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Gerardo Cantú el enamorado por Arturo Cantú Sánchez
En la noche roja de sus pensamientos, con la luna pálida arriba, distante, el enamorado deshoja los pétalos de su esperanza. La mirada perdida ve hacia dentro de sí, sólo tiene ojos para la mujer que cruza por su cabeza. No se sabe, no sabe él, si está sentado entre las dos sillas, en el aire, o está de pie, adelante; la mujer a su espalda, que vuela como un papalote, lo sostiene. Los rojos de la noche, o del día, densos siempre y azulados a veces, forman innumerables torbellinos que devoran poco a poco lo real. Los respaldos de las sillas desaparecen, el enamorado se antepone a otra figura, ya sin rasgos, con la que se confunde, y quizá muy pronto gire hasta integrarse a su propio sueño. La mujer, atrás, lejos de precipitarse en el vacío, pareciera despedirse como en el famoso cuento: “Adiós, buen hombre, gracias por enseñarme a volar”.
El cuadro presenta ya con claridad un recurso que el pintor utilizará de muy diversas maneras en lo sucesivo: el cruce de dos figuraciones, una horizontal y otra vertical. Lo horizontal puede resultar en varios personajes, como en la serie de las celestinas; en otros casos, como en El dulce encanto, es lo vertical lo que se multiplica. A veces lo horizontal representa lo imaginado, lo que escapa hacia el deseo, lo que el pensamiento quisiera detener; pero con frecuencia también los papeles se cambian y la figura vertical, en el primer plano, es la que resulta fantasmal, evanescente. El pintor puede así jugar con dos presencias simultáneas dentro del lienzo y dos estratos de lo real en el significado. El resultado es un realismo propio de la manera de Cantú, donde las distorsiones y toda la gama de recursos pictóricos modernos están siempre al servicio de una representación de lo real más precisa y más rica. De una realidad que resulta, por lo mismo, más compleja y poética. §
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Gerardo Cantú, Nueva Rosita, Coah., 1934. Estudió en el Taller de Artes Plásticas de la Universidad de Nuevo León, 1950-1952, en “La Esmeralda”, México, 1952-1955, y en la Academia de Artes Plásticas de Praga, Checoslovaquia, 1958-1961. Ha expuesto su obra en forma individual y colectiva en muchas ciudades de México y del extranjero. Entre otros, ha realizado los murales: “Homenaje a Lázaro Cárdenas”, México, 1972; “El oro negro”, Monterrey, 1979; “Tecnología ayer y hoy”, México, 1982.