Segundo número de la Revista Historia Autónoma.

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REVISTA HISTORIA AUTÓNOMA REVISTA MULTIDISCIPLINAR DE LA ASOCIACIÓN HISTORIA AUTÓNOMA Número 2. Marzo 2012. ISSN: 2254-8726. Dirección: Juan Carlos Merino y Marcos Marina.

Asesoría Editorial: Yolanda Sánchez.

Comité de Redacción: Alicia Montero, Ana Llorente, Concha Cortés, Cristina León, David Díaz, Juan Luis Delgado, Marcelo Luzzi, Tomás Aguilera. Comité Asesor: Agustín Ramón Rodríguez (Real Academia de la Historia), Alfredo Mederos (Universidad Autónoma de Madrid), Carlos Ayala (Universidad Autónoma de Madrid), Carlos Reyero (Universitat Pompeu Fabra), Carmen del Cerro (Universidad Autónoma de Madrid), Concepción Abad (Universidad Autónoma de Madrid), Darina Martykanova (Universität Potsdam), Eduardo Sánchez-Moreno (Universidad Autónoma de Madrid), Feliciano Páez-Camino (IES Blas de Otero, Madrid), Felipe Pereda (Johns Hopkins University, Baltimore), Fermín Miranda (Universidad Autónoma de Madrid), Fernando Andrés (Universidad Autónoma de Madrid), Fernando Quesada (Universidad Autónoma de Madrid), Fernando Valdés (Universidad Autónoma de Madrid), Isabel Rubio (Universidad Autónoma de Madrid), Javier Baena (Universidad Autónoma de Madrid), Jesús María Carrillo (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid), José Nieto (Universidad Autónoma de Madrid), María José López (Universidad Autónoma de Madrid), Mauro Hernández (Universidad de Educación a Distancia), Pilar Toboso (Universidad Autónoma de Madrid), Soledad Milán (Universidad Autónoma de Madrid), Yolanda Guerrero (Universidad Autónoma de Madrid). Corrección de Estilo: Ernesto Ortíz, Miguel Ángel López y Natalia Fernández.

Este número ha sido editado por la Dirección de la Revista Historia Autónoma. Fotografía de portada de Rafa Aparicio.


ÍNDICE

Echar a andar................................................................................................................5 Relación de autores ...................................................................................................9 Artículos La guerra en la Beturia céltica: del siglo V a.C. a la derrota de Viriato. Pablo Paniego ................................................................................................................13 Vinculación ideológica de la Roma medieval con los monumentos clásicos. Víctor Úbeda ..................................................................................................................29 Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista de Al-Ándalus. JavierAlbarrán.................................................................................................................45 Aportación a la divulgación zoológica valenciana del siglo XVII. El Tratado de los animales terrestres y volátiles de Jerónimo Cortés (1613). Francisco Javier Peris.....................................................................................................59 Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas españoles. Aleix Romero ..................................................................................................................75 Objetivos y limitaciones de la política exterior española en Marruecos: la batalla de Tetuán (1859-1860). Rocío Velasco ..................................................................................................................93 La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974). Una aproximación a la financiación de la oposición franquista a la evolución del franquismo. Juan Manuel González..................................................................................................107 La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia de Colin Crouch a través de Atilano, presidente (1998). Garikoitz Gómez............................................................................................................127 El paradigma género y mujeres en la historia del tiempo presente. Esther Mora .................................................................................................................143 Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica por una hermenéutica histórica de la muerte. Daniel Ovalle ...............................................................................................................161


Reseñas El Imperio Romano no dejó de ser una sociedad esclavista. Alberto González............................................................................................................ 177 En busca de mejor fortuna: los inmigrantes españoles en Buenos Aires desde el Virreinato a la Revolución de Mayo. Fernando Gómez...........................................................................................................181 Ingenieros, estado y circulación del conocimiento en la perfieria mediterránea. Ximo Guillem-Llobat.....................................................................................................185 Interacciones entre el movimiento obrero y el franquismo: una visión globalizadora. Joel Sans ......................................................................................................................189

Crónicas Gestión forestal y sostenibilidad: experiencias históricas / Forest management and sustainability: historical experiences. IV Encuentro de Historia Forestal, Vitoria-Gasteiz, 18-19 de octubre de 2012 . Iñaki Iriante y Álvaro Aragón........................................................................................195 Edad Media y sociedad contemporánea. VI Jornadas de Historia Medieval, Madrid 6, 7 y 8 de noviembre de 2012. Aurora González ..........................................................................................................201

Entrevista La Prehistoria entre España y Alemania. Entrevista con el profesor Thomas Schuhmacher. Cristina León y Yolanda Sánchez.....................................................................................207


Un paso más La publicación de nuestro segundo número, que tiene el lector ante sus ojos, supone dar un paso más en el camino que iniciamos el pasado mes de septiembre, fecha en que salió a la luz la Revista Historia Autónoma. En su momento ya dijimos que ese acontecimiento significaba cerrar una larga etapa de preparación, pero a su vez era el punto de arranque de esta revista, que ahora continúa y, esperamos, lo siga haciendo durante muchos años. El trabajo de este equipo editorial ha estado encaminado a seleccionar unos contenidos de calidad, que representen fructíferas líneas de investigación dentro de los estudios sobre el pasado y que han acabado cristalizando en los diferentes trabajos publicados en estas páginas. Manteniendo como claves de nuestra tarea el espíritu crítico, el rigor metodológico y la capacidad de análisis, junto a contenidos ya presentes en el primer número como artículos o reseñas hemos introducido dos novedades a fin de enriquecer la publicación. Se ha incluido una entrevista con el profesor Thomas Schumacher, de la Universidad Autónoma de Madrid, a través de la cual se ha pretendido comparar la situación de la arqueología en dos países con tradiciones tan dispares como España y Alemania. Por otro lado, figuran dos crónicas de reuniones científicas de reciente celebración, intentando dar a conocer cómo transcurrieron, cuáles fueron los principales temas tratados en ellas y qué aportaciones dejaron. En suma, un segundo número con el que buscamos ofrecer nuevas aportaciones al conocimiento histórico y dejar patente la importancia de los jóvenes investigadores dentro de la disciplina. Queremos terminar la presentación de este segundo número agradeciendo su labor a aquellos responsables del Comité de Redacción que cesan en sus cargos una vez cumplido su periodo de trabajo. Estos compañeros han sido fundamentales a la hora de fundar esta revista y nunca podremos recompensar totalmente el papel que han desempeñado, deseándoles muchos éxitos en sus carreras investigadoras. Desarrollar una investigación en la actualidad es enormemente difícil. En un contexto dominado por la incertidumbre más absoluta, en el que las sombras están mucho más presentes que las luces, emprender una investigación, llevarla a cabo, culminarla y encontrar un puesto laboral fruto de ella son, posiblemente, unas de las decisiones más valientes que puedan tomarse. Más si cabe teniendo en cuenta que la actual crisis económica que todo lo envuelve hace todavía más difícil embarcarse en un proyecto de tales características. Todo este panorama convierte al investigador en una profesión de riesgo, en peligro de extinción si no se toman las medidas adecuadas para impedir su desaparición, todavía que se está a tiempo de ello. Si el mundo de la investigación dejase de existir, se acabaría con una de las grandes vías de progreso con que han contado las sociedades humanas, condenando su evolución de una manera prácticamente irreversible.


Esta situación es común a todas las áreas de conocimiento, pero particularmente intensa en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, dentro del cual se encuentra la disciplina histórica. La devaluación de este tipo de estudios no solo tendrá graves consecuencias para sus profesionales, sino que alcanzará al conjunto de la población. El paulatino abandono de tales ámbitos hará que los individuos dejen de contar con herramientas fundamentales que les han permitido desarrollarse como personas e interactuar con la sociedad de la que forman parte. Por lo tanto, se hace necesaria la reivindicación de los saberes humanísticos y sociales y del papel que juegan dentro de la investigación, sin entrar en su consideración o no como ciencia. De lo contrario, estaríamos abocados a perder referentes básicos de nuestra cultura, de nuestra forma de entender el mundo y, en definitiva, de nuestra propia existencia. A nuestro juicio, los diferentes obstáculos a los que ha de enfrentarse una persona que quiera emprender una trayectoria investigadora pueden agruparse en tres grandes ámbitos. Para empezar, los que uno debe superar de entrada, para poder iniciarla. El incremento del precio de los estudios universitarios, tanto de grado como de máster, impiden que una parte del alumnado, incapaz de hacer frente a los mismos, pueda acceder a la educación superior. Como consecuencia, el número de potenciales investigadores queda reducido desde bien temprano, eliminando la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos y haciendo que solo puedan formarse quienes puedan costearse su etapa como estudiante. También pueden observarse dificultades durante el periodo investigador. Uno de los más importantes es la reducción presupuestaria, que conlleva un fuerte descenso de becas y ayudas. El disfrute de éstas, incompatible con el desempeño de un puesto de trabajo, queda restringido, nuevamente, a las personas con una posición económica más holgada. Merece la pena destacar un tipo de subvenciones en serio peligro, las destinadas a la movilidad de los investigadores, ya sea dentro del país como hacia el extranjero. Su supresión tendrá serias repercusiones en tanto que dificultará el contacto con otras realidades sociales, culturales y académicas, acabando con una de las más poderosas vías de enriquecimiento formativo con las que hasta el momento contaban los futuros investigadores. La tercera categoría corresponde a los problemas de salida, aquellos que deben afrontarse al finalizar el periodo investigador. La disminución de puestos docentes en las universidades incide directamente en las posibilidades de que los investigadores que han concluido su etapa doctoral puedan obtener una plaza en ellas. A este fenómeno hay que unir los recortes sufridos por otros centros de investigación y que no contribuyen a mejorar el panorama, sino todo lo contrario. De nada sirve que una persona decida comenzar una carrera investigadora si cuando la termine tiene escasas opciones de poder continuarla desde dentro del mundo académico, viéndose obligado a reciclarse laboralmente para poder ganarse la vida en otra profesión.


Frente a ello, creemos que existen soluciones para impedir que las medidas adoptadas en los últimos tiempos se conviertan en un camino de no retorno que acabe condenando la investigación en general, y el estudio del pasado en particular. Las frecuentes alusiones hechas al factor económico hacen indispensable que existan los recursos financieros necesarios para que haya una investigación puntera, de la máxima calidad y de la que formen parte los mejores profesionales de todas y cada una de las áreas de conocimiento. A su vez, es preciso que la sociedad tome conciencia de lo que significa contar con investigadores de primer orden, capaces de devolver en forma de conocimiento los años de formación que han dedicado. En un mundo que camina hacia la vulgaridad, el placer inmediato y la banalización de la cultura, conviene que se alce la voz para reivindicar la aportación trascendental que el mundo de la investigación lleva a cabo día a día, en ámbitos de nuestra vida cotidiana que por lo general pasan desapercibidos pero que son fruto de años y años dedicados a investigar. Una situación más grave aún en el caso de los estudios humanísticos, los cuales poseen una menor consideración social. Se hace imprescindible destacar sus funciones para el conjunto de la población como vía para evitar su condena al ostracismo, la marginalidad o su directa desaparición, con las graves repercusiones que ello tendría. La oleada de movilizaciones que se están produciendo como respuesta a las decisiones adoptadas por el gobierno y que lesionan gravemente el panorama investigador está mostrando que buena parte de la comunidad universitaria está en contra de las mismas. Este clima de rechazo y sus múltiples manifestaciones deben convencernos de la necesidad de dar un paso más no solo para denunciar la situación sino para proponer alternativas que conduzcan a la mejora de la red investigadora española. El fin de un sistema de investigación potente, público y que responda a las necesidades de la sociedad nos condenará a todos mucho más de lo que podemos imaginarnos. Pocas veces se dice que la investigación es posiblemente la salida más eficaz para la crisis económica que padecemos y la mejor garantía para tener un futuro próspero. Obviarlo significará que todos acabaremos perdiendo. Desde esta plataforma, pedimos que impere la cordura y la búsqueda del bien común no se vea subordinada a la obtención del beneficio económico instantáneo. La formación es una inversión, pero cuyos resultados se materializan a largo plazo. Respetar los tiempos que ello conlleva y comprender la potencialidad de contar con un sistema de investigación de primer nivel son claves para situar a éste en el lugar que le corresponde en nuestra sociedad. Es necesario sembrar para luego poder recoger una cosecha de considerable calidad, y los resultados de las investigaciones no surgen por generación espontánea. Los ajustes presupuestarios acabarán provocando la merma de la comunidad investigadora, puesto que es imposible hacer más con menos. Tendrán además graves consecuencias para los profesionales que están comenzando su formación, que verán frenadas sus aspiraciones porque los intereses responderán a las necesidades del mercado


y no a las demandas de la sociedad, al fin y al cabo, la matriz de la que surge y a la que debe servir el mundo de la investigación. Su pérdida solo hará que demos un paso atrás que nos costará mucho tiempo y esfuerzo recuperar. Y no queremos concluir sin hacer nuestro particular homenaje al profesor Julio Aróstegui que lamentablemente falleció el pasado mes de enero. Muchos nos iniciamos en la investigación a partir de sus textos y seguirá siendo referente para las generaciones venideras.


Relación de autores Pablo Paniego: Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha participado en diversos proyectos y excavaciones, entre las que pueden destacar el Proyecto Alconétar o yacimientos como los de Netróbriga o Cerro Borreguero. Víctor Úbeda: Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido ponente de las Jornadas de Investigación en Historia Antigua, y ha publicado en Stilus. Sus líneas de investigación se centran en la historia de Roma y su legado en la Edad Media. Javier Albarrán: Becario del Área de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid, ha cursado estudios de árabe en la Universidad de Jordania y sus investigaciones han girado en torno a las relaciones islamo-cristianas en el ámbito medieval, habiendo participado en eventos como el “VI Simposio Internacional de Jóvenes Medievalistas” o las “VII Jornadas hispanoportuguesas de Historia Medieval”. Francisco Javier Peris: Licenciado en Ciencias Biológicas y Máster en Biodiversidad: conservación y evolución. Es autor de artículos aparecidos en revistas como Saitabi, Asclepio, Tiempos Modernos, Boletín de la Asociación Española de Entomología y otras internacionales, y también ha publicado distintos libros. Aleix Romero: Licenciado en Humanidades, DEA en Historia Moderna y reciente doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de La Rioja. Ha sido también becario FPI por la misma universidad. En su tesis doctoral ha abordado la biografía de Mariano Luis de Urquijo (1769-1817), a la que ha dedicado varios artículos y de la que próximamente publicará un libro. Rocío Velasco: Profesora de la Universidad de Extremadura. Entre sus principales líneas de investigación se encuentra la historia de las relaciones hispano-marroquíes, con especial dedicación al Protectorado. Ha publicado en Hispania Nova, Norba, Revista de Historia Actual y Cuadernos de Historia Contemporánea. Es autora de la monografía Nacionalismo y colonialismo en Marruecos. El general Valera y los sucesos de Tetuán (2012).


Juan Manuel González: Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Navarra, Licenciado en Ciencias de la Información y Máster en Marketing por la Universidad del País Vasco. Sus principales líneas de investigación (violencia política, Iglesia católica y medios de comunicación) se centran en el tardofranquismo y la Transición. Ha publicado sus investigaciones en revistas como Historia Actual On Line, Revista Universitaria de Historia Militar o El Argonauta Español. Garikoitz Gómez: Licenciado en Historia por la Universitat de València. Máster en Historia Contemporánea por la y la Universidad Autónoma de Madrid. El miembro del colectivo editor de la revista de estudios culturales Ecléctica y del Critical Studies Research Group de la Universidad de Brighton, donde actualmente prepara un doctorado que explora las relaciones entre espacio, trauma, memoria y afectividad en Irlanda del Norte y España. Esther Mora: Licenciada en Historia por la Universidad de Murcia. Máster en Historia Social Comparada. Relaciones políticas, familiares y de género en España y América Latina por la Universidad de Murcia. Actualmente doctoranda en Historia Social Comparada. Sus líneas de investigación se centran en la Historia, memorias e identidades en las relaciones de género contemporáneas en España y la Región de Murcia. Daniel Ovalle: Magister en Historia, mención historia económica y social por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Licenciado en Educación por la Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación. Especialist en historia cultural y epistemología de la historia, ha publicado en revistas especializadas acerca de las representaciones de la muerte en Chile (siglos XVI al XIX) y los aportes de Paul Ricoeur a la tarea historiográfica. Alberto González: Licenciado en Historia por la Universidad de León. Máster en Historia y Ciencias de la Antigüedad por la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad Complutense de Madrid. Doctorando en Estudios del Mundo Antiguo por la Universidad Complutense de Madrid, con una tesis titulada “La inflación en el Imperio Romano Tardío (ss. IV-VII)”. Fernando Gómez: Licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires, donde actualmente es docente de Historia Argentina I y cursa sus estudios de doctorado con una tesis titulada “Religión y política en los intentos de construcción de legitimidad en el Río de la Plata posrevolucionario”. Cuenta con publicaciones sobre el virreinato del Río de la Plata y la etapa revolucionaria. Participa además en dos proyectos de investigación dedicados a esta temática.


Ximo-Guillem Llobat: es profesor ayudante doctor del Departament d’història de la ciencia i documentació de la Universitat de València y miembro del Institut d’Història de la Medicina i de la Ciència López Piñero (CSIC-UVEG). Su investigación se ha centrado en la regulación de la seguridad alimentaria, y más recientemente de la salud ambiental, entre finales del XIX y principios del XX. Sus últimas publicaciones han analizado la regulación de la sacarina y han aparecido en revistas internacionales como Annals of Science y Appetite. Joel Sans: Licenciado en Historia por la Universitat Autònoma de Barcelona, y Máster en Historia Contemporánea por esta misma universidad. Ha publicado varios trabajos relacionados con la situación de las organizaciones de izquierda, tanto durante la Segunda República como durante los años setenta y el proceso de transición. Es editor de la revista La Hiedra. Iñaki Iriante: Profesor Titular de la Universidad de Zaragoza, Departamento de Estructura e Historia Económica y Economía Pública. Editor de “Investigaciones de Historia Económica”, recientemente ha publicado los siguientes trabajos de historia forestal: “Forests, Fuelwood, Pulpwood, and Lumber in Spain, 1860-2000: A Non-declensionist story”, Environmental History, (2013), 1-27; “Not only subterranean forests: Wood consumption and economic development in Britain (1850–1938)” Ecological Economics, (2012) 77, 176-184 (Con María Isabel Ayuda). Álvaro Aragón: Profesor agregado de la Universidad del País Vasco, Departamento de Historia Medieval, Moderna y de América. Sus líneas de investigación forestal se centran sobre la evolución y transformaciones de las técnicas forestales en Gipuzkoa y su repercusión sobre las masas forestales durante los siglos XVI y XVII, así como en el estudio y evolución de la técnica del trasmocho en Época moderna, de lo cual ha publicado varios artículos en revistas nacionales y extranjeras. Aurora González: Estudiante de tercer curso del grado de Historia, especialidad Edad Media. Como líneas de investigación principales estarían la Alta Edad Media, tanto peníncular como del mundo islámico así como la relación del Islam con otras culturas y sociedades.



La guerra en la Beturia céltica: del siglo V a. C. a la muerte de Viriato PABLO PANIEGO DÍAZ Universidad Autónoma de Madrid Fecha de recepción: 2 de julio de 2012 Fecha de aceptación: 30 de noviembre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: Este trabajo pretende abordar diversos aspectos concernientes a la guerra entre los pueblos célticos asentados en la Beturia, estudiando sus sistemas defensivos, sus armas y su forma de combate, así como recordando los pasajes de las fuentes en las que se menciona, o infiere, su participación. La mayor parte de los datos conocidos se centran en los momentos finales, coetáneos a las guerras con Roma o inmediatamente anteriores. La definición cronológica se ha hecho a tenor de los datos, que permiten hablar de importantes cambios acaecidos entre estas gentes tras la muerte de Viriato, siendo claro el influjo de Roma de forma directa e indirecta, a través de los contingentes de auxiliares que acompañaban a las legiones. Es posible que el asentamiento de auxilia celtibéricos en las ciudades célticas y su aculturación es lo que llevase a ciertos autores clásicos a hablar de que el origen de los célticos del suroeste se encuentra en la Celtiberia, pues culturalmente estos auxiliares seguirían pareciéndose más a sus compatriotas de la Celtiberia que a los romanos para quienes luchan. Palabras clave: guerra céltica, Beturia, sistemas defensivos, armamento, tácticas. Abstract: This paper pretends to tackle various aspects of Celtics wars that took place in La Beturia –where Celtics were settled– through the study of their defensive systems, their weapons and their ways of fighting, as well as remembering different sources where the participation of Celtics is mentioned or can be inferred. Most of data known are focused on the final moments, which were contemporary or just immediately previous to wars against Rome. The chronological definition has been made from those data, which allow to talk about important changes in Celtic people after the defeat of Viriato. It keeps clear the influence of Rome, directly and indirectly, through auxiliary contingents of legions. It is possible that the settlement of auxilia Celtiberians in celtic towns and their acculturation in the celtic society are the reasons why some classic


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authors set the origin of Celtics in the southwest in Celtiberia, since in terms of culture they are more similar to their compatriots than to the Romans, for whom they fight. Keywords: Celtic war, Beturia, defensive system, weapons, tactics.

1. La Beturia y los célticos Más allá de la región conocida y dominada por los romanos antes de mediados del siglo II a. C., se extendían unas tierras pobladas por gentes indoeuropeas que los autores clásicos llaman celtici o keltoi. Estos compartirían con los turduli (túrdulos) un territorio sin ningún tipo de unidad política, lingüística o étnica, llamada Baeturia. Esta región está emplazada aproximadamente en la cuenca del río Ana (Guadiana), hasta los límites de la del Baetis (Guadalquivir), ocupando el sector occidental los célticos, una tierra montañosa, boscosa y rica en filones férricos, muy apropiada para una economía con gran importancia de la ganadería. Los célticos del suroeste, que se extienden más allá de la Beturia, llegan a la Beturia hacia el siglo V a. C.1, coincidiendo con la llamada crisis del 400 que supone un importante cambio en la región extremeña y cuyo máximo paradigma son las destrucciones de los edificios señoriales de la Cuenca Media del Guadiana como Cancho Roano o La Mata de Campanario2.

Figura 1: La Beturia céltica, según Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos… op. cit., p. 59 La celtización o continentalización es un proceso acumulativo que se produce desde el Bronce Final pero alcanza su máximo exponente en este momento. Rodríguez Díaz, Alonso, “La Segunda Edad del Hierro en la Baja Extremadura: problemática y perspectivas en torno al poblamiento” en Saguntum, 22 (1989), pp. 165-224; Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos del suroeste de la Península Ibérica, Madrid, Universidad Complutense, 1992; Ídem, La Baeturia, un territorio prerromano en la baja Extremadura, Badajoz, Diputación de Badajoz, 1998, pp. 128-131. 2 Rodríguez Díaz, Alonso, “Algunas reflexiones sobre el fin de Tartessos en la cuenca media del Guadiana: la crisis del Cuatrocientos y el desarrollo de la Beturia” en CuPAUAM, 21 (1994), pp. 9-34. 1


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El contacto con el mediodía peninsular es continuo pero parece intensificarse en época bárquida y durante la segunda guerra púnica, cuando la fachada occidental peninsular mantiene unas buenas relaciones con los cartagineses, a quienes parece surtir de contingentes militares e incluso ser lugar de refugio para los púnicos durante algunas fases de la contienda con Roma3.

2. Los acontecimientos militares Los datos aportados por las fuentes clásicas han de ser contrastados y en algunos casos reinterpretados, aunque de ellos se deduce que la región estuvo plenamente inmersa en las guerras contra Roma desde el siglo II a. C. Los célticos parecen ser confundidos por estos autores con los lusitanos en determinadas ocasiones, porque es posible que en algunos momentos, como durante el conflicto de Viriato, el término lusitano llegase a englobar a realidades diferentes como son los célticos, siendo plausible que fuesen estos últimos protagonistas principales de las guerras contra Roma4. No habría que descartar tampoco una presencia lusitana en territorio céltico antes de la reordenación romana de la región. Estos célticos y lusitanos no viven aislados del mundo mediterráneo como parecen insinuar las fuentes cuando hablan del caudillo Viriato o de sus predecesores Púnico, Césaro o Cauceno entre otros. La influencia cartaginesa parece ser muy fuerte, como demuestra la antroponimia en el caso de uno de los caudillos citados. Se ha llegado a plantear que Cartago estuviese directamente detrás de algunas de las correrías célticolusitanas, especialmente de aquellas que abandonan la península para realizar sus actos de pillaje y saqueo, e incluso de sitio, en el norte de África5. En las guerras de estos líderes indígenas contra Roma parece claro, al menos para el caso de Viriato, que su principal base de operaciones, e incluso es posible que su patria natal, fue la Beturia, cuyas ciudades apoyaron su lucha y fueron castigadas por esto en los momentos finales de la contienda6. La arqueología demuestra que la Beturia fue un importante centro en la Ciprés Torres, María Pilar, Guerra y sociedad en la Hispania indoeuropea, Vitoria, Universidad del País Vasco, 1993, pp. 75-76. 4 Pérez Vilatela, Luciano, “Procedencia geográfica de los lusitanos de las guerras del siglo II a. C. en los autores clásicos (154-139 a.C.)”, en Actas del VII Congreso español de estudios clásicos (Madrid 20-24 abril de 1987), vol. 3, Madrid, Universidad Complutense, 1989, pp. 257-262; Ídem, “Identificación de Lusitania (155-100 a.C.)” en Sanchís Llopis, Jorge (coord.), Homenatge a José Esteve Forriol, Valencia, Universitat Valencia, 1990, pp. 133-140; Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit., pp. 72-73; Lorrio Alvarado, Alberto, “Los celtas en occidente” en Ruíz Zapatero, Gonzalo y Jesús Álvarez Sanchís (eds.), Castros y verracos. Las gentes de la Edad del hierro en el occidente de Iberia, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 2011, pp. 45-100. 5 Ciprés Torres, María Pilar, Guerra y sociedad… op. cit., pp. 76-77. 6 García Moreno, Luis Agustín, “Infancia, juventud y primeras aventuras de Viriato, caudillo lusitano” en Pereira Menaut, Gerardo (coord.), Actas 1er. Congreso Peninsular de Historia Antigua: Santiago de Compostela, 1-5 julio 1986, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1988, pp. 373-382. 3


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lucha contra Roma, más allá de las citas de las fuentes sobre ciudades de este territorio, como demuestran las destrucciones e importantes cambios sufridos en el castro de Capote, en fechas similares a las que las fuentes dan para la toma de Nertóbriga. La valoración que hacen las fuentes sobre estos céltico-lusitanos es negativa, considerándoles continuamente como bandidos, no creyéndoles nunca más allá que simples salteadores. Desprecian su forma de combatir y no entienden que los soldados de sus ejércitos procedan de diferentes ciudades sin que ninguna de ellas sea la que organice la lucha. Generalmente evitan los enfrentamientos directos ya que prefieren utilizar su velocidad y conocimiento del terreno, táctica que se ha de buscar en su mentalidad, además de ser un acierto como demuestran las diferentes victorias. En los enfrentamientos con los ejércitos romanos las tropas céltico-lusitanas no se encuentran en inferioridad, como parece inferirse de las fuentes, pues derrotan en varias ocasiones a ejércitos romanos, de rango consular en algún caso. A pesar de que es a los indígenas a quienes se acusa de rehuir el enfrentamiento directo, algunos comandantes romanos llegan a utilizar este recurso, como Vetilio cuando está refugiado en Carpesso7. En el 185 a. C., según Livio, los cónsules de la Citerior y la Ulterior se reúnen con sus respectivas tropas en la región con el fin de atacar a los ejércitos enemigos acampados en la Carpetania. Esta primera incursión supondrá un punto de inflexión y un cambio en la política que adoptarán los romanos, pues a partir de este momento contemplarán la Beturia como una barrera que hay que controlar para proteger la Bética8. Esta nueva estrategia de presencia se caracterizará por acciones militares por ambos bandos, de las que se pueden destacar ciertos hitos como las campañas del 155-153 a. C. del caudillo lusitano Púnico que contará además con tropas vettonas y que derrotará y dará muerte a Terencio Varrón. Este mismo ejército será controlado por Césaro a la muerte de Púnico. Estas tropas indígenas destacan por su capacidad de ataque, pues los romanos son superados en numerosas ocasiones, por lo que en muchos momentos únicamente se defienden. También se caracterizan por lograr reunir a grandes cantidades de combatientes que llegan a derrotar a auténticos ejércitos romanos, infligiéndoles numerosas bajas, baste de ejemplo los 9000 romanos comandados por Mummio muertos por Césaro9. Por parte romana destaca la campaña de Marco Atilio en el 152 a. C. que concluirá con la destrucción de Nertóbriga, lo que permite asegurar que la acción bélica se desarrolló en la Beturia céltica10. Un año Ibídem, pp. 378-381. Dicho autor sitúa esta ciudad en la Turdetania, y sería el lugar donde las tropas romanas buscarían refugió tras una derrota frente a Viriato, a quien permiten saquear las inmediaciones por no atreverse a salir de las murallas en busca de enfrentamiento hasta la llegada del pretor C. Plautio con 10000 infantes y 1300 jinetes. 8 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa en el territorio céltico durante la época republicana”, en Morillo Cedán, Ángel et al. (coord.), Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto: (espacios urbanos y rurales, municipales y provinciales): coloquio celebrado en la Casa de Velázquez (19 y 20 de marzo de 2001), Salamanca, Universidad de León y Casa de Velázquez, 2003, pp. 185-218. 9 Almagro Gorbea, Martín, “Guerra y sociedad en la Hispania céltica” en García Castro, Juan Antonio et al., La guerra en la antigüedad: Una aproximación al origen de los ejércitos en Hispania. [Exposición], Madrid, 29 de abril - 29 de junio 1997, Madrid, Ministerio de Defensa, 1997, pp. 207-221. 10 García Moreno, Luis Agustín, “Infancia, juventud…” op. cit., p. 376. 7


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después Galba será derrotado y buscará refugio en Carmona, tras lo que tendrá lugar la treta de Galba para acabar con los lusitanos. Esta estratagema romana fracasará y no será hasta la muerte de Viriato cuando se consiga estabilizar relativamente la situación en la región, enviándose fuertes contingentes militares de forma estable más allá de los territorios béticos. Esto supondrá que se funden los primeros campamentos militares a partir del 139-138 a. C. con Cepión y Bruto, en las tierras del interior más allá de la Bética11. Los datos más abundantes son los que se refieren a la guerra de Viriato, del que como ya se mencionó anteriormente cabe la posibilidad de que su origen estuviese en la Beturia céltica, y se confirma que por lo menos esta fue su principal base de apoyo y la región en la que se encontraba seguro. Sobre Viriato se sabe que llega al poder tras la traición de Galba y que tiene en la Beturia su retaguardia, pues sus actuaciones se centran en la Turdetania y Sierra Morena, lugares que raramente abandonará y que demuestra que las hostilidades fueron para los lusitanos realmente una guerra ofensiva en la que las acciones bélicas se llevan a cabo lejos de su territorio. Se podrían destacar las fechas seguras del 146 a. C. en la que Viriato hace refugiarse a Vetilio que decide esperar refuerzos mientras los hombres del caudillo céltico-lusitano saquean el territorio circundante, hasta que llega el pretor Plautio con su ejército al que posteriormente, ese mismo año, derrotará. Misma suerte tendrá en el 143 a. C. Quinctio. En el 141 a. C., cinco ciudades de la Beturia serían saqueadas por Serviliano debido a su fidelidad a Viriato, quien en los años finales de su poder, cuando en peor situación se encuentra con Roma, decide buscar refugio en la ciudad de Arsa, en la Beturia12. Tras Viriato cambia la dinámica en la zona y los romanos comienzan a asentarse, con yacimientos documentados como Hornachuelos, El Castrejón y San Pedro, estos últimos entre Valencia del Ventoso y Segura de León. Este nuevo momento se caracteriza por una pujanza económica de los yacimientos indígenas existentes previamente. Dicha situación de bonanza concluirá con el inicio de las guerras civiles en las que la Beturia céltica forma parte del bando sertoriano13.

3. Los sistemas defensivos Sobre los modos de hacer la guerra destaca que esta región no se diferencia de otras contemporáneas en el ámbito peninsular y que, por lo tanto, hasta la llegada de los ejércitos semitas o romanos, el asedio, sitio y toma de ciudades, salvo por un golpe Aunque las fechas se podrían llevar hasta los momentos finales de la contienda según algunos autores para algún campamento como el de El Pedrosillo II, Fernández-Tejeda Vela, José Francisco, “Pedrosillo II, ¿un campamento romano de entrenamiento en la provincia de Badajoz?”, en Revista de Estudios Extremeños, 67-1 (2011), pp. 11-34. 12 García Moreno, Luis Agustín, “Infancia, juventud…” op. cit., p. 377. 13 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit. 11


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de mano, no se considera factible. Las murallas se preparan para enfrentarse al peligro conocido de mayor envergadura, pero en muchas ocasiones estas imitaciones locales no son realmente efectivas, como parecen demostrar las fuentes y la arqueología, y en su complejidad parecen más producto de la ostentación o la disuasión que realmente su uso práctico, hasta fechas bastante avanzadas (aunque siempre hay que recordar que la finalidad de cualquier muralla o sistema defensivo es la protección de la comunidad, a la cual cohesiona). Que su primera función es la defensa parece quedar claro cuando se analiza el esfuerzo, tanto en trabajo como en materiales, que suponen la construcción y la continua remodelación y adaptación a los nuevos sistemas defensivos, sin negar otras funciones complementarias14. Las construcciones defensivas y su evolución están muy relacionadas con el contacto con el exterior y este se puede dividir en hasta tres fases para el periodo estudiado. La primera fase se desarrolla hasta finales del siglo III a. C. y se caracteriza por la ausencia de influencia púnico-helenística o romana en las construcciones. A partir de ese momento y hasta mediados del siglo II a. C. se produce una evolución de las fortificaciones que, aunque indígena, adopta ideas del exterior, especialmente desde el 185 a. C., cuando se producen las primeras actuaciones romanas en este territorio. La última fase puede identificarse con el periodo de la guerra de Viriato y que concluye con la anexión teórica de la región. Este tercer periodo se caracteriza por la adecuación de los indígenas a la forma de hacer la guerra de los romanos y se constata en las innovaciones de Capote. Es posible que en otros yacimientos esta remodelación y adecuación a los nuevos tiempos fuese anterior aunque no hay datos que permitan afirmarlo. En los momentos posteriores a la derrota de Viriato se constata una presencia cada vez más importante del factor romano que concluirá con la completa asimilación15. 3.1 Hasta finales del siglo III a. C. Un análisis más detallado permite conocer la evolución de las formas de defensa en la Beturia. En un primer momento, durante los siglos V, IV y III a. C. se observa una clara tradición local, basándose la defensa en la ocupación de enclaves de fácil defensa y en la construcción de murallas elementales, un simple lienzo que aprovecha la topografía natural, con torres y/o bastiones macizos en algunos casos. En los momentos postreros a esta fase, coincidiendo con el cambio de siglo, se observa una influencia púnica en el interior, no solo en la Beturia, que se refleja en una mayor complejidad16. Gracia Alonso, Francisco, “Análisis táctico de las fortificaciones ibéricas”, en Gladius, 20 (2000), pp. 131-170; Berrocal Rangel, Luis, “La defensa de la comunidad: sobre las funciones emblemáticas de las murallas protohistóricas en la Península Ibérica”, en Gladius, 24 (2004), pp. 27-98. 15 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit.; Ídem, “Las ‘fortalezas de entrada’”, un elemento de la poliorcética castreña desde el enfoque de la conquista romana”, en Norba. Revista de Historia, 18 (2005), pp. 11-31. 16 Como se puede observar en el Cerro de las Cabezas y La Bienvenida, en Berrocal Rangel, Luis, “Las “fortalezas de…” op. cit. 14


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El yacimiento que más información aporta es el de Castrejón de Capote, con una primera fase (denominada Fase 4) que arranca desde al menos el siglo IV a. C. y posiblemente desde finales del siglo V a. C., con una muralla de aparejo de piedra de tamaño medio que no duda en aprovechar los grandes afloramientos rocosos en su construcción. La puerta principal, situada en el lugar más accesible, está protegida por bastiones huecos y un foso, y posiblemente desde los primeros momentos se iría reforzando el sistema defensivo17. Se podría hablar de una fortaleza de entrada desde los orígenes del castro18. Del yacimiento de la Ermita de Belén se conoce otra muralla, de cronología incierta entre los siglos IV a. C. y la época altoimperial aunque bien pudiera encuadrarse en la primera de estas fechas.19. Se caracteriza por tener una anchura máxima de 3,4 m y estar construida a base de una doble hilada de piedras desbastadas por uno de sus lados y relleno de pequeñas piedras sin disposición alguna que se asienta directamente sobre la roca sin preparación previa20. 3.2 Desde finales del siglo III a. C. hasta el 185/152 a. C. La horquilla cronológica de esta fase se debe a la escasez de conocimiento arqueológico para esta zona. Los datos llevarían la cronología hasta mediados del siglo II a. C., coincidiendo con las fuentes, pero es posible que los cambios en las estructuras defensivas, debido a la influencia militar romana, fuesen anteriores en otros yacimientos. No obstante, los cambios en estos siempre serían posteriores al 185 a. C., coincidiendo con la primera actuación romana en tierras betúricas que haría realidad un peligro antes potencial. Entre los ejemplos conocidos para el periodo inmediatamente anterior al 185/152 a. C., y en los que ya se deja notar la influencia mediterránea están los Castillejos 2 de Fuente de Cantos, un sistema defensivo con estancias adosadas a las murallas, que parece ser una imitación a las casamatas21, aunque es posible que esta construcción sea posterior y enlace con la época republicana. El material empleado para la construcción de la muralla es piedra traída del río cercano, como cuarcitas, diabasas o pizarras, dispuestas en sillarejo, de la que desconocemos si hay cimentación, aunque se ha comprobado para algunas zonas que la roca natural era limada y sobre ella se asentaba el lienzo de la muralla. En los flancos más vulnerables de la estructura, que es de forma pentagonal, Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado de El Castrejón de Capote y su paisaje: la fortificación de lo sagrado” en Berrocal Rangel, Luis y Pierre Moret, Paisajes fortificados de la Edad del Hierro: las murallas protohistóricas de la meseta y de la vertiente atlántica en su contexto europeo. Actas del coloquio celebrado en la Casa de Velázquez, (Octubre de 2006), Madrid, Casa de Velázquez, 2007, pp. 255 y 280. 18 Berrocal Rangel, Luis, “El asentamiento ‘céltico’ de Castrejón de Capote (Higuera La Real, Badajoz)”, en CuPAUAM, 16 (1989), pp. 245-296; Ídem, “El poblado fortificado de…” op cit.; Ídem, “Poblamiento y defensa…” op. cit. 19 Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos… op. cit., p. 303. 20 Rodríguez Díaz, Alonso, La Ermita de Belén (Zafra, Badajoz). Campaña de 1987, Mérida, Editorial Regional Extremeña, 1991, p. 71. 21 Berrocal Rangel, Luis. “La defensa de…” op. cit., p.45; Ídem, “Las “fortalezas de…” op cit., pp. 15-16. 17


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se dispusieron cuerpos macizos de planta rectangular que pueden ser torres, bastiones o simplemente refuerzos de estabilidad22. Para el periodo anterior al 185/152 a. C. se conoce la Fase 3 de Castrejón de Capote, que se desarrolla entre los siglos IV y II a.C. Permite ver un desarrollo exponencial del sistema de defensa con una continuidad respecto a la Fase 4 como los bastiones huecos y el foso de 11 m de anchura por 3,5-4 m de profundidad máxima y perfil en V. Es posible la presencia de piedras hincadas en esta fase, en un momento en que ya parte del foso estaría colmatado y era necesario reforzar el sistema defensivo. El ala norte del recinto, junto a la fortaleza de entrada, cuenta para las Fases 4, 3 y 2 con un foso, piedras hincadas y una torre hueca/maciza con una cimentación a base de pizarra machacada de gran dureza23. En los bastiones huecos de esta Fase 3 se pueden constatar mechinales de 25-30 cm para vigas prismáticas de madera muy gruesas que dan al menos una altura de 2 m para los bastiones24 y que responderían a una solución técnica más que a un elemento importado de Centroeuropa25. En el sector sur del recinto amurallado, se observa desde la Fase 3, una muralla de cajones de 4 m de anchura siendo el grosor del muro exterior de 0,75 m y el interior de 0,5 m y los muros interiores de 0,30-0,35 m. Las defensas se reforzarían con un adarve exterior protegido por un antemuro de 1,5 m de anchura y zarpa, el cual es necesario para salvar el desnivel. Esta muralla sur destaca por su posición en una zona muy escarpada, lo que demuestra la capacidad constructiva de los célticos, que logran salvar este desnivel y construir unos potentes muros defensivos que posiblemente estarían jalonados por bastiones26. Al final de esta fase, de mediados del siglo II a. C., aparece una capa de cenizas que podría relacionar la destrucción de Nertóbriga con la de Capote pues las cronologías y la cercanía lo harían factible, aunque no es posible asegurarlo con total certeza. 3.3 Desde el 185/152 a. C. hasta el 139/138 a. C. La tercera y última fase estudiada sería la desarrollada tras la destrucción del poblado de Capote a mediados del siglo II a. C. y el saqueo de Nertóbriga por los romanos en el 152 a. C. Este periodo coincide temporalmente con las guerras de Viriato, aunque los datos son tan escasos que podría ser que se pudiese retrotraer la fecha una treintena de años, con las primeras acciones romanas en la región. Esta fase coincide con la 2a del yacimiento de Castrejón de Capote, constatada tras un nivel de cenizas. Nuevamente es este yacimiento emblemático el que aporta la información. Se puede Cerrillo Cuenca, Enrique, et al. “Los castillejos de Fuente de Cantos: un conjunto fortificado de la época protohistórica en el sur de Badajoz”, en Revista de Estudios extremeños, 60-3 (2004), pp. 913-924; Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit. 23 Berrocal Rangel, Luis, “El asentamiento “céltico”…” op. cit., pp. 252-253; Ídem, “Las “fortalezas de…” op. cit., pp. 14-15; Ídem, “El poblado fortificado…” op. cit. 24 Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado…” op. cit., pp. 263-267. 25 Berrocal Rangel, Luis, “La defensa de…” op. cit., p. 38. 26 Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado…” op. cit., p. 267. 22


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observar en la Fase 2 un cambio en los sistemas defensivos como el soterramiento del foso. La muralla de doble paramento y de 3 m. de anchura, que se data para estas fechas de mediados del siglo II a. C. y estaría en uso hasta época sertoriana. Aunque para la Fase 2a parece que los bastiones continúan huecos es seguro que en la Fase 2b, ya bajo el control romano y con una posible guarnición de auxiliares celtíberos en Capote, se hicieran macizos, al menos en la parte exterior. La explicación al hecho de que se macicen los muros puede encontrarse en una rueda dentada de cabestrante de bronce y de un extremo de brazo, también de bronce, que junto con una serie de clavos de cabeza semiesférica parecen confirmar la existencia de artillería de torsión que usaría los bastiones como plataforma27. Lo que se puede fechar seguro para la Fase 2a es la aparición del antemuro que se asienta sobre la roca madre y la creación así de un camino de ronda exterior, defendiéndose la línea de defensa avanzada con un nuevo foso de pequeña entidad. Estas innovaciones se deberían a la adecuación del sistema defensivo a los nuevos tiempos pues, como demuestra la fase de destrucción, las anteriores defensas no pudieron frenar a los atacantes28. Por su parte el sector meridional es posible que tuviese una muralla aunque no se puede asegurar con total seguridad. Se podría aseverar que es a partir de esta fase cuando la influencia romana se deja sentir en los sistemas defensivos indígenas, en parte debido al mayor contacto de estos con las defensas de las ciudades y campamentos romanos, pues hay que recordar que la mayor parte de la guerra que enfrentó a las tropas multiétnicas de Viriato con los romanos se desarrolló dentro de las fronteras romanas.

Figura 2: Planimetría de Capote y de la puerta principal, según Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado…” op. cit., pp. 261-262

Finalmente queda abordar la cuestión de las piedras hincadas, de las cuales es 27 28

Berrocal Rangel, Luis, “Las “fortalezas de…” op. cit., pp. 16-17. Ibídem, pp. 17-18; Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado…” op. cit.


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dudosa su cronología, aunque es posible que fuesen usadas desde el Bronce Final-Hierro I y que destacan por su presencia en zonas del interior y dentro del ámbito cultural celta29. Para el yacimiento de Peñas de Aroche (Huelva), se ha destacado que probablemente servían para encauzar a la población hacia la entrada principal del poblado más que como defensa efectiva frente a un ejército invasor, en parte por la distancia de estas respecto al poblado, unos 200 m. Las piedras estaban talladas en granito y situadas a unas distancias de entre 0,5 y 1 m30 [fig. 3]. En otros casos, como en Castrejón de Capote, su función sí que sería defensiva aunque las cronologías de su uso no están confirmadas y bien podrían corresponder a momentos de entre el siglo IV y el II a. C. o incluso pertenecer a momentos posteriores como serían las guerras sertorianas. Están talladas en cuarcita y se situarían en el espacio vacío entre el foso y la muralla.

Figura 3: Yacimiento de Las Peñas de Aroche y ubicación de las piedras hincadas, según Berrocal Rangel, Luis, “La defensa de…” op. cit., p. 59

En conclusión, los sistemas defensivos de la Beturia céltica se caracterizan generalmente por estar adaptados al terreno, empleando la piedra como recurso principal en la construcción de la fortificación aunque posiblemente también la madera, como se evidencia en Capote. Las murallas eran construidas a base de mampuestos de piedra de diferente tipo y respondiendo a la piedra local. Además de la muralla los sistemas defensivos se completaban con fortalezas de entrada, torres y/o bastiones y sistemas de defensa adelantados, como pueden ser los antemuros, fosos y las piedras hincadas. Tampoco habría que obviar a aquellos yacimientos que no tienen defensas artificiales pero que por su ubicación se pueden considerar fácilmente defendibles31. La evolución de los sistemas defensivos tienen dos grandes hitos, por un lado la influencia mediterránea sobre las construcciones de raigambre indígena que se da a partir de la presencia bárquida y, por otro lado, la invasión romana que hace que las poblaciones Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit.; Ídem, “La defensa de…” op. cit.; Berrocal Rangel, Luis y Pierre Moret, “Las fortificaciones protohistóricas de la Hispania céltica: cuestiones a debate”, en Berrocal Rangel, Luis y Pierre Moret, Paisajes fortificados de la Edad del Hierro… op. cit., pp. 15-34, 30 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit., p. 227; Ídem, “La defensa de…” op. cit., p. 40. 31 Berrocal Rangel, Luis, “Oppida y castros en la Beturia céltica”, en Complutum, extra 4 (1994), pp. 189242. 29


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indígenas se hayan de adaptar a la nueva forma de hacer la guerra impuesta por Roma, documentándose los primeros asedios y las primeras formas efectivas de hacer frente a ellos, como en la Fase 2b de Capote, que se inicia tras la derrota de Viriato [fig. 4]. Figura 4: Los sistemas defensivos en la Beturia céltica. PERIODO CARACTERÍSTICAS Tradición local y cierta complejidad. Siglo V-Siglo III a. C. Llegada de influencias mediterráneas, adaptaciones no del todo efectivas. Aumento Siglo III a. C.-185/152 a. C. de la complejidad de los elementos defensivos (antemuros, defensas adelantadas…). Autentico peligro al que hacer frente con las innovaciones, que ahora aumentarán en 185/152 a. C.-139-138 a. C. efectividad y complejidad de los elementos de defensa.

4. Estructura militar, tácticas y armas Los autores grecolatinos no llegaron a comprender del todo la forma de combatir indígena, considerada bárbara por ellos. Respondía a unos patrones diferentes, pues se basaba en un asalto rápido e impetuoso, en cierto modo desordenado, donde la lucha es individual y dispersa y que no duda en ceder terreno al encontrarse ante un rival que opone resistencia, con una disciplina y una vigilancia escasas. Hay una dualidad en su comportamiento, siendo a la par temerario y voluble e inconstante32. Entre los celtas en general, y posiblemente entre los célticos, hay una estratificación social que se refleja en el ejército a través de diferentes tipos de combatientes. A diferencia del mundo griego o romano, no responden a la idea de ciudadano-soldado. Cuando Estrabón o Diodoro describen al guerrero lusitano, que como se apuntó anteriormente es más que posible que englobasen también a los célticos en esta adscripción cultural, se refieren al infante de armamento ligero, aunque uno de los rasgos más destacados por las mismas fuentes es la capacidad de movilizar tropas a caballo. A esta diferenciación, entre combatientes a pie y a caballo, habría que sumar aquella por el armamento que portan, especialmente el defensivo, como aquellas tropas que visten cota de lino y casco de tendones frente al pequeño número de guerreros que se protegen con cota de malla Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.; Almagro Gorbea, Martín, “Guerra y sociedad…” op. cit.; Marco Simón, Francisco, “Feritas Celtica: imagen y realidad del bárbaro clásico”, en Falque Rey, Emma y Fernando Gascó La Calle, Modelos ideales y prácticas de vida en la Antigüedad clásica, Sevilla, Universidad de Sevilla y Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1993, pp. 141-166; Muñiz Coello, Joaquín, “La ‘desnudez’ del galo y otros guerreros. Unas notas comparadas”, en Espacio, Tiempo y Forma Serie II, Historia Antigua, 13 (2000), pp. 229-242. 32


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y casco de triple cimera33. Sería común además el uso de cnémides entre los infantes lusitanos34.

Figura 5: Guerrero céltico, según Berrocal Rangel, Luis, La Baeturia… op. cit., p. 122

Por tanto, parece que los ejércitos de los que los célticos formaban parte desde al menos el siglo II a. C., se caracterizaban por tener un líder carismático y fuerte, capaz de conducir a sus hombres a la victoria y brindarles protección, como sería el caso de Viriato, según la descripción que hacen de él las fuentes, e incluso de Sertorio, a pesar de ser romano35. Otro rasgo sería cierta estratificación social en el seno del ejército que se caracteriza en la panoplia y la forma de combatir. El infante armado a la ligera es el característico, y junto a la caballería, permitía a los ejércitos tener una gran movilidad, lo que sumado al conocimiento del terreno llevaría a estos a afrontar la guerra de determinada manera no acorde a con los conceptos romanos. Las tácticas36 desarrolladas por estos contingentes son las que las fuentes clásicas no dudan en desprestigiar tildando a estos ejércitos de simples bandidos. La guerra de guerrillas, en la que priman la velocidad y el conocimiento del terreno, además de la panoplia característica de los soldados, que se corresponde con la infantería ligera, hace que estos pueblos tendiesen a rápidos golpes de mano y ataques en tres movimientos en Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit. Baquedano Beltrán, María Isabel y Encarnación Cabré de Morán, “Caudillos celtas y armamento de parada”, en García Castro, Juan Antonio et al., La guerra en la antigüedad… op. cit, pp. 261-270. 35 Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.; García Huerta, Rosario, “La guerra entre los pueblos célticos…” op. cit., pp. 223-230. 36 Entendida como la forma de actuar de pequeñas unidades sobre el terreno y diferenciada de estrategia, que se concibe como la dirección de operaciones a nivel global, incluyendo el nivel económico, logístico, político… 33 34


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los que se hace un rápido e impetuoso ataque, se simula la huida y entonces se vuelve a caer sobre el enemigo37. Los sitios y asedios parecen haber sido inexistentes antes del siglo II a. C., pero la situación cambia con la presencia romana. Así es posible ver a las tropas de Viriato sitiando a ejércitos romanos, aunque ello no implica que tuviesen la capacidad de aislarles completamente, y mucho menos que pudiesen llegar a tomar por asalto las posiciones en las que se refugiaban. Cierto es que, según Apiano, los lusitanos ya habían sitiado ciudades con anterioridad, en la expedición al norte de África. No obstante, serían los romanos generalmente los que pudiesen tener la capacidad de sitiar y expugnar ciudades. Otro aspecto que las fuentes destacan de los guerreros bárbaros, y que los célticos también practicarían, serían las danzas y cantos previos al combate, invocando estos a héroes guerreros antepasados, en un afán de protección. Parece que la misma función desempeñarían los tatuajes y pinturas de guerra, que adornaban tanto a los guerreros como a sus monturas, siendo además posible que hubiese augures encargados de realizar ciertos sacrificios adivinatorios38. Sobre el mercenariado39 no hay referencias directas de la contratación de célticos en los ejércitos mediterráneos o turdetanos, aunque puede que como se argumentó antes, referencias generales a tropas lusitanas o celtas contratadas incluyese a estos celtici. A favor de su papel como mercenarios está el yacimiento de Alcácer do Sal, que se cree un punto importante de contratación de mercenarios debido a los restos materiales encontrados40, como también lo sería el Portus Hannibalis41, en unas regiones ocupadas por los célticos o muy próximas geográficamente. Parece que los cartagineses irían enrolando a tropas interiores con el paso del tiempo, especialmente durante la segunda guerra púnica, pudiendo estar entre estas contingentes de celtici, dato que encuentra su apoyo en que fueron sus tierras donde los cartagineses buscaron refugio ante los reveses militares. El último aspecto a tratar es el referente al armamento. Los restos arqueológicos son escasos aunque muy significativos. Permiten estudiar la forma de guerrear y los posibles Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.; García Huerta, Rosario, “La guerra entre…” op. cit.; Almagro Gorbea, Martín, “Guerra y sociedad…” op. cit.; Muñiz Coello, Joaquín, “La ‘desnudez’ del galo…” op. cit. 38 Aunque los augures documentados pertenecerían a los lusitanos es posible que la confusión de las fuentes entre célticos y lusitanos incluyese este aspecto, en Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.; Baquedano Beltrán, María Isabel y Encarnación Cabré de Morán, “Caudillos celtas y…” op. cit., p. 264; Muñiz Coello, Joaquín, “La “desnudez” del galo…” op. cit. 39 Incluyendo a partir de la presencia bárquida a las tropas aliadas reclutadas con cierta coerción para servir a los grandes ejércitos mediterráneos. Sobre este aspecto, Quesada Sanz, Fernando, “Vías de contacto entre la Magna Grecia e Iberia. La cuestión del mercenariado”, en Vaquerizo Gil, Desiderio (coord.), Arqueología de la Magna Grecia, Sicilia y la Península Ibérica, Córdoba, Diputación Provincial de Córdoba, 1994, pp. 191-246; y Gracia Alonso, Francisco, La guerra en la protohistoria: héroes, nobles, mercenarios y campesinos, Barcelona, Ariel, 2003, pp. 85-88. 40 Este yacimiento es mal conocido, pero de una importancia extraordinaria, ya que han aparecido armas que no son propias de este ámbito geográfico, entre las que podríamos destacar las falcatas. Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos… op. cit. y Quesada Sanz, Fernando, “Vías de contacto…” op. cit.,, p. 204. 41 Quesada Sanz, Fernando, “Vías de contacto…” op. cit., p. 204. 37


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estratos sociales y también hablan de influencias culturales y hasta de movimientos poblacionales. Las puntas de lanza se caracterizan en la región y, para la cronología estudiada, por un importante desarrollo longitudinal y nervio central suavemente marcado, como son las de Capote, Los Castillejos 2 o Cantamento de la Pepina, que suelen acompañarse de regatones cónicos de escaso desarrollo longitudinal. El número de regatones, mayor que el de puntas de lanza, lleva a pensar que estos pudieron ser utilizados como extremos de picas. Los restos de jabalina son muy escasos y el único datado parece referirse a un contexto posterior, posiblemente relacionado con la conquista de finales del siglo II a. C. Dos son los soliferrea hallados en la zona hasta el momento, uno de los cuales estaría datado en un momento posterior, mientras que el otro ha sido fechado a finales del siglo III a. C.42. Cabe destacar una posible espada de La Tène, que ha sido interpretada como un arma inutilizada con fines rituales al hallarse sin filo y agujereada43. De finales del siglo II a. C. y fuera de esta cronología serían la falcata y los puñales dobleglobulares hallados de Capote, y posiblemente relacionados con la llegada de contingentes celtibéricos44. De otros elementos apenas sí se tienen restos, como el posible umbo de caetra de Capote y los atalajes y espuelas, de bronce y hierro, del mismo yacimiento extremeño45. Los restos del equipo de monta bien podrían hablar de la diferenciación social en dicho yacimiento, pues como han señalado Baquedano y Cabré corresponderían a una casta superior en lo social y lo militar, denominada por las fuentes como equites46.

Figura 6: Cuchillos y armas procedentes de Capote, según Berrocal Rangel, Luis, “El asentamiento “céltico”…” op. cit. pp. 266-267 Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos… op. cit., pp. 154-155. Ibídem, p. 158. 44 Ibídem, pp. 157-160; Berrocal Rangel, Luis, “La falcata de Capote y su contexto: aportaciones a la fase tardía de la cultura céltico-lusitana”, en Madrider Mitteilungen, 35 (1994), pp. 258-291. 45 Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos… op. cit., pp. 160-161. 46 Baquedano Beltrán, María Isabel y Encarnación Cabré de Morán, “Caudillos celtas y…” op. cit. 42 43


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Una última cuestión serían los posibles signa equitum celtibéricos, de los que se conocen 3 en Capote47, y que si bien podrían hablar de una presencia de celtíberos en momentos anteriores a la muerte de Viriato, no es menos cierto que bien pudieran ser trofeos militares arrebatados a los auxiliares romanos, lo cual concordaría con la idea de la inutilización ritual de la espada de La Tène, que habría de ser entendida como un trofeo, siendo normal que sea una espada el arma ultrajada pues es sabida su importancia en el mundo céltico, como la de los estandartes.

5. Conclusiones Para las poblaciones célticas del suroeste peninsular, concretamente de la región llamada Beturia, la guerra fue un elemento muy presente en su sociedad. Esto se demuestra en sus ciudades, con importantes sistemas defensivos, que reciben influencias mediterráneas y se intentan adaptar a las nuevas necesidades surgidas del conflicto con Roma. Este influjo es claro y palpable, al menos para el yacimiento paradigmático de Castrejón de Capote, donde se puede ver un auténtico cambio en el modo de concebir los sistemas defensivos. Tras la muerte de Viriato los cambios se agudizarán aún más y se puede hablar de una auténtica revolución en los sistemas defensivos, pues se incorporan las últimas innovaciones y modas helenísticas, como puede ser el empleo de maquinaria de torsión en las defensas. Esta evolución, ligada a los cambios en el registro material, permitiría hablar de la llegada de nuevas poblaciones vinculadas estrechamente al nuevo dominio romano. Por otra parte, la élite social estaba fuertemente relacionada con la actividad guerrera y era capaz de plantar cara a Roma, consiguiendo numerosas victorias y resistiendo muchos años a sus legiones. A pesar de ser considerados simples bandidos, se ve que sus ejércitos eran poderosos e incluso muy numerosos, y las difamaciones vertidas por los autores grecolatinos son debidas a su forma de combatir, alejadas de los cánones mediterráneos. Estos ejércitos que se denominan lusitanos estarían compuestos por un gran número de guerreros célticos, siendo probablemente en algunos de ellos el elemento central y más numeroso. Los restos de armas procedentes de contextos prerromanos en la región nos permiten hablar de una preeminencia de armas como lanzas o picas, las armas ofensivas más utilizadas en la Antigüedad, con una ausencia generalizada de espadas. La evidencia material no ha dejado apenas rastro de armas arrojadizas, y que si bien la falta de evidencia no implica su desconocimiento o que no fuesen empleadas, puede ponerse en relación con los datos conocidos en otras regiones, como en la fachada mediterránea peninsular, donde diversos autores afirman que el uso de armas arrojadizas era marginal y no digna de los 47

Lorrio Alvarado, Alberto, “Los celtas en…” op. cit., p. 65.


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guerreros según la mentalidad imperante, al menos hasta los momentos anteriores a las guerras con Roma o Cartago48. Sobre el armamento defensivo tampoco hay demasiados datos, pero la ausencia de cascos, armaduras o umbos de escudo, salvo el posible ejemplar de Capote, nos estaría hablando de una panoplia defensiva compuesta por elementos perecederos, como el cuero, la madera o los tendones a las que se refieren las fuentes de las que estarían compuestos los cascos de los lusitanos. Por tanto, podemos afirmar a tenor de los datos materiales y de las informaciones grecolatinas, que los guerreros céltico-lusitanos irían armados de forma ligera, con escudos no excesivamente pesados y armaduras de elementos perecederos que les permitían tener una gran movilidad, cuya arma principal sería la lanza o la pica y con una ausencia generalizada, aunque no total, de armas arrojadizas. Respecto a los sistemas defensivos podríamos hablar de cierta concomitancia con el mundo mediterráneo peninsular. La forma de guerrear estaría muy relacionada con el tipo de fortificaciones que se requieren, así la batalla en campo abierto parece la habitual, como indican las fuentes y los restos materiales, donde las armas para la lucha cuerpo a cuerpo son las características. Las defensas de los asentamientos no estaban preparadas para resistir grandes asedios, pero porque tampoco sería necesario, pues el conocimiento poliorcético de estas poblaciones era limitado y la expugnación de ciudades mediante el empleo de maquinaria de asedio no se concebía hasta la llegada de las potencias mediterráneas, siendo además la regla que los defensores salieran a enfrentarse a los ejércitos atacantes49. A pesar de la imagen que a veces transmiten los autores grecolatinos, esta región no estaba aislada y llega a participar, de forma secundaria, en los grandes conflictos de finales del siglo III a. C. También se puede asegurar que llega a suponer un autentico reto para Roma en los dos siglos posteriores, lo que hablaría de un importante potencial bélico de la región, en la que la mentalidad guerrera estaría arraigada.

Quesada Sanz, Fernando, “En torno al análisis táctico de las fortificaciones ibéricas. Algunos puntos de vista alternativos”, en Gladius, 21 (2001), pp. 145-154. 49 Ibídem, p. 150. 48


Vinculación ideológica de la Roma medieval con los monumentos clásicos VÍCTOR ÚBEDA MARTÍNEZ Universidad Autónoma de Madrid Fecha de recepción: 12 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 27 de diciembre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: La afirmación que hace Francesco Petrarca en su obra en torno al conocimiento que poseían los romanos de época medieval sobre el pasado imperial de su propia ciudad es categórica: nusquam minus Roma cognoscitur quam Romae. Sin embargo, es difícil pensar que la población de la ciudad del Tíber no fuera consciente de su antigua gloria, especialmente cuando tenía a su alcance tan numerosos y variados monumentos de época clásica. Por este motivo, el objetivo de este artículo no será tratar la afirmación del humanista italiano, sino el estado de conservación de las antigüedades del periodo clásico y su utilización y su repercusión en la vida de la urbe. Palabras clave: Roma medieval, ideología, monumentos clásicos. Abstract: The affirmation that Francesco Petrarch makes in his work about the knowledge possessed by the medieval Romans about the imperial past of their own city is categorical: nusquam minus Roma cognoscitur quam Romae. Nevertheless, it is too difficult to think that the population of the city of the Tiber was not aware of its ancient glory, especially when they had within reached so many and varied monuments of classical times. For this reason the aim of this paper will not discuss the affirmation of the Italian humanist, but the state of conservation of the antiquities in the classical period and its use and impact in the life of the city. Keywords: Medieval Rome, ideology, classical monuments.


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Introducción Al escribir Francesco Petrarca en su obra la frase nusquam minus Roma cognoscitur quam Romae1, inmediatamente nos transmite la idea de que entre la población de Roma se perdió

el recuerdo de lo que significó el antiguo Imperio romano. Sin embargo, es difícil creer tal afirmación, pues aún se encontraban en pie muchas de las grandes estructuras clásicas, las cuales no podían pasar desapercibidas en el paisaje urbano. Por ello, haré un pequeño recorrido sobre el estado de conservación de los monumentos clásicos y su repercusión en la vida de la urbe2. Antes de poder analizar la situación de las antiguas construcciones, hay que tener en cuenta una serie de factores que condicionan su estado en época medieval. Brevemente expondré los más importantes: –La pérdida de poder político por parte de la ciudad de Roma, ya que al desaparecer el Imperio, los territorios occidentales escaparon al control de la ciudad. Esta situación provocó que llegasen menos recursos a la urbe, lo que determinó un cambio de orientación económica hacía una producción local y eminentemente agrícola. –El descenso de la población durante buena parte del periodo medieval: se calcula que durante el siglo IV Roma pudo tener unos 500 000 habitantes3, en época de Gregorio Magno estuvo ocupada por menos de 100 000 personas4 y en el siglo VI la cifra sería aún más pequeña5. Durante el exilio del papado (siglo XIV), momento en el que muchos monumentos pasaron a manos privadas, y el Gran Cisma de la Iglesia, la población de la ciudad se resintió y bajó de 35 000 a 17 0006. Cuando los pontífices regresaron a Roma, los residentes subieron hasta los 30 0007 y durante los años jubileos alcanzaron la cifra de 100 000. La pérdida poblacional se traduce en menos impuestos y, por lo tanto, menos recursos para el mantenimiento de todos los monumentos. También hay que tener en cuenta que con el descenso demográfico muchas zonas de la ciudad van a quedarse deshabitadas, como el Palatino8. Petrarca, Francesco, Le Familiari, edizione critica per cura di Vittorio Rossi, Florencia, G.C. Sansoni, 1968, p. 58. 2 La historia de las edificaciones clásicas durante la Edad Media ha sido objeto de estudio en varios trabajos, entre los que destacan: Greenhalgh, Michael, The Survival of Roman Antiquities in the Middle Ages, Londres, Duckworth, 1989. «http://rubens.anu.edu.au/new/books_and_papers/survival.publish/» [Consultado el 20 de diciembre de 2012]; Gregorovius, Ferdinand, History of the City of Rome in the Middle Ages, Nueva York, Italica Press, 2004; Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a City, 312-1308, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1980; Lanciani, Rodolfo, Storia degli Scavi di Roma e Notizie Intorno le Collezioni Romane di Antichità (1000-1530). Volume Primo, Roma, Edizioni Quasar, 1989. 3 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., sin paginar (en adelante s.p.). 4 Ibídem; Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 62. 5 Casiodoro, Variae, 11, 39. 6 Partridge, Loren, El Renacimiento en Roma, Madrid, Akal, 2007, p. 15. 7 Ibídem, p. 16. 8 Palladio, Andrea, Las antigüedades de Roma, traducido por José Riello Velasco, Madrid, Akal, 2008, p. 61. El abandono de algunas partes de la ciudad es fácilmente reconocible gracias a los mapas que conservamos de la ciudad como el de Urgo Pinardo, elaborado en 1555. 1


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–El triunfo del cristianismo: la religión se plasmó en numerosas construcciones, en las cuales utilizaron en muchas ocasiones los materiales de la antigua Roma. También la moral cristiana influyó, pues los usos de algunos edificios como las termas chocaban con el nuevo pensamiento religioso. –Factores externos a la ciudad: uno de ellos es la guerra Gótica (siglo VI), que tuvo un gran impacto sobre los muros Aurelianos y sobre los acueductos, como podremos ver. Incluso la naturaleza influye en ocasiones, ya que son numerosas las inundaciones que sufre Roma por la crecida del Tíber o por las lluvias. Pese a estos factores, que en principio parecen indicar un abandono respecto a los monumentos de época romana, hay que decir que muchas estructuras fueron restauradas e incluso reutilizadas. Sin embargo, no hay que pensar que sería una práctica generalizada, sino que la reutilización, restauración o, en el peor de los casos, la destrucción, respondían a unas necesidades de la sociedad. También hay que tener en cuenta que solamente me centraré en los usos que hicieron las altas capas de la sociedad, pues únicamente este grupo estaba capacitado para reutilizar estos espacios y elaborar una ideología del poder al poseer el control de los monumentos.

1. Monumentos con una continuidad medieval 1.1 Estructuras con sus funciones originales Una vez que hemos visto qué factores determinan las condiciones de las estructuras romanas, hemos de hacer una distinción dentro del conjunto monumental atendiendo a su función durante el periodo medieval. En primer lugar, nos encontramos con una serie de estructuras que continuaron operando con su función original: los muros Servianos, los acueductos y los puentes. Los muros Servianos se utilizaron durante todo el Medievo, ya que la ciudad se sintió amenazada constantemente. Durante el siglo VI se produjo la guerra entre bizantinos y ostrogodos, y posteriormente el Papado se enfrentó políticamente, y también militarmente, al Sacro Imperio, lo que desencadenó el Saco de Roma en el año 1527. Tampoco hay que olvidar la amenaza que supuso para los pontífices la expansión de la religión islámica, ya que propició la construcción de los muros Leoninos. Las restauraciones que se aplicaron a los muros no eran una novedad, pues sabemos que durante el Bajo Imperio ya se realizaron algunas intervenciones de este tipo9. La primera restauración de la que tenemos noticia tras la caída de Roma se produce en 502, bajo dominio ostrogodo, debido a un terremoto que había dañado la estructura10. Cuando La última gran intervención que se realiza en los muros durante la época imperial data de los años 402403, con los emperadores Honorio y Arcadio en el poder. 10 Coates-Stephens, Robert, “The Walls and Aqueducts of Rome in the Early Middle Ages”, en The Journal of Roman Studies, 88 (1998), p. 167. 9


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estos se enfrenten a los bizantinos, Totila destruirá una parte del recinto amurallado para que una vez que Roma sea tomada por Belisario no le sea de utilidad. Sin embargo, los daños no debieron ser muy grandes ya que el general bizantino logró repararlos en tan solo 25 días11. Posteriormente, ya en época plenamente medieval, las intervenciones en los muros Aurelianos se realizaron por encargo del Papado. Las obras más importantes se produjeron durante los siglos VII y VIII y consistieron en reparar algunos sectores de la muralla, Adriano I reparó torres y muros12, y en el desenterramiento de algunas secciones, como nos demuestran los casos de los papas Sinesio, Gregorio II y Gregorio III entre los años 708 y 74013. La última reparación sobre la que tenemos constancia se llevó a cabo en 115714. Pese a que, como vemos, las intervenciones fueron repetidas, solamente se repararon algunos sectores, pues la ciudad carecía de los recursos necesarios para mantener en pleno funcionamiento toda la estructura. También hay que tener en cuenta el tamaño de la propia muralla, ya que era una estructura imposible de mantener por el pequeño número de habitantes que residían en la ciudad y por ello solamente se intervino en zonas concretas. Incluso sus materiales fueron expoliados para reutilizarse en otras estructuras, como podremos ver más adelante. Tras el siglo XII no se intervino más en los muros. La situación que vivía la ciudad y que acabaría con el exilio de los papas en Aviñón (1305-1378), hace que comience un proceso de decadencia en algunas estructuras, como podremos observar también con los acueductos. El enfrentamiento con los aristócratas locales hizo que la posición de los pontífices fuera débil, lo que se tradujo en la ausencia de reparaciones y como consecuencia de ello, en una decadencia de estos monumentos. Al igual que los muros Aurelianos, algunos acueductos siguieron funcionando en época medieval. Su función hizo que fueran un recurso fundamental para la supervivencia de la población y por ello estas construcciones sufrieron numerosas intervenciones, pues no podemos olvidar que durante este periodo Roma es una ciudad eminentemente agrícola. La primera mención de la que tenemos constancia es de Procopio15. Nos dice que en su época había catorce acueductos, aunque es posible que exagerase o que también contase las principales ramificaciones o algunos que ya no estaban en funcionamiento, como el aqua Virgo16. Sin embargo, sí sabemos que la mayoría continuaban en funcionamiento, Procopio, De bellis, 8, 24, 3-6. Liber Pontificalis, 97, 52. 13 Ibídem, 89, 2; 91, 2; 92, 15. 14 Miller, William, Mediaeval Rome, from Hildebrand to Clement VIII, 1073-1600, Nueva York, G. P. Putnam’s Sons, 1902, p. 51. 15 Procopio, De bellis, 5, 19, 13. 16 Martínez Jiménez, Javier, “El uso y el suministro de agua a la ciudad de Roma en el periodo ostrogodo: 476-55 d. C.”, en García, Alfonso (coord.), Espacios urbanos en el occidente mediterráneo (S. VI-VIII), 2010, Toledo, Toletvum Visigodo, p. 268. 11

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como los que llevaban el agua a las termas de Caracalla17, el aqua Alexandrina, o los que hacían trabajar los molinos estatales situados en el Trastevere18, el aqua Alsietina. Esta continuidad entra en contradicción con lo que se creía anteriormente, ya que se pensaba que la caída del Imperio suponía el fin de estas estructuras19. La primera reparación de la que tenemos noticia la realizó Teodorico, debido a que pretendió presentarse como continuador del Imperio romano. Casiodoro nos transmite la idea que tenía el rey ostrogodo sobre esta acción: “no es útil consolidar [las construcciones] desde los inicios si el descuido puede destruirlas, (…) la perfección loada es adquirida a través del mantenimiento”20, y en otro pasaje vemos cómo trata de vincular a su pueblo con el Imperio romano: “¿Qué es, en fin, más loable que mantener las reparaciones de aquel lugar [Roma] el cual claramente contiene la gloria de nuestro Estado?”21. Con Teodorico va a ser el último momento en el que los acueductos cuenten con un cuerpo ciudadano dedicado a su mantenimiento, la comitiva formarum urbis, y a partir de este momento solamente se producirán reparaciones esporádicas. La función de esta institución consistiría en mantener en buen estado los acueductos y que no se cometieran irregularidades, como el robo de agua22. Durante el periodo ostrogodo tenemos constancia de la reparación de seis acueductos: el aqua Alexandrina, el aqua Claudia, el aqua Marcia, el aqua Tepula, el Anio Novus, el aqua Traiana y el Anio Vetus23. Hemos visto cómo Teodorico utiliza la reconstrucción de los acueductos con fines ideológicos aunque es interesante detenerse en el motivo por el cual eligió estas construcciones para legitimarse frente a otras con una mayor carga simbólica. El rey ostrogodo había sido reconocido como delegado imperial en Occidente y por ello por ello pretendía presentarse como continuador del pasado imperial. Esta idea la representó a través de los acueductos, principalmente por dos motivos: su tamaño y su función. La envergadura de estas construcciones hacía que fueran visibles desde cualquier punto de la ciudad pero también transportaban agua, un recurso básico para la vida. En la conjunción de estas dos razones encontramos el motivo por el cual repara los acueductos frente a otros monumentos, como pueden ser los arcos triunfales, que habían servido durante la época imperial para difundir la ideología de los gobernantes. Con la guerra Gótica (535-554), algunos acueductos sufrieron destrucciones intencionadas con el objetivo de perjudicar al enemigo. Procopio nos informa de que los godos los cortaron, al mismo tiempo que Belisario los bloqueaba24. Los bizantinos CIL, 15, 1665, 2; 15, 1669, 7. Casiodoro, Variae, 11, 39, 1-2; Procopio, De bellis, 5, 19, 8-19. 19 La idea de ruptura funcional se puede ver en la célebre obra de Richard Krautheimer: Rome: Profile of a… op. cit., p. 110. 20 Casiodoro, Variae, 1, 25, 1. 21 Ibídem, 3, 30, 1. 22 Martínez Jiménez, Javier, “El uso…” op. cit., p. 269. 23 Coates-Stephens, Robert, “The Water-supply of Early Medieval Rome”, en Brunn, Christer y Ari Saastamoinen (eds.), Technology, Ideology, Water: From Frontinus to the Renaissance and Beyond, Roma, Institutum Romanum Finlandiae, 2003, p. 83. 24 Procopio, De bellis, 5, 19, 13-18. 17 18


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también cegaron el cruce de los acueductos Marcio y Claudio, la zona que hoy se conoce como Tor Fiscale, para que sirviera de fortaleza25. Sin embargo, parece lógico que no se cortara por completo el suministro de agua debido a que los bizantinos tenían la intención de permanecer en Roma tras tomarla. La continuidad en el suministro de agua se confirma gracias a una carta de Gregorio Magno, en la cual escribe que en el año 602 los acueductos funcionaban correctamente26. Posteriormente los papas también utilizaron los acueductos para sus propiosobjetivos. Crearon una ramificación en un acueducto para que el agua llegase al Vaticano y transformaron algunos baños en iglesias, como Santa Agnese27. Sin embargo el suministro de agua no duró durante toda la Edad Media, ya que en los siglos XII y XIII los acueductos comenzaron un periodo de decadencia28 del que ya no se recuperaron, tal y como nos transmite la obra de Palladio, quien nos habla del estado de estas estructuras durante el siglo XVI29. La desaparición de las reparaciones en los monumentos se da en los prolegómenos del exilio de los papas en Aviñón y del Gran Cisma, momento en el que la posición del Pontificado es muy débil. Con la marcha de la máxima autoridad eclesiástica a Francia, Roma perdió una figura centralizadora y la mayoría de los monumentos pasan a manos privadas, cuyos objetivos eran únicamente personales. A partir de este momento, y hasta el regreso del papado, la ciudad comenzó un periodo en el que el agua se convierte en un elemento escaso. Este dato nos ayuda a explicar cómo la población baja de 35 000 a 17 000 habitantes. El problema del suministro del agua no se solucionó hasta que en el periodo renacentista se comiencen a construir fuentes por todo el recinto urbano. Al igual que los acueductos y los muros, la mayoría de las calzadas y algunos puentes y puertas fueron reconstruidos30. A continuación, solamente hablaré, brevemente, de los puentes. Durante la época medieval van a sobrevivir varias de estas estructuras, como el Ponte Salario, reparado en 565 y posteriormente en 186731, y el Ponte Nomentano, que fue almenado durante el siglo V32. También se repararon otros puentes de época romana durante el periodo medieval, como el Pons Cestius33 o el Pons Aurelius, conocido como Ponte Sisto desde que Sixto IV lo reconstruyera en 147534. Los puentes adquirieron una apariencia eminentemente militar y serían, junto con los muros, uno de los puntos defensivos más importantes de la ciudad, cuyo objetivo sería Ibídem, 6, 3, 1-7. Cf. Coates-Stephens, Robert, “The Walls …” op. cit., p. 171. 27 Martínez Jiménez, Javier, “El uso…” op. cit., p. 268. 28 Coates-Stephens, Robert, “The Walls …” op. cit., pp. 172-173. 29 Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., p. 63. 30 En este artículo no trataré las diferentes puertas de la ciudad, pues no resultan relevantes en nuestro estudio. Para conocer el estado de las mismas véase: Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., pp. 57-59. 31 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 64. 32 Ibídem, p. 64. 33 Ibídem, p. 238. 34 Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., p. 60. 25 26


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mantener al enemigo en la otra margen del río. Otros puentes se van a colapsar y no se reconstruyen, como el Pons Agrippae o el puente Triunfal35. La reparación de estas vías de paso responde en gran medida a la disposición de los habitantes de Roma, ya que la mayoría de las zonas por donde transcurre el Tíber se encuentran ocupadas. Esta distribución de la población hizo que un buen sistema de comunicaciones fuera vital para el funcionamiento de la ciudad. Como hemos podido observar, las estructuras que continuaron operando con su función original van a ser aquellas que resulten útiles para la vida cotidiana de la ciudad. Todas ofrecían unos servicios básicos a Roma, como el suministro de agua o la defensa de la ciudad. No parece pues, salvo en el caso de Teodorico, que la utilización de estos elementos fuera en consonancia con una ideología política que tratase de vincular a la Roma medieval con su pasado imperial. Tampoco se intenta dotar a estar estructuras de una imagen de grandiosidad, sino que algunas partes de los monumentos incluso fueron reutilizadas en otras construcciones, como podremos ver más adelante. 1.2 Estructuras con nuevas funciones Una vez analizado el primer grupo, hay que hablar de otros conjuntos monumentales que se continuaron utilizando pese a variar su función primigenia. En este apartado destacaré los espacios que tuvieron una relevancia especial durante la historia de Roma, como los Foros, el mausoleo de Adriano o el anfiteatro Flavio. El primer ejemplo de esta clase lo encontramos con el mausoleo de Adriano. Este se incorporó al recinto urbano durante los siglos IV-V para convertirse en una fortaleza en el periodo de las guerras Góticas36, función que no perderá ya durante el resto del Medievo aunque su propiedad fue variando, pues perteneció a la familia Orsini antes de que se convirtiera en un bastión papal. Estuvo ocupado por diferentes pontífices, como Benedicto IX, que provenía de una familia que intentó recuperar el pasado clásico de Roma, como se verá en las siguientes páginas. La primera fortificación del recinto se produjo con León IV37 y la principal intervención se corresponde con las obras realizadas por Alejandro VI, el cual cercó la estructura con fosos y bastiones38. Va a ser una plaza muy importante para los pontífices, como se puede apreciar en los diferentes proyectos de unir el Castel Sant’Angelo con la basílica de San Pedro y con el Palacio Vaticano39. Hay que destacar la erección de una escultura de bronce de San Miguel como signo de que la plaga que asolaba Roma durante el pontificado de Nicolás V había finalizado y Ibídem, p. 60. Procopio, De bellis, 5, 22, 12-25. 37 Partridge, Loren, El Renacimiento… op. cit., p. 22. 38 Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., pp. 87-88. 39 El primer proyecto corresponde a Nicolás V, que quiso conectar Castel Sant’Angelo y San Pedro y el Palacio del Vaticano mediante el uso de calles rectas, aunque finalmente el proyecto no se lleva a cabo. Sobre la evolución de las relaciones entre el Castel Sant’Angelo y el área vaticana véase: Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., pp. 261-269. 35 36


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en conmemoración de la aparición del arcángel al papa Gregorio Magno40. La estatua se encuentra en la parte superior del conjunto y supone la cristianización de un monumento que se encontraba muy vinculado con el mundo pagano al ser el enterramiento de un emperador romano, al igual que ocurrió con la columna de Trajano o la de Marco Aurelio, en las que se colocaron esculturas de San Pedro y San Pablo, respectivamente. Pese a que el levantamiento de la figura de San Miguel sea importante simbólicamente, las principales intervenciones hemos visto que se realizaron atendiendo a la seguridad papal. Su principal función fue proteger a los pontífices, como demuestra la estancia del papa Clemente VII durante el Saco de Roma. La elección de esta construcción por parte del Papado para crear su fortaleza no se relaciona con su pasado imperial. El principal motivo se encuentra en su situación espacial, ya que es fácilmente defendible debido a la cercanía al río y especialmente porque se sitúa cerca de la antigua basílica de San Pedro, pues las principales obras se realizaron cuando el Papado se traslada definitivamente a la zona vaticana durante el pontificado de Nicolás V. El siguiente espacio en el que nos detendremos es uno de los más simbólicos de Roma: el Foro. En esta zona se reconvirtieron estructuras clásicas en nuevas iglesias, aunque nunca antes del siglo VI. El respeto hacia su estado original se dio mientras existió una autoridad imperial en Occidente, ya que los emperadores trataron de conservar el área del Foro y todas sus estructuras por el alto valor ideológico que contenían. Sin embargo, no hay que pensar que una vez se comenzaron a construir iglesias dentro del recinto desaparecieron todas las antiguas edificaciones, pues el número de templos cristianos de esta zona no era muy alto, debido a que era un espacio poco habitado durante la Edad Media. Tampoco hay que olvidar que durante el siglo VII se levantó el último monumento de tipo clásico en el Foro: la columna de Focas. Se erigió en 608 sobre el pavimento del siglo III41 en honor al emperador bizantino, que había llegado al trono tras el asesinato de su predecesor. Por lo tanto, la Columna sería un elemento de propaganda del nuevo gobernante que trata de legitimar su posición mediante la creación de un monumento en un recinto tan simbólico. Algunos ejemplos de reconversión de estructuras clásicas son los de la curia y el templo de Antonino y Faustina. La Curia se convirtió en la iglesia de San Adriano en el foro Romano, la cual se construyó durante los años 625 y 63842 con mármoles de época de Diocleciano43. La nueva estructura se conservó hasta los años treinta del siglo XX cuando Mussolini ordenó que volviera a su estado original, dentro de su programa para recuperar la gloria de la antigua Roma44. Partridge, Loren, El Renacimiento… op. cit., p. 23. Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 67. 42 Ibídem, p. 75. 43 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit. 44 Sobre el programa ideológico de Mussolini al respecto de las estructuras romanas véase: Manacorda, Daniele, “Per un’Indagine sull’Archeologia Italiana durante il Ventennio Fascista”, en Archeologia Medievale, 9 (1982), pp. 443-470. 40 41


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El templo de Antonino y Faustina también fue intervenido, y ya en el siglo XI se utilizo su cella como cierre de San Lorenzo in Miranda, ya que la cubierta original había desaparecido45. A partir de este momento se produjo un contraste claro entre el estado de conservación de la iglesia cristiana y el templo pagano, debido a que San Lorenzo in Miranda siguió siendo intervenida para su conservación, mientras que el templo de época imperial se fue descuidando con el paso del tiempo. La construcción de estructuras cristianas dentro del Foro tiene una gran carga ideológica. Supone cristianizar el corazón de la antigua Roma y distanciarse del pasado pagano señalando el comienzo de una nueva etapa, acorde con el pensamiento extendido en la Alta Edad Media, pues se creía que la ciudad había sido castigada por Dios debido a su soberbia y a las persecuciones hacia los cristianos46. El espacio ocupado por el foro de Trajano también fue utilizado a lo largo del Medievo. Durante el siglo VII servía de punto de encuentro de reuniones literarias47 y en los siglos XII-XIII se levantó sobre su pavimento Santa Maria in Campo Carleo48, que se derribó en 1931 por orden de Mussolini. También se levantaron otras iglesias, como San Bernardo della Compagnia, destruida en 173649, o el monasterio dello Spirito Santo, el cual se derribó en 1812 debido a las excavaciones napoleónicas50. Vemos que es un espacio que se reutiliza mucho para nuevas construcciones eclesiásticas, lo que provocó que la mayor parte del pavimento y de las estructuras clásicas desaparecieran, excepto algunos elementos aislados, como la Columna de Trajano. En cuanto al foro de César, decir que sufrió una expoliación en 1431, cuando su mármol es reutilizado en el Palazzo Apostolico51. Sin embargo, mucho antes ya había sido abandonado, como bien podemos observar en la obra de Menenghini y Santangeli Valenzani, quienes nos narran la historia de todos los foros imperiales52. Sabemos que ya durante en el siglo VI parece que los romanos comienzan a enterrarse bajo su pavimento. Durante los ss. VIII y IX se expolia y parece que también su pudo utilizar como zona de cultivo hasta el s. IX, momento en el que se construye un pequeño asentamiento. Posteriormente, en el s. XI se abandona definitivamente la zona y se comienza a expoliar la zona. Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la Antigüedad restaurada: de la Antigüedad al Renacimiento, La Coruña, Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións, 2008, p. 134. 46 Marcos Casquero, Miguel-Antonio, Roma como referencia del mundo medieval, León, Universidad de León, Área de Publicaciones, 2010, p. 21. 47 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 67. 48 Meneghini, Roberto, “Roma - Nuovi dati sul medioevo al Foro e ai Mercati di Traiano”, con “Appendice” di C. Marangoni, L. Marini”, en Archeologia Medievale, 25 (1998), p. 127. 49 Lanciani, Rodolfo, Storia degli Scavi di Roma e Notizie Intorno le Collezioni Romane di Antichità (10001530). Volume Primo, Roma, Edizioni Quasar, 1989, p. 53. 50 Ibídem, p. 57. 51 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 57. 52 Meneghini, Roberta y Riccardo Santangeli Valenzani, Roma nell’altomedioevo. Topografia e urbanistica della città dal V al X secolo, Roma, Istituto poligrafica e zecca dello Stato, 2004. 45


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El resto de foros sufren una suerte similar: del foro de Nerva se deben destacar dos ejemplos de arquitectura doméstica de los siglos VIII y IX, que representan una ruptura con las formas de la tardoantigüedad53; por su parte, el Templum Pacis se convirtió durante el siglo V en una necrópolis y su zona septentrional sirvió para desechar los detritos de la ciudad y en los siglos IX y XI se usó como área de cultivo54; por último, en el foro de Augusto se construyó, entre los siglo IX-X, la iglesia de San Basilio sobre el templo de Mars Ultor. También se expoliaron materiales de la zona, pues uno de los elogia de los summi viri del Foro se utilizó para restaurar el Panteón en época de Gregorio III (731741)55. La última edificación dentro de este grupo de monumentos es una de las más representativas del Imperio romano: el anfiteatro Flavio. Es una construcción particular, ya que por su recorrido histórico bien podría formar parte de los monumentos que cambian de función pero también de los abandonados. No dejó de usarse tras hundirse el Occidente imperial, aunque su función fue diferente. Hasta finales del siglo V, el Coliseo se continuó utilizando, pero sus espectáculos pierden el componente religioso y la asociación con la muerte debido a la nueva moral cristiana, con la excepción de la corrida de toros realizada en 133256. En el siglo XIV su estructura se encontraba dañada debido a los diversos terremotos que había tenido que soportar, como el de 123157, aunque también sufrió reparaciones, lo que nos indica que su uso aún sería importante. Su propiedad varió en diversas ocasiones durante el Medievo, ya que, hasta que Gregorio VII fue expulsado de la ciudad, la edificación era propiedad de la Iglesia para posteriormente pasar a manos de los Frangipane, cuya titularidad será disputada por los Anibaldi58. Mientras que los primeros tuvieron el control del edificio, este se reconvirtió en una fortaleza hasta que en 1312 volvió a convertirse en patrimonio eclesiástico59. A partir de este momento comenzó a producirse un expolio constante para reutilizar sus materiales en otras estructuras60. Incluso Pío V se planteó demolerlo aunque finalmente cambió de idea para ensalzar a los mártires cristianos61. Años más tarde Sixto V pensó también en destruirlo para completar sus proyectos urbanísticos62. Esta situación no cambia hasta que en 1749 Benedicto XIV Santangeli Valenzani, Riccardo, “Edilizia residenziale e aristocrazia urbana a Roma nell’altomedioevo”, en Gelichi, Sauro (ed.), I Congresso Nazionale di Archeologia Medievale. Auditorium del Centro Studi della Cassa di Risparmio di Pisa (Pisa, 29-31 maggio 1997), Florencia, All’Insegna del Giglio, 2000, pp. 66. 54 Menenghini, Roberto y Riccardo Santangeli Valenzani, “I Fori Imperiali nell’alto medioevo”, en Arena Maria Stella et al., Roma dall’antichità al medioevo. Archeologia e Storia, Electa, Milán, 2001, pp. 35-36. 55 Ibídem, pp. 34-35. 56 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit. 57 Gregorovius, Ferdinand, Roma y Atenas en la Edad Media, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 117. 58 La disputa entre los Frangipane y los Anibaldi por la propiedad del anfiteatro se encuentra brevemente expuesta en: Luciani, Roberto, Le Colisée: Architecture, historie, spectacles et curiosités de l’amphitêátre flavien, le plus célèbre des monuments de l’antiquité romaine, Novara, De Agostini, 1990, p. 45. 59 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 148. 60 Di Macco, Michela, Il Colosseo: Funzione simbólica, storica, urbana, Roma, Bulzoni, 1971, pp. 50-52. 61 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 148. 62 Luciani, Roberto, Le Colisée… op. cit., p. 46. 53


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consagra el monumento, dando paso a nueva etapa en el que el Anfiteatro es más respetado aunque su aspecto ya era bastante ruinoso. Por lo tanto, en el Anfiteatro se pueden distinguir dos etapas separadas por 1312. Hasta ese momento, los Frangipane construyen un recinto amurallado, en el que se integra también el arco de Constantino63, y aprovechan la cercanía del Coliseo para convertirlo en una gran fortaleza debido a su tamaño y a su resistente estructura. El complejo se utilizó como tal hasta que posteriormente pasó a convertirse en una cantera. El abandono y continuo expolio que sufre el monumento seguramente se debió al recuerdo pagano que evocaba en los cristianos. Como se puede ver en la obra de J. A. Jiménez Sánchez64, el cristianismo miró rápidamente con recelo los espectáculos circenses, lo que provocó que una vez que el Papado controló la ciudad tanto el Coliseo como los teatros y circos cayeran en el olvido y no se volviesen a usar, al contrario que en Oriente, donde el poder imperial aún era fuerte y continuó utilizando el circo como elemento de propaganda. 1.3 Un caso especial: los templos Por último hay que tratar los antiguos templos. Son estructuras que no varían su función pero sí su contenido. Hemos visto ya el ejemplo del templo de Antonino y Faustina, pero el caso más significativo es el del Panteón. Este edificio fue donado por Focas en 602 a Bonifacio IV. Al año siguiente el pontífice convirtió el templo pagano en uno cristiano dedicado a la Virgen María y a todos los mártires. Sabemos que los cambios que se realizaron no fueron muy importantes visualmente, salvo los dos campanarios que erigió Bernini durante el siglo XVII en la parte superior de la fachada y que no se derribaron hasta el siglo XIX65. Va a ser, junto con la basílica de Majencio, el monumento de la Antigüedad que más influencia va a ejercer sobre los artistas, especialmente durante el Renacimiento66. La reconversión del Panteón es muy importante porque supone la cristianización de uno de los templos más importantes de la Roma imperial, lo que enlaza con la política papal de eliminar las referencias paganas de las principales zonas de la ciudad, como ocurrió con el Foro. Sin embargo, su nueva situación no va a impedir que algunas zonas del templo se expolien, como posteriormente veremos. El Panteón no va a ser el único templo pagano reconvertido en cristiano aunque han de pasar unos 300 años hasta que esto vuelva a ocurrir. Entre el 872 y el 882, el templo de Fortuna Virilis se va a convertir en iglesia, lo que supuso que cambiara parcialmente su aspecto con el fin de parecerse a un espacio cultual cristiano, hasta que a principios del siglo XX la estructura recupere su forma original67. Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 145. Jiménez Sánchez, Juan Antonio, Los juegos paganos en la Roma cristiana, Roma, Viella, 2010. 65 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 128. 66 Partridge, Loren, El Renacimiento… op. cit., p. 43. 67 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 123. 63 64


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Hay otros ejemplos como la reconversión del Templum Pacis en SS. Cosma e Damiano o, como ya hemos visto, el templo de Antonino y Faustina en el Foro que se convierte durante el siglo XI en San Lorenzo in Miranda aunque, también van a ser muchos los templos que se abandonen para no volver a ser ocupados, como el templo de Iuppiter Optimus Maximus 68. Los motivos por los cuales se reutilizaron algunos templos responden a criterios religiosos y económicos, ya que era más rentable que volver a construir una nueva estructura. Por este mismo motivo tampoco se destruirían los edificios abandonados ya que sus materiales podían volver a utilizarse para reparar otras estructuras en funcionamiento. En el apartado religioso se trataba de eliminar las antiguas referencias al paganismo mediante una transformación que culminaría en un espacio urbano netamente cristianizado. También es posible que se utilizaran estos recintos ya que tenían una larga tradición religiosa y, por lo tanto, su conversión era mejor asumida por la población69.

2. El abandono y la reutilización de los materiales Finalmente hay que hablar de los expolios y del abandono que sufren algunos monumentos. Como ya hemos visto brevemente, y tampoco pretendo extenderme demasiado en este punto pues todos los ejemplos son similares, algunas construcciones sufrieron expoliaciones durante toda la Edad Media para reutilizar sus materiales. El transporte de materiales se observa durante todo el Medievo, aunque no es un fenómeno nuevo de esta época ya que durante la historia de Roma hay varios ejemplos de ello70. Durante la época medieval, el saqueo de materiales se produjo incluso en edificios que continuaban en funcionamiento, como le ocurrió al Panteón. Como hemos visto, en el año 603 se convierte en una iglesia cristiana, lo que no impidió que algunos de sus bronces, y de los del templo de Venus y Roma, fueran empleados en diferentes iglesias, incluso en la basílica Vaticana71. Este hecho no es nuevo, pues un decreto imperial del 630 permitió al papa retirar materiales de bronce para embellecer San Pedro72. El templo de Venus y Roma se saqueó de nuevo en 1450, cuando se le expolia el mármol para llevarlo a Santa Maria Noua73. Los muros Aurelianos, que como hemos visto tuvieron muchas atenciones, también van a ver cómo en ocasiones sus mármoles son expoliados y utilizados para la construcción de algunas iglesias como S. Prassede o SS. Quattro Coronati74. Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p. Esta política ya se había utilizado anteriormente con las festividades religiosas, como la conversión de la fiesta dedicada al Sol Invictus al natalicio de Cristo. 70 Un claro ejemplo de reutilización de materiales antiguos durante la historia de la antigua Roma se puede ver en: Zanker, Paul, Augusto y el poder de las imágenes, Traducido por Pablo Dicner Ojeda, Madrid, Alianza Editorial, 1992, pp. 284-285. 71 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p. 72 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 72. 73 Lanciani, Rodolfo, Storia… op. cit., p. 61. 74 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p. 68 69


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Pio II utilizó grandes columnas del pórtico de Octavia para la logia de Benedicto en 146175, y en los muros Leoninos también se observan materiales procedentes de época romana ya que contienen algunos sarcófagos romanos de mármol76. En cuanto a los monumentos abandonados, un ejemplo claro es la zona de los foros Imperiales. Solamente en el foro de Trajano se levanta alguna iglesia mientras que el resto caen en el olvido. El foro de César se abandona y sufre una expoliación en 1431, cuando su mármol es reutilizado en el Palazzo Apostolico77. También se van a abandonar las termas, pues no estaban en consonancia con la moral cristiana78. Las de Nerón, Caracalla o Agripa se encontraban en ruinas mientras que otras como las Gordianas o las Novacianas habían desaparecido ya completamente en época de Palladio79. Sin embargo, también ha de tenerse en cuenta que el suministro de agua no fue continuo durante todo el Medievo, por lo que estos complejos termales tampoco pudieron ser abastecidos, como hemos visto anteriormente al tratar el estado de los acueductos. Finalmente, hemos de señalar que las principales razones que nos explican el descuido hacia estas edificaciones abandonadas lo encontramos en su emplazamiento, ya que la mayoría se encuentran en zonas que tienen una densidad demográfica muy baja, en su funcionalidad, que resultaría nula para el periodo medieval y en la escasez de recursos de la ciudad, que no pudo atender a las necesidades de todos los edificios.

3. Conclusiones A lo largo del texto hemos podido ver que no se puede hablar de una continuidad de los monumentos de época romana, aunque tampoco de ruptura. Las limitaciones de la ciudad y las nuevas mentalidades religiosas priman a unas estructuras sobre otras, lo que determina el futuro de cada construcción así como su posterior conservación o destrucción. Si exceptuamos los acueductos y los puentes, el resto de edificaciones tenían un carácter esencialmente pagano durante el periodo del Imperio romano, algo que cambia durante el Medievo, pues se trató de cristianizar la ciudad mediante reconversiones; destruyendo o abandonado las estructuras; o mediante la reutilización de materiales. A este respecto es muy significativo el caso del Panteón, símbolo de los antiguos dioses romanos, y que a partir del siglo VII se convierte en una de las iglesias más impresionantes de la ciudad en un intento de cristianizar el corazón de la antigua Roma. Rubinstein, Ruth, “Pius II and Roman Ruins”, en Renaissance, vol. 2, 2 (1988), p. 199. Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p. 77 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 57. 78 Esta idea se debe principalmente a que los eclesiásticos temieron que las termas se convirtieran en nuevos centro de idolatría. Sobre este tema véase: Jiménez Sánchez, Juan Antonio y Jordina Sales Carbonell, “Termas e iglesias durante la Antigüedad Tardía: ¿reutilización arquitectónica o conflicto religioso? Algunos ejemplos hispanos”, en Sacralidad y Arqueología, Antig. Crist., 21 (2004), pp. 185-201. 79 Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., pp. 64-65. 75 76


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Estas acciones también nos informan del deseo de distanciamiento que hay por parte de un gran sector poblacional frente a la antigua capital del Imperio, pues muchas veces podían ver en sus monumentos el reflejo de una sociedad pagana y enemiga de Dios. Los romanos no manifestaron una preocupación por su pasado y los mayores estudiosos de los monumentos de Roma van a ser personajes extranjeros, como los autores de los Mirabilia. Si bien los ciudadanos romanos no muestran inquietud por su pasado, tampoco se va a perder en la conciencia colectiva lo que significó el Imperio, ya que como demuestra R. Lanciani en su obra80, las excavaciones sobre los antiguos monumentos romanos son constantes, por lo que tampoco se pierden los modelos del arte clásico. Por ejemplo, durante la época medieval se descubren las piezas que actualmente se encuentran en el Museo delle Terme81. Esta idea podría entrar en conflicto con la evidente reutilización de materiales romanos. Esta tendencia no se daría por una pretendida vinculación con el pasado sino por motivos económicos, lo que se manifestó en el abandono de algunos monumentos importantes como el circo Máximo, o el expolio de grandes estructuras públicas como el Panteón, aun habiéndose convertido en un templo cristiano. Además, no se volvieron a utilizar algunas estructuras cuya función simbólica era más evidente, como los arcos triunfales. Es este motivo el que más condicionó la suerte de las estructuras, pues las razones religiosas se esgrimieron fundamentalmente para el abandono de los edificios de espectáculos. También influyó en la reconversión de los templos, pero en esas acciones la economía siempre estuvo muy presente. Pese a ser el sentimiento general de la población de la ciudad, también hay excepciones que intentaron recuperar la gloria romana. En este grupo estaría, por ejemplo, el padre de Benedicto IX, Alberico, quien se autotituló Senator Romanorum y a su mujer la proclamó Senatrix82. También tenemos otro ejemplo durante el siglo XII, cuando en 1143 se proclamó en Roma una república comunal, cuyo principal órgano de gobierno sería un Senado formado por cincuenta y seis miembros, al mismo tiempo que se comenzaron a utilizar los títulos honoríficos de patricius, senator o senatrix83. El nuevo gobierno senatorial creó el cuerpo de magistri aedificiorum84, encargado de velar por el mantenimiento de los monumentos. El último intento importante por recuperar el pasado romano antes del Renacimiento lo encontramos en Cola di Rienzo, que en 1347 tomó el cargo de tribuno del pueblo romano y su objetivo era establecer un gobierno republicano inspirado en la República romana, aunque ninguna de estas iniciativas fructificaron. La funcionalidad, como hemos visto, también es un elemento clave que determinó la continuidad de algunas estructuras. Tanto los puentes, los acueductos y los muros Lanciani, Rodolfo, Storia… op. cit. Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p. 82 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 152. 83 Ibídem, p. 152. 84 Luciani, Roberto, Le Colisée… op. cit., p. 45. 80 81


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Aurelianos poseían una función que los hacía básicos para el mantenimiento de una ciudad, lo que provocó que gran parte de los escasos recursos que poseía Roma se destinaran a ellos, como hemos podido ver, frente a otras estructuras de carácter más monumental pero menos útiles. Finalmente hay que hacer una reflexión sobre la idea de Petrarca. Realmente hay un descuido hacia el pasado romano aunque no un desconocimiento total. La preparación y el deseo de este personaje por recuperar la antigua gloria del Imperio romano hacen que vea la situación cultural que vivía la ciudad de una manera negativa, e incluso sabemos que participó en el gobierno establecido por Cola di Rienzo. Sin embargo, pese a los factores que condicionan al propio autor, sí que creo que la ciudad romana no manifiesta una preocupación por su pasado y trata de distanciarse de él de manera consciente, como en el caso del Coliseo o claramente con los antiguos templos. Los intentos de recuperación del pasado antes del Renacimiento son escasos y en ningún caso llegaron a ser tan importantes para cambiar la tendencia que vive la ciudad, aunque también se dieron. A este respecto, quizás conviene destacar el caso de la columna de Trajano, para la que en 1162 el Senado emite un edicto con el fin de protegerla de posibles agresiones85. Las situaciones políticas y sociales de la ciudad también condicionan este proceso. No hay que olvidar que durante el siglo XII en algunas zonas de Europa se produjo un primer renacimiento, aunque este no tuvo una gran repercusión en los monumentos clásicos de Roma e incluso algunas estructuras comenzaron su decadencia, como en el caso de los acueductos86. Las razones seguramente se encuentran en la constante inestabilidad que presenta el Papado desde el siglo X y que culminarán a comienzos del siglo XIV con su exilio en Aviñón. Durante esta época se sucede el Siglo de Hierro del Pontificado, la querella de las investiduras, el gobierno comunal romano y finalmente la marcha de los papas a territorio francés. Como consecuencia de ello, hemos visto que algunas estructuras pasaron a manos privadas y las que aún controla el Papado son descuidadas. Por lo tanto, los factores más decisivos que condicionaron la conservación de los monumentos clásicos fueron los económicos y los religiosos, más que una ideología interesada en vincularse con el pasado romano. Sin embargo, también sería interesante relacionar todo este proceso con los títulos pontificios o con algunos ritos eclesiásticos, como la posseso87, que recuerda al antiguo triunfo de los generales romanos. Sin embargo no es posible tratarlo aquí ya que merecerían un estudio propio.

Cavallaro, Anna, “‹‹Una colonna a modo di campanile facta per Adriano imperare››. Vicende e interpretazioni della colonna Traiana tra Medioevo e Quattrocento”, en Macchioni, Silvana y Bianca Tavassi La Greca (eds.), Studi in onore di Giulio Carlo Argan, Roma, Multigrafica, 1984-1985, pp. 71-90. 86 Otros aspectos de la ciudad sí que fueron afectados, en un momento donde se remodelan casi todas las basílicas mayores y se asiste, por ejemplo, a la eclosión de nuevos talleres marmorarios, los famosos Cosmati, que dinamizarán una rica producción decorativa, sobre todo en el ámbito arquitectónico. 87 Sobre esta ceremonia, su recorrido y simbolismo véase: Temple, Nicolas, Renovatio Urbis: Architecture, Urbanism and Ceremony in the Rome of Julius II, Nueva York, Routledge, 2011, pp. 58-65. 85



Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista de al-Ándalus JAVIER ALBARRÁN IRUELA Universidad Autónoma de Madrid Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2011 Fecha de aceptación: 23 de abril de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: Son muchos los huecos que faltan por rellenar en la reconstrucción de los hechos que sucedieron en el verano del año 711, cuando un ejército musulmán conquistaba la Península Ibérica. Para intentar abordar esta inmensa tarea, es tremendamente necesario acudir a las fuentes más antiguas que nos hablan de ese hito histórico. En este estudio se pretende recopilar la información, contenida en dos crónicas, que resulta de gran utilidad para comprender ese pasaje de nuestra historia. Ambas crónicas son mozárabes, y ambas las más antiguas fuentes que recogen la invasión islámica: la Crónica bizantina-arábiga del 741 y la Crónica mozárabe del 754. Aportan dos visiones diferenciadas de la conquista: en la primera crónica, la de un posible colaboracionista con las autoridades musulmanas, lo que pone de relieve una realidad de los cristianos de al-Ándalus. En la segunda, la de un cristiano que sentía la “pérdida de Hispania”, una pérdida político-militar, ya que no alude en ningún momento a conflictos religiosos. Palabras clave: conquista musulmana, al-Ándalus, crónica, mozárabe. Abstract: There are many gaps that still need to be filled in the reconstruction of the events that happened in the summer of 711, when a Muslim army conquered the Iberian Peninsula. In order to try to tackle this huge task, it is extremely necessary to resort to using the first sources that talk about that historical milestone. This study aims to gather the most useful information in order to understand that passage in our history by means of two chronics. Both of them are Mozarabic chronicles and the most ancient sources that collect the Islamic invasion: Byzantine-Arabic Chronicle of 741 and the Mozarabic Chronicle. They provide two different visions of the conquest: the first chronicle deals with a possible collaboration with the Muslim authorities and highlights the reality of some of the Christians in al-Andalus. In the second one, the vision of a Christian who felt the “loss of Hispania,” a political-military loss, since he refers to religious conflicts at any time. Keywords: Muslim conquer, al-Andalus, chronicle, Mozarabic.


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Introducción: La importancia de las primeras fuentes La conquista de al-Ándalus por parte de las huestes musulmanas en el año 711, y la consiguiente desaparición del Reino visigodo de Toledo, es uno de los capítulos con más interrogantes de nuestra historia. ¿Cuántos soldados componían el ejército musulmán?, ¿dónde se produjo la batalla definitiva?, ¿cuál era la situación del Reino godo en el momento de la conquista?, ¿sucedieron o no los relatos de Julián y los witizanos? Son solo algunas de las preguntas que giran alrededor de este hecho crucial para el devenir de la historia española, un suceso que permitió la entrada a la Península Ibérica de unas gentes que, junto a los habitantes autóctonos de la antigua Hispania, crearon un estado y una civilización hispano-musulmana. Para la reconstrucción de cualquier hecho histórico, lo primero que se debe realizar es acudir a las fuentes más antiguas, bien sean restos materiales o documentales. Este trabajo pretende extraer y analizar de las crónicas más próximas al año 711 la información que pueda ser de utilidad para el estudio de la conquista. No se va a realizar una reconstrucción, sino solo un análisis de la información contenida en esas obras. Además, los fragmentos de estos relatos seleccionados no abarcarán más que los momentos inmediatamente posteriores al año 711, limitando cronológicamente así el estudio, que de otro modo resultaría demasiado extenso. Las fuentes que trataremos son dos crónicas de mediados del siglo VIII, las más antiguas en tratar la conquista musulmana de la Península Ibérica, elaboradas en latín, presumiblemente por mozárabes que vivían ya bajo autoridad islámica en al-Ándalus, y que cuentan un relato mediatizado por su situación personal y sus propias vivencias, muy cercanas en el tiempo a los sucesos ocurridos en el año 711. Son, ordenadas cronológicamente, la Crónica bizantina-arábiga del año 741, y la Crónica mozárabe del año 754. No trataremos un interesantísimo himno litúrgico llamado Tempore Belli1, porque realmente merece un estudio pormenorizado. Parece que podría tratarse de un himno compuesto poco tiempo después de la conquista islámica de la Península Ibérica, en el que se lloran las desgracias del pueblo cristiano, causadas por un terrible ejército de innumerables soldados, que había llegado a través del mar2. Además, parece que ya introduce la idea providencialista que formará parte de la lógica reconquistadora según Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, “Noticias históricas en dos himnos litúrgicos visigóticos”, en Antigüedad y cristianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía, 3 (1986), pp. 443-456. Luis Agustín García Moreno incluye un breve estudio sobre este interesante himno en García Moreno, Luis Agustín, “Fuentes no islámicas de la invasión y conquista de España por el Imperio árabe-islámico”, en García Moreno, Luis Agustín y María Jesús Viguera Molins (coords.), Del Nilo al Ebro. Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2009, pp. 185-187. 2 García Moreno, Luis Agustín, “Fuentes no islámicas...” op. cit., p. 449. 1


47 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...” la cual la invasión musulmana sería un castigo divino por los pecados de los visigodos, cuando dice, en los versos 69-72 “merecemos estos grandes males por nuestros pecados (…)”3.

1. Crónica bizantina-arábiga del 741 La llamada Crónica bizantina-arábiga es una breve crónica que comienza con la noticia de la muerte de Recaredo en el año 601 y finaliza con el fallecimiento del califa omeya Yazīd II en el año 724. Pese a concluir en este año, la obra se fecha tradicionalmente hacia el 741 porque en su capítulo treinta y nueve se incluye la noticia de la ascensión al poder del emperador León III (717-741), y da cuenta de la duración completa del gobierno de éste. La tradición manuscrita transmite siempre esta obra como una continuación de la Crónica de Juan de Bíclaro, que termina precisamente en tiempos del rey Recaredo I, con cuya muerte comienza la Crónica bizantina-arábiga4. El título de Chronica Byzantia Arabica5 le viene dado por su contenido, pues, después de los primeros catorce capítulos, en los que incluyen varias noticias sobre el Reino visigodo, a partir del reinado de Suintila (621-631) se centra exclusivamente en la historia bizantina y musulmana. No es una crónica centrada por tanto en la conquista musulmana de la Península Ibérica, de hecho sólo la menciona en un párrafo, que será el que analicemos. Las fuentes que utiliza el autor para confeccionar la crónica son diversas. Parece claro el uso de las Historias de los Godos de Isidoro de Sevilla, así como las siguientes fuentes orientales: para la mayor parte de las noticias sobre la historia del norte de África en el siglo VII, la Crónica universal del obispo Juan de Nikiu, escrita en griego en Egipto a finales del siglo VII, y cuya traducción al árabe se realizó pronto; una crónica bizantina de origen sirio que conocemos de forma parcial por haber sido fuente de la Crónica bizantina de Teófanes, y quizás inspiración también para el autor de la Crónica mozárabe del año 754, que más adelante veremos; y una historia árabe, puede que fuente también de la Crónica mozárabe del año 7546. Parece seguro, además, que nuestro autor dispuso de fuentes orales de tradición árabe, además del conocimiento más directo de los hechos acaecidos en la Península Ibérica. Traducción propia. “Hoc peccata malum grande merentur / uere nostra, Deus, plurima, sancte; / sed nunc suppliciter poscimus omnes, / iam Clemens fámulos aspice tristes”. Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, “Noticias históricas en dos himnos…”. Ibídem, pp. 443-456. 4 Blanco Silva, Rafael, “Una crónica mozárabe a la que se ha dado en llamar arábigo-bizantina de 741: un comentario y una traducción”, en Revista de filología de la Universidad de La Laguna, 17 (1999), p. 154. 5 El título se lo otorgó Mommsen, en Mommsen, Theodor, Monumenta Germaniae Historica: Auctores Antiquissimi, Berlín, Weidmann, 1894, pp. 323-369. 6 Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica”, en e-Spania, 1 (2006). «http://e-spania.revues. org/329?lang=es&&id=329» [Consultado el 19 noviembre de 2011]. 3


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Sobre la procedencia y origen del cronista se ha escrito mucho. El padre Flórez7 piensa que fue hispano porque computa con la era hispánica y menciona a los reyes godos. Hay otros autores que colocan a nuestro anónimo personaje mucho más lejos, en Siria y también en Alejandría. Dubler8, por razones fonéticas, cree que la crónica se escribió en algún lugar del levante español, lo que ayudaría además a que tuviese algún conocimiento de la lengua griega, aunque fuese de forma rudimentaria. Además postula que, por los elogios vertidos hacia Muḥammad en algunos momentos de la obra, el autor sería un recién convertido al Islam. Díaz y Díaz9 no cree, sin embargo, que el cronista tuviese que ser un levantino de origen cristiano convertido al Islam. Para él fue sin duda un hombre culto, conocedor del griego, que tenía a su disposición una rica biblioteca en la que disponía de las fuentes de origen sirio y egipcio. Por ello, la crónica podría haber sido escrita en cualquiera de los centros culturales de importancia de mediados del siglo VIII hispánico, tales como Sevilla, Córdoba o Mérida, caracterizados además por mantener estrechos contactos desde antiguo con el mundo siríaco. Gil Egea recoge la posibilidad de que la obra fuese escrita en Egipto, traducida al latín en el Norte de África, y que ya en Hispania se le hubiesen añadido las noticias acerca del Reino godo10. La tesis que parece más verosímil es la que da José Carlos Martín, que habla de un mozárabe convertido al Islam con amplios conocimientos del árabe, o bien de un mozárabe al servicio de algún alto funcionario musulmán afincado en la Península Ibérica, poseedor de una buena biblioteca de textos orientales. El fin de la crónica sería entonces claramente propagandístico y apologético, pues su redacción en latín delata que estaba destinado a ambientes cristianos. El hecho de que se usen fuentes orientales en griego y quizás también en árabe, y el hecho de que no destaca el uso de muchas obras visigodas, parecen descartar su redacción en un centro de cultura visigodo, y nos acerca a ese levante peninsular11. De las dos posibilidades que propone José Carlos Martín, un converso al Islam o un mozárabe al servicio de un funcionario musulmán, atendiendo a un análisis de varios pasajes de la crónica, nos resulta más plausible la segunda. Es cierto que en varios pasajes elogia a la figura de Muḥammad, diciendo que provenía de un noble linaje, que era un varón muy sabio, y que sus escritos afirmaban que era un apóstol de Dios y profeta: Flórez, Enrique, España Sagrada, VI, Madrid, ed. por Antonio Marín, 1750. Dubler, Cesar Emil, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”, en Al‑Andalus, 11 (1946), pp. 283-349. 9 Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, De Isidoro al siglo XI. Ocho estudios sobre la vida literaria peninsular, Barcelona, El Albir Universal, 1976, pp. 206-207. 10 Gil Egea, María Elvira, “África del Norte en vísperas de la conquista árabe. Introducción a las fuentes grecolatinas I. Las fuentes hispanas”, en García Moreno, Luis Agustín y María Jesús Viguera Molins (coords.), Del Nilo al Ebro… op. cit., p. 132. Esta hipótesis la había planteado Luis Agustín García Moreno, detallando que el autor de la primera versión sería un greco parlante de Egipto, poco perjudicado por la conquista musulmana de la región del Nilo, y que habría podido contar, con facilidad, con fuentes islámicas. García Moreno, Luis. Agustín, “Elementos de tradición bizantina en dos Vidas de Mahoma mozárabes”, en Pérez Martín, Inmaculada y Pedro Bádenas de la Peña (eds.), Bizancio y la Península Ibérica. De la Antigüedad Tardía a la Edad Moderna, I, Madrid, CSIC, 2004, pp. 252-260. 11 Para más información de todo el debate acerca de la procedencia del autor, véase Blanco Silva, Rafael, “Una crónica mozárabe…” op. cit., p. 155; y Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica” op. cit., pp. 3-12. 7 8


49 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...” “Tras reunirse una numerosísima multitud de sarracenos, invadieron las provincias de Siria, Arabia y Mesopotamia, ejerciendo el principado entre ellos Mahmet, nacido en el seno de una tribu de nobilísimo linaje entre las de ese pueblo, varón muy sabio y conocedor de antemano de todo lo que había de ocurrir”12. “El citado príncipe de los sarracenos, Mahmet, cumplidos ya los diez años de su reinado, llegó al fin de su vida. A éste desde entonces y hasta nuestros días lo honran con tan gran honor y respeto que en todos sus sacramentos13 y sus escritos afirman que fue un apóstol de Dios y su profeta. En substitución de éste al frente de los sarracenos es elegido por los suyos Habubecar, cuyo origen era el mismo que el de su predecesor. Éste llevó a cabo una gran expedición contra los persas, devastó sus ciudades, y se apoderó de numerosas fortalezas y plazas fuertes de éstos”14.

Pero esto se explica también por estar el autor al servicio de un funcionario musulmán. Ningún mozárabe colaboracionista insultaría a Muḥammad, es más, solía ser tratado con mucha aceptación. La expresión que hace que pensemos en un autor cristiano aparece en el fragmento sobre la conquista musulmana de la Península Ibérica, donde dice que el califa al-Walīd no contaba con la ayuda de Dios. Para un musulmán, de tendencia pro-omeya además como muestra esta obra, esto sería inconcebible. Como ya se ha comentado, para el estudio de la conquista musulmana de la Península Ibérica solo es de utilidad un párrafo de toda la crónica que, eso sí, contiene mucha información: “Hulit15 obtuvo a continuación el cetro del reino de los sarracenos, según lo que había establecido su padre, sucediendo a éste en el reino. Reina durante nueve años. Fue un varón de una gran sabiduría a la hora de desplegar sus tropas, hasta tal punto que, aun viéndose privado del favor divino, destruyó los ejércitos de casi todos los pueblos vecinos a él16. Y debilita especialmente al Imperio romano con continuas incursiones, y a las islas las llevó casi a la extenuación. Sometió con sus conquistas los territorios de la India. Y en las regiones de Occidente, por medio del general de su ejército de nombre Musa17 invadió y sometió el reino de los godos en Hispania, reino firme y poderoso desde antiguo; y tras echar abajo este reino, hizo a los godos súbditos

Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica” op. cit., p. 33. Aquí, sin embargo, Rafael Blanco Silva, en su estudio ya citado, interpreta el término “sacramenti” simplemente como “escritos”, algo que parece más razonable debido a la ausencia de sacramentos en el Islam. 14 Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica” op. cit., p. 37. 15 Califa omeya Al-Walid ibn Abd al-Malik o Al-Walid I (668-25 de febrero del 715) gobernó entre 705 y 715. 16 El autor elogia al califa, pero a la vez remarca que no contaba con el favor divino, lo que, como ya hemos indicado, hace pensar que el cronista no era musulmán. 17 Mūsā ibn Nuṣayr, gobernador árabe del norte de África, y primer gobernador musulmán de facto, sin nombramiento califal, de al‑Ándalus, entre 711 y 714. Para Gil Egea, el hecho de que solo se le cite por el nombre propio, sin usar el patronímico, indica cierta independencia de las fuentes árabes, ya que en estas siempre aparece el nombre completo. Gil Egea, María Elvira, “África del Norte…”, op. cit., p. 138. 12 13


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suyos18. Llevando así a cabo prósperamente todas estas guerras, durante el noveno año de su reinado, tras haber sido mostradas ante él riquezas procedentes de todos los pueblos tal y como él lo había imaginado, llegó al final de su vida”19.

La frialdad con la que relata el hecho de la conquista de la península, tratándose probablemente de un hispanogodo, hace pensar que su situación no había empeorado nada, por no decir mejorado, tras la invasión. Parece claro, por tanto, que se trata de alguien cercano a las autoridades islámicas establecidas, colaboracionista con ellas. Destaca la descripción que realiza del Reino visigodo, como reino firme, lejos de esa visión de inestabilidad que tradicionalmente se ha achacado al momento de la conquista islámica, así como el hecho de que sólo aparece Mūsā como comandante de las tropas musulmanas. Todo esto hace pensar que la conquista no fue algo traumático para toda la población que habitaba Hispania, sino que se debió producir más por un proceso de pactos y negociaciones que mejorarían mucho las condiciones de los que se acercasen a esa autoridad musulmana. Al-Walīd “hizo a los godos súbditos suyos”, es decir, los convirtió en tributarios mediante unos pactos de sobra conocidos. Desde los primeros momentos de la penetración islámica los conquistadores habían mantenido la política que ya se practicó en la expansión en Oriente y en el Norte de África y que tan buenos resultados había dado. Se basaba en considerar a la Gente del Libro que no se convertía al Islam como protegidos, estatus que se lograba mediante el pago de un impuesto personal y otro territorial, dependiendo de las propiedades de cada uno20. Además de esos tributos y una serie de normas sobre las relaciones entre la comunidad musulmana y la comunidad conquistada, los cristianos pudieron mantener su religión, su condición personal, su hacienda, sus costumbres e incluso sus leyes y magistrados, lo que les otorgaba cierta autonomía en relación con la comunidad mahometana. Por supuesto, los pactos se basaban en la aceptación de la superioridad del Islam, como demuestra el conocido pacto de Tudmir o Teodomiro21, igual que se venían realizando en Oriente.

“In occiduis quoque partibus regnum Gothorum antiqua soliditate firmatum apud Spanias per ducem sui exercitus nomine Musae adgressus edomuit et regno abiecto uectigales fecit”. Gil, Juan, Corpvs Scriptorum Mvzarabicorvm, I, Madrid, Instituto Antonio de Nebrija, 1973, p. 13. 19 Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica” op. cit., p. 56. 20 La Gente del Libro eran considerados así protegidos o ḏimmíes, y debían pagar el impuesto personal o ŷizya y el basado en la propiedad o jarāŷ. 21 Al final del Reino godo, Teodomiro era un comes de la parte sureste peninsular, cuyos dominios no son conocidos con precisión pero que debían ser extensos formando un triángulo entre las ciudades de Lorca, Hellín y Alicante. Después de la conquista árabe, la región que recibe el nombre de Tudmir es enorme, incluyendo el sur de la provincia de Valencia, el sureste de la de Albacete, y las de Alicante y Murcia al completo. Para más información acerca de Teodomiro y el pacto que alcanzó con los árabes, véase Cruz Hernández, Miguel, El Islam de Al-Ándalus. Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional, 1992, p. 483; y Chalmeta Gendrón, Pedro, Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Ándalus, Jaén, Publicaciones de la Universidad de Jaén, 2003. 18


51 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...” 2. Crónica mozárabe del 754 La Crónica Mozárabe del 754 es, sin duda alguna, la fuente escrita de mayor utilidad que existe sobre la conquista islámica de la Península Ibérica, y debe ser el centro de cualquier estudio que se precie sobre este hito de la Historia. La riqueza y verosimilitud de los datos que aporta el autor son muy precisas y detalladas, un cronista al que solo separa una generación de los hechos. Contrasta con los datos ofrecidos por las fuentes árabes, más de medio siglo posteriores en el mejor de los casos. Sin embargo, es una tarea historiográfica necesaria la comparación de esta fuente con las arabo-islámicas posteriores. De hecho, para Roger Collins, solo se debe dar algún crédito a las obras históricas árabes sobre la conquista de al-Ándalus, puestas en relación con este relato mozárabe22. La Crónica Mozárabe aporta datos muy fiables en cuanto a cronología, lugares geográficos y nombres propios. A pesar del complejo sistema de datación que presenta (con la cronología de los califas, los emperadores bizantinos y la era hispánica), esta crónica ofrece un conjunto de fechas fiables para el reinado de Rodrigo y la posterior conquista de Mūsā Ibn Nuṣayr, aunque no por ello esté exenta de errores,. También ofrece información sobre nombres propios, como Ṭāriq, al-Walīd, ‘Abd al-‘Azīz, al-Ḥur, Teodomiro, Sinderedo, etc. Además, ofrece datos geográficos concretos e interesantes como una posible localización de la batalla en la que el rey visigodo cayó derrotado en manos musulmanas. La autoría de la crónica está llena de controversias y diferentes posturas, tres principalmente. La primera de ellas, con historiadores como Dozy23, Tailhan24 o Colbert25, considera al escritor cordobés, basándose en dos razones: el título de Patricia que se le da a la ciudad andaluza, y la importancia concedida a esta provincia. No parecen pruebas suficientes, ya que el hecho de que la ciudad sea denominada Patricia representa un cliché literario fijado ya en época romana, y la importancia que se le otorga a la provincia radica en el hecho de que la ciudad es el centro de la nueva autoridad musulmana, por lo que debe ocupar una posición central también en el relato. La segunda postura considera al autor toledano, y es algo más mayoritaria. La defienden estudiosos como Mommsen26,

Collins, Roger, La conquista árabe. 710-797, Barcelona, Crítica, 1991, p. 31 Dozy, Reinhart, Recherches sur l’histoire et la litterature de l’Espagne pendant le moyen age, 2 vol, París, Maisonneuve, 1881. 24 Tailhan, Jules, Anonyme de Corduve. Chronique rime des derniers rois de Tolède et de la conquête de l’Espagne par les árabes, París, Imprimerie National, 1885. 25 Colbert, Edward, The Martyrs of Córdoba (850-859): A Study of the Sources, Washington, Catholic University of America Press, 1962. 26 Mommsen, Theodor, Monumenta… op. cit. 22 23


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Madoz27, Sánchez-Albornoz28, Díaz y Díaz29, Gil30 y Collins31, esgrimiendo básicamente el argumento de la preocupación del cronista por todo lo concerniente a la Iglesia de Toledo. Pero esta explicación tampoco parece muy convincente, ya que ese interés resulta natural habiendo sido Toledo el centro político y eclesiástico del Reino visigodo. La tercera postura parece la más acertada, aunque realmente su argumentación es también más hipotética que segura. Investigadores como López Pereira localizan al autor en algún punto del sureste peninsular, entre Murcia y Guadix. Concluyen que la atención que le presta a Teodomiro, el Tudmir de las fuentes árabes, y a su heredero Atanagildo, y la mención de Fredoario, obispo de Guadix, solo pueden explicarse por el contacto directo del narrador con esa realidad32. Lo que parece claro es que se trata de un clérigo con vastos conocimientos de la doctrina eclesiástica, así como de la Historia de la Iglesia. La estructura de la obra distingue tres espacios, tres mundos diferenciados pero relacionados entre sí por razones militares y políticas: el Imperio bizantino, el mundo árabe y el Reino visigodo (y posteriormente hispano-árabe). Cada uno de los tres mundos se presenta de forma paralela e igualitaria hasta que se produce la conquista islámica de la Península Ibérica, momento en el que se constata una clara supremacía de los aspectos hispanos, y se pierde el carácter de historia universal que tenía. Contar los hechos de la invasión y su posterior desarrollo es el objetivo principal del autor. El cronista estaba bien al tanto de la historiografía que le había precedido. Así, hay referencias de la utilización de obras de pensadores como Isidoro o Julián de Toledo, y de otros pensadores de la literatura canónica para los temas relacionados con la Iglesia visigoda. Parece que pudo usar también la propia Crónica del 741 para los acontecimientos político-militares, o una fuente de uso común en ambas crónicas, ya que se observan diversas diferencias entre ambas, sobre todo en las noticias referidas al Imperio bizantino33. Para los acontecimientos políticos de Hispania parece clara la utilización de la Crónica y las Historias de Isidoro, así como sus Etimologías, las Sentencias de Madoz, José, “La literatura en época mozárabe”, en Díaz-Plaja, Guillermo (coord.), Historia general de las literaturas hispánicas, vol. 1, Barcelona, Editorial Barna, 1949. 28 Sánchez-Albornoz, Claudio, Investigaciones sobre historiografía hispana medieval (siglos VIII-XIII), Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1967. 29 Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, “La historiografía hispana desde la invasión hasta el año 1000”, en La storiografia altomedievale. Settimane di studio del Centro italiano di studi sull’alto Medioevo, 17 (1970), pp. 313-355. 30 Gil, Juan, Corpus Scriptorum Muzarabicorum, vol. 1, Madrid, Instituto Antonio de Nebrija, 1973, pp. 15-54. 31 Collins, Roger, La conquista… op. cit., p. 22. 32 Para más información sobre el debate de la autoría véase López Pereira, José Eduardo, Continuatio Isidoriana Hispana. Crónica Mozárabe de 754. Estudio, edición crítica y traducción, León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 2009, pp. 55-61. 33 A pesar de las diferencias, también se observan claros parafraseados, por ejemplo en la narración de la conquista islámica de Hispania. Como hemos visto anteriormente, dice la Crónica bizantina-árabe: “Y en las regiones de Occidente, por medio del general de su ejército de nombre Musa invadió y sometió el reino de los godos en Hispania, reino firme y poderoso desde antiguo ; y tras echar abajo este reino, hizo a los godos súbditos suyos”. A su vez, en la Crónica del 754 se puede leer: “También en Occidente sometió al reino godo asentado en España con una solidez ya tradicional […] que fue destruido gracias a Muza, general del ejército allí enviado, y hecho tributario.” 27


53 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...” Tajón y el Biclarense. No cabe duda también del posible manejo de fuentes locales, así como su propia experiencia contemporánea a los hechos inmediatamente posteriores a la conquista, lo que constituye un excelente filón. Para lo acaecido en el Imperio árabe, parece que utilizó alguna fuente de procedencia siria que habría llegado a la península tempranamente, debido a su opinión favorable de los califas omeyas34. Aunque el autor comienza su crónica en la era 649 (es decir, a principios del siglo VII, con el gobierno del emperador Heraclio), el análisis a realizar se centrará en un capítulo, el séptimo. Este apartado es el directamente relacionado con la invasión islámica de la Península Ibérica y sus años posteriores inmediatos. Hemos seleccionado varios fragmentos, los más importantes, en torno a los cuales girará el estudio. Desde el primer momento se observa el buen conocimiento que tiene el cronista de los invasores, ya que está al tanto de la datación cronológica islámica basada en la hégira, así como del orden y nombres de los califas que se van sucediendo en el trono de Damasco. Conoce además su religión, o al menos sabe que no son cristianos, sin poder aventurar el grado de erudición que este hispano podía tener de la doctrina islámica. Dice así del califa omeya al-Walīd, Ulit como lo llama el cronista: “Fue hombre de tan extraordinarios conocimientos militares, que aun faltándole la ayuda divina, destrozó los ejércitos de casi todas las provincias limítrofes, y sobre todo debilitó la Romania con devastaciones constantes”35. El desconocido autor, al igual que hacía el de la Crónica bizantino-árabe, recalca el hecho de que el gobernante musulmán no contaba con la ayuda de Dios, del Dios cristiano, dejando así claro que su religión era otra. Llama también la atención los elogios vertidos hacia el califa en este extracto, alabanzas que hacen pensar en el uso de fuentes sirias por parte del autor, de fuentes pro-omeyas. También es cierto que el uso de estas queda un tanto en entredicho cuando el autor evidencia, en uno de los pasajes del texto, su desconocimiento, al menos parcial, de la lengua árabe: “En tiempos de este, era antes indicada, Ulit Amir Almuminin, expresión real que en su lengua significa el que todo lo hace con éxito (…)”36. En realidad, esa expresión significa, en lengua árabe, Príncipe de los Creyentes, titulación de todo califa, por lo que o estaban traducidas esas fuentes sirias, o alguien ayudó en su lectura a nuestro cronista, o no las usó. Tras este breve acercamiento al califa bajo el cual se conquistó al-Ándalus, el autor pasa a introducir la invasión de la Península: “También en Occidente sometió el reino godo asentado en España con una solidez ya tradicional –lograda en casi 350 años, desde su origen y principio en la era 400–, y que desde Leovigildo se había ido extendiendo pacíficamente por toda España durante 140 años hasta llegar a la era 750 en que fue destruido gracias a Muza, general del ejército enviado allí, y hecho tributario”37. Para más información sobre las fuentes usadas por el autor, López Pereira dedica su capítulo III de López Pereira, José Eduardo, Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit. a un excelente y completísimo estudio sobre el tema. 35 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 223. Aquí estamos ante otro parafraseado claro de la Crónica del 741, como se puede ver en el apartado dedicado a esta fuente. 36 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 231. 37 Ibídem, p. 225. “In occiduis quoque partibus regnum Gothorum antiqua soliditate pene per trecentos 34


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Destaca la descripción que hace de la expansión visigoda por todo el territorio peninsular desde Leovigildo, expansión a la que tacha de pacífica. Se sabe que no fue del todo pacífica, ya que se sucedieron campañas contra los pueblos del norte o contra los bizantinos, por lo que esta expresión puede ser una pista de la procedencia ideológica y cultural del autor. Podemos estar ante un clérigo adscrito a la teología política ministerial38, ideología de poder en la que la guerra no tiene un papel protagonista, al contrario que las teorías derivadas de la teología eusebiana, como el caudillismo39. Encontramos este mismo tratamiento de la guerra en las obras de uno de los padres del sistema ministerial, san Isidoro, obras como la Historia de los Godos. En esta introducción a la conquista aparece ya el nombre de Muza, es decir, Mūsā Ibn Nuṣayr, y también se hace referencia al hecho de que los conquistadores impusieron tributos a los conquistados, como ya aparecía en la Crónica bizantina-arábiga. Y nuestro narrador realiza también una referencia al pacto de Teodomiro con ‘Abd al-‘Azīz40, que aun estando fuera de los capítulos concernientes a la conquista, merece ser destacada: “Por la misma época, en la era 782, murió el belicoso Teodomiro, quien en diversas zonas de España había ocasionado considerables matanzas de árabes y, después de pedir con insistencia la paz, había hecho con ellos el pacto de paz que debía”41. De Rodrigo, rey visigodo que ocupaba el trono en el momento de la conquista islámica, el autor apunta un par de datos interesantes: “(…) a ruegos del Senado42 ocupa Rodrigo el trono en virtud de una revuelta”43. Parece que nos está hablando del conflicto que se produjo en el Reino godo tras la muerte de Witiza, entre los descendientes del difunto rey y el monarca elegido por ese Senado del que habla la crónica, que sería ese cuerpo formado por la aristocracia laica y eclesiástica, y que en el IV y sobre todo en el VIII Concilio de Toledo se había erigido como elector del rey. Continúa así la crónica: “Reina un año, pues en el quinto del imperio de Justiniano, nonagésimo tercero de los árabes, sexto de Ulit y 750 de la era, tras reunir un gran ejército contra los árabes y los moros enviados por Muza, esto es, Taric Abuzara y otros, que estaban realizando incursiones a la provincia que hacía tiempo le estaba encomendada y devastaban quinquaginta annos, ab era quadringentesima ab exordio et principio sui firmatum, aput Spanias uero a Liuugildo pene per CXL annos pacifice usque in era DCCL, porrectum per ducem sui exercitus nonime Muze adgressum edomuit et regno ablato uectigale fecit”. Ibídem, pp. 222 y 224. 38 Reydellet, Marc, “La conception du soverain chez Isidore de Séville”, en Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, Isidoriana. Estudios sobre san Isidoro de Sevilla en el XIV centenario de su nacimiento, León, Centro de Estudios San Isidoro, 1961, pp. 457-466. 39 Para más información sobre sobre esta teología de poder véase la obra McCormick, Michael, Eternal Victory. Triumphal Rulership in Late Antiquity, Byzantium and the Early Medieval West, Cambridge, Cambridge University Press, 1986. 40 ‘Abd al-‘Azīz, hijo de Mūsā Ibn Nuṣayr, dirigió varias campañas en la dominación de la Península Ibérica y fue gobernador de facto, sin nombramiento califal, del año 714 al 716. 41 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 271. “Per idem tempus in era DCCLXXXII uite terminum dedit uir belliger nomine Theudimer, qui in Spanie partes non modicas Arabum intulerat neces et, diu exageratos, pacem cum eis federat habiendus”. Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 270. 42 Para Roger Collins, aquí el término senatus hace referencia a la aristocracia palatina. Collins, Roger, La conquista… op. cit., p. 32. 43 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 225. “(…) Rudericus tumultuose regnum ortante senatu inuadit”. Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 224.


55 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...” muchas ciudades, se fue a las montañas Transductinas para luchar contra ellos y cayó en esta batalla al fugarse todo el ejército godo que por rivalidad y dolosamente había ido con él sólo por la ambición del reino”44.

A pesar de equivocarse en un año (pospone la invasión al año 712), vemos que la cronología es bastante exacta. Realiza el cronista una interesante distinción entre árabes y moros, Arabas y Mauros en la versión latina, diferenciación que sin duda atañe a la variada composición del ejército musulmán invasor, principalmente formado por tropas bereberes en sus inicios. Una de las cosas más llamativa de este extracto es que no menciona al general del ejército que venció a Rodrigo, Ṭāriq Ibn Ziyād45, y sin embargo sí menciona a Ṭarīf Abū Zar’a, un personaje de discutible veracidad histórica que puede que realizase algunas breves incursiones de saqueo previas a la definitiva conquista, como cuenta nuestro mozárabe. De suma importancia es la referencia al lugar donde tuvo lugar la catastrófica batalla para los visigodos, ya que se inserta dentro del debate sobre la localización de este hito histórico. El texto habla de las montañas Transductinas, que como ya hizo Sánchez-Albornoz46, se suele identificar, de forma coherente, con la Julia Traducta, cerca de Gibraltar, probablemente Algeciras47. No vamos a entrar en la polémica sobre el lugar en el que se produjo la batalla, debate que oscila desde las teorías más tradicionales sobre Guadalete, hasta la teoría de Joaquín Vallvé48 (según la cual la batalla se habría producido en la actual Comunidad murciana), pero lo que parecería claro es que fue Rodrigo quien buscó al ejército musulmán para el combate. Este dato nos lleva a concluir que la batalla tuvo lugar cerca del campamento de los invasores, o bien en un lugar elegido por estos, por lo que contarían así con una clara ventaja frente al ejército visigodo. En este fragmento aparece también la idea de que en las filas del ejército godo se produjo una traición que hizo que las tropas se fugaran, precipitando así la derrota y la muerte del rey Rodrigo. Esta traición se habría producido, según cuenta el cronista, debido a las rivalidades internas que había en el Reino godo, enemistades basadas en la ambición por el trono. Nos lleva esto de nuevo a esos posibles enfrentamientos entre los seguidores de Rodrigo y los witizanos, con Agila a la cabeza, confrontaciones que se enmarcarían dentro de un contexto de decadencia del Reino visigodo de Toledo en el cual las distintas facciones lucharían por el poder. Nuevas tesis, como la expuesta por Ibídem, p. 225. “Regnat anno uno. Nam adgregata copia exercitus aduersus Arabas una cum Mauros a Muze missos, id est Taric Abuzara et ceteros, diu sibi prouinciam creditam incursantibus simulque et plerasque ciuitates deuastantibus, anno imperii Iustiniani quinto, Arabum nonagésimo tertio, Ulit sexto, in era DCCL Transductinis promonturiis sese cum eis confligendo recepit eoque prelio fugatum omnem Gothorum exercitum, qui cum eo emulanter fraudulenterque ob ambitionem regni aduenerant, cecidit”. Ibídem, p. 224. 45 Sin embargo, el autor sí deja claro que el ejército no estaba comandado por el propio Mūsā, ya que este es quien lo envía. 46 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 225. 47 Chalmeta Gendrón, Pedro, Invasión... op. cit., p. 135. 48 Vallvé, Joaquín, Nuevas ideas sobre la conquista árabe de España. Toponimia y onomástica, Madrid, Real Academia de la Historia, 1989. 44


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Javier Arce en su obra Esperando a los árabes49, buscan mitigar esta idea de decadencia visigoda. En relación a esos conflictos entre visigodos se puede hacer también referencia al siguiente fragmento: “Después de arrasarla hasta Toledo, la capital del reino, y azotar despiadadamente las regiones circundantes con una paz engañosa, condena a algunos nobles señores varones, que allí se habían quedado, al patíbulo, por haberse escapado de Toledo el hijo del rey Egica, Opas, y por esta causa los pasa a todos a espada”50.

Aparece aquí la figura del misterioso Opas, hijo de Égica para algunos y de Witiza para otros, pero siempre colaboracionista con los musulmanes. Vemos sin embargo, cómo en este pasaje, los nobles habrían sido ejecutados por haber ayudado a escapar a Opas de Toledo, algo que no concuerda con esa visión traidora de Opas, y que tampoco concuerda con la anterior traducción de López Pereira, del año 1980, en la que Opas aparecía ayudando a los musulmanes a ajusticiar a los nobles51. Como sabemos, después de la expedición victoriosa de Ṭāriq, desembarcó en la Península Ibérica Mūsā, que deseaba ver con sus propios ojos el resultado cosechado: “(…) mientras devastaban España los ya mencionados expedicionarios y ésta se sentía duramente agredida no sólo por la ira del enemigo extranjero, sino también por sus luchas intestinas, el propio Muza (…) atravesando el estrecho de Cádiz penetra en ella, injustamente destrozada desde tiempo atrás y la invade para arruinarla sin compasión alguna”52.

Además de la llegada de Mūsā, vemos también en este fragmento una alusión a los posibles conflictos internos del Reino godo ya comentados, así como otra ubicación geográfica sobre el lugar por el que podían pasar los contingentes musulmanes. Pero lo más importante de estas líneas es que ya se ve claramente la idea de la ruina de Hispania que los invasores han iniciado con sus actos, y el dolor del autor ante los hechos, al contrario que en la Crónica del 741. Se produce claramente una deploratio, un llanto por Hispania, algo que se ve muy bien en otro de los fragmentos: Arce, Javier, Esperando a los árabes. Los visigodos en Hispania (507-711), Madrid, Marcial Pons, 2011. Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 227. “(…) atque Toleto urbem regiam usque inrumpendo adiacentes regiones pace fraudifica male diuerberans nonnullos seniores nobiles uiros, qui utqumque remanserant, per Oppam filium Egiche regis a Toleto fugam arripientem gladio patibuli iugulat et per eius occasionem cunctos ense detruncat”. Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 226. 51 López Pereira, José Eduardo, Crónica mozárabe de 754. Edición crítica y traducción, Zaragoza, Anubar Ediciones, 1980, p. 71. 52 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 227. “(…) dum supra nominatos missos Spania uastaretur et nimium non solum hostili, uerum etiam intestine furore confligeretur, Muze et ipse, ut miserrimam adiens per Gaditanum fretum (…) iam olim male direptam et omnino impie adgressam perditans penetrat (…)”. Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 226. 49 50


57 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...” “¿Quién podrá, pues, narrar tan grandes peligros? ¿Quién podrá enumerar desastres tanto naufragio sin puerto? Pues aunque todos sus miembros se convirtiesen en lengua, no podría de ninguna manera la naturaleza humana referir la ruina de España ni tantos ni tan grandes males como ésta soportó”53.

Además, en los pasajes que tratan sobre el avance de los musulmanes y la devastación que van produciendo sobre el territorio, según el autor, vemos cómo nuestro cronista no sentía ningún aprecio por los conquistadores, a los que consideraba bárbaros: “Con el fuego deja asoladas hermosas ciudades, reduciéndolas a cenizas; manda crucificar a los señores y nobles y descuartiza a puñaladas a los jóvenes y lactantes (…) Así, sobre esta España desdichada, en Córdoba (…) establecen un reino bárbaro”54. Pero a pesar de este poco aprecio, en ningún momento el anónimo narrador, como vemos, menciona un conflicto de origen religioso. No hay aquí ninguna quema ni saqueo de iglesias, ninguna imposición religiosa. Si los conquistadores hubiesen sido cristianos, la descripción que haría el cronista probablemente sería la misma. Sin embargo sabemos, como ya se ha comentado, que el autor conocía la religión de los invasores, por lo que solo cabe una explicación: no se produjo ninguna persecución religiosa a lo largo de la conquista. Los musulmanes, como sabemos, no impusieron su doctrina. No se habla de enemigos de Dios porque los mahometanos no se comportaron como tal. La percepción que tuvieron los cronistas de una generación posterior a la invasión no estaba todavía impregnada de una clara ideología religiosa. Únicamente existe un rechazo a la ocupación política y militar. El último fragmento que interesa en lo relativo a la conquista es uno en el cual parece que se hace referencia a otro de los personajes legendarios de la invasión islámica, don Julián: “Muza, admitiendo el consejo de Urbano, hombre de muy noble estirpe, de una región africana, educado en la doctrina católica, que había ido con él por las provincias españolas, acepta gustosamente pagar la multa impuesta, sin importarle nada, pues dada su gran riqueza, incluso le parecía pequeña”55.

Muchos autores, entre ellos Sánchez-Albornoz56, han identificado a este Urbano con don Julián, documentando así la existencia de este personaje, que no sabemos si es Ibídem, p. 229. “Quis enim narrare queat tanta pericula? Quis dinumerare tam importuna naufragia? Nam si omnia menbra uerterentur in linguam, omnino nequaquam Spanie ruinas uel eius toth tantaque mala dicere poterit humana natura”. Ibídem, p. 228. 54 Ibídem, p. 229. “(…) ciuitates decoras igne concremando precipitat, seniores et potentes seculi cruci adiudicat, iubenes atque lactantes pugionibus trucidat (…) Adque in eandem infelicem Spania Cordoba in sede dudum Patricia (…) regnum efferum conlocant”. Ibídem, p. 228. 55 Ibídem, p. 233. “Quo dille, consilio nobilissimi uiri Urbani Africane regiones sub dogma catholice fidei exorti, qui cum eo cunctas Spanie aduentauerat patrias, accepto, complendum pro nichilo exoptat atque pro multa opulentia parum impositum honus existimat”. Ibídem, p. 232. 56 Sánchez-Albornoz, Claudio, Orígenes de la nación española. Estudios críticos sobre la Historia del reino de Asturias, t. I, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1972. 53


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o no histórico57. Lo que parece claro es que en una crónica cuarenta años posterior a la conquista, aparece la figura de un noble católico de una región africana, que acompañó a Mūsā en sus campañas por la Península Ibérica, y que tenía tales riquezas que pudo pagar la multa impuesta por el califa al-Walīd al gobernador de Ifrīqiya. La conclusión que se puede extraer de esta crónica es, como ya se ha adelantado, que representa la mejor fuente para el estudio de la conquista y los años posteriores, es decir, los de los emires dependientes de Damasco. Atendiendo a lo que narra nuestro autor, los invasores no habrían utilizado la religión como estandarte en su conquista, la firma de pactos entre invasores e invadidos habría sido frecuente, la situación del Reino visigodo era de profunda inestabilidad, Mūsā Ibn Nuṣayr llegaría después de la derrota de Rodrigo, el ejército musulmán estaría formado por árabes y bereberes, y el puente entre norte de África y la Península Ibérica habría sido la zona gaditana. También hay que destacar esa idea de ruina de Hispania que no aparecía en la Crónica bizantinaarábiga, lo que pone de relieve la fractura que se estaba produciendo dentro de la propia mozarabía, con cristianos que colaboraban con las autoridades islámicas, y otros más reticentes. Una desunión que se pondría de total manifiesto a mediados del siglo IX con el movimiento de los mártires voluntarios58.

Para Roger Collins, sin embargo, el argumento de la confusión paleográfica que se suele esgrimir para identificar a este Urbano con Julián, es absurdo: “Se ha sostenido que la diferencia de nombre podría explicarse por confusión paleográfica, aunque se necesitaría un escriba considerablemente borracho para haber cometido semejante error”. Collins, Roger, La conquista… op. cit., p. 39. 58 Para más información sobre este movimiento véase Wolf, Kenneth Baxter, Christian martyrs in muslim Spain, Cambridge, Cambridge University Press, 1988. 57


Aportación a la divulgación zoológica valenciana del siglo XVII. El Tratado de los animales terrestres y volátiles de Jerónimo Cortés (1613) FRANCISCO JAVIER PERIS FELIPO Laboratorio de Entomología y Control de plagas, Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, Universitat de València Fecha de recepción: 19 de octubre de 2011 Fecha de aceptación: 15 de abril de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: Este artículo profundiza en el contenido de la obra de divulgación zoológica de Jerónimo Cortés, un escritor de carácter enciclopédico del que resulta especialmente loable su intento de sistematizar unos saberes, ordenarlos y hacerlos accesibles a un público no especializado, que aúna el interés de incidir tempranamente en un campo escasamente desarrollado en el momento de su publicación y de constituir una destacada contribución valenciana a la historia de la ilustración biológica del siglo XVII. Palabras clave: Jerónimo Cortés, divulgación zoológica, Valencia, siglo XVII. Abstract: The zoological popularization work of Jerónimo Cortés has been explored in this dissertation. His work is encyclopaedic and deserves particular praise for his attempt to systematize and make knowledge accessible to a non-specialist audience. This work combines early interest in a poorly developed field at the time of its publication with an outstanding Valencian contribution to the biological illustration history in the 17th century. Keywords: Jerónimo Cortés, zoological popularization, Valencia, 17th century.

Afirmaba el profesor López Piñero que la Historia Natural constituye uno de los aspectos más destacados de la actividad científica española de los siglos XVI-XVII. Abordada desde diversas perspectivas1, entre ellas resultan todavía poco frecuentes los 1

López Piñero, José María, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII, Barcelona,


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estudios zoológicos. Como más notables sitúa este investigador los de Francisco Vélez de Arciniega, autor de Libro de los Quadrúpedos y serpientes terrestres, recebidos en el uso de la medecina (1597), que amplió en Historia de los animales más recebidos en el uso de la medecina (1613). Por otra parte, si bien los tratados de zoología con independencia de sus aplicaciones médicas corresponden a periodos posteriores, ya en 1605 Jerónimo Cortés imprimió su Libro y Tratado de los Animales terrestres y volátiles, un texto de divulgación científica, del que cabe destacar su interés por incidir en la zoología y su indudable valor como contribución valenciana a la historia de la ilustración biológica de los primeros años del siglo XVII2.

1. El autor y su legado intelectual La primera noticia que disponemos sobre Jerónimo Cortés nos la proporciona su coetáneo P. A. Morla, quien lo presenta como “insigne investigador de los prodigios de la naturaleza en la facultad de las matemáticas”3, información que recogería N. Antonio4, y constituiría la base de anotaciones posteriores. Así, J. Rodríguez5 y V. Ximeno6 se refieren a él como natural de Valencia, astrólogo, matemático, astrónomo e “investigador de la Naturaleza”. V. Salavert añade su propia autodenominación como maestro de cálculo al definir su profesión, en su Compendio de reglas breves para las monedas de Valencia y otros Reynos7. Por nuestra parte, apenas podemos añadir que al parecer, durante un tiempo, Cortés residió en Gandía8, que casó con Ángela Rull de Cortés, con la que tuvo cinco hijos, y que falleció en 1611. En todo caso, es el legado intelectual de Cortés lo que nos interesa destacar. Al respecto, fue autor de una prolífica obra, en la que se pueden distinguir cuatro grandes orientaciones. Destaca particularmente su producción aritmética conformada por obras relacionadas con la actividad contable –Tratado del computo por la mano, muy breve y necesario para los Ecclesiásticos (1591) y Compendio de reglas breves para las monedas de Valencia y otros Reynos (1594)– que culminó con la edición de Arithmética Práctica Editorial labor, 1979, pp. 279-308. 2 López Piñero, José. María y Felipe Jeréz, La imagen científica de la vida. La contribución valenciana a la Ilustración Médica y Biológica (siglos XVI-XIX), Valencia, Organismo Público Valenciano de Investigación, 1999. 3 Morla, Pedro Antonio, Emporium vtrisque Iuris quaestionum in usu forensi admodum frequentium, Valentiae, per Aluarum Franco, & Didacum de la Torre... in domo Auctoris, & eiusdem expensis, 1599, f. 68.. 4 Antonio, Nicolás, Biblioteca Hispana Nova, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999. 5 Rodríguez, José, Biblioteca Valentina, Valencia, Librerías París-Valencia, 1980. 6 Ximeno, Vicente, Escritores del Reyno de Valencia, Valencia, 1747, vol. 1. 7 Salavert, Lluís Vicent, Introducció a un estudi de les matemàtiques al País Valencià en el segle XV. L’aritmetica pràctica de Geronymo Cortés (Valencia 1604), Tesis de Licenciatura, Universitat de València, 1979, p. 162. 8 Cortés, Gerónimo, Libro y tratado de los animales terrestres y volátiles, con la historia, y propiedades dellos .... Valencia, Impresso en casa de Juan Chrysóstomo Garriz, 1613, f. 239.


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en 1604, analizada por Lluís Vicent Salavert9. La segunda, se incluye en la corriente de pronósticos astrales y la integran Lunario y pronóstico perpetuo, general y particular, (Valencia, 1594, 1596, 1598) y Lunario Nuevo, perpetuo y general y pronóstico de los tiempos (Madrid, 1598), un pequeño libro que se inscribe en el género de los Almanaques del que Salavert contabiliza ochenta y siete ediciones, la última de ellas en Méjico en 1972, además de multitud de traducciones, pese a las prohibiciones inquisitoriales sobre la Astrología Judiciaria. Precisamente por ello, en él Cortés tuvo particular cuidado de descartarla afirmando, de acuerdo con la doctrina católica del libro albedrío, “que las estrellas pueden inclinar a los hombres, pero no forzarles”10. En grupo aparte se sitúa el libro de Phisonomía Natural y varios efectos de naturaleza (Valencia, 1598), resumen de los conocimientos de las ciencias naturales de la época, que llegó a tener sesenta y siete ediciones en varios idiomas, la última de ellas en Madrid en 190611. Por último, dentro del movimiento de renovación de las ciencias naturales y más exactamente de la zoología12, en 1605 publicó el Libro y Tratado de los Animales terrestres, y volátiles, con las propiedades, y virtudes que nos enseñan, que sería reeditado en 1613, 1615 y 1672. En un intento de valoración de estas aportaciones, Picatoste y Rodríguez califica a Cortés más como colector que como inventor de sus obras13, si bien señala que se encuentran en ellas aplicaciones útiles que le han valido ser interpretado en otras lenguas y aún ser copiado modernamente, en particular por lo que se refiere a sus pronósticos. Por su parte, López Piñero, Navarro Brotons y Portela Marco lo consideran como uno de los autores representativos de la “subcultura científica extraacadémica”14 por cuanto sus libros corresponden a la literatura científica de consumo propio de la época, destinada a los estratos medios de las ciudades. A ello añade López Piñero que su obra adquirió gran difusión en España, Francia e Italia, debiendo su popularidad principalmente a Lunario Perpetuo y el Libro de Phisonomía natural y varios efectos de naturaleza; dos libros de divulgación, en la línea de los textos renacentistas de varia lección, aunque con claros elementos procedentes de las enciclopedias bajomedievales. Para este autor, también su obra sobre animales, con especial insistencia en lo extraordinario y curioso, se ajusta a los moldes predominantes en la época.

Salavert, Lluís Vicent, Introducció… op. cit., p. 209. López Piñero, José María, Ciencia y técnica… op. cit., pp. 194-195. 11 Salavert, Lluís Vicent, Introducció… op. cit., p. 165. 12 Tatón, Rene, Historia General de las Ciencias. La ciencia moderna: (de 1450 a 1800), Barcelona, Destino, 1972, vol. II, pp. 184-191. 13 Picatoste y Rodríguez, Felipe, Apuntes para una biblioteca científica española del siglo XVI (Estudios biográficos y bibliográficos en ciencias exactas, y naturales y sus inmediatas aplicaciones en dicho siglo), Madrid, Imprenta y fundición de M. Tello, 1891, pp. 57-58. 14 López Piñero, José María et al., Materiales para la historia de las Ciencias en España, siglos XVI-XVII, Valencia, Pre-Textos, 1976. 9

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2. El tratado de los animales 2.1 El contexto histórico Durante el Renacimiento las obras zoológicas tienden a conectar directamente con los autores de la Antigüedad clásica, cuyas doctrinas, favorecidas por el desarrollo de la imprenta, alcanzarían una difusión hasta entonces desconocida. Paralelamente, comenzaron a surgir las primeras críticas a las autoridades clásicas, al tiempo que los viajes de exploración expandían los límites de la disciplina. Sin embargo, la reacción ante la llegada de estos “nuevos mundos” no fue modificar los modelos vigentes sino dar cabida en ellos a los recientes fenómenos mediante la aplicación al estudio de los nuevos animales de los modelos de la Antigüedad15. Desde esta perspectiva, quizás fuera Plinio quien conectara de modo excepcional con los intereses humanistas, y su Historia Natural encontró un espacio intelectual apropiado por su atención a los rasgos morales, la intención ejemplarizante, la confluencia de costumbres, creencias populares y perfiles exóticos, o la exhibición de relaciones analógicas de simpatía y antipatía. Por ello su obra se reveló como un modelo eficaz para comunicar la atracción por lo extraordinario16. Simultáneamente, se desplazó lo invisible y se confirió prioridad a lo que los ojos llegaban a ver. Por ello, la representación adquirió gran relevancia y las palabras tendieron a ajustarse a la naturaleza. Ello propició que, frente a las toscas figuras de los textos medievales, se impusiera un retorno a la naturaleza, que dependió lógicamente de la posibilidad de observar cada especie biológica. Partiendo de estos supuestos, la renovación zoológica renacentista se basó en los estudios de las especies exóticas, sobre todo americanas, pero también contribuyeron a ella algunas monografías y enciclopedias zoológicas. Las obras de grandes naturalistas como Gessner o Aldovrandi constituyen ejemplos destacados en este sentido17. En cambio, no se publicaron en España estudios zoológicos similares durante este periodo18. López Piñero apenas menciona la obra de Francisco Vélez y el Tratado de Jerónimo Cortés, objeto de nuestro estudio19. Se trata de una reunión de materiales dirigida a un público poco exigente, de pretensiones divulgativas, que se inscribe en la línea de la Historia Natural fuertemente moralizada y alegorizada, inspirada en Plinio esencialmente, que ofrece el interés de ser una de las pocas escritas en España en este periodo. Dear, Peter, La revolución de las ciencias. El conocimiento europeo y sus expectativas, (1500-1700), Madrid, Marcial Pons, 2007, pp. 192-197. 16 Pimentel, Juan, El Rinoceronte y el Megaterio. Un ensayo de morfología histórica, Madrid, Abada, 2010, pp. 59-63. 17 López Piñero, José María, Los animales en la ciencia y la vida humana. Ilustraciones zoológicas de un milenio (siglos XI-XX), Valencia, Fundación Bancaja, 2001, pp.24-34. 18 Ver Navarro Brotons, Víctor y William Eamon (eds.), Más allá de la Leyenda Negra. España y la revolución científica, Valencia, Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación López Piñero, 2007, p. 49. 19 López Piñero, José María, Ciencia y técnica… op. cit., p. 302. 15


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2.2 Las licencias de impresión El libro fue impreso por primera vez en Valencia por Crisóstomo Gárriz en 1605, según figura al final de la Tabla de los capítulos y cosas notables de la edición de 161320. No obstante, la licencia de publicación debió quedar limitada a los reinos de la Corona de Aragón. De hecho, el 30 de mayo de 1611, fallecido ya Jerónimo Cortés, a petición de su viuda, Ángela Rull de Cortés, Felipe III expidió un documento, que afectaba a Portugal, por el que hacía saber que: “(…) en hey por ben e me praz de dar licença a Ángela Rul de Cortés, viuda de Hyerónimo Cortés da cidade de Valença para que por sy on pella persona que para isso tiner seu poder possa imprimir, por tiempo de dez annos, que se começaron a contar da data deste mediante, nos meus Reynos e senhorios da coroa de Portugal, o livro que o dito seu marido compos antitulado: das propiedades dos animaes terrestre e volátiles, e que durante o dito tempo de dez annos nenhua outra pessoa de qualquier estado ou condiçaon que seya possa por si, nem pro intreposta perssoa imprimir nem mandar imprimir o dito livro, nem mandalo trazer impreso de fora du dito Reyno (…)”21.

Poco después, el 8 de enero de 1612, la viuda de Cortés, exponiendo que estaban próximas a expirar las licencias concedidas a su marido para la impresión de todas sus obras en la Corona de Aragón, incluido el Tratado de los animales, y aduciendo la necesidad de sustentar a sus cinco hijos, solicitó y obtuvo de Felipe III –mediante documento fechado el 22 de septiembre de 1612– prórroga de las licencias por diez años, además del permiso de impresión en Castilla y de poder vender el libro durante un término de cuatro años. En estas condiciones, el 14 de noviembre de 1612 Antonio de Olmedo, escribano de cámara del rey, a petición de Ángela Rull y de Cortés, dio fe de haber visto el libro de Cortés que, impreso con licencia y privilegio, constaba de treinta pliegos, que a razón de tres maravedís, se tasó en noventa maravedís, como precio al que se debía vender. Por su parte, don Francisco López de Mendoza, por comisión y licencia del doctor Genís de Casanova, oficial y vicario general del arzobispado de Valencia, expidió la preceptiva autorización. Y el 20 de diciembre de 1612, Bartolomé Cortés, hijo de Jerónimo, dedicó la obra al doctor Domingo Ximeno de Llobera, visitador general del arzobispado de Valencia por el prelado Isidoro Aliaga. Finalmente, la segunda edición, con privilegio de impresión en Castilla, Aragón y Portugal, fue publicada en Valencia por Crisóstomo Gárriz en 1613. Todavía la obra sería objeto de dos ediciones más en Valencia, la de 1615, también impresa por Crisóstomo Gárriz y la última en 1672 por Benito Macé, a cargo de Francisco Duart. Para nuestro estudio utilizamos la impresión de 1613 que se conserva en la Biblioteca Valenciana. No obstante, este ejemplar carece de algunos folios, que hemos completado con la edición de 1672 que se conserva en la Biblioteca Serrano Morales de Valencia22. No hemos podido localizar ningún ejemplar de la primera edición. Cortés, Gerónimo, Libro y tratado… op. cit., s.f. 22 Biblioteca Valenciana, XVII/777; Biblioteca de Serrano Morales, SM 10/327. 20 21


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2.3 El contenido La obra consta de un total de 469 folios distribuidos en dos partes. La primera, dedicada a los animales terrestres –denominación que en la época abarcaba desde los leones a las hormigas– está conformada por veintiocho capítulos que ocupan 346 folios. La segunda, distribuida en treinta capítulos que se ocupan de los que denomina animales volátiles –expresión que incluía desde las águilas a las abejas–, es mucho más reducida. La mayoría de las especies que trata son europeas, tanto domésticas como silvestres, si bien incorpora algunas exóticas y también tres fantásticas habitualmente incluidas en los tratados zoológicos renacentistas, caso del dragón, el unicornio y el Ave Fénix. En cada capítulo, el autor aporta la descripción y comportamiento del animal, sus propiedades naturales, sus provechos para el ser humano, sus aplicaciones medicinales y su historia. Además, ilustra la obra con treinta y seis grabados xilográficos de calidad muy diversa, ya que junto a varios excelentes hay otros esquemáticos y algunos de gran tosquedad23. En este aspecto, Cortés confiere a su obra un valor eminentemente didáctico, al completar el texto con la imagen visual que permite reforzar su contenido. Participa así –no obstante su carácter divulgativo– de una orientación, la del impreso ilustrado con grabados de animales, que adquiere cada vez mayor impronta en la literatura zoológica. Por lo demás, las fuentes en las que se inspira son la observación (sobre todo en el caso de las especies domésticas y silvestres más conocidas) las comunicaciones personales y una amplia serie de textos que comprende la Biblia y las obras de los Padres de la Iglesia, autores clásicos como Aristóteles, Columela, Plinio, Solino, Eliano y Dioscórides, y algunos medievales y renacentistas, si bien, expresión evidente de su intención esencialmente divulgadora, es la ausencia –salvo en raras excepciones– de referencias de las obras de las autoridades que cita, habitual en los escritos de mayores pretensiones eruditas. Sobre este propósito del tratado nos habla el propio autor cuando, al referir la controversia existente respecto a la identificación del unicornio con el rinoceronte remite a los autores implicados en ella, asegurando que “mi intento en esta obrezilla no es tratar quistiones, sino tan solamente hablar desta materia desnuda y senzillamente lo que a la naturaleza, propiedades, historia y las virtudes que a cada animal pertenecen”24. En todo caso, una de las principales aportaciones del libro es la divulgación del conocimiento sobre el comportamiento animal, a partir de un amplio número de tratadistas, tanto clásicos como modernos. No obstante, estos saberes son completados con conocimientos propios en los casos de aquellos especímenes que personalmente ha podido observar: hormigas, bueyes, gatos, perros…, además de algunas incursiones en el ámbito específico valenciano, caso, entre otros muchos, de la denominación de cabots que en Valencia se aplica a los renacuajos, expresión fehaciente de la intención eminentemente didáctica de la obra. La edición que manejamos incluye las ilustraciones del león, asno, camello, lobo, cordero y carnero, cabra, perro, zorra, cochino, ciervo, gato, buey, hormigas, dragón, elefante, tigre, castor, unicornio, ratón, rana, mono, lince, liebre, conejo, salamandra, entre los que incluye en la primera parte. De la segunda, incorpora grabados del águila, paloma, aves diversas, grulla, golondrina, pavón, avestruz, ave fénix y abejas. 24 López Piñero, José María y Felipe Jeréz, La imagen científica… op. cit., p. 263. 23


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2. 3. 1 Descripción y comportamiento 2. 3. 1. 1 Los animales terrestres Ante la polémica planteada entre los autores respecto a la consideración de principal entre los animales, que enfrentaba al elefante con el león, Cortés se decanta por la superioridad del último, con el que abre la obra. De él refiere sus cualidades naturales, descripción física, características morfológicas y biológicas, así como sus destrezas y comportamiento animal, dentro de la línea de lo que hoy constituiría la etología, en una exposición en la que no faltan incursiones cosmológicas y cosmográficas. Se ocupa a continuación de la naturaleza y complexión del asno, que ofrece seguida de una extensa loa compuesta por 198 versos, que culminan con una pregunta curiosa formulada en dos versos, a la que otros cuatro dan respuesta, conformando un conjunto en el que tienen cabida sus atributos y usos, para ocuparse posteriormente de sus provechos en la agricultura y en el transporte. Le siguen el camello, sobre el que insiste en su carácter libidinoso; el lobo, cuyo comportamiento extrae de Pitágoras, Porta y San Ambrosio; el cordero, el carnero y la oveja, que aúna bajo la denominación de ovejunos, y cuyas características físicas considera generalmente conocidas (motivo por el que incide especialmente en los provechos que reportan al hombre su carne –de la que considera mejor la de carnero– lana, cuero, pieles, leche, intestinos, sebo o pellejos, extendiéndose ampliamente en sus aplicaciones); la cabra y macho cabrío, de los que apenas aporta unas breves nociones. Mucho más se extiende en la consideración del perro, del que refiere sus hábitos, denominación y cualidades de los diferentes tipos y particular aplicación; las señales para reconocer el buen perro, siguiendo a Plinio; y también las señales para determinar si tiene rabia –punto sobre el que manifiesta su oposición a algunas afirmaciones de Aristóteles–; los remedios naturales para evitar la rabia –siguiendo a Columela– y para luchar contra las pulgas, gusanos y sarna. Apartado especial dedica al vómito del perro, inducido por la ingesta de hierbas, remedio curativo reconocido por Plinio, Avicena e Hipócrates como aplicable a los humanos, incluyendo la receta mediante la cual provocarlo y la fórmula para confeccionar los denominados polvos de la gera –que formaban parte de ella– que asegura haber tomado de un afamado médico. Los capítulos siguientes se ocupan de la zorra, de la que Jerónimo de Cortés destaca la astucia, el engaño y la traición; del cochino denominación bajo la cual también engloba al jabalí, considerado como cochino montés; y del ciervo, cuyas características toma de Aristóteles. Mayor atención le merece el gato, del que distingue tres tipos, que afirma que se pueden encontrar en el momento en que escribe en España: el doméstico, al que denomina cerval –que califica de indómito y del que realiza una descripción comparativa con el anterior– y el de Algalia, sobre el que se extiende en su uso para la obtención del preciado y caro licor de su mismo nombre y los importantes ingresos que de él se pueden


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obtener por su aplicación en el cuero y tejidos. Mucho más interesantes resultan las páginas que Cortés dedica al buey. A su descripción, comportamiento animal y provecho como animal de tiro y alimento humano, el autor añade la exposición de lo que califica de caso raro de la naturaleza, que recoge el procedimiento de obtener abejas a partir del buey muerto, siguiendo a Crecentino, Aben Cenif y Palladio. Pero, además, añade la observación personal de la aparición de insectos en otros animales muertos, caso de escarabajos que por tiempo vienen a tener alas en el asno; moscardones en los caballos, moscas en las frutas y mosquitos en los álamos, como medio de afrontar la incredulidad de los lectores: “todo esto he dicho al propósito de que no nos maravillemos ni pongamos en duda que del buey muerto se engendran las abejas, especialmente diciéndolo tan abonados autores, que por decirlo ellos se les debe dar mucho crédito; y si no, manos a la experiencia, que es madre de desengaños, pues es fácil de probar y no muy costosa la prueva” 25.

Supone ello, por tanto, una llamada temprana a la observación como medio de conocimiento. También el capítulo dedicado a las hormigas participa de la indagación, tanto personal como verbalmente transmitida por coetáneos, lo que le permite a Cortés extenderse mucho más que en otros animales en su conducta. Añade a ello la minuciosa descripción de la morada en la que habitan, su cuidosa construcción y ordenada distribución interna. Pero su admiración por estos diminutos insectos no le impide incidir también en su faceta de demoledor de las cosechas, lo que le induce a anotar también algunos remedios contra las tristes hormigas, entre los que –tomados de Plinio y Aristóteles– predominan el azufre, los polvos de orégano, la cal viva, el girasol y el aceite de enebro. El capítulo dedicado al dragón, partiendo de los escritos de Aristóteles, Plinio, San Agustín, San Isidoro y Alberto, que remiten sus noticias a Etiopia y a la India Oriental, resulta especialmente fantasioso en lo que se refiere a la piedra de vidrio veneciano llamada draconites, de la que dice disponer en la cabeza y a la que atribuye virtudes no menos imaginarias. También el elefante suscita un especial interés en Cortés, que dedica un amplio espacio a su descripción y conducta, en particular al apareamiento y al modo de huir de los cazadores que persiguen sus colmillos de marfil. Suceden a estos los apartados que dedica al caballo, en el que diserta sobre sus atributos naturales: el brío y la fortaleza; al tigre o pantera, entre los que no establece distinción, si bien sí hace notar la diferencia entre la pantera y la especie que algunos autores denominan pardal, que difieren en condición y hermosura; al castor, cuya información extrae de Fisiólogo; y al unicornio en el que se ocupa del cuerno y los procedimientos de caza, tan insólitos que él mismo, además de 25

Cortés, Gerónimo, Libro y tratado… op. cit., ff. 171-172.


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aludir a la polémica sobre la asimilación al rinoceronte, reconoce que “muy difficultoso negocio de creer ha parecido a muchos la invención y modo de caçar los unicornios que trae San Isidoro”26. Mayor interés adquieren los capítulos que, dedicados a especies personalmente observadas, permiten a Jerónimo de Cortés hacer consideraciones propias. Así, aunque en la descripción de ratón –siguiendo a Plinio, Eliano, Aristóteles y Plutarco– incide con particular énfasis en su rápida multiplicación, añade un apartado que, bajo el título de Remedios contra los ratones, anota algunos apuntes tomados seguramente de las prácticas habituales de su tiempo. De las ranas, a la descripción y conducta de la mano de San Isidoro, Plinio, Aristóteles, añade su propia estimación de ser animales molestos “porque siempre están garrulando y cantando a tiempos sin cansar y son tan pesados con sus molestos cantos que muchos han dejado de vivir y habitar en pueblos, casas, masadas y alquerías que suelen estar juntas y cerca de lagunas o estanques de aguas donde ellas habitan”27.

Del mono o ximio afirma que “se puede contar entre los monstruos, porque en muchas partes exteriores de su cuerpo es semejante al hombre, aunque algo feo y monstruoso”28. En su relación de la liebre, subraya su hermafroditismo, afirmación respecto a la cual aporta el testimonio de autores coetáneos que así se lo habían comunicado: “Desta verdad ay oy en día muchos testigos caçadores que lo han visto y experimentado; y esto me lo afirmó un cavallero desta ciudad de Valencia, grande hombre desta caça y de otra más noble y aventajada, que se llama don Luys Sanz, el qual tiene hecho de su mano un libro de caça muy curioso y doctamente escrito en donde dize grandes cosas deste tímido animal, y entre ellas cuenta lo que vamos narrando como testigo de vista”29.

Pero, obviamente, Cortés se ve obligado a distanciarse y recurrir a los autores habitualmente utilizados cuando se refiere a especies que probablemente no ha visto. Es el caso del lince, sobre el que, a la descripción y comportamiento animal, añade el método de caza, e insiste en la obtención de la piedra denominada lincurio a partir de su orina, siguiendo a Plinio, Dioscórides, Isidoro y Cristóbal de Eucelio, asunto sobre el que recoge también la contradicción –con la que asegura no estar de acuerdo por no haber demostrado lo contrario– que la opinión de estos autores ha generado. Respecto al cocodrilo, las características (extraídas de los escritos de Plinio, San Isidoro, Aristóteles, Plinio y Solino) se completan con la conducta de los que habitan las riberas del Nilo. Las anotaciones sobre el camaleón parten de las obras de Isidoro, Aristóteles, Avicena, Plinio Ibídem, f. 265. Ibídem, f. 286. 28 Ibídem, ff. 298-299. 29 Ibídem, f. 314. 26 27


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y Solino, confiriendo especial énfasis en su capacidad de adquirir diversos colores. Más crítico se muestra con la creencia de que la salamandra no muere cuando se la introduce en el fuego. Recoge al respecto opiniones extraídas del libro De Natura Rerum y de Plinio; y añade: “Bien sé que los modernos son de contrario parecer, y Diascórides con ellos, y no pueden llevarlo con paciencia ni persuadirse que dicho animal viva y esté en el fuego sin quemarse. Yo digo que no tienen razón pues otros autores tan graves como Diascórides tienen lo contrario, como son Aristóteles, Plinio y Eliano en sus historias de animales, y aún lo confirma san Isidoro como se refiere en el libro De Naturis rerum…”30.

Es más, abunda en esta idea afirmando que existen ejemplos tan increíbles como éste, “de los quales hallaran algunos en nuestro libro de Fisonomía natural y varios secretos de naturaleza. Y aunque en dicho libro me maravillo desta maravilla y la niego, pero considerando bien las obras de naturaleza quán grandes y prodigiosas sean, vengo a concederlo que puede ser lo que hombres tan doctos y graves escribieron y con tanta eficacia confirmaron. Y finalmente digo que sapientis est mutare concilium in melius”31.

2. 3. 1. 2 Los animales volátiles Esta segunda parte de la obra resulta no solo más reducida en número de folios sino también más parca en la descripción y comportamiento de los animales que incluye en ella. El autor comienza con el águila, siguiendo a Plinio, para ocuparse después de la paloma, basándose en Aristóteles. De ella, se extiende en la descripción de los quince tipos que afirma que existen, pormenorizando las características y colores de su plumaje. Se ocupa también del alción, del que apenas anota la puesta de huevos; las ánades, de las que presenta una breve relación de su morfología y reproducción y escasas virtudes curativas, tomadas de Avicena; de las ocas y ánsares, con unas sucintas notas sobre sus habituales graznidos que califica de molestos; de la berneca o barliata de la que incide en su nacimiento en los árboles cercanos a las riberas del mar y en su alimento a base de hojas y frutos; y de los carbates, que se engendran a partir de la fruta podrida en lugares cercanos al mar, y no serían aves sino insectos, dado que los compara con los mosquitos. Le sucede un capítulo que titula Aves que se suelen enjaular para recreo del oído y vista del hombre sobre el que apenas aporta una escueta descripción y entre cuya relación de aves incluye a caderneras, canarios, ruiseñores, paxareles, lueres, gafarrones y verderoles, además de papagayos, tordos y picaças de los que añade su capacidad de hablar. 30 31

Ibídem, f. 343. Ibídem, f. 344.


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Bajo la denominación de Aves de rapiña abre un nuevo capítulo en el que Cortés incluye el azor, los lugares donde se cría y el modo de cazarlo; el halcón, del que distingue cuatro tipos y destaca su habilidad para cazar; el neblis, que usan los señores para la caza de perdices, lechuzas, garzas… y que se adquiere en Flandes y América; los baharis, que se crían en Ibiza, Mallorca, Menorca, Pirineos, Aragón (montes de Jaca), Castilla, Valencia y otras muchas partes y se usan para la caza de grullas, garzas y cernícalos; los tagoretes, que, procedentes de África, llegan a España por Orán y Argel; las alfaneques, que se introducen en España por Orán y Argel y que son juzgadas como buenas cazadoras de perdices, conejos, liebres…; los bornis, que se crían en Navarra, Asturias y en los montes de Liébana, aunque también se traen de Flandes; los sacres, usados para la caza de garzas, milanos, liebres y conejos; los girifaltes, aves caras que se crían “hacia el norte y en parte que el día no tiene más de quatro horas”32 y se usan para cazar milanos; esmerejones, cazadores de perdices; el gavilán, que Cortés define como ave más hidalga que otras de caza; los alcotanes, también destinados a la caza; y los aletos que, traídos de Perú, se usan para cazar perdices y picazas. No obstante, las aves son tratadas de modo superficial, sin citar siquiera los autores de los que extrae su somera información. Mayor atracción siente Jerónimo de Cortés por el gallo sobre el que sigue a Dioscórides, san Gregorio y San Ambrosio. Insiste en el canto y sus razones, asunto sobre el que asegura haber indagado acerca de su puntualidad en la hora del canto, que atribuye a la influencia del sol. Añade a ello las que estima señales del gallo castizo y bueno, que recoge de Alonso de Herrera. También el libro de agricultura de este autor constituye la base de su descripción de la gallina. Siguen después un conjunto de capítulos en los que Cortés ofrece una sucinta referencia sobre otras aves. Es el caso del capón, del que anota cuatro formas de capar; de las grullas, las golondrinas, el cuervo, el pito, el pelícano, la tortolilla o la abubilla. Mayor consideración le merecen los provechos y descripción de los tres tipos de perdices que defiende que existen; la conducta del pavón; el buitre; la calandria, ave blanca que se suele encontrar en los patios y casas grandes de los reyes; el Ave Fénix y la leyenda de renacer, respecto a la cual se inclina por la opinión de Ambrosio, que califica de más natural y conforme a razón y menos inverosímil. Añade a estas descripciones las de la cigüeña, los gorriones, el búho, el mochuelo, el cluquillo, el cubet y la corneja, de la que destaca su condición de ave pronosticadora del tiempo. Mayor atención presta al cisne, sobre el que se extiende en el que evidentemente es su rasgo más distintivo, el canto. Pero tampoco omite una consideración sobre los provechos de sus plumas, basada en su propia experiencia. Con todo, son las abejas, con las que culmina la obra, las que le merecen un trato más especial. La elogiosa y detallada descripción de su comportamiento, se completa con un amplio apartado sobre la producción de cera y miel, que incorpora los diversos pareceres sobre el proceso de elaboración, decantándose por Plinio y Dioscórides. 32

Ibídem, f. 387.


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Concluye con un apartado que, bajo la denominación de propiedades de las abejas, reúne observaciones diversas que incluyen rasgos de comportamiento animal –siguiendo a Plinio, Avicena y Palladio–; remedios contra las picaduras; provechos y usos de la cera y de la miel, esta última para medicamentos, confituras y potajes; y métodos para obtener abejas, cautivarlas y criarlas33. 2. 3. 2 Las propiedades medicinales Tampoco podía faltar un apartado, habitual en este tipo de obras, dedicado a las propiedades medicinales de diferentes partes del cuerpo de los animales. En este caso, Cortés incorpora a su obra las de la mayoría de los que conforman la primera parte del tratado, de los que quedan excluidos el mono y la salamandra. De la segunda, exceptúa el alción, la berneca, las aves enjauladas y las de rapiña –salvo el halcón–, así como el cuervo, el pito, el pelícano, el Ave Fénix, el gorrión, el búho, el cluquillo, la corneja, el cisne y las abejas. Se trata de propiedades y aplicaciones medicinales que Cortés extrae de Adamo, Alberto, Aristóteles, Arnau de Vilanova, Aben Cenif, Avicena, Berchorio, Columela, Crecentino, Diáfanes, Dioscórides, Esculapio, Evax, Fisiólogo, Galeno, Haly, Helinandus, Herrera, Hil de Gardis, Isac, Jorat, Lactancio, Logrero, Lusitano, Pitágoras, Plateario, Plinio, Plutarco, Rabanus, Rafis, Serapión, Suetonio, Teofastro y Vélez de Arciniega. 2. 3. 3 La simbología moral En los siglos XVI y XVII, junto a los estudios preocupados por la realidad científica del animal, persisten los impregnados de la tradición acumulada durante varios siglos de historia. Por ello, en la mayoría de tratados la investigación zoológica y la creencia popular comparten páginas; al tiempo que la preocupación por el animal incorpora también los exemplum, en cuanto seres inferiores al hombre al que ofrecían modelos a imitar para corregir comportamientos pecaminosos. De esta manera, la atracción por la naturaleza, unida a la popularización de materiales fabulísticos tradicionales, potenció que los animales fueran utilizados como prototipos en relación con la virtud y el vicio. Desde esta perspectiva, la ciencia se dejaba influir por la simbología, en la que la presencia de la Biblia era primordial. De hecho, en una obra de tan amplia difusión como la de Gessner, a la descripción detallada de cada especie se suma su aplicación al ámbito de las enseñanzas morales, la religión, la heráldica y las fábulas. También será así en la obra de Cortés. En el capítulo dedicado al león, un apartado final le sirve para, a partir de las que considera sus principales virtudes –la fortaleza y el agradecimiento– anotar con evidente intención moralizante las máximas que respecto a ellas dejaron escritas santos y graves autores. Sobre su aportación sobre las abejas, ver Jaime Lorén, José María de y José de Jaime Gómez, Historia de la apicultura española 2. Desde 1492 hasta 1808, edición del autor, Calamocha, 2002. 33


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Se trata, en definitiva, de anotaciones cuyo fin último es incorporar una enseñanza final: la exigencia del agradecimiento. En el caso del asno, considerando su principal virtud o excelencia la obediencia, el autor se sirve de máximas y pensamientos, para concluir con una reflexión moral sobre sus beneficios. Del camello destaca el respeto hacia su madre, lo que le induce a aportar una relación de sentencias sobre la alabanza. Contrariamente a lo ocurrido con los ejemplares tratados hasta aquí, Cortés no encuentra en el lobo condición alguna que pueda ser digna de elogio sino de vituperio; y de ellas, de manera especial, su voracidad, que le invita a reflexionar sobre la gula. Al cordero le atribuye la virtud de la humildad. La necedad y el peligro serían, por el contrario, los distintivos de la cabra. Amistad y lealtad, son las excelencias que atribuye al perro, y que ensalza mediante máximas relacionadas con la amistad auténtica. En cambio, no haber encontrado valor alguno en la zorra le da pie a recoger sentencias sobre la traición y sus negativas consecuencias. En el cerdo no ve más que pereza y la necesidad de huir de ella, considerada como pozo donde se ahogan todas las virtudes. El ciervo le incita a meditar sobre el temor, en su doble vertiente de provecho y daño, aplicado respectivamente al temor a Dios y al temeroso que vive atormentado. El gato le evoca el amor mundano y sensual y sus negativos efectos. En el buey no ve más que malicia, demostrada en los juegos de toros. Dos son las excelencias que atribuye a la hormiga: la paz y el buen gobierno. El dragón no le inspira más que juicios sobre el veneno y las plantas y animales de los que se obtiene. Adulación y lisonja en su faz más negativa son las ideas que le sugiere el elefante. La vanagloria y el daño que causa es el defecto sobre el que le lleva a reflexionar el caballo. La crueldad del tigre es denunciada mediante alusiones a Aristóteles, Mexias, Séneca, Tito Livio o Marco Aurelio. El castor le invita a describir el corazón, como órgano principal del hombre y de los animales, siguiendo a Aristóteles, y también como lugar en el que se conciben los pensamientos. La costumbre, referida a la fuerza que imprime, es la excelencia que, aplicada al unicornio, sirve de pretexto a Cortés para incorporar los escritos de diversos autores sobre este tema. El ratón le lleva a pensar en la naturaleza. Silencio y secreto son las dos virtudes, sobre las que, por contraposición, le invita a reflexionar la rana, con el objeto de extraer una enseñanza sobre los grandes provechos que se siguen del silencio y el enorme perjuicio que trae consigo hablar demasiado. El engaño, extraído de los procedimientos embaucadores con que el hombre lo captura, es la idea que le suscita el mono. Por la diligencia con que encubre su orina para que los hombres no se aprovechen de ella, atribuye al lince la envidia, reflexionando sobre los males que acarrea. Inspirado en su tendencia a mover constantemente los labios, la liebre le incita a criticar la murmuración, su poco provecho y mucho daño. La bendición, relacionada con la fecundidad y generación, es el atributo que le inspira el conejo. La lengua, referida al modo de hablar como indicador de la bondad y de la maldad, es la excelencia asignada al cocodrilo. Dada su escasez en el camaleón, la sangre es la sustancia que le evoca, a partir de Aristóteles y Galeno. Unas consideraciones


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sobre el fuego y sus especies –entre ellas el infernal– con referencia a sus virtudes y propiedades, de la mano de Aristóteles y San Agustín, son el objeto de inspiración de la salamandra. Idéntico esquema aplica Cortés a los animales que incluye en la segunda parte de la obra. Así, los provechos de la buena compañía y la conveniencia de huir de la mala –como de pestilencia– es la reflexión moral que le inspira el águila; la necesidad de conocimiento de sí mismo, como medio de perfeccionamiento, es la excelencia que aplica a la paloma. Los celos y sus efectos negativos, inspirados en Ludovico Celio y San Bernardo, constituyen la moraleja que le suscita el gallo. La hermosura es la excelencia que atribuye al pavón. Por último, dos son las virtudes que nota en las abejas: la diligencia y la castidad. 2. 3. 4 Las historias Siguiendo la que era práctica habitual entre los autores de este tipo de obras, también Cortés incorpora un apartado que, bajo la denominación de historias reúne una serie de relatos en los que se entremezclan experiencias personalmente vividas o contadas por coetáneos, narraciones extraídas de otros autores, fábulas…, todas ellas con una pretensión eminentemente ilustradora y didáctica. Respecto al león, extrae de las obras de Plinio, San Jerónimo, Eliano y otros autores diversos relatos a través de los cuales intenta mostrar su capacidad de agradecimiento, narrados con evidente intención moralizante. Con similar pretensión reúne historias relativas al asno –procedentes de Sagrados Doctores, San Agustín, Plutarco– y al camello, que centra en una narración tomada de Aristóteles relacionada con su fuerte tendencia libidinosa y en la demostración de que nunca se aparea con su madre. En el caso del lobo refiere, probablemente por haberlos escuchado, sucesos ocurridos en Penáguila (Valencia) y en Cataluña. A ellos, de la mano de Lucio Florio, Tito Livio y San Agustín, Cortés añade la conocida leyenda de Rómulo y Remo, que concluye con unos poemas extraídos de la Eneida de Virgilio. Estos relatos, encuentran en el caso del cordero un referente de excepción en la alusión a diferentes pasajes bíblicos en los que su figura adquiere especial significación y protagonismo. Los relacionados con la cabra y el macho cabrío encuentran su apoyo en el linaje noble de los Marcuses de Cataluña, y en un caso acontecido en Calabria a partir de las narraciones de Ludovico Celio y Bolaterano. Para el perro, sus fuentes son fray Luis de Granada, Plinio o Plutarco. Pero en este caso desarrolla de forma especialmente pormenorizada sucesos acaecidos en Valencia o la Cartuja de Valdecristo, además de otros de los que asegura haber sido testigo de vista, y que inciden en la fidelidad. Asimismo, incorpora narraciones sobre el cerdo, a partir del Evangelio de San Mateo y cierta historia relacionada con el linaje de los Porcells de Barcelona; el ciervo, del que anota sucesos ocurridos en una cueva cercana al río Ródano, obtenidos de la Historia de la vida de san Gil Abad; el gato doméstico sobre el que narra un hecho, que ubica en la Casa de la Compañía de Jesús de Gandía, que


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acompaña de un enigma que pone en boca de un maestro de gramática como enseñanza a sus estudiantes. En el caso del buey son sus propias vivencias relacionadas con los juegos y corridas de toros las que le aportan la información que desea transmitir: “diré solamente dos o tres casos dellos por haver acaecido en mis días”34. Se trata del sucedido en 1561 en una corrida de toros en Pego y otro en la calle Barcelona de Valencia, todos ellos causados por nuestros gustos y vanos plazeres y vinculados con las corridas de toros, de cuyo peligroso placer advierte su texto. Respecto a las hormigas, aunque refiere noticias tomadas de Eliano, más interesantes resultan las observaciones personales del señor de Sans acerca de su comportamiento35. También consigna los experimentos realizados por su coetáneo, y catedrático de la Universidad de Valencia, Lorenzo Palmireno, con estos insectos. Además, abre un apartado sobre las hormigas gigantes que viven en determinadas cuevas de la India septentrional a partir de las noticias de Pedro Mexia. Por otra parte, tomadas de Pedro Damiano y del libro Hortu Sanitatis y siempre situadas en Armenia, sus historias sobre el dragón son especialmente fantasiosas. Sus relatos sobre el elefante proceden de Eliano, en relación con su pretendido aborrecimiento del adulterio; del doctor Miedes, obispo de Albarracín, sobre sus demostraciones circenses; de la Historia de las Indias de Acosta, de quien recoge varias acciones ingeniosas; de Julio Front de quien toma episodios sobre las guerras de Aníbal. Sobre el caballo, extrae narraciones de las obras de Plinio, Solino, Eliano o Eugelio, relativos a los caballos del rey Nicomedes o de Alejandro, y sobre sus cualidades para la danza, que él mismo aseguraba haber comprobado en un ejemplar de Felipe II. Respecto al tigre, anota historias extraídas de Plinio, relacionadas con sus cazadores y métodos de caza, así como con su uso por los romanos en las luchas de gladiadores. Las referidas al castor están relacionadas con su caza mediante el uso de perros. Sobre el ratón, de la mano de Aristóteles, insiste en su abundancia y fácil reproducción y anota un relato que sitúa en la calle San Vicente de Valencia y otro en el “patio de la ciudad de Valencia en el que los pelayres de Valencia extienden sus paños para que se enxuguen y enfortalezcan”36, relacionado con un ladrón, figura con la que compara al ratón. Respecto a la rana, escribe que, no habiendo encontrado una historia verdadera relacionada con ella, aporta una fábula con la pretensión de que “nos dé algún aviso discreto e importante para todos aquellos que, con ansias y cuidados y aún con letigios y pendencias, procuran el cargo, mando y señorío, siendo muchas vezes causa de su total ruina y perdición, como lo declara y manifiesta la presente historia fabulosa de la rana”37.

Cortés, Gerónimo, Libro y tratado… op. cit., f. 172. Ibídem, ff. 190-191. 36 Ibídem, f. 279. 37 Ibídem, f. 291. 34

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También narra ciertos sucesos acontecidos a dos personajes valencianos, el maestre de Montesa y el vicecanciller Frígola, que tenían en su casa sendos monos. Prescinde en el caso del lince de aportar alguna historia por asegurar que “deste género de animales no se sabe historia alguna y si la ay no ha llegado a mi noticia porque no he dejado de inqueririrla en quantos autores dél han escrito”38. En relación con la liebre recurre a una fábula en verso cuya moraleja pretende ser el esfuerzo y ánimo que debe permanecer en todo trance39. Asimismo, en el caso del conejo escribe una fábula en verso, titulada Del conejo sagaz y la mosca, advirtiendo que “me ha parecido traerla fabulosa y exemplar para que por ella se entienda que quien no quisiere oyr mal de sí, no ha de dezir mal de otri, ni menosprecie a nadie si no quiere ser menospreciado”40. Se trata de un poema compuesto por cuarenta versos que concluye con una declaración. Mucho menos prolijo se muestra en la presentación de historias de los animales volátiles de los que apenas recoge noticias sobre el águila tomadas de diversos autores; la paloma, de la que incluye un relato de la obra de Mandavila, y otro acaecido en el pueblo valenciano de Museros con unas palomas que, procedentes de Mallorca, devastaron el cultivo de un campo; el gallo, sobre el que refiere una pelea de gallos en un lugar que para ello tenía destinado Enrique VIII de Inglaterra, tomada de Dioscórides además de un caso sucedido en Santo Domingo de la Calzada relacionado con un matrimonio y su hijo que peregrinaban a Santiago de Compostela; las cigüeñas, sobre las que refiere una noticia acaecida en una fortaleza de Castilla; y las abejas, sobre las que aporta la historia y caso milagroso de las castísimas abejas, extraída de Antonino, arzobispo de Florencia.

3. Conclusiones Se trata, en definitiva, de una obra de carácter enciclopédico de la que resulta especialmente loable su intento de sistematizar unos saberes, ordenarlos y hacerlos accesibles a un público no especializado. Es cierto que adolece de falta de originalidad, aspecto, por otra parte, habitual en un periodo en el que la tradición clásica y medieval continuaba constituyendo la base del cultivo de las diferentes áreas científicas, tanto en España como en el resto de la Europa occidental. Pero no puede dejar de reconocerse que nos encontramos ante un libro pedagógicamente muy válido, pensado para los lectores de estratos medios a los que va dirigido, que se enfrentan al tema por primera vez. Buena prueba de ello es su notoria difusión, que determinó que fuera objeto de cuatro ediciones a lo largo del siglo XVII.

Ibídem, f. 308. Ibídem, ff. 316-318. 40 Ibídem, f. 324. 38 39


Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas españoles ALEIX ROMERO PEÑA Universidad de La Rioja Fecha de recepción: 16 de mayo de 2012 Fecha de aceptación: 26 de octubre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: La destitución de Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado durante el reinado de Carlos IV (1798-1800) precipitó la persecución inquisitorial contra los denominados jansenistas. Esta constatación plantea diversas cuestiones sobre la naturaleza de la relación entre ambos sucesos, como el apoyo que brindaron los jansenistas a la actuación política de Urquijo o la posibilidad de que este último fuera realmente jansenista. En las siguientes páginas ofreceremos algunas respuestas que ayuden también a entender mejor el faccionalismo cortesano de la época. Palabras clave: Jansenista, Mariano Luis de Urquijo, facción cortesana, persecución, Auctorem fidei. Abstract: The dismissal of Mariano Luis de Urquijo, Secretary of State during the reign of Charles IV (1798-1800), hastened an inquisitorial persecution against some clerics called jansenistas. This verification raises a lot of questions about the relation between both events: the fact that the jansenistas lent Urquijo their support or the possibility that he was a jansenista. We offer some answers which also help to understand the court division in those times. Keywords: jansenistas, Mariano Luis de Urquijo, court division, persecution, Auctorem fidei.


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1. El jansenismo español y Urquijo La existencia de un jansenismo español ha sido un hecho controvertido para la historiografía española. En un apartado titulado significativamente “El ‘fantasma’ del jansenismo español”, Teófanes Egido cuestionaba la rigurosidad del término y situaba el jansenismo al mismo nivel que la masonería, el volterianismo, el filosofismo o el ateísmo, algunas de las diversas etiquetas con que desde las filas tradicionalistas se ha tachado a los ilustrados españoles. Hasta entonces diversos autores habían venido haciendo hincapié en la trascendencia del jansenismo que, como corriente religiosa de la Iglesia española de carácter marcadamente reformista, empezó a hacerse notar a mediados del XVIII alentado por triunfos regalistas como el Concordato de 1753, y terminó haciéndose dominante a finales de la centuria1. Incluso se ha apuntado que la dimisión del príncipe de la Paz de la Secretaría de Estado –que fue, exactamente, el 28 de marzo de 1798– desencadenó lo que se ha denominado “ofensiva jansenista”2. T. Egido considera en cambio que los resultados de las investigaciones eran “escuálidos” y que el jansenismo “sencillamente no existió”; el regalismo sería el principal aglutinante de las inquietudes reformistas3. Otros autores han apoyado las tesis de Egido. Como no es nuestra pretensión realizar un recorrido bibliográfico completo, nos remitiremos a las palabras de Gérard Dufour, para quien el tratamiento de jansenistas dispensado a los ilustrados españoles del siglo XVIII resulta “absurdo”, teniendo en cuenta que la mayoría, e incluso tal vez ninguno, habría leído las proposiciones del teólogo neerlandés Cornelius Jansen4. Sin necesidad de valorar las afirmaciones del profesor G. Dufour, ciertamente no apreciamos en las políticas de Mariano Luis de Urquijo, señalado como uno de los más connotados jansenistas, un programa de corte teológico, sino regalista. Menéndez Pelayo acusó a Urquijo de resucitar la doctrina de Tamburini, Pereira y Febronio cuando se aprobó el famoso decreto de 5 de septiembre de 1798, por el que era devuelta a los obispos españoles la facultad de otorgar dispensas matrimoniales –que vendría a ser el acto más destacado del jansenismo español, un supuesto intento de cisma que en realidad no fue tal–5. Los documentos han demostrado que este decreto tenía como precedente una demanda real solicitada en 1796 –cuando Godoy estaba al frente de la Secretaría de Estado– para Véase Mestre, Antonio, “Religión y cultura en el siglo XVIII español”, en Mestre, Antonio, Historia de la Iglesia en España: la Iglesia en la España de los siglos XVII y XVIII, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, tomo IV 1979, pp. 586-754. 2 Herr, Richard, España y la revolución del siglo XVIII, Madrid, Aguilar, trad. Elena Fernández Mel, 3ª edición, 1968, pp. 350-362. 3 Egido, Teófanes, “La religiosidad de los ilustrados”, en Batllori, Miquel, La época de la Ilustración. El Estado y la cultura (1759-1808), Madrid, Espasa Calpe vol. I, 1987, pp. 418-426. 4 Dufour, Gérard, Lumières et Ilustración en Espagne sous les règnes de Charles III et de Charles IV (17591788), París, Ellipses, 2006, p. 119. 5 Menéndez Pelayo, Marcelino, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid, CSIC, vol. II 1992, p. 645. 1


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obtener las citadas dispensas6. Si no estamos en disposición de poder tratar a Urquijo como jansenista en un sentido doctrinal, aunque el propio Carlos IV no dudara en calificarlo como “Janséniste et chef de secte”7, lo mismo cabría decir de otros personajes de quienes solo conocemos su filiación jansenista por declaraciones ajenas y con frecuencia hostiles. Resulta imprescindible por tanto seguir el consejo de Joël Saugnieux de no usar jamás los términos jansenista o jansenismo referidos al caso español sin comillas8. Y, podríamos añadir, procurar darle un sentido político, no teológico. En la segunda mitad del siglo XVIII, jansenista era principalmente una coletilla acuñada en las controversias sobre la renovación de la Iglesia y aplicada a los partidarios de las posiciones reformistas, de la misma forma que a los ultramontanos se les motejaba por lo general como jesuitas. Los enfrentamientos entre unos y otros se habían agravado a raíz de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767: los reformistas defendían un cambio en profundidad en la organización y disciplina eclesiásticas, así como un nuevo modelo de religiosidad que conectara con los tiempos primitivos de la Iglesia. A partir del tratado suscrito con la república francesa y el giro ilustrado que emprendió Godoy en 1796, estos reformistas se convirtieron en un apoyo insoslayable del gobierno y la alianza con Francia –no perdamos de vista la connotación galófoba que posee el término jansenista–. La política manifiestamente regalista de Godoy soliviantó a los sectores ultramontanos, que pasarían a conformar la oposición cortesana9. El gobierno de Mariano Luis de Urquijo, que sucedió al rápido paso por la Secretaría de Estado de Francisco de Saavedra, supuso una vuelta más de tuerca en este giro ilustrado. Medidas como la desamortización de los bienes de obras pías, el decreto ya comentado sobre dispensas matrimoniales y las censuras a los abusos de celo inquisitoriales provocaron una polémica continua tanto en las cátedras y púlpitos como en la corte. Los reformistas fueron los defensores de las medidas gubernamentales; dejando a un lado el debate sobre los límites de las reformas propiciadas por Urquijo, su gobierno se presenta como el más ilustrado del siglo XVIII10, una imagen labrada, claro está, a costa de una polarización desestabilizadora. Sierra Nava, Luis, La reacción del episcopado español ante los decretos de matrimonios del ministro Urquijo, Bilbao, Estudios de Deusto, 1964, pp. 1-17. La tentativa fracasa ante el pesimismo del embajador español en Roma, José Nicolás de Azara. 7 “Jansenista y jefe de la secta”. Alquier a Talleyrand. Bayona, 15 de Nivoso, año IX (5 de enero de 1801). Weil, commandant, Godoy à l´apogée de sa toute-puissance. Le baptême de sa fille. La disgrâce d´Urquijo. Mémoire lu à l´Academie Royale de l´Histoire par son correspondant –Ignacio Bauer– aux soins duquel a été confié cette publication, Madrid, Imprenta de G. Hernández y Galo Sáez, [1921], p. 34. Traducción propia del autor. 8 Saugnieux, Joël, Un prélat éclairé: Don Antonio Tavira y Almazán (1737-1807). Contribution à l´étude du jansénisme espagnol, Toulouse, Universidad de Toulouse, 1970, p. 10, n. 1. 9 La Parra, Emilio, “Iglesia y grupos políticos en el reinado de Carlos IV”, en Hispania Nova, 2 (20012002). «http://hispanianova.rediris.es/general/articulo/022/art022.htm» [Consultado el 23 de octubre de 2012]. 10 Roura i Aulinas, Lluis, “La crisis del Antiguo Régimen”, en Domínguez Ortiz, Antonio (dir.), Historia de España, Barcelona, Planeta, 1988, tomo IX, p. 127. 6


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2. La vulnerabilidad del gobierno de Urquijo Godoy achacó en sus Memorias la brevedad del ministerio de Urquijo a las consecuencias perturbadoras que había ocasionado la aplicación de su programa reformista, que llegaron al extremo de herir la sensibilidad religiosa del monarca11. Esta explicación no refiere sin embargo las intrigas cortesanas que precipitaron la caída de Urquijo, indudablemente relacionadas con las disputas entre ultramontanos y reformistas, a las que aquel tuvo que hacer frente cuando solo era un oficial mayor habilitado para despachar los asuntos de la Secretaría de Estado. A finales de 1798 apareció un libro titulado La liga de la teología moderna con la filosofía en daño de la Iglesia de Jesucristo, traducción castellana de un opúsculo italiano en el que se atacaba a la teología moderna. Se ha dicho que detrás de la obra se encontraban ex jesuitas que habían retornado a España bajo el amparo del príncipe de la Paz12. En respuesta a La liga apareció otro escrito que lo satirizaba, El pájaro en la liga, Epístola gratulatoria al traductor de la liga de la teología moderna con la filosofía. Su autor, Juan Fernández de Rojas, era un fraile agustino de renombrado prestigio académico. La querella literaria se barruntaba tan incendiaria que la circulación de ambas obras quedó prohibida mediante una real orden de enero de 1799. Urquijo censuró las intenciones de La Liga, señalando que no eran otras que las de “establecer una guerra religiosa, atacando las autoridades soberanas cuyas facultades (…) se han recogido y defendido en tiempos claros y de ilustración por los teólogos que el autor llama modernos”. El texto de Fernández de Rojas le parecía en cambio “escrito con oportunidad” y que entendía que atacaba “del modo que se merece refutándola por el ridículo y el desprecio”; pero reconocía también que podía dar lugar “a que en el cotejo haya partidos y disputas, y se engolfe la gente en profundidades peligrosas en vez de ser útiles y obedientes vasallos”13. Urquijo adoptó una posición prudente, aunque probablemente se debiera al hecho de que entonces no creía contar con respaldo suficiente. Meses más tarde, ya conseguida la interinidad en la Secretaría –el 21 de febrero de 1799, concretamente–, intervendría de forma más activa en pro de la impresión de las obras jansenistas, si bien su actitud fue más voluntarista que efectiva. El presbítero Francisco de Cáseda y Muro tradujo sendos libros de Pereira y Cestari, que trataban respectivamente sobre las potestades de los obispos para otorgar dispensas y expedir bulas de confirmación en caso de estar vacante la sede papal14. Su publicación tenía como fin ilustrar sobre el sentido del decreto de 5 de septiembre de 1799, que no había suscitado precisamente gran entusiasmo entre las filas Godoy, Manuel, Memorias, edición a cargo de Emilio La Parra y Elisabel Larriba, Alicante, Universidad de Alicante, 2008, pp. 731-744. 12 Mier, fray Servando Teresa de, Memorias, Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1994, p. 123. 13 Torres Amat, Félix, Apéndice á la vida del Ilmo. Sr. D. Félix Amat, Madrid, Imprenta de Fuentenebro, 1838, p. 130 14 Cáseda a Urquijo. Retiro, 30 de septiembre de 1799. Archivo Histórico Nacional [en adelante AHN], Estado, leg. 3014. “Sobre la publicacion de la Obra del Abate Cestari y de la disertacion del portugues Pereira, sobre la jurisdiccion eccª en la consagracion de los Obispos”. 11


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del episcopado español. Con ese fin Cáseda elevó una solicitud al Consejo de Castilla a finales de septiembre de 1799, pero la resolución permaneció en el limbo durante varios meses. El Consejo de Castilla dilató el veredicto con diversos subterfugios, como trasladar consulta al cabildo de curas de la corte. Finalmente, después de cuatro instancias realizadas por Urquijo, el 22 de abril de 1800 el Consejo emitió su dictamen prohibiendo la publicación por atentar contra la pureza de la fe católica y ser su contenido contrario a las regalías del rey y a la paz y tranquilidad de los reinos15. Antes de que fuera decidida la sentencia Cáseda ya había advertido a Urquijo que, según pudo enterarse, siete de los ocho consejeros y dos de los tres fiscales no querían admitir su publicación, “sin haber leído ni podido leer mas que los títulos”, pues calificaban de “poco razonable” el decreto sobre las dispensas. Que la oposición al mismo fuera tan manifiesta incluso en los propios órganos de gobierno de la monarquía refleja la debilidad política de Urquijo. Cáseda sospechaba que los consejeros y fiscales disconformes pretendían prolongar la resolución hasta que fuese elegido un nuevo papa, lo que les permitiría declarar entonces que la publicación de los libros era inútil16. A partir de 1800 el enfrentamiento entre jansenistas y ultramontanos se desató con una agresividad inusitada. En febrero, la Universidad de la Salamanca escenificó una auténtica batalla ideológica entre agustinianos, defensores de la plenitud del poder de los obispos, y tomistas. Los debates fueron tan intensos que poco faltó para que llegaran a las manos y los agustinianos –entre los que estaba Fernández de Rojas– se sintieron obligados a recurrir a Urquijo en busca de protección17. El 31 de marzo de 1800, después de ser nombrado papa Pío VII, quedó definitivamente revocado el decreto sobre las dispensas matrimoniales, pese a los esfuerzos diplomáticos emprendidos por el embajador español Pedro Gómez Labrador para que el nuevo pontífice reconociera a los obispos españoles la gracia de otorgar dispensas. Este fracaso comprometió la posición de Urquijo. Los cambios acaecidos en Francia tras el golpe de Brumario frenaron la deriva revolucionaria y eliminaron los factores internacionales que habían fomentado el giro ilustrado español. La aproximación de la Francia consular a Roma, autorizando oficialmente el culto católico, cuestionaba las reformas regalistas introducidas por Urquijo, que amagaban con provocar la ruptura entre España y la Santa Sede y que habían sido apoyadas por los sectores franceses más progresistas, los cuales alentaron también la actuación reformista de Urquijo. Así, el decreto real de 11 de octubre de 1799 que vedaba a la Inquisición actuar contra las personas y las propiedades de los diplomáticos extranjeros fue saludado por Le Moniteur como una “victoire nouvelle” sobre la superstición, causando “la plus grande sensation dans cette ville et dans l´Espagne entière”18. El obispo de Blois Colección eclesiástica española, Madrid, Imprenta de E. Aguado, tomo XIII 1824, . Cáseda a Urquijo, s. f. AHN, Estado, leg. 3014. “Sobre la publicacion de la Obra del Abate Cestari”. 17 Peset, José Luis y Mariano Peset, Carlos IV y la Universidad de Salamanca, Madrid, CSIC, 1983, pp. 192-197. 18 “una nueva victoria (…) la más grande sensación en esa ciudad [Madrid] y en España entera”. La Gazette 15 16


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Henri-Baptiste Grégoire, eminente representante de la Iglesia galicana, ya había solicitado en una carta destinada al inquisidor general y publicada en los Annales de la religion en febrero de 1798 la “destruction” del Santo Oficio por ser “honteuse pour l´Espagne et affligeante pour la religion”19. Parecía como si el eclesiástico marcara la tarea que debía acometer Urquijo, lo cual perjudicaba más que ayudaba al ministro español. Mientras la corte española acogía las novedades impuestas por Napoleón con gran entusiasmo, Urquijo las recibía con recelo20. Estas mudanzas en el país vecino coincidieron con la aparición de críticas a su gestión al frente de los negocios con Francia, provenientes en este caso de José Nicolás de Azara, antiguo embajador en el país vecino y enemigo declarado del secretario de Estado después de su destitución fulminante. Azara se vengó de Urquijo denunciándole ante quienes más podían hacerle daño: el príncipe de la Paz y Napoleón Bonaparte. Al primero le escribió una carta donde le acusaba de ser agente del gobierno inglés y jacobino21. En cuanto al general corso, le dio cuenta detallada antes de que protagonizara el golpe de Brumario de sus desavenencias con Urquijo22. Azara sabía que estaba sembrando cizaña, pues una vez erigido Napoleón en Primer Cónsul llegó a inquirir por qué Urquijo no era removido de la Secretaría de Estado y sustituido por el príncipe de la Paz23. Poco a poco, los jansenistas fueron tomando conciencia de la amenaza que les rodeaba. El 26 de marzo de 1800 Gaspar Melchor de Jovellanos dirigió una representación al rey. El ilustrado asturiano fue informado de que un extranjero había comentado en Gijón que existía una traducción al castellano de El contrato social, de Jean-Jacques Rousseau, con unas notas “peligrosas y subversivas” que “censuraban el Gobierno de España y la conducta de los ministros de V.M.”. La representación de Jovellanos tenía entre sus fines prevenir el ánimo de Carlos IV sobre “la calumnia” dirigida contra Urquijo y él mismo. Tan alarmado se mostró que Urquijo le contestó en una carta particular llamándole a la serenidad: si la reputación dependiera de un ministro dependiera de los elogios o los vilipendios de los extranjeros “seríamos bien infelices y nuestro estado muy precario”24. Durante las negociaciones que alumbraron el Tratado de San Ildefonso del 1 de octubre de 1800 Urquijo opuso algunas resistencias. Según cuenta Adolphe Thiers en Nationale ou Le Moniteur Universel, 60, 30 de Brumario, año VIII. Traducción propia del autor. 19 “destrucción del Santo Oficio (…) vergonzoso para España y doloroso para la religión”. Sciutti Russi, Vittorio, “El «citoyen» Grégoire y el debate sobre la Inquisición española y las reservas pontificias al final del siglo XVIII”, en Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, 13 (2005), pp. 56-57. 20 La Parra, Emilio, “Les changements politiques en Espagne après Brumaire”, en Annales historiques de la Revolution française, 318 (octubre-noviembre 1999). «http://arf.revues.org/295» [Consultado el 22 de octubre de 2012]. 21 Azara al príncipe de la Paz. Barcelona, 22 de noviembre de 1799. Azara, José Nicolás de, Epistolario (1784-1804), edición de María Dolores Gimeno Puyol, Madrid, Castalia, 2010, pp. 786-795. 22 Sánchez Espinosa, Gabriel, Memorias del ilustrado aragonés D. José Nicolás de Azara, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2000, pp. 433-434. 23 Mazarredo a Urquijo. París, 29 de diciembre de 1799. AHN, Estado, leg. 4047.2. 24 Representación de Jovellanos al rey. Gijón, 26 de marzo de 1800. Carta de Urquijo a Jovellanos. Aranjuez, 2 de abril de 1800. Jovellanos, Gaspar Melchor de, Obras completas, tomo III, Correspondencia (julio 1794-marzo 1801), Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII, pp. 518-519, nº 1.268 y 1.269 y nota 3.


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su clásica historia sobre el Consulado y el Imperio, el secretario de Estado consideró desventajoso canjear la colonia española de la Luisiana por la conversión del ducado de Parma en reino y su engrandecimiento territorial. Los intereses dinásticos, que preferían aumentar la influencia española en Italia a preservar un territorio lejano, difícil de explotar y de defender, y el temor a desairar a Napoleón le convencieron para que desistiera25. Estaríamos por tanto ante una prueba del grado de erosión que en el otoño de 1800 tenía el ascendiente de Urquijo sobre los reyes. Su destitución sería cuestión de tiempo y oportunidad.

3. Las intrigas cortesanas Manuel Godoy, príncipe de la Paz, fue uno de los actores principales en la caída de Urquijo y la persecución de los jansenistas. El cese le acarreó una desgracia política que le llevó a estar alejado durante unos meses de la corte. Después de que sus rivales Saavedra y Jovellanos perdieran sus cargos en el gobierno, Godoy restableció un canal de comunicación directo y personal con los monarcas, carteándose con ellos, en especial con la reina María Luisa. Volvía así al papel donde se sentía más cómodo, el de vasallo ideal, ofreciéndose como desinteresado consejero áulico. Esta circunstancia fue pronto apreciada por el entorno cortesano, que volvió a dirigirse al príncipe de la Paz como personaje cercano a los reyes para conseguir alguna gracia de los soberanos: nombramientos, sueldos, honores, concesiones de gracia, etc. Fuentes diplomáticas franceses advierten que, al menos desde finales de 1798, Godoy frecuentaba la oposición cortesana, denominándola “partido católico” o “beato”26. Esta vinculación se vería reforzada tras la agria discusión que mantuvieron Urquijo y el nuncio del Vaticano Filippo Casoni, arzobispo de Perges, como consecuencia del decreto de 5 de septiembre. Para justificar su relación con Casoni, el príncipe de la Paz reprochó a Urquijo en sus Memorias pretender expulsarle del reino, lo que supuestamente se habría llevado a efecto de no ser por su mediación27. Hasta la prensa francesa se hizo eco de estos alineamientos. El Moniteur recogía el rumor de que se estaba formando un poderoso partido contrario a Urquijo, a cuya cabeza se encontraba el fanático arzobispo de Zaragoza y general de los franciscanos Joaquín de Company, del cual se recordaba que durante la Guerra de la Convención propuso a Carlos IV armar un ejército de 40 mil hombres que dirigiría el eclesiástico para aniquilar a los enemigos del altar y el trono. El Moniteur terminaba denunciando el apoyo que dicho partido recibía del príncipe de la Paz28. Thiers, Marie Adolphe, Histoire du Consulat et de l´Empire, París, Paulin, tomo X 1845, pp. 122-123. La Parra, Emilio, Manuel Godoy. La aventura del poder, Barcelona, Tusquets, 2002, pp. 223-224. 27 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., p. 702. 28 La Gazette Nationale ou le Moniteur Universel, 75, 15 de Frimario, año VIII (6 de diciembre de 1799). 25 26


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Al reanudar su relación con los reyes, Godoy fue acaparando nuevas prerrogativas. El 4 de agosto de 1799 se retiró la tacha de morganático al enlace habido entre el infante Luis de Borbón y María Teresa de Vallabriga, reconociendo además para sus descendientes la grandeza de primera clase y posibilitándoles que usaran el apellido y las armas de los Borbón. Godoy, casado con una hija de dicho matrimonio, pasaría así a formar parte de la familia real. En el otoño de 1800 Carlota Luisa, la hija de Godoy, era bautizada en la cámara de María Luisa y se le concedía la Orden de la Reina, reservada a las infantas de España29. Cuando se rumoreó la posibilidad de que Godoy fuera también reconocido como infante, Urquijo salió al paso negando las habladurías y apelando a formalidades legales; Alquier, embajador francés, comenta que Urquijo incluso llegó a expresar su intención de dimitir30. Pero ni el príncipe de la Paz se convirtió finalmente en infante, ni tuvo lugar la dimisión de Urquijo. Sí se percibe, en cambio, que a partir de este momento Godoy pasa a considerar en sus cartas con la reina al secretario de Estado como uno de sus mayores enemigos. En una misiva fechada el 5 de septiembre de 1800 y dirigida a María Luisa mencionaba a un partido “antigodoísta”, cuyos miembros “respaldados en sus empleos [,] tienen la osadía de hablar con poco respeto de mi”. Se refería en concreto a cuatro personajes, entre los cuales Urquijo quedaba en tercer lugar por debajo del secretario de Guerra Antonio Cornel y el intendente de Infantería Oquendo. José Espiga, capellán del rey, era el último integrante del cuarteto. Godoy aludió también en la misma carta a “ese bribón” que le habría impedido ver una locución del papa trataban sobre el nombramiento del infante don Luis, su cuñado, como cardenal31. El “bribón” era Urquijo, que como secretario de Estado había dirigido desde España las operaciones diplomáticas para que don Luis de Borbón obtuviera el capelo cardenalicio. La hostilidad que Godoy sentía hacia Urquijo pasó de lo personal a lo político, convirtiendo a Urquijo en responsable directo de los males que aquejaban a la Monarquía hispánica, como se ve en la epidemia de la fiebre amarilla que dejó miles de muertos en Andalucía. El príncipe de la Paz no solo le culpó de la ineficacia de las medidas de seguridad –aislamiento de las zonas afectadas mediante cordones sanitarios–, sino que le reprochó ser el principal causante del brote de fiebre, haciéndose para ello eco de distintos rumores que apuntaban que el virus lo portaba una nave infectada en la que viajaba el intendente de La Habana, José Pablo Valiente, que saltó a tierra sin guardar la cuarentena. A pesar de no ser más que habladurías, Carlos IV ordenó realizar averiguaciones sobre la supuesta real orden que recibió Valiente para desembarcar. Tomás de Morla, gobernador Alquier a Talleyrand. Escorial, 26 de Vendimiario, año IX (18 de octubre de 1800). Weil, Godoy à l´apogé... op. cit., pp. 21-23. 30 Alquier a Talleyrand. San Ildefonso, 20 de Termidor, año VIII (8 de agosto de 1800). Ibídem, p. 16. 31 Godoy a María Luisa. 5 de septiembre de 1800. Pereyra, Carlos, Cartas confidenciales de la reina María Luisa y de don Manuel Godoy, con otras tomadas del Archivo Reservado de Fernando VII, del Histórico Nacional y del Indias, Madrid, Aguilar, 1936, p. 343. 29


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de Cádiz, fue instruido en este sentido y para que, en caso de no constar su presencia, se tomara confesión de los fiscales32. Valiente y el médico Igartaburu permanecieron presos alrededor de un año por órdenes de Morla hasta que al final fueron declarados inocentes y absueltos33. Si bien el gobierno pudo mostrarse negligente en la prevención de las enfermedades, hay que hacer notar que la imprudencia fue la norma general en una época que no tenía los conocimientos científicos de la nuestra y en la que las normas de seguridad no se seguían con tanto celo. Cuando los primeros casos de fiebre aparecieron en Sevilla, don Luis de Borbón, arzobispo metropolitano, quiso huir al norte, más allá de los férreos cordones sanitarios. En la misma carta en que informaba a la reina de los rumores que corrían sobre la propagación de la peste, manifestaba que su cuñado sería sometido a cuarentena para evitar a la “gavilla de ladrones pagada para levantar el grito”34. Las investigaciones ordenadas por el rey no arrojaron ningún resultado. Cuando se supo en la corte, el príncipe de la Paz manifestó a Urquijo que la acusación no se había lanzado contra él, sino sobre Gregorio García de la Cuesta, el gobernador del Consejo de Estado, como presidente que era también de la Junta Suprema de Sanidad. Urquijo quiso hacer público que nada había resultado de las pesquisas, pero la reina María Luisa lo impidió. En ese momento cuenta que tuvo claro que no gozaba de ninguna confianza y presentó la dimisión, pero Carlos IV no la aceptó35. La situación se presentaba del tenor siguiente. María Luisa apoyaba al príncipe de la Paz, mientras que Carlos IV se mostraba aún remiso. No hay que agrandar el carácter de estas diferencias en la pareja regia. Antonio Calvo Maturana nos recuerda que la reina María Luisa era un instrumento político del monarca, que buscaba ofrecer una imagen lejana de las intrigas de palacio36. Era preciso buscar un motivo de peso para destituir a Urquijo. Roma ofrecería el argumento perfecto. Desde su nombramiento, el papa Pío VII manifestó temor a que la Francia del Consulado no respetara sus derechos temporales en Italia y que la Monarquía hispánica aprovechara la ocasión para impulsar las regalías en sus territorios37. El pontífice, que estaba al tanto de la honda piedad del rey español, aprovechó un correo de Italia que llevaba cartas del duque de Parma para incluir a Carlos IV otra escrita de su puño y letra, en la que se lamentaba de las innovaciones realizados Soler a Godoy, s. f. Archivo General de Palacio [en adelante AGP], Papeles reservados de Fernando VII, t. 93, f. 324. 33 María, Alfonso de, El contagio discutido, é impotencia de las sanidades. Papel à todos interesante, Cádiz, Imprenta de D. Antonio Murguía, 1820, p. 9. 34 Godoy a María Luisa. 5 de septiembre de 1800. Pereyra, Carlos; Cartas confidenciales… op. cit., p. 343. 35 Urquijo, Mariano Luis de, Apuntes para la memoria sobre mi vida política, persecuciones y trabajos padecidos en ella, Logroño, Sin Índice, 2010, p. 83. 36 Calvo Maturana, Antonio, “Floridablanca, Aranda, Godoy y el «partido de la reina»: la influencia política de María Luisa en los primeros gobiernos de Carlos IV (1788-1796)”, en Revista de historia moderna, 28 (2010), pp. 142-146. 37 Alquier a Talleyrand. Bayona, 15 de Nivoso, año IX (15 de enero de 1801). Weil, Gody à l´apogée… op. cit., p. 34. 32


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por algunos de sus consejeros38. De la carta conocemos lo que Godoy comenta en sus Memorias, donde se menciona que Pío VII pidió al rey que apartara de su lado a aquellos que aspiraban “a excitar aquel espíritu de independencia que, empezando por resistir al blando yugo de la Iglesia, acababa después por hacerse beber todo freno de obediencia y sujeción a los gobiernos temporales”39. Estaba acusando a Urquijo no ya solo de promover un cisma, sino toda una revolución política en España. La carta debió de llegar a manos de Carlos IV a finales de noviembre. El 30 de noviembre la reina escribió a Godoy –quien, por su parte, estaría al tanto de todo a través de Casoni–: “ya está aqui creo q. lo de Pistoga (sic)”40. Al día siguiente, en otra carta, María Luisa hablaba sobre una misteriosa reunión que habrían de mantener los reyes con el príncipe de la Paz el día 6 de diciembre para tratar “de todo”, señalando que “las ordenes estan dadas para q. no falte nada”41. Seguramente estas órdenes incluían el plácet real a la impresión de la bula Auctorem fidei, que había sido promulgada por Pío VI en 1794 y cuya publicación fue retenida en España por el ataque que contenía contra el regalismo. La divulgación de la bula condenaría a los jansenistas y, por ende, supondría la destitución de quien era tenido por su líder, Urquijo. El único testimonio que poseemos de la reunión del 6 de diciembre es el que suministran las Memorias de Godoy. Según se recoge, Carlos IV mandó llamar al príncipe de la Paz y, de forma trastornada, le expresó que sus intenciones eran separar a Urquijo, enviar a Roma a obispos y eclesiásticos acusados de promover las nuevas doctrinas y separar de sus empleos a todos los laicos que hubiesen participado en las disputas eclesiásticas. Además, informado a través de “documentos, cartas y manuscritos perniciosos”, que obraban en poder del secretario de Gracia y Justicia José Antonio Caballero –cuyo concurso, irónicamente, fue fundamental para que se aplicara la política regalista de Urquijo–, Carlos IV citó como perturbadores a Jovellanos, Tavira, Palafox, Lizana, Espiga, Llorente o los hermanos Cuesta, así como a los canónigos San Isidro, que habrían convertido los Reales Estudios en una “escuela de jansenistas”42. Eran acusaciones que el príncipe de la Paz ya conocía. Las denuncias habían comenzado con un sermón de Baltasar Calvo, canónigo de San Isidro, donde habló de las tertulias que mantenían sus compañeros de los Reales Estudios en la casa de la condesa de Montijo, tachándolas de conciliábulo de herejes jansenistas43. Ante la gravedad de sus Ibídem, p. 33. Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., p. 735. 40 Se refiere al sínodo de Pistoia (1786), que aprobó diversas reformas eclesiásticas que fueron condenadas por Pío VI. Da la impresión de que María Luisa alude a la carta del papa Pío VII. 41 María Luisa a Godoy. San Lorenzo, 30 de noviembre de 1800 y 1 de diciembre de 1800. Pereyra, Carlos, Cartas confidenciales… op. cit., pp. 382-384. 42 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 735-736. 43 Llorente, Juan Antonio, Historia crítica de la Inquisición en España. Obra conforme a lo que resulta de los Archivos del Consejo de la Suprema y de los tribunales de provincias, Madrid, Imprenta del censor, 1822, p. 206. 38 39


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palabras y temiendo que los infamados representaran al rey, Calvo buscó la protección de Godoy. Ambos se conchabaron con el inquisidor general, que a la sazón era un amigo y hechura del príncipe de la Paz, Ramón José de Arce, concertando que Calvo elevaría una súplica al rey que enviaría por medio de Godoy44. Este último escribió una carta a María Luisa el 26 de noviembre para convencerla de la necesidad de recibir en el reino la bula Auctorem fidei, cuya urgencia quedaba patentizada con las acusaciones de Calvo sobre la “secta jansenista” del cabildo de San Isidro. En la misma carta señalaba que Caballero le había escrito instruyéndole sobre “varios manexos” de Meléndez Valdés. Inocentemente, añadía: “yo no sé nada pero lo creo todo sgn las pruevas qe me ha dado anteriormente y deve avergiuarse pr si como creo tienen relacion con Jovellanos y Saabedra”45. El 2 de diciembre, caldeando el ambiente para la famosa reunión que tendría lugar cuatro días más tarde, el príncipe de la Paz volvía a mencionar los “papelotes” de Caballero, con acusaciones contra los “jansenistas”, añadiendo un extracto de la delación de Calvo46. Curiosamente, años más tarde Godoy y Caballero renegarían de aquella colaboración. El antiguo secretario de Gracia y Justicia escribiría una carta, publicada por Juan Antonio Llorente en la que acusaba a su cómplice de ser el responsable de todos los males de España, lo que implícitamente suponía señalarle como responsable de las persecuciones47. Por el contrario, en las Memorias de Godoy el nombre de Caballero habría de aparecer constantemente, tachándole siempre como el responsable de endurecer los decretos y causar la perdición de las personas. En definitiva, si bien el príncipe de la Paz abrigaba una visible animadversión personal contra Urquijo, cuando precipitó su caída actuó como instrumento de los reyes, ejerciendo de intermediario entre el nuncio y los soberanos. Posteriormente en sus Memorias expurgadas de pasajes oscuros, Godoy señalaría que solo propuso la publicación de la bula después de recibir el encargo real de satisfacer las reclamaciones de Pío VII. Es decir, reconoció que fue una solución convenida con el nuncio48. Según García de León y Pizarro, Urquijo había presentido durante los últimos tiempos su aciago destino al comprobar el grave semblante de la reina; en el Escorial, una vez recibida la carta de Pío VII, ya notó los síntomas en el mismo rey49. Por aquellas ocurrió un incidente entre el marqués de Branciforte y el príncipe de la Paz que reveló la robustez de la posición de este último y, en contraste, la fragilidad de Urquijo. Godoy paseaba por la Sala de Guardias del Sitio cuando tropezó con su cuñado Branciforte, que se encontraba sentado. Rodeados por los guardias según el uso, Branciforte ni se levantó, Casoni a Consalvi. Madrid, 15 de diciembre de 1800. Cit. en Sierra Nava, Luis, La caída del primer ministro Urquijo en 1800, Madrid, CSIC, 1963, p. 15. 45 Godoy a María Luisa. 26 de noviembre de 1800. Pereyra, Carlos, Cartas confidenciales… op. cit., p. 378. 46 Godoy a María Luisa. 2 de diciembre de 1800. Ibídem, p. 385. 47 “Lettre du marquis Caballero, du 15 mai 1805 (sic), à l´auteur de ces mémoires”. Nellerto, Mémoires pour sevir à l´Histoire de la révolution d´Espagne, avec des pièces justificatives, París, t. III 1819, nº CXXXVIII 48 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., p. 737. 49 García de León y Pizarro, José, Memorias, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999, p. 96. 44


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negándose a saludarle, actitud que repitió cuando Godoy atravesó instantes después la sala acompañado del cardenal don Luis de Borbón. Irritado, el príncipe de la Paz reclamó con vehemencia ante la reina por ese desplante a uno de los familiares más próximos del rey. María Luisa hizo llamar sobre el campo a un Urquijo enfermo y le inquirió con severidad si había permitido dar nuevas órdenes a la Guardia. Apenas “balbuceó” que no existía ninguna innovación y, excusándose, dijo desconocer lo que había ocurrido. El episodio, que terminó con la desgracia del marqués50, tuvo lugar pocos días antes de la destitución de Urquijo. El 13 de diciembre, tres días después del decreto que autorizaba la divulgación de la bula Auctorem fidei, un Urquijo enfermo fue cesado de la Secretaría de Estado51.

4. La persecución Alrededor de cien personas conocidas y magistrados fueron víctimas de la persecución “jansenista”, según los cálculos de Georges Demerson52. El real decreto de 10 de diciembre de 1800 que autorizaba la salida de la Auctorem fidei dispuso los instrumentos oficiales para la persecución de los jansenistas, “sin excepción de estado y clases”, según advertía el decreto53. La persecución quedó en manos de la Inquisición, que se sirvió de la delación como medio para identificar a los jansenistas. Teniendo en cuenta la incidencia de la secta entre los altos empleos de la administración, las jerarquías de la Iglesia y los estados más elevados, los confidentes se convirtieron en sinceros católicos merecedores de reconocimiento y protección. Ramón Guerrero, dominico y prior del convento del Rosario; Antonio Torres, salvatoriano; el canónigo Baltasar Calvo; Joaquín Murcia; Francisco Acedo y Eustaquio Moreno merecieron por su intervención en defensa de la bula Auctorem fidei el agradecimiento del papa54. Al príncipe de la Paz, protector de delatores no solo se le tributó el homenaje sino que también se le agasajó con el título de columna de la fe. Sin embargo, detrás de los chivatazos se escondían oscuras “pasiones personales”, como denunció Juan Antonio Llorente hablando de Baltasar Calvo55. La persecución contra los jansenistas no pretendió ser una causa general contra las ideas modernizadoras. Precisamente uno de sus promotores, el príncipe de la Paz, Alquier a Talleyrand. Bayona, 15 de Nivoso, año IX (15 de enero de 1801). Weil, Godoy à l´apogée… op. cit., p. 31. 51 Urquijo cuenta que tuvo un último enfrentamiento con el príncipe de la Paz, durante el cual le espetó que no le daba parte en los negocios porque “éstos exigían mucho secreto y que SS. MM. eran dueños de él, y yo no”. Urquijo, Mariano Luis, Apuntes… op. cit., p. 96. 52 Demerson, Georges, Juan Meléndez Valdés y su tiempo (1754-1817), Madrid, Taurus, 1976, p. 572. 53 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 741-742. 54 Archivo Secreto Vaticano [en adelante ASV], Spagna, 417. Díaz de Cerio, Franco, Noticias sobre España en el fondo “Secretaría de Estado: SS (249)” del Archivo Vaticano (1800-1817), nº 50 (20 de diciembre de 1800) y 56 (10 de febrero de 1801). 55 Llorente, Juan Antonio, Historia crítica..., op. cit., p. 428. 50


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se mostró siempre como un “empedernido regalista”56. Vittorio Sciuti Russi habla del triunfo de la victoria definitiva del “partido inquisitorial” sobre los intentos de Urquijo en suprimirla eliminando sus abusos57, pero esta no dio inicio a una gran causa contra el jansenismo. La primera persecución no pasó a mayores y los acusados recibieron por lo general la absolución o penas muy moderadas. Hay casos realmente paradigmáticos. La condesa de Montijo junto con su marido Estanislao de Lugo, director de los Reales Estudios de San Isidro, y el obispo de Salamanca Antonio Tavira habían mantenido una correspondencia muy activa sobre temas religiosos con el obispo Grégoire. Las ideas expresadas en cartas y escritos, preñadas de una espiritualidad opuesta a las visiones más ultramontanas –defendían el retorno a una Iglesia primitiva, de carácter más episcopalista, criticaban a los jesuitas por haber adulterado la religión con su moral relajada y acomodaticia y manifestaban prevenciones hacia las órdenes monásticas, especialmente dominicos, franciscanos y capuchinos58– les convirtieron en defensores de las reformas de Urquijo. El caso más significativo es el de Tavira, quien no solo escribió al secretario de Gracia y Justicia una interesante carta alabando la reintegración a los obispos de la facultad de otorgar dispensas como un medio legítimo y necesario, sino que acompañó la circular a su diócesis de un edicto anunciando su disposición a dispensar en los impedimentos al matrimonio59. La Inquisición empezó a inquietar al grupo en 1799, investigando a Tavira y al capellán del rey Espiga. De este último se comenta que había redactado el decreto de 5 de septiembre, aparte de presentar a Carlos IV una exposición histórica “picante, animada y entretenida” sobre las bulas de Roma60. Entonces pudo pararse el golpe. Un año más tarde, no hubo nada que hacer. Las delaciones de Calvo y Guerrero mancharon a la condesa y sus amigos: Antonio Palafox, obispo de Cuenca y cuñado de la condesa; Tavira; Juan Antonio de Rodrigálvarez, arcediano de Cuenca, provisor y vicario general de su diócesis; y Joaquín de Ibarra y Antonio Posada, canónigos de San Isidro61. También fueron señalados otros eclesiásticos como Victoriano López Gonzalo, obispo de Murcia; Antonio de la Cuesta, arcediano de Ávila; y Jerónimo de la Cuesta, canónigo penitenciario de Ávila62. Esa misma Inquisición, cuyo exceso de celo trató de refrenar Urquijo durante su ministerio, tuvo en este caso una reacción que Menéndez Pelayo calificó de “aparente” por la benevolencia de los castigos recibidos63. Era previsible pues el mismo inquisidor Dufour, Gérard, “Godoy y la Iglesia”, Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 3 (2004), pp 125-134. 57 Sciuti Russi, Vittorio, Inquisizione espagnola e riformismo borbonico fra sette e ottocento. Il dibatitto europeo sulla soppressione del “terrible monstre”, Firenze, Leo S. Alschki, 2009, pp. 248-259. 58 Demerson, Paula de, María Francisca de Sales Portocarrero: una figura de la Ilustración, Madrid, Editora Nacional, 1975, pp. 261-284. 59 Saugnieux, Joël, Un prélat éclairé..., op. cit., pp. 207-211. 60 García de León y Pizarro, José, Memorias, op. cit., p. 95. 61 Llorente, Juan Antonio, Historia crítica..., op. cit., p. 206. 62 Ibídem, pp. 118-119. 63 Menéndez Pelayo, Marcelino, Historia de los heterodoxos..., op. cit., p. 654. 56


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general, Ramón de Arce, había manifestado su apoyo al decreto de 5 septiembre64. Para Palafox –muerto en 1802–, Rodrigálvarez, Posada e Ibarra las acusaciones no pasaron a mayores, y eso que Rodrigálvarez y Posada atacaron a sus delatores en una memoria. Los hermanos Cuesta en cambio lo tuvieron más difícil, quedando Jerónimo encarcelado y debiendo huir Antonio a Francia, aunque al final fueran declarados inocentes65. A Tavira tampoco le ocurrió nada66. El marido de la condesa, Lugo, no fue molestado a pesar de tener un papel central tanto en el cenáculo madrileño como en los Estudios Reales. Para la condesa el proceso quedó “en germen”67. A Espiga se le mandó a Lleida como arcediano de la iglesia de Benasque68. Por sus empleos y condición tuvo una relación más estrecha con Urquijo y, al igual que otros personajes relacionados con el antiguo secretario de Estado, se vio confinado a la caída de aquel. Esta persecución de carácter netamente político afectó a todos los ramos de la administración, pero fue especialmente dura en la Secretaría de Estado, realizándose una purga en sus covachuelas porque se había impuesto de la idea de que “estaba compuesta o de ignorantes o de intrigantes partidarios de Urquijo”. García de León y Pizarro cuenta que por esta razón los oficiales Castro y Santibáñez fueron desplazados y destinados a legaciones extranjeras69. Dos fueron los casos más llamativos de la persecución política, los de Jovellanos y Urquijo, que no solo destacan por sus posiciones políticas sino por el cruel castigo que recibieron. En 1801 María Luisa escribió al príncipe de la Paz que quienes más habían destruido la Monarquía eran los “pícaros” de Jovellanos y Saavedra y el “intruso o ente” de Urquijo70. Estas palabras fueron una premonición. Aunque retirado en Gijón, Jovellanos se mantenía atento a la situación política; cuando recibió en Gijón la noticia de la autorización de la Auctorem fidei, la acogió con hostilidad, como lo refleja una anotación de su diario del 19 de enero de 1801: “Decreto para admitir la Auctorem fidei, orden para su observancia. Azotes al partido llamado jansenista. ¡Ah! Quién se los da, Dios mío. Pero ya sabrá vengarse”. El 13 de marzo de ese mismo año sería apresado y conducido a Mallorca, donde permanecería encarcelado hasta 180871. Es bien conocido que Godoy y Jovellanos nunca tuvieron buenas relaciones, pese a que el primero recordara en sus Memorias los esfuerzos que realizó para que abriese en Gijón el Instituto de Náutica y Mineralogía, en el que tanto empeño había puesto el ilustrado asturiano, o su mediación para que fuese nombrado secretario de Gracia y Dufour, Gérard, “Don Ramón de Arce, Arzobispo de Zaragoza, Patriarca de las Indias e Inquisidor General”, Tres figuras del clero afrancesado, Aix-en-Provence, Université de Provence, 1987, pp. 147-193. 65 Demerson, Paula de, María Francisca de Sales… op. cit., pp. 299-300. 66 Saugnieux, Joël, Un prelat éclairé..., op. cit., p. 238. 67 Demerson, Paula de, María Francisca de Sales… op. cit., p. 300. 68 Villanueva, Joaquín Lorenzo, Vida literaria, Londres, Dulau & cía., tomo I 1825, p. 63. 69 García de León y Pizarro José, Memorias, op. cit., pp. 97-100. 70 María Luisa a Godoy. 11 de febrero de 1802. Cit. en Sierra Nava, Luis, La caída del primer... op. cit., p. 23. 71 Caso Fernández, José Miguel, “Notas sobre la prisión de Jovellanos en 1801”, Archivum: Revista de la Facultad de Filología, 12 (1962), pp. 217-237. 64


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Justicia, en sustitución de Eugenio Llaguno72. En sus Diarios Jovellanos reprodujo un famosísimo episodio que desvela hasta qué extremo se repelían. El asturiano, recién nombrado ministro, acudió a una comida invitado por el príncipe de la Paz, que se presentó a la mesa con su mujer a un lado y al otro la amante, Pepita Tudó. El puritano Jovellanos sintió tal estupor que, como escribió, huyó de allí. A la tarde tuvo una acalorada discusión con su amigo el conde de Cabarrús sobre la repugnancia moral sufrida. Quizás se tocó también la posible salida de Godoy, aunque quedaría todo en cábalas pues en su diario escribió: “no hay remedio, el sacrificio es forzoso”73. A partir de aquel entonces Jovellanos participó en las intrigas que se desataron contra el príncipe de la Paz. García de León y Pizarro le recuerda debatiendo con la reina María Luisa dónde lo enviarían desterrado mientras el rey esperaba la ocasión de firmar el decreto de exoneración74. En París, un locuaz Cabarrús dijo que la caída de Godoy fue obra suya, de Jovellanos y de Saavedra, y que trabajaban desde hacía varios meses para derribarle75. Al príncipe de la Paz no le faltaban entonces motivos para actuar contra Jovellanos, pero lo mismo parecía ocurrirles a los reyes, si nos atenemos a las palabras de María Luisa ya citadas. Según Godoy el responsable del proceso contra el asturiano fue José Antonio Caballero, que presentó a Carlos IV una multitud de documentos “verdaderos o apócrifos” –nos parece oír aquí el eco de los elogios de la traducción de El contrato social– que señalaban a Jovellanos como jefe de una secta enemiga de la Iglesia y de la Monarquía76. Cuesta creer en la idea de un secretario de Gracia y Justicia actuando por cuenta propia, en la ignorancia o el engaño de los reyes, sobre todo después de las referencias a los “papelotes” de Caballero que Godoy consigna en las cartas. El caso de Urquijo refleja mejor que el anterior el grado de persecución política al conservarse más testimonios. El 13 de diciembre de 1800 José Antonio Caballero expidió el decreto por el que Pedro Cevallos, primo político del príncipe de la Paz, era nombrado sucesor de Saavedra al frente de la Secretaría de Estado. Urquijo ni siquiera es mencionado en ese papel. A las once y media de la noche de ese día 13 un alcalde de casa y corte se presentaba en casa de Urquijo con dos decretos, el del nombramiento de Cevallos y otro firmado por este que le prescribía salir por la mañana temprano de la corte, prohibiéndole ver a los reyes y prescribiéndole que entregara las llaves de la Secretaría por medio de una persona de confianza. La correspondencia personal que guardaba –cartas de príncipes y personajes relevantes de Europa, así como del príncipe de la Paz– iba a ser retenida por Cevallos. Urquijo hubo de esperar en Las Rozas a conocer qué destino se le deparaba, Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 499 y 798. Seco Serrano, Carlos, “Godoy y Jovellanos”, Archivum: Revista de la Facultad de Filología, 12 (1962), p. 259. 74 “Jovellanos era de opinión que al salir [Godoy] se le llevara de un tirón a la Alhambra de Granada, conociendo los peligros que presentaba el débil conocido de la reina”. García de León y Pizarro, José, Memorias, op. cit., p. 69 75 Corona Baratech, Carlos, Revolución y reacción en el reinado de Carlos IV, Madrid, Rialp, 1957, pp. 322-323. 76 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 499 y 798. 72 73


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comunicándosele allí que sería confinado en Bilbao77. Al confinamiento le siguió el proceso político. El 17 de marzo de 1801 –cuatro días después de que Jovellanos fuera arrestado– un alcalde de casa y corte fue a Bilbao a prenderlo y llevarlo prisionero a la cárcel de la ciudadela militar de Pamplona. Se sospechaba que mediante un criado suyo mantenía correspondencia con embajadores extranjeros78. Durante un año Urquijo se mantuvo en régimen de aislamiento, “en los mismos terminos en que estubo el Conde de Floridablanca”, como literalmente dicen los oficios79. La expresión, que nos remite forzosamente al proceso que sufrió aquel, inserta la desgracia de Urquijo en el contexto político característico del reinado de Carlos IV; por cierto que si bien resulta un régimen duro, al menos se desechó la propuesta que lanzó la reina en una carta al príncipe de la Paz para enviar a Urquijo en buque neutral a Cavite y encerrarlo allí80. De los interrogatorios a los que fue sometido Urquijo no han sobrevivido documentos. Cuando posteriormente este trató de recopilarlos junto con otros papeles relativos a su desgracia, y no los encontró, consignó: “los malvados Godoy y Cevallos han ocultado los de las ridiculas preguntas qe. me hicieron y mis resptas. qe. les confundieron”81. En 1802, con motivo del matrimonio entre el príncipe de Asturias y la infanta María Antonia de Nápoles, se le conmutó la prisión por el confinamiento en Bilbao82. Pero esa medida de gracia no supuso que Urquijo perdiera su consideración de enemigo potencial para la corte española. Cuando dos años más tarde estallara un motín en el Señorío de Vizcaya, conocido como la Zamacolada, Urquijo ejerció un papel de pacificador para evitar que el levantamiento deviniera en conflicto armado; una vez finalizado el incidente, junto con su padre y su buen amigo el almirante José de Mazarredo, fue desterrado del Señorío, pese a demostrarse que su conducta “no habia sido criminosa”83.

5. Conclusión La caída y persecución de los jansenistas españoles fue el producto de una intriga cortesana urdida con el objeto de precipitar la caída de Urquijo; coincidimos aquí con Claude Morange cuando apunta que se trató de un problema de índole política, no religiosa84. Cuando Godoy relata en sus Memorias los trabajos que le costó aplacar Urquijo, Mariano Luis, Apuntes… op. cit, pp. 87-89. Ibídem, pp. 90-94. 79 Marqués de las Amarillas a Cevallos. Pamplona, 23 de marzo de 1801. AHN, Estado, leg. 3440, expediente nº 18. 80 María Luisa a Godoy. San Ildefonso, 17 de agosto de 1801. AGP, Papeles reservados de Fernando VII, t. 94. 81 BN, mss. 7744, f. 72. 82 Cevallos a Caballero. Minuta. Barcelona, 5 de octubre de 1802. AHN, Estado, leg. 3440, expediente nº 18. 83 Véase Romero Peña, Aleix, “Mariano Luis de Urquijo: testigo y protagonista involuntario del motín de la ‘Zamacolada’ (1804)”, en Brocar. Revista de investigación histórica, 33 (2009), pp. 115-147. 84 Morange, Claude, Paleobiografía (1779-1817) del “Pobrecito holgazán”. Sebastián de Miñano y Bedoya, Salamanca, Ediciones Universidad, 2002, p. 116. 77

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el rigor de Caballero contra los obispos, a quienes el secretario de Gracia y Justicia quería enviar a Roma para que fuesen allí juzgados, la condesa de Montijo, Meléndez Valdés o Llorente85, consideramos que demuestran que la cuestión del jansenismo no le preocupaba sinceramente. El hincapié que se ha hecho en este como fenómeno religioso ha ensombrecido en parte la persecución política que se desató contra los partidarios de Urquijo. El decreto de 1799 fue la excusa para la represión, y la bula Auctorem fidei su instrumento. La responsabilidad última de la persecución contra los jansenistas recae en los reyes y Godoy. Un gran conocedor de las intrigas palaciegas en aquella época, como es A. Calvo Maturana, señala que eran María Luisa y Godoy quienes gestionaban y daban la cara en asuntos que habían sido previamente decididos por los tres86. Las cartas recogidas por Pereyra e incluso el testimonio más vago e impreciso de las Memorias así lo ratifican, quedando además acreditada la inquina que la reina y el príncipe de la Paz sentían por Urquijo y quienes le eran más íntimos en la corte, que no eran necesariamente quienes fueron acusados de jansenistas o mantenían posturas reformistas. Una vez neutralizado Urquijo y sus cercanos, el furor contra los jansenistas perdió fuelle, pero la vigilancia siguió latente. La condesa de Montijo recomendaba en 1802 a Meléndez Valdés que se recluyera, pues “las recaídas en lo político, como en lo físico y en lo moral, son mortales”87; tres años más tarde sería desterrada en Logroño.

Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 799-800. Calvo Maturana, Antonio, “Floridablanca, Aranda, Godoy...” op. cit., pp. 143-144. 87 Demerson, Paula de, María Francisca de Sales… op. cit., p. 116. 85 86



Objetivos y limitaciones de la política exterior española en Marruecos: la batalla de Tetuán (1859-1860) ROCÍO VELASCO DE CASTRO Universidad de Extremadura Fecha de recepción: 2 de febrero de 2012 Fecha de aceptación: 3 de julio de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: Al cumplirse el centenario de la implantación del Protectorado hispano-francés en Marruecos nos planteamos profundizar en los términos y condiciones bajo los cuales se produjo la participación española en el reparto colonial del norte de África. Con esta finalidad pretendemos abordar la política ejercida durante el período pre-colonial para encontrar en ella no sólo las causas de la débil posición española frente a las grandes potencias europeas del momento, sino también las líneas de actuación con respecto a Marruecos, ya que estas últimas volverán a repetirse, con mayor o menor acierto, durante el ejercicio del régimen de protección. De manera colateral, este artículo persigue también subrayar la importancia del aprendizaje y conocimiento de una historia común que no ha de aislarse de su contexto y continuidad natural. Palabras clave: Marruecos pre-colonial, batalla de Tetuán, relaciones hispano-marroquíes, reparto colonial, Protectorado hispano-francés. Abstract: Due to the anniversary of the implantation of French-Spanish protectorate in Morocco, we consider deepening into the terms and conditions under which there took place the Spanish participation about the colonial distribution in North Africa. With this purpose we try to approach the politics practiced during the pre-colonial period to find in it not only the reasons of Spanish weak position opposite to the great European powers of the moment, but also to find the lines of action regarding to Morocco. These lines will be repeated more or less successfully during the protectorate regime. In a collateral way, this article also pursues to underline the importance of learning and knowing a common history that should not be isolated from its context and its natural continuity. Keywords: Pre-Colonial Morocco, Battle of Tetuan, Spanish-Moroccan relations, colonial apportionment, Franco-Spanish protectorate.


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1. La encrucijada española: África, panacea de todos los males Desde 1805, año en el que la marina española fue aniquilada en Trafalgar, hasta 1815 en que se celebró el Congreso de Viena, España pasó de ser una de las tres potencias más importantes en la esfera internacional, junto con Francia y Gran Bretaña, a convertirse en una potencia de segundo orden y meramente nominal1. Nuestro país estaba arruinado por la guerra, carecía de ejército y de territorios en ultramar (pues lo poco que quedaba de él se perdería ocho años más tarde), y su situación empeoraba paulatinamente fruto de la sucesión de unos gobernantes poco cualificados y carentes de la visión política suficiente para desplegar, dentro de las limitaciones internas y externas, una política que salvaguardara los intereses españoles en Marruecos. Así pues, éramos un país sin recursos y aislado en el concierto internacional en un momento en el que, precisamente, se aspiraba a la expansión colonial como medio de fortalecer o de hacerse con una posición de fuerza en Europa. La búsqueda de nuevas fuentes de ingresos, de otros mercados y de enclaves geoestratégicos que defendieran los intereses comerciales establecidos, además de actuar como elemento disuasorio o decisorio –según el caso– ante posibles conflictos, impulsaban la expansión colonial al continente africano. Francia ya había hecho gala de sus intenciones, pues la ocupación de Argel, en 1830, solo había sido el primer paso de un ambicioso proyecto expansionista que incluía Túnez y Marruecos. Resurgía entonces en España la tradición secular de crear un área de influencia o hinterland en torno a Ceuta y Melilla con el objetivo de salvaguardar los intereses comerciales, pero también, y muy especialmente, la seguridad nacional ante el creciente dominio francés de las costas norteafricanas, cuestión que algunos autores han considerado como factor fundamental del cambio experimentado2. En realidad, tendríamos que hablar de la conjunción de una serie de factores, internos y externos, para explicar el viraje experimentado, y en el que las aspiraciones sobre Marruecos pretendían ser empleadas por parte de la clase política del momento como cortina de humo que desviara la atención de los males nacionales. Se trató de una postura a todas luces errónea, pues inauguró una tradición política que continuó hasta el final del franquismo: la concepción de Marruecos como un medio, Para más información sobre la proyección exterior española y su papel en el campo de las relaciones internacionales durante los siglos XIX y XX, véase el detallado análisis de Morales Lezcano, Víctor, España, de pequeña potencia a potencia media. Un ensayo sobre el dilema de su proyección exterior, Madrid, UNED, 1991, pp. 27-49. 2 Opinión sustentada, entre otros, por Salas Larrazábal, Ramón, El Protectorado de España en Marruecos, Madrid, Mapfre, 1992, p. 321. 1


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no como un fin en sí mismo y, en consecuencia, la adopción de una línea de actuación fluctuante –y en no pocos casos contradictoria–, en función de los intereses coyunturales del gobierno de turno. La ausencia de una política colonial resultó tan perjudicial para los intereses españoles en Marruecos como para el devenir político de la propia metrópoli. La segunda mitad del siglo XIX se presentaba como un tiempo de honda crisis de la sociedad española, aún no recuperada de los efectos de la invasión napoleónica, la caída del Antiguo Régimen, la decadencia de la dinastía reinante, la intromisión del Ejército en los asuntos políticos y la ya anunciada debacle en Hispanoamérica, que culminaría con el desastre del 98. A este desolador panorama contribuyeron el aumento de la corrupción política, una economía nacional fuertemente resentida por la situación y los problemas de subsistencia que comenzaban a sufrir los ciudadanos. En suma, todo un cúmulo de circunstancias adversas ante las cuales, y en un viejo ejercicio de cinismo político, nuestros representantes optaron “por la senda del aventurismo y de las acciones de falso prestigio que apartaran la vista de los españoles de aquellos malestares que les aquejaban realmente. El África cercana, tan ligada a la historia de España desde hacía mil años, ofrecía una gran ocasión para ese género de política irresponsable”3.

Es entonces cuando se insta a retornar “a lo africano”4, pues era allí donde se encontraba el porvenir de España5. Pero, como afirmaba García Figueras, “la España oficial estaba totalmente desentendida de Marruecos”6, lo que denotaba que su actuación no respondía a un proyecto político elaborado en torno a los intereses españoles en Marruecos, sino a la necesidad de salir de la encrucijada en la que se encontraba el país, y ante la que la clase política había dado sobradas muestras de su incapacidad. El capítulo que se reabría ahora, con Marruecos como protagonista, ofrecería numerosos ejemplos, a cual más execrable, de que la actuación no mejoraría. La solución marroquí no contaba, por tanto, con seguidores significativos ni entre la opinión pública general, ni entre determinados sectores de la sociedad, como el industrial o el Ejército, por ejemplo. Para subsanar este contratiempo, se procedió a la concienciación social de la empresa colonial en términos comerciales a través de las sociedades geográficas7, desde De la Serna, Alfonso, Al sur de Tarifa. Marruecos-España: un malentendido histórico, Madrid, Marcial Pons, 2001, pp. 174-175. 4 García Figueras, Tomás, “La puesta en valor del continente africano (España ante el problema)”, en García Figueras, Tomás, Labor de España en África, Barcelona, Bosch, 1946, p. 19. 5 García Figueras, Tomás, La acción africana de España en torno al 98. De la crisis de la política africana, 1898, al Protectorado de Marruecos, 1912, Madrid, Instituto de Estudios Africanos, vol. 1 1966, p. 101. 6 García Figueras, Tomás, Marruecos (La acción de España en el Norte de África), Barcelona, Ediciones Fe, 1944, p. 75. 7 Sobre las sociedades geográficas y su papel en el ideario africanista y en el proyecto político y económico del colonialismo, véanse tres autores fundamentales. El primero, con cinco estudios en los que analiza 3


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donde también se formó y desarrolló una proyección militar y política hacia Marruecos, que era presentado como el escenario idóneo para ejercer la acción colonizadora y definir sus pretensiones y su potencial en los tres ámbitos citados. En consecuencia, mientras que desde el siglo XVIII y hasta principios del siglo XIX la posición española había estado básicamente condicionada por la voluntad de preservar las posiciones útiles para los intereses comerciales, los acontecimientos que tanto a nivel nacional como internacional se fueron sucediendo, desencadenaron un cambio en las motivaciones y aspiraciones españolas con respecto a su política exterior y al papel que pretendía desempeñar en el reparto colonial europeo8. África pasaría a ser percibida como el lugar donde el espejismo de una colonización de nuevo tipo podía concretarse y hacer olvidar el drama noventayochista; donde se resarciría al maltrecho Ejército de una gloria perdida; se abrirían nuevas oportunidades al comercio; se cumplirían los designios expansionistas planteados en el testamento de Isabel la Católica; el país se unificaría en torno a una empresa exterior con la que se contribuiría a paliar, o al menos minimizar, los efectos de una convulsa y caótica realidad política del momento, etc. Los responsables políticos españoles se vieron en la tesitura de romper su aislamiento mediante su adhesión al reparto colonial, aún siendo conscientes de la subordinación a la que estarían sometidos en función de las directrices adoptadas por Francia y Gran Bretaña. la dimensión cultural, política y económica de estas sociedades es Morales Lezcano, Víctor, España y el Norte de África: El Protectorado en Marruecos (1912-1956), Madrid, UNED, 1986, pp. 63-106; Ídem, Africanismo y orientalismo español en el siglo XIX, Madrid, UNED, 1988; Ídem, “El africanismo español del ochocientos (semblanza histórica y balance profesional)”, en Actas del Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Ceuta, vol. 3 1988, pp. 287-308; Ídem, “El Norte de África, estrella del orientalismo español”, en Awrāq, 11 (1990), pp. 17-34; Ídem, El colonialismo hispano-francés en Marruecos (18981927), Universidad de Granada, Centro de investigaciones Ángel Ganivet, 2002, pp. 35-90. El segundo autor nos ofrece tres estudios centrados en cuestiones geográficas y económicas: Villanova, José Luis, “Las sociedades geográficas y otras asociaciones en la acción colonial española en Marruecos”, en Nogué, Joan y José Luis Villanova (eds.), España en Marruecos. Discursos geográficos e intervención territorial, Lleida, Milenio, 1999, pp. 183-224; Ídem, “Las sociedades geográficas españolas como impulsoras del colonialismo español en Marruecos”, en Transfretana: Revista del Instituto de Estudios Ceutíes, 5 (1999), pp. 133-148; Ídem, “La Sociedad Geográfica de Madrid y el colonialismo español en Marruecos (18761956)”, en Documents d’Anàlisi Geogràfica, 34 (1999), pp. 161-187. Un interesante análisis de las distintas tendencias ideológicas de la corriente africanista en su dimensión política, cultural y militar es el que realiza Gil Grimau, Rodolfo, “Corrientes ideológicas internas en el africanismo español”, en Ripoll, Eduardo (ed.), Actas del Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Ceuta, UNED, vol. 3 1987, pp. 277-285. 8 Sobre el proceso seguido en el cambio de directrices de la política exterior, véanse cinco estudios que consideramos fundamentales y que citamos por orden cronológico, pues ofrecen una revisión de los planteamientos tratados con anterioridad: Jover Zamora, José María, “Caracteres de la política exterior de España en el siglo XIX”, en Jover Zamora, José María, España en la política internacional (siglos XVIII-XX), Madrid, Marcial Pons, 1999, pp.111-172; Niño, Antonio, “Política de alianzas y compromisos coloniales para la regeneración internacional de España, 1898-1914”, en Tusell, Javier et. al. (eds.), La política exterior de España en el siglo XX, Madrid, UNED-Biblioteca Nueva, 2000, pp. 31-94; Ramiro de la Mata, Javier, Origen y dinámica del colonialismo español en Marruecos, Ciudad Autónoma de Ceuta, Archivo Central, 2001, pp. 18-89; Morales Lezcano, Víctor, El colonialismo hispano-francés... op. cit., pp. 35-136; y Ponce Marrero, Javier, “La política exterior española de 1907 a 1920: entre el regeneracionismo de intenciones y la neutralidad condicionada”, en Historia Contemporánea, 34 (2007), pp. 93-115.


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Así, desde 1859 en adelante, las tentativas de expansión hacia Marruecos (sin olvidar el golfo de Guinea) se encarrilaron por los derroteros clásicos del colonialismo europeo del siglo XIX: “afirmación de la supremacía militar y de las áreas de influencia y proyección de un espacio apto para la inversión de capitales y para el trato preferente al comercio nacional”9.

2. La batalla de Tetuán o guerra de África (1859-1860) La batalla de Tetuán, elevada en la historiografía española –que no en la marroquí– a la categoría de guerra, constituyó el punto de partida de la nueva actitud española con respecto a Marruecos. De esta forma, el vecino ribereño se convirtió en panacea y remedio de todos los males, pues se presumía como solución a los problemas internos del país y al desastre que supuso la pérdida de buena parte de las colonias americanas. Esta opción, ampliamente cultivada y reflejada en la mayor parte de los textos de la época, tuvo en Pedro Antonio de Alarcón y en Benito Pérez Galdós, dos de sus más fieles exponentes10. El primero afirmaba que “La guerra de África, en principio, es una gran cuestión nacional para España, porque reúne en un interés común a sus mal avenidos hijos”11. En esta misma línea, Galdós, profundizaba en las motivaciones que habían llevado a que Marruecos se hubiera convertido en una prioridad para el erosionado régimen isabelino. Al constituir un elemento unificador en torno al honor nacional perdido por el desastre americano y las desavenencias internas, se erigía en el mejor medio para conseguir desviar la atención de los problemas que aquejaban al país. En consecuencia, aunque la empresa fue presentada como un deber patriótico, las auténticas razones afloraban en la mente de cualquier español que no se dejara llevar por las arengas oficiales: “También en el viejo Ansúrez hervía la efusión patriótica; mas no eran sus demostraciones tan infantiles como las del Halconero. Su espíritu reflexivo, dotado de tanta claridad y agudeza que fácilmente penetraba en la entraña de todas las cosas, ponía en el examen de la anunciada guerra el sentido más puro de la realidad […] Debemos alabar al señor de O´Donnell por la idea de llevar nuestros soldados al África; que así echamos la vista y el rostro fuera de este patio de Tócame Roque en que vivimos”12. Martín Corrales, Eloy (ed.), Marruecos y el colonialismo español (1859-1912). De la guerra de África a la “penetración pacífica”, Barcelona, Bellaterra, 2002, p. 9. 10 Véase al respecto la panorámica que traza González Alcantud, José Antonio (ed.), Pedro Antonio de Alarcón y la Guerra de África. Del entusiasmo romántico a la compulsión colonial, Barcelona, Antrophos, Editorial del Hombre, 2004. 11 Alarcón, Pedro Antonio de, Diario de un testigo de la guerra de África, Madrid, Gaspar y Roig Editores, 1859, p. iii. 12 Pérez Galdós, Benito, Aita Tettauen, en Episodios nacionales, vol. 5-6, Madrid, Editor Sucesores de Hernando, 1920, p. 15. 9


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Ahora bien, el hecho de que un país políticamente dividido y económicamente empobrecido se aventurara a emprender esta maniobra propagandística presentada como campaña militar, no obedecía únicamente a factores endógenos. En este sentido, afirmaciones del tipo “fuimos a la guerra de África por motivos de política interna, ajenos completamente a las necesidades reales de nuestra acción africana”13, no responden a la complejidad del momento. Como bien afirma Martín Corrales, la lectura de este conflicto no ha de hacerse exclusivamente en clave de política interior, sino también dentro del contexto internacional de la época14. En dicho concierto, España había perdido importancia como potencia colonial al tiempo que Francia y Gran Bretaña desplegaban un amplio abanico de objetivos dentro de sus aspiraciones coloniales. De forma que, la actuación española estaba en buena medida motivada por la necesidad de seguir la estela de estas dos grandes potencias. En este marco hemos de situar la respuesta española a la ocupación francesa de Argel, en 1830; la ocupación de las islas Chafarinas, en 1848; y la gestación y magnificación de la citada batalla de Tetuán, cuyas consecuencias incluirían la firma de dos acuerdos comerciales, en 1861 y 186315. Sendas acciones han de contemplarse como dos de los primeros pasos que daba España con la intención de hacerse un hueco en el reparto de influencias y territorios en el continente africano. Así pues, tanto a nivel interno como internacional, la guerra de Tetuán se presentó como un episodio favorable en cuanto a las consecuencias que podían derivarse de él para España. Desde el punto de vista militar, la guerra de 1859-1860 constituyó la primera tentativa exitosa que no obedecía a una anexión territorial sino a recomponer, entre otras muchas fracturas existentes, el quebrantado prestigio militar tras el fracaso de las empresas atlánticas. De hecho, la carrera de ascensos, méritos y hazañas de los sucesivos militares africanistas comenzó precisamente en esta guerra y se prolongó hasta mediados del siglo XX. En cuanto a la cuestión ideológica, estrechamente vinculada al elemento económico a través de la corriente africanista, la guerra de Tetuán y sus preparativos levantaron una gran expectación en España en torno al mundo árabe, hasta el punto de que el orientalismo de la literatura y pintura de la época, adquirió unos notables tintes africanos16. De esta García Figueras, Tomás, Marruecos… op. cit., p. 75. Martín Corrales, Eloy, “El Protectorado español en Marruecos (1912-1956). Una perspectiva histórica”, en Nogué, Joan y José Luis Villanova (eds.), España en Marruecos... op. cit., p. 146. 15 Las cláusulas del tratado de 20 de noviembre de 1861 pueden consultarse en Repollés de Zallás, José y Arturo García Agud (dirs.), Historia de las campañas de Marruecos, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1981, vol. 1, pp. 324-325 y apéndice XLI. Los términos del acuerdo del 20 de agosto de 1863 se incluyen en López Oliván, Julio, Legislación vigente en la Zona de Protectorado español en Marruecos, Madrid, Artes Gráficas Marinas, vol. 1 1931, pp. 108-114. 16 González Alcantud, José Antonio, Lo moro: las lógicas de la derrota y la formación del estereotipo islámico, Barcelona, Antrophos, Editorial del Hombre, 2002, p. 121, señala la importancia de esta época en la formación del estereotipo islámico en España y la relevancia de esta guerra y de las dos décadas que la precedieron en el análisis de la confluencia del orientalismo y el costumbrismo, que tiene en Estébanez 13 14


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forma, la situación en el Norte de África fue contemplada y manejada desde una óptica muy particular en la que, al exotismo de lo orientalista y a la justificación del colonialismo, se unía una recuperación, interesada y parcial, de nuestra historia con relación al sur17. En dicho proceso de recuperación histórica, en el que los arabistas desempeñaron un importante papel aun no comulgando con los presupuestos colonialistas18, el legado del testamento de Isabel la Católica, en el que se instaba a sus sucesores a continuar con el espíritu de cruzada en la conquista de África, constituía una misión de obligado cumplimiento19. Se trataba de una cuestión moral y de un compromiso adquirido a través de la historia, pues es nuestro deber emprender la misión civilizadora del moro: “(…) Podemos aspirar a que la conquista o el influjo pacífico de nuestra cultura deparen a nuestros hijos o a nuestros nietos la completa realización de la obra civilizadora que ellos solos deben cumplir”20. La conjunción de un legado medieval inacabado, de un espíritu de cruzada exacerbado21 y del principio civilizador generó la concepción de que durante siglos habíamos adquirido unos “derechos innegables en Marruecos”22, otro de los argumentos coloniales más explotados tanto a nivel interno como externo23. A esta visión también contribuyeron el enaltecimiento del patriotismo y consideraciones de tipo providencialista, como la de Cánovas del Castillo: “Hay una ley histórica que hemos venido observando a través de los siglos en el Mogreb al-Aksa, la cual dice claro que el pueblo conquistador que llegue a dominar en una de las orillas del estrecho de Gibraltar, antes de mucho tiempo dominará en la Calderón uno de sus máximos representantes con un drama orientalista titulado Morayma (1829). 17 Gil Grimau, Rodolfo, “Evolución del pensamiento africanista español ante la descolonización del Magrib, durante el período 1945-1975”, en Gil Grimau, Rodolfo, La frontera al Sur de al-Andalus. Estudios sobre la Península Ibérica y sus relaciones históricas con Marruecos, Tánger, Asociación Tetuán Asmir, 2002, p. 38. 18 Véase en Marín, Manuela, “Los arabistas españoles y Marruecos: de Lafuente Alcántara a Millás Vallicrosa”, en Nogué, Joan y José Luis Villanova (eds.), España en Marruecos… op. cit., pp. 73-97, la contribución del arabismo a la ideología e intereses coloniales de España en Marruecos a través de la trayectoria de Codera o Ribera, continuada a partir de la guerra civil por Ruiz Orsatti, Asín Palacios, García Figueras, Gil Benumeya o Millás Vallicrosa. 19 Véase la cita completa de la famosa cláusula en Maura Gamazo, Antonio, La cuestión de Marruecos desde el punto de vista español, Madrid, M. Romero impresor, 1905, p. 1; e Ibn Azzuz Hakim, Mohamed, El testamento de Isabel la Católica y sus nefastas consecuencias en las relaciones hispano-marroquíes, en Salhi, Mohammed (ed.), Huellas comunes y miradas cruzadas: mundo árabe, ibérico e iberoamericano, Rabat, Universidad Mohamed V, 1995, pp. 118-119. 20 Cánovas del Castillo, Antonio, Apuntes para la Historia de Marruecos, Málaga, Algazara, 1991 (reimp. 1851), p. 287. 21 García Figueras, Tomás, Marruecos… op. cit., p. 77, menciona dicho espíritu de cruzada junto con las reminiscencias del testamento de Isabel la Católica como dos de los peores, “inoportunos, injustos y notoriamente improcedentes” ideales que se le asignaron erróneamente a la empresa bélica española. 22 Maura Gamazo, Antonio, La cuestión de Marruecos… op. cit., p. 14. 23 Derechos históricos que, según Ibn ‛Azzūz Ḥakīm, Muḥammad, Mawqif al-šarīf al-Raysūnī min alisti‛mār al-faransī, Tetuán, Dispress, 1981, p. 15, conformaron las bases ideológicas del imperialismo español y fueron adquiridos en virtud de la presencia de enclaves españoles en la costa norteafricana y de la ocupación de algunos territorios marroquíes. Véase este mismo argumento en una de sus monografías en castellano, La actitud de los moros ante el alzamiento. Marruecos 1936, Málaga, Algazara, 1997, p. 80.


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orilla opuesta. Esta ley no dejará de cumplirse. Y si no hay en España bastante valor o bastante inteligencia para anteponerse a las otras naciones en el dominio de las fronteras playas, día ha de llegar en que sucumba nuestra independencia y nuestra nacionalidad desaparezca quizás para no resucitar nunca (…)”24.

Todos estos planteamientos que hemos expuesto fueron adoptados como base de la política exterior española durante la Restauración y posteriormente recuperados durante el régimen franquista. En virtud de dichas tesis, en apenas una década el africanismo romántico en torno a la guerra de África dio paso a un relativo pragmatismo colonial25 que acabó triunfando como justificación de la acción y gestión colonial en nuestra zona de protectorado. Como hemos apuntado en líneas anteriores, incluso durante el apogeo del africanismo romántico se desarrollaría una corriente crítica que ponía en entredicho las idealizadas y románticas razones que se esgrimían como legitimadoras del proceder español. De nuevo es Galdós quien esbozaba un certero panorama: “Fueron los españoles a la guerra porque necesitaban gallear un poco ante Europa y dar al sentimiento público, en el interior, un alimento sano y reconstituyente. Demostró el general O´Donnell gran sagacidad política inventando aquel ingenioso saneamiento de la psicología española (…). De Francia trajimos también una remesa de imperialismo casero y modestito, que refrescó nuestro ambiente y limpió nuestra sangre viciada por las fracciones”26.

Dicho panorama fue evolucionando en torno a “la especulación y los intereses mineros confusos, la necesidad vital de una supuesta expansión española, las corrupciones, la rivalidad con Francia en beneficio de Inglaterra, el regeneracionismo español y el amor de algunos por Marruecos”27. Inmersos en esta coyuntura, se hace necesario al menos mencionar la percepción marroquí de los acontecimientos. Dentro de la lógica unanimidad mostrada en el rechazo y condena del ataque, se expresa a través de distintos estadios que van desde la repulsa y la más extrema hostilidad a España y a lo hispano28, pasando por la crónica histórica29 y el Cánovas del Castillo, Antonio, Apuntes… op. cit., p. 282. López García, Bernabé, Contribución a la historia del arabismo español. Orientalismo y colonialismo en España 1840-1917, Tesis Doctoral, Universidad de Granada, 1974, p. 11. «http://www.uam.es/otroscentros/ TEIM/archivos/documentos/resumentesis_blg.pdf» [Consultado el 28 de enero de 2011]. 26 Pérez Galdós, Benito, Aita Tettauen op. cit., pp. 45-46. 27 Gil Grimau, Rodolfo, “Evolución…” op. cit., p. 38. 28 Representada en el testimonio anónimo del marroquí que Ricardo Ruiz Orsatti recuperó para su artículo “La guerra de África de 1959-1860, según un marroquí de la época”, en Al-Andalus, vol. II, fasc. 1 (1934), pp. 57-88. 29 Véanse tres de los autores marroquíes más representativos. El primero, Nasiri Selami, Ahmad, al-Kitāb al-Istiqsà, traducido por Clemente Cerdeira bajo el título Versión árabe de la Guerra de África, años 1859-60 (traducción castellana del Kitāb al-Istiqsà del Xej Ahamed ben Jaled Ennasiri Esselami), Madrid, Tipografía Moderna, 1917. Contamos con una reedición, “Lo que sucedió en la campaña del 60 según la opinión de los críticos árabes”, publicada en Clemente Cerdeira: Traducciones y Conferencias, Archivo 24 25


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análisis de las circunstancias históricas y políticas que llevaron a ambas orillas a ejercerpadecer la condición de atacante-atacado30, hasta el estudio de las consecuencias que se derivaron de dicha empresa en la historia y sociedad tetuaníes31. Con objeto de ceñirnos al desenlace de la empresa y a las consecuencias que tuvo en la política exterior española dentro del proyecto colonial europeo sobre el Magreb, debemos terminar aquí con este recorrido por el interesante debate ideológico e historiográfico que suscita la cuestión. Queda pues, pendiente de análisis la revisión de este episodio de nuestra historia común mediante el cotejo más profundo y detallado desde la óptica marroquí32, de la que sólo hemos apuntado unas breves muestras. 2.1. Origen y desenlace de la batalla Respecto al estallido de la guerra, encontró una forzada génesis en uno de los numerosos incidentes fronterizos provocados por el intento de los españoles de levantar nuevas fortificaciones en los alrededores de la plaza33, lo que dio lugar a la incursión de marroquíes en el territorio ceutí. Un episodio en absoluto novedoso que contaba con numerosos precedentes, dado que desde 1844 las relaciones con España se encontraban bastante deterioradas. La ocupación de las islas Chafarinas en respuesta a la expansión francesa provocó a su vez la reacción marroquí en forma de ataques esporádicos a los presidios españoles. Una circunstancia por la que los responsables políticos de Madrid habían comenzado a sopesar desde mediados de siglo la posibilidad de emprender una respuesta bélica a dichas agresiones34. Central de Ceuta, 2006, pp. 16-99. El segundo autor es Dāwd, Muḥammad, Tārīj Tiṭāwin, Tetuán, Maktaba al-Mahdīya, 1948. Por lo que respecta al tercero, es el que cuenta con un mayor número de estudios y monografías sobre la cuestión en árabe y en castellano: Ibn ‛Azzūz Ḥakīm, Muḥammad, Fuentes árabes para la historia de la Guerra de África, Imprenta Tetuán, 1969; Ídem, Otro manuscrito tetuaní sobre la Guerra de África, Málaga, Imprenta Artes Gráficas, 1971; Ídem, Diario de un testigo marroquí de la Guerra de África, Rabat, Imprenta Litoral, 1971; Ídem, Ensayo bibliográfico sobre la Guerra de África, Tánger, Imprenta Lunes, 1979; Ídem, Aṭlas Ḥarb Tiṭāwin (1860) / Atlas de la guerra hispano-marroquí de 1860, Tiṭwān, Šūyaj, 2006. 30 Véase Mechbal, Adnan, Los orígenes de la Guerra de África, Tesis doctoral, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, 1993. 31 Véase Ibn Azzuz Hakim, Mohamed, Las negociaciones hispano-marroquíes para la evacuación de Tetuán (1860-1862), Imprenta Larache, 1969; Ídem, Geografía urbana de Tetuán (notas de toponimia), Melilla, Imprenta La Española, 1972. 32 Reclamada repetidamente por Víctor Morales Lezcano en España y el Norte... op. cit., p. 263; y en Ídem, Las relaciones hispano-marroquíes en el marco de la historia de las relaciones internacionales contemporáneas, Madrid, UNED, 2004, p. 29. 33 Como señala Madariaga, Rosa María de, En el barranco del Lobo: las guerras de Marruecos, Madrid, Alianza, 2005, p. 16, esta redefinición fronteriza respondía a la aplicación de la Convención de Larache de 1845 en virtud de la cual se ratificaba lo estipulado en el Tratado de Mequinez (Meknes) de 1799: el restablecimiento de los límites de la plaza cuya línea de demarcación había sido derribada por los anyerinos en 1837. 34 Villalobos, Federico, El sueño colonial. Las guerras de España en Marruecos, Barcelona, Ariel, 2004, p. 17 menciona que en 1855 el gobernador de Melilla, el brigadier Buceta, presidió una comisión de reconocimiento de la costa rifeña entre el peñón de Vélez de la Gomera y la desembocadura del río Muluya,


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Entretanto, las continuas fricciones con la cabila fronteriza de Anyera habían motivado la decisión de construir una línea de fuertes avanzados para proteger Ceuta. El gobierno español se consideraba legitimado para emprender las obras, “situadas dentro de los límites fijados por los tratados y convenios en vigor”35, mientras que los anyerinos negaban el derecho a levantar construcciones permanentes. Los marroquíes conminaron, en vano, a que se demoliera lo construido, por lo que la noche del 10 al 11 de agosto de 1859, un grupo de anyerinos destruyeron parte de lo edificado. Se inició así una espiral de actos hostiles que dieron lugar a unas negociaciones diplomáticas estériles que culminaron con un ultimátum español y un nuevo convenio por el que se ampliaban los términos jurisdiccionales de Melilla y se pactaban nuevas medidas de seguridad para garantizar la seguridad de los presidios menores36. El sultán Mulay Muhammad accedió a satisfacer las reclamaciones españolas, pero dos días antes de recibir oficialmente la respuesta del soberano, el presidente del Consejo y ministro de la Guerra, el capitán general O´Donnell, declaraba de forma precipitada la guerra. De esta forma, el gobierno emprendía una escalada bélica sin un objetivo político ni militar claro. Y lo hizo sólo después de garantizar a Francia e Inglaterra que no emprendería una guerra de conquista, ni se lesionarían los intereses de ninguna nación europea37 y que, en caso de que se ocupara Tánger, sería algo temporal38. Una muestra bastante significativa de las limitaciones españolas y de la aceptación de su papel como actor secundario en el reparto colonial. Como afirma Morales Lezcano39, este episodio constituye la primera de las cuatro rupturas entre el gobierno español y el marroquí en poco más de medio siglo con Ceuta y Melilla como detonantes. A la batalla de Tetuán le sucedieron la llamada campaña patriótica de Melilla de 1893, la guerra de Melilla de 1909 con el desastre del Barranco del Lobo (justo cincuenta años después del episodio tetuaní) y, finalmente, el fatídico Annual de 1921 durante la campaña de pacificación. En cuanto a la empresa bélica tetuaní, que transcurrió desde octubre de 1859 hasta marzo de 1860, se desenvolvió bajo un cúmulo de condiciones adversas. La poca previsión logística –dificultades de movilización y transporte de las tropas debido a la falta de vías rápidas de comunicación, escasez de barcos, carencia de diques y muelles en con el objeto de estudiar posibles puntos de desembarco en una eventual campaña. 35 Cerdeira, Clemente, Versión árabe… op. cit., p. 18. 36 Convenio firmado en Tetuán el 24 de agosto de 1859 cuyas cláusulas pueden consultarse en Ibn Azzuz Hakim, Mohamed, Compendio de los pactos internacionales de Marruecos, Tetuán, Editora Marroquí, 1949, p. 27. 37 En el caso de Francia, no ofreció tantos reparos como Inglaterra, ya que la empresa española le ofrecía la posibilidad de entrar hasta la frontera natural del Muluya y ocupar el sur del país. De esta forma se establecería un corredor desde Argelia hasta Senegal de dominio ininterrumpido francés, como expone Alaoui, Moulay Abdelhadi, Le Maroc face aux convoitises européennes (1830-1912), Salé, Imp. Beni Snassen, 2001, p. 64. 38 Véase al respecto, Ibídem, p. 63; Jover Zamora, José María, España en la política... op. cit., p. 148; y Villalobos, Federico, El sueño… op. cit., p. 19. 39 Morales Lezcano, Víctor, Las relaciones…, op. cit., p. 27.


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Algeciras y Ceuta, equipamiento inapropiado, falta de aprovisionamiento, etc.–, unida a las debilidades tácticas –el desconocimiento del terreno de operaciones, la escasa preparación de los reclutas–, fue uno de los factores que motivaron que las cifras de pérdidas humanas fueran muy elevadas. Aún así, no puede compararse con los numerosos casos de cólera declarados y que algunas fuentes españolas cifran en más de la mitad del total del ejército40, a consecuencia del deplorable estado sanitario e insalubres condiciones higiénicas en las que se encontraban los soldados y campamentos españoles. Por lo que se refiere al desarrollo de la campaña militar, tras producirse el desembarco de tropas y el primer enfrentamiento en Castillejos (Fnideq), se procedió a bombardear los puertos de Larache y Arcila, se ocupó Río Martín (Martil) y finalmente Tetuán, el 6 de febrero de 1860. Las refriegas continuarían hasta la segunda batalla, la de Wadi Ras o Wadrás, el 23 de marzo de 1860, por la que el Sultán acabó aceptando las condiciones exigidas por los españoles mediante el armisticio rubricado dos días más tarde41. Si realizamos una lectura de lo que supuso la operación, el resultado no puede ser más desolador. El ejército español necesitó cinco meses para recorrer no más de 42 kilómetros sin mayor oposición que la de las carencias de la propia empresa española, pues sólo se produjeron una decena de acciones armadas y dos batallas de pequeña envergadura cuyos elevados costes humanos y económicos eran, a todas luces, injustificables, a pesar de la relevancia que trató de imprimirse a la campaña. 2.2. Un nuevo paso del imperialismo europeo en Marruecos Desde el punto de vista político y diplomático, el tratado de paz hispano-marroquí no se firmó hasta el 26 de abril de 186042. A dicho acuerdo le siguió el tratado de comercio de 20 de noviembre de 1861, cuyas ventajas se hicieron extensivas a las demás potencias, dotando a Francia y a Inglaterra de nuevos instrumentos para consolidar su penetración Según fuentes españolas el número de contingentes oscilaría entre los 45 000 de Salafranca, Jesús, El sistema colonial español en África, Málaga, Algazara, 2001, p. 95, y los 55 000 de Villalobos, Federico, El sueño… op. cit., p. 20. Este último aporta la cifra de 33.000 afectados por el cólera, lo que supondría más de la mitad del total del Ejército. Por lo que respecta a las fuentes marroquíes, sitúan la cifra entre los 50000 de Laroui, Abdallah, Historia del Magreb. Desde los orígenes hasta el despertar magrebí. Un ensayo interpretativo, Madrid, Mapfre, 1994, p. 304 y los 34 990 de Ibn ‛Azzūz Ḥakīm, Muḥammad, Aṭlas… op. cit., pp. 3 y 8, cuya concisión le lleva a incluir un cuadro con las cifras de muertos y heridos en la campaña, aunque no incluye dato alguno sobre los efectos del cólera. Podría concluirse que los datos de Villalobos se complementan con los de Ibn Azzuz al aludir el primero al total de tropas desplazadas a territorio marroquí y el segundo a las que entraron en combate. 41 Compuesto por nueve artículos, sentó las bases preliminares para la celebración del tratado de paz posterior por el que se puso fin a la guerra hispano-marroquí. Véase al respecto Ibn Azzuz Hakim, Mohamed, Compendio… op. cit., p. 27. 42 Tratado de Paz y Amistad firmado en Tetuán el 26 de abril de 1860 y compuesto por 16 artículos que fueron ratificados por ambas partes un mes más tarde. Véanse al respecto: Cordero Torres, José María, Textos básicos de África, vol. 1 Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1962, pp. 13-20; Ibn Azzuz Hakim, Mohamed, Compendio… op. cit., p. 27; y Gómez-Jordana, Francisco, La tramoya de nuestra actuación en Marruecos, Madrid, Editora Nacional, 1976, pp. 249-151. 40


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a expensas de España, que en palabras de García Figueras “fue la nación que menos provecho sacó de él”43. En cualquier caso, estos acuerdos no sólo evidenciaban el cambio producido en las relaciones hispano-marroquíes, sino que coadyuvaron al acelerado proceso de debilitamiento del poder y autonomía del soberano marroquí44. En este sentido, como bien apunta Burke, las consecuencias de la derrota de Isly (1844) unidas al shock de la guerra de Tetuán, forzaron a la elite marroquí a enfrentarse con la realidad del país y a la necesidad de emprender una serie de reformas frente a la acuciante crisis política, social y económica que, desde finales del siglo XIX –y fruto, en buena parte de las condiciones de los armisticios rubricadas por el gobierno marroquí–, estaba llevando progresivamente al colapso del sistema y a la entrega del país a manos extranjeras45. En virtud del tratado de 1860, España conseguía no solo que el sultán Mulay Muhammad ratificara la soberanía española sobre Ceuta, Melilla, Peñón de Alhucemas e islas Chafarinas, sino que aceptara la ampliación de los límites de Ceuta y Melilla y se comprometiera a organizar una fuerza regular que evitara o, llegado el caso, castigara las acciones hostiles de las cabilas limítrofes a las de las plazas españolas. Asimismo, el sultán otorgaba, con carácter de concesión perpetua, un enclave para la formación de un establecimiento pesquero en el Atlántico: Santa Cruz del Mar Pequeña (Ifni), cuya ocupación no se haría efectiva hasta 1934. De esta forma se iniciaba el estacionamiento español en torno al hinterland de Canarias (Ifni y Sáhara) y, con ello, el desmembramiento de Marruecos. Asimismo, la Hacienda cherifiana se comprometía a pagar en cantidades aplazadas una indemnización de veinte millones de reales españoles en concepto de gastos de guerra46, ofreciendo como garantía de pago la ciudad de Tetuán. Esta fue ocupada por los españoles hasta el 30 de abril de 186247. La posibilidad de que España ocupara permanentemente Tetuán fue rápidamente abortada por Inglaterra, que veía peligrar sus intereses comerciales al perder el puerto de Río Martín. Pero el sultán no podía hacer frente al desembolso de semejante suma en las cantidades y plazos convenidos durante las negociaciones. De forma que sólo se hizo efectivo el primero de los pagos acordados, cuya cantidad era de veinticinco millones de pesetas, un cuarto del total de la indemnización48. García Figueras, Tomás, Marruecos op. cit., p. 87. Ben Mlih, Abdellah, Structures politiques du Maroc colonial, París, L´Harmattan, 1990, p. 69. 45 Burke, Edmund, Prelude to Protectorate in Morocco: Precolonial Protest and Resistance, 1860-1912, University of Chicago Press, 1976, p. 20. 46 Ibn ‛Azzūz Ḥakīm, Muḥammad, Compendio… op. cit., p. 8. 47 Para más información, véanse cinco monografías de Ibn Azzuz Hakim, Mohamed, Las negociaciones hispano-marroquíes para la evacuación de Tetuán (1860-1862), Larache, Imprenta Larache, 1969; Ídem, Historia menor de Tetuán durante la ocupación española, Rabat, Imprenta Aguedal, 1971; Ídem, El Norte de Marruecos a través de su historia, Rabat, Imprenta Litoral, 1973;Ídem, Fuentes para la historia de Tetuán y notas sobre su fundación, Imprenta Tetuán, Tetuán 1973; Ídem, Aportación española a la historia general de Marruecos, Rabat, Imprenta Aguedal, 1980. 48 Alaoui, Moulay Abdelhadi, Le Maroc face… op. cit., pp. 70-71. 43 44


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Es entonces cuando Inglaterra vuelve a intervenir: presiona a Marruecos para que acepte un préstamo con el que poder hacer frente al resto de la cantidad comprometida, y al mismo tiempo conmina a España a condonar veinticinco millones de la deuda marroquí. Tras estas medidas, la situación para Marruecos había empeorado y la compensación española se había visto reducida, mientras Inglaterra había sacado un triple beneficio con su actuación al asegurarse unos beneficios económicos, el cumplimiento del acuerdo por parte marroquí (aunque con ello condenaba su precaria economía a depender de los empréstitos europeos), y la salida de España de los territorios ofrecidos como garantía ante el posible impago. En estas circunstancias, aún quedaban por satisfacer cincuenta millones a España y diez a Inglaterra en concepto de intereses (5%) y de comisiones (15%) del préstamo realizado. Marruecos tuvo que hacer frente a estos débitos, que sólo pudo saldar veinticinco años más tarde, pero a corto plazo se vio obligada a enajenar las rentas aduaneras portuarias para satisfacer las exigencias españolas, lo que constituyó el origen del futuro e irreversible endeudamiento del Estado49. Como apuntaba Ahmed Nasiri a propósito de lo acontecido: “Esta guerra de Tetuán fue la que, despojando el velo de respeto que cobijaba a este territorio marroquí, le expuso a su invasión por los cristianos, aniquilando a los musulmanes en forma tal que ningún desastre le puede ser similar en su magnitud. Aumentaron las protecciones extranjeras, resultando de ello grandes perjuicios”50.

3. Conclusiones A través de estas páginas hemos tratado de exponer y analizar cómo la batalla de Tetuán fue una guerra colonial, concebida y planeada como tal, pero mal hecha “por acomplejada y quebradiza”51, que fue utilizada por los sectores políticos, económicos y militares con el objetivo de colmar una insatisfacción nacional. Paradójicamente, algunos de ellos la calificarían a su término de “un acto de estéril y perjudicial quijotismo”52 que “ni aumentó en términos de consideración nuestra prestigio, ni nos reportó ventaja positiva”53. No estaban desencaminados en sus consideraciones. Entre 1862 y 1884, los españoles intervinieron las aduanas marroquíes para asegurar el pago de la indemnización. Los efectos de esta injerencia en la balanza económica y comercial del Majzen fueron estrepitosos, como afirma, entre otros, Martín Corrales, Eloy, Marruecos… op. cit., p. 169, y se colige de los análisis de Ayache, Germain, “Aspects de la crise financière au Maroc après l´expédition espagnole de 1860”, Revue Historique, 220 (1958), pp. 271-310; Ídem, Études d´Histoire Marocaine, Rabat, Société Marocaine des Editeurs Reunis, 1979, pp. 97-137; y Rodríguez Esteller, Omar, “El comercio de Marruecos según la intervención aduanera española, 1862-1884”, en Martín Corrales, Eloy (ed.), Marruecos… op. cit., pp. 79-132. 50 Cerdeira, Clemente, Versión árabe… op. cit., p. 85. 51 Gil Grimau, Rodolfo, “El concepto de ‘guerra romántica’ como impulso de las campañas coloniales españolas desde la guerra de Tetuán”, en Gil Grimau, Rodolfo, La frontera…, op. cit., p. 37. 52 Maura Gamazo, Antonio, La cuestión de Marruecos… op. cit., p. 14. 53 Cordero Torres, José María, La misión africana de España, Madrid, Ediciones de la Vicesecretaría de 49


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A nivel económico, además de miles de muertos, la guerra costó quinientos millones de pesetas lo que, para aquellos tiempos y dado el precario estado de las finanzas españolas, era una suma que sobrepasaba con sumo sus posibilidades. En el plano político, las repercusiones adquirieron un profundo alcance al provocar la caída de varios gobiernos, acelerar la descomposición del régimen liberal y contribuir de manera decisiva al advenimiento de la dictadura del general Primo de Rivera. En este sentido, la actuación española en Marruecos resultó decisiva para el futuro de la metrópoli. La ocupación de Tetuán supuso un punto de no retorno en el proceso de implantación y progresivo fortalecimiento de los españoles en el territorio, y más concretamente del elemento militar. El golpe de Estado de 1936, en el que el Protectorado se convirtió en la plataforma y posterior retaguardia de los militares africanistas sublevados, constituye el paradigma de todo este proceso, cuya génesis podría situarse en este episodio. Por lo que respecta al ámbito internacional, la entrada de las tropas españolas en Tetuán y los términos y secuelas del armisticio contribuyeron a que las relaciones hispanomarroquíes vivieran, a partir de entonces, bajo el signo de un antagonismo permanente. Asimismo, supuso un nuevo impulso en la consolidación de Francia y Gran Bretaña como potencias coloniales decisivas en el futuro de Marruecos. Este último sufrirá un recorte de sus atribuciones territoriales, vivirá bajo el gravamen del endeudamiento y padecerá la socavación de su autoridad sobre un creciente número de súbditos del Imperio: los protegidos, tema clave en las negociaciones posteriores. Se iniciaba así un proceso irreversible de desgaste y balcanización de Marruecos que culminaría medio siglo más tarde, en 1912, con la implantación del Protectorado hispano-francés y la internacionalización de Tánger y su hinterland. Cuando se cumple el primer centenario de esta efeméride, incidimos en la necesidad de analizar los objetivos y limitaciones españoles con respecto a Marruecos, puesto que van a marcar la evolución de los acontecimientos posteriores hasta la segunda mitad del siglo XX. Bien es cierto que la situación geoestratégica de España le confería un renovado valor a su posición con respecto a las costas norteafricanas, pero su debilidad como nación le llevó a desempeñar un papel subordinado a la evolución de la confluencia o rivalidad de los intereses franco-británicos en la región. No obstante, esta limitación no justificaría por sí sola la carencia de una política marroquí por parte de los responsables políticos españoles. El episodio de Tetuán demuestra que Marruecos fue utilizado en clave interna para apaciguar los problemas existentes. Poco después, la “campaña patriótica” de Melilla, seguiría estos mismos derroteros. Y años más tarde, la utilización de tropas marroquíes durante la guerra civil o la internacionalización e instrumentalización del Protectorado durante el aislacionismo del franquismo volverían a evidenciar que poco o nada había cambiado en la concepción española de su presencia en Marruecos.

Educación Popular, 1941, p. 71.


La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974): Una aproximación a la financiación de la oposición franquista a la evolución del franquismo JUAN MANUEL GONZÁLEZ SÁEZ Universidad de Navarra Fecha de recepción: 5 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 21 de noviembre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: En este artículo se analiza la publicidad insertada entre 1966 y 1974 en la revista Fuerza Nueva, principal altavoz de la oposición política a cualquier apertura o reforma del régimen franquista. El objetivo es estudiar y describir los actores que contribuyen económicamente al sostenimiento de esta publicación durante este periodo. En definitiva, este artículo pretende contribuir a un mayor conocimiento de la organización y financiación del denominado búnker franquista. Palabras clave: Fuerza Nueva, publicidad política, “búnker franquista”, extrema derecha. Abstract: This article analyses the advertising inserted between 1966 and 1974 in the magazine Fuerza Nueva, the main political speaker against Franco’s regime reforms. The aim is to study and describe the actors who contribute financially to the maintenance of this publication during this period. Ultimately, this work aims to contribute to a better understanding of the organization and financing of the so-called francoist bunker. Keywords: Fuerza Nueva, political advertising, francoist bunker, far right.

1. Introducción La editorial Fuerza Nueva se constituyó en 1966 ante un franquismo que comenzaba a mostrar signos de aperturismo y una sociedad que en las universidades, las fábricas o las iglesias empezaba a mostrar una contestación pública, aunque minoritaria, frente al


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régimen. Esta iniciativa lanzó una revista que se convirtió en la bandera de la oposición a cualquier cambio institucional o social que supusiese lo que se consideraba traición o abandono de los ideales del 18 de julio. Esta publicación, impulsada fundamentalmente por el notario Blas Piñar, fue un altavoz de las posiciones inmovilistas franquistas en los años setenta del siglo pasado y actuó en la práctica, pese a su rechazo al asociacionismo planteado por los aperturistas del régimen, como una asociación política. La revista surge coincidiendo con el inicio de la pugna política dentro del régimen franquista entre aperturistas, reformistas e inmovilistas1. Estas corrientes, cuyos protagonistas van cambiando o matizando sus posturas a lo largo del tardofranquismo, representan distintos proyectos ante un futuro sin Franco. El aperturismo, que englobaba a fuerzas heterogéneas, era partidario de una liberalización controlada del régimen que favoreciese la participación política de los ciudadanos. El reformismo planteaba un futuro modelo político democrático de tipo occidental, con algunos límites como la negativa a la aceptación de los partidos comunistas. El inmovilismo rechazaba la evolución del sistema. Dentro de esta corriente también existían diferentes tendencias: los tecnócratas defensores del desarrollo económico y de la eficacia del Estado por encima de la participación política de los ciudadanos a través de partidos2; las posturas azules, como las representadas por José Utrera Molina o José Antonio Girón, abiertas a un asociacionismo restringido dentro del Movimiento3; y los grupos de opinión de cierta relevancia pública, como Fuerza Nueva, opuestos radicalmente a las asociaciones y a cualquier alteración de las esencias del régimen del 18 de Julio4. Distintos elementos de estas tendencias reactivas al cambio formaron lo que periodísticamente se denominó, de forma peyorativa en referencia al último refugio de Adolf Hitler, como búnker. Este término, según José Luis Rodríguez, hace referencia “a un conjunto de personas afectas a posicionamientos inmovilistas y asentadas en las instituciones del Estado”. El concepto responde más que a un programa concreto a “una forma de defender unos intereses políticos y económicos” así como a una mentalidad “ligadas al esquema de valores impuestos en los primeros años del franquismo por los vencedores de la guerra civil”5. Rodríguez Jiménez señala que “este conglomerado político, militar, económico y eclesiástico” no Una visión global de los conflictos internos entre estas tendencias durante el tardofranquismo en Soto Carmona, Álvaro, ¿Atado y bien atado? Institucionalización y crisis del franquismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005. Sobre el aperturismo y el reformismo véase Palomares, Cristina, Sobrevivir después de Franco. Evolución y triunfo del reformismo, 1964-1977, Madrid, Alianza, 2006. 2 La figura clave de este conservadurismo burocrático es Gonzalo Fernández de la Mora, partidario de la “racionalización” de la vida social y política. El régimen de Franco era un “Estado de obras” cuya legitimidad radicaba en su eficacia. Véase González Cuevas, Pedro Carlos, Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 399-404. 3 Véase el análisis del proyecto de reformismo limitado de Utrera y Girón frente al inmovilismo de Piñar en Gallego, Ferrán, Una patria imaginaria, La extrema derecha española (1973-2005), Madrid, Síntesis, 2006, pp. 55-76. 4 Según Piñar, uno de los síntomas del proceso de liquidación del régimen del 18 de julio fue el asociacionismo político. Véase Piñar, Blas, Escrito para la Historia (I), Madrid, Fuerza Nueva, 2000, p. 175. 5 Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios y golpistas, La extrema derecha en España: del tardofranquismo a la consolidación de la democracia (1967-1982), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1994, pp. 168-169. 1


109 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...” se identifica en su conjunto con la militancia en la extrema derecha. Sin embargo, como observa Xavier Casals, la propia ultraderecha asumió el término en los años setenta6. Blas Piñar y su revista se integran en esta corriente inmovilista total e identificada con la defensa numantina de los valores del franquismo primigenio. Este trabajo analiza la publicidad insertada en Fuerza Nueva entre el número 0 (diciembre de 1966) y el número 416 (diciembre de 1974). Los objetivos de este análisis son descubrir cuáles son los principales anunciantes que contribuyen a mantener la publicación de la revista; cuáles son las relaciones entre estos anunciantes y el poder franquista; y finalmente cuál es la reacción de estos anunciantes ante los cambios del régimen y la inamovible línea ideológica de esta publicación. Para situar el objeto de este trabajo se realiza una breve descripción introductoria sobre la génesis y evolución de Fuerza Nueva. La metodología empleada ha sido la lectura, recuento y catalogación de todos los anuncios insertados durante el periodo analizado. Hemos tenido acceso a todos los ejemplares de la revista, salvo los números secuestrados 163 y 319. La publicidad insertada en los otros tres números secuestrados a lo largo de este periodo sí ha podido ser contabilizada7. No hemos tenido en cuenta el tamaño de las inserciones realizadas por los anunciantes dado que en las veinte primeras entidades anunciantes la inserción corresponde normalmente a una página, salvo en el caso del Banco Exterior cuyos anuncios son, en términos generales, de media página y el del Banco General del Comercio y la Industria, de un cuarto de página. Queremos resaltar la dificultad en algunos casos de identificar como publicidad algunas inserciones ya que no tenemos la capacidad de definir si son publicity, publirreportajes o publicidad efectivamente pagada. Esta situación se produce especialmente en algunos reportajes sobre las Cajas de Ahorros o algunas noticias del Instituto Nacional de Industria. En líneas generales, hemos considerado como publicidad los contenidos en los que, tras un análisis de sus textos e imágenes, hemos podido deducir que existió un pago de tarifa publicitaria. En cualquier caso, estas inserciones son poco relevantes respecto del total analizado por lo que entendemos que algún error en esta catalogación no modifica las conclusiones a las que se pueda llegar a través de esta investigación.

2. Orígenes de Fuerza Nueva Editorial La idea de fundar la editorial y la revista Fuerza Nueva nació entre algunos de los asistentes a unos ejercicios espirituales celebrados en mayo de 1964, en el monasterio franciscano de San Miguel de las Victorias en Priego (Cuenca)8. La desideologización del Casals i Meseguer, Xavier, La tentación neofascista en España, Barcelona, Plaza y Janés, 1998, pp. 32-33. La colección de la revista ha sido consultada en la Biblioteca Nacional de España y en las bibliotecas del Ayuntamiento de Bilbao y de la Diputación de Bizkaia. Los números secuestrados pertenecen al archivo del autor. Estos ejemplares pueden consultarse también en la sede madrileña de la editorial Fuerza Nueva. 8 Sobre los orígenes de Fuerza Nueva véase Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., pp. 122-129; Casals i Meseguer, Xavier, La tentación… op. cit., pp. 31–48; Piñar, Blas, Escrito para… op. 6 7


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régimen impulsada por los tecnócratas, la evolución progresiva de un sector de la Iglesia hacia posturas críticas con el franquismo y el incremento de las acciones subversivas de la oposición inquietaban a los sectores más identificados con los ideales del 18 de julio. Según el historiador Francisco Torres, gran conocedor del piñarismo por su militancia política, de aquella reunión surgió el proyecto –no explicitado en el momento– de crear, en palabras de Blas Piñar, un “movimiento político nacionalista y cristiano”, cuyo objetivo sería enfrentarse a las tres “revoluciones anticristianas y antinacionales: la liberal, la marxista y la erótica”9. Posteriormente algunos de los asistentes a esos ejercicios, junto con miembros de las fuerzas armadas y personalidades destacadas del gobierno como Federico Silva Muñoz, mantuvieron distintas reuniones con el objeto de preparar el terreno, según señala la historiadora Cristina Palomares, para la continuidad del régimen en una era posfranquista10. Fruto de estos encuentros, algunos asistentes decidieron la creación de la Hermandad Nacional Universitaria, como elemento de defensa frente a la oposición estudiantil; la organización del Centro de Información y Orientación (CIO), una agencia de noticias que editaría un boletín de denuncia de las actividades de la oposición; y la fundación de una editorial y una revista que defendiese las esencias del 18 de julio. Finalmente Fuerza Nueva Editorial firmó su escritura de constitución el 2 de mayo de 1966, fecha elegida, como señaló su presidente, por su “significado patriótico”11. Por iniciativa de Blas Piñar, tomó su nombre de un pequeño movimiento político argentino dirigido por el militar Juan Francisco Guevara. La revista y la editorial contaron con una Junta de Fundadores encargada de velar por los ideales fundacionales. Esta junta la constituyeron: Blas Piñar (presidente), Ángel Ortuño Muñoz (presidente del Consejo de Administración) y los vocales Javier Bustamante Sánchez, Miguel Corsini Marquina, Antonio Martínez Cattaneo, Álvaro Lacalle Leloup, y Jaime Montero y García de Valdivia. Posteriormente se ampliaría con otros miembros como Waldo de Mier o José Ignacio Escobar Kirpatrick.

3. La revista Fuerza Nueva Para la puesta en marcha de la revista Blas Piñar consiguió reunir seis millones de pesetas de distintos colaboradores, justo la mitad del capital que esperaba reunir en un cit., pp. 435-475; Torres García, Francisco, “La alternativa neofranquista: el intento de concreción política durante la construcción del sistema de partidos en la Transición (Fuerza Nueva 1966-1982)”, en Aportes, 45 (2001), pp. 49-76; Gallego, Ferrán, Una patria… op. cit., pp. 19-39. 9 Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., p. 52. 10 Palomares, Cristina, Sobrevivir después de… op. cit., pp. 66-67. 11 Su domicilio social se encontraba en la calle Velázquez número 17 de Madrid. La editorial fue inscrita en el registro Mercantil de Madrid, en el folio 1, tomo 1.989 general, 1.377 de la Sección 3ª del libro de Sociedades, inscripción 1ª, así como en el registro de empresas periodísticas del Ministerio de Información y Turismo.


111 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...” principio12. Según la propia publicación, Fuerza Nueva comenzó “mediante una aportación totalmente independiente y voluntaria, sin ayudas oficiales, ni paraoficiales”13. La revista tenía carácter semanal y sus principales objetivos eran defender el catolicismo tradicional, censurar las actitudes de los sectores de la Iglesia que progresivamente se despegaban del régimen franquista, advertir de las actividades de la oposición antifranquista y entorpecer cualquier clase de aperturismo o reformismo político dentro del propio régimen14. 3.1 Lanzamiento El número 0 se publicó el 14 de diciembre de 1966 coincidiendo significativamente con la celebración del referéndum para la aprobación de la ley orgánica del Estado. Esta edición ofreció un adelanto de los contenidos del primer número que se lanzó el 14 de enero de 1967. En el editorial titulado “Nuestra razón de ser” se presentó la línea ideológica del semanario: “Fuerza Nueva, como semanario aspira a ser portavoz de una línea clara de pensamiento tradicional y revolucionario de la que muchos han desertado; pero también quiere servir a una amplia corriente de opinión que, por desgracia, se siente afónica, confusa e indignada por el desecho progresivo, y a veces descarado, de dicho pensamiento, y por la influencia creciente en todos los ámbitos de las tesis que, hasta hace muy poco, se consideraban y vituperaban como nocivas”15.

3.2 Difusión y suscripciones El número 0 de la revista se publicó con una tirada de 6 000 ejemplares16. En 1970 se imprimían 20 000 ejemplares de cada número llegando a los 40 000 ejemplares en 1974, cifra que subiría hasta los 45 000 en 1979. Su financiación se basaba prioritariamente en las suscripciones. Su número era de 6 851 a finales de los años sesenta. En 1979 se alcanzaron las 13 000 suscripciones y 14 000 en 198217. Blas Piñar se encargó inicialmente de buscar apoyos económicos. Por Piñar, Blas, Escrito para la Historia… op. cit., p. 436. Resumen de la conferencia en “Breve historia de Fuerza Nueva”, Fuerza Nueva, 10 de noviembre de 1974, pp. 30-31. 14 El director de la revista Luis Fernández de Villamea, al explicar los orígenes de Fuerza Nueva, señaló como principal motivación la lucha contra el aperturismo afirmando que la publicación había surgido “para cubrir abandonos de aquellos que, tras ganar la guerra, abrieron compuertas que se creían cerradas definitivamente”. Ibídem, p. 30. 15 Piñar, Blas, “Nuestra razón de ser”, en Fuerza Nueva, 14 de diciembre de 1966, p. 3. 16 Los datos de difusión y número de suscripciones se han obtenido de distintas fuentes: Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., pp. 49-76; Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., p. 209; Piñar, Blas, Escrito para la Historia… op. cit., p. 441. 17 En 1969 la propia revista señalaba que contaba con cerca de 7 000 suscriptores. Véase “Noticiario de la revista”, en Fuerza Nueva, 16 de agosto de 1969, p 32. 12 13


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ejemplo, visitó a Manuel Fal Conde quien le facilitó un listado de mil carlistas a los que se recomendó la suscripción en nombre del dirigente tradicionalista. Entre los suscriptores, en los años inmediatamente posteriores a la fundación de la revista, se encontraban numerosos locales del Movimiento, bases de las fuerzas armadas y distintos grupos religiosos. La revista, más allá de su tirada, resultaba influyente ya que era leída en los ambientes militares y entre gran parte de la clase política franquista18. Fuerza Nueva se convirtió en el altavoz de la corriente de opinión más inmovilista del régimen, la cual todavía conservaba una importante capacidad de decisión e influencia durante los años del tardofranquismo.

4. La publicidad en Fuerza Nueva (1966-1974) La publicidad es una de las principales fuentes de financiación de los medios de comunicación. Sin embargo, las publicaciones vinculadas a movimientos políticos o con posicionamiento ideológicos muy explícitos siempre cuentan con problemas para captar anunciantes dispuestos a utilizar sus soportes. El riesgo de la vinculación entre anunciante e ideología del medio dificulta las inversiones publicitarias. Por el contrario, se puede afirmar que la presencia publicitaria en un medio extremadamente ideologizado representa un apoyo explícito a esas concepciones políticas. En líneas generales la publicidad en Fuerza Nueva no parece buscar tanto el impacto comunicacional en los lectores dirigido a provocar una compra o crear una imagen de marca más favorable, como ser una muestra de apoyo a una orientación política que en un momento dado cuenta con respaldo de personalidades muy cercanas a Franco, como el almirante Luis Carrero Blanco, y que forma parte del muro de contención frente a una subversión creciente. Fuerza Nueva es un freno con el que colabora, como vamos a poder comprobar en esta investigación, parte de las élites políticas y económicas de nuestro país para retardar o impedir la apertura. Fuerza Nueva se encuentra en una posición paradójica. Por una parte, es una combativa publicación defensora a ultranza del franquismo, identificando este con los valores inamovibles de los triunfadores de la Guerra Civil. Por otra parte, sus crecientes críticas a las tímidas iniciativas aperturistas sitúan a la revista en una posición de enfrentamiento con determinadas personalidades de los gobiernos de Franco. En primer lugar, con algunos ministros vinculados al Opus Dei como, por ejemplo, con Gregorio López Bravo. La revista considera que sus proyectos tecnócratas son responsables del vaciado de los principios ideológicos del Movimiento. Desde sus páginas, Fuerza Nueva Arias Navarro, por ejemplo, leía con atención los editoriales de las publicaciones reaccionarias Iglesia Mundo y Fuerza Nueva. Véase Tusell, Javier y Genoveva Queipo de Llano, Tiempo de incertidumbre. Carlos Arias Navarro entre el franquismo y la Transición (1973-1976), Barcelona, Crítica, 2003, pp. 127128. 18


113 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva(1966-1974)...” denuncia que la despolitización –entendida como la pérdida de la socialización política de la sociedad española en los valores del franquismo del 18 de julio– es un riesgo para el futuro del régimen. Posteriormente, tras la muerte de Carrero Blanco, Fuerza Nueva endurece sus posturas frente a cualquier aperturismo y se producen fuertes desencuentros con el gobierno de Arias Navarro, especialmente con su proyecto de asociacionismo presentado en febrero de 1974. La revista, sobre todo a partir del año 1970 cuando en España existe una creciente actividad subversiva en la universidad, en la Iglesia y en el mundo obrero coincidente con ciertas medidas aperturistas del gobierno, denunciará activamente desde sus páginas y en sus actos públicos las desviaciones gubernamentales de lo que se considera las esencias del régimen franquista. Para Blas Piñar, como se advertía en la portada del número 0, el 18 de julio “ni se pisa, ni se rompe”. De alguna manera, por la beligerancia de las críticas a los gobiernos, con el tiempo Fuerza Nueva se convirtió en una oposición dentro del franquismo a la evolución del propio franquismo19. En este sentido, el periodista Emilio Romero escribió sobre el líder de Fuerza Nueva definiéndole como “la heterodoxia de la ortodoxia”20. Como observa González Cuevas, el inmovilismo total de Blas Piñar “hizo pasar por progresistas a las miembros de Gobierno”21. Su posicionamiento crítico frente al régimen supondrá el secuestro de cinco ediciones de la revista entre 1970 y 1974. En concreto, por orden del Ministerio de Información y Turismo fueron secuestrados los siguientes números: el nº 163, de 21 de febrero de 1970, por la reproducción de unos folletos del Partido Comunista; el nº 251, de 30 de octubre de 1971, por publicar un discurso de Blas Piñar donde se criticaba la política del Ministerio de Asuntos Exteriores en relación a Gibraltar; el nº 318, de 10 de febrero de 1973, por las críticas del director Manuel Ballesteros al ministro López Bravo; el nº 319, de 17 de febrero de 1973, por una crónica sobre el secuestro del industrial navarro Huarte; y el nº 324, de 24 de mayo de 1973, por la carta de Blas Piñar al embajador de la China nacionalista tras el reconocimiento de la China comunista por el régimen franquista. Por otra parte, el contenido del nº 190, de 29 de agosto de 1970, supondría un expediente administrativo al semanario. El nº 207, de 26 de diciembre de 1970, sufrió la amputación de dos párrafos de una crónica sobre una concentración en la plaza de Oriente en la que aparecía una fotografía de una pancarta cuyo texto era “Dios nos libre de los Gobiernos débiles”. Asimismo en junio de 1973 fueron prohibidos algunos actos públicos de “afirmación nacional” organizados por la editorial22. Su primera posición de defensor del régimen le facilitó, en una primera etapa, obtener el reconocimiento y el premio de los poderes del Estado en forma de apoyo puntual a sus actos (presencia de cargos públicos, cesión de locales, etc.) y, como podemos comprobar Fuerza Nueva se configuró como oposición interna a los gobiernos de Franco “con la relativa excepción del periodo Carrero”. Véase Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., p. 51. 20 Pueblo, 22 de mayo de 1974. Citado en Piñar, Blas, Escrito para la Historia… op. cit., p. 168. 21 González Cuevas, Pedro Carlos, Historia de las derechas… op. cit., p. 414. 22 Véase Fuerza Nueva, 16 de junio de 1973, p. 2. 19


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en esta investigación, publicidad para su revista procedente de las empresas vinculadas al Estado. El propio Blas Piñar reconoce que Fuerza Nueva contaba con el apoyo de Carrero Blanco dentro del Gobierno franquista aunque siempre ha negado que este soporte se materializase en ayudas económicas, salvo en el caso de la financiación de la edición del libro ¿Qué el comunismo? del exiliado rumano Horia Sima23. El testimonio de José Ignacio San Martín24, responsable del Servicio Central de Documentación de Presidencia del Gobierno (SECED), confirma esta sintonía entre el líder de Fuerza Nueva y Carrero: “El almirante tenía simpatía por Blas Piñar. Ideológicamente coincidía con él. Y estoy seguro de que le habría hecho ministro de Justicia si el dirigente de Fuerza Nueva hubiese adoptado una actitud de moderación y prudencia, y no de denuncia continua, pero el notario de Madrid veía, con razón, que el régimen se tambaleaba desde dentro, y de ahí su intransigencia.”

El segundo posicionamiento de la publicación, a partir del año 1970 y de forma especial a partir del gobierno Arias en 1974, abiertamente crítico con la evolución del sistema, supondrá también la reducción o supresión de las ayudas publicitarias. En este sentido, durante los años del régimen, y a excepción del periodo del gobierno Carrero, varios ministros utilizaron su influencia para que se retirara la publicidad de las grandes empresas o de los organismos oficiales25. Parece claro que los poderes financieros y empresariales vinculados al Estado, una vez se comienza a percibir que el régimen tiene sus días contados y que la apertura está cercana, dejan de apoyar esta iniciativa franquista ante los posibles riesgos futuros. A partir de 1974 esta situación es evidente y durante la Transición se observará, como señala Rodríguez Jiménez, en las élites políticas y financieras que han contribuido al sostenimiento del franquismo un rápido proceso de adaptación a la nueva situación: “Varios de los representantes de la extrema derecha tenían, lógicamente, estrechas relaciones con el denominado ‘bunker económico’, pero pese a los lazos de camaradería y coincidencia ideológica existente en muchos casos, los representantes del mundo financiero afectos al inmovilismo se fueron vinculando paulatinamente a las fuerzas políticas herederas del franquismo que aceptaban el gradual proceso reformista” 26.

Casals i Meseguer, Xavier, La tentación… op. cit., pp. 46-48; Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., pp. 128-129. 24 San Martín, José Ignacio, Servicio especial. A las órdenes de Carrero Blanco (de Castellana a El Aaiún), Barcelona, Planeta, 1983, p. 245. 25 Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., p. 53. 26 Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., p. 169, nota 2. 23


115 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...” 4.1 Volumen publicitario Fuerza Nueva tuvo, como ha señalado Torres, serios problemas para obtener financiación a través de la captación de publicidad en su revista27. Durante los años analizados (1966-1974) el volumen total de inserciones publicitarias fue de 1 735 anuncios para un total de 417 números publicados28. Un desglose temporal de las inserciones publicitarias [fig. 1] muestra cómo la revista mantiene durantes su tres primeros años un volumen de anuncios siempre cercano a los 230-250 y cómo este número a partir de 1971 desciende progresivamente siendo notable el decremento en el año 197429. FIGURA 1: Número de inserciones publicitarias por año Número Inserciones por Año Número de inserciones publicados número (Media) 1966 8 (sólo se publica el nº 0) 1 8 1967 241 52 4,63 1968 256 52 4,92 1969 232 52 4,46 1970 250 52 4,81 1971 226 52 4,35 1972 200 52 3,85 1973 186 52 3,58 1974 136 52 2,62 FUENTE: Elaboración propia.

Este volumen publicitario supone una media estimada de cuatro anuncios por número publicado. La revista tiene entre 36 y 40 páginas, dependiendo de la época y dejando de lado los números extraordinarios, lo que implica que la publicidad representa aproximadamente un 9-10% del espacio físico de la revista, un porcentaje bajo respecto a otros medios impresos. Sin embargo, el desglose por años nos indica cómo la presencia de la publicidad es más intensa en los inicios de la revista y cómo desciende a partir de los años setenta, siendo en 1974 el número de inserciones menor a tres anuncios por número30. La causa del descenso publicitario a partir del año 1971 puede explicarse, como se ha señalado, por el creciente posicionamiento crítico de la revista con distintas decisiones del régimen (caso Matesa, proceso de Burgos, reconocimiento de la China comunista, asociacionismo, aperturismo, etcétera) lo que provocó el secuestro de la publicación Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., p. 53. Hemos podido analizar 415 números ya que nos ha resultado imposible localizar los números secuestrados 163 y 319. Como se ha señalado en la introducción, el recuento pude variar ligeramente, ya que algunos contenidos con apariencia publicitaria pueden ser realmente publicity. 29 En el año 1975 el descenso publicitario se acentúa, según un muestreo realizado sobre veinte números elegidos al azar, y prácticamente la publicidad, salvo algunos anuncios bancarios, desaparece. 30 Los números 0-14 cuentan con 32 páginas. Otros números especiales como, por ejemplo, el 200 cuentan con 50 páginas. 27 28


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en cinco ocasiones entre 1970 y 1973. No solo las páginas fueron el escaparate de las críticas de la revista hacia el poder, sino que Fuerza Nueva realizó numerosos actos públicos por toda España y participó activamente en manifestaciones y concentraciones que utilizó como altavoz de su malestar frente a la evolución del país (manifestaciones conmemorativas del 1 de abril en 1971; algaradas en 1972 contra la estancia del ministro de Asuntos Exteriores británico Douglas Home en nuestro país; manifestación del 2 de mayo de 1973 en protesta por el asesinato de un policía por el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico; etcétera). En los primeros años de la publicación existe un apoyo de relevantes figuras civiles y militares a Fuerza Nueva pero, una vez el inmovilismo y la intransigencia fuerzanuevista comienzan a resultar incómodos, desaparecen los telegramas de adhesión de las personalidades del régimen y la presencia de gobernadores y miembros del aparato del Movimiento en los actos de la editorial31. A partir de 1974, tras el asesinato de Carrero Blanco en diciembre de 1973, quien mantenía, como se ha indicado, simpatías por Blas Piñar, el fuerte descenso de la publicidad probablemente va unido al endurecimiento de las posturas de Fuerza Nueva ante el gobierno de Arias Navarro. Las críticas son continuadas en los textos y discursos de Piñar. Los aperturistas son calificados de traidores, y se acusa al gobierno de debilidad ante la subversión. Fuerza Nueva llega a romper explícitamente con el gobierno Arias tras la publicación el 28 de septiembre de 1974 en su número 403 del artículo “Señor Presidente” de Blas Piñar: “Nos autoexcluimos de su política. No podemos, después de lo que ha dicho, colaborar con usted, ni siquiera en la oposición (…). Pues bien, nosotros no queremos ni obedecerle ni acompañarle”32. La consecuencia es clara. Los anunciantes huyen de los conflictos con el poder. Además una publicación no puede enfrentarse con sus anunciantes y más si, como se expone en esta investigación, el propio poder es, en gran medida, el anunciante. 4.2 Principales anunciantes En el periodo estudiado 125 anunciantes insertan publicidad en la revista. Sin embargo, aquellos que pueden ser considerados significativos por el número de inserciones o inversión publicitaria a lo largo de los 417 números publicados nos son más de quince. Los anunciantes más relevantes [fig. 2] son entidades financieras (Confederación Española de Cajas de Ahorro, Banesto, Banco Exterior de España, Banco de Vizcaya o Banco General del Comercio y de la Industria); empresas del INI o participadas por él (Empresa Nacional Calvo Sotelo, Seat, Iberia, Repesa, Astano…) y empresas de los monopolios del Estado (RENFE). Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., p.129. Sobre el escándalo provocado por este artículo véase Piñar, Blas, Escrito para la Historia... op. cit., pp. 579-595; Gallego, Ferrán, Una patria… op. cit., pp. 63-64; Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., p. 173; Tusell, Javier y Genoveva Queipo de Llano, Tiempo de incertidumbre… op. cit., pp. 128129. 31 32


117 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...” La Confederación Española de Cajas de Ahorros es un grupo de presión creado en 1928. Agrupaba a más de ochenta instituciones de ahorro popular que en su conjunto contaban con cerca de veinte millones de clientes. Su presidente durante los últimos años sesenta fue Luis Coronel de Palma, marqués de Tejada, procurador en Cortes y políticamente cercano a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNDP). En 1967 dirigía la Hermandad Nacional Universitaria, asociación estrechamente vinculada al régimen, que defendía la presencia católica en la educación española y en la que parte de sus miembros mantenían relaciones muy cercanas con Fuerza Nueva. Posteriormente, de 1970 a 1976, Coronel de Palma sería presidente del Banco de España. Por sus especiales características las Cajas de Ahorros tenían importantes lazos con el Estado, sus instituciones o sus empresas públicas. Por definición las Cajas podían ser de carácter público (estatal, provincial o municipal) y fundacional privado. Además, desde 1959 las Cajas estaban obligadas a invertir el 65% del crecimiento intermensual de sus depósitos en títulos de empresas públicas. Posteriormente este porcentaje se redujo progresivamente hasta alcanzar un 40% en 197333. Figura 2: Principales anunciantes por número de inserciones (1966-1974) Orden 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

Anunciante Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA) BANESTO Empresa Nacional Calvo Sotelo. Refinería Puertollano Banco Exterior de España SEAT REPSOL-REPESA RENFE IBERIA Banco de Vizcaya ASTANO Schweppes Banco General del Comercio y la Industria British Leyland-Austin ENASA-PEGASO CAMPSA Standard Eléctrica-ITT Butano Tabacalera Menú del Día (Campaña institucional) Feria Española del Mueble

Número de inserciones 238 217 117 93 91 82 81 69 54 51 48 46 31 30 29 26 22 20 20 19

FUENTE: Elaboración propia.

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Tamames, Ramón, Estructura económica de España. Tomo 2, Madrid, Alianza Universidad, 1978, p. 996.


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Banesto es la principal entidad crediticia española por su cifra de depósitos en el periodo estudiado (1967-1974) y a partir de 1971 se convierte en el segundo anunciante más importante de la revista34. El presidente del banco a comienzos de los setenta es José María Aguirre Gonzalo que pasa por ser, según Tamames, uno de los integristas más convencidos de la oligarquía financiera y que es procurador en las Cortes franquistas35. En su consejo de administración participaron distintos ministros del franquismo, entre ellos, Federico Silva Muñoz. La Empresa Nacional Calvo Sotelo de combustibles líquidos y lubricantes, posteriormente incluida en ENPETROL, pertenece al INI36. Este organismo se creó por la ley de 25 de septiembre de 1941, con la finalidad de “propulsar y financiar, en servicio de la nación, la creación y resurgimiento de nuestras industrias”. Dentro de la dirección de las empresas del INI podemos encontrar a numerosas personas procedentes del Ejército y de la organización sindical franquista. Por ejemplo, Antonio Martínez Cattaneo, excombatiente de la División Azul, falangista y miembro de la Junta de Fundadores de Fuerza Nueva, es un relevante directivo del INI. Como se puede comprobar, en los principales anunciantes de la revista siempre encontraremos entidades dirigidas por personajes de las élites financieras estrechamente vinculados al poder franquista. Otros ejemplos ilustrativos son el Banco Exterior de España, parte de la Banca Oficial del Estado, que está presidido por el exministro Manuel Arburúa; el Banco de Vizcaya, cuyo presidente es Pedro Careaga y Basabe, conde de Cadagua, miembro de la alta burguesía bilbaína, familiar de Pilar Careaga, alcaldesa de Bilbao y fuerte apoyo para Fuerza Nueva37; CAMPSA, cuyo presidente es Federico Silva Muñoz, exministro de Obras Públicas; Butano, con Luis Valero Bermejo, de la Confederación Nacional de Excombatientes; o Astilleros del Norte, S.A. (ASTANO), empresa promovida por Barrié de la Maza, presidente del grupo de Fuerzas Eléctricas del Noroeste, S.A. (FENOSA), aristocratizado por Franco con el título de conde de Fenosa y que, tras su muerte y ante los problemas de la empresa, el 60% de su capital fue adquirido en 1972 por el INI38. La presencia como anunciante del Banco General del Comercio y de la Industria es más comprensible si descubrimos que Blas Piñar se sienta en su Consejo de Administración39. González Temprano, Antonio et al., La Banca y el Estado en la España contemporánea (1939-1979), Madrid, Gráficas Espejo, 1981, p. 58. 35 Tamames, Ramón, La oligarquía financiera en España, Barcelona, Planeta, 1977, p. 17. Era también procurador en Cortes por designación directa de Franco. Véase Cabrera, Mercedes y Fernando del Rey, El poder de los empresarios, Política y economía en la España contemporánea (1875-2010), Barcelona, RBA, 2011, p. 320. 36 El INI era un organismo con capacidad económica y personalidad jurídica (adscrito a la Presidencia del Gobierno hasta 1968 y, desde entonces, al Ministerio de Industria) y que para sus empresas utilizaba los métodos de las sociedades anónimas. Véase Tamames, Ramón, Estructura económica… op. cit., p. 359. También Schwartz, Pedro y Manuel-Jesús González, Una historia del Instituto Nacional de Industria (1941-1976), Madrid, Tecnos, 1978. 37 Tamames, Ramón, La oligarquía financiera... op. cit., p. 69. 38 Ibídem, p. 29. 39 Véase “Inauguración de las nuevas oficinas del Banco General, en Barcelona”, en Fuerza Nueva, 27 de 34


119 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...” Como hipótesis a estudiar en otros trabajos planteamos que un porcentaje de la publicidad en la revista Fuerza Nueva puede tener origen en la estrecha amistad y cierta simpatía ideológica de Federico Silva Muñoz, pese a representar a la familia democristiana y estar dentro del sector reformista del régimen, con Blas Piñar. La figura de Silva podría ayudar a comprender la presencia publicitaria de anunciantes como RENFE, Campsa y Banesto40. 4.3 Los anunciantes y su vinculación con el Estado Los datos analizados muestran que el poder franquista, presente en todas las empresas con vinculaciones al Estado, sean monopolios o participadas del INI, es el principal soporte publicitario de la revista. Asimismo la banca privada, que por las características del capitalismo franquista tiene estrechos lazos con el Estado, es el otro gran apoyo publicitario. De los quince primeros anunciantes en la revista nueve entidades son empresas vinculadas al INI o a los monopolios estatales, cuatro son bancos u organismos financieros y solo dos empresas no bancarias privadas [fig. 3]. Figura 3: Principales anunciantes por área de actividad y vinculación al Estado Vinculación al Número de Orden Anunciante Actividad Estado inserciones 1 CECA Banca No 238 2 BANESTO Banca No 217 3 Empresa Nacional Calvo Sotelo Energía Sí, INI 117 4 Banco Exterior de España Banca Sí, banca oficial 93 5

SEAT

6

REPSOL (REPESA)

7

RENFE

8 9

IBERIA Banco de Vizcaya

10

ASTANO

11 13 14

Schweppes Banco General del Comercio y la Industria British Leyland-Austin ENASA-PEGASO

15

CAMPSA

12

Automoción

Sí, INI

Energía

Sí , INI Sí, monopolio Transporte estatal Transporte Sí, INI Banca No Sí, INI Transformación naval (a partir 1972) Bebidas No

91 82 81 69 54 51 48

Banca

No

46

Automoción Automoción

No Sí, INI Sí, monopolio estatal

31 30

Energía

29

FUENTE: Elaboración propia. enero de 1968, p. 36. 40 Silva Muñoz propuso, según López Rodó, a Blas Piñar como posible ministro de Información y Turismo en mayo de 1967. Siendo ya aperturista y uno de los fundadores de Alianza Popular, tras las primeras elecciones democráticas y ante su rechazo a la aprobación de la Constitución, creó Derecha Democrática Española, junto con Gonzalo Fernández de la Mora, y mantuvo, aunque no fructificaron, numerosos contactos con Fuerza Nueva con el objeto de formar una coalición de cara a la convocatoria electoral de 1979. Sobre las relaciones entre Blas Piñar y Federico Silva Muñoz véase Piñar, Blas, Escrito para la Historia... op. cit., pp. 168, 408 y 518; Ídem, Por España entera, Segunda parte de Escrito para la Historia, Madrid, Fuerza Nueva, 2001, pp. 211-230; y Silva Muñoz, Federico, Memorias políticas, Barcelona, Planeta, 1993, p. 270.


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Profundizando en el análisis, si observamos las veinte primeras empresas españolas por volumen de ventas en 1975 [fig. 4] los datos muestran que diez habían sido anunciantes de Fuerza Nueva en años anteriores41. Este número prueba que, pese a su tirada limitada, la revista tenía capacidad de atracción de anunciantes relevantes.4243 Figura 4: Ranking de las 20 primeras empresas españolas por volumen de ventas en 1975. Orden

Entidad

Ventas (millones pts)

Anunciante en Fuerza Nueva

Número de inserciones

1

CAMPSA

269 523

29

2

Empresa Nacional Calvo Sotelo

87 943

117

3

CEPSA

70 687

No

--

4

ENSIDESA

63 781

No

--

5

SEAT

55 808

91

6

Compañia Telefónica (CTNE)

53 742

10

7

Unión explotación Río Tinto

45 789

No

--

8

IBERIA

43 654

69

9

Dragados y Construcciones

43 642

No

--

10

El Corte Inglés

43 501

No

--

11

RENFE

38 150

81

12

PETRONOR

36 783

No

--

13

Astillero Españoles43

34 640

8

14

FASA-RENAULT

32 582

No

--

15

IBERDUERO

28 069

No

--

16

Hidroeléctrica

27 698

No

--

17

Standard Eléctrica-ITT

27 317

26

18

Butano

27 105

22

19

Tabacalera

26 296

20

20

Altos Hornos de Vizcaya

24 675

No

--

42

FUENTE: Elaboración propia.

Si analizamos el ranking de las empresas con participación estatal mayoritaria [fig. 5], nuevamente nos demuestra que estas entidades tuvieron presencia notable como anunciantes. Entre las diez primeras empresas de esta tipología nueve han estado presentes en Fuerza Nueva44. Tamames, Ramón, La oligarquía financiera… op. cit, pp. 212-213. Ensidesa, junto a Repesa y la Empresa Nacional Calvo Sotelo, participa en la comercializadora de fertilizantes Cofer que realizará dieciséis inserciones publicitarias en la revista durante el periodo analizado. Véase Fuerza Nueva, 19 de diciembre de 1970, p. 19. 43 Astilleros de Cádiz, parte del grupo Astilleros Españoles, publica otros cinco anuncios en el periodo estudiado. 44 Tamames, Ramón, La oligarquía financiera… op. cit., p. 216. 41 42


121 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...” Figura 5: Ranking de empresas con participación estatal mayoritaria dentro de las diez primeras empresas por volumen de ventas en 1975 Anunciante en Número de Orden Entidad Fuerza Nueva inserciones 1 Empresa Nacional Calvo Sotelo Sí 117 2 ENSIDESA No -3 SEAT Sí 91 4 CTNE Sí 10 5 IBERIA Sí 69 6 RENFE Sí 81 7 Astillero Españoles Sí 8 8 Butano Sí 22 9 Tabacalera Sí 20 10 Comercial PEGASO Sí (como 30 ENASA) FUENTE: Elaboración propia.

Por el contrario, de las diez primera empresas independientes en el ranking por volumen de ventas en 1975 [fig. 6] el análisis arroja que ninguna de estas entidades ha sido anunciante45. Figura 6: Ranking de empresas independientes por volumen de ventas en 1975. Anunciante en Número de Orden Entidad Fuerza Nueva inserciones 1 El Corte Inglés No -2 Galerías Preciados No -3 Entrecanales y Távora No -4 Huarte y Compañía No -5 Fomento de Obras y Construcciones No -6 MZOV No -7 Cubiertas y Tejados No -8 Vall Companys No -9 Tabacos de Filipinas No -10 Fábrica Española de Magnetos No -FUENTE: Elaboración propia.

Estos datos parecen confirmar la opinión –en tono descalificador– que lanzaba en mayo de 1970 la revista Cuadernos para el Diálogo quien acusaba al Estado y a la banca privada de financiar los “exabruptos del incomparable semanario Fuerza Nueva”. Frente a las acusaciones de financiación a través de “publicidad intrínsecamente estatal o, en su caso, paraestatal” la publicación de Blas Piñar admitió como lógica la publicidad de empresas que habían nacido al amparo del régimen en una revista que era firme defensora del Estado franquista46.

Ibídem, p. 217. Piñar, Blas, Escrito para la Historia... op. cit., p. 448. La respuesta a las acusaciones en “Nuestra permanencia”, Fuerza Nueva, 27 de junio de 1970, p. 25. 45 46


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Es importante resaltar que la banca privada española estaba presente en el aparato estatal tanto en los organismos económicos (Instituto Nacional de Industria, Consejo de Economía Nacional y Consejo Superior Bancario) como en los políticos de carácter legislativo y consultivo (Cortes, Consejo del Reino, Consejo de Estado y Consejo Nacional del Movimiento) y ejecutivo (ministros, subsecretarios y directores generales). Por ejemplo, entre 1969 y 1975, Banesto contaba con miembros en el Consejo de Estado, supremo cuerpo consultivo de la Administración, en las Cortes, en el Consejo del Movimiento, etcétera47. Las vinculaciones Banca-Estado franquista también se demuestran observando la presencia de veintinueve ministros de Franco –aproximadamente un 25% del total– en los consejos de administración de entidades bancarias antes y/o después de su participación en los gobiernos48. 4.4 Evolución de los principales anunciantes Como hemos señalado, a lo largo del periodo estudiado los principales anunciantes son la Confederación Española de Cajas de Ahorros, Banesto y la Empresa Nacional Calvo Sotelo. Sin embargo, un análisis detallado por año nos muestra que hasta 1971 la Confederación Española de Cajas de Ahorros es el principal anunciante de la revista, pero que su apoyo decrecerá progresivamente, quizás explicado por la salida de Coronel de Palma de la institución, cesando sus anuncios en 1973. Banesto a partir de 1971 – desde 1970 José María Aguirre Gonzalo sustituye al frente de la entidad al marqués de la Deleitosa– mantiene una presencia publicitaria creciente publicando un anuncio prácticamente en cada ejemplar convirtiéndose en el primer anunciante. En cualquier caso, el análisis demuestra que prácticamente todos los años los cinco principales anunciantes son empresas del INI, monopolios del Estado o entidades financieras. El análisis temporal también deja claro que este apoyo del Estado se irá recortando progresivamente según vayan avanzado las posturas reformistas dentro del franquismo y probablemente según se produzcan cambios en el propio INI49 y otras entidades [fig. 7].

González Temprano, Antonio, et al., La Banca y Estado… op. cit., pp. 155-229. Véase Sánchez Soler, Mariano, Ricos por la patria (Grandes magnates de la Dictadura, altos financieros de la Democracia), Barcelona, Plaza y Janés, 2001, pp. 238-239. 49 Por ejemplo, en 1974 es nombrado presidente del INI Francisco Fernández Ordóñez, posteriormente ministro con el Gobierno socialista de Felipe González, quien ejerce su cargo de febrero a noviembre de ese año. 47 48


123 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...” Figura 7: Ranking de los ocho principales anunciantes por número inserciones y año. 1967 1968 1969 1970 CECA 29 CECA 52 CECA 55 RENFE SEAT 25 IBERIA 33 REPSOL-REPESA 19 CECA REPSOLIBERIA 19 E. Nac. Calvo Sotelo 29 Banco Exterior 15 REPESA E. Nac. Calvo Sotelo 16 Standard Eléctrica 15 Astano 15 BANESTO E. Nac. Calvo Banco ADARO 16 REPSOL-REPESA 11 Sotelo 14 Ibérico Banco IPSA 15 BANESTO 11 IBERIA 13 Exterior Portland Valderrivas 14 Banco Exterior 10 BANESTO 13 ASTANO INCOBESA 12 RENFE 8 SEAT 11 SEAT 1971 CECA

1972 41 BANESTO

BANESTO

30 Schweppes British Leyland-

REPSOL-REPESA Menú del día (campaña ministerial)

27 Austin

Schweppes

18 Banco Exterior

Tabacalera

13 RENFE

Cofer

12 CECA

Banco Exterior

10 Feria E. Mueble

20 ASTANO

1973 55 BANESTO E. Nac. Calvo 30 Sotelo

1974 52 BANESTO Banco 33 Vizcaya

52 52 24 14 12 12 9 8 42 30

21 CAMPSA

25 SEAR 19 Fundación 15 Banco Exterior 15 G. Franco 13 E. Nac. 12 Banco Vizcaya 15 Calvo Sotelo 11 Banco 11 Banco G. Comercio 14 Exterior 9 Banco G. 9 SEAT 12 Comercio 4 Bernabé 8 DYC 5 Chamorro 3

FUENTE: Elaboración propia.

4.5 Otros anunciantes De este análisis realizado también se deduce que esta publicación no aparece como un soporte publicitario atractivo para empresas privadas, ajenas a las vinculaciones estatales, salvo en el caso relevante de Schweppes (48 inserciones). Por otra parte, Fuerza Nueva es soporte para la publicidad ocasional de pequeños anunciantes de carácter local y escasa inversión. Podemos observar una publicidad que seguramente es atribuible a simpatizantes de la editorial que publican sus anuncios como ayuda voluntariosa a la revista (el agente de la propiedad José María Espona, el mayorista de drogas y productos químicos industriales Bernabé Chamorro Martín, el transportista Ramón Iuretagoyena, la ingeniería Ataio50…). Un ejemplo de publicidad militante es el anuncio publicado por Ataio Ingenieros: “Continuamente tenemos puestos de trabajo para personas escogidas de la verdadera reserva espiritual española…necesitamos pues: (…). Secretarias bilingües buenas, educadas, señoritas con una buena educación, que sepan que hay que trabajar. Lo mismo los hombres: caballeros con dignidad profesional, dedicación y sentido de lealtad.” El logotipo de la Ingeniería imita al identificador de Fuerza Nueva (cuadrado bicolor dividido por una diagonal). Véase Fuerza Nueva, 14 de diciembre de 1974, p. 18. 50


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En este análisis hay que resaltar una estrategia desarrollada por Fuerza Nueva no sabemos si con un fin periodístico o puramente como medio de captación de publicidad centrada en la dedicación de extensos reportajes a distintas provincias o ciudades donde se describen los avances y éxitos del desarrollismo en esos territorios. Estos números especiales siempre van acompañados de anuncios de las Cajas de Ahorros provinciales o empresas de carácter local (Ciudad Real en el nº 39 de 1967; Bilbao en el nº 80 de 1968; Guipúzcoa en el nº 205 de 1970…).

5. Propaganda de Fuerza Nueva Según se reduce progresivamente la publicidad en la revista, aumenta el espacio propagandístico de la publicación dirigido a promocionar la venta de libros de la propia editorial o de otras ideológicamente afines, los discursos en cinta casete de Blas Piñar, la captación de suscripciones o la promoción de los distintos actos de afirmación nacional organizados por el movimiento piñarista. Este fenómeno es especialmente significativo, como se puede comprobar en la tabla adjunta [fig. 8], a partir del año 1974 cuando el descenso publicitario es muy acusado en la revista. Figura 8: Evolución autopublicidad Fuerza Nueva. Año Número de inserciones 1967 12 1968 51 1969 26 1970 4 1971 23 1972 15 1973 49 1974 122 Total general 302 FUENTE: Elaboración propia.

Entre los libros distribuidos por la revista podemos encontrar las obras del jesuita Adro Xavier, cuya biografía novelada Carlos María sobre un participante en la Cruzada, alcanza notable popularidad; publicaciones de la editorial Caralt, de carácter falangista, como La paz dura quince días de Rafael García Serrano o Las dos barajas de Ángel Ruiz Ayúcar; libros religiosos de la Editorial Coculsa como El cristiano, alma del mundo de Díaz Presa; o libros editados por la propia Fuerza Nueva como José Antonio, biografía apasionada, de Felipe Ximénez de Sandoval y con prólogo de Blas Piñar, Obras de Juan de la Cosa, recopilación de artículos escritos bajo seudónimo por el presidente asesinado Luis Carrero Blanco, El hombre cristiano y la acción política de Horia Sima, Derrota Mundial de Salvador Borrego, La sierra en llamas de Ángel Ruiz Ayúcar sobre la lucha


125 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...” contra el maquis o Proceso a la democracia de Jean Haupt. A diferencia de la revista la publicación de libros fue una actividad que ofreció rentabilidad a la editorial y supuso otra de las bases de financiación de la asociación política. Numerosos textos de los publicados conocieron reediciones a lo largo de los años como, por ejemplo, las obras de Blas Piñar Combate por España o la biografía de José Antonio de Ximénez Sandoval. Asimismo los discursos de Piñar, editados en casete, también tuvieron una notable aceptación.

6. Conclusiones La revista Fuerza Nueva es el altavoz de las posturas más inmovilistas del franquismo desde su nacimiento a finales de 1966. Esta publicación comparte un posicionamiento de defensa del régimen y las esencias del 18 de Julio con un enfrentamiento con las posturas aperturistas o reformistas del propio franquismo. Pese a su difusión limitada es importante resaltar su capacidad de influencia como creadora de opinión en los ambientes franquistas. La financiación de esta publicación descansa en los ingresos obtenidos por la venta de ejemplares, las suscripciones, la venta de libros publicados por la editorial, las aportaciones de simpatizantes y, en mucha menor medida dado su volumen, por la publicidad insertada en sus páginas. Parece que no existe una financiación estatal directa, pese a las simpatías de Carrero Blanco por Blas Piñar, aunque el Estado, como hemos comprobado en este trabajo, se encuentra de forma indirecta detrás de gran parte de la publicidad insertada en Fuerza Nueva. Los principales anunciantes de la revista desde su orígenes en 1966 hasta finales del año 1974 son entidades financieras con estrechos lazos con el régimen (CECA, Banesto y Banco Exterior de España) y empresas monopolios del Estado (Renfe) o vinculadas al Estado a través del INI (Empresa Nacional Calvo Sotelo, Seat, Repesa, Iberia…). El análisis de estas entidades y de sus cuadros directivos demuestra que el soporte publicitario de Fuerza Nueva se encuentra, en gran medida, en personalidades del propio régimen o con estrechas vinculaciones con el mismo, así como en ciertas élites financieras que apoyan el sistema franquista. La evolución del propio régimen, la percepción de la clase política franquista de los inevitables cambios políticos inminentes, percepción agudizada tras el asesinato de Carrero Blanco, y la creciente actitud critica de Fuerza Nueva frente a las decisiones gubernamentales franquistas suponen la progresiva disminución de la publicidad insertada por los anunciantes con vinculaciones al Estado, siendo esta circunstancia especialmente remarcable a partir de 1974.


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En cualquier caso, la conclusión clara es que el semanario del movimiento piñarista fue financiado, de forma limitada e indirecta, a través de publicidad, por determinadas personalidades del régimen que comulgaban con sus presupuestos ideológicos. Este apoyo en forma de publicidad pagada, que se estima bajo y que en futuras investigaciones debe ser cuantificado a través del estudio de las tarifas publicitarias abonadas por los anunciantes, fue reduciéndose con el tiempo según la postura de Fuerza Nueva resultaba más incómoda frente al inminente desenlace del franquismo. Asimismo la revista, por su propia belicosidad ideológica, fue incapaz de atraer un volumen significativo de anunciantes, sin vinculaciones directas o indirectas con el Estado, más allá del pequeño apoyo testimonial de publicidad de negocios de algunos militantes o simpatizantes.


La democracia posberlanga: la idea de posdemocracia de Colin Crouch a través de Atilano, presidente (1998) GARIKOITZ GÓMEZ ALFARO Universitat de València Fecha de recepción: 7 de mayo de 2012 Fecha de aceptación: 18 de noviembre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: Este trabajo parte de la crítica de la democracia formal que se deriva de la crisis estructural de la representación en los sistemas democráticos actuales. Realizando una lectura del cine español de finales de 1990 se pretende, siguiendo a Colin Crouch, rastrear los síntomas del malestar democrático contemporáneo. Se aborda tanto la crítica de la democracia formal como la colonización de lo público por parte de los sectores privados como consecuencia del consenso neoliberal de la última mitad del siglo XX. Se procura aunar el análisis político con el estudio de la industria cultural española, ofreciendo algunas claves para estudiar el potencial que el cine tiene para la denuncia social, sirviéndome para ello del largometraje Atilano, presidente (1998). Palabras clave: democracia, cine, política, desafección. Abstract: This paper begins with the critique of the limits of formal democracy, which stems from the approaches of the structural representation crisis within western democratic systems. Following Colin Crouch, this paper discusses how Spanish cinema in late 1990 tracks the symptoms of modern democratic malaise. It addresses both the critique of formal democracy and the colonization of the common by the private sector as a result of the last half century’s neoliberal consensus. It is intended to combine political analysis with the study of Spanish culture industry, offering some keys to study cinema’s capacity to foster social criticism, which I’ll try to illustrate using Atilano, presidente (1998). Keywords: democracy, cinema, politics, disaffection.


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“Me gustas democracia porque estás como ausente con tu disfraz parlamentario, con tus listas cerradas, tu rey tan prominente (…)” Javier Krahe1

1. Introducción La paradoja de la posdemocracia es tan inquietante como sencilla de formular: mientras que el número de regímenes democráticos se ha multiplicado sustancialmente desde la II Guerra Mundial2, su legitimidad está en entredicho por, entre otras cosas, la baja participación electoral o la colonización de lo común por el sector privado. El caso español puede servir de ejemplo si aceptamos, como defiende Huntington, que nuestro país se sitúa dentro de la tercera oleada democrática que tuvo lugar entre 1974 y 19903. La contribución patria al sonado fin de la Historia se produce, no obstante, a través de una rupforma repleta de ambigüedades que dejaba atrás la dictadura franquista desde la titubeante vía pactada. Años más tarde, el derrumbe de la hilera de fichas de dominó que conformaba el bloque soviético permitió al politólogo Francis Fukuyama levantar el brazo del boxeador de calzas azules situado a la derecha del ring: la democracia liberal y la economía de mercado saludaban a un público embelesado4. Este triunfo aparente permitía a los Estados Unidos sentar cátedra. En efecto, el ejemplo del mundo libre parecía la única fórmula para el éxito económico y la libertad política5. Sin embargo, se preguntaban algunos, ¿era esta democracia tan robusta como parecía? Un año después del ensayo de Fukuyama, Jean-Marie Guéhenno formulaba la siguiente cuestión: ¿Sobrevivirá la democracia en el año 2000? En esencia, el diplomático francés argumentaba que la disolución de los Estados-Nación en un contexto global conllevaría el final de las garantías democráticas6. Su escepticismo no era novedoso. Estaba conectado con la tradición pesimista de la escuela crítica de Frankfurt que, entre Krahe, Javier, Toser y Cantar (CD), Madrid, 18 chulos, 2010. Las fuentes varían según la descripción –nunca aséptica– de régimen democrático. Todas las fuentes consultadas convenían en que el número de países había aumentado. Dos ejemplos: según la ONG (muy) estadounidense Freedom House, los países libres fueron 60 en el año 1988, mientras que en 2008 había 89, vid. «http://www.freedomhouse.org/report/countries-crossroads-2011/essay-freedom-world-2009setbacks-and-resilience» [consultado el 1 de marzo de 2012]. The Economist es más duro con sus resultados: para el año 2010 solo admite como democracias completas (26) y democracias deterioradas (53), es decir, un total de 79 (el 49,5% del total de países). “Democracy index 2010. Democracy in retreat”. Disponible en «http://graphics.eiu.com/PDF/Democracy_Index_2010_web.pdf» [consultado el 21 de junio de 2011]. 3 Huntington, Samuel P., La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX, Barcelona, Paidós, 1994. 4 Las referencias a Fukuyama aparecen aquí a raíz de la lectura del artículo del profesor Wieviorka, Michel, “El futuro de la democracia” en La Vanguardia, 12 de septiembre de 2010. Disponible en «http:// hemeroteca-paginas.lavanguardia.com/LVE05/PUB/2010/09/12/LVG201009120291LB.pdf» [Consultado el 1 de marzo de 2012]. Para profundizar en sus tesis del autor de origen nipón vid. Fukuyama, Francis, El fin de la historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992. 5 Jáuregui, Gurutz, La democracia planetaria, Oviedo, Ediciones Nobel, 2000, pp. 45-48. 6 Guehenno, Jean, El fin de la democracia. La crisis política y las nuevas reglas del juego, Barcelona, Paidós, 1995, pp. 35-49. 1 2


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Garikoitz Gómez, “La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia...”

otros aspectos, venía denunciando la necesidad de acometer reformas en los sistemas liberales7. Es en estas coordenadas donde se inserta el trabajo de Colin Crouch, PostDemocracy, un diagnóstico nada risueño sobre la salud de las democracias liberales8. En ella, el sociólogo británico justifica su dictamen denunciando el distanciamiento de un modelo ideal denominado momento democrático. Desde su punto de vista, la democracia es víctima de una globalización en la que la organización de los intereses colectivos queda obstaculizada por el despliegue de la esfera de unos intereses económicos que trascienden el marco de actuación política del Estado. En este contexto, mientras que el marco formal de la democracia se mantiene, la ciudadanía pierde gran parte de su autonomía real. En el paisaje político esbozado por Crouch la desafección política cunde entre una población que da remachadas muestras de languidez política. Si bien su estudio tiene vocación generalista, sus ejemplos suelen centrarse en los países anglosajones. Así pues, me pregunto: ¿es posible aplicar el esquema de Colin Crouch a la democracia española? En esta dirección apuntaba el político catalán Albert Alay cuando describía a la monarquía parlamentaria española como una democracia coja, con una separación de poderes insuficiente y una élite política que requiere una profunda reforma moral9. Este hipotético desencanto de la democracia española, que podría ser interpretado como el corolario de una transición incompleta, puede comprenderse además desde el agotamiento del paradigma liberal de politólogos que, como Huntington, asumen que la consolidación de las elecciones libres supone el síntoma definitivo de una salud democrática de hierro10. Pese a estar inmersa en el tedio, la ciudadanía española puede –según Huntington– al fin presumir de ser completamente democrática. Así pues, parece que la desafección política no está reñida con la legitimidad, ya que pese a la decepción ante la incapacidad de la democracia formal para responder ante ciertas demandas de la ciudadanía, esta se considera generalmente como el mejor régimen posible11. En consecuencia, ¿es factible aplicar la teoría de la parábola de la democracia de Colin Crouch a la trayectoria descrita por la política española? Considero muy probable que así sea. Este ensayo tiene la voluntad de ser una pequeña provocación. Por otro lado, aspira a servir de introducción general al problema del enquistamiento de las instituciones democráticas sirviéndose para ello de un lenguaje pedagógico y ameno12. Tal aspiración, Entre muchos otros, Habermas ya había criticado en la década de los setenta la lógica engañosa de un capitalismo burocrático cuya racionalidad instrumental comenzaba a dar síntomas de agotamiento, proponiendo en su lugar una democracia deliberativa. Vid. Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Trotta, 2010. 8 En España, el libro de Crouch se publicó al año siguiente. Crouch, Colin, Posdemocracia, Madrid, Taurus, 2004. 9 Alay, Albert, La democracia coixa, Barcelona, Editorial Pòrtic, 1995. 10 Huntington, La tercera ola… op. cit., pp. 230-231. 11 Montero Gibert, José Ramón et al., “Actitudes hacia la democracia en España: legitimidad, descontento y desafección” en Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, 83 (1998), pp. 9-49. Disponible en «http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=757677» [Consultado el 16 de enero de 2011]. 12 De ahí la elección del trabajo de Crouch, un autor más llano y accesible que brillante u original. 7


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no obstante, no debería de justificar la ingenuidad. Pérez-Díaz ha advertido sobre la facilidad con la que la Academia produce nuevos -ismos que se apresuran a dibujar líneas imaginarias, límites y etiquetas13. Con todo, una provocación no es, desde luego, un ejercicio de prudencia. De ahí que haya buscado un terreno algo más flexible e imaginativo –quizás también más ambiguo– para mi trabajo: el cine. De acuerdo, la pantalla ha dejado de ser tierra virgen para la Academia, pero no por ello ha dejado de ser un terreno fértil14. En mi afán por distanciarme de la dialéctica entre textos canónicos, he escogido una película española para ilustrar las tesis de Crouch: Atilano, presidente (Santiago Aguilar y Luis Guridi, 1998)15. Esta sátira política refleja unas elecciones desde la perspectiva de un heterodoxo candidato que realiza un descenso dantesco hacia las profundidades de la sima posdemocrática. Ya Marc Ferró señaló que la imagen cinematográfica, muchas veces sin proponérselo, revela aspectos desconocidos de las sociedades que la produce. En efecto, aquí me interesa más aplicar una discusión teórica en un marco de significados común –el cine– para mantener un mínimo nexo referencial con el espacio público16.

2. Posdemocracia El británico Colin Crouch es uno de los nombres más repetidos en el extenso debate sobre la crisis del sistema democrático contemporáneo17. Probablemente, el planteamiento de su Posdemocracia destaca más por su concisión que por su profundidad, más por su claridad que no por su sofisticación. Crouch ofrece una más que solvente introducción desde una perspectiva que se sitúa a la izquierda –pero no demasiado lejos18– de la tercera Pérez-Díaz, Víctor, El malestar de la democracia, Barcelona, Crítica, 2008, pp. 10-11. Doy por sentado que el cine queda legitimado como ámbito de discusión académico. La bibliografía que iniciara Marc Ferro en los setenta hoy en día es inabarcable. Por dar algunos nombres: Sand, Schlomo, El Siglo XX en pantalla, Barcelona, Crítica, 2004; Camarero, Gloria (ed.), La mirada que habla: cine e ideologías, Madrid, Akal, 2002; Zimmer, Christian, Cine y política, Salamanca, Sígueme, 1975; y, sobre todo, Rosenstone, Robert A., El pasado en imágenes: El desafío del cine a nuestra idea de la historia, Barcelona, Ariel, 1997. 15 Que la película sea prácticamente desconocida no responde a ninguna intención por mi parte. Berlanga queda lejos, lamentablemente; el cine español no es dado a cultivar ese género tan estadounidense conocido como thriller político. 16 En estas líneas estoy siguiendo la introducción de Henry A. Giroux en su libro Cine y entretenimiento. Elementos para una crítica política del filme, Barcelona, Paidós, 2003, pp. 13-29. Por otro lado, quizás sea conveniente apuntar que al emplear una película española no pretendo demostrar que la teoría de Colin Crouch sea aplicable al Estado español, tampoco que su análisis histórico, social y político sea verdadero; simplemente defenderé su utilidad para discernir algunos de las taras de nuestro sistema democrático. 17 Un autor de corte liberal como Ralf Dahrendorf se ha hecho eco del planteamiento de Posdemocracia de forma paradójica. Mientras que la tilda de “panfleto”, reconoce luego que Crouch ilustra “quizá mejor que muchos otros, las transformaciones que se están produciendo (…)”. Dahrendorf, Ralf, Después de la democracia. Entrevista de Antonio Polito, Barcelona, Crítica, 2002. Hay que tener en cuenta que Dahrendorf se refería a una versión anterior del trabajo de Crouch, publicado originalmente como artículo en “Coping with Post-democracy”, Fabian Ideas, 598 (2000). 18 Se puede decir que Crouch no va más allá de un liberalismo clásico que respete y refuerce la esfera de lo público. No critica el modelo capitalista, ni el desvanecimiento de lo común como consecuencia de la privatización; solo pretende mantener su influencia fuera de un estado de bienestar. Antes bien, a lo largo 13 14


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vía de Giddens. A continuación elaboraré un breve resumen de los contenidos de su ensayo para mostrar el mapa teórico que dispongo para el análisis de los filmes. En primer lugar hemos de tener en cuenta la definición que Crouch da del propio concepto que nos ocupa; desde su punto de vista el término posdemocracia es útil para describir las “situaciones en las que el aburrimiento, la frustración y la desilusión han logrado arraigar tras un momento democrático, y los poderosos intereses de una minoría cuentan mucho más que los del conjunto de las personas” en la oferta de política. Además, continúa Crouch, sirve para “otras situaciones en las que las élites políticas han aprendido a sortear y a manipular las demandas populares y las personas deben ser persuadidas para votar mediante campañas publicitarias”19. Crouch es consciente de que las categorías cerradas de democracia y no democracia son demasiado rígidas para describir situaciones limítrofes y cambios internos. Por tanto, opta por definir una trayectoria que puede conducirse hacia varias direcciones. Desde un origen semimítico, el momento democrático, que Crouch sitúa en algún punto de entreguerras y posguerra20, el autor propone tres tiempos ideales: predemocrático, democrático y posdemocrático. Su finalidad es servir como puntos de referencia para indicar nuestra situación respecto a un ideal. En vez de optar por una mecánica gradual evolutiva, Crouch emplea una dialéctica flexible; esto es, más que para una definición de la actualidad, el concepto de posdemocracia nos sirve como descripción de la trayectoria que dibujamos. Para explicar el movimiento de las democracias posmodernas el sociólogo británico diseña una parábola en la que los Estados como España pasan de un momento pre-democrático a un punto democrático, para dirigirse posteriormente hacia el paradigma posdemocrático. No es un retroceso. Crouch no ignora los trabajos de, por ejemplo, North sobre la dependencia de los Estados de su propia trayectoria institucional21. Consiguientemente, es más fácil de comprender esta tendencia como la recuperación de algunos aspectos del momento predemocrático con otros de corte novedoso inspirados por la globalización22. Como ya he señalado, el momento democrático estaría apuntando hacia el periodo de entreguerras. La ética sobre el servicio público, el auge del capitalismo industrial (que no competía con el Estado en materia de servicios) y el papel activo de los trabajadores de cuello azul a través de los sindicatos, son para Crouch algunos de los elementos que facilitaron un desarrollo más pleno de la democracia. En la posguerra se registró una participación más templada, pero el autor insiste en que el triunfo de las políticas keynesianas redistributivas habría compensado, al menos en un primer momento, el auge del libro resuenan las simpatías hacia el modelo keynesiano. Así pues, las limitaciones de su análisis son predecibles; en Posdemocracia no hay hostilidad alguna hacia el “comportamiento capitalista, sino un reconocimiento de sus límites apropiados y de la ética y el código de conducta específicos de los servidores públicos”. Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., p. 135. 19 Ibídem, p. 35. 20 Ibídem, pp. 15-24. 21 North, Douglas Cecil, Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, México, Fondo de Cultura Económica, 1993. 22 Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., p. 169.


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de un discurso conservador como respuesta a la tensión respecto a Moscú. Este equilibrio duró poco; la crisis del Estado de Bienestar a raíz de la transformación del capitalismo industrial en capitalismo financiero y de servicios habría dinamitado las bases de un sistema desbordado en sus competencias23. Hasta aquí nada nuevo, desde luego, por lo que resulta imprescindible abordar los factores de este viraje más detenidamente. Podemos extraer al menos tres aspectos clave a lo largo y ancho de este proceso: el principal es el auge del modelo de la empresa trasnacional como institución ante el Estado-Nación, del cual se derivan los otros dos; a saber, la comercialización de servicios públicos y las estrategias de marketing de los nuevos partidos políticos24. Antes de confrontar este esquema con el contexto español actual me detendré brevemente en aquellas tres cuestiones. En efecto, el colapso del paradigma keynesiano en la década de 1970 trajo consigo una avalancha de críticas por parte de unas empresas que comenzaban a presionar para competir con el Estado en áreas antes circunscritas al dominio de este. Un sector privado en la encrucijada entre Estado y trabajadores demostraba poder ganar algunos pulsos al materializar algunas de sus exigencias, como por ejemplo, en el caso británico, la llamada cartera a la baja en la legislación laboral25. La globalización reforzó la competencia creando un caldo de cultivo ideal para el darwinismo económico. Como apunta David Harvey, el consenso neoliberal se atrinchera tras los ideales políticos de dignidad y libertad, valores estos aparentemente incompatibles con una intervención estatal que amenazaría la libertad de elección de los individuos26. Paralelamente, la empresa daba el gran salto desvinculándose de los Estados, factor que expuso todavía más la soberanía de los pueblos a la inestabilidad y la fluctuación de los mercados27. Aún así, la cultura de la empresa independiente, flexible y dinámica, se antoja para muchos como la solución perfecta para dar solución a los problemas que puedan surgir de la globalización. Crouch se basa en Naomi Klein para comparar los regímenes democráticos posmodernizados con una empresa que, esforzada en mantener su imagen de marca, exterioriza el resto del proceso productivo para minimizar gastos y aumentar la rentabilidad. Consecuentemente, la política se asemeja cada vez más a un producto cuyo éxito depende de la publicidad (estableciendo así un diálogo no racional que impide el debate o la respuesta). En este contexto el sociólogo británico entiende que los límites entre Estado y empresa comienzan a difuminarse con la aparición de la privatización y subcontratación de servicios públicos, un fenómeno que denomina la mercantilización del Sobre la transformación del capitalismo hacia la abstracción financiera, vid. Lapavitsas, Costas, El capitalismo financiarizado: Expansión y crisis, Madrid, Maia Ediciones, 2009. 24 Cabe señalar que en su trabajo Crouch menciona también otros factores de gran relevancia como los movimientos y las transformaciones sociales, elementos que por motivos de espacio quedan fuera del presente análisis. 25 Lapavistas, Costas, El capitalismo…, op. cit., pp. 56-58. 26 Harvey, David, Breve historia del neoliberalismo, Madrid, Akal, 2005, p. 11. 27 Sobre el publicidio neoliberal vid. Villasante, Tomás R., Las democracias participativas. De la participación ciudadana a las alternativas de la sociedad, Madrid, Hoac, 1995; Jáuregui, Gurutz, La democracia… op. cit.; Guéhenno, Jean Marie, El fin de... op. cit.; Alay, Albert, La democracia coixa… op. cit. 23


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gobierno. Desde este momento, estos bienes son accesibles ya no en tanto que las personas son ciudadanos sino por su capacidad para adquirirlos en el mercado. La igualdad de iure se ve afectada, una vez más, por la desigualdad de facto. La colonización de lo público por la empresa rompe con la ética del periodo de mayor sensibilidad democrática en el que ambas esferas, la pública y la privada, estaban bien diferenciadas28. Esto supone –a medio y largo plazo– no solo una relación de dependencia entre el Estado y las empresas que ofrecen tales servicios, sino también un virtual distanciamiento entre ciudadano y servicios. Especial mención requieren dos problemas de esta gestión de lo público desde el modelo empresarial: la distorsión y la residualización. El primero surge a raíz de la aplicación de indicadores económicos para tasar los servicios públicos. La evaluación se presta a veces a estimaciones y distorsiones del valor a largo plazo: tipos de cambio en monedas, eficiencia y costes en servicios públicos (mercados ocultos) y, especialmente, capitalismo financiero29. El segundo problema, la residualización, implica que al haber confusión entre lo público y lo privado, este último procurará centrarse en un segmento del mercado concreto. El ciudadano, por tanto, pasa a ser un target; los servicios que no interesan al sector privado quedan así bajo la responsabilidad de un Estado que ofrece servicios de mala calidad a una población de “baja influencia política”30. La relación entre votantes y partidos, máxime aquellos que alcanzan el Gobierno, también se ha visto terciarizada. Para Crouch, el ideal de partido democrático, aquel que se desarrolla en base a círculos concéntricos que van desde el más grande (el electorado) al más pequeño (los líderes y sus asesores), pasando por todo un sinfín de grados intermedios (activistas, parlamentarios, simpatizantes, etc.) que están en contacto entre sí para fortalecer la interacción, no pasa por su mejor momento. Antes al contrario, la cúpula se reduce y se fortalece, siendo necesarias técnicas de marketing electoral para nuevas alternativas: bien consultar a estos grupos mediante sondeos y encuestas (es decir, fomentando la pasividad) o bien incorporando a nuevos grupos de interés ajenos a la base. En ambos casos, el resultado es la debilidad del punto intermedio de control que conecte la esfera superior con una militancia activa. Las élites políticas configuran el juego electoral Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., p. 72. Los puntos básicos de esta diferencia apuntaban hacia la necesidad de mantener espacios como la educación, la sanidad o la jubilación al margen del mercado. Un ejemplo de la confusión de límites a día de hoy es el popularmente conocido como proceso de Bolonia; vid. Pardo, José Luís, “La descomposición de la Universidad”, en El País, 10 de octubre de 2008. Disponible en «http://elpais.com/diario/2008/11/10/opinion/1226271612_850215.html» [Consultado el 1 de marzo de 2012]. Algunos pilares que sostienen a duras penas esta distinción son el derecho a un juicio justo o el derecho a voto, elementos estos que, por decirlo de algún modo, no se venden. Siguiendo el modelo de Crouch, vemos que esto puede ser relativizado a medida que el éxito de un juicio puede depender de la calidad del abogado (calidad que puede ser directamente proporcional a su precio). El cine español puede darnos algún ejemplo en este sentido, siendo sin duda el mejor ejemplo la película-documental De nens (2003), en la que se disecciona un juicio real que conmocionó a la sociedad catalana, poniendo de manifiesto la absoluta relevancia que los medios jugaban como agentes distorsionadores. Al respecto, vid. Romero, Emilio G., Otros abogados y otros juicios en el cine español, Barcelona, Editorial Laertes, 2006. 29 Llama la atención la explicación que da Crouch, cargada de ironía: “si un número suficientemente elevado de personas cree que el valor de las acciones es indicativo de algo importante, las acciones se venderán y el valor se habrá justificado a sí mismo”. Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., pp. 123-124. 30 Ibídem, p. 125. 28


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mediante campañas masivas en las que encauzan demandas populares con el único fin de atraer votantes. En este escenario, la propaganda electoral es la nueva ultima ratio regis. Es precisamente este aislamiento de la élite política lo que ha llevado a Hermet a tildar el Gobierno de la posdemocracia de “gobernanza” populista31. A su vez, uno de los últimos trabajos de Ronsavallon se centra también en este mismo punto exigiendo de los partidos una mayor cercanía con el electorado, es decir: horizontalidad32. Hay un último factor clave para la relación entre grupos de intereses económicos y el Estado: si el electorado de base, como hemos visto, va teniendo cada vez menos importancia, entonces –se pregunta Crouch– ¿quién financia las campañas electorales? La respuesta es obvia. Se entiende, por tanto, que la penetración de la inversión privada en lo público se produce no sin obtener algo más a cambio. Ese algo, concluye Crouch, es la influencia sobre la agenda política. Como vemos, la estructura formal se mantiene, pero “es difícil concederle la dignidad de democracia, a tenor del gran número de ciudadanos que han sido reducidos en él al papel de participantes ocasionales, manipulados y pasivos”33. La consecuencia que de esta interpretación se desprende es la siguiente: no hay democracia que no esté afectada por el capitalismo salvaje, la globalización y la falta de regulación al mercado de divisas. Este desequilibrio es una tendencia que, si bien es difícil de frenar, según Crouch puede atajarse a través de tres iniciativas: políticas de control sobre la influencia de los intereses empresariales; la reforma del ejercicio de la propia política; y, por último, la aprobación de medidas que permitan a los ciudadanos interesados intervenir y participar en el propio proceso34. Finalmente, creo conveniente rescatar un último aspecto que será útil para el análisis de los largometrajes. Desde el punto de vista del autor de Posdemocracia, es necesaria una estructura política más flexible que los actuales partidos para manejar la política. Los movimientos sociales organizados desde fuera de la vida parlamentaria han de combinarse con la renovación de la política de partidos al uso. De lo contrario, estarían imitando las prácticas de los lobbies económicos pero desde una perspectiva mucho más débil. Al fin y al cabo, dice Crouch, aunque el activismo es una postura sólida, no es un modelo que se pueda globalizar con la misma facilidad35. Sin duda, hay que volver a la democracia por la vía de la democracia radical, fundamentalista si hace falta. El apoyo Hermet, Guy, El invierno de la democracia, Barcelona, Los libros del lince, 2008. Rosanvallon, Pierre, La legitimidad democrática. Imparcialidad, reflexividad y proximidad, Barcelona, Paidós, 2010. 33 Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., p. 38. 34 Pero el ejemplo más radical es la propuesta de la asamblea de ciudadanos (mezcla del sistema de democracia directa suizo, los tribunales populares anglosajones). Ciudadanos al azar examinarían propuestas legislativas de grupos parlamentarios y podrían decidir si se transforman en leyes o no. 35 Me gustaría pensar que se están produciendo avances en este aspecto. El activismo cibernético goza de una salud en los últimos años que probablemente tenga consecuencias en la política ortodoxa. En España ya hay ejemplos de ello: El Partido de Internet y el Partido Wiki, que promueven la democracia directa. Esto, sin olvidar los innumerables modelos de democracia asamblearia puestos en práctica por distintas asociaciones y colectivos. Los nuevos cauces de la política afectiva abiertos por el movimiento 15-M han puesto en práctica algunas de las ideas de pensadores tales como Hardt y Negri. Vid. Hardt, Michael y Antonio Negri, Multitud, Barcelona, Debate, 2004. 31 32


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de los ciudadanos suele crecer en importancia a medida que se constituye como algo condicionado, como una negociación en la que efectivamente sus demandas políticas se ven recogidas de forma efectiva. Ahora bien, no hay que olvidar que Crouch no se detiene a analizar si acaso una democracia radical no es incompatible con un sistema de mercado. Como ya he dicho, a pesar de sus límites analíticos el modelo teórico de Crouch puede servir como punto de partida para analizar nuestro país. España, situada según The Economist en el puesto número 18 del ranking mundial36, probablemente entró en la parábola descrita por Crouch en la última legislatura del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que acabó con lo que Powell ha bautizado como “la legislatura de la crispación”37: 1993-1996. Ya al inicio de la campaña de 1993, un 51% de los españoles declaraba, según el Eurobarómetro, que “no tenían «ninguna influencia» en la agenda política de la clase dirigente”38. El tema es de candente actualidad. Una encuesta hecha por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de diciembre de 2010 revelaba que a causa de los últimos escándalos de corrupción en los partidos, estos son vistos por los españoles como la institución que menos confianza inspira, con un digno segundo puesto para “el Gobierno”39. Veamos una serie de ejemplos y datos tan elocuentes como divertidos. El año pasado, la segunda cadena de televisión privada española se jactaba de contar con una copresentadora que, de presentarse a las próximas elecciones, se convertiría en la tercera fuerza política del Estado40. Cargados de acidez, los titulares de la mañana siguiente anunciaban que la intención de voto superaría a Izquierda Unida y se colocaría en una posición clave como partido bisagra entre los dos grupos mayoritarios. En las pasadas elecciones autonómicas de Cataluña (noviembre de 2010), un partido (Coordinadora Reusenca Independent) encabezado por un conocido travesti que proponía “construir aeropuertos para los OVNI” obtuvo más del doble de votos que la lista catalana del partido encabezado por Rosa Díez, Unión Progreso y Democracia41. En las mismas elecciones, el voto en blanco alcanzó récords históricos (2,94%, frente al 2,02%) mientras que la participación se mantuvo baja, rondando el 60%42. El desánimo entre el electorado se deja ver semanalmente entre los columnistas de la prensa. Maruja Torres escribía con Me refiero a “Democracy index 2010. Democracy in retreat”. Vid. supra nota 1. Powell, Charles, España en democracia, 1975-2000, Barcelona, Plaza Janés, 2001, p. 519. 38 El promedio europeo es de 39%. Montero, José Ramón et al., “Actitudes hacia la democracia….” op. cit., p. 21. 39 “Los ciudadanos no confían en los partidos, según el CIS” en El País, 10 de diciembre de 2010. Disponible en «http://elpais.com/diario/2010/12/10/espana/1291935615_850215.html» [Consultado el 1 mayo de 2011]. 40 El sondeo lo realizó la compañía Sigma Dos a petición de la cadena Telecinco. El porcentaje de votos sería del 7,9%. Para más datos y comentarios de personajes diversos: «http://www.telecinco.es/salvame/ detail/detail25223.html» [Consultado el 15 de enero 2011]. La copresentadora es célebre entre otras cosas por haber sido la pareja de un popular torero español. 41 “Carmen de Mairena obtiene más votos que Rosa Díez” en Público, 29 de noviembre de 2010. Disponible «http://www.publico.es/espana/349056/carmen-de-mairena-obtiene-mas-votos-que-rosa-diez» [Consultado el 1 de marzo de 2012]. 42 «http://www.vozbcn.com/2010/11/28/44053/seguimiento-elecciones-28-noviembre/» [Consultado el 23 de diciembre de 2010]. 36 37


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su brocha gorda en la tribuna de los domingos que “hace tiempo que no voto a favor de, sino en contra de”43. La Comunidad Valenciana no sale mejor parada; el mismo mes en el que las elecciones catalanas tuvieron lugar, el columnista Josep Torrent escribía un artículo titulado “Política basura” en el que se marcaba una descripción antológica del panorama político valenciano: “Una realidad que se construye como si fuera un programa del corazón en televisión, en el que las Cortes Valencianas, el propio Palau de la Generalitat y las distintas sedes del PP, se configuran como auténticos platós de televisión donde los líderes populares se esfuerzan en convertirse en émulos de Belén Esteban. La política, entendida como un programa de televisión basura, acaba por convertirse en un gallinero donde todos gritan, nadie entiende a nadie y las amenazas de querella vuelan por los platós como justificantes de honores calderonianos mancillados (...)”44.

Sin embargo, hemos de tener en cuenta algunas señas de identidad dentro del diagnóstico de la democracia posmodernizada. En el estudio de Montero, Torcal y Gunther hay dos fractales que considero relevantes. En primer lugar, España forma parte de la llamada tercera ola de democracia diseñada por Huntington45. Esto significa, como ya he dicho anteriormente, que en la crisis del estado de bienestar de 1973 y la posterior vuelta hacia el neoliberalismo en economías capitales España todavía contaba con una dictadura. Los primeros síntomas de desgaste de la democracia en países de larga tradición coincidían en el tiempo con el arranque de la española, que sin embargo pronto se ha sumado al desánimo. En segundo lugar, el Estado español presenta un laboratorio político excepcionalmente rico. Desde la Transición la andadura política ha sido particularmente conflictiva: terrorismo, corrupción, problemas de continuidad política, desempleo, autonomías regionales, etc. Pese a todos estos problemas, ha sido mucho más sencillo para estos autores distinguir y valorar el vector legitimidad dado que al ser una democracia de la tercera ola cualquier comparación con su antecedente no-democrático basta como certificación moral, algo que no ocurre en otros países como Gran Bretaña, en los que la fatiga del sistema democrático tiene la tara de no contar con un contra-modelo. De hecho, la canción de Javier Krahe con la que iniciaba el presente artículo continúa su letra sobre la democracia diciendo(le) que: “(…) te toco poco últimamente, pero al fin: ahí está; mucho peor sería que te esfumaras (…) como antiguamente”46.

Torres, Maruja, “Pócimas para votar” en El país semanal, 16 de enero de 2011. Disponible en «http:// elpais.com/diario/2010/11/21/eps/1290324407_850215.html» [Consultado el 1 de marzo de 2012]. 44 Torrent, Josep, “Política basura”, El País, 21 de noviembre de 2010. Disponible en «http://elpais.com/ diario/2010/11/21/cvalenciana/1290370682_850215.html» [Consultado el 28 de mayo de 2011]. 45 Montero, José Ramón et al., “Actitudes hacia la….” op. cit., p. 11. 46 Krahe, Javier, Toser y cantar, op. cit. 43


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3. Posdemocracia en el cine español El cine español, como cualquier otro medio, ha sido uno de los vehículos de expresión en los que se han librado batallas políticas. Como artefacto ideológico, ofrece un relato repleto de símbolos y significados a un espectador que, no obstante, jamás los descifrará siguiendo un esquema prefijado. Ahora bien, dejando de lado las –sin duda importantísimas– teorías de la recepción, me interesa esbozar aquí la posibilidad de indagar en la exploración de un deseo político no cumplido, es decir, de una insatisfacción o desengaño político en el lenguaje cinematográfico de una España a las puertas del siglo XXI que ya ha asentado su sistema parlamentario47. El cine es un buen lugar donde indagar en la creación y la reproducción de una nueva gramática política. Uno de los ejemplos mejor estudiados nos lo da el propio proceso de la transición española, durante la cual el cine español pudo beneficiarse de una “progresiva ampliación de lo decible” siendo muy frecuentes en las tramas los referentes sociopolíticos48. Uno de los mejores ejemplos de esta contestación estética es la versión cinematográfica de Los santos inocentes (1984), dirigida por Mario Camus. En El Cine Español de la Democracia el historiador J. M. Caparrós Lera realiza un estudio sobre el cine producido entre la muerte del dictador y el año 198949. En su recorrido por estos catorce años identifica tres fases. La primera estaría marcada según el profesor de la Universitat de Barcelona por un revanchismo en la medida que el cine español, si bien no quedaba totalmente exento de tabúes, sí se liberaba de las restricciones políticas y estéticas de las anteriores décadas. La segunda fase, iniciada aproximadamente en torno a la llegada de Felipe González a Moncloa, estuvo caracterizada por el auge de las narrativas sobre la guerra civil española y, en menor medida, con el surgimiento del cine catalán y vasco. Tras los ocho años de gobierno socialista, el panorama cinematográfico español es definido por Caparrós Lera como un cine de desencanto. De aceptar esta periodización, tendríamos que la película que examinaré aquí (Atilano, presidente) se encuentra precisamente en esta estela de descontento y desafección que se deja ver también en otros largometrajes, entre los cuales se encuentran dos de los filmes de Antonio Giménez Rico (El disputado voto del Sr. Cayo, de 1986 y Soldadito español, de 1988) o en el propio Luis García Berlanga con Todos a la cárcel (1993). Este último filme registra asimismo la adopción de convenciones comerciales de un director que no renunciaba sin embargo Para una excelente revisión sobre las diferentes teorías que, desde la teoría política y los cultural studies, se han acercado al cine como medio de comunicación susceptible de ser analizado como artefacto político, vid. Trenzado Romero, Manuel, “El cine desde la perspectiva de la ciencia política”, en Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, 92 (2000), pp. 45-70. 48 Ejemplo de ello son los trabajos de Trenzado Romero, Manuel, Cultura de masas y cambio político: El cine español de la transición, Madrid, CIS, 1999; y Hernández Ruiz, Javier y Pablo Pérez Ruiz, Voces en la niebla, El cine durante la Transición española (1973-1982), Barcelona, Paidós, 2004. La cita es de este último, p. 4. 49 Caparrós Lera, José María, El cine español de la democracia. De la muerte de Franco al “cambio” socialista (1975-1989), Barcelona, Anthropos, 1992. 47


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a su estilo personal ni a la crítica social dura de películas como Plácido (1961). Así las cosas, Atilano, presidente, dirigida por Santiago Aguilar y Luis Guridi, se estrena en una década en la que las referencias sociopolíticas del cine eran cada vez menos frecuentes y, lo que es más importante, menos mordaces. El cine español ha de competir durante estos años con un cine comercial importado de Estados Unidos, por lo que adopta ciertas fórmulas comerciales de la industria de Hollywood. Curiosamente, este periodo convive con lo que siguiendo a Crouch podríamos llamar la posdemocracia española. No por casualidad, en ese mismo 1998 en el que se estrena Atilano, presidente, Santiago Segura estrenaría la primera película de la saga Torrente, conocida por ser una sátira del antihéroe nacionalista español, homófobo, xenófobo y, en definitiva, toda una sarta de atributos que caracterizaban a la sociedad franquista. Pasaré ahora a centrarme en la comedia a la que ya he hecho referencia: Atilano, presidente (1998), desde la óptica de las teorías de Crouch anteriormente expuestas. La película fue un desastre económico: con un presupuesto de 1 500 000 €, recaudó solo 257 565 €50. Forma parte de una trilogía que pretendía satirizar la España democrática en homenaje al cine del célebre director español Luis García Berlanga. Con todo, hay que decir que las otras dos primeras películas tuvieron más éxito: Justino, un asesino de la tercera edad (1994), y Matías, juez de línea (1996). En la película se narra el ascenso de un personaje desconocido, Atilano, funcionario de nivel 12 de los servicios funerarios que se dedica a intentar adueñarse del contenido de las cuentas de los cadáveres que llegan a su negocio. La trama nos presenta de forma paralela a un grupo de personas, todos ellos vinculados a la banca privada, que conspiran para intervenir en los resultados electorales. Ante los problemas para determinar el rumbo de las elecciones, este lobby plantea una estrategia a dos bandas. Por un lado, siguen apoyando públicamente al partido del Gobierno, por el otro, y de forma secreta, planean formar un nuevo partido para, una vez recortada la diferencia entre el Gobierno y la principal oposición, vender los votos obtenidos con el nuevo partido a una oposición que estaría totalmente rendida a sus pies. Hasta aquí podemos ver la descripción ideal de los grupos de presión económica descritos por Crouch y Hermet. Resulta interesante que durante la votación para establecer la hoja de ruta descrita, los asistentes no comuniquen su conformidad sino con una serie de gestos ambiguos (tosen, mueven los ojos, etc.). Es un claro gesto hacia la política de bambalinas que esquiva el proceso electoral al uso. Cabe advertir ya de entrada que la comedia está repleta de recursos manidos y desafortunados, como por ejemplo el recurso gratuito a la violencia para reflejar la corrupción dentro de la competencia entre candidatos. Ahora bien, tampoco sería justo decir que estamos ante una película sin ápice de inteligencia51. De hecho, hay algunos «http://www.mundocine.net/Atilano-presidente-pelicula-34660.html» [Consultado el 14 de enero de 2011]. La web de crítica cinematográfica Filmaffinity le suspende con un 4,1 sobre 10. 51 Todo lo contrario que Dos rivales casi iguales (Miguel Ángel Calvo Buttin, 2007), una película en la que dos gemelos se presentan a las elecciones por el Gobierno en un drama que pretende enlazar el 50


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guiños históricos interesantes. Al recurrir a un jefe de marketing de baja popularidad, uno de los banqueros se queja: “¿Ortega? ¡Pero si Ortega es un desgraciado!” A lo que replica un compañero suyo: “Sí, pero al menos es nuestro desgraciado”, en clara analogía con la definición de Sadam Hussein por parte de Washington52. Cuando los encargados de diseñar la nueva campaña electoral se encuentran con Atilano, que oficia un discurso fúnebre, descubren sus dotes políticas. El protagonista intentará hacerse con el dinero de la cuenta de uno de los asesinados por las intrigas políticas, por lo que se envían agentes en su busca. Al ser llevado ante los conspiradores, Atilano expone un discurso tan convincente que el director de marketing electoral les convence para presentarlo como candidato. Atilano se resiste: “No me interesa la política”, les informa. “A nosotros tampoco”, le responden53. En efecto, las élites económicas solo estarían involucradas en la esfera política por interés personal. No obstante, el nuevo candidato se adapta bien y lo mira desde una perspectiva utilitarista, dándose cuenta de las enormes retribuciones económicas que conlleva seguir el juego. Inmediatamente, los amigos de Atilano se benefician de la influencia de este. La campaña de Atilano se desarrolla exitosamente. Su programa incluye temas tan populares para el electorado como “clonar a aquellos presos que no puedan cumplir por edad sus penas, para que cumplan con la condena”; de hecho, su éxito es tal que desencadena una serie de fervor popular al dirigir a la ciudadanía con los bancos54. Candidato por el PR (que ha sido Partido Reformista, Partido Renovador y Partido Radical “cuando a un publicista idiota no se le ocurrió otra cosa”), se enfrenta a un PC (Partido Conservador) cuyo lema es “para que nada cambie” y un “NO tienes NADA que perder”55 cuyo líder – claramente una caricatura de Fraga– contesta a las preguntas de los periodistas repitiendo lo que sus asesores le soplan desde detrás. Se trata de una parábola de la cúpula política que ha intercambiado la militancia de base por una estructura privada que le ayuda a administrar con técnicas empresariales el mundo de la política. Como si el mundo de la política elitista esbozado por Weber hubiese alcanzado una dimensión mediada a través de los medios de comunicación. Una de las metáforas recurrentes a lo largo de la película es la de los trileros. Se crea una abierta analogía entre estos juegos de manos y el ejercicio de la política. Consecuentemente, el engaño y el juego sucio están presentes a lo largo de toda la pueblo, la familia y la política de forma tan políticamente correcta que cae en un desmesurado ejercicio pretendidamente gracioso que es imposible de defender. Con todo, la lectura política que de esta película (que se entiende mejor en cuanto que remake de una anterior y exitosa versión estadounidense) arroja conclusiones similares a las extraídas en este artículo a través de Atilano, presidente. 52 Aguilar, Santiago y Lui Guridi, (dirs.), Atilano, presidente (DVD), Madrid, Shangri-La Producciones Cinematográficas, 1998, min. 11. 53 Ibídem, min. 22. 54 Es necesaria una aclaración. No se cuestiona a la banca privada como tal, solo en tanto que los banqueros están detrás de la conspiración política. Si Atilano exhorta a los votantes a que ataque las sedes de los bancos es por su frustración ante la rapidez con la que estos vaciaban las cuentas de los difuntos antes de que él pudiera echarles mano. Ibídem, min. 37-40. 55 En el cartel, las letras “no” y “nada” están en negrita.


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campaña electoral. Los distintos partidos se roban minutos en los debates televisivos (incluso pantalones), se fingen atentados terroristas, etc. Lo cual también muestra que los medios de comunicación tienen, en la posdemocracia que aparece en Atilano, presidente, un papel fundamental en las estratagemas de los políticos. Pero es que, además, Atilano demuestra un enorme desprecio por la política en todo momento. Ante un periodista que le pregunta sobre el desarrollo de la campaña, Atilano contesta: “Es un asco. Terminas besando a los niños en sitios públicos cuando preferirías estar besando a sus madres en algún rincón oscuro”56. Finalmente, Atilano vence con un 95% de los votos sirviéndose de un discurso crítico con las instituciones financieras en un clima de tensión en el que hasta los niños atacan las sucursales bancarias con bombas de pintura. Sin embargo la violencia desatada durante el proceso convence a Atilano de que debe volver a fingir su muerte y retirarse de la carrera. De este final abrupto podemos distinguir al menos dos conclusiones o, a decir de Henry A. Giroux, dos pedagogías públicas57: por un parte, vemos que el ciudadano medio que se ve involucrado en la política rápidamente se adapta aprovechando cualquier posibilidad de extraer beneficio de ella. Es una lógica incuestionable que no admite otro tipo de alternativas (política vocacional en lugar de profesional, dedicación política como obligación moral, etc.). En segundo lugar, en un último acto de salvación moral, Atilano se retira. Eso sí, no queda inmune: pierde a su novia, que es asesinada por sus enemigos políticos. Es decir, la política aparece como una actividad por definición truculenta en la que la implicación personal acaba pasando factura a quienes se inmiscuyen en ella. La película es una sátira más bien templada que renuncia al radicalismo extremo de la democracia llevada hasta la última consecuencia. Por supuesto, la simpleza de los planteamientos no agota la complejidad del ensayo de Crouch. No es esta su pretensión; en ella está presente, no obstante, buena parte de los cimientos de la crítica. Los dos rasgos principales que vemos en Atilano, presidente son, primero, la banalización de los servicios públicos (y de la política, por extensión) y, segundo, las estrategias de marketing de los grupos parlamentarios. En este último aspecto la sátira es incluso inteligente. Los nombres de los partidos están invertidos58, señalando la irrelevancia del color político de las formaciones políticas. La película nos permite ver, por tanto, los síntomas de una posdemocracia con bastante claridad. Aunque no aparezca el problema de la globalización, queda claro cuál es el principal obstáculo que interfiere en el libre desarrollo de la política: el interés privado. La película articula con bastante idoneidad la crisis de la Cultura de Transición, problematiza la cohesión, denuncia el surgimiento del Aguilar, Santiago y Guridi, Luis (dirs.), Atilano…, op. cit., min. 55. Giroux define a las pedagogías públicas como dispositivos de creación de significado, opinión, identidad y experiencia. Giroux, Henry A., Cine y entretenimiento... op cit., p. 19. 58 El PC, partido conservador es fonéticamente pecé, pero en la película es pronunciado alargando la última vocal: peceé (PCE: Partido Comunista Español). El PP, partido progresista, hace referencia claramente al Partido Popular de, por aquel entonces, José María Aznar. 56 57


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entertaiment democrático, la estetización de una política que lastrada por la norma, por la rigidez de los contornos que definen qué es y qué no es político, ha desalojado de lo cotidiano la afección necesaria para significar, para afectar la acción política59.

4. A modo de conclusión “Cuando un ciudadano tira una piedra contra un banco, lo está arrojando clarísimamente contra los mismos cimientos del sistema” Atilano, Atilano, presidente60

Como hemos visto, el nuevo horizonte socioeconómico parece imposibilitar la ampliación y renovación de la democracia; en el mundo globalizado pierde parte de sus cualidades y se vuelve menos capaz de organizar la vida colectiva. Es decir, se debilita, queda vacía de contenido. Al mismo tiempo, las democracias modernas se autojustifican en tanto que son racionales y satisfacen a unos ciudadanos que no parecen poder imaginar algo mejor. Se da aquí la paradoja diseñada por Žižek del exceso constitutivo de la representación sobre lo representado61. El filósofo esloveno denuncia que, en la retórica actual, una democracia y unos derechos humanos de baja latencia son el pretexto último para cualquier objetivo político. El objetivo de este trabajo ha sido señalar la validez de este enfoque para explicar la desafección con respecto a la política formal por parte de la población española. Al emplear un documento audiovisual se ha querido subrayar el importante papel que los medios juegan en la posdemocracia. Con todo, como advierte Crouch, no hay por qué matar al mensajero. Aunque es el poder económico organizado en enormes grupos de intereses quien firma las noticias con las que desayunamos; fenómeno que Dahrendorf ha tildado de “efecto CNN”, los espectadores continúan reinterpretando, escapando al control absoluto de la industria de la información62. Las lógicas exteriores de la globalización económica, las leyes y decisiones importantes que vienen de la ONU, del FMI, del Banco Mundial o de la Unión Europea han arrinconado a un Estado de bienestar que necesita de un impulso desde abajo, desde la población; no para renovar el pacto social, sino para reactivar la interacción de los ciudadanos en un espacio de decisión en el que poder deliberar. Ya he apuntado hacia la posibilidad de la democracia directa a través de las nuevas tecnologías, pero no hay que olvidar que cualquier resistencia lo que aquí hemos denominado posdemocracia ha de basarse en la lentitud y, sobre todo, en la solidaridad horizontal, lógicas ajenas al Fernández-Savater, Amador, “El arte de esfumarse, crisis e implosión de la cultura consensual en España” en Estado Mental, 1 (2011). 60 Aguilar, Santiago y Luis Guridi, (dirs.), Atilano…, op. cit., min. 67-68. 61 Žižek, Slavoj, La suspensión política de la ética, Buenos Aires, FCE, 2005, p. 99. 62 Dahrendorf, Ralf Después de la… op. cit., pp. 96-98. 59


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mercado. Quizás merezca la pena explorar este campo, aunque concuerdo con Jáuregui cuando afirma que la idea de que este tipo de sistemas necesitan al mismo tiempo una reducción de las adscripciones regionales63. Una vuelta al municipio en tanto que núcleo de la política no para reformular una comunidad socialmente homogénea, sino para reforzar los órganos intermedios, los eslabones de la cadena política que se han perdido a lo largo de la parábola posdemocrática. Debemos atrevernos a responder la siguiente cuestión: ¿Qué es más importante: la mejora de la eficiencia todo riesgo, o la consecución de los objetivos? De no actuar, estaremos dando la razón a un Gustavo Bueno cuando afirma en su ensayo Telebasura y democracia que “que cada pueblo tiene la televisión que se merece”64.

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Jáuregui, Ramón, La democracia… op. cit. p. 216. Bueno, Gustavo, Telebasura y democracia, Madrid, Ediciones B, 2002, p. 194.


El paradigma género y mujeres en la historia del tiempo presente ESTHER MORA BLEDA Universidad de Murcia Fecha de recepción: 19 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 19 de octubre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: El objetivo de este artículo es el análisis de la evolución y recorrido que la historia de las mujeres, en relación al género, ha tenido en las últimas décadas, tanto desde la perspectiva histórica de este sujeto colectivo como de la propia disciplina. Para conseguir el objetivo propuesto en el artículo se aborda la situación actual del paradigma género y mujeres en la historia del tiempo presente a través de los estudios sobre la historia de las mujeres y de la situación actual de las mujeres en la sociedad española, atendiendo a las transformaciones sociales, políticas, culturales… que se han producido desde la década de los setenta hasta la fecha, y tomando como referencia los resultados de la última convocatoria electoral del pasado día 20 de noviembre de 2011. Se pretende contribuir a la historia del tiempo presente mostrando el peso que la historia pasada tiene en los acontecimientos actuales: se profundiza en la disciplina histórica y su evolución como fenómeno relacionado y conectado a los hechos sociales, cuestionando temas como la crisis de la historia y antiguos y nuevos modelos históricos, para incidir en la historia de las mujeres y la historia de las relaciones de género como nuevos paradigmas, sus temáticas, conceptos, fuentes y carácter interdisciplinar, para contextualizar, en el último apartado del artículo, el protagonismo femenino en la última convocatoria electoral en España. Palabras clave: democracia, feminismo, historia contemporánea, historiografía, historia de las mujeres y de género. Abstract: The aim of this article is the analysis of Women and Gender’s history in the last decades from the historical perspective of this collective subject such as the own discipline. The sources are specialised bibliography for social scientists and the results of the last general election which was held on 20 November 2011. The article deals with the present-day position of the paradigm Gender and Women and it also clarifies the situation of Spanish women nowadays through elections. This study shows the weight of the past


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in the present events; it goes more deeply into the historical discipline and its evolution such as phenomenon related and connected to the social facts in order to criticize themes such as the present The End of History and ancient and new paradigms. That is why this work is focused on Women’s and Gender History as new paradigms of interdisciplinary character. Keywords: Democracy, Feminism, Contemporary History, Historiography, Women’s and Gender History.

1. Introducción: la Historia como campo de estudio La historia, como ciencia y disciplina, permite abordar un inmenso campo de saberes y conocimientos a los que se accede con las herramientas de investigación y analíticas adecuadas. La historia es una ciencia rica y nutrida en su vinculación con otras ciencias sociales (antropología, sociología, política, filosofía, lingüística…) y posibilita un amplio abanico en contenidos, temáticas, interrogantes o perspectivas. Actualmente estamos imbuidos en el proceso de la globalización donde resulta fácil encontrar esa interdisciplinariedad, tanto entre las ciencias sociales como en las ciencias naturales y ciencias de la información y tecnología. La historia debe ser vista como la ciencia que permite a la Humanidad conocer, aproximarse o palpar su pasado, su presente y su futuro; posiblemente es la ciencia que permite a los seres humanos estar en contacto directo con lo que éramos y somos. Pero esta ciencia ha tenido que afrontar, en su evolución y desarrollo, muchos desafíos, de los cuales ha salido victoriosa. Unas victorias que se traducen en transformación y adaptación del quehacer historiográfico en el tiempo como respuesta a su evolución científica. Nos encontramos, por consiguiente, ante una ciencia sustentada sobre unos pilares o superestructuras fundamentales, que permiten desarrollar el discurso histórico a lo largo del tiempo y espacio; y unos pilares, más flexibles y moldeables, que permiten adaptarse a la gran diversidad de interrogantes y planteamientos temáticos por estudiar, que hacen del ser humano un individuo, un sujeto, un ciudadano en continua redefinición de sí mismo y de sus espacios, lo que conlleva a que la historia tenga que estar abierta a estos cambios y a replantearse su papel en cada momento. Así pues, no nos debe de extrañar que, ante determinadas circunstancias, el campo historiográfico, conformado por historiadores e historiadoras, se plantee: ¿hacia dónde va la historia?, ¿qué cuestiones teóricas y metodologías nos preocupan?, ¿qué actitudes debemos de afrontar ante los cambios?, ¿cómo convergen los clásicos paradigmas históricos con los nuevos? Interrogantes que nos llevan a debatir y dialogar con la finalidad de definir el campo histórico y cómo


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convergir la historia tradicional, la historia política y la historia social con los nuevos modelos (propuestos desde el postestructuralismo y posmodernismo) con los que surge la denominada crisis de la historia1, denominación que Carlos Barros prefiere modificar haciendo uso de otros conceptos, como “dificultad o mutación”2. Con estas líneas iniciales se pretende contextualizar, historiográficamente, el momento en el que aparece, como nuevo campo de esta coyuntura, la historia de las mujeres y la historia de la relaciones de género3. En esta situación florecen nuevas críticas, como el giro lingüístico, la historia cultural o la historia postsocial, con sus nuevas reflexiones y propuestas, que surgen ante el agotamiento de los viejos marcos teóricos, que van a permitir desarrollar nuevos pilares en los que sustentar el conocimiento de la ciencia histórica y de las ciencias en general. Esta circunstancia no fue específica para la historia, sino que fue un proceso en el que las ciencias sociales se vieron implicadas. Así pues, nos ubicamos en un tiempo de transformaciones y cambios para la sociedad que repercuten, de forma directa, en las ciencias. Los hechos o acontecimientos que acaecen en la década de los setenta-ochenta no pasan desapercibidos para las ciencias sociales, y de manera directa o indirecta suponen un cuestionamiento de las percepciones y de los modelos considerados inmutables hasta ese momento. Esta situación generó la necesidad de buscar soluciones ante nuevas situaciones, problemas y cuestionamientos sociales, que tendrán como respuesta el auge de nuevos supuestos teóricos, temáticos, herramientas, discursos… históricos. Por consiguiente, los cambios producidos en la sociedad en las últimas décadas del siglo XX constituyen el motor de las transformaciones de las ciencias. Esta coyuntura histórica afectó a la historia en los siguientes aspectos: crisis de las escuelas historiográficas tradicionales y de sus viejos paradigmas; crisis en la definición de historia y la historia como ciencia; especialización o desgajamiento4; surgimiento de la corriente filosófica posmoderna; y entrada en escena de nuevas formas de hacer historia, entre otras cuestiones de carácter teórico y metodológico. De esta situación ha resurgido una ciencia histórica con un carácter más interdisciplinar, con nuevas preocupaciones y protagonistas que se traduce en un mayor campo de investigación, nuevas herramientas y planteamientos; con interés no solo en las cuestiones del pasado sino en temas actuales; en Fukuyama, Francis, El fin de la Historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992. Barros, Carlos, “Hacia un nuevo paradigma historiográfico”, en Kapsoli Escudero, Wilfredo (comp.), Historia e historiadores, Universidad Ricardo Palma, Lima, 2001, p. 44. En estas líneas el autor señala que se trata de “una dificultad/mutación” más que de una “crisis de la historia” que afecta a la práctica de la Historia (la manera de investigar y escribir la Historia), a la teoría de la Historia (los conceptos y planteamientos teóricos que subyacen en nuestro trabajo), y a la función social de la misma. GuerreroAlonso, Pablo, “Historia a Debate y la Historiografía del siglo XXI”, en El Futuro del Pasado, 2 (2011), pp. 313-334. 3 Borderías Mondéjar, Cristina (coord.), Joan Scott y las políticas de la historia, Barcelona, Icaria, 2006; Val Valdivieso, María Isabel del, “A modo de introducción. La Historia en los albores del siglo XXI”, en Val Valdivieso, María Isabel del et al. (coords.), La Historia de las Mujeres: Una revisión historiográfica, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2004. 4 Dosse, François, La historia en migajas: de “Annales” a la “nueva historia”, México, Universidad Iberoamericana A.C., 2006. 1 2


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definitiva, una historia como ciencia y disciplina más rica, flexible, abierta y crítica, que permite realizar investigaciones, estudios, o análisis más profundos, desde la perspectiva comparada y desde una visión en retrospectiva.

2. La historia de las mujeres como paradigma histórico. El género En el contexto científico de la segunda mitad del siglo XX se produce una convergencia entre antiguos y nuevos paradigmas históricos que conllevará a una importante redefinición de sus planteamientos. Este proceso transformador, que afecta a los distintos niveles académicos y científicos, se encuentra en estrecha relación con los procesos sociales que se desarrollan en la década de los sesenta y setenta en los países occidentalizados. Esta situación, y en lo concerniente a las ciencias sociales, se traduce en el desarrollo de controversias y nuevos planteamientos filosóficos, lingüísticos, sociológicos… que critican los planteamientos tradicionales. La respuesta a esta situación se traduce en nuevas corrientes de pensamiento, posmodernismo y postestructuralismo5, que están identificadas con determinados pensadores, como Jean-François Lyotard6, que ponen en tela de juicio las metanarrativas; Jacques Derrida y su concepto de desmantelamiento o deconstrucción7; o Michel Foucault8, con sus ideas sobre el discurso y el poder, entre otros. Pero, posiblemente, estos son los pensadores que han influido de una forma más directa en las teorías feministas, como se puede apreciar en las investigaciones sobre mujeres y género9. Este proceso de redefinición de las ciencias viene motivado y acompañado por los procesos y el contexto social que emerge en los años setenta, protagonizado por movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo…) que demandan transformaciones y cambios, que afectan a los pilares institucionales existentes y a nivel internacional. En este punto entre mundo científico y sociedad, se produce la permutación del movimiento feminista en disciplina académica. Este proceso se dio paulatinamente, convergiendo teoría y práctica. Así pues, las demandas y reivindicaciones del movimiento se fueron trasladando al ámbito científico, donde estas se cuestionaban y se plantearon desde una teoría propia, atendiendo a las nuevas propuestas teóricas y metodológicas que Giddens, Anthony, “El estructuralismo, el post-estructuralismo y la producción cultural”, en Turner, Jonathan y Anthony Giddens, La teoría social, hoy, Madrid, Alianza Editorial, 1995, pp. 255-289. 6 Lyotard, Jean-François, La condición postmoderna: informe sobre el saber, Madrid, Cátedra, 2008. 7 Derrida, Jacques et al., Teoría literaria y deconstrucción, Toledo, Arcos-Libros D.L., 1990. 8 Foucault, Michel, El orden del discurso, traducido por Alberto González Troyano, Barcelona, Tusquets, 1999. 9 Lauretis, Teresa de, La tecnología del género, traducido por Ana María Bach y Margarita Roulet, en Disidencia Sexual, 2009, pp. 6-34. ‹‹http://www.disidenciasexual.cl/wp-content/uploads/2009/03/ Tecnologias_del_Genero.pdf›› [Consultado el 13 de diciembre de 2011]; Parpart, Jane L. “¿Quién es la «otra»? Una crítica feminista postmoderna de la teoría y la práctica de mujer y desarrollo”, en Entre Mujeres, (1994), pp. 327-356; Zambrini, Laura y Paula Ladevito, “Feminismo filosófico y pensamiento postestructuralista: teoría y reflexiones acerca de las nociones de sujeto e identidad femenina”, en Sexualidad, Salud y Sociedad, 2 (2009), pp. 162-180. 5


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abrían paso al estudio del conjunto de la sociedad y, en especial, de los grupos marginales, donde se encontraban las mujeres. Sonya O. Rose nos indica a este respecto: “El feminismo fue clave para estimular el interés y generar enfoques analíticos acerca de la historia de las mujeres. (…) La idea de que las mujeres deberían disfrutar, en todos los casos, de las mismas ventajas que los hombres impulsó a las investigadoras feministas a recuperar la historia no contada de las vidas de las mujeres en el pasado, a revelar las razones de la subordinación de las mujeres y a preguntarse acerca de la aparente omisión o exclusión de las mujeres en el relato histórico”10.

Desde ese momento se inició un proceso de redescubrimiento y visibilización de las mujeres en la historia que consistió en darles voz y sacarlas a luz. Así se rescataron del olvido a Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft, o Harriet Taylor Mill y su marido John Stuart Mill, pues, hubo hombres que, adelantados a su tiempo, reconocían a la mujer, no desde la desigualdad o discriminación, sino en las mismas condiciones que el varón, como es el ejemplo de Polain de la Barre11. También se recuperaron figuras de principios del siglo XX que constituyen una referencia obligatoria para la historia de las mujeres, como son: Virginia Woolf, conocida por dos de sus obras, Una habitación propia (1929) y Tres Guineas (1938); y Simone de Beauvoir, con su famosa cita: “no se nace mujer: se llega a serlo (…)” en el Segundo Sexo (1949). Y en la actualidad, contamos con numerosas referencias desde los diversos feminismos (radical, de la diferencia, de la igualdad12, teorías queer y ciberfeminismos) y disciplinas académicas (historia, sociología, antropología, medicina…), que han conseguido afianzar los estudios de mujeres y de género dentro de sus respectivas ciencias. Así pues, se fue configurando una disciplina paso a paso, que se revistió con categorías, conceptos, métodos y teorías. Las teorías propuestas desde esta nueva perspectiva femenina o de las mujeres afectaron, inicialmente, a todas las ciencias, pues se cuestionó, en primer lugar, el carácter androcéntrico con el que se habían asentado sus discursos, desde el control y el poder masculino. Paralelamente influenciadas/os por los pensadores posmodernistas y postestructuralistas, comenzaron a cuestionar y a plantearse alos modelos y los conceptos existentes, y a buscar nuevas fuentes. Posiblemente el concepto o la categoría género es la que más ha contribuido y a la vez, más debate ha generado y genera en las ciencias, en la historia, en el feminismo y en los estudios de mujeres, y sobre el que existen considerables escritos13, pues no O. Rose, Sonya, ¿Qué es Historia de Género?, Madrid, Alianza Editorial, 2012, p. 22. Sánchez Muñoz, Cristina, “Genealogía de la vindicación”, en Beltrán, Elena et al., Feminismos. Debates teóricos contemporáneos, Madrid, Alianza Editorial, 2008, pp. 17-34. 12 Scott, Joan Wallach, “Igualdad versus diferencia: los usos de la teoría postestructuralista”, en Debate Feminista, 5 (1992), pp. 85-104. 13 Sobre el concepto género hay muchos trabajos escritos y desde las distintas ópticas del feminismo y desde la gran diversidad de disciplinas científicas existente. En este punto solo se están mencionando algunas de las obras analizadas a nivel personal y que pueden resultar de interés para aproximarse al término referido en estas líneas. Mi intención en este trabajo no es profundizar sobre esta cuestión, así pues, véase: Amelang, James S. y Mary Josephine Nash, Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Valencia, Universidad de Valencia, 1990; Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo y la subversión 10 11


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solo se cuestiona las relaciones de poder entre hombres y mujeres, sino que pone en tela los discursos que justificaban la inferioridad y la discriminación femenina atendiendo a las diferencias biológicas y sexuales. Actualmente estos planteamientos están superados relativamente, pues se ha escrito mucho sobre el tema, y sobre las construcciones culturales, sociales… realizadas desde la visión del pensamiento androcéntrico sobre el sexo femenino y su sexualidad; y cómo lo cultural ha invadido el ámbito de lo natural mediante esos discursos para que no se cuestionasen las relaciones de poder ni las diferencias sexuales. Actualmente está consolidado el pensar que las diferencias entre mujeres y hombres no atienden a sus características sexuales sino que se deben a las construcciones culturales del pasado que se justificaban en la biología; y que el sexo no viene determinado por nuestro cuerpo, por nacer con unas determinadas características genitales, sino que es el propio sujeto quien construye su sexualidad y puede disfrutar de ella en sus propios términos. Aunque este trabajo no está enfocado a analizar ni debatir sobre la categoría de género, sí que debe mencionarse el creciente papel que ha adquirido en la historia, desarrollándose y consolidándose como disciplina. Actualmente existe un prolifero campo de historiografía de género y de las mujeres, pero no debe caerse en simplificaciones de tratar ambos conceptos como sinónimos, pues no es lo mismo hacer historia de género (ámbito anglosajón)14, que de las mujeres (caso español), aunque en este último caso, se tenga consciencia de dicha perspectiva. Como nos indica la historiadora y catedrática de Historia Contemporánea, Elena Hernández Sandoica “ambas versan sobre el mismo objeto, pero no [son] idénticas”15. Y desde la década de los años ochenta hasta la actualidad se ha podido apreciar un mayor interés por este tipo de estudios, lo cual se evidencia en obras tan importantes como Historia de las mujeres en Occidente, de George Duby y Michellet Perrot; o Historia de las mujeres en América Latina, de Juan Andreo y Sara Beatriz Guardia; o Las mujeres en la historia de España, siglos XVIII-XX de Pilar Díaz Sánchez y Pilar Domínguez Prats; o la Historia de las mujeres en España y América Latina, de la identidad, Barcelona, Paidós Ibérica, 2007; Hawkesworth, Mary, “Confundir el género”, en Debate feminista, 20 (1999), pp. 3-48; Llamas, Marta, (comp.), “Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género”, en Papeles de población, 21 (1999), pp. 147-178; Madrid Izquierdo, Juana María, “Sobre la construcción psicosocial de los géneros: contribuciones epistemológicas del Feminismo a la teoría del conocimiento pedagógico”, en Anales de pedagogía, 19 (2011), pp. 51-64; Molina Petit, Cristina, “Debate sobre el género”, en Amorós Puente, Celia, Feminismo y Filosofía, Madrid, Síntesis, 2000, pp. 255-286; Ramos Escandón, Carmen, El género en perspectiva, de la dominación universal a la representación múltiple, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa, 1992; Scott, Joan Wallach, “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, México, PUEG., 1996, pp. 265-308. 14 Scott, Joan Wallach, Género e historia. México, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008. 15 Borderías, Cristina, La Historia de las mujeres. Perspectivas actuales, Barcelona, Jería, 2009; Hernández Sandoica, Elena, “Historia, historia de las mujeres e historia de las relaciones de género”, en Val Valdivieso, María Isabel del (coord.), La Historia de las mujeres... op. cit., p. 40.


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de Isabel Morant16. En el ámbito nacional, no solo se ha producido un mayor número de trabajos e investigaciones, sino que además se ha asistido a un proceso de mayor oferta de cursos, seminarios, jornadas, como estudios de máster y programas de doctorado; y de investigaciones más especializadas y diversas introduciendo nuevas temáticas, fuentes y estrechando lazos interdisciplinares. Este crecimiento en la producción es incentivado también por un mayor interés de las revistas científicas tradicionales en introducir en sus publicaciones cuestiones de este tipo, y por otro lado, se asiste al nacimiento de nuevas revistas dedicadas a esta disciplina. Para la historiadora y profesora de la Universidad de Vigo, Purificación Mayobre, este proceso “es debido a la demanda social provocada por la exigencia de distintos organismos internacionales europeos a favor de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres (…)”17. Pero la historia de género y la historia de las mujeres no solo queda constituida o conformada por estos dos conceptos (género y mujeres) que acompañan a historia, sino que existe un amplio campo conceptual que ha sido necesario para poder cuestionar la historia existente y tener la capacidad de generar una nueva visión de la misma. Por consiguiente, se han abarcado otras temáticas también muy necesarias para explicar la evolución, desarrollo y transformación de la sociedad. Entre los campos o categorías analíticas se pueden señalar: el patriarcado y capitalismo18; la memoria y la experiencia vivida como elementos configuradores de identidad19; el sexo, la sexualidad y el cuerpo tanto como construcción cultural como discursiva del poder20; la ciudadanía y la lucha por los Derechos Civiles como reconocimiento y conformación del sujeto21; o la crítica colonial y feminismo comparativo22, entre otros. Andreo, Juan y Sara Beatriz Guardia (coords.), Historia de las Mujeres en América Latina, Murcia, Universidad de Murcia y Centro de Estudios de la Mujer en la Historia de América Latina, 2002; Díaz Sánchez, Pilar y Pilar Domínguez Prats, Las mujeres en la historia de España, siglos XVIII-XX, Madrid, Ministerio de Cultura- Instituto de la Mujer, 1988; Duby, George y Michelle Perrot (coords.), Historia de las mujeres en Occidente, Madrid, Taurus Minor/Santillana, 2000; Morant, Isabel (coord.), Historia de las mujeres en España y América Latina, Madrid, Cátedra, 2005. 17 Mayobre, Purificación, “Las mujeres, los saberes y los estudios de las mujeres”, en Web profesional: Feminismos, Géneros e Identidades, p. 11. «http://webs.uvigo.es/pmayobre/indicedearticulos.html» [Consultado 15 de noviembre de 2011]. 18 Lerner, Gerda, La creación del patriarcado, Barcelona, Crítica, 1990. 19 Llona, Miren, “Memoria e identidades. Balance y perspectivas de un nuevo enfoque historiográfico”, en Borderías, Cristina (coord.), La Historia de las mujeres... op. cit., pp. 355-390; Muraro, Luisa, “El Pensamiento de la experiencia”, ponencia presentada en XII Simposio de la “Internationale von Philosophinnen” (Roma, 31 de agosto-3 de septiembre de 2006)”; Scott, Joan Wallach, “Experiencia”, en Revista de Estudios de Género. La Ventana, 23 (2001), pp. 42-73. 20 Butler, Judith, Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del sexo, Buenos Aires, Paidós Ibérica, 2003; Cameron, Deborah y Don Kulick, “Hablar de sexo y pensar en sexo: la lingüística y la construcción discursiva de la identidad”, traducido por Andrés Felipe Castelar, en La manzana de la Discordia, 3 (2007), pp. 91-117; Foucault, Michel. El orden del… op. cit.; Rubin, Gayle,”El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, en Revista Nueva Antropología, 30 (1986), pp. 95-145. 21 González Luna, Lola, “La representatividad del sujeto mujer en el feminismo de la Transición”, en Fagoaga, Concha, 1898-1998. Un siglo avanzado hacia la igualdad de las mujeres, Madrid, Comunidad de Madrid, 1999, pp. 235-249; Ídem, “La historia feminista del género y la cuestión del sujeto, en Boletín Americanista, 52 (2002), pp. 105-121. 22 Kaplan, Temma, “El feminismo comparativo”, en Lectora: revista de dones i textualitat, 12 (2006), pp. 85-90. 16


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Por consiguiente, y a colación de todo lo expuesto hasta el momento, hay que señalar que la historia de género o de las mujeres no debe de separase de las perspectiva de la historia en general, así como su pertenencia a la historia social y cultural (o nueva historia social), de la que puede beneficiarse a través de su relación con la historia de la familia, de las mentalidades, etc. En definitiva, este breve recorrido historiográfico ha sido realizado con la finalidad de ubicar al lector o lectores, y dotarles de algunas herramientas para aproximarse a la cuestión que se plantea a continuación desde la historia actual y de las mujeres en España.

3. Retrospectiva femenina: de la historia presente a la historia pasada y viceversa Entre los nuevos paradigmas o planteamientos que surgen a finales del siglo XX, vinculados de forma muy estrecha con el movimiento feminista, los Women´s Studies, la historia de las relaciones de género y la historia de las mujeres, se consolidan como una disciplina propia, teniendo una repercusión e incidencia en todos los ámbitos académicos y esferas de la sociedad. Estos estudios e investigaciones sobre las mujeres y el género permiten contextualizar las circunstancias que, actualmente, permiten a las mujeres españolas acudir a las urnas a ejercer su derecho al voto. El objetivo de este estudio es el análisis de la evolución y recorrido que la historia de las mujeres, en relación al género23, ha tenido en las últimas décadas, tanto desde la perspectiva histórica de este sujeto colectivo como de la propia disciplina, tomando como elemento nuclear del análisis las elecciones de noviembre de 2011. En efecto, el acontecimiento histórico seleccionado para analizar la situación actual de las mujeres, tanto en su relación consigo mismas como con el hombre, es la convocatoria electoral del día 20 de noviembre de 2011, fecha en la que un total de 35 779 491 electores españoles acudieron a las urnas a ejercer su derecho de participación, como aparece recogido en el artículo 23 de la Constitución Española de diciembre de 1978. De esa cifra, 34 297 301 fueron electores españoles residentes en España, y 1 479 314 residentes en el extranjero. En función de la cifra ofrecida para los electores residentes en España por la Oficina del Censo Electoral para las elecciones de noviembre de 2011, sabemos que 17 662 503 eran mujeres, y 16 634 798 varones24. Con estos datos no solo cabe indicar el mayor número de mujeres votantes o electoras, lo cual Beatriz Guardia, Sara, “Un acercamiento a la Historia de las Mujeres”, en Andreo García, Juan y Sara Beatriz Guardia (coords.), Historia de las mujeres... op. cit., pp. 489-499; Bock, Gisela, “La historia de las mujeres y la historia del género: Aspectos de un debate internacional”, en Historia Social, 9 (1991), pp. 55-77; Hernández Sandoica, Elena, “Historia, Historia de las...” op. cit., pp.373-391. Estos tres trabajos nos permiten realizar una aproximación sobre la situación actual de la Historia de las Mujeres y de Género a nivel internacional y nacional. 24 Página web de la Oficina del Censo Electoral: “Elecciones a Cortes Generales de 20 de noviembre de 2011”. «http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=/t44/p09/a2011&file=pcaxis» [Consultado 28 de noviembre de 2011]. 23


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por sí solo es significativo, sino justificar por qué esa cifra realmente es tan simbólica desde la perspectiva histórica. Figura 1. Resultados elecciones 2011 por edad y sexo

FUENTE: elaboración propia a partir de los datos obtenidos de la Oficina de Censo Electoral para “Elecciones a Cortes Generales de 20 de noviembre de 2011”.

Para llegar hasta 17 662 503 mujeres electoras, han sido muchos los silencios, las luchas o cortapisas, que las mujeres han encontrado en su recorrido histórico, tanto en España como en otros países, y que hoy en día todavía se pueden encontrar atendiendo a posibles contextos. Pero aunque las mujeres españolas mayores de 18 años puedan acudir en igualdad de derechos a las urnas, no podemos hablar de una igualdad real o efectiva. El primer elemento discordante se encuentra en los propios partidos políticos y en las candidaturas femeninas: el sistema de cuotas (si bien es verdad que ha favorecido la participación femenina en los partidos, también lo es que aún quedan cuestiones pendientes)25. Así, si a nivel europeo podemos contar con una figura femenina de las más importantes en el panorama político actual, como es Angela Merkel, parece que en España todavía queda cierto trabajo por hacer, aunque es evidente la mayor presencia de las mujeres en cargos ministeriales. Pero como podrá verse más adelante, la tradición está aún latente. En definitiva, los órganos representativos de los ciudadanos son exactamente eso: una representación y reflejo de la sociedad. En segundo lugar, analizando la gráfica de la Figura1 y los datos recogidos en la misma, si atendemos el eje de abscisas de años cumplidos se observa que desde el intervalo de 45 a 49 años hasta llegar a los 85 y más hay un superior índice de participación femenina respecto al masculino. Si este intervalo de los 45 años hasta más de 85 se traduce Cobo Carrasco, Mercedes et al., “La participación en política de la mujer: un estudio de caso”, en Revista de Sociología y política, 38 (2011), pp. 187-203. Este artículo permite profundizar en las medidas adoptadas por los partidos políticos para conseguir la participación y representación femenina, analizado desde el caso concreto de Asturias; González Esteban José Luis, “La base electoral de Obama, redes sociales virtuales y reales: los casos de generation engage y moms for Obama”, en Revista Mediterránea de Comunicación social, 1 (2010), pp. 25-35; Valobra, María, “La ciudadanía política de las mujeres y las elecciones de 1951”, en Anuario del Instituto de Historia de Argentina, 8 (2008), pp. 53-89; Verge Maestre, Tània, “Mujer y partidos políticos en España: las estrategias de los partidos y su impacto institucional, 1978-2004”, en Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, 115 (2006), pp. 165-196. 25


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en datación cronológica, estaríamos hablando de un período que va desde 1966 hasta 1926 aproximadamente. ¿Qué quiere decir esto? Que nos encontramos con una población femenina que ha vivido uno de los periodos de la historia de España posiblemente más difíciles a nivel económico, político, social..., concretamente la Guerra Civil Española y la dictadura franquista. Un período donde la vida de la mujer se sustentaba en un modelo que promovía los valores tradiciones de la familia y el papel de esta como el ángel del hogar y esposa-madre26. Así mismo, es de este conglomerado de donde surgen las mujeres españolas que lucharon y se levantaron contra los dictámenes discriminatorios del sistema político y de la sociedad. Estas voces femeninas actuaron como madres, esposas, trabajadoras... y se relacionaron mediante vínculos o lazos de sororidad entre ellas; adquirieron conciencia e identidad de sí mismas, de ser mujeres27. En contrapartida, de la misma gráfica se observa cómo las edades de las electoras femeninas que nacieron con el final del régimen franquista, proceso de la transición e institucionalización de la actual democracia, representan una fuerza menor respecto a la masculina. En esta cuestión consideramos que juega un papel muy importante el no haber luchado por esos derechos de igualdad, reconocimiento, representación y aceptación social (posiblemente por motivos de edad) que, directamente, nos han sido dados a las generaciones posteriores. En parte considero que esto supone un vacío que no debería de existir, pues ante todo, si en este 21 de noviembre de 2011, las mujeres como electoras, hemos podido ejercer nuestros derechos, es gracias a esas generaciones que hemos dejado caer en el olvido. Una voces que, realmente, deberían de tenerse presente en todo momento, pues demuestran lo realmente valioso que es disponer de una legislación y una democracia que procura luchar contra la desigualdad y la discriminación por sexo. Las circunstancias históricas de las actuales generaciones, de vivir en un estado democrático, no significan que no debamos de aprender la valía y el significado que tienen nuestros Dueñas Cepeda, María Jesús, “Modelos de mujer en el franquismo (1940-1960)”, en Rosa Cubo, Cristina de la, La voz del olvido: Mujeres en la Historia, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2003, pp. 93-112. 27 En relación a estas cuestiones se recomienda los siguientes trabajos: Díaz Sánchez, Pilar, “Del taller de costura a la fábrica. El trabajo de las mujeres en la confección-textil madrileña”, en Cuadernos de Historia Contemporánea, 21 (1999), pp. 279-293; Ídem, El trabajo de las mujeres en el textil madrileño. Racionalización industrial y experiencias de género (1959-1986), Málaga, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, 2001; Ídem, “Balance de los estudios sobre el trabajo de las mujeres en la España contemporánea”, en Valdivieso, María Isabel del et al., La Historia de las mujeres… op. cit.; Ídem, “Las luchas de las mujeres en el tardofranquismo: los barrios y las fábricas” en Gerónimo de Uztariz, 21 (2005), pp. 39-54; Ídem, “El trabajo en la confección-textil: un oficio de mujeres”, en Espacio, Tiempo y Forma, 19 (2007), pp. 371-392; García Nieto, María Carmen, “Trabajo y oposición popular de las mujeres durante la Dictadura Franquista”, en Duby, George y Michelle Perrot (dirs.), Historia de las Mujeres. Tomo V. El siglo XX, Madrid, Taurus, 1993, pp. 722-735; Martínez Ten, Carmen et al., El movimiento feminista en España en los años 70, Madrid, Cátedra, 2009; Moreno Preciado, Rita y José Babiano Mora, ¿Invisibles? Mujeres, trabajo y sindicalismo en España (1939-2000), Madrid, Comisiones Obreras, 2004; Muñoz Ruiz, María Carmen. “Género, masculinidad y nuevo movimiento obrero bajo el Franquismo”, en Bibiano, José, Del hogar a la huelga: Trabajo, género y movimiento obrero durante el Franquismo, Madrid, Catarata, 2007, pp. 245-297; Pérez Pérez, José Antonio, “La construcción y transmisión de la identidad política antifranquista. Una aproximación desde la historia oral de las mujeres de Basauri”, en Vasconia, 35 (2006), pp. 387-405. 26


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derechos y deberes de ciudadanos y ciudadanas, y para ello es necesario no sólo recurrir a la historia, sino transmitirla. Actualmente estamos insertos en un sistema democrático que podríamos catalogar de paritario, pues legislativamente ha buscado y pretendido consolidar lo dispuesto en el artículo 9 y 14 de la Constitución Española28, para conseguir no sólo la igualdad a través de la ley, sino también la aplicación de la misma29. Para ello se han establecido medidas legales como: la LO 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres (en especial art. 1 y 3 LI30), la Ley española 15/2005, de 8 de julio que modifica el CC y la LEC en materia de separación y divorcio, la LO 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, la LO 9/1985 de despenalización del aborto (reformada en la LO 2/2010) o el 15 de agosto de 1981 entraba en vigor la ley de Divorcio (reformada por la Ley 15/2005, de 8 de julio de 2005). ¿Qué importancia tiene toda esta legislación desde la perspectiva histórica para las mujeres? Muchos de los conceptos recogidos en la legislación presente nos remiten a las cuestiones feministas y a las relaciones entre hombres y mujeres. Esta normativa evidencia que la tradición cultural, mental y social del pasado late en la sociedad actual. Pero se puede hablar de una igualdad formal, no real. Las medidas mencionadas son logro de las reivindicaciones de todas aquellas mujeres que desde la década de los sesenta y setenta comenzaron a organizarse y movilizarse mediante asociaciones, grupos, colectivos, etc., contra los problemas sociales del momento, como la discriminación, la pobreza, la carencia de estructuras, entre otros; y que desde el año 1975 se volcaron a la calle bajo emblemáticos eslóganes como: “yo soy adúltera”, “yo también he abortado”, “si los hombres parieran las píldoras se venderían en los kioscos”, “abajo la maternidad impuesta”, “lo personal es político”, “contra la violencia, castración”, “la cena Manolo te la haces tú solo”, etc. Eslóganes que transmiten por sí solos cuáles eran las carencias sociales y demandas femeninas. Constitución Española de Diciembre de 1978, Titulo Preliminar, art. 9.2: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”; Art. 14: “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón misma de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Para esta cuestión también deben de tenerse en cuenta los artículos 1.1, 10.1, 19, 23, 24.1, 27 y 30 (que permite la participación de las mujeres en las Fuerzas armadas). 29 Valpuesta, Rosario, “La violencia contra las mujeres. Un problema de igualdad”, en Ruiz Tagle, Ana María y Rosario Valpuesta (eds.), Ni el aire que respiras. Pensamiento científico contra la violencia de género, Sevilla, Sevilla Cajasol Fundación, 2008, pp. 33-67. 30 LO 3/2007, art 1. Objeto de la ley: “Las mujeres y los hombres son iguales en dignidad humana, e iguales en derechos y deberes. Esta Ley tiene por objeto hacer efectivo el derecho de la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres, en particular, mediante la eliminación de la discriminación de la mujer, sea cual fuere su circunstancia o condición, en cualesquiera de los ámbitos de la vida y, singularmente en las esferas política, laboral, económica, social y cultural para, en desarrollo de los artículos 9.2 de la constitución, alcanzar una sociedad más democrática, más justa y más solidaria”. Art. 3. “El principio de igualdad de trato entre mujeres y hombres supone la ausencia de toda discriminación, directa o indirecta, por razón de sexo, y, especialmente, las derivadas de la maternidad, de la asunción de obligaciones familiares y el estado civil”. 28


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Así pues, estamos hablando de un periodo histórico de cuarenta años aproximadamente, en el que resultan palpables los cambios mentales y sociales de las generaciones actuales y pasadas, pero en el que se debe hablar de una transformación parcial, pues si bien en ese transcurso histórico se han asentado pilares muy importantes para el desarrollo de las mujeres, no menos importante resulta observar cómo perduran los viejos fantasmas del pasado, cómo una tradición cultural fundamentada en la separación de los espacios, de los roles y los papeles de los sexos, de discriminación laboral y salarial, la doble moral hacia la mujer… son hoy en día patentes. Por un lado contamos con una importante legislación que, si bien promueve la igualdad entre hombres y mujeres en el mundo laboral mediante medidas de acción positiva, fomentado el acceso, contratación e iniciativa de empleo femenino y adoptando soluciones a las cuestiones de la maternidad, por otra parte nos encontramos con una red compleja de relaciones entre los intentos de compaginar la vida laboral y doméstica para las mujeres: el problema real se encuentra oculto en la cultura y tradición. Si miramos hacia el pasado, hacia las mujeres de la década de los sesenta y setenta del siglo XX, y la mujer actual, vamos a encontrar importantes diferencias, sobre todo en el tipo de actividades desempeñadas, en la diversidad de ofertas, en las condiciones del trabajo, en los puestos y cargos que ocupan, en la iniciativa e incluso en el tipo de relaciones que se producen entre las propias mujeres y mujeres-hombres o viceversa31. Durante mucho tiempo, las mujeres, cuando se relacionaban en determinados campos o actividades cotidianas, generaban unos lazos o vínculos de sororidad32 que pueden resultar apreciables en obras como El Revolver de Emilia Pardo Bazán33, o en las propias experiencias de las trabajadoras, obreras de las fábricas, servicio doméstico… de las últimas décadas del franquismo y del siglo XX español. Esos lazos o ese vínculo que se generó entre ellas se traducirá en la construcción de una identidad femenina individual y colectiva que desembocará en organizaciones, asociaciones o en el propio movimiento feminista. Sin embargo, en la actualidad, estos lazos, según ascendemos en niveles profesionales, parece que se hacen más finos o estrechos, cuesta más poder Lagarde y de los Ríos, Marcela, “Propuestas para una nueva organización social corresponsable”, (ponencia presentada en Jornadas del Servicio de Mujer del Módulo Psicosocial de Deusto-San Ignacio, 12 de mayo de 2010). En este discurso la autora considera que “se está a favor de ciertos aspectos de la igualdad, pero no de una igualdad sustantiva, de una igualdad real. No basta el lenguaje incluyente, se requieren cambios radicales, profundos en el pensamiento”. 32 En Italia se utiliza el concepto de Affidamento para referirse a la sororidad y se utiliza para “evocar cierta idea de solidaridad entre mujeres, la idea de un entendimiento que solo puede surgir entre personas que comparten ciertas experiencias de vida, que tienen una forma semejante de afrontar situaciones o problemas”, Álvarez, Silvina, “Diferencia y Teoría feminista”, en Beltrán, Elena et al., Feminismos. Debates teóricos contemporáneos, Madrid, Ciencias Sociales-Alianza Editorial, 2008, p. 262. 33 Pardo Bazán, Emilia, “El Revólver”, en Pardo Bazán, Emilia, Obras Completas, vol. II, Madrid, Aguilar, 1947. «http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/pardo/Revolver.htm» [Consultado el 15 de abril de 2011]. Mencionar que Emilia Pardo Bazán fue una fructífera escritora del siglo XIX y en la obra referida, la autora realiza un formidable trabajo caracterizado por el realismo de su narración, de sus diálogos, del contexto… y por la importancia del tema en cuestión, pues no solo queda representado el concepto sororidad, sino que es un relato que refleja la violencia hacia la mujer tanto psicológica como física. 31


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disiparlos y en gran medida es debido a que las mujeres, en su incorporación al mundo laboral en igualdad con el hombre, han tenido que despojarse de ciertas capas que podían considerarse como lo femenino, y asumir otras en relación a la masculinidad. Este hecho o fenómeno se puede incluso constatar a través del análisis o estudio del discurso de la prensa, así como la representación de la figura femenina en esta o en cualquier otro medio de comunicación34. Lo que nos lleva a plantearnos ¿qué podemos considerar por femenino y masculino?35 Estos conceptos ayudan a comprender la separación de espacios (público y privado), la diferenciación de roles o papeles entre hombres y mujeres en esos espacios, y qué supone o conlleva introducir cambios o transformaciones en dichos parámetros. En primer lugar, destacar que aquello que entendemos como “femenino” y “masculino” está representado por “la mujer” y “el hombre” y son el resultado de unas construcciones culturales, políticas, sociales… realizadas básicamente desde una postura o visión androcéntrica36 que actualmente se somete a revisión y cuestionamiento. Así pues, si atendemos a “lo femenino” desde dicho punto androcéntrico se hace referencia a las virtudes que “la mujer” debe desarrollar como madre, esposa e hija, cuya vida se desarrolla en especial en el ámbito del hogar o espacio doméstico (que es lo privado), siempre en relación al hombre, sin autonomía propia y fundamentado en unos valores familiares y patriarcales tradicionales. Mientras que “lo masculino” se vincula al espacio público, a los valores varoniles de dominación y responsabilidad, pero ante todo con la posesión o control del poder. En general, esta es la dualidad tradicional que tiene matizaciones atendiendo al contexto histórico, raza, edad, etnia, cultura… pero grosso modo, esta compartimentación de los espacios37, de las actividades, de las relaciones, Mora Bleda, Esther, La mujer en Papel. Análisis de la figura femenina en el Diario La Verdad de Murcia. Año 1975, trabajo fin de máster, Universidad de Murcia, 2011; Herrero Faúndez, Rocío, La imagen de la mujer en la prensa entre 1910-1915 y 2000-2005: Estudio comparado, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2010; Rovetto Gonem, Florencia, La representación del trabajo de las mujeres en la prensa: Análisis comparativo y cualitativo de la información en la actualidad, tesis doctoral, Universidad de Barcelona, 2010; Sesgado Boj, Francisco, “Un tópico perpetuado. La imagen de la mujer y el feminismo en el humor gráfico de la prensa diaria durante la transición (1974-1977), en Zer (Revista de estudios de Comunicación), 27 (2009), pp. 203-224. 35 Thuren, Britt-Marie, El poder generizado: el desarrollo de la antropología feminista, Madrid, Universidad Complutense, 1993. Para B. M. Thuren lo femenino y lo masculino son “productos socioculturales, construcciones diversas sobre el principio de las diferencias biológicas. El género englobaría la diferenciación social, cultural e histórica”. 36 Procedo a detallar algunas definiciones sobre androcentrismo. Primera acepción: González Luna, Lola: “La ciencia ha sido hecha y divulgada por los hombres sin la participación de la mujer, o dicho de otro modo, el androcentrismo es la manifestación del patriarcado en el campo del saber”, en Brujas: las mujeres escriben, Medellín, Abril, 1985, p. 13; segunda acepción: Sau, Victoria: “El enfoque de un estudio, análisis o investigación desde la perspectiva masculina únicamente, y utilización posterior de los resultados como válidos para la generalidad de los individuos. Este enfoque unilateral se ha llevado a cabo sistemáticamente por los científicos, lo cual ha deformado ramas de la ciencia tan importantes como la Historia, Etnología, Antropología, Medicina, Psicología, y otras…”, en Un diccionario ideológico feminista, Barcelona, Icaria editorial, 2000, p. 45. Otro estudio en relación a este concepto es: Moreno Sardá, Amparo, “La realidad imaginaria de las divisiones sociales: una aproximación no-androcéntrica”, conferencia del curso Nuevos Enfoques Teóricos y Metodológicos del Programa de Doctorado Mujeres y Sociedad, 1990, pp. 87-99. 37 Esta dicotomía tradicional de los espacios fue sometida a revisión en el trabajo de: Barbieri, Teresita de, Público y privado o por dónde se mueven las mujeres. Instituto de Investigaciones Sociales, México UNAM, 1990; Pateman, Carole, “Feminismo y democracia”, en Debate feminista, 1 (1990), pp. 7-28. 34


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de los valores… en mayor o menor media es genérica para toda aquella sociedad que se influenció del ideario burgués del siglo XVIII, donde se consolida, atendiendo a cuestiones de ciudadanía, cuál es el espacio de hombres y mujeres atendiendo a su sexo. Pero este modelo o ideario fue cuestionado desde un primer momento por algunas mujeres cuyas voces fueron mantenidas en silencio, pero sus escritos, sin embargo, a través del tiempo, han seguido hablando por ellas. El siglo XX puede considerarse en líneas generales el siglo de las mujeres a nivel internacional y nacional. Se produce la incorporación de la mujer al ámbito masculino, es decir, no solo se introduce en el mundo laboral, sino que consigue invadir los espacios que hasta el momento eran exclusivos para hombres. Se inicia así un proceso de feminización de la sociedad, que conlleva el reconocimiento de las mujeres y la redefinición de los espacios y de los sujetos. Así pues, un ejemplo de esta transformación se constata en el rol materno que se va cuestionando conforme la mujer está más presente en el ámbito público. En la medida en que las mujeres se incorporan al espacio público, se produce un empoderamiento38 sobre el mismo y se asiste a la masculinización de las mujeres, que es compaginado con la responsabilidad de la maternidad. Estas situaciones conllevan a nuevas demandas que en la actual sociedad deben de ser respondidas por el Estado democrático y de bienestar. Pero cabe preguntarnos: ¿cómo se ha llegado a este proceso?, ¿qué soluciones se plantean? y ¿realmente se llega al equilibrio? Respecto a la primera cuestión se han esbozado algunas ideas o respuestas a la misma en este discurso, pero es conveniente incidir sobre el empoderamiento y feminización de la sociedad. El movimiento feminista y el feminismo cuestionaban el sistema tradicional del patriarcado y la disposición de los papeles entre los sexos. Reclamaron transformaciones en las instituciones y estructuras con la finalidad de que las mujeres fuesen reconocidas como ciudadanas de pleno derecho, sin discriminaciones, y les fuesen reconocidos una serie de derechos sobre su propio cuerpo, como son la sexualidad y la maternidad, o el acceso al ámbito laboral en igualdad de condiciones con el hombre. En ese proceso de incorporación al espacio público, de incorporación al trabajo, puestos y cargos laborales… en equidad/paridad de condiciones entre ambos sexos, las mujeres han tenido que abarcar un doble proceso de redefinición de sí mismas. Por un lado, se han producido cambios en lo concerniente a ser mujer y aquello que se entiende por femenino o feminidad39. Se han introducido matizaciones, nuevos valores, costumbres, actitudes, perspectivas… que eran propios del ser hombre. Además, esta incorporación Batliwala, Srilatha, “El significado del empoderamiento de las mujeres: nuevos conceptos desde la acción”, en León, Magdalena, Poder y empoderamiento de las mujeres, Santa Fé de Bogotá, T/M Editores, 1997, pp. 187-211. 39 Lagarde, Marcela, Identidad Femenina, en http://webs.uvigo.es/xenero/profesorado/purificacion_ mayobre/identidad.pdf [Consultado 11 de Diciembre de 2011]. La autora establece que: “La feminidad es la distinción cultural históricamente determinada que caracteriza a la mujer a partir de su condición: genérica y la define de manera contrastada, excluyente y antagónica frente a la masculinidad del hombre. Las características de la feminidad son patriarcalmente asignadas como atributos naturales, eternos y ahistóricos, inherentes al género y a cada mujer”. 38


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trae consigo el reclamo de que lo masculino se vincule con el ámbito privado, es decir, que se produzca una interconexión entre ambos espacios y sexos con la finalidad de que se produzca un equilibrio y llegar a un punto de auténtica equidad. Pues los espacios ya no son definidos desde la visión androcéntrica únicamente, sino que ahora las otras y la alteridad contribuyen a su conformación. Para referirse a este proceso hay que posicionarse desde la perspectiva actual, pues es un fenómeno que se está produciendo de forma pormenorizada en nuestra historia presente y se hace visible en los distintos campos que conforman a la sociedad, una sociedad plural y diversa que reclama servicios que permitan compaginar las actividades y responsabilidades laborales, familiares y de ocio, entre otras. Pero en esta redefinición de los espacios, no solo debe de contribuir el Estado respondiendo a las demandas de los ciudadanos y ciudadanas, sino que tanto hombres y mujeres deben de buscar un espacio común en el que poder interrelacionarse, porque no es suficiente que las mujeres se vinculen en el ámbito de lo público y privado, porque eso conlleva una doble carga, sino que los hombres deben de realizar el mismo proceso. Si las mujeres se masculinizan, los hombres deben de feminizarse, pues en eso consisten las relaciones sociales, políticas o culturales…, en relaciones de reciprocidad donde el lenguaje, la comunicación y el discurso sirven de intermediarios. Así pues, tan importante es que las mujeres puedan participar en ámbitos vetados para el hombre, como puede ser formar parte del Ejercito o la Armada, como que los hombres puedan ejercer su derecho a la paternidad. Las cuestiones pendientes hasta llegar a la igualdad efectiva son todavía considerables, y el camino recorrido hasta el momento no ha sido fácil ni sencillo, así no solo debemos de valorar (tanto hombres como mujeres) la importancia que tiene el poder acudir a las urnas, sino el poder y controlar nuestra sexualidad, nuestro cuerpo; disfrutar de nuestros derechos, de la libertad de actuar, expresarse, organizarse… El tener presente estos logros, no supone que no se deba prestar atención a aquello por lo que todavía se debe luchar, pues la discriminación sigue siendo real y palpable. En una sociedad tan plural como la actual, las diferencias y particularidades culturales hacen que estemos ante un puzzle con muchas piezas pendientes de encajar, pues cuando hablamos de mujeres, e incluso de las relaciones de género, no hay que perder la perspectiva de clase, etnia, edad, raza… ni el contexto histórico. Entre los comportamientos que perduran cabría mencionar que el acceso de las mujeres al espacio público no supone “el fin del patriarcado”40, pues como argumenta Celia Amorós, simbólicamente continúan las diferencias y sigue vigente en las estructuras de las mentalidades; así pueden explicarse cuestiones o problemas como la violencia doméstica contra las mujeres. Este hecho no es solo un problema de las víctimas, sino también de la democracia, que debe de adoptar las medidas correctoras para zanjarlo. Amorós, Celia, “La política, las mujeres y lo iniciático”, en El viejo topo ¿Qué Democracia?, 100 (1996), pp. 63-71. 40


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¿Cómo se justifica que en nuestra sociedad actual la violencia doméstica esté al orden del día? Está demostrado que el maltrato a la figura femenina no aparece por la incorporación de la mujer al mundo laboral, o por el mayor flujo de relaciones personales con la sociedad, sino que puede concebirse como un dañoso derecho que el hombre ha dispuesto sobre la mujer durante siglos41, pues las relaciones se fundamentaban en la desigualdad entre estos, una desigualdad fundamentada y justificada por las instituciones políticas que promovían los valores tradicionales sobre los que se sustentan la desigualdad y la discriminación sexual; valores que perviven en determinadas mentalidades de nuestro presente. La cuestión a plantearse es si llegará el día en el que las relaciones entre las personas alcanzarán un punto de equilibrio y de igualdad donde no sea necesario la violencia del más fuerte para someter al más débil. Pero hasta entonces será necesario seguir trabajando en la modificación de las pautas culturales, mentales y sociales, pues como se evidencia, es un camino que se va transformado paulatinamente, y que requiere en ocasiones cuestionarse teorías, fundamentos, ideologías… aceptadas como universales. Además, otro lastre que podemos encontrar enmascarado en la evolución y transformación de la sociedad española es la doble moral. La moralidad y los prejuicios morales continúan sopesando más en las mujeres que en los hombres, sobre todo en cuestiones como qué dirán, eso no está bien que lo haga una mujer, o eso no está bien visto… frases que actualmente se siguen escuchando y, que instintivamente, son incorporadas en nuestro subconsciente, por lo que continuamos siendo portadores de discursos fundamentados en actitudes y posicionamientos machistas. La historia del tiempo presente confirma que las feministas consiguieron hacer realidad la demanda de: “Lo personal es político”42. Con su lucha trasladaron al espacio de lo público cuestiones como la dominación patriarcal, el papel de la familia, la sexualidad y la reivindicación del control del cuerpo, que hasta esas fechas eran consideradas personales o privadas. A través de esa vía se mostró que el género también es político, y que las relaciones vienen determinadas por la ostentación y ejercicio del poder. En líneas generales, los cambios introducidos en las últimas décadas en la sociedad española son: ciudadanía y derechos, escolaridad y acceso al ámbito académico, independencia económica, control de la sexualidad, del propio cuerpo y de la fecundidad, a no depender del otro, tener autodeterminación… pero, sin embargo, el movimiento feminista no late como entonces. Ha dejado de ser un movimiento de la calle para ascender a otras esferas sociales, como la académica, sindical, política… desde las que se trabaja por consolidar los logros obtenidos y por conseguir aquellos que, como se ha podido apreciar, continúan presentes a través de la simbología, la cultura, la tradición, etc. Por Rodríguez Sánchez, Ángel, “El poder familiar: La patria potestad en el Antiguo Régimen”, en Chronica Nova, 18 (1990), pp. 365-380; Gómez Carrasco, Cosme Jesús y María Jesús Cebrero Cebrián, “Poder familiar y violencia conyugal en el antiguo régimen. Notas sobre un caso concreto, Chinchilla siglo XVIII”, en Revista de la Facultad de Educación de Albacete, 19 (2004), pp. 115-128. 42 Escario, Pilar et al., Lo personal es político. El movimiento feminista en la transición, Madrid, Instituto de la Mujer, 1996. 41


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consiguiente, la frontera43 continua visible, y hay que seguir trabajando hasta hacerla tan estrecha que resulte inapreciable, para lo cual es necesario educar en valores como la igualdad, el respecto, la diversidad… e introducir nuevas estrategias que contribuyan a la efectividad de las medidas no-discriminatorias. En definitiva, los movimientos sociales, feministas y de mujeres, de finales del franquismo y de la Transición española, iniciaron un proceso de reconstrucción y redefinición de las identidades individuales y colectivas que llega hasta nuestros días. Porque la identidad es una cuestión flexible, abierta y receptiva a modificaciones, nos permite asistir actualmente a un ciclo de continuos cambios sociales caracterizado por su rica amalgama de identidades.

4. Conclusiones En este trabajo se ha procurado analizar y realizar un recorrido de la ciencia histórica, desde la perspectiva de la historia de las mujeres y de género, en un intento de establecer la evolución y transformación acontecida en las últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI, con el objetivo de definir la situación actual para dicha materia. Por otra parte, en un intento de mostrar el peso que tienen los hechos y, como estos se transforman en objeto de estudio histórico, se ha elegido un acontecimiento concreto, las elecciones del 20 de noviembre de 2011. Por consiguiente, se ha considerado oportuno contextualizar, en primer lugar, la ciencia histórica, en segundo plano la disciplina y, finalmente, el hecho en sí, con tal finalidad se ha seguido un eje lineal, desde lo más amplio hasta lo concreto, pero en todo momento se procura mantener un flujo de comunicación vinculado entre las tres partes. El objetivo y fin era conseguir mostrar cómo la historia, cada proceso o sujeto histórico de un determinado espacio y tiempo, no pueden desarrollarse sin estar en contacto con su pasado e influenciar en su futuro. Es decir, mi yo presente con una serie de derechos, obligaciones, responsabilidades, entre otras cuestiones, no evoluciona ni tiene la misma perspectiva de sí mismo si tiene presente su yo pasado, lo cual además se plantea desde una visión positiva para diseñar el futuro y partícipe de la historia44. Entre las cuestiones planteadas destacar aquella que nos muestra la historia en un proceso de continua construcción y redefinición. Los historiadores e investigadores se hallan sumidos continuamente en la tarea de interrogarse, debatir y discernir sobre las teorías y metodologías existentes, sobre los campos o caminos que nos llevan a analizar las fuentes y la información; escribir esta ciencia sin obviar la búsqueda de la Martínez de la Escalera, Ana María, Fronteras: tres notas inquietas, México, Productos culturales S. A., 2007. 44 Barros, Carlos, “La historia de las mujeres en el nuevo paradigma de la Historia”, mesa redonda en el Seminario “La historia de las mujeres en el nuevo paradigma de la Historia”, organizado por el Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid, 29 de octubre de 1996. 43


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objetividad, como indica Julio Aróstegui “el camino de la ciencia se va construyendo en la exploración continuada de su propio campo y objeto”45. Así pues, categorías o conceptos historiográficos clásicos, como el de clase, que incorporaron la perspectiva del género o de las mujeres tuvieron que someterse a una reconceptualización que muestra el constante proceso de reciclaje y conformación de los términos de estudio. Pero si conceptos como el de clase debió de redefinirse, no menos importante fue el proceso de deconstrucción del término mujeres pues como señala Denise Riley “se ha construido históricamente, discursivamente, y siempre en relación a otras categorías ellas mismas cambiantes”46. Así pues, al final tendemos a incorporar nuevas perspectivas, a ver la historia desde una visión no eurocentrista, no androcéntrica ni sesgada sino desde unos ojos que buscan dar respuestas a viejos y nuevos planteamientos y, que debe proponerse llegar a la sociedad pues somos una ciencia social y humana.

Aróstegui, Julio, “La Historia del Presente, ¿Una cuestión de método?”, en Navajas Zubeldía, Carlos (coord.), Actas de IV Simposio de Historia Actual, , Instituto de Estudios Riojanos, 2004, Logroño, pp. 41-75. 46 Riley, Denise, “Does a Sex a have a History? ‘Women’ and Feminism”, New Formations, 1 (1987), p. 35. 45


Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica por una hermenéutica histórica de la muerte DANIEL OVALLE PASTÉN Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Fecha de recepción: 20 de abril de 2012 Fecha de aceptación: 21 de septiembre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Resumen: El trabajo que se presenta asume la historicidad de la muerte vista como una articulación del lenguaje que permite realizar lo que en la hermenéutica se ha denominado comprensión; la materia prima por tanto, más que la fuente misma del documento, viene a ser una discusión teórica acerca de la muerte en vía de un acceso inteligible para una hermenéutica histórica de la misma, dentro de lo que hoy conocemos como historia cultural. El sustento teórico para tal efecto estará dado por la hermenéutica propuesta por el filósofo Paul Ricoeur observado en su largo recorrido filosófico, en especial la tesis central de su obra Temps et récit. La clave de nuestra propuesta es posicionar la muerte como fenómeno histórico no desde la óptica empírica, sino más bien como articulación del lenguaje humano (de la intersubjetividad) visto en la narración. Se articula por tanto, una propuesta no solo reflexiva desde la teoría de la historia, sino también epistemológica. Palabras clave: muerte, hermenéutica, Paul Ricoeur, narración, tiempo humano. Abstract: The following work pretends to see historicity of death as an articulation of the language that makes it possible to perform what is known in Hermeneutics as comprehension. Therefore, the material, more than being the source of the document, becomes a theoretical argument about death in its own way of an intelligible access for death’s hermeneutic history, within what we know today as cultural history. The theoretical support will be given by the hermeneutic theory of Paul Ricouer, seen along his philosophical path, especially in the central thesis of his work Temps et récit. The key to our thesis is to position death as a historic phenomenon not from an empirical view, but as an articulation of human language seen in account. Therefore, it is articulated a thesis not only reflective from the theory of history, but epistemological as well. Keywords: death, hermeneutics, Paul Ricoeur, narrative, human time.


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El hombre libre no piensa en absoluto en la muerte y su sabiduría es una meditación, no de la muerte, sino de la vida. B. Spinoza1

1. Introducción El análisis que aquí se emprende, planteado a modo de reflexión teórica, se posiciona historiográficamente desde la filosofía del lenguaje –específicamente desde la hermenéutica de Paul Ricoeur– lo que constituye un desafío novedoso en la historiografía chilena, acostumbrada a tener poco diálogo con la filosofía del lenguaje. Constituye un desafío no solo metodológico, sino también epistemológico, en la medida que se configurara un objeto que no es la muerte como fenómeno empírico, sino la muerte entendida como un acaecer narrado. El asumir la muerte como un hecho narrativo la configura como un acto de habla que se vive socialmente en la pragmática comunicativa (o la intersubjetividad del lenguaje siguiendo la tesis de Habermas), lo cual no solamente tiene una dimensión socio-antropológica de carácter sincrónico, sino que también posee una dimensión histórica que no es comúnmente asumida en los trabajos históricos. Para tal efecto, creemos necesario un rápido repaso a los cambios que se han suscitado en la forma de hacer historia, los mismos que le dan sentido a nuestra propuesta. Luego, cerraremos estas líneas propositivas, explicando nuestra visión de la historicidad de la muerte desde la narración de la realidad como aporte metodológico para los estudios de la historia de la muerte.

2. La Nueva Teoría de la Historia: la impronta del lenguaje La noción de teoría de la historia se la debemos a la búsqueda del llamado status científico propio del siglo XIX y su horizonte particular: la epistemología o filosofía de la ciencia2. En palabras de Richard Rorty, la cuestión fundamental del conocimiento en aquella época, fue la búsqueda de los principios cognitivos que clarificaran la realidad en tanto conocimientos científicos: por tanto, verdaderos3. Espinoza, Baruch, Ética, IV parte, proposición 67. Betancourt Martínez, Fernando, “La fundamentación del saber histórico en el siglo XX: investigación social, metodología y racionalidad operativa”, en Estudios de historia moderna y contemporánea de México, 40 (2010), p. 94. 3 Rorty, Richard, La filosofía y el espejo de la naturaleza, traducción de Jesús Fernández, Madrid, Cátedra, 1983, p. 127. 1 2


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El problema de la verdad es un sinfín filosófico del cual no podemos hacernos parte en su totalidad en este momento4. Solo diremos para separar aguas, que la dirección hacia donde se apuntan los párrafos que siguen, asumen la problemática de la verdad heredera de la modernidad filosófica, sus postulados y las posteriores (e interminables) discusiones del fin de una época filosófica y el comienzo de otra. Nos referimos con esto último a la posmodernidad –concepto cada vez más puesto en duda– y la filosofía pragmática anglófona. La tensión básica de la modernidad y las dos últimas, se reduce al problema de saber si los fenómenos son o no problemas en sí mismos. La verdad como correspondencia de la naturaleza –el hombre sometida a esta– puede y debe ser adquirida, dicen los modernos y cientificistas; las tradiciones posnietzscheana (Derrida y Foucault, entre otros) y pragmática (William James y posteriormente Richard Rorty) nos dice lo contrario, en la medida que consideran tal postulado un dogmatismo filosófico del que hay que desprenderse. Asumen estos últimos una visión algo más humilde, en la medida que ven en la investigación de los hechos, tanto físicos como políticos, una instancia de conversación5. Ahora bien, ya para el siglo XIX, la noción teoría de la historia pasó a tomar un lugar privilegiado, asumiendo el rol de mostrar la posición científica de la misma por medio de la fundamentación que no dejara dudas a los principios generales de la producción de su saber, independientes de la disciplina misma. De esta manera se accedía al centro del problema científico: dar cuenta de representaciones verdaderas al modo de las ciencias naturales o también llamadas empíricas. Así, intentó fundar el conocimiento del pasado en dos grandes tipos de problemas que guardaban relación con la episteme en tanto pensamiento filosófico: la justificación del historiador frente a su campo empírico (su campo objetual) y la validación de los juicios historiográficos emitidos. Su tarea, por tanto, fue mostrar las condiciones que permitían establecer relaciones sujeto-objeto, al tiempo que acreditaba de manera formal la naturaleza objetiva de las representaciones historiadoras. Con todo, su trabajo se enmarcaba dentro del núcleo de afirmaciones invariables que justificaban el marco del conocimiento científico. De esta manera encontró cabida –por lo menos hasta los tres primeros decenios del siglo XX– la idea de que todo conocimiento posible remite a un estrato universal, necesario y a priori6. También existieron posturas que intentaron romper con la tradición. En especial el llamado neopositivismo lógico al estilo del Círculo de Viena o bien la hermenéutica idealista de Dilthey y su correlativo en Collingwood, formas de pensamiento que no terminaron por romper con la forma dominante7. Para el lector interesado ver desde el plano filosófico Gadamer, Hans-Georg, Verdad y método, traducción de Ana Agud y Rafael de Agapito, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1993; desde un plano más específico centrado en la filosofía del lenguaje ver el trabajo de Davidson, Donald, De la verdad y de la interpretación. Fundamentales contribuciones a la filosofía del lenguaje, traducción de Guido Filippi, Barcelona, Gedisa, 2001; y desde las ciencias sociales, el clásico de Habermas, Jürgen, La lógica de las ciencias sociales, traducción de Manuel Jiménez Redondo, Madrid, Tecnos, 2009. 5 Rorty, Richard, Filosofía y futuro, traducción de Javier Calvo, Barcelona, Gedisa, 2008, p. 102. 6 Betancourt, Fernando, “La fundamentación del saber…” op.cit., p. 95. 7 Ankersmit, Frank, Historia y Tropología. Caída y ascenso de la metáfora, traducción de Ricardo Martín 4


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Fue así como se hizo evidente que la fundamentación del saber histórico no podía realizarse desde el interior de la disciplina, sino desde su exterioridad. Es lo que Rorty recuerda para la tradición contemporánea de la filosofía, al plantear que el pensamiento desde Descartes, Locke y Kant introdujo la verdad ineludible para todo científico, en donde la búsqueda del conocimiento se produce dentro de un marco que se puede aislar antes de toda conclusión de investigación8. Se alzaba la objetividad del discurso historiográfico como bandera de lucha en vías de una ciencia a la altura de las llamadas ciencias duras. Su metodología, basada en la ya famosa tesis de Seignobos la historia se hace con documentos, tomaba posición de privilegio dotando al documento histórico el valor de huella científica, a pesar de la relación indirecta del documento con su cambo objetual: el pasado. Dilthey resultó ser un caso paradigmático en aquella carrera por lograr criterios de objetividad. En su Introducción a las ciencias del espíritu, fundó la crítica de la razón histórica, que no fue otra cosa que la crítica de la razón pura kantiana, aquella en razón de las ciencias naturales, pero en ese momento para las ciencias humanas. Para su hermenéutica, el trabajo de fundamentación del conocimiento era independiente de la realidad a la que respondía, pues aislaba toda idea de orden trascendental. Con todo, la base fundacional de la ciencia histórica del siglo XX se proyectaba en una serie de procedimientos a partir de los cuales se delimitaban los objetos de investigación, las hipótesis, el método y los resultados puestos en un nivel de sustentación teórica previa. El panorama mostraba la disputa entre las ciencias nomológicas y las hermenéuticas, o bien sintéticas versus analíticas, sin dar todavía espacio a la relación que tiene hoy la fundación del conocimiento y la disciplina que ordena y produce ese discurso. Para la segunda mitad del siglo pasado, la disputa parecía no tener sustento gracias a los avances fructíferos de las ciencias humanas que cada vez más tomaban una posición diferenciada frente a las de la naturaleza. Habermas muestra esta dualidad de las dos ciencias en las figuras relevantes a la filosofía de la ciencia de K. R. Popper del lado analítico, y H. G. Gadamer de la hermenéutica filosófica, en donde el poco entendimiento entre ambas –nos dice– no parecía molestar a ninguna de las partes, recordándonos también que bajo el techo de las ciencias sociales es menester siempre dirimir entre las dos tensiones: la analítica y la hermenéutica9. El cambio sucedido para la segunda mitad del siglo XX estuvo dado, para nuestro objeto, en un nuevo planteamiento epistemológico para la historia. Cual es que ahora la reflexión consiste en describir los niveles que conforman su propia base disciplinaria, así como las complejas interacciones sistemáticas. Intenta mostrar las distintas funciones operativas que sustentan su lógica de investigación, así como los espacios sociales que Rubio, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 115. Para tal efecto ver en especial el cap. II titulado “El dilema de la filosofía de la historia anglosajona contemporánea”, pp. 91-150. 8 Rorty, Richard, La filosofía y el espejo… op.cit., pp. 17-18. 9 Habermas, Jürgen, La lógica de las ciencias… op.cit., pp. 82-86.


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permiten su retórica discursiva. Acá es necesario resaltar, dentro de este ámbito, el inmenso aporte de Paul Ricœur a la explicación epistémica del hacer historiográfico en su obra La historia, la memoria, el olvido. Siguiendo las líneas trazadas por Michel de Certeau en su llamada operación historiográfica, el filósofo francés explora sistemáticamente el proceso de producción del discurso historiador siempre dotándolo de un carácter científico. En su monumental obra, los historiadores debemos agradecer la diferenciación metódica y reflexiva de la epistemología de la historia y la metodología de la misma. Para entrar de lleno en esta idea es necesario alejarse de esa teoría de la historia más arriba descrita y situarse en una teoría reflexiva, en cuanto tal la historiografía – entendida como escritura de la historia–, juega también un rol diferente. Aporta desde su paradigma (o matriz disciplinar al estilo de Jörn Rüsen) la autocomprensión respecto de la escritura de la historia y de los procesos metódicos desde los cuales se produce. Como explica Betancourt, se entiende como la revisión de los vocabularios factuales generados y utilizados por los historiadores10. En este sentido, el aporte de Ricœur a la reflexión historiográfica está dado por centrar la mirada fundacional del escribir la historia no tanto en un discurso sobre otro discurso, como lo entendió Foucault, sino más bien en una operación escrituraria desde el presente hacia el pasado en el rescate de la memoria. En este contexto cobra relevancia la idea de una producción histórica siempre supeditada al espacio tiempo del historiador que mira el pasado en rescate de la memoria. ¿Acaso no es la muerte contemporánea la que llama la atención al historiador por ser tan ajena a la suma de actitudes en sociedad, en comparación con siglos anteriores? Volveremos sobre esto en el segundo apartado. Es así como en términos generales podemos decir que la trasformación que tuvo lugar en la filosofía del siglo XX apuntó hacia el despojo paulatino del papel que desde Descartes se le había asignado, cual era darle la tarea que, desde el plano teórico, dilucidara todo fundamento del conocimiento, de la moral y de la vida. Betancourt es preciso al detallar que al referirse a fundamentos, se hace pensando en los procedimientos reflexivos que tienen por objeto desvelar la unidad del mundo de la conciencia. La nueva mirada enfoca ahora no la conciencia o el cogito cartesiano, sino el uso de lenguaje. “Lo que está en juego ahora es el contexto del diálogo y de los intercambios lingüísticos, esto es, la naturaleza hermenéutica del lenguaje”11. Nos referimos sin duda al cúmulo interminable de líneas llamado giro lingüístico, del cual solo nos hacemos parte –en pro de cerrar bien el marco de nuestro trabajo sin pretender entrar en la discusión historiográfica posmoderna, de la cual dejamos en claro que no somos parte– en la medida que da cuenta del cambio filosófico del que hemos estado hablando. Nos quedamos con la idea de que tal giro anula la idea de una conciencia total. A partir de este, todo pensamiento solo Betancourt, Fernando, El retorno de la metáfora en la ciencia histórica contemporánea. Interacción, discurso historiográfico y matriz disciplinar, México, Universidad Autónoma de México, 2007, p. 32. El texto corresponde a la tesis doctoral del mimo autor. Le agradecemos enormemente la facilitación del libro y los comentarios académicos hechos vía correo electrónico. 11 Ibídem, p. 67. 10


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podrá existir objetivado para el análisis social en la medida que se base en emisiones lingüísticamente construidas. De esta manera fue que el a priori de la conciencia vino a ser reemplazado por el a priori del lenguaje. Es indudable la impronta de una visión pragmática en la medida que la disciplina histórica tiene la necesidad, hoy en día, de hacer altos en el camino investigativo para desarrollar momentos de autodescripción disciplinar (este trabajo asume tal problemática). La historiografía ahora, adquiere la impronta de establecer los criterios de la tarea historiadora sin estar sujeta a verdades a priori. Siguiendo a Habermas, tales criterios expresan la lógica de investigación por tanto son a posteriori. Se alzan así los intereses del conocimiento como motivaciones prácticas, y no inmanentes a la teoría de la ciencia12. Es en este contexto epistemológico en donde centraremos las líneas que siguen. La muerte como fenómeno histórico debe tener un sustento teórico que la defina: para tal efecto, la postularemos como un fenómeno narrativo y que por tanto pide ser interpretado en su propia temporalidad.

3. Tiempo humano y muerte Se ha visto que la historicidad de la muerte proviene de los historiadores franceses, en especial de Michele Vovelle y Philippe Ariès (iconos de la llamada tercera generación de Annales, junto con figuras como Jacques le Goff o Georges Duby) quienes elevaron la condición de los estudios de la misma a un nivel casi revolucionario de las nuevas formas de hacer historia en los años setenta. El primero, por su metodología contundente basada en la interpretación de un gran corpus documental, y el segundo, por lograr una visión holística en la larga duración de la historia de Occidente. No solo es rescatable desde la historiografía el estudio de las actitudes ante la muerte (como lo fueron el testamento, los gestos funerarios, la fundación de obras pías, los lugares de enterramiento, etc.), también le debemos a ella el ver en el fenómeno mismo una historicidad propia y de importancia vital; a saber, que la historia individual de cada ser nace y parte de la conciencia de una temporalidad irrevocable. Somos parte de las palabras de Pierre Chaunu (otro de los grandes historiadores de la muerte) y su noción del se debe morir, la que, en su interpretación, dio origen a la conciencia de la vectorialdad de la duración: la conciencia del tiempo13. Volveremos sobre eso en seguida. Como se ha dicho no pocas veces14, las visiones de estos dos historiadores íconos de la historiografía de la muerte son una especie de manual introductorio para todo Habermas, Jürgen, La lógica de las ciencias… op.cit., p. 33. Cruz de Amenabar, Isabel, La muerte transfiguración de la vida, Santiago, Ediciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile, 1997, p. 26. 14 Una buena síntesis de la historiografía de la muerte en Azpeitía Martín, María, “Historiografía de la historia de la muerte”, en Studia histórica. Historia medieval, 26 (2008), pp. 113-132. « http://campus.usal. es/~revistas_trabajo/index.php/Studia_H_Historia_Medieval/article/viewFile/1235/1311» [Consultado el 7 de agosto de 2011]. 12 13


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quien entre de lleno en el fenómeno histórico de la muerte, y que para nosotros vienen a representar dos caras de la misma moneda para nuestro propósito, pues aunque con metodologías antagónicas, corresponden a dos planteamientos que pusieron en evidencia la necesidad de historiar la muerte como proceso cultural. La primera, la visión de Ariès, con su posterior crítica y ambigüedad15, representa la posibilidad de historiar la muerte en su conjunto. La larga duración propuesta nos remite a que las actitudes ante la muerte puedan ser vistas como uno de esos fenómenos del tiempo largo braudeliano, aquellos procesos y estructuras del tiempo largo o de la larga duración histórica que, recorriendo siempre curvas superiores a un siglo, corresponden a esas realidades persistentes dentro de la historia que hacen sentir efectivamente su presencia en el decurso de los procesos humanos, y que al establecer los límites de lo posible y lo imposible, se constituyen como verdaderos protagonistas determinantes del devenir específico de las sociedades. Dentro de esta visión entendemos y valoramos que estudios como el de Isabel Cruz –para el caso chileno16– acudan sin problemas a Ariès dentro de su fundamentación, pues la muerte barroca (centro del análisis de esta brillante, y poco reconocida a nuestro juicio, historiadora chilena) sin duda se impuso dentro del imaginario social y del devenir (por lo menos desde los siglos XVI al XVII) histórico de la sociedad colonial chilena. La segunda –el otro lado de la moneda– lo viene a dar la visión historiográfica de Michele Vovelle. Con sus tres dimensiones de la muerte acude, metodológicamente hablando, a un panorama de las actitudes ante la muerte más efectivo y plausible de sintetizar: la muerte sufrida (la mort subie), la muerte vivida (la mort vécue) y el discurso sobre la muerte (discours sur la mort): “mort subie: mort du démographe, celle des courbes et des registres paroissiaux mort vécue…celle de la pratique quotidienne, au niveau proprement dit des attitudes et des comportements, dominés ou inconscients; discours sur la mort, celui des églises, de ceux qui les content, discours aussi, sur un autre registre, de l´expression littéraire”17.

El primero de estos niveles aborda el plano demográfico de la muerte: cuántos mueren, esperanza de vida, la vida breve y sus consecuencias y actitudes ante la vida diaria. En el segundo observamos los ritos, los gestos, las representaciones, el imaginario Nos referimos especialmente a la existencia, según Ariès, de un inconsciente colectivo, concepto difícil de sintetizar en un estudio histórico. Preferible es sin duda hablar del imaginario colectivo o social. Ver en especial Ariès, Philippe, Historia de la muerte en occidente, traducción de Francisco Carbajo, Barcelona, El Acantilado, 2000, pp. 299-301. 16 Destacan en la historiografía chilena tres libros sobre la muerte. Por un lado la excelente obra de Isabel Cruz de Amenabar La muerte transfiguración de la vida, Santiago, Ediciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile, 1997; por otro, Horvitz, María Eugenia con su estudio de las capellanías de misas titulado Memoria del Nombre y Salvación Eterna. Los Notables y las Capellanías de Misas en Chile 15571930, Universidad de Chile, Departamento de ciencias históricas, 2007; y León, Marco Antonio en su libro Sepultura sagrada, tumba profana. Los espacios de la muerte en Santiago de Chile 1883-1932, Santiago, LOM, 1997. Para el caso latinoamericano ver Von Wobeser, Gisela, Cofradías, Capellanías y Obras Pías en la América Colonial, México, Universidad Autónoma de México, 1998. 17 Vovelle, Michele, “Les attitudes devant la mort: problèmes de méthode, aproches et lectures diffèrentes (note critique)”, en Annales. Écomomies, Societés, Civilisations, 31e année, 1 (1976), p. 122. 15


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y las sensibilidades de las actitudes de los vivos ante el fenómeno de la muerte. El tercero corresponde al discurso sobre la muerte (que Ariès denominó las ideas claras18), no solo al que proponía la Iglesia con respecto a esta, sino también a la literatura, la filosofía y las expresiones estéticas19. Calificamos este pensamiento de forma vertical, pues concretiza la visión sobre la muerte en parámetros bien establecidos, sin dejar espacio a vacíos como lo es el supuesto inconsciente colectivo, evitando de esta manera una explicación mecanicista al modo de Ariès. Por ejemplo –como explica François Dosse en su libro sobre Annales– al hablar del discurso de la muerte Vovelle “restituye las orientaciones de ideologías coherentes frente a la muerte, la significación de éstas para la Iglesia y los poderes”20. Con miles de testamentos a su haber, nuestro historiador se funde en el cambio de la muerte pomposa barroca a una más civil, menos ceremonial. Comprueba la baja en las peticiones de misas por los muertos. Demuestra una realidad descristianizadora que abarca todo el siglo XVIII y que es demostrada por el análisis testamentario (el mismo camino recorrido después en nuestro país por los trabajos de Horvitz y, en parte, Cruz de Amenabar). Para el caso de la región de Provenza Vovelle demuestra la decadencia de una forma de piedad que el mismo autor denomina la piedad barroca21. Ahora volvamos un poco a la reflexión evocada un poco más arriba de Chaunu. Si la damos por cierta, veremos que la muerte como hecho no solo histórico sino más bien antropológico es una fenómeno único. Sabemos que moriremos y con certeza. No sabemos nada más a la hora de nacer. La única seguridad de la vida es la muerte. Y eso, como hecho antropológico, es un vector de nuestra realidad social muchas veces poco considerado. Digámoslo con sus propias palabras, nuestra conciencia del tiempo parte ante nuestra peor debilidad: la muerte. Es lo que algunos llaman escatología personal22, pues ante muchas inseguridades que pueda presentar el caminar humano, el único fenómeno que escapa a esa realidad es la muerte. La noción de se debe morir, aunque pueda ser aceptada o rechazada no da espacio a equívocos. Es aquí donde nuestra mirada hacia la muerte y su historicidad toman un nuevo camino. ¿Cuál es el nuevo camino que traza nuestra propuesta? Intentemos explicarlo. Claves para tal explicación son la idea de escatología personal y tiempo humano. Como se ha dicho somos seres que moriremos. En palabras del filósofo Martin Heidegger, somos ese Dasein que es a la vez un ser-para-la-muerte: seres arrojados en un mundo de posibilidades, donde en cada una de esas posibilidades está el poder morir23. Ariès, Philippe, Historia de la muerte… op.cit., p. 299. Vovelle, Michel, “Historia de la Muerte”, en Cuadernos de Historia, 22 (2002), p. 18. 20 Dosse, François, La historia en migajas. De Annales a la nueva historia, traducción de Francesc Morató, México, Universidad Iberoamericana, 2006, p. 195. 21 Tipo de piedad estructurada especialmente después de la Contrarreforma. 22 Usamos tal concepto para diferenciarlo de la Escatología, aquella doctrina que designa los fines últimos. Nos referimos al cúmulo de creencias referidas al destino último del hombre y el universo. Para su introducción ver Le Goff, Jacques, El orden de la memoria. El tiempo como imaginario, traducción de Higo F. Bauzá, Barcelona, Paidos, 1991, pp. 46-83. 23 Heidegger nos habla de dos tipos de existencias: la existencia auténtica y la inauténtica, las cuales se diferencian expresamente en que la segunda vive para negar la posibilidad de muerte, mientras que la segunda la asume como la posibilidad cierta e irrevocable. En Heidegger, Martín, Ser y tiempo, traducción 18 19


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La posibilidad de muerte constituye al Dasein pues es un ser ante todo para la muerte. Para Heidegger el hombre es posibilidad, el ser-ahí del hombre es posibilidad. La muerte lo que hace es aniquilar la posibilidad de ser, pues aniquila toda posibilidad. De esta manera, la muerte abruma la realidad y se transforma en dejar de ser. El ser-ahí ante la muerte deja de ser posibilidad. Esta mirada filosófica que bien podríamos depositar en la escatología personal tiene su asidero más profundo en la concepción del tiempo humano. Esta relación nos dará la clave para nuestra fundamentación teórica. Nuestra conciencia del tiempo está determinada por la muerte. Si seguimos a Heidegger, diremos que toda posibilidad de ser se fundamenta en la temporalidad del Dasein. La idea de la importancia vital de la temporalidad en el ser que somos señala la relación de este ser con el ser, en cuanto ser. El aporte de Heidegger es fundamental, pues –como explica Gadamer– apunta a la comprensión en el accionar humano, acto que se explica en la realización del estar ahí-humano, en tanto que ser-en-el-mundo24. Somos seres en tanto existimos en el tiempo. Esto se corrobora en la medida que la escatología personal se termina con la muerte: esa verctorialidad a la que hacíamos referencia al recordar las palabras de Chaunu. Existe una duración: la vida, la cual termina de ser posibilidad cierta para el ser en el momento que la muerte llama al ser. Gadamer apunta una cuestión fundamental y que parece obvia: nos avocamos a la compresión del accionar humano. A lo que nosotros sumamos, la muerte como herramienta para tal comprensión. Nuestro problema es sin dudas una problemática de la temporalidad, y es aquí donde el aporte filosófico de Ricœur toma la medida que merece. Ricœur propone una filosofía reflexiva que asume el injerto de la hermenéutica en la fenomenología25, proyecto que logra resolver acercándose a una teoría de la narratividad humana, dotando la narración como herramienta fundacional de la existencia temporal. La tesis central en Temps et récit se articula bajo la aporía de la temporalidad, pero acerca su entendimiento en la medida que se establezca el análisis bajo la lupa de la narración y la configuración de la trama (sea esta de ficción o, para nuestro caso, verdaderamente histórica). En sus propias palabras, “qu´il existe entre l´activité de raconter une histoire et le caractèr temporel de l´expèrience humaine une corrélation qui n´est pas purement accidentelle, mais présente une forme de nécessité transculturelle: que le temps devient temps humain dans la mesure où il est articulé sur un mode narratif, et que le récit atteint sa signification plénière quand il devient una condition de l´existence temporelle”26. de Jorge Eduardo Rivera, Santiago, Editorial Universitaria, 2005, p. 170. 24 Gadamer, Hans-Georg, El problema de la conciencia histórica, traducción de Agustín Domingo Moratalla, Madrid, Tecnos, 1993, p. 72. 25 Ver para esta relación, su famosa vía larga. El injerto que hace de la hermenéutica en la fenomenología es un intento encomiable de análisis y resultado filosófico por proyectar una mayor comprensión del ser humano desde las teorías de Heidegger y Husserl. Ver en especial Ricœur, Paul, “Existencia y hermenéutica” en El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de Hermenéutica, traducción de Alejandra Falcón, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, pp. 9-27. 26 Ricoeur, Paul, Temps et récit I. L´intrigue et le récit historique, Paris, Seuil, 1983, p. 105. Traducido


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Para Ricoeur tiempo vivido y tiempo narrado son las dos caras de una misma moneda fenomenológica, pues no hay experiencia del tiempo sin narración y a la vez, lo que toda narración narra, es una experiencia temporal. Se trata de una moneda necesaria: transcultural27. ¿Qué relación guarda la tesis ricoeuriana con el tema de la muerte? Como hemos dicho, el fenómeno de la muerte marca nuestra concepción temporal. Escatología personal y tiempo humano son dos aspectos fenomenológicos unidos irrevocablemente. Si damos por cierta la tesis de Ricoeur, la narración de la muerte en la historia nos dará la clave para el análisis de los cambios que las actitudes ante la muerte puedan presentar. De momento tenemos que sustentar esta relación entre temporalidad y narración bajo la filosofía ricoeuriana y su relación con la narración de la muerte. Para sustentar la tesis de que tiempo y narración son dos caras de la misma moneda nuestro autor acude al rescate de un concepto aristotélico para que su análisis no se pierda en las aporías de la fenomenología del tiempo: la mímesis. Ricoeur apunta a san Agustín y su concepción del tiempo, en donde no existe una verdadera respuesta a la problemática. El problema se transforma en una aporía: ¿Qué es entonces el tiempo? –pregunta Agustín–. “Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicárselo a quien me lo pregunta, ya no lo sé”28. Para Ricoeur el argumento escéptico agustiniano es bien conocido “le temps n´a pas d`être, puisque le futur n´est pas encore, que le passé n´est plus et que le présent ne demeure pas”29. Para Agustín la respuesta está en la distensión del espíritu. Para él, los tiempos son tres: “presente de las cosas pasadas, presente de las cosas presentes, presente de las cosas futuras. Las tres existen en cierto modo en el espíritu y fuera del él no creo que existan (…). Veo pues, que el tiempo es una distensión o dilatación del espíritu mismo”30. Esta es la aporía inicial que abre el largo recorrido de los tres tomos de Temps et récit, la misma que la vez entrega la posibilidad a la mímesis de aportar respuestas. Veamos cómo nos la explica Ricoeur y de qué manera nos permiten ser una herramienta en nuestra reinterpretación de la historiografía de la muerte. El tema central en Temps et récit es la relación entre narratividad y temporalidad. La estrategia argumentativa usada por Ricoeur para sustentar la tesis más arriba expresada es la de mostrar la forma en que la historia escrita y la ficción entretejidas dan lugar al tiempo humano, que no es otra cosa que el tiempo narrado. Será entonces le récit la que como “entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la existencia humana existe una correlación que no es puramente accidental, sino que presenta la forma de necesidad transcultural. Con otras palabras: el tiempo se hace tiempo humano en la medida que se articula en un modo narrativo, y la narración alcanza su plena significación cuando se convierte en una condición de la existencia temporal.” La traducción es nuestra y la cursiva del autor. 27 He discutido largamente el aporte de Temps et récit al análisis historiográfico en Ovalle, Daniel, “Le´travail de la memorie en Paul Ricoeur: la significación como aporte epistemológico para el estudio de la Historia”, Historia 396, vol. 1, 2 (2011), p. 265-280. 28 San Agustín, Confesiones, capítulo XI, 14,17, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1987. 29 Ricoeur, Paul, Temps et récit… op. cit., p. 25. Traducido como “el tiempo no tiene ser, puesto que el futuro no es todavía, el pasado ya no es y el presente no permanece”. La traducción es nuestra. 30 Néspolo, Jimena, “El problema de la identidad narrativa en la filosofía de Paul Ricoeur”, en Orbis Tertius, 13 (2007), p. 3.


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ofrecerá una respuesta a la insoluble aporética de la fenomenología de la temporalidad abierta por Agustín. La clave para el filósofo francés es que la narratividad pone en evidencia la imposibilidad de poder pensar el tiempo humano, pero a la vez, es el medio más adecuado para acercarnos a la experiencia humana. Así, el concepto eje de la obra es el de mímesis (emitido desde la Poética de Aristóteles). Para Ricoeur la función mimética no se realiza solamente en el interior de un texto narrativo (sea de ficción o de historia). Se inicia en la pre-comprensión del mundo de la acción, y solo llega a su culminación en la “intersección del mundo del texto y el mundo del lector”31. Esta es la función mimética ricoeuriana, denominadas mímesis uno, dos y tres; y que corresponden a la prefiguración, a la configuración y a la refiguración del tiempo respectivamente, que en conjunto dan lugar a la transfiguración, y así a la realidad humana. ¿Por qué ocupar la mímesis como argumento? Lo que hace Ricœur es recuperar el concepto aristotélico y diferenciarla inmediatamente de la idea de mera copia. Lo que intenta es adentrarnos desde la metáfora hacia una fenomenología del lenguaje, apuntando a una visión –heredera de Heidegger– ontológica del ser-en-el-mundo. Visión que se ve reflejada en la capacidad metafórica del mismo: “esa capacidad del lenguaje de ir más allá de sí mismo”32. Ya sabemos: no hay tiempo si no hay narración; y si esto sucede, no habría mímesis. De esta manera, toda realidad hermenéuticamente puede ser abordada mediante el análisis del lenguaje en tanto “medio significante que pide ser referido a la misma existencia humana”33. En nuestro caso una de estas realidades será el de las actitudes ante la muerte. Ricoeur reconoce en la temporalidad humana el carácter determinante de la experiencia, la cual a su vez se observa desde las ciencias humanas en el lenguaje. Para su explicación, Ricœur acude –como hemos dicho– a san Agustín. La solución planteada a la aporía agustiniana está dada por la relación entre la construcción de la trama (mythos) y la actividad mimética (mímesis) en Aristóteles34. Ricœur recuerda que en Aristóteles no hay aspectos temporales en la construcción de la trama, es por esto que enlaza estos dos conceptos en la mediación del tiempo y la narración, poniendo énfasis en el papel mediador de la construcción de la trama en el proceso mimético35. Para poder acercarnos al aporte epistemológico a la historia de nuestro autor debemos a lo menos explicar dos cosas. La primera es la correlación directa de su trabajo con la hermenéutica de Heidegger. La segunda, la relación de tiempo y narración en la refiguración de la existencia humana: tarea que se desarrolla en la triple mímesis que para nuestro propósito son dos caras de la misma moneda transcultural. Ricoeur, Paul, Temps et récit… op. cit., p. 145. Martínez Sánchez, Alfredo, “Invención y Realidad. La noción de mímesis como imitación creadora en Paul Ricoeur”, en Diánoia, 57 (2006), p. 133. 33 Ricoeur, Paul, El conflicto de las interpretaciones… op. cit., p. 20. 34 Conceptos que a su vez deben ser entendidos, recuerda Ricoeur, como operaciones y no estructuras. 35 El sentido original del concepto de mímesis es el de imitar o representar algo. Para Ricoeur va más allá: “la imitación o la representación es una actividad mimética en cuento produce algo: precisamente, la disposición de los hechos mediante la construcción de la trama”. Ricoeur, Paul, Temps et récit… op. cit., p. 71. 31 32


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El aporte de Ricœur a nuestra tarea es una filosofía reflexiva para el hacer historiográfico centrado en una ontología del ser histórico. Este ser es heredero del Dasein de Heidegger, que viene a ser parte integral del análisis y aporte del filósofo francés en la búsqueda de contribuciones epistemológicas para la historia como pacto de verdad con el lector36. La directriz que Ricœur toma de Heidegger es la idea de la importancia vital de la temporalidad en el ser que somos: “señala la relación de este ser con el ser, en cuanto ser”37. Este Dasein tiene una doble dimensionalidad para Ricœur: la temporalidad y su accionar en la narración: el ser-en-el-tiempo es la forma temporal de ser-el-mundo 38. Toda esta metateoría de la existencia tiene una respuesta práctica en el accionar humano como refigurador de la existencia. La teoría de la triple mímesis viene a sumar al carácter temporal, la narración de la acción en el obrar humano. Grosso modo, esta teoría explica que la construcción de la trama en el accionar comunicativo del ser-en-el-mundo tiene el poder de configuración de la realidad. Esta construcción se halla entre la precomprensión del mundo de la acción (mímesis I) y la refiguración por recepción (mímesis III): recorrido del antes y después de mímesis II. Si hay que explicar por partes, habría que decir que mímesis I, es la pre-comprensión del campo de la acción. Contamos acciones que están articuladas en signos, reglas y normas que siempre mediatizamos simbólicamente39 y que exigen ser contadas. De esta manera se levanta la construcción de la trama, y con ella la mimética. Pasamos así a mímesis II: la función mediadora en la construcción de la trama y que hace de mediadora por tres razones según Ricœur: porque se inserta entre acontecimientos individuales de una historia tomada como un todo; por integrar factores heterogéneos (agentes, fines, medios, circunstancias, etc.); y por su carácter temporal. El término del recorrido, mímesis III, está dado por la intersección del mundo del texto en el mundo del oyente o lector, donde el obrar humano toma el carácter de referencia en la refiguración dialéctica. De esta manera, solo al término del caminar de mímesis la tesis central ya evocada toma forma: “la narración tiene su pleno sentido cuando es restituida al tiempo de obrar y padecer en mímesis III”. El argumento central es que la mediación entre tiempo y narración está en la construcción de la trama40. Como explica nuestro autor, lo que evoca la triple mímesis es la relación del accionar humano en el tiempo. Tiempo que no se explica sino mediante la narración de nuestro devenir y que a fin de cuentas se proyecta en algún horizonte en la re-significación. Hacemos el llamado de atención: los aportes epistemológicos de Ricoeur apuntan siempre a la búsqueda de una historia verdadera, alejada de la imaginación como recurso para su escritura. Podemos asociar su filosofía al llamado giro lingüístico, pero no debemos confundirlo con los presupuestos de otras escuelas que abogan por la imposibilidad de ver en la historia una ciencia de lo que realmente pasó en el pasado. 37 Ovalle, Daniel, “Le travail de la memoire...” op. cit., p. 270. 38 Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, traducción de Agustín Neira, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, p. 494. 39 Cabe anotar la concepción del autor de símbolo: “no es una operación psicológica destinada a guiar la acción, sino una significación incorporada a la acción y descifrable gracias a ella por los demás actores del grupo social”. En Ricoeur, Paul Temps et récit… op. cit., p. 113. 40 Para una lectura sistemática: Ibídem, pp. 105-162. 36


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Entonces, ¿dónde comprendemos todo este aparataje teórico en la temática de la muerte? Si entendemos las fases de mímesis uno, dos y tres como el recorrido en la construcción de la trama, diremos que la construcción de la trama de la muerte en la historia nos dará la posibilidad de interpretarla desde una óptica historiográfica. El recorrido de la trama de la muerte –entendiendo trama de la muerte en la red conceptual de cómo el hombre en sociedad ha afrontado la temática– comienza, siguiendo la teoría ricoeuriana, con la pre-comprensión del mundo de la acción. Ricoeur nos recuerda que vivimos contando acciones, pues articulamos las mismas bajo signos y normas sociabilizadas. Sin duda la muerte está simbolizada en cada época con características propias. Como símbolo, la muerte articula experiencia social. Para nuestro trabajo, la muerte como símbolo cultural corresponde a una verdadera significación incorporada a la acción y descifrable gracias a ella por los demás actores del grupo social. De esta manera, para Ricoeur, el obrar humano de toda acción –entre ellas ponemos las actitudes ante la muerte– se comprende bajo su realidad simbólica y su temporalidad. Sobre esta “precomprensión de levanta la construcción de la trama”41, y con ella mímesis II. Para llegar a la refiguración del tiempo humano (mímesis III) se debe concretizar la función mediadora de mímesis II. Media, como hemos dicho, entre acontecimientos o incidentes individuales y una historia tomada como un todo. La muerte, mirada desde este prisma ricoeuriano, asoma como una posibilidad de interpretación en la configuración del tiempo humano bajo la mirada de la narración. Narramos la muerte conforme la vamos configurando en nuestra experiencia fenomenológica, donde la tarea del investigador será entrelazar desde una óptica hermenéutica-histórica, las características simbólicas que han hecho de la muerte un fenómeno histórico. Ahora bien, ¿cómo es que podemos hablar de una hermenéutica histórica de la muerte? Partimos de la premisa que lo propio de la esfera de la experiencia histórica es la compresión del sentido de lo humano mediado por los signos culturales. Este es el impulso heideggeriano que conecta el problema mismo a las manifestaciones lingüísticas. Los aportes de Ricoeur son parte de este esfuerzo filosófico. En palabras de Fernando Betancourt “gran parte de este esfuerzo ha consistido en poner el énfasis en las dos dimensiones que comporta dicho acontecimiento: la materialidad del lenguaje y la inmanencia social del sentido”42. La hermenéutica que tratamos aquí es aquella que adopta el lenguaje como centro de todas sus preocupaciones43. Es por esto que proponemos la teoría ricoeuriana como herramienta de análisis. Se plantea la posibilidad de una hermenéutica histórica apoyándose en una filosofía reflexiva al estilo de Ricoeur44, para quien la hermenéutica “es Ibídem, p. 125. Betancourt, Fernando, El retorno de la metáfora… op.cit., p. 140. 43 Para Ricoeur y su filosofía hay una exigencia central: la autocomprensión debe ser una tarea filosófica que rompa con la filosofía de la conciencia, aquel paradigma central de la filosofía moderna desde Descartes, hasta Kant y Hegel. 44 “Los problemas filosóficos que una filosofía reflexiva considera más importantes se refieren a la posibilidad de la compresión de uno mismo como sujeto de las operaciones cognoscitivas, volitivas, estimativas, etc.”. En Ricoeur, Paul, Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, traducción de Pablo Corona, México, 41 42


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un gesto humilde de reconocimiento de las condiciones históricas a la que está sometida toda compresión humana bajo el régimen de la finitud”45. Es esta compresión humana de la muerte la que queremos –desde una mirada historiográfica– proponer. ¿Qué mejor que la muerte como temática histórica de finitud?

4. A modo de conclusión Dicho todo lo anterior, será el símbolo de la muerte puesto a prueba bajo la sombra del tiempo el vehículo interpretativo. Aquel que nos habla de modos culturales de enfrentar la muerte y que con el tiempo fueron cambiando. Somos parte de esa comprensión que mira al pasado pensando siempre en el presente. Nuestra reflexión no ha querido tener un afán historicista, sino más bien pretende una búsqueda de respuestas a los cambios sucedidos con respecto a la muerte desde el pasado hacia nuestro presente. La muerte debe ser estudiada no sólo para dar cuenta de las distintas realidades que ha tenido en el tiempo (que es como creemos que se ha venido estudiando), sino más bien para dar una respuesta al porqué hoy en día vivimos bajo lo que otros han llamado la pornografía de la muerte o la muerte como tabú. Al hombre contemporáneo le cuesta hablar de la muerte. Parece necesaria la ocurrencia de lamentables sucesos de muerte para que la comuniquemos como algo normal de la vida. El historiador que bien sabe que en otros tiempos esto ha sido de otra manera, debe ante todo alzar la voz en la búsqueda de respuestas que den una explicación al cambio. ¿De qué sirve nuestra disciplina si no es para darle un sentido al presente? El propósito más profundo acerca de la tarea que como historiadores tenemos, es la convicción de que nuestro trabajo –que proviene de la mirada del hombre en el tiempo– se sustenta en la articulación del saber histórico sobre el trabajo de la memoria: en el presente mismo de la historia. En palabras de Bernard Lepetit “es en la transformación del valor del presente donde se encuentra el origen del cambio de situación del pasado”46. Es el presente y su relación con la muerte lo que sustenta esta reflexión, sobre todo considerando que la historia de la muerte en Occidente nos muestra que ha pasado del hecho íntimo, doméstico y natural a ser causa y sensación de fracaso. Por no decir motivo de profundo rechazo en nuestra sociedad contemporánea. Como buenos observadores del presente sabemos que de la muerte poco se habla. O se la banaliza en la cotidianidad o se la considera desde la medicina como un accidente al que hay que combatir con la técnica de la biotecnología. Si antes era la Iglesia católica la encargada de todo el aparataje imaginado y social de la muerte para prácticamente la totalidad de la sociedad, ahora es la medicina y la medicalización de la muerte en Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 28. 45 Ricoeur, Paul, Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del texto a la hermenéutica de la acción, traducción de Mauricio M. Prelooker, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, pp. 172-173. 46 Lepetit, Bernard, “Le présent de l´histoire”, en Ricoeur, Paul, La memoria… op.cit., p. 498.


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lugares como el hospital las que se han encargado del morir. ¿Cómo y por qué hemos llegado hasta esto? Creemos, con mucho respeto a la historiografía especializada, que es necesaria una visión como la que hemos propuesto para mirar más allá de la simple secularización de la vida cotidiana. El estudio histórico del lenguaje de la muerte nos puede dar pistas más concretas de un proceso social complejo. La narración vista como se ha mostrado, no pretende ser más que el vehículo para una historia cultural como rescate de la memoria histórica.



El Imperio Romano no dejó de ser una sociedad esclavista Reseña de: Harper, Kyle, Slavery in the Late Roman Mediterranean, AD 275-425, Cambridge, Cambridge University Press, 2011, 620 páginas.

ALBERTO GONZÁLEZ GARCÍA Universidad Complutense de Madrid Fecha de recepción: 3 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 25 de noviembre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

En esta obra, el profesor Kyle Harper, de la Universidad de Oklahoma, aborda las dimensiones económicas, sociales e institucionales de la esclavitud durante el Imperio Romano Tardío. Su ámbito temporal abarca ciento cincuenta años, desde 275 hasta 425, aproximadamente desde Diocleciano hasta Honorio. Como primer mérito, cabe destacar que se trata de un tema poco estudiado, descuidado por sucesivas monografías generales sobre la esclavitud en la Antigüedad. El libro se estructura en tres partes. La primera integra la exposición de los precedentes historiográficos y de los modelos metodológicos elegidos por el autor para afrontar el estudio (Introducción), trata el panorama general de la esclavitud tardoantigua (cap. 1), las fuentes y el comercio de esclavos (cap. 2), la importancia doméstica de la esclavitud (cap. 3) y su imprescindible labor en la producción a gran escala de bienes de consumo (cap. 4). La segunda parte aborda el objeto y las técnicas de dominación (cap. 5), los distintos aspectos de la vida cotidiana de los esclavos (caps. 6 y 7) y su inserción en las familias de los propietarios (cap. 8). El tercer bloque del libro estudia el estado civil de los esclavos tras la promulgación de la Constitutio Antoniniana y a lo largo del período (cap. 9), la venta de niños expósitos (cap. 10), la explotación sexual de los esclavos (cap. 11) y la manumisión y las relaciones entre patrones y libertos (cap. 12). El objetivo principal del autor es demostrar que a lo largo del siglo IV el Imperio Romano no estuvo en transición alguna, sino que continuó siendo una sociedad esclavista,


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una idea que venía planteándose desde hace cierto tiempo. Su principal argumento es que la esclavitud estaba inextricablemente ligada al sistema imperial romano, siendo indispensable para la producción agrícola y textil, y que no se puede argumentar la falta de insumos procedentes de la guerra, ya que el crecimiento natural de la población esclava bastaba para mantenerla estable. Esta hipótesis es, a nuestro juicio, demostrada más allá de toda duda razonable. El autor se expresa con claridad y concisión, manejando con gran erudición e inteligencia las fuentes antiguas y desplegando ocasionales modelos teóricos y estadísticos. No obstante, se echa en falta un análisis más profundo en algunas secciones, que se encuentran lastradas precisamente por el planteamiento de base. Es muy de lamentar que Harper limite arbitrariamente el rango cronológico al año 425. De modo que nos quedamos sin saber si las invasiones bárbaras del siglo V dieron lugar a un nuevo periodo de auge de la esclavitud, como intuyó de forma genial Henri Pirenne1 y defendió, pero no acertó a demostrar, el continuista Charles Verlinden2, que se centró en la institución como tal, dejando de lado las cuestiones socioeconómicas. Para Harper, el colapso del sistema imperial en Occidente significó la pérdida de importancia de la mano de obra esclava en los sectores de mayor importancia, el agrícola y textil, donde se empleaba de forma masiva, de modo que dejó de ocupar una posición tan preeminente en sus estados sucesores (p. 66). La conclusión del libro no es tal, sino un apéndice dedicado a la esclavitud entre los siglos V y VII. Sostiene que la tendencia en los reinos romano-germánicos, entre 450 y 650, fue a la reducción de la población esclava (pp. 499-506), pero, a la contra que en el resto de su obra, basa tal afirmación en evidencias extremadamente limitadas. Lo cierto es que el sistema imperial pervivió, aunque a menor escala, en las monarquías romanogermánicas de Occidente3. Así por ejemplo, más de la mitad de las disposiciones legales del Fuero Juzgo visigodo hacen referencia a esclavos, y son mucho más severas que las leyes romanas4. La posesión de esclavos cristianos por parte de potentiores judíos fue un gran problema social en la España visigoda, que generó considerables dificultades5. Lo Pirenne, Henri, Mahoma y Carlomagno, Madrid, Alianza, 1978, pp. 79-82. Verlinden, Charles, L’esclavage dans l’Europe médiévale I: Péninsule Ibérique, France, Brujas, De Tempel, 1955; e ídem, L’esclavage dans l’Europe médiévale II: Italie, colonies italiennes du Levant, Levant, latin, Empire Byzantin, Gante, Rijksuniversiteit te Gent, 1977. 3 A nivel económico, el testimonio más extremo sería la obra del hipercontinuista Durliat, Jean, Les finances publiques de Dioctétien aux Carolingiens (284-889), Sigmaringen, Thorbecke, 1990. A nivel políticoinstitucional, ya se ha señalado repetidas veces que las monarquías romano-germánicas fueron asimilándose a la monarquía imperial romana, cf. McCormick, Michael, Eternal Victory: Triumphal Rulership in Late Antiquity, Byzantium and the Early Medieval West, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, pp. 260361; Valverde Castro, María, Ideología, simbolismo y ejercicio del poder real en la monarquía visigoda, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2000; González García, Alberto, “La imperialización de los reinos romano-germánicos: los casos vándalo y visigodo”, en Antesteria, 1 (2011), pp. 341-351. 4 Cf. Ureña y Smenjaud, Ramón, La legislación gótico-hispana (Leges antiquiores – Liber iudiciorum). Estudio crítico, Madrid, Idamor Moreno, 1905, pp. 403-404 et pássim. 5 González Salinero, Raúl, “Una élite indeseable: los potentiores judíos en la España visigoda”, en SánchezLafuente Párez, Jorge, y José Luis Avello Álvarez, El mundo judío en la Península Ibérica: sociedad y economía, Cuenca, Alderabán, 2012. 1 2


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cual es indicativo del mantenimiento y de la importancia de la institución, aunque esta última pudiera hallarse o no en crisis. También surge otra cuestión de importancia: ¿qué pasó en la Roma que no cayó? En la pars orientalis subsistió el sistema imperial romano y la demanda de esclavos. Pero el autor se limita a indicar que la esclavitud no fue tan importante en la cuenca oriental del Mediterráneo, lo cual es altamente discutible6, y que probablemente pervivió con total estabilidad, sin entrar en detalle alguno (pp. 504-6). Los estados islámicos que sucedieron a los bizantinos en el dominio del Cercano Oriente mantuvieron la gran propiedad esclavista y fueron notorios por el desarrollo de burocracias y ejércitos de esclavos7. Modernos estudios sostienen que, entre los años 700 y 900, el comercio de esclavos europeos experimentó un notabilísimo auge para abastecer los voraces mercados de los califatos omeya y abasí, así como de sus estados sucesores8. En la segunda parte del libro, Harper se suma al extendido y discutido prejuicio de que la Iglesia no atacó la esclavitud, sino que se acomodó a ella sin mejorar las relaciones entre amos y esclavos (pp. 209-214). Sin embargo, estimamos que la patrística cristiana y la literatura que ha generado el tema son demasiado voluminosas como para pretender despacharlas con tal ligereza. El apartado dedicado a las fuentes de esclavos (pp. 78-83) y el capítulo de niños expósitos (pp. 391-423) tratan de la venta, secuestro y esclavización de la población infantil romana. El autor mantiene que las leyes de Constantino eran un intento pragmático de resolver los problemas provocados por la universalización de la ciudadanía romana y la necesidad de un input constante de nuevos esclavos, que se pretendía satisfacer desde dentro del Imperio. Un aserto que, de hecho, contradice en cierta medida su propio modelo paramétrico, con el que pretende demostrar que la estructura demográfica de la población esclava aseguraba la pervivencia del sistema sin necesidad de nuevos aportes externos de esclavos (pp. 69-74). Además, en este apartado echamos en falta un estudio más detallado de la esclavitud provocada por las deudas, al vender los padres a sus hijos. Sólo es mencionada de pasada, cuando en realidad, a la luz de las fuentes coetáneas, parece haber constituido un acuciante problema social y una gran preocupación para los Padres de la Iglesia9. Cf. Sartre, Maurice, El oriente romano. Provincias y sociedades provinciales del Mediterráneo oriental, de Augusto a los Severos (31 a.C. - 235 d.C.), Tres Cantos, Akal, 1994, pp. 84-87, 142-143, 227-231, 261262, 302-309, 347-356 y 393-395. 7 Biddle, David White, The Development of the Bureaucracy of the Islamic Empire during the Late Umayyad and the Early Abbasid Period, Austin, University of Texas Press, 1972; Pipes, Daniel, Slave Soldiers and Islam. The Genesis of a Military System, New Haven, Yale University Press, 1981; Ayalon, David, Islam and the Abode of War: Military Slaves and Islamic Adversaries, Aldershot, Variorum, 1994. 8 Constable, Olivia Remie, “Muslim Spain and Mediterranean Slavery: the medieval slave trade as an aspect of Muslim-Christian relations”, en Waugh, Scott L. y Peter D. Diehl, (eds.), Christendom and its Discontents. Exclusion, Persecution, and Rebellion, 1000-1500, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, pp. 264-284; McCormick, Michael, Orígenes de la economía europea. Viajeros y comerciantes en la Alta Edad Media, Barcelona, Crítica, 2005, pp. 699-721. 9 Cf. Depeyrot, George, Crisis e inflación entre la Antigüedad y la Edad Media, Barcelona, Crítica, 1996, pp. 42-43, 147-150, 239 y 292-293. 6


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Creemos que el aspecto más relevante de la obra de Harper, con gran diferencia, es su ruptura definitiva con los viejos mitos marxistas sobre la decadencia de la esclavitud clásica. Además de demostrar la pervivencia e importancia de la esclavitud en el siglo IV, su investigación determina que la institución dependió de las leyes económicas de oferta y demanda, rechazando expresamente y superando la manida lucha de clases y los falaces modos de producción marxistas; la romana era una economía excepcionalmente compleja, no un sistema primitivo, y puede ser comprendida en términos económicos modernos (pp. 3-200)10. Asimismo, el autor rebate exitosamente la idea de que los pobres libres y los esclavos fueron asimilándose hasta hacerse indistinguibles a partir del siglo III (pp. 367-390), lo cual es radicalmente opuesto a las teorías sobre la presunta descomposición y fin del régimen esclavista. El colapso del régimen esclavista no provocó la ruina del Estado romano y la sociedad antigua, sino que el fin del Imperio en Occidente provocó un cambio en las relaciones esclavistas. No podemos dejar de vincular este hecho con otra institución sobre la que han corrido ríos de tinta, y a la cual se atribuye esa presunta igualación social: el colonato. Uno de sus mayores estudiosos, Jean-Michel Carrié, lo considera una institución exclusivamente fiscal, y destaca que su relación con el espurio concepto de “modo de producción feudal” no pasa de ser un puro mito historiográfico11. La obra de Harper, al superar el paradigma marxista, refuerza tal interpretación. En conclusión, y a pesar de las deficiencias que hemos señalado, consideramos la obra del profesor Harper una de las mayores, mejores y más originales aportaciones de los últimos tiempos a los estudios tardoantiguos, un paso de gigante a la hora de desterrar viejos tópicos que han sido repetidos de forma acrítica e incesante a lo largo del último siglo.

E. g., AA.VV., El modo de producción esclavista, Tres Cantos, Akal, 1986. E. g. Carrié, Jean-Miche, “Colonato del Basso Impero’: la resistenza del mito”, en Lo Cascio, Elio (ed.), Terre, proprietari e contadini dell’impero romano. Dall’affitto agrario al colonato tardoantico, Nápoles, Universidad de Nápoles, 1997, pp. 96 y ss. (una de las más recientes de sus diversas aportaciones a tal respecto). Sobre colonato, cf. Bravo Castañeda, Gonzalo, “El estatuto sociopolítico del colono en la génesis de la sociedad bajoimperial”, en Memorias de Historia Antigua, 2 (1978), pp. 59-70; González Blanco, Antonino, “Bibliografía sobre el colonado romano y sus problemas”, en Memorias de historia antigua, 2 (1978), pp. 229-237; Mirkovic, Miroslava, The Later Roman Colonate and Freedom, Filadelfia, American Philosophical Society, 1997; Scheidel, Walter, “Slaves of the Soil”, en Journal of Roman Archaeology, 13 (2000), pp. 727-732. 10 11


Tras los pasos de los inmigrantes españoles en Buenos Aires en vísperas de la Revolución de 1810 Reseña de: Pérez, Mariana Alicia, En busca de mejor fortuna: los inmigrantes españoles en Buenos Aires desde el Virreinato a la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2010, 262 páginas.

FERNANDO DANIEL GÓMEZ Conicet, Universidad de Buenos Aires Fecha de recepción: 2 de marzo de 2012 Fecha de aceptación: 2 de agosto de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

Los estudios sobre inmigración son recurrentes en la historiografía argentina. El importante aporte poblacional que significó la inmigración masiva producida a fines del siglo XIX marcó las inquietudes de los cientistas sociales contemporáneos a dicha inmigración y configuró una matriz que diversos historiadores entenderían como esencial en la construcción de la Argentina moderna. En este sentido, el concepto de Argentina aluvial desarrollado por José Luis Romero sigue siendo una referencia ineludible1. Sin embargo, el foco puesto en la inmigración de fines del siglo XIX ha desbalanceado los análisis sobre lo sucedido en otros períodos históricos. En busca de mejor fortuna: los inmigrantes españoles en Buenos Aires desde el Virreinato a la Revolución de Mayo viene entonces a ocupar un lugar central en la tarea de completar la ausencia de investigaciones sobre períodos anteriores, al tomar como centro de estudio a los inmigrantes españoles en Buenos Aires, en tiempos previos a la Revolución de Mayo. Además, es necesario destacar que el aporte cobra mayor relevancia en la medida que se tiene en especial consideración a los españoles pobres que llegan a Buenos Aires, trascendiendo la estereotipada imagen que vinculaba a los peninsulares simplemente con la burocracia virreinal o los grandes comerciantes.

Romero, José Luis, “La conformación de la Argentina aluvial”, en Romero, José Luis, Las ideas políticas en la Argentina, Buenos Aires, FCE, 1992, pp. 173-188. 1


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Producto de una investigación doctoral, el libro sigue con vehemencia las más rigurosas reglas de la disciplina. De todos modos, su autora, Mariana Pérez, ha logrado darle fluidez a la prosa permitiendo una lectura amena. Entrando en los contenidos, vemos que la categoría de españoles europeos pobres utilizada por la autora, considera las características socioeconómicas y comprende a aquellos que cuentan con escasos o nulos recursos materiales y recursos relacionales, tan necesarios para delimitar las posibilidades de los españoles alejados de su lugar de origen. Como suele suceder, el estudio de estos sujetos enfrenta una ausencia de registros documentales importante y plantea el desafío de componer un corpus documental que permita solucionar dicho problema. Para ello la autora trabaja, con acertada criticidad, fuentes nominativas y cualitativas o subjetivas entre las que podemos enumerar: censos, padrones virreinales, juicios, informes de soltura, relaciones y relatos de viajeros, actos administrativos e informes militares. A las mencionadas se suman fuentes literarias, destacándose obras de teatro dirigidas a un público popular que le permiten observar ciertos estereotipos sobre los inmigrantes. La autora propone un recorrido que en sus inicios se podría pensar en paralelo al sendero trasuntado por los inmigrantes. De este modo, comienza describiendo las estrategias migratorias considerando en primer lugar las motivaciones que llevaban a emprender el viaje hacia un nuevo destino y en segundo lugar, las maneras de efectuar dicho viaje. Entre las motivaciones advierte la llegada de noticias auspiciosas sobre la economía y el nivel de vida de la población de Buenos Aires a partir del crecimiento económico de la segunda mitad del siglo XVIII y, particularmente, a partir de la liberación del comercio efectuada en 1778. Por su parte el viaje era muy costoso y aquellos que no podían enfrentar el alto valor de los pasajes buscaban viajar como polizones, criados de algún notable o tripulantes y marineros. La forma de emprender el viaje no dejaba mayor mella, tal como afirma Pérez, “(…) en el reconocimiento social de un inmigrante peninsular no importaba como había llegado a las indias”2. En el segundo capítulo, la autora aborda la integración de los inmigrantes españoles a la sociedad local indicando que se trataba en su mayoría de hombres que buscaban desarrollar rápidamente actividades laborales. Gran parte de ellos encontraba ocupaciones en el comercio y el resto se dedicaba a trabajos diversos entre los que sobresalían los artesanos, los militares y aquellos relacionados con la navegación. Para entender el predominio de los comerciantes, la autora destaca los estímulos que generaban los lazos de paisanaje sobre los recién llegados para incorporarse en actividades similares a las que desarrollaban sus coterráneos residentes en el Río de la Plata. Este tipo de ocupaciones permitía a la generalidad de los españoles europeos ubicarse entre los sectores medios bajos de la sociedad, distanciándose tanto de la elite como de los sectores más pobres, con quienes igualmente compartían más tiempo en su vida cotidiana. Pérez, Mariana Alicia, En busca de mejor fortuna: los inmigrantes españoles en Buenos Aires desde el Virreinato a la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2010, p. 64. 2


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Fernando Gómez, “En busca de mejor fortuna: los inmigrantes españoles...”

El ascenso social anhelado por los inmigrantes fue conseguido solo por unos pocos afortunados. La búsqueda de enriquecimiento llevó a buena parte de los recién llegados de la península a desplegar una movilidad geográfica y ocupacional considerable. Esta movilidad es trabajada por la autora en el tercer capítulo. En los capítulos cuatro y cinco, Pérez desarrolla dos aspectos centrales en la suerte de los inmigrantes: las relaciones personales y las prácticas matrimoniales. Entre las primeras se observa una solidaridad significativa en la medida que un gran número compartía ocupaciones y no pocos compartían morada. Con fina agudeza, la autora advierte en este punto que la solidaridad mencionada no era absoluta y no faltaban los casos donde compatriotas se denunciaban ante las autoridades por distintas irregularidades, entre las que sobresalían los casos de bigamia. Por su parte, los matrimonios concertados de inmigrantes españoles con mujeres americanas se ubicaban como una forma más de integración social en la medida que posibilitaban ciertas ventajas, tales como una mejor consideración por las autoridades judiciales, nuevos lazos de parentesco y cierto avecindamiento en la comunidad. Según indica la autora, en términos generales, los españoles europeos se encontraban bien posicionados en el mercado matrimonial debido a su irrefutable limpieza de sangre. Justamente por ello eran codiciados en todos los estratos sociales y principalmente entre las mujeres de las castas que anhelaban ascender en la jerarquía estamental del momento. Sin embargo no faltaban los casos en los que ciertos españoles no eran bien recibidos por la familia de la contrayente debido, sobre todo, a la pobreza del candidato. El último capítulo, Pérez lo dedica al estudio de los soldados inmigrantes. Allí revela las estrategias de los soldados que buscaban evitar el regreso a la península para afincarse en el Río de la Plata. En términos legales podían contraer matrimonio o aludir incapacidad física para enfrentar el extenuante regreso. Otra posibilidad era desertar y enfrentar los riesgos de ser prófugo de un sistema de justicia que si estaba lejos de ser eficiente no por eso dejaba de castigar a quienes caían luego de cometer este tipo de delitos. Las conclusiones son sumamente interesantes puesto que trascienden la condensación de los principales aspectos relevados, para abordar, a la luz de estos, una problemática sustancial como es la compleja y hostil relación entre la plebe de Buenos Aires y los españoles europeos luego de la Revolución de Mayo. Tal como señala la autora, las rispideces parecen venir desde tiempos anteriores y se vincularían a la condición de prestamistas, comerciantes y pulperos de los españoles europeos pero también a los beneficios y distinciones como el trato deferente que recibían de la justicia o la preeminencia que mencionamos en el mercado matrimonial. Antes de cerrar esta reseña nos parece oportuno señalar que una aproximación inicial al libro despierta dos reparos al objeto de estudio construido. En primer lugar, la conformación de una unidad analítica que incluye a los españoles europeos como


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globalidad más allá de sus particulares orígenes. En segundo lugar, la conceptualización como inmigración –y la consecuente utilización de tal enfoque historiográfico– para entender el desplazamiento dentro de un conjunto geográfico comprendido por una única soberanía, como era la Monarquía española. Sin embargo, En busca de mejor fortuna… rebate estos reparos con solvencia en la medida que, en las páginas iniciales, se aclara la utilización de la categoría inmigrante para considerar a quienes “decidieron voluntariamente establecerse en el Río de la Plata para «mejorar fortuna»”.3 Más allá de la categoría en sí, las trabas legales y económicas que enfrentaban a quienes quisiesen trasladarse desde la península hacia América, ponen en claro que compartir una soberanía distaba enormemente de facilitar la movilidad espacial como sucede en la mayoría de los estados modernos. Ahora bien, si estas trabas unificaban a los españoles europeos, no borraban sus distinciones originarias. La autora no desatiende la problemática y en variados pasajes de su trabajo desagrega el origen de los peninsulares para lograr una mayor comprensión de las relaciones personales establecidas en el Río de la Plata. A fin de cuentas, En busca de mejor fortuna… permite una aproximación novedosa conjugando el entramado identitario de cada región específica con una percepción de conjunto de la inmigración desde la península española. Desde los trabajos de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, la primigenia historiografía profesional argentina ha planteado una anacrónica disputa entre peninsulares y criollos –a quienes pensaba como argentinos– para comprender la política revolucionaria. Estas premisas han formado parte del sentido común histórico de la población argentina a fuerza de un discurso escolar estandarizado que, sin analizarla con detenimiento, encontraba en dicha disputa la explicación de múltiples sucesos. Contrariamente En busca de mejor fortuna… revela de forma certera las bases de la hostilidad que la plebe de Buenos Aires supo tener con los españoles europeos. Este aporte cobra valor porque insinúa un fructífero diálogo con quienes estudiaron el destino de los españoles europeos luego de la Revolución de Mayo.

3

Íbidem, p. 25.


Ingenieros, Estado y circulación del conocimiento en la periferia mediterránea Reseña de: Martykánová, Darina, Reconstructing Ottoman engineers: archaeology of a profession (1789-1914), Pisa, Plus, 2010.

XIMO GUILLEM-LLOBAT Universitat de València Fecha de recepción: 30 de octubre de 2012 Fecha de aceptación: 3 de diciembre de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

En los últimos tiempos la historiografía de la ciencia y la tecnología ha tratado de suplir deficiencias pasadas mediante estrategias diversas. Entre ellas, sin duda, podríamos incluir un creciente énfasis en estudios de casos ligados a las tradicionales periferias, una mayor insistencia en los procesos de circulación de los conocimientos y las prácticas y un renovado interés por el estudio de la figura del experto científico. Todos ellos son elementos centrales en esta monografía de Darina Martykánová. Una obra que, como comentaremos, conecta con las perspectivas historiográficas más frescas sin renunciar a cuestiones tradicionales, que no por ello menos vigentes. Así, en este último sentido, el libro aborda cuestiones como los procesos de profesionalización de las ciencias, el papel del militarismo en el desarrollo tecnológico o las múltiples identidades (no solo profesionales sino también nacionales, religiosas, políticas, etc.) de los ingenieros. Martykánová centra su estudio en el Imperio otomano del largo siglo XIX, un contexto que desde las perspectivas difusionistas tradicionales de George Basalla, Edward Shils y tantos otros, hubiera sido tachado de periférico y por ende de poco relevante para una historiografía general de la tecnología. Sin embargo, no son pocos los historiadores de la ciencia y la tecnología que, en los últimos años, han mostrado la importancia del estudio de las periferias para avanzar hacia las tan reivindicadas Big Pictures. En este sentido, ha sido especialmente activa la red de investigadores STEP (Science and Technology in the European Periphery) a la cual permanece unida Darina Martykánová a través del grupo de investigación Experts in the Periphery. STEP no solo ha argumentado que la división centro/periferia es cambiante en el tiempo y en función de disciplinas,


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sino que ha insistido en el hecho de que las periferias no son pasivas en su relación con el conocimiento científico y tecnológico. Su rol activo queda al menos plasmado en procesos de apropiación de conocimientos que debemos distinguir de los tradicionales procesos de recepción. De esta forma, se ha reivindicado el interés de contextos periféricos como los que analiza Martykánová y para ello se han desarrollado categorías analíticas, como apropiación y circulación, que quedan recogidas en esta obra, aun sin profundizar en los límites y virtudes de dichas categorías. Los procesos de circulación (con los que se insiste en la multidireccionalidad de los mismos frente a la unidireccionalidad de los procesos de difusión, transmisión, etc.) han sido también un elemento central tanto en la historiografía STEP como en algunos de los trabajos más citados en los últimos tiempos (como es el caso de aquel Knowledge in Transit de James Secord). En el libro de Martykánová esta circulación de conocimientos se plasma de manera muy diversa, con referencias constantes al papel de expertos extranjeros, la salida de estudiantes para formarse en Europa, etc., y con un claro énfasis en las implicaciones de estos procesos. Así, por ejemplo, la autora insiste en la masiva presencia de ingenieros extranjeros, especialmente franceses, pero argumenta que este hecho no puede interpretarse de manera directa e inequívoca como un signo de atraso y dependencia. La dicotomía entre ingenieros locales y extranjeros constituye también una de las múltiples aproximaciones a otra de las cuestiones clave del libro, la de la identidad de los ingenieros. Su identidad se discute de manera extensa tanto en relación a su procedencia nacional, como étnica y religiosa, su condición de civil o militar, su adscripción ideológica o sobre todo su nivel de profesionalización y de reconocimiento social. El análisis de la identidad de los ingenieros en sus diversas concepciones, nuevamente entronca con una aproximación prioritaria en el ámbito de la historia de la tecnología. En las principales publicaciones del área como Technology and Culture y History and Technology abundan los trabajos sobre tecnología e identidad nacional, pero también sobre la identidad profesional de ingenieros y tecnólogos. Esta última perspectiva tiene sin duda ondas raíces en la historiografía sobre profesionalización en ciencia y tecnología y Martykánová parece construir su estudio dentro de esta tradición con el análisis de un periodo especialmente rico en este sentido. Pero posiblemente todavía podría haber ido un paso más allá con una mayor incorporación de cuestiones y perspectivas de la más reciente historiografía sobre expertos y profanos –apoyándose, por ejemplo en Tal Golan, Harry Collins y Robert Evans o sus críticos: Sheila Jasanoff, Graeme Gooday y tantos otros–. Otro de los elementos transversales más destacados del libro es aquel que hace referencia a la militarización de la ingeniería y a la conexión entre modernización de la ingeniería y construcción del Estado. En este sentido, la autora se refiere extensamente a la fuerte vinculación entre militares e ingenieros en los inicios del largo siglo XIX; una


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Ximo Guillen-Llobat, “Reconstructing Ottoman engineers: archaelogy...”

vinculación que le lleva al debate sobre los posibles orígenes militares de los procesos de modernización. Pero también aborda la progresiva emergencia de una ingeniería civil que llegaría a suplantar a aquella anterior. En todo aquel proceso la consolidación del Estado moderno tendrá un papel muy destacado como plantea de manera detallada y sugerente este libro. El libro está organizado en cuatro capítulos y un apartado final de conclusiones. En cada uno de ellos se abordan desde una u otra perspectiva las ideas transversales que hemos comentado hasta el momento. Los capítulos son temáticos e internamente se organizan cronológicamente. En ellos se analizan respectivamente y de manera detallada la vinculación específica de la ingeniería otomana a contextos políticos, los modelos educativos, las identidades y el mundo laboral. Siendo el resultado de una tesis doctoral, el libro muestra todas las virtudes y limitaciones de este tipo de trabajos. Son muchos los datos que se incluyen en un estudio muy detallado del caso que solamente en el capítulo de conclusiones asume una perspectiva más amplia. En todo caso, no cabe duda del enorme potencial del trabajo que puede constituir un sólido punto de partida para contribuir a muchos de los grandes debates de la historiografía internacional. En el capítulo de conclusiones la autora plantea de una manera más explícita la conexión del estudio con debates más amplios (debates como aquellos que comentábamos anteriormente). Por otro lado, en este apartado también se hace evidente que la autora realizó su investigación original con una perspectiva que superaba los límites del caso otomano. El último capítulo incluye referencias constantes a casos como el español o el francés para los cuales probablemente la autora toma prestadas las conclusiones a las que le llevaron aquellas investigaciones adicionales. Por último, puede resultar de interés hacer notar que la colección en que se ha publicado esta obra, la CLIOHRES series, constituye uno de los productos fundamentales de la red de excelencia de mismo nombre. La fuerte implicación de Darina Martykánová en esta red internacional de investigadores y el sólido encaje de su trabajo en el proyecto de la red constituyen nuevos indicios de la calidad de la obra. Una obra que resulta, sin duda, de lectura obligatoria para profundizar en la ciencia y tecnología de un territorio todavía poco estudiado.



Interacciones entre el movimiento obrero y el franquismo: una visión globalizadora Reseña de: Domènech Sampere, Xavier, Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo. Lucha de clases, dictadura y democracia (19391977), Barcelona, Icaria, 2012, 247 páginas.

JOEL SANS MOLAS Universitat Autònoma de Barcelona Fecha de recepción: 5 de marzo de 2012 Fecha de aceptación: 13 de junio de 2012 Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013

En las dos últimas décadas ha habido una positiva expansión de los estudios sobre el movimiento obrero durante el franquismo y el cambio político que llevó a la democracia. Desde obras pioneras de Sebastian Balfour, José Babiano o Carme Molinero y Pere Ysàs en los años noventa, hasta un gradual incremento de monografías centradas en un ámbito local que han recabado con mucho detalle la configuración de los patrones de protesta y su desarrollo. Recientemente se ha publicado un nuevo libro sobre movimiento obrero, el de Xavier Domènech Sampere, Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo. Lucha de clases, dictadura y democracia (1939-1977). El mismo título ya da cuenta de su carácter global, tratando el movimiento obrero pero yendo más allá a través de su relación con el régimen y el cambio político a lo largo de todo el periodo del franquismo. Es una obra que se sustenta en la dilatada labor de investigación del autor hacia el movimiento obrero y también, como el mismo Domènech señala en la introducción del libro, en los numerosos trabajos de muchos otros historiadores en los últimos años. Xavier Domènech Sampere ha escrito con anterioridad dos libros sobre el movimiento obrero, el primero centrado en Sabadell (Quan el carrer va deixar de ser seu. Moviment obrer, societat civil i canvi polític. Sabadell, 1966-1976) y el otro abarcando la evolución del movimiento en todo el estado entre los años cincuenta y sesenta (Clase Obrera, antifranquismo y cambio político. Pequeños grandes cambios, 1956-1969).


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Además, ha escrito numerosos artículos y otros libros alrededor de la clase obrera, la transición, el antifranquismo o el PSUC y el PCE. En el título de su nuevo libro sobre el movimiento obrero vuelve a parecer el concepto de cambio político, seguramente, en parte, por su voluntad de evitar un concepto como el de transición, problemático, que se ha usado de una forma demasiado extensa que no comparte, pero también para mostrar que el franquismo es un régimen político que se transforma, y es obligado a cambiar por los efectos que tiene en él la actividad de la oposición. Como comenta el autor en la introducción, lo que le impelió a escribir el libro fueron los interrogantes y debates aislados que iban aflorando en distintos momentos de sus investigaciones y la necesidad de hacerlos converger en un marco explicativo para resolver la cuestión de por qué emergió un nuevo movimiento obrero en medio de enormes dificultades y las causas que expliquen las formas que adoptó. El libro recoge el trabajo de muchos otros autores, pero también cuenta con nuevo material y una fuerte base de fuentes primarias. Si bien se trata en un sentido de una obra de síntesis, va más allá. El análisis que propone Domènech –aunque el autor lo cualifica modestamente de “aproximativo”– tiene un carácter globalizador y de búsqueda de respuestas a varios debates que hay alrededor del movimiento obrero. Varios puntos forman el marco conceptual en el que desarrolla Domènech su estudio: la convicción de que no se puede estudiar un actor histórico como el movimiento obrero de forma autónoma al contexto (el régimen franquista); la centralidad del conflicto; la dimensión de la lucha de clases; y una visión del movimiento obrero como sujeto social activo que no solamente es influenciado por los acontecimientos, sino que también los modifica. En las fuentes que utiliza, además de los documentos escritos de la oposición y las instituciones franquistas y de los datos de conflictividad, destacan las historias de vida y las entrevistas a militantes, que dan una información cualitativa sobre los motivos y evolución de la militancia y de su cultura política en general. El libro se divide en cinco capítulos, con una cierta periodización cronológica, pero donde prima en cada uno de ellos un enfoque determinado del contenido. El primero, “Vino viejo en copas nuevas”, trata los efectos de la instauración del franquismo sobre el movimiento obrero y, más específicamente, la cultura obrera. Si bien la imposición represiva del régimen conlleva un corte brutal entre el viejo y el nuevo movimiento obrero y sus organizaciones, se produciría una transmisión de la cultura obrera que permitiría una pervivencia de la tradición, con una reelaboración y adecuación a nuevos contextos. La experiencia de la república y de la guerra civil no quedarían en el olvido, sino que formarían parte del imaginario de los nuevos activistas. Esta transmisión de cultura obrera práctica se daría, sobretodo, en los años cincuenta en el marco de los conflictos, con la acción como el motor de la formación y reformulación de actitudes obreras.


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Joel Sans, “Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo...”

En el siguiente capítulo, dedicado al “Cambio económico y emergencia del movimiento obrero”, entra en el debate del papel que tiene el crecimiento económico en impulsar el movimiento obrero. El autor discute la tesis de la modernización según la cual el crecimiento económico, en sí mismo, llevaría a la formación de una clase obrera con una voluntad democrática (que entroncaría con su supuesta autocontención durante la transición). Para el autor hace falta analizar con más detalle los cambios sociales y productivos que se producen durante el crecimiento. Uno de los aspectos que remarca en este sentido es cómo las migraciones, que más allá de lo económico tienen también motivaciones políticas (huyendo de un campo asfixiante), configuran nuevas comunidades obreras, homogéneas socialmente y con personas de referencia que llevan un bagaje politizado. Así, en los años cincuenta, con la transmisión de una cultura obrera anterior mediada por la conflictividad y con el impacto de las nuevas redes migratorias, tendríamos la aparición de unas comunidades obreras cohesionadas que serían un medio cálido para la nueva militancia. Sería ya en esta década cuando se pondrían las bases para el nuevo movimiento obrero. Este desarrollaría entre 1956 y 1962 una primera etapa caracterizada por un modelo de protesta por olas de huelga. La respuesta del régimen con la ley de Convenios de 1958 (aplicada más ampliamente a partir de 1962) terminaría conllevando la desactivación de este modelo de conflictividad al fragmentar la negociación en el ámbito local. Con este ejemplo vemos cómo hay una relación en dos direcciones entre los conflictos obreros y las políticas del régimen. En el tercer capítulo, “La conflictividad obrera bajo el franquismo”, se desarrolla un análisis de la morfología de la conflictividad obrera. Una de las cuestiones en la que entra en más profundidad es el debate, recurrente en la historiografía, sobre si las causas de la conflictividad serían económicas o políticas. Domènech plantea que bajo un régimen como el franquista –en el que el modelo de explotación empresarial depende de la coerción del régimen– es inseparable el marco económico del político y, por lo tanto, también lo serían las causas económicas de las políticas. Este tema lo elabora con una solvente crítica metodológica a la taxonomización estadística de las motivaciones de los conflictos. Entre otros aspectos, la motivación del conflicto (salarial, política, de negociación colectiva, etc.) no nos daría una información directa sobre el grado de politización de la plantilla. Además, los datos existentes parten de las motivaciones iniciales de una protesta, cuando solían cambiar en el transcurso de la misma. El capítulo enlaza este debate con la movilización obrera creciente en la última fase del periodo franquista. Justamente después de la muerte del dictador se observa, entre noviembre de 1975 y enero de 1976, un crecimiento exponencial de la conflictividad en la provincia de Barcelona. Es un indicador de cómo la desaparición de Franco abre unas expectativas de conquistar un cambio político a través de la profusión de huelgas. En el cuarto capítulo, “El factor inesperado. Movimiento obrero y cambio político”, el autor plantea que el régimen agota los recursos para intentar sofocar la creciente protesta


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obrera. Los intentos del régimen de conseguir una mayor base social en los años sesenta, fomentando las elecciones sindicales, se saldan con la infiltración exitosa de la oposición en el sindicato vertical franquista. Pese a la durísima represión de las comisiones obreras entre 1967 y 1969, el arraigo conseguido permite al movimiento su supervivencia. Así, el relevo continuo de nuevos activistas hace que las detenciones sean inefectivas a la hora de terminar con las protestas y que la conflictividad aumente en los setenta y se expanda a otros territorios sin anterior tradición. El último capítulo, “El cambio político. Lucha de clases, Franquismo” es la cúspide de la argumentación que plantea el libro. Es una recapitulación de los distintos momentos del movimiento obrero desde los años cincuenta –y de los cambios de orientación de las fuerzas políticas, especialmente del PCE (y PSUC)– y de su efecto acumulativo que lleva a que, durante los años setenta, el tejido social de la oposición antifranquista se diversifique y amplíe enormemente. La implicación en este momento de trabajadores de servicios, de profesionales, del mundo de la cultura, o el arraigo del movimiento vecinal, entre otros, conduce a que el régimen franquista pierda su hegemonía social y se quede solamente con el sustento de una represión incapaz de frenar una movilización que está conquistando el espacio público. Durante el primer semestre de 1976 la explosión huelguística tiene un impacto directo en impedir la pervivencia del régimen en el primer gobierno de la monarquía y forzará a que, en julio de 1976, Suárez lleve a cabo una amnistía que supone el inicio del desmantelamiento del franquismo. Así, según Domènech, la oposición antifranquista, con el movimiento obrero en su centro, es el actor clave a la hora de provocar el cambio político que pone fin a la dictadura. Sin embargo, a mediados de 1976 la centralidad del movimiento obrero cedería paso a la negociación política, el momento cambiaría con lo que una parte significativa de las expectativas y demandas de los movimientos no serán integradas en el diseño de la transición. Esta nueva obra de Domènech es un libro sólido, bien tramado, sobre la morfología de la conflictividad obrera a lo largo de todo el franquismo y de su interacción con los factores políticos, económicos, sociales y culturales. Hay algunas cuestiones que habría sido interesante haber entrado en mayor detalle, como el papel de las fuerzas políticas durante la transición, especialmente la visión del PCE que le llevó a abandonar la centralidad de la conflictividad obrera y substituirla por la negociación. A otro nivel, si bien el autor señala el impacto que a medio plazo tendrá la crisis económica en los años setenta, con una subida del paro que erosionará la fuerza del movimiento obrero, no señala, inversamente, el efecto de confianza que habría tenido sobre la clase trabajadora el crecimiento económico de finales de los años cincuenta y años sesenta y que podría haber ayudado al despegue de la conflictividad. Pero más allá de estos aspectos laterales el hilo argumentativo del libro construye una visión de gran potencia explicativa en la que se ensamblan muchas piezas que permiten una visión muy precisa sobre la relación movimiento obrero-franquismo y el cambio político resultante.


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Joel Sans, “Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo...”

Las conclusiones que plantea el libro van más allá de la discusión historiográfica. Para Domènech, el hecho de que las narrativas más extendidas sobre la transición han dejado de lado la centralidad que tuvieron los movimientos sociales en el cambio político tendría su efecto sobre el presente. Obviar los efectos que tuvo la conflictividad obrera no sería una visión inocente debido a que, en sus palabras, “lo que era un problema entonces también lo es ahora y lo que era una solución entonces también lo es ahora”.



Gestión forestal y sostenibilidad: experiencias históricas / Forest management and sustainability: historical experiences. IV Encuentro de Historia Forestal, Vitoria-Gasteiz, 18-19 de octubre de 2012. IÑAKI IRIARTE GOÑI Coordinador del grupo de Historia Forestal de la SECF ÁLVARO ARAGÓN RUANO Miembro del grupo de Historia Forestal de la SECF

Los días 18 y 19 de octubre de 2012 se celebró en Vitoria-Gasteiz la IV Reunión del Grupo de Trabajo de Historia Forestal de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, organizado por la propia SECF y la Universidad del País Vasco, y con el patrocinio de ambas entidades, además del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz y de la Universidad de Zaragoza. El encuentro llevaba por título Gestión forestal y sostenibilidad: experiencias históricas / Forest management and sustainability: historical experiencies, ya que el objetivo básico era llevar a cabo una primera reflexión acerca del grado de sostenibilidad de las variadas formas de aprovechamiento y gestión forestal que se han desarrollado a lo largo de la historia. Uno de los elementos más destacables del encuentro fue su carácter multidisciplinar. De hecho, las comunicaciones presentadas procedían de ámbitos muy diversos de investigación como la arqueología, la geografía física aplicada, la ingeniería forestal, la historia económica, la historia moderna y contemporánea, la historia ambiental o la paleobotánica. Creemos que ese carácter multidisciplinar es uno de los activos del grupo de trabajo de historia forestal que, en este sentido, rompe los moldes a veces demasiado rígidos de la especialización científica actual y puede abrir nuevas perspectivas combinadas interesantes. El Encuentro recogió tres ponencias y diecinueve comunicaciones que pasamos a comentar brevemente. Las ponencias estuvieron a cargo de investigadores senior en historia forestal que dieron muestras de la variedad de temas y de perspectivas con las que se puede abordar la evolución de los bosques a lo largo del tiempo. La primera de ellas (José Ignacio Jiménez Blanco) abordó la evolución de una actividad forestal


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peculiar, como es la explotación de los alcornocales, centrándose en algunas de las fincas que gestionó durante décadas la familia Larios en Cádiz. Cabe resaltar la diversidad de variables tenidas en cuenta para el análisis, que van desde la evolución de los mercados internacionales del corcho a lo largo del tiempo, hasta la evolución de las sacas concretas de ese producto en las fincas estudiadas, pasando por la evolución de las formas concretas de trabajo aplicado a la actividad. A través de la combinación de esos elementos el autor trazó una panorámica interesante de la evolución de una actividad intensiva en mano de obra, que mantuvo su rentabilidad hasta la segunda mitad del siglo XX a pesar de que apenas fue objeto de cambio técnico. El mantenimiento de precios elevados del corcho en una situación de oferta limitada y demanda elevada (por el incremento de la productividad en la industria transformadora) explicaría esa peculiaridad. La segunda ponencia (Eduardo Rico) tuvo un carácter eminentemente práctico, ya que en ella se realizó una exposición detallada de los principales repertorios documentales en los que puede beber la historia forestal en el caso de España. Obviamente (y luego diremos algo más acerca de esto) las fuentes que pueden informar sobre los diversos aspectos de la historia forestal son muy variadas y su enumeración detallada es difícil de integrar en una simple ponencia. Por ello Eduardo Rico se centró básicamente en las fuentes emanadas de la Administración pública, especialmente la Administración forestal. Las principales conclusiones de esta ponencia fueron que pese a que no siempre las diferentes administraciones han llevado a cabo una labor de conservación de fuentes adecuada, y a pesar también de que hasta el momento no se ha conseguido establecer una unidad de archivo que recoja los principales repertorios de historia forestal, existen numerosas secciones (Planes de aprovechamiento forestal, Ordenaciones, Servicio hidrológico-forestal, incendios, etc.) en las que se puede ir avanzando en el conocimiento de la historia de los bosques desde muy diferentes perspectivas. Una conclusión añadida es que el investigador debe siempre contextualizar las fuentes, ponerlas en perspectiva, acercarse a ellas con un espíritu crítico sin caer en el error de creer a pies juntillas los datos, sean cuantitativos sean cualitativos, que aparecen reflejados en ellas. La tercera ponencia (Cristina Montiel), se centró en el estudio de los incendios forestales, un problema que en España está, por desgracia, de especial actualidad cada verano y a cuya mejor comprensión pueden contribuir sin duda los estudios de historia forestal. Una de las principales líneas argumentales de la ponencia se basó en que, en el caso del monte mediterráneo, el fuego ha tenido una presencia histórica constante como forma de manejo de los recursos. Desde esta perspectiva la investigación del grupo de la profesora Montiel se centra básicamente en dos frentes. Por un lado, realizar un rastreo sistemático de diferentes fuentes históricas que permitan documentar de la manera más completa posible esa presencia histórica del fuego, incluyendo también pruebas de la existencia de grandes incendios. Por otro, analizar el problema de los incendios en relación con los cambios en el modelo forestal predominante en España. En este último


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sentido parece que los años cincuenta del siglo XX representan un antes y un después en ese modelo forestal y constituyen también un cambio bastante radical en la manera en la que se manifiestan, se entienden y se combaten los incendios forestales. Las diecinueve comunicaciones presentadas abarcaron una temática muy variada que no resulta fácil de catalogar en compartimentos estanco. En cualquier caso se dividieron en tres sesiones que respondían básicamente a: 1) aprovechamientos forestales antes del establecimiento de la Administración forestal; 2) actuaciones de la Administración forestal a partir de mediados del siglo XIX; y 3) montes como valores naturales históricamente singulares. De la primera sesión cabe destacar dos ideas fuerza que resultan de sumo interés. La primera de ellas es la variedad de fuentes a través de las cuales se puede abordar el análisis de los aprovechamientos forestales, más allá de la documentación que empezó a generar la Administración forestal a partir del siglo XIX (objeto, como hemos visto, de la ponencia de Eduardo Rico). En este sentido, la aportación que quizás puede resultar más novedosa es la utilización de la antracología, esto es, el estudio de la madera recuperada de yacimientos arqueológicos, que como muestra la comunicación de Moreno-Larrazabal y Lydia Zapata, a través de diversas técnicas de laboratorio puede dar una idea bastante aproximada del tipo de bosque predominante e incluso de los usos a los que se dedicaba en el entorno de yacimientos prehistóricos. Otra aproximación novedosa para la reconstrucción histórica de los tipos de bosque y sus aprovechamientos tradicionales es la que utilizan en su comunicación Cesar López Leiva y Jorge Cuevas, que para el caso de La Rioja, van rastreando de forma sistemática la toponimia, combinándola con la información cartográfica disponible y haciendo propuestas bien fundadas acerca de los usos del suelo y los tipos de bosque en el pasado. También en lo referido a las fuentes, la comunicación de Francisco Allende Gómez Mediavilla, López Estébanez y Sobrino García, apuesta por el análisis sistemático de las ordenanzas que tienen que ver con lo forestal. Una documentación que a nivel local puede ofrecer sin ninguna duda una visión tremendamente rica de las formas de uso y, lo que es más importante, de su evolución a lo largo del tiempo. La otra idea fuerza de este primer conjunto de comunicaciones es el papel absolutamente primordial que desempeñaba el bosque en el funcionamiento de lo que se podría denominar como sociedades de base orgánica (esto es, sociedades que no habían incorporado a su sistema económico el uso sistemático de fuentes de energía y de materiales de carácter fósil o inorgánico). En este sentido, tanto la comunicación de Álvaro Aragón sobre los cambios en la gestión forestal de los bosques de Guipuzcoa durante la Edad Moderna, como la de Javier Hernando sobre el abastecimiento de combustible vegetal a Madrid en el mismo periodo, ponen de manifiesto las tensiones entre usos de los bosques y cambios económicos en el sentido amplio del término. Unas tensiones que tanto en el caso guipuzcoano como en el caso del área circundante a Madrid obligaron


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a ir cambiando las formas de gestión a fin de acomodar la explotación a las necesidades cambiantes generadas por el crecimiento demográfico, los cambios en los cultivos, los usos industriales basados en el bosque, etc. Esos cambios en la gestión trataban de implementar unos usos sostenibles que garantizaran los suministros sin esquilmar la riqueza forestal. Cuestión aparte es que realmente lo consiguieran. La segunda sesión de comunicaciones se dedicó básicamente a analizar diferentes formas de intervención de la Administración forestal desde su creación a mediados del siglo XIX. Algunos de los trabajos como los de Ignacio García Perede, Inés García-Doncel y Luis Gil (el primero de ellos realizado también por Javier Donés) revisan, precisamente, algunos aspectos desconocidos de esos inicios de la Administración forestal. El primero entra a analizar las primeras actuaciones sobre los pinares de Valsaín, descubriendo que, en contra de lo que algún ingeniero decimonónico había afirmado, Agustín Pascual llevó a cabo trabajos de ordenación en los mismos. El segundo estudia la intervención de ciertos ingenieros forestales de las primeras promociones en montes privados, un aspecto que hasta el momento era también desconocido, y muestra cómo se llegaron a ordenar algunos de ellos, siguiendo precisamente las directrices técnicas del propio Agustín Pascual. En otra perspectiva, el trabajo de Raquel González, Nieto, Frochoso y Allende analiza los planes de aprovechamiento en los montes de Cantabria a finales del siglo XIX, tratando de explicar las fluctuaciones (con clara tendencia a la disminución) de las extracciones de productos forestales. Los cambios en la demanda de tipos de madera, los problemas de acceso a la explotación de los montes y la competencia de maderas importadas se plantean como las principales variables explicativas de lo que cabe considerar como un escaso éxito de la Administración forestal en esa zona. Otro grupo de comunicaciones de esta segunda sesión se centró en el análisis de las intervenciones de la Administración en los montes explotados para la obtención de resina. Así, el trabajo de Juan Luis Delgado trata de reconstruir la formación del método de resinación forestal en España, frente a los métodos de resinación tradicionales que se venían realizando antes de la actuación de la Administración. La supuesta convergencia entre prácticas tradicionales y método forestal convivieron, según el autor, con la emergencia de tensiones de diverso tipo en torno al cambio en las formas de gestión de los pinares. Con una perspectiva a más largo plazo, el trabajo de Guillermo Jové, Carlos del Peso, Javier Gordo y Felix Pinillos rastrea los resultados de la resinación en las ordenaciones de dos montes de Utilidad Pública durante un periodo de 120 años, analizando de forma minuciosa las revisiones de los planes de ordenación. Una manera también novedosa de acercarse a los cambios en los criterios técnicos de gestión de los ingenieros y a los resultados de una ordenación en el largo plazo. Un último grupo de comunicaciones de la segunda sesión se dedicó a analizar proyectos de restauración hidrológico-forestales. Se trata de dos comunicaciones prácticamente gemelas de Jorge Mongil Manso, Joaquín Navarro Hevia, Virginia Díaz


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Gutiérrez y Verónica Cruz Alonso, y de Joaquín Navarro Hevia, Jorge Mongil Manso y José Carlos de Araújo. En ambas se rastrea la degradación histórica de dos zonas forestales, achacando dicho deterioro a la sobrexplotación relacionada con los usos tradicionales, y en ambas se describen brevemente las labores de restauración implementadas por la Administración forestal y la recuperación del paisaje que las mismas consiguen a lo largo del tiempo. Comprobar que la degradación ambiental es algo que puede tener marcha atrás si se aplican las medidas adecuadas, es sin duda algo alentador. La tercera sesión resultó un poco más heterogénea. Tres de las comunicaciones presentadas en ella se podrían integrar en el tema genérico de catalogación de los montes públicos y cambios en los derechos de propiedad y aprovachamiento de los mismos. Así, el trabajo de Luis Buesa reconstruyó la elaboración del Catálogo de montes de Utilidad Pública de Álava, un caso que por sus peculiaridades forales no siguió el mismo camino que el del resto de las provincias y no se consolidó hasta muy tarde. Por su parte, las dos comunicaciones complementarias de Ignacio Pérez-Soba indagaron sobre las vicisitudes de un monte concreto del pueblo de Rueda de Jalón (Zaragoza) analizando minuciosamente la documentación disponible y tratando de explicar la consolidación de la propiedad municipal del mismo (frente a los orígenes nobiliarios de dicha propiedad en épocas remotas) así como la evolución de los derechos compartidos por varios muncipios sobre el mismo monte a lo largo del tiempo. Finalmente, las cuatro comunicaciones restantes se centraron de manera más clara en el tema de los montes como valores naturales singulares, aunque lo hicieron también de forma variada. El texto de María José Iriarte Salinas, Pérez, Ocete y Ocete documentó la pervivencia del taxon de vid silvestre en diversos ecosistemas ibéricos, pero fue en realidad una llamada de atención sobre los problemas de conservación que ese taxon ha ido teniendo a lo largo del tiempo y sobre la necesidad de evitar su desaparición por la pérdida de valor natural que supondría. El trabajo de Ángel Martínez y José Rodriguez mostró una forma interesante de realizar arqueología forestal documentando de manera sistemática arboles trasmochos en los Montes Altos de Vitoria. El trabajo de María Elena Vilches, por su parte, se centró en el estudio de los árboles viejos de Álava pero desde el punto de vista de los criterios seguidos recientemente para su gestión y del análisis de sus figuras de protección. Finalmente, el trabajo de Victor González y otros analizó también los valores de la vegetación actual en el caso de los Montes de Toledo, pero rastreando su configuración desde principios del siglo XIX y estableciendo varios cortes cronológicos para los que existe información al respecto. La continuidad a lo largo del tiempo de las formas básicas de uso y una cierta recuperación de la cubierta en las últimas décadas, serían las principales conclusiones. En términos generales el Encuentro fue una muestra del interés que la historia forestal despierta entre investigadores de procedencias científicas variadas y también la utilidad que este campo de estudio tiene para entender mejor algunas cuestiones


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ambientales de interés en la actualidad. La variedad de temas, de periodos cronológicos analizados, de fuentes y de metodologías que se presentaron en la reunión, se pueden considerar como activos del grupo de trabajo. Como es nomal y hasta deseable, el propio Encuentro puso también de manifiesto algunas de las carencias de la historia forestal española. Una de ellas es que convendría afinar y discutir más en profundidad el propio concepto de sostenibilidad y las formas en las que el mismo se debería aplicar al análisis histórico de los bosques. Otra, tiene que ver con la ausencia hasta el momento de trabajos que salgan del ámbito español para adentrarse en comparaciones con la historia forestal de otras partes de Europa o del mundo. Aspectos en los que sin duda habrá que tratar de avanzar de cara a próximos encuentros.


Edad Media y sociedad contemporánea. VI Jornadas de Historia Medieval, Madrid, 6, 7 y 8 de noviembre de 2012 AURORA GONZÁLEZ ARTIGAO Universidad Autónoma de Madrid

Las VI Jornadas de Historia Medieval, celebradas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid entre el 6 y el 8 de noviembre del año 2012, fueron organizadas por el Departamento de Historia Antigua, Medieval, Paleografía y Diplomática bajo la coordinación del profesor J. Santiago Palacios Ontalva. Contaron con la colaboración del Vicerrectorado de Cooperación y Extensión Universitaria, el Vicedecanato de Estudiantes y Actividades Culturales (Facultad de Filosofía y Letras), el Consejo Social, la Unidad de Cultura Científica de la Universidad Autónoma de Madrid y la Asociación INCIPIT de Estudios Medievales Interdisciplinares y, ya que las Jornadas se incluyeron en el programa de la Semana de la Ciencia, también participó la Comunidad de Madrid. La temática giró alrededor de la presencia de la Edad Media dentro de la sociedad de nuestros días, que poco tiene que ver con la medieval. Se trató de hacer una aproximación entre la visión de la Edad Media más popular, la que engloba el imaginario colectivo, y una Edad Media estudiada en entornos académicos. A veces, pueden parecer mundos irreconciliables. El profesor J. Santiago Palacios Ontalva dirigió las Jornadas de Historia Medieval hacia una reconciliación de ambas posturas. Las conferencias que tuvieron lugar en el salón de actos de la Facultad consistieron, cada una a su manera, en un desglose de los elementos que articulan esa construcción de la Edad Media que llega a la sociedad actual, alejada muchas veces de la realidad que se presenta en la investigación. A raíz de las diferentes intervenciones y exposiciones, las Jornadas siguieron un eje de debate en torno a la divulgación de la historia medieval. Se puso en jaque la función social de la historia de la que, a veces, desde el mundo académico –como señalaron algunos de los ponentes– se recela. También se discutió, en relación a esa cuestión divulgativa, sobre la forma de hacer más verídicos los contenidos que llegan a la sociedad a través del cine, la novela histórica, las revistas especializadas y los videojuegos. La sesión de la mañana del 6 de noviembre contó con la intervención inicial del profesor J. Santiago Palacios Ontalva, que dio un discurso de bienvenida a las Jornadas y en defensa de la educación pública, dada la coyuntura que rodea la Universidad en estos momentos. Bajo el título “La Edad Media en la sociedad de la información y las nuevas tecnologías”, la sesión estuvo presidida por el profesor de la Universidad Autónoma de


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Madrid, Carlos de Ayala Martínez. Se recogieron testimonios del profesor Juan Francisco Jiménez Alcázar, de la Universidad de Murcia, sobre los videojuegos y la relación que estos puedan tener en la formación de futuros estudiantes de historia medieval. Lejos de demonizarlos, el profesor Jiménez Alcázar aportó una visión del videojuego como vía de fácil acceso a campos de interés para los jóvenes, de una potencial influencia que no se debe menospreciar. En la misma línea, dirigida hacia otra perspectiva, la intervención de Iván Pérez Marinas, titulado del Máster de Estudios Medievales Hispánicos (UAM), aportó una visión de los videojuegos como un campo de amplias posibilidades. De forma práctica, mostró a los asistentes cómo había modificado un videojuego de temática histórica (Civilization III) de manera que se ajustase a líneas que fuesen hacia un contenido más educativo y exacto. Se hizo hincapié en que el mundo de los videojuegos puede ser también fuente de ofertas laborales con las que antes no se contaba. También en relación a las nuevas tecnologías, iban las intervenciones de los profesores Fermín Miranda García y J. Palacios Ontalva, ambos de la Universidad Autónoma de Madrid. En ambas exposiciones estuvieron muy presentes los tópicos sobre la Edad Media, la extraña fascinación que parece despertar para una sociedad que la relaciona con violencia, anarquía y en general, oscuridad. Como señalaba el profesor Fermín Miranda, el peligro radica en la presencia de estos tópicos en la red, confundiéndose en muchas ocasiones con contenido de cierto rigor, de manera que esa imagen de la Edad Media se explota también desde usuarios anónimos capaces de “desinformar” desde foros, blogs… Se hizo una reflexión sobre el papel del mundo académico en relación a las nuevas tecnologías, que estuvieron también presentes en la siguiente intervención, cuando el profesor Santiago Palacios reflejaba ese “interés morboso” latente en la sociedad actual hacia una Edad Media –convertida en un producto más de consumo– que se caracteriza por una significativa ausencia de veracidad. Siguiendo con el discurso que versaba sobre una historia medieval comercializada, tuvo lugar la intervención de Dª Asunción Domenech, editora de la revista La Aventura de la Historia, que presentó la problemática encerrada en la divulgación, en las revistas especializadas –que no científicas– y cómo se busca precisamente un equilibrio entre la mediatización de la historia y las publicaciones académicas. La sesión del 7 de noviembre estuvo presidida por la profesora Yolanda Guerrero Navarrete, de la Universidad Autónoma de Madrid, y se tituló “Reconstruir, recrear y restaurar la Edad Media”. En esta sesión, se pretendió buscar una cimentación de la imagen de la historia medieval más allá del papel del historiador. El profesor Juan Antonio Barrio Barrio, de la Universidad de Alicante, resaltó el papel del cine en esa forma de enfocar y componer la historia y cómo este muchas veces está más sujeto a juegos de intereses políticos que a lo deseado por el director de la película –de esta manera, asemejó la utilización del cine con el papel de las crónicas medievales, para articular un discurso determinado mediante la utilización de visiones generalmente fragmentadas que responden a esquemas de poder muy concretos– y puso como ejemplo ilustrativo la película de El


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Reino de los Cielos, que revela lecturas muy diversas. Por un lado, la película se puede interpretar como un intento de justificación de la presencia militar norteamericana en Irak, sin embargo a lo largo del debate se puso de relieve precisamente lo contrario, que se tratase de una crítica mordaz a esa ocupación por parte de Estados Unidos. El discurso del escritor Alfonso-Mateo Sagasta, se dibujó entre lo que él consideraba los límites de la realidad preconcebida por los propios historiadores, entendida como Verdad, y lo que de verdad se podía llegar a conocer o imaginar de la Edad Media. Partiendo de este hecho, el escritor de El gabinete de las maravillas (2007) y Caminarás con el sol (2011) defendía una posición de permisividad hacia la fantasía recogida en muchas novelas históricas, considerándolas como un objeto de entretenimiento y como algo que la propia población demanda, escudándose además en cierto escepticismo ante la pureza del rigor histórico que se contrapone en las universidades y centros de investigación. También en base a una construcción de la historia medieval, en un marco de actuación más activo y no menos polémico, el arquitecto Fernando Cobos García, miembro de ICOMOS (International Council of Monuments and Sites) e ICOFORT (International Scientific Commitee of Fortification and Military Heritage) exponía los entresijos de la restauración de fortalezas y la problemática legislativa y coyuntural a la que, en muchas ocasiones, tenía que enfrentarse. La intervención de Guillermo Cózar Llistó, titulado del Máster de Estudios Medievales Hispánicos (UAM), explicó el concepto de recreación histórica y expuso las ventajas y desventajas que contiene la recreación, tanto para el ámbito académico, como para la divulgación mediante grandes eventos y recreaciones de batallas. Para finalizar con las intervenciones de esa mañana, Pablo Kurt Rettchlag mostró cómo no solo las nuevas tecnologías eran las responsables de esa tergiversación de la Edad Media, sino que se trata de una herencia recibida, de una imagen plasmada en la cultura occidental, como demuestra el cómic de H. R. Foster, Las aventuras del Príncipe Valiente, caracterizado por grandes dosis de fantasía, pero también una armonía estética que lo hace especialmente atractivo y que permite entender esa fascinación por lo medieval, que cada vez ha ido a más. El día 8 de noviembre, la sesión se tituló “Verdades, falsedades y tergiversaciones sobre la Edad media”, y estuvo presidida por el profesor Santiago Palacios. Sin romper el esquema de las dos sesiones anteriores, la serie de intervenciones que cerraba las Jornadas, giró en torno a una efectiva desmitificación de algunos de los tópicos más populares que habían caracterizado el imaginario colectivo sobre la historia medieval. Uno de los temas que más literatura y fantasía ha generado es el referente a la Orden del Temple, que ha sufrido todo tipo de tergiversaciones a lo largo de la historiografía, especialmente a raíz del Romanticismo, cuando se le dio un papel protagonista dentro de intrigas y conspiraciones que engloban desde sociedades secretas que ostentan un poder oculto, hasta la custodia del Santo Grial. El profesor Carlos de Ayala Martínez, de la Universidad Autónoma de Madrid, clarificó el porqué de esa obsesión con la Orden del Temple y


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expuso la importancia de los traumas colectivos en la memoria de toda una sociedad que mitifica episodios de su historia hasta retorcer su significado y convertirlo, en ocasiones, en algo casi disparatado. Rebatiendo las sombras relacionadas con la figura de algunos papas cuya leyenda negra alimenta ese sustrato imaginativo tantas veces mencionado, el profesor Óscar Villarroel González, de la Universidad Complutense de Madrid, expuso la realidad historiográfica de pontífices como Alejandro VI, más conocido como el papa Borgia, o la papisa Juana. Ambas ponencias tuvieron como eje la idea de la subjetividad inserta en las crónicas medievales, que estaban sujetas a intereses y por lo tanto aportaban una visión muy determinante sobre una figura, hasta el punto de que su recuerdo podía ser ensalzado o demonizado según cómo se le reflejase. Es interesante comprobar cómo este tema ya se había dibujado en la exposición del profesor Juan Antonio Barrio Barrio en lo referente al cine, y cómo el mismo discurso se mantiene a lo largo del tiempo. Precisamente, en lo referente al uso de términos y prejuicios en la visión del otro, se trató de forma amplia en la exposición de los becarios del Departamento de Historia Medieval, Antigua, Paleografía y Diplomática (UAM), Alicia Inés Montero y Javier Albarrán Iruela, que presentaron de forma muy ilustrativa cómo aún se mantienen tópicos y conceptos despectivos por parte de Occidente hacia el islam, cuyo rastro se puede seguir desde la televisión, hasta libros de dudoso rigor histórico que mantienen ciertos tintes peyorativos heredados de la Edad Media. Las dos últimas exposiciones aportaron visiones muy distintas de temáticas aceptadas incluso en el mundo académico, dando la vuelta a dos imágenes que, en principio, no derivan una gran problemática. La profesora María Luisa Bueno Domínguez, de la Universidad Autónoma de Madrid, se apoyó en documentos y fuentes literarias de la Edad Media para su exposición sobre la sexualidad medieval, en teoría encerrada bajo la rigidez de costumbres ligadas a la dominación de la Iglesia incluso en la regulación de la vida íntima, y demostró que en la Edad Media se conocía y disfrutaba la sexualidad. En otra línea, pero siguiendo en esa clave de desmitificación historiográfica, el profesor Juan Carlos Ruiz Souza, de la Universidad Complutense de Madrid, aportó una nueva interpretación a la funcionalidad del Patio de los Leones de la Alhambra de Granada, que la historiografía del siglo XIX había relacionado con un espacio de ocio y divertimento para los sultanes. En realidad, gracias a la comparación de diferentes elementos arquitectónicos y artísticos en construcciones de carácter religioso y espacios dedicados al estudio, que se encontraban en diferentes países del mundo islámico, especialmente en las madrasas del Norte de África, el profesor Ruiz Souza reformuló esa visión, presentándolo como un jardín de conocimiento donde se cosechaban diversas artes y enseñanzas, un lugar de retiro y oración donde los sabios y estudiosos se reunían para llevar a cabo discusiones teológicas, científicas y filosóficas. Cito, a propósito de la temática seguida en estas VI Jornadas Medievales, al célebre historiador medievalista Marc Bloch, para finalizar la crónica de una semana que resultó, sin duda alguna, muy enriquecedora para participantes y asistentes:


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“Pero yo no escribo únicamente, ni sobre todo, para el uso interno del taller. Tampoco pienso que sea necesario ocultar a los simples curiosos las irresoluciones de nuestra ciencia. Ellas son nuestra excusa; más aún: la causa de la frescura de nuestros estudios. No sólo tenemos el derecho de reclamar en favor de la historia la indulgencia que todos los comienzos merecen. Lo inacabado, si tiende constantemente a superarse, ejerce sobre cualquier mente apasionada una seducción que bien vale del logro perfecto (…)”1.

Bloch, Marc, Apología para la historia o el oficio de historiador (edición anotada por Étienne Bloch), México, Fondo de Cultura Económica (ed. original París, 1949), 2ª edición en español, 2001. 1



La Prehistoria entre España y Alemania. Entrevista con el profesor Thomas Schuhmacher

Cristina León y Yolanda Sánchez, Revista Historia Autónoma. Madrid, 1 de febrero de 2013. Thomas Schumacher es profesor de Prehistoria y Protohistoria. Acaba de presentar la monografía que recoge los resultados del proyecto del DAI (Deutsches Archäologisches Institut) de Madrid que ha dirigido, financiado por la Deutcshe Forschungsgemeinschaft (DFG) en Bonn. El proyecto se basa en un análisis sistemático de todos los objetos de marfil de la Península Ibérica desde el Calcolítico al Bronce Antiguo. Gracias a esta investigación se ha logrado quintuplicar el número de los objetos de marfil conocidos hasta el momento. Este hecho, junto con el importante componente interdisciplinar del trabajo y la plaza como profesor de la UAM que Thomas Schumacher ha conseguido recientemente, nos ha motivado para entrevistarle, para debatir con él sobre el panorama actual de la investigación en España. Pregunta: Usted, que ha trabajado en el DAI, ¿cómo ve la situación actual de la financiación institucional en España comparada con países como Alemania? Respuesta: La financiación de mi proyecto con el DAI tenía como requisito estar vinculado, que se desarrolle dentro de una institución alemana, en este caso el DAI. Ahora que ha finalizado mi proyecto, con la reciente publicación de la monografía, ya no estoy vinculado a esta institución. Mi beca está pensada para doctorados y nos da la oportunidad de dirigir nuestro propio proyecto, a un equipo y a hacerse un nombre. P: ¿En qué aspectos habría que incidir, a su juicio, para mejorar la calidad de las investigaciones en España? R: Hay mucha problemática en España porque son muy pocas las empresas privadas que luego publican los resultados de sus excavaciones y los estudios de los materiales. Me sorprendió negativamente

haberme enterado recientemente de que el Anuario de Excavaciones de Andalucía, que funcionaba muy bien y que era la única fuente de información sobre las excavaciones de urgencia, va a desaparecer.

“Para poder presentar la tesina de Máster y para obtener el título de Licenciado en Alemania es necesario un cierto tiempo de horas de trabajo de campo”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726 P: ¿Nos podría dar algunos apuntes de la arqueología de gestión en Alemania? R: En Alemania, dependiendo del Lander, la gestión arqueológica sufre cambios, ya que hay zonas en las que existen muchas empresas privadas y otras en las que estas apenas tienen influencia y es el poder público el que se encarga de buscar a los arqueólogos. En mi país hay una gran colaboración entre la universidad y los diferentes servicios de patrimonio, que les dejan estudiar un yacimiento, situación que profesores aprovechan para ofertar un periodo de prácticas para los alumnos. Esto supone una gran ventaja porque para poder presentar la tesina de Máster y para obtener el título de Licenciado en Alemania es necesario un cierto tiempo de horas de trabajo de campo. Los servicios patrimoniales tienen un yacimiento y pueden carecer de fondos para excavarlos, por lo que los ceden a la universidad o contrata a estudiantes en verano para sacar adelante estas excavaciones. En cuanto a la situación profesional del arqueólogo, existe una asociación pero no hay sindicato, lo que crea polémica. Si perteneces a una empresa privada puedes afiliarte a ese sindicato (se afilian al sindicato del sector de la empresa) o al de funcionarios (si trabajas para una institución estatal o para un Lander). La investigación puede estar subvencionada bien por las universidades, por algunas instituciones externas a estas, por diferentes museos como el de Maguncia o el de Berlín o por la DAI.

“Del sistema universitario español lo que más me gusta es la multidisciplinariedad de los departamentos, ya que son muy amplios comparados con los alemanes”

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P: Aunque con Bolonia se ha intentado aunar el sistema universitario a nivel europeo, sin embargo, nos consta que esto, a pesar de las múltiples reformas que se han llevado a cabo, no se ha conseguido plenamente y en cada país se ha acometido de forma algo distinta, ¿nos podría hacer una breve comparación entre los sistemas universitarios alemán y español? R: El sistema de clases en Alemania es más variado que en las antiguas licenciaturas y se acerca más al Grado, ya que existen tanto clases magistrales como seminarios sobre una tema específico, junto con prácticas, que en Arqueología se basan por ejemplo en estudiar los materiales. Del sistema universitario español lo que más me gusta es la multidisciplinariedad de los departamentos, ya que son muy amplios comparados con los alemanes. Lo que os da una gran ventaja a la hora de crear equipos, porque contáis con unos departamentos con una gran cantidad de profesores de especialidades muy diferentes, aunque creo no se están sacando todo el rendimiento y que muchas veces no se valora esta gran oportunidad. Por otro lado, me sorprendió el altísimo número de alumnos por asignatura, lo que dificulta la docencia, y sobre todo las prácticas.

“España debería apostar por mejorar su Formación Profesional, para dar más salidas a los que no quieren ser universitarios” P: ¿Cuáles son las principales carencias a las que se enfrentan los jóvenes investigadores? R: Los principales problemas a los que se enfrentan los jóvenes investigadores son la financiación de sus proyectos y la salida laboral. A nivel formativo, estaría a favor de una especialización más temprana, pues veo que algunas asignaturas troncales despiertan poco interés en algunos alumnos. En ocasiones me cuesta mucho


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La Prehistoria entre Alemania y España. Entrevista con el profesor Thomas...

preparar una clase en la que hay alumnos muy avanzados y preparados en esa materia (en este caso, arqueología) y otros que no tienen ningún tipo de conocimiento acerca de ello, por tanto me resulta muy difícil poder llegar a todos. P: ¿Cree que sobran universidades? R: No creo que sobren universidades, sino que España debería apostar por mejorar su Formación Profesional, para dar más salidas a los que no quieren ser universitarios. Otro tema relacionado es el del cierre de yacimientos, algo inconcebible, no solo por la cantidad de puestos de trabajo que se pierden sino también por la caída del potencial turístico de una zona.

“Se echa de menos la práctica de nuevos métodos de prospección, como el geofísico, que está aún por desarrollar” P: ¿Qué líneas de investigación son las punteras en este momento? ¿Cuáles son las que están por investigar? R: En España se están consiguiendo importantes avances en el estudio del Calcolítico y valoro mucho sobre todo el trabajo interdisciplinar, como puntero en este país. Sin embargo, se echa de menos la práctica de nuevos métodos de prospección, como el geofísico, que está aún por desarrollar. En Alemania hay varios departamentos que han comprado sus propios equipos geofísicos. En España, sin embargo, veo que aún tienen que mejorar mucho las excavaciones de urgencia, en las que si hubiera la posibilidad de realizar una prospección geofísica sería mucho mejor: menos trabajo, menos dinero invertido. Pero cuando lo propones antes las autoridades, no te lo admiten. Las excavaciones de urgencia no están bien reglamentadas y que tendría que ser obligatorio el estudio de materiales y la publicación de los resultados. Si nadie sabe lo que entra en un museo no se pueden hacer comparativas, estudios relacionados,… Excavar sin investigar no sirve para nada.

Thomas Schuhmacher acaba de publicar Chalkolithische und Frühbronzezeitliche Elfenbeinobjekte auf der Iberischen Halbinsel.Studien zu Herkunft, Austausch, Verarbeitung und sozialer Bedeutung von Elfenbein. Mit einem Beitrag von A. Banerjee, Iberia Archaeologica 16,2, Darmstadt/Mainz, Verlag Philipp von Zabern Verlag, 2013.



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