CARLOS VELÁZQUEZ
EL MIEDO Y ASCO A VOLAR
ALEJANDRO DE LA GARZA ORGULLOSA LOCURA
NAIEF YEHYA LA CAMARISTA
El Cultural N Ú M . 2 1 2
S Á B A D O
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Annabel Lee > Ilustración de Kike de la Rubia y Nerea Pérez (detalle), para el volumen de Edgar Allan Poe, El silencio y otros poemas.
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ESCRITORES DE RAZA EDGAR ALLAN POE ANNABEL LEE Y OTROS POEMAS VERSIÓN DE ANTONIO RIVERO TARAVILLO
MARGUERITE YOURCENAR • WITOLD GOMBROWICZ ENSAYOS DE JOSÉ ANTONIO LUGO Y ARIEL GONZÁLEZ
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La figura del estadunidense Edgar Allan Poe conserva pleno poderío a 170 años de su fallecimiento. Aunque más conocido como cuentista, el filo poético de su pluma posee un resplandor que no deja de proponer nuevas formas de abordar la oscuridad, la orfandad, el desamparo, la sorpresa ante la muerte. En breve llegará a librerías un nuevo acercamiento a sus versos, El silencio y otros poemas, a cargo del poeta y traductor Antonio Rivero Taravillo y bajo el sello de editorial Nórdica, que nos comparte este adelanto.
ANNABEL LEE Y OTROS POEMAS EDGAR ALLAN POE
VERSIÓN DE ANTONIO RIVERO TARAVILLO ILUSTRACIONES DE KIKE DE LA RUBIA Y NEREA PÉREZ Un sueño
Estoy de pie, en medio del rugido
dentro de otro sueño
de una orilla herida por las olas,
El lago
y mi mano contiene
En mi tierna juventud fue mi sino
Ten un beso en la frente,
granos de la dorada arena.
frecuentar un lugar
y, al alejarme de ti ahora,
¡Qué pocos! ¡Cómo se deslizan
de todo el ancho mundo
déjame confesar solo esto:
entre mis dedos a lo hondo,
que no pude por menos que querer,
no estás equivocada si piensas
mientras yo lloro, mientras lloro!
tan encantadora era la soledad
que mis días han sido un sueño;
¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar
de un lago agreste rodeado de rocas
mas si la esperanza ha volado
uno tan solo de la inclemente ola?
negras, y de pinos dominándolo.
en una noche, o en un día,
¿Es cuanto parecemos y vemos
en una visión, o en ninguna,
tan solo un sueño dentro de otro sueño?
Mas cuando la noche tendía su velo
¿acaso se ha ido menos?
sobre ese lugar, igual que en todos,
Cuanto parecemos y vemos
y pasaba el místico viento
solo es un sueño dentro de otro sueño.
murmurando melodías,
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entonces, oh, entonces despertaba
contra la arena de la orilla)
al terror del lago solitario.
florecerá el árbol que hendió el rayo,
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o el águila abatida volará! Pero el terror no era miedo, sino un trémulo goce, un sentimiento
Y todos mis días son trances,
que una mina de piedras preciosas
y todos mis sueños nocturnos
no me enseñaría o sobornaría
están donde tus ojos verdes miran
para definir. Ni el amor, aunque fuese el tuyo.
y allí donde relucen tus pisadas..., en qué danzas etéreas,
La muerte estaba en esas ponzoñosas
junto a qué eternos arroyos.
ondas, y en su seno una tumba en consonancia para aquel que podía hallar solaz
El silencio
allí para su sola fantasía, cuya alma solitaria pudo hacer
Hay cualidades, seres incorpóreos
un edén de aquel lago apagado.
con una doble vida, que está hecha de esa entidad gemela que es creada
A alguien en el paraíso
de materia y de luz, sólido y sombra.
Y por este motivo, ya hace mucho, un viento sopló desde una nube, helando
Tú eras para mí, amor, todo aquello
Hay un silencio que es doble, mar y orilla,
a mi hermosa Annabel Lee,
por lo que mi alma suspiraba,
cuerpo y alma. Uno habita soledades
así que vinieron sus nobles parientes
una isla verde en el mar, amor,
que ha cubierto la hierba; los recuerdos,
y la apartaron de mí,
un manantial, un sepulcro,
o las gracias solemnes o las lágrimas
para encerrarla en un sepulcro
con guirnaldas de frutos y de flores
borran su horror. Se llama Nunca Más.
en este reino junto al mar.
¡Al silencio corpóreo no le temas!
No tan felices en el cielo, los querubes
¡Ah, demasiado brillaba aquel sueño para durar!
En sí mismo no alberga maleficio,
no nos dejaban de envidiar.
¡Ah, estrellada esperanza, que te alzaste
mas si un premioso azar (¡inoportuno!)
¡Sí! Por ese motivo (como todos saben
para nublarte!
te lleva hasta su sombra (elfo sin nombre,
en este reino junto al mar)
mágicos, y las flores eran mías.
vino el viento una noche de una nube
Una voz del Futuro exclama: “¡Adelante! ¡Adelante!”, mas se cierne
que acecha en las regiones que no ha hollado
sobre el Pasado (una sima sombría)
planta humana) ¡encomiéndate a Dios!
helando y matando a mi Annabel Lee. Pero nuestro amor era mucho más fuerte
mudo mi espíritu, inmóvil, espantado.
Annabel lee
que el de aquellos mayores que nosotros, de tantos que eran mucho más sabios,
Pues, ay de mí, ay de mí, que conmigo ¡la luz de la Vida se termina!
Hace muchos muchos años
y ni los ángeles arriba en el cielo
¡Jamás, jamás, jamás
en un reino junto al mar
ni los demonios del mar en su confín
(ese lenguaje esgrime el mar solemne
vivía una doncella a quien quizá
podrán jamás mi alma escindir
conozcáis como Annabel Lee
del alma de la hermosa Annabel Lee.
y esta doncella no vivía con otra idea que amarme y ser amada por mí.
Pues jamás riela la luna sin que sueñe con la hermosa Annabel Lee,
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Yo era un niño, y ella era una niña
y jamás salen las estrellas sin que sienta
en este reino junto al mar,
los brillantes ojos de Annabel Lee;
pero amábamos con un amor más que amor
y así toda la noche yazgo al lado
mi Annabel Lee y yo,
de mi amada, mi amada, mi vida y esposa,
con un amor que los serafines del cielo
en el sepulcro aquel junto al mar,
nos envidiaban a los dos.
en su tumba junto al sonoro mar.
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La autora de Memorias de Adriano, a quien recordamos con motivo de su reciente aniversario, no solamente creó una vasta bibliografía en distintos géneros: además de la novela cultivó el cuento, la poesía, el ensayo y el teatro, y fue también traductora. Asimismo se convirtió en la primera mujer en ganarse una silla en la Real Academia Francesa. A través del siguiente periplo literario, el escritor José Antonio Lugo propone facetas del trabajo creador de Yourcenar que definen los derroteros de su obra y pensamiento lúcido.
MARGUERITE YOURCENAR EN 14 ESTACIONES JOSÉ ANTONIO LUGO @JosAntonioLugo
I. LOS LIBROS DE FORMACIÓN
N
acida en Bruselas comoMarguerite Crayencour, la escritora llegó al mundo el 8 de junio de 1903. A los pocos días murió su madre, Fernande. Su padre, Michel, puso a disposición de su hija una sólida formación por medio de preceptores, que le enseñaron las lenguas clásicas y las romances. Nunca asistió a una escuela. Creció como un ser libre en una época, el principio del siglo XX, que se caracterizó por la libertad, incluso sexual, y quizá hasta una joie de vivre, que después se perdieron. No pretenderé ser exhaustivo sobre sus primeros libros. Mencionaré Alexis o el tratado del inútil combate, donde el protagonista le escribe a su mujer una carta donde se sincera con ella y le cuenta que tiene otra preferencia sexual; los textos en prosa poética que conforman Fuegos, exploración de la pasión y del erotismo; la novela El tiro de gracia, donde los personajes conforman un trío y actúan al borde del abismo y de la muerte; Denario del sueño, capítulos ubicados en la Italia de Mussolini y encadenados por una moneda —el denario— que algún personaje le da a quien será protagonista del siguiente. Finalmente están los Cuentos orientales, relatos ubicados en distintos espacios geográficos y temporales. Me detendré en dos de ellos. “De cómo se salvó Wang-Fo” está basado en un apólogo taoísta. Describe cómo el pintor Wang-Fo y su discípulo Ling desaparecen en el cuadro que el artista acaba de terminar; muchos siglos después veremos el mismo tránsito en La mulata de Córdoba y en La rosa púrpura de El Cairo. Lo importante del cuento es que el Emperador quiere enceguecer al pintor porque con la hermosura de sus cuadros “me has desilusionado de lo que poseo y despertado el deseo de lo que nunca tendré”.1 En este relato, la belleza del arte está por
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encima de la belleza del mundo. El segundo cuento es “La última noche del príncipe Genghi”. La obra más importante de la literatura japonesa medieval es Genghi Monogatari, de la novelista Murasaki Shikibu. En esa novela monumental no se describe la muerte del príncipe. En su cuento, Yourcenar imagina ese final. Quizá lo más importante es que la autora se refiere a Murasaki como “la Marcel Proust del Japón feudal”, elogio que nos da una idea de la altísima valía que atribuía a la escritora japonesa del medievo.
muerte con los ojos abiertos”. 2 Yourcenar incorpora dentro de sí al emperador y también el conocimiento de su época, para ofrecer así un retrato fiel y uno de los más altos ejemplos de novela histórica de un emperador que fortaleció un Imperio Romano que se desbarataba. Hombre de poder, sí, y también de pasiones, como la que sintió por su amante Antinoo, quien pereció ahogado y a quien convirtió en Dios.
II. MEMORIAS DE ADRIANO
Memorias de Adriano es de 1951. Tuvieron que pasar 17 años para que apareciera L’Oeuvre au Noir (La obra negra). El título se refiere al Nigredo, uno de los tres pasos de la transformación alquímica. Como en español obra negra se refiere a una obra en construcción, el traductor, con buen tino, decidió que el título en nuestro idioma fuera en latín: Opus Nigrum. Si Adriano tuvo todo el poder y todo el conocimiento, Zenón, el protagonista de esta novela, ya no posee el poder político, aunque sí el conocimiento. Es astrólogo, médico, escritor de libros considerados heréticos. Zenón encarna el mito de Prometeo, quien roba el fuego divino para dárselo a los hombres y por ello paga un altísimo precio. Al inicio de la novela comparte con su primo el deseo de dar “la vuelta a la prisión”. La cárcel es el mundo y esa afortunada frase dará título al último libro de ensayos de Yourcenar: La vuelta a la prisión. Zenón observa el mundo y se observa a sí mismo. En el camino cura gente como médico —incluso arriesga su vida durante la peste—, lee las estrellas para algunos gobernantes, escribe con seudónimo cosas inaceptables para el poder político representado por la iglesia y ama a mujeres y hombres, ello con el fin de probar la experiencia que representa un cuerpo y la cosmovisión que se encierra en cada alma. Al final de la novela, después de haber sido partícipe en los juegos
Es conocida la anécdota de cómo, viviendo ya en Estados Unidos, Yourcenar recibe un baúl proveniente de un hotel suizo. Contiene algunas pertenencias, entre ellas, una carta dirigida a Marco Aurelio. Sobre el remitente, ella se pregunta: ¿de qué amigo se trata? Entonces se da cuenta: la carta es uno de los primeros esbozos de la que le escribirá, en la ficción, el emperador Adriano a Marco Aurelio, filósofo estoico y futuro emperador. A partir de entonces Yourcenar ya no abandona la escritura de esa novela, que termina en 1951 (la traducción al español es de Julio Cortázar). Para la consideración de esta obra empezaré por la pregunta que el célebre presentador de la televisión francesa, Bernard Pivot, le hizo a Yourcenar al tenerla en su programa Apostrophes: “¿Usted puede decir, como Flaubert, ‘Yo soy Adriano’?”; la novelista respondió: “No, me he convertido en Adriano”. Sin embargo, para pensar como su personaje leyó, en griego y en latín, los 1,500 libros de la biblioteca de Adriano, emperador culto que poseyó las mejores obras de su tiempo. La novela comienza con la visita del médico Hermógenes al emperador y termina con la última reflexión de Adriano: “Tratemos de entrar en la
III. OPUS NIGRUM
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eróticos de unos niños —los cuales terminan mal, por el embarazo de una muchacha—, es señalado como el pervertidor. Acepta los cargos y se devela como el escritor de los textos prohibidos. Es condenado a muerte. Le proponen una retractación, al estilo de Galileo. No acepta. El día anterior a su ejecución se quita la vida, para seguir siendo dueño de su destino. No sorprende que la aparición de esta novela en el verano de 1968 en Francia haya convertido a Zenón en un estandarte de los jóvenes del mayo francés.
IV. LA TRILOGÍA FAMILIAR En 1972 Yourcenar da a la luz Recordatorios, el primer libro de la trilogía El laberinto del mundo —llamada así en honor al filósofo y escritor checo Comenius. En él, la autora relata el nacimiento del “ser que llamo yo” y cómo unos cuantos días después de nacer murió su madre, Fernande. Tras el hecho terrible, esta combinación de novela y relato autobiográfico se concentra en describir lo que se sabe de Fernande y de la relación que tuvo con su padre, Michel. Lo hace con la pasión que invertiría un arqueólogo o un botánico. Destaca la descripción de dos de sus ancestros, Octave y Rémo, quienes también fueron escritores. Yourcenar los ubica por un momento en la playa de Heyst donde Zenón, personaje principal de Opus Nigrum, está a punto de embarcarse para huir y al final no lo hace, lo que decide cómo será su muerte. Sobre esa coincidencia entre dos personajes reales y uno de ficción, la escritora en un punto señala: “Mis relaciones con estos tres hombres son muy sencillas. Siento por Rémo una ardiente estima. El ‘tío Octave’ tan pronto me conmueve como me irrita. Pero amo a Zenón como a un hermano”.3 El segundo tomo de esta trilogía, Archivos del Norte, versa principalmente sobre Michel-Charles, el abuelo de Marguerite, y sobre Michel, su padre. Pero incluye otros personajes, como su abuela Isabelle de la Basse-Boulogne, quien posee “el prestigio casi inquietante de la belleza”. 4 Pero Marguerite no se contenta con estas descripciones. Por aquí y por allá asoma su lúcida manera de ver a los demás: “Ha habido, en cada época, gente que no piensa igual que todo el mundo, es decir que no piensa como aquellos que no piensan”.5 Quizá lo más importante de este tomo sea la historia de su padre y de su anterior matrimonio y cómo, en una
situación poco clara, su mujer y su hermana murieron por complicaciones después de una intervención quirúrgica. Marguerite no dice, porque no lo sabe, qué pasó exactamente. Lo cierto es que Michel se quedó viudo. Poco después le presentaron a Fernande, madre de Marguerite. Después de casarse y de pasar tres años de luna de miel, su nueva esposa se embarazó, dio a luz a la futura escritora y murió diez días después. Sobre su propio nacimiento Yourcenar señala: “Los incidentes de esa vida me interesan, sobre todo, como vías de acceso mediante las cuales han llegado a ella ciertas experiencias. Pero es harto temprano para hablar de ella”.6 El tercer tomo de su autobiografía se titula ¿Qué? La Eternidad, por el verso de Rimbaud. En esta entrega—inacabada, porque la muerte la sorprendió en 1987—, nos sigue hablando de Michel, su padre, pero comienza a hablar un poco de su propia infancia. Apunta que las muñecas convencionales le parecían idiotas, que tenía una cabra de color blanco a la que su padre había pintado los cuernos de dorado, “bestia mitológica antes de que supiera lo que era la mitología”,7 así como un grueso cordero totalmente blanco que enjabonaban cada semana. Nos dice también que le trajeron una gran muñeca de Japón —una dama de la época Meiji—, a la que apenas podía abrazar: “Me abrió un mundo”.8 Tal vez lo que más conmueve de este tercer tomo es cuando describe: “Un milagro banal, progresivo, del que uno no se da cuenta hasta después que ha tenido lugar: el descubrimiento de la lectura”.9
V. LOS ENSAYOS Hablar de los ensayos de Marguerite Yourcenar podría ocupar todo el espacio de estas líneas. Veamos cuatro ejemplos que permiten atisbar en su profundidad, su reflexión sobre otras obras y cómo esas reflexiones configuraron su propio pensamiento. En el ensayo “Borges o el vidente”, la autora comienza señalando la paradoja de ser un vate ciego, como Homero. Más adelante trasciende esa dicotomía para afirmar que el argentino, desde su ceguera, con la luz de la inteligencia fue capaz de ver al mismo tiempo “lo otro y el universo”. La lectura de Yourcenar sobre el relato “Pierre Menard, autor del Quijote” la lleva a afirmar con sagacidad: “Todo gran libro proyecta sobre cada lector otros fuegos y otras sombras”.10 En “Humanismo y hermetismo en Thomas Mann”, además, declara:
“ZENÓN “ ES CONDENADO A MUERTE. EL DÍA ANTERIOR A SU EJECUCIÓN SE QUITA LA VIDA, PARA SEGUIR SIENDO DUEÑO DE SU DESTINO. NO SORPRENDE QUE LA APARICIÓN DE OPUS NIGRUM EN 1968 LO HAYA CONVERTIDO EN UN ESTANDARTE DEL MAYO FRANCÉS .
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Marguerite Yourcenar a los cinco años.
Mann pertenece auténticamente a ese pequeño grupo de espíritus prudentes y tortuosos por naturaleza, a menudo misteriosos por necesidad, temerarios, me parece, a pesar de ellos mismos y subversivos en su continua reinterpretación del pensamiento y de la conducta humana.11 Por otra parte, en su largo ensayo “Mishima o la visión del vacío”, Yourcenar recuerda que el día de su muerte el autor de Confesiones de una máscara escribió: “La vida humana es breve, pero quisiera vivir para siempre”. Agrega Marguerite: “Pensándolo bien, no hay contradicción entre el hecho de que esas cuantas palabras hayan sido escritas al amanecer, y el hecho de que el hombre que las escribió estará muerto al final de la tarde”.12 En “Presentación crítica de Constantin Cavafis” señala: Su humanismo no es el nuestro: nosotros heredamos de Roma, del Renacimiento, del academicismo del siglo XVIII una imagen heroica y clásica de Grecia, un helenismo de mármol blanco: nuestra historia griega tiene por centro la Acrópolis de Atenas. El humanismo de Cavafis pasa por Alejandría, por Asia Menor, en un menor grado por Bizancio, por una compleja serie de Grecias cada vez más alejada de lo que nos parece la edad de oro, pero donde persiste una continuidad viva.13
VI. SU LABOR COMO TRADUCTORA Quiero mencionar dos libros, dos antologías que Yourcenar preparó y al mismo tiempo tradujo. El primero es La corona y la lira, su antología de poemas griegos. En ella se encuentra su versión de este poema de Ptolomeo: Yo que paso y muero, [¡las contemplo, estrellas! La tierra no oprime más al niño [que ha sostenido.
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De pie, cerca de los dioses, en la [noche de cien velos, Me uno, ínfimo, a esta inmensidad; Gozando, al verlas, mi parte [de eternidad.14 Acaso este poema se encuentra en el origen de “Hermandad”, que Octavio Paz leyó por primera vez en el Palacio de Bellas Artes en 1984, donde afirmó que era un homenaje al astrónomo y matemático griego Ptolomeo: Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea.15 El otro libro es Río profundo, rivera sombría, su antología sobre los negros espirituales, los cantos religiosos de los negros del sur de Estados Unidos que dieron origen al blues. En el prefacio, Yourcenar señala: La mayoría de los “Espirituales” parece situarse entre los años 1810 y 1860, que coinciden al mismo tiempo con las primeras esperanzas de libertad y con las giras de grandes predicadores negros, hombres extraordinarios, mitad profetas bíblicos y mitad contadores de relatos africanos. Los “Negro Spirituals” forman parte del patrimonio poético de la humanidad.16 Aquí la última estrofa del Espiritual que da nombre al libro: ¡Río profundo, rivera sombría Jordán, Jordán, entre yo y mi Dios construye para mí un puente [de plegarias y que yo arribe al otro borde, al [campamento, al lugar santo!
VII. LA CORRESPONDENCIA Hace veinte años, Gallimard publicó la correspondencia de Yourcenar. Recuerdo haber traducido una serie para la Crónica Dominical, que dirigía entonces Fernando Solana Olivares. Esas misivas muestran la lucidez extraordinaria de quien ahora celebro. Aporto dos ejemplos. El primero es una carta dirigida a Roger Lacombe, donde afirma: Le confieso que no me gusta Sade, que me molesta por su falta de realismo. Me parece el ejemplo más evidente de un cierto defecto muy francés, o cuando menos que ha afectado a una buena parte de la literatura francesa desde el siglo XVII: me refiero al uso y abuso de conceptos puramente intelectuales, acompañados de una incapacidad total de aprehender los hechos.17 Y asimismo subraya en una carta dirigida a Jacques Masui:
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“BORGES “ LE PIDIÓ A LA ESCRITORA QUE FUERA A VER UN DEPARTAMENTO Y SE LO DESCRIBIERA. ELLA LO HIZO; SIN EMBARGO, OMITIÓ DECIRLE QUE TENÍA MUCHOS ESPEJOS . Leí (por segunda vez, en un esfuerzo por juzgar mejor) los Relatos de poder de [Carlos] Castaneda. Uno siente una estridencia de más en la máquina. Me parece que don Juan se ha convertido en un personaje de ficción, en su apariencia de mexicano de las grandes ciudades y en su lenguaje de conferencista que revela para su alumno americano los secretos de la magia. Uno comienza también a ver cómo se insinúa ese vicio típico de la literatura americana, sobre todos los planos, la exageración. Se trata de golpear al lector.18
VIII. LA ACADEMIA FRANCESA Fundada por el cardenal Richelieu —sí, el de Los tres mosqueteros—, la Real Academia Francesa nunca había aceptado a una mujer en sus filas. Pasaron más de tres siglos para que Marguerite Yourcenar fuera elegida para tomar una silla. En su discurso de aceptación elogió a quien estaba sustituyendo: Roger Caillois, el escritor francés radicado en Argentina. Sobre él, dijo: “Querido Caillois: me acordaré de usted esforzándome en escuchar a las piedras”.19 Al recibirla, el académico Jean d’Omersson afirmó: “Usted no está aquí hoy porque sea una gran mujer, sino porque es una gran escritora. Ser una mujer no basta en todos los casos para sentarse bajo la cúpula. Pero ser una mujer tampoco es bastante ya para impedirle que se siente aquí”. 20 Claude Lévi-Strauss, el eminente antropólogo, hizo un comentario al respecto que, si bien puede ser acertado, puso en evidencia su misoginia o su rechazo a Yourcenar: “No se cambian las costumbres de la tribu”. Por su parte, el diseñador Yves Saint Laurent confeccionó para ella un traje de recepción de la silla en la Academia: era de chaqueta larga, de terciopelo negro, blusa, un velo blanco y capa negra, sin espada porque ella rechazó llevar el arma, como suelen hacer los académicos varones. El chal de seda blanco, mucho después, envolvió la urna con sus cenizas.
IX. YOURCENAR Y BORGES Héctor Bianciotti fue el responsable de editar a Borges en La Pléiade. En un libro cuenta que el escritor argentino, estando ya en Ginebra poco antes de su muerte, recibió la visita de Yourcenar, quien fue a verlo para
preparar el ensayo que escribió sobre él. Borges le pidió a la escritora que fuera a ver un departamento y se lo describiera. Ella lo hizo; sin embargo, omitió decirle que tenía muchos espejos, porque conocía la famosa frase de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”: “Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican a los hombres”. Me encanta la anécdota, ¿quién le pide a Madame Yourcenar que vaya a ver un departamento? ¿Quién le niega a Borges el favor de ir a verlo?
X. UN HOMBRE OSCURO Adriano tenía todo el poder y todo el conocimiento; Zenón, el conocimiento pero ya no el poder. En cambio, Natanael, el personaje principal de Un hombre oscuro es, aparentemente, nadie. Esta pequeña nouvelle de Yourcenar es la tercera de sus obras centrales y, como señala su albacea literaria Yvon Bernier, es también su testamento literario. Recordemos a Gustave Flaubert, el gran maestro normando. Después de haber escrito Madame Bovary, La educación sentimental y Salambó, quizá sus tres grandes obras maestras, escribió un relato largo: Un corazón simple. En él Felicité, una criada simple e ingenua, muestra el valor inapreciable de una vida humana, cualquiera que ésta sea. Imposible no ver correspondencias entre estos dos tremendos relatos, entre estas dos grandes novelas cortas. La trama de Un hombre oscuro es sencilla. El narrador comienza diciendo que el nacimiento de Natanael fue discreto, como lo será también, pronto lo sabrá el lector, el de su partida de este mundo. Tuvo la suerte de tener cerca los libros. Como muchos hombres —y mujeres— amó y fue amado, tuvo un hijo, conoció diversos espacios geográficos, se maravilló ante algunas cosas, vio con desagrado la miseria moral de sus semejantes. Pero Natanael no es un juez. Es un alma compasiva e inteligente; simplemente trata de comprender. Al final de su vida, atacado por una pleuresía, busca un rincón donde terminar sus días, con una aceptación de la muerte paralela a su continua y festiva aceptación de la vida. He aquí un párrafo excepcional: No se sentía, como tantas otras personas, hombre por oposición a los animales y a los árboles; más bien hermano de los primeros y primo lejano de los segundos. [...] La costumbre, más aún que la naturaleza, le parecía marcar las diferencias que establecemos entre las categorías, hábitos y saberes adquiridos desde la infancia, o entre las diversas maneras de orar a lo que llamamos Dios. Incluso las edades, los sexos y hasta las especies le parecían más próximas unas a otras de las que se cree: niño o anciano, hombre o mujer, animal o bípedo que habla y trabaja con sus manos, todos comulgan en el infortunio y la dulzura de existir. 21
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Fuente > sudouest.fr
XI. LA VOZ DE LAS COSAS Después de las obras maestras Memorias de Adriano, Opus Nigrum y Un hombre oscuro apareció La voz de las cosas, un ramillete de pensamientos atesorados a lo largo de muchos años. El libro es un baúl de sabiduría y, también, un homenaje a Jerry Wilson, su compañero amoroso. Jerry era fotógrafo, así que el libro, además de la recopilación de pensamientos, incluye fotos que él tomó en distintos lugares que visitaron. Aquí el lector encontrará pensamientos, sentencias y también poemas provenientes del budismo, el cristianismo, el taoísmo, la poesía contemporánea, el misticismo católico, el pensamiento hindú, el judaísmo, el romanticismo, la mística de la Edad Media, el Corán, el sufismo y el teatro Noh. La voz de las cosas es una muestra de hasta dónde puede llegar el corazón humano, en su eterna búsqueda de belleza y sabiduría. Comienza con los cuatro votos budistas: “Luchar contra los malos pensamientos, / sumergirse hasta el fondo en el estudio, / perfeccionarse en la medida de lo posible, y / por numerosas que sean las creaturas errantes en el universo, trabajar para salvarlas”. 22 Termina con una frase del filósofo ocultista Agrippa de Nettesheim: “Alma que permanece de pie, sin desfallecer”. 23 En la breve página que sirve como prólogo —lo único que escribe Yourcenar en este libro—, la francesa por adopción señala que, estando convaleciente de un procedimiento quirúrgico en el corazón, Jerry puso en sus manos una pieza de malaquita hindú que habían comprado en Delhi. La piedra resbaló de sus dedos, débiles por la anestesia, y se hizo añicos. Yourcenar apunta que el sonido de la rotura fue bello y por eso decidió llamar La voz de las cosas al libro que la había acompañado durante muchos años y había sido “libro de cabecera y reserva de valor”.
joven, es que se dice a sí mismo: “estoy pensando en algo, estoy sintiendo algo, me estoy diciendo algo, por lo tanto, estoy listo para escribir un libro”. Pero ¿piensa, siente, se dice realmente algo o lo que surge de su mente no es sino una reflexión de polvo, de algo que ha oído, que le han dicho que cree sentir o que piensa creer? Estamos a años de la realidad. El primer deber del escritor es la atención. Escribir un gran libro es colocar toda la atención, toda la voluntad de la que se es capaz en una sola acción, es ver exactamente lo que ocurre dentro y fuera de uno mismo. 26
XIV. LA FELICIDAD A los 18 años, en Alexis o el tratado del inútil combate, Yourcenar escribió: “Toda felicidad es inocencia”;27 a los 48, en Memorias de Adriano: “Toda felicidad es una obra maestra”;28 poco antes de su muerte, en La vuelta a la prisión: Estaba en un hotel en Tokio cuando sentí, no un instante de felicidad, porque la felicidad no se mide por instantes, sino la súbita conciencia de que la felicidad nos habita. 29
XII. LEER Y ESCRIBIR
Al final de su vida eligió estas líneas para su epitafio:
En el libro-entrevista Con los ojos abiertos subraya sobre su amor por los libros: “Cuando se ama la vida, es normal que se lea mucho”. 24 Y en la saga familiar escribió, hablando de su padre, Michel de Crayencour: Él se dio cuenta por primera vez que escoger las palabras, sopesarlas y explorar su sentido es una manera de hacer el amor, sobre todo cuando lo que se escribe está inspirado por alguien o se ha prometido a alguien. 25
XIII. LA ATENCIÓN En una entrevista a Yourcenar, que se puede ver en YouTube, la escritora afirma: La principal razón de la mala literatura, especialmente del escritor
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Quiera Aquel que Es, quizá, dilatar el corazón de la humanidad a la medida de toda una vida.30
JOSÉ ANTONIO LUGO (Ciudad de México, 1960), ensayista, narrador, ha publicado La inocente perversión: Mirada y palabra en Juan García Ponce (2006) y Afroditas, Evas, Lolitas (2014), entre otros libros.
Así he ofrecido un repaso, a manera de homenaje y celebración —lamento haber dejado fuera esta vez su teatro y su poesía—, por algunos rasgos de la personalidad y obra de esta mujer sabia, artista excepcional, cuyo aniversario recordamos apenas el pasado 8 de junio. Notas 1 Marguerite Yourcenar, “De cómo se salvó Wang-Fo”, versión de Alberto Román, revista Nexos, 1 de agosto, 1980. https:// www.nexos.com.mx/?p=3685 2 Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, Hermes, México, 1982, p. 331. Traducción de Julio Cortázar.
Marguerite Yourcenar, Recordatorios, Alfaguara, Madrid, 1985, p. 266. Traducción de Emma Calatayud. 4 Marguerite Yourcenar, Archivos del Norte, Alfaguara, Madrid, 1985. p. 67. Traducción de Emma Calatayud. 5 Idem, p. 75. 6 Ibidem, p. 369. 7 Marguerite Yourcenar, Quoi? L'Eternité, Gallimard, París, 1988, p. 204. Salvo mención contraria, las traducciones son del autor de este ensayo. 8 Idem, p. 207. 9 Idem, p. 226. 10 Marguerite Yourcenar, Essais et Mémoires, Gallimard, París, 1991, p. 587. 11 Idem, p. 193. 12 Ibidem, p. 267. 13 Ibidem, p. 139. 14 Marguerite Yourcenar, La Couronne et la Lyre, Gallimard, París, 1979, p. 407. 15 Octavio Paz, Obra poética (1935-1988), Seix Barral, México, 1991, p. 681. 16 Marguerite Yourcenar, Fleuve profond, sombre rivière, Gallimard, París, 1966, p. 129. 17 Marguerite Yourcenar, Lettres à ses amis et quelques autres, Gallimard, París, 1995, p. 392. 18 Idem, p. 457. 19 Discurso de recepción en la Academia: http://www.academie-francaise.fr/ discours-de-reception-de-margueriteyourcenar 20 Ibidem. 21 Marguerite Yourcenar, Como el agua que fluye, Alfaguara, España, Madrid, 1983, p. 207. Traducción de Emma Calatayud. 22 Marguerite Yourcenar, La voz de las cosas, textos reunidos e introducidos por Marguerite Yourcenar, Gadir, Madrid, 2005, p. 13. Traducción de Carlos Manzano. 23 Idem, p. 114. 24 Marguerite Yourcenar, Les yeux ouverts. Entretiens avec Mathieu Galey, Gallimard, París, 1980, p. 232. 25 Yourcenar, Quoi?..., p. 151. 26 Entrevista con Jean Faucher: https://www. youtube.com/watch?v=M-FCiwuVndk 27 Marguerite Yourcenar, Alexis o el tratado del inútil combate Alfaguara Bolsillo, Madrid, 1992, p. 72. 28 Yourcenar, Memorias..., p. 186. 29 Yourcenar, Essais, p. 639. 30 Yvon Bernier, En mémoire d’une souveraine: Marguerite Yourcenar, Bóreal, Montréal, 1999, p. 158. 3
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El personaje y la obra del autor de origen polaco reúnen a un escritor heterodoxo que desde la marginalidad fue incómodo para buena parte de sus contemporáneos, acaso por la potencia satírica de su literatura, políticamente incorrecta para los poderes de su tiempo. No obstante, su leyenda y consagración terminaron por alcanzarlo. El pasado mes de julio se cumplieron cincuenta años de su muerte, lapso que, por cierto, ha confirmado su vigencia. Aquí un repaso de su trayecto y los años de su exilio en Argentina.
WITOLD GOMBROWICZ EN 13 MINUTOS Y MEDIO (O lo que usted tarde en leer) ARIEL GONZÁLEZ @ArielGonzlez
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ocas semanas antes de morir, un escritor decide medir fuerzas ante la filosofía imponiéndose un reto: compactarla y exponerla en lo que para él son sus corrientes fundamentales. Es como subir, por última vez, a un cuadrilátero en el que toda su vida ha estado haciendo rounds de sombra. Desde luego, la ha estudiado formalmente (en París, en 1926), aunque no es un filósofo en el sentido académico del término. Él mismo se hubiera burlado de la posibilidad de pasar por tal, pero quiere —exponiéndolas— despedirse de las grandes ideas que en el fondo le han servido de brújula y que acaso impidieron durante su existencia caer en el resentimiento o en la desesperación más profunda. Su propósito es simple: organizar varias sesiones dominicales con él como expositor y su esposa Rita y Dominique Roux como alumnos. Vaya papel para alguien que siempre ha odiado la escuela, jugar a ella como grand finale. Prepara unos apuntes que su viuda se encargará de presentar tiempo después con un título por demás curioso (que en este caso es eufemismo de ambicioso): Curso de filosofía en seis horas y cuarto (Tusquets, 1997). Las lecciones comienzan el domingo 27 de abril de 1969 en Vence, al sur de Francia, y por supuesto —el hombre es contingente, diría su admirado Schopenhauer— la muerte impedirá que las termine.
MOSQUETERO DE LA VANGUARDIA Witold Gombrowicz, nuestro personaje, egresa con desgano de la Facultad de Derecho de Varsovia, 43 años antes. Había nacido al sur de esta ciudad, en Maloszyce, en 1904, en el seno de una familia acomodada con ínfulas aristocráticas de las cuales él se mofará (pero de las que
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también echará mano más adelante). Su caso es sintomático de una época donde los padres ricos obligaban a sus hijos a estudiar Derecho, mientras los hijos deseaban ser cualquier otra cosa, incluso escritores o artistas. Engañando siempre a su padre acerca de su vocación viaja a París al Instituto de Altos Estudios Internacionales, pero se la pasa estudiando filosofía. Su padre entonces lo hace volver y de nuevo lo mete al redil jurídico. Gombrowicz lo permite sólo para usarlo como campo de observación para sus primeras obras, destacadamente “El bailarín del abogado Kraykowski”, que formará luego parte de Memorias del tiempo de la inmadurez (Tusquets editó estos cuentos bajo el título de Bakakaï en 1986). Gombrowicz quiere burlarse de ese mundillo de jueces y delincuentes (donde él no encuentra diferencia entre unos y otros), pero también del nacionalismo, la iglesia, los partidos y hasta del mundo cultural y las letras dominantes. Surge entonces Ferdydurke (1937), que lo coloca entre lo más prometedor de la nueva literatura, junto a Stanisław Ignacy Witkiewicz y Bruno Schulz, los “tres mosqueteros de la vanguardia polaca de entreguerras”, como los evocará años después el propio Gombrowicz. Con Ferdydurke escapa definitivamente del destino burocrático que su familia había trazado para él. Está listo para seguir su carrera de escritor, pero los vientos bélicos que soplan lo van a llevar lejos de Polonia.
UN DESEMBARCO LEGENDARIO El 22 de agosto de 1939, en pleno invierno, atraca en el puerto de Buenos
Aires el transatlántico Chrobry que viene de Europa y realiza su viaje inaugural. Entre los pasajeros se halla Witold Gombrowicz, quien acaba de cumplir 35 años y trae consigo la certeza de que el Viejo Continente está a punto de sucumbir ante el embate de la furia totalitaria. Antes, en Polonia, su fama en ciernes (de escritor vanguardista) lo precedía. Pero apenas desembarca en Buenos Aires comienza su formidable leyenda. El joven autor sabe que Europa y en especial su país están en peligro, pero ignora que los acontecimientos se van a precipitar violentamente. El también experimentado jugador de ajedrez será víctima, unos cuantos días después, de un jaque de la historia que se ejecuta con dos sorpresivos movimientos: la invasión a Polonia desde el oeste por parte de los nazis (el 1 de septiembre) y, dos semanas más tarde, desde el este por el Ejército Rojo (haciendo honor a los acuerdos secretos del Pacto Ribbentrop-Mólotov). Se supone que entonces decide quedarse. El barco que lo llevó a Argentina zarpa rumbo a Londres y Gombrowicz entiende que aunque pudiera volver a su país por otros medios sería una locura que probablemente no se le ocurriría ni siquiera a Kowalski, el impredecible personaje de su novela Ferdydurke, obra que será pasto de la censura en la Polonia ocupada (vista como literatura decadente por los nazis y como excrecencia de la sociedad burguesa por los críticos soviéticos). Retrospectivamente, en su Diario argentino —traducido espléndidamente por Sergio Pitol— resumirá su estado emocional poco antes del arribo a Buenos Aires y los primeros momentos en la ciudad: Fuente > pinterest.com
UN CURSO DE FILOSOFÍA
Witold Gombrowicz (1904-1969).
La literatura me importaba un bledo; después de publicar Ferdydurke
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había decidido descansar... por otra parte, el alumbramiento de esa novela fue para mí una sacudida realmente fuerte [...] Y cuando en el Chrobry pasaba frente a las costas alemanas, francesas e inglesas, todos esos territorios de Europa inmovilizados por el pavor del crimen aún por nacer, en el clima sofocante de la espera, parecían gritarme: ¡sé ligero, nada te es posible, lo único que te resta es la ebriedad! Me emborrachaba, pues, a mi modo, es decir, no necesariamente con alcohol... pero estaba borracho, casi totalmente embotado... Después, las fronteras de los Estados y las tablas de las leyes hicieron explosión; se abrieron las esclusas de las fuerzas ciegas y —¡ah!— de pronto yo, en la Argentina, absolutamente solo, cortado, perdido, hundido, anónimo. Me sentía un tanto excitado, otro tanto amedrentado... (Diario argentino, Sudamericana, 1968, p. 29). El Gombrowiz que baja del Chrobry es ya un personaje mucho más complejo que el que abordó, uno con el que no se sabe exactamente cuándo los hechos son sólo eso o cuándo la tarea de caracterizarse a sí mismo deja a un lado la realidad. De tal suerte que hasta hace poco no se sabía (y sigue sin saberse en la mayoría de sus fichas biográficas) que en verdad su estadía en Argentina estuvo planeada desde un principio. Sin embargo, durante décadas fue el mismo Gombrowicz quien alimentó —incluso con diversos matices— la idea de que días después de desembarcar en Buenos Aires lo sorprendió la Segunda Guerra Mundial y que eso lo hizo permanecer en Argentina.
ALGUNAS PRECISIONES Desde 2013, con la aparición en Polonia de Kronos, un conjunto de notas autobiográficas, sabemos por pluma del mismo Gombrowicz que las cosas fueron un tanto diferentes. En esa obra de la que dio cuenta la prensa argentina a partir de una entrevista con su viuda, Rita Gombrowicz, quien reunió el material (Néstor Tirri, “El último secreto de Gombrowicz”, La Nación, 12 de agosto de 2013), el autor de Ferdydurke deja claro que había hablado antes con el presidente de la compañía naviera del Chrobry para expresarle su deseo de quedarse en Buenos Aires. La nota refuerza esta versión dando a conocer que el barco que lo trajo zarpó alrededor del 26 agosto “de regreso a Gdynia, el puerto polaco del que había partido. La guerra estalló oficialmente después, el primero de septiembre”. Confirmado de esta forma que eligió Buenos Aires no por azar, ¿quedan invalidadas las confesiones que por décadas hizo? No del todo. En Transatlántico, donde aparecen distintas claves autobiográficas en torno de este tema, queda claro que ha decidido no volver (antes o después, qué importa) porque no cree en sus “deberes cívicos”, ni en la nación ni
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“LA “ PASA MUY MAL LOS PRIMEROS AÑOS EN ARGENTINA. TODO ES CUESTA ARRIBA PARA ESTE POLACO QUE, ADEMÁS, NO HABLA ESPAÑOL Y DEAMBULA COMO UN REY SIN CORONA, LO QUE EN MUCHOS PRODUCE DESCONFIANZA . tampoco en la guerra, y sabe que si hubiera dicho la verdad, lo hubieran “arrojado vivo a la hoguera, me hubieran descuartizado con caballos o tenazas, me hubieran declarado sin fe ni honra”. Así que cuando el barco está en marcha él no alcanza sino a proferir una retahíla de anatemas hacia quienes van a bordo: ¡Marchad a vuestra santísima y tal vez también maldita nación! ¡Volved a ese Santo Monstruo Oscuro que está reventando desde hace siglos sin poder acabar de reventar! [...] Volved a vuestra Demente, a vuestra Loca y Santa y ay, tal vez maldita aberración para que con sus saltos y sus locuras os Torture, os Atormente, os inunde de sangre, os ensordezca con sus gritos y rugidos, os martirice con su Suplicio...! Una vez pronunciada esa maldición, di la espalda al barco y entré en la ciudad. (Transatlántico, Anagrama, 1986, pp. 14-15). Por lo demás, si leemos otras líneas del mismo Diario argentino a la luz de las revelaciones de Kronos, veremos que algunos elementos lejos de contraponerse se complementan o incluso se explican con mayor nitidez: ... Sí, no miento al decir que desde hacía años convivía en mi interior con la catástrofe. Cuando aconteció me dije algo por el estilo: “Ah, así que al fin...”. Y comprendí que había llegado el momento de aprovechar esa capacidad de lejanía y rompimiento en la que me venía ejercitando [...] Yo, por lo tanto, en vista del aniquilamiento de todo lo que hasta ahora poseía: patria, casa, situación social y artística, me refugié en la juventud, más apresuradamente aún debido a que (como se ha mencionado) estaba “enamorado”. Entre nous soit dit, la guerra me rejuveneció. (Diario argentino, p. 30). Y con esa renovada juventud Witold Gombrowicz comenzó su deambular porteño que duraría 24 años.
CORTEJANDO A PETER PAN Dice Ernesto Sabato en el prólogo de Ferdydurke que Gombrowicz hizo de su “juventud e inmadurez una potencia renovadora”. Y ésta, su primera gran obra —donde un adulto, Kowalski, se ve de pronto convertido en adolescente— lo demuestra, porque más que una novela es a la vez un juego y un tratado existencialista, una delirante suma de historias y perspectivas
que muestran, entre otras cosas, cómo uno puede —infantilizándose, abanderando la inmadurez— defenderse de un mundo estúpido que se finge adulto. La gran consigna de Gombrowicz fue la juventud, entendida como un estado de gracia en el que se pueden eludir los compromisos y se puede imaginar, soñar y crear con humor, ironía y la profundidad vital del verdadero arte, aunque por lo visto él detestaba la concepción de lo artístico y del artista. Y, por Dios —no vacilo en confesarlo— yo deseo esquivarme tanto de vuestro Arte, señores, como de vosotros mismos, ¡pues no puedo soportaros junto con vuestro Arte, vuestras concepciones, vuestra actitud artística y todo nuestro medio artístico! (Ferdydurke, Sudamericana, 1983, pp. 56-57). Así, Gombrowicz rehace su inocencia infantil para dictar su conferencia “Contra la poesía” y luego reconoce que atacarla es lo mismo que ir contra la escuela, la nación o todo aquello que domestica nuestra individualidad y nos subordina a la masa o nos compromete con un mundo de formas falsas y ridículas. Con esos mismos bríos juveniles y utilizando los mejores recursos de la sátira y la tragicomedia emprende la escritura de Transatlántico, un panfleto que pone de cabeza las convenciones diplomáticas, el deber cívico hacia la patria y el honor de la gente decente, por decir lo menos. Una locura que contagia y alcanza forma explosiva. Por lo demás, siempre entre la anécdota y la leyenda, Gombrowicz aparece como alguien capaz de gritar desde un barco (a los amigos argentinos que lo despiden): “¡Maten a Borges!”, ponerse a beber champaña el día que se entera de la muerte del Che Guevara o llegar a París y levantar una encuesta personal sobre quiénes han leído El ser y la nada de Jean Paul Sartre (“En París tendré que ser enemigo de París”, había dicho). Pero lo único seguro es que, al igual que en muchas escenas de Ferdydurke, solía llevar la provocación o la impostura hasta el absurdo.
DESENCUENTROS CON EL PARNASO Sin amigos ni dinero, la pasa muy mal los primeros años en Argentina. Todo es cuesta arriba para este polaco que, además, no habla español y deambula como un rey sin corona, lo que en muchos produce desconfianza. Se hospeda en pensiones de mala
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“EN “ EL GRAN REX JUGABA AJEDREZ Y CHARLABA HORAS Y HORAS CON UN GRUPO VARIADO DE ESCRITORES Y ARTISTAS QUE OBVIAMENTE NO CONOCÍAN SU TRABAJO, PERO QUE ESTABAN ANSIOSOS DE LEERLO . muerte, cuartuchos de la periferia y en conventillos (vecindades), hasta que se hace de un sitio en el segundo piso de Venezuela 615, un barrio céntrico de la capital, en donde hoy una placa lo recuerda. El medio cultural lo ignora. Pocos escritores interceden por él y menos aún son los que ponen un peso para su manutención. Álvaro Abós recuerda así uno de sus tropiezos ante la élite literaria de la que nunca llegará a formar parte: Fue rechazado por la revista Sur. Participó en una cena en casa de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo en la cual estuvo Borges. La velada terminó mal. ¿Quién era aquel polaco altivo, orgulloso, sardónico, que miraba críticamente a los escritores locales y sostenía que había más dignidad en los canillitas [voceadores] que en los poetas, para terminar adjudicándose el título de conde cuando no era más que un polaco plebeyo? (Al pie de la letra. Guía literaria de Buenos Aires, Mondadori, 2000, p. 297). Su desencuentro con los grandes escritores argentinos del momento será definitivo. Lo que construya, lo sabe, tendrá que ser en las márgenes, a contracorriente, del mismo modo que Roberto Arlt y otros que no encajan en los parámetros ni en los cenáculos de Sur, la revista literaria de Argentina más reconocida internacionalmente. Para describir con más dureza cómo era visto este extranjero a pesar de su francés fluido y de su aspecto distinguido, Ricardo Piglia citó alguna vez las palabras de Borges: A ese hombre, Gombrowicz, lo vi una sola vez. Él vivía muy modestamente y tenía que compartir la pieza, una azotea, con otras tres personas y entre ellas tenían que repartirse la limpieza del cubículo. Él les hizo creer que era conde y utilizó el siguiente argumento: los condes somos muy sucios, con esa argucia consiguió que los demás limpiaran por él. (“La lengua de los desposeídos”, Ricardo Piglia, La Nación, 19 de abril, 2008). Pero así como durante su paso por Argentina fomenta distintos mitos en torno suyo, del mismo modo, ya en París busca que prevalezca una imagen orgullosa y digna de su tránsito por el Cono Sur. En el prefacio de su Diario argentino escribe: Después de mi éxodo de Argentina se creó algo así como una leyenda melodramática; resulta que el escritor reconocido hoy en Europa
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vivió en Argentina, humillado, despreciado y rechazado por el Parnaso local. Todo eso es falso. Yo preferí voluntariamente no mantener relaciones estrechas con el Parnaso, porque los medios literarios de todas las latitudes geográficas están integrados por seres ambiciosos, susceptibles, absortos en su propia grandeza, dispuestos a ofenderse por la cosa más mínima. Creo que por las mismas razones el Parnaso no se apresuró demasiado a trabar relaciones más estrechas conmigo.
EL GRAN REX Y LA TRADUCCIÓN IMPOSIBLE Gombrowicz encontró en una confitería de la avenida Corrientes, el Gran Rex, no sólo su segundo hogar sino también un puñado de buenos amigos y entusiastas de su obra y personalidad. En ese espacio revivió de algún modo sus tiempos juveniles cuando frecuentaba los cafés Zodiak y Ziemiańska en Varsovia. En el Gran Rex jugaba ajedrez, tomaba café y charlaba horas y horas con un grupo muy variado de escritores y artistas que obviamente no conocían su trabajo, pero que de puro escucharlo estaban ansiosos de leerlo. Y para poderlo hacer decidieron colaborar en una de las empresas más extravagantes de las letras universales: traducir Ferdydurke del polaco, sin conocer la lengua y sin diccionario alguno. Imaginemos la escena: en el centro de una mesa del Gran Rex, un excitado Gombrowicz hace una primera traducción en su muy peculiar castellano que es, según Ricardo Piglia, el idioma de la desposesión. Nada que ver con el inglés de Nabokov, aprendido de chico con las institutrices inglesas. Gombrowicz aprende el castellano en Retiro, en los bares del puerto, con los muchachos, con los obreros, los marineros que frecuentaba; una lengua que está cerca de la circulación sexual y del intercambio con desconocidos. Retiro, con ese nombre tan significativo, es la zona del Bajo, del llamado Paseo de Julio, la zona por donde va a vagar Emma Zunz, la Recova, los bares de mala vida, los piringundines. El español aparece ligado a los espacios secretos y a ciertas formas bajas de la vida social. (La Nación, 19 de abril, 2008). Sobre aquella primera aproximación al español realizada por el autor, sus
contertulios comienzan a examinar palabra por palabra, proponiendo sinónimos, giros y declinaciones hasta que se produce algo como esto: Quise gritar que no era un colegial, que había ocurrido una equivocación, salté para huir, pero algo me atrajo desde atrás como un garfio y me clavó y fui atrapado por mi cu... culito infantil, escolar. Con el cuculeíto no podía moverme, era imposible moverse con el cuculato... (Ferdydurke, p. 23). Del esfuerzo participan un sinnúmero de personajes, entre ellos el poeta Carlos Mastronardi y los cubanos Virgilio Piñera y Humberto Rodríguez Tomeu. En 1947, por fin, la traducción de Ferdydurke es publicada por la Editorial Argos con el financiamiento de una mecenas, Cecilia Benedit Debenedetti. El ferdydurkismo toma la delantera.
UN TRÁNSITO CONMOVEDOR El país austral, confesó en su Diario argentino, “se convirtió en algo inusitadamente importante, conmovedor hasta lo más profundo”. Representó para Gombrowicz algunos de los momentos más tristes y maravillosos de su vida, pero no a partes iguales. No. Gombrowicz siempre se decidió por la felicidad a toda costa. Cuando la cabeza se le hundía en sus miserias, iba al Gran Rex a jugar ajedrez tratando siempre de ganarle la partida a las penalidades; cuando no tenía “un mango” para comer, nunca le faltó un amigo solidario. Cuando emocionó a todos esos bohemios del Gran Rex con la locura de traducir Ferdydurke, todos le hicieron la gauchada y pusieron lo mejor de sí. Es evidente que Gombrowicz encontró en Argentina otra lengua, no ya el castellano, eso es obvio, sino una lengua futura que daría vida a esa gran novela que anunciaba en 1959 —a la manera de un chef iconoclasta— y que bien podría configurar el programa de una novelística por venir: Conozco mi cometido. No soy una vaca que rumie el pasto del día anterior. Mi deseo es ser un maestro de cocina que prepara sus guisos con mantequilla fresca y hace el consomé con la carne viva de la contemporaneidad. No quiero ser esclavo y siervo de vuestros paladares, sino su torturador, una mosca que hará galopar al perezoso jamelgo de vuestros gustos. El paté que ya he metido en el horno está condimentado con unos ingredientes que os arrancarán de lo convencional para arrojaros directamente en las oscuras y abismales fauces de la Vida. (Peregrinaciones argentinas, Lectulandia.com, 2017, p. 87). Ese proyecto gestado en suelo argentino se convirtió en Ferdydurke, un auténtico manjar.
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COMO SIMPATIZANTE de la contracultura de los años setenta y su desafiante reto al enmohecido stablishment académico, el alacrán fue seguidor en su momento de la antipsiquiatría, leyó a sus representantes —el sudafricano David Cooper y el escocés R. D. Laing—, y se exaltó con la conferencia universitaria sobre la locura y el futuro de la psiquiatría impartida por el francés Felix Guattari en su única visita a México en 1978. Con ese background fue inevitable para el arácnido sentirse exaltado por la Convocatoria (real) para los locos de México, texto de Ana Sofía Rodríguez en la revista Nexos de julio, donde advierte de la llegada a nuestro país del orgullo loco y la voluntad de “usuarios, exusuarios y sobrevivientes de la psiquiatría” de ser escuchados y celebrar sus experiencias con la locura. Así surgió la iniciativa del grupo Sin Colectivo para participar el pasado 27 de julio en la Marcha del Orgullo Loco (Mad Pride), así como en asambleas y otros encuentros en la Ciudad de México. La marcha para “reivindicar y celebrar nuestra locura”, dice la convocatoria, se originó en 1993 en Toronto y su eje son las palabras de los pacientes, usuarios, sobrevivientes y combatientes de los usos y abusos del sistema psiquiátrico: personas neurodivergentes, diagnosticadas con trastornos mentales, condiciones mentales distintas y con discapacidad psicosocial. La Marcha del Orgullo Loco MX, para hacer visible la discapacidad psicosocial, se programó para las dos de la tarde, del Ángel de la Independencia a la Estela de Luz. Montado en su destartalada motoneta, el escorpión partió gustoso hacia el lugar de la cita. Ya frente a la embajada de Estados Unidos, se le atravesó al venenoso otra marcha, ésta conmemorativa del 66 aniversario del Asalto al Cuartel
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ADQUIRIR UN VUELO ES UN ENORME, TREMENDO, EJERCICIO DE PACIENCIA . Al momento de comprar un vuelo hay una serie de cláusulas que el usuario acepta porque no le queda ninguna opción. Requisitos que en otro tiempo formaban parte del acto mismo de volar. Hoy en día te venden seguros para todo. En eso se ha convertido el desplazarse por aire en este país: en sinónimo de la inseguridad. La misma que sufrimos por tierra o hasta en el interior de nuestras viviendas. La tranquilidad ya no existe: no hay domingo por la mañana en que no suene el teléfono de parte de algún banco que ofrece una tarjeta de crédito. Adquirir un vuelo es un enorme, tremendo, ejercicio de paciencia. Es hasta contradictorio. El capitalismo trabaja a 2 mil kilómetros por hora para extirparnos nuestro dinero, pero a 20 para cumplir con los servicios adquiridos. Si vas a volar tienes que hacerte a la idea de que vas a llegar a tu destino dos horas, o cuatro, o siete después. Y que te van a sacar prendas de tu maleta. Que te van a cobrar extra por el equipaje. Que te van a hacer perder tu tiempo. Que te van robar. En este país existen organismos que supuestamente protegen al consumidor. Digo supuestamente porque como muchas otras cosas son una entelequia. Nadie es capaz de solucionar nada. Porque un viajero no necesita un 01 800, lo que necesita es llegar a su destino. Lo que requiere es que no lo estafen. Compras un boleto pero el trámite no concluye ahí. Sigue y sigue. Es interminable. Cargos por imprimir el pase, por elegir el asiento (háganme el favor), por abordar primero. Siempre ha existido la primera clase. Pero la han pauperizado hasta el asco. Y por si fuera poco, han convertido los aviones en un mercado. Las aeromozas, antes dedicadas al auxilio y buen trato de los tripulantes, ahora se dedican a vender Sabritas y cocas a precios estratosféricos. El robo no acaba nunca. Cumplo 45 minutos en fila y no hay un solo avance. Éste es el verdadero budismo zen, no el que se practica en Casa Tibet. Por el momento tengo que desplazarme, pero se acerca ese tiempo en que no me volveré a acercar a los aeropuertos. Me volveré un trashumante de mi propia habitación.
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
EL MIEDO Y A SCO A VOLAR EL SINO DEL ESCORPIÓN
Fuente > facebook
ES CASI la una de la tarde y documentar se empieza a convertir en una pesadilla. Delante de mí una señora discute porque pretenden cobrarle doscientos pesos por imprimirle el pase de abordar. No hay manera de llamar a esto más que por su nombre: es un robo. Hasta hace no mucho tiempo comprar un boleto de avión te concedía el privilegio de incluirte el pase de abordar. Ahora se aprovechan del usuario para exprimirle hasta el último centavo bajo cualquier excusa. Tengo casi cinco meses sin volar. Después de que viví el 2018 literalmente en los aeropuertos, había olvidado el maldito suplicio que implica pasar por estas picadoras de carne emocionales. Tengo más de media hora formado y no consigo llegar al mostrador por una razón u otra. Me siento tentado a dar media vuelta y largarme a mi casa. Pero los motivos de mi viaje implican una necesidad inmensa: tengo que escribir una crónica y desplazarme hasta el lugar de los hechos. Entonces una señora de un vuelo que acaba de aterrizar se acerca a reclamar. Le extrajeron de su maleta unos perfumes por un valor superior a los cuatro mil pesos. Perfumes que no te permiten llevar en la cabina. Y queda a merced de las aerolíneas y el personal del aeropuerto. Cuyas prácticas de rapiña ya son equiparables a las actividades de un cartel. Hoy viajar es exponerte al hurto seguro. Entonces, como ocurre últimamente, anuncian el retraso del vuelo. Primero media hora. No hace mucho, el debate sobre la cancelación del aeropuerto era un acalorado tema nacional. El nuevo aeropuerto no era la solución. Era otra forma más de exprimirnos. Lo que sí es una realidad es que la sobrepoblación de aviones en el aire ya es insuficiente para satisfacer la demanda. Y el gobierno ha sido incapaz de encontrarle una solución a este problema. Poner en práctica un medio de transporte que complemente y aligere la carga del tránsito aéreo. Con total impunidad una aerolínea puede retrasar su vuelo cuatro horas. Pero si un usuario llega cinco minutos tarde, no le permiten abordar. Estamos a merced de una bola de ladrones. Y el Estado, cuya obligación sería defendernos de estos atropellos, les permite pasar por encima de la ley. Cada vez resulta más complicado ser mexicano. Nacer en este país es sinónimo de que las aerolíneas, los bancos y un sinfín de instituciones te cometan fraude. Y ante la indefensión total no se puede hacer nada. Sólo quejarte en Twitter, que redunda en lo mismo: la nada.
Fuente > telegraph.co.uk
SÁBADO 10.08.2019
Por
ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
LA MARCHA PARA HACER VISIBLE LA DISCAPACIDAD PSICOSOCIAL SE PROGRAMÓ PARA LAS DOS DE LA TARDE, DEL ÁNGEL DE LA INDEPENDENCIA A LA ESTELA DE LUZ . Moncada y los 63 años del desembarco del yate Granma en Cuba, semilla de la revolución en la isla. El escorpión no perdía aún su espíritu de loca celebración cuando sobre Paseo de la Reforma se le apareció otra marcha, la de adherentes de la Agrupación de Lucha Socialista y del Partido Obrero Socialista, quienes se manifestaron en apoyo y solidaridad con el pueblo de Honduras y contra su impresentable presidente, Juan Orlando Hernández. Nada arredró al artrópodo, quien se sintió aún más inspirado en la celebración de su disidencia mental, pero llegó a un situación límite (como diría Eduardo Nicol en su Psicología de las situaciones vitales), cuando topó con otra nueva marcha, ésta de la Confederación Nacional Campesina, encaminada con lentitud hacia las oficinas del PRI. Al reptar ya de regreso por un lado de la Estela de Luz, el venenoso no pudo evitar la reflexión sobre el insano dispendio de ese monumento.
ORGULLOSA LO CUR A
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SÁBADO 10.08.2019
FILO LUMINOSO Por
NAIEF YEHYA @nyehya
L A C A M A R I S TA , D E L I L A AV I L É S
“EVE “ ESTÁ RESIGNADA A VIVIR EN MEDIO DE ESPECTROS, ENTIENDE QUE ENTRE LAS SÁBANAS DE ALGODÓN EGIPCIO TODO ES IRREAL, Y COMO ESCRIBIÓ MILAN KUNDERA, LA VIDA ESTÁ EN OTRA PARTE ”.
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n México como en otros países severamente segregados social y étnicamente existe un tenso equilibrio entre la civilidad y el desprecio, entre la opresión inclemente y la farsa de la igualdad. Ninguna otra relación refleja con más crudeza la realidad del cisma social que la servidumbre. Alfonso Cuarón aventuró en la premiadísima Roma un acercamiento al servicio doméstico. Con ello provocó un debate en torno a la imagen de la sirvienta, a su paradójica mirada y condición —dentro y siempre fuera de la familia que la contrata—, a las relaciones de poder, a los vínculos de cariño, a la incomprensión, y lo más importante, a la voz y agencia de la empleada doméstica, es decir, a su capacidad de actuar y decidir por sí misma. Si bien no era la primera película que trataba el tema sí ofrecía una perspectiva humana despojada de maniqueísmo que tuvo un poderoso alcance planetario. La camarista, el extraordinario debut en largometraje de Lila Avilés, retoma esa reflexión al seguir al personaje del título, Eve (Gabriela Cartol), en sus jornadas laborales en un hotel de lujo de la Ciudad de México. Su trabajo de limpieza es deshumanizado, mecánico, preciso y agotador, además de que la pone en una situación de invisibilidad, de sometimiento silencioso y disponibilidad. Eve forma parte de la masa de trabajadores desechables y sustituibles que explota el capitalismo corporativo tardío. Este tipo de empleo es imaginado como una opción más digna y segura que limpiar casas, sin embargo las corporaciones distan mucho de ofrecer condiciones justas o protección legal. Eve es un ejemplo del proletariado trabajador que debe sacrificar lo más importante a cambio de un salario mínimo. Esta madre soltera destina gran parte de sus módicos ingresos a una vecina para que le cuide a su hijo pequeño, a quien apenas puede ver debido a sus horarios, rigores laborales, estrecheces económicas y las tremendas distancias que debe recorrer en la capital. La torre del hotel, con sus fabulosas vistas de la ciudad, es a su vez un mirador a las vidas del privilegio y un calabozo opaco de misterio y capricho de gerentes inaccesibles. Eve aparece encerrada en este laberinto donde se distrae de su aislamiento explorando con curiosidad la basura de los huéspedes para imaginar sus vidas. El trabajo de Eve es duro no sólo por la disciplina y las exigencias que le impone, sino porque tiene lugar a la sombra de la opulencia, en la frontera entre el oprobio de la riqueza y la asfixia de la necesidad. Perdemos la noción de cuántos turnos, cuántos días han pasado en los pasillos, habitaciones, elevadores y comedores siempre iluminados de la misma manera. La actriz y directora, Avilés, se enfoca en el submundo claustrofóbico de los corredores ocultos del Hotel Intercontinental Presidente. Los vínculos de estos empleados con el mundo anónimo y distante de los huéspedes se limitan a lo práctico e inmediato: surtir inagotables cantidades botellas de champú y rollos de papel de baño, así como pulsar los botones del elevador para un huésped en el Sabbat. Eve y sus compañeros son un ejército de sombras, deben borrar hasta el más discreto atisbo de secreciones, humores y desorden pero su presencia es incómoda y vergonzante, por lo que los espacios reservados para huéspedes les están prohibidos. Sin embargo, también ocurre que alguien quiera violar las reglas, como la madre que le pide a Eve que le cuide a su bebé a cambio de una propina mientras se da un baño. La mamá, una joven ama de casa argentina que acompaña con su hijo a su esposo en un viaje de negocios, se aburre en la habitación y encuentra desahogo hablando frenéticamente con Eve de su vida, mezclando en sus soliloquios desparpajo, gratitud, frivolidad y entusiasmo; incluso llega a fantasear con llevársela a Buenos Aires como niñera. Independientemente de creerle, la camarista descubre
Fuente > micropsiacine.com
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El Cultural
ahí un pequeño oasis de cariño que le recuerda a su propio hijo. Eve está resignada a vivir en medio de espectros, entiende que entre el mármol y las sábanas de algodón egipcio todo es irreal, y como escribió Milan Kundera, la vida está en otra parte. De cualquier manera resiente la sorpresiva partida de la argentina y su bebé. Si bien el filme da comienzo con una secuencia que parece anunciar una confrontación con la muerte, la narrativa da un giro casi cómico y se aleja del tremendismo catastrófico para internarse en una trama minimalista y cargada de sutilezas. Cuando nos encontramos con Eve, ella tiene la ilusión de que le entreguen un vestido de noche rojo que encontró olvidado, espera ser asignada al prestigioso piso 42 (con mayor paga y prestaciones), por lo que se inscribe en clases que se ofrecen en el hotel para pasar un examen y debe llegar aún más temprano al trabajo. En esas clases se ve obligada a interactuar con algunos compañeros, entre ellos la locuaz Minitoy (Teresa Sánchez). Eve es estoica y seria, quizá por timidez, pero se adivina que ha desarrollado una coraza para protegerse. La interacción en el salón de clases la lleva a bajar las defensas y contar con la solidaridad y confianza de otros, lo cual implica inevitables frustraciones y traiciones. El profe le regala a Eve el primer libro que habrá de leer en su vida: muy simbólicamente, Juan Salvador Gaviota. Quizá esa fábula de autoayuda tiene impacto en su decisión de cambiar, como cuando responde a los avances de un limpiaventanas con un acto voyerista y exhibicionista, distante e íntimo a la vez, una reafirmación personal y una ruptura con la moral. Avilés se inspiró en la instalación fotográfica El hotel (1981), de la francesa Sophie Calle (un experimento para el que la artista trabajó por tres meses en un hotel en Venecia, documentando el paso de los huéspedes), a fin de escribir una obra de teatro que eventualmente dio a lugar este filme. El director de fotografía, Carlos Rossini, filma a sus sujetos como tratando de seguirles el paso, a costa de filmarles la nuca o tomarlos fuera de foco o de cuadro, como si los espiara. La ausencia de pista musical enfatiza el naturalismo casi documental y la austeridad tipo cinéma verité. La directora y su coguionista, Juan Carlos Márquez, evitan cualquier sentimentalismo, por lo que incluso las breves llamadas de Eve a su hijo dan lugar apenas a gestos de alegría y nostalgia. No obstante, con un mínimo de diálogos la vida interior de la protagonista queda revelada. Si bien parece que Avilés no ofrece redención a su personaje, la cinta concluye con una liberación, si no económica, por lo menos emocional, y un crudo reconocimiento de la injusticia que se refleja en el abandono de lo material y en el atrevimiento de violar uno de los máximos tabúes del hotel: cruzar el lobby para llegar al exterior.
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