16 de febrero de 2015. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
269 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
¿A huevo? David Tovilla
Hace diez (Parte IX) Arenilla
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5.- EDITORIAL
CONTENIDO
10.- ZAGUÁN Arenilla: Hace diez (parte IX)
13.- PATIO ¿A huevo? David Tovilla
18.- BALCONES Fotogramas parlantes
25.- SITIO En un lugar llamado Arana
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EDITORIAL El 16 de febrero se conmemora el quinto aniversario del programa radiofónico Crónicas de Adobe, proyecto radiofónico de Radio IMER “La Voz de Balún Canán”, dentro del marco conmemorativo del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana, abriendo un espacio a la participación de los Cronistas de la Asociación Estatal, en su Delegación Fronteriza. En un principio, dicho programa contó con la participación de los Cronistas: Efraín Albores, Oscar Bonifaz, María Trinidad Pulido, Tony Carboney, Rosa Hortensia Aguilar, Eugenio Cifuentes, Otilio López y José Gustavo Trujillo. Actualmente, el programa tiene invitados diversos cada semana; ya no los cronistas “oficiales”, pero sí las personas que también hacen crónica diaria y la comparten con los radioescuchas. Hay que recordar que la riqueza de un pueblo es su gente. La magia de la radio hace posible trasmitir estas voces.
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HACE DIEZ (parte IX)
ARENILLA
Hace diez años escribí un libro que se llama “Crónica de un viaje a Comitán”. En ese tiempo vivía en Puebla. La edición fue de apenas 200 ejemplares. La edición está agotada. ¿Cómo fue mi mirada en ese tiempo? Hablé del viaje, de la ciudad y de los amigos. Todo mundo sabe que quien entra a la dinámica del viaje entra a otra dimensión del tiempo. La realidad del viajero posibilita ver el entorno de manera diferente, porque no hay la premura de la vida rutinaria. Paso copia de un capítulo de dicho librincillo. Es sólo para compartir, después de diez años. EN CASA Todos los que ahora van por la carretera comenzaron su viaje hace cientos de años. El viajero de este siglo tiene la memoria de un caravanero. Quien hoy viaja en un avión ya lo hizo antes sobre un camello o sobre una carreta tirada por bueyes. El viajero tiene paisajes de desiertos, de palmeras y de caminos llenos de polvo. La mañana que llegué a Comitán pensé en mi abuelo paterno. Una tarde lluviosa del siglo XIX subió a un barco en algún puerto europeo y viajó rumbo a México. ¿Cuántos meses tardó su viaje? Pero mi viaje a Comitán no sólo tuvo a Italia en la memoria, también albergó la Costa de Chiapas –Huixtla –, lugar en donde mi abuelo materno trabajó en una finca. Mi viaje fue tan simple como pasar de la cocina al comedor de la casa. Salí de Puebla (lugar donde vivo) y llegué a Comitán (lugar donde nací y viví); es decir, dejé por un rato mi casa, para estar en mi casa otro rato. ¿Querés mirar cómo quedó tu casa?, me dijo mi compadre Roberto. Y subimos por una escalera de su consultorio, llegamos a un descanso, luego a otro nivel, uno más, y luego un cachito con escalones más reducidos, lugar en donde tiene un jacuzzi. Roberto abrió la ventana y salimos a la azotea. Lo primero que miré fue un tinaco, pero volví la mirada y me topé con el edificio maravilloso de la Posada de la abuela. La posada está edificada en el terreno que fue mi casa. Mi viaje cobijó también la tarde en que mi papá llegó por primera vez a Comitán. Contaba mi papá que cuando llegó al pueblo la luz eléctrica no iluminaba más que la luz de una vela o de un quinqué. Primero llegó a vivir a una casa pequeña en el Pasaje Morales; luego rentó una casa grande a cuadra y media del parque central; y, por último, construyó la casa –que yo siempre consideré enorme, tanto en su afecto como en su extensión. Esta última casa es la que vendí al salir de Comitán y es el terreno en donde ahora está la Posada de la Abuela y que está junto al consultorio de Roberto. Es más, el consultorio fue alguna vez el oratorio de mi casa. Por eso siempre que entro a saludar a mi compadre oigo un reconfortante eco de padrenuestros y de avemarías. Mi papá siempre dio posada con gran cariño a todos los amigos de la familia. Sentí, entonces, desde la azotea, que la casa sigue conservando su vocación. Roberto hizo que yo me acercara más al pretil y dijo: ¿Mirás ese alero que sobresale en aquella esquina? Es el techo de lo que fue tu departamento. Y yo dije que sí, porque en ese instante volví a ver mi casa tal como la dejé. Vi algunas vigas de la bodega a punto de caer, y, en la esquina que señalaba Roberto, vi el árbol de ciprés que nunca creció porque todas las mañanas lo orinaba “El terry” (un doberman que en
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Zaguán
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS alguna reencarnación perdió su fiereza y se volvió más bueno que dos chihuahueños juntos). Lety y Roge –un poco dueños de la posada (o un mucho, no lo sé) – me invitaron a comer a su casa. Lety me sirvió un plato con verduras cocidas al vapor y dijo: ¿No querés entrar para conocer la posada? Quedamos que al día siguiente pasaría mi compadre Javier para llevarme a conocer la posada. Roge llevaría la llave. ¡A las diez!, dijimos. Pero sucedió que al día siguiente, diez minutos antes de las diez, llamó el maestro Óscar. Unos poetas de la ciudad de Las Margaritas querían que mis hijos les editaran un libro. Debí salir entonces. Javier llegó puntual, tan puntual que no me encontró en la casa y así me perdí la oportunidad de conocer el interior que, en esas fechas, aún no estaba abierto al público. El destino quiso que yo viera ese espacio desde arriba, como si yo no fuera más que la hoja de altísimo árbol. Todos los que ahora viajan por la carretera llegarán a un lugar. Algunos tocarán una campanita, registrarán sus datos en una papeleta y un botones cargará las maletas hasta su habitación; y otros meterán la llave, abrirán la puerta y esperarán a que hijos y esposa los abracen. El hombre que descansa en la posada es como un río que busca el mar; el otro, el hombre que vuelve a su casa es la flama de una vela que se vuelve a encender. Todo viajero es un constructor: tiende instantáneos puentes que le permiten pasar del patio a la sala de estar. Yo estuve en el oratorio de mi casa y volví para podar la nochebuena plantada en mi jardín. ¡Nunca salí de casa! ¡Siempre estuve en el mismo lugar! (Nota del 2015: “La posada de la abuela” cambió de nombre. Ahora se llama “Hotel Los Lagos de Montebello – Colonial”. Como para expresar que pertenece a la misma cadena hotelera del reputado “Lagos de Montebello”. Permanece cerrado. De vez en vez abre sus puertas. Lo único que sí funciona de manera regular es el restaurante. Cuando pregunté por qué no está abierto de forma permanente, un amigo me dijo que aún no existe la demanda suficiente. Cuando El Hotel Los Lagos de Montebello se llena, entonces, el resto de huéspedes va al “Colonial”. “Sólo prender la caldera implica un gran costo”, me dijo un amigo cercano a la familia propietaria del hotel. Paso por ahí y digo “acá está la casa de mi papá” y sigo caminando, con rumbo a mi casa.)
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¿A huevo? David Tovilla Ha vuelto la saturación de audiovisuales de las distintas fuerzas políticas en los medios nacionales. Varios sólo reflejan la mediocridad que prevalece en las franquicias. Con el argumento de no gastar recursos se improvisa y se elaboran productos sin rigor. La realidad es que hasta las prerrogativas destinadas a este rubro tienen un destino diferente. La falta de profesionalismo, cuidado estético y efectividad comunicativa expresa muy bien la desastrosa realidad política mexicana. Los malos mensajes hablan de sus emisores. Lo peor es que como no están acostumbrados a trabajar con evaluación y resultados ignoran que sólo logran exhibirse ante sus receptores. En publicidad, se lleva una materia denominada “Semiótica”. En ella se revisa la capacidad de los mensajes visuales para transmitir significado. Esto a partir de cada uno de sus componentes en donde reside la transformación de algo intrascendente, cotidiano u ordinario en una totalidad radiante, propositiva, impactante. Entender la importancia de cada particularidad o elemento del mensaje lleva a clarificar su sentido y a dotarle de contundencia. Si bien varios trabajos de precampaña destacan por su mala manufactura, el premio de promocional absurdo se lo lleva el partido Nueva Alianza. Es un mensaje que pretende ratificar el voto duro de donde se supone tiene su mayor militancia. Aspira a generar identificación. Pero lo que más se recuerda es su frase de cierre. A un profesionista clase mediero le preguntan si también es turquesa. Responde: “¡A huevo!” Si el objetivo fue la provocación, se equivocaron. Si la idea era utilizar algo del habla popular para conectar con la gente, es contradictorio porque el segmento poblacional a quien se dirige el promocional no utiliza tal expresión en público. Los “brillantes” creativos de Nueva Alianza quisieron retomar la afirmación contenida en esos términos. Como decir “sí, claro”. Pero el “¡A huevo!” también se asocia con algo forzado y por obligación. Es la renuncia al argumento y la proclama del autoritarismo escondido en una vulgaridad. Esa es la connotación de un nuevo lema de batalla para una fuerza política que se jacta de tener su mayor número de militantes en los profesores de este país. El promocional de Nueva Alianza está construido sobre la figura retórica de la antítesis: dos términos que se contraponen, dos entidades de significados contrarios. Hace varias preguntas y responde con el color del partido: “¿Fresa o pandrosa?, ¿Hipster o emo?” : “Turquesa”. ¿Qué tan conocidas son tales denominaciones? ¿Todos saben a la perfección el significado del adjetivo “pandrosa”? Una campaña exitosa se palpa cuando los niños la reproducen. Pero si a éstos hay
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que explicarles en qué consiste todo eso que mencionan, ya no funciona. O su aspiración es que todos los menores reproduzcan su gloriosa frase “¡A huevo!” Además, el problema de fondo es que aunque pareciera dar una alternativa en realidad promueve estereotipos. Más allá de cualquier calificativo hay personas, seres humanos. Desde luego, puede que Nueva Alianza esté más interesado en una intención distractora más que comunicativa. A lo mejor aspira a que a través de la anécdota del “¡A huevo!” se olvide que el partido fue promovido y fundado por Elba Ester Gordillo, ahora en desgracia…
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FOTOGRAMAS PARLANTES
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Balcones
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Y despuĂŠs del festejo a San Caralampio, regresamos a casa.
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Con el bombardeo de “50 sombras”, a los patrones se les ocurre cada cosa.
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Debí poner más atención en las clases de manejo “doble control”.
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Y despuĂŠs de la Entrada de Flores a San Caralampio, regresamos a casa.
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-多De verdad tu fuiste El Chacal original de Don Francisco? -No, en realidad fui el chacal de los concursos que organizaba la XEUI.
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EN UN LUGAR LLAMADO ARANA Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana celebran el Día de la Palabra. El último domingo del mes de diciembre de cada año, los niños salen de sus casas y van al bosque. En el bosque, los papás, como pumas, están encaramados sobre árboles. Esperan la llegada de sus hijos. Éstos escriben palabras sobre hojas secas. Los papás reciben las hojas y las prenden a los árboles. Cada año una letra tiene preponderancia. Cuando es año de la letra a todas las palabras deben comenzar con dicha vocal. Así el juego se torna mágico, pues los niños comienzan a correr al derredor de los árboles mientras leen, al azar, las palabras escritas De ahí, los niños sacan letras de canciones como ésta: Al árbol armadillo ama alguna algazara. Ah, algodonero azul, artilugio antediluviano; o líneas de haikús como ésta: altisonante, altar altivo ancho. Aro armonioso. Cuando los niños se agotan, los papás se dejan caer de los árboles como frutas maduras y las madres los llaman a las mesas instaladas debajo de almendros y les sirven sopa de letras, mientras la marimba toca canciones cuyos títulos comienzan con la letra a: amapola o adiós adiós.
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