EAD – Litwin, Edith Cap6 : El tutor en la educación a distancia – Mariana Maggio
• ¿Quién es un buen tutor? Debemos resistir a la tentación de agotar el interrogante en una sola fase: Un buen docente será un buen tutor. Esta afirmación nos lleva a la definición de un buen docente como aquel que: “Genera propuestas de actividad para la reflexión, apoya su resolución, sugiere fuentes de información alternativas, ofrece explicación, favorece los procesos comprensivos, es decir, guía, orienta, apoya y en ello consiste su enseñanza”. Al mismo tiempo que el buen docente, el buen tutor debería promover la realización de actividades y apoyar su resolución y no simplemente mostrar la respuesta correcta, ofrecer nuevas fuentes de información y favorecer la comprensión.
¿Existe algún aspecto que nos permita diferenciar ambas figuras?
Si, pero no depende intrínsecamente de ninguna de ellas. Si consideramos que “la idea de distancia refiere especialmente a entender que esta enseñanza no se sostiene desde la asistencia regular a clases”, el aspecto que instala la diferencia es institucional, antes que pedagógico. El maestro presencial sabe que el alumno seguirá mañana frente a él. El tutor de la modalidad, no sabe si el alumno asistirá a la próxima tutoría o volverá a telefonear para consultarlo, tal vez la próxima noticia que tenga sea su examen reprobado. Por este motivo aumentan los compromisos y riesgos de la tarea del tutor. Daremos un ejemplo: Un alumno asiste a una tutoría presencial en un curso universitario a distancia. Ha leído la bibliografía y se le han ocurrido una serie de preguntas para consultar al tutor. Frente a esta situación el tutor puede: a) No contestarlas. b) Dar respuestas puntuales a dichas preguntas. c) Explicar los fundamentos de las respuestas. d) Remitir a los textos o bibliografía. e) Sugerir a los alumnos que comparen sus preguntas y las categoricen. f) Analizarlas en tanto a interrogantes, qué concepciones previas han puesto en juego, qué errores de comprensión, etc. g) Sugerir estrategias generales para el abordaje de interrogantes, hipotetizaciones acerca de posibles respuestas, comparaciones de distintos materiales, etc. h) Reformularlas planteando interrogantes más genuinos en el marco de la disciplina, más inclusivos o cognitivamente más complejos. Si tuviéramos que definir a un buen tutor en esta situación, podríamos decir que es aquel que es consciente de estas alternativas y de sus múltiples combinaciones. El buen tutor debería tener claro, además, que el sentido didáctico de cada una de estas intervenciones es diferente, hasta aquí no habrían diferencias sustantivas con un buen docente. Sin embargo las intervenciones del tutor de la modalidad (a distancia), enmarcadas en un encuadre institucional diferente, se distinguirán en función de tres dimensiones de análisis: 1. Tiempo. 2. Oportunidad. 3. Riesgo. 1) Tiempo: El tutor no puede decir “mañana seguiremos” en la modalidad a distancia, “mañana” puede ser ”nunca”. La habilidad del tutor consistirá en aprovechar su tiempo, siempre escaso, para no limitarse a una opción de tipo A) “Explicar las respuestas y remitir a los textos, sino intentar enriquecerla en función de propuestas más complejas del tipo B) “no contestar las preguntas y analizarlas en tanto interrogantes”. 2) Oportunidad: Supongamos que el tutor decida combinar A) y B), lo mismo podría realizar cualquier buen maestro en una situación presencial. Sin embargo en este caso el docente
sabe que el alumno regresara si no encuentra la respuesta puntual, volverá a preguntarle. El tutor no descansa en esta certeza, tiene que ofrecer la respuesta especifica, dar las pautas para su construcción o análisis y encausar este análisis. No es opción del tutor no contestar. El tutor sabe cuando tiene la oportunidad de hacerlo, pero no sabe si la volverá a tener. Tampoco es su opción dar una sola respuesta puntual, porque no sabe si en el futuro tendrá otra oportunidad para mostrar al alumno cómo deben encararse los problemas. 3) Riesgo: Este aparece como consecuencia de privilegiar la dimensión tiempo (escaso) y desaprovechar las (tambien escasas) oportunidades. Es riesgoso no enseñar a comprender, confiando que para eso están los materiales. No podemos saber que “hacen” los alumnos con los materiales, pero si reconocer cómo piensan cuando están frente a nosotros. En la educación presencial, muchas veces permitimos que los alumnos sigan adelante con una comprensión parcial, en un proceso cuyos avances controlamos en la tarea cotidiana. Con el alumno a distancia, la comprensión parcial puede convertirse en una construcción errónea sin que el tutor tenga oportunidad de advertirlo: en eso consiste el riesgo. El tutor deberá, entonces, aprovechar la oportunidad presente para ofrecer buenas pistas para la profundización del tema y promover procesos constructivos a partir de por ejemplo: el señalamiento de una contradicción. ¿Cómo preparar al tutor para esta tarea compleja y desafiante? : Con formación especializada.
¿Cuáles son los conocimientos que necesita el tutor?.
En principio no deberían ser distintos de los que necesita un buen docente, según Shulman, al menos debería incluir lo siguiente: Conocimientos del contenido. Conocimiento pedagógico de tipo general con especial referencia a aquellos principios y estrategias de manejo y organización de la clase. Conocimiento curricular. Conocimiento pedagógico acerca del contenido. Conocimiento de los contextos educacionales. Conocimiento de las finalidades, propósitos y valores educativos y sus raíces históricas y filosóficas. Relación del tutor con el material impreso. Los tutores deberían tener una formación que les permitiera, primero entender y después mejorar, enriquecer y profundizar la propuesta pedagógica que ofrecen los materiales para la enseñanza. La educación a distancia y las tutorías frente al desarrollo de las nuevas tecnologías: ¿Hacia un tutor diferente? Es necesario reflexionar acerca de los nuevos modos de comunicación. Así como el alumno antes podía optar por no asistir a tutorías, ahora podría optar por no conectarse electrónicamente. Pero actualmente podría plantearse la obligatoriedad de realizar consultas periódicas, si que eso altere su condición de alumno “a distancia”. El tutor podría intervenir sistemáticamente en el proceso de aprendizaje del alumno. Podría conocer, monitora y aconsejar sobre las producciones parciales. Tender a cincuenta alumnos a lo largo de un curso por vía electrónica es un problema que aun no estamos preparados para enfrentar, es diferente a dar clases a cincuenta alumnos durante dos horas. Actualmente se propone la plataforma o campus virtual con dos tutores diferentes: 1) Tutor virtual: Implícito en los sistemas de corrección automática de las evaluaciones, con funciones predeterminadas. 2) Tutor electrónico: Esto es un tutor real, conectado con grupos de alumnos por vía electrónica y contactándose excepcionalmente por teléfono o fax. El tutor electrónico atendería consultas y analizaría las informaciones parciales referidas a los desempeños de sus alumnos en las evaluaciones en función de los resultados, seria recomendable que estableciera contacto con los alumnos desaprobados para dar
sugerencias generales. También podría proponer actividades alternativas en función del trabajo particular de cada alumno y supervisar trabajos de producción individual o grupal que no admitan respuestas estandarizadas, trabajos de elaboración, ensayos, etc. Esta es una oportunidad que genera nuevos riesgos por ejemplo, que el tutor ocupe el lugar de la total funcionalidad: automatizando o apoyando la realización de actividades totalmente estructuradas, permanentemente conectado con los alumnos, pero excesivamente controlado por el sistema. Se revela como riesgo la perdida de la esencia del ser docente. El tutor corre un nuevo riesgo mas profundo: el de perder definitivamente su lugar.