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Editorial
from Magisterio 99
Tras dos años de la pandemia sanitaria por el covid-19 se han reanudado diversas actividades sociales; los roles presenciales en el sector educativo no son la excepción. Y todos, de alguna manera, hemos hecho adaptaciones rápidas a la denominada “nueva normalidad”.
Si hace dos años el problema era cómo adaptarnos al mundo de la tecnología para continuar con nuestras actividades escolares y laborales, ahora la dificultad es cómo reintegrarnos a la presencialidad. En el caso de las escuelas se habla de un regreso seguro, cuya prioridad es la salud de todos los actores educativos, para evitar contagios por el covid-19. Esto implica identificar las condiciones reales en que se encuentran las instituciones, sus recursos, infraestructura y organización, la planificación de clases, así como la intervención e interacción entre alumnos, docentes y padres de familia.
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Por otra parte, ahora más que nunca, es vital tomar en cuenta el contexto en el que se desenvuelven los alumnos, como las características sociales, económicas y culturales, ya que pueden llegar a determinar su proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ejemplo, en cuanto a innovación educativa, la pandemia hizo ver que la tecnología no fue ni es suficiente; en cambio, habría que apostar por el aprendizaje autónomo o, bien, por la construcción de un conocimiento personal.
Pero más allá de las impresiones que tengamos de cuánto han cambiado las prácticas educativas en estos dos años o cuál ha sido la experiencia docente y discente, es preciso reconocer el gran esfuerzo que se hace desde la dirección de las escuelas, en colaboración con los cuerpos docentes, padres de familia y alumnos en favor del desarrollo escolar de cada ser humano.
Los planteamientos anteriores son el preámbulo de lo que nuestros lectores podrán encontrar en el número 99 de la revista electrónica Magisterio. Esperemos que sea de su interés y contribuya a fortalecer su labor en el ambiente educativo.