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RETORNEMOS A LA RAIZ
Por Ciro Añez Nuñez Abogado con grado académico de Máster, Postgrado en educación virtual y en educación superior, Profesor de Postgrado
Con tantos adelantos científicos y tecnológicos, la pandemia global de covid-19 no debió sorprender a la humanidad, pero nos sorprendió, convirtiéndose el 2020, en el año de la incertidumbre, el infortunio, la sorpresa y las crisis no sólo sanitaria sino también política y económica.
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El ser humano tuvo que acudir al freno de mano en su acelerada existencia y tratar de entender lo que es verdaderamente importante en ésta su vida finita (tiene un final); y, a su vez, comprender que, si bien no tenemos respuesta para todo, pero sí, propósitos que cumplir.
Nuestra vida humana es temporal y transitoria como una neblina; y, muchas veces ésta transcurre en vanidad y agigantamiento del ego personal, “distraídos” bajo un sistema de creencias, en muchos de los casos, ilusas o equivocadas; por ejemplo: “creer” firmemente que hemos venido a este mundo material para “llevar una vida con prisa y totalmente egocéntrica” destinada a satisfacer todos nuestros deseos de forma intensa y lo más pronto posible; y, “creer” que “es la política y la fe en las Constituciones”, la pócima o el remedio a todos los males de este mundo, alimentando de esta manera, las ansias de algunos por obtener poder, vanagloria y dinero; buscando el cambio mediante revoluciones, guerras económicas y constantes reformas pero nunca apostando por la regeneración humana, como si la vanagloria, la corrupción, arrodillarse al poder temporal, la codicia, o la mezcla de ego, culpa y amargura disfrazada de religiosidad, fuesen fuente de vida, mientras procrastinamos lo más importante y esencial.
Es necesario redefinir todo (la economía, la política, la religión, el patriotismo, etc.) pues a nivel mundial seguimos haciendo lo mismo y todavía vivimos esperanzados en obtener resultados distintos y mejores.
Nos olvidamos que en el mundo material en el cual nos desenvolvemos, nuestra vestidura física es simplemente temporal y retornará a su origen natural (es decir, volverá el polvo a la tierra) y que nuestro ser, no es sólo materia o cuerpo físico sino espíritu, alma y cuerpo.
La persona debe conocerse a sí misma, no en función a lo que hace sino a lo que es, saber para qué fue creado, cuál es su propósito de vida en este mundo. Esto no implica que la gente deba estar centrada (o ensimismada) en sí misma, por cuanto por esa vía, pierde el punto principal de su existencia y además urge que conozca realmente todo su entorno nacional (que caiga en cuenta en donde realmente se encuentra; y, en caso de que no le guste, pues tratar de influenciarlo positivamente para mejorarlo), no limitarse ni restringirse ocultándose en sus guetos amurallados ni incentivar el racismo ni caer en la vanagloria o el exceso de exitismo que conlleva a la pérdida absoluta del sentido común.
No permitamos contaminar nuestro viaje por la vida con gente que habla negativo, que es pesimista, cobarde, fatalista, vanidoso, ególatra y/o destructivo, cuando está en nosotros mismos la posibilidad del dominio propio, de prevenir, de ejercer control y hacer seguimiento a las cosas que nos preocupa, salir en defensa de nuestras libertades individuales y la de las demás.
La libertad implica a su vez responsabilidad y debe desarrollarse sobre la base de valores y principios para obtener un buen resultado, caso contrario estaríamos hablando de libertinaje. No es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea su forma de gobierno, en la cual, las libertades individuales no estén respetadas en su totalidad; y ninguna es libre por completo si éstas no se encuentran absoluta y plenamente garantizadas.
En ese contexto, resulta oportuno recordar al filósofo inglés John Stuart Mill (1806-1873), quien afirmaba: “la única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual”.
Muchas veces, con motivos de intereses económicos de grupo, concurren oleadas de reformas legales donde la tendencia para todos los cambios, es buscar a nombre del supuesto “fortalecimiento de la sociedad” disminuir el poder del individuo.
Esta intromisión, lamentablemente no es novedad en la historia de la humanidad, más por el contrario, es casi una inclinación habitual inherentes a la naturaleza humana (aquellas ansias de detentar y permanecer en el poder no declinan, sino que ésta siempre crece), por lo tanto, los controles al poder de los gobernantes amerita que sean cada vez más eficientes, sostenibles, sustentables, sofisticadas y permanentes en el tiempo porque los gobiernos totalitarios dictatoriales no descansarán en conseguir un pueblo desunido, dividido, confrontado entre sí, lleno de odios, intrigas y resentimientos.
Recordemos que no todo lo legal es ético y toda inflación legislativa tampoco produce ni garantiza mayor seguridad como a veces se cree; por lo tanto, el norte para todo “pueblo” (entendido como la suma de los individuos) es mantenerse en constante alerta, evitando el atropello a sus atributos, entre ellos citar las siguientes: la vida del ser humano, las libertades individuales y la propiedad privada.
En el emprendimiento, el progreso y la prosperidad, se construye en un país cuando existen garantías a las “libertades individuales” (no agigantando al Estado, es menester eliminar las exoneraciones tributarias – todos deben tributar – pero reduciendo todas las alícuotas impositivas, alentando el emprendimiento); y, para ello, el emprendedor necesita estar verdaderamente comprometido con las libertades, promocionar con firme convicción la leal competencia, exigir seguridad jurídica en las actividades empresariales (reglas de juego claras y exigibles con igualdad de oportunidades), rechazando toda obtención de ganancias deshonestas a través del facilismo, el amiguismo y el padrinazgo político.
Es necesario que el emprendedor tenga una visión a largo plazo de “verdadera empresa” y no conformarse siendo cortos de vista apostando únicamente por los “negocitos” y el dinero rápido.
Urge la necesidad de apostar más por la integridad del emprendedor, la formalidad, el trabajo duro, creativo e inteligente basados en el conocimiento de calidad y la innovación, dejando de lado la corrupción, el contrabando, la evasión impositiva y toda informalidad (dejar de buscar el caminito de los atajos para incumplir las normas) como medios de enriquecimiento para luego aparentar una supuesta prosperidad y una seudo sabiduría empresarial.
Con todo ello, resulta pertinente la existencia de gobiernos limitados, cuyas funciones y poderes ejercidos a través del Estado estén limitados o restringidos en función a no violentar las libertades individuales. Estos poderes nunca pueden interferir con las libertades de cada individuo; y, es más, ante el soberano (pueblo boliviano, art. 7 CPE), todas las autoridades y servidores públicos son quienes deben trabajar en la función pública, informar y rendir cuentas de sus conductas, no a la inversa ni con abusos.
Es tiempo de volver a la raíz, a la fraternidad (el afecto y el vínculo entre hermanos o entre quienes se tratan como tales, cuidando mutuamente las libertades individuales), a los principios fundantes, a rescatar la democracia de aquellos peligros que suponen los extremos, haciendo partícipes a los ciudadanos de la realidad política bajo el cumplimiento de la independencia de poderes, pesos y contrapesos, control social (arts. 241 y siguiente de la CPE) a las autoridades, servidores públicos y a los políticos, para vivir bien, no una solidaridad bajo coacción, atropello y confiscación, donde el ciudadano se sienta parte de la política (buscando nuevas formas de participar y de organizarse), siendo capaces de decidir nuestro destino evitando ingenuamente ser presas fáciles de las confabulaciones sean estas internas y/o externas.