9 de febrero de 2015. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
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Hace diez (Parte VI) Arenilla Antes de “50 sombras” David Tovilla
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5.- EDITORIAL
CONTENIDO
10.- ZAGUÁN Arenilla: Hace diez (parte VI)
13.- PATIO Antes de “50 sombras” David Tovilla
18.- BALCONES Fotogramas parlantes
25.- SITIO En un lugar llamado Arana
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EDITORIAL El 10 de febrero se conmemora una fecha muy importante para los comitecos. Es el inicio del segundo festejo más importante del año: la feria de San Caralampio. Este festejo se caracteriza por tener la Entrada de Flores más grande. Niños y adultos de Comitán y diversas comunidades aledañas se reúnen en el Chumish (árbol que se encuentra en la carretera rumbo a Altamirano), y de ahí se dirigen a la iglesia de Tata Lampo. El tambor y el pito se hacen presentes. La gente lleva flores y ramas para cubrir el atrio. El posh no puede faltar. Los disfraces se muestran con todo esplendor. La fe y devoción laten en el pecho de cada uno de los congregados, quienes detrás de las máscaras llevan alguna petición especial o agradecimiento. Esta festividad está dedicada a un santo que curiosamente no es católico, sino que pertenece a la Iglesia Ortodoxa. Un vecino de Comitán que conoció la vida del santo decidió encomendarse a su protección durante una terrible peste que asoló la zona, y resultó que él y su gente fueron de los pocos a quienes no les afectó la enfermedad. A partir de entonces los comitecos adoptaron a San Caralampio y lo veneran con “el permiso” de la Iglesia Católica. El festejo a San Caralampio es uno de los elementos que da identidad a Comitán. Es parte de la riqueza que Comitán debe conservar. La gente, las tradiciones y las costumbres son parte de la magia de este pueblo.
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HACE DIEZ (parte VI)
ARENILLA Hace diez años escribí un libro que se llama “Crónica de un viaje a Comitán”. En ese tiempo vivía en Puebla. La edición fue de apenas 200 ejemplares. La edición está agotada. ¿Cómo fue mi mirada en ese tiempo? Hablé del viaje, de la ciudad y de los amigos. Todo mundo sabe que quien entra a la dinámica del viaje entra a otra dimensión del tiempo. La realidad del viajero posibilita ver el entorno de manera diferente, porque no hay la premura de la vida rutinaria. Paso copia de un capítulo de dicho librincillo. Es sólo para compartir, después de diez años. EL CIELO De niño jugaba con mi papá. Él ponía sobre la mesa un cartón. Cartón de unos treinta centímetros por lado. Yo me sentaba frente a él. Mi papá colocaba cualquier objeto adelante del cartón (una corcholata, un palillo, un tornillo, un carrito o cualquiera de mil chunches más). ¡Y el juego comenzaba! “¿Qué ves, qué ves?”, decía mi papá. Yo contestaba: “¡Veo, veo, un soldadito de plomo!” Y luego, de nuevo, mi papá: “¿Qué no ves, qué no ves?”Entonces, yo debía adivinar el chunche que estaba detrás del cartón. El seis de diciembre, por la mañana, hubo un homenaje frente al busto de Mariano N. Ruiz. El busto está colocado en una esquina del parque central, casi casi enfrente de la Casa de la Cultura. Al lado del busto se eleva un árbol que da unas flores blancas y moradas. Esa mañana el árbol estaba lleno de esos colores. En el evento estaba el sobrino del sabio chiapaneco y el profesor Jorge Gordillo Mandujano; por supuesto también estaban el Presidente Municipal, miembros de la Asociación Civil del Colegio Mariano y, como se estila decir, otras distinguidas personalidades. Cerraron la calle y colocaron unas sillas plegables. Veinte o treinta personas muy formalitas escucharon los discursos y la tradicional pieza de marimba. El evento fue para recordar un aniversario del natalicio de don Mariano. Cuando el evento terminó, el maestro Jorge me llamó para la foto del recuerdo. Alguien se acercó y comentó acerca del clima (¡qué original!) y el maestro Jorge alzó la vista, señaló al cielo y dijo: “Ni una sola nube. Todo azul.” Yo elevé la vista y mis ojos se llenaron de ese azul apenas interrumpido por el vuelo de un pájaro. Después del evento, mi afecto Felipe me acompañó al Teatro de la Ciudad y ahí me dejó. Una vez que saludé a Óscar Bonifaz, salí y caminé sin rumbo fijo. Subí por unas calles y bajé por otras y cuando vine a darme cuenta estaba frente al Panteón Municipal. “Ya me lo cambiaron”, pensé. La fachada tenía cambios. Me di cuenta, entonces, que desde mi llegada tenía ese sentimiento. Muchas fachadas de casas, de edificios y de espacios retorcidos estaban modificados. Era un Comitán diferente al que había dejado. “¿Qué no ves, qué no ves?”, repetía mi papá. El chunche que estaba detrás del cartón siempre tenía relación con el objeto que sí podía ver. Si lo que estaba al frente era un soldadito de plomo lo de atrás podía ser ¡una pistola de agua! ¡Y sí, esa vez mi papá con un movimiento rápido quitó
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Zaguán
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS el cartón y yo pude ver la pistola de plástico de color rojo! “¿Cómo le hiciste para adivinar?”, dijo y me abrazó. Así jugábamos. Yo tenía tres chances para adivinar. Si no lograba hacerlo, mi papá tomaba el lápiz y se anotaba un punto bueno. Esa ocasión el punto bueno fue para mí. Ahí frente al panteón me pareció oír la voz de mi papá: “¿Qué ves, qué ves?”Y me bastó traspasar la puerta para encontrar detrás de la fachada el Comitán que yo dejé. Supe entonces que el juego se había modificado. Al frente de todas las fachadas estaba ahora el objeto escondido. Detrás de todas las fachadas estaba el Comitán que yo dejé. Detrás de las fachadas de todos mis amigos –fachadas modificadas por el tiempo– estaban intactos los mismos afectos. En la calzada del panteón estaba la misma fila de árboles, la sombra era la misma, la misma tranquilidad. Elevé la mirada y, por entre las ramas de los árboles, descubrí el intacto cielo azul de maestro Jorge, ¡de todos los comitecos de siempre! Ahí estaba ese intocado espejo, el mismo que dejé cuando partí de Comitán y viajé a Oaxaca y a Xalapa para terminar viviendo en Puebla. Supe entonces que el juego que jugaba con mi papá estaba de regreso. El cielo era el cartón y detrás de él estaba el chunche escondido. Oí la voz de mi papá: “¿Qué no ves, qué no ves?”Y como siempre, el chunche de atrás debía tener relación con el objeto mostrado. Entonces cerré los ojos, respiré y dije: “¡Dios! ¡Es Dios!”Y la mano de mi papá quitó el cartón, se levantó, me abrazó y dijo: “¿Cómo le hiciste para adivinar?” (Nota del 2015: el cielo de Comitán es el mismo; mi sentimiento es el mismo. A veces, ahora, que mi papá ya no está físicamente, me paro frente al espejo y me pregunto: “¿Qué no ves, que no ves?”. Cierro los ojos y digo: “¡Dios, es Dios!” y, de nuevo, oigo la voz de mi papá que me dice: “¿Cómo le hiciste para adivinar?”)
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Antes de “50 sombras” David Tovilla Desde el último trimestre del año pasado, se lanzó una intensa campaña publicitaria en torno a la versión cinematográfica de “50 sombras de Grey”. La alianza de los productores con los medios audiovisuales ha llevado a promover con insistencia la preventa de los boletos. Además, escogieron una fecha de estricto sentido comercial: catorce de febrero. Se pretende que la capacidad de venta de la novela tenga su equivalente en un taquillazo mundial. Con seguridad lo logrará, puesto que la estrategia de promoción incluye a una potencia para el consumo: Kim Kardashian quien sale a recomendar a sus millones de seguidores una película “muy buena”. “50 Sombras de Grey” es una novela de ilusorio amor romántico, estereotipos, convenciones sociales. Todo muy distante de las relaciones de pareja del siglo veintiuno. El fondo es banal pero aderezarla con ingredientes de prácticas sadomasoquistas le hizo venderse por millones. “Porno para mamás” fue uno de sus ejes de proyección para el consumo. Es decir: descafeinado, para aprovecharse a un segmento
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específico que, en efecto, le consumió como si fuera el gran descubrimiento que no es. Por eso, habría que vacunarse antes de ver esta producción que es un eslabón en una cadena de ventas: novela, discos, juguetes para adultos, lencería. Y, para tener manera de contrastar, una verdadera película, erótica, audaz, memorable, habría que recuperar y ver la cinta de Bernardo Bertolucci: “Último tango en París”.La película, a pesar de realizarse hace cuatro décadas, se consigue en blu-ray porque es uno de los mayores clásicos en la materia.Es una reflexión sobre la sexualidad y su incidencia en la conducta humana. La diferencia cultural y generacional. La separación entre el sentir y el deber ser. La violencia a veces imperceptible en el interior de las relaciones. La infidelidad como una sombra para todos. La autenticidad como un bien escaso. “Último tango en París” escapa de todos los lugares comunes. Eso la mantiene inalterable, sólida, ejemplar. En ella, la base o el principio de la relación no es la información. Un hombre, una mujer. No hay más. El deseo, la atracción, la pasión. La esencia. Lo que los cuerpos, las pulsaciones, las transpiraciones y el sexo comuniquen. Nada que los condicione, limite o aventaje. Ningún prejuicio, interés. Ninguna meta, propósito u objetivo, más que ser. No hay antes ni después. No existe el mundo, los otros; sólo el nosotros en ese mágico instante en que la masculinidad y la feminidad se mezclan. Para la realización no es indispensable la historia o el cálculo. Sólo se requiere del encuentro de dos voluntades en una circunstancia propicia para erigir un gran momento de vida. Ahora, para apreciar una verdadera cinta del esquema sumisión-dominación, también puede conseguirse con facilidad esa gran pieza de la que hemos hablado en los números 236 y 239 de esta revista 10: “Historia de O”. Sólo la comparación con materiales cualitativos de la misma temática podrá proporcionar elementos para colocar en su verdadero sitio a una cinta como “50 sombras de Grey”.
www.davidtovilla.blogspot.com.mx 14
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FOTOGRAMAS PARLANTES
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Balcones
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¡Ay, febrero loco! ¿Cuándo vas a mejorar este clima?
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ยกNo!, ยกpor amor de Dios! ยกOtro bloqueo a San Cristรณbal ya no!
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Estamos listos para unirnos al grupo de las insolentes.
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¡Te dije que primero van los vasos y luego los platos! ¿Por qué los hombres no pueden hacer algo tan sencillo?
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Y desde aquí podré ver la Entrada de Flores a San Caralampio, sin correr ningún peligro.
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EN UN LUGAR LLAMADO ARANA Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana los niños aprenden a pintar las nubes. Desde pequeños se les enseña a subir a escaleras y llegar hasta donde las nubes viajan de una región a otra. Suben con cubos de pintura y pintan nubes con colores azules o verdes. Quienes tienen en sus genes las influencias cubistas rebanan las nubes y en el lugar de las volutas forman líneas tan rectas como el horizonte. Quienes son hijos de hippies pintan las nubes con estrafalarias imágenes psicodélicas. Nunca falta el niño que se cree Dalí y pinta nubes que escurren como si estuviesen hechas de miel. Es maravilloso ver cómo, cuando los niños terminan una jornada, el cielo se llena de nubes de todos los colores. A los niños les cuesta más trabajo jugar a inventar qué forma tiene una determinada nube, porque puede tener la forma de un elefante, pero si el elefante está pintado de rojo alguien puede pensar que el animal no está puro sino que es una mezcla de petirrojo y rinoceronte. Cuando llueve en Arana las mamás y papás despiertan a sus hijos y los motivan a que salgan a mitad del patio y se mojen y salten sobre los charcos de agua llena de colores. Ya habrá tiempo para que las mamás y papás despinten a sus hijos. Cuando el color baja del cielo una bendición Van Gogh, Lautrec, Rembrandt ilumina la tierra.
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