Revista Maestro 2

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Editorial

Vicerrector Académico

Cuando desde la Vicerrectoría Académica y su Oficina de Gestión Profesoral, se decidió apoyar la iniciativa de un grupo de profesores en el sentido de crear la revista Maestro, teníamos claro que el primer número es apenas un paso en la dinámica de cualquier proyecto editorial, pues el reto grande está en sostener el impulso para que la nueva publicación adquiera personalidad propia y se consolide en el tiempo. La salida de esta segunda entrega confirma que no estábamos frente a un esfuerzo efímero, que nuestro proyecto se afianza y perfila adquiriendo características propias, rasgos particulares. Ahora sabemos que abrir el alma para compartir perspectivas, visiones y propuestas, haciéndolo en el tono preciso que llega al lector e impacta sus sentimientos y sus ideas, es un propósito que no abandonarán jamás los profesores Javerianos. Hay en esta manera de expresarse una connotación misteriosa pues el autor después de escribir ya no es el mismo de antes. Al poner fuera de sí aquello que quiere compartir toma distancia de sí mismo y puede verse de otras maneras. En este orden de ideas la revista se vuelve un pretexto para encontrarnos entre nosotros y con nosotros, con esas otras facetas, intereses, experiencias o pensamientos sepultados en el fondo de cada autor y que al hacerse explícitos nos cambian y nos transforman.

La revista se vuelve un pretexto para encontrarnos entre nosotros y con nosotros, con esas otras facetas, intereses, experiencias o pensamientos sepultados en el fondo de cada autor y que al hacerse explícitos nos cambian y nos transforman. Estas múltiples caras emergidas se evidencian en la diversidad de los temas abordados, en los distintos estilos de escritura usados para comunicar, los cuales van desde la crónica personal con tintes de humor hasta las reflexiones sinceras que reflejan preocupación o angustia. También se registran las vivencias personales y las imágenes captadas por la pupila y gravadas de manera indeleble en el ánimo. Por supuesto tampoco falta la riqueza de las experiencias compartidas. El propósito ahora tiene que ser el de continuar, el de consolidar el logro alcanzado. En la certeza de que cada nuevo ejemplar contribuya a transformarnos para bien, y a transformar a esa comunidad universitaria que es el objeto de nuestros afectos y nuestros desvelos. Cómo fue desde un principio MAESTRO es una revista de los profesores y para los profesores, y son ustedes quienes harán posible que se consolide y crezca

Maestro Número 2

Antonio de Roux Rengifo

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Elsy Velasco Departamento de Humanidades

Alternativas de vida en tiempos modernos

Con el calor de la intimidad la autora nos comparte su experiencia de vida en un proyecto de vivienda absolutamente novedoso, para muchos de nosotros increíble pero para ella una realidad.

Fotografía de José Kattán

Era principios de octubre del 2005, la semana anterior había vivido una maravillosa experiencia en el Seminario Taller de Formación en Liderazgo, promovido por nuestra universidad en la casa de encuentros Villa Asís, en Potrerito, Jamundí. Todas las mañanas, muy temprano, antes de asomar el sol, salía a caminar por el sitio. Atraída por su paisaje vallecaucano, e inmersa en los pensamientos del taller, apreciaba el valle, las grandes fincas, los samanes y el ganado. Todo era nuevo para mí. Disfrutaba de este ambiente a la vez que deseaba un mayor vínculo con él. Quizás sentía un vaticinio próximo a vivir. Una mañana, en aquel camino, recordé acerca del proyecto de vivienda cooperativa, al que quería pertenecer y al parecer iba a ser por estos sitios. Ilusionada por la idea, no dudé en despejarla una vez llegara a Cali. El lunes siguiente, estuve en la oficina de Flor Mendieta, averiguando sobre el lugar del proyecto, pues efectivamente quedaba por el sitio, a unos tres kilómetros de Villa Asís. Flor, con su calidez y mirada muy viva, me dijo: precisamente, el próximo domingo vamos a hacer la primera reunión para invitados que quieran conocer el proyecto.


“Más que una vivienda, un proyecto de vida”. Parecía el lema del proyecto.

pasar de la propiedad privada individual a la propiedad comunitaria y de una economía de capital a una economía de solidaridad. Además, el interés por lo ecológico, los sistemas de construcción alternativos, los proyectos de producción, el énfasis en lo educativo. Todo esto me hacía pensar en las intensiones de integrar la persona con la naturaleza, la ciencia con lo espiritual y lo solidario con lo económico. En fin, abrirnos a una nueva experiencia y a una revolución de nuestra conciencia. La invitación era asumir este reto para hacerlo realidad y validar esta propuesta como modelo para muchos. Había abierto una ventana para asomarme a conocer los desafíos de esta propuesta y me encontraba con expectativas mayores a las mías. Era la experiencia de muchas personas en América Latina, con una variedad de organizaciones solidarias que buscaban una alternativa de vida en los tiempos actuales. No fue fácil o creíble para muchos asumir este reto. Sin embargo, después de un buen tiempo conformamos la comunidad. Inicialmente, con 68 familias. Compramos dos grandes terrenos de 23.000 metros cuadrados cada uno. Nos dotamos de otros bienes materiales, pero sobretodo estábamos construyendo tejido social y grandes sueños que nos unían. La segunda propiedad que adquirimos, llena de cítricos, con una agradable vista al río, guardaba espacios comunitarios apropiados para nuestro proyecto. Una casita muy linda para el casero, una cocina y un comedor comunitario, una pequeña piscina y una bodega que convertiríamos en salón

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Nuevamente me encontraba en aquel fascinante sitio con grandes expectativas de algo que estaba segura era lo que buscaba. Una vez llegamos, avanzamos desde la portada hasta el fondo y vi una casita blanca y vieja. Había varias personas. Mientras empezaba la reunión, Flor nos invitó a conocer el sitio. Caminábamos por en medio de los árboles de cítricos y cacao hasta llegar al majestuoso guadual, cuya altura, en lo más alto, semejaba la cúpula de una catedral adornada con vitrales por donde entraban tenuemente los rayos del sol. Era una agradable sensación. Al final del camino, llegamos al recodo del río Claro. Fue una sorpresa saber que existía un río. Su presencia, bordeando la propiedad, me sugería un fluir de energías en aquel sitio, pues, para mí, en esos momentos, era el valor agregado más importante que tenía la propiedad. Inició la reunión liderada por la gerente de la cooperativa. Una mujer dinámica y segura de lo que decía. Presentaba la vivienda cooperativa como parte de un proyecto de vida sustentado en la propiedad comunitaria. El sitio donde estábamos se iba a comprar con el aporte de los asociados al proyecto bajo la figura de uso y goce comunitario. Es decir, cada uno tiene derecho sobre la propiedad, pero es de todos. Recuerdo que leí en el papelógrafo: “Más que una vivienda, un proyecto de vida”. Parecía el lema del proyecto. Figurativamente, la gerente hablaba de las viviendas, inspirada en las ecoaldeas, cuyos nombres podrían ser: la casa de la caléndula, de la yerbabuena, del limoncillo, etc. Sonaba mejor de lo que esperaba. Había inspiración, espiritualidad, simbología y la búsqueda de unión con la naturaleza. Esto era lo que había deseado siempre: una comunidad de personas cimentada en estructuras comunitarias que se unían para hacer posible el proyecto de vida. Sabía de antemano que estaba en el lugar adecuado. ¿Una propiedad comunitaria? Qué interesante. La gerente en su presentación nos invitaba a romper paradigmas: dejar de vivir y competir solos para compartir juntos,

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comunal de reuniones. En esta dinámica de construir tejido comunitario nos reuníamos varias veces al mes y se estableció el cuarto domingo de cada mes como domingo de la Familia Trascender. Desde entonces, venimos compartiendo un espacio educativo, informativo y lúdico en donde se preparan los alimentos y se comparte con niños y jóvenes. Es curioso, pero hasta las mascotas han hecho su propia comunidad. En un principio, sin planeación y con mucho interés de encontrarnos, surgieron ideas como trabajar por comités: el comité técnico, que ha dado un gran aporte al diseño integral de nuestra ecoaldea, nos ha compartido su saberFotografía de José Kattán

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La invitación era asumir este reto para hacerlo realidad y validar esta propuesta como modelo para muchos. Había abierto una ventana para asomarme a conocer los desafíos de esta propuesta y me encontraba con expectativas mayores a las mías.

hacer en talleres; el comité educativo, al que pertenezco, ha realizado varios talleres formativos, entre ellos, el de consumo comunitario, que muestra las ventajas de consumir grupalmente y de ser consumidores conscientes. Estos talleres han contado con la compañía del profesor de economía solidaria, asesor cooperativo y amigo de nuestra organización Gonzalo Pérez. A partir de estos talleres se creó más adelante el comité de círculos de consumo solidario. También tenemos otros comités, como el rural, que creó dos huertas y trabaja en la producción de abono orgánico. Estos proyectos están acompañados por el profesor Mario Mejía Gutiérrez, defensor de la agricultura alternativa, de la conservación del medio ambiente y autor de varios libros sobre este tema. Además, se crearon la “Huerta Sarita”, para niños, y otra más grande con una variedad de cultivos, en donde se inició el rescate de la semilla. Lo que no sabíamos era el permanente mantenimiento y constante esfuerzo que requería el trabajo agroecológico y no hubo quién relevara las familias que estaban al frente, pues solamente el 50% de los asociados hacíamos parte de los comités. ¿En dónde estaban los demás? ¿Qué había pasado? Lamentablemente se abandonaron las huertas al mismo tiempo que la dinámica de la comunidad mermaba y quienes no comprendían el proyecto se desanimaron. La verdad es que los procesos comunitarios, y en especial éste, requieren no solamente ser conscientes de lo que implican, sino también de planear las actividades y gestionar entre todos los recursos necesarios para alcanzar los objetivos propuestos. Al no ser así, la comunidad sufre un desánimo. De pronto nos faltó esto, pero también sirvió mucho para darnos cuenta de que el mayor esfuerzo estaba puesto en las estructuras invisibles y necesitábamos equilibrar y avanzar en las visibles (la construcción de las viviendas) y también para darnos cuenta de quiénes estaban comprometidos y dispuestos a avanzar en el proyecto. A raíz de esta situación, en enero del 2010, nuestra gerente nos envió una carta de la que quiero compartir algunos


La verdad es que los procesos comunitarios, y en especial éste, requieren no solamente ser conscientes de lo que implican, sino también de planear las actividades y gestionar entre todos los recursos necesarios para alcanzar los objetivos propuestos.

Fotografía de José Kattán

Se trata de hacer posible lo que parece imposible, pues esta valiosa experiencia, que no solamente busca crecer como grupo, sino abrirse a la comunidad del entorno y a una mayor proyección, se ha enriquecido con experiencias de otras comunidades alternativas en encuentros regionales, nacionales e iberoamericanos, cuyo interés es crear alianzas con redes que enlazan las experiencias latinoamericanas y de otros países del mundo. No me equivocaba. Había llegado al sitio deseado, pues siento el mismo entusiasmo que al principio, pero con una mayor credibilidad y fundamento proporcionados por el estudio de la economía solidaria, que me lleva a considerar que el cooperativismo y las organizaciones solidarias son una estrategia creativa y dinámica en la construcción de alternativas válidas en los tiempos modernos. Es un reto que he asumido y que ha afectado sustancialmente mi perspectiva frente a la vida y a mi labor como profesora

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fragmentos: “Los invito a gozarnos este caminar, el gusto es caminar ¡Haciendo! Siento que cuando nuestra Ecoaldea Trascender tenga las soluciones habitacionales totalmente terminadas aún no habremos llegado al final, pues una comunidad como la nuestra, dinámica, solidaria y ante todo que vivencia el compartir de una manera alegre y fraternal, siempre marcará nuevos derroteros y así será como disfrutaremos, más que de la construcción física, de la gestación de nuestra red de Familia Trascender (…) Los meses venideros nos exigirán compromiso, será el momento de aportar nuestros saberes, recursos y primordialmente la voluntad de trabajar en equipo (…) Los invito para que de una manera benéfica con el planeta, la comunidad del entorno, tu núcleo familiar y la red de Familia Trascender estén siempre presentes en todas y cada una de las actividades que nos mostrarán las etapas decisivas en el proyecto”. Después de comprender lo que ha pasado y sacar lo mejor de la experiencia, puedo decir que ha enriquecido el proceso comunitario y la visión del proyecto, pues de una manera más consciente nos hemos propuesto aunar nuestros esfuerzos, desde el saber teórico y práctico de cada uno, para conseguir los propósitos iniciales. Este crecimiento en la toma de conciencia es muy importante, porque ha repercutido en un mayor equilibrio. D e hecho, ya sentimos los efectos gradualmente positivos. Siempre he pensado que estas experiencias son propias de los procesos comunitarios y muchas veces necesaria para revitalizarlos. Nos encontramos, actualmente, en una nueva dinámica del tejido comunitario, poniendo los saberes al servicio de la comunidad y canalizando voluntades para la realización de algunos proyectos que ya iniciaron. Los proyectos productivos como la cría de peces y el cultivo de frutas y verduras y el proyecto de autoconstrucción del “Rincón del Pensamiento”, cuyo hermoso diseño está listo: octogonal de dos niveles con proyección de luz natural pasante desde la cúspide hasta el primer nivel. Es un diseño adecuado y coherente con nuestro espacio, nuestro ambiente natural y los objetivos de la cooperativa.

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Profe, 驴le gustan los toros?

Las preguntas inevitables y las explicaciones que no se pueden dar de af谩n sobre una liturgia que comenz贸 a escribirse en las cuevas de Altamira.

Jorge Manrique Grisales Departamento de Comunicaci贸n y Lenguage


[...] Se medían los dos. Se juzgaban el uno al otro, de igual a igual, como dos hombres. Sólo al toro bravo trata el hombre como a un igual. Y después de mirarse de hombre a hombre venía el milagro del toreo: la muleta se llevaba engarzada en sus vuelos a la vez la mirada y la embestida del toro (Tomado del libro Toreo de Sillón, de Antonio Caballero, p. 100)

Fotografía de Ximena Astudillo

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La pregunta es inevitable al momento de entrar a la oficina 3-07 del Edificio El Samán. De una de las paredes cuelga un cartel taurino que en un marzo lejano anunció tres corridas en la plaza de toros de Arles, en el sur de Francia. Ese cartel, realizado por el torero y pintor norteamericano John Fulton, lo adquirí en Sevilla, España, aunque algunos digan que algo así se puede conseguir aquí mismo, en Cali, en San Nicolás. Cuenta la historia que John Fulton nació en Filadefia, Estados Unidos, en 1932, y se hizo torero en España, donde llegó a alternar con figuras como Manuel Benítez “El Cordobés” y Antonio Ordóñez. En una de mis correrías por el barrio Santa Cruz, de Sevilla, encontré, en 1993, la galería de Fulton. En ese sitio conversé con su hijo, quien me enseñó varios de los carteles realizados por su padre. Escogí uno que muestra un toro con la mirada clavada en el infinito mientras atraviesa la arena del ruedo donde va quedando regada su sombra. Hubo una generación que en algún momento de su niñez sufrió y hasta lloró con la película El niño y el toro, de

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Quien realmente esté interesado en este asunto debe conocer más acerca del sentido profundo de los trazos de las Cuevas de Altamira, imaginar el laberinto que debe recorrer un ganadero para mantener una especie moldeada y protegida por el hombre y también entender el ritual que hace que un hombre se enfrente a una bestia armada con dos puñales en la cabeza.

Irving Rapper (1956), que narra la historia de Gitano, un toro criado por un niño y que estuvo a punto de morir en la monumental Plaza de Toros de México. Cuando Fulton vio Sangre y arena, una cinta basada en la novela de Vicente Blasco Ibáñez, decidió que quería ser torero como Juan Gallardo, el personaje de la película interpretado por Rodolfo Valentino. Se fue a vivir a España y allí cumplió su sueño, no sólo como torero, sino también como artista. Su refugio siempre estuvo en Sevilla, que es como la Meca para los aficionados a la tauromaquia. Volviendo a la oficina 3-07, se puede apreciar también la figura de un toro negro hecho de un material raro que me trajo de España el egresado César Escobar. También está una miniatura en plomo de un banderillero poniendo un par de poder a poder , cortesía de mi colega y amigo Álvaro Vallejo, que el año pasado atravesó el Atlántico y estuvo festejando en Madrid la conquista del título mundial de fútbol por parte de España. De igual forma, se pueden apreciar dos toros precolombinos en barro cocido, de origen peruano, obsequiados por la egresada Valentina Botero, que me explicó que esas figuras representan la fuerza Esas son parte de la evidencia física de una pasión. Pero también, en más de una ocasión hablé de toros

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con el padre Joaco, cuando fue rector de la Seccional de la Javeriana en Cali y capellán de la Plaza de Toros de Cañaveralejo. Recuerdo que una vez, en la Rectoría, me enseñó el gran mapa sobre el origen de las ganaderías de lidia en Colombia que pacientemente construyó durante años, gracias a sus conocimientos de aficionado de “hueso colorado”. La primera asociación de la que hice parte recién llegado a Cali fue la de Cronistas Taurinos de Occidente, que ahora presido. Escribo de este tema en periódicos, revistas y portales; veo toros en Cali, Manizales y Bogotá, pero también en Yumbo, Palmira, Pradera o Florida. Soy lector ávido de Antonio Caballero, Víctor Diusabá, Ernest Hemingway, García Lorca, Gegorio Corrochano y Cossío. Creo que los dos toreros más importantes que han pisado el planeta Tierra son Manolete y José Tomás, reconozco también las hazañas de César Rincón como torero de raza, no como comentarista de radio. Con la información anterior, el mío podría diagnosticarse como un caso de taurinismo agudo, que al igual que la peste en tiempos bíblicos, causa repudio en ciertos círculos que piensan que la corrida de toros es un acto bárbaro y de tortura, jamás de arte y cultura. Los taurinos declarados en la Universidad Javeriana de Cali nos vemos a veces atrapados en las arenas movedizas de la crítica y el señalamiento cada vez que el movimiento antitaurino se pinta los cuerpos, sale a la calle y aparece en primera página de ADN. Una vez pensé que sería buena idea explorar la cultura taurina en el medio académico y hasta llegué a proponer un diplomado con antropólogos, abogados, historiadores, artistas, toreros y ganaderos. La respuesta fue


diplomática, pero clara: Es un tema delicado, polémico... Mejor no. La posibilidad de que algún día se acaben las corridas es real y en todo el mundo hay muchas organizaciones que trabajan para eso. Las redes sociales están inundadas de relatos macabros de lo que supuestamente se les hace a los toros antes de salir al ruedo y de fotos que muestran cosas realmente grotescas. No voy a montar aquí una defensa sobre lo cruento de la fiesta brava. Simplemente diré que quien realmente esté interesado en este asunto debe conocer más acerca del sentido profundo de los trazos de las Cuevas de Altamira, imaginar el laberinto que debe recorrer un ganadero para mantener una especie moldeada y protegida por el hombre y también entender el ritual que hace que un hombre se enfrente a una bestia armada con dos puñales en la cabeza. Cuando no se entienden estas cosas, es relativamente fácil hablar mal de la tauromaquia y de quienes profesamos

esta especie de religión. Antonio Caballero afirma que la gran dificultad para que los antitaurinos entiendan el rollo de los taurinos es que no pueden llegar a la “liturgia secreta” de la corrida. Simplemente ven lo que ven. “Es que la fiesta de los toros no vive de lo que existe en la grosera realidad empírica, siempre imperfecta, sino de lo que podría existir: de una entelequia. Si viviera de lo que puede verse con los ojos y tocarse con los dedos hace tiempo estaría muerta, como piden al unísono, aunque en vano, tanto sus enemigos como sus defensores más ortodoxos , precisa Caballero en su último libro, Toreo de sillón. Hace algunos meses, cuando vino al lanzamiento de su último libro, Antología de notas ligeras colombianas , le pregunté a Daniel Samper Pizano sobre el tema, después de leer una columna suya en la que premonitoriamente hablaba de que en un futuro sólo vamos a ver los toros en los libros de historia, la poesía, la pintura, la escultura o la crítica que hacían los revisteros de época. Me confirmó ese deseo inmenso de prohibir que persiste en quienes toman decisiones sobre si se realiza o no una corrida de toros. Allí está pues el cuerpo del delito. Todo apunta que hoy los toros tienen mala fama y mis estudiantes me lo recuerdan cada vez que se quedan mirando el cartel de Fulton y las otras cosas que adornan mi oficina y hacen la pregunta que es a la vez un recordartorio de la ola antitaurina que recorre el mundo: Profe ¿le gustan los toros?

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Fotografía de Ximena Astudillo

El mío podría diagnosticarse como un caso de taurinismo agudo, que al igual que la peste en tiempos bíblicos, causa repudio en ciertos círculos que piensan que la corrida de toros es un acto bárbaro y de tortura, jamás de arte y cultura.

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Camilo Mayor Departamento de Comunicación y Lenguaje

Fue hace siglos cuando los planificadores urbanos encontraron una analogía entre el sistema de circulación sanguínea que corre por el cuerpo humano, con la posibilidad de diseñar las ciudades para la circulación y la movilidad: “Los planificadores trataban de convertir la ciudad en un lugar por el que la gente pudiera desplazarse y respirar con libertad, una ciudad con arterias y venas fluidas en las que las personas circularan como saludables corpúsculos sanguíneos”, resalta el sociólogo Richard Sennet, en Carne y piedra. Era la Europa del siglo XVII y el hallazgo médico no era sino uno de los muchos que se presentaron y dieron pie al nacimiento de la modernidad y con ella a la ciudad pensada para un individuo en movimiento. Así la lentitud, siguiendo a Milan Kundera, dio paso a la velocidad y con ella al vértigo como otra forma de sensibilidad. No obstante, no ocurrió con las ciudades como con el cuerpo humano: las venas y las arterias urbanas terminaron por confundirse, por cruzarse, de suerte que o bien una de ellas debía elevarse (o hundirse) o debían someterse a un dispositivo regulador de la circulación: el semáforo. Contra toda desesperación y contratiempo, se convinieron universalmente tres colores para determinar las cadencias del movimiento urbano: el efímero amarillo cuya brevedad apenas si le alcanza para alertar de manera desteñida, amarilla, el paso al rojo, este otro color en el que la gente debe detenerse so pena de sangre. Pero

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Ciudad de vértigo, ciudad de olvido Un cambio de luz nos permite adentrarnos en el universo de los otros en esa orilla de la ciudad que es el semáforo.

Fotografía de Natalia Cajiao


Fotografía de Natalia Cajiao

No obstante, no ocurrió con las ciudades como con el cuerpo humano: las venas y las arterias urbanas terminaron por confundirse, por cruzarse, de suerte que o bien una de ellas debía elevarse (o hundirse) o debían someterse a un dispositivo regulador de la circulación: el semáforo.

ser limosnero a profesional, es decir, si se pone a la par la improductividad y la productividad socioecónomica, es por las condiciones de precarización del trabajo manifestadas en la multiplicación de formas contractuales, la inestabilidad laboral, la amplificación de la jornada laboral para disminuir los costos de horas extras, el incremento de la contratación a través de terceros, las limitaciones a las negociaciones colectivas, la inequitativa distribución del ingreso… Sin embargo la mirada se puso en otra parte, buscando desesperadamente, al menos en el semáforo, un cambio de luces… Y cambió a verde, sin más oportunidad de considerar a los excluidos que sólo el rojo coagulado del semáforo permite ver. Dar cuenta de aquellos que nos acompañan en este mundo, y que deambulan invisibles. Ante la ineluctable velocidad de la vida urbana, frenética, otra sensibilidad, otra intensidad, otro movimiento se imponen: la sangre debe circular. Quedarse significa morir. “El grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido”, puntualiza Kundera

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es cuando otra intensidad y sensibilidad se vuelcan en los cuerpos y en el paisaje urbano: se escuchan los latidos del corazón, el sudor y el calor se sienten, se da un respiro, el día o la noche recuperan su pesantez, el desespero se agolpa, se mira o se conversa mirándose a los ojos: la realidad regresa fulminante e infalible con todo su esplendor o su desastre… solo queda disfrutarla o padecerla o, tanto más, ignorarla y seguir. Pero mientras se sigue y el rojo sigue como ahorcado, colgado del semáforo, los apretados intersticios que quedan entre los vehículos se inundan de nuestra deprimente realidad social. Cabe aquí traer a cuento un correo electrónico que ha deambulado sin autor conocido, invitando a no estudiar ni a trabajar, sino a mendigar: a través de un ejercicio que recuerda los obsesivos estudios del taylorismo del capitalismo industrial, que medían con riguroso cálculo los tiempos de cada proceso productivo, un estudiante de ingeniería determinó que en Colombia resultaba mejor ser limosnero que profesional. Ello, según que un mendicante gana un estimativo de dos millones cuatrocientos mil pesos mensuales, “descansando los domingos”, según éste tenga la oportunidad de recoger un mínimo de 200 pesos en los 30 segundos que dura el cambio de semáforo de rojo a verde. El que envía el correo señala que hay personas que dan más de ese valor, con lo cual la cifra puede aumentar, “pero siendo más conservadores asumamos que el limosnero sólo recauda la mitad de ese valor: $100 cada cambio de luces, es decir, un millón doscientos mil pesos mensuales. Esto equivale al salario promedio bruto de un profesional que se desempeña en una empresa de mediano porte, trabajando 48 horas nominales por semana y, aún, teniendo que ir algún domingo a resolver problemas, amén de las horas extras no remuneradas”. Y culmina: “Por favor ayuda a Colombia, hagamos gente productiva, no dependiente… además son muy molestos y hasta se enojan”. Esta ligera reflexión, muy rápida, mientras el rojo le da paso al verde: el vértigo vuelve, la realidad se disuelve. Ya no hay tiempo, ni espacio para pensar que si ya se prefiere

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La sensibilidad de una profesora permite enriquecer el quehacer de la labor de Consejería y nos aporta en esta reflexión una mirada humana de esta labor docente que hace parte del sello javeriano.

Consejería académica en la Carrera de Psicología


Adriana María Caicedo Tamayo Departamento de Ciencias Sociales

Maestro Número 2

Fotografía de Ximena Astudillo

En Psicología, al igual que en las otras carreras de la Universidad, realizamos diferentes acciones orientadas al acompañamiento de los estudiantes durante su vida universitaria. Voy a contar un poco de mi experiencia como consejera en este proyecto institucional que contribuye a la formación académica y humana de los estudiantes. Inicié mis actividades como consejera de la Carrera de Psicología en el periodo 2008-2, como parte de mi plan de trabajo en el Departamento de Ciencias Sociales. Desde ese momento, la principal función que se me asignó fue hacer acompañamiento a los estudiantes durante su formación académica de pregrado, especialmente en lo relacionado con la ruta académica que cada estudiante sigue en sus estudios. Esto consiste básicamente en acompañar a los estudiantes en la toma de decisiones concernientes a la elección de asignaturas y las opciones académicas que la universidad ofrece: la doble titulación, la movilidad estudiantil y la participación en grupos de investigación, entre otros. La consejería académica en la Carrera de Psicología incluye acompañamiento en procesos de ingreso a la vida universitaria (inducción, convivencia), procesos de matrícula académica y apoyo en entrevistas de admisión. 13


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De manera particular se han identificado otras necesidades y momentos para el acompañamiento, como seguimiento a primeros parciales, acompañamiento a estudiantes en prueba académica y en procesos de exclusión, conferencias para los estudiantes sobre temáticas de interés que tienen incidencia en su proceso de formación y planeación de carrera con los estudiantes que están próximos a iniciar su práctica formativa. Entre los motivos por los que los estudiantes reciben acompañamiento he encontrado tres situaciones con mayor demanda: la elección de la opción complementaria, la oferta de movilidad estudiantil y los asuntos de orden personal-emocional que afectan el rendimiento académico. A continuación, muestro algunos casos particulares que me han hecho exigencias significativas como consejera y docente. En primer lugar, he observado que en relación con la opción complementaria, los estudiantes no comprenden la importancia de esta decisión pensando en su perfil profesional. Esto puede ser debido al poco conocimiento que tienen de su campo de estudio en los primeros semestres de la carrera. Por el contrario, he encontrado que los estudiantes eligen la opción que les represente menos trabajo adicional a las asignaturas de su núcleo fundamental o no tienen intereses en las opciones que la universidad ofrece y se cierran sus posibilidades de elección. Ante estas dificultades mi responsabilidad es acompañarlos a explorar cuáles son sus intereses personales, académicos y profesionales, que les permitan identificar criterios para tomar la decisión adecuada. Esto quiere decir que es primordial explorar qué quiere saber el estudiante, en qué quiere formarse, cómo se proyecta como profesional y, a partir de esto, brindarle alternativas de formación: opción complementaria, doble titulación y programas de movilidad estudiantil. Uno de los casos más significativos en este aspecto fue el acompañar a una estudiante en la planeación de la doble titulación: Psicología y Ciencia Política. Con esta

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estudiante iniciamos planeación de carrera en Psicología y cuando cursaba quinto semestre inició Ciencia Política. Esto representó una dificultad en la medida en que Ciencia Política era una carrera relativamente nueva y, en el momento de la planeación, aún no ofertaba todas las asignatura de los énfasis (también debido a que la mayoría de sus estudiantes optaba por uno en particular), especialmente el que era de interés de la estudiante en consejería. Ante esta situación, la estudiante tuvo que matricular asignaturas homologables a las que su programa académico decía que debería ver, pero al no ofrecerse y debido a la necesidad de optimizar los créditos se llegó a esa solución. Un segundo aspecto identificado como significativo es la movilidad estudiantil que ofrece la universidad. En mi experiencia de acompañamiento he encontrado que esta posibilidad coge cada vez más fuerza entre los estudiantes, especialmente cuando se dan cuenta de que la movilidad puede ser a nivel local, nacional o internacional. Esta función particular de acompañamiento tiene una gran demanda para mí como consejera, en la medida que me exige conocer muy bien cada una de las asignaturas del plan de estudios de Psicología; conocer y profundizar en los posibles puentes de interdisciplinariedad con otras ciencias y, desde la claridad y conocimiento de mi disciplina, y en ocasiones buscando acompañamiento de los otros profesionales, ayudar al estudiante a identificar las asignaturas relevantes para su formación, aprovechando los énfasis de las otras universidades. Al respecto, una de nuestras estudiantes fue a hacer un semestre de opción complementaria a través del convenio de movilidad estudiantil con la Universidad Javeriana de Bogotá y continuó con un segundo semestre a través del programa Sígueme. Hacer acompañamiento académico a los estudiantes es para mí un compromiso, una responsabilidad y una pasión, que me ha llevado a estar pendiente de ellos, de su rendimiento académico, de sus necesidades y motivaciones académicas, profesionales y

Entre los motivos por los que los estudiantes reciben acompañamiento he encontrado tres situaciones con mayor demanda: la elección de la opción complementaria, la oferta de movilidad estudiantil y los asuntos de orden personal-emocional que afectan el rendimiento académico.


Fotografía de Natalia Cajiao

Por el contrario, he encontrado que los estudiantes eligen la opción que les represente menos trabajo adicional a las asignaturas de su núcleo fundamental o no tienen intereses en las opciones que la universidad ofrece y se cierran sus posibilidades de elección.

a los estudiantes: discusiones entre compañeros y amigos, discusiones familiares, rompimientos de pareja, dificultades económicas. En estas situaciones he realizado un acompañamiento psicológico y personal de manera puntual, sin realizar intervención psicoterapéutica, sino más bien centrada en algunas estrategias para sobrellevar esas situaciones personales y tratar de minimizar su impacto en el rendimiento académico (en caso de que la situación lo requiera, remito al estudiante a asesoría psicológica). Así, me represento la consejería académica, como un espacio de formación integral en el que no solo hago acompañamiento académico, sino humano para contribuir a nuestro objetivo común de que los estudiantes se asuman como seres integrales y autorregulados en el marco de la formación integral javeriana en donde se da importancia a la excelencia académica pero aún más a la excelencia humana. Es por esto que, como psicóloga javeriana, me apasiona la consejería académica, porque este acompañamiento personalizado se convierte en una estrategia fundamental de formación integral para nuestros estudiantes javerianos

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un tanto personales. Así, al asistir a un evento académico en la PUJ Bogotá, tuve la posibilidad de comunicarme y encontrarme con esta estudiante e hicimos una sesión de consejería, en la que la acompañé en la reflexión sobre su plan de carrera y su interés en hacer traslado a esa universidad o regresar a Cali, en función de sus intereses personales, académicos y profesionales y la consecuente toma de decisiones. Finalmente, como docentes sabemos que el aspecto emocional-personal es un factor que de manera significativa afecta el rendimiento académico de los estudiantes. En el acompañamiento individual que se realiza en la consejería académica, se identifican temas que no son propiamente académicos, sino de la dimensión personal, social, familiar y de pareja, que afectan su rendimiento académico. Cuando al encontrarme con el estudiante observo la situación personal desestabiliza al estudiante, inmediatamente lo remito al servicio de asesoría psicológica del Centro de Bienestar e informo a la directora de la carrera. Esto ha sucedido en casos de fallecimiento de familiares, situaciones de enfermedad del estudiante o parientes, inestabilidad familiar, afrontamiento de situaciones de consumo de sustancias psicoactivas y duelo por rupturas de pareja. Así mismo, observando la relevancia de este aspecto personal, la Carrera de Psicología, desde hace cinco semestres, viene ofreciendo a los estudiantes espacios de conferencias y conversatorios semestrales sobre algunos de estos temas. No obstante, los lineamientos de la universidad con relación a la consejería académica, y mi formación como psicóloga me ha dificultado separar las dimensiones del desarrollo y funcionamiento de los estudiantes (académica, personal, emocional, familiar, entre otras). Más aún, como psicóloga javeriana, formada en el marco de la integralidad humana y académica, no ha sido posible, en algunas ocasiones y con algunos estudiantes, hacer un acompañamiento estrictamente académico, sin remitirme a situaciones personales que afectan

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Florencia Mora Departamento de Humanidades

Fotografía de Daniel Isaza

La emoción estética de la escritura en una sola sentada


“Toda huella escrita se precipita como un elemento químico, primero transparente, inocente y neutro, en el que la simple duración hace aparecer poco a poco un pasado en suspensión, una criptografía cada vez más densa”1 Roland Barthes

Maestro Número 2

El cuento y la crónica despertaron el gusto por la escritura en estudiantes de la Medicina de la Universidad Javeriana de Cali. La clase de Medicina Narrativa hoy es también una revista.

Se dice que la escritura más que cualquier otra invención, transforma la conciencia humana; que en un principio, tuvo un sentido secreto y mágico, asociado a la ritualidad humana, como en los “cultos de carga” (que aún existen en algunas islas del Pacífico) o en la costumbre de los monjes tibetanos de sentarse a las orillas de los arroyos a formar palabras para que se las lleve el río. Aún hoy, no podemos desconocer la magia que esconde la escritura, que liberada del autor, es capaz de transitar tiempos y mundos. Por cierto, cuentan que antes de la escritura, el pasado más extenso era inaccesible y lo que se recordaba, era lo acontecido cada día. Una de las costumbres más antiguas es la práctica de la lectura en voz alta, que reafirma la alianza oralidad y escritura e influencia la manera de acercarnos a la literatura. En realidad, la literatura es un complejo fenómeno social y cultural, cuyo estudio supone multiplicidad de criterios y observaciones. González Ochoa2 afirma que no hay un código literario o un único sistema literario, que dé cuenta de todas las significaciones que surgen del fenómeno literario, por lo cual no es posible hablar de lo literario en términos homogéneos. En otras palabras, lo que existe es un lenguaje literario o una combinación de códigos, y cada combinación es nueva y única en cada texto. Es decir, la especificidad de lo literario estaría en duda, y aceptaríamos que la literatura abarca un universo de creaciones, saberes y disciplinas.

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Este autor menciona varios aspectos del fenómeno literario que no se pueden ignorar, entre estos, lo ideológico e institucional. Explica que si la enseñanza de la literatura se asume como la aplicación de un conjunto de normas, reglas y teorías, se aboga por que los estudiantes aprendan a “manejar la literatura”, mediante procesos de validación que definen lo que es y no es literatura. Tal situación acontece también en otros campos de creación artística; por ejemplo, en las artes visuales, a veces ocurre que se invalidan las múltiples y variadas prácticas, para defender las formas institucionales del siglo XIX. Entre tanto, para Laddaga3 el escritor actual tiene que escribir de modo tal que el lector pueda recobrar en sus textos los signos de las acciones que alguien tuvo que desplegar para que se vislumbraran las tentativas; es decir que, como anota W. G. Sebald -escritor alemán- , “en un mundo en transición continua en el que las normas y las reglas son inciertas, el escritor no puede permanecer entre las bambalinas, dirigiendo un espectáculo que no lo reconoce, sino que debe aparecer en el estrado, entre sus personajes”4. Así, el escritor queda volcado en el texto como sucede con algunas obras literarias que muestran directa o indirectamente, su ánimo y gestos. Diversos autores advierten cómo el paradigma de creación europea comienza a desestabilizarse y los individuos se resisten a subordinar la propia vida al beneficio de alguna totalidad. La construcción de la propia vida, sería entonces un propósito fundante, es decir, una causa susceptible de potenciarse a través de la literatura y otras expresiones del arte. No obstante, suele ocurrir que en la escuela se privilegien comportamientos normativos que dotan al estudiante de códigos de lectura y escritura, de categorías estilísticas y temáticas; paradójicamente, la escuela termina orientando el campo de lo literario desde un punto de vista normativo, en detrimento del placer del texto.

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La construcción de la propia vida, sería entonces un propósito fundante, es decir, una causa susceptible de potenciarse a través de la literatura y otras expresiones del arte.

Vale anotar que los textos y relatos publicados en la naciente revista Medicina narrativa son resultado de un laboratorio de lectura en voz alta y escritura en el aula, que no pretende la enseñanza de la disciplina porque como dijera Borges, tal vez lo enseñable sea la pasión por la literatura, la pasión por construir mundos mediante palabras. El cuento y la crónica son el eje de la práctica; el cuento, por su gran valor poético, por su capacidad de provocar emoción estética “en una sola sentada”, por su intensidad y unidad interna y porque parece ser éste, la forma literaria idónea para incentivar a los estudiantes. Un cuento tiene la virtud de poder ser leído en un corto período de tiempo, de un tirón, sin que sea necesario hacer pausas. De ahí que podamos tener el efecto sobre el lector de la unidad de impresión, término acunado por Edgar Allan Poe5. La crónica, porque es un texto que narra cómo ocurrieron varios acontecimientos, a partir de testimonios y desde el punto de vista de quien relata; y porque es una narración en la que se cuenta algo para destacar su trascendencia. Por ejemplo, cuando en las clases leemos un cuento o una crónica, queremos comprender afectos, conocer personajes, encontrar conexiones entre personajes y hechos y, ante todo, conmovernos. ¡Como reconforta saber que el texto literario profundiza la reflexión desde el arte y las distintas formas de expresión de la cultura! Así, la creación literaria emerge, crece y toma fuerza en los diversos textos de los estudiantes, propuestos y acogidos desde la libertad e irreverencia. Como sucede en los ejercicios de Abecedario, Foto Familiar o Diarios, que generan párrafos como los siguientes:


Tristeza: ¡Todavía te tengo tatuado! Todavía traigo tus trazos, tus tocadas tentaciones y traiciones. Tristezas turban toscamente tareas, trabajos. ¡Tengo tanto temor! Tomo té toda tarde. Tu tía trata tontamente tranquilizarme. Triunfó tu traición tremendamente, tan tramada, tan tuya. Tu, tesoro tormentoso, trajiste tristeza, trauma. Tanta tristeza tengo… Janeth Villarreal Lozada, Carrera de Medicina.

Mis bisabuelos: El novio, con su corbatín y chaleco, no podía estar más elegante. Don Aníbal Rincón Cuervo y la señorita María Luisa Bermúdez Gómez, irradiaban felicidad. La foto fue tomada hace ochenta y cinco años, el día de su matrimonio”. Daniel Isaza, Carrera de Medicina.

Fotografía de Natalia Cajiao

Barthes, Roland. El grado cero de la escritura. Siglo XXI Editores. México. 1972. p. 25 1

González Ochoa, Cesar. “El hecho literario y lo social”. En: Función de la teoría en los estudios literarios, de César González Ochoa. 2ª Edición Limusa-Unam. 1999. p.267. 2

Laddaga, Reinaldo. Estética de Laboratorio. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires. 2010. p. 43. 3

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Más que la observancia de modelos pedagógicos que, desde la cognición, explican la importancia de los procesos de lectura y escritura, lo que inspira esta escritura es el deleite. Sí, el gusto o el placer del texto; quizás el deseo o una especie de erótica6 que incita al reacomodo de palabras, calando sentires y sentidos. El aula se valida en la manera como se imbrican el conocimiento y la vida cotidiana de los jóvenes. En

Ibíd. P. 44.

García Quintana, Héctor. Cómo se escribe una novela. Berenice. España, Córdoba. 2006. 5

“La lectura es buena conductora del deseo de escribir (hoy ya tenemos la seguridad de que existe un placer en la escritura, aunque aún nos resulte muy enigmático). En: Barthes, Roland. El Susurro del lenguaje. Paidós. Barcelona. 2002. p. 44 6

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Mañana del 10 de marzo de 2008: Corrí por las escaleras hacia el cuarto-oficina del segundo piso. Encendí la vieja laptop color aluminio que estaba sobre el escritorio de madera y me conecté a “Messenger”. Ajusté la cámara y se inició el ritual semanal. Uno a uno pasaron mis padres y hermanos para saludarnos y hablar de cuanto tema se nos ocurría. Como siempre, de último pasaba la abuela. Estaba lánguida. Sus 86 años parecían más. El verde-azul de sus ojos estaba sin brillo y la voz le temblaba al hablar. El cabello seguía hermoso pero la pequeña joroba de su espalda, se acentuaba. Llevaba el vestido verde con florecitas rosa y los areticos de perla blanca (…) Katherine Llanos, Carrera de Medicina.

últimas, son ellos quienes aportan la pulsión de vida, como en el of relato siguiente, escrito por María Fernanda Vásquez: “Era la una de la tarde y el abuelo no aparecía. La abuela cogió las llaves, pasó sus dedos por el cabello y me dijo: acompáñame a ver qué le pasó a tu papito. Como era tan cerca, ni zapatos me puse. Nos fuimos con el corazón en la mano y ¡Humberto! ¡Humberto!, gritaba. La contemplé y vi a una mujer enamorada. Mi abuelo abrió la puerta y ya voy, Lola, ya voy, dijo saludándola, antes de sentarse en la silla de la cabecera. Mientras tanto, la abuela decía, ¡aún está caliente la comida…! Bendito Dios que no me le pasó nada”

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Este es un nuevo día, maestro Fotografía de Natalia Cajiao

Ximena Botero Sarassa Departamento de Ciencias Sociales

El cantor, el hijo de Sara, se fue abruptamente de un mundo incomprensible que él mismo descifró desde las cosas sencillas.

Eran las 11 de la mañana del 9 de julio del 2011 cuando recibí el mensaje de un amigo. Me informaba que habían asesinado a Facundo Cabral. ¿Asesinado? Tal vez me pasaba lo mismo que a muchos de sus seguidores. Estaba preparada para enterarme de su muerte, pero no de su asesinato. ¿A qué persona le podía ser viable concebir la idea de querer acabar con su vida? En medio del desconcierto, y la inevitable tristeza que me generó su partida, retrocedí en el tiempo, al 2003. Entonces, me debatía entre la posibilidad de aceptar un cargo de gran responsabilidad y proyección laboral en una importante empresa multinacional o renunciar a ella y dedicarme a la docencia y a la consultoría, que eran las dos cosas que más me gustaba hacer. Por alguna razón, ¿una coincidencia?, fui invitada al teatro Jorge Isaacs, a un concierto de Facundo Cabral, a quien había escuchado en otras ocasiones y seguía, pues su música y la canción social hacían parte de mis preferencias. Lo que ignoraba en ese momento era que aceptar esa invitación me permitiría comprender las tres lecciones más significativas que han impactado mi vida y que hoy son parte del legado que dejó en mí Facundo Cabral: el sentido de la libertad, el valor de la coherencia y el coraje y la fuerza y oportunidad del presente. Aprendí de Facundo Cabral a buscar a toda costa la libertad. A no ser de aquí, ni ser de allá, sino de todas partes y asumir la oportunidad de enamorarme de la vida y sentirme como en casa en cualquier parte, para escribir, para pintar, para crear y para sumergirse en el infinito mundo de la imaginación, dejando de lado el miedo, el


Me encantaba escucharlo cuando recordaba a su madre y decía que ella nunca usó agenda, porque solo hacía lo que amaba y eso se lo recordaba el corazón.

el valor de elegir y la posibilidad de entregarle nuestra vida a aquello en lo que verdaderamente creemos. Estas tres lecciones, que había escuchado muchas veces y que había leído en diferentes contextos, por alguna razón esa noche del 2003 adquirieron para mí un sentido profundo. Al día siguiente de ese concierto pude tomar una de las decisiones más relevantes en lo que respecta a mi desarrollo profesional: renunciar a mi trabajo, y a la posibilidad de continuar allí una “carrera próspera”, y crear una empresa de consultoría y vincularme a la Universidad Javeriana, como profesora. Emprender esta apuesta de vida significó partir, decir adiós, y tal vez perder oportunidades a las que muchos de nosotros les atribuimos valor, pero para mí estas decisiones señalaban un camino hacia la búsqueda de sentido, en el que sabía que podía equivocarme, pero sentía que valía la pena intentarlo, como Facundo Cabral lo expresaba: la revolución fundamental es revolucionarse y “el que no está dispuesto a perderlo todo, no está preparado para ganar nada”. Hoy siento que valió la pena y a través de estas palabras rindo un homenaje de gratitud a Facundo Cabral, a quien recordaré y mantendré presente como mi amigo y maestro. Un maestro que jamás estuvo en un escalafón profesoral, que nunca obtuvo ningún título formal de maestría o doctorado y que probablemente no escribió algo digno de ser publicado en una revista científica, pero que logró a través de sus lecciones y legado lo que para muchos prestigiosos profesores titulares seguirá siendo un desafío: generar una huella significativa, lograr que otros opten por ser mejores seres humanos y por servirle al mundo que habitan y constituirse para ser sus aprendices en referente de vida a través de su palabra y de su mensaje. Por eso pienso que Facundo Cabral logró que su vida trascienda su muerte y que su historia siga siendo para muchos un objeto de inspiración, de revolución y de renovación permanente. Para este maestro y para su legado espero que siempre siga habiendo un nuevo día

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apego y la masa, ese rebaño social que te empuja a ser parte de un sistema y te hace vivir la música de otros, mientras te olvidas de crear la propia… Comprendí, a través de su palabra y de su historia, el valor de elegir crecer al aire libre y el sentido de desprendernos de los apegos, para caminar ligeros de equipaje y poder declarar algún día una de las frases que escribió: “deseo poco y lo poco que deseo, lo deseo poco”. También aprendí de Facundo Cabral el sentido de la coherencia y del coraje para defender los propios sueños y comprometernos con lo que pensamos y sentimos, para que nuestras acciones evidencien nuestras elecciones y que el tiempo de vida que tenemos podamos gastarlo viviendo. Es decir, haciendo aquello que creemos, que valoramos y que amamos. Me encantaba escucharlo cuando recordaba a su madre y decía que ella nunca usó agenda, porque solo hacía lo que amaba y eso se lo recordaba el corazón. Esta lección de vida, representa para mí una apuesta, un propósito y un faro permanente, que me permite dejar de añorar quedarme de manera indefinida en un lugar, en un trabajo o en un oficio y conservar una búsqueda permanente de sentido en lo que hago, puesto que creo, como Cabral, que “aquel que trabaja en lo que no ama, aunque lo haga todo el día es un desocupado”. Finalmente comprendí la maravillosa oportunidad que ofrece el presente, ese momento mágico en el que la vida sucede, ese instante en el que es posible ocuparse de vivir sin la nostalgia del pasado ni la incertidumbre del futuro. Esto representa para cada uno de nosotros una fantástica oportunidad para elegir comenzar de nuevo, como lo manifiesta Facundo Cabral en una de sus canciones: “ahora mismo le puedes decir basta a la mujer que ya no amas, al trabajo que odias, a las cosas que te encadenan a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo”. Y decir basta significa aprovechar el presente y hacer una apuesta por vivir en la libertad que trae consigo

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Impunity, la película de las víctimas Hernando Llano Ángel Departamento de Ciencia Jurídica y Política

Fotografía de Ximena Astudillo


Las víctimas se hacen invisibles tras un semáforo para el citadino normal y ajetreado. Por eso es necesario mostrarlas crudamente, su vida, su verdad, su dignidad. Antes de que vuelva la lluvia y borre todo. Nuestra memoria es tan frágil y es tan selectiva…

Ver a los invisibles La película Impunity, dirigida por Hollman Morris y Juan José Lozano, es mucho más que una galardonada obra cinematográfica. Ante todo es una obra de las víctimas, una conmovedora y contundente obra de vida, verdad y dignidad. Una obra que revela y desvela la ignominia de la ley 975 de 2005, cuyo nombre oficial de “Ley de Justicia y Paz”, condensa el cinismo criminal de sus gestores: el gobierno presidido por Álvaro Uribe Vélez y sus mayorías en el Congreso. Mediante esta ley pretendieron desmovilizar, procesar y condenar como sediciosos (delincuentes políticos) a criminales de lesa humanidad con penas entre 5 y máximo 8 años de prisión. Pero esa estratagema de legitimación del crimen fue conjurada por la Corte Constitucional al declarar inexequible, por vicios de procedimiento, su artículo 71, que transmutaba en delincuentes políticos a criminales de lesa humanidad, siempre y cuando no se hubiesen dedicado en forma exclusiva al narcotráfico. En otras palabras, que sus organizaciones hubiesen lavado con sangre de campesinos inermes su blanca y cristalina actividad de exportadores de cocaína. De vida y de verdad Impunity es una obra de vida, porque no obstante documentar los miles de crímenes de lesa humanidad perpetrados por los grupos paramilitares, en escenas que superan la imaginación más dantesca y que denuncian la forma grotesca como transcurrieron las llamadas audiencias de versión libre de los comandantes paramilitares -al parecer diseñadas para burlar la verdad de las víctimas y afianzar las coartadas de los criminales Al final de la película, en las retinas del espectador quedan grabados la dignidad y el dolor de los familiares de las víctimas, como una expresión superior de vida que se

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DE-LIBERACIÓN (Publicado en www.razonpublica.com)

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impone sobre las mentiras y el cinismo de los verdugos. Es también una obra de verdad, porque revela que tras la maquinaria criminal del paramilitarismo y sus despiadados operarios hay algo mucho más cotidiano y estructural, que sobrevive impunemente a tan temibles como despreciables ejecutores. Y ese algo es nuestra realidad política y económica, que se recubre y encubre con toda la parafernalia de una falsa institucionalidad democrática y el insaciable afán de lucro y depredación de sus conspicuos patrocinadores, que van desde el narcotraficante pura sangre, pasando por una extensa y mimetizada red de políticos regionales, hasta el idolatrado líder político, hacendado y empresario cuya noción de Patria se agota en la defensa del patrimonio privado, el estímulo a la inversión extranjera y una ubérrima “seguridad democrática”, sembrada sobre fosas comunes, miles de desaparecidos y cerca de dos mil “falsos positivos”. Impunity nos revela esa verdad terrible y ordinaria de todos los días, que está frente a nuestros ojos, pero que la normalidad cotidiana de nuestras vidas nos impide ver: la de millones de desarraigados por la violencia degradada de un conflicto que no asumimos como propio y preferimos seguir viéndolo como una lucha entre “gobernantes y ciudadanos de bien” contra “terroristas desalmados”, que pronto terminará, porque hace ya varios años que estamos en “el comienzo del fin”. En el comienzo del fin de un conflicto que empieza todos los días, porque millones de “ciudadanos de bien” tienen la buena e ingenua conciencia de creer que basta elegir a otros para que pongan fin a esta pesadilla, sin importar los métodos que utilicen, ni cómo lo hagan, pues lo urgente es vivir en paz, con seguridad y sin miedo, para así recibir más inversión extranjera y afianzar la “prosperidad democrática”. Obra de dignidad Creen, ingenuamente, que las víctimas dejan de existir definitivamente al ser arrojadas a los ríos o enterradas en fosas comunes, pero olvidan que tras cada crucificado

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Impunity es una obra de vida, porque no obstante documentar los miles de crímenes de lesa humanidad perpetrados por los grupos paramilitares, en escenas que superan la imaginación más dantesca.

hay un resucitado cuya dignidad sigue viva en la memoria inextinguible de sus deudos. Por eso quienes hoy gobiernan pregonan a los cuatro vientos que ha llegado la hora de las víctimas. Y, en efecto, las víctimas siguen cayendo todos los días, en el campo y en las ciudades, porque nos acostumbramos a deambular entre la vida y la muerte, entre las tumbas y las urnas para proclamar orgullosos que vivimos en la democracia más estable y antigua de América Latina. De esta forma, gracias a nuestra autocomplacencia e indolencia nos hemos convertido en cómplices inmejorables de la impunidad y en su consolidación institucional, desde la gloriosa fórmula del “Frente Nacional” que hoy parece tomar de nuevo cuerpo en la “Unidad Nacional”. Más allá de Impunity Por todo lo anterior, Impunity va mucho más allá de recuperar la vida, la verdad y la dignidad de todas las víctimas, pues también nos interpela sobre nuestra responsabilidad personal e indelegable por lo acontecido y lo que sigue sucediendo. Porque mucho más grave que la impunidad judicial es la impunidad política y social, que tiene su origen en la confluencia de tres “íes” que se complementan: indiferencia, indolencia e insolidaridad: _En la indiferencia de las mayorías, expresada en esa imperceptible pérdida de sensibilidad moral, que asiente frente al crimen de los inocentes, mirando para otro lado, y no repudia a sus verdugos. _En la indolencia de nuestros éxitos personales, acompañada de la autocomplacencia. _En la insolidaridad, que nos aísla en la seguridad y comodidad de nuestros propios intereses y en el refugio hogareño, ese oasis de paz y felicidad, a salvo de tan macabra realidad. Verdugos transformados en víctimas Pero esa impunidad se perpetúa también porque los llamados “ciudadanos de bien” votan ingenuamente en cada elección por todos aquellos candidatos que prometen


Fotografía de Ximena Astudillo

Porque mucho más grave que la impunidad judicial es la impunidad política y social, que tiene su origen en la confluencia de tres “íes” que se complementan: indiferencia, indolencia e insolidaridad.

de bien”, quienes por lo general votan siguiendo este implacable silogismo, consignado por Albert Camus en su Introducción del “Hombre Rebelde”: “Pero a partir del momento en que por falta de carácter corre uno a darse una doctrina, desde el instante en que se razona el crimen, éste prolifera como la misma razón, toma todas las figuras del silogismo. Era solitario como el grito; helo ahí universal como la ciencia. Ayer juzgado, hoy legisla”. Y todo parece indicar que entre nosotros el crimen continuará gobernando impunemente por muchos años más, pues sobran razones desde la derecha, el centro y la izquierda para seguir disparando, poco importa el número de víctimas que caigan. Al fin de cuentas, ellas mueren en nombre de la “seguridad”, la “democracia” y hasta la “justicia”, como suelen argumentar con profunda convicción sus respectivos verdugos

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paz, seguridad y lucha contra la corrupción, degradando así la política al arte de la manipulación del miedo y el combate maniqueo del bien –que supuestamente ellos encarnan– contra el mal que representan todos sus adversarios, a quienes tildan de apátridas y terroristas. Y cuando a dichos gobernantes del bien, la pulcritud y la “seguridad democrática” les llega la hora de responder ante la justicia, entonces se convierten en víctimas de venganzas criminales y no saben nada de aquello que hicieron sus subalternos, quienes obviamente fueron asaltados en su buena fe y son totalmente inocentes, “porque no se robaron ni un peso”, “ni ordenaron nada ilegal” y si se cometieron “falsos positivos” fue a “sus espaldas” (sic), pues ellos gobernaron “de frente y en forma transparente”. Así se perpetúan impunemente los perpetradores de tanto crimen, pues ellos tienen la buena conciencia de haber gobernado con el respaldo mayoritario de los “ciudadanos

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“El cuerpo de todos sigue a la muerte poderosa, mas viva queda siempre la imagen del alma”. Píndaro

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Humores derramándose en el velorio de Bernardo John Jairo Cuevas Departamento de Contabilidad y Finanzas

Fotografía de José Kattán


No entendía la razón que lo llevó a querer dormir de esta manera; sus pensamientos se quedaron en la posibilidad de haber dicho Sí, ahora al fin comprendo, fue un error de ambos el último camino por el que cruzó este amor.

el fondo estuviera triste, muy pocas veces lo escuché quejarse, continuaba Tomás con su discurso resistiendo a la inundación que ya había en sus ojos. En algún momento llegó a decirme que todo empezaría a estar más tranquilo, sólo ahora comprendo lo que quería indicarme, señalaba mientras encendía un cigarrillo con el cual intentaba calmar el abatimiento que tenía incrustado en el pecho. Bernardo fue un gran amigo como ningún otro, y sé que a todos los aquí presentes los quiso a su muy particular estilo, y mientras esto iba diciendo se fundía en una única mirada de tristeza con Dafne, que aún yacía en el rincón de aroma de café. Parcero, hermano, lo voy a extraaañarrrr, y rompió en llanto de asfixia. Algunos amigos allí reunidos comentaban sus últimos momentos juntos y aventuraban a formular los posibles para esto, que tenía todas las señas de lo imposible. Para lo que sí no hallaban una idea en la festividad de la lógica era para su sonrisa de calma como rostro después del placer con la que al final se había pavoneado. Melibea, quien permanecía con su cabeza tumbada vertiendo sus reproches en el yerto cuenco de sus manos, dejaba escapar algunos murmullos enredados a los temblores de su boca. Fue feliz, eso me dijo se le alcanzó a escuchar antes de que se derrumbara el llanto de su cabeza sobre el lino oscuro que vestían sus largas piernas. Carlos, su amigo de cartas cruzadas, por fin había dado arribo. Qué poema es éste, empezó diciéndole a quien a lo inexorable dio comienzo. Todo el mundo guardó silencio de sollozo mientras el recién llegado daba inicio a la tonada de lo indecible. Qué aleteo en tus párpados de ojos callados nos dejaste, si en la víspera de días quedos lo único que se te ocurrió decir fue ‘ay, puñetera vida, perdí’; ¿para qué este mutismo si no podrás caminarlo? y al decir esto se curvó en un abrazo de escándalo sobre el ataúd. Quienes allí contemplaban la escena tenían empañadas las ventanas de sus ojos con vaho de lágrimas tácitas. La luz vertical, que blanquecina recorría toda la sala donde el silencio cedía al murmullo de diálogo, se tendía en cada uno de los rostros que allí iban dejando ver el trazo de ausencia que empezaba a pesar en la bolsa de sus párpados. Nadie se atrevió a dejar escapar una palabra

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Había culpas de palabras atoradas en gargantas donde ya comenzaban a podrirse. Los cirios vertían una luz muy parecida a la blanca leche del alba; algunos lloros se esparcían junto a la forma geométrica que al final asume siempre la muerte. Tomás, con quien disfrutó sus últimas horas, intentaba convocar las sonrisas en los ojos enjuagados en espuma de tristeza. Él sabía que Bernardo, allí con sus manos en reposo de labios de silencio, así lo habría querido. Las preguntas en el por qué detenidas desfilaban en los rostros de tierra baldía. Un cristo extendía sus brazos como una amplía mueca en la cabecera del ataúd, pero el ejercicio de la risa no era ya posible para esos párpados dormidos. Dafne permanecía en el rincón donde reposaba el aroma del café que como un gato entre las márgenes rondaba la larga velada. Ella quería permanecer en la soledad de sus brazos cruzados. Recordaba, eso era lo que hacía. Como no había lágrimas, le resultaba más fácil volver a los días en que se abrigaba con la piel de Bernardo. No entendía la razón que lo llevó a querer dormir de esta manera; sus pensamientos se quedaron en la posibilidad de haber dicho sí, ahora al fin comprendo, fue un error de ambos el último camino por el que cruzó este amor. Esas palabras empezaban a dolerle entre los dedos que acariciaban la ausencia de ciertas promesas que ahora son niebla. Tomás se desplazó con todo su ahogo hacia el ataúd donde su amigo daba rienda suelta a un nuevo grado de su existencia, su boca moduló un atención, disculpen, pues deseaba obsequiar algunas palabras para quien terminó diciendo adiós, gracias a todos, que la pasen bonito en una especie de bolero anotado a la ligera en una hoja repasada por lágrimas. A este man yo lo quería como un hermano, apuntó primero, siempre pensé que era broma todo lo que decía; la noche en la que hablamos, la alegría que manifestaba no creí que se debiera a su inmensa tristeza, concluyó mientras tomaban asiento en el dorado de sus ojos algunas manchas de luz que se refractaban. Los allí presentes detenían entre pañuelos sus sollozos. Un aire de silencio recorría todo el lugar. Los padres de Bernardo junto a sus hermanos, se tomaron de las manos para el lamento en familia. Casi siempre sonreía; aunque en

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que se sumara a lo ya dicho acerca de quien permanecía con los labios carcomidos de púrpura. Negro instante este de humores retocados en un entrecruzarse de miradas apergaminadas, como queriendo decir idiota, ¿y ahora con este hueco qué? Al escribir esto, favorecido por la desesperanza de la curvatura con que se dibuja su espalda, Bernardo reclinó su cabeza en la hamaca de sus brazos y sollozó en ahogo de temblor de hombros. Lagrimeó tanto, que ese tiempo pluvioso empezó a desvanecer el miedo que allí había dejado consignado con el espasmo de su caligrafía.

siempre llenas de vacío aquel temblor de moribundo vuelto a la vida. Cuando en el horizonte veo próximos los colores purpúreos que me hablan de tu regreso, en la concavidad donde antes de que partieras estaba mi corazón, una alegría retumba. No es seguro que encuentres al hombre sonriente que en aquella cabaña limpió tus ojos donde la luz se refractaba en azul, pues hoy todo es de un amarillo triste. Quizás el amasijo de cenizas que llevo dentro, un poco de recuerdos y llantos envueltos, sirva para encender este cuerpo preso aún del deseo de ti. Tuyo de siempre, T _._._._._._

El pálido lamento de lo innombrable “Ella lo miró, observó cómo se desvestía y habló de su cuerpo” Peter Handke Mayo 5 de 19xx Querida S, ¿Qué más podría yo decirle sino que tras haber navegado sobre el terso tapete de su piel de aromas de canela y no habiendo aún terminado tal naufragio en medio de aquella tormenta de placer, aquel suspiro suyo fue la mejor dádiva que a un desesperanzado podría dársele? Significó para mí, como si antes de beber la cicuta y abrazar la nada inexorable, se pudiese saborear el mejor vino de tiernas uvas caniculares, maduradas en la más noble y aromática madera y de tiempo, siempre de tiempo. Si ahora nos ha pasado a sobrevivir el silencio, mi más profundo anhelo es que el azar que siempre teje mis pasos me conduzca en hora buena a los suyos. Con Cariño, T. _._._._._._ Agosto 15 de 19xx Mi querida S. Ha pasado ya un buen tiempo desde que el calor de tu cuerpo arropado en sus vapores producía en mis manos

Melibea, quien permanecía con su cabeza tumbada vertiendo sus reproches en el yerto cuenco de sus manos, dejaba escapar algunos murmullos enredados a los temblores de su boca.

El tiempo era tan sólo un puñado de hojas de papel en cuyo candor ellos iban fabulando notas de ausencia. A ello se debía que para T cada carta implicara la posibilidad de inventarse la manera de poseerla de nuevo, aun cuando tras cada palabra asomara tanto silencio. En cambio para S, cada carta apenas significaba el ruido de fondo de días donde se había contemplado en sus ojos, esa forma deleitosa de leerse en los espejos. _._._._._._ Agosto 31 de 19xx Mi extraviado T, He querido buscarte no en estos retratos de días detenidos en el tiempo sino en tus cartas, en cada una de las palabras que has ido reuniendo para mí en esas cartografías de nuestra ausencia. A veces puedo sentir cómo el pincel de tus dedos nos delinea, el olor-huella del paso del cigarrillo por tu boca tras la tinta derramada, las risas enmudecidas, y esa manera de besarnos entre líneas. Creo que te extraño, T. ¿Volveré a verte? Tu querida S. _._._._._._


Era S quien había dejado el sabor de la tristeza en sus labios. Ambos sabían que aquellos gemidos que revolotearon por toda la habitación mientras sus cuerpos hervían en sus humores eran de amor. A eso se debía la tristeza de su beso, por ello las lágrimas se deslizaban bajo una luz opaca en el rostro de T. Hicieron el amor, algo que se habían prometido nunca harían. _._._._._._ Marzo 4 de 19xx Estimado T, Agradezco el noble gesto de no volver a escribirme. Mejor así. (…), S. _._._._._._ S lloraba mientras descansaba la delgada línea que dibuja su rostro sobre la triste extensión del pecho de T. La luz que bordeaba sus lágrimas tenía que ver con el recuerdo del breve instante en que habían fundido la tibia carne de sus cuerpos al tiempo que le susurraba en la caracola de su oído: Tal vez… te amé en esta soledad de ambos. Entretanto, T estaba tendido embebiéndose el humo de su tabaco, ensanchando su costillar como

Fotografía de José Kattán

una cárcel que hacía suponer que sus adentros estaban coloreados de la pátina gris del desasosiego. Con la misma ligereza que de la fumarola de su boca dejaba escapar el humo mientras con sus manos repasaba el maderamen de los cabellos de S, le había dicho: Ven, querida, déjame entrar en la soledad de tus tobillos. _._._._._._

Al escribir esto, favorecido por la desesperanza de la curvatura con que se dibuja su espalda, Bernardo reclinó su cabeza en la hamaca de sus brazos y sollozó en ahogo de temblor de hombros.

Abril 5 de 19xx Mi más querido ausente, Ayer soñé de nuevo contigo. Creo, sentí, entre vapores como suele ser la materia de la que están hechos los sueños, los embates de tu deseo y la premura de mis carnes. Como siempre, al final dormí en medio de tus brazos. Extrañándote, S. _._._._._._ Y en su mirada S había alcanzado a leer déjame acercarme a tu oído y susurrarte cosas innombrables. Aunque ligeramente percibió en su aliento que él ahí daba rienda suelta a su desconcierto. Su cuerpo en el marco de la puerta era tan sólo el despojo de sus días en desgracia, bueno, eso empezaba a comprobar mientras lo asía duramente contra sí. Eran dudas lo que a ambos los estaba venciendo, aunque era claro el silencio en el que se envolvían para decirse adiós

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Diciembre 2 de 19xx Ay, S mía, tengo aún grabado en mi piel el recuerdo de tu cuerpo arropado con su desnudez. Cómo olvidar la música con la que se entrecortaba tu voz mientras con cada palabra te hacía mía; cómo no desear volver a saciarme en las aguas de tu escritura. Pero el tiempo, S, el tiempo y esta distancia que lentamente van haciendo cada vez más borrosa la posibilidad de tenernos. ¿Surcaré de nuevo el trémulo oleaje de tus brazos? ¿Cuándo, S? ¿Cuándo? Por ahora, soy palabra escrita con vaho en cristales de ausencia. Con deseo de ti, T. _._._._._._

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Ameno relato donde se recrea el uso de nuestra proverbial malicia con fines poco éticos y una mirada al papel de la educación en la construcción de sociedad.

La Cofradía del fraude Hernando Prado Departamento de Ciencias e Ingeniería de la Producción

Fotografía de José Kattán

En el trasegar de la vida académica se recuerdan y, frecuentemente son temas centrales de conversación en las salas profesorales, los relatos sobre los fraudes más resonantes por alguna característica distintiva que los hizo llamativos, ya sea por su sofisticada planeación, o por su grado de frialdad, temeridad, nivel de su creatividad e ingenio, o su elemental simplicidad, y aún, hasta por la medida del beneficio colectivo que se consigue para la cofradía ocasional de fraudulentos. Y recuerdo los fraudes cometidos por la Cofradía del 62 durante la implementación de la novedosa estrategia pedagógica en las universidades denominada “Cursos Básicos”, que se inició con nuestro primer semestre de carrera. Los relato como testigo directo de las incursiones en el fraude académico de este reducido grupo de atrevidos e ingeniosos compañeros, que tomados como referente, censurable por supuesto, me hacen ver con cierta conmiseración las inocentes novatadas de nuestros actuales estudiantes en la comisión de los fraudes académicos que sólo podría calificarse de ingenua, evidente y carente de talento. Porque aunque repudie el fraude, con más alteración cuando soy el sujeto engañado, debo reconocer que otro asunto muy distinto es que su concepción cuando es ingeniosa, y lo expreso sin mayor escrúpulo, me inclina por admirarlo cuando revela inspiración, viveza y sagacidad. Relato uno de ellos: el fraude planificado, sofisticado y temerario que se perpetró en el edificio del Laboratorio de Física, el que por su valiosa dotación permanecía vigilado por un numeroso séquito de guardas entrenados,


Qué propiedad, qué suficiencia, qué profesor más comprensivo, y qué estudiantes tan intensos, doy por seguro que unánimemente pensaron los guardas.

que podrían peligrar la misión a futuro, Guevara se justificó aclarando que el objetivo de la misión A que se le había encomendado lo recordaba con exactitud textual: “Enamorar a Valentina” para conseguir las anheladas llaves Yale, y ya con las copias en su poder, aún le faltaba estoicamente terminar cabalmente con la misión asignada. La siguiente misión B se les encomendó a todos los cofrades, incluido Guevara, pero exceptuando a Arciniegas a quien por su avanzada edad y descomunal tamaño se le asignó la siguiente misión C. A las 6:30 p.m. de esa misma tarde, cuando se hacía el cambio de turno de los guardas y el personal administrativo ya había cumplido su jornada laboral, con el edificio casi vacío, conforme a los delineamientos de la misión B, formaron corrillo a la entrada y en enfrente de la gran puerta de madera protegida por las tres modernas chapas de seguridad Yale. Con gran alboroto, mostrando su preocupación y enojo por la negada revisión de sus exámenes que el maldecido e incumplido profesor Montoya les había prometido antes de registrar las notas, con forzada cita acordada a las 7 p.m. de esa misma noche y en su propia oficina, pasados 20 minutos sin que el profesor apareciera se daban nuevamente por engañados y con sus ánimos más exaltados terminaron por congregar a varios guardas que

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objetivo locativo de la fraudulenta misión, hasta donde se debía acceder con el fin de sustraer los exámenes de Física que esa misma tarde habíamos realizado, cuyas notas de calificación vaticinadas por los más optimistas presagiaban un desastre reprobatorio total. Enclavada en el Laboratorio estaba la sala de los profesores de Física, aislada por una inmensa y gruesa puerta de madera y protegida por tres chapas Yale de última generación. Y por supuesto, uno de los tantos escritorios metálicos que encerraba la sala no sólo era del prepotente y temible profesor de Física sino el que guardada en uno sus cajones inferiores los exámenes efectuados por mi grupo esa tarde. Digo que fue un fraude planificado, porque un mes antes de aquel examen parcial, Guevara, por su figura y esmerado culto a su cuerpo, a quien podría catalogarse como un remoto antecedente del “metrosexual” que hoy rotulamos, financiado en metálico por la caja común de la cofradía delictuosa y con el apoyo muy convincente que da un vehículo de buena gama y deslumbrante diseño, se le asignó la misión A:“Enamorar a Valentina”, la secretaria del Departamento de Física, sea dicho de paso, una misión muy halagadora por la belleza y simpatía de la víctima del abyecto afecto, y sin que sea necesario aclarar, poseedora de las tres llaves YALE, misión ésta que se daba por exitosa dada la gran variedad del repertorio de habilidades seductoras de Guevara entre las que se destacaba su fluidez verbal afectiva, su sencillez en el trato, su contagioso humor, y en especial, su manejo de la guitarra y su voz interpretativa que imitaba a la perfección cualquier ídolo romántico y zalamero de turno. En un descuido de Valentina, durante la fase misma de su seducción, muy presto, ya Guevara había cumplido con su encargo: tenía copias exactas de las tres llaves Yale. Otro asunto, es que continuara por su propio gusto y peculio con la misma misión encomendada por la Cofradía de fraudulentos pero con objetivos personales muy diferentes. Aunque se le reprochó continuar en contacto con Valentina para evitar trazas y cabos sueltos

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terminaron por solidarizarse con sus reclamos y clamores de justicia académica. A la 7:30 p.m., sorpresivamente apareció a la vista de los guardas, por fin, el esperado “profesor Montoya”, para mayor exactitud el mismísimo cofrade Arciniegas, en pleno desarrollo de su misión C, bajándose del mismo vehículo de buena gama y deslumbrante diseño de muy buen uso en la misión A, quien vestido elegantemente de saco y corbata, portaba un fino maletín como el que cargan los profesores de oficio, lo que lo hacía irreconocible, pues daba la impresión de ser un catedrático de larga experiencia, más convincente por su gran talla, gruesa voz, canas incipientes y su gran bigote. “Buenas Noches, señores guardas. Buenas noches, mis queridos estudiantes, vamos a revisar sus exámenes que tanto les preocupan, antes de pasar las notas a Secretaría”. Qué propiedad, qué suficiencia, qué profesor más comprensivo, y qué estudiantes tan intensos, doy por seguro que unánimemente pensaron los guardas. Con paciencia y tranquilidad, con las llaves de su propio llavero, giró las tres chapas Yale, y ya en posesión de la sala de profesores, sentado en el escritorio del temido profesor, parapetado por el corrillo de insistentes estudiantes reclamando sus revisiones en voz alta y al mismo tiempo, pudo el “profesor Montoya” sacar, sin ser visto, la platina de acero que escondía bajo el saco de su elegante traje, para palanquear el cajón metálico, sin ser oído, y tomar todos los exámenes realizados por los integrantes de la cofradía esa misma tarde. “Pasen si novedad la noche, señores guardas. Es imposible trabajar con ellos en esta forma. Me llevo sus exámenes, los reviso en casa y, más tarde de la noche, hoy mismo, regresaré para tenerlos listos mañana en mi oficina para la clase. “Buenas noches, mis estudiantes, tengo presentes sus observaciones individuales. Mañana tendrán sus exámenes revisados. Cuenten con ello. Estudiantes, hasta mañana. Guardas, hasta más tarde”.

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Qué representación, qué manejo histriónico, qué delicado manejo de las pausas y los tonos de voz, toda una obra de montaje artístico, que dejó una agradable sensación de amable receptividad y de buena energía en la sensibilidad de los guardas.

Fotografía de José Kattán

Qué representación, qué manejo histriónico, qué delicado manejo de las pausas y los tonos de voz, toda una obra de montaje artístico, que dejó una agradable sensación de amable receptividad y de buena energía en la sensibilidad de los guardas. Hasta se escuchó decir a un guarda: “Imagínese, todo un doctor entregado a su profesión al punto de sacrificar su noche de descanso para favorecer a estos injustos estudiantes. La verdad, todo un ejemplo”. Conozco los pormenores de este fraude porque participé en la programada misión D, sin saberlo. Esta misión D le asignaba a Ramiro, uno de los tramposos de la cofradía, condiscípulo y vecino de mi casa, que nos frecuentaba no por su compañero de clase, sino por mi hermana, la tarea de tener el examen bien resuelto antes de iniciar el proceso ilícito. Aun con el cansancio a cuestas, producto del prolongado examen realizado en la tarde, ya en mi casa, inexplicablemente, se apareció mi potencial cuñado mostrándose más interesado en examinar la correcta solución del examen que persistir en el insistente cortejo con mi hermana porque quería “aclarar muchas dudas del difícil examen”. “Mazo, ¿te fue bien?”


Sin dejar de mantener clavada su mirada en los ojos de Catalina, el gringo totalmente absorto tomó el nuevo candado, sin siquiera sacarlo de la argolla del armario y lo cerró instintivamente.

la palabra, no obstante el empalagoso seductor intentó con las mejores prosas clásicas, sus más melosos poemas y las más sentidas y románticas serenatas. Otro fraude, éste connotado por su temeridad y frialdad, lo perpetró la Cofradía del 62 con el examen final de inglés. El gringo y joven profesor Cooper Edward estaba abiertamente muy interesado en Catalina, nuestra condiscípula de Cursos Básicos, bello espécimen del género latino, que atraía por entero su atención cada vez que su imagen incursionaba en su campo visual. Y esa sutil percepción ya la había capitalizado la Cofradía del 62. También sabía que el exigente profesor guardaba sus haberes para la docencia en un sólido armario, hermético e inexpugnable, resguardado en el área de los profesores de inglés por un robusto candado Yale. Y sabían además de la automática rutina inconsciente que seguía el profesor cada vez que abría el armario: colgaba el gran candado abierto en la argolla de la puerta para que no le pesara e inutilizara una de sus manos o no se le refundiera mientras manejaba el contenido de su armario. Esa tarde, el profesor habló acerca de la estructura del examen que realizaríamos al otro día al término de su mañana. Y mostrándonos desde lejos las hojas manuscritas con su diseño nos ilustró su composición, la forma y los criterios bajo los cuales se realizaría la evaluación. Hasta advirtió que su impresión la haría en las primeras horas hábiles de la mañana para evitar posibles riesgos de su difusión fraudulenta, de pronto, desde la misma Sección de Publicaciones, de cuyo empleado, por su forma de mirar, no confiaba. Con el original del examen dentro del infranqueable armario, la Cofradía tenía toda la misión completa y consistentemente programada.

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“Después de salir de un examen, menos aprensivos, nos ocurre que pueden advertirse errores involuntarios que cometemos”. Como, para un 3,8, Ramiro. Ahora, cuando ya de nada sirve, acabo de percatarme de algunos errores que cometí. Entonces, Ramiro acometió: “Mazo, resuélvelo, para verlo y entender bien lo que hice”. Con cansada resignación y más por su petición y curiosidad cognitiva, le resolví el temario del examen por escrito, completando con toda fidelidad la furtiva misión D en el trascendental papel de idiota útil, pero de algún modo, recompensado en mi espíritu por mi servicio al prójimo en la loable misión de enseñar a quien no sabe y con gozo sublimado cuando percibo que el prójimo lo pide y por su porfía se advierte que “lo necesita”. Todos en el salón sabíamos que algo fuera de lo común había ocurrido con las notas de Física, no sólo por las altas notas obtenidas por el reducido y reconocido grupo, sino por su misma conformación intrínseca que ya sabíamos incluía los compañeros con las mayores y más palmarias deficiencias en lo fundamental y, para el desconcierto del grupo restante de la clase, alabados con exaltación por el parco profesor de Física que jamás había reconocido los méritos de sus estudiantes y, para colmo, puestos como señeros paradigmas a imitar. Dos meses después, al calor de la celebración por el feliz término del curso, con la satisfacción de haber logrado sus anhelos calificatorios, en medio de risotadas triunfalistas, optaron por contarme lo sucedido, burlándose de mi valiosa y timada participación, no sin que dejaran entrever cierta esperanza de absolución de mi parte por el engañoso abuso de quien, supongo, tenían alguna estimación. En cuanto al pobre Guevara, al estar perdidamente enamorado de Valentina, privado de su lógica racionalidad, movido por su fluidez verbal que le llevaba a hablar de más, terminó por contarle su hazaña, la que fue de mal recibo, por lo que Valentina jamás le volvió a dirigir

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Bastó seguir al profesor hasta su armario, después de esa clase, según lo planeado por la Cofradía y, de paso, acceder sin sobresaltos al área de los profesores, pidiendo al profesor Cooper algunas aclaraciones adicionales acerca del examen por presentar. Aunque no creo pertinente aclararlo, obviamente Catalina formaba parte del grupo de los cofrades, cuyo papel sólo se reducía a pedirle sugerentemente, guiño y sonrisa incluidos, al receloso y exigente profesor que no fuera tan duro con la dificultad del examen, mientras los otros le hacían al candado colgado pantalla, que califico de innecesaria aunque sí preventiva, porque el profesor sólo tenía sus ojos puestos en los ojos y la silueta media superior de Catalina y, como se lo imaginan, si el lector tiene los alcances ingeniosos de los miembros de la Cofradía del 62, uno de ellos, mientras tanto, lo sustituía por otro candado idéntico por su diseño y modelo, así como por estar abierto, pero eso sí, con diferente factura de compra y de llave, ambas en poder de los cofrades. Sin dejar de mantener clavada su mirada en los ojos de Catalina, el gringo totalmente absorto tomó el nuevo candado, sin siquiera sacarlo de la argolla del armario y lo cerró instintivamente. Otra misión de cierre, más tarde en la noche, se encargaría de entrar al área profesoral, abrir el candado sustituto, tomar nota textual del examen, devolver el candado original, que se mantuvo abierto mientras no se completara esta última fase de la misión. Recuerdo también las sospechosas notas cantadas al curso por el profesor Cooper, más con el ánimo de cortejar a Catalina por haber obtenido la más alta nota del examen, centrado en felicitarla más que por informar las notas obtenidas por el resto de los invisibles mortales. Vale decir, que la marca Yale no permite ahora en sus nuevos diseños retirar la llave del candado mientras no esté cerrado. Es posible que algún usufructo hubiera tenido la Cofradía en este específico propósito del diseño ingenieril, que debió ser bien recompensado por su

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Si bien, física e inglés eran las materias de este primer semestre que nos producían gran incertidumbre sobre nuestro futuro profesional, el implacable y cruel profesor Philippe, de francés, lo hacía categóricamente imposible

alto sentido de confiabilidad en la seguridad que por publicidad ofrece este producto. Podrá alguien molestarse ante estos logros de la Cofradía del 62 por su carácter delictuoso, nada ético, moralmente reprochable y tildarlos como una asociación de sagaces estudiantes con un perfil delincuencial cuyas acciones fraudulentas en la academia obedecieron más al desparpajo, a la temeridad, a la concienzuda planificación que manejó los paradigmas del vestir y del hablar y manipuló vilmente las debilidades humanas en la mente de los engañados, más que al ingenio que chispea de la más pura y radiante inteligencia. No lo creerán así, cuando les narre otro más de sus famosos fraudes, en el cual debo reconocerlo fui partícipe por mi voluntad, coacción de grupo y, obvio, por la gentil y generosa anuencia de la Cofradía del 62 por contar con nuestra necesaria y muy conveniente participación. Si bien, física e inglés eran las materias de este primer semestre que nos producían gran incertidumbre sobre nuestro futuro profesional, el implacable y cruel profesor Philippe, de francés, lo hacía categóricamente imposible, razón por la cual necesariamente debo nombrarlo en narración aparte. ¿Cómo hacer fraude a un profesor que no escribe sus exámenes sino que los produce en el mismo momento cuando los aplica? ¿Cómo perpetrarlo, si el diseño de sus exámenes es un producto del azar y por ello está fuera de cualquier pretensión o previsión en lo que atañe a su conformación y a su nivel de dificultad incluso para el mismo profesor Philippe, la misma persona que los crea? Es más, este prepotente y longevo francés se jactaba con orgullo de la forma como construía sus exámenes porque


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¿Será necesario que tengamos que hacer un simulacro del examen del lunes para que puedan entenderlo?”, Habrá que hacerles maqueta y plastilina?”, fueron las siguientes palabras del impaciente cofrade.

Y con su ingenioso procedimiento de construir sus exámenes, procedía a extractar al azar párrafos de las primeras 32 lecciones, que leía del mismo modo como hacía en sus clases, acentuando las palabras durante su dicción para las cuales nos concedía 15 minutos adicionales para que le diéramos su traducción correspondiente. De este modo evaluaba la comprensión del francés y la riqueza del léxico, según él, aspectos muy importantes en el aprendizaje de una lengua extranjera. El desastre académico del curso no pudo ser más catastrófico. Sin ahondar en detalles, basta sólo que les cuente que Baudelio obtuvo tan sólo 3,1, nota demasiado baja aún para los más adversos pronósticos de sus envidiosos compañeros. Con este hecho resultaba improbable que hubiese otro compañero que llegara siquiera a la barrera infranqueable del 3,00, pues a todos los que consulté sus notas no superaron el 1,2. La mía, dentro del promedio, un luctuoso 0,8.

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las posibilidades de fraude eran absolutamente nulas y además dejaba sin piso cualquier controversia de injusticia comparativa que pudiera suscitarse con los exámenes que aplicaba a cada uno de los ocho cursos paralelos de primer semestre en los que dictaba su materia, porque argumentaba, con razón, que sólo el azar prescribía sus exámenes. El primer parcial comprendía la evaluación de las primeras 32 lecciones del “Libro de la Civilización Francesa”, en la cual dos sujetos hiperactivos y muy preguntones, Monsieur Vincent y su amigo Monsieur Legrand, generaban cada lección como producto de su visita a un lugar específico, donde nombraban exhaustivamente cuanto objeto se hallaba presente en el lugar. Si era un restaurante, imagínense, desde los palillos, pasando por los condimentos, los utensilios de cocina y de mesa, la comida y sus menús, los avatares del servicio, los detalles de la decoración, la forma de pedir la cuenta y hasta la propina. En la clase, cada lección era leída pausadamente en francés por Philippe a voz regulada aumentando su volumen en las palabras cuya traducción debíamos llevar como tarea para la clase siguiente. Y con esta metodología ya estábamos en la lección 32, con más 800 vocablos de diversa especie, después de haber visitado sendos lugares diferentes, y, desde luego, supuestamente listos para la evaluación que se avecinaba. El gordo español Baudelio era quizás para el concepto general el más opcionado para pasar la barrera del inalcanzable 3,00 en Francés, pues su memoria fotográfica era ya legendaria en los Cursos Básicos. Recitaba al dedillo cada lección; es más, lo hacía igualmente si se le señalaba el orden de posición de un párrafo de una lección cualquiera para comenzar a cantarlo en impecable francés mejor que si lo estuviese leyendo. Después de hacer su recorrido durante todo el día realizando sucesivamente los exámenes de los siete cursos restantes, al profesor Philippe sólo le quedaba el nuestro, último de la tarde.

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Siendo objetivos, ninguno de nosotros veía con la mínima traza de optimismo nuestro paso al segundo semestre de Básicos. Ante tan funestos resultados, la Cofradía del 62 encaró el problema para que no creciera y seriamente tomó cartas en el asunto. Y sin que lo esperáramos, por primera vez, nos hicieron partícipes de su plan calculado de fraude, no por especial deferencia grupal, sino quizás, por fortuna, porque la participación global del curso era requisito esencial para el éxito de su cometido. Ahora, el segundo parcial comprendía la evaluación hasta la lección 76, incluidas las primeras 32, con la justificación esgrimida por Philippe de darnos la oportunidad de estudiarlas de nuevo para unos resultados mejores en esta próxima confrontación con el idioma. Aun recuerdo, aquel sábado anterior al lunes, día programado para aplicar en todos los cursos el segundo examen parcial de francés, cuando uno de los cofrades nos reunió a puerta cerrada, incluido el llamado a lista, justo antes de exigirnos un juramento de lealtad y reserva, que hoy, después de 49 años incumplo, no sin dejar de sentirme algo incómodo. Simplemente nos repartió en una hoja la solución detallada del próximo examen de Philippe, escrito en página y media que nos entregó a cada quien, con su nombre respectivo, una vez suscribiéramos la lista refrendando con nuestra firma, rubricada a la derecha de cada uno de nuestros nombres, el aceptado de conformidad. Este solemne ritual secreto de asistencia firmada y juramento al Eterno comenzó por hacerme sentir muy nervioso. Pero, ¿qué disparate es éste?, me pregunté. ¿Cómo podía la Cofradía conocer de antemano un examen que el mismo profesor Philippe desconocía momentos antes de dictarlo?

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Nuestro concurso unánime hacía completamente verosímil el dictado previamente construido por la Cofradía como para que el mismo Philippe no se percatara del fraude del que había sido objeto, no sólo él mismo en su persona, sino además su cacareado e inteligente mecanismo antifraude.

¿Acaso era una mórbida tomadura de pelo del más connotado humor negro ante el inminente y anunciado desastre del lunes próximo? La verdad, es que llegué a pensar que la supuesta Cofradía había perdido los más elementales signos de su admirable cordura ilícita. El mismo clamor de desconcierto se apoderó del grupo. ¿Cómo citarnos un día sábado para semejante despropósito? Movidos por la desesperación, tal vez, llegamos a pensar ingenuamente que los genios del fraude mediante alguna argucia desconocida podían llegar a dilucidar los inconscientes mecanismos mentales y los insospechados juegos de las leyes del azar a los que obedecía ciegamente el antipático profesor Philippe. “Calma, compañeros. ¿Es que acaso no entienden la genial simplicidad y no preveen la contundencia del fraude que les hemos planeado?” ¿Será necesario que tengamos que hacer un simulacro del examen del lunes para que puedan entenderlo?”, Habrá que hacerles maqueta y plastilina?”, fueron las siguientes palabras del impaciente cofrade.


Supe de la suerte corrida por varios de los cofrades a través de la sección judicial de los periódicos locales, sindicados de delitos ya mayores que los hacían indeseables miembros para la sociedad.

Una planificación pasmosamente admirable. No dejaba siquiera la posibilidad de errores repetidos que pudieran poner en riesgo la autenticidad del engaño, fijándolos con un alto sentido de la más pura aleatoriedad que buscaba la confusión total de Philippe desde sus más íntimas concepciones probabilísticas. Es más, parece increíble, la Cofradía nos conminaba a no traer el examen previamente escrito para entregarlo una vez nos deshiciéramos de la hoja del examen que el mañoso profesor Philippe nos entregaba, por si le daba por hacer marcas imperceptibles en ellas para reconocerlas como sus originales y, por el contrario, el cofrade con un tenaz tono agresivo nos advertía que debíamos hacer el ejercicio de aprender de memoria la página y media del texto y el listado de los errores correspondientes a cometer, para no inducir ninguna posibilidad de “error en el fraude”. ¿Qué tal?”. Siendo que el mayor peligro de engañar a los demás está en que uno acaba inevitablemente por engañarse a sí mismo, ninguno de los cofrades sobrepasó el tercer semestre ante la permanente e intensa presión académica a la que sólo podía responderse con disciplina y dedicación en el estudio, por lo que sólo sobrevivimos hasta el duodécimo semestre 5 de los 75 estudiantes inicialmente inscritos para mi carrera de Electromecánica, en el año 62. Supe de la suerte corrida por varios de los cofrades a través de la sección judicial de los periódicos locales, sindicados de delitos ya mayores que los hacían indeseables miembros para la sociedad. Se comienza con el fraude académico y en su escalada se termina en las ligas mayores de los patios de reclusión del Estado o perseguido por los grupos élite en misiones de búsqueda, porque “el modo más fácil y sutil para engañarse uno mismo es definitivamente creerse más listo que todos los demás”

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Tuve que escucharle un poco más para llegar a entender la nimia fisura del mecanismo de Philippe que lo hacía increíblemente frágil y endeble a los ojos avizores de la Cofradía del 62. “Cuando Philippe dicte el examen con los extractos aleatorios del libro finjamos escucharle y tomar su dictado, pero todos escribiremos la misma página y media que hemos escrito copiando textualmente los extractos de las primeras 72 lecciones que igualmente tomamos al azar, pero en un ambiente totalmente controlado por nosotros”. “¿O acaso creen que Philippe recordará con exactitud qué párrafos nos dictó después de replicar su técnica en los otros siete cursos restantes? Les aseguro que no saldrá de su asombro ante la abrumadora mejoría de nuestro francés al calificar nuestros exámenes.” Por fin lo entendí. Más claro que un rayo en las sombras de la noche. Qué torpeza mental de mi parte. Nuestro concurso unánime hacía completamente verosímil el dictado previamente construido por la Cofradía como para que el mismo Philippe no se percatara del fraude del que había sido objeto, no sólo él mismo en su persona, sino además su cacareado e inteligente mecanismo antifraude. Confieso que cuando una persona no tiene la cultura del fraude o de lo ilícito, difícilmente sospecha cómo debe perpetrarse aun cuando se lo expliquen al detalle. Aquello de la maqueta y la plastilina, que me sonó insultante, debo reconocer que me lo merecía. El cerebro moral y ético pierde inevitablemente, muchas veces, perspectivas muy interesantes y fructíferas en este sentido de lo ilícito. mi mayor asombro, la hoja que a cada quien se nos entregó con nuestro nombre, listaba en su última media página las observaciones propias válidas para cada uno, entre otras, la nota del examen que se recomendaba se debía obtener para no levantar sospechas, junto con el detalle de los errores que cada quien debía cometer en cuáles palabras específicas del dictado y en las traducciones de las palabras elegidas.

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Con esa voz que rememora las palabras y los gestos de los otros vamos contando nuestras historias; al final, unos se quedan adentro y los demás se van, como los sueños.

La culpa la tuvo el olor de Jim Adriana Villamizar Ceballos

Departamento de Comunicación y Lenguaje

Fotografía de Natalia Cajiao


A Rafael Chaparro Madiedo

Hice hasta lo imposible para mantenerme firme pero su asedio fue tan impulsivo como todo lo de cualquiera que tiene esa edad y me hizo creer que era la mujer más bella del universo y, ¿la verdad?, todavía me siento igual.

Vamos baby, vamos a la Villa de los hongos que nos está esperando la fantasía, el viaje, vamos a amarnos una y dos veces, y más. Yo te amo nena, te necesito y te deseo desnuda para hacerte el amor en todos los rincones, porque hoy te levantaste con todas las intenciones de hacerle competencia al sol, sólo déjame amarte. ¿El tiempo?, ¿para qué vamos a contar las horas si nos podemos amar sobre la hierba? Sígueme que te invito a vivir, ¿me reconoces? Mis dioses te enviaron. Apenas entraste al salón lo pensé: me la voy a follar eternamente, voy a estar dentro de ella por días, por horas, por siempre, sea como sea. ¿Cómo cree que no iba a caer en picada? La culpa la tuvo el olor de Jim, ese olor raro que nunca vamos a poder saber cómo y qué es, todavía sigue invadiendo con sus aromas por ahí, por acá y por allá. Tanto, que ni siquiera hay necesidad de que uno llegue hasta Père Lachaise a fumarse un porro envuelto en el cuero de un Gauloise. Él, mi Jim, tampoco necesita que uno brinde encima de su tumba ofreciéndole tragos del whisky barato que tal vez no ha podido tomarse allá donde esté. Por eso yo creí que lo tenía justo en frente de mí, que por fin podría alcanzar el sueño de entreverarme con él. No se llamaba Jim, ni cantaba Light my fire, pero lo escuchaba todo el día desde que no sólo yo, sino otros tantos le habían dicho que era tan parecido al rey lagarto que ya hasta lo llamaban Morris, ¿puede creerlo? ¿Qué, que yo fui la primera en caer? Pues claro, ¿no ve cómo estoy? Cuarenta años y parecía o más bien, pretendía tener los mismos veinte años de él, como en esa canción de plancha que no quiero ni recordar, porque lo único que puede escucharse

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Yo se lo conté alguna vez, ¿se acuerda ese día que andaba en el mercado de viejo? ¡Cómo no se va a acordar! Era Jim, el verdadero James Douglas en escala 1:1 quien venía hacia mí. Sí, le prometo que esta vez lo voy a cumplir, no voy a trastornarme de nuevo, ¿la verdad?, ya no hay necesidad de hacerlo. ¿Ya para qué? El inequívoco sueño está a unos pasos no más. El verdadero delirio es estar llegando. Pero es que, mire, ¿sabe qué? Nadie me va a aguar la fiesta ahora. ¿Por qué será que siempre tiene que aparecer alguien con esa particularidad para hacerlo aterrizar y borrar las fantasías de hace tantos años? Está bien, esa vez era un tipo al que no se le veían sino los zapatos y caminaba directo hacia mí con un póster del tamaño de él, del mismísimo Jim Morrison, con sus pantalones de cuero negro, con su “enciéndeme el fuego nena”, y esa boca entreabierta que no necesita de una sola palabra porque lo dice todo, lo respiraba, lo respira todo: sexo, whisky, droga y rock n’ roll, por eso como decía Chaparro, “no es que Jim haya muerto, lo que pasa es que huele raro”. El problema es que yo no sólo he seguido convencida de que está vivo, sino que siempre estuve completamente hechizada creyendo que había reencarnado en ese chico veinte años menor que yo. Sí, ya lo sé. No tiene que repetírmelo tanto, yo sé que Boris tiene la misma edad que podría tener mi hijo, bueno, si algún día hubiera tenido uno, pero cuando se me plantó así en frente, también muy convencido de que era Morrison, pues no pude resistirlo. Se lo juro, si se me acercaba alguien menor que yo dos o tres años, ya me parecía un escándalo y preciso fui a caer con semejante muchachito. No parece, y ni crea que es una disculpa, deje de reírse que es cierto. Como es tan alto y en verdad se cree la resurrección de Jim, pues aparenta muchos años más, pero eso a la hora del té no es lo que importa, el verdadero intríngulis fue todo ese enredo en el que me metí.

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ahora como esencia de los cantos de una religión que inventamos en esos días es a James Douglas y a su Mother… I want fuck you… No es tan simple como eso, deje de ser tan obvio, sí, algunas veces se termina usufructuando el lugar de sus madres, aunque tengo que confesarle algo, su mamá es menor que yo. No me mire de esa forma que ni en ese momento ni ahora me dio vergüenza, ya qué carajo, pasé buenísimo y eso no lo borra nada, aunque tampoco le niego que me alcancé a asustar cuando no lo pudimos ocultar más y se armó la tremenda barahúnda, pero qué tal, ni que yo hubiera corrompido a Boris, él empezó. Hice hasta lo imposible para mantenerme firme pero su asedio fue tan impulsivo como todo lo de cualquiera que tiene esa edad y me hizo creer que era la mujer más bella del universo y, ¿la verdad?, todavía me siento igual. No pienso salir de aquí ni porque me saques a rastras, te quiero follar toda, te voy a hacer el amor en la cocina, en el baño, en el sofá, en el piso, en el patio cuando sólo la luna nos ilumine, leyendo a Pessoa, a Lautréamont, a Rimbaud y a Baudelaire. Déjame beber poco a poco del vino con el que estoy bañando tu cuerpo. Mordisqueo los poros que nunca te han tocado, así grites que no quieres. No importa que la madrugada nos sorprenda, no te alejes ni un segundo, ni respires mientras yo no esté dentro de ti. Y ahora por qué le da por dañarme toda la emoción, para qué quiere que le cuente en qué terminó, si eso no tiene muchas vueltas de hoja, ¿o pensó que iba a con amor eterno y happy end?, no sueñe que eso no pasa ni en Harold y Maude, ¿se acuerda? No, antes de contarle lo del día en que la mamá de Boris se apareció a pegarme delante de mis estudiantes, le voy a decir cómo empezó todo, esa parte es muchísimo mejor que la otra y eso sí, menos vergonzosa. La cuestión comenzó porque él como se creía Jim, o se cree Jim, le dio por quedarse muy cómodo en su mismísima estratosfera tarareando a Morrison y me decía: te escribo poemas porque mi alma de cantante se quedó con el propio Jim, mis poesías sólo quieren acariciar cada tramo de tu cuerpo, baby. Claro, y

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como yo tengo esta alma rara que vive deseando proteger desvalidos y descubrir talentos, pues se lo permití. Cada día llegaba con más y más poesías y cuando se las devolvía, cumpliendo con mis obligaciones de maestra y haciendo todos los intentos para no desfallecer, muy tranquilamente me fue diciendo que para qué se las devolvía si sabía muy bien para quién eran. Yo, como la ingenua de siempre, me comí todo el cuento. Ahí fue el primer desmoronamiento, los otros llegaron en estampida. Te escribiré versos sobre la piel, no quiero volver a casa, no quiero que mi madre corte las alas que me has dibujado con tu amor desbordado nena, no soporto más agresiones de mi padre porque no quiero ser como él me imaginó. Déjame quedarme contigo hoy, mañana y hasta que ellos y los demás nos lo permitan. Todo este amor los quebrantará, se olvidarán de nosotros, la envidia los retorcerá porque ellos no inventaron el amor, como nosotros. No me dejes ir que mi madre quiere encerrarme, no me dejes morir babe porque entonces lo diré: “Father, yes son, I want to kill you, Mother… I want… to fuck… you”… Claro que no lo quería dejar ir, pero qué iba a hacer si cuando gozábamos más, cuando no me dejaba ni siquiera respirar por estar inventando una nueva forma de hacerme el amor, cuando ya estaba a punto de la alucinación porque cada vez que lo miraba ahí explayado encima de mi cama y seguía imaginando que le hacía el amor a Jim, me entregaba sin el más mínimo temor de nada, como en la escena de Oliver Stone donde retumba Carmina Burana sobre el deseo de esos dos cuerpos, y de fondo sólo se escuchaba baby ámame, enciende mi fuego… Y aquí viene el último cuando. Eran las cuatro de la mañana y dos horas después teníamos que regresar a la realidad, él a su pupitre y yo al frente de él como su profesora, mirándolo como si no hubiera pasado nada, la que llegó a mostrarnos la verdad fue nada menos y nada más que ella, la dueña única de sus alas, la que lo había concebido y por ningún motivo iba a dejar que yo lo apartara de su vida.

Cada día llegaba con más y más poesías y cuando se las devolvía, cumpliendo con mis obligaciones de maestra y haciendo todos los intentos para no desfallecer, muy tranquilamente me fue diciendo que para qué se las devolvía si sabía muy bien para quién eran.


Fotografía de Natalia Cajiao

del todo mal, te lo juro, como también te juro que dejé abandonado mi equipaje en el hotel para salir corriendo a cumplirte la promesa de siempre. Traigo Las flores del mal para leértelo y hasta puedo ayudarte a recordar el canto II con el Sena que arrastra ese cuerpo humano. Ahora sí sé porqué necesitamos revivirte, cantarte, amarte y desnudarte cada cinco minutos. Por eso tuviste la culpa, es tu olor que no sólo se esparció sino que atravesó los mares para enloquecerme. El otro sí se acabó: Boris, el que aún cree y se seguirá camuflando en un Morrison que divaga por el cono sur, pero no, ni siquiera alcanza a ser una pequeña imitación tuya. Te prometo también que nunca más querré perderme en invenciones y efervescencias a las que llame con tu nombre, porque finalmente ahora soy yo la que tiene que convencerse, por eso salí huyendo. Decidí perderme, y contigo, mi más hermoso delincuente. Ese otro Morrison para mí no va a ser, porque esas historias no duran ni los insignificantes cinco minutos que necesitas para resurgir de tu propio fuego en el que eternamente queremos seguir ardiendo

Maestro Número 2

No importa que ella quiera separarnos, no importa que todos nos miren mal, permíteme seguir amándote mujer de melena con destellos purpúreos, mujer de olor a yerbas y a frutas. Abre las puertas, déjame entrar en tu casa, en tu mundo. Esto es lo poco que alcancé a sacar, el compacto de Morrison, el de Marley y unos cuantos casetes, la grabadora, los morrales con ropa y la guirnalda de Dionisio. Llego con toda esta pasión que es lo que único que ahora te puedo dar. Abre las puertas, aquí podré soñar, aquí podré escribir, aquí construiré la libertad y tú me ayudarás. Aunque nos quisimos ocultar no hubo poder humano ni divino, ni siquiera funcionó el pacto que hicimos con Jim, así nos antojáramos por seguir bailando, mi amor salvaje y yo sabíamos que toda esa pasión estaba muy cerca de ser sólo una quimera, la mentira que él y yo habíamos inventado. La mujer entró en medio de una clase cuando Boris y yo seguíamos fingiendo que nada había pasado, aunque nuestras miradas lo dijeran todo. Vociferó las palabras repetidas y gastadas para ofender, los compañeros de él me miraban aterrados mientras yo negaba las verdades que escupía esa mujer en mi cara y me zarandeaba sin piedad. Lo seguí negando hasta que se lo llevó a rastras. No quiero empacar de nuevo mis maletas, no quiero dejar este lugar donde te respiro, donde te saboreo, no renuncies, no me quiero ir baby. No le hagas caso, ella no sabe qué es el amor, ella destrozará las alas, ella levantará los ladrillos del gran muro donde viviré a partir de hoy. Fueron tan pocos días nena, que parecieron cinco minutos. Y aquí se acaba, pero no Jim, este es el fin mi viejo amigo, el fin de mi salvaje amor, el que me embelesó con sus escritos al demonio. Nunca volveré a mirarme, ni a mirarlo en tus ojos, ese es el fin. Pero no de vos, el verdadero Jim, porque “resucitas cada cinco minutos”, así lo dijo Chaparro Madiedo después de visitar tu mausoleo. La tumba donde finalmente estoy sentada ahora, mirándote, fumándome un porro en un cuero de un Gauloise y tomándome un whisky barato, ¿quieres un poco? No está

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Maestro Oct. - 2011

En mi biblioteca tengo guardada la hoja de una agenda del 2005. En ella está la dirección electrónica y la dirección de la casa de Santiago Niño. La hoja está guardada en un libro de teatro editado por Panamericana. Las dos obras de teatro que aparecen en el libro son La madriguera y El Monte Calvo, ambas escritas por Jairo Aníbal Niño. ¿Cómo llegó ese libro a mi biblioteca? Esta es la historia. Por allá en 1974 ó 75, ¿quién sabe?, en esos hermosos años en los que quienes nacimos en los sesenta estábamos dispuestos a cambiar el mundo, a hacer de esta Tierra un planeta para todos, justo y digno, la cultura y la música promovían la idea del cambio. Hasta en el teatro los autores y los directores nos presentaban la idea de que podíamos mejorar lo que había. Y todos queríamos eso: que el mundo fuera bueno. Y en medio de todo, las cosas ayudaban. Fue el tiempo de la noche de Tlatelolco, del Nadaísmo, del movimiento estudiantil colombiano. La época en la que los Beatles seguían en boga y en que el Watergate había tumbado a don Richard Nixon. Entre nosotros, pues, se suicidó Andrés Caicedo y todos, todavía mirábamos hacia el cielo, para ver cómo había cambiado la Luna después de que Neil Amstrong y Edwin Aldrin llegaron hasta ella. Era un mundo de soñadores y de lunáticos, digamos. Distraído por los amores de aquellos días, pero enamorado más de las letras que de las damitas (Marta, Ivón, Patricia) y sobre todo distraído por las baladas de la música protesta que habían puesto de moda Fausto, Eliana, Pablus Gallinazus, Leonardo Favio, Piero y Ana

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Los que mueren son los que nunca han vivido

VJ Romero Departamento de Humanidades y Comunicación y Lenguaje

Un libro en un anaquel sirve de pretexto para contar esa otra faceta, la del teatro, de Jairo Aníbal Niño, que acaba de cumplir un año de muerto.

y Jaime, olvidé el nombre de una obra de teatro que pusieron unos compañeros de sexto de bachillerato (eso a lo que ahora erradamente llaman once y no undécimo). Esa obra, pero en especial sus dos personajes principales (un soldado venido a menos –si es que existe esa posibilidad- y un payaso en uso de buen retiro) me hicieron saber que había hermosas maneras de burlarse de la guerra y de los que hacen la guerra. Me reí hasta desternillarme de esos patriotas que venden la patria y creen que porque se ponen firmes al oír el Himno Nacional (bueno, se ponían) son mejores que los que nunca pudimos aprender a hacerlo, pero que contrario a ellos sí nos ponemos firmes en la defensa del país y de la patria. También se me quedó plasmado para siempre el improvisado tablado en el que se celebraban las izadas de bandera, que sirvió para montar la obra. No sé si los demás (Vela y Acosta, que eran como hermanos, y Gallego, al que expulsaron por culpa de García) estaban distraídos o si entendieron la obra, me imagino que no, porque cuando miro por la ventana lo que veo es un mundo que sigue igual que entonces, lleno de injusticias, de políticos truhanes y de pobres. Lo cierto es que yo no perdí detalle, pero a los tres años, a los cuatro, ya no recordaba el nombre de la obra. Nunca me atrevía a preguntarle a Alfonso Torres, que de seguro sí lo recordaba, pues es un alma superdotada y una, de verdad, inteligencia superior. Tampoco le pregunté a Édgar Rey, ni a Marco Toro, esos


dos profesores que junto con el de Matemáticas y la de Física, fueron mis mejores amigos de los últimos años de bachillerato. Marco, de hecho, le hizo el prólogo a uno de mis libros. Los de matemáticas me apreciaban porque hacía literatura, no porque me fuera bien en sus materias. Me subían la nota si me iba bien en las materias que sí me gustaban, esa es la verdad. Y ni ellos ni yo debemos arrepentirnos de eso. Y acabé la universidad y vi cómo de las universidades y los colegios fue desapareciendo el teatro, pues parece que las artes hacen que la gente piense y la gente que piensa le es molesta al neoliberalismo que se fue imponiendo en todo el mundo. Desde Chile y desde España nos fueron uniformando en eso que hoy somos: una sociedad humana sin futuro, sin sueños, sin nada. Y el teatro se volvió Café concierto y un amasijo de chistes flojos y de gentes desnudas que nos muestran la piltrafa humana que todos somos, pero que no nos invitan a pensar, sino a olvidar, a creer que el mundo es bueno, porque es así y que con eso basta. Y me encontré un buen día, mientras trabajaba en la Universidad Pedagógica Nacional, con la profesora Liliana Zapata, que venía a que le ayudara con un libro de músicas

Cuando miro por la ventana lo que veo es un mundo que sigue igual que entonces, lleno de injusticias, de políticos truhanes y de pobres.

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Fotografía de Ximena Astudillo

urbanas. Y mientras le ayudaba a corregirlo, me presentó a su amigo Santiago, que era el diagramador del libro y que después se hizo su novio. Y mientras hablábamos de poesía, de música, de esto y lo otro, no sé cómo, ni por qué, empecé a contarles en la Cafetería Gioconda de la 72 con 12, en Bogotá, lo que me había pasado con esa obra de teatro. Que haría cualquier cosa, les dije, por volverla a ver, por si quiera saber cuál era el nombre. Yo sé que con eso me bastaría. Pues no tienes que hacer nada, me dijo Santiago, esa obra se llama El Monte Calvo y el autor es mi padre. ¿Y quién es tu padre? Mi papá es Jairo Aníbal Niño, me dijo y me contó la vida de su padre, aquel de quien yo apenas había leído los poemas de la Alegría del querer y algunos otros. Aquel buen ser humano que había nacido en ese pueblo entrañable que separa a Boyacá y Santander, Moniquirá. Aquel pueblo por el que anduve en los años 70 sin saber que era el mismo pueblo del autor de la obra de teatro que más he querido y que ahora, mientras escribo, tengo a mi lado. Santiago, con quien tuve una grata cercanía en aquel año 2005, pues luego se fue del país, volvió una semana después, aquel martes primero de noviembre, con una copia de El Monte Calvo autografiada para mí por su autor. Dice: “a Víctor Romero, con el inmenso cariño del teatro puesto al servicio de la vida, la ternura y la esperanza. Con el mar sin orillas de mi afecto”. Y así supe que Jairo Aníbal Niño fue más que un poeta de poemas de niños. Me enteré de la hermosa historia que fue su vida. Y lo mejor, desaté ese nudo que se había hecho en mi memoria desde los años 70 cuando, gracias a unos compañeros, me burlé, como aún me sigo burlando, de la participación de Colombia en una guerra lejana que, como todas las guerras, no nos dejó más que monumentos y un montón de hombres enfermos mentales y lisiados, que son los que nos siguen gobernando. Ahora que Jairo Aníbal está muerto, desde el 30 de agosto del 2010, lo recuerdo aún más entrañablemente y brindo a su memoria con este sorbo de poesía que es el recuerdo 43


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Faltando tres semanas para terminar el semestre, prácticamente había desarrollado todos los contenidos del curso de Inglés 2. “Esta es la última unidad del libro ¿y después qué vamos a hacer?”, preguntó uno de los estudiantes de Ingeniería Industrial que se sentaba siempre en la parte de atrás del salón que, junto a su amigo de la infancia, vecino, cuñado y ahora compañero de clase, aprovechaba muy bien las dos horas de inglés para repasar los ejercicios de cálculo en su libro electrónico. Antes de que surgiera alguna propuesta adolescente, respondí: “vamos a hacer un proyecto de lectura”. A las caras de sorpresa se sumaron toda suerte de argumentos en defensa del tiempo libre y de la tranquilidad. No obstante, con una voluntad fortalecida por dieciséis años de docencia, en la clase siguiente les di a conocer el título de la novela que deberíamos leer: Dr. Jekyll and Mr. Hyde, del escocés Robert Louis Stevenson, que encontrarían en la biblioteca de la universidad. De pronto, uno de los estudiantes hizo una pregunta que, por la naturaleza del texto asignado, yo no esperaba: “¿Qué vamos a hacer con el libro?”. Era una pregunta inesperada, porque daba por hecho que para los jóvenes estudiantes la lectura per se era un ejercicio de aprendizaje. Al parecer, esperaban recibir un taller o un conjunto de preguntas para responder. Pienso que durante la lectura de un texto narrativo literario, aun cuando se lleve a cabo en un área específica del conocimiento, se permite sentir, pensar, recordar y dar paso a las emociones, acciones que hacen de la lectura un escenario rico en posibilidades para el ejercicio de la cognición y, en el caso específico del área de inglés, para la apropiación del lenguaje a partir de la necesidad de expresarse. Por esta razón, la consigna inicial fue leer y disfrutar de la historia. Les recomendé apoyarse en el contexto para hacer el ejercicio de la comprensión, pues no se trataba de traducir cada palabra y, mucho menos, de concentrarse en primera instancia en el aspecto formal del lenguaje. Es decir, en las categorías y estructuras gramaticales, tiempos verbales, etc.

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Textos literarios en el aula: ¡un buen pretexto para aprender! Myrna Janeth Álvarez Departamento de Comunicación y Lenguaje

La seducción de una práctica en la que la imaginación dio paso a un nuevo horizonte en el aprendizaje del inglés.

Fotografía de José Kattán


Uno de los estudiantes de Ingeniería Industrial que se sentaba siempre en la parte de atrás del salón que, junto a su amigo de la infancia, vecino, cuñado y ahora compañero de clase, aprovechaba muy bien las dos horas de inglés para repasar los ejercicios de cálculo en su libro electrónico.

de aprendizaje que motiven a los estudiantes genera experiencias de gran valor pedagógico. Cuando se trasciende el cumplimento del programa del curso para responder a un grupo de estudiantes inquietos y dispuestos a alcanzar mayores conocimientos y a desarrollar habilidades, aunque no estén explícitas en el programa de un área, sí son pertinentes para el crecimiento personal y el desarrollo de estrategias cognitivas útiles en futuras situaciones de aprendizaje. ¿Quién o qué determina hasta dónde se debe llegar en la enseñanza? ¿Un programa académico? ¿Las necesidades de los estudiantes? ¿Los intereses del profesor? Aunque nos movemos en los lineamientos curriculares, estos no deben ser concebidos como un muro de contención, que limite las posibilidades de explorar el amplio mundo del conocimiento y los caminos que llevan a él. Esta reflexión está dirigida a los estudiantes que fueron parte de esta experiencia, a los que querían y a los que no; a los que no escucharon las instrucciones y a los que las siguieron; a los que disfrutaron la lectura pausadamente y a los que leyeron el libro la noche anterior a la discusión; a los que bajaron el resumen del libro y que luego enmudecieron al no tener nada que comentar o refutar; a los que pensaron que iban a ser interrogados sobre quién, cómo, cuándo y dónde y no sobre qué quiso decir un personaje, o cuáles expresiones dan luz sobre el momento histórico en el que transcurren los hechos; a los que se emocionaron leyendo y a los que defendieron sus planteamientos apasionadamente, aunque no fueran correctos; a los que leyeron el cuento, pero no participaron de la discusión porque “era en inglés”; a los que se olvidaron de la corrección gramatical, de la pronunciación y de que la discusión era un momento evaluativo y se atrevieron a ser críticos literarios, y finalmente a mis maestros, que me contagiaron su pasión por la enseñanza y la resistencia a reconocer límites, barreras y esquemas en la práctica docente. Maestros del movimiento sí se puede

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Sin tener una tarea para “entregar” y sin un deadline la mayoría de los estudiantes empezaron a llegar emocionados a las clases, haciendo comentarios sobre la trama de la novela, sus personajes y la facilidad con que habían comprendido el lenguaje. El interés por conocer la historia aumentaba y cada vez eran más los que se involucraban. Acordamos entonces que en la última sesión del semestre tendríamos una discusión sobre los personajes y eventos de la novela. El día acordado se hicieron presentes los que habían leído y también, los que no. Con sus libros, apuntes y resúmenes, al aire libre, en una zona verde del campus empezó la discusión alrededor de los rasgos físicos y emocionales de los personajes, del por qué de sus decisiones y acciones, de los momentos de la historia, etc. Con mucha seguridad, los estudiantes respondían las preguntas en la lengua objeto, primando la fluidez de la discusión sobre la corrección gramatical. Esta no fue una sesión de preguntas y respuestas sobre nombres y datos, sino más bien de reconstrucción de los eventos y reflexión sobre ellos. Pronto los estudiantes se encontraron argumentando y defendiendo persistentemente sus puntos de sus puntos de vista, aún quienes no tenían mucha fluidez en la segunda lengua, estaban muy atentos a la discusión e intervenían, aunque con cierto grado de dificultad, buscando en sus mentes las palabras correctas para expresarse con claridad. Con la complejidad que suponen los ejercicios de lectura y discusión, esta experiencia pedagógica, más que una actividad para la clase de inglés, fue un reconocimiento de las particularidades sociales de Londres a finales del siglo XIX, una discusión sobre el bien y el mal y una exploración sobre las emociones y sentimientos del doctor Jekyll y del señor Hyde, personajes principales… y, casi lo olvido, una evaluación oral de las competencias comunicativas de los estudiantes. ¿Es posible desarrollar habilidades en una lengua extranjera a partir de la lectura y discusión de obras literarias? Sin duda, la necesidad de explorar posibilidades

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Una mirada distinta al fraude acadĂŠmico en la universidad

Carlos AndrĂŠs Duque Departamento de Humanidades


Ante los lugares comunes que se frecuentan en torno al problema del fraude, el autor de este artículo nos invita a plantearnos otras alternativas para tramitar estas situaciones cada vez más frecuentes en la universidad, no sin antes poner el dedo en una que otra llaga.

Fotografía de Natalia Cajiao

Maestro Número 2

Es pan de cada día escuchar a profesores y directivos universitarios repetir incesantemente: ¿Qué hacer ante el fraude o plagio académico en la universidad?, ¿cómo evitarlo?, ¿por qué se da tan comúnmente en nuestra universidad? A partir de estas complejas y abiertas preguntas, me interesa desarrollar que, a pesar del especial ambiente sociocultural de nuestro entorno inmediato, marcado por la cultura de la ilegalidad sustentada en la ley “del mínimo esfuerzo” y “del más vivo”, existen varias razones para que nosotros como formadores asumamos parte de la responsabilidad ─digamos estructural─ en este tipo de conductas de los estudiantes. Por eso el título del texto: “una mirada distinta al fraude”. Este texto se origina en la necesidad de pensar una salida alternativa a este recurrente tema de nuestra cotidianidad, pues desde siempre he sentido que como formadores hay algo que estamos haciendo mal o tal vez que existe un camino distinto que no hemos contemplado o que no nos hemos decidido a contemplar. Señalo algunas ideas

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al respecto, que integren otro punto de vista a esta discusión. La universidad como panóptico En primer lugar, es preciso reconocer que finalmente, como en todo lo ancho y largo del territorio nacional, también en nuestras universidades hemos optado fundamentalmente en los últimos tiempos por el camino de la coacción, el control y la vigilancia, en desmedro de la libertad, la autonomía y el autoagenciamiento de los estudiantes e incluso de los profesores, vía detallados informes de desempeño. Por múltiples razones sociológicas, que ameritarían una detallada discusión, venimos deformado en los últimos años el sentido de la universidad, que desde sus orígenes estuvo ligado a la pasión por el conocimiento y la investigación, convirtiéndola muchas veces en un elitista régimen académico y disciplinario ─muchas veces en busca compulsiva de acreditación externa─ que decide quien recibirá un título y quién no. Esta citada cultura de la coerción ha calado tanto en nuestro ambiente universitario que muchos jóvenes comprendieron que el asunto principal en la universidad no es aprender y superarse a través del esfuerzo y la constancia, donde se valore al ser por sus obras, sino ganar progresivamente la respectiva asignatura para acercarse cada vez más al ideal: casa y finca lujosa, autos lujosos, gruesa cuenta bancaria y vacaciones periódicas en el extranjero (sin contar con una que otra cirugía estética). Tal ideal ha sido reforzado por el educador principal de nuestro país: la televisión, que nos ha enseñado que se puede llegar lejos en términos de fama y dinero sin estudiar y sin principios. Ejemplos: El capo, Las muñecas de la mafia, El cartel y los reality shows. De esta forma comprendimos que en este país cuando hablamos de ganar, muchas veces (como nos lo demuestra nuestra guerra perenne) el fin justifica los medios. En síntesis, el utilitarismo y el pragmatismo se adueñaron de la cultura y nuestra universidad no escapó de este proceso.

En síntesis, el utilitarismo y el pragmatismo se adueñaron de la cultura y nuestra universidad no escapó de este proceso.

Fotografía de Natalia Cajiao

Pensando en una educación para la autonomía Dadas las condiciones tan especiales que tenemos en este universo simbólico llamado universidad, y donde aún podemos dar una batalla creativa por ciertos valores desprestigiados en la sociedad, ¿por qué no intentar algo distinto?, ¿por qué no transformar radicalmente nuestra manera de evaluar? Por ejemplo, ¿por qué, a pesar de la masificación y la velocidad en los procesos, no volver a la cultura de la oralidad en las evaluaciones?, ¿por qué no instaurar colectivamente una norma general


Mercantilización del mundo de la vida Termino con un ejemplo diciente, que puede aportarnos luces para la discusión sobre lo que estamos haciendo. Todos habrán escuchado sobre las bicicletas públicas en el Japón. Usted toma una bicicleta en un lugar y la deja en otro, para que otra persona la utilice. ¿Por qué esto no ocurre en Colombia, donde te matan por quitarte una bicicleta? La respuesta no es trivial, pero las pistas para su comprensión están relacionadas nuevamente con nuestra cultura, con nuestra historia y también ─aunque a muchos les suene a trasnochado discurso─ con el modelo económico subyacente, en el que el individualismo es la base y la lógica es la del capital. Es decir, la del rendimiento. Quizá por esto, entre otras razones, los jóvenes educados en este modelo aderezado con un ambiente de ilegalidad sui géneris, como el nuestro, siguen su lógica a rajatabla. ¿Cómo hago para ganar la materia reduciendo los costos en tiempo, espacio, recursos? Obviamente, esta es otra discusión por dar y que no agotaremos jamás, pero al menos debemos ser conscientes de que si educamos para y por la competencia, para y por la optimización, para y por la acreditación externa, no podemos sorprendernos, ni rasgarnos las vestiduras con los resultados que vemos a diario.

Puede sonar descabellado, pero les pido a los escépticos que contemplen el posible cambio que puede operarse a mediano plazo en nuestra cultura universitaria cotidiana.

Mi llamado de atención también va en este sentido: no nos engañemos más, si seguimos permitiendo que el modelo económico mercantilista y cosificador se imponga acríticamente en la educación (ya se impuso totalmente en la salud), tendremos que aceptar sus lastres: individualismo, corrupción, pérdida de sentido y crisis de valores. Entonces, ¿por qué no pensarnos un modelo de instrucción que se contamine lo menos posible por esta lógica maquiavélica de los fines, del rendimiento y la competencia, donde el lucro es rey?, ¿por qué no hacer nuestra revolución pacífica interna y superar el sofisma de que la solución a todos nuestros males es la fuerza, el control o, en otras palabras y contextos, la seguridad democrática? Y, nuevamente, contemplemos la utopía: ¿por qué no seguirnos pensando la posibilidad de un modelo económico alternativo que permita a largo plazo una transformación estructural de nuestro mundo de la vida? Cierro con el fragmento de la carta que el maestro Estanislao Zuleta le envía a su hija pocos días antes de morir, en 1989. Este testamento desesperado puede darnos luces sobre el extravío colectivo en que nos encontramos y la necesidad de pensar salidas alternativas a los problemas arraigados en nuestra cultura que, como el fraude, cada día toman inusitadas dimensiones: “No se sabe para dónde va esto, pero no se ve un peligro eminente ni se oye una voz que proponga algo, que señale una nueva dirección. Lo más doloroso tal vez es que la juventud permanece casi toda al margen de los acontecimientos. Una cultura del éxito, del consumo, de la imagen, en la que el dinero es dios, fue llevada hasta sus últimas consecuencias. ¿Quién podría oponerle ahora una ética de la realización humana que valore a los hombres por sus obras, por sus luchas y capacidades y no por los símbolos de poder que exhiben?” (“La rebelión de un burgués”, Biografía de Estanislao Zuleta, pág. 256. Autor: Jorge Vallejo Morillo)

Maestro Número 2

que diga que los exámenes se realizarán sin el profesor en el salón? Es decir, el profesor entregará el examen y volverá al finalizar el tiempo establecido. De esta forma, muchos colegas podrán dejar su estresante rol de policías y agentes morales (tan afín a los espíritus autoritarios) y volver a retomar su rol de intelectuales, de mediadores culturales. Sé que puede sonar descabellado, pero les pido a los escépticos que contemplen el posible cambio que puede operarse a mediano plazo en nuestra cultura universitaria cotidiana. Con una medida como la subrayada posiblemente los estudiantes no tendrán otro camino que confrontarse con este llamado a hacer buen uso de su libertad y su autonomía.

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Carlos Eduardo Cataño Arango Departamento de Comunicación y Lenguaje

Y sigue bien presente en el hombre de la calle, el espíritu garboso, ocurrente y chévere de Papá Montero, el “ñáñigo de bastón y canalla rumbero” Alejo Carpentier

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¿Cómo ha subsistido la música Salsa en las urbes contemporáneas? ¿Cómo no pasó de moda? ¿Por qué no ha sido desplazada por otros sonidos, ritmos y/o sensibilidades representativas de la caribeñidad y/o el tropicalismo del siglo XXI? Preguntas, estas, obligadas ante la publicitada popularidad tanto en listados musicales como en las discotiendas -virtuales y reales- de nuevos géneros latinos, como el Reggaeton y/o el Latin Hip/Hop1. Es claro, pues, que el asunto va más allá de los indicadores de ventas, pues estos reducen el fenómeno musical a la inmediatez del mercado, agotándolo en el acto de compra, sin permitirle trascender al escenario del la (re)apropiación y la (re)significación simbólicas. ¿Qué hay de las prácticas culturales? ¿De los circuitos, maneras y/o estrategias con que se han reproducido “pasos de baile” y “temas” desde hace 30 y 40 años? ¿Cómo comprender los actuales desplazamientos estéticocomerciales en la escena musical urbana de la región (Caribe y Latinoamérica), sin considerar la economía del goce y el disfrute que atraviesa la historia de esta región? A partir de esta observación podríamos pensar, entonces, las inquietudes esbozadas desde las maneras en que se (re)crean, (re)constituyen y (sobre)viven en nuestras ciudades significados culturales derivados de dinámicas y procesos simbólicos de producción de sentido, más que desde el impacto publicitario de uno u otro género. De lo que se trata, en últimas, es de indagar sobre cómo se manifiesta en la contemporaneidad una cultura musical que durante cuatro décadas ha anudado tan distintas

Salsa: cultura, pose y moda en el siglo XXI


Tradicionales capitales de la Salsa (como Cali) parecieran debatirse entre el pasado glorioso de su bandera cultural popular y la desbordante dinámica del mercado transnacional

por los críticos escenarios que se presentaron en la ciudad a finales del siglo pasado. El narcotráfico, la profunda recesión económica, los casos de corrupción de las pasadas administraciones públicas, el incremento del desempleo y la inseguridad y la quiebra fiscal del municipio, entre muchas otras cosas, desfiguraron la imagen de alegría, civismo y festividad que representó Cali –al menos desde los Panamericanos- y cuyo vínculo con la “rumba”, el ocio y la diversión entraba cada vez más en cuestión. Así las cosas, la Salsa sufría el impacto directo de la crisis mientras era señalada por muchos como la responsable de la degradación moral y cultural de la ciudad. Su estética estridente, su supuesta elementalidad creativa y la frivolidad social y cultural que promovía se presentaban como argumentos contundentes para pedir su desplazamiento como ícono y emblema cultural de una ciudad que, quizá como ninguna otra, la había venerado. De otro lado, la llegada de otros ritmos, como el Merengue, el Vallenato, el Rock y/o el Pop en español, hablaba no sólo de una apertura de la ciudad y la región a las tendencias musicales contemporáneas, sino de una nueva sensibilidad que se manifestaba, a mi manera de ver, en la selección de otras alternativas a la, en ese entonces, desgastada identidad musical caleña. Parecía que la Salsa fuera sentida por algunos sectores como un “lastre” que no sólo atentaba contra la diversidad de la oferta cultural de la ciudad, sino que impedía su incorporación en circuitos artísticos y/o de entretenimiento más amplios, pero, ¿era esa la voz de la mayoría o de la hegemonía? Es curioso que en su momento de mayor cuestionamiento esta música se posicionara como la mejor estrategia de inserción de la ciudad en los circuitos de la industria transnacional del entretenimiento y, por ende, de la economía global. El reconocimiento de esta cultura musical urbana en el exterior -me refiero a la manera en que se manifiesta el disfrute y la vivencia de la Salsa en Cali y todo el movimiento relacionado con los nuevos mercados de esta industria en el circuito global- parecen haber sido la plataforma clave en el decidido proceso de

Maestro Número 2

y lejanas geografías y culturas urbanas del continente (Nueva York, La Habana, San Juan, Ponce, Ciudad de Panamá, Caracas, Cali, Guayaquil, El Callao). Traspasadas hoy por la interconexión planetaria, los flujos económicos del entretenimiento global y las masivas migraciones poblacionales, tanto internas como externas, tradicionales capitales de la Salsa (como Cali) parecieran debatirse entre el pasado glorioso de su bandera cultural popular y la desbordante dinámica del mercado transnacional. De tal forma eslóganes como “(Cali) La capital mundial de la Salsa” buscarían redituar su vigencia en nuevas estrategias de marketing impulsadas por las multinacionales del entretenimiento (World Music, por ejemplo), interesadas en mercadear identidades y memoria territorial como sello distintivo del “exotismo” tropical del tercer mundo. Pero no fue así siempre. Hasta hace no muchos años la Salsa –y en general la música antillana y/o “de vieja guardia”- no solo era identificada con ciertas prácticas y gustos relacionados con el universo de la cultura popular caleña –entiéndase “música de pobres y negros”- sino, y quizá con mayor énfasis, era desconocida, descalificada e invisibilizada como proceso social y propuesta estética. Fue en esos márgenes como surgieron “La terraza Belalcázar”, “El séptimo cielo” o “Honka Monka”, en los cincuenta y sesenta. Así Juanchito se convirtió en el epicentro de la “Rumba” y de los mejores bailarines del ritmo a nivel mundial2 y como ese baile y esa música fueron recogidas por el espíritu universitario de la época, entrando en la Santiago y en Univalle, derivaron en la “Barola”, la “Latina” y las demás “salsotecas”, que inauguraron esa nueva práctica llamada “audición”. Un poco después llegó el Festival de Orquestas, el “martes de la Jirafa” y el “jueves de la Manzana”. La época del esplendor de Don José y el Abuelo Pachanguero, pero también la época de Los Compadres y el Village Game, del grupo Niche y de Guayacán; de los guardaespaldas, las “Toyota burbuja” y “Rey de Corazones”. Y fue así como llegó la Salsa romántica y como el “golpe” se perdió. El fenómeno de la Salsa en Cali, como muchos otros procesos culturales, se vio conmovido dramáticamente

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internacionalización y mundialización de la ciudad, que inicia en los noventa. ¿Cómo, entonces, se vino a superar la crisis? Era claro que la cultura de la Salsa en Cali iba más allá de su imagen mediática. Las maneras en que el fenómeno se transformaba tenían que ver con la transformación de la ciudad per se. Con el auge en la construcción de vivienda de interés social, por ejemplo, o con el paso de barrios populares tradicionales a edificios de urbanizaciones masivas, o con el poblamiento del Distrito de Aguablanca y las migraciones y desplazamientos que impactaron a Cali. De manera concomitante, otras dinámicas que circulaban por los flujos de la cultura popular masiva hicieron lo suyo. La llegada de una nueva música cubana que permitió la apertura a otras sonoridades, la exposición progresiva de los grupos de baile de la ciudad, que cristalizó en los múltiples campeonatos mundiales; la migración de músicos caleños y su éxito en el exterior, como el de Yuri Buenaventura, en Francia, o el reconocimiento, en el “primer mundo”, de sonidos rurales locales hasta ahora ignorados en la ciudad, como los de la vecina costa pacífica, han ocasionado un disloque tanto en las maneras en que los caleños disfrutaban la música, como en la percepción de la ciudad en el circuito planetario del entretenimiento. Hoy en día, la industria cultural alrededor de la música y el baile de la Salsa en Cali se ha “reinventado”, convirtiéndose en uno de los fenómenos más importantes de la contemporaneidad, tanto a nivel simbólico como también social, económico y político. Cali es hoy un punto de mucha mayor referencia en la redes mundiales de la música de lo que fue hasta hace algunos años y este posicionamiento ha implicado nuevos imaginarios en torno a la Salsa, así sea a partir de antiguos emblemas. Ejemplo de ello puede ser todo el proyecto turístico-cultural que durante la actual administración, y con el apoyo de la industria privada y los recursos de fondos económicos del exterior –como El BID-, se ha montado para promocionar la ciudad –“relanzarla”, al

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El narcotráfico, la profunda recesión económica, los casos de corrupción de las pasadas administraciones públicas, el incremento del desempleo y la inseguridad y la quiebra fiscal del municipio, entre muchas otras cosas, desfiguraron la imagen de alegría, civismo y festividad que representó Cali.

Es evidente que las nuevas estrategias del mercado de la música latina han influido en la disminución de la producción de salsa en los últimos años, especialmente respecto al patrocinio económico por parte de las majors discográficas y/o la inversión en tiempo y promoción de talento por parte de las indies, casas independientes. 1

En ese momento surge la autonominación de “Cali, La capital mundial de la Salsa”, liderada por el recientemente fallecido periodista cubano José Pardo-Llada, a mediados de los setenta. 2

decir de algunos- como “La Capital Mundial de la Salsa”; un lema que cuenta con más de treinta años. Difícil aventurar qué pasará. Por ahora, la nostalgia salsera parece compartir espacio en el imaginario urbano con el auge por el baile y las escuelas del ritmo. La reducción de la producción musical (nuevas producciones y/o nuevos artistas), la reclusión a ciertas y pocas emisoras en el dial, el aumento de secciones especializadas de esta música en las discotiendas, la promoción de días conmemorativos, la remasterización de antiguas producciones, la inclusión en los catálogos de World Music, el entusiasmo por el ritmo, tanto en Europa como en Norteamérica (escuelas de baile, grupos musicales, etc.), la proliferación de lugares de ocio dedicados a la música del ayer (viojetecas) o los concursos de baile internacionales de Salsa de Salón, son prácticas que tienden a ubicar esta expresión musical en las coordenadas de un pasado exótico que reclamaría ser contemplado, exhibido –y comprado- como muestra de una identidad en vía de extinción. Podríamos pensar, entonces, que la performatividad salsera tiende así a localizarse en los márgenes de la legitimidad cultural y el mercado, en los espacios que abren la fugacidad y efimeridad de la moda musical y en “lugares de la memoria”. Opera así una reducción espacial (restricción a circuitos específicos) y temporal (circunscripción a la producción musical del pasado) que ubica el fenómeno musical (la Salsa), en lugares de exhibición (físicos, como las salsotecas, y/o virtuales, como la radio) a la manera de una exposición museográfica y/o un catálogo de ventas. ¿Qué tanto nos dice esto sobre la transición cultural de la ciudad? ¿Qué significa ser salsero en la Cali del siglo XXI? ¿Es una cuestión de moda o de gusto? ¿Podrá aprenderse el gusto por la Salsa o estamos hablando de mero oportunismo cultural?




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