Violencia contra las mujeres

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FRANCISCO HINOJOSA EL BAILE DE LOS MILLONES

CARLOS VELÁZQUEZ

GRANDES DISCOS DEL 2017

JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ

TECNOLITERATURA Y CONCIENCIA NARRATIVA

El Cultural N Ú M . 1 3 8

S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

TRANSPARENCIA EL CENTRO DEL DEBATE JOSÉ WOLDENBERG

LA IGUALDAD MORAL L. M. OLIVEIRA

VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES LAURA LECUONA

Arte digital > Staff > La Razón


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La cotidiana y cada vez más atroz violencia de género en las sociedades actuales —cuya aberración última se expresa en los feminicidios— es una forma extrema de la misoginia, expresión de un conjunto de pautas culturales y educativas que predisponen a los hombres para su ejercicio, y a las mujeres para su aceptación y sometimiento. Una espiral que exige reconocer las claves pero también, y sobre todo, encontrar las soluciones para erradicarla y de este modo suspender una historia de opresión y violencia extendida durante todos los siglos de la llamada civilización humana.

VIOLENCI A CON TR A L AS M UJER ES Nombrar el problema LAURA LECUONA

Caperucita roja es una parábola de la violación. Allá fuera, en el bosque, hay temibles figuras masculinas (las llamamos lobos y con otros nombres) y las mujeres están indefensas frente a ellos. Mejor no apartarse del camino, mejor no ser intrépida. Si tienes suerte, un hombre bueno y amigable podrá salvarte de cierta desgracia [...]. Según los códigos del cuento de hadas, Juanito puede matar gigantes pero la Caperucita debe acudir a un amable cazador en busca de protección. Si alguien duda de que el relato de Caperucita y el lobo contenga ese mensaje subliminal, tan solo piense en cómo le fue a Pedro cuando se topó con su lobo o, mejor aún, en las tácticas de supervivencia de los tres cochinitos (machos). ¿Quién teme al lobo feroz? Ellos no... —SUSAN BROWNMILLER

E

l feminicidio es el recordatorio más brutal del sitio que se asigna a las mujeres en esta sociedad. Según cifras del informe La violencia feminicida en México,* aproximaciones y tendencias 19852016 (Secretaría de Gobernación / Instituto Nacional de las Mujeres / ONU Mujeres), en esos 32 años hubo en nuestro país 52 mil 210 defunciones femeninas con presunción de homicidio, es decir, prácticamente cinco al día en promedio. Aunque el problema, desde luego, no es exclusivo de este país ni de nuestra región, la impunidad característica de nuestro sistema de justicia, los usos y costumbres de la industria del narcotráfico y nuestro machismo denominación de origen sin duda potencian lo que ya estaba ahí latente esperando a brotar. “Pero mueren más hombres que mujeres —claman algunos—, ¿por qué entonces

* Los textos subrayados en este artículo remiten a enlaces que pueden consultarse desde la versión web de este suplemento.

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se da más importancia a los asesinatos de ellas que a los de ellos?”

NO ES QUE SE LES DÉ más importancia: es que de unos años para acá se empieza a señalar que los feminicidios son producto de una violencia específica. Advierte el mencionado informe: Los asesinatos de mujeres tienen un comportamiento distinto a los de los hombres, justo porque una parte importante de ellos obedece al acto discriminatorio de género que precede a la agresión letal. Así pues, para analizarlos, es necesario considerarlos estadísticamente como fenómenos independientes, con sus propias causas y características. A los hombres los asesinan en medio de pleitos, a consecuencia de robos, en el contexto del crimen organizado. Sobre todo, ellos mueren por lo general a manos de otros hombres que no los conocen. En cambio el asesinato de una mujer es casi siempre un crimen de odio cometido con una saña y crueldad reservada para ellas (“se recurre tres veces más al ahorcamiento, estrangulamiento, sofocación, ahogamiento e inmersión, y el uso de sustancias y fuego es el doble que en el caso de los hombres”, ibid.) y por un hombre cercano, muchas veces la pareja o algún ex novio despechado. No es casualidad que los primeros sospechosos sean casi siempre los compañeros sentimentales. A ellas las matan ellos por ser mujeres y porque éstas, si bien no en la teoría pero definitivamente sí en la práctica, son consideradas personas de segunda, ciudadanas sólo a medias. Si a doscientos años de la Independencia sigue saliendo a flote nuestro antiguo estatus de colonia, ¿a alguien le extraña que apenas 65 años después de haber obtenido el derecho a votar todavía haya múltiples resabios de la negación de plena ciudadanía a las mujeres? Si se aspira a reducir drásticamente las escalofriantes cifras de mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres, es fundamental entender que el feminicidio no es un fenómeno extraordinario sino parte de un continuo: el extremo de un espectro que empieza con el hostigamiento callejero o alguna otra forma menos drástica pero más cotidiana de recordarles a las mujeres quién manda aquí.

E N TODO EL MUNDO la violencia contra las mujeres y niñas se expresa de

diferentes maneras y en distintos grados. Pocos se atreverán a cuestionar, al menos en voz alta, que los ataques con ácido para desfigurar, la mutilación genital femenina, los crímenes “de honor”, los abortos selectivos, la lapidación, la violación en algunas de sus formas (tumultuaria, “correctiva”, por un desconocido, la violación como arma de guerra...), las golpizas del marido, la trata sexual o la violencia obstétrica son violencia condenable. De eso los hombres pueden culpar a otros que están muy lejos: ellos no son así, no todos son iguales. Menos coincidencia encontramos tratándose de la violación conyugal, la violación en una cita o en estado de inconciencia o embriaguez, el hostigamiento sexual en la calle o en el transporte público, el acoso en el trabajo, los mal llamados piropos... Esto ya empieza a sonar más cercano y desde luego que no todos lo hacen, aunque quizá sí el vecino, el amigo del amigo o el compañero de trabajo... De todas formas, gracias a que el feminismo desde los años setenta se ha empeñado en señalarlas, son formas de violencia ampliamente reconocidas y reconocibles, penadas por la ley, y por fortuna cada día menos silenciadas. Y claro que no es lo mismo una violación tumultuaria que la mano de un desconocido o un jefe en la rodilla; nadie niega que una sea mucho más brutal que la otra, pero no debemos perder de vista que ambas son maneras de comunicar un mismo mensaje. Si queremos acabar con la primera es indispensable dejar de tolerar la segunda. Sus condiciones de posibilidad son las mismas, pues ambas son facetas de un mismo sistema llamado patriarcado. Y mientras no se ataquen esas condiciones de posibilidad y se busque derribar ese sistema al que sirven, no habrá una solución real sino puros paliativos.

¿Y CUÁL ES ESE MENSAJE que se transmite desde un extremo hasta el otro del espectro de la violencia de género? “Mujer: tú no eres nadie, yo hago contigo lo que quiero, no te atrevas a contradecirme, eres mía, tu lugar es la casa, tu palabra no vale, cállate y haz lo que digo, en este mundo mando yo.” La violencia masculina contra las mujeres es una herramienta para perpetuar su sumisión y su lugar subordinado en la sociedad, y, en correspondencia, mantener la supremacía de los hombres y su lugar reinante. Sirve,

“NO “ ES IGUAL UNA VIOLACIÓN TUMULTUARIA QUE LA MANO DE UN DESCONOCIDO O UN JEFE EN LA RODILLA; NADIE NIEGA QUE UNA SEA MUCHO MÁS BRUTAL QUE LA OTRA, PERO NO DEBEMOS PERDER DE VISTA QUE AMBAS SON MANERAS DE COMUNICAR UN MISMO MENSAJE.”

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como se dice de las armas nucleares, para disuadirlas: que ni se les ocurra desobedecer o ya saben a lo que se atienen. Con la diferencia de que ellas no tienen su propio arsenal nuclear y las bombas atómicas de la misoginia estallan de una u otra manera todos los días a todas horas. La violencia más penetrante es al mismo tiempo la que pasa más desapercibida. Estamos todos metidos en ella como el pez en el mar, que como no ve el agua cree que no existe. La misoginia, ese odio a las mujeres cuya máxima expresión es el feminicidio, flota en el ambiente, está ahí para donde volteemos... Sólo que ya no la vemos de tan acostumbradas que estamos, de tan normalizada que está. Tarareamos inconscientes al compás de una canción que romantiza el asedio o que justifica el asesinato de una mujer quejumbrosa. Admiramos la obra de un cineasta que nos vende de mil formas la relación de pareja entre un hombre maduro y una adolescente que podría ser su hija. Nos reímos de chistes sexistas. Elevamos a categoría de arte universal mil y una representaciones de ese desprecio profundo a media humanidad.

SE LLAMA CULTURA DE LA VIOLACIÓN.

Y si las feministas señalan el problema y su gravedad, es común que la respuesta sea de burla: las que aspiramos a un mundo donde las niñas no tengan que introyectar y aceptar como inevitable su propia degradación somos unas santurronas exageradas “antisexo” (como si la sexualidad, además, consistiera en ese uso violento y unilateral de unos cuerpos femeninos por unos cuerpos masculinos en una dinámica en la que unos desean y otras en el mejor de los casos consienten, es decir, toleran, acceden, dicen “Está bien, ya qué”). Entre la misoginia y el racismo hay muchos aires de familia. Ambos forman parte de la ideología imperante y están invariablemente presentes en alguna medida, ambos se


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transmiten en los usos del lenguaje y en diversas manifestaciones de la cultura popular, ambos se aprenden en la casa, en la calle y en la escuela, y ambos se introyectan y se traducen dolorosamente en desprecio a uno mismo. Pero la misoginia es todavía más aceptada y más difícil de detectar que el racismo; varios experimentos mentales dejan ver que es así. Propongo uno: ¿qué tan indignante le resultaría a la opinión pública de nuestro país que una persona blanca dijera reconocerse en lo hondo de su ser como indígena y por lo tanto merecedora de ayudas destinadas a esos grupos oprimidos? Un señor güero y de ojo azul que hasta hace unos días era gerente de una compañía multinacional, llega hoy y, orgulloso, le informa al mundo entero que aunque él sea descendiente de franceses en realidad se siente zapoteco. ¿Se pretendería que los zapotecos le dieran la bienvenida a sus comunidades? ¿Nos parecería que su identidad es muy respetable y que su palabra es incuestionable? ¿Nadie señalaría el racismo implícito en esas pretensiones? Pues sepa el lector que cuando se trata de mujeres, un grupo históricamente oprimido en virtud de sus capacidades reproductivas, es perfectamente posible y está bien visto. Hoy por hoy puede llegar un hombre a decir que “se siente mujer” (signifique eso lo que signifique) y para el registro civil de la Ciudad de México su palabra es lo único que hace falta y todo lo que cuenta. Es lo que llaman “el cambio de la identidad de género”, que desde 2015 existe en modalidad exprés, sin importar las llamadas de alerta de las feministas, que han señalado cómo esa medida, aprobada sin mucha reflexión y desde luego sin perspectiva de género, además de prestarse a múltiples abusos, como ya ha sucedido, puede vulnerar derechos de las mujeres arduamente conseguidos. (Nota bene: para resguardar los derechos de la gente trans —a la vivienda, a un trabajo digno, a una vida libre de violencia— no hace falta postular la existencia de una supuesta “identidad de género” ni pisotear los derechos de las mujeres a tener espacios en los que no haya hombres, como albergues para mujeres violadas o

grupos feministas, o hacer caso omiso de su propio derecho a una vida libre de violencia masculina.) Se ve así que el racismo enciende focos rojos en casos en que la misoginia no consigue ni que se levante una ceja. Ahora visualícese esto: que niños y niñas estadunidenses de origen africano estuvieran constantemente expuestos a imágenes de sus antepasados esclavos: encadenados, sumisos, golpeados, vejados, humillados. ¿Qué ideas e impresiones dejarían en ellos esas visiones repetidas hasta el cansancio? “Mira: esto eres tú; mira: aquí está tu lugar; mira: esto vales; mira: para esto sirves”. ¿Favorecerían su autoestima? ¿Les comunicarían que ellos son sujetos de derecho y tan dignos integrantes de la comunidad como cualquiera? ¿O, por el contrario, sería un modo de machacarles mañana, tarde y noche que su vida importa menos que la de los blancos, si acaso importa en absoluto?

A PARTIR DE ESTA ANALOGÍA, imaginen los hombres y recuerden las mujeres lo que reciben y van internalizando las niñas y jóvenes cada vez que entran a una tiendita o a un taller mecánico con el infaltable calendario, cuando pasan junto a un puesto de periódicos y ven fotos de asesinatos al lado de desnudos femeninos, mientras se trasladan por una avenida y ven la publicidad sexista en los anuncios espectaculares. ¿Cómo hemos podido normalizar, como si nada, ese bombardeo constante de imágenes de mujeres en su condición de cosas destinadas a la mirada y al consumo masculino? ¿Y quién puede suponer que estar enviando constantemente a los cerebros esas señales no tenga consecuencias en el trato a las mujeres en la vida real? ¿Cómo queremos que así se las considere seres humanos? La imagen de un perro maltratado y encadenado nos resulta violenta y repelente, ¿pero la de una mujer con la que un hombre practica BDSM (bondage sadomasoquista) debe parecernos excitante para ellos y empoderante para nosotras? “La pornografía es la teoría, la violación es la práctica”, resumió Robin

Morgan. Y lo peor de todo es que esa teoría ha estado, por un lado, recrudeciéndose y haciéndose más y más grotesca y violenta, y por otro lado extendiendo su presencia (ahora cualquier programa televisivo clasificación B tiene su dosis porno de rigor), pero sobre todo ampliando su ámbito de influencia y sus variados efectos en la vida de todas las mujeres, en un fenómeno conocido como pornificación. Y ésta no se limita a sus efectos en forma de violaciones para cumplir las fantasías y antojos que la pornografía ha instalado en las mentes masculinas, a su capacidad de moldear las relaciones amorosas entre adolescentes o a su posible relación con la trata de mujeres, sino a su efecto en la moda, por ejemplo. Es ampliamente reconocido que la de depilarse el vello púbico, a veces en su totalidad, se inspiró en los pubis lisitos lisitos de las actrices porno... Y las mujeres, en su afán de satisfacer esos nuevos gustos adquiridos de los hombres, y por su naturaleza sacrificada y complaciente, van a Vellísimo a que les apliquen el tratamiento láser que acabará para siempre con los feos y molestos pelos. Esa infantilización de los labios mayores, cabe mencionar, está contribuyendo también a la ola normalizadora de la pederastia y provocando que los hombres consumidores de pornografía consideren excitante una vulva como de niña. ¿Alguien piensa en las consecuencias? ¿Seguimos creyendo que lo que se instala en las mentes no se traduce después en acciones? Pero la pornografía es el reducto sagrado de la violencia masculina contra las mujeres, tabú absoluto. “Esto sí que no me lo toquen”, porque aparte de todo, si hemos de creer a las cifras, es una práctica que, a diferencia del feminicidio y la violación, sí está un poco difícil achacar sólo a los demás. El #NotAllMen se tambalea en las estadísticas de Pornhub.

¿Y POR CUÁNTO TIEMPO MÁS seguiremos fingiendo que las imágenes pornográficas viven en el alejado mundo de la fantasía y no tienen ninguna incidencia en las relaciones entre los sexos? ¿Nos olvidamos convenientemente de que cuanto acontece en los escenarios del cine “de adultos” no es fantasía sino realidad vivida por unos cuerpos de carne y hueso? ¿Alguien de verdad cree que las mentes tienen unos compartimentos estancos que impiden que los deseos y asociaciones que

“LA “ PORNOGRAFÍA ES UNA PRÁCTICA QUE, A DIFERENCIA DEL FEMINICIDIO Y LA VIOLACIÓN, SÍ ESTÁ UN POCO DIFÍCIL ACHACAR SÓLO A LOS DEMÁS. EL #NotAllMen SE TAMBALEA EN LAS ESTADÍSTICAS DE PORNHUB.”


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los hombres aprenden durante esas horas de intensiva educación sexual frente a la computadora intervengan en sus acciones y en su trato a las mujeres? ¿Seguirá el porno considerándose intocable so pretexto de la libertad de expresión, como si ese subgénero cinematográfico tan rentable comunicara algún rudimento de idea más allá de la consabida que reza “La mujer es un conjunto de orificios para usar a placer”? E incluso si hubiera mucha expresión en juego cabe preguntarse: ¿es más importante preservar una libertad abstracta de los pornógrafos que la libertad concretísima de las mujeres a llevar una vida libre de violencia, que el Estado debe garantizarles? Para seguir allanando el terreno a los feminicidios tenemos a la prima hermana de la pornografía, la prostitución, que Ana de Miguel ha definido como una escuela de la desigualdad humana. Desde la infancia aprendemos que ellas son las destinadas a ser compradas y a complacer, mientras que ellos son los que tienen la capacidad de comprar y mandar. El vínculo putero / mujer prostituida legitima y reproduce, recrudecida, la dinámica entre amo y esclava que de uno u otro modo, en mayor o menor medida, tiñe casi todas las relaciones entre los sexos, pero con el cuento de que ellas son libres para elegirlo, que “es un trabajo como cualquier otro” y hasta empodera. Varias pensadoras feministas señalan que no puede haber libertad de elección cuando la alternativa es morirse de hambre, y varias apuntan también a una verdad que no se puede seguir negando: la relación entre prostitución y trata de mujeres. Si no existiera la demanda creada por los consumidores de prostitución o puteros, no existiría la trata de niñas y mujeres, que completa, digamos, la insuficiente oferta conformada por mujeres que en su desesperación, y al no existir opciones, se han visto orilladas a prostituirse sin que nadie les ponga literalmente la pistola en la sien. También es sabido que las mujeres en situación de prostitución están todavía más expuestas a sufrir violencia sexual y feminicidios.

EL

FEMINICIDIO ATENTA contra el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, pero, como se ve, también atentan contra ella el hostigamiento sexual cotidiano, la constante exposición a imágenes sexualizadas de mujeres en la publi-

cidad y en los medios, la normalización de la idea de que prostituirse es un trabajo. ¿Cómo se podrá atacar el problema en su máxima expresión si hay tanta indulgencia con sus múltiples manifestaciones menos extremas? El problema tiene rostro y nombre, muchas veces rostro y nombres familiares. En la inmensa mayoría de los casos la violencia sexual y feminicida ejercida contra las mujeres es cometida por un varón. Han sido las feministas quienes más sistemática e insistentemente han señalado la necesidad de hacer algo contra esta violencia, pero no se trata de un problema de mujeres: es un problema de hombres. La solución a más corto plazo está en ellos y en sus actos. En todos en lo individual, aunque los violentos sean los otros. No es un problema de los hombres por el hecho de ser hombres y tener determinada biología, sino por el hecho de ser hombres en una sociedad patriarcal y haber adquirido determinada socialización. El común denominador de la violencia en sus distintos grados se llama masculinidad. En ocasiones se le añade el adjetivo tóxica, pero es un agregado innecesario: la masculinidad ya lleva en su seno todos los elementos nocivos y venenosos que sería necesario erradicar para que las mujeres pudieran vivir sin esa fuerza disuasoria que restringe su libertad de tantas maneras (desde no caminar solas a ciertas horas hasta no decir ciertas cosas o no ir a ciertos lugares, pasando por no escoger determinadas carreras o determinados estilos de vida). La masculinidad es inherentemente violenta; la socialización de los hombres consiste en decirles que son superiores y enseñarles a imponer esa superioridad. La feminidad, su correlato, es inherentemente sumisa; la socialización de las mujeres consiste en decirles que son inferiores y en enseñarles a disfrutar su sometimiento. ¿Tienen entonces los hombres que dejar de ser hombres y las mujeres dejar de ser mujeres? De ninguna manera: más bien tienen que aprender otros modos de serlo. Una de las mayores enseñanzas del feminismo ha consistido en subrayar que masculinidad y feminidad no son naturales: son meras invenciones (o “constructos”) sociales, atributos que se añaden al hecho de que alguien sea hombre o mujer, con el objetivo de preservar ese sistema social en el que los hombres

“SI “ NO EXISTIERA LA DEMANDA CREADA POR LOS CONSUMIDORES DE PROSTITUCIÓN O PUTEROS, NO EXISTIRÍA LA TRATA DE NIÑAS Y MUJERES, QUE COMPLETA, DIGAMOS, LA INSUFICIENTE OFERTA CONFORMADA POR MUJERES.”

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ocupan un lugar más elevado en la jerarquía que les permite explotar a las mujeres, violarlas y matarlas. En resumen, si los hombres son violentos no es culpa de la testosterona: es culpa de lo que la cultura les ha contado que significa ser el macho de la especie.

H AY QUIENES ROMÁNTICAMENTE le dicen a este cuestionamiento “explorar otras masculinidades”. No: no se necesitan más masculinidades sino eliminar la masculinidad por completo. Tanto la masculinidad como la feminidad, entendidas como estos papeles preestablecidos y por todas partes reforzados que sirven para mantener el statu quo, tienen que desaparecer. ¿Significa esto que el señor ya no se va poder poner corbata y ser galante y que la señora ya no podrá pintarse los labios y ser coqueta? Bueno, quizá, pero no necesariamente. Y en todo caso esas son manifestaciones externas y un tanto banales de esta dupla complementaria masculino / femenino. Lo que se propone desde el feminismo es un cambio radical de la dinámica de las relaciones entre los sexos. Y sí, en el proceso desaparecerán muchas cosas con las que quizá hoy estamos encariñados, pero la ganancia será infinitamente mayor que la pérdida y descubriremos que de todas formas no necesitábamos todo eso para vivir y ser felices. No sabemos exactamente cómo será ese mundo nuevo, pero las feministas tenemos la obligación de por lo menos imaginarlo y apuntar hacia dónde habría que ir, qué obstáculos tendríamos que salvar y cómo. Sí existe la vida antes del patriarcado, y por lo tanto también existe después. Si de verdad queremos un mundo sin violencia feminicida no hay otro camino. C LAURA LECUONA (Ciudad de México, 1968) estudió Filosofía y escribe en el blog HuffwPost sobre temas feministas de actualidad. Colabora como traductora, correctora de estilo y editora en distintos sellos editoriales. Es autora del ensayo para jóvenes Las mujeres son seres humanos (2016).


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“La igualdad moral —apunta este ensayo desde una perspectiva filosófica— es la convicción de que, pese a todas nuestras diferencias, las personas compartimos algunos aspectos relevantes que obligan, si se aceptan, a tratar a cada uno de nosotros con la misma consideración y respeto.” La ausencia de este valor gravita en el centro de la historia ancestral de las sociedades humanas: sin su principio básico será imposible construir una convivencia justa y cada más urgente.

L A IGUA LDA D MOR A L L. M. OLIVEIRA

L

as ideas toman forma a lo largo de la historia y por eso no podemos decir que son producto de la generación o de la persona que las enuncia por primera vez de cierta manera nunca antes escuchada. Digo esto a la luz de la igualdad moral, esa gran idea que se encumbró en el siglo XVIII pero que, por supuesto, se fue urdiendo a lo largo de los siglos. Los estoicos, por ejemplo, defendían la idea de que todos los seres racionales merecen, porque así lo exige el orden del cosmos, la misma consideración moral. El cristianismo tomó la propuesta y afirmó que si todos los seres humanos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, entonces todos poseemos la misma dignidad. En el siglo XVII, Hugo Grocio llegó, a partir de la misma noción, a sostener que la esfera moral se constituye a partir de un cuerpo de derechos individuales, es decir, del conjunto de capacidades para actuar que reconocemos en cada individuo. Poco después, John Locke alcanzó la siguiente conclusión: todos los seres humanos tenemos el mismo derecho natural a la libertad y a la propiedad de nosotros mismos. La igualdad es revolucionaria porque las sociedades estaban conformadas a partir de la asunción de que las personas éramos de naturaleza distinta en lo esencial. Por supuesto, decir que somos iguales no afirma que somos idénticos. La igualdad moral es la convicción de que, pese a todas nuestras diferencias, las personas compartimos algunos aspectos relevantes que obligan, si se aceptan, a tratar a cada uno de nosotros con la misma consideración y respeto. Eso es lo que no sucedía en las sociedades frente a las que la igualdad se plantó. En las sociedades jerárquicas el trato merecido por cada estamento dependía de cuán elevada era su dignidad: los reyes tenían más dignidad que los siervos. Los peninsulares más que los criollos. Los blancos más que los negros, los hombres más que las mujeres. Y todo esto se reflejaba en las leyes y las costumbres de las sociedades. Con la llegada de la igualdad al corazón de las constituciones políticas de las democracias, se vuelve cada vez más difícil

justificar leyes que no consideren y respeten a cada persona por igual.

LAS ESTRUCTURAS DE LA EXCLUSIÓN Ahora, claro, no es posible cambiar de un plumazo las estructuras de una sociedad. Es obvio que no basta proclamar la igualdad moral para que ésta florezca. El ejemplo estadunidense es clarísimo: la declaración de independencia de 1776 dice que es evidente que todos los seres humanos fuimos creados iguales y que poseemos ciertos derechos inalienables. Sin embargo, la esclavitud no se abolió de todo el territorio hasta 1865. Y claro, la abolición de la esclavitud no bastó para que los afroamericanos tuvieran los mismos derechos civiles que la población blanca. Por eso, en 1963, aún era perfectamente actual el discurso de Martin Luther King Jr.: Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en “el sueño americano”. Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”. Hoy, desgraciadamente, aquel discurso no ha perdido vigencia, las estructuras sociales que excluyen a los afroamericanos siguen presentes. En México, qué digo, las estructuras sociales excluyentes siguen en pie, pese a la letra constitucional. Recordemos este enunciado del artículo primero de nuestra Constitución: Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.

Sin embargo, es evidente que prohibir la discriminación o la esclavitud no basta para terminar con ellas. El artículo cuarto reitera que el hombre y la mujer son iguales ante la ley. Pero las mujeres no gozan plenamente de sus derechos: son discriminadas, violentadas, disminuidas por una estructura que no termina de desmoronarse. Insisto: por decreto, de un plumazo, no se alcanza el gozo de la libertad. Teresa Incháustegui nos recuerda en su introducción al estudio de la ONU sobre la violencia feminicida en México, que después de los siglos XVIII y XIX, cuando la igualdad moral se volvió sustento de todo sistema democrático, las mujeres siguieron excluidas de la ciudadanía plena, excluidas de las decisiones políticas, de la educación, de la posibilidad de ejercer algún tipo de profesión (y claro que las excepciones no desmienten la situación de la gran mayoría): La sujeción de la mujer, como se ha denominado a esta suerte de inhabilitación que se hizo a las integrantes del género femenino, las colocó en la situación de tuteladas y/o protegidas, y estuvo justificada por la idea de que la naturaleza femenina se caracterizaba por la inferioridad física y la debilidad racional. Una nota periodística publicada el 17 de marzo de 1922 en el Milwaukee Journal afirma lo siguiente:


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El costo de golpear a la esposa será más alto en San Francisco. El viernes, después de multar a un hombre con cien dólares por poner un cerillo encendido en el brazo de su mujer, el juez Graham anunció que los ojos morados costarán, desde ahora, 250 dólares cada uno, en lugar de 150. Es decir, hace menos de cien años, estaba estipulado en las normas que los esposos podían “comprar” el derecho de golpear a sus esposas. Y esto sólo es expresión de algo mucho peor y más profundo: en los paradigmas médicos, psicológicos, religiosos, linguísticos, las mujeres eran caracterizadas como débiles, incapaces de raciocinio y de administrar lo público. Resulta esclarecedor de esto que el diccionario de la lengua española defina como “sexo débil” al “conjunto de las mujeres”. Aquellos prejuicios siguen de pie. Decía que la igualdad moral es la convicción de que, pese a todas nuestras diferencias, las personas compartimos algunos aspectos relevantes que obligan, si se aceptan, a tratar a cada uno de nosotros con la misma consideración y respeto. Pero ¿qué sucede si algunos no aceptan esta idea? Que la igualdad moral se queda en el mundo de las ideas y muchas personas permanecen excluidas del universo de los derechos. No nos olvidemos que para gozar de un derecho, otro debe reconocer su obligación de refrenarse de los actos que violarían tal derecho. Yo gozo de mi derecho a la libertad religiosa cuando nadie me persigue ni discrimina por mis creencias. Una mujer goza de su derecho a una vida libre de violencia cuando nadie la violenta ni la amenaza con violentarla (no está de más recordar que la amenaza de violencia ya es violencia). El paso del principio de igualdad moral a la letra constitucional y de ahí al pleno goce de los derechos por todos, requiere de la convicción, si no de todos, sí de la mayoría de las personas. No hay normas ni cuerpos policiales y judiciales que basten para garantizar, por ejemplo, la no discriminación. Acabar con la discriminación requiere de una sociedad convencida (personas convencidas) de que es injusta. Y ¿cómo hacemos para que las personas estén convencidas de que somos iguales moralmente y por tanto merecemos la misma consideración y el mismo respeto?

LOS FACTORES DE LA VIOLENCIA Cambiar las estructuras legales es fundamental y las sociedades democráticas sin duda caminan hacia allá (cada vez reconocemos más derechos). Pero es insuficiente. Diré una triste obviedad: en México, la violencia contra las mujeres está prohibida y, sin embargo, se encuentra en niveles que no veíamos hace muchas décadas. La OMS, a partir de sus estudios acerca de la violencia contra las mujeres, plantea que hay varios factores que incrementan el riesgo de padecerla. Entre ellos, creer en el honor familiar y en la

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“SI “ BIEN LA LEY PROHIBE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES, LOS CÓDIGOS DE HONOR LA EXIGEN; Y LA IDEA DE QUE LOS HOMBRES TIENEN DERECHO SEXUAL SOBRE SUS ESPOSAS LA PERMITE.” pureza sexual. La existencia de ideologías que suponen el derecho sexual de los hombres sobre las mujeres. La existencia de sanciones débiles contra la violencia sexual. El último de los factores está relacionado con la estructura de la sociedad. Por supuesto que un sistema de normas que castigue con fuerza la violencia, acompañado de un sistema judicial eficiente, que evite la impunidad, ayudarían a disminuir los actos violentos. Sin embargo, no basta con el castigo. Los otros dos factores que señala la OMS están enraizados en los fundamentos de las estructuras sociales: si bien la ley prohibe la violencia contra las mujeres, los códigos de honor la exigen; y la idea de que los hombres tienen derecho sexual sobre sus esposas la permite. Esas son las paradojas que la sociedad liberal debe enfrentar. Y tienen que ver con la igualdad moral que, como señalaba, es una convicción de las personas. Sin hombres convencidos de que las mujeres tienen los mismos derechos fundamentales que ellos, no hay marco legal que detenga la violencia. Así, tenemos que ver toda la lucha por hacer visible la injusticia y la discriminación como una etapa fundamental en el proceso de transformar las creencias milenarias de sociedades prejuiciosas como la nuestra. Y no será tarea fácil: la religión defiende que Eva fue creada de una costilla (una mísera costilla) de Adán. Y encumbra la virginidad. La lengua que hablamos define al sexo débil como al conjunto de las mujeres (es un mínimo ejemplo entre tantos). Las costumbres de muchas familias aún se basan en la idea de que las mujeres han de tener aspiraciones muy distintas a las de los hombres. Los empresarios valoran más, o así lo muestran en sus cheques, el mismo trabajo realizado por un hombre que por una mujer. A esto, además, debemos sumar un malentendido teórico: la defensa de la equidad frente a la igualdad. Es común escuchar: “Más que igualdad, lo que necesitamos es equidad”. Esto es un error. La igualdad moral es el principio que nos obliga a considerar y respetar a las personas como iguales. La equidad es de orden inferior: una vez que aceptamos la igualdad moral, la equidad sirve para distinguir la manera adecuada de garantizar la igualdad de los derechos.

Así, la equidad es un instrumento para la igualdad. La ONU lo pone así: “La idea de equidad se trata de cubrir las necesidades e intereses de personas que son diferentes [...] La igualdad es un derecho humano”. El error consiste en creer que cuando hablamos de igualdad nos referimos al reparto de recursos, a creer que quien defiende la igualdad moral pretende una repartición idéntica de recursos a cada individuo. No, la igualdad es la convicción de que todos tenemos los mismos derechos fundamentales. Y este es el último punto que quiero tratar. ¿Cómo hacemos para que las personas estén convencidas de que deben considerar y respetar a los demás por igual? El secuestrador, el ladrón, el feminicida, el macho, los corruptos: todos violan el principio de igualdad moral. Y creo que buena parte del desastre en el que nos encontramos surge de la incapacidad que hemos demostrado para enseñar a las personas las obligaciones básicas que trae consigo el principio de igualdad moral y la centralidad de respetarlo para que sea posible la vida democrática. Hemos sido muy duchos para defender el individualismo, pero un fracaso para enseñar sus límites. Y no hay vuelta de hoja: sin fraternidad la igualdad es imposible. No hay instituciones suficientes, ni fuerzas policiacas y judiciales capaces de detener el egoísmo. Además, tenemos tendencias egoístas (también empáticas). En fin, para transformar las estructuras sociales que excluyen a las personas (mujeres, homosexuales, indígenas, migrantes, pobres, enfermos) son importantes, sin duda, los movimientos que hacen visible la injusticia (claramente el feminismo, entre ellos), pero también un cambio en la educación que impartimos durante los primeros años de vida a quienes serán personas: urge reducir el egoísmo y fomentar la fraternidad. Post scriptum: Las tabletas, los teléfonos y las horas de pantalla no son el camino adecuado para educar ciudadanos. Desgraciadamente no tengo espacio para hablar de la educación en la igualdad. Sólo apunto que toda educación debe ser de género, de clase y de fenotipo para introyectar la igualdad moral. Donde no hay igualdad moral persiste la lucha de movimientos como el feminismo. C


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La transparencia, así como el acceso a la información sobre todos sus actos y decisiones, constituyen uno de los reclamos para legitimar a los gobiernos democráticos y brindar certeza sobre su proceder. En México, esta demanda es todavía una aspiración que enfrenta inercias y resistencias, pero resulta indispensable para lograr una madurez ciudadana fundada en la justicia: otro desafío urgente para el país actual. José Woldenberg comenta en estas páginas un oportuno libro sobre el tema.

T R A NSPA R ENCI A EL CEN T RO DEL DEBAT E JOSÉ WOLDENBERG

L

a transparencia y el acceso a la información pública se han colocado en el centro del debate no sólo en México sino en el mundo. Y en efecto, se trata de convertir en un derecho la posibilidad de consultar la información de las instituciones estatales y por esa vía hacerlas transparentes a los ojos de los ciudadanos. Es un asunto crucial que tiene que ver con la calidad de los sistemas democráticos (porque los autoritarismos, por no hablar de los regímenes dictatoriales, totalitarios o teocráticos, son por definición reacios al escrutinio público) y tiende a ser un derecho habilitante de otros derechos, porque a través de él se puede intervenir en el debate público de mejor forma, es decir, de manera informada. Jacqueline Peschard ha escrito un texto fundado, pedagógico y analítico sobre el tema: Transparencia: promesas y desafíos. Y los adjetivos no han sido puestos al azar. Fundado, porque Jacqueline consulta una bibliografía amplia, sofisticada y pertinente. Pedagógico, porque la exposición resulta clara, desplegada de manera lógica y detectando las diversas aristas del tema; y analítico, porque no sólo describe lo que ha sucedido en México y el mundo en la materia, sino expone las tensiones y los retos que ese derecho porta de manera “natural”. ¿Qué encontrará el lector en el libro mencionado? Una aproximación conceptual al tema; una historia panorámica de la transparencia en el mundo; un relato de la evolución de las normas e instituciones en las que adquiere vida, con un énfasis especial en América Latina; el recorrido del tema en el caso mexicano y cómo el acceso a la información pública se

“A “ LO LARGO DE LOS SIGLOS SE CONSIDERÓ COMO UNA PRERROGATIVA DEL PODER PÚBLICO EL ACTUAR CON DISCRECIÓN Y DE MANERA SECRETA. LA INFORMACIÓN ERA PARA QUIENES OCUPABAN LOS PUESTOS DE MANDO.”

anuda con otras dimensiones de la agenda democrática. Tiene razón Jacqueline. Secreto y transparencia, opacidad y acceso a la información pública, son antónimos. Pero a lo largo de los siglos se consideró como una prerrogativa del poder público el actuar con discreción y de manera secreta. La información era para quienes ocupaban los puestos de mando y los gobernados carecían del derecho a inmiscuirse en los asuntos reservados a los funcionarios. El “arte de gobernar” suponía el secreto y las razones para que así fuera se multiplicaron: desde la seguridad pública y la razón de Estado hasta la incompetencia de los ciudadanos.

LA

PROPAGACIÓN de la democracia fue el detonante de un cambio radical en esa materia. El liberalismo, que siempre vio con desconfianza el actuar de los poderes públicos y temió a su expansión desmedida, colocó en el centro de sus preocupaciones “los derechos de los individuos frente al poder”; y las corrientes democráticas, por su parte, reivindicaron la centralidad de los ciudadanos en el quehacer político, para lo cual merecían ser informados de los asuntos gubernamentales. No fue casual que acicateada por las libertades de imprenta y de expresión se abriera paso la idea de que la información pública debía ser pública. Hoy eso aparece como sentido común pero en su momento se trató de una autén-

tica revaluación de las relaciones entre gobernantes y gobernados. Se trataba de forjar las condiciones para que las instituciones estatales se encontraran acotadas tanto por el escrutinio público como por un contexto de exigencia que debía emerger del ejercicio de la libertad de expresión. Jacqueline rastrea los antecedentes, los recrea y ofrece el contexto en el que surgieron. Así, la Real Ordenanza sueca de 1776 aparece como el primer momento de una larga y compleja historia. La dimensión democrática, la que pretende que los ciudadanos puedan intervenir en los asuntos públicos, fue la vuelta de tuerca que reclamó el acceso a la información pública, como una fórmula para que el dictado de que el pueblo es el soberano se pudiera hacer realidad. Y conforme se fue abriendo paso —sobre todo a fines del siglo XX—, producto de la potente ola democratizadora que inundó al mundo, fue cada vez más contundente que tanto el derecho a la información como la libertad de expresión reclaman límites que están dados por la existencia de otros a los que no se les debe conculcar, por ejemplo, su derecho al honor, su derecho a la privacidad (no se diga a la intimidad), junto con las preocupaciones tradicionales como la seguridad nacional o temas más evanescentes como la “moralidad pública”. Esa tensión entre derechos es lo que ha venido modelando las posibilidades, límites y desafíos con los que se topa la transparencia. Quizá sobra señalar que para que el derecho de acceso a la información pública se pueda hacer realidad se requieren archivos gubernamentales “ordenados, clasificados, depurados y actualizados”. Sin ellos, todo lo demás se convierte en humo. Y por ello Peschard se detiene de manera minuciosa en esa dimensión, piedra estratégica sobre la que se erige todo el edificio de la transparencia. En un muy buen resumen de las potencialidades de la transparencia, Peschard nos ilustra cómo es “una herramienta de contención del poder”, cómo modifica las relaciones entre funcionarios y ciudadanos, cómo “promueve una evaluación más efectiva


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del gobierno”, presuntamente fortalece el Estado de derecho e “inhibe la corrupción”, “activa la participación de la sociedad” e incluso puede “contribuir al desarrollo económico”, ya que ofrece certeza a los agentes económicos. No obstante, no todos son vientos a favor. Existen zonas que por sus propias características deben ser protegidas por el velo del secreto (“secretos industriales y comerciales; bancarios, fiscales y fiduciarios”; expedientes médicos; asuntos relacionados con la seguridad nacional, investigaciones judiciales), pero otros obstáculos a la transparencia emanan de rutinas burocráticas o interesases privados de funcionarios públicos. La transparencia entra en tensión con los primeros de manera inercial (natural) y suscita no pocos dilemas éticos que frecuentemente deben ser resueltos caso por caso. Hoy, que los sistemas democráticos viven bajo la sombra de la desconfianza; cuando los instrumentos que los hacen posible (partidos políticos, gobiernos y parlamentos) sobreviven bajo la nube de la incredulidad, la transparencia, como apunta Rosanvallon, es uno de los resortes que se aceitan para combatir el descrédito. Y no sólo en relación al Poder Ejecutivo sino aplicada a todos los poderes constitucionales (tradicionales o autónomos), los partidos políticos e incluso a las personas físicas y morales que tienen proyectos que implican manejo de recursos públicos, incluidos los propios sindicatos que durante décadas se consideraron como agrupaciones privadas. Con buen tino la autora nos ilustra sobre las etapas por las que ha cursado el tema, pero sobre todo, resultan particularmente interesantes las variaciones normativas e institucionales en las que ha derivado, deteniéndose en forma particular en América Latina.

EL

CASO MEXICANO mereció un capítulo aparte. Y el avance de la transparencia no puede entenderse sin el impacto venturoso del proceso de transición democrática, sin la activación de grupos de académicos y periodistas que la colocaron en la agenda nacional y sin la respuesta de los gobiernos que trabajan en un contexto muy diferente al de la añeja pirámide autoritaria. La información que proporciona el libro ilustra cómo la demanda de información viene creciendo de manera sistemática, aunque de manera marcadamente desigual por entidades, y cuáles son las instituciones que reciben más solicitudes y las que más responden de manera negativa. Lo cierto, sin embargo, es que la transparencia será más robusta conforme más y más ciudadanos se apropien de ella y ejerzan ese derecho. Son las asociaciones civiles con agenda propia las que pueden fortalecer las rutinas de acceso a la información pública y ello, eventualmente, puede conducir a una gobernanza democrática vigorosa ya que implica sumar y coordinar fuerzas no de manera subordinada sino colaborativa. Tengo la impresión de que en México estamos ante un reclamo que no

hará más que crecer y ante un entramado normativo e institucional que llegó para quedarse y fortalecerse. No quiero ni puedo imaginar un regreso al pasado. Así que todos (funcionarios y ciudadanos) debemos aprender a vivir en un escenario en el que

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la información pública sea de acceso universal y los secretos sean sólo los justificados. C Jacqueline Peschard: Transparencia: promesas y desafíos, El Colegio de México, UNAM, México, 2017, 300 pp.

Con motivo de la exposición del pintor dominicano Jaime Colson en la Ciudad de México, Xavier Villaurrutia publicó en 1936, sin título, el texto que presentamos —no incluido en la canónica recopilación de su Obra, prologada por Alí Chumacero en el Fondo de Cultura Económica. Debemos el rescate de esta pieza al investigador Alberto Enríquez Perea.

20.

L a et er n id a d c om ie n z a u n s áb a do

T EO R Í AA GYUPAR SÁ C T I C A UBNI SI O DDE LE CJ U MO

EL

Por

LUIS G. URBINA

XAVIER VILLAURRUTIA

a costumbre ritual de las sagradas abluciones no fue, de seguro, característica de las l cubismo f ue el sueño razas primitivas que poblageométrico de la pintura. Su Mesay, Central. pasiónron fuenuestra la lucidez paraEl indio de los alrededores de México, dójicamente, la razón fue el con haber tenido por tantos siglos vida síntoma más claro de su locura. Oponía, lacustre, no toma el baño como una cotia la vaguedad impresionista, la emodiana necesidad ni gusta de aentrar con el ción intrascendente, a la sensualidad agua en íntimas relaciones para buscar que no más allá de la piel, un anhelo enva ella el bienestar, el placer, la salud. de definición, unlos orden presidido puede por Tampoco de conquistadores la razón. decirse que fuesen adoradores de la linfa que pintada” pule el cuerpo y alegra el espíritu. “Poesía lo llamó Reverdy, De no aquíera que, entre nuestraspintada”. fiestas pocuando sino la “razón sólotodo, una esté consagrada a los Teníapulares, en cuenta menos lo impreencantos y dulzuras de la purificación visto. Perseguía un camino de perfeccorporal. La bíblica leyenda del Bautisción ascética y era en cierto modo un ta sirvió de pretexto a los sacerdotes misticismo de la razón. Sus dióscuros cristianos para obligar a la oscura y pefueron, significativamente, españoles: rezosa multitud, en un día del año, a la Picasso y Juan Gris. Figuras de una mislimpieza. ma constelación, dieron siempre la Las albercassepopulares suelen estar espalda. Juan Gris representaba el cuhenchidas de bañadores, y alrededores las termasque baratas, improvísanse bismodeortodoxo despeja las incóg-las verbenas, donde el Picaspulque, nitas animadas plásticas hasta la desnudez. fermentaciones, hace so fueenelmalolientes heterodoxo del cubismo. Su la competencia aguaal con un éxito, aunpintura era cubistaalpero mismo tiemque previsto, po albergaba unextraordinario. elemento herético: En los pueblos del Norte se celebra la noche de San Juan con fogatas en las campiñas y canciones bucólicas llenas de arcaico e inocente regocijo. Entre nosotros, la mañanita de San Juan, pura, limpia, sonrosada, tibia, es la que celebra en campos y ciudades, y se recibe con dianas de pájaros e himnos de amor y de juventud. Y es que en este mes de junio las noches y las mañanas tienen una belleza dulce y suave, distinta de las otras; de la de abril, infantil y risueña; de la de octubre, otoñal y melancólica; de la de enero, blanca y aterida. La naturaleza no se siente niña como en mayo, ni fecunda y vigorosa como en agosto, ni envejecida y débil como en diciembre. Se siente en plena pubertad, en plena ascensión. Y es que, como dijo el poeta, sobre los campos invadidos por la ola ardiente, estalla la luz y se deshace en flores. El alba de junio no tiene brumas de encaje ni lontananzas de nieve; es azul, azul, con un tenue vaho de plata en los cielos, que flota sobre la cima de las montañas, como si fuese humo perfumado y desprendido de enormes pebeteros de lapizlázuli. El alba de junio es como la prolongación de la noche, y si no sucediese que conforme avanza la aurora se van ahogando las estrellas en el piélago del zafiro, como margaritas que se hunden poco a poco en una clara y luminosa corriente, se preguntarían

UN ESPACIO DEDICADO UNRESCATE ESPACIO AL DEDICADO DE RAREZAS RESCATE YAL RELIQUIAS DE RAREZAS LITERARIAS

Y RELIQUIAS LITERARIAS

LAS NOCHES DE JUNIO SON BRILLANTES, FASTUOSAS, DERROCHADORAS DE ASTROS Y REFLEJOS, SEMIDORADAS. LA LUNA BRILLA COMO UNA GRAN MONEDA FLAMANTE. EL AIRE ESTÁ TEJIDO DE HILOS ÁUREOS Y ESTAMBRES ARGÉNTEOS, COMO LAS TELAS DE LOS

dos shakesperianos, si era el ruiseñor el que cantaba todavía bajo las frondas del granado. la poesía. Poesía profunda y recóndita Las noches junio en sonformas brillantes, que poníade a flote, imprevisfastuosas, derrochadoras de astros y retas que burlaban la clásica geometría de flejos, semidoradas. La luna brilla Gris, la flora inesperada delcomo inconscienuna gran moneda flamante. El aire está te que, más tarde, los pintores sobrereatejido de hilos áureos y estambres arlistascomo entre cuales preciso contar génteos, laslos telas de losesbrocados. a Picasso, había de revelar más válida y Las rosas respiran, soñolientas de volupclaramente. tuosidad, en la penumbra de esmeralda el hombre genioocultas no sólo tiene de los Si jardines, y las de violetas, sulastalento sino el de sus continuadoentre picas diminutas y lustrosas del césped, unciosamente sus ojoslos conres, cierran la inversa es a veces cierta: de alemana enferma. tinuadores tienen, con el suyo propio, Eleldía y lase noche de San Juan que desprende de lasimbolección que lizanreciben y resumen estas divinas hermosudel maestro. Por muchos años ras del cielo y de la tierra; pero lo mismo el cubismo fue no sólo una escuela de con el sol subiendo hacia el cenit, que pintura para los nuevos artistas sino con la luna escalando el Oriente, a esta también una agramática. Por los años de famosa mañanita, esta célebre noche, 1924 a 1928, Jaime Colson siguió les faltaría el adorno más lindo, la gracia intela lección de lo que con másligentemente amable, si careciesen de su más rica joya:justicia el agua.podría llamarse la sintaxis plásdel Prefería, entre todas Eltica agua decubismo. junio es fresca, transparente, Es tornasolada si Bralasradiosa. telas cubistas, las decomo Georges en ella hubiesen el iris. Es como es más que, pero ladiluido lección de Picasso un fluido de diamante. Y en la sombra, y patente en las suyas. en plenitud de expone, luz, poseeen rumores musiAhora México, una capa cales, aterciopelados y cristalinos, como de su geología de pintor, la más ordede violines a la sordina. nada y lúcida, la menos accidental. Y da ¡Oh, agua, bendita agua, consagrada gusto seguirprofeta: paso alapaso esta voluntad por el sacrificado poesía te ha de ordenación expresada con los clásicantado constantemente; la piedad y el cos elementos del cubismo, españoles misticismo te han llamado su hermana; ElOriente vaso yeres el papel pautado. en eltambién. misterioso una divinidad; recreoyespejeante y soñador Laeres cafetera el periódico. El libro y la parabotella. los ojos,Se y arrullo cántico para echa dey menos la guitarra, los oídos! Y node sólo alegría la Venus losproduces cubistas,laque espera los en las almasajenos sencillas en los cuerpos brazos quey vengan a herirla y hasanos, sino que también te compadecerla sollozar dulcemente. ces de los adoloridos, no sólo limpias y Los jóvenes pintores mexicanos tieconfortas los cuerpos, sino que alientas nen la preciosa oportunidad de recibir, y alivias los espíritus. denos cuerpo presente, esta lección No queremos acordar hoy de de desnudo, de probidad, de ordenación que cuando te enfureces y bramas y te agitas ofrece Jaime Colsondealhistérica; presentar, oren inmensas convulsiones gullosamente, de cuando, en el mar, los eresdocumentos reina colérica, de una de cuando eres aliada del viento yde cómevolución, los corredores un pasaje pliceque del ha rayo, de cuando eres desembocado, enfuerza su caso, en ciega y brutal impulso, cuando desuna pintura de unde nuevo tipo neoclásitruyes y aniquilas. Eres asombrosa, co por lo que toca a la forma, eres pero de un poderosa, eres gloriosa. contenido más rico, más interior, más Pero eres también mansa y buena. Y inquietante y más irracional. así es como atavías la verbena y la mañanita de San Juan, y como, a semejanza del milagroso y paradisíaco Jordán que lava las culpas, cariñosa y compasiva, recibes y abrazas en las albercas públicas estos tristes cuerpos de la multitud, que sólo de año en año, gracias a tu misericordia, se lavan el polvo del camino. Publicado originalmente

Atra en la

Por AM ZEPED

@MeriZepe

La cha

Desde hace Linda L. Fra desarrollado te llamada Francisco, h ciones entre mediante la ciones que s convencion canos en de y su prenda Controller Ja planeado p para aquello tecnológico impermeab unisex de la de mujeres, extensa. Con rio puede es ducidos en por los sens rra y traduc dora median Con la co rra es comp inteligente el usuario te ratos a una d El gadget cu meable avan tiene integra sensores, so El futuro sos del cybo

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10 LA N OTA NEGRA

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Por

FRANCISCO HINOJOSA

EL BAILE DE LOS MILLONE S

@panchohinojosah

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eo en sinembargo.com que el empresario Carlos Slim perdió en una semana 82 mil millones de pesos con el desplome de la bolsa de valores. ¿Qué significa una suma así para alguien que tiene idea de lo que significa llegar a la quincena con algunas monedas de sobra en el bolsillo? La única traducción que yo le daría es que es muchísimo dinero. Y la palabra muchísimo en este contexto no le da el valor real a la pérdida que sufrió el magnate. Podría haber perdido mil millones o dos billones y para casi todos seguiría significando lo mismo: demasiados billetes. Cifras de ese tamaño sólo tienen sentido para quien posee cantidades que le tiran a alcanzar esa suma, para quienes saben qué precio tiene una acción cotizada en la bolsa o para los analistas económicos. El 99 por ciento del resto de los mexicanos no tenemos la mínima idea de su significado. Sucede lo mismo con los cálculos que hacen arqueólogos, astrónomos e historiadores. Los dinosaurios desaparecieron —minutos más, minutos menos— hace unos 65 millones de años y habitaron la Tierra unos 135. ¿Qué le dicen esas cifras a quienes sí pueden comprender que Sócrates nació cinco siglos antes de la era cristiana? ¿O que el árbol del Tule en Oaxaca se plantó alrededor de la fecha en que nació Cristo? Nada. Podrían haber sido extinguidos por un meteorito

La Canción # 6

¿CUÁNTOS DE LOS MUNICIPIOS MÁS POBRES PODRÍAN TENER UNA VIDA MÁS DIGNA TAN SÓLO CON LO QUE SE GASTAN LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN HACER SUS CAMPAÑAS?

hace cuarenta siglos y nos seguiría pareciendo algo muy lejano. Y si nos vamos a los cálculos que se tienen acerca del Big Bang, el dato es aún más incomprensible: 13 mil 800 millones antes de que inicie el próximo mundial de futbol en Rusia, que por cierto sí sabemos que empezará el próximo junio. Hubo una época en la que tenía sentido hablar de un millón de varos, hasta que Carlos Salinas le quitó tres ceros al valor de la moneda mexicana: un millón se convirtió de la noche a la mañana en mil nuevos pesos que, según me platicó un amigo que lo comentó con el ex presidente, antepuso el adjetivo nuevos para que el gobierno no fuera puesto en ridículo: si se hubieran llamado pesos nuevos, como dictaría la norma, su abreviatura sería pe ene: el jitomate vale ahora catorce penes por kilo, que pronto se convertirían en pitos y otros sinónimos. La danza de los ceros a la derecha también es incomprensible cuando leemos a Martín Caparrós en su libro Hambre (Anagrama, 2000): hay 800 millones de personas que no comen lo suficiente en el mundo. Según Tristram Stuart (Despilfarro, Alianza Editorial) hay cuarenta millones de toneladas de comida que se desperdician cada año tan sólo en Estados Unidos que bien podrían surtir de alimentos a un millón de “personas que se van con hambre a la cama cada día”. A nadie le duele que

muchos empresarios hayan perdido tanta plata en una semana, pero sí nos lastima a todos que, ante el tamaño de esas riquezas, exista la pobreza extrema, el hambre, la desnutrición, la falta de una vivienda digna, la carencia de oportunidades, el desempleo, la desatención de los gobiernos. ¿Cuántos de los municipios más pobres podrían tener una vida más digna tan sólo con lo que se gastan los partidos políticos en hacer sus campañas? La red de Bancos de Alimentos de México es una organización con presencia en toda la República. El de la Ciudad de México está emparentado con la Central de Abasto y algunas empresas privadas y su tarea es llevar alimentos en buen estado a quienes más lo necesitan. A nivel nacional atienden a más de un millón de personas. En la capital se recaudan 4 mil 690 toneladas de víveres que atienden a una población de más de 60 mil personas a través de 105 organizaciones de beneficencia. Estas cifras, aunque insuficientes, están más al alcance de nuestra comprensión. Y hablando de números y política, cerca ya de las próximas elecciones, los dinosaurios aún no se han extinguido. Muchos de ellos llevan décadas (cifra que podemos entender aunque sea incomprensible) poblando las instituciones. Son más voraces que sus ancestros jurásicos y no hay meteoritos a la vista. C

Por ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

Medicina musical SUCEDIÓ EN LA SALA de espera del Departamento de Endoscopía en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, donde esperaba a que le hicieran un estudio a mi madre. La atención en este hospital es de primera —como en Neurología cuando llevábamos a mi padre cerca de aquí— con todo y que recibe multitudes bíblicas de enfermos. Fue el personal de esta HHH institución la que obró una curación musical colectiva. Musicoterapia, la llamaron los griegos. Era la tercera cita de mi madre en el mes, ya me aclimataba a la atmósfera que se respira en los centros de salud. En la sala de espera repleta de pacientes y parientes, por la que desfilaban enfermos en calidad de urgencia para realizarse estudios y cirugías, uno tras otro, entraban y salían sin cesar. La espera también era interminable. Las sillas no eran suficientes, la mayoría estaba de pie y otros más en el pasillo. Yo me estacioné en un rincón con la silla de ruedas de mi madre,

convertida en perchero de ropa y bolsas. La gravedad del ambiente. El olor a enfermos y a medicamentos. Las voces de la recepción gritaban los nombres, los cuerpos se movían con ayuda de algún familiar, recibían una bata y se perdían tras una puerta que abanicaba las horas. El tiempo pasaba lento y pesado. En la recepción había dos personas dirigiendo el movimiento: él era muy amable y eficiente; ella, además, organizaba con habilidad las endoscopías y las cirugías como si capitaneara un barco en aguas difíciles. En esas horas de hundimiento silencioso, de Titanic sin orquesta tocando hasta el final, horas en las que nadie ha comido ni dormido, en las que todos desean ser rescatados sanos y salvos, la mujer de la recepción colocó una bocinita sobre el mostrador. De pronto empezó a sonar la música, los éxitos de Creedence Clearwater Revival llenaron el vacío y su efecto mágico animó las horas muertas. La atmósfera cambió. Experimentamos

de súbito una relajación y algunos empezaron a conversar. Otros cantaban discretamente o seguían el ritmo con el pie. En seguida emanaron los éxitos de los Doors como una fuente de colores y luego un best of de los Rolling Stones. La sala de espera se convirtió en una especie de coreografía entre los pacientes, las doctoras y enfermeras yendo y viniendo, los jóvenes médicos empujando camillas y aparatos, y el personal que coordinaba el baile en varias pistas. Las irradiaciones de la bocinita movían la sala y se armó una danza de la salud con dolor, llanto, enfermedad, tristeza, incertidumbre e incomodidad. Pero también alivio y tranquilidad. La confianza en la ciencia médica con ética, ritmo y melodía. En 1978 los Cramps tocaron en el California State Mental Hospital. Me parecía una locura rockera, pero ahora conocí la importancia de su gesto, la música en los hospitales ayuda a curar la mente, el corazón y el espíritu. C

LA SALA DE ESPERA SE CONVIRTIÓ EN UNA ESPECIE DE COREOGRAFÍA


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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

GR ANDES DISCOS DEL 2017

11 Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication 1. GARY CLARK JR.: Live North America 2016. Segunda parte de Gary Clark Jr. Live, en este disco la demostración de músculo de Gary es sustituida por su habilidad para la balada. Pero no por ello resulta menos incendiario. “You Saved Me” y “Our Love” son el ejemplo de que el guitarrista puede transitar los márgenes del pop sin perder un gramo de filin. Al contrario, estas canciones resultan tan entrañables como sus interpretaciones de blues. Qué gran año fue 2017 para Gary. Su versión a “Come together” para la cinta La liga de la justicia es sin duda uno de los mejores cóvers de los últimos cinco años. Y está imparable. Hace unas semanas acaba de lanzar en Spotify un cóver de proporciones legendarias. Junto a Jon Batiste y Leon Bridges revisitó Ohio de Neil Young. Live North America 2016 es uno de los mejores discos del año pasado. “The Healing” y “Down To The Ride” son arrebatos hipnóticos. De esos que puedes escuchar en repeat varias horas echado sobre la cama con las luces apagadas. Gary es el mejor guitarrista negro desde Jimi Hendrix. 2. ROGER WATERS: Is This the Life We Really Want? Aceptémoslo, The Final Cut es el último gran disco de Roger Waters. Sí, Amuse to Death y The Pros and Cons of Hitch Hiking son buenos, pero no estaban a la altura de su trabajo con Pink Floyd. Su último álbum de canciones inéditas, Radio Kaos, es malón. Más de uno pensamos que Water estaba acabado como compositor de canciones. Así lo indicaban todos los discos que ha sacado en vivo de las giras que ha llevado a cabo desde hace

QUÉ GRAN AÑO FUE 2017 PARA GARY. SU VERSIÓN A “COME TOGETHER” PARA LA CINTA LA LIGA DE LA JUSTICIA ES SIN DUDA UNO DE LOS MEJORES CÓVERS DE LOS ÚLTIMOS CINCO AÑOS.

El sino del escorpión

dos décadas. Y sin embargo el milagro occurió. Nadie se esperaba que un nuevo álbum se estuviera cocinando. Is This the Life We Really Want? es un regreso por la puerta grande. Parece la continuación de The Final Cut. Tanto Waters como Gilmour (con su Live in Pompeii) se han dedicado a explotar hasta el cinismo último el repertorio de Pink Floyd. Pero en la lucha por mantener la credibilidad en el genio Waters ha salido ganando. Is This the Life We Really Want? es superior en todos los sentidos a The Endless River, la última placa de Pink Floyd. Larga vida a Roger Waters. 3. DAVID BOWIE: No plan . Cuatro canciones son suficientes para marcarnos como ganado. Si bien “Lazarus” pertenece a Blackstar, los tres cortes que completan el Ep No plan son inolvidables. “No Plan”, “Killing a Little Time” y “When I Met You” son descartes de las sesiones de Blackstar. Y aunque ya habían aparecido en el soundtrack de la puesta teatral Lazarus, merecían ser lanzados aparte. Como lo que son, una joya de la discografía bowiesiana. Hacían falta como el cierre de una etapa estética en la que Bowie resucitó su concepción de la música experimental como no ocurría desde finales de los setentas. Privilegió el uso del saxofón como no ocurría hace años. Lo que marcó un regreso a sus raíces. La nostalgia por sus orígenes como saxofonista. Y los resultados son escalofriantes. Por momentos recuerda a la oscuridad de Outside, su disco con Brian Eno. Y como dijo mi amigo la Diva cuando lo escuchó:

“Me caga el rock con saxofón, excepto Bowie y Morphine”. 4. CHRIS STAPLETON: From a Room. Vols. 1 y 2 En 2015 Chris Stapleton irrumpió con “Tennessee Whiskey”, una de las canciones más bellas que se hayan escrito sobre el amor al bourbon y a la mujer. Quien no lo crea que acuda a las lyrics y la escuche en YouTube. Hacía siglos que el country no producía un artista como Stapleton. Reverente en el conocimiento de la música popular de su país, sí, pero también un excelso guitarrista. Que no por tocar country no podría competir con cualquier monstruo de la guitarra en un duelo de requinto. Su segundo y tercer discos son resultado de que en los dosmiles Stapleton se haya afincado en Nashville para empaparse de bluegrass. Sus canciones son auténticas odiseas vaqueras. Se trata de quebrantarlo todo. Corazones, la ley, y por qué no, asaltar el banco. Historias cantadas por una voz prodigiosa acompañado por una guitarra sentidísima que parece que acaba de bajarse del caballo. 5. VARIOUS ARTISTS: T2 Trainspotting: Original motion picture . Este es un disco de canciones ya conocidísimas. “Radio Ga Ga” de Queen y “(White Man) In Hamersmith Palace” de The Clash por ejemplo. Pero este soundtrack contiene dos joyotas. Para quien no la conocía, “Dad’s Best Friend” de The Rubberbandits, y “Lust For Life” de Iggy Pop en remix de The Prodigy. Un clásico rejuvenecido. Sólo The Prodigy puede pimpear a Iggy Pop de esta manera. C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

Hombres confundidos y nuevas masculinidades PENDIENTE DE LA VIGA del techo, el alacrán ha visto a las mejores mentes de su generación desorientadas por las crecientes denuncias femeninas de hostigamiento, maltrato, abuso físico y sexual e incluso violaciones, así como ante la consecuente creación de varios movimientos de mujeres con la exigencia no sólo de poner un alto a la violencia y la misoginia en todos los ámbitos, sino también de mayor educación y desarrollo en temas de igualdad de género. La confusión e incertidumbre se extiende no sólo entre los integrantes de la generación del arácnido (ya de por sí reacios a analizar y reconsiderar su “probada” masculinidad después de cincuenta años de ejercerla acríticamente), sino también entre jóvenes y hombres de edades diversas muy desorientados en cuanto al “nuevo” rol a jugar por los hombres ante estas movilizaciones. Frente a la innegable y politizada inconformidad femenina, el escorpión ha

visto lamentables reacciones masculinas: descalificaciones temerosas, menosprecio arrogante, insultos y agresiones producto de la inseguridad e incluso la negación de los hechos por parte de algunos periodistas e intelectuales para quienes “no es para tanto”. El venenoso atribuye tales berrinches varoniles en mucho a la mala leche y a la inveterada superioridad machista, producto del modelo de masculinidad predominante caracterizado, a pesar de sus variantes, por ser básicamente sexista y homofóbico. Sus mandatos exigen un varón activo, jefe de hogar, proveedor, dominante, responsable, autónomo, controlador, fuerte, sin miedos ni expresión de emociones profundas, un hombre de trabajo y heterosexual. Pero el artrópodo también observa un vacío de información y conocimiento (teórico y práctico) sobre la crítica a la masculinidad tradicional, su decons-

trucción y evolución hacia el desarrollo de nuevas masculinidades. Los estudios sobre los hombres en América Latina datan de principios de los noventa, como resultado de los estudios feministas y de género, centrados en explorar la identidad y crisis de la masculinidad. En México desde entonces se han incrementado indagaciones sobre el asunto, en busca de propiciar el desarrollo de varios modelos de masculinidad alternativos no supeditados a un patrón racionalista, exclusivista y antihumano como el convencional. La respuesta a la incertidumbre masculina actual está precisamente en la ampliación y difusión de los estudios sobre nuevas masculinidades. El escorpión recomienda en línea Debates y aportes en los estudios sobre masculinidad en México, de Óscar Misael Hernández (goo. gl/jBkdMb), y Masculinidades por la igualdad de género de la Comisión de Derechos Humanos del DF (goo.gl/2kU7h6). C

LOS ESTUDIOS SOBRE LOS HOMBRES EN AMÉRICA LATINA DATAN DE PRINCIPIOS DE LOS NOVENTA, COMO RESULTADO DE LOS ESTUDIOS FEMINISTAS Y DE GÉNERO.


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E l Cu lt u ra l S Á B A D O 0 3 . 0 3 . 2 0 1 8

TECNOLITERATURA Y CONCIENCIA NARRATIVA REDES NEURALES

E

n alguna librería de viejo encontré un libro titulado El proceso creativo, editado por Brewster Ghiselin. Es una colección de testimonios sobre los mecanismos de la creación, escritos por Einstein, Jung, Yeats, Henry James, Nietzsche. El texto de Henry Miller, Reflexiones sobre la escritura, captó mi atención. “Empecé en el caos absoluto y en la oscuridad, en un pantano de ideas, emociones y experiencias. Incluso ahora no me considero un escritor, en el sentido ordinario de la palabra. Soy un hombre que cuenta la historia de su vida, un proceso que parece más y más inagotable a medida que avanzo. Al igual que la evolución del mundo, es interminable.” Henry Miller describe la escritura como un proceso de autodescubrimiento. Como si la psique del narrador contuviera materiales oscuros o preverbales, que no pueden discernirse en forma directa, pero que ejercen efectos en el comportamiento. Para entender esta dimensión “oscura y caótica”, el escritor debe hacer un ejercicio de “traducción”: poner en palabras los materiales preverbales, para alcanzar lo que Jürgen Habermas llama la “racionalidad comunicativa”. Escribir significa traducir al lenguaje verbal los mensajes cifrados en un código preverbal, para lograr una comunicación consigo mismo y los otros. Quizá por eso Juan Villoro afirma, en La utilidad del deseo (Anagrama, 2017), que “la mayor parte de los escritores no escribe porque sepa algo; escribe para saberlo.” Desde una perspectiva neurocientífica, podemos suponer que la información, para ser entendida, necesita trasladarse desde las regiones no-lingüísticas del cerebro hasta las regiones lingüísticas. ¿Qué tipos de información se encuentran en esas regiones pre-lingüísticas? Patrones sensoriales, mapas neurales del estado corporal, emociones, imágenes mentales, y otras piezas de información formadas mediante la interacción de nuestras redes neurales con el medio externo, por una parte, y con el medio fisiológico del organismo. Esta información es personal, y está anclada a la biografía del individuo: se trata de una memoria anterior a la conciencia. “Sin acudir al gabinete del doctor Freud, podemos decir que el autor busca compensar a través de la escritura algo que no obtiene en el resto de su existencia,” dice Villoro. “¿Qué juguete perdió en su remota infancia? ¿Qué exilio lo sometió a la añoranza de los perdidos sabores del origen? ¿Qué impresión de la naturaleza humana lo llevó a imaginar congéneres? ¿Qué afán de dominio le permitió ser Dios, alcalde, rey soberano de un territorio concebido a su imagen y semejanza?” En La pluma y el bisturí, Villoro narra la gestación de una novela a través de claves sepultadas en la autobiografía. En 1979, un pequeño accidente durante un viaje en tren le provocó una lesión en el ojo.

Por

JESÚS RAMÍREZBERMÚDEZ

Fue atendido en el hospital oftalmológico del doctor Barraquer, en Barcelona. Ocho años después, una partícula de metal invadió otra vez el ojo durante un nuevo viaje en tren a la ciudad catalana. “En aquella época no usaba lentes, mi relación con la oftalmología se limitaba a los trenes.” En 1991, Villoro publicó El disparo de argón, una ficción acerca de la medicina oftalmológica. ¿Qué vectores simbólicos convergen en una trama literaria? Las casualidades dolorosas generan sentimientos de sorpresa, y ponen a la racionalidad en estado de emergencia. Y los efectos del azar pueden ser reconfigurados por la genealogía y las memorias fundacionales: durante la adolescencia, Juan Villoro pensó elegir la carrera de medicina, pero al final ese destino quedó en manos de un amigo, quien falleció en el Hospital General de México, en el terremoto de 1985. El abuelo de Villoro fue médico, y su padre estudió esa carrera, aunque se dedicó a la filosofía. Una fuerza genealógica, y la curiosidad de un mundo paralelo, contribuyeron a la formación de una novela. La ficción aparece como el ensayo de variantes imaginativas del ego y el mundo. El uso de las palabras para reordenar imágenes mentales y arreglos simbólicos se discute ampliamente en el capítulo que da su nombre al libro: La utilidad del deseo. La literatura aparece como un juego de palabras: mediante este artificio, y la aplicación de reglas lógicas, el deseo infantil y la voluntad artística acceden a la racionalidad comunicativa. Cuando el talento conspira con el oficio y la capacidad de escucha, la creación literaria puede subvertir o restaurar acuerdos intersubjetivos, y en última instancia, modifica un poco el edificio colectivo de la razón. O al menos, se recupera el gozo de la comunicación en un mundo de pérdidas y amenazas. Cuando la capacidad de juego se vincula con la conciencia narrativa, hay una apertura hacia los conocimientos paradójicos, y se cataliza el desciframiento de aquello que nos desconcierta: las molestias en el globo ocular, o el dolor social. En las conversaciones de artistas y escritores, es común oír que hay un agotamiento en las posibilidades del arte para encontrar ideas, imágenes o relatos nuevos. Hace pocos años, el artista conceptual Kenneth Goldsmith elaboró una prédica vehemente sobre el futuro de la literatura como una práctica tecnológica basada en la copia, el plagio, la apropiación y recombinación de textos ya existentes. Presentó su libro Escritura no creativa como el arte poética ineludible de la era digital. Allí plantea que la búsqueda creativa es fútil, ya que sólo podemos hallar patrones repetitivos y regurgitados por la tradición. “En este punto ya nadie es original; nadie debe ser original”. El agente humano

UNA FUERZA GENEALÓGICA, Y LA CURIOSIDAD DE UN MUNDO PARALELO, CONTRIBUYERON A LA FORMACIÓN DE UNA NOVELA. LA FICCIÓN APARECE COMO EL ENSAYO DE VARIANTES IMAGINATIVAS DEL EGO Y EL MUNDO. ”

mismo, en tanto creador verbal, resulta innecesario en este guión tecnoliterario. Hay inteligencias artificiales programadas para escribir poemas o novelas, con mayor o menor éxito. La literatura electrónica tiene posibilidades imaginativas y sociales de gran alcance, y puede generar sorprendentes productos transdisciplinarios. Pero los productos formalistas de la escritura no creativa (Goldsmith escribió un libro transcribiendo un número completo del New York Times), no nos ayudan a comprender las transformaciones históricas de la subjetividad humana. En menos de diez años, observamos las migraciones centroamericanas, el auge del terrorismo islámico, la xenofobia reformateada por los populismos de derecha anglosajones: esto no había sido escrito cuando Goldsmith predicaba la obligación de plagiar, simplemente porque no había ocurrido. La originalidad de los temas no se debe en este caso a la imaginación, sino a las mutaciones de lo real. Henry Miller sentía que el proceso de la escritura era interminable, porque evolucionaba junto con el mundo. Esta dialéctica entre la mente y el presente inédito genera nuevas ficciones, nuevos testimonios, nuevas metáforas. Los asesinatos provocados por la comercialización civil de armas, o por la narcopolítica, así como la violencia sexual y el aislamiento infantil, adquieren formas nuevas y generan estados subjetivos de dolor social. La doctora Naomi Eisenberg, de la Universidad de California, ha mostrado que el dolor social genera una marca cerebral similar al dolor físico. Grandes estudios epidemiológicos indican que este problema se asocia con la epidemia de opiáceos en Estados Unidos. No es fácil saber hasta qué punto el desempleo y el dolor social han contribuido a la formación de emociones xenofóbicas, al rechazo de una democracia carcomida por el neoliberalismo, y al resurgimiento de filosofías autoritarias. Dudo que una tecnoliteratura no-creativa basada en el plagio nos ayude a tomarle el pulso a estos problemas cambiantes. Y sin embargo, como ha dicho Villoro, podemos afinar nuestros instrumentos de percepción, para captar las expresiones renovadas del “malestar en la cultura”, y para rastrear sus fuentes, en las redes infinitas de la conectividad intersubjetiva. ¿Qué podemos decir sobre La utilidad del deseo en el mundo contemporáneo? La voluntad de jugar con las palabras encuentra nuevas significaciones y entramados narrativos. Esto no es inútil: se trata de un recurso indispensable para contrarrestar la violenta automatización de nuestro orden colectivo, y sus pequeños efectos adversos: los gradientes de explotación, las formaciones xenofóbicas, la pérdida del sentido vital. C


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