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Las tentadoras hijas del Illimani y los atentadores hijos de Murillo: el Carnaval Decimonónico

Remberto F. Ramos V.

Resumen Este artículo es un acercamiento al Carnaval del s. XIX donde se abordan temas como la influencia del mestizaje cultural, la formación de las élites paceñas y la idea de formación de la nación boliviana desde la cultura paceña, en la dinámica festiva del Carnaval paceño. Empieza a emerger en este período la idea de festejo culto como una forma de celebración de las élites paceñas para hacer frente a las “mezclas” que el Carnaval generaba; por otro lado, empiezan a surgir los elementos que caracterizan a la tradición criolla de Carnavales.

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Introducción El Carnaval tiene dos particularidades que de continuo se expresan según el contexto y los tiempos con mayor fuerza una con relación a la otra. La primera, es su capacidad de disolver momentáneamente las jerarquías sociales, se afianzan ideas como la de pueblo, región, comunidad o nación en la cual todos sus miembros se sienten identificados unos con otros. La segunda funciona u opera de manera opuesta, es decir, afianza las estructuras sociales producto de las diferencias económicas, políticas, culturales y religiosas: cierto tipo de formas de celebrar o de consumo de ciertos artículos está reservado o asociado a cierta clase, gueto, grupo, etc. El Carnaval del s. XIX se desenvuelve entre una dinámica que va de diluir temporalmente las jerarquías sociales hacia su afianzamiento en forma de leyes y discursos restrictivos que deslegitiman, legitiman y fomentan una forma de festejo en relación a las otras. Esto dependió de la fuerza de las élites dominantes del período estudiado que se desenvolvían en un proceso de formación y consolidación lento. Por otro lado, al no existir la prevalencia ni discursiva ni fáctica de ningún estrato social se puede afirmar que no exista una idea de nación como colectivo pero que si empezó a generarse una imagen de cultura “criolla” como base de la misma; que represente las ideas del colectivo paceño sobre las características del imaginario nacional. Sin embargo se advierte el inicio de un discurso civilizatorio cultural por parte de las élites paceñas en formación para encaminar el festejo por lo que ellos consideran “progreso” y “modernidad”; interrogando y cuestionando a los otros festejos del pueblo “llano”. La idea de aculturación de los indios no estuvo fuera del escenario discursivo, pero las elites de finales del s. XIX se encontraban ante una realidad que los superaba. En el discurso, empezaban a surgir con fuerza las ideas de progreso y modernidad, pero en los hechos, conservaban modos de vida y comportamiento mestizos, donde los elementos culturales indígenas estaban presentes y eran bastante fuertes.

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1. Mestizaje y carnaval. El marco urbano de la ciudad de La Paz ofrecía poco en el siglo XIX. Ciudad pequeña donde los chismes eran noticia y donde la distinción y las apariencias eran muy importantes: “Pueblo aldea donde los vecinos se fisgoneaban unos a otros, y como las noticias extranjeras subían a las ciudades a lomo de mula, no había más que despellejar al vecino para “matar el tiempo” (PAREDES CANDIA 1982, 10-11). El dinamismo social, sino anclado, operaba lentamente. Para 1854, La Paz tenía una población de unos 68.000 habitantes; para 1877, ascendía a 70.000, con un promedio relativo para la población india del 19% 1. La característica de la ciudad desde su fundación, aparte de su singular geografía, fue el haberse constituido en medio de una población india mayoritaria. Junto al núcleo urbano español, se erigieron dos parroquias de indios, San Sebastián y Santa Bárbara, y un pueblo de indios, San Pedro. Ambos mundos estaban separados por los convencionalismos y la ley. Su fragilidad e inestabilidad era obvia. En el s. XVIII los cercos a La Paz muestran su precariedad geográfica y social. El Carnaval como fiesta de masas que paralizaba el país por casi una semana no era más que una fiesta más de entre las muchas que se celebraban en la urbe paceña. El viajero francés H.A. Wedell considera a la fiesta de la Cruz como la más sobresaliente tanto que “comme on le verra, elle a presque remplacé le carnaval” (H.A. Wedell, s.f.: 164). Pero el Carnaval a diferencia de otras festividades demuestra tener la suficiente plasticidad para adaptarse a los continuos cambios de la sociedad paceña, creando algo propio e identitario de tal, llegando a convertirse en el canal de expresión política, económica pero sobre todo social de los cambios que experimenta la sociedad con el mestizaje. Para el s. XIX la ciudad enfrenta dos fenómenos simultáneos. Las “comunidades – parroquias” mantienen su organización en forma de ayllus (BARRAGÁN 1992, 91), por otro lado se experimenta una “invasión” hacia estos sectores por pobladores mestizos y criollos (SOUX 1997, 219-220). No obstante se puede afirmar que la persistencia de la sociedad castiza es aún muy fuerte. Los mestizos constituían aquella parte de la población heterogénea y mediadora de la sociedad. No estaban vinculados al sistema castizo, en la medida en que rompían sus lineamientos jerárquicos. Por otro lado, su existencia ambigua, deseada y rechazada paradójicamente, le permitía el acceso, aunque restringido, a ambos mundos. En la urbe se formaron mestizos ligados a “los trabajos artesanales de pequeño comercio y servicio doméstico” (BARRAGÁN 1992, 395). Por su carácter de intermediarios de la sociedad no es posible hablar de ellos como un grupo coherente, con identidad y 1 Los estimados poblacionales son parte de un trabajo realizado por Rossana Barragán, “Espacio Urbano y dinámica étnica. La Paz en el s. XIX”. Texto referenciado en: María Eugenia Soux, “Música de tradición oral en La Paz: 1845-1885”, p. 219-220.

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autoconciencia. Sin embargo, en el caso de la urbe paceña, a manera de hipótesis, parece haberse formado un sector mestizo con una identidad definida a partir del oficio y la organización, que se plasmaron en la fundación de instituciones 2 y en la creación de imaginarios simbólicos que los distingan. Esto lleva a decir a Antonio Paredes Candia, que hasta 1930 constituían una “capa definida [de la sociedad], participaban en los desfiles carnavalescos con orquestas de guitarras, charangos, mandolinas y concertinas” (PAREDES CANDIA 1982, 395). Su incremento empieza a depender de categorías socio - económicas y culturales más que de relaciones consanguíneas: Aquellos indios que por tener facultades suficientes lograron ponerse camisa de lienso pasaron a la de españoles o mestizos… este género de personas abundan en la provincia de Yamparaes (EC 1790 No. 84) (BARRAGÁN 1992, 99). La mestización cultural, se da también, aunque de manera más fugaz pero espontánea, en los festejos del Carnaval. Amplias capas de la sociedad participan de los festejos, permitiéndose licencias, que, bajo el rótulo de “transgresión”, acercan y confunden a la sociedad. Las familias paceñas en estos días de regocijo, abrían las salas de sus casas para que los mascaritas participaran en la fiesta, lo cual propiciaba mezclas no deseadas, ya que la máscara permitió a la plebe confundirse con la gente de la élite, y a los “mestizos” y “cholos” escapar de su condición social y en esos días aspirar por un momento el roce con la élite. Por lo tanto las señoritas se veían en situaciones embarazosas, pues no sabían muchas veces si estaban danzando con su pongo o su zapatero, o bien con un caballero (CUBA QUISPE 2000, 194). Tal parece que el sector mestizo – cholo va configurándose en el s. XVIII, ya que en el s. XIX sus características están definidas. En el Carnaval de La Paz se puede advertir por lo menos dos reflejos de la sociedad. Por un lado contribuye al mestizaje cultural y la movilidad social, por otro, marca líneas definidas en los festejos, en la medida en que se imprimen y refuerzan, identidades y fueros culturales. Se puede afirmar que durante el s. XIX coexisten múltiples carnavales en una sociedad también múltiple y diversa en la que los fueros culturales se encuentran todavía bastante marcados. Esto implica que no existe una idea clara de Nación como idea de unidad o “comunidad imaginada” como la reseña Anderson (1983), pero se advierte la apertura y creación de espacios comunes y la aparición de personajes mestizos que sin ser ya propiamente extranjeros o netamente originarios van marcando las características del carnaval paceño; en términos de Hobsbawn van “inventando una tradición común”. 2 La institucionalización mestiza se dio a través de la fundación de Sociedades. La Sociedad Filarmónica de Artesanos o la Sociedad de Obreros “El Porvenir” por ejemplo contrastan de manera particular con otras instituciones como la FOL.

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La tradición criolla como se la conocería décadas después lleva las características que se construyen entre finales del s. XIX y principios del XX. El Carnaval de los apthapis, los juegos con agua y harina, la estructura obrera de las comparsas, los juegos desde los balcones, los corsos de flores, etc.

2. La Tercera República y el Carnaval de La Paz El Carnaval empezaba oficialmente el domingo y se apropiaba del casco viejo de la ciudad. El centro de la ciudad se convertía en el centro urbano “simbólico” de la trasgresión. La entrada recorría la calle América, Evaristo Valle, Comercio y la Plaza Murillo (el centro político de la ciudad), seguía por la Ayacucho y Recreo, para terminar en la Alameda. Este recorrido poco cambió en el siglo siguiente. El poder de la fiesta se refleja en la toma simbólica de la ciudad, un poder ficticio y temporal, inverso al orden existente. Era un pueblo sublevado, todo un pueblo que protestando contra sus mandatarios y sus autoridades llevaba un rei, lo proclamaba el único soberano y lo paseaba triunfante por las calles; ese motín revolucionario era la entrada de carnaval y ese rei elevado al poder era el entusiasmo ( El Comercio, 24 de febrero de 1885: 3). La fiesta no solo se concentraba en el radio urbano de la ciudad; las laderas jugaban un rol más dinámico aún que el del centro. El espacio público era compartido en ambos casos con relativa tolerancia por los diversos grupos sociales. La zona de Caja de Agua, se convirtió en el espacio suburbano más importante de los festejos, no sólo del Carnaval, sino también de otras festividades. La fiesta de La Cruz por ejemplo también se hacía en esta zona, al respecto Wedell3 observa que como en el Carnaval, la fiesta ofrecía nuevos canales de movilidad social. El mestizaje se daba por medio del disfraz, observa el viajero francés, por ello no dubita en afirmar que la fiesta de La Cruz era tanto blanca como “roja”. Los bailes y las otra diversiones de La Cruz tienen lugar en las afueras de la villa, sobre una suave pendiente de césped detrás de la reserva (caja de agua) […], los habitantes blancos, que no tienen otras ocasiones de divertirse, se dirigen en multitud para ver bailar a los indios. Por otra parte, afín de no estar solo como espectadores, ellos se lanzan a bailar también, así que la fiesta de la Cruz es ahora tanto una fiesta de blancos como de rojos (WEDELL 1851, 165).

3 A mediados de 1851 el viajero francés H. A. Wedell visita la ciudad de La Paz, “con la misión de conocer las posibilidades de inversión en Bolivia”. El libro escrito y publicado posteriormente es una fuente importante, en cuanto a la descripción de las costumbres de la sociedad paceña.

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La particularidad de esta zona es bastante singular. Según Antonio Paredes Cándia, esta albergaba a las familias “más representativas de la ciudad” (PAREDES CANDIA 1982, 10). Habitaban ministros, canónigos y generales es sus casas, “gente de pro o de opulenta posición económica” (Ibíd.). Conocida también como Campo de Marte el barrio cambiaba durante los festejos, abundantes y de diversa índole. Como curiosos mosqueteros4 o alegres participantes “todos” se dan cita, al igual que en la fiesta de la Cruz, en el Carnaval: El miércoles al son de esplendidas orquestas ejecutadas por artistas populares, deslizábanse alegres ruedas de hombres y mujeres, cantando YARAVIES con los que amenizaban sus bailes. Gran parte de nuestra sociedad estuvo en ese sitio [Caja de Agua] á curiosear espectáculos tan alegres como entusiastas (El Siglo Industrial, 18 de febrero de 1893: 2). El disfraz y la máscara ofrecían el anonimato necesario, para impulsar los engranajes de la movilidad social. Los diferentes estratos, relativamente definidos se encontraban, aunque aún de manera parcial, identificados en el otro. Los unos asistían enmascarados a las fiestas de la élite. Los otros, disfrazados, se mezclaban en los festejos del pueblo. Producto de estos encuentros se recrea a la sociedad paceña, al mismo tiempo que se construye tradición. … jamás faltaban (…) alegres bailes que, después del obligado chocolate, se echaba un agua de nieve con mudanzas, o se pasaba la noche, otras veces, danzando en rueda, disfrazados de indios y al alegre compás de la caja y tradicional flauta, alias pinquillo (SOUX 1997, 233). Con todos sus males y virtudes el Carnaval es visto como la fiesta que mejor se ha adaptado al “carácter de la raza”. Es una fiesta, que por su carácter trasgresional y su condición de nivelador social ofrecía un excelente campo para el proceso de mestización. Su fuerza e impacto sin embargo, parece ser un tanto reducida. Wedell la compara con la fiesta de la Cruz, que para él es la sustituta del Carnaval: [la] fiesta de la Cruz, es poco conocida, sino me equivoco, dentro las otras partes del mundo católico. Antiguamente casi no había ocasión que los indios no tomaran parte de las ceremonias o antes de las fiestas que la distinguían, pero los blancos terminaron por mezclarse, y hoy en día como veremos, ella casi ha reemplazado al carnaval (Ibíd.: 164). El largo trayecto que ha recorrido, ha hecho del Carnaval, una fiesta plástica y amoldable. Su supervivencia se da, por el mismo motivo que sobreviven las fiestas religiosas, por necesidad. Con altas y bajas. El Carnaval sobrevive, se amplía y revitaliza. Al pasar el siglo ni la guerra es una barrera para celebrarlo: “A pretexto de los asuntos del Acre, formó una corriente para ahogar los regocijos del carnaval, como por si por la patria no se pudiese morir cantando; 4 Según Maria Eugenia Soux se llamaba de esta manera a los espectadores durante el siglo XVIII.

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y he ahí que el carnaval de 1903 ha sido tonto, triste, tristísimo” (El Comercio de Bolivia, 27 de febrero de 1903:5). Ya en 1879 con la invasión chilena al Litoral boliviano el Carnaval había sido estigmatizado, pero los hechos que condujeron a la guerra así como a la derrota no se deben a la fiesta que circunstancialmente se celebraba sino como afirma Mariano Baptista “se inician con la propia confederación Perú Boliviana,… el valor económico del desierto de Atacama… Otros factores fueron el caos político en que vivía Bolivia, la intervención de los capitales ingleses interesados en el guano y el salitre… y la irresponsabilidad de Daza” (http://www.carnavaldebolivia.com/carnavaldebolivia.php). El carnaval urbano muestra solo algunas de las interacciones sociales, de las diversas que se produjeron en la formación de mestizos culturales. Lo característico, es la utilización del disfraz y la máscara como una estrategia de movilidad social, que podía actuar tanto de forma ascendente, como descendente. No obstante, y como dijimos al principio, la parte mestizo – chola de la urbe se encontraba definida, como una capa distinta de la sociedad. Se la identifica como el sector de “artesanos” de la ciudad. Es posible que el desarrollo de identidad del grupo se haya reforzado con la división cultural del trabajo (BARRAGÁN 1992, 110). En las láminas de Melchor María Mercado podemos apreciar cómo se encuentra definida la estructura de la ciudad. Una estructura económico – cultural. Es en este sentido que el Carnaval se convierte también en un espacio de diferenciador socio – cultural. Un lugar de distinción y defensa de los fueros culturales. En respuesta a las licencias que permitía el uso de la máscara y el disfraz, parte de la élite optó por condenar discursivamente su utilización, dictar autos de buen gobierno, controlar la participación de los festejos mediante la policía, y en último término, crear espacios cerrados con acceso restringido. La entrada casi irrestricta, de los máscaras a las casas particulares desaparece, al igual que gran parte de su participación en las calles. … a causa de estos casos bochornosos [bailes de máscaras] y otros dictaron la medida de auto de buen gobierno con el fin de cortar este peligro, creando un ámbito cerrado donde se garantizaba que el anonimato discurra entre personas de la misma sociedad (CUBA QUISPE 2000, 112). Las identidades grupales parecen formarse a partir de intereses objetivos y subjetivos; diferencias económico – culturales que dibujan un nuevo esquema de la estructura social. Las calles son tomadas, paulatinamente, por “comparsas de cholos” y “bailarines indios”. A lo largo del siglo XIX el sector indígena había disminuido ostensiblemente. La mancha urbana se extiende hacia las parroquias y barrios de indios, no obstante, su presencia aún es importante. La ciudad depende de sus tierras y mano de obra para subsistir. Su identidad se refuerza en las calles “… rueda de indios [quena quena] vestidos ricamente con las pieles del tigre y plumas de mil colores, con hualcas cascabeles y todos los adornos que en sí llevan los antiguos incas. Bailan al son de una flautilla y un ronco tambor” (SOUX 1997, 223). 8


Aunque los bailes y su participación, eran objeto de las más duras críticas, se las permitía y toleraba, siempre y cuando no invadieran el espacio criollo, que en carnavales era más proclive de suceder. Por otro lado, los mestizos que eran identificados como artesanos “en la acción pública y política del país”5, se organizaban en cuadrillas, pandillas o comparsas. Sinónimos, para expresar a un grupo organizado temporalmente para participar en los festejos del Carnaval. La pollera, como sostiene Rossana Barragán, va desapareciendo a fines del s. XVIII del vestuario de las clases acomodadas quedando su uso más intenso “entre las mujeres de las clases “bajas” no “indias” (BARRAGÁN 1992, 108). Las identidades dijimos se forman a partir de intereses objetivos, como subjetivos, que toman forma definida en ciertos momentos de distensión social. Las fiestas, y el Carnaval en particular, son espacios plásticos donde las identidades se forman, afloran y fortalecen. Para 1850, la identidad mestizo – chola de la urbe, parece más bien definida en torno al artesano, la chola y la comparsa carnavalera: “Ruedas de cholos y cholitas (…), al son de tamboriles y guitarras, bailan el chistoso ailombé […]. Otra comparsa de chuscos arlequines, remedando ridículos disfraces y haciendo una burlesca parodia de músicos, cantores y danzantes, entonan versos mezclados de aimará y español y llevan un barril por tambor, y una botella en vez de flauta, y por violín unas rajas de leña (…). Llevan también su emblema o estandarte (…) un mono seco, perfectamente colocado en un asta bandera” (SOUX 1997, 227-228). Esta comparsa podría pertenecer al gremio de los constructores, según Teresa Gisbert, por la figura del mono. La categoría mestizo, es una categoría histórico – cultural, al igual que lo son, el indio y el criollo. Pertenecen a un momento en el tiempo y el espacio. De igual manera, la forma de festejo adquiere la silueta y características de quienes participan en ella. Aunque parezca contradictorio, el mestizaje cultural y la distinción y defensa de los fueros culturales son complementarios a la realidad, no la oscurecen, por el contrario, la esclarecen. Las formas de mestizaje cultural se dieron con más fuerza a inicios de siglo, mientras que los perfiles de distinción social de los festejos se tornan más importantes desde mediados del XIX. Con la guerra del Pacífico se empieza a estigmatizar al Carnaval. Aunque, a decir verdad, estos no son tan fuertes, como lo son en la actualidad. Sería el fenómeno de la instauración del régimen de partidos, el que tiene mayor impacto. Junto a este, la fortaleza de los ideales de modernidad y progreso, además de la guerra civil de 1899. La toma simbólica de la ciudad por comparsas de artesanos y bailarines indígenas, junto a los combates de harina, no desaparecen inmediatamente, pero se ven amenazados por la introducción del festejo culto.

5 Cfr. Gunnar Mendoza, “Vocación de arte y drama histórico nacional en Bolivia: el pintor Melchor Maria Mercado (1816-1871): un precursor”, p. 21.

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A manera de cierre El Carnaval paceño en el s. XIX no es una fiesta de gran importancia para la urbe paceña. Otras festividades tienen más acogida, sin embargo el Carnaval muestra una plasticidad que la hace adaptable a los complejos cambios que experimenta la ciudad que la perfilan como futuro centro político del Estado boliviano.

La ciudad experimenta dos fenómenos simultáneos, mientras las parroquias y barrios de indios intentan mantener su estructura en forma de ayllus, los pobladores mestizos de la ciudad y migrantes del interior intentan expandir el radio urbano hacia estas zonas. En estas pugnas, de resistencia por unos y avance por otros, es que se crean rivalidades y peleas y en los que se experimenta, a nivel de los festejos, una varianza mayor, de ahí que se afirme que no existía un solo Carnaval sino muchos. El caso que más llama la atención es el de los festejos en la zona “Caja de agua” donde indígenas, mestizos y personas de la élite se reunían para celebrar el Carnaval.

El mestizaje cultural en este contexto era bastante fuerte. El mestizaje por herencia sanguínea había dado paso al mestizaje por apariencia donde las formas culturales constituían el elemento principal de diferenciación social. Este se había incrementado como producto del crecimiento económico de la urbe que colocaba en el escenario a nuevos actores procedentes de las clases populares. La respuesta de las élites que sienten la pérdida de poder es de, por ejemplo para el caso del Carnaval, dictar normas, imponer sanciones y generar un discurso negativo hacia los indígenas y los mestizos culturales “sanciones en contra de la utilización de disfraces y máscaras en los bailes oficiales”.

La presencia de los indígenas en las festividades disminuye ostensiblemente pero aún se encuentran presentes principalmente en los alrededores o suburbios de la ciudad. En el festejo urbano son introducidos por los mestizos culturales en su participación en las comparsas de él o los corsos de Carnaval: se introducen personajes como el kusillo, instrumentos como las quenas y tambores y el quechua y el aymara en coplas y canciones.

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Bibliografía y fuentes Fuentes consultadas Periódicos El Comercio de Bolivia, La Paz El Siglo Industrial, La Paz Bibliografía ABERCROMBIE, Thomas 1992 “La fiesta del Carnaval postcolonial en Oruro: clase, etnicidad y nacionalismo en la danza folklórica”. En: Revista Andina. Nº 20. Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas. Cuzco. ANDERSON, Benedict [1983] 2007 Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión el nacionalismo. Trad. Eduardo L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México D. F. BARRAGÁN, Rossana 1992 “Entre polleras, lliqllas y ñañacas. Los mestizos y la emergencia de la Tercera República”. En: Etnicidad, economía y simbolismo en los Andes. II Congreso Internacional de Etnohistoria. Coroico. CRESPO, Luís S. 1910 Censo Municipal de la Cuidad de La Paz (15 de junio de 1909). Clasificaciones estadísticas, precedidas de una reseña geográficadescriptiva-histórica de la ciudad. Gobierno Municipal de La Paz. La Paz. CUBA QUISPE, Simón 2000 Las fiestas Religiosas de la Ciudad de La Paz 1848 – 1900. Tesis de licenciatura en Historia. UMSA. La Paz. MERCADO, Melchor María [?] 1991 Álbum de paisajes, tipos humanos y costumbres de Bolivia (1841 - 1869). Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia. Quipus. La Paz. MONJE ORTÍZ, Zacarías 1948 “Costumbres sociales de la época colonial y de los primeros tiempos de la República”. En: La Paz en su IV Centenario 1548 – 1948. Monografía histórica. T. II. Edición del Comité Pro IV Centenario de la Fundación de La Paz. La Paz. PAREDES CANDIA, Roberto

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1982

De la tradición paceña (Folklore y tradiciones de la ciudad de La Paz). Librería Editorial Popular. La Paz.

SOUX, Maria Eugenia 1997 “Música de tradición oral en La Paz: 1845 - 1885”. En: Revista del Instituto de Estudios Andinos y Amazónicos. DATA 7. Música en la colonia y la República. INDEAA. La Paz. WEDELL, H. A. 1851 Voyage dans le sud de la Bolivia. Chez P. Bertrand. Libraire éditeur. París.

Internet BAPTISTA GUMUCIO, Mariano 17/07/06 “La leyenda del Carnaval de 1879”. http://www.carnavaldebolivia.com CLARÍN

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