5 minute read

La ciudad que se vende

Next Article
del mundo

del mundo

A veces olvidamos que la vida de una ciudad es mucho más que las frivolidades de sus gobernantes o sus ambiciones futuras. Las calles son una jungla, los ciudadanos conservadores se guardan temprano, y no es por cobardía, es un mero instinto de conservación. San Luis Potosí ya no es aquella ciudad provinciana donde la gente se sabía los nombres apellidos y profesiones de cada quien, uno era zapatero, alarife, contador o cantinero de tradición. Ya todos sabían dónde vivían los Meade y su afán por ser la moral subrepticia bajo la piel de la ampulosa sociedad potosina. Decía un amigo de la popular familia que después de platicarte de todas sus haciendas y la riqueza familiar, era común que te pidieran que les “gorrearas” una cerveza.

Los ricos de San Luis que se apropiaron de las fincas del centro de la ciudad y ahora se hacen llamar pomposamente “comercio establecido”, se turnan la presidencia de la organización Nuestro Centro. Se reúnen a tomar el té por la tarde y a quejarse del comercio ambulante. Lo que muchos de ellos pretenden olvidar es que la fortuna de la que gozan proviene de bisabuelos y abuelos libaneses, armenios y españoles que llegaron en condiciones precarias a la ciudad y vendían sus mercancías precisamente en la calle. Claro que en aquellos años nadie hacía alharaca de que un puesto callejero fuera desagradable a la vista y espantase al turismo extranjero. Lo importante era sobrevivir y bastaba con que el origen de las mercancías fuera medianamente lícito.

Advertisement

Otro gremio importante para la ciudad es ahora el de los antros, cervecerías, restaurantes que cierran a las tres de la mañana, discotecas, y hasta “antojerías con venta de cerveza” pululan por toda la mancha urbana, no hay una colonia de San Luis Potosí que no tenga su congal, putero o arrabal nocturno. Dependiendo del sapo la pedrada, no es lo mismo los pequeños locales con bocina y memoria usb, sillas de la cervecería Corona, que las ruidosas casas viejas del centro de la ciudad. Los que rifan son los que tienen variedad de música y los que se especializan en la diversidad de géneros, y no precisamente géneros musicales. Más arriba, allá donde se fueron los ricos a vivir, está la vida nocturna fifí, los lugares con diseño y concepto propio, ahí se aprecian otros aromas, las damas huelen a Chanel y los vatos consiguen buena droga. Hasta en eso se nota la desigualdad, no es lo mismo los cocainómanos de avenida Chapultepec, que los mariguanos del centro histórico y menos los “cricosos” de la inmunda periferia.

Apenas amanece y los residuos de la noche loca aparecen en las banquetas en forma de meados, vidrio y sangre. La ciudad tiene resaca los lunes y nadita de ganas de levantarse. Cosa distinta los comerciantes de la mañana, ellos llevan olores, colores y algarabía a las calles de la ciudad. Muy temprano empiezan los cargadores con las rejillas de madera en el lomo. Las rutas de tianguis callejeros le proveen a los habitantes de la urbe lo necesario para sobrevivir. No son los imponentes centros comerciales los que llevan el alimento a la mesa de la mayoría de la población, son los verduleros de mexquitexas, (Mexquitic) los fruteros que se surten en el mercado de abastos, y demás chucherías chinas, ropa de paca de segunda mano -que viene de la frontera. En los mercados llamados “sobre ruedas” está la esencia del motor económico de la urbe, ahí hay fruta de invernadero y una versión más accesible para el salario raquítico.

Al igual que en la dimensión oscura de la vida nocturna también existen mafias importantes en los tianguis, alguna vez esa era una fuerza política al servicio del partido del estado, el revolucionario institucional agrupaba a las rutas de los mercados populares en la CNOP, un sector tan importante como el obrero o el campesino. Eran la base fundamental de la operación política en las zonas urbanas junto con los maestros y profesionistas representados en el anquilosado partido revolucionario institucional. Desde hace un tiempo perdieron la rienda y terminaron por convertirse en pequeños cotos de poder de grupos mafiosos que lucran con los espacios disponibles y hasta con los préstamos de dinero. El modelo colombiano “gota a gota” se ha extendido peligrosamente en la ciudad y le abrió la puerta a grupos delincuenciales que solo esperaban una rendija para meterse hasta la raíz.

De la mano de los grupos criminales existen los grupos de presión que al ver desprotegidas las rutas de comercio y con una mínima regulación, tomaron por asalto las representaciones oficiales ante la autoridad correspondiente, en este caso la dirección de comercio del ayuntamiento de la capital. Los grupos de chantaje han hecho de las suyas experimentando medidas de presión que incluye el acoso a los inspectores municipales y las amenazas para los agremiados, llegando incluso a las agresiones físicas y verbales. Actualmente las rutas de comercio son tierra sin ley, puede ser la falta de personal para revisar constantemente la operación del sistema de recaudación o el desaseo persistente en las organizaciones gremiales. Aún las quejas de cobros elevados o arbitrarios hacen recordar la sospecha sobre ciertos grupos o líderes que se han eternizado en el cargo y manejan las rutas como si fuera un negocio particular. Como caso ejemplar está un grupo liderado por Eduardo Coyol Velázquez, hijo de un ex líder de la ruta 20, no pudo conservar el poder que heredó de su padre por pretender cobrar hasta diez mil pesos por espacio y cuotas diarias de 50 a 100 pesos diarios. El personaje perdería el poder en la ruta 20 ante el hartazgo de los tianguistas, pero a pesar de contar con un nuevo líder continúa operando ahora con mecanismos de presión y chantaje mediático de la mano de algunos políticos locales. El tipo cuenta con sendas denuncias por agresiones verbales y físicas principalmente en contra de mujeres, algunas de ellas ancianas, como a una de nombre Felicitas Sandoval, fallecida en el mes de septiembre y de quién pretendió despojar de su espacio con una firma falsificada, -La señora no sabía firmar.

José Armando Martínez Castillo dirigente de un grupo minoritario dentro de la ruta ocho, previamente se había adueñado del control del tianguis aprovechando la muerte de Pedro López Segura pero solo consiguió dividir la ruta sin que la autoridad municipal pueda (o quiera) entrar a regular el orden y al jerarquización de los mercados. Actualmente comparten el poder con el grupo liderado por Juan Rivera Jasso que se cansaron del acoso de Armando Martínez quién en su breve paso por el control del tianguis llegó a cobrar tarifas de hasta 200 pesos diarios a los agremiados. En situación muy similar se menciona a Evangelina Morales Soto, líder de la ruta 32 en la zona oriente de la ciudad. Se le acusa de cobros excesivos y por suspender hasta por dos semanas a los comerciantes que no acuden a reuniones de tipo político o a las manifestaciones contra las autoridades municipales.

Si bien los grupos en mención no han logrado imponerse en la dirección de las rutas de comercio tal parece que están en la dirección correcta ante el desasosiego de la autoridad municipal y patrocinados por algunos agentes extorsionadores que persiguen otros intereses distintos al comercio. Una inusitada campaña de autopromoción política los ha llevado a buscar padrinazgos en partidos como el PRI o Morena, tan ausentes de esos participantes suelen caer los líderes políticos como incautos. Es urgente una reforma al reglamento de comercio municipal para establecer normas más específicas en la elección de las coordinaciones de las rutas de comercio, pues si bien, se eligen democráticamente, hay una ausencia de norma y queda en la ambigüedad, o más bien, en la arbitrariedad, la elección de los representantes.

El director de comercio de la capital Jorge García Medina debe poner especial énfasis en la regulación y supervisión del empadronamiento de los comerciantes que participan en los tianguis. Hay un mercado negro de espacios en los mercados sobre ruedas y aunque los liderazgos de las rutas se supone auto regulan y se cercioran de que no haya invasión de lugares, por lo general son ellos mismos los principales promotores del desorden existente. A río revuelto, ganancia de pescadores.

@gandhiantipatro

This article is from: