3 de enero de 2017. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
365 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
Revista Diez, desea a todos sus lectores un ¡feliz y venturoso año 2017!
Presentación de “Confesión de orfandad” Kira Galván
Eraclio con Hache Arenilla
Fotografías de la quincena
Fotogramas parlantes
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CONTENIDO 5. EDITORIAL 10. ZAGUÁN Arenilla: Eraclio con Hache
16. PATIO
Fotografías de la quincena
22.CORREDORES Fotogramas parlantes
30. BALCONES Presentación de “Confesión de orfandad” Kira Galván
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EDITORIAL Los comitecos, orgullosos de sus raíces, hablan de vos y usan el cantadito especial que caracteriza a los cositías. La gente hace uso de palabras comitecas, que hace afianzar más la identidad, preservarla y darla a conocer a las nuevas generaciones. El maestro Óscar Bonifaz hizo una recopilación, de muchas de estas palabras, en su libro Arcaísmos, regionalismos y modismos de Comitán, Chiapas. Sin duda, un gran aporte para la ciudad. A ese libro se agrega el trabajo realizado por José Luis González Córdova, quien publicó el libro “Glosario. Habla popular comiteca”; asimismo publicó libros de relatos como “Sólo una vez se capa el cuch” y “¿Quién sos pue vos bulto?”. Estos libros son cada vez más difíciles de conseguir, por lo que se han convertido en un verdadero tesoro. José Luis González fue un destacado comiteco, cuyo trabajo es importante rescatar. Por tal motivo, el programa radiofónico Crónicas de Adobe, de radio Imer, realizará una serie de programas durante todo el mes de enero de 2017 para recordar a tan importante personaje. El programa se transmite todos los martes, de tres a cuatro de la tarde, a través del 107.9 fm o por Internet www.imer.mx/ radioimer
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DE LA SERIE: “PORQUE LA TELE TAMBIÉN BORDA NUBES (5)” ERACLIO CON HACHE ARENILLA El día 31 de diciembre ¡eliminé a Laco! Y Laco se me apareció el uno de enero. Apareció en la pantalla de la televisión, en su faceta de actor. Lo había eliminado de mis contactos en el teléfono celular. Un día, de hace dos o tres años, no sé bien, Mario Nandayapa me dijo que Laco Zepeda podría venir a Comitán a presentar el libro: “Los pasos de Laco”, que es puntual transcripción de una entrevista que Mario le hizo, casi un libro de memorias soberbias, soberanas. Nandayapa me dio el número de Laco y dijo: “Hablale, para que te pongás de acuerdo con él y vamos a Comitán”. Emocionado le llamé, una y otra y otra vez. Laco nunca respondió. “No me contesta”, le dije a Mario, también por teléfono, y Mario se comprometió a platicar con Laco y amarrar una fecha para que ambos vinieran a la presentación de ese libro excelso. ¡Hasta la fecha! No sé si Mario no logró el cometido, o Laco tenía muchos compromisos, o ¡vaya usted a saber! No sé. Lo único que sé es que nunca se logró la presentación. (Laco vino a Comitán tiempo después, pero a dar una conferencia. Lo trajo la UNACH.) Así pues, cuando el día 31 el nombre de Laco apareció en la lista de contactos de mi celular decidí eliminarlo. Su número no me había servido y, seguro, ya no me serviría en adelante. Pero, en la mañana del uno de enero, apareció el eliminado. Apareció tal como se ve en la fotografía, en el personaje de Francisco Villa, en la cinta “Campanas Rojas”. En la foto que tomé se ve con mirada de tiuca molesta, casi encabronada, pero en realidad lo que hace es ver con intensidad al actor Franco Nero, que interpreta al periodista norteamericano John Reed. ¡Apareció el eliminado, el iluminado! Ahí, en la pantalla del televisor, estaba Laco, el gran Laco, que, hombre de palabra, siempre la cumplió, en tratándose de vainas literarias, porque
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no se murió antes de terminar la tetralogía narrativa que había prometido. Escribió cuatro novelas que tenían un hilo conductor: la historia de Chiapas, a través de los elementos con los que los antiguos explicaban la naturaleza del mundo: aire, tierra, viento y fuego. No sé si Mario le preguntó a Laco qué pensó cuando vio que en los créditos de la película aparece su nombre con hache, y en el cartel está escrito sin hache. ¿Le preguntó qué diferencia hace la hache en un nombre? ¿Le preguntó si, para evitar confusiones y demostrar cariño sobrado, sus paisanos siempre le dijeron Laco, Laco por aquí, Laco por allá?
Mariana me dijo que no sabía que Laco interpretó al revolucionario en dos cintas de
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LA REVISTA QUE HABLA DE VOS renombre: la que exhibió el canal televisivo de Cine Mexicano, el uno de enero (a las cinco de la mañana), que es una coproducción de México y de Rusia; y la película “Reed, México insurgente”, que es una cinta mexicana, dirigida por Paul Leduc. Cuando vi la película “Campanas rojas” en el Cine Comitán, la mayoría de espectadores salió molesta. La película tuvo pretensiones muy sobradas y resultó malograda. La escena final es muy fumada: los cadáveres de cientos de revolucionarios se levantan al sonido de las campanas. El mensaje simbolista no fue del agrado de los cinéfilos y varios de éstos se levantaron antes de que apareciera la palabra Fin. Debo reconocer que en ese año (ochenta y dos u ochenta y tres, no sé bien) no identifiqué a Pancho Villa con Laco; es decir, ya había leído cuentos del escritor, pero no tenía el referente de su imagen. Entré al cine, porque (ya lo dije) la cinta venía rodeada de una gran promoción. No me fijé en la relación de nombres de los actores y vi a Pancho como Pancho y no como a Laco. ¿Qué le contó Laco a Mario acerca de la película? ¿Mario le preguntó si él miró por una rendijita a la hora que se grabó la escena donde Blanca Guerra lava su torso y sus pechos en el cuartucho donde está Franco Nero? ¿Le preguntó qué impresión tuvo, no al estar frente a Franco, sino al imaginar que conversa con John Reed? ¿Después de las filmaciones, hubo algún instante en que el espíritu de Pancho se posesionó de Laco y se creyó revolucionario de más? En cuanto terminó la película la mañana del uno de enero (con esa escena fumada donde los muertos se levantan) fui al estante y busqué un libro de cuentos de Laco y leí uno. Reconocí lo que siempre he sabido: Los grandes no pueden eliminarse. Eliminé el número telefónico de Laco, porque nunca me respondió, pero nunca podré eliminarlo de mi imaginario literario. Sería un absurdo. Dichoso el Nandayapa que convivió con él en vivo y a todo color. ¿Le preguntó Mario la diferencia que hace una hache de más o una hache de menos? Nunca he visto escrito el nombre de Alejandro con hache. ¿Habrá alguna diferencia entre escribir Alejandro o escribir Halejandro? No sé. Quien sí sabía de estas vainas era Julio Cortázar. No voy a hacerlo, pero me gustaría preguntarle a Mario si aún conserva el número telefónico de Laco entre sus contactos. ¿Cómo lo tiene registrado? ¿Como Laco o Eraclio? ¿Hace esto diferencia?
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“Por favor, ¡no despierten a Santa, se pasó de copitas!”
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“Culeis. ¿Cómo le hacen esto a su gran poeta? En mis regalos no agregaron ni un libro.”
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¿Venado o venada? Es hembra, porque se descubrió que cuando se pasa de copas se va de un lado y no ve-nada.
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Ilusiรณn รณptica: Busto de Benito Juรกrez adentro de una jaula.
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“Y te traemos incienso, mirra y un tu vaso con atol de granillo.”
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AsĂ te ven tus amigos cuando miran que te gusta el pan compuesto, pero te da pena hablar de vos.
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Ay, San Caralampio, si no hay agua por lo menos hacĂŠ que no falte el vino.
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¿Ya empezaron la dieta? ¡Si todavía falta la rosca de reyes!
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¿Quién dice que solo en diciembre se come pavo? ¿No querés ir a echar cotz conmigo a principios de enero?
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Cuando tu amiga te dice que, aunque le digan que tiene horma de galleta, este 2017 no piensa hacer dieta.
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Presentación de “Confesión de orfandad” Kira Galván Conocí a Marvey Altuzar hace relativamente poco tiempo. Coincidimos en un vuelo a Chiapas en el que tuvimos tiempo de conversar sobre poesía, sobre la vida y sobre tantas otras cosas. La conexión fue inmediata. Marvey es el tipo de persona en la que instintivamente puedes confiar en ella de inmediato. Tiene una simpatía y una personalidad irresistibles. Poco después se animó a venir a mis talleres y se convirtió en una alumna de corazón. Y cuando digo de corazón me refiero a que está dispuesta a aprender y a abrevar en la experiencia que uno tiene para dar como maestro. Desde entonces, y a pesar de que a veces le riño porque su disciplina de trabajo no es la que yo quisiera, ha crecido mucho como narradora y como poeta y este libro que hoy presentamos aquí, lo demuestra. Confesión de orfandad, es el tercer libro de poesía de Marvey, y entre el primero y éste hay un largo camino recorrido. En la poesía de Marvey encontramos extremos que están materializados en su propia personalidad. Encontramos por ejemplo, una genuina devoción católica mezclada con un erotismo sensual y descarado. La poeta es capaz de suplicar misericordia a Dios sin ambages, pero luego tiene la osadía, quizás ingenua, en su poema Plegaria IV, de invitar a Dios, ¡nada menos que a bailar! “¡Bailemos! – le dice – “Te preparo tamalitos”, como si estuviera hablando con el vecino. Y luego, más adelante, tiene incluso, la arrogancia inconcebible de decirle: “Ven, señor, cuéntame tus penas, quédate acá, en el corredor de ladrillos colgué una hamaca para ti.” Como si a cualquiera le fuera permitido fungir de terapeuta o de gran cuate de Dios. Pero tal vez en eso precisamente radica la magia sutil de la poesía de Marvey. Entre ese juego de inocencia, de confianza absoluta y de complicidad con
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Dios. No cualquiera lo tiene. Por eso me es perfectamente posible imaginarme a Marvey sentada con Dios, echándose un cafecito con él en el corredor lleno de flores y Dios, carcajeándose con su amiga, mientras los dos escuchan el poema de Jaime Sabines narrado en el éter por una voz celestial: “Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos”. “Entre poetas te veas”, — pensará Dios. Pero a nosotros, el resto de los mortales que no nos llevamos de piquete de ombligo con Dios, el libro de Marvey sigue sorprendiéndonos. La poesía de Marvey es sutil pero al mismo tiempo es contundente; como ella misma se define en el poema “Geminiana” su personalidad es de contrastes, de dualidad: “Soy mujer con pies de tierra y mirada a los astros”. Es evidente también, su natural amoroso para quienes la rodean. Su esposo, sus hijos. Agradece a la vida a su compañero en el poema “Ancla”, y la terrible experiencia de una orfandad temprana y violenta, es compensada y superada a través del ejercicio de una fe firme, a prueba de terremotos, auténtica. La poesía de Marvey Altuzar se
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acerca a la tradición poética mexicana de escritores católicos como Concha Urquiza y Ramón López Velarde por una parte y por otra, a poetisas en búsqueda de Dios como Guadalupe (Pita) Amor y Sor Juana Inés de la Cruz.
La pérdida, vivida por la autora de manera intensa, vuelve a echar su sombra sobre su experiencia, una y otra vez, en esta vida donde todos somos mortales. Y lo expresa así en el poema. “Sombra” pg. 24 Y de nuevo la sombra de la muerte, imponente, soberbia, cruel. Bajo su amenaza, tú y yo hermano, diluidos, derramando orfandad. Marvey va tejiendo y destejiendo palabras de amor y de ausencia en su libro: “Confesión de orfandad”, suave y lentamente, entre abandonos, reclamos y ofrecimientos. Hace ofrecimientos insólitos y de nuevo, aparece esa mezcla de devoción religiosa con erotismo abierto como cuando en el poema “Blasfemias”, (pg.55) termina diciendo:
“Vengo a ofrecerte las velas de mi cuerpo, tú sabes cómo hacerlas arder, vamos a incendiar juntos el mayor de los altares.”
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Encontramos en este libro también expresiones de una mujer que descubre sentimientos de soledad, cansancio, vacío, y una melancolía de vivir, de crecer, de envejecer. En su poema. “Cerca de la soledad”, nos expresa:
“Sucede que me canso de doblar la ropa y los sueños. De llorar por la cebolla y los recuerdos.”
Y yo me pregunto: ¿Quién no? ¿A quién no lo alcanza el cansancio, el reflejo distinto y distorsionado en el espejo? Y ya casi al final del libro, en el poema “Reptando el dolor”, Marvey avienta una afirmación terrible, así, como si nada, como si no tuviera importancia, en una afirmación muy López Velardiana:
“No encuentro la cura para mi desasosiego”.
Pero no, no es cierto. Yo creo que Marvey ha encontrado la cura para su desasosiego existencial en la escritura, hilando y deshilando palabras de aliento poético en su libro “Confesión de Orfandad”, (tal y como Penélope en la portada) porque la confesión siempre alivia, aligera la conciencia y eso es lo que se ha hecho aquí. La autora se ha confesado con sus lectores, rito esencialmente católico y por medio de este acto, ha salido transformada. No es casualidad que cuando escribe narrativa, escriba sobre los pecados mortales. Y realmente sería un pecado que Marvey no continuara deleitándonos con su poesía. No me queda, pues, sino felicitar a Marvey Altuzar por su magnífico libro. Sé que los lectores lo gozarán.
Kyra Galván © (Cualquier cita de este documento deberá entrecomillarse). 6 de diciembre de 2016 Casa del Poeta Ramón López Velarde.
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