26 de julio de 2015. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
292 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
En un mundo llamado Arana Lectura de una fotografía de un tiempo donde Rambo no existía Arenilla
Rihanna en la estetización de la violencia David Tovilla
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
5.- EDITORIAL
CONTENIDO
10.- ZAGUÁN Arenilla: Lectura de una fotografía de un tiempo donde Rambo no existía
13.- PATIO Rihanna en la estetización de la violencia David Tovilla
20.- BALCONES
Fotogramas parlantes
25.- SITIO En un mundo llamado Arana
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EDITORIAL En temporada de calor o frío, en días de actividades o descanso, en feria o no: siempre hay que darse el tiempo de recorrer cada uno de los espacios de Comitán. Los parques son espacios públicos que permiten el contacto directo con la esencia de Comitán. Su gente camina por las tardes, escucha la marimba y disfruta de algún helado de chimbo o rompope. Quien hace una pausa en sus actividades cotidianas, tiene la fortuna de poder beber los cielos de esta tierra.
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LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DE UN TIEMPO EN QUE RAMBO NO EXISTÍA
ARENILLA
La fotografía es sencilla, con pocos elementos. El niño que sostiene una metralleta ¡soy yo! ¿De veras? Pero si Alejandro es un poco lo que Cortázar decía de su nacimiento: “un nacimiento sumamente bélico que dio origen a uno de los hombres más pacifistas que ha conocido la humanidad”. Y es que, todo mundo lo sabe, Julio Cortázar nació en medio de la pólvora, lanzada por el inicio de la Primera Guerra Mundial. Alejandro nació en un tiempo plácido, en un mediodía lleno de sol y alejado de bombardeos y de trincheras. ¿Por qué entonces, este niño sostiene una metralleta en las manos y apunta al tipo que le toma la fotografía? Alejandro parece haber descubierto a un enemigo y le apunta. Tal vez segundos antes le dijo: “¡Alto ahí!” y el fotógrafo alcanzó a tomar la fotografía, pero nada más hizo. Tal vez, después de este instante (congelado para siempre), el fotógrafo se agachó, dejó la cámara sobre el piso, se paró y levantó las manos, porque el niño de la metralleta le ordenó: “¡Manos arriba!”. Los vencidos debían levantar las manos, a la altura de la cabeza. Mostrar las palmas al frente, mostrarlas para indicar que nada llevan, que están vacías. Bastaba la indicación: “¡Manos arriba!”. Era como un código de ética. Ahora, me cuentan, dicho código es inexistente. Me cuentan que los hombres que llevan metralletas nada advierten, sueltan la ráfaga de igual manera que el tío Concho suelta la jauría por la noche, sin advertencia. El tío abre la puerta de madera con alambre de gallinero y los perros dejan el encierro y se echan al lado de la cerca con alambre de púas. Si algún delincuente intentara saltar la valla, los cuatro perros doberman lo atacarían sin clemencia, sin aviso previo. Me cuentan que ahora ese código no existe porque los que están del otro lado también son unos perros que no tienen clemencia. ¡Ya no hay códigos de ética! Si me fijo en la foto veo que es un montaje. ¡No puedo estar vestido así, en medio de la batalla! Mi pantalón está limpio, limpia mi camisa, limpio mi rostro. Tal vez es una fotografía que captura el instante previo en que saldré de la casa para recibir los vítores del pueblo. Sí, ¡eso es! El pueblo me espera en las calles, ha llenado de banderitas mexicanas todas las fachadas de las casas. Las personas están en los balcones y en las banquetas, levantan las manos, esperan el momento en que Alejandro pasará por en medio, sobre un jeep descapotable, recibiendo la bendición de la gloria a su regreso de la guerra. Los biógrafos lo han escrito, Alejandro ¡es un héroe! En el instante en que el ejército enemigo (¿eran alemanes?) asaltó el campamento y todos los soldados mexicanos soltaron las armas y levantaron las manos en señal de rendición, el niño (casi el niño héroe) se tiró al piso, pasó, como topo, por debajo
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Zaguán
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS de la manta y, en un movimiento de compás, con su brazo izquierdo tomó al general por detrás, le puso la metralleta en la sien derecha y le dijo: “¡Ríndase!”. La acción fue tan rápida que los soldados enemigos nada hicieron. El general, lleno de sudor, con voz de ganso, ordenó a sus soldados: “¡Suelten sus armas!”. Mis compañeros bajaron sus brazos, tomaron sus armas y apresaron a los soldados enemigos. Fue el momento de mayor gloria para el ejército mexicano. Si ahora la historia no lo consiga, si ahora la historia sólo honra la batalla de Puebla y enaltece el nombre de Ignacio Zaragoza es porque, todo mundo lo ha dicho, este pueblo no tiene memoria. Comitán tampoco conmemora ese día, ya nadie recuerda. Pero acá está la fotografía que congela ese instante, la tarde en que un hombre pacifista debió tomar la metralleta en sus manos para salvar la honra de su patria.
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Rihanna en la estetización de la violencia David Tovilla A esta altura del siglo, la incorporación de los elementos visuales representativos de la violencia se han incorporado a diversos planteamientos estéticos. Cada vez es más natural encontrar trabajos audiovisuales que muestran sangre, hematomas, modos de la crueldad y la agresión. De esta manera, se hace natural ver este tipo de narrativa estética en todos los medios de comunicación propios de este tiempo. Se acude así, a la conversión de la violencia en un constituyente de la cultura actual. Se le convierte en parte de la estética de este tiempo. Esta mecánica es parte de la dinámica de lo que Gilles Lipovetsky denomina “capitalismo del hiperconsumo”. Esto hace que el dolor, el sufrimiento, la crueldad se transmuten con sentido artístico. Al estetizarse pueden ser parte del engranaje de las industrias de consumo. No hay ningún problema en que desde el arte se procesen todas las experiencias humanas. El asunto trascendente son las consecuencias de trivializar la violencia. La recurrencia a ella para adornar un producto comercial lleva a que la degradación, los antivalores humanos, sean parte del entretenimiento colectivo. La estetización del horror no contribuye a generar mejores sociedades y personas. Si la brutalidad se presenta como algo característico e irremediable de este mundo ¿cómo esperar que florezcan sus opuestos: la solidaridad, la comprensión, la tolerancia, el respeto a la integridad, la honestidad? ¿Qué de aportación para el crecimiento humano tienen las escenas de sometimiento, laceración y muerte que forman parte de la fábrica de diversión? Todo lo contrario, la acentuada exposición a estos productos derivan en la insensibilización y la morbosidad. Estas reflexiones surgen ante el más reciente video de Rihanna. En este espacio (Revista 10. Número 210) se ha exaltado la belleza de su cuerpo y de sus videos; en particular: “Stay”, “Pour It Up” y “What Now”. El erotismo, la poética visual, su riqueza expresiva, han contribuido a hacer de sus canciones éxitos memorables. Incluso el dúo con Shakira (Revista 10. Número 218) es imborrable en el universo audiovisual de la música pop contemporánea. Este mes, sorprendió con la producción
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LA REVISTA QUE HABLA DE VOS de su potente pieza “Bitch Better Have My Money” que sonaba desde semanas antes. De hecho, el material tiene restricciones de edad en Youtube, con advertencias, además, por el contenido de lenguaje, violencia y sexo. Una chica mala. El secuestro de una mujer. Apología de la humillación, de la violación al derecho de la intimidad, de la tortura, el tratamiento de las persona como objetos. Un juego vertiginoso de imágenes todas en torno al ultraje, el encono, la intimidación hasta llegar al asesinato. Seis minutos en una noción de vida se excesos, consumos de sustancias, evasión, crimen y futilidad. En este nuevo video de Rihanna se cumple a pie juntillas la estetización de la violencia. Una melodía que se posicionará aún como uno de los éxitos del año. Magnifico trabajo fotográfico. Recreación inmaculada del relato sádico. Cuidadosa selección de vestimenta y escenografía para proyectar perfiles y momentos. Una escena final sin comparación: la artista, totalmente desnuda en un baúl lleno de dólares. Su triángulo genital se cubre con uno de ellos. Sus senos al aire. El cuerpo salpicado en rojo. Un paneo de ciento ochenta grados para que se aprecie con plenitud. Sí, en la forma: un trabajo estéticamente bien logrado; en el fondo: un extenso video con un mensaje opuesto al fomento a la dignidad humana.
http://www.davidtovilla.blogspot.mx/
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FOTOGRAMAS PARLANTES
Balcones
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Cuando tu mamรก insiste en que quiere ir a ver al Komander.
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A mí me gusta que me josee el cuch
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Se acabaron las elecciones: 隆Adi贸s a la ley seca!
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En la elecciรณn de reina de la feria Comitรกn 2015: ยกSonrisa Colgate!
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La raz贸n por la cual debes llevar a tus hijos a los talleres de verano.
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Yo vivo en un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana, el oficio más prestigioso es el de cuenta leyendas. Todas las tardes, el parque central se llena de niños y niñas que llegan a escuchar las leyendas que cuentan los mejores contadores. La leyenda que más les gusta escuchar es la del día en que Cervantes, ¡sí, el autor de El Quijote!, llegó a Arana. Un día los habitantes de Arana vieron a un hombre sobre un caballo. El hombre era un hombre “seco de carnes y enjuto de rostro”, con trabajos bajó del caballo que todo mundo supo que se llamaba Rocinante, no se sabe bien a bien por qué hasta los niños sabían el nombre del jamelgo. El hombre saludó, quitándose el sombrero y preguntó si alguien, de casualidad, había visto a Dulcinea. Una niña de Arana se acercó al viejo con barba, tocó la armadura que llevaba en su pierna, lo hizo como si tocara en la puerta de una casa y le dijo: “Señor, tenga, tenga el dulce que busca”, y le extendió su manita donde tenía un dulce de mazapán. El viejo no entendió y volvió a pedir que alguien le señalara el rumbo por donde Dulcinea había caminado. Una mujer, entonces, entendió el mensaje y empujó a su hija hasta la mitad del círculo de hombres y mujeres que rodeaba a Cervantes. “Ella es Dulcinea”, dijo la mujer, sonriendo. Cervantes abrió los ojos, se acercó hasta donde estaba la muchacha y dijo: “Benditos sean los dioses, por fin te hallé, amada mía”, se hincó, tomó su mano y rozó su piel con sus labios ajados. Todos aplaudieron. La muchacha sonrió y dijo: “Sí, yo soy tu dulcinea, amado mío. Te he esperado durante mucho tiempo”. Dicho eso, ayudó a levantarse a Cervantes y lo llevó a su choza. Actualmente, por la plaza hay niños y niñas que son bisnietos de Cervantes, el gran escritor español, autor de El Quijote.
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