Lo absurdo es reivindicar habitar espacios todavía

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Después de varias conversaciones de besugos y de intentos de germinar sin un mísero atisbo de verde se solicita: un espacio en la facultad que suponga un cambio de paradigma. Una ruptura con el sistema -que sistemáticamente oprime sin considerar diversidades, el descarado-. Porque el sistema es un ex que te sigue abriendo mensaje directo en Instagram desde cuentas que acaba de sacarse de la manga porque le has bloqueado de la vida. Lo que no sabe es que nunca vas a responder, porque puedes –y ejerces el derecho a- denegar esta propuesta de acoso. Así pues, se necesita un espacio sensorial para la apatía de las personas neurotípicas, porque nunca harían nada para la regulación de les au tistas. Pero si se lo vendemos desde la absurda y egoísta hipótesis de que va de ellos, lo harán sin pestañear. Porque todo el mundo quiere la foto en el periódico y la medalla a la inclusividad y accesibilidad. Cuando el ascensor está desnivelado y se quedan dentro las personas que usan sillas de ruedas. Cuando no se puede acceder

más que por escaleras sin barandilla por la en trada principal. ¿Qué se nos intenta decir entonces a les discapacitades? ¿Que usemos la puerta de servicio? ¿La trasera de deshacernos de la basura?

Siempre he creído que las puertas son impor tantes, una metáfora más. Algo que se le escapa entre los dedos a la gente no discapacitada. Por eso la puerta siempre debe de estar entreabierta. Porque se nos han cerrado tantas en esta vida que ya va siendo hora de invitarnos a participar en algún espacio académico sin recurrir al por no inspiracional.

Hablar de señalizar espacios es absurdo también. ¿Qué vida neurótipica podría verse facili tada por un pictograma? Realmente, cualquier vida mejoraría con indicaciones como lo son los pictogramas en los entornos universitarios. Pero no estamos preparados para esta conversación aún. Así que vamos a permanecer estancades en

mapas con leyendas e iconos confusos, en nece sitar el lenguaje verbal para preguntar en conserjería dónde están las aulas en vez de acordar una sola nomenclatura para nombrarlas y en no indicar con claridad dónde se encuentran los aseos o cómo funciona la máquina de la cafetería. Si no edulcoramos estos hechos, claramente se trata -una vez más- de capacitismo. Que una institución se llene la boca con la inclusividad y la diversidad y no sea capaz de poner un solo cartel con información de lectura accesible o pictograma deja mucho que desear. Pero luego quieren la foto con el usuario de la silla derue das o la persona autista de la clase. Cuando esas mismas personas no usan la palabra discapacidad más que para el porno inspiracional que les ayuda a intentar no formar parte de la medio cridad del sistema capitalista que perpetúan.

No sé el resto de personas discapacitadas que pertenecen al entorno universitario, pero yo me siento un poco como un cono de obra. Señalizando la problemática y avisando, pero siendo desplazade de un lado a otro. Como si fuese

reflectante y la sociedad se empeñase en no verme. Naranja, enorme e ignorade de todas maneras. Soy pisoteade, pateade y prescindible. Cuando en realidad mi labor está más que jus tificada en ese momento, en ese espacio y me rezco ocupar ese hueco. ¿Por qué entonces no se me permite habitar ese pequeño cubículo de existencia?

Es cierto que es más cómodo ignorar la mo lestia. Pero eso lateralmente nos convierte en “mártires anticapacitistas” a las personas discas y creo que todes deberíamos tener la elección de luchar batallas o no según nuestro criterio. No somos mártires, somos un problema al parecer para la sociedad y nunca me ha gustado tanto ser un grano en el culo. Por ello, ya que es claramente utópico esperar que puedan sostenerme la mirada, explico a continuación una serie de parámetros de su interés a la hora de llevar a cabo un espacio sensorial.

Vista: Uso recomendado de recursos como fibra óptica, luz ultravioleta, proyecciones, luces con di ferentes grados de intensidad que varían, pro yectores, mesas de luz, etc…

Estamos cansades de ver neurotípicos incor diando en nuestras clases, el aula debería de estar equipada de lámparas de lava para poder disociar del capacitismo institucional de la uni versidad.

Olfato:

Identificar olores es esencial en este apartado. El estudiantado neurotípico, en concreto alis ta, huele un poco rancio. Y no es exactamente aguarrás o trementina. Ya va siendo hora de dejar paso a fragancias más agradables como el compañerismo, el respeto o la empatía -quién quiera hablar de Teoría de la Mente y empatía en autistas que se lea algo más que el DSM-5 por favor-.

Oído:

No tenemos por qué escuchar más capacitismo camuflado de adaptaciones por nuestro bien que terminan en segregación. Mutear a la gente es una solución. Tapones o cascos con cancelación de ruido, otra. Gritarles es una opción que personalmente me planteo a estas alturas de la película.

Tacto:

No, no nos suele agradar que no nos preguntéis antes de invadir nuestro espacio. Ni que nos toquéis sin consentimiento. Es un mínimo que respetáis entre gente neurotípica, ¿qué me hace no ser considerade un ser humano que merezca el trato que mereces tú? Creéis que sabéis leer mentes. Creéis que sois ágiles emocionalmente, pero dejémoslo en que fuera de vuestra norma tividad sois un pulpo en un garaje.

Por cierto, destinad parte del presupuesto en montar un espacio con mantas pesadas, coji nes y peluches donde podamos dormir nuestra siesta, que es revolucionaria y anticapitalista. Además, las siestas no se pueden realizar en el baño. Aunque, hablando de baños, también es absurdo tener que esconderse para llorar en los baños. Es absurdo tener que regularse senso rialmente en el baño. Es absurdo incluso comer allí porque la cafetería es demasiado estímulo para ti.

El baño es lo más parecido al espacio sensorial que necesitamos para cubrir nuestras necesida des pero tampoco está contemplado que existamos allí más de los diez minutos que puedan durar nuestras necesidades escatológicas. Lue go hay que abandonar ese reducto de paz sensorial -si no gotean los grifos o alguien enciende el secador de manos- para volver a la zozobra. El baño no ha sido ni será nunca la solución, tampoco es un gran recurso que se diga. Cuando todes terminemos colapsando por el sistema y nos encerremos a llorar sentados en el inodoro,

¿quién necesite mear dónde va?. No se sostie ne el sistema de no mostrar vulnerabilidad ni cuidar del resto. No se mantiene el modelo relacional de no me importa quien me cruzo enel pasillo. No se puede sostener mucho más tiempo aunque, al final, queda la esperanza de la empatía.

Desde este “espacio” que acabo de sacarme de la manga con la poca energía que me queda, reivindico que los baños no son una opción -ni siquiera una absurda-. Que merecemos llorar y patalear dignamente en espacios habilitados para ello. Y si la institución de la universidad no quiere habilitarnos reductos para comprensión, cuidados y empatía, que se prepare. Porque por lo menos yo he decidido performar el caos de llorar donde me dé la gana llorar y colapsar donde me dé por colapsar -incluso en el baño- de tal modo que ya me es indiferente quién mire y juzgue porque nunca he sido creada para el “gusto neurotípico” al parecer.

Cabe destacar además, la poética de los baños en las universidades públicas. Concretamente los baños de Bellas Artes son partícipes de recortes de períodicos pegados, reflexiones, nom bres de usuario e incluso conversaciones. Solo que hay cosas que privadamente se vuelven públicas. Se acabó encerrarse siempre en los baños por mi parte, comienza el habilitar espacios y si hace falta lucharlos, se luchan. ¿No es absurdo? Reivindicar habitar espacios todavía.

Así pues, comienza la etapa de resignificar cada espacio como potencialmente una llorería y un espacio de regulación, le duela a quien le duela.

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