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EL CAMINO EN MI VIDA Mamás Viajeras
Hoy quiero llevarte a ti lectora por mi pensamiento y mis sentimientos mientras preparo el viaje al Camino de Santiago. El camino de Santiago es una ruta de peregrinación de más de 800 kilómetros que va desde Francia, atravesando España hasta Santiago de Compostela y que recibe más de 200 mil peregrinos al año, constituyéndose en un vehículo de meditación para gente de todas las nacionalidades y de todos los credos.
Cada persona realiza el camino de una manera particular y definida de acuerdo a sus propios tiempos y sus propios objetivos. Para dar un ejemplo, mi hermano lo realizó en bicicleta con un grupo, mi cuñada decidió hacer la ruta Francesa completa de principio a fin caminando por 40 días con muchas dificultades en algunos momentos y con muchos dolores, en mi caso en particular he ido dos veces; en el 2017 estuve tres días de una manera muy cómoda con mi esposo acompañándome en un coche, pendiente de saber si me cansaba o si necesitaba que me recogiera y transportando nuestro equipaje. Caminé con una amiga y con mi hija, todo muy relajado, descansando, comiendo donde nos tomaba el hambre y decidiendo si seguíamos hasta el siguiente objetivo o no.
No tuvimos derecho a la Compostela que es ese certificado que entregan cuando uno muestra sellos de qué ha pasado por lugares y que ha caminado más de 120 km. Eso no era importante para nosotros, nuestro viaje era tan relajado que decidimos que nos pusieran los sellos en cualquier cuaderno que llevábamos para tomar notas.
Fue muy linda la experiencia, encontramos peregrinos en el camino con los que compartimos vivencias; yo acababa de publicar mi libro y dejé varios ejemplares en diferentes lugares, recuerdo haber dejado uno en el camino, con la esperanza de que llegara a las manos de un peregrino que disfrutara su lectura.
El camino ofrece innumerables milagros para quien está abierto a recibir.
El día que iniciábamos nuestro recorrido, empezó a llover y encontramos un paraguas que alguien había dejado. Ese paraguas nos acompañó durante todo el trayecto.
El segundo viaje fue el año pasado con un grupo de 40 personas en un grupo de meditación yoga; teníamos contratado un tour con un autobús que nos llevó desde el primer lugar del camino hasta Santiago de Compostela pasando por las principales ciudades, caminamos los 120 km pero en diferentes lugares y con diferentes trayectos cortos y obtuvimos la Compostela.
De ese viaje lo que recuerdo es entre otras cosas que tenía que caminar muy rápido y con mucha presión de tiempo porque el autobús nos tenía que llevar de regreso al hotel porque teníamos contratada comida y cena.
La llegada a Santiago de Compostela fue muy emotiva, nos sentamos en el piso en un círculo en posición de meditación y empezamos a hacer una meditación, y a cantar, la gente nos miraba con cierta curiosidad y solamente dos chicas pidieron entrar en el círculo y se sentaron con nosotros. Una de ellas estaba buscando ir hasta Finisterre que es el fin del camino y por casualidad el autobús nuestro iba al día siguiente, entonces la invitamos y fue muy emocionante ver que para ella el haberse sentado en el círculo de la meditación y el haber obtenido el transporte para Finisterre sin que le costará nada, había sido un milagro y para mí fue muy emocionante ver lo importante que era para ella y lo maravilloso de lo que acababa de ocurrir.
Al otro día cuando estábamos en la cena el conductor del autobús con lágrimas en los ojos nos comentaba que cuando había visto esa chica sola viajando por un país desconocido sin hablar el idioma, buscando un transporte a Finisterre, había pensado en su hija se la había imaginado en esa misma situación.
Eso es el camino, conectar con otras personas y vivir experiencias que nos sensibilizan, que nos reflejan en el camino otros peregrinos; llevar el alma abierta a recibir milagros. Quienes van así, con ese sentimiento reciben milagros paso a paso.
También encontramos peregrinos que van a cumplir un requisito, caminar el trayecto, sin esperar nada espiritualmente como si estuvieran en una maratón.
En nuestro grupo de 40 encontramos de todo, una de las personas, no camino, sino que iba de pueblo en pueblo de restaurante en restaurante en coche, visitando, conociendo, pero tomando fotos para subir al Instagram como si la estuviera pasando mal, haciendo la travesía con dificultad.
Otra persona me comentó casi al final que no sabía a qué había ido, ni qué iba a recibir de la experiencia.
Muchas personas llevan una intención en particular, hacen el camino por alguien, pidiendo por la sanación de alguna enfermedad o dificultad, en el caso de mis hermanos, lo hicieron porque mi papá estaba enfermo terminal. Esa era su intención, caminar y pedir por una transición fácil.
Ahora me preparo para ir al Camino por tercera vez, en esta ocasión con cinco compañeras de colegio y sus esposos. Nos lo hemos planteado con mucha libertad; no queremos estar corriendo, ni muy programadas, solamente vamos a contratar el hospedaje con desayuno y salir cada uno a su paso caminando los trayectos y parando a comer donde buenamente podamos.
Mientras me preparo reconozco que mi mente me lleva y proyecta diferentes sentimientos:
Comparación y competitividad.
Parece inevitable el tema de la comparación, en todo sentido, preguntándome todo el tiempo. ¿Cuánto camino?, ¿cómo me estoy entrenando?, ¿podré caminar todos los trayectos? ¿En cuánto tiempo? ¿Qué zapatos estoy usando? Si son los correctos, si están muy pesados, si necesitan plantillas, si me tallan. ¿Qué es lo que se espera de mí?
Distracción.
Quiero estar realmente presente durante todo el camino, no solamente buscar el logro del objetivo perdiendo la oportunidad de ver y sentir la vibración del lugar.
Vulnerabilidad.
Pienso en mi fragilidad, en mi edad, con dudas sobre si mis pies y mi circulación están al 100%, si me sostendrán, si me saldrán moretones con la presión de los zapatos, si las medias deben ser de algodón, de lana, evitando las fibras sintéticas, si debo proteger el tobillo, si las botas me resultan incómodas.
Egoísmo.
Parte de mi quiere estar totalmente libre de hacer lo que se me antoje, pero también tengo en cuenta que soy parte de un grupo y puede haber necesidades que me exijan pensar en otra persona. También me cuestiono si parte del camino es ofrecerme como servicio a las personas y ser paciente, tolerante y acompañar al que lo necesite.
Respeto.
De los recuerdos más gratos que tengo del camino anterior son esos momentos cuando pude sentir la naturaleza, quiero entrar con respeto, quiero entrar pidiendo permiso, sin molestar a la naturaleza reconociendo el valor que tiene y sintiendo sus vibraciones.
Meditación.
Mis anteriores experiencias en el Camino me demuestran que al caminar, el cuerpo disfruta la libertad en un espacio de naturaleza, te nutre, te oxigena y te permite vivir estados de consciencia superiores. Eso es lo que busco lograr esta vez, más allá de cumplir un objetivo en kilómetros, quiero experimentar los estados de meditación profunda mientras camino.
Conexión.
Entiendo que es importante la forma como nos relacionamos con los demás, con otros peregrinos, porque cuando nos encontramos caminando todos sentimos que estamos en esa búsqueda espiritual de conexión, de entender que somos uno.
Hemos vivido un confinamiento de dos años donde casi no queríamos ni saludar a la gente, ni acercarnos ni preguntar, donde se ha enfatizado el aislarnos. Se hace por tanto más difícil acercarnos a las otras personas, pero es precisamente en ese intercambio donde podemos entrar en espacios sagrados para aprender unos de otros. Buscando entender, ¿por qué camina?, ¿qué siente?, ¿cuál ha sido su experiencia?
Observación.
Como conclusión debo recordar que el camino al igual que la vida, no busca llegar a un lugar sino vivir la experiencia paso a paso.
Una vez que has vivido la experiencia y regresas a tu casa, a tu rutina, puedes llamar el sentimiento del camino y sentir que todos los caminos son el camino, que puedes utilizar tus caminos para entrar en el trance meditativo del camino.
El camino está en la mirada compartida, en las conversaciones, en el café que nos tomamos cuando cumplimos una meta, en lo que se mueve dentro de nosotros, en la observación, el camino está en las flores que se doblan a nuestro paso como bendiciendonos. En el aire que respiramos y compartimos con otros peregrinos que llevan a cuestas sufrimientos y dolores, esperanzas y alegrías. El camino está en el milagro de un intercambio, en lo sagrado de una lágrima en compañía.
Mi viaje está programado del 20 al 30 de Mayo, en la siguiente edición de la revista les voy a relatar las experiencias vividas.
Por el momento les deseo “Buen camino peregrinos”.