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25 de octubre de 2015. ComitĂĄn de DomĂ­nguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

305 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

Arenilla : De lengua me como un plato

Fotogramas parlantes

En un mundo llamado Arana


LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

5.- EDITORIAL

CONTENIDO

10.- ZAGUĂ N Arenilla: De lengua me como un plato

20.- BALCONES Fotogramas parlantes

25.- SITIO En un mundo llamado Arana

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EDITORIAL Los mexicanos de por sí somos personas llenas de costumbres y tradiciones, fiesteros por naturaleza. y los comitecos, sin duda, nos distinguimos por ser embelequeros, siempre buscamos el pretexto para disfrutar de los diversos festejos. El día de muertos y el quinsanto, es algo que no puede pasar desapercibido. Octubre es un mes frío, a veces, medio lluvioso. Muchas personas creen que este frío es el de las “almitas”, que se preparan para venir al mundo de los vivos a comer su “quinsanto”. Los familiares del fallecido preparan su altar con los dulces y bebidas que al pariente tanto le gustaban. La visita al panteón es un acto mágico, porque un lugar lleno de “muertos” ¡cobra vida! Qué bueno que, hasta la fecha, esta tradición no se ha perdido. Ha sufrido algunas variantes debido a la globalización, y ahora todo mundo quiere festejar el Halloween o usar disfraces que nada tienen que ver con nuestras tradiciones. Se debe trabajar con niños y jóvenes, para que hereden este rito tan bello que han dejado nuestros ancestros.

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DE LENGUA ME COMO UN PLATO

ARENILLA El dicho se aplica a los lenguaraces, a los que acostumbran hablar sin cumplir sus promesas. ¡De lengua me como un plato! En la foto se aprecia un plato (pequeño, apenas más grande que una hostia, de esas que los sacerdotes acostumbran levantar con ambas manos al decir: “Este es el cuerpo de Cristo”) y un montón (casi un montoncito) de lenguas de chayote hervido. En algunas casas a la lengua del chayote le llaman corazón, pepita o semilla. A mí me gusta el término lengua, porque a los chayotes, -ah, qué verduras tan traviesas- les encanta sacar la lengua desde que están trepados en los tapescos. Uno pasa por debajo, alza la vista y encuentra a decenas de chayotes sacando la lengua. ¿Y por qué la gente muestra la lengua a otro? En señal de desprecio, burla o juego. Los niños muestran la lengua a la tía que es una caemal o al maestro que insiste en dejar más tarea de la recomendable. Cuentan que aún hay maestros que dejan planas con la oración: “No debo hablar con mis compañeros a la hora de clase”; cuentan que los maestros aún acostumbran enviar a la esquina al alumno atrasado. El acto de sacar la lengua es un acto reflejo. Las personas sacan la lengua cuando están agotados, por eso se dice que algunos corredores no profesionales llegan a la meta con la lengua de fuera. Cuando algún expedicionario se queda sin agua a mitad del desierto también saca la lengua. El platito de esta foto es apenas un poco mayor al tamaño de la hostia que el sacerdote presenta en misa de doce, los domingos. Llama la atención que para tomar la hostia, los creyentes deben (es imposible hacerlo de otro modo) sacar la lengua para que el sacerdote la coloque y el fiel la degluta. Los creyentes no le sacan la lengua a Cristo, ¡no!, se la sacan al cura. ¿Por qué será? Tal vez por esto, algunos sacerdotes prefieren que quien comulga tome la hostia con sus manos y la introduzca él mismo en su boca. A mi tía Eugenia le gusta llamar corazón a la lengua del chayote. Dice que está en el centro y que es lo que garantiza la continuidad de la vida. Aplica otro dicho mexicano, el de que “El pez por la boca muere”, que indica que hablar de más no es conveniente. Mi tía dice que, de joven, pensó en ser una monja de clausura, que son aquellas que hacen voto de silencio. Cuando la tía sugirió tal deseo, su papá usó de más la lengua. ¡Ah, le dijo hasta de que se iba a morir si insistía en tal despropósito! En cambio, la mamá aplicó lo que después la hija tendría como dogma, sólo dijo: “De lengua me como un plato” y dejó que Dios y el tiempo hicieran su labor. Cuando, dos meses después, mi tía Eugenia conoció a Ramón (ahora mi tío y padre de mis ocho primos), ella se olvidó de sus votos y habló hasta por los codos.

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Zaguán


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Mi tía Eugenia jamás perdonó todos los exabruptos que su papá, como agua fría, le había soltado. Con ello, la mamá de tía Eugenia reafirmó que la lengua debía usarse con moderación. Yo, igual que todo el mundo, de lengua me como un plato. Cuando mi mamá prepara chayotes hervidos para usarlos después en una receta de chayotes rellenos (que le quedan bien ricos), ella separa todas las lenguas del chayote y me las ofrece en ese platito especial. A estas lengüitas basta soltarles unas gotas de limón y un poco de polvojuan para que se conviertan en un manjar tan preciado como el palmito, en Brasil, o como el caviar, en Rusia. Yo como lenguas. Mi tía Eugenia diría que me como los corazones. Pancho diría que me como las pepitas y sonreiría con doble intención. Igual que la tía Eugenia procuro usar la lengua con moderación, porque sé bien que el pez por la boca muere, pero en mi pueblo es muy difícil quedar callado. Cuando vengo a ver ya estoy hablando de más.

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FOTOGRAMAS PARLANTES

Balcones


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Cuando el fotógrafo te dice que sonrías y nomás no entendés.

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Casual: una tarde de lluvía, película y el albañal roto.


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Selfie, presumiendo mi disfraz.


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ยกNo chille! Ya le dije que con llantitos no quitan el bloqueo.


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Cuando visitás a tu suegro por primera vez y sentís que no te quita el ojo de encima.


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En un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana no hay pordioseros. Hubo un tiempo en que sí los hubo, hubo muchos. Ese tiempo fue llamado el Tiempo de la Miseria. Poco a poco las plazas de Arana se llenaron de pordioseros que se sentaban en las banquetas, se reclinaban contra las paredes, ponían cara de lagarto sin dientes, extendían la mano y pedían: “Una limosna por el amor de Dios”. Ante la proliferación de esa plaga, los ancianos citaron a una reunión urgente. ¿Qué podemos hacer?, dijo el sabio mayor. Los demás ancianos dijeron que deberían analizar cada concepto. El error, dijo uno de ellos, es que hemos llamado Tiempo de la Miseria a este tiempo, esto ha hecho que el Universo nos flagele con tal concepto. Así que le llamaron Tiempo de la Abundancia. Los pordioseros se confundieron cuando al día siguiente se botaron en las banquetas, extendieron las manos y pidieron “Una limosna por el amor de Dios” y todo mundo de Arana les dijo que no fueran ingratos, ¿cómo se atrevían a pedir limosna cuando todo al derredor era abundancia? ¿Cómo se atrevían a invocar el nombre de Dios para pedir migajas, cuando los dioses de Arana los proveían con tal generosidad y abundancia? Y entonces cuenta la historia que a los pordioseros no les quedó más que abrir los ojos; es decir, dejar de fingir que eran ciegos. Vieron el cielo, lo vieron como un mar inmenso, infinito y pensaron que ese cielo estaba lleno de peces y creyeron que el maná les caería como caen las hojas secas en el otoño. De esta manera el tiempo de la miseria terminó, porque los mendigos dejaron de pedir limosna. Cuenta la historia que muchos de ellos murieron de inanición y otros, los menos, se pusieron a trabajar. Lo que sí podemos asegurar es que los mendigos terminaron y desde entonces, el Tiempo de la Abundancia cobija el territorio de Arana.


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