Caminando con un Santo

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Caminando con un Santo

Luis Espinal



Tabla de Contenido Siglas y Abreviaturas.................................................................... 1 Agradecimientos........................................................................... 3 Prólogo.......................................................................................... 5 Introducción................................................................................. 9

I. Caminando a Manresa Loyola......................... 13 A. Buscando la Confesión..................................................... 13 B. Convivencia Fraterna........................................................ 16 C. Grados de Humildad........................................................ 19 D. Entrando al Mundo Espiritual........................................ 23

II. Proceso de Transformación.............................28 A. Revelación Transformadora............................................. 28 B. Pasando al Servicio............................................................ 33 C. “Abbá Padre”...................................................................... 41 D. Los Sacramentales............................................................. 44

III. Acompañamiento Espiritual........................... 51 A. Siendo Acompañado......................................................... 51 B. La Espiritualidad................................................................ 59 C. Las Transferencias............................................................. 62 D. Los Ejercicios Espirituales............................................... 68


IV. Su Gracia Santificante ....................................78 A. Su Sacerdocio..................................................................... 78 B. Sus Dones........................................................................... 89 C. Curaciones en mi Familia................................................. 94 D. Su Intercesión.................................................................... 97

V. Sus últimos Días............................................ 103 A. Su Sueño...........................................................................103 B. Su último Paseo............................................................... 111 C. Su última Enseñanza....................................................... 113 D. Su Enfermedad y Muerte...............................................122 E. Misa de Cuerpo Presente...............................................130

VI. Sus Obras Visibles........................................ 138 A. Su Acompañamiento....................................................... 138 B. Su paso por la Renovación Carismática Católica..............................................................................144 C. Fundador de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía.................................. 150 D. Sus Colecciones de Libros.............................................154

VII. Biografía del P. Benigno Juanes, S.J............ 170 Epílogo......................................................................................176 Apéndice: Testimonios Admirables......................................180 Fuentes.......................................................................................234 Documentos de la Iglesia........................................................238 Otras Fuentes...........................................................................239


Siglas y Abreviaturas AA: Apostolicam Actuositatem. apostolado de los seglares

Decreto

sobre

el

AG: Ad Gentes. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia CEC: Catecismo de la Iglesia Católica CF: Christifideles Laici, de Juan Pablo II. Exhortación apostólica sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo CIC: Código de Derecho Canónico CPD: I Concilio Plenario Dominicano CVE: Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía DA: Documentos Aparecida DC: Deus Caritas Est., de Benedicto XVI. Carta apostólica sobre el amor cristiano. DS: E. Denzinger. El Magisterio de la Iglesia DSF: Diario Santa Faustina Maria Kowalska DV: Dei Verbum. Constitución dogmática sobre la Divina Revelación EE: Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola GS: Gaudium et Spes. Constitución pastoral sobre la Iglesia y el mundo de hoy. LG: Lumen Gentium. Constitución dogmática sobre la Iglesia

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PO: Presbyterorum Ordinis. Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros OT: Optatam Totius. Decreto sobre la formación sacerdotal RA: Revista Alabanza RCC: Renovación Carismática Católica SC: Sacrosanctum Concilium. Constitución sobre la Sagrada Liturgía

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Agradecimientos Quiero agradecer a la Santísima Trinidad, por inspirarme a escribir sobre el Rev. P. Benigno Juanes Risco, S.J., quien me ayudó a reencontrarme conmigo mismo, con mi familia y así, reintegrarme a mi Iglesia, verdaderamente santa, católica y apostólica, rica en todos sus aportes en la historia de la salvación. Agradecer a mí querida familia, especialmente a mi esposa Ana Luisa y a mis seis hijos, Priscila, Paola, Perla, Edward, Luis y Anthony, quienes me motivaron a realizarlo. A Mons. Francisco José Arnaiz, S.J., quien en una ocasión, al revisar un trabajo nuestro sobre la Historia de la Sanación, el cual debía exponer como charlista del Primer Congreso de la Renovación Carismática Católica (RCC), me dijo: “que si había sido capaz de hacer ese trabajo, podía ser capaz de escribir un libro”. Esas palabras del Obispo, me daban la confirmación, de que debía iniciarme en esta nueva faceta de mi vida y el primer libro tenia que ser sobre la vida de santidad del padre Juanes. A los sacerdotes, principalmente los que pertenecen a la Compañía de Jesús, de quienes he recibido acompañamiento y formación de gran provecho, fortaleciendo mi salud espiritual. A los señores Elena de Medina, Héctor Cuevas, Andrés Smester, Yolanda Hirujo, Altagracia de Castillo, Lourdes de Chahin, Ailsa Jiménez, Adalgisa Reinoso, Ena de Ortega, Joaquina de Marte, entre otros, pilares de la RCC Dominicana, quienes aportan datos relacionados con el principal formador en esa corriente de gracia. A doña Miri de Ginebra, responsable de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía (CVE), por 3


permitir el inicio de una tercera colección de libros, la cual se llama “Abbá Padre” y que inicia con éste humilde trabajo. A doña Mercy De la Rosa de Castillo y Juan Ramón Mota, directora y profesor de la Escuela de Teología para Seglares de la Universidad Católica de Santo Domingo, quienes me brindaron su orientación. A las personas que ofrecieron testimonios, sobre sus vivencias con el padre Benigno Juanes, las cuales citamos en el apéndice. A Don Lorenzo Guadamuz S. (Ph. D.), Presidente de Innova Technology S. A., quien aporta el diseño y diagramación del presente libro a través de su empresa en Costa Rica. A las oraciones de mis hermanos en el Señor, los cuales teniendo siempre a la Santísima Virgen María, como modelo de intercesión, de servicio y de inspiración, nos animaron durante la redacción de éste libro.

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Prólogo Estamos ante un libro testimonial con dos protagonistas: el autor del libro y el Rev. P. Benigno Juanes, S.J. Es un libro con un perfume especial que fascina y emociona. Es el de una continua admiración y gratitud del autor respecto al padre Juanes. La historia de los seres humanos está llena de encuentros que han cambiando radicalmente las personas. Hay sin embargo, encuentros buenos y malos, cuyo influjo positivo o negativo ha marcado la personalidad y conducta del individuo. Mirando hacía atrás a mi ya no corta vida, detecto que lo que soy y todo lo bueno que he hecho se debe a la extraordinaria gente que me ha rodeado siempre. Gente de gran calidad humana, integridad y de virtudes no comunes. Dentro de la Compañía de Jesús, a la que pertenezco recuerdo con admiración a uno que Doctor en Sagrada Escritura se fue de misionero a Vietnam y expulsado de allá por el gobierno comunista cayó en Miami donde fue elegido Obispo y derramó a manos llenas su saber y bondad en la Diócesis de Braunsville, y aquel otro cuya mayor preocupación era servir a los demás olvidado de sí mismo y que se fue de misionero a China y hace un año moría en Taiwán, querido y admirado de una amplia multitud de pobres y marginados a los que había dedicado todas sus energías y vida. El padre Juanes como buen jesuita, era un profundo conocedor de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Más aún, era un experto en ellos. Inicialmente destinado a la enseñanza de la cultura grecolatina y de oratoria se preparó concienzudamente para ello y ejercitó este magisterio con notable agrado y aplauso de sus alumnos. Yo mismo fui un favorecido allá por el período del año 1963 al 1966 en la ciudad de Cienfuegos y de la Habana en 5


Cuba. Preparaba muy seriamente cada clase y se interesaba por el aprovechamiento de cada uno de sus discípulos. Era exigente pero sin acosar y con gran respeto a las personas. Afable y siempre dispuesto a escuchar. Lo admirábamos y lo queríamos. Ya entonces se le transparentaba una honda espiritualidad. Por última vez ejercitó esta docencia en Venezuela. Al clausurarse esas materias, el padre Juanes fue destinado a República Dominicana y es entonces, cuando se dedica a estudiar profundamente el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que es un método para buscar y hallar la voluntad divina en la elección de estado de vida o en nuevos modos en el estado ya elegido. Método que origina una espiritualidad típica, la espiritualidad ignaciana. Según esto, lo primero que el padre Juanes hizo fue invitar a su nuevo hijo espiritual a someterse a este método. Fundamentalmente el método consiste en someterse a un encuentro con Dios a través de Cristo bajo la acción del Espíritu Santo. El Espíritu Santo en el interior de uno nos habla por medio de iluminaciones y mociones. El padre Juanes con palabras de San Ignacio le aclaró que en las cosas del espíritu no el mucho saber harta y satisface al alma sino el sentir y gustar internamente. Y que en el Reino de Dios no hay que contentarse exclusivamente con militar en él, sino que hay que señalarse en su servicio y que en las cosas del espíritu tanto uno aprovechará cuanto saliere de su amor, querer e interés. Y que el amor hay que ponerlo en obras y que amar es servir y servir es amar. No dudo que el padre Juanes le enseñaría aquella oración que San Ignacio tanto amaba: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad. Todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno. Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta. Amén.

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El padre Juanes tuvo siempre una precaria salud y padeció sucesivas enfermedades, algunas muy dolorosas. Jamás le deprimió esto ni le sirvió de excusa para rebajar su laboriosidad. Se hizo con lo mejor de los mejores autores de libros de Teología Espiritual, leyó a destajo y llegó a escribir una treintena de interesantes libros para los integrantes del movimiento de la Renovación por el Espíritu Santo del cual fue nombrado Asesor Espiritual por la Conferencia del Episcopado Dominicano. Como Censor eclesiástico leí no sólo con admiración sino con gran provecho espiritual toda esa producción. Me sorprendió en ellos no sólo su fino sentido teológico sino su fidelidad al Magisterio de la Iglesia a la que tanto amaba como Madre y Maestra. Nuestra Santa Madre, la Iglesia Jerárquica que decía San Ignacio. El Licenciado Espinal en su trato con el padre Juanes captó pronto su personalidad, el hombre de Dios que latía fuerte bajo aquella precaria y frágil salud. Aquella fortaleza espiritual no era de este mundo. Jamás hablaba de sus enfermedades y de las dificultades que ellas le presentaban. Exhibía siempre una paz y gozo sobrehumano. Era un reflejo fiel de las Bienaventuranzas, sumamente austero fruto de su pobreza de corazón, sufrido, manso. Con profunda sensibilidad social, limpísimo de corazón, ajeno de todo interés que no fuese la voluntad de Dios, pacífico y sembrador de paz, dispuesto siempre a servir, escuchaba sin interrumpir, pero con increíble empatía y le disgustaba imponer, sugería y le gustaba que fuese uno el que descubriese lo que querría proponer. Era muy respetuoso con el que a él acudía y le hacía sentirse importante. Se transfiguraba cuando hablaba de la oración, de la comunicación con Dios. El que se acercaba a él tenía la impresión que cuanto el proponía y exigía, lo practicaba él.

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De San Ignacio había aprendido que al que acudía a Dios, Dios le hablaba y que lo hacía a través de iluminaciones y mociones. Era profundo en lo que decía pero sencillo y claro en el modo como lo decía. Es llamativo en sus libros y expresión de su humildad que con frecuencia recurre a autores de gran solvencia para avalar sus afirmaciones. Ha sido muy buena idea que en la segunda parte del libro, su autor presente una compilación de testimonios elocuentes a favor del padre Juanes, de gente allegada a él y beneficiada de sus enseñanzas y trato con él. Aparte de esto es un plebiscito respecto a su santidad. San Ignacio llegaba a su casa solariega desde Pamplona herido e intervenido quirúrgicamente y le esperaba una larga convalecencia. Para llenar próximas largas horas pidió libros de caballería que eran las novelas del tiempo. Al no encontrarlos, le trajeron dos libros: la Vita Christi del Cartussano y el Flos Sanctorum de Varazze, una colección de vida de santos. Al hilo de estas lecturas se produjo una de las conversaciones más fascinantes de la historia. De hombre de vida desgarrada y vano que dijo San Ignacio se convirtió en un santo viviente y un místico. Ojalá que la lectura de este libro produzca conversaciones similares. Yo lo he leído con notable provecho espiritual. La vida de los santos nos golpean fuerte y nos hacen pensar mucho.

+ Mons. Francisco José Arnaiz S.J. Obispo Titular de Leges Emérito

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Introducción Caminando con un Santo es un libro que trata sobre mis vivencias espirituales con el Rev. P. Benigno Juanes Risco, S.J, sacerdote que se consagró por completo al servicio apostólico, siendo reconocida su vida de santidad por la Jerarquía de la Iglesia Dominicana, superiores y compañeros de la orden religiosa a la que pertenecía, sacerdotes locales e internacionales, consagrados, religiosas y numerosos seglares. No quiero pretender hacer el importante papel desempeñado por el diácono Paulino, quien por sugerencia de San Agustín, escribió sobre la vida de San Ambrosio (Primer Padre de la Iglesia Occidental). Sin embargo, cuando en la República Dominicana empiecen a enumerarse sus santos al transcurrir de los años, no tenemos la menor duda, de que el padre Benigno Juanes, será uno de ellos. Tampoco pretendo ser como Michael J. Christensen, discípulo de Henri Nouwen, quien se ha dedicado a escribir sus vivencias sobre acompañamiento y formación espiritual, las cuales recibió de Nouwen, pues sencillamente llegué a la vida del padre Juanes en el ocaso de su vida. Tomando las palabras del Asesor de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, el P. Juan de Jesús Jiménez S.J., quien en una ocasión, refiriéndose al padre Juanes, dijo: “entiendo que no soy la persona indicada para resaltar la obra del padre Juanes”. En esta ocasión, retomo esas mismas palabras, ya que quizás, sea un acto de atrevimiento de nuestra parte escribir sobre la vida de éste destacado sacerdote, pues hay muchas personas que pudiesen escribir varios volúmenes de libros sobre sus vivencias con él. El Papa y Beato de la Iglesia Juan Pablo II, en su homilía del 1 de noviembre del año 2000, en la Solemnidad de todos los Santos, nos dice: 9


“Alabanza y acción de gracias a Dios por haber suscitado en la Iglesia una multitud inmensa de santos, que nadie puede contar (cf. Ap 7, 9). Una multitud inmensa: no sólo los santos y los beatos que festejamos durante el año litúrgico, sino también los santos anónimos, que solamente Dios conoce. Madres y padres de familia que, con su dedicación diaria a sus hijos, han contribuido eficazmente al crecimiento de la Iglesia y a la construcción de la sociedad; sacerdotes, religiosas y laicos que, como velas encendidas ante el altar del Señor, se han consumido en el servicio al prójimo necesitado de ayuda material y espiritual; misioneros y misioneras, que lo han dejado todo por llevar el anuncio evangélico a todo el mundo. Y la lista podría continuar”. Esas palabras de Juan Pablo II, nos confirman que el título del libro es válido, sobre todo para los que tenemos la firme convicción de que el padre Juanes es santo; y esperamos que esto sea confirmado, en su momento, por las autoridades eclesiásticas correspondientes. El Papa Benedicto XVI, en la encíclica Deus Caritas Est, reflexionando sobre los santos, dice: “La vida de los Santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos. En nadie lo vemos mejor que en María”. A tono con este mensaje del Papa, no tenemos la menor duda de que los santos se unen a nuestra Santísima Madre, la Virgen Maria, así como a la comunión de los Ángeles, en la hermosa labor de intercesión por los que todavía seguimos en este mundo temporal ó por aquellos que aún permanecen en el purgatorio. A nivel local, en la homilía del 30 Aniversario de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, la cual fue fundada por el Padre Benigno Juanes, S.J., los obispos concelebrantes fueron: Su Eminencia Reverendísima Nicolás 10


de Jesús Cardenal López Rodríguez y Mons. Francisco José Arnaiz; y en la misma el Arzobispo de Santo Domingo, motivó públicamente el inicio de la Cáusa de Canonización del padre Benigno Juanes, cuando se cumplan los requisitos establecidos para tales fines. Esta celebración solemne, se realizó el 1 de noviembre del año 2011, en las instalaciones de la citada comunidad carismática. Cada obispo, sacerdote, diácono, ministro(a), consagrado(a) y servidor(a) que forma parte del cuerpo místico de la Iglesia, tiene la misión de formar, acompañar y servir con el objetivo de continuar anunciando el Reino de Dios, labor que se hace posible cuando nos encontramos y estudiamos la vida de un hombre puro. Actualmente, es más fácil escribir sobre escándalos aislados dentro de la Iglesia, que testimoniar y escribir sobre acontecimientos que edifican y buscan la transformación espiritual de muchas personas. Por lo tanto, he querido aportar con un ejemplo real, la gracia de conocer, ser acompañado y recibir enseñanzas, de un santo de carne y hueso. Durante la redacción de éste libro, el cual recoge los últimos tres años que compartimos muy directamente con el padre Benigno Juanes, estaré dando a conocer los beneficios espirituales recibidos. Los dominicanos, no contamos aún con ningún Beato ni Santo, otros países latinoamericanos, han logrado esas conquistas, a pesar de haber sido evangelizados con posterioridad. Esto sin restar mérito alguno a nuestros vecinos y hermanos latinos, quienes han presentado casos con sobrados méritos, evaluados y confirmados por las autoridades correspondientes. Estoy seguro de que hemos tenido muchos hombres y mujeres, que han realizado un trabajo que amerita el reconocimiento de su vida de santidad.

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He querido escribir del padre Juanes, a quien le conocí, y doy fiel testimonio de él, al igual que muchos de mis hermanos y hermanas espirituales. Espero que este pequeño aporte, sirva para refrescar las memorias de muchos que le conocieron y también inspire a otros que puedan aportar en la tarea de canalizar su camino a la santidad; aunque los que compartimos con él de cerca, sabemos que por misericordia divina, caminamos con un santo.

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I. Caminando a Manresa Loyola A. Buscando la Confesión Buscando reencontrarme con Dios en mayo del año 2006, luego de un largo tiempo alejado de su Alianza verdadera, sentía el deseo de confesarme con un sacerdote, con quien pudiese vaciar con confianza todas las dolencias que estaban dentro de mi corazón. Recuerdo que requerí consejo a un amigo, al Dr. Bienvenido Lantigua (Negro), quien colabora en la Iglesia Inmaculada Concepción de Santo Domingo Sur, el cual me refirió muy sabiamente a Manresa Loyola de Haina, diciéndome: “Luis, en Manresa de Haina, hay unos sacerdotes retirados, por lo que puedes tener toda la confianza de ir allá y solicitar a uno de ellos para confesarte”. Efectivamente, acogí el consejo de mi amigo y tomé la ruta que lleva a los Jesuitas de Haina. Recuerdo que en mis años de adolescencia, mientras me formaba en el Colegio Dominicano De La Salle, había realizado un Retiro Espiritual con el P. Daniel Baldor, S.J., el cual estaba lleno de espiritualidad y recordé el camino, para buscar tan apreciado Sacramento. Al llegar y solicitar un sacerdote para confesarme, dentro de varios que residen allí, estaba disponible el padre Juanes, a quien ví por primera vez en esa ocasión. Inmediatamente nos saludamos, comencé a darme cuenta de la humildad de aquel sacerdote, quien con aquella mirada profunda de sus ojos azules, iniciaba, sin todavía percibirlo, la transformación del que sería su último discípulo. Retomé la conciencia de la importancia del sacramento de la Reconciliación, pues cada dos semanas llegaba a Manresa a solicitar al padre Juanes para confesarme. Recuerdo que 13


al repetir los mismos pecados en las primeras confesiones, la mirada tierna de él penetraba hasta lo más profundo de mí ser, llegando a sentir verdadero arrepentimiento por mis frecuentes faltas, hasta lograr superar las más graves para entonces. Con este sacramento, el Señor me estaba dando la gracia de volver a sus pies. Sentí el dolor de haberlo ofendido e ignorado por tanto tiempo; volví a sentirme hijo amado y por eso, tendría que ir asumiendo un cambio, demostrando fidelidad y búsqueda constante de la Gracia que había perdido. El sacerdote, escucha con atención y el Espíritu Santo va trabajando; desde el momento que tomé la decisión de confesarme, y “expulsar todas mis contaminaciones espirituales”, producto de la vida sin Jesucristo que llevaba. Luego voy recibiendo el amor de Dios, que solo puede explicar, quien ha tenido experiencia con Dios. Nunca antes, había recibido un “Descanso en el Espíritu”; fue mi primera y única vez hasta la publicación de éste libro, sentado donde estaba, en el momento de la absolución e imposición de manos. Recuerdo que recibí una paz tan grande, que por un momento parecía estaba dormido, luego entendí, que había recibido un descanso en el Espíritu. En esa experiencia de Dios, sentí que el Señor había dejado huellas en mí, pobre pecador, sin mérito alguno. El que preside la oración tiene el carisma de que, imponiendo las manos con un leve movimiento de aquél a quien Dios a dispuesto y preparado, lo hace “caer”, es decir, salir momentáneamente del tiempo y del espacio cronológico, colocándolo en un estado de suspensión de los sentidos, lo que produce realmente un descanso psicológico, emotivo, espiritual, y también físico. Cuando vamos tomando conciencia de nuestras faltas, sentimos dolor por las mismas. Cuanto más buscaba la confesión, mayor era la unción que iba recibiendo.

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¡Oh Dios! Tus designios son inescrutables. Luego me informaron que el padre Juanes había estado muy enfermo, padecía de cáncer en los pulmones y el Señor lo había sanado. Que coincidencias tiene la vida, me acerco más a él, en los comienzos de su recuperación. Poco a poco me iba relacionando con él y sin haberme dado cuenta, estaba recibiendo acompañamiento espiritual en cada encuentro que teníamos. Los encuentros fueron cada vez más frecuentes y por ello, compartí la alegría de haber conocido al padre Juanes con mi esposa e hijos, quienes hicieron de él su acompañante espiritual. Más tarde, mi padre, Rafael Espinal, quien vivía en mi residencia familiar, también aprendió el camino a Manresa y pudo reencontrarse consigo mismo y con Dios. Ordinariamente, llevaba mi familia los domingos a Manresa Loyola y observaba con la confianza que cada uno compartía sus necesidades espirituales, pues en lo que cada uno tomaba su turno para confesarse y recibir acompañamiento espiritual con él, muy pronto nos conocieron los demás sacerdotes, hermanos y empleados de Manresa. Nos ganamos el cariño de la comunidad que reside en Manresa de Haina, entre ellos, los sacerdotes Láutico García, Benito Blanco y Julio Cicero (fallecidos), con quienes mis hijos compartían de manera especial; además de otros que permanecen con vida, como son los sacerdotes Francisco Javier Lemus, José Sánchez, Santiago de la Fuente, Carlos Benavides, Carlos Rodríguez, Francisco Bartolomé; también los hermanos Olmes Vega y Severino Martín. Asimismo, nos relacionamos fraternalmente con las empleadas Mercedes García, doña Leonidas de los Santos y Francisca Pérez, entre otros. Con cierta frecuencia nos llevábamos al padre Juanes a pasear y aprovechamos sus enseñanzas en cada momento

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que podíamos. Prefería ir a restaurantes sencillos, caminar y disfrutar los helados. Siempre se cuidaba de no recibir muchos regalos, pues aunque en Manresa no se respiran celos, él se cuidaba de todo. Compartía con sus compañeros los obsequios que recibía. La comunicación entre ambos fluía con mucha facilidad, pues al no pertenecer todavía a las instituciones donde él se había entregado por tantos años, como son la Renovación Carismática Católica y la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, tenía fácil acceso a él.

B. Convivencia Fraterna Una de las vivencias más hermosas que compartí con el padre Juanes, fue cuando asistía en las mañanas a la Santa Eucaristía que celebran en Manresa. Allí celebran la Misa diaria, para los que están en la enfermería, en la capilla del segundo nivel, donde podemos observar la humildad y la santidad que se respira en ese lugar. En ambiente fraterno, todos ellos colaboran y se dividen las funciones, mostrando que son verdaderos hermanos y mostrando un alto sentido comunitario. Normalmente las celebraciones eucarísticas, las preside el P. Carlos Rodríguez, S.J., quien siempre puntual, no hace esperar a sus compañeros. Los que residen en Manresa viven en retiro constante; pues el rezo del Rosario, el Ángelus, la Eucaristía, la Adoración del Santísimo, el acompañamiento, las confesiones y las lecturas, son hábitos comunes para los que residen en aquél lugar. La mayoría de los que habitan allí, están limitados por diversas enfermedades, propias de sus años, sin embargo, la atención que reciben tanto del encargado de la enfermería, el hermano Olmes, como de sus asistentes, es de una familia completamente integrada en el amor de Dios.

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Aprendimos, gracias a la introducción del padre Juanes, a conocerles y a brindarles nuestro tiempo. Gracias a la frecuencia de mis visitas, pude observar que Manresa Loyola es un lugar de santos. Es fuente de Gracia. El que permanece en Dios, normalmente se le reconoce por la paz interior que refleja. Muchos de ellos dejan su país, su familia, para cumplir con el llamado y misión al servicio del Reino de Dios. Al final de sus años, ellos esperan junto al sufrimiento de sus múltiples dolencias corporales, la última voluntad del Padre celestial, tal como la esperó nuestro Señor Jesucristo, en comunión con el Santo Espíritu, para dar el paso de la Cruz a la Gloria. Los santos, generalmente habitan en lugares donde se respira y se vive la santidad, pues el padre Juanes, no iba a ser la excepción. El respeto, la sencillez y la sabiduría de bien que impera en Manresa, chocan con el poder, la vanagloria y el placer que quiere arropar al mundo. Estas, siguen siendo las tres grandes tentaciones que hoy al igual que ayer, la humanidad enfrenta y la alejan de Dios. Un día leí un artículo de San Ignacio, donde le preguntaron al fundador de la Compañía de Jesús: ¿“Dónde deberían estar los Jesuitas”?. Sin titubear respondió: “Donde mayor es el servicio divino ó mayores son las necesidades humanas”. Los Jesuitas han sido siempre fieles a este requerimiento de su fundador y por eso son muy directos en la defensa de la dignidad humana. Los que esperan con paciencia su hora, toman muy en serio el mensaje del Mesías, cuando dice: “Velad, porque no sabéis cuando será el día ni la hora” (Mt 25,13). Esta vigilancia anima y purifica la mente y el corazón del que la practica, y por lo tanto, el Santo Espíritu habita en esos corazones puros. En el padre Juanes tuvimos la oportunidad de apreciar de cerca sus virtudes, con cualidades humanas excelentes y

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una ascética espiritual extraordinaria, con un alto sentido de respeto hacía todos los que acudían a él. Recuerdo que en uno de esos paseos que hacíamos juntos, estuvimos en una ocasión en la Catedral Primada de América y allí nos encontramos con Mons. Amancio Escapa, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Santo Domingo. Inmediatamente el padre Juanes lo saluda, se arrodilla para besarle el anillo. Ver a este anciano sacerdote a sus 92 años hacer tal reverencia, me resultó sorprendente. Su alto nivel de humildad y respeto por su Iglesia y por sus superiores. Entonces, Mons. Escapa reaccionó y le dijo: “Hombre de Dios, esto no es necesario que lo hagas”. En la convivencia fraterna de Manresa Loyola, se enseña a buscar la voluntad de Dios en el ámbito de la Iglesia Apostólica, por lo tanto, en comunión con el Papa, con los Obispos, las Sagradas Escrituras, y por supuesto con la Tradición de la Iglesia. En cada aniversario de vida de los miembros de mi familia, la llamada telefónica de felicitación del padre Juanes no se hacía esperar, igual ocurría con una gran cantidad de colaboradores de la Renovación en el Espíritu y de su amada Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía. Era un trato único y personalizado. Recuerdo que en una ocasión, había una convivencia de la RCC en el parque Mirador Sur de la ciudad de Santo Domingo. Animé al padre Juanes para asistir un momento con mi familia. Era una tarde de domingo. Una vez allí, nos sentamos y al poco tiempo, observé una culebra mediana que iba con rapidez en dirección a donde estaba nuestro querido sacerdote. Con prontitud, salté del asiento y pise la culebra, la cual quedó mal herida, y el hombre de Dios me dijo: “Deja que siga su camino, no la mates” y así, lo hice.

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En otra ocasión, en febrero del 2008, visitó el grupo de oración “Abbá Padre”, el cual coincidía con mi cumpleaños y luego de la formación que ofreció esa noche, antes de partir el bizcocho, les solicitó por el micrófono a mis seis hijos, que me dijeran cada uno, lo que era su padre para ellos, y manifestaron hermosas palabras. En medio de ese acontecimiento improvisado no pude contener las lágrimas de la emoción. Otro día, recuerdo que había amenaza de huracán para nuestro país, sobre todo para la ciudad de Santo Domingo. El oleaje del mar, era muy fuerte en aquella ocasión. Esa mañana, acudí a Manresa Loyola, con la finalidad de saber si todo estaba bien en el lugar. Observé al P. Benito Blanco y a otros, haciendo el rezo del Rosario, caminaban por los pasillos, con válida preocupación, y cuando me encamino al segundo nivel, hacia la habitación No. 39, donde residía el padre Juanes, observé que él estaba al final del pasillo, con sus manos extendidas hacia el mar, en paz absoluta y sonriente, clamando la calma del inmenso mar. Lo llamé y lo llevé a su habitación, la brisa era muy fuerte. Horas más tarde, las amenazas de huracán se alejaban finalmente de la isla. El poder de la intercesión comunitaria es poderoso.

C. Grados de Humildad Soy un gran admirador de las obras de nuestros primeros Padres de la Iglesia, y meditando sobre la humildad extraordinaria del padre Juanes, recordé las Reglas de San Benito, patrono de Europa y sus doce grados de humildad. El padre Juanes no era monje, era un sacerdote religioso; sin embargo, por considerarlo de interés, me permito señalar algunas de sus virtudes, haciendo referencia a los citados grados de humildad, los cuales eran parte de su estilo de vida. Veamos: 1. Temor a Dios. Este don nos encamina hacia la santidad y nos llena del amor Trinitario. Su vida fue 19


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una reverencia constante a Dios. Vivió, se formó y cosechó para Él y esto, porque había recibido el deseo íntimo de la obediencia, la cual practicó hasta su muerte con olor a santidad. Obediencia a la voluntad de Dios. Desde los 12 años, el adolescente Benigno Juanes escucha la llamada del Señor, la cual la lleva a cabo con reverencia y obediencia hasta los 92 años. Incluso en el momento de su muerte, escucha el llamado a la plenitud y termina rezando un Padre Nuestro y un Ave María, para entonces partir a la Casa del Padre. Obediencia a nuestros superiores por amor a Dios. En su sacerdocio no encontramos notas discordantes con sus superiores. Personalmente, puedo hablar de su último superior directo en Manresa Loyola, el padre Benito Blanco, S.J., quien más que un superior, era un admirador del padre Juanes. Sufrir con paciencia las injurias sin quejarnos. En su caminar en la vida humana, no ha de sorprendernos que haya recibido malquerencias, sin embargo, no se quejaba de ellas con sus colaboradores y sus superiores, ya que en su corazón no había lugar para rencores. Declaración de faltas secretas, incluso de pensamiento. Tenía muy claro la importancia del sacramento de la Reconciliación. Este grado consiste en que no se le oculte al confesor los malos pensamientos que llegan a su corazón y las malas acciones cometidas en secreto, sino que los confiese humildemente. Aceptar de corazón todas las privaciones y los oficios humildes. El nivel de obediencia de éste religioso, era muy notorio. Se comportaba siendo ya un anciano, como si fuese un novicio, es decir, solicitaba permiso para sus salidas e informaba de sus acciones. Tenerse por el último de los hombres. Siempre se observó en él un alto nivel de humildad, jamás


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identificamos un gesto de superioridad intelectual, donde quisiera sobresalir. Evitar el protagonismo. En este caso, en la comunidad de los Jesuitas, se vive realmente la fraternidad y donde el protagonismo no existe, independientemente del alto nivel de conocimiento que tienen muchos de ellos. El respeto mutuo es notorio. Es sorprendente y admirable a la vez, como observamos una comunidad de intelectuales, poseer tan altos grados de humildad. Hacer silencio. Consiste en que el religioso no permita a su lengua que hable. Guarde, pues, silencio y no hable hasta ser preguntado, porque la Escritura enseña que “en el mucho hablar no se evita el pecado”. y que “el hombre que mucho habla no anda rectamente en la tierra”. El silencio, era parte de su estilo de vida. Era un contemplativo en acción. Prudencia en el reír. Consiste en que uno no se ría fácil y prontamente, porque está escrito: “El necio en la risa levanta su voz”. La humildad verdadera se opone a la necedad, a la falta de seriedad y a la superficialidad. “El necio habla sin pensar, el sabio piensa lo que dice”. El padre Juanes cuando reía, lo hacía con mucha prudencia, pues su risa nunca fue estruendosa y mucho menos burlona. Prudencia en el hablar. Consiste en que cuando hable, lo haga con dulzura y con humildad, diciendo pocas y juiciosas palabras, y sin levantar la voz, pues está escrito: «Se reconoce al sabio por sus pocas palabras». Este maestro espiritual no era un hombre de mucho hablar. Su modo de vivir y sobre todo de servir, hablaban por sí mismo. Modestia en el porte exterior. Consiste en que no sólo tenga humildad en su corazón, sino que la demuestre siempre a cuantos lo vean, aún con su propio cuerpo. Su vestimenta era muy sencilla. Con frecuencia al recibir regalos, los colocaba en una canasta en Manresa

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Loyola, para que otros sacerdotes o hermanos que tuviesen una mayor necesidad de ese artículo lo utilizaran. Verdaderamente, al examinar las Reglas de San Benito, referente a los doce grados de humildad, recuerdo al instante el comportamiento ordinario del padre Juanes. Asimismo, más adelante, trataré sobre las meditaciones de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, fuente principal de su espiritualidad como jesuita auténtico que él era. Caminando a Manresa Loyola, he podido percibir que la sabiduría es el carisma del Maestro Espiritual. Aquí, encontramos conocimiento y sabiduría, dos carismas muy difíciles de conjugar en un maestro espiritual. Carismas tan necesarios hoy en nuestro caminar como personas, como Iglesia y como sociedad. El padre Juanes tenía muy claro que “a quien mucho se le ha dado, mucho se le exigirá” (Lc 12,48) y por eso brindó sus servicios de formación y de acompañamiento espiritual, mientras pudo mantenerse de pie. El que sirve al Reino de Dios no se retira nunca, pues aún, cuando pasemos por misericordia a la casa del Padre, nos sumaremos a los coros celestiales y a la comunidad de los santos, para continuar adorando a la Santísima Trinidad. Quienes nos hemos alimentado de su fuente de amor, conocimiento y sabiduría, no podemos hacer otra cosa, que rogar al Todopoderoso nos pueda dar la gracia de perseverar en los caminos de Cristo, hasta producir frutos, y, frutos en abundancia; tal y como nuestro querido e inolvidable padre Juanes nos enseñó con sus palabras, y sobre todo, con su ejemplo de santidad. Él fue flexible a las mociones del Espíritu y vivió el desprendimiento absoluto, esforzándose por no apegarse a nada mundano, siendo verdaderamente libre y dócil a la voluntad de Dios.

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D. Entrando al Mundo Espiritual Recuerdo, que el padre Juanes me dijo en una ocasión: “Si conocieras el mundo espiritual”. Luego de meditar estas palabras, percibo que el estaba consciente de que me dejaría, apenas en la entrada de ese gran universo. Es hermoso, como al transcurrir el tiempo, en la medida que voy entrando al mundo espiritual, observo lo mucho que tengo que profundizar y servir en el camino a la santidad. Es decir, nuestra pequeñez en el camino del Señor, como la miró éste sacerdote Jesuita, al decirme esas palabras. Sin embargo, no se desanimó nunca, para continuar formando, como si ya percibiera, que pronto no iba a poder formar y acompañar a más personas. Luego de haber leído sobre la vida de los santos, joyas que adornan nuestra Iglesia, tal como lo dice el Papa Benedicto XVI, hemos aprendido en nuestro caminar con el padre Juanes, que los padres vigilantes siguen teniendo razón cuando dicen que la purificación corresponde al ámbito del cuerpo, la iluminación al ámbito del alma y la perfección al ámbito del espíritu. Me encanta conocer sobre las obras de nuestros Padres y Doctores de la Iglesia, pues pienso que cuantos tenemos la Gracia de leer y reflexionar sobre ellos, siempre estaremos firmes en nuestra fe, tan firmes como son las vivencias de los santos, verdaderas columnas de nuestra amada Iglesia Católica. Este hombre de Dios, purificó su cuerpo, su alma y su espíritu, pues su porte exterior, su corazón y su libertad, fueron puestas a disposición de la voluntad de Dios. Ordinariamente se levantaba alrededor de las cinco de la mañana, a orar y a escribir, participaba diariamente de la Eucaristía, donde adoraba antes y después de la celebración Eucarística. El resto de su tiempo era para acompañar y formar, principalmente a miembros de la RCC, la CVE y 23


a un sinnúmero de personas que buscaban su orientación espiritual. En este santo sacerdote no encontramos cuestionamientos ni dudas de su caminar directo hacia la santidad, todo aquel que tuvo la oportunidad de conocerle sabe que conoció a un santo en su persona. Recordar a la luz del Espíritu Santo las vivencias que tuve con el padre Juanes, es pasar de la memoria al corazón, pues allí esta el centro de unificación del ser humano, allí habita el Espíritu de Dios, cuando lo dejamos entrar y lo alimentamos. Esto es puro don de Dios. Cuando leemos a San Isaac el Sirio, recordamos a quienes han alcanzado tan altos niveles del amor de Dios, pues dice: “El corazón de aquel que visita su propia alma en todo momento goza de las revelaciones. El que recoge en si mismo su contemplación, contempla la irradiación del Espíritu. El que ha conseguido vencer toda distracción, contempla a su Maestro en el interior de su corazón”. Cuando conocemos a un santo, y somos capaces de captar esa Gracia, nos damos cuenta de que el mismo es un intercesor que vela por nosotros, pues somos unificado en Espíritu, tal como nuestro Señor Jesucristo lo desea, que seamos uno, como Él y el Padre son uno (Jn 17, 21). En el hombre de Dios de Manresa Loyola, observé un dominio fuera de serie, de las pasiones y sus consecuencias. Sus bolsillos siempre estaban vacíos y nunca buscaba protagonismo. Tenía dominio de sí mismo. Evagrio Póntico, nos enseña lo siguiente: “Entre los demonios que se oponen a la práctica de la ascética, hay tres jefes de fila que preceden y dirigen al resto de la tropa de intrusos: los que tientan a la avidez de la glotonería, los que inspiran el amor por el dinero y los que nos incitan a la gloria humana”.

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Un santo es aquel que está limpio de corazón. La palabra de Dios nos dice: “Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). La pureza de corazón, no es una virtud; son muchas virtudes a la vez, consolidadas en una sola. Quien logra caminar con un corazón limpio, indudablemente puede lograr una mejor y mayor presencia del Espíritu Santo y ser un verdadero ciudadano del Reino de Dios, testigo de Cristo y obrero en la viña del Señor. Que difícil se hace, sobre todo a nosotros los laicos, caminar acorde a la voluntad del Padre; no obstante, cuando conocemos estos modelos excepcionales, donde podemos palpar que la santidad es una invitación posible de nuestro Señor Jesucristo, entonces caemos en la cuenta, de que la invitación está abierta y que nosotros tenemos tiempo para prepararnos y revestirnos de la Armadura de Cristo y caminar con firme decisión de fe hacia el servicio universal y divino del Reino de Dios, pues es ahí, cuando tomamos la vía que nos lleva a vivir la vida en el Espíritu; con entrega, como verdaderos hijos de Dios; hijos en el Hijo y por tanto, hijos de la Filiación Divina. Caminando hacia Manresa Loyola, conocí uno de los caminos que llevan a la santidad, donde se inicia un proceso de transformación interior en mí y posteriormente, en mi familia, al igual que en cientos de hermanos, a los cuales he ido conociendo y que se han abierto al Soplo del Espíritu. Aspiramos con el ejemplo que he visto en nuestros hermanos y hermanas de mucha mayor experiencia espiritual, a ser sarmiento que produzca frutos de la Vid. San Juan Eudes decía: “Es la comunión algo tan grande, que serían precisas tres eternidades para hacerla dignamente: la primera para disponernos a ella, la segunda para comulgar y la tercera para dar las gracias”. La tradición en la espiritualidad cristiana, nos enseña que existen tres grados de perfección de la vida cristiana:

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1. Vía Purgativa. Es la de los principiantes, donde el alma se libera del pecado, se fortalece contra los peligros que puedan hacerle perder la Gracia Divina y sigue a Dios en la obediencia de los mandamientos y prácticas de piedad. 2. Vía Iluminativa. Es la de los adelantados en el camino de la perfección. Trabajan duramente en la imitación de Cristo y en la práctica de todas las virtudes. Aquí, la ascética se pone de manifiesto. 3. Vía Unitiva. Es la de los que caminan en la perfección, dedicados con perseverancia a los ejercicios ascéticos. Acceden a la contemplación de Dios y a la unión íntima con Él. Llegan a vivir la vida mística. A nuestro humilde entender, el padre Juanes vivía en el grado de la Vía Unitiva, es decir, de los que caminan en la perfección siendo consistente en su camino hacia Dios. A través de él, descubrí un árbol de sabiduría, del cual nunca hubiese querido apartarme. Indudablemente, los que residen en Manresa Loyola, están buscando la unión definitiva, el encuentro con la plenitud, donde de seguro, serán recibidos por nuestra Madre Santísima, junto a la comunión de los ángeles y de los santos, donde ellos pasan a formar filas en el momento de su partida final. El nivel de contemplación que observo en los rostros de los sacerdotes y hermanos residentes de Manresa Loyola, llenos de Gracia y de meditación, es sencillamente de unión plena. Bastaría recoger las homilías pronunciadas en los velatorios de los sacerdotes Jesuitas, ofrecida por Mons. Francisco José Arnaiz, para ligeramente apreciar la riqueza de los aportes y la vida de santidad de esa bendita comunidad. Me encanta ir junto a mi familia a recibir bendiciones, confesarnos, estar con ellos en la Eucaristía y compartir 26


diversos temas. Cuando encuentro al P. José Sánchez en su silla de ruedas y me inclino para acoger su bendición, me hace tres cruces en la frente y siento en su dedo pulgar, como si este estuviese ungido con aceite santo. Los correos del P. Santiago de la Fuente, son una formación continua. En el acompañamiento del P. Francisco Javier Lemus, puedo obtener mucho provecho de su gran carisma de discernimiento. En una ocasión, conversando con su Eminencia Reverendísima Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, le comentaba del excelente acompañante espiritual que era el padre Juanes, y él me dijo: “Los Jesuitas son buenos maestros”. De esos maestros y de todos los demás, debemos aprovechar para continuar los procesos de formación espiritual. Doy gracias infinitas a la Santísima Trinidad, por llevarme a Manresa Loyola, en una segunda oportunidad, pues la primera vez, en mi adolescencia, no pude percatarme de la santidad del lugar. Doy gracias al padre Juanes por haberme hecho parte de su vida y encaminarme en la vida de la fe. Doy gracias a la Renovación Carismática Católica y a la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, por acogerme, integrarme y continuar formándome, para servir al Reino de Dios. Luego de la partida del padre Juanes, he percibido que Manresa Loyola es “Tierra de Santos”. Santos por los sacerdotes y hermanos que residen allí con vocación a la santidad, y Santos por los que también han pasado al descanso eterno y donde de seguro brilla para ellos la luz divina.

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II.

Proceso de Transformación

A. Revelación Transformadora Teniendo mis orígenes en una familia católica y habiendo recibido formación en el Colegio Dominicano De La Salle, había recibido los sacramentos del Bautismo, Eucaristía, Confirmación, Reconciliación y Matrimonio. Sin embargo, me había alejado desde los 18 años de la vida sacramental. A mis 40 años, por Misericordia Divina, vuelvo a tener sed del agua viva, para lo cual había que volver a renacer del agua y del Espíritu (Jn 3,5). Buscaba por iniciativa propia, formación espiritual y no sabía donde encontrarla. Antes de conocer el Jesuita de Loyola, había recibido varios cursos en la Escuela de Evangelización Juan Pablo II, quienes realizan una hermosa labor. No obstante, quería algo más que el Kerigma. Habían pasado varios meses, sin que el padre Juanes me informara nada sobre su trabajo apostólico. Entonces, comencé a conocer lo que hacía, en adición a sus funciones de sacerdote. Tenía un alto rendimiento en su trabajo apostólico, por lo que comencé a introducir temas espirituales y él por supuesto, a explicarme y aclararme mis inquietudes. Así, iniciamos la formación. Siempre recordaré su mirada, la cual invitaba a la confianza, y con su trato amable y personalizado, invitaba a la conversión verdadera. Recuerdo que tenía poco tiempo de conocer a mi acompañante espiritual, cuando murió mi tía Mery Laureano, hermana de mi madre, a quien tenía un cariño muy especial. Ella muere el 25 de noviembre del año 2006. Desde que murió la mencionada tía, iba personalmente a la Eucaristía de la parroquia San José de Calasanz, la cual está a cargo de Mons. Víctor Masalles, con la finalidad de rogar por su alma. Luego de haber participado en más de treinta Misas, 28


con la intención antes indicada, comencé a levantarme a las tres de la mañana y el sueño me vencía. Hasta que un día le pregunté a una señora mayor, de esas que frecuentan la Iglesia, lo que me estaba sucediendo. Y ella me indicó que me levantara y pidiera a Dios su mensaje. Pocos días después, vuelvo a levantarme a las tres de la mañana, ya con una decisión de orar más profundamente. Me siento en mi cama, mi esposa está durmiendo y no tenía un minuto orando con los ojos abiertos, cuando una inmensa luz entra a mi dormitorio, la cual me obliga a cerrar los ojos. En medio de una paz indescriptible, siento en mi corazón que es el Padre celestial, del cual recibo cuatro mensajes: 1. “Me voy a llevar a tú papá”. Inmediatamente las lágrimas comenzaron a brotar por mis mejillas y le dije: Señor no soy digno de pedirte nada, pero si algo puedo pedir, es que me permitas evangelizarlo. En ese entonces, mi padre era soltero y quería andar de parrandas con 73 años de edad. El Todopoderoso permitió que integrara a mi padre al grupo de oración “Abbá Padre” y que volviera a su vida sacramental. Cuatro años más tarde, el 29 de octubre del 2010, fallece. Costó mucho esfuerzo poder domar los hábitos nocturnos de mi padre, pero la oración y el acompañamiento del padre Juanes, me ayudaron a rescatarlo y llevarlo al encuentro con Dios. Con frecuencia le daba a leer temas espirituales y el Espíritu Santo realizó el trabajo de purificar su corazón. El padre Juanes, fue vital en este proceso, pues mi padre lo visitaba voluntariamente en Manresa Loyola, donde recibió acompañamiento espiritual de él. 2. “Esa tía tuya por la cual has estado orando tanto, en este momento la estoy liberando del purgatorio”. En ese momento, tuve la imagen de una mano en el cielo oscuro, de la cual salía una especie de nube blanca hacia arriba. Sentí una profunda paz. El “purgatorio” es una realidad, la cual nos enseña la Iglesia Católica. 29


Nuestros difuntos necesitan intercesión y nosotros podemos ayudar a su liberación. Ver Catecismo de la Iglesia Católica (CEC No.1030 y ss) y Diario de Santa Faustina. (DSF Nos. 20, 1,226, 1,227 y 1,738) 3. “Has estado mucho en la calle y ya no puedo seguirte protegiendo”. El don del Temor a Dios lo sentí y recibí en ese instante. Comprendí que podía llevar la desgracia a mi familia, la cual era inocente de mi vida mundana. No tenía una vida familiar organizada y con este ultimátum, el mismo Dios había venido en auxilio de las súplicas de mi esposa y de mis hijos, para bien del que les escribe. 4. “Estoy cansado de tanto pecado en el mundo, mi ira no aguanta más”. En ese momento, recibí la imagen de una capilla pequeña, de madera en las montañas. Allí estaba la Virgen Maria, de rodillas frente al Santísimo, clamando Misericordia. En ese momento, el Señor me dió la Gracia de entender que la Trinidad no puede contradecirse en sí misma y que la Madre, en su origen humano, con disfrute de lo divino, sigue teniendo su facultad de intercesora, donde ella necesita de nuestra participación como miembros del cuerpo místico de Cristo. Comprendí que daño nos hacemos nosotros mismos, a los nuestros y al mismo Dios, con nuestras infidelidades al Creador de lo visible e invisible. Tomé conciencia de que nuestros pecados se convierten en pecados sociales, el peor vicio de nuestras sociedades. Este último mensaje, me inspira junto a mi familia a construir la Capilla Divina Misericordia en el sector las Peñitas en Manabao, Jarabacoa, llevando la imagen de Santa Faustina Maria Kowalska, a quien nuestro Señor se le presenta en Polonia, en 1931, encomendándole pintar una imagen de Él. Por supuesto, lo sucedido lo comenté con mi esposa, con mi acompañante espiritual y lo ofrecí como testimonio en el grupo de oración. El padre Juanes me recomendó dar el testimonio en grupos donde la experiencia espiritual pueda 30


ser mejor entendida y que mostrara a Dios mi agradecimiento por tan importante revelación en mi vida, pues no tenía mérito alguno para haber recibido esa contemplación infusa. No quisiera ser tildado de iluminado, ni nada por el estilo, pero los testimonios hay que compartirlos. Sencillamente, Dios me saca de mi vida mundana y me trae a la vida que debemos procurar dentro de su Reino. En su misericordia, también me brinda a un excelente maestro espiritual, quien me ayuda asimilar mí recién iniciado proceso de conversión. ¿Acaso no conocemos de milagros, de transformaciones de vida, de llamados a la santidad? Entonces, ¿Por que dudar? ¿Aún seguimos sin descubrir y adquirir el don de Dios? Ese don se llama Espíritu Santo. Ese que esta en la Alabanza, en la Adoración, en las homilías, en las enseñanzas, en los Sacramentos, en los marginados, los despreciados, los empobrecidos y oprimidos de éste mundo. Si creemos eso, ¿Porque todavía no somos capaces de dejarlo entrar al corazón? ¿Tenemos miedo de esa realidad plena? Es la persona del Espíritu Santo, la que nos auxilia y nos lleva a encontrar el camino de la santidad. En el misterio divino, siempre debemos mantener una fe expectante, guiada por el Espíritu Santo. A veces, observamos en la mayoría de los cristianos, aún los que están supuestos a entender y vivir la vida en el Espíritu, mucho escepticismo respecto a la tercera persona de la Santísima Trinidad. A pesar de tanto pluralismo, debemos de identificar donde se mueve el Soplo de Dios, y discernir, en vez de criticar y generalizar. Tenemos de todo, pero debemos ser capaces de identificar donde se mueve el verdadero Dios. El padre Juanes, siendo un Jesuita con un alto nivel de conocimiento, comprende el vuelo divino y se sumerge en Él, para convertirse en un chef y preparar comida espiritual digerible a la gran ignorancia existente, la cual no deja ver a muchos, incluso a los que se creen más avanzados. Por eso, muchas veces observamos personas 31


con mucho conocimiento, y otros que siendo más humildes, logran asimilar la fe impregnada por Jesucristo, a través de los discípulos de Jesús, que sin tener grandes escuelas, entendieron las Palabras del Maestro. El conocimiento debe ser una ayuda, no un obstáculo en el camino espiritual. Posteriormente, fui conociendo el trabajo del padre Juanes como Asesor Espiritual en la Renovación Carismática Católica y en la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía; ésta última, fundada por él. Entonces, le solicité formación espiritual y él me sugirió un Seminario de Vida en el Espíritu. Recuerdo que cuando lo comenté con algunos amigos, Rosa Maldonado (Chiqui), me informó que se iba a impartir uno en la Parroquia Inmaculada Concepción, dirigida por el P. Darío Bencosme. En aquella oportunidad, tenía enfrentamientos doctrinales con mi esposa, ya que ella venía de un hogar protestante. Ambos deseábamos buscar del Señor y darles a nuestros hijos una formación unificada. Empezamos una guerra espiritual, donde comenzamos a cuestionar la doctrina que ambos habíamos aprendido y esto me obligaba a volver a repasar el Catecismo de la Iglesia Católica y a profundizar en algunos conceptos, con la finalidad de convencerla de que en la Iglesia Católica la doctrina tiene bases sólidas y de riqueza infinita. Poco a poco la transformación espiritual va llegando a mi hogar y a los que me rodean, gracias al influjo del padre Juanes. Los pecadores tendremos siempre que enfrentar las tentaciones. Es una batalla que no tenemos forma de evadirla, solamente enfrentarla con decisión firme, tal como David venció al gigante Goliat. (1 Sam 17,32 y ss). David siendo pequeño demostró valor, y hoy es lo que necesitamos, valor para vencer el pecado, salir de la oscuridad. Nuestros pastores que viven en santidad, son luceros en esa lucha, pues ellos son antorchas que nos llevan por los caminos de Cristo Jesús.

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Muchas veces no sabemos ni queremos luchar contra el gigante que nos divide, social y espiritualmente. Es increíble, cómo no somos capaces de unirnos como familia, y desde ahí, desde el hogar, hacer y ver crecer a nuestras familias, con conocimiento de las causas y consecuencias de tomar decisiones contrarias a las enseñadas por el Magisterio de la Iglesia Católica. En el caminar de ese proceso de transformación espiritual, noté que mis hijos se estaban formando en un colegio bilingüe, sobre todo por el aprendizaje del idioma ingles, sin embargo, no recibían una sólida formación católica. Aprovechando que ya ellos dominaban el inglés y, que no le estaban dando formación religiosa, los transferí, no obstante la distancia al Colegio Loyola. Conversamos con el P. Franchy Lluveres, S.J., y entendió de inmediato nuestra inquietud y aceptó a los cuatro hijos menores en el colegio, pues las dos mayores, ya estaban en la universidad. Ellos están en las manos del Señor y estamos abiertos para apoyarles en cualquier moción encaminada al servicio religioso.

B. Pasando al Servicio Continué avanzando en mi formación y comencé a leer sobre la vida de los santos, entonces invité a mi esposa a instruirse con el padre Juanes, en Manresa Loyola. El contacto con este sacerdote fue vital para que mi cónyuge aceptara la doctrina católica. Con amor y sin manipulación, mi esposa iniciaba el camino del catolicismo, en el cual hemos ido formándonos juntos y hemos incluido, por supuesto, a los hijos, en este hermoso caminar. Para mi sorpresa, estaba ante un sacerdote sumamente preocupado por la formación espiritual en los laicos. En aquel entonces, el religioso me recomendó dos opciones para la formación espiritual: La Escuela de Servidores de la RCC, dirigida por Altagracia Reyes (Tatica), la cual opera

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todos los miércoles en el Colegio del Apostolado en la ciudad de Santo Domingo o la Escuela de Teología para Seglares de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, adscrita a la Universidad Católica de Santo Domingo, dirigida magistralmente por doña Mercy de la Rosa de Castillo. En la Escuela de Servidores de la RCC, tomé varios tallares y en la Escuela de Teología para Seglares, estoy en proceso de concluir los estudios universitarios para obtener la Licenciatura en Ciencias Religiosas, al igual que mi esposa, pues he vivido de mis dos profesiones, es decir, Contador Publico Autorizado y Abogado. Ahora, con la Teología, no busco servirme de ella, sino servir gratuitamente a través de ella. El padre Juanes me invita a formarme para integrarme al Equipo de Predicadores de la RCC, por lo tanto, tomamos un curso especial para predicadores, impartido por el Ing. Roberto Abreu de la RCC. Recuerdo que mi primera predica, fue atendiendo una invitación del sacerdote mencionado, vía los amigos José del Carmen Polanco y Santiago Guzmán de la RCC. Dicha predica iba dirigida a un Retiro de Hombres en el tiempo de Cuaresma del año 2007 en Manresa Altagracia. El rostro alegre y la satisfacción que reflejaba el apreciado sacerdote en aquella oportunidad, me invitaban a continuar por ese camino, lo que constituyó un compromiso para mí. En ese retiro, el viernes santo en horas de la noche, el padre Juanes se enfermó y busqué sin demora el vehículo y lo llevamos a la Clínica Independencia, donde fue atendido y dado de alta horas después. Al día siguiente, el sabio sacerdote estaba de nuevo en el Retiro de Hombres que había iniciado. Todos los participantes, incluyendo al muy conocido Luisín Mejía, nos sorprendimos de la actitud de entrega y pasión por el servicio ofrecido de este apreciado sacerdote.

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Mientras más formación recibía del padre Juanes, mayor era mi deseo de servir y nuestra conversión era tomada cada vez más en serio. En ese sentido, surge el deseo de conformar un grupo de oración, el cual se llamaría “Abbá Padre”. Este nombre lo escuché por primera vez en el Monasterio de las Carmelitas de Santo Domingo, en voz de Sor Altagracia Cid, quien motiva a pronunciar las jaculatorias de “Abbá Bendito y Alabado”. Entonces, con el visto bueno de nuestro acompañante espiritual, en fecha 11 de octubre del 2007, día del cumpleaños de mi esposa Luisa, inicié junto a varios de nuestros amigos cercanos, el grupo de oración “Abbá Padre”, el cual sería el último Grupo que sería formado directamente por el padre Juanes. El grupo se reúne cada martes de 8.00 p.m. a 9.30 p.m. Los integrantes del mismo son mi esposa, nuestros hijos, mi madre Carmen Laureano, mi padre Rafael Espinal (fallecido), mis hermanas Lisselotte y Cristina, mi tío Francisco Domínguez y su esposa Fela, Ruben Manzueta y su esposa Mariela, Marcia Contin y su esposo Pedro, Don Carlos Rodríguez y su esposa Charo, Tito Domínguez y su esposa Jacqueline, Luis Rodríguez, Abel Camacho y su esposa Yesenia, Don Goyo Gómez, Sandra y Marta Gómez, Leonardo Hernández, María López, Mirtha Hernández , Rosa Maldonado (Chiqui) entre otros hermanos, los cuales se han ido integrando. Formalicé el nombre del grupo en la RCC y fuimos coordinadores por cuatro años, pues por iniciativa propia, realizamos un consenso en el citado grupo y a partir de octubre del 2011, dejamos la coordinación, la cual pasó a cargo de los esposos Rubén y Mariela de Manzueta y nos mantenemos como miembros activos. Luego extendimos el grupo “Abbá Padre” a Consultores Globales & Asociados, oficina que dirigimos junto a mi esposa, con unos 15 empleados, donde cada miércoles al mediodía, apartamos una hora para formar a los mismos y alabar a Dios. Asimismo, existe un tercer grupo de oración en Manabao, Jarabacoa, 35


entre las hermosas montañas del lugar. Allí, en la Capilla Divina Misericordia, llevamos al padre Juanes, a doña Miri de Ginebra y Rhina Villabrille, responsable y Tesorera de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, respectivamente. En esa ocasión, el viaje fue disfrutado por el padre Juanes, a quien le había solicitado apoyo, con la finalidad de que la Familia de la Vega, perteneciente a la CVE, pudiese darles formación a las personas que se estaban congregando allí. La propuesta fue aceptada por la CVE, conversamos con el P. Joni Durán, en ese entonces, párroco de Jarabacoa, quien estuvo de acuerdo. En tal sentido, la CVE, designó a la Sra. Rosa Olga Medrano, quien junto a un grupo maravilloso de personas, ha estado asistiendo el tercer sábado de cada mes, con la finalidad de continuar alimentando espiritualmente a ese pueblo de Dios. En esa capilla, ubicada en el sector la Peñita de Manabao, en la ribera de río Yaque del Norte, bajo la inspiración del padre Juanes, hemos organizado la Adoración al Santísimo Sacramento, en horario de siete de la mañana a siete de la noche, cada jueves. Hemos visto como familias que estaban divididas, se han ido uniendo. Personas que no estaban casadas, bautizadas, ni confirmadas y que no recibían la Eucaristía, sacramento culmen en la vida de la Iglesia, ya han podido recibir la gracia de iniciarse en la vida de los Sacramentos. Mi esposa Luisa, inició los servicios de catecismo para niños y era hermoso observar como en la medida que se iba distribuyendo el Catecismo, hogar por hogar, las familias se involucraban. Las visitas a los enfermos y el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia, siempre han sido parte inherente de las actividades que se realizan. He visto cómo prácticas mundanas de: bebidas alcohólicas, consumo de drogas, práctica de la brujería, adulterio, entre otras, han sido reducidas por lugareños del lugar. En varias

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ocasiones, orando por diferentes personas dentro de la capilla, observamos como el Señor liberaba a personas, quienes entregaban resguardos y otros objetos maléficos, a los cuales le echábamos agua bendita y lo quemábamos fuera de la Iglesia. Doña Ramona de Cepeda, ha brindado un servicio maravilloso en la limpieza de la capilla, donde nunca faltan flores y velones encendidos. Asimismo, Chavela de Abreu, Anatalia Ramos y Mercedes Bautista, han realizado una labor de catequesis con entrega de amor verdadero. Cuando el padre Juanes salió de la capilla, se detuvo a observar la naturaleza, dando una lenta vuelta, percibió la paz propia del lugar, y entonces me dijo: “Este lugar es muy hermoso y está lleno de paz”. Lo ví disfrutar de la contemplación de la naturaleza. Podemos ejercitar este tipo de contemplación, cuando podemos ver en cada cosa creada un signo de la presencia divina. Orar en las montañas nos lleva a reconocer con facilidad el soplo de la vida en el Espíritu. En el libro “Orar con el Corazón”, del P. Tomas Spidlik, Jesuita, nacido en Moravia, enseña que Evagrio, escribe: “orar es propio de la mente humana, porque se conforma a su naturaleza el hecho de ocuparse de aquello que es lo mas bello, esto es, de Dios”. Los Padres de la Iglesia han descrito por medio de muchísimas metáforas la necesidad de hacer oración. En ese orden, podemos citar a San Juan Crisóstomo, quien escribe que la oración es para el cristiano lo que es el muro para la ciudad, la espada para el soldado, el puerto en la tempestad, el bastón para el que cojea. Los santos aconsejan dar gracias a Dios por todo aquello que se nos ha dado y después pedir lo que deseamos. Cuando nos inundamos de Espíritu Santo, no dudamos. Por eso, la oración de fe es escuchada. Recordemos lo que nos dice la palabra “Todo lo que pidáis en la oración, se os dará” (Mc 11,24). La oración constante fija nuestra actitud hacia Dios, haciendo que nos

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demos cuenta de que todo depende de Él. En el padre Juanes, siempre observamos un total abandono a la voluntad de Dios. Orígenes, enseña: “cuando se reza, ora en nosotros el Espíritu Santo, que entiende mucho mejor, lo que necesitamos y su voz es mucho más fuerte, entonces la oración que es escuchada es la que ha elevado la voz del Espíritu Santo y no la petición que ha salido de nuestra cabeza”. En el lenguaje bíblico y espiritual, la montaña, al igual que el desierto, es un lugar privilegiado para la oración y para el encuentro personal con Dios. El Sinaí, el Horeb, el Tabor, son nombres de montañas sagradas que nos recuerda la Biblia. En ellas tuvieron lugar acontecimientos decisivos del diálogo de Dios con los hombres. Eventos de la alianza, de la salvación y de la Revelación Divina. En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel ofrecía sacrificios a Yahvé en la cima de las montañas: Abraham, en la tierra de Moriáh, sube a un monte para ofrecer a Dios el sacrificio de su hijo Isaac; el Horeb es el lugar elegido por Dios para manifestarse a Moisés, y luego también a Elías; en el monte Garizín los israelitas solían adorar y elevar oraciones al Señor. Lo mismo sucede en la espiritualidad cristiana oriental y occidental de todos los tiempos: sobre las montañas se yerguen grandes monasterios, abadías, templos, ermitas y santuarios. Jesucristo nuestro Señor también solía ir al monte a orar, en donde pasaba noches enteras a solas con el Padre celestial. Quiso escoger un monte para anunciar la carta magna de su Evangelio: Las Bienaventuranzas; en el monte de los Olivos sufrió aquellas horas terribles de su agonía, y en la cima de un pequeño montículo derramó la última gota de su sangre para redimirnos. Y, una vez resucitado, escogió también un monte, en Galilea, para despedirse de sus discípulos antes de ascender al cielo. 38


La montaña, al igual que el desierto, es un lugar de silencio y de soledad, que permite alejarse del mundo y de las cosas de la tierra. Exige un esfuerzo fatigoso de “subida” hacia Dios. Allí arriba se está más cerca del cielo. Quizás por eso Nuestro Señor, quiso escoger también una montaña para realizar el evento maravilloso de su transfiguración en el Tabor. Debemos recordar que Moisés, según los exégetas vivió unos 1,272 años A.C. y el profeta Elías, 854 años A.C. Es interesante meditar, cómo en la historia de la Salvación, podemos ir chequeando toda una secuencia de confirmaciones en la vida de nuestro Señor Jesucristo, que no dejan duda de su divinidad. Jesús amaba la oración en soledad y en silencio, por esa razón, se retiraba con frecuencia a las montañas; lugar que nos envuelve hoy igual que ayer, en el misterio Trinitario. Recuerdo con mucho agrado las diversas visitas que hicimos junto al padre Juanes a la librería “Paulinas” de Santo Domingo, donde siempre encontrábamos la acogida de la encargada, la hermana Cristina Mei. Cada una de esas visitas, siempre en horas de la mañana, era para mí muy enriquecedora, pues no tenía el hábito de la lectura sobre asuntos espirituales, y gracias a las instrucciones de él, pude tomar ese hábito y conocer la temática y la calidad de los diversos autores que él me recomendaba. Entre los autores preferidos del padre Juanes, encontramos al Cardenal L.J. Suenens, J.D. Fischer, M. Martín, H. Muhlen, J. Laplace, J. Prado, F. López, R. Cantalamesa, A. Maloney, J. Lafrance, D. Grasso, K. Ecker, K. Rahner, R. Laurentin, M. Fiorito, D. Gil, R. Halter, A. Sullivan, M. Scanlan, P. Arrupe, N. Astelli, R. de Grandis, J. Ratzinger, Cardenal C. Martíni, Ph. Madre, E. Garin, I. Larrañaga, J. Galot, R. Faricy, H. Hernández, J. Osuna, P. Van Breemen, Y. Congar, entre otros autores. Obviamente, los documentos de la Iglesia, sobre todo los de Vaticano II, Catecismo de la Iglesia Católica y

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encíclicas papales, siempre eran parte de las herramientas utilizadas como referencias, para canalizar el entendimiento de lo que quería exponer el aventajado maestro espiritual. Tengo vivo el recuerdo de la última visita a las Paulinas, pues el religioso de la compañía de Jesús, recogió dos libros y me los pasó con una mirada alegre y fija. Esos libros fueron: “Narraciones de un Exorcista” del P. Gabriele Amorth y “Dirección Espiritual” del P. Luís Mendizábal. Con la entrega de estos dos libros, mi amado sacerdote me sorprendía, pues al parecer quería darme alimentos espirituales más sólidos. Luego de leer detenidamente estos libros, he continuado leyendo sobre temas afines, por ejemplo, en la línea de sanación y liberación, los propios libros del padre Juanes, quien de su colección “Torrentes”, dedica siete libros a dichos temas. Descubrí gracias a éste Jesuita, que la sanación interior es un carisma que brota de la unión de la oración contemplativa y la oración carismática. En la primera se manifiesta nuestra actitud de escucha, en la segunda, el Espíritu Santo, ejecuta el don de la sanación. Más adelante, tomé la iniciativa de participar como miembro del Ministerio de Sanacion de la CVE, el cual ofrece sus servicios los miércoles de cada semana. Este ministerio fue fundado por él y opera desde hace más de veinticinco años, donde la entrega y el amor al prójimo, es parte del perfil de sus miembros. Allí, tuve la oportunidad de continuar recibiendo la gracia de la sanación interior, pues había iniciado ese proceso con el padre Juanes y a la vez, pude poner en práctica muchas de las instrucciones que había recibido de él y que había leído sobre tan delicado tema. Nos acercamos a doña Miri de Ginebra para laborar en ese ministerio y ella nos refirió con Zahira de Disla, encargada del ministerio de sanación en ese entonces. Tuvimos una hermosa acogida con personas muy experimentadas en esos 40


asuntos, como Xiomara de Nolasco, Gilda D’Oleo, Olga de Reyes, Mercedes de Santiago, Ángela de Óleo, Nemecia de Acevedo, Ramón Rodríguez, Rosario Chahin, esta ultima, es actualmente la encargada del ministerio, entre otros distinguidos miembros, quienes brindan un maravilloso servicio al escuchar y orar por los que voluntariamente asisten al lugar citado. Con el paso del tiempo, cada vez caía en la cuenta de la riqueza en las enseñanzas del padre Juanes, sobre todo en lo relativo al discernimiento espiritual, pues este carisma va de la mano con el de la sanación y la liberación interior. Él nos introduce en la RCC y en la CVE, gracias a esas dos instituciones he podido servir a parroquias tanto de Santo Domingo como del interior del país. Posteriormente, me integré al staff de ministros ordinarios de la parroquia San José de Calasanz y al staff de profesores de la Escuela de Servidores de la RCC, entre otras funciones en el servicio del Reino de Dios, gracias al influjo del padre Benigno Juanes.

C. “Abbá Padre” El Espíritu nos envuelve cuando decimos la jaculatoria: “Abbá Padre”. Estas palabras nos dejan ver la filiación divina del Hijo con el Padre. Al padre Juanes le agradó mucho el nombre de Abbá Padre, cuando le consultamos para dar ese nombre al grupo de oración, pues en las Sagradas Escrituras, se observa en tres citas bíblicas: • “Abbá, o sea, Padre, para ti todo es posible, aparta de mi esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mc 14, 36). • “Entonces no vuelvan al miedo; ustedes no recibieron un espíritu de esclavos, sino el espíritu propio de los hijos, que nos permite gritar: ¡Abbá!, o sea: Padre” (Rom 8,15). 41


• “Ustedes ahora son hijos, y como son hijos, Dios ha mandado a nuestros corazones el Espíritu de su propio Hijo que clama al Padre: ¡Abbá!, o sea: ¡Padre!” (Gál 4,6). En la palabra “Abbá”, encontramos el abandono de nuestro Cristo en las manos del Padre. El verdadero Dios y verdadero Hombre, hace relucir su parte humana en su última noche de agonía. Esta palabra no solamente nos llena de Espíritu Santo, sino que también nos sana y nos libera. Cuando tenemos presente el ejemplo de Jesús, quien fija su mirada en la voluntad del Padre, aprendemos a clamar las entrañas de misericordia de nuestro creador. Jesucristo, nos regala la filiación divina y con ella la libertad de saber que somos hijos en el Hijo por medio del sacramento del Bautismo. Del padre Juanes aprendí que la oración se dirige a Dios. El Dios de los cristianos es sin duda, la Santísima Trinidad. Debemos orar por medio del Hijo y en común unión con el Espíritu Santo, quien sella el amor Trinitario con el Padre. Cuando nos llenamos del Espíritu de Dios en nuestras oraciones, estamos haciendo la oración carismática, pues en el fondo, toda oración es carismática, incluso cuando no se siente la presencia del Espíritu. Queremos dejar claro la importancia de la mediación de los santos. Por eso, las oraciones bizantinas terminan con esta frase: “Te rogamos, Cristo junto a tu Madre Santísima, con los ángeles y los santos…” las personas que son santas colaboran de un modo más fuerte con el Espíritu Santo, y por esto su oración es también más fuerte. La oración es un sagrado diálogo con Dios. Por medio del mismo nacen en la tierra relaciones especiales, como la que tuvimos la oportunidad y la Gracia de tener con el padre Benigno Juanes. Cuando nos dirigimos a un santo, no se hace de modo separado de los otros, sino junto a los otros. Sin embargo, la veneración de santos particulares contribuye a crear una 42


atmósfera de calor familiar. El padre Juanes, llegó a decirme varias veces que formábamos parte de su Familia Espiritual. Esta afirmación, me llenaba de orgullo. Respetando nuestra Madre Iglesia Católica, sabemos que con la beatificación y canonización, se permite el culto público a los santos en las Iglesias, sin embargo, también sabemos, que privadamente podemos invocar a todos aquellos que sabemos viven en la presencia de Cristo para que intercedan por nosotros. Cada mañana, al levantarme e iniciar mi tiempo de oración matutina, luego de dar gracias a Dios por el nuevo día que nos regala, ruego la intercesión de nuestra Virgen María, la comunión de los ángeles y de los santos. Inmediatamente, también ruego por la intercesión del padre Juanes, para que ante Dios Todopoderoso, interceda por los planes y proyectos que tenemos, acorde con la voluntad divina. Es interesante saber que podemos orar por nuestros difuntos y nuestros difuntos por nosotros, pues el “purgatorio” es un estado existente por pura misericordia. Cuando vamos conociendo sobre las bases que fundamentan nuestros dogmas de fe, más nos vamos enamorando de su inmensa riqueza espiritual. Con el padre Juanes, aprendí a no tener miedo al silencio y a que el Espíritu Santo es el que nos guía en toda oración; con ella procuramos encontrarnos con el amor de los amores. El silencio nos hace captar la sensibilidad del susurro del Dios vivo y verdadero. La filiación divina procede de la paternidad divina. Dios es Padre y en su condición de Padre engendra un Hijo en quien se da, por tanto, una plena y propia filiación de naturaleza divina. También nosotros somos hijos, pero lo somos en un sentido distinto, es decir, hijos por adopción. La obediencia de nuestro Señor Jesucristo al Padre, es fruto de la filiación divina. En el monte de los Olivos, Jesús clama: “Abbá Padre” y más adelante dice el evangelista: “y se alejó

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de nuevo a orar, repitiendo las mismas palabras”. (Mc 14,3639). En esa lucha espiritual, nuestro Señor suplica al Padre: “que si era posible no tuviera que pasar por aquella hora” (Mc 14,35). Con esta jaculatoria de “Abba Padre”, nuestro Señor, se despoja de sus dos naturalezas, la del verdadero Dios y la del verdadero Hombre, dando paso a la voluntad y a la filiación divina. Este regalo hermoso de la filiación por medio de Cristo Jesús, la obtenemos por la filiación del Verbo Encarnado; por nuestra condición de bautizados, donde pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo; y por participar del Cuerpo y Sangre de Cristo. El padre Juanes, nos regala la filiación espiritual, para así, poder ser insertados en la verdadera vida cristiana. Como el nos decía, somos parte de su Familia Espiritual. Que hermosa manera de hacernos parte de él y en consecuencia, insertarnos en la vida de Iglesia. El padre Juanes llega a República Dominicana en 1964, y trabaja los últimos 45 años de su vida, mayormente con laicos y laicas. Fue un verdadero maestro espiritual para los carismáticos. Su aporte es indiscutible e imborrable en la historia de la Iglesia Dominicana.

D. Los Sacramentales El Concilio Vaticano II, en su constitución sobre la Sagrada Liturgia, dice: “La Santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se significan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida”. (SC 60). Los sacramentales ayudan a los hombres para que se dispongan a recibir mejor los efectos de los sacramentos, efectos que el Concilio llama principales.

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Los sacramentales son sanadores y son verdaderos signos sagrados, instituidos por nuestra Iglesia Católica. (CEC No. 1667-1690 y CIC No. 1166 y ss). Entre los sacramentales y las oraciones piadosas que más aprendimos del padre Juanes, están los siguientes: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18.

La oración del Padre Nuestro Adoración del Santísimo Oración de Acción de Gracias Invocación del Espíritu Santo El rezo del Santo Rosario La intercesión de los ángeles y de los santos Ayuno y Penitencia Oración en Lenguas Las Bendiciones Aspersión de Agua Bendita La Imposición de Manos El Viacrucis El Trisagio Coronilla de la Misericordia Procesiones Peregrinaciones Jubileos Las novenas, entre otros.

Los sacramentales son regalos de la Iglesia Católica para los laicos y laicas que verdaderamente quieren servir con compromiso en el Reino de Dios. La bendición del padre Juanes en cada encuentro me llenaba de un gozo espiritual que no puedo explicar. Me enseñó la importancia del agua bendita y llegó a realizarme comentarios de vivencias que

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había tenido en su uso. Particularmente, he tenido vivencias espirituales reconfortantes con el uso de ese sacramental, siendo testigo de su acción sanadora, transformadora y liberadora. ¡Que rica es nuestra Iglesia! En las novenas, por ejemplo, la intención es obtener Gracias especiales. La novena pertenece a las prácticas asociadas con el duelo de oración. “El número nueve es indicativo de sufrimiento en la Sagrada Escritura”. La novena no sólo es permitida, sino también recomendada por las autoridades eclesiásticas, aún cuando no tenga un lugar o sitio definido en la liturgia de la Iglesia. Con todo ello, cada vez son más los fieles que la realizan. Se distinguen cuatro tipos de novenas: de duelo, de preparación, de oración y de indulgencias, hasta que finalmente fueron reguladas y fijadas por la Constitution “Praecipuum” de Benedicto XIV, del 23 de noviembre de 1741. Los carismáticos bien formados, hacen todo esto en los Ministerios de Sanación y Liberación, pues la mayor preocupación y aporte del padre Benigno Juanes, siempre fue dar a conocer las formaciones espirituales avaladas y reconocidas por la Iglesia Católica. El hombre experimenta en la enfermedad su propia limitación y, al mismo tiempo, percibe que puede estar vinculada misteriosamente al pecado (CEC 1500). La enfermedad puede conducir a la angustia, a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Todos sufrimos a causa del pecado, el cual tiene incidencia personal, familiar, social, cósmica, física, espiritual, económica, moral o de cualquier otra índole. En definitiva, todos tenemos una pena en lo más profundo de nuestras almas. Por lo tanto, el origen de nuestros males ha tenido su origen en el pecado, por la desobediencia a Dios, por romper la Alianza con Dios, por querer independizarnos de Él, por vivir sin Él.

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El pecado es el origen de muchas enfermedades. Si queremos volver a la Alianza con Dios, a la comunión verdadera con su Santo Espíritu, tenemos que arrancar nuestras raíces dañadas y el instrumento por excelencia que nos regala el Señor es la Reconciliación. El sufrimiento y las enfermedades no son situaciones enviadas por Dios. Sólo hay dos formas de aceptar el sufrimiento: 1- Entregándonos al dolor, el cual puede llevar hasta el suicidio, para hacer desaparecer las cargas terrenales o 2- Aceptar nuestras realidades dolorosas como parte inherente a nuestra existencia. Debemos entender nuestras limitaciones, como la presbicia, la vejez, debilitamiento de nuestras fuerzas, caída del pelo, entre otras cosas…No podemos caer en el status de víctimas, debemos aprender y enseñar a aceptar y ofrecer los sufrimientos por causas nobles. Vivimos en un mundo de pecado, y por lo tanto, todos somos pacientes de ese gran hospital, donde muchos son de gravedad y pocos viven el proceso de purificación. Estamos salpicados por el lodo que produce el rompimiento de la Alianza con Dios. En el libro de Tobías, es maravilloso ver como el Arcángel Rafael dice: “Dios me ha enviado a sanarte. Yo soy Rafael uno de los siete servidores del Señor que en cualquier momento tiene acceso a su Gloria” (Tob 12,14-15). Es innegable que la Misericordia de Dios llega a nosotros a través del perdón. Las alusiones al perdón parecen perlas en el joyero de la Biblia, allí encontramos pasajes hermosos y esperanzadores. Como muestra podemos citar los siguientes textos: “Si nuestros pecados son una llaga, Dios los cura” (Is 30,26 y Jer 30,17). “Si son una mancha Él los lava” (Is 1,18 y Jer 4,14). “Si son una carga, Él nos ayuda a llevarla, tomándola sobre sus hombros” (Is 38,17). Tenemos un Dios

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Todopoderoso, capaz de perdonar nuestras faltas, pasar por alto nuestros delitos y rebeliones. “Él los borra, como si fueran un error que se quiera enmendar” (Is 43,25). “Los olvida para siempre” (Mi 7,18). Asimismo, no podemos dejar de mencionar grandes sanaciones interiores, ocurridas en el AT, como la de José en (Gén 45,1 y ss), La sanación de la tristeza de Ana (1 Sam 1,1-19), David y su conducta con Saúl (2 Sam 1,11-13), la curación integral del rey Ezequías (Is 38, 17), entre otras. En el Nuevo Testamento, Jesús sana a los discípulos del miedo (Mt 8,23-27). También sana del odio a la Samaritana (Jn 4,5-10) y del complejo de inferioridad a la mujer adultera (Jn 8,1-11). Asimismo, nuestro Señor, sana la pena de familiares por la muerte de Lázaro (Jn 11,23). En adición, sana la avaricia de Zaqueo (Lc 19,3-10) y sana el complejo de culpa de Pedro (Mc 14,72), entre otras sanaciones y liberaciones. En el caminar a la Casa del Padre, siempre compartiremos penas y alegrías, seremos heridos y en ocasiones seguiremos hiriendo. La plenitud y sanación total está en la esperanza de vida eterna que nos regala Jesús con su Resurrección, y así, nosotros ser instrumentos de bendiciones para otros. Cristo venció a la muerte y con su Pascua Redentora nos regala su Espíritu Santo. Con su Pascua, Jesús nos enseña y nos promete que podemos pasar de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la desesperación a la paz, de la derrota a la victoria, de la opresión a la libertad, del pecado a la Gracia, de la enfermedad a la salud, de la pereza al servicio, y así, tener la esperanza de llegar a la plenitud en la Casa del Padre, donde Él nos espera como Anfitrión Misericordioso. La Doctrina Social de la Iglesia Católica es clara en su posición sobre la dignidad de la persona humana, manifiesta todo su fulgor cuando se consideran su origen y su destino.

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Creado por Dios a su imagen y semejanza, y redimido por la preciosísima Sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser “hijo en el Hijo” y templo vivo del Espíritu Santo. • Entendemos que toda violación de la dignidad personal del ser humano, se configura como ofensa al Creador del hombre.” (CF 37 y CEC 1700 y ss). Para Benjamín González Buelta, S.J., la experiencia de Dios no se da fuera de la realidad, evadiéndose en una burbuja espiritual mediante técnicas solo disponibles para iniciados, él dice: “Vivimos en un mundo roto por injusticias abismales, en el que los pocos que concentran los beneficios de la riqueza y la tecnología están separados de las inmensas mayorías empobrecidas por un abismo que cada día se ahonda más”. Asimismo, en la realización de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrado en Aparecida, Brasil, se destaca la Secularización, la Globalización y el Pluralismo Religioso. En ese sentido, dicen nuestros Obispos que estamos llamados a ser discípulos y misioneros, y nos dicen: “Como discípulos de Jesucristo, nos sentimos interpelados a discernir los signos de los tiempos, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús” (DA 33). La Iglesia, enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos, sabe que aún le queda por realizar una ingente obra misionera (AG 10). Para profesar esa fe necesitamos la gracia de Dios que previene y ayuda con el auxilio del Espíritu Santo (DV 5). La metodología utilizada por el padre Juanes, nos enseña a vivir la vida en el Espíritu en común unión con los hermanos y nos mantiene en formación permanente. En el transcurso de nuestra transformación espiritual, siempre vamos a batallar con el gigantesco mundo de tinieblas, presto siempre 49


a enturbiar nuestras vidas y desviarnos del camino hacia la santidad, al cual estamos llamados, por lo que, la guerra está declarada, pues contamos con el Hijo de María, el Hijo del Altísimo, quien con su filiación divina, nos invita a ponernos su Armadura: Sacramentos y Sacramentales, para el bien de nuestras almas.

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III. Acompañamiento Espiritual A. Siendo Acompañado Tenía yo la costumbre de visitar Manresa Loyola tres veces por semana para continuar con mi formación. Los domingos, asistía con mi familia, ellos ya habían adquirido el hábito de confesarse con el padre Juanes. Reflexionando sobre este proceso de formación continua y directa, que tuve la dicha de tener del sacerdote protagonista de este libro, lo que más me sigue impresionando a tres años de su muerte, es su modelo de santidad. El que camina con seriedad hacia Dios, requiere de acompañamiento espiritual y él ejercía ese ministerio con mucha sabiduría. He notado que existen muchos grupos y ministerios, los cuales cuando no tienen un acompañante espiritual, muchas veces terminan disolviéndose. Las personas que no tienen un pastoreo adecuado, caminan con mucha dificultad en la búsqueda de la voluntad de Dios. Muchas veces le expresaba algunas inquietudes al padre Juanes y no me las respondía en el momento. Esperaba que las meditara y encontrara la respuesta en la oración. Me ayudó a buscar dentro de mí y entender la importancia del discernimiento espiritual. En esa escalera de conocimiento que poseía este virtuoso sacerdote, había que despojarse de las preocupaciones cotidianas, para así, obtener mayor provecho espiritual. En una ocasión, sentado en su habitación, donde acostumbraba a resumirle los libros que él me sugería, le pregunté lo siguiente: ¿Cuál de las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad, era mas admirada por él? Me respondió con una seguridad y un gozo espiritual inmenso: “Jesús”. Personalmente, esperaba que la respuesta fuera el Padre. Sin embargo, su espiritualidad centrada en Cristo era muy firme, pues Jesús, realmente es quien nos lleva al Padre en comunión con el Espíritu Santo, por lo que si no tenemos 51


a Jesús con nosotros, el camino no es viable para transitar a la casa del Padre. Nuestro corazón es un paraíso en el que trata de introducirse “La Serpiente” bajo la forma de un mal pensamiento. Ahí es donde opera el demonio en nuestros malos pensamientos y cuando somos capaces de aprender a discernir y damos la importancia necesaria al examen de conciencia, es más fácil identificar al príncipe de las tinieblas. Nuestro maestro espiritual, nos recalcaba mucho la importancia del examen de conciencia. La práctica de la oración del corazón nos lleva a la purificación y al despertar de las inspiraciones divinas. San Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas, del cual el padre Juanes se sentía muy orgulloso, escribiendo las notas de discernimiento de espíritu, hace justamente una experiencia: “un pensamiento que no es causado por ninguna impresión exterior, viene de Dios, porque sólo el Señor, que es el dueño, puede entrar en nuestra mente sin causas previas”. A través de la formación espiritual del padre Juanes, pude entender el porqué cuando estamos en oración, llegan a nuestras mentes, imágenes o personas, que normalmente requieren de oración y el orante se convierte en un intercesor. Como soldados obedientes de Cristo, tenemos que ser capaces de captar el mensaje, y obviamente, hay que discernirlo. En su vida, San Ignacio de Loyola tuvo algunas visiones con Cristo, se estima que tuvo más de treinta. En el prólogo de su evangelio, San Juan (1,1 y ss) nos habla sobre la divinidad de Cristo. “El Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios”. Y ahora, ese Verbo que ya sabemos que es Dios, espera una respuesta de nosotros. Es maravilloso ver como nuestros primeros Padres, dieron respuesta contundente a las primeras herejías sobre la Divinidad de Cristo. El Concilio de Nicea (325) lo proclamó “consustancial” al Padre, es decir, de la misma sustancia

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partícipe de su gloria. En el de Efeso (431), se define que “María es Madre de Dios”. Cristo nace del Padre del Cielo y de la Madre en la tierra. Ya en el Concilio de Calcedonia (451) Cristo es Dios y Hombre, dos naturalezas, es decir, la divina y la humana. Hoy día la inmensa mayoría del mundo quiere obtener lo divino sin buscar la experiencia del Espíritu Santo y sin asumir el camino de la Tradición de la Iglesia; quiere ser rico sin trabajar; quiere santificarse sin servir al Reino de Dios y en todo esto, lo que vemos es la Soberbia, el peor de los pecados capitales, la cual no acepta a Cristo, o lo quiere aceptar sin el ejemplo de su Santa Madre, o al modo desvirtuado de los negociantes de la fe, quienes aprovechando el pluralismo religioso, someten doctrinas falsas y vacías, pretendiendo manipular al pueblo de Dios. En una ocasión, traté el tema de las imágenes con el padre Juanes, pues él tenía una imagen sencilla en su pequeña habitación, sobre la Divina Misericordia. Aprendí que en el Antiguo Testamento estaba prohibido el culto a las imágenes. Después del surgimiento del cristianismo, las Iglesias están llenas de imágenes de santos. En tal sentido, aprendí dos verdades fundamentales: El Padre ha pintado su mejor imagen, en la persona de Cristo Jesús, renovando la nueva Alianza y que la veneración a las imágenes es relativo, ya que las mismas, nos llevan a quien está representado en la imagen. Es hermoso ver cómo nuestro Señor a través de la vida de los Santos y Santas, nos va dejando conocer su Presencia Santa. Para muestra, mencionamos a Santa Margarita María de Alacoque y a Santa Faustina Maria Kowalska, quienes recibieron “dirección espiritual” de San Claudio de Colombiere y del P. José Andrasz, ambos Jesuitas. A estas dos santas, nuestro Señor se les aparece. A la primera en diciembre de 1673, dándole a conocer la devoción al Corazón de Jesús, y la segunda es producto de un mandato 53


del Señor de pintar su imagen en fecha 22 de febrero de 1931. (DSF 47). Ambas devociones son muy populares y hermosas, pues ellas nos han llevado a agradar al corazón ardiente y misericordioso de Jesús. En nuestros momentos de oración, cuando podemos dar un bálsamo de amor a ese corazón traspasado por la lanza, el cual seguimos ultrajando con nuestras faltas y rechazo. Gracias a doña Niurka Núñez, miembro del Consejo de la Casita de la Misericordia, he aprendido a conocer más de cerca la devoción a la Divina Misericordia. Es necesario recibir Gracia del cielo, para entender que el Dios Espíritu, ha decidido bajar de lo Alto para encarnarse en Maria Santísima. Así, como recibimos los rayos del sol, los cuales traspasan puertas y ventanas de un lugar, así también, la Luz del mundo decide entrar y salir del vientre Sagrado de la Madre. San Agustín, dice que la Gracia se llama así, porque es gratis. Hoy al igual que ayer, seguimos pecando porque nos dejamos dividir, hemos caído en el vicio de no sentir dolor ajeno y no queremos caminar en unidad con un sólo Espíritu, con ese mismo que rebosó a la Madre de su Gracia. Hoy millones quieren a un Jesús sin la Madre, llegar al Padre sin Jesús, entender sin Espíritu Santo. La importancia de llevar un diario espiritual es aconsejable, en todo proceso de acompañamiento. Las mociones que vamos percibiendo en la oración, escribirlas y revisarlas. Muchas veces, cuando releemos parte de nuestro diario, nos asombramos con lo que hemos escrito y es que cuando lo escribimos llenos del espíritu de Dios, no somos nosotros, sino el mismo Paráclito, quien nos guía en la oración. En el acompañamiento espiritual, no podemos pasar por alto la santa obediencia de Cristo, quien se ha hecho obediente 54


hasta la muerte (Fil 2, 7-8), se ha hecho tan pequeño, tan humano y tan semejante a nosotros, que no tenemos miedo de estar con Él en la contemplación de la Cruz. El apóstol San Pablo dice claramente: “Bien es cierto que el lenguaje de la cruz resulta una locura para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros es poder de Dios”. (1 Co 1,18) Es muy popular escuchar: “Sin cruz no hay salvación”. Los cristianos sabemos y reconocemos que el Padre Nuestro es la oración más antigua y auténtica. Claro, no queremos decir que en las demás religiones no exista la idea de la paternidad divina. En la iconografía de la cruz, meditamos la santa voluntad del Padre. Dios que se revela en el Antiguo Testamento. La providencia paterna de Dios nos libera de las tinieblas de la maldad. Esto nos libra de temores y angustias. ¿Cuándo se acabará el mundo, pregunta el mundo? ¿Qué actitud tomar si tuviésemos la certeza de que el mundo se acabaría en un tiempo determinado? ¿Qué haríamos si tuviésemos la certeza de la destrucción del mundo? Nos convertiríamos, pensáramos en organizar nuestras vidas, a valorar nuestras familias, nuestros amigos, tendríamos tiempo para adorar a nuestro Dios. Me pregunto: ¿Acaso, somos eternos o estamos claros de que vamos a morir algún día? Si es así, ¿por qué no comenzar a trabajar en ello desde ahora, por qué no cambiar la visión de ver las cosas, por qué no reconciliarse con el Creador, con los míos y la sociedad? ¿Cómo podemos combatir las estructuras que corrompen la sociedad? Empezar por nuestras familias, sería un buen comienzo. Nuestra ceguera espiritual no nos deja alcanzar la luz que nos lleva a Cristo. San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, en el Principio y Fundamento, dice: “Estamos creados para alabar, reverenciar y servir a Dios” (EE 23). ¿Cómo logramos esto?, es lo que amerita reflexión y 55


búsqueda de la verdadera sabiduría. El padre Juanes nos hace tomar conciencia de entender todo lo que ayude al hombre a insertarse como verdadero ciudadano del Reino Dios y todo lo que no ayude a ese fin debe ser rechazado. En síntesis, aplicar la indiferencia Ignaciana. Qué difícil resulta rechazar los vicios que sabemos nos alejan de Dios: dinero, placer y vanagloria. En el acompañamiento espiritual de él, comenzamos a observar un común denominador: pobreza, castidad y obediencia, las cuales se dicen con facilidad, pero cuanto ha de costar vivirlas de verdad, en esa elección voluntaria, sin caer en privilegios. En el caminar con el acompañante espiritual, el concepto “Espiritualidad” es importante tenerlo claro. Para Karl Rahner, reconocido teólogo Jesuita, es vivir desde el Espíritu. La Palabra nos purifica. Nuestro Señor nos dice “Ustedes ya están purificados por la palabra que yo les anuncié” (Jn 15,711). Con la meditación de la Palabra diaria nos fortalecemos con la Armadura de Cristo. Es ir entendiendo nuestro caminar y aceptar los designios de Dios. En las bienaventuranzas y en las obras de misericordia indicadas en el Evangelio de Mateo, nuestro Señor da pautas precisas de cómo caminar en santidad. Es una especie de su auto retrato. En el acompañamiento espiritual pude palpar la importancia de la Trinidad. Tres personas en un sólo Dios, cada uno increado, omnipotente y eterno, reflejando así, el signo de la unidad. Confieso que nada me ha costado más trabajo que levantarme a orar en las primeras horas de la mañana. ¡Qué batalla ha sido eliminar la pereza espiritual! Mi relación con la Trinidad estaba coja, pues tenía buena relación con el Padre y el Espíritu Santo, pero no con Hijo. Él me ayuda a integrar la segunda e importantísima persona de la Santísima Trinidad, la cual no había tenido la oportunidad de conocer y estudiar.

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Cuando somos acompañados aprendemos la importancia de la Tradición de nuestra Iglesia. No puedo comprender cómo el universo no católico, no es capaz de valorar esta riqueza infinita e inestimable. La imagen Trinitaria se manifiesta en Cristo Jesús, Él lo confirma cuando dice: “Quien me ha visto a mi ha visto al Padre” (Jn 14,9). Si partimos de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, caemos en la cuenta de que Jesús es la mejor visión Trinitaria que podemos tener. En el Hijo de la Virgen Maria, encontramos el camino, la verdad y la vida. El acompañamiento del padre Juanes me llevó a entender que debemos pasar de la palabra a la acción y de ella dar frutos acorde a los dones que hemos recibido. Pasar al servicio del Reino de Dios, es el verdadero signo de conversión del cristiano auténtico. El acompañamiento juega un papel relevante cuando ponemos en marcha el plan de ejecutar lo que hemos discernido, siendo obedientes a la Trinidad. El cardenal Carlos Maria Martini dice: “debemos practicar la obediencia en el ámbito de las realidades institucionales y carismáticas, suponiendo la obediencia Trinitaria, en cada una de las tres divinas personas”. El acompañamiento es un camino vivo que no se puede suplir sólo con libros. Recibir la atención personalizada de este sabio y santo sacerdote, basada en la escucha, respeto, discernimiento y sobre todo el amor que él reflejaba en sus acciones, es un hecho inolvidable para todos los que tuvimos esa Gracia. El acompañante nos ayuda en el retorno al Padre, por medio a Jesucristo en comunión con el Espíritu Santo. Si de algo me lamento hoy día, es de haber llegado tarde a ese retorno. ¡Cuánto tiempo tuvieron junto a él mis hermanos y hermanas de la RCC y de la CVE! ¡Cuánto provecho han debido sacar! Sentir las mociones espirituales que existen dentro de nosotros y entenderlas es Gracia de Dios. Como acompañado iba adquiriendo confianza al sentirme ayudado, acogido 57


y amado. Esta felicidad que estaba sintiendo, no podía quedármela para mi sólo, por lo tanto, mi esposa y mis hijos, también fueron acompañados por el padre Juanes. Dentro de la gran riqueza de nuestra Iglesia, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio son pura bendición. Con razón el Papa Pió XI en 1922, declara a San Ignacio, Patrono de los Ejercicios y Retiros Espirituales. Sabemos que hay muchos laicos que han aprendido del acompañamiento, sin embargo, ante la escasez de sacerdotes existentes, ojalá nuestra Madre Iglesia, pueda extender este Ministerio, de modo que los laicos comprometidos, asuman un rol de importancia en el mismo, donde la discreción, la preparación y la experiencia, serían entre otros, perfiles a buscar en los seleccionados para tan importante misión. Acompañados, también acompañamos, pues en esa relación interpersonal, pasé de ser acompañado del padre Juanes a ser hijo, amigo y confidente en algunas situaciones; sin tener ningún otro mérito, que no fuese el amor paterno y fraternal con mi maestro espiritual. La regularidad y la frecuencia de mis encuentros con este sacerdote, me ayudaron significativamente en la vida. Ahora entiendo, al leer sobre la vida de los santos, el influjo que ellos tenían sobre muchas personas, cuando ejercían la dirección espiritual. Esto es puro don de Dios. El acompañante sirve de instrumento de sanacion y así, la voluntad del Señor, sea más entendida y provechosa. Compartimos el criterio de Joseph Baquer, S.J., quien dice: “el acompañamiento personal es un tiempo de Gracia. Es tiempo de crecimiento y oportunidad, de reconciliarnos con nuestra historia individual, familiar, social y donde lo espiritual, en cierto modo, lo abarca todo”. En la medida que conocía a mi acompañante espiritual, observé que él acompañaba a muchas otras personas,

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las cuales en sus momentos difíciles él estaba presente, sobre todo, en los casos de enfermedad y muerte. Dando él, sinceras muestras de apoyo y solidaridad, parte de sus valores esenciales. El acompañamiento no es perder el tiempo es ganar tiempo. Entendí que en la planificación se determina la estrategia y que esta nos hace ganar tiempo, sobre todo, para ser eficientes y efectivos en nuestras acciones. El acompañamiento nos ayuda a realizar una auditoría de nuestro interior, identificando nuestras debilidades y reencontrando el camino de Dios. Nuestro Señor Jesucristo, nos deja el acompañante por excelencia, el Espíritu Santo, como Gracia de la misma Misericordia. La Iglesia nos acerca más a ese acompañante divino a través de sus sacerdotes y todos aquellos que ejercen esta delicada labor, la cual hoy día requiere de más acompañantes espirituales.

B. La Espiritualidad La espiritualidad es el camino en que nos sentimos más cómodos para comunicarnos con Dios. Normalmente, esos caminos son la oración, el silencio, la soledad, los oficios religiosos, las lecturas que nos alimentan en el caminar de la vida en el Espíritu, y la contemplación, son parte del estilo que nos han enseñado la vida de los santos. En la espiritualidad cristiana aprendemos a seguir a Jesús, en consecuencia, tenemos que proclamar su Palabra, amar y orar por quienes nos ofenden, pues también nosotros herimos y ofendemos. Con el padre Juanes aprendí que no es lo mismo orar por los pobres, que orar con los pobres. La riqueza de la espiritualidad cristiana es hermosa y rica, gracias a los diversos modos y caminos espirituales existentes. Por ejemplo, de la espiritualidad Ignaciana, aprendemos la importancia de la práctica de los Ejercicios Espirituales; la espiritualidad Mariana, nos muestra a la Virgen María 59


como modelo de fe; la Benedictina, se centra en la liturgia; la Franciscana en pobreza y la libertad interior; la Carmelita mueve a la contemplación; los Salesianos al trabajo con los jóvenes; la Carismática nos invita a vivir el conocimiento progresivo de la persona del Espíritu Santo y su accionar en la vida de la Iglesia; entre otras enriquecedoras formas de vivir la espiritualidad cristiana en nuestra Iglesia Católica. Aprendí del padre Juanes, que Dios nos deja ver diversos caminos para llegar a su encuentro. El Espíritu Santo sigue siendo cristiforme. Él está presente en el misterio donde se ejerce cada uno de los sacramentos, para santificarnos y asistirnos en el caminar en la Vida en el Espíritu. En la liturgia se usa tras las palabras de consagración del pan y el vino, la llamada epiclesis, invocación explícita al Espíritu Santo para que descienda sobre los dones que están en el altar y sobre los hombres que están a su alrededor. Sin Espíritu Santo, los sacramentos no tendrían unción, no seríamos poseedores de la filiación divina, no seríamos hijos de la Trinidad, sencillamente, no pudiésemos alcanzar la vida eterna. Según Orígenes, un pensamiento puede tener cuatro causas: “puede venir de nuestra mente, puede ser del maligno, de los ángeles y finalmente del propio Espíritu Santo. Podemos reconocer el tipo de pensamiento, por los frutos que generan los mismos”. Revisando las obras de Santa Ildegarda de Birgen, las cuales se han hecho célebres en la literatura alemana del siglo XII, encontramos sobre sus visiones de la Trinidad. Al no saber como describirlas con lenguaje humano, utiliza la analogía de una llama en la que hay tres fuerzas: el resplandor, el rojo y el fuego. “Tu contemplas en el resplandor al Padre, que con amor paterno lo irradia a los creyentes. En el rojo púrpura que pertenece al interior de la llama y muestra su fuerza, reconoces al Hijo, hecho hombre de una Virgen, en el cual se ha revelado milagrosamente la divinidad. En el fuego que

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prende, contemplas al Espíritu Santo, que ilumina el espíritu de los creyentes hasta lo más hondo. Del mismo modo que en una única llama se encuentran estas tres fuerzas, las tres personas, están en la unidad de la divinidad”. Experiencias místicas Trinitarias también las encontramos en Santa Gertrudis, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Ignacio de Loyola, entre otros. En el caso de Iñigo de Loyola, decía que tenía mucha devoción a la Santísima Trinidad, y no pasaba un día sin ofrecer una oración a cada una de las tres divinas personas. En el diario espiritual del fundador de los Jesuitas, encontramos más de 170 citas que tienen relación con la Trinidad. En las visiones de San Ignacio, aparece Jesucristo como mediador de los hombres ante la Santísima Trinidad. Querer entender la inmensidad de la Trinidad es perderse en lo profundo. Para mí sólo basta mirar al cielo, para ver y entender su grandeza. Muchos teólogos modernos insisten en dar a la contemplación de la Santísima Trinidad, el primer puesto, en nuestras oraciones y en las consideraciones teológicas. Entre estos encontramos a Karl Rahner, W. Kasper, J. Moltmann, H. Urs von Balthasar y en Oriente sobre todo P. Florenskij. Los motivos para la renovación Trinitaria es la insistencia de la necesidad de tener una experiencia más viva en la oración. En la historia de la revelación Trinitaria, el Padre se nos muestra claramente en la creación, el Espíritu Santo se manifiesta en los profetas y Jesús nos llega a través de la libertad Trinitaria, concentrada en Maria Santísima en el momento de la Anunciación. Nunca antes en la historia de la salvación, la Trinidad se había posado en una persona. Recordemos lo que dice Dios en el Sinaí a Moisés: “Sácate tus sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada” (Ex 3, 5). Moisés se tapa la cara, tuvo miedo de fijar la mirada en Dios. En el vientre de la Madre

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se encarna el Logos, quien se hizo carne dentro de ella. Ella dice al arcángel de Dios, con fe y valentía, siendo apenas una adolescente “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como has dicho” (Lc 1, 38). Con el padre Juanes aprendí que el Antiguo Testamento nos prepara para el Nuevo Testamento. Jesús es la nueva Alianza. Aquel que da de comer el pan que nos lleva a vivir para siempre (Jn 6, 58) y que la Tradición Católica es la muestra visible de quienes han caminado hacia la santidad.

C. Las Transferencias En el proceso de acercamiento a Dios, conocer las transferencias espirituales es importante. Recuerdo que antes asistía a muchos lugares donde lo que se respiraba era pura contaminación espiritual, la cual sólo podemos caer en la cuenta de ello, cuando nos vamos ejercitando espiritualmente y tomamos conciencia de la vida en el Espíritu. Por eso es importante conocer lo siguiente: 1. Transferencia por Unanimidad: En el Antiguo Testamento, Moisés cumpliendo la Palabra de Dios, reunió los 70 ancianos y los colocó alrededor del tabernáculo. Entonces Dios, descendió en forma de nube y tomó el Espíritu de Moisés y los puso en los 70 ancianos, quienes en lo adelante, ayudaron a Moisés a cargar con la responsabilidad de dirigir el pueblo (Núm 11,24). Asimismo, en Pentecostés, podemos ver que estaban todos los discípulos juntos, cuando descendió el Espíritu Santo entre los presentes, los cuales estaban alrededor de María Santísima (He 2,1). Nuestros sacerdotes en el momento de sus ordenaciones son enviados con concepto de unidad Trinitaria, para ejercer su ministerio sacerdotal. Por eso, debemos trabajar siempre bajo la sombrilla y dirección de la Madre Iglesia.

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2. Transferencia de Imposición de Manos: Josué hijo de Num, estaba lleno de Espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él (Dt 34,9). Por otro lado, Timoteo recibe el fuego del Espíritu de Dios por medio de la imposición de manos de San Pablo y otros dones por imposición de manos de los ancianos (1 Tim 4,14). Es edificante lo que expone San Pablo, sobre no imponerse las manos con ligereza y que debemos protegernos del pecado de otro (1 Tim 5, 22). 3. Transferencia por Unción del Aceite: En el libro de Santiago, se nos enseña a orar y a ungir con aceite a los enfermos en nombre de Cristo Jesús, quien salva, levanta y perdona los pecados (Stgo 5, 14). 4. Transferencia por la Palabra: Cada vez que oímos la Palabra de Dios, estamos recibiendo vida, somos liberados, sanados y restaurados en el camino de Cristo, quien nos lleva al Padre Eterno. Dice el Mesías: “Ustedes ya están limpios por recibir el anuncio de la Palabra anunciada” (Jn 15,3). 5. Transferencia por uso de Prendas de Vestir: La Palabra dice: “las gentes tomaban los paños y la ropa de San Pablo para sanarse y los espíritus malos huían” (He 19,12). También recibimos contaminaciones o transferencias del maligno. Satanás es un gran imitador, no es creador. El usa los métodos de Dios, pero con intenciones totalmente distintas. Asimismo, recibimos transferencias por los pecados de nuestros ancestros, en visitas a lugares inadecuados, en conversaciones inoportunas con practicantes del pecado mortal y capital, en imposiciones de manos por personas fuera de la Gracia de Dios, en bebidas, entre otras formas. 63


Las transferencias que adquirimos del mundo, nos hacen perder la Gracia que recibimos de nuestro Creador. El ruido exterior de las contaminaciones no nos permite ver y conocer los proyectos que Él tiene para nosotros. La gran mayoría de las personas vivimos ignorando al que nos ha amado desde siempre. Muchas veces queremos manipular a Dios con nuestras rebeldías y no queremos dejar a Dios ser Dios. No escuchar sus llamadas, fingir una sordera espiritual y permanecer ciegos a su grandeza, es ignorarlo y así, sin razón ni mérito alguno, queremos reclamarle y culparle. Queremos agradecerle con ofrendas o servicios medidos y puntuales. La práctica del abandono es casi imposible. Ordinariamente nuestras ofrendas se parecen a las de Caín, no son de corazón y por lo tanto no son agradables al Padre (Gn 4, 5). Con frecuencia tomamos decisiones por la influencia de otras personas y al transcurrir el tiempo, nos percatamos de que esa elección no fue correcta. Nuestra voluntad con frecuencia se encuentra atrapada entre dos realidades: los sentimientos y los deseos. La elección conlleva la exclusión y esto trae dolores interiores. Aquí se evidencia parte del peso de la propia cruz que cargamos. La población mundial se ha duplicado en los últimos 50 años, para alcanzar la cifra aproximada de 7,000 millones de habitantes. Se proyecta una nueva duplicidad para los próximos 25 años. Estamos inmersos en un momento de la historia, donde el pánico y la confusión pueden reinar. Necesitamos hacer resurgir los valores, no olvidarlos ni esconderlos. En la actualidad, tenemos pérdidas de seguridad a causa de la violencia, el abuso y la traición de nuestros líderes; por el abandono, la guerra, el hambre, por las desigualdades, por las mezquindades humanas. Lo más duro y grave es que con la pérdida de nuestros hijos, perdemos nuestros sueños y esperanzas. La pérdida más grande es tenerlos viviendo en un 64


mundo equivocado, esclavos de su libertad, con corazones endurecidos y con pocas posibilidades de salvación espiritual. Es ahí, cuando nos visualizamos en la popa de un barco, mirando como los tiburones del maligno se los comen en nuestra presencia y muchas veces nosotros nos olvidamos de las armas que nos regala la Iglesia en nombre de Jesús de Nazareth, para reclamar lo que es nuestro. San Pablo nos dice: “Porque nuestra lucha no es contra fuerzas humanas, sino contra los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras. Nos enfrentamos con los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal” (Ef 6,12). Nuestra batalla no es contra las personas, es contra los espíritus malignos, esos son los que afectan a nuestro prójimo. El Padre es el que normalmente llama al combate espiritual y por lo tanto, esto conlleva una relación cercana con Él. Jesús nos da la autoridad de invocar su nombre. Cuando sentimos temor, es una señal de que debemos detenernos. Tenemos que saber quienes somos. La Madre conocía su identidad: “Yo soy la servidora del Señor” (Lc 1,38). San Ignacio de Loyola nos invita a conocer nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Todas esas experiencias y fortalezas están al alcance de todos los católicos. Debemos utilizar el discernimiento de espíritu. Entre los espíritus que provienen del maligno están los siguientes: Los espíritus servidores, trabajan en las emociones; los cardinales, se adhieren a nuestra voluntad, son más difícil de remover por nuestros malos hábitos; los familiares, éstos se pueden pasar de una generación a otra; los ocultos, son producto de brujerías y fuerzas demoníacas; los reprimidos, habitan en el subconsciente; de venganza, cuando se trabaja con éxito en los ministerios del Reino de Dios, usualmente nos atacan; entre otros. No debe trabajarse de manera aislada, la oración comunitaria tiene mucho poder. Hay que atar los espíritus malignos y dar seguimiento, ya que pueden volver y sea necesario volver expulsarlos, siempre con la autoridad de Cristo Jesús.

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El padre Juanes manejaba éstos temas; por eso, le dedicó muchas horas de estudio y fundó y ejercitó en el ministerio de sanación de la CVE. Él se preocupa y se ocupaba de preparar “soldados de oración”, por eso, dedica varios volúmenes al tema de la sanación y liberación. En el libro de las Revelaciones se estimula al guerrero de oración: “El vencedor vestirá de blanco. Nunca borraré su nombre del libro de la Vida, sino que proclamaré su nombre delante de mi Padre y de sus ángeles” (Ap 3, 5). Este pasaje bíblico nos lleva a la perseverancia, para alcanzar santidad. El pequeño sacerdote Jesuita carismático, era un gran soldado y un excelente jefe en la batalla espiritual. El amor se manifiesta más en las obras que en las palabras, y en cada entrega del padre Juanes, podíamos palpar su dedicación, dejando en su caminar una gran cantidad de personas bien formadas. En ese sentido, noté que las mujeres son mayoría, pues como sabemos son más inteligentes que los hombres, al parecer tienen mejores oídos para escuchar el llamado y para atenderlo. De la escucha de una mujer llega la salvación, la esperanza, la plenitud, pues la Madre es dócil y obediente en la misión Trinitaria. Conociendo la metodología de mí maestro espiritual, comprendí con el tiempo, el mensaje de sus pocas palabras y también de su silencio. Recuerdo que una vez, visité una casa donde tenía la sospecha de que esa familia necesitaba de liberación interior. Comencé realizando el rezo del santo Rosario y mientras lo iba haciendo, comencé a olfatear un olor azufre y teniendo palabra de conocimiento en el momento, le dije a los dueños del modesto hogar ¿porqué habían permitido que la brujería llegara a su casa? Inmediatamente la señora de la casa, no pudo contener el llanto y confirmó que su esposo ungía con sustancias dadas por hechiceros a sus hijos, los cuales estaban pasando por un proceso de trastornos mentales. Cuando le comenté la experiencia al padre Juanes, me regañó con respeto y me dijo que tenía que fortalecerme en 66


la Adoración Eucarística y no ir solo a esas misiones. Santo remedio, así lo he hecho y he visto resultados maravillosos, pues nosotros somos simples intercesores. El Espíritu Santo es el que actúa con su poder, cuando quiere y como quiere. A veces, lo hace gradualmente y nos va dejando ver los resultados de nuestras oraciones de súplicas. En una ocasión, una de sus colaboradoras me dijo de experiencias impresionantes que había tenido con el padre Juanes en asuntos de liberación interior. Una de ellas, fue la de una mujer casada, la cual de repente cambió su modo de actuar y quería separarse del esposo. Esta situación fue muy dolorosa para esos familiares. Luego de varios meses de oración por esa señora, él sacerdote dijo con autoridad: “Señor por favor que se acabe éste dolor” y en con autoridad, refiriéndose al maligno, expresó: “basta ya”. Al día siguiente, la mujer volvió a la normalidad de su vida ordinaria. La presencia del maligno había desaparecido. La lucha contra el mal, las tentaciones y el vicio del pecado, los cuales pretenden envolvernos para el reino de las tinieblas, son inevitables; sin embargo, hay que tomar conciencia de ello y enfrentarlo positivamente. Santa Catalina de Siena dice: “Sin guerra no hay paz”, es decir, sin combate no hay victoria. Tenemos que buscar los medios que nos regala la Madre Iglesia para purificarnos y tomar en serio nuestro crecimiento espiritual. El combate del cristiano que sabe utilizar las armas de Cristo, no lucha con desesperación, pues el que no las conoce, presenta una batalla en soledad y con ceguera espiritual, donde no sabe cual será el resultado que obtendrá. El cristiano que ejerce la filiación divina, tiene la certeza del triunfo, no combate con su fuerza, sino con la del Señor, que le dice: “Te basta mi Gracia, pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza”. (2 Co 12,9). A veces dejamos que otros dirijan nuestras vidas, alejándonos de nuestros seres queridos, llevándonos a una vida de pecado, aprovechando nuestras ignorancias, sin caer en la 67


cuenta que nadie va a vivir nuestra muerte, ni nuestro Juicio. El evangelista Mateo, nos recuerda: “De que sirve al hombre ganar al mundo si pierde su alma” (Mt 16,26). Que profundo es el mensaje de Dios, tendríamos que buscar buenos tanques de oxígeno para sumergirnos en esas profundidades y aún así, no entendemos.

D. Los Ejercicios Espirituales En el aprovechado acompañamiento que tuve con el padre Juanes, no puedo dejar de mencionar los Ejercicios de San Ignacio, pues una de sus primeras propuestas, era conocer los ejercicios espirituales, los cuales llegué a tomar con él los miércoles de cada semana. Posteriormente, en muchas ocasiones, lo llevaba a la Escuela de Servidores que opera en el Colegio del Apostolado, donde frecuentemente celebraba la santa Eucaristía. Iniciamos con los ejercicios en la vida diaria y posteriormente me introdujo en los ejercicios de cuatro días. Luego de su muerte he realizado los de ocho días, todos en Manresa. Antes de entrar a los Ejercicios Espirituales, quiero hacer referencia a la constitución del Vaticano II: “Lumen Gentium”, la cual nos recuerda que: “todos los fieles de cualquier condición y estado…son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre” (LG 11). Asimismo, la constitución Gaudium et Spes nos dice “desde su nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios” (GS 19). Venimos del amor, estamos en el amor que escribe en nuestros corazones y estamos destinados a volver al amor, porque Él amor nos amó primero (I Jn 4,10). Meditar sobre el amor de Dios es reencontrarnos con Él que siempre nos espera. En los ejercicios de San Ignacio, los cuales confieso que en un principio los encontraba aburridos, he descubierto una

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riqueza inmensa en su metodología de enseñanza, cuyas reglas ofrecen un camino hacia la santidad. La importancia del diálogo con Dios. Discernir lo que viene y lo que no viene de Él, conocer su voluntad en nosotros. De eso se enamoró y se ocupó Iñigo de Loyola, desde que recibió el toque de la conversión. Con todo y la vida de humildad que los Jesuitas llevan, tienen Santos y Beatos en el mundo, sin considerar todos aquellos que no están en los altares, pero que gozan de la santidad. En el principio y fundamento de los EE, encontramos la “Indiferencia”, la cual no debe entenderse como su nombre parece indicarlo. Es ser indiferente más bien, a lo que nos aleja de Dios. Esta indiferencia se sitúa en el plano de la voluntad y no de los sentimientos. El demonio siempre nos atacará por la parte más débil, sea de conocimiento o de voluntad. Por eso romper con el pecado debe ser una decisión firme, la cual debemos tomar sin vacilaciones en el nombre de Jesucristo. San Ignacio, en la primera semana de los Ejercicios Espirituales, nos lleva a reflexionar por qué y para qué hemos sido creado. En ese sentido, la práctica de confesión frecuente, la oración diaria y el examen de conciencia, nos ayudan significativamente a lograr el tan apreciado don del discernimiento espiritual. El padre Juanes era todo un experto en el tema de los ejercicios espirituales y aún a su avanzada edad los dirigía con sabiduría y santidad. El examen de la hora de oración (EE 77) es de mucha importancia para el diálogo con quien nos acompaña en los ejercicios. La vida de éste sacerdote, era un cristal transparente, donde la luz podía penetrar con facilidad. En él observamos un ejercitante permanente de los EE., las primeras reflexiones de mi acompañante espiritual, fueron mi primer reto en la vida en el Espíritu.

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En Gaudium et Spes, encontramos que: “Toda la vida humana se presenta como una lucha, y por cierto, dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas” (GS 13). Más adelante, la misma constitución nos señala “a través de la historia humana, existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas” (GS 37). Mi lucha espiritual estaba en pie y aún no me había dado cuenta. Como hoy el mundo tampoco percibe que la gran batalla que libramos es espiritual. Monseñor Ramón De La Rosa y Carpio, Arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, en su más reciente libro sobre Discernimiento de Espíritus, valora mucho el discernimiento para el Ministerio de Sanción y Liberación. El Arzobispo citado, deja claro la diferencia entre el arte de discernir y el carisma de discernimiento, pues lo primero está al alcance de todos, en alguna medida, y lo segundo se da cuando por Gracia, Dios regala a alguien una especie de instinto sobrenatural, para determinar si las mociones de una persona son de Dios o del maligno. San Ignacio de Loyola y Santa Teresa de Jesús, son considerados como grandes maestros del discernimiento. El santo de Loyola, canonizado en 1622, tuvo experiencias fuertes con el maligno y nos regala todo un Reglamento para meditar los Ejercicios Espirituales. Por su parte, Santa Teresa, nos deja saber sus experiencias con el maligno y nos enseña criterios claves para tales fines. 1. El primer fruto que deja ver el demonio es la mentira. 2. Las intervenciones del demonio no podrán dejar en el alma los efectos de la paz. Los santos son grandes testigos en el discernimiento para identificar la presencia del maligno. En mis inicios, mi maestro espiritual me ayudó poco a poco a encontrar la paz en la oración y en la Adoración Eucarística. Cuando nos apartamos del camino de Dios, es decir, cuando voluntariamente rompemos la Alianza con Él, el enemigo nos involucra con placeres pasajeros, los cuales nos alejan de

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la presencia santa del Espíritu Divino, que quiere acampar en nuestros corazones. Por un lado, descubrí en el soplar de la vida en el Espíritu, las consolaciones que nos confirman la presencia divina y la misión a la que somos llamados y, en otro orden, están las desolaciones, donde el enemigo pretende crear un ambiente de sequedad espiritual en nosotros y en otras ocasiones, éstas son permitidas por Dios. Entonces, es donde más necesitamos reforzarnos y si es posible, pedir intercesión a nuestros hermanos de confianza, para recibir fortaleza. San Ignacio nos invita hacer actos de fe (EE 320). Los Ejercicios Espirituales son un método excelente para conocernos nosotros mismos y también conocer las tentaciones del maligno, ya que recibimos dos tipos de tentaciones: las ordinarias y las extraordinarias. La primera son las cotidianas como placer, negligencia, protagonismo, entre otras y la segunda se refiere a la desesperación y odio a Dios, principalmente. En la primera semana, aprendí a encontrarme con el Dios de la Alianza y de la Misericordia. Del corazón salen las intenciones malas, lo que Casiano llamó pecados capitales. El padre Juanes era un verdadero modelo de santidad, pues en él no encontramos ni percibimos pecados graves, ni capitales. Veamos: • Gula. Se conformaba con poca comida, su contextura física, hablaba por si misma. No era hombre acostumbrado a las meriendas. • Avaricia. Nunca cargaba dinero en sus bolsillos, ni tenia depósitos en ningún lugar ó institución financiera. • Lujuria. Cuando lo saludaban, especialmente del sexo femenino, siendo ya un anciano, mantenía siempre una distancia prudente, aún en aquellas damas que gozaban

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de su confianza. No sólo era serio, lo demostraba en todas sus actuaciones. Ira. Su corazón estaba lleno del amor de Dios, la paz que reflejaba se podía percibir inclusive en aquellos que no le conocían. Envidia. En la comunidad Jesuita es difícil localizar ese pecado. Al menos en Manresa Loyola no lo encontré. Siempre mantuvo un bajo perfil, cual si fuese un ángel que quiere pasar por desapercibido, pero que sabemos que estuvo presente. Pereza. La pereza no logró habitar en él. Su trabajo apostólico y sus miles de páginas impresas en publicaciones realizadas, son una muestra del cumplimiento de su misión terrenal. Soberbia. Su nivel de humildad sobrepasaba los límites de lo cotidiano.

El padre Juanes de una manera sútil, nos hace examinar nuestros pecados en la primera semana de EE. Comencé a ver el triple pecado. El de los ángeles caídos, el de Adán y Eva y por supuesto, el nuestro. San Ignacio nos invita a conocerlo en la cabeza y en el corazón y así, aborrecerlo. A un laico, acostumbrado a la vida cotidiana y a sus diversos afanes, se le hace muy difícil identificar sus faltas. En la segunda semana me instruyó para contemplar la Encarnación y el Nacimiento del Mesías. Desde nuestra sabiduría limitada, en la Encarnación podemos intuir presencia de la Trinidad. Donde el Dios Trino a quien muchas veces queremos manipular en nuestra libertad e ignorancia humana, ha decidido que en una joven, perteneciente a un pequeño pueblo, se encarne el Salvador. La actuación del arcángel, el respeto con que se dirige a nuestra Señora, la paz interior de su corazón y el lugar de la oración, el cual no se indica propiamente en las Escrituras, nos dan paso a la imaginación y a caer en la cuenta, de que en ese momento

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de santidad, la Virgen tenía que estar sumergida en una verdadera intimidad con Dios, lo que hoy conocemos como contemplación. La Madre no se imaginaba, que el Rey de reyes iba a nacer en una cueva dentro de un pesebre. Sin embargo, la luz de la estrella, la adoración de los magos y pastores, y el apoyo de San José, le confirmaban a ella la presencia santa del niño Dios. Ella fue recipiente del arca de la Nueva Alianza, enseñándonos a adorarle con espíritu de fe. Esa meditación, junto a la de los binarios y las tres maneras de humildad, son la parte central en la segunda semana, para ir ajustando la reforma de vida. Esto me ayudó a entender que el Señor me había dado lo suficiente y que necesitaba mi tiempo para continuar formándome y sirviendo. He preferido reducir los ingresos materiales y atender la voluntad del Creador. Quizás muchos amigos entiendan que estoy dejando de ganar dinero, tiempo, placeres, entre otras vanidades del mundo, sin embargo he ganado libertad, dirección y visión en el mundo de ahora y del que nos espera. He aprendido a tener ganas de ser y sentirme hijo en el Hijo. Llegó un momento donde casi nos quedamos solos mi esposa, mis hijos y yo, pues las amistades tradicionales estaban desapareciendo. La delicadeza y el amor que nos daba el padre Juanes, nos confortaba, era puro amor y esto era a la vez puro don. Luego fuimos conociendo nuevas amistades afines y practicantes del catolicismo. Cuando me despierto en cada mañana, lo primero que procuro es buscar la ventana más cercana de la habitación y contemplar la luz que poco a poco va llegando, dejándonos ver la consolación visible más hermosa. A veces, tenemos noches muy oscuras, donde pasamos desolaciones por situaciones diversas que se nos presentan en la vida, sin embargo, tenemos la seguridad, que la luz llega luego del amanecer, con alegría, fe y esperanza, de los nuevos designios del que todo lo puede. Ejercitándome, acorde a las pautas de

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mi viejo acompañante espiritual, me iba dando cuenta del valor de la libertad. Sencillamente, somos siervos inútiles, que hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17,7-10). De acuerdo a Henri Nouwen, uno de los autores que nos recomendaba nuestro acompañante espiritual, aprendí que: “cuando nacemos perdemos la protección del seno materno; cuando vamos a la escuela, perdemos la seguridad de la vida familiar; cuando conseguimos nuestro primer trabajo, perdemos la libertad de la juventud; cuando contraemos matrimonio, perdemos otras opciones, aunque en mi caso, quiero aclarar que estoy feliz de mi elección. Asimismo, cuando envejecemos, vamos perdiendo la independencia física y cuando morimos, lo perdemos todo”. Entonces si esto es realidad de vida, lo más sensato es comenzar a preparar el camino para alcanzar la morada prometida por Jesucristo. Me gusta dentro de los EE elaborar y analizar la lista de mis proyectos, y así, identificar luego de estar despojado de las cosas mundanas, lo que es del agrado de Dios. Una vez, cuestioné al padre Juanes sobre hasta dónde debemos compartir los bienes y me dijo: “Luis, tienes seis hijos que has acostumbrado a una vida cómoda y buena educación, tus ofrendas, nunca deben afectar la calidad de vida que ya ellos están acostumbrados a recibir, pues sería dañino en su salud espiritual”. De acuerdo a la tradición ignaciana, las diversas etapas de los EE tienen como finalidad, la que expresa la siguiente fórmula: “Lo deformado, reformarlo (Primera Semana); lo reformado, conformarlo (Segunda Semana); lo conformado, confirmarlo (Tercera Semana); lo confirmado, consumarlo (Cuarta Semana)”. La formula nos ayuda a comprender los objetivos generales de los EE.

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En la tercera semana, se busca confirmar la elección, contemplando a Cristo en su pasión y así, resistir a las tentaciones que vienen como olas gigantes a combatir con la Gracia que hemos recibido para la elección. San Pablo nos invita a examinar bien todo y quedarnos con lo que mejor parezca (1 Tes 5,21). En el lenguaje cristiano aprendí, que saber lo que quiero es conocer lo que Dios quiere de mí y esto, requiere mucha fe, fortaleza, discernimiento y libertad, por lo que generalmente lleva tiempo. En este punto, aprendí la importancia de la paciencia con mi guía espiritual. A veces queremos correr, pero en el camino espiritual hay que aprender a gustar y saborear. Cuando utilicemos este método, vamos creciendo de verdad con calidad, siempre en las manos del Rey de la Misericordia. Los últimos serán los primeros; sino pregunten donde está el malhechor que defendió a Jesús en la cruz. Llegó al paraíso primero que todos. Este es un buen ejemplo de cómo actúa el amor de Dios. (Lc 23,43). El P. Carlos Vallés, S.J., dice: “El camino se define por sus curvas, y el hombre por sus decisiones”. Cuantas decisiones malas hemos tomado en nuestras vidas, por no orar y pedir discernimiento en nuestras decisiones, por no tener intimidad con Dios, por negarnos a ser guiados por el Santo Espíritu. Escoger es obedecer la voluntad de Dios y esa voluntad siempre estará unida al servicio, donde le damos más Gloria a Él. Para conocer su voluntad, comprendí que tengo que encontrarlo y permanecer en Él. Tengo que ser hombre de oración y dejarme alimentar de su Palabra, de la Tradición, la cual incluye la vida de los santos y santas, de aquellos que optaron por ser fieles a Él. Nuestra Iglesia en su inmensa riqueza nos da las mejores enseñanzas para saber escoger. El tratado más antiguo del arte de tomar decisiones es el “I Ching” o Libro de los Cambios el cual va desde Confucio hasta Mao Tse Tung. Este, al igual que todos los otros métodos, han resultado ser deficientes y manipuladores 75


para la toma de decisiones. A pesar de que seguimos siendo invadidos, ahora por la Nueva Era, sin formación y oración no podremos resistir. Por eso, Karl Rahner, S.J., dice que solo los místicos podrán resistir, es decir, los que oran y son susceptibles al vuelo del Espíritu. Reconozco que me tomó tiempo aprender a entender que el arte de esperar es parte del arte de escoger. La duda, el miedo y estar rezagados, son producto de nuestra anemia espiritual y es donde el acompañante espiritual tiene un papel estelar que desempeñar en nuestras vidas. El padre Juanes nunca me dijo lo que tenía que hacer, él dejaba que fuera encontrando mis respuestas, me llevaba a encontrarme conmigo mismo. Me hizo entender sin muchas palabras, la importancia de reformar mi vida acorde a la voluntad de Dios, sin hacer mudanzas en medio de las tormentas. Indudablemente, él era un hombre de mucha oración. Sus orientaciones nos llevaban a la oración contemplativa, y por tanto, fuimos aprendiendo a batallar contra las desolaciones que quieren acortar ó interrumpir nuestra comunicación con la Trinidad. Con razón, en una ocasión leí que el P. Arrupe, S.J. dijo una vez, ante el cuerpo expuesto de Francisco Javier en la Basílica del Bom Jesé: “Un Jesuita es un hombre que vive en estado de elección”. Debemos vivir con la sabiduría de arriba, mientras seguimos en nuestras pequeñeces aquí abajo. El padre Juanes, era un artista en comprender y unificar su espiritualidad Ignaciana con la de los carismáticos; esto es sabiduría con humildad y así, ser mejor maestro, mejor acompañante y mejor sacerdote. La cuarta semana nos lleva a concretar la elección de la experiencia. Dar las gracias al Todopoderoso por todas las bendiciones recibidas. Es en ésta semana que tenemos la llamada para alcanzar amor. Contemplamos los misterios pascuales desde la Resurrección hasta la Ascensión. Para

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Iñigo de Loyola, la ingratitud es el peor vicio. Sin irme a los detalles, me voy a lo concreto con esta expresión del patrono de Loyola. Pienso que lo más ingrato es no reconocer, no servir y no adorar a Dios. Esta es la mayor muestra de ingratitud, no respetar al Creador. Cuando buscamos y hallamos a Dios en todas las cosas, debemos pasar al servicio. Los Jesuitas tienen una frase muy propia de ellos: “En todo Amar y Servir”.

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IV.

Su Gracia Santificante

A. Su Sacerdocio Actualmente, nuestra Iglesia es perseguida por casos aislados donde se cuestionan acciones realizadas por algunos de sus sacerdotes. Esos casos, cuando ocurren se llevan a la publicidad y por lo tanto, son objeto de escándalo y descrédito. El que libremente se ha consagrado a Dios a través del don especial del sacerdocio, sabe que tiene una comunidad que constantemente lo acompaña. Lo que es poco frecuente conocer en los medios de comunicación, es la vida de los que con fidelidad y respeto absoluto a su sacerdocio, mostrando compromiso y transparencia con sus fieles, han llevado el sacerdocio con verdadera obediencia, castidad y pobreza. El padre Juanes llega a la República Dominicana en 1964, año de mi nacimiento. Llega poco antes de concluirse el Concilio Vaticano II, el que marca una nueva etapa para los seglares, abriendo las puertas para una mayor formación e integración de los laicos a la Iglesia. Por lo que él estudia y transmite estas enseñanzas con alto criterio apostólico, siendo un importante ente multiplicador de dar a conocer la Palabra de Dios. En los textos del padre Juanes, no visualizamos cambios teológicos significativos, hay que digerirlos, sus aportes son muy sólidos en materia de formación espiritual. Es como el último concilio, es decir, Vaticano II, donde no hay la necesidad de realizar otro por el momento, porque todavía las enseñanzas del mismo necesitan años para ser asimiladas. La cantidad de bibliografía citada por él, son una clara evidencia de la seriedad, profundidad y calidad de sus aportes. Es un verdadero consomé para el que quiere formarse. Los escritos del padre Juanes, ameritan evaluarse según su impacto, alcance y calidad, antes y después de Vaticano II, con autores que puedan ser medibles con éste pequeño Jesuita, ya que debería ser motivo de estudio

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profundo por los estudiosos de la Historia de la Iglesia Dominicana. Admiro mucho el prestigioso y reconocido “Centro Carismático Minuto de Dios en Colombia”, modelo de trabajo educativo, con universidad, colegio, medios de comunicación, entre otros. La verdad es que los colombianos están muy activos con los libros del padre Juanes, los mismos son utilizados con regularidad, por citar un ejemplo, con alcance internacional. Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, tiene el poder de purificar, consagrar y santificar a sus sacerdotes. Ellos han decidido dar su ofrenda de amor de manera “libre”, para realizar por amor a Dios y a la humanidad su misión pastoral. Ellos no son perfectos, son hombres sencillos, con tentaciones, con dificultades, con debilidades, pero capaces de buscar la perfección en el amor de Dios. Para lograr esto, necesitan nuestra cooperación, nuestras oraciones de intercesión y así, integrarlos a nuestra familia. Necesitamos sacerdotes santos, capaces de eliminar la ceguera, sordera y anemia espiritual en la que el mundo está sumergido. La vida consagrada es meritoria de por sí, decidir renunciar a todo lo que el mundo ordinariamente nos ofrece, es una tarea que amerita mucho tiempo, discernimiento, valor y acompañamiento espiritual, cuando un joven decide entrar al Seminario para ser sacerdote. Ha recibido un llamado especial, necesario para todos nosotros, convirtiéndose ese llamado en un don que viene del Altísimo. El padre Juanes, valoró siempre su sacerdocio, nunca terminó de estudiar y formarse y mucho menos de servir con amor, pues al ser fuente de agua para muchos, tomaba muy en serio su preparación. Buscaba el perfeccionamiento en el estudio, tal y como lo establece el Decreto sobre la formación sacerdotal de Vaticano II, el cual citamos: “la formación sacerdotal debe continuarse y perfeccionarse después de terminados los estudios en el Seminario” (OT 22). 79


El padre Juanes a los 12 años de edad, decide estar en las cosas del Padre, y por eso, a la edad de 13 años se traslada de su pequeño pueblo natal de Carbajosa a Salamanca en España, para ingresar al Seminario de Salamanca, para permanecer en las cosas del Padre por cerca de 80 años, hasta que recibe la muerte, y así, poder dar el paso a la vida eterna, prometida por nuestro Señor Jesucristo. La Gracia Santificante recibida por el padre Juanes fue su libre elección para ejercer un sacerdocio puro. Desde muy joven decide con firmeza su vocación sacerdotal e ingresa en la flor de su juventud a la Compañía de Jesús, en España. Al aceptar vivir la vida consagrada, sabe que la fe que profesa, le exige una vida de oración profunda. Su apostolado principal sería la formación, pues formó novicios por 17 años y ofreció su acompañamiento espiritual a muchos sacerdotes, religiosas y seglares en su caminar sacerdotal durante toda una vida. En el padre Juanes habitaba la Gracia de Dios. Los medios principales para alcanzar la Gracia Santificante son: Sacramentos y Sacramentales. Es un don sobrenatural, interior y permanente, que Dios nos otorga, por mediación de Jesucristo, para nuestra salvación. La misma nos hace santos. Este sacerdote, confesaba por largas horas, en todos los retiros y seminarios donde participó. A través, de esas confesiones, todos los que disfrutamos de esa Gracia Sacramental, volvíamos a recuperar la Gracia, para ser ejemplos vivos del Espíritu Santo y seguir caminando hacia la santidad. Las enfermedades que padeció durante su vida, no frenaron nunca su entrega a la formación y disponibilidad para la consejeria espiritual. La cantidad de retiros, seminarios, tallares, cursos, formaciones, ejercicios espirituales, publicaciones, entre otros medios de su trabajo tangible, no son susceptibles de cuantificarlos, sobre todo en la República Dominicana, donde dejando su familia natal, se 80


entrega por completo a la obra de propagar el Evangelio, diciendo a sus colaboradores y allegados más cercanos, que éramos su familia espiritual. Él fue sumamente cuidadoso en todo su existir en buscar publicidad y fama. Asimismo, también inspiraba a sus colaboradores, tanto en la RCC y en la CVE, de mantenerse en humildad y obediencia, motivando siempre la discreción en su caminar en la vida en el Espíritu. La invitación a la intimidad con Dios a través de la oración, era un recordatorio constante, que él manifestaba en su torrente de amor. Practicaba y amaba la espiritualidad Ignaciana, fundamental para toda su vida de ejercicio sacerdotal. Además, conoció el movimiento carismático, mientras se desempeñaba como profesor en el Polictenico Loyola, en San Cristóbal. Entendió y aplicó de manera magistral, los dones del Espíritu Santo que había recibido, para beneficio del Magisterio de nuestra Iglesia Católica. A pesar de todas las ocupaciones y responsabilidades a su cargo, administraba como todo un maestro su tiempo y dedicaba a cada trabajo apostólico su entrega, preparando sus temas, respetando el tiempo de los demás, reflejando su paz, sabiduría; pero sobre todo su amor incondicional. Aprendí a entender el compromiso que tenemos los cristianos cuando somos bautizados. Esa Gracia hay que alimentarla con la vida sacramental y práctica de los sacramentales, pues lo primero es instituido por Cristo y lo segundo por la Iglesia. Esto por supuesto, abarca un compromiso serio, pues son medios para buscar la santificación. El hombre se realiza de verdad, cuando aspira y trabaja en ese sentido como persona y como miembro de la comunidad (GS 34). ¡Sacerdote, sacerdote! Cuantas bendiciones están contigo, eres rico en bendiciones, eres heredero y administrador de los sacramentos dejados por Jesucristo, llamado a ser salvavidas permanente de almas; almas que necesitan ser curadas, liberadas y cuidadas. Que sería de la humanidad 81


sin los sacerdotes, portadores de la Gracia, con sus manos, palabras y su influjo, capaces de realizar transformaciones espirituales en los seres humanos y darnos el impulso de caminar hacía la santidad. ¡Sacerdote bendito! ¡Sigue adelante, no renuncies a tu trabajo, tus frutos son tantos, que no se pueden contar! El padre Juanes, es un reflejo de verdadero trabajo apostólico. Él es de la clase sacerdotal que ha decidido seguir las huellas de Cristo, con fidelidad, perseverancia y transparencia, dando frutos abundantes. ¡Sacerdote querido, eres parte de la vid verdadera, eres misterio de los designios de Dios, eres fruto de la Misericordia Trinitaria! El padre Juanes quiso pasar desapercibido entre todos, aún dentro de sus mismos compañeros. Estoy convencido de que él no quería nada para sí, si deseaba todo para quienes querían beber de su fuente de amor. Por su entrega y amor a los demás, siempre fue reconocido por sus superiores, tanto dentro de su orden religiosa, como por nuestros obispos, sacerdotes, consagrados, consagradas, laicos y laicas, que conocieron el modo de actuar y proceder de este bendito sacerdote, quien siempre amó y sirvió en el Reino de Dios, aquí dentro de la Iglesia Militante, para de seguro seguir sirviendo en la Iglesia Triunfante. El padre Juanes ejerció su sacerdocio a tiempo completo por cerca de 73 años de vida sacerdotal. Por considerarlo de interés, a continuación pasamos a citar lo expresado por él, con motivo de sus 70 años como sacerdote, publicado en la revista Dialogo VOL.XL No.386 NOV. DIC. 2005, Jesuitas de las Antillas.

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“EN LOS SETENTA AÑOS EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS” “Quiero dar gracias a Dios que me ha permitido llegar a esta edad a la que no es aún tan común arribar, no obstante que la vida se vaya alargando cada vez más. Setenta años en una institución religiosa, en este caso la Compañía de Jesús, responde a una gracia de Dios especial. Quisiera decir, sinceramente, fraternalmente, lo que pudiéramos titular: experiencias de vida en la Compañía de Jesús. Dejemos que hable discretamente el corazón.: No todos tendremos los mismos motivos, no todos nos expresaremos con los mismos sentimientos, pero hay, pienso, un fondo común, y es que la Compañía de Jesús es una gracia de Dios para la Iglesia, para el mundo y para muchas personas que de un modo o de otro han sido irradiadas por su espiritualidad. Y si es así, habría que concluir que Dios y la Iglesia desean que ese influjo bienhechor continúe y se extienda. La Compañía de Jesús es algo admirable, aunque en ella haya existido y exista el pecado. Es un peso tan arraigado en el hombre que, donde quiera que vaya habrá de dejar huellas de su paso. Sobre la visión de lo negativo, debe prevalecer la visión de la inmensa gloria que, desde su fundación hasta nuestros días, siga buscando realizarla, con humildad y profundidad en la misión que Dios mismo, Cristo el Señor, le ha encomendado. Este fin, es bueno recordarlo, se verá obstaculizado por nosotros mismos en quienes habitan tendencias tan encontradas que San Pablo tan dramáticamente nos expresa: “Veo lo bueno y, sin embargo hago el mal que no quiero”. También en la Compañía de Jesús, 83


como una comunidad de personas, tendremos que clamar por la ayuda de la gracia. Y éste, precisamente, es el gran motivo que nos debe mantener gozosos y optimistas. San Ignacio de Loyola captó esta realidad en la visión de la Storta y confiado, se entregó al Señor porque Él, el poderoso, era, seguiría siendo el apoyo, la fuerza incontrastable de su Mínima Compañía. Yo dentro de mi insignificancia personal, participo de la gracia inmerecida que Jesús hace caer sobre una comunidad a la que ha querido honrar dándole su mismo nombre. Si no fuera atrevimiento, quisiera decirles, sobre todo a los jóvenes jesuitas: Dad gracias a Dios por haber sido llamados a vivir y trabajar en esta verdaderamente “obra de Dios”. Hay mucha más santidad en ella de lo que una mirada exterior puede descubrir. No se dejen entibiar en su amor hacia la que, Dios ha querido darnos como ejemplar, donde podemos gastar y desgastar nuestras vidas en trabajo vivido y realizado en la obediencia y por qué no, en el sacrificio y la cruz. Apliquémonos con sumo respeto y humildad la incomprensible sentencia de Jesús: “Y cuando yo fuere elevado sobre la cruz, todas las cosas las atraeré hacia mi.” No tengamos demasiado empeño en percibir el fruto de nuestros sudores. El “Tomad Señor y recibid toda mi voluntad...” que San Ignacio pone en el punto primero de la Contemplación para Alcanzar Amor sea nuestra entrega en el amor. Es grande la dicha que se nos ha dado y se nos mantiene; nuestra respuesta debe corresponder a la confianza que la Compañía de Jesús tiene en nosotros. Somos hijos, hermanos de tantos miembros de la Compañía que viven, ya ahora, en la presencia 84


eterna del Señor. Creamos firmemente en que también en nosotros se realizará la visión de San Agustín sobre el “Más allá feliz: Veremos, amaremos, gozaremos y así siempre con el Señor.” Este modo de vernos creo que tiene un dinamismo inmenso porque tiende a crear una responsabilidad, un caer en la cuenta de que llevamos sobre nosotros el peso que no nos agobia sino que nos estimula, porque es la obra del Espíritu viviendo y actuando en nosotros. Recordemos que nuestra vida de crecimiento espiritual se construye también con la ayuda fraternal de los demás a través de su oración, ejemplo de vida, convivencia comunitaria, y, no lo pongamos en último lugar, con el sufrimiento de ver un mundo que huye de Dios y que el Señor nos recuerda que a él somos enviados. Qué tarea, qué animo, qué acción de gracias al Señor y a Ignacio, sin olvidar a su Santa Madre!” R.P. BENIGNO JUANES RISCO, S.J.

En la compañía de Jesús, al P. Juanes se le asigna el código No. 187, perteneciente a las Antillas en el área de Espiritualidad. Su fecha de ingreso a la Compañía de Jesús es 12 de octubre de 1935 y su ordenación sacerdotal, ocurre el 24 de julio de 1949. En su ficha, dentro su orden religiosa, observamos lo siguiente:

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En su paso por la Compañía de Jesús, ofreció sus servicios de sacerdote en: Cuba, Venezuela, Estados Unidos y en República Dominicana, trabajó en las ciudades de Azua, Dajabón, La Vega, San Cristóbal, Santiago y Santo Domingo, principalmente. Asimismo, hay que destacar que estuvo a cargo de la Biblioteca de Manresa Loyola, la cual tiene más de 35,000 volúmenes. El padre Juanes estaba totalmente actualizado en materia de libros. En la profundización de la vida en el Espíritu, él mostró con su ejemplo, la importancia de la Adoración Eucarística. Cuando recibimos el cuerpo de Cristo, somos portadores de la Gracia que se derramó en nuestra Madre Santísima, quien fuese un Sagrario viviente durante la gestación del Verbo Encarnado. Es valioso conocer cómo los primeros Padres de la Iglesia primitiva adoraban. Recordamos que San Basilio, quien murió en el año 379 d.C., dividía el pan en tres partes cuando celebraba la Misa en el monasterio. Una parte la consumía él, la segunda parte era para los monjes y la tercera parte la colocaba en una paloma dorada suspendida sobre el altar, la cual servia de Sagrario. El padre Juanes acostumbraba adorar tres veces al día. Su relación con el Altísimo siempre fue muy íntima. Por la mañana, antes de la misa, en la tarde y en las primeras horas de la noche. De él aprendimos la importancia de la Adoración Eucarística. En una ocasión, sentía el deseo de estar más cerca del altar, es decir, quería ser ministro ordinario de la Eucaristía, sin embargo, en mi interior, sentía vergüenza de colocarme el alba. Le solicité al padre Juanes que intercediera por mí. Posteriormente, encontré lo siguiente en las Sagradas Escrituras: “si alguno se avergüenza de mi y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de los santos ángeles”. (Mc 8, 38). Esa cita bíblica me llenó de fortaleza para ir al Monasterio 87


de las Carmelitas y requerir la confección de un alba, la cual me sirvió en un principio para atender la solicitud del P. Joni Durán, párroco de Jarabacoa, quien me designó Presidente de Asamblea para las Capillas de Manabao, Mata de Limón, la Peñita y la Ciénega en la zona de Manabao, para realizar la celebración de la Palabra. En la parroquia a la que pertenezco, San José de Calasanz, en la ciudad de Santo Domingo, recibí formación del Diácono Tomy Jiménez y su esposa Amarilis. Luego, enviado al servicio por Mons. Víctor Masalles. Mi esposa, también sirve como Ministra Extraordinaria de la Eucaristía. Allí presentamos nuestros servicios en el Áltar, regularmente, una vez a la semana y vivimos la solemnidad de las celebraciones eucarísticas. La Adoración Eucarística, me lleva al Arca de la Alianza, la cual anduvo peregrina sin templo, hasta la época de Salomón, quien construye el primer templo en honor al Arca y donde al final de la celebración y consagración del templo, Dios le dice al hombre que pidió sabiduría: “Mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar, pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella permanezca mi Nombre para siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón, todos los días” (2 Cró 7,15). Luego en el NT Jesús nos dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” (Jn 6,51). Profundizar en el misterio eucarístico es pura Gracia. La Eucaristía es el momento que nos lleva de lo humano a lo divino, como tan humana, la Virgen de la Visitación, pudo aceptar la propuesta del arcángel, proteger al niño y adorarle a la vez, pues ella sabía de lo que Él era capaz. Sin embargo, ninguno de los dos hace alardes del secreto mesiánico y son obedientes a la voluntad del Padre, hasta someterse a la muerte de cruz. (Fil 2,6-8). El P. Juanes nos hace comprender, que la Eucaristía es fuente de santificación, cuando vamos buscando la Gracia con fidelidad y amor 88


fraterno. Es la unión de los hombres como prolongación de la caridad, donde el misterio de Cristo nos revela su alcance (SC 1, 6, 47). La Adoración Eucarística nos da la fuerza para la misión. El Catecismo de la Iglesia Católica enumera los frutos admirables de la Eucaristía como sacramento o comunión (CEC No. 1391-1401).

B. Sus Dones Serafín de Sarov, uno de los santos rusos más populares, decía: “La oración, el ayuno, la vigilia y todas las demás obras del cristiano, por grandes que sean en si mismas, no son la finalidad de la vida cristiana, aunque sean medios indispensables para alcanzarla. La verdadera finalidad de la vida cristiana consiste en adquirir el Espíritu Santo”. Pierre Teihard Di Chardin, S.J., dice: “Quiere…lo que Dios quiere para ti”. Indudablemente, lo que el Señor quiere para las personas es que podamos conocer y hacer Su Voluntad y esto es puro don. En mi vida profesional y de servidor, he compartido con diferentes tipos de personas, intelectuales, millonarios, empresarios, trabajadores de clase media, obreros, indigentes, entre otros y a veces me sorprendo, cuando algunos de ellos me han manifestado que no han tenido la experiencia de Dios. Sencillamente, no se han dispuesto a salir a ese encuentro por voluntad propia. Los carismáticos sentimos mucha unción del Espíritu Santo, sobre todo en el momento de la Alabanza y la Invocación al Espíritu Santo, ésta manifestación de Dios no debe de extrañarnos cuando somos personas de fe. El padre Juanes era un Jesuita de cuerpo completo, quien además, se percata y acepta el movimiento de la RCC y la importancia de adquirir el don de Dios. Es el Espíritu Santo que nos hace ser seres espirituales, con esperanza de ser como los ángeles, 89


recuperando nuestra plenitud de vida y pasar a la alabanza y adoración permanente. San Pablo nos dice que Dios desciende a nuestra vida por medio de su Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones. (Rom 5,5). Dios se ha hecho humano en Cristo y por lo tanto, también se ha hecho experiencia humana. Como encontrar la llama encendida del amor de Dios y como no dejarla apagar, es la tarea permanente del ser humano, que tiene el toque del Espíritu Santo. San Cirilo de Alejandría dice: “Todo bien desciende de Dios Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo; mientras que nuestro ascenso se realiza en el Espíritu Santo por medio del Hijo al Padre”. Si no tenemos eso claro, tendríamos que revisar el sentido de la vida. El Espíritu Santo es el que da vida a los sacramentos, sin Él no podemos alcanzar santidad. Los fenómenos que leemos que han ocurrido en la vida de los santos, cuando estos transfigurados por el mismo Espíritu tenían levitaciones, bilocaciones, incorruptibilidad de sus cadáveres, es decir, manifestaciones sobrenaturales, las mismas no podían ser posibles sin la acción del Espíritu Santo. Ese mismo Espíritu ha estado presente en la Encarnación del Verbo, en su vida pública, pasión, muerte y resurrección gloriosa. Asimismo, ha estado presente en nuestro caminar y nos invita a dejarle entrar y penetrar en su Misterio Divino. “Sed santos, porque yo el Señor, vuestro Dios, soy Santo” (Lev 19,2). Este pasaje bíblico toma vigencia para los seglares, sobre todo posconciliares. Esto es asumido con responsabilidad y eficiencia por el padre Juanes, quien estudia, enseña y aplica las riquezas de Vaticano II, sobre todo a laicos con hambre de formarse. Ser agradecido es un regalo de Dios, cuando se observa por donde quiera la ingratitud. Tener sentido de gratitud y luego toma de conciencia de ello, es caminar con el amor de Dios. De que sirve ser tocado por el vuelo del Espíritu, aprender de nuestros sacerdotes,

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sino vamos a tener conciencia de aplicar esas enseñanzas y experiencias adquiridas. El tren a tomar es el servicio por amor a los demás. Al Espíritu Santo se le confieren varios atributos, los cuales podemos ver en las Escrituras y la Tradición. Entre ellos: Iluminador, Transformador, Vivificante, Purificador, Inspirador, Consolador, Santificador, por lo que en el caso que nos ocupa, el padre Juanes era un reflejo viviente de Él, pues su corazón descansaba en el Espíritu del Amor, al que todos estamos llamados ha adquirir, como herederos del Reino de Dios. Por eso siempre observamos en él, lo siguiente:

Sabiduría En el padre Juanes, observamos la sabiduría intelectual y la de los que caminan con el Espíritu. Sus miles de páginas impresas y cientos de textos para la formación así lo muestran; su labor de dirección espiritual es reconocida por cientos de personas. El Espíritu de sabiduría que lo penetra está lleno de multiplicidad de carismas, que más decir, si él vivía dentro de la sabiduría.

Entendimiento En el tiempo que conocí al padre Juanes, era el más anciano de los sacerdotes de Manresa Loyola y a pesar de su avanzada edad y de su delicada salud, tenía una capacidad de trabajo impresionante, pues continuaba siendo Asesor Espiritual de la RCC y de su querida CVE. En su inteligencia, no se reflejaba solamente la naturaleza humana, sino la ya poseída por su nivel de santidad. Este don revela las cosas ocultas. Con su discreta pero muy presente unción, profundizó toda su vida en el mundo espiritual, por lo que tuvo la Gracia de transmitir sus conocimientos, modelando con santidad, que era un buen administrador de sus dotes sacerdotales.

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Consejo Como acompañante espiritual de más de 70 años en esa práctica, era todo un veterano, el padre Juanes se alimentaba de la prudencia, dejando actuar libremente la conciencia del acompañado. Encontramos en los salmos: “Yo te voy a instruir, te enseñaré el camino, te cuidaré, seré tu consejero” (Sal 32,8). En la imitación de Jesucristo, tuvo la Gracia de escuchar, discernir, aplicar la fe y la razón, de aquellos que la buscamos con sed de amor y hambre de servicio fraterno.

Fortaleza Su vida de oración y horas de servicio, eran su mayor fortaleza, la cual la asumía con discreción absoluta, sabiendo que el Señor lo utilizaba como portador de su Gracia, en diferentes tópicos. Él alimentaba este don con la práctica de los Sacramentos y Sacramentales diariamente. Nos da el valor necesario para dejar que Dios siga con nosotros. Supo vivir y superar las realidades humanas, es decir, indiferencias, insultos, propios de las mezquindades humanas, sin embargo, su trabajo y entrega no tuvieron miedo, tristeza u otra sensación de nulidad. Su aporte es irrebatible.

Conocimiento (Ciencia) Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador. Nos ayuda a descubrir al mismo tiempo, la infinita distancia que nos separa de Dios. Este don nos hace entender y conocer a Dios. Nos adentra en la filiación divina y nos lleva a vaciarnos de lo que no nos sirve para nuestra purificación. Siempre tuvo el don de admirar la naturaleza, buscando la voluntad de Dios, aún en los detalles más pequeños.

Piedad Con el conocimiento que tenía este ungido sacerdote, con disposición al servicio hasta el final, es la evidencia de que en

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él estaba presente el don de Piedad hacia los demás. Motiva a trabajar con amor por la Gloria del Padre, buscando la caridad en los hermanos, por los méritos de Jesucristo, siempre en comunión con el Santo Espíritu. Su trabajo de acompañante espiritual a toda hora, aún en sus últimas horas de vida, fue sagrado para él. La compasión que practicaba es más que admirable, era propia del reflejo del amor del Padre.

Temor a Dios Aquí encontramos el primer grado de la vida espiritual que lleva al amor de Dios. Siempre estuvo dispuesto a confiar con fe en la misericordia divina, y por eso, se gastó hasta el final. Este don nos encamina hacia la santidad y nos llena del amor Trinitario. Su vida fue una reverencia constante a Dios. Vivió, se formó y cosechó para Él y esto, porque había recibido el deseo íntimo de la obediencia, la cual practicó hasta su muerte con olor a santidad. El Dios Trinitario que aprendimos a conocer con la formación espiritual de éste sacerdote, se revela en la naturaleza humana y también nos deja ver signos en el alma, a éstos signos se les llama carisma. Por su naturaleza, los carismas son comunicativos, y hacen nacer aquella “afinidad espiritual entre las personas y aquella amistad en Cristo que da origen a los “movimientos”. (CF 24) Los carismas son gracias especiales que el Espíritu distribuye libremente entre los fieles, por medio de ellos los capacita para asumir obras y funciones útiles para la renovación de la Iglesia y para el desarrollo de su misión. Aprendimos que los carismas son manifestaciones de los dones del Espíritu Santo, pues todos ellos se desprenden de ahí. En su prudencia, estaba el don de Inteligencia; en su carisma de discernimiento, se afianzaba el don de Consejo; en el carisma de sanación y de intercesión, se basaban en su don de Fortaleza; en el carisma de Lenguas, donde ejercía la oración discreta, estaba el don del Temor a Dios. Estos dones, él lo 93


tenia y los utilizaba con mucha humildad. Recomendaba el discreto uso de los carismas, pues a veces, un mal manejo de los carismas, nos llevan a la soberbia o a la vanagloria. Por otro lado, los frutos del Espíritu son perfecciones que forja en nosotros el Espíritu Santo, como primicias de la Gloria Eterna. La Tradición de la Iglesia enumera doce: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad (Gál 5,22-23 y CEC No.1832). El que conoció al padre Juanes sabe que era fácil reconocer en él todos éstos frutos, propio del que sabe administrar bien los dones recibidos. El amor a Dios y al prójimo, fueron la vida y la pasión del padre Juanes. Él daba al otro su mirada compasiva y sus sabios consejos. Al ver al prójimo con los ojos de Cristo, se puede dar al otro mucho más que cosas externas (DC 18). En el padre Juanes, observamos a un sacerdote con dones espirituales abundantes, puestos al servicio de los fieles, para formar, interceder, sanar, liberar, acompañar, alabar, servir y adorar.

C. Curaciones en mi Familia Sabemos que la Iglesia es sabia y se toma su tiempo para confirmar los testimonios sobre experiencias obtenidas con los hombres de Dios. Sin embargo, quiero dejar tres testimonios de sanacion física, los cuales tuvieron lugar a pocas horas de la oración de intercesión del padre Juanes. 1. En mi Padre A principios del año 2007, mi padre, Rafael Espinal, sufrió un infarto cerebral y su condición era de gravedad, según me informaron en el Instituto de Cardiología de Santo 94


Domingo, donde estaba interno. Su estado era muy delicado. Estaba acostado sin poderse levantar. Su médico cardiólogo era el Dr. Rafael Pichardo. Mi padre tenía más de 40 años sin confesarse, pues él y mi madre, Carmen Laureano, habían contraído matrimonio en la Iglesia Católica y se divorciaron cuando apenas tenía yo 7 meses de haber nacido. Luego del divorcio, nunca volvió a comulgar, ni a confesarse, sin embargo; asistía con regularidad a las misas de los sábados. Recuerdo que busqué con prontitud al padre Juanes a Manresa Loyola, un domingo al mediodía y el sacerdote, siempre dispuesto a servir, inmediatamente tomó su pequeño bulto y me acompañó al centro hospitalario. Mi padre podía hablar y el padre Juanes, lo confesó y le administró el sacramento de la Unción de los Enfermos. Al día siguiente, me llaman de enfermería del hospital, indicándome que mi padre se había levantado a las tres de la mañana de ese día y se había bañado él sólo. Dos días más tarde estaba fuera de hospital e incorporándose a su vida rutinaria. Desde entonces, el padre Juanes tenía un nuevo acompañado, mi padre. A quien también ayudó a reencontrarse con Dios. 2. Del sobrino de mi Esposa Eugenio es el nombre del hijo de Horacio Vásquez, hermano menor de mi esposa. En agosto del 2008, tenía Eugenio unos cuatro años. En aquella oportunidad sufría de dengue hemorrágico y estaba interno en la Clínica UCE en Santo Domingo, donde era atendido por el Dr. Luis Lizardo, experto en Infectología. El niño tenía el vientre inflamado y las esperanzas de vida eran pocas. En ese entonces, habían fallecido cinco niños con un cuadro médico similar. Los padres del niño estaban angustiados y aprovechando que estaba llevando al padre Juanes a un chequeo al consultorio del Dr. Santiago Hazim, médico ortopeda, le manifesté mi inquietud sobre la salud del niño, el cual todavía no había sido bautizado. Él aceptó como de costumbre nuestra petición 95


para asistir al necesitado de tan importante sacramento. Con el consentimiento de ambos padres, el niño es bautizado, mi esposa Luisa y quien escribe somos los padrinos y el padre Juanes ora e impone sus santas manos en la cabeza del niño, en aquella tarde. Reconfortó a la familia y con su paz natural, seguimos caminando por los pasillos de la clínica, donde las personas que se percataban de su presencia, nos solicitaban la oración del sacerdote para su familiar enfermo. Tuve que salir casi a escondidas, para que no olvidara la cita pendiente con su ortopeda. Horas más tarde, trasladan al niño a Intensivo y esa misma noche, siendo de madrugada, una paciente que estaba en cuidados intensivos, escucha hablar al niño y le preguntó: ¿con quien hablas? y el niño le responde: “Con Jesucristo. Él estaba aquí y me sano”. Desde ese momento todos querían ver al niño que Jesucristo sanó. Para sorpresa de los médicos, al día siguiente, tuvieron que retirarlo de Cuidados Intensivos y luego a descansar a su casa. Para la Gloria de Dios, hoy Eugenio goza de buena salud. 3. Del embarazo de mi Hermana En marzo del 2009, mi hermana Lisselotte y su esposo Iván Jáquez, recibieron la gran noticia de que se encontraba embarazada. En las primeras semanas de gestación, tuvo que ser ingresada a la UCI, por una Arritmia Supraventricular en la Clínica Abel González de Santo Domingo. Allí permaneció tres días. Más tarde, la ingresan de nuevo fruto de un desprendimiento. Ella imploraba a la Misericordia Divina, y su esposo la calmaba, mientras contactaban a la clínica y al ginecólogo obstetra. Este era el principio de dos desprendimientos adicionales durante todo su proceso de gestación. Entre internamientos y cama, medicamentos que la mantenían sumida en un letargo por largas horas, veía transcurrir los días. Ellos como pareja creyente, se aferraron 96


a la intercesión de la Virgen. El apoyo incondicional de mi madre, de su párroco Mons. Pablo Cedano y de la comunidad parroquial del Buen Pastor y las Hermanas del Monasterio Santa Teresa de Jesús se volcaron en oraciones al Santísimo, implorando y apelando a Dios el milagro. Mi hermana insistía con frecuencia que le llevase al padre Juanes, y, le explicábamos que su estado de salud se lo imposibilitaba; no obstante, nos insistía, diciendo: “Manito, dile al padre Juanes que venga y oré por mí”. Había ido a visitar a mi hermana en cama, con mi esposa y ambos oramos por ella rogando la intercesión del padre Juanes, recién fallecido. Entonces en la madrugada del 31 de Mayo del 2009, Fiesta del Espíritu Santo, cuenta mi hermana lo siguiente: “Abrí mis ojos y vi al pie de la cama al padre Juanes, en Chacabana Blanca, con sus lentes y su bastón, no mediaba palabras, sólo me observaba, y sentía en mi corazón que oraba por mi bebé y por mi. Esto me llenó de paz y tranquilidad. Yo le comenté a mi esposo, al despertarme lo que viví, le dije que era como si estuviese despierta y él estaba allí”. Días después las amenazas de aborto se esfumaron, y el 23 de noviembre 2009, nace su niña completamente sana. Por ello le damos las gracias al Todopoderoso, y, cada día más creemos en la comunión de los santos. Una vez más podemos palpar el poder de la oración de intercesión. En el padre Juanes encontré a un hombre lleno de Dios, el cual pude dar a conocer entre los míos, como la Samaritana que se fue a decir al pueblo que había conocido al Cristo y fueron a verle (Jn 4,29).

D. Su Intercesión Echando una mirada al carisma de intercesión que tenía el padre Juanes, llego a la conclusión de que su intimidad con Dios era la de un verdadero místico. He querido tratar esta Gracia que él tenía de manera especial. El ejemplo del

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pequeño sacerdote de Loyola de Haina, nos invita a la unión con Jesús y esto es esencial en un intercesor. El intercesor es sin dudas, una persona que ama. Santa Teresa de Ávila decía: “quien mucho ama, mucho ora”. Jesús nos dice: “Conozco mis ovejas y las mías me conocen a mi” (Jn 10,14). Nuestro Señor está seguro de que los que viven en intimidad con Él, lo conocen y permanecen en Él. Esos son los que caminan en santidad. A veces los principiantes entendemos que los intercesores son aquellos que no saben hacer más nada. Es decir, no saben predicar, formar, cantar, organizar, entre otros carismas. La mezquindad se pone de manifiesto por la ignorancia del rol del intercesor. Todos estamos llamados a interceder, dice el apóstol San Pablo (1 Tim 2,1). El que no puede ver las bondades de un intercesor no puede encontrarse con Dios, porque en lo aparentemente invisible, siempre está Dios. El intercesor es quien posee la llave que enciende el motor que opera el Espíritu Santo. La oración compasiva, especialmente por otros, es la que con mayor prontitud mueve el Corazón de Jesús. Las oraciones de los intercesores son necesarias. “Pidan y recibirán” nos dice Jesús (Mt 7,7) y el profeta Amós dice: “En realidad el Señor no hace nada sin comunicárselo antes a sus servidores” (Am 3,7). La relación con el Padre es importantísima para un intercesor. En el Padre Nuestro, Jesús nos enseña a orar, terminando la oración con una súplica al Padre, de liberarnos del maligno (Mt 6,13). El padre Juanes se identificaba con la causa de aquellos por los que oraba. El sabía en su humildad, que sus oraciones eran escuchadas. El Padre celestial sigue buscando ese tipo de personas, quiero decir, a los santos que han logrado el camino de la perfección en la vida cristiana. El intercesor ora como ser humano, lo que sabe hará lo divino. Satanás, tiene mucho temor de los intercesores, pues dentro de los hijos de Dios, él sabe que es Dios mismo, quien entra en 98


la acción. Con el pecado original hemos perdido todos nuestros privilegios, excepto el de la libertad de recuperarlos nuevamente, por la Sangre derramada por el Cordero que quita el pecado del mundo. En el oficio de la intercesión, el padre Juanes de seguro sufría las dolencias ajenas, pues los intercesores, a veces cargan con parte de la cruz ajena. Recordemos a Simón el cirineo, quien en un momento determinado ayudó al mismo Jesús a cargar su cruz. El intercesor está llamado a ser cirineo, en el camino de aquellos que requieren de apoyo y compasión. El intercesor debe cuidarse de las transferencias espirituales, cuidando su vida sacramental y sus momentos de oración. En el sobrenatural anuncio del arcángel Gabriel a nuestra Madre, ella dice: “Yo soy la servidora del Señor” (Lc 1,38). Ella encuentra su identidad y quiere que conozcamos las nuestras. Y esa identidad, la conocemos, cuando somos personas de oración, cuando tenemos la Gracia de ser orientados por un director espiritual y cuando el Señor nos va confirmando, donde le damos más Gloria a Él. Recuerdo que en la Semana Santa del año 2010, estaba pasando unos días en la cabaña familiar del pequeño pueblo de Manabao y el viernes Santo por la mañana, cuando entre a la capilla y dirigí mi mirada a la imagen de la Madre, el Señor me hizo sentir la espada fría que traspasa el corazón de la Virgen. A sabiendas que lo habían crucificado, ella sintió el frió de la soledad en su alma, el gozo de su corazón se había marchado. Pude sentir la ausencia del Señor en el sagrario. La soledad de su presencia santa. Volviendo a lo humano y lo divino, el intercesor conoce que el corazón de María está unido al corazón de Jesús, pues el misterio Trinitario sigue en ella, desconocerlo es volver a la Iglesia primitiva, donde ya nuestros primeros Padres, le aclararon a los arrianitas, apolinaristas, gnósticos y a

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todos aquellos herejes, con fundamentos teológicos sólidos. Ellos nos regalan los dogmas que sirven de columnas a la verdadera Iglesia de Jesucristo, fundamentada en la roca verdadera. Sobre todo los primeros siete concilios, fueron fundamentales en la defensa de nuestra doctrina cristiana católica. El padre Juanes hacía el rezo del Santo Rosario con los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos durante el día. Es sabido que esta arma tiene mucho poder en las manos de los intercesores. El escribió un libro llamado Maria y el Espíritu Santo. El presenta un estudio del puesto de María entre los carismáticos. La relación de la Madre con el Espíritu Santo y su labor en el crecimiento de la fe. Cuando medito sobre los dones del padre Juanes, llegó a la conclusión de que el corazón de Jesús ha hecho humano el amor del Padre eterno y cuando nosotros podemos captar en nuestras vidas seres portadores de la Gracia Santificante, de los dones y carismas que el mismo Espíritu Santo va enriqueciendo en ellos, recibimos sin mérito alguno y a veces sin buscarlo, las bendiciones de estos seres extraordinarios que siempre han existido en el transitar espiritual y todo esto, puede ser posible, solamente por Jesucristo, Misericordia del Padre. El Padre derrama en el Hijo su Espíritu de amor, sin medida. Nosotros estamos llamados a ser recipientes de la Gracia derramada por el Espíritu Santo y de abonar con ella nuestro caminar. Estoy dando apenas pinceladas del amor que recibí del padre Juanes. Con razón San Francisco de Asís gritó una vez: “El amor no es amado”. El amor no es un negocio, donde hay manipulaciones y conveniencias, el amor es entrega, confianza y seguridad a quien se ama. El padre Juanes enseña a combatir lo siguiente: • La Ira con la Piedad, buscando la virtud de la Mansedumbre. 100


• La Envidia con Sabiduría, buscando la virtud de la Bondad. • La Lujuria con el Temor a Dios, buscando la virtud de la Fidelidad. • La Soberbia con el Consejo, buscando la virtud de la Humildad. • La Gula con la Fortaleza, buscando la virtud de la Prudencia. • La Pereza con el Conocimiento, buscando la virtud de la Obediencia. • La Avaricia con el Entendimiento, buscando la virtud de la Generosidad. Repasando cada uno de los pecados capitales, descubrí mis miedos a perdonar, a perder el control de volver a la Alianza, de someterme a la voluntad de Dios, a las mortificaciones, al comprometerme, al que dirán y al desprendimiento. Cada uno de los dones del Espíritu Santo tiene la raíz del amor y de eso estaba lleno el protagonista de éste libro, el padre Benigno Juanes Risco. Por eso Jesucristo, reflejo del amor perfecto, nos enseña a vencer al pecado por amor a la humanidad. Él ha vencido al mundo. Él ha vencido la muerte y nos abre el camino a la plenitud de los tiempos. Recientemente, el Papa Benedicto XVI en su mensaje de Cuaresma para el año 2012, dice: “Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una 101


atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal”. Meditando esta reflexión del Santo Padre, pensamos en el gran pecado social que envuelve al mundo de hoy, la Indiferencia, la cual se ha convertido en un vicio dentro de los pecados. El padre Juanes, trabajó arduamente por la atención al otro, desde la óptica espiritual, logrando reciprocidad de miles de servidores que se convierten en entes multiplicadores de la evangelización. Estamos llamados a tener alimentos más enriquecedores y dejar las papillas y las tibiezas que hacen crecer nuestras canas, sin avances firmes hacia la santidad.

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V. Sus últimos Días A. Su Sueño Todos los años de trabajo del padre Juanes, estaban dedicados a la formación en España, Venezuela, Cuba, Estados Unidos y sobre todo en República Dominicana. En sus 73 años de sacerdocio, se dedicó a la enseñanza y formación de jóvenes jesuitas. Además, brindó formación de primer orden a la RCC y en la CVE realiza una labor espiritual más profunda, como fundador y asesor de la misma. Su sueño era la formación espiritual. Cada vez más, me iba compenetrando con él y percibí sus dolencias físicas. Entonces, le rogué por semanas, que me permitiera llevarle a médicos especialistas, me dió el permiso para luego solicitar la autorización del hermano Olmes, encargado de enfermería de Manresa Loyola, quien estuvo de acuerdo. Visité con él, tres médicos: oftalmólogo para chequeo de la vista y cambios de lentes, médico especialista en pie, para chequeo de callos y un ortopeda, para chequeo de dolores en la espalda y en los huesos. Por consiguiente, sus médicos para estos fines, serian el Dr. Rafael Feliz, Dra. Nalini Campillo y el Dr. Santiago Hazim, respectivamente. Los tres excelentes profesionales, brindaron tratamiento especial a nuestro querido y apreciado sacerdote. El asunto de la vista y el de las molestias de los callos en los pies mejoraron significativamente, el problema estaba en los huesos. Los análisis indicaban que tenía una osteoporosis crítica. Recuerdo que el Dr. Hazim, me informó a finales del año 2008, que había que evitar que éste hombre de Dios, tuviese una caída, pues sus huesos se quebrarían con mucha facilidad.

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Esa tarde, al recibir la noticia con el padre Juanes, me entristecí mucho e íbamos camino a Manresa en completo silencio. Cuando llegamos al lugar, me dijo: “Luis, quiero que le cuentes ahora mismo, todo lo que el médico ortopedista te dijo al superior de la casa, al padre Benito Blanco”. Con una obediencia realmente inusual en cualquier ser humano, fuimos los dos donde el padre superior y me pidió que le informará todo y luego se quedó a solas con él. Llegué a pensar que el padre Benito, con razones sobradas, le iba a limitar sus salidas, sin embargo, le dejaron su ritmo de trabajo, aunque más pausado. Recuerdo que en una de esas visitas médicas, donde el padre Juanes era asistido, le entregué una carta, sobre la moción que habíamos sentido junto a mi esposa sobre elaborar un proyecto de formación para la RCC. Detenidamente, pudo leer varias veces el documento entregado, mientras esperaba en la sala de espera, el cual a continuación, detallamos: Santo Domingo, D.N.

22 de abril del 2009

Rev. P. Benigno Juanes, S.J Asesor Renovación Carismática Católica Sus Manos. Apreciado Padre Juanes:

Con el impulso del Espíritu Santo, hemos querido escribir estas líneas con humildad, con miras a motivar la elaboración de un Plan Estratégico, considerando las limitaciones de espacio físico que presenta actualmente la Casa de la Renovación. En relación al párrafo precedente, permítanos compartir nuestra visión de las prioridades a ser satisfechas, donde el 104


discernimiento y experiencia de ese maravilloso Equipo Sede, pueda si es posible, utilizar la presente comunicación, como borrador a discutir hasta determinar la Estrategia a seguir y así, elaborar un Plan Maestro por Etapas. A continuación pasamos a señalar dos escenarios posibles, indicando Ventajas y Debilidades en cada uno de ellos. Veamos: Escenario 1: Elaborar Proyecto en Local Actual con Adquisiciones Premisa A. Considerando que el frente del local actual no es muy ancho, debe partirse de la base de adquirir una de las propiedades vecinas. o Premisa B. Vender la Casa de la Renovación y Comprar terrenos de oportunidad, preferiblemente en la ciudad y de fácil acceso a los laicos. En las premisas A ò B, debe considerarse una extensión de terreno de por lo menos 2,500 metros cuadrados

Ventajas: • Lugar conocido • Ubicación en el centro de la ciudad • Lugar donde se permita construcciones verticales para la construcción del Centro Carismático Católico • Es posible excavación para parqueos o considerarlos en primer nivel • Considerar Capilla para exponer y Adorar el Santísimo, celebrar misas y así, solicitar sacerdote (es) y diáconos fijos al Arzobispado de Santo Domingo, para que los mismos estén al servicio de las actividades desarrolladas por la Renovación.

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• Considerar un piso para retiros ò talleres con participación masiva, reuniones de coordinadores, charlas magistrales o actividades especiales. • Considerar varios dormitorios, por lo menos tres habitaciones con sus baños, para sacerdotes e invitados especiales. • Considerar varios salones de clases, debidamente preparados con sonido y equipos audiovisuales adecuados. • Considerar un salón para enseñanza musical, preparado con instrumentos y equipos de sonidos apropiados, bajo la supervisión y control de profesores para vocalistas, coros y el aprendizaje de los instrumentos, donde los miembros activos de todos los Grupos de Oración registrados en la Renovación Carismática, con potencial artístico, puedan tener la facilidad de aprender y alimentar las Alabanzas en sus diferentes Grupos, considerando que la mayoría de ellos pertenecen a las clases más humildes y no poseen los recursos. • Establecer Biblioteca equipada con varias computadoras para consultas y acceso a Internet. • Contemplar un piso para Actividades Sociales, que pueda unirse con el otro piso para retiros ò talleres mayores a través de pantallas vía control remoto, en casos necesarios y/o Comedor (Multiuso) • Obviamente, contemplar salas de reuniones, cafetería, librería, cocina, baños, salón Consejo de Directores para Equipo Sede de turno, oficinas administrativas, almacenes, etc. • De ser posible este sueño, lo más necesario seria la elaboración de Programas de Formación con calendario disponible hasta alcanzar los siete días de la semana, donde el crecimiento espiritual sería la mayor fortaleza para el disfrute de todos los fieles laicos, siempre con la debida promoción, aprovechando los 106


medios de comunicación y la revista Alabanza, entre otros • Mayor Control y Supervisión en todo el sentido de la palabra • Pudiesen surgir innumerables ideas, sin embargo, hay que determinar costos, planes de recaudación, gestiones gubernamentales, prioridades y definición de etapas o pisos, etc.…

Debilidades: • Espacio Físico limitado, aunque resuelto con crecimiento vertical • Inconvenientes con parqueos, aunque resuelto con excavaciones • Dormitorios no disponibles para laicos, aunque pueden utilizarse como hasta ahora, las Manresas y otros centros con esas facilidades, hasta cubrir las necesidades prioritarias. • Pudiesen agregarse otras. Escenario 2: Elaborar Proyecto sobre Base de Terrenos Donados

Ventajas: • • • • • • •

Terrenos para construir con mayor alcance Dormitorios disponibles para retiros Salones con mayor amplitud Mayor disponibilidad de parqueos Capilla de mayor capacidad Áreas Verdes adecuadas Mayor flexibilidad para dinámicas, etc.

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Debilidades: • Terrenos no disponibles al momento • Costos del Proyecto serían extremadamente elevados • En caso de obtenerse los terrenos, es muy posible que su ubicación no sea dentro de la ciudad capital, lo que dificultaría el acceso al mismo por parte de los fieles laicos • Implementación del Proyecto a Largo Plazo • Supervisión y Control con mayor dificultad • Pudiesen agregarse otras Es importante indicar que en nuestro país, existen comunidades o instituciones católicas con habitaciones disponibles para realizar retiros, ubicados principalmente en lugares un poco retirados, por lo tanto, si lo observamos desde la óptica del laico humilde, el cual forma parte de la mayoría del universo que conforma la Renovación Carismática Católica, es decir, los que carecen de medios de transporte, normalmente deben planificar con tiempo las visitas a esos lugares. Podemos citar a manera de ejemplo la Escuela de Evangelización Juan Pablo II, el Monasterio de las Carmelitas, Manresa Loyola y Manresa Altagracia, entre otros. Asimismo, podemos citar el Proyecto que en la actualidad realiza Monseñor Benito Ángeles en la autopista Las Américas, con terrenos donados por el CEA y que conlleva una inversión multimillonaria, auspiciada por empresas privadas y el Estado. Lo que no existe en la actualidad es un Centro de fácil acceso y donde se pueda brindar formación diaria con un alto nivel de Espiritualidad Católica. Esa sería la gran Diferencia. Lograr educar los miles de Grupos de Oración existentes, motivar a la ampliación de los mismos y la conformación de otros, dar facilidades de un mayor crecimiento a la Escuela de Servidores, con los medios disponibles, tanto humanos como técnicos, donde el efecto multiplicador, sobre todo en 108


el rango de los Jóvenes, sería maravilloso para la Gloria de Dios. Todavía podemos contar con usted, donde precisamente una de sus grandes virtudes es la Formación. Sus libros, su dedicación, su experiencia, su sabiduría, su humildad, entre tantos dones que nuestro Señor le ha regalado, han sido motivo de admiración para quienes les hemos conocido, hemos aprendido y no queremos quedarnos con lo aprendido gratuitamente. Tenemos el deber de dejar sembrada la semilla de amor que usted nos ha regalado, no solamente a nosotros, sino a tantos servidores que han permanecido leales en el camino a la Santidad, para deleite de todos los que quieran abrazar el Fuego del Espíritu Santo, por lo que entendemos que quien debe promover y proveer tales acciones es la propia Renovación Carismática Católica, quien cuenta con su magistral asesoria. Sería interesante, conformar una Comisión Multidisciplinaria con profesionales de la Arquitectura, Ingeniería y las Finanzas, entre otros, con la finalidad de aterrizar costos y realizar ejercicios de factibilidad, revisar listas de necesidades con Equipo Sede, entre otras medidas a considerar. Sabemos del Extraordinario trabajo que siempre han realizado en el pasado y en el presente los colaboradores de buena voluntad, quienes han dado sus mejores horas a la Renovación Carismática Católica. Sencillamente, con humildad y entusiasmo, queremos motivar un nuevo Renacer en el Espíritu, considerando el auge del Pecado, el cual se convierte cada día en un vicio Social, para que entre todos, en comunión con la voluntad del Padre y del Hijo y movidos por el mismo Espíritu Santo, podamos batallar a favor del Reino de Dios, siempre bajo la intersección de nuestra Madre, la Virgen Maria y dando gracias a la Misericordia de la Santísima Trinidad .

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Esperando que estas líneas, sean de interés para usted y puedan ser discernidas conjuntamente con el Equipo Sede, aprovechamos la oportunidad para saludarles a todos, Atentamente, Luis R. Espinal L.

Ana Luisa de Espinal

C.C. Sra. Josefina de Cruz Encargada Equipo Sede RCC

Luego de esa carta, ocho días después, es decir, a un mes de su muerte, convoca una reunión en la sede de la RCC y se analiza el documento citado. Posteriormente, se designa una comisión organizadora, cuyos detalles, voy a obviar, para no entorpecer su desenvolvimiento, por tratarse de un proyecto en proceso y que tenemos la esperanza de que pueda realizarse en un futuro no muy lejano, para beneficio de todos y con el aval del Consejo Nacional y Arquidiocesano de la RCC, y por supuesto, del Asesor Nacional de la misma. Pocos días antes de su muerte, me dice: “Ese proyecto es un sueño, el cual espero pueda tomar forma y realizarse algún día”. Ese proyecto tenía nombre, pero sabiendo que él no iba aceptar que tuviese su nombre, nunca se lo dijimos. Sería “Centro de Formación Carismático Padre Benigno Juanes, S.J.” El sueño de este incansable hombre de Dios era un Centro de Formación Carismático Católico, donde la formación al pueblo de Dios no faltase, para lo cual oramos todos los días, para que el Señor organice los caminos, para deleite de los fieles, lo cual sería modelo para otros países, donde los sacerdotes puedan continuar formando su feligresía y donde exista un pensum unificado a tono con los planes pastorales en materia de formación, modelo para todas las Diócesis y Arquidiócesis del país, reduciendo los niveles de 110


delincuencia, aumentando los alcances de la evangelización e ilustrando adecuadamente a un pueblo, que muchas veces, se siente confundido, ante la diversidad del pluralismo existente. Un centro donde sea fomentada realizar una hora de oración diaria, lo que equivale a un 4% del tiempo ordinario. Si nuestros gobernantes pensaran en realizar inversiones como ésta a la Iglesia, de seguro tendríamos una sociedad basada en valores, con principios familiares y religiosos, por tanto, un mejor país. Ojala, nos podamos unir en un solo Espíritu, los carismáticos de ayer y de hoy, con la finalidad de que el sueño del Centro de Formación Carismático Católico, siga la labor de formar y servir, mística de la RCC Dominicana, que el padre Juanes deja a todos sus discípulos y pueda planificarse y ejecutarse con eficiencia y efectividad para la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En cuanto a la CVE, el padre Juanes deseaba su expansión nacional e internacional, en ese sentido, sabemos que se trabaja con pasión y discernimiento.

B. Su último Paseo A principios de mayo del año 2009, estaban anunciando la obra teatral “Resurrección”. Me motivé a presenciar la obra, pues conocía al autor principal de la misma, el joven Jorge de los Santos. Un grupo de jóvenes se había unido para llevar sanos mensajes a la población a través de un interesante concierto que han titulado “Resurrección”, donde más de 60 artistas en escena, darían vida a una noche mágica, a cargo del grupo de teatro E-Fusión, los días 15, 16 y 17 del mes de mayo del 2009, en la sala Eduardo Brito del Teatro Nacional. Euddys Cordero, es el director general del grupo citado. Invité al padre Juanes a disfrutar de la obra, pues no era un hombre de salir de noche, excepto que no fuese un 111


compromiso de su labor pastoral. Las veces que lo invitaba a pasear, ordinariamente eran durante el día y en algunas ocasiones, participó en el grupo de oración Abbá Padre, que celebramos los martes por la noche. El padre Juanes, me había indicado que le gustaría ir el viernes 16 de mayo a ver la obra teatral, sin embargo, días antes estaba un poco congestionado. A pesar de que las boletas estaban compradas, ese día, no lo llamé para preguntarle la hora de recogerlo y su confirmación, pues no quería forzar su salida, ya que tenía algunos días congestionado. A las cinco de la tarde, me llama Mercedes, la actual recepcionista de Manresa Loyola, diciéndome: “El Padre Juanes, está sentado aquí en la recepción y le está esperando”. Recuerdo que tuve que agilizar los preparativos del paseo. Él había obtenido el permiso de la Enfermería para salir. Salí a buscarle de inmediato, en lo que mi esposa e hijos se preparaban en la casa. Lo recogí y lo llevé a mi casa, para recoger los demás miembros de la familia. Esa noche le solicité la bendición para un cuadro que había llegado de Cracovia, doña Kirsy Perelló había tenido la gentileza de traerlo, donde se refleja la imagen de Jesús y la divina misericordia. Luego de bendecirlo nos dijo: “Creo que me estoy muriendo y no tendré tiempo para escribir un libro que se llame “Jesucristo, Misericordia del Padre”. Mi esposa y yo nos miramos, y entonces lo abrazamos. Luego pidió ir a ver la obra teatral, tenía su abrigo y prefirió sólo tomar un vaso de leche. El padre se gozó la obra en silencio y meditación. Las historias de cada aparición, va siendo narrada por alguno de los testigos ficticios, que estuvieron en el momento en que ocurrió. En dicho musical, se combinan elementos de la época y modernos, haciendo así, una relación del mensaje de Jesús con la sociedad actual.

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La cantidad de personas que fueron a saludarle, en la butaca asignada, fue significativa. Esa noche lo llevamos de regreso a Manresa y supimos al día siguiente, que el padre Juanes llegó súper contento, haciendo referencia de la maravillosa obra teatral a sus compañeros residentes en el lugar.

C. Su última Enseñanza Al día siguiente, sábado 17 de mayo del 2009, dos semanas antes de morir, asiste a lo que sería su última convivencia en la CVE y me dicen, pues para entonces, no pertenecía a la citada comunidad, que su formación fue magistral, la cual exponemos a continuación por tener un sentido de despedida y esperanza en el caminar espiritual hacia la Casa del Padre. Inicia la misma diciendo: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La Gracia de Nuestro señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, estén con todos ustedes. El tema de hoy pues ya se impone verdad, la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Que yo pienso que es un atrevimiento de nuestra parte ante este misterio tan grande, al que consideraron fracasado totalmente los hombres que se contentaron con alegrarse, porque lo habían matado. Pero dejamos a un lado a eso y miramos al corazón del Padre, lleno de alegría y de contento, porque había tenido en su Hijo un verdaderamente alumno de amor, de lo que el Señor quería por Él y a través de Él. Estaba contento. Si nosotros con cualquier cosa insignificante, aunque sea pequeña, pero si se trata de nosotros ya no están pequeña verdad, nos alegramos como si fuera cosa grande, que sería el regocijo del Padre celestial al ver a su Hijo, Glorificado

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por toda la creación, no sólo por la creación humana, por la creación de los animales, por la creación de las plantas, toda la creación se unió a ese día Glorioso. Nosotros no percibimos nada de esto, pero hemos de pensar que así fue, que arrastró la Resurrección de Jesucristo a toda la humanidad y a toda la creación, y que el Padre celestial se regocijaba intensamente de que toda la creación se adhiriera, se uniera y tomara como sí, lo que desde tiempo inmemorial, desde la eternidad, sabía que se había de conocer. Si nosotros somos tan pobrecitos y nos sucede algo, fuera un poquito de lo ordinario, nos alegramos y lo participamos a los demás, que sería la Resurrección de Jesucristo participada, a toda la creación, porque a veces yo pienso, si no es una equivocación, el limitar a la Resurrección de Jesucristo, a que Jesucristo murió, lo crucificaron y que poco después resucitó Glorioso. Recuerden ustedes como por lo menos tres veces, el Señor viendo lo que le iba a costar a sus mismos discípulos, creer en la resurrección, se lo advirtió en varias ocasiones: mirad que subimos a Jerusalén y al Hijo del Hombre lo llevaran a los gentiles, se burlarán de Él, le escupirán, harán mofa de Él, lo crucificarán, lo sepultarán, pero al tercer día resucitará con su propia virtud, porque Jesucristo, siguió siendo Hombre verdadero y Dios verdadero. Solemos decir, que el Espíritu Santo lo resucitó, que el Padre en premio lo resucitó, son válidas las dos formulaciones. Y podemos añadir la tercera también, Jesucristo se resucitó, no dejó de ser Dios verdadero y por eso démosle Gloria y para nosotros darle gracias, pero así, en lo profundo del corazón. ¿Cuál de nosotros hemos merecido un jefe espiritual como tú Señor? ¿Cuál de nosotros, en nuestra existencia hemos existido desde siempre? Y tú has participado ya desde siempre, de la Gloria que un día se iba a manifestar, ahí, a ojos vista, que cosas tan misteriosas. 114


Misterio grande y nos alegramos y podríamos decir, aplicando aquí aquello que le dijo a Nicodemo: “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo” y podemos cambiar: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo resucitado a la humanidad, para que la vivificara, para que caminara en su camino, para que santificara y podemos ya decir, también, sin merecerlo, nadie es merecedor, nadie debe considerarse mejor del otro, porque es un misterio que Dios se lo ha reservado, pero sí podemos decir, que las manifestaciones del amor se suelen manifestar en los dones que hacemos. En el santo cumpleaños de una persona que amamos, le damos un obsequio hermoso, a otra yo le daría otro obsequio distinto, pero a esta no puede ser, una amistad viva, por lo mismo, el Señor dice: tanto amó Dios al mundo, tanto amó Dios a tí, a tí mismo, sí a tí, a ti, a tí, al que está sentado aquí, que te entregó a su propio Hijo, para siempre y eso en verdad sin que no los merezcamos. Digamos como la garantía de que algún día se va a realizar completamente lo que anhelamos, porque ahora predicamos en fe, un día esa fe terminará y la realidad grande la veremos con estos ojos nuestros, como decía Job: “con estos ojos que la tierra se va a comer algún día, yo veré a mi redentor y a mi salvador y esto va a ser verdad, ¿cuando? no sabemos, quizás más pronto de lo que esperamos y desde luego, siempre será pronto, porque la vida del hombre aunque tiende a alargarse un poco más, no puede programarse de un tiempo establecido y entonces qué será, que comienza una vida nueva, pero nueva e indescriptible para nosotros, indescriptible. Porque veremos allí, con toda gran realidad lo que es, veremos lo que es el Padre, el amor del Padre a los hombres, que fue capaz de entregar a su propio Hijo, en medio de las ofensas. Tanto me amó Dios que me entregó a su propio Hijo, a mí, que tantas veces le he ofendido y que continuaré, puede que 115


baje un poquitito en la intensidad, pero Él no cambia en la bondad, en su infinita bondad y esa infinita bondad la va a ejercer para siempre. ¿Con quiénes? Con todos, y si algunos no forman parte en ello, no es porque Dios no quiera, sino porque ellos no aceptan el plan y la opción que Dios quiere desear a todos. Unos si para la salvación, otros no. Nada de eso, es una herejía condenada por la Iglesia. Todos en el plan de Dios para salvarse. San Agustín, del que hemos hablado más de una vez, volvemos a repetirlo, porque él con su ingenio maravilloso, compendió en tres palabras la eternidad: “veremos, amaremos, gozaremos y así siempre con el Señor”. Veremos que, lo que aquí no podemos ver, nuestros ojos no dan para eso, tienen que ser unos ojos nuevos, como si se nos pusiera unos ojos nuevos en la bienaventuranza para ver a Dios, la santidad infinita y entonces, sí que será, el dar gracias, caramba, tu me pusiste una situación tan especial, de la que yo muchas veces, sí hice caso, otras veces, la tomé, digamos así, a medias y otras veces con descuido. Sin embargo, Dios nos deja ver: “te sigo manteniendo mi privilegio y la gloria del Padre, ahí está preparada para ti”. Si tú, definitivamente, ofreciéndotelas, no la aceptas, ya no es de Dios, no la acepta y eso es verdad. Que esto que nos cuesta creerlo, no dicen los mismos, pero es la gran realidad y todas las demás cosas diríamos están enfocadas desde aquí. ¿Hacía dónde está enfocado el tiempo, porque el tiempo no es eterno? Hacia la eternidad. ¿Cuándo? Miles y miles de años, pues sabemos que el tiempo no es eterno, que todo y cada una de las cosas que Dios hace en nosotros, están enfocadas a esta gran realidad, a que conozcamos en profundidad, apreciamos, aceptemos, demos gracias en ser verdaderamente hijos de Dios, hermanos de Jesucristo. Yo pienso, que cuando nos veamos en la presencia del Señor, ¿cómo Él va a reaccionar? Un abrazo del que nunca

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habíamos pensado. No se nos ocurrió, un abrazo tan grande, de amigo, de hermano, de Padre, todo junto, ahí está, eso será. He estado esperando a encontrarme contigo, llegó el momento, pero un momento que no pasa, un momento para siempre. Dijo San Agustín: “y así, siempre con el Señor”. Aunque no lo admita y estas verdades son tan grandes, que si fueran verdad, diríamos: “no me queda otra solución que vivir para Él”. Recuerdo una vez más, lo del militar francés, que estando en el Sahara, haciendo la guardia, tuvo en aquél calor abrasador, tuvo una visión. Estaba en el Sahara, todo en posesión de Francia, haciendo la guardia y él como que tuvo, como una especie de visión. Pero esta vida que yo llevo aquí, tan aperreada, un día verá, otro día verá para que se hagan las cosas bien y ya se acabó mi vida. Hasta que Dios le iluminó y él dice, estas son sus palabras exactas: “desde que yo entendí completamente que Dios existía, caí en la cuenta que no podía hacer otra cosa, sino vivir para Él, vivir para Él y vivir para Él”, es vivir para nuestros hermanos en la vida ordinaria. Lo ha puesto a nuestra disposición, podemos todos hacerlo y nos da la Gracia, no sólo nos incide interiormente y toca interiormente, moviéndonos a estar bien, se nos da la posibilidad de realizar eso, porque nos da la Gracia de decir que sí. La bondad de Dios es increíble, Él no sólo tiene eso, Él no sólo nos llama a eso, Él no sólo mueve nuestro corazón, sino que nos da la Gracia de decir que sí, a lo que Dios quiere que digamos que sí, sin quitarnos la libertad, porque en el cielo, ¿que pasa? seremos completamente libres. Ahí no va haber otra cosa, libertad plena, viendo a Dios también, porque al ver a Dios, infinita libertad, infinito amor, se nos será imposible vivir de otro modo, no podemos.

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Dejando Dios sin tocar nuestra libertad, eso mismo que nos da como con Juan. Por eso decimos, que la libertad aunque sea parcial, no se encuentra aquí, hay que esperar a la vida eterna. ¿A qué? A que estemos en la presencia de Dios, y que allí, al lado de esa visión infinita, en perfección, en amor, en perdón, seamos capaces de creer y aceptar lo que Dios nos ofrece. ¿Pero es posible que Dios nos haya amado tanto?, ¿Es posible, después de tantas cosas malas que hemos hecho nosotros? Sólo una cosa mala nos puede pasar, que Dios no permita, el negarnos voluntariamente a aceptar esa grandeza que Dios quiere para nosotros, es caer en la cuenta, ciertamente, que a pesar de que yo veo, a pesar de que yo veo lo mejor, sin embargo, rehusó a eso mejor y me inclino a lo peor y, por eso el pecado de los ángeles, se une con esto. Como los ángeles, de unas inteligencias tan grandes, tan poderosas, fueron capaces de revelarse contra Dios una parte de ellos. Ellos, cayeron en la cuenta de la esclava, el gran misterio propio, el misterio de la libertad. Y por eso, los ángeles malos, que en vez de ser tan hermosos, tan semejantes, semejantes, no iguales a Dios, la soberbia se le subió a la cabeza, somos como Dios, no necesitamos de Dios. Tomaron una decisión tan definitiva, que los ángeles, que se revelaron, ya no pueden volverse atrás. ¿Por qué? Por qué se jugaron el ciento por ciento, así, sabiendo conscientemente y que ahora, su fin está en tentar a los hombres para que sigan al mal camino, que cosa tan desgraciada, cuando podría ser todo lo contrario, y nosotros que estamos ahora reunidos, oyendo con tanto amor. Yo salgo muy edificado de esta reunión, muy edificado, la atención de ustedes, el deseo de pensar, el deseo de que se acomode su vida, el deseo de hacerlos participar y, si Dios nos ha dado cualidades para poder explicar y hacer participes de esto a los demás, no nos lo guardemos, pidámosle al Señor, que nos dé la palabra exacta y que haga eficacia nuestras palabras, precisamente porque Dios hace eficaces esas palabras pase lo que pase, pero decimos al Señor: “yo 118


soy lo que soy, no me hace falta la eficacia tuya”. No, no. Pedimos: “la eficacia de mi palabra vienen de tí, del amor que me tienes” y quiere que te lo apropies y tú lo recibes como si fuera cosa tuya, al decirles que antes estamos envueltos en una serie de misterios que solamente llegamos a un poquitico. Estos grandes santos y teólogos, Santo Tomas de Aquino, el P. Suárez, Jesuita, todos esos grandes teólogos de la Iglesia Católica, al fin de su vida se sentían como defraudados, estos grandes. Pero estamos a medio camino, no podemos decir más, porque no sabemos, sólo nuestra vida y sin embargo, eso poco que sabían tenían como un ansia de participar, pues hemos de pedirle al Señor: “suscita en mi Señor, el deseo de participar estas cosas a los demás”. Yo cada vez estoy más convencido de la ignorancia cristiana religiosa en el mundo, es inmensa, inmensa y que nosotros somos auténticamente privilegiados y por serlo, tenemos cierta obligación, de que este tesoro que Dios pone en nuestras manos, no lo guardemos. ¿Y cómo lo hacemos manifiesto? El testimonio de tú vida es lo mejor, la caridad, aún con aquellos, con aquellas que no te caen bien, solo esa manifestación y la caridad con aquellos que especialmente te caen mal. ¿A quién atendió de un modo especial Jesús en sus últimos momentos? A Judas. ¿Judas, con un beso entregas al hijo del Hombre? Que fue una llamada al pecado grande que iba a cometer, pero al mismo tiempo, era una llamada que decía: “Judas, piensa dos veces lo que vas a hacer, porque de aquí depende tu eternidad”. Y como el amor de Dios en detalles insignificantes, que solo una buena madre, cuando se trata de un hijo querido, se fija en detalles que a veces los hombres no caemos tanto en la cuenta. ¿Por qué? Porque si. Tiene un amor peculiar femenino, quiere aconsejar el peinado, cualquier cosa, pues así es Dios.

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Si los padres humanos hacen con nosotros esto, y lo mejor, si ustedes que son malos dan cosas buenas a sus hijos, cuanto más dará el Padre celestial, dará cosas buenas a los que le aman. Por eso, no es exagerar lo que voy a decir, porque tiene que llenarnos de un gozo inmenso, porque Dios aunque yo sea un pecador, una pecadora, ha puesto en mí cualidades, toques interiores, para que haga el bien aún siendo pecador y se alegra y me recompensa eso. Oye, parece que el Señor cierra los ojos ante el mal nuestro y los abre lo más grande que puede, cuando se trata de algo que agrada y por eso y no es una cosa que se le ocurre al Padre, ahí, de imaginación viva, no, no, no. Cómo será ese primer encuentro con el Señor, cuando estén llorando por nosotros y creamos sencillamente lo que está pasando en el interior. El amor que se provea de Dios para con nosotros y que me hace a mí transmisor, hemos de pedirle al Señor esa Gracia, que lo que Dios hace en mí no me lo guarde. Úsame para que yo discretamente lo comunique a los demás, aún aquellos que no lo aceptan, que busque yo la oportunidad. Me acuerdo de varios estudiantes de medicina en una procesión de semana santa, se la daban de incrédulos y se habían escondido en un rinconcito de una casa por donde tenía que pasar la procesión y que los pasos que pasaban, eran sobre todo Jesús, coronado de espinas, Jesús flagelado, Jesús muerto, sepultado y ellos tenían la pésima intención de reírse a carcajadas, delante de los pobrecitos fieles que iban siguiendo y dicen que cuando intentaron hacerlo, se les quedó la palabra en la boca, no podían decir nada, si no al contrario, como un ángel vió atrás. Y aquellos fueron unos grandes predicadores, los tres, llevaban en su corazón la maldad y Dios tan bueno, los perdonó y los hizo a ellos pregoneros y por eso, hoy de tipo práctico, no nos desalentemos, no todos a los que predicamos

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van a responder lo mismo. Pero tengamos fe, de que lo que yo diga, si lo digo Señor, esto es tuyo, da eficacia a lo que yo voy a decir, tu eres la eficacia. Y hablar lo más sencillo, lo más inteligente y lo más lleno de amor, ya verá usted. Es posible que si no, entonces, será a la mañana siguiente, a la semana siguiente, al año siguiente, porque Dios se vale de los acontecimientos que nos va recordando una cosa que hemos vivido y nos traslada a otra que hemos vivido y caramba, un año Señor, esperando por mí con paciencia, para que yo diera ese paso y por eso Señor, queremos darte gracias, porque en esta comunidad tú te Glorías, no decimos más en unos, en otros menos no, no, tú lo sabes, no somos atrevidos. Si lo sabemos y lo sabemos todavía, porque detrás, está la intercesión de la Virgen, que tiene un papel, por eso, la comunidad se llama de la Visitación y de la Eucaristía. En la casa, se echó a suerte, que cada uno ponga aquí lo que quiere en el nombre. Dios está aquí, hay que prevalecer. Porque tengo una apreciación tan grande, que esto Dios lo quiere, y salió la Visitación. Digo bueno ese es el nombre, pero le falta el apellido y, es eso, la Eucaristía. Que cosa tan grande que nosotros seamos pregoneros del amor especialísimo en la Eucaristía, no sólo ahí, sino todo y no tengamos miedo, ni nos desalentemos. Tú encomienda esto a Dios, ten confianza, espera que la Virgen intervenga, di lo mejor que puedas decir y prepárate, tengamos en cuenta esto, hay que prepararse, porque es la palabra de Dios, lo mejor que puedas. Ahí, como niños y ya verás como esa semilla cae en buena tierra. Somos privilegiados y ojalá, cada día lo seamos más y ojalá, que Dios aumente nuestra Comunidad, que parece que es su plan, porque hay tres o cuatro puntos que ya hemos recibido y una de las personas prudentes dijo bueno son demasiadas peticiones vamos a ir paso a paso. ¿Por qué? Porque han visto esto mismo con sus propios ojos y desde luego, también

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Dios a la Comunidad, la ha dotado de entendimientos pre claros, entendimientos que aunque no sean tan pre claros, puede ser que sean a lo mejor en algún aspecto más práctico. Le ha dotado también, de entendimientos ordinarios, lo mejor preparándose, orando por eso, como la Gracia viene exclusivamente de Dios cuando la pedimos así, con amor, la oración, tiene un puesto digamos inexcusable. Has hecho tantas veces y no puedes. No, no te preocupes, tu haz lo que tengas que hacer, lo demás déjalo, algún día lo harás. El día de hoy, es un día tan hermoso en que celebramos la Ascensión, porque fue todo a la vez. Jesucristo, resucitó y subió de una vez a la Gloria, pero la Iglesia celebra en varias épocas la Ascensión, pero todo fue de una vez. Que cosa tan maravillosa es y Él nos espera, ahí, está esperándonos. Y nos puede decir, he puesto mis ojos en ti. ¿Para que? Para que tú seas mi mensajero, con tú vida, con tú oración, con tú sacrificio, con tú sacramento, hasta con el dolor, todo tiene valor con Jesucristo, nada se pierde. Pidámosle al Señor, que hoy salgamos con un espíritu nuevo, celebrando y agradándonos el día en que celebramos y que la Iglesia llena de alegría, también se une a nosotros. Amén. Al terminar magistralmente, lo que sería su última formación, la cual terminó lleno de valor, según cuentan los allí presentes, lo ingresan de inmediato a la Clínica Independencia, a la Unidad de Cuidados Intensivos.

D. Su Enfermedad y Muerte Luego de su última enseñanza en su amada CVE, de allí, lo ingresaron en la Clínica Independencia, donde permaneció aproximadamente por unos 10 días. Su estado era muy crítico, pero su lucidez, nunca la perdió, su paz tampoco y

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los visitantes, recibían el amor puro que de él brotaba. Sin embargo, su complicación final sería por una congestión pulmonar. Recuerdo que al día siguiente de su internamiento, acudí con mi esposa Luisa a Manresa Loyola, para buscar como ministros de la Eucaristía, una hostia consagrada y llevarle al sacerdote enfermo la comunión. El hermano Olmes, con mucha gentileza nos la entregó. Luego de suministrarle la sagrada comunión al sacerdote enfermo, partimos y antes de abordar el vehículo, sentí un fuerte olor a rosa en el porta viático que estaba vacío. Todos los que me acompañaban olfatearon ese agradable olor a rosas frescas. Me acompañaban, además de mi esposa Luisa, las hermanas Carmen e Isabel de Vargas de la CVE. Estando en la calle a varios metros de la clínica, continuaba la presencia del mencionado aroma. Ese olor a santidad, lo iba a seguir percibiendo, todos los días, que él estuvo interno. Pues, entre otras personas, le asistí para ayudarle a sentarse o ir al baño. Al acercarme a él, ese mismo olor estaba totalmente impregnado en su cuerpo. Esto es una vivencia espiritual, que comparto con los lectores de éste libro, la cual no olvidaré jamás. Su olor a santidad. Es conocido que en nuestra tradición católica, se asocia el olor a rosas a la santidad y pureza de la persona, pero más que nada está asociado al Espíritu de Dios, que deja su señal en la emanación del cuerpo que le ha servido tanto en vida. Ese mismo día, domingo 18 de mayo, que salimos de la clínica, vamos a visitar la casa del Dr. Bienvenido Lantigua (Negro), quien me había invitado a la misma. Una vez en su casa, el doctor me dice: “te he llamado, porque el Señor me ha inspirado una canción y en oración, he querido cantarla para ti”. La canción, trataba de la partida de un amigo. Él no sabía nada del internamiento del padre Juanes. Veamos:

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De que me sirve ganar al mundo Si yo me olvido de Ti De que me vale tener riquezas Si yo me alejo de Ti CORO: Después de todo que pasaría a dónde iría qué sería de mí No quiero nada más en esta vida que estar contigo y vivir para Ti Que me falte aire Que me falte cielo Sólo estar contigo Ahora es lo que quiero Que me falte aire Que me falte todo Sólo estar contigo Tú eres mi tesoro CORO: Después de todo qué pasaría a dónde iría qué sería de mí No quiero nada más en esta vida que estar contigo y vivir para Ti

Estaba negado totalmente a la partida del padre Juanes, por lo que esa canción, me hizo reflexionar y prepararme, aún en contra de mi voluntad, a caer en la cuenta de que esta posibilidad era real. Las cosas de la vida. El doctor Lantigua (Negro), tres años antes me había motivado a irme a confesar a Manresa Loyola y tres años después, sin proponérselo, me escribe una canción, para prepararme para la partida del que fuese mi confesor y guía espiritual. Los días, siguieron pasando, y no me separaba de él. Es importante resaltar, el extraordinario trabajo del equipo médico de ese Centro, especialmente del Dr. José Ortiz, Neumólogo, quien se entregó en el seguimiento del sacerdote postrado en la cama. Un dato interesante, es que ese mismo Dr. Ortiz, le había identificado un tumor maligno (cáncer) en los pulmones tres años antes. En ese entonces, el médico 124


recuerda que no recomendó la aplicación del tratamiento ordinario, es decir, quimioterapias, ya que considerando la contextura física del padre Juanes y su edad, no eran aconsejables. El diagnóstico de las muestras tomadas, se practicó en el Laboratorio de Patología Diagnóstica en fecha 27 de septiembre del 2006, según pudimos constatar personalmente en su record médico, donde indica: “Atipia Mesotelial y Adenocarcinoma en Pleura Derecha”. El hermano Olmes, recuerda cuando fueron al Hospital Oncológico y donde la Dra. Juana Inoa, oncóloga, quien conocía muy bien al querido sacerdote, dijo que no había nada que hacer, que el pronóstico eran unos tres meses de vida y lloró amargamente, ante la difícil situación. Las oraciones que se hicieron a favor del padre Juanes, lo sanan milagrosamente. El Dr. Ortiz, se sorprende y en lo adelante, su fe es renovada. Los nuevos estudios no reflejaron presencia del cáncer, para la Gloria de Dios. En esta nueva gravedad, tres años después, el mismo médico, sospecha que hay cáncer en los pulmones. Durante el internamiento del padre Juanes, le toman una muestra dolorosísima, la cual él sufre un inmenso dolor, sin embargo, la soporta con valentía. Le dimos seguimiento a esos resultados y a los pocos días, los resultados llegaron negativos, es decir, no era cáncer. El problema es congestión en los pulmones. Al verse limitado, en la clínica citada, ya que había que ayudarlo a comer, a levantarse, ir al baño, entre otros movimientos ordinarios, me dijo: “No sé porque sufro tanto, pero éstos sufrimientos, los ofrezco por todos aquellos que más me han hecho sufrir”. Dios mió, ahí comprendí el valor de los sufrimientos. Recuerdo que en una tarde, estaban conmigo dentro de la habitación, las Sras. Miri de Ginebra, Responsable de la CVE y 125


Ailsa Jiménez, quien recientemente, había sido Coordinadora del Equipo Sede de la RCC. Aprovechamos e hicimos el rezo del Santo Rosario. Estaba con los ojos cerrados y en un momento que los abrí, allí estaba el padre Juanes acostado, rezando él también, en silencio, con un rosario pequeñito que tenia de madera. En ese momento, observé en silencio una especie de nubecillas que inundaban la habitación del enfermo. Abrí, más los ojos, para asegurarme de que no eran cosas mías. Estas nubecillas se fueron, cuando terminó el rezo del Rosario. Continué en silencio, pues al parecer, nadie más tuvo la experiencia. Son vivencias espirituales que caen en el misterio de Dios. Esta visión, me permitió entender, que el padre Juanes, tenía ángeles a su alrededor. Durante el internamiento, el padre Juanes me pide que lea un libro, que se llama Solo y a Pie, del autor José Ignacio Tellechea, el cual trata de la vida de San Ignacio de Loyola. Fue tanta la insistencia de él, que la Sra. Adalgisa Reinoso, escuchó su petición y se recordó que tenía el libro y me lo facilitó. Aún postrado en la cama, quería seguir enseñando. En los últimos días de su gravedad, por razones obvias, se dejó crecer la barba. Cuanto se me pareció a las imágenes de San Ignacio. Recuerdo que bromeaba con él, y le dije: “padre, se parece usted a San Ignacio” y solicitó un espejito para verse. Luego me pidió que les dijera a los sacerdotes de la Compañía de Jesús: “estoy infinitamente agradecido de que los Jesuitas me hubiesen acogido, y de darme toda la formación que recibí y de todos los gastos que habían hecho por mí, desde su entrada a la Compañía de Jesús”. Insistió que por favor no dejara de dar el mensaje. Para cumplir la encomienda, averigüé donde estaba la curia de los Jesuitas y allí, busqué al Ecónomo, es decir, al Administrador, y le conté lo que me dijo el sacerdote enfermo. En ese entonces, era el P. José Saco, S.J., me escuchó con atención y me agradeció el mensaje.

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Posteriormente, el padre Juanes pide que lo dejen ir a Manresa Loyola. Los dirigentes de la RCC y de la CVE, quienes se volcaron a orar y dar calor humano a tan querido mentor, después de discernirlo, estuvieron de acuerdo con llevarlo a Manresa Loyola, resignados, por la situación de su guía espiritual. Antes de salir del centro médico, él nos dice a varios allí reunidos: “Veremos, amaremos y gozaremos en la presencia del Señor”. La seguridad con la que hablaba, su lucidez, su olor a santidad, su vida, su sacerdocio, su trabajo apostólico y tantas cosas hermosas que formaban parte de su riqueza espiritual, me hacen entender, que él sin decirlo, por su modestia y su alto nivel de humildad, estaba seguro de ser recibido con alegría en la casa de Padre. Él no tiene dudas, en él no aplica el estado purgativo, su firmeza y su caminar hacia la santidad, no podían tener otra ruta que no fuera la casa del Padre, invitación que nos hace el Hijo del Altísimo en comunión con el Espíritu Santo. En una ambulancia llevamos al padre Juanes a su querida Manresa Loyola. Recuerdo que tuve que pedir permiso al hermano Olmes, para que permitiera rentar unos equipos para extraer las secreciones de los pulmones y, por lo tanto, era necesario, que la enfermera que lo estaba atendiendo en la clínica, estuviese en esos afanes. El encargado de enfermería autorizó nuestra petición. Recuerdo que luego de salir de la ambulancia, lo llevamos a una de las habitaciones de la enfermería de Manresa Loyola, lo sentamos en un sillón y no sé de dónde le salió fuerzas, pues tenía el aparato para extraer las secreciones puesto y me dijo: “Gracias”. Mis lágrimas saltaron y le dije: ¿Gracias por qué? He hecho lo que tenía que hacer. Fue mi despedida con él. Había quedado de volver dentro de dos días dentro del plan de visita estricto que establecieron y acordé con el enfermero, asistir a la misa del domingo con mi familia y estar con el padre Juanes unos minutos.

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Cuando iba saliendo de Manresa Loyola, me encontré, aún en el segundo piso de la edificación, con los sacerdotes Benito Blanco y Julio Cicero (fallecidos), compañeros muy queridos del padre Juanes. Me dijeron con palabras de profecía: “El padre Juanes va a morir el día de la Visitación de la Virgen y lo entierran el día de Pentecostés”. Me mantuve con esperanza, pues no quería creer que todo esto iba a suceder así, como los sacerdotes mencionados, me habían dicho. Habían transcurrido 11 años, desde la última vez, que esas fechas habían coincidido. El sábado 30 de mayo del año 2009, muere el padre Juanes, cerca de las 7:30 de la noche en la paz de su habitación. Ese mismo día me acosté muy temprano y había comprado camisas rojas para mi familia y poder ir con alegría donde mi maestro espiritual, pues, el domingo 31 de mayo, era día de Pentecostés. De acuerdo al Acta de Defunción, el motivo de la muerte del P. Benigno Juanes Risco, de nacionalidad española, residente dominicano, con cédula de identidad y electoral No, 001-1203441-8 eran: “Paro Cardio Respiratorio, Neumonía bilateral y Derrame pleural derecho”, la misma fue firmada a las 10:30 p.m. por el Dr. José Ortiz. Al preguntarle al hermano Olmes sobre los últimos minutos del padre Juanes, nos dijo: “Estaba llevando su tratamiento con oxígeno y medicamentos sin ningún problema. Estaba alegre y dando gracias por todas las atenciones y cuidados recibidos. Su aptitud era de docilidad total. No exigía nada. Su oración constante y aceptación a la voluntad de Dios eran firmes. Durante la cena sigue mostrando su alegría y come bien, incluso pensé en su recuperación. Su lucidez no la perdió nunca. Llevé los platos de la cena a la cocina y cuando regresé, lo encuentro con sus manos abiertas, haciendo el Padre Nuestro, luego el Ave María, él y yo solos en la habitación pudimos completar las oraciones. Comenzó a respirar más despacio, pero sin sofocarse. Finalmente, muere sentado en un sillón de posición, con alegría y gozo

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de su partida. Se apagó muy lentamente, cual si fuese una vela acabada de consumir. No le dolió nada”. Me dice el hermano Olmes, que la paz con la que observó morir al padre Juanes, fue muy especial y no recuerda haber tenido ninguna experiencia parecida como ésta. En la madrugada del día de su muerte, aún sin saber sobre la muerte de mí apreciado y amado sacerdote, a las tres de la madrugada, mi esposa Luisa me despierta y observa una estrella de colores, subiendo y bajando en el cielo. Los dos nos ponemos de pie al frente de la ventana, pues realmente, nunca antes, habíamos visto, algo similar. Pensamos por un momento en el padre Juanes, pero mi deseo de verle al día siguiente, no me dejaba percibir nada más. En pocos minutos, vimos como la estrella, subía verticalmente hacia arriba, hasta que no pudimos verla más. A las 7 de la mañana del domingo de Pentecostés, nos llaman de la enfermería de Loyola, para darnos la triste noticia. Los planes, las vestimentas y los ánimos cambiaron. Las ropas oscuras y la tristeza habían llegado a mi casa y a la de miles de hogares, que recién sabían la noticia. Inmediatamente, fuimos a Manresa, subimos arriba y nos permitieron estar con su cuerpo por unos minutos y así, tuvimos la oportunidad de orar de cerca con aquél que nos ayudó a dar verdadero sentido a nuestras vidas, lo hicimos en silencio y en recogimiento. De ahí, su cuerpo sería llevado a una actividad que tenía pautada la RCC en el Colegio Calasanz, para celebrar el día de Pentecostés. Escoltamos su cadáver hasta ese lugar, junto a Miri de Ginebra y el amigo José del Carmen Polanco. Allí, compartí las lágrimas de mi familia, con la multitud reunida. También, ellos tuvieron cambios de planes. El P. Máximo Pérez, sacerdote carmelita, celebró conjuntamente con varios sacerdotes, las exequias del cuerpo. El padre Máximo

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estaba en silencio y observaba el dolor de los presentes. El P. Antonio Lluberes, S.J., también, pronunció unas palabras ante el cuerpo presente. Asimismo, pronunciaron unas emotivas palabras, Mercy de la Rosa de Castillo, miembro de la CVE y doña Yolanda Hirujo, coordinadora nacional de la RCC, para ese entonces. De ahí, se llevó su cuerpo, a Manresa Loyola, donde los Jesuitas, tienen un cementerio particular para los miembros de su orden religiosa.

E. Misa de Cuerpo Presente La misa de cuerpo presente, fue presidida por Mons. Francisco José Arnaiz, S.J., con una cantidad apreciable de sacerdotes. Por considerar enriquecedora la homilía del celebrante, nos permitimos citar la misma, pronunciada antes de realizarse el entierro del Jesuita Benigno Juanes Risco. Homilía en el Entierro del P. Benigno Juanes por Mons. Fco. José Arnaiz S.J. El domingo 31 de mayo moría a la edad de 92 años, en la casa de retiros espirituales, Manresa-Loyola, el P. Benigno Juanes, un jesuita recoleto, poco amigo de oropeles mundanos y muy dado a Dios pero altamente querido y admirado en amplios sectores de la Arquidiócesis de Santo Domingo. Fue una delicadeza por parte de Dios llevárselo consigo en la solemnidad de Pentecostés, fiesta del Espíritu Santo. San Pablo llamó al Espíritu Santo fuente y arras ñaval- de la gloria que nos espera. En la carta a los romanos en el capítulo 8 nos dice: “Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos también dará vida eterna a nuestros cuerpos mortales por el Espíritu Santo que habita en nosotros”. Nombrado asesor oficial de la Renovación en el Espíritu Santo el P. Juanes escribió mucho y siempre con profundidad y unción sobre el Espíritu Santo.

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A veces le preguntan a uno si ha conocido en su vida algún santo de carne y hueso, un hombre de Dios, desasido de lo material y efímero, sin reclamos ni exigencias para sí, deseoso de hacer la voluntad de Dios en todo, incapaz de hacer daño a nadie, manso, paciente, agradecido y obsesionado en dar a conocer a Dios a todos, a familiarizarse para ello con Cristo e identificarse con él y a percibir en el interior de su ser la presencia y el soplo del Espíritu Santo. Si nos hiciesen esa pregunta a todos los que le conocimos y tratamos estoy seguro que responderíamos que sí: que conocimos al P. Juanes. De sus casi 93 años el P. Juanes gastó 45 de ellos entre nosotros brindándonos a manos llenas bondad, profundos y dilatados conocimientos, sabiduría espiritual y el testimonio de su vida. Y los pasó contagiándonos de su amor a Cristo Nuestro Señor; de su anhelo indeclinable de identificarse plenamente con El y de su fidelidad al Espíritu Santo. Toda muerte estremece, pero de modo especial lo hace la marcha de los seres muy queridos. Para el dolor que esto produce no hay mejor ni mayor alivio que la Fe. A la luz de la fe, la muerte no es final sino comienzo de la vida verdadera, de la vida plena y gloriosa. “Que aquella vida de arriba, que es la vida verdadera, hasta que esta vida muera, no se goza estando viva. ¡Muerte, no me seas esquiva! Viva, muriendo primero, que muero porque no muero.”, que escribió Santa Teresa. La Fe ilumina que morir es cerrar la mente y los sentidos al gozo, belleza y verdad limitada de este mundo y perderse en la infinitud de Dios. Pablo de Tarso escribió a los Filipenses que nosotros (los cristianos) somos ciudadanos del cielo de donde aguardamos al Salvador, al Señor Jesucristo; y que El trasformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para someterlo todo”. Y a los Tesalonicenses les amonestó: “No quiero que ignoren la suerte de los difuntos, para que no se aflijan como la gente sin esperanza, pues si creemos que Jesús ha muerto 131


y resucitado, creemos también del mismo modo que a los que han muerto, Dios por medio de Jesús, los llevará con él. Y así estaremos siempre con el Señor”. Enfáticamente Cristo a la hermana de Lázaro muerto le dijo: “El que cree en mí, no morirá, vivirá para siempre” (Jn 11,25). En las Constituciones de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola pide a los jesuitas que: “Como en la vida toda, así también en la muerte y mucho más, debe cada uno de la Compañía esforzarse y procurar que Dios Nuestro Señor sea en él glorificado y servido, y los prójimos edificados”. La vida y muerte del padre Juanes fueron gloria y servicio de Dios; y edificación de cuantos lo trataron y gozaron de sus enseñanzas, ejemplo y consejos. Fueron sorprendentes en el P. Juanes la entereza y la fortaleza de espíritu con las que enfrentó la precariedad de su salud que fue crónica y tempranera en él. Jamás esa situación lo amilanó ni le mermó arrestos para en cada momento cumplir esforzadamente con lo que la Compañía de Jesús y la Iglesia le encomendaron. En todas esas encomiendas él desplegó una entrega total, una infatigabilidad indesmayable, un tesón a toda prueba y una capacidad de trabajo y fecundidad fascinantes. Su vida fue un triunfo continuo del espíritu sobre la materia. En esto como en todas las expresiones de la vida del P. Juanes se transparentó la espiritualidad ignaciana asumida fielmente por él en los Ejercicios Espirituales del santo. Los Ejercicios Espirituales, practicados año tras año desde que entró en la Compañía el año 1935 fueron para él, primero, experiencia espiritual determinante y más tarde objeto de profundo estudio y eficiente instrumento apostólico en su quehacer pastoral. Su entrega y tesón en el estudio de los Ejercicios Espirituales, a partir del año 67, fue tal que terminó siendo un verdadero experto en ellos. En todos y cada uno de sus libros de Teología Espiritual se percibe la huella y la impronta del libro ignaciano. Tiene 132


su mérito ya que dicho libro no es expositivo sino sucinto itinerario o Guía de lo que debe ir haciendo el que se somete al proceso organizado por el Santo. Toda la obra del P. Juanes no es otra cosa que una glosa o comentario de ese libro juzgado por Toynbee como uno de los libros más determinantes de la historia. En el triunfo del espíritu sobre su precaria salud, lo mismo que en su vida recogida y sobria, resuena un párrafo del Principio y Fundamento del libro de los Ejercicios: “Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido, en tal manera que no queramos, de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta y por consiguiente, en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más conduce para el fin que somos criados”. El P, Juanes fue preparado y destinado a la formación de los estudiantes jesuitas en el área de las Humanidades y en concreto en la cultura y literatura greco-latina. De sus alumnos de 1943 al 1946 en Cienfuegos y la Habana quedamos aquí los P. Benavides, Láutico García, Cicero y un servidor y en Miami los padres Juan Manuel Dorta Duque y Florentino Azcoitia. Necesitó poco tiempo para ganarse nuestra admiración y cariño. Sabía su materia, preparaba con esmero cada clase y se interesaba seriamente por cada alumno. Todos admiramos en él agudeza analítica, percepción estética, poder comunicativo y accesibilidad en clase, mientras que en el trato privado era un tanto tímido pero muy acogedor, enormemente respetuoso de uno y muy celoso del tiempo. Terminada su formación jesuítica y vuelto a su competencia, al clausurarse ésta en la formación de los estudiantes jesuitas, providencialmente el P. Juanes fue destinado a nosotros y a lo largo de todos estos años, a partir de 1978, es cuando publica todos sus libros de espiritualidad. Juanes no escribió libros sino colecciones de libros. A la 133


primera colección de unos 22 volúmenes la llamó “Torrentes” y a la segunda de unos 12 “Senda”. Juanes formado en la Teología clásica, lo primero que hizo fue ponerse al día. Se hizo para ello, selectivamente, con lo mejor y último de la producción teológica, leyó sin tregua ni descanso y ha dejado enriquecida con este valioso fondo teológico la Biblioteca de la Casa de retiros “Manresa-Loyola”. En la producción del P. Juanes (más de 35 volúmenes) sorprende la amplitud de temas abordados por él. Difícilmente habrá un tema de teología espiritual, por vidrioso, arduo y espinoso que sea, que no lo haya tocado él. Nada amigo de veleidades ni de frivolidades ideológicas todo en su obra es serio y sólido. En la búsqueda y transmisión de la verdad el P. Juanes pecó hasta de escrupuloso. En todo momento aparece como urgido a precisar y matizar, aunque eso le suponga fatiga al lector y se explica así su recurso excesivo a las grandes figuras de la teología actual y su despliegue de notas y bibliografía selecta. Temperamentalmente analítico, le encantó desmenuzar a despecho de ser a veces repetitivo. Cuatro grandes valores sobresalen en las dos colecciones del P. Juanes: perspicuidad, hondura, equilibrio y unción. La perspicuidad delata lo buen profesor que fue toda su vida. La hondura trasparenta su agudeza, su lucidez y su espíritu inquisitivo. El equilibrio nos habla de su serenidad y aplomo interior. Y la unción nos cuchichea la vibración íntima del P. Juanes a todo lo divino. Según le fueron pasando los años, sus facultades mentales, en vez de sufrir desmedros, se le acrisolaron. A mediados del año pasado presentó a la censura un notable libro que es como una glosa de la Contemplación para alcanzar amor de San Ignacio de Loyola. Le puso por título “Tu rostro buscaré, Señor”. Concluida su lectura como censor, escribí al Cardenal López Rodríguez: “Acabo de terminar de leer el último (¿Será verdad el último?) libro del P. Juanes a sus 92 años. Me he sentido feliz de ser envejecido. Sólo un hombre enriquecido por los años, puede escribir así. Le recomiendo 134


que lo lea despacio. Me agradecerá, todo lo que le quede de vida, este consejo. Hay en este libro mucho conocimiento acumulado en una larga vida, mucha reflexión y rumia, mucha sabiduría y mucho poso y zumo de esa reflexión. Es un bello tratado sobre cómo convertir el quehacer diario en presencia de Dios y en oración continua. Lo he leído con fruición y provecho espiritual”. Es justo resaltar que el P. Juanes no se limitó a sólo escribir sino que se dedicó también a ofrecer genuinos Ejercicios Espirituales de San Ignacio, a asesorar la Renovación en el Espíritu y a fundar y acompañar la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía. La víspera de la pasión Jesucristo en el cenáculo dijo a los apóstoles: “No tiemble el corazón de Ustedes. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas estancias. Si no fuera así ¿les habría dicho que voy a prepararles su sitio? Cuando vaya y les prepare ese sitio, volveré y los llevaré conmigo para que donde yo estoy, estén también ustedes”. Personalmente me encantaría ver el sitio, la estancia del querido y admirado P. Benigno Juanes S.J. que se nos fue con aureola de santo. -oDías más tarde, doña Leo, encargada de la cocina de Manresa Loyola, por instrucciones del P. Benito Blanco, superior de la casa, me llama y me entregan la camisa azul que el padre Juanes usaba día de su muerte. Dios mio, quiero darte gracias por la bula “Romanus Pontifex Illius”, de Julio II del 6 de agosto de 1511, donde quedaban erigidas, como sufragáneas de Sevilla las tres primeras diócesis de América. Eran las diócesis de Santo Domingo, de La Vega y de San Juan de Puerto Rico. Quiero dar gracias a San Ignacio Loyola por conformar la Compañía de Jesús, orden religiosa de carácter apostólico 135


y sacerdotal, aunque la conforman también Hermanos, es decir, religiosos no sacerdotes. El documento fundacional de la Orden (1540) es “la salvación y perfección de los prójimos”. En términos de Derecho Canónico, la SJ es una asociación de hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la que sus miembros, según su propio derecho, emiten votos religiosos públicos y tienden en sus vidas hacia la “perfección evangélica”. Doy gracias a Dios por permitirme conocer al P. Benigno Juanes, en quien percibí desde el primer momento, la aureola de santidad. Doy gracias a Dios por llevarme a la Renovación en el Espíritu y allí buscar el don de Dios, es decir; el Espíritu Santo. Doy gracias a la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía por acogerme y seguir formándome en el camino espiritual. Por considerarlo un detalle de amor para deleite de los lectores, me permito hacer referencia a un texto hermoso que la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía, publicó para sus miembros, encontrado en un lugar visible de su habitación, que dice:

“HOY CREO” Hoy creo que me irá bien. Hoy anticipo cosas agradables, caras sonrientes, relaciones armoniosas. Hoy creo en mí, en mi propio valor interior. Confío en que mantendré durante todo el día de hoy una actitud positiva, la cual se traducirá en actos eficientes y exitosos. 136


Hoy creo en el otro, frente a cualquier cosa que me moleste de otra persona, me diré que es causado por algo que no comprendo. No, juzgaré, y así no heriré. En cambio, seguiré creyendo en él, en su buena fe, en su propio valor diferente al mío, y seguiré esperando siempre algo mejor de el, sabiendo que aquello que espere, eso tendré. Hoy creo en Dios, en un Dios, que me ama, que cree en mí, que sabe los logros de que soy capaz, porque el mismo puso en mí las cualidades necesarias para tenerlos. Hoy demostraré mi agradecimiento usando esas cualidades y así creceré en eficiencia, simpatía y en felicidad. Hoy creo que los cabellos de mi cabeza están contados. Hoy creo que soy valioso para Dios. Hoy creo que soy querido por Él y que seré cuidado y protegido. No me domina el ayer, no me preocupa el mañana, soy libre hoy, porque, Hoy creo…

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VI. Sus Obras Visibles A. Su Acompañamiento El padre Juanes me había enseñado a encontrar acompañamiento espiritual en Manresa Loyola y me había hablado positivamente y con mucho amor, de sus compañeros que vivían con él, en la casa de retiros. Continué asistiendo a Manresa, sentí la acogida de los sacerdotes que allí residen, pues había quedado huérfano de acompañante espiritual. Mons. Arnaiz, me dió mucho apoyo y acogida. Un año más tarde, entablaría una relación con el P. Francisco Javier Lemus, S.J., el cual me ha hecho mucho bien. He tomado los EE con él. El P. Lemus, me ha ayudado a ir saliendo del duelo debido a la pérdida del inolvidable padre Juanes. Aprendí en Loyola, que la dirección espiritual al igual que la formación, exige tiempo y esto es un compromiso que se asume. Con estos sacerdotes, hay que tener buenos tanques de oxigeno, cuando nos sumergimos en las profundidades de la espiritualidad. La Gracia que recibí del padre Juanes, no podía dejarla en el baúl de los recuerdos. Tenía que seguir alimentándola y que mejor lugar, que aquel, donde me siento como en mi casa. Puedo caminar por los pasillos, participar de sus misas, buscar formación y acompañamiento espiritual. Esa generación de Jesuitas que han dejado todo, su país, su familia, para servir al pueblo dominicano es admirable y en estos tiempos, donde recientemente han celebrado sus 75 años, luego de su segunda llegada a la República Dominicana, han sabido ir pasando con prudencia, sabiduría y amor, el testigo a los sacerdotes dominicanos, los cuales son fruto de un trabajo tesonero y constante. La vida sacerdotal, es de mucha entrega y pasión por los demás. Debemos constantemente, cuidar, respetar y animar a 138


nuestros sacerdotes, en sus trabajos pastorales y misioneros, para lo cual han sido llamados con amor y por amor. Ellos nos ayudan a vivir la vida espiritual en formación constante. Mirar a Dios desde el corazón, nos entusiasma mucho en las conversaciones con el director y con el formador espiritual. La Gracia de tener un acompañante espiritual no debe perderse, pues el mundo espiritual es muy amplio y nunca terminaremos de conocerlo. Nunca olvidaré al sacerdote que transformó mi vida. Dios nos habla de muchas formas, una de ellas es a través del acompañamiento espiritual que recibimos. Siempre en esa búsqueda de nueva relación, debemos tener la firmeza de empezar de nuevo, aunque ya no esté el que teníamos, por razones diversas y dentro de ese comenzar, debemos de sentir la Gracia de confiar en esa alma amiga, la cual en el trato personalizado y la oración, de seguro el Señor nos confirma a esa persona tan importante en nuestras vidas, al que llamamos “Director o Acompañante Espiritual”. Por Gracia de Dios tuve la oportunidad de tener esa alma amiga llamada padre Benigno Juanes, capaz de escuchar mis inquietudes, preocupaciones, sueños, alegrías, tristezas, proyectos y además, de orar conmigo y por los míos. El acompañante espiritual no un asesor, ni terapeuta, ni nada por el estilo, lo que siempre tendremos en ellos es sencillamente un acompañante, con deseos de orientarnos a buscar la voluntad de Dios, amándonos siempre, con un corazón compasivo. En la actualidad, existen laicos y laicas, con capacidad de acompañar espiritualmente a personas, por su capacidad de entrega, su experiencia, su vida de oración, su discernimiento, entre otros carismas, muchos de ellos formados, precisamente por el padre Juanes.

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En la actualidad el P. Jesús de León, S.J., es el responsable de Manresa Loyola y Manresa Altagracia en Santo Domingo, donde normalmente hay sacerdotes Jesuitas, dispuestos al acompañamiento. El acompañamiento del padre Juanes se hace visible en sus libros con incidencia local e internacional, en las 24 Escuelas de Servidores de la RCC, distribuidas en toda la República Dominicana, en la CVE y sus 10 extensiones locales y 4 internacionales, en la gran cantidad de conversiones, sanaciones, liberaciones y en aquellos que viven de una manera más profunda la vida en el Espíritu, entre otras formas palpables. Queremos resaltar el influjo de su acompañamiento espiritual, en un lenguaje más cercano y sencillo. El alcance de su acompañamiento espiritual, es amplio, pues va desde su condición de sacerdote hasta su carisma de formador. Una de la condiciones para un acompañante espiritual de éxito es el reflejo de su paz interior, pues él puede dar de lo que tiene. El padre Juanes no dejaba que su paz interior fuera arrebatada por el maligno. En efecto una de las estrategias del enemigo para retrasar el crecimiento espiritual de una persona, consiste en hacerla perder la paz. Lorenzo Scuopoli, uno de los grandes maestros espirituales del siglo XVI, muy apreciado por San Francisco de Sales, dice: “El demonio pone en juego todo su esfuerzo para arrancar la paz de nuestro corazón, porque sabe que Dios mora en la paz, y en la paz realiza cosas grandes”. Siendo acompañado, aprendí, a dar compañía. Pues, de acuerdo al Concilio Vaticano II, los fieles cristianos, debemos sentirnos obligados para con nuestros presbíteros, y por ello, debemos profesarle un amor filial, ser participes de sus desvelos, ayudándolos con la oración y el trabajo, para que éstos, puedan cumplir con más provecho sus funciones (PO 9). 140


El acompañamiento espiritual tiene como punto de partida el encuentro de dos personas situadas y condicionadas por un montón de cosas. Condicionamientos de formación, de familia, de relaciones personales, profesionales, sociales, en fin de tantas facetas del diario vivir. Recuerdo, que en una ocasión, le comenté al padre Juanes, que estaba recibiendo solicitudes para predicar en varios lugares, me aconsejó tener cuidado con sobrecargarme y descuidar mi proceso de formación. Como veterano maestro espiritual, discernía las situaciones de quien buscaba el acompañamiento, las cuales podrían ser: negativas, positivas y ocasionales. Él tenía la Gracia de la acogida. Todo ser humano ansia ser aceptado. Nos aceptaba con nuestras limitaciones. Así, también nos acepta Dios, como somos y no como debería ser. El acompañamiento espiritual implica mucha vida de oración. Nunca buscó convertirse en juez, pues su sabiduría estaba en el amor puro que de él salía y en su trato personalizado. Su acompañamiento, no sólo nos movía a reconciliarnos con Dios, con nosotros y con los demás, sino que su modelaje era de influjo tal, que el acompañado, se vuelca al servicio, dando frutos agradables al Padre por los méritos de nuestro Señor Jesucristo en comunión con el Santo Espíritu. De ahí, el gran fruto de su acompañamiento, pues su incidencia es incuantificable. Dentro del mismo, conocí la hermosa metodología utilizada por San Ignacio de Loyola. Él plantea que para una persona hacer los EE, dice hace falta que tenga subiecto, es decir, conjunto de cualidades y condiciones que permiten a una persona introducirse en un determinado proceso del cual se puede esperar un fruto adecuado y proporcionado. El padre Juanes en el acompañamiento espiritual, nunca habla de sus asuntos, presta su tiempo y su atención con

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amor. Nosotros descubrimos sus dotes de conocimiento después. El hombre de Dios, varios meses después, nos invita a conocer la CVE y a seguirnos formando en ella. Su empeño, era dejarnos integrados en su gran familia espiritual, la cual fuimos conociendo, poco a poco. Siendo sacerdote, utilizaba mucho la dinámica de la búsqueda de la voluntad de Dios, la cual a veces se refleja en momentos con más intensidad que en otros. Aprendí, que en la medida que iba buscando esa voluntad en mi iniciada vida de oración, encontraba la vida en el Espíritu y sentía crecer dentro de mi Iglesia. En esa medida, sentía más sed de aprender y formarme, en la fuente que había descubierto. El padre Juanes sabía obtener de sus acompañados esa capacidad proporcionada y esto es puro don de Dios, por lo que sus frutos eran constantes. Encontrar acompañantes espirituales, con capacidades humanas, formativas y viviendo la vida en el Espíritu, no es común y esto, unido a su experiencia probada, lo hacía ser extraordinariamente un sacerdote muy especial. El saber escuchar es fundamental. Normalmente estamos acostumbrados en nuestras reuniones a hablar mucho y tratar de responder con agilidad. Muchas veces, ni nos detenemos a entender los mensajes. A través, de su acompañamiento, encontramos que debemos escuchar con atención. En la búsqueda de la voluntad de Dios, es más importante escuchar que hablar, pues no es buscar la verdad de nadie, es encontrar la voluntad de mi creador y salvador. En principio no entendía bien sus palabras, luego la entendía y asimilaba sin dificultad. En una ocasión leí que San Vicente de Paúl tomaba las decisiones que le planteaban después de maduras reflexiones y sobre todo en oración, hasta el punto de que algunos le reprochaban su excesiva lentitud. El padre Juanes, no se precipitaba, su consejería espiritual gozaba de un discernimiento especial.

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En una ocasión, tuvimos un encuentro por menos tiempo de lo acostumbrado y nos despedimos como siempre con respeto y amor. Al día siguiente, me llama por teléfono a mi oficina y me dice: “Quiero que me perdones”, estaba sentado y me puse de pie y le dije ¿por qué? y él respondió: “Porque ayer, no te presté la atención acostumbrada”. Entonces, le dije, padre Juanes, por favor, eso no era necesario. Así es Dios, siendo inmensamente grande y poderoso, baja a nosotros, para que podamos entender y leer en los corazones, que Él nos guía y nos protege. Ayudarnos a saber de dónde venimos y hacia dónde vamos, es una virtud del acompañante espiritual, pues el fin es claro, encontrar la voluntad de Dios en nosotros, sin hacer nada extraordinario ante el mundo. Tener la certeza de que Jesús existe y nos espera. Prepararnos a ese encuentro, debe ser nuestra prioridad, sin dejar de hacer las cosas cotidianas que tenemos que hacer para cumplir con nuestras responsabilidades. Con el acompañamiento del padre Juanes me sentía no solamente amado y protegido por sus oraciones, me sentía parte de él. Si todos los acompañantes espirituales, tuviesen ese nivel de sensibilidad y de tacto, de seguro, seriamos un porcentaje mayor al 17% que representa el universo cristiano católico en el mundo, fuésemos mucho más del millardo de militantes en el mundo, pues eso es lo que el mundo ha necesitado siempre, amor en sus pastores, que cuidan verdaderamente su rebaño. El acompañamiento espiritual es una necesidad palpable. Ejercerla es un don, recibirla es una gracia, expandirla es un deber inminente. Para acompañar, debemos aprender a ser acompañados y así, sembrar en terreno firme, para obtener los frutos esperados y que éstos sigan expandiéndose en el Reino del Todopoderoso. El Primer Concilio Plenario Dominicano, establece que además de los horarios para confesiones en las parroquias, debe haber por lo menos una vez al mes, un día para que los 143


sacerdotes reciban a los fieles en dirección espiritual (CPD 368). La realidad es que esta labor puede ser mucho más efectiva, siempre y cuando se preparen e involucren seglares comprometidos con tan delicado servicio. Es hermoso, como tanto en Manresa Loyola y Manresa Altagracia en la ciudad de Santo Domingo, transitan miles de personas todos los años, buscando por lo menos, pautas de dirección espiritual y así, organizar sus vidas. El padre Juanes, promueve con el ejemplo. Los servidores de la RCC y de la CVE, tienen que hacer los Ejercicios Espirituales y retiros todos los años, ordinariamente en los lugares citados.

B. Su paso por la Renovación Carismática Católica De acuerdo a la revista Alabanza de la RCC, en 1971 la hermana Ana Félix, consagrada dominica, quien había vivido la experiencia en Perú, inicia los primeros pasos con un pequeño grupo de oración en el Colegio Santo Domingo. Posteriormente, se involucran los sacerdotes Jaime Burke y George De Prizio. De ahí en adelante, surge la RCC Dominicana (RA No. 186, 2011). El primer grupo de oración que se forma en la isla se llama Amor y Paz. La primera revista Alabanza se imprime en diciembre de 1973. Desde esa emisión hasta la actualidad, la encargada de la misma ha sido Margarita Armenteros de García, junto a un eficiente grupo de colaboradores. El padre Juanes, llega a la RCC por primera vez en San Cristóbal, en 1975 y allí, comienza a trabajar muy de cerca con doña Elena de Medina y un grupo de colaboradores. Inician los grupos de oración “Ríos de Agua Viva” en el Polictenico Loyola. Comienza a formar los primeros grupos de ese lugar. Antes de entrar a ésta bendita corriente de Gracia, él se acercó a observar qué hacían los grupos carismáticos y allí, éste sabio sacerdote, pudo percibir la presencia del Espíritu de Dios. Se involucra con los carismáticos y le da lo que no

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tenían en el naciente movimiento, les da formación de alta calidad. Desciende de su alto conocimiento para formar y acompañar el movimiento carismático dominicano. Más tarde el 15 de enero de 1978 se celebra el primer Encuentro Nacional en el Estadio Olímpico con la asistencia de unas 30,000 personas. Participaron en el evento Mons. Pepén, Mons. Adames, P. Francis MacNutt, P. Jaime Burke, Emiliano Tardif, Jorge Bravo, Vicente Rubio y por supuesto el Jesuita Benigno Juanes. En lo adelante, la RCC tendría regulares encuentros masivos en todo el país. Asimismo, se han celebrado Encuentros Nacionales en 1981, 1987, 2007 y el V encuentro nacional ocurrió recientemente, a finales del año 2011. El sacerdote que más tiempo brinda su trabajo apostólico, especialmente a seglares y de mayor alcance en formaciones brindadas con alta espiritualidad en el movimiento carismático dominicano, es sin dudas, el padre Benigno Juanes, S.J., quien hace crecer la Renovación en el Espíritu en Dominicana. Más tarde, él establece la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, sin dejar la RCC, sencillamente acepta un doble trabajo, seguir sirviendo más intensamente al pueblo de Dios, donde permanece hasta su fallecimiento. La misión más importante del sacerdote Benigno Juanes, en esa corriente de Gracia con incidencia nacional, es asumir con responsabilidad, respeto y amor sus funciones como Asesor Espiritual de la RCC, donde la jerarquía de la Iglesia se sentía muy bien representada. En 1979 es designado Asesor Espiritual del Equipo Sede y en 1980 es el Asesor Arquidiocesano, hasta que fallece el 30 de mayo del 2009. Por más de 30 años se entrega incondicionalmente a los carismáticos, dejando una generación preparada, fortalecida, capaz de seguir sirviendo a la Iglesia Católica y guiando a los carismáticos, siempre con el apoyo y dirección del Episcopado Dominicano.

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El padre Juanes, conjuntamente con sus colaboradores, organiza por zonas, los cientos y luego miles de grupos de oración que se iban formando. Este trabajo fue muy arduo y meritorio y su comunicación con los sacerdotes zonales de la Arquidiócesis, siempre fue respetuosa y amigable. Es maravilloso conocer todas aquellas personas que trabajaron con él, en su caminar apostólico. Cuantas vivencias, misiones y frutos que contar, ameritaría sin dudas, una colección larga de libros de los sarmientos producidos de esa vid, llamada Benigno Juanes. Por lo tanto, las obras dejadas por él, pudiésemos decir, que aunque son tangibles por el universo amplio que abarcan, no sería posible cuantificarlas, por su gran incidencia en el universo cristiano. El sembró en terreno fértil y sus frutos se recogen con frecuencia. Él asumió con responsabilidad, respeto y amor sus funciones como Asesor Espiritual de la RCC, donde la Jerarquía de la Iglesia se sentía muy bien representada. Los libros de la colección Torrentes con 22 tomos, son la principal fuente de enseñanza en las Escuelas de Servidores de la RCC, las cuales ofrecen ese servicio en prácticamente todas las diócesis del país. En la Arquidiócesis de Santo Domingo operan 10 de las 24 Escuelas de Servidores, donde durante cuatro años se forman cientos de servidores. Las clases se imparten en horas de la tarde y de la noche. Las Escuelas en el caso de la Arquidiócesis de Santo Domingo están ubicadas en el Colegio del Apostolado, Los Alcarrizos, Villa Mella, Ensanche Ozama, Yamasa, Peralvillo, Las Cuabas, Los Botados, Sabana Grande de Boya y Monte Plata. Asimismo, enriquece los Seminarios de Vida en el Espíritu y prepara cientos de talleres, retiros, formaciones, ejercicios espirituales, en su labor pastoral de 73 años de vida sacerdotal de sus 92 años de existencia. La mayoría de las parroquias en el territorio nacional, han solicitado las formaciones que brinda la RCC, gracias a los textos del padre Juanes y a la preparación de sus servidores.

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Hoy día, existen en la RCC a nivel nacional, más de cuatro mil grupos de oración en el país, los cuales son formados gradualmente con los libros del padre Juanes, sin contar la gran cantidad de grupos existentes, que no pertenecen directamente a la RCC, los cuales se forman con los mismos textos. El movimiento carismático bajo la guía de él, crea las Casas de Oración, dentro de las parroquias, con la finalidad de interceder por las personas que llegan angustiadas, buscando sanación y liberación. Son incontables las veces de como el Señor se ha manifestado a través de las mismas. Adicionalmente, también existe en la estructura de la RCC, el Ministerio de Asistencia y Caridad, buscando siempre resolver las necesidades puntuales de los más necesitados, los ministerios de música para fomentar la Alabanza, de niños para la catequesis, entre otros. El padre Juanes era un ser de equilibrio dentro del pueblo de Dios que vive con entusiasmo los carismas del Espíritu Santo, constituyendo dentro de la RCC un organismo bien formado y controlado, que no fuese comparado con grupos pentecostales, ni donde existiera el riesgo de que se convirtieran en éstos. Su sabiduría, discernimiento y prudencia, fueron estelares en su pastoreo dentro del movimiento carismático dominicano. Desde mi humilde óptica, en la historia de la Iglesia en la República Dominicana, no ha habido al momento, un sacerdote que haya colaborado más en materia de formación que el Jesuita Benigno Juanes Risco, especialmente posconcilio Vaticano II, pues el universo que abarcó, dejando calidad, y cantidad, nos dejan ver parte de los frutos visibles. Estudiar el impacto de sus obras, sería materia de un trabajo arduo, pues él siendo pequeño y humilde quería pasar por desapercibido, sin embargo, olvidar la grandeza de sus obras y su trabajo pastoral, no basta con simplemente mencionarlo, debemos reconocerlo e incluirlo con todos los requisitos necesarios para en su momento, iniciar la Causa de su Canonización, la cual conlleva cuatro pasos: Siervo 147


de Dios, Venerable, Beato y Santo. Todos estos pasos, se pueden lograr si el Espíritu Santo abre los caminos para esos fines, cumpliendo con los requisitos establecidos, para lo cual debemos unirnos en oración, para que ese trabajazo realizado por éste pilar de la formación dominicana sigan siendo para honra y Gloria de Dios.

Don Héctor Cuevas, nos dice con mucha razón, reconfirmando nuestro pensar: “Pensamos que el material que el Espíritu Santo nos ha legado a través de los libros del padre Juanes tendrá vigencia no solo en el presente, sino especialmente en los próximos 50 años. Él fue profeta del futuro. Creo que el Espíritu Santo nos dará el tiempo necesario para descubrir lo que el mismo Espíritu está diciendo a la iglesia y a la Renovación. Nuestra responsabilidad estriba en asimilar, digerir, simplificar y transmitir las enseñanzas contenidas en los libros del padre Juanes a todos los participantes en nuestros grupos de oración y comunidades”. La Iglesia Dominicana, no puede perder esta oportunidad que hoy la vida le brinda a través de éste sacerdote español, que dejó su familia desde niño, para terminar sus últimos 45 años entregándose por entero al pueblo dominicano y dejar su cuerpo, en suelo dominicano. El padre Juanes regala a los carismáticos la posibilidad de abrir sus corazones a los acompañantes espirituales y así, facilitar extraordinariamente la acción del Espíritu Santo. Él prepara laicos y laicas, dispuestos a comprometerse en tan delicado trabajo. Dios bendice la actitud de abrir el corazón. Es preciso seguir pidiendo al Señor que nos siga dando sacerdotes santos y que forme seminaristas con deseos de vivir la santidad. El padre Juanes descubrió en la RCC, la Gracia de tener oído espiritual, para descubrir la voz única y reconocible de Jesús entre tantas voces que pretenden dejarse oír.

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Quiero resaltar las palabras de Juan Pablo II, durante la homilía en las vísperas de Pentecostés en el año 2005: “Saludo de modo especial a los miembros de la Renovación en el Espíritu, una de las diversas expresiones de la gran familia del movimiento carismático católico. Gracias al movimiento carismático, numerosos cristianos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, han redescubierto Pentecostés como realidad viva y presente en su vida diaria. Deseo que la espiritualidad de Pentecostés se difunda en la Iglesia, como renovado impulso de oración, de santidad, de comunión y de anuncio”. El padre Juanes, cumplía con estas metas citadas por el Papa, reflejando su sintonía con lo que sigue pidiendo el santo Espíritu de Dios a través de la Santa Sede. El sacerdote Benigno Juanes Risco, S.J., camina en oración, modela su santidad, trabaja en comunión y forma hasta al final, para así, dar a conocer el anuncio. Su misión la cumplió a cabalidad, la que recibió de sus superiores en la Compañía de Jesús y de la Jerarquía Episcopal, donde realizó su trabajo pastoral, con los lineamientos del Vaticano. En general, cumplió con la Iglesia y con los miembros de ella, a los cuales tuvo alcance. Lo más importante, le cumplió a Jesucristo, Señor del universo, para disfrutar de su morada en la Casa del Padre, la cual me conformaría, con verla algún día, aunque sea de lejos. Luego de que el padre Juanes nos ayudara a fundar el Grupo de Oración Abbá Padre, el último grupo fundado por él mismo, nos fuimos interesando en su trabajo en la RCC. Recuerdo que fray José María Guerrero, sacerdote franciscano, quien promueve mucho la adoración eucarística, me dijo: “El tener el grupo como nombre Abbá Padre, compromete mucho”. Verdaderamente, sentirnos hijos de la filiación es un compromiso que solamente por Gracia, se ejerce con fidelidad y deseos de santidad, para algún día volar hasta el trono celestial. Para dejarnos guiar por el Espíritu, necesitamos una gran docilidad y flexibilidad, la cual es posible, con la práctica del desprendimiento. El padre 149


Juanes, no se apegó a nada ni a nadie, y en sus últimos días, reflejaba la alegría del que se prepara para una gran fiesta, sin miedos, con fe de participar en el banquete y donde el Padre lo recibiría con un abrazo inmenso. En las formaciones de la RCC, se utilizan las colecciones Torrentes y Senda, las cuales pertenecen a la colección de libros emitidos por el Ministerio Torrentes de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, la cual el mismo padre Juanes creó y fue su asesor espiritual hasta el momento de su muerte. Estos libros son frecuentemente utilizados en las Escuelas de Servidores, talleres, retiros y seminarios, principalmente.

C. Fundador de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía Del libro Apuntes para su Historia de doña Altagracia de Castillo, primera Responsable de la CVE, observamos que dicha Comunidad surge de una moción del Espíritu Santo, puesta en el corazón del Jesuita Benigno Juanes Risco. Nace de la Adoración. Desde principios del año 1981, seis servidoras de la RCC, reunidas semanalmente en la capilla que había para las religiosas de Manresa Loyola, aprovechando el recogimiento y el silencio del lugar., reciben esa moción del Espíritu. Ellas eran: Cristina de Roa, Dalia de Camilo, María de la Cruz, Angela D Óleo, Lourdes de Chahin y Elena de Medina. Las seis, junto al padre Juanes, su director espiritual, serían las primeras siete personas que iniciarían el hermoso caminar de la CVE. Desde sus inicios esta comunidad se concentra en lo que las primeras comunidades cristianas tenían en común: • La fracción del pan • Comunión de bienes espirituales y materiales 150


• La oración • La enseñanza La CVE tiene treinta largos años, ejerciendo su apostolado en lo anteriormente expuesto. Dentro de la CVE, el padre Juanes, como fundador y asesor espiritual de la misma, lleva la espiritualidad Ignaciana, sin eliminar su base carismática, que da lugar a su nacimiento. Los Ejercicios Espirituales son parte esencial para los miembros de la misma. A nivel internacional, tienen presencia en Puerto Rico, Estados Unidos, Colombia y Uruguay. Los ministerios de Formación, Sanación, Matrimonios, Consultorios Médicos, Retiros, entre otros, son muy activos, en la referida comunidad. Gracias a la visión del padre Juanes. Además, desde hace 25 años opera la Escuela de Teología para Seglares en la Universidad Católica de Santo Domingo, la cual es dirigida por la CVE. El padre Juanes nos invitó junto a mi esposa Luisa a tener la experiencia como miembros asociados de la CVE, con la finalidad de posteriormente ingresar a la misma. Como asociado permanecí con mi esposa Luisa durante tres años. Él nunca me pidió nada en más de tres años que estuve cerca de él. Días antes de su muerte. Me manifiesta que tenía un gran deseo, le pregunté cual era y me dijo: “Quiero que tú y Luisa ingresen a la Comunidad”. Luego de su fallecimiento, quedé en duelo, había perdido mi mentor y guía, por lo que tuve que discernir la entrada a la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía (CVE), ya que no sabía si quedarme en la RCC o pasar a la comunidad indicada. Luego de un largo discernir, siento una moción que me hace sentir en la oración que la CVE era la casa del padre Juanes y que mi familia era parte de su familia espiritual. Por lo que decidí, quedarme en los dos lugares, pues él también hizo lo mismo. La CVE siempre se ha

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caracterizado por apoyar a la RCC. Inmediatamente sentí esa moción, la compartí con mi esposa y nos comunicamos con las Sras. Mercy de la Rosa, Ena de Ortega y Xiomara de Nolasco, a quienes solicitamos su intercesión. De esta forma nos incorporamos de nuevo a las instrucciones que habíamos recibido, tanto de las señoras Miri de Ginebra, Ena de Ortega, Lourdes de Chahin, Zahira de Disla y Josefina de Vidal. Finalmente, el pasado 28 de enero del 2012, día de Santo Tomás de Aquino, doy junto a mi esposa Luisa y diez compañeros, el paso de entrada a la CVE, donde hemos sido acogidos y estamos dispuestos a ser guiados dentro de la misma. Independientemente del acompañamiento que recibí en Manresa Loyola, la CVE llena no sólo el deseo del padre Juanes, sino también, el sentido de pertenencia de familia espiritual, capaz de seguirnos alimentando con la espiritualidad que aprendimos de él. Realmente, este es mi lugar, donde también puedo seguir apoyando como servidor dentro de la RCC. La CVE es hija de la RCC y como hija responsable, sabe que tiene que seguir cuidando y apoyando a su madre, es decir, la RCC, pues el padre Juanes, reflejaba su celo apostólico en ambas entidades, además de su querida Compañía de Jesús. El padre Juanes fue extremadamente cuidadoso en su condición de asesor espiritual de las citadas instituciones, respetando la libertad, siempre buscó el crecimiento espiritual de las mismas. Son madre e hija, formadas e inseparables por un signo indeleble, imborrable en sus historias, llamado padre Benigno Juanes Risco, S.J., a quien Dios, permite dejar hasta su muerte en las dos entidades. Que agradecidas deben estar ambas y que compromiso tan gande de seguir adelante, deben asumir las mismas.

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La CVE nace de esa relación estrecha de María con el Espíritu Santo. Siendo una adolescente es guiada por el mismo Espíritu de Dios y ella fue capaz de percibirlo y abrirse a su acción. Solamente por Gracia, podemos decir con fe “Hágase” y así, poder entender la divinidad de María Santísima y el misterio de la transubstanciación del Cuerpo y la Sangre de Cristo. La Comunidad no solamente tiene el nombre “de la Visitación”, sino tiene su apellido, “y de la Eucaristía”, sellando en ella la filiación del Hijo del Altísimo con la humanidad de la Madre. El padre Juanes era muy celoso con pronunciar el nombre de la Madre, ya que él entendía que ese título es exclusivo de la Virgen María y de las religiosas que son superioras en sus congregaciones religiosas. En la Madre de Jesús, se observa el recipiente que custodió al Santo de los Santos para el mundo y la que se mantuvo en oración, incluyendo el día de Pentecostés, donde todos recibieron la Gracia del mismo Espíritu. Hay que pedir don de Dios, para tratar de entender el misterio Trinitario que envuelve a Maria Santísima. Ella es ejemplo de obediencia Trinitaria con su “Hágase”, acepta, sufre y vive con Él y en Él para Gloria de Dios Padre. Meditando los misterios del Rosario, una vez, le pregunté al padre Juanes, sobre el quinto misterio glorioso, el de la Coronación de la Madre, entonces, él me dijo: “Entiendo que la Iglesia no ha establecido el dogma para no agrietar las relaciones con los demás hermanos que conforman el cristianismo”. Como hijo espiritual de él, he tenido que leer sus docenas de libros, para enriquecerme significativamente con sus enseñanzas, las cuales son deleite para todos. Recomiendo con entusiasmo sus libros, los cuales invito a conocer y aplicar los conocimientos aprendidos. Siempre fueron cuidadosamente revisados por sus superiores en la Compañía de Jesús. Mons. Francisco José Arnaiz, quien fuese el Censor principal de 153


sus libros, indica: “hay cuatro valores que embellecen su obra: la perspicuidad, la hondura, el equilibrio y la unción. La perspicuidad delata el buen profesor que ha sido la mayor parte de su vida; la hondura, su agudez notable, su lucidez y su espíritu inquisitivo; el equilibrio, su serenidad y aplomo a Dios; y la unción, su vibración íntima ante lo Divino”.

D. Sus Colecciones de Libros Dentro de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, el Ministerio Torrentes, se encarga de las publicaciones. En el caso del padre Juanes, las colecciones Torrentes y Senda, conforman la mayor parte de sus libros. Adicionalmente escribe para otras casas editoras, conformando un total de 49 libros, de acuerdo a nuestras indagaciones. Él se inicia como escritor en 1963 y sigue escribiendo libros hasta el 2009, año de su muerte. A continuación una pequeña descripción de los que hemos leído, ya que en sus primeros libros publicados han sido agotada las ediciones. Los libros que conforman la colección Torrentes son los siguientes: 1. ¿Que es la Renovación Carismática Católica y que Pretende? El P. Juanes, nos introduce con el libro a la Gracia de la RCC, como prolongación del acontecimiento del Pentecostés primitivo de la Iglesia. Gracia que él nos dice en su libro que es: “Gracia del descubrimiento del Cristo viviente, Gracia de conversión y Gracia de apertura al Espíritu Santo a sus dones y a su poder”.

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2. Componentes Básicos de la Renovación Este volumen toca básicamente tres elementos básicos de la RCC: El Bautismo del Espíritu Santo, los Carismas y los Grupos de Oración. El Bautismo en el Espíritu, no es un sacramento, lo supone. Según San Pablo, quien no tiene el Espíritu de Cristo no es cristiano (Rom 8,9). Desde luego, el envío del Espíritu es una realidad universal, es decir, el Espíritu está disponible a todos. Sin embargo, no todos experimentan esta vivencia. 3. Elementos de los Grupos de Oración La alabanza es un elemento significativo en los grupos. Es fruto del Espíritu, es promover la llegada Trinitaria. En la alabanza está presente la fuerza del Espíritu y este toca toda la persona con su presencia, su poder y su amor. La alabanza, sana, libera, nos abre a los carismas, nos santifica y nos da la vivencia de Cristo en la Eucaristía. Incluso un grupo que solamente alabe a Dios, estaría haciendo una oración magnifica y sacaría mucho fruto. “Dios nos escogió para ser su pueblo, para alabanza de su Gloria” (Ef 5,19). 4. Servidores y Equipo Responsable en los Grupos de Oración Los servidores de la RCC son muy bien formados y su entrega al servicio es incuestionable. El padre Juanes, como gran formador, indica las pautas a seguir para un mejor desempeño en el trabajo de los servidores y responsables de grupos de oración, quienes están llamados a realizar su labor con amor verdadero. 5. Tentaciones de los Servidores Ser tentados no quiere decir consentir la tentación. Esta obra lleva a todo servidor de nuestra Iglesia al examen de conciencia y la reflexión oportuna, para aplicar discernimiento y tomar las acciones correctivas. Las tentaciones siempre estarán presentes en el mundo. Las causas pueden ser diversas, pero 155


la conclusión final es la misma. Necesitamos ser purificados y sanados en nuestro interior, para que el amor transformante de Dios, pueda impregnarse en nuestros corazones. Dios sabe que valemos mucho a sus ojos (Is 43,4) 6. Formar para Servir Todos estamos llamados a servir y el que desea servir, tiene que interceder y esta es la misión fundamental del servidor. Quien tiene la vivencia de la unión mística con Cristo, tiene un corazón compasivo, lo cual hace que pueda ejercer ese carisma en beneficio de los demás. La intercesión realizada frecuentemente, va creando en nosotros, un hermoso hábito de oración, lo cual nos sensibiliza a entender las necesidades ajenas. 7. La Acción del Espíritu Santo en el Corazón del Creyente Vivir en el Espíritu se logra desde el mismo Espíritu, por eso el apóstol San Pablo dice: “Los que son conducidos por el Espíritu, viven al estilo Espiritual” (Rom 8, 5). Vivir en el Espíritu supone cooperar con Él. El Espíritu sin nosotros no da un paso. La cooperación es imprescindible para vivir la vida de Dios. Lo más hondo del corazón de Cristo, es el Espíritu de amor, que el Padre derramó sin medidas en Él. Arde, aunque no veamos sus llamas; arde, aunque no sintamos calor; arde, aunque no vivamos la vida en Él. Sigue ardiendo infinitamente, porque su amor no acaba nunca. 8. Introducción a los Carismas Los carismas son signos del Espíritu. El Vaticano II no deja lugar a dudas, en las diferentes afirmaciones que hace, entre ellas: LG 12, PO 9, AA 3. El padre Juanes enseña que San Pablo, antes de darnos lo que podríamos llamar su definición de los carismas, nos entrega tres vocablos que describen los dones del Espíritu, de tres maneras distintas y complementarias a la vez (1 Co 12,4-6). Veamos: a) Carismas. Este término significa la fuente de los dones, es 156


decir; la gracia divina (jaris), la cual se hace concreta, ya que proviene del Espíritu de Cristo de manera absolutamente gratuita. b) Ministerios o servicios: Modos en que los carismas se hacen reales en la práctica, dentro de la vida de Iglesia. c) Operaciones: Expresan la acción de Dios de manera especial. Los cristianos formamos parte del Cuerpo Místico de Cristo, por lo tanto, estamos llamados a ejercitar los carismas. 9. Hablar en Lenguas Todo lenguaje sirve para la comunicación. Por esto, la oración en lenguas es un verdadero lenguaje. Aunque sea no conceptual, es un vehículo para “hablar a Dios”. Es un medio para que el mismo “Espíritu ore”. San Pablo da gracias al Todopoderoso porque tiene este don y pide a los cristianos que no impidan hablar en lenguas (I Co 14,2). La oración en lenguas expresa sentimientos y pensamientos. La entrega al Espíritu Santo consiste fundamentalmente, en prestarle al Señor en un ambiente de fe, nuestros órganos vocales: laringe, faringe, lengua, labios. Lo práctico es: Poniéndose suavemente en la presencia de Dios, centrar en Él nuestra mente, con deseo sincero de alabarle. Hay que insistir en la importancia de no preocuparse de su significado, pues en realidad, no tienen. Son signos de alabanza al Padre en el Espíritu de Jesús. 10. Profecía, Interpretación y Palabra de Conocimiento La historia de la Iglesia nos muestra que el Señor se ha válido de personas humildes, sencillas, aún sin letras, para manifestar sus secretos, para dar sus mensajes. Siempre será importante la confirmación de la comunidad. Las revelaciones divinas suelen ser muy breves y discretas, de pocas palabras y muy precisas. Estos carismas son revelaciones sobrenaturales de situaciones, hechos, sucesos pasados, presentes y futuros que son conocidos por medios humanos. Estos se dan en el recogimiento de la oración, siempre bajo la acción del Espíritu Santo. 157


11. El Discernimiento Espiritual La finalidad de la vida espiritual es cumplir con la voluntad de Dios. En el caminar de la vida espiritual, vamos a tener el encuentro de dos voluntades: la de Dios y la nuestra, por lo que para acatar la de Dios, tendremos que ser dóciles al Espíritu Santo y así, llegar a la obediencia. La conversión toma una importancia insustituible cuando se habla de las motivaciones profundas y puras que deben guiar la continuidad del discernimiento. Es sumamente importante, tener presente que las decisiones que tomemos en la vida ordinaria, tocan a personas que se nos han encomendado, a veces, muy de lleno. Las mismas pueden ser nuestros propios familiares, hermanos de la Iglesia, súbditos, entre otros, por lo que ellos merecen que seamos piadosos a la hora de tomar una decisión. 12. Iniciación a la Curación Interior La fe es tan capital en la vida cristiana que cuando esta se oscurece o entibia, repercute manifiestamente. Creer o no creer por completo o de un modo recortado en los hechos de la sanación, depende de la calidad de la fe en el poder y en la misericordia de nuestro Señor Jesucristo (Heb 13, 8). Aún las personas verdaderamente creyentes, sabiendo que se encuentran en presencia del misterio, se dan cuenta de la intervención particular del Señor. Es una presencia que experimentamos y la admitimos anclados y guiados por la fe, nos dice el padre Juanes. Por eso, cuando el Espíritu nos quiere usar para las sanaciones o milagros que Él quiere realizar, suscita en nuestro interior el deseo de interceder con amor. Somos instrumentos humanos del Señor, para Él manifestarse divinamente. 13. Proceso de la Curación Interior La sanación interior exige, frecuentemente la perseverancia del que pide la oración y de quienes oran. Esta perseverancia supone y fortalece la fidelidad en la fe. Este es el resorte 158


más profundo de la sanación interior. Los sacramentos de la Reconciliación y el de la Eucaristía tienen un papel privilegiado en todo este proceso. El Espíritu Santo tiene una pedagogía sencilla, personal y operante. Debe discernirse, cuándo hacer la oración de paz, puntual y la cronológica, esta última es más amplia y debe tenerse la experiencia necesaria para realizarla. 14. La Curación de los Recuerdos y de la Memoria Nuestro pasado queda gravado y almacenado y puede reproducirse en el presente. El cerebro es como una cinta que retiene todas las experiencias que hemos tenido desde nuestro nacimiento. Nadie como nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre, tuvieron dolor más grande que el de la cruz del calvario, sin embargo, lo asumieron desde la perspectiva del Padre celestial, del amor a la humanidad, de la redención de nuestro propio género humano. Orar por sanación de los recuerdos, no es eliminar esos acontecimientos de nuestra memoria, siempre permanecerán en el subconsciente. Lo que se busca es reconciliar y eliminar las reacciones afectivas negativas, dolorosas, desagradables, que antes hacían sentir su presencia. 15. Curación Espiritual La vida espiritual es la vida que se ha dejado transformar, progresivamente, por el Espíritu. La curación espiritual es el perdón de Dios, que nos concede el arrepentimiento, la renuncia al pecado y la apertura a una vida nueva bajo el imperio de la caridad. El sacramento de la reconciliación o penitencia esta estrechamente relacionado con esta curación, por lo que los sacerdotes desempeñan una importantísima labor. Nuestra identidad como cristianos, está radicada en la preciosa realidad de que somos hechos hijos de Dios por la recepción del sacramento del Bautismo. La mayor parte de las experiencias dolorosas de heridas recibidas que piden una sanación interior, pueden ser: por heridas de nuestro mundo pecador, graves o traumatizantes, las enfermedades 159


hereditarias, accidentes imprevistos, pobreza material intelectual y afectiva. En definitiva, la curación espiritual no solamente abarca los pecados que necesitan ser perdonados, sino también, las llamadas ataduras espirituales, consecuencia del mismo pecado o de otras realidades en nuestras vidas. 16. Curación Física Cuando hay una comunidad que ora, cada miembro ejerce su carisma y ninguno puede atribuirse la Gloria de haber sido utilizado por el Señor. El equipo de intercesión es fundamental, el mismo debe vivir con actitud de corazón compasivo, implorando la misericordia de Dios. Los perfiles que deben tener las personas que conforman un ministerio de sanación, son: oración, acogida, discernimiento, compasión, fe, ayuno, palabra de conocimiento, entre otros. Son muchas las causas que pueden actuar para que una curación no se materialice. Desconocemos los designios de Dios y debemos aceptarlo con obediencia y amor. 17. La Liberación Interior – Tomo I Cada Eucaristía no sólo recuerda el triunfo de Jesús y la derrota para siempre de Satanás, es de nuevo eficaz en cada celebración y los fieles que participan en ella, se hacen acreedores a la fuerza vencedora de Cristo que emana del sacrificio eucarístico, actualización del misterio de la cruz y de la resurrección. Cuando nuestra oración toma cuerpo en una celebración o en medio de una adoración eucarística, esta virtud liberadora entra en juego con el máximo de su poder. Por lo tanto, no debemos extrañarnos que los conflictos demoníacos provengan de un medio, donde no se vive la Eucaristía. Las personas que presentan ataduras pueden ser liberadas, una vez se haya aplicado el discernimiento por parte de los orantes, con la colaboración del afectado. La resurrección de Cristo consagra la derrota de Satanás, sin embargo, el combate no acabará, sino con el último acto en la historia de la salvación.

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La Liberación Interior – Tomo II El hecho de que el padre Juanes le haya dedicado dos tomos al tema de la Liberación Interior, no quiere decir que esta sea la prioridad. La prioridad según manifiesta él es centrarnos en la persona de Jesucristo. La liberación debe ser administrada con gran preocupación y solamente en la oración y a través del discernimiento serio y cuidadoso se juzga que la actividad demoníaca está realmente presente y que el Señor desea que se realice la oración de liberación por esta persona y en el tiempo que el Espíritu Santo nos mueve. Él deja bien claro que nadie puede hacer exorcismos a posesos si no tiene una licencia del obispo ordinario del lugar. (CIC 1172). 18. Oración Personal El padre Juanes nos enseña que la oración es tan capital para la santidad personal y la transformación del mundo. Como hijos de Dios, necesitamos comunicarnos con nuestro Padre, en su Hijo Jesucristo, puestos bajo la guía del Espíritu Santo. Uno de los motivos de las distracciones, en las personas que llevan tiempo practicando la oración, es que las potencias del alma: mente, memoria e imaginación se hallan desocupadas, porque la voluntad, con el crecimiento de la oración, se fija con facilidad en Dios. Por eso, las puertas del subconsciente se abren con facilidad y se presentan en escena figuras y representaciones curiosas, las cuales no debemos prestar atención, sino permanecer en atención a Dios. La oración es lo mejor que podemos hacer como ofrenda de amor verdadera, la cual nos da la experiencia del encuentro con Dios, en comunión con el Santo Espíritu. No es lo mismo orar por los pobres que orar con los pobres. 19. Aspectos Fundamentales de la Oración Personal Dios infinito fuego de amor concreto para el alma, no puede menos que dejar la huella de lo que es. El amor se da en amor. El alma es tocada por el amor de Dios y va siendo transformado por Él, con Él y en Él. La oración requiere 161


de la ascesis necesaria, para llegar a ser personas de oración, perseverar en ella y ser elevada por el mismo Espíritu Santo en ese momento de comunicación con el que todo lo puede. La oración es pura Gracia y reclama de todos nosotros, entrenamiento, atención y seguimiento. El fin de toda buena oración es relacionarnos con Dios por amor y así, transformar nuestras vidas, profundizar y consolidar nuestro amor de Dios en acción. El orante va obteniendo un doble efecto: al mismo tiempo que nos va dando las actitudes, las maneras de ver y de actuar de Jesucristo, al contacto con su persona, nos va liberando de lo pecaminoso de nosotros mismos; de ese vivir centrado en nosotros, como si fuéramos dueños absolutos de la propia existencia. 20. Modos de Orar Personalmente El padre Juanes en este libro, nos expone detalladamente los cuatro modos clásicos de orar: vocal, meditación, afectiva y contemplativa. Es alentador saber que en las mismas Sagradas Escrituras existen modos variados y que el mismo Jesucristo nos deja su propio modelo al usar modos distintos de comunicarse con el Padre celestial: la petición, el clamor, la acción de gracias, la alabanza, entre otros. Podemos ver en los salmos un modelo de la oración del hombre peregrinante. El Espíritu Santo va enriqueciendo a su Iglesia con maneras de orar que siendo esencialmente comunicación con Dios en el amor, presentan sin embargo, rasgos que se destacan con peculiaridades propias de nuestro tiempo. 21. La Oración Contemplativa El esquema ignaciano contemplativo se resume en tres verbos: ver las personas, oír lo que hablan y mirar lo que hacen (EE106-108-114-116). La contemplación no se consigue con sólo quererlo, ni con hacer unos cuantos EE. Es el Espíritu Santo, quien a su tiempo, nos va introduciendo en ella. Ser contemplativos en la acción viene a ser la continuidad de la contemplación en el quehacer cotidiano.

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Desde el punto de vista dogmático, es imposible llegar al amor perfecto de Dios si se prescinde de su autodonacion en el Hijo encarnado, crucificado y resucitado. En Él, bajo la acción del Espíritu Santo, participamos, por pura Gracia, de la vida intradivina. Cuando Jesús dice: “El que me ha visto ha visto al Padre” (Jn 14,9), no se refiere simplemente a la visión y al conocimiento exterior de su figura humana, sino más bien lo que quiere mostrarnos es la vida en el Espíritu. Los libros que componen la Colección Senda, contienen temas de espiritualidad cristológica. A continuación enumeramos los mismos: 1. El Proyecto del Padre Dentro del misterio divino, se distingue varias etapas: el misterio escondido en Dios, el misterio revelado, el misterio proclamado y el misterio realizado. El misterio de Dios era su plan de salvación que se realizaría en el mundo por Jesucristo en el Espíritu y lo mantiene oculto a los ángeles y a los hombres, ya que lo revela en la plenitud de los tiempos (Ef 1,10). Dios nos manifiesta su plan discretamente en el Antiguo Testamento, en la Palabra y obra de Cristo. Lo manifiesta a los profetas, a los ángeles, los santos, los apóstoles y a nosotros por su Espíritu. A Dios le interesa que los hombres conozcan sus designios, porque en ellos, se nos invita a participar de los bienes salvíficos. 2. Hijos de Dios en Jesucristo La adopción divina se obtiene por vía de regeneración o nuevo nacimiento. El análisis de esta realidad sobrenatural nos descubre su contenido ciertamente divino. Esto es lo que da a nuestra filiación su categoría sobrenatural: entraña una verdadera participación en la vida y naturaleza de Dios. En Él es donde tiene su origen el hecho de llegar a ser hijos adoptivos de Dios. El autor nos señala: “Para nosotros representa el don supremo la dignidad increíble, la fuente de

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una alegría siempre bullente en nuestro Padre. El hecho de la filiación y paternidad divina confluye otra sorprendente realidad: somos hermanos de Jesucristo”. 3. Tras las Huellas de Cristo La sumisión filial hacía el Padre debe ser entendida plenamente. No se tratan de hijos que viven su vida aisladamente y sin atención alguna a los demás. Al contrario, el hecho de ser Dios Padre común de todos, nos une tan íntimamente que estar relacionados con Él supone hallarse también unidos a los otros. Existe una hermandad sobrenatural que nos orienta totalmente hacia nuestros prójimos. Pierden ante nosotros esa categoría de algo extraño para entrar en el círculo más estrecho de nuestra familia humana y divina. Por eso vivir la vida de los hijos de Dios comporta también deberes ineludibles hacia ellos. 4. El Riesgo de los Hijos de Dios Dios quiere que sus hijos sean libres, libres para amar. Esta libertad incluye la posibilidad de que se marchen de casa, de que vayan a un país lejano y que allí lo pierdan todo. El corazón del Padre conoce todo el dolor que traerá consigo esta elección, pero su amor no le deja impedírselo. Somos llamados a arrojarnos en los brazos de la misericordia de Dios, a la vez, que somos llamados a reproducir en nosotros el gesto del perdón de Dios hacia nuestros hermanos. Es bueno recordar lo que tanto santos que corrieron la aventura de alejarse de El, ilusionados con la vida fácil y placentera, vivieron la experiencia del hijo pródigo de la que retornaron, impulsados por la voz de Cristo. Su visión fue para muchos el grito que percibieron, salido del mismo corazón de Cristo, abogando al Padre por nosotros desde la cruz. 5. Llamados a una Vida Santa Dice el padre Juanes: “Nuestra vocación a la santidad la llevamos inscrita en nuestro mismo ser”. No es algo

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que se añade a nuestra naturaleza humana, como puede acontecer, primero existimos y después nos hacemos técnicos, profesionales, servidores, entre otras ocupaciones. La misión primaria del hombre, que debe acaparar, orientar, centrar, dar unidad a todas sus energías y actividades es precisamente: la santidad de Dios; hacerla consciente en su vida; vivirla en la profundidad de su ser y expresadas en todas las manifestaciones de su vida. La segunda parte del libro nos lleva a la santidad en la vida comunitaria, haciendo hincapié, que el lugar de formación y santificación, primera y última es la Iglesia. 6. Consagrar al Mundo por el Trabajo La actividad apostólica nos va descubriendo paulatinamente el misterioso actuar de Dios en el alma; la relación existente entre nuestra impotencia y la necesidad de la cooperación humana realizada en el espíritu de sacrificio de Cristo: la urgencia de eliminar los obstáculos que oponemos a la acción de Dios cuando estamos tocados de impurezas en el motivo; de egoísmo, de vacilación y tibieza en nuestra caridad. El autor señala en este libro “Queremos difundir la Gracia de Dios en el mundo y es en nosotros donde precisamente, experimentamos la necesidad de sentir más eficazmente sus efectos”. 7. Jesús es el Señor El misterio de Cristo se halla en toda su persona, pero centrado, especialmente, en su “corazón”, entendido según la comprensión hebrea. El corazón no es simplemente un órgano de carne, propulsor de la circulación de la sangre en el cuerpo viviente. De acuerdo a la Biblia, significa todo lo interior: sus sentimientos, recuerdos, ideas, proyectos, entre otras razones de la intimidad propia del ser humano. El Cristo de la revelación, el del Evangelio, es tan rico, multiforme, inagotable, que nadie pude pretender apropiárselo sin tener todos sus rasgos. El padre Juanes, como buen Jesuita, no deja de indicar que: “San Ignacio de Loyola pide el conocimiento 165


interno de Cristo en cada contemplación, pues el Señor se ha hecho hombre por mí para que más le ame y le siga” (EE 104). 8. El Escándalo de la Cruz El misterio pascual es lo que indica su enunciado, un misterio. Es decir, se trata de una oculta realidad. En su entraña vive una verdad, un acontecimiento que a San Pablo le mereció el calificativo de “insondable”. El misterio de nuestro Señor es un misterio de muerte y resurrección. Unida y asemejada por la fe y por los sacramentos de la fe a esta muerte y a esta resurrección, la vida del cristiano es también misterio de muerte y resurrección. La cruz ocupa el punto central de su mensaje, que concibe la muerte de Cristo, como muerte salvifica. Realmente la palabra cruz es una necedad para los que están en vías de perdición, para los que están en vías de salvación, es decir, para nosotros, es Poder de Dios (I Co 1, 18). 9. Fortalecidos para el Camino La Eucaristía comporta el desarrollo de cuantos en el Bautismo se inician. En ella se perfecciona nuestra filiación divina: La Gracia va expandiéndose hacia la plenitud de la Gloria. Nuestra unión con la Iglesia se acrecienta y fortalece en virtud de la fuerza que nos infunde Cristo. Su primera etapa se centra en la recepción bautismal, su última, en el acontecimiento de nuestra muerte y resurrección prolongado eternamente junto a Dios. “La Eucaristía ha sido instituida para ser tomada como alimento” (DS 878). Este principio implica la presencia real de Cristo, porque el alimento ofrecido no es otro, sino su Cuerpo y su Sangre. 10. Tu Rostro Buscaré, Señor La unión con Dios lleva consigo una ascesis que es necesario estar dispuestos a vivirla con un precio insignificante ante la magnitud y trascendencia del don que se nos hace. El padre Juanes, insiste en: “Armonizar nuestra voluntad con 166


la del Padre, conformar nuestros sentimientos con los de Cristo”. La exigencia de la conversión es una realidad indiscutible para llegar a la contemplación. En la concepción de nuestra unión real con Dios a través del trabajo concreto que realizamos, brota una nueva luz para nuestras obras humanas. Toda la vida de Jesús está acaparada por dos necesidades fundamentales: la necesidad de estar con su Padre celestial y la necesidad de estar con sus hermanos, es decir, la humanidad. La necesidad de estar con el Padre lo lanza a estar con los demás. 11. La Vida en el Espíritu La vida en el Espíritu tiene múltiples formulaciones, pero todas ellas convergen en una misma realidad, reducible a un doble elemento: la acción del Espíritu en el hombre y su dócilidad. Vivir la vida en el Espíritu, renovar nuestra relación íntima con cada una de las personas de la Santísima Trinidad, nos lleva a familiarizarnos y a relacionarnos con el Dios Trinitario. El amor a partir de la efusión del Espíritu busca ajustarse a la medida y al modo de vivir del amado. Somos personas nuevas, cuando dejamos entrar y actuar en la profundidad de nuestro ser a la Trinidad. Los tres grandes principios fundamentales en toda vida espiritual son: purificación del corazón, fidelidad a la acción discernida del Espíritu Santo y el seguimiento de Jesús, en progresiva perfección. 12. Con un Corazón Indiviso El Cuerpo de Cristo ejerce su influencia, no por un contacto físico, sino que actúa espiritualmente en virtud de la carne y la sangre asumida por la divinidad y por la fuerza del Espíritu Santo que comunica por su humanidad inundada por Él en plenitud. Esencialmente, el Cuerpo de Cristo intenta la santificación del alma: asemejarla cada vez más a Él en su ser y su actuar. Por eso el alma que lo recibe es en cada comunión una imagen más perfecta de Jesús. En esta acción misteriosa del Cuerpo y la Sangre de Cristo, comida 167


y bebida, y la fuerza del Espíritu Santo, el cuerpo virginal de quienes se han consagrado en toda su persona al amor total de Cristo y a su servicio, reciben una elevación inefable al participar, de algún modo, de la divinización del Cuerpo de Cristo. Adicionalmente, el padre Benigno Juanes Risco ha realizado otras publicaciones, en casas editoras de reconocido prestigio, entre ellas: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15.

Lingua Latina Moderna Metodus Lingua Latina, Glossarium Mayor Progreso en los Estudios Espiritualidad Cristiana Hoy El Drama de Vivir la Fe en Él La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo La Elec.Ign.por el Seg.y Terc. La Alabanza comunitaria Orar en lenguas Las tentaciones de los Líderes Bautismo en el Espíritu Santo Misterio de la Vida Consagrada Caminaré en presencia del Señor María y el Espíritu Santo Cómo usar los carismas

Si tomamos los 22 textos de la colección Torrentes, los 12 volúmenes de la colección Senda y los 15 libros indicados precedentemente, sumaremos unos 49 libros, realizados en los últimos 46 años de su vida, es decir, más de un libro por año, desde que él toma la decisión de iniciar sus aportes en el campo de la formación cristiana.

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Unos dos meses antes de morir el padre Juanes, en una ocasión le comenté que esos libros de él, que son una verdadera riqueza, hay que darlo a conocer en talleres, de manera más resumida, con audiovisuales y otros medios tecnológicos, con la finalidad de que estas excelentes enseñanzas, sigan siendo asimiladas en el pueblo de Dios. En ese sentido él me dijo: “Es buena idea, me parece bien, ojalá se pudiesen formar pequeños grupos de trabajo con cada libro y con un esquema y formato uniforme”. Hoy al releer otra vez parte de sus libros, estoy convencido que hay en ellos mucho sumo, es decir, mucha sustancia, la cual debe ser asimilada por una cantidad indefinible de aquellos que quieren profundizar en la vida en el Espíritu. El padre Juanes, baja su alto lenguaje espiritual, de tal manera, que pueda ser más provechoso para los lectores. Esto es parte de su grandeza. Los libros del padre Juanes, se han traducido a portugués, polaco e italiano, y se han distribuido en Estados Unidos, América del Sur, Centro América, Europa y el Caribe.

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VII. Biografía del P. Benigno Juanes, S.J. Nació en Carbajosa de Armuña, Salamanca, España, el miércoles 13 de septiembre de 1916. Es hijo del señor Antonio Juanes y de doña Teresa Risco. Tiene dos hermanos y su madre fallece, cuando él era un niño. Ingresó en la Compañía de Jesús el 12 de octubre de 1935. Ordenado de sacerdote el 24 de julio de 1949. Entre 1943 a 1960, ocupa diversos cargos y ministerios de la Compañía de Jesús en Cuba. De 1960 a 1964 realiza las funciones de Ministro de juniores y Profesor en el noviciado Jesuita en Los Teques, Venezuela. Según los planes de Dios, llega a la República Dominicana en el año de 1964. Es nombrado profesor en el noviciado Manresa, cargo que desempeña del 1964 al 1967. Por causa de una fractura en la columna vertebral es recluido en la enfermería de dicha casa de 1967 a 1968. De 1968 a 1978 pasa a ser Consejero y Profesor en el Colegio Politécnico Loyola de San Cristóbal. En la ciudad de San Cristóbal, en el año 1974, tiene sus primeros contactos con la Renovación Carismática Católica. Forma parte del Equipo de Servidores del grupo de oración “Ríos de Agua Viva”, que se reunía en el Colegio Politécnico Loyola. Dirige e imparte formación espiritual a los servidores de los otros 7 grupos de oración de la ciudad, en reuniones semanales. Dentro de los diferentes trabajos realizados en la Renovación en el Espíritu, trabaja con mucha entrega en los Seminario de Vida en el Espíritu y publica el libro “La Acción del Espíritu Santo en el Corazón del Creyente” en el que explica este fenómeno y lleva al alcance del pueblo de Dios, las opiniones de conocidos exegetas y teólogos sobre esta experiencia de iniciación carismática. Más adelante, en abril del 2002, publica el volumen 11 de la colección Senda, que 170


es un verdadero manual para El Seminario de la Vida en el Espíritu. Realiza un total de 49 publicaciones en casas editoras de mucho prestigio, siendo la mayoría de éstas en la República Dominicana. En el mundo moderno de las comunicaciones, el padre Juanes, mecanografió “a dos dedos” el material didáctico de sus libros, lo que conllevó un esfuerzo extraordinario. El 15 de enero de 1978 asiste al 1er. Encuentro Nacional en el Estadio Olímpico, donde se congregaron más de 30,000 hermanos en la fe, bajo el lema “JESUS ES EL SEÑOR”. De 1978 a 1979, al acentuarse su lesión en la columna vertebral, es enviado a Salamanca para fines de recuperación. En 1979 regresa a la República Dominicana y con la aprobación y el apoyo de sus superiores en la orden, se dedica de inmediato a trabajar a tiempo completo por y para la Renovación Carismática Católica, entrando a formar parte en calidad de Asesor al Equipo Sede de Santo Domingo. En 1980 es nombrado Asesor del Equipo Arquidiocesano y desde esa fecha participa como uno de sus delegados en las reuniones del Equipo Nacional, cargo y funciones que realiza hasta la hora de su muerte. Su labor en estos equipos es realmente encomiable. Viento, trueno y lluvias, no impedían al padre Juanes cumplir con el compromiso de asistencia a reuniones y misiones programadas. El padre Juanes era el ejemplo a seguir. Su comportamiento en sencillez y humildad eran inigualables: ejercía el don de la escucha de modo admirable. Tomaba notas de todo lo que se decía sobre algún punto y siempre se reservaba el último puesto para externar su opinión. En su paso por la RCC, la enriquece con la apertura de nuevos ministerios de servicios: La Escuela de Formación 171


de Servidores; El Ministerio de Jóvenes; El Ministerio de Evangelización; El Ministerio de Asistencia y Caridad, entre otros. Asiste a varios retiros para sacerdotes celebrados en El Minuto de Dios en La Ceja, Colombia, lo que le da la oportunidad de intercambiar la experiencia carismática con sacerdotes y obispos Latinoamericanos. En 1981, es fundador de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía, primera Asociación Pública de Fieles de Santo Domingo, Republica Dominicana. Desde sus primeros contactos con la corriente carismática, el padre Juanes, de sólida y profunda formación teológica y doctrinal, se esmeró en buscar y conocer el plan de Dios para la Renovación Carismática. La urgencia del llamado, de los Papas, principalmente de Pablo VI y Juan Pablo II, las conferencias Episcopales, lo motivan a conocer la necesidad de formar con esmero a los servidores. De las entrañas de su corazón, surge el firme compromiso de trabajar para ayudar a remediar las deficiencias en la formación de fe de sus hermanos. Sin apagar el Espíritu, el padre Juanes escudriñó, con suma paciencia, los documentos de teólogos y exégetas. Esto confirmó su íntima convicción de que la Renovación era auténticamente de Dios y para la iglesia. Sus enseñanzas en los cursos para servidores de todo el país, están impregnadas de citas de autores de credibilidad y confianza. Deja en República Dominicana unas 24 Escuelas de Servidores y más de 4,000 grupos de oración, ubicados en el territorio nacional. Buen discípulo de Iñigo de Loyola, se dedicó a discernir la voluntad de Dios para esta corriente de Gracia. El padre Juanes anima y promueve entre los dirigentes de la 172


Renovación en el Espíritu, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, los que, con su experiencia práctica, enriquecen la realidad carismática. Manresa Loyola y Manresa Altagracia son lugares frecuentes para la reunión de fines de semana de pequeños grupos carismáticos que hacen, en tres etapas, lo que el padre Juanes llamó “Experiencia de Oración”. Para tener idea de la exhaustiva labor de investigación y estudio realizada, basta leer la extensa bibliografía en las notas al final de cada capítulo de sus libros, tanto en la colección Torrentes como en la colección Senda. El padre Juanes, sin lugar a dudas, minuciosamente escudriñó todos los libros y documentos citados. A nivel mundial, el padre Juanes fue de los primeros en plantearse y tratar de buscar respuesta a la interrogante: ¿Qué es la Renovación Carismática y Qué Pretende? La misión que el padre Juanes asumió con cuidadoso empeño, surge del profundo convencimiento de que la buena marcha de la Renovación en el Espíritu, radica en la sólida y perenne formación de los servidores. A esa misión se entregó en cuerpo y alma. El 23 de enero de 1980, bajo su guía y orientación, se da apertura formal a la Escuela de Servidores de Santo Domingo, con un programa sistemático y progresivo, elaborado sobre temas de doctrina, magisterio y fuentes de la revelación. Se pretende llenar lagunas en la formación en la fe de los participantes. Conquista como profesores a varios sacerdotes, principalmente Jesuitas y del Seminario, quienes enriquecen las enseñanzas de los participantes. El 23 de agosto de 1981, La Conferencia Episcopal Dominicana escribe: “Nos llena de satisfacción que el Equipo Sede de Santo Domingo, haya programado la formación de sus miembros, en un plan de varios años, contando con la colaboración de varios sacerdotes, entre los cuales están los profesores del Seminario de Santo Tomás. Sería de gran utilidad que las otras diócesis se beneficiasen 173


de esta hermosa experiencia.” El programa de la Escuela de Formación de Santo Domingo, se envió a otras diócesis del país y a otros países hispanos a solicitud de los equipos diocesanos respectivos. El padre Benigno Juanes es mentor y guía en la apertura y funcionamiento de la Escuela de Teología, para la formación de laicos, inaugurada el 17 de febrero de 1985. Esta Escuela adscrita a la Universidad de Santo Domingo, surgió a iniciativa de un grupo de servidores carismáticos, que al concluir el ciclo de formación en la Escuela de Servidores, quedaron con hambre y sed de un mayor conocimiento de Dios. Esta escuela es responsabilidad de la Comunidad Carismática de la Visitación y está disponible a miembros de cualquier movimiento eclesial católico. Navegando en la red “google”, bajo el nombre del Jesuita “Benigno Juanes” aparecen cerca de 30,000 páginas de internet, la mayoría de las cuales se refiere a sus escritos. No hay país de habla hispana donde los temas de la Renovación Carismática no estén sustentados o apoyados en alguno de sus libros. Esta referencia a los libros de Juanes, se extiende en los países de habla hispana y de otros idiomas. De cerca y de lejos, la sola presencia del padre Juanes nos habla y conduce al amor inquebrantable de Dios. Como fiel discípulo del carisma ignaciano, todo su quehacer fue buscar y trabajar para la mayor honra y Gloria de Dios. Su vida es un testimonio de perfecta armonía entre la Gracia y la naturaleza. No solo en sus escritos, sino en el testimonio de su vida, sin escatimar lo precario de su salud, el padre Juanes se entregó por entero al servicio de Dios en la Renovación Carismática Católica Dominicana y a su amada Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía. Fiel amante de la Virgen María, heredó la humildad de la esclava del Señor, y siempre tendremos presente la imagen

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de este pequeño sacerdote, tomando notas en su cuaderno mientras un hermano - experto o novicio – impartía su predica. El don de consejo estaba marcadamente acentuado en él, así como el carisma de discernimiento. Muchos hermanos son testigos de ello por la ardua e inagotable labor de dirección espiritual que realizó. El padre Juanes se hacia solidario en su condición de gran intercesor ante Jesús, haciendo suyas las necesidades y penas de los hermanos que acudían a él en busca de consuelo. En las reuniones masivas: retiros, seminarios, asambleas, era notorio las largas horas dedicadas al sacramento de la Reconciliación. Su sacerdocio fue siempre ejercido con respeto y amor para los demás. El padre Benigno Juanes Risco fue llevado a la casa del Padre el día 30 de mayo del 2009. Muere y es enterrado en el campo santo de Manresa Loyola, por Diosidencia Divina, en medio de la Fiesta de la Visitación y la Solemnidad de Pentecostés, ambos misterios en los que profundamente creyó, sirvió y amó. En sus últimos días, recluído en un centro médico, su deseo era trabajar hasta el último aliento de vida. Bullían en él las palabras, susurraba toda la noche, siempre coherente en sus ideas, sus balbuceos formaban parte del libro inconcluso que llevaba en la mente y el corazón y cuya realidad vivía en su propio ser: “JESUCRISTO MISERICORDIA DEL PADRE”.

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Epílogo En esta pequeña obra, caminando con un santo, no se nos ha entregado un tratado de teología o de espiritualidad, aunque por esto no deja tener el peso, la validez y trascendencia correspondiente. Tampoco es el resultado de un proyecto académico que supuso el cumplimiento programático de un método y de unas normas, como lo exige el campo de la investigación. Ha sido simplemente un intento humilde de redactar y compartir una experiencia vivida. Esto tiene que ver con la condensación y el despliegue de diferentes momentos que dan lucidez, movimiento y vida a lo narrado. Nos encontramos ante un testimonio que podemos saborear gustosamente, cuyo interés es transparentar la gloria humilde y sencilla de Jesucristo a través del P. Benigno Juanes, S.J, y la experiencia que nuestro autor ha querido testimoniarnos. Puesto que ha sido beneficiado grandemente por mucho de lo que irradió nuestro querido Juanes. El ensayo testimonial que ha estado en nuestras manos, ha tenido como finalidad: primero, dar razón sobrada de la actuación real y efectiva de Jesucristo en la vida humana, sobre todo, en aquellos que son capaces de buscarle, amarle, seguirle y servirle. Así, de varios modos, lo refleja la parte final de esta obra respecto a las experiencias compartidas. Segundo, reconocer que en el P. Benigno Juanes, S.J, Dios se manifestó plácidamente con la objetividad y la profundidad que sólo es posible en aquellos que han dado un sí radical y definitivo en el seguimiento de Jesucristo, en la extensión del Reino de Dios. Tercero, asumir, como misión exigida, el deber de dar testimonio de nuestra identidad cristiana. Pues, la sociedad presente está urgida de que aquellos grandes lineamientos y, sobre todo, proyectos que han orientado en el pasado a muchos “seres humanos de buena voluntad”, se den a conocer, de tal modo que se re-evidencie su aporte y bienestar para el hombre y la mujer de hoy, en este caso, como corresponde a los cristianos. El autor de esta obra así lo ha evidenciado: un hombre hijo de este tiempo que, sumergido en las realidades cotidianas de la vida, puede dar 176


razón de su fe en Jesucristo, gracias a los sabios, sencillos y humildes consejos de Juanes que durante un tiempo de acompañamiento no se hicieron esperar. Los pincelazos que nos presentó Luis, en este itinerario, nos permitió reconocer una vida en santidad. Su interés en destacar la vida de Juanes, no fue un simple ejercicio publicitario o de otra índole que no vaya a dar sus frutos evangélicos, sino recordar la vida de una persona que vivió enteramente en santidad y que fue dejando gajos de esta en quienes le conocimos. Mientras estaba con nosotros, tal vez Juanes no hubiese aceptado mucho de lo que aquí se compartió, por su humildad y discreción. También, porque encarnó muy bien el “mírenlo a Él”. En este caso, encaminar a otros hacia el Señor y dejar que le miren atentamente, es permitir que Él sea centro absoluto y definitivo de quien le mira. Sabemos que, cuando esto acontece, todo lo demás ocupa su lugar correspondiente: no hay desvíos, extremos ni desequilibrios. Juanes es un ejemplo vivo de estas dimensiones y, por ello, la pudo vivir y transmitir. Esto ha sido lo que ha acontecido en la vida de muchas personas que asimilaron la presencia de Cristo a través del ministerio que ejerció el P. Juanes, en sus diferentes niveles: instrucciones-enseñanzas, acompañamiento, confesiones, ejercicios espirituales, retiros. En un tiempo relativamente corto, de su partida al Padre, podemos decir: fue un hijo de Dios que vivió en santidad y esparció santidad, pues fue un hombre de Dios y, además, consagrado a Dios. Mirar a Juanes fue mirar también a Cristo. No había otro modo, pues, estaba configurado con Cristo, como bien lo experimentó y lo visualizó san Ignacio de Loyola para todo buen seguidor de Jesucristo. A Juanes no le importó vida larga o corta, bienestar o malestar, salud o enfermedad… sino, ser con Cristo, estar con Cristo, trabajar con Cristo y servir con Cristo. Encarnó la máxima de Jesús: “…Qué te 177


conozcan a ti Padre, Señor, del cielo y de la tierra…”. En esto reflejó ser un verdadero hijo del peregrino de Loyola, pues configuró su vida con Cristo a partir del método de los Ejercicios Espirituales. Este método sigue orientando e iluminando el camino de muchos hombres y mujeres de hoy que quieren vivir la fe en Jesucristo en todas sus dimensiones. La humildad y la sencillez de vida del P. Juanes, conformada en los caminos remotos del Jesús pobre de la antigua Galilea, no le permitían reconocimiento y honor alguno, sino la abnegación total, fruto de una vida en Dios. Quizá lo más evidente fue lo que Juanes vivió: ¡Qué él disminuyó y Cristo creció! Fruto de este proceso de entrega generosa es lo que hoy se nos ha regalado: una mirada al P. Juanes, cuyo título ya lo ha dejado expresado. Es el reconocimiento de un hombre que, encarecidamente, trató de estar atento a la voz de Dios: tanto para lo que la Compañía de Jesús le encomendaba como para lo que el Espíritu Santo suscitaba en su labor pastoral, ante un mundo cambiante y urgido de un mayor testimonio. Ese testimonio nos lo ha dejado expresado Luis en estas páginas. Por un lado, nos recordó que dentro de nuestra amada Iglesia católica sigue fluyendo la vida de la santidad. Y, por otro, que la vida en santidad de muchos hombres y mujeres toca a todos cuantos son involucrados con la vida de esos instrumentos de Dios. El paso que ha dado el autor es el reconocimiento de la acción actuante de mismo Cristo, tanto en Juanes como en su propia vida. Pero, ciertamente, aquí la intención no ha sido la de tratar la vida de fe del autor, sino de quien se convirtió en un fiel y generoso instrumento de salvación para quienes Dios puso en su camino, como sucedió con la vida del mismo autor y que aparece muy bien expresada. Cuando varias personas coinciden respecto de un mismo punto, no estamos delante de un mero acontecimiento. Nos encontramos ante una realidad que merece una atención 178


juiciosa. La misma debe iluminar los pasos que debemos seguir dando, pues son signos de la presencia de un Dios que nos humaniza en tales dimensiones, que nos da las posibilidades de cristificarnos en la misión de su Hijo. Debo admitir que esta lectura me ha dejado un sabor agradable. Porque me ha hecho revivir momentos significativos en la cercanía del P. Juanes. Ha sido una oportunidad de recordar que realmente Jesús fue transparentándose en la vida de Juanes. En tal sentido reconocemos que, como ha quedado reflejado, Juanes ha dejado filtrar al mismo Cristo a través de su vida: tanto en el ámbito de sus relaciones con los demás como en sus escritos. Hoy, sin saltar a otro ángulo desproporcionadamente, sin hipérbaton, sin osadía, sin descabellamiento, sin sentimentalismo trasnochado o espiritualismo teñido de verdades absolutas, he sentido en varios momentos y lugares la persona de Juanes a mi lado. Aunque, como es de esperarse, dicha presencia me deja en paz, pero no deja de ser una presencia desafiante. Estas experiencias me dejan una ligera tranquilidad y, más aún, sopesando el conjunto de lo expuesto por nuestro autor. Por nuestra parte, queda agradecerle a Luis por motivarse personalmente en este intento de plasmar en palabras algunos de los reflejos de santidad del P. Juanes y, al mismo tiempo, dejarnos ver parte de su propia experiencia de un Cristo vivo que está en medio de su pueblo. Deseamos que parte de todo este proceso vivido y testimoniado sea principio y fundamento de una larga vida que madura, alaba, reverencia, se enrique y se dona: en servicio de Dios nuestro Señor. P. Juan de Jesús P., S.J. Asesor Espiritual Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía.

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Apéndice: Testimonios Admirables HOMBRE ESPIRITUAL 1. Conocí del Padre Benigno Juanes, S.J., un libro sobre latín, del que conservo la edición de 1963. Yo lo hacía un experto en latín y pensé que se dedicaría a impartir clases de esa materia. Luego cayó en mis manos, con agradable sorpresa para mí, su libro “Espiritualidad Cristiana Hoy”, de 1967. Esta publicación cambió mi visión sobre él y lo coloqué entre los expertos en espiritualidad. 2. Mi relación más profunda con el P. Juanes comenzó a fines de la década de los 70’ y continuó a lo largo de los años en el contexto de la Renovación Carismática en el Espíritu Santo. Un contexto marcado, claramente, por lo espiritual. Así coincidimos ambos como Asesores de ese Movimiento, él en Santo Domingo, yo en Higüey. De esos días recuerdo eso: al hombre espiritual y seguro en la doctrina cristiana. 3. Coincidimos, por igual, en muchos cursos y retiros para los servidores de la Renovación Carismática. Me marcó su humildad: toda mi vida lo consideré un maestro sobre el Espíritu Santo y sobre temas espirituales. En las Presidencias de las Eucaristías de esos encuentros, yo consideraba que era él quién debía presidir. Siempre declinó en mí y nunca logré que lo hiciera él. No tenía más remedio que obedecerlo, porque era mayor que yo y porque le tenía un inmenso respeto y veneración. 4. Otra cosa que me impactaba era el hecho de cómo supo unir, de manera maravillosa, los contenidos y método de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, de los que era un experto por su condición de Jesuita, a los contenidos y método del recién nacido Movimiento Carismático. Para mí este dato significa una gran fidelidad a si mismo, a la tradición recibida y una gran apertura al Espíritu Santo, “que hace nuevas

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todas las cosas”; como dice Jesús fue un escribano que supo “sacar de su arca cosas viejas y cosas nuevas.” En este punto, como en otros, lo considero dotado de una gran sabiduría. 5. Admiro en el Padre Juanes su perseverancia a lo largo de los años y con mucho sacrificio en la misión, tareas que el Señor le confió: Asesor de la Renovación Carismática en la Arquidiócesis de Santo Domingo y a nivel nacional y Fundador de la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía. Veo en estas obras un signo de su gran fe, su esperanza y caridad. 6. Junto a estas tareas apostólicas hay que destacar esta otra: su empeño en la formación de líderes laicos y laicas. La Iglesia dominicana le agradecerá siempre esta labor. Basta citar al respecto las siguientes obras: la Escuela de Servidores de la Renovación Carismática; la Escuela de Teología para laicos, a nivel universitario, la primera de este tipo en la República Dominicana; la capacitación de laicos y laicas para dirigir Ejercicios Ignacianos, también algo nuevo en el país; las continuas charlas a los miembros de las organizaciones, que asesoraba; los 49 libros que escribió, de los cuales alrededor de 30 están dedicados solo a temas de la Renovación Espiritual; las interminables horas que dedicó a la Dirección Espiritual personal, sin la cual es imposible la formación de líderes en profundidad. Se puede afirmar que en verdad Benigno Juanes, S.J., fue un Padre Espiritual a tiempo completo, entregado de cuerpo y alma, a formar laicos y laicas. Por eso parece que prefería ser llamado más “asesor” que “director” de las obras que animaba. De esa manera se veía mejor su perfil sacerdotal: formador de laicos y laicas para que ejerzan su propio ministerio y liderazgo en la Iglesia. 7. Puedo confesar asimismo que el P. Juanes daba seguridad a los Obispos dominicanos en el acompañamiento que hacía a la Renovación Carismática: era un hombre sabio y de doctrina firme y clara. 181


Esa misma seguridad me daba a mí la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía: aprobé su establecimiento, primero en la Diócesis de la Altagracia y luego en la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros.

CONCLUSION Incluso puedo decir, en esa misma línea, sin faltar a ningún secreto ni caer en indiscreción alguna, que le pedí hace varios años al Padre Juanes que me dirigiera unos ejercicios espirituales ignacianos en la vida. Por mi formación en el Seminario Mayor de Santo Domingo y en Roma, hago parte de la escuela espiritual de San Ignacio, igual que otros cinco de mis hermanos que enumero a continuación: Mercy, que justamente ha estado muy ligada al Padre Juanes como miembro de la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía, Directora de la Escuela de Servidores de la Renovación Carismática en Santo Domingo, igualmente Directora por más de 25 años de la Escuela de Teología para laicos, Conferencista y Directora de Ejercicios Espirituales Ignacianos; Ana María, del Instituto Secular de Nuestra Señora de la Altagracia, marcada por la espiritualidad Ignaciana, fundado por el P. José María Uranga, S.J.; Ilderín, que ya partió a la casa del Padre, formada en el Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal y más tarde profesor en el mismo: Héctor y Antonieta, que en sus años de adolescencia en la pastoral juvenil, fueron marcados por un asesor jesuita y ahora Antonieta, concretamente, acompaña, como sicóloga a jóvenes estudiantes jesuitas en su proceso formativo. Mi proyecto, pues, de unos ejercicios espirituales Ignacianos en la vida, dirigidos por el Padre Juanes fue aceptado por este con prontitud y disponibilidad. No los hice finalmente. No por él sino por mis múltiples tareas, idas y venidas. Viendo al hombre de gran estatura espiritual que era él, debo decir: -- De lo que me perdí. + Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio Arzobispo de Santiago 182


Del Censor de sus Obras PENSAMIENTO Y VIDA Obra póstuma del P. Juanes S.J. Para gozo de la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía, fundada por él, ya está en la calle para beneficio de sus lectores, una nueva obra del P. Benigno Juanes S.J. Este libro tiene un encanto especial. Ve la luz pública cuando el P. Juanes goza ya de la infinitud de Dios, pero nos hace creer que aún sigue entre nosotros. Al leerlo nos parece que le estamos viendo y oyendo con su voz un tanto quebrada por los años pero firme y convencida. Con este libro como que nos dice que, no obstante lo mucho que escribió, aún tenía mucho más en su corazón y en su mente para trasmitirnos. Si San Bernardo de la Virgen María escribió que de ella “nunquam satis”, “nunca estaba todo dicho”, con mucha más razón hay que decir esto de Dios, de Cristo Nuestro Señor. San Ignacio de Loyola tuvo desde el comienzo de su total entrega a Dios muchas iluminaciones divinas y quiso estudiar teología para poder trasmitirlas a los demás y para esto se fue primero a Salamanca y después a París, a la Sorbona, para escuchar a los eximios teólogos de la época. Cuentan que al oírlos disertar sabiamente sobre Dios, él por lo bajo solía repetir “Deus semper mayor”, es decir: “bien, todo eso es verdad pero Dios es mucho más que todo eso”. Me imagino que el P. Juanes, fiel trasunto de San Ignacio como hijo fiel suyo, siempre que terminaba de escribir un libro sobre un tema espiritual se sentía insatisfecho porque aún le quedaba mucho más por exponer e ilustrar.

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Cuando se ha tenido una vida muy rica intelectual y espiritualmente y se goza del privilegio de llegar a una edad avanzada, se tiende a evocar y recapitular los conocimientos adquiridos y trasmitidos y las experiencias vividas y a hacer unas síntesis valiosas de ese caudal inmenso que atesora su Yo profundo. Es el valor indiscutible de este libro póstumo del P. Juanes, una especie de legado espiritual a los que leyeron sus libros y sobre todo a la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía que él fundó. Todos los temas que en él aborda, el de llamamiento a la santidad, el de vivir ese llamamiento del Señor en comunidad y el de las dimensiones que debe tener ese vivirlo en comunión y comunidad, los tocó ya el P. Juanes en diversas ocasiones a lo largo de su prolija e iluminadora producción de espiritualidad pero ahora tienen el toque singularísimo de la recapitulación, de sintetizar todo lo escrito y de centrarse en lo esencial. Por eso este libro hay que leerlo y asimilarlo con veneración y con fidelidad al soplo inefable del Espíritu Santo que en nuestro interior no sólo nos eleva sino que nos ilumina, nos urge y nos ayuda a hacer realidad la voluntad y designios del Señor. Al llamamiento universal a la santidad dedicó el Concilio Vaticano II un capitulo entero en la Constitución sobre la Iglesia. Santidad es sinónimo de deificación, de participación en la vida divina que la produce la presencia y acción del Espíritu Santo que nos es dado en el bautismo, no por nuestros méritos sino en virtud de la muerte y resurrección de Cristo. Este inefable misterio se lo expone, en densa síntesis de la vocación cristiana, San Pablo a Tito (3, 4-7). En ella le dice que cuando estábamos hundidos en el pecado, se manifestó la benignidad y amor de Dios a los seres humanos a los que “salvó” no por nuestros méritos sino

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por su benevolencia a través de un lavado que produce una nueva vida que la genera el Espíritu Santo que Dios infunde generosamente en nosotros gracias a nuestro Salvador, Jesús el Mesías. Agudamente el Concilio recuerda que el Espíritu Santo es promotor íntimo del amor a Dios y del amor al prójimo. San Pablo en la carta a los romanos resalta que el Espíritu Santo escribe e imprime en nuestros corazones el amor. Esto implica que la santidad exige la perfección progresiva nuestra en la caridad. De lo cual se sigue que el llamamiento universal a la santidad lo es a la plenitud de la vida divina en uno y a la perfección progresiva en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo. Un amor al prójimo que debe manifestarse en obras y que incluye la justicia como mínimo; y que se abre magnánimamente a una generosidad sin límites. El Concilio subraya que gratuitamente llamados y justificados en Cristo y por Cristo, hemos sido constituidos por la fe y el bautismo verdaderos hijos de Dios, partícipes de su vida divina, es decir santos, deificados. Pero una vez recibida esta santidad, esta deificación, a nosotros nos toca conservarla, perfeccionarla, es decir, vivirla, intensificarla por una progresiva fidelidad al Espíritu Santo encarnando vitalmente sus gracias y dones, y defenderla. En la vivencia de esa participación en la vida divina y en la perfección progresiva en la caridad, que ella implica y exige, el Concilio resalta que todo esto depende en buena parte de las condiciones propias, educación recibida, sociedad en la que vive, situación en la que uno se encuentre y del estado que uno haya escogido. Surgen así diversas espiritualidades que

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el Concilio especifica: espiritualidad episcopal, sacerdotalpresbiteral, diaconal, seminarística, familiar, profesional, espiritualidad del dolor, etc. Desde otro punto de vista el llamamiento universal a la santidad es una exigencia ineludible de nuestra pertenencia a la Iglesia. Cristo, santo por ser Dios, hace a la Iglesia su esposa y su cuerpo, como proclama San Pablo, santificándola a través de su muerte y resurrección y la enriquece con el don del Espíritu Santo, Espíritu santificador. De aquí el principio del Apóstol San Pablo en su carta a los Tesalonicenses y en la carta a los efesios (1 Tes 4,3 y Ef 1,4): “Lo que Dios quiere es la santificación de ustedes”. El P. Juanes en este libro póstumo, con su fino olfato teológico, ha percibido todos estos matices y es notable su perspicacia. A ese llamamiento lo llama compromiso y lo vincula con el bautismo. Coherentemente en un segundo paso lo entronca con la pertenencia a la Iglesia de Cristo, indefectiblemente santa, y nos remite como origen de todo esto a la humanidad del Cristo resucitado y al don del Espíritu Santo que nos santifica identificándonos con Cristo. Esta santidad o identificación con Cristo la debemos conservar y manifestar en nuestra vida. Se ha dicho que la Iglesia a todos los niveles es comunidad de comunidades. A nivel planetario la Iglesia está integrada por Diócesis y las Diócesis por parroquias y las parroquias por pequeñas comunidades. El ser humano es un ser intercomunicado y comunicativo. Necesita del otro para nacer, crecer, desarrollarse y desenvolverse. En solitario ni nace ni crece ni se desarrolla plenamente ni se desenvuelve con facilidad. Cuanto más es y más tienen mayor es su deuda con los demás. 186


Coherentemente con esta realidad Dios ha dotado al ser humano no sólo de instintos individualistas sino de urgencias sociales que lo empujan a buscar al otro, a solicitar su ayuda y a contribuir a su realización plena y a su bienestar. Los antisociales son anómalos, anormales de personalidad o conducta, casos clínicos. Juan XXIII llamó a este fenómeno “socialización”, captó su importancia y le dedicó en su Encíclica Social “Mater et Magistra” (“Madre y Maestra”) un interesantísimo apartado. Dice así: “Una de las notas más características de nuestra época es el incremento de las relaciones sociales, o sea, la progresiva multiplicación de las relaciones de convivencia, con la formación consiguiente de muchas formas de vida y de actividad asociada, que han sido recogidas, la mayoría de las veces, por el derecho público o por el derecho privado (…). (La socialización) es fruto y expresión de una tendencia natural, casi incoercible, de los seres humanos que los lleva a asociarse espontáneamente para la consecución de los objetivos que cada cual se propone y superan la capacidad y los medios de que puede disponer el individuo aislado. Esta tendencia ha suscitado por doquiera, sobre todo en los últimos años, una serie numerosa de grupos de asociaciones y de instituciones para fines económicos, sociales, culturales, recreativos, deportivos, profesionales y políticos, tanto dentro de cada una de las naciones como en el plano mundial” (M y M núms. 59 y 60). Esto que es una realidad en el orden natural, lo es también en el orden sobrenatural y de la gracia. Se explica así la multiplicación progresiva de grupos, asociaciones e instituciones de signo apostólico que han surgido en la Iglesia. Sagazmente el P. Juanes comprendió pronto la trascendencia

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de este fenómeno y a él le ha concedido por extenso, en este su libro, toda la segunda parte. Consciente de su importancia, a un grupo de personas decididas a vivir en plenitud esa vocación y a responder fielmente al llamado a una perfección progresiva en el amor a Dios y al prójimo no dudó en inspirarles que creasen una comunidad que denominó “Comunidad de la Visitación y la Eucaristía”. Es evidente que, al redactar esta segunda parte, la ha tenido muy presente y que para ella es el gran regalo de despedida. Su desarrollo es serio y pormenorizado y gracias a su agudeza analítica el P. Juanes ha sido capaz de desenmarañar con éxito toda la complejidad del tema. Felicito de corazón a la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía que hayan decidido publicar esta obra del P. Juanes librándola del olvido en algún viejo archivo y le auguro mucho fruto espiritual a todo el que lo lea. Ya en el gozo del Señor, el P. Juanes se sentirá profundamente satisfecho de su publicación.

+ Mons. Francisco José Arnaiz, S.J. Obispo Titular de Leges Emérito

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Del Provincial de la Compañía de Jesús A propósito de la Santidad Llamados a una Vida Santa. Así se titula el último libro del P. Juanes. Es su propio testimonio ya maduro del camino de la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía que él mismo fundó. Nos habla de la importancia de unir el llamado a la santidad con el camino de vivir en comunidad. Para el P. Juanes, el hombre y la mujer de hoy, no nos damos cuenta de que lo esencial en este mundo es la vocación a la santidad, precisamente porque no valoramos la vida comunitaria. Podemos ser tentados a una vida comunitaria sin santidad o a caminos de santidad que no tengan que ver con la vida comunitaria. La santidad es un misterio de comunión en Cristo, es “un llamado que nace en la eternidad y se orienta a otra eternidad personal, única, definitiva en Cristo” (p.39). Implica un modo de vivir, una manera de relacionarnos con el mundo, con las cosas, con aquellos que convivo, que debe parecerse al camino de Jesucristo en comunidad. Es un llamado único y personal: “No se sustituye por nada; nadie te puede sustituir. Se dirige al centro de tu persona. Se trata de una experiencia personalizada que va germinando y madurando con la vida” (p. 38). Llamado personal que se sostiene en la comunidad de creyentes porque normalmente en la experiencia de nuestra vida cotidiana según el mundo, nada parece evidenciar que fuimos salvados del abismo, ni que haya un abismo que superar, ni que tengamos un llamado a la santidad, ni que ese llamado implique comunión. También no se trata de un llamado místico, sino de fe. “La tentación que puede asaltarnos no va a ser, ordinariamente, la tentación de la vanidad de seres excepcionales, sino la tentación de la incredulidad” (p.21). Lo que realmente cuesta creer es que la misión de Jesucristo es una revelación 189


salvadora, que él nos ha salvado de un terrible abismo entre el cielo y la tierra, entre Dios y los hombres, que su misión ha sido la de instaurar el reinado de Dios en este mundo, que fuimos salvados por un misterio de filiación y que gracias a ese misterio, somos y podemos considerarnos hermanos. Por eso: “Necesitamos hombres y mujeres regenerados en Cristo, conocer lo que somos. Podríamos afirmar que resulta un sin sentido caminar por la vida, consumir nuestra existencia sin que lleguemos a percatarnos de nuestra realidad de hijos auténticos del Padre, redimidos por Cristo que nos introdujo en la vida nueva que cae bajo la acción transformante y santificante del Espíritu” (p. 69) Por último, para el P. Juanes la santidad implica perseverancia. El mismo Espíritu por el cual se obró la encarnación del Hijo de Dios, es el que para nuestra salvación fue derramado por la muerte de Cristo en nuestros corazones. Ese derramamiento del Espíritu por la muerte y resurrección de Cristo es nuestro lazo de unión a Cristo, donde quiera que esté estamos para él religados y orientados por ese Espíritu hacia Jesucristo. “Sin que huela a exageración, parece que ésta es una diferencia fundamental entre los santos y nosotros los cristianos vulgares: la perseverancia en el sufrimiento de Cristo. Su llamada implica este comportamiento. No nos invita para unos días, ni para unos años. Su amor supera toda limitación. Nos llama a seguirle durante toda nuestra existencia, aunque el seguimiento se vaya realizando en un itinerario progresivo; proceso que depende del misterio de su gracia, que a nadie niega y que acoge nuestra humilde cooperación”. (p. 79).

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El camino perseverante de santificación es precisamente el camino de transformación de nuestra propia individualidad viviéndola en comunidad. Necesitamos esa comunión que viene de lo alto, que nos devuelve la confianza en nosotros mismos, confianza en Dios y en todo lo bueno de este mundo. Agradezcamos al Señor “tanto bien recibido”, como nos lo recuerda San Ignacio, por ese camino de Santidad del P. Juanes, para que enteramente reconociéndolo, en todo podamos más amar y servir.

P. Fernando Polanco, S.J. Provincial de las Antillas

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De un Ex Provincial de la Compañía de Jesús y Escritor de Libros Un hombre del Espíritu Conocí al P. Benigno Juanes en la Habana, en septiembre del año 1959, cuando yo empezaba mi segundo año de Noviciado y él era el ayudante del Maestro de Novicios. En ese momento la bondad de su gran corazón aparecía parcialmente velada por el cargo que desempeñaba, que exigía de él la tarea de inculcar las pequeñas normas que hay que enseñar a los que empiezan un camino tan diferente y nuevo como ha sido siempre la vida religiosa. Desde entonces he seguido con agradecimiento su trayectoria de servidor fiel y profundo sin muchos aspavientos. Es difícil escribir con grandes adornos de una persona que nunca los utilizó para maquillar su imagen y sus propuestas apostólicas. Tal vez heriríamos su sensibilidad si utilizásemos los superlativos para hablar de una vida que se movió en la discreción con la que Dios normalmente va llevando adelante su reino en la historia. Creo que el P. Juanes fue un hombre que se dejó conducir por el Espíritu que promovió el Concilio Vaticano II. A él lo llevó a renovarse interiormente y a marcar con un sello de autenticidad personal toda su misión. Después de pasar muchos años en la vida escondida de la formación de los jóvenes jesuitas, dejó a un lado su conocimiento de los clásicos latinos y griegos, y se sumergió en la tarea de formar a los laicos para vivir la fe en el mundo moderno. Antes del Vaticano II, la espiritualidad se desarrollaba bastante desligada de la teología, con una pérdida para la teología que ya no se nutría fundamentalmente de la experiencia de Dios, y con una devaluación de la espiritualidad que podía diluirse en sentimentalismos y devociones que dejaban al margen la riqueza de los grandes teólogos que pensaron la vida cristiana

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desde la hondura de la experiencia espiritual. La propuesta del P. Juanes unía el encuentro con Dios de un orante asiduo, el rigor de la teología que cultivó con gran dedicación en las numerosas obras que escribió y el empeño en acompañar una formación sólida en las personas que cultivaba. Captó muy bien que entrábamos en la Iglesia de los laicos. La disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales y el protagonismo creciente de los laicos, especialmente de la mujer, configuraban el nuevo rostro de la Iglesia. Acogió con entusiasmo el servicio que le propuso la Iglesia dominicana para dar formación a los miembros de la Renovación Carismática. En ese proceso nació la “Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía” como un fruto natural de la experiencia de Dios, de la profundización teológica y del servicio a los demás, de manera especial a los pobres. Después de la experiencia de la Anunciación, María se pone en camino para compartir con su prima Isabel el momento de gracia que viven las dos y para servirla con cariño en el proceso del embarazo y del parto. La matriz en la que fue formado el P. Juanes es la espiritualidad ignaciana, que tiene su centro en los Ejercicios Espirituales. Los Ejercicios no son sólo para jesuitas, sino también para todo tipo de personas que quieran situarse ante Dios y orientar su vida según la propuesta que Él les ofrezca como gracia. Son “para venir en perfección en cualquier estado o vida que Dios nuestro Señor nos diere para elegir” (EE 135). En los Ejercicios fue iniciando a los miembros de la Comunidad de la Visitación, y finalmente también formó a muchos de ellos para que pudieran acompañar en esa experiencia a otras personas. Nunca tuvo mucha salud, y daba la impresión de que era el “pabilo vacilante” que en cualquier momento se podía

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extinguir. Pero así trabajó siempre y su vida fue una gran entrega hasta el final. Supo dosificar los talentos y la debilidad, sin contradicción ninguna, pues los límites son un espacio de encuentro con Dios y con los demás, no necesariamente un obstáculo, cuando sabemos situarnos ante ellos de manera evangélica en el seguimiento del Hijo encarnado que se limitó a sí mismo al entrar en la historia humana. Termino con una anécdota que resume su sencillez y su profundidad. Cuando yo era Provincial de las Antillas vino a pedirme permiso para escribir “algunos libritos”. Acaba de publicar más de veinte libros de formación espiritual y teológica. Cuando yo le pregunté cuántos serían los libros, me respondió con toda paz: “Esta vez, sólo unos quince”.

P. Benjamín González Buelta, S.J.

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De un Ex Provincial de la Compañía de Jesús y actual Maestro de Novicios El dedo eclesial y sin fronteras del P. Juanes Cuando entré en la Compañía de Jesús, en diciembre del 1976, el P. Juanes ya era para mí una persona “muy mayor”. Me río ahora, al verme a poco más de 5 años de los años que él tendría entonces -60 recién cumplidos- y preguntarme cómo me estarán viendo los más jóvenes. Además, era uno de los compañeros más discretos y de un trabajo y servicio hechos desde lo escondido y sin nada de bulla. Siempre de mirada cariñosa y dulce –lo cual iría creciendo todavía más con el tiempo, aunque al inicio su timidez le cubría para mí con un cierto halo de misterio. Nunca nos tratamos mucho en esos mis primeros años de formación. Yo le iría conociendo luego, también algo de lejos, por sus libros y por su trabajo minucioso. Aunque aún no había leído ninguno, me impresionaba ese estilo de ir haciendo colecciones de más de 20 volúmenes que se iban editando en orden salteado. No lo podía creer, y me admiraba de tal sistematicidad y rigurosidad perseverante que acababa completándolos finalmente todos, de modo que al final cualquiera pensaría que fueron escribiéndose y haciéndose en forma continuada del uno al veinte y pico. Más tarde, al leer en particular los que tenían que ver con el discernimiento espiritual ignaciano, me di cuenta de la fineza teológica y espiritual que en ellos se condensaba. Había oído varias veces los comentarios cariñosos de mis compañeros compartiendo el bien que le había hecho a Juanes la Renovación en el Espíritu y el cambio inimaginable producido en algunas dimensiones de su temperamento. El Juanes que recordaban, de su tiempo de ayudante en el noviciado y juniorado de Los Teques, en Venezuela, los había marcado por su rectitud y una gran exigencia de sí y de los demás desde el magis ignaciano asumido en la 195


mejor tradición de la Compañía. Este talante no había quedado ni quedaría nunca atrás. Lo de admirar, y que no cabía en su imagen anterior de él, era una muchísimo mayor expresividad y libertad en dejarse querer y en compartir su ternura, madurada ahora con las canas. Esto no sin un cierto recato, todavía, que delataba su timidez mayor de otrora. En realidad no era más que la otra cara del aporte que, por su parte, el P. Juanes le había hecho a la Renovación: una mayor profundización y reflexión teológica, y la espiritualidad Ignaciana. No fue hasta mi primera Congregación Provincial, siendo Benito Blanco Provincial, que caí más en la cuenta de ello. Benito pidió a Juanes que nos compartiera sus experiencias de fundar y acompañar durante más de 15 años –para ese entonces– la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía. Yo no salía de mi asombro al oír a ese viejito de voz delicada y tierna, carraspeada por la fragilidad de sus cuerdas vocales, a veces rayando en lo inaudiblemente excelso, presentar un programa tan bien pensado de formación laical, de constitución de verdaderas comunidades de vida y fe en esas “familias” en que la Comunidad mayor se organiza. La minuciosa preparación de seglares en teología y en el hacer y dar Ejercicios Espirituales ignacianos anualmente de 3, 4, 5, 6 y 8 días, que se adelantaba en muchos años al promover tal tipo de protagonismo laical en áreas anteriormente limitadas fundamentalmente a sacerdotes, religiosos y religiosas. Me sentí muy agradecido a Dios por lo que hacía a través de este compañero nuestro, su instrumento dócil y emprendedor. Al mismo tiempo me veía tan pequeño y tan desafiado a dar también lo mejor de mí de esa manera discreta y acompañante. Esta dimensión del acompañamiento tan cercano y de conducción compartida con el laicado sería lo que tendría chance de constatar con más fuerza en los años que me tocó ser su Provincial. Todo un ejemplo de liderazgo corresponsable, participativo y de seguimiento sistemático. Además pude vivir con él su amor inmenso a la Compañía de Jesús y su 196


talante jesuítico. Siempre consultando las decisiones más importantes, colocándose a la disposición de la Provincia, de su misión y necesidades más perentorias, con una apertura de conciencia como la de un novicio, en transparencia y donación total de sí, deseoso de que la Compañía y la Provincia se sintiera cada vez más cerca, y viviera también como suya esta obra de la que nunca se sintió dueño y a cuyas laicas y laicos infundió al mismo tiempo un sentido de sana autonomía y de vinculación asociada a la Compañía. Quizás el signo más visible de ello, aunque ni mucho menos el único, es la seriedad con que consagradas y no consagradas de la Comunidad de la Visitación han asumido estos años la administración de las Casas de Ejercicios Manresa Loyola y Altagracia. Gozo inmenso fue para mí también sentir el dinamismo misionero y apostólico de la Comunidad con su presencia internacional en Coamo, Puerto Rico desde hace 20 años y saber de sus inicios en Nueva York, Medellín, Montevideo. Aquí también se descubre el dedo eclesial y sin fronteras de Benigno Juanes s.j. Le doy tantas gracias a Dios, ahora más, por el modo y el tiempo en que nos lo dejó. Sus últimos años de vida pudimos experimentar la delicia ver cómo en tanta debilidad física brillaba con más fuerza su gracia y su vitalidad, renaciendo tantas veces, leyendo, aconsejando y publicando hasta el final, acogiendo también con alegría este paso al abrazo definitivo y eterno de Aquel por quien vivió, sirvió y entregó sus sueños y anhelos, sus deseos más hondos, su reflexión y escritos, y su sencillez generosa, creativa y generadora de Reino, dejándose querer y servir por quienes tanto amó.

P. Jesús Zaglul, S.J.

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Del Asesor Espiritual de la CVE Un Jesuita para los demás por ser un hombre de Dios En la última instrucción que le ofreció el padre Juanes a la Comunidad de la Visitación (mayo 2009), decía que era un atrevimiento de su parte hablar de la resurrección del Señor. Del mismo modo, parafraseando esas palabras, hoy es un atrevimiento de mi parte decir algo sobre el padre Juanes. No se si soy la persona indicada, dado que hay tantas personas que le conocieron mejor que yo. Por eso lo veo como un atrevimiento de mi parte. Pues bien, en este espacio quiero destacar cuatro aspectos que considero esenciales en la vida de Juanes: oración, discernimiento, silencio y escucha. Con todo esto sólo quiero aproximarme a los mismos, en cuanto a lo que significaron en la vida Juanes. En principio, todo seguidor de Jesucristo, para serlo realmente, tiene que adquirir ciertas herramientas que le permiten labrar personal y eclesialmente un camino sólido de perseverancia, entrega y servicio. Indiscutiblemente, Juanes fue un hombre de oración. Esto le permitió abrirse al Espíritu del Señor y, por consiguiente, acoger los signos de los tiempos en la época de cambios y cambio de época que le toco vivir; situación esta que se ha acelerado increíblemente desde finales del siglo pasado. Para Juanes, como para otros cristianos, la oración es la fuerza vital que lo encausó siempre a dar respuestas a lo que sentía venía del Señor y a la realidad contextual que se imponía. Podemos decir que la oración le llevó a estar atento al obrar de Dios y, desde ahí, a asumir un modo particular de entrega, disponibilidad y servicio. Sin la vida de oración que llevó Juanes, creo imposible ajustarse a lo que el Espíritu viene suscitando en el corazón de la Iglesia.

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Sin oración no hubiese podido responder a la invitación de Dios que se le proponía a través del llamado a sus superiores; tampoco hubiese sido capaz de asumir los distintos servicios de la compañía de Jesús y en las diferentes etapas de su vida, para luego empezar una nueva ruta en servicio de Dios nuestro señor: como bien aparece en el lenguaje de San Ignacio. En cuanto a discernimiento, Juanes fue un devoto y un místico de esta práctica. Acuñó lo que es, desde el horizonte cristiano, un verdadero discernimiento. Puesto que el verdadero discernimiento tiene como principio básico el auxilio del Espíritu y, por lo tanto, se impone una actitud de espera que rompe los intereses particulares, mezquinos, parciales y precoces. Por el discernimiento Juanes supo acoger la novedad del Espíritu que se le imponía como don y gracia del Señor, para bien y extensión del propio reino de Dios. En ese sentido, creo que nos trazó un camino que precisamos seguir trillando; porque es desde ahí como seremos capaces de avanzar al modo de Dios y no al modo nuestro, pues, entendemos que muchas veces estamos dominados por necesidades e intereses particulares que no están condensadas en el deseo de Dios. Juanes avanzó en descubrir y hacer la voluntad del Señor, porque acogió un aspecto central de nuestra identidad cristiana: el discernimiento. A partir de la oración y el discernimiento, mirando atentamente a la persona de Juanes, se desprenden dos aspectos relevantes: el silencio y la escucha. A partir de aquí entendemos que la oración y el discernimiento modelaron la vida de Juanes, todo esto tiene como base el silencio y la escucha. No es posible ser persona de oración y discernimiento, si el silencio y la escucha atenta de lo que el Señor quiere y de lo que impone la realidad, acompañan un modo de ser y proceder. Tanto el silencio como la escucha fueron ejercitados por Juanes. Es el resultado de una vida de 199


intima unión con Dios, que acuña un modo particular del obrar de Dios en muchos cristianos. En resumen, considero que estos cuatro elementos constituyeron: primero, la capacidad para acoger un modo particular de ser cristiano al estilo de San Ignacio y, segundo, hizo posible que Dios siguiera obrando interrumpidamente en todo lo que Juanes emprendió movido por el Espíritu. Aunque esto se diera en distintos escenarios de la sociedad y de la vida de la Iglesia. Al respecto recordemos que Juanes era español, estuvo en Venezuela y, luego, pasó gran parte de su tiempo en República Dominicana, dedicó tiempo a la formación de otros compañeros jesuitas, se formó en las lenguas clásicas para formar a otros y, finalmente, conoció la corriente de gracia –denominada- Renovación Carismática Católica: a ésta le dedicó un tiempo especial de su vida. Todo esto fue por ser un hombre de oración, discernimiento, silencio y escucha: porque entendió que tal irrupción del Espíritu Santo, a pesar de los desvíos y exageraciones que a veces se dan en ese medio, es algo realmente del Señor. Por tanto, hay que seguir acogiéndola, formándola y acompañándole. Como dijo en la última instrucción, referida antes, respecto a nuestro encuentro con Dios después de la muerte, Juanes ha recibido el abrazo eterno del Padre. Desde ahí él está intercediendo para que seamos cristianos de verdadera oración, discernimiento, silencio y escucha. Y así seamos, también, hombre y mujeres para los demás por ser hombres y mujeres de Dios.

P. Juan de Jesús Jiménez P., S.J.

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Del Encargado de Enfermería de Manresa Loyola Sus últimas Horas El P. Juanes siempre fue una persona muy tranquila y lúcida. Luego de salir del centro medico, para pasar aquí los últimos cuatro días, antes de su muerte, tenía un espíritu alegre, obediente a sus medicamentos y manifestaba su agradecimiento por todas las personas que le habían ayudado, de manera especial por la Compañía de Jesús. El sábado 30 de mayo del 2009, día de su muerte, estuve con él solo en su habitación y estaba sentado en un sillón de posición. Comió toda su cena al final de aquella tarde y estaba muy tranquilo y en paz. Salí de la habitación a llevar los platos a la cocina y cuando regresé lo encontré con las manos abiertas en actitud de oración. Había iniciado un Padre Nuestro, luego siguió con un Ave María y se fue apagando como una pequeña vela, sin sofocarse para nada, hasta que finalmente muere alrededor de las 7:30 de la noche, sin ningún tipo de dolor. Murió lleno de paz interior.

Hermano Olmes Vega Compañía de Jesús

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Del Encargado de Mantenimiento y Ministro de Manresa Loyola Testimonio de un Paisano y Compañero Conocí al padre Juanes, cuando quien suscribe ingresaba al Seminario Conciliar de Salamanca en el año 1933. Tenía él para ese entonces, 17 años, pues había entrado al Seminario desde los 13 años de edad. Éramos paisanos de Salamanca, aunque él había nacido en Carbajosa de Armuña, un pequeño pueblito que está a unos 12 Kilómetros de Salamanca. En esa ocasión nos presentamos y poco después se trasladó al Seminario de Comillas, en Santander, para ser Jesuita. El destino nos volvería a juntar en Cienfuegos, Cuba y luego en Manresa Loyola de Santo Domingo. Desde su adolescencia, siempre me llamó la atención, su silencio, dedicación, entrega a su trabajo con mucha seriedad y extraordinario en el servicio a los demás. Llevaba una vida en completa humildad, coherencia y dedicación a los estudios. Realmente fue un hombre de Dios, que trataba a todos por igual, sin ningún apegamiento a nada. Fue un sacerdote ejemplar.

Hermano Severiano Martín (92 años) Compañía de Jesús

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De la Encargada del Comedor de los Jesuitas de Manresa Loyola Recuperación de mi Nieta Mi hijo Antonio Corcino, tiene una hija llamada Abril, quien desde su nacimiento, padece de falta de crecimiento del cerebro, que consiste en el cierre prematuro del cráneo, por lo que le habían realizado cirugías para que se pudiera desarrollar. A sus 10 años todavía no podía expresarse, debido a su enfermedad. Entonces, un domingo en la tarde, el padre Juanes tenía la puerta de su habitación abierta y le solicité permiso para que bendijera la niña, pues mi hijo estaba desesperado y mi nieta no se desarrollaba con normalidad. Él padre me preguntó: “Que si ellos eran católicos y que como eran ellos”. Yo le respondí: Que eran una familia de la Iglesia. Luego él se acercó a la niña y oró por ella y le impuso las manos en la cabeza. Posteriormente, a pocos días del hecho, la niña comenzó a hablar con cierta normalidad, lo que no había ocurrido durante sus 10 años de vida. Doy Gracias a Dios, por la mejoría significativa de mi nieta y por haber conocido al padre Juanes, ya que era un sacerdote ejemplar y de una meditación constante.

Leonidas de los Santos (Doña Leo)

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De la Coordinadora del Consejo Nacional RCC Mi caminar con el Padre Juanes Para mi fue una bendición de Dios haber conocido una persona con un alma tan pura y de tanta bondad como la del Padre Benigno Juanes, quien con su sola presencia transmitía mucha paz, aliento y consuelo, porque respiraba santidad hasta por los poros. Tuve la dicha de tratarle bien de cerca y de recibir de él sus sabias enseñanzas. Durante muchos años caminé a su lado por lo que son muchas las vivencias que compartí con él. Gozaba de su confianza y acudía a él cada vez que necesitaba de sus sabios consejos, siempre me recibía con una sonrisa y con mucho cariño. En una ocasión me preguntó que si me dejaba corregir y le contesté: “Padre, si no me dejo corregir no crezco espiritualmente”. Una de las cualidades que admiraba del P. Juanes era: que siendo una persona con tanta profundidad espiritual, actuara con tanta humildad y sencillez, dando un trato igual a cada una de las personas que nos acercábamos a él, por lo que podíamos pensar que gozábamos de un cariño único. Otra cosa que me impactó fue su silencio, escuchaba con mucha atención, sin embargo no hablaba mucho, ojala que lo pudiera imitar y ponerlo en práctica.

Joaquina de Marte

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De la Primera Colaboradora del P. Juanes en la RCC Recordar En 1975, yo estaba viviendo una crisis espiritual, estaba en tiempo de desolación, sola, aparentemente sin Dios, y le pedía a El que viniera en mi auxilio. En ese preciso momento me invita una hermana en Cristo a un grupo de oración de la Renovación. Ese día conocí al Rev. P. Benigno Juanes, pues él también había sido invitado a asistir al grupo. Las personas que dirigían el grupo se trasladaban de Santo Domingo a San Cristóbal, que era donde residíamos en ese tiempo el P. Juanes y yo. Cuando terminaron su labor de enseñarnos a dirigir los grupos de oración, nos dijeron que siguiéramos nosotros y él nos dijo: “Hay que formarse”. Inmediatamente, comenzó a darnos clases, formamos cuatro grupos de oración, cada uno con dos servidores, a mi me pusieron junto al P. Juanes. Fue entonces cuando verdaderamente conocí. El daba la instrucción y yo la dirigía. Después de un tiempo, el me invita a dar la instrucción y él dirigía. Cuando le dije que como seria eso, me contestó: “Tú puedes, ponte en oración y prepárate”. Un tiempo después, me dijo que teníamos que preparar un retiro abierto y me pidió preparar una charla sobre el “Amor de Dios”. De nuevo mi protesta, me dijo: “Tú puedes, ponte en oración y prepárate”. El padre Juanes era una persona que a pesar de su formación académica y la sabiduría de Dios, no se enorgullecía, pues era muy humilde. Para mí era una persona fuera de serie que siempre trató de vivir al estilo de Jesús, siguiendo el evangelio en su propia vida. En pocas palabras: Un santo en la Tierra”.

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Cuando vino a vivir a Manresa Loyola, yo estaba en Santo Domingo. Inmediatamente se dedicó a trabajar en la Renovación a tiempo completo y me puso a trabajar también. Asistía a todos los Seminarios de Vida en el Espíritu. Era muy celoso de todo lo que se hacía en ellos. Decía que los Seminarios eran la perla de la Renovación. En el año 1981 fundó la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía. La primera reunión, a la cual asistí fue el 1 de noviembre de 1981. A partir de ese momento, durante 28 años que vivió con nosotros formándonos, su objetivo fue enseñarnos a realizar personal y comunitariamente el compromiso bautismal, la santificación personal y el trabajo en el Reino de Cristo, teniéndole a El como supremo modelo de toda perfección, siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo y teniendo el ejemplo y la intercesión de María en el misterio de su Visitación.

Elena de Medina

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De un Pilar de la Renovación Carismática Católica Anécdota con el R. P. Benigno Juanes A principio de la década de los noventa, el entonces ICCRS (International Catholic Charismatic Renewal Services ), no se si esta bien escrito en ingles, estaba elaborando los estatutos de la Renovación para ser aprobados por el Pontificio Consejo para los Laicos de nuestra Iglesia Universal, y aquí en República Dominicana, el Reverendo Padre Benigno Juanes, tenía un pre borrador del mismo, el cual debía ser conocido por el Equipo Nacional del cual yo era, en ese entonces, el Secretario Nacional; por ese motivo él me llamó a su presencia y leímos en común el documento que tenía. Todo el contenido para mí era realmente perfecto, pero el Padre Juanes después de haberlo leído interactualmente me dijo tímidamente: “En esto hay algo que a mi no me parece correcto y es el nombre que se le ha dado a la Renovación, para mí el nombre adecuado debe ser Renovación de la vida Cristiana en el Espíritu Santo ó en su defecto Renovación Cristiana en el Espíritu Santo” y como pensando en voz alta me dijo, proféticamente, “algún día ese será el nombre de la Renovación”. En ese entonces esto del nombre no me pareció muy importante pues todos nos llamábamos carismáticos, así se nos conocía a nivel mundial, pero hoy después de 20 años caminando en el Espíritu e impartiendo la materia La Acción del Espíritu Santo en el corazón de los fieles, en la Escuela de Formación de la Renovación de la Arquidiócesis de Santo Domingo, he descubierto cuanta verdad y cuanta sabiduría espiritual había en aquel comentario del Padre Juanes. Lo importante no es tener carismas, lo importante es tener el Espíritu Santo inhabitando en el corazón porque los

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carismas son frutos que proceden del Espíritu Santo y no hay carismas si no esta presente el Espíritu Santo y cuando el Espíritu Santo esta, siempre habrá carismas...

Andrés Smester

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De la Coordinadora del Consejo Arquidiocesano de la RCC Del corazón para el padre Juanes Transitar en esta vida de una manera cercana con alguien tan especial como el P. Juanes, es haber recibido de nuestro Padre Dios una gran bendición. Ese gran ser humano, físicamente diminuto, espiritualmente un gigante, manifestando siempre su imagen y semejanza de Dios, acogido mandato de Jesús de tener un corazón manso y humilde, de donde, como ríos de agua viva, brotaron las sabias orientaciones, consejos, correcciones que venían envueltas en el amor de Dios . Su ejemplo nos afianzó en entender con mayor claridad, el amor personal e incondicional de Dios, que nos ama tal y como somos. Todas y cada una de la personas que de una u otra manera compartieron con el P. Juanes, recibimos su cariño cargado de respeto y comprensión y aunque no lo expresáramos, nos sentíamos como el mas querido de el, por esa forma de actuar de un padre amoroso, preocupado, que quiere todo lo mejor para sus hijos, creo que muchos experimentaron esa misma experiencia de ser el más querido. Como una de mis experiencias personales • Mi confesor y guía espiritual (1978-2009) • Como muchas veces le comunique: El padre que yo no tenia, que siempre me acogió con sus brazos abiertos para guiarme, corregirme con amor y caridad • El amigo, inseparable siempre fiel que estaba atento para apoyarme en cualquier situación en que me encontrara sin reproches y para hacer que yo sintiera su 209


dulce compañía con su ternura y su amor acompañado de una oración • El hijo, independientemente de la diferencia de edad entre él y yo, durante largas años como un hijo amoroso, fue la primera llamada que yo recibía el día de las madres, igual cada ocho de diciembre (mi cumpleaños), para desearme bendiciones para mí y mi familia; felicitarme por ser una madre tan especial (según su opinión), porque el compartió de cerca la experiencia familiar, de que de nuestros 4 hijos, una era minusválida durante 38 años y el consideraba un gran sacrificio y me decía: “Dios te ama mucho y con un movimiento afirmativo de su cabeza, decía: “mira que el Padre Dios depositara su hija desvalida, para que tú con tanto amor se la cuide y a pesar de eso te sigue llamando a servirle en otros ministerios y tú, responde aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. Esas palabras de un ser tan espiritual y querido por mi, me hacían sentir la madre mas feliz. Caminar con nuestro querido P. Juanes es entender que nos acompaño un verdadero hombre de Dios, que su proyecto fue siempre el de su Padre Dios, de de ser santo y perfecto a imagen de su Hijo Jesucristo. Su ejemplo nos motiva a que todos reordenemos cual debe ser nuestra prioridad: una verdadera conversión y vivir en santidad.

Yolanda Hirujo

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De la Responsable de la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía Los caminos del Señor ¿Cómo pagaremos al Señor tanto bien que nos ha hecho? Es la frase bíblica que resuena en mí mientras escribo estas líneas sobre el P. Benigno Juanes, s.j., sacerdote muy querido por todos aquellos que le tratamos de cerca y que nos pareció, por su trato bondadoso, tierno, comprensivo, amoroso, estar tocando la mismísima cercanía de Dios. No es atrevido decir que, para muchos de los miembros de la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía y de la Renovación Carismática, fue un padre espiritual, un maestro, un orientador sabio, prudente, y humilde, de una entrega al servicio y a los demás que no conocía cansancio ni excusa por enfermedad. Todo su deseo estaba en acoger las almas para aliviar sus penas, conducirlas a Cristo y orar para que ellas permanecieran en Él, desde el lugar a las que el Señor les llamaba sirviéndole en los demás. Le conocí a través de una hermana que se acompañaba espiritualmente con él. En una ocasión ella no tenía como llegar a Manresa Loyola y me pidió que la llevara. En el camino le comenté que en ese tiempo estaba pidiendo al Señor me condujera a un sacerdote que me pudiera guiar espiritualmente porque se había prendido en mi un gran deseo de conocer la voluntad de Dios, la concreta y especifica que sabia tenia para cada uno de sus hijos, pero que tendría que ser alguien que ya conociera un poco, porque, pensaba, que difícil seria empezar a hablar, desde el corazón, con alguien que uno no conocía. Para mi sorpresa, mi amiga, ese mismo día, acortó su tiempo de dialogo con el P. Juanes, y cuando vine a darme cuenta estaba sentada, junto a él, en el fondo de la capilla principal de Manresa Loyola. No solo eso, como si le hubiera conocido desde siempre, abrí mi interior y en poco tiempo le dejé ver todo lo que había dentro… 211


en esos días sufría de insomnio y tenía varias semanas sin poder dormir una noche completa. Todavía hoy recuerdo vivamente su mirada serena, llena de paz y mansedumbre. Hablamos y me citó para la semana siguiente. Esa noche me preparé para el sueño interrumpido. Puse la cabeza en la almohada y un ruido fuerte me levantó…había amanecido y un camión que pasó cerca de la casa había ocasionado el estruendo, pero del sueño que me despertaba, no era el camión que lo interrumpía sino la imagen de la mirada del P. Juanes que había experimentado al estar con él en Manresa. Esa mirada despedía una luz fuerte que ocasionaba a su vez como un sonido de trueno. Feliz me di cuenta de que había dormido toda la noche! Desde ese día en adelante el Señor a través de su siervo había empezado a sanar mi interior. Un tiempo después me pidió hablara con Altagracia de Castillo – que tenia “algo importante que decirme”- ese algo importante era hablarme de la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía y, preguntarme si quería hacer la experiencia de esa vida comunitaria; con esa invitación empezaría un camino inimaginable de amor de Dios a borbotones, de calidez fraterna, de alegría en el servicio, de sanaciones, una tras otra, de dificultades también, pero vividas con apoyo, fortaleza, cercanía de las hermanas de la familia espiritual y en especial de Altagracia que con su amor y suavidad en el trato, muy similar a lo que percibía en el P. Juanes, me enseñó, entre otras muchas cosas más, el valor del servicio desinteresado y la alegría de estar disponible para los demás en sus necesidades por amor a Jesucristo. Poco a poco fui descubriendo que la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía era el lugar, en la Iglesia, a la que el Señor me invitaba para conocer su voluntad, seguirle y estar a su servicio. Se me encargó al poco tiempo trabajar con el P. Juanes en la publicación de la Colección Torrentes. Ya él le había 212


entregado a Josefina de Cruz el primer tomo, triste porque había tratado de publicarlo y no había sido posible. Ella, con la certeza que da la fe y junto a Altagracia, la Responsable de entonces, se dieron a la tarea de recaudar fondos para su publicación. Luego de los primeros dos tomos, continuamos la labor durante unos diez años, en los cuales se publicaron dos libros por año, pudiendo completar lo que pensamos era sólo un sueño por la falta de recurso inicial y la precaria salud del padre. Nos parecía que con cada libro nuevo que salía el padre cobraba nuevos bríos para vivir. Por eso, al finalizar esta, inmediatamente nos encomendó comenzar a trabajar con la siguiente: Colección Senda, cuyos temas siguen la línea de los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio. Su empeño, dedicación, constancia, disciplina en el trabajo, seguimiento personal a lo entregado fueron una verdadera escuela de virtud y de crecimiento en la fe, para todo el equipo que estuvo cerca durante todos esos años hasta su ida a la casa del Padre. Su trabajo tesonero por la extensión del Reino de Dios, a quien amó con todas las fuerzas de su corazón, de todo su ser, nos han dejado, en estos libros, un legado que le hace de alguna manera permanecer entre nosotros, enseñando, sacando del error con la sana doctrina, formando y “cristificando” a través de ellos a una buena porción de la Iglesia, a través de la RCC y la CVE, no solo en nuestro país, si no en muchos otros a donde las Colecciones han llegado: Estados Unidos, América del Sur, Centro América y Europa. Muchos de ellos están traducidos al italiano y al portugués. Como anécdota de buen humor, en una ocasión se estaba entregando para impresión uno de los libros de la Colección Torrentes a Amigo del Hogar y un empleado que manejaba los equipos, teniendo en sus manos el material y habiendo trabajado con varios de los primeros números, nos miro fijamente y con aire de ingenuidad nos pregunto: “dígame… este cura no da misa, verdad que no”? Nos reímos con él y una vez mas caímos en la cuenta de la gran capacidad de 213


trabajo que tenía el padre a pesar de su avanzada edad. Así, se empleaba a fondo el P. Juanes en cada cosa que hacia…dando la impresión de que solo hacia eso que tenía por delante, más aún con las personas que acompañaba espiritualmente; a todos-as dió un grandísimo amor y atención particular haciendo sentir al acompañado que a su caso, a su alma se entregaba como si fuera el única. Hoy cada uno que le trató de cerca sabe que estaba ante la presencia de un alma muy querida por Dios y que destilaba santidad con su mera presencia. La obra que dejó continua, dentro de la Iglesia, como parte de ella, asistida y movida por el Espíritu Santo que la inspiró y continuamente llamando a los obreros que en cada tiempo trabajarán en esta pequeña porción de la Viña.

Miri de Ginebra

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De la Primera Responsable de la CVE Experiencia Lo conocí en 1982 en el equipo Sede de la Renovación, cuando fui llamada a servir en dicho equipo. Experiencia vivificante y transformante fue para mí tratar regularmente a una persona tan dócil de espíritu, como era el padre Benigno Juanes, S. J. Me invitó a colaborar con él en la búsqueda y acompañamiento de nuevos miembros para la recién formada Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía, la que contaba con un grupo en sus inicios en el año 1981. Por varios años tuve el regalo de transportarlo, cada lunes, de Manresa Loyola a la calle Lea de Castro, donde se reunía el equipo Sede. Fue una escuela de aprendizaje espiritual y humano, aprendiendo junto a él, de su sencillez y humildad, su sabiduría y discernimiento, que se percibía en que cada una de sus palabras, aunque no fui de la mejor de sus alumnas. Tuve ocasión de tocar de cerca la persona del Resucitado que el padre Juanes transparentaba. Luego, en la Comunidad, al ir asumiendo por iniciativas de el nuevos retos y compromisos apostólicos, las orientaciones y enseñanzas de él me ayudaron a ir descubriendo mejor el amor de Dios; su plan de salvación y mi consecuente compromiso bautismal; compromiso de cada uno, como respuesta al amor gratuito del Padre. Su ejemplo de servicio y abnegación, humildad, acogida, sonrisa siempre pronta (aun en medio de dolores físicos fuertes) fueron tantas veces para mí y mucho de los que le conocieron, motivación para querer ser mejores como personas y creyentes; motivaciones que ayudaron a iniciar proyectos comunitarios, donde cada hermano(a) encontrara el lugar donde el Señor quisiera disponer de él o ella, que descubriera los dones recibidos, y ponerlos al servicio del reino. 215


Encontré siempre en él a un papá cariñoso, amigo, confidente, consejero, maestro y guía en mi vida interior. Me ayudaba a discernir y descubrir la acción del Espíritu, sobre todo, en la difícil tarea de gobernar y tomar decisiones, que no siempre se hace fácil. Me animaba en las dificultades, y sobre todo, su oración y bendición era una gracia que nunca me perdía en cada uno de los encuentros en que, por mi trabajo junto a él realizábamos. Durante muchos años Dios me regaló tan singular regalo, al asumir otras personas mi lugar en la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía. Trataba de que también ellas fueran recibiendo ese bien. El Señor a través de el sano mi timídez, y poco a poco fui una persona más extrovertida. Conocí mejor el amor de Dios hacia mí; me arriesgue a enseñar a otros lo que había recibido, experimente la misericordia y el amor de Dios por mí. Entendí que la santidad es para todos y es posible en el estado de vida ordinaria, y gracias a su constante enseñanza sobre la santidad, sobre todo con su vida, tengo más claro que aun, con mis caídas y retrocesos, si confió en la misericordia del Señor, tengo esperanza. El padre Juanes hacia que esta verdad no sólo fuera conocimiento, sino que se hacía convencimiento. Soy una pecadora que aspira ser santa, como san Pablo; miro hacia adelante y es mucho…… lo que me falta. Si miro hacia atrás veo cuan bueno ha sido mi Señor, perdóname y permitiendo que aun espere en su misericordia. El padre Juanes vive, no sólo junto al Padre y Cristo Resucitado, sino en el corazón de cuantos los conocimos y amamos, y en sus obras que quedan ahí como testimonio de un trabajo constante, callado, organizado, y sobre todo, dirigido y animado por el Espíritu Santo ¡Alabado y glorificado sea Jesucristo! Altagracia de Castillo

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De la Encargada de los EE en la CVE Acompañamiento

Escribir algo de lo vivido con el padre Juanes, se me hace difícil, tal vez por el poco tiempo transcurrido desde su fallecimiento, es que todavía no me he acostumbrado a su ausencia. Solamente puedo darle gracias a Dios, por el tiempo que permanecí a su lado, y a cada uno de esos momentos que fueron una cátedra sobre la vida espiritual. Pero una de mis primeras experiencias con él fue en el año 1981-1982, cuando pase a formar parte del Equipo Sede de la Renovación como encargada de la Escuela de Formación. Por ese tiempo se estaba haciendo difícil encontrar predicadores para los Seminarios de Vida en el Espíritu, pues los que lo hacían regularmente estaban ocupados en otros ministerios. Yo le propuse al padre que nos diera un curso para enseñarnos a predicar, lo aceptó con mucha alegría y me dijo que buscara un grupo de 12 personas de la que yo creía que tenían condiciones para hacerlo. Muy feliz me puse a confeccionar la lista la cual yo encabezaba pues estaba ansiosa de aprender. Cuando faltaban como dos semanas para la fecha señalada para comenzar el curso, le pregunté acerca del material que iba a usar y me contesto: pero no soy yo quien lo dará, sino tú. Verdaderamente para mí fue un reto muy grande y comencé a buscar a buscar material, y así me lanzó a enseñar a las personas a predicar, pero siempre contando con su presencia y su apoyo, lo cual fue puliendo, porque él también los impartía. En la actualidad lo siguen dando en la Escuela y mi alegría fue grande al ver que el cuerpo central del método es el que yo implante. Todas las cosas que yo he podido hacer como trabajo del Reino se lo debo al padre Juanes por la confianza que él siempre puso en lo que yo hacía. Fui su conejillo de indias, para hacer las cosas por primera vez. Pero su presencia, cuando lo hacía, me llenaba de confianza al saber, que si algo salía mal, él salía al encuentro para enderezarlo. Adalgisa Reinoso 217


De la Encargada de Formación de la CVE Vivencia Este 30 de mayo se cumple otro aniversario de la partida del querido padre Juanes a la casa del Padre. ¡Cuántas falta me hace! ¡Como extraño sus palabras de aliento y consuelo, ahora que también mi amado esposo se ha ido! Quiero compartir con mis hermanos y hermanas quien fue el padre Juanes para mí y como fueron los inicios de la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía, un proyecto que Dios tenía pautado realizar a través de ‘’su siervo fiel”. Por muchísimos años había rogado al Señor que me enviase un director espiritual que me guiara en mi camino hacia Él. Desde muy niña Dios se había dado a conocer a mi corazón, le amaba y estaba dispuesta a “dar mi vida” ante que negarle; fruto de la lectura que había hecho de aquella valerosa madre que animó a sus hijos a morir antes de apostatar de su fe en el único Dios (II Macabeos 7).Ya adulta seguí amando al Señor, rezaba, frecuentaba los sacramentos, pero sentía la necesidad de una guía, pues quería ser “apartada” para Dios: quería comunicarme con Dios en la oración y no podía hacerlo yo sola. En el 1978 el padre Juanes regreso de un largo viaje, y ese año le conocí. Yo estaba en el Equipo Sede de la Renovación Carismática y desde que le vi supe que era el director espiritual que había pedido a Dios. Desde ese entonces se convirtió en el instrumento usado por el Señor para conducir a esta oveja tanta veces terca y desobediente. En su trato conmigo como director espiritual, siempre tuvo una palabra para señalarme el camino; al escucharme me hacía sentir importante para él (sé que eso mismo sentían cada una de las personas que se dirigían con él). ¡Que don de escucha, de comprensión y de acogida tuvo el Padre Juanes! Nunca regresaba a mi casa igual como había salido, siempre volvía llena de paz y de gozo, fruto de mi coloquio con tan sabio director. ¡Y cuántas enseñanzas en cada encuentro! 218


Recuerdo sus ojitos alegres cuando me pidió orar por ‘’una intención’’ especial. Por años estuve orando por esa intención y a la vez cuando nos reuníamos yo le expresaba mi deseo de ‘’comprometerme más con Dios’’. El solamente sonreía, ya había recibido la iluminación de lo Alto, de formar una Comunidad con varias personas que tenían la misma inquietud que yo le había expresado. ¡Cómo olvidar aquel 1 de Noviembre del 1981, cuando fuimos convocadas en la mañana de ese domingo 6 personas! Ese día reveló cual era la intención por la que orábamos desde hace un tiempo, recuerdo sus palabras: ‘’Estábamos llamados a un crecimiento en comunidad…para que no seamos ya como niños llevados a la deriva y zarandeados por cualquier doctrina’’ (Efesios 4,13-15). A partir de ese día fuimos aprendiendo a vivir en comunidad, a sentirnos apoyadas unas por las otras, y aprendimos a conocer más al Señor, todo está bajo la valiosísima mirada de amor del padre Juanes. ¡Cuántas cosas compartimos y trabajamos junto a él! Creo que su compañía, ha representado un regalo de Dios para la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía, y no puedo dejar de testimoniar su enriquecedora influencia en toda mi vida. Supo estar presente en la vida de mi familia, en cada enfermedad, cada dificultad; siempre estaba atento con sus oraciones, su apoyo, su aliento. Hoy no está disponible físicamente con nosotros, pero desde el cielo está intercediendo por toda su ‘’amada Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía’’.

Lourdes de Chahin

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De la Directora de la Escuela de Teología CVE Universidad Católica de Santo Domingo En el año 1980 salí con mi familia de Higuey, mi pueblo natal, para venir a residir a la ciudad capital. Antes de mi salida de allí, había empezado, tímidamente, mi participación en la Renovación Carismática Católica. Cuando llegué a esta ciudad, me encontraba sin norte, en cuanto a mi vida espiritual. Esta situación se la comuniqué a Ramón, mi hermano, quién me dió anotado en un papelito, un número de teléfono y el nombre del padre Benigno Juanes y me dijó: “habla con él”. Por providencia divina, a los dos días me invitaron a una asamblea en la zona 11, y el charlista era el padre Juanes. Cuando dijeron su nombre, yo grité para mí: “ese es el hombre del papelito”. En seguida le hablé y él me concedió una cita en Manresa Loyola. Al poco tiempo, me involucró en algunos ministerios y comenzó conmigo una sistemática formación cristiana, la cual se prolongó hasta su muerte. Uno de esos ministerios era el de las Experiencias de Oración. Recuerdo que en la primera que participé al hacer la evaluación del taller, me hizo una corrección, la que consideré oportuna; pero él, al terminar la evaluación se hincó, frente a todos los participantes, delante de mí y me pidió perdón. Me guisé morir de la pena. Desde entonces, hasta ahora, esa escena es mi mejor cuadro de contemplación y me sirve como soporte en mi camino de santidad. De esto fueron testigos: Gisela de Hermida, Andrés Hermida y Josefina de Nadal. Otro recuerdo hermoso y significativo lo tuve del padre Juanes, en los últimos días de su enfermedad. Cuando aún estaba en la Clínica Independencia, con frecuencia iba a verlo. Lo hacía no sólo para acompañarlo, sino también, 220


para alegrarme cuando me miraba y percibía en ella un amor especial por mí. En una de esas visitas, me dijó: “Dile a Dionis que la recuerdo con mucho cariño”. Dionis es mi hija más pequeña, a la cual conoció en unas de las visitas que hizo a mi casa, ella tenía unos trece o catorce años. Me asombré mucho y me preguntaba de cómo era posible que él se recordara de una persona con nombre y origen después de 25 años y teniendo él una edad tan avanzada. El reflexionar sobre ello, esto me hizo captar cuanto amó y valoró a las personas, como hijas de Dios. Piensen ustedes. ¿Cómo olvidar al padre Juanes y cómo no desear imitarlo?

Mercy de la Rosa de Castillo Acompañante de los Ejercicios Espirituales

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Testimonio de Oración Me pidieron que escriba un testimonio sobre el P. Benigno Juanes, y lo que voy a relatar es algo real que me impresionó y que marcó mi vida, para desde entonces, ver la dimensión de la santidad en una persona tan humilde. Era una noche en que teníamos una reunión con un grupo de personas, dirigentes del movimiento de la Renovación Carismática en la Iglesia de los Prados. Le acompañábamos Ailsa Jiménez, como coordinadora del Equipo Sede, Minerva Parra y quien relata, como encargada del Ministerio de Oración. Llegamos a eso de las 7 de la noche, la reunión se extendió y comenzó a llover, de repente se transformó en un torrencial aguacero, con truenos y relámpagos. Esperábamos que terminara para salir, pero al contrario, cada vez se tornaba más fuerte. Avanzando la noche, decidimos salir. Las calles del sector estaban en malas condiciones y anegadas de aguas, entonces, fuimos desechando hasta salir a la Av. Kennedy y así, tomar la avenida Luperón para llegar a Manresa Loyola. Toda la avenida estaba oscura, cuando de repente caímos en un charco que era una laguna. El carro se apagó e iba como un bote de lado a lado. El agua comenzó a entrar por las puertas del vehículo y nos empapamos de agua. Nos preocupábamos por el padre Juanes. “Suba los pies”, le decíamos y él muy tranquilo nos dice: “Yo no estoy mojado”. De momento aparecen cuatro jóvenes que ayudan a empujar el carro fuera del charco. Entonces, Minerva, toca la llave del carro y enciende inmediatamente. Nos quedamos asombrados. Seguía lloviendo y finalmente, llegamos a Manresa Loyola. El padre Juanes se desmonta del vehículo y comprobamos que ni siquiera los zapatos se le habían mojado.

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Asumimos que las oraciones del padre Juanes, habían realizado un milagro. Nosotros preocupados y quejosos nos mojamos y él confiado y en oración llegó totalmente seco. Para mí, fue una lección, de que en situaciones donde no podemos actuar, actúa el Señor.

Ena de Ortega

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De un Miembro del Consejo de la CVE Tienes que seguir Formándote Haber compartido con el P.Juanes desde la Comunidad de la Visitación y la Renovación Carismática, fue la experiencia de tener cerca un verdadero padre espiritual. Cada momento con él fue para mí un aprendizaje y a la vez ir descubriendo a dónde estaba el Señor queriendo un mayor servicio. Recuerdo aquella mañana cuando después de hablar me dijo: “Tienes que seguir formándote” y de ahí, salí con una alegría profunda para buscar continuar mi formación y ese año comencé el diplomado en Ciencias Religiosas en la Escuela de Teología y más tarde la licenciatura. Agregó el P. Juanes lo siguiente: “La Comunidad y la Renovación esperan mucho de ti”. Doy gracias al Señor por el P.Juanes y por la gracia de permitirme conocer, compartir estos años con un hombre de una apertura al Espíritu Santo, de una gran calidad humana y un sacerdote fiel a su ministerio. Gracias P. Juanes, su testimonio de vida me da la alegría de seguir sirviendo a la Iglesia que tanto amó.

José Cortorreal

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De la Encargada del Ministerio de Sanación CVE Mis años junto al Padre Juanes Quiero compartir con mis hermanos y hermanas quién fue el padre Juanes para mí y cómo fue que empecé a oír de él, a saber de su existencia. Teniendo apenas un año de casada empecé a tener problemas serios en mi relación matrimonial y mi mamá, que por ese entonces estaba iniciando las reuniones para iniciar la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía, me puso en contacto con el padre para que hablase con él, dejándolo también que orase por mí. Estaba muy lejos de imaginar todo lo que iba a recorrer en mi vida, y cuán valiosa iba a ser la cercanía del querido padre Juanes. Recuerdo que oía hablar de los libros de él y empecé a interesarme por la lectura de éstos. Fue cuando ingresé a la Escuela de Servidores, donde continué viendo sus reflejos de santidad y cada ocasión en que me acercaba a saludarlo o a hablar con él por unos instantes, cuando sentía una fuerza especial que me calaba lo más profundo de mi ser, pues cada cosa que decía tenía una fuerza especial en los que lo escuchábamos. En la búsqueda de mi sanación interior, empecé a ir al Ministerio de Sanación que tenía la Comunidad y durante dos o tres años fui “paciente” de este hermoso Ministerio. Allí también lo veía, escuchaba de él y sobre todo veía lo que era esa Comunidad que había formado: me llamaba la atención lo que estaba haciendo. Con el paso del tiempo, con esos designios del Señor que apenas somos capaces de entender, fui llamada a ser parte de ese Ministerio, donde previamente había sido sanada por el Señor. Durante dos años fue sólo eso, ayudar en el Ministerio. Pero luego fui invitada a pertenecer a la Comunidad. ¡Que alegría sentí! La pertenencia a la Comunidad del Padre 225


Juanes fue un paso tan importante en mi vida que entiendo que puedo hablar de un antes y un después. Al iniciar esa etapa de ingreso, empecé a hacer los ejercicios espirituales y en uno de ellos fue que pude tener ese contacto más especial con el padre Juanes: le hablé de mí, de mis necesidades, de mis caídas y el testimonio que puedo dar es éste: Nadie antes de él me había escuchado con el amor atento, con la expresión de confianza y con la cercanía como el lo hizo. Me dió lo que más necesitaba: sentir que el mismo Jesús era quien me escuchaba y atendía. Creo que cada persona que se confesó con él va a decir lo mismo. Luego, con el paso de los años, me hice “adicta” a sus libros, así se lo dije. Creo que las personas no se han dado cuenta con claridad lo que el Padre Juanes nos dejó como herencia: cada libro es un tesoro, es tan rico que aunque sean de estudio, entiendo que al leerlo con la debida atención, podemos orar con cada frase, hacer que nuestros sentidos vibren de amor a Dios con lo que él nos está ayudando a descubrir. Los libros del padre han hecho que conozca más y mejor al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Pero además me han ayudado de una manera preciosa a que me conozca mejor a mí misma y al plan que Dios tiene para mí. Doy infinitas gracias a Dios por haberme dejado conocer y compartir el espacio y el tiempo de la vida del Padre Juanes.

Rosario Chahin

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Encuentro Inolvidable con el Padre Juanes Una tarde del año 1988 llegó a mi hogar el hermano Cayetano Vidal, cariñosamente “Catano”, quien era encargado de zona de la Renovación Carismática Católica. Él me invita a un retiro interno para Responsables de grupos de oración, en Manresa Loyola. Con mucho gusto asistí, con el apoyo de mi esposo, quien participaba activamente en el grupo de oración que teníamos en la casa. Una vez en Manresa, el domingo al terminar el retiro espiritual, el padre Juanes me invita a pasar a una oficina cercana al salón de actividades y sentado en el escritorio me enseña una carta que le habían enviado al Equipo Sede de la RCC. Mirándome fijamente a los ojos con una sonrisa que jamás olvidaré me dijo: “Que bueno es el Señor contigo, cuanto te ama. Todo lo permite para bien”. Yo no entendía nada, continuó diciendo: “Esta carta dice que tú eres una persona tan fuerte que hasta a tu marido y a tus hijos pones hacer oficios en la casa”. Su sonrisa continuaba y me dice: “Sabes lo que me dijo alguien a quien consulté?” “Juanes mándala a buscar, habla con ella porque en ese hogar habita Cristo, porque es una familia unida, ¿qué hombre dominicano se obliga para hacer quehaceres domésticos? Sólo lo hace el amor de Jesús que los une y es el centro del hogar”. Me invitó el padre Juanes a asistir a la Escuela de Teología, pues ya asistía a la Escuela de Servidores de la Renovación. A partir de ese momento fue mi director espiritual, y lo que hoy soy se lo debo a su seguimiento, a ese amor tan grande del padre que me brindó, enseñándome a obedecer, venciendo los miedos y temores, lanzándome a predicar. El murió físicamente, porque espiritualmente continúa en mí, en mi familia natural y en mi Comunidad. Zahira de Disla Acompañante Espiritual CVE 227


“Todo es Gracias a Dios” Una mañana estaba muy triste, desconsolada, angustiada, pasaba por una situación muy difícil que el padre Juanes conocía… Me decidí y lo llamé: “Padre Juanes me siento muy mal”, me contestó: “puedes venir ahora donde mi”, ¡ahora mismo Padre puede! “Si, si ven te espero”. Lo dejé todo y me fui, cuando llegué a Manresa Loyola ya me esperaba sentado en la salita de reuniones. Al verle me eché a sus pies y recosté mi cabeza sobre sus rodillas y lloré y lloré… El permanecía callado mientras yo lloraba, me pasaba sus manos por la cabeza, y todo era lloros y lágrimas. Luego entre sollozos le dije: “padre no es fácil, no es fácil, no es fácil para mí y me contestó: ‘A quien le dijeron que era fácil le mintieron”… seguía recostada de él y me consolaba con sus manos suaves… Volví a levantar la cabeza mis ojos se encontraron con los de él, y había una mirada tierna, llena de amor, dulzura y dije de nuevo: “no es fácil padre”… Contesto: “Ligia, Ligia a quien le dijeron que era fácil le mintieron pero peor fue quien se lo creyó”… Ya estaba más tranquila y lo miré fijamente y le dije: “padre pero aquí sólo estamos usted y yo, entonces quiere decir que a quien le mintieron y se lo creyó fui yo”, entonces me dijo: “que bueno Ligia que lo entendiste”. No es fácil ni difícil, todo es posible por la “GRACIA DE DIOS” “TODO ES GRACIA, LIGIA TODO ES GRACIA”

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“Cuando creas que ya no puedas más pide la Gracia porque lo que es imposible para nosotros es posible para Dios”… Me dió la bendición y me retiré a mi casa de nuevo, confortada, fortalecida, consolada con una enseñanza aprendida, vivida, experimentada, que no he olvidado hasta el día de hoy… “TODO ES GRACIA DE DIOS” “TODO ES POSIBLE POR LA GRACIA DE DIOS”.

Ligia de Los Santos Familia Verdad CVE

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Profesor Escuela de Teología Recuerdo al P. Juanes El hermano Luis me ha pedido escribir alguna experiencia con el P. Juanes. A quien conocí finalizando los ochenta, en nuestra Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía, pues cuando él llegó a la rectoría del Instituto Polictenico Loyola, yo había salido. Luego de ser llamado a colaborar en el Equipo Sede de la Renovación Carismática Católica, el P. Juanes me solicito lo acompañase a una instrucción que el iba a impartir en la Casa de la Juventud. En el trayecto desde Manresa Loyola a dicha casa, como era habitual en él, conversamos de diferentes temas. Al llegar a la casa nos dicen que el grupo esta reunido en el quinto piso, yo le cedí el paso y el delante empezamos a subir las escaleras, debo decir, que no me senté por orgullo, pues el padre continuaba subiendo y conversando como todo un atleta. Al llegar al último piso. Yo apenas podía respirar y el padre empezó su charla de cuarenta y cinco minutos, como si tal cosa. De regreso a Manresa Loyola me decía: “Ramón subir y bajar escaleras es saludable”.

Ramón Rodríguez Rib Diacono

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Empresario y Publicista El Hombre Que Se Hizo Invisible Este artículo lo comencé a escribir hace veinte años, pero no lo sabía. Hace más o menos ese tiempo que conocí a este hombre y, desde entonces, seguí su pista a través de otros. En el mundo en que vivo la notoriedad es vital. Tratamos de ser importantes, de salir en los periódicos, ser violentamente competitivos, obtener fama, ser reconocidos y, cuando nos aplauden, sentirnos que al fin, los otros reconocen a sus estrellas. Por eso me sorprendió tanto conocerle. A diferencia de mi mundo, que vivo rodeado de flashes y artista, el vivía rodeado de silencio y anonimato. Su intento de ser invisible comenzó desde el mismo momento en el que el descubrió el sentido de su vida y la verdadera fuente de la existencia. Su nombre es Juanes, Benigno Juanes, y nada tiene que ver con la farándula. Nada más lejano. La primera vez que lo ví intente abrazarlo pero me abrace yo mismo por su extrema delgadez. Lo sentí transparente. Cuando me habló tuve que hacer grandes esfuerzos para escucharlo, pues hablaba varios decibeles por debajo de lo normal, y diría que más que hablar susurraba. Tenía el don de los desapercibidos. Su vida estaba llena de grandes obras, de aquellas que se hacen en el silencio y la oración. Nunca decía lo que había hecho y, mucho menos en lo que estaba trabajando. Sembrador profesional de auténtica luz, predicador de la fe, habiendo hecho del evangelio su razón de vida. Escudriñaba hasta las últimas consecuencias los textos sagrados para aprender a vivir una vida plena y contagiarla a quienes lo rodeaban. Predicaba más que con su palabra con el ejemplo. El sacerdote Jesuita me daba la impresión de ser socio de Dios. Hablaba de El como si lo conociera profundamente, sin hacer alardes. Respetuoso y conocedor de la conducta 231


humana sugería, más que ordenaba y acataba en obediencia sin protestar. Una vez tuve que hacer de maestro de ceremonias de uno de sus libros y me atreví a decir que era el Juan Luis Guerra de la iglesia y la vergüenza lo cubrió de rojo. El padre Juanes escribió más de cuarenta libros, siempre estaba terminando uno y los guardaba, todos fueron publicados. Títulos tan trascendentes como “La liberación interior”, “Tras la huellas de Cristo”, “Con un corazón Indiviso” etc., son solo algunos de su sabia producción. Muchos traducidos a varios idiomas y utilizados como textos para círculos de crecimiento y oración. El padre escribía en lugar de dormir. Era su manera de testimoniar y dejar constancia de su conocimiento del Creador. Fundó la Comunidad de la Visitación y de la Eucaristía y a pesar de sus noventa y pico de años, trabajaba con una lucidez excepcional. Hace poco decidió marcharse. Digo decidió pues eligió la fecha de su partida. Organizó su final y, apenas unos días antes, en su homilía de despedida, sin arrebatos, sin estridencias, habló de la gran alegría de el encuentro con su Señor. –Si ustedes supieran cual es la dicha que nos esperasusurraba con una amplia sonrisa-, si ustedes supieran... un abrazo del Padre tan grande, de amigo, de hermano... un momento para siempre... Había logrado su propósito. Invisible humanamente, para que, en su lugar, lo viéramos a Él.

Freddy Ginebra Giudicelli

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De un Matrimonio Sanación Mi hija Reyna (Laly) tuvo una gravedad en el año 2000, en la que los médicos, luego de nueve días en coma, no daban esperanzas, ya que no conocían que enfermedad podía ella tener. Luego de una reunión médica, nos comunicaron que no tenían ya nada más que hacer, que como somos una familia muy creyente solo un milagro podía actuar en ella. En medio de mi desesperación nos pusimos a orar y llamamos al padre Benigno Juanes, fundador y asesor de mi Comunidad de la Visitación y la Eucaristía, para que ungiera y orara por ella. El Señor es tan grande y misericordioso con sus hijos, que a través de él mi hija, al día siguiente, salió del coma y sin dejar secuelas de su enfermedad en ella. Le damos gracias al Señor por ese regalo hermoso de devolvernos nuestra hija.

Mireya de Reyna

Ramón Reyna (Blanco)

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Fuentes Obras del P. Benigno Juanes Risco, S.J. 1. Lingua Latina Moderna Metodus, Bedout, Medellín, 1963. 2. Lingua Latina, Glossarium, Bedout, Medellín, 1963. 3. Mayor Progreso en los Estudios, Bedout, Medellín, 1963. 4. Espiritualidad Cristiana Hoy, Sal Terrae, Santander, 1967. 5. El Drama de Vivir la Fe en Él, Guadalupe, Buenos Aires, 1973. 6. La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1973. 7. La Elec.Ign.por el Seg.y Terc., Cis Roma, 1980. 8. La Alabanza comunitaria, Edic. Paulinas, Chile, 1980. 9. Orar en lenguas, Edic. Paulinas, Chile, 1982. 10. Las tentaciones de los Líderes, Minuto De Dios, Bogota, 1982. 11. Bautismo en el Espíritu Santo, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1982. 12. Misterio de la Vida Consagrada, México, 1983. 13. Caminaré en presencia del Señor, Edic. Paulinas, Bogota, 1984. 14. María y el Espíritu Santo, Edic. Paulinas, Bogotá, 1984. 15. Cómo usar los carismas, Minuto De Dios, Bogotá, 1985. 16. ¿Que es la Renovación y que Pretende?, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1992.

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17. Componentes Básicos de la Renovación, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1991. 18. Elementos de los Grupos de Oración, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1992. 19. Servidores y Equipo Responsable en los Grupos de Oración, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1996. 20. Tentaciones de los Servidores, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1992 21. Formar para Servir, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1994. 22. La Acción del Espíritu Santo en el Corazón del Creyente, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1997. 23. Introducción a los Carismas, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1992. 24. Hablar en Lenguas, Amigo del Hogar, Santo Domingo, Santo Domingo, 1993. 25. Profecía, Interpretación y Palabra de Conocimiento, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1993. 26. El Discernimiento Espiritual, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1996. 27. Iniciación a la Curación Interior, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1991. 28. Proceso de la Curación Interior, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1994. 29. La Curación de los Recuerdos y de la Memoria, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1994. 30. Curación Espiritual, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1994. 31. Curación Física, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1996.

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32. La Liberación Interior – Tomo I, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1995. 33. La Liberación Interior – Tomo II, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1995. 34. Oración Personal, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1997. 35. Aspectos Fundamentales de la Oración Personal, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1993. 36. Modos de Orar Personalmente, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1991. 37. La Oración Contemplativa, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1993. 38. El Proyecto del Padre, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2005. 39. Hijos de Dios en Jesucristo, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2000. 40. Tras las Huellas de Cristo, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2001. 41. El Riesgo de los Hijos de Dios, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2003 42. Llamados a una Vida Santa, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2009. 43. Consagrar al Mundo por el Trabajo, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2004. 44. Jesús es el Señor, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2007. 45. El Escándalo de la Cruz, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2003. 46. Fortalecidos para el Camino, Amigo, del Hogar, Santo Domingo, 2001.

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47. Tu Rostro Buscaré, Señor, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2008. 48. La Vida en el Espíritu, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2002. 49. Con un Corazón Indiviso, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2000.

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Documentos de la Iglesia 1. Apostolicam Actuositatem. Decreto sobre el apostolado de los Seglares 2. Ad Gentes. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia 3. Catecismo de la Iglesia Católica 4. Christifideles Laici, de Juan Pablo II. Exhortación apostólica sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo 5. Código de Derecho Canónico 6. Documentos Aparecida 7. Deus Caritas Est., de Benedicto XVI. Carta apostólica sobre el amor cristiano. 8. E. Denzinger. El Magisterio de la Iglesia 9. Dei Verbum. Constitución dogmática sobre la Divina Revelación 10. Gaudium et Spes. Constitución pastoral sobre la Iglesia y el mundo de hoy. 11. Lumen Gentium. Constitución dogmática sobre la Iglesia 12. Presbyterorum Ordinis. Decreto sobre el ministerio y la vida de los Presbíteros 13. Optatam Totius. Decreto sobre la formación sacerdotal 14. Sacrosanctum Concilium. Constitución sobre la Sagrada Liturgia 15. W. Dziordz, Censor del Diario de Santa Faustina María Kowalska, Padres Maríanos de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, Polonia, 2007. 16. Homilía Solemnidad de los Santos, Juan Pablo II, Vaticano, 2000 17. Mensaje de Cuaresma, Benedicto XVI, Vaticano, 2012 238


Otras Fuentes 1. K. Rahner, Dios, amor que desciende, Sal Terrae, Santander, 2008. 2. T. Spidlik, La Fe según los Iconos, Monte Carmelo, Roma, 1996. 3. J. Melloni, Los caminos del corazón, Sal Terrae, Santander, 1995 4. C. Martíni, Hombres y Mujeres de Espíritu, Sal Terrae, Santander, 1998. 5. R. De la Rosa y Carpio, Discernimiento de Espíritus, De la Rosa, Santo Domingo, 2010 6. L. García, El acompañamiento Espiritual, Sal Terrae, Santander, 2011. 7. H. Nouwen, Formación Espiritual, Sal Terrae, Santander, 2011. 8. J. Quintana, La espiritualidad cristiana, San Pablo, Madrid 2009. 9. C. Vallés, Saber Escoger, Sal Terrae, Santander, 1986. 10. A. Fiorito, Ejercicios Espirituales, Paulinas, Buenos Aires, 2007. 11. B. González Buelta, Orar en un mundo roto, Sal Terrae, Santander, 2002. 12. J. Baquer, Acompañar, Servicio de la Iglesia No. 64, Cristianisme I Justicia, Barcelona, 2011. 13. Revista Dialogo VOL.XL No.386 NOV. DIC. 2005, Jesuitas de las Antillas. 14. A. de Castillo, Apuntes para la Historia, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2000 15. Revista Alabanza No. 186, Editora Tele 3, Santo Domingo, 2011.

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