CARLOS VELÁZQUEZ
FRANCISCO HINOJOSA
LA CAÑITA (GOURMET PUNK BAR)
EL ARQUITECTO NERUDA
ESGRIMA
DAVID GAITÁN
El Cultural N Ú M . 1 9 5
S Á B A D O
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
LA CIUDAD UTÓPICA DEL DR. ATL ANTONIO SABORIT
CAJA DE RESONANCIA Y OTROS POEMAS ODETTE ALONSO
BLUES DEL DESEMPLEO ARI VOLOVICH
Dr. Atl, Autorretrato, óleo, colores Atl y tempera sobre madera, c. 1958 > Fuente > thunderstruck9.tumblr.com
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La magna exposición del Dr. Atl, inaugurada esta semana en el Museo Nacional de Arte y de título Fuego, tierra y viento, confirma la fuerza expresiva de su pintura. A su vez, estas páginas indagan en las inquietudes políticas y estéticas que desarrolló el artista a lo largo de su vida, con motivo del libro de Cuauhtémoc Medina, Olinka. La ciudad ideal del Dr. Atl, una utopía consagrada al desarrollo de las humanidades y el conocimiento. El espíritu de la época —una vez más— permea el empeño visionario del artista, para situarlo en los confines de su tiempo turbulento.
Olinka
LA CIUDAD UTÓPICA DEL DR. ATL ANTONIO SABORIT
E
l Dr. Atl transitó por la vida como una personalidad inusual, según José Juan Tablada, el escritor que conoció y apreció siempre su empeño. Pero el tiempo del Dr. Atl se mide en fértiles décadas —los pintores suelen ser longevos, decía Salvador Novo— y el arco de su vida es tan amplio que en su desarrollo aparece una y otra vez la misma figura bajo luces bien diferentes. A una sola convicción fue fiel en todo momento, la de las facultades extraordinarias de la vista del pintor. Sobre el astrónomo y sobre el matemático, el pintor tiene la “inmensa ventaja” de ver, escribió en uno de sus libros. “No necesita telescopios, ni hacer cálculos, ni fotografías del cielo durante quince años para conocer de un golpe las formas y el movimiento de las cosas”. El resto nada tiene que ver con su oficio, sino de manera lateral, y más bien es obra de caminatas sin fin por la ciudad y el campo, de entusiasmos concatenados más que efímeros, del deseo de sobrevivir, de tareas de primera necesidad, del placer, de súbitas iluminaciones, de compromisos ineludibles, de su sed de conocimientos. Al regreso de Roma, donde vivió pensionado entre 1899 y 1903, llevó vida itinerante en la Ciudad de México, “andando sin tregua de Coyoacán
a Azcapotzalco, de Tacuba a Xochimilco, de día y de noche, lloviendo, granizando, como un Ashaverus del Distrito Federal que tuviera por cárcel las montañas del Valle de México”, como en 1908 le constó a Tablada. Y así se le vio en los últimos lustros, primero en muletas y más adelante en silla de ruedas, por las lagunas de Montebello, en Chiapas, por el valle de Pihuamo, en Jalisco, por la cuenca de Cupatitzio, en Michoacán, por San Juan del Río, en Querétaro, por Tepeji, en Hidalgo, por las estribaciones del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, por el vaso del volcán La Caldera, ubicado en la sierra de Santa Catarina, en el Valle de México, por el Tepozteco, en Morelos, por Teotihuacán, en el Estado de México, por el Bajío, por el Cerro de la Estrella, mientras buscaba un espacio en el cual instalar su ciudad ideal, Olinka. Éste es el eje de Olinka, el ensayo biográfico que construyó Cuauthémoc Medina para “rehacer la historia del que fue el principal proyecto de madurez” del Dr. Atl, “su Ciudad de la Cultura”. Olinka nunca pasó del papel, y sin embargo generó numerosos documentos de distinta índole. De hecho, su relevancia es discutible frente a la notable realización pictórica de quien durante sus primeros treinta y seis años usó el nombre de Gerardo Murillo,
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Erupción del Paricutín (detalle), técnica mixta sobre madera, ca. 1943.
y sin embargo el proyecto mismo es esencial para completar tanto la trayectoria vital como la obra de este artista y escritor.
LA IDEA DE LEVANTAR una moderna ciudad de la cultura apareció en la mente del Dr. Atl entre 1911 y 1913, viviendo en París, según afirmó él mismo al regreso del viaje que realizó a Europa en 1952. Nunca antes se refirió a algo semejante, ¿por qué entonces? Empecemos por este último viaje, apoyados en la minuciosa arqueología que realizó Medina. El Dr. Atl zarpó hacia Europa en la primavera de 1952, so pretexto de una oficiosa “comisión de estudios” sufragada por la Secretaría de la Presidencia del gobierno saliente, lo que más bien es un comedido gesto de Miguel Alemán hacia el inusual paisajista que en 1951 rechazó la invitación a ingresar al Colegio Nacional. Visitó Portugal y España antes de recalar en la capital de Francia, con todos los gastos pagados por el gobierno de México. A sus 76 años cumplidos le pareció idóneo sacrificar una o dos semanas en Roma por mes y medio de residencia en París, donde tuvo oportunidad de reencontrar a algunos de los amigos de cuarenta años atrás. De ahí trajo la decisión de emplear su reputación y relaciones entre las minorías dinámicas de México para la realización del viejo proyecto de la ciudad ideal y ponerlo en práctica. Medina toma con un grano de sal esta versión, cautela que a ratos escapa a otro notable título reciente, Nahui versus Atl, por Alain-Paul Mallard y que nada tiene que ver con Olinka, por Antonio Ortuño, a pesar de que aquí hasta aparece un busto del propio Dr. Atl. Sin la experiencia de haber vivido en la Ciudad Luz antes de la Gran Guerra, sin duda otro muy
distinto habría sido el propio artista. Sin embargo, el proyecto de Olinka, advierte Medina, nada tuvo que ver con los dos años que el Dr. Atl vivió en París entre los escritores y artistas que eran identificados en torno a L’Action d’Art. Es curiosa la relevancia que el mismo Dr. Atl confirió a sus días y noches en París, por encima de su tiempo en Roma. De hecho, Roma no aparece ni en los manuscritos que dejó a la deriva en el interior de un pomo de cristal ni en libros autobiográficos como Gentes profanas en el convento. Salió al mundo desde bien temprano, al igual que muchos de los escritores y artistas nacidos en los años setenta del siglo XIX , y como ellos debutó más bien tarde en la política. En Roma, a lo largo de sus cuatro años de pensión convivió con otros estudiantes mexicanos subvencionados, como Elena Marín, Arnulfo Domínguez y Leandro Izaguirre, lo que apenas ha merecido atención, acaso porque la vida y la obra de los artistas mexicanos que se avecindaron en Francia y en España sí fueron capaces de crear a sus enterados. ¿Es que el Dr. Atl precarizó esta experiencia a cambio de permitirse sobreactuar sus emociones? El caso es que a partir de 1904 Gerardo Murillo empezó a colaborar en la Academia de San Carlos, pero se incorporó de manera formal a su burocracia artística a la edad de 32, en 1907. Trabajó en el desalojo e inventario de todas las obras en las galerías de pintura de San Carlos, con el fin de clasificarlas, tasarlas, restaurarlas y colocarlas. El informe es brutal y refiere la baja calidad de la colección. Ahí quedó dicho que en los cuadros del Salón de Pintura Europea dominaba un gran deterioro y que telas y bastidores estaban apolillados; sólo dos bocetos de
“ES “ CURIOSA LA RELEVANCIA QUE EL MISMO DR. ATL CONFIRIÓ A SUS DÍAS Y NOCHES EN PARÍS, POR ENCIMA DE SU TIEMPO EN ROMA. DE HECHO, ROMA NO APARECE NI EN LOS MANUSCRITOS QUE DEJÓ A LA DERIVA EN UN POMO DE CRISTAL .
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Rubens se habían librado del maltrato en la Galería Clavé, donde los daños se concentraban en las mejores producciones, como Los peregrinos de Emaús de Zurbarán, y por lo demás la polilla había cundido en todos sus paisajes. Si bien el Dr. Atl no participó en el arreglo y la selección de las pinturas para un proyectado Museo de Arte Retrospectivo, como sí lo hicieron Izaguirre, Germán Gedovius y Félix Parra, lo cierto es que su docencia, opiniones y carácter le granjearon un gran ascendiente entre los alumnos. La exposición de pintura con los trabajos de los alumnos de San Carlos, realizada entre septiembre y octubre de 1910, selló de por vida la amistad de Murillo con figuras como José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Desde principios de 1909 Murillo mencionó su deseo de salir del país rumbo a Londres, según Pedro Henríquez Ureña, pero en realidad no lo hizo sino hasta junio de 1911, unas semanas antes de la entrada triunfal de Francisco I. Madero a la capital. En lugar de Londres optó por París, como lo hicieron el expresidente Porfirio Díaz y algunos de los miembros de su gabinete. Medina dedica un capítulo a reconstruir la agenda de Murillo en el ovillo de escritores y artistas avecindados en París al comienzo de la segunda década del siglo XX. Pasa por alto el cuento de cómo y por qué fue que se transformó en Dr. Atl, no así que él mismo consignó que entonces entró en contacto con una de sus numerosas comunidades letradas, L’Action d’Art, a cuyos cofrades expuso originalmente la idea de su Ciudad de la Cultura. “De tamaño remolino, no queda ni siquiera el polvo de la memoria”, escribe Medina al referirse al resultado de su búsqueda. Y añade: “En las páginas de la revista L’Action d’Art —o al menos en aquellas que han llegado a nosotros— la Ciudad de la Cultura no se menciona en ningún lado”. ¿Faltó a la verdad el Dr. Atl al afirmar la “idea de erigir una gran ciudad en que se reconcentrasen todas las actividades intelectuales de París”? Tanto se acercó al terreno de la práctica que se eligieron zonas al sur de la ciudad y no faltó quien ofreciera los primeros terrenos. Desde luego que
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cuarenta años después de este episodio le importó muy poco apegarse a los hechos y decidió sacrificarlos en aras de un golpe dramático. París entonces reunió esporádicamente al Dr. Atl con Ángel Zárraga, Diego Rivera y Marius de Zayas, quienes lo precedieron ahí, y con Alfonso Reyes y Luis Quintanilla, por mencionar algunos. Con ayuda de los apuntes del Dr. Atl, Medina reconstruye sus pasos en compañía de L’Action d’Art y a partir de la lectura de diversos escritos de la época boceta a una comunidad mucho menos interesada en la estética que en una definición del arte como una “forma de rebelión en sí mismo”, al grado que los “actos surgidos del deseo individual eran una extensión del arte sobre la vida”.
EL EPISODIO PARÍS se puede antojar
breve. No lo es. Concluye en el cumplimiento de su función: descubrir los rasgos que pudo haber adquirido la persona pública del Dr. Atl en compañía de escritores como Leopoldo Lugones, Paul Fort y Ricciotto Canudo —rasgos en esencia vitalistas que lo llevaron a actuar como lo hizo al volver a México, primero como fugaz director de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1914, por ejemplo, o bien cuando poco tiempo después, destituido política y socialmente, redactó su propia cartilla moral (“una especie de canto lírico, ultraoptimista y desorbitado”) a petición de un grupo de estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria. Este capítulo de Olinka abunda en la genealogía de la ciudad de la cultura del Dr. Atl, con el fin de desgajar las imposturas que el propio creador creyó indispensable añadir a sus convicciones cívicas con el propósito de remozar su nombradía luego de su activismo profascista y antisemita. ¿Es insustancial
Vista del edificio de Ciencias Exactas, según el diseño de Jacobo Kónigsberg.
que el único arranque de urbanismo que destaca el Dr. Atl en Gentes profanas en el convento, publicado dos años antes de su visita a Europa de 1952, sea el que en los novecientos veinte lo involucró en el desarrollo de un proyecto para dotar a la ciudad capital de dos estaciones de ferrocarril? No es insustancial, me parece. Omite mencionar que este episodio es anterior al estreno en México, en diciembre de 1927, de la ambiciosa película futurista de Fritz Lang, Metrópolis, en la cual el guionista, Thea von Harbou, visualizó una suerte de ciudad de la cultura, tan inacabada como la del Dr. Atl, a la que Adolf Hitler habría de volver una y otra vez durante los años treinta.
Fuente > Olinka. La ciudad ideal del Dr. Atl
“ES “ PRECISO RECONOCER LA VIEJA CEPA DE LA FASCINACIÓN FASCISTA ENTRE NUESTROS HÉROES. LA POPULARIDAD DE LAS PELÍCULAS ALEMANAS DURANTE LOS AÑOS TREINTA DEL SIGLO PASADO ALGO DICE DE UN AMPLIA PASIÓN PROGERMÁNICA .
Templo de la Sabiduría, según el diseño de Jacobo Kónigsberg.
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E L CAPÍTULO QUE M EDINA
dedica al activismo del Dr. Atl en pro de las fuerzas del Eje y en contra de los judíos entre 1939 y 1942 tiene la misma concisión. A estos años pertenecen los panfletos mensuales de tapas rojiblancas de la colección que el Dr. Atl llamó Acción Mundial, la cual incluyó títulos como Paz Germana o Paz Judaico-Británica o Paz. Neutralidad. Guerra o Quiénes ganarán la guerra, cuya recepción más bien se ignora. Esta atmósfera la recoge Covering the Mexican Front de Betty Kirk, pero es preciso reconocer la vieja cepa de la fascinación fascista entre nuestros héroes civiles y culturales. La popularidad de las películas alemanas en las salas de la Ciudad de México durante los años treinta del siglo pasado algo dice de un amplia pasión pública progermánica en diversas capas sociales. Aún está por documentarse si el trabajo de Artur Dietrich en la legación alemana, al frente de la oficina de propaganda, tuvo alguna relación con los panfletos del Dr. Atl. Todo parecería indicar que alguna sí existió, a juzgar por la información que hace años recabó José Luis Ortiz Garza en México en guerra, no obstante que la genealogía que el Dr. Atl dio a sus panfletos ubica su origen entre 1915 y 1916. Sin embargo, lo que destaca en Olinka es que no obstante la franqueza con la que el Dr. Atl ventiló su devoción hacia Hitler y el nacionalsocialismo hasta 1942, no sólo no tuvo mayor consecuencia —incluso se propuso trabajar en el manuscrito para un libro que se llamaría La transformación racional del mundo— sino que para finales de los años cuarenta el pintor ya había sido rehabilitado gracias al testimonio de Orozco en su Autobiografía y a la defensa que emprendió Siqueiros en No hay más ruta que la nuestra. Se pensó en él para completar la nómina de miembros en El Colegio Nacional. La Ciudad de la Cultura, afirma Medina, fue entonces la carta a la que el Dr. Atl recurrió ante la caída de quienes eran sus ídolos. Para entonces el Dr. Atl estaba resuelto a no ser rehén de sus triunfos. Con sus muletas, era una de las figuras mexicanas más interesantes, a decir de Novo: “vulcanólogo, pintor, paisajista, dibujante, novelista”, y en efecto había “vivido la existencia más larga y más extraña que pueda concebirse”. Sus numerosos años vivían, sigue Novo, “alojados en una lucidez y en un organismo de treinta, que no arredra la amputación de su pierna”. Además: “Con sus muletas y su puro, su carcajada y su buen humor, se transporta a todas partes, está en todas las fiestas y en todos los cafés y desaparece por semanas o meses hacia los volcanes...”. La descripción corresponde a un Dr. Atl de 86 años. Una década antes, a mediados de 1952, recién llegado de Europa, el Dr. Atl empezó a trabajar intensamente en la realización de su Ciudad de la Cultura. Medina enumera todos y cada uno de los traspiés de Olinka, desde el accidentado peregrinar del Dr. Atl en pos del mejor sitio para su novísimo
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desarrollo, hasta el momento en el que un joven arquitecto, Jacobo Königsberg Kreitstein, fascinado por la sola idea de esta nueva urbe, le añadió diversas imágenes y un equívoco perfil utópico. Un gran centro de investigación vivo fue lo que el pintor de barba y melena trató de vender a sus patrocinadores potenciales, casi todos ellos miembros en activo en la burocracia del gobierno de México. Lola Álvarez Bravo, ya entonces concentrada en su galería, en una ocasión organizó una subasta de arte para recabar fondos. La lista de las edificaciones es elocuente y abrumadora. Olinka debía contar con dos templos, uno dedicado a la mujer y otro al hombre, más institutos de investigación sobre los fenómenos cerebrales en todos los seres vivos, sobre la energía solar, la conquista del espacio, la cerebrología, un museo de arte mexicano moderno y otros dos de arqueología: uno al aire libre y otro de carácter nacional en el que se albergaría el acervo que entonces guardaba el museo de la calle de Moneda. Apesar de los funiculares que el Dr. Atl incluyó para atraer visitantes, el prospecto albergaba un programa en el que... la investigación de los fenómenos psíquicos y su relación con el orden cósmico, lo que Atl denominaba cerebrología, despuntaba lado a lado de una serie de investigaciones ligadas al proyecto de viajar al espacio exterior. Medina descubre la “pretensión radicalmente antisocial” de esta ciudad, y agrega: anteponía el privilegio y la comodidad de unos cuantos sabios y artistas al desenvolvimiento del conjunto de la sociedad. Su impulso derivaba de la condición de alienación y rechazo histórico que definía al artista moderno en el despuntar del siglo XX. Extremando la desconfianza moral y estética del artista por la política contemporánea, Atl postulaba el mundo como un dato negativo e irreformable. Eso lo hacía radicalmente escéptico frente a cualquier tentación utópica, posición que se cifraba de manera retórica en una frase de su manuscrito de la aristocracia: “¿cómo podría crearse de un mundo podrido un mundo ideal?”. La respuesta es compleja e incumbe a la propia naturaleza “escurridiza” del Dr. Atl, explica Medina, al llegar al último tramo de Olinka. La
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Nubes sobre el Valle de México, colores Atl sobre plancha de cemento, 1933.
“UN “ GRAN CENTRO DE INVESTIGACIÓN VIVO FUE LO QUE EL DR. ATL, EL PINTOR DE BARBA Y MELENA, TRATÓ DE VENDER A SUS PATROCINADORES POTENCIALES, CASI TODOS ELLOS MIEMBROS EN ACTIVO EN LA BUROCRACIA DEL GOBIERNO DE MÉXICO . especie ha perdido todo fundamento, vive huérfana de metas, y en su lugar, escribe Medina, el pintor se arriesga a postular “una ciencia ficción de la refundación cósmica en un intento particularmente frenético por paliar la ausencia de un cuerpo heredado o compartido de certezas”. En un universo paralelo al del Dr. Atl, Federico Sánchez Fogarty instauró en el corazón de la ciudad capital su Tercer Imperio Mexicano y para ello, entre 1936 y 1959, sustrajo a la soberanía del país y su capital el terreno del Palacio Fogartiano en San Miguel Chapultepec. ¿Cómo se entiende esto? Con mucho trabajo, por supuesto, pues en el caso de la ciencia ficción del Dr. Atl operan convicciones que él mismo desgajó a lo largo de su vida, valiéndose de la novela y el cuento para expresarlas como un hombre de letras del siglo XVIII incrustado en la hora futura de sus perplejidades relativas a la permanencia, el cambio, el universo. De ahí que éste de Medina sea el mejor retrato del artista anciano que hasta ahora le ha dado la historia al Dr. Atl.
U NA VEZ AQUÍ caben muchas preguntas. Entre ellas, por ejemplo, si el inusual personaje del Dr. Atl no es en realidad más que un loro sofisticado, para robarle la frase a Julian
Barnes. Aunque una vez con Barnes viene más a cuento su comparación entre las redes de pescar y el género de la biografía. ¿No es Olinka uno de los agujeros de la red, esto es, el gran proyecto en la vida del Dr. Atl que quedó en embrión? Sin embargo, no por inacabado, como deja en claro el notable estudio de Medina, el de Olinka es menos relevante que los proyectos cumplidos del pintor, los que tuvieron la buena o mala fortuna de alcanzar su realización. La ciudad invisible del Dr. Atl, su ciudad ideal, su gran empresa... su deseo de entronizar al hombre en el Olimpo, su método de ciencia alucinada, su personalidad, su hedonismo y egoísmo son los recursos de un hombre que atisba una orilla vacía —escribe Medina. El Dr. Atl vivió en guerra contra todo, salvo con lo que veía con sus propios ojos, la mirada facultada del pintor. Y la orilla vacía a la que se refiere Medina quizás apareció ante el Dr. Atl en sus paseos por la Roma de 1900, en el Trastévere de su juventud, con un tomo de Nietzsche bajo el brazo. Cuauhtémoc Medina, Olinka. La ciudad ideal del Dr. Atl, El Colegio Nacional, México, 2018, 261 pp.
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Los mapas no sólo tienen como fin representar paisajes tangibles. También describen puntos específicos de la geografía emocional de una persona, una comunidad. Como se expresa en estos poemas del libro Old Music Island, ganador del Segundo Premio Nacional de Poesía LGBTTTI 2017 y aún inédito, el trabajo poético de Odette Alonso se mueve en la difusa frontera que, en lugar de separar, más bien une ambos planos de la realidad: el exterior y objetivo contrapuesto al de costillas adentro, el subjetivo.
CAJA DE RESONANCIA Y OTROS POEMAS ODETTE ALONSO EQUIPAJE Esa mujer que arrastra la valija se detiene a sopesar lo que ha empacado cuánto llenan un par de calcetines o un blusón ese cuadro vacío que es la vida. Otras serán las noches cuando vuelva la gota llena el ojo baila sobre los versos del domingo. Ha dejado algunas cosas por hacer una botella que gira sobre la alfombra inmunda todos los números encima de la mesa. Patea al animal cambia la voz. Duele la cobardía de no hacer algo que la salve.
CAJA DE RESONANCIA Viejos tonos que evoca el cuerpo secretos tras la verja familiar ojo asomado al infinito son de los ferrocarriles. Una caja de madera antigua contiene el ámbar de la tarde hecha pedazos. En el patio el abuelo afila los cuchillos la navaja de afeitar la grieta de una lengua inquisidora. La noche llegará y el silbido de un radio de onda corta
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atizará el recuerdo viejos tonos que evoca el cuerpo caja de resonancia.
ÚLTIMO RECUERDO DE LA HABANA No amo ese país no amo el brillo de la estrella ni la bota ni el ojo seco de las madres ni el ácido sabor de estas memorias niños cortando tomates bajo el sol el fango a media pierna endurecido niños solos llorando su abandono simulando una hombría que era falsa. Y en la esquina el hombre armado de su cuerpo inhiesto esperando a las muchachas que no saben de peligros todavía. Ni una lágrima después sobre la silla hambrienta de todos los fracasos aquellas voces en la alta madrugada dientes de bestia y ese modo de limpiar primero el pecho luego la cara el sexo hasta el final. No amo ese país si es que un país pudiera ser amado. ODETTE ALONSO (Santiago de Cuba) es poeta y narradora, autora de una novela, tres libros de relatos y doce poemarios, entre los cuales están Old Music Island y Últimos días de un país, Premio Clemencia Isaura de Poesía Mazatlán 2019.
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Esta crónica brinda el recuento de la forma en que transcurre, para un habitante de la actual Ciudad de México, una semana determinada por la búsqueda infructuosa de trabajo, en medio del túnel del desempleo. La escasez de la oferta laboral estrecha sus opciones ante una demanda que, en el caso de los oficios periodísticos y editoriales, debe adaptarse o bien languidecer ante los nuevos tiempos, con el declive del mercado laboral que hoy padecen generaciones de profesionales en penuria.
BLUES DEL DESEMPLEO ARI VOLOVICH
L
UNES. Despierto para encontrarme de frente con los ojos de mi gato que me observan como dos soles azafranados, con ese detenimiento punzante y despreocupado de los psicópatas. Hunde sus uñas en mi piel para acariciar mi pómulo, sólo lo suficiente como para marcarlo ligeramente y comunicarme que ha recuperado el apetito. El reloj marca las 5 am. “Piedad, maldita bestia adorable”, murmuro a regañadientes y lo acaricio de mala gana antes de incorporarme lentamente de la cama. Me tallo los párpados y volteo a ver a mi mujer, quien sigue profundamente dormida, soñando tal vez con un hombre dotado de poder adquisitivo. El minino sale de la recámara rumbo a la cocina con una parsimonia y elegancia que coquetea con lo sublime. Mientras me postro frente a él para llenar su plato de croquetas, me barre con la mirada para recordarme que a pesar de que su antiguo imperio (el egipcio) yace soterrado debajo de incontables puestos de shawarma y falafel, él sigue siendo una deidad, por completo digna del eterno sacrificio de los mortales. Dejo a la bestia pelirroja en lo suyo y abro el refrigerador sin saber a bien lo que busco. Me rasco esa panza que se formó en mi último trabajo godín y cierro la puerta del refrigerador sin saber a bien qué hago parado ahí. La deidad afelpada desatiende por un momento el código conductual que exige su estirpe para lamer su esfínter con la lengua. “Por algo los desterraron”, callo. Vuelvo a la cama con intención de restarle una hora al lunes, pero cuando mi cabeza toca la almohada, la realidad estalla en mi nuca y se adhiere a mis neurotransmisores como una efervescencia indeseada. “Estoy desempleado”, recuerdo, y mis ojos se abren para fundirse con el techo.
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07:00 HRS. El despertador de mi media naranja resuena en mis tímpanos como la antigua alarma sísmica. Sólo sigo en la cama por cuestiones protocolarias: mi mirada no se ha despegado del techo en dos horas. Me levanto como un embutido autómata para llevar a cabo lo que se ha vuelto mi rutina diaria. Prendo el bóiler, limpio los desechos del semidiós pelirrojo, preparo café y hago unos huevos revueltos, mientras maquino la estrategia a seguir para continuar con la búsqueda de trabajo. Mi domadora me planta un beso en la frente y desaparece detrás de la puerta para cumplir con su guardia en el hospital. El semidiós y yo nos volteamos a ver como quienes acaban de asimilar la orfandad. “La locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”, repito la definición de Einstein de modo inconsciente y entro a mi cuenta de LinkedIn. El icono de las notificaciones está en rojo. Un rayo de esperanza surca mi persona, hasta que me encuentro con la amable sugerencia de un algoritmo para felicitar a Equis o Ye por su Ene aniversario en Tal empresa. Abro mi correo. “Excelente tarde, maestro Volovich. Nos encantaría contar con una colaboración suya para nuestra nueva aventura editorial. Desafortunadamente, por el momento no contamos con presupuesto, pero...”. Borro el mensaje y sigo desplazándome por ese acantilado de remedios milenarios contra la disfunción eréctil, de ofertas de viajes imposibles y demás afrentas a mi fino ser hasta que agoto la esperanza de encontrarme con alguna pista de ese unicornio azul mal denominado por algunos como la chuleta. Vuelvo a abrir el refrigerador. 08:40 HRS. El ama de casa que está detrás de mí, en la cola de la caja, me tantea con la mirada. Sonrío para capear su desprecio
con el decoro de los justos, a la vez que pongo el queso manchego sobre la banda, consciente de que sólo me falta una cabellera abultada y pagar la leche con la chequera para encarnar a la perfección al viejo y entrañable Dude Lebowski. El tema “The Man in Me” de Dylan sonoriza mi camino de vuelta a casa. Saludo a la señora del puesto de periódicos, al franelero adicto al chemo y al sastre de mi cuadra sin quitarme los audífonos, y sin permitir que el pánico que ameritan cuatro meses de desempleo desde mi último trabajo formal se asiente en mi hipotálamo. 09:15 HRS. Entro al Facebook para reforzar la máxima de Einstein una vez más y atosigar a amigos editores, escritores y periodistas para que me compartan sus contactos e indagar si saben de un puesto en algún medio. Hay quienes se muestran reticentes, celosos de sus contactos; otros se dedican ya a oficios redituables y se declaran orgullosamente fuera del medio editorial. Un grupo selecto de hermanos en armas me dicen las cosas de frente: los medios ya fueron. Observo de reojo al gato que intenta cazar una mosca varada en la engañosa inmensidad de la ventana. “Estamos en las mismas, colega”, le digo y me responde con una mirada de pasmo. 11:10 HRS. Marilyn me platica de los problemas que tiene con el editor de su novela mientras caminamos alrededor del parque a paso pseudorrápido para cumplir nuestra cuota diaria de ejercicio. “Su bipolaridad lo ha aislado del mundo editorial parisino. De hecho, se mudó a una casa en la costa de Marsella y sólo responde un correo al año, nunca contesta el teléfono y se rumora que rara vez sale a la calle, así que mi novela depende, en gran medida, del estado de su química cerebral”, me cuenta con una sonrisa melancólica. 13:20 HRS. Me encuentro con un viejo amigo en la calle. Nos ponemos al día. Se entera de mi desfavorable posición en la escala social. Viejo Amigo: ¿Te acuerdas de Equis Ye?
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“ME “ DICE QUE BUSCAN UN EDITOR ADJUNTO PARA SU SECCIÓN, AUNQUE ME ADVIERTE QUE SON MÁS HORAS DE TRABAJO POR MENOS PAGA, QUE EL JEFE ES UN DÉSPOTA A LA VIEJA USANZA Y QUE LA MORAL DEL NUEVO MEDIO ESTÁ A LA BAJA . Yo: Sí, cómo no. Era conocido en todo el gremio periodístico por sus cualidades zalameras. Viejo Amigo: Ése mero. Yo: ¿Qué ha sido de ese sexoservidor? Viejo Amigo: Pues ahora es director de Tal. ¿Por qué no le echas un grito? 13:40 HRS. “Cómo has estado, estimadísimo Equis Ye. Cuánto tiempo sin vernos. Oye, te cuento, hasta hace unos meses estaba editando la sección nacional de Tal periódico y pues me encantaría volver al ruedo lo antes posible. ¿Habrá alguna vacante en tu equipo de trabajo?”, escribo a su cuenta de Whatsapp y enseguida veo que las palomitas se acaban de pintar de azul. 23:45 HRS. Observo mi celular: las palomas permanecen azules e inalterables. Con el cepillo de dientes incrustado en su boca, mi mujer me pide que le platique de mi día. Me apuro en dar un sorbo al bote de Listerine para refugiarme bajo la quinta enmienda estadunidense y así evitar una descripción dantesca de mis desventuras antes de sumergirme en el dulce socialismo que se respira en el terreno onírico. MARTES. Las garras del gato me despiertan a la misma hora. Vuelvo a postrarme delante de él para verter las croquetas en su tazón cual siervo abnegado. Me acuesto para perder la vista en el techo. Mis ojos empiezan a resentir los estragos del déficit de sueño, parecen sostener el peso de dos planetas moribundos. Mi mente se empeña en hacer un recorrido de los empleos que tuve en mis años mozos, desde limpiaplatos en un restaurante en Tel Aviv, como albañil, proyeccionista de cine o cuando movía pianos de músicos mediocres en Beverly Hills. Mi semblante se ve empotrado por una sonrisa nostálgica. 7:00 HRS. Suena el despertador de mi mujer. Prendo el bóiler, limpio los desechos del semidios pelirrojo, preparo café y hago unos huevos revueltos, mientras maquino la estrategia para continuar con la búsqueda de trabajo. Mi domadora me planta un beso en la frente y desaparece detrás de la puerta rumbo al hospital. 09:20 HRS. Encuentro en el Whatsapp un mensaje de Roberto, colega y amigo que hice en mi último trabajo. Me dice que buscan un editor adjunto para su sección, aunque me advierte que son más horas de trabajo por menos paga, que el jefe es un déspota a la vieja usanza y que la moral del nuevo medio está a la baja. Además, me cuenta, lo más seguro es que
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contraten a una chica recién egresada de la universidad quien ya se presentó a la entrevista, pues según escuchó, prefieren a un “elemento más explotable”. “¿Te interesa?”, pregunta. “Claro”, respondo sin chistar y enseguida me pasa los datos de la reclutadora de recursos humanos. Acuerdo una cita a las 16:30 horas. 11:35 HRS. Le platico a Marilyn de mi entrevista y percibo que mi voz ha recuperado cierto brillo. Una familia de ratas se interpone en nuestro camino, obligándonos a parar en seco. Intento ahuyentarlas, me acerco a pasos agigantados y planto las suelas sobre el cemento con todas mis fuerzas. La rata madre voltea con lentitud ofensiva, sin dejar de masticar los restos de una salchicha. “Es alucinante la falsa seguridad que te da la estabilidad económica”, le digo a Marilyn. 14:30 HRS. Salgo de la regadera para plantarme frente al espejo. Aplico el rastrillo y desdibujo todo rastro de escepticismo en mi semblante. Me cepillo los dientes, unto mis axilas con desodorante, limpio la cera de mis oídos y arranco algunos pelos blancos que sobresalen de mis orejas. “El secreto de la limpieza étnica está en los pequeños detalles”, me digo a modo de chiste privado. 16:20 HRS. Noto que el cierre de mi pantalón está abierto. Lo cierro y enseguida se abren las puertas del elevador para colocarme en la antesala del periódico. La recepcionista me extiende una sonrisa genérica, pide mi nombre y asunto a tratar antes de intercambiar la información por el auricular. “En un momento estarán con usted, si gusta puede tomar asiento”, me dice extendiendo su brazo. Una mujer al principio de sus treintas, vestida con prendas corporativas, entra en la sala de espera y me recibe con otra sonrisa genérica. Procuro responderle con un gesto similar, pero fracaso de manera categórica. A petición suya, la sigo hasta una oficina sin ventanas. Reclutadora de recursos humanos: Ahora sí, Ariel (sic), platícame, ¿cómo estás? Mi fino ser: A punto de buscar asilo en la selva amazónica (callo). Reclutadora de recursos humanos: ¿Por qué te gustaría trabajar en nuestro medio? Mi fino ser: Por la perra necesidad (callo).
Reclutadora de recursos humanos: ¿Cuáles consideras que son tus mayores virtudes? Mi fino ser: Mi capacidad de contener mis instintos homicidas ante preguntas descerebradas (callo). El test de Rorschach se extiende más de la cuenta. A juzgar por el semblante de la reclutadora, cada vez que doy una respuesta estoy más cerca de conseguir una habitación acolchonada en el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino, que de ocupar un cubículo en el diario. Reclutadora de recursos humanos: Me dio mucho gusto platicar contigo. Nos comunicaremos a tu correo electrónico en el transcurso de la semana para hacerte llegar nuestra decisión. Mi fino ser: Un placer (miento). MIÉRCOLES, 5:00 HRS. Lleno el tazón de Su Excelencia mientras repaso las enormes ventajas de haber nacido gato en el modelo económico capitalista. 7:00 HRS. Suena el despertador de mi mujer. Sigo mi rutina para continuar con la búsqueda de trabajo. Mi domadora me planta un beso en la frente y desaparece detrás de la puerta. Reviso mi correo, abro mi Whatsapp y mi cuenta de LinkedIn. “Cinco personas vieron tu perfil esta semana”, me asegura el sitio, para llenar mi cabeza con más información inútil. 11:02 HRS. “¿Cómo te fue?”, pregunta Marilyn. “Prefiero hablar de AMLO o del conflicto israelí-palestino”, le respondo y acelero el paso. La rata madre me ve y sale disparada. 13:20 HRS. “Estimado Ariel (sic), te escribo para comunicarte que desafortunadamente ya llenamos la vacante para el puesto de editor adjunto, de igual manera, agradecemos muchísimo tu interés y...”, reza el correo. Apoyo la frente sobre mis palmas. 13:25 HRS. Negación. 13:55 HRS. Ira. 14:05 HRS. Negociación. 14:26 HRS. Depresión. 23:00 HRS. Aceptación. JUEVES, 5:00 HRS. Lleno el tazón de Aquél. 7:00 HRS. Suena el despertador de mi mujer. Continuar con la búsqueda de trabajo. Me llama mi padre para comentarme que un conocido suyo busca un encargado-de-confianza para una de sus tiendas de electrodomésticos. Me pasa su teléfono y le marco inmediatamente. Fijamos la cita para el mediodía. 1 2 : 0 0 H RS . E m p l e a d o r Potencial: ¿Cuál es tu experiencia? Mi fino ser: Soy escritor, periodista, traductor, guionista y editor. Empleador Potencial: ¡Ja ja ja! 12:15-12:25 HRS. Negación. Ira. 12:35-12:45 HRS. Negociación. Depresión. 23:00 HRS. Aceptación. VIERNES. Abro los ojos. “Ah, por fin es viernes”, suspiro para ventilar un falso alivio. Después de todo, existen pocas cosas más extenuantes que el desempleo.
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El niño loco y huraño de las letras francesas, el mal portado que en 2011 protagonizó un falso documental sobre su desaparición y posterior secuestro ha vuelto al ruedo. Es decir, Michel Houellebecq tiene libro nuevo: Serotonina es su novela más reciente. Según plantea este breve ensayo, la propuesta del autor de Las partículas elementales sigue estando a la vanguardia, no sólo desde lo que propone a través de la trama, en este caso más bien deshilvanada, sino también por cómo lo hace.
UNA FORMA DIGNA DE MORIR FEDERICO GUZMÁN RUBIO
A
firmar que Serotonina está escrita por un Houellebecq agotado no deja de ser un reproche redundante: es como afirmar que cierto texto está escrito por un Lowry muy borracho o por un Bernhard particularmente malhumorado. Lejos de ocultar este agotamiento, Houellebecq se regodea en él y lo enfatiza mediante una puntuación no normativa, una estructura descuidada, escenas inconexas y poca verosimilitud, en una novela en la que, de hecho, pareciera no pasar nada. El protagonista de Plataforma —como es habitual en su obra, un cuarentón blanco heterosexual, sin hijos ni padres, con las necesidades económicas satisfechas, razonablemente exitoso (o fracasado, da lo mismo)— tenía aún el ánimo para marchar a Cuba persiguiendo la felicidad prometida por el turismo sexual. En cambio aquí su afán aventurero apenas le alcanza para buscar en París, ciudad en la que vive, un hotel donde se pueda fumar en las habitaciones. Lo encuentra, en el que es el único pasaje feliz del libro, sólo para ser expulsado meses más tarde, por nuevas disposiciones de la gerencia. Esta expulsión del pequeño paraíso de nicotina será definitiva para Florent-Claude, que encima odia su nombre, y que venía ya huyendo del departamento que compartía con su novia japonesa. Continúa así una errancia motivada por la juventud perdida —Florent-Claude visita o espía a antiguas amantes y amigos— y por otro tiempo legendario, una especie de edad dorada “prefemenista”, cuando las familias eran felices, Francia vivía su grandeur con naturalidad y los dioses y los hombres estaban seguros de sí mismos. Rodeado de esa “íntima tristeza reaccionaria”, que diría López Velarde, el protagonista llega a un castillo arruinado a pasar la Navidad con Aymeric, un noble venido a menos por su absurdo afán de sacar adelante sus tierras en lugar de vivir de sus rentas. Éstas son las mejores páginas de la novela, en las que Houellebecq despliega su sugerente amoralidad nostálgica mientras
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escribe un alegato contra la globalización y a favor del proteccionismo. Desde la comodidad de su habitación, Florent-Claude observa lo mismo una escena pederasta —que no lo escandaliza mayormente, siempre y cuando no le cree problemas legales— que la rebelión inútil de los productores de leche normandos ante las regulaciones de la Unión Europea. Como toda gran novela, Serotonina, aunque renuncie a serlo porque escribir una gran novela en pleno siglo XXI sería un gesto demasiado solemne, narra la destrucción de un mundo. En este caso, no se trata sólo de la Francia rural o de la agonía de la Europa aristocrática e incluso burguesa, sino, ni más ni menos, de la civilización occidental, entendiendo por ella a la Francia del estado de bienestar: Y es así como muere una civilización, sin trastornos, sin peligros y sin dramas y con muy escasa carnicería, una civilización muere simplemente por hastío, por asco de sí misma, qué podía proponerme la socialdemocracia, es evidente que nada, sólo una perpetuación de la carencia, una invitación al olvido. Frente a este hecho irrevocable, sólo queda la pasividad cínica de FlorentClaude o la rebelión inútil de Aymeric y de los sindicalistas franceses. Houellebecq tiene la enigmática virtud no de ser el primero en decir las cosas —cualidad odiosa de los oportunistas—, sino de reflexionar sobre ellas antes de que sucedan. Ahora les tocó el turno a los chalecos amarillos, que se asemejan tanto a los sindicalistas de Serotonina que uno no puede dejar de preguntarse si los franceses se aburren tanto que decidieron escenificar las novelas de su escritor más desalineado. Con la reivindicación espiritual de la Francia más profunda y revoltosa, Serotonina aspiraría a convertirse en la novela de cabecera de todo populismo, salvo que Houellebecq ve en esta reacción, en el mejor de los casos, una forma heroica y por lo tanto patética de morir. Esto no quita que el populismo
“TIENE “ LA ENIGMÁTICA VIRTUD NO DE SER EL PRIMERO EN DECIR LAS COSAS, SINO DE REFLEXIONAR SOBRE ELLAS ANTES DE QUE SUCEDAN . de Houellebecq sea de manual e identifique con claridad a los enemigos del pueblo y de la buena aristocracia: los tecnócratas de Bruselas y los bárbaros que no han dejado de invadir Roma desde hace mil quinientos años. El papel de estos últimos, por cierto, está representado por los argentinos (désolé, monsieur Sarmiento), con sus melocotones transgénicos y sus bifes de mercadotecnia, que exterminan a golpe de libre comercio el civilizado campo europeo. Más que un existencialista trasnochado, Houellebecq es un decadente resucitado, con la salvedad de que los decadentes podían serlo con plenitud porque ignoraban que lo eran, mientras que Houellebecq se contenta con ser un digno heredero de los hombres que sabían que no hay mañana. Esto explica su nula voluntad de estilo (esas manualidades se las deja a Michon y a los parnasianos) y el conflicto que atraviesa todas sus novelas: la imposibilidad de ser feliz. El único médico en el que confía Florent-Claude le receta un antidepresivo que provoca impotencia (y cuyas dosis marcarán el ritmo de la novela), al tiempo que le da una lista de prostitutas de confianza. En esta paradoja entre la satisfacción más práctica del deseo y su anulación para sobrevivir transitan siempre los personajes de Houellebecq, insignificantes y megalómanos, al saber que, aunque los aplastó hace tiempo, la civilización francesa descansa muerta sobre sus espaldas. Michel Houellebecq, Serotonina, Anagrama, Barcelona, 2019.
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L A N OTA NEGRA Por
FRANCISCO HINOJOSA @panchohinojosah
EL ARQUITECTO NERUDA LA CANCIÓN # 6 Por
ROGELIO GARZA @rogeliogarzap
EL ARMAMBO GUACARRÓQUER
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A PRINCIPIOS DE LOS NOVENTA (guardo las fechas en el pasaporte: 1 a 5 de diciembre de 1993) nos invitaron a la Feria del Libro de Santiago a Federico Campbell y a mí. Era la primer vez que nos veíamos fuera de México —solíamos encontrarnos en reuniones y también en la calle, caminando. Él andaba entonces muy cercano a Leonardo Sciascia y si mal no recuerdo ése fue el tema de su intervención en la feria. Además de ser bien recibidos por el embajador y el agregado cultural, también lo fuimos por dos amigos que vivían allí: Galo Gómez, entonces representante de Notimex en la zona, y su esposa Tania Lomnitz. Ella nos adoptó para llevarnos a La Chascona —la casa que Neruda le construyó a su amor secreto, Matilde Urrutia— y a la otra en Isla Negra, a dos horas de Santiago. También nos llevó al mercado central —Lo de Augusto— a comer esos moluscos y crustáceos desconocidos para nosotros: piures, picorocos, machas, choros, locos y erizos. Probé estos últimos con una gran expectación creada por Álvaro Mutis, tanto de voz viva como a través de sus personajes. No pude con ellos: su consistencia y su profundo sabor a yodo no me permitieron disfrutar lo que Maqroll el Gaviero anhelaba como manjar de premio. Muchos años después —más de veinte— regresé a La Chascona. Si bien todavía guardo muchas imágenes de la casa de Isla Negra y de La Sebastiana en Valparaíso, que visité en otra ocasión, de la de Santiago apenas tenía una vago recuerdo. Neruda, además de ser uno de los grandes poetas de la lengua española, era un gran arquitecto, un coleccionista compulsivo, un excelente anfitrión y un generoso amigo de sus amigos. No había detalle que se le escapara en su concepción de buena vida compartida. Construyó la casa para su joven amante, Matilde Urrutia, cuando él aún estaba casado. Eligieron entre ambos el terreno en el que se edificaría gracias a que se escuchaba allí el sonido del agua proveniente de una acequia: “agua que corre escribiendo en su idioma”. El arquitecto a quien encomendó el proyecto era un catalán, Germán Rodríguez Arias, que siguió las instrucciones del poeta hasta concluir que el diseño había sido concebido en todos los detalles no por él, sino por Neruda.
EN LO QUE PARECÍA UN CAPÍTULO de la serie Black Mirror a la mexicana, “Pueblo Digital, Infierno Grande”, el primero de abril nos enteramos con tristeza de que el músico y escritor Armando Vega-Gil se dio cran después de publicar un mensaje en su cuenta del pajarito. Su despedida podría embotellarse en esta línea: “Más vale un final terrible que un terror sin final”. Sucedió tras un señalamiento anónimo en la cuenta #MeTooMusicosMexicanos, tuit que detonó una espiral de odio, encono y linchamientos. Mientras en Venus y en Marte se disipa la niebla maloliente del purrúm, recordemos al buen Vega-Gil como se merece. A sus 64 abriles, el Armambo era un artista multitask de la música, el verbo y la imagen. Personaje entrañable para quienes dimos el estirón en los ochenta escuchando a Botellita de Jerez. Antropóloco de carrera, fue forjador, compositor y bajista del grupo por más de tres décadas. También fue autor de una treintena de libros en dos o tres géneros literarios, miembro del trío Palomazo Informativo con Fernanda Rivera Calderón y Martín Durán, fotógrafo, guionista de telera y cine, realizador de cortometrajes, actor, conductor radiofónico, carnal solidario, alpinista, máster del ukulele y jefe de su tribu. Este apego por la Botella se remonta a la adolescencia en mi rancho de neón, a las tardeadas para menores en el Satélite Rocks. Los grupos se rifaban con dos tocadas, una para chavitos a media tarde y otra para la fauna nocturna a medianoche. En ese momento ignoraba su importancia y trascendencia, eran puro desmadre mal tocado, pero de todos los que pasaron por ahí con las banderas de Comrock y Rock en tu idioma, la Botellita era el que mejor definía el concepto y la identidad del rock mexicano:
Fuente > owdin.live
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NERUDA, ADEMÁS DE SER UNO DE LOS GRANDES POETAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA, ERA UN GRAN ARQUITECTO, UN COLECCIONISTA Matilde Urrutia por Diego Rivera.
COMPULSIVO .
El mar está presente en todas sus casas aunque sea en tierra adentro, como en La Chascona, cuyo bar y comedor simulan el interior de una embarcación. Y por supuesto dos de sus colecciones también: caracolas y mascarones de proa que traía de cualquier parte del mundo. Hay en esta casa un retrato de Matilde pintado por Diego Rivera, cómplice del poeta en su relación clandestina: en él se aprecia a la mujer con dos cabezas, una de frente y la otra con un lado oculto. En su pelo se puede apreciar el perfil de Neruda. A propósito de este retrato, más de cuarenta años después se inauguró una exposición dedicada a los muralistas mexicanos Orozco, Tamayo y el propio Rivera. Esa muestra debió abrirse al público en 1973. Si no lo hizo fue porque, dos días antes, el general Pinochet y sus gorilas dieron un golpe de Estado. Si bien el Museo de Bellas Artes que albergaría la exhibición fue tocado por la metralla de los militares, las obras fueron rescatadas por la embajada mexicana y regresadas sin daño a nuestro país, que también trató de darle entonces asilo político a Pablo Neruda a través del embajador de México en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá, a lo que el poeta renunció por no querer dejar su país. Matilde quiso velarlo en La Chascona, a pesar de que la casa fue vandalizada por los propios milicos. Su entierro fue el primer acto masivo en repudio a los golpistas de la Junta Militar.
Foto > cuartoscuro
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El Cultural
DE TODOS LOS QUE PASARON POR AHÍ, LA BOTELLITA ERA EL QUE MEJOR DEFINÍA LA IDENTIDAD DEL ROCK MEXICANO .
el Guacarock. Sergio Arau, El Uyuyuy; Paco Barrios, El Mastuerzo; y Armando Vega-Gil, El Cucurrucucú, arrimaron manifestaciones, ritmos, estilos y mitos de la cultura popular al rock urbano. Una idea musical chida, rockers mariachis que tocaban “Charrock and Roll” y dignificaban lo naco. Apología Míster. Armiados Hueva-Vil permaneció en todas las versiones de la Botella y los Botellos. Sus tres primeros discos, Botellita de Jerez, La Venganza del Hijo del Guacarock y Naco es chido fueron determinantes para la siguiente generación de grupos nacionales. Vega-Gil colaboraba en diversos medios, así fue como cruzamos chupes y choros en algún reven de La Mosca, revista en la que compartíamos columnas vertebrales. La suya, Diario íntimo de un guacarróquer, se convirtió en una novela descabellada con varias reediciones. La literatura fue su otra faceta prolífica con un saldo de siete novelas, ocho libros de cuento, cinco poemarios, once libros infantilesjuveniles y cuatro premios literarios. Cada quien podrá imaginar y creer su verdad, lo único cierto es que su tribu, el rock mexicano y la literatura perdieron a un chingón.
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El Cultural
EL ALACRÁN NO PUEDE EVITAR volver al tema por su irrefutable vigencia, y desde su nido en la grieta del muro vuelve a la voz de la antropóloga y feminista Rita Segato y sus indagaciones sobre el patriarcado, el mandato de la masculinidad, la pedagogía de la crueldad y su relación con el ejercicio de poder, el sometimiento de las mujeres, el crimen y la guerra. La investigadora argentina es radical: para ella, la única manera de reorientar la historia hacia el bien común es a través del desmantelamiento del “mandato de masculinidad”. Sin él, se acabarían las guerras, insiste, porque no habría a quién reclutar. El reclutamiento de hombres se da porque están hechos o formados al calor del mandato de masculinidad; sin él, no hay a quién llamar a filas. Y el escorpión destaca aquí la palabra guerra en los términos de Segato, pues se refiere tanto a las guerras de ejércitos, policías, fuerzas armadas y de seguridad, como a las guerras de las maras, pandillas, bandas del crimen organizado y mafias, las cuales ejercen el “control paraestatal y paralegal de la vida” en los sectores más vulnerables y desprotegidos de la población. Cuenta la investigadora argentina una anécdota reveladora sobre el término “mandato de la masculinidad”, utilizado en sus libros. El traductor de sus títulos le comentó sobre la inexistencia de esa acepción. “Esa categoría, esa frase, no existe en inglés, no es una expresión de la lengua inglesa”. No existe The mandate of masculinity ni tampoco The masculine mandate. El traductor sugirió usar the rule of masculinity, “la regla de la masculinidad”. La antropóloga se negó, pues para ella no es lo mismo. El mandato de masculinidad tiene una ambigüedad, por un lado es una investidura, el hombre está investido de hombre (privilegio), pero por otro lado hay una
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NO ENTENDEMOS POR QUÉ LAS COSAS
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por
TIENEN QUE
CARLOS VELÁZQUEZ
VALER UN OJO
@charfornication
RICAS Y DE CALIDAD
Las anfitrionas.
DE LA CARA .
partes y todavía es relativamente barato. Siempre pensé en que si abría algo iba a ser en la Doctores, porque aquí vivo. La Cañita es un guiño a tus raíces jarochas, pero también un espacio de inclusión, ¿simboliza el paraíso perdido? El paraíso encontrado. Sinceramente siempre quise encontrar algo como La Cañita: un lugar donde la puerta estuviera abierta siempre, donde todxs fueran bienvenidxs mientras respetaran. Sin un gorila en la puerta revisando tus pertenencias, pidiendo que te identifiques o esculcándote. Con comida, bebida y música increíble y una mezcla de personas muy diversas y divertidas. No entendemos por qué las cosas ricas y de calidad tienen que valer un ojo de la cara. ¡Somos punks gourmets! Tienes ya una amplia trayectoria, y sin embargo no has dicho todo, ahora abres un bar. ¿La aventura sigue siendo un componente de tu visión del mundo? Totalmente, es un gran desafío, quería estar del otro lado. Llegaba a tocar a lugares y decía, esto sí, esto no, este lugar podría estar bueno pero... tenía la espina y en lugar de criticar, mejor hacerlo y experimentarlo al lado de quien comparte esta visión conmigo... ¡¡¡Una chinga!!! No lo sabía, pero quería entender cómo funciona, tener más empatía con los venues y con la gente que ofrece un servicio. También era urgente una programación musical interesante, gratuita y con propuestas chingonas que generen una pista de baile safe space, donde todos convivamos sin sentirnos juzgados o acosados. Cuál es la satisfacción más grande que tú y tus socias han obtenido de esta aventura. Lo más bonito para mí es pensar que Diana y yo tuvimos esta idea y lograrla ha sido como la expresión más hermosa de nuestro amor. La gente, los clientes, los vecinos y amigos que vienen también lo notan y nos dan feedback de amor que manifiestan de muy curiosas maneras. Cuando los veo sonreír sé que pude hacerlos un poquito más felices. Eso es hermoso, una satisfacción que reconozco y agradezco.
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EL DOCE DE DICIEMBRE, of all fechas, Ali Gua Gua (guitarrista de Las Ultrasónicas) y Diana Torres, alias La Pornoterrorista, abrieron La Cañita, centro cultural que cura crudas, alimenta a comensales y agasaja a los amantes de la música. Conocí el lugar por invitación de Wenceslao Bruciaga, quien celebró ahí su cumpleaños, y le pedí a DJ Guaguis que platicara conmigo acerca de la propuesta. El Cañita no acepta pagos con tarjeta por el simple motivo de que no tiene wifi. Es un espacio que busca privilegiar la convivencia orgánica. Realizan eventos de todo tipo y son partidarias de la cultura del vinyl. Además de contar con una carta por demás interesante. La mezcla de cañas (por la raigambre española de Diana) y mariscos por parte de Ali lo hacen único y original. En un lugar como la Ciudad de México los lugares de inclusión como La Cañita son verdaderos oasis para refugiarse de la hostilidad del rapel social. Aquí no hay cadenero, pero sí mucho sabor y tolerancia con la diversidad. Ancladas en la Doctores (Doctor Andrade 24), Ali y Diana están demostrando que la cultura puede esgrimirse desde cualquier rincón de la urbe. Cómo surgió la idea de montar el bar. Con Diana mi socia y compa siempre quisimos hacer algo juntas. En una gira por España en el verano del 2017 (ella presentando su libro y yo tocando como DJ) empezamos a fantasear con la idea de una marisquería bar porque lo que más nos gusta en la vida es comer, beber y la música. Un lugar que tuviera el sazón de Veracruz combinado con el de Madrid y cañas bien tiradas. Has sido guitarrista, dj, y ahora co-propietaria de un bar. ¿Qué representa para ti lo multicultural? Es un reto y una motivación, probar cosas diferentes. Nunca me han gustado las etiquetas o encasillarme. Estudié cine, canté en una banda de cumbia, publiqué en libros, periódicos y revistas, tuve programas de radio, hago canciones, toco la jarana, rapeo. Creo que hay que poner en práctica lo aprendido, que nos sirvan las experiencias, de eso se trata la vida. No abrieron un lugar en la Roma o la Condesa. Lo hicieron en la Doctores. De dónde surge la necesidad del espacio alternativo. De alejarse de la gentrificación. Llevo doce años viviendo en la Doctores, me encanta porque está enmedio de todo pero no tiene ese protagonismo mamón de otras colonias. Sí se siente el barrio de alguna manera, un barrio bonito y al mismo tiempo peligroso, muy auténtico, que te hace estar al tiro. Hay lucha libre y olor a marihuana en todas
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EL LIBRO PRUEBA QUE LA IMAGEN DE DIOS NO ESTÁ EN LAS MUJERES, SINO EN LOS HOMBRES, LLAMADOS
L A C A Ñ I TA (GOURMET PUNK BAR) EL SINO DEL ESCORPIÓN Por
ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
A DIRIGIR Y AMAR A SUS ESPOSAS Y DISCIPLINAR A SUS HIJOS
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imposición, condiciones para mantener esa investidura, una duplicidad, una ambigüedad (un sometimiento), precisó. Por curiosidad, la autora acudió a Google y resultó que The masculine mandate es el título de un libro de la teología cristiana de ultraderecha y ultrafundamentalista. Su autor, Richard Philips, hijo y nieto de oficiales del ejército estadunidense, pasó del ejército a la iglesia. Como pastor presbiteriano publicó este bestseller en el cual se prueba que en el mundo, la imagen y semejanza de Dios no está en las mujeres, sino en los hombres, “llamados a dirigir, amar a sus esposas y disciplinar a sus hijos, y ésa es la forma de servir a la iglesia de Cristo”. El venenoso ve entonces cómo la opresión de las mujeres y el monopolio masculino del poder y del Estado se hallan presentes en el ADN del patriarcado, un orden político tan milenario como injusto.
E L M A N D AT O MASCULINO
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SÁBADO 13.04.2019
ESGRIMA Por
ALICIA QUIÑONES
D AV I D G A I TÁ N EL PÁNICO A LAS IDEAS
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avid Gaitán es actor, director de escena, dramaturgo y fundador de la compañías de Teatro Legeste y Ocho Metros Cúbicos. Nació en la Ciudad de México en la década de los ochenta y es uno de los jóvenes que marca la dinámica de la escena teatral en la actualidad. Ha realizado y/o participado en montajes como ReMar, La pura idea excita, Filial en 4, Escurrimiento y anticoagulantes y rastro, Pato Schnauzer y Disertaciones sobre un charco. Es autor de trece obras de teatro, de las cuales diez han llegado a la escena y se han publicado cuatro. En 2010 fue seleccionado como parte del grupo internacional de dramaturgos del Royal Court Theater y en 2012 participó en la residencia artística del Lark Play Development Center, de Nueva York. Sus dos producciones más recientes, La ceguera no es un trampolín y Edipo: nadie es ateo se presentarán en el Teatro el Galeón, a partir del 25 y 29 de abril, respectivamente. El joven creador habla en esta entrevista sobre el teatro actual y sus propuestas escénicas. ¿Cómo viven el teatro los jóvenes creadores o quienes están consolidando una carrera escénica? Hay un abanico muy amplio en cómo se vive el teatro en México. Depende de muchos factores. Pero sí creo que hay uno muy significativo. Hay un grupo de creadores que se dedica —odio estas distinciones— al teatro comercial, que es viable, digno y está muy bien, y hay quienes se dedican al teatro, sí, como una actividad para vivir, pero cuyo fin no es propiamente la inversión, el negocio o un éxito financiero, sino que buscan un éxito al generar pensamientos nuevos en el espectador. Yo me ubico en el segundo grupo. Creo que he tenido mucha suerte y junto con la suerte he trabajado tanto como he podido para que la maquinaria se siga moviendo. Opero desde diversas áreas: soy actor, escritor, dramaturgo, director de escena, maestro, hago traducciones, escribo guiones para cine, etcétera. Tengo una vida muy parecida a lo que me interesa, digamos, en un ángulo creativo, pero por otro lado tengo muy claro que no puedo parar de trabajar. Sin embargo, me siento en un momento muy afortunado porque puedo expresar desde varias plataformas un punto de vista sobre el mundo.
“EL “ TEATRO SE HA CONVERTIDO EN UN ACTO DE CONTEMPLACIÓN. ANTES NO ERA NECESARIAMENTE CONTEMPLATIVO PORQUE ESTABA MUCHO MÁS PRÓXIMO A LA VELOCIDAD DE LA VIDA”.
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La ceguera no es un trampolín es tu más reciente montaje, próximo a estrenarse. Una historia que inscribes en el teatro del absurdo. Son tres personajes en escena que tienen pánico a formular una buena idea, entonces, a partir de esta primicia abstracta vemos un mundo, digamos, de tintes beckettianos. Tres personajes que hacen una disertación sobre lo que es y lo que no es ser artista. En la conversación que ocurre en el escenario se habla justamente de los riesgos de tener una buena idea y eso, inevitablemente, nos lleva a pensar qué significa tener una buena idea en un mundo como el actual, donde cualquiera puede autorizar o legitimar su opinión por el hecho de hacerla pública, por ejemplo, en las redes sociales. Frente a esto, ¿cuál es el temor de decir cosas en la esfera pública? Ante las respuestas que eso pueda generar, la historia aborda estos universos y yo aspiro a que, desde ahí, la obra encuentre su pertinencia. Parece un homenaje a Esperando a Godot. Sí, hay algo de eso, son tres personajes que buscan habitar un lugar en donde nadie los vea, una especie de grieta, un hueco entre dos lugares: buscan entrar a este lugar abstracto en donde puedan ser invisibles. Esta obra se estrena en un contexto interesante, en medio de una serie de movimientos públicos como el #MeToo, cuando tú propones que la validación de
Foto > Nacho Ponce
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El Cultural
Escena de Dios. O no ser, obra de David Gaitán.
las ideas u opiniones se da en el mismo momento en que se vuelven públicas. Cada obra se inscribe, inevitablemente, en su momento histórico, y creo que particularmente con el movimiento #MeToo hay un cambio en los patrones de violencia que los hombres hemos ejercido contra las mujeres. Creo inevitable que todo el teatro que se hace en este momento pase por esa reflexión. Y creo que esta obra será parte de lo mismo aun si nosotros quisiéramos evitarlo, pero no me interesa de ninguna manera evitarlo. Espero que la obra y la reflexión que hacen estos personajes se sumen a la conversación. ¿Cuáles son las complicaciones que este 2019 presenta, tanto para las compañías teatrales como para los creadores? Las mismas que hemos enfrentado en otros años, no encuentro ningún punto en particular. El primer reto como compañía teatral es, siempre, afianzar un sentido de identidad, tanto con Ocho Metros Cúbicos como con el resto de agrupaciones con las que tengo la suerte de colaborar. El reto es, siempre, tratar de hacer una obra que se comunique con el presente, tanto con lo que nos pasa como compañía, como con lo que le sucede al país y al espectador, quien es nuestro puerto último de arribo, nuestra prioridad. Frente a la prisa que vivimos con las nuevas tecnologías, donde el consumo de información en las redes sociales es inmediato, ¿cuál es la función del teatro y qué pasa con los espectadores? Jugando un poco a futurear, creo que hay un efecto paradójico. Por un lado, el teatro se ha convertido en un acto de contemplación, comparado con la velocidad de la comunicación e información que ahora tenemos. Cada vez más, exigimos que lo que leemos o se nos dice sea breve, compacto, asertivo y, además, estimulante. Hay una competencia por la imagen, por conquistar las neuronas de la gente, y eso ha hecho que el teatro se convierta en un acto de contemplación. Antes el teatro no era necesariamente contemplativo porque estaba mucho más próximo a la velocidad de la vida. Todo esto implica un gran riesgo: que la gente no quiera ir más al teatro, que le aburra, que no llegue porque implica un desplazamiento que ahora se necesita para muy pocas cosas. Ya casi todo lo tenemos a la mano en teléfono. Es un riesgo que se nos complique motivar al espectador para asistir. Sin embargo, también creo que ese estado de excepción que ahora es el teatro, ese estado de contemplación, todo el ritual que le implica a una persona ir a una obra de teatro, desplazarse, atravesar la ciudad, sentarse en una butaca, saber que eso está pasando sólo en ese lugar, lo convierte en una experiencia excepcional y su resultado puede ser mucho más potente. Siento que las nuevas tecnologías y las nuevas formas de comunicarse pueden catapultar al teatro hacia un lugar de acción soñado; otras veces siento que van a terminar por vaciar las salas. Ojalá que suceda lo primero.
12/04/19 18:27