Nuestro interés es abordar algunos argumentos que sustentan sólidamente una propuesta de una conciencia como último grado del proceso de percepción, sea cual fuere la postura filosófica más convincente al respecto e independiente del modelo neurocientífico de más aceptación. Lo cierto es que hay un consenso en el cual se reconoce que la conciencia es un problema bastante complejo de comprender. Para el estudio de este complejo estado mental los filósofos recurren al análisis de fenómenos afines tales como la experiencia consciente, contenidos de conciencia y a la autoconciencia. Esta última, según Churchland (1999, p.115), es una especie de percepción (autopercepción) que coincide con lo que hemos denominado como última etapa del proceso de percepción. Es decir, la percepción de los estados internos o introspección. Por otra parte, los neurocientíficos han recurrido a diferentes modelos como los llamados correlatos de la conciencia que permiten describir el estrecho vínculo entre los objetos del mundo externo y la conciencia.
1.2 Los modelos psicológicos de la percepción James se inspiró en la tesis de Darwin de que la percepción, la cognición y la emoción y los órganos físicos, evolucionaron como adaptaciones biológicas. James apelaba a la idea de instinto para explicar las preferencias de los seres humanos, no sólo las de los animales, y postulaba en su teoría de la vida mental numerosos mecanismos, entre ellos la memoria a corto y largo plazo (Pinker, 2003, p.37).
Es evidente la influencia de William James en los pensadores de los siglos XIX y XX. Pese a su dualismo, Chalmers recurre a James como apoyo a su rechazo de una posible máquina pensante (IA): “Despite the work of philosopher-psychologists such as James, the early days of artificial intelligence were characterized by an objectivist view of perception, and of the representation of objects, situations, and categories” (Chalmers, et al., 1991, p.5). 25