Reina Mirthas cap 1 a 6 con ilustraciones

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Reina Mirthas

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© Juan Pablo Álvarez, 2015 e-mail: jpalvalazo@gmail.com – www.reinamirthas.com © Editorial Panspermia Limitada

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Edición: Jean Véliz D´Angelo Diagramación: Andrés Cuevas Navalón Carlos Palma: Ilustrador Patricio Godoy: Dibujante Gonzalo Pizarro: Ilustrador Mapas Diagramación de Portada e Ilustraciones: Miguel Aravena Tarsetti Primera edición: Octubre 2015 Registro de Propiedad Intelectual N°258004 ISBN: 978-956-9567

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Juan Pablo Álvarez

INTRODUCCION

La mitología nórdica o escandinava es un conjunto de historias populares creadas por los pueblos nórdicos con un carácter heroico y aventurero. En ella se conocen leyendas de los más variados personajes que habitaban los nueve mundos. El dios más importante era Odín el «Padre de todo», quien existía junto a otros dioses, además de feroces gigantes y seres que entregaban valor y sabiduría a estos grandes mitos. Pero los extraordinarios sucesos que surgieron al final del período divino terminaron por acabar con el mundo nórdico que conocemos, y la mayoría de los dioses cayeron en la gran batalla celestial llamada «El Ragnarök». Sólo unos pocos sobrevivientes lograron escapar de la matanza más grande que ha existido, varios de ellos juraron lealtad y prosperidad entre los dioses y hombres, pero otros se escabulleron en los rincones del nuevo mundo y ese mismo día comenzaron a preparar una terrible venganza. El norte nunca más estaría en paz.

Remota la edad en que nada había ni arenas ni mar, ni frescas olas, no estaba la tierra ni arriba el cielo, se abría un vacío ni hierba había (Edda Menor)

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PRÓLOGO

En el inicio sólo existía ceniza y fuego, el mundo permanecía en absoluta soledad y justamente era en esa soledad donde volcanes y tinieblas se imponían. Cada rincón era ardiente y caluroso, completamente vacío y sin vida. Con el pasar del tiempo las zonas más ubicadas al norte se fueron enfriando debido a las nuevas brisas. Nadie sabe cómo llegaron los jóvenes vientos que se esparcieron sobre los cráteres en un ataque lento que apagó y congeló la emanación del más tóxico de los venenos. Fue entonces cuando comenzó la primera y más larga era helada con gélidas tormentas que duraban ciclos eternos. En este solitario panorama, y envuelto en los sólidos hielos, emergió el primero de todos: Ymir, el gigante de escarcha. Con su forma de hielo envuelto en densas nieblas de alucinante color blanco, Ymir se imponía en las frías tempestades sobre el quebradizo y transparente piso, avanzaba destruyendo todo a su paso en busca de vida. Al tiempo apareció una gran vaca, la cual alimentó con sus borbotones de leche al gigante durante mucho tiempo. Lo que dio paso a engendrar vida de otras enormes formas naciendo más y más gigantes de escarcha, quienes poblaron las primeras regiones. En medio del frío ambiente, los escasos gigantes ya se enfrentaban por lo poco que existía, y el odio a la propia creación empezaba a formar parte de su esencia. Dos de ellos, al verse superados por su padre en una guerra sin sentido, procrearon a tres grandes dioses para derrotarlo sin piedad: Odín, Vili y Ve. Jóvenes dioses cuya ambición también se apoderó de sus ganas de conquistar y derrocar a sus creadores. Uno de ellos resultó ser el más inteligente, el más poderoso y el que finalmente deseaba el poder sobre todo lo existente: Odín. Para poseer el más puro y absoluto conocimiento entregó uno de sus ojos al guardián de la fuente de la sabiduría a cambio de beber del pozo mágico y así obtener todo el saber del mundo que finalmente se transformaría en el poder necesario para derrotar a las enormes aberraciones. El precio que pagó Odín al gigante Mímir fue muy caro. El final de los gigantes de hielo comenzó con arduas luchas y muertes destructivas, ya que el tamaño de cada uno de ellos resaltaba con superioridad ante los nuevos guerreros celestiales. Los dioses no tuvieron problemas para someterlos y fueron cayendo uno a uno, destrozados y cercenados. Su meta era la desgracia de las monstruosidades de la creación.

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Juan Pablo Álvarez Llegó el momento de la destrucción de Ymir, el primero y más grande de todos. Éste fue atacado por los tres dioses sin piedad hasta descuartizarlo y destrozarlo completamente; de sus restos formaron el primer mundo de los hombres llamado Midgard; con los huesos formaron las montañas, de su pelo creció la vegetación y los árboles; con los dientes deformes crearon acantilados, y con su sangre y sudor el mar. Finalmente alumbraron el cielo con chispas de los fuegos del inframundo. Los dioses tomaron los horribles gusanos que emergían del cadáver del gigante y crearon los enanos, seres muy creativos y diestros en la fabricación de resistentes armaduras y poderosas armas. Con todo lo realizado y el fin de los gigantes, los dioses omnipotentes sentían que podrían crear mejores seres que sus antecesores. Así, en un momento, Odín, luego de crear el día y la noche, envió a cuatro enanos a lograr el equilibro del mundo: Nordi, Surdi, Austri y Vestri. Luego surgió la idea de la creación del hombre, entonces: del olmo sacó a la mujer y de un fresno al hombre. Posteriormente les dieron atributos tales como el pensamiento y la decisión, además del don del habla para que crearan la humanidad y poblaran el mundo. Con el pasar de cientos de años la población en el nuevo mundo comenzó a crecer rápidamente, crearon pueblos con imponentes castillos, pero a la vez comenzaron a discutir y pelear entre ellos, quemando y atacando aldeas completas a fin de crear el reino más grande todos; la ambición del humano no tenía límite. Los pájaros volaron lejos del sonido de las armas y la muerte acechaba a cada nuevo rey situado en su trono. Para Odín, sin embargo, quedaban grandes tareas para sostener el equilibrio que se requiere para todo el universo. Brotó un árbol llamado Yggdrasill, el más bello que ha existido. Tenía una fuerza tan grande en sus raíces y su tronco que permitió ser el eje central de los mundos. Desde el mundo de los enanos y elfos oscuros hasta el de los gigantes, que no habían sido extinguidos del todo, el árbol sostenía la vida y prosperidad para los seres que habitaban cerca de él. En lo más alto se erigió el hogar de los dioses, en el firmamento estaba Asgard, el lugar más imponente y deseado por muchos. Desde allí se controlaba lo que ocurría en todos los lugares y también se planificaba lo que sería la batalla final como estaba dictaminado. Todo lo que habían construido tenía un sólo propósito: enfrentar lo más preparado posible el final de los días en la gran batalla del fin de las eras llamada el Ragnarök.

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Reina Mirthas Ésta comenzó con la llegada del más crudo invierno, azotando cada región con frío y tormentas gélidas. El cielo se oscureció por años y la tierra se movía con fuertes temblores y terremotos. Capas inmensas de hielo destrozaban pueblos completos y en los lugares donde antes había vida sólo se apreciaba muerte y soledad. Las montañas crujían por los grandes movimientos que a lo largo de los días ocultaban un daño mayor. El Sol se estaba apagando y la luna yacía oscura, lo que finalmente dio paso a grandes inundaciones en varias zonas del vasto mundo. La tierra estaba enferma y moribunda. Fue con estas sacudidas, que las cadenas de los monstruos apresados en grandes peleas anteriores, fueron reventadas liberando en primer lugar al gran lobo Fenrir y su padre el dios Loki, éste último estaba atrapado y enjuiciado por el engaño continuo y malicioso que terminó con la muerte del más bello y hermoso de los dioses que había existido: Balder. Además se liberó la serpiente Jörmungandr, la cual trajo calamidad sobre la tierra con sus poderosos venenos que propagó por todos los territorios para eliminar todo lo que respiraba. Todos los enemigos de Odín se unieron y se acercaron a la zona de Vigrid, lugar elegido para la batalla final. Desde el norte provenía Loki, con un poderoso ejército de gigantes de escarcha, mientras que hacia el sur el fuego empezaba a hacer su trabajo emanado por la espada del temido Surtur, quien llegaba con sus infernales seres armados y preparados para dar muerte a cada guerrero acariciado por las Valkyrias. En el hogar de los dioses, el poderoso vigilante Heimdall fue el primero en ver cómo se aproximaban las rudas creaciones de la maldad. Tomó el cuerno del fin de los tiempos y tocó el gran sonido del ocaso, todos los dioses se congregaron y alistaron sus armas para enfrentar el destino para el cual se habían preparado desde la antigüedad. Odín, montado en su caballo de ocho patas, realizó el llamado a sus guerreros para luchar y destrozar al enemigo invasor. Thor presionó aún más su cinturón de fuerza y luego tomó su martillo para liquidar más gigantes de los que ya había aniquilado. Dioses, guerreros y valkyrias se formaron y acudieron a la gran ofensiva. Odín fue el primero en atacar a Fenrir; el lobo gigante disparaba bolas de fuego desde sus narices tratando de quemar al dios que todo lo sabía; éste enterraba su lanza en cada punto débil de la gran bestia, pero en un descuido fue tragado completamente por el animal. Odín, el más grande de todos, había sido devorado. Desde lejos su hijo Vidar presenció la impactante escena y se lanzó encima de la fiera. Lo que desconocía la bestia, era que el dios tenía la base de sus zapatos hechas con los trastos de suela de todos los guerreros y esto le garantizaba una fuerza descomunal nunca antes vista. 8


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Fue en ese momento cuando saltรณ sobre el animal, y apoyando un pie en la quijada inferior de la bestia, levantรณ el hocico con su mano hasta romperlo para luego enterrar su espada directo al corazรณn del monstruo dรกndole una merecida muerte.

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Reina Mirthas En otro sector sangriento, el perro Garm atacó fuertemente a Tyr, pero no era rival para el dios que logró descuartizarlo, aunque quedó muy mal herido y al poco tiempo murió. Frey, desprovisto de su espada de la victoria, cayó en una lucha rápida contra el poderoso gigante Surtur que lanzaba fuertes llamaradas con su espada. Loki, el dios más odiado, se enfrentó a Heimdall y en uno de los más fieros combates ambos encontraron la muerte. Thor, por su parte, desafió a la serpiente Jörmungandr que deseaba destruir el gran árbol. Fue una lucha de poderosos rivales; con su martillo azotaba la cabeza del reptil, pero éste respondía con manantiales de tóxico veneno expulsado por su boca. El dios, cada vez más debilitado por el cansancio, finalmente logró destrozar al animal, pero cuando buscaba su próxima víctima en la planicie ensangrentada, el reptil alcanzó a morder su pierna. Sólo pudo caminar nueve pasos hacia atrás y cayó muerto. El fuego comenzó a arder por todas partes, el humo y la poca visión no permitía ver la carnicería que ocurría en cada rincón del campo de batalla; caían guerreros destrozados y gigantes mutilados; las bestias bramaban de dolor al ser quemadas, ya que el fuego se repartía para todos por igual, incluso para aquellos que estaban acostumbrados al dolor. Fue tan grande el poder emanado de la espada de Surtur que casi todo a su alrededor sucumbió lentamente. En la tarde el sigilo se apoderó del lugar, sólo se sentía el crujir de los bosques por el fuego y el viento que soplaba con arduo calor haciendo crecer aún más el resplandor de las llamas. Toda la tierra estaba siendo quemada y aniquilada. Lo que era verde ahora era rojo; lo que fue hielo y nieblas ahora era vapor y tinieblas; lo que vivía ahora estaba muerto. No quedaba vida, no había latidos y las primeras brisas que jugaron en Asgard nunca más soplaron. Posterior a este acontecimiento pasaron largos días concebidos como los más tristes desde la creación. Pero cuando el silencio era el rey de la tierra y la soledad su acompañante, apareció débilmente un rayo del hijo del sol que atravesó las magras nubes y apuntó a una zona especial; un lugar desolado e intacto que no había sucumbido a su letal destino: el inmenso prado de Idavoll. Aquí llegaron algunos dioses que sobrevivieron a la masacre. Entre los principales estaban los hijos de Odín y Thor. Todos contemplaron la destrucción y prometieron evitar que algo así volviera a acontecer. En su meditación todos coincidían que los nuevos tiempos debían ser en paz con todos los mundos y para ello debían tener un nuevo y poderoso guía. Al poco tiempo, desde el lugar de los difuntos, revivió un dios que lideraría toda la nueva 10


Juan Pablo Álvarez creación y entregaría el equilibrio que los mundos necesitaban para vivir en armonía: el dios Balder. Bello, sabio y cercano; el nuevo líder pudo ordenar el desconsuelo divino y crear el nuevo hogar que los dioses necesitaban, un lugar llamado Gimlé, el cual cubierto de oro ante el sol, brillaba con luz de esperanza y alivio. La raza humana volvió a surgir y así pasaron cientos de años de los hombres y la tierra se volvió a poblar en paz bajo el cuidado de los nuevos señores del ignorado cielo. No fueron los únicos que arrancaron de la muerte. Algunos seres odiados por Odín y su descendencia nunca llegaron a la confrontación, y fue así como estas monstruosidades sobrevivientes al fuego perpetuo, aprovecharon el momento para comenzar a crear y organizar nuevos ejércitos de gigantes y bestias, todo a escondidas de los actuales gobernantes del mundo que ni siquiera intuían la existencia de tales aberraciones. Pero ni dioses, bestias o guerreros que poblarían los renacidos mundos sospecharían del plan de la gran serpiente muerta por Thor; un plan que emprendería su camino con un provocador evento al norte del mundo humano.

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Juan Pablo Álvarez CAPÍTULO 1

En la aldea de Zangolf todos los hombres estaban enfocados en un sólo hecho: hoy su líder, Ramka, el bruto, sería padre por primera vez. Estaban sus amigos más cercanos sentados fuera de la choza alrededor de una fogata degustando hidromiel y comiendo trozos de carne, como lo hacen los hombres del norte cuando se preparan para celebrar o para ir a una batalla. El sol entregaba apenas débiles rayos que no lograban templar el fresco clima. Ramka tenía puesto un casco de cuero en su cabeza, cubierto con una cota leve de malla que lo abrigaba en su espalda, pero resguardado por pieles y hombreras de metal, además de una túnica larga y botas de cuero. Estaba apoyado en su escudo junto con su arma de hierro. Los guerreros más pobres del norte utilizaban únicamente cuero en sus vestimentas, pero cuando ya se convertían en líderes mejoraba ostensiblemente su armadura; aunque lo hacían de a poco. A sus amigos les llamaba la atención que su líder estuviera vestido como guerrero, siendo que estaba a la víspera de un nacimiento y no un enfrentamiento, pero nadie se atrevía a decírselo. El pueblo se ubicaba entre dos grandes bosques que entregaban cierta protección de los silbidos de los feroces vientos. Lo cual ayudaba además a crear una especie de clima templado que aseguraba un mejor transcurso de las heladas noches invernales en estas zonas. Los hombres estaban bien cubiertos con diferentes tonos de pieles y cascos artesanales, pero se encontraban agotados, ya que habían llegado hace muy poco de un largo viaje por el mar Necio; llamado así por sus corrientes porfiadas en soplar en dirección contraria al viento. Algunos descansaban en sus casas y otros estaban acompañando a su jefe en esta gran aventura de ser progenitor. Mientras tanto, las mujeres corrían con telas húmedas desde el patio hasta el interior de la casa; los hombres las divisaban desde lejos donde sólo se veía el cubre pelo blanco que usaban amarrado bajo la barbilla y sus vestidos impecables de telas blancas y grises. En esos momentos, ellas sólo tenían una misión: calmar a una valiente mujer que gritaba en todo momento a causa de estar a punto de dar a luz. Era la esposa de Ramka. El jefe ‒aunque a él no le gustaba ese título asignado‒ sólo observaba con la mirada perdida mientras algunos de sus amigos contaban historias de batallas y saqueos. Él sólo atinaba a mover su cabeza sin escuchar nada de lo que hablaban. En ese momento sólo pensaba en su futuro hijo; quería sostenerlo pronto entre sus brazos y así mecerlo suavemente como lo hace el mar con un drakkar cuando zarpa por primera vez. 13


Reina Mirthas ―Ramka, ¿sabías que el maldito rey enviará un cofre con oro y joyas al castillo de ramos? ―dijo Balof, un astuto ladrón que había llegado desde el sur en busca de riquezas; aunque no estaba en sus planes convertirse en un saqueador. ―No ―respondió Ramka con un tono serio y malhumorado. No deseaba que nada lo perturbara. ―Dicen que llevará tanto oro que podría hacerme una espada dorada como la que usaban los antiguos dioses. ―Yo escuché que ha nacido el hijo del rey con dos cabezas ―intervino Kurt, un aguerrido guerrero y leal hombre. ―Es una suerte que sólo tienen los poderosos. Ahora el bastardo podrá beber por dos al mismo tiempo ―expuso Balof, tomando su jarra y empinándola para vaciar su contenido completamente en su rostro de una manera salvaje. Ambos soltaron carcajadas al unísono mientras observaban lo silente que estaba su líder, nada le causaba gracia. Sus amigos trataban de distraerlo con historias sin obtener resultado. En un momento, Ramka se paró de su banca y giró su cabeza hacia la choza. Al ser construidas de troncos horizontales cortados y ajustados en las esquinas quedaban pequeñas grietas que permitían escuchar lo que sucedía dentro de la habitación; aunque algunos colocaban pasto para aislar el frío y el sonido. El jefe levantó su mano derecha y la bajó lentamente en señal de guardar silencio. El respeto era tan impresionante que ningún hombre fue capaz de emitir ruido alguno. En ese momento los gritos de su esposa habían cesado, pero pudo escuchar a lo lejos el llanto de un recién nacido. Desde la casa salió una mujer corriendo en dirección al grupo de hombres, se acercó y a viva voz les dijo: ―¡Es una niña! Todos bramaron de alegría y a la vez se escucharon muchas risas, pues sabían que su jefe deseaba de corazón un niño. Los hombres se pusieron de pie y abrazaron a Ramka que nuevamente estaba con la mirada perdida; su sueño debería esperar. ―Ya sabes que tengo dos hijos para que puedas elegir en el futuro y seamos hermanos ―dijo Kurt sonriendo y tocando el hombro del guerrero. Al jefe no le agradó el comentario y devolvió una mirada desafiante para que retirara el brazo inmediatamente. Fiero en cada batalla se había ganado muy bien su apodo de bruto, por lo que Kurt, recordando rápidamente semejante genio, retiró su brazo y se volvió a sentar. Los otros

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Juan Pablo Álvarez hombres que lo rodeaban hicieron lo mismo en silencio mientras miraban como la mujer volvía a la casa apresuradamente. El líder deseaba entrar a la casa para ver a su hija y esposa; llevaba horas sin verla y ahora ya eran una familia. Sintió desprecio a su reacción, era su primera descendencia y no mostraba signos de alegría ni siquiera preocupación por su amada, la cual debía haber sufrido bastante por las decenas de gritos emitidos. Sólo alcanzó a avanzar un par de pasos cuando lo detuvo la presencia de un grupo de hombres que bajaba desde la colina cercana al pueblo. Miró detenidamente y vio como desde el sendero se acercaban lentamente los llamados cinco portadores de la verdad y lo divino. Cada uno de los indígenas llevaba una antorcha y avanzaba directo a la choza del recién nacido. Estaban armados y cubiertos con horribles máscaras de cuero en sus rostros, se decía que era para espantar los malos espíritus del mundo de los muertos. Ramka notó que entre medio de los cuatro hombres caminaba uno más alto que el resto, luego se fijó muy bien y se dio cuenta que era el viejo brujo. El llanto de la niña también había llamado su atención y se preparaba para ejecutar el mandato del rito del espanto. Todos los que serían padres por primera vez debían pasar por esta ceremonia, en la cual el brujo examinaba el cuerpo del recién nacido con una extraña esfera creada con un sólo propósito: encontrar la marca maligna. Los pocos hombres que estaban sentados se pararon y observaron como el hechicero del pueblo avanzaba lentamente y se acercaba al lugar del parto. En su mano derecha llevaba un viejo cuerno; en la otra la esfera acusadora, una especie de amuleto sagrado entregado por los dioses según los antiguos relatos. Vestía poca ropa y un centenar de collares con dientes de animales, también algunas hojas de plantas exóticas pegadas a su cuerpo. Poseía una musculatura imponente con una presencia distinta a lo habitual en comparación con los sabios de otros pueblos. Lo seguían sus cuatro sirvientes, armados con blancas espadas y preparados para hacer el trabajo que nunca había ocurrido: eliminar al marcado. Llevaban la parte superior descubierta, sólo vestían una pequeña armadura de cuero y un casco de tela gruesa sobre sus máscaras. El padre de la niña recordaba que el rito era prácticamente una sentencia de muerte si se encontraba lo que se buscaba. La tradición nunca había sido un problema para los aldeanos, se aplicaba sin problemas y sin éxito hasta ahora, pero siempre existía temor por parte de los habitantes de un pueblo, no sólo del norte sino del sur y el mundo completo de ser el elegido. El sólo pensamiento de que en una familia existiera el marcado, era escalofriante y nadie se imaginaba el castigo que los dioses podían aplicar al ser y su familia. 15


Reina Mirthas Muchos han contado historias de este culto sagrado que comenzó justamente en el Ragnarök hace cientos de años. Los dioses antiguos tuvieron una dura lucha con gigantes y bestias que terminó con la muerte de varios de ellos. Una de las confrontaciones más largas y valientes fue la que sostuvo Thor con la gran serpiente Jörmungandr; el dios pudo derrotar a la serpiente con su poderoso martillo ayudado de su cinturón de fuerza, pero una vez que hubo acabado con la bestia ésta alcanzó a morderlo inyectando su eficaz veneno. Las antiguas escrituras dicen que el veneno era tan mortífero y poderoso que el dios sólo alcanzó a vivir un breve tiempo luego de la mordida del líquido letal. Con Odín y Thor caídos, uno de los dioses que se encontraba encerrado en las tinieblas retornó al cielo, y comenzó a liderar los nuevos mundos que habían sido quemados y devastados por el fuego y el odio; su nombre era Balder, también llamado «el hermoso». Tomó el control sobre todo lo que se conoce y una de sus primeras señales fue la de proteger y cuidar a la humanidad. Precisamente el rito fue creado para buscar la marca de la serpiente que se decía podría volver a nacer. El dios entregó una esfera a cada sabio de los pueblos humanos que fue traspasada de generación en generación con un pequeño y único poder: mostrar la marca de la serpiente en un humano. A simple vista, para los hombres no era reconocible y tenían que acercarse y frotar la piel del ser vivo, específicamente en su brazo y manos. Una vez encontrada la marca debían dar aviso con el cuerno del horror, el cual sonaría por todo el valle, desierto, puerto, montañas o pueblo para que el dios más cercano se hiciera presente y ejecutara el sacrificio. El hijo del dolor debería morir y perpetuar la paz en los mundos. Para Ramka eran simples historias, pero ahora se encontraba muy nervioso; siempre había sido un espectador de tales ritos y hoy era su día de pasar la prueba. Eso era justamente lo que atormentaba sus pensamientos, dudaba que algo así pudiera ocurrirle, meditaba que sería injusto, ya que siempre había respetado a los dioses y no se merecía un castigo tan cruel. Cuando el brujo entró a la casa el silencio se apoderó de todo el pequeño pueblo; la brisa golpeaba de frente los rostros de los preocupados guerreros que trataban de distraerse con lo que fuera; algunos jugaban con palos en la fogata; otros acomodaban sus espadas, y los más nerviosos simplemente caminaban de un lugar a otro. Balof y Kurt sólo atinaban a limpiar sus dagas en una posición defensiva mirando de vez en cuando de reojo a su jefe que apretaba el puño sobre su filosa espada. Pasaron largos minutos. Los sirvientes del brujo se quedaron en la entrada de la cabaña del líder viendo como salían las mujeres que habían ayudado en el nacimiento; 16


Juan Pablo Álvarez algunas portaban extensos paños húmedos y exhaustas caminaban en distintas direcciones, volviendo cada una al hogar con la mirada fija en el suelo. El momento era tenso y estuvo acompañado del frío sutil de la tarde. Cada habitante se encontraba de pie y a la expectativa de la revisión del hechicero. Los dioses eran extraños en sus ideas y decisiones, por eso la gente les rendía culto al aire libre con mucho agradecimiento y temor, para nunca ser castigados. Fue en este instante de reflexión cuando se sintieron a lo lejos unos pasos acelerados en la habitación de la choza, y posteriormente un grito breve y agudo. Los guardias que se encontraban en la puerta desenvainaron su espada colocándose en posición de defensa mientras uno de ellos entraba raudamente a la casa. Todos observaron con preocupación. Ramka sintió ese frío que corre por las venas cuando la muerte se hace presente y empuñó su arma mirando a su alrededor; sabía que algo no estaba bien hasta que vio salir al brujo. Éste lo miró desde lejos silenciosamente, en sólo un instante levantó su brazo y lo apuntó con su mano en forma de puño. Nadie entendía lo que sucedía; los habitantes cruzaban miradas preguntándose qué hacer, hasta que en un momento vieron como el salvaje hechicero llevó el cuerno a su boca y lo sopló con mucha fuerza. El sonido fue tan devastador que muchos se llevaron sus manos a la cabeza emitiendo gritos y llantos. Ramka soltó el clamor más triste de su vida; los hombres que estaban sentados se pusieron de pie y sacaron sus espadas. La niña había nacido con la marca de la serpiente.

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CAPÍTULO 2

El alba comenzaba a disiparse para dar paso a una tranquila mañana. El dios Modi, que había sobrevivido al ocaso gracias a su padre Thor, se acercaba a un balcón para dimensionar el gran palacio en Gimlé, que estaba en la cima de una complicada cadena de nuevas y altas montañas nevadas, de modo que hacía mucho más espectacular su visión. La nueva morada de los dioses estaba conformada por un gran castillo y varias casonas de color naranjo; el brillo del amanecer daba el aspecto de un lugar lleno de oro, pues los dioses se habían esmerado en lograr un nuevo hogar más cómodo y brillante con grandes salones y bastante majestuosidad, además se había convertido en un lugar de concentración y trabajo. Al poco rato de meditar, el dios caminó hacia abajo por unas escaleras de piedra caliza y luego cruzó el puente contemplando el resplandor de la mañana que se tomaba el día. El bello palacio estaba frente a sus ojos, imponente y atrevido; era el lugar ideal después de Asgard. La contemplación era algo que los antiguos dioses no habían utilizado y precisamente eso es lo que motivó al nuevo dios a acercarse a la residencia. Resaltaba a lo lejos el gran salón del recuerdo con una cúpula naranja y paredes blancas rodeadas de cuatro pilares pequeños y decorados con piedra natural traída de la montaña blanca. Sin duda, los enanos nuevamente habían hecho una gran labor. Las plantas y árboles que decoraban su entorno lograban una armonía de colores que eran el disfrute de cientos de astutas aves que saltaban y revoloteaban alrededor de esta gran construcción. Modi llegó a la entrada del castillo donde se imponía una puerta muy ancha y alta de color dorado brillante. La empujó despacio para que se abriera, avanzó y una vez dentro observó cada rincón del lugar como si fuera la primera vez. En el interior resaltaban sus paredes rojizas con varios monumentos hechos para los caídos y recordados. Su mirada se fijó en una de las figuras, la de su abuelo Odín. Siempre era la primera que observaba al ingresar al salón. Estaba al centro del lugar retratado sobre su caballo Sleipnir de ocho patas portando su lanza en posición de ataque y encima de su hombro tenía dos cuervos que en sus tiempos lo ayudaban a espiar el mundo. Modi no se cansaba de vislumbrar semejante monumento y recordar los tiempos que había vivido junto a él; las historias que su querido anciano le contaba y todo lo que tuvo que soportar en su vida, desde enfrentar peligrosos

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Juan Pablo Álvarez gigantes, hasta el maldito lobo que terminó con sus días. Hechos que lo llevaron a convertirse en el padre de todos. El nieto de Odín luego miró al frente, había otra figura de roca más pequeña con una apariencia muy conocida para él, era su padre Thor. Estaba esculpido de caliza y arenas rojas, la figura estaba con el martillo empuñado en su mano derecha apuntando hacia el cielo sobre un carro guiado por caballos voladores. La imagen frente a él lo llenaba de emoción, pues tenía la certeza de que gracias a la valentía de su padre había sobrevivido al Ragnarök tras derrotar a la asquerosa serpiente que finalmente terminó con su vida. Aunque en su interior sentía que los volvería a ver lo invadía la emoción cada vez que contemplaba dichas esculturas. —Eres más puntual que yo al venir a saludar a tus antepasados ―comentó Balder. ―El cielo aclaró mucho más temprano y necesitaba meditar un poco ―respondió Modi, girándose hacia el dios y a la vez haciendo una reverencia. ―Me he dado cuenta. ¿Sabías que podemos controlar el tiempo y hacer que el alba se asome más tarde? ―Usted no haría algo así, señor, su tiempo y poder está enfocado en el porvenir de los mundos y no en un simple despertar. ―Algunos piensan que el tiempo se disfruta durmiendo más y viviendo menos ―expuso el dios con una leve sonrisa acercándose al monumento de Thor. Desplazó su mano sobre el relieve áspero que tenía el martillo y luego la deslizó hacia el mango del arma. ―Esta arma entrega tanta luz y poder que un sólo golpe hubiera acabado con mi encierro en las tinieblas. ―Fueron épocas tristes, mi señor, la muerte siempre nos acaricia al despertar. ¿Usted sintió temor en esos días? ―No sentí temor, sólo tristeza al ver los hechos y saber que por culpa de un dios estuve encerrado en el mundo de los muertos. Le di de comer y me angustia que el poder y la avaricia siempre lo hayan acompañado contra la voluntad de hacer el bien divino ―dijo con fuerza girándose hacia el muchacho―, pero tú eres diferente. Eres como tu padre que poseía valentía y una gran voluntad por ayudar, si había que mutilar gigantes nada lo detenía, ni a él ni a su feroz arma. ―Es eso lo que me tiene en silencio hace días. No quiero defraudarlos con el poder que ahora tengo. ―¿Crees que hice mal en entregarte el Mjolnir, el arma más poderosa de nuestra era? ―preguntó Balder, con un tono más enérgico en su voz mirando fijamente al joven. 19


Reina Mirthas ―No cuestiono sus decisiones, señor, sino las mías. No sé si estoy a la altura de estos desafíos, no sé si puedo hacerle honor a mi padre. ―Cada uno escribe su momento y tendrás tu tiempo para acertar y equivocarte. Lo primero es motivante y lo segundo puede ser tu final sobre todo ahora que he tenido la peor noticia con la que un dios puede despertar. Viaja al pueblo de Zangolf y tráeme al marcado. El cuerno ha sonado. ―¿Sonó el cuerno del terror? ―Así es, ve enseguida. ―Sí, señor. ―Y recuerda… hoy demostrarás para qué estás hecho, no falles hijo del gran torturador de gigantes ―sentenció el dios caminando aceleradamente y saliendo por un costado de la sala. Modi inclinó su cabeza en señal de respeto y salió en dirección contraria del recinto. Llegó a un costado donde había una pequeña sala, en ella se encontraba una mesa de oro con una iluminación asombrosa, pero no se acercaba en absoluto al destello del martillo que estaba encima. El gran Mjolnir, el arma de Thor, resplandecía con brillo propio. El dios rápidamente se puso el guante que se necesitaba para levantar y dominar esa arma tan heroica; lo tomó por el mango acariciándolo levemente y salió al balcón del salón. Levantó el martillo y alzó el vuelo. Ya no eran necesarios los caballos y el carro para volar como lo hacía Thor, los enanos habían potenciado el arma con las runas nuevas de Gimlé.

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Juan Pablo Álvarez CAPÍTULO 3

El pueblo de Ramka yacía en el descanso nocturno con un silencio envolvente de tranquilidad en contradicción con los hechos que habían ocurrido en el día. Algunos se quedaron en su casa conversando lo que habían vivido después de tanta agitación, y sobre todo de la suerte de su líder y su familia. No todos estaban de acuerdo en el sacrificio, pero sí temían por un nuevo desastre en el mundo de los humanos, porque cada uno pensaba de forma mezquina y segura para cuidar su propia familia. «Maldita sea la suerte del jefe», decían algunos. «Tantos niños que nacen en el mundo y su hija es la elegida». El brujo, junto a sus guardias, se había ido a su cueva en la cumbre alta del pueblo llevándose consigo a la niña para ser entregada y sacrificada ante los dioses. Ramka se encontraba encerrado en una pequeña celda hecha de troncos de olmo para retener a bandidos y esclavos del pueblo. El hombre despertó lentamente de su aturdimiento, y con su mirada desconcertada, comenzó a observar todo a su alrededor con demasiado silencio. «¿Mi hija?», se preguntó mirando cada detalle de la trampa donde se encontraba. Nadie lo cuidaba, estaba solo y abandonado; a lo lejos se escuchaban algunos animales y pájaros desde los bosques que rodeaban el pueblo. Su cuerpo estaba apretado con amarras y una cadena ataba su pie izquierdo. Con los fuertes nudos que hacían los hombres del norte no había forma de moverse para intentar desatarse y buscar a su primogénita. Con fuerza intentó romper la cadena desde el suelo apretando su pie al palo que la amarraba, pero no tuvo éxito. Miró al cielo buscando alguna solución a su pesar y a la vez en sus pensamientos comenzó a maldecir a todos los dioses que según los relatos que le contaba su abuelo moraban las innumerables estrellas, si es que realmente existían. Para él, como guerrero, todo eran patrañas y excusas de cobardes. Él solía pensar que eran relatos para entretenerse en los largos viajes o cuando descansaban junto a una fogata. Recordaba muchos relatos de Odín y Thor luchando contra monstruos o de valientes guerreros del norte que enfrentaban los peores gigantones y bestias que existían en el mundo. Pero nada de eso era creíble para él. Ninguno de aquellos seres lo podía ayudar y menos sabían de su existencia, era por eso que sus creencias estaban concentradas a lo que sólo podía conseguir empuñando su espada. ―¡Todas esas mentiras y guerreros con poderes de fuego, hielo y fuerza extraordinaria y yo no puedo quitarme una simple cadena! ―gritó con rabia golpeando con su pie nuevamente el pequeño mástil que lo encadenaba. Permaneció en silencio unos 21


Reina Mirthas momentos, pero nuevamente comenzaba con sus intentos de soltarse. No podía terminar sus últimos días sin luchar sabiendo que su hija estaba a punto de ser asesinada por unos brujos maniáticos. Trató de descansar un poco, estaba realmente agotado. No podía aclarar sus ideas ni librarse de ese tormento. En ese momento de sigilo sintió un pequeño ruido de pisadas, no era el típico sonido de un hombre robusto aplastando delicadas hojas húmedas; ese ruido lo conocía muy bien, sobre todo cuando sorprendían a ladrones merodeando el pueblo. El crujir de las hojas era suave y daba la sensación de un ser más pequeño al caminar. Comenzó a mirar detenidamente en dirección al oscuro bosque, inmóvil y atento; seguía sintiendo las pisadas cada vez más cerca, algo se aproximaba. Sin su espada, y encerrado en una de jaula de madera, poco podía hacer y sólo atinó a mirar muy concentrado. Poco a poco fue apareciendo una figura blanca pequeña, pero no estaba cubierta de tela o alguna especie de capa blanca. Lo que veía parecía el pelaje de un animal. Luego advirtió unas patas negras con grandes pezuñas y finalmente al acercarse más vio una cabra como las del ganado. Ramka miró el animal que se detuvo justo a la entrada de su nuevo aposento, comenzó a observarlo más en detalle y se dio cuenta que era más grande que las ovejas comunes y cabras que tenían para abastecerse de carne y leche. De pronto algo resaltó, esta cabra sólo tenía tres patas y la cara muy estirada con largos cuernos negros. Cuando se dio cuenta de ello, rápidamente levantó su cabeza y miró al animal que no le quitaba la vista de encima. Trató de mover su cuerpo hacia atrás, pero la cadena le impedía el movimiento de fuga; el miedo se apoderó del valiente guerrero logrando desesperarlo y dejarlo pasmado. En ese instante la cabra abrió su hocico y emitió un sonido gutural muy largo y profundo. No fue el grito de un animal típico. El ruido se convirtió en un chillido tenebroso y maligno. Cerró su hocico y los ojos negros que tenía el animal adquirieron poco a poco un azul intenso con tonos rojizos ardientes. A paso lento comenzó a acercarse al prisionero con la mirada fija en él, su avance era silencioso y aterrador. ―¡No eres una cabra, eres la muerte frente a mí! ―gritó el hombre impactado. ―La muerte es placentera, es un manjar eterno, por eso tienes miedo ―habló el animal con una fina voz moviendo su cabeza hacia un costado. En ese momento detuvo su avance. ―¿Qué tipo de hechicería hace que hables? ¡Contesta, demonio! ―exclamó con tono fuerte y a la vez con temor. ―Siempre he hablado con los hombres que deben morir. 22


Juan Pablo Álvarez ―¡Entonces hazlo pronto y evita mi sufrimiento! ―Sería un placer, pero no estoy aquí para romper tus huesos, idiota. Ramka se quedó quieto viendo cómo el cuerpo de la cabra convulsionaba; con movimientos bruscos su boca se agrandaba y tosía asquerosas babas de color verde, volvía y volvía a toser enérgicamente con alarmantes quejidos corporales; su cuerpo se agitaba con cada lamento e inesperadamente desde su hocico saltó un objeto que cayó cerca de la jaula. Era un anillo verde muy brillante. El hombre lo miró extrañado. ―¿Qué es eso, bestia? ―Es la salvación de tu hija ―aseveró el animal con un chillido, ya no tenía la misma voz. ―¿Cómo sabes que tengo una hija?, ¿qué eres? ―Sabes quién soy, por eso tienes miedo, ¿o no? Me has reconocido por mis tres patas. ―¡Mentira!, ¡no existes! Esas son historias para asustar a viajeros y guerreros. ¡No puede ser cierto! No puedes ser Hel, la reina de los muertos. Con el silencio de cómplice el frío viento envolvió las palabras del hombre. El animal lo miró y movió su cabeza confirmando lo que acababa de decir; una figura que sólo existía en cuentos para el mundo de los humanos estaba frente a él. Ningún animal habla y menos vomita un anillo. La cabra seguía impávida mirando al atontado hombre. Su pelaje limpio y brillante confirmaba que estaba bien cuidada y alimentada. Tenía dos cuernos muy largos que se extendían hasta su espalda, lo que aumentaba su tamaño en la helada noche. La bestia nuevamente comenzó a toser groseramente, no se quejaba, sólo movía su cuerpo y carraspeaba más suave hasta botar una bola de fuego que explotó de un sólo impacto frente a Ramka, sin ocasionarle daño. Al despejarse el humo emergió la figura de una mujer alta y pálida; con un atuendo de color negro vestía una capa que llegaba hasta el fondo del bosque; su cuerpo estaba envuelto con un poco de neblina morada que acariciaba su pelo y rostro; debajo de su capa vestía un pantalón delgado oscuro y una túnica gruesa más clara en la parte superior; poseía otro anillo en su dedo, pero más brillante en comparación con el vomitado hace poco. Su tez blanca hacía resaltar sus labios negros y ojos azules misteriosos. No se alcanzaban a visualizar sus pies, daba la sensación que levitaba sobre la humareda que había dejado en el lugar. Miró al hombre más cerca y luego giró su cabeza hacia el suelo en señal de saludo. ―¡Soy Helynda, hija de Hel! 23


Reina Mirthas ―¿Helynda? ―Heredera del mundo de los fatigados en vida y del castigo perpetuo, para servirte. ―¿Una bruja? Hel no es de este mundo, sólo habla con muertos y los esclaviza a su antojo. ―Veo que sabes de mi madre más de lo que creía, me deshonras al compararme con una mísera hechicera. ¡Soy la vida en la muerte!, ¡soy la respuesta al sufrimiento!, ¡soy la coleccionista de humanos infelices! ―Seas lo que seas, ¡mátame rápido y a todos los que están en este maldito pueblo! Han matado a mi esposa y harán lo mismo con mi hija. ―¿Los mato a todos incluida tu primogénita? ―preguntó la mujer golpeando la puerta de entrada de la celda. Ramka quedó asombrado con la fuerza de la mujer. Luego ella tomó las cadenas y las apretó con su mano derecha quebrando su soporte y liberándolo de sus amarras. Él la miró boquiabierto. ―Si me liberas es porque algo quieres de mí ―comentó en voz baja. ―Tú hija será asesinada al alba por este montón de fanáticos embobados para ganar el perdón de los dioses. Será el sacrificio de una inocente. ―¡Jamás! Dame mi espada para cortar sus cabezas y evitar mi sufrimiento perpetuo. ―Debes matarlos a todos y luego tienes que huir hacia la cueva de las ratas, una vez ahí debes bajar hasta la entrada donde te esperará alguien muy especial. ―Creo que no tengo opción, pero lo haré por mi hija, no por ti. Aunque… ―La miró fijo―. Imagino que esta ayuda tiene un propósito. ―La serpiente Jörmungandr que mató a Thor era hermana de mi madre, si tu hija es la marcada nos une la sangre de Loki. ―¿Dices que mi hija es especial?, ¿una diosa o algo así? ―Un monstruo, mejor dicho. Pero en forma humana, la cual aun no entiendo y deseo comprobar si es así ―comentó en voz pausada observando al hombre detenidamente―. Si tengo razón la espera ha llegado a su fin, muchos hemos estado atentos a los eventos donde hay bastante interesados en controlar a tu hija. Te esperan peligrosos contrincantes si deseas protegerla, te puedo ayudar, pero no puedo hacer mucho en este mundo. Debes llevarla al mundo de los muertos. ―¡Qué dices, maldición!

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Juan Pablo Álvarez ―Cuando el sol dedique la primera luz a este inmundo pueblo enviarán un dios a buscar a tu pequeña y será el fin, esos locos humanos quieren matarla y si los dioses la encuentran la encerrarán como hicieron con el gran lobo y la serpiente. ―¿Pero cómo te ocultas de los ojos del cielo? ―preguntó Ramka poniéndose de pie y empuñando su mano. ―Mi mundo es ceguera total ante los dioses. Dos de esos celestiales ya escaparon una vez de nuestro hogar y dudo que vuelvan a visitarnos. Tú sabes que todos le tememos a algo. El hombre sólo atinó a bajar la mirada y observar de reojo para encontrar su espada. ―¡Ahora muévete y haz lo que te digo! ―concluyó y se desvaneció en el aire sin dejar rastro. Ramka se apresuró en caminar hacia la choza donde guardaban las armas, antes de salir tomó el anillo y, sin pensarlo, lo puso en su dedo de la mano izquierda. No sabía para qué le serviría, sólo sintió como se apretó más a su piel al sentir el contacto. Avanzó sagazmente hacia una casa que estaba al fondo del pueblo silenciosamente; ahí estaba la bodega que almacenaba granos y también armas. Al llegar, entró despacio alertara nadie. Miró a su alrededor y tomó una espada y un escudo que estaban apoyados en la pared. Al empuñar la espada tuvo la sensación de que su brazo se extendía hasta la punta del arma, estaba fría, pero pronto tendría calor y sangre. Miró el escudo que había tomado y lo botó al suelo sin hacer ruido. No lo necesitaba, sólo debía cortar algunas cabezas. Caminó hacia la puerta trasera de la choza llegando al patio y luego se dirigió hacia a la colina contigua, subió por un costado y al avanzar entre los árboles sólo escuchaba el palpitar de su corazón. Los eventos extraños de hace un momento lo habían dejado muy nervioso. Siempre tuvo valentía ante el enemigo, pero esto era diferente. ¿Cómo era posible que una figura mitológica se presentara ante él? Pensaba que todas esas historias se contaban por algo, ahora les encontraba razón, es decir, reafirmaba en su trote cada vez más fuerte que Thor y Odín sí eran reales. Al poco rato llegó a la cima y vio como dos de los guardias del hechicero estaban parados frente a una pequeña cueva. Ramka no sabía cómo atacar; miró su anillo y sintió una fuerza extraordinaria, rápidamente se escabulló entre los arbustos y de un salto sobre el primer guardia cortó su cabeza que rodó colina abajo, aún no caía el cuerpo del hombre cuando su espada ya atravesaba el cuello del otro. Dos golpes certeros en un instante. Apenas unas gotas de sangre; así le gustaba matar.

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Reina Mirthas Entró a la cueva y vio a los otros dos hombres sentados alrededor de una fogata, no tenían armas ni máscaras, eran ideales. El astuto guerrero se acercó por detrás y atravesó la espada en la espalda del primer desafortunado, luego la sacó y atravesó a su compañero; lo levantó completamente emitiendo un grito despavorido y lleno de rabia; velozmente retiró su arma y el cuerpo del último guardia se destrozó en el suelo. La sangre saltó al rostro del atacante que ni se inmutó. Sólo tenía un objetivo más en su mente: el gran brujo. De pronto sintió el llanto de un niño a lo lejos, corrió más abajo de la cueva; las antorchas encendidas guiaban de manera perfecta al vengador. Llegó a un sitio repleto de cabezas de asquerosos animales y lanzas de varios tamaños. Miró detenidamente buscando a su hija y desde las sombras apareció el brujo con la pequeña en brazos. Miró a Ramka y luego sostuvo a la niña con una sola mano, sacó una daga afilada y la puso cerca del rostro de la inocente. ―¡Debe morir! ―gritó el brujo con espanto y temor. ―¡Tú debes morir, ella vivirá! ―exclamó el furioso guerrero. ―¡Está marcada! Es un ser maldito y levantará a la serpiente del inframundo si vive ―contestó el brujo con voz temblorosa. ―Esas son estupideces de una mente atrofiada y podrida, ¡suéltala! ―ordenó el armado hombre. ―La serpiente siempre se arrastra y sólo deja polvo y veneno. ¡Debe morir ahora! El padre de la niña observó como el brujo levantó su daga para clavarla en su hija, pero gracias a su nuevo poder alzó su espada velozmente y la lanzó con mucha fuerza directo a la cabeza del hechicero, atravesándola desde su nariz hasta su cráneo. Los ojos cayeron primero del rostro del hechicero y la sangre comenzó a correr por el cuello inundando su cuerpo, el cual sólo se movió dos veces con violentos espasmos y se detuvo de pronto. Su caída y muerte fueron agónicas, lo que dio tiempo al guerrero de alcanzar a tomar a su hija sin sufrir daño. El movimiento brusco asustó a la niña y de ella emergió un desaforado llanto que sonó por toda la caverna. Ramka la besó en la mejilla y la acarició con su mano ensangrentada, era la primera vez que la tenía en sus brazos; la observó plácidamente contemplando su hermosura y ternura. ―Jamás te dejaré ―susurró en su oído. Luego la cubrió con unas mantas que encontró y escapó del lugar, ya estaba amaneciendo. Debía correr, ya que en sólo unos instantes llegaría su cazador desde el cielo.

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Juan Pablo Álvarez El blanco invierno nunca avisa su llegada, llega y golpea fuerte sin dar respiro frenando la vida a su alrededor. Ramka pensaba lo inoportuno del comienzo de los fríos ahora que estaba escapando hacia la colina. Como podía trataba de cubrir y dar abrigo a su hija que, a esas alturas, ya tenía su rostro helado y sus mejillas rojizas. Él la miraba a cada instante y a la vez trataba de no tropezar en su escalada. La belleza de su hija era tal, que lo desconcentraba en su temor a ser capturado. Le daba más fuerza y osadía. Siempre había sido muy aguerrido en sus batallas; tomaba el oro que deseaba y mataba sin conciencia, su pueblo lo había hecho por años y él no sería la excepción. Seguía tal cual las instrucciones de sus líderes hasta que se convirtió en uno de ellos. Siempre le decían que era un hombre apasionado por la guerra y la protección de su pueblo. Se detuvo un momento protegiendo su rostro del calador viento y a la vez sacudió su pelo de la pesada nieve que caía sin detenerse. Sacudió la nevisca encima de sus hombros y miró hacia abajo donde estaba su pueblo. Vio como algunos guerreros portaban antorchas y armas, eso significaba que estaban enterados de su escape y se preparaban para una cacería; él ya sabía quién era la presa. No eran muchos hombres, divisó al menos a nueve entusiastas guerreros que marchaban a pie. Escuchó algunas arengas entre ellos y el sonido del choque de sus armas; estaban decididos a llevarlo de vuelta. El hombre comenzó nuevamente su caminata, miró hacía la parte superior del cerro y alcanzó a ver el camino que luego bajaba por el costado de la colina hacia la cueva de las ratas que la diosa oscura había comentado. La nieve se acumulaba y complicaba el andar de los fugados. Pero Ramka no haría caso tan rápido a unas simples instrucciones, una de las cosas que había aprendido era a desconfiar de todo ser por muy amable que se viera; siempre los humanos y otros seres esconden algo, nunca dan un paso sin pedir nada a cambio. Y si la reina de las tinieblas estaba entusiasmada con su pequeña como para salir de su fosa, era porque había un interés mayor que desconocía. Es por ello que al ver la senda tomó la decisión de caminar hacia el otro costado, podía desviarse más para llegar al mar y viajar al puerto de Karahar, así evitaría toda la zona de peligro. Ya decidido empezó su travesía camino abajo, pero no había pasado mucho tiempo cuando escuchó un estruendo impresionante, miró hacia atrás y vio como una luz apareció del cielo en dirección a su pueblo natal. Era una especie de bola de fuego, incluso alcanzó a observar a sus perseguidores que también se detuvieron y miraron tal esfera ardiendo que bajaba rápidamente con una estela de humo. Algunos de ellos corrieron para protegerse; otros quedaron impresionados con tal rareza natural. 27


Reina Mirthas

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Juan Pablo Álvarez Parecía que la bola resplandeciente tenía vida, ya que se movía en su caída para apuntar bien el destino de su descenso. Fue así que en su caída golpeó una casa en su aterrizaje incendiándola completamente. El fuego crecía sin piedad en un enfrentamiento con la madera húmeda y la nieve que trataba de apagarlo. Desde las llamas una figura comenzó a moverse en el interior de la choza que ardía intensamente. Ramka observaba desde lejos esa figura que salía del fuego protegido por un escudo brillante a su alrededor y entendió inmediatamente que era su cazador. ―¡Thor! ―gritó un guerrero arrodillándose y bajando su cabeza en señal de respeto. Todos los hombres copiaron el acto y se inclinaron, era primera vez que veían a un dios y lo conocían muy bien gracias a todas esas historias que sus padres y abuelos les habían contado cuando pequeños. El dios caminó unos pasos para salir del fuego que aún ardía y observó detenidamente todo a su alrededor. Sólo se escuchaba el crujir de los troncos quemándose y el fuerte viento que soplaba en toda la zona. Ramka sentía como su corazón palpitaba mucho más acelerado, observando como aquel ser no era incinerado por el calor del fuego. Se había enfrentado a muchos enemigos, pero jamás a un dios nórdico. Rápidamente se devolvió al camino que la reina le había indicado; con ese tipo de enemigo sabía que no tenía alternativa, no podría derrotarlo. Sólo servía escapar. Corrió lo que más pudo con su niña en brazos saltando sobre la nieve. A lo lejos divisó la entrada tal como había dicho la incógnita mujer y le pareció extraño, ya que nunca había visitado esa cueva. Obviamente de ahí había salido la pálida emperatriz en forma de cabra para encontrarlo en su prisión, trató de acelerar más el paso por el peligro que corría. La gente del pueblo aún permanecía inclinada sin mirar al divino ser. El dios con su martillo, su armadura de acero amarillo con casco brillante y pequeñas alas a los costados, se hacía imponente. Tanto sus piernas y brazos tenían una armadura más oscura y se notaba que era más flexible para poder empinar golpes en sus batallas titánicas, como contaban las leyendas. ―¡Humanos! Busco a la criatura que ha nacido maldecida por la serpiente ―dijo con voz grave y pasiva. Nadie respondió. ―¡Sordos y miedosos! ¿Debo matar para que hablen, dónde está? ―Volvió a insistir. ―Se ha ido, mi señor ―respondió Kurt sin levantar su cabeza. ―¿Qué dices? En nuestro hogar hemos escuchado el sonido, ¿quién ha tocado el cuerno? 29


Reina Mirthas ―Fue el brujo del pueblo hace un día, antes de quitarle la niña marcada a su… ―¿Una niña? ¿Esa es la hija de la bestia de polvo?, ¿esa es la amenaza de los dioses? ―El dios comenzó a reír suavemente y a pensar porqué Balder lo enviaría a buscar a una niña. Estaba preparado para cortar cabezas a gigantes y monstruos, pero con una humana recién nacida no podía evitar sentirse sorprendido. ―Señor, nosotros somos inocentes, no nos mate, ni siquiera sabemos qué está sucediendo ―habló Balof que estaba al lado de Kurt mirándolo de reojo. ―¡Débiles!, ¡tontos! Una niña escapa a la fuerza de guerreros y viajeros, ¡es imperdonable! Mi nombre es Modi, hijo de Thor, y soy protector del cielo. Debería matarlos a todos por ingenuos. ―Señor, el padre de la niña mató al hechicero en la noche y escapó hacia esas colinas ―dijo Kurt levantando levemente la cabeza para observar al divino ser. El dios miró hacia el cerro y sin dudar levantó vuelo ante la gente del pueblo en dirección norte. Los guerreros poco a poco comenzaron a pararse, aún sorprendidos comenzaron a ordenar sus armas viendo como la luz desaparecía hacia el horizonte, que esa mañana ya poco se divisaba por la tormenta de nieve que los azotaba. Aún estaban impresionados con la presencia del omnipotente ser. Ramka comenzó a bajar directo a la cueva y vio que había un pasaje más angosto, caminó despacio por el borde del precipicio; aunque no era tan alto podía causar mucho daño en una caída, sobre todo cargando a su hija. Se quedó quieto un momento y escuchó el sonido de algo que volaba a gran velocidad; no tuvo miedo, sino que apuró más el paso hasta llegar a la entrada de la cueva. Logró entrar a un espacio de absoluta oscuridad, sin meditarlo, bajó por la pequeña escalinata que había creado el agua al caer dentro del hueco de tierra. Aunque se resbalaba, a veces bajaba lento sin perder del todo el equilibrio. Todo yacía oscuro, pues los últimos rayos de luz entraban sin fuerza por la nieve que no detenía su blanca caída logrando nublar más rápido el día. De pronto su hija comenzó a sollozar y eso lo alertó. Trató de mover sus brazos más rápido meciéndola, imitando lo que hacen las madres con sus hijos cuando les piden leche o tienen alguna molestia. En todo el escape se había mantenido en silencio, pero ahora al ir avanzando en la cueva su sollozo se convirtió en llanto. Con el silencio del lugar los gritos de la pequeña se escuchaban como arengas de guerra, ya que se replicaban por diversos pasajes al interior del lugar. El hombre trató de detener los sollozos hasta que recordó que tenía una hoja de menta que se daba en la zona y ayudaba a calmar el dolor de algo que no recordaba. La sacó de su bolsillo y la exprimió sobre la boca de su hija; la primera gota cayó muy despacio, 30


Juan Pablo Álvarez gota que rozó los labios de la hambrienta niña. Luego otro par de gotas entraron directo a su boca calmando levemente el clamor de hambre que a esas alturas ya era evidente. Pensaba preocupado que su hija hacía mucho que no se había alimentado. Sabía que tenía poco tiempo antes que el ser extraño lo encontrara, así que agilizó sus pasos hasta bajar hacia la oscuridad total. Caminó desesperado y sin ideas, sólo atinaba a pensar que huir era lo mejor. De pronto divisó unas luces rojas bastante débiles al fondo de un pasillo y comenzó a avanzar para observarlas de cerca; el terreno estaba húmedo y con piedrecillas por la débil pared que mostraba su desmoronamiento por las aguas que bajaban desde las paredes de la cueva. Logró avanzar despacio y cada vez las luces que había divisado comenzaron a crecer. Una vez cerca, entendió que aquellas luces eran unos ojos ardientes, lo que detuvo su avance. Estaban insertas en una pared que de a poco fue adquiriendo una forma extraña. Cuando el hombre miró detenidamente el entorno se dio cuenta que era el rostro de una bestia con afilados dientes y cuatro orificios en su nariz; tenía unos cuernos en su mentón y le colgaba una sucia barba, daba el aspecto de una criatura demoniaca e intimidante. De pronto los ojos de la anomalía se movieron para posarse en el hombre y su criatura; se agrandaron hasta el tamaño de un cuervo sin parpadear, luego comenzó a mover su cara y a girar la cabeza que parecía estar impregnada en la pared. Con cada movimiento comenzaba a salir de su sitio y abrió su boca para mostrar unos asquerosos, pero filosos dientes. El rostro era demoniaco y repulsivo; con tonos oscuros y con gran suciedad la figura se concentró en sus nuevos visitantes. ―La muerte los saluda, hijos de la única luz ―habló con una voz áspera.

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Reina Mirthas CAPÍTULO 4

Modi continuaba buscando su presa, y con la carga de ser hijo del más grande protector de Asgard, era imprescindible no fallar en su primera misión. Sólo debía encontrar a la niña y llevarla ante Balder. Mientras volaba de un lado a otro sin dar con su objetivo, comenzaba a sentir un cierto nerviosismo y amargura. La rabia también apareció como un sentimiento extraño, ya que había tenido siempre una estadía tranquila en Gimlé; encargado de proteger el castillo siempre daba diversas tareas a los enanos para resaltar la belleza de su morada y demostrarle a todos sus capacidades. Todo lo hacía para que Balder se sintiera orgulloso de su gran tarea y en cierta forma lo había logrado, pero en su interior sentía que estaba para eventos de mucha más importancia y no estaba feliz con una simple sonrisa o abrazo que le entregaba el dios o algunos de sus moradores por tareas simples y sin peligro. Ahora estaba en el punto máximo de una misión importante y sobre todo frente a un enemigo en común. La criatura marcada, sin duda, podría ser una amenaza incluso mayor que la antigua serpiente para la nueva morada y en sus manos estaba la solución de evitar que eso pudiera ocurrir. Por eso lo inundaba la duda y la amargura. «No puedo fallar», pensó. Al acercarse a un montículo ralentizó su vuelo y comenzó a descender en forma pausada para detenerse encima de un cerro, observó el paisaje a su alrededor que realmente era bello con una cadena de montañas nevadas y bruscos fiordos que bajaban directo a un río de fuertes torrentes. No había observado detenidamente el mundo de los hombres, y por un instante, olvidó su tarea mirando el entorno que pasaba de un verde intenso en las zonas bajas a un blanco en la parte superior debido a la nevada del día. En un instante de meditación sintió que le agradaba la belleza de la zona donde buscaba a su objetivo y pensaba en lo tranquilo del lugar. «A mi padre le encantaría este paisaje» De pronto bajó su vista hacia una montaña que estaba al frente y divisó una pequeña cueva, pensó de inmediato que sus víctimas podrían haber escapado por esa vía, ya que era un escondite ideal para evitar ser visto desde el cielo y sobre todo para protegerse del salvaje invierno que entregaba sus primeras señales con una copiosa nieve. Levantó vuelo con su martillo y llegó en solo un instante a la entrada del socavón. Estaba oscuro, por lo que al comenzar a avanzar frotó su martillo, el cual emitió una luz blanca que iluminó todo a su alrededor. El dios comenzó a descender evitando hacer ruido para no alertar a sus víctimas. 32


Juan Pablo Álvarez

Ramka aún estaba impasible ante semejante figura demoniaca situada justo frente a él. Desde el día anterior que veía seres extraños y diversos, siendo que tenía muchos viajes en su cuerpo en diversas zonas e islas, nunca se había encontrado con tantos seres raros como hasta ahora; desde la cabra de tres patas, el dios que había bajado del cielo y ahora esta figura aterradora que colgaba de la pared en el fondo de la cueva. La bestia movía sus ojos profundos y esperaba una acción o una palabra de su visitante. ―Te he esperado, humano, para guiarte al mundo de los muertos ―dijo la bestia con su voz grave. ―¿Qué eres, maldito? ―preguntó con furia. ―Soy Kaaron, tu guía… soy tu entrada, soy tu protector. ―¿Protector? Se acerca un poderoso dios y me encuentro en mi escape con una cabeza gigante que impide mi libertad ―respondió con desahogo. ―Tu reina te ha enseñado la salida, ahora sólo debes cruzar hacia el mundo del olvido. ―¿Por dónde se supone que haga eso con mi hija? ¡Defiéndenos ahora, maldito! Se acerca un dios muy peligroso. Aunque el dios Modi trataba de avanzar por la cueva sigilosamente, el crujir de las piedrecillas lograban delatarlo y Ramka lo podía escuchar fácilmente. Siempre los hombres del norte han tenido excelente oído y sentido de ubicación al escuchar el ambiente. ―Ya viene por nosotros, ¿qué vas a hacer? ―preguntó nervioso el hombre. ―Lo que es poderoso en un extremo, es débil en el otro. ―Al decir esto, la bestia abrió su boca y desde ella botó una espada verde brillante, tenía un aroma desagradable, el que comenzó a inundar el espacio preocupando al guerrero. ―¿Un arma envenenada? ―Así es, mortal para los humanos y dioses, tómala con cuidado y pelea con tu perseguidor. Ya tienes el anillo, ahora eres más fuerte. ―Esto no será suficiente. ―Puedes huir como una sombra, pero antes debes entregarme a la niña para llevarla a nuestro mundo. ―¡Jamás! ―¡Debes hacerlo! Soy la muerte y la soledad, sé que en el camino de la angustia tu hija será honrada. 33


Reina Mirthas

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Juan Pablo Álvarez Ramka no entendía a qué se refería el monstruo. Por un momento se había olvidado del dios que golpeaba las paredes para tratar de encontrarlos. No había tiempo, no podría ordenar sus pensamientos. ―Mira, engendro… ¿Cómo podría asegurarme que si la entrego estará a salvo? La figura abrió su boca lentamente y desde su hocico comenzó a formarse un portal con tonos morados y azules; con luces destellantes bastante fuertes para los humanos, se fue apagando y quedó una bruma gris con pequeños destellos de luces verde agua. El hombre comenzó a escuchar gritos que provenían del interior del hocico de la bestia, se acercó un poco y escuchó palabras que lo dejaron aturdido. ―¡Ramka, hija, los espero! ―La voz sonó como un eco dentro de la cueva, era su amada esposa que le hablaba desde algún lugar. No podía creer lo que sucedía. «¡Cómo es posible que la escuche! ¡Solo fue ayer que me dejó!», pensó. ―La era de los antiguos terminó, hijo del sol, nosotros somos el gran futuro de estos mundos. Tu mujer ya se ha unido a nosotros y junto a tu hija seremos uno, justos y temidos ―comentó la voz de la bestia proveniente desde el portal. El hombre no estaba seguro sobre qué hacer, sin tiempo no había forma de decidir lo correcto, avanzó unos pasos y levantó a su hija para acercarla a la entrada del mundo desconocido para comenzar a traspasar su luz poco a poco. Un gran muro cayó justo a su costado, el golpe del dios había sido certero y por fin se encontraba cara a cara con su presa. Modi observó el entorno y asombrado avanzó hacia el hombre, pero al ver la cara horrible de la bestia se detuvo. Empuñó su martillo para atacar, pero la bola de fuego ardiente de color esmeralda que salió de la boca del monstruo fue más rápida y lanzó al dios lejos del guerrero. Ramka estaba atontado, había caído hincado por la explosión reciente. Al ver al dios golpeado que trataba de tomar nuevamente su posición, corrió directo a la boca de la bestia para cruzar el umbral del mundo de los muertos. Pero un golpe desde el mismo portal lo arrojó lejos contra una pared, el polvo se levantó fácilmente, por lo que costaba mucho observar con detención lo que sucedía. Una vez de pie, el padre de la niña, observó que su hija ya no estaba en sus brazos. La había perdido. ―¿Qué hiciste, bestia inmunda? ―gritó iracundo. La boca de la bestia comenzó a cerrarse rápidamente, sin que Ramka tuviera una segunda oportunidad de ingresar. ―Puedes entrar, hijo del sol… solo si estás muerto ―aseveró la bestia lanzando una nueva bola de fuego a toda la cueva. 35


Reina Mirthas Ramka cayó de rodillas nuevamente por el golpe del fuego, las quemaduras en su cuerpo se hicieron presente, pero no le afectaban en lo absoluto, sólo pensaba en su pequeña. Observó que la figura bestial comenzaba a desvanecerse y pronto desapareció. El lugar se convirtió en un silencio prolongado y a la vez de amargura para ambos seres. El dios, al levantarse, se dio cuenta que había fallado, mientras el hombre no se daba por enterado completamente de la situación; estaba choqueado al borde de las lágrimas por haber perdido a su única hija. El dios movió su martillo y encendió una pequeña luz con la cual sólo divisaba parte del rostro del hombre que lloraba desconsoladamente. ―¡Por Odín!, ¡¿qué has hecho, estiércol de enano?! ―gritó Modi. ―Mi hija, ¿mi hija dónde está? ―preguntó con desesperación. ―Arruinaste tu vida y la de tu maldita hija, ¿sabes dónde la enviaste? ―… ―¡A Helheim! El mundo de los muertos, tarado. ―Los muertos caminan con Odín ―exclamó un poco atontado tratando de pararse y empuñando la espada brillante que había dejado la bestia. ―No todos caminan al Valhalla del cual ya no queda nada, solo los valientes que mueren en batalla, el resto tiene una muerte eterna de sombras y oscuridad en ese asqueroso lugar. Allí acabas de enviar a tu hija. ―Por lo menos la liberé de tu yugo y cobardía ―gritó Ramka mirando fijamente al dios. Ya no le temía, no sentía miedo. Lo que más deseaba lo había perdido. ―¿Crees que a nosotros nos limita la muerte? Ya veremos cómo encontrarla ―respondió desafiante. El hombre quedó pensando las palabras que había dicho el dios con tanta fuerza. La amenaza a su hija continuaría, por lo que comprendió que debía hacer algo; miró el entorno de la cueva y se dio cuenta que no había cómo escapar, no había salida y recordó las palabras de la bestia, pocas palabras, pero con un mensaje muy claro. «Sólo puedes entrar muerto». Con la poca luz de la cueva comenzó a presionar más fuerte la espada, se notaba que era ancha y curva, con filo en un solo lado. La empuñadura era de bastante longitud, lo que le permitiría no forzar ninguna maniobra, ya que le daba mucha agilidad. El dios al observar al hombre sonrió, ya que vio que se enfrentaría a él con un arma bastante pequeña en comparación a su gran martillo. Un sólo azote lo mataría.

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Juan Pablo Álvarez Ramka se levantó y en posición firme empuñó su arma. Su mirada contenía ira y pena, deseaba enfrentar a ese dios que había ocasionado todo ese desastre de la huida de su pueblo natal, pero también entendía que tenía poca opción de derrotarlo. «No será la última vez que vea a este bastardo», caviló. Miró su arma y luego levantó su vista hacia la figura gloriosa. Con más fuerza presionó la espada y de un golpe la clavó directamente en su propia garganta. Dos golpes más siguieron la estocada inicial. El rostro del hombre era firme y no demostraba dolor alguno hasta que un borbotón de sangre salió de su boca y su garganta comenzó a desangrarse, cayó al suelo perdiendo su vida en sólo un momento. El dios contempló la escena con asombro, estaba impactado. Lentamente se acercó al cadáver del hombre, con el pie izquierdo golpeó despacio el cuerpo inerte del suicida para confirmar su muerte; yacía inmóvil envuelto en un baño de espesa sangre. Modi, a su lado, lo miraba muy pensativo sin creer lo que había hecho por su hija, estaba muy claro que llegaría al Helheim, el hogar de los suicidas. En ese instante de contemplación el dios aprisionó su martillo y dio un grito enorme golpeando la pared de la cueva, la cual botó completamente. Luego avanzó y dio otro garrotazo con mucha furia a otra pared que cayó sin problemas, y sin dudar, sacudió a martillazos lo que quedaba de cueva donde había presenciado tales hechos. Estaba furioso, su presa había escapado. Salió del socavón golpeando todo a su alrededor. Una vez fuera del lugar donde continuaba cayendo la nieve y el viento glacial golpeaba intensamente miró el cielo, respiró profundamente y emprendió el vuelo. Esta vez no fue directo a Gimlé, sino en dirección contraria, donde estaba la morada de su hermano Magni.

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Reina Mirthas CAPÍTULO 5

Poco se conoce del hogar del frío y la oscuridad llamado Helheim. Las historias que se han contado de ese horrible sitio crearon un temor estable en los humanos, los cuales trataban de todas las formas posibles evitar llegar al eterno agobio. Cuando los muertos dejan su cuerpo en el abatido mundo humano, su alma se desvanece y se mueve derecho al mundo de las tinieblas. Muchos guerreros del norte nunca tuvieron miedo a luchar y enfrentar grandes batallas, ya que sabían que al morir serían rescatados por las bellas Valkyrias, hijas de Odín, y emprenderían el viaje directo al Valhalla donde comerían deliciosos manjares y exquisita hidromiel dorada esperando el día final. Pero los que morían por enfermedad, vejez, suicidio o extrañas circunstancias, no serían esperados por bellas mujeres, sino conocerían infinitamente el submundo donde la luz del sol y la del resplandor de la luna nunca entraban. Se les conocía como los muertos en la paja. Es por ello que muchas mujeres, al ver que su esposo caía en batalla, aceptaban su propia muerte y se acogían a la partida junto a su amado en los barcos funerarios. Éstos eran hechos de madera porque debían arder una vez entregados a las aguas con la pareja de fallecidos. Para la cremación, el barco se utilizaba como una pira funeraria; se colocaba el cuerpo y las ofrendas. Se rodeaba de aceites inflamables y material para que no tuviera problema en arder, luego se encendía una antorcha o se lanzaba una flecha con fuego sobre la embarcación dejándolo navegar a la deriva. En algunas ocasiones preguntaban a las sirvientas si deseaban morir junto a su amo. Si una de ellas accedía, la vestían con la mejor ropa y ella cantaba de felicidad y bebía hasta el momento de su muerte. Una costumbre del norte que al conocer los cuentos de Hel, la reina de los muertos, y las antiguas representaciones que hacían los habitantes, causaba horror en llegar a la noche inmortal. Este dominio lleno de sombras y oscuras regiones ahora era el hogar de Helynda. El subterráneo mundo era inmenso con un palacio al fondo del frío gran camino de los espectros. En su interior aún poseía una hermosa sala de oro, para recibir amigos y beber en grandes banquetes. Fue así como recibieron una vez a Balder, cuando fue engañado por Loki. Con los terremotos que ocurrieron posterior al Ragnarök el lugar cedió en una gran entrada; al palacio lo rodeaban pequeñas chozas que los humanos habían construido para permanecer en ese lugar. La diosa los hacía trabajar intensamente, pero no era rigurosa o bestial con ellos. Su madre le había entregado el legado de la piedad sobre aquellos que 38


Juan Pablo Álvarez tuvieron una desdichada partida de la vida. En la entrada aún existía la giganta Modgud que hacía que todos los espíritus pagaran un peaje de sangre antes de ingresar. Fue ahí donde apareció Ramka; sus ojos estaban abatidos y su cuerpo ya era sólo una especie de materia flotante. Con la cabeza gacha, caminaba en una sola dirección por el helado lugar. Cuando avanzaba se dio cuenta que otros hombres, mujeres y niños lo acompañaban. Todos en la misma dirección entonando lamentos que parecían un canto a la muerte. El hombre, poco a poco, se daba cuenta donde había llegado, y lo único que atinó a pensar fue en algo que añoraba desde pequeño: «Valhalla, nunca beberé en tus aposentos». Cuando la luna abraza el camino en la noche muestra todos sus peligros. Aquí, sin la guía nocturna, el camino era oscuro y complicado, lleno de piedras con algunas pendientes sólidas producto de la escarcha acumulada. Al mirar por el borde hacia los lados sólo se veía oscuridad. Al avanzar observó una gran bestia gorda que estaba sentada a un costado de la entrada, veía que tomaba a cada uno de los tristes caminantes y los besaba. Luego al acercarse aún más Ramka se dio cuenta que los mordía y les sacaba la última gota de sangre que poseían aquellos humanos. Llegó su turno y el monstruo lo miró, pero no lo tomó como a los demás. ―Bienvenido a tu perpetuo hogar ―exclamó la asquerosa giganta. ―¿Hogar? ―preguntó el hombre. ―Hogar, vaga alma de la luz. Dime tu nombre y el asunto de tu visita ―ordenó riéndose y mostrando sus dientes de color café y repugnantes. La figura de la bestia era parecida a un cuerpo muy deteriorado, gorda, con una piel de la que emergía un fuerte hedor. Su boca era rara con dientes afilados sin demostrar brutalidad para ser una creación tan horrenda. Estaba sentada sobre un trono de piedra que no se percibía, apoyado con un gran mazo. ―Qué importa mi nombre y mis asuntos, soy un vagabundo de la muerte y no entiendo por qué me habla una especie de mujer fea sin tetas ni forma. ―¡Te exijo respeto, gusano! Soy una giganta afortunada. Fui dos veces perdonada y hago con gratitud mi labor. Puedo partir tu cabeza en dos con mi mazo de piedra o mejor, enviarte a un lugar muy ardiente ―expuso la bestia con un tono agudo en su voz demostrando que el hombre tenía razón en su sexo.

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Reina Mirthas ―Nada es peor que este apestoso sitio, pero no viene al caso. ¡Soy Ramka y busco a mi hija! Llévame con tu venenosa reina ―habló fuerte alzando su cabeza y despertando de su letargo. ―No soy tu esclava, sólo debo anunciarte y es lo que haré. ¡Ramka el insolente ha llegado! ―gritó la bestia. El sonido de su voz se escuchó por todo el dominio. El hombre avanzó unos pasos y al cruzar frente a la monstruosa hembra echó un vistazo a su repulsivo cuerpo que botaba pedazos de piel, entonces la miró con un evidente desprecio. En ese instante ella agachó su cabeza mirándolo de cerca. ―Cruza el puente, sabroso humano, y al final del bosque de acero verás el palacio de la reina. Acostúmbrate a tu nueva morada, suicida. ―¡Conoces mi dolor entonces, deforme creación! ―gritó el hombre desesperado. La última palabra del ser lo sorprendió completamente. ―La ropa sangrienta te delata, por eso no deseo beber de ti, inocente alma. ―¿No me sacarás sangre para llenar tu asquerosa barriga? ―Aunque te queda poca, no lo haré. Tengo órdenes y las cumplo. ―¿Me esperan?, ¿quién sabe de mí? ―preguntó con bastante prepotencia y a la vez duda. La gigantesca figura sólo atinó a sacar su lengua en señal de asco y luego agarró a una mujer que caminaba cerca del perdido hombre mascándole un brazo para saborear un poco de sangre fresca y limpia. Luego tiró al suelo a la mujer y gritó su nombre. Ramka ni siquiera había entendido lo pronunciado por la bestia, ahora sólo miraba desde el puente lo extenso del bosque al cual se acercaba. Al caminar observó algunas casas de paja, y ahora entendía el concepto que alguna vez había oído sobre muertos de paja. Al mirar los árboles se dio cuenta que no habían hojas normales, al contrario, eran de acero. Parecían árboles desnudos, fríos y sin gracia. Todos de color gris, y sin movimiento, se asemejaban más un grupo de pilares que a una selva. Avanzó lentamente por el lugar donde sólo había silencio; algunas almas estaban sentadas llorando; otras se habían relajado en el suelo a causa del tremendo cansancio y absoluta tristeza. Eran sus primeras horas en ese impenetrable lugar y cada uno lo tomaba como podía; aunque la mayoría lloraba y buscaba en el arrepentimiento algún alivio. El hombre los miraba superficialmente. «Si realmente los hombres vieran este destino fúnebre, otra sería su vida» En otros tiempos, al llegar a la entrada principal del palacio, cualquier alma cercana a la entrada se habría encontrado con un perro gigante que vivía en ese oscuro agujero, el 40


Juan Pablo Álvarez que pediría un pastel de tributo, pero ya no estaba en ese lugar, ya que había sido eliminado en la batalla de los últimos días. Continuó avanzando y vio como algunas sombras volaban sobre la puerta de la inmensa mansión, alrededor de él había pequeñas edificaciones que eran usadas de habitaciones para recibir invitados. Adentrándose apreció un río que bordeaba la edificación donde se veían en sus aguas opacas algunas espadas desenvainadas que flotaban. Una de las sombras se acercó y obstruyó el paso del viajero. Simplemente era un humo negro, pero que se movía con sutileza y rapidez. Poseía unos brazos largos y delgados con dedos demasiado extensos. Su figura era de ojos grandes y boca pronunciada. El espectro rodeó al hombre lentamente. Luego llegó otro un poco más grande, el cual observaba atentamente la reacción del humano. Ramka no se inmutaba. Su muerte era un hecho, sólo deseaba avanzar. Sentía que la famosa reina esperaba más de él. Todo se paga en la vida y también en la muerte. De pronto se escuchó desde lejos el sonido de un galopar y los espectros se alejaron del hombre violentamente, era distinto al ritmo normal de una cabalgata. El jinete se fue acercando y apareció la diosa Helynda frente al hombre sobre un caballo blanco de tres patas que había heredado de su madre. Frenó su andar a un costado del asombrado guerrero. Vestía de igual forma cuando la vio por primera vez en su prisión, sólo que los colores que la envolvían eran más fuertes y espeluznantes, una niebla rodeaba al equino y su silueta. ―Mi umbral se llama Ruina y te saluda, viajero ―dijo la reina apuntando la entrada de su palacio. ―¡Impresionante! ―comentó el hombre observando todo a su alrededor. ―En vida soy una extranjera, pero en la muerte soy tu dueña. ―¡Mil ojos han visto este lugar y mil ojos vendrán! Pero son los míos los que no cesarán de llorar por la eternidad si no me entregas a mi hija ―dijo con un fuerte tono de voz y muy seguro en su petición. ―Vamos por parte, osado hombre del norte. Primero conoce mi hogar y luego mi poder. No eres un ser humano cualquiera, cortaste valientemente tu garganta para visitarme; un corte rápido y certero es lo que busco para mis enemigos. ―Derramé mi sangre por mi hija, pero no pude hacer lo mismo con mi perseguidor. ―Eso lo veremos, la sangre sigue en la espera del derrame divino. Ahora cálmate y entra, cansado hombre, comed de un banquete que te espera. Pronto verás a tu crecida hija.

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Reina Mirthas CAPÍTULO 6

«Nadie ve la tarde, si la norna no quiere». Es lo que recapacitaba Modi mientras volaba directo al hogar de su hermano, pensaba en esa frase antigua sintiendo que posiblemente eran ellas las que se habían opuesto a tener éxito en su misión. Siempre habían sido cuidadosas y sobre todo certeras a la hora de sus predicciones. Las nornas principales eran tres; pasado, que tenía el conocimiento de lo sucedido; presente, que sabía lo que sucedía; y futuro, que conocía muy bien lo que sucedería. Aunque se conocen otro tipo de nornas, estas tres siempre fueron las más visitadas, y con su conocimiento, manejaban los hilos del mundo, y no sólo el destino de los hombres, también el de los dioses. Esto lo hacían tejiendo la vida de cada uno sobre un telar de oro y plata. Es por ello que el dios mientras se acercaba a los prados de Idavoll, tenía la idea de visitarlas, pero no era de su estilo saber anticipadamente lo que ocurriría. Aunque en ese momento el nerviosismo lo agitaba de sobre manera, y era mejor el consejo de su hermano que de unas adivinas. No estaba de acuerdo que los dioses supieran todo de antemano, había que tener certeza al momento de enfrentar peligro, de decidir la muerte de un adversario o de tomar una decisión importante y fallar. Con la larga vida que poseían tenían experiencia de sobra para aplicar su propio conocimiento. Esto lo perturbaba, ya que pensaba en lo difícil que sería explicarle los hechos a su hermano y sobre todo en su momento al dios Balder. Mientras volaba apreció el prado hermoso de un verde extenso que se perdía en el horizonte. Con plantas y árboles de diversos tamaños el lugar invitaba al descanso. Recordaba cuando se acercaron a este lugar después de la última batalla, y entre todos los dioses sobrevivientes se arrojaron al pasto a meditar y respirar el nuevo aire; el fuego infinito había acabado con su mundo de Asgard y desde ese día juraron construir un lugar más cálido y abierto a los seres existentes. No obstante, cuidando de los peligros que siempre están listos para aparecer. Poco a poco se fue acercando a la casa de su hermano, que estaba enclavada en una colina completamente amarilla; su hogar estaba rodeado por miles de flores de maravilla. Se veían algunas vacas y cerdos alrededor comiendo tranquilamente. El dios bajó al suelo y caminó directo a la puerta de la casa, guardó su martillo y en ese preciso momento apareció Magni en la entrada. Su joven hermano brillaba con su traje completo de oro anaranjado. 42


Juan Pablo Álvarez ―Bienvenido, Modi ―dijo Magni haciendo una breve reverencia. ―Hermano ―contestó Modi y corrió a abrazarlo. ―El cielo más hermoso que el sol se regocija con tu visita. ―Gracias, pero no tengo algo muy bueno que compartir. He fallado a Balder, te he fallado a ti, le he fallado a Gimlé. ―¿Por qué denuncias tus actos con llanto? ¿Por qué dices que le has fallado a nuestro tío? ―Balder me ha encomendado capturar una criatura en el mundo de los humanos, pero no lo he logrado. ―¿Qué tipo de criatura? ―¿No lo sabes? Nació una descendencia de la maldita serpiente. ―¿Qué dices? ¿Por qué no fui informado de esta noticia tan amarga? ―cuestionó con furia tomando su capa y girándola sobre su hombro. En su costado sobre la pierna aparecía un pantalón de un naranjo más oscuro cubierto de una malla con una gran espada de plata. En el pecho tenía una fuerte armadura pegada en su torso con dos correas que cruzaban su cuerpo resaltando un gran cinturón, lo que denotaba su aspecto alto y gran físico. Magni fue el primero en acudir al Vigrid donde ocurrió la gran batalla, su hermano llegó al tiempo después y juntos cortaron muchas cabezas de gigantes y mutantes vivientes que atacaban su hogar. Junto a Odín y Thor, pudieron derrotar a muchos de ellos. Al volver la paz y haber perdido a su padre y abuelo, él se encerró en la colina dorada, donde poco a poco construyó su hogar. No deseaba trabajar en el nuevo hogar de los dioses llamado Gimlé, ya que añoraba Asgard. Pensativo e impaciente miraba directo al sol. El dios entró en cólera y dio un fuerte grito. ―¡Balder! Modi lo miró y tomó su cabeza en señal de nerviosismo. Si el dios escuchaba el grito de su hermano estaría en poco tiempo frente a él, para lo cual debía dar claras explicaciones por el no cumplimiento de su misión. ―Hermano, ¿dónde perdiste la serpiente? ―preguntó Magni acuciosamente. ―No es una serpiente, es un humano, de hecho es una niña recién nacida. ―¿Humana? Pero ¿cómo es eso posible? ―También quedé sorprendido cuando lo descubrí. En su pueblo natal había sido capturada, pero su padre la liberó y la entregó al mundo de los muertos. 43


Reina Mirthas

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Juan Pablo Álvarez ―¿A Helheim? Esto no me gusta. Esa estúpida diosa, hija de Hel, ahora tiene un familiar directo en sus dominios. Si esa cosa crece podría convertirse en un gran peligro para la nueva esperanza. ―Lo sé, hermano, por eso estoy muy triste ―dijo Modi arrodillándose y levantando el martillo de Thor frente a él―. No soy digno de llevar tal poder, no soy digno de ningún poder. Su fornido hermano lo miró y acercó su mano sobre la cabeza del triste pariente. Luego acarició el martillo suavemente, siempre lo había deseado, pero fue decisión de Balder que su hermano lo tuviera a su cuidado. De pronto el cielo oscureció rápidamente y un conjunto de nubes se puso sobre los muchachos. Un par de truenos retumbó sobre todo el prado de Idavoll, luego unos relámpagos se hicieron presentes cayendo un rayo directo al martillo. Modi, que lo tenía en sus brazos, lo soltó y el poderoso Mjolnir cayó al suelo. Ambos se impactaron y rápidamente contemplaron el cielo, vieron cómo se comenzaba a abrir una nube y la figura de un anciano empezaba a aparecer. Ambos parientes se inclinaron y saludaron al ser divino. ―Dios Balder, henos aquí a tu servicio ―dijeron ambos al unísono. ―¿Los hijos de Thor ya no se atreven a visitarme? ―preguntó con voz fuerte desde el cielo. La presencia divina era poderosa y se hacía sentir. ―Balder, siempre has sido sabio, siempre has sido hermoso y de buena voluntad. Sólo escucha a mi hermano ―dijo Magni tomando del brazo a su familiar para que se levantara ante el nuevo dios. ―Modi, ¿qué sucedió con tu misión? ―preguntó el dios. ―¡Fallé! Y fallaría de nuevo, no soy digno de vuestra clemencia ―exclamó Modi con un poco de vergüenza. ―¿Cómo es posible? Si tan sólo era una pequeña criatura. ―Una humana, mi dios. Me acabo de enterar y sospecho algo más peligroso en este asunto ―respondió Magni. ―¿Una humana hija de Jörmungandr? ¿Qué fue lo que sucedió, por qué la perdiste? ―preguntó nuevamente el dios con más rabia. ―Tuvo ayuda de la joven diosa de los muertos ―contestó Modi. Balder quedó silente desde el cielo ante sus pequeños muchachos. Lo que acababa de escuchar era muy riesgoso para el porvenir de Gimlé. Mucho tiempo había pasado desde la muerte de la serpiente y ahora en tiempos de completa paz, asustaba el hecho de que un descendiente apareciera y sobre todo bajo la tutela de la bestia de Helheim. El dios meditaba 45


Reina Mirthas sus acciones, pero ahora se encontraba en algo que lo tomaba por sorpresa. Cuando diseñó el cuerno del horror, era precisamente para anticiparse al paso de cualquier ser que quisiera tomar esta nueva criatura y amoldarla en función del odio celestial. No podía tolerar la sola idea de que alguien de estos nuevos mundos comenzara un plan que podría acabar finalmente en un segundo ocaso. Cientos de años se prepararon para el Ragnarök, y de todas formas ocurrió lo que cantaban las nornas. Miró nuevamente a los pequeños dioses desde el firmamento. ―Tomad el martillo de tu padre, Magni ―ordenó con seguridad. ―¿Que dices, Balder? Es mi hermano Modi quién lo debe llevar. ―Mi decisión es y será un mandato. Modi deberá volver al mundo de los hombres sin ningún poder divino y buscar a esa criatura. Pero antes deben encontrar a Freyja. ―¿La diosa perdida? Pero si se ha escondido por años sin que el sol toque sus mejillas, ¿de qué nos serviría? ―preguntó Modi. ―¡Debemos armarnos y ella sabe cómo hacerlo! ―dijo el dios con tono fuerte. Los hermanos se miraron completamente sorprendidos. ―Mi dios, siempre dijiste que Gimlé sería un mundo de paz con los humanos y bestias, y que no repetiríamos los errores del pasado ―expuso Magni. ―Eso se acaba de terminar. Ya no tenemos el Valhalla, pero sí tenemos el palacio de Brimir, quiero llenarlo de guerreros, pero como hemos perdido todas las valkyrias, es hora de que Freyja aparezca y haga su trabajo. ―Quieres que sus doncellas se conviertan en valkyrias, ya entiendo Balder, por algo lo llaman el sabio ―dijo Modi en tono de respeto. Luego se agachó, tomó el martillo y con su otro brazo levantó la mano de su hermano y le traspasó la poderosa arma. ―Hermano, nuestro tío tiene razón, toma este poder y vamos juntos a crear un ejército más grande que el de nuestros antepasados y ayúdame a vencer este nuevo peligro. ―¿Por qué crees que la hija oculta será un peligro tan grande? Es una simple humana ―dijo Magni mirando el cielo fijamente. ―No se cuán grande es ese poder. Solo sé de dónde viene y eso ya es peligroso ―respondió Balder. ―Debería haber pensado que tendría ayuda esa aberración, pero jamás pensé que la muerte estaría de su lado ―aseveró Modi mirando hacia el suelo. ―Hagan su tarea ahora y sean discretos, yo haré la mía ―exclamó el dios desde la nube que poco a poco comenzaba a desvanecerse.

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Juan Pablo Álvarez ―¿Y cuál será esa tarea, si podemos saber antes que nos dejes? ―preguntó con voz fuerte Magni. ―¡Hacer una visita a Helheim!

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