19 de julio de 2015. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
291 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
Lectura de una fotografía donde está una semilla Arenilla Imagen: “Enredos” de Daniel CanogarGalería Maior. 2011.
En un mundo llamado Arana Deberes, lenidad (II) David Tovilla
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5.- EDITORIAL
CONTENIDO
10.- ZAGUÁN Arenilla: Lectura de una fotografía donde está una semilla
13.- PATIO Deberes, lenidad (II) David Tovilla
20.- BALCONES Fotogramas parlantes
25.- SITIO En un mundo llamado Arana
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EDITORIAL En Comitán las vacaciones de verano son el pretexto ideal para involucrar a los niños en otro tipo de actividades. En lugar de tenerlos todo el día en casa, aburriéndose o sólo frente a la televisión o conectados al facebook, los niños pueden desarrollar habilidades artísticas. Afortunadamente, en Comitán, existen más de dieciséis ofertas (de dependencias públicas y privadas) de talleres de verano. Van desde música, canto, pintura, grabado, manualidades, lectura y redacción, hasta cursos matemáticos y de inglés. Mis vacaciones en la biblioteca, es la propuesta de la Biblioteca Pública Regional Rosario Castellanos. Espacio enfocado a niños interesados en los libros y computación. El viernes 17 de julio, El Mushcak de bolsillo estuvo como invitado especial en las actividades de la biblioteca. Los niños disfrutaron de los actos de magia del Mago Culturín, títeres, pantomima, juegos tradicionales y la lectura de cuentos. Es importante acercar a los niños a las diversas ramas artísticas, para que tengan la oportunidad de conocer este mágico mundo y descubrir sus gustos e intereses.
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LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE ESTÁ UNA SEMILLA
ARENILLA
Todos vivimos en un vecindario. La vecindad hace que nos llamemos vecinos. Cada vecino tiene su forma particular de ser. Hay vecinos (¡Dios nos libre!) que son repachangueros y constantemente hacen guateques. La tarde menos pensada escuchamos los ruidos de una tarola y sabemos que habrá fiesta. Vamos al buró, abrimos la gaveta y sacamos los algodones para los oídos. Hay otros (¡Dios nos libre!) que les encanta la bebida, a las doce de la noche llegan a su casa (al lado de la nuestra), abren las puertas delanteras de su auto y suben el volumen del estéreo. Ahí se están, chocando vasos, platicando en voz altísima, gritando. Tampoco faltan los que son argüenderos por naturaleza, los que, desde su balcón o desde la ventana, hurgan a todo el que pasa y son los primeros en abrir la puerta para ver quién toca en la puerta de al lado. Pero también (¡Dios nos los mande!) hay vecinos que procuran la buena vecindad, tocan la puerta, uno sale a abrir y la hija de la vecina dice: “Acá le mandó esto mi mamá, que es para el hoyito de su muela”. Y uno abre la manta blanquísima que cubre el canasto de mimbre y halla cuatro chayotes hervidos, con la lengua de fuera. La niña completa: “Que dice mi mamá que están bien sabrosos, bien sequitos”, dice adiós, da diez pasos y entra a su casa. Lo hace con tal rapidez que casi no da tiempo para decir gracias. Porque uno debe dar gracias cuando aparece la buena vecindad. Porque la buena vecindad logra los prodigios como el que acá se muestra. La maestra (vecina buena) está empecinada en hacer un jardín común que bendiga la mirada de todos los vecinos. Se ha dado a la tarea de obsequiar estas hermosas macetas de barro para que los vecinos las pongamos en la banqueta, así, al paso de todos los caminantes. Los pesimistas advertimos que se robarían las plantas (ya lo han hecho), pero ella insiste. Como si supiera que en algún instante la tormenta pasará y el sol brillará de nuevo. Ella aplica ese apotegma clásico de hacer la gran obra en la pequeña parcela. Sí, la gente no puede transformar el universo, pero el universo puede comenzar a llenarse de luz cuando alguien (ella, bendita sea) transforma su pequeño espacio. Algún día, la cucaracha vecina (que nunca falta) y el tzucumo vecino (siempre aparece) entenderán que la maestra también fomenta esta acción para ellos, para ellos que joden la siembra. La maestra insiste, como si regara estrellas abre la mano y obsequia macetas y plantas para que los vecinos las coloquemos sobre las banquetas. Nada pide. Ella llega y, como si fuese la niña hija de la vecina, abre la mano y suelta la lluvia tenue. Ella es como el aire. De manera inadvertida se entrega a los demás con la generosidad del que da vida a los pulmones.
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Zaguán
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS La otra mañana (¡nunca falta!) algún vecino llegó a dejar al lado de estas macetas una maceta quebrada. Era una maceta toda sholca. ¿Cuál era el mensaje? Lo entendimos, porque sabemos hacer lecturas de la vida. Entendimos que quiso opacar la luz que la vecina buena riega. ¡Pobre quien deja macetas torcidas! No hace más que embarrar su pobreza en su espíritu. La maestra insiste, insiste en compartir el agua buena. Mientras en el mundo abunda el polvo y la mierda, ella, de su corazón, riega vida. ¡Larga y abundante vida para ella que piensa en los demás! Es apenas una pequeña parcela, pero ella sabe lo que debe hacerse en una ciudad, en un país. Ah, si más gente, como ella, regara luz en su pequeño espacio, todo se volvería más humano, más río de agua limpia. Hay vecinos para todo y de todo. Ojalá que haya más vecinos como ella, la mujer que abre la mano y riega luz, riega oro, para que los demás vivan contentos. En nombre de todos los comitecos ¡gracias! Gracias por querer enseñarnos cómo la vida no sólo es lo cercano sino también lo ajeno.
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Deberes, lenidad (II) David Tovilla La reflexión recurrente está asociada con los límites. Hasta dónde algo es, deja de ser o empieza a tornarse en otro asunto. Como, por ejemplo, la mutación de un reclamo social hacia una entrada económica. La conversión de los bloqueos carreteros en paradas obligatorias que sólo pueden saltarse con el pago de la cuota establecida. Alguna vez, lo hicieron por razones auténticas y vieron que nada ocurrió. El tiempo que quisieron, al modo que impusieron. Lo repitieron, con mayor seguridad y eficiencia. Ahora, es recurrente con la venia de los representantes de la autoridad. Como bien señala Agustín Basave, en su libro “Mexicanidad y esquizofrenia. Los dos rostros del mexiJano”, en la edición actualizada de 2011: “Me refiero a la exigencia de orden y la renuencia a que las autoridades lo impongan cuando hacerlo presupone el uso de la fuerza. Asentamientos humanos irregulares, no pago de servicios públicos, protestas que quebrantan la ley y afectan a terceros, todo es difícil de prevenir o castigar en un país alérgico a la legalidad como México. En los últimos años de hegemonía priísta se pensaba que era un problema de legitimidad. Al PRI, se decía, le tiembla la mano cuando la aplicación de la ley implica el uso de la fuerza pública. Pero el despertar de la alternancia no solucionó el problema. El PAN en la Presidencia y el PRD en los estados mostraron la misma reticencia a restablecer el orden cuando los que lo rompen se niegan a obedecer. Y es que los mexicanos padecemos estar atrapados entre la represión y la lenidad (blandura en exigir el cumplimiento de los deberes o en castigar las faltas). O se aplastan con una brutalidad inadmisible los movimientos sociales, o se les deja hacer y deshacer el orden jurídico. Parecemos condenados a escoger entre la masacre de campesinos o la tolerancia ante grupos inconformes que sustituyen a las autoridades de una ciudad o de un estado.” La permuta de la protesta a negocio torna incierta cualquier actividad en estados como Oaxaca. Es martes 14 de julio. A las once de la mañana, se ha avanzado hasta Tehuantepec. Un grupo se ha apostado en un extremo del puente de ferrocarril. El paso está impedido. Debe buscarse cómo cruzar en callejuelas en malas condiciones cómo llegar a un tramo de autopista. Se logra. Se avanza otra hora. Se recarga gasolina para no tener problema con las horas de subida del cerro hacia la capital oaxaqueña. Se avanza otro tanto. Se observan unos carros parados y una patrulla de la policía de caminos. Han llegado para obtener datos y se retiran “para informar”. Desaparecen. La fila empieza a crecer. Una hora después, algunos carros se mueven. Se acerca un muchacho a pedir dinero para gestionar el paso. Pero el bloqueo no está en una distancia próxima. Se marcha en sentido contrario al tapón. Los automóviles empiezan a rodar. Ahí está: un grupo armado con palos. Cada carro debe pagar cincuenta pesos para poder desviarse a una vereda que le sacará en otro tramo carretero. No es una opción: es una ruta forzosa. Dos bloqueos en un mismo día.
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Imagen: “Enredos” de Daniel Canogar. Galería Maior. 2011.
El jueves 16 de julio es el retorno. No puede decirse cuánto tiempo llevará. Se depende de otros. El sitio de la interrupción de hace dos días está libre. El segundo, también. Al llegar a Juchitán, el puente principal está bloqueado por piedras y unos cuantos triciclos. A un costado, hay unas personas que indican un caminito para salir delante de eso. Claro, siempre y cuando se pague una cuota para pasar. Se paga y empieza a transitarse entre lodo y monte. Al finalizar el tramo, otras piedras tapan la salida. Es una trampa. Para salir hay que pagar de nuevo o permanecer ahí. Nadie opta por lo segundo. A pagar otra vez. Queda la impresión que sólo es negocio entre los escasos bloqueadores y los “abrecamino”. Con seguridad, al final de la jornada, se repartirán la ganancia. Nadie llega. La ley son ellos, esos “grupos inconformes que sustituyen a las autoridades de una ciudad o de un estado” como dicen las líneas anteriores de Basave. El Estado ha renunciado a sus deberes. La lenidad se ha consolidado para entregar a los ciudadanos en manos de la anarquía…
http://www.davidtovilla.blogspot.mx/
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FOTOGRAMAS PARLANTES
Balcones
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¡Ay, yo solo quería estar llena de luz!
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-Ya me habĂan dicho que eras una insolente.
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Como cuando vas al cine y te mandan chaper贸n.
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-ยกSe terminaron las elecciones! ยกPodemos volver a la superficie! -ยกY adiรณs ley seca!
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Y por ese agujero fue que El Chapo me dijo adi贸s.
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Yo vivo en un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana practican el arte de la encuadernación. Hace muchos años llegó un impresor, colocó una mesa debajo del árbol de mango que está en el parque central y dijo que enseñaría a medio mundo a encuadernar. De un viejo veliz sacó un pliego de cuero curtido de cerdo y cortó varios pedazos. Un anciano de Arana lo detuvo, puso su mano sobre el pedazo de cuero curtido y preguntó por qué volvía a asesinar al cerdo. El impresor no entendió la pregunta, porque los hombres extraños no poseen el secreto de la vida. Los demás habitantes de Arana sí entendieron el concepto de la pregunta y, con mucha decencia, invitaron al impresor a abandonar el territorio de Arana. Entendieron que el hombre extraño tenía la buena intención de enseñarles el arte de la encuadernación que no es poca cosa, pero el hombre estaba equivocado, jamás debe encuadernarse un libro con pieles de animales. En Arana los animales son sagrados y si alguien emplea la piel de un animal para hacer zapatos o para un cinturón o para encuadernar un libro es como si cometiera un asesinato. Los animales son sagrados, cuando uno de éstos muere, la gente de Arana los coloca a la orilla del río y, como si fuesen hindúes a la orilla del Ganges, lo pone sobre un enorme túmulo de trozos de madera, y los niños, como si jugaran a la ronda de la vida, dan vueltas y vueltas con cantos y tocando chilchiles, mientras los papás y mamás prenden fuego a la madera. En Arana se practica el arte de la encuadernación. Sacan mesas de madera, sillas y la gente se sienta ante los folios de hojas y toman caireles del aire y lo pegan amorosamente sobre las portadas, los cosen con el mismo cuidado que las mujeres cosen los pantalones y vestidos en sus máquinas Singer. Al término, los niños se acercan y ven cómo los libros contienen nubes y mucho aire. Las mejores portadas son declaradas las portadas del año. Cuando alguien toma un libro de la biblioteca puede oler el aire del valle, el aroma de la juncia fresca. En Arana no se encuadernan los libros con pieles. En Arana se respeta la vida de los animalitos.
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