11 de octubre de 2016. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
354 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
De festejos tradicionales Arenilla
Fotogramas parlantes
Sonido y sentido. La poética de Marirrós Bonifaz Adolfo Ruiseñor
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CONTENIDO 5. EDITORIAL 9. ZAGUÁN Arenilla: De festejos tradicionales
16. PATIO
Sonido y sentido. La poética de Marirrós Bonifaz Adolfo Ruiseñor
22.CORREDORES Fotogramas parlantes
29. SITIO Yo vivo en un mundo llamado Arana
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EDITORIAL Las editoriales publican pocos libros de poesía. El argumento principal es que los lectores prefieren libros de cuentos o novelas. ¿Es cierto que hay pocos lectores de poesía? Es cierto. ¿Por qué? Acaso porque la poesía es la más alta cumbre de la literatura y las personas tienen pereza para acudir a las cimas de las más altas montañas. Otro factor que incide en los bajos índices de lectores de poesía es la mala calidad de muchos libros publicados. Hay muchos escritores que se creen poetas. Los verdaderos poetas son pocos. En este número de DIEZ aparece un texto escrito por Adolfo Ruiseñor, ¡poeta!, que habla del libro “Trilogía”, de Marirrós Bonifaz, ¡poeta! Los verdaderos poetas son pocos. Por fortuna, en Chiapas, contamos con algunos grandes. Acá están.
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ZAGUÁN
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DE FESTEJOS TRADICIONALES
ARENILLA Pareciera cosa menor no lo es. ¿Han visto cómo son las piñatas actuales? ¿Las formas que tienen? ¿Las figuras que sus hijos rompen? Hubo un tiempo en que la piñata (verdadera tradición mexicana que nació en China) fue hecha con olla de barro. Las piñatas eran panzonas, redondas, caras de sol, globos de aire pesado. Tenían forma de estrella con siete picos. Cada pico simbolizaba un pecado capital. A la hora que el niño golpeaba la piñata con un palo repudiaba los siete pecados. Pero (en buena hora) alguien se dio cuenta que, al menos en Comitán, en cada fiesta, como dice el himno, un golpeado en cada hijo te dio, porque más de dos criaturas resultaban heridas con los pedazos de olla que quedaban suspendidos y caían en el momento en que la multitud de niños se aventaba de panza para, como ballena, atrapar la mayor cantidad de dulces y frutas. Los tepalcatazos estaban a la orden del día y producían descalabrados al por mayor. Así pues, un buen día a alguien se le ocurrió sustituir la panza de barro por papel y cartón. Con ello, las cabezas de los niños salieron ganando, pero quienes perdieron fueron los artesanos que preparaban las ollas para las piñatas. Pero eso no fue todo. También se sustituyó la forma tradicional. A alguien (en mala hora) se le ocurrió comenzar a hacer piñatas que imitaban las figuras de las caricaturas de los niños. Una tarde fui al festejo de Pau, mi sobrina, y hallé, colgada, a mitad del patio, a Dora la exploradora. Miré a todos lados para ver si algún niño reculaba temeroso ante esa visión dantesca (una niña colgada), pero los niños reían, comían sus gelatinas y, a la vez (qué asco), cáscaras con granos de maíz, queso, mayonesa y salsa roja picante, mucha salsa. Las niñas ya tenían manchados sus vestidos (como si hubiesen cometido un crimen) y esperaban, con ansias, el momento en que Rocío (mamá de Pau) les colocaría una venda en los ojos, les daría vuelta para marearlas, y las dejaría cerca de la piñata para que, al grito de: “Dale, dale, dale, no pierdas en tino…”, comenzaran a golpear el aire, con la ilusión de atinarle al cuerpo de Dora,
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despedazarla y abrirle la panza para que los dulces cayeran en una lluvia generosa. ¿Nadie se espantó a la hora que Dora quedó blandengue, desbaratada, moviéndose de un lado a otro a mitad del patio? ¡Nadie! Todo mundo gritó y se abalanzó como si estuviese presenciando aquellos horribles actos donde, en una plaza de París, alguien era hincado a mitad del templete y la guillotina bajaba de golpe y cortaba de un tajo la cabeza de un individuo. Acá fue al contrario, la cabeza quedó colgando, como si fuese una calavera puesta a secar en el tendedero. Pero eso no fue todo. Luego, Rocío me pidió que la ayudara a colgar la imagen del Chapulín Colorado. Dije que no podía hacerlo, dije que era inútil para hacer nudos con cuerda (lo que es cierto), dije que tenía un brazo lastimado y no podía levantarlo más allá de cierto límite (lo cual también es cierto); lo que no dije es que me causó pánico ser cómplice de la muerte de ese personaje que sería sometido al escarnio, a la burla, al dolor, y al que nadie, ¡nadie!, al grito suplicante de “¿Quién podrá defenderme?”, se atrevería a lanzar la mano para decir “¡Yo!”. Pareciera cosa menor, ¡no lo es! Los niños de los años sesenta rompimos piñatas con forma de estrella, con picos que simbolizaban a los siete pecados capitales. Este simbolismo nos decía que al mal (por así decirlo) debíamos combatirlo. A la hora que el niño lograba despanzurrar la piñata, el bien había vencido. El garrote con el que golpeábamos la piñata era símil de la fuerza de voluntad. Cuando lográbamos la victoria, la recompensa caía del cielo en forma de dulces y frutas jugosas. ¿Ahora qué pasa? Los niños en los festejos les quiebran la panza a sus héroes y a los personajes que, en algún momento, los han divertido. Cualquier socialista diría que es maravilloso que la juventud mexicana la parta el queso al Capitán América, al pato Donald, a Pig (cuchita asquerosa y perversa que tiene forma de pene con testículos), o a un teletubbie, porque son emisarios del imperialismo. Pero, el análisis debe ir más allá. Los niños, en medio del festejo, se entrenan para la violencia. Destrozan a sus héroes (Batman, Superman, La Mujer Maravilla). ¿Y qué con eso? Ah, pues de eso a destrozar a los héroes de carne y hueso sólo basta un paso. Todos los niños del mundo tienen a sus papás como los primeros héroes de su vida. Por ello, ahora los niños son irrespetuosos y poco amorosos con sus padres. ¿Cómo no? Las piñatas son modelo de violencia.
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¿Han visto que algunas piñatas tienen figuras de animales, de chuchitos, de ositos? ¿Por qué algunos desadaptados cuelgan a animales de verdad y los sacrifican y se burlan? ¿Por qué muchos niños no quieren y respetan a los animalitos? ¿Cómo los van a querer si en la tarde anterior fueron felices golpeando la piñata con forma de gato?
Pareciera cosa sencilla, ¡no lo es!
Hubo un tiempo en que las piñatas estaban hechas con ollas panzonas de barro y en el que las figuras eran estrellas de siete picos que simbolizaban los siete pecados capitales. En el inconsciente estaba implícito el mensaje de vencer a la lujuria, a la gula, a la pereza, a la envidia, a la avaricia, al orgullo y a la ira. ¿Cómo anda el mundo en la actualidad? Cada vez hay más lujuriosos (ah, no, a mí no me queden viendo); cada vez más gente huevona. Cada vez el mundo se vuelve más mezquino y avaro; cada vez impera el orgullo y se pisotea la humildad. Cada vez (díganselo a mi comadre Encarnación) hay más golosos, y hay más chuchería a la hora de comer. Cada vez más envidiosos pueblan el mundo y, ¡por el amor de Dios!, cada vez hay más violencia. ¿Por qué? Por mil factores, pero uno de ellos, al parecer intrascendente, es porque las piñatas dejaron de ser estrellas inocentes y se convirtieron en figuras perversas. Tal vez la canción tradicional ya nos lo había advertido cuando dijo: “…la piñata tiene caca, tiene caca, cacahuates de a montón”.
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SONIDO Y SENTIDO, la poética de MarirrósBonifaz Adolfo Ruiseñor Sonido y sentido, forma y fondo, son las únicas vías de expresión y trascendencia poética que, en lo personal, considero dan sustento al discurso poético. En la poética de Marirrós Bonifaz, este precepto se realiza en felices nupcias.
La poeta, a lo largo de su trilogía, nos va ofrendando su indagación del mundo. Va erigiendo su especial arquitectura verbal, es la equilibrista sobre la cuerda tensa de la existencia. Ahí está la ventana, esa metáfora de la vista, pero también el aguzado corno de su oído, o la velocidad del vuelo de un halcón, su rauda inteligencia. Porque música hay en sus versos, pero también una comedida sabiduría que le permite rebasar el riesgo usual de la expresión común. Eso es poesía, un acto mágico compartido y libre, una comunión de almas, una invitación al asombro: “No es miedo sino asombro lo que nos hace hablar”, decía Octavio Paz. Hallo en los textos de mi admirada poeta, esa misma veta de una poesía aguda, sensible, cadenciosa, suavemente erótica en el continente que llama a veces ‘Rebeca’. Tiemblan mis oídos al leerla en voz alta, y siento que la catedral de su inspirado ingenio fluye incesantemente, cual surtidor inagotable en mi interior.
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS Es de todos sabido que una poeta o un poeta en plena madurez, éste es el caso, halla un estilo inconfundible, una ars creativa y combinatoria, que sólo le pertenece a ella misma, pero en el afán de compartirla felizmente va a dar a la sensibilidad de sus atentos lectores. En su afortunada trilogía, que encierra buena parte de su obra y trayectoria, está presente una mirada sagaz, interna, epitelial, pero también telúrica, de huesos para afuera. Decía Ramón López Velarde que no escribía poemas, si no venían de la combustión íntima de sus huesos. En el osario de Marirrós mana una sabia interpretación del mundo, que pide de sus lectores no la lectura fácil que se agotaría en lo ripio y lo sandio, sino una sesera en donde bulle incesantemente su estro creativo. Preludio y flama para un amanecer, Rebeca junto al pozo y Compás, son la summa poética de su inspiración, a menudo agobiada por la condición sufrida, precaria, pero hermosamente arrebatadora de sus versos, que ya la ubican como indispensable en nuestra tradición lectora. Río, gozo, amo, lloro, me enamoro, sufro y me repliego, pero existo. Eso me dice su expresión textual. Pero sé, además, que no viene de la nada esa deliciosa y terca virtud. Ella charla, se amista, encanta con sus palabras, aún si provienen de la divisa gastada de la conversación diaria o trivial, porque se asume como poeta, o como un ángel caído que nos da su guarda llena de imaginación y terrenales pasos. La conocí hace dos o tres décadas, y me sigue cautivando, maravillando: Mujer que hiere de luz nuestras oscuras cárceles, como quería nuestra María Zambrano.
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Yo los invito a adentrarse en
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS su cosmos: hay un océano de vasta cultura, intertextualidad, conversaciones con sus mayores, pero siempre regresa ella con las metáforas que ha sabido sacar del fondo del pozo. Cuando la poesía del solar nativo se agota en el marasmo del color local o del exuberante canto del prodigio natural que es Chiapas, ella derriba fronteras, construye nuevas naciones, refunda el alma. Imposible no agradecérselo. Celebro esta afortunada decisión editorial de recoger sus tres libros, su trayectoria en síntesis, que eso es la poesía, dilatado carbón expuesto al fuego del ingenio para volverse diamante. Yo te leo y te seguiré leyendo. Amiga, hermana, cómplice, ánfora de los sueños, instante inacabable. Al lado de la obra poética de Rosario Castellanos, de Alejandra Pizarnik, de Olga Orozco, de Wisława Szymborska, de Eunice Odio, de Sylvia Plath, de mi querida Hilda Hilst, está la maravilla textual que está construyendo una mujer de Comitán, llamada Marirrós Bonifaz.
Salve poesía. Muchas gracias.
El libro “Trilogía” está de venta en la Librería Lalilu. (Bulevar Doctor Belisario Domínguez, Núm. 96 Frente a la Volkswagen, Comitán de Domínguez, Chiapas)
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Ni como mucho, saber porqué dicen que soy cuch.
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Cuando no sabés si del coraje a tu mamá se le corrió el rimel o son las mentadas lágrimas de sangre que te prometió.
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Cuando les decís a tus amigos que tu mamá tiene la receta de las auténticas butifarras comitecas.
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Como te imaginรกs que te ves en bici, en las bajadas de Comitรกn.
Como en realidad te ves.
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No te pongรกs tin tin top, ni en cuatro patas llegamos a tiempo a la casa.
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Yo vivo en un mundo llamado Arana En Arana hay muchos vertederos. Estos vertederos no reciben aguas, ni limpias ni negras, ni tampoco reciben basura y desechos. ¡No! Estos vertederos sirven para acumular los cuentos que cuentan los abuelos. Los abuelos, por las tardes, llegan y cuentan cuentos que luego arrojan con emoción a los vertederos. Al día siguiente, los niños, después de ir a la escuela, van a los vertederos y hurgan, como si fuesen pepenadores de basura, y encuentran los cuentos recientes, se tiran en el césped, colocan los brazos detrás de su nuca, y, bocarriba, escuchan las voces de los abuelos. Por esto, en Arana, los niños crecen oyendo muchos cuentos y, de grandes, son excelentes escuchas de historias de ficción.
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