la vida y la poesía de William Shakespeare. Sin embargo, por encima de todo eso está el hecho primario de la enormidad de la creación de Hamlet, Macbeth, El Rey Lear, Otelo, Ricardo III... y la potencia cósmica de su verso. Ciertamente es significativo que Samuel Johnson, al estudiar los trabajos de Shakespeare, siempre habla de él no como un dramaturgo sino, sobre todo, como poeta. Las tragedias, las comedias y las tragicomedias nunca dejan de estar en el universo de las ecuaciones de la poesía en movimiento bajo su forma más aguda y humana. En este contexto, ¿qué lugar ocupan los 154 sonetos publicados en 1609, siete años antes de su muerte, por el editor Thomas Thorpe? En todas esas piezas observamos la viveza de las pasiones irrefrenables y la conciencia herida; lo que el poeta siente de sí mismo y lo que
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percibe del otro o la otra, o de los otros dos juntos; la lujuria chispeante y dolorosa y la igualación brutal del deseo con las transacciones económicas (pago, rédito, hipoteca, interés); lo inmediato escondido y lo mediato revelador. De manera concreta vemos tres amores: el amor platónico, el amor sensual y el amor de estar en el secreto de un pensamiento lírico hecho de oposiciones vitales y, a través de ellas, la diversión de un triángulo erótico. Y todo ocurre en las formas de la gracia —repleta de dobles sentidos, muchos obscenos—, la inteligencia, la libertad moral, y en un individualismo duro y pragmático, aunque al final tan comprensivo de la fragilidad y la desgracia, que Shakespeare también padeció y que lo llevó incluso a exclamar: Mas yo soy el que soy y los [que cuentan Mis faltas en verdad cuentan [las suyas.
En este espacio, en ese gran escenario de la conciencia llena y vacía, William Shakespeare trata de educar a un joven sobre las ventajas de la reproducción y la herencia. Y mediante esa pedagogía acaba amándolo, por lo menos de manera idealizada. En ese espacio, también, aparece la dama oscura, con su pelo negro cuervo y su tez oscura, que acicatea la intensidad del placer y castiga a quien la ama. A su tiempo, el poeta la describe con dureza: Te juré hermosa y te pensé [radiante Y eras oscuro infierno, negra [noche. Los catorce sonetos que enseguida se publican sólo son un acercamiento al mundo remoto de William Shakespeare que, de manera contradictoria y refinada, es tan certero, tan vivo y tan actual en la ominosa y cada vez más vulgar realidad de nuestro tiempo.
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XIV
Queremos siempre exagerar lo hermoso Y hacer vivir la rosa de lo bello, Mas como todo lo maduro muere, Un hijo puede ser tierna memoria. Mas tú, que estás cautivo de tus ojos, Criados en una luz de luz perenne, Engendras hambre en la avidez saciada, Y enemigo de ti, a ti mismo niegas. Tú que eres hoy la fresca flor del mundo Y único heraldo de la primavera, En tu capullo entierras tu verdad Y tierno avaro gastas sin gastar. Del mundo apiádate o si no, glotón, Te comerás el mundo como tumba.
De las estrellas no hago agobio o máxima, Mas yo pienso que tengo astronomía, Y no hablo de mi buena o mala suerte, De peste, ruina o tiempo de cosecha. Ni de anunciar fortunas en minutos, Diciendo truenos, lluvia y fuertes ráfagas, O hablando que tendrán virtud los príncipes, Por lo que hallo a menudo sobre el cielo. Mas de tus ojos mi saber derivo Y en los constantes astros leo el arte De cómo incrementar verdad y encanto, Si los custodias dentro de ti mismo. Si no fuera así, te hago este pronóstico: Verdad y encanto acabarán contigo.
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XX Un rostro de mujer te dio Natura, Tú, señora-señor de mi pasión; Amujerado en corazón gentil Sin cambio brusco en nueva moda vana; Tus ojos tienen más luz que los de ellas, Menos falsos animan lo que ven; Un hombre a gusto en el control del gusto, Los roba a ellos, y las turba a ellas. Fuiste creado para ser mujer, Mas natura te amó mientras te hacía Y me agregó a mí para ser vencido Y me aumentó con algo que era nada. Y aunque creado para las mujeres Tu amor es mío y los placeres de ellas.
XL Toma todo mi amor, amor, sí, tómalo. ¿Qué más tienes que no tuvieras antes? No amor, mi amor, que sea amor auténtico, Lo mío ya era tuyo desde siempre. Así, si por amor mi amor recibes, Yo no te culpo por usar mi afecto; Mas sí porque a ti mismo te has mentido Al rechazar por gusto lo que gozas. Perdono tu hurto, mi gentil ladrón, Aunque te robes toda mi pobreza; Y sabe amor que es una gran angustia El mal de amor que deja el abandono. Gracia lasciva, en quien el mal deslumbra, Mátame de odio, mas no sin amor.
XLI Las faltas bellas que tu gusto inventa Cuando me ausento de tu corazón, Tu hermosura y tu edad colman de réditos, Porque el deseo aún va a donde vas. Eres noble y por ello un ser querido, Eres bello y por tanto ansiada presa, Hijo de una mujer, ¿rechazarías La amable seducción de una mujer? Aunque no debes, déjala por mí, Riñe a tu juventud y a tu hermosura, Que son quienes te llevan al disturbio Y te hacen violentar mis dos verdades: A la bella la tienta el joven bello, Y a ti, tu encanto que es falso conmigo.
XLII Que tú la tengas a ella no me angustia, Aunque tal vez yo la ame con cariño; Pero si ella te atrapa es mi disgusto, Una muda de amor que me lastima. Excusaré a los pérfidos amantes:
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Tú la amas porque sabes que yo la amo, Y por mi amor, ella abusa de mí, Y sufriendo por mí, él goza de ella, Si la pierdo, mi pérdida es ganancia Porque mi amigo encuentra lo perdido; Los dos ganan y yo pierdo a los dos Y ambos me imponen por mi bien un cargo. Mas gozo porque yo y él somos uno; Entonces, ella sólo me ama a mí.
XLVII Mi corazón y mi ojo están en paz, Y se hacen buen servicio el uno al otro: Cuando el hambre de ver domina a mi ojo, O el corazón se ahoga entre suspiros, Mi ojo con tu retrato monta fiesta Y con tu estampa invita al corazón; O el corazón resuelto hospeda al ojo Y la extrañeza del amor comparte. Así por el retrato o la pasión Tú que estás lejos, en mí estás presente; Por ti mis pensamientos no se mueven, Yo estoy con ellos y ellos en ti inmóviles; O, si ellos duermen, tu pintura en mí Saca del sueño al corazón y al ojo.
CXXI Mejor ser vil que sólo parecerlo, Cuando no existe causa de reproche, Y el perdido placer así es valuado No por mí mismo sino por la gente. ¿Por qué los falsos ojos corrompidos saludan a mi sangre juguetona? ¿U otros peores que yo me hacen pérfido Y cuentan como malo lo que es bueno? Mas yo soy el que soy y los que cuentan Mis faltas en verdad cuentan las suyas. Puedo ser recto y ellos ser torcidos, Mas nada otorga revelar mis actos; Y si ellos nutren este mal común, El hombre es malo y en el vicio impera.
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CXXVII Antes el color negro no era bello o no tenía el nombre de lo hermoso; Pero hoy el negro es noble mayorazgo Y hermosura a costa de la infamia: Desde que el mundo dio a las manos fuerza, El bien por mal del arte expió el defecto, La hermosura no tiene nombre y santo Y carece de gracia sin desgracia. El pelo de mi amante es negro cuervo En rima con los ojos; ellos lloran Como quien sin nobleza porta encanto, Obra soez con una falsa estima: Lloran tanto que son ya su lamento Y el mundo dice: lo bello es lo negro.
CXXX Los ojos de mi amor no son el sol; Sus rojos labios no son coral rojo; Si alba es la nieve, por qué el busto es pardo; Si el pelo es púas, negras púas tiene. Vi rosas de damasco —rojas, blancas—, Pero esas rosas no vi en sus mejillas; Y en algunos perfumes hay más gozo Que en el aliento que mi amante exhala. Amé escuchar su lengua, mas sé bien Que la música es mucho más afable; Concedo que jamás vi a una diosa, Mi amada cuando pisa, pisa fuerte. Mas, por el cielo, yo sé que ella es única Y desmiente cualquier tramposo símil.
CXXXVI Si tu alma siente que yo estoy muy cerca, Di a tu alma ciega que yo soy quien te harta, Ella sabe muy bien que estuve ahí; Así, amor por amor te ruega amor. Y tomaré el tesoro que tú guardas, Lo llenaré llenándote conmigo. En cosas grandes nos probamos fáciles Porque entre números uno es ninguno. Así en cifras permite que no cuente, Aunque en tu tienda deba darte mi uno; Porque nada me tiene, tú sostenme Que siendo nada, en ti soy todo dulce. Haz mi nombre tu amor, y ama que dure, Pues así me amarás, ya que soy tu uno.
CXXXVIII Si ella me jura hablar con la verdad Le creo, pero yo sé que es mentira, Ella me piensa como un mozo ingenuo, Omiso de las trampas de la vida.
Pensando que ella piensa que soy joven, Sé que ella sabe que ya no lo soy Y acepto fácil su engañosa lengua. Ambos borramos la verdad tan simple. ¿Mas ella por qué insiste en que es auténtica? ¿Y por qué no le digo que soy viejo? Porque el amor gusta fingir verdad, Y el amor ama no contar los años. Así le miento mientras ella miente, Y en culpas por mentiras nos mimamos.
CXLIV Dos ángeles yo tengo, en bien y en mal, Que como dos espíritus me inspiran: El ángel bueno es un muchacho rubio, El malo, una mujer de tez oscura. Para atraparme la mujer maligna Seduce a mi ángel lejos de mi lado, Ella haría de un santo un ser perverso Tentando su pudor con sucio orgullo. Así, si mi ángel se hace sospechoso, Puedo decirlo, pero oblicuamente; Ambos me siguen y ambos son amigos. Pueden ser juntos ángel con infierno. Mas esto no será, aunque viva en duda, Hasta que el ángel malo incendie al bueno.
CLII Al amarte juré una vez por ti Y tú dos veces por mí y en la cama Rompiste nuestro trato; y la fe nueva Es, tras el nuevo amor, un odio nuevo. ¿Por qué te acuso de violar dos votos si yo he violado veinte? Soy más pérfido, mis pactos son pactos para engañarte y mi confianza por ti está perdida. Ya que juré por tu honda gentileza, Por tus votos de amor, verdad, constancia Y porque a la ceguera abrí los ojos O hice que estos odiaran lo que miran: Juré tu encanto, con ojo perjuro, Y contra la verdad juré mentira.
Ilustraciones de la época isabelina, del libro de Anthony Burgess, Shakespeare, Penguin Books, Gran Bretaña, 1972.
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El poeta, narrador y ensayista argentino Roberto Alifano cultivó una amistad cercana con Jorge Luis Borges, de quien fue amanuense durante una década y con quien tradujo las Fábulas de Robert Louis Stevenson, entre otros libros. A dos décadas de la muerte de Adolfo Bioy Casares, en esta semblanza Alifano aborda la figura del escritor de puertas adentro, de lo que decía y sentía, de cómo se relacionaba con su vocación literaria y su tiempo. Además, acerca la lupa al cuento “Los afanes”, donde el autor despliega una suerte de poética personal.
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E MPIEZO POR MI RELACIÓN personal con el maestro y amigo. En 1988, cuando se creó Proa en su tercera época, Bioy y Silvina Ocampo fueron padrinos de la publicación. Desde los prolegómenos, ellos nos dieron consejos y nos alentaron, nos brindaron sus obras y el tesoro inefable de una especial consideración. Hasta sus últimos días, Bioy permaneció a nuestro lado. Aún en vida, un número especial le fue dedicado. Caballero y aristócrata por donde se lo mire, discreto por principio, de una discreta discreción, que bien podía ser confundida con la humildad,
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Fuente > imagenesmy.com
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i recuerdo personal de Adolfo Bioy Casares va de lo afectivo y entrañable a lo inspirado y literario. Lo recuerdo como un hombre amable, aristocrático, prudente y divertido, aunque de distancia. Fue, sin duda, uno de los pocos clásicos que dio la Argentina. Temeroso del tiempo cronológico y sus agravios, que solía abordar por la vía transversal de la metáfora, parafraseando a Quevedo, le oí decir en uno de nuestros habituales almuerzos en La Biela, el restaurante vecino de su casa: “Yo soy la ceniza que sobró a la llama”. Cierto. Acaso uno de los mejores recursos para conjurar la acción devastadora del tiempo sobre nosotros consiste en la repetición ad infinitum de un acto idéntico cada vez que nos sentimos acosados; la manera más efectiva de eternizar el momento, congelándolo. Algo así como la intrahistoria de la que hablaba Miguel de Unamuno. Buen lector de literatura española, a Bioy, que consideraba a Azorín uno de sus maestros (el “poeta de ventanas”, así lo calificaba en coincidencia con Alfonso Reyes), le encantaba mirar la realidad a través de un caleidoscopio recurrente en personajes. “El mundo que Azorín suscita con el rumor cristalino de sus palabras —observaba Ortega y Gasset— tiene un aroma de quietud patética y asombrada; la inutilidad le salva de la corrupción como a los monjes de la India”.
Josefina Dorado, Bioy Casares, Victoria Ocampo y Borges en 1935.
vivió durante años refugiado en su silencio, que tan sólo fue alterado e invadido en la última etapa de su rica vida literaria. Bioy era un tímido, sabiamente tímido, que hacía de sus finos modales una manera de vivir menos conocida que su obra. Tuvo la enorme ventaja de que la popularidad de Borges lo mantuviera en un cómodo y tranquilo segundo plano, que le dio una existencia casi anónima. Fue cumpliendo así su plan de evasión de una vida mundana que sólo le interesaba en las discretas intimidades del amor, además de quitarle tiempo para construir sus ficciones literarias. Reacio a los reportajes televisivos, prefería en lo posible mantenerse en las sombras. Disciplinado trabajador que aprovechaba desde muy temprano su tiempo, me confesó: “La vida es tan corta, Roberto, que yo necesitaría cien años, por lo menos, para escribir todo lo que imagino”. También le oí decir, que ojalá el “más allá” no sea otra cosa que la prolongación de nuestros anhelos, y agregó:
A veces pienso que nuestra conciencia es algo así como un remedo de la eternidad, ya que el cuerpo, la vida y la energía que nos dan son transitorios, pero en la imaginación somos casi inmortales, casi ubicuos. Podemos estar enfermos en una cama e imaginarnos que estamos nadando en el Mediterráneo. Tenía razón, es muy probable que haya una especie de incompatibilidad entre las limitaciones de nuestro cuerpo y la libertad de nuestra imaginación. Después de esta reflexión que concluimos casi a dúo, sonrió para adentro y tocándome la mano, con complicidad, aclaró que todos esos esfuerzos suyos por escribir eran los vanos intentos de esquivar la muerte que está definitivamente aferrada a nosotros. Adolfo Bioy Casares fue un hombre amable y afectuoso, un seductor que amaba la vida y todo lo que ésta representa. Recuerdo que en ese diálogo me confesó también que una de sus angustias era el deseo de retener a los seres que uno ama, tal como están, inmodificables, ajenos al paso del tiempo: Uno siente amor por alguien y desearía seguir con ese ser amado en la eternidad, sin sufrir las mínimas variantes de la vida que permanentemente nos está cambiando a todos. “Los afanes”, uno de sus cuentos más celebrados (como sus novelas La invención de Morel, que recurre a la ciencia; o El sueño de los héroes y El diario de la guerra del cerdo, que fluyen vastamente), describe a un
“EMPIEZO “ POR MI RELACIÓN PERSONAL CON EL MAESTRO Y AMIGO. EN 1988, CUANDO SE CREÓ PROA EN SU TERCERA ÉPOCA, BIOY Y SILVINA OCAMPO FUERON PADRINOS DE LA PUBLICACIÓN. DESDE LOS PROLEGÓMENOS NOS ALENTARON .
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hombre que decide ser inmortal para seguir pensando, imaginando y haciendo el bien. Este argumento nos hace recordar a aquel griego que se arrancó los ojos en un jardín para que los colores y las formas del universo no distrajeran su pensamiento. Pues bien, el protagonista Eladio Heller renuncia al mundo corporal y a la acción, pero no es un asceta, sino un hedonista que se recluye en un bastidor como si fuera un cuadro. No es una historia autobiográfica, sino que, por el contrario, el relator la refiere casi sin comprenderla, asocia a las personas comunes que rodean al sacrificado protagonista. “Acudí, pero ya era tarde —dice uno de los personajes del cuento—. En el suelo, entre los pedazos del busto, estaba el bastidor roto; Milena acabó de aplastarlo a pisotones”. Invito a mi lector a que recurra al texto [incluido en El lado de la sombra], cuyo placer le será reconfortante. El desenlace está prefigurado por el episodio sorpresivo de un perro.
cursar la carrera de abogacía, pero abandonó luego para dedicarse de lleno a su pasión, la literatura. En 1932 conoció a Jorge Luis Borges en Villa Ocampo, la casa de Victoria Ocampo ubicada en las barrancas de San Isidro, donde la escritora solía recibir a figuras internacionales de la cultura y organizar reuniones. Bioy cuenta que fue durante una de esas visitas que Borges y él se habían apartado del resto de la gente para hablar de libros, por lo que Victoria se les acercó y los reprochó, diciéndoles: “No sean mierdas, che, y atiendan a los invitados”, lo que provocó el enojo de Borges y la retirada de ambos de la reunión. En el viaje de regreso a la ciudad quedó sellada una amistad Fuente > Wikimedia
A DOLFO B IOY C ASARES está justamente considerado como uno de los escritores más trascendentes de la Argentina. Según el genealogista Narciso Binayán Carmona, era descendiente del conquistador, explorador y colonizador español Domingo Martínez de Irala (1509-1556); sus antepasados tenían un remoto origen mestizo guaraní, que compartía con muchos próceres de la época de la Independencia y con grandes personajes paraguayos y argentinos. Perteneció a una familia de clase social alta, muy adinerada, que le permitió dedicarse exclusivamente a la literatura y, al mismo tiempo, apartarse del medio literario de su época. Se dice que su primer relato, "Iris y Margarita", lo escribió a los once años. Ingresó a la Universidad de Buenos Aires para
“SEGÚN “ EL GENEALOGISTA NARCISO BINAYÁN CARMONA, BIOY ERA DESCENDIENTE DEL CONQUISTADOR ESPAÑOL DOMINGO MARTÍNEZ DE IRALA (1509-1556) .
(una complicidad) que duraría hasta la muerte de Borges en 1986, y que dio una de las duplas más célebres de la literatura, llegando a colaborar en varios trabajos, desde colecciones de relatos (Seis problemas para don Isidro Parodi, Dos fantasías memorables, Un modelo para la muerte), pasando por guiones de cine (Los orilleros, Invasión) y antologías (Antología de la literatura fantástica, Cuentos breves y extraordinarios y Antología poética argentina). “Los seudónimos en los que solíamos escudarnos —recordaba Borges—, eran los de H. Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch, lejanos parientes de nosotros”. Entre 1945 y 1955 dirigieron la afamada colección El Séptimo Círculo, que publicó traducciones de las mejores novelas policiales de lengua inglesa, género del que Borges era un gran admirador, al igual que Pablo Neruda. En 1940, Bioy Casares se casó con Silvina Ocampo, hermana de Victoria, también escritora y pintora. Ese mismo año publicó la novela La invención de Morel, que marca el inicio de su madurez literaria. Contó con un prólogo de Borges, en el que comenta la ausencia de precursores del género de ciencia ficción en la literatura en español, presentando a Bioy como el iniciador de un género nuevo. La novela tuvo una gran aceptación y recibió el Primer Premio Municipal de Literatura en 1941. Adolfo Bioy Casares nació en Buenos Aires, 15 de septiembre de 1914, y se fue con los más el 8 de marzo de 1999. En 1990 recibió el Premio Internacional Alfonso Reyes y el Premio Miguel de Cervantes, las máximas distinciones de la literatura hispanoamericana. Se cumplieron veinte años de su partida y esa ausencia ha dejado un enorme vacío en los que fuimos sus discípulos y amigos.
“LOS AFANES”: ÍNCIPIT ADOLFO BIOY CASARES
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L PRIMERO DE mis amigos fue Eladio Heller. Lo siguieron Federico Alberdi, para quien el mundo era claro y sin brillo, los hermanos Hesparrén, el Cabrío Rauch, que descubría los defectos de cada cual; mucho después llegó Milena. Nos reuníamos en la calle 11 de Septiembre, en casa de los padres de Heller; un chalet con techo de tejas francesas, con un jardín que imaginábamos enorme, con senderos rojos, de granzas de ladrillo, rodeando canteros verdes, donde crecían rosales enfermos, a la sombra de copiosas y oscuras magnolias, cargadas, en mi recuerdo, de flores nítidamente blancas. Nuestro lugar predilecto era el garage de los fondos; más precisamente, el automóvil —un Stoddart-Dayton, en continuo proceso de reconstrucción y desarme— que allí guardaban. En esa época, anterior a Milena, la familia de Heller se componía del señor, el dueño del Stoddart-Dayton, un caballero con un largo guardapolvo de franeleta amarillenta; la señora, doña Visitación, diminuta, vivaracha, locuaz, dispuesta a pelear por lo suyo, y Cristina, la hermana, siempre impecable, como sus dos trenzas rubias, siempre detrás de Heller, como un ángel de la guarda ansioso y abnegado, siempre recatada, hasta que algún enojo —con los años la circunstancia fue harto breve— disparaba su carga de acre vulgaridad. Poco antes de desaparecer el padre —partió
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por ocho días a Santiago de Chile, a una reunión de rotarianos, y ya nadie supo de él— nació Diego, que por ser tan niño no se mezcló con nosotros. Eladio Heller nos cautivaba y nos repelía con su riqueza y sus inventos. Una noche yo no paraba de ponderar en casa el tren a cuerda que el señor Heller había regalado a Eladio. Otra noche de la misma semana, genuinamente escandalizado, yo movía la cabeza, comentaba, seguro de la aprobación de mis mayores: —No está bien. No está bien. Algo habrá dicho Eladio, lo cierto es que el señor Heller apareció hoy con una caja inmensa, con un nuevo regalo, con un nuevo tren: uno eléctrico. A la noche siguiente yo volvía apenado. Decía: —Eladio no tiene remedio. Desarmó las dos locomotoras. (Pronto descubrimos que no hay como vilipendiar al ausente, para dar calor a la convivencia). Intuía mi madre: —En ese niño se oculta un maximalista con barba y todo, un ácrata. Mi padre corroboraba: —Destruye por destruir. Fuente Jorge Luis Borges (selección), Cuentistas argentinos, Libresa, Quito, 2004.
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Juan Carlos Onetti señaló que “las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio”, y es que lo no dicho muchas veces constituye el eje fundamental de un discurso. Con la certeza de ese principio, en su reciente novela Honrarás a tu padre y a tu madre, la narradora española Cristina Fallarás explora los mutismos en torno a las historias personales de sus ancestros, quienes fueron nietos y bisnietos de Benito Juárez. Esta lectura se acerca críticamente a su propuesta literaria.
UNA HISTORIA DE SILENCIOS BRUNO H. PICHÉ
H
para David Rieff
ace otra vida —comienzan a cansarme mis otras vidas, quizá con una sobra y basta—, hace otro siglo, de hecho, en una librería de Chicago que ya no existe, me hice de un ejemplar de Los anillos de Saturno, publicado por New Directions, sin haber leído un ensayo de Susan Sontag acerca de su autor en un número del Times Literary Suplement y que aterrizó en forma de elogio definitivo, aplicable a todos sus libros. De ahí la importancia de aquel par de preguntas acerca de un extraño y escurridizo creador: “¿Es Sebald el narrador? ¿O es un personaje ficticio a quien el escritor ha prestado su nombre y elementos escogidos de su biografía?”. Sin tener idea de lo uno ni lo otro, ahí estaba yo, parado y hojeando un libro que a todas luces no era estrictamente de ficción y cuyo arranque es, sin importar el género, imbatible: En agosto de 1992, cuando los días de perro se acercaban a su fin, emprendí un recorrido a pie por el condado de Suffolk, con la esperanza de ahuyentar el vacío que se apodera de mí cada vez que he concluido un buen tramo de trabajo. Y, de hecho, mi deseo se cumplió hasta cierto punto, en tanto raras veces me he sentido liberado como en esa ocasión, caminando horas del día a través del poco poblado campo, el cual se estrecha del interior hacia la costa. El resto de la historia lo conocemos todos. Sebald fue, diría yo, un escritor
“ES “ UNA NARRACIÓN QUE ATRAVIESA A RAS, SIN MAYORES ARTILUGIOS QUE UNA PROSA PRECISA, LA AUTOBIOGRAFÍA .
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emblemático, bisagra si se quiere, del cambio de siglo y de la aceptación creciente de las formas del mestizaje literario entre el gran público —tengo entendido que a cierta crítica cegatona el tema todavía le provoca achaques intestinales. Se tradujo, leyó y comentó por todas partes, y por todas partes ha caído un poco en el olvido. Es normal, no es un escritor fácil: no es ameno. Sirva este decurso para ingresar a los terrenos de una escritora a quien no seré yo quien califique de sebaldiana, pero cuya prosa encaja perfecto entre aquellas dos viejas preguntas explosivas de la Sontag. Me refiero a Cristina Fallarás, nacida en Zaragoza, autora de Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama, 2018), una narración que atraviesa a ras, sin mayores artilugios que una prosa precisa, cero adornos, estilo punzante, el campo de la autobiografía —¿es ella la narradora o un personaje ficticio que ha prestado su nombre y toma episodios de su propia vida? Es obvio que no estamos frente a una novela, así Eduardo Vázquez Montalbán, amigo entusiasta, le pidiera repetidamente que escribiera una. En más de una ocasión, Fallarás confesó que le resultaba imposible tomar la historia de sus ancestros, el nieto y bisnietos del mítico prócer y presidente de la patria mexicana, don Benito Juárez, exiliados en España, y escribir una repugnante novela histórica. La escritora, hay que decirlo, es más bien conocida en los circuitos de novela negra, pero intuyo que la crónica del desalojo que sufrió y que publicó en 2013, A la puta calle, la dejó no menos desahuciada de los bártulos inservibles para reconstruir la historia del dandi y expatriado porfiriano que fue Delfín Sánchez Juárez y su hermana Cristina, nietos de Benito Juárez. Aborda el azaroso pero definitivo encuentro de Delfín con la francesa Sophie Larqué, a quien conoció en Pau hacia 1913 y con quien tuvo dos hijos, los bisnietos del Benemérito de las Américas: Delfín, quien se esfumará de la faz de la Tierra llegada la Guerra Civil, y su hermano
mayor Pablo Sánchez (Juárez) Larqué, quien abrazó y vivió como propio el grito de ¡Viva la muerte! el resto de sus días, desde sus inicios como alférez de las fuerzas franquistas hasta alcanzar el grado de coronel y pegarse un tiro en pleno rostro en Zaragoza, la ciudad de su segunda mujer, la tétrica Jefa María José Íñigo Blázquez. Digo desahuciada para referirme a la forma en que Cristina Fallarás tuvo que enfrentarse para contar su historia, una que la escritora llama de silencios, de cómo estos contagian, atraviesan generaciones y terminan por fermentar en un caldo espeso, pútrido: No se puede contar lo que no existe. Nosotros, los vivos, solo tenemos pequeños huesecillos del esqueleto de la historia, de esta historia, y con ellos la construimos, evidentemente falsa. No cambia en absoluto lo que sucedió [...] Pero el relato sí cambia, y eso, el relato, es lo único que nosotros tenemos. O sea, nuestro propio relato. Nosotros somos el relato. En su silencio largamente guardado, relato indescifrable hasta apropiarse del mismo, Cristina Fallarás pone a su abuelo, el entonces alférez Pablo Sánchez (Juárez) Larqué, el conocido mixteco navarro al que siempre, a pesar de sus dos metros de altura, distinguirán sus colegas franquistas por sus rasgos aindiados, frente a su otro abuelo, el miliciano republicano Félix Fallarás Motivol, fusilado por el primero en Torrero, un 5 de diciembre de 1936. Narración que va y viene entre el urgente presente de Cristina Fallarás y el fardo del pasado, es decir, de la descendencia olvidada del Benemérito de las Américas en una España sumida en el infierno de la Guerra Civil y del franquismo, Honrarás a tu padre y a tu madre recuerda al lector que el relato tiene el atributo de cambiarnos, mientras que la historia acrítica y sus grandes personajes tienden a la petrificación. Sólo por eso no habría nada qué honrar en ella.
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La educación religiosa recibida en la infancia suele tener uno de estos dos resultados a largo plazo: el cultivo de la fe durante el resto de la vida o, por el contrario, el descreimiento inamovible. En el caso de Haghenbeck, los años pasados en las aulas confesionales se manifiestan en la elección de motivos relativos a la fe, aunque abordados desde la óptica de un no-creyente. De esto nos habla el autor de la novela El diablo me obligó, base de la serie Diablero.
Francisco G. Haghenbeck
“LOS LASALLISTAS ME ECHARON A PERDER” ROGELIO GARZA
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muy bien. Afganistán es importante porque ahí aparece por primera vez el concepto del demonio, un ser maligno que hace pecar a los hombres. La novela está llena de esos guiños y metáforas históricas.
rancisco G. Haghenbeck (Ciudad de México, 1965) es un autor prolífico de cuento, cómic, novela gráfica, histórica, policiaca y fantástica, traducido a 17 idiomas. Conversamos sobre su novela El diablo me obligó, cómo se trasladó del papel a la pantalla (adaptada por Netflix para la serie Diablero) y de sus libros recientes. ¿El diablo me obligó es un entrecruzamiento de géneros? Desde luego. Es un estilo que se puso muy de moda en Inglaterra, tenía que ver con el terror, las aventuras, lo paranormal, pero en un ambiente muy urbano. No puedo evitar la cruz de mi parroquia, la cosa policiaca, el noir. Y también tiene mucho de los cómics que me gustan, como los de Alan Moore y los de Swamp Thing. Traté de meter todo eso. Y escritores como Steven Millhauser, Joseph Campbell, incluso Clive Barker, uno de los que más admiro del terror weird. Cacerías y peleas clandestinas de ángeles y demonios… ¿eres religioso? No. Crecí en una familia muy religiosa, en escuelas religiosas, entonces tengo todo el conocimiento, pero no soy religioso. Es una de mis obsesiones. La fe, la culpa y el concepto de los dioses son temas que me gusta explorar en mi escritura. El clérigo de El diablo me obligó —escribes— “busca fuerza en una fe que ya no existía”. ¿La fe se está perdiendo? El clérigo tiene una crisis existencial y de fe, cosa que no ocuparon en la serie y hubiera alimentado mejor al personaje. Pero no creo que la fe se haya perdido. Al contrario, me parece que hay una búsqueda de algo, la gente se siente vacía, los medios de comunicación y el mundo global nos han dejado vacíos. Se busca lo que sea, una inclinación política, religiosa, incluso deportiva: algo a qué aferrarse ante el hoyo negro de la globalidad. Citas a Carlos Castaneda. ¿Qué lugar ocupa el pensamiento mágico en el mundo actual? Creo que está unido a la humanidad. Desde que Joseph Campbell hizo el análisis del Monomito, el cual Carl Jung también estudió, el pensamiento mágico se ha encontrado en
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El libro que inspiró la serie.
todas las culturas. Es parte de nuestra forma de ser, incluso le da sabor al ser humano, aunque personalmente no creo en estas cosas. Años de escuelas lasallistas me echaron a perder, pero te ayudan a ver la vida desde otra perspectiva y a ser más tolerante. El nacionalismo y el fanatismo también son temas de la novela. Sí, por desgracia y por esta búsqueda de la fe, la gente se abraza de ideologías y religiones. Escribí la novela durante la invasión de Estados Unidos a Afganistán, trataba de hacer una farsa de lo que sentía una guerra inútil. Era una forma personal de burlarme de esas decisiones nacionalistas. ¿Por qué elegiste Los Ángeles y Afganistán como escenarios de la novela? Los Ángeles es una metáfora, una ciudad llamada así donde los personajes se dedican a cazarlos, me gustó la idea. Por otro lado, quería que el personaje fuera chicano y que la novela tuviera un ambiente chicano. En la serie lo cambiaron por chilango, pero funciona
“ESCRIBÍ “ LA NOVELA DURANTE LA INVASIÓN DE ESTADOS UNIDOS A AFGANISTÁN, TRATABA DE HACER UNA FARSA DE LO QUE SENTÍA UNA GUERRA INÚTIL .
¿Has estado en Afganistán? No y no lo tengo en mi lista. Es un interés literario, otra de mis obsesiones, desde que leí El hombre que quería ser rey, la gran novela de Rudyard Kipling. Y uno de mis cómics preferidos de aventuras es Corto Maltés. La novela apareció en 2010, ¿cómo fue el contacto con los productores de la serie y con Netflix? Uno de los productores leyó la novela cuando se publicó en España, le gustó, y a través de Morena Films hablamos de adaptarla. Pasó de mano en mano entre directores desde 2011, hasta que Pedro Uriol, el productor, la llevó a Netflix. Le dijeron que tenía que ubicarla en México, chilanguizarla. Y llegaron los directores José Manuel Cravioto y Rigoberto Castañeda, que hicieron una gran labor a partir del universo creado, luego de ocho años de trabajo para adaptarla. ¿Te gustó el resultado? Mucho. Respetaron bastante el ambiente de la novela, que es medio farsa, sarcástica, no terrorífica ni dramática. El humor funcionó muy bien, muy casual, podría pasar en la vida real. Y respetaron mucho al personaje, Elvis Infante, un antihéroe muy bien llevado a la pantalla por el actor Horacio García. No me involucré ni opiné, sólo platicaba con los productores. Estás por presentar libros nuevos… Sí, dos novelas: Deidades menores y la segunda parte de El diablo me obligó, que ahora ocurre en Tijuana. La segunda parte sabe más a la serie, con nuevos personajes y situaciones. Luego viene la segunda temporada de Diablero. También hice una antología de los que considero los mejores escritores policiacos mexicanos del siglo XXI, desde Paco Taibo y Élmer Mendoza, hasta las más jóvenes como Liliana Blum e Iris García [La renovada muerte. Antología del noir mexicano]. Creo que hay muy buenos escritores y, sobre todo, muy buenas escritoras de este género.
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EN LA ÚLTIMA VISITA de los Stones a la Ciudad de México, la banda prefirió dormir en Tepoztlán para evitar que la garganta de Jagger se resintiera por la contingencia ambiental que en aquellos días convirtió a la capital en una cámara de gas. Los Rolling anunciaron un tour mundial para este 2019 que no incluía México. Estaba cantadísimo. Y por lo mismo asumí que si quería ver la que quizá fuera la última gira tendría que salir de mi patria para verlos en vivo. Pero justo un día antes de comprar el ticket para Los Ángeles, Mick lanzó un comunicado en el que aplazaba las fechas. Y dos días después se anunció que tendría una intervención cardiaca. Sé que están esperando la odiosa comparación con Keith Richards. Y sí la voy a hacer. Anda por ahí circulando un meme en el que dice que el cantante corre diez millas diarias mientras que el guitarrista (aunque le ha bajado) está sano como la chingada. De lo que podemos entresacar que ha llegado el tiempo de terminar de pagar y con réditos ese pacto con el diablo del que dieron un adelanto con la muerte de Brian Jones. Y parece que el momento de rendir cuentas se acerca. Mientras repaso este capítulo de la mitología rockera destella en mi librero Cuba Stone (Tusquets, 2016), un libro que siempre quise comentar y se me quedó en la cartuchera. Considero que el timing es propicio para hacerlo ahora. En 2015 asistí a las dos fechas de los Stones en la Ciudad de México. Y cuando se dio el anuncio de que tocarían en Cuba, el editor de este suplemento me propuso viajar a la isla para cubrirlo. Y yo de tonto no acepté. Por qué. Porque por aquellos días una amiga vendría a visitarme con su familia. Nunca lo hizo y no fui a La Habana. Nunca te lo perdonaré América Pacheco, si lees esto: chingas a veinte. Los efectos culturales y políticos de dicho acontecimiento cambiaron la historia. Los gringos mandaron a Obama y el Vaticano al Papa, con el objetivo de invertir en las playas de un país que con la salida de Castro tendía a convertirse en el destino turístico por excelencia. Qué hizo Inglaterra. Mandar a la batería pesada. A las satánicas majestades. Y qué hizo Leila Guerriero, la coordinadora de Cuba Stone. Mandar a tres voces distintas del panorama latinoamericano a registrar el paso de los Stones por La Habana. Un evento que está bien expuesto en el último documental de los Stones, Olé Olé Olé. Pero quienes mejor cuentan esta historia son Jeremías Gamboa, Joselo Rangel y Javier Sinay. Tres voces disímbolas, cuyo punto de contacto es únicamente el amor por la música. Se ha dicho durante muchos años que el rock sólo debe ejecutarse en inglés. De esto podríamos desprender que
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por
PERSONAS DE TODO EL PLANETA
UNA TRAVESÍA
CARLOS VELÁZQUEZ
PARA VER A UN
@charfornication
EMPRENDIERON
GRUPO DE ROCK . el periodismo rockero también debería ser escrito sólo por gringos. Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Cuba Stone hunde los pies en el lodo de una historia compartida de América Latina y a partir de esta visión, la del vencido, cuenta la historia de todo un continente. Pero no aquella que aparecerá en los libros de texto. Relata la que comparten cientos y cientos de personas que cada día de su vida le dan play a un disco de rock en cualquiera de sus variantes. Y es a través de esta relación, de esta orfandad, que los relatos se conforman y crean una pintura que todos vemos todos los días pero sobre la que no reflexionamos tan a menudo. Es difícil calificar estos tres monumentos musicales. Ninguno es mejor que el otro. Todos cuentan una historia distinta aunque sea compartida. Cada una tiene un tremendo valor documental porque su circunstancia la hace única y especial. Yo a este libro sólo le agregaría la crónica del evento que publicó Adrián Román en la revista Yaconic. La gente peregrina por muy pocas cosas, por cuestiones religiosas o de supervivencia, pero lo que ocurrió en 2016 fue inédito. Personas de todo el planeta emprendieron una travesía para ver a un grupo de rock. Sí, a un grupo de aquello que en su nacimiento fue tachado de basura, de música marginal y alimento para la juventud abyecta. El rock, ahora convertido en la hostia de la que todos comemos y con la cual comulgamos, y que fue el encargado de levantar la cortina del embargo. Sí, quizá las cosas en la isla no se hayan transformado hasta convertirse en Japón, pero al menos los cubanos ya tuvieron su porción de leyenda, ya acariciaron el mito, ya dimensionaron a los Stones. No sabemos qué pasará con la salud de Mick Jagger. El doctor le inculcó reposo. Pero si llegara la mala suerte a dictar que no sale más al escenario, qué manera de ponerle punto final a su carrera. Despidiéndose desde la tierra de Fidel Castro.
Fuente > thenationalcouncil.org
JOSÉ REVUELTAS ESCRIBIÓ DEL ESCORPIÓN: “Él mismo muere, si nadie lo mata, después de hundir sus amorosas tenazas en aquel cuerpo. Él piensa en aquello como un simple acto amoroso, unas nupcias en que se comunica con el mundo y se entrega desinteresadamente, sin contar siquiera con la parte de suicidio inesperado que tal acto contiene”. Sobre la superficie lunar de su muro blanco, el alacrán reflexiona sobre esas palabras y se pregunta ¿por qué se suicida la gente? El arácnido toma la frase del libro Why People Die by Suicide (2005) del mayor suicidólogo estadunidense, Thomas Joiner (1965). El tema fascinó al venenoso desde la lectura adolescente de El oficio de vivir, el clásico de Cesare Pavese con su trágico final y su humilde despedida: “Perdono a todos y a todos les pido perdón. No hagan mucho chisme...”. El suicidio nació con el hombre y lo acompaña desde siempre. Si en Grecia Aristóteles y Platón lo condenaron, culturas más antiguas vieron en el suicidio de los ancianos una forma de supervivencia de la tribu. En Roma se condenó, pero Cicerón lo avaló en casos de heroísmo, amor, abnegación o defensa del honor. Luego Constantino lo penalizó, al punto de mutilar a los suicidas y expropiarles sus bienes. En la Edad Media, el cristianismo tiñó su concepción de pecado y afrenta contra Dios mismo (Judas); en tanto, Dante previó el Limbo para los suicidas de almas nobles y el infierno profundo para los condenados. Pocos años después, Erasmo consideró al suicidio como la forma de librarse a uno mismo del “agobio de la vida”, y en 1621, Robert Burton publicó su Anatomía de la melancolía para documentar las causas de la “enfermedad del suicidio”. El arácnido recuerda su lectura sociológica del acto de matarse en el libro de Emile Durkheim, El suicidio (1897).
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EN ROMA SE CONDENÓ EL SUICIDIO, PERO CICERÓN LO AVALÓ EN CASOS DE HEROÍSMO, AMOR,
CU BA STON E EL SINO DEL ESCORPIÓN Por
ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
ABNEGACIÓN O DEFENSA DEL HONOR. LUEGO CONSTANTINO LO PENALIZÓ
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Y al calor de las condenas católicas del suicidio, el aborto y la eutanasia, quiere llegar a concepciones más contemporáneas, producto de la psiquiatría, la neurociencia, la suicidología y la identificación, el diagnóstico y el tratamiento preventivo del fenómeno. Multifactorial, complejo, patológico, misterioso, el suicidio para Joiner requiere, además del deseo suicida, la oportunidad de acometerlo, de ahí las peculiaridades de cada caso: la soledad, la depresión, el dolor psíquico, el encierro, la voluntad del acto en solitario. El rastrero recuerda a Albert Camus y su consideración del suicidio como el tema principal de la filosofía; a Platón y su criterio exculpatorio si al suicida “lo aqueja una vergüenza que ponga su vida en un callejón sin salida y la haga imposible de ser vivida”, y termina con el poeta Langston Hughes y su “Nota de un suicida”: La tranquila, / fría cara del río, / me pidió un beso.
Q U I TA R S E LA VIDA
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REDES NEURALES Por
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
PUNTOS CRÍTICOS DE LA D E P R E S I Ó N M AY O R
“ALGUNOS “ INDIVIDUOS SON MÁS VULNERABLES AL ESTRÉS, MIENTRAS QUE OTRAS PERSONAS SE COMPORTAN COMO SI FUERAN RESISTENTES A LA ADVERSIDAD”.
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n este pequeño texto trato de sintetizar décadas de investigación científica que nos han dado ideas consistentes acerca del origen de ese conjunto de estados clínicos a los que llamamos, en síntesis, depresión mayor.
1. Se discute si la depresión mayor se debe a problemas biológicos o sociales; si sus orígenes son genéticos o ambientales. Todo lo anterior tiene algo de cierto. Hay factores genéticos, ambientales, biológicos y sociales. Pero a diferencia de lo que sucede con otros trastornos mentales como la esquizofrenia, el autismo o el trastorno bipolar, se estima que la heredabilidad de la depresión mayor no es muy alta y se ubica alrededor del 37 por ciento.1 2. Ya que la heredabilidad de la depresión mayor no es alta, los investigadores en el campo de la salud mental buscan los factores ambientales involucrados. Un enfoque útil para estudiarlos consiste en ubicar los detonadores sociales en dos clases: los problemas que representan una amenaza para la integridad física, psicológica y social del individuo (como la violencia en la comunidad o dentro del hogar), y los problemas que significan una privación de necesidades básicas (como el abandono o la negligencia). 3. La privación social prolongada, especialmente en los primeros años de vida, tiene consecuencias sobre la formación del sistema nervioso, ya que hay mecanismos de plasticidad cerebral dependientes de la estimulación externa, y en particular de los estímulos sociales. Esto se ha comprobado en estudios con modelos animales y con seres humanos. 4. La psicología popular conoce desde tiempos precientíficos la relación entre las pérdidas de seres queridos y el desarrollo de estados de tristeza muy profundos, conocidos como estados de duelo. Pero la investigación epidemiológica ha confirmado una idea intuitiva mediante décadas de observación: cuando las pérdidas de seres queridos ocurren en edades tempranas, hay un riesgo mayor de padecer depresión décadas después. En este caso hay evidencias muy fuertes en relación con la muerte de la madre, pero también con respecto a la muerte del padre y la separación de los padres. 5. Los neurobiólogos han investigado las consecuencias fisiológicas del estrés de separación. En ratas, por ejemplo, cuando el estrés de separación sucede en la infancia, ocurren conductas semejantes a la depresión más tarde, durante la adolescencia (por ejemplo, comportamientos de inmovilidad durante pruebas de nado forzado).2 6. La pobreza es un factor de riesgo para muchos problemas de salud física y mental, ya que tiene ramificaciones a todos los niveles. Por ejemplo, las personas en situación de pobreza están en riesgo de desarrollar trastornos cognoscitivos y emocionales, y de tener un menor volumen en algunas estructuras cerebrales como la corteza prefrontal,3 la cual se especializa en procesos mentales como la solución de problemas, mediante la anticipación de escenarios futuros. 7. Los estudios neurocientíficos también confirman que las amenazas crónicas a la integridad física y psicológica (como sucede en el caso de la violencia social) tienen efectos cerebrales bien definidos: en ratas jóvenes, puede ocurrir una reducción de la plasticidad cerebral.4 Y en el caso de los seres humanos, puede suceder una reducción en el tamaño del hipocampo (una estructura indispensable para la memoria), aunque esta reducción no se observa en la niñez, sino en la edad adulta, como si hubiera un efecto retardado o acumulativo.5 La violencia de pareja aumenta significativamente el riesgo de presentar ideas o conductas suicidas,6 y a nivel fisiológico aumenta la actividad en estructuras cerebrales como la amígdala del lóbulo temporal y la corteza dorsal del cíngulo, que se asocian con estados emocionales de ira y miedo.7 8. En el caso del abuso sexual, aumenta el riesgo de sufrir depresión y ansiedad, y también hay evidencias preliminares de que puede afectar la función de algunas estructuras
Fuente > reddit.com
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cerebrales, especialmente cuando sucede en etapas críticas del desarrollo durante la infancia. 9. En el caso del maltrato infantil, los estudios epidemiológicos muestran que en el largo plazo se asocia con el desarrollo de depresión mayor, ansiedad, lesiones autoinfligidas, dependencia a drogas y problemas de salud física entre los que se cuentan la inflamación y las alteraciones metabólicas.8 A nivel cerebral, se ha observado que los niños maltratados pueden tener una reducción en el volumen de estructuras cerebrales como la amígdala y el hipocampo.9 10. La epidemiología genética muestra que algunos individuos son más vulnerables frente al estrés, mientras que otras personas se comportan como si fueran resistentes a la adversidad. Las personas con más riesgo genético de depresión necesitan, por así decirlo, una dosis menor de estrés para sufrir nuevos episodios depresivos.10 ¿Qué se puede concluir tras enlistar estos diez puntos críticos? La ciencia de la depresión ha madurado lo suficiente para ayudarnos a organizar un esfuerzo colectivo y prevenir las causas sociales de la depresión. Esto se logra afrontando con responsabilidad los dos ejes problemáticos: el de las amenazas, marcado por formas diversas de violencia, y el de la privación social, marcado por el abandono y la negligencia.
Notas
Flint J., et al., "The genetics of major depression", Neuron (2014). 2 Raineki C., et al., "Effects of early-life abuse differ across development: Infant social behavior deficits are followed adolescent depressive-like behaviors mediated by the amygdala", Journal of Neuroscience (2012). 3 Holz N. E., et al., "Recent advances in understanding the neurobiology of childhood socioeconomic disadvantage", Curr Opin Psychiatry (2015). 4 Ivy A. S., et al., "Hippocampal dysfunction and cognitive impairments provoked by chronic early-life stress involve excessive activation of CRH receptors", Journal of Neuroscience (2010). 5 Carrion V. G., et al., "Reduced hippocampal activity in youth with posttraumatic stress symptoms: An FMRI study", Journal of Pediatric Psychology (2010). 6 World Health Organization. The World Health Report 2001. Mental Health: New Understanding, New Hope (2001). 7 Fonzo G. A., et al., "Exaggerated and disconnected insularamygdalar blood oxygenation level-dependent response to threat-related emotional faces in women with intimate-partner violence posttraumatic stress disorder", Biol Psychiatry (2010). 8 Danese A., et al., "Adverse childhood experiences and adult risk factors for age-related disease: depression, inflammation, and clustering of metabolic risk markers", Arch Pediatr Adolesc Med. (2009). 9 McLaughlin K. A., et al., "Maltreatment exposure, brain structure, and fear conditioning in children and adolescents", Neuropsychopharmacology (2016). 10 Caspi A., et al., "Influence of life stress on depression: moderation by a polymorphism in the 5- HTT gene", Science (2003). 1
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