CARLOS VELÁZQUEZ BILLY IDOL
ALEJANDRO DE LA GARZA CALVIMONTES Y EL SHÁ
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
CAMINOS A LA CONCIENCIA ARTIFICIAL
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S Á B A D O
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
ENRIQUE SERNA Y EL VENDEDOR DE SILENCIO
Yayoi Kuzama, Encuentro con la época de floración, 2009 > Fuente > usaartnews
ROSA BELTRÁN ALEJANDRO TOLEDO
BANDA SONORA ENTREVISTA A MATT BERNINGER EDUARDO RABASA AÑOS DESPUÉS DE SONIC YOUTH WENCESLAO BRUCIAGA
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La novela más reciente de Enrique Serna, El vendedor de silencio, destaca por factores puntuales: desde su tema —la historia de Carlos Denegri, símbolo de la corrupción y complicidad del periodismo con el poder en el apogeo del periodo priista—, hasta la amplitud, el rigor que documenta el país y la ciudad del medio siglo, aunados a las libertades narrativas que al mismo tiempo permiten al autor adentrarse en la psicopatología de su personaje. Es una obra ambiciosa que esta edición de El Cultural revisa mediante dos puntos de vista para valorar, sin duda, un acontecimiento en la literatura mexicana.
NOVELA Y PERIODISMO CUANDO EL SILENCIO PAGA ROSA BELTRÁN @RosaBeltranA
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uando leí Amores de segunda mano, Enrique Serna era para mí no sólo el mejor cuentista mexicano vivo sino un enfant terrible al que temía por sus críticas lapidarias escritas sin pudor en los artículos que publicaba en Letras Libres. Serna no se andaba con chiquitas cuando denunciaba los préstamos de un autor al que se le había olvidado usar la tecla de las comillas o los evidentes trucos de otro para agenciarse un espacio de poder o para convertirse en bestseller. La virtud de causar pavor se atenuaba con un cierto espíritu democrático: nadie se salvaba. En Miedo a los animales dejó claro que el mundo de los escritores no es distinto del de otras mafias: a través de un thriller policiaco en el que aparecían escritores bien identificables, Serna exhibía el precio de la fama en la cultura mexicana. Antes que por la calidad de su escritura, los autores y autoras mexicanos sobrevivían por sus malas artes y su habilidad para el lobbing. A la pureza del arte, Enrique Serna oponía un argumento incontestable: quienes detentan la cultura son los lacayos y los beneficiarios del poder.
No es muy distinta la tesis de su más reciente novela, El vendedor de silencio, salvo porque en vez del mundillo literario esta vez su artillería apunta al periodismo y, más concretamente, a los usos y costumbres periodísticos que acompañaron los años del priato hasta la llegada de Luis Echeverría. El personaje omnipresente es Carlos Denegri, el reportero estrella de Excélsior y quien fuera líder de opinión durante la primera mitad del siglo XX. “El mejor reportero y el más vil”, al decir de Julio Scherer, quien a su llegada a Excélsior termina con la carrera periodística más impresionante en la historia de la prensa escrita en México.
TOXICIDAD DEL PODER En su momento, Carlos Denegri fue más popular y más leído que Salvador Novo. Y mucho más viajado. Pero denostado en su servilismo al régimen y su inmoralidad, lo mismo que Rodrigo de Llano (el Skipper), por el propio Novo en su
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obra de teatro Ocho columnas, y por Scherer García en Estos años y La terca memoria, donde se refiere a él como “el periodista que un día entrevistaría a Dios” y, no obstante, a quien cesó en 1969, cuando Scherer llegó a la dirección del rotativo. La novela de Enrique Serna no se propone ser una diatriba contra la pésima práctica periodística en México previa al 68, pero lo es; no pretende ilustrar los modos en que el gobierno compró a los medios y a la prensa, pero lo hace; no tiene como objeto exhibir las técnicas del chayote hasta antes de la llegada de Julio Scherer al periodismo (ni la caída del dream team de Excélsior con Luis Echeverría), pero a través del ascenso y la caída de Carlos Denegri muestra esto y más. Muestra el machismo y la toxicidad del poder. Muestra la misoginia de un país gobernado por los herederos de los revolucionarios. A Vicente Leñero le habría encantado leer esta novela. La historia de Carlos Denegri conforma uno de esos casos donde vida íntima y vida pública van de la mano. El machismo en la cama es el mismo que rezuma el país en los foros públicos. Intuyo que el método de Serna para reconstruir la parte personal, las zonas oscuras del personaje, consistió en hacer un paralelismo entre los procederes públicos (donde el lenguaje exhuma testosterona) y los bares y las alcobas por donde Denegri se paseaba. La prepotencia, los engaños y las triquiñuelas, los chantajes, las situaciones siempre ventajosas son los mismos. Varía la arena donde se llevan a cabo estos combates, no los métodos. Impresionar, alardear, blofear: Si no le dejaba otra escapatoria que echarse en sus brazos, quizá la obligara a aceptar la fatalidad de ese amor tiránico. Y en una de ésas, tal vez halagara su vanidad que hubiera movilizado a la policía de Chihuahua sólo para dar con ella. ¿No se regocijó Helena cuando Menelao invadió Troya para rescatarla? Lograría doblegarla, sí, el corazón femenino seguía siendo el mismo desde los tiempos de los aqueos. Si el corazón femenino sigue siendo el mismo, muy probablemente se deba a que también sigue siendo idéntico el machista corazón masculino. En una entrevista para la revista Proceso dice Serna que uno de los atractivos para acercarse a la vida de Carlos Denegri fue encontrar un personaje intoxicado de poder lo mismo en la profesión que en sus relaciones íntimas, “tan violento y déspota en su misoginia” y sin embargo poseedor también de “una debilidad de carácter
que lo arrastraba al despeñadero con más fuerza que su ambición”. En cierta forma, Denegri es un antihéroe condenado desde el inicio por su carácter a precipitarse en su propia ruina. Un condenado a la fatalidad de su ambición que fue, que es, la de tantos hombres públicos (en este caso, un periodista al servicio del régimen), sólo que no todos son sometidos por el dedo justiciero de una nueva generación. En la posdata a la novela, el propio Serna ha dicho que Denegri es el Anticristo y Julio Scherer, el Ángel Exterminador. Elegir esos dos epítetos basta para marcar el principio y el fin de una era.
EL MACHO ALFA Hijo natural de otro funcionario, Ramón P. Denegri, viejo revolucionario y dos veces Secretario de Agricultura, el joven Carlitos ocasiona la cancelación de la carrera diplomática del padre a causa de sus corruptelas y excesos de junior en el servicio diplomático al que su papá lo había inscrito. Pero ni eso ni su porte y galanura habrían hecho de él un ser realmente notable si no hubiera sido porque a la vez que hijo de papi fue periodista genial y con un estilo propio en un tiempo en que el periodismo no contaba con reporteros de esa altura. Cubrió como nadie la Segunda Guerra Mundial, escribiendo crónicas en primera persona en las que se asume como un James Bond de las letras mexicanas, viajó a Estados Unidos para relatar de primera mano los intríngulis de la Guerra Fría y esas crónicas le dan la fama y la reputación de ser la pluma más codiciada por los lectores... y por el poder. Por ser hijo de diplomático y haber vivido fuera del país hablaba inglés y francés a la perfección, otro rasgo escaso en el México de los años cuarenta y cincuenta. Y sabía cómo conseguir la nota. Y cómo extorsionar. Tenía todas las cualidades del que trepa peldaños de dos en dos: un Julien Sorel del siglo XX. Como buen periodista, sabía demasiado. No sólo de las decisiones públicas y la malversación de fondos (años después, la corrupción ligada a la construcción del Metro será su as bajo la manga), sino sobre los hábitos privados de los funcionarios: sus buenas y malas noches, sus hábitos móviles y sedentarios, sus movidas. Y si sabía tanto era porque él mismo frecuentaba dichos antros y era experto consumado en mujeres y movidas. De las
“DENEGRI HABLABA INGLÉS Y FRANCÉS A LA PERFECCIÓN, OTRO RASGO ESCASO EN EL MÉXICO DE LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA. Y SABÍA CÓMO CONSEGUIR LA NOTA. Y CÓMO EXTORSIONAR. TENÍA TODAS LAS CUALIDADES DEL QUE TREPA PELDAÑOS DE DOS EN DOS .
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Foto > Marco Antonio Valdez > La Razón
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Enrique Serna (1959).
primeras, tuvo tres. De las segundas, no existe cuenta fija. Gracias al estilo indirecto libre que Serna maneja con maestría flaubertiana a lo largo de toda la novela el narrador se confunde con el personaje, y así, lo que empieza siendo descripción pura y dura termina por ser el llamado de su conciencia: “Condenado a sufrir solo, sin desahogos ni paliativos, recayó en una crisis de atonía profunda. Necesitaba con urgencia una copa y sin embargo resistió dos semanas sin beber una gota” porque, de pronto, tendido en la cama y contemplando sin parpadear el altísimo techo, una lucidez amarga que viene de sí mismo le hace ver que las pasiones, como las medicinas, tenían fecha de caducidad y la locura de forzar la máquina para vivirlas en la vejez le estaba saliendo muy cara... Quizá fuera tiempo ya de cambiar la capa de donjuán por el sayal pardo de franciscano. Promesa hiperbólica, culpa de borracho católico, apostólico y romano. Una y otra vez se repetirá este ciclo. ¿Cómo hizo Serna para que el lector y, sobre todo, la lectora, siguiera creyendo en la típica promesa, para que siguiera leyendo sin sucumbir al fastidio del adicto al alcohol que al tiempo que avanza en picada no pierde sin embargo el ánimo de hacer los más ridículos juramentos en sus actos de contrición? “Dios te salve, Natalia, por saber perdonar las ofensas y consolar a los afligidos...”. ¿Cómo hizo para que por enésima vez cayéramos igual de redondos que la incauta y nos sopláramos la escena de placer en la que: “se besaron con gula, como si la muerte les pisara los talones, el abrigo de mink rodó por el suelo” y lo demás imagínelo quien lee, que al fin ya ha presenciado muchas escenas como ésta y añada otra más a la colección? ¿Cómo hizo para manejar como leitmotiv la serie de promesas que siguen a los abusos carniceros, a las ejemplares golpizas y que la narración se sostuviera, verosímil y campante, en un país tan inverosímil como el nuestro? Literariamente, la proeza es mayor. Culpa y vanagloria conforman la conciencia de Denegri que se cruza con la del narrador y se confunde:
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ocasión para contener las ganas de guardarlo, de arrojarlo lejos, de matar... a Denegri. Siento mucho espoilearles el final: gracias a Dios, en las últimas páginas, su mujer lo asesina. Si no hubiera sido ella, habría sido su hijastro, según dice Serna que le confesó éste en entrevista. Yo añado que si no, habríamos sido los lectores. Porque Carlos Denegri no sólo es el epítome de una práctica profesional que cobijó el autoritarismo cínico, el oportunismo, la crueldad. La corrupción en todos los terrenos. Es la prueba fehaciente de que los monstruos en la arena pública lo son en la privada y hacen pedazos a sus víctimas, casi siempre mujeres. Y a veces, sólo a veces, como aquí, reciben su merecido. Así que, feministas del mundo: aguanten y sigan leyendo.
“RARA VEZ COMO LECTORA (DIGO RARA VEZ POR TEMOR A EQUIVOCARME SI DIGO NUNCA) HE VISTO EN LA LITERATURA MEXICANA LA EXHIBICIÓN DEL MACHO DESCRITA CON TAL SAÑA QUE ME OBLIGARA A CERRAR EL LIBRO MÁS DE UNA OCASIÓN . al encallar en el cuerpo joven que había extrañado en áridas vigilias, sintió que el aparato de seguridad del Estado, comprimido en sus genitales, lo alzaba en hombros entre fanfarrias de honor. ¿No que no se rendía? ¿No que muy enojada? Ahí está. Ahí tienen al Macho Alfa en acción. Feliz, no por amar a una mujer, sino por someterla.
MONSTRUO PÚBLICO Y PRIVADO Rara vez como lectora (digo rara vez por temor a equivocarme si digo nunca) he visto en la literatura mexicana la exhibición del macho descrita con tanta precisión y con tal saña que me obligara, durante la lectura (a mí, que me considero fan de Serna), a cerrar el libro más de una
EL TALÓN DE AQUILES DE UNA OBRA NOTABLE ALEJANDRO TOLEDO @ToledoBloom
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mpiezo de un modo indirecto: en los primeros meses de 1968 Mario Vargas Llosa escribe desde Londres una carta a Augusto Monterroso para invitarlo a participar en un proyecto literario, un libro de cuentos sobre dictadores hispanoamericanos. Participarían Alejo Carpentier (quien hablaría del cubano Gerardo Machado), Carlos Fuentes (sobre Antonio López de Santa Anna), José Donoso (del boliviano Mariano Melgarejo), Julio Cortázar (de su compatriota Juan Domingo Perón), Carlos Martínez Moreno (del también argentino Juan Manuel de Rosas), Augusto Roa Bastos (del paraguayo José Gaspar Rodríguez de Francia), el propio Vargas Llosa (del peruano Luis Miguel Sánchez Cerro) y Monterroso (del nicaragüense Anastasio Somoza padre). Apunta Monterroso en La palabra mágica (1983): Han pasado cerca de quince años desde que recibí la carta de Vargas Llosa y el libro no ha aparecido, lo que me autoriza a imaginar que todo se quedó en proyecto y que ya se puede hablar de él como parte de la invencible Historia literaria de lo que no se escribió. No obstante, supone que ese pudo ser el origen de El recurso del método de Carpentier o Yo, el supremo de Roa Bastos e incluso Terra Nostra de Fuentes, entre otros títulos. En cuanto a sí mismo, Monterroso dice: la verdad es que el tema me dio miedo, miedo de meterme en el personaje, como inevitablemente hubiera sucedido, y de empezar con la tontería de buscar en su infancia, en sus posibles insomnios y en sus miedos y terminar “comprendiéndolo” y teniéndole lástima. Y termina recordando a Pirandello: “renuncié a trabajar en un Somoza al que como juez me habría gustado mandar fusilar pero que como escritor hubiera llegado a presentar en toda su indefensión y miseria”. Así que a los pocos días le escribió a Vargas Llosa para decirle que no, que muchas gracias.
R ECORDÉ INSISTENTEMENTE este pasaje al llegar a las páginas finales de El vendedor de silencio (2019), de Enrique Serna. Luego de un largo viaje por la primera mitad del siglo XX, con momentos en los que el protagonista, Carlos Denegri, ingresa por méritos propios a una galería de lo grotesco mexicano, en un increíble trabajo de reconstrucción de la vida
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cotidiana en México en tiempos de Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán y Gustavo Díaz Ordaz, sobre todo, con apariciones estelares de Salvador Novo y Alfonso Reyes, entre los escritores, o Jacobo Zabludosvky y Julio Scherer, entre los periodistas, o Gloria Marín y María Félix, entre las divas, ese arribo al trauma original, la explicación última de la conducta desordenada del personaje, cuando, como diría Monterroso, el narrador expurga en su infancia y termina “comprendiéndolo” y teniéndole lástima, causa cierta insatisfacción. ¿De eso se trataba todo? En efecto, Denegri es un caso clínico: acaso el máximo representante del periodismo chayotero, un macho mexicano de cuerpo entero que seduce o compra a las mujeres con joyas y abrigos de mink para luego humillarlas y agredirlas... Quizá una cosa tenga que ver con la otra y esa corrupción del oficio y esa virilidad golpeadora sean un reflejo del México que se formó en los años que siguieron a la Revolución Mexicana, en la etapa institucional, con perfiles similares en los distintos ámbitos de la sociedad. Es decir, con miras amplias el retrato del personaje nos hubiera llevado, y nos lleva, en la mayor parte del libro, a un paisaje panorámico del México del siglo XX; acaso la óptica equivocada es la que se conduele de la decadencia de Denegri y encuentra la explicación última de su neurosis: el aparente abandono del padre que fue en realidad una expulsión del país, decidida por la madre en connivencia con su nuevo amante, un funcionario poderoso. Es la pérdida que justifica todos los excesos. En el inconsciente de Denegri la madre es la Santa y la Gran Puta, y por degeneración todas las mujeres de su vida lo serán: “Mamá y Natalia eran dos caras de la misma moneda, el ayer y el hoy de una diosa tutelar voluble, dulce pero falsa, tierna pero egoísta, que lo amamantaba y al mismo tiempo le chupaba la sangre”. La novela es notable: el narrador parece saberlo todo, o casi todo, de la historia mexicana en cuanto a la manera como se movían las redacciones o la vida nocturna. Ha investigado de modo profundo en su protagonista, que intenta la poesía, sin suerte, y luego encuentra habilidades en una prosa sencilla, afecta al lugar común, que será su vehículo para enriquecerse... Este “macho de película mexicana”, como le dicen por ahí, obtiene su redención al final, cuando en la catarsis de su vida halla, en complicidad con el narrador, las claves psicológicas que provocaron tal desorden existencial. En un libro técnico, de terapia psicoanalítica, ése hubiera sido un gran final. En una novela ambiciosa parece una resolución fácil, tal vez equívoca, y narrativamente desacertada.
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Cuando un fan se topa con su ídolo la conmoción se vuelve inevitable, algo semejante a lo que en otra época implicaba rozar lo divino: entrar en éxtasis, saber que la experiencia marca un parteaguas vital. El editor Eduardo Rabasa, quien es tan devoto de la banda de rock alternativo The National que se tatuó el título de una de sus canciones, no únicamente se encontró con el cantante, sino que lo entrevistó. Aquí, el resultado de esa plática, en la que el también letrista Berninger abunda en el trabajo creativo del grupo.
Matt Berninger
LA CREACIÓN Y LA IMPRUDENCIA EDUARDO RABASA @rabasa_eduardo
Quiero comenzar con el proceso que condujo a su más reciente disco, I Am Easy to Find. En una entrevista con el director de cine Mike Mills, contaste que todo comenzó con un correo electrónico, ¿podrías detallar un poco al respecto? Acabábamos de sacar Sleep Well Beast y mi amigo Casey Reese había hecho todos los videos para ese disco. Habíamos terminado todo el material necesario, estábamos a punto de irnos de gira para promocionarlo, cuando escribió Mike Mills. Creo que pensaba en hacer algún video para Sleep Well Beast. Yo soy un gran fan de su trabajo y me emocionó tanto que nos contactara que le dije que si él tenía tiempo y quería trabajar con nosotros, hiciéramos algo un poco más duradero. No quería perder la oportunidad. Mi intención era que colaboráramos en algo
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Foto > Shadia Cure
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olicité como buen incauto, vía el contacto de relaciones públicas de The National, una entrevista con Matt Berninger, aproximadamente tres días antes del concierto en la Ciudad de México. Evidentemente, no recibí respuesta. Entonces recordé que Carin Besser, esposa de Berninger y autora de muchas de las letras de The National, fue editora durante años en el New Yorker. Así que le pregunté a Jon Lee Anderson, uno de los principales periodistas de ese medio, si acaso la conocía. Un par de días después recibí un correo del manager de la banda. Me concedió la entrevista para el día del concierto, en el hotel Four Seasons de Reforma. Una vez ahí, las encargadas de prensa me dijeron que encontrarían la forma de darme diez minutos. Cuando terminó sus entrevistas, Berninger se acercó muy amable a saludar y me preguntó si estaba esperando para hablar con él. Lo que sigue transcribe cuarenta minutos de una conversación en la que abordó con gran candor los principios fundacionales de la que, sin duda, es una de las principales bandas de rock contemporáneas.
más que un solo video musical y se lo dije. Le mandé canciones nuevas y cuando las recibió se entusiasmó mucho con las posibilidades que ofrecía ese material. Al mismo tiempo, la actriz Alicia Vikander le había escrito para proponerle trabajar con él, y Mills le contó que quizá comenzaba un proyecto extraño con nosotros. Al parecer ella es fan de The National, así que comenzaron a discutir la idea para la película. Nosotros teníamos algunas canciones a medio cocinar, bueno, ni siquiera a medio cocinar, eran comienzos de canciones. Algunas sí estaban terminadas, como “Rylan”, y otras más estaban avanzadas, no recuerdo cuáles, pero Mills comenzó a desmenuzarlas, pues se las mandamos separadas por canales: la batería sola, las cuerdas solas, la voz sola. Él empezó a deconstruir el material que le mandamos y a ensamblar fragmentos musicales desconectados del resto de elementos que nosotros habíamos compuesto como una canción. Las empleó como fragmentos en su película, de formas distintas, lo cual nos dio la oportunidad de escribir nuevas canciones y de maneras variadas. Al incorporar a alguien que nunca había producido un disco, pero que sabe perfectamente bien cómo trabajar con el sonido y contar historias y demás, lo situamos justo en el medio
de nuestro proceso. De alguna manera le pasamos la estafeta en varios temas y lo dejamos ser quien dirigiera el proyecto. Me parece interesante que si bien la película trata sobre la vida de una mujer, no fuera eso necesariamente lo que tenían en mente cuando escribieron la primera versión de las canciones. Bueno, una canción que habíamos escrito antes de enviárselas a Mike, por ejemplo “Rylan”, trataba sobre una especie de personaje andrógino, pero aún así pienso más en Rylan como un personaje femenino, así que encajaba bien con este proyecto. Y mi mujer, Carin Besser, ha escrito canciones para The National desde hace mucho tiempo. Yo también escribo mucho sobre mujeres, sobre ella, sobre la paternidad (tengo una hija de diez años), así que a Carin y a mí nos resultó sencillo escribir para este personaje, pues ambos escribíamos desde su perspectiva y desde la nuestra, ya que escribíamos bastante sobre nosotros mismos. Mike escribía desde su perspectiva, pero a través tanto del personaje como de la red de personajes que conocemos a su alrededor. El personaje de Alicia Vikander nos permitió adentrarnos en ese camino y nos proporcionó un disfraz flexible para escribir con mayor honestidad.
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¿Ya sabes cómo en Halloween a veces te sientes más honesto, más verdaderamente tú y más libre, porque estás disfrazado de otra cosa? Pues curiosamente Alicia fue como nuestro disfraz, incluso el de Mike, para contar también nuestras propias historias y comunicarlas sutilmente a los demás. Creo que cualquier tipo de escritura debe ser personal para que pueda entablar una conexión, escribir de alguna forma siempre sobre ti mismo, aunque en ocasiones se exprese mediante un personaje, una obra de teatro, una película o una canción. Ése es el empaque, pero la escritura a menudo es sumamente personal. En el disco hay una fuerte presencia de cantantes mujeres. ¿Escribieron tú o Carin específicamente para ellas, sabiendo que esas partes no las cantarías tú? Sabíamos que contaríamos con varias cantantes más para este disco, pero creo que mientras escribíamos las canciones, ni Carin ni yo teníamos una idea tan específica que hiciera que una determinada parte tuviera que ser interpretada por una mujer. La letra y las voces que aparecen en el disco y la película no necesariamente están escritas desde una perspectiva específica de género. Buena parte de lo que cantan las mujeres está escrito desde mi perspectiva, y yo canto varias canciones que escribió mi esposa, por ejemplo “Hey Rosey”. En varios de los temas en los que yo soy el cantante principal, ella escribió la mayor parte de la letra. Pero llevamos muchos años haciéndolo así. Ella ha escrito muchas letras en las que yo soy la personificación de sus ideas. Así que me permito personificar las ideas de alguien más, y permito que mis ideas sean personificadas por otras cantantes y por Alicia en la película. Creo que eso nos libera a la hora de escribir y nos permite hacerlo con más honestidad, el hecho de saber que alguien más va a interpretarlo. Estamos trabajando también en un musical, en el que habrá muchos actores y actrices, cantantes, bailarinas y bailarines, y nosotros escribiremos los temas. Es muy estimulante escribir para que alguien más lo interprete. Es un cambio radical que queríamos probar: romper el molde del sonido de nuestra banda. La gente piensa que nuestro grupo es como una especie de diario personal mío, que lo es, en un 75 por ciento, pero nuestra banda no se limita a eso. Quizá yo era el más ávido de salirme de los reflectores, no ser la punta de la lanza o algo así.
“ES MUY ESTIMULANTE ESCRIBIR PARA QUE ALGUIEN MÁS LO INTERPRETE. ES UN CAMBIO RADICAL QUE QUERÍAMOS PROBAR: ROMPER EL MOLDE DEL SONIDO DE NUESTRA BANDA . así. Todas las canciones contienen ideas muy diversas. Es cierto que algunas hacen referencia a asuntos políticos, como lo de la extrema derecha y demás en Ohio, pero creo que los otros temas son igualmente políticos. Cualquier canción de amor que empatice con emociones complejas y nudos extraños, difíciles de desentrañar —emocionales, sociales, familiares—, pienso que es política. No creo que la referencia explícita a temas o personajes sea lo que vuelve política una canción. De nuevo: una buena melodía de amor que exprese sentimientos honestos y la propia situación, es a menudo más política que una referencia directa. Dicho esto, no creo que se pueda separar a la política del arte. No sé por qué alguien quisiera hacerlo. Es como querer separar el amor, el sexo o el humor de la expresión artística. Es parte del material del que todos mascamos y digerimos y procesamos. Si tratas de separarlo de la expresión artística te genera estrés. No creo que haya que expresar una plataforma política, pero no sé cómo se puede evitar el asunto, simplemente con lo que ocurre hoy en día, en todo momento. Para alguien como Nina Simone, la idea de no estar políticamente involucrada en todo lo que hacía le parecía un sinsentido. ¿Cómo se puede ser un artista y no hacer arte sobre la materia de tu época? No conozco a nadie que piense en lo que está ocurriendo y no se quede despierto por las noches, sin importar dónde viva. No sé cómo puede cualquier estadunidense no pensar seriamente sobre lo que ocurre. Si un artista procura evitarlo, para mí, no sé si lo hace podría considerarse arte, pues un artista lo deja todo en su obra y no sé cómo alguna mente podría filtrar estos asuntos. Yo sé que no puedo, así que ni lo intento.
Quizá sepas que su música ha sido considerada depresiva u oscura, como reflejo del espíritu de los tiempos. No sé si te gustan Los Simpson, pero en el episodio en el que Homero se va de gira con Sonic Youth y los Smashing Pumpkins, cuando conoce a Billy Corgan, le dice: “Gracias a su música sombría, mis hijos han dejado de soñar con un futuro que yo no puedo ofrecerles”, a lo que Corgan responde: “Gracias, tratamos de marcar la diferencia”. No digo que les dé gusto deprimir a la gente, pero creo que el público conecta con los sentimientos expresados en su música, porque es algo que de alguna manera viven todos los días. Nosotros no pensamos en nuestra banda como algo deprimente. Sabemos que se usa ese adjetivo, pero la reacción de la gente es la contraria. Yo me siento liberado de la tristeza, la depresión y la ansiedad cuando escribo. Es cierto que nuestro material trata sobre relaciones y se asoma al margen, hasta el fondo del abismo; digamos que quitamos tantas capas de la cebolla como nos sea posible, ¿pero por qué no llegar hasta el núcleo de la parte blanda, por qué no sujetar el cable de alta tensión, o caminar por el lago con una delgada capa de hielo en la superficie? Después de todo, con la creación artística nadie se muere y nadie sale lastimado. Hay una responsabilidad y el arte irresponsable a menudo trae consecuencias, pero yo creo que hay que incluir todo en la expresión, que hay que ser irresponsables, imprudentes y temerarios al momento de crear. Quizá sí incluyo asuntos deprimentes en las canciones, pero no creo estar más deprimido que nuestro público. Me considero bastante feliz, creo algo a partir de esas emociones y me parece que es lo que le gusta mucho a la gente. El público acude en masa a nuestros conciertos y hacen fila para cantar juntos estas canciones tan tristes. A veces la gente viene sola a los conciertos y casi todas las canciones se escriben en soledad, así que es maravilloso ver a miles de personas juntas, cantando con tanto placer y alegría, emborrachándose. Hay algo muy saludable en el hecho de convertir en arte nuestros miedos mayores y lo que más aborrecemos de nosotros Fuente > wweek.com
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Tengo una pregunta sobre la canción “Not in Kansas”, en particular la frase “No puedo regresar ahí / Desde que el opio de la extrema derecho se viralizó”. Con la referencia a El mago de Oz, ¿habla esta canción sobre la imposibilidad de volver a casa, como una metáfora del quiebre del sueño americano? Esa canción se escribió muy rápido, casi como en un flujo de conciencia. Por lo general incluyo todo tipo de cosas y no pienso: “Esto es para esta canción, esto va en el saco de esta otra, esta idea embona con este tema”. Jamás escribo
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Fuente > datebook.sfchronicle.com
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mismos, las cosas de las que el mundo nos dice que deberíamos sentirnos avergonzados. Y aunque quizá sí deberíamos sentirnos avergonzados, creo que de todos modos hay que convertirlas en arte, porque además te permiten conocerte mejor. Siento que me conozco mucho mejor por haber dedicado tiempo a pensar sobre estos temas y tratar de crear algo a partir de ello. Una de mis canciones preferidas de The National es “Mr. November”. Siempre pensé que se trataba de una suerte de parodia del personaje de la canción, que se considera “la nueva sangre azul” y “la gran esperanza blanca”, pero después leí que tiene que ver con políticos como el candidato presidencial John Kerry, y que incluso el mismo Obama la había utilizado durante su campaña presidencial. “Mr. November” trata sobre alguien que... Recuerdo haber pensado: “¿Qué tipo de persona quisiera ser presidente de Estados Unidos?”. Se necesita algo de delirio... Hay que ser una persona un poco loca para pensar: “Yo puedo hacer eso”. Y creo que en ese momento me imaginaba: ¿cómo te motivas frente al espejo para salir y decir: “Voy a ser presidente de Estados Unidos”? Una meta así atrae a las mejores y las peores personas. Fue una canción escrita antes de Obama. En ese momento era senador y ya estaba de alguna manera en el radar, pero no trata sobre él. No es una canción para echar porras a quien quiere ser presidente. Es más bien algo similar a la escena de Taxi Driver donde Travis Bickle se ve en el espejo y se motiva hablando solo, pero en este caso aplicado a alguien cuando se pone un traje y se dice: “Tengo la madera para ser presidente”. Que es algo
muy loco. Creo que es una canción sobre lo absurdo que es el ego. Pero es curioso que Obama sí terminó usándola... Sí, me parece increíble. Obama fue un presidente sumamente inspirador, en un marco que durante toda mi vida había sido muy poco estimulante. No creo haber sido inspirado antes por muchos políticos. “Fake Empire” fue escrita de manera distinta, pues de alguna forma trataba de bloquear y evitar la realidad. Irónicamente, creo que se ha convertido en nuestra canción más política. Ha sido utilizada en todo tipo de contextos políticos, lo cual me parece bien, siempre y cuando la utilice gente con la que simpatizo. Te quiero preguntar sobre “The System Only Dreams in Total Darkness”. Por cierto, tengo que mostrarte esto (le muestro mi tatuaje con el título de la canción en el brazo, a lo que responde: “Oh, nice”). ¿Es una canción sobre los Estados Unidos de Donald Trump? Una cosa interesante es que justo cuando casi terminábamos la canción, el coro decía: “Aaron takes his acid trip through Copenhagen”. Como puedes ver, una frase con el mismo número de sílabas, creo. Nos gustaba mucho la canción, pero algo no funcionaba y mi esposa, justo antes de terminarla —creo que literalmente fue el día que íbamos a terminar y masterizarla—, dijo: “¿Sabes qué? Esa letra tiene problemas”. Así que se puso a buscar en mis archivos y encontró algunos pensamientos míos —porque a veces murmuro cosas sobre pistas de canciones, para después ver si puede haber alguna buena idea ahí. Se puso a buscar algo que me permitiera probar con otra letra —nos hacía falta
“ES UN BUEN EJEMPLO DE CÓMO, A VECES, PIENSAS QUE UNA CANCIÓN ESTÁ TERMINADA Y EN EL ÚLTIMO MOMENTO TE DAS CUENTA DE QUE NO ESTÁ TAN BIEN COMO DEBERÍA, QUE PODRÍA MEJORAR, Y EN OCASIONES LO QUE FALLA ES LA LETRA .
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el coro— y encontró una frase que le sonaba: “The System Only Dreams in Total Darkness”. Nadie sabe qué murmuré, pero ella escuchó eso y pensamos: “¡Perfecto!”. Así que bien pudiste haber tenido en tu brazo un tatuaje que dijera: “Aaron takes his acid trip through Copenhagen”. Es un buen ejemplo de cómo, a veces, piensas que una canción está terminada y en el último momento te das cuenta de que no está tan bien como debería, que podría mejorar, y en ocasiones lo que falla es la letra. Fue lo que sucedió cuando Carin dijo: “No has hecho bien tu parte, todos los demás hicieron bien la suya”. Ella armó buena parte de esa canción y terminó escribiendo una parte sustancial de la letra (y de varias más). Desde que la conozco era editora y escritora, y esto muestra lo que una buena editora y escritora puede hacer. Es un miembro más de la banda. Creo que ahora somos unas veinte o veinticinco personas, y Carin ha sido parte desde hace casi quince años. Pero, ¿qué significa la canción? Creo que la razón por la que nos gustó es que a veces las cosas tienen que terminar de desmoronarse para armarlas de nuevo. Pienso que los nuevos autócratas están causando mucho daño a nivel global, pero también que mucha gente se está dando cuenta de lo corrupta y conectada que está la red global, las reglas del juego, el sistema entero: el petróleo y el poder y las corporaciones y Wall Street y las grandes empresas tecnológicas y los medios de comunicación: un sistema masivo, interconectado, fraudulento, y la gente se está dando cuenta de cuán corrupto y engañoso es. Principalmente a favor de los hombres blancos. Sabemos por ejemplo que la Iglesia Católica es un sistema fraudulento que favorece a los hombres blancos. Así que la generación más joven, mucha gente que tiene menos de cincuenta, incluso de cuarenta años, se está dando cuenta de que los cambios pequeños, incrementales, no nos condujeron a ninguna parte. En Estados Unidos, Obama sí logró ampliar la cobertura de la sanidad pública, pero tenemos que realizar cambios mucho más profundos y eso está por suceder. Creo que estamos sumidos en la oscuridad, aunque las cosas estén mejor que hace poco. Creo que la oscuridad comienza a ceder, que la luz comienza a filtrarse. Esa canción es un reconocimiento de que este pequeño movimiento de péndulo no ha sido suficiente para que el mundo avance, y que Trump es este gigantesco movimiento de péndulo que nos conmina a darnos cuenta de que tenemos que romper el péndulo, hacerlo pedazos contra el suelo y comenzar de nuevo. Me emociona pensar en lo que va a hacer la siguiente generación de políticos y artistas. Ya está sucediendo, principalmente con el lenguaje que comienzan a utilizar. Las circunstancias están cambiando rápidamente y aunque la marea está muy lejos, las cosas están horribles y estamos sumidos en el abismo, aun así se siente —o al menos yo lo siento— que está por producirse una gran transformación.
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Me siento más consciente, con mayor información, siento que conozco el mundo un poco mejor, cómo funciona y cuál es mi papel, que hace un par de años. Creo que Trump, lo que está sucediendo en Estados Unidos, en Inglaterra y por todos lados resulta iluminador. Lo ha sido para mí: en última instancia me siento con un pensamiento más sano y con un mejor plan sobre lo que voy a hacer. Si Trump no hubiera ganado, creo que me habría quedado más en las tinieblas y es terrible, porque se está produciendo un genuino daño real y un genuino sufrimiento, irreversible e irreparable. Sin embargo, también se produce la conciencia de que necesitamos cambiar las cosas drásticamente, desde el núcleo hacia afuera. Es un reto pensar que todo apunta a que se trata de algo imposible, pero yo no lo veo así. En fases como la actual se han producido cambios radicales: por ejemplo, la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos en las décadas de 1960 y 1970, que fue una antesala de lo que estamos por experimentar. Entonces piensas que de todo lo actual pueda emerger algo bueno... Creo que mucho. Bueno, también están ocurriendo muchas cosas terribles. Hay gente muriendo y sufriendo, pero cada vez más gente sabe que la solución no radica en modificaciones ligeras a un sistema que no deja de ser completamente corrupto. Prefiero volver a perder ante Trump desde un lugar progresista, más visionario y sano, que ganar desde un centro podrido que ya es corrupto de antemano. No funciona en ningún sentido. Trump fue elegido después de Obama, así que cómo va a suceder esto, no lo sé, pero es palpable la necesidad de un cambio, se siente que va a ocurrir. Así que estoy optimista.
Foto > Shadia Cure
Quiero preguntarte sobre proyectos como el documental de tu hermano, Mistaken for Strangers, donde a través de la metanarrativa de una película que trata sobre la imposibilidad de hacer una película, muestran las —no sé cómo explicar esto en inglés— entrañas del grupo...
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“SI TRUMP NO HUBIERA GANADO, CREO QUE ME HABRÍA QUEDADO MÁS EN LAS TINIEBLAS Y ES TERRIBLE, PORQUE SE ESTÁ PRODUCIENDO UN GENUINO SUFRIMIENTO, IRREVERSIBLE . Se abre el telón para mostrar lo que hay, lo que está escondido detrás. Exactamente. Y también sobre la pieza que hicieron con un artista, cuando tocaron “Sorrow” sin parar durante seis horas... Ah, sí, con Ragnar Kjartansson. Sí. Para mí son dos ejemplos donde el proyecto de The National va más allá de la música, hacia algo integral desde el punto de vista artístico, quizá como han hecho antes bandas como Pink Floyd. Entonces quería preguntarte cómo conciben su expresión artística al incorporar otros elementos, más allá del principal que es la música. Cuando formas un grupo de rock, le pones un nombre, también a tu primer disco, y te parece que el mundo acaba ahí, se convierte en todo tu mundo. Nuestra identidad entera se convierte en “Matt, el de The National” y “Bryan, el baterista de The National”. Todos nos convertimos en personas que pertenecen a esta cosa y es maravilloso, es lo que uno busca, que la banda sea famosa, la gente sepa el nombre de la banda antes que el de uno mismo, es increíble. Pero creo que todos nosotros, después de tanto tiempo, nos dimos cuenta de que esta idea de lo que es un grupo de rock no corresponde con la realidad, en el sentido de lo que implica mantener a cinco amigos y sus familias y todo lo que viene aparejado con ello, como los viajes y cómo evolucionan las cosas. Y no somos los Beatles, que tampoco ellos fueron los Beatles durante mucho tiempo. Todo el mundo tiene una idea sumamente romántica de una banda de rock y algunos grupos como U2 o los Rolling Stones logran sostener por siempre esa
idea de permanecer juntos como grupo. Pero en algún momento se convierte en una marca, en un logo, y nosotros no queríamos ser solamente The National tocando sus grandes éxitos. Queríamos continuar evolucionando como artistas en todo lo que hacemos —todos teníamos grupos antes de The National, todos trabajamos con otras personas y tenemos intereses más allá de sólo grabar discos e irnos de gira. Así que cuando algún artista de otro campo nos invita a hacer algo que tenga que ver con el grupo, desde un punto de vista diferente, como hizo Ragnar cuando nos pidió tocar la misma canción una y otra y otra vez... ¿Cuántas horas fueron? La tocamos como 104 o 105 veces, fueron seis horas. Y la cantaste... Sin parar, sí. Creo que fui al baño una vez, pero todo el mundo se tomaba un pequeño descanso y volvía. Ragnar incluso nos trajo alitas de pollo y café. Pero su idea detrás del proyecto era: ¿Qué es un grupo? ¿Qué es una canción? ¿Qué pasa con una canción cuando la tocas tantas veces? Él se obsesionó con “Sorrow”, la escuchaba sin parar, hasta que la canción empezó a modificarse frente a él, así que quería ver si lo mismo pasaría con nosotros. La idea era desmenuzar qué es una canción, un concierto, un grupo, un video, un disco. Porque terminan por ser ideas bastante flexibles: un disco puede ser muchas cosas, no tiene que ser 45 minutos divididos en 12 ideas distintas. Puede ser una sola idea. O puede que no haya disco, sólo una cinta. En algún momento pensamos en no sacar el disco, sino sólo la película. Todo esto es interesante, porque abre ventanas y puertas para que intentemos cosas distintas. Es realmente una gran fortuna que un grupo de amigos emprendieran un proyecto artístico y que la gente pague por escuchar algo que haces con amigos. Es bastante irreal. Pero también se vuelve raro, porque es como si hicieras una película con tus cinco mejores amigos, y luego otra, y durante veinte años intentaras hacer películas exactamente con el mismo equipo... En ocasiones te conduce a pensar que es difícil hacer las películas que quisieras hacer. Y nos ha pasado que empezamos a hacer las películas que la gente pensó que deberíamos hacer. No es que cediéramos, pero a veces sentimos que teníamos que cumplir los deseos de nuestros fans, o darles lo que esperaban, y justo ahí nos topábamos con sequías creativas y empezábamos a pelear, a no llevarnos bien, porque nadie sentía una real motivación interna. A veces el impulso es salirse de este grupo y trabajar con otra gente, así que cuando permitimos que ese impuso se convierta en algo sano y sea bien recibido, traemos a otras personas a trabajar con nosotros. De manera que The National se ha convertido en una red de amigos que tratan de respetarse entre sí y juntarse lo más posible para hacer canciones. De eso se trata nuestra banda.
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En 1981 saltó a la escena el grupo neoyorquino que tuvo impacto por sus canciones y por el ruido sucio que incorporaba en ellas. Pocos años después se casaron Kim Gordon, la bajista, y Thurston Moore, vocalista y guitarrista; la relación no fue capaz de esquivar una infidelidad que 27 años después terminó tanto con el matrimonio como con la historia de la banda. En este ensayo, el autor se despoja de su devoción sónica para analizar el lugar verdadero de los creadores de Goo y también su costado menos amable.
El ruido y la vida
AÑOS DESPUÉS DE SONIC YOUTH WENCESLAO BRUCIAGA @distorsiongay
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Fuente > efeeme.com
E
n octubre de 2019, Kim Gordon, con 66 años, lanzó No Home Record al amparo del sello Matador, el tan anunciado primer disco como solista de quien muy probablemente sea la Madonna del noise, mitológica bajista del indie de ayer y hoy, en su alcance tan fastidioso como puro. No es que nunca hubiera trabajado por su cuenta en paralelo a Sonic Youth, pero es quizás morbosamente significativo mencionar que fueron proyectos aliados a otros artistas, en los noventa Free Kitten con Julie Cafritz (de las Pussy Galore), luego, ya entrados los dosmiles, Body/Head con el músico Bill Nace o Glitterbust al lado del artista y patineto Alex Knost. Las tres, colaboraciones que despertaron sospechas sobre la aportación real de Kim al interior de una banda como Sonic Youth. ¿Realmente era una buena bajista, con un estilo ejemplar e influyente? Después de todo, Sonic Youth fue conocido por su intención disruptiva sobre las cuerdas de las guitarras eléctricas. Algo que me marcó para siempre. En mi vida hay un antes y un después de haber visto el video de “Dirty Boots” en MTV. A veces me da por pensar que el lugar de la mejor bajista del indie le corresponde a Kira Roesler, la chica al bajo de Black Flag, la violenta banda de punk hardcore: su técnica me llega más palpable y protágonica, aunque sin las prendas de glamur que caracterizaron a Kim Gordon. A principios de los noventa, con mi sueldo de lavaplatos y repartidor de botanas en el Ciriaco, la cantina de mi tío Paco allá en Torreón, me hice de mi primer caset de la Juventud Sónica, el Goo. No volví a ser el mismo. Sonic Youth es mi banda indispensable para sobrevivir. Admito estar cegado por una devoción que no se agota. Los putos somos muy entregados con nuestros fetiches, ¿de verdad la Juventud Sónica fue tan grande como lo edita mi fanatismo? Después de todo, asesinar a nuestros ídolos ha sido una de las grandes enseñanzas de mis ídolos: Sonic Youth. En una entrevista que pude hacerle a propósito de su disco No Home Record, publicada en la revista Marvin
Kim Gordon y Thurston Moore.
el mismo mes de su lanzamiento, Kim Gordon se esforzó en verdad por mantener una irrefutable defensiva respecto a su pasado en Sonic Youth, haciéndome quedar como un tarado hablando solo sobre mi tatuaje del Washing Machine en el antebrazo. Las cosas no acabaron muy bien entre Kim y Thurston. Quizás por eso Gordon optó por un sonido antinostálgico para su primer trabajo como solista, evitando aquello que le recordara la infidelidad que acabó con su matrimonio y con Sonic Youth: Una mañana me levanté para ir a yoga. Fue entonces cuando descubrí los mensajes de ella sobre el fantástico fin de semana que habían pasado juntos, sobre lo mucho que lo quería, y los de él respondiéndole con las mismas palabras. Fue como una de esas pesadillas de las que no consigues despertarte nunca... le planté cara. Primero lo negó, pero le conté que había visto los mensajes, exactamente como en las películas, sólo que aquello era atrozmente real —escribió Gordon en La chica del grupo, una biografía satisfactoria en detalles fetichistas y notas musicales, pero forzada a todas luces por el despecho y la revancha. No deja de ser irónico contemplar cómo una de las bandas más atípicas con las guitarras, la más ruidosa, insólita e influyente, que hizo de Nueva York un sinónimo tan sólo después de Velvet Undeground —según Alex Williams, del New York Times— terminara por
desintegrarse a partir de un melodrama tan típicamente familiar como la irrupción de la otra: “Disco por disco son una bandota, pero ellos son inmamables. Kim y Thurston son los Sony y Cher del rock alternativo” —comenta Antonio Ortuño, conocedor del punk y sibarita de los sonidos corrosivos—: Me encanta su música pero ellos me cagan la madre. Sonic Youth grabó discos magníficos y creó un sonido singular que fusionaba melodías y distorsión. Y eran una banda estupenda en vivo (los vi dos veces). Eso es indiscutible. A la vez encarnaron la faceta más esnob y elitista del rock independiente. Eran tan hipsters y sabelotodo que podían resultar insufribles. Y, bueno, posaban de punks pero se pasaban el tiempo dedicados a complacer a los medios y la tribuna, como cualquier banda de hair metal (lo testimonia el libro Our Band Could Be Your Life, de Michael Azerrad). Aparecían siempre en las fotos correctas, a favor de las causas correctas y al lado de las personas correctas. Lo siento: antes que con ellos, me quedo con los más abrasivos entre sus contemporáneos, como Black Flag, Pixies, Husker Dü o Fugazi —remata Ortuño. Kim y Thurston firmarían el acta de divorcio, sellando también el fin de una banda que estableció los supuestos estándares del rock alternativo, la coherencia creativa y la diseminación del ruido como infiltrado en el pop, capaz de traducir en fragosidad las angustias y adrenalinas propias de las grandes ciudades: Sonic Youth es una banda vanguardista en el sentido real de la palabra. Con casi cuatro décadas de hacer lo que les viene en gana, con tremendo éxito comercial, y de ser un referente para los músicos que desean crear algo interesante e inusual con la —a veces trillada— fórmula de voz, guitarra, bajo y batería. Sonic Youth es muy importante en el desarrollo de géneros como el no wave, noise
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rock y desde luego el grunge. Mostrar esa incomodidad, ese sonido sucio y disonante en la TV de las familias conservadoras norteamericanas, durante los años ochenta y noventa, debe haber sido refrescante para las conciencias tiernas de aquellos adolescentes. Así lo explica Carlos Ábrego, mordaz estudioso del ruido como materia prima musical, fundador del sello mexicano Núcleo Roto, que desde 2006 se especializa en música electrónica independiente y experimental, generada sobre todo, pero no de manera exclusiva, con recursos latinoamericanos: El ruido es molesto, incómodo, crudo. Por ello nos resulta atractivo, porque no es dócil. Establece una confrontación directa con quien lo escucha, le atrapa o le repele. Pero definitivamente siempre genera una reacción fuerte, intensa, a veces deliciosamente desagradable —remata Ábrego. Dadas las condiciones de desengaño matrimonial en el que terminaron las cosas, Sonic Youth se une a esa digna epopeya de bandas cuyos reencuentros son una fantasía de lógica inevitabilidad, como los Smiths, Black Flag con Henry Rollins al micrófono o Timbiriche con Paulina Rubio y Thalía juntas. Lo cual se agradece. Por eso no ahondaré en sus orígenes de todos conocidos, incluso por los fanáticos de nuevo ingreso: una mezcla de precaridad subterránea, galerías de arte y moda fácil de imitar —algo que me hizo engancharme con su música—, protegidos de intelectuales sonoros como Glenn Branca, amigos de protohipsters que inspirarían los filtros del Instagram, como Sofia Coppola o Richard Kern, o el hecho de que sin ellos Nirvana nunca hubiera conocido el éxito.
HERENCIAS QUE JODEN, RUIDO PARA INADAPTADOS
Fuente > bhammershaug.com
Meses antes de No Home Record, en julio para ser exactos, el mismo sello Matador lanzaría Battery Park, NYC: July 4, 2008, grabación en vivo de un concierto gratuito que Sonic Youth dio con motivo del Día de la Independencia gringa, y cuya nostálgica selección de canciones parecía intuir el final, alentado por las infidelidades
“NO ES QUE QUIERA DARME BAÑOS DE SENSATEZ. SUELO SER IGUAL, AUNQUE DEL LADO DE MI HOMOSEXUALIDAD, SONIC YOUTH ME HA SERVIDO PARA DARME EN LA MADRE, DESVIAR MI PUTERÍA COMO UNA VORÁGINE QUE AYUDE A DESEQUILIBRAR EL ORDEN IMPUESTO . de Thurston que para ese 2008 ya empezaban a gestarse como el deporte del macho. El repertorio incluía temas que llevaban lustros de no ser ejecutados en vivo, como “She Is Not Alone”, de su primer EP oficial, grabado en 1981 para Neutral Records, la disquera de Glenn Branca, cuando para los sónicos el nihilismo y la sexualidad cruda eran un motor intelectual; la potentísima “The Sprawl”, de esa cúspide llamada Daydream Nation que vaticinaba desde 1988, con la vehemente tergiversación del pedal y los cambios bruscos de armonía, el fascismo que actualmente se respira en Estados Unidos; o clásicos del Billboard alternativo como “Bull in the Heather” o “100%”, canciones que pertenecen a lo que podría considerarse, con cierta resbaladiza comodidad, su fase grunge. Esta fase empezaría con Goo, su entrada a las grandes ligas del corporativismo musical, al firmar con la poderosa y multinacional David Geffen Company, razón por la cual los Sonic fueron tachados de vendidos: “Eso no es venderse, es adonde los llevó su desarrollo... cierto que se han homogenizado, pero me gusta su fórmula y en cualquier caso, se pueden escuchar sus orígenes” —dijo Richard Hell, pionero del punk neoyorquino, bajista de la seminal banda Television, en defensa de los Sonic en 1990. Por entonces los puristas del ruido los linchaban mientras Goo obtenía nuevos adeptos: “Mi favorito es Goo porque optan por canciones pegadizas y retratan las disfunciones de estar enganchado a la cultura pop de Estados Unidos, The Carpenters, Chuck D, etcétera” —me dice Víctor Lenore, crítico musical, autor del libro Indies, hipsters y gafapastas. La experiencia de Battery Park propone una especie de reflexión postmortem sobre el legado de Sonic Youth para la divulgación del ruido en la industria musical, para ese chocante aferre del rock alternativo a las guitarras y sus fastidiosos seguidores. Porque —aceptémoslo— los fanáticos de Sonic Youth somos unos mamones insoportables, nos convencemos de que la distorsión de sus guitarras es un pase automático a la soberbia que nos permite ningunear a quienes no soportan su acústica sucia y punzante, o sus permutas de compases inconformes ante cualquier atisbo de armonía. Víctor Lenore añade: Creo que Sonic Youth es vanguardia de bajo voltaje. Lo único que han aportado es la investigación en las afinaciones, asumo que producto de su estudio de Glenn Branca y colaboraciones con él. Presuntos
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clásicos como Sister, Evol y Daydream Nation me suenan hoy como Dire Straits con distorsionador. Me da mucha vergüenza cuando ponen voz de miedo, por ejemplo en “Death Valley 69” y otras. Las letras son poesía de bachiller que descubrió a William Burroughs. Cuando intentan experimentar dan un poco de vergüenza, como esas películas donde John Waters parodia a los estudiantes de arte. Yo de joven era fan fatal, pero palidecieron cuando descubrí sellos como Earache, Amphetamine Reptile o el techno de Detroit, mucho más vanguardista y radical. El techno es comunismo y Sonic Youth, socialdemocracia. No es que quiera darme baños de sensatez. Suelo ser igual, aunque del lado de mi homosexualidad, Sonic Youth me ha servido para darme en la madre, desviar mi putería como una vorágine incómoda que ayude a desequilibrar el orden impuesto por los heterosexuales y desmantelar esos iconos gays como Lady Gaga o Gloria Trevi, que domestican a los homosexuales como si fueran mascotas. Recuerdo una vez, cuando un ligue que levanté en mi bar favorito, el Tom’s, pensó que yo era una especie de psicópata por el simple hecho de subirle el volumen a “Dissappearer”, mi track favorito del Goo. Y quizás de toda la discografía de Sonic Youth. Que una canción pueda alterar los nervios de esa manera sin consumo de sustancias fue la razón que remató la decisión de tatuarme al Sonic como forma de agradecimiento. Pero vuelvo al principio. No Home Record parece acallar esas desconfianzas, aunque al mismo tiempo despierta otras. El disco no exuda la disonancia sublimada que se esperaría de la bajista de la banda que hizo del ruido una aspiración social e ideológica, pero sí una vanidosa urgencia por parte de Gordon de integrarse a las tendencias de moda, sobre todo al trap. Urgencia comprensible en tanto Gordon es célebre por su afición a la moda, ya sea con las faldas brillantes, los jeans entallados, los tacones o su gusto por el mundo del arte contemporáneo, que es a lo que se dedica de tiempo completo en la actualidad, además de sacar discos de vez en cuando, quizás como mero fondo musical para su poesía experimental. Gracias a Kim, Sonic Youth fue la banda más ruidosamente cool del espectro alternativo e incluso del rock en general: “Se definió como un arquetipo indie, quizás el arquetipo indie, la piedra de toque por la que se medían la independencia y la moda” —como apunta Michael Azerrad en su libro Nuestra banda podría ser tu vida.
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DESDE LO ALTO de su grieta en el muro, el alacrán observa la agitación política como si mirara el mar revuelto desde un acantilado. Recuerda la voz vehemente de Jorge Calvimontes, tocada por una impronta de exasperación: “¡En mi país, los gorilas caminan por la calle!”. El poeta y periodista nacido en 1932 en Oruro, Bolivia, y fallecido en Nueva Jersey en 2013, había llegado a México en 1971 huyendo de los golpistas de Hugo Banzer. Exiliado aquí, su docencia enriqueció la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde el venenoso lo conoció. Ya mexicano y luego de radicar en esta capital durante cuarenta años, Calvimontes falleció en diciembre de 2013, a los 81 años, en el hospital de Nueva Jersey adonde lo empujó el mal cardiorrespiratorio al cual finalmente sucumbió. Recordado por su calidez, su poesía telúrica y su insobornable postura política, sendos obituarios escritos por Raúl Trejo Delarbre y Gilberto Prado Galán lo despidieron con afecto desde la prensa mexicana. Junto con aquel combativo boliviano, el escorpión recuerda a otros extraordinarios profesores asilados en México y llegados a la Facultad durante aquellos años de dictaduras y exterminio de disidentes en América del Sur. El chileno Armando Cassigoli (Santiago de Chile, 1928-Ciudad de México, 1988), la incomparable argentina Silvia Molina y Vedia, el también chileno Carlos Villagrán o el querido historiador argentino Gregorio Selser (Buenos Aires, 1922-Ciudad de México, 1991). Pero el venenoso recuerda también a quienes en aquellos tiempos se quejaban por la llegada de los asilados
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A SUS 63 AÑOTES SIGUE CON SU SEMPITERNO LOOK. TODAVÍA HACE EL HEROICO ACTO
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
DE SALIR SIN PLAYERA . Tenochtitlan haciendo el slam. La cerveza corría como un río y brincábamos como posesos, extasiados porque al final teníamos en casa al rebel one. Que nos tenía embelesadotes con “Eyes Without a Face”. Las parejas abrazadas. Los ojos acuosos. No hubo una sola rola en que Steve Stevens no se luciera. No por nada está catalogado como unos de los mejores guitarristas de la historia. Pero a la octava canción le dejaron el escenario a él solito y nos hizo garras. Sacó la electroacústica y comenzó a flamenquear como el más grande, después tocó “The Rain Song” y “Stairway to Heaven” de Led Zep y le subieron los triglicéridos al Palacio de los Rebotes completo. El cierre se dejó venir en cascada. “Rebel Yell”, “White Wedding”, un solo de bataca, que por fortuna estuvo mesurado y bastante efectivo y un final de antología: “Mony Mony”. Como ocurre a menudo, los artistas ni se imaginan los estragos que han causado en tierra mexa, cuántos calzones han mojado, cuántas cervezas han destapado, cuántos amasiatos han provocado. Y en honor a eso, pues el público responde con todo. Y con Billy ocurrió lo mismo. La ovación que recibió hizo que se le hicieran los ojos más grandes que sus pelotas. No sospechaba que aquí es jefe y una legión de seguidores pagarían una fortuna una vez al año para tenerlo en el escenario. Ojalá que venga más seguido. Quince canciones, hora y media de show, contundente como un tubazo en la cabeza. No hacía falta más. Lástima que a ratos el Palacio sonara de la chingada. El día que suene bien uno va a extrañarse. El que se llevó la ovación mayor, obvio, fue el titánico Steve Stevens, que es chaparrito a pesar de sus botas. Aún recuerdo su camisa de padrote refulgir bajo sus riffs. Y esa imagen me va a acompañar muchos años. Es duro con la guitarra como el más reacio de los boxeadores minimosca, pero con un punch letal.
Fuente > es.wikipedia.org
CIUDAD GODÍNEZ es la urbe del movimiento rockero perpetuo. Una de las deudas pendientes que tenía era Billy Idol. Y para recordar nuestra primera desteñida de pelo y nuestra primera perforación del lóbulo, acudimos el Chango y yo a la cita en el Palacio de los Deportes. Ta bien que había que saldar la deuda histórica, era la primera vez que Billy pisaría México, pero como es la costumbre últimamente, los precios estaban más altos que el cielo en el que seguro siguen rockeando los del club de los 27, Ian Curtis, Richey James Edwards y más. Así que aquello pintaba para estar medio desangelado. Pero conforme entramos al recinto nos dimos cuenta que todos los rockeros amantes de los chochentas rompieron el cochinito y se lanzaron a mostrar sus respetos al buen Billy. Era una oportunidad que muchos acariciaron en la clandestinidad de sus habitaciones escuchando la discografía completa. Porque así como hay gente que tiene doctorado en letras, hay quien lo tiene en Billy Idol. Y fui a caer justo al lado de uno, que me desmenuzó todo en relación al ídolo. Estilo, canciones, vida pública y privada y quién es quién entre sus músicos. Y el papas fritas en ese grupo es, of all people, el enorme Steve Stevens. El show arrancó a cien por hora, con “Cradle of Love”. Los decibeles casi, digo casi, fueron opacados por el rechinadero de rodillas que se escuchó en cuanto la ruquiza se puso de pie. Del lado izquierdo salió una señora con pantalones skini de cuero, el pelo más maltratado que el de la muñeca rota de la película Annabelle, y una cara de cruda que ni con cuatro ginebras dobles con granadina y sangría se quitan. Billy apareció enterito. A sus 63 añotes sigue con su sempiterno look. El gesto en la jeta de pinche chamaco que acaba de romper los vidrios de un escaparate no lo ha abandonado. Y todavía hace el heroico acto de salir sin playera, cubierto sólo por su chamarrón de cuero. Ya no se mete nada y es vegano. Se afresó. Sólo le falta abrazar el cristianismo. Pero sigue vendiendo la facha de rebelde. ¿A los 63 años todavía se puede comerciar con rebeldía? Pues parece que sí. Obvio, gracias a unas canciones que se hicieron icónicas. Si el cancionero te lo permite, pues... En quien descansa el 89 por ciento del show es en Mr. Stevens. Quien fue el encargado de ponerle el infierno a esa noche. Salieron a aventar toda la carne al asador. Enseguida salió del estuche “Dancing With Myself”. A esas alturas ya el diablo estaba bajo el lago de la big
Fuente > ocesa.com.mx
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EN 1979 LLEGÓ ASILADO A NUESTRO PAÍS MOHAMED REZA PAHLEVI, EL SANGUINARIO SHÁ DE IRÁN . sudamericanos a México, sin tener noción de su aporte cultural. A ellos, y a quienes hoy protestan por la política de asilo, el escorpión les dedica esta historia: En junio de 1979, luego de huir vía Egipto y las Bahamas, llegó asilado a nuestro país Mohamed Reza Pahlevi, el sanguinario Shá de Irán, derrocado por la revolución islámica luego de 38 años de gobierno. Estados Unidos rechazó asilarlo, pero a instancias de Kissinger y Rockefeller, el presidente López Portillo lo recibió. El exdictador llegó en compañía de su esposa, Farah Diba, su hijo adolescente y otras seis personas. Además de un equipaje muy voluminoso, trajo consigo a dos perros domésticos, uno de ellos gran danés. Tiempo después, el exmonarca construyó una gigantesca mansión en Acapulco, donde recibía al jet set nativo. De estas lecciones históricas, insiste el escorpión, debe recuperarse la experiencia de la solidaridad para encarar el fenómeno imponderable de los inmigrantes que hoy transitan por México o se quedan aquí.
B I L LY IDOL EL SINO DEL ESCORPIÓN Por
ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
C A LV I M O N T E S Y EL SHÁ
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REDES NEURALES Por
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
@JRB_Neuropsiq
CAMINOS A LA CONCIENCIA ARTIFICIAL
“AUNQUE NADIE PUEDE DUDAR DE LOS ALCANCES VERTIGINOSOS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL, EL TEMA DE LA INTELIGENCIA CONSCIENTE ES UN ASUNTO APARTE .
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¿
Es posible generar máquinas conscientes de sí mismas y del mundo? Quizá un punto de inflexión en la historia de esa pregunta ocurrió en 1996, cuando la supercomputadora de IBM, Deep Blue, derrotó en ajedrez al campeón Gary Kasparov. Aunque Kasparov venció a la computadora en tres partidos subsecuentes y empató en dos, esa derrota inicial recorrió el mundo y quizá modificó de manera permanente la imagen de ser humano frente a sí mismo. Si la mitología religiosa había puesto al hombre en el centro de la naturaleza, los encuentros cara a cara entre la inteligencia artificial y el campeón de ajedrez nos indicaron que la predicción formulada por obras de ciencia ficción podría cumplirse: las máquinas tomarían, tarde o temprano, el lugar más alto en la jerarquía cognitiva, y por lo tanto en las relaciones de poder dentro del planeta Tierra. En 1997, una nueva versión de la computadora, Deeper Blue, era capaz de calcular 200 millones de posiciones por segundo y derrotó a Kasparov el día 11 de mayo. Aunque nadie puede dudar de los alcances vertiginosos de la inteligencia artificial, el tema de la inteligencia consciente es un asunto aparte. Si las máquinas tomarán conciencia de sí mismas es una incógnita. No sabemos a ciencia cierta qué es la conciencia humana, cómo se forma y opera, cuál es su función. Estas preocupaciones están en el centro del nuevo libro de Roger Bartra: Chamanes y robots. Reflexiones sobre el efecto placebo y la conciencia artificial (Anagrama, 2019). El autor, conocido como uno de los pensadores más influyentes y originales de México en virtud de obras clásicas como El salvaje en el espejo y El salvaje artificial, se ha acercado al estudio de la mente y sus padecimientos. Cultura y melancolía, El duelo de los ángeles y La melancolía moderna son trabajos indispensables para entender las ramificaciones culturales del diagnóstico médico que atraviesa la historia de la cultura occidental: la enfermedad de la bilis negra. Durante el auge de las investigaciones neurocientíficas sobre la mente humana, Bartra publicó La antropología del cerebro (2006). Según su tesis, para entender la conciencia no basta con explicar la neurología de los procesos mentales: se requiere tomar en cuenta la interfaz biología-cultura. Las redes culturales funcionan como una prótesis externa (un exocerebro) que provee un sistema simbólico indispensable para poner al cerebro en el modo de operación específico que gestiona la conciencia. En Cerebro y libertad (2013), el doctor Bartra confronta la visión neurobiológica determinista, según la cual el libre albedrío no es más que una “ilusión post-hoc”, es decir, una ficción subjetiva que surge después de que los procesos neurales subyacentes ya han determinado la toma de decisión. En la propuesta de Bartra, el individuo aumenta su margen de libertad cuando interactúa con las redes culturales mediante la práctica del juego. El sujeto humano es capaz de incrementar los grados de libertad individuales mediante simulaciones lúdicas y variaciones conductuales. Esto facilita la formación de planes que surgen del aprendizaje, mediante el análisis neural de los efectos de nuestra conducta, pero también a través de juegos imaginativos, como sucede en la literatura y el arte, que resultan de la interacción entre las redes simbólicas ambientales y los procesos creativos gobernados por el deseo. El título del nuevo libro reúne términos que parecen irreconciliables: el chamanismo y la robótica. ¿Estamos frente a una ironía crítica? ¿Cómo establecer un puente teórico? Si se plantea que la conciencia surge de la interacción entre las redes culturales y las redes neurales, el efecto placebo cobra una importancia inesperada. La medicina científica utiliza el placebo —una sustancia inerte— como punto de comparación para analizar la eficacia de los medicamentos. Con ese método, se
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demuestra que el placebo produce mejoría en un porcentaje importante de pacientes con depresión, asma, condiciones dermatológicas, migraña y otras formas de dolor. Mediante imágenes cerebrales, se observa que la respuesta al placebo se asocia a cambios demostrables en la fisiología cerebral. Pero ¿cómo lo hace, si el placebo es —por definición— una sustancia inerte en el aspecto bioquímico? Bartra analiza una evidencia esencial para comprender el problema: cuando el enfermo se encuentra inconsciente (en estado de coma) el placebo no surte efecto. La conciencia del paciente es indispensable para entender la mecánica del efecto placebo. Bartra analiza una amplia variedad de fuentes históricas, médicas y antropológicas. Estudia los escritos medievales del médico sirio Qusta ibn Luqa. Quizá es la referencia más antigua en torno al efecto placebo, y se trata de un hallazgo formidable que conocen quizá unos cuantos especialistas en el mundo. El médico sirio creía que la curación de enfermedades podía estar influida por las palabras, los rituales y amuletos que acompañaban a las terapias de la antigüedad y el medioevo. En sus términos, esto podría ocurrir porque los cambios en los humores corporales modifican el estado del alma, y por lo tanto las mutaciones del alma inducidas por rituales, amuletos y palabras podrían modificar el estado de los humores corporales. La ciencia médica contemporánea demuestra la importancia de las cualidades específicas de un procedimiento terapéutico. El aspecto del médico, su uniforme, las características del espacio clínico (o quirúrgico) y de las herramientas médicas (jeringas, soluciones intravenosas) aparecen como cualidades de una experiencia simbólica que están codificadas en el sistema cultural del paciente, y al parecer intervienen en la respuesta al placebo. La antropología del chamanismo ofrece lecciones valiosas para entender el efecto placebo y se convierte en una fuente de información para comprender la interfaz biología-cultura. Bartra pone todo esto sobre la mesa para discutir, en última instancia, la cualidad más recalcitrante y problemática de la conciencia humana: el sufrimiento y nuestras operaciones imperfectas para aliviarlo. Y esto se convierte en un eje indispensable para atender la pregunta inicial: ¿Es posible generar máquinas conscientes? Estas máquinas tendrían que estar dotadas de sensibilidad, de mecanismos para monitorear sus estados energéticos, y por lo tanto de sufrimiento, lo cual las impulsaría a buscar fuentes de energía para recuperar su equilibrio homeostático. Si escuchamos las lecciones de la conciencia humana, se requiere un cuerpo capaz de proveer de sensibilidad a la mente humana, y en el plano tecnológico esto implica que la conciencia artificial podría surgir en el contexto de un cuerpo robótico. ¿Quizá el efecto placebo será una forma de medir la magnitud de la conciencia robótica? Con imaginación y audacia, y con rigor crítico, Roger Bartra ensaya los caminos a la conciencia artificial en una fascinante novela de ideas que empieza en el siglo IX y se extiende hacia un futuro impreciso y problemático.
14/11/19 20:56