Diez 277

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13 de abril de 2015. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

277 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

Lectura de una fotografía Arenilla

En un mundo llamado Arana


LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

5.- EDITORIAL

CONTENIDO

10.- ZAGUÁN Arenilla: Lectura de una fotografía a la mitad

18.- BALCONES Fotogramas parlantes

25.- SITIO En un lugar llamado Arana

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EDITORIAL La palabra del autor se hace presente en todas partes y tiempo. La magia es sencilla, basta con abrir un libro y lograr la conexión autor-lector. Los libros eternizan las historias que crean mundos sorprendentes. ¿Qué sería de nuestra vida sin el libro de Miguel de Cervantes; sin las letras de García Márquez; sin los juegos de Julio Cortázar? Los afortunados que se dejan envolver por la luz de la palabra, de pronto comienzan a tener autores preferidos. Van a las librerías y en el momento de ver una portada con el nombre de su autor predilecto sienten una emoción que no los hace dudar y adquirir el libro. ¿Qué pasa cuando uno de estos autores muere? De pronto un halo de nostalgia llena el ambiente. Uno piensa en la gran pérdida literaria. Rosario Castellanos, por ejemplo, cuánto más pudo haber dado. Pero basta un segundo, para mandar las nubes oscuras a volar y recordar que los libros eternizan el tiempo, que los autores que de pronto se convierten en nuestros amigos siempre van a estar ahí, acompañándonos; y que cada vez que un libro se relee, aparecen cosas que en un primer tiempo no vimos y los hace más ricos y disfrutables.

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LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE HAY UN JUEGO SOBREPUESTO

ARENILLA Mariana dijo ¡juguemos! ¿De qué otra cosa puedo jugar con Mariana que no sea el infinito juego de palabras? Acá hay un libro sobre un soporte de madera. Dos objetos comunes. Bueno, en este país es más común la mesa de madera que el libro. Los dos (lo sabemos) deben sus vidas a un árbol. Por ello, muchos ecologistas maldicen a quienes talan un árbol para construir una mesa o para formar un libro. Por ello, en este país hay muchos ecologistas que aborrecen los libros. Pero ¿no es bueno podar una nube para construir un cielo? Hay muchas personas, en este país, que le dan más valor a la mesa que al libro. Por ello, la gente se la pasa comiendo y bebiendo en mesas de madera. En medio de los amigos las personas colocan sus codos sobre las mesas de madera, las manos empuñadas como mampuesta sobre las quijadas y escuchan atentamente a un amigo que cuenta que los árboles producen oxígeno y dan cobijo a miles de pájaros. Escuchan con atención y bendicen a los árboles que les proveyeron la mesa en donde, a su derredor, beben, platican, ríen y cantan. ¿Qué sería de la humanidad sin las mesas de madera? Estos objetos provocan encuentros. Muchas parejas deben su puente gracias a que una tarde él se animó a extender su mano sobre la mesa para tocar la mano de ella. Acá hay un soporte de madera, un libro y un tercio del rostro de un escritor. Sólo se le ve parte del ojo, del ojo derecho en su cara, del ojo izquierdo para quien lo ve. Las fotografías siempre muestran el reflejo del otro, como si siempre estuviésemos viendo el agua de un lago y el otro nos dijera que más allá de su superficie está la profundidad, el vacío, el infinito. Este ojo a medias ve a quien lo ve. Siempre es así. Cuando una persona se esconde detrás de un poste y se asoma, asoma apenas la parte de un ojo y con ello ve todo, pero el todo sólo alcanza a ver una parte. Si se ve bien hay más objetos. La superficie de madera tiene vetas, como arrugas, como rasguños, como caminos para jugar a descifrar códigos; el libro tiene letras, algunas en rojo, otras en negro, como si fuese un homenaje a Stendhal; pero, además, hay dos pequeños cuadros de papel que Mariana cortó y colocó sobre dos letras en negro. Lo hizo para ocultarlo, lo hizo para decirme que jugaríamos el juego de las palabras extraviadas. Lo hizo para que yo advirtiera cómo una palabra contiene muchas más. Cada palabra es como ese rostro reflejado en la laguna: lo

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Zaguán


LA REVISTA QUE HABLA DE VOS que se ve en la superficie es apenas como la nariz de un iceberg, en el fondo está la razón de su existencia, el cordel para brincar, la pelota para mantenerla en el cielo y evitar que caiga en el piso. Porque, se sabe, no hay palabra más piedra que la que es como canica y sólo juega, como gusano, en la tierra. La palabra globo, la palabra mariposa es la que busca todo mundo. Y acá eso es lo que parece advertirnos el ojo del escritor: no es acá en la superficie donde hallarán la esencia; es necesario adentrarse en el libro para que, como buzo, encuentren los corales y las cuevas donde duermen los tiburones. Mariana, mi Mariana, dispuso el juego. Rio cuando encontró la primera palabra: cotz (los comitecos saben de qué se trata el juego), y luego pronunció Zar. Y dijo que Cortázar era una rayuela y colocó un dedo sobre el primer cartón y luego brincó al otro y luego dijo que el segundo cartón era un comodín y gritó la palabra azar; entonces yo brinqué en sentido contrario, como si fuese un cangrejo o como si fuese un palíndromo juguetón y dije Raza. Y Mariana rio. Soy feliz cuando ella ríe, cuando ella encuentra una cuerda para brincar sobre montañas de azúcar. El juego de la palabra es infinita. Este juego se juega sobre un tablero que se llama libro. Por ello, algunos millones de personas en el mundo dan gracias a Dios que alguien catafixie un árbol por un libro. Los libros también dan oxígeno y, además, provocan sueños. Los sueños más azarosos, donde, ya lo advirtió José Vasconcelos: por la raza ¡habla el espíritu!


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FOTOGRAMAS PARLANTES

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Balcones


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Lo que pasa cuando tus amigos no comparten contigo los mismos gustos en pelĂ­culas.

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Ah, hoy me mandaron atolito de granillo.

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Espere señor policía, nomás hago pipí rapidito aquí en el monte y ya después me arresta ‘ste.

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¿Pálido te pone la idea de masajearme los pies?

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Más negro que la noche en que se perdió el cuch... y éste al final lo encontraron.

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EN UN MUNDO LLAMADO ARANA Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana las paredes son de bajareque, de adobe o de ladrillo. Lo que no hacen en Arana es el revoque con cemento. Por esto, todas las casas de Arana son como la piel de las personas, porque, igual que éstas, están hechas de la tierra. Se sabe que hay culturas en donde cuando las personas mueren las entierran. ¿Han oído el concepto enterrar?; es decir, ¿sembrar algo adentro de la tierra? Las casas de Arana simbolizan lo contrario. Los hombres y mujeres de Arana toman la tierra y, como si jugaran con plastilina, modelan sus casas. Con un poco de paja y agua, la arena cumple su función de ser un canto a la vida. Las paredes son especiales en Arana, por esto, cuando la gente se levanta muy temprano, antes de hacer su ablución, palpan la pared, todavía con los ojos cerrados y oran. Hay más dignidad en el ser humano que extiende la mano y toca la tierra a aquél que debe hincarse para tocar el suelo. Por esto, en Arana, las paredes son como la madre de la tierra, porque se reconoce que ella permanece alzada, como si tuviese vocación de vuelo. Los niños tienen la costumbre de nombrar a las casas del pueblo, dependiendo del material con que están hechas sus paredes. Así, muchas casas del centro de Arana son casas de agua, porque la arena con que fueron construidas fue traída del Río Andurea; las casas de la periferia son casas de montaña, porque, ya lo adivinaron, la arena fue traída del Monte Euferti. Cuando alguien muere en Arana, igual que en muchos pueblos del mundo, también es enterrado. La gente, desde que tiene uso de razón, busca el lugar para ser enterrado. Muchos eligen ser enterrados al lado del mar, para que la marea y el oleaje hagan el milagro de devolverlos al mar. Se sabe, todo mundo lo sabe, la vida nació en el mar. Cuando muere alguien, se hace un hueco en el pedazo de tierra que eligió en vida el difunto y todas las personas de Arana van a su casa y, con ambas manos, sacan terrones de la pared de su cuarto y esa tierra la echan sobre el cadáver. Así, el difunto no extraña su casa ni su hogar ni sus familiares ni sus amigos.


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