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PRIMERA SESIóN
De la fe infantil a la fe adulta
ObJEtIvO: Explorar aspectos de nuestros caminos de fe en el pasado y en el presente; reconocer el llamado bautismal y lo que ese llamado significa en nuestro compromiso con la Iglesia.
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INvITAcIóN a ORAR
cANTO: “A Comer Tu Pan,” Maximino Carchenilla. Flor y Canto, Tercera Edición, #36. Para descargar los cantos, visiten www.ocp.org/renew-music.
Oran juntos:
Señor, nuestro dios, nos diste la vida en este mundo y la esperanza de vida eterna contigo. con tu Espíritu Santo para guiarnos en esta vida, que seamos cada vez más conscientes de la misión que nos diste en el bautismo de ser verdaderos discípulos de tu Hijo jesucristo, creciendo en la fe a través del estudio y la oración y anunciando su evangelio a través de la generosidad, la compasión y el compromiso con la justicia para todo tu pueblo. Amén.
LA PALABRA de dIOS
Mateo 18,1-5
Háganse como niños para entrar en el reino de los cielos.
LEcTOR: Lectura del santo Evangelio según San Mateo
TOdOS: gloria a Ti, Señor.
En aquella misma ocasión los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?” Jesús llamó entonces a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es el que se humilla y se vuelve como este niño. Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí”.
LEcTOR: Palabra del Señor.
TOdOS: gloria a Ti, Señor jesús.
Reflexión en silencio. ¿Qué palabra, frase o imagen del pasaje de la Escritura tocó tu corazón o habló a tu vida? Comparte si lo deseas.
PRIMERA REfLExIóN
¿Recordamos cómo pensábamos sobre Dios y la Iglesia cuando éramos niños? Jesús dice en el Evangelio de Mateo, “si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos”. Quizás teníamos pensamientos como estos:
Pensaba que Dios era como una nube en el cielo que podía ver todo lo que hacía. A veces me hacía sentir segura, pero también me ponía nerviosa.
Parecía bastante simple en ese tiempo. Si uno es bueno, va al cielo. Si uno es malo, tiene que confesarse, y entonces aún podría ir al cielo. Sabía que Dios me amaba. Mi iglesia era un lugar cómodo y familiar.
Nuestras primeras ideas fueron influenciadas por muchos factores: nuestros padres y sus prácticas de fe; nuestros maestros; los sacerdotes, hermanas y catequistas laicos; lo que nos enseñaron y cómo fuimos tratados por quienes nos enseñaron. Dios puede haber sido para nosotros una imagen reflejada de nuestros padres. La Iglesia pudo haber sido para nosotros una comunidad o simplemente un edificio donde íbamos a Misa—la diferencia dependía de la participación de nuestra familia.
Para la mayoría de nosotros, las cosas eran mucho más simples en ese tiempo. La fe nos llama a creer en cosas que no se ven, y eso puede ser fácil para la mayoría de los niños. Papá Noel, el Conejo de Pascua, el Hada de los dientes, los gigantes y los duendes, los superhéroes: el pensamiento mágico de la infancia permite creer en muchas cosas que eventualmente nos explican y desaparecen. ¿Será que nuestras creencias acerca de Dios también fueron explicadas y desaparecieron por el pensamiento más “lógico” de la edad adulta? ¿O simplemente llegamos a una forma diferente de creer?
Después de la niñez vino la adolescencia, la época de la rebeldía y el cuestionamiento. Necesitábamos separarnos, encontrar nuestras propias identidades. Para algunos, esto significaba rechazar todo aquello en lo que creían nuestros padres. Es posible que todavía hayamos asistido a Misa, pero cuestionamos su relevancia en nuestras vidas.
Muchos jóvenes adultos dejan la Iglesia, ya sea en cuerpo o espíritu, al menos por un tiempo. Para algunos, puede que ni siquiera sea una decisión consciente. Algunos de nosotros, viviendo en la universidad o viviendo fuera de casa por primera vez, no nos molestamos por encontrar otra parroquia. Los domingos por la mañana nos encontrábamos durmiendo, inmersos en alguna forma de redes sociales o haciendo ejercicio. Estábamos ocupados, y cosas como el trabajo, los amigos y acomodar a nuestros apartamentos se volvieron más importantes.
Si fue una elección consciente, es posible que estábamos cuestionando la autoridad de todas las instituciones en nuestras vidas. En una época de rápidos cambios, la burocracia de la Iglesia puede haber parecido rígida y estrecha. Comenzamos a examinar nuestras filosofías y nuestras afiliaciones: ¿encajaban?
A los 20 años me hice vegetariano porque pensaba que la industria de la carne de res estaba haciendo mucho daño al planeta. También traté de ser socialmente consciente con respecto a los otros productos que utilizaba. Fue durante este tiempo que dejé la Iglesia. Me pareció demasiado sexista, además de que había mucho en su historia con lo que no estaba de acuerdo. Como institución, no parecía mucho a Cristo.
Durante estos años, es posible que nos hayamos planteado las grandes preguntas de la vida. ¿La ciencia proporciona las respuestas? ¿La fe? O, más importante aún, ¿la religión organizada? Si nos alejamos y cuestionamos, ¿qué nos trajo de regreso a donde estamos hoy?
cOMPARTIR
Comparte una experiencia de tu propio camino de fe.
Si experimentaste un período alejado de la práctica regular en la iglesia, ¿qué te trajo de regreso? Si nunca te fuiste, ¿qué te ha mantenido en la Iglesia?
SEgUNdA REfLExIóN
Tal vez sea la comodidad de un lugar familiar, la sensación de volver a casa, lo que nos trae de regreso o nos mantiene en la Iglesia católica. Si crecimos en la Iglesia, puede haber una sensación de “sentirnos católicos”, de que el catolicismo forma parte de nuestra identidad.
A pesar de los cambios a lo largo de los años, la Iglesia permanece inalterable en muchos sentidos. Si hemos estado perdidos por un tiempo, luchando con las cargas de la vida, podemos sentir que se nos ha quitado una carga de encima cuando escuchamos las lecturas sobre ser cuidados, más que las aves y los lirios del campo. Es maravilloso pensar en la Iglesia como un santuario. “Porque yo, el Señor, digo: Yo haré que la paz venga sobre ella como un río, ... Como una madre consuela a su hijo, así los consolaré yo a ustedes” (Isaías 66, 12-13). Incluso los psicólogos populares nos dicen que todos buscamos encontrar la seguridad de nuestros primeros días. Podemos sentir esa sensación de seguridad al aferrarnos o regresar a la Iglesia. Volver o involucrarse más puede ser el resultado de casarse y tener hijos. Incluso si no estuviéramos fuera, nuestra propia fe puede revigorizarse cuando presentamos a nuestros hijos para el bautismo. Nuestra propia conciencia del llamado a ser discípulos activos en lugar de observadores pasivos puede aumentar cuando acompañamos a nuestros hijos en su formación en la fe, especialmente en su preparación para recibir la Eucaristía y la Confirmación. Esto fue abordado por el Concilio Vaticano II (1962-65), una asamblea de obispos de todo el mundo que pretendía cambiar la forma en que somos Iglesia. Un concepto importante que el concilio enfatizó fue que cada persona bautizada es llamada por su nombre a desempeñar un papel en la misión de caridad, misericordia y justicia de la Iglesia. “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca” (Juan 15, 16). Respondemos a ese llamado a través de la oración, la meditación, el diálogo y el discernimiento. Las opciones son variadas y numerosas. Estamos llamados a más que simplemente creer en los principios fundamentales de nuestra fe. También estamos llamados a una comprensión cada vez más profunda de nuestra misión en el Cuerpo de Cristo mediante el aprendizaje continuo del estudio de la Biblia, las pequeñas comunidades para compartir la fe, los programas parroquiales de educación para adultos, la dirección espiritual y los retiros.
La idea de un llamado bautismal es poderosa; tiene el potencial de efectuar cambios positivos dentro de la Iglesia. Cuando nos damos cuenta, individual y colectivamente, de que para vivir como Jesús quiere que vivamos, estamos llamados a trabajar por la paz y la justicia, podemos sentirnos tan entusiasmados como desafiados.
cOMPARTIR
Cuando asistes a tu iglesia parroquial, ¿sientes que estás cumpliendo con una obligación, siendo un “buen católico”, desempeñando tu papel en una comunidad, o algo distinto? Explica.
La conversión no se refiere únicamente a una persona que llega a la Iglesia de otra tradición de fe o de ninguna tradición de fe. También significa una experiencia espiritual que acerca a la persona a Dios. En ese sentido, ¿te ha resultado útil la experiencia de conversión de alguien? ¿De qué maneras?
¿Cómo podrías buscar una mayor participación en la comunidad parroquial?