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22 de noviembre de 2016. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

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Fotografías de la quincena Fotogramas parlantes En un mundo llamado Arana

A mitad del bosque Arenilla


LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

CONTENIDO 5. EDITORIAL 9. ZAGUÁN Arenilla: A mitad del bosque

16. PATIO

Fotografías de la quincena

19.CORREDORES Fotogramas parlantes

28. BALCONES En un mundo llamado Arana

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EDITORIAL Mientras el Fondo de Cultura Económica anuncia el cierre de dos librerías en la Ciudad de México, por el recorte presupuestal, en Comitán celebramos la apertura de una librería de Porrúa, en el Centro Cultural Rosario Castellanos. Sin duda que tal apertura es un acierto del licenciado Luis Armando Suárez Argüello, quien, desde hace años, soñó con la apertura de una librería del Fondo, en Comitán. Algunas voces disidentes han mencionado que la apertura de dicha librería en la Casa de la Cultura mermó espacios para talleres, vocación esencial de la Casa de la Cultura. Mientras tanto, los lectores de la región pueden adquirir libros en una sucursal instalada de manera muy digna. Dicha librería, como cualquier espacio cultural del mundo, también servirá para la presentación de libros. Esta sucursal comiteca se inaugura con la presentación del libro: “El cuento. Caracol luminoso del lenguaje. (Manual para la enseñanza-aprendizaje en los talleres de narrativa)”, de Óscar Wong, narrador, poeta y ensayista, Premio Chiapas 2015. En tiempos de crisis (económica, social e intelectual) es preciso abrir espacios que generen esperanza. La apertura de esta librería en Comitán sin duda significa una ventana para democratizar los sueños de las personas de esta región.

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ZAGUÁN


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A MITAD DEL BOSQUE

ARENILLA

Digamos que nada sabemos de física. Estamos en el corredor de la casa, tomamos café, sentados en butacas. El cielo es un lienzo oscuro, como un telón de teatro. De pronto, en la lejanía, aparece un rayo en el cielo, una raya de luz que se abre por instantes y se difumina; luego escuchamos el trueno, un estruendo fastuoso que nos abraza como si fuese una sábana ruidosa. Luego, igual que el rayo, el trueno se diluye en el agua del aire. Son instantes en que la armonía del cielo se interrumpe. Un chisguetazo de luz y una palmada escandalosa. Y luego, de nuevo, la oscuridad. Seguimos tomando café, sentados. Del jardín suben aromas frescos, de jazmines. De la calle asoman ladridos y, de vez en vez, aullidos de alguna ambulancia. Digamos que nada sabemos de física. Estamos en el bosque. Sentados al lado de un pino que prodiga una sombra agradable. De pronto, el cielo se oscurece, un hato de nubes se desparrama como ovejas en busca de resguardo. Gotas de lluvia se desgajan como frutos maduros, golpean las frondas, humedecen el pasto, convierten la tierra en lodo. Quienes estábamos sentados frente a un mantel que hacía las veces de mesa corremos a resguardarnos, buscamos un parapeto que nos cubra de la bofetada del agua. Nos protegemos debajo de las frondas de los árboles, pero, dos segundos después, alguien alerta: “Cuidado, con los rayos”. Sabemos que un rayo puede, como espada de Damocles, caer sobre nuestros cuerpos. Digamos que nada sabemos de la vida. Estamos en casa, sentados frente al televisor. Los hijos juegan. Los dos niños están sobre el sofá. Juegan a que están en un cohete que se dirige a Marte. Los vemos, mientras tenemos un libro en las manos, mientras la radio toca una canción de Juan Gabriel. La abuela se acerca y se tapa los oídos con las manos, dice que hay mucho ruido. ¿Cómo es posible que soportemos el sonido de la televisión, el parloteo de los loros, el ladrido desaforado de Kurdo (que ladra como si un delincuente quisiera entrar a la casa) y la música que expulsa la radio? Los niños dicen que ya están a punto de “aterrizar”. La mamá les dice que no se dice así, se aterriza en la tierra, pero luego ya no sabe decirles cuál es el término correcto para decir que “bajarán” en Marte. Digamos que nada sabemos de la vida y que no sabemos por qué la abuela no incluyó en su extensa relación de ruidos, el ruido de la nave interplanetaria donde viajan los nietos, porque si algún ruido supera al parloteo del loro, a la campana que avisa la cercanía del camión de la basura, el chancleteo irregular de los pies de la abuela y la voz delgada de Juan Gabriel es, precisamente, el estruendo de los motores de la nave en que viajan los niños que, con sus voces

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Zaguán


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de hojas tiernas, se emocionan ante la visión del paisaje marciano. Digamos que nada sabemos de la vida y no sabemos por qué nosotros tenemos la certeza de que no hay vida en Marte, cuando los niños que ahora bajan del sofá y ponen los pies sobre el planeta rojo comienzan a gritar que allá, detrás de aquel montículo, hay hombres y mujeres que, temerosos, se esconden. Es como si estos marcianos fueran aztecas y los nietos de la abuela fueran Hernán Cortés y la Malinche. Digamos que nada sabemos de la vida en la tierra, nada sabemos de rayos, truenos, lluvias. Digamos que sólo sabemos que hay nubes que saben a algodones de París, que existen árboles para hacer nidos y que hay niños para subir a los columpios que colgamos en nuestros brazos abiertos, dispuestos al abrazo.

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Fotografías de la quincena

PATIO


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Movete el cuerpete, divertete.


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Donald Trump supervisando la construcciรณn del muro.


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A buen entendedor (perdรณn, si los burros no saben leer).


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Por eso recomiendan leer las letras chiquitas en la firma de contratos. Acá, en letras chiquitas, dice: “Que se quede a dormir en casa. Firma: el patrón”.


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Acto protocolario en donde no se sabe si se inaugura el lavabo que no sirve o la ventana que no cierra.


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CORREDORES


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FOTOGRAMAS

PARLANTES

Corredores


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No me agarrés de ahí, ´ta bueno que el caballo nos esté jimbando mucho, pero parece que vos querés jimbirutz conmigo.

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Corredores


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No podés ocultar tu cara de felicidad cuando volvés a Comitán y lo primero que hacés es comer salvadillos con temperante.

Corredores

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¡Ah, este es un buen gallo de pelea, patrón! Espúlguelo´sté, no le va usté a encontrar ni un solo cucuyutz.

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Corredores


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Lo que te imaginás cuando te dicen: “Poné tu mente en blanco”.

Corredores

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Grรกfico que muestra cรณmo se sienten los hombres cuando vuelve la novia arrepentida.

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Corredores


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Yo vivo en un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana hay una leyenda que narra el origen de las sombras. Al principio de los tiempos, cuando todo estaba en silencio, lo único visible era la oscuridad. La tarde en que los dioses se reunieron en la cima de la montaña más alta para crear el cielo, las nubes, los mares, los árboles, los animales, las piedras y el sol, la oscuridad reclamó su espacio. La oscuridad adujo que ella había estado en el universo antes de que la luz se hiciera. Los dioses dijeron que el tiempo se repartiría entre el día y la noche, a fin de que la oscuridad gozara de su derecho de antigüedad. La oscuridad no quedó satisfecha con tal propuesta y reclamó tener un espacio propio en medio de la luz del día, pero uno de los dioses dijo que esa era una petición absurda, dijo: “¿Dónde se ha visto que en medio de la luz exista la oscuridad?”. Otro de los dioses, tal vez el más sabio, propuso una solución intermedia, que no hubiese algo que superara la luz, pero que tampoco se desechara por completo a la oscuridad y propuso que todo objeto de la tierra, incluidos los seres humanos, tuvieran un elemento oscuro engendrado por la luz. A ese elemento lo llamó sombra. A la oscuridad eso le pareció un acuerdo justo y, desde entonces, los dioses mandaron a que todo cuerpo sometido a la luz tuviese una sombra que, al caer la tarde, se uniera a las demás sombras para crear la gran sombra mundial.


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