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5 de enero de 2015. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

263 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

En un lugar llamado Arana Selfi, no selfie: la palabra del 2014 David Tovilla

En tardes de otoño Arenilla


LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

5.- EDITORIAL

CONTENIDO

10.- ZAGUÁN Arenilla: En tardes de otoño

13.- PATIO Selfi, no selfie: la palabra del 2014 David Tovilla

18.- BALCONES Fotogramas parlantes

25.- SITIO En un mundo llamado Arana

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EDITORIAL ¡Por fin se terminaron las fiestas de diciembre! Cualquiera diría que es momento para retomar las actividades y hacer a un lado el guateque. Pero bien se sabe que no es así. Apenas inicia enero y los chiquitíos ya se preparan para la llegada de los “Reyes Magos”. Ya se sabe, el resto del año estará lleno festejos. En Comitán, la gente comienza a prepararse para las fiestas a San Sebastián; tambor y pito deben estar listos para la entrada de velas y flores. Y así, cada barrio esperará la fecha marcada para festejar a su santo. En enero no puede pasar desapercibida la figura de Doña Lolita Albores, la cronista eterna de Comitán. Ella fue una mujer que amó profundamente a esta tierra y siempre lo expresó con risas. Muchas de sus anécdotas aún prevalecen. Quien lee sus poemas o camina por las calles y piensa en alguno de los dichos populares de Comitán y sus orígenes recopilados por ella, ilumina de luz a esta tierra. Ella siempre se esmeró por contribuir a su pueblo, por rescatar y preservar aquellos elementos que dan identidad a Comitán. Lolita no sabe que, ahora, ella es un elemento valioso de la identidad de los comitecos. Por su palabra y calidez de mera comiteca. ¡Siempre Lolita!

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EN TARDES DE OTOÑO

ARENILLA Era en la tarde. En la sala un rayo de sol entraba por la ventana y se desparramaba, perfecto, en el piso de madera. Nosotros lo usábamos como carretera para jugar con los carros, carros que debíamos guardar a la hora que la tía Eugenia entraba y, con palmadas, nos hacía entender que era hora de nuestra clase de piano. A mí no me gustaban las clases. La tía nos daba cuadernos pautados y ordenaba a que pintáramos círculos blancos o rellenos sobre las líneas que eran como alambres de esos donde camina la luz. No le encontraba el sentido. Me encantaba, al contrario, cuando ella se sentaba y tocaba el piano. Decía que tocaría una canción francesa y nosotros, Juan, Alicia y yo, nos acercábamos al banco donde ella se sentaba y escuchábamos. Creo que a los tres nos gustaba su música, la forma en que quitaba el tapete que cubría la tapa, la forma en que abría y dejaba visible el teclado que, igual que las bolitas que dibujábamos, eran piezas blancas y negras. Cada tecla, nos decía daba un sonido especial y la combinación de sonidos y silencios hacía el prodigio de la música. Claro, puntualizaba, era necesarios saber los valores de las teclas para obtener música y no ruido, que ruido era lo que nosotros hacíamos cuando somatábamos el teclado, en ausencia de la tía. Nos gustaba ver cómo la tía se tronaba los dedos de la mano izquierda con la derecha y luego los de la derecha con la izquierda, era como si ese movimiento permitiera que sus dedos tuviesen la suficiente gallardía de las plumas de un ave, porque, la mera verdad, a la hora que la tía comenzaba a tocar sus dedos eran como alas de un ave hermosa, ¡volaban! Volaban en forma horizontal, apenas rozaban las teclas (blancas y negras) casi casi como si ella fuese un pato sobrevolando en un lago de aguas limpias. Nosotros (molestosos por vocación) no parpadeábamos, como que intuíamos que éramos testigos de algo que estaba por encima de lo cotidiano. La franja de sol se movía, conforme ella tocaba y a veces, esa línea subía hasta el teclado, hasta sus manos y todo parecía convertirse en un campo lleno de trigo y las manos de la tía eran movidas por un viento suave. Cuando ella terminaba nos preguntaba si no íbamos a aplaudir y aplaudíamos, pero yo estaba seguro que ese pedido era como romper un prodigio, como bajar de las nubes de un pinche madrazo. Nos gustaba (hablo en nombre mío y de mis primos) escuchar a la tía. Nos molestaba (hablo en nombre de los tres) las lecciones donde debíamos llenar planas y planas de un cuaderno pautado. Pero, ella insistía que para tocar como ella tocaba era necesario conocer y reconocer esas figuras.

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Zaguán


LA REVISTA QUE HABLA DE VOS Una vez dije que deseé mucho conocer París. El otro día, caminando por una calle de Comitán, escuché una canción y reconocí la canción que la tía interpretaba. Toqué. Desde adentro alguien preguntó qué deseaba y yo, titubeante, dije que si podía decirme el nombre de la canción que recién escuchaba. “Sáquese, viejo borracho”, dijo la mujer y escuché el sonido de sus pasos que se perdieron en el zaguán. Todo quedó en silencio. Incluso en la calle sentí que todo había entrado como en una burbuja sin aire. Pensé entonces que mi tía, con su prodigiosa manera de tocar el piano, era quien había sembrado en mí el deseo de ir a París, de sentarme en uno de los cafés que dan al bulevar, mirar las hojas secas cayendo de los árboles y escuchando, a lo lejos, un piano. ¿Qué canción era? Ah, si yo, ahora, pudiera, a través de estas palabras tatararear la canción, tal vez algún lector me orientara, pero esto es imposible. Entiendo que debí aprender a dibujar e interpretar los símbolos que ella nos enseñaba. Ahora sería tan fácil escribir las notas. Bueno c’estfini, decía ella, se levantaba y con el mismo movimiento amoroso cerraba la tapa y la cubría con la carpeta de paño verde, bordada con hilos de oro en el contorno. Nosotros sabíamos que era hora de ir al baño, lavarnos las manos y sentarnos a la mesa porque nos serviría unos tazones de chocolate con pan de dulce. A lo lejos, desde la sala, escuchábamos las notas del disco que ponía. Era una música suave, como si brotara de un ave volando por encima de nosotros y su aleteo produjera una briza que venía desde un país europeo llamado Francia.

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Selfi, no selfie: la palabra del 2014

David Tovilla

La autofoto lleva dos años consecutivos en el predominio temático de académicos y especialistas del lenguaje. Hace un año, en el número 213 de esta revista, retomamos el anuncio del “Oxford Dictionaries”en el que designó a “Selfie” como la palabra internacional del 2013. Ahora, el 30 de diciembre pasado, la Fundación del Español Urgente emitió un comunicado para proclamar a “Selfi” como su palabra del año 2014. El documento apunta que “Selfi es la adaptación al español del anglicismo selfie” y detalla la explicación del director general de Fundeu, Joaquín Muller:“No buscamos la palabra más bonita ni la más original o novedosa. Queremos que nuestra palabra del año, además de estar relacionada con la actualidad y, por tanto, haber estado muy presente en los medios, tenga un cierto interés lingüístico, ya sea por su formación o por la fuerza de su penetración en el lenguaje común”. La fundación, había mantenido la recomendación de evitar el término “Selfie” y emplear “autofoto” pero éste cobró naturalidad en los hablantes de todas las lenguas. Por ello, en octubre de 2014, la Real Academia de la Lengua Española (RAE) incorporó a la 23ª edición de su diccionario oficial la acepción “selfi” en singular y “selfis” para el plural.

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LA REVISTA QUE HABLA DE VOS Lo más sensato fue la adaptación puesto que el conjunto de hechos en torno a esta práctica es cada vez mayor. En buena medida, la transformación de los teléfonos en mecanismos de registros visuales contribuyó al estímulo de la autofoto. Hoy se llega al exceso que algunos modelos de celulares son más cámara que instrumento de comunicación verbal. La generalización de la práctica ha llevado a la comercialización, en la actualidad, de un auxiliar fotográfico: el mono pie para teléfono. El instrumento permite una toma elevada por lo general de un metro más de distancia. Es una extensión del brazo humano para captar más entorno en la toma. Los mejores eliminan la necesidad de utilizar el temporizador porque el disparo se hace con un control inalámbrico. Además puede usarse indistintamente el móvil, una cámara o la videograbadora de moda “Go Pro”. Esto es: la necesidad de la selfi ha llevado a generar herramientas para su mejor práctica. Ya no sólo es un mero acto reflejo: se ha convertido en una modalidad instituida. Y en el 2014, uno de los grandes éxitos de la música electrónica, fue la ejecutada por el dúo TheChainsmokers: “#Selfie”. Aquella canción muy rítmica en donde destaca el monólogo de una chica en el baño de un antro.Expone sus celos hacia otra chica,alude a una serie de prácticas en el centro de baile.Pregunta los filtros fotográficos más recomendables para colar el estribillo “Deja que me tome una selfie”. Se queja de la escasez de “me gusta”, acusaa otra de comprar seguidores para la red social de fotografías. Todos los elementos de la práctica de la autofoto, lo particular de no cantar sino conversar con autenticidad y un video elaborado con selfis a partir de una convocatoria por internet hicieron de esta pieza una de las más memorables asociadas con el año extinguido. La selfi es una práctica social pujante que llevó primero a la RAE a reconocerla; después a Fundeu a ubicarla como palabra del año. Es la forma en que la lengua se enriquece y evoluciona.

davidtovilla.blogspot.mx 14


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FOTOGRAMAS PARLANTES

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Balcones


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Con esto del apag贸n anal贸gico, m谩s vale tomar medidas.

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¡Basta de casting! Ya tenemos quién interpretará a San Sebastián.

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Te dije que con una buena marimba, ยกnosotros le sacamos fuego a la pista!

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Te digo que lo hemos perdido, ahora le pertenece al facebook.

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¿Y si nos comemos nuestro pan compuesto? ¡Nos ponemos fuertes!

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EN UN MUNDO LLAMADO ARANA Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana está prohibido escuchar el lamento de las piedras. Cualquiera podrá decir que las piedras no se lamentan. ¡Es cierto!, pero esto se debe a que los habitantes de Arana hicieron un conjuro para evitarlo. Antes, mucho antes de que la tierra se poblara en exceso, las piedras emitían lamentos como si fuesen mujeres plañideras. Era tan triste su lamento que los animales y las plantas se contagiaban de esa tristeza y morían. Los pocos hombres y mujeres que habitaban el planeta se escondían adentro de cuevas y rogaban a todos sus dioses que las piedras de la cueva no se contagiaran del mal del lamento. Las piedras, desde el inicio del universo, emitían quejidos como si las grietas fuesen heridas profundas. La primera piedra que apareció sobre el mundo quiso tener un corazón, pero los corazones buscaron los frutos, los animales y los seres humanos para habitarlos. Un corazón despistado estuvo a punto de abrir una piedra y engendrar en ella, pero una mano lo impidió y la depositó en medio de un durazno. Por esto, las piedras iniciaron su temporada de lamento, pedían un corazón. Era aterrador escuchar el lamento de millones de piedras de río, de montaña, de calles, del subsuelo. La gente que caminaba por los senderos llenos de piedras debía cubrirse los oídos con corchos; si alguien se destapaba los oídos quedaba sordo y poco a poco se volvía loco. Ante tal locura, los habitantes de Arana invocaron a sus dioses y los conminaron a enmendar el error. Ya que las piedras no tenían corazón exigieron que, también, fueran mudas. Los dioses se reunieron y, mediante un conjuro, volvieron mudas a las piedras. Desde entonces las piedras no emiten sonido alguno, pero si alguien, a media noche, se recuesta en el suelo y pega el oído al piso puede escuchar algo como un sonido de grillo o como un palpitar de tierra, es el rescoldo de los lamentos que hace años emitieron las piedras.

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