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IVÁN FARÍAS

MAQUINANDO EL COMPLOT MONGOL

FRANCISCO HINOJOSA CAMBIA, TODO CAMBIA

JORGE MARTÍNEZ

PALOMEAR A LOS ARCTIC MONKEYS

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S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

EL PERIODISMO SEGÚN

O CÓMO CONSTRUIR UNA ÉPOCA CARLOS VELÁZQUEZ

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Ha transcurrido más de medio siglo desde que esta publicación, especializada en el rock al inicio, evolucionó —con la era dorada de las revistas que hoy parece tan remota— en rutas por demás innovadoras. Con autores emblemáticos de ese laboratorio de experimentación literaria que sería también el nuevo periodismo —y más tarde el gonzo—, Rolling Stone dinamitó convenciones y fue mucho más allá del ámbito musical. Así, transitó desde el origen underground hasta su opuesto, la consagración del llamado mainstream. En ese trayecto cambió por completo la manera de ejercer el periodismo y la literatura.

El periodismo según Rolling Stone

CÓMO CONSTRUIR UNA ÉPOCA CARLOS VELÁZQUEZ

L

a fama de Rolling Stone como antagonista a principios de los años setenta era mundialmente reconocida. Led Zeppelin sufrió el acoso de sus críticos. Y Cream, la banda de Eric Clapton, se separó después de que el guitarrista leyera una reseña de su disco Wheels of Fire y se desmayara en la vía pública. Pero Rolling Stone no era una simple máquina de tirar golpes, su credibilidad se sustentaba en tener a críticos como Jon Landau y Greil Marcus en su plantilla. La revista había nacido apenas unos años antes en San Francisco y ya gozaba del poder para dirigir no sólo al rock, sino también a la cultura y a la política. El prestigio llegó pronto, el dinero tardó mucho. Pero ello no impidió que su director y fundador Jann S. Wenner se diera vida de magnate. Supervisado en los inicios de la publicación por su mentor Ralph Gleason, un crítico de jazz, Wenner construyó una empresa que sería el portavoz de una generación.

Desde su pedestal, Wenner trabó amistad con lo más representativo de la industria. Su amistad con Bruce Springsteen es uno de sus bienes más preciados. Corrió a uno de sus redactores, el prometedor Lester Bangs, por una reseña negativa del primer álbum de Springsteen. Y en su cartera de celebridades no podía faltar Bono, una amistad que le resultaría incómoda a un Jann S. Wenner joven, pero que al actual le gusta tanto que la exhibe como si fuera un cinturón de campeonato. Así como tiene sus consentidos, también hay una lista negra. Que incluye a Bon Jovi. La maquinaria producida por Rolling Stone le permitió a Wenner controlar el Salón de la Fama del Rock & Roll. La iniciativa para crearlo fue de Wenner y Ahmet Ertegün, el magnate de Atlantic Records, otra de sus figuras paternales. Una relación, como casi todas las de Wenner, de beneficio y maledicencia. La historia toda de Rolling Stone está cimentada sobre la controversia.

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Para ser editor de una publicación así se necesita la cabeza fría. Wenner nunca consideró personal ninguna de las broncas que desató desde las páginas de la revista. Un día te crucificaba con una reseña negativa y te saludaba al siguiente como si nada hubiera pasado. Durante toda su vida Wenner sólo se vio en un par de predicamentos. La amenaza de divorcio de Jane y la bronca en 2004 que puso en tela de juicio el valor más alto que había ostentado la publicación en toda su existencia: la credibilidad. Rolling Stone había publicado un reportaje sobre una violación ocurrida en un campus universitario de Virginia, perpetrada por miembros de una fraternidad, sin verificar la historia. La fuente falló y la revista tuvo que pagar tres millones de dólares. El revés no fue tanto el dinero, que resultó poco para la gravedad del caso, como el entredicho en el que quedó la revista. Pero al margen de las dificultades, que no fueron pocas, son más los momentos de gloria, que están escritos en letras de oro, los que conforman la historia de la revista. Lo mejor de lo mejor pasó por sus páginas, con contadas excepciones. Y todo se consiguió desde un producto marginal: el rock. Un estilo musical que escaló hasta convertirse en una nueva religión. Una que albergaba a lo más exclusivo de la farándula, en cuyo centro se albergaba Wenner. Jann se cumplió todos sus caprichos, como llamar a Truman Capote para escribir un texto sobre los Rolling Stones. Truman nunca cumplió con la asignación, pero Wenner se salió con la suya. Codearse con el autor de A sangre fría. Rolling Stone comenzó como un pequeño tabloide sin grapas y terminó como un emporio. Con una revista a todo color y una editorial. Más un par de publicaciones más y otras empresas, varias propiedades y piezas de arte de Ralph Steadman y una serie de fotografías que la historia no olvidará. En 2017 Rolling Stone cumplió cinco décadas, de las cuales dos estuvo en la cima. Y para celebrar lanzaron un documental, Rolling Stone: Stories From the Edge y Sticky Fingers, la biografía de Jann S. Wenner. En estos mismos días coincide la publicación en español de Sur y Oeste de Joan Didion (Random House, 2018), que incluye “Apuntes de Los Ángeles”, un texto que originalmente fue un encargo de Wenner sobre el juicio de Patty Hearst. Como Capote, Didion nunca entregó el texto solicitado, y fue con Capote la segunda pluma en desdeñar la proyección que Rolling Stone le otorgaba a sus escritores. De entre todas las publicaciones del mundo, Rolling Stone vivió el nacimiento, la ascensión y caída de la era dorada de las revistas. Y su editor sobrevivió para mantenerla en pie pese a la irrupción de la era digital. Wenner no es invencible. En los últimos años sufrió una operación de cadera y un ataque al corazón. Pese a que su salud se ha visto afectada, la revista continúa

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“ROLLING “ STONE COMENZÓ COMO UN PEQUEÑO TABLOIDE SIN GRAPAS Y TERMINÓ COMO UN EMPORIO. CON UNA REVISTA A TODO COLOR Y UNA EDITORIAL. MÁS UN PAR DE PUBLICACIONES Y UNA SERIE DE FOTOGRAFÍAS QUE LA HISTORIA NO OLVIDARÁ .

en la calle. Más como un recordatorio de tiempos mejores que otra cosa. De ser una publicación que alcanzó las setenta páginas de extensión ha quedado reducida a un pasquín. Pero su lugar como referente nadie lo puede negar. El día que desaparezca Rolling Stone sin duda morirá una parte del rock & roll.

HISTORIAS DE LA ERA (EL DOCUMENTAL) Rolling Stone rompió todas las reglas, dice Tom Wolfe en Stories From the Edge, un documento visual de casi cuatro horas de duración que retrata las cinco décadas de la revista. Todo ocurrió demasiado rápido. Qué hizo a Rolling Stone posicionarse como una publicación digna de toda la seriedad y atención de la opinión pública. Una ética particular. Una ética que lo mismo mandaba a Cameron Crowe, un periodista de dieciséis años, a hacer el trabajo sucio de cubrir a las bandas que no gustaban a la redacción; que fue cuestionada por el gremio al señalarla como publicista del Ejército Simbiótico de Liberación (SLA, por sus siglas en inglés) con su historia sobre el secuestro de Patty Hearst. Esa flexibilidad no la tenía nadie. En qué momento una publicación contracultural se ganó el respeto de todo mundo. En el instante en que abandonaron el underground para profesionalizarse. En palabras de Jann S. Wenner, Rolling Stone se creó porque no existía una publicación que reportara los fenómenos que la cultura arrojaba

y los cambios vertiginosos que se producían en el rock. Y como el mejor rock de finales de los sesenta se hacía en California la revista nació en San Francisco. Cuenta la historia de cómo se eligió el nombre. Es una cruza de referencias. Muddy Waters, The Rolling Stones y Dylan son responsables en la misma medida en que Ralph Gleason y Jann S. Wenner utilizaron la piedra rodante como metáfora de una actitud hacia la vida. Actitud que enarbolaron desde sus páginas. La influencia de la revista en lo periodístico está más que documentada, pero una muestra de su poder de penetración es que de sus interiores Jon Landau saltó a la producción. En las páginas de Rolling Stone apareció aquel elogio de Landau hacia El Jefe. “He visto el futuro del rock & roll. Su nombre es Bruce Springsteen”. Gracias a esto El Jefe lo incorporó a la producción de Born to Run. El Dylan de Nueva Jersey relata que conoció la revista a los diecisiete años. Y se sintió parte de algo. Oh, Dios, hay otros locos como yo tomándose las cosas en serio, afirmó. Sólo en un lugar con una ética flexible publicarían a un menor de edad. La historia de Cameron Crowe es uno de esos cuentos que sólo pueden estar escritos en el cielo del rock & roll. Una gran cantidad de bandas sentían la afrenta crítica de Rolling Stone y se negaban a aparecer en portada. Pero hábil como sólo él sabe serlo, Wenner mandaba a un angelical Crowe a hacer la chamba que nadie en la redacción quería cubrir. Y qué pasó. Uno de los episodios más conmovedores de la historia del periodismo. Crowe entregó un texto sobre Led Zeppelin que no le gustó a Wenner porque era la visión de un fan. Hizo a Crowe entrar en su oficina y el muchacho lo encontró llorando. Se acababa de morir Gleason. Wenner le dijo que sí publicarían el texto pero que si de verdad quería ser un escritor, no un reseñista, no alguien que dice lo mucho que ama la música, estudiara a Joan Didion. Stories From the Edge le pasa revista a los momentos estelares de las cinco décadas. El asesinato de John Lennon, Hunter S. Thompson entrevistando a Bill Clinton, las Panteras Negras. El mérito de Rolling Stone es haber sido pionera en narrar el comienzo del fin de la civilización occidental desde una revista de música. Y congregar lo mismo a un amateur como Crowe que a Tom Wolfe o Hunter S. Thompson. Y hacer una gran cantera. Annie Leibowitz dice en pantalla que se formó al amparo de Rolling Stone.

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El documental es un agasajo de imágenes pero cobra una relevancia especial cuando se cuenta la relación entre la revista y John Lennon. Esa asociación que en un principio entablaron Wenner y el exBeatle para a través de sus páginas ayudarlo a difundir su mensaje. Con Rolling Stone Lennon se desnudó como con ningún otro medio. Y las fotos que le tomó Leibowitz para acompañar las distintas entrevistas son imágenes que han hecho historia. De todo lo que se cuenta en el documental lo más entrañable es lo de Lennon. Tener al mito en sus manos es la proeza única. Stories From the Edge es el complemento de Cover to Cover, el box set que lanzó la revista para conmemorar sus cuarenta años en 2007. Cuatro DVD’s con todos los números de la revista desde 1967 hasta el 2007 en PDF y un libro en formato tabloide con cientos de páginas de la historia. Cuatro décadas de periodismo condensadas y listas para perderse por horas en la computadora revisando los archivos RS. Cuando Wenner decidió mudar la revista a Nueva York dejó muy claro que nunca fue un hippie. Era un hombre de negocios con un pasado hipster, pero su único ideal era la publicación con la que invadió el mundo. Hay ediciones en Argentina, España, Inglaterra, Alemania, Italia y México, por supuesto, entre otras. En una escena de Stories From the Edge le preguntan a Hunter S. Thompson qué es el gonzo. La subjetividad, responde. Formar parte de la historia. Esa fue también la visión de Jann S. Wenner, que la revista no fuera un simple órgano informativo. Que acompañara la historia y contribuyera a su construcción. Y vaya si lo lograron.

MR. ROLLING STONE Si algo define a Jann S. Wenner es la ambivalencia. En su caso no se trata de un defecto sino de un arma. A la hora de herir susceptibilidades es un profesional. Y vaya el nivel de sus víctimas: John Lennon, Mick Jagger, Paul McCartney, su personal laboral, en fin. Es cruel hasta lo implacable. Pero nunca interpreta el papel de villano. Trabaja incansable por hacerte creer que es una mierda para ponerse de tu parte en dos segundos y mostrarte su lado humano, demasiado humano. Contar la historia de Wenner es contar la historia de la revolución cultural de los sesenta, del rock & roll y del nuevo periodismo (incluido el gonzo). Y tal tarea titánica recayó en Joe Hagan, un periodista que se forjó al amparo de Rolling Stone, primero como lector-fan y después como colaborador. Sticky Fingers. La vida y la época de Jann Wenner y la revista Rolling Stone (Neo-Sounds, 2018) narra la historia de un sujeto despiadado que con tal de alcanzar sus objetivos fue capaz de traicionar a familia, socios, empleados y amigos. Pero al cual te resulta imposible repudiar porque sus aspiraciones no son otras que glorificar el periodismo y el rock

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“PARA “ CALMAR A JAGGER, QUIEN ESTABA DISPUESTO A PELEAR EN LOS JUZGADOS POR EL USO DEL NOMBRE DE LA REVISTA, WENNER ACEPTÓ CONVERTIRLO EN SU SOCIO Y LANZAR LA VERSIÓN BRITÁNICA. LO QUE SE CONVIRTIÓ EN UN DESASTRE . (y de paso volverse rico, nunca lo negó). Sticky Fingers no es una biografía oral, pero casi. Está compuesta a partir de cientos de entrevistas. Incluidos Wenner y su exesposa Jane, magnates de lo que en su momento fue un emporio de las comunicaciones valuado en cientos de millones de dólares. Pero no por ser Joe Hagan un producto de la factoría Rolling Stone Wenner sale bien librado, al contrario, todos los detalles escabrosos son expuestos con imparcialidad. No se trata de una biografía autorizada, aunque cuente con la participación del biografiado, lo que le permite al periodista trabajar sin un conflicto de intereses de por medio. La historia arranca con una disputa entre Wenner y Lennon. La queja de Lennon es que prefirió el dinero que la amistad. Y mientras lees no puedes creerlo. Cómo este cabrón fue a apuñalar al idealista por excelencia. Es como si hubieras embaucado a la Madre Teresa. Pero sin ese tipo de decisiones por parte de Wenner la revolución periodística no habría salido de las redacciones e inundado las calles. El problema es que conforme avanzas en la historia, tu corazón se encuentra en un predicamento. Amar u odiar a Wenner. Es imposible asumir una postura. Entonces, a medida que te adentras unas páginas en los pormenores de su vida a ratos lo quieres matar y a ratos deseas abrazarlo.

WENNER Y LENNON Rolling Stone fue una de las tantas manzanas de la discordia entre Beatles y Rolling Stones. Jagger reclamó un uso indebido del nombre de su banda y Wenner respondió usando como estandarte de su publicación a Lennon. Separados los Beatles, John otorgó una entrevista a Rolling Stone, titulada Lennon recuerda. Wenner la publicó en formato de libro contra los deseos de Lennon y la amistad se disolvió. Más de una década después, Lennon aceptó un acercamiento con

la revista, de la que nació la famosa portada de Lennon desnudo abrazando a Yoko, imagen tomada por Leibowitz. Wenner y Lennon no se dirigían la palabra. Y no lo volverían a hacer. La muerte de Lennon hizo a Wenner revalorar la figura del exBeatle y dedicó varios números a honrar su memoria. A la fecha Lennon es la figura que más ocasiones ha aparecido en la portada de Rolling Stone. Inteligente como nadie, a partir del asesinato Wenner se apegó a Yoko Ono y entre ambos hicieron que el legado de Lennon se fortaleciera conforme avanzaban los años. Al final, Wenner olvidó el dinero, sólo le importó el mito, el héroe.

WENNER Y JAGGER Para calmar a Jagger, quien estaba dispuesto a pelear en los juzgados por el uso del nombre de la revista, Wenner aceptó convertirlo en su socio y lanzar la versión británica. Lo que se convirtió en un desastre. Una fuga de dinero para ambos. Y en medio de aquel trance la Rolling Stone gringa publicó una reseña negativa de un disco de la banda de Jagger. Desde entonces la relación entre ambos ha sido un estira y afloja en todos los sentidos, se presume incluso que fueron amantes. Sí, Lennon era el santo patrono que desde las alturas le daba a Wenner el visto bueno, pero en el infierno era Mick quien fungía como mentor. Su personalidad tenía a Wenner embragado a tal nivel que lo mismo lo admiraba que lo juzgaba. Cuando ocurrió la desgracia de Altamont, la mejor cobertura de la noticia fue de Rolling Stone. Y su investigación apuntó a que los Stones eran en gran medida responsables del crimen perpetrado por Los Ángeles del Infierno. Aquello fue un revés para Jagger. Sin embargo, Mick jamás se tomó personal ningún ataque de la revista. Al contrario, sabía que cada uno estaba ejecutando sus movimientos. Cuando Keith Richards publicó su biografía, Jagger hizo un entripado del tamaño de su fama. Keith reveló

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“WENNER “ NO PODÍA DEJAR DE SENTIRSE IDENTIFICADO CON TRUMP. ¿ASÍ O MÁS CONTROVERSIAL? NUNCA LO APOYÓ ABIERTAMENTE PERO LE RECONOCÍA VARIOS MÉRITOS. ALGO QUE HUNTER S. THOMPSON JAMÁS LE HUBIERA PERDONADO .

Si Lennon era la inmaculada concepción y Jagger el oropel, Dylan era el misterio. Y Wenner no fue inmune a él. Cuando Dylan abandonó el folk y empezó un peregrinaje que duraría décadas por distintos estilos, no sólo los fans se le voltearon, también los críticos. Incluido Greil Marcus, que publicó aquella famosa reseña negativa sobre Self-Portrait. Marcus lo adoraba, escribió un libro sobre Highway 61. Pero no le tembló la mano para llevarlo a la hoguera. Wenner siempre defendió a Dylan. Cuando salió Slow Train Coming a Dylan le llovió mierda. Y quién escribió una reseña positiva del disco pese a las advertencias de que hacía el ridículo: Jann Wenner. Como muchos artistas, Dylan se enemistó con Rolling Stone. Y se reconcilió y se volvió a enemistar y a reconciliar. En Sticky Fingers Wenner afirma algo que es bastante difícil contradecir. Rolling Stone cubrió de manera puntual la carrera de Dylan y es en cierta medida responsable de su gran exposición mediática. Dylan siempre lo negó.

WENNER Y HUNTER S. THOMPSON Rolling Stone atravesó más crisis financieras que cualquier otra publicación de la historia. Pero igual de peligrosas eran sus crisis de contenido. Y justo cuando estaba por desdibujarse en los setenta, apareció un salvavidas cargado de drogas: Hunter S. Thompson. La relación entre ambos tampoco sería fácil. Al principio se amaron con locura y después se alejaron. Por problemas de dinero. Por problemas de ego. Porque eran demasiado el uno para el otro. Wenner comisionó a Hunter para que cubriera la pelea de Ali en Zaire. El alter ego de Raoul Duke nunca salió de la piscina del hotel. No mandó su historia. Wenner obligó a Thompson a pagarle trescientos dólares de la cuenta del hotel y encima le reclamó la entrega del manuscrito de Miedo y asco en la campaña presidencial del 72. Thompson respondió exigiéndole

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WENNER Y LA SEXUALIDAD Rolling Stone era famosa por su recalcitrante machismo. Pero cuando hubo que enarbolar la causa feminista Wenner la abrazó con ahínco. Era el tipo de cosas que lo volvían impredecible. Las decisiones que lo convirtieron en uno de los mejores editores del mundo. No importa lo que pasara en su cabeza, estaba comprometido con la verdad. Y con ciertas causas. Su sexualidad nunca fue clara. Lo mismo acosaba a mujeres que hombres en las oficinas de su redacción. Fue hasta 1995 que salió del clóset. Tres décadas después del verano del amor. Quien sin duda sufrió más que nadie los cambios de Wenner fue Jane, su mujer. Que ante la personalidad apabullante de su marido se refugió en las drogas y en la bisexualidad. Fue amante de Annie Leibowitz, una de las figuras centrales en las que descansa la reputación de Rolling Stone. La revista era más que una redacción. Era el Decameron del periodismo canalla. Sexo, drogas, traición, swingers, threesomes, pero lo que unía verdaderamente a todos aquellos maniáticos del sexo era el amor por el periodismo. Hoy en día una redacción así sería impensable.

EL DOCTOR HUNTER S. THOMPSON Después de William S. Burroughs nadie se tomó tan en serio la consigna de desprestigiar el sueño americano como Hunter S. Thompson. Con la dedicatoria incluida en Miedo y asco en Las Vegas, “y a Bob Dylan por Mister Tambourine Man”, el periodista gonzo dejó bastante claro que era un idealista. Y sirviendo a ese idealismo se topó un día con Rolling Stone. Tras la publicación de Los Ángeles del Infierno Thompson necesitaba una trinchera. Y a un editor loco que le abriera la cartera. Por su personalidad estrafalaria y su compulsión por las drogas esto jamás sucedería desde el New Yorker. Necesitaba de una publicación que rezumara electricidad. Una revista que ponderara todo lo que el sistema rechazaba. Y fue Rolling Stone la que propició que el gonzo estallara. La relación entre Wenner y Hunter está bien registrada en el documental Stories From the Edge, la bio de Jann Sticky Fingers y en Gonzo, The Life of Hunter S. Thompson. Aunque Thompson se benefició de Wenner, fue éste quien mayor provecho obtuvo de la relación. Pese a lo bien documentada que se encuentra esta asociación delictuosa nadie se pone de acuerdo al momento de determinar

NO ES SÓLO ROCK & ROLL Antes de las seiscientas páginas que le llevaron a Hagan contar la historia de Wenner, hubo dos intentos que no fructificaron. Se insiste que es un fan. Pero un fan no consigue todo lo que Wenner construyó. En el presente Rolling Stone ya no es la agitadora de conciencias del pasado, pero sigue estando en el centro del debate. La entrevista, aunque fallida, de Penn al Chapo Guzmán es muestra de ello. Tratar de reducir el papel de Wenner al de un simple animador es un error. Rolling Stone le otorgó la reputación que siempre anheló, pero el dinero se lo dejó US Weekly, la revista de chismorreos que llegó a ganar noventa

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WENNER Y DYLAN

que retirara su nombre de la cabecera de Rolling Stone, algo que el editor no hizo. Su relación no volvería a ser la misma. La aspereza no desaparecería hasta la muerte de Hunter. Para el reportero, Wenner estaba en deuda con él. Y tenía razón. Y una vez más, apenas vio la oportunidad, Wenner se colgó una medalla. Encargó una biografía bastante elogiosa para honrar a su amigo. Entre más malo, más bueno, así era Wenner.

millones de dólares al año. Pero el Wenner empresario tampoco era una carta que se sostendría por siempre. Internet fue sepultando poco a poco el negocio de la página impresa y Wenner decidió hundirse con su Titanic. Es quizá la muestra de nobleza más grande en el relato. Que abarca todos y cada uno de los aspectos de la vida de Wenner. El político no podía quedarse fuera. Y es con la política que se cierra esta biografía. Ambicioso, Wenner no podía dejar de sentirse identificado con Trump. ¿Así o más controversial? Nunca lo apoyó abiertamente pero le reconocía varios méritos. Algo que Hunter S. Thompson jamás le hubiera perdonado. Y seguramente se está revolcando en su tumba. Como Lennon. Y como quizá también lo hará Jagger el día que le toque su turno.

Fuente > boek

que Jagger tenía el pito chico. Y quién salió a defenderlo: Wenner. Ofició como árbitro entre los dos. Keith se disculpó y los Stones olvidaron el impulso de disolverse. Si la fama y el dinero no dan una cuenta precisa del poder de Wenner esta anécdota sirve para mostrar su gran injerencia. Gracias a él los Stones continuaron.

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la calidad de la escritura de Hunter hacia el final de sus días. Para Tom Wolfe, Wenner es el culpable de que Thompson se arruinara como escritor. Al ponerlo a escribir sobre política Wenner lo alejó de la literatura. En Sticky Fingers Joe Hagan juzga duramente a Thompson al decir que prefirió la fama sobre la escritura. Para nadie es un secreto que desde finales de los setenta Hunter se dedicaba más a vivir de su persona. Pero en Antigua sabiduría gonzo (Sexto Piso, 2018), uno de los periodistas que entrevista a Hunter afirma de manera categórica que su mejor producción se dio durante su época como columnista de ESPN. Antigua sabiduría gonzo es precisamente el mejor documento para

juzgar el quehacer de Thompson en la última etapa de su vida. El libro congrega cuarenta años de entrevistas, arranca en 1967 y termina en 2004, un año antes de que se volara los sesos. Pero es en sus últimas entrevistas donde destila una sapiencia sin concesiones. En sus últimos años Thompson apenas si conoció la sobriedad. Desde que se levantaba hasta la hora de dormirse se metía una cantidad exorbitante de drogas. Sin embargo, nunca perdió la lucidez. Un sexagenario en apuros podría ser un subtítulo ideal para Antigua sabiduría gonzo. El libro es puro Hunter. Pero tiene poco que ver con la escritura. Todo aquí es pensamiento. Es Thompson al desnudo. Su voz y su estilo están presentes, pero a través

de la palabra oral. Pese a ser una congregación de testimonios, la obra tiene el mismo valor que si de un libro de Hunter se tratara. Los periodistas veían a Hunter como una fuente inagotable de controversia. Y no se amilanan a la hora de interrogarlo, aunque muchos se sintieran intimidados. Y por supuesto que da sus opiniones sobre Jann S. Wenner. Después de la muerte de Nixon, el personaje con el que más estaba obsesionado Hunter era el director de Rolling Stone. El alter ego de Raoul Duke se sentía estafado, traicionado y profundamente herido por los giros editoriales que cobraba su antigua casa. Y siempre se lo hizo saber a Jann. Cuando Rolling Stone publicó Miedo y asco en Las Vegas por entregas

“ANTIGUA “ SABIDURÍA GONZO ES PRECISAMENTE EL MEJOR DOCUMENTO PARA JUZGAR EL QUEHACER DE HUNTER S. THOMPSON EN LA ÚLTIMA ETAPA DE SU VIDA .

DE LA CONTRACULTURA AL MAINSTREAM

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n sus inicios, Rolling Stone estaba dirigida a un público blanco. Una de las quejas recurrentes de Gleason hacia Wenner era que nunca sacaba artistas negros en portada. Sin embargo, en lo laboral a Wenner no le importaba la procedencia de sus colaboradores. La prueba era Ben Fong-Torres, un periodista chicano-oriental, mano derecha de Wenner y editor asociado. Pero luego las cosas se invertirían. Conforme la música de color se afianzó dentro del negocio musical, Wenner, siempre dado a cambiar de opinión de un día para el otro, convirtió a Rolling Stone en un bastión de la nueva revolución musical en Estados Unidos: el hip hop. Conforme la revista se fue alejando de aquel espíritu primigenio que inauguró sus páginas, la plantilla de colaboradores también se transformó. Pero hubo dos o tres épocas doradas en cuanto a su equipo. Hacer coincidir en una misma redacción a plumas como Tim Crouse, David Felton, Joe Eszterhas, Grover Lewis, el sensacional Paul Scanlon, el pesado Robert Greenfield, además de los ya mencionados Thompson, Landau, y con intermitencia Bangs, Marcus y Tom Wolfe, más una lista de nombres interminable, es a todas luces un triunfo dentro de las publicaciones periodísticas de cualquier era o lugar. En la actualidad cuentan con David Fricke, uno de los críticos de rock más respetados del planeta. Rolling Stone demostró que no sólo era experta en los sesenta, que también podía hacer periodismo en las décadas subsiguientes. El mito de Hunter S. Thompson es tan grande porque a pesar de la relación amor-odio que sostuvo con Wenner le dio sus mejores páginas a la publicación. Incluso cuando todo mundo se mofaba de él y proferían que estaba acabado, Thompson maravillaba al mundo con sus piezas delirantes e inigualables. Mucho se habla de Miedo y asco en Las Vegas como la cumbre de su asociación con Rolling Stone, pero para otros fans, editores y periodistas su mejor trabajo es la crónica sobre el divorcio de los Pulitzer. Ya había pasado el gonzo y el post-gonzo y Hunter, desde la tercera persona, desde la objetividad, una retorcida como era de esperarse, creó una de sus piezas más memorables. Otro reportaje que cimbró a las conciencias gringas y del mundo entero e incrementó su reputación fue el dedicado al predicador Jimmy

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Swaggart. Primo lejano de Jerry Lee Lewis, Swaggart también tocaba el piano y además ofrecía presentaciones multitudinarias en las que los feligreses lloraban a moco tendido. Jimmy, a pesar de ofrecer un show de rock & roll, cantaba y tocaba instrumentos mientras predicaba la palabra de Dios, y arremetió contra Rolling Stone por considerarla una mala influencia. La revista contraatacó poniendo un periodista a que le mordiera los pies al predicador. Se descubrió que era aficionado a manosear prostitutas en moteles de carretera. Y le fue retirada su licencia para oficiar de predicador. Un golpe duro para este personaje que llegó a amasar una fortuna de cientos de millones de dólares en donaciones. La historia de Rolling Stone se puede resumir en un documental o un libro, pero la historia que cubrió Rolling Stone es imposible de abarcar. Sólo internándose en sus cientos de páginas es posible hacerse una idea de los cambios que esta publicación ha registrado en sus cinco décadas de vida. Y a propósito de la celebración de sus cincuenta años lanzó también Rolling Stone 50 Year of Covers: A History of the Most Influential Magazine in Pop Culture, un mamotreto de 768 páginas con todas las portadas de la revista. Un libroobjeto que recopila lo más relevante, según Rolling Stone, no sólo de la música, sino de todo lo que era digno de ser noticia. También apareció 50 Years of Rolling Stone: The Music, Politics and People That Shaped Our Culture. Otro documento, éste de 288 páginas, que dista mucho de aquella primera piedra que nació en San Francisco a finales de los sesenta impulsada por un tipo que ni siquiera terminó sus estudios. Un hombre que vino de la nada y obtuvo reconocimiento por su combate al mainstream, para al final convertirse él mismo en la imagen más acabada del mainstream. Un periodista que se mostró a favor de Hillary Clinton en las elecciones pasadas, pero cuyo idealismo ha sido puesto en duda cientos de ocasiones. Y sin embargo, es el fan que concentró a su alrededor lo mejor del rock & roll. Y que en Almost Famous aparece como extra unos segundos hacia el final de la película. Ése es Jann S. Wenner, eso es Rolling Stone, un medio que desde el asiento trasero de un coche hizo estallar lo que se entendía como periodismo a inicios de la segunda mitad del siglo XX. —Carlos Velázquez

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dejó de ser la publicación que promocionaba artistas de rock, se transformó en un bastión del nuevo periodismo, el gonzo, el canalla. Tras la salida de Hunter, Wenner reclutó a Tom Wolfe, con quien tendría una relación más sana que la que sostuvo con Thompson pero igual de problemática. Como editor Jann era tirano e insaciable. Y pasó por encima de todo mundo, menos de Thompson. A Wolfe no lo sometió pero sí tuvo injerencia en su escritura. Que a Wolfe le benefició. La presión de Wenner lo llevó a escribir Lo que hay que tener. Rolling Stone hizo historia. En un punto de los setenta tuvo en su plantilla a los dos más grandes periodistas que junto a Gay Talese perpetraron la revolución periodística. Una escuela de la que mamaron tantos y tantos literatos y periodistas del mundo. Thompson se metió en muchos problemas. Escándalos y demandas judiciales. Era famoso su cuerpo de abogados. Pero pocas cosas le resultarían tan dolorosas como la operación de cadera que sufrió antes de acercarse a los setenta años. Nunca llegó. Se fue en la cifra más lasciva posible, a los 69. Sus achaques de salud lo orillaron a que acabara consigo mismo. Algo que Thompson maliciosamente predijo. En una entrevista incluida en Antigua sabiduría gonzo despotrica contra el Imperio. Y aventura una hipótesis que encarnaría él mismo. Aseguraba que uno de los métodos que estaba usando el gobierno para deshacerse de los indeseables era el suicidio asistido. Es decir, mataba a sus enemigos haciendo creer que se habían suicidado. Esta teoría de Hunter cobró forma en sí mismo. Aunque su muerte fue claramente un suicidio. El viejo cocainómano se divirtió deslizando la posibilidad de que lo hubiera ultimado la CIA por órdenes de la Casa Blanca.

LESLIE LESTER BANGS Destinado a la tragedia, murió a los 33. Lester Bangs era un radical. Pero su polarización no se debió a la política sino al rock & roll. Autodidacta, terminó de formarse bajo la tutela de Jann S. Wenner. Como al director de Rolling Stone no le agradaban los radicales (en Sticky Fingers se comenta la guerra abierta que tuvo con Jerry Rubin y su desprecio por los yippies de Abbie Hoffman), corrió a Lester por contravenir sus intereses. Era demasiado duro con las estrellas. Su salida de la revista no acabó con la incondicionalidad de todos sus colegas. Para la historia oficial, la de Wenner, Lester era una estrella fugaz. Pero para los periodistas era un referente. En Almost Famous, la película inspirada en sus años en Rolling Stone, Cameron Crowe (un rebelde que también volvería al rebaño de vez en cuando) retrata a Lester como un gurú, una autoridad a la que acude en busca de consejo. Lester representa la contra-narrativa, la muestra de que la crítica de rock existía al margen de los intereses de las disqueras.

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“MIENTRAS “ EN ROLLING STONE TODO MUNDO SE LLEVABA LA GLORIA, LESTER BANGS VIVIÓ COMO UN RENEGADO. Y AUNQUE WENNER NUNCA REVINDICÓ SU NOMBRE, NINGUNO DE LOS TRABAJADORES DE LA REVISTA NIEGAN LA MARCA QUE DEJÓ EN ELLA .

Reacciones psicóticas y mierda de carburador (Libros del Kultrum, 2018) es el testamento que legó Lester Bangs. Una antología de los millones de palabras que escribió. No incluye ningún texto de su etapa en Rolling Stone, sin embargo el espíritu de la revista estará unido a la pluma de Lester para la eternidad. Por una simple razón. El gonzo. Si existe un escritor que merezca el título de gonzo, después de Hunter por supuesto, ése es Lester. Nadie más cercano a la vida y manera de drogarse de Thompson que Bangs. Pero no era un imitador, su honestidad brutal le impedía ir en contra de sus convicciones. Para Leslie las drogas y la máquina de escribir eran un tanque de oxígeno. El encargado de curar las quinientas páginas que conforman Reacciones psicóticas… es Greil Marcus, amigo y admirador de la mente y la escritura de Lester. En el prólogo afirma que el mejor escritor de la época era Bangs. Pero en lugar de entregarse a la ficción, se puso a reseñar discos. Lo hacía con tal pasión que sus reseñas excedían los caracteres permitidos en las revistas y jamás se publicaban. Le importaba más el acto de escribirlas que la reacción que pudieran causar. Las que alcanzaron a ver la luz en Rolling Stone le valieron su despido. Pero más allá de sus conocimientos, que eran insuperables, lo que volvía único a Lester era su estilo. Cómo definir el estilo de Lester Bangs. Es imposible pero lo voy a intentar. Por supuesto que involucra una dosis grande de la prosa de Hunter Thompson, más los arrebatos epifánicos de

Arthur Rimbaud mezclados con panegíricos procedentes de distintas épocas, con un toque de los rollos del mar muerto y una parte de las tablas sagradas, todo con la Biblia como pasta base para edificar un castillo de prodigioso lenguaje al servicio de la mitología pop. Cualquiera que conozca la prosa de Lester y haya leído Vicio propio de Thomas Pynchon reconocerá la influencia de Bangs en la novela. Doc Sportello bien pudo haber salido de la cabeza de Les. Ese carácter de insobornable, de cabeza dura con toda la sensibilidad del planeta es lo mismo que movía a Lester a prenderle fuego a lo que tocaba. Era un prestidigitador ceremonioso. No sólo escribía reseñas y artículos, también respondía las cartas que llegaban al buzón de Creem magazine, donde fue editor, y sacaba la basura de la redacción por las noches. En vida, Lester planeó una primera versión de Reacciones psicóticas… distinta a la que finalmente se publicó. La obra sólo le interesó a un editor alemán, para publicarse en ese idioma. Mientras en Rolling Stone todo mundo se llevaba la gloria, Bangs vivió como un renegado. Y aunque Wenner nunca revindicó su nombre, como lo hizo con Thompson, ninguno de los trabajadores de la revista que coincidieron con él niegan la marca que Bangs dejó en esta publicación. Reacciones psicóticas… es el producto de una mente acelerada por el speed. Es difícil adherir a Bangs a una estética, por mucho que esté cercano al gonzo. Su trabajo se podría calificar como post-periodismo. Como en Thompson, todo está permitido, pero existe un énfasis en emular el flujo de conciencia joyceano. Además de la voz de Bangs, hay un coro de voces que bailan con sus pensamientos. Su sonido es orquestal. A pesar de su amor por la música, Lester no fue un adulador, era un analista que se peleaba con el objeto de su crítica, pero que también reconocía sus errores y se reconciliaba con aquello que atacaba. La parodiahomenaje que de él se hace en Almost Famous lo pinta como un hombre que odiaba a los Doors pero amaba a Iggy Pop y a Lou Reed, de quien también despotricaría. Pero más que a cualquier escritor, a quien se asemejaba el carácter de Lester es a un cómico. Si Lester hubiera sido actor habría sido John Belushi, los unía la autodestrucción. Y si John Belushi hubiera sido escritor habría sido Lester Bangs, ese hombre que se deconstruyó a base de jarabe para la tos.

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En el número anterior de El Cultural dedicamos varias páginas a una breve historia del noir en México. Esta vez, con el estreno de la más reciente adaptación cinematográfica de la pieza clave de este género, el autor de aquel recorrido abunda de manera particular en El complot mongol, para fijar algunas de las condiciones y exigencias que debió sortear esta novela, antes de establecerse como una obra clásica de las letras mexicanas, más allá de las etiquetas.

MAQUINANDO EL COMPLOT MONGOL IVÁN FARÍAS

UN HOMBRE A LA SAGA Rafael Bernal era un hombre de letras, con una vasta cultura, viajero incansable y que por lo mismo permanecía alejado de los grupos literarios. Además tenía simpatías por el catolicismo y el sinarquismo, ideas contrarias a los gobiernos de aquel entonces, por lo cual la publicación de sus obras no tuvo el impacto que lograron otros intelectuales de su época. Mientras era diplomático en Lima, Perú, terminó la que él consideraba su obra máxima, El gran océano. Sería publicada por el Banco de México hasta muchos años después, en 1992, con un tiraje pequeño, aunque el año pasado el Fondo de Cultura Económica lo publicó de manera masiva. En la capital pondría punto final a El complot mongol.

EL CLUB DE LA CALLE MORGUE Bernal fue integrante de El Club de la Calle Morgue, fundado por Antonio

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Helú, quien también dirigía la revista Selecciones Policiacas y de Misterio, filial mexicana de la norteamericana Ellery Queen's Mystery Magazine. En esa revista publicó los cuentos “La muerte poética” y “La muerte madrugadora” en 1947 y 1948, respectivamente. Bernal presentaba al detective aficionado don Teódulo Batanes, especie de Padre Brown de Chesterton, pero sin su encanto. Los relatos policiacos de Bernal, en su mayoría, repetían las convenciones del whodunit (quién lo hizo) inglés, donde entre una serie de sospechoRafael Bernal (1915-1972). sos el lector debe descubrir al culpable. Fue hasta después de sus viajes por Oriente, en 1967, que escribió el cuento “La declaración”, ubicado en Japón y donde habría de utilizar la parafernalia orientalista. Si bien incluye un final de vuelta de tuerca, no usa los procedimientos propios del whodunit, sino que entra directo al género negro. Con todo esto a sus espaldas, en El complot mongol (1969) Bernal creó una trama en la que un pistolero con placa, llamado Filiberto García, alejado de los detectives aficionados que con gran ingenio resuelven misterios, debe desvelar si hay o no un complot para matar al presidente de Estados Unidos en su próxima visita a la Ciudad de México. En su proceder no hay la finura del policial a lo inglés, sino que sigue el molde negro a lo Dashiell Hammett: las cosas se resuelven mientras van apareciendo los muertos. Fuente > elmundo.es

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l Barrio Chino de la Ciudad de México, ubicado en la calle de Dolores, es considerado el más pequeño del mundo. Fue ahí donde Rafael Bernal decidió centrar la acción de la que sería su última novela, El complot mongol. Uno de los disparadores de la trama fue la visita del presidente Kennedy a nuestro país en 1962. Acompañados por el entonces presidente Adolfo López Mateos, los Kennedy turistearon de lo lindo: visitaron el Museo de Antropología, hicieron ofrendas florales en los monumentos de la Independencia y la Revolución, vieron a Amalia Hernández y su ballet en Bellas Artes, inauguraron lo que había que inaugurar y, claro, fueron a rendir tributo a la Virgen de Guadalupe. Nadie imaginaba que un año después él sería asesinado en Texas.

EL RECIBIMIENTO Bernal era partidario del movimiento sinarquista surgido en León, Guanajuato, que acusaba gran influencia de los falangistas españoles. El 19 de diciembre de 1948, militantes de la Unión Nacional Sinarquista colocaron una tela negra sobre la estatua de

Benito Juárez en la Alameda Central. La ofensa culminó en la detención de los congregados ahí, entre ellos, Rafael Bernal: lo acusaron de ser el perpetrador de la acción. El escritor siempre lo negó. Tiempo después, el presidente Miguel Alemán lo indultaría, pero Bernal no aceptó ese gesto porque hubiera significado asumir su culpabilidad. Con todo, ese hecho pondría al escritor en el radar de las autoridades mexicanas. Cuando El complot fue publicado por Joaquín Mortiz, en ese tiempo una de las más arriesgadas editoriales mexicanas, fue motivo de vigilancia por parte de las autoridades mexicanas. A decir del arquitecto Bernardo Giner, el libro fue embodegado hasta nuevo aviso. Se dice que el entonces secretario de Relaciones Exteriores, Antonio Carrillo Flores, pidió un informe del libro a José Maximiliano Alfonso de Rosenzweig, quien fuera jefe de Bernal. Éste dijo que la novela no tenía sesgo político y que únicamente incluía algunas críticas a la revolución hecha gobierno. Al que sí pareció molestarle fue al Regente de Hierro, Alfonso Corona del Rosal, quien vio una especie de señalamiento de sus aspiraciones presidenciales. Esto afectó la distribución del libro. Aunque no era una verdad confirmada, tal vez mucha gente decidió no hacer enojar al jefe.1 La novela estuvo embodegada durante años, cosa que atestiguaron el arquitecto Bernardo Giner y el escritor argentino Mempo Giardinelli; algunos decían que era por la cuestión política, otros porque Bernal no estaba en México para promoverla. Además, las críticas no fueron amables con el libro. La de Carlos Monsivais, aparecida en el suplemento La cultura en México de la revista Siempre!, fue una masacre: “Con el pretexto de confeccionar una novela policial, se estará escribiendo la obra límite de la Novela de la Revolución Mexicana” y “Las causas del fracaso son evidentes: el género híbrido suele nacer muerto”. 2 Otras reseñas aseguraban que el género negro era algo anglosajón o que no podía existir aquí, porque es

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un hecho que en México nadie tiene confianza en la policía.

EL RECONOCIMIENTO En 2003, la revista colombiana Cambio le preguntó a Mempo Giardinelli: —En julio de este año, durante la Semana Negra de Gijón en España, uno de los grandes eventos del género en el mundo, la mayoría de los participantes eligió la novela Agosto de Rubem Fonseca como la gran novela negra latinoamericana. ¿Hubieras votado por ella? —Yo hubiera votado por El complot mongol, del mexicano Rafael Bernal. Pero de todos modos yo nunca he ido a la Semana Negra de Gijón, ni creo que me inviten jamás, de modo que mi voto no tiene ninguna importancia.3 No fue el único seducido. Paco Ignacio Taibo II y Rafael Ramírez Heredia también reconocieron que la habían leído y la habían encontrado fundacional. Taibo escribió el prólogo de la adaptación al cómic, donde afirmaría: “El complot mongol es, sin duda, el punto de partida de lo que habría de ser un amplio movimiento: la novela policiaca a la mexicana”.4

CÓMIC Y RADIONOVELA Si bien a la crítica no le gustó y los intelectuales la ningunearon, el libro de inmediato tuvo grandes entusiastas. En 1978, el cineasta español Antonio Eceiza dirigió una adaptación muy poco fiel del libro, que guionizó junto al talentoso Tomás Pérez Turrent. Pese a la actuación de Pedro Armendáriz Jr., Ernesto Gómez Cruz y Blanca Guerra, la cinta no acaba de levantar el vuelo. Además, el Filiberto de Armendáriz es de un tono completamente diferente al del libro. En 1981 llega su primera adaptación al cómic, dentro de la serie Novelas Mexicanas Ilustradas, que publicó la SEP. La adaptación corrió a cargo de Jorge Morales, con dibujos de Antonio Cardoso. La idea era acercar al gran público, por medio del arte gráfico, a las novelas mexicanas más representativas. El problema de esta adaptación es que todas las groserías fueron omitidas, en especial la repetición frecuente del pinche, un aspecto definitorio del personaje. Con el éxito del neopoliciaco, con los libros de Belascoarán Shayne (de Taibo II) e Ifigenio Clausel (de Rafael Ramírez Heredia) vendiendo ejemplares, llegaría una nueva vida para ese libro embodegado. Lo primero que ocurrió es que en 1985 se integró a la colección Lecturas Mexicanas en su segunda serie: fue el número siete. Gracias a esto, mucha más gente pudo leerlo, convirtiéndose en libro de culto para muchos de sus lectores. En 1989 se adaptó a radionovela, producida por Edmundo Cepeda. Actualmente esta versión puede escucharse en el sitio de la Fonoteca Nacional y es muy fiel al libro.

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“FILIBERTO “ ESTÁ FUERTEMENTE INFLUIDO POR EL TAMAULIPECO VALENTE QUINTANA, UN POLICÍA REAL AUNQUE TAMBIÉN CREADOR DE LEYENDA, QUE LO MISMO HABÍA SIDO CONSIDERADO EL SHERLOCK HOLMES MEXICANO, QUE UN CRIMINAL . LA LARGA ADAPTACIÓN En el año 2000, Luis Humberto Crosthwaite, uno de los más reconocidos escritores tijuanenses, contactó al dibujante Ricardo Peláez, en ese entonces colaborador de la revista El Gallito Comics, para hacer un adaptación de la novela a historieta; la pagaría el Centro Cultural Tijuana. Los cambios sexenales evitaron que esto sucediera. Sería Facundo Burgos, en ese tiempo flamante encargado de libros de la otrora enorme Editorial Vid, quien llamaría a ambos involucrados para hacer algo impensable: que Vid, enfrascada en publicar superhéroes norteamericanos, sacara en cuatro tomos la adaptación del libro de Bernal. La transacción se completó, todos los involucrados estuvieron felices y en el cumpleaños número treinta del libro, en 1999, salió a la venta en formato americano el primer tomo de El complot mongol, con adaptación de Luis Humberto Crosthwaite, dibujos de Ricardo Peláez y prólogo de Paco Ignacio Taibo II. El primero fue el único que se publicó, porque las bajas ventas y un conflicto de derechos de autor evitaron que el segundo número, listo para la imprenta, viera la luz. Finalmente, en 2005 Random House se interesó por la novela, a través del editor Andrés Ramírez, quien le pidió a Ricardo Peláez continuar con la adaptación. Para ese momento Crosthwaite se había perdido en algún lugar de Estados Unidos. Sin embargo, un nuevo conflicto de derechos de autor impidió que la adaptación saliera bajo el sello de Random. En 2015, los editores Adriana Romero y Tomás Granados tomaron lo que para ese momento ya era un proyecto maldito, y lograron que Peláez lo terminara en ese mismo año. Sin embargo, no sería sino hasta el 2018 cuando vería la luz.

EL AMPLIO RECONOCIMIENTO Es increíble cómo una novela con tantos problemas extraliterarios ha sido reeditada en varias ocasiones. En 2014 apareció en España bajo el sello editorial Libros del Asteroide, con prólogo de Yuri Herrera y postfacio de Élmer Mendoza, además de tener una adaptación al inglés, con prólogo de Francisco Goldman, y otra al turco. Élmer Mendoza, sin duda el escritor policiaco mexicano más conocido en el mundo, dice de ella: “A mí me ayudó mucho el tipo de investigación y la manera de insistir en la trama a partir

de las obsesiones de García... tomé de él algo de su paciencia y otro poco de su relación con las mujeres”.5 Filiberto está fuertemente influido por el tamaulipeco Valente Quintana, un policía real aunque también creador de leyenda, que lo mismo había sido considerado el Sherlock Holmes mexicano, que un criminal. Por eso no es extraño que el escritor Pedro Ángel Palou haya decidido reunirlos en su novela Tierra roja: ahí hace coincidir a Quintana con Filiberto, además del periodista El Güero Téllez. Otro homenaje lo hizo el escritor Bernardo Fernández BEF, quien llamó a varios escritores policiacos, entre ellos Hilario Peña, Élmer Mendoza y Francisco Haghenbeck, para escribir cuentos relacionados con la obra de Bernal. Cosa similar, pero desde el punto de vista académico, hizo Joserra Ortiz, en el volumen llamado El complot anticanónico, donde participaron autores como Ronnie Medellín o Rodrigo Pámanes. A todos estos se unen las decenas de estudios académicos sobre El complot mongol, imposibles de contabilizar. Hace unos días se estrenó la nueva adaptación al cine de esta novela, con Damián Alcázar como Filiberto; el guión corrió a cargo del también director, Sebastián del Amo. Fue filmada en su mayor parte en el Barrio Chino aunque también, cosa curiosa, en el departamento del escritor policiaco Guillermo Rubio. Sin duda, la película catapultará de nuevo interés por el libro, como ya lo hicieron antes las visitas guiadas que emprendieron la escritora Ivonne Reyes Chiquete, Bernardo Esquinca y quien esto escribe, a los sitios donde sucede la novela, principalmente el Barrio Chino.

LA CENA DE HOMENAJE Desde hace cinco años se celebran las Jornadas de Literatura Negra, organizadas por Imanol Caneyada y Francisco Haghenbeck, durante la Feria del Libro de Minería. Al final del evento, los participantes van al Barrio Chino a cenar y a recordar el Complot. Levantan su copa y dicen: ¡Pinches chinos!, ¡pinche Bernal!, ¡pinche complot! Notas 1 http://confabulario.eluniversal.com.mx/ arqueologia-de-un-complot/ 2 http://w w w.siempre.mx/2017/05/ requiem-por-una-manera-de-morir/ 3 http://mempogiardinelli.com/ent6.html 4 Rafael Bernal, El complot mongol, adaptación de Ricardo Peláez y Luis Humberto Crosthwaite, Editorial Vid, México, 2000. 5 https://elpais.com/cultura/2013/11/29/ elemental/1385703554_138570.html

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Un fan duro de la banda británica de rock se alista para escucharla en vivo en el concierto que ésta brinda en Monterrey, tras cinco años de ausencia del país. De pronto, una patrulla, una revisión de rutina, más marihuana de la permitida. Así arranca la crónica de lo que fue (o no) la tocada de los monos árticos, aquella en la que el autor deseaba recibir por aspersión el sudor de Alex Turner, pero en el camino se colaron una güerita, los Hombres G, unos municipales regios. Y la Ley de Murphy.

PALOMEAR A LOS ARCTIC MONKEYS

J

Si algo malo puede pasar, pasará. l ey de m urphy

UEVES. Cinco y media de la tarde. A finales de marzo ya empezó el calorón en La Laguna. Hace rato que tengo encajadas las esposas y me arden las muñecas. Sudo en la parte trasera de una unidad de la Fiscalía General de Coahuila. Enfrente vienen dos judiciales, rayban oscuros, piratas. Hablan en clave. En silencio tarareo “Old Yellow Bricks” y recreo la escena. En la esquina de la Juárez con la Acuña, un Mazda blanco me cerró el paso y el piloto bajó el vidrio: “Te vamos a hacer una revisión de rutina. Oríllate”, me dijo amenazante y me detuve frente a la zapatería de Pipo, justo enmedio del Mercado Juárez. Mañana, en Monterrey, se presentan los Arctic Monkeys. La última vez que estuvieron en México fue hace cinco años, en el Corona Capital del exD.F. No fui. Ahora vienen a la octava edición del festival regio Pa’l Norte, apenas a unas horas de Torreón. No me lo voy a perder. Podría recitar de memoria los setlists del Glastonbury 2007 y 2013. También el del Austin City Limits de este año. Escuchar en vivo a los monos árticos es un sueño que me ha mantenido en vilo. Pienso esto mientras observo el marranero que tienen los fiscales en su unidad: salsa maggie y clamato en los revisteros, cajetillas de cigarros vacías en el piso, restos de tacos regados por los asientos. Nos acabamos de estacionar frente al Bosque. Luego de casi veinticinco cuadras por fin iniciaremos la negociación. La Tabla de Orientación de Dosis Máximas de Consumo Personal de Inmediato es clara: no más de cinco gramos de indica o sativa por individuo. La marihuana sigue siendo ilegal en México y en Coahuila está caliente. Amén del abono para los dos días del festival, ahora tengo que desembolsar más dinero si quiero ver a los árticos; si no, emepé y corralón, pasar de doce a cuarenta y ocho horas en los separos y adiós al sueño regiomontano.

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Fuente > YouTube

JORGE MARTÍNEZ

“Que dijo el comandante que sí”, me informa uno y me quita las esposas el otro. En el asiento de atrás abro mi cartera y cuento los billetes. Me apañan todo el dinero que iba a llevar al festival. Bajo de la unidad y me despido de los judiciales. “Al tiro”, les digo. “Al tiro tú. Nosotros qué”, me responde el que maneja. Vuelvo a mi carro. Antes de llegar al Estadio Revolución se me emparejan otra vez los judiciales y el piloto me pide que baje el vidrio. Viene a mi mente la maldita Ley de Murphy: ¿qué más puede salir mal? Entre la burla y la curiosidad, el judicial me dice: —Cabrón, eres el primer escritor que conozco al que le gustan las cumbias. —¿Ah, sí? —le respondo. El semáforo sigue en rojo. Recuerdo que cuando me pararon traía mi playlist más famoso en Spotify, Ciudad Cumbia, cerca de cinco horas de puros cumbiones laguneros: Chicos de Barrio, Los Primeritos de Colombia, Los Capi. Justo ahora escucho los “Ojitos mentirosos” de Tropicalísimo Apache. —Nada más que esos güeyes, los escritores, son bien cocotes, ¿no? Tú me saliste rarito, ¿a poco te das tus viajezotes con Apache? —me pregunta al viento el oficial y quema las llantas del Mazda. Se van riendo. Nada más había ido a centro a comprar unos lonches de adobada para el camino pero no hay falla: mañana voy a cumplir un sueño.

VIERNES. Once treinta de la noche.

El Parque Fundidora está apretujado,

JORGE MARTÍNEZ (Torreón, Coahuila, 1994) ha publicado en las revistas Tierra Adentro, Cuadrivio y el suplemento cultural Página Siete. En la actualidad escribe Ruta de paso, libro de crónicas sobre los migrantes centroamericanos en tránsito por la región lagunera de Coahuila.

los escenarios demasiado cerca, el sonido viciado. Hace frío y un cabrón deambula desnudo entre la raza. No entiendo nada. El Fundidora está repleto de sombreros y jeans a la cadera, Polaroids, luces fosforescentes. En algunos puntos del recinto es posible escuchar al mismo tiempo a Nicky Jam y a Salón Acapulco. Parece un programa de Chavana. En el escenario principal, donde van a tocar los árticos, Rubén Albarrán repite el discurso del domingo pasado en el Vive Latino: feminismo, libre albedrío, hermanos animalitos y pachamama. Su acento chilango desentona entre tanta tecate y playeras de ti-gue-res y rayados. No tengo nada contra los tacubos, pero sospecho que pronto formarán parte del setlist sinfónico de Rock en tu Idioma. Me enfrento a los codazos de cabrones que van con sus morras al concierto y piensan que uno viene a agarrarles las nalgas. Nada que ver. Lo único que quiero es estar lo más cerca posible de Alex Turner. Estoy a punto de cumplir un sueño. Me toca palomear a los Arctic Monkeys. Al tiempo que me integro a la masa pienso en la arrogancia del fanático: no sólo quiere el sudor del frontman en la cara, también quiere escuchar sus canciones. No importa que el último disco de los árticos sea repetitivo siempre y cuando, claro, retumbe el Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not en el Fundidora. Me emociono porque ya estoy cerca y empieza a faltarme el aire. Sigo empujando hasta que un cholo me pone el codo en el cuello y otro me saca las llaves del carro. Se las arrebato. Obviamente ya no tengo celular. La hago de pedo y llegan otros dos refuerzos a mi espalda. El careo dura segundos, lo suficiente para saber que es mejor irme a chingar mi madre —como amablemente me recomendó el hampa— y siento una profunda tristeza: hace dos semanas terminé con la güerita y me había pedido una canción cuando me devolvió sus boletos. Todavía no había decidido cuál.

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juntar a Hombres G con Enanitos Verdes, pero seguramente es un ser analógico. En el siguiente escenario aparece Residente. “Atrévete-te-te. Salte del clóset”. Ahora me parece un lugar mucho más irreal que anoche. El Pa’l Norte es una miscelánea: vaqueros buchones y diademas de flores, cholos, fresas, todos perreando hasta el suelo. Una verdadera masacre visual y auditiva. Los sudamericanos anuncian su espectáculo como “El show más feliz del mundo”. En el escenario hay un circo con trapecistas y acróbatas. Los Caligaris son unos payasos pero prenden a la raza. No somos muchos, no somos pocos, pero estamos todos locos. Ese ambiente de barra, las remeras de Boca y River, el tufo a marihuana, sólo me había tocado con la Caravana Mágica en el Vive Latino 2016. Pero ya no me importa nada: yo venía a cumplir un sueño y fracasé. Cuando abandono el recinto me siento desolado, quizá mi cuerpo me cobra todo el ajetreo: las punzadas en el vientre no paran y las sienes no dejan de palpitar. Me tiemblan las manos. Estoy al borde del ataque de ansiedad, pero prendo un cigarro antes de subir al metro. Como ayer, dejé mi carro en la estación Anáhuac. Ahí establecimos el punto de reunión y hay que esperar a los que se quedaron acaramelados con Kings of Lion. Ya nada más me puede pasar, pero pronto me doy cuenta de que estoy equivocado. Maldita Ley de Murphy.

Me di la vuelta desamparado y desanduve el camino hasta la salida. Cuando llegué a la estación del metro, el cielo se pintó con fuegos artificiales. Los árticos salían a las doce con diez y el puto tren no pasaba. Yo sólo quería alejarme cuanto antes. Había apostado que la primera canción sería “Do I Wanna Know?”, pero seguramente en eso también iba a perder. Maldita Ley de Murphy. En la mañana, luego del clonazepam, lo descubriría. Cualquiera podría decirme que soy un pendejo, que debí quedarme y aguantar vara. Pero no. El fanático es un arrogante y yo no pretendía echar a perder así un sueño de ese tamaño. Estaba deshecho. En el tren, me senté en el vagón vacío de la Línea 1 del Metrorrey. En silencio empecé a cantar “A Certain Romance”. But all of that’s the point is not, güerita, the point’s that there ain’t no romance around there. Ya había decidido la canción, pero ahora cómo chingados iba a mandársela.

SÁBADO. Seis en punto de la tarde.

Estoy en Escobedo, un poco apendejado por el clona. Afuera, en la cochera, mis amigos prenden el carbón y ponen a asar unas costillas cargadas. Todos se comportan a la altura: nadie me dice nada del concierto. Me animo a comer a pesar de las circunstancias pero no dejo de pensar que se me rompió el corazón. Cursi, ¿no?, casi como las únicas tres canciones que tienen los Kings of Lion, el plato fuerte de hoy. Pienso en la güerita, los fiscales, el atraco. Cuando llego al Fundidora, una masa nostálgica entona “Martha tiene un marcapasos” y luego “La muralla verde”. No sé a quién se le ocurrió

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piloto me venadea con una linterna. Un policía gordo desciende y me pide que baje del automóvil, pero esta vez no he cometido ningún delito. Sólo

estoy esperando, aunque mi carro es sospechoso por el polarizado y las placas de Durango. Le digo que no voy a bajar pero la amenaza es fuerte: “Ni eres de aquí, compa, mejor alíneate”. Extiendo mis papeles y me bajo. El policía que viene manejando me ordena acercarme a la ventanilla de la patrulla. Está encabronado: —A ver, aquí no andas con tus chingaderas, cabrón —me dice mientras el otro me vigila por la espalda. —Tá bueno, oficial, nomás dígame qué estoy haciendo. —Avánzale media cuadra. Allá platicamos —escucho a mis espaldas. Subo al carro y me estaciono casi en la esquina. Pienso en la güerita, los fiscales, el atraco, los municipales regios que me extorsionan. En los pinches lonches que fui a comprar el jueves y que llegaron apestosos a Monterrey. Platico con los municipales, tengo las luces de la patrulla en la cara. Aunque no hay delito que perseguir, de nuevo el chantaje, la llamada al comandante, el mordiscón. —De jodido danos para la cena —me dice el gordo—. Y vete a chingar a tu madre. Otro amable consejo del hampa.

D OMINGO. Siete cuarenta y cinco de la tarde. Ya estoy en Torreón. No he sabido nada del concierto de los árticos. Quién sabe cuánto tiempo pasará para estar así de cerca de Alex Turner. Una vez en casa, prendo la compu. Quiero saber dos cosas: si gané la apuesta y si tocaron la canción de la güerita. Busco el setlist de los Arctic Monkeys y sonrío. Este fin de semana he ganado algo: ni modo, güerita, ya será para la otra. Toma eso, maldita Ley de Murphy.

EL SINO DEL ESCORPIÓN

Fuente > esdepolitologos.com

UN ECO de La sociedad del espectáculo, el premonitorio libro de Guy Debord (1931-1994), escuchó el alacrán desde su grieta en el muro cuando se enteró del llamado debate del siglo entre el salvaje filósofo esloveno Slavoj Žižek y el elegante psicólogo canadiense Jordan Peterson. “La Felicidad: capitalismo vs marxismo” fue el tema del encuentro realizado el viernes 19 de abril en el Sony Center de Toronto, al cual el público pudo acceder por quince dólares, misma cantidad requerida para presenciarlo a través de YouTube. De acuerdo con su naturaleza, el arácnido esperó al día siguiente para poder hincarle el aguijón gratis a las tres horas y media de ese diálogo entre Slavoj, el inubicable y polémico titán mediático de la filosofía contemporánea, experto tanto en Hegel, Lacan y Marx como en las manifestaciones posmodernas de la ideología, y Jordan, ídolo reciente de la alt-right, emergido de la autoayuda a la crítica cultural, popular defensor de la incorrección política y la idea de la discriminación inversa ejercida por los grupos minoritarios, étnicos y la comunidad LGBTTTI contra los blancos, heterosexuales, conservadores y pudientes hombres del capitalismo. El debate surgió de una confusión: Peterson (1962), discutió en twitter con uno de los muchos bots de Žižek quien, como es sabido, no participa en redes sociales. Al final, el canadiense terminó por retar al esloveno a un encuentro que mantuvo al arácnido feliz ante la pantalla. El canadiense, doctor en sicología (de traje azul para portada de GQ), celebró este debate del siglo (y el dinero pagado por el público para presenciarlo) como síntoma del sano interés contemporáneo por la cultura. Žižek (1949) con su natural desaliño, el cabello alborotado y vestido como cualquier

DESDE UNA PATRULLA MUNICIPAL, el

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Por

ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza EL ARÁCNIDO ESPERÓ AL DÍA SIGUIENTE PARA PODER HINCARLE EL AGUIJÓN GRATIS A LAS TRES HORAS Y MEDIA DE ESE DIÁLOGO ENTRE SLAVOJ Y JORDAN . pasajero del Metro mexicano, descreyó con pesimismo del título y de la intención del encuentro mientras, como de costumbre, se tocaba la nariz y jalaba el frente de su camisa con su tic característico. El venenoso promete volver al tema, pero por ahora van algunas frases emblemáticas para caracterizar el diálogo. Peterson, extrapolando el comentario de Churchill sobre la democracia: “el capitalismo es el peor sistema económico que existe, excepto por todos los demás que conocemos”. Y un apunte judeocristiano: “El cambio viene de la responsabilidad moral individual, mis acciones deben hacerme bien a mí, a mi familia y a la sociedad”. Žižek: “Soy más hegeliano que marxista, pero de manera inversa: admiro el materialismo inconcebible de Hegel y el idealismo imposible de Marx”; “De la tradición judeocristiana recupero el momento cuando Dios duda y se distancia de sí mismo para preguntarse: ¿Por qué me has abandonado?”.

ŽIŽEK VS. PETERSON

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L A N OTA NEGRA Por

FRANCISCO HINOJOSA @panchohinojosah

CAMBIA, TODO CAMBIA LA CANCIÓN # 6 Por

ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

SR. MANDRIL: DOMINGO EN TIERRA

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CADA QUE CAMBIO DE COMPUTADORA, de impresora o de celular sé que tengo que dedicarle horas a entender eso que tiene de novedoso. Me sucede lo mismo con el portal de un banco o de una línea aérea: lo que antes hacía en unos minutos ahora tengo que hacerlo en más tiempo y con frecuencia, cuando de plano no puedo, debo pedir asesoría a través de un chat o vía telefónica, que también anuncia: “Escuche con atención: nuestro menú ha cambiado”. A veces me aviento y le doy click a la opción equivocada: así perdí todo el historial que tenía en el WhatsApp, algunos contactos que no he podido recuperar hasta el día de hoy y las películas que había comprado para mi tableta. “Cambia lo superficial / cambia también lo profundo”, cantaba la gran Mercedes Sosa. Ahora, en cuestión de cambios, a veces no distingo lo superficial de lo profundo: solo sé que cambia, todo cambia a un ritmo acelerado que no logro alcanzar. El cambio de horario de verano a invierno y viceversa no me causa tanto problema, me acostumbro rápido. Pero sí cuando viajo a estados de la República en los que hay dos horas de menos: si suelo comer hacia las tres de la tarde, en Tijuana lo tengo que hacer a la una (a las dos allí es común hacerlo). Y por supuesto un viaje a Europa trastorna mucho más el reloj biológico: desayunar, comer o cenar se confunden, al igual que las horas de sueño. Cuando el jet lag empieza a desaparecer, hay que estar de regreso para volverlo a padecer a la inversa. El cambio es un gran negocio, no necesariamente un avance. Cada tanto hay que estar pendientes de las funciones nuevas que tienen los móviles, que están diseñados para hacerse inútiles en tres o cuatro años. Hace poco fui a pedir asesoría a mi compañía de telefonía celular. Por más que me explicó el empleado, no entendí gran cosa. Su expresión denotaba claramente lo que pensaba: “Hasta un niño sabe cómo funciona el aparato”. Ni hablar de la moda en cuestiones de diseño de vestuario. Se trata de un negocio. Incluso el cambio puede ser una revaloración de aquello que ahora se ha dado en llamar vintage. En las aerolíneas hay que adaptarse a cada rato a sus sorpresas de transformación: en el 85 viajaba a Villahermosa y la línea aérea ofrecía, en un trayecto de

EL GRUPO integrado por Ramsés Ramírez y Germán González brincó al panorama jazzteca con el disco Sr. Mandril, que en 2005 me dejó boquiabierto por su propuesta y producción. Entonces hicimos una entrevista sobre su experimento instrumental y electrónico para bailar, y los cuestioné sobre la caducidad de su música. Nadie imaginó que casi quince años después me responderían con su quinto disco, el estupendo Domingo en Tierra. Lo que empezó como una exploración del dúo con diversos combos musicales hoy es un quinteto asertivo, su sonido espiral es impecable y fluido en la corriente jazzera/funketa/rockera/electrónica que crearon. Al escucharlo en Spotify me asaltó la inquietud de salir a la caza del Mandril, dos veces se me escapó, hasta que se me hizo toparlo en vivo, la fecha menos pensada a la hora menos esperada: un martes de marzo, al mediodía, en el Centro Cultural de la FES Acatlán. Se me olvidaba que la vida universitaria tiene otro ritmo. Pese a la nula difusión, porque con los recortes de presupuesto ya no alcanza ni para los carteles —me explicaron en la oficina cultural—, el foro mediano se llenó. Y no sólo eso, desde las primeras canciones el Sr. Mandril puso a danzar al respetable. Se armó el concurso de baile y el montón de estudiantes terminó por subirse al escenario a sacudirse con total desinhibición junto al grupo. Más que confrontar al oyente, la experimentación del Sr. Mandril lo conforta haciéndolo sentir parte orgánica del mismo track. En las casi dos horas también tocaron material de Terragroove, Cinema Mandril y La Especie del Ojo Funky, por los que han desfilado colaboradores de los ocho puntos cardinales. Con un pasaporte que incluye los

Fuente > es.pngtree.com

SÁBADO 27.04.2019

CAMBIA LO SUPERFICIAL / CAMBIA TAMBIÉN LO PROFUNDO , CANTABA MERCEDES SOSA. A VECES NO DISTINGO LO SUPERFICIAL DE LO PROFUNDO . poco más de una hora, una comida caliente. Hoy nos ofrecen de cortesía 27 cacahuates y en muchas de ellas los alimentos y las bebidas tienen un costo. Antes nos decían, al aterrizar, que por cuestiones ecológicas había que bajar las ventanas y encender el aire acondicionado. Al parecer fue una falsa información ya que hoy en día no lo pide la aeromoza. Ahora hay que pagar un extra para llevar una maleta documentada y para elegir asiento. Hasta cambian el vocabulario: en vez de decir mampara, prefieren la palabra mamparo. El cambio climático, que según Trump es un invento de los chinos, sí es documentable y no una manera de perjudicar la economía de Estados Unidos. El relevo en la presidencia en ese país, por el contrario, no es invento de los rusos, sino muestra de la voluntad del electorado de ese país. Los cambios más graves para mí están tocados por las recomendaciones médicas: “¿No duerme bien?”, me preguntó el neurólogo, y luego me dio un folleto impreso con las medidas a tomar para combatir el insomnio: “Cambie de vida”, así de fácil. Hacer deporte, dejar el vino y los cigarros, comer siempre a la misma hora, no ver televisión o estar frente a la computadora al menos noventa minutos antes de dormir, también siempre a la misma hora, etcétera. Prefiero media pastilla de Rivotril por las noches que convertirme en algo que no soy ni en lo superficial ni en lo profundo.

Fuente > cenart.gob.mx

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El Cultural

LA EXPERIMENTACIÓN DEL SR. MANDRIL CONFORTA AL OYENTE, HACIÉNDOLO SENTIR PARTE DEL MISMO TRACK . festivales de jazz en México, Estados Unidos, Canadá y España, el Mandril es un viaje en vivo. El dúo de Germán González en la guitarra y Ramsés Ramírez en el bajo (programación, sampleos y producción), con el saxofonista Pablo Delgado, el baterista Chepo Valdez y Roberto Flores en el teclado, ejecutan un groove contagioso con la improvisación del jazz, la seducción rítmica del funk, el poder del rock y sus toques electrónicos. Un sonido transparente, progresivo, con un bajo gigantesco como el de “Axis Mundi”, “Moving Around”, “Cosmos”, “Cucharita Funky” y “Ponimatic”, temas que en vivo se ensancharon en largos jams con Pablo Delgado, un showman durante los solos de saxofón. El CD es una cosa adictiva entre lo eléctrico, lo acústico y lo electrónico. Lo malo de cualquier cosa adictiva es que se acaba muy rápido. Excepción a la regla, Domingo en Tierra puede escucharse en loop mientras el mundo gira hacia su fin con nosotros a bordo.

25/04/19 20:50


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