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Arquitectura y política: encuentros y desencuentros

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Reseñas de libros

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Arquitectura y política: encuentros y desencuentros

Sharif S. Kahatt

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Arquitectura y política son campos de acción y pensamiento imbricados desde un inicio, sea por su interdependencia en la creación y representación, por la necesidad del discurso, o por el poder del encargo —de una parte— o la reificación de las ideas —de la otra—, entre otros puntos de encuentro. En este marco, A13 presenta proyectos de arquitectura vinculados de distintas maneras a la política, y artículos de reflexión y crítica que aportan a la discusión sobre las relaciones —e implicancias— entre la política y las prácticas de la arquitectura en el más amplio sentido.

En las últimas décadas, las políticas urbanas de la «Barcelona olímpica» o «la Curitiba de Jaime Lerner» dieron mucho que hablar sobre proyectos políticos de sociedades democráticas en busca de igualdad social mediante el uso del espacio público y el equipamiento para el desarrollo educativo, deportivo y recreacional, además del transporte colectivo y el ordenamiento urbano como un derecho social, en el camino de alcanzar una digna calidad de vida. Recientemente, políticas de ciudades como Medellín y Bogotá se convirtieron en casos reconocidos por el todo el mundo: para salir de la violencia urbana, aportan considerablemente aquellas iniciativas que producen una arquitectura integral, con la urbanidad como meta y la ciudadanía como objetivo preferente.

En el siglo XX peruano los acercamientos fueron de índole disímil y produjeron diversos efectos. Los programas de barrios obreros y fiscales; las unidades vecinales; las mutuales de vivienda; la Comisión de la Reforma Agraria y la Vivienda, y «su» Ley 13517 o Ley de Barrios Marginales; la Oficina Nacional de Desarrollo de Pueblos Jóvenes (Ondepjov); el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (Sinamos) y los pueblos jóvenes, entre otras tantas iniciativas, son solo la parte física, visible e incluso habitable de este entramado de relaciones e intersecciones disciplinares.

Por varias décadas, a mediados del siglo pasado entre 1940 y 1970, la vivienda fue la mejor expresión cultural de un país que buscaba superarse en lo físico y en social; la vivienda, espacio de interacción, marco para potenciar el desarrollo y estimular la creación de lazos entre personas y de ellas con el lugar de arraigo. La arquitectura reifica las aspiraciones sociales y políticas de las naciones; es un gran detonador de nuevas metas, al trazar nuevos caminos para nuevas formas de vida en realidades nuevas.

Como apuntaba Henry Pease hace unos años, la democracia en el Perú es joven y está poco arraigada en la cultura política del país. Nuestra sociedad aún duda de la capacidad de autorregulación y autogobernanza, y por ello busca la disciplina en los militares. No obstante, estos últimos dieciocho años, desde el gobierno de transición del presidente Paniagua en 2001, son el

período más largo de continuidad democrática que ha tenido el país en los últimos cien años. 1

La arquitectura, en conjunción con la política, tiene

una gran responsabilidad. En el Perú, las políticas urba

nas normalmente son ejecutadas por organismos e ins

tituciones estatales encargadas de llevar a la práctica las políticas de gobierno que les han sido asignadas. Hoy, cuando las políticas de vivienda son únicamente asuntos cuantitativos —y por ello paupérrimas en términos urbanos, dado que no hay una visión de país, ni mucho menos una política del hábitat urbano— tenemos que plantearnos una actitud política frente a la arquitectura y la construcción de la ciudad. Es necesario establecer una visión clara de lo que significa la práctica de la arquitectura en la sociedad y afrontarla. Como sostienen Josep M. Montaner y Zaida Muxi en su libro dedicado a este mismo tema, «la política es siempre un descubrimiento, y […] la primera decisión política —en cualquier actividad de teoría, historia y critica del arte y la arquitectura— radica en lo que se visibiliza y en lo que se ignora, en lo que se promueve y en lo que se oculta, en lo que se dice y en lo que se calla, y a quién se silencia». 2

El trabajo de los arquitectos —siendo ellos conscientes o no— produce espacios y formas que son políticos. El arquitecto contribuye a darle forma al espacio social, traduce necesidades en ideas, y esto revela y refleja una idea de sociedad, encarna las relaciones entre las personas y afecta la vida en común. Eso es, lo sepan o no, una cuestión política. Por ello, es importante mostrar proyectos, ensayos y documentos que ponen tales temas sobre la mesa.

Los proyectos que presentamos en este número varían en escala, objetivos y entornos, y muestran el papel que puede cumplir la arquitectura como agente de transformación de la ciudad y el territorio, así como su capacidad de crear de condiciones para avanzar hacia la equidad social y lograr ciudadanía.

La sede del Gobierno Regional Moquegua, del estudio Barclay & Crousse, proyecta un volumen contundente en su forma y abstracto en su expresión, dándole a la ciudad siempre un frente igualitario, además de una plaza que crea las condiciones para recibir esta nueva forma de representación para el gobierno. De modo similar, la sede de la biblioteca del distrito de La Molina, del estudio Gonzalez Moix, trabaja sobre un volumen puro que en su lado más largo define uno de los bordes de un parque y en su lado más corto crea el frente de una plaza,

El arquitecto Fernando Belaunde en campaña política para diputado por Lima en 1945. Muestra su Plan de Unidades Vecinales.

para hacer, de ambos espacios, lugares urbanos.

De distinta manera, pero con el mismo objetivo, colectivos ciudadanos coordinados por los arquitectos Javier Vera y Eleazar Cuadros han creado un espacio comunal en el barrio de La Balanza. Con su presencia y expresión frontal de manzana, este espacio logró congregar a la ciudadanía para participar en la arquitectura y mejorar el entorno.

Finalmente, mostramos dos proyectos sistémicos que, mediante una lógica de «partes», con módulos para adaptarse al territorio y a las necesidades sociales, crean mejores condiciones para la formación y el desarrollo: uno encargado por el Estado (liderado por Andrés Solano) en el Programa Nacional de Infraestructura Educativa (Pronied), y otro nacido de la academia, elaborado por Cristian Yarasca en la Maestría en Arquitectura y Procesos Proyectuales (MAPP) de la PUCP.

Estos cinco proyectos, con múltiples estrategias, de variada envergadura y dirigidos a diverso público objetivo, son una muestra del amplio espectro del trabajo de la arquitectura en el territorio nacional.

En la sección de ensayos presentamos artículos sobre ideas políticas y sociales que afectaron la arquitectura del siglo XX en el ámbito internacional, y textos sobre las condiciones para el desarrollo de la arquitectura en el medio peruano. En el primer grupo, Marta Morelli subraya el valor de los concursos de arquitectura en el Perú y comenta las nuevas condiciones de las contrataciones del Estado, y Frederick Cooper rememora sus impresiones como ciudadano en la transformación de Lima, al mismo tiempo que dialoga sobre sus incursiones en la política. En el segundo grupo «La buena

arquitectura», de Stephanie Delgado, ofrece «una lectura crítica de lo que significa hacer el bien hoy, desde el punto de vista del diseñador» y las vicisitudes de la arquitectura en ese camino tan resonado recientemente. El texto «Bauhaus y la política», de Arne Winkelmann, está dedicado a las tensas relaciones de la escuela con el contexto sociopolítico de la Alemania de entreguerras; y Josep Maria Montaner plantea una reflexión sobre las políticas de vivienda colectiva contemporánea, en la que se revela la acumulación de conocimiento que debe estar presente en la proyección del tejido urbano y social de las ciudades.

La sección de archivo trae a la actualidad una ponencia presentada en 1949 por el arquitecto Fernando Belaunde Terry —entonces ex diputado por Lima— al Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM). La Carta del Hogar, precedida por un texto que explica el contexto disciplinar, político y social, se entiende hoy como una propuesta integral del «arquitecto y político», que sintetiza su aprendizaje para lograr que el Estado ofrezca vivienda colectiva, luego de su experiencia de la Unidad Vecinal 3.

En A13 iniciamos la publicación de un dossier que pertenece al proyecto post scriptum*, organizado por los docentes de la FAU Vincent Juillerat y Claudio Cuneo, que pone en debate el rol de la teoría de la arquitectura en la práctica actual. Se documenta a través de los textos producidos para el debate por los arquitectos Marta Morelli y Rodolfo Cortegana, y el texto seminal de Teresa Stoppani, además de un texto de los

organizadores. En todos ellos se refleja no solo la necesidad de encontrar el lugar de la teoría, sino, además, la de poner en cuestión su significado en un mundo visual y poco auspicioso para la reflexión vía la palabra. Este proyecto es el inicio de una serie de acciones y eventos que buscan discutir la teoría de la arquitectura en relación con la disciplina y la práctica contemporánea.

El número se completa con dos proyectos destacados por el último jurado internacional del Proyecto de Fin de Carrera, y con la sección de actualidad, que proporciona un recuento de las actividades organizadas por Arquitectura PUCP durante los últimos meses. Entre estas últimas destacan, sin duda, la exposición y las conferencias dedicadas a la obra del arquitecto alemán Paul Linder, cuyos archivos de trabajo se guardan en la PUCP y han sido motivo de la mencionada exposición.

A13, dedicada a las relaciones entre arquitectura y política, pone de manifiesto sus profundas relaciones, así como las tensiones que están en el trasfondo de obras, intervenciones y programas de infraestructura estatal que afectan la formación de los ciudadanos, también parte fundamental de la disciplina de la arquitectura en su más amplio sentido.

La arquitectura tiene una responsabilidad con la sociedad, con el valor de lo común, con la idea de lo público, cuestiones elementales para avanzar hacia la urbanidad. Igualmente, la arquitectura aporta al sentido de colectividad, base para trabajar el sentido de comunidad. Esta décimo tercera edición de A busca poner sobre la mesa la labor de los arquitectos en la vida política de las ciudades e instituciones, las ideas que hay tras las políticas para la ciudad, episodios de «ideas urbanas» y activismo social, acciones comunitarias en espacios urbanos, proyectos de vivienda colectiva estatal, experimentos de urbanización comunitaria, entre otros temas que rozan o atraviesan las prácticas de la arquitectura y la política, y resultan pertinentes para reflexionar sobre las relaciones que se entretejen entre ambas.

El presidente Belaunde en 1963 observa junto a los arquitectos de la Junta Nacional de Vivienda, coordinados por el arquitecto Javier Cayo, la maqueta de la Residencial San Felipe. 1

2 Henry Pease y Gonzalo Romero (2015), Historia política del Perú en el siglo XX. Lima: Fondo Editorial PUCP. Josep Maria Montaner y Zaida Muxi (2011), Arquitectura y política. Barcelona: GG, p. 16.

«Nosotros construimos nuestros edificios; luego son estos mismos los que nos forman».

Winston Churchill

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