ESGRIMA
LAURENT SAULNIER
CARLOS VELÁZQUEZ 1994
ALMA DELIA MURILLO EL MAL DEL ANIMAL
El Cultural N Ú M . 2 0 7
S Á B A D O
0 6 . 0 7 . 1 9
[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
SUPREMACÍA Y NACIONALISMO BLANCO
FICCIONES NEOLIBERALES
NAIEF YEHYA
FEDERICO GUZMÁN RUBIO
INFAMIA Y RESISTENCIA DOS ENSAYOS
EC_207 PORTADA.indd 3
Fuente > contralatrones.ch/artikel/eschk/
04/07/19 18:54
02
El Cultural SÁBADO 06.07.2019
En la segunda década del siglo XXI, el odio que impulsa la ideología supremacista y su promotor más visible, Donald Trump, se replica en países tan distantes como Noruega y Nueva Zelanda. Pero las agresiones por motivos fundamentalistas ocurren todos los días alrededor del planeta. El oscurantismo de esta regresión histórica hacia una “nueva Edad Media” —anticipada por Umberto Eco— agrava sus embates en un entorno que justifica crímenes atroces contra los otros, los diferentes, en nombre de un pasado imaginario. Esos síntomas y la catástrofe que implican son el tema de este ensayo.
POPULISMO, NACIONALISMO Y SUPREMACÍA BLANCA NAIEF YEHYA
D
esde muy temprano en su campaña presidencial, Donald Trump comenzó un flagrante coqueteo con la extrema derecha. Más que ocultarlo, simplemente fingía no entender la magnitud e implicaciones de su acercamiento a los grupos y fuerzas más reaccionarias, desde los cristianos radicales hasta los neonazis. Mientras debatía y aplastaba a sus opositores republicanos en la elección primaria también luchaba por el apoyo y la aprobación de los evangelistas, que vieron en él a un individuo ambicioso y sin escrúpulos, capaz de cumplir con las promesas de aplicar una política de purificación evangélica. Ésta consistiría en imponer jueces archiconservadores, politizar puestos tradicionalmente apartidistas en la administración pública, ampliar el acceso al poder de organizaciones religiosas y prohibir el aborto. Con una retórica similar, Trump comenzó a conquistar a grupos e individuos de extrema derecha que veían en él a alguien capaz de llevar a cabo una verdadera purificación racial. Cualquier otro líder hubiera quedado estigmatizado después de participar, y ser protagonista, del fiasco racial que fue el movimiento birtherista (el cual buscaba demostrar que Obama había nacido en Kenya y no en
Hawái, con lo cual era un presidente ilegítimo). Sin embargo, ésta y muchas otras vergüenzas de su historia (las prácticas racistas que ejerció como casero; su anuncio de una plana, en 1989, para exigir la pena de muerte para “Los 5 de Central Park”; su comentario de que los países africanos, centroamericanos y Haití eran shitholes [hoyos de mierda], entre otros) fueron perdonadas por sus partidarios moderados y celebradas por sus bases incondicionales, en particular por el trumpismo digital: sus masas de seguidores que se expresan en el ciberespacio.
TRUMP PERTENECE a la oleada internacional
de populismos de derecha que han conquistado el poder desde Hungría hasta Brasil, pasando por Turquía, Italia e Israel. Y aunque cada caso es distinto y responde a su historia y circunstancias, hay elementos comunes claramente identificables que incluyen los fracasos de las políticas neoliberales, la corrupción y las medidas de austeridad, así como las caravanas de inmigrantes que los demagogos han usado para desatar la paranoia en contra de quienes buscan asilo. Buena parte de la euforia antiinmigración en Estados Unidos aumentó de modo exponencial con la idea del muro
DIRECTORIO
El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
Twitter:
@ElCulturalRazon
Roberto Diego Ortega Director @sanquintin_plus
Julia Santibáñez CONSEJO EDITORIAL
Editora @JSantibanez00
Facebook:
@ElCulturalLaRazon
Carmen Boullosa • Ana Clavel • Guillermo Fadanelli • Francisco Hinojosa • Fernando Iwasaki • Delia Juárez G. Mónica Lavín • Eduardo Antonio Parra • Bruno H. Piché • Alberto Ruy Sánchez • Carlos Velázquez Director General Editorial › Adrian Castillo Coordinador de diseño › Carlos Mora Diseño › Maria Fernanda Osorio Contáctenos: Conmutador: 5260-6001. Publicidad: 5250-0078. Suscripciones: 5250-0109. Para llamadas del interior: 01-800-8366-868. Diario La Razón de México. Nueva época, Año de publicación 10
EC_207.indd 4
04/07/19 18:54
El Cultural
Fuente > istockphoto.com
SÁBADO 06.07.2019
“LOS “ FASCISTAS TRADICIONALES SON POPULISTAS QUE TOMAN EL PODER POR LAS ARMAS Y UNA VEZ AHÍ SE RESISTEN A DEJARLO. TRATAN DE DESTRUIR LA DEMOCRACIA, ECHANDO MANO DE LA VIOLENCIA PARA ELIMINAR A SUS CRÍTICOS . en la frontera sur, la cual se convirtió en un fetiche de la derecha, no tanto como un muro físico y real sino como un concepto de exclusión y una clave de adherencia a la ideología trumpiana, esa burda colección de prejuicios racistas y clasistas. En su campaña, Trump contó con Steve Bannon, un exinfante de marina, documentalista (sus películas son propaganda absurda y estridente), financiero y charlatán reaccionario, extremadamente astuto, que fue el instrumento para conformar una base derechista amplia que reciclaba el fervor neonazi, el rencor del KKK y el racismo de las bases republicanas, incorporados al entusiasmo nacionalista blanco en apoyo al líder que aseguraba que haría a “América grande otra vez”. Cuando Bannon se atrevió a criticar al hijo de Trump fue despedido de forma humillante, pero en vez de distanciarse del presidente se embarcó en una especie de cruzada populista, con el paradójico fin de lanzar una alianza global antiglobal de extrema derecha, con nacionalistas y racistas europeos como Marine Le Pen, Mischaël Modrikamen y Nigel Farage entre otros. Como dijo Bannon: “Dejen que los llamen racistas y xenófobos, nativistas homófobos, misóginos. ¡Llévenlo como una insignia de honor!”.
D ESDE
EL TRIUNFO de Trump, los ataques racistas, antisemitas, misóginos e islamofóbicos han aumentado de manera notable. Las primeras manifestaciones neonazis de esta era fueron eventos pequeños, desorganizados, hasta cierto punto ridículos, en los que se reunían puñados de manifestantes que inevitablemente eran confrontados por grupos numerosos de opositores. Como se podía anticipar, esto ha cambiado: los nacionalistas blancos son muchos más ahora y se benefician de la atmósfera de tolerancia al racismo que ha fomentado Trump.
EC_207.indd 5
Una de las principales herramientas que emplean los populistas, como bien señaló George Orwell en 1984, es la aniquilación de la verdad. Al eliminar certezas elementales, el líder establece su control sobre la realidad y su capacidad de imponer una visión, aunque ésta sea evidentemente distorsionada. Ahora bien, dado que existe la percepción generalizada de que todos los políticos mienten, en la actualidad, quien dice las falsedades más esperpénticas y con mayor descaro es el político considerado como el más auténtico. Como si el candor y el desparpajo pudieran crear un aura de confianza y debieran ser celebrados. Los regímenes de Trump, Bolsonaro, Erdogan, Netanyahu y Orban, entre otros, claman servir al pueblo pero son a todas luces plutocracias, en su mayoría nepotistas, que apenas se molestan en disimular los privilegios, el poder y las oportunidades de enriquecerse que ofrecen a sus familiares, socios y amigos. Estos autócratas se presentan desafiantes y dispuestos a romper las reglas de las instituciones nacionales e internacionales con la promesa de eliminar el peso de la burocracia y la complacencia del establishment.
ADEMÁS DE CULTIVAR un clientelismo político, los nuevos populistas tienen un estilo común que se caracteriza por una guerra cultural contra (ciertas) élites y por un hostigamiento agresivo, un troleo de sus rivales que estimula a las bases y las mantiene en estado de frenesí constante. Reivindican la ignorancia, la vulgaridad, el narcisismo, y no tienen el menor pudor de plagiar los discursos de la izquierda que pretendía hablar a nombre del proletariado. Insisten de manera neurótica en apropiarse del patriotismo, exhibir a los rivales como traidores, así como lanzar reclamos nostálgicos en el sentido de “volver a hacer grande a la patria”.
03
Por ahora, el populismo en el próspero Occidente judeocristiano parece lejos de la militarización masiva, de los golpes de Estado sangrientos y la propaganda flagrante del culto a la guerra en el siglo pasado. Lo que se ofrece es una visión aséptica e idealizada de la radicalización, sin el entusiasmo organizativo y la devoción obsesiva que tuvieron los movimientos fascistas y nazis. Lo importante para ellos, como dijo Bannon, es “deconstruir el Estado administrativo” y para eso se aprovechan de las debilidades de la democracia: la vulnerabilidad que radica en el respeto de las formas y la búsqueda de conciliación. En vez de recurrir a la violencia, estos populistas tratan de mantenerse dentro de la legalidad y el orden constitucional, así que no optan por abusos escandalosos a los derechos humanos como los que suelen cometer las dictaduras. Prefieren los golpes súbitos, constantes y distribuidos a las leyes y a la justicia, para empujar las legislaciones radicales y buscar la eliminación de regulaciones y protección social que presentan como mecanismos corruptos al servicio de las élites liberales. Lo que se debe entender es que ningún populista podría llegar al poder sin el apoyo de los conservadores, la derecha moderada y las bases frustradas que desean un cambio o por lo menos un castigo para los políticos. En Estados Unidos, iconos reaccionarios del partido republicano como Rudy Giuliani, Chris Christie, Mitch McConnell y Lindsay Graham, entre otros, pasaron de oponerse categóricamente a Trump a apoyarlo ciegamente, y el partido entero pasó a usarlo como un arma de destrucción masiva contra políticas liberales.
EL FASCISMO: INSTRUCCIONES DE USO Los fascistas tradicionales son populistas que toman el poder por las armas y una vez ahí se resisten a dejarlo. Tratan de destruir la democracia y la constitución, echando mano de la violencia extrajudicial para eliminar a sus críticos y enemigos. Los populistas actuales llegan al poder por las urnas, en ocasiones con ventajas apabullantes y aunque muestran su esencia sin demasiado pudor, pretenden respetar la democracia y los términos constitucionales. En el caso de Trump, el momento determinante en que se reveló su nacionalismo blanco (el cual nunca ocultó en realidad) fue su declaración de que “había gente muy buena en ambos lados”, tras los incidentes de Charlottesville, Virginia, del 11 y 12 de agosto de 2017. Ahí, contingentes de neonazis y extremistas de derecha armados que se manifestaban para “Unir a la derecha” chocaron violentamente con manifestantes antifascistas. Un supremacista blanco arrolló deliberadamente a más de 40 personas y asesinó a la activista de 32 años, Heather Heyer. Trump nunca ha condenado el terrorismo de derecha, sólo ha dicho que son gente con muchos problemas.
04/07/19 18:54
SÁBADO 06.07.2019
Fuente > salon.com
04
El Cultural
Desde antes de que Trump tomara posesión, los comentaristas políticos debatían si debía usarse la palabra fascista para definirlo. El fascismo es una ideología incoherente y camaleónica que funde y confunde elementos económicos, místicos, pseudocientíficos y sociales de manera caprichosa. Es un amasijo de orgullo y miedo, de bravuconería y lamentos, de prejuicios y creencias; un movimiento racista y sexista que mira el futuro como una paráfrasis del pasado, además de que depende del miedo y la histeria masiva como instrumentos políticos. El fascismo está basado en esa perversión llamada darwinismo social, que ve a los individuos y grupos sujetos a la selección natural. El académico y filósofo Jason Stanley, autor entre otros libros de How Fascism Works: The Politics of Us and Them, considera que estos puntos identifican y caracterizan al fascismo: 1. La ilusión de un pasado mítico, de un imperio perdido al liberalismo, de una gloria destruida por la debilidad y deslealtad de los políticos conciliadores, siempre listos para ceder poder a las minorías, a las mujeres y a los depravados. 2. La propaganda como herramienta fundamental de la comunicación con el público, con la cual se redefine la realidad, tanto en asuntos delicados como en los temas mundanos e intrascendentes, a fin de apropiarse de la narrativa. 3. El antiintelectualismo. Lanzar continuas ofensivas en contra de los intelectuales y artistas, en especial pero no únicamente aquellos que cuestionan al sistema. Debilitar y de ser posible destruir las universidades, las cuales ellos aseguran están en manos de marxistas e izquierdistas. Imponer un cerco y asfixiar a las humanidades pero también a los científicos, en particular a los que cuestionan al poder y creen en el calentamiento global. 4. Afición por las teorías conspiratorias, rechazo de los argumentos
lógicos, búsqueda de explicaciones en lo extraño, lo improbable, las respuestas míticas y convenientes. 5. Pasión por las jerarquías. Para ellos la igualdad es una falacia, algunas personas valen más y son mejores que otras por su herencia o por tener una sangre privilegiada. 6. Obsesión con la victimización; siempre tienen razones para la ira y los deseos de venganza. Cuestionan que los liberales les dan demasiado a los pobres o a los exiliados; sienten que no se les reconocen sus derechos y lo que creen merecer. Así, los grupos históricamente privilegiados se presentan como víctimas del mismo sistema que paradójicamente los defiende y sostiene sus privilegios. 7. Fascinación con la retórica de la ley y el orden. Una pasión revanchista permanente en contra de los criminales, los cuales siempre imaginan que provienen de las minorías y las clases bajas. Todo buen populista está siempre ansioso por usar castigos ejemplares contra sus rivales y quienes “no saben permanecer en el lugar que les corresponde”. 8. Ansiedad genital. La diversidad sexual y de género les causa horror, miedo y deseos de reprimir y corregir. Hay una continua preocupación por el sexo de los demás, como si en cierta forma se tratara de una enfermedad contagiosa que de no ser controlada tiende a degenerar al resto de la sociedad. 9. Las grandes ciudades son imaginadas como enclaves de perversión y crimen. En cambio admiran la pureza de las comunidades rurales donde creen que aún sobreviven los valores conservadores. 10. Una ética mística del trabajo determina que algunas “razas” son simplemente holgazanas e incapaces de realizar trabajos dignos.
EL FASCISMO es un espectro. Trump y sus correligionarios de la derecha populista cumplen con los puntos anteriores en mayor o menor grado. Pero las políticas del presidente
“EL “ FASCISMO ES UNA IDEOLOGÍA INCOHERENTE Y CAMALEÓNICA QUE FUNDE ELEMENTOS ECONÓMICOS, MÍSTICOS, PSEUDOCIENTÍFICOS Y SOCIALES DE MANERA CAPRICHOSA. ES UN AMASIJO DE ORGULLO Y MIEDO, DE BRAVUCONERÍA Y LAMENTOS .
EC_207.indd 6
estadunidense podrían interpretarse como un regreso a la norma histórica, al racismo de las leyes de Jim Crow, a la segregación, apenas eliminada en la década de los sesenta del siglo XX y también al intervencionismo voraz de la nación. No es ésta una crisis súbita en la democracia. Más bien marca que se ha alcanzado un punto de ebullición tras años de políticas derechistas y de resentimiento acumulado de la población, particularmente en áreas que se han visto afectadas por los cambios políticos, económicos y la negligencia demócrata y republicana. Una buena parte del voto por Trump fue un voto de resentimiento, rabia y venganza contra las políticas de Obama (que en muchos sentidos no fueron tan distintas de las de Bush). Fue un repudio a la cleptocracia, así como a la arrogancia y torpeza de Hillary Clinton (quien poco antes de la elección seguía creyendo que ganaría por una diferencia descomunal), y una muestra de la profunda división del país. Los gritos de “Trump, Trump, Trump” son el equivalente a una porra de odio, un abucheo nacionalista contra los liberales, los progresistas, los inmigrantes, la tolerancia y la decencia elemental. Los nacionalistas blancos ven la solución a los problemas del país en la expulsión de los musulmanes, los mexicanos y centroamericanos. Su odio está cargado de antisemitismo y de una compulsión maniaca en contra de la izquierda. Es claro que esta fiebre no terminará cuando concluya el gobierno actual. La multiplicación de estos regímenes ha llevado a muchos a pensar que hay un anhelo popular e internacional por el autoritarismo. Pero lo que lleva a la gente hacia el fascismo no es forzosamente que desee vivir en una tiranía, aunque sin duda hay quienes adoran la seducción del poder puro y brutal. La mayoría tan sólo busca soluciones a sus problemas, pero lo hace desde un marco que responde a los valores del patriarcado, el machismo y el racismo. No es tampoco la economía la causa de que los votantes elijan déspotas, sino la frustración ante la corrupción, los recortes, la ineficacia y la negligencia de los políticos. El populismo nacionalista es producto de políticas superficiales que no resuelven el origen de los problemas, resultado de pronunciamientos irresponsables de líderes que muestran tolerancia a la xenofobia y tratan de conciliarse
04/07/19 18:54
El Cultural SÁBADO 06.07.2019
DEL HUMOR SUCIO AL GENOCIDIO El inmenso potencial que ofrece internet de enlazar gente y dar lugar a comunidades virtuales hace posible compartir experiencias, ideas, consejos, así como deseos genocidas. La derecha digital o alt-right surgió en foros de internet como son los “tableros de mensajes en línea” 4chan/pol/, 8chan y Reddit, con poca o nula supervisión, donde casi todo está permitido y el tono siempre va salpicado de guiños, dobles y triples sentidos: así, cada declaración flota entre la ironía y la seriedad. En esos espacios numerosos cibernautas se informan, aprenden, debaten, sincronizan sus visiones y expresan anhelos de crear una nación blanca, hiperarmada, donde las mujeres sean sumisas y los liberales descansen en paz. Ahí la comunicación ocurre en un lenguaje altamente codificado, un esperanto cargado de memes racistas y humor negro. Los posteos más extremos son celebrados a través del planeta, estimulando y validando el fanatismo. Lo que comenzó como un espacio de disidencia, relajo y provocación creó poco a poco un caldo de cultivo para la materialización del odio y la propagación de teorías conspiratorias como el gran reemplazo o el genocidio blanco que son visiones de la destrucción y sustitución de la raza blanca. Los bufones y troles que pasan de divertirse difundiendo imágenes grotescas y afirmaciones estridentes a armarse y cometer crímenes en nombre de la raza blanca, buscan el reconocimiento de sus amigos virtuales y el odio de las masas que desprecian; su único triunfo es la fama, por tanto sus nombres no merecen ser mencionados en los medios. 4chan fue lanzado en 2003 como una serie de foros de discusión, con moderadores que apenas intervenían, para participantes anónimos. Ahí apareció el foro /pol/, dedicado a conversaciones “políticamente incorrectas”. En 2013, 8chan se presenta orgullosamente como uno de los “alcances más oscuros de internet”, donde la única regla es no postear pornografía infantil. Este sitio comenzó a popularizarse tras el atroz episodio de misoginia y racismo denominado Gamegate, que se desarrolló en gran medida en 4chan, con una avalancha de amenazas y ataques violentos contra las mujeres y los liberales que tenían el atrevimiento de jugar, criticar o producir juegos de video. 4chan eventualmente eliminó esa discusión y los protagonistas se mudaron a 8chan. La mayoría de estos depredadores digitales se caracterizan porque no se consideran a sí mismos estadunidenses, canadienses o ingleses, sino más bien miembros de la raza blanca, herederos de un linaje europeo, una
EC_207.indd 7
“4CHAN “ FUE LANZADO EN 2003 COMO UNA SERIE DE FOROS DE DISCUSIÓN, CON MODERADORES QUE APENAS INTERVENÍAN, PARA PARTICIPANTES ANÓNIMOS. AHÍ APARECIÓ EL FORO /POL/, DEDICADO A CONVERSACIONES POLÍTICAMENTE INCORRECTAS . nación aria. Y parte de su obsesión con el color de la piel consiste en imaginar la construcción mítica de un pueblo blanco que —como si se tratara de un pueblo originario— se encuentra amenazado por el mundo moderno y en peligro de extinción. Pero las vertientes del odio en línea no se limitan al racismo, la xenofobia y la islamofobia sino que también incluyen la misoginia, la transfobia y la paranoia antiqueer. En 2014 un individuo mató a seis personas en Isla Vista, California. Antes de su crimen posteó un video en YouTube explicando que su frustración sexual lo conducía a la venganza. Asimismo escribió un manifiesto (My Twisted World, Mi mundo retorcido) que envió a familiares, terapista y amigos. Este sujeto ha sido considerado un héroe de los Incels, o célibes involuntarios, quienes odian a las mujeres porque sienten que los desprecian. Pero tiene además el dudoso mérito de ser considerado el primer asesino surgido de la derecha digital, un hombre que buscó redimirse haciendo pagar por sus deseos frustrados a mujeres desconocidas. La aparición de espacios de socialización, incentivo y apoyo a individuos frustrados que son capaces de matar es un problema mundial creciente y resulta imposible calcular el número de personas susceptibles de convertir su angustia en carnicería, sin necesidad de una dirección central, un comando o una ideología. De acuerdo con el New York Times, por lo menos desde 2011 la tercera parte de los nacionalistas blancos que cometieron ataques criminales indiscriminados se declararon inspirados por actos similares. Ese año tuvo lugar en Noruega un doble ataque, ejecutado por un tipo que detonó un autobomba en Oslo que mató a ocho personas e hirió a 209 y, más tarde, viajó a la isla de Utøya donde, haciéndose pasar por policía, ametralló a 69 personas que asistían a un campamento de la Liga de Jóvenes Trabajadores. El asesino, quien se entregó dócilmente a la policía, había posteado en línea, horas antes de sus ataques, un manifiesto de alrededor de 1516 páginas, titulado “2083: Una declaración europea de independencia”, que documentaba compulsivamente sus preparativos, explicaba que había que detener la invasión islámica
lanzando una guerra cristiana y de paso proponía la creación de clínicas estatales donde los niños nórdicos deberían de nacer y crecer, así como la noción de que la gente debía casarse por interés mutuo y no por amor. En su brutal acto de cobardía no trató de matar extranjeros sino jóvenes militantes de izquierda; 33 de ellos eran menores de 18 años y dos tenían 14 años. Curiosamente, el tono de su texto reflejaba el tono de las declaraciones de líderes yihadistas, obsesionados también con ver el origen de sus agravios en las cruzadas. El multihomicida noruego, probablemente el primer genocida que se radicalizó a sí mismo en línea, fue condenado a 21 años de cárcel. En sus delirios decía ser parte de un grupo de caballeros templarios que tomaría el control político y militar de los países de Europa occidental. Anticipaba una guerra en la que moriría por lo menos un millón de personas para revertir el daño causado por el liberalismo y el multiculturalismo: el “marxismo cultural” (un término cada vez más en boga entre las derechas del mundo). Este criminal con delirios de grandeza ha sido inspiración de docenas de asesinos a través del planeta, convirtiéndose en una especie de gurú de una red informal de racistas con delirios de exterminio. Basta considerar que en Norte América, Europa y Australia hubo nueve ataques de extremistas blancos en 2011; en 2015 fueron 235; en 2017 hubo 88. En general se tiende a señalar que estos criminales, a diferencia de los yihadistas, quienes a menudo actúan siguiendo la influencia y a veces las Fuente > boingboing.net
con los racistas, a quienes por motivos electoreros invocan con eufemismos al llamarlos conservadores o votantes tradicionales.
05
04/07/19 18:54
SÁBADO 06.07.2019
órdenes de un grupo terrorista, son lobos solitarios que actúan de forma individual. Pero esa presunción es en gran medida falsa. Los asesinos que se identifican con la ideología del nacionalismo blanco se comunican entre ellos y hacen referencia a los crímenes perpetrados en el pasado reciente, no sólo en lo que respecta a las técnicas y los planes sino a menudo rindiendo homenaje a sicópatas que imaginan como héroes y mártires de su causa. El genocida noruego se convirtió en un símbolo por el enorme número de víctimas que provocó, por haber planeado él solo —aparentemente— un ataque complejo, así como por su interminable panegírico. Como escribe el autor y periodista británico Daniel Trilling, estos manifiestos son una especie de prueba de Rorschach que invita a la interpretación de los signos, a la participación y apropiación de los significados.
“INTERNET “ PRESENTA UNA AUTÉNTICA AMENAZA A LA DEMOCRACIA, PORQUE LOS VÍNCULOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL A TRAVÉS DE CANALES Y SERVICIOS CON LOS QUE NOS HEMOS RELACIONADO PUEDEN EJERCER UN ENORME PODER SOBRE NUESTRAS PERCEPCIONES . Fuente > geomatiko.eu
06
El Cultural
OCHO AÑOS DESPUÉS de Utøya, otro
asesino nacionalista blanco, de 28 años, en la ciudad de Christchurch, Nueva Zelanda, atacó dos mezquitas armado con rifles semiautomáticos y asesinó a cincuenta personas, además de que filmó y transmitió en vivo su masacre por Facebook. Tenía sus armas garabateadas con nombres y leyendas. También escribió un manifiesto, una especie de autoentrevista (por si hiciera falta enfatizar que es un manifiesto al ego) de 74 páginas. En el texto incluyó numerosas alusiones a la cultura popular, a memes (llamando incluso a suscribirse al canal de una de las personalidades más famosas de YouTube, PewDiePie) y homenajes a varios asesinos como el noruego, así como a otro criminal que en 2017 disparó en una mezquita en la ciudad de Quebec, influenciado a su vez por un estadunidense que mató a nueve personas afroamericanas en una iglesia de Carolina del Sur en 2015. El manifiesto tiene la clara intención de provocar nuevos ataques, crear seguidores e incitar a la acción, aunque en este caso es un claro ejemplo de lo que se ha denominado shitposting o posteos agresivamente irónicos y sin sentido en redes sociales, con la intención de trolear, desviar una discusión o impedir una conversación seria. Los manifiestos son antes que nada obras de ficción en las que el autor se inventa una personalidad heroica, una dignidad inexistente y una misión que es, por lo común, un velo para su patología. A pesar de que el gobierno de Nueva Zelanda prohibió la difusión del manifiesto y además ha tratado de impedir que el video del ataque circule, los medios electrónicos ofrecen una prodigiosa diversidad de opciones para compartir toda clase de documentos prohibidos. La aparición de documentos semejantes tiene la función de polarizar al público, de llevar los intereses de la extrema derecha al mainstream, con lo que las obsesiones fascistas se convierten en el centro de gravedad de los medios.
EC_207.indd 8
EL ORGASMO NEGADO Y LA PÍLDORA ROJA Poco antes de llevar a cabo su masacre, el asesino de Christchurch anunció sus intenciones en el foro 8chan/pol/: “Es hora de dejar de postear estupideces y tiempo de hacer un verdadero esfuerzo en el mundo real”. Cuando prendió su cámara y comenzó a transmitir desde su coche mientras se dirigía a las mezquitas, pensaba en una producción multimedia que incluía música, numerosos códigos reconocibles para sus correligionarios y el espectáculo de asesinar gente en vivo que sería visto como el videojuego de un tirador en primera persona, first person shooter. De modo instantáneo, su masacre se volvió entretenimiento mediatizado, un performance para lucirse ante sus colegas, así como para aterrorizar y enfurecer a millones de personas. 8chan está directamente vinculado con crímenes recientes; la ironía es que al denunciarlo se le fetichiza y publicita. Mientras 4chan y 8chan son espacios relativamente desconocidos, difíciles de navegar y altamente codificados, otro sitio mucho más popular y universalmente accesible es quizá responsable por el mayor número de individuos radicalizados: YouTube. Es aquí donde más gente se ha convertido, “ha elegido la píldora roja” (usando la imagen de la película The Matrix), para referirse a alguien que ha elegido “ver la realidad”. Aunque este sitio prohíbe material que promueva el odio y el acoso, los propagandistas de la extrema derecha lo han sabido emplear para difundir su retórica sorteando la censura, además de que han logrado explotar los propios algoritmos de recomendaciones del sitio para promover sus videos y
monetizarlos. En esencia, YouTube ha funcionado durante años como un sistema infalible de adoctrinamiento, ya que la red neural de recomendaciones llevaba de un video de ultraderecha a otro, explotando el interés y morbo del espectador, descubriendo las misteriosas “relaciones adyacentes” entre un video y otro (como escribe Kevin Roose) y cumpliendo el objetivo de hacerlo ver un máximo de horas para vender más y más anuncios.
EN GRAN MEDIDA, uno de los problemas principales de la epidemia de la extrema derecha que corroe el universo virtual es, por un lado, la seria dependencia intelectual, emocional y social que hemos desarrollado por las redes sociales y, por el otro, la deliberada actitud de dejar hacer y la libertad que hemos concedido a corporaciones para que hagan cualquier cosa que sea redituable para los accionistas. Ante la ausencia de autoridades o reglas tenemos el aparente privilegio de no padecer de censura (lo cual es falso), más el evidente lastre de permitir expresiones de odio racial, cultural y de género. Internet presenta una auténtica amenaza a la democracia. No porque hackers rusos o ucranianos puedan postear miles de anuncios políticos y desinformación en Facebook, sino porque los vínculos de comunicación social a través de canales y servicios con los que nos hemos relacionado intelectual y emocionalmente pueden ejercer un enorme poder sobre nuestras percepciones. Los algoritmos de inteligencia artificial influyen cada vez más en nuestras decisiones y no tenemos mecanismos para contrarrestarlos o siquiera entenderlos. La pregunta es si la democracia podrá sobrevivir a la violencia de este ecosistema cruel, burocrático y literalmente deshumanizado.
04/07/19 18:54
El Cultural SÁBADO 06.07.2019
07
Las premisas políticas, económicas y sociales suelen transparentarse en la pieza artística. No se trata de que un autor abogue por ellas o exhiba sus bondades. No. Más bien, su forma de comprender el mundo infiltra la creación, el universo imaginario. En este ensayo provocador, Federico Guzmán Rubio revisa un conjunto de novelas latinoamericanas recientes y propone considerarlas a partir de los valores del neoliberalismo, ya sea en consecuencia con ellos o bien como respuesta y resistencia.
FICCIONES NEOLIBER ALES FEDERICO GUZMÁN RUBIO
S
i el modernismo latinoamericano surgió del improbable cruce entre parnasianos y simbolistas, y la novela del boom de la imposible combinación de Hemingway y Faulkner, entonces la literatura neoliberal latinoamericana se edificó a partir de los postulados de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Si Thatcher declaró que “la gente le echa la culpa de sus problemas a la sociedad, y eso de la sociedad no existe; hay hombres y mujeres y hay familias”, Reagan señaló que “no hay respuestas fáciles, pero sí hay respuestas simples”. Temática y estilísticamente, la suerte de la novela latinoamericana estaba echada. A partir de los años ochenta y sobre todo de los noventa, la experimentación lingüística y la complejidad estructural se volvieron cosa del pasado, al igual que cualquier indagación en los procesos sociales o las identidades colectivas, sustituidas por una narrativa estilísticamente simple, centrada exclusivamente en el individuo, de preferencia el propio autor. Preguntarse “en qué momento se jodió el Perú” se convirtió en una pregunta anticuada; lo pertinente, desde entonces, es preguntarse a qué hora me jodí yo y escribir una variante de la autoficción para responderlo. Toda la literatura escrita desde los años ochenta es, a su manera, neoliberal, de la misma forma en que toda la literatura escrita en el siglo XIX es estrictamente decimonónica. Estúpida e incontrovertible, la afirmación anterior nos conduce a un callejón sin salida, y darse de topes en él es el objetivo de este texto: tras cuarenta años de neoliberalismo triunfante
o negado, pero neoliberalismo al fin y al cabo, ya es hora de leerlo a través de la literatura y no de un reporte del Fondo Monetario Internacional, y de imaginar salidas a este callejón también a través de la literatura misma y no del Foro de Río, o de Porto Alegre, o de Salvador de Bahía que, vistos en perspectiva y con Bolsonaro en Brasilia, no sirvieron de mucho. Más que marcar periodos claros, hay tendencias que conviven; más que una estética hegemónica, hay propuestas compatibles, y más que corrientes únicas, hay proyectos diversos: después de todo, el neoliberalismo es democrático, siempre y cuando se lo vote a él. Quizás, la primera manifestación marcada e involuntariamente neoliberal fueron los muy publicitados movimientos del McOndo chileno y del Crack mexicano. Ah, qué años aquellos, los noventa en América Latina, de milagros mexicanos, argentinos y chilenos. Salvo porque eran subdesarrollados, varios países, gracias a la firma compulsiva de tratados de libre comercio y al remate desesperado de paraestatales, ya podían considerarse desarrollados, y las novelas que se publicaban estaban tan bien escritas que, por más que estuvieran en español, parecían alemanas. Alberto Fuguet y Sergio Gómez, los editores de McOndo, escribían en su prólogo de 1996: “Tuvimos que atravesar una maraña de burocracia y mala fe, además de erradas ideologías de distribución, increíbles aranceles y simple desidia”. Esto, más que del proceso de elaboración de una antología de cuentos, parecía la descripción del viaje de un espantadizo tecnócrata por
“VARIOS “ DE LOS MEJORES LIBROS DE ESA GENERACIÓN QUE SE SENTÍA TAN MODERNA CON SU WALKMAN, Y QUE SE SOÑABA POST-TODO PARA SER SIMPLEMENTE NEO, SIGUEN ESTA ESTÉTICA QUE SE SABÍA AGRINGADA, FATALMENTE LATINOAMERICANA .
EC_207.indd 9
una economía centralizada. Negaban, por supuesto, tener cualquier ideología —primer mandamiento de la religión neoliberal—, y se jactaban de no tener que elegir entre el lápiz o la carabina, sino entre Windows y Mac. El prólogo, que leído veinte años después conserva su frescura e insolencia, reivindicaba una literatura libre, urbana y pop, ajena al realismo mágico y a la dictadura del folclor, que se acabó imponiendo sin el éxito que imaginaron sus por entonces jóvenes promotores. Finalmente, de Fresán al mismo Fuguet, varios de los mejores libros de esa generación que se sentía tan moderna con su walkman, y que se soñaba post-todo para ser simplemente neo, siguen esta estética que se sabía híbrida, agringada y, por mestiza, fatalmente latinoamericana.
MUCHO MÁS SOLEMNE y presuntuosa resulta la relectura del “Manifiesto del Crack”. Su contenido disparaba en tantas direcciones, a veces contradictorias, que la localización cosmopolita o el “cronotopo 0” acabó por ser su rasgo más distinguible. La globalización aspiracional del libre comercio tuvo su correlato en los escenarios europeos de las novelas insignia del movimiento. Además, puesto que la historia ya había terminado por decreto de Fukuyama, sólo quedaba el pasado para indagar sobre el mal, la condición humana y todos esos temas oficiales de la alta literatura, por lo que sus autores escribieron sobre el nazismo como prueba irrefutable de que un escritor latinoamericano podía ser universal.
04/07/19 18:54
08
El Cultural SÁBADO 06.07.2019
Muy pronto, los firmantes del manifiesto rompieron sus propias reglas, pero la reivindicación de una libertad que siempre había existido y la negación del realismo mágico —único rasgo que compartían con sus coetáneos chilenos— acabaron por ser más influyentes que las propias obras. El lenguaje en que estaban escritas esas ficciones germánicas de Volpi y de Padilla —estándar, intercambiable, exportable— podría resumirse con el adjetivo con que la crítica neoliberal premia a la prosa que considera estable y competitiva: eficiente. La eficiencia, por cierto, es la mayor virtud no sólo de la prosa de los best-sellers de calidad, sino también de los productos artesanales que, con la marca minimalismo, hacen del recorte y de la austeridad idiomática su mayor virtud.
LA IZQUIERDA, EL FIN DEL MUNDO Y EL YO La nueva literatura, entonces, llegaba tras el agotamiento del realismo mágico y de la exuberante novela del boom, mientras que las medidas neoliberales se escribían, por las buenas o por las malas, tras el fracaso de los movimientos de izquierda, pacíficos o armados. Parte de la literatura más interesante del periodo neoliberal ha cumplido, a su pesar y como si hiciera falta, la función de certificar la derrota de la izquierda (por más que ésta haya sido tan concreta como una bomba cayendo en el Palacio de la Moneda), tan sangrienta que dejó cientos de miles de asesinados en las guerras civiles latinoamericanas, y tan definitiva que hasta los supuestos enemigos del neoliberalismo, esos que se valen de una retórica progresista, terminan plegándose a sus designios. Del Río Bravo a la Patagonia, la voz de los vencidos se escucha por todo el continente y el neoliberalismo, quitado de la pena, hace como que la oye e intenta, la mayor de las veces sin mucho éxito, aprehenderla para ponerse a vender libros. De Carlos Montemayor en México y Diamela Eltit y Nona Fernández en Chile a Martín Kohan y Féliz Bruzzone en Argentina, quienes sufrieron la derrota escriben sobre la guerra perdida, cruel, que hizo desaparecer la utopía como proyecto y dejó un reguero de cadáveres en el camino dolarizado a los mercados sin restricciones. Atónitos y vencidos, ninguno de estos autores fue capaz de vislumbrar otro futuro que no fuera, en el mejor de los casos, el de la democracia mediocre y la supervivencia precaria. A los sudamericanos, al menos,
les queda el consuelo amargo de que la violencia, por traumática que haya sido, fue una experiencia concluida y en algunos casos incluso juzgada, mientras que en Centroamérica, como refleja la obra de Castellanos Moya, Claudia Hernández y Rodrigo Rey Rosa, se pasó de la violencia política a la delincuencial con una naturalidad perversa. Nadie más fanático del neoliberalismo que el crimen organizado centroamericano (incluyéndonos, claro está), que entendió que el cuerpo humano, cautivo o en tránsito forzado, es una mercancía más con infinitas posibilidades comerciales, y que pelea, con una violencia rara vez vista, la abolición de controles para cualquier producto. Con las utopías desaparecidas —junto con quienes creyeron posible hacerlas realidad—, no extraña, entonces, la proliferación de distopías; no por nada en sus mejores años el neoliberalismo se concebía a sí mismo como un final del mundo relativamente feliz, mientras que sus detractores siguen viendo en él y en la compulsión destructiva inherente al capitalismo un apocalipsis inminente, eso sí, sin deuda pública, con inflación cero y con crecimiento al cinco por ciento.
LA LITERATURA, que había dejado la especulación a la economía para contentarse con narrar las insignificantes tragedias personales de un Jaime Bayly, recuperó los escenarios catastróficos para indagar en el presente. En Salón de belleza, Mario Bellatin escribió sobre las dos nuevas plagas que azotaban a una América Latina engreída, convencida de que ya lo había visto todo: el sida y el desmantelamiento del insuficiente Estado de bienestar. Por su parte, Pedro Mairal, en la extraordinaria El año del desierto, escribía la crisis argentina de 2001 en clave distópica, como una vuelta a los orígenes bárbaros del país, nunca idos del todo. En lugar de la devaluación y el corralito, Mairal describe una Buenos Aires clasemediera que de golpe se ve azotada por una extraña intemperie que desaparece todo a su paso. Nadie entiende bien a bien
“NADIE “ MÁS FANÁTICO DEL NEOLIBERALISMO QUE EL CRIMEN ORGANIZADO CENTROAMERICANO (INCLUYÉNDONOS, CLARO ESTÁ), QUE ENTENDIÓ QUE EL CUERPO HUMANO, CAUTIVO O EN TRÁNSITO FORZADO, ES UNA MERCANCÍA MÁS CON INFINITAS POSIBILIDADES .
EC_207.indd 10
lo que sucede, aunque “la intemperie avanza y se achaca a aquello que se llamó tecnología y progreso, pero que no fue sino la mano siniestra del capitalismo salvaje”. La protagonista intenta huir, pero conforme avanza, retrocede, y no hace sino internarse en la historia argentina, esa extensa novela distópica de no ficción. A decir verdad, el contraste entre esas distopías y algunas novelas rabiosamente realistas es muy tenue. La Santa Teresa de Bolaño, por ejemplo, representa como tantas ciudades de la frontera norte uno de los rostros más exitosos del neoliberalismo. En ella, el surgimiento de miles de empresas manufactureras generó millones de puestos de trabajo con salarios miserables y una sociedad rota, en la que los feminicidios son un síntoma más de la distopía que presumen los tecnócratas en sus informes trimestrales. Y si Santa Teresa o Ciudad Juárez son uno de los escenarios prototípicos del neoliberalismo latinoamericano, la época a la que le corresponde tal honor, junto con nuestro salinato, es el menemismo argentino. Tras mostrar que populismo y neoliberalismo no sólo pueden convivir armoniosamente sino que se necesitan con pasión mutua, Menem construyó un castillo de cristal que la realidad, esa necia aguafiestas, quebró al poco tiempo. Quien mejor supo capturar esos años noventa de sida, cocaína, privatizaciones y entusiasmo suicida fue Fogwill, quien en Vivir afuera muestra el conurbano bonaerense, alguna vez industrial, como un paisaje arruinado: El Pichi era amigo de dos serenos que cuidaban una fábrica abandonada. Hacía tantos años que se turnaban para vigilar que se habían vuelto medio locos y pidieron ayuda para hacer arrancar los motores y ver, por lo menos una vez, cómo debió haber sido la fábrica funcionando. Esa fábrica abandonada, claro, es la Argentina agrícola e industrial del pasado, que apagó los motores para tener la excusa, así, de pedir un préstamo al Banco Mundial con el objetivo de algún día tener fondos para volver a echarlos a andar.
P ERO
SEGURAMENTE la expresión más extendida de las ficciones neoliberales se halla en las innumerables variantes de la escritura autobiográfica, sin que esto, en principio, represente nada positivo o negativo. De hecho, habría que agradecer la práctica desaparición de las novelas que pretendían ahondar en la identidad nayarita, mexicana o latinoamericana, o peor aún, “darle voz a quien no la tiene”, aunque a veces resulte abrumadora su sustitución por las versiones textuales de cuentas de Instagram o posts de Facebook alargados y convertidos en libros. Sobra decir que es cuando menos arriesgado trazar un paralelismo entre el culto a la individualidad en lugar de cualquier proyecto social y las
04/07/19 18:54
El Cultural SÁBADO 06.07.2019
modas literarias, pero es un hecho que el yo, más que nunca, es un tema recurrente, obsesivo. Por fortuna, hay variedad de yos, y en la gama que va del implacable Fernando Vallejo al literario Piglia cabe de todo. Y si bien algunas veces el discurso del yo cae en la complacencia, otras veces realmente es un ejercicio crítico y estilístico cuyo interés trasciende la piel del escritor, como cuando Lina Meruane escribe sobre su casi ceguera en Sangre en el ojo, o cuando Jorge Baron Biza narra con una belleza contenida y brutal las sucesivas cirugías para reconstruir el rostro de su madre tras el ataque de ácido cometido por su esposo en El desierto y su semilla, o cuando Pedro Lemebel escribe con una conmovedora cursilería sobre sus amantes fugaces, o cuando Carlos Velázquez cuenta su largo romance con la cocaína en El pericazo sarniento.
NOVELAS DE RESISTENCIA En lo que evidentemente es un recuento incompleto y caprichoso, hasta ahora hemos catalogado novelas que se han adaptado al neoliberalismo, que han escrito sobre su triunfo, que han descrito sus efectos más nocivos y que han reflejado en el discurso del yo su entronización del individuo. Habría que preguntarse, llegados a este punto, qué novelas lo han enfrentado y de qué formas. Sobra aclarar que la función de la literatura no es combatir sistemas económicos, y exigirle un fin práctico, por político que sea, sería un típico rasgo neoliberal pues este sistema se caracteriza, entre tantas otras cosas, por su utilitarismo radical; nada más antineoliberal, de hecho, que lo perfectamente inútil, lo majestuosamente improductivo, lo exactamente inservible. En este sentido, el primer libro que se me viene a la cabeza es La novela luminosa, del uruguayo Mario Levrero. Magistral e insoportable, liberador y asfixiante, hipnótico y aburridísimo, el libro está conformado por el “Diario de la beca”, prólogo de 450 páginas a la novela de cien, en el que Levrero describe el proceso de (no) escritura de La novela luminosa, gracias a una beca otorgada por la Fundación Guggenheim. Levrero construye una minuciosa metodología para no hacer nada, convierte a la improductividad en un arte y compone un canto a la procrastinación. Para ponerse a escribir, compra unos sillones (actividad que le lleva unas cuantas semanas), arregla el aire acondicionado, sale obsesivamente a comprar novelas policiacas en librerías de saldos (y las lee, faltaba más), intenta en vano corregir sus horarios para no dormir de día y vivir de noche (lo que complica aún más su irremediable vida práctica), visita frecuentemente el cajero automático para retirar “300 dólares del señor Guggenheim” y pasa el tiempo descomponiendo y reparando, él mismo, su propia y anticuada computadora, al tiempo que
EC_207.indd 11
09
“SOBRA “ ACLARAR QUE LA FUNCIÓN DE LA LITERATURA NO ES COMBATIR SISTEMAS ECONÓMICOS, Y EXIGIRLE UN FIN PRÁCTICO, POR POLÍTICO QUE SEA, SERÍA UN TÍPICO RASGO NEOLIBERAL PUES ESTE SISTEMA SE CARACTERIZA POR SU UTILITARISMO RADICAL . sostiene legendarios combates con Word, otros programas y aplicaciones. Mención especial merecen sus enfermedades. No hay hipocondría más consentida que la de Levrero o, de no serla, organismo más íntegramente arruinado: el escritor sufre de problemas bronquiales, dolor de un diente, mareos, espasmos en los brazos, ataques de nervios, trastornos intestinales, desórdenes del sueño, una fisura en el pene y depresión, entre otros muchos trastornos y “malestares indefinidos”. Y ya sea por indicación del doctor, o mejor, por automedicación, ingiere antiácidos, antidepresivos, calmantes y toda clase de medicamentos, además, claro, de los Valiums 10 que siempre lleva como talismán en el bolsillo. Por fin, el prólogo termina y la novela empieza. Pero La novela luminosa es la versión que Levrero ya había escrito en 1984 y para cuya reelaboración le fue otorgada la beca. De esta forma, Levrero consuma su gran estafa al señor Guggenheim y se gasta la totalidad de la beca sin haber hecho absolutamente nada más que escribir sus anotaciones cotidianas. El libro, de publicación póstuma, es el testimonio del fraude que un escritor uruguayo le cometió a una de las grandes fortunas del planeta.
TAMBIÉN PÓSTUMA es El traductor, novela a la que no queda más remedio que calificar como la gran novela (anti)neoliberal latinoamericana. Salvador Benesdra, su autor, quien se suicidó al lanzarse de su departamento en Buenos Aires, sufría de ataques psicóticos que lo mismo lo hacían convencerse de que los extraterrestres habían robado el obelisco porteño, que liderar una revuelta de locos en un manicomio francés. Y El traductor puede leerse, sí, como un gran episodio psicótico en el que todavía estamos inmersos. Benesdra —quien dominaba siete idiomas y fue fundador del diario Página 12, del que fue despedido— novela hasta cierto punto su experiencia de recortes, reestructuraciones y flexibilización laboral en una
empresa de izquierda, sólo que en el libro se trata de la editorial Turba. Al protagonista, Ricardo Zevi, le encargan la traducción de un libro afiliado a la extrema derecha (en el que se alaba la democracia como el sistema más seguro para garantizar el predominio de los superiores y la subordinación convencida de los inferiores), lo que en un principio toma como un trabajo más: Nada demasiado terrible le puede pasar en el trabajo a un traductor. Tres días atrás me habían encargado una traducción que parecía de rutina, pero que estaba terminando de remover las pocas coordenadas ideológicas que todavía me ayudaban a orientarme en el mundo. Eso era todo. Dudas sobre la editorial de izquierda, mi editorial, que me había ordenado el trabajo. Dudas sobre mis propias ideas. No obstante, mientras avanza en la traducción, empiezan los despidos en la editorial, y Zevi se convierte en líder sindical y en amante de una adventista de Salta (es decir, de una indígena, esos personajes borrados de la literatura argentina salvo cuando se los masacra en el desierto), con la que todo marcha bien, salvo porque ella es incapaz de llegar al orgasmo. Ubicada en el periodo entre la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la URSS, la novela resulta delirante y temeraria en su trama, y lírica y salvaje en su lenguaje, mientras describe con una precisión vidente el mundo que estaba empezándose a construir. El final, memorable, resulta de nueva cuenta profético: para no abusar del spoiler, basta decir que, de haber vivido en 2019, el protagonista se convertiría, con pleno convencimiento, en chofer de Uber. Probablemente haya algunas más, pero, publicada hace veinte años en una edición pagada en Ediciones de la Flor y reeditada por Eterna Cadencia, El traductor será una de las novelas que los lectores de mañana leerán para entender nuestro tiempo y para cuestionarse a sí mismos. A la novela neoliberal le queda mucho que decir. Por más que día sí y día no, de Walter Benjamin a López Obrador, se declare la muerte de alguno de los dos, la novela y el neoliberalismo mantienen buenas perspectivas de crecimiento. Y aunque parezca que el neoliberalismo poco tiene que aprender de la literatura, en realidad él mismo es una gran ficción: acá seguimos, para no ir más lejos, en espera del bienestar para todos que nos ha prometido desde hace cuarenta años.
04/07/19 18:54
SÁBADO 06.07.2019
EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
1994 LA CANCIÓN # 6 Por
ROGELIO GARZA @rogeliogarzap
GRANDMASTER FLASH: RE VOLUCIÓN CO O L
EC_207.indd 12
QUIENES FUIMOS ADOLESCENTES y adultos jóvenes en los noventa estamos atravesados a hierro y sangre por el 94. Fuimos la última generación de mexicanos. Los testigos de la muerte del ser nacional. La transición que daría origen al post-mexicano. Para quienes éramos (somos) adictos al rock ese año también supuso un shock del que nunca nos repondremos: el suicidio de Kurt Cobain. Que la muerte de un grungero gringo afecte a los fans mexicanos es parte del mismo fenómeno: la transculturación que sufrimos a manos del TLC. Diego Enrique Osorno, narrador y cronista, ha hurgado en esa herida colectiva que fue (es) 1994, en un documental producido para Netflix. Y los resultados son reveladores. Ha dividido a la audiencia en dos bandos. El primero es aquel que nunca se tragó el cuento de que Colosio representaba un verdadero cambio para México. El segundo es conformado por quienes se quedaron con el hambre del cambio social que prometió el candidato. Aunque el documental está dedicado al 94, que se definió por varios hechos: el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el de José Francisco Ruiz Massieu, la aparición del Chupacabras (un distractor fantástico para espantar a la sociedad como un Drácula moderno) y la devaluación, la figura central es el candidato. El formato es el de la historia oral. Contada por algunos de sus protagonistas. Aparecen casi todos los principales implicados. Está por supuesto la contraparte del candidato, a quien la vox populi señala como autor intelectual del asesinato: el expresidente Carlos Salinas. 1994 es el segundo documental de Osorno que he tenido la oportunidad de observar. El anterior, La muñeca tetona, narraba la historia de una muñeca de trapo que aparece en la famosa fotografía en la que un grupo de intelectuales aparece con Carlos Salinas, en lo que se denominaría la cooptación de los intelectuales por el poder. Esto fue posible en gran medida porque ser un intelectual en aquella época poseía una carga ideológica de relevancia. Hoy en día eso parece algo remoto, ya que al nuevo gobierno los intelectuales han dejado de inspirarle respeto y por lo tanto no los toma en consideración. La muñeca tetona es una obra bastante blanda. No se sabe bien qué pretende contar. Son los pasos a ciegas de Osorno como documentalista incipiente. En 1994 consiguió superarse con maestría. A diferencia del trabajo
EL POLÉMICO monarca de Suecia, Carl XVI Gustaf, entregó al diyei Grandmaster Flash el Polar Music Prize, también conocido como el Nobel de la Música. El GM Flash, cuyo nombre es Joseph Saddler, es parte de la célebre trinidad progenitora del hip hop, junto a Kool Herc y Afrika Bambaataa. El reconocimiento fue para “cada diyei, rapero, graffitero y breaker”, dijo el rey sueco al mago de las tornamesas. Flash ha manipulado discos de todos los ritmos afroamericanos para crear la música de la última revolución cultural en Estados Unidos. Con él, las tornamesas se convirtieron en instrumentos musicales y la rima urbana en un medio de expresión racial para hacer crónica y denuncia. El mix de la rima con un ritmo musical cobró fuerza en Estados Unidos a principios del siglo XX, como spoken word, entre los poetas Robert Frost y Vachel Lindsay. En los años cincuenta, los beats Allen Ginsberg y Jack Kerouac musicalizaban sus lecturas con jazz en vivo. Bob Dylan folkeaba y Jim Morrison rockeaba en los sesenta. Hasta que el poeta y músico Gil Scott-Heron terminó por fundir su spoken word con ritmos africanos, jazz y blues en 1970. Música de resistencia. En el hip hop el proceso fue al revés: los diyeis del Bronx empezaron a mezclar y a samplear vinilos e incorporaron el rapping después. En The Hip Hop Evolution se reconoce a DJ Hollywood como el rapero que introdujo las rimas improvisadas. Grandmaster Flash perfeccionó las técnicas del mixing, el cutting y el scratching. E inventó otras para crear loops. En seguida formó a GM Flash and The 3MCs, creadores del
LA MINISERIE CONCLUYE CON EL CANDIDATO DICIENDO: VIVA MÉXICO . anterior, aquí tiene clara la historia. En los cinco capítulos que conforman la miniserie hay material inédito sobre aquel año que ha obsesionado a México y sobre todo a esa generación a la que pertenecemos los que, como Osorno, nacimos en los noventa. Nos corresponde ahondar en ella. Una de las principales molestias que ha causado 1994 con quienes he tenido la oportunidad de discutirlo es la percepción de que pretende ensalzar a Colosio como un héroe. Mi percepción es distinta. Para mí lo que pone de manifiesto —las escenas de los mítines son prueba de ello— es la fascinación que México experimenta por el PRI en los casi ochenta años que ha permanecido en el poder. En el fondo del mexicano promedio, incluso en sus detractores, existe una admiración secreta de la capacidad del PRI para manipularnos con el poder. El otro sector de la población siente el mismo orgullo por la narcocultura. Lo que 1994 nos dice es que México es adicto a la sangre. La miniserie concluye con el candidato diciendo: “Viva México”. Habrá quien interprete esto como un gesto cursi. Para otros es una muestra del cinismo con el que el PRI nos ha escupido su desprecio en el rostro por más de siete décadas. Para mí exhibe esa contradicción que significa el ser mexicano. El amor profundo a este país y el orgullo secreto por ser famosos en corrupción a nivel mundial. El revuelo que ha causado 1994, con otro partido en el poder, es prueba de que el mexicano no podrá trascender esa herida. Y que es posible que en el futuro el PRI regrese al poder. Pero no por el documental. Osorno sólo retrata los deseos más oscuros del mexicano promedio. Si el PRI regresa a gobernar es por esa admiración ciega a un Estado que ha sabido someter a su pueblo. No dudemos que pronto atestigüemos el regreso del Mesías. Que un nuevo candidato del PRI les inyecte fe a los votantes. Y que lo vuelvan a convertir en un mártir matándolo ellos mismos como hicieron con Luis Donaldo.
Fuente > OpenSpotify
10
El Cultural
EL HIP HOP SE DISTRIBUÍA DE MANO EN MANO, HASTA QUE THE SUGAR HILL GANG GRABÓ EN 1979 RAPPER’S DELIGHT . maestro de ceremonias en las batallas del rap, trío en el que Keef Cowboy acuñó el término hip hop. Scratchers, rappers y beatboxers utilizaban el casete como su formato de difusión. El hip hop se grababa y distribuía con el tapping de mano en mano, hasta que The Sugar Hill Gang grabó en 1979 el primer disco del hip hop: Rapper’s Delight. Los tres flashes crecieron a The Furious Five y dejaron de parlotear: “The Message”, escrita por el MC Melle Mel, son siete minutos de calle, violencia y droga. A partir de aquí, el rap empezó a denunciar las condiciones de marginación, violencia y racismo. El documental Big Fun in the Big Town, de Bram Van Splunteren, muestra las dos subculturas neoyorquinas de los setenta y los ochenta: el punk y el hip hop. Una década antes de que el rap se conectara con el rock vía Run-DMC y Aerosmith en “Walk This Way”, Grandmaster Flash estableció contacto con el punk y el new wave vía Blondie, quien le dedicó su canción “Rapture”: DJ’s spinnin’ are savin’ my mind / Flash is fast, Flash is cool.
04/07/19 18:54
El Cultural
Fuente > pixabay
SÁBADO 06.07.2019
11
CRÓNICAS PLUTONIANAS Por
ALMA DELIA MURILLO @AlmaDeliaMC
T
reinta y seis años tenía mi madre cuando le vino el mal del animal. Yo fui testigo en directo porque era muy pequeña y esa estrategia es la mejor para estar en lugares prohibidos sin que nadie lo note. Incluso ahí, abrazada a sus piernas sólidas y blanquísimas, casi marmóreas. Mi madre se enamoró y yo la vi convertirse en animal. Lo juro. El amor es una fiera con las fauces abiertas y quien no quiera perderse la oportunidad de sentirse vivo de verdad tiene que dejarse morder. No hay alternativa. Siempre he encontrado fascinante el animalario que permea la literatura y la poesía. Desde El pájaro azul al que Bukowski le tira whisky y humo de cigarro para que no salga de su corazón hasta el tigre “que desgarra por dentro al que lo mira y sólo tiene zarpas para el que lo espía” del poeta Eduardo Lizalde; hay un mensaje, un rito de pasaje, un poder que nos convoca: el olor de la sangre. Pude oler la sangre de mi madre cuando se enamoró de aquel vecino soltero empedernido y menor que ella. Se puso más hermosa que nunca, más brillante, lúbrica. Y un poquito loca. Le dio por untarse polvos de colibrí y renovó su escasa lencería, le cambió la voz, la pisada, las huellas. Este fin de semana estuve con ella, ahora es una mujer de setenta y dos años, delgada y liviana, con el cuerpo encogido —la vejez es un tiroteo— pero no han dejado de brillarle los ojos. Cuando la miro así recuerdo aquellos días en que, siendo una niña, seguí atenta su transformación en fiera amorosa. Cuánto me alegra tener la certeza de que mi madre vivió eso. Dice Julia Santibáñez en Eros una vez (Seix Barral, 2017), en el poema “Génesis”: como perra gata zorra en celo recuerdo jugar en el jardín señorear machos jirafearme montar leones engorilada y caballuna... Ésa era mi madre. Señoreaba al macho, montaba al león y a mí me mataban los celos infantiles pero al mismo tiempo la intuición me decía que estaba presenciando un misterio, algo sagrado. La mujer de más de setenta años que comía ayer frente a mí me dio un mensaje con aquella mujer de treinta años que también fue: la pasión está permitida, el amor no se trata de “la persona correcta” sino de esto. Sentir está permitido, aunque duela. A menudo recuerdo un texto de Stephen Grosz (The Examined Life) donde narra la experiencia de un médico que, trabajando en una leprosería, descubrió que las deformaciones de los leprosos no eran consecuencia propia de la enfermedad, sino el resultado de no sentir: insensibles ante las heridas, los pacientes podían dejar que se infectaran y se les cayera la piel en pedazos. “Cuando conseguimos no sentir nada, perdemos el único medio que tenemos de averiguar qué nos hiere y por qué”. Es el remate brutal en el episodio de la leprosería. Siento escalofríos cuando pienso en ello. Todo lo que hacemos para no sentir en tiempos de paraísos anestésicos, ahora que humanizamos lobos y perros en lugar de afilar al propio animal que cada uno somos,
EC_207.indd 13
EL MAL DEL ANIMAL entregados por completo a esta hipocresía civilizadora que blanquea los dientes, neutraliza el veneno, pule las garras y convierte en osito de peluche al amor, esa enseñanza fiera de la que tenemos tanto miedo porque precisamente podría volvernos más humanos. No queremos experimentar emociones sin domesticar, queremos la medianía de lo correcto. Pero es que sólo en el amor somos depredador y presa, sólo en el amor queremos matar y al mismo tiempo mostramos el cuello como lobos rendidos al alcance de un te amo que podría ser más letal que el disparo de un Remington de caza bien cargado. Leyendo la espléndida novela El Salvaje de Guillermo Arriaga (Alfaguara, 2016) volví a pensar en mi madre, en cuando fue animal. El Salvaje es una historia de amor que huele a sangre, a cacería del alma, que se queda en la piel luego de olfatear la huella del lobo que persigue Amaruq y la vitalidad desesperada del amor de Juan Guillermo que se espesa con el deseo de venganza. Vuelvo a mi madre que no ha leído más libro que la Biblia y que jamás leerá un libro mío porque, gracias al cielo, mi madre eligió ser mi madre y no mi lectora. Esa mujer amorosa que se plantó ante la vida a dentelladas y que una noche salió a encontrarse con su amante a un terreno baldío de la colonia popular donde vivíamos. Seguí la huella para espiarla. Miré hasta el segundo preciso en que supe que no toleraría más y regresé a casa corriendo, con mi pequeño corazón infectado, mordido ya por la fiera. Junto a todos los recuerdos resecos que tengo de ese barrio devastado que es el Estado de México, tengo también ese momento vibrante, perturbador y luminoso. Mi madre, la de ahora, me pregunta si está bueno el arroz con leche que preparó para complacerme. Me levanto y la abrazo, digo “gracias”. Tal vez piense que se lo digo por el postre o tal vez sepa exactamente por qué lo hago, algo me dice que el olfato de madre no se pierde sino que se afina con los años. Luego vino lo inevitable: la separación de los amantes. Un día paró en seco el terremoto, la estampida de búfalos que la acompañaba al cerrar la puerta después de salir se marchó para siempre. Y la vi batallar consigo misma para superar aquello. Por las noches lloraba bajito, cosía mi ropa y la de mis hermanos, inventaba caldos y guisos en los que reutilizaba hasta las cáscaras de papa del día anterior. Su duelo transcurrió entre ollas hirviendo y jornadas extenuantes de trabajo. Una mañana limpió los cajones de su tocador y los sobrecitos con polvo de colibrí desaparecieron de la casa. Y nunca más la oí llorar. Había sobrevivido. Mientras doy la última cucharada al arroz con leche pienso que me gustaría entrevistarla, que me contara los detalles de aquel episodio, que me hablara de mi abuela, otra que montó bestias y acarició carneros con nombre y apellido en su pueblo michoacano. Pero conozco bien la respuesta: dirá que no, que yo y mis cosas y para qué tantos libros. Y no la culpo porque lo cierto es que también yo — como ella y como Borges— prefiero buscar al otro tigre, al que no está en el verso, al que muerde y endulza para arrancar jirones del cuerpo. Y del alma.
“SÓLO “ EN EL AMOR SOMOS DEPREDADOR Y PRESA, MOSTRAMOS EL CUELLO COMO LOBOS RENDIDOS AL ALCANCE DE UN TE AMO QUE PODRÍA SER LETAL”.
04/07/19 18:54
SÁBADO 06.07.2019
ESGRIMA Por
ALICIA QUIÑONES @aliciaquinones
LAURENT SAULNIER
“EL JAZZ VIVE UN GRAN MOMENTO”
“MUCHOS “ DE ESTOS CHICOS SON JAZZISTAS, PERO TAMBIÉN MEZCLAN EL GROOVE, A VECES EL PUNK, ACUDEN MUCHO A LA IMPROVISACIÓN Y SUS HABILIDADES SON SORPRENDENTES”.
EC_207.indd 14
D
el 27 de junio al 6 de julio se llevó a cabo el Festival Internacional de Jazz de Montreal, sin duda el más importante en su género a nivel mundial. Cuenta con un Récord Guinness por ser el de mayor duración en el planeta y en éste 2019 ha contado con la presencia destacada de figuras como Norah Jones, Bryan Adams, Omara Portuondo y Alan Parsons, entre una oferta de quinientos conciertos —nada menos—, con músicos provenientes de diversos países y que han marcado el camino de la música contemporánea. Desde su primera edición, en 1979, han brillado en sus escenarios Ray Charles, Ella Fitzgerald, Pat Metheny y Gonzalo Rubalcaba, entre otros personajes míticos del jazz. Laurent Saulnier, vicepresidente del festival y periodista musical cuyo récord de asistencia a conciertos rebasa la cifra de 20 mil, habla de la celebración de este año en que se cumple el cuarenta aniversario del festival. Siempre hay un momento memorable en cada edición de este encuentro musical. Desde que te uniste al festival en 1999, ¿cuál es el que más recuerdas? Cada año tiene sus singularidades, pero sin duda la edición 30 del Festival, en 2009, fue única. El 25 de junio de ese año se anunció la muerte de Michael Jackson, cuatro días antes de que empezara el evento: él era el invitado más importante. Por fortuna, en aquella ocasión recibimos un dinero especial del gobierno para celebrar el 30 aniversario, así que llamamos a Stevie Wonder para que diera un concierto. No sabíamos si iba a aceptar, pero lo hizo: en realidad fue un tributo histórico a Jackson. Ése fue el único momento en que tuvimos que cerrar el paso de la plaza, porque había demasiada gente. El Festival de Jazz de Montreal no sólo se ha consolidado como el más importante en el mundo, sino el de mayor duración. ¿Cómo se mantiene un negocio de tal magnitud? Por lo menos en la última década, cada año esperamos al menos a dos millones de visitantes. No muchos festivales llegan a cumplir años; estos eventos tuvieron un boom hace dos décadas. El más antiguo después de nosotros quizá tenga veinte años. Si el Festival de Jazz de Montreal continúa siendo muy relevante dentro de la industria del espectáculo es por las propuestas musicales que presentamos, porque tenemos nuevas ideas de expandirnos y por ello abrimos espacios o escenarios diversos que se encuentran en la periferia de Montreal, no sólo en el centro. De esa forma, los asistentes no tuvieron que llegar al corazón de la ciudad, sino que nosotros les acercamos el festival hasta la zona donde se hallaban. La idea es ofrecer este tipo de escenarios en diversos sitios. Por otro lado, también para los turistas ha sido importante este concepto. Muchos vienen sólo al festival y algunos no se hospedan en el centro de la ciudad, así que la idea ha sido abrir escenarios satelitales. Quizá el siguiente año abramos otro espacio similar. Se trata de lograr, en unos años, tener varios sitios en la urbe, hasta que venir a Montreal implique necesariamente estar en el festival. Es un proyecto importante no sólo para los turistas: también queremos que los habitantes de la ciudad puedan disfrutar la música desde su propio barrio. Y este año, nuestra edición de aniversario, presentamos el sitio satelital junto con diez diferentes plazas de concierto, con capacidad desde 150 hasta 12 mil personas. Y hemos realizado quinientos conciertos durante estos días. En el programa incluyeron a una buena variedad de músicos de América Latina, en combinación con un gran abanico del jazz contemporáneo. ¿Cuál es la relación del jazz con esta región del continente? Tuvimos muchas cosas. En uno de los escenarios más
Foto > Cortesía del Festival de Jazz de Montreal
12
El Cultural
Laurent Saulnier.
grandes se presentaron Norah Jones, Melody Garnot, George Benson, Peter Frampton, Blue Rodeo, Buddy Guy. Además hicimos un solo concierto en el Bell Centre, que estuvo a cargo de Bryan Adams. En relación con América Latina hemos invitado a muchos artistas cubanos, que a veces han tenido dificultades para presentarse, por ejemplo, en escenarios estadunidenses. Nosotros somos el primer festival en Norteamérica que presentó a Gonzalo Rubalcaba. Creo que tenemos un gusto especial para invitar a los artistas de este tipo de música. Por ejemplo, el Buena Vista Social Club ha tocado aquí no sé ya cuántas veces, pero cada vez que vienen, los boletos se venden de inmediato. La gente aquí disfruta ese sabor, esa música. El hecho de que nuestra lengua principal sea el francés nos da una conexión especial con el mundo latino. Frente a la propuesta de músicos presentes en esta edición, como Omara Portuondo o Chucho Valdés, y una gran delegación de músicos cubanos y de América Latina, ¿cuál es la apuesta jazzística de Bryan Adams, un artista mayormente reconocido en el mundo del pop? La idea que tenemos es que 60 o 70 por ciento de nuestra programación sea de jazz, pero también presentamos muchos conciertos que no son precisamente de ese género, como el de Bryan Adams. La posibilidad surgió porque Adams está actualmente de gira y le quedaban bien las fechas para venir a presentarse, así que dijimos, “¿y por qué no?”. El festival ofrece un abanico de lo que sucede en el universo de la música. ¿Qué está pasando en el mundo del jazz? Está viviendo un gran momento como género porque desde hace unos diez o doce años, algo así, tenemos a muy buenos jazzistas locales. Por ejemplo, los cantantes de jazz londinenses son increíbles, gente como Sons of Kemet son de veras un ejemplo y cuentan con grandes músicos que son jóvenes. Muchos de estos chicos son jazzistas, pero también mezclan el groove, a veces el punk, acuden mucho a la improvisación y sus habilidades musicales son sorprendentes. Pero, por otro lado, toda la variedad que hemos presentado de música europea también es un ejemplo. Fuimos, de hecho, uno de los primeros festivales en Norteamérica que invitó a músicos europeos. ¿Cómo funciona en la actualidad el negocio de la música frente al de los festivales? La industria musical ha cambiado radicalmente. Si tú comparas los salarios o los pagos que se hacían dos décadas atrás vas a notar que hoy están muy disparados. Me parece que la intención es recuperar en los conciertos el dinero que se ha perdido en la industria de las grabaciones. Eso implica otra dificultad, como lo puedes comprobar en el precio de los boletos, que aumenta en la misma medida en que se elevan los pagos a los artistas.
04/07/19 18:54