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Diccionario masónico
COSMOGONIA. Del griego Kósmos, orden y belleza, y gígnomai, "yo llego a ser". La Cosmogonía es un relato -mithos- que narra en términos paradigmáticos el acto divino y primordial de ordenación cósmico; esto es, la producción o formación del Universo creado, entendiendo por tal todo lo que de alguna manera es susceptible de decirse de ello que es algo. La Cosmogonía se expresa por grados o niveles (hipóstasis) de realidad, de tal manera que se refiere tanto a las cosas que son realmente como a las que son sólo en tanto que posibilidad de ser y, más allá incluso de éstas, las “cosas” que no son ni serán nunca, lo que expresa la idea del Cero metafísico, que es anterior a toda manifestación, incluida la del Ser o Unidad primordial. Entonces, este acontecer (la manifestación universal) tiene su "origen" en la Suprema realidad de un "ámbito" ininteligible (cuya inteligibilidad será posible precisamente en virtud de este mismo acontecimiento) y su "fin" en la creación del mundo, que incluye como última realización al hombre mismo.
Hay que destacar que la Cosmogonía no es sólo un acontecer cronológico sino ante todo Lógico (Logos), que se refiere al paso “de las tinieblas a la luz” o, en otras palabras, del Caos primordial al Orden manifestado. En términos simbólicos la Cosmogonía se refiere al paso de la Unidad a la multiplicidad, mientras que el proceso iniciático, representado en la Masonería por los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, es un proceso inverso, de la multiplicidad a la Unidad. Asimismo, hay que destacar la estrecha relación entre el mithos cosmogónico y el Ritual de Apertura de la Logia que lo representa plenamente. En efecto el Ritual de Apertura ejemplifica este paso “de las tinieblas a la luz”, tanto en su forma como en su contenido pasando de un espacio profano a otro sacralizado en virtud del Rito mismo
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ETER. La tradición alquímica, que ha sido recogida por la Masonería, agrega a los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), un quinto, llamado quintaesencia o éter, símbolo del vacío y de los espacios celestes, al que se figura como un fluido sutil e invisible que llena, penetra y comunica a todos los seres. El éter es el más alto de los elementos, pues los contiene y sintetiza a todos. Se dice que en el hombre el éter se aloja en la caverna del corazón, morada de la deidad, y es allí donde se realiza simbólicamente la unión del alma individual con el ser universal, y de lo humano con lo divino.
Al Eter se lo figura como el punto central de la cruz, y en el templo se le ubica en el centro, en medio de los cuatro puntos cardinales, allí donde se encuentran las dos diagonales que se trazan desde los cuatro ángulos del edificio, lugar donde se coloca el ara y que se proyecta verticalmente hacia el centro de la cúpula o vértice de la pirámide, identificándose con la piedra angular, o piedra de toque, que da sentido a toda la construcción.
En la cábala al éter se le llama avir, y se le considera como la manifestación de Binah, la Inteligencia, y como el aspecto pasivo de la Shekhinah, o sea como el espacio vacío que hace posible la recepción de la presencia de la deidad o divina inmanencia
PROFANO. Profano es, etimológicamente, aquello que está “fuera de” un lugar sagrado; aquello que no ha sido, en virtud del rito, sacralizado. En términos masónicos, lo profano es lo que esta fuera de la Logia o Templo. El no iniciado es un profano que mundea entre las tinieblas exteriores y sólo mediante el ritual de la iniciación “verá la luz” y se convertirá en la "materia de obra" susceptible de recibir la semilla del Conocimiento, es decir "los misterios y privilegios de la Masonería", como se dice en algunos rituales. Pero la Masonería no tiene de lo profano una visión excéntrica; por el contrario, en sus rituales se repite la idea de que debe continuarse el trabajo (realizado en el interior de la Logia) fuera, en el mundo profano, por lo que cabe señalar la visión unitaria que la Masonería tiene del mundo no polarizándolo sino integrándolo armoniosamente en una realidad única. Estrictamente, para un masón, no hay nada profano ya que todo está acorde con la Armonía Universal. Pero es también una idea recurrente la de “profanar el templo”, esto es, la de dejar que ideas o actitudes ajenas por completo al espíritu masónico se adueñen del normal ejercicio ritual. Lo profano tiene que ver con “dejar los metales en la entrada del templo”
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